Está en la página 1de 11

“AÑO DEL FORTALECIMIENTO DE LA SOBERANÍA

NACIONAL”

UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

TEMA: ¿ES EL NIÑO TRANSGRESOR EL ADULTO


DELINCUENTE?

CURSO: CRIMINOLOGÍA

DOCENTE: MARCO ANTONIO IYO VALDIVIA

ALUMNOS: URBINA CHAPILLIQUEN ROCIO DE ABRIL

CICLO: XII

PIURA – PERÚ
INTRODUCCIÓN

En este trabajo analizamos si es que un comportamiento infractor en los menores

de edad conlleva a estos a convertirse en potenciales delincuentes, así mismo

veremos qué factores son los influyen en los comportamientos infractores así

como el entorno en el cual se desarrollan estos comportamientos.

Los adolescentes y jóvenes que han entrado en el sistema judicial de menores y

son considerados culpables por algún hecho cometido, pasan a engrosar la

estadística oficial de la Delincuencia Juvenil. Pocos llegan por las mismas razones

y la casuística de la comisión de una falta o delito depende de innumerables

elementos singulares.

El trato con estos menores, conocer estas realidades y trabajar en sus contextos

socio familiares y culturales, nos hacen llegar a unas conclusiones que creemos

pueden servir no solo para el tratamiento de los mismos (acción de técnicos de

base; educadores, trabajadores sociales, psicólogos, animadores…) sino que

además debe llevar a la reflexión sobre el método empleado por los equipos

técnicos de fiscalía en su función de valorar y orientar medidas y en consecuencia

en la posterior imposición de las mismas (aparato judicial).

Desde el campo del derecho la explicación es clara y justificada. La justicia debe

de ser ciega (igual para todos). Por tratarse de menores se consideran otras

circunstancias: para la elección de la medida o medidas adecuadas se atenderá, no

sólo a la prueba y valoración de los hechos, sino especialmente a la edad, las


circunstancias familiares y sociales, la personalidad y el interés del menor.

Obviamente un adolescente o joven no es un Hecho Probado puntual, es una

persona sujeta a un contexto, a unas circunstancias y a continuos cambios,

aunque las consecuencias del mismo pueden pasarle factura durante años de su

vida. El sistema tiene como fin último la reinserción y es conocedor de estas

fisuras en su funcionamiento. Los condicionantes muchas veces son difíciles de

calibrar y se tiende a tratar a todos por igual y como se sabe no hay cosa más

injusta que tratar a los diferentes de manera igual. Esto debe tenerse más en

cuenta y no porque nos imaginemos atenuantes (conocemos la parte punitiva de

la ley), sino porque palpamos y damos otro valor a su realidad muchas veces tan

difícil y el esfuerzo para salir de ella por parte de estas mentes tiernas y en

soledad.
EL DELINCUENTE MENOR DE EDAD

Esta pregunta preocupa a muchas personas; buscan una contestación, y con

frecuencia encuentran una respuesta cruel o airada. No deja de estar cargada de

elementos emotivos y en muchos casos parece existir el sentimiento de que el

delincuente menor de edad se comporta así con el propósito de molestar, cuando

no de amenazar, a las personas más decentes y educadas. Esta indignación

perturba de tal modo que impide detenerse a reflexionar sobre lo que es un

delincuente menor de edad, obsesionados por el relato de lo acaecido.

Pero, ¿quién es ese menor? ¿Dónde vive? ¿Cuál es su delito? ¿Cuál es el castigo?

¿Cuál será su futuro? Las contestaciones serán evasivas, pero en todo el mundo

existe un número cada vez mayor de adultos que experimentan la necesidad

urgente de averiguar la verdad en cuanto al ser humano joven marcado.

Si bien es probable que en muchos países se haya exagerado o explotado en la

prensa o en determinadas películas la amplitud y depravación de la delincuencia

juvenil, no deja de ser cierto que la delincuencia existe virtualmente hoy día en

todos los países del mundo. En el informe de las Naciones Unidas, Perspectiva

para el quinquenio 1960-1964, publicado por el Departamento de Asuntos

Económicos y Sociales, se indica: «En el campo del delito y la delincuencia existe

hoy un problema grave y muy extendido, pero que parece revestir especial

gravedad en algunos de los países mas desarrollados : la delincuencia de


menores. Por una razón u otra, los diversos servicios que los expertos habían

previsto para prevenir esta delincuencia no han tenido, en general, el éxito

esperado. Es preciso enfocar en forma muy amplia el estudio de las causas

subyacentes y crear nuevos métodos con qué ponerles remedio.

De casi todas las lenguas del mundo tienen hoy una palabra que marca a esos

jóvenes de muchas naciones cuya conducta o gustos difieren de la norma

suficientemente como para despertar sospechas y aun temores. Son los teddy-

boys en Inglaterra, los nozen en los Países Bajos, los ruggare en Suecia, los

blousons noirs en Francia, los tsotsìs en &rica del Sur, los bodgìes en Australia,

los halbstarlcen en Austria y Alemania, los taì-pau en Taiwan, los mambo boys o

taìyozuku en Japón, los tapkaroschì en Yugoeslavia, los vìtellonì en Italia, los

hoolìgans en Polonia y los stìlìsgyì en la URSS. Pero, no tenemos derecho a

suponer que todo teddy-boy o todo

Las diferencias de país a país sólo indican el grado de división en que se halla el

mundo sobre las cuestiones de quién es un delincuente y quién no lo es, y de lo

que debe hacerse al respecto. Una forma de delincuencia ampliamente extendida

en El Cairo es la recogida de colillas en la calle, hecho que en los demás países

del mundo no constituye una infracción punible. Una reciente encuesta realizada

en dos zonas urbanas de la India, Lucknow y Kampur, muestra que en el orden

de frecuencia, el vagabundeo ocupaba el segundo lugar entre las infracciones


cometidas por menores. Hace unos cuantos años, en Hong Kong, el número de

jóvenes que comparecieron ante los tribunales llegó a alcanzar la cifra alarmante

de 55 000, el 90 yo de los cuales sólo había cometido infracciones administrativas,

tales como la venta ambulante sin licencia. En esos casos, el observador puede

preguntarse si esos actos llamados delictivos no son sino acciones cometidas por

niños abandonados, insuficientemente alimentados o desesperados. En Kenia,

hace algunos años, la aplicación estricta de las disposiciones sobre el vagabundeo

hizo que el número de jóvenes que comparecieron ante el Tribunal Central de

Menores de Nairobi se elevase a más de 3 O00 en un solo año.

La información de que se dispone sobre Lagos (Nigeria) indica que se considera

como delincuencia toda transgresión de las leyes no escritas del hogar : la falta

de respeto y la desobediencia se consideran como infracciones graves. Vemos

pues que las cifras de jóvenes acusados de actos delictivos no bastan y que es

necesario conocer además la naturaleza de las infracciones cometidas y la ley que

concretamente violan, así como la forma en que fueron detenidos e inscritos en

los registros por las autoridades. Hay muy poco en común entre el muchacho que

recoge colillas

En los arroyos de las calles de El Cairo, el chiquillo de Nigeria que se rebela contra

su familia, el mozalbete norteamericano que hace uso de una navaja o el europeo

que comete un hurto.


Las diferencias entre esos actos son extraordinarias aun cuando todos sus autores

puedan ser calificados de delincuentes. Sólo puede decirse que la conducta

considerada como delictiva en los diferentes países comprende una variedad tan

grande de actos, desde los más triviales hasta los más graves, que es

prácticamente imposible generalizar sobre todas las clases de infracciones. Sólo

cabe señalar que se trata de actos cometidos por muchachos de siete a dieciocho

años de edad, según los países.

En la mayor parte de ellos, el límite superior de edad señalado por la ley para que

los delincuentes sean considerados como menores, oscila entre dieciséis a

diecinueve años. En los Estados Unidos de América, hay diferencias muy notables

de Estado a Estado. En Wyoming, por ejemplo, se considera que un muchacho es

adulto a los diecinueve años, en tanto que a una muchacha se la considera menor

hasta los veintiuno. En otro Estado, Connecticut, el límite superior es la edad de

dieciséis años. La edad mínima en que se tiene a un muchacho por responsable

de sus actos y se le conduce ante cualquier clase de tribunal varía también de

unos países a otros. Por ejemplo, en los Estados Unidos se fija en los siete años

de edad, los diez en Gran Bretaña, nueve en Israel, doce en Grecia, trece en Francia

y Polonia, catorce en la República Federal de Alemania, Austria, Bélgica,

Checoeslovaquia, Italia, Noruega, Suiza y Yugoeslavia. Y, por último, las penas

establecidas por las leyes así como los métodos penitenciarios, varían mucho de

un país a otro. En otros tiempos se aceptaban legalmente los castigos corporales

en un gran número de países. Hoy todavía pueden ordenarlos los jueces en


Birmania, Ceilán, India (a excepción de la región de Bombay), Irak, Irán, Tailandia

y Pakistán. Aun cuando adoptemos la más cauta actitud ante las estadísticas de

la delincuencia -ya que su alcance y amplitud no pueden expresarse en una serie

de columnas de números- es indudable que aumenta en todas partes del mundo.

Las infracciones son diversas. Van desde el hurto, el vandalismo, los daños, las

pequeñas extorsiones y los juegos prohibidos hasta las violencias, la ruíia- nería,

la haraganería, la conducta inmoral o deshonesta, la embria- guez y el uso de

estupefacientes. La inclinación a la violencia En casi todas las ciudades del mundo

afectadas por el problema, una de las manifestaciones más visibles de la

delincuencia de menores es la banda de adolescentes que constituye un

fenómeno social de la vida moderna. Pese a las notables diferencias nacionales,

las bandas de muchachos de trece a diecinueve años son grupos, que no tienen

finalidades concretas, de adolescentes desarraigados, inquietos, sin empleo, cuyo

más frecuente lugar de reunión es la esquina de una calle. Algunas bandas, por

ejemplo, varias de East Los Angeles (California) han cometido homicidios, en

tanto que otras se limitan a imitar o a insultar a los transeuntes. Pero estas bandas,

inofensivas o peligrosas, son un elemento importante en el cuadro general de la

delincuencia de menores. Si se examina la delincuencia en un contexto mundial,

es raro encontrar adolescentes que caen en la delincuencia como resultado de

una evolución personal peculiar ; es mucho más frecuente ver grupos de jóvenes

que participan en actividades conjuntas, derivadas de una serie de sentimientos,

fidelidades y reglas comunes y que tienen así sentido y les procuran satisfacción.
Muchas bandas tienen una organización muy estructurada ; otras presentan poca

cohesión y se desintegran rápidamente. La mayor parte de esas bandas cometen

frecuentemente actos que no siempre se traducen en beneficios económicos y, a

los ojos de los demás, su maldad parece gratuita.

En Polonia las bandas de adolescentes han causado daños en los trenes y han

molestado a los pasajeros sin ninguna razón aparente. En Saskachevan (Canadá),

algunos grupos de jóvenes entraron en varias casas de particulares, en ausencia

de los pro- pietarios, y causaron danos en mobiliario de valor, sin tratar de Ilevarse

ningún objeto. En Chiengmai (Tailandia) una banda de muchachos, que tenían

como símbolo un águila blanca tatuada en sus brazos, encontraba su mayor

diversión en atemorizar o injuriar a los no pertenecientes a la misma, cuando no

se dedicaban a desafiar a una banda rival, contra la que emprendían una cc guerra

En Argentina, ha habido bandas de muchachos que se reunían en cafés o bares

para insultar o humillar a otros clientes o a los transeuntes ; después de ello se

dedicaban algunas veces a causar daños en algún automóvil en estacionamiento.

En los informes sobre las bandas de los jóvenes de trece a diecinueve años de

Filipinas, se indica el mismo impulso hacia el vandalismo. Varios jóvenes

atravesaron la ciudad de Manila en automóvil y armaron un escándalo rompiendo

cristales de residencias y escaparates de casas de modas. Durante varias noches

esta misma banda tuvo en jaque a la policía de tres ciudades vecinas que trataba
de locali- zarlos y adivinar dónde darían el próximo golpe. Sin embargo, algunos

menores delincuentes persiguen objetivos más claros. Sus satisfacciones

proceden de actos más lucrativos. Son buenos ejemplos de ello las extorsiones

de poca monta. En Detroit, Michigan, una banda compuesta de quince

muchachos de trece a dieciséis años de edad organizó un chantaje original: exigir

a los niños de la vecindad menores que ellos 5 centavos de dólar para no

molestarles al ir o al volver del cine del barrio. En un informe de la India se indica

que algunas bandas de jóvenes de uno y otro sexo se dedican, con gran éxito, al

contra- bando de licores y estupefacientes. En Israel, un juez de menores estimó

que la existencia de grupos de jóvenes dedicados al robo de automóviles es un

cc caso nuevo e importante», ya que la actuación en banda no había sido

frecuente hasta entonces. Sin embargo, no debe suponerse que la acción de esas

bandas es constante y que sus componentes son los mismos año tras año. En

cada país su actuación fluctúa algo como las líneas de la fiebre en una gráfica. Un

psicólogo alemán, el Dr. Curt Bondy, observó que al parecer hay años marcados

por explosiones violentas de las actividades de las bandas y otros de relativa

tranquilidad. En un artículo de The Observer (15 de julio de 1962) se decía: «En la

parte norte de Londres, según informa la policía, las N bandas 11 no representan

sino reuniones de jóvenes aburridos del mismo barrio en salones de baile y en

cafés. No tienen organización, no aceptan dirigentes, ni se dan« oficialmenten un

título y apenas si se las conoce con la denominación de cc la banda de Highburyn

o «la banda de Angeln. Pero el peligro es que cualquiera ... puede incitar
rápidamente a una banda a revolverse contra cualquier individuo o grupo que los

haya molestado. En ese momento las barras de acero y las navajas aparecen como

por arte de magia.)) Pese a lo limitada que es la información sobre la delincuencia

de menores en el mundo, se han podido deducir algunas conclu- siones. Ninguna

de ellas es alentadora. En un informe de las Naciones Unidas preparado por la

secretaría se maniiiestal: «En general, parecería que la violencia es cada vez más

una característica de la delincuencia de menores. La violencia no se limita

forzosamente a los delitos contra las personas, sino que también ocurre en los

delitos contra la propiedad. En algunos países parece haber aumentado el

número de homicidios y de lesiones, y lo mismo puede decirse en el caso del

robo nocturno y del robo con escalamiento y fractura. Aunque a menudo oculta,

otra manifestación de violencia está tipificada por las actividades delictivas de

ciertas pandillas que, mediante oferta de protección o sin ella, obtienen diversas

ventajas, servicios o bienes, por ejemplo comestibles. Por último, la violencia

parece haber aumen- tado debido al creciente número de actos de vandalismo o

daños graves realizados como venganza o por diversión, o como expresión de

una actitud más o menos rebelde.

OPINIÓN:

Por lo antes señalado podemos ver que los comportamientos infractores que

adoptan los niños y adolescentes a lo largo de su vida, son los que los llevan a

convertirse en adultos delincuentes transgresores de las normas jurídicas.

También podría gustarte