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PROGRAMA DE LA CÁTEDRA

ASIGNATURA PROCESOS POLÍTICOS INTERNACIONALES

AÑO 2021
EQUIPO DOCENTE

PROFESOR TITULAR Dr. Carlos Juárez Centeno

PROFESOR ASISTENTE Mgter. Fernando Pizzicari

PROFESOR ASISTENTE Mgter. Adrián Tuninetti

PROFESOR ASISTENTE Dr. Gonzalo Gigghino

CARGA HORARIA 64 HS

FUNDAMENTACIÓN Y PRESENTACIÓN DE LA MATERIA

El creciente interés de las Ciencias Sociales por interpretar fenómenos de


alcance mundial ha derivado en la consolidación de una multiplicidad de
campos especializados, dentro de los cuales los Estudios Internacionales han
adquirido especial relevancia. Dicha ampliación disciplinar debe pensarse a la
luz de las dinámicas sociohistóricas gestadas a lo largo del siglo XX, en tanto
periodo cargado de tensiones y conflictos bélicos de amplio alcance, los cuales
han impulsado a revaluar la construcción del conocimiento ante un escenario
mundial cada vez más inasequible. Se trata de un panorama que, desde
finales de la Guerra Fría y luego de la caída del Muro de Berlín, ha ganado
complejidad pues las geopolíticas se han modificado visiblemente,
promoviendo además la expansión de un cúmulo de fenómenos
transnacionales que repercuten dentro de las fronteras de los países.
Desde esta perspectiva, el estudio de los procesos internacionales debe
pensarse como un vasto espacio transdisciplinar que, nutrido de diversos
saberes (tales como la política, la sociología, el derecho, los estudios
culturales y la economía) gana preponderancia como reflexión crítica
pertinente para elucidar nuestro lugar en el mundo.
En tal sentido, la asignatura pretende dotar a los futuros licenciados de
Ciencias Políticas y Sociología de herramientas teóricas y metódicas
pertinentes para entender e interpretar esta complejidad que caracteriza a la
realidad internacional actual. El programa se propone como una introducción
al campo de los Estudios Internacionales, recuperando su inserción en el saber
de las Ciencias Sociales, pero focalizando de manera especial en su
especificidad disciplinar, abocada ella al análisis crítico de las relaciones
internacionales en su desarrollo diacrónico y sincrónico. Por tal motivo, se
pretende acercar las principales corrientes teóricas y visiones de mundo que
nutren a los Estudios Internacionales, ello sin perder de vista los marcos
político-históricos y aquellos periodos en donde las tensiones mundiales se
vuelven más visibles y requieren, por ende, de la construcción de nuevas
formas de pensamiento crítico y análisis.

OBJETIVOS

-Introducir a los/las estudiantes en las diferentes concepciones disciplinares


de los Estudios Internacionales a partir de su inserción en el campo de las
Ciencias Sociales.

-Identificar las dimensiones teóricas centrales y las principales categorías


pertinentes para el análisis de los procesos internacionales en su desarrollo
diacrónico y sincrónico.

-Desarrollar una actitud crítica ante los procesos que toman forma en la
realidad internacional, como también ante las tensiones socio- políticas y los
actores involucrados.

METODOLOGÍA

La asignatura se plantea desde una modalidad seminario en carácter virtual,


teniendo en cuenta las restricciones de dictado de clases presenciales. Se
prevé el desarrollo de clases para la discusión de diferentes procesos
internacionales de las perspectivas teóricas señaladas en los contenidos.
La presentación de la estructura básica de los contenidos estará a cargo del
equipo docente, el cual introducirá la bibliografía y las principales categorías
de análisis, como también guías de lectura, modelos de análisis y expondrán
materiales escritos y audiovisuales ejemplares para el trabajo con los/as
alumnos/as en las clases prácticas, fomentando así la construcción del propio
conocimiento. Los/as cursantes deberán acompañar el tratamiento de los
temas con la lectura de la bibliografía específica señalada en cada unidad, y
la interpretación conjunta de estos materiales y la discusión que de ellos se
desprenda será coordinada por los docentes.
CONTENIDOS
-Los Estudios Internacionales y sus nociones centrales.
-Proceso internacional. Sistema internacional.
-Construcción y Transformación del Sistema Internacional desde
UNIDAD I
la Paz de Westfalia hasta la actualidad.
-Presentación de las tradiciones teóricas centrales: Realismo,
Liberalismo y Constructivismo. Nuevas corrientes.
-Actores del sistema internacional: Estados, organizaciones
internacionales, actores no estatales. Nuevos actores
internacionales.
UNIDAD II -La Organización de las Naciones Unidas. Objetivos, funciones y
composición. Órganos: Asamblea General, Consejo de
Seguridad, Consejo Económico y Social, Comisiones y Corte
Internacional de Justicia.
-Las bases del poder en el escenario internacional: poder natural,
poder material y poder inmaterial.
-Formas de actuación en el ámbito internacional.
UNIDAD III -La diplomacia. Tipos de diplomacia.
-La guerra. Tipos de guerra. Teorías sobre las causas de la guerra.
Nuevas formas de guerra: ciberseguridad, bio guerras, estados de
excepción.
-Los Derechos Humanos en el ámbito internacional. Historia y
evolución. Características y clasificación.
-Sistema internacional protectorio de Derechos Humanos.
UNIDAD
Sistema global y sistema interamericano. Derecho Internacional
IV
de los Derechos Humanos.
-Problemáticas actuales de los Derechos Humanos. Medio
ambiente, género, racismo.
-Internacionalización y transnacionalización.
-Supranacionalidad. Cooperación e integración internacional:
fundamentos. Los procesos de integración internacional.
UNIDAD V -Nociones básicas sobre el Mercosur y la Unión Europea. Otros
procesos de integración internacional.
-Globalización. Debates acerca de la globalización:
desglobalización, posglobalización, fin de la globalización.
Escenarios futuros.
Bibliografía

Bibliografía obligatoria
-Barbé, Esther (1995). “La estructura del sistema internacional”. En
Relaciones Internacionales. 1° Ed. Madrid: Tecnos. Pp. 97-
105.
-Bello, Daniel (2013). “Nacimiento y desarrollo de las Relaciones
Internacionales”- Capítulo I; “La evolución de la sociedad
internacional entre los siglos XX y XXI”- Capítulo II; “Teorías
de las Relaciones Internacionales: del Primer al Tercer
Debate”- Capítulo III; “Nuevas corrientes en la teoría de las
relaciones internacionales”- Capítulo IV. En: Manual de
Unidad I
Relaciones Internacionales: herramientas para la comprensión
de la disciplina. 1° ed. Santiago de Chile: RIL Editores. Pp. 11-
26; pp. 33-81; pp. 86-124; pp. 127-160.
-Turzi, Mariano (2018). “Cómo miramos”. En: Todo lo que necesitás
saber sobre el (des)orden mundial. Capítulo 1. Buenos Aires:
Paidós. Pp.19-52.
-Turzi, Mariano (2020). “Visiones de rayos: las teorías”. En: Cómo
los superhéroes explican el mundo: cine, cómics y política
internacional. Capítulo 1. Buenos Aires: Capital Intelectual. Pp.
17-38.
Bibliografía obligatoria
-Barbé, Esther (1995). “Los actores internacionales: definición y
tipología”. En Relaciones Internacionales. 1° Ed. Madrid:
Tecnos. Pp. 117-197.
-Calduch, Rafael (1991). “Teoría general de la organización
internacional”- Capítulo 8; “La Organización de las Naciones
Unidas”- Capítulo 10. En: Relaciones Internacionales. Madrid:
Unidad II Edit. Ediciones Ciencias Sociales.
-Turzi, Mariano (2018). “Encima de los Estados”; “Debajo de los
Estados”; “Detrás de los Estados”. En: Todo lo que necesitás
saber sobre el (des)orden mundial. Capítulos 4, 5 y 6. Buenos
Aires: Paidós. Pp.97-159.
-Turzi, Mariano (2020). “La telaraña de Peter: los organismos
internacionales”. En: Cómo los superhéroes explican el
mundo: cine, cómics y política internacional. Capítulo 2.
Buenos Aires: Capital Intelectual. Pp. 56-62.
Bibliografía obligatoria
Unidad III -Calduch, Rafael (1991). “El poder y las relaciones internacionales”-
Capítulo 2; “La diplomacia”- Capítulo 7. En: Relaciones
Internacionales. Madrid: Edit. Ediciones Ciencias Sociales.
-Turzi, Marcelo (2018). “Los actores principales”. En: Todo lo que
necesitás saber sobre el (des)orden mundial. Capítulo 3.
Buenos Aires: Paidós, pp. 65-95.
-Von Clausewitz, Karl. (1960). “¿En qué consiste la guerra?”,
capítulo 1. “El fin y los medios en la guerra”, capítulo 2. En:
De la guerra. Capítulo 1. Buenos Aires: Solar. Pp. 1-32.
Bibliografía obligatoria
-Buergenthal, Thomas [et. al] (1990). “Derecho Internacional de los
Derechos Humanos”. Capítulo 9. En: Manual Internacional de
Derechos Humanos. Caracas/San José CR: Instituto
Interamericano de Derechos Humanos-Editorial Jurídica
Venezolana. Pp. 171-176.
-Escobar Roca, Guillermo (2005). “Historia y concepto de los
Derechos Humanos”. En: Introducción a la teoría jurídica de
los derechos humanos. Madrid: Ed. Trama. Pp. 2-23.
-García Ramírez, Sergio (2002). “La Corte Interamericana de
Derechos Humanos”. En Los derechos humanos y la
jurisdicción interamericana. México: Universidad Nacional
Autónoma de México. Ed. Instituto de Investigaciones
Jurídicas. Pp. 57-64.
-García Chavarría, Ana Belem (2015). “La Comisión Interamericana
de Derechos Humanos”. Capítulo II. En: Los procedimientos
Unidad IV
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
México: Colección Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Pp. 16-21.
-Juárez Centeno, Carlos (2009). “Derechos Humanos y Relaciones
Internacionales: Reflexiones sobre el entrecruzamiento de
estas disciplinas en la teoría y prácticas internacionales”. En
Anuario XI 2008 Centro de Investigaciones Jurídicas y
Sociales, Facultad de Derecho, Universidad Nacional de
Córdoba, 1° Ed. Buenos Aires: La Ley. Pp. 351-363.
-Salvioli, Fabián (2007). “El sistema Interamericano de protección de
los Derechos Humanos”. En: XXXVIII Session d´enseignement
Institut international des droits de l' homme. Strasbourg,
France.
-Witker Velásquez, Jorge Alberto (2016). “Introducción a los
Derechos Humanos”. Capítulo Primero. En: Juicios orales y
derechos humanos. México: Universidad Nacional Autónoma
de México, Ed. Instituto de Investigaciones Jurídicas. Pp. 1-28.
Bibliografía obligatoria
-González Martín, Nuria (2010). “Unión Europea”. Capítulo Sexto.
En: Sistemas jurídicos contemporáneos. México: Colección
Cultura Jurídica. Pp. 169-224.4
-Juárez Centeno, Carlos (2019). “Módulo 4. Unidad VII. El Estado y
el escenario internacional”. En: Notas de cátedra. Materia
Ciencia Política, carrera de abogacía. Universidad Blas
Pascal. Pp. 146-153.
-Juárez Centeno, Carlos (2020). “De qué hablamos cuando
hablamos de globalización? Interrogantes sobre el escenario
internacional actual en época de pandemia”. En: América
Latina em tempos de pandemia. Río de Janeiro: Metanoia
Editora. Pp. 51-61.
Unidad V -Mariño Fages, Jorge R. (h) (1999). “Procesos y derecho de la
integración regional. Clasificación según sus grados”, Capítulo
IV; “Origen, concepto y características de la
supranacionalidad”, Capítulo V. En: La supranacionalidad en
los procesos de integración regional. Corrientes: Mario Viera
Editor. Pp. 107-149.
-Oropeza García, Arturo (2014). “Mercado Común del Sur
(MERCOSUR): Una visión general a más de dos décadas de
su firma”. En: Temas selectos de derecho internacional privado
y de derechos humanos. Estudios en homenaje a Sonia
Rodríguez Jiménez. México: Instituto de Investigaciones
Jurídicas. Pp. 347-371.
-Turzi, Marcelo (2018). “¿Dónde estamos?”. En: Todo lo que
necesitás saber sobre el (des)orden mundial. Capítulo 2.
Buenos Aires: Paidós. Pp. 53-64.
UNIDAD I
Capítulo II
La evolución de la sociedad
internacional entre los
siglos xx y xxi1
Shirley Götz Betancourt

i. Marco teórico conceptual

Desde su emergencia a comienzos del siglo XX, la trayectoria cien-


tífica de las Relaciones Internacionales está signada por la dificultad
en determinar y definir un objeto de estudio comúnmente aceptado
por toda una comunidad científica, por la imposibilidad de consen-
suar un único marco teórico y metodológico para el análisis e inter-
pretación de la realidad internacional, así como por arribar a una
común denominación para la propia disciplina (Barbé 1989: 173).
Esta falta de unanimidad se ve retratada nítidamente en las
distintas posiciones que supone el esfuerzo de conceptualizar la
realidad internacional. Cada una de las perspectivas analíticas
guarda correspondencia no solo con el objeto de interés científico
al que se aboca la disciplina de las Relaciones Internacionales, sino
que también con el marco teórico y metodológico a través del cual
se acomete su estudio.
La posición dominante sostenida por las corrientes realistas2 y
liberal-institucionalistas, de raíz norteamericana, deposita su mira-

1
La elaboración de este trabajo contó con la colaboración de Cristóbal
#ZXBUFST FO TV SFEBDDJÓO Z EF 'FMJQF $SPXIVSTU  FO MB SFDPQJMBDJÓO
bibliográfica, ambos estudiantes de la carrera de Ciencia Política y
Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado y ayudantes
de la cátedra de Introducción a las Relaciones Internacionales. Agradezco
sus aportes, comentarios y críticas.
2
Para esta corriente doctrinal existe una identificación entre las relacio-
nes internacionales y las relaciones interestatales, núcleo de la política

33
Shirley Götz Betancourt

da en las unidades y en la estructura de una realidad internacional


anárquica que debe su carácter a la ausencia de una autoridad
superior. Aun cuando existen claras diferencias en las derivaciones
que alcanzan los argumentos teóricos realistas, en los que se sos-
tiene la inevitabilidad de los conflictos entre los actores del sistema
internacional dada la naturaleza anárquica de la realidad interna-
cional, y los argumentos liberales, que reconocen las posibilidades
de cooperación que se establecen entre distintos actores aún en
un ambiente de anarquía, ambas posiciones refutan la existencia
de elementos societarios o comunitarios como caracteres propios
de la realidad internacional. Como lo argumenta Rafael Calduch:

«Todas estas formulaciones doctrinales comparten


el supuesto de considerar al Estado como sociedad re-
ferencial para determinar las relaciones internacionales
de las que no lo son. En este sentido, una relación social
se considera internacional porque es interestatal o, al
menos, porque transciende de algún modo el contexto de
la sociedad referencial: el Estado» (Calduch 2001: 11).

Una perspectiva diferente desarrollada por los estudios euro-


peos, principalmente ingleses y españoles, presupone al estudio de
las relaciones internacionales un objeto más amplio, dinámico y
complejo, conceptualizado en la noción de sociedad internacional.
La sociedad internacional corresponde a un tipo particular de
sociedad, constituida por una pluralidad de miembros, diferentes
por naturaleza e importancia, que mantienen entre sí relaciones
estables que les permiten crear una trama compleja de relaciones,
definida por el bajo nivel de integración de sus elementos y por
la amplia autonomía de los mismos, ante la ausencia de un poder
común que regule sus relaciones (Barbé 1989: 180).
De acuerdo a Celestino del Arenal (2005), con el concepto de
sociedad internacional se hace referencia a tres realidades sociales
que coexisten e interactúan de modos diversos a lo largo de la his-

internacional, por un doble motivo. En primer lugar, por cuanto ambas


son abordadas desde la perspectiva política que domina el horizonte de
las preocupaciones y de la temática de los realistas. En segundo término,
porque únicamente los Estados monopolizan el poder y disponen de los
medios para utilizarlo en el interior y hacia el exterior (Calduch 2001: 8).

34
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

toria. Estas tres realidades corresponden a: 1) El sistema de comu-


nidades políticas, o sistema político-diplomático, constituido por las
vinculaciones que se establecen entre los Estados y organizaciones
internacionales; 2) El sistema transnacional estructurado por las
vinculaciones entre actores de naturaleza no estatal y trasnacional,
entre los que se destacan empresas transnacionales, organizaciones
no gubernamentales, fuerzas religiosas, grupos étnicos y naciona-
les, cárteles del narcotráfico, grupos terroristas, entre otros; y 3)
La sociedad humana configurada a partir de las relaciones que se
establecen entre los seres humanos, más allá de las comunidades
políticas y actores transnacionales y subnacionales. No obstante
que estas tres realidades configuran un todo social, es el sistema
político-diplomático el que confiere a toda sociedad internacional
sus rasgos definitorios. En el argumento del catedrático español:

«El sistema político-diplomático, debido al poder


sobre todo político y militar de las comunidades políti-
cas correspondientes y de lo manifiesto y decisivo de su
actuación internacional, especialmente de las grandes
potencias, continúa desempeñando un papel fundamental
en la conformación de las principales estructuras y diná-
micas constitutivas de la sociedad internacional» (Del
Arenal 2005: 463).

El concepto de sociedad internacional es dinámico, cambiante y


se encuentra sujeto a cambios y determinaciones históricas. Los au-
tores que afirman la existencia de la sociedad internacional plantean
que, desde sus orígenes en el siglo XVII, esta se ha hallado sometida
crecientemente a procesos de ampliación, en cuanto al número y tipos
de actores que la integran, de expansión, en cuanto a la inclusión e
integración de todas las regiones del planeta, y de mutación, en cuanto
a la naturaleza misma de la sociedad internacional (Truyol 2008: 24).
Es por ello que, desde una perspectiva histórica, no pueda hablarse
de una única sociedad internacional sino de diversas sociedades in-
ternacionales, que van desde la sociedad de Estados europeos, nacida
al alero de la paz de Westfalia en 16483, a una sociedad internacional

3
La Paz de Westfalia, suscrita en 1648 al término de la Guerra de los Treinta
Años, constituye el hito de origen del sistema de Estados Modernos. El

35
Shirley Götz Betancourt

de alcance mundial, en estado de gestación a partir de la vorágine de


transformaciones desatadas a partir de la globalización, la mundia-
lización y el término de la bipolaridad estratégica de la Guerra Fría.
El vector fundamental del proceso de transformación de la
sociedad internacional lo ha constituido la sociedad europea de
Estados, por cuanto fue a partir de su expansión geográfica, eco-
nómica y cultural que vastas regiones fueron incorporadas a la
vida internacional. El peso sustantivo que ejerció la sociedad inter-
nacional europea en la transformación hacia una sociedad global
es reconocido por historiadores e internacionalistas, como se deja
entrever en el siguiente párrafo:

«Que esta acción emprendedora haya tenido, en un


principio, por resultado la sumisión total de los mundos
nuevos y la sumisión parcial o mediatización de los
mundos antiguos (…); que haya desembocado, pues, en
cualquier caso en una hegemonía de Europa, extendida
luego a Occidente, que haya resultado necesario el contra-
golpe de dos guerras mundiales y de una descolonización
más o menos libremente aceptada; estos son hechos que
no solo no disminuyen, desde el punto de vista histórico,
el papel desempeñado por Europa en este proceso, sino
que precisamente le confieren su significación objetiva»
(Truyol 2008: 27).

Ante la dificultad que supone la comprensión de la sociedad


internacional, en tanto realidad social y objeto de estudio de las
Relaciones Internacionales, los teóricos de la disciplina han recu-
rrido a la formulación de diversos conceptos, criterios e instrumen-
tos analíticos que permiten dar cuenta, en términos simples, de la
complejidad de esta realidad internacional, en consideración a la
multiplicidad de actores y relaciones que la componen.
Un primer criterio corresponde al de la periodicidad, el que se
configura a partir de la evolución histórica que experimenta toda
sociedad internacional. Aunque la consideración de una división
temporal resulta fundamental en el campo de las relaciones in-

Imperio Universal desaparece y en su lugar se constituyen un conjunto


de Estados soberanos que no reconocen poder superior a ellos y que son
esencialmente iguales en derecho.

36
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

ternacionales, resulta llamativo que en la literatura clásica de este


campo de estudio no se efectúe una referencia específica o se dote
de un valor analítico a la periodización de los procesos y fenómenos
internacionales. Reafirmando la importancia del criterio de perio-
dicidad, Rafael Calduch argumenta:

«La sociedad internacional experimenta también


alteraciones irreversibles en sus estructuras fundamen-
tales, que observadas retroactiva o proyectivamente nos
señalarán los procesos generales de cambio, evolutivos o
degenerativos, que afectan a la existencia misma de la so-
ciedad internacional en su totalidad» (Calduch 2001: 24).

Un segundo criterio corresponde al de orden internacional, en-


tendido como el conjunto de normas y reglas adoptadas en el seno
de una sociedad internacional, a través de las cuales se busca regular
su funcionamiento, seguridad y estabilidad (Pereira 2009:52). Todo
orden internacional descansa sobre la base de tres pilares: en primer
lugar, valores y principios dominantes que actúan como marco de
referencia para los actores internacionales; en segundo lugar, una
configuración determinada de posiciones y fuerzas que conlleva a
una jerarquización de los actores que, por lo general, es asumida
por los miembros de la sociedad internacional; y, en tercer lugar,
mecanismos e instituciones que regulan la dinámica del propio orden
internacional (Barbé 1989; Pereira 2009).
Valiéndose de los criterios reseñados anteriormente, periodici-
dad temporal y orden internacional, este capítulo tiene por propó-
sito mostrar la evolución que ha tenido la sociedad internacional
entre los siglos XX y XXI, distinguiéndose tres tipos de sociedades
internacionales: 1) La Sociedad Internacional de Transición que se
desarrolla entre los años 1900 y 1945; 2) La Sociedad Internacional
de Guerra Fría que va desde 1945 a 1990; y 3) La Sociedad Inter-
nacional Contemporánea de post Guerra Fría.
Resulta importante señalar que con el ejercicio que se desarrolla
en las páginas sucesivas no se tiene la pretensión de efectuar una
cronología y descripción histórica detallada de eventos y sucesos,
sino más bien está orientado a proporcionar, a cualquier lector
apasionado de los asuntos internacionales, ciertas claves para la

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Shirley Götz Betancourt

comprensión de los cambios que se constatan en la realidad inter-


nacional en el transcurso del siglo XX y comienzos del siglo XXI.
De igual modo, es probable que algunos expertos no concuerden
con la periodización o con el tratamiento dado a ciertos elementos
inherentes al carácter de las sociedades internacionales analizadas;
sin embargo, las tipificaciones realizadas no deben asumirse como
categorías definitivas, en tanto solo representan marcos generales
de aproximación y de comprensión ante la naturaleza cambiante
que presenta la sociedad internacional en su devenir.

ii. La evolución de la sociedad internacional


entre los siglos xx y xxi

La Sociedad Internacional de Transición (1900-1945)

Fin del orden internacional decimonónico (1900-1914)

El período comprendido entre 1900 y 1914 evidencia, a la


vez, los últimos vestigios del orden internacional instaurado en el
Congreso de Viena de 1815 y los primeros atisbos del siglo que se-
ría recordado por la voracidad de sus conflictos y por los notables
avances técnicos que se desarrollarían en su marcha.
Estos fueron, además, los últimos años en que Europa gozaría de
una posición central en el seno de la sociedad internacional. Hasta
entonces, los actores extra-europeos poseían escasa capacidad para
influir en la definición de las normas y valores internacionales, ya
sea porque se encontraban en pleno proceso de conformación, como
los Estados latinoamericanos, o sostenían posiciones tendientes
al auto-aislamiento, categoría en la que se inscribían países como
Estados Unidos y Japón.
Habría que recordar que el orden internacional instaurado por
el Congreso de Viena de 1815, tras las guerras napoleónicas, tuvo
por objetivos la reorganización del territorio continental europeo
y la contención de los movimientos liberales, fuertemente influidos
por los ideales de la Revolución Francesa. Sin embargo, a partir de
la década de los setenta del siglo XIX, este orden comenzó a verse
desafiado por la emergencia de una Alemania unificada (1871) en

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Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

pleno corazón territorial de una Europa dominada por los viejos


imperios centrales. Bajo el liderazgo del canciller Otto von Bismarck,
el nuevo Imperio Alemán buscó afianzar su influencia en la política
internacional europea lo que, en términos prácticos, implicó la ins-
tauración de una nueva dinámica en las relaciones de Europa. Para
inicios del siglo XX, Alemania había modificado sustantivamente
el equilibrio del poder europeo por medio del despliegue de una
acelerada política de industrialización, orientada primariamente al
fortalecimiento de su poder bélico, así como por el afianzamiento de
una posición central en las relaciones entre las potencias, sustentada
en una red de alianzas continentales.
Considerando que el sistema político-diplomático europeo
carecía de un organismo multilateral que asegurara la estabilidad
del continente y la solución pacífica de los conflictos entre las po-
tencias, ante la alteración de los equilibrios imperantes suscitada
por la política alemana, los Estados europeos establecieron un
imbricado sistema de alianzas (secretas y públicas) con el fin de
asegurar sus intereses y preservar, en la medida de lo posible, la paz
y la estabilidad del continente.
El primer sistema de alianza, conocido como la Entente Cor-
diale, fue constituido por los imperios «tradicionales» (Gran Bre-
taña, Rusia y Francia) y su accionar se orientó a la preservación
del status quo internacional, a fin de asegurar la conservación de
su superioridad de poder. En respuesta, las potencias «emergentes»
(Alemania, Italia y Austria-Hungría) conformaron la Triple Alianza,
que aspiraba a una modificación del status quo, de manera tal de
alcanzar la supremacía en la sociedad internacional. A este tenso
panorama se agregó el que las potencias, bajo la idea si vis pacem
para bellum (si quieres paz, prepara la guerra), se embarcasen en
una carrera armamentista sin precedentes, inaugurando el período
conocido como la «Paz Armada» (1870-1914).
En el período de la «Paz Armada», previo al estallido de la
Primera Guerra Mundial, la inestabilidad alcanzada en el sistema
europeo fue de tal magnitud que cualquier incidente, por mínimo
que fuese, podía activar el complejo sistema de alianzas establecido
entre los Estados europeos. El asesinato del heredero de la corona
austro-húngara, Archiduque Francisco Fernando, a manos de Ga-

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Shirley Götz Betancourt

vrilo Princip, miembro de la organización separatista serbia «Mano


Negra», fue la pieza que desencadenó el efecto dominó del sistema de
alianzas4. Lejos de constituir un suceso político relevante per se, fue
un hecho que, sin buscarlo, desencadenó la Primera Guerra Mundial.
En efecto, si bien «desde hacía muchos decenios no era infrecuente
el asesinato de un personaje público» (Kennedy 2004:332), hacia
1914 «cualquier enfrentamiento entre los bloques (…) los situaba
BMCPSEFEFMBHVFSSBv )PCTCBXN

Al estallar el conflicto, los líderes políticos y militares de las
potencias europeas estimaron que la guerra sería una como tantas
otras y que su duración, particularmente por los avances técnicos
y militares, sería más corta que lo común. Empero, tal apreciación
se vería muy pronto refutada por la cruda y descarnada realidad.
La Primera Guerra Mundial (1914-1919), o la «Gran Guerra»
como la denominaron sus contemporáneos, fue un enfrentamien-
to, hasta entonces, único en su tipo. Esta conflagración enfrentó a
prácticamente todos los países europeos, su escenario de batalla
trascendió las fronteras del viejo continente, movilizó a sociedades
enteras y sus traumáticas consecuencias afectaron tanto a la propia
población europea como a diversos pueblos del mundo. Tal y como
MPFYQPOF)PCTCBXN

«(la Guerra) marcó el derrumbe de la civilización


(occidental) del siglo XIX. Esta civilización era capitalista
desde el punto de vista económico, liberal en su estruc-
tura jurídica y constitucional, burguesa por la imagen
de su clase hegemónica característica y brillante por los
adelantos alcanzados en el ámbito de la ciencia, el cono-
cimiento y la educación, así como del progreso material
y moral. Además, estaba profundamente convencida de
la posición central de Europa, cuna de las revoluciones
científica, artística, política e industrial, cuya economía
había extendido su influencia sobre una gran parte del
mundo, que sus ejércitos habían conquistado y subyu-
gado, cuya población había crecido hasta constituir una

4
Las presiones independentistas de grupos eslavos en la región de Los
Balcanes constituían un factor de tensión para el imperio austrohúngaro,
particularmente por el respaldo que los pueblos eslavos recibían por parte
de Rusia.

40
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

tercera parte de la raza humana (…) y cuyos principales


Estados constituían el sistema de la política mundial»
)PCTCBXN


Concluido el conflicto, la sociedad internacional comenzaría


paulatinamente su tránsito desde una sociedad internacional de
matriz exclusivamente europea hacia una sociedad internacional
verdaderamente mundial.

El orden en la Sociedad Internacional de Transición:


De la Sociedad de Naciones a la Segunda Guerra
Mundial (1919-19145)

A consecuencia de la Primera Guerra Mundial, la fisonomía


de la sociedad internacional se vio profundamente alterada. La
HVFSSBTFQVMUÓFMTJTUFNBEFFRVJMJCSJPFVSPQFPXFTUGBMJBOPZ FO
su lugar, se emplazaron los cimientos de una sociedad en camino
a su plena internacionalización. Asimismo, el conflicto modificó
sustancialmente los roles directivos del sistema, a causa no solo
del hundimiento de cuatro grandes imperios –austrohúngaro, ruso,
alemán y otomano– sino también de la eclosión de nuevas potencias
extraeuropeas, particularmente Estados Unidos y Japón. Por último,
la incorporación de Estados Unidos a la contienda implicó, más allá
del resultado de la misma, una modificación sustancial en las bases
sobre las cuales se erigiría el nuevo orden internacional.
El rol que asume Estados Unidos en la construcción del nuevo
PSEFOJOUFSOBDJPOBM MJEFSBEPQPSTVQSFTJEFOUF8PPESPX8JMTPO 
se arraiga en valores y concepciones propias a la identidad nor-
teamericana:

«Portadores de una noción renovadora y revolucio-


naria de las relaciones internacionales, fundada en el
liberalismo, la democracia y el capitalismo, su propuesta, a
diferencia de los postulados tradicionales de la diplomacia
europea, planteaba una global e inédita refundación de
los cimientos de la vida internacional (…) amparado en
la experiencia histórica y los valores institucionales de la
sociedad norteamericana, la extraversión de aquel modelo
de relaciones sociales internacionales y la implicación de

41
Shirley Götz Betancourt

Estados Unidos en las mismas solo sería posible en un


mundo donde reinase la paz. Un nuevo orden al que habría
que llegar mediante un Covenant, un pacto solemne y casi
religioso, por el cual los Estados se comprometiesen a
respetar y asumir aquellas premisas» (Pereira 2009:324).

&MQSPHSBNBEFQB[FMBCPSBEPQPSFMQSFTJEFOUF8PPESPX8JM-
son, conocido como el «Programa de los Catorce Puntos», contenía
una serie de principios sobre los que se habría de erigir el nuevo
orden y regular la convivencia en la sociedad internacional. Entre
estos principios, destacaban la supresión de barreras comerciales,
libertad de mares, reducción de armamentos, diplomacia abierta
y principio de autodeterminación de los pueblos. No obstante, el
más significativo de los principios contenidos en el programa decía
relación con la conformación de una organización internacional que
velase por la paz y seguridad internacional.
Inaugurada la Conferencia de Paz en París, en enero de 1919,
el Consejo Supremo de las potencias vencedoras adoptó una reso-
lución en la que afirmó que el mantenimiento de la paz exigía la
creación de una Sociedad de Naciones, con el propósito de promo-
ver la cooperación internacional, asegurar el cumplimiento de las
obligaciones internacionales y procurar poner límites a la guerra.
El Tratado constitutivo de la Sociedad de Naciones (Covenant),
firmado en 1919, fue incluido en cada uno de los Tratados de Paz
suscritos en el marco de la conferencia por los Estados vencidos
y en él se establecía como fundamento el principio de seguridad
colectiva, base sobre la cual se instituiría un orden internacional
más estable, justo y equilibrado.
El nuevo orden internacional creado en Versalles y nucleado en
torno a la Sociedad de Naciones contenía en sí mismo una extrema
fragilidad, tal y como lo expone José Luis Neila:

«En el epicentro del nuevo sistema internacional, la


Sociedad de Naciones, que iniciaría su andadura en 1920,
estaba llamada, en principio, a constituirse en el foro
esencial de la vida internacional y en el principal baluarte
para la salvaguardia de la paz. Sin embargo, los valores
y procedimientos de la Sociedad tuvieron que competir
con la ambigüedad de sus miembros, especialmente las

42
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

grandes potencias, que jugando la carta de Ginebra no tu-


vieron escrúpulos en recurrir de forma permanentemente
a las prácticas diplomáticas tradicionales, condicionando
la actividad y la credibilidad de la Sociedad» (Pereira
2009:302).

En consecuencia, y pese a las razones que llevaron a su consti-


tución, desde su entrada en funcionamiento la Sociedad de Naciones
comenzó a exhibir importantes fisuras. En primer lugar, la autoex-
clusión de Estados Unidos, como resultado de la no ratificación de
los Tratados por parte del Senado norteamericano, sumando a la
exclusión que afectó a Rusia, Alemania, y al resto de las potencias
derrotadas, restó a actores internacionales relevantes de la nueva
institucionalidad internacional. Lo anterior determinó que la or-
ganización asumiese un carácter esencialmente europeo, minando
su aspiración universalista, y durante mucho tiempo configurara
una especie de club de los vencedores, dominado por Francia y
Gran Bretaña. A estas debilidades fundacionales, se sumarían otras
vinculadas a las estipulaciones normativas del propio texto, tales
como el requisito de unanimidad, la carencia de una fuerza militar
propia, la carencia de sanciones obligatorias en caso de violación
a la seguridad colectiva. La suma de estas debilidades y fisuras del
sistema de seguridad colectiva, consagrado en la constitución de
la Liga de Naciones, condujo al fracaso de la organización para
prevenir actos de agresión entre sus miembros (Francia en el Rhur
o Japón en Manchuria) y a la inoperatividad para alcanzar acuer-
dos en el marco de las Conferencias de Desarme. Tales condiciones
fueron resquebrando el edificio de la paz, el que quedará sitiado a
partir de los envites que se manifestarán desde la propia estructura
del sistema.

«La asociación genética de la Sociedad de Naciones a


los tratados de paz la situó en el epicentro de otra de las
líneas de tensión fundamental, la dialéctica entre defen-
sores del statu quo –potencias vencedoras– y los Estados
revisionistas, inconformes con el Diktat de la paz, caso de
alemanes, austriacos, húngaros y búlgaros, o insatisfechos
con el botín de la victoria, como a corto y medio plazo
pondrían de manifiesto Italia y Japón» (Pereira 2009:343).

43
Shirley Götz Betancourt

La ansiada garantía de paz refrendada por los Acuerdos de Ver-


salles, pero establecida sobre bases en extremo frágiles, se exhibiría
como una ilusión quebrantada por la fuerza de los acontecimientos
internacionales de la posguerra que se desatarían a partir de la
década del treinta.

a) El primero de estos acontecimientos correspondería a la crisis


económica que estalla en octubre de 1929. La crisis iniciada en
MBCPMTBEFWBMPSFTEF/FX:PSLTFFYUFOEJÓSÃQJEBNFOUFBUPEBT
las economías capitalistas, alcanzando una magnitud desoladora
para vastos sectores de la población mundial en un lapso muy
breve de tiempo. La gran depresión devino prontamente, ade-
más, en una crisis política. La democracia se vio acorralada por
los impactos de la crisis, en la medida en que las instituciones
políticas se mostraron incapaces de responder a las demandas
acuciantes de un población devastada, primero por el conflicto
y luego por la depresión, favoreciendo el establecimiento de
regímenes autoritarios y totalitarios en esta sociedad en crisis.
b) El segundo acontecimiento corresponde al surgimiento de los
fascismos en Italia, Alemania y otros Estados europeos. Será
principalmente la experiencia nacionalsocialista alemana y su
agresiva política exterior, que cuestionaría los acuerdos suscritos
en el marco de la paz de Versalles, el factor decisivo para el grave
desequilibrio que azotó las bases del orden establecido.

Los últimos años del período de posguerra se caracterizaron


por la creciente ruptura del orden establecido en Versalles, orden
que se quiebra definitivamente tras el estallido de la Segunda Guerra
Mundial a partir de la invasión alemana a Polonia en 1939.
Con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la fisonomía de
MB4PDJFEBE*OUFSOBDJPOBMDBNCJBSÎBEFàOJUJWBNFOUF&SJD)PCTCBXN
retrata el carácter singular que trasuntaría a esta coyuntura y el que
tendría hondas repercusiones en la configuración del orden que se
establecería tras el término de esta segunda conflagración mundial:

«Solo la alianza –insólita y temporal- del capitalismo


liberal y el comunismo para hacer frente a ese desafío
permitió salvar la democracia, pues la victoria sobre la

44
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

Alemania de Hitler fue esencialmente obra (no podría


haber sido de otro modo) del Ejército Rojo. Desde una
multiplicidad de puntos de vista, este período de alianza
entre el capitalismo y el comunismo contra el fascismo
–fundamentalmente en la década de 1930-1940– es el
momento decisivo en la historia del siglo XX. En muchos
sentidos es un proceso paradójico, pues durante la mayor
parte del siglo –excepto en el breve período del antifas-
cismo– las relaciones entre el capitalismo y el comunismo
se caracterizaron por un antagonismo irreconciliable»
)PCTCBXN


La Sociedad Internacional de Guerra Fría (1945-1990)

Al concluir la Segunda Guerra Mundial en 1945 el panorama


humano, social, político y económico era dantesco. El drama hu-
mano se expuso en toda su magnitud con los millares de muertos,
heridos, desaparecidos y desplazados5, y se agudizó frente a la trágica
realidad de ciudades arrasadas y devastadas, economías en ruinas,
infraestructuras viales y comunicacionales destruidas y servicios
básicos incapaces de atender las demandas de una población asolada
por la destrucción circundante.
La historia conceptúa a la Segunda Guerra Mundial como la
mayor catástrofe sufrida por la humanidad, tanto por sus daños
en términos humanos y materiales como por el impacto moral
que supuso, para las concepciones civilizadoras, la realidad de
los campos de concentración. Con la Segunda Guerra Mundial se
vieron sepultadas todas las certezas sobre las que descansaba la
civilización europea y, con ello, el mundo conocido hasta entonces
cambió irreversiblemente (Pereira 2009: 443).
Al concluir la segunda Guerra Mundial tuvo lugar una recon-
figuración del mapa político en todos aquellos espacios geográficos
en los que se desplegó el conflicto, principalmente en el centro y
este de Europa. A estos cambios se aunaron las transformaciones
que se desatan en el marco de la descolonización en Asia y África,
producto de la decadencia de las potencias europeas, en un proceso
5
Las cifras arrojadas por la guerra son dramáticas, cincuenta millones de
muertos, tres millones de desaparecidos, treinta y cinco millones de heridos
y cincuenta millones de desplazados.

45
Shirley Götz Betancourt

de redefinición de fronteras que se verá permeado por la pugna entre


Estados Unidos y la Unión Soviética en la determinación de áreas
de influencia durante los años de la Guerra Fría.
De igual modo, el panorama político se modificó sustancial-
mente. A la caída de las monarquías, se sumó la irrupción de las
fuerzas progresistas y de izquierda moderada en los gobiernos de
la Europa occidental, mientras que en los países del Este de Europa
bajo ocupación soviética, se producía el ascenso del comunismo,
primeramente en la forma de coaliciones de izquierda dominadas
por los comunistas y posteriormente en la instalación de dictaduras
comunistas sometidas al control de la Unión Soviética.

2.1 Establecimiento del Orden internacional de Guerra Fría

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), junto con implicar


catastróficas pérdidas, se expuso como la fuerza supresora del orden
que rigió la Sociedad Internacional de Transición y como la matriz
de un nuevo orden que configurará los rasgos fundamentales de la
Sociedad Internacional de Guerra Fría (1945-1990). En palabras
de Esther Barbe:

«La Segunda Guerra Mundial supuso, en términos


de orden, la globalización del sistema. Desde 1945, y a
diferencia de lo que ocurría antes, el orden internacional
se globalizó. Se pasó de un sistema mundial en términos
geográficos, pero hecho a la medida de Europa en térmi-
nos de orden, a un sistema realmente mundial» (Barbe
2007: 22).

El orden internacional de Guerra Fría se caracterizó por cuatro


condiciones estructurales, algunas de las cuales se atisbaban antes
del estallido de la guerra, mientras que otras se perfilaron en total
magnitud en los años inmediatamente sucesivos (Pereira 2009: 471):

a) En primer lugar, la enorme devastación provocada por la guerra


entrañó la pérdida de la centralidad ostentada por Europa hasta
entonces y puso fin al ciclo expansivo europeo iniciado en los albores
de la modernidad. Las tradicionales potencias europeas (Gran Bre-

46
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

taña, Francia, Alemania, Austria Hungría) se vieron desbordadas y


sustituidas del centro de la vida internacional por nuevas potencias
surgidas desde la periferia del sistema de Estados europeos.
b) En segundo lugar, los Estados Unidos y la Unión Soviética se
consolidaron como las superpotencias del sistema internacio-
nal, con capacidad de decidir las normas y estructura del orden
internacional (Conferencias de Teherán 1943; Yalta, Potsdam y
San Francisco 1945) y de actuar directivamente en los asuntos
de la política mundial sobre la base de visiones y valores absolu-
tamente antagónicos. Por una parte, Estados Unidos se presentó
como un Estado que defendía el «mundo libre» y sus valores más
representativos: la democracia, los derechos de los ciudadanos,
el libre mercado y la libertad; valores amenazados por la Unión
Soviética y el comunismo. Por su parte, La Unión Soviética se pre-
sentó como el «primer Estado socialista del mundo», amenazado
y cercado permanentemente por el imperialismo agresivo que el
capitalismo y la burguesía internacional trataban de derribar y,
por lo tanto, al que había que defender y salvaguardar.
c) En tercer lugar, el viejo orden eurocéntrico y multipolar, basado
en un complejo sistema de equilibrio de poder, se vio desplazado
por un orden internacional bipolar que, a diferencia de ordenes
anteriores, se basó en la enemistad ideológica de los dos polos de
poder y se erigió sobre la base de las nuevas capacidades nuclea-
res y estratégicas de las dos potencias en pugna. La bipolaridad
del orden de guerra fría se cimentó con la paulatina división de
Europa y el establecimiento de una política de bloques, entre el
Bloque Oeste, liderado por Estados Unidos y conformado por las
democracias capitalistas, y el bloque Este, liderado por la Unión
Soviética e integrado por los Estados comunistas de la Europa
del Este (Pearson 2004).
d) Por último, la disolución de los viejos imperios coloniales
europeos y la extensión del sistema de Estados como modelo
de organización para los pueblos independizados del espacio
afroasiático, durante el proceso de descolonización, consagraron
la mundialización de la sociedad internacional y la inserción de
todo el planeta en el orden internacional configurado en los años
de Guerra Fría (Truyol 2008:89).

47
Shirley Götz Betancourt

2.1.1. La preparación del nuevo orden internacional

El orden internacional de Guerra Fría fue concebido y delineado


por las potencias aliadas, antes de la derrota total de la Alemania
nazi y de la rendición incondicional del Imperio nipón tras el lan-
zamiento de las bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y
Nagasaki en octubre de 1945. Empero, el triunfo aliado no tuvo
como corolario la realización de una reunión o conferencia destinada
a establecer un acuerdo de paz consensuado entre los vencedores (a
la usanza de lo que fueron los Tratados firmados en Versalles tras el
término de la Primera Guerra Mundial). La alianza de guerra pierde
su sentido en los momentos en que culminan las operaciones bélicas.
De este modo, los acuerdos alcanzados en el marco de las grandes
conferencias celebradas por los líderes aliados en el contexto del
conflicto6 constituyen dispositivos sustitutorios, ante la inexistencia
de una paz formal refrendada por los actores de la contienda, con
miras a establecer un nuevo orden internacional (Barbe 2007: 238).

a) La Carta Atlántica (1941). La convicción sobre el fracaso del


sistema de seguridad colectiva persuadió a los aliados anglo-
sajones a suscribir un nuevo acuerdo, amplio y general, para
garantizar la seguridad. Este es el origen de la «Carta Atlántica»
suscrita por Churchill y Roosevelt en 1941, en la que se trazaría
el rumbo de las negociaciones venideras sostenidas por los países
aliados. Entre los puntos más importantes consignados en dicho
documento está el rechazo a las modificaciones territoriales
impuestas, el derecho de cada pueblo a elegir su sistema de go-
bierno, la colaboración económica y la libertad de circulación
marítima, el establecimiento de una paz duradera y la creación
de un sistema de seguridad colectivo.
b) La Conferencia de Teherán (1943). Esta conferencia fue el marco
en el que por primera vez se reunieron los tres líderes aliados,

6
La etapa de posguerra estuvo fuertemente influenciada por el carácter de
los compromisos alcanzados en cada una de las conferencias o cumbres
sostenidas entre los líderes de las grandes potencias que integraban la
Gran Alianza. En el total de catorce conferencias realizadas entre 1941 y
1945, los recursos de la guerra y las condiciones de la paz fueron objeto
de tratamiento.

48
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

Churchill, Stalin y Roosevelt. Aunque en la cita no se logró el


objetivo de establecer las coordenadas sobre el futuro de Ale-
mania, los líderes aliados concordaron sobre la necesidad de
instituir una nueva organización internacional que reemplazase
la fenecida Sociedad de Naciones. El encuentro sirvió además
para delinear el campo de acciones futuras, con la concreción de
una política de cooperación entre norteamericanos y soviéticos
para la etapa de posguerra. Comenzaba a proyectarse un mun-
do compartido entre dos en el cual los Estados europeos solo
parecían tener reservado un papel secundario.
c) La Conferencia de Yalta (Febrero de 1945). Durante la realiza-
ción de este encuentro aparecen las primeras fisuras entre los
líderes aliados7. En Yalta, los tres grandes, Churchill, Stalin y
Roosevelt, se comprometieron por medio de la «Declaración
de la Europa Liberada» a coordinar sus actuaciones y a prestar
ayuda conjunta a los pueblos europeos para la celebración de
elecciones libres que condujeran al establecimiento de regíme-
nes democráticos, sin especificar qué tipo de democracia era la
que se esperaba ver establecida en Europa. Yalta también fue
la ocasión para abordar el problema alemán, concertándose la
ocupación compartida del territorio entre Estados Unidos (Sur),
la Unión Soviética (Este), Gran Bretaña (Noroeste) y Francia
(centro-oeste). La ciudad capital, Berlín, enclavada en la zona de
ocupación soviética, también se encontraría dividida en cuatro
zonas de ocupación compartida. Junto a ello se decidió la insta-
lación de un comité interaliado para coordinar la administración
conjunta de las zonas de ocupación y para emprender el proceso
de desarme, desmilitarización y desnazificación de Alemania.
d) La Conferencia de Potsdam (julio y agosto de 1945). Al iniciarse
la conferencia resultaba evidente que las diferencias entre occi-
7
La postura sostenida por los tres líderes participantes era funcional a los
intereses particulares de cada Estado. Por una parte, Stalin dejaba entrever
su aspiración a establecer una esfera de influencia y de control en la Europa
del Este, como glacis de seguridad para su país. Por otra parte, Churchill
pugnaba por la integridad del Imperio Británico por asistir a Grecia contra
los comunistas y por restaurar a Francia como potencia de contrapeso
respecto de la Unión Soviética. Finalmente, Roosevelt, ciertamente heredero
EFMJEFBMJTNPXJMTPOJBOP BTQJSBCBBHBSBOUJ[BSMBDSFBDJÓOEFVOTJTUFNB
de seguridad colectivo ya adelantado en la Carta del Atlántico.

49
Shirley Götz Betancourt

dentales y soviéticos se iban profundizando significativamente,


más aún después de la renovación de los liderazgos norteame-
ricano, tras la asunción a la presidencia de Harry Truman, y
británico, con el triunfo del laborista R. Attlee. Los acuerdos
alcanzados en esta cita se circunscribieron a la creación de un
Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores, como representantes
de las potencias vencedoras, para elaborar los tratados de paz
con Alemania y sus satélites. Y aunque se firmaron acuerdos de
paz con Italia, Rumanía, Bulgaria, Hungría y Finlandia, las des-
avenencias entre los aliados impidieron la firma de un acuerdo
de paz con Alemania. La situación alemana era particularmente
compleja y fue uno de los problemas a los que se enfrentaron más
duramente los aliados, pero en el marco de esta reunión se logró
acordar la ocupación y tutela provisional en espera de la firma
del tratado definitivo de paz. Tampoco se alcanzaron acuerdos
respecto de Polonia, reparaciones de guerra, y de la transferencia
de territorios ocupados por Japón. El clima de consenso entre
los aliados paulatinamente se iba esfumando.

2.1.2 El Sistema de Naciones Unidas

Mención aparte merece la Conferencia de San Francisco, cele-


brada en junio de 1945 con el propósito de suscribir los objetivos
y principios que orientarían la nueva organización internacional
instituida para la seguridad internacional. La «Carta de las Naciones
Unidas» fue suscrita por los 45 países asistentes a la Conferencia y
con ello se dio vida formal a la «Organización de Naciones Unidas».
El intento de crear una asociación de países con el objetivo de
preservar la paz a través de un sistema de seguridad colectiva no
era algo nuevo, pero frente al dilema de reformar la estructura de
la antigua Sociedad de Naciones o de crear una nueva institucio-
nalidad, los países aliados, especialmente los anglosajones, optaron
por lo segundo y se transformaron en sus principales impulsores.
Para los gestores de la Organización de Naciones Unidas, el
nuevo sistema de seguridad estatuido había de corregir el fallido di-
seño que llevó al fracaso de la Sociedad de Naciones, a saber, la regla
de la unanimidad de las decisiones, la falta de medios coercitivos

50
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

para imponer la paz y la incapacidad institucional de mantener en


su seno a las grandes potencias, actores vitales para todo sistema de
seguridad colectiva. Al contrario de su antecesora, la estructura con
que fue dotada la Organización de Naciones Unidas buscaba favo-
recer la concertación e implementación de decisiones más eficaces en
materia de seguridad. Para el nuevo diseño institucional se estimaba
que la inestabilidad política debía reducirse a través de una organi-
zación intergubernamental en la que tuviesen representación todos
los Estados, pero en la que se otorgase responsabilidad principal a
los vencedores de la contienda para conservar la organización del
nuevo sistema (Attinà 2001: 133). La Carta de las Naciones Unidas
consagró el papel directivo de las grandes potencias, al tiempo que
comprometía a todos los Estados miembros en el esfuerzo de la paz.
A través del Consejo de Seguridad, órgano concebido por las
grandes potencias para actuar como un directorio, las decisiones
respecto de la paz y la seguridad internacional se cursaban a través
del sistema de votos en su seno, donde el acuerdo unánime de los
cinco miembros permanentes8 era necesario para cualquier decisión.
«El hecho de que los cinco sean además los integrantes del selecto
club atómico (…) no hace sino reforzar la profunda relación entre el
derecho y la fuerza que caracteriza al sistema» (Pereira 2009: 473).
Por otra parte, el corpus democrático del sistema de Naciones
Unidas estaba radicado en la Asamblea General, órgano en el que
se hallarían representados todos los Estados miembros, organizados
según el principio de igualdad de soberanía expresado en la fórmula
«un Estado un voto». La potestad de la Asamblea sería exclusiva-
mente propositiva y no vinculante. La estructura organizativa se
completó con la Secretaría General, encargada de las funciones
administrativas, y un conjunto de organismos especializados9.

8
Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China
SFQSFTFOUBEBIBTUBQPSFMSÊHJNFOEF5BJXÃO ZEFTEFFTFBÒPQPS
la República Popular China).
9
Entre estos órganos destacan el Consejo Económico y Social, encargado de
los asuntos económicos de la Organización, el Consejo de Administración
Fiduciaria, establecido para la administración de territorios a cargo de las
Naciones Unidas, el Tribunal Internacional de Justicia con sede en La Haya
con resoluciones de obligado cumplimiento en el caso de que dos naciones
presenten sus litigios. Además hay una serie de organismos especializados
que van desde el FMI, la FAO, la UNESCO, a UNICEF.

51
Shirley Götz Betancourt

La penetración del conflicto entre soviéticos y norteamericanos


en el seno del Consejo de Seguridad condujo a la parálisis del sis-
tema de seguridad durante gran parte del período de Guerra Fría
(Barbé 2007: 240). La existencia del derecho de veto por parte de
los miembros permanentes del Consejo de Seguridad actuó como
el rasero para bloquear cualquier iniciativa, marginado a la Orga-
nización cuando determinados problemas comprometían directa-
mente los intereses de los grandes o el de sus aliados10. Este efecto
paralizante del veto se reforzó aún más con los contactos entre las
grandes potencias al margen de las Naciones Unidas.
Con la ampliación de los actores estatales, debido al proceso
de descolonización, Naciones Unidas, en particular la Asamblea
General, fue adquiriendo un rol más propio en materia de desarro-
llo e instrumentalización de la paz. A partir de entonces, Naciones
Unidas se transformó en el principal foro de expresión para las
propuestas económicas, políticas y sociales presentadas por muchos
de los nuevos Estados y otros miembros del Tercer Mundo.

2.2 La Guerra Fría y el Orden Bipolar

Bajo el concepto de Guerra Fría se designa tanto al complejo


patrón que adoptan las relaciones internacionales al término de la
Segunda Guerra Mundial, a la pugna que se desata entre las dos
superpotencias por la hegemonía mundial, como a la aparición de
una hostilidad –y temor– entre los dos bloques geopolíticos que se
consolidaron tras Yalta, Potsdam y San Francisco. Tradicionalmente,
la Guerra Fría es descrita como el estado de tensión permanente,
primero entre las dos superpotencias y luego entre los dos bloques
liderados por ellas, que no provocó un conflicto directo ante el
peligro de destrucción mutua y asegurada por la utilización de las
armas nucleares (Pereira 2009: 505).

10
Existe una larga lista de crisis internacionales en las que la Organización
no tuvo participación alguna, tales como la Guerra de Descolonización en
Argelia (1954-1962), por el veto de Francia, la Guerra de Vietnam (1958-
1975), la Guerra en Granada (1983) y la Guerra en Nicaragua (1984) por
el veto de los Estados Unidos, el conflicto de Camboya por el veto de China,
la crisis de Hungría (1958), Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979)
por el veto de la Unión Soviética.

52
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

De acuerdo a Paul Kennedy (2004), las principales característi-


cas de la Guerra Fría se pueden resumir en tres rasgos fundamentales
que describen el período que se extiende desde 1945 hasta 1991.

a) En primer término, está la intensificación de la división de Europa


entre dos bloques antagónicos.
Aunque el fraccionamiento entre bloques no aconteció inme-
diatamente en 1945, las tensiones entre el mundo soviético y occi-
dental eran ya manifiestas poco antes de poner término definitivo
a la guerra. Será entre 1946 y 1947 que las diferencias entre los
sistemas soviético y norteamericano se ensanchan hasta hacerse
irreconciliables.
En marzo de 1946, Churchill pronunció un discurso en la Uni-
versidad de Fulton, Missouri, en el que denunció la aparición de un
«telón de acero», murallón ideológico que se extendía por el conti-
nente, aislando a los países ocupados por el ejército rojo en los que
paulatinamente se instalaban regímenes comunistas prosoviéticos,
conminando a sus aliados a detener el expansionismo de la Unión
Soviética. Este discurso fue duramente replicado por Stalin, quien
impulsaría acciones en Grecia y Turquía, además de respaldar las
acciones revolucionarias de grupos prosoviéticos en los gobiernos
de Europa Oriental.
Como expresión de la decadencia de Europa y la pérdida de
la centralidad en la escena internacional, e1 2l de febrero de 1947,
el gobierno británico enviaba una nota al Secretario de Estado
norteamericano, general Marshall, comunicándole su decisión de
suspender la ayuda militar que venía dispensando a Grecia y Turquía
desde el verano de 194611. A partir de 1947, Estados Unidos dio un
giro radical en su política exterior y, desde entonces, pasó a liderar

11
La retirada británica de la línea de resistencia occidental en Grecia y Turquía
suponía también la retirada de las potencias europeo-occidentales de los
asuntos internacionales en favor de Estados Unidos, que en el futuro se
encargaría de dirigir y coordinar las acciones del bloque occidental en todo
el mundo. Era también el símbolo más claro de la decadencia de Europa y lo
europeo en el mundo, algo ya anunciado en 1918-1919 y patente en 1947.
Era también, de una forma más concreta, el final del Imperio británico,
mantenido y fortalecido desde el siglo XIX hasta 1945.

53
Shirley Götz Betancourt

las acciones en el escenario internacional, tras el vacío dejado por


las potencias europeas.
El presidente Harry Truman formuló las bases de una nueva
estrategia exterior, conocida como Doctrina Truman, a través de la
cual Estados Unidos decidía apoyar a los países libres para impedir
que en ellos se impusiesen regímenes totalitarios. Una de las primeras
acciones tomadas en el marco de esta doctrina fue la de presionar a
los gobiernos occidentales para que los comunistas abandonaran las
coaliciones gobernantes. A ello se agregó una segunda iniciativa de
carácter económico, conocida como «Plan Marshall», cuyo propó-
sito era el de fortalecer el proceso de reconstrucción europeo y, de
esta forma, alejar a la población de los países de Europa occidental
de cualquier tentación revolucionaria.
La Doctrina Truman y el Plan Marshall fueron considerados
por los soviéticos amenazas directas al socialismo internacional
(Pereira 2009: 504). La respuesta a ambas iniciativas fue inmediata.
En términos políticos ideológicos se instituye la Kominform, Oficina
de Información de los Partidos Comunistas, órgano de enlace para
el accionar de los partidos comunistas de Europa central y oriental
para hacerse con el control político en los Estados e instaurar de-
mocracias populares. El radio de acción alcanzó a Bulgaria (1946),
Polonia (1947), Rumanía (1947), Checoslovaquia (1948), Hungría
(1949) y la República democrática Alemana (1948). Complemen-
tariamente, los países satélites de la Unión Soviética ingresan a la
COMECOM (Consejo de Mutua Asistencia Económica), creada
en 1949 con el propósito de alinear sus políticas económicas a las
de la Unión Soviética.

b) El segundo elemento relevante de la Guerra Fría lo constituye la


creación de alianzas militares y la creciente carrera de armamentos.
La inicial superioridad estratégica de los Estados Unidos
descansó en la posesión exclusiva de la bomba atómica, que se
convirtió en el principal recurso para la implementación de una
diplomacia de poder. No obstante, los avances políticos soviéticos
en Europa central y oriental acrecentaron la necesidad de fortalecer
y cohesionar el bloque occidental a través de una alianza militar
permanente. Este es el origen de la Organización del Tratado del

54
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

Atlántico Norte, OTAN, creada en 1949 sobre la base de pactos mi-


litares preexistentes. Con sede en Bruselas, originalmente formaron
parte de ella los Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Holanda,
Bélgica, Luxemburgo, Francia, Portugal, Italia, Islandia, Dinamarca
y Noruega. En 1952 se incorporaron Grecia y Turquía; en 1955,
la República Federal Alemana; y en 1982, España. En la óptica de
la contención, si el Plan Marshall estaba destinado a poner de pie
a Europa, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, velaría
por su seguridad (Kissinger 1995: 444).
Para la Unión Soviética resultaba fundamental fortalecer sus
recursos militares para desplegar una diplomacia de poder a fin de
fortalecer su posicionamiento internacional. En 1949 anunciaba
públicamente el éxito de su primera detonación atómica, rompiendo
el monopolio ostentado hasta entonces por los Estados Unidos. Esto
dio origen a la carrera armamentista y a la estrategia de disuasión
nuclear o política de riesgos calculados12.
La réplica soviética a la constitución de la OTAN se expresó en
la creación del «Pacto de Varsovia» en 1955, alianza militar cons-
tituida por la Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia, Hungría,
Rumanía, Bulgaria, la República Democrática Alemana y Albania13.
El riesgo de enfrentamiento nuclear y la necesidad de equi-
parar las fuerzas contrarias bajo la dinámica del equilibrio y la
disuasión, desataron una frenética carrera de armamentos entre
ambas superpotencias a partir de la década de los cincuenta. En
1952 Estados Unidos probó exitosamente su primera bomba de
Hidrógeno (Bomba H); la Unión Soviética lo hizo un año más tarde.
Los avances armamentistas más significativos se van a producir en
las siguientes dos décadas con el desarrollo de los misiles balísticos
y la carrera espacial.

12
Si el potencial militar de ambos bandos era equivalente, se garantizaba la
destrucción mutua en caso de conflicto, lo que servía como elemento de
disuasión: como ningún país podría obtener la victoria en una contienda,
ninguno la iniciaría.
13
Albania abandonó el Pacto de Varsovia en 1968.

55
Shirley Götz Betancourt

c) La tercera característica propia de la Guerra Fría corresponde


a la escalada lateral desde Europa hacia el resto del mundo y la
constitución de una red de alianzas con países del tercer mundo.
El enfrentamiento entre los dos bloques se fue mundializando
paulatinamente a partir de los primeros choques en Europa. En la
escalada del conflicto, ambas superpotencias trataron de distinguir
entre aliados y enemigos, delimitaron sus zonas de influencia o
«glacis de seguridad» y trataron de ampliarlas a costa del bloque
contrario, impidiendo cualquier desviacionismo político o ideológi-
co en sus respectivas zonas. No hubo posibilidad de que un Estado se
declarase neutral sin el consentimiento de las dos superpotencias. De
forma progresiva, el antagonismo ideológico y dialéctico se amplió
hacia el resto del mundo y en él se integraron factores políticos,
psicológicos, sociales, militares y económicos, convirtiéndose de
este modo en un enfrentamiento global.

d) A las características tipificadas por Paul Kennedy, habría que


agregar un cuarto rasgo definidor del carácter de la Guerra Fría
catalogado como estado de guerra improbable y de paz impo-
sible, por el destacado internacionalista Raymond Aron.
La Guerra Fría representa la pugna ideológica, política y eco-
nómica entre dos sistemas enfrentados, liberalismo y comunismo.
Como la amenaza constituyó una condición permanente, enraizada
en la existencia del bloque enemigo, solo a través de la militari-
zación y la carrera de armamentos podía contrarrestársele. Pero,
como el empleo del arma nuclear implicaba el riesgo de la propia
autodestrucción, fueron los espacios nuclearizados –principalmente
Europa– los que hicieron patente la noción de guerra improbable
paz imposible. Los conflictos entre las dos superpotencias fueron
siempre indirectos, y se trasladaron desde el teatro de operaciones
directo –como era Europa– hacia la periferia del sistema. Sobre este
rasgo de la sociedad internacional de Guerra Fría Roberto Mesa
(1982) entrega una caracterización pertinente:

«Desde el año 1945, la Sociedad Internacional no ha


visto repetirse la experiencia de las dos guerras mundiales
anteriores. Pero el precio de la contraprestación ha sido

56
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

elevadísimo; por doquier se han multiplicado las guerras


intermedias, las guerras por procuración o delegación,
en las que nunca se han enfrentado directamente Estados
Unidos y la Unión Soviética, pero en las que siempre han
estado presentes ideológica, estratégica, económica y
militarmente. Conflictos armados en los que, a costa de
los demás y como si se tratase de partidas ajedrecísticas,
se delimitan zonas de esfera influencia respectivas. Bien
entendido que, en la mayoría de los supuestos, se han res-
petado escrupulosa y rigurosamente aquellas zonas sobre
las que existía acuerdo previo, Europa y, en principio, el
continente americano, y se han destrozado aquellas otras
sobre las que no obraba ningún tipo de entendimiento
anterior: Oriente próximo, Sudeste asiático, etc.» (Mesa
1982: 119).

2.2.1 La Evolución de la Guerra Fría. Etapas y Conflictos tipo

La Guerra Fría se extendió entre 1947 y 1991 y su desarrollo es-


tuvo condicionado fundamentalmente por los cambios en la cúpula
del poder de cada una de las superpotencias, y por las percepciones
que los líderes de ambos bloques tuvieron respecto del enemigo y
de la expansión de su poder a escala regional o mundial.
Tradicionalmente, se distinguen cuatro etapas en el desarrollo
evolutivo de la Guerra Fría. En cada una de ellas se despliegan signos
de tensión que terminan por estallar, de acuerdo a Juan Carlos Pe-
reira, en un conflicto tipo, definido como «un momento de máximo
enfrentamiento en el que se está al borde de un choque bélico o de
la quiebra del sistema bipolar» (Pereira 2009: 511).

a) Primera etapa: La consolidación de los bloques (1947-1953).


Conflicto tipo: La Guerra de Corea.
Entre 1948 y 1953 se vivió el período de mayor tensión interna-
cional entre el bloque capitalista y el soviético. Se trató del período
más álgido de la Guerra Fría, en el que operaron, al interior de ambos
bloques, la propaganda más radical, la censura interna y la «caza de
brujas» de opositores. En esta etapa, se consolidaron los bloques y
pactos militares y económicos, descritos en los párrafos anteriores.
A lo anterior se sumó la escalada armamentista, después de que la

57
Shirley Götz Betancourt

Unión Soviética ensayara su primera bomba atómica (1949), a la que


se sumarían prontamente el desarrollo de la bomba de hidrógeno y
el despliegue de misiles con cabezas atómicas en Europa y en Asia,
donde se impuso la lógica del equilibrio del terror.
Las tensiones se inician con el irresoluto problema alemán,
convertido en el símbolo de la escisión que comenzaba a operar en
Europa por parte de ambas potencias. Durante la Conferencia de
Yalta se había acordado la creación de una comisión interaliada
para la administración de las zonas de ocupación en que fue dividida
Alemania. Pero, ante la imposibilidad de arribar a un programa
conjunto para la administración de los territorios, los países occi-
dentales decidieron la adopción de una serie de medidas conjuntas
para sus respectivas áreas, entre las que se incluyeron planes para la
reindustrialización, programas de ayuda económica y establecimien-
to de una moneda única. Para la Unión Soviética, esto suponía una
ruptura de los acuerdos de Potsdam, ante lo cual dispuso en junio
de 1948 el cierre paulatino de las vías de comunicación terrestre
que unían el Berlín oeste con las zonas occidentales de Alemania. La
respuesta occidental no se hizo esperar: un puente aéreo abastecería
la ciudad partiendo de los aeropuertos occidentales. Truman ame-
nazó con la guerra si la Unión Soviética interceptaba los transportes
aéreos de alimentos y mercancías. Tras diez meses de bloqueo, los
soviéticos levantaron la medida. Y aunque la contención parecía
haber funcionado, tras la crisis de Berlín de 1948, la división de
Alemania se había consolidado. Primero, con la unificación de las
tres zonas de ocupación occidentales, dando origen a la República
Federal Alemana en 1949. Y, posteriormente, con la constitución de
la República Democrática Alemana en el sector soviético. La ciudad
berlinesa, aún ocupada, sobreviviría como enclave de la escisión
mundial de la Guerra Fría.
La crisis de Berlín inauguró una época marcada por la tensión
entre los bloques que se fueron conformando y cuyos radios de ac-
ción se extendieron más allá de los confines geográficos de Europa.
En este sentido, la Guerra de Corea (1950-1953) corresponderá al
conflicto tipo de este período.
La península coreana, ocupada por Japón, fue dividida en
1948 como parte de los acuerdos de paz adoptados entre los alia-

58
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

dos tras el término de la Segunda Guerra Mundial. En el norte se


estableció el gobierno comunista dirigido por Kim Il Sung y en el
sur el gobierno prooccidental encabezado por Syngman Rhee, cuyos
territorios demarcados en torno al paralelo 38 fueron supervisados
por la presencia de tropas militares soviéticas y norteamericanas
hasta 1948 y 1949, respectivamente.
A principios de 1950 comenzaron a producirse una serie de
escaramuzas fronterizas en torno al paralelo 38, iniciándose la
guerra con la invasión norcoreana al Sur, a través de una fuerte y
sorpresiva ofensiva, que terminó con la ocupación, en solo un par
de días, de prácticamente la totalidad del territorio de Corea del Sur.
Ante el peligro de un triunfo comunista en la región, la reac-
ción estadounidense fue inmediata. El mismo día en que se inició
la invasión norcoreana, Estados Unidos convocó al Consejo de
Seguridad de la ONU, aprobándose una resolución en la que se
calificaba la ofensiva del Norte como una agresión y adoptándose
la decisión de conformar un contingente multinacional integrado
mayoritariamente por fuerzas norteamericanas. Pocos meses más
tarde, la República Popular de China anunciaba su intervención a
favor de Corea del Norte, bajo el argumento de que la intervención
norteamericana atentaba contra la seguridad nacional de dicho país.
En un principio, la respuesta de la fuerza multinacional liderada
por los Estados Unidos no resultó exitosa, llegando incluso a estar
a punto de ser expulsados de la península coreana; no obstante, la
llegada de refuerzos y una segunda ola ofensiva por parte de las
fuerzas de la ONU lograron hacer retroceder a los norcoreanos
más allá del paralelo 38. Luego de esta avanzada, la guerra pareció
estancarse, con triunfos alternados para los dos bandos. Tras una
incesante guerra de conquistas y reconquistas, finalmente se inicia-
ron las conversaciones de paz.
El 27 de junio de 1953 se firmó el armisticio de Panmunjom,
por el que se creaba un área de seguridad de cuatro kilómetros alre-
dedor del paralelo 38, bajo la estricta supervisión de una comisión
de Naciones Unidas.
Las consecuencias de este enfrentamiento fueron variadas y
decisivas para los siguientes años de Guerra Fría (Pereira 2009). En
primer lugar, significó el traslado de la pugna Este-Oeste hacia la

59
Shirley Götz Betancourt

región del Asia, situada en la periferia del sistema. Junto con ello, se
evidenció que la ONU resultó cooptada por los intereses norteameri-
canos y de sus aliados occidentales, al encubrirse bajo los principios
de la organización una intervención militar funcional a los intereses
de dominación norteamericanos en la región. En tercer lugar, para
la China comunista, el conflicto significó una profunda victoria en
el ámbito político-militar, logrando incrementar su influencia en la
región, acompañada de un aumento en sus presupuestos militares.
Para la Unión Soviética, relegada a un actuar menor, el conflicto
derivó en una revisión de su estrategia internacional. Por último,
para las relaciones sino-soviéticas, el conflicto sembraría las pri-
meras semillas de una discordia sobre la exportación del modelo
comunista que se iría agudizando por la competencia estratégica
de ambos Estados en la región.

b) Segunda etapa: La coexistencia pacífica (1953-1962) Conflicto


tipo: La crisis de los misiles en Cuba.
Esta etapa de la Guerra Fría está caracterizada por una nueva
relación entre Este-Oeste, menos beligerante que los años anteriores,
pero no por ello exenta de tensiones y conflictos. El advenimiento
de una nueva era en las relaciones de ambos bloques fue producto
de la concurrencia de dos fenómenos. Por una lado, tras la Guerra
de Corea, los bloques se readecuaron, reforzaron y consolidaron
definitivamente. Por otra parte, el cambio de los liderazgos en ambas
superpotencias se exhibió como un elemento clave para la aproxi-
mación y el naciente diálogo entre los polos. En la Unión Soviética,
tras la muerte de Stalin, se consolidaba la figura de Nikita Kruschev,
mientras que al gobierno de Washington arribaba el republicano
%XJHIU&JTFOIPXFS
El gran movimiento para un cambio en el tono de la relación
bipolar fue ejecutado por la nueva estrategia impulsada por los
soviéticos como parte del proceso de abandono del legado estali-
nista, tendiente a establecer una convivencia pacífica entre sistemas
antagónicos. No obstante, el recelo norteamericano encarnado en
la figura de Foster Dulles, Secretario de Estado, se plasmó en el
establecimiento de un verdadero cordón sanitario alrededor de la
Unión Soviética, por medio de una red de acuerdos y pactos mili-

60
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

tares, como el de reforzamiento de la OTAN, tras la inclusión de


la República Federal Alemana, y el establecimiento de la SEATO14,
ANZUS15 y el Pacto de Bagdad16. La réplica de Moscú fue la con-
formación del Pacto de Varsovia y el endurecimiento de su posición
en Europa central. Así, pese a los augurios iniciales de acercamiento,
la relación pronto desembocó en un clima de creciente rigidez. La
rivalidad ideológica alcanzó nuevos parámetros con un desarrollo
armamentístico sin precedentes, exacerbado con la carrera espacial,
el cual termina generando en un verdadero equilibrio del terror.
La crisis de Suez17 contribuyó a un nuevo acercamiento. Esto
se tradujo en la visita que Kruschev realizó a los Estados Unidos
para sostener una entrevista con su homólogo en Camp David, a
objeto de fijar criterios para una política de desarme. El espíritu de
Camp David se desdibujó prontamente cuando la Unión Soviética
denunció la violación de su espacio aéreo por un avión espía nor-
teamericano. El enrarecido clima instalado entre ambos polos no
solo se acrecentaría, sino que se agudizaría con el desarrollo de la
Crisis de Cuba en 1962, tras la llegada a la presidencia del demó-
crata John F. Kennedy.
La Crisis de los Misiles en Cuba (1962) representa el conflicto
tipo del período de coexistencia. Es, además, la coyuntura crítica
más grave del período de Guerra Fría, por la probabilidad real de
empleo del potencial nuclear por parte de los contendientes.
Este conflicto arrancó con el triunfo revolucionario de Fidel
Castro en 1959 sobre el régimen dictatorial de Batista. El resultado
fue la instauración de un régimen marxista a solo 150 kilómetros
del territorio estadounidense. Para Washington el régimen de Cas-
14
Organización del Tratado del Sudeste Asiático, constituido en 1954 por
Australia, Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas,
Tailandia y Estados Unidos.
15
Alianza Militar del Pacífico establecida entre Estados Unidos, Australia y
Nueva Zelanda en 1951.
16
Alianza de seguridad en el Próximo Oriente, suscrita en 1955 por Gran
Bretaña, Turquía, Irak, Pakistán e Irán.
17
En 1956, el líder egipcio decidió la nacionalización del canal de Suez,
cuya administración era propiedad de capitales ingleses y americanos. La
respuesta franco-británica fue la de efectuar un desembarco militar con
el fin de reconquistar el Canal mientras Israel atacaba el Sinaí. La Unión
Soviética y los Estados Unidos condenaron la invasión y consiguieron, con
el apoyo de la ONU, la retirada de los ocupantes.

61
Shirley Götz Betancourt

tro constituía una amenaza directa a la seguridad nacional y a los


intereses de Estados Unidos en la región latinoamericana. Ante la
preocupación estadounidense de que el modelo de la Revolución
Cubana se propagara por América Latina, el presidente Kennedy
decidió impulsar el proyecto Alianza para el Progreso, un programa
de ayuda y cooperación económica para los países de la región a
fin de impulsar proyectos de reformas y de mejoramiento de ser-
vicios, cuyo objetivo estratégico último era el de contener posibles
estallidos revolucionarios en todo el escenario latinoamericano. En
adición a esta iniciativa, la administración de Kennedy aprobó en
1961 el desembarco en Bahía de Cochinos de un grupo de exiliados
cubanos, armados por el gobierno e instruidos por la CIA, con el
propósito de derrocar el gobierno de la isla. Como la operación
devino en un completo fracaso, los norteamericanos reforzaron
posiciones alrededor de la isla, estableciendo un embargo comercial
y propiciando su expulsión del seno de la Organización de Estados
Americanos (OEA).
La constante presión norteamericana hizo que Cuba, apelando
a la solidaridad comunista internacional, buscara el apoyo desde la
Unión Soviética. Kruschev aprovechó la coyuntura para adelantar
su posición en América Latina y poder penetrar y erosionar el área
de influencia tradicional de los Estados Unidos. A mediados de
1962, los barcos soviéticos que transportaban la asistencia mate-
rial, principalmente alimentos, maquinaria y armas convencionales,
incrementaron sus frecuencias a la isla. El gobierno de Washington
declaró que tenía pruebas contundentes de la instalación de misiles
soviéticos en Cuba que amenazaban directamente la seguridad del
país y anunció su decisión de bloquear la isla y reaccionar ante
cualquier acción hostil (Pereira 2009; Zorgbibe 2005). El lenguaje
utilizado por los máximos dirigentes, la amenaza constante de
Kennedy de usar las armas nucleares ante cualquier agresión, como
también la movilización de los ejércitos por parte de ambos bandos,
puso al mundo al borde del abismo nuclear durante trece días.
Tras una intensa labor diplomática desplegada por ambas
potencias, el peligro inminente de un conflicto nuclear concluyó el
28 de octubre de 1962, cuando la Unión Soviética decidió retirar
los 36 misiles de corto y mediano alcance instalados en la isla. El

62
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

acuerdo alcanzado en las negociaciones entre Moscú y Washington


contemplaba, a cambio del retiro de los misiles situados en Cuba,
la promesa de Estados Unidos de no invadir la isla y de acometer
el desmantelamiento de los misiles Júpiter instalados en Turquía.
Después de esta crisis, el acercamiento diplomático entre la Unión
Soviética y Estados Unidos se intensificó, permitiendo una mayor
interacción y negociación entre los bloques.

c) Tercera etapa: la distensión (1962-1979) Conflicto tipo: La


guerra de Vietnam
La Distensión se caracterizó por ser un período de menor
tensión entre los bloques, con pugnas de baja intensidad, pero de
mayor conflictividad al interior de los bloques y creciente turbulencia
en otros espacios del sistema internacional, principalmente en los
países del Tercer Mundo.
La mayor interacción y fluidez en las relaciones entre superpo-
tencias se expresó en las visitas de Brézhnev a Washington y Nixon
a Moscú, en el establecimiento de acuerdos sobre paridad nuclear
y control armamentístico, como también en pactos de no agresión
y de cooperación económica entre ambas potencias.
Una de las principales características de esta etapa correspon-
de a las numerosas tensiones que se produjeron internamente en
cada uno de los bloques, suscitando la incertidumbre en relación
a la perdurabilidad, la cohesión y a las lógicas de distribución de
QPEFSFOUÊSNJOPTJOUSBCMPRVFT%FBDVFSEPB)PCTCBXO 

las contestaciones al liderazgo en ambos polos ponen en el tapete
el dilema de las propuestas de las superpotencias frente a sus rea-
les pretensiones hegemónicas e imperialistas. Dichas pretensiones
chocaban con el anhelo de diversos países de alcanzar una mayor
autonomía a nivel internacional, ante el progresivo desgaste so-
viético y norteamericano, factor que tiene directa relación con el
fenómeno de los nacionalismos.
En el bloque occidental, la autonomía de la Francia de Charles
de Gaulle y su posterior salida de la OTAN, sumado a la política
exterior de apertura al Este y de reconocimiento de las fronteras
establecidas después de la Segunda Guerra Mundial −Ostpolitik−
desarrollada por la Alemania de Willy Brandt, encarnaron claros

63
Shirley Götz Betancourt

cuestionamientos a los designios norteamericanos y, con ello, mi-


naron la cohesión y estabilidad del bloque occidental.
En tanto, en el bloque oriental, tendrían lugar una serie de
acontecimientos que pondrían en jaque al liderato soviético. El
resquebrajamiento se inició con la ruptura de las relaciones chino-
soviéticas, las que se venían degradando hacía tiempo producto de
las diferencias y de la competencia entre la República Popular China
y la Unión Soviética respecto del modelo ideológico comunista,
sustentado por ambos Estados, así como por la crítica de China a
la hegemonía soviética en el movimiento comunista internacional,
que alcanzó su punto álgido tras la Guerra de Vietnam. A este
conflicto se sumó el proceso de liberalización política intentado
por Checoslovaquia, conocido como la «Primavera de Praga», con
el objetivo de cambiar varios aspectos del régimen comunista im-
perante. La esperanza checa acabó abruptamente con la irrupción
de los tanques soviéticos para aplastar el movimiento reformista.
La sangrienta intervención, sustentada en el principio de soberanía
limitada que inspiraba la Doctrina Brézhnev, reforzaba la idea de
que la Unión Soviética era el único actor capaz de garantizar la
defensa de la institucionalidad socialista dentro de los países que
se encontraban en su circuito ideológico.
Pero, en un nivel más profundo de la sociedad internacional
de Guerra Fría, tenía lugar una transformación mucho más radical
que condicionó la estructura del orden internacional impuesto.
Como consecuencia directa de los cambios generados en la escena
internacional tras la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar una ex-
plosión de sentimientos nacionalistas que activaron el proceso de
autodeterminación en diversas colonias que, hasta entonces, habían
sido subyugadas por el imperialismo de las principales potencias
europeas. Este proceso se inició con la independencia de Pakistán e
India en 1947, y fue seguido por la independencia de Indonesia en
1949, la de Camboya en 1953 y la de Vietnam en 1954, entre varias
otras. La Descolonización no solo duplicó el número de Estados-
Naciones en el sistema político-diplomático de la Guerra Fría, sino
que además le confirió una diversidad cultural, económica y religiosa
sin paralelos, plagando el escenario internacional de nuevos actores
y de nuevas complejidades.

64
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

Los países del «Tercer Mundo» recién independizados, poseían


un escaso protagonismo a nivel internacional y exiguos márgenes de
acción como para ser capaces de sustraerse a la dinámica de enfren-
tamiento entre los polos, lo que prontamente derivó en su forzoso
alineamiento. De modo que los países recientemente liberados se
vieron obligados a responder a la lógica de los bloques suscitada
por el juego impuesto por las superpotencias para ganar influencia
sobre la política exterior de los países tercermundistas. No obstante,
a medida que el sistema bipolar de la Guerra Fría evolucionaba, fue
naciendo una especie de tripolaridad en términos de pertenencia, aun
cuando esto no sucedió en la distribución real del poder. «El tercer
mundo absorbió la confrontación bipolar, desviando el concepto
de enfrentamiento Este-Oeste a una lucha de las naciones del cen-
tro en el escenario de la periferia. Nacía el comúnmente conocido
enfrentamiento Norte-Sur» (Pereira 2009: 462)
El primer gran esfuerzo por materializar los intereses de los
países de la periferia internacional, de neutralidad, descolonización
y coexistencia pacífica, lo constituyó la Conferencia de Bandung,
celebrada en 1955 entre un conjunto de Estados de África y de Asia.
En esta conferencia se instituye el primer conjunto de principios
validados por el Tercer Mundo, con el objeto de desafiar la lógica
de la bipolaridad y de configurar un nuevo modelo de relaciones
internacionales sobre la base del respeto a la soberanía y a la inte-
gridad territorial, a la igualdad entre las razas y las naciones, y a la
no injerencia de los asuntos internos de otros Estados. A renglón
seguido, durante 1961 tuvo lugar la conformación del Movimiento
de los Países No Alineados, institucionalización de un grupo de
Estados para actuar colectivamente en el sistema internacional, al
margen de los bloques, con el fin de presionar por la incorporación
en la agenda internacional de temas como la preservación de las
independencias nacionales, el derecho a la no pertenencia a ninguna
alianza militar, el desarme nuclear y el rechazo a la instalación de
bases militares en países del Tercer Mundo.
La irrupción del Tercer Mundo en la escena internacional se
manifestó con nitidez en la crisis petrolera de 1973, hecho que revela
el grado de transformación suscitada en la sociedad internacional
tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. La génesis de esta crisis

65
Shirley Götz Betancourt

internacional se encuentra en la «Guerra de Yom Kippur» de 1973,


desatada ante la ofensiva desplegada por Egipto y Siria, con el pro-
pósito de recuperar los territorios ocupados por el Estado de Israel
en la «Guerra de los Seis Días»18 (1967). El Medio Oriente constituía
uno de los puntos más calientes del planeta para la avanzada de
las posiciones de ambas superpotencias, lo que resulta graficado en
el apoyo que la Unión Soviética otorgaba a los Estados árabes, en
particular Egipto y Siria, mientras que Israel era un aliado de Esta-
dos Unidos en la región. El conflicto se extiende por pocos meses y
culmina con la victoria de Israel. Las derivaciones internacionales
del conflicto se expresaron pocos meses más tarde, cuando la «Or-
ganización de Países Exportadores de Petróleo» (OPEP) adoptó la
decisión de no exportar crudo a los países que apoyaban a Israel
durante el conflicto, y más tarde resolvió sucesivamente establecer
el embargo del producto y elevar el precio del barril de crudo.
La Crisis del Petróleo comportó consecuencias inusitadas en
la escena internacional. En primer lugar, signa la irrupción del
Tercer Mundo como nuevo tipo de actor en la arena internacional,
como expresión de las crecientes desigualdades instaladas en el
eje Norte-Sur y de la división existente entre los países podero-
sos e industrializados frente a los países pobres, exportadores de
materias primas. En segundo lugar, supuso que las dinámicas de
poder se complejizaban y ya no podían efectuarse exclusivamente
en términos de la bipolaridad del sistema. La OPEP, organización
integrada por países no pertenecientes al grupo de potencias del
sistema político internacional, había logrado alterar profundamente
el funcionamiento de la actividad productiva/económica de las gran-
des potencias, forzándolas a emprender negociaciones diplomáticas
con vista a establecer acuerdos para revertir la situación generada
(Zorgbibe 2005).
La estabilidad en el diálogo que se venía desarrollando entre
los Estados Unidos y la Unión Soviética, no tuvo correlato respecto
de los intereses estratégicos de ambas potencias en Asia, región que

18
En junio de 1967, el ejército de Israel lanza un operativo de autodefensa
en contra de Egipto, cuyo resultado fue la ocupación de los territorios del
Sinaí Egipcio, la franja de Gaza, Cisjordania, la ciudad vieja de Jerusalén
y los Altos del Golán.

66
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

desde los años sesenta fue adquiriendo un creciente protagonismo


en el sistema internacional. Es en este marco que se desarrolló el
conflicto tipo del período de la distensión, el que corresponde a la
guerra de Vietnam (1964-1975).
Desde la derrota francesa de Dien-Bien-Fu en 1954, el territo-
rio correspondiente a la antigua colonia de Indochina terminó por
escindirse políticamente en dos partes, el norte liderado por el líder
marxista Ho Chi Minh y el sur dirigido por el dictador Ngo Dinh
Diem. Ante el vacío dejado por los franceses, la administración nor-
teamericana decidió intervenir, tanto por razones estratégicas como
por el deseo de aprovecharse de las riquezas mineras vietnamitas
(Pereira 2009: 515). El teatro de una competencia estratégica se
desató prontamente. Mientras los dirigentes sudvietnamitas recibie-
ron la ayuda y asesoramiento de la administración de Kennedy, las
guerrillas del Vietcong se vieron reforzadas con el material bélico
provisto por los soviéticos.
Si bien el accionar norteamericano no contempló inicialmente
una intervención militar directa, ante el derrocamiento del dictador
del sur por un golpe militar en 1963, y el crecimiento de las fuerzas
del Vietcong, el sector septentrional abrió un flanco que ponía en
peligro las pretensiones de Estados Unidos en Asia, razón por la
cual el gobierno de Washington decidió intervenir directamente en
el conflicto.
Con la incorporación de Estados Unidos a la disputa, la escalada
de violencia se acrecentó a niveles sin parangón. El uso de nuevas
tecnologías armamentistas, entre las que se cuentan las armas quí-
micas, y el empleo de nuevas estrategias de guerra, como la guerra
de guerrillas, serán elementos constitutivos de una guerra que generó
cuantiosas pérdidas a los Estados Unidos. La intervención militar
estadounidense, que en algunos momentos llegó a contar con más de
medio millón de hombres, no pudo lograr una victoria decisiva sobre
los norvietnamitas, lo que forzó su retirada en 1973. El conflicto se
prolongó hasta la ocupación de Saigón y la derrota de las fuerzas
del sur propinada por el ejército de la República Democrática de
Vietnam en 1975.
La Guerra de Vietnam generó el desgaste del régimen interior y
la erosión del poder hegemónico de los Estados Unidos en el ámbito

67
Shirley Götz Betancourt

internacional. Con respecto a lo primero, las administraciones de


Kennedy y Johnson estimaron erróneamente que, tras su incursión
en el conflicto de Indochina, Vietnam se erigiría como la piedra angu-
lar de la seguridad estadounidense en el Pacífico y sería el elemento
decisivo para la culminación de la Guerra Fría. Empero, la guerra
terminó por provocar enormes pérdidas humanas y económicas,
además de generar un sentimiento de rechazo generalizado en la
opinión pública estadounidense. El síndrome de Vietnam marcó a
toda una generación y fue causal de la conformación de un activis-
mo pacifista opositor a las estrategias desplegadas por los Estados
Unidos en su política exterior. En el ámbito externo, la derrota
estadounidense implicó la erosión de su posición internacional y
la pérdida de legitimidad de su rol como superpotencia mundial.
En contrapartida, para la Unión Soviética y el bloque comunis-
ta, que habían colaborado militar y económicamente con Vietnam
del Norte, fue una gran y pomposa victoria que permitió levantar
ánimos para extender la idea de lucha de clases en el Tercer Mun-
do, como también establecer una nueva área de influencia regional
(Kissinger 1995: 695).Tras el triunfo comunista en Vietnam, nuevos
países pasarían a ser gobernados por regímenes comunistas en el
Sureste Asiático. A fines de los setenta, la presencia soviética en Áfri-
ca se acentuó, interviniendo militarmente e implantando regímenes
proclives en Somalia y Etiopía, y consolidando su presencia en An-
gola, Mozambique, Tanzania y Zambia. En el continente americano,
aparece el comunismo con la revolución sandinista en Nicaragua,
que acaba con el régimen de Somoza (Pereira 2009: 516). En ese
mismo año, los soviéticos invaden Afganistán, acontecimiento que
tendrá significativas consecuencias para las relaciones entre las dos
potencias y producirá la reactivación de la Guerra Fría.

d) Cuarta Etapa: La segunda Guerra Fría (1979-1989) Conflicto


tipo: La Guerra de Afganistán.
La cuarta y última etapa de la Guerra Fría estuvo marcada
por el retorno a una extrema confrontación entre bloques. La fase
se inició con dos sucesos acaecidos en ambos polos de poder. Por
una parte, el ascenso de Ronald Reagan a la Casa Blanca en 1981,
quien aspiraba a recuperar el prestigio y liderazgo internacional de

68
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

Estados Unidos erosionado en la década anterior. Por otro lado, la


incursión soviética en Afganistán en 1979, conflicto que signaría
el curso de esta fase y que constituiría la antesala del repliegue y
definitivo colapso de la Unión Soviética.
De forma consecutiva a la revolución fundamentalista iraní
de 197919, a través de la cual se expulsó al sah del poder, la Unión
Soviética emprendería la invasión de Afganistán, acción que se ex-
tendería por casi una década. El principal objetivo de la intervención
soviética, efectuada bajo la lógica de la pugna Este-Oeste, buscaba
sostener al hombre fuerte del régimen comunista en el poder, Babrak
Karmal, cuya autoridad se vio cuestionada por una insurrección
popular. Junto a ello, la incursión del Ejército Rojo en tierras afga-
nas perseguía hacerse de posiciones estratégicas para los soviéticos
en Medio Oriente, con miras a evitar una posible desestabilización
regional en caso que Estados Unidos interviniera Irán. No obstante,
la competencia estratégica entre ambas potencias igualmente termi-
nó por desencadenarse. La guerrilla de los Mujahidines, apoyados
logísticamente y materialmente por Estados Unidos para erosionar
la permanencia del régimen comunista en el poder, provocó a lo
largo de la década en que se extendió la ocupación del territorio
afgano significativas pérdidas a las fuerzas soviéticas y terminó por
corroer la posición internacional de la superpotencia comunista.
Los acontecimientos que tuvieron lugar en la escena inter-
nacional durante la década de los setenta tuvieron importantes
repercusiones en la política interna de la sociedad norteamericana.
En 1981 llegó a la presidencia el postulante republicano Ronald
Reagan, quien, al asumir el poder, emprendió una verdadera cruzada
anticomunista con el propósito de recuperar el liderazgo de Estados
Unidos perdido tras la guerra de Vietnam. Más allá de cualquier otra
consideración, el gobierno de Washington decidió financiar a todo
tipo de fuerzas opuestas a las tradicionales guerrillas de izquierdas
en Iberoamérica, África y Asia. Para reforzar aún más la posición
internacional de los Estados Unidos, la administración lanzó el
famoso plan de «Guerra de las Galaxias», o Iniciativa de Defensa

19
La revolución iraní inaugura el período en que los extremismos religiosos
irrumpen en la escena internacional.

69
Shirley Götz Betancourt

Estratégica (IDS), con el propósito de neutralizar las capacidades


defensivas soviéticas y agotar al adversario.
La agresividad de la política exterior norteamericana contrasta-
ba con la debilidad estructural de los soviéticos en el campo interno
e internacional. La crisis del liderazgo político que afectaba a la
Unión Soviética, suscitada por la longevidad de sus gobernantes y
la respectiva sucesión de mandatos políticos, y por el estancamiento,
dependencia y deterioro en el nivel de vida de la población, tuvo
como corolario la pérdida de legitimidad y el desgaste del poder
soviético a nivel internacional. El avance en las posiciones de fuerza
y de poder de Estados Unidos, evidenciaba las falencias de la Unión
Soviética, que se mostraba incapaz de enfrentar la superioridad tec-
nológica y económica de su oponente, dando fuerza al argumento
de analistas que afirmaban que Estados Unidos se convirtió, a fines
de los años ochenta, virtualmente en el «primero entre iguales»
(Pearson 2004; Kennedy 1994).

2.3. 1989 el año que cambió el mundo:


El final de la Guerra Fría

El ascenso de Gorbachov al poder en la Unión Soviética du-


rante 1985, y la posterior aplicación de las políticas de la Glasnot y
Perestroika, representaron un paso decisivo para la apertura política,
económica y comunicacional de la Unión Soviética.
Cuatro años más tarde, el 7 de diciembre de 1988, ante la Asam-
blea de Naciones Unidas, Gorbachov declaró la desideologización
de las relaciones internacionales y la clausura de la hasta entonces
cerrada y excluyente sociedad soviética; expresaba su deseo de
integrar la comunidad mundial y esperaba fortalecer el proceso de
interdependencia.
En 1989, el dirigente germano-oriental, Egon Krenz, decretaba
la apertura del Muro de Berlín, con lo que desaparecía uno de los
signos más tristes y simbólicos de la Guerra Fría.
1989 es un año marcado por profundas turbulencias interna-
cionales. Las revoluciones europeas de 1989, resumidas en la frase
«Polonia, diez años; Hungría, diez meses; Alemania del Este, diez
semanas; Checoslovaquia, diez días; Rumania, diez horas» (Zorg-

70
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

bibe 2005), ejemplifican las rupturas que echaron abajo el orden


establecido tras la segunda conflagración mundial.
El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov anunciaba en un
discurso público que por la fuerza de la situación creada al ser
formalmente disuelta la Unión Soviética y ser fundada, en su lugar,
la Comunidad de Estados Independientes (CEI), concluía sus acti-
vidades como presidente de la URSS. Sus palabras tenían un gran
significado: terminaba no solo la historia de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, también la historia de la Guerra Fría y, para
muchos autores, la historia del siglo XX.

3. La Sociedad Internacional Contemporánea


de post Guerra Fría

La caída del Muro de Berlín en 1989 constituye un punto de


inflexión en la historia de las relaciones internacionales. El hecho es
expresión del progresivo desmembramiento de la Unión Soviética,
proceso que concluye hacia el 1991 cuando se conforma la Federa-
ción Rusa que se haría heredera de la soberanía legal-internacional
soviética y, por lo tanto, de su escaño permanente en el Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas. Tras el derrumbe de la Unión
Soviética y el colapso del bloque oriental, desaparecieron de la faz
europea cuatro Estados y catorce nuevas entidades políticas fueron
creadas durante la década de los noventa20. Todas estas transfor-
maciones solo resultan comparables al objetivo reorganizador de
los Tratados de Versalles de 1919 (Judt 2006). Asimismo, la reu-
nificación alemana, concretada en octubre de 1990, jugó un papel
crucial en el nuevo impulso que adquirió la integración europea
tras la suscripción del Tratado de Maastricht de 1992, acuerdo que
consolida lo que hoy conocemos como Unión Europea.
El término de la Guerra Fría, junto con poner coto a la división
de Europa y propiciar la descompresión del sistema internacional,

20
Checoslovaquia se dividió en dos Estados independientes (República
Checa y Eslovaquia) y Yugoslavia se dividió en cinco (Bosnia y
Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, y Serbia y Montenegro).
Además, Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania, Moldavia y Ucrania se
independizaron de la Unión Soviética, la cual fue sucedida por la Federación
Rusa en 1991.

71
Shirley Götz Betancourt

trajo consigo el advenimiento de un orden internacional signado por


la incertidumbre derivada de procesos propios del orden anterior
y otros, de nueva envergadura, que se vieron detonados por el fin
del enfrentamiento bipolar.
Durante la década de los noventa, diversas interpretaciones
–algunas más optimistas que otras– intentaron desentramar el te-
jido del nuevo orden internacional y, en algunos casos, buscaron
«predecir» los procesos venideros. Frederic S. Pearson y J. Martin
Rochester (2004) identifican dos importantes grupos de autores en
esta materia. Por un lado, se encuentran los autores inscritos en la
«vertiente realista»21, quienes han argumentado el advenimiento de
una estructura internacional de carácter multipolar, tras 45 años de
excepcional bipolaridad, cuyas principales dinámicas están constitui-
das por la difusión del poder22 y la flexibilidad de las alianzas, las que
originan un sistema internacional más inseguro e inestable. Por otro
lado, se encuentran los autores de la «tendencia globalista», los que
observaron un socavamiento de los principios básicos de la soberanía
XFTUGBMJBOB PDBTJPOBEPQPSMBFNFSHFODJBEFOVFWBTUFNÃUJDBTZQSP-
cesos que tienen como factor común una creciente interdependencia
económica y política, dando como resultado un sistema internacional
más complejo aunque no necesariamente menos seguro.
Cabe agregar a cada una de estas visiones, respectivamente,
los clásicos con aspiraciones omnicomprensivas «The Clash of
Civilizations and the Remaking of World Order» de Samuel P.
Huntington y «The end of History and the Last Man» de Francis
Fukuyama.23 Desde una perspectiva sistémica, además, el orden

21
Ver, por ejemplo, Mearsheimer (1990), para quien el fin de la bipolaridad
que dio orden al sistema internacional desde 1945 implicaría el retorno
a la multipolaridad que caracterizó a Europa entre 1648 y 1945, el cual
crearía poderosos incentivos para el uso de la fuerza.
22
De acuerdo a Joseph S. Nye (1991: 178), las causas de estos fenómenos
radican en «la interdependencia económica, los agentes transnacionales,
el nacionalismo de los Estados débiles, la difusión de la tecnología y
cambiantes temas políticos».
23
Francis Fukuyama (1992) –probablemente el más purista de la vertiente
globalista– profetizó la configuración de un sistema internacional
caracterizado por la prosperidad mundial bajo la tutela de Estados Unidos
y el liberalismo. Por su parte, Samuel P. Huntington (1996) afirma que
la nueva y principal fuente de conflicto internacional sería cultural, con
expresión en el enfrentamiento entre diversas civilizaciones, las cuales

72
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

internacional posterior al colapso soviético fue descrito por diver-


sos autores como unipolar (Krauthammer 1990; 1991), tripolar24
(Tucker 1996), multipolar y multicivilizacional (Huntington 1996)
e incluso uni-multipolar25 (Huntington 1999). El transcurso de los
acontecimientos de la post Guerra Fría iría comprobando y refutan-
do, en parte, las aventuradas tesis de estos autores. Considerando la
proliferación de interpretaciones en extremo divergentes respecto
de la realidad internacional que emerge a comienzos de los años
noventa, cabe preguntarse: ¿Cómo y cuánto ha cambiado la sociedad
internacional desde el fin de la Guerra Fría? En este apartado se
desarrollarán algunas claves históricas que orientan la comprensión
e interpretación de los fenómenos internacionales.
Ante la ausencia del «enemigo» soviético o de algún otro
actor capaz de desafiar su posición de poder, los esfuerzos de la
diplomacia estadounidense, encabezada por el presidente George
H. W. Bush, se enfocaron hacia la construcción de un «nuevo or-
den mundial» que, sustentado en el tradicional «internacionalismo
liberal estadounidense»26, fuese reflejo de sus valores y, por lo
tanto, funcional a sus intereses. Las bases de dicho orden, a saber,
democracia liberal, libre mercado y multilateralismo, se orientaron
a reemplazar las tradicionales utopías antagonistas, en lo que ha
venido a denominarse pensamiento único. En palabras de Bush:

«Tenemos la visión de una nueva asociación de nacio-


nes que trasciende la Guerra Fría. Una asociación basada
en la consulta, la cooperación y la acción colectiva, espe-
cialmente por medio de organizaciones internacionales y
regionales. Una asociación unida por el principio y por el
imperio del derecho y apoyada por un reparto equitativo
de los costos y compromisos. Una asociación cuyas metas
sean intensificar la democracia, aumentar la prosperidad,
robustecer la paz y reducir las armas» (Bush 1990).

reemplazarían a otras divisiones (como los Estados o los tres mundos)


como principales puntos de referencia en el nuevo orden mundial. Para
una aproximación crítica a éstas y otras tesis, ver Vilanova (2003).
24
Estados Unidos, Alemania y Japón.
25
Un sistema híbrido con una superpotencia y muchas grandes potencias
(Huntington 1999).
26
Para una definición e interpretación de este concepto en tres momentos de
la historia, ver Ikenberry (2009).

73
Shirley Götz Betancourt

Sin embargo, desde mediados de la década de los noventa, las


pretensiones iniciales y los recursos dispuestos en la consecución de
los objetivos trazados contrastaron diametralmente con la limitada
efectividad que Washington mostró en su accionar, particularmente
en lo referido a consolidar una posición de hegemonía que lo situa-
ra de manera efectiva y duradera en el sistema internacional. Esta
debilidad en el accionar externo de los Estados Unidos se debió, en
buena medida, a la desacertada lectura de la nueva realidad interna-
cional, a la carencia de una estrategia de política exterior que diera
cuenta de su adaptabilidad de una escena internacional en cambio
y, ciertamente, a la tensión «internacionalista/aislacionista» que ha
subsumido a la política exterior estadounidense desde los inicios de
su historia y que, en cuanto tal, le ha impuesto constantes frenos
a la asunción de un liderazgo efectivo de la sociedad internacional
(García Pérez 2009). Como afirmara Henry Kissinger, «lo que sí
es nuevo en el naciente orden mundial es que, por vez primera, los
Estados Unidos no pueden retirarse del mundo ni tampoco domi-
narlo» (Kissinger 2004: 13).
El debate sobre el aparente declive del poder estadounidense
ha tenido un nuevo impulso en el marco de la post Guerra Fría y
USBTMPTBUFOUBEPTEFFO/FX:PSLZ8BTIJOHUPO /ZF
Kennedy 1994; Wallerstein 2005). Si bien el relativo éxito de la
Guerra del Golfo (o Primera Guerra de Irak), y procesos como el
establecimiento de regímenes democráticos en buena parte del mun-
do, la difusión del libre comercio, la expansión de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la creciente operatividad
de los organismos multilaterales se mostraban como expresión de la
voluntad de liderazgo de la diplomacia estadounidense, entrado el
siglo XXI la complejidad del sistema internacional ha desbordado
los límites de la hegemonía de Estados Unidos.

3.1 Rasgos principales del Orden de Post Guerra Fría

En lo fundamental, el principal elemento de continuidad entre


el orden de Guerra Fría y el posterior ha sido la existencia de un
organismo interestatal de carácter universal como es Naciones
Unidas, el cual se erige como el núcleo de un complejo sistema de

74
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

gobernanza global en un contexto de anarquía internacional. Los


esfuerzos de dicha organización para adaptarse a los nuevos tiem-
pos no han sido suficientes para atenuar las críticas que la señalan
como anacrónica y disfuncional. Estas apuntan principalmente a
su Consejo de Seguridad, el cual es reflejo del equilibrio de poder
inmediatamente posterior al término de la Segunda Guerra Mundial
y no del actual.
El rasgo distintivo de la post Guerra Fría ha sido la globaliza-
ción de las relaciones internacionales27. El fenómeno le ha otorgado
un nuevo sentido al orden internacional, modificándolo de manera
sustantiva y construyendo una nueva realidad global que evoca
las elucubraciones de Marshall McLuhan (1968). En la configura-
ción de este nuevo orden se superponen rasgos de las sociedades
internacionales descritas anteriormente, así como también nuevos
fenómenos que desafían algunas de las bases fundamentales de la
sociedad que ha emergido en las postrimerías del siglo XX y, al
menos en apariencia, desafían el protagonismo del Estado.
En palabras de Del Arenal (2010), la «nueva sociedad internacio-
nal» se caracteriza por ser universal y planetaria, heterogénea y com-
pleja, crecientemente interdependiente, políticamente no integrada y
sin regulación adecuada, y crecientemente desequilibrada y desigual.
Ante esta nueva realidad internacional, el Estado ha debido ade-
cuarse y adaptarse a la proliferación de actores, flujos y dinámicas
que, si bien ya existían desde hace un tiempo, han adquirido una
fisonomía nueva y una relevancia sin precedente. Es así como, fruto
de los avances de las tecnologías de información, comunicación y
transporte propios de la globalización y la descompresión resultante
del fin de la Guerra Fría, las tendencias hacia la heterogeneización e
interdependencia iniciadas durante la década de los 70 se han visto
notoriamente exacerbadas. Han proliferado un sinfín de actores,
distintos de los Estados y con creciente capacidad de influencia,
tales como organismos internacionales, instituciones financieras,
empresas transnacionales, grupos religiosos y una sociedad civil

27
Existen diversas posturas respecto a la cuestión de la globalización. Para
una introducción a este debate, ver el trabajo de David Held y Anthony
.D(SFX 


75
Shirley Götz Betancourt

global cada vez más influyente, dando como resultado una sociedad
internacional crecientemente compleja, heterogénea y fragmentada.
En desmedro de la tradicional función militar de los Estados,
las capacidades económicas y regulatorias han alcanzado cada vez
más gravitación en la mantención del orden internacional, en lo que
Pearson y Rochester (2004) han llamado el «eclipse del potencial
militar». Es por eso que pese a que las características tradicionales
de los Estados han sido erosionadas enormemente como fruto de
la globalización, «en principio, solo el monopolio legítimo de la
violencia, y la territorialidad permanecen como atributos intoca-
bles del Estado» (Del Arenal, 2005: 43). En la medida que aquello
que hacia fines de los setenta Robert O. Keohane y Joseph S. Nye
ponían en evidencia como los costos crecientes del uso del poder
militar se ha convertido en una realidad instalada a partir del fin
de la Guerra Fría, el poder económico ha cobrado cada vez mayor
importancia, y no solo para los Estados.
Dos tipos de actores del ámbito económico ejercen gran influen-
cia en la toma de decisiones tanto a nivel estatal como multilateral.
El primero de estos actores está representado por los organismos
y foros económicos internacionales tales como el Banco Mundial
(BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el foro del G828 y
la Organización Mundial de Comercio (OMC), instituciones que
han promovido la liberalización de las economías nacionales y del
comercio internacional. Fue precisamente la creación de la OMC en
1995, en reemplazo del GATT (siglas para General Agreement on
Tariffs and Trade) de 1947, el evento que develó el sentido alcanzado
en la dimensión económica del orden de post Guerra Fría, encami-
nado hacia la liberalización universal del comercio internacional.
El segundo tipo de actor son las empresas multinacionales, las
cuales, ante la carencia de un régimen internacional que las regule
y de límites ideológicos que restrinjan sus movimientos y su cre-
ciente poder económico, han adquirido una influencia progresiva
en las decisiones tanto en los ámbitos estatales como interestatales,
rebasando incluso el ámbito exclusivamente económico.

28
Compuesto por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña,
Italia, Japón, Rusia y la Unión Europea.

76
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

La confluencia y sintonía entre ambos tipos de actores ha limi-


tado en buena medida la capacidad –y voluntad– de los gobiernos
para regular los flujos económicos internacionales y para tomar
decisiones de manera autónoma.
En otro orden de cosas, el término de la lógica de enfrenta-
miento bipolar trajo aparejado el resurgimiento de conflictos que la
Guerra Fría había postergado. Los tradicionales conflictos interes-
tatales, que caracterizaron a los períodos anteriores, pasaron a ser
una excepción en un nuevo orden internacional determinado por
la complejización y multidimensionalidad de los fenómenos que
desafían la seguridad internacional. De acuerdo a Javier Solana,
las causas de los conflictos internacionales contemporáneos van
desde la pobreza y la incapacidad de los Estados para responder a
las demandas de sus ciudadanos (Estados fallidos) hasta disputas
étnicas y religiosas (Solana 2003:25).
Enfrentada a estos desafíos, la sociedad internacional ha dado
señales de una nueva forma de concebir el poder y la seguridad,
cimentando una nueva arquitectura de seguridad internacional en
la medida que la naturaleza de las amenazas ha mutado. Esta nueva
forma de comprender la cuestión de la seguridad, propiciada por
las experiencias de la ex Yugoslavia –hito inicial del nuevo tipo de
conflictos– y el fracaso estadounidense en Irak desde 2003, asume
la importancia de la acción multilateral y multidimensional, en con-
traposición al unilateralismo y militarismo propios de un sistema
no-cooperativo. En este sentido, las tradicionales operaciones de
paz desplegadas por Naciones Unidas, desde la Crisis de Suez de
1956, adquirieron en los albores del nuevo siglo una complejidad
acorde a los desafíos actuales.
Tras la experiencia fallida en la región balcánica de la ex-
Yugoslavia, las operaciones de paz se han orientado a entregar
respuestas integrales y multidimensionales a los desafíos de segu-
ridad, teniendo su máxima expresión en la adopción del principio
de responsabilidad de proteger, adoptado en el marco de la Cumbre
Mundial de Naciones Unidas celebrada el año 2005. Sobre este
nuevo cimiento jurídico, el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas ha adquirido una importancia y eficacia sin precedentes en
la resolución de los principales dilemas de seguridad internacional,

77
Shirley Götz Betancourt

a pesar de sus limitaciones y anacronismo. Como correlato de lo


anterior, los principios de no-intervención y soberanía29, constitu-
UJWPTEFMPSEFOJOUFSOBDJPOBMXFTUGBMJBOPZQSÃDUJDBNFOUFEPHNBT
del orden internacional de Guerra Fría, han tendido a relativizarse
en favor de la defensa de los Derechos Humanos.
Otros factores que han contribuido a la relativización del prin-
cipio de soberanía han sido el aumento de los flujos transnacionales,
la creación de instituciones como la Corte Penal Internacional, y
la profundización y ampliación del proceso de integración supra-
nacional europeo, así como el nuevo aliento de los procesos de
regionalización en América Latina30 y Asia Pacífico.

3.2 El orden internacional después del 11-S

Si bien los atentados terroristas contra el World Trade Center


y el Pentágono en Estados Unidos el día 11 de Septiembre de 2001
no constituyeron un punto de inflexión histórico, ni mucho menos
inauguraron un nuevo período en la historia mundial, son un buen
ejemplo de la tónica de la post Guerra Fría31. Junto con demostrar
el insospechado poder del que pueden hacer uso algunos actores no-
estatales, esta coyuntura y las dificultades posteriores refutaron de
plano la idea de un orden jerárquico e incuestionablemente liderado
por Estados Unidos que, no obstante las distintas visiones descritas
más arriba, había prevalecido desde los años noventa. Además, a
partir de 2001, los procesos de complejización de la realidad in-
ternacional se ven notoriamente exacerbados. Probablemente, las
acciones preeminentemente militares lideradas por Estados Unidos
en respuesta a la amenaza terrorista son el ejemplo más claro de
las dificultades del hegemón (y, en general, del Estado-nación) para
adaptarse a la nueva realidad internacional.
29
Para una visión que complejiza la noción de soberanía, ver Krasner (2001).
30
Es así como, por ejemplo, en 1991 se crea el Mercado Común del Sur
(Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y, recientemente, Venezuela) y en
1997 el Pacto Andino pasa a convertirse en la Comunidad Andina.
31
Immanuel Wallerstein (2005) propone interpretar este acontecimiento como
un símbolo de que el período posterior a la Segunda Guerra Mundial ha
generado las condiciones para el declive hegemónico de Estados Unidos,
en el mismo sentido que la Guerra de Vietnam, las revoluciones de 1968 y
el fin de la Guerra Fría.

78
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

Los atentados inauguraron la denominada «guerra contra


el terrorismo» bajo el liderazgo de George W. Bush y su política
exterior neoconservadora, política que contribuyó a erosionar las
bases multilaterales del orden internacional que su padre había
pretendido consolidar. En contraste con el apoyo multilateral con
que contó la Guerra del Golfo de 1991 y, en menor medida, la Gue-
rra de Afganistán de 2001, la invasión a Irak de 2003 constituyó
un desafío de grandes dimensiones al orden internacional vigente,
particularmente en lo relativo al uso de la fuerza. Contraviniendo la
tradicional noción del uso legítimo de la fuerza como auto-defensa
de un Estado frente a una agresión externa, Estados Unidos hizo
uso de la fuerza militar de manera unilateral contra Irak (es decir,
sin la aprobación del Consejo de Seguridad), argumentando la po-
sesión de armas de destrucción masiva –sospechas posteriormente
descartadas– en lo que ha venido a denominarse «doctrina de la
guerra preventiva» o «doctrina Bush».
El fracaso de la intervención estadounidense en Irak demostró
que, aunque resultase paradójico, ni siquiera el mismo Estados
Unidos podía actuar en detrimento del orden internacional, orden
que el propio Estado americano ha contribuido a forjar desde el
término de la Primera Guerra Mundial. Como fue demostrado por
el peso de los acontecimientos, el uso preventivo y unilateral de
la fuerza tiene altísimos costos no solo en términos económicos y
militares, sino también en términos de legitimidad y apoyo inter-
nacional (Muñoz 2005).
Con particular fuerza a partir de la última década, el orden
internacional unipolar se ha visto progresivamente amenazado por
la emergencia de nuevas potencias regionales con pretensiones de
ejercer influencia a nivel global, provenientes desde el segundo y
tercer mundo. Países como China, India, México, Brasil, Sudáfrica
y otra serie de potencias medias han adquirido una importancia
creciente durante los primeros años del siglo XXI, particularmente
en el ejercicio de su rol de potencias regionales-mediadoras32, y a

32
Alberto Rocha y Daniel Morales (2008: 23) los definen como «Estados
semiperiféricos que destacan por el desarrollo intermedio de sus capacidades
materiales e inmateriales, su posicionamiento estructural entre los Estados
centrales y periféricos, sus proyecciones geopolíticas a nivel regional, su

79
Shirley Götz Betancourt

partir de la creación del G-20 en 1999 y su participación en las


reuniones del G8+5. No obstante algunas similitudes, las nuevas
potencias emergentes se diferencian del Movimiento de los Países
No-Alineados en aspectos específicos de su conformación y obje-
tivos. En lo relativo a su posición frente al orden internacional, la
diferencia sustancial es que las nuevas potencias emergentes no
buscan modificarlo radicalmente sino introducir reformas encami-
nadas hacia su adaptación al equilibrio de poder de inicios del siglo
XXI33. En efecto, la confrontación entre ricos y pobres en el sistema
internacional ha sido reemplazada por la búsqueda de consensos
(Russell 1993).
No obstante lo anterior, es importante tener presente que en la
actualidad persiste la fuerza opositora de países provenientes de la
periferia del sistema internacional que desafían a Estados Unidos y
la no-proliferación de armas nucleares por medio del desarrollo de
programas nucleares, accionar que se observa en países tales como
Irán, Corea del Norte y Venezuela. El desvío respecto de las bases
del orden internacional ha llevado a estos países a ser considerados
«Estados parias».

3.3 El orden venidero

Durante la última década se han planteado una serie de pro-


puestas teóricas respecto de la configuración que asume el orden
internacional actual y el venidero. Entre estas propuestas se encuen-
tran las tesis de la «apolaridad» (nonpolarity) de Richard N. Haass
(2008), la del «Imperio» de Michael Hardt y Toni Negri (2000), la
del «orden post-americano» de Fareed Zakaria (2008) y la de la
inevitabilidad de la creación de un «Estado mundial» de Alexan-
der Wendt (2003). Además, es de interés la propuesta normativa

rol de liderazgo regional y su función de mediación entre las potencias


mundiales y los Estados periféricos».
33
Destaca entre esas reformas las pretensiones de modificación de la
composición del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. No obstante
esta y otras demandas pueden ser legítimas e, incluso, deseables, lo cierto
es que su factibilidad, en el mediano plazo, ronda en la incertidumbre toda
vez que la modificación del statu quo del orden internacional no ofrece
incentivos para aquellos que se ven beneficiados por su vigencia (por
ejemplo, los países europeos).

80
Análisis histórico: la evolución de la sociedad internacional

de David Held y Daniele Archibugi (1995). No obstante, tal como


señalara Henry Kissinger (2004), la forma final del nuevo orden
internacional será solo visible hasta bien entrado nuestro siglo.
La crisis económica de 2008-2009 y las réplicas que al cierre
de estas líneas aún se sienten con particular intensidad en la Unión
Europea han puesto en jaque tanto el pilar libremercantil del or-
den internacional de post Guerra Fría, como el proceso mismo de
integración multidimensional europeo, paradigma de la visión re-
gionalista que alguna vez se dijo ordenaría el sistema internacional.
El signo de la post Guerra Fría ha sido la carencia de un orden
internacional claramente delimitado, en término de reglas, patro-
nes de acción de los actores estatales y procesos constitutivos. Con
todo, es preciso recalcar que, incluso frente al gran desafío que los
fenómenos descritos han implicado para la sociedad internacional,
los Estados siguen constituyendo el principal punto de referencia al
hablar del orden internacional, toda vez que son la máxima auto-
ridad soberana y, por lo tanto, sobre estos recae la responsabilidad
de construir orden en la anarquía.

81
Capítulo iv
Nuevas corrientes en la teoría de las
Relaciones Internacionales
Mónica Salomón

i. Introducción

El objetivo de este capítulo es introducir al estudiante en las co-


rrientes y enfoques contemporáneos en la teoría de las Relaciones
Internacionales (RI) que no pertenecen al eje principal realismo/
liberalismo: Teoría Crítica (en sus vertientes neogramsciana y norma-
tiva), enfoques postmodernos, enfoques feministas, Constructivismo
y Sociología Histórica. Estas corrientes y enfoques, producto de la
mayor interacción de las RI con otras disciplinas (particularmente con
corrientes de pensamiento sociológicas y filosóficas) y de una mayor
preocupación con cuestiones epistemológicas, fueron incorporados
a la teorización en RI a partir de la década de 1980. Todos ellos, en
mayor o menor grado, están hoy consolidados dentro de la disciplina.
Vistos en conjunto, estos nuevos enfoques son muy heterogé-
neos. Incluyen teoría pero también metateoría; algunos optan por
las ciencias sociales y otros por las humanidades; unos se mantienen
fieles al ideal de objetividad en la investigación científica y otros
lo rechazan clamorosamente; algunos enfoques se proponen hacer
teoría empírica y otros recuperan la teoría normativa. Por último,
aunque la mayoría de autores que desarrollan estos nuevos enfo-
ques se consideran miembros de la comunidad académica de las
RI, eso no es así en el caso de la Sociología Histórica. Sin embargo,
el notorio acercamiento entre Sociología Histórica y RI justifica, a
nuestro entender, su inclusión en este capítulo.
Además de presentar los contenidos de las diferentes propuestas
y de situarlas en el contexto de la evolución de la disciplina y de las

127
Mónica Salomón

influencias externas, nos preguntamos si esas diferentes maneras de


entender la teoría de Relaciones Internacionales son tan poco com-
patibles con las aproximaciones más convencionales como muchos
de sus exponentes acostumbran sostener.
Tal como se señaló antes, el objetivo de este capítulo es presentar
las aproximaciones teóricas actuales en Relaciones Internacionales
que no pertenecen al eje principal (mainstream teórico) realismo/
liberalismo, tradicional articulador de la disciplina. Antes de entrar
en materia, nos parece importante hacer algunas consideraciones
preliminares sobre el concepto «teoría de las Relaciones Interna-
cionales», enfatizando primero «Relaciones Internacionales» y
luego «teorías».
En primer lugar, muchas obras pertinentes para el entendimien-
to de las relaciones internacionales (ya sean de carácter teórico o
empírico) se producen, de hecho, en otras disciplinas: la sociología,
la historia, la geografía, la ciencia política y la filosofía han con-
tribuido tanto o más al entendimiento de fenómenos considerados
(también) propios de las relaciones internacionales que la propia
disciplina de las Relaciones Internacionales: guerra, globalización,
hegemonía, cooperación, etc. Sin embargo, esos cuerpos teóricos no
se consideran parte de la «teoría de las Relaciones Internacionales».
En segundo lugar, las que sí son consideradas «teorías de las
Relaciones Internacionales» (y aparecen así descritas en los manua-
les y en los programas de los cursos) son fruto de importaciones,
totales o parciales, de otras disciplinas: el Constructivismo, la Teo-
ría Crítica, el postestructuralismo o el feminismo no nacieron en
las Relaciones Internacionales. Asimismo, los más «autóctonos»,
liberalismo y realismo (en sus nuevas presentaciones de institucio-
nalismo y neorrealismo) beben también de otras fuentes, como la
teoría de la elección racional, la teoría microeconómica o diversas
teorías de las organizaciones.
Así, pues, el que determinada teoría/enfoque referido a algún
aspecto de las relaciones internacionales sea o no considerado como
«teoría de las Relaciones Internacionales» depende, ante todo, de
factores institucionales: de si ha sido o no producido en el seno de
una comunidad académica vinculada a determinados departamen-
tos, asociaciones profesionales y publicaciones.

128
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

Poniendo ahora el énfasis en «teorías», nos interesa llamar la


atención sobre el hecho de que ese conjunto de aproximaciones que
llamamos «teorías de las Relaciones Internacionales» son teorías en
sentidos muy diversos. Simplificando mucho, podemos injerir las
teorías de las Relaciones Internacionales en una o varias de estas
categorías: teorías explicativas; teorías normativas; metateorías;
anti-teorías. La teoría neorrealista de Waltz es un ejemplo de teoría
explicativa, en la que la dimensión normativa aparece más soslayada.
-B5FPSÎB$SÎUJDBQSPQVFTUBQPS"OESFX-JOLMBUFSFTFNJOFOUFNFOUF
normativa, aunque contiene también un programa de investigación
empírico menos desarrollado. El componente metateórico (de discu-
sión sobre la propia actividad de teorizar) está presente en todo el
cuerpo teórico de las Relaciones Internacionales, pero con un peso
bastante diferente en las diferentes aproximaciones. Por último,
también incluimos en el catálogo de «teorías de las Relaciones In-
ternacionales» aquellas aproximaciones escépticas (y contrarias) a
la propia actividad de teorizar. Es el caso de los postmodernismos/
postestructuralismos y de una buena parte de la producción femi-
nista, que por ello pueden ser descritos como anti-teorías.
Hechas estas aclaraciones, pasamos ahora al tema de este ca-
pítulo: las nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Interna-
cionales. Presentes en la disciplina a partir de la segunda mitad de
la década de los ochenta, la Teoría Crítica, el Constructivismo, los
postmodernismos y los feminismos están ya consolidados institucio-
nalmente como teorías de las Relaciones Internacionales, lo que se
traduce en un amplio espacio en las revistas académicas de Relaciones
Internacionales, representación en los órganos de las asociaciones
profesionales de Relaciones Internacionales y presencia en los cursos
universitarios de Relaciones Internacionales. Incluimos también a la
Sociología Histórica en el capítulo, que por su diferente procedencia
y vinculación institucional no forma parte de las corrientes teóricas
reconocidas como propias de la disciplina pero que es cada vez más
usada en explicaciones a fenómenos propios de relaciones internacio-
nales elaboradas por autores que sí son reconocidamente miembros
de la academia de Relaciones Internacionales.
Como acabamos de señalar, aunque toda la producción teórica
está vinculada a otras áreas disciplinarias, las nuevas corrientes se

129
Mónica Salomón

distinguen de las tradicionales por ser fruto de una mayor interac-


ción que en el pasado entre las Relaciones Internacionales y otras
disciplinas, particularmente la sociología, la filosofía y la historia.
También reflejan la mayor preocupación con la manera de teorizar
que se empezó a manifestar en Relaciones Internacionales con la
publicación de Theory of International Politics, de Kenneth Waltz
(Waltz 1979) y que se materializó en un mayor peso del componente
metateórico en los nuevos enfoques.
A pesar de esas características comunes (interdisciplinariedad y
reflexión metateórica), las nuevas corrientes son muy variadas, tanto
en sus diferentes posturas ante la actividad de teorizar como en los
contenidos sustantivos de sus propuestas. También divergen en la
manera en que se sitúan con respecto a las corrientes principales:
mientras que algunas se presentan como opuestas y hasta incompa-
tibles con la teorización tradicional realista y liberal, otras resaltan
su disposición a dialogar con esas tradiciones teóricas. Por último
–y muy importante– las nuevas corrientes que describimos aquí
difieren bastante en cuanto al rigor de sus respectivas propuestas.
En ese sentido, la interacción con otras ciencias sociales no siempre
ha traído resultados positivos.

ii. Enfoques reflectivistas

Exceptuando a la Sociología Histórica (incuestionablemente racio-


nalista y cuyas prácticas se ajustan a lo que consensualmente se en-
tiende como ciencias sociales), las corrientes que vamos a presentar
a continuación caben, todas ellas, dentro de la denominación de
«enfoques reflectivistas». El término «reflectivistas» fue acuñado
por Robert Keohane a fines de la década de 1980 (Keohane 1989)
como contrapuesto al «racionalismo» de la teorización vinculada al
proyecto de desarrollar las Relaciones Internacionales como ciencia
social. Keohane definió las teorías «racionalistas» como aquellas que
consideran posible «juzgar objetivamente los comportamientos»,
como el realismo/neorrealismo y liberalismo/neoliberalismo. Las
teorizaciones, entonces incipientes, que Keohane llamó «reflectivis-
tas» (reflectivist), tenían en común, según él a) desconfianza hacia
los modelos científicos para el estudio de la política mundial, b)

130
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

una metodología basada en la interpretación histórica y textual y c)


énfasis en los efectos de la reflexión humana sobre la naturaleza de
las instituciones y sobre el carácter de la política mundial. Asimismo,
Keohane sostuvo que, pese a su interés, los enfoques «reflectivistas»
eran unos enfoques marginales en la disciplina y que lo seguirían
siendo si no desarrollaban unos programas de investigación em-
píricos sustantivos y que contribuyeran a la tarea de clarificar las
cuestiones centrales de la política mundial.
Desde entonces, algunos autores han interpretado la controver-
sia entre estos enfoques reflectivistas y las teorizaciones asentadas
en la tradición racionalista occidental como componente principal
del llamado «cuarto gran debate» de la disciplina de las Relacio-
nes Internacionales, paralelo en el tiempo pero de naturaleza muy
diferente al diálogo neorrealismo-neoliberalismo (Waever 1996;
Smith 1997).
No hay acuerdo entre los autores sobre la denominación de la
familia de enfoques que Keohane llamó «reflectivistas». Algunos
autores han optado por la denominación de «tendencias postpo-
sitivistas» aludiendo al posicionamiento de varios de ellos frente
a la manera «positivista» de entender la ciencia (Lapid 1989). El
problema que supone el uso de esa denominación es que podría su-
gerir que se está aceptando la dicotomía positivismo/postpositivismo
tal como algunos de esos autores la plantean, una opción que no
compartimos. Otro grupo de autores distingue entre «teoría crítica»
(enfoques reflectivistas en general) y «Teoría Crítica» (el enfoque
FTQFDÎàDBNFOUFIBCFSNBTJBOPZOFPNBSYJTUB
 (FPSHF#SPXO
1994; Wendt 1995). Es evidente que también esa solución se presta
a confusiones. La ventaja de la denominación acuñada por Keohane
de «enfoques reflectivistas» es que no parece señalar a ninguno de
estos enfoques en particular. Por otra parte, aunque se trata de una
denominación dada desde fuera, la han usado también algunos
autores que se identifican con esas corrientes, como por ejemplo
Steve Smith (Smith 1997) o Mark Neufeld (Neufeld 1993).
Aunque un importante elemento en común de los enfoques
reflectivistas (que no está entre los destacados por Keohane) es su
consideración de las relaciones internacionales como un conjunto
de fenómenos «socialmente construidos» –según la terminología

131
Mónica Salomón

empleada en el área de la sociología del conocimiento (Berger y


Luckman 1966)– es posible, sin embargo, que, tal como afirmara
Wendt, la «familia» de enfoques reflectivistas esté más unida por
lo que rechaza que por lo que acepta (Wendt 1995: 71- 72). Esos
rechazos tienen que ver con determinados aspectos en la manera
de teorizar que los autores reflectivistas atribuyen a las corrientes
dominantes en el estudio de las relaciones internacionales. En primer
lugar, con aspectos epistemológicos: los enfoques reflectivistas cues-
tionan, en mayor o menor medida, las bases del conocimiento que
–en nuestra opinión, simplificando excesivamente– suelen denominar
«positivista»: la posibilidad de formular verdades objetivas y empí-
ricamente verificables sobre el mundo natural y, más aún, el social.
En segundo lugar, con aspectos ontológicos: el cuestionamiento de si
el conocimiento puede o no fundarse en bases reales y cuáles serían
las entidades pertinentes para el estudio de las relaciones internacio-
nales. En tercer lugar, con cuestiones axiológicas: se cuestionan las
posibilidades de elaborar una ciencia «neutral» o «libre de valores»
(Lapid 1989). Es sobre esas bases que algunos autores pasaron a
reclamar la «reestructuración de las Relaciones Internacionales»
(Neufeld 1995; Sjolander y Cox 1994; George 1994).
Ya han pasado más de veinte años desde la introducción de
los llamados enfoques reflectivistas en la teoría de las Relaciones
Internacionales. Las trayectorias de los diferentes enfoques han sido
bastante diversas. Algunos han crecido significativamente y han dado
contenido a lo que inicialmente era poco más que una propuesta,
desarrollando una importante producción sobre temas sustanti-
vos. Otros se han quedado atrás, con un componente metateórico
hipertrofiado en relación a su contribución real a la comprensión
de las relaciones internacionales. A continuación presentamos las
propuestas y trayectorias de esos diferentes enfoques.

1. Teoría Crítica de las Relaciones Internacionales

A comienzos de la década de los ochenta algunos autores rei-


vindicaron una «Teoría Crítica» de las Relaciones Internacionales,
en el sentido de una teoría realizada con mayor conciencia de sus
propósitos prácticos. «La teoría es siempre para alguien y para

132
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

alguna cosa», escribió Robert Cox en el artículo que introdujo la


propuesta de teoría crítica en la disciplina (Cox 1981) y que a partir
de entonces se volvió una especie de eslogan.
El término «teoría crítica» fue usado inicialmente para des-
cribir el proyecto intelectual (marxista heterodoxo) de la llamada
Escuela de Frankfurt, formada por un conjunto de filósofos y so-
ciólogos alemanes que abarca varias generaciones de pensadores
y que surgió con la fundación del Instituto de Investigación Social
de Frankfurt en 1923. El proyecto de la Escuela de Frankfurt
combinaba el análisis intelectual con la práctica política, siendo
la «emancipación» (entendida como la búsqueda de la mejoría
de las condiciones de vida humana) su principal prioridad. Esa
prioridad es precisamente lo que distingue a la teoría crítica de
la «teoría tradicional», según la conocida distinción de Max
Horkheimer, una de las principales figuras de la primera genera-
ción de la Escuela de Frankfurt (Horkheimer 1972). Además de
Horkheimer, formaron parte de esa primera generación Theodor
Adorno, Walter Benjamin, Herbert Marcuse y Erich Fromm,
entre otros. Jürgen Habermas es sin duda el frankfurtiano más
conocido de la llamada «segunda generación». De la tercera y
más actual generación sobresalen, en términos de su influencia
en autores de Relaciones Internacionales, Axel Honneth y Ul-
rich Beck. Aunque hay enormes diferencias entre esos autores,
todos tienen en común, además del objetivo emancipatorio,
una aproximación a las ciencias sociales que busca combinar la
reflexión filosófica con la investigación social y que minimiza
las distinciones entre teoría empírica y normativa, explicación
y comprensión, estructura y agencia. Entre los variados temas
tratados por la escuela de Frankfurt se destacan el análisis de
las teorías de conocimiento y las diferentes concepciones de
racionalidad, el de las diferentes estructuras de autoridad (inclu-
yendo la familia) y el del papel de los medios de comunicación
y las «industrias culturales» (término acuñado por Adorno y
Horkheimer) (Adorno y Horkheimer 2002).
Con el tiempo, el nombre de teoría crítica se pasó a usar en
un sentido mucho más amplio, y numerosos pensadores sociales
con orientación práctica y que cuestionan el orden social existente

133
Mónica Salomón

pasaron a asumirse como «teóricos críticos» o a señalar a autores


clásicos del pasado como tales1.
En la disciplina de las Relaciones Internacionales las prime-
ras referencias a la teoría crítica figuran en un artículo de 1981
de Robert Cox (Cox 1981) y en otro del mismo año de Richard
Ashley (Ashley 1981). El objetivo principal de uno y otro era el
cuestionamiento de la «Theory of International Politics» de Kenneth
Waltz (Waltz 1979), obra que durante muchos años estuvo en el
centro de las discusiones teóricas de la disciplina. En 1986 Robert
Keohane editó el volumen «Neorrealism and its Critics», (Keohane
1986) que reunía varios capítulos de la obra de Waltz junto con
una recopilación de artículos que la discutían y criticaban. Keohane
incluyó en la antología los artículos de Cox y Ashley, y fue a partir
de ahí que alcanzaron mayor difusión. Ashley se convirtió pronto
en un autor representativo del pensamiento postmoderno en Rela-
ciones Internacionales, y solo puede considerarse un exponente de
la teoría crítica en la medida en que se admita el solapamiento de
esos enfoques. Cox, en cambio, continúa siendo hasta la actualidad
uno de los principales referentes de la teoría crítica en Relaciones
Internacionales.
En ese artículo fundacional, Cox presentaba la teoría neorrea-
lista de Waltz como una «teoría tradicional» en el sentido que le dio
Horkheimer al término o, en sus palabras, una «teoría que resuelve
problemas» (problem-solving theory): un conjunto de directrices
para ayudar a resolver problemas dentro de una determinada pers-
pectiva. Ese tipo de teoría, según Cox, toma al mundo tal cual es,
aceptando las relaciones sociales y de poder y sus instituciones. Su
principal objetivo es que esas relaciones e instituciones funcionen
con eficiencia. En concreto, el realismo-neorrealismo habría ayudado
a resolver el problema de cómo gestionar las relaciones entre las
superpotencias durante la Guerra Fría. Pese a su pretendida neu-
tralidad axiológica, el neorrealismo tendría, según Cox, un sesgo
ideológico-normativo anti-emancipatorio. Según la receta neorrea-
1
Para dar una idea de la diversidad de quienes hoy se consideran o son
señalados como teóricos críticos, una obra reciente sobre «teóricos críticos
y Relaciones Internacionales» incluye capítulos sobre Adorno, Aganbem,
Baudrillard, Bashkar, de Beauvoir, Deleuze, Foucault, Kant, Hegel, Marx,
Nietzsche, Said y Virilio, entre otros (Edkins y Williams 2009).

134
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

lista, en efecto, los Estados que quieran maximizar su seguridad


deberán aceptar unas reglas del juego esencialmente conservadoras.
Así, la teoría contribuye a la manutención y reproducción de un
sistema internacional injusto.
Cox abogaba por una manera diferente de teorizar. La teoría crí-
tica que proponía es un tipo de teoría que se cuestiona cómo surgió
el orden, que se pregunta por los orígenes de las instituciones y por
las relaciones de poder y las instituciones en que están organizadas,
única manera, a su entender, de elaborar propuestas de cambio.
Así, pues, la dimensión normativa y la dimensión metateórica son
componentes importantes de esa propuesta. Pero la propuesta de
Cox también contenía –inicialmente de forma bastante embriona-
ria– elementos como para desarrollar una teoría explicativa, que
fuera más allá del mero desenmascaramiento de las ideologías pre-
sentes en las teorizaciones tradicionales y de la denuncia del orden
internacional existente.
En lo sustantivo, la mayor influencia de la propuesta de Cox
es la del filósofo, activista político y marxista no ortodoxo Anto-
nio Gramsci. La noción de «estructura histórica», inspirada en el
concepto de «bloque histórico» de Gramsci, es la unidad de análisis
en la propuesta de Cox. Una estructura histórica es una configura-
ción de fuerzas (capacidades materiales, ideas, e instituciones) que
impone presiones y constreñimientos sobre el comportamiento de
los Estados. A diferencia del marxismo tradicional, las estructuras
históricas de Cox/Gramsci no presuponen la primacía de los fac-
tores materiales: en cada momento histórico cualquiera de los tres
factores puede tener primacía sobre los otros dos. La propuesta
de investigación es, precisamente, analizar la composición de las
diferentes estructuras históricas y sus procesos de transformación.
«Hegemonía» es otra de las palabras clave en la aproximación
de Cox, que toma también ese concepto de la obra de Gramsci. Para
Cox/Gramsci la hegemonía es una forma de dominio basada más en
la influencia que en la coerción y que consiste en una configuración
particular de factores materiales, ideas e instituciones. El papel de
hegemonías específicas (como la británica hasta la Segunda Guerra
Mundial o la estadounidense después de ella) en el desarrollo de las
diferentes estructuras históricas es uno de los focos de interés de la

135
Mónica Salomón

teoría crítica neogramsciana, así como el papel de las instituciones


internacionales en la construcción y el mantenimiento del sustrato
ideológico de la hegemonía.
Cox no propuso una teoría acabada de las Relaciones Inter-
nacionales, sino más bien un proyecto de investigación con un
objetivo normativo (la emancipación), un método (el método de las
estructuras históricas) y unos campos de aplicación concretos. El
método de las estructuras históricas se aplica a esferas específicas
de actividad humana («totalidades limitadas» o subsistemas): las
fuerzas sociales originadas por los procesos de producción; las for-
mas de Estado que surgen de las relaciones Estado– sociedad; y los
órdenes mundiales, es decir, la configuración de fuerzas que define
la problemática de la guerra y la paz para el conjunto de Estados.
Los autores que se definen como neogramscianos han seguido,
en términos generales, la propuesta de Cox, aunque no necesaria-
mente aplican el método de las estructuras históricas. Ese conjunto
de autores se concentra en la subdisciplina de la Economía Política
Internacional y en el análisis de las estructuras e instituciones de
gobernanza global, tratando temas como la desigualdad, pobreza
o subdesarrollo. Entre ellos destacamos la obra de Craig Murphy y
su evaluación crítica de las organizaciones internacionales (Murphy
2005); a Kees van der Pijl y su estudio de las clases transnaciona-
les (Kees van der Pijl 1998); y a Barry Gills y sus aproximaciones
críticas a la globalización (Gills 2002; 2011).
"OESFX-JOLMBUFS QPSTVQBSUF EFTBSSPMMÓPUSBWBSJBOUFEFUFPSÎB
crítica en Relaciones Internacionales, con un foco fundamentalmente
normativo, aunque incluye también una propuesta de investigación
empírica sobre la «sociología de los sistemas de Estados».
El foco normativo está muy presente desde la primera obra de
Linklater, Men and Citizens in International Relations (Linklater
1982). En ella el autor identificó el objetivo de la emancipación con
la ampliación de los límites de la comunidad política, que debe ir
más allá de los límites del Estado soberano y tender hacia el ideal
kantiano de comunidad política mundial. Ese objetivo coincide con la
propuesta de Jürgen Habermas de construcción de una «democracia
radical» (o democracia deliberativa, un modelo en el que todos los
potenciales afectados participan en el proceso de toma de decisiones)

136
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

a través de la «acción comunicativa» (Habermas 1987). La acción


comunicativa es la que busca el entendimiento y el consenso entre los
participantes del diálogo. Habermas opone ese concepto al de «acción
estratégica», que busca simplemente el éxito individual.
Una de las propuestas de Linklater es avanzar hacia un «buen
ciudadano internacional», cuyos derechos y deberes ciudadanos
estarían desvinculados de los límites de su Estado soberano. El pro-
ceso de integración europea es señalado como un paso importante
hacia la realización del proyecto de comunidad política mundial,
en la que la ciudadanía cosmopolita no coincidiría, necesariamente,
con un Estado mundial.
Como mencionamos, la propuesta normativa de Linklater está
acompañada de una propuesta, por el momento embrionaria, de
desarrollar una «sociología de los sistemas de Estados» (Linkla-
ter 2002) que dé continuidad a algunas de las reflexiones de los
miembros de la Escuela Inglesa, particularmente Martin Wight. En
concreto, Linklater se propone avanzar en los estudios comparativos
entre los diferentes sistemas de Estados para responder a la pregunta
de si ha habido o no avances en cuanto a la restricción del daño
sufrido por los individuos como consecuencia de la organización
política mundial. Es una propuesta empírica pero que parte de una
preocupación claramente normativa.
Junto a esas dos grandes corrientes de teoría crítica en Relaciones
Internacionales, varias otras aproximaciones han asumido la etique-
ta de «críticas». Entre ellas se destacan los «estudios de seguridad
críticos» (Krause y Williams 1997; Booth 2005), que se distancian
de los estudios de seguridad tradicionales realizados al servicio de
los intereses estratégicos de las grandes potencias, principalmente de
Estados Unidos. El objetivo normativo de los estudios de seguridad
crítico es el mismo que el de la corriente de la «investigación para la
paz», la tradicional alternativa a los estudios estratégicos tradicio-
nales. A diferencia de estos, sin embargo, los estudios de seguridad
críticos tienden a adoptar una metodología interpretativa y a integrar
elementos de las diversas corrientes reflectivistas.
La revisión de la trayectoria de la Teoría Crítica desde su apa-
rición en las Relaciones Internacionales evidencia un programa de
investigación consistente y rico, y al mismo tiempo, en palabras de

137
Mónica Salomón

Linklater, «una invitación a todos los analistas sociales a reflexio-


nar sobre los intereses cognitivos y los supuestos normativos que
presiden su investigación» (Linklater 1992: 91).

2. Enfoques postmodernos

Los enfoques postmodernos (o postestructuralistas)2 en Rela-


ciones Internacionales provienen, básicamente, de la influencia de
la corriente postestructuralista francesa, identificable a partir de
los años sesenta y que incluye, entre sus principales exponentes, a
Jacques Derrida, Michel Foucault, François Lyotard, Julia Kristeva
y Roland Barthes. Como ocurre con muchas otras corrientes, los
postestructuralistas no se definieron a sí mismos como tales ni for-
maron un movimiento cohesionado. La denominación surgió desde
fuera, en referencia a la posición crítica de ese conjunto de autores
ante las limitaciones de la corriente estructuralista (centrada en el
análisis del lenguaje y la comunicación pero también influyente en
áreas como la antropología y el psicoanálisis). Los postestructu-
ralistas también suelen ser identificados como postmodernos (un
término de alcance más amplio), ya que la crítica a la herencia de
la modernidad y la Ilustración suele ser una constante en su obra.
La ruptura con la modernidad o, más específicamente, con el pro-
yecto político de la modernidad, supone un rechazo en bloque al
racionalismo, a la ciencia y a la posibilidad de un conocimiento
objetivo, entre otras cosas.
Los postestructuralistas están asociados también al llamado
«giro lingüístico» en filosofía y humanidades, traducido en un mayor
interés por cuestiones relacionadas con el papel del lenguaje (o de las
diferentes prácticas discursivas) en la estructuración de la realidad.
No obstante, y a diferencia de los filósofos analíticos, interesados
en el papel del lenguaje en la constitución de la realidad social

2
El término «postmodernismo» tiene un alcance más amplio que el de «post-
estructuralismo». El primero se refiere a una gran variedad de movimientos
culturales, artísticos y de análisis sociológico-filosóficos que en alguna
medida intentan apartarse o señalan el fin de la era «moderna» heredada
de la Ilustración. El segundo tiene el alcance más restringido señalado en
el texto. En Relaciones Internacionales los dos términos se han usado de
manera más o menos intercambiable.

138
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

(que presupone una realidad material independiente) (Searle 1995;


2010), los postestructuralistas –vinculados a la llamada «filosofía
continental», más identificada con el campo de las humanidades que
con las ciencias sociales– no hacen distinciones entre «realidad» y
«realidad social», por lo que, desde su punto de vista, el lenguaje
(o el discurso) crea o constituye la propia realidad.
A partir de esa precedencia ontológica que dan al lenguaje, los
postmodernos conciben el mundo como un «gran texto» o conjunto
de textos interconectados (intertexto) (Derrida 1967). La función
del estudioso será, pues, analizar esos textos, discursos o prácticas
discursivas. Ello permitirá, si no conocer, al menos aproximarse al
mundo con el fin de «ilustrar cómo los procesos textuales y sociales
están intrínsecamente conectados y describir, en contextos específi-
cos, las implicaciones para la manera en la que pensamos y actuamos
en el mundo contemporáneo», según explica uno de los adeptos a
este enfoque en Relaciones Internacionales (George 1994: 191). De
lo que se trata, en definitiva, es de desenmascarar las premisas, pre-
suposiciones y sesgos que subyacen a cualquier discurso, incluidas
las teorías que pretenden captar lo que llamamos «realidad», así
como mostrar que las relaciones de poder que el discurso dominante
intenta hacer pasar como «naturales» no lo son tanto.
Los autores postmodernos usan diferentes técnicas y métodos
de análisis del discurso (por lo demás, un procedimiento utilizado
por diferentes disciplinas y para los más variados propósitos). No
obstante, el método de análisis del discurso más asociado a la crí-
tica postmoderna es el de la «deconstrucción», ideado por Jacques
Derrida y aplicado por él mismo y por otros autores al análisis del
pensamiento de distintos autores (entre ellos el de Platón, Descartes,
Kant, Hegel, Nietszche, Freud, Husserl, Heidegger y Sartre). Aunque
las definiciones que da el propio Derrida sobre la deconstrucción
no son nada claras –e incluso ha negado que se trate de un «méto-
do» (Derrida 1987: 390-391)–, de sus análisis se desprende que la
deconstrucción consiste, aproximadamente, en problematizar los
significados que el propio autor atribuye a su texto, proponiendo
lecturas alternativas («doble lectura»). Para ello, se identifican las
«oposiciones binarias» explícitas o implícitas en los textos. Para
ello, se parte del supuesto de que, al menos en la tradición de pen-

139
Mónica Salomón

samiento occidental, organizamos nuestras ideas a partir de pares de


conceptos opuestos (masculino/femenino, fuerte/débil, etc.), en los
que uno de los términos tiene connotaciones positivas y otro nega-
tivas. El análisis de discurso permite poner de relieve ese sistema de
significados, que en una lectura ingenua puede pasar desapercibido.
Características comunes a una parte importante de las obras
catalogadas como postmodernas son un lenguaje denso, a veces im-
penetrable, falsamente profundo, la falta de rigor en el uso de fuentes
y muy poca precisión en la identificación de los sujetos a los que
se hace referencia. Ha sido también detectada (y desenmascarada)
(Sokal y Bricmont 1998) la propensión de un número importante
de autores postmodernos a usar (erróneamente) conceptos de la
física, las matemáticas y otras ciencias frecuentemente denigradas
por los postmodernos para hacer más creíble su propio discurso.
Las primeras obras de factura postmoderna en Relaciones Inter-
nacionales datan de la segunda mitad de la década de los ochenta.
En comparación con otros campos de las ciencias sociales y huma-
nidades, el pensamiento postmoderno penetró bastante tardíamente
en las Relaciones Internacionales. La obra de James der Derian On
Diplomacy (Der Derian 1987) es una de las pioneras, junto con One
World/Many Worlds de R. B. J. Walker (1988).
Pero la obra que marcó verdaderamente la entrada (o más bien
la irrupción) del enfoque postmoderno en las Relaciones Internacio-
nales fue el número extraordinario de la revista International Studies
Quarterly (1990) editado por Richard Ashley y R.B.J. Walker, que
recogía varias contribuciones y contenía un texto introductorio que
hizo las veces de manifiesto o de declaración programática.
El tono del texto es bien ilustrativo de la postura confrontacional
que asumió el movimiento, que se propone, según Ashley y Walker,

«la celebración de la diferencia, no la identidad; el


cuestionamiento y la transgresión de los límites, no la
aserción de límites y marcos; una disposición a cuestionar
cómo el significado y el orden se imponen, no la búsqueda
de una fuente de significado y orden ya establecida; el
incansable y meticuloso análisis de la manera en que el
poder opera en la vida global moderna, no la nostalgia
por una figura soberana (se trate ya del hombre, de Dios,

140
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

de la nación, del Estado, del paradigma o del programa de


investigación) que prometa librarnos del poder; la lucha
por la libertad, no un deseo religioso de producir algún
domicilio territorial o una manera de ser evidente que los
hombres de fe inocente puedan llamar hogar» (Ashley y
Walker 1990: 264-265, traducción nuestra).

El texto ilustra también la tendencia postmoderna a «colocar


todo en el mismo saco», estableciendo engañosos paralelos entre
conceptos diferentes.
A partir del inicio de la década de los noventa las publicaciones
de influencia postmoderna/postestructuralista se sucedieron con
regularidad en la disciplina, incorporando tanto las técnicas de
análisis del discurso como los posicionamientos epistemológicos
(subjetivismo, relativismo) y ontológicos (papel constitutivo de las
prácticas discursivas) de los postmodernos/postestructuralistas.
También incorporaron muchos de los focos de interés de la literatura
postmoderna, empezando por las relaciones entre conocimiento y
poder a partir del pensamiento de Michel Foucault (Foucault 1976,
entre otras)3.
En cuanto al contenido, las obras postmodernas sobre relacio-
nes internacionales son tanto de carácter metateórico (crítica a las
teorías de las Relaciones Internacionales y sus conceptos) como más
sustantivas, abordándose un amplio rango de temáticas «clásicas»
de la disciplina.
La crítica a la teorización convencional en Relaciones Interna-
cionales ha sido el terreno preferido por los postmodernos, sobre
todo en los primeros años tras su surgimiento. En general, los
autores postmodernos conciben las teorías convencionales de las
Relaciones Internacionales no como explicaciones sino como algo
que debe explicarse. Para R. J. B. Walker, por ejemplo, «las teorías de
las Relaciones Internacionales son más interesantes como aspectos
de la política mundial contemporánea que necesita ser explicada
que como explicaciones de la política mundial contemporánea»
(Walker 1988: 6). Buena parte de los análisis postmodernos a las

3
En nuestra opinión, el uso de la rica obra foucaultiana como base de
inspiración de parte de la producción postmoderna en RI ha contribuido
mucho a evitar su caída en la total vacuidad.

141
Mónica Salomón

teorías de las Relaciones Internacionales son críticas dirigidas contra


el neorrealismo de Waltz, que, como ha señalado un autor (Soren-
sen 1998:85), es la «metanarrativa» más atacada por este grupo.
Richard Ashley, en su primer trabajo decididamente postmoderno,
emprendió la deconstrucción de Man, State and War y de Theory
of International Politics de Waltz (Ashley 1989). Ashley centró su
análisis en la dicotomía hombre/guerra, señalando la dependen-
cia jerárquica de la noción de «hombre» de la de «guerra» en el
discurso de Waltz y proponiendo una lectura alternativa en la que
se invirtiera la jerarquía. Por su parte, James Der Derian aplicó
un análisis genealógico-semiológico a la evolución del realismo
en general (Der Derian 1995). Por último, la reinterpretación, en
clave deconstructivista o genealógica de autores clásicos (del pensa-
miento internacional o de otras disciplinas) es también un ejercicio
habitual de los autores postmodernos. Así, por ejemplo, los textos
de Tucídides y de Maquiavelo han sido deconstruidos (por Daniel
(BSTUZ)BZXBSE"MLFSFOFMDBTPEFMQSJNFSPZQPS3+#8BMLFS
en el del segundo) con el fin de demostrar que la conexión entre
estos autores y el realismo/neorrealismo contemporáneo es más
débil que lo que suele afirmarse (Garst 1989; Walker 1989). Otros
clásicos reinterpretados desde la óptica postmoderna y en relación
a su pensamiento internacional han sido Freud, Vico, Marx, Weber
y Nietszche (Elshtain 1989; Alker 1990; Der Derian 1993).
Las temáticas más sustantivas abordadas por los autores post-
modernos son muy variadas (aunque de una u otra manera las dife-
rentes temáticas se vinculan al tema de la identidad y la construcción
discursiva del «otro»), cubriendo prácticamente todo el abanico de
temas abordados por las Relaciones Internacionales, desde los más
«clásicos», como diplomacia (Der Derian 1987; 1992), soberanía
(Bartelson 1995; Edkins, Pin-Fat y Shapiro 2004), política externa
(Doty 1993; Campbell 1998; Campbell 2005) o seguridad (Hansen
2006; Jackson 2009) hasta temas incorporados más recientemente a
la agenda de RI como hambre y crisis humanitarias (Edkins 2000)
o refugiados (Soguk 1999).
A medida que los enfoques postmodernos/postestructuralistas
se han ido integrando institucionalmente a la disciplina, sus posi-
cionamientos radicales parecen haberse suavizado. Muy ilustrativo

142
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

de ese esfuerzo por aumentar la aceptación del postestructuralismo


en la academia de RI nos parece el capítulo de David Campbell
(Campbell 2007) sobre postestructuralismo en una obra reciente
de introducción a las teorías de Relaciones Internacionales (Dunne,
Kurki y Smith 2007), en el que sale al paso de las principales críticas
con unas afirmaciones que parecen estar en franca contradicción con
las manifestaciones tradicionales de los autores postmodernos. En
ese texto Campbell se identifica a sí mismo como postestructuralista
y desvincula al postestructuralismo del postmodernismo, de modo
de distanciarse del discurso anti-Ilustración4. También reconoce la
existencia de un mundo material independiente del discurso y destaca
el carácter «constructivo» del postestructuralismo para «el estudio
de la política internacional de una manera diferente» (es decir, no
como ciencia social). No es que Campbell reconozca un cambio en
el abordaje postestructuralista en RI en general ni en el suyo propio
en particular. No admite estar haciendo ninguna rectificación, sino
despejando un malentendido, producto, según él, de la interpretación
equivocada de los detractores del postmodernismo. Esa negación de
los aspectos más chocantes y cuestionados del postmodernismo/pos-
testructuralismo no resulta, a nuestro juicio, muy convincente. Negar
las críticas no es lo mismo que rebatirlas con argumentos válidos.
A favor de los abordajes postmodernos/postestructuralistas,
cabe decir que toda crítica es saludable y que nunca es un ejercicio
ocioso poner de manifiesto las ideologías subyacentes de cualquier
teorización social, mucho menos de las extremadamente ideológicas
teorías de las Relaciones Internacionales. En contra, que la falta de
rigor y claridad conceptual, la falta de foco de las críticas y el tono
y estilo vacuo de buena parte de la producción postmoderna opera
contra la eficacia de la propia crítica.

3. Enfoques feministas

Parece poco discutible que la dimensión de género está pre-


sente en numerosas cuestiones consideradas desde las Relaciones

4
Es significativo el título de la sección del capítulo en que aparece esa
argumentación: «Poststructuralism misunderstood as postmodernism»
(Campbell 2007: 221).

143
Mónica Salomón

Internacionales y que para la mejor comprensión de esas cuestiones


resulta fructífero (y a veces indispensable) tenerla en cuenta. En los
conflictos armados, el análisis de las diferencias entre los papeles
desempeñados por hombres y mujeres, así como el de la manera en
que las partes implicadas en un conflicto definen los atributos de
los géneros femenino o masculino (en otras palabras, la manera en
que el género es socialmente construido) puede tener interés no solo
para quienes luchan contra la discriminación sexual sino también
para comprender la propia dinámica de los conflictos y también para
quienes intentan resolverlos o elaborar políticas pos-conflictos. De la
misma manera, comprender las especificidades de la división sexual
del trabajo en una situación dada ayudará a comprender mejor la
problemática del desarrollo/subdesarrollo y a los encargados de la
elaboración e implementación de políticas de desarrollo.
Pese a ello, solo en las dos últimas décadas esa idea de que «el
género importa» se ha generalizado en las Relaciones Internaciona-
les, y progresivamente, la «ausencia de las mujeres de las Relaciones
Internacionales» (Halliday 1994) y, en un sentido más amplio, de
las cuestiones de género, se está superando. En los programas de
los cursos de Relaciones Internacionales las cuestiones de género
y/o los enfoques feministas en Relaciones Internacionales suelen
tener un espacio propio. Los principales manuales de Relaciones
Internacionales incluyen capítulos sobre género/enfoques feministas,
y ya hay una producción intelectual respetable, materializada en
numerosos artículos y capítulos de libros. Paralelamente, y en parte
debido a la penetración de esas ideas en la academia, en las orga-
nizaciones internacionales, empezando por el sistema de Naciones
Unidas, en los últimos años existe una política específica (gender
mainstreaming) que exige tomar en cuenta la dimensión de género
para la elaboración y aplicación de políticas5.
Las cuestiones de género fueron introducidas en la disciplina y
en la teoría de las Relaciones Internacionales a partir de los últimos

5
La estrategia de gender mainstreaming fue adoptada en la Plataforma de
Acción de Pekín, aprobada por la Cuarta Conferencia de Naciones Unidas
sobre la Mujer (Pekín 1995). La resolución 1325/2000 del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas hizo un llamamiento a la incorporación de
la perspectiva de género en las operaciones de paz y en la negociación de
acuerdos de paz.

144
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

años de la década de los ochenta por autoras feministas, asociadas


al movimiento feminista y a la teoría feminista. Como se sabe, el
movimiento feminista es un movimiento político muy activo que
surgió en la década de 1960, con antecedentes en los movimientos
sufragistas y en defensa de los derechos de la mujer de finales del
siglo XIX y comienzos del XX. La teoría feminista (que en realidad
abarca enfoques muy variados y diversos) está estrechamente vin-
culada a los objetivos políticos del movimiento feminista.
El papel que tuvieron las autoras feministas en la introducción
de las cuestiones de género en la disciplina condicionó mucho la
manera en que se abordan esos temas en Relaciones Internacionales.
Las obras que tratan de género y Relaciones Internacionales son
fruto de la interacción entre los objetivos prácticos feministas y los
objetivos teórico-analíticos de las Relaciones Internacionales como
ciencia social (o al menos como campo de conocimiento). El objetivo
práctico feminista es la emancipación o liberación de la mujer de la
opresión patriarcal. El objetivo teórico-analítico de las Relaciones
Internacionales es comprender la naturaleza de las relaciones socia-
les entre los diferentes gobiernos y sociedades. Esos dos objetivos
no siempre resultan fácilmente combinables. En prácticamente
todos los casos, las obras catalogables en la categoría «feminismo
y Relaciones Internacionales» tienen como preocupación principal
la liberación de la mujer, y solo en una medida mucho menor se
ocupan de la elucidación de un problema que afecte a las Relaciones
Internacionales. Esa subordinación del objetivo analítico al objetivo
político afecta, a nuestro modo de ver, la calidad de buena parte de
la producción feminista en Relaciones Internacionales.
Otra serie de condicionamientos son los impuestos por la propia
importación de la teoría feminista a las Relaciones Internacionales.
Aunque hay diversos enfoques teóricos dentro del feminismo, en
Relaciones Internacionales prevalecen los enfoques postmodernos y
el llamado «feminismo de punto de vista» (stand-point feminism),
que también rompe con la ciencia social al uso. Ambos, a su vez, se
definen como políticamente radicales (en oposición a los enfoques
liberales o socialistas/marxistas). Los ya mencionados problemas de
los enfoques postmodernos aparecen también en la mayor parte de
la producción feminista en RI: falta de rigor y claridad conceptual,

145
Mónica Salomón

críticas poco focalizadas y poco fundamentadas y una excesiva


preocupación por justificar la pertinencia de los enfoques de gé-
nero –muchas veces acompañada de ataques sobredimensionados
y poco justificados a la supuesta incapacidad de los enfoques tra-
dicionales para abordar esas cuestiones– en detrimento de análisis
más sustantivos. Además de eso, parece evidente que existe cierta
contradicción entre el proyecto político feminista de liberación de
la mujer y el rechazo postmoderno a cualquier proyecto emancipa-
dor universal. Feministas postmodernas como Silvester (1994) han
reconocido esa contradicción.
Como la de los autores postmodernos en general, la produc-
ción de las feministas postmodernas se concentra en el análisis del
discurso. Les interesa mostrar cómo los discursos y las estructuras
dominantes y hegemónicas (entre las que pueden incluirse las teorías
tradicionales de las Relaciones Internacionales) están profunda-
mente imbuidas de la ideología patriarcal y el dominio masculino.
Un ejercicio bastante frecuente es mostrar los mecanismos de la
construcción social de género. Así, por ejemplo, Jean Bethke Els-
htain (Elshtain 1987) identificó los estereotipos de «guerrero justo»
atribuido al género masculino vs. «alma hermosa» (femenino) en
diferentes textos sobre guerra y paz. Jessica West (West 2004/2005),
por su parte, mostró cómo los estereotipos sobre género influyeron
en la manera en que diferentes medios periodísticos presentaron el
fenómeno de las mujeres terroristas chechenas o «viudas negras».
El feminismo de «punto de vista» en Relaciones Internacio-
nales pretende reinterpretar la teoría y la práctica de la disciplina
a través de una lente feminista. Según sus practicantes, el marco
conceptual de las Relaciones Internacionales está «marcado por
el género» y refleja unos valores y unas preocupaciones esencial-
mente masculinas. Una perspectiva basada en el punto de vista
debería poder mostrar cómo las mujeres están situadas en relación
a las estructuras de poder dominantes y cómo esto forja un sen-
tido de identidad y una política de resistencia, además de sugerir
maneras en las que tanto la teoría como la práctica puedan ser
reorientadas en sentido liberador (Steans 1998). Cinthia Enloe
(«Bananas, Beaches and Bases», 1989) y Jo Ann Tickner (quien
reescribió los seis principios del realismo político de Morgenthau

146
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

desde una perspectiva feminista) (Tickner 1988) son dos autoras


que se encuadran en este enfoque.
Las corrientes feministas en Relaciones Internacionales están
consolidadas en los diferentes espacios institucionales de la discipli-
na y ningún manual de Relaciones Internacionales se permite ignorar
su contribución. Esta ha sido, sin embargo, marginal y limitada,
tanto por la especificidad de su objetivo normativo como por su
resistencia a «someterse» a los parámetros de la ciencia social al uso.

4. Constructivismo

El constructivismo, también llamado «constructivismo social»,


es el enfoque que más elementos de la teoría sociológica contem-
poránea aportó a las Relaciones Internacionales. De ahí que pueda
hablarse de un «giro sociológico» (sociological turn), paralelo al
«giro lingüístico» en la disciplina a partir de los primeros años de
la década de los noventa.
Inicialmente, el constructivismo era difícilmente distinguible
de los demás reflectivismos. De hecho, el supuesto principal del
constructivismo (la construcción de la realidad social) es compar-
tido por todos ellos. Pero en muy pocos años el constructivismo
adquirió un perfil bastante diferenciado y una gran fuerza dentro
de la disciplina, tanto en términos de la cantidad de autores que se
adscribieron al nuevo enfoque como de la cantidad y calidad de su
producción. Resulta significativo que, ya en 1998, Stephen Walt, en
un artículo que alcanzó gran difusión, señalara al constructivismo
como el tercer pilar (junto con el realismo y el liberalismo) de la
teoría contemporánea de las Relaciones Internacionales.
La característica distintiva del constructivismo es la combi-
nación de un programa de investigación centrado en cuestiones
socio-cognitivas (bastante diferente del foco del debate neo-neo) y
una postura muy contemporizadora hacia los enfoques racionalis-
tas y sus bases epistemológicas. Los autores constructivistas hacen
bastante hincapié en que el constructivismo no es una «teoría de las
Relaciones Internacionales», en el sentido de que no contiene unos
supuestos establecidos sobre la naturaleza o sobre los cambios de
la política internacional como el realismo o el liberalismo (Wendt

147
Mónica Salomón

1992; Finnemore y Sikkink 2001), sino más bien una «teoría social»
más amplia o un «programa de investigación». Esa actitud ilustra
la postura de los constructivistas –o de muchos de ellos– hacia la
actividad de teorizar: suelen preferir una teorización más inductiva
e interpretativa que deductiva y explicativa. Más que premisas o su-
puestos, lo que los constructivistas plantean son hipótesis de trabajo.
Además de las obras de clásicos de la sociología como Durkheim
y Weber, dos obras importantes de la sociología del conocimiento
son especialmente influyentes en el pensamiento constructivista en
Relaciones Internacionales. Una es el clásico de Berger y Luckmann
«La construcción social de la realidad» (Berger y Luckman 1966).
Otra es «Central Problems in Social Theory», donde Anthony
Giddens desarrolló su «teoría de la estructuración» (Giddens 1979).
De las múltiples influencias provenientes de la propia disciplina de
las Relaciones Internacionales los autores constructivistas destacan
tres núcleos, todos ellos particularmente interesados en el papel de
los factores socio-cognitivos en las Relaciones Internacionales: en
primer lugar, la literatura vinculada a la teorización sobre la sociedad
internacional, especialmente la obra de Hedley Bull (Bull 1977).
En segundo lugar, los aportes de la escuela neofuncionalista de la
integración europea (Haas 1968; Lindberg 1970; Nye 1971). En
tercer lugar, las de los estudiosos que se ocuparon de los problemas
de la percepción en los procesos de toma de decisiones, entre los
que se destaca Robert Jervis (1988).
La etiqueta de «constructivismo» para designar un programa
de investigación en Relaciones Internacionales alternativo a los
existentes fue acuñada por Nicholas Onuf en 1989, en su obra
«World of Our Making» (Onuf 1989). Sin embargo, el autor más
representativo de esta corriente es Alexander Wendt, quien en 1987
ya había planteado el tema central de la problemática constructi-
vista: la mutua constitución de las estructuras sociales y los agentes
en las relaciones internacionales (Wendt 1987). John Ruggie y
'SJFESJDI,SBUPDIXJMTFDVFOUBOUBNCJÊOFOUSFMPTQSJNFSPTBVUPSFT
SFDPOPDJEBNFOUFDPOTUSVDUJWJTUBT 3VHHJFZ,SBUPDIXJM,SB-
UPDIXJM
&NNBOVFM"EMFS 1FUFS,BU[FOTUFJO +FGGSFZ$IFDLFM 
Michael Barnett, Martha Finnemore y Kathrin Sikkink son otros
constructivistas de renombre.

148
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

En su influyente artículo de 1992, «La anarquía es lo que los


Estados hacen de ella», Wendt presentó una exposición detallada
del proyecto constructivista que merece la pena reseñar. Señaló
al constructivismo como una perspectiva capaz de contribuir al
diálogo neorrealismo-neoliberalismo –reforzando los argumentos
neoliberales– y a la vez capaz de acercar las posiciones reflectivis-
tas a las racionalistas (Wendt 1992: 394). Según Wendt, el diálogo
entre neorrealistas-neoliberales gira en torno a la medida en que la
acción estatal está condicionada por la «estructura» (anarquía y
distribución de poder) o por el «proceso» (interacción y aprendizaje)
e instituciones. Ese diálogo era posible a partir de la base común: el
compromiso «racionalista» de ambas partes y, sobre todo, su uso
de los modelos económicos y de la teoría de los juegos. El problema
es que la teorización basada en la teoría de los juegos no concede
especial interés a las identidades y a los intereses de los participantes,
sino que los trata como factores exógenos (a la interacción) fijos,
centrándose en la manera en que los actores se comportan y en los
resultados de sus acciones. Sin embargo, en opinión de Wendt, las
posiciones neoliberales –que sostienen que los procesos e institucio-
nes pueden dar lugar a un comportamiento cooperativo a pesar de
la anarquía– se verían reforzadas si contaran con una teoría siste-
mática que explicara la transformación de las identidades e intereses
de los actores por parte de los regímenes e instituciones. A su vez,
las teorías «reflectivistas» sí se ocupan de «cómo las prácticas de
conocimiento constituyen a los individuos», una cuestión cercana,
según Wendt, a las inquietudes de los neoliberales. Así, pues, el autor
cree posible contribuir al debate (racionalista) entre neorrealistas y
neoliberales con elementos constructivistas.
Para ilustrar las ventajas de contar con una teoría sistemática
que explique la formación de las identidades e intereses de los actores
y el papel de las instituciones en las dinámicas de cooperación (y tam-
bién en las de conflicto) del sistema internacional, Wendt desarrolló
en su artículo la cuestión del significado de la noción de anarquía
y sus implicaciones. Según la teoría neorrealista, la anarquía da
lugar, necesariamente, al conflicto, a partir de una concepción de la
seguridad basada en la necesidad de la autotutela (self-help). Wendt
propuso cuestionar y problematizar este vínculo estrecho, sugiriendo

149
Mónica Salomón

que la vinculación entre anarquía y política de autotutela podría


ser no necesaria sino contingente. Para Wendt, la autotutela no es
un rasgo constitutivo de la anarquía sino una «institución», que
define como «un conjunto o una estructura relativamente estable
de identidades e intereses» (Wendt 1992: 399). Esas estructuras
pueden estar codificadas a través de reglas y normas formales, pero
son «unas entidades fundamentalmente cognitivas que no existen
aparte de las ideas de los actores sobre cómo funciona el mundo».
El proceso de institucionalización consiste en la internalización de
nuevas identidades e intereses. La autotutela es, pues, una institu-
ción, una estructura particular de identidades e intereses, pero no
la única posible en una situación de anarquía. Wendt argumenta
que podrían existir otras. Una posibilidad, por ejemplo, la de una
estructura opuesta a la de la política de autotutela: la de un sistema
de seguridad basado en una estructura cooperativa, en la que los
Estados se identificaran positivamente entre sí y percibieran la se-
guridad de cada uno como la responsabilidad de todos (seguridad
colectiva). Entre ambos extremos podría hipotetizarse también la
posibilidad de que en un sistema anárquico se desarrollara una
estructura intermedia, en la que los Estados fueran indiferentes a
las relaciones entre su propia seguridad y la de los demás pero se
preocuparan más con las ganancias absolutas de la cooperación
que con la posición relativa de cada Estado. Evidentemente, esas
diferentes instituciones o estructuras no surgirían de la anarquía sino
que serían la consecuencia de otros procesos, fundamentalmente de
la interacción recíproca entre los actores. Por determinadas circuns-
tancias, la interacción entre los actores puede dar lugar a la creación
de unas estructuras más o menos competitivas. Wendt niega, por
lo tanto, que las identidades e intereses de los actores preexistan a
la interacción sino que se desarrollan a partir de esa interacción:

«[Ello] presupondría una historia de interacción en


la que los actores han adquirido identidades e intereses
egoístas. Antes de la interacción (...) no tendrían expe-
riencias sobre las que basar semejantes definiciones de sí
mismos y de los demás. Asumir lo contrario es atribuir
a los Estados en el estado de naturaleza unas cualidades
que solo pueden poseer en sociedad» (Wendt 1992: 402).

150
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

Ahora bien, una vez creadas, las estructuras (como por ejemplo
la de autotutela), sufren un proceso de «reificación»: se las trata
como algo separado de las prácticas que la producen y mantienen.
Como las estructuras configuran las identidades e intereses de los
actores, un cambio de dinámica (como el que supondría pasar de
un sistema de autotutela a un sistema cooperativo) no es nunca
sencillo. Sin embargo, a través de largos procesos de interacción
los actores podrían redefinir sus identidades e intereses y pasar de
un sistema de autotutela a uno de cooperación.
Wendt no propuso una teoría de las Relaciones Internacio-
nales –ni siquiera en su posterior «Social Theory of International
Politics» (Wendt 1999)– sino un conjunto de hipótesis que sugirió
explorar empíricamente. Lo que sí propuso, como ya mencionamos,
fue una agenda de investigación que tendría como objetivo evaluar
las relaciones causales entre prácticas e interacciones (variable in-
dependiente) y las estructuras cognitivas en el nivel de los Estados
individuales y los sistemas de Estados (variable dependiente), lo que
equivale a explorar la relación entre lo que los actores hacen y lo
que son. Aunque sugirió partir de la idea de la constitución mutua
entre agentes (actores) y estructuras, subrayó que no es una idea
que pueda ayudar demasiado: lo que hay que averiguar es cómo se
constituyen mutuamente. En particular, Wendt señaló la importancia
del papel de la práctica al configurar actitudes hacia lo «dado» de
esas estructuras: ¿Cómo y porqué los actores reifican las estructuras
sociales, y bajo qué condiciones desnaturalizan esas reificaciones?
Es también destacable la postura de Wendt frente a la contro-
versia epistemológica definida como «positivismo-postpositivismo».
Sencillamente, propuso quitarle importancia, señalando asimismo
que «abandonar las restricciones artificiales de las concepciones de
investigación del positivismo lógico no nos obliga a abandonar la
‘ciencia’» (Wendt 1992: 425).
La agenda propuesta por Wendt y por otros autores constructi-
vistas dio lugar, como ya indicamos, a una importante y rica produc-
ción. Junto con el análisis de los procesos de creación de identidades
a partir de la mutua interacción entre agentes y estructuras (foco de la
propuesta de Wendt), la producción constructivista ha investigado la
cuestión complementaria de cómo las ideas institucionalizadas gene-

151
Mónica Salomón

ran prácticas internacionales (Adler 2002: 102). Los constructivistas


están interesados, en particular, en un tipo de ideas: las normas. Según
Katzenstein (1996: 5), las normas «describen expectativas colectivas
sobre el comportamiento adecuado de los actores con una identidad
dada. En algunas situaciones las normas operan como reglas que defi-
nen la identidad de un actor, teniendo así «efectos constitutivos» que
especifican qué acciones llevarán a otros actores relevantes a reconocer
una identidad particular». Entre otras cuestiones, los autores cons-
tructivistas se han ocupado de los procesos de creación de las normas
internacionales referentes a cuestiones variadas (derechos humanos,
medio ambiente), investigando su ciclo de vida (Finnemore y Sikkink
1998), sus mecanismos de constitución, los actores o agentes con papel
relevante en su constitución (emprendedores morales, comunidades
epistémicas, organizaciones internacionales, redes de activistas trans-
nacionales, ciertos Estados) (Keck y Sikkink 1998) y en los efectos
diferenciados de las normas en los diferentes tipos de Estados.
Aunque los autores constructivistas tratan también cuestio-
nes metateóricas, como por ejemplo la (bastante popular) de su
compatibilidad/incompatibilidad con las corrientes racionalistas
mayoritarias (Fearon y Wendt 2002), la investigación constructivista
empírica, sustantiva, supera con creces a ese tipo de ejercicios. Eso
muestra, a nuestro modo de ver, que el constructivismo ha superado
ampliamente el desafío de la relevancia.

iii. Sociología histórica y relaciones


internacionales

La Sociología Histórica no es un enfoque ni una subdisciplina de las


Relaciones Internacionales, sino una disciplina autónoma e indepen-
diente. Hasta hace unos veinte años había muy poco intercambio
entre sociólogos históricos y autores de Relaciones Internacionales.
En los años noventa comenzó a producirse un acercamiento, que se
manifestó en citaciones (a obras de Sociología Histórica por parte
de autores de RI y viceversa), publicaciones y el establecimiento de
foros institucionalizados para el intercambio académico entre las dos
disciplinas. Las obras de Hobden (1998) y la editada por Hobden
y Hobson (2005) ilustran bien este esfuerzo. La primera presenta al

152
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

público de Relaciones Internacionales los principales temas y autores


de la Sociología Histórica. La segunda, también dirigida al público de
las Relaciones Internacionales, está concebida como un «manifiesto»
a favor de un mayor acercamiento a la Sociología Histórica y con-
tiene capítulos de autores de Relaciones Internacionales que ilustran
las múltiples conexiones entre las dos disciplinas. Alguno de esos
autores, como por ejemplo Fred Halliday, identifica su propia obra
como parte de la empresa de la Sociología Histórica (Halliday 2005).
5BNCJÊO"OESFX-JOLMBUFSMPDBMJ[B FOMBNJTNBPCSB TVQSPQVFTUB
de construir una «sociología histórica del daño transnacional» en el
campo de la Sociología Histórica (sin que ello resulte incompatible
con su adscripción a la Teoría Crítica) (Linklater 2002). También es
significativa, como ilustración de los puentes construidos entre las
dos disciplinas, la creación del grupo de trabajo Sociologia Histórica
en BISA (British International Studies Association) en 2004.
La Sociología Histórica ha sido definida por Theda Skocpol,
una de sus principales exponentes, como «una tradición […] de
investigación dedicada a la comprensión del carácter y los efectos
de las estructuras [sociales] a gran escala y de procesos fundamen-
tales de cambio» (Skocpol 1984:4). Esa tradición se subdivide en
EPTHSBOEFTMÎOFBT MBEFJOTQJSBDJÓOXFCFSJBOB jOFPXFCFSJBOBv

centrada en la evolución del Estado y sus instituciones y que incluye
a la propia Skocpol, Barrington Moore, Anthony Giddens, Charles
Tilly y Michael Mann, y la línea de inspiración marxista, con foco en
el análisis del sistema internacional o, en sus términos, del sistema-
mundo, y que incluye a Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi,
André Gunder Frank o Samir Amin entre sus autores más conocidos.
%FOUSPEFMBMÎOFBOFPXFCFSJBOB MBTPCSBTEF.JDIBFM.BOOZ
de Charles Tilly han sido especialmente influyentes en las Relaciones
Internacionales. La principal contribución de Michael Mann es un
ambicioso análisis histórico de las fuentes del poder social (Mann
1986; 1993): la ideológica, la económica, la militar y la política. Según
el análisis de Mann, cada una de esas fuentes de poder cuenta con su
propia red de relaciones e interacciones. El surgimiento y desarrollo
del Estado debe entenderse a partir de configuraciones específicas (para
cada momento histórico) de esas diversas fuentes de poder social. En
particular, Mann señala a la competición militar entre élites políticas

153
Mónica Salomón

como factor principal en el surgimiento del Estado territorial. Sostie-


ne también que, mientras que en el siglo XVIII las fuentes de poder
económico y militar prevalecieron sobre la política y la ideológica, en
el siglo XIX la correlación se invirtió. Mann es contrario a todo deter-
minismo: el peso de las diversas fuentes de poder social varía a lo largo
del tiempo. Mann ha intentado responder también a la pregunta, tan
actual, de si la globalización está llevando al declive del Estado-nación
(Mann 1997). Su tratamiento de la cuestión ilustra bien el rechazo
por cualquier determinismo que Mann comparte con los sociólogos
IJTUÓSJDPTOFPXFCFSJBOPTFOHFOFSBM.BOOJEFOUJàDB EFOUSPEFMBT
diversas tendencias que, según algunos, estarían socavando las bases del
Estado contemporáneo (desarrollo del capitalismo financiero, aparición
de amenazas globales –medioambientales, demográficas– o creación
de movimientos sociales transnacionales), algunos aspectos que esta-
rían socavando el Estado y otros que, por el contrario, lo reforzarían.
Así, por ejemplo, aunque los mercados financieros son globales, están
parcialmente regulados por leyes y prácticas contables nacionales; y
aunque las cuestiones medioambientales son gestionadas en parte por
redes locales/transnacionales, por otro lado también lo están por unas
agencias intergubernamentales cada vez más numerosas. En definitiva,
las pautas identificadas son tan variadas y contradictorias que es im-
posible afirmar si el Estado-nación está debilitándose o reforzándose.
Charles Tilly, por su parte, mostró en su obra fundamental
«Capital, Coerción y Estados Europeos» (Tilly 1992) que el Estado
contemporáneo no es el producto de un diseño institucional precon-
cebido ni tampoco siguió un camino uniforme, sino que evolucionó
a partir de trayectorias muy diferentes. En gran medida, estas tra-
yectorias estuvieron determinadas por los diferentes pesos de dos
factores principales: la aplicación de la coerción y la disponibilidad
de capital entre los diferentes Estados. Según Tilly, la actividad gue-
rrera de los detentores de poder (inicialmente la «construcción de
Estado», consistía básicamente en la eliminación o neutralización
de los enemigos internos) los involucró en la extracción de recursos
(necesarios para la guerra) de las poblaciones controladas por ellos
y en la promoción de la acumulación del capital de aquellos sectores
que podían contribuir financieramente con la actividad guerrera.
Los Estados europeos acabaron convergiendo en el Estado nacional

154
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

contemporáneo a partir de la evolución de la guerra y por la influen-


cia mutua entre los diferentes Estados. El modelo que Tilly llama
de «coerción capitalizada» (combinación de fuentes sustanciales de
capital con disponibilidad de recursos humanos suficiente para la
creación de un ejército importante e incorporación de los capitalis-
tas a la estructura organizativa de los Estados) fue el que consiguió
prevalecer por su mayor capacidad de sustentar los ejércitos con sus
propios recursos y su mayor eficiencia en la guerra. Tilly también
aporta elementos importantes para entender las diferencias entre
el proceso original de formación de Estados-nación en Europa y
la creación de los nuevos Estados producto de la descolonización
post Segunda Guerra Mundial. Mientras que en el proceso de cons-
trucción de los Estados europeos los factores internos tuvieron un
peso mucho mayor que los externos (sistémicos), los nuevos Estados
del tercer mundo deben su existencia, principalmente, al apoyo y
reconocimiento externo, tanto de sus ex potencias coloniales como
del sistema como un todo. En los Estados europeos tuvo lugar un
largo proceso negociador entre los agentes de los Estados y de los
grupos civiles que controlaban los recursos, en el transcurso del
cual se desarrollaron las instituciones políticas representativas
como asambleas, Estados generales y parlamentos. Al final de ese
proceso los civiles controlaban a los militares. Los nuevos Estados
del tercer mundo no experimentaron ese proceso. Las elites, con
fuertes componentes militares herederos de las estructuras coloniales
represivas, reciben el apoyo económico (asistencia militar y compra
de sus recursos) del exterior, por lo que son menos dependientes de
los recursos internos y menos proclives a ceder su parcela de poder.
"VORVFFMÊOGBTJTEF5JMMZZEFMB4PDJPMPHÎB)JTUÓSJDBOFPXF-
beriana en general en la guerra, en el Estado y también en el sistema
internacional se acercan, en cierto sentido, a las preocupaciones de
la escuela realista de las Relaciones Internacionales, su preocupación
por los procesos internos al Estado y por la interacción entre los
procesos internos y los internacionales demuestran que se trata de
una aproximación bien diferente. Se aproxima mucho más, a nuestro
modo de ver, a los enfoques críticos neogramscianos.
Pasamos ahora a la vertiente neomarxista de la Sociología His-
UÓSJDB"EJGFSFODJBEFMPTOFPXFCFSJBOPT RVFTÎTFJEFOUJàDBODPOMB

155
Mónica Salomón

denominación de Sociología Histórica que ellos mismos acuñaron,


los neomarxistas como Wallerstein, Arrighi o Samir Amin, que de-
sarrollaron su aproximación propia, pueden ser considerados tanto
como una aproximación diferenciada (sistémica) de la Sociología
Histórica como una escuela de Economía Política o de la Historia
Económica. De hecho, ellos rechazan cualquier adscripción a una
disciplina específica porque rechazan también la propia división
de las ciencias sociales en disciplinas separadas, propugnando un
enfoque «unidisciplinar» (Wallerstein 2004). De todos modos, la
creación de la sección «Economía Política del Sistema Mundo»
dentro de la Asociación Americana de Sociología, de alguna manera
institucionalizó este campo de investigación.
La influencia de la obra de Wallerstein y de los demás autores
de la Economía Política del Sistema Mundo antecede al reciente
interés por la Sociología Histórica. De hecho, cuando a inicios de los
años ochenta se empezó a conceptualizar el panorama teórico de las
Relaciones Internacionales como un «debate interparadigmático»
(Banks 1984; Holsti 1985), se enmarcó en el «paradigma estruc-
turalista» al conjunto de aproximaciones herederas del marxismo,
incluyendo las teorías de la dependencia (antecesora directa del
enfoque de sistema-mundo) y la propia aproximación del sistema-
mundo. Aunque el peso de ese «paradigma» en la disciplina no era
comparable al de las corrientes realistas y liberales, esa inclusión
manifestó cierto interés por los análisis de un conjunto de autores y
enfoques «externos» a la disciplina. El foco de las investigaciones de
estos autores es la formación histórica del sistema capitalista a partir
de la expansión del capitalismo europeo en el siglo XVI. La unidad
de análisis considerada no es el Estado sino los «sistemas sociales»,
entendidos como sistemas históricos complejos formados por re-
des integradas de procesos económicos, políticos y culturales con
dinámicas propias. Históricamente existieron dos tipos de sistemas
sociales: los mini-sistemas (economías tribales), ya desaparecidos, y
los sistemas-mundo, definidos como una unidad espacio-temporal,
con una única división de trabajo, una o más estructuras políticas y
múltiples sistemas culturales. A su vez, los sistemas mundo pueden
ser imperios-mundo (dos o más grupos diferenciados culturalmente,
con un único sistema de gobierno vinculado a una élite) o econo-

156
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

mías-mundo (varias entidades políticas interdependientes desde el


punto de vista económico).
Actualmente, vivimos en una economía-mundo capitalista que
surgió en Europa en el siglo XVI y que a comienzos del siglo XIX
se había expandido en todo el planeta. Desde el siglo XVII esa
economía-mundo está organizada en un sistema de Estados. En la
economía-mundo existe una división de trabajo entre los Estados de
«centro» , «semi-periferia» y «periferia», atendiendo, sobre todo, al
tipo de actividades productivas desarrolladas, con las más rentables,
capital-intensivas desarrolladas en el centro y las menos rentables,
trabajo-intensivas en la periferia. Las tres zonas están vinculadas en
una relación de explotación, en la cual la riqueza es direccionada de la
periferia hacia el centro. El papel del sistema de Estados es contribuir
(a partir de reglamentaciones sobre los diferentes factores producti-
vos o por otros medios) a esa división internacional del trabajo, y en
particular garantizar la existencia de un mercado parcialmente libre
(oligopólico). Según esta interpretación, el sistema interestatal, al igual
que todas las instituciones del mundo moderno (clases, grupos étnicos
y nacionales, hogares) es consecuencia, no causa de la economía-
mundo capitalista. El sistema interestatal está pautado por ciclos
hegemónicos, en los cuales el sistema es dominado por una potencia
hegemónica (las Provincias Unidas desde la mitad del siglo XVII, el
Reino Unido desde la mitad del siglo XIX y Estados Unidos desde
la mitad del siglo XX). La potencia hegemónica define e impone las
reglas de juego de la acumulación capitalista mientras mantiene su
dominio. Sin embargo, ese esfuerzo (ideológico y militar) la acaba
desgastando a largo plazo. Eso, juntamente con la pérdida de ventajas
productivas con respecto a otras potencias, acaba con el declive de
la potencia hegemónica. Actualmente estaríamos experimentando el
declive de los EEUU como potencia hegemónica y quizás también el
declive de la propia economía-mundo capitalista.
Quienes más han abogado por una mayor interacción de las Rela-
ciones Internacionales con la Sociología Histórica argumentan que ello
ayudaría a corregir algunas tendencias nocivas visibles en las Relaciones
Internacionales, especialmente en sus vertientes clásicas: falta de con-
textualización, presentación de procesos históricos como inmutables o
«naturales», poco interés por el estudio de los cambios. También se ha

157
Mónica Salomón

apuntado que la Sociología Histórica sería una buena fuente de inspira-


ción para ampliar una agenda innecesariamente restringida. De hecho,
en otras disciplinas de las ciencias sociales (como la ciencia política,
la sociología e incluso la economía) también se reclama una «vuelta a
la historia» e incluso se habla de un «giro histórico» materializado en
un renovado interés en los métodos de investigación histórica y en las
metodologías de explicación históricas (McDonald 1996).

iv. Consideraciones finales

Como indicábamos al comienzo de este capítulo, los diferentes enfo-


ques descritos han seguido trayectorias bastante diversas en cuanto
al peso de sus diferentes componentes (explicativo, normativo, críti-
co), siendo que, inicialmente, en todos ellos, los componente críticos,
metateóricos y normativos estaban mucho más desarrollados que
el componente explicativo.
La Teoría Crítica neogramsciana mantuvo el foco en la emancipa-
ción como objetivo normativo amplio pero compatibilizándolo con un
programa de investigación sustantivo muy rico y variado, en el que se
trata, básicamente, la temática del desarrollo/subdesarrollo desde pers-
pectivas diversas, con énfasis en el papel de las organizaciones internacio-
nales, clases transnacionales y en las prácticas de la gobernanza global.
La Teoría Crítica en la versión de A. Linklater aún tiene una
teoría normativa cosmopolita como componente principal, aunque
también existe la propuesta, poco desarrollada, de investigar los
sistemas internacionales a partir de una aproximación semejante a
la Sociología Histórica.
En ambos casos, es importante destacar que tanto una como
otra vertiente se concentran en sus propias propuestas y no en la
crítica o descalificación de las teorías tradicionales, cuestión que
ocupa una parte ínfima de la producción.
Ocurre lo contrario con los enfoques postmodernos, que
continúan justificando su existencia, básicamente, en función de
su oposición «al otro» representado por las teorías racionalistas,
y particularmente en función de unas diferencias epistemológicas
supuestamente irreconciliables. Aquí el componente metateórico
sigue teniendo un peso mayor que cualquier otro, aunque ha crecido

158
Nuevas corrientes en la teoría de las Relaciones Internacionales

perceptiblemente la producción postmoderna que aborda temas


sustantivos. Sin embargo, la manera peculiar en que los postmo-
dernos tratan esas temáticas (con un nivel de generalidad en el que
resulta casi imposible identificar a los agentes involucrados y con
una prosa densa y ambigua) y su rechazo a someterse a la «tiranía»
de los procedimientos de la investigación social lleva a que haya
muy poco intercambio entre la producción postmoderna sobre esos
temas y las investigaciones realizadas por otras corrientes, lo que
evidentemente limita el impacto de esa producción.
Los enfoques feministas, que en Relaciones Internacionales son,
básicamente, de orientación postmoderna, comparten con el postmo-
dernismo su carácter de antiteoría y el sobredimensionamiento del
componente metateórico en detrimento del componente explicativo
(o descriptivo). Pese a ello, reconocemos que los aportes feministas a
la teoría de Relaciones Internacionales contribuyeron a sensibilizar
a la academia (y también a las instituciones internacionales) sobre
que muchos de los temas tratados tienen una dimensión social de
género que conviene considerar.
El Constructivismo, por su parte, ha sabido combinar con gran
facilidad el énfasis de los factores sociocognitivos en el análisis de
los fenómenos internacionales y, en general, un rigor compatible
con los estándares de calidad de las ciencias sociales. Esa autode-
finición del constructivismo como «teoría social» en oposición a
«teoría de las Relaciones Internacionales» es, a nuestro modo de
ver, liberadora. Ese pesado lastre ideológico de los enfoques tradi-
cionales, que conduce a determinismos varios, está ausente en el
constructivismo. Las respuestas no están prefiguradas, por lo que
las preguntas pueden ser respondidas con más rigor.
Sin duda, los constructivistas están mucho más ocupados in-
tentando explicar la realidad internacional y el papel de las ideas
en la construcción de la realidad social que criticando otras teorías,
aunque sí mantienen un diálogo muy constructivo con los enfoques
«racionalistas».
En este capítulo nos referimos también a la Sociología Histórica,
que no forma parte del acervo teórico de las Relaciones Internaciona-
les y que tiene mucho más de racionalista que de reflectivista. Aunque
no es una teoría de las Relaciones Internacionales, está cada vez más

159
Mónica Salomón

presente en las discusiones y debates de la disciplina. Ese interés por


la Sociología Histórica responde a una necesidad, cada vez más sen-
tida como tal, de hacer una ciencia social informada históricamente,
combinando «grandes estructuras, amplios procesos y grandes com-
paraciones» (Tilly 1989) con información histórica detallada.
Concluimos con algunos consejos sobre cómo escoger, entre
esa amplia variedad de teorías, la que mejor se adaptará a la propia
investigación. Están dirigidos especialmente a los estudiantes que
realizan sus primeros trabajos académicos.
Primer consejo: empiece por el problema, no por la teoría. Una
investigación genuina parte de un problema, que a menudo puede
ser formulado como una pregunta que requiere una explicación. Las
teorías son explicaciones prefabricadas para ese mismo problema
o para problemas similares. Debemos escoger en función de cuál o
cuáles de ellas responde(n) nuestra pregunta o explica(n) nuestro
problema de manera más convincente. Empezar por la teoría es
empezar por la respuesta, no por la pregunta.
Segundo consejo: cuidado con la propaganda y con el envoltorio.
Las teorías son también productos en venta en el mercado académico.
Muchas de ellas vienen acompañadas de un marketing muy agresivo
o de envoltorios muy atractivos. Una estrategia de marketing bastante
frecuente es denigrar a los productos de la competencia. No se deje
engañar por la propaganda y piense que un envoltorio bonito no
contiene, necesariamente, un producto de calidad.
Tercer consejo: no precisa comprar el paquete entero. Como vimos,
esos conglomerados que llamamos teorías tienen diferentes componen-
tes: explicativo, normativo, metateórico. Puede que, por ejemplo, usted
simpatice con la propuesta normativa de un determinado enfoque. Pero
quizás la explicación (o la antiexplicación) no le sirva a sus propósitos.
No importa. Use solo la parte que le conviene y descarte el resto.
Cuarto consejo: desconfíe de cualquier texto que no consiga
descifrar con facilidad. Tenga por cierto que quien no consigue ex-
presarse con claridad es porque carece –él mismo– de ideas claras.
En síntesis, las teorías sirven para ayudarlo a pensar, no para
pensar por usted.

160
Capítulo iii
Teorías de las Relaciones
Internacionales: del Primer
al Tercer Debate1
Isabel Rodríguez Aranda

i. Introducción

Desde que las Relaciones Internacionales comenzaron a conformarse


como disciplina al finalizar la Primera Guerra Mundial (1914-1918),
se han desarrollado tres debates teóricos principales: el primero, en-
tre el idealismo –llamado también liberalismo utópico– y el realismo;
el segundo, entre los enfoques tradicionales y el conductismo; y el
tercero, entre el neorrealismo y el neoliberalismo, en el que también
podemos agregar al neomarxismo. Este capítulo se propone expli-
car cada uno de estos debates, analizando las principales teorías y
autores que les dan contenidos. Resulta interesante constatar que
estas distintas teorías que repasaremos coexisten hasta hoy para
explicar el objeto de estudio de las Relaciones Internacionales, la
sociedad internacional. Cuando decimos que coexisten, nos referi-
mos a dos fenómenos: primero, que todas las teorías desarrolladas
en la disciplina, incluso las primeras que surgen a inicios del siglo
XX, se mantienen vigentes y son válidas para explicar la realidad
internacional, y segundo, que ninguna de esas teorías es excluyente
de las otras para analizar un mismo hecho. Estos dos aspectos, o
características, son los que explican una coexistencia teórica que es

1
Se agradece la colaboración de Diego Leiva Van de Maele y su aporte a los
contenidos de este capítulo.

85
Isabel Rodríguez

importante tener en cuenta para poder abarcar los hechos y proble-


mas internacionales en su más profunda complejidad.
En general, las distintas teorías –llamadas también paradigmas
en la literatura de la disciplina– dan respuestas a preguntas sobre
los principales actores, problemas y procesos. Así, desde su propia
visión, cada teoría explica los hechos, identifica los problemas
y ofrece las respuestas o soluciones. Sin embargo, esas distintas
respuestas coexisten y la mayoría de las veces se complementan.

ii. Idealismo

Iniciando nuestro análisis con el idealismo, debemos señalar que


corresponde a la primera reflexión o intento teórico para explicar
las Relaciones Internacionales propiamente, situando su desarrollo
entre los años 1919 y 1939. En dicho contexto, posterior a la Primera
Guerra Mundial, la guerra como acontecimiento internacional será
el problema identificado como central en la discusión teórica, cuyo
objetivo será pensar y proponer posibles soluciones a dicho proble-
ma, para lo cual el énfasis estará en activar elementos normativos
e institucionales en las relaciones internacionales que evitarán una
segunda guerra de esas dimensiones. Siguiendo la tradición kantiana
y racionalista de las Relaciones Internacionales que han sostenido
destacados autores como Platón, Dante, Vitoria, Suarez, Grocio
y Pudendorf, los idealistas se basaron en las premisas filosóficas
que construían una concepción positiva de la naturaleza humana,
donde la razón y la existencia de intereses complementarios y no
antagónicos llevan a resaltar una visión de progreso que se aleja del
determinismo. Hay, por lo tanto, extrapoladas estas características
humanas a los Estados, una constante búsqueda de racionalidad y
moralidad en el plano internacional.
Es así como una visión optimista del hombre, donde priman
atributos como la razón, la templanza, la sociabilidad y la cultura,
permitirá, según los idealistas, superar situaciones de conflicto
y violencia. Por ello, la política internacional resalta el ejercicio
consecuente de la razón, que implica un análisis de los intereses,
ventajas y condiciones para que de las negociaciones surjan acuerdos
duraderos y estables. Sin duda, la apuesta es por la cooperación, sea

86
Teorías de la Relaciones Internacionales

esta de regulación como el Derecho Internacional, de organización


como las Organizaciones Internacionales, o de cultura y valores
políticos como es la democracia.
En el plano de los actores, entra a jugar un rol muy influyente
un actor internacional que explica en parte la influencia liberal
en las Relaciones Internacionales desde los inicios de la disciplina
(Jackson y Sorensen 2003: 37). Nos referimos a Estados Unidos,
país que ingresa a la Primera Guerra Mundial en 1917, lo que a la
postre determina el resultado a favor de los aliados democráticos
Gran Bretaña y Francia, y la derrota de los poderes autocráticos
de Alemania, Austria y Turquía. También es relevante mencionar
que EE.UU. tenía un presidente que era académico de la ciencia
QPMÎUJDB 8PPESPX8JMTPO RVJFOUPNBSÃFMEFTBGÎPJNQVFTUPQPS
la Primera Guerra Mundial como una forma de llevar los valores
democráticos liberales a Europa y al resto del mundo (Jackson y
Sorensen 2003: 37). En este sentido, hay una clara relación entre las
ideas de reformar el sistema internacional y reformar las estructuras
internas de los Estados autoritarios. La famosa frase de Wilson «la
democracia hará seguro al mundo» es la que resume su visión de
las Relaciones Internacionales, y la hará explícita en su programa
de 14 puntos que presentó al Congreso de EE.UU. en 1918, lo que
fue razón para que recibiera el Premio Nobel de la Paz en 1919
(Griffiths 1999: 98).
Pero lo relevante fue que estos 14 puntos influenciaron la
Conferencia de París que inaugura un nuevo orden internacional
post Primera Guerra Mundial. De esos 14 puntos, podemos nom-
brar resumidamente (Keohane 1990: 169): el fin de la diplomacia
secreta, el fin de las barreras a la libre navegación de los mares, el
fin de las barreras al comercio, la reducción de armamento bajo el
concepto de seguridad colectiva, respetar el principio de la auto-
determinación de los pueblos y la creación de una Organización
Internacional que garantice el respeto por la independencia política
e integridad territorial de todas las naciones. Este último punto se
concretará con la creación de la Sociedad de Naciones que junto
al Derecho Internacional ofrecerán todos los elementos –eso se es-
pera «idealistamente»– para resolver diferencias y conflictos entre
los Estados antes de que se llegue a una guerra. En este sentido, el

87
Isabel Rodríguez

punto más destacable de la Sociedad de Naciones fue la firma del


Pacto de Briand Kelloggs en 1928, que fue suscrito por todas las
naciones y abolía la guerra y la justificaba solo como opción en
casos extremos de legítima defensa (Jackson y Sorensen 2003: 38).
Entre los autores destacados, Norman Angell, ya en 1912, es-
cribía en su libro «La Gran Ilusión» que los costos de la guerra son
mayores a la cooperación porque esta produce división política y
afecta gravemente al comercio; por lo tanto, no es tal la creencia de
algunos gobernantes de que la guerra trae beneficios (Angell 1912).
Por su parte, Kelsen, en su libro «Derecho y Paz en las Relaciones
Internacionales», escrito en plena Segunda Guerra Mundial, tra-
bajaba la idea de que el Derecho Internacional tendría todas las
soluciones a los posibles conflictos entre los Estados señalando que:

«El derecho es, en esencia, un orden para promover la


paz. Tiene por objeto que un grupo de individuos pueda
convivir en tal forma que los conflictos que se susciten
entre ellos puedan solucionarse de una manera pacífica;
esto es, sin recurrir a la fuerza y de conformidad con
un orden de validez general. Este orden es el derecho»
(Kelsen 1986: 152).

David Mitrany, (1933) proponía un orden internacional inspi-


rado principalmente en el auge y desarrollo de las organizaciones
internacionales. En definitiva, todos los autores tenían como objetivo
construir un sistema universal de paz. Con ellos también se inicia-
ron las primeras cátedras de Relaciones Internacionales en Gran
#SFUBÒBZ(BMFT FOMBT6OJWFSTJEBEFTEF"CFSZTUXZUI 0YGPSEZFO
la London School of Economics.
0USPTBVUPSFTEFTUBDBEPTEFMQFSJPEPTPO(-PXFT%JDLJOTPO
(«The European Anarchy», 1916); Leonard Woolf («International
Government», 1916), Arthur Ponsonby («Democracy and Diplo-
macy», 1915), Jan Smuts («The League of Nations», 1918), entre
otros (García Picazo 1998: 56). Además, en la propia institución
de la Liga de las Naciones se creó un grupo de estudio en el ámbito
de la cultura que convocó a 12 miembros, intelectuales destacados
del periodo, como Bergson, Einstein, Marie Curie, Lorentz, Freud,
Thomas Mann entre otros (García Picazo 1998: 59).

88
Teorías de la Relaciones Internacionales

4PCSFTBMFUBNCJÊOMBDPOUSJCVDJÓOEF0TXBME4QFOHMFS RVJFO
en 1918 publica el primer tomo de su libro «La Decadencia de
Occidente», y en 1922 publica el segundo tomo, obra que es reedi-
tada treinta veces en los cinco primeros años incluyendo la edición
revisada de 1923 (García Picazo 1998: 62). Su planteamiento es
pesimista en el contexto idealista descrito, ya que interpreta la his-
toria como cíclica, colocando el énfasis en lo que él llama las «altas
culturas», las que tendrían un nacimiento, desarrollo, plenitud, de-
cadencia y muerte, y donde la cultura occidental estaría destinada
a este proceso cuyo principal indicador de la etapa de decadencia
son las grandes guerras y crisis.
Como balance general del periodo idealista, podemos men-
cionar que se lograron definir los principios teóricos básicos de las
Relaciones Internacionales para posicionarla como futura materia
de indagación científica en instancias académicas. Al mismo tiempo,
se logró discutir abiertamente el fundamento de las instituciones
rectoras del orden internacional vigente –por lo menos, hasta la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945)–, y de los valores que arti-
culan la política internacional como son la soberanía, la diplomacia
y el Derecho. No obstante lo anterior, y a pesar de la identificación
de autores y de sus trabajos, debemos recalcar que sus respectivos
aportes de construcción intelectual no lograron constituirse en un
todo coherente y compacto que pudiéramos identificar como una
comunidad académica especializada. Serán los realistas, a finales de
los años 30, quienes les darán identidad de grupo denominándoles
«idealistas», tras refutarles sus explicaciones doctrinarias, teóricas
e ideológicas para dar forma a un segundo enfoque de la disciplina,
el realismo.

iii. Carr, entre el idealismo y el realismo

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Crisis de los Veinte Años (1919-1939)», marca un momento crucial
en el inicio del desarrollo teórico de las Relaciones Internacionales.
Su publicación se da justo en septiembre de 1939, un poco antes
de que Hitler invadiera Polonia, hecho que da inicio a la Segunda
Guerra Mundial, causando mucho interés en el marco de las Relacio-

89
Isabel Rodríguez

nes Internacionales. Carr reflexiona sobre el problema de la guerra


desde una nueva perspectiva que expresa en su libro basándose en
la crítica y la negación de la validez de las premisas idealistas y en
función de los acontecimientos que se iban desencadenando para
provocar la segunda guerra de dimensiones mundiales.
En dicho contexto, para el autor, el pensamiento idealista se
sustenta en generalizaciones superficiales, imaginarias, deseosas
del deber ser, pero alejadas de la realidad tal como es. Él apuesta
por crear un pensamiento teórico y sistemático de las Relaciones
Internacionales pero no alejado de la realidad ni centrado en fines
y metas utópicas, sino desde una mirada de proceso. Y en dicho
proceso son muchos más los factores a considerar en los análisis,
como por ejemplo, el poder, los intereses cambiantes de las naciones
y la moralidad individual distinta a la moralidad estatal. En ese
sentido, el autor, remontándose a Maquiavelo, se pregunta cómo es
posible que el poder, siendo un elemento tan antiguo en la doctrina
política, haya quedado fuera del análisis idealista.
Carr toma como punto de partida a Maquiavelo y los siguientes
tres principios desarrollados de forma implícita en su teoría (Carr
1939: 110): primero, que la historia es una secuencia de causa y
efecto, y puede ser analizada y comprendida mediante un esfuerzo
intelectual, pero no –como creen los utópicos– dirigido por la «ima-
ginación»; segundo, la teoría no crea la práctica, sino la práctica a
la teoría; y tercero, la política no es –como pretenden, según Carr,
los utópicos– una función de la ética, sino la ética de la política.
Según Maquiavelo, la moralidad es producto del poder (Carr
1939: 110), y esta puede ser efectiva en la medida que exista una
autoridad efectiva. Carr afirma que Bodino y Hobbes lograron en su
trabajo desarrollar la idea de separar la ética de la política y «com-
pletar a través de los medios teóricos la división que Maquiavelo
había hecho en el terreno práctico» (1939: 111). Para Carr (1939:
157), «mientras que la política no puede ser satisfactoriamente
definida exclusivamente en términos de poder, se puede decir con
seguridad que el poder siempre es un elemento esencial de la polí-
tica». Siguiendo al autor, el poder político entonces puede dividirse
en tres categorías (1939: 164): poder militar, poder económico y

90
Teorías de la Relaciones Internacionales

poder sobre la opinión. Estas categorías son interdependientes, pero


la predominante es el poder militar:

«La importancia suprema del instrumento militar


radica en el hecho de que la ultima ratio del poder en
las relaciones internacionales es la guerra. Todo acto del
Estado, en su aspecto del poder, se dirige a la guerra,
no como un arma deseable, sino como arma que puede
utilizarse como último recurso» (1939: 164).

Finalmente, el autor concluye que «el poder militar, siendo un


elemento esencial en la vida del Estado, se convierte no solo en un
instrumento, sino en un fin en sí mismo» (1939: 167).
Carr distingue también entre la moralidad individual y la mo-
ralidad del Estado hacia el exterior, existiendo distintos criterios
para actuar en cada ámbito (1939: 219-224), sin que esto impli-
que la ausencia de moralidad en el ámbito internacional. También
señala que si se considera una utopía el ignorar el elemento de
poder –principal crítica a los idealistas–, el ignorar a la moralidad
en cualquier orden mundial sería irreal. Esto debido a que cualquier
orden internacional necesita una dosis de consenso general aparte
de su base de poder, al igual que los gobiernos de los Estados, que
necesitan tanto el poder como el consentimiento de los gobernados
para dar base a su autoridad (Del Arenal 1984: 130).
No obstante, el autor realiza una profunda crítica a la idea de
la armonía de intereses, porque acusa a los países más poderosos
de justificar sus acciones generalizando sus propios intereses a los
más débiles, utilizando los recursos legales y morales para convencer
que lo que es bueno para ellos es bueno para todos. Hay, por lo
tanto, detrás de la armonía de intereses, una intencionalidad, una
estrategia de poder, que presupone ser un pensamiento objetivo que
engloba a la comunidad internacional y que permite desacreditar
moralmente la política del enemigo y justificar moralmente la propia
(Oro 2006: 235-341). Así:

«La doctrina de la armonía de intereses sirve como


un recurso ingenuo con el fin de justificar y mantener
su posición dominante. En un sentido, es cierto que sus

91
Isabel Rodríguez

intereses son los de la comunidad, ya que su bienestar ne-


cesariamente conlleva cierto grado de bienestar para otros
miembros de la comunidad y su colapso supone el colapso
de la comunidad en su conjunto» (Carr 1939: 127).

En este análisis de Carr, encontramos una importante influencia


de Reinhold Nieburh, teólogo político norteamericano, quien en su
libro «Hombre Moral y Sociedad Inmoral» de 1932, explica que la
ciudad terrena está inevitablemente marcada por intereses diversos
y contrapuestos, lo que hace imposible una auténtica justicia y paz
duradera para todos. A partir de esta idea base, Nieburh configuró
la siguiente explicación de la realidad internacional: que los Esta-
dos, al ser por naturaleza egoístas, tienen muchas dificultades para
establecer relaciones éticas y esto se debe fundamentalmente a la
naturaleza egoísta de los ciudadanos, quienes identifican su bienestar
solo con el espacio nacional y no con el resto de la humanidad. En
consecuencia, la forma de mitigar el conflicto es que los mismos
Estados asuman su responsabilidad moral con la humanidad y la
articulen en su política exterior. Nieburh, y en esto se diferencia de
Carr, resalta el rol de Estados Unidos en este proceso y destaca que
es un país que puede definir su interés nacional de forma amplia
para poder incluir los intereses y derechos del resto de la humanidad,
es decir, lo que es bueno para EE.UU. es bueno para el resto del
mundo (por ejemplo, detener el comunismo, detener la destrucción
nuclear, eliminar el autoritarismo, entre otros temas). Por supuesto,
para Carr, un vencedor que quiere igualar sus intereses al resto de
la humanidad es sospechoso de tener una estrategia que busque
mantener o acrecentar su poder.
Con esta crítica articulada en base al poder, los intereses y la
ética, Carr construye las bases del enfoque realista que tendrá un
importante protagonismo en el estudio de las Relaciones Interna-
cionales del periodo de Guerra Fría (1947-1991), protagonismo
que se mantiene relativamente hasta la actualidad.
El punto de partida del enfoque realista es una concepción
antropológica pesimista de la naturaleza humana donde el hom-
bre es egoísta y conflictivo, y dicha explicación se extrapola al
comportamiento de los Estados. Aquí, la tradición de pensamiento
está en autores clásicos como Aristóteles, Tucídides, Maquiavelo,

92
Teorías de la Relaciones Internacionales

Hobbes, Bodino y Hegel. Esto lleva necesariamente a una visión


determinista del mundo, donde el conflicto estará siempre presen-
te en las Relaciones Internacionales, y donde la cooperación será
efímera porque prevalecerá la constante competencia de intereses
y la búsqueda de poder de los actores. Por lo tanto, los periodos de
paz en las Relaciones Internacionales se entenderán como periodos
de ausencia de guerra.
El concepto de poder en este enfoque realista será fundamental;
de alguna manera, el poder se transforma en un medio y en un fin
al mismo tiempo. Los Estados buscan más poder y lo logran a tra-
vés de recursos de poder. La política internacional se entiende y se
denomina la «política del poder», es decir, una política de fuerzas.
En este sentido, el Derecho Internacional es también expresión y
sanción de poder, así como los Tratados Internacionales y las Orga-
nizaciones Internacionales tienen una validez limitada, y la justicia o
sanción finalmente la coloca el más poderoso, es decir, el vencedor.
La anarquía, condición natural del sistema internacional, en-
tendida como la ausencia de autoridad legítima y ordenadora fuera
de los Estados, provoca que estos busquen y deban sobrevivir. Para
ello, el único medio posible es generar equilibrios de poder y para
lograrlos, necesitan mayor poder. No obstante, la condición de anar-
quía no significa mirar el sistema internacional desde una perspectiva
hobbesiana de guerra de todos contra todos, sino únicamente como
ausencia de una jerarquía de poder por sobre los Estados.
En efecto, Hobbes, en su obra «Leviatán» (1978), construye la
concepción del «estado de naturaleza» del ser humano, en el cual
hay una situación de guerra de «todos contra todos» que implica
una amenaza e inseguridad constante para cada individuo. La forma
de superar este «estado de naturaleza» es a partir de la creación y
mantenimiento de un Estado soberano; así, cada individuo colabora
con el otro en un pacto instrumental que les garantiza seguridad.
De esta forma, «están básicamente impelidos a instituir un Estado
soberano no por su razón (inteligencia), sino más bien por su pasión
(emoción)»2 (Jackson y Sorensen 2003: 74).
Siguiendo a Jackson y Sorensen (2003), podemos identificar
tres elementos centrales del análisis de Hobbes: primero, que la
2
Traducción del editor.

93
Isabel Rodríguez

instauración de los Estados soberanos resuelve un problema, pero


instala otro inmediatamente; «el mismo acto de institución de un
Estado soberano para escapar del temido estado de naturaleza si-
multáneamente crea otro estado de naturaleza entre Estados» (2003:
75). Esto se conoce como el «Dilema de Seguridad» en la política
mundial, situación de la que no es posible escapar tal y como se
logra a nivel de individuos, puesto que «no existe la posibilidad
de constituir un Estado global o gobierno mundial»3 (2003: 75).
Segundo, el estado de naturaleza internacional es una condición de
guerra efectiva o potencial, en donde la guerra puede ser incluso
necesaria en caso de considerarse como el último recurso. Y tercero,
para Hobbes, el valor fundamental es la «paz doméstica», aun por
sobre la seguridad y la sobrevivencia.
En este sentido, el objetivo de los Estados es adquirir el ma-
yor poder posible y la política internacional se transforma en un
perpetuo juego cuyo objeto es adquirir el máximo de poder. No
importa el sistema político o económico de un Estado; todos se
comportan igual. Esto nos lleva a mencionar que la imagen de
análisis del realismo es el modelo de bolas de billar, en el cual los
Estados son unidades políticas compactas y coherentes que hacia
sus pares resultan impenetrables y, por lo tanto, impredecibles en
sus movimientos. Asimismo, estas unidades están en choque cons-
tante (conflicto) porque no hay movimientos o reglas establecidas;
además, cualquier movimiento de una bola afecta a todas las otras
(Barbé 2007: 62).
El elemento normativo del realismo se encuentra en el concepto
de seguridad nacional y la sobrevivencia del Estado, consideran-
do que este último es esencial para la vida de los ciudadanos al
garantizarles los medios y condiciones de seguridad y bienestar
básicos (Jackson y Sorensen 2003: 69). Así, si la unidad de análisis
del realismo es el Estado como actor principal de las Relaciones
Internacionales y el modelo es el de bolas de billar, la problemática
de estudio es la seguridad nacional en un medio hostil donde la
amenaza es constante y se da en el plano militar. Consideremos que
el contexto internacional que acompaña el desarrollo del enfoque
realista es precisamente el periodo de Guerra Fría; en consecuen-
3
Traducción del editor.

94
Teorías de la Relaciones Internacionales

cia, los discursos se articulan en torno a conceptos como guerra y


paz, estrategia y diplomacia, alianzas militares y armamentos. Los
realistas presuponen entonces una jerarquía de los problemas en la
política internacional, la cual es encabezada por las cuestiones de
seguridad militar, que denominan «alta política», diferenciándola
de la «baja política», la cual se encarga de los otros temas interna-
cionales: economía, medio ambiente, derechos humanos entre otros.

iv. Morgenthau y el realismo neoclásico

Hans Morgenthau destaca por tres obras; la primera, «Scientific


.BOWT1PXFS1PMJUJDTv QVCMJDBEBFOFOFMQMBOPEFMBàMP-
sofía política; la segunda, «Politics among Nations», publicada en
1948, sobre teoría de las Relaciones Internacionales y la tercera, «In
Defense of National Interest» (1951), que corresponde a un análisis
de la política exterior de EE.UU. De ellas, la segunda se conoce como
el primer estudio sistemático para explicar la política internacional
y el primer intento de abordar las Relaciones Internacionales como
disciplina autónoma distinta a la historia, el Derecho Internacional
o la historia diplomática. Morgenthau logra formular una autentica
teoría general de la política internacional, siendo su objetivo aportar
orden y significado a una masa de fenómenos que parecían desconec-
tados e ininteligibles (Del Arenal 1984: 135). Sin embargo, el autor
entiende que la política es un arte y no una ciencia, y su objetivo
es identificar tendencias de comportamiento de los Estados. Desde
ese punto de vista, son leyes objetivas pero que hunden sus raíces
en la naturaleza humana que es necesario comprender (Del Arenal
1984: 139) y que dan espacio para conformar una disciplina autó-
noma. Favorecerá a este proceso teórico el contexto internacional
caracterizado por la Guerra Fría, que permitirá que sus principios
teóricos se correlacionen con la política internacional contingente.
Según el autor, hombres y mujeres son por naturaleza animales
políticos –tal y como lo había afirmado Aristóteles–, y nacen para
perseguir y disfrutar el poder. Morgenthau habla del animus domi-
nandi para referirse al hombre en este estado natural, y menciona
que es por este estado y sus características que los hombres entran

95
Isabel Rodríguez

inevitablemente en conflicto entre unos y otros, por el deseo de


poder (Morgenthau 1965: 192).
Entre los elementos centrales de su teoría, podemos mencionar
dos: primero, define la política como «una lucha por el poder sobre
los hombres, y cualquiera que sea su meta final, el poder es su objeti-
vo inmediato y las maneras de adquirirlo, mantenerlo y demostrarlo
determinan la estrategia de acción política»4 (Morgenthau 1965:
195); y segundo, que el sistema internacional de Estados tiende
a la anarquía y al conflicto. En la justificación del poder, el autor
se apoya en Tucídides y Maquiavelo para afirmar que existe una
moralidad para la esfera privada y otra diferente para la pública,
en donde la ética política permite algunas acciones que no serían
toleradas en el ámbito privado (Jackson y Sorensen 2003: 77). En
el caso de Tucídides, su estudio se basó en los conflictos entre las
antiguas ciudades-Estado griegas (Guerra del Peloponeso, 431-404
a.c.), y entre estas y los imperios externos (Guerras médicas en el
siglo V a.c., por ejemplo). Según Tucídides, en su libro «Historia
de la Guerra del Peloponeso», todos los Estados, independiente de
su tamaño, deben adaptarse a la realidad dada la desigualdad de
poderes y comportarse acorde a esto. Si logran adaptarse, podrán
sobrevivir; en caso contrario, se encontrarán en una situación
peligrosa que los podría llevar incluso a su destrucción (Jackson y
Sorensen 2003: 71). En consecuencia, desde la visión del realismo
clásico debemos entender las relaciones internacionales como «una
anarquía de Estados separados que no tienen otra opción que actuar
de acuerdo a los principios y prácticas del poder político, en el cual
la seguridad y sobrevivencia son los valores principales, y la guerra
es el árbitro final» (Jackson y Sorensen, 2003: 72). Por otra parte, el
aporte de Maquiavelo al realismo clásico se centra en la importancia
que le otorga al líder del Estado en la protección del mismo y de
sus ciudadanos, sin importar en muchos casos los medios para la
consecución de dichos objetivos. En este sentido, siendo la libertad
nacional el valor supremo de un Estado según el autor, el uso del
poder y el engaño son perfectamente justificables para el manejo
de la política exterior de los Estados y por el contrario, señala que
los principios éticos cristianos como amar al prójimo o ser pacífico
4
Traducción del editor.

96
Teorías de la Relaciones Internacionales

deberían ser ignorados para de este modo asegurar esta libertad e


independencia y defender los intereses del mismo en pos de lograr
su sobrevivencia.
Uno de los más importantes aportes de la teoría de Morgenthau
es lo que el autor denomina los seis principios del realismo político,
que en términos simples señalan (Ortiz 2000: 114-116):
Los Estados se rigen por leyes objetivas de la política internacio-
nal derivadas de la naturaleza humana y la anarquía internacional.
Para mejorar la sociedad es necesario entender dichas leyes, de ahí
la necesidad de desarrollar una teoría racional.
Los intereses nacionales se definen en términos de poder,
proporcionando continuidad y unidad a las distintas políticas
exteriores de los Estados, haciendo posible su estudio sistemático
e interpretación. El poder, entonces, es el eslabón que conecta la
razón y los hechos.
El interés es un criterio objetivo y universalmente válido que se
centra en la supervivencia de los Estados al proteger su patrimonio
físico, político y cultural de los ataques de los otros Estados. No
obstante, el interés y el poder no tienen un significado inmutable y
van cambiando de acuerdo al contexto histórico y cultural.
Importa la ética de los resultados y no de la acción. En lo
abstracto, la ética juzga las acciones humanas de acuerdo con su
conformidad con la ley moral; la ética política la juzga de acuerdo
con sus consecuencias políticas.
No existe una moral universal porque todos persiguen sus
respectivos intereses definidos en términos de poder.
La especificidad de la política es necesaria para comprender
los anteriores principios y las acciones políticas deben juzgarse por
criterios políticos.
Morgenthau también destaca los elementos necesarios para la
existencia de periodos de paz en el sistema internacional, como son
las limitaciones normativas del tipo Derecho Internacional, moral
internacional y opinión pública mundial, aunados a mecanismos
autoregulatorios que conceptualiza como equilibrio de poder, para
el cual es fundamental la construcción de consensos a nivel interna-
cional que actúen como restricciones a las acciones de los Estados
y permitan que todos acepten un determinado equilibrio de poder.

97
Isabel Rodríguez

En esta misma línea, Henry Kissinger (1964) destaca la nece-


sidad de construir un orden internacional que dé estabilidad y es
precisamente a los EE.UU. a quien le corresponde buscar una nueva
legitimidad de los consensos internacionales, principalmente con
las otras grandes potencias. El autor reconoce tres aspectos nuevos
de la realidad internacional del periodo de Guerra Fría: primero, el
número de participantes en la vida internacional se ha incrementado
y su naturaleza se ha alterado al pasar a un sistema bipolar; segundo,
la capacidad técnica que poseen las dos potencias para afectarse
mutuamente ha crecido muchísimo en base al armamento nuclear; y
tercero, el alcance de sus objetivos exteriores ha aumentado, dando
paso a un conflicto político e ideológico mundial.
Por lo tanto, la reflexión del autor apunta a cómo llegar a
construir un orden internacional estable y propone que la estructura
interna de los Estados es un factor fundamental en cuanto determina
las decisiones en política exterior (Del Arenal 1984: 143). Asimismo,
Kissinger llama la atención sobre los riesgos de algunas estructuras
internas explicando que:

«Las estructuras internas contemporáneas presentan


una amenaza sin precedentes para el nacimiento de un
orden estable de alcance internacional. Las sociedades
burocráticas-pragmáticas se concentran en la manipu-
lación de una realidad empírica que tratan tal y como
se muestra; las sociedades ideológicas se encuentran
divididas entre un enfoque esencialmente burocrático
y un grupo que utiliza la ideología principalmente para
fines revolucionarios. Y los nuevos países poseen un alto
incentivo para buscar en la política exterior la perpetua-
ción de la dirección carismática» (1970: 47).

Desde este punto de vista, la estructura de un Estado puede ser


una panacea o un obstáculo para esos consensos. Al mismo tiempo,
la diplomacia tiene un rol fundamental en la construcción de esos
consensos y para el establecimiento de un orden legítimo. Como
explica Del Arenal (1984: 150), un sistema internacional estable está
caracterizado por Estados cuyas estructuras políticas están basadas
en nociones compatibles sobre los medios y los fines de la política
exterior, lo que permite un acuerdo en esos puntos y hace que sean

98
Teorías de la Relaciones Internacionales

mínimas las tentaciones de usar una política exterior aventurera


para lograr la cohesión interna.

V. Realismo y conductismo

Al realismo se le ha criticado el tener poco rigor científico en sus


investigaciones. Tal crítica ha sido formulada principalmente por los
miembros del conductismo, corriente teórica centrada en EE.UU. y
Gran Bretaña que desde los años 50 afecta a todas las ciencias socia-
les con importantes consecuencias en el campo de la Ciencia Política.
Esto da origen al segundo debate en las Relaciones Internacionales
–entre los enfoques clásicos y los conductistas o behavioristas– que
se institucionaliza como tal en la disciplina desde fines de los años
sesenta. Como señala Halliday (2002: 54), este espacio se podría
entender como un debate entre dos tradiciones «nacionales», esto es,
el enfoque inglés (clásico) y el enfoque estadounidense (conductista).
Según los conductistas, el comportamiento humano debía
observarse de manera sistemática y comprensiva a fin de obtener
evidencia empírica suficiente para lograr elaborar leyes científicas,
para lo cual impulsarán una metodología cuantitativa y el uso de
modelos matemáticos. Por supuesto, aspectos que no están presen-
tes en las obras de Morgenthau o Kissinger, ni tampoco en otros
destacados autores realistas como Kennan, Wigth, Mestre, Fraga,
4DIXBS[FOCFSHFS FOUSFPUSPT
La crítica al realismo se enfoca principalmente en su explicación
sobre la política mundial centrada casi por completo en la lucha por
el poder y en su estatocentrismo respecto de la consideración de sus
actores principales. Morton Kaplan (1957), uno de los principales
conductistas, en su obra «The Revolution in World Politics», critica
al realismo desde el lenguaje sistémico. Para él, la teoría de sistemas,
y no el realismo, es la herramienta adecuada para el estudio de la
política internacional en tanto permite la integración de variables de
diferentes disciplinas. Kaplan entendía al sistema como un conjunto
de variables interrelacionadas, que se mantenían bajo el efecto de
las perturbaciones de dicho entorno con procesos de retroalimenta-
ción en base a tensiones y reacomodaciones del sistema. Otro autor
crítico del realismo perteneciente a este enfoque es Karl Deutsch

99
Isabel Rodríguez

(1961), quien contribuyó en la teoría de la integración internacional


a partir de la teoría de la comunicación.
En respuesta a los planteamientos de esta nueva corriente que
Halliday (2002: 54) llama «cuantitativa, ahistórica y rigurosa»,
destaca el trabajo de Hedley Bull desde la escuela inglesa, quien
defiende el enfoque clásico publicando su artículo «International
Theory. The Case for Classical Approach»5. Como explica del Arenal
(1984: 113), Bull (1966) definirá el enfoque clásico como:

«El enfoque teórico que deriva de la filosofía, la his-


toria y el derecho, y que se caracteriza sobre todo por su
manifiesta confianza en el ejercicio de la razón y por la
suposición de que si nos ceñimos a las normas estrictas
de prueba y verificación, poco queda por decir sobre las
relaciones internacionales; que las proposiciones gene-
rales sobre este campo deben en consecuencia derivarse
de un proceso de percepción o intuición científicamente
imperfecto, y que estas proposiciones generales ni pueden
ser establecidas más que en base al estatus provisional e
inconcluso apropiado a su problemático origen».

No obstante, existiendo estas oposiciones entre clásicos y


conductistas, debemos señalar que ambas corrientes reconocen una
cosa: «las relaciones internacionales son demasiado amplias y com-
plejas para quedar confinadas al campo de la Ciencia Política o de
cualquier otra disciplina» (Del Arenal 1984: 114); con ello, ambas
posiciones reconocen la autonomía de las Relaciones Internacionales
como disciplina y a su vez, reconocen su carácter intrínsecamente
interdisciplinario, tomando los aportes no solo de las ciencias socia-
les, sino también de las «llamadas ciencias naturales» (Del Arenal
1984: 115). En palabras de Bull (1966), «la crítica que se hace por
los tradicionalistas al enfoque científico no es un ataque a la ciencia
sino al cientifismo en las Relaciones Internacionales».
En consecuencia, para entender este segundo debate, hay que
tener una perspectiva de proceso en la conformación de la disciplina,
y para ello es necesario reconocer el legado permanente del primer
5
Este artículo forma parte del libro colectivo que da cuenta del debate del
momento «Contending Approaches to International Politics» de K.K Knorr
y J.N. Rosenau.

100
Teorías de la Relaciones Internacionales

debate entre realistas e idealistas, que en los años setenta resurgirá


al posicionarse nuevamente, pero reformulado en base al nuevo con-
texto internacional. En ese sentido, y como explica Del Arenal (1984:
117), «en el fondo del debate entre el enfoque clásico y el científico,
existe una importante divergencia en cuanto al modelo mismo de
sociedad internacional que es el objeto de estudio», por lo tanto, el
componente ideológico es parte del mismo debate. Como revisamos
al inicio de este capítulo, el realismo construye su objeto de estudio
–la sociedad internacional–, desde la anarquía, el poder y los Estados
como actores; por otra parte, los cientificistas se inscriben en la tra-
dición grociana o internacionalista y amplían su objeto de estudio a
una sociedad internacional que incorpora a actores transnacionales
y temas económicos, alejándose de la matriz estatocéntrica.
Es así como del segundo debate se pasará al tercer debate, que
más bien corresponde a un diálogo entre neo-realistas y neo-liberales
en la década del setenta. En efecto, una vez finalizado el debate con
los conductistas, se hicieron algunos replanteamientos al interior del
realismo con el propósito de responder con sus premisas a las nuevas
circunstancias que aparecían en el contexto internacional. Con ello,
Kenneth Waltz (1959; 1979) desarrolla su teoría de la política inter-
nacional a partir del estudio de la estructura del sistema internacional
y su carácter restrictivo y determinante del comportamiento de las
unidades funcionales indiferenciadas que la componen, los Estados.
El postulado básico del realismo respecto del estado de guerra del
sistema internacional se mantiene, atribuyendo su origen y causa a
la estructura de poder del sistema internacional –de naturaleza anár-
quica– antes que a la naturaleza humana o a la injerencia de actores
estatales. Así, Waltz (1979) reformula el realismo concentrando su
estudio en una nueva unidad de análisis, las estructuras de poder del
sistema internacional, conformadas por Estados que se posicionarán
en ellas en función de sus capacidades o recursos de poder.

vi. Waltz y el neorrealismo

En el año 1979 Kenneth N. Waltz publica su libro «Theory of In-


ternational Politics», dando inicio a una reformulación del realismo
tradicional al recoger toda la discusión conductista, presentando

101
Isabel Rodríguez

nuevos elementos teóricos y metodológicos. Neorrealista o realista


estructural será el nuevo enfoque de las Relaciones Internacionales y
marcará el inicio de un debate concreto con el liberalismo de los años
70 que también se reformula. Decimos concreto, porque el llamado
debate entre idealistas y realistas nunca consistió en un intercambio
de ideas y argumentaciones que afectaran su consistencia, lo que había
eran críticas sin respuestas ya que la coincidencia temporal tampoco
acompañó el proceso. Por el contrario, en este tercer debate de las
Relaciones Internacionales sí hubo coincidencia temporal entre los
autores de ambas posturas –neorrealistas y liberales–, y se desarrolló
un debate concreto entre el enfoque estatocéntrico y el de la interde-
pendencia (o transnacionalista), favorecido por el acercamiento de
las visiones que permitió, como señala Mónica Salomón (2002), un
verdadero diálogo y contra-argumentación entre autores como Waltz,
representante del primer enfoque, y Keohane y Nye, representantes
del transnacionalismo. Los últimos dos, considerados como los
principales responsables del acercamiento entre el neorrealismo y el
neoliberalismo, son los autores de dos de las obras más importantes
de la corriente transnacionalista: «Transnational Relations and World
Politics» 
Zj1PXFSBOE*OUFSEFQFOEFODFv 
&OQBMBCSBT
de Mónica Salomón (2002: 19):

«El cuestionamiento al estatocentrismo del modelo


realista fue el aspecto principal de la crítica transnacio-
nalista de ese momento. En un mundo cada vez más in-
terdependiente, las teorizaciones basadas en la preponde-
rancia del Estado-nación eran juzgadas insuficientes para
describir y explicar la realidad internacional. La noción
de «interdependencia» y el papel de la fuerza militar en
las relaciones internacionales fueron también cuestiones
centrales en la controversia».

Sin embargo, existe un punto en común entre este tercer debate


y el primero entre realismo-idealismo, y es que «se trata de la per-
cepción del punto de vista contrario como un punto de vista más
ideológico que científico». Un ejemplo de ello es la crítica de Waltz
al concepto de interdependencia, que lo considera un «mito» que
oscurece y falsea la realidad internacional.

102
Teorías de la Relaciones Internacionales

Siguiendo con el análisis de Waltz, lo que caracteriza al neo-


rrealismo es que junto a la lucha por el poder y el interés nacional
como los principios rectores de la política internacional, introduce
al mismo nivel de relevancia las influencias y condicionamientos
que se derivan de la estructura de poder del sistema internacional
(Jackson y Sorensen 2003). La estructura será determinante para
explicar el comportamiento y la política exterior de los Estados;
en consecuencia, es la estructura que explica por qué son usados
repetidamente los mismos métodos por los Estados a pesar de las
diferencias entre las personas que toman las decisiones y los mo-
mentos históricos que los acompañan. No obstante, quienes definen
la estructura son los mismos Estados, de acuerdo a una jerarquía
que resulta de la distribución de sus recursos de poder efectivo y
potencial, y que determina un orden que condiciona las relaciones
entre los Estados.
Para el autor, el sistema internacional consta de tres principios
que se resumen a continuación (Battistella 2009: 141-144): En
primer lugar, el principio ordenador, que corresponde al estado ge-
neral de un sistema y se basa en la diferencia radical entre el sistema
político interno, caracterizado por la existencia legítima del mono-
polio de la violencia física, y el sistema político internacional, que se
encuentra desprovisto de esta instancia. En palabras de Waltz, «los
sistemas políticos internos son centralizados y jerárquicos […] los
sistemas internacionales son descentralizados y anárquicos» (1979:
88). La política nacional «está en el dominio de la autoridad, la ad-
ministración y el Derecho», mientras que la política internacional,
«está en el dominio del poder, la lucha y el acomodamiento» (1979:
113). En definitiva, Waltz no le atribuye importancia al régimen
interno de los Estados en la política internacional.
En segundo lugar, el principio de diferenciación, donde la es-
tructura del sistema internacional está conformada por los Estados
–unidades del sistema–, que son funcionalmente indiferenciados.
En otras palabras, todos los Estados están, debido a la anarquía,
obligados a asegurar su seguridad antes de perseguir cualquier otro
objetivo (Battistella 2009: 142). Además, se parte de la premisa de
que cada Estado puede confiar solo en sí mismo para asegurar este

103
Isabel Rodríguez

objetivo, lo que genera como consecuencia el balance o equilibrio


de poder entre todas las unidades.
Y en tercer lugar, el principio de distribución de capacidades.
Según este principio, la estructura de un sistema varía con los cam-
bios en la distribución de las capacidades entre las unidades del
mismo (Waltz 1979: 97). Además, se plantea que a pesar de que los
Estados son unidades funcionalmente indiferenciadas, se distinguen
entre sí en función de su mayor o menor capacidad para cumplir la
función de asegurar su seguridad (Battistella 2009: 144).
En base a los principios explicados, la estructura de un sistema de-
pende de la cantidad de grandes potencias existentes. En consecuencia,
y a diferencia de los realistas, no prima el interés nacional para explicar
las causas de la guerra, sino la estructura; por ello, determinadas estruc-
turas desarrollan más tendencias al conflicto y a la guerra que otras.
Waltz propone tres modelos de estructuras en base al número
de potencias y al concepto de equilibrio de poder y de hegemonía.
La primera es la estructura bipolar de poder, con un equilibrio en-
tre dos potencias que tienen capacidades de poder equivalentes y
superiores a otros Estados. Esta estructura puede ser homogénea,
donde los Estados en general comparten normas y valores, o bien,
heterogénea, donde los Estados no coinciden en estas y las potencias
buscan imponer sus propias normas y valores al resto. El cambio de
la estructura se puede dar, en el caso de ser bipolar, por: el fracaso
del equilibrio de poder por una guerra; la erosión del liderazgo de
una o ambas potencias respecto de los Estados que lideran; o bien
por erosión generalizada por relaciones interbloques (Barbé 2007:
240). El ejemplo es la estructura de poder del sistema de Guerra Fría,
donde el equilibrio entre las dos grandes potencias se mantiene por la
capacidad de disuasión nuclear de ambas. Waltz defiende el sistema
bipolar a partir de tres argumentos (Jackson y Sorensen 2003: 89):
Primero, el menor número de grandes potencias reduce las posibili-
dades de guerra entre ellas; segundo, al coexistir menor número de
grandes potencias es más fácil manejar eficientemente un sistema de
disuasión; y tercero, al existir solo dos potencias dominantes en el
sistema la posibilidad de error de cálculo y desgracia son menores.
La segunda estructura es la multipolar, con un equilibrio entre
tres o más potencias, donde las alianzas son el medio para contra-

104
Teorías de la Relaciones Internacionales

pesar cualquier intento de hegemonía de alguna de ellas; es lo que


se denomina en el modelo como alianzas reactivas (Barbé 2007:
242). Aquí, el cambio de la estructura se puede dar por el fin de las
alianzas, por una guerra entre las potencias o porque surgen nuevas
potencias con mayor capacidad de poder. Esta estructura también
puede ser homogénea o heterogénea; por ejemplo, para el primer
caso está el sistema europeo que surge con el Congreso de Viena
en 1815, y para el segundo caso, el sistema europeo de los años
treinta en que se contraponen tres sistemas de valores: liberalismo,
socialismo y fascismo (Barbé 2007: 243).
Y como tercer modelo de estructura, está la unipolar, en la
cual una única potencia establece la agenda internacional, dicta las
normas y controla todas las fuentes de poder (Barbé 2007: 240).
Es, por lo tanto, una estructura homogénea por naturaleza. Aquí
entra en crisis la estructura cuando la lógica se altera por la acción
de otra potencia que erosiona su poder, o bien porque la propia
potencia se erosiona internamente. Gilpin (1981) defiende este
tipo de estructura en un análisis de tipo económico, puesto que la
unipolaridad permitiría lograr una estabilidad internacional como
ocurrió en la pax romana, la pax británica o la pax americana
–desde 1945 esta última–, siempre y cuando los Estados acepten el
liderazgo de uno de ellos y no busquen equilibrarse los unos con
los otros. El autor realiza un análisis económico en la medida que
afirma que el poder hegemónico se funda en los cambios económicos
y tecnológicos antes que en la distribución de capacidades, ya que
las capacidades militares de una potencia reposan en efecto en sus
fuerzas productivas, las que constituyen la condición material sine
qua non de sus pretensiones de hegemonía (Battistella 2009: 149).
Mearsheimer (2001) hace un aporte relevante al análisis del
enfoque neorrealista –principalmente como complemento y crí-
tica a los postulados de Waltz– al establecer una distinción entre
los denominados «neorrealistas defensivos» y los «neorrealistas
ofensivos». Los primeros serían los que asumen que la estructura
internacional incita a los Estados a mantener el equilibrio de poder
existente. Mantener su poder, más que intentar aumentarlo, sería
el objetivo principal de los Estados. Afirman que la seguridad es
relativamente abundante en el sistema internacional, por lo que el

105
Isabel Rodríguez

conflicto armado «es más posible que probable» (Battistella 2009:


155-156). Según Mearsheimer (2001), tanto K. Waltz como Gilpin
serían representantes de este enfoque al suponer estos últimos que
los Estados son optimizadores de seguridad y que lograr un orden
en la anarquía internacional es posible en la medida en que los
Estados tienen un interés común en mantener un statu quo, ya sea
a partir de un duopolio como en la perspectiva de Waltz, o de un
Monopolio desde la de Gilpin.
Por el contrario, los «neorrealistas ofensivos» serían los que
asumen que lograr una anarquía internacional organizada es
imposible, y que el sistema internacional en vez de incitar a un
equilibrio de poder obliga a los Estados a maximizar su poder
relativo y a mejorar su posición relativa en la estructura de poder,
existiendo rara vez potencias que estén conformes con el statu quo
de la política mundial (Battistella 2009: 155). Mearsheimer (2001)
formaría parte de esta corriente y retoma para su argumentación
elementos del realismo clásico de Morgenthau, principalmente su
visión respecto de los objetivos principales de los Estados, esto es,
asegurar su seguridad y sobrevivencia a partir de la maximización
de su poder. En el fondo, los Estados buscarían ser el hegemón del
sistema internacional y la agresión sería siempre probable en la
medida que puede ser necesaria para asegurar su sobrevivencia o
para mejorar su posición relativa en el sistema internacional.
Es en base a estos modelos iniciales que el neorrealismo mantie-
ne su desarrollo teórico buscando explicar la estructura de poder glo-
bal de postguerra fría y su evolución hasta la actualidad. Al respecto,
destaca el análisis de Samuel Huntington en su libro «El Choque de
Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial» (1996), en
el que propone una estructura uni-multipolar para explicar el perio-
do postguerra fría. En ella, define la unipolaridad estadounidense
como una combinación de multipolaridad y unipolaridad y predice
que esta última se irá debilitando paulatinamente considerando los
recursos limitados de EE.UU. y la reacción de otras potencias que
define como hegemones regionales, por ejemplo, Alemania, Francia,
China y Rusia. Para el autor, hay una percepción negativa de EE.UU.
por el resto de los Estados que él explica en función de análisis de
diferencias civilizacionales (1996: 21). En general, es evaluado por

106
Teorías de la Relaciones Internacionales

los otros como un país arrogante, unilateral, que se transforma


en un hegemón canalla y no benigno para el orden internacional.
Entre los factores de erosión del poder norteamericano, el autor
precisa los siguientes: desequilibrios económicos, falta de recursos
energéticos, amenaza terrorista, cambios de gobierno, entre otras
razones. A su vez, como explican Kegley y Raymond (2008: 31),
hay consenso en base a las evidencias disponibles que «la capacidad
militar y económica en el siglo XXI es probable que sufra una in-
cesante dispersión entre un número creciente de grandes potencias
relativamente equiparadas».
Este análisis de un hegemón benigno o maligno en una estruc-
tura de poder unipolar ha llevado a los autores a diferenciar las
estructuras entre un unipolarismo de consenso y un unipolarismo
jerárquico. El primero se entiende como un sistema anárquico con
supremacía de una potencia que no amenaza al resto, que no impone
sus intereses, que busca consensos y construye multilateralismo. En
el segundo, la unilateralidad se acentúa tanto que termina por ha-
cer irrelevantes a las otras potencias, instaurando una jerarquía de
acuerdo a sus intereses. Esta última es una hegemonía que anula al
resto, una «política imperial» donde prima la fuerza en las relaciones
más que los consensos (Palacio de Oteyza 2003: 15). Un ejemplo de
la unipolaridad de consenso sería el sistema internacional inmediato
al fin de la Guerra Fría con una hegemonía de EE.UU. que busca
acuerdos y se limita a las reglas e instituciones internacionales,
aspecto que queda claro al analizar las dinámicas internacionales
EFSFBDDJÓOBOUFMBJOWBTJÓOEF*SBLB,VXBJUFO RVFNPWJ-
lizó el consenso internacional en apoyo a EE.UU. para defender a
,VXBJU1PSFMDPOUSBSJP VOFKFNQMPEFVOJQPMBSJTNPKFSÃSRVJDPFT
la invasión a Irak por parte de EE.UU. en el año 2003.
Otro análisis neorrealista es el de Joseph S. Nye, que en su
libro «La Paradoja del Poder Norteamericano» (2003), explica la
distribución de poder actual como una estructura tridimensional
en la que una primera dimensión, la militar, sería unipolar, siendo
EE.UU. el hegemón; una segunda dimensión, la económica, sería
multipolar, siendo EE.UU. más China, Japón y la Unión Europea
las potencias económicas principales, y por último, la tercera di-
mensión tendría una estructura indefinida en su jerarquía de poder,

107
Isabel Rodríguez

porque correspondería a las relaciones de actores transnacionales


que son diversos en capacidades de poder y objetivos en el sistema
internacional (2003: 67).
Es interesante cómo el neorrealismo ha incorporado a los ac-
tores transnacionales en su análisis, entendiendo que estos actores
no estatales juegan un rol cada vez más relevante en las relaciones
de poder con los Estados. Así, Richard Haass, en su artículo «La
Era de la No Polaridad» (2008), explica que la estructura de poder
actual carece de polos de poder diferenciados y se caracteriza por
estar «dominada por docenas de actores que tienen y ejercen diver-
sos tipos de poder» (2008: 66). El poder, entonces, es más difuso y
está más distribuido entre actores estatales y transnacionales. Por lo
tanto, un sistema no polar es una estructura con numerosos centros
de poder, donde no domina ninguna potencia y donde muchos de
esos polos no son Estados-nación. No habría en esta estructura lo
que Susan Strange (1988: 246) ha definido como poder estructural,
donde una potencia sobresale por tener control sobre la seguridad,
sobre la producción, las finanzas y las ideas (ciencia y cultura). Para
Haass ya no hay un actor internacional que tenga todos los recursos
de poder y explica «los Estado-nación han perdido el monopolio
del poder, y en algunos casos, incluso la superioridad» (2008: 66).
Desarrolla esta idea explicando que sobre los Estados ahora están
las Organizaciones Internacionales, las organizaciones regionales,
las organizaciones supranacionales, compañías globales, medios de
comunicación globales, entre otros. Y dentro del Estado, las Orga-
nizaciones No Gubernamentales, movimientos sociales, partidos
políticos organizados que condicionan su poder, además de actores
en el margen de la legalidad que también, eventualmente, pueden
afectar su poder como son las milicias (2008: 67).

vii. Liberalismo en relaciones internacionales

El enfoque liberal, llamado también enfoque de la Política Mundial,


estudia las relaciones internacionales desde una perspectiva distinta
a los realistas y a los idealistas; sin embargo, recoge las premisas
liberales del primer debate de las Relaciones Internacionales y las
reformula en los años setenta a la luz de los cambios internaciona-

108
Teorías de la Relaciones Internacionales

les del momento. Se conforma en base a una visión positiva de la


naturaleza humana sobre la cual se construye la convicción de que
las relaciones en el sistema internacional pueden ser más coopera-
tivas y menos conflictivas, entendiendo la capacidad de progreso
del hombre como algo innato.
Se inicia en 1971 con los autores Robert Keohane y Joseph Nye
que escriben el libro «Internacionals Relations and World Politics»,
ZTFDPOTPMJEBFODPOFMMJCSPj1PXFSBOE*OUFSEFQFOEFODFv
En sus propuestas teóricas ellos plantean salir del modelo estatocén-
trico para pasar a un modelo multicéntrico que explique la realidad
internacional, la cual ya no está dominada por las relaciones entre
Estados y la preocupación de la seguridad nacional, sino que hay
un conjunto amplio y diverso de relaciones que incorpora a actores
transnacionales, es decir, no estatales, y a otros temas importantes
como el bienestar económico y social.
Para dar cuenta de este sistema multicéntrico, los autores propo-
nen el concepto de «interdependencia compleja» que se explica por
tres características definitorias (Keohane y Nye 1977: 41): En primer
lugar, la existencia de canales múltiples que conectan las sociedades.
Estos se pueden resumir en tres tipos de relaciones: canales interes-
tatales, donde el Estado se entiende como una unidad coherente y
compacta en la práctica de su política exterior; relaciones transgu-
bernamentales, que surgen cuando el supuesto anterior se flexibiliza,
ya que supone que las distintas partes del gobierno, es decir, los
ministerios, el parlamento, los gobiernos regionales, también tienen
relaciones internacionales, sin que eso forme parte necesariamente de
la política exterior formal del Estado; y relaciones transnacionales, que
surgen cuando se flexibiliza la idea de que el Estado es el único actor
importante, reconociéndose una diversidad de actores no estatales.
Como segundo componente del concepto de interdependencia
compleja, está la agenda de las relaciones interestatales, la cual cam-
bia, se amplía y diversifica sin que exista una clara y sólida jerarquía
entre los distintos temas. En consecuencia, la seguridad militar ya
no domina la agenda y surgen otros temas internacionales o de la
política interna de los Estados que pueden adquirir gran relevancia.
Y en tercer lugar, el concepto de interdependencia compleja
resalta el hecho de que la fuerza militar deja de ser una opción para

109
Isabel Rodríguez

los Estados en política exterior. Esto no quiere decir que la fuerza


militar deje de ser relevante, pero el enfoque destaca el costo e
ineficiencia de este tipo de poder para resolver temas, por ejemplo,
de naturaleza económica, donde la interdependencia económica
debiera tener mejores y más eficientes resultados que el uso de la
fuerza militar.
En síntesis, las ideas principales de este enfoque son que la
modernización aumenta el nivel de interdependencia y cooperación
entre los Estados, que la fuerza militar es menos utilizada para re-
solver las cuestiones internacionales por ser un instrumento cada
vez más inútil e ineficiente conforme a la naturaleza de los nuevos
temas de la agenda, y que los actores transnacionales son cada vez
más importantes y diversos. Además, es ahora el bienestar y no la
seguridad el principal objetivo o meta de los Estados (Jackson y
Sorensen 2003: 116).
Es importante considerar que estas nuevas teorías liberales bus-
can explicar un sistema internacional que estaba afectado por cambios
fundamentales que se producen en la década del setenta. Podríamos
decir que es un momento de declive de la hegemonía estadounidense,
que marca un periodo de distensión de la Guerra Fría. Diversos hechos
permiten este análisis: las sucesivas crisis del petróleo desde 1973,
las turbulencias del sistema monetario internacional originadas por
la flotación del dólar derivada de las medidas económicas tomadas
en 1971 por Richard Nixon –conocidas como el Nixon shock–, la
derrota en Vietnam, además del ascenso de potencias económicas
como la Comunidad Económica Europea (CEE) y Japón (Ortiz 2000:
155-163). En su libro «After hegemony: Cooperation and discord
JOUIFXPSMEQPMJUJDBMFDPOPNZv ,FPIBOF 
EFàOFIFHFNPOÎB
como la posesión de una preponderancia visible en la disposición
de recursos materiales, como materias primas, fuentes de capital,
control de mercados o una posición competitivamente ventajosa
en la producción de bienes de alta demanda. Lo que el autor quiere
destacar, es que en el actual sistema internacional estaban surgiendo
nuevos actores no estatales con capacidades de poder diversas y que
son fundamentales para la cooperación.
Desde esta perspectiva, el sistema internacional debe compren-
derse como un sistema multicéntrico, donde la interdependencia es

110
Teorías de la Relaciones Internacionales

una realidad que a medida que se vuelve más compleja favorece a


la cooperación. Sin embargo, esta cooperación se entiende no en
términos idealistas, sino como una negociación en donde existen
intereses diversos entre los actores participantes, que llegan a ceder
en ciertos aspectos y construir consensos gracias a las relaciones
de interdependencia, entendiendo que siempre la cooperación tiene
costos y beneficios, de los cuales los beneficios son posibles de pre-
decir, mas no los costos. Dicha construcción de consensos permite
mantener una situación favorable para todos y es, por lo tanto, una
mejor opción frente a la opción de no cooperar.
A partir de este enfoque, el juego no es de suma cero como lo
explicaban los realistas; aquí todos ganan algo, mas no lo mismo.
Hay una interdependencia asimétrica y también costos y beneficios
asimétricos. Así, se mantienen las diferencias de recursos de poder
que afectan la negociación, pero todos tienen la impresión de estar
ganando algo.
El fenómeno que sigue siendo interesante acá es el del poder.
Hemos revisado en el neorrealismo una concepción material del
poder entendido como capacidades que se obtienen por recursos de
poder medibles, que determinan la distribución jerárquica de poder
de los Estados configurando una y otra estructura de poder. Por el
contrario, el liberalismo, haciéndose cargo del poder como recursos
y capacidades que afectan la cooperación, agrega la idea del con-
senso y legitimidad del mismo. En este sentido, el poder legítimo no
requiere del uso de la fuerza, y dicho poder se logra únicamente en
base a la construcción de consensos sobre quienes tienen y ejercen
el poder, sean Estados, Organizaciones Internacionales, y/o actores
transnacionales entre otros.
Esta última explicación del poder se enmarca en el enfoque que
lo estudia como una relación y no como algo material (Rodríguez
2010: 137). El poder político es una relación que simultáneamente
contiene elementos coercitivos y elementos de consentimiento. Entre
las posibles definiciones, cabe destacar la de Philippe Braud (1985:
336), para quien el poder, entendido como relación, es un sistema
organizado de interacciones cuya eficacia reposa en una alianza
especial entre la tendencia al monopolio de la coacción y la bús-
queda de una mínima legitimidad (Rodríguez 2011: 137). En tanto

111
Isabel Rodríguez

que ambas dimensiones no son excluyentes, sus proporciones son


las que determinan las características de dicha relación, es decir, en
algunos casos puede primar la coerción y en otros el consentimiento.
Por ejemplo, en los regímenes democráticos dicha relación de poder
se legitima por el sistema de elección de los gobernantes mediante
sufragio universal. No obstante, y llevando la explicación a las re-
laciones internacionales, este enfoque relacional se puede identificar
precisamente en las relaciones de cooperación donde las diferencias
de intereses y recursos de poder transforman dicha cooperación en
una negociación en la que todos ganan pero de forma asimétrica.
Luego de revisar los elementos claves del concepto de interde-
pendencia compleja que articula la teoría en el enfoque liberal de las
Relaciones Internacionales, revisemos ahora los espacios de análisis
que proponen enfatizar para favorecer y potenciar la cooperación
y disminuir las opciones de conflicto. Siguiendo a Jackson y Soren-
sen (2003: 109), estas líneas de análisis dentro del liberalismo son
cuatro: liberalismo sociológico o transnacional, liberalismo de la
interdependencia económica, liberalismo institucional y el libera-
lismo republicano o democrático.
El primero, el liberalismo sociológico o transnacional, coloca el
énfasis en las relaciones transnacionales que se dan entre personas,
grupos sociales, organizaciones civiles entre otros, que pertenecen a
diversos países, partiendo de la premisa básica de que las relaciones
entre personas son más cooperativas que las relaciones entre Estados
(Burton 1972). Al respecto, Jackson y Sorensen (2003) –citando a
Rosenau (1992; 1997)– explican que la importancia de los ciuda-
danos ha aumentado al menos por cinco razones: 1. La erosión y
dispersión del Estado y el poder gubernamental; 2. el advenimiento
de la televisión global, el mayor uso del computador en el lugar de
trabajo, el aumento de los viajes al extranjero y las migraciones,
la expansión de las instituciones educacionales, que han mejorado
–y aumentado–, y las habilidades analíticas de las personas; 3. La
entrada de nuevos temas de interdependencia a la agenda global
–como la contaminación medioambiental, las crisis económicas, el
terrorismo, el narcotráfico, entre otros, que han hecho sobresalir
los procesos a través de los cuales las dinámicas globales afectan el
bienestar de los individuos; 4. La revolución de las tecnologías de la

112
Teorías de la Relaciones Internacionales

información que han hecho posible para los ciudadanos y políticos


literalmente «ver» cómo las acciones micro tienen consecuencias
macro; 5. Los líderes están pasando a ser «seguidores» debido a que
los individuos están cada vez más conscientes de que sus acciones
tienen consecuencias.
En el mismo sentido, James Rosenau (1997) explica una pro-
funda transformación del sistema internacional, que se concreta al
constatar el paso de un sistema estatocéntrico a uno multicéntrico
caracterizado por la abundancia de actores libres del concepto de
soberanía que existen aparte de los Estados y que muchas veces
están en competencia con estos. Lo relevante para el liberalismo
sociológico es focalizar que entre dichos actores se generan redes y
percepciones comunes que favorecen la cooperación. Por su parte,
Karl Deutsch (1961) y Donald Puchala (1984) precisan su análisis
sobre las percepciones comunes y la construcción de identidades
colectivas como los agentes del cambio pacífico en las relaciones
internacionales. Deutsch, propone que las relaciones transnaciona-
les entre sociedades de distintos Estados pueden conformar lo que
conceptualiza como «comunidad de seguridad», explicando que la
podemos definir como «un grupo que ha llegado a integrarse, donde
la integración es definida como el logro de un sentido de comunidad,
acompañado por instituciones y prácticas formales e informales,
lo suficientemente fuertes y rutinizadas, que permitan asegurar el
cambio pacífico entre los miembros del grupo con razonable certeza
de ser constante por un largo tiempo» (1961: 99). Los elementos de
análisis del enfoque de Deutsch llamado «transaccionalismo» son,
en primer lugar, la alta comunicación entre sus sociedades y la alta
movilidad de las personas considerando, por ejemplo, los medios
de comunicación, el intercambio de estudiantes universitarios, los
vuelos directos, las políticas migratorias, y en segundo lugar, la con-
sistencia y permanencia de los lazos económicos (Robert Jackson
2000: 109). El argumento general aquí es que a mayor presencia
de estas relaciones, mayor desarrollo de relaciones pacíficas entre
esas sociedades y mayor ausencia de guerra.
Por su parte, el liberalismo institucional se centra en los benefi-
DJPTZFGFDUPTQPTJUJWPTEFMBTJOTUJUVDJPOFTJOUFSOBDJPOBMFT8PPESPX
Wilson buscaba transformar las relaciones internacionales, caóticas

113
Isabel Rodríguez

en ese entonces según su perspectiva, a partir de la construcción de


organizaciones internacionales como la Sociedad de Naciones. Los
autores institucionalistas actuales (Little; Dunne; Keohane; Krasner;
Lamy; entre otros) consideran que la instituciones ayudan a regular
la anarquía pero son menos optimistas que los idealistas; están de
acuerdo en que las instituciones internacionales pueden favorecer la
cooperación, pero no aseguran que las instituciones por sí mismas
garanticen una transformación de las relaciones internacionales
(Jackson y Sorensen 2003: 117). Para apoyar sus supuestos, los
teóricos de este enfoque han adoptado en muchos casos el enfoque
behaviorista o conductista, que aporta datos empíricos posibles de
contrastar y someter a pruebas de hipótesis.
Las instituciones se entienden como un espacio para construir
confianzas entre los actores, compartiendo abundante información,
teniendo espacios formales para negociar por diferencias de intere-
ses y percibiendo la credibilidad de los distintos Estados al cumplir
compromisos, permitiendo aminorar el problema de la desconfianza
y la inseguridad entre ellos. Con todas estas características, las
instituciones son entonces un espacio que permite de cierta forma
regular y predecir a través de principios y normas compartidas la
conducta de los Estados. En consecuencia, podemos afirmar que
el liberalismo institucional se enfoca principalmente en las institu-
ciones internacionales y en cómo estas favorecen y promueven la
cooperación entre los Estados.
El liberalismo de la interdependencia económica se basa en la
idea de la dependencia mutua de los Estados, donde los gobiernos
y las personas se afectan mutuamente y las relaciones transnacio-
nales de naturaleza económica y comercial son fundamentales,
considerando que a mayores relaciones transnacionales, mayor
es la interdependencia entre los Estados. Estos mayores niveles de
interdependencia se logran cuando todos los actores se centran en
los procesos de modernización económica, buscando crecimiento
económico y desarrollo de sus países. Estos procesos y objetivos
compartidos llevan a buscar espacios de cooperación económica y
técnica que van de menos a más, en una constante que genera una
interdependencia compleja que hace que los costos de ir a una guerra
sean tan altos que esta opción no resulta viable.

114
Teorías de la Relaciones Internacionales

En resumen, los procesos de modernización económica y aper-


tura incrementan los niveles de interdependencia compleja entre los
Estados (Keohane 1977) y los actores transnacionales aumentan
en importancia, principalmente los actores económicos; al mismo
tiempo, la fuerza militar disminuye como instrumento para los nue-
vos logros de crecimiento y desarrollo, entendiéndose la seguridad
como el bienestar social y económico de las personas. La meta de
los Estados es entonces el bienestar de su población, y eso nece-
sariamente lleva a buscar relaciones internacionales cooperativas.
Autores como Rosencrance (1973; 1981) desarrollan la idea
de que en un contexto de interdependencia económica entre dos
Estados el costo de usar la fuerza es demasiado alto ya que colocan
en peligro todo lo ganado en cooperación. Otro autor, Mitrany
(1966), que desarrolla las teorías de la integración regional, explica
que cuando los individuos ven que su bienestar está en colaborar
NÃTBMMÃEFM&TUBEP FMMPTQVFEFOUSBOTGFSJSTVTMFBMUBEFT #ZXBUFST 
Rodríquez, et. al. 2009: 13). Así, la actual lealtad a los Estados
eventualmente podría ser trasladada por los individuos a otras
unidades que van conformándose como instituciones por sobre los
Estados y que no son territoriales. Por lo tanto, su paso secuencial
es que la integración económica y social llevará necesariamente a la
integración política. Por supuesto, el mejor ejemplo de este proceso
es la conformación de la Unión Europea. Por su parte, Ernst Haas
(1958) en su libro «The Uniting of Europe», desarrolla la idea de
que la cooperación económica y técnica entre los Estados también
puede llevar a una cooperación política entre ellos. Haas (1964)
realiza una analogía del desarrollo político nacional con el regional,
considerando que las elites políticas de distintos Estados pueden
resolver sus diferencias de intereses porque se dan cuenta de que la
integración política es la mejor vía para cumplir sus objetivos, que
por cierto no son altruistas; por el contrario, están en función de
sus objetivos de bienestar económico y social (Vieira 2008: 167).
Aquí el poder no es separable del bienestar.
En ese sentido y en base a ambos enfoques, liberalismo institu-
cional y de la interdependencia, al considerar la integración política
y la transferencia de lealtades de los ciudadanos a instituciones fuera
del Estado, estamos frente a un proceso de desarrollo institucional

115
Isabel Rodríguez

desde los Estados. Es lo que denominamos neoinstitucionalismo


liberal, focalizando el análisis en la conformación de instituciones
supraestatales y supranacionales. En este sentido, las instituciones
supraestatales corresponden a aquellas instituciones internacionales
donde los Estados las facultan en base a tratados internacionales
que no permiten el desarrollo de legislación secundaria, sino que
sus facultades para normar y sancionar requieren una autorización
previa desde los mismos Estados. Es el caso de la Corte Internacional
de la Haya o la Organización Mundial del Comercio (OMC), que
tienen atribución para dirimir y sancionar a los Estados de acuerdo
a sus normas y procedimientos establecidos, pero únicamente en los
casos en que los Estados solicitan su pronunciamiento.
Por otra parte, las instituciones supranacionales son aquellas
en donde los Estados han realizado una transferencia de determi-
nadas competencias soberanas a través de tratados internacionales
que tienen la facultad de desarrollar legislación secundaria que se
transforma en obligatoria y sin posibilidad de modificaciones para
los Estados. El mejor ejemplo es el caso de la Unión Europea, cuyas
instituciones supranacionales y el derecho comunitario que las rige
se ordenan por tres procedimientos: el primero, la no recepción de
la norma, es decir, las nuevas normas que resultan de la legislación
secundaria no necesitan pasar y ser aprobadas por el Parlamento de
cada Estado, sino que son incluidas de inmediato en la legislación
nacional; el segundo, es la obligatoriedad de la norma para los Es-
tados y las personas naturales y jurídicas de esos Estados; y tercero,
la supremacía de la norma comunitaria, que aunque por alguna
razón pueda entrar en conflicto con la legislación nacional, prima
para todos los efectos. Aquí hay una importante diferencia con las
instituciones internacionales como son la Organización Internacio-
nal del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Organización
Mundial de la Salud (OMS), y la Organización de los Estados
Americanos (OEA), entre otras, cuyas decisiones y normas deben
pasar necesariamente por los parlamentos nacionales y pueden ser
aprobadas o rechazadas, siempre considerando si son compatibles
con la legislación nacional o asumiendo los cambios necesarios en
la legislación nacional para asumir dichas normas. En este último

116
Teorías de la Relaciones Internacionales

caso, el interés nacional –enfoque intergubernamental– prevalece


bajo todo punto de vista, en cambio, en la supranacionalidad, prima
el interés comunitario.
Por último, siguiendo nuestro análisis del enfoque liberal, el
liberalismo republicano se articula en base a la idea central de que
las democracias liberales son más pacíficas y apegadas a la ley que
otros sistemas políticos. El argumento principal es que las demo-
cracias no van a la guerra entre sí (Jackson y Sorensen 2003: 120).
Parte de su fundamentación se basa en el incremento del número de
regímenes democráticos en el mundo en los últimos años, evidencia
empírica que explica en gran medida –según esta perspectiva– por
la disminución de los conflictos a lo largo y ancho del orbe. Al
respecto, los supuestos que derivan del por qué los sistemas polí-
ticos democráticos no entran en guerra entre ellos son tres, según
Michael Doyle (1986: 1155): primero, por la existencia de una
cultura política basada en la resolución pacífica de los conflictos que
lleva a que las democracias fomenten las relaciones internacionales
pacíficas. Esto último debido a que los gobiernos democráticos son
controlados por sus ciudadanos, quienes no alentarían una guerra
contra otra democracia; segundo, porque las democracias comparten
valores morales comunes que los llevan a crear más zonas de paz,
entendiendo que la libertad de expresión y la libre comunicación
promueven el entendimiento mutuo y ayudan a asegurar que los
representantes políticos sean responsables ante el electorado; y terce-
ro, la paz entre democracias es fortalecida mediante la cooperación
económica –interdependencia– que se rige por principios liberales.
Este enfoque es el que posee el mayor componente normativo de
los liberalismos presentados. Los autores de esta corriente entienden
que es una «responsabilidad el promover la democracia por todo el
mundo» (Jackson y Sorensen 2003: 121). En suma, se afirma que
los Estados democráticos no desarrollan guerras entre ellos debido
principalmente a que tienen una cultura de resolución de conflictos
por vías pacíficas y valores morales comunes, y a los mutuamente
beneficiosos lazos de cooperación económica e interdependencia
existentes entre ellos. Al respecto, muchas instituciones colocan
como requisito a los países miembros tener sistemas democráticos;
es la llamada «cláusula democrática» que, por ejemplo, tiene la Or-

117
Isabel Rodríguez

ganización de Estados Americanos (OEA), el Mercado Común del


Sur (MERCOSUR), la misma Unión Europea (UE) por mencionar
algunos casos.

viii. Marxismo y neomarxismo en


relaciones internacionales

Tanto las teorías del materialismo histórico como las teorías del siste-
ma mundo son perspectivas de análisis de las Relaciones Internaciona-
les a partir de los enfoques marxista y neomarxista, respectivamente.
El materialismo histórico es un término que deriva directamen-
te de los trabajos de Karl Marx y Friedrich Engels. Los elementos
de análisis principales que lo explican y que son el anclaje común
a las teorías neomarxistas posteriores son, según Hobden y Wyn
Jones (2008), principalmente cuatro: 1. Los modos de producción
capitalistas que determinan las fuerzas productivas y establecen
las relaciones entre las personas. Esta premisa es el centro de las
teorías; 2. La no consideración del Estado-nación como la unidad
central de análisis en las relaciones internacionales. En este sentido,
las Relaciones Internacionales estudian las relaciones ya no entre
Estados sino entre las formaciones sociales que genera el capitalis-
mo; 3. La estructura de clases es el principal problema, siendo las
clases sociales los actores de la vida política tanto interna como
internacional; y 4. El imperialismo, que se entiende como la causa
del conflicto en las relaciones internacionales.
El conflicto es un concepto histórico y social propio de las rela-
ciones entre diferentes clases y otros grupos sociales, generado por
las diferencias de las posiciones socioeconómicas. La culminación de
tales conflictos puede dar lugar a dos procesos, guerra o revolución,
o bien, una combinación de ambas (Halliday 2002: 93). La premisa
de base es que las revoluciones políticas solo cambian la forma de
gobierno, mientras que las revoluciones sociales alteran el sistema de
clases. Esto último, aplicado a las relaciones internacionales, nos lleva
descartar la seguridad y las acciones de los Estados como lo funda-
mental y colocar el acento en el conflicto social (Halliday 2002: 91).
Al respecto, hay que considerar que el marxismo tuvo un escaso
desarrollo en la etapa inicial de la disciplina de las Relaciones In-

118
Teorías de la Relaciones Internacionales

ternacionales, que se debió en parte a la alta influencia académica y


política de Estados Unidos. Las teorías marxistas y las neomarxistas,
especialmente las referidas al denominado «sistema-mundo», entran
tardíamente en la disciplina a partir de la década de los setenta,
siendo ambas las primeras contribuciones no estadounidenses a ella.
Usamos el término «neo» para ubicarlos en el tercer debate
de la disciplina junto al neorrealismo y el «neo» liberalismo. Es
en la década de los setenta cuando el «neo» marxismo se alejó del
marxismo oficial establecido en los países del llamado «socialismo
real», porque lo consideraba distanciado del proyecto originario
y por enquistar la filosofía marxista en su versión dogmática del
materialismo dialéctico. En este sentido, el neomarxismo rechaza
el determinismo económico destacado en Marx prefiriendo hacer
hincapié en aspectos sociológicos, psicológicos y culturales. Es im-
portante mencionar, principalmente pensando en el desarrollo de las
Relaciones Internacionales en América Latina, que el neomarxismo
también trabaja o es utilizado en los estudios sobre desigualdades
experimentadas por países en vías de desarrollo en el marco del
nuevo orden económico internacional.
Precisamente, el antecedente teórico del neomarxismo en las
Relaciones Internacionales es la teoría de la dependencia, que se
origina en la década de los sesenta para explicar por qué América
Latina y otras regiones del mundo no alcanzaban mayores niveles de
desarrollo. Su origen se encuentra en el estructuralismo de la década
de los cincuenta y más específicamente en la teoría centro-periferia,
cuyo principal autor es Raúl Prebisch que, desde la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), desarrolla
una explicación del subdesarrollo de América Latina que se basa
en destacar la concentración de la producción de bienes primarios
como principal causa de las relaciones económicas desiguales. La
solución que propone Prebisch es que los países de la región orienten
su producción hacia bienes manufacturados, proceso que se cono-
ce como Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).
Además, agrega la necesidad de una intervención activa del Estado
en la economía, procesos internos que se pueden complementar
con impulsar procesos de integración regional. Consideremos que
desde estos planteamientos cepalinos surgieron en los años sesenta

119
Isabel Rodríguez

las primeras experiencias de creación de bloques regionales de


integración económica en la región, como la Asociación Latinoa-
mericana de Libre Comercio (ALALC), el Mercado Común Cen-
troamericano (MCCA), la Comunidad del Caribe (CARICOM), y
el Pacto Andino. En consecuencia, para esta línea de análisis, aun
cuando el subdesarrollo se explica por las condiciones de la estruc-
tura capitalista internacional, es posible revertir dicha situación y
superar el subdesarrollo.
Por otra parte, la explicación de la teoría de la dependencia
en los setenta se basa en explicar las razones de la posición que los
Estado-nación ocupan dentro del mundo capitalista. En este sentido,
la política mundial es manejada por las fuerzas del capitalismo y la
explicación económica es una parte integral del sistema capitalis-
ta. El funcionamiento del mundo capitalista se condiciona por la
desigualdad, la dominación y la dependencia entre las zonas ricas
y pobres y es explicada por los conceptos de centro y periferia, que
identifican espacios en el mundo diferenciados entre sí de acuerdo a
sus modos de control del trabajo y su especialización en la produc-
ción. El centro corresponde a las áreas más avanzadas económica
y tecnológicamente, prósperas y poderosas; la periferia, en tanto,
ofrece mano de obra y materias primas al centro, y es pobre y débil.
Son estas diferencias que marcan la división internacional del tra-
bajo que deriva de la acumulación de capital que divide las clases dentro
y entre los Estados, situación que lleva inevitablemente al conflicto.
Entonces, a diferencia del estructuralismo, en la década de los setenta la
teoría de la dependencia buscará explicar los orígenes, funcionamiento y
naturaleza del sistema capitalista mundial, y las razones que explican la
perpetuación de la dependencia y del subdesarrollo utilizando la noción
marxista del conflicto en base a la explotación y la no existencia de
intereses comunes. Hay aquí un análisis determinista de la incidencia
de la estructura capitalista sobre la división de países desarrollados y
subdesarrollados, ya que los primeros solo pueden estar en ese nivel
de desarrollo por la existencia del subdesarrollo.
En base a lo anterior, y volviendo al análisis del materialismo
histórico y las teorías del sistema-mundo, podemos señalar que
ambas miradas teóricas creen en la posibilidad de un cambio radical
que destruya el orden mundial capitalista. Sin embargo, junto con

120
Teorías de la Relaciones Internacionales

esa coincidencia se encuentra también la principal diferencia entre


las dos perspectivas: el materialismo histórico se centra en buscar
prácticas emancipadoras que conduzcan a una sociedad socialis-
ta para luego pasar a una sociedad comunista, y las teorías del
sistema-mundo buscan las debilidades de la civilización capitalista
que permitan pasar a otra civilización capitalista.
Wallerstein (1974) entiende el sistema-mundo moderno desde
una perspectiva sistémica que le permite analizarlo como una es-
tructura con fronteras, grupos, normas que lo legitiman y le dan
coherencia. Es un mundo lleno de conflictos que se mantiene en un
estado de cambios y tensión permanente, donde interactúan cons-
tantemente las fuerzas y debilidades del mismo sistema. El autor
destaca cinco características distintivas del actual sistema-mundo
que se ha forjado en torno a la civilización capitalista: Primero, la
dinámica incesante y autogestionada de acumulación de capital
impulsada por los poseedores de los medios de producción (Herrera
2006: 79). Para Wallerstein, la única economía mundo es la euro-
pea, constituida a partir del siglo XVI, la que impulsó el desarrollo
pleno de los modos de producción capitalista hasta extenderse a la
totalidad del planeta a fines del siglo XIX.
Segundo, la división del trabajo entre centro y periferia se
explica con un intercambio desigual, materializado en múltiples
cadenas industriales que garantizan el control de los trabajadores
y la monopolización de la producción por una clase burguesa
(Wallerstein 1974; 1983). Aquí la existencia de una semiperiferia,
como tercera característica, es inherente al sistema cuya jerarquía
económica-política se modifica permanentemente. Sin embargo,
y como cuarta característica, el sistema interestatal en el marco
de la economía mundo capitalista está continuamente condu-
cido por un Estado hegemónico cuya dominación es temporal
y contestada. Por último, en quinto lugar, destacan los ritmos
cíclicos del capitalismo histórico, con periodos de expansión y de
estancamiento, y con recurrentes crisis (Wallerstein 1974; 1983).
Como el mismo Wallerstein explica «el capitalismo ha entrado
históricamente en una crisis estructural en los primeros años del
siglo XX y conocerá sin duda su final como sistema histórico a
lo largo del siglo XXI» (1983: 174).

121
Isabel Rodríguez

Un aspecto fundamental del análisis de Wallerstein es que este


sistema-mundo capitalista carece de un sistema político centraliza-
dor, y su éxito descansa precisamente en la multiplicidad de sistemas
políticos en su interior. En consecuencia, un sistema-mundo alterna-
tivo, es decir, socialista, tendría que integrar las esferas económica y
política al mismo tiempo para poder equilibrar la distribución del
poder entre los diferentes grupos sociales. Por cierto, un socialismo
que sería muy distinto al socialismo del siglo XX –el soviético– que,
como explica el autor, participó del mismo sistema-mundo capita-
lista, aunque formara parte de su periferia.
Para Wallerstein, el actual sistema-mundo capitalista está en
una crisis terminal que se extenderá por unos cincuenta años más
para llegar a su fin. Desde su perspectiva sistémica, todo sistema
social histórico aparece, se desarrolla, entra en decadencia y final-
mente muere debido a la acumulación de tensiones que se hacen
inmanejables para lograr un reequilibrio nuevo (Wallerstein 1974;
1983). No obstante, sostiene que el nuevo sistema es indeterminado
en su contenido social e histórico, es decir, no se puede predecir. Al
respecto, analiza tres presiones estructurales que estarían tensio-
nando el sistema: la desruralización del mundo que resulta de la
migración campo-ciudad por la búsqueda de mejores salarios y que
lleva a que en la periferia la mano de obra barata se esté agotando;
la crisis ecológica, que deriva de que los capitalistas productores no
se hagan cargo de la externalización de los costos medioambienta-
les y el Estado tenga cada vez menos capacidad para exigirlo, por
ejemplo, a través de impuestos; por último, la presión estructural
es la polarización socio-económica que se acompaña de regímenes
políticos que tienen cada vez más límites para hacerse cargo de la
educación, la salud, el bienestar económico y social de la pobla-
ción. En consecuencia, según Wallerstein, el sistema capitalista se
está transformando en un sistema no rentable para los principios
capitalistas.
Es importante enfatizar que las teorías del sistema-mundo
capitalista siguen vigentes para comprender las transformaciones
del capitalismo a inicios del siglo XXI. Al respecto, cuatro autores
son los representativos de esta corriente teórica que toman las
referencias históricas desde los conceptos marxistas fundamenta-

122
Teorías de la Relaciones Internacionales

les, pasando por la economía mundo de Fernand Braudel, hasta


la visión jerárquica de centro-periferia, además de las premisas
metodológicas del análisis estructural y la combinación de teoría e
historia (Braudel: 1985). Estos son: Samir Amin, de quien destacan
sus obras «Imperialismo y globalización, los desafíos de la mun-
dialización» (1997), «Crítica de nuestro tiempo» (2001), y «Salir
de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis» (2009);
Giovanni Arrigui y André Gunder Frank, con el libro «Movimientos
sociales en el sistema mundial», publicado en 1990. De Gunder
Frank sobresalen también los libros «Critica y anticrítica» (1994),
«Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina» (1967), «Subde-
sarrollo del desarrollo» (1966), además de sus numerosos artículos
FOMBj/FX-FGU3FWJFXvZ QPSÙMUJNP *ONBOVFM8BMMFSTUFJO DVZP
trabajo analizamos anteriormente (1974; 1983; 1997). Todos ellos
comparten las ambiciones intelectuales de unir economía, sociedad y
política, además de objetivos políticos basados en una crítica radical
al capitalismo y a la hegemonía estadounidense (Herrera 2006: 73).
Para finalizar, debemos señalar que las Relaciones Internacio-
nales en los últimos años han tenido un nuevo desarrollo que se
desmarca bastante de los enfoques clásicos que hemos desarrollado
en este capítulo. Así, hablamos de un «cuarto debate», en el cual se
proponen nuevos marcos conceptuales y nuevas teorías. Los autores
que se inscriben en estas nuevas corrientes son llamados reflectivistas
o post-positivistas y se caracterizan por su total oposición a los en-
foques clásicos. Al respecto, hay consenso en la literatura en que este
cuarto debate se puede denominar «racionalistas y reflectivistas».
Entre las líneas teóricas que se consideran reflectivistas encon-
tramos: la teoría crítica, los feminismos y los postmodernismos. Su
factor común es que reclaman una reestructuración de la disciplina
de las Relaciones Internacionales donde cuestionan la posibilidad de
formular verdades objetivas y empíricamente verificables sobre el
mundo natural y, más aún, el social, como se verá más ampliamente
en otro capítulo de este manual. No obstante, los enfoques clásicos
siguen vigentes y continuamente están desarrollándose para explicar
la nueva realidad internacional que los desafía.

123
Capítulo I
Relaciones Internacionales
Isaac Caro
Isabel Rodríguez

I. Nacimiento y desarrollo de las


Relaciones Internacionales

Los inicios y la consolidación de las Relaciones


Internacionales como disciplina científica

No existe acuerdo sobre qué es el conjunto de fenómenos conocidos


como «Relaciones Internacionales». Si se tratase de un objeto de
estudio definido y determinado, entonces se podría proponer una
definición comúnmente admitida y respetada por la comunidad
científica. Sin embargo, la experiencia demuestra que las «Relaciones
internacionales» son de tal complejidad que se pueden entender de
múltiples maneras. Las definiciones varían de un actor a otro hasta
el punto que no es posible acuerdo alguno sobre la delimitación del
campo de investigación (Merle 1993).
Siguiendo a Aron (1959), podemos señalar que las relaciones
internacionales son fenómenos sociales, y, por lo tanto, no tienen fron-
teras trazadas en lo real; ellas no son y no pueden ser materialmente
separables de otros fenómenos sociales. Al mismo tiempo, las relaciones
internacionales son por definición las relaciones entre naciones, entre
unidades políticas. Sin embargo, hay que preguntarse si cabe incluir en
las relaciones entre unidades políticas las relaciones entre individuos que
pertenecen a esas unidades. ¿Dónde comienzan y dónde terminan las
unidades políticas, esto es, las colectividades políticas territorialmente
organizadas? Resulta difícil responder esta pregunta (Aron 1959).
El término «Relaciones Internacionales» puede ser definido
para identificar todas las interacciones entre actores basados en el

11
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

Estado más allá de las fronteras estatales, y en este sentido, debe


ser distinguido del de «política exterior» y «política internacional»
&WBOT/FXOIBN
&MBOÃMJTJTEFMBTBDDJPOFTEFVO&TUBEP
hacia el entorno y las condiciones externas –principalmente domés-
ticas– bajo las cuales esas acciones están formuladas, constituye
esencialmente un campo que se conoce como «política exterior». La
concepción de esas acciones como parte de un aspecto de las gestio-
nes de un Estado y las reacciones y respuestas por otros constituye
lo que se denomina «política internacional», que es el proceso de
interacción entre dos o más Estados. El término «relaciones inter-
nacionales», en cambio, se refiere a todas las formas de interacción
entre miembros de sociedades separadas, lo que incluye el análisis de
políticas externas o procesos políticos entre los Estados, y también
todas las facetas de las relaciones entre sociedades distintas (sindi-
catos internacionales, Cruz Roja Internacional, turismo, comercio
internacional, valores y ética internacional) (Holsti 1994).
En otras palabras, las relaciones internacionales comprenden
tres formas diferentes de interacciones: a) las que se dan entre Es-
tados; b) las que tienen lugar a nivel no estatal o transnacional, que
sobrepasan las fronteras nacionales; c) las que tienen que ver con
el funcionamiento del sistema internacional, siendo sus principales
componentes los Estados y también las sociedades (Halliday 2002).
Las relaciones internacionales, en cuanto disciplina científica,
tiene sus inicios en la Primera Guerra Mundial. Un ímpetu importan-
te se produjo cuando Estados Unidos (EUA) emergió como potencia
mundial a partir de 1914. Entonces, se desarrolló una dicotomía
entre los idealistas, que compartían la visión del Presidente de Esta-
EPT6OJEPT 8PPESPX8JMTPO TPCSFMBOFDFTJEBEEFDSFBSVOB-JHB
de las Naciones, y los políticos realistas, que bloquearon la entrada
de Estados Unidos en esta organización mundial. Los historiadores
diplomáticos buscaban las «causas» y los «orígenes» de la Gran
Guerra de 1914-1918, en tanto que otros historiados exploraban
el fenómeno del nacionalismo. Aparecieron escritos especializados
en diversas áreas, como problemas de seguridad, guerra y desar-
me, imperialismo, diplomacia y negociación, equilibrio de poder,
aspectos geográficos del poder mundial, factores económicos, todo

12
El estudio de las Relaciones Internacionales

lo cual se tradujo en un importante desarrollo de esta disciplina


(Dougherty 1993).
No obstante lo anterior, los fundamentos históricos de las re-
laciones internacionales están en otras disciplinas más antiguas que
han contribuido a su desarrollo, como son la historia diplomática,
el derecho internacional, la ciencia política y la sociología (Arenal
1994: 59). Hasta 1914, los teóricos de las relaciones internacionales
suponían que la estructura de la sociedad internacional era inaltera-
ble y que la división del mundo en Estados soberanos era necesaria
y natural. El estudio de las relaciones internacionales consistía casi
enteramente en la historia diplomática y el derecho internacional
(Dougherty 1993).
Después de la Segunda Guerra, EUA se autoproclamó responsa-
ble de la paz, de la prosperidad, de la existencia misma de la mitad
del planeta. Occidente no había conocido algo parecido desde el
Imperio Romano. EUA era la primera potencia auténticamente mun-
dial, puesto que la unificación planetaria de la escena diplomática
no tenía precedente. Las relaciones internacionales se convirtieron,
entonces, en un objeto de disciplina universitaria. Los especialistas
de relaciones internacionales querían tener proposiciones generales,
crear un cuerpo de doctrina, desarrollar y consolidar una nueva
disciplina (Aron 1959).
En consecuencia, terminada la Segunda Guerra Mundial, el
estudio de las relaciones internacionales estuvo organizado y desa-
rrollado en las universidades estadounidenses, especialmente dentro
de los departamentos de ciencia política. Sin embargo, el modelo
del sistema político nacional no puede extenderse al reino interna-
cional, porque no hay autoridad efectiva a nivel mundial. Hoy en
día, las relaciones internacionales abarcan el funcionamiento de las
empresas multinacionales, las balanzas comerciales, las comunica-
ciones satelitales, la contaminación ambiental, el fundamentalismo
religioso, los juegos olímpicos (Dougherty 1993), todo lo cual va
mucho más allá del ámbito de la ciencia política.
En consecuencia, así como el realismo político, paradigma
dominante durante la Guerra Fría, consideraba a las relaciones in-
ternacionales como una parte más o menos autónoma de la ciencia
política, otro enfoque clásico es el que considera a las relaciones

13
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

internacionales como sociología internacional. Este enfoque ha sido


menos frecuente que el político, cobrando una especial fuerza solo
en los últimos tiempos y, muy particularmente, durante el escenario
de pos Guerra Fría. En esto ha tenido un papel especial el propio
desarrollo de la sociología, los profundos cambios experimentados
por la sociedad internacional y la creciente conciencia de que es
necesario romper con el planteamiento exclusivo de la ciencia po-
lítica y del paradigma estatocéntrico, que considera a los Estados
como actores principales, centrales y omnipresentes en el sistema
internacional (Arenal 1994).
En este sentido, «globalización» es el nuevo término para de-
signar los dramáticos cambios que ocurren en la naturaleza de las
relaciones internacionales a partir de la última parte del siglo XX,
puesto que este concepto enfatiza un contexto global más que uno
nacional (Youngs 2002). Hablar de globalización en las relaciones
internacionales implica adoptar un aproximación societal a los
asuntos mundiales. La tradición estatocéntrica ha estado más orien-
tada hacia la discusión sobre el poder de los Estados que hacia los
temas de desigualdad que trascienden las fronteras de los Estados.
El giro conceptual hacia la globalización, en cambio, se basa en
desarrollos sustantivos, relacionados con un número creciente de
actores e influencias no estatales, como instituciones internacionales
(Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio), ONGs y
movimientos sociales de mujeres, medio ambientales, antinucleares,
etcétera (Youngs 2002).
Globalización significa «los procesos en virtud de los cuales los
Estados nacionales soberanos se entremezclan con actores transna-
cionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones,
identidades y entramados varios» (Beck 1998). Esto implica la
ausencia de un Estado mundial, más concretamente una sociedad
mundial sin Estado mundial y sin gobierno mundial. La pluridimen-
sionalidad de la globalización en las relaciones internacionales se
manifiesta en los siguientes factores (Beck 1998):

rCreciente intercambio internacional, carácter global de la red de


mercados financieros y del poder cada vez mayor de las multi-
nacionales.

14
El estudio de las Relaciones Internacionales

rRevolución de las comunicaciones.


rPolítica mundial policéntrica: cada vez hay más actores transna-
cionales que tienen mayor poder.
rPobreza global: aumento de la pobreza y de los niveles de des-
igualdad social.
rDeterioro medioambiental y cambio climático.
rConflictos transculturales, ya sean étnicos, religiosos o culturales.

En este sentido, podemos señalar que estamos en presencia de


una sociedad global, la que se ramifica en muchas dimensiones, no
solo económicas, y se entremezcla con el Estado nacional, existiendo
una multiplicidad de círculos sociales, redes de comunicaciones,
relaciones de mercado y modos de vida que traspasan las fronteras
territoriales del Estado nacional1.

El objeto de estudio y los niveles de análisis


de las relaciones internacionales

Siguiendo a diversos autores (Ortiz 2000; Arenal 1994; Bull


2005), podemos señalar que la sociedad internacional, un concepto
sociológico que tiene contenido político, jurídico y económico, es
el objeto de estudio de la disciplina de Relaciones Internacionales.
Esta sociedad internacional es un ente complejo que está formado
por un conjunto de relaciones que se componen a partir del accionar
externo de los Estados-naciones, y también de acciones individuales
y colectivas, de particulares o entidades de esos Estados-naciones,
que tienen una significación internacional (Ortiz 2000).
La idea de sociedad internacional es diferente tanto del Estado
soberano como de una comunidad mundial (concebida como uto-
pía futura). La sociedad internacional tiene existencia real, supone
acciones y acuerdos voluntarios, lo que no ocurre con la idea de
comunidad (Bull 2005; Ortiz 2000). He aquí una diferencia básica
entre comunidad y sociedad, la que proviene de la sociología: existen
formaciones sociales de cariz emocional, basadas en el sentimiento,
en el seno de las cuales los individuos se conocen personalmente y
participan mutuamente en sus vidas privadas. Se trata de Gemeins-

1
Para profundizar en este tema, ver el capítulo V de este manual.

15
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

chaften, grupos primarios o comunidades. En contraste, existen


formaciones sociales basadas en intereses utilitarios, en que sus
miembros son conocidos impersonalmente, y se comparte con ellos
su vida externa o pública de un modo contractual. Estos grupos son
Gesellschaften, grupos secundarios o sociedades (Töennies 1887).
En el ámbito de los estudios internacionales, Hedley Bull
(2005), uno de los primeros y principales defensores del concepto
de «sociedad internacional» en las relaciones internacionales, señala
que esta existe cuando un grupo de Estados, conscientes de ciertos
intereses y valores comunes, forman una sociedad en el sentido que
ellos conciben la existencia de un conjunto de reglas comunes en
sus relaciones con otros y las comparten trabajando en instituciones
comunes. La idea de sociedad internacional, agrega Bull, siempre
ha estado presente en el sistema internacional moderno.
Ahora bien, siguiendo a Arenal (1994), cabe preguntar si da-
das las características que presenta el medio internacional puede
hablarse realmente de la existencia de una sociedad internacional.
La persistencia de este problema deriva de que la noción de socie-
dad está determinada por el paradigma del Estado y es el modelo
de sociedad estatal el que se toma como referencia para afirmar o
negar el carácter societario o no de un fenómeno social. La sociedad
internacional de nuestros días no es exclusivamente interestatal sino
también transnacional. Cuatro son las características básicas en
orden a establecer el alcance de la sociedad internacional (Arenal
1994: 431-432):

1. La existencia de una pluralidad de miembros.


2. Un grado de aceptación de reglas e instituciones comunes.
3. La existencia de un elemento de orden.
4. El hecho de que estas relaciones sociales configuran un todo
complejo que es más que la suma de sus partes.

Esta realidad implica un variado elenco de actores, que van


desde los Estados, las organizaciones internacionales, las empresas
transnacionales, los movimientos de liberación, hasta el individuo,
pasando por clases sociales. Esta sociedad internacional es una so-
ciedad compleja cuyos rasgos más sobresalientes son: una sociedad

16
El estudio de las Relaciones Internacionales

universal o planetaria, heterogénea y compleja, interdependiente y


global, políticamente no estructurada (Arenal 1994: 432).
En cuanto a los niveles de análisis de las relaciones interna-
cionales, podemos señalar que los Estados son el tipo de entidad
más importante, pero esto no niega que su comportamiento pueda
ser influenciado de manera importante por las características del
líder individual o por la estructura del sistema internacional. En
consecuencia, podemos distinguir varios niveles en los cuales podría
centrarse el estudio de las relaciones internacionales (Holsti 1994;
Dougherty 1993):

Individuos. La mayoría de los teóricos internacionales rechaza


la noción de que los individuos son agentes internacionales. Sin
embargo, los liberales clásicos señalan que el individuo debe ser el
fundamento de cualquier teoría social, dado que solo los individuos
son reales, mientras que la sociedad es una abstracción. Los espe-
cialistas en el campo de la historia, la política y las relaciones inter-
nacionales prestan atención a los líderes que han jugado un papel
en la escena mundial (Dougherty 1993). Si estudiamos la política
internacional concentrándonos en las acciones de los individuos, el
nivel de análisis se enfocará en las ideologías, motivaciones, valores
o idiosincrasias de aquellos que toman las decisiones (Holsti 1994).
Naciones-Estados. Los teóricos realistas suscriben el enfoque
centrado en el Estado y se ocupan en especial de la acción de los Es-
tados y de los gobiernos. Morgenthau (1948) realiza el primer estudio
sistemático de política internacional, el primer intento de abordar las
relaciones internacionales como disciplina autónoma. Propone seis
principios de una teoría realista de la política internacional que dicen
relación con la existencia de leyes objetivas, el concepto de interés
definido como poder, los contextos cultural y político del interés
nacional, el significado moral de la acción política, la inexistencia de
leyes morales universales y las diferencias entre el realismo y otras
escuelas, en especial con la escuela «legal-moralista».
Actores transnacionales. Esta categoría incluye a grupos trans-
nacionales y organizaciones no conformadas por Estados, esto es,
todas las entidades –políticas, religiosas, económicas– que operan
transnacionalmente, pero no tienen a gobiernos o a sus represen-

17
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

tantes formales como miembros. Ejemplos: la Iglesia Católica, la


Organización Sionista Mundial, los partidos comunistas, las em-
presas multinacionales, los movimientos de liberación nacional, los
grupos terroristas internacionales, los fundamentalismos religiosos.
Sistema internacional. En el nivel más abstracto, llegamos al
sistema internacional o global, que contempla sistemas centrados
en la totalidad más que en las partes que los componen. El modelo
sistémico conduce a generalizaciones amplias acerca de cómo se
comportan normalmente todos los Estados. En períodos anteriores
era posible reconocer sistemas internacionales parciales (por ejem-
plo, las ciudades-estado griegas); en cambio ahora es posible hablar
de un «sistema global» (Holsti 1994). Los sistemas internacionales
son el aspecto interestatal de la sociedad al que pertenecen las
poblaciones, sometidas a soberanías distintas. La sociedad transna-
cional se manifiesta por los intercambios comerciales, migraciones
de personas, creencias comunes, organizaciones que sobrepasan las
fronteras; se trata de ceremonias y procesos abiertos a los miembros
de todas estas unidades (Aron 1959).

Uno de los defensores más decididos de la teoría de sistemas


es Marcel Merle, al sostener que el análisis sistémico permite
establecer un plano en donde se distinguen diferentes niveles de
actividad (nacional, subnacional, supranacional) «y las relaciones
que se establecen entre ellos, así como las acciones y las reacciones
mutuas de los subsistemas y del sistema global». Al mismo tiempo,
este análisis, en lugar de forjar una nueva filosofía de la historia o
de refugiarse en abstracciones y generalizaciones, incita a la multi-
plicación de los estudios de casos, a la búsqueda de la especificidad
en las situaciones particulares. (Merle 1994: 561).
Para designar el estado de las relaciones internacionales, algunos
autores –dice Merle– hablan de «sociedad internacional» y de «comuni-
dad internacional». Sin necesidad de referirse al debate sobre la diferen-
cia entre solidaridad mecánica (similitud de los miembros individuales
de una sociedad, importancia de una conciencia colectiva producto de
las similitudes humanas) y solidaridad orgánica (diferencias entre los
individuos, producto de la división social del trabajo), basta constatar
que no hay sociedad donde no exista una ley admitida y respetada. Por

18
El estudio de las Relaciones Internacionales

lo tanto, el autor francés concluye que si no hay derecho internacional,


no hay sociedad internacional; si no hay sociedad, tampoco puede haber
comunidad, «puesto que ésta supondría un acuerdo previo sobre unos
valores comunes para el conjunto del género humano». En cambio, el
término «sistema» subraya «la existencia de un ‘conjunto de relaciones’,
sin prejuzgar sobre el grado de solidaridad alcanzado por las partes en
sus relaciones mutuas» (Merle 1994: 563).
En esta misma línea, al igual que los analistas de sistemas,
algunos neomarxistas sostienen que las estructuras y los procesos
globales (capitalistas o no) predominan sobre las de los Estados, por
lo cual solo el sistema global es un objeto que merece investigación
seria. Esta es la posición de Wallerstein (1997), quien postula que
vivimos en un sistema-mundo moderno que se originó en el siglo XV,
y que desde finales del siglo XIX alcanzó una expansión a todo el
globo, con lo cual se produjo otro cambio cualitativo: por primera
vez existió en el planeta un único sistema histórico.
El énfasis en el sistema internacional como principal unidad de
análisis se caracteriza por destacar las conexiones entre sociedades
y sugerir que los temas políticos y de seguridad están inmersos en
estructuras socioeconómicas mayores. Este modelo establece que la
principal característica del sistema mundial es la unidad, no política,
sino social; todas las sociedades están interconectadas y estamos
encaminados a la formación de una sociedad mundial genuina. Los
patrones sociales (estructura familiar, hábitos de consumo, estilos de
vida) son cada vez más similares. Los grandes temas de la agenda
global incluyen: preservar el medio ambiente, terminar con la explo-
tación de las mujeres, reducir el crecimiento poblacional, desmantelar
los complejos militares, redefinir el desarrollo (Holsti 1994).

ii. Las relaciones internacionales en


américa latina y chile

América Latina

El estudio de las Relaciones Internacionales como disciplina en


América Latina se inicia en los años 60 y se consolida recién en los
80. Anteriormente, la mirada de las relaciones internacionales de

19
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

la región había estado determinada por su inserción internacional,


por lo que los énfasis estaban puestos en la historia diplomática,
el derecho internacional y la incorporación a instituciones inter-
nacionales. En efecto, después de la Primera Guerra Mundial, los
países de la región comienzan su ingreso a la Sociedad de Naciones.
Luego, vendrá la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra
Fría, periodo en el cual las relaciones internacionales de la región se
centrarán casi exclusivamente con Estados Unidos de América. En
general, la evolución del tema internacional responde a la historia
latinoamericana de independencia y proceso de consolidación de la
soberanía de los Estados, buscando legitimización y reconocimiento
internacional como forma de evitar cualquier intervención externa.
Un hito en este proceso es la creación de la Comisión Econó-
mica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a inicios de los años
50, institución que se ubicó en Santiago de Chile y que se dedicó a
analizar la posición de América Latina en el sistema internacional
poniendo especial atención al problema del subdesarrollo económi-
co, siendo la primera en realizar reflexiones y análisis sistemáticos
que luego implicarán importantes insumos para el desarrollo teórico
local. Otras instituciones que reforzarán este impulso de formación
de espacios académicos para la disciplina serán el Centro de Estudios
Internacionales del Colegio de México creado en 1960, el Instituto
de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile creado en
1966, y más adelante, concretamente en la década del 70, el Pro-
grama de Estudios Conjuntos sobre las Relaciones Internacionales
de América Latina (RIAL), que se erigió, a partir de su creación en
1977, en una importante asociación de centros académicos dedica-
dos a promover la enseñanza e investigación en el área.
En general, podemos señalar que en los años 70, los países de
la región comenzaron a dejar el «aislamiento» para integrarse al
sistema internacional. Hay una clara relación entonces entre el sur-
gimiento de la disciplina y los cambios producidos en la orientación
externa de América Latina. Según Tickner (2002: 88), es posible
visualizar tres nuevos indicadores en la década del 70: primero, que
la mayor parte de las personas que se dedican a estudiar Relaciones
Internacionales son académicos y no únicamente diplomáticos o
miembros del estamento militar; segundo, los supuestos teóricos y

20
El estudio de las Relaciones Internacionales

metodológicos que rodean el análisis internacional se hacen más


explícitos; y tercero, el interés por crear una teoría que explique
los problemas de la región fue en aumento. Como Colocrai (1992)
también explica, esta evolución positiva hacia la constitución de
la disciplina en la región se puede seguir a partir de los temas que
protagonizan los estudios internacionales:

«Entre 1940 y 1960 predominaron los enfoques


jurídicos-normativos, la historia diplomática, y la pers-
pectiva geopolítica. A partir de los setenta los enfoques
geopolíticos cobraron más significado en tanto discursos
aptos para consumo por parte de los regímenes militares.
A partir de los ochenta, y entrando en los noventa, se evi-
dencia una mayor riqueza conceptual no solamente por la
producción local sino por el crecimiento de la disciplina
a nivel internacional» (Merke 2005: 14).

En consecuencia, hay lo que podemos llamar una tradición


latinoamericana en Relaciones Internacionales que deriva del de-
sarrollo de espacios propios de reflexión y de desarrollo teórico.
Ciertamente, se han tomado elementos de la tradición europea y
norteamericana, pero como coinciden diversos autores en precisar
(Heraldo Muñoz, Luciano Tomassini, Arlene B.Tickner, Gustavo
Lagos, Celso Lafer, Manfred Wilhelmy, Francisco Orrego, Walter
Sánchez entre otros.), no hay una réplica exacta, sino un híbrido
que tiene particularidades y características propias.
Veamos a continuación el contenido de esa tradición latinoa-
mericana cuyo objetivo permanente es reducir su dependencia no
solo económica sino también política e intelectual de la escuela
estadounidense y británica. Al respecto, es importante mencionar
que inicialmente hay una prevalencia de un enfoque estatocéntrico
que se detalla en estudios sobre equilibrios de poder, política ex-
terior, conflictos regionales, integración regional y organizaciones
internacionales. Esta tendencia inicial marcó una línea de trabajo
que pondrá el foco en estudiar países de otras áreas geográficas
con quienes desarrollamos relaciones políticas y económicas como
son EUA y Europa. Al punto que, como señala Orrego (1980: 14),
«en América Latina se sabe e investiga notablemente más sobre los

21
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

países desarrollados que acerca de América Latina misma, o acerca


de otros países o zonas en desarrollo como África o Asia». Quizás
esto ha variado en los últimos años cuando Asia se posiciona como
un centro fundamental para la región. No obstante, actualmente
esto tampoco es equilibrado en toda la zona y la enseñanza e in-
vestigación sobre Asia se produce precisamente en los países con
mayores relaciones comerciales con esa región, como son México,
Brasil, Chile y Perú. De ellos, el caso de México es paradigmático ya
que cuenta en el Colegio de México con un Centro de Estudios de
Asia y otro de estudios sobre África del Norte, impartiendo incluso
doctorados en tales temas, siendo una experiencia única en la región.
En cuanto al desarrollo teórico, destacan las escuelas de la
dependencia y el estructuralismo. En ellas se sale del paradigma
estatocéntrico y se incorpora a nuevos actores no estatales, como
son las clases sociales, las empresas transnacionales, las organiza-
ciones regionales, y se le da protagonismo al tema del desarrollo
económico. Como Tickner (2002: 13) señala, «en América Latina
los programas se estructuran en base a los temas económicos,
sociales y de gobernabilidad» y de ninguna manera los proble-
mas de la guerra y la paz son protagónicos; aquí no prima la
anarquía internacional, sino la jerarquía y el lugar desfavorable
que ocupamos en esa jerarquía, de ahí que el tema de soberanía
es relevante pero solo en función de la jerarquía. Como también
explica Heraldo Muñoz (1980: 86):

«no sería aventurado sostener que mientras un posible


paradigma de los estudios internacionales en los países
desarrollados podría girar en torno al concepto de ‘guerra’
o ‘conflicto’, el cimiento de un posible paradigma latino-
americano tendría que ser el concepto de ‘desarrollo’».

El estructuralismo de la CEPAL y la teoría de la dependencia son


las primeras formulaciones teóricas propiamente latinoamericanas
que se enuncian buscando respuestas a los problemas locales, con-
cretamente, desarrollo e inserción internacional. En primer lugar, la
propuesta de la CEPAL se centró en analizar los efectos del sistema
capitalista de intercambio que producía «relaciones asimétricas
entre los grandes países del centro y las naciones de la periferia»

22
El estudio de las Relaciones Internacionales

5JDLOFS
"MSFTQFDUP DPNPFYQMJDB'JTIMPX 

citado por Tickner (2002: 48):

«La concentración de la producción para la exporta-


ción en el área de bienes primarios se identifica como la
causa principal de los términos de intercambio desiguales
experimentados por los países latinoamericanos, dada la
demanda inelástica de los productos primarios en térmi-
nos tanto de los precios como de los ingresos».

Para solucionar lo anterior, el estructuralismo propone el mode-


lo conocido como «industrialización por sustitución de importacio-
nes», que consistía en producir en la región bienes manufacturados
para no importarlos desde el centro, para lo cual se necesitaba un
rol más activo del Estado en el proceso productivo. Sin embargo, en
los años 50 y 60, esta receta cepalina tendrá varios desajustes que
llevaron a nuevos análisis. Entre los desajustes estuvo «el debilita-
miento del sector agrícola, una menor capacidad de absorción de
mano de obra, crisis e inflación» (Tickner 2002: 48).
En segundo lugar, de gran relevancia fue el desarrollo de la teo-
ría de la dependencia que buscó explicar las causas de la condición
de subdesarrollo de la región recogiendo los planteamientos de la
CEPAL, las ideas del marxismo –concretamente la idea de imperia-
lismo–, además de los enfoques estadounidenses de las teorías de
la modernización. Estas últimas focalizaban el análisis en los valo-
res, instituciones y actitudes como las causas que en una sociedad
tradicional producen el subdesarrollo y, a partir de ello, se trazaba
un camino lineal que llevaba a adquirir valores occidentales para
pasar a una sociedad moderna (Tickner 2002: 48).
Entre los autores de la teoría de la dependencia destacan André
Gunder Frank, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto y Helio
Jaguaribe. Frank (1977) «argumenta que el subdesarrollo no es una
condición precapitalista propia de las sociedades tradicionales, sino
más bien una consecuencia necesaria del capitalismo en sí» (Tickner
2002: 49). Es decir, hay un centro y una periferia en todos los países,
el problema adicional a ello es que hay alianzas entre los «centros»,
incluyendo las élites de la periferia, dinámica de relaciones que
frena los beneficios de las sociedades en su conjunto. La solución

23
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

para Frank será la revolución armada, la liberación nacional y el


desarrollo socialista. Por su parte, Cardoso y Faletto, interpretan el
diagnóstico de Frank como un «desarrollo dependiente asociado» y
explican que el desarrollo no es necesariamente algo incompatible
con situaciones de dependencia (Tickner 2002: 49). Sin embargo,
para Frank, el desarrollo estará siempre ligado a los intereses ca-
pitalistas del centro y sus clases dominantes, haciendo persistir los
problemas de la desigualdad y exclusión. Por ejemplo, luego de la
etapa de industrialización por sustitución de importaciones en los
60, Theotonio dos Santos (1970) describía que dicha etapa era un
nuevo periodo de dependencia porque se estaba a merced de la in-
versión extranjera. En general, los autores mencionados colocaron
las causas de los efectos de la articulación desigual centro-periferia
en decisiones externas a los países y en factores globales.
Interesante es el trabajo de Helio Jaguaribe (1979) que pre-
cisamente sale de estas determinantes externas para explicar el
subdesarrollo y se centra en el concepto de «autonomía nacional»,
cuyo contenido es «la existencia de recursos humanos y materiales
adecuados que están determinados en parte por el grado de cohesión
socio-cultural que existe en un país determinado» (Tickner 2002:
52), a lo que se suma la capacidad de hacer frente a las amenazas
externas. Es lo que Robert Jackson (1993: 26-31), citado por Tickner
(2002: 53), define como «la capacidad del Estado de suministrar
bienes políticos y sociales a su población local, así como su habilidad
para desarrollarse con otros Estados de una manera recíproca». En
consecuencia, con esas capacidades se puede modificar la condición
de subdesarrollo. No obstante, los autores también explican que
la debilidad interna de los Estados latinoamericanos se produce en
parte por las condiciones internacionales, en palabras de Tickner,
«la manera en que los países periféricos se insertan en el sistema
internacional condiciona el proceso de construcción del Estado de
tal forma que la debilidad del Estado es un resultado probable»
(Tickner 2002: 55).
Juan Carlos Puig (1980: 126) explica la construcción de los Es-
tados latinoamericanos bajo el concepto de «autonomía periférica»,
análisis que va a primar en los años 80, siendo un pilar fundamental
de la política exterior de los países de la región, en cuya construcción

24
El estudio de las Relaciones Internacionales

lineal el autor identifica cuatro etapas: dependencia paracolonial,


dependencia nacional, autonomía ortodoxa y autonomía secesio-
nista (1980: 149-155), que son explicadas de la siguiente forma:

«La dependencia paracolonial se caracteriza por un


patrón de inserción internacional similar al de una colo-
nia, en el sentido de que la inserción es una función de
las orientaciones del centro (…). La dependencia nacio-
nal (…) surge cuando los grupos que ejercen el poder a
nivel nacional racionalizan su condición de dependencia
e intentan elevar al máximo los beneficios derivados de
esta situación. Cuando grupos dominantes en la periferia
tratan de aprovecharse de las debilidades identificables en
el centro a fin de lograr que este acepte la autonomía de
la periferia en cuestiones no estratégicas, el resultado es la
autonomía heterodoxa. En contraste con el mantenimien-
to de vínculos con el centro al tiempo que se ejerce una
autonomía limitada, la autonomía secesionista entraña
actos de desafío internacional, con los que la periferia
rompe todos sus nexos con el centro» (Tickner 2002: 57).

En los años 90, el esfuerzo en la región por crear una teoría


alternativa en Relaciones Internacionales va a recaer en el realismo
periférico, siendo Carlos Escudé un autor que destaca por proponer
el concepto (1980: 154-156) que se explica al adoptar el enfoque
clásico realista pero centrado en el ciudadano y no en los Estados.
Sus premisas básicas son:

1. El concepto del interés nacional (al estilo de Morgenthau) debe


definirse en términos de desarrollo económico centrado en el
bienestar de la ciudadanía.
2. Los países periféricos deben eliminar las confrontaciones polí-
ticas con las potencias del centro en aquellos casos en que las
políticas de estas no afecten directamente los intereses materiales
del país en cuestión.
3. Los países periféricos deben evitar confrontaciones improduc-
tivas con las grandes potencias, incluso cuando tales confronta-
ciones no generan costos inmediatos.

25
Isaac Caro · Isabel Rodríguez

4. Los países periféricos deben evitar enfoques de política exterior


«idealistas» pero costosos.
5. Los países periféricos deben examinar las ventajas de aliarse con
el poder dominante o con una coalición de grandes potencias
(Tickner 2002: 59).

Desde el realismo también destacan los estudios en la región


desde la geopolítica, con temas como conflictos territoriales, interés
nacional, seguridad nacional, capacidad militar, todos ellos analiza-
dos en el marco de una actitud defensiva hacia el sistema interna-
cional. Indudablemente, influyeron las aproximaciones teóricas de
militares y el surgimiento de la doctrina de la seguridad nacional
en los años 70 y 80.
Por último, también en los 90, en el marco de una oleada de
integración regional que configura el regionalismo abierto que
postula la CEPAL en la región, consistente en la conformación de
bloques regionales estilo Comunidad Andina y Mercosur entre
otros, se va configurando una literatura centrada en el análisis de
la integración como estrategia de inserción internacional y como
forma de alcanzar el crecimiento y desarrollo (Rodríguez 2009:
104). Como explica Tomassini:

«El desarrollo de los países latinoamericanos ha tenido


lugar en condiciones de una integración creciente en el
sistema económico internacional. Lo anterior debe ser
entendido en el contexto de las grandes opciones que,
en esta materia, enfrentan los países en desarrollo y los
latinoamericanos en particular» (1980: 109).

Las Relaciones Internacionales en Chile

Es común en América Latina que se reemplace el nombre de


la disciplina Relaciones Internacionales por «Estudios Internacio-
nales». Con ello se ha buscado abarcar de forma amplia el ámbito
de lo internacional. Entonces, por ejemplo, se enseña en programas
bajo este nombre, además de Relaciones Internacionales, derecho
internacional, ciencia política, historia, economía internacional.
No obstante, se mantiene y se comparte la premisa en la región de

26
UNIDAD II
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 1

CAPÍTULO 10
LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS.

1. La creación de las Naciones Unidas.

El primer paso hacia la constitución de una nueva organización internacional que llegase a
asumir las principales funciones atribuidas a la Sociedad de Naciones, se adoptó con motivo de la
entrevista mantenida en agosto de 1941 entre el Primer Ministro británico Winston Churchill, y el
Presidente norteamericano, Franklin Delano Roosevelt. En la propuesta de declaración, remitida
por Churchill a Roosevelt el día 10 de agosto figuraba una referencia a la creación de una
organización mundial en los siguientes términos:
«Quinto: Aspiran a una paz que no sólo acabe para siempre con la tiranía nazi, sino que
mediante una organización internacional eficaz, proporcione a todos los estados y pueblos los
medios de vivir seguros dentro de sus propias fronteras, y cruzar los mares y los océanos sin
temor a agresiones ilegales, y sin necesidad de mantener gravosos armamentos».

No obstante, la idea será recogida en términos muy vagos en la declaración conjunta de


ambos dirigentes conocida como la Carta del Atlántico (12 agosto de 1941), en la que únicamente
se habla de: «el establecimiento de un sistema de seguridad general más amplio y permanente»
así como de «la más amplia colaboración entre todas las naciones en el terreno económico, al
objeto de asegurar mejores condiciones de trabajo, progreso económico y seguridad social para
todos».

Unos meses más tarde, y tras la entrada en guerra de los Estados Unidos, los veintiséis
aliados formulan en Washington la Declaración de las Naciones Unidas (1 enero 1942), en la que
se reafirman los puntos básicos de la Carta del Atlántico y se manifiesta la voluntad común de
proseguir la guerra hasta el triunfo final.

No obstante, será en la Declaración de Moscú (30 de octubre 1943), firmada por los
Estados Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido y China donde figure por vez primera una
manifestación clara e inequívoca de: «la necesidad de crear, a la mayor prontitud posible, una
organización internacional general, basada en el principio de igualdad soberana de todos los
estados amantes de la paz, y abierta a todos los estados que cumplan esta condición, grandes y
pequeños, para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

Durante estos dos años, se había logrado perfilar el acuerdo básico entre las grandes
potencias aliadas en torno a los campos prioritarios de actuación de la futura organización. Estos
eran básicamente dos: el relativo a la seguridad internacional, cuestión esencial si consideramos
que nos encontramos en el momento álgido de la Segunda Guerra Mundial, y todo lo relacionado
con un orden social, económico y jurídico para la postguerra.

Tras la Declaración de Moscú, el gobierno norteamericano sugirió la celebración de una


conferencia de expertos que tendría como misión desarrollar las propuestas jurídico-políticas
referentes a la estructura y competencias de la organización. Con tal motivo se reunieron expertos
de los países aliados en la Conferencia de Dumbarton Oaks (21 agosto -7 octubre 1944), y
procedieron a la elaboración de unos proyectos que fueron sometidos a los gobiernos de los
países participantes para la formulación de enmiendas.

A fines de 1944 los aliados estaban convencidos de la derrota, en un período más o menos
largo, de las potencias del Eje. Se trataba, en consecuencia, de sentar las bases del orden
mundial de la postguerra, en el que la futura organización constituiría una pieza clave. Sin
embargo, la celebración de la Conferencia de Bretton Woods (1 a 22 julio 1944) para constituir un
nuevo sistema monetario y comercial, demostró hasta que punto los aliados, especialmente los
Estados Unidos y el Reino Unido, querían diferenciar la dimensión económica de la estrictamente
jurídico-política en ese nuevo orden mundial.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 2

Decididos a constituir la nueva organización, y disponiendo de las propuestas formuladas


en Dumbarton Oaks, Roosevelt, Churchill y Stalin reunidos en la Conferencia de Yalta (5 al 12
febrero 1945) adoptaron tres históricas decisiones en relación con este tema:
1. La convocatoria de una Conferencia en los Estados Unidos, el 25 de abril de ese mismo
ano, para proceder a la negociación y firma del Tratado constitutivo de la organización. A dicha
conferencia fueron convocados los países firmantes de la Declaración de las Naciones Unidas, y
las naciones asociadas que hubiesen declarado la guerra a las potencias del Eje antes del 1 de
marzo de 1945.
2. El sistema de voto en el Consejo de Seguridad que para las cuestiones que no fuesen
de procedimiento se requeriría el voto afirmativo de siete miembros, incluido el voto de los
miembros permanentes de dicho Consejo.
3. La unificación de criterios entre las grandes potencias aliadas en orden a establecer un
régimen de tutela internacional para ciertos territorios.

Tal y como había sido acordado, el 25 de abril de 1945 se procedió a la apertura de la


Conferencia de San Francisco en la que participaron 50 países. Concluyó sus trabajos el 16 de
junio de 1945 con la firma, el 26 de ese mismo mes, de los textos de la Carta de las Naciones
Unidas y del Estatuto del Tribunal de Justicia. Todavía habría que espera hasta el 24 de octubre
para que se constituyese oficialmente la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tras el
depósito de las ratificaciones de la mayoría de los países signatarios, incluidos los cinco miembros
permanentes, y Polonia, que se adhirió a ambos documentos, aunque no había participado en la
Conferencia de San Francisco.

Durante la celebración de la Conferencia de San Francisco, se produjo la rendición de


Alemania, proclamada por la Declaración conjunta de las cuatro potencias aliadas (Estados
Unidos, Reino Unido, Unión Soviética y Francia) del 5 de junio de 1945. No obstante, la guerra
continuaba contra Japón, lo que motivó la celebración de una nueva Conferencia entre el
Presidente Truman (Estados Unidos); el Primer Ministro Attlee (Reino Unido) y Stalin (Unión
Soviética), que tuvo lugar en la ciudad alemana de Pots-dam (17 a 25 de julio 1945) y de la que
salió un nuevo Acuerdo (2 agosto 1945).

En el capítulo X de dicho acuerdo se fijaban los criterios generales para la admisión de


nuevos miembros en la Organización, y muy especialmente, la actitud favorable a la incorporación
de Italia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia, una vez se hubiesen concluidos los Tratados de
Paz y se hubiesen implantado «gobiernos democráticos».

Particular importancia poseía, para el futuro del Gobierno español y la candidatura de


nuestro país a la Organización, el párrafo en el que las tres potencias aliadas, tras declarar su
disposición a apoyar las candidaturas de los países neutrales, afirmaban: «No obstante, se creen
obligados a declarar que, por su parte, no apoyarán la candidatura del actual Gobierno español,
que establecido con la ayuda de las potencias del Eje, no posee, en razón de sus orígenes, de su
carácter y de su estrecha asociación con los países agresores, las cualidades necesarias para
justificar su admisión en las Naciones Unidas».

Finalmente, tras las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto de


1945) y la entrada en guerra de la Unión Soviética (9 de agosto de 1945), se produjo la
capitulación de Japón el 2 de septiembre de ese mismo año. Con ella se cerraba el capítulo de la
Segunda Guerra Mundial y se iniciaba el período de la postguerra, destinado a erigir el orden
internacional pactado por las potencias aliadas, uno de cuyos epicentros giraba en torno a la
Organización de las Naciones Unidas.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 3

2. Los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Los fines y propósitos de las Naciones Unidas aparecen formulados en el Preámbulo y el


artículo 1 de la Carta, en los siguientes términos:
«Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas.
Resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces
durante nuestra vida han inflingido a la Humanidad sufrimientos indecibles; a reafirmar la fe en los
derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la
igualdad de derechos de hombres y mujeres, y de las naciones grandes y pequeñas; a crear
condiciones bajo las cuates puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones
emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional; a promover el progreso
social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad...

Artículo 1. Los propósitos de las Naciones Unidas son:


Primero.- Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin tomar medidas
colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión
u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los
principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o
situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz.

Segundo.- Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al


principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras
medidas adecuadas para fortalecer la paz universal.

Terrero.- Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales


de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a
los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos sin hacer distinción por motivos
de raza, sexo, idioma o religión, y

Cuarto.- Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos
propósitos comunes.

Si nos hemos detenido en citar ambos textos es porque en ellos aparece formulada la
filosofía política inspiradora de toda la actividad de la Organización. No se trata sólo de una mera
enumeración de fines generales, más o menos imprecisos, cuya validez jurídica es incuestionable.
Se trata, precisamente, de aquella parte del Tratado fundacional de la Organización de las
Naciones Unidas al que debemos remitirnos para descubrir la interpretación correcta del resto de
su articulado, así como para realizar una correcta valoración política de sus actuaciones a lo largo
de su trayectoria histórica.

En el artículo 1 se establece una jerarquía entre los diversos propósitos enunciados. En


ella, el primer fin de la ONU es mantener la paz y la seguridad internacionales. Evidentemente el
hecho de que la organización se geste durante la contienda bélica y se constituya en los primeros
meses posteriores a su conclusión, no es ajeno a la importancia que se le atribuye a ambos
objetivos en el futuro orden internacional.

Como ha señalado muy oportunamente CARRILLO:


«En aquel momento, las Naciones Unidas se establecieron con una finalidad básica, el
mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, y de ahí que fueran concebidas, ante todo,
como un foro en el que plantear los conflictos internacionales, y como un sistema de seguridad
colectiva respecto de aquellas crisis internacionales en las que los miembros permanentes del
Consejo de Seguridad no estuviesen enfrentados directa o indirectamente. En 1945, por tanto, la
ideología de la ONU se basó en un objetivo prioritario: el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales... ».
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 4

Una observación se impone antes de seguir adelante. En la Carta de San Francisco el


fenómeno de la paz aparece íntimamente asociado al de la seguridad. Entre los países
fundadores no se conciben unas posibilidades serias de alcanzar y garantizar la paz internacional
sin instrumentos eficaces que generen y perpetúen la seguridad entre los países de la comunidad
internacional. A «sensu contrario» se podría afirmar que todos aquellos fenómenos o procesos
que provocan inseguridad entre los miembros de la comunidad internacional amenazan la paz y,
consiguientemente, caen dentro de la esfera de competencias de la organización por afectar a su
finalidad prioritaria.

La propia Carta establece una distinción entre dos categorías de fenómenos perturbadores
de la paz y la seguridad internacionales:
a) Los actos de agresión o quebrantamientos de la paz.
b) Las controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a
quebrantamientos de la Paz.

En otras palabras, diferencia entre las actividades que implican el uso de la violencia, de
aquellas otras que, aun suponiendo un conflicto entre las partes, se desarrollan en el ámbito no
violento de las relaciones internacionales. Respecto de las primeras se contemplan medidas
colectivas, tanto de prevención como de intervención, por parte de la propia Organización, y la
única cualificación que se establece respecto de ellas es que deben ser «eficaces». En
consecuencia, se adopta el criterio de la seguridad colectiva, en su doble dimensión: como fin y
como medio.

Con relación al segundo tipo de fenómenos que entrañan un riesgo o amenaza indirecta y
potencial para la paz, se contempla la adopción de medidas de solución pac ífica de conflictos que
además deben cumplir dos condiciones: ajustarse a principios de justicia y ser conformes a la
legalidad internacional.

En consecuencia, podríamos afirmar que la Organización queda así limitada en ambos


supuestos, por el principio general de proporcionalidad entre medios y fines. Ciertamente la Carta
legaliza y legítima el uso de la violencia por la Organización en nombre de la comunidad
internacional, pero no es menos cierto que esta, legalización no es genérica e ilimitada, y está
sometida a serias restricciones de carácter formal y material.

Pero la propia Carta considera también que la paz y seguridad internacionales no sólo se
alcanzan mediante medidas de naturaleza política (diplomáticas o militares) o jurídica, destinadas
a prevenir, reducir o eliminar los conflictos internacionales. Junto a ellas es necesario adoptar
medidas orientadas a potenciar las relaciones de cooperación. Estas son consideradas también
como objetivos básicos que deben orientar la actividad de la Organización, y con el transcurso de
las décadas y el incremento del número de estados miembros, estas finalidades han llegado a
constituir el sustrato más amplio e intenso de las tareas de la Organización. En tal sentido, se
mencionan expresamente tres formas.genéricás.de cooperación que implican otros tantos niveles
de compromiso y protagonismo:

a) Fomento de las relaciones de amistad entre las naciones. Tales relaciones de amistad
pueden sustentarse en los principios internacionales: 1º: la igualdad de derechos entre los pueblos
y 2°: su libre determinación.

Es de destacar que la referencia a ambos principios en este artículo de la Carta se realiza


sin ningún tipo de restricción a su condición de miembros, de lo que cabe deducir su validez
universal, y por tanto la atribución de competencias implícitas a la organización para fomentar
cuantas relaciones de amistad se desarrollen entre las naciones, sean, o no miembros de la
Organización siempre que cumplan con estos principios.

b) Realización de actividades de cooperación internacional que tengan por fi nalidad la


solución de problemas internacionales (económicos, sociales, culturales o humanitarios), y, la
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 5

defensa y desarrollo de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como cuantas
otras medidas fortalezcan la paz internacional.

Si en el supuesto anterior se le atribuía a la Organización un protagonismo indirecto o


mediato respecto de los pueblos y/o naciones como principales actores de la adopción de
medidas de cooperación, en este caso la Organización incorpora como parte de sus fines la
intervención directa, la ejecución inmediata de soluciones específicas destinadas a resolver la
diversidad de problemas que afectan a las relaciones, entre los miembros de la comunidad
internacional y amenazan con provocar una ruptura del orden pacífico. Resulta especialmente
reveladora la expresa mención de los derechos humanos y libertades fundamentales, como uno
de los ámbitos en los que se le confiere a la Organización una intervención activa.

La intervención activa y resolutoria de la Organización en los problemas internacionales


sólo cuenta con una limitación imperativa: la no discriminación por razones de sexo, raza, idioma
o religión. En nuestra opinión, el principio de no discriminación está referido tanto a la defensa de
los derechos humanos como a cuantas soluciones se arbitren por la Organización a los problemas
económicos, sociales, culturales y humanitarios.

Semejante interpretación no equivale a considerar que la Organización no adopte


soluciones ante las desigualdades o discriminaciones internacionales que ciertas colectividades
sufren precisamente en razón de su sexo, raza, idioma o religión, porque ello pudiese
interpretarse como un reconocimiento implícito de tales diferencias, que, por otro lado, forman
parte de esa realidad problemática que la Organización está llamada a resolver. Lo que significa
es que la Organización debe desarrollar sus actividades de cooperación siguiendo los criterios de
eficacia y adecuación de tales medidas para la solución de los problemas que afectan a la paz
internacional, sean cuales sean las características de sexo, raza, idioma o religión de las
colectividades a las que tales medidas vayan destinadas, y que nunca estas características
constituirán el criterio decisivo para determinar la adopción o no de las actuaciones de la
Organización.

c) Institucionalización de los esfuerzos internacionales para alcanzar los fines comunes de


paz y seguridad.

Sintetizando todo lo anterior, podríamos decir que el artículo 1 establece los fines que
justifican la existencia de la Organización. Tales objetivos o propósitos de las Naciones Unidas se
diferencian entre sí atendiendo a su importancia intrínseca para la supervivencia y evolución
progresiva de la propia sociedad internacional. Desde esta perspectiva debemos distinguir entre el
objetivo principal que sería la garantía de la paz, y los objetivos secundarios, entre los que se
encontrarían: la seguridad internacional, el fomento de las relaciones de amistad entre los pueblos
y/o las naciones, la solución de los problemas internacionales económicos, sociales, culturales y
humanitarios; el desarrollo y protección de los derechos humanos, la creación de instituciones que
faciliten la cooperación internacional. Estos últimos sólo adquieren su plenitud de significado para
la organización en la medida en que contribuyen directamente a la materialización efectiva del fin
principal.

Establecidos los fines que justifican la existencia y atribución de competencias a la


Organización, la Carta especifica aquellos principios que deben presidir y, al propio tiempo, limitar
las actuaciones, tanto de la propia Organización como de los propio miembros. Estos principios
aparecen enunciados principalmente en el artículo 2 y en algunos otros artículos concordantes de
la Carta. Podemos agruparlos en tres categorías:

a) Principios declarativos.
Son aquellos principios que formulan los valores jurídico-políticos esenciales sobre los que
se sustenta todo el entramado de relaciones entre los miembros o de éstos con la Organización.
Entre estos principios podemos citar los siguientes:
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 6

1. El Principio de igualdad soberana de todos los estados miembros.


Este principio sustenta dos valores fundamentales y mutuamente relacionados. De una
parte se reconoce que la creación y el funcionamiento de la Organización descansan en la
existencia de los poderes soberanos de los estados con los que resulta plenamente compatible.
Desde esta perspectiva, las Naciones Unidas no pretenden convertirse en una Organización
supraestatal ni mucho menos, en un gobierno mundial susceptible de asumir total o parcialmente
las actuales competencias soberanas de los países miembros. El reconocimiento de esta
soberanía estatal conduce necesariamente al respeto, por parte de la Organización, de aquellas
materias y competencias que pertenecen a la esfera reservada de la soberanía estatal.

Por otro lado, el principio establece la igualdad de todos los estados. Ciertamente, esta
igualdad debe interpretarse como igualdad jurídico o igualdad ante la norma jurídica que obliga y
protege a todos los estados miembros por igual, sean cuales sean sus potencialidades
económicas, territoriales, militares, demográficas, etc. Naturalmente este principio no desconoce
la existencia de tales diferencias «de facto» entre los países que, ciertamente, terminan
condicionando la eficacia política del principio que sigue conservando íntegra su validez jurídica.
Esta insoluble tensión entre la realidad política y jurídica ha tratado de ser mitigada, precisamente
para lograr una mayor eficacia de la Organización, en el principal órgano ejecutivo, el Consejo de
Seguridad, reconociendo a aqueIlos países que en el momento fundacional gozaban de un
poderío mundial indiscutible de una representación permanente y un limitado «derecho de veto».

2. El principio de la Justicia en la solución paicífica de conflictos (artículos 1, párrafo 1, y 2,


párrafo 3).
Este principio impone la necesidad de que las actuaciones de la Organización y de sus
miembros, encaminadas a la resolución por medios pacíficos de los conflictos que amenazan la
paz internacional, deben responder no sólo a la legalidad internacional, es decir, ajustarse al
Derecho Internacional, sino también a los criterios de justicia, incluida la justicia social, que la
Comunidad Internacional acepta plenamente.

3. El principio de libre determinación de los pueblos (artículo 1).


Este principio figura recogido en el artículo 2; sin embargo, el desarrollo normativo y la
práctica de las Naciones Unidas avalan, sin ningún tipo de reserva, el reconocimiento de la libre
determinación de los pueblos como uno de los principios jurídico-políticos rectores de la vida
internacional. El alcance histórico de la adopción de este principio en la Carta, se puede
comprender plenamente desde la atalaya de la Sociedad internacional de nuestros días en la que
el proceso de descolonización se encuentra prácticamente concluido.

4. El principio de universalidad de la paz y seguridad internacionales.


Este principio subraya la idea de que el logro y mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales no son únicamente unos objetivos importantes para la Organización y sus
miembros, sino que constituyen unos valores fundamentales de las relaciones entre todos los
miembros de la Sociedad In ternacional con independencia de su pertenencia a las Naciones
Unidas. Esta dimensión universal nace tanto de la experiencia inmediata que los países aliados
habían adquirido sobre las dimensiones mundiales que los conflictos bélicos podían adquirir,
como de la creciente conciencia de la mutua vulnerabilidad que en el plano político-militar poseían
todos los países, especialmente a partir de la experiencia nuclear.

La paz y . la seguridad internacionales, en cuanto principios universales, marcan los límites


de la soberanía estatal y condicionan los medios que la Comunidad Internacional considera
aceptables para que los estados se relacionen entre sí.

5. El Principio de supremacía jurídica de la Carta. (Artículo 103).


Según lo dispuesto por el artículo 103: «En caso de conflicto entre las obligaciones
contraídas por los Miembros de las Naciones Unidas, en virtud de la presente Carta y sus
obligaciones contraídas en virtud de cualquier otro convenio internacional, prevalecerán las
obligaciones impuestas por la presente Carta.»
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 7

Semejante texto establece una superioridad jurídica de la Carta de las Naciones Unidas
respecto de otros tratados internacionales, anteriores o posteriores, que obliga a los estados
miembros, pues éstos han realizado una expresa aceptación de los términos de la Carta, incluido
el artículo 103, ya fuese en el momento de su aprobación en 1945 o en el momento de su
adhesión posterior. En virtud de ello no han faltado autores que han considerado a la Carta de las
Naciones Unidas un tratado especial y único.

Sin entrar en el debate técnico-jurídico respecto de la supremacía de la Carta en relación


con tratados anteriores o posteriores concluidos entre un Estado miembro y un Estado no
miembro, sí conviene señalar algunas ideas importantes. En primer término, dado que en la
actualidad la Organización cuenta entre sus miembros con la casi totalidad de estados de la
Sociedad Internacional y está vinculada a un número significativo de importantes Organizaciones
Internacionales, Gubernamentales y no Gubernamentales, debemos aceptar que el ámbito de
aplicación de este principio se ha ampliado sustantivamente respecto del momento de la
fundación de las Naciones Unidas.

De lo anterior se desprende que la supremac ía jurídica de las Naciones Unidas ha pasado


a convertirse en un principio que sustenta el orden internacional imperante, y en virtud del cual los
países y demás miembros de la Comunidad Internacional encuentran delimitado el campo de su
actuación jurídica y política por los derechos y obligaciones establecidos en la Carta de San
Francisco.

Finalmente; convendría recordar que esta supremacía jurídica posee importantes efectos
políticos, económicos, sociales y humanitarios para la Sociedad Internacional, en la medida en
que la Carta atribuye obligaciones y competencias a la Organización en todas estas materias. Es,
por tanto, un ejemplo paradigmático de cómo un principio netamente jurídico termina,
convirtiéndose, por su eficaz funcionamiento a lo largo del tiempo en un principio de alcance
político.

b) Principios de actuación.
Estos principios imponen obligaciones de acción a los estados miembros o a la propia
Organización, de tal modo que la mera omisión constituye en sí misma una violación de los
principios. Entre ellos destacan:

1. El principio de cumplimiento de buena fe de las obligaciones establecidas por la carta.


Según este principio los estados miembros no sólo aceptan las obligaciones estipuladas en
la Carta, sino que también condicionan las formas de su cumplimiento, de tal modo que sus
actuaciones no supongan una deliberada voluntad de ocasionar perjuicios adicionales e
innecesarios a terceros, amparándose en e1 cumplimiento de sus obligaciones. Este principio
afecta también a las obligaciones derivadas de cualesquiera fuentes jurídicas internacionales
distintas de la Carta.

2. El principio de arreglo pacífico de controversias.


Este principio obliga a los estados a resolver sus controversias mediante las fórmulas de
solución pacífica, aun cuando no establece la obligatoriedad (le seguir una de ellas en concreto, ni
tan siquiera aquellas que la Carta expresamente reconoce y regula. Por ejemplo, el recurso al
Tribunal Internacional de Justicia de las Naciones Unidas.

3. El principio de asistencia a la Organización


Los estados miembros, según la Carta, se encuentran obligados a colaborar activamente
con la Organización en cualquiera de las actuaciones que realice. Ello exige que los estados
miembros no sólo no obstaculicen las actividades de la Organización sino que impone una
obligación general de colaboración con ella. Esta obligación de colaboración positiva con las
Naciones Unidas se extiende también a las acciones de prevención y mantenimiento de la paz
contempladas en el capítulo VII de la Carta.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 8

4. El principio de autoridad de las Naciones Unidas sobre los estados no miem bros.
Las Naciones Unidas nacieron con una vocación universalista, entendida en un doble
sentido. Primero en cuanto que aspiraba a incorporar como miembros a todos los estados de la
Sociedad Internacional. Pero la vocación universalista se manifestaba también en su declarada
voluntad de lograr que los objetivos y principios inspiradores de la Carta terminasen admitiéndose
por todos los estados de la Comunidad Internacional, incluidos aquellos que no formaban parte de
la Organización. Esta concepción aparece expresamente recogida en el párrafo 6, del artículo 2, y
venía avalada políticamente por lar pertenencia de las principales potencias aliadas entre los
países fundadores de las Naciones Unidas.

No obstante, una cosa es la aspiración a desempeñar una función de autoridad


internacional, en las distintas esferas que afectan a las relaciones entre todos los actores de la
Sociedad Internacional, y otra muy distinta, su asimilación a la idea de un Gobierno Mundial. Este
principio, formulado de forma incipiente e incompleta en la Carta, ha sido ampliamente
desarrollado por las Naciones Unidas durante las décadas posteriores, en sintonía como los
cambios experimentados por la propia Sociedad Internacional. Así lo ha reconocido CARRILLO
con estas palabras: « Las Naciones Unidas son hoy, en mi opinión, muy distintas de como fueron
concebidas en 1945, ya que en la actualidad se configuran como la estructura institucional de una
incipiente comunidad internacional, interdependiente, solidaria y universal. Sus lagunas e
insuficiencias son innegables, pero a pesar de ellas han contribuido a la consolidación de la
noción de comunidad internacional. No estamos aún ante, una federación mundial, pero si ante
una institución política, progresivamente dedicada a actividades operacionales y al planteamiento
de problemas globales que afectan e interesan a la comunidad internacional en su conjunto».

Pero esta vocación universalista se convierte en obligación imperativa para la


Organización, y sus miembros, cuando, se trata de lograr que los estados no miembros ajusten
sus actuaciones a los fines y principios de la Carta, con objeto de garantizar la paz y seguridad
internacionales. En este terreno la redacción del citado párrafo 6 del artículo 2 no deja, a nuestro
juicio, ningún margen de aleatoriedad.

c) Princípios de prohibición.
Son aquellos principios que impiden a los países miembros y a la Organización realizar
determinadas acciones o recurrir a ciertos medios en sus relaciones por resultar contrarios a los
fines reconocidos por la Carta. También establecen la prohibición de actuaciones que siendo
compatibles con estos fines, caen fuera del ámbito de competencias de la Organización por
pertenecer a la esfera de la soberanía estatal. Los principios enunciados en esta categoría son:
1. El principio de abstención de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad
territorial o la independencia de los estados.
2. El principio de denegación de ayuda a cualquier Estado sometido a acciones
preventivas o coercitivas por parte de las Naciones Unidas.
3. El principio de excepción de la jurisdicción interna de los estados.

Con posterioridad la Resolución 2625 (XXV), del 24 de octubre de 1970, que recoge la
declaración sobre los principios de Derecho Internacional, referentes a las relaciones de amistad y
a la cooperación entre los estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, o la
Resolución 3.281 (XXIX) de 1974 que aprueba la Carta de derechos y deberes económicos de los
estados, vinieron a formular nuevos principios jurídicos o a completar algunos de los enunciados
en la Carta. Entre ellos podemos citar: el principio de no intervención en los asuntos internos de
los estados o el principio de cooperación pacífica entre los estados. No obstante, como se ha
señalado por la doctrina, él simple enunciado de estos principios en los textos declarativos
señalados no permite atribuirles una obligatoriedad de derecho positivo equiparable a la que
poseen los principios formulados por la Carta.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 9

3. El ingreso de miembros en las Naciones Unidas


La ONU es una organización internacional gubernamental, ello nos indica que sus
miembros son estados soberanos. La Carta regula las cuestiones relativas a la membresía en su
capítulo II, artículos 3 al 6, en donde se recoge de forma inequívoca la condición estatal de sus
miembros.

En la Carta se distinguen dos categorías de miembros que son los miembros ordinarios y
los miembros admitidos. Esta distinción deriva de las diferencias en el momento y el modo de
acceso a la Organización, pero no suponen diferencias en cuanto a las obligaciones y derechos
de unos y otros, salvo, claro está, el derecho que tuvieron los miembros originarios de aceptar y/o
condicionar la admisión de nuevos miembros en la Organización. Este derecho que
sustantivamente no difiere entre ambas categorías de miembros, sí tuvo una importancia
significativa en los primeros años de existencia de la Organización.

Para ser miembro de las Naciones Unidas existen una serie de requisitos que son
comunes tanto a los miembros originarios como a los admitidos. En nuestra opinión tales
requisitos no deben ser considerados únicamente «condiciones de fondo para la admisión», como
señala DIEZ DE VELASCO, sino condiciones generales y permanentes sin cuyo concurso no sólo
no puede accederse al «status» de miembro Sino que no puede mantenerse dicha situación, es
decir, se trata de condiciones necesarias y suficientes como señalaba el TIJ en su dictamen del 28
de mayo de 1948. Junto a estos requisitos esenciales existen otros específicos para cada una de
ambas categorías de miembros que afectan de modo particular al procedimiento de acceso a la
Organización.

En principio no encontramos una base suficiente en la Carta que permita sustentar un


tratamiento distinto a dos miembros, uno originario y otro admitido, que incumplan de modo
idéntico algunas de las condiciones necesarias para gozar de su condición de membresía.
Tomemos como ejemplo la reciente unificación alemana que ha ocasionado como una de sus
consecuencias la pérdida de la estatalidad de la República Democrática Alemana, lo que ha
ocasionado la pérdida de su condición de miembro de las Naciones Unidas por faltar el requisito
de la estatalidad. Estimamos que semejante solución ha sido aplicada también en el caso de la
creación de la República Árabe Unida a partir de la unión entre Egipto y Siria, ambos países
fundadores, legalizada por el plebiscito de 1958. En este caso ambos miembros originarios
pasaron a configurar un solo miembro en el seno de la Organización, si bien no fue necesario el
procedimiento de admisión de la RAU.

Los requisitos comunes a todos los miembros de las Naciones Unidas aparecen recogidos
en el artículo 4, párrafo l, y son los siguientes:
a) Ser estados,
b) Amantes de la paz.
c) Aceptación de las obligaciones de la Carta.
d) Capacidad de cumplimiento de las obligaciones de la Carta.
e) Disposición al cumplimiento de las obligaciones de la Carta. La apreciación del
cumplimiento de estás dos últimas condiciones queda expresamente reservada a la Organización.

Como tendremos ocasión de constatar, estas condiciones han sido aplicadas con criterios
políticos más que jurídicos, por lo que carece de sentido realizar una interpretación legal y
formalista que desconozca el contenido concreto y real que la Organización les ha conferido a
través de una práctica de más de cuatro décadas.

La condición de estatalidad debe ser interpretada en el sentido de reunir los requisitos,


materiales y formales, que hemos analizado al hablar del Estado. No obstante, la interpretación
que las Naciones Unidas han hecho en cuanto al grada de cumplimiento de tales requisitos ha
respondido a criterios de mínimos y no de máximos. Esto es particularmente destacable en lo que
afecta a la soberanía, sobre todo en materia de relaciones exteriores, y al reconocimiento de la
personalidad jurídica internacional del Estado solicitante.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 10

Respecto de la soberanía, la exigencia de la Unión Soviética para incluir entre los


miembros originarios a dos de sus Repúblicas federadas, Bielorrusia y Ucrania; que obviamente
no gozaban de plena soberanía interna y exterior, anticipó claramente los condicionamientos
políticos que incidirían en la interpretación posterior de este requisito.

Por otra parte, el reconocimiento de un Estado miembro de las Naciones Unidas no


supone la obligatoriedad para los demás estados miembros de mantener relaciones diplomáticas
con el nuevo Estado fuera del estricto marco de la Organización. La posición española respecto
de Israel durante casi cuatro décadas resulta suficientemente ejemplificadora de esta posibilidad.

La condición de Estado amante de la paz es un requisito netamente político cuya


interpretación, por tanto, está sujeta a los cambios de significado que esta expresión ha poseído
en cada etapa de la vida de las Naciones Unidas. Como señala DIEZ DE VASCO en 1943 poseía
una interpretación equivalente a la de Estado que hubiese declarado la guerra al Eje. Durante las
décadas posteriores y debido, de una parte, a la división del mundo en bloques político-militares
antagónicos, y de otra, a la presión ejercida por los nuevos estados miembros nacidos del proceso
colonizador, esta expresión ha sido interpretada con criterios políticos muy laxos. Cabría incluso
pensar que ha sido desconocida a la hora de decidir el ingreso de nuevos miembros. Sin embargo
y mientras siga figurando en la Carta, estimamos que no puede considerarse derogada y, en
consecuencia, puede llegar a adquirir una renovada importancia en un contexto asentado sobre
una nueva y creciente cooperación política entre las grandes potencias.

La tercera condición parecería superflua si tomamos en consideración que los estados


miembros, tanto los originarios como los admitidos, al ratificar la Carta se obligan a cumplir las
obligaciones que en ella figuran recogidas. Cabe sin embargo la posibilidad de interpretar esta
condición en el sentido de una aceptación política explícita de las obligaciones de la Carta, distinta
de la ratificación en cuanto manifestación jurídica de la voluntad del Estado. Esta interpretación
sería coherente con el hecho de que a los países fundadores también se les exigió haber
manifestado su compromiso político en un acto diferente de la ratificación de la Carta, ya fuese
mediante la firma de la Declaración de las Naciones Unidas de 1942 o mediante la participación
en la Conferencia de San Francisco. Parece lógico, por tanto, interpretar lo dispuesto en el artículo
4, párrafo 1, como la exigencia de dos actos diferentes, el compromiso político y, el jurídico,
plasmados en sendos documentos, el de aceptación de las obligaciones y el de ratificación de la
Carta.

Por último, la Carta exige también la capacidad y disposición de los estados al


cumplimiento de las obligaciones, que en todo caso deben ser apreciadas por la propia
Organización. Semejantes condiciones además de gozar de un carácter subjetivo resultarían
reiterativas desde el punto de vista del simple acto de admisión, porque si bien es cierto que la
aceptación del Estado solicitante no es identificable a la capacidad para cumplir con lo dispuesto
por la Carta, también es indiscutible que no puede existir aceptación, ni jurídica, ni Políticamente
válida, si se carece de la capacidad necesaria para ello.

No obstante, si contemplamos la eficacia de estas condiciones no sólo desde la óptica de


la admisión sino del ejercicio continuado de la cualidad de miembro, observaremos que tal
reiteración hace referencia a tres supuestos distintos. De una parte el requisito de la apelación de
las obligaciones adquiere relevancia política en el momento de ingreso en la Organización. En
dicho momento, al pronunciarse el Consejo de Seguridad y la Asamblea sobre la solicitud, están
juzgando también la credibilidad que les merece la declaración política de aceptación, momento
procesalmente distinto al de la ratificación de la carta por el Estado Solicitante.

En segundo término, puede ocurrir que un Estado miembro de pleno derecho experimente
transformaciones que le incapaciten, material, jurídica y/o políticamente, para seguir cumpliendo
con la totalidad o algunas de sus obligaciones que expresamente había aceptado en el momento
de su ingreso. En tal caso la Organización se reserva la apreciación de esta incapacidad en orden
a mantener o suspender, total o parcialmente, el ejercicio de los derechos y privilegios inherentes
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 11

a la condición de miembro. Por último, cabe la situación según la cual el incumplimiento de las
obligaciones resultase de una falta de voluntad sobrevenida, expresa o implícita, general o
particular, por parte de un estado miembro que gozase en cambio, de una plena capacidad. Estos
dos últimos supuestos enlazan directamente con las medidas de suspensión contempladas en los
artículos 5 y 19 de la Carta.

Junto a los requisitos exigidos por la Carta para acceder y gozar de la condición de
miembro de pleno derecho de la Organización, los artículos 3 y 4, párrafo 2, establecen los
procedimientos de acceso que difieren, según se trate de miembros originarios o miembros
admitidos.

Según el artículo 3 de la Carta, los miembros originarios son los estados que participaron
en la Conferencia de San Francisco o que hubiesen firmado la Declaración de las Naciones
Unidas, del 1 de enero de 1942, con anterioridad a dicha Conferencia, aunque no hubiesen
participado en ella, como fue el caso de Polonia. Además de esta, condición, el mismo artículo
exige la ratificación de la Carta, según el procedimiento del artículo 110, que prevé la entrega del
documento de ratificación al gobierno de los Estados Unidos o al secretario general. La entrada en
vigor de la Carta se produjo tras la ratificación por los cinco miembros permanentes del Consejo
de Seguridad y la mayoría de los países signatarios de la Carta. En total fueron 51 los estados
miembros originarios o fundadores.

Los restantes estados han tenido, que ajustarse al procedimiento del artículo 4, párrafo 2,
para poder ser admitidos en la Organización. El procedimiento de admisión exige la
recomendación del Consejo de Seguridad y la decisión favorable de la Asamblea General que, por
ser ésta una de las cuestiones consideradas importantes por el artículo 18, requiere la mayoría de
dos tercios de los miembros presentes y votantes. Además el estado aspirante deberá ratificar
también la Carta según su propia legislación interna y entregar el documento de ratificación al
Secretario de la Organización.

El desencadenamiento de la «guerra fría» dificultó la admisión de nuevos miembros al


negarse la URSS a votar a favor de la recomendación de ciertos países en el seno del Consejo de
Seguridad. Esta situación suscitó la petición por la Asamblea General de un Dictamen del Tribunal
Internacional de Justicia para saber si la recomendación del Consejo de Seguridad debía ser
expresamente favorable, ya que en el texto de la Carta se exigía dicha recomendación, pero nada
se decía sobre el contenido de la misma. El TIJ, en su Dictamen del 3 de marzo de 1950,
establecía que: «El Tribunal, por doce votos contra dos, es de la opinión de que un estado no
puede ser admitido como miembro de las Naciones Unidas, en virtud del párrafo 2 del artículo 4
de la Carta por decisión de la Asamblea General cuando el Consejo de Seguridad no ha
recomendado su admisión, bien porque el estado candidato no haya obtenido la mayoría
requerida, o bien porque un miembro permanente haya votado en contra respecto a la resolución
tendente a recomendar su admisión.

Esta situación de bloqueo en la admisión de nuevos miembros, que amenazaba con


reproducir la experiencia de la Sociedad de Naciones, concluyó con una admisión colectiva de 16
estados (6 occidentales, 4 democráticos populares y 6 afroasiáticos), entre los que figuró España
y que se produjo en 1955.

Una nueva admisión colectiva de 17 países tuvo lugar en 1960, Todos ellos, menos
Chipre, pertenecían al continente africano y supuso el respaldo definitivo a la descolonización de
esta región. Al mismo tiempo, el número de estados miembros alcanzaba el centenar y
desplazaba la mayoría, que hasta ese momento había ostentado el grupo de países occidentales
desarrollados, hacia los países menos desarrollados de África, Asia y América Latina. En la
actualidad, el número de estados miembros alcanza los 160, lo que supone triplicar el número de
miembros originarios y nos da una idea exacta del grado de universalismo alcanzado por la ONU.
Tan sólo permanecen fuera de la Organización Suiza, país que por su neutralidad ha rechazado
en varias ocasiones por referéndum su ingreso en las Naciones Unidas, las dos Coreas y algunos
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 12

microestados como el Estado de la ciudad del Vaticano, Mónaco, Liechtenstein o la República de


San Marino.

4. La suspensión, retirada y expulsión de miembros de las Naciones Unidas.

La cualidad de miembro de las Naciones Unidas se puede ver afectada en el ejercicio de


sus derechos y privilegios según tres supuestos diferentes: la retirada, la suspensión y la
expulsión. De estas diversas posibilidades la Carta regula expresamente la suspensión y la
expulsión, pero a diferencia de la Sociedad de Naciones no contempla la posibilidad de la retirada.

Según el artículo 5 de la Carta: «Todo miembro de las Naciones Unidas que haya sido
objeto de acción preventiva o coercitiva por parte del Consejo de Seguridad podría ser suspendido
por la Asamblea General, a recomendación del Consejo de Seguridad, el ejercicio de los derechos
y privilegios inherentes a su calidad de miembro. El ejercicio de tales derechos y privilegios, podrá
ser restituido por el Consejo de Seguridad». El contenido de este artículo regula lo que podríamos
denominar como suspensión ordinaria, junto a ella existe una suspensión cualificada, según la
terminología utilizada por MEDINA y que se correspondería con la regulada en el artículo 19.

Ante todo la suspensión ordinaria afecta a los derechos y privilegios, pero no a las
obligaciones que los estados miembros poseen y que mantienen su plena vigencia durante el
período de la suspensión. Por ejemplo, el miembro suspendido seguiría obligado a pagar sus
cuotas aunque no pudiese ejercer el derecho de voto en los diversos órganos. Otra consecuencia
que se desprende de ello es que el Estado suspendido no pierde su condición de miembro de la
Organización.

En segundo término, la suspensión contemplada en el artículo 5 posee, a nuestro juicio, un


evidente carácter de sanción facultativa y accesoria. Posee un carácter de sanción porque es la
única interpretación lógica al impedimento en el ejercicio de derechos y no de obligaciones. Es
facultativa, ya que la Carta no impone la obligatoriedad de la suspensión sino tan sólo la
posibilidad de adoptarla. El uso del término «podrá» estimamos que es inequívoco respecto al
carácter facultativo de esta suspensión ordinaria. Finalmente es accesoria, ya que sólo puede
aplicarse a aquellos estados miembros que están siendo objeto de las medidas contempladas en
el capítulo VII de la Carta.

El procedimiento establecido para la aplicación de la suspensión incluye una del Consejo


de Seguridad, que por no tratarse de una cuestión de procedimiento requiere el voto favorable de
los cinco miembros permanentes, y la aprobación por la Asamblea General con una mayoría. de
dos tercios de los miembros presentes y votantes. Sin embargo, para la restitución de la plena
condición de miembro, la Carta tan sólo exige la decisión favorable del Consejo de Seguridad.

Hasta el momento presente la Organización no ha conocido ningún caso de suspensión


ordinaria, a pesar de que en varias ocasiones ha adoptado medidas preventivas o coercitivas
contra estados miembros. Por ejemplo, respecto de Irak por su invasión a Kuwait, el Consejo de
Seguridad ha adoptado medidas de embargo que no han afectado a la plena condición de
miembro del país agresor. Por otra parte, y teniendo presente el procedimiento de suspensión,
hay que concluir que esta medida nunca podría adoptarse contra un miembro permanente del
Consejo de Seguridad que con su veto impediría adoptar la necesaria recomendación de este
órgano.

La suspensión cualificada del artículo 19 presenta sustanciales diferencias respecto al


supuesto anterior. Según el texto de la Carta, la suspensión afecta únicamente al derecho de voto
en la Asamblea General manteniendo intactos todos los demás derecho del estado miembro. En
segundo término, esta suspensión únicamente afecta a los países miembros que se encuentren
en mora en el pago de sus cuotas por una cuantía equivalente a dos anualidades. En tercer lugar
ésta suspensión no expresa ningún procedimiento específico de adopción, lo que significa que es
automática. Por último, la suspensión cualificada puede llegar a no adoptarse por decisión
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 13

expresa de la Asamblea General cuando este órgano «llegare a la conclusión de que la mora se
debe a circunstancias ajenas a la voluntad de dicho miembro». Esta formulación resulta
suficientemente ambigua para que en la práctica la Asamblea General haya aplicado criterios
variables en distintas épocas y respecto de diferentes países miembros.

Un caso significativo se suscitó en relación con los gastos de las actividades


operacionales, específicamente de las operaciones de mantenimiento de la paz, ante la negativa
de Francia y la URSS a sufragar tales gastos, alegando que no constituían «gastos de la
Organización» en el sentido del artículo 17, párrafo 2, y por tanto debían ser sufragados
voluntariamente y no con carácter obligatorio. En el Dictamen del TIJ de 1962 se especificó
claramente que tales gastos constituían «gastos de la Organización» en el sentido del artículo 17,
párrafo 2 de la Carta. Los Estados Unidos exigieron la aplicación de la suspensión prevista en el
artículo 19 a los países morosos en el pago de dichos gastos. Ello provocó en 1964 una crisis,
habida cuenta de la importancia de los países afectados, que obligó a posponer el inicio de la XIX
Sesión Ordinaria de la Asamblea General hasta el 1 de diciembre. Esta crisis se superó finalmente
tras la renuncia de los Estados Unidos a exigir el cumplimiento de la suspensión cualificada en
1965.

Por otra parte, la suspensión cualificada no debe equipararse a la ausencia de un miembro


de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, decidida por este de modo
unilateral, o a la abstención por parte de un miembro. Ambas situaciones están reconocidas a
«sensu contrario» en el artículo 18, párrafos 2 y 3 de la Carta, cuando se especifica que la
mayoría de dos tercios, para las cuestiones importantes, y la mayoría (simple) se referirá a «los
miembros presentes y votantes». Ello implica, obviamente, admitir que puede haber miembros
ausentes o miembros presentes que no voten; ambos no se tomarán en consideración para el
cómputo de las mayorías exigidas en dicho artículo.

Por motivos diferentes Bolivia y Sudáfrica han recurrido a la ausencia unilateral de las
sesiones de la Asamblea General. En el caso de Bolivia la decisión de ausentarse se adoptó para
evitar la aplicación de la suspensión cualificada del artículo 19, en varias ocasiones en que
incurrió en mora del pago de las cuotas. En cambio, Sudáfrica decidió ausentarse de la Asamblea
General, a partir de 1974, ante el rechazo de las credenciales de los representantes del Gobierno
de Pretoria y la recomendación de la Asamblea General de excluir totalmente a este Estado de las
organizaciones y conferencias internacionales auspiciadas por Naciones Unidas. Estas medidas
de sanción fueron adoptadas por su política de apartheid.

La retirada voluntaria de la Organización no se encuentra regulada en la Carta. Ello ha


suscitado la cuestión, más teórica que real, de saber si un estado miembro podría decidir
unilateralmente retirarse de las Naciones Unidas y, en caso afirmativo, qué requisitos serían
necesarios para dar validez jurídica a esta decisión. Hoy en día, la doctrina sostiene
mayoritariamente la posibilidad de una retirada unilateral de la Organización.

El único caso que se ha suscitado fue el de Indonesia que el 20 de enero de 1965 notificó
su decisión de retirarse de la Organización «por el momento y debido a las circunstancias
actuales». El motivo fue la elección de Malasia como miembro del Consejo de Seguridad, país
que no había sido reconocido por Indonesia. Tras el golpe de Estado que derrocó al régimen de
Sukarno, el nuevo gobierno presidido por Suharto notificó, en un telegrama del 19 de septiembre
de 1966, su decisión de normalizar su participación en Naciones Unidas. La Asamblea General
tomó nota de esta decisión y el Presidente de la Asamblea invitó a la delegación indonesia a
ocupar su asiento sin ningún procedimiento de admisión. Este suceso difiere del caso de
Sudáfrica que en ningún momento ha perdido su condición de miembro de la Organización.

Finalmente, el artículo 6 establece la posibilidad de expulsión de un miembro que «haya


violado repetidamente los Principios contenidos en esta Carta». La expulsión constituye la máxima
sanción contra un miembro prevista en la Carta. Sin embargo, y al igual que señalábamos para la
suspensión ordinaria, esta sanción es también facultativa. El único motivo que puede dar origen a
esta sanción es la repetida violación por un miembro de los principios enunciados en la Carta. Ello
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 14

es comprensible si se piensa implícitamente que esta repetición en la violación de los principios


demuestra la falta (le voluntad de cumplir las obligaciones que se exigen a un estado para ser
miembro, poniendo en evidencia la incompatibilidad entre la conducta del miembro disidente y 1:1
del resto de la Organización.

En el procedimiento de expulsión intervienen, en buena lógica, los mismos órganos que en


la admisión. Se requiere, por tanto, una recomendación del Consejo de Seguridad y la aprobación
por la Asamblea General. Hasta la fecha no se ha procedido a la expulsión de ningún miembro
debido a las dificultades de lograr la unanimidad de los miembros permanentes para alcanzar la
preceptiva recomendación, junto a la convicción dominante entre los miembros de la Organización
de que el principio de universalidad imponía una aplicación restrictiva de esta facultad
sancionadora.

5. Estructura orgánica: consideraciones generales.

La estructura orgánica fundamental de las Naciones Unidas viene recogida en el artículo 7


de la Carta. Allí se establece una distinción entre los órganos principales y los órganos
subsidiarlos. Los órganos subsidiarios son creados por los principales a partir de la facultad
genérica conferida a éstos por el artículo 7, párrafo 2, cuando señala que: «se podrán establecer,
de acuerdo con las disposiciones de la presente Carta, los órganos subsidiarios que se estimen
necesarios»; consecuentemente su existencia, composición y funciones son fruto de un acto
normativo interno de la propia Organización, más exactamente de sus órganos principales de los
que dependen orgánicamente.

Una de las características más significativas de la Carta, en relación con estos órganos
principales, es la imperativa coordinación funcional que establece entre ellos para un gran número
de materias y cuestiones importantes, por ejemplo, la admisión, suspensión y expulsión de
miembros, la elección del Secretario y de los magistrados del TIJ, etc., de tal modo que la
actuación de cada órgano principal está condicionada por las iniciativas y controles de otro(s)
órgano(s) principal(es).

Es cierto que para algunas materias, la Carta confiere competencias exclusivas a alguno
de estos órganos principales, como ocurre con el Consejo de Seguridad para las medidas
contempladas en el capítulo VII, pero ello no permite sustentar la tesis de una mayor autonomía
de tales órganos, ni tampoco equiparar su situación a la división de poderes que impera en los
estados. A diferencia de estos supuestos, el funcionamiento de los órganos principales de las
Naciones Unidas descansa sobre la base de unos poderes compartidos y plurales.

La Carta de las Naciones Unidas específica como órganos principales los siguientes: la
Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, el Consejo de
Administración Fiduciaria, la Secretaría y el Tribunal Internacional de Justicia (artículo 7, párrafo
1).

6. La Asamblea General.

a) Composición
La Asamblea General está integrada por todos los miembros de la Organización. Cada
estado miembro está representado por una delegación que no podrá exceder de cinco
representantes. Constituye el único órgano principal sustentado sobre el criterio de participación
universal.

b) Competencias.
La Asamblea goza de una competencia general establecida en el artículo 10, por la que
puede discutir y hacer recomendaciones sobre cualquier asunto o cuestión que estime de interés,
incluidos los poderes y funciones de los demás órganos de las Naciones Unidas. Como se puede
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 15

apreciar, esta competencia general no posee restricciones por razón de la materia, sin . embargo,
se encuentra con notables limitaciones en cuanto a su efectividad y procedimiento.

En cuanto a su efectividad, la competencia general de la Asamblea no puede rebasar el


ámbito del debate de los temas o de las recomendaciones a los demás órganos o a los estados
miembros careciendo de la capacidad propia de intervención directa en los asuntos que trata.
Desde el punto de vista del procedimiento, y de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 12,
párrafo 1, la Asamblea General no puede entrar a formular recomendaciones sobre aquellas
situaciones o controversias que afecten a la paz y seguridad internacionales mientras estén
siendo tratadas por el Consejo de Seguridad, salvo que dicho órgano las solicite. No obstante,
esta limitación ha sido mitigada a partir de la Resolución 377 A (V) de la Asamblea, conocida
como «Unión pro Paz» del 3 de noviembre de 1950.

Pero la Asamblea General posee también unas importantes competencias específicas


distribuidas por la Carta en las siguientes materias:

a) Políticas
- Consideración de los principios generales de cooperación para el mantenimiento de la
paz y la seguridad internacionales.
- Consideración de los principios de desarme y limitación de armamentos.
- Recomendación de medidas para la solución pacífica de situaciones cualesquiera que
sean y sea cuál fuere su origen.
- Fomento de la cooperación política internacional.
- Control del régimen de Administración Fiduciaria en colaboración con el Consejo de
Administración Fiduciaria.

b) Presupuestarias
- Fijar las cuotas o contribuciones de los miembros para hacer frente a los gastos de la
Organización.
- Examinar y aprobar el Presupuesto de la Organización.
- Considerar y aprobar los arreglos financieros y presupuestarios con los organismos
especializados.
- Examinar y formular recomendaciones a los presupuestos administrativos de los
organismos especializados.

c) Normativas
- Aprobación de las reformas de la Carta y convocatoria de la Conferencia General de las
Naciones Unidas para la revisión de la Carta.
- Aprobación de los acuerdos concertados por el Consejo Económico y Social con los
organismos especializados, y de los acuerdos de Administración Fiduciaria.
- Aprobar su reglamento de régimen interno.
- Impulsar el desarrollo y codificación del Derecho Internacional.

d) Electivas
- Elección de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad.
- Elección de todos los miembros del Consejo Económico y Social.
- Elección de los jueces del Tribunal Internacional de Justicia.
- Elección del Secretario General de la Organización.

e) Informativas.
- Solicitar, recibir y considerar los informes presentados por el Secretario General, el
Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, el Consejo de Administración
Fiduciaria y demás órganos.
- Solicitar opiniones consultivas al TIJ sobre cuestiones jurídicas.

f) Económicas, sociales, culturales, educativas y sanitarias.


- Fomentar la cooperación en estos campos.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 16

- Hacer efectivos los Derechos Humanos y libertades fundamentales.

g) Admitir, suspender o expulsar a los miembros de la Organización

c) Sistema de votación
El sistema de votación en la Asamblea General se articula sobre el principio de un voto por
cada miembro en condiciones igualitarias. Para la aprobación de las decisiones en el seno de la
Asamblea el artículo 18 distingue entre las cuestiones importantes y las «otras cuestiones». Las
primeras figuran explícitamente enunciadas en la Carta y son: las recomendaciones referentes a
la paz y seguridad internacionales; la elección de los miembros no permanentes del Consejo de
Seguridad, de todos los del ECOSOC, de los miembros elegibles del Consejo de Administración
Fiduciaria, la admisión, expulsión y suspensión de los miembros de la Organización, las
cuestiones relativas al régimen de Administración Fiduciaria y las cuestiones presupuestarias.
Todas estas cuestiones requieren una mayoría cualificada de los 2/3 de miembros presentes y
votantes. Las restantes cuestiones, entre las que destacan la elección del secretario general, de
los jueces del TIJ y la determinación de nuevas categorías de cuestiones importantes, se
aprueban por una mayoría simple de los miembros presentes y votantes.

d) Funcionamiento
La Asamblea General funciona en sesiones plenarias y en comisiones. Las sesiones
plenarias pueden ser de tres tipos: ordinarias, extraordinarias y extraordinarias de emergencia.
Las sesiones ordinarias se celebran una vez al año y suelen iniciarse, aunque ello no es
obligatorio, el tercer martes del mes de septiembre.

Las sesiones extraordinarias se celebran cuando las circunstancias internacionales lo


requieren y en las fechas decididas por la Asamblea General. La convocatoria de estas sesiones
extraordinarias se realiza por el secretario general a petición del Consejo de Seguridad; de la
mayoría de los miembros de la Asamblea Genera) o de uno de los miembros, siempre que la
mayoría de la Asamblea General esté de acuerdo. Generalmente estas sesiones extraordinarias
se han celebrado para abordar temas que por su importancia y dificultad no podían ser abordados
adecuadamente en el breve período de duración de las sesiones ordinarias, cuya agenda de
trabajo se encuentra sobrecargada con las cuestiones habituales. Por ejemplo, en 1985 la
Asamblea General celebró una sesión extraordinaria entre el 14 y el 24 de octubre que, con el
lema: «Las Naciones Unidas por un mundo mejor», conmemoró el cuadragésimo aniversario de
su creación y abordó los principales retos con los que se enfrentaba la Organización en esa etapa.

Las sesiones extraordinarias de emergencia constituyen en realidad una modalidad


especial de las sesiones extraordinarias establecida por la Resolución 377 (V) «Unión pro Paz»,
del 3 de noviembre de 1950. En dicha Resolución se señalaba que si existiendo amenazas para la
paz, actos de agresión o ruptura de la paz internacional, el Consejo de Seguridad no pudiese
actuar al no alcanzarse en su seno la mayoría necesaria entre sus miembros por el veto de alguno
de los miembros permanentes, el secretario general podría convocar una reunión urgente de la
Asamblea General, en el plazo de veinticuatro horas, a petición del Consejo de Seguridad o de la
mayoría de los miembros de la Organización.

Como podemos observar, las sesiones extraordinarias de emergencia se distinguen de las


sesiones extraordinarias contempladas en el artículo 20 de la Carta; en primer lugar, por las
condiciones que se exigen para su convocatoria, ya que junto a la amenaza contra la paz
internacional es necesario que el Consejo de Seguridad se vea incapacitado para tomar
decisiones ante semejantes situaciones. En este terreno la citada Resolución «Unión pro Paz»
mitigó de manera importante la limitación de procedimiento del artículo 12 que mencionábamos en
los párrafos anteriores. En segundo término, se reduce el período que media entre la convocatoria
y la celebración de la sesión a sólo veinticuatro horas, plazo de tiempo que podemos considerar
muy breve y que resulta acorde con la gravedad de la amenaza que motiva la celebración de la
sesión.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 17
En relación con las Comisiones de la Asamblea General debemos distinguir tres grandes
categorías: las Comisiones Principales, las Comisiones de Procedimiento y las Comisiones
Permanentes. Las decisiones en todas ellas se adoptan por mayoría simple, aunque con
posterioridad se someten a la aprobación definitiva del plenario de la Asamblea General.
Las Comisiones Principales están integradas por un representante de cada uno de los
miembros de la Asamblea General, junto con los expertos o asesores. Las seis Comisiones
Principales son las siguientes:
- Primera Comisión: Comisión Política y de Seguridad, incluida la regulación de
armamentos.
- Segunda Comisión: Asuntos Económicos y Financieros.
- Tercera Comisión: Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales.
- Cuarta Comisión: Asuntos de Administración Fiduciaria y Descolonización.
- Quinta Comisión: Asuntos Administrativos y de Presupuesto.
- Sexta Comisión: Cuestiones Jurídicas.
Las Comisiones de Procedimiento se eligen al comienzo de cada período de sesiones, y
tienen como -principal función intervenir en las cuestiones relativas al procedimiento y
funcionamiento de la Asamblea General. Las dos Comisiones de Procedimiento son:
- La Comisión General o Mesa de la Asamblea General.
Su principal tarea es determinar los temas que deberán figurar en la propuesta del
programa que, una vez aprobado por la Asamblea, configurará el orden oficial de cuestiones
abordadas en las sesiones de la Asamblea. Está formada por el Presidente de la Asamblea,
elegido por ésta, diecisiete vicepresidentes, los presidentes de las Comisiones Principales y de la
Comisión Política Especial.
- La Comisión de Verificación de Poderes.
Tiene como misión comprobar las credenciales de los representantes de los estados
miembros y los integrantes de las delegaciones (consejeros, expertos, etc.), elaborando un
informe que debe ser comunicado al secretario general con una semana de antelación al
comienzo de las sesiones. Está formada por nueve miembros nombrados por la Asamblea a
propuesta del Presidente.
Como señala SEARA, en principio, la verificación de poderes no equivale al «placet» del
derecho diplomático, y la Comisión debe limitarse a comprobar que los poderes otorgados a los
representantes de los estados miembros reúnen los requisitos formales sin entrar a resolver sobre
la representatividad de los gobiernos que conceden tales poderes. Sin embargo, la Asamblea
General sí tiene facultad para decidir, de acuerdo o en contra de lo formulado en el informe de la
Comisión, la aceptación o el rechazo de la delegación de un estado miembro. Sin embargo,
disentimos con este autor cuando señala que semejante decisión de la Asamblea «sería una
evidente violación del espíritu de la Carta». Como ya hemos señalado, en 1974 la Asamblea
General rechazó las credenciales de la delegación de Sudáfrica por entender que su Gobierno al
practicar la política de «apartheid», sistemáticamente denunciada por las Naciones Unidas,
violaba los principios de la Carta. Este caso demuestra que la intervención de la Asamblea, en
relación con la verificación de poderes, puede servir, precisamente, para defender el espíritu y la
letra de la Carta.
Las Comisiones Permanentes son numerosas y tienen como finalidad realizar estudios y
formular propuestas sobre aquellos temas que, por afectar al funcionamiento interno de la
Organización o temas de singular importancia internacional, requieren un seguimiento continuado.
Entre las más destacadas podemos mencionar:
- La Comisión Política Especial creada en 1956 para colaborar con la Primera Comisión de
Asuntos Políticos y de Seguridad, debido al creciente número de conflictos y la complejidad de las
cuestiones vinculadas con la carrera de armamentos. Algunos autores incluyen esta Comisión
dentro de las Principales.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 18

- La Comisión Consultiva de Cuestiones Administrativas y de Presupuesto.


Está formada por doce miembros entre los que deberán figurar al menos tres expertos
financieros de reconocido prestigio internacional.

- La Comisión de Cuotas.
Creada para asesorar a la Asamblea sobre la fijación de las cuotas correspondientes a los
distintos miembros de la Organización.

- La Junta de Auditores.
Tiene como función la auditoria de las cuentas de las Naciones Unidas, y está compuesta
por tres miembros.

- El Comité de Pensiones del Personal de las Naciones Unidas.


Su tarea consiste en la gestión de las pensiones de los funcionarios de la Organización.

- La Comisión de Inversiones.
Formada por tres miembros, fue constituida por la Resolución 82 (I) de la Asamblea
General.

e) Órganos subsidiarios.
Además de las referidas comisiones, creadas para colaborar en las tareas ordinarias de la
Asamblea General, ésta ha ido constituyendo un creciente número de órganos subsidiarios para
hacer frente a los nuevos problemas internacionales que iban surgiendo y que demandaban
soluciones por parte de la Organización. En consecuencia, algunos de tales órganos subsidiarios
gozan de un carácter permanente, en tanto que otros desaparecieron una vez concluyó la
situación que originó su creación. Merecen conocerse los siguientes:

- Comisión de Derecho Internacional.


Creada por la Resolución de la A.G. 174 (II), del 21 de noviembre de 1947, tiene como
principal objetivo «impulsar el desarrollo del derecho internacional y su codificación». Sus
miembros, elegidos por la A.G., son expertos en Derecho Internacional que representan las
diversas civilizaciones y sistemas jurídicos. Los trabajos de la Comisión han sido muy importantes
en las siguientes áreas: derecho de los tratados, derecho del mar, relaciones e inmunidades
diplomáticas y consulares, procedimiento arbitral, nacionalidad y extranjería, reconocimiento y
sucesión de estados y de gobiernos.

- Comisión de Observación de la Paz.


Creada por la Resolución «Unión pro Paz» tiene como misión observar e informar sobre el
desarrollo de aquellas situaciones que pongan en peligro la paz o la seguridad internacionales. La
intervención de esta Comisión se decide por la mayoría de dos tercios de los miembros de la
Asamblea General.

- Tribunal Administrativo de las Naciones Unidas.


Creado por la Resolución de la A. G. 351 (IV), del 29 de noviembre de 1949, su finalidad
es entender de cuantas reclamaciones presenten los funcionarios de la Organización en relación
con sus contratos; estatuto del personal, etc.

- Oficina del Alto Comisionado (le las Naciones Unidas pata los Refugiados (ACNUR).

Los , antecedentes históricos de este órgano se encuentran en la Alta Comisaría creada en


el seno de la Sociedad de Naciones. Durante la Segunda Guerra Mundial la Administración de
Socorro y Rehabilitación de las Naciones Unidas (UNRRA), creada en 1943, asumió las
competencias de ayuda a las poblaciones desplazadas por la guerra. En 1949 la A.G. aprobó la
creación de la Oficina del Alto Comisionado, cuyo estatuto fue aprobado el 11 de diciembre de
1950 y permitió el comienzo de las actividades el 1 de enero de 1951, en base a mandatos
temporales de 3 ó 5 años que se han sucedido desde entonces.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 19

El Alto Comisionado es elegido por la Asamblea General a propuesta del secretario


general; ello le confiere un gran respaldo a sus actuaciones, de las que debe informar anualmente
tanto a la A.G. como al Consejo Económico y Social.

La labor humanitaria desempeñada por este órgano constituye, a nuestro juicio, una de las
pruebas más claras e irrefutables de la solidaridad internacional auspiciada por la Organización de
las Naciones Unidas.

- Organismo de Obras Públicas y Socorro a los Refugiados de Palestina en el Oriente


Medio (UNRWA).
En el marco general del problema de los refugiados, la creación del Estado de Israel
provocó el éxodo masivo de palestinos a los países árabes circundantes, obligando a crear por la
Resolución 302 (IV), del 8 de diciembre de 1949, este organismo.

Aunque su duración es temporal, la persistencia del problema de los refugiados palestinos


ha obligado a prorrogarlo por períodos sucesivos hasta la actualidad.

- Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD).


Fue, creada por la A.G., a instancias de un numeroso grupo de países subdesarrollados,
mediante la Resolución 1.955 (XIX), del 30 de diciembre de 1964. Consta de una Junta de
Comercio y Desarrollo y una Secretaría, como órganos permanentes, junto con cuatro comisiones:
de productos básicos, de manufacturas, del comercio invisible y la financiación vinculada al
comercio y del transporte marítimo. Las conferencias se celebran periódicamente, destacando la
de Santiago de Chile (1972) de la que surgió la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los
Estados.

- Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).


Se constituyó por la Resolución 57 (II) de la A.G., del 11 de diciembre de 1946. Más tarde,
en 1953 la A.G. decidió concederle una duración ilimitada. Está compuesto por la Junta Ejecutiva,
cuyos miembros son elegidos por el ECOSOC y se reúne una vez al año, y el Director Ejecutivo,
nombrado por e) secretario general de la Organización, previa consulta con la Junta Ejecutiva. Su
finalidad es la de contribuir mediante la aportación de fondos y asistencia técnica a la mejora de
las condiciones de vida de los niños y jóvenes de los países subdesarrollados.

- Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la


Declaración sobre la concesión de independencia de los países y pueblos coloniales (Comité de
los Veinticuatro).

Fue creado con carácter temporal por la Resolución 1.654 (XVI), del 27 de noviembre de
1961, para conocer de las situaciones afectadas por la Declaración de Independencia de 1960. La
Resolución 1.806 (XVII), del 14 de diciembre de 1962, aumentó su número de 17 a 24 miembros y
le agregó las funciones que hasta entonces habían asumido el Comité Especial para el África
Suroccidental y el Comité Especial para los Territorios Portugueses. Esta misma Resolución
prorrogó sus actividades y estableció su nueva denominación.

Junto a estos órganos subsidiarios la Asamblea General ha constituido otros muchos,


entre los que figuran:
- El Comité Especial sobre Operaciones de Mantenimiento de la Paz.
- La Comisión de Desarme.
- El Grupo de Expertos sobre las consecuencias económicas y sociales del Desarme.
- El Comité sobre usos pacíficos del espacio exterior.
- El Comité Científico Asesor de las Naciones Unidas.
- La Junta de Encuesta y Conciliación.
- El Comité de medidas colectivas.
- El Comité Especial sobre el «apartheid».
- El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD).
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 20

- El Fondo de Desarrollo de Capital de las Naciones Unidas.


- El Instituto de las NU. para la Formación e Investigación (UNITAR).
- El Programa de las NU. sobre el Medio Ambiente (PNUMA).
- El Comité para la eliminación de la discriminación racial.
- La Unidad Mixta de Inspección.
- La Junta Consultiva sobre Políticas y Programas de Información de las NU.
- La Comisión sobre la soberanía permanente sobre los recursos naturales.
- El Comité Especial sobre la definición de la agresión.
- El Consejo de Seguridad sobre Derecho Comercial Internacional (UNCITRAL).

7. El Consejo de Seguridad

Es frecuente que los autores definan al Consejo de Seguridad como «el órgano ejecutivo»
o «el órgano más importante» de la Organización de las Naciones Unidas. Ello se debe a que la
Carta atribuye a este órgano la facultad de adoptar medidas preventivas o coercitivas en aras de
la garantía de la paz y seguridad internacionales. Sin embargo, la experiencia histórica de las
Naciones Unidas muy pronto demostró que esta facultad, al estar condicionada al necesario
acuerdo entre las principales potencias mundiales con representación permanente, quedaba con
frecuencia suspendida en su aplicación como resultado del antagonismo entre los bloques que
durante los últimos cuarenta y cinco años dominó al mundo.

CARRILLO ha expresado el verdadero contenido de esta función capital atribuida al


Consejo de Seguridad en los siguientes términos:
«... En 1945 nadie pensaba que la Organización pudiera llevar a cabo sus funciones de
preservación y mantenimiento de la paz al margen de la unanimidad de las grandes potencias. No
se trata, como erróneamente tantas veces se ha dicho, que el acuerdo entre los grandes se diese
como seguro, sino, más exactamente, de la conciencia de que sin tal acuerdo el sistema de
seguridad de las Naciones Unidas no podría funcionar».

Junto a esta función, la Carta atribuye al Consejo otras actuaciones y competencias


deliberantes y normativas que no pueden desconocerse. En este sentido nos parece exagerada la
afirmación de MEDINA cuando señala categóricamente que: «Mientras que la Asamblea tiene un
amplio ámbito de competencias, el Consejo de Seguridad restringe su actuación al mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales».

a) Composición
El Consejo de Seguridad está compuesto, en la actualidad, por quince miembros,
distribuidos en cinco miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y
República Popular China, junto con diez miembros no permanentes, elegidos por la Asamblea
General por un período de dos años. En la elección de estos últimos la A.G. debe tomar en
consideración dos criterios: la contribución a la paz internacional de los miembros candidatos junto
con una representatividad geográfica «equitativa». Los miembros salientes no pueden ser
reelegidos en el período siguiente, pero sí con posterioridad.

Inicialmente el artículo 23 de la Carta establecía el número de miembros del Consejo de


Seguridad en un total de once, los cinco miembros permanentes y seis miembros no
permanentes. El proceso de descolonización y el paralelo aumento del número de miembros de la
Organización indujo a la Asamblea a aprobar la Resolución 1.991/A (XVIII), del 17 de diciembre
de 1963, por la que se reformaba la composición de este órgano aumentándose el número de
miembros no permanentes hasta los diez que posee en la actualidad, al tiempo que fijaba la
siguiente distribución geográfica: tres de África, dos de Asia, dos de América Latina, uno de
Europa del Este, y dos de Europa Occidental y otros países.

b) Competencias
Como señalábamos las principales competencias del Consejo de Seguridad están
destinadas a garantizar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. El artículo 24
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 21

señala expresamente que en el ejercicio de estas competencias el Consejo de Seguridad actúa en


nombre de todos los miembros de la Organización. En consecuencia, resulta plenamente
coherente que el artículo 25 establezca el carácter obligatorio, para todos los estados miembros,
de las decisiones adoptadas por el Consejo.

Siguiendo con la distinción establecida por el artículo 1 entre «controversias o situaciones


susceptibles de provocar un quebrantamiento de la paz», de una parte, y «las amenazas a la paz,
quebrantamientos de la paz y actos de agresión», de otra, resulta necesario destacar que el
Consejo de Seguridad es el órgano prioritariamente designado por la Carta para establecer
cuándo un conflicto internacional (controversia, acto de agresión, etc.) pone en peligro la paz o la
seguridad internacionales.

Como veíamos, esta competencia también la puede ejercer la Asamblea General, pero
tanto el artículo 12 como la Resolución «Unión pro Paz» condicionan la intervención de la
Asamblea General en esta materia a la falta de su ejercicio por parte del Consejo. De cualquier
modo, ello significa que los estados carecen de esta facultad y, en consecuencia, ni pueden
unilateralmente declarar la existencia de este peligro, ni tampoco pueden unilateralmente rechazar
la declaración y las obligaciones que de ella se derivan una vez se ha realizado un
pronunciamiento por el Consejo de Seguridad o la Asamblea General.

Este planteamiento resulta adecuado en cuanto que las Naciones Unidas, por su alcance
universal, representan válidamente la voluntad colectiva de los estados que integran la
«comunidad internacional». También supone un avance cualitativo por parte de la Sociedad
Internacional, ya que contiene un principio de limitación de la soberanía estatal y, paralelamente,
sustenta una primacía de la colectividad internacional para recomendar, e incluso imponer
aquellas medidas jurídicas o políticas que la defiendan contra la actuación abusiva de alguno de
sus miembros.

La fuerza de las medidas adoptadas por el Consejo de Seguridad en el ejercicio de esta


competencia no radica exclusivamente, y nos atreveríamos a decir que ni tan siquiera
fundamentalmente, en su carácter más o menos coercitivo, sino en el hecho de que quien las
rechaza se enfrenta con la voluntad manifiesta de una colectividad internacional de la que forma
parte integrante y de la que no puede aislarse.

Ciertamente no han faltado ejemplos de países que han pretendido desconocer o enfrentar
abiertamente la decisión contraria a sus actuaciones, internas o internacionales, de la mayoría o la
totalidad de la comunidad internacional. El argumento de estos países siempre se ha intentado
escudar en una interpretación maximalista o absoluta de la soberanía estatal. Sin embargo, un
estudio histórico detallado nos demuestra que más allá de las pírricas victorias alcanzadas por
estos países, a corto o medio plazo, a largo plazo siempre han sucumbido ante el peso de la
voluntad colectiva de la Sociedad Internacional opuesta a sus políticas.

La historia de la descolonización resulta especialmente aleccionadora, pero también


podríamos señalar los casos de la lucha contra el «apartheid» en Sudáfrica o el reconocimiento de
los derechos del pueblo palestino. En este último punto la posición del Estado de Israel ha ido
progresivamente debilitándose, no tanto porque se hayan tomado medidas coercitivas contra él,
sino porque su política respecto de los territorios ocupados y la sistemática negativa a la
negociación con la OLP ha tenido que enfrentarse con una voluntad cada vez más amplia y
decidida de la comunidad internacional partidaria de encontrar una solución estable y pacífica a
este conflicto.

Cuando se trata de controversias internacionales el capítulo VI de la Carta establece para


su resolución los métodos de solución pacífica de conflictos que aparecen enumerados en el
artículo 33, párrafo 1, en los siguientes términos:
«Las partes en una controversia... tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la
negociación, la investigación, la mediación, la el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a
organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección».
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 22

En cambio, cuando se trata de actos de agresión, amenaza o quebrantamiento de la paz,


la Carta contempla en su capítulo VII una serie de acciones colectivas de carácter preventivo o
coercitivo, cuya decisión corresponde tomar al Consejo de Seguridad.

Esta distinción entre las diversas categorías de conflictos no queda limitada al ámbito
exclusivamente jurídico, sino que afecta a las competencias atribuidas al Consejo de Seguridad,
así como a su alcance y limitaciones. Generalizando, podríamos decir que mientras en la solución
pacífica de las controversias la Carta introduce un equilibrio entre la voluntad de las partes en la
elección del método y las competencias del Consejo, cuando se trate de resolver actos de
agresión, quebrantamiento o amenaza a la paz y seguridad internacionales la Carta implanta una
clara supremacía de las competencias ejecutivas del Consejo sobre la voluntad de las partes, e
incluso sobre la voluntad de terceros estados.

Teniendo muy presente esta distinción podemos agrupar las competencias del Consejo de
Seguridad en las siguientes categorías:

a) Políticas
1. Respecto a las controversias y situaciones susceptibles de dar origen a una controversia
internacional.
- Conocimiento y/o investigación de las controversias o de las situaciones que provoquen
fricción o puedan dar origen a una controversia internacional, bien por propia iniciativa, a demanda
de alguna de las partes, o por petición de un estado miembro de las Naciones Unidas.
- Determinación de la existencia de controversias o situaciones cuya duración pongan en
peligro la paz y seguridad internacionales.
- Recomendación de los medios de arreglo de controversias que estime más adecuados,
incluidos los medios de solución pacífica contemplados en el artículo 33.
- Promoción del arreglo pacífico de controversias a través de acuerdos o de organismos
regionales.
- Acción mediadora entre las partes de una controversia.

2. Respecto de los actos de agresión, quebrantamiento o amenaza de la paz internacional.


- Determinación de la existencia de actos de agresión, quebrantamiento o amenaza de la
paz internacional.
- Adopción de medidas provisionales destinadas a evitar el agravamiento del conflicto. En
este supuesto las medidas provisionales no deberán perjudicar los derechos, las reclamaciones o
la posición de las partes.
- Adopción de medidas coactivas que no impliquen el uso de la fuerza: interrupción total o
parcial de las relaciones económicas; de las comunicaciones (terrestres, marítimas, aéreas,
postales, telegráficas, radioeléctricas, o de cualquier otra naturaleza), y ruptura de las relaciones
diplomáticas.
- Adopción de medidas coactivas que impliquen el uso de la fuerza. En este supuesto las
fuerzas aéreas, navales o terrestres serán aportadas por los estados miembros.
- Utilización de los acuerdos u organismos regionales para ejecutar las medidas coercitivas
acordadas.
- Elaboración de los planes de empleo de la fuerza armada, con la asistencia del Comité
de Estado Mayor.

3. Respecto de otras situaciones internacionales.


- Elaboración de planes, que deberá someter a los estados miembros para implantar un
sistema de regulación de los armamentos.
- Adopción de medidas o de recomendaciones para la ejecución de las sentencias del
Tribunal Internacional de Justicia.
- Ejercicio de todas las funciones atribuidas a los diversos órganos de las Naciones Unidas
en aquellos territorios sometidos al régimen de administración fiduciaria en los que se haya
declarado una «zona estratégica».
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 23

b) Normativas
- Concertación de los convenios especiales entre las Naciones Unidas y sus miembros,
tomados individual o colectivamente, que regulan la cuantía y condiciones de las fuerzas
destinadas al cumplimiento de las medidas preventivas o coercitivas adoptadas por el Consejo.
- Aprobación de los acuerdos de administración fiduciaria para los territorios sometidos a
este régimen y en los que se haya declarado una zona estratégica.
- Aprobación del reglamento que regula el funcionamiento interno del Consejo.

c) Electivas
- Elección junto con la Asamblea General, aunque en votaciones separadas, de los
miembros del Tribunal Internacional de Justicia.

d) Informativas y recomendatorias
- Recomendaciones para la admisión, suspensión de derechos o expulsión de un miembro.
- Recomendación para el nombramiento del secretario general.
- Petición de opiniones consultivas al TIJ sobre cuestiones jurídicas.
- Realización de consultas con aquellos estados, sean o no miembros de las Naciones
Unidas, que se vean afectados económicamente de modo especial por la adopción de las
medidas preventivas o coercitivas decididas por el Consejo de Seguridad. Estas consultas se
iniciarán a petición del Estado afectado y se orientarán a la búsqueda de soluciones para sus
problemas económicos.
- Recepción de información de las actividades iniciadas o que estén previstas iniciarse
para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales en base a acuerdos o a la
participación en organismos regionales.

c) Sistema de votación
El sistema de votación en el Consejo de Seguridad constituye uno de los temas más
polémicos de las Naciones Unidas. En efecto, ya señalábamos que la existencia de unos
miembros permanentes y el sistema de votación en el Consejo fue una decisión política adoptada
con anterioridad a la redacción y aprobación de la Carta de San Francisco.

El artículo 27 de la Carta, tras la enmienda de 1963, señala que cada miembro del Consejo
tendrá derecho a un voto. Sin embargo, establece una distinción entre las cuestiones de
procedimiento, para las que se requiere la mayoría favorable de nueve miembros cualesquiera, y
las restantes cuestiones que no son de procedimiento para las que el propio artículo señala en su
párrafo 3 que:
«Las decisiones del Consejo sobre todas las demás cuestiones serán tomadas por el voto
afirmativo de nueve miembros, incluidos los votos afirmativos de todos los miembros
permanentes».

En algunos casos la Carta especifica la exigencia de una mayoría de nueve votos


cualesquiera. Así, por ejemplo, el artículo 10, párrafo 2 del Estatuto del Tribunal Internacional de
Justicia señala que para la elección de los miembros del Tribunal no se establecerá diferencia
entre los miembros permanentes y no permanentes del Consejo de Seguridad. Análogamente, la
Carta considera cuestiones de procedimiento:
- La decisión para la celebración de la reunión del Consejo en un lugar fuera de la sede de
la Organización.
- La aprobación del reglamento interno.
- La decisión que faculta a un estado miembro de la Organización, sin representación en el
Consejo, a participar con voz, pero sin voto, en la discusión sobre temas que le afectan
especialmente.

Existen otras cuestiones que la propia Carta señala como cuestiones importantes y cuya
aprobación requiere la mayoría favorable de nuevo miembros, incluidos los votos afirmativos de
los cinco miembros permanentes. En tales supuestos la doctrina afirma que tales miembros gozan
de un voto cualificado o que poseen un «derecho de veto», ya que el voto contrario de uno de
estos cinco miembros impide que la decisión sea aprobada por el Consejo.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 24

En ambos casos no existe dificultad en la calificación de las cuestiones sometidas a


votación. Más problemática resulta la calificación de aquellas cuestiones que SEARA denomina
como «cuestiones cuya calificación es dudosa» por no ser expresamente consideradas por la
Carta como cuestiones de procedimiento o cuestiones importantes. La más significativa es la
cuestión relativa a la determinación de la naturaleza importante o de procedimiento de un tema en
orden a conocer el sistema de votación que se le debe aplicar y que se conoce como cuestión
preliminar.

En este supuesto el reglamento del Consejo concede a su Presidente la facultad de


realizar una calificación previa de la cuestión que, si no es impugnada por ningún miembro del
Consejo, determinará el sistema de votación. No obstante, cualquier miembro del Consejo puede
impugnar la calificación previa realizada por el Presidente, lo que obligará a una votación para
calificar la cuestión como importante o de procedimiento, es decir, suscitará una votación sobre la
cuestión preliminar. Para que una cuestión dudosa sea calificada como cuestión de procedimiento
se requiere una votación siguiendo el sistema de los nueve votos favorables, incluidos los de los
cinco miembros permanentes. En otras palabras, los cinco miembros permanentes gozan del
derecho de veto en la calificación de una cuestión como importante o de procedimiento.

Si en la calificación previa una cuestión se había considerado de procedimiento y en la


votación de la cuestión preliminar, uno de los miembros permanentes ejerce el derecho de veto,
ello convierte la cuestión inicial en una cuestión importante exigiendo el sistema de votación
correspondiente, momento en el que ese mismo miembro permanente puede volver a ejercer el
derecho de veto para impedir que se adopte una resolución por el Consejo. Semejante situación
es denominada como el sistema de doble veto.

Sin embargo, la interpretación del artículo 27 realizada por las Naciones Unidas ha sido
mucho más flexible y realista que la pretendida por algunos autores como COLLIARD. En efecto,
entendemos que la posición de COLLIARD resulta excesivamente limitada y formalista cuando
señala que:
«Un miembro permanente que se abstiene en una votación no emite un voto afirmativo y,
por lo tanto, la resolución adoptada carece, desde el punto de vista jurídico, de valor ».

Este criterio responde a una interpretación literal del artículo 27 párrafo 3, sin embargo
suscita serias reservas por dos razones. En primer término, porque la práctica tanto de la propia
Organización de las Naciones Unidas como de la comunidad internacional ha reconocido la
validez jurídica de aquellas resoluciones del Consejo que se han adoptado con la abstención de
alguno de los miembros permanentes. Pero es que además cabe realizar una interpretación más
acorde con lo dispuesto por el propio artículo 27, párrafos 2 y 3, cuando admite qué existan
cuestiones para las que basta con una mayoría de nueve votos afirmativos sin que entre ellos se
encuentre el de los cinco miembros permanentes. Ello es aplicable tanto a las cuestiones de
procedimiento como a aquellas «decisiones tomadas en virtud del capítulo VI y del párrafo 3 del
artículo 52» en las que una de las partes es un miembro permanente del Consejo. En este último
supuesto su abstención viene impuesta por la propia Carta.

Por tanto, bien sea por imperativo de la Carta o por una interpretación admitida, la
abstención de un miembro permanente no invalida la decisión adoptada por el Consejo. Más
problemática resulta la situación suscitada por la ausencia del Consejo de un miembro
permanente. Esta problemática se planteó con motivo de la adopción de las Resoluciones del 25
de junio de 1950, por las que se declaraba como un «acto que constituye un quebrantamiento de
la paz», la invasión por tropas de Corea del Norte del territorio de Corea del Sur, y del 27 de ese
mismo mes y año por la que se recomendaba a los estados miembros que concediesen toda la
ayuda necesaria a Corea del Sur para repeler el ataque armado. El representante de la URSS
estuvo ausente de las reuniones del Consejo en las que se adoptaron ambas Resoluciones
siguiendo una política, adoptada por la URSS el 13 de enero de 1950, y que mantuvo hasta el 1
de agosto de ese mismo año, de no asistencia a las reuniones del Consejo como protesta por la
presencia de un representante del Gobierno de Taiwán como único gobierno legítimo de China.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 25

Esta política de boicot a las sesiones del Consejo no sólo violaba lo dispuesto en el artículo 28 de
la Carta, sino que se demostró a la larga más perjudicial que beneficiosa para quien la practicó.

La principal diferencia de este supuesto respecto de la abstención radica en que el


miembro permanente ausente, aun poseyendo la capacidad jurídica para ejercer su voto carece
de la oportunidad para ello, y por tanto, para vetar la decisión adoptada en su ausencia. En
cambio, el miembro permanente que se abstiene utiliza su capacidad jurídica y la oportunidad de
ejercicio del derecho de voto, precisamente para no votar, y por tanto, para no vetar la decisión
con lo que implícitamente acepta el resultado que se derive del ejercicio del voto por los restantes
miembros del Consejo.

Precisamente en razón de esta diferencia las Resoluciones de 1950 adoptadas en


ausencia de la URSS nunca llegaron a sentar un precedente interpretativo de la Carta como ha
ocurrido con la abstención. En último extremo hay que convenir con CARRILLO que: «... El
derecho de veto es la garantía que impide que la Organización se transforme en una alianza y
quede al servicio de uno de los grupos de potencias frente a otro; si liberado del derecho de veto
el Consejo de Seguridad decidiese recurrir a una acción coercitiva contra una gran potencia, la
consecuencia podría ser el desencadenamiento de una guerra mundial. Y es que en la valoración
del derecho de veto es preciso superar un planteamiento excesivamente formalista de los
problemas: ninguna fórmula de voto tiene en sí misma influencia decisiva, y lo fundamental, como
ha señalado Charles de Visscher, es la disposición de los votantes a actuar en función de los fines
y propósitos de la Organización o, por el contrario, de sus fines particulares».

d) Funcionamiento
El Consejo es un órgano permanente, o como indica el artículo 28, párrafo 1, «será
organizado de modo que pueda funcionar continuamente»; ello obliga a todos sus miembros a
tener dispuestos a sus representantes en la sede de la Organización al objeto de que las sesiones
del Consejo puedan convocarse de modo inmediato. Fue precisamente a l violación de este
párrafo del artículo 28 por parte del delegado soviético en 1950, la que se utilizó como base
jurídica para justificar las resoluciones adoptadas en aquella ocasión.

Se admite la posibilidad de que el Consejo celebre sus reuniones fuera de la sede de la


organización, así como la asistencia y participación sin voto de aquellos estados miembros de la
Organización que, no perteneciendo al Consejo, sean parte afectada en un conflicto internacional.

Al igual que señalábamos para la Asamblea General, la Carta faculta al Consejo de


Seguridad a crear cuantos órganos subsidiarios estime necesarios para su funcionamiento.
Únicamente hay un órgano dependiente del Consejo, cuya creación viene impuesta por la propia
Carta. Se trata del Comité de Estado Mayor cuya composición y funciones aparecen recogidas en
los artículos 45, 46 y 47 de la Carta de San Francisco.

Podemos catalogar los órganos subsidiarios del Consejo en las siguientes categorías:
Comisiones Principales, Comités Permanentes y Comités Especiales.

Comisiones Principales
Entre las Comisiones Principales debemos mencionar: el Comité de Estado Mayor y la
Comisión de Desarme.

Comité de Estado Mayor.


Está integrado por los Jefes de Estado Mayor, o sus representantes, de los cinco
miembros permanentes del Consejo, y posee como funciones principales:
- Asesoramiento y asistencia al Consejo de Seguridad en todas las cuestiones militares
relativas al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
- Empleo y mando de las fuerzas militares puestas a disposición del Consejo por los
estados miembros.
- Regulación del armamento y, en su caso, del desarme.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 26

- Creación de subcomités regionales previa autorización del Consejo y consulta con los
organismos regionales existentes.

Comisión de Desarme:
Fue creada mediante la unificación de la Comisión de Armamento clásico con la Comisión
de Energía Atómica por una Resolución de la Asamblea General del 14 de enero de 1952,
adscribiéndola plenamente a la autoridad del Consejo. Desde 1958 está integrada por todos los
miembros de la Organización. No obstante, su tarea ha quedado notablemente limitada por cuanto
las negociaciones de control o desarme entre las dos superpotencias se han realizado en foros
paralelos a la Organización, por ejemplo, Conversaciones SALT, Conferencia de Viena para la
reducción de fuerzas convencionales en Europa, etc.

Las Comités Permanentes


El carácter permanente de estos órganos es una consecuencia de la necesidad que posee
el Consejo de recibir asesoramiento en determinadas materias importantes, sin tener que recurrir
a la creación constante de comisiones específicas. Entre ellos merecen citarse: el Comité de
Expertos y la Comisión para la admisión de nuevos miembros.

Comité de Expertos.
Constituido por una decisión del Consejo de 1946, está formado por asesores de todos los
países miembros del Consejo. Inicialmente se constituyó para colaborar en la redacción del
reglamento interno del Consejo, sin embargo, ha mantenido sus funciones asesoras respecto de
otros muchos temas, por ejemplo, la elaboración del Estatuto del Comité de Estado Mayor;
especificación de condiciones en que el Tribunal Internacional de Justicia debía quedar abierto a
los países no miembros de la Organización; determinación de las funciones del Consejo de
Seguridad en las zonas estratégicas de los territorios bajo régimen de fideicomiso, etc.

Comisión para la admisión de nuevos miembros.


Creada en 1946 se encuentra integrada por representantes de todos los estados miembros
del Consejo. Su creación se debió a la necesidad de contar con un órgano responsable de la
elaboración de las preceptivas recomendaciones del Consejo a la Asamblea General para la
admisión de nuevos miembros.

Comités Especiales
Bajo esta denominación incluimos dos categorías de órganos. En primer lugar aquellas
comisiones temporales creadas para investigar los hechos acaecidos en relación con un conflicto
internacional, con vistas a su posterior información al Consejo. Por ejemplo, la creación de la
Comisión de encuesta sobre los incidentes en la frontera griega; la Comisión de las Naciones
Unidas para India y Pakistán; la Comisión de Tregua para Palestina; la Comisión de las Naciones
Unidas para Indonesia. En segundo término, aquellos comités destinados al estudio de ciertas
propuestas de medidas realizadas por alguno de los miembros del Consejo o de los proyectos de
resolución especialmente relevantes. Por ejemplo, la Comisión «ad hoc» para la cuestión de
España, la Comisión «ad hoc» para la cuestión de Corfú.

8. EL Consejo Económico y Social.

La inclusión de este órgano en la Carta de las Naciones Unidas resultaba plenamente


coherente con el propósito de la Organización de contribuir a la paz internacional mediante la
cooperación económica, social, cultural y humanitaria. Semejante tarea debía ser encomendada a
un órgano cuyas actividades debían desarrollarse en estrecha dependencia de la Asamblea
General y el Consejo de Seguridad.

La importancia alcanzada, dentro y fuera de la Organización de las Naciones Unidas, ha


sido en gran parte una consecuencia involuntaria del escaso desarrollo alcanzado por las
iniciativas directas de pacificación encomendadas al Consejo de Seguridad y a la Asamblea
General. Ello ha hecho que las tareas del Consejo en favor de los derechos humanos y del
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 27

desarrollo económico y social ocupasen un lugar central en el funcionamiento de las Naciones


Unidas, y hayan constituido, casi desde sus orígenes, una de las vertientes más directamente
apreciables por la opinión pública.

a) Composición
Inicialmente el artículo 61 contemplaba un Consejo integrado por dieciocho miembros,
elegidos por la Asamblea General por un período de tres años, y renovándose por tercios cada
año. En 1963 la Resolución 1.991 (XVIII), en cuya parte A se modificaba el número de miembros
electos del Consejo de Seguridad, ampliaba en su parte B el número de miembros del ECOSOC a
veintisiete, con objeto de dar una representación geográfica más acorde con el número de nuevos
países afro-asiáticos que se habían incorporado a las Naciones Unidas como consecuencia de la
desconolonización.

Nuevamente, por la Resolución 2.847 (XXVI), del 20 de diciembre de 1971, la Asamblea


General incrementó el número de miembros del Consejo Económico y Social a cincuenta y cuatro,
distribuidos geopolíticamente del modo siguiente:
- Catorce estados africanos.
- Trece estados de Europa Occidental y otras áreas desarrolladas.
- Once estados asiáticos.
- Diez estados latinoamericanos.
- Seis estados socialistas y de Europa Oriental.

Su mandato posee una duración de tres años y se renuevan por grupos de dieciocho
países anualmente, pudiendo ser reelegidos inmediatamente. Aunque no existe una norma escrita
que lo imponga, se ha establecido la costumbre de incluir entre los miembros en el Consejo
Económico y Social a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Esta costumbre
se ha implantado debido al indudable peso económico y social que tales estados poseen a escala
mundial, y parece una medida muy razonable y eficaz.

De cualquier modo el importante número de sus miembros, que constituyen casi una
tercera parte de todos los de la Organización, y su distribución geopolítica convierten a este
órgano en un foro representativo y cualificado para abordar los complejos problemas asociados al
desarrollo económico y social de la Humanidad.

b) Competencias
En los ámbitos específicos de la cooperación internacional que le son propios, el Consejo
Económico y Social goza de una competencia general para desempeñar cuantas funciones le
sean encomendadas por la propia Carta o por la Asamblea General, así como aquellas destinadas
a garantizar el cumplimiento de las Resoluciones de la Asamblea (artículo 66). No obstante, dado
el carácter técnico que este órgano posee, la mayoría de sus competencias particulares son de
naturaleza informativa o recomendatoria.

a) Generales
- Realizar recomendaciones a la A.G., a los miembros de la Organización y a los
organismos especializados sobre los temas de su competencia.
- Formular recomendaciones para la promoción de los derechos humanos y las libertades
fundamentales, incluidas las competencias de tramitación de las comunicaciones y de las
denuncias por la violación de estos derechos.
- Coordinación de las actividades de los organismos especializados de las Naciones
Unidas.
- Formulación de proyectos de convención destinados a su consideración por la Asamblea
General.
- Concertación de acuerdos con los organismos especializados, que deberán ser
aprobados por la Asamblea General.
- Convocatoria de conferencias internacionales sobre materias de su competencia.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 28

- Realización de arreglos con los organismos especializados con el fin de facilitar la


participación recíproca de sus representantes, con voz pero sin voto, en las sesiones del
ECOSOC o de tales organismos.
- Invitación a los miembros de las Naciones Unidas a sus deliberaciones.
- Creación de comisiones económicas, sociales o de derechos humanos, así como cuantos
órganos subsidiarios estime necesarios para desempeñar sus funciones.
- Prestar la asistencia y servicios solicitados por el Consejo de Seguridad; los organismos
especializados o los propios miembros de las Naciones Unidas, aunque en este último
caso requerirá la aprobación de la Asamblea General.

b) Informativas y asesoras
- Elaboración, por iniciativa propia, de estudios o informes sobre temas económicos,
sociales, culturales, educativos y sanitarios.
- Recabar informes periódicos de las actividades y medidas adoptadas por los organismos
especializados o los propios miembros de las Naciones Unidas, para el cumplimiento de
las recom endaciones de la Asamblea General y del propio Consejo Económico y Social,
así como trasladar sus observaciones a la Asamblea General.
- Elaboración de los informes solicitados por el Consejo de Seguridad.
- Celebración de consultas con Organizaciones no Gubernamentales.

c) Normativas
- Elaboración de su reglamento de funcionamiento interno.

c) Sistema de votación
Todos los miembros del Consejo Económico y Social cuentan con un voto, y las decisiones
se adoptarán por la mayoría simple de los votos de los miembros presentes y votantes.

d) Funcionamiento
El reglamento del Consejo Económico y Social contempla su funcionamiento en sesiones
plenarias o en Comisiones. Entre las sesiones plenarias podemos distinguir las sesiones
ordinarias, habitualmente dos al año, celebradas una en Nueva York y la otra en Ginebra, y las
sesiones extraordinarias convocadas a solicitud de la mayoría de sus miembros.

Tomando en consideración la amplitud de temas en los que el ECOSOC posee


competencias, la mayor parte de su trabajo se desarrolla a través de las Comisiones creadas al
amparo del artículo 68 de la Carta. Podemos dividirlas en diferentes categorías:

a) Los Comités de Sesión


Se constituyen en cada período de sesiones para poder abordar los temas de forma
específica. Están integrados por representantes de la totalidad de miembros del Consejo. Entre
estos se encuentran el Comité de Asuntos Económicos, el Comité de Asuntos Sociales y el
Comité Administrativo de Coordinación, formado por el secretario general y los representantes de
los Organismos Especializados.

b) Las Comisiones Orgánicas


Están integradas por los miembros elegidos por el Consejo Económico y Social, salvo en el
caso de la Comisión de Estupefacientes, cuyos miembros son designados por los gobiernos.

En esta categoría podemos mencionar las siguientes:


- Comisión de Estadística.
- Comisión de Población.
- Comisión de Estupefacientes.
- Comisión de Desarrollo Social.
- Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer.
- Comisión de Derechos humanos, de la que depende la subcomisión para la prevención y
protección de las minorías.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 29

c) Las Comisiones Económicas Regionales


Las diferencias entre las condiciones sociales y económicas de las distintas regiones del
sistema internacional y, paralelamente, la necesidad de arbitrar estudios y programas específicos
para resolver los principales problemas de desarrollo impusieron la necesidad de crear unas
Comisiones Económicas de ámbito regional.

Están formadas por los miembros de las Naciones Unidas pertenecientes a cada región
junto con aquellos países que no perteneciendo a la zona poseen importantes intereses
económicos y/o sociales en ella, y que pueden participar con carácter consultivo.

Estas Comisiones son las siguientes:


- Comisión Económica para Europa (CEE): incluye a todos los miembros europeos de NN.
UU., salvo los microestados (San Marino, Andorra, Liechtenstein, Mónaco) e incluye a Suiza, con
carácter consultivo, aunque no es miembro de la ONU.

- Comisión Económica para América Latina (CEPAL): es probablemente la más conocida


de estas Comisiones a partir de sus importantes estudios económicos regionales y la formulación
de la «teoría de la dependencia».
Está integrada por todos los países del continente americano, junto con Francia, el Reino
Unido y Holanda.

- Comisión Económica para África (CEPA): forman parte de ella todos los países
independientes de África y algunos otros estados con responsabilidades territoriales en dicho
continente. Estos últimos fueron abandonando su participación a medida que dejaron de disponer
de posesiones como ocurrió con Bélgica, Francia, Reino Unido o Portugal.

Una de las principales funciones de esta Comisión es la de coordinar las actividades


desarrolladas por los Organismos Especializados de Naciones Unidas, con el fin de evitar un
óptimo aprovechamiento de los recursos humanos y materiales.

- Comisión Económica para Asia y el Pacífico (CEAP): creada en 1947, con sede en
Bangkok, incorpora a todos los países miembros de las Naciones Unidas de Asia y Oceanía,
excepto los de Oriente Medio, junto con la participación de países asociados como Francia, el
Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Soviética.

- Comisión Económica para el Asia Occidental (CEAO): constituida en 1974, con sede en
Beirut agrupa a los países de Oriente Medio, salvo Israel. La permanente conflictividad en la
región junto con la guerra del Líbano han reducido notablemente la eficacia de esta Comisión
obligando al traslado de su sede a Bagdad.

d) Los Comités Permanentes


Creados para colaborar en la resolución de algunas de las cuestiones que se suscitan en
el desempeño de las funciones que han sido conferidas al ECOSOC. Entre ellos se encuentran
los siguientes:
- Comité del Programa y de la Coordinación.
- Comité de Recursos Naturales.
- Comisión de Empresas Transnacionales.
- Comisión de Asentamientos Humanos.
- Comité de Organizaciones no Gubernamentales.
- Comité de Negociación con los Organismos Intergubernamentales.

El Consejo Económico y Social constituye el órgano de articulación de las Naciones


Unidas, tanto con los denominados Organismos Especializados como respecto de numerosas
Organizaciones no Gubernamentales. Este complejo entramado de organizaciones vinculadas a
los órganos principales de las Naciones Unidas configura lo que se conoce como el Sistema de
las Naciones Unidas. En virtud de los vínculos establecidos con los estados y las organizaciones
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 30

internacionales, las Naciones Unidas han adquirido una posición en la Sociedad Internacional
mucho más significativa de la contemplada inicialmente por la Carta.

Además, la importante tarea desarrollada en cuestiones como la promoción y protección


de los derechos humanos a escala universal; el desarrollo económico y social, la cooperación
humanitaria, etc., lo han convertido en uno de los órganos más activos de la Organización.

9. El Consejo de Administración Fiduciaria.

El Consejo de Administración Fiduciaria constituye, curiosamente, uno de los órganos que,


gozando de una gran importancia en el momento de la constitución de la Naciones Unidas, ha ido
perdiendo su protagonismo y funcionalidad a medida que se consumaba el proceso
descolonizador.

La creación de este órgano en el marco de las Naciones Unidas hay que situarlo en
relación con la filosofía descolonizadora que alienta el espíritu de la Carta, junto con la necesidad
de asumir las consecuencias derivadas del régimen de mandatos instaurado por la Sociedad de
Naciones. Dicho régimen pretendía garantizar un control internacional de las competencias y
poderes atribuidos a las potencias mandatarias para que facilitasen el desarrollo económico,
social y político de los territorios bajo mandato, y lograr así su independencia de una forma rápida,
estable y pacífica. Se establecieron tres categorías de territorios bajo mandato designadas con las
letras A, B y C.

Los territorios del tipo A eran aquellos cuyas poblaciones estaban en situación próxima a
su independencia y autogobierno. En esta categoría se incluyeron territorios del Imperio Turco
existentes en Oriente Medio. Las potencias mandatarias fueron el Reino Unido que obtuvo el
mandato de Palestina, Transjordania e Irak y Francia, cuyo mandato se estableció en Siria y
Líbano.

Los territorios de la clase B lo constituían aquellos cuyas poblaciones gozaban de un


escaso desarrollo político, económico y cultural que hacía inviable, durante un amplio período de
tiempo, su independencia. La mayoría de las antiguas colonias alemanas en África fueron
incluidas en esta categoría. Comprendían los territorios de Camerún y Togolandia, el África
Oriental alemana y el pequeño territorio de Ruanda-Urundi. Como potencias mandatarias se
nombraron a Gran Bretaña, Francia, Bélgica y la Unión Sudafricana, adscribiéndoseles los
territorios según el arbitrario criterio de limitación fronteriza con las colonias de tales potencias.

Finalmente, los mandatos del tipo C comprendían las ex colonias alemanas en el Pacífico y
el África sudoccidental, territorios que por su dispersión geográfica, escasa población e ínfimo
grado de desarrollo no podían sustentar serias expectativas de independencia. Como potencias
mandatarias se nombraron a Japón, para las islas del Pacifico al norte del Ecuador; Nueva
Zelanda, Australia y Gran Bretaña, para las islas del Pacífico al Sur del Ecuador, y la Unión
Sudafricana para el África sudoccidental.

a) Los territorios no autónomos y el Régimen Internacional de Administración Fiduciaria.


El escaso éxito funcional de la Sociedad de Naciones, unido a los efectos de la Segunda
Guerra Mundial, dejó una herencia de territorios y poblaciones en proceso de descolonización que
las Naciones Unidas asumieron mediante el establecimiento de un Régimen Internacional de
Administración Fiduciaria, cuya regulación jurídica aparece recogida en la Carta de San Francisco
en sus capítulos XII y XIII. Las competencias relativas a este régimen en el marco de la ONU
fueron conferidas al Consejo de Administración Fiduciaria bajo el control y la supervisión de la
Asamblea General, y excepcionalmente, del Consejo de Seguridad.

Como señalábamos, la Carta nació con una vocación netamente descolonizadora, no


resulta sorprendente que al abordar las cuestiones relativas a los territorios que todavía no habían
alcanzado su independencia formulase en su capítulo XI (artículos 73 y 74) una Declaración
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 31

relativa a los territorios no autónomos, cuya validez se extiende tanto a las colonias como a
aquellos territorios que quedan amparados por el nuevo Régimen Internacional de Administración
Fiduciaria. En esta declaración se formulan como principios básicos de las relaciones entre los
territorios no autónomos y sus potencias administradoras, los siguientes:
a) El reconocimiento de los intereses de los habitantes de estos territorios «por encima de
todo».
b) La promoción del bienestar de los habitantes de los territorios autónomos.
c) La aplicación del principio de buena vecindad.

Todos estos principios debían aplicarse con un criterio no discriminatorio respecto de los
propios territorios de las metrópolis. Como garantía de estos principios se establecían una serie
de obligaciones entre las que destacaba la especificada en el apartado e) del artículo 73, por la
que las potencias metropolitanas se comprometían a «transmitir regularmente al secretario
general, a título informativo y dentro de los límites que la seguridad y consideraciones de orden
constitucional requieran, la información estadística y de cualquier otra naturaleza técnica que
verse sobre las condiciones económicas, sociales y educativas de los territorios, por los cuales
son respectivamente responsables, que no sean los territorios a que se refieren los capítulos XII y
XIII de esta Carta».

De este modo, el capítulo XI instauraba un sistema de control informativo sobre los


aspectos no estrictamente políticos de las relaciones entre las colonias y las metrópolis.
Ciertamente este control de las Naciones Unidas era menos estricto que el contemplado para los
territorios bajo fideicomiso, pero en la medida en que implantaba unas obligaciones para las
potencias colonizadoras destinadas a proteger y facilitar el tránsito hacia la independencia de sus
colonias, significaba también un avance respecto del sistema instaurado por la Sociedad de
Naciones.

De hecho, el sistema de protección jurídica de las colonias contemplado en el capítulo XI


se aplicó a un número de territorios sustancialmente superior al de los afectados por el Régimen
Internacional de Administración Fiduciaria. En efecto, mientras el número total de territorios
fideicomi6dos fue de 11, excluido el caso de África Sudoccidental (Namibia) por las peculiaridades
históricas que generó la decisión de la Unión Sudafricana de no someterla al régimen de
fideicomiso, para perpetuar el régimen de mandato, ya en 1946 un total de 8 países miembros de
las Naciones Unidas (Australia, Bélgica, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Nueva Zelanda, los
Países Bajos y el Reino Unido) habían elaborado una relación de 74 territorios no autónomos bajo
su administración respecto de los que- se comprometieron a remitir informes periódicos a las
Naciones Unidas. Entre 1946 y 1959 alcanzaron su independencia un total de 8 de estos
territorios. Por su parte, España, que ingresó en las Naciones Unidas en 1955, asumió el
compromiso de remitir informes sobre sus territorios no autónomos a partir de 1961.

El Régimen Internacional de Administración Fiduciaria se implanta como un medio


privilegiado destinado a propiciar la independencia de los territorios coloniales. A diferencia del
régimen jurídico introducido por el capítulo XI, en el que se intentaban compatibilizar los intereses
de los territorios no autónomos con los de las potencias administradoras, la Administración
Fiduciaria descansa sobre el principio de que los intereses y el bienestar de los habitantes de los
territorios fideicomitidos constituyen un bien jurídica y políticamente superior a los intereses o
derechos alegados por las potencias administradoras. En consecuencia, estas potencias no sólo
asumen una serie de obligaciones respecto a los territorios y poblaciones administradas, sino que
su responsabilidad en el ejercicio de las competencias que les son atribuidas se supedita
expresamente a la autoridad de la ONU.

Dado que el fideicomiso, al igual que lo fue el mandato, es un régimen cuya finalidad es la
de facilitar el proceso de evolución pacífica hacia la autonomía o independencia de las
poblaciones afectadas, la Carta lo contempla como un régimen con carácter temporal, que en
ningún caso podrá aplicarse a los estados miembros de la ONU.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 32

El régimen de administración fiduciaria se puede aplicar, según lo dispone el artículo 77, a


tres categorías de territorios:
1. A los territorios bajo mandato en el momento de aprobarse la Carta.
En esta categoría se incorporan al sistema de Administración Fiduciaria los territorios
africanos bajo mandato del tipo B, junto con las islas del Sur del Pacífico pertenecientes a la
categoría C.

2. A los territorios que, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, fueron


segregados de las potencias enemigas.
En esta situación se hallaron las islas del Pacífico al Norte del Ecuador que, con
anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, habían quedado bajo mandato de Japón y las antiguas
colonias italianas de Somalia y Libia, puesto que Eritrea se mantuvo como colonia italiana hasta
su incorporación a Etiopía en 1954.

3. A los territorios que siendo administrados por un estado decidiese voluntariamente


colocarlos bajo fideicomiso.
De todos modos el establecimiento del régimen de fideicomiso no era automático, pues
requería, de conformidad con el párrafo 2 del mismo artículo 77 y de los artículos 79 y 81, la
conclusión de un acuerdo particular en el que figurasen las condiciones de administración
fiduciaria del territorio, así como la autoridad que debía ejercerla.

Especial significación posee lo dispuesto en el artículo 82 de la Carta en el que se regula la


administración de las denominadas zonas estratégicas. Estas zonas estratégicas son territorios
fideicomitidos o partes de éstos, que por su importancia para la seguridad internacional son
sometidos a un status especial dentro del régimen de fideicomiso, cuya supervisión y control es
competencia directa del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

En 1947 el Consejo de Seguridad declaró como zona estratégica las Islas Marshall,
Marianas, excepto Guam, y Carolinas, antiguos mandatos del Japón, y concedía su
administración a Estados Unidos. En la actualidad, son los únicos territorios que todavía subsisten
bajo administración fiduciaria.

El resultado de la aplicación del Régimen Internacional de Administración Fiduciaria y de la


actividad desplegada por los órganos de las Naciones Unidas, encargados de su control, ha sido,
sin duda, muy positivo, ya que salvo las Islas del Pacífico todos los demás territorios alcanzaron
su independencia. Este resultado podemos sintetizarlo en el siguiente cuadro:
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 33

Territorio Potencia Nombre y fecha


Fideicomitido Administradora de Independencia
Togo (parte) Gran Bretaña Ghana (1957)

Togo (parte) Francia Togo (1960)


Camerún (parte) Gran Bretaña Norte: Nigeria (1961)
Sur; Rep. Camerún (1961)
Camerún (parte) Francia Rep. Camerún (1961)
Somalia Italia Somalia (1960)
Tanganika Gran Bretaña Tanganika (1961)
Ruanda-Urundi Bélgica Ruanda (1962)
Burundi (1962)
Samoa Occidental Nueva Zelanda Samoa (1962)
Nauru Australia Nauru (1968)
Nueva Zelanda
Gran Bretaña
Nueva Guinea Australia Papua - Nueva Guinea (1975)
Islas Marshall
Islas Marianas
Islas Carolinas Estados Unidos

b) Composición del CAF.


La composición y el número de miembros del Consejo de Administración Fiduciaria tenía
que ser variable, por la propia naturaleza del régimen de Administración Fiduciaria. Así se recoge
en el artículo 86 de la Carta, que contempla tres categorías de miembros junto con la relación que
debe existir entre el número de miembros de cada categoría.

En primer término se encuentran aquellos miembros que administran territorios


Fideicomitidos. Un segundo grupo lo constituyen los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad que no administren territorios fideicomitidos. Nótese que en esta segunda categoría
sólo se encontraban inicialmente la Unión Soviética y China. Finalmente, se hallaban los
miembros elegidos por la Asamblea General por periodos de tres años.

Tanto las potencias administradoras como los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad tienen asegurada su participación en el CAF. No ocurre lo mismo con los miembros
electos, ya qué su participación viene condicionada al criterio de que debe existir el mismo
número de miembros no administradores de territorios fideicomitidos que de potencias
administradoras. Naturalmente, a medida que tales territorios fueron accediendo a la
independencia el número de potencias administradoras fue reduciéndose y con ellas también, el
número de miembros elegidos por la Asamblea General, hasta llegar a la situación actual en que
los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que no poseen responsabilidades directas
sobre territorios fideicomitidos, supera a los Estados Unidos, única potencia administradora que
queda, y consiguientemente, han desaparecido también los miembros electos.

Este complicado sistema respondía a la filosofía de que el éxito en el funcionamiento del


sistema de Administración Fiduciaria requería la cooperación de las potencias administradoras y la
garantía de las grandes potencias mundiales. Junto a ellas la participación de estados miembros
elegidos por la Asamblea General podía contribuir a alcanzar un equilibrio que facilitase la efectiva
protección de los intereses y derechos de los territorios fideicomitidos por las Naciones Unidas,
rompiendo el oligopolio de las grandes potencias.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 34

Por otra parte, hay que reconocer que un órgano compuesto exclusivamente por miembros
elegidos por la Asamblea General hubiese tenido escaso éxito para inducir al cumplimiento de las
obligaciones del Régimen Internacional de Administración Fiduciaria a aquellas grandes potencias
mundiales que, como Francia o el Reino Unido, tenían responsabilidades en la mayoría de los
territorios no autónomos.

Aunque la Carta, a diferencia de otros órganos de las Naciones Unidas, no confiere


expresamente al Consejo de Administración Fiduciaria la posibilidad de crear órganos
subsidiarios, no obstante estos se han creado al amparo del reglamento del CAF Entre estos
órganos se pueden mencionar la Comisión Permanente sobre Uniones Administrativas, la
Comisión Permanente sobre Peticiones o la Comisión para el Desarrollo Económico Rural.

c) Competencias
Las principales competencias que la Carta atribuye al Consejo de Administración Fiduciaria
son las siguientes:
- Elaborar su reglamento de régimen interno.
- Examinar los informes anuales presentados por las potencias administradoras.
- Recibir y estudiar las quejas o peticiones formuladas por los habitantes de los territorios
fideicomitidos o por terceros países.
- Realizar visitas periódicas a los territorios fideicomitidos en las fechas concertadas con
las potencias administradoras.
- Formular cuestionarios y realizar estudios para conocer los avances políticos,
económicos, sociales y educativos de los pueblos bajo administración fiduciaria.
- Recabar la colaboración del Consejo Económico y Social y de los Organismos
Especializados para contribuir a mejorar las condiciones de los territorios fideicomitidos.
- Colaborar con la Asamblea General y con el Consejo de Seguridad en el desempeño de
las funciones que la Carta les atribuye para la aplicación del Régimen Internacional de
Administración Fiduciaria.
- Cuantas medidas adicionales le sean atribuidas en los Acuerdos de Administración
Fiduciaria.

d) Sistema de votación
La decisiones del CAF. se adoptan por la mayoría simple de los miembros presentes y
votantes, y de acuerdo con el principio de igualdad de voto entre todos sus miembros.

e) Funcionamiento
El Consejo de Administración Fiduciaria celebra sesiones ordinarias dos veces al año, una,
en enero, y la otra, en junio, según lo establecido en su reglamento. La imprecisa redacción del
artículo 90, párrafo 2, ha permitido la introducción reglamentaria de las sesiones extraordinarias
en los casos en que «sea necesario», por decisión del propio Consejo, de la Asamblea General,
del Consejo de Seguridad, del Consejo Económico y Social o por petición de la mayoría de los
miembros del CAF.

10. El Tribunal Internacional de Justicia

La Carta establece que el Tribunal Internacional de Justicia constituye el órgano judicial de


las Naciones Unidas. Su composición, competencias y funcionamiento aparecen recogidos en el
capítulo XIV de la Carta y en el Estatuto anexo que, como ya hemos señalado, forma parte integra
de la misma.

La creación de este órgano encuentra su precedente en el Tribunal Permanente de Justicia


Internacional de la Sociedad de Naciones, cuya importante tarea en la resolución de litigios
durante el período de entreguerras es unánimemente reconocida por la doctrina. El propio artículo
92 de la Carta reconoce expresamente que el Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia está
basado en el de su antecesor de la Sociedad de Naciones.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 35

a) El Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia


El estatuto es un extenso texto que consta de 70 artículos, divididos en cinco capítulos, en
el que se regula la organización (artículos 2 a 33), la competencia (artículos 34 ,1 s8), el
procedimiento (artículos 39 a 64), las opiniones consultivas (artículos 65 a 68) y su propia reforma
(artículos 69 y 70).

Son partes del Estatuto todos los estados miembros de las Naciones Unidas, pues, como
ya hemos visto, para acceder a esta condición uno de los requisitos consiste en la aceptación de
la Carta, incluido el Estatuto. Además, el artículo 93, párrafo 2, abre la posibilidad de que sean
parte del Estatuto aquellos estados que sin ser miembros de la ONU lo soliciten, siempre y
cuando lo recomiende el Consejo de Seguridad y lo apruebe la Asamblea General. En esta
situación se encuentran Suiza, Liechtenstein y la República de San Marino.-

Conviene señalar que para este último supuesto la Carta adopta un procedimiento similar
al establecido para la admisión de nuevos miembros, si bien en este caso con la única finalidad de
incorporar al funcionamiento del Tribunal Internacional de Justicia a los países que no son
miembros de las Naciones Unidas.

La filosofía que subyace a este planteamiento es muy sencilla. Se trata de lograr la mayor
universalidad posible en la competencia y funcionamiento del Tribunal con el fin de fortalecer su
actuación y de robustecer su eficacia como órgano de solución de conflictos y controversias.
Habida cuenta del carácter restringido en la composición inicial de las Naciones Unidas se
comprende este afán por abrir el acceso al Estatuto sin condicionarlo a la membresía de la
Organización.

b) Composición
El Tribunal está formado por quince miembros, sin que pueda haber dos de la misma
nacionalidad, elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad en votaciones
independientes. El cargo se ejerce por un período de nueve años y los magistrados son
susceptibles de reelección.

El sistema de elección es extraordinariamente complejo y se inicia con la elaboración de


una lista de candidatos propuesta por los grupos nacionales del Tribunal Permanente de Arbitraje,
por los grupos nacionales designados por los gobiernos de los estados miembros de Naciones
Unidas que no están representados en el Tribunal Permanente de Arbitraje y, en las condiciones
fijadas por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad, por los estados
partes en el Estatuto que no sean miembros de Naciones Unidas.

Para ser candidato el Estatuto exige, además de ser propuestos, ciertos requisitos
personales y profesionales: deberán ser personas que «gocen de alta consideración moral» y que
estén capacitados para el ejercicio de las más altas funciones judiciales en sus respectivos países
o bien sean jurisconsultos de «reconocida competencia» en el campo del derecho internacional.

Los candidatos que obtengan una mayoría absoluta de votos en la Asamblea General y el
Consejo de Seguridad, se convierten en magistrados del Tribunal. Si después de tres elecciones
sucesivas todavía quedase alguna plaza vacante se constituirá, a petición de la Asamblea
General o del Consejo de Seguridad, una Comisión Conjunta integrada por tres miembros
nombrados por la Asamblea General, y otros tres nombrados por el Consejo de Seguridad que
deberá proceder a la elección, por mayoría absoluta de votos, de un candidato para cada plaza
vacante. Esta Comisión goza de la facultad de proponer por unanimidad nuevos candidatos que
no figurasen en la lista.

En el supuesto de que la Comisión Conjunta no lograra ponerse de acuerdo en la elección


de candidatos para cubrir todas las plazas vacantes, serán los Magistrados electos los que
decidirán, en el plazo señalado por el Consejo de Seguridad, los candidatos que deberán
ocuparlas de entre aquellos que hubiesen obtenido votos en la Asamblea General o el Consejo de
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 36

Seguridad. Si se produjese un empate entre dos candidatos, en este último supuesto, se


resolvería por el voto de calidad del magistrado electo de mayor edad.

Todo este complicado procedimiento de nombramiento de los miembros del Tribunal


Internacional de Justicia está destinado a alcanzar el mayor respaldo institucional posible que
garantice la solvencia profesional y la imparcialidad de los magistrados y con ellos del propio
Tribunal. Ello se complementa con la independencia que adquieren y que se les exige a los
Magistrado § tras su nombramiento.

En este sentido los artículos 2 y 16 al 20 del Estatuto son incontrovertibles. Así, los
magistrados no podrán desempeñar funciones políticas, administrativas, de agentes, consejeros,
abogados, ni «dedicarse a ninguna otra ocupación de carácter profesional» (artículo 16). Estas
limitaciones establecidas durante el ejercicio del cargo de magistrado encuentran su
correspondencia en los derechos que se les atribuyen. En efecto, los magistrados no pueden ser
separados de sus cargos, salvo que, por decisión unánime de los demás miembros del Tribunal,
no reúnan los requisitos exigidos por su nombramiento. También gozarán de los privilegios e
inmunidades diplomáticas en el ejercicio de sus funciones. Su retribución económica será
determinada por la Asamblea General, y en ningún caso podrá ser reducida durante el período del
cargo. Estos sueldos estarán exentos de cualquier tipo de imposición fiscal.

c) Competencias
La Carta y el Estatuto atribuyen al Tribunal dos tipos de competencias netamente
diferenciadas: la competencia contenciosa y la competencia consultiva.

La competencia contenciosa tiene por finalidad juzgar sobre las controversias surgidas
entre estados. Resulta oportuno reiterar que esta función judicial de solución pacífica de
controversias sólo es aplicable a las relaciones entre estados (artículo 34,1 del Estatuto). No
podrán recurrir a ella ni las Organizaciones Intergubernamentales, ni otros sujetos de derecho
internacional de carácter no estatal (Movimientos de Liberación, ONG, individuos, etc.).

Se ha debatido mucho por la doctrina las razones y consecuencias del carácter facultativo
de la jurisdicción del Tribunal, especialmente en relación con el artículo 36, párrafo 3, de la Carta.
Como ha señalado JIMENEZ DE ARECHAGA, fue la oposición de las grandes potencias en la
Conferencia de San Francisco, contrarias a ver condicionada su hegemonía internacional, la que
impidió que se adoptase la propuesta de imponer obligatoriamente la jurisdicción del Tribunal. Sin
embargo, también dejaron abierta la posibilidad de que la obligatoriedad jurisdiccional del Tribunal
se estableciese en otros Tratados Internacionales o de que los propios estados se autoimpusieran
dicha obligación. De este modo el Tribunal ejercerá la competencia contenciosa, según tres
supuestos distintos:
1. Cuando las partes convienen voluntariamente en someter un asunto concreto a la
competencia judicial del Tribunal. En este caso lo normal es llegar a un acuerdo entre las partes,
al que se le denominará compromiso, y que sólo será aplicable al asunto sometido a la jurisdicción
del Tribunal.

2. Cuando la jurisdicción del Tribunal se establece en algún tratado internacional, incluida,


claro está, la Carta de las Naciones Unidas.

3. Cuando los estados parte de una controversia han reconocido como obligatoria la
jurisdicción del Tribunal mediante una declaración previa y unilateral.

En este supuesto cada Estado puede obligarse según tres situaciones diferentes:
a) De forma incondicional.
b) Bajo la condición de reciprocidad, es decir, a condición de que la otra parte también
acepte la jurisdicción del Tribunal.
c) Bajo-condición temporalmente determinada, es decir, que el reconocimiento de la
obligatoriedad de la jurisdicción del Tribunal posee un período de validez cierto y determinado.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 37

El Tribunal debe juzgar conforme al derecho internacional y sus sentencias poseen un


carácter obligatorio para las partes litigantes. Estas sentencias son definitivas e inapelables y su
interpretación es competencia exclusiva del propio Tribunal. Como ya señalamos con anterioridad,
la responsabilidad de velar por el cumplimiento de las sentencias del Tribunal, y llegado el caso
imponer su ejecución, le corresponde al Consejo de Seguridad (artículo 94).

Las sentencias del Tribunal deberán ser motivadas y mencionarán los nombres de los
magistrados que hayan tomado parte en ella. Todo magistrado tiene derecho a incorporar a la
sentencia su opinión disidente.

La competencia consultiva que posee el Tribunal Internacional de Justicia figura regulada


en el artículo 96 de la Carta, y en el capítulo IV del Estatuto (artículos 65 a 68). Esta competencia
consultiva se extiende a «cualquier cuestión jurídica» lo que significa que el Tribunal no puede
pronunciarse más que sobre los aspectos jurídicos de los temas sometidos a consulta, evitando
pronunciarse sobre los aspectos políticos, económicos, técnicos, etc. Las opiniones consultivas
emitidas por el Tribunal deberán ajustarse al Derecho Internacional.

La Asamblea General y el Consejo de Seguridad son los únicos órganos de las Naciones
Unidas que gozan de una capacidad genérica y directa para solicitar opiniones consultivas del
Tribunal. El artículo 96 atribuye también esta capacidad a los restantes órganos de las Naciones
Unidas (ECOSOC, CAF, Comisión Interina de la Asamblea General, etc.) y a los organismos
especializados (excluyendo a la Unión Postal Universal); sin embargo, en ambos casos esta
capacidad se encuentra limitada a las cuestiones jurídicas relacionadas con sus actividades, y
sólo se puede ejercer previa autorización de la Asamblea General.

Como podemos apreciar, el ámbito de competencia del Tribunal Internacional de Justicia,


en relación con su competencia consultiva, sigue siendo muy amplio por razón de la materia, pero
queda extraordinariamente restringido en cuanto a los sujetos al excluir a los estados, incluso a
los estados miembros de las Naciones Unidas, que gozan, en cambio, del derecho a recibir
notificación de las demandas de opinión consultiva y a presentar exposiciones, escritas u orales,
sobre el asunto planteado.

Las opiniones consultivas formuladas por el Tribunal Internacional de Justicia carecen de


obligatoriedad; no obstante y teniendo presente la importancia del órgano de Naciones Unidas
que la emite, su alcance y consecuencias jurídicas no pueden ser ignoradas, ya que por la vía del
artículo 38 del Estatuto tales opiniones pueden pasar a formar de los criterios del Derecho
Internacional que el propio Tribunal deberá aplicar en sus sentencias.

Junto a estas competencias, el artículo 30 del Estatuto confiere al Tribunal una


competencia normativa. De acuerdo con ella, el Tribunal está obligado a elaborar un reglamento
que especifique la forma de ejercicio de sus funciones y las reglas de procedimiento ante el
Tribunal, que no se encuentran recogidas expresamente en el propio Estatuto.

d) Funcionamiento y sistema de votación


El artículo 25, párrafo 1, del Estatuto establece que «salvo lo que expresamente disponga
en contrario este Estatuto, la Corte ejercerá sus funciones en sesión plenaria». Se considera que
el Tribunal se ha constituido en sesión plenaria cuando existe un mínimo de nueve magistrados.

Las deliberaciones del Tribunal serán secretas y sus decisiones se adoptarán por la
mayoría de votos de los magistrados presentes. El Presidente del Tribunal gozará de voto de
calidad para los casos de empate.

Junto al supuesto ordinario de funcionamiento en sesión plenaria, el Estatuto admite que


bajo ciertas circunstancias de urgencia o para determinadas materias, el Tribunal desempeñe sus
funciones mediante la constitución de una o más salas. La composición de estas salas suele ser
de tres o cinco magistrados, aunque es potestad del Tribunal determinar su número. Las
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 38

sentencias dictadas por una sala se considerarán a todos los efectos sentencias del propio
Tribunal.

El Estatuto menciona expresamente ciertos supuestos en los que el Tribunal podrá actuar
a través de salas. Estos supuestos comprenden:
a) Los supuestos en los que las partes solicitan resolver sumariamente un asunto, en cuyo
caso la sala constará de cinco magistrados.
b) Los supuestos en los que el asunto sometido al Tribunal trate de «litigios de trabajo» o
relativos al tránsito y las comunicaciones, en cuyo caso la sala constará de tres o más
magistrados.

Por último, aunque la sede del Tribunal Internacional de Justicia se encuentra en La Haya,
está facultado para que las salas celebren sus sesiones en cualquier otro lugar.

11. La Secretaría de las Naciones Unidas.

La Secretaría constituye el último de los órganos principales de las Naciones Unidas


citados en el artículo 7 de la Carta. Dada la importancia y el protagonismo alcanzado en los
medios de comunicación por la figura del Secretario General, es frecuente que se identifique a
este órgano con su máximo representante. No obstante, semejante identidad oculta el verdadero
entramado orgánico y la pléyade de funcionarios que forman parte de la Secretaría, y sin cuyo
trabajo sería imposible que el Secretario General pudiese desempeñar eficazmente las funciones
que le son encomendadas.

En este contexto, sería injusto y científicamente incorrecto desconocer que una gran parte
de los éxitos y las aportaciones que convierten a las Naciones Unidas en una organización
insustituible dé la Sociedad Internacional actual, son el fruto del esfuerzo y dedicación que han
demostrado los sucesivos Secretarios Generales.

a) Composición
La Secretaría está formada por el Secretario General, que es «el más alto funcionario
administrativo de la Organización» (artículo 97), y por el resto del personal al servicio de las
Naciones Unidas.

El Secretario General
El Secretario General es nombrado por la Asamblea General, previa recomendación del
Consejo de Seguridad. Su mandato posee una duración de cinco años y es susceptible de
reelección.

En su condición de funcionario internacional, al servicio de las Naciones Unidas, el


Secretario General está obligado a desempeñar sus funciones con absoluta independencia de
cualquier Gobierno o autoridad ajena a la propia Organización. Esta obligación se corresponde
con el compromiso que asumen los estados miembros de respetar la independencia y el carácter
exclusivamente internacional del Secretario General, evitando cualquier intento de influir en él.

Al margen de esta referencia al carácter internacional e independiente del Secretario


General, la Carta no menciona ningún requisito personal o profesional para que un candidato
pueda ser nombrado para este cargo.

Desde la creación de las Naciones Unidas han ocupado el cargo de Secretario General
cinco destacadas personalidades que, cronológicamente, han sido:
TRYGVE LIE (Noruego): 1946-1952.
DAG HAMMARSKJÖLD (Sueco): 1953-1961. Muerto en accidente aéreo en el desempeño
de su cargo.
U THANT (Birmano): 1962-1972.
KURT WALDHEIM (Austriaco): 1972-1982.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 39

JAVIER PEREZ DE CUELLAR (Peruano): 1982-1992.

Resulta complicado establecer un catálogo que reúna y sistematice todas las funciones
desempeñadas por el Secretario General. Esta dificultad se debe, en primer término, a la forma
dispersa en que estas funciones figuran recogidas en la Carta de las Naciones Unidas, e incluso
del Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia. En segundo lugar, debido a que la propia
dinámica de la Organización de las Naciones Unidas ha impuesto una lenta pero clara tendencia a
su ampliación, proceso al que no han sido ajenos los sucesivos Secretarios Generales.

La doctrina suele clasificarlas en tres categorías: las funciones administrativas, las


funciones técnicas y las funciones políticas. Desentrañemos las principales competencias del
Secretario General en cada una de estas categorías.

1. Funciones Administrativas
- La organización y dirección de la Secretaría de conformidad con las directrices de la
Asamblea General.
- El nombramiento de los funcionarios de la Secretaría según los criterios de eficiencia,
competencia e integridad en el desempeño de sus tareas junto con la máxima representación
geográfica.
- Actúa como secretario en las sesiones de la Asamblea General, el Consejo de Seguridad,
el Consejo Económico y Social y el Consejo de Administración Fiduciaria.
- Realiza la asignación permanente de personal administrativo al ECOSOC y al CAF.
- Se responsabiliza de la organización y funcionamiento de los servicios de recepción,
traducción, impresión y distribución de todos los documentos e informes de las Naciones Unidas.
- Actúa como depositario de los documentos de ratificación de los Tratados Internacionales
concluidos entre los estados miembros, encargándose de su registro, publicación y notificación de
las fechas de entrada en vigor.

2. Funciones Políticas
Las principales funciones políticas desempeñadas por el secretario general son las
relacionadas con sus actuaciones de representación de la Organización de las Naciones Unidas y
las de participación en la solución pacífica de conflictos. Entre las primeras debemos mencionar:
- Representar a la Organización ante los tribunales nacionales, internacionales, el Tribunal
Administrativo de las Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de Justicia, ante el que puede
realizar exposiciones orales o escritas.
- Concluir acuerdos o tratados internacionales reguladores de los privilegios e
inmunidades, tanto de la sede como de los funcionarios de las Naciones Unidas.
- Notificar a los estados no miembros de la Organización las decisiones adoptadas por sus
órganos en temas que directamente les afecten.

Entre las funciones destinadas a resolver pacíficamente los conflictos o controversias


internacionales, merecen destacarse:
- Llamar la atención del Consejo de Seguridad sobre aquellas cuestiones que amenacen la
paz o la seguridad internacionales.
- Actuar como mediador o consejero en las controversias o conflictos entre los estados
miembros, o de éstos con la Organización de las Naciones Unidas.
- Gestionar la organización de los contingentes armados al servicio de las Naciones
Unidas.

3. Funciones Técnicas
- Preparar los estudios, informes y estadísticas solicitados por los órganos de las Naciones
Unidas.
- Formular proposiciones y enmiendas a las decisiones de los órganos de la Organización,
encargándose del cumplimiento de las decisiones finales adoptadas y dando cuenta de los
resultados de su ejecución.
- Colaborar en la coordinación del ECOSOC con los organismos especializados.
- Elaborar el informe anual sobre las actividades de las Naciones Unidas.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 40

- Presentar informes orales o escritos al Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y


Social o el Consejo de Administración Fiduciaria.

Dentro de estas funciones técnicas merecen una referencia singular aquellas


competencias asociadas con los aspectos económicos y presupuestarios de las Naciones Unidas,
ya que de ellas dependen en gran medida la eficacia de sus actividades y la propia subsistencia
de la Organización. Entre ellas se encuentra:
- La elaboración de la propuesta de presupuesto de la Organización.
- El control y contabilidad de los ingresos y gastos.
- La emisión de bonos destinados a sufragar los gastos extraordinarios de la Organización,
junto con la inversión de los fondos disponibles.

El personal de la Secretaría
Dado que la Carta no hace ninguna referencia a la estructura orgánica de la secretaría fue
necesario establecer un esquema embrionario en la Resolución 13 (I) de la Asamblea General,
esquema que con posterioridad los sucesivos secretarios generales han ido modificando para
adaptarlo a la creciente actividad de las Naciones Unidas que ha obligado a un constante
crecimiento de su personal hasta rebasar los 16.000 funcionarios.

De forma simplificada y atendiendo a su rango jerárquico y a sus competencias, podemos


distinguir las siguientes categorías de funcionarios:

1. Nueve secretarios generales adjuntos distribuidos en las siguientes áreas:


- Asuntos Económicos y Sociales.
- Consultor especial para África.
- Asuntos de Administración y Gestión.
- Asuntos Políticos Especiales.
- Asuntos Políticos y del Consejo de Seguridad.
- Servicio de Conferencias.
- Asuntos Políticos y de descolonización.
- Asuntos de la Asamblea General.
- Asuntos Jurídicos.

2. Ocho subsecretarios generales


3. Jefes de gabinete, directores generales, secretarios ejecutivos de instituciones
específicas, comisionados, etc.
4. Categoría de funcionarios profesionales.
5. Categoría del personal de servicios generales.
6. Obreros y trabajadores manuales.

El principal intento de modificar la composición de la Secretaría de las Naciones Unidas


partió de la Unión Soviética con una propuesta presentada por Kruschov en la XVª Sesión de la
Asamblea General (1960). En dicha propuesta se planteaba la necesidad de transferir las
funciones del Secretario General a un órgano colegiado integrado por tres altos funcionarios
representativos de las tres grandes áreas geopolíticas (países occidentales, democracias
populares y países no alineados).

Esta propuesta fue contestada por el Secretario General, DAG HAMMARSKJÖLD, quien
estimaba que ello suponía «sustituir los principios de independencia, imparcialidad y objetividad
por los de compromiso con un bloque que iría en detrimento de la Organización».

Como consecuencia de ese conflicto se resolvió nombrar un Secretario General interino,


cargo que ocupó U THANT, y el de ocho subsecretarios generales como «consejeros principales».
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 41

12. LOS ORGANISMOS ESPECIALIZADOS DE LAS NACIONES UNIDAS

El término organismos especializados figura expresa y reiteradamente recogido en la Carta


(artículos 57, 58, 59, 63, 64 y 70) refiriéndose a organizaciones intergubernamentales, que
mediante ,un acuerdo o tratado se vinculan con la Organización de las Naciones Unidas. En dicho
acuerdo se fijan las condiciones de esta vinculación que, como mínimo, deberán recoger las
competencias de cooperación y control señaladas por la Carta. El órgano inmediato, aunque no el
principal, de Naciones Unidas que articula esta colaboración con los organismos especializados
es, como ya sabemos, el Consejo Económico y Social. A1 conjunto formado por la Organización
de las Naciones Unidas y los Organismos Especializados se le denomina el Sistema de las
Naciones Unidas.

Conviene tener muy claro que aunque los organismos especializados se encuentran
íntimamente relacionados con la Organización de las Naciones Unidas constituyen organizaciones
internacionales gubernamentales diferenciadas (por su constitución, miembros, estructura y
funcionamiento), aunque no sean totalmente independientes de las Naciones Unidas. En algunos
casos tales organizaciones surgieron mucho antes de que se crease la Organización de las
Naciones Unidas, y no existe una obligatoriedad general para que los miembros de ésta lo sean
también de los organismos especializados o viceversa. Por tanto, no cabe ninguna confusión
entre los organismos especializados y los órganos, principales o secundarios, de las Naciones
Unidas.

Los organismos especializados pueden clasificarse, atendiendo a sus funciones y


competencias primordiales, en los siguientes grupos:

a) Económicos
FONDO MONERATIO INTERNACIONAL (FMI)
El acuerdo fundacional de esta institución, así como del Banco Internacional de
Reconstrucción y Desarrollo, surgió de la Conferencia de Bretton Woods en 1944. Inició su
actividad a finales de 1945 cuando se depositaron las ratificaciones de un número de países
cuyas cuotas supusieron el 80 por 100 de los recursos de esta institución.

El Fondo posee como principales funciones garantizar la estabilidad de los tipos de cambio
entre las distintas divisas; facilitar financiación a los países miembros para hacer frente a los
desajustes coyunturales de sus balanzas de pagos, y asesorar económicamente a los gobiernos
de los países miembros para llevar a cabo programas de saneamiento y desarrollo.

BANCO MUNDIAL/BANCO INTERNACIONAL DE RECONSTRUCCION Y DESARROLLO


(BIRD)
El Banco Mundial es un conjunto de tres instituciones: el Banco Internacional de
Reconstrucción y Desarrollo, la Corporación Financiera Internacional y la Asociación Internacional
para el Desarrollo.

El Banco internacional de Reconstrucción y Desarrollo se constituyó en 1945 a partir del


acuerdo alcanzado en la Conferencia de Bretton Woods. Su finalidad básica es la de aportar
fondos financieros para promover los procesos de reconstrucción y desarrollo de los países
miembros mediante inversiones de capital para fines productivos.

Resulta oportuno recordar que los países de economía planificada, como la Unión
Soviética y sus aliados, no participaron en la constitución de este Fondo.

ASOCIACION INTERNACIONAL DE DESARROLLO (AID)


Esta institución se constituyó asociada al Banco Mundial en 1960. Su principal misión es la
concesión de préstamos a los países miembros con muy bajos tipos de interés, amplios períodos
de carencia y largos plazos para su amortización (alrededor de 40 ó 50 años). La necesidad de
esta organización se puso en evidencia ante la imposibilidad de los países más pobres y
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 42

subdesarrollados de acceder a las inversiones realizadas por el Banco Internacional. Su


administración corresponde al Banco Mundial y su Junta de Gobernadores.

CORPORACION FINANCIERA INTERNACIONAL (CFI)


A diferencia de la Asociación, la Corporación Financiera Internacional cuenta con unos
recursos financieros propios y distintos de los del Banco Mundial. Sus inversiones y préstamos
van dirigidos a las empresas privadas cuyas actividades contribuyan eficazmente al desarrollo de
sus países y a la reducción del desempleo.

ACUERDO GENERAL SOBRE ARANCELES Y COMERCIO (GATT)


En sentido estricto no se trata de una organización intergubernamental sino de un Acuerdo
Multilateral destinado a implantar una serie de normas internacionales reguladoras del comercio
mundial con el fin de facilitar su expansión concediendo ventajas arancelarias y liberalizando las
transacciones comerciales entre los países.

b) Científicas y Tecnológicas
ORGANIZACION METEOROLOGICA MUNDIAL (OMM)
Creada en la Conferencia de Washington en 1947, a partir de su predecesora, la
Organización Meteorológica Internacional, constituida en 1878, inició sus actividades en 1950. Su
principal tarea radica en el fomento de redes de estaciones y centros de investigación
meteorológica e hidrológica que permitan obtener e intercambiar información entre los países
miembros sobre los cambios climáticos.

ORGANIZACION INTERNACIONAL DE ENERGIA ATOMICA (OIEA)


Ante la importancia alcanzada por la energía atómica, tanto para fines civiles como
militares, la Asamblea General auspició una Conferencia internacional en 1956 en la que se
aprobó el Estatuto fundacional de esta organización. En 1957 inició sus actividades destinadas a
fomentar el uso de la energía atómica con fines pacíficos, al tiempo que implanta normas
internacionales relativas a la seguridad nuclear y la protección del medio ambiente. También
aporta asesoramiento técnico a los diversos gobiernos de los países miembros.

ORGANIZACION DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO INDUSTRIAL


(ONUDI)
Creada el 20 de diciembre de 1965 por una decisión de la Asamblea General, inició sus
actividades en 1967. En la II' Conferencia General, celebrada en Lima (1975), se acordó su
transformación en un organismo especializado de las Naciones Unidas.

Sus funciones primordiales son la coordinación de todas las iniciativas de Naciones Unidas
en materia de fomento del desarrollo industrial, especialmente para los países más pobres, así
como la promoción internacional de las inversiones y los procesos de industrialización.

c) Comunicaciones y Transportes
UNION POSTAL UNIVERSAL (UPU)
Es la organización más antigua, ya que fue creada en 1874 en Berna, pasando a
convertirse en organismo especializado en 1948.

El reducido número de países fundadores facilitó la implantación del principio del territorio
postal único, gracias al cual se ha propiciado el intercambio postal mundial con escasos costes y
extraordinaria rapidez. La Unión Postal también facilita asesoramiento técnico a las diversas
administraciones postales nacionales.

UNION INTERNACIONAL DE TELECOMUNICACIONES (UIT)


Esta organización se constituyó en la Conferencia de Madrid de 1932, en la que se aprobó
el I Convenio Internacional de Telecomunicaciones, integrando en un único organismo a la Unión
Telegráfica Internacional y la Unión Internacional de Radiodifusión. En 1947 se adoptó el acuerdo
por el que se convertía en organismo especializado de las Naciones Unidas.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 43

Entre sus funciones destaca la asignación de bandas de frecuencias para el uso de las
ondas radioeléctricas por los diversos países miembros, con objeto de evitar las interferencias
mutuas. También mantiene un registro de las distintas órbitas de los satélites geoestacionarios de
comunicaciones.

ORGANIZACION DE AVIACION CIVIL INTERNACIONAL (OACI)


Esta organización surgió de la Conferencia de Chicago de 1944, en la que se elaboró la
Convención sobre Aviación Civil Internacional. Inició sus actividades en 1947, y entre sus tareas
figura la adopción de normas reguladoras del tráfico aéreo internacional, junto con el fomento de
la investigación y diseño aeronáuticos, de sistemas de navegación aérea, construcción y
utilización de aeropuertos, etc.

ORGANIZACION MARITIMA INTERNACIONAL (OMI)


Su origen se encuentra en la Conferencia Marítima, celebrada en Ginebra en 1948 que
aprobó la Convención por la que se creaba esta organización. No obstante, dicha Convención no
entró en vigor hasta 1958 tras la ratificación de 21 estados, entre los que figuraban, al menos,
siete países con una marina mercante superior al millón de toneladas brutas.

Entre sus funciones figuran la adopción de normas internacionales destinadas a garantizar


la seguridad en la navegación marítima, la prevención y el control de la contaminación de los
mares y el fomento del intercambio comercial marítimo entre los países miembros.

d) Cultural
ORGANIZACION DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA EDUCACION, LA CIENCIA Y LA
CULTURA (UNESCO)
La Conferencia de Londres de 1945 decidió la constitución de esta organización que inició
sus actividades a finales de 1946. La reciente retirada de los Estados Unidos y del Reino Unido,
debido a su disconformidad con la política seguida por la organización así como con el
protagonismo decisivo alcanzado por los países del Tercer Mundo, que constituyen una mayoría
dentro de la organización, ha provocado la necesidad de un reajuste interno. El conflicto suscitado
en torno al nombramiento del actual director general de la UNESCO (FEDERICO MAYOR
ZARAGOZA) ha sido una prueba concluyente sobre estas tensiones internas.

El objetivo fundamental de la UNESCO es contribuir a la paz y la seguridad


internacionales, mediante el desarrollo de la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones
entre todos los países. En el campo de la educación destacan los programas de alfabetización
junto con el intento de universalizar la educación primaria.

ORGANIZACION MUNDIAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL (OMPI)


Aunque la necesidad de implantar un sistema de regulación y protección de la propiedad
intelectual y artística data de los Convenios de París (1883) y de Berna (1886), la creación de esta
organización es muy reciente. En efecto, el Convenio constitutivo se firmó en 1967 y entró en
vigor en 1970. En 1974 la OMPI se convirtió en organismo especializado de las Naciones Unidas.

Este organismo intenta regular y potenciar la cooperación internacional en las dos áreas
fundamentales de la propiedad industrial y artística: la propiedad industrial y los derechos de
autor. La primera abarca las invenciones, las marcas registradas, los diseños industriales, etc., en
tanto que la segunda incluye los derechos exclusivos de los autores de obras literarias, musicales,
fotográficas, etc.

e) Social y Humanitaria
ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT)
La creación de este organismo se contempla ya en el Tratado de Paz de Versalles de 1919
que expresamente lo vincula a la Sociedad de Naciones. Tras la desaparición de esta
organización y la creación de la Organización de las Naciones Unidas, la OIT se vincula como
organismo especializado en 1946.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 44

Creada con la voluntad de favorecer la justicia social para los trabajadores de todos los
países, adopta normas jurídicas en materia de seguridad laboral; duración de la jornada de
trabajo, prohibición del trabajo de menores, derechos sindicales, etc. También supervisa la
aplicación de estas normas por parte de los estados miembros que las ratifican.

ORGANIZACION DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA AGRICULTURA Y LA


ALIMENTACION (FAO)
Constituida en 1945, tras la Conferencia de Quebec, es una de las organizaciones más
representativas de la tarea humanitaria desempeñada por el sistema de las Naciones Unidas. La
mayor parte de sus recursos están destinados a erradicar el hambre y mejorar la nutrición de las
poblaciones más pobres del planeta. Para ello desarrolla dos tipos de estrategias operativas. La
primera de ellas es de carácter coyuntural y está destinada a aportar recursos alimenticios a
aquellas regiones que sufren hambrunas endémicas. La segunda, de naturaleza estructural, trata
de promover programas de explotación agrícola, ganadera o pesquera destinados a garantizar el
autoabastecimiento y la producción rentable de alimentos en los países más pobres.

FONDO INTERNACIONAL DE DESARROLLO AGRICOLA (FIDA)


La creación de este Fondo, promovido en 1976 por las Naciones Unidas, está íntimamente
ligada a la importante tarea desempeñada por la FAO. En realidad es una consecuencia de las
limitaciones de recursos humanos y materiales con que cuenta dicha organización para hacer
frente a su estrategia estructural de desarrollo agrícola. Una de estas importantes limitaciones era
la dificultad para disponer o captar recursos financieros que garantizasen la viabilidad económica
de los programas técnicos aprobados por la FAO.

Los recursos financieros prestados por el FIDA se ajustan a dos modelos básicos: los
proyectos financiados íntegramente por el Fondo y los proyectos financiados conjuntamente por el
Fondo, junto con otras instituciones internacionales (Banco Mundial, Banco Africano de
Desarrollo, etc.).

ORGANIZACION MUNDIAL DE LA SALUD (OMS)


Inició sus actividades en 1948, tras la ratificación del Acuerdo fundacional por 26 países.
Su meta es lograr que todos los países alcancen el mayor nivel de salud que sea posible.
Básicamente sus recursos se orientan a la atención primaria de la salud y a la erradicación de
enfermedades endémicas, contagiosas o que provocan una elevada mortalidad. Merecen una
especial referencia las campañas mundiales de la OMS para erradicar las seis enfermedades
infantiles más importantes: difteria, sarampión, poliomielitis, tétanos, tuberculosis y tos ferina.

Una valoración crítica de la importancia y utilidad de las Naciones Unidas no puede


desconocer la insustituible contribución que el conjunto de estos organismos especializados viene
realizando al desarrollo de los pueblos y a la mejora de las condiciones de vida en el conjunto de
la Sociedad Internacional. Ello refuerza las actuaciones directamente asumidas por los órganos de
la ONU, a la par que demuestra el ingente esfuerzo de cooperación y solidaridad en un mundo
ciertamente contradictorio, desigual e injusto, del que suele mostrarse tan sólo su faceta más
dramática y violenta, pero en cuyo seno nunca la Humanidad había alcanzado cotas tan altas de
protección frente a la adversidad, ni había gozado de tantos medios para luchar por la
supervivencia, la prosperidad y la paz.

Se equivocan pues los que atribuyen a las Naciones Unidas una incapacidad para influir de
forma decisiva en el rumbo de los acontecimientos internacionales por el simple hecho de no
haber logrado convertirse en un gobierno mundial, finalidad para la que los países miembros
nunca dotaron a la Organización de medios humanos, materiales y jurídicos. Se equivocan
también quienes desde posiciones idealistas consideran que la existencia y el funcionamiento del
sistema de Naciones Unidas es una prueba concluyente del irresistible progreso hacia una
Sociedad Internacional beatífica en la que la violencia y la injusticia habrán sido definitivamente
desterradas. Tampoco para tan elevados fines ha sido dotada la Organización de medios
suficientes. Tan sólo cabe reconocer que las funciones y el protagonismo alcanzado por las
Naciones Unidas resultan insustituibles en el mundo nacido tras la Segunda Guerra Mundial y,
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 45

como se ha dicho tantas veces, si las Naciones Unidas desaparecieran habría que inventarlas de
nuevo.

RELACION DE MIEMBROS ORIGINARIOS DE LA ORGANIZACION DE LAS NACIONES


UNIDAS
Arabia Saudita, Argentina, Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa
Rica, Cuba, Checoslovaquia, Chile, China, Dinamarca, Ecuador, Egipto, El Salvador, Estados
Unidos de América, Etiopía, Filipinas, Francia, Grecia, Guatemala, Haití, Honduras, India, Irán,
Irak, Líbano, Liberia, Luxemburgo, México, Nicaragua, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos,
Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, República
Dominicana, República Socialista Soviética de Bielorrusia, República Socialista Soviética de
Ucrania, Siria, Sudáfrica, Turquía, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Uruguay,
Venezuela, Yugoslavia.
UNIDAD III
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

Karl von
Clausewitz

De la guerra

Editado por

© 2002 – Copyright http://www.librodot.com


Todos los Derechos Reservados
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

El general prusiano Karl von Clausewitz, historiador especializado en temas bélicos


y destacado profundizador del fenómeno de la guerra, nació en 1780 en Burg, cerca de
Magdeburgo (Alemania). Hijo de un miembro del ejército de Federico el Grande,
ingresó muy joven en la carrera de soldado. En 1801 siguió los cursos de la Academia
Militar de Berlín, bajo la dirección del general Gerhard von Scharnhorst, gran
reorganizador del ejército prusiano. Después fue nombrado ayudante de campo del
príncipe Augusto de Prusia, junto al cual sirvió en el infortunado encuentro con las
tropas de Napoleón en Jena (1806). Caído en poder de los franceses, permaneció prisio-
nero hasta 1809. Tras recuperar la libertad, actuó como profesor en la misma academia
militar berlinesa donde había consolidado su experiencia, y con posterioridad asumió el
cargo de jefe de sección del Ministerio de la Guerra alemán. En 1812 decidió formar
parte del ejército ruso. Tan dramática iniciativa permite captar a las claras el concepto
de la ética militar que Clausewitz poseía, pues la confrontación con su propio país no
constituía para él más que el recurso de valerse de la guerra para liberar a aquél del
dominio francés. Federico Guillermo III se había visto obligado a someterse a la presión
de Napoleón, y Prusia se había convertido en aliada forzosa de Francia. Clausewitz
alimentaba la esperanza de que el zar Alejandro I redimiría a su nación de la atadura
napoleónica, y esa expectativa fue la que le impulsó a ocupar el bando contrario a sus
mismos compatriotas, con el fin de conseguir la anhelada liberación. En efecto, la bata-
lla de Leipzig significó la extinción de la influencia francesa sobre Alemania, y él, tras
escribir, por encargo de otra gran personalidad militar prusiana, el mariscal de campo
August von Gneisenau, el libro La campaña de 1813 hasta el armisticio, se incorporó de
nuevo, en 1814, al ejército prusiano, con el que pudo asistir a la batalla triunfal de
Waterloo. De 1816 a 1830 ejerció la dirección de la Academia Militar de Berlín, la cual
sólo dejó para ocupar un cargo en el Estado Mayor alemán. Falleció en 1831 en
Breslau, fulminado por el cólera, cuando contaba 51 años. Su obra De la guerra, que le
procuraría la fama, tuvo una publicación póstuma, a instancias de su viuda.
De la guerra comprende ocho libros, de los que la edición que se ofrece recoge
integramente los tres primeros. De los libros IV y V se incluye un resumen del contenido,
mientras que del libro VI, dedicado a La defensa, se reproducen los capitales capítulos I,
II, III y XXVI, y se hace lo propio con el libro VII, relativo al Ataque, del que se incluye
el capítulo XXII, no sin dar siempre noticia de lo omitido. Finalmente, del libro VIII,
siguiendo la misma pauta, se ofrece el concluyente capítulo VI, en sus dos partes.
Se presenta de este modo la parte más esencial de la obra de Clausewitz, cuya
influencia sobre la concepción de la guerra no sólo constituyó la base del pensamiento
militar alemán hasta la ascensión al poder del nacionalsocialismo, sino que fue tenida en
cuenta por un pensador marxista como Engels, y luego por gerifaltes de la misma
tendencia, como Lenin o Mao Zedong, en la delineación de su estrategia revolucionaria.
No así por Stalin, quien, como vencedor de la Wehrmacht, no dudó en rebatirla
tajantemente.
Sin embargo, la vigencia de las doctrinas de Clausewitz no ha cesado de ponerse de
manifiesto en los numerosos estudios especializados que se les han dedicado y en el
hecho de que hayan contribuido a asentar los principios que conforman la teoría actual
de la guerra.
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Índice

PREFACIO DEL AUTOR

LIBRO I Sobre la naturaleza de la guerra

Cap. I. ¿En qué consiste la guerra?


Cap. II. El fin y los medios en la guerra
Cap. III. El genio para la guerra
Cap. IV. Del peligro en la guerra
Cap. V. Del esfuerzo físico en la guerra
Cap. VI. La información en la guerra
Cap. VII. Las fricciones en la guerra
Cap. VIII. Consideraciones finales al libro I

LIBRO II Sobre la teoría de la guerra

Cap. I. Introducción al arte de la guerra


Cap. II. Sobre la teoría de la guerra
Cap. III. Arte de la guerra o ciencia de la guerra
Cap..IV. Metodología
Cap. V. Crítica
Cap. VI. De los ejemplos

LIBRO III Sobre la estrategia en general

Cap. I. La estrategia
Cap. II. Elementos de la estrategia
Cap. III. Las fuerzas morales
Cap. IV. Las principales potencias morales
Cap. V. Virtud militar de un ejército
Cap. VI. La audacia
Cap. VII. La perseverancia
Cap. VIII. La superioridad numérica
Cap. IX. La sorpresa
Cap. X. La estratagema
Cap. XI. Concentración de fuerzas en el espacio
Cap. XII. Concentración de fuerzas en el tiempo
Cap. XIII. Las reservas estratégicas
Cap. XIV. La economía de fuerzas
Cap. XV. El elemento geométrico
Cap. XVI. Sobre la suspensión de la acción en la guerra
Cap. XVII. Del carácter de la guerra moderna
Cap. XVIII. Tensión y reposo

LIBRO IV. El encuentro

LIBRO V. Las fuerzas militares

LIBRO VI. La defensa


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Cap. I. Ataque y defensa


Cap. II. Las relaciones mutuas del ataque y la defensa en la táctica
Cap. III. Las relaciones mutuas del ataque y la defensa en la estrategia
Cap. XXVI. El pueblo en armas

LIBRO VII. El ataque

Cap. XXII. Sobre el punto culminante de la victoria

LIBRO VIII. Plan de una guerra

Cap. VI. A. Influencia del objetivo político sobre el propósito militar


B. La guerra como instrumento de la política

EPÍLOGO. Clausewitz en la actualidad

PREFACIO DEL AUTOR

Hoy en día, el hecho de que el concepto de ciencia no se resume de manera única y


esencial en un sistema o método de enseñanza no requiere sin duda ser puesto en claro.
En una primera impresión, en la presente exposición no se hallará ningún sistema y, en
vez de un método definitivo de enseñanza, no se pondrá en evidencia sino un cúmulo de
materiales reunidos.
La parte científica que le corresponde radica en la intención de poner a examen la
esencia de los fenómenos que caracterizan la guerra, de demostrar de qué modo se
vinculan con la naturaleza de las cosas. El autor no ha rehuido en todo caso establecer
conclusiones filosóficas. Sin embargo, en el momento en que ha percibido que el hilo de
su pensamiento se apartaba de su objetivo, ha preferido romperlo y relacionarlo más bien
con los fenómenos que atañen a la experiencia. Porque de la misma manera que ciertas
plantas no producen fruto más que cuando no experimentan una sobrecarga excesiva, se
requiere que las hojas y las flores teóricas de las artes prácticas no crezcan demasiado,
sino más bien relacionarlas con la experiencia, que es su ámbito natural.
Constituiría un error absoluto intentar servirse de los componentes químicos de un
grano de trigo para estudiar la forma de una espiga: más fácil resulta acudir a los campos
para ver allí las espigas ya formadas. Jamás la investigación y la observación, la filosofía
y la experiencia deben menospreciarse o excluirse mutuamente: todas ellas encierran una
garantía una para con la otra. Las proposiciones que se ofrecen en la presente obra y la
estricta estructura de su necesidad interna tienen su fundamento en la experiencia o en el
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concepto mismo de la guerra, considerado desde el punto de vista externo, de tal modo
que no se ven privadas de base.1
Quizá no resulte imposible establecer una teoría sistemática de la guerra, pródiga en
ideas y de gran altura, pero el hecho cierto es que hasta el presente todas cuantas
disponemos se apartan muy lejos de ese objetivo. Sin tomar en consideración el espíritu
acientífico que las caracteriza, no constituyen más que un hatillo de trivialidades, lugares
comunes y sandeces que pretenden ser coherentes y absolutas. De ello cabe hacerse una
idea con la lectura del siguiente párrafo de un reglamento referido a casos de incendio,
debido a Lichtenberg:
«Cuando una casa es presa del fuego, ante todo hay que tratar de proteger el muro
derecho del edificio de la izquierda; porque si se intentara, por ejemplo, proteger el muro
de la izquierda del edificio de la izquierda, el muro de la derecha de la propia casa se
encontraría a la derecha del muro de la izquierda, y como el fuego está a la derecha de
ese muro y del muro de la derecha (porque suponemos que la casa está situada a la
izquierda del incendio), el muro de la derecha estará más cerca del fuego que el de la
izquierda y el muro de la derecha de la casa podría ser destruido por el fuego si no fuese
protegido antes de que el fuego alcance el muro de la izquierda, que está protegido; en
consecuencia, algo que no esté protegido podría ser destruido, y destruido más
rápidamente que otra cosa, incluso aunque no estuviera protegido; por lo tanto es preciso
abandonar aquél y proteger éste. Para representarse la cosa, debemos notar además: si la
casa está a la derecha del incendio, es el muro de la izquierda y si la casa está a la
izquierda, es el muro de la derecha.»
Para no provocar el cansancio del lector, sin duda hombre de espíritu, con la relación
de otras paparruchadas como ésta, y no restar sabor a lo que tengan de bueno,
diluyéndoselo, el autor se ha inclinado a presentar, como si de pequeños granos de metal
puro se trataran, las ideas que largos años de reflexión sobre la guerra, el trato con
hombres inteligentes que la conocían y un considerable número de experiencias
personales han hecho nacer y han quedado fijadas en su ánimo.
Este es el origen de los diferentes capítulos que forman este libro, cuya unidad podrá
parecer débil, si bien confío en que no carecerán de cohesión interna. Tal vez no habrá
que esperar mucho tiempo para ver cómo un espíritu superior al del autor sabe presentar,
en lugar de estos granos dispersos, un conjunto fundido y exento de toda aleación.

1
No es este, por lo general, el caso de los cronistas militares, sobre todo de aquellos cuyo propósito es
tratar de manera científica la guerra. Sería suficiente hacer referencia a los numerosos ejemplos en los que
el pro y el contra de los razonamientos se fagocitan unos a otros, hasta el punto de no restar ni la cola,
como en el caso de la fábula de los leones.
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LIBRO PRIMERO

SOBRE LA NATURALEZA DE LA GUERRA

Capítulo I

¿EN QUÉ CONSISTE LA GUERRA?

1. Introducción

Nos proponemos considerar, en primer lugar, los distintos elementos que conforman
nuestro tema; luego las diversas partes o miembros que los componen y, finalmente, el
todo en su íntima conexión. Es decir, iremos avanzando de lo simple a lo complejo. Pero
en la cuestión que nos ocupa, más que en ninguna otra, será preciso comenzar con una
referencia a la naturaleza del todo, ya que aquí, más que en otro lado, cuando se piensa en
la parte debe pensarse simultáneamente en el todo.

2. Definición

No queremos comenzar con una definición altisonante y grave de la guerra, sino


limitarnos a su esencia, el duelo. La guerra no es más que un duelo en una escala más
amplia. Si quisiéramos concebir como una unidad los innumerables duelos residuales que
la integran, podríamos representárnosla como dos luchadores, cada uno de los cuales trata
de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física; su propósito siguiente es
abatir al adversario e incapacitarlo para que no pueda proseguir con su resistencia.
La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al
adversario a acatar nuestra voluntad.
La fuerza, para enfrentarse a la fuerza, recurre a las creaciones del arte y de la ciencia.
Se acompañan éstas de restricciones insignificantes, que apenas merecen ser
mencionadas, las cuales se imponen por sí mismas bajo el nombre de usos del derecho de
gentes, pero que en realidad no debilitan su poder. La fuerza, es decir, la fuerza física
(porque no existe una fuerza moral fuera de los conceptos de ley y de Estado) constituye
así el medio; imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo. Para estar seguros de
alcanzar este objetivo tenemos que desarmar al enemigo, y este desarme constituye, por
definición, el propósito específico de la acción militar: reemplaza al objetivo y en cierto
sentido prescinde de él como si no formara parte de la propia guerra.

3. Caso extremo del uso de la fuerza

Muchos espíritus dados a la filantropía podrían fácilmente imaginar que existe una
manera artística de desarmar o abatir al adversario sin un excesivo derramamiento de
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sangre, y que esto sería la verdadera tendencia del arte de la guerra. Se trata de una
concepción falsa que debe ser rechazada, pese a todo lo agradable que pueda resultar. En
temas tan peligrosos como es el de la guerra, las falsas ideas surgidas del sentimentalismo
son precisamente las peores. Siendo así que el uso de la fuerza física en su máxima
extensión no excluye en modo alguno la cooperación de la inteligencia, el que se sirva de
esta fuerza sin miramiento ni recato ante el derramamiento de sangre habrá de obtener
ventaja sobre el adversario, siempre que éste no actúe del mismo modo. Así, cada uno
justifica al adversario y cada cual impulsa al otro a adoptar medidas extremas, cuyo
límite no es otro que el contrapeso de la resistencia que le oponga el contrario.
Forzosamente tenemos que darle al tema este enfoque, ya que tratar de ignorar como
elemento constitutivo la brutalidad porque despierta repugnancia significaría una
tentativa inútil o algo peor.
Si las guerras entre naciones civilizadas son presuntamente menos crueles y
destructoras que las que enfrentan a unas no civilizadas, la razón estriba en la condición
social de los Estados considerados en sí mismos y en sus relaciones recíprocas. La guerra
estalla, adquiere sus rasgos y limitaciones y se modifica de acuerdo con esa condición y
sus circunstancias. Pero tales elementos no constituyen una parte de la guerra, sino que
existen por sí mismos. En la filosofía de la guerra no se puede introducir en absoluto un
principio modificador sin acabar cayendo en el absurdo.
En las luchas entre los hombres intervienen en realidad dos elementos dispares: el
sentimiento hostil y la intención hostil. Hemos elegido el último de ellos como rasgo
distintivo de nuestra definición porque es el más general. Es inconcebible que un odio
salvaje, casi instintivo, exista sin una intención hostil, mientras que se dan casos de
intenciones hostiles que no van acompañados de ninguna hostilidad o, por lo menos, de
ningún sentimiento hostil que predomine. Entre los seres salvajes prevalecen las
intenciones de origen emocional; entre los pueblos civilizados, las determinadas por la
inteligencia. Pero tal diferencia no reside en la naturaleza intrínseca del salvajismo o de la
civilización, sino en las circunstancias en que están inmersos, sus instituciones, etc. Por
lo tanto, no existe indefectiblemente en todos los casos, pero prevalece en la mayoría de
ellos. En una palabra, hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse con pasión en
un odio recíproco.
Vemos, pues, cuán lejos nos hallaríamos de la verdad si atribuyéramos la guerra entre
hombres civilizados a actos puramente racionales de sus gobiernos, y si concibiésemos
aquélla como un acto libre de todo apasionamiento, de tal modo que en definitiva no
tendría que ser necesaria la existencia física de los ejércitos, sino que bastaría una
relación teórica entre ellos, o lo que podría ser una especie de álgebra de la acción.
La teoría empezaba a orientarse en esta dirección cuando los acontecimientos de la
última guerra nos hicieron ver un camino mejor.2 Si la guerra constituye un acto de
fuerza, las emociones están necesariamente implicadas en ella. Si las emociones no son
las que dan origen a la guerra, ésta ejerce, sin embargo, una acción de carácter mayor o
menor sobre ellas, y la intensidad de la reacción depende no del estado de la civilización,
sino de la importancia y la permanencia de los intereses hostiles.
Por lo tanto, si constatamos que los pueblos civilizados no liquidan a sus prisioneros,
no saquean las ciudades ni arrasan los campos, ello se debe a que la inteligencia
desempeña un papel importante en la conducción de la guerra, y les ha enseñado a aqué-

2
La guerra que enfrentó a Alemania con Napoleón. (N. del Ed.)
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llos a aplicar su fuerza recurriendo a medios más eficaces que los que pueden representar
esas brutales manifestaciones del instinto.
La invención de la pólvora y el perfeccionamiento constante de las armas de fuego
muestran por sí mismos, de manera suficientemente explícita, que la necesidad inherente
al concepto teórico de la guerra, la destrucción del adversario, no se ha visto en modo
alguno debilitada o desviada por el avance de la civilización. Reiteramos, pues, nuestra
afirmación: la guerra es un acto de fuerza, y no hay un límite para su aplicación. Los
adversarios se justifican uno al otro, y esto redunda en acciones recíprocas llevadas por
principio a su extremo. Es esta la primera acción recíproca que se nos presenta y el
primer caso extremo con que nos encontramos.

4. El objetivo es desarmar al enemigo

Hemos afirmado que el desarme del enemigo es el propósito de la acción militar, y


ahora conviene mostrar que esto es necesariamente así, por lo menos en teoría. Para que
al oponente se so meta a nuestra voluntad, debemos colocarlo en una tesitura más
desventajosa que la que supone el sacrificio que le exigimos. Las desventajas de tal
posición no tendrán que ser naturalmente transitorias, o al menos no tendrán que
parecerlo, pues de lo contrario el oponente tendería a esperar momentos más favorables y
se mostraría remiso a rendirse. Como resultado de la persistencia de la acción militar,
toda modificación de su posición tiene que conducirlo, por lo menos teóricamente, a
posiciones todavía menos ventajosas. La peor posición a la que puede ser conducido un
beligerante es la del desarme completo. Por lo tanto, si hemos de obligar por medio de la
acción militar al oponente a cumplir con nuestra voluntad, tenemos o bien que desarmarlo
de hecho, o bien colocarlo en tal posición que se sienta amenazado por la posibilidad de
que lo logremos. De ahí se desprende que el desarme o la destrucción del adversario (sea
cual fuere la expresión que escojamos) debe consistir siempre el objetivo de la acción
militar.
Pero no cabe considerar la fuerza como la acción de una fuerza viva sobre una masa
inerte (el aguante absoluto no sería guerra en modo alguno), sino que es siempre el
choque entre dos fuerzas vivas. En ese sentido, lo que hemos afirmado sobre el objetivo
último de la acción militar es aplicable a uno y otro bando. De nuevo nos hallamos aquí
ante una acción recíproca. Mientras no haya derrotado a mi oponente, tengo que albergar
el temor de que sea él quien pueda derrotarme. Por tanto, no soy ya dueño de mí mismo,
sino que aquél me justifica, al tiempo que yo lo justifico a él. Es esta la segunda acción
recíproca que conduce a un segundo caso extremo.

5. Caso extremo de la aplicación de las fuerzas

Si queremos abatir a nuestro oponente, tenemos que regular nuestro esfuerzo de


acuerdo con su poder de resistencia. Tal poder se pone de manifiesto como producto de
dos factores indisolubles: la magnitud de los medios con que el oponente cuenta y la
fuerza de su voluntad. Será posible calcular la magnitud de los medios de que dispone, ya
que ésta se basa en números (aunque no del todo); pero la fuerza de la voluntad no se deja
medir tan fácilmente y sólo en forma aproximada, por la fortaleza del motivo que la
impulsa. Si mediante esta apreciación lográramos calcular de manera razonablemente
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aproximada el poder de resistencia de nuestro oponente, podríamos regular nuestros


esfuerzos de acuerdo con dicho cálculo y estar en disposición de intensificarlos para
obtener una ventaja o bien extraer de ellos el máximo resultado posible, en caso de que
nuestros medios no fueran suficientes como para asegurarnos esa ventaja. Pero nuestro
oponente procederá del mismo modo, y a tenor de ello se produce entre nosotros una
nueva puja que, desde el punto de vista de la teoría pura, nos conduce una vez más a un
punto extremo. Es la tercera acción recíproca que se presenta, y el tercer caso extremo
con el que nos encontramos.

6. Modificaciones en la práctica

En el ámbito abstracto de las concepciones puras, el pensamiento reflexivo no


descansa hasta alcanzar el punto extremo, porque es con casos extremos con los que tiene
que enfrentarse, con un conflicto de fuerzas libradas a sí mismas y que no obedecen a
otra ley que la propia. Por lo tanto, si pretendemos deducir de la concepción puramente
teórica de la guerra un propósito absoluto, que podamos tener presente, así como los
medios a poner en uso, estas acciones recíprocas mantenidas de forma continua nos
conducirán a extremos que no serán más que un juego de la imaginación elaborado por el
encadenamiento apenas entrevisto de sutilezas de la lógica. Si, al ceñirnos estrechamente
a lo absoluto, pretendemos librarnos de una tacada de la totalidad de las dificultades, y
con rigor lógico insistimos en estar preparados para ofrecer en toda ocasión el máximo de
resistencia y aportar el máximo de esfuerzo, esa intención derivará en una simple norma
carente de valor y sin aplicación en la práctica.
Asimismo, en el supuesto también de que ese máximo de esfuerzo sea una cantidad
absoluta, fácilmente determinable, habremos de admitir no obstante que no resulta fácil
que la mente humana se someta al dominio de esas elucubraciones. En muchos casos, el
resultado redundaría en un derroche inútil de fuerza que se vería limitado por otros
principios del arte de gobernar. Esto requeriría un esfuerzo desproporcionado en relación
con el objetivo a fijar, devenido de imposible realización. Efectivamente, la voluntad del
hombre no extrae nunca su fuerza de las sutilezas lógicas.
Todo cambia de aspecto, empero, al pasar del mundo abstracto a la realidad. En la
abstracción, todo permanecía supeditado al optimismo; era preciso concebir que ambos
campos no sólo se inclinarían por la perfección, sino también por lograr conseguirla.
¿Sucede esto siempre en la práctica? Las condiciones para ello tendrían que ser las
siguientes:
1. Que la guerra fuera un hecho totalmente aislado; que se produjera de improviso, y
sin conexión con la previa vida política.
2. Que el conflicto bélico dependiera de una decisión única o de varias decisiones
simultáneas.
3. Que su decisión fuera definitiva y que la consecuente situación política no fuera
tenida en cuenta ni influyera sobre ella.

7. La guerra nunca constituye un hecho aislado


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Al referirnos al primero de estos puntos hemos de recordar que ninguno de los dos
oponentes es para el otro un ente abstracto, ni aun considerándolo como factor de la
capacidad de resistencia, que no depende de algo externo, o sea, de la voluntad. Tal
voluntad no constituye un hecho totalmente desconocido; lo que ha sido hasta hoy nos
indica lo que puede ser mañana. La guerra nunca estalla de improviso ni su preparación
tiene lugar en un instante. De ese modo, cada uno de los oponentes puede, en buena
medida, formarse una opinión del otro por lo que éste realmente es y hace, y no por lo
que teóricamente debería ser y hacer. Sin embargo, debido a su imperfecta organización,
el hombre suele mantenerse por debajo del nivel de la perfección absoluta, y así estas
deficiencias, inherentes a ambos bandos, se convierten en un principio reductor.
8. La guerra no consiste en un golpe insostenido
El segundo de los tres puntos enumerados nos sugiere las observaciones que siguen.
Si el resultado de la guerra dependiera de una decisión única, o de varias decisiones
tomadas simultáneamente, los preparativos para esa decisión o para esas decisiones
diversas deberían ser llevados hasta el último extremo. Nunca podría recuperarse una
oportunidad perdida; la sola norma que podría aportarnos el mundo real para los
preparativos a efectuar sería, en el mejor de los casos, la medida de los preparativos que
lleva a cabo nuestro oponente, o lo que de ellos alcanzáramos a conocer, y todo lo demás
tendría que quedar de nuevo relegado al terreno de la abstracción. Si la decisión
consistiera en varios actos sucesivos, cada uno de éstos, con las circunstancias que lo
acompañan, podría suministrar una norma para los siguientes y, así, el mundo real
ocuparía el lugar del mundo abstracto, modificando, de acuerdo con ello, la tendencia
hacia el extremo.
Sin embargo, si toda guerra tuviese que limitarse indefectiblemente a una decisión
única o a una serie de decisiones simultáneas, si los medios disponibles para la
beligerancia fueran puestos en acción a un tiempo o pudieran serlo de este modo, una
decisión adversa tendería a reducir estos medios, y, de haber sido éstos todos empleados
o agotados en la primera decisión, no habría porqué pensar en que se produjera una
segunda. Todas las acciones bélicas que pudieran producirse después formarían, en
esencia, parte de la primera, y sólo constituirían su persistencia.
Pero tal como hemos visto, en los preparativos para la guerra el mundo real ocupa el
lugar de la idea abstracta, y una medida real el lugar de un caso extremo hipotético. Cada
uno de los oponentes, aunque no fuera por otra razón, se detendrá por tanto, en su acción
recíproca, alejado del esfuerzo máximo y no pondrá en juego al mismo tiempo la
totalidad de sus recursos.
Sin embargo, la naturaleza misma de tales recursos, y de su mismo empleo, torna
imposible su entrada en acción simultánea. Estos recursos comprenden las fuerzas
militares propiamente dichas, el país, con su superficie y su población, y los aliados.
El país, con su superficie y su población, no sólo constituye la fuente de las fuerzas
militares propiamente dichas, sino que es, en sí mismo, también una parte integrante de
los factores que actúan en la guerra, aunque sólo sea aquel que proporciona el teatro de
operaciones o tiene marcada influencia sobre él.
Ahora bien, los recursos militares móviles pueden ser puestos en funcionamiento
simultáneamente, pero esto no concierne a las fortalezas, los ríos, las montañas, los
habitantes, etc., en una palabra, al país entero, a menos que éste sea tan pequeño que la
primera acción bélica lo afecte totalmente. Además, la cooperación de los aliados no es
algo que depende de la voluntad de los beligerantes, y con frecuencia resulta, por la
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misma naturaleza de las relaciones políticas, que no se hace efectiva sino con
posterioridad, cuando de lo que se trata es restablecer el equilibrio de fuerzas alterado.
Más adelante intentaremos explicar con todo detalle que esta parte de los medios de
resistencia que no puede ser puesta en acción a un tiempo es, en muchos casos, una parte
del total mucho más grande de lo que podría pensarse y que, por lo tanto, es capaz de
restablecer el equilibrio de fuerzas, aun cuando la primera decisión se haya producido con
gran violencia y aquél haya sido alterado seriamente. Por ahora bastará con dejar sentado
que resulta contrario a la naturaleza de la guerra el que todos los recursos entren en juego
al mismo tiempo. Esto, en sí mismo, no tendrá que ser motivo para disminuir la
intensidad de los esfuerzos en la toma de decisión de las acciones iniciales. Ya que un
comienzo desfavorable significa una desventaja a la cual nadie querría exponerse por
propia voluntad, dado que, si bien la primera decisión es seguida por otras, mientras más
decisiva resulte aquélla, mayor será su influencia sobre las que la sigan. Pero el hombre
suele eludir el esfuerzo excesivo amparándose en la posibilidad de que se produzca una
decisión subsiguiente y, por lo tanto, no concreta ni pone en acción todos sus recursos a
efectos de la primera decisión, en la medida en que hubiera podido hacerlo de no mediar
aquella circunstancia. Lo que uno de los oponentes no hace por debilidad se convierte
para el otro en base real y motivo para reducir sus propios esfuerzos y, así, de resultas de
esta acción recíproca, la tendencia hacia el caso extremo conduce una vez más a efectuar
un esfuerzo limitado.

9. La guerra, con su resultado, no es nunca algo absoluto

Finalmente, tengamos en cuenta que la decisión final de una guerra no siempre es


considerada como absoluta, sino que el estado derrotado a menudo ve en ese final un mal
transitorio al que cabe encontrar remedio en las circunstancias políticas posteriores. Es
evidente que también esto minora, en gran medida, la violencia de la tensión y la
intensidad del esfuerzo.

10. Las probabilidades de la vida real ocupan el lugar de lo extremo y absoluto


de la teoría

Así, todo el acto de la guerra deja de estar sujeto a la ley estricta de las fuerzas
impulsadas hacia el punto extremo. Dado que no se teme ni se busca ya el caso extremo,
se deja que la razón determine en vez de ello los límites del esfuerzo, y esto sólo puede
ser llevado a cabo de acuerdo con la ley de las probabilidades, por deducción de los datos
que suministran los fenómenos del mundo real. Si los dos oponentes no son ya
abstracciones puras sino estados o gobiernos individuales, y si la guerra no es ya un
desarrollo ideal de los acontecimientos, sino uno determinado de acuerdo con sus propias
leyes, entonces la situación real suministra suficientes datos como para determinar lo que
se espera, la incógnita que tiene que ser despejada.
De acuerdo con las leyes de la probabilidad, por el carácter, las instituciones, la
situación y las circunstancias que definen al oponente, cada bando extraerá sus
conclusiones respecto de cuál será la acción del contrario y, a tenor de ello, determinará
la suya propia.
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11. El objetivo político asume de nuevo el primer plano

Requiere ahora de nuevo nuestra atención un tema que habíamos obviado, o sea, el
que se refiere al objetivo político de la guerra. Hasta ahora, esto había sido absorbido,
por así decir, por la ley del caso extremo, por el intento de desarmar y abatir al enemigo.
El objetivo político de la guerra debe aflorar nuevamente a un primer plano a medida que
la ley pierde su vigor y la posibilidad de realizar aquel intento se aleja. Si toda la consi-
deración es un cálculo de probabilidades tomando como base unas personas y unas
circunstancias determinadas, el objetivo político, como causa original, tiene que asumir el
papel de factor esencial en este proceso. Cuanto menor sea el sacrificio que exijamos de
nuestro oponente, debemos esperar que sean tanto más débiles los esfuerzos que haga
para realizar ese sacrificio. Sin embargo, cuanto más débil sea su esfuerzo, tanto menor
podría ser el nuestro. Por añadidura, cuanto menor sea nuestro objetivo político, tanto
menor será el valor que le asignaremos y tanto más pronto estaremos dispuestos a dejarlo
a su arbitrio. Por ello, también por ello nuestros propios esfuerzos serán más débiles.
Así, el objetivo político, como causa original de la guerra, será la medida tanto para el
propósito a alcanzar mediante la acción militar como para los esfuerzos necesarios para
cumplir con ese propósito. En sí misma, esa medida no puede ser absoluta, pero, ya que
estamos tratando de cosas reales y no de simples ideas, lo será en relación con los dos
Estados oponentes. Un mismo objetivo político puede originar reacciones diferentes, en
diferentes naciones e incluso en una misma nación, en diferentes épocas. Por lo tanto,
cabe dejar que el objetivo político actúe como medida, siempre que no olvidemos su
influencia sobre las masas a las que afecta. Corresponde considerar, por tanto, también la
naturaleza de estas masas. Será fácil comprobar que las consecuencias pueden variar en
gran medida según que la acción resulte fortalecida o debilitada por el sentimiento de las
masas. En dos naciones y estados pueden producirse tales tensiones y tal cúmulo de
sentimientos hostiles que un motivo para la guerra, insignificante en sí mismo, puede
originar, no obstante, un efecto totalmente desproporcionado con su naturaleza, como es
el de una verdadera explosión.
Esto resulta cierto en relación con los esfuerzos que el objetivo político pueda exigir
en uno y otro estado y en relación con el fin que pueda asignarse a la acción militar.
Algunas veces puede convertirse en ese fin, por ejemplo, cuando se trata de la conquista
de cierto territorio. Otras, el objetivo político no se ajustará a la necesidad de
proporcionar un fin para la acción militar y en tales casos tendremos que recurrir a una
elección de ese tipo, capaz de servir de equivalente y de ocupar su lugar para firmar la
paz. Pero también en estos casos siempre se presupone que tiene que guardarse la
consideración debida al carácter de los estados interesados. Hay circunstancias en las que
el equivalente debe tener mucha más importancia que el objetivo político, si es que éste
ha de ser alcanzado por su mediación. Cuanto mayor sea la indiferencia presente en las
masas y menos grave la tensión que se produzca en otros terrenos tanto de los dos estados
como en sus relaciones, mayor será el objetivo político, como norma y por su propio
carácter decisorio. Hay casos en los que, casi por sí mismo, constituye el factor
determinante.
Si el fin de la acción militar se erige en equivalente del objetivo político, aquélla
disminuirá, en general, en la medida en que lo haga el objetivo político. Más evidente
resultará esto mientras más claro aparezca el objetivo. Así se explica por qué razón, sin
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que exista contradicción interna, pueden producirse guerras de todos los grados en
importancia e intensidad, desde la de exterminio a la simple vigilancia armada. Pero ello
nos conduce a una cuestión de otro tipo, que deberemos analizar y explicitar.

12. La suspensión de la acción militar no se ha explicado hasta ahora

¿Es posible que una acción militar pueda ser suspendida, aun por un momento, sea
cual fuere el carácter y la medida de las reclamaciones políticas hechas por cualquiera de
los dos bandos, sea cual fuere la debilidad de los medios puestos a disposición, o sea cual
fuere la futileza del fin perseguido por esa misma acción? Es esta una pregunta que atañe
a la esencia misma del tema.
Cada acción requiere para su realización cierto tiempo, que es lo que llamamos
persistencia. Esta puede ser más larga o más corta, según quienes actúen en ella se
muestren más o menos rápidos en sus movimientos.
No vamos a detenernos aquí en esto. Cada cual realiza las cosas a su manera, pero lo
cierto es que la persona lenta no actúa lentamente porque quiera emplear más tiempo,
sino porque, debido a su propia naturaleza, necesita más tiempo, y si hubiera de hacerlo
con mayor rapidez no lo haría tan bien. En consecuencia, ese tiempo depende de las
causas subjetivas, o queda reflejado en la duración real de la acción.
Si a cada acción de la guerra se le reconoce una duración, tenemos que admitir, por lo
menos al pronto, que todo gasto de tiempo más allá de esa duración, o, lo que es lo
mismo, cualquier suspensión de la acción militar, parece ser absurda. En relación con
ello, tendremos que recordar siempre que la cuestión no se centra en el progreso de uno u
otro de los oponentes, sino en el progreso de la acción militar como un todo.

13. Existe únicamente una causa que puede suspender la acción, y esto parece
ocurrir siempre tan sólo en un solo bando

Si dos bandos se han armado para la lucha, tiene que existir un motivo hostil que los
haya impulsado a hacerlo. Así, pues, mientras se mantengan en pie de guerra, es decir,
mientras no hagan la paz, este motivo permanecerá presente y sólo dejará de actuar en
cualquiera de los dos oponentes por una sola razón, la de que se prefiere esperar un
momento más favorable para la acción. Obviamente esta razón sólo puede surgir en uno
de los dos bandos, debido a que, por su propia naturaleza, se opone diametralmente a la
del otro. Si a uno de los que ejercen la jefatura le conviene actuar, al otro le convendrá
esperar.
Un equilibrio cabal de fuerzas no puede producir jamás una interrupción de la acción,
porque una tal suspensión supondría necesariamente la minoración de iniciativa del que
tenga el propósito positivo, es decir, el atacante.
Pero de concebir un equilibrio en el que quien asume la finalidad positiva, y por tanto
el motivo más poderoso, es al mismo tiempo quien dispone de menor número de fuerzas,
de manera que la ecuación surgiría del producto de las fuerzas y de los motivos, aun así
tendríamos que afirmar que si no se vislumbra un cambio en este estado de equilibrio,
ambos bandos tienen que firmar la paz. Pero de vislumbrar un cambio, éste redundaría en
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favor de uno de los bandos solamente y, por la misma razón, el otro se vería obligado a
actuar. Constatamos, por tanto, que la idea de un equilibrio no puede justificar una
suspensión de las hostilidades, pero sirve para fundamentar la espera de un momento más
favorable. Por ejemplo, supongamos que uno de los dos estados oponentes tiene un
propósito positivo, o sea, el de conquistar un territorio del adversario que podría ser
usado como moneda de cambio en la negociación de la paz. Lograda esa conquista, se ha
alcanzado el objetivo político; la acción ya no resulta necesaria y cabe tomarse un
descanso. Si el oponente acepta el resultado, deberá firmar la paz; en caso contrario, debe
actuar. Si en ese momento cree que en un período de tiempo determinado se encontrará
en mejores condiciones para hacerlo, entonces cuenta con razones suficientes como para
posponer su acción.
Pero desde ese momento, la necesidad de actuar parece por lógica recaer en su
oponente, a fin de no darle tiempo al que se halla en desventaja para que se prepare para
la acción. Todo ello, por descontado, en el supuesto de que tanto uno como otro bando
tengan un conocimiento cabal de las circunstancias.

14. La acción militar tendría de este modo una continuidad que de nuevo
impulsaría todo hacia una situación extrema

Si la acción militar estuviera realmente dotada de esa continuidad, todo sería


empujado de nuevo hacia el caso extremo. Porque, además de que tal actividad sostenida
enconaría aún más los sentimientos e impregnaría al todo de un mayor apasionamiento y
un mayor grado de fuerza elemental, también haría surgir, en la continuidad de la acción,
un encadenamiento aún más fuerte de acontecimientos y una conexión causal más conse-
cuente entre ellos. En consecuencia, cada acción llegaría a ser más importante y, por lo
tanto, más peligrosa.
Pero la experiencia nos dice que la acción militar rara vez, o nunca, presenta esta
continuidad, y que en muchas guerras la acción asume la menor parte del tiempo,
mientras que la inactividad ocupa el resto. Esto quizá no siempre constituya una ano-
malía. La suspensión de la acción militar debe ser posible, es decir, no implica una
contradicción. Que esto es así y por qué ocurre así, lo mostraremos a continuación.

15. Surge aquí por tanto la evidencia de un principio de polaridad

Al suponer que los intereses de uno de los que ejercen la jefatura son siempre
diametralmente opuestos a los del otro, dejamos sentada la existencia de una verdadera
polaridad. Más adelante dedicaremos todo un capítulo a este principio, pero mientras
tanto nos parece oportuno hacer una observación con referencia a ello.
El principio de polaridad sólo es válido si, como tal, es la misma cosa, en la que lo
positivo y su contrario, lo negativo, se destruyen mutuamente. En una batalla, cada uno
de los bandos oponentes desea vencer, lo que constituye una verdadera polaridad, porque
la victoria del uno resulta la derrota del otro. Pero si nos referimos a dos cosas diferentes
entre las que exista una relación común objetiva, no serán las cosas, sino sus relaciones,
las que posean polaridad.
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16. El ataque y la defensa son cosas de clase distinta y de fuerza desigual. Debido
a ello no pueden ser objeto de polaridad

Si sólo existiera una forma de guerra, digamos la que corresponde al ataque del
enemigo, no habría defensa; ello es tanto como decir que si hubiera de distinguirse al
ataque de la defensa sólo por el motivo positivo que el uno posee y del que la otra carece,
si los métodos de lucha fueran siempre invariablemente los mismos, en tal empeño,
cualquier ventaja de un bando tendría que representar una desventaja equivalente para el
otro, existiendo entonces una verdadera polaridad.
Pero la acción militar adopta dos formas distintas, la de ataque y la de defensa, que
son muy diferentes y de fuerza desigual, como mostraremos más adelante con detalle. La
polaridad reside, pues, en que ambos bandos guardan una relación, como es la decisión,
pero no en el ataque o en la defensa mismos. Si uno de los comandantes en jefe deseara
posponer la decisión, el otro debería desear acelerarla, pero, por supuesto, solamente en
la misma forma de conflicto. Si a A le interesara no atacar a su oponente inmediatamente,
sino cuatro semanas más tarde, el interés de B se centraría en ser atacado inmediatamente
y no cuatro semanas más tarde. Se trata de una oposición directa; pero no se desprende
necesariamente de ello que a B le beneficie atacar a A de inmediato. Evidentemente, es
algo muy distinto.

17. El efecto de la polaridad es anulado a menudo por la superioridad que


muestra la defensa sobre el ataque. Ello explica la suspensión de la acción militar

Si la forma de defensa se muestra más fuerte que la de ataque, como vamos a


demostrar, se plantea la cuestión de saber si la ventaja de una decisión diferida es tan
grande para el bando que se apresta a atacar como la de la defensa lo es para el otro.
Cuando no lo es, no puede esa ventaja, mediante su contrario, superar éste e influir de ese
modo en el curso de la acción militar. Comprobamos, por lo tanto, que la fuerza
impulsiva inherente a la polaridad de intereses puede ser anulada por la diferencia
existente entre la fuerza del ataque y la de la defensa, y dejar así de tener eficacia.
Por lo tanto, si el bando para el cual el momento presente es favorable se muestra
demasiado débil hasta el punto de renunciar a la ventaja de permanecer a la defensiva,
debe resignar se a afrontar un futuro menos favorable. Porque puede ser mejor librar un
combate defensivo en un futuro desfavorable que uno defensivo en el momento presente,
o que entablar la paz. Al estar convencidos de que la superioridad de la defensa (correcta-
mente entendida) es muy grande, mucho más de lo que al pronto podría parecer, se
explica la notable proporción que ocupan en la guerra los períodos carentes de acción, sin
que esto implique necesariamente una contradicción. Cuanto más débiles sean los
motivos para la acción, tanto más serán neutralizados por esa diferencia entre el ataque y
la defensa. Por lo tanto, la acción militar será impulsada con harta frecuencia a una pausa,
que es en realidad lo que nos muestra la experiencia.

18. Una segunda causa reside en el conocimiento imperfecto de la situación


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Todavía existe otra causa que puede suspender la acción militar, y es la del
conocimiento imperfecto de la situación. Cada comandante en jefe sólo tiene un
conocimiento personal exacto de su propia posición y no conoce la de su adversario más
que por informes inciertos. Puede cometer errores de interpretación y, como
consecuencia de ello, puede llegar a creer que la iniciativa corresponde a su oponente,
cuando en realidad le corresponde a él mismo. Esta merma de conocimientos podría, en
verdad, dar lugar tanto a acciones inoportunas como a inoportunas inacciones, y
contribuir por sí misma a causar tanto retrasos como aceleramientos en la acción militar.
Pero siempre deberá ser considerada como una de las causas naturales que, sin que im-
plique una contradicción subjetiva, puede llevar a la acción militar a un estancamiento.
Así como consideramos, sin embargo, que por lo general nos sentimos más inclinados e
inducidos a deducir que la fuerza de nuestro oponente es demasiado grande antes que
demasiado pequeña, ya que hacerlo así es propio de la naturaleza humana, tendremos que
admitir también que el conocimiento imperfecto de la situación en general deberá contri-
buir sensiblemente a detener la acción militar y a perturbar los principios en que se basa
su dirección.
La posibilidad de una pausa introduce una nueva reducción en la acción militar,
diluyéndola, por así decir, en el factor tiempo, lo que corta el avance del peligro y
aumenta la capacidad de restablecer el equilibrio de fuerzas. Cuanto más grandes sean las
tensiones que han determinado la explosión de la guerra y cuanto mayor sea, en
consecuencia, la energía que se imprime a esta última, más breves serán los períodos de
inacción; cuanto más débil sea el sentimiento hostil, más largos serán aquéllos. En efecto,
los motivos más poderosos acrecientan nuestra fuerza de voluntad y ésta, como se sabe,
constituye siempre un factor, un producto de nuestras fuerzas.

19. Los períodos frecuentes de inacción alejan aún más a la guerra del ámbito de
la teoría absoluta y la convierten todavía más en un cálculo de probabilidades
Cuanto mayor sea la lentitud con que se desarrolle la acción militar y cuanto más
largos y frecuentes sean los períodos de inacción, tanto más fácilmente se podrá rectificar
un error. El comandante en jefe se aventurará a ampliar sus suposiciones y al propio
tiempo se mantendrá con mayor holgura por debajo del punto extremo que preconiza la
teoría, y basará todas sus deducciones en la probabilidad y la conjetura. En consecuencia,
el curso más o menos pausado de la acción militar dejará más o menos tiempo para
aquello que la naturaleza de la situación concreta reclame por sí misma, es decir, un
cálculo de probabilidades acorde con las circunstancias que concurran en el caso.

20. El azar es el único elemento que falta para hacer de la guerra un juego, y es
de este elemento del que menos carece

Lo que se ha expuesto hasta aquí nos ha mostrado cómo la naturaleza objetiva de la


guerra hace de ella un cálculo de probabilidades. Ahora sólo se requiere un elemento más
para considerarla como un juego, y ciertamente ese elemento no le falta en absoluto: es el
azar. Ninguna actividad humana guarda una relación más universal y constante con el
azar como la guerra. El azar, juntamente con lo accidental y la buena suerte, desempeña
un gran papel en la guerra.
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21. Tanto por su naturaleza subjetiva como por su naturaleza objetiva, la guerra
se convierte en un juego

Si reparamos ahora en la naturaleza subjetiva de la guerra, o sea, en las fuerzas


necesarias para llevarla a cabo, se nos mostrará todavía más como un juego. El elemento
dentro del cual se mueve la acción bélica es el peligro; pero ¿cuál es, en el peligro, la
cualidad moral que predomina? El valor. Este es por cierto compatible con el cálculo
prudente, pero el valor y el cálculo son distintos por naturaleza y pertenecen a ámbitos
dispares del espíritu. Por otro lado, la osadía, la confianza en la buena fortuna, la
intrepidez y la temeridad son todas manifestaciones del valor, y tales esfuerzos del
espíritu tienden hacia lo accidental, porque es su propio elemento.
Vemos, pues, que, desde el principio, el factor absoluto, el llamado matemático, no
cuenta con ninguna base segura en los cálculos del arte de la guerra. De entrada nos
hallamos ante un juego de posibilidades y de probabilidades, de buena y de mala suerte,
que hace acto de presencia en todos los hilos, grandes o pequeños, de su trama y es el
responsable de que, de todas las ramas de la actividad humana, sea la guerra la que más
se parece a un juego de cartas.

22. Cómo esto concuerda mejor, en general, con el espíritu humano

Aunque nuestro entendimiento se siente por lo general inclinado a asentarse en la


certeza y la claridad, nuestro espíritu es preso a menudo de la incertidumbre. En lugar de
abrirse camino de la mano de la inteligencia por el estrecho sendero de la investigación
filosófica y de la deducción lógica, prefiere moverse con lentitud, con la imaginación
puesta en el dominio del azar y de la suerte, a fin de llegar, casi de modo inconsciente, a
un terreno donde se siente extraño y donde todos los objetos que le son familiares
parecen abandonarlo. En lugar de sentirse aprisionado, como en el primer caso, por la
necesidad elemental, goza ahora de toda una gama de posibilidades. Extasiado, el valor
alza el vuelo, y la osadía y el peligro se convierten en el elemento al que aquél se
precipita, del mismo modo que un nadador audaz se arroja a la corriente.
¿Tiene la teoría que abandonar aquí ese punto y seguir satisfecha hasta establecer
reglas y conclusiones absolutas? Si es así no tiene una aplicación práctica. La teoría debe
tener en cuenta el elemento humano y destinar el lugar que les corresponde al valor, al
arrojo e incluso a la temeridad. El arte de la guerra tiene que vérselas con fuerzas vivas y
morales, de donde se deriva que lo absoluto y lo seguro le resultan inaccesibles; siempre
queda un margen para lo accidental, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. Así
como por un lado aparece ese elemento accidental, por el otro el valor y la confianza en
uno mismo deben hacer acto de presencia y llenar el hueco abierto. Cuanto mayor sea el
valor y la confianza en uno mismo, más grande será el margen que cabe dejar para lo
accidental. Por lo tanto, el valor y la confianza en uno mismo son elementos
absolutamente esenciales para la guerra. Y en consecuencia, la teoría sólo debe formular
aquellas reglas que ofrezcan un libre campo de acción para esas virtudes militares más
necesarias y esclarecidas, en todos sus grados y variaciones. Hasta en la osadía hay
sabiduría y prudencia, pero su apreciación responde a una escala diferente de valores.
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23. La guerra sigue siendo todavía un medio serio para alcanzar un objetivo
serio

Así es la guerra, así el jefe que la dirige y así la teoría que le atañe. Pero la guerra no
constituye un pasatiempo, ni una simple pasión por la osadía y el triunfo, ni el fruto de un
entusiasmo sin límites; es un medio serio para alcanzar un fin serio. Todo el encanto del
azar que exhibe, todos los estremecimientos de pasión, valor, imaginación y entusiasmo
que acumula, son tan sólo propiedades particulares de ese medio.
La guerra entablada por una comunidad ––la guerra entre naciones enteras––, y
particularmente entre naciones civilizadas, surge siempre de una circunstancia política, y
no tiene su manifestación más que por un motivo político. Es, pues, un acto político.
Ahora bien, si en sí misma fuera un acto completo e inalterable, una manifestación
absoluta de violencia, como hubo que deducir considerándola en su concepción pura, en
cuanto se pusiera de manifiesto por medio de la política ocuparía el lugar de ésta y, como
algo completamente independiente de ella, la descartaría y sólo se regiría por sus propias
leyes. Algo parecido a lo que ocurre cuando se acciona una mina y no puede variarse su
rumbo hacia otra dirección como no sea la marcada en el ajuste previo. Hasta ahora,
también en la práctica esto ha sido considerado de esta forma, siempre que la carencia de
armonía entre la política y la conducción de la guerra ha llevado a distinciones teóricas de
esta naturaleza. Pero tal idea es básicamente falsa. Como hemos visto, la guerra, en el
mundo real, no es un acto extremo que libera su tensión mediante una sola descarga; es
una acción de fuerzas que no se desarrollan en todos los casos de la misma forma y en la
misma proporción, pero que en un momento preciso llegan a un extremo suficiente como
para vencer la resistencia que les oponen la inercia y la fricción, mientras que a la par son
demasiado débiles para producir efecto alguno. La guerra constituye, por así decir, un
embate regular de violencia, de mayor o menor intensidad y vehemencia, y que, a conse-
cuencia de ello, libera las tensiones y agota las fuerzas de una forma más o menos rápida
o, en otras palabras, conduce al objetivo propuesto con mayor o menor rapidez. Pero
siempre tiene una duración suficiente como para ejercer, durante su transcurso, una
influencia sobre ese objetivo, de modo que puede hacerlo cambiar en uno u otro sentido.
En definitiva, puede durar lo suficiente como para estar sujeta a la voluntad de una
inteligencia directora. Si es cierto que la guerra tiene su origen en un objetivo político,
resulta que ese primer motivo, que es el que la promueve, constituye, de modo natural, la
primera y más importante de las consideraciones que deben ser tenidas en cuenta en la
conducción de la guerra. Pero el objetivo político no se convierte, por ello, en una regla
despótica. Debe adaptarse a la naturaleza de los medios a su disposición, y, de ese modo,
cambiará a menudo por completo. Pero siempre deberá ser considerado en primer
término. La política, por lo tanto, asumirá un papel en la acción total de la guerra, y
ejercerá una influencia continua sobre ella, hasta donde lo permita la naturaleza de las
fuerzas explosivas que contiene.

24. La guerra es una mera continuación de la política por otros medios

Vemos, pues, que la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un


verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización
de ésta por otros medios. Lo que resta de peculiar en la guerra guarda relación con el
carácter igualmente peculiar de los medios que utiliza. El arte de la guerra en general, y el
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jefe que la conduce en cada caso particular, pueden determinar que las tendencias y los
planes políticos no encierren ninguna compatibilidad con estos medios. Esta exigencia no
resulta baladí; pero, por más que se imponga poderosamente en casos particulares sobre
los designios políticos, debe considerársela siempre sólo como una modificación de esos
designios, ya que el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra constituye el
medio, y nunca el medio cabe ser pensado como desposeído de objetivo.

25. Naturaleza diversa de las guerras

Cuanto más intensos y poderosos sean los motivos y las tensiones que justifiquen la
guerra, más estrecha relación guardará ésta con su concepción abstracta. Cuanto más
encaminada se halle en la destrucción del enemigo, tanto más coincidirán el propósito
militar y el objetivo político, y la guerra aparecerá más como puramente militar y menos
como política. Pero cuanto más débiles sean las motivaciones y las tensiones, la
tendencia natural del elemento militar, o sea la tendencia a la violencia, coincidirá menos
con las directrices políticas; por tanto, cuanto más se aparte la guerra de su trascendencia
natural, mayor será la diferencia que separa el objetivo político del propósito de una gue-
rra ideal, y mayor apariencia tendrá la guerra de ser política.
Pero con el fin de impedir que el lector llegue a conclusiones erróneas, es preciso
hacer notar que por esa tendencia natural de la guerra entendemos solamente la tendencia
filosófica, estrictamente lógica, y de ningún modo la de las fuerzas que realmente
intervienen en el conflicto, hasta el punto de que, por ejemplo, deberíamos incluir todas
las emociones y pasiones de los combatientes. Es cierto que éstas pueden, en muchos
casos, ser avivadas hasta tal extremo que sólo con dificultad cabrá mantenerlas reducidas
al campo político; pero por lo general no se plantea esta contradicción, porque la
existencia de emociones tan fuertes implica también la elaboración de un gran plan que
las englobe. Si este plan se dirige tan sólo hacia un objetivo vano, la agitación emotiva de
las masas será tan débil, que en todo caso necesitará ser alentada antes que contenida.

26. Todas las guerras tienen que ser consideradas como actos políticos

En relación con nuestro tema principal, podemos apreciar que, si bien es verdad que
en cierta clase de guerras la política parece haber desaparecido por completo, mientras
que en otras aparece de forma bien definida, cabe afirmar, sin embargo, que unas son tan
políticas como las otras. Efectivamente, si consideramos la política como la inteligencia
del Estado personificado, entre las combinaciones de circunstancias que deben ser tenidas
en cuenta en los cálculos debemos incluir aquella en que la naturaleza de las
circunstancias provoca una guerra de la primera clase. Pero si el término política no es
entendido como un conocimiento amplio de la situación, sino como la idea convencional
de una añagaza cautelosa, astuta y hasta deshonesta, contraria a la violencia, es en este
caso cuando el último tipo de guerra correspondería, más que el primero, a la política.

27. Consecuencias de este punto de vista para la comprensión de la historia de la


guerra y para los fundamentos de la teoría
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En primer lugar vemos, pues, que en toda circunstancia tiene que considerarse a la
guerra no como algo independiente, sino como un instrumento político. Tan sólo si
adoptamos este punto de vista podremos evitar caer en contradicción con toda la historia
de la guerra y hacer una apreciación inteligente de su totalidad. En segundo lugar, este
mismo punto de vista nos muestra cómo pueden variar las guerras de acuerdo con la
naturaleza de las motivaciones y de las circunstancias de las cuales aquéllas surgen.
El primer acto de discernimiento, el mayor y el más decisivo que llevan a cabo un
estadista y un jefe militar, es el de establecer correctamente la clase de guerra en la que
están empeña dos y no tomarla o convertirla en algo diferente de lo que dicte la
naturaleza de las circunstancias. Este es, por lo tanto, el primero y el más amplio de todos
los problemas estratégicos. Más adelante, en el capítulo referente a la planificación de la
guerra, procederemos a examinarlo con mayor detención.
Contentémonos por ahora con haber expuesto el tema y establecido, al hacerlo, el
punto de vista principal desde el cual deben ser examinadas tanto la guerra como su
teoría.
28. Conclusión para la teoría
La guerra no es, pues, no sólo un verdadero camaleón, por el hecho de que en cada
caso concreto cambia de carácter, sino que constituye también una singular trinidad, si se
la considera como un todo, en relación con las tendencias que predominan en ella. Esta
trinidad está integrada tanto por el odio, la enemistad y la violencia primigenia de su
esencia, elementos que deben ser considerados como un ciego impulso natural, como por
el juego del azar y de las probabilidades, que hacen de ella una actividad desprovista de
emociones, y por el carácter subordinado de instrumento político, que la inducen a
pertenecer al ámbito del mero entendimiento.
El primero de estos tres aspectos interesa especialmente al pueblo; el segundo, al
comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las pasiones que
deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el
alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades
del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos
políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno.
Estas tres tendencias, que se ponen de manifiesto al igual que lo hacen muchas
diferentes legislaciones, se asientan profundamente en la naturaleza de la cuestión y, al
mismo tiempo, varían en magnitud. Una teoría que rehuyera tomar en cuenta cualquiera
de ellas o fijara una relación arbitraria entre ellas incurriría en tal contradicción con la
realidad que por este solo hecho debería ser considerada como nula.
El problema consiste, pues, en mantener a la teoría en equilibrio entre estas tres
tendencias, como si fueran éstas tres polos de atracción.
En el libro que trata sobre la teoría de la guerra nos proponemos investigar la manera
de resolver tal problema del modo más concluyente. Esa definición del concepto de la
guerra se convierte para nosotros en el primer rayo de luz que ilumina los fundamentos
de la teoría, que evidenciará por vez primera sus rasgos principales y nos permitirá
distinguirlos.
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

Capítulo II

EL FIN Y LOS MEDIOS EN LA GUERRA

Al haber determinado en el capítulo anterior la naturaleza compleja y variable de la


guerra, corresponde ahora considerar qué influencia ejerce ésta sobre el fin y los medios
de la guerra.
De inquirir, en primer término, cuál es el propósito hacia el cual debe encaminarse la
guerra total, de modo que sea el medio adecuado para alcanzar el objetivo político, nos
encontramos con que aquél es tan variable como lo son el objetivo político y las
circunstancias particulares de la guerra.
De comenzar ateniéndonos, una vez más estrictamente, a la teoría pura de la guerra,
estamos obligados a decir que el objetivo político debe ser situado realmente fuera de la
esfera de la guerra. En efecto, siendo la guerra un acto de violencia para obligar al
enemigo a acatar nuestra voluntad, entonces, en cada caso, todo dependerá sólo y
necesariamente de derrotar al enemigo, es decir, de desarmarlo. Este objetivo, que se
deduce de la teoría pura, pero que cuenta en realidad con muchos casos similares, será
examinado ante todo a la luz de esa realidad.
Más adelante, cuando consideremos la planificación de una guerra, abordaremos con
mayor detención lo que significa desarmar a un estado; pero ahora tenemos que
diferenciar en principio tres cosas que, como tres objetos generales, incluyen todo lo
demás: son las fuerzas militares, el territorio y la voluntad del enemigo.
Las fuerzas militares tienen que ser destruidas, es decir, deben ser situadas en un
estado tal que no puedan continuar la lucha. Aprovechamos la ocasión para aclarar que la
expresión «destrucción de las fuerzas militares del enemigo» debe ser siempre
interpretada únicamente en este sentido.
El territorio debe ser conquistado, porque de un país pueden extraerse siempre
nuevas fuerzas militares.
Pero, a pesar de que se hayan producido estas dos cosas, la guerra, es decir, la tensión
hostil y el efecto de las fuerzas hostiles, no puede considerarse como finalizada hasta que
la voluntad del enemigo no haya sido sometida. Es decir, hasta que el gobierno y sus
aliados hayan sido impelidos a firmar la paz, o hasta que la población haya sido sometida.
En efecto, aunque se cuente con una posesión completa del país, el conflicto puede
estallar nuevamente en el interior o mediante la ayuda de los aliados. Sin duda esto puede
suceder también después de firmada la paz, pero ello demostrará tan sólo que no todas las
guerras admiten una decisión y una componenda completas. Incluso en este caso, la firma
de la paz extingue siempre, por su mera eclosión, una serie de chispas que pueden haber
permanecido ocultas, y las tensiones se aflojan porque el ánimo de aquellos que se
sienten abocados a la paz, de los que siempre abundan en todas las naciones y en todas
las circunstancias, se aparta por completo de la idea de resistencia. Sea como fuere, hay
que considerar siempre que con la paz se llega a un fin, y que con ella la guerra finaliza.
De los tres puntos que hemos enumerado, las fuerzas militares son las destinadas a la
defensa del país. El orden natural marca que son ellas las que deben ser destruidas
primero; luego habrá que conquistar el territorio, y, como resultado de estos dos triunfos
y de la fuerza que entonces se posea, el enemigo será impelido a firmar la paz. Por lo
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

general, la destrucción de las fuerzas militares del adversario se produce de manera


gradual y es sucedida de inmediato por la conquista del país en una medida pertinente.
Estos dos hechos reaccionan por lo común uno respecto del otro, ya que la pérdida de
territorio contribuye a debilitar a las fuerzas militares. Pero este orden no es en absoluto
indispensable y no siempre ocurre así. Las fuerzas enemigas, incluso antes de haber sido
debilitadas de modo notable, pueden retroceder al extremo opuesto del país, o bien
penetrar en territorio extranjero. Cuando esto ocurre, por tanto, una gran parte, o incluso
todo el país, puede ser conquistado.
El desarme del enemigo, como objetivo de la guerra considerado en abstracto, y
último medio de alcanzar el objetivo político, en el cual deben englobarse todos los
demás, de ningún modo se produce siempre en la práctica, ni es condición necesaria para
la paz. De ninguna forma, por lo tanto, se le puede teóricamente dar la categoría de ley.
Existen un sinnúmero de tratados de paz que fueron concluidos antes de que cualquiera
de los dos bandos pudiera considerarse desarmado, e incluso antes de que el equilibrio de
fuerzas hubiese sido alterado de forma más o menos evidente. E incluso la observación
de los casos reales nos induce a admitir que en toda una serie de ellos, especialmente en
los que las fuerzas del enemigo son evidentemente más fuertes, la derrota comportaría un
juego vano de ideas.
La razón por la cual el objetivo de la guerra, según la teoría, no siempre concuerda
con la guerra real, reside en la diferencia existente entre ambos, a la cual nos hemos
referido en el capítulo anterior. Según la teoría pura, una guerra entre Estados de fuerza
desigual evidente quedaría abocada a un absurdo y, en consecuencia, no sería posible. La
desigualdad en la fuerza física no tendría que ser mayor, todo lo más, que lo neutralizable
por la fuerza moral, y esto no significaría mucho en Europa, en nuestra situación social
actual. Por lo tanto, si es un hecho probado que ciertas guerras se producen entre estados
de poderío desigual, esto se debe a que, en la realidad, la guerra tiende a alejarse en gran
medida de nuestra concepción teórica original.
Existen dos motivos que inducen a firmar la paz, susceptibles, en la práctica, de
substituir la imposibilidad de ofrecer mayor resistencia: el primero es lo aleatorio que
pueda resultar el éxito y el segundo, el precio excesivo que haya que pagar por él.
Como se ha explicado en el capítulo anterior, la guerra tiene que verse libre, desde el
principio hasta el fin, de la ley estricta de la necesidad interna, y someterse al cálculo de
probabilidades. Ello será tanto más evidente cuanto más se adapte a las circunstancias de
las que ha surgido, o sea, mientras menos entidad tengan los motivos para ello y para las
tensiones existentes. Siendo así, cabe perfectamente concebir que incluso el motivo para
firmar la paz puede surgir de un cálculo de probabilidades. En la guerra no es necesario,
por lo tanto, luchar hasta que uno de los bandos sea derrotado, y cabe suponer que,
cuando las motivaciones y las tensiones son débiles, una ligera probabilidad, apenas
perceptible, es suficiente como para hacer que el bando que se halla en desventaja ceda
en sus propósitos.
En caso de que el otro bando estuviera convencido de antemano de ello, entra en la
lógica que se esforzaría tan sólo en inclinar tal probabilidad a su favor, en lugar de
preocuparse por obtener la derrota completa del adversario.
La consideración del gasto de fuerzas que se haya hecho y del que todavía se requiera
influirá también en la decisión de firmar la paz. No siendo la guerra un acto de pasión
ciega, sino que está dominada por el objetivo político, la entidad y la importancia de ese
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objetivo determinan la medida de los sacrificios que hay que realizar para obtenerlo. Lo
cual se refiere no solamente al alcance de esos sacrificios, sino también a su duración.
En consecuencia, tan pronto como el gasto de fuerzas sea tan grande que el objetivo
político no lo compense, ese objetivo tenderá a ser abandonado y el resultado lógico será
la paz.
Vemos, pues, que en las guerras en las que un bando no puede desarmar
completamente al otro, los motivos para la paz emergerán y desaparecerán en ambos
frentes a tenor de las probabilidades de ulteriores éxitos y del gasto de fuerzas que se re-
quiera. Si los motivos son igualmente fuertes en ambos bandos, se harán patentes en
medio de sus diferencias políticas. Lo que ganarán en fuerza en un lado lo perderán en el
otro. Cuando la suma de su adición sea suficiente, el resultado será la paz, pero, como es
lógico, con ventaja para el bando cuyos motivos sean más débiles.
A estas alturas, pasamos adrede por alto la diferencia que indefectiblemente debe
originar en la práctica el carácter positivo o negativo del objetivo político. Si bien ello
asume la mayor importancia, como mostraremos más adelante, aquí tenemos que
atenernos a una consideración más general, porque las intenciones políticas originales
varían mucho en el transcurso de la guerra y al final pueden ser totalmente diferentes,
precisamente porque están condicionadas en parte por los éxitos que se obtienen y
sujetas por otra a los resultados aleatorios.
Surge ahora el problema de cómo se puede influir sobre la probabilidad de éxito. En
primer lugar, se puede conseguir, como es lógico, utilizando los mismos medios
aplicados para derrotar al enemigo, es decir, la destrucción de sus fuerzas militares y la
conquista de su territorio, si bien ninguno de ellos sería igual a este respecto como
cuando se utilizaran con este objetivo. El ataque a las fuerzas enemigas será algo muy
distinto si tratamos de reforzar el primer golpe con una sucesión de otros hasta alcanzar la
total destrucción, o bien si nos contentamos con una victoria destinada tan sólo a
quebrantar el sentimiento de seguridad del enemigo, haciéndole percibir nuestra
superioridad y suscitando así la desconfianza en su futuro. Si esta es nuestra intención,
proseguiremos con la destrucción de las fuerzas enemigas solamente hasta donde sea
necesario para el logro de ese propósito. De manera análoga, la conquista de territorio
enemigo resultará una medida diferente, y el objetivo no consistirá en derrotar al
adversario. Si tal fuera nuestro objetivo, la destrucción de las fuerzas enemigas sería una
acción realmente efectiva y la apropiación de sus territorios sería mera consecuencia de
ello. El hecho de apoderarse de esos territorios antes de que las fuerzas contrarias hayan
sido desmembradas tiene que ser siempre considerado sólo como un mal necesario. Por
otro lado, si nuestro propósito no fuera el de derrotar por completo a las fuerzas enemigas
y si tenemos la convicción de que el enemigo no busca, sino que incluso teme llevar la
lucha a un terreno sangriento, el hecho de apoderarse de una parte de su territorio, parcial
o completamente desguarnecido, constituirá en sí mismo una ventaja. Y si esta ventaja es
suficientemente grande como para que el enemigo desconfíe del resultado final, habrá
que considerar entonces ésta como una vía más corta hacia la paz.
Veamos ahora otros medios especiales de influir sobre la probabilidad de éxito sin
recurrir a la derrota de las fuerzas enemigas, es decir, aquellas actividades que surten
efecto inmediato sobre la política. Si es posible realizar acciones tendentes a desbaratar
las alianzas del enemigo o volverlas ineficaces, a atraer nuevos aliados a nuestro bando, a
estimular las actividades políticas en nuestro favor, y otras parecidas, resultará fácil
concebir entonces que tales actividades pueden acrecentar la probabilidad de éxito y
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convertirse en una vía mucho más corta para el logro de nuestro objetivo que el que
puede implicar la derrota de las fuerzas enemigas.
La segunda cuestión es cómo influir sobre el desgaste de esas fuerzas del enemigo, o
sea, cómo hacer más costoso el precio de sus éxitos. El desgaste de las fuerzas enemigas
reside en la merma de su poder, o sea, en su destrucción, así como en la pérdida de
territorio, por lo tanto, en su conquista por nuestra parte.
Un examen más preciso pondrá de nuevo en evidencia que el significado de cada uno
de estos términos tiende a variar, y que cada operación difiere en su carácter según el
objetivo que tenga en perspectiva. Aunque estas diferencias sean por regla general
nimias, ello no debe ser motivo de asombro, ya que en la práctica, cuando los motivos
carecen de fuerza, resulta a menudo que los matices diferenciales más insignificantes son
decisivos a la hora de escoger tal o cual método de aplicar la fuerza. Por ahora sólo nos
interesa mostrar que, bajo ciertas condiciones, existen otras vías posibles para alcanzar
nuestro objetivo, no siendo ni contradictorias, ni absurdas, y ni siquiera erróneas.
Además de aquellos dos medios, se pueden también llevar a cabo tres maneras
especiales de acrecentar en forma directa el desgaste del enemigo. En primer término
aludiremos a la invasión, es decir, la ocupación del territorio enemigo, no con el pro-
pósito de permanecer en él, sino para exigir una contribución sobre él o para devastarlo.
El objetivo inmediato no es aquí ni la conquista del territorio enemigo ni la derrota de sus
fuerzas, sino solamente el de causarle daño en un sentido general. La segunda vía es la
que dirige nuestra acción con preferencia hacia allí donde cabe causar mayores daños al
adversario. Nada resulta más fácil que concebir dos direcciones distintas en las que
pueden ser empleadas nuestras fuerzas, la primera de las cuales debe ser preferida si
nuestro objetivo es derrotar al enemigo, mientras que la otra es más ventajosa si no
constituye esa nuestra intención. A tenor de nuestro modo de expresarnos, la primera
sería considerada como la forma más militar, mientras que la segunda sería la más
política. Pero, desde un punto de vista más elevado, ambas son igualmente militares, y
cada una resultará efectiva si se adapta a las condiciones presentes. La tercera vía, sin
duda en mayor grado la más importante, debido al gran número de casos en que se aplica,
es el desgaste del enemigo. Elegimos esta expresión, no sólo para dar con ella una
definición verbal, sino porque la representa exactamente, y no es tan figurada como de
pronto parece. La idea de desgaste en una lucha implica un agotamiento gradual del
poder físico y de la voluntad del adversario por la prolongada continuidad de acción.
Ahora bien, si por nuestra parte queremos sobrevivir al enemigo en esa continuidad
de la lucha, debemos limitarnos a fijar objetivos lo más modestos posibles, porque es
evidente que un objetivo de altos vuelos exige un gasto de fuerzas mayor que uno
pequeño. El objetivo más modesto que podemos plantearnos, empero, es la resistencia
pura, es decir, una lucha sin ninguna intención positiva. En este caso, por tanto, nuestros
medios serán utilizados casi al máximo y la seguridad de éxito será mayor. ¿Hasta que
punto es posible perseverar en este modo negativo de actuar? Evidentemente, no hasta
llegar a la pasividad absoluta, porque un simple aguante cesaría de ser un combate; pero
la resistencia es algo activo, y mediante ella es posible que la destrucción causada surta
efecto, hasta el punto de lograr que el enemigo abandone su intento. Este será nuestro
único propósito en cada caso aislado, y en ello residirá, en rigor, el carácter negativo de
nuestra intención.
Sin duda la intención negativa, en su acción aislada, no tiene la misma eficacia que
una acción positiva realizada en el mismo sentido, siempre, por descontado, que esta
última sea victoriosa; pero precisamente la diferencia en su favor es la de lograr el éxito
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

con mayor facilidad que la positiva, y, en consecuencia, ofrecer mayor seguridad. Lo que
pierde en eficacia en su acción aislada puede ser recuperado con el tiempo, esto es, con la
continuidad de la lucha; por tanto, esa intención negativa, que constituye la esencia de la
resistencia pura, es también el medio natural de sobrevivir al enemigo en la continuación
de la lucha, o sea, de rendirlo por cansancio.
En ello reside el origen de la diferencia entre ofensiva y defensiva, tema dominante en
todo el ámbito de la guerra. Sin embargo, en su análisis no cabe ir aquí más allá de la
observación de que esa intención negativa encierra todas las ventajas y las formas más
potentes de combate que aparecen como propias de la defensiva, en las cuales queda
englobada esa ley filosófico––dinámica que establece una relación constante entre la
magnitud y la seguridad del éxito. Más adelante procederemos a resumir estas
consideraciones.
Por tanto, si la intención negativa, o sea, la concentración de todos los medios en una
resistencia pura, permite alcanzar una superioridad en el combate, y si esto resulta
suficiente para equilibrar cualquier ventaja que pueda haber adquirido el enemigo,
entonces la simple continuidad del combate será suficiente para conseguir, de forma
gradual, que la pérdida de fuerzas sufrida por el enemigo llegue a un punto en que su
objetivo político no tenga una adecuada compensación, y en este punto tenderá por tanto
a abandonar la lucha. Este método de agotar al enemigo es el que caracteriza el gran
número de casos en los que el más débil se impone ofrecer resistencia al más fuerte.
Federico el Grande nunca habría podido derrotar a la monarquía austríaca, en la
guerra de los Siete Años, y de haber intentado llevarlo a cabo a la manera de Carlos XII
habría termina do inevitablemente en el desastre; pero la inteligente destreza con la que
economizó sus fuerzas, durante siete años, hizo ver a las potencias aliadas que se le
oponían que el gasto de fuerzas que estaban realizando superaba en gran medida el nivel
que se habían fijado al comienzo, y firmaron la paz. Vemos, pues, que en la guerra existe
más de una vía para alcanzar nuestros objetivos; que en ello no siempre está
necesariamente implicada la derrota del enemigo; que la destrucción de las fuerzas del
adversario, la conquista de sus territorios, su simple ocupación, o invasión, las acciones
dirigidas directamente a afectar las relaciones políticas y, finalmente, la espera pasiva del
ataque enemigo, son todos ellos medios, cada uno en particular, que cabe utilizar para
doblegar la voluntad del adversario, de acuerdo con las circunstancias especiales que
concurren, al tiempo que nos permiten esperar más de uno que del otro. A ello todavía
cabe agregar toda una serie de objetivos, a modo de medios más breves de lograr nuestro
propósito, que podríamos denominar argumentos ad bominem. ¿En qué momento del
curso de la vida humana no dejan de aparecer estos destellos de personalidad, que
superan todas las circunstancias materiales? Y a buen seguro no pueden dejar de aparecer
en la guerra, donde la personalidad de los combatientes desempeña un papel tan
significativo, ya sea en los despachos como en el campo de batalla. Sólo nos limitamos a
señalarlo, pues nos parecería una pedantería tratar de clasificarlo. Con la inclusión de
éstos, puede afirmarse que la cantidad de vías que cabe emprender para alcanzar el
objetivo deseado se eleva al infinito.
Con el fin de no subestimar el valor que entrañan esas diversas vías más cortas para la
consecución de nuestros fines, ya sea por considerarlas simplemente como raras
excepciones, ya por sostener que los cambios que ocasionan en la dirección de la guerra
son insignificantes, sólo debemos tener en cuenta la diversidad de objetivos políticos que
pueden ser causa de una guerra, o medir la distancia que separa una lucha a muerte por la
existencia política, de una guerra en que una alianza forzada o dudosa la convierte en un
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deber desdeñable. En la práctica, entre ambas pueden existir un gran número de


gradaciones. Si rechazamos una de éstas, con el mismo derecho podemos rechazarlas
todas, es decir, podemos dejar de ver por completo el mundo real.
En general, tal es la sustancia del fin a perseguir en una guerra. Dediquemos ahora
nuestra atención a los medios. Uno solo es el que existe: es el combate. Cuales fueren las
diferencias que presente en su forma, cuan lejos se mantenga de la explosión de odio y de
animosidad propia del encuentro cuerpo a cuerpo, cualesquiera que sean los factores que
se le agreguen y que no sean en realidad formas del combate mismo, en la concepción de
la guerra resulta siempre implícito que todos los efectos que en ella puedan manifestarse
tienen su origen en el combate.
Que esto será siempre así, a pesar de la diversidad y complicación que ofrece la
realidad, es algo que puede ser probado por una vía muy sencilla. Todo cuanto ocurre en
la guerra, lo hace mediante las fuerzas militares; allí donde se emplea una fuerza, es
decir, hombres armados, la idea del combate tiene que prevalecer necesariamente por
encima de todo.
Por tanto, todo cuanto se relaciona con las fuerzas militares y, en consecuencia, todo
lo que pertenece a su creación, mantenimiento y empleo, es propio de la actividad de la
guerra.
La creación y el mantenimiento constituyen, evidentemente, sólo los medios,
mientras que el empleo corresponde al objetivo a perseguir.
En la guerra, el combate no es una lucha de individuos contra individuos, sino un
todo organizado que integran muchas partes. En este gran conjunto tienen que
diferenciarse unidades de dos tipos: una, la determinada por el sujeto, la otra, por el
objeto. En un ejército, las masas de combatientes constituyen siempre nuevas unidades,
cuyos miembros forman una ordenación superior. El combate que llevan a cabo cada uno
de esos miembros da lugar, en consecuencia, a unidades más o menos diferenciadas.
Además, el propósito del combate ––y por lo tanto, su objetivo–– convierte a éste en una
unidad.
Cada una de estas unidades que se diferencian en el combate se distinguen con el
nombre de un encuentro.
Siendo así que la idea de combate tiene como fundamento el empleo de fuerzas
armadas, entonces el empleo en general de estas fuerzas no es otra cosa que la
determinación y la ordenación de cierto número de encuentros.
De modo que toda actividad militar se refiere necesariamente a los encuentros, ya sea
en forma directa como indirecta. El soldado es reclutado, vestido, armado, adiestrado, se
le hace dormir, comer, beber y marchar, solamente para combatir en el lugar indicado y
en el momento oportuno.
En consecuencia, si todos los hilos de la actividad finalizan en el encuentro,
podremos también aferrarlos todos cuando dispongamos los preparativos de los
encuentros; los efectos provienen solamente de estos preparativos y de su ejecución, y
nunca proceden en forma directa de las condiciones que los han motivado. Ahora bien, en
el encuentro, toda actividad está dirigida a destruir al enemigo, o, más bien, de privarle de
su capacidad de luchar, ya que esto es inherente a su concepción. La destrucción de las
fuerzas contrarias constituye siempre, en consecuencia, el medio de alcanzar el objetivo
que busca el encuentro.
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Tal objetivo puede ser asimismo la simple destrucción de las fuerzas del enemigo;
pero esto no es, de ningún modo, necesario, y puede adoptar también una forma bastante
diferente. Ya que, por ejemplo, como hemos señalado, la derrota del enemigo no
constituye el único medio de alcanzar el objetivo político, pues hay otras cosas que
pueden conformar el objetivo de la guerra, se desprende de ello que esas cosas pueden
convertirse en objetivos de actos bélicos aislados, y, por tanto, en objetivos también de
esos encuentros.
Pero ni siquiera esos encuentros, que, como actos subordinados, están destinados, en
el estricto sentido de la palabra, a la derrota de las fuerzas enemigas, precisan tener como
objetivo inmediato la destrucción de éstas.
Si tomamos en consideración la compleja organización que entraña una gran fuerza
armada, y la cantidad de detalles que entran en acción en cuanto se la emplea,
percibiremos que el combate de una fuerza tal tiene que corresponder también a una
organización compleja, con partes subordinadas las unas a las otras y que actúan
correlativamente. Es posible que surja, y tiene que surgir, cierto número de objetivos
aislados que en sí mismos no persiguen la destrucción de las fuerzas del enemigo y, que,
aun cuando contribuyan sin duda a esa destrucción, no lo harán más que indirectamente.
Si, por ejemplo, se ordena a un batallón desalojar al enemigo de una cota o de un puente,
la ocupación de esa posición es, por norma, el objetivo real, y la destrucción del enemigo
apostado en ella será una cuestión de nivel secundario. El objetivo se alcanza de igual
manera si el enemigo puede ser desalojado mediante una simple escaramuza, pero esa co-
ta o ese puente serán ocupados únicamente con el propósito de causar más tarde una
destrucción mayor a las fuerzas del enemigo. Si así es como se presenta en el campo de
batalla, debe ocurrir en mayor medida en todo el ámbito de la guerra, en donde no se trata
solamente de la oposición de un ejército contra otro, sino de la pugna entre un estado, una
nación o un país contra otro. Entonces habrá que multiplicar notablemente el número de
relaciones posibles, y, en consecuencia, el de combinaciones. La diversidad de los
preparativos se verá aumentada y, por la misma graduación de los objetivos, cada uno
subordinado al otro, el medio original se alejará todavía más del objetivo final.
Es muy posible, por tanto, que, por muchas razones, el objetivo de un encuentro no se
ciña a la destrucción de las fuerzas enemigas o de aquéllas que se nos oponen
directamente, sino que esto se ofrezca sólo como un medio. En tales casos, no se tratará
de lograr una destrucción completa, puesto que el encuentro no será entonces más que
una prueba de fuerza. La destrucción no tiene valor en sí misma, sino por sus resultados,
es decir, por la decisión que entraña.
Pero en los casos en que las fuerzas sean muy desiguales, unas y otras pueden ser
medidas por simple cálculo. Entonces cabe que no haya encuentro, y la fuerza más débil
se dará inmediatamente por vencida.
Si el objetivo de un encuentro no busca siempre la destrucción de las fuerzas
enemigas en combate y si es posible alcanzar aquél sin que el encuentro se produzca, por
el simple cálculo de sus resultados y de las circunstancias que podrían llegar a concurrir,
será dado comprender cómo pueden emprenderse campañas enteras sin que en ellas
desempeñe el encuentro real un papel significativo.
Cientos de ejemplos en la historia, de la guerra demuestran que así puede ocurrir. No
nos detendremos a considerar cuántos han sido los casos en que se produjo una decisión
incruenta justificada, es decir, que no encerraron una contradicción manifiesta, y
dedicaremos nuestra atención a determinar si algunas de las imputaciones fundamentadas
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resisten la crítica, ya que todo cuanto nos interesa ahora es establecer la posibilidad de
que ocurra un semejante tipo de desarrollo bélico.
En la guerra se dispone de un solo medio: el encuentro. Pero este medio, debido a las
múltiples vías por las que puede ser empleado, nos conduce a esa diversidad de senderos
que da lugar a la multiplicidad de objetivos, hasta tal punto que parecería que no
hubiéramos ganado nada. Pero no es este el caso, ya que de esta unidad de medios
proviene un hilo que podemos observar en su recorrido por toda la trama de la actividad
bélica y que es la que la mantiene realmente unida.
Anteriormente hemos considerado la destrucción de las fuerzas enemigas como uno
de los objetivos que cabe buscar en la guerra; pero no hemos hablado de la importancia
que debe asignárseles en relación con los otros objetivos. En casos determinados, esto
dependerá de las circunstancias y es por un principio general por lo que hemos dejado sin
determinar su valor. Ahora nos referiremos de nuevo a este tema y analizaremos el valor
que forzosamente hay que atribuirle.
En la guerra, el encuentro es la única actividad efectiva; en él, la destrucción de las
fuerzas oponentes es el medio para alcanzar el fin. Esto es así, aun cuando en realidad no
llegue a producirse el encuentro, ya que, sea como fuere, en la raíz de la decisión yace el
supuesto de que tal destrucción debe ser llevada a cabo sin paliativos. Así, la destrucción
de las fuerzas del enemigo constituye la piedra fundamental de todas las combinaciones
que descansan sobré la actividad bélica, al igual que el arco descansa sobre sus pilares.
En consecuencia, todas las acciones se llevan a cabo sobre la base de que, si la decisión
por la fuerza de las armas hubiera de tener una traducción en los hechos, habría de ser
una decisión favorable. En la guerra, la decisión por las armas equivale, tanto en las
operaciones grandes como en las pequeñas, al pago al contado en las transacciones
comerciales. Por remotas que sean estas relaciones, por más que las liquidaciones rara
vez se produzcan, al final tienen que realizarse.
Si la decisión por la fuerza de las armas se halla en la base de todas las
combinaciones posibles, resulta que nuestro oponente podrá hacer impracticable
cualquiera de ellas, no sólo mediante una decisión semejante a la que atañe directamente
a nuestra combinación, sino también a través de cualquier otra, siempre que ésta tenga
suficiente entidad. Pues toda decisión armada significativa, vale decir, la destrucción de
las fuerzas del enemigo, reacciona respecto de todas las que la precedieron, puesto que,
como si de un líquido se tratara, tiende a alcanzar su nivel.
Así se presenta la destrucción de las fuerzas enemigas siempre como el medio
superlativo y más eficaz, al que deben ceder paso todos los demás.
Sin embargo, sólo cabe asignar una superior eficacia a la destrucción de las fuerzas
oponentes cuando exista una supuesta igualdad en las demás condiciones. Sería, por lo
tanto, un grave error concluir que un ataque a ciegas tendría que imponerse in-
variablemente a la destreza prudente. Atacar sin ton ni son conduciría no a la destrucción
de las fuerzas enemigas, sino a la de las nuestras, lo cual no puede ser nunca nuestro
propósito. La eficacia mayor corresponde no al medio, sino al fin, y al decir esto sólo
comparamos el efecto de un fin alcanzado con el otro.
Al referirnos a la destrucción de las fuerzas enemigas tenemos que dejar
expresamente indicado que no se está obligado a ceñir esta idea a la simple fuerza física.
Por el contrario, la fuerza moral resulta del mismo modo necesariamente implícita,
debido a que, en efecto, ambas están entrelazadas hasta en los menores detalles y, por
tanto, no pueden ser realmente separadas. En relación con el efecto inevitable sobre las
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

otras decisiones por las armas, al que nos hemos referido al mencionar un gran acto de
destrucción (una gran victoria), es precisamente el elemento moral el que presenta mayor
fluidez, si es que cabe usar esta expresión, y el que se distribuye con mayor facilidad por
todas las demás partes. En oposición al valor superior que tiene la destrucción de las
fuerzas enemigas respecto de todos los demás medios se encuentran el gasto y el riesgo
que éste implica, provocando el empleo de otros métodos sólo con el propósito de evi-
tarlo.
Es razonable que los medios en cuestión tengan que ser los más costosos, ya que, si
bien otras cosas son equiparables, el gasto de nuestras fuerzas será siempre mayor cuanto
mayor sea el propósito de destruir las del enemigo. El riesgo de este medio reside empero
en el hecho de que, cuanto mayor sea la eficacia que se busque, si fracasamos se volverá
contra nosotros, lo cual representa una gran desventaja. Otros medios serán, por lo tanto,
menos costosos cuando determinen el éxito y menos arriesgados cuando conduzcan al
fracaso; pero esto implica necesariamente la condición de que deben oponérseles otros
semejantes, es decir, que el enemigo emplee los mismos métodos. Porque si éste
resolviera adoptar el método de tomar una gran decisión por las armas, bastaría ese solo
hecho para que tuviéramos que cambiar nuestro propio método, incluso contra nuestra
voluntad, por uno similar. Todo depende, pues, del resultado del acto de destrucción. Es
evidente que, siendo otras cosas equiparables, en este caso estaremos en desventaja en
todos los aspectos, porque nuestras intenciones y nuestros métodos han tenido que ser
dirigidos parcialmente hacia otras cosas, lo que no ha ocurrido en el caso del enemigo.
Dos objetivos diferentes, de los cuales uno no forma parte del otro, se excluyen entre sí,
y, de ese modo, la fuerza aplicada a alcanzar uno de esos objetivos no puede servir al
mismo tiempo para el otro. Por lo tanto, si uno de los beligerantes está decidido a adoptar
una gran decisión por las armas, cuenta con muchas posibilidades de obtener éxito tan
pronto como tenga la certeza de que el otro no quiere seguir ese camino, sino que busca
alcanzar un objetivo diferente. Y, cualquiera que se decida por ese otro objetivo, sólo
podrá hacerlo razonablemente en el supuesto de que su adversario tenga tan pocas
intenciones como él mismo de adoptar una gran decisión por las armas.
Pero la mención que hasta ahora hemos hecho sobre otra dirección de las intenciones
y las fuerzas sólo se refiere a otros objetivos positivos que, aparte del de la destrucción de
las fuerzas oponentes, pudiéramos proponernos en la guerra, y de ninguna manera a la
resistencia pura, que puede adoptarse con el fin de agotar las fuerzas del enemigo. En la
resistencia pura falta la intención positiva, y, por lo tanto, en este caso nuestras fuerzas no
pueden ser dirigidas hacia otros objetivos, sino que deben limitarse a hacer fracasar las
intenciones del enemigo.
Ahora corresponde considerar el lado negativo de la destrucción de las fuerzas
enemigas, o sea, la conservación de las nuestras. Estos dos esfuerzos siempre van juntos,
puesto que re accionan uno respecto del otro; son partes integrantes de una idéntica
intención y sólo habrá que examinar los efectos producidos por el predominio de uno o
de otro. El esfuerzo destinado a destruir las fuerzas enemigas tiene un objetivo positivo y
conduce a resultados positivos, cuyo propósito final sería la derrota del adversario. La
conservación de nuestras propias fuerzas tiene un objetivo negativo, y consiste en intentar
desbaratar las intenciones del enemigo, es decir, conduce a la resistencia pura, cuyo
propósito último no puede ser otro que el de prolongar la duración de la contienda, para
que el enemigo agote sus propias fuerzas.
El esfuerzo con objetivo positivo da por resultado el acto de destrucción; el esfuerzo
con objetivo negativo permanece a su espera.
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

Cuando nos ocupemos ampliamente de la teoría del ataque y de la defensa, en cuyo


origen aún nos encontramos, consideraremos con mayor detalle cuál tendrá que ser la
duración de esa espera y hasta dónde podrá llevarse a cabo. Por ahora tenemos que
limitarnos a decir que la espera no debe ser un simple aguante pasivo, y que la acción
ligada a ella para la destrucción de las fuerzas enemigas involucradas en el conflicto
puede ser uno de los propósitos, tanto como cualquier otro. Sería un grave error relativo a
los principios fundamentales suponer que el esfuerzo negativo tiene como consecuencia
impedirnos elegir como objetivo la destrucción de las fuerzas del enemigo, viéndonos
obligados a preferir una decisión incruenta. Sin duda el mayor peso del esfuerzo negativo
puede conducir a esto, pero solamente a riesgo de que no sea el método más conveniente,
cuestión esta que depende de condiciones totalmente diferentes, que yacen no en nosotros
mismos, sino en nuestro oponente. Esta otra vía, la incruenta, no puede, por lo tanto, ser
considerada de ninguna manera como el medio natural de satisfacer la creciente
necesidad de conservar nuestras propias fuerzas. Por el contrario, en los casos en que esa
vía no fuera la adecuada a las circunstancias imperantes, lo más probable sería que
condujera a una ruina total. Gran número de generales en jefe han cometido este error y
se han visto arrastrados al fracaso por él. La demora en tomar una decisión es el único
efecto que necesariamente resulta de ese mayor peso que corresponde al esfuerzo
negativo, de modo que el defensor se refugia, por así decir, en la espera del momento
decisivo. Por lo general, esto tiene como consecuencia el retraso de la acción en el
tiempo y también en el espacio, hasta donde éste está relacionado con ello, tanto como lo
permitan las circunstancias. Si ha llegado el momento en que ya no es posible seguir
haciendo esto sin caer en una aplastante desventaja, debe considerarse que la ventaja del
esfuerzo negativo se ha esfumado, y entonces surge inalterado el esfuerzo encaminado a
destruir las fuerzas del enemigo, reservado como contrapeso, y nunca descartado.
Las consideraciones anteriores nos han hecho ver que en la guerra existen muchas
vías para alcanzar su propósito, es decir, para cumplir con el objetivo político; se ha
comprobado, sin embargo, que el encuentro es el único medio y que, por tanto, todo debe
estar sometido a una ley suprema: la decisión por las armas; que, cuando la acción del
enemigo exige esta decisión, ese recurso no puede ser rechazado, y que, por lo tanto,
cuando uno de los bandos beligerantes se propone tomar otra vía, debe estar seguro de
que su oponente no echará mano de ese recurso, a no ser que quiera correr el riesgo de
perder su caso ante ese tribunal supremo. Vemos, pues, en suma, que la destrucción de
las fuerzas enemigas se presenta siempre como el objetivo primordial entre todos los
otros que puedan perseguirse en la guerra.
Más adelante, pero sólo de manera gradual, nos será dado definir lo que es posible
lograr en la guerra mediante combinaciones de otra naturaleza. Aquí nos limitaremos a
reconocer, en términos generales, su posibilidad como algo que refleja la desviación de la
práctica respecto del concepto que otorga jurisdicción a las circunstancias particulares.
Pero no podemos dejar de señalar, ya aquí, que cabe atribuir a la solución sangrienta de
la crisis, el esfuerzo por destruir las fuerzas del enemigo, el carácter y la condición de
hijo primogénito de la guerra. Es posible que ante unos objetivos políticos carentes de
relevancia, ante motivaciones débiles y reducida tensión de las fuerzas, un general en jefe
cuya característica sea la prudencia intente otras vías por las cuales, sin caer en grandes
crisis ni soluciones sangrientas, puede inclinarse la balanza hacia la paz, tomando por
base las debilidades características de su contrario, tanto en los despachos como en el
campo de batalla. No tendríamos derecho a vituperarlo si sus suposiciones contaran con
un buen fundamento y fueran susceptibles de alcanzar el éxito, pero deberemos exigirle,
no obstante, que sea consciente de que está recorriendo caminos sinuosos en los que el
Librodot De la guerra Karl von Clausewitz

dios de la guerra puede sorprenderlo, y que debe vigilar constantemente al enemigo, a fin
de que cuando éste empuñe una afilada espada, él no tenga que defenderse con un
espadín.
En nuestras consideraciones futuras, debemos observar y tener siempre presentes las
consecuencias que entraña la naturaleza de la guerra, la forma como actúan en ella los
medios y los fines, la manera como las desviaciones de la práctica hacen que la guerra se
aparte, unas veces más y otras menos, de su estricta concepción original, sus
fluctuaciones tanto hacia adelante como hacia atrás, a la vez que su constante
permanencia bajo esa concepción estricta, a modo de ley suprema, si es que deseamos
ajustarnos a una correcta comprensión de sus relaciones verdaderas y de su cabal
importancia, para no vernos envueltos en evidentes contradicciones con la realidad y, en
definitiva, con nosotros mismos.

Capítulo III

EL GENIO PARA LA GUERRA

Para ser realizada con cierta perfección, toda actividad de carácter especial exige
cualidades especiales de entendimiento y temperamento. Cuando estas cualidades poseen
un alto grado de excelencia y se ponen de manifiesto a través de realizaciones ex-
traordinarias, se distingue al espíritu al cual pertenecen con el término de «genio».
No nos cabe la menor duda que este término tiene significados que varían en gran
manera, tanto en su aplicación como en su naturaleza, y que constituye una labor muy
ardua distinguir la esencia del genio en muchos de estos significados. Pero como no
pretendemos ejercer ni de gramáticos ni de filósofos, nos será permitido atenernos al
sentido usual en el lenguaje corriente, y entender por «genio» una capacidad mental
eminente para la ejecución de ciertas actividades.
Conviene dedicar por un momento la atención sobre este valor y esta aptitud del
espíritu humano, para señalar con más precisión su justificación y conocer con más
detalle el contenido que entraña su concepto. Pero no podemos ocuparnos del genio que
ha obtenido su título gracias a un talento superlativo, del genio propiamente dicho,
porque este es un concepto que no presenta unos límites definidos. Lo que tenemos que
hacer es considerar todas las tendencias combinadas de las fuerzas del espíritu hacia la
actividad militar, y considerar entonces a éstas como la esencia del genio militar.
Decimos tendencias combinadas, porque el genio militar no consiste en una cualidad
única para la guerra, por ejemplo, el valor, al tiempo que pueden faltar otras cualidades
del entendimiento o del carácter, o tomar una dirección inútil para la guerra, sino que
resulta una combinación armoniosa de fuerzas, en la cual puede predominar una u otra,
pero ninguna debe hallarse en oposición.
Si se exigiera que cada combatiente poseyese en una medida u otra genio militar,
probablemente nuestros ejércitos serían muy débiles, dado que, justamente porque el
genio implica una tendencia especial de las fuerzas del espíritu, sólo se dará en raras
ocasiones, allí donde en un pueblo se presenten y sean adiestradas en aspectos muy
diversos. Pero cuantas menos actividades diferentes ofrezca un pueblo, y cuanto más
predomine en ellas la militar, tanto más predominante será en ese pueblo el genio militar.
Esto, sin embargo, sólo determina su alcance y de ninguna manera su grado, pues este
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 1

Capitulo 2
El poder y las relaciones internacionales
1. Consideraciones generales

Uno de los temas centrales en las investigaciones sobre la realidad social, y


también uno de los temas más debatidos y complejos con los que tiene que
enfrentarse el teórico de las Relaciones Internacionales lo constituye el fenómeno del
poder.

El origen de esta aparente paradoja se debe al hecho de que adentrarnos en el


conocimiento del poder significa introducirnos en una de las facetas esenciales de la
vida humana. En el fenómeno del poder convergen las dimensiones individual y social
del hombre. Por ello caben tantas ideas o interpretaciones del poder como
orientaciones científicas o concepciones filosóficas sobre el ser humano puedan
sustentarse. Pretender establecer unos principios absolutos y unos axiomas
inmutables sobre el fenómeno del poder, sus diversas manifestaciones y sus efectos
constituye una tarea utópica que suele conducir a dogmatismos difíciles de
compaginar con la investigación científica.

Al mismo tiempo, abandonar la búsqueda de la teoría del poder no significa


restarle importancia, ni nos exime del esfuerzo intelectual de formular una teoría del
poder que guíe nuestras observaciones sobre el mundo internacional. Significa, tan
sólo, relativizar su contenido y hacernos conscientes de sus limitaciones explicativas,
lo que permitirá prevenirnos contra el espejismo de cualquier doctrina del poder que se
nos presente con los destellos de la verdad categórica.

Hechas estas consideraciones introductorias, pas aremos a exponer nuestra


concepción personal del poder en las relaciones internacionales. Para ello,
procederemos mediante sucesivas aproximaciones conceptuales, desde las formas
más simples y generales de manifestación del poder a aquellas otras más específicas
y complejas que se dan en la vida internacional.

2. Los diversos conceptos del poder: poder general, poder material, poder
humano y poder social.

El término poder, en un sentido genérico, es definido por el diccionario de la


Real Academia como sinónimo de: «fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío».
Esta acepción del término lo asimila a cualquier tipo de conexión causal entre dos
fenómenos o, incluso, a su mera posibilidad. Ello supone una gran imprecisión
conceptual del término, aunque presenta la ventaja de que nos permite aplicarlo a
cualquier ámbito de la realidad.

Nos surge, por tanto, la necesidad de establecer una primera distinción teórica
entre los fenómenos de poder que se generan en la naturaleza, según unas relaciones
de carácter puramente material y que siguen unas leyes mecánicas o impersonales,
de aquellos otros fenómenos de poder que nacen de la actuación de los seres
humanos y que, en su condición de seres pensantes, desarrollan formas particulares
de dominio o influencia sobre la propia naturaleza.

A las relaciones de poder que se desarrollan en el ámbito del mundo de la


naturaleza, las denominaremos con el término de poder natural. A ellas solemos
referirnos cuando señalamos el poder destructor de la naturaleza (por ejemplo:
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 2

seísmos, huracanes, inundaciones, etc.), o su poder creador y reproductor (fertilidad


de la tierra, la fecundidad de los animales, etc.).

En cambio, cuando nos referimos a un tipo particular de poder que se,


constituye como un atributo exclusivo del ser humano, de cualquier hombre por el
simple hecho de serlo, lo denominaremos con el término de poder humano. El poder
humano podemos definirlo diciendo que es la utilización consciente de las
capacidades humanas en orden a generar ciertos efectos o resultados en la naturaleza
o en la realidad social.

De este concepto podemos deducir una serie de consideraciones importantes


para nuestro análisis:
1. El poder humano se genera . como una conjugación de las dos dimensiones
básicas del hombre, la material o biológica, y la espiritual o sicológica. No-se
puede excluir ninguna de estas dos dimensiones del ser humano ya que éste
nace y se desarrolla gracias a su interacción, aunque en cada .manifestación
concreta podemos destacar más una u otra de ambas dimensiones.

2. Si consideramos que el hombre es un ser limitado en sus capacidades


(físicas o psíquicas) resulta lógico concluir que el poder humano alcanzará
hasta. donde lo permitan tales capacidades. En otras palabras, el poder.
humano posee unos límites o condicionamientos absolutos derivados de los
que posee la propia condición humana en las dimensiones antes mencionadas.
Tan imposible resultan al hombre ciertos actos, por evidentes limitaciones
biológicas, por ejemplo, la reproducción ovovivípara, como por
condicionamientos psicológicos, por ejemplo, vivir sin emociones o
sentimientos.
Junto a las limitaciones absolutas, el poder humano goza también de unas
limitaciones o condicionamientos históricos, es decir, actividades que
resultaban imposibles para el hombre en ciertas etapas y que en cambio puede
realizar en períodos posteriores. La transcendencia de estas limitaciones
históricas ha sido posible gracias a la sociabilidad humana que le ha permitido
descubrir, movilizar y perfeccionar sus propias capacidades individuales en el
transcurso del devenir histórico. Por ejemplo, el hombre de cromañón no podía
realizar un transplante de riñón, actividad que resulta frecuente en la sociedad
actual.
Es precisamente mediante el juego recíproco de los límites absolutos e
históricos, como podemos determinar el campo concreto que abarca el poder
humano en cada hombre y para cada sociedad.

3. Para que la capacidad utilizada por el hombre pueda considerarse como


poder humano, en su sentido estricto y diferenciado del poder natural es
necesario que sea ejercida de un modo consciente. Dicho de otro modo, sólo
los actos humanos realizados conscientemente los consideraremos actos
propios del poder humano. Desde luego existen numerosos actos realizados
por el hombre de una forma mecánica o preconsciente, por ejemplo, la
respiración o los latidos del corazón, que aun cuando pueden resultar
imprescindibles para su supervivencia no los incluiremos en el concepto del
poder humano. Semejante restricción se fundamenta en la idea de que el
elemento de consciencia constituye un factor diferencial básico entre los seres
humanos y otros seres vivos. Gracias a él los seres humanos pueden controlar
sus actos y aprender conductas, y de esta forma influir en su entorno natural o
desarrollar procesos de acumulación social de sus poderes individuales.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 3

4. Que los actos del poder humano tengan que ser actos conscientes no
significa, ni presupone, que sean actos totalmente racionales. En efecto,
muchos actos humanos son conscientes y racionales en su ejecución, pero
inconscientes y/o irracionales en su motivación, sin dejar por ello de ser actos
del poder humano. Es frecuente que entre actividades que diariamente
realizamos como expresión de nuestro poder humano individual, algunas de
ellas posean motivaciones perfectamente racionales; sin embargo, otras
muchas las realizaremos como consecuencia de móviles irracionales
(creencias, sentimientos, impulsos, etc.) de los que seremos conscientes o no,
pero que en todo caso afectarán a la racionalidad de nuestras actuaciones. En
estos supuestos si nos interrogan sobre las razones que nos inducen a obrar
de determinado modo y no de otro distinto, probablemente encontraremos
argumentos y explicaciones que racionalizarán «a posteriori» los motivos,
desconocidos o inconfesables, que afectaron nuestros actos de poder humano.
Ello demuestra que somos conscientes de su realización, aunque no,
necesariamente, de su motivación. En tales casos podemos afirmar que el
poder humano es un poder ejercido conscientemente, pero no podemos
sostener que es un poder completamente racional.
Esta sutil pero decisiva distinción entre consciencia y racionalidad complica
extraordinariamente la investigación de las actuaciones humanas individuales y
sociales, cuestionando seriamente la premisa de aquellos teóricos . que
enfatizan la-dimensión racional en el ejercicio del poder, y desconocen o
subestiman esas otras dimensiones no estrictamente racionales, pero cuya
influencia en la esfera del poder humano es indiscutible. En definitiva, para que
el hombre ejerza su poder es necesario que sea consciente de sus
capacidades y las utilice aunque no sepa racionalmente por qué ejerce su
poder.

5. De todo lo anterior se desprende un corolario muy importante. El poder


humano aun cuando no siempre es racional en sus motivaciones o en su
ejercicio puede, sin embargo, estudiarse y conocerse siguiendo un análisis
racional. En otras palabras, la irracionalidad de muchos de los actos humanos
del poder no impide su investigación racional y científica, pues, al fin y al cabo,
junto a la lógica de la razón existe también una lógica de la sinrazón.

6. Evidentemente de la definición del poder humano que hemos formulado no


cabe esperar una interpretación unilateral y cerrada mediante la cual el poder
del hombre conduzca, inexorablemente, a unos efectos específicos o unas
consecuencias predeterminadas.
Las causas, formas de ejercicio y consecuencias resultantes del poder humano
son muy diversas y varían en función de las capacidades de las personas, de
su voluntad, del contexto en el que actúan, de los fines a los que aspiran, y
naturalmente, de la percepción y valoración que los propios individuos posean
de todos estos factores. Cada uno de estos elementos no sólo condiciona el
ejercicio del poder humano sino que relativiza su estudio. El conocimiento del
poder humano es, por tanto, el conocimiento de los poderes de todos y cada
uno de los hombres y de las condiciones concretas en las que lo ejercen. Es
precisamente esta dimensión contingente y particular del poder humano la que
más obstaculiza la formulación de una teoría general del poder.

Hasta ahora hemos estado considerando un concepto abstracto y genérico del


poder humano. No obstante, en la medida en que el poder de cada persona concreta
depende en cierto modo de sus capacidades (físicas y psicológicas), y teniendo en
cuenta que la experiencia de las capacidades son distintas y desiguales entre las
diversas personas, resulta imprescindible concluir que el ejercicio del poder humano
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 4

es diferente y desigual, que permite sustentar unas relaciones sociales caracterizadas


por su diversidad y desigualdad, relaciones sociales que nacen y reproducen el
fenómeno del poder entre los propios seres humanos.

Pero también podemos argumentar en sentido opuesto, afirmando que el poder


social engendra una diversidad y desigualdad de condiciones y capacidades en cada
uno de los individuos, y de este modo contribuye decisivamente a concretar el poder
humano de cada persona.

De esta forma, y a través del juego dialéctico del poder humano, en sus
dimensiones individual y colectiva, se desarrolla también la asociación entre dos
facetas de la realidad humana: la desigualdad y el poder. Ambos elementos
constituyen el anverso y el reverso de una misma realidad, sin que podamos
comprender y explicar al hombre tal y como conocemos de su existencia histórica,
desconectado de las desigualdades y de las actuaciones de poder.

BART LANDHEER ha destacado esta vinculación entre poder y desigualdad de


un modo magistral al escribir:
«… No hay igualdad en la realidad social, sino más bien desigualdad. La
desigualdad es, verdaderamente, la razón de ser de la sociedad.
Si se admite que la sociedad global posee necesariamente una estructura, el
problema de la evolución social aparece bajo un punto de vista diferente. El mundo
que se desarrolla no es igualitario sino, por el contrario, fuertemente diferenciado. Esto
deriva de la desigualdad de capacidad de los grupos sociales, y esta capacidad
desigual es, a fin de cuentas, un fenómeno biológico que es necesario aceptar en la
medida en que escapa enteramente a la voluntad humana.»

Desde luego cualquier pretensión igualitaria se mueve más en el terreno de los


deseos utópicos que en el de las realidades humanas, tal y como se nos presenta
desde diversos campos científicos. Sin embargo, admitir la desigualdad y el poder
entre las sociedades o los individuos como una realidad, no significa negar la común
naturaleza humana y, desde luego, no puede jamás confundirse con una justificación
de la opresión y la injusticia que de ambos fenómenos puede derivarse como uno, y no
el único, de sus posibles efectos.
Tanto la desigualdad como el poder humano permiten no sólo la dominación y
el conflicto sino que también promueven la cooperación y la solidaridad humanas;
fundamentan la vida humana en grupos sociales organizados de modo cada vez más
complejo y avanzado, y fomentan la colaboración social a través de relaciones cada
vez más justas y pacíficas. En una palabra, la desigualdad y el poder permiten el
progreso humano tanto como propician procesos de estancamiento o degradación de
la humanidad. Que en cada momento y circunstancia el hombre, cada uno de
nosotros, utilice sus desiguales capacidades y ejerza sus poderes en una de ambas
direcciones, no puede atribuirse a la naturaleza justa o inicua de la desigualdad o el
poder, sino al grado de conciencia y responsabilidad de cada persona y sociedad.

Hasta aquí nos hemos, referido al concepto de poder humano de un modo


genérico, pero el poder humano encierra diversas formas de poder que debemos
diferenciar. Estas se pueden reconducir básicamente a dos categorías: el poder
material y el poder social.

El poder material podemos precisarlo afirmando . que es el ejercicio del poder


humano sobre el entorno material . que . rodea al hombre, considerado individual o
colectivamente, y en el que éste se desarrolla.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 5

La existencia y subsistencia de los hombres y las sociedades descansa en una


constante interacción con el medio natural que le circunda. La necesidad de toda
persona de proveerse de unos recursos materiales (alimentos, vestidos, vivienda, etc.)
le obliga a utilizar sus capacidades productivas (o destructivas) aplicándolas a su
medio ambiente, al que también debe adaptarse en cierta medida, dando origen a una
de las formas más primarias e importantes de manifestación del poder humano.

Debido a la transcendencia vital que posee la interacción entre el poder


material del hombre y el poder natural de su entorno medioambiental, resulta inevitable
que esta dinámica produzca efectos decisivos en el propio contexto social, es decir,
entre las relaciones humanas. Algunas de las manifestaciones más enraizadas de la
desigualdad social, pero también más enraizadas en la conducta humana, se han
desarrollado como consecuencia de las desigualdades de poder material entre los
individuos o las sociedades. La desigualdad del poder material origina relaciones de
desigualdad y de poder en y entre las sociedades.

Esta dimensión social del poder material del hombre se debe a la propia
tendencia societaria de los individuos. Esta sociabilidad humana constituye una de las
pocas limitaciones absolutas que posee. En su origen se encuentran causas de tipo
biológico, por ejemplo, la función reproductora que asegura la supervivencia y
continuidad de la humanidad resultaría imposible fuera de un marco societario; pero
también es debida a causas de carácter psicológico, pues es bien sabido que la
dimensión mental del hombre únicamente puede desarrollarse con plenitud en relación
con su participación en ciertos grupos sociales. La soledad dificulta, cuando no
traumatiza, dos de las facultades más específicamente humanas: al pensamiento y la
comunicación.

La dimensión social del ser humano constituye el sustrato sobre el que se erige
el poder social, que podemos definir como el ejercicio del-poder humano con. objeto de
generar, mantener, alterar o impedir ciertos comportamientos o actuaciones de las
personas tomadas individual o colectivamente. En otras palabras, el ejercicio del poder
humano proyectado en las relaciones internacionales.

La primera consideración que se desprende de esta definición del poder social,


es que esta forma de poder únicamente se da en las relaciones entre los seres
humanos. Debemos diferenciarlo, por tanto, del ejercicio-del poder del hombre sobre
las cosas, o de éstas sobre el hombre, aunque en estos dos supuestos se produzcan
resultados que afectan, más o menos directamente, a las relaciones sociales de poder.

Como veíamos, el poder material del hombre sustenta y condiciona ciertas


relaciones sociales de poder. Sin embargo, semejante supuesto no es identificable
con el poder social. Por ejemplo, el poder del hombre para cultivar la tierra ha dado
origen tanto a la propiedad privada como a la propiedad colectiva de la tierra, e incluso
a la propiedad de unos hombres sobre otros destinados al cultivo y explotación de
ciertas tierras (esclavos, siervos de la gleba, etc.). En definitiva el mismo. poder
material ha fundamentado diversos tipos de relaciones sociales de poder
ostensiblemente diferentes entre sí.

En segundo lugar: en la medida en que el poder social posee como promotores


y destinatarios a las personas, su estudios tiene que realizarse considerándolo como
parte integrante de las relaciones sociales. Atendiendo a esta faceta relacional
podemos afirmar que el poder social no se posee sino que se ejerce. Como lo ha
señalado ARON, al referirse al poder político:
«El poder político no es un absoluto, sino una relación humana.»
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 6

Paradójicamente esta es una de las cuestiones más discutidas por la doctrina,


que suele identificar el poder con las capacidades, y no con el ejercicio de
capacidades. Naturalmente, la mayoría de esos mismos autores no tiene ningún
reparo en contradecirse, señalando que no siempre la disponibilidad de ciertas
capacidades termina materializándose en una actuación de poder.

Esta no es una cuestión secundaria y requiere alguna aclaración. Es cierto que


en términos coloquiales se afirma de tal persona o grupo tiene poder porque dispone
de ciertas capacidades (económicas , políticas, jurídicas, etc.), de las que carecen
otros miembros de la sociedad. Sin, embargo, ello sólo no bastaría para que se le
atribuyese un cierto poder social si en alguna ocasión aunque no necesariamente de
modo constante esa persona o grupo no hubiese demostrado prácticamente que
utilizando esas capacidades lograba afectar de algún modo el comportamiento de
otras personas o grupos.

Es lógico, por tanto, que en términos generales se identifique la posesión de


ciertas capacidades, que es una condición necesaria, aunque no suficiente, para el
ejercicio del poder social, con la propia relación de poder. No obstante, este
planteamiento resulta inadecuado cuando nos movemos en el terreno científico, ya
que omite algunos otros elementos fundamentales del poder social cuya importancia
se pone de manifiesto en algunas de las relaciones internacionales que más están
afectando a la sociedad internacional actual, por ejemplo, el poder internacional
alcanzado a partir de la disponibilidad de importantes arsenales nucleares.

Tercero, en función de las observaciones anteriores podemos concluir que el


poder social, como expresión y fundamento de una parcela esencial de las relaciones
sociales, se manifiesta y desarrolla en las tres dimensiones básicas de la vida social,
dando origen a otras tantas formas básicas del poder social y a las que denominamos:
poder. económico, poder político y poder cultural.

Cada una de ellas presenta características particulares y se desarrolla entre


unos agentes o destinatarios sociales distintos. Ello no es obstáculo para que entre
estas formas básicas del poder social existan influencias recíprocas o para que
algunos grupos participen simultáneamente en varias de ellas.

El poder económico podemos definirlo como aquella forma del poder social que
se desarrolla entre los miembros (individuales o colectivos) de un determinado.
Proceso económico en base a su condición de productores, distribuidores o
consumidores.

En cambio, consideramos el poder político como aquel poder social establecido


para organizar la convivencia y garantizar la seguridad e independencia de las
sociedades.

Finalmente, podemos decir que el poder cultural es la forma adquirida por el


poder social en base a la existencia de una comunidad de valores, conocimientos,
ideologías o experiencias entre los miembros de una sociedad.

Cada una de estas manifestaciones del poder social engendra y desarrolla


otras tantas estructuras sociales, en las que se plasman la organización y las
contradicciones imperantes en las relaciones sociales de poder.

En cuarto y último lugar, el poder social fundamenta, y en la mayoría de los


casos se subsume parcialmente, en el poder estatal. Ahora bien, el Estado no sólo
descansa en las relaciones de poder social, sino que también reúne partes
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 7

significativas del poder material de la sociedad al estar asentado sobre un espacio


territorial definido.

Por otro lado, en la medida en que el Estado existe para ordenar e


institucionalizar la convivencia entre los miembros de una sociedad, su columna
vertebral está constituida por el poder político con el que habitualmente se le identifica.
Pero e! Estado también requiere el ejercicio de un cierto poder económico y de un
importante poder cultural, sin cuyo concurso dejaría de poder realizar una parte
importante de sus funciones de cara a la sociedad.

En resumen, el Estado constituye la organización institucional de una parcela


limitada, pero decisiva, de las relaciones de poder de una sociedad. Por esta razón, el
Estado, cada Estado en concreto, es una emanación de la sociedad a la que
pertenece, así como de sus relaciones y estructuras de poder, y por consiguiente, el
estudio del poder estatal sólo es comprensible en el marco general del poder social, y
no a la inversa.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 8

3. Elementos comunes a las diversas formas del poder social.

A pesar de las diversas formas que puede revestir la relación del poder social,
existen una serie de elementos comunes a todas ellas, gracias a las cuales podemos
estudiarlas como expresiones de una misma categoría de poder. Estos elementos son
los siguientes: las capacidades, el vínculo psicológico y la acción.

a) Las capacidades
Como cualquier otra forma de poder, también el poder social requiere una serie
de capacidades como precondición necesaria, aunque no suficiente, para que pueda
ejercerse a través de una relación social. Estas capacidades no deben confundirse con
el propio ejercicio del poder, pero desde luego su estudio facilita la comprensión de las
posibilidades o potencialidades de ejercicio de ese poder que se le ofrecen a los
miembros de una colectividad o a la sociedad misma.

Cuando estas capacidades concurren en unas personas tomadas


individualmente y les facultan para poder ejercer un cierto poder social, las
denominaremos capacidades individuales de poder. En cambio, si las capacidades
son ostentadas por un grupo social las denominaremos capacidades sociales de
poder. Son estas últimas las que analizaremos más detenidamente, ya que afectan
directamente a las relaciones de poder entre los actores internacionales. Estas
capacidades sociales podemos clasificarlas en las siguientes categorías:

1. Capacidades materiales o recursos


Entre ellas podemos mencionar el territorio y su extensión; su configuración
(orográfica, hidrográfica), su situación (continental, peninsular, insular), su
climatología, sus materias primas y recursos minerales y energéticos, etc.

2. Capacidades demográficas
Están integradas por el conjunto de la población de la sociedad o grupo, así
como por sus características estructurales (cantidad, distribución por edades, sexos,
razas o etnias, etc.) y dinámicas (tasas de natalidad y mortalidad, movilidad espacial y
social, etc.).

3. Capacidades organizativas
Formadas por cuantos órganos o instituciones facilitan el establecimiento de un
orden en el grupo o sociedad. Entre ellas destacan: los órganos administrativos,
políticos, económicos; el sistema educativo y científico, las instituciones culturales, el
sistema de leyes y costumbres, etc.

4. Capacidades relacionales
Se basan en los medios que permiten el desarrollo de relaciones entre los
miembros de una sociedad o de ésta con otras sociedades. Podemos mencionar: los
idiomas, los medios de comunicación e información, los medios de transporte, etc.
Desde luego los actores internacionales no tienen que disponer de todas y
cada una de las categorías de capacidades enunciadas, aunque es cierto que con
frecuencia podemos encontrar que un mismo actor internacional coparticipe de varias
de estas capacidades simultáneamente. Sin duda, el caso más paradigmático de este
supuesto lo constituyen los estados, pero también lo podemos encontrar en ciertos
grupos religiosos (Iglesia Católica) y sociales (opinión pública).

Precisamente por que las capacidades constituyen un soporte necesario del


poder social, los autores suelen deducir el poder de una colectividad mediante a l
identificación, cuantificación y valoración de sus capacidades. No obstante resulta
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 9

necesario recordar que los datos sobre las capacidades de una sociedad no avalan la
atribución del poder social que una colectividad ejercerá en un momento determinado.

Además, debemos considerar que en la medida en que la disponibilidad de


ciertas capacidades es un requisito imprescindible para mantener o aumentar el poder
social, estas capacidades no son sólo unos medios, sino también unos objetivos para
las sociedades que intentarán alcanzar recurriendo al uso de su propio poder social.

b) El vínculo psicológico
En toda relación social de poder subsiste siempre una vinculación psicológica,
entre quien ejerce el poder y el destinatario del mismo, que aunque es difícil de captar
y analizar, no puede por ello ser desconocida. En efecto, para que una, persona o
grupo social alcance a ejercer un cierto poder respecto de otras personas o
sociedades, res ulta imprescindible que se desarrolle algún tipo de vínculo psicológico,
gracias al cual los destinatarios del poder social aceptan adecuar sus conductas y
capacidades a las demandas o intereses de quienes lo ostentan y ejercen. Si este
vínculo psicológico no existiera o se quebrase por el rechazo de los destinatarios del
poder, éste terminaría por desvirtuarse total o parcialmente.

Este vínculo psicológico podemos configurarlo a partir de los siguientes


elementos:
- Las imágenes sociales dominantes respecto de la propia sociedad y de las
sociedades con las que se mantienen esas relaciones de poder.
- Las expectativas sobre la correlación medios-fines que inducen al ejercicio del
poder por parte de una sociedad.
- Las diversas formas que puede adquirir la vinculación psicológica.

Para que una sociedad sea capaz de utilizar sus capacidades con objeto de
ejercer un cierto poder respecto de sus miembros o de otras sociedades, exige que
posea algún tipo de imagen o representación sobre sus capacidades y sobre sus
limitaciones, así como de las capacidades y limitaciones de los otros grupos con los
que se relaciona. En una palabra, deberá poseer algún tipo de imágenes valorativas
sobre el ejercicio de su poder y el de las demás sociedades.

La mayor o menor adecuación de estas imágenes sociales a la realidad


condicionará decisivamente las posibilidades del éxito o fracaso en el uso del poder.
La Historia está plagada de ejemplos en los que una sobrevaloración o subestimación
de las capacidades propias o ajenas ha provocado triunfos o fracasos espectaculares
en el ejercicio de poder por parte de una sociedad.

Uno de los elementos que influye en la formación, el reforzamiento o la


modificación de las imágenes valorativas del poder es, sin duda, la experiencia
acumulada históricamente por cada sociedad, sobre los aciertos o errores realizados
en el ejercicio de su propio poder. De este modo, las sociedades humanas van
tejiendo imágenes, más o menos estereotipadas, de las formas y medios que
consideran óptimos o inadecuados para consolidar o acrecentar el uso del poder.

En este terreno, las ciencias históricas aportan unos conocimientos y análisis


insustituibles para comprender la imágenes valorativas del poder que, acertada o
erróneamente, cada sociedad ha forjado y que condiciona sus actuaciones de poder.
Descubrir las tendencias o regularidades históricas sobre las formas y límites en el uso
del poder que las sociedades demuestran constituye un elemento inapreciable,
aunque no definitivo en sí mismo, para poder prever sus líneas futuras de conducta en
las relaciones de poder.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 10

Naturalmente estas imágenes valorativas del poder social guardan una


estrecha relación con el desarrollo de las expectativas que cada sociedad sustentará
sobre el logro de ciertos fines mediante el uso de un cierto poder. Las expectativas
recaen sobre la idoneidad o adecuación de ciertas formas de poder para alcanzar los
objetivos o fines deseados. El juego de las expectativas refuerza o debilita la voluntad
o decisión de una sociedad para disponer, en mayor o menor medida, de sus
capacidades con vistas a ejercer un cierto poder. También contribuyen a aceptar o
rechazar los efectos resultantes del uso del poder social, particularmente cuando se
reputan perjudiciales para la propia sociedad, lo que es muy frecuente en relación con
los conflictos bélicos.

Entre las imágenes valorativas y las expectativas sobre el uso del poder, existe
una sutil pero importante relación por la qué una falsa imagen de las capacidades,
propias o ajenas, puede inducir falsas expectativas sobre el poder adecuado para
lograr determinados objetivos. Semejantes situaciones suelen provocar un efecto de
frustración social que nace de la constatación «a posteriori» de las diferencias entre lo
esperado y lo alcanzado con el poder.

Con frecuencia, esta frustración puede. surgir aun cuando se hayan alcanzado
parcialmente los resultados deseados aunque no en la cuantía o con la intensidad
esperadas. La frustración social provocará una. cierta inseguridad o incerridumbre
colectiva sobre la eficacia o la capacidad de ejercicio del propio poder que la sociedad
había imaginado ser capaz de movilizar.

En resumen, las falsas expectativas sobre el ejercicio del poder y los fines que
pueden ser alcanzados con él, pueden llegar a generar una frustración social, origen
de una apreciable inseguridad colectiva que puede manifestarse a través de una
tendencia a la inhibición social o, por el contrario, hacia manifestaciones de creciente
agresividad social.

La inhibición social proporcionará un repliegue de esa sociedad hacia sí


misma, una tendencia aislacionista, unido a un apreciable debilitamiento de su poder
social más allá de lo que sus capacidades permitirían suponer. Por el contrario, la
agresividad social conducirá a esa sociedad hacia la prepotencia, el abuso en el
ejercicio del poder y la conflictividad, más allá de lo que una prudente y ponderada
estimación de sus capacidades aconsejaría para evitar una reacción contraria a los
intereses de esa sociedad.

En cambio, si las expectativas son correctas, inducidas por unas acertadas


imágenes valorativas de las relaciones de poder, actuarán como factores de estímulo y
reforzamiento de las formas de poder utilizadas en esas relaciones mediante dos
procesos.

En primer lugar y como consecuencia de la satisfacción de sus expectativas y


el logro de los resultados esperados se acentuarán la confianza y autoestima social.
Ello potenciará la seguridad propia y facilitará las relaciones de cooperación. Por otra
parte, la satisfacción de los fines esperados contribuirá al reforzamiento de sus
capacidades y aumentará la credibilidad que las demás sociedades conceden a la
voluntad de ejercicio del poder.

El segundo supuesto consiste en la posibilidad de establecer algún tipo de


jerarquía universal de prioridades sobre los fines deseados por las sociedades
admitiendo, lo que resulta más difícil, que es posible cuantificar o determinar de algún
modo la relación comparativa entre las capacidades utilizadas para el ejercicio del
poder y los resultados alcanzados. Habitualmente las expectativas se configuran en
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 11

base a unas correlaciones, más o menos precisas, sobre la relación medios-fines


antes que sobre la correlación costes-beneficios o beneficios-perjuicios.

Finalmente, el panorama de las funciones desempeñadas por las expectativas


en relación con el poder se completa considerando las imágenes valorativas que una
sociedad posee sobre las expectativas de aquellas otras sociedades con las que se
relaciona. Un supuesto teórico de estas influencias entre expectativas propias e
imágenes de las expectativas ajenas lo encontramos en la disuasión nuclear. Es la
conocida hipótesis en la que el temor de una superpotencia a que su rival estuviese
considerando un ataque nuclear (masivo o limitado) por sorpresa, le podría inducir a
anticiparse, en función de sus expectativas sobre el comportamiento del adversario,
lanzando su primer «golpe» nuclear, que podría convertirse en el desencadenante de
una guerra nuclear total promovida, precisamente, por quien temía ser agredido.

Entre los diversos métodos y fuentes disponibles para un conocimiento


riguroso de estos aspectos psicológicos del poder podemos mencionar, además de los
estudios históricos, el análisis de las declaraciones (orales o escritas) de los
representantes oficiales o los líderes de opinión, las encuestas y sondeos, las
informaciones aparecidas en los principales medios de comunicación de masas, etc.
Una consideración global de varias de estas fuentes permiten alcanzar una versión
fiable de las imágenes y expectativas que una sociedad posee de sí misma y de las
demás.

Junto a las imágenes valorativas dominantes y las expectativas sociales sobre


el uso del poder, debemos considerar también las diversas formas que puede adquirir
la vinculación psicológica. Estas formas descansan en dos poderosos impulsos o
motivaciones del comportamiento humano que son: la convicción y el miedo. Ambas
motivaciones, que no son excluyentes entre sí, dan origen a las dos formas básicas de
relación psicológica que sustentan el ejercicio del poder: la persuasión y la amenaza.

La persuasión confiere legitimidad al poder social, dotándole de una notable


eficacia y estabilidad que nacen de la comunidad de intereses, valores o convicciones,
entre quienes ostentan el poder y sus destinatarios. De esta forma reduce la
necesidad de las sanciones y el recurso a la fuerza a supuestos excepcionales de las
relaciones sociales.

No obstante, la persuasión presenta una dificultad intrínseca para garantizar


una relación social de poder. Ello se debe a la necesidad de que exista una comunidad
de intereses, valores o convicciones entre los sujetos que participan en la relación de
poder. Esta comunidad de intereses ' entre quienes mandan y quienes obedecen, nace
y debe ser constantemente estimulada por medio de efectivos procesos de
comunicación social. La existencia y control de los principales instrumentos o canales
de esa comunicación social, especialmente de los diversos medios de información de
masas, se convierte en una de las garantías del uso del poder social mediante la
persuasión.

En el otro extremo del espectro de las formas de vinculación psicológica figura


la amenaza o coacción psíquica. Su fundamento es el miedo, que es un sentimiento
universal que transciende las barreras raciales, lingüísticas, económicas o nacionales.
Ello significa que la amenaza no presenta los condicionamientos de la persuasión a la
hora de sustentar una relación social de poder.

Sin embargo, para que la amenaza garantice el ejercicio del poder social debe
cumplir dos condiciones: la credibilidad y la efectividad. La credibilidad está asociada a
la disposición de los medios materiales y/o sociales susceptibles de imponer, llegado
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 12

el caso, la sanción temida. En último extremo exige el recurso a la fuerza o la violencia


como medio extremo de ocasiona los daños objeto de la amenaza.

Pero la amenaza requiere también ser conocida, es decir debe, ser


comunicada por los que ejercen el poder a quienes se someten a él. Ello nos conduce,
de nuevo, al papel central de los medios de comunicación social como instrumento de
propagación de una amenaza sobre la que es posible cimentar una relación de poder.

La efectividad de la amenaza está íntimamente unida a su credibilidad, de tal


manera que surge una mutua influencia. Una amenaza creíble será efectiva aun
cuando sólo de forma ocasional requiera la ejecución de las sanciones o perjuicios
previstos. Por el contrario, la sistemática falta de aplicación de los daños con los que
se amenaza, bien sea por carencia de capacidad o por ausencia de voluntad, en
aquelIos supuestos en los que existe una resistencia, abierta o encubierta, al ejercicio
del poder, terminará por minar la credibilidad de la amenaza, haciendo peligrar la
relación psicológica sobre la que descansaba el ejercicio del poder social.

Conviene, no obstante, subrayar que la efectividad de la amenaza depende en


buena medida de que el miedo o temor a las sanciones (daños materiales y/o
morales, pérdida de beneficios esperados) por quienes obedecen no sea vencido o
superado, lo que es posible precisamente por la naturaleza subjetiva de este
sentimiento. En efecto, la existencia de unos medios de sanción, incluso la ejecución
real de tales sanciones, y el conocimiento de la amenaza no son una garantía absoluta
para la existencia de una obediencia por los destinatarios del poder. En ocasiones,
aunque no de un modo habitual, éstos pueden resistirse o rebelarse frente a los que
les mandan, asumiendo el riesgo o la certeza de los más graves perjuicios. Llegados a
este punto, las amenazas pierden toda su efectividad y la relación de poder cimentada
sobre ellas queda reducida o anulada.

En la compleja realidad de las relaciones sociales rara vez descubrimos alguna


de estas formas de vinculación psicológica (persuasión o amenaza) en su expresión
pura o ideal, es decir, tal y como las hemos descrito. Lo más frecuente es que el poder
social descanse en vínculos psicológicos complejos, en los que se combinan, en
distinto grado, la convicción y el miedo, la persuasión y la amenaza. Esta simbiosis de
vínculos psicológicos da origen a una de las formas más habituales sobre las que se
desarrolla la relación de poder, la disuasión o amenaza persuasiva.

Aunque el término disuasión suele referirse a la disuasión nuclear o militar,


resulta oportuno dejar bien sentado que este término afecta a una amplia gama de
fenómenos y relaciones mucho más extensa y cotidiana, aunque no por ello más
importante, que la disuasión mantenida entre las dos superpotencias en función de los
arsenales nucleares disponibles. HOLSTI afirma que:
«La noción de intentar influir en otros mediante amenazas de sanciones es tan
antigua como la diplomacia».

Planteamiento similar al que realiza JERVIS cuando escribe:


«Un actor disuade a otro convenciéndole de que el valor esperado de una
determinada acción es compensado por el castigo esperado. Este último está
compuesto de dos elementos: el coste percibido de los castigos que el actor puede
inflingir y las probabilidades percibidas de que los inflingirá».

La disuasión como sustrato psicológico de una relación de poder conjuga tres


elementos importantes. En primer lugar, una oposición de valores y percepciones que
se plasma en actitudes antagónicas . entre quien ejerce . el poder y quien se somete a
él.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 13

La disuasión requiere también la existencia de una amenaza de sanciones o


daños, gracias a la cual se teme la ruptura de la relación de poder.

Por último, la disuasión exige la convicción, compartida entre todos los


miembros de la relación de poder, de que dicha relación debe mantenerse y de que los
cambios que en ella se produzcan deberán alcanzarse prioritariamente a través de
métodos negociados, antes que por procesos de ruptura o conflicto.

Las distintas dimensiones psicológicas de la relación de poder constituyen una


parte esencial de su ejercicio. El propio MORGENTHAU reconoce la importancia de
este vínculo psicológico cuando refiriéndose al poder político afirma:
«El poder político es una relación sicológica entre aquellas que lo ejercen y
aquéllos sobre los cuales es ejercido. El da a los primeros el dominio sobre ciertos
actos de los segundos a través de la influencia que los primeros ejercen sobre la
mente de los segundos. La influencia proviene de tres fuentes: la espera de beneficios,
el temor a circunstancias adversas y el. respeto o aprecio por hombres e
instituciones».

c) La acción
El tercer elemento común a las distintas formas del poder social lo, constituye
la acción, pues sin ella resulta imposible que pueda surgir o. desarrollarse cualquier
tipo de relación social, incluidas las de poder. Por importantes y necesarias que sean
las capacidades disponibles y los vínculos psicológicos entre quienes mandan y
quienes obedecen, no podríamos hablar con propiedad de la existencia del poder
social si aquéllos no lograsen generar, alterar o impedir ciertas actuaciones de estos
últimos.

El poder humano, es decir, el poder de cada persona individual, se transforma


en poder social en la medida en que transciende la propia y limitada esfera personal
para proyectarse y condicionar a otros seres humanos en sus decisiones y en sus
actos. Desde esta óptica, se puede decir que el poder social se configura como
expresión de las relaciones de poder individuales.

El carácter necesario y sustantivo de las acciones interindividuales, como parte


del poder social, nos ayudan a comprender la dimensión de relaciones sociales
básicas que en toda colectividad poseen las manifestaciones del poder, y constituye
una de las razones por la que todo estudio de la estructura y dinámica social conduce
necesariamente a enfrentarse con los fenómenos y relaciones de poder.

Los actos de poder obligan, a una utilización de las capacidades, a un proceso


de movilización por el que los medios disponibles se orientan hacia un específico
ejercicio del poder social. En este proceso de movilización o transformación de las
capacidades sociales en actuaciones de poder se experimentan siempre unas
pérdidas por resistencias sociales que deben ser conocidas en cada caso.

Las pérdidas de capacidad por resistencias sociales obedecen a múltiples


orígenes. El principal de ellos es la existencia de diferencias o contradicciones entre
quienes mandan y quienes obedecen, bien sea respecto de los objetivos que se
desean alcanzar o los medios más idóneos para alcanzarlos. Además, las pérdidas
pueden producirse por disfunciones organizativas, informativas, de decisión, etc.

Existen otro tipo de pérdidas de las capacidades utilizadas en el ejercicio del


poder que podemos denominar pérdidas por dispersión del poder. La causa de estas
pérdidas se debe a la necesidad de alcanzar los fines o necesidades a través de
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 14

múltiples actos de poder. En tales condiciones, las sociedades no pueden nunca


movilizar la totalidad de sus capacidades para un solo fin y a través de un único acto
de poder. Esta es una de las dificultades mayores para poder determinar, a partir de
unas capacidades determinadas, el poder que será ejercido efectivamente por una
sociedad en un momento concreto y para un fin específico.

El poder social puede ejercerse mediante actos unilaterales o a través de una


relación social. En este último caso, debemos considerar las actuaciones de poder de
todos los actores sociales que participan de esa relación. En otras palabras, una
relación de poder social se articula como la resultante dialéctica de las dinámicas de
poder de sus actores sociales.

En términos generales, los actos de poder social dan origen a tres formas de
relación: la cooperación, el conflicto y la asociación. Las tres nacen del poder social,
pero existen notables diferencias entre ellas. Es importante subrayar, en contra de una
creencia muy generalizada, que el ejercicio del poder social no conduce siempre a una
relación de conflicto, y mucho menos a una situación de conflicto violento. Las
relaciones de cooperación o asociación son también posibles gracias a la existencia
de distintos grupos capaces de ejercer su poder con el fin de colaborar o asociarse
con otras colectividades.

4. Los ámbitos de ejercicio del poder social.

El poder de una sociedad puede ejercerse, y habitualmente se ejerce, en dos


contextos diferentes: el nacional o el internacional. La existencia de diferencias en
cuanto a las causas, formas y efectos del ejercicio del poder social, en cada una de
estas esferas, no permite presumir una desconexión entre ellas. Ni tan siquiera cuando
abordamos el estudio de esa parte del poder social constituida por el poder del Estado.

Entre estos dos ámbitos de ejercicio del poder social existen recíprocas
influencias y condicionamientos. En efecto, el poder ejercido en el seno de una
sociedad constituye la base indispensable para que pueda organizar y movilizar sus
capacidades en orden a ejecutar sus actos de poder respecto de otras sociedades, es
decir, para proyectar su poder en el contexto internacional. De modo semejante, la
evolución en las relaciones internacionales de poder provocará modificaciones en los
medios y actos de poder, desarrollados en el ámbito interno (nacional) de esa
sociedad.

Las sociedades, al igual que los individuos, han ido transcendiendo


históricamente sus localismos y su aislamiento. En la medida en que han evolucionado
y se han intensificado las relaciones entre las distintas sociedades, el ámbito
internacional de ejercicio del poder social ha experimentado una progresiva
ampliación, aumentando su importancia e influencia sobre el ámbito nacional. Esta es
una de las razones por las que cada vez resulta más difícil disociar la política exterior y
la política interior de los Estados.

De las ideas precedentes cabe deducir el concepto de poder internacional,


entendiéndolo como la expresión del poder social interno, el de cada grupo o
sociedad, en un marco social exterior y diferenciado, que es la sociedad internacional.

Desde luego, las relaciones de poder en el ámbito internacional (poder


internacional) presentan diferencias de las que se desarrollan en el ámbito nacional,
pero ello se debe fundamentalmente a los condicionamientos y particularidades que
existen de elementos sustancialmente diferenciables entre los procesos de poder
desarrollados en los dos ámbitos señalados.
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 15

5. Elementos característicos del poder internacional.

La proyección del poder social en el contexto internacional (poder


internacional), nos muestra varios elementos característicos:

1. Es un poder directa y fundamentalmente ejercido por grupos sociales


Las relaciones de poder en el mundo internacional nacen de, y se desarrollan
entre, grupos humanos y/o sociedades que constituyen directamente los auténticos
protagonistas de la sociedad internacional.

Para que un grupo humano, que por el simple hecho de serlo manifiesta unas
relaciones de poder entre sus propios miembros, sea capaz de ejercer un cierto
protagonismo en las relaciones internacionales, es imprescindible el cumplimiento de
dos condiciones.

Primero, que posea una mínima autonomía para proyectar su poder hacia el
exterior, hacia el campo de las fenómenos internacionales. En segundo término, que
ejerza su poder a través de relaciones internacionales significativas para el conjunto
de la sociedad internacional.

La autonomía de poder hacia el exterior que ostenta una sociedad existe desde
el momento mismo en que es capaz de ejercer un cierto poder social de un modo
directo y sin mediación en alguna parcela de las relaciones internacionales.

Por el contrario, cuando un grupo humano se encuentra mediatizado por otros


grupos sociales en el ejercicio de su poder en todos los campos de sus actuación
exterior, dicha colectividad carece de autonomía, y por consiguiente no puede
convertirse en un actor con poder internacional.

También habrá que tener presente que aun cuando un grupo pueda ejercer de
modo autónomo su poder en el exterior, si las actuaciones que realiza o las relaciones
en las que participa resultan irrelevantes para la estructuración y dinámica de la
sociedad internacional, nos permitirá . excluirlo del análisis.

En línea con lo apuntado, la consideración de los individuos, al margen de los


grupos en los que participan, carece de importancia para el estudio de las relaciones
del poder internacional. No obstante, este aspecto del problema sigue siendo objeto de
profundos, y todavía no zanjados, debates doctrinales.

Esta dimensión social del ejercicio del poder internacional fue ya destacada por
QUINCY WRIGHT, cuando definió las relaciones internacionales como:
«Las relaciones entre grupos poderosos».

2. Es un poder descentralizado
Si consideramos los innumerables grupos que gozan de autonomía suficiente
para ejercer un cierto grado de poder internacional, comprenderemos una de las
causas por las que este poder se encuentra fuertemente descentralizado o disperso.

Al carecerse internacionalmente de centros únicos, o unificados, para el


ejercicio del poder, la sociedad internacional experimenta una complejidad mayor que
otras formas más simples de agrupación social, y en consecuencia, resulta mucho
más difícil la adopción de pautas de comportamiento que gocen de una aceptación o
rechazo universal. Esta mayor complejidad de las relaciones de poder en el mundo
internacional provoca unas trabas y/o distorsiones que dificultan la «estandarización»
Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991 16

de las conductas de los actores internacionales, y su plasmación en normas o


instituciones que unifiquen las formas y limites del ejercicio del poder internacional.

Muchos autores han creído encontrar en esta descentralización del poder la


causa de la anarquía imperante en el contexto internacional. Nada más lejos de la
realidad. La existencia de unas relaciones de poder internacionales genera un orden
jerárquico entre los miembros de la sociedad internacional.

Paralelamente podemos comprobar que la dispersión del poder nos evidencia


la tendencia hacia una mayor participación. En efecto, cuanto más descentralizado
está el poder en una sociedad mayor es también su carácter participativo, y también
resulta mucho más compleja su organización normativa e institucional.

La evolución histórica de las sociedades internacionales muestra una tendencia


recurrente entre las formas centralistas y dispersas de organización de las relaciones
del poder internacional. En las épocas en que han dominado unas estructuras de
poder fuertemente centralizadas, por ejemplo, en el contexto de los grandes imperios
coloniales, la sociedad internacional ha logrado implantar fórmulas e instituciones
(jurídicas, económicas, ideológicas, etc.) ampliamente generalizadas y
extraordinariamente eficaces. Sin embargo, el precio de esta eficacia y de este
centralismo ha sido el de mantener una sociedad escasamente participativa y
democrática. Resulta interesante contrastar esta situación con la emanada del proceso
de descolonización iniciado a fines del siglo XVII.

Conviene destacar que el aspecto participativo de la sociedad internacional, en


tanto que una consecuencia derivada del mayor o menor grado de descentralización
del poder entre sus miembros, no coincide totalmente con la idea de interdependencia.
Ciertamente el grado de interdependencia entre los actores internacionales ha
experimentado en los últimos siglos una notable acentuación, pero todavía se
encuentra muy lejos del que impera en el seno de los propios actores internacionales.
Por ejemplo, existe mucha más interdependencia entre los miembros de un estado o
una empresa multinacional que entre distintos estados o empresas multinacionales.

3. Es un poder fuertemente inestable


El ejercicio del poder internacional contiene, intrínsecamente, un alto grado de
inestabilidad. La inestabilidad se manifiesta en la dificultad, o incapacidad para
mantener inalteradas ciertas relaciones de poder a lo largo del tiempo.

Esta inestabilidad deriva de dos causas fundamentales. En primer lugar, del


alto grado de descentralización del poder internacional. En segundo término, es una
consecuencia del carácter grupal de los actores internacionales, ya que toda crisis o
alteración significativa de las relaciones internas de poder en uno o varios actores
terminarán por afectar sus actos internacionales de poder, y con ellos la propia
estabilidad de las relaciones internacionales en las que participan.

El conjunto de las características apuntadas confieren al ejercicio del poder


internacional unas diferencias que deben ser estudiadas detenidamente, con vistas a
descubrir y precisar las regularidades que existen en las relaciones internacionales.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 1

CAPITULO 7.- LA DIPLOMACIA.

Evolución histórica de la diplomacia.-Concepto y funciones de la diplomacia.-Los cambios en


la sociedad internacional y las nuevas formas de la diplomacia.-La misión diplomática.-
Privilegios e inmunidades diplomáticas.

1.-EVOLUCION HISTORICA DE LA DIPLOMACIA.

Los orígenes de las relaciones diplomáticas son tan antiguos como la historia de las propias
sociedades humanas.A medida que estas se fueron configurando como unidades políticas
autónomas, surgió la necesidad de relacionarse y comunicarse con aquellas que les
circundaban.Evidentemente,la diplomacia actual presenta sustanciales diferencias de aquellas
"prácticas diplomáticas" sustentadas por las comunidades primitivas.Sin embargo,hoy,como ayer,las
relaciones diplomáticas forman,junto con la guerra,el comercio y la comunicación,el sustrato esencial
de una sociedad internacional cuyo entramado de relaciones y actores ha experimentado una
constante y creciente complejidad a lo largo de la historia.

Los autores suelen dividir la historia diplomática en dos grandes períodos:

1.-Desde la Antigüedad hasta el siglo XV.

Durante esta etapa,la diplomacia poseyó un carácter ambulante.Es decir,era una diplomacia que
se realizaba mediante representantes designados de forma excepcional y que desempe aban su
actividad en un país extranjero y ante su monarca durante un período de tiempo limitado
acorde,generalmente,con la naturaleza de las gestiones que debían llevar a cabo;por ej. la
negociación de tratados de paz o de alianzas,el establecimiento de acuerdos comerciales,la
delimitación de fronteras,etc.

Las actividades diplomáticas carecían de organización y de normas básicas que regulasen su


funcionamiento.A ello habría que agregar las limitaciones que imponían los medios de transportes y
comunicaciones de aquellas épocas y las dificultades de carácter lingüístico,religioso o
cultural,factores todos ellos que impidieron la instauración de unas misiones diplomáticas estables
o,al menos,regulares.

Hubo que esperar a la Edad Media para constatar cómo la Santa Sede, potencia religiosa y política
de la Cristiandad,adoptaba la costumbre de enviar misiones diplomáticas temporales ante los
soberanos con el fin de resolver sus diferencias,espirituales y temporales.Anticipaba así una práctica
que se consolidaría,más tarde,con la implantación de las Nunciaturas Apostólicas acreditadas ante
las Cortes y monarcas católicos,práctica que todavía perdura en nuestros días.

2.-Desde el siglo XV hasta la actualidad.

En esta segunda fase,la diplomacia se convirtió en permanente.Lo que exigió que los países
confiriesen un grado de estabilidad y duración a sus relaciones diplomáticas mediante el
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 2

establecimiento de misiones diplomáticas permanentes.Ello era una consecuencia directa de la


concurrencia de nuevos factores internacionales entre los que destacan:la emergencia de los
modernos Estados europeos,el nacimiento de un nuevo sistema de relaciones económicas
capitalistas y la expansión ultramarina,que puso en contacto a las principales potencias europeas con
los grandes imperios de Extremo Oriente y del continente americano.Estas nuevas condiciones
políticas y económicas del mundo internacional exigían una básica institucionalización de la acción
exterior de las monarquías,que necesitaban unos órganos permanentes de representación y unos
canales oficiales de comunicación e información ante las autoridades de terceros países.

Aunque este análisis es útil por cuanto destaca la principal diferencia entre las dos formas de
diplomacia que han dominado cada una de las etapas históricas,resulta oportuno precisar un poco
más los diversos subperíodos que han jalonado la historia diplomática desde los inicios de la Edad
Moderna,de este modo lograremos comprender mejor las razones que han conducido a la
diversidad y complejidad de las relaciones diplomáticas que imperan en la sociedad internacional de
nuestros días.Según los estudios históricos recogidos por Cahier1;Miaja de la Muela2 y Vilari o3,
podemos diferenciar tres fases importantes:

1.-Desde mediados del siglo XV hasta el Congreso de Viena de 1815.

La diplomacia se convirtió en permanente,durante la primera mitad del siglo XV,en el intrincado


contexto de las relaciones políticas que imperaban entre los reinos y repúblicas italianas.Se suele
citar a Venecia como la instauradora de la diplomacia moderna de carácter permanente,con el
establecimiento de misiones en Roma y Constantinopla.Sus embajadores,denominados
oratores,mantuvieron una intensa y periódica correspondencia oficial.En ella reunían cuanta
información política,económica o social de los Estados y las Cortes,ante las que estaban
acreditados,lograban obtener.Estos informes resultaron de extraordinaria utilidad tanto para la
política exterior veneciana como para el desarrollo de una nueva ciencia:la Historia Diplomática,de la
que fueron una de sus primeras y más importantes fuentes documentales de la época.
Entre las primeras misiones diplomáticas permanentes que se conocen figuran las que
instauraron,entre 1425 y 1432,el Ducado de Milán y Segismundo,rey de Hungría.También se puede
mencionar la embajada desempe ada por Nicodemo da Pontremoli que en 1446 representaba al
Duque de Milán,Francesco Sforza,ante la ciudad de Florencia.Por su parte,Espa a contó con
embajadores permanentes desde la época de los Reyes Católicos,quienes nombraron a D. Alfonso
de Silva, embajador en París en el a o 1464, y a D. Rodrigo Gonzalez de Puebla,embajador en
Londres,tres a os más tarde.4

1
-CAHIER,Ph.-Le Droit Diplomatique Contemporain.-Ginebra,1962. Edit. Publications de l'Institut Universitaire des
Hautes Etudes Internationales.(traducción de José Vicente Torrente, Marcelino Oreja y Julio Gonzalez Campos.-
Derecho diplomático contemporáneo.-Madrid,1965.Edit.Rialp;págs. 20-45.)
2
-MIAJA DE LA MUELA,A.-Introducción al Derecho Internacional Público.-Madrid,6 ed.,1974.Edit.
Atlas;págs.341-357;369-372; 469-470.
3
-VILARIÑO,E.-Curso de Derecho Diplomático y Consular.Parte General y textos codificados.-
Madrid,1987.Edit.Tecnos;págs. 59-76.

4
-MIAJA DE LA MUELA,A.-op. cit.;págs. 369-370.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 3

Con la consolidación del Sistema Europeo de Estados,tras la Paz de Westfalia de 1648,la


diplomacia permanente se generalizó entre todos los países y monarcas de Europa.Surgió así la
necesidad de constituir unas oficinas encargadas de administrar las relaciones diplomáticas y la
política exterior de los Estados.Paralelamente va configurándose un cuerpo de funcionarios
especializados en las tareas diplomáticas que pasaron a depender de un Secretario de
Estado,nombrado por el monarca entre la nobleza de su confianza, constituyendo así el antecedente
remoto de los actuales Ministros de Asuntos Exteriores.

Los rasgos definidores de la diplomacia de este período eran los siguientes:

a).-Existían muy pocas normas de derecho diplomático,tanto en lo referente a privilegios e


inmunidades,del personal y de las misiones,como en lo relativo a la jerarquía y rangos de los agentes
diplomáticos.Los abusos y violaciones de tales normas eran frecuentes y respondían a los cambios
que experimentaba una política exterior completamente personalizada.

b).-Habida cuenta del carácter patrimonialista del Estado que poseían los monarcas absolutistas,el
agente diplomático actuaba como un representante personal del soberano,y/o de la correspondiente
dinastía,mucho mas que como el representante del Estado.

c).-En sentido estricto no se puede,todavía,hablar de una carrera diplomática,entendida como una


profesión específica en el seno de una Administración estatal muy embrionaria.Los embajadores son
elegidos y nombrados personalmente por el monarca,ante el que responden directamente,y sus
colaboradores son los criados particulares de la persona elegida que les paga de su propio erario.

d).-Las funciones del diplomático no se limitan a la negociación e información a su propio


soberano.Con frecuencia interviene en la vida política interior de los Estados ante los que se
encuentra acreditado,apoyando a los grupos o facciones cuyos intereses coinciden más
estrechamente con los móviles políticos y económicos de sus monarcas.Desde esta perspectiva,el
agente diplomático es también un agente político de su país,ámbito en el que gozaron de una
apreciable autonomía funcional.

e)De forma consuetudinaria,comienza a desarrollarse una jerarquía diplomática y a imponerse unas


normas protocolarias (Comitas Gentium) o de cortesía internacional cuya importancia creciente
llegará hasta nuestros días.

2.-Desde el Congreso de Viena hasta el final de la Primera Guerra Mundial.

Durante esta etapa,el cambio más significativo que se produjo consistió en la implantación de un
auténtico derecho diplomático, cuyas normas eran obligatorias para todos los países.La mayoría de
ellas se habían convertido ya en una costumbre consolidada durante los siglos precedentes.Se
implanta también una incipiente jerarquía del personal diplomático.

Las principales características de las relaciones diplomáticas de este período son las siguientes:
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 4

a).-Como resultado de la evolución de los regímenes políticos estatales (aparición de las Monarquías
constitucionales y de las Repúblicas presidencialistas),así como del reconocimiento del principio de
la soberanía popular,proclamado en las revoluciones americana y francesa,los diplomáticos se
convirtieron cada vez más claramente en representantes de los Estados antes que de los monarcas.

b).-Se comenzó a perfilar una carrera diplomática como parte sustantiva de la Administración civil
del Estado.Ello terminó confiriendo a los diplomáticos un status funcionarial y burocrático, que les
permitió independizarse,en el ejercicio de sus funciones exteriores,de los criterios particulares de los
monarcas.

c).-Se consolidaron unas normas jurídicas internacionales que constituyeron la médula del derecho
diplomático.Estas normas regulaban temas como el de la jerarquía y precedencia de las distintas
categorías de agentes diplomáticos (Ministros plenipotenciarios;Secretarios de Embajada;etc.);los
privilegios e inmunidades de la sede y los agentes diplomáticos;los requisitos y el procedimiento de
acreditación,envío y retirada del personal diplomático;etc.

d).-Aunque las decisiones en materia de política exterior,pasan a ser cada vez más claramente,una
responsabilidad de los Gobiernos y de los Ministros de Asuntos Exteriores,los diplomáticos siguen
manteniendo un significativo grado de autonomía en la ejecución de las directrices que les son
encomendadas que,sin embargo,la revolución en los medios de transporte y comunicación que se
produjo a fines del siglo XIX terminó erosionando.

e).-Finalmente,la diplomacia desarrollada durante este período poseyó un carácter


predominantemente secreto,propiciado por el restringido acceso a los asuntos exteriores que quedó
reservado a un reducido grupo de personas,integrado por los miembros del Gobierno,altos
funcionarios de la Administración estatal y miembros de las Cámaras legislativas.Al evitarse el
control popular,las negociaciones diplomáticas pudieron mantenerse en la confidencialidad de las
cancillerías.

c).-Desde la Primera guerra Mundial hasta la actualidad.

En el transcurso de esta etapa,la diplomacia permanente experimentó una relativa decadencia en


favor de nuevas formas de diplomacia ambulante,poderosamente estimuladas por las modernas
tecnologías de los transportes (ferrocarril;navegación a vapor;aviación) y las comunicaciones
(telegrafía; telefonía;radiofonía;televisión,por ondas y por satélite,etc.),de alcance mundial. 5

Los principales rasgos definitorios de este período son:

a).-La diplomacia pasa de ser secreta y restringida a ser abierta y pública.Este cambio fue
auspiciado por el Presidente norteamericano Woodrow Wilson,quien en su conocido Programa de
los Catorce Puntos defendía:

5
-ZIEGLER,D.W.-War,Peace and International Politics.-Boston/ Toronto,1987.Edit.Little Brown & Comp.; 291-295.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 5

"la adopción de Acuerdos de Paz concluidos abiertamente, y según los cuales


no habrá acuerdos internacionales privados,cualquiera que fuese su
naturaleza;la diplomacia procederá siempre de forma franca y pública." 6

b).-La expansión de los medios de comunicación social,propició un mayor control de la política


exterior por la opinión pública. Naturalmente,también la diplomacia pasó a ser objeto de una
creciente preocupación de amplios sectores políticos y sociales.De este modo,la diplomacia dejó de
ser un asunto exclusivo de los Gobiernos y los funcionarios diplomáticos.Se establecieron
mecanismos políticos,como los referéndums,para canalizar el control popular en la política exterior.

c).-La independencia de los agentes diplomáticos,y también sus privilegiadas funciones como
observadores,informadores y representantes de sus paises ante otros Estados,se vio sustancialmente
mermada a consecuencia de los nuevos sistemas de transporte que facilitaron la ejecución directa,de
una parte importante de la diplomacia,por los propios Gobiernos y los más altos cargos del Estado
(Jefes de Estado y/o de Gobierno;Ministros de Asuntos Exteriores;etc.)

d).-La progresiva transformación,ampliación y especialización de las funciones diplomáticas,unida al


sustancial aumento del número de Estados y otros sujetos del derecho internacional ante los que
deben desempe arse dichas tareas (incremento del número de OIG.), ha debilitado el protagonismo
de la diplomacia permanente,de tipo clásico,y de sus agentes,propiciando la aparición de misiones
diplomáticas especiales,así como de nuevos diplomáticos constituidos por funcionarios técnicos o
especialistas (economistas ;militares;periodistas;etc.) que desempe an importantes actividades en el
seno de las delegaciones diplomáticas (agregados comerciales; militares;culturales;de prensa;etc.).

A pesar de todo lo indicado,las misiones diplomáticas permanentes siguen desempe ando


insustituibles funciones como canales privilegiados de comunicación,información y negociación entre
los Estados,al tiempo que sigue actuando como instituciones protectoras de sus nacionales y de los
intereses de su respectivos gobiernos, ante las autoridades de los Estados en los que se encuentran
acreditadas. Desde esta perspectiva,se ha alcanzado una eficaz síntesis histórica surgida,por una
parte,de la creciente complementariedad entre la diplomacia permanente clásica y las nuevas formas
de diplomacia ambulante desempe ada por los máximos responsables de la política exterior y,por
otra,de la propia interdependencia que impone la dinámica internacional y que obliga a los Estados a
coordinar sus actividades exteriores con objeto de poder abordar los principales problemas que
aquejan a la sociedad mundial7.Como se ala Sondermann:

"No obstante,la diplomacia ha cambiado mucho en el siglo diecinueve y


especialmente en los últimos treinta a os. Como Gilbert Winham se ala en la
siguiente selección,la diplomacia hoy en día es menos un arte que un proceso
de gestión.Ello es debido a que los Estados y las sociedades son más
6
-LE FUR,L.;CHKLAVER,G.-Recueil des textes de droit international public.-París,2 ed.,1934;pág.287.

7
-TOMASSINI,L.-"La necesidad de una nueva diplomacia".-TOMASSINI,L.; MONETA,C.J.; VARAS, A.- La
política internacional en un mundo postmoderno.-Buenos Aires,1991.Edit. Grupo Editor Latinoamericano; págs.
269-283.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 6

interdependientes y los asuntos poseen una creciente complejidad.En los viejos


tiempos,el resultado de las negociaciones era probable que tuviese escasos
efectos sobre la población doméstica salvo que condujese a la guerra.Pero hoy
en día hay un sin fin de problemas que sólo pueden ser resueltos en conjunción
con otras naciones,y no son problemas que puedan ser desconocidos o
fácilmente pospuestos.El control de armas nucleares,los temas aduaneros y
monetarios,los acuerdos para regular el tráfico aéreo y las
comunicaciones,evitar el peligro de polución,terrorismo o colapso
económico,todos ellos son menos una causa de conflicto sobre las respuestas
que una cuestión de encontrar soluciones a los problemas comunes." 8(La
traducción es nuestra.)

2.-CONCEPTO Y FUNCIONES DE LA DIPLOMACIA.

La breve referencia histórica que hemos realizado nos resulta útil para comprender que tras el
término diplomacia se ocultan una diversidad de formas y técnicas de relación internacional entre los
Estados que han experimentado sustantivos cambios a lo largo de los siglos.Tal vez por ello no
resulta sencillo encontrar una definición,suficientemnte general y precisa,que abarque la pluralidad de
actividades que han existido o se desarrollan en el campo de las relaciones diplomáticas.En una
primera aproximación podríamos coincidir con la fórmula,un tanto simplificadora,de Satow cuando
afirma que la diplomacia es "la conducción de los negocios entre los Estados por medios
pacíficos" .9

Claro está que dado el peso que han adquirido las cuestiones económicas o ideológicas y la
influencia que ejercen los cambios tecnológicos en las relaciones interestatales,cabría preguntarse si

8
-SONDERMANN,F.A.;MC LELLAN,D.S.;OLSON,W.C.-op. cit.;pág. 130.

9
-Citado por CAHIER,Ph.-op. cit.;pág. 16.
Resulta interesante constatar la difundida asimilación que en la doctrina anglosajona se realiza entre los
conceptos de política exterior y diplomacia,tomando esta última,en su acepción genérica. Estimamos,con Vilari
o,que semejante identidad conceptual es abusiva incluso en una aproximación general.Así,Morgenthau indica:
"En su sentido más amplio,comprendiendo todo el campo de la política exterior,la tarea de
la diplomacia es cuádruple:1)La diplomacia debe determinar sus objetivos a la luz del poder
actual y potencialmente disponible para perseguir estos objetivos.2)La diplomacia debe
evaluar los objetivos de las otras naciones y el poder actual y potencialmente disponible
para la persecución de estos objetivos.3)La diplomacia debe determinar hasta qué punto
estos objetivos diferentes son compatibles entre sí.4)La diplomacia debe utilizar los medios
apropiados para la persecución de estos objetivos."
En el mismo sentido,Rosecrance afirma:
"El término diplomacia se utiliza por lo menos en dos sentidos:el primero y más restringido
hace referencia al proceso por el cual los gobiernos se comunican entre sí,por conducto de
agentes oficiales;el segundo,de ámbito más amplio,hace referencia a los métodos o técnicas
de la política exterior que influyen en el sistema internacional."
VILARIÑ O,E.-op. cit.;págs. 79-82.
MORGENTHAU,H.J.-op. cit.;pág.712.
ROSECRANCE,R.N.-"Diplomacia".-Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales.-Madrid,1974. Edit.
Aguilar;vol.3;pág.724.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 7

la gestión pacífica de tales asuntos corresponde también a la diplomacia.Análogamente y a la vista


de las diversas formas de violencia que han surgido en la sociedad internacional,podemos igualmente
interrogarnos sobre la oportunidad de incluir bajo este término aquellas gestiones que realizan los
países para mejorar sus oportunidades de éxito en un conflicto armado (negociación de
alianzas;comercio de armamentos;etc.) o para poner fin a las hostilidades,bien de modo temporal
(treguas;alto el fuego;etc.) o definitivo (negociaciones de paz).

Por su parte,Pradier-Fodéré ha intentado precisar algo más esta definición se alando que:

"La diplomacia,efectivamente despierta la idea de gestión de los asuntos


internacionales,de conducción de las relaciones exteriores,de administración
de los intereses nacionales de los pueblos y de sus gobiernos en sus contactos
materiales sean pacíficos u hostiles." 10

Esta definición,no sólo destaca algunas de las funciones de la diplomacia,sino que subraya
claramente su carácter instrumental al servicio de los intereses tanto de los gobiernos como de los
pueblos,poniendo con ello de manifiesto la posibilidad de divergencias entre ambos,y,por último,la
necesidad de la diplomacia incluso bajo circunstancias bélicas.Sin embargo,esta conceptualización
deja sin especificar dos importantes aspectos,a saber:

a).-En primer lugar,si la diplomacia puede desarrollarse entre cualquier actor internacional,con
independencia de su naturaleza jurídica internacional.En otras palabras,si la gestión de los asuntos de
cualquier actor internacional,por el mero hecho de serlo,debe ser calificada como diplomacia,con
independencia de cualquier otra consideración de carácter jurídico.De la respuesta a esta cuestión
depende el que consideremos dentro de la diplomacia las negociaciones entre ejecutivos de
Empresas Multinacionales o las gestiones realizadas por los representantes de colectividades
políticamente organizadas (pueblos;movimientos de liberación) que todavía no han sido reconocidas
como sujetos de derechos y obligaciones internacionales por el resto de los miembros de la
comunidad internacional.11

b).-En segundo término,si las relaciones diplomáticas existen con independencia de los medios o
técnicas empleados o si,por el contrario,sólo ciertas categorías de actividades pueden ser
consideradas propias de la diplomacia,ya que como afirman Sondermann;Mc Lellan y Olson "la
diplomacia es un proceso y un método por el que los gobiernos persiguen su política
exterior;esta no es la propia política." 12

Estas cuestiones son abordadas de un modo más completo y riguroso en la definición que ha
realizado Vilari o,para quien bajo el término diplomacia nos referimos a:

10
-PRADIER-FODERÉ,P.-Cours de droit diplomatique.-París,1899.vol. I;pág 2.

11
-POCH,A.-"Del lugar de la diplomacia".-MEDINA,M.;MESA,R.; MARI O,P.(Coordinadores).-
Pensamiento....op. cit.;vol. II;págs. 1003-1015.

12
-SONDERMANN,F.A.;MC LELLAN,D.S.;OLSON,W.C.-op. cit.;pág.127
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 8

"aquella actividad ejecutora de la política exterior de un sujeto de derecho


internacional,llevada a cabo por órganos y personas debidamente
representativos del mismo, ante otro u otros sujetos de derecho internacional
para,por medio de la negociación,alcanzar,mantener o fortalecer
transaccionalmente la paz;ha de tener como finalidad última hacer
posible,con tales medios,la construcción o existencia de una comunidad
internacional justa que,a través de la cooperación,permita el pleno
desarrollo de los pueblos."13

De acuerdo con esta definición podemos sistematizar los principales elementos que nos permiten
definir cuándo nos hallamos ante una auténtica relación diplomática.Estos elementos son:

1.-La subjetividad jurídica internacional de los actores.

Desde el momento que la diplomacia dejó de ser una relación arbitraria y ocasional para convertirse
en una relación internacional regulada jurídicamente,en la que se atribuyen derechos y se asumen
obligaciones entre los Estados,resulta ineludible admitir que sólo pueden aceptarse como
diplomáticas determinadas actuaciones entre aquellos actores que gozan de subjetividad y
capacidad según el derecho internacional.Bien entendido,que la subjetividad jurídica internacional no
atribuye automáticamente la capacidad diplomática.Esta es una condición necesaria pero no
suficiente.14

En tal sentido,no sólo los Estados sino también las Organizaciones intergubernamentales o los
pueblos y movimientos de liberación reconocidos como tales por la comunidad internacional,son
actores con capacidad para generar o participar en las relaciones diplomáticas.15Por el contrario,las
ONG,las Empresas Multinacionales o cualquier otra categoría de actores no reconocidos
internacionalmente, carecen de competencias de carácter diplomático.

13
-VILARIÑO,E.-op. cit.;pág. 90.

14
-Sobre la subjetividad jurídica internacional véanse las clarificadoras reflexiones de:
BARBERIS,J.A.-Los sujetos del Derecho internacional actual.-Madrid,1984. Edit.Tecnos.
íd.-"Nouvelles questions concernant la personalité juridique internationale".-Recueil des Cours de l'Academie
de Droit International de La Haye,179 (1983);págs.145-304.

15
-Como ha escrito Rodriguez Carrión:
"En efecto,si las Organizaciones son sujetos,una de las primeras cuestiones a plantear es la
de la capacidad para relacionarse internacionalmente,es decir,hasta qué punto pueden las
Organizaciones establecer relaciones permanentes u ocasionales,bien con otras
Organizaciones, bien con los Estados como categoría diferenciada de sujetos de Derecho
internacional.Como quiera que el actual desarrollo del Derecho y de las relaciones
internacionales muestran sin discusión la existencia de estas relaciones,habrá que concluir
que lo que clásicamente se entendía como Derecho diplomático ha experimentado una
considerable ampliación cualitativa: incorporación de normas que regulan las relaciones
internacionales en las que,al menos,uno de los sujetos intervinientes es una Organización
internacional."
RODRIGUEZ CARRION,A.J.-Lecciones de derecho internacional público.- Madrid, 1987. Edit. Tecnos; pág. 288.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 9

2.-Carácter ejecutivo e instrumental.

En realidad,la actividad diplomática constituye una parcela relevante de la actuación exterior de los
sujetos de derecho internacional y,de modo más exacto,de la fase ejecutiva de la misma,por
contraposición a las fases de decisión y control.En la medida en que la mayor parte de la diplomacia
se desarrolla entre los Estados,podemos admitir que su dimensión ejecutiva se refiere a la política
exterior.No obstante y puesto que las relaciones diplomáticas también son establecidas por otros
sujetos internacionales no estatales,en una tendencia que cada vez está adquiriendo mayor relevancia
en el contexto internacional,resulta inadecuado asociarlas a la política exterior que sólo puede
predicarse de los Estados.Por esta razón,sería más adecuado hablar de la diplomacia como una
parte ejecutiva de la actuación exterior de tales sujetos internacionales.

Además,la diplomacia posee un carácter instrumental.En cuanto tal, quedará supeditada en sus
objetivos inmediatos y en su alcance por los fines a los que debe servir,teniendo siempre presente
que existen otras muchas categorías de relación que no son diplomáticas (comerciales;bélicas;etc.) y
que también se configuran como instrumentos alternativos para la consecución de los mismos fines.

3.-Representatividad de los agentes u órganos diplomáticos.

Para que la relación diplomática goce de plena validez jurídica y efectividad política,debe ser
establecida entre aquellas personas u órganos que gocen de representatividad del sujeto
internacional. En consecuencia,no todas las actuaciones,individuales o colectivas, de sus miembros
constituyen verdaderas actividades diplomáticas. Conviene destacar que la representatividad,debe
ostentarse respecto del sujeto al que pertenece el agente u órgano,pero también debe ser admitida
por aquel otro sujeto ante el que deberá desempe arse la actividad diplomática.

4.-La diplomacia se desarrolla mediante la negociación.

La negociación constituye el medio esencial por el que discurre la actividad diplomática.Gracias a


ella,la diplomacia se singulariza de otras formas de relación internacional.En efecto,cuando no hay
negociación,entendiendo por tal la defensa de los propios intereses mediante la búsqueda de
un compromiso o acuerdo aceptable para todas las partes afectadas,tampoco puede hablarse
verdaderamente de diplomacia,aunque formalmente pudiera aparentarlo.

En la vida internacional ocurre con mucha frecuencia que los Estados recurren a la coacción o a la
dominación,para tratar de imponer sus intereses a otros países.También es frecuente que estos
actos,de un descarnado despotismo,traten de ser disimulados bajo formas de apariencia
diplomática,lo que ha dado origen a la aparición de términos y expresiones tan conocidas como las
de "diplomacia del dólar";"diplomacia de las ca oneras";etc.16Realmente no puede admitirse que
estas categorías de relaciones sean equiparadas a aquellas negociaciones mantenidas por los agentes
diplomáticos y desarrolladas sin coacciones abusivas ni atropello de las partes más débiles por las
más poderosas,aún cuando en las auténticas negociaciones diplomáticas existirá siempre una
desigualdad de poder entre las partes que evidentemente incidirá en los resultados sin que quepa por
ello negarse la equidad y validez de los acuerdos alcanzados.
16
-SCHELLING,Th. C.-"TheDiplomacy of Violence".-ART,R.J.;JERVIS,R. (Eds.).-op. cit.;págs. 171-185.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 10

La naturaleza negociadora de la diplomacia,pone de manifiesto el carácter cooperativo que posee


esta relación,pues no puede desarrollarse ningún tipo de negociación si las partes afectadas no están
dispuestas a colaborar,al menos en lo tocante a la búsqueda de algún tipo de compromiso y a su
posterior cumplimiento.

Ahora bien,aunque la quintaesencia de la diplomacia sea la negociación,no cabe identificar ambos


términos.17Existen numerosas negociaciones internacionales que no forman parte de la diplomacia.
Ello puede deberse a la falta de subjetividad de los actores,a la naturaleza de las cuestiones
negociadas o a la falta de representatividad de los negociadores.En todos estos supuestos la
negociación no es una auténtica negociación diplomática aunque en ocasiones se utilicen los canales
diplomáticos (agentes,misiones) para realizarlas.

Un caso frecuente de negociación no diplomática, ,lo constituyen las negociaciones entre ejecutivos
de Empresas Multinacionales y miembros de la misión diplomática con vistas a formalizar la
adopción de proyectos conjuntos (joint ventures),ya sea en el propio país o en terceros
Estados.Otro ejemplo habitual de negociaciones no diplomáticas surge cuando dos gobiernos se
disputan la representatividad de un Estado.En estos casos,el gobierno que no es reconocido como
legal por la comunidad internacional carecerá de competencias diplomáticas.En esta situación se
encuentra actualmente el Gobierno de Formosa,para quien el reconocimiento por Estados Unidos y
los países occidentales del Gobierno de Beijing como el único gobierno chino, le obligó a suspender
las relaciones diplomáticas que durante décadas había mantenido con ellos.Un supuesto similar
experimentó el gobierno republicano espa ol,tras la normalización de relaciones
con el gobierno franquista a partir de 1953.Sólo México y algunos países comunistas se negaron a
establecer relaciones diplomáticas con el Régimen.

5.-Finalidad pacífica.

En toda relación diplomática,y sea cual sea el objetivo inmediato de la acción exterior por el que
dicha relación se ha entablado,la finalidad última que justifica su existencia y le da pleno significado
es la de alcanzar o mantener unas relaciones internacionales pacíficas.18

17
-La distinción entre negociación internacional y diplomacia resulta tan clara como los puntos que ambas tienen
en común.No obstante,no compartimos la visión de aquel sector de la doctrina que sigue el modelo burocrático ya
que para tales autores la política exterior no es mas que el resultado de un permanente regateo o negociación
entre los diversos sectores de la Administración nacional o de los diversos gobiernos.Con este criterio se
difuminan las diferencias entre aquellas actuaciones de política exterior que no asumen la negociación como
característica esencial,por ej. las presiones económicas;propaganda;la violencia armada;etc. y los que como la
diplomacia incorporan la negociación como un elemento intrínseco.

Análogamente,consideramos que hoy en día no se puede sustentar seriamente la idea de la negociación como
"un sutil arte",tal y como afirmaban los autores internacionalistas clásicos.La negociación es un proceso o
relación que sigue una reglas precisas y utiliza unas técnicas bien conocidas que pueden aprenderse y aplicarse
con éxito.
MERLE,M.-"De la négociation".-Forces...op. cit.;págs.242-262.
SNYDER,G.;DIESING,P.-"External Bargaining and Internal Bargaining".-
MATTHEWS,R.O.;RUBINOFF,A.G.;STEIN,J.G.(Eds.).-op. cit.;págs.238-246.
WINHAM,G.R.-"Negotiation as a Management Process".-SONDERMANN,F.A.; MC
LELLAN,D.S.;OLSON,W.C.(Eds.).-op. cit.;págs.135-146.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 11

La diplomacia se perfila así no sólo como una forma de relación alternativa a la guerra sino también
como una forma de relación destinada a evitarla.Cuando la diplomacia se concibe y ejecuta para
incrementar el poder de los actores internacionales,propiciando el desencadenamiento de conflictos
armados,termina siendo rehén de la estrategia bélica y,llegado ese punto,acaba por quedar
desvirtuada y,con frecuencia,desacreditada ante los restantes gobiernos y organismos
internacionales,así como ante la opinión pública, nacional e internacional.

Una vez hemos determinado el significado y alcance del concepto de diplomacia,debemos referirnos
a las principales funciones que cumple en el marco general de las relaciones internacionales. De
acuerdo con lo establecido por el art. 3 del Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas,de
1961,y con la mayoría de la doctrina,se pueden destacar las siguientes:representación;
comunicación e información;negociación;protección y asesoramiento. 19

a).-Función de representación.

En la evolución histórica,la representación política constituyó, junto con la función comunicativa,la


base de la diplomacia.El diplomático tenía como principal actividad,representar a su monarca ante
otros soberanos.Esta representación,originariamente política, se ha convertido también en una
representación administrativa.

Con frecuencia,se asocia la labor de los diplomáticos con su participación en las ceremonias y
actividades protocolarias a las que deben asistir en nombre del sujeto internacional al que
representa.Sin embargo,esta imagen no se corresponde mas que de un modo muy inexacto con la
realidad.La verdadera importancia del agente diplomático radica en la representación política que
desempe a.Gracias a ella,el Estado acreditante goza de la capacidad de mantener y participar en una
variada y decisiva gama de relaciones con el Estado receptor.En efecto,precisamente porque los
gobiernos de ambos países admiten políticamente que sus respectivas misiones diplomáticas

18
-Un autor tan alejado de nuestra posición como es Morgenthau, sustenta la misma tesis,aunque desde premisas
netamente distintas,cuando escribe:
"Ya hemos tenido ocasión de enfatizar la importancia de la diplomacia como elemento del
poderío nacional.La importancia de la diplomacia para preservar la paz internacional es
sólo un aspecto particular de esa función general.Una diplomacia que termina en la
guerra,ha fracasado en su objetivo primario:la promoción de los intereses nacionales por
medios pacíficos.Esto siempre ha sido así y particularmente en el caso de las potencialidades
destructivas de una guerra total."
MORGENTHAU,H.J.-op. cit.;págs. 711-712.

19
-HOLSTI,K.J.-op. cit.;págs.182-188.
ZIEGLER,D.W.-op. cit.;págs.282-285.
Una posición diferente es mantenida por Morgenthau,para quien la diplomacia "satisface tres funciones básicas
para su gobierno: simbólicas,legales y políticas." Consideramos que esta es una clasificación equívoca pues al
fin y al cabo las funciones legales forzosamente tienen que ser políticas,aunque no a la inversa,y ambas pueden
ser al mismo tiempo simbólicas.Por ej.La ausencia de invitación al gobierno del país receptor,en el acto
protocolario de celebración de la fiesta nacional por parte de una misión diplomática,ciertamente cumple una
función política y a la vez es claramente simbólica.Más certera nos parece la apreciación de este autor sobre los
principales medios de la diplomacia que reconduce a tres:la persuasión;el compromiso y la amenaza del uso de la
fuerza.
MORGENTHAU,H.J.-op. cit.;págs. 714-715.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 12

representan a los propios Estados,sus agentes pueden actuar comprometiendo con sus decisiones y
actividades la voluntad y responsabilidad estatal.Esta función de representación política
constituye,por tanto,el sustrato último sobre el que descansa el ejercicio de todas las demás
funciones que se desempe an por los agentes diplomáticos.

b).-La función de comunicación e información.

Aunque los autores suelen concederle poca atención,constituye una de las funciones primordiales
que justifican la necesidad de la diplomacia permanente.El desarrollo de las nuevas formas de
diplomacia directa y al más alto nivel (Jefes de Estado o de Gobierno y Ministros de Asuntos
Exteriores) exige para su eficacia la disponibilidad de canales oficiales de comunicación y gestión
que sólo pueden garantizarse con la presencia de misiones permanentes.

Las funciones de comunicación que realizan las misiones y agentes diplomáticos,operan en ambos
sentidos,de las autoridades del Estado acreditante a las del Estado receptor y viceversa.A diferencia
de las informaciones realizadas por los medios de comunicación social,
la comunicación diplomática posee la característica de la oficialidad, es decir garantiza que la
información comunicada se corresponde con la posición gubernamental.

La función comunicativa resulta decisiva para el desarrollo de los procesos negociadores y la


notificación de las instrucciones que deberán seguir los representantes diplomáticos en el desempe o
de su actividad.Pero también sirve para facilitar cuantas informaciones son solicitadas por el
gobierno acreditante sobre las condiciones políticas,económicas,sociales,etc. del país receptor.
Dichas informaciones se incorporarán al proceso decisional de la política exterior que realizarán el
gobierno y otros órganos estatales.Esta tarea de obtención de información ha sido la que ha
asociado la diplomacia,no siempre de forma correcta,con oscuras funciones de espionaje
(militar,político o industrial) ejercidas al amparo de la cobertura política y jurídica que ofrecen las
misiones diplomáticas y que,en todo caso,violan lo dipuesto por el Convenio de Viena en sus arts. 3
,1 d y 41.En cualquier caso,la diplomacia ofrece unos canales de comunicación e información
privilegiados que facilitan las relaciones interestatales,incluso en las difíciles condiciones que ofrecen
los conflictos armados.

c).-La función negociadora.

Ya hemos se alado que la negociación forma parte intrínseca de la diplomacia.No


obstante,coincidimos con Ziegler en que durante las últimas décadas,esta función ha tendido a
desplazarse desde el ámbito de actividades de la misión diplomática permanente al de
las nuevas formas de diplomacia,singularmente la diplomacia en la cumbre.No podemos
desconocer que los nuevos medios de transporte y comunicación han estimulado la creación de
equipos negociadores específicos y la celebración de conferencias internacionales en las que se
abordan las negociaciones sobre los principales temas que afectan a las relaciones entre los países.El
ejemplo de las negociaciones sobre desarme SALT I y II;START I y II o la más reciente
Conferencia para la Paz en Oriente Medio,inaugurada en Madrid,son suficientemente
reveladores.Sin embargo,las misiones permanentes siguen desempe ando sus funciones negociadoras
en relación con la mayor parte de las relaciones interestatales secundarias.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 13

d).-La función de protección de los nacionales y los intereses del Estado.

Junto a las funciones se aladas,la diplomacia ha venido desempe ando tradicionalmente la tarea de
proteger a sus ciudadanos que se encuentran en el Estado receptor.Esta protección se extiende
desde la seguridad física,en los supuestos de desórdenes políticos o conflictos bélicos,llegando
incluso a coordinar operaciones de evacuación,hasta el asesoramiento jurídico o las gestiones
políticas ante las autoridades del país receptor.20

Pero la función de protección unida a la de representación,posee otro destacado cometido:facilitar el


ejercicio de derechos o la gestión de actuaciones jurídico-administrativas ante las autoridades del
país acreditante.La misión diplomática,junto con las misiones consulares,se convierten así en órganos
de la Administración estatal establecidas en el extranjero.Ya se trate de las inscripciones registrales
(nacimientos,matrimonios, defunciones);de la participación electoral;de la expedición de
visados,pasaportes o tarjetas de identidad;de la legalización de documentos;etc.,la diplomacia opera
como un decisivo instrumento del Estado para facilitar y garantizar sus relaciones tanto con los
nacionales del país acreditante como con los ciudadanos del país receptor.

Estas múltiples actividades de protección,desempe adas por la misión diplomática acreditada en un


Estado,han adquirido una creciente importancia ante el auge experimentado por los movimientos
migratorios de mano de obra,los desplazamientos estacionales que provoca el turismo o el endémico
problema de las poblaciones refugiadas a causa de las guerras y las persecuciones por motivos
políticos.Todo ello ha provocado que la mayor parte del personal diplomático esté adscrito a esta
función protectora que, naturalmente,se hace extensiva a los intereses generales del propio Estado y
a sus bienes establecidos en el extranjero (inversiones;empresas).

e).-La función de asesoramiento.

Finalmente,las misiones diplomáticas ejercen una función de asesoramiento ante sus propios
gobiernos que resulta,en ocasiones, determinante en la adopción y ejecución de las distintas
opciones de política exterior.Debido al conocimiento de las condiciones políticas,económicas y
sociales que imperan en el país receptor,los informes que periódicamente envían las misiones a sus
respectivos gobiernos pueden ser ocasionalmente completados mediante consultas directas entre el
gobierno y los embajadores,con objeto de que estos aporten sus valoraciones sobre las distintas
alternativas de actuación exterior que contemplan las autoridades de sus países.La función asesora
puede resultar particularmente útil para el desarrollo de las negociaciones que realizan misiones
diplomáticas especiales o los propios Jefes de Estado o de Gobierno.

Como se puede apreciar,la diversidad y alcance de todas estas funciones convierten a la diplomacia
permanente,y a los representantes diplomáticos,en un instrumento imprescindible de las relaciones
entre Estados y,en último extremo,de la propia sociedad internacional.Sin embargo,los cambios

20
-Históricamente merece citarse la protección que recibieron los peregrinos y minorías cristianas,establecidas en
el Imperio Turco, y que durante siglos estuvo encomendada a las autoridades francesas y regulada por el régimen
de capitulaciones.
TRUYOL,A.-op. cit.;págs.60-62.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 14

experimentados en la vida internacional durante el último siglo han propiciado el desarrollo de nuevas
formas de relación diplomática que resulta oportuno analizar.

3.-LA EVOLUCION DE LA SOCIEDAD INTERNACIONAL Y LAS NUEVAS


FORMAS DE DIPLOMACIA.

Si nos atenemos a los cambios experimentados por la sociedad internacional durante el último
siglo,podemos apreciar una significativa aceleración de los acontecimientos internacionales que corre
paralela a una mayor complejidad de los problemas que deben enfrentar los Estados y a una
progresiva facilidad y rapidez de los medios de transporte y comunicación.Todo ello está
provocando una constante erosión del tiempo de que disponen los gobiernos para adoptar sus
decisiones y ejecutarlas,acentuándose de este modo el riesgo de errores de apreciación o evaluación
política de la realidad internacional,con las graves consecuencias que puede acarrear en un mundo
nuclearizado.Como ha se alado certeramente Kissinger,el gobernante se enfrenta a la dificíl elección
entre "lo urgente y lo importante".

Además,durante este siglo la sociedad internacional ha visto multiplicarse el número de Estados y


crecer exponencialmente
el panorama de las organizaciones intergubernamentales.Ello impide que la mayor parte de los países
del Tercer Mundo,incluso de las potencias medias,puedan arbitrar una red de misiones diplomáticas
permanentes que se extienda a la totalidad de actores estatales y organismos internacionales.

Un tercer factor sustancial es el que se deriva de la poderosa tendencia centralizadora que domina
las estructuras político-administrativas de los Estados,especialmente en materia de política exterior y
de seguridad,y que induce a los gobiernos a asumir el control y ejercicio de un número cada vez
mayor de las actividades exteriores del Estado.Este creciente intervencionismo de las más altas
instancias del poder ejecutivo,conduce a un protagonismo directo y personal de los Jefes de Estado
o de Gobierno y de sus Ministros de Asuntos Exteriores en las negociaciones políticas,al tiempo que
deben delegar en sus embajadores y expertos las negociaciones técnicas y las gestiones necesarias
para garantizar la eficacia del proceso negociador y la aplicación de los acuerdos alcanzados.

Estos cambios experimentados por la sociedad internacional han provocado como respuesta la
emergencia de nuevas formas de relación diplomática o la proliferación de formas ya existentes pero
poco frecuentes.En general podemos clasificarlas en tres categorías:

1.-La diplomacia en la cumbre.


2.-La diplomacia "ad hoc".
3.-La diplomacia parlamentaria.21

1.-La diplomacia en la cumbre.

21
-Esta clasificación se basa,parcialmente,en la adoptada por Cahier que distingue entre la diplomacia a través de
los Jefes de Estado y de los Ministros de Asuntos Exteriores;la diplomacia "ad hoc";la diplomacia a través de
Conferencias internacionales y la diplomacia a través de los organismos internacionales.
CAHIER,Ph.-op. cit.;págs. 443 y ss.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 15

Es la diplomacia que se realiza directamente por los máximos órganos estatales de la política
exterior:Jefes de Estado; Jefes de Gobierno y Ministros de Asuntos Exteriores.Esta forma de
diplomacia se practicó ya durante el siglo XIX mediante el sistema de congresos periódicos que
realizaron los más altos representantes de las potencias europeas.Más tarde,durante la segunda
guerra mundial, las conferencias de Teherán;Moscú;Yalta y Potsdam,demostraron su importancia en
la búsqueda de acuerdos sobre la colaboración bélica de los aliados o la articulación del sistema
político mundial de la postguerra.Desde entonces ha ido adquiriendo una frecuencia y un peso
crecientes en la política internacional hasta el extremo de que actualmente resulta difícil imaginar la
negociación sobre alguna importante cuestión,mundial o regional,en la que no intervengan
directamente los máximos responsables políticos del Estado.

Dado el carácter eminentemente político y el máximo rango de poder y representatividad que


ostentan los agentes de este tipo de diplomacia,presenta un alto grado de efectividad en sus
resultados. La diplomacia en la cumbre condiciona la actividad diplomática de las representaciones
permanentes al convertirla en meras ejecutoras de las decisiones adoptadas.

2.-La diplomacia "ad hoc".

La diplomacia "ad hoc",expresión utilizada por primera vez por la Comisión de Derecho
Internacional de las Naciones Unidas,es una diplomacia caracterizada por su temporalidad y su
excepcionalidad.

En efecto,se trata de unas relaciones diplomáticas establecidas con objeto de resolver problemas o
cuestiones internacionales que por su especificidad y/o su breve duración,no son abordadas por las
misiones permanentes.En los trabajos de la citada Comisión de Naciones Unidas,se contemplaban
tres supuestos de diplomacia "ad hoc":los delegados en congresos o conferencias
internacionales;los enviados itinerantes,encargados de desempeñar una misión en varios
países,y las misiones especiales.Estas últimas son definidas en la Convención de 1969 como "una
misión temporal que tenga carácter representativo del Estado,enviada por un Estado ante
otro,con el consentimiento de este último,para tratar con él asuntos determinados o realizar
ante él un cometido determinado."

Los elementos característicos de las misiones especiales son los siguientes:


a).-Su temporalidad.
b).-Su cometido específico.
c).-Su origen,desarrollo y conclusión vienen determinados por un acuerdo interestatal.

Precisamente porque las misiones especiales se encuentran reguladas,de modo particular,por un


acuerdo entre los Estados correspondientes,no se ven afectadas en su duración y cometido por las
vicisitudes que puedan darse en las relaciones diplomáticas o consulares entre ellos.Una ruptura o
suspensión de estas últimas no conduce, necesariamente,a una conclusión o suspensión de la misión
especial.

Los enviados itinerantes,carecen de una regulación jurídica propia. Básicamente pueden


considerarse dos supuestos:los enviados intinerantes con rango diplomático,a los que se les
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 16

aplicarán las normas internacionales relativas a los agentes diplomáticos,y los enviados intinerantes
sin rango diplomático,a los que se aplicarán
los usos de cortesía (comitas gentium) o las normas basadas en la reciprocidad.

Por último,debemos referirnos a la diplomacia que se desarrolla entre los delegados o representantes
de los Estados reunidos en un Congreso o Conferencia internacional.En función de las categorías
de las Conferencias internacionales podemos distinguir entre:

a).-La diplomacia de las conferencias políticas.Una modalidad singular de esta categoría la


constituyen las reuniones en la cumbre que,sin embargo,por razón de su importancia hemos
preferido tratarlas como parte de la diplomacia en la cumbre.Un ejemplo de esta diplomacia de
conferencias políticas lo constituirían las reuniones periódicas de la Conferencia de Seguridad y
Cooperación Europea.

b).-La diplomacia de las conferencias ordinarias y extraordinarias convocadas por los


organismos especializados y las organizaciones regionales;por ej. la Conferencia de Rio sobre el
Medio Ambiente.

c).-La diplomacia de las conferencias ocasionales convocadas para preparar tratados


internacionales;por ej. la Conferencia para la reducción de tropas convencionales en Europa.

d).-La diplomacia de las conferencias destinadas a crear nuevas organizaciones


intergubernamentales u organismos especializados de las NN.UU.;por ej. la Conferencia de San
Francisco.

3.-La diplomacia parlamentaria.

Es la diplomacia que se desarrolla entre los Estados miembros de las OIG y las propias
organizaciones.En efecto,los Estados miembros de una organización intergubernamental,establecen
misiones diplomáticas permanentes acreditadas ante ella con objeto de canalizar cuantas actividades
les corresponden como miembros.Una parte sustancial de esta diplomacia es la que se realiza en el
marco del sistema de Naciones Unidas.Su regulación jurídica se encuentra recogida en el
Convenio de Viena sobre la representación de los Estados en sus relaciones con las organizaciones
de carácter universal,adoptado en 1975.

A esta categoría pertenecen también las misiones permanentes de observación que pueden enviar
aquellos Estados que careciendo de la condición de miembros de la organización,desen establecer
vínculos de colaboración estable con ella.

4.-LA MISION DIPLOMATICA.

Podemos definir la misión diplomática como aquella persona o conjunto de personas


nombradas por un Estado,denominado acreditante, para desempe ñar funciones
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 17

diplomáticas bajo la autoridad de un jefe de misión en el territorio de otro Estado llamado


receptor.22

A diferencia de períodos precedentes,el actual Convenio de 1961 sobre relaciones diplomáticas,ha


renunciado a considerar el derecho de legación como un atributo exclusivo y unilateral de cada
Estado, pasando a considerar el establecimiento de relaciones diplomáticas como el resultado del
mútuo acuerdo entre los Estados acreditante y receptor.

Aunque la misión diplomática posee unos elementos personales y otros materiales,son aquellos y no
estos los que verdaderamente definen a la misión como tal.Los elementos materiales poseen,como
es lógico,un carácter estrictamente instrumental lo que significa que por sí mismos carecen de
relevancia para la existencia misma de la relación diplomática.Por el contrario,el nombramiento y
correspondiente aceptación del personal diplomático,aún careciendo de medios materiales tan
elementales como los locales de sede,etc., constituyen una base suficiente para considerar la
existencia de la relación diplomática,como lo demuestran los casos de misiones especiales.

Las categorías del personal de la misión diplomática,definidas en los arts. 1 y 14 del convenio de
1961,son las siguientes:

a).-El Jefe de la misión:

Se considera Jefe de la misión "la persona encargada por el Estado acreditante de actuar como
tal" .En virtud de este criterio corresponde al Estado acreditante el nombramiento del máximo
responsable de la misión quedando reservado al Estado receptor la concesión del "placet" o
aceptación de dicho nombramiento.

Entre los Jefes de misión,el Convenio establece tres categorías,que se corresponden con las que se
adoptaron en el Congreso de Viena de 1815,momento en el que se regularon por primera vez los
distintos rangos del personal diplomático y los criterios de precedencia aplicables a cada uno de
ellos.De este modo se indican las siguientes clases:

a).-Los Embajadores o Nuncios,acreditados ante los Jefes de Estado, y otros Jefes de misión de
rango equivalente;

b).-Los Enviados,Ministros o Internuncios,acreditados ante los Jefes de Estado;


c).-Los Encargados de negocios,acreditados ante los Ministros de Asuntos Exteriores.

Como se puede apreciar en esta clasificación,el principal criterio diferenciador no reside,en contra
de lo que habitualmente se cree, en la denominación que recibe el Jefe de misión sino en el órgano
del Estado receptor ante el que se encuentra acreditado.En todo caso,el mismo art. 14 en su
apartado 2 se ala expresamente que:

22
-Con algunas variaciones secundarias,esta definición se corresponde con la realizada por Colliard.
COLLIARD,C.A.-Institutions des relations internationales.-París,6 ed.,1974.Edit.Jurisprudence Générale
Dalloz.(traducción de Pauline Forcella de Segovia.-Instituciones de relaciones internacionales.-
México,1978;pág.239).
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 18

"Salvo por lo que respecta a la precedencia y a la etiqueta,no se hará ninguna


distinción entre los Jefes de misión por razón de su clase."

Además del Jefe de la misión,también forman parte de ella el personal diplomático,responsable de


las funciones estrictamente diplomáticas y organizado en diversas categorías (secretarios;
consejeros;agregados;etc.) cuya denominación varía de unos países a otros;el personal
administrativo y técnico,encargado de desempe ar las funciones administrativas y técnicas que
exige el funcionamiento de la misión (mecanógrafas;traductores;etc.);el personal de
servicio,formado por aquellas personas destinadas al servicio doméstico de la misión
(chóferes;asistentes y personal de limpieza;etc.) y los criados particulares,que son aquellas
personas dedicadas al servicio doméstico de algún miembro de la misión y que no son empleados
por el Estado acreditante.

Esta distinción entre los miembros del personal de la misión,posee particular importancia en dos
ámbitos significativos:en relación con la nacionalidad que deben poseer y con referencia a las
inmunidades y privilegios que les son aplicables.En efecto,por lo que respecta a la nacionalidad,el
art.8 del Convenio de Viena de 1961,establece como principio que la nacionalidad del personal
diplomático de la misión sea la del Estado acreditante y sólo admite,de modo excepcional,los casos
en que la nacionalidad sea la del Estado receptor o la de un tercer Estado.En estos supuestos
excepcionales se requiere el consentimiento del Estado receptor que en todo momento posee la
libertad para retirarlo.En lo tocante a las inmunidades y privilegios nos remitimos al apartado
siguiente.

Junto a los elementos personales,la misión diplomática cuenta también con una serie de elementos
materiales entre los que destacan los locales de la misión,que el art.1,i del mencionado
Convenio,define en los siguientes términos:
"los edificios o partes de los edificios,sea cual fuere su propietario,utilizados
para las finalidades de la misión,incluyendo la residencia del Jefe de la misión,
así como el terreno destinado al servicio de esos edificios o de parte de ellos."
En otros artículos del mismo texto normativo se citan además como elementos materiales de la
misión diplomática los siguientes: el mobiliario;los medios de transporte y de comunicación al servicio
de la misión,sus archivos o documentos y demás bienes situados en los locales de la misión (arts.
22;24 y 27,1).

5.-PRIVILEGIOS E INMUNIDADES DIPLOMATICAS.

Históricamente,la concesión de ciertas inmunidades y privilegios a los embajadores se realizaron por


los monarcas de forma unilateral y arbitraria,atendiendo a diversos criterios,tales como la
importancia del soberano al que representaba el embajador,la pertenencia a una misma dinastía,el
grado de amistad u hostilidad imperantes en las relaciones bilaterales,etc.Tras la consolidación del
Estado moderno y el desarrollo de un incipiente Derecho internacional público,se desarrolló la
teoría de la extraterritorialidad, recogida por Grocio en 1724,según la cual las leyes del Estado
receptor no eran aplicables a la misión diplomática en base a la ficción jurídica de que sus locales y
su personal formaban parte del territorio Estado acreditante a pesar de hallarse en el interior del
Estado receptor.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 19

En la actualidad se sigue el criterio de la funcionalidad,que considera que las diversas inmunidades


y privilegios se conceden para garantizar la función general que cumple la misión diplomática en
orden a mejorar las relaciones internacionales.Así se afirma expresamente en el Preámbulo del
Convenio de 1961,cuando se ala que:
"tales inmunidades y privilegios se conceden,no en beneficio de las
personas,sino con el fin de garantizar el desempe o eficaz de las funciones de
las misiones diplomáticas en calidad de representantes de los Estados"
y más adelante,el art. 25 establece que
"El Estado receptor dará toda clase de facilidades para el desempe o de las
funciones de la misión."
Como reiteradamente ha se alado la doctrina,el criterio de la funcionalidad sólo puede explicar la
concesión de unos privilegios e inmunidades básicos.No obstante,la práctica ha hecho que en
numerosas ocasiones los Estados se reconozcan,bien sea en tratados particulares o mediante
aplicación recíproca,privilegios e inmunidades que van má allá de lo que exige el desempe o de las
funciones de la misión diplomática.

El Convenio de Viena establece una distinción entre las facilidades;los privilegios y las
inmunidades.Las facilidades más destacadas son las referentes a:

1.-Obtención de locales para la misión y de alojamiento para sus miembros.


2.-La libertad de circulación y tránsito del personal diplomático.
3.-La libre comunicación de la misión en temas oficiales.

En lo referente a los privilegios,merecen destacarse los siguientes:

1.-El uso de la bandera y el escudo del país acreditante.


2.-La exención de impuestos sobre los locales de la misión.
3.-La exención fiscal sobre los derechos y aranceles que perciba la misión por actos oficiales.
4.-La exención de impuestos y grav menes reales o personales,ya sean estos nacionales,regionales o
locales,del agente diplomático.

Finalmente,las principales inmunidades varían según que recaigan sobre los elementos personales o
materiales de la misión diplomática.Entre ellas destacan:

1.-La inviolabilidad de los locales de la misión y de la residencia particular del agente diplomático.23
23
-La inviolabilidad de los locales de la misión no sólo impide al Estado receptor acceder a ellos sin previa
autorización del Jefe de la misión,sino que también le obliga a adoptar todas las medidas de protección necesarias
para evitar que los locales sean violados por terceros particulares.
En este sentido,el asalto a la sede de la Embajada de los Estados Unidos en Teherán y la toma de rehenes entre su
personal diplomático,realizada en 1979,durante la revolución jomeinista, provocó un grave conflicto entre ambos
países y tuvo una decisiva influencia en la política interior y exterior norteamericana de la década posterior.
En relación con la violación de locales de misiones diplomáticas espa olas,merecen recordarse los casos del asalto
a la Embajada espa ola en Lisboa,realizado por un grupo de manifestantes,y el asalto e incendio de la sede de la
Embajada espa ola en Guatemala, realizado por las fuerzas de seguridad de este país.
BURGOS,P.-"Análisis jurídico de los sucesos ocurridos en la Embajada de Espa a en Guatemala".-Revista de
Estudios Internacionales,vol.1,n 1 (Enero-Marzo 1980);págs. 107-129.
SAENZ DE SANTA MARIA,M .P.-"La crisis de la inviolabilidad de las misiones diplomáticas.Una perspectiva
estructural del análisis".- Revista de Estudios Internacionales,vol. 2,n 2 (Abril-Junio 1981); págs. 261-303.
Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Edit. CEURA. Madrid, 1993 20

2.-La inviolabilidad de los archivos y documentos de la misión,con independencia de donde se


encuentren.
3.-La inviolabilidad de la correspondencia oficial.24

4.-La inviolabilidad del agente diplomático.

5.-Inmunidad de jurisdicción penal absoluta e inmunidad de jurisdicción civil y administrativa del


agente diplomático,salvo para algunos supuestos menores (acciones reales sobre bienes inmuebles
particulares; acciones sucesorias y ejercicio profesional o comercial al margen de sus funciones
oficiales).
6.-Exención de cualquier prestación personal,servicio público o carga militar del agente diplomático.

El personal administrativo y técnico de la misión que no posean la nacionalidad del Estado receptor
o tengan en él su residencia permanente,goza de los mismos privilegios e inmunidades,salvo la
inmunidad de jurisdicción civil y administrativa,por cuantos actos realicen al margen de sus funciones
oficiales.
Estas inmunidades y privilegios se hacen extensivas a las familias del personal
diplomático,administrativo y técnico,siempre y cuando no sean nacionales del Estado receptor.

Al personal de servicio que no posea la nacionalidad del Estado receptor,ni tenga en él su residencia
permanente,se le aplican las inmunidades se aladas pero sólo para los actos realizados en el
desempe o de sus actividades oficiales.Gozan,en cambio,del privilegio de exenciones fiscales y grav
menes sobre los salarios percibidos por sus servicios a la misión diplomática.

Los criados particulares de los miembros de la misión que no sean nacionales del Estado receptor,ni
tengan en él su residencia permanente,gozarán de las exenciones fiscales sobre sus salarios y de
aquellos otros privilegios e inmunidades que les reconozca el Estado receptor.

Ciertamente estos privilegios e inmunidades,pueden ser objeto de abusos por parte del personal de
las misiones diplomáticas.En ocasiones,las Embajadas han amparado actividades de espionaje o
terrorismo,aprovechando las ventajas que les ofrecía la inviolabilidad de
locales,correspondencia,etc.Sin embargo,la utilidad que tales privilegios e inmunidades han tenido
para el desarrollo de la diplomacia está,hoy en día,fuera de toda duda.

24
-Mención particular merece el tratamiento que el convenio de Viena concede,en su art. 27,a la valija
diplomática por la correspondencia,documentos u objetos de uso oficial de la misión diplomática, debidamente
identificados con signos exteriores y confiados a un correo diplomático o al comandante de una aeronave
comercial.
UNIDAD IV
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

XXXVIII Session d´enseignement


Institut international des droits de l' homme
Strasbourg, France, Juillet 2007.

EL SISTEMA INTERAMERICANO
DE PROTECCION DE LOS DERECHOS HUMANOS

Fabián Salvioli

INDICE

CAPITULO I: LOS DERECHOS HUMANOS EN LA OEA


1.- Introducción
2.-Características

CAPITULO II: LOS INSTRUMENTOS INTERAMERICANOS DE PROTECCION DE LOS


DERECHOS HUMANOS
1. Instrumentos genéricos de protección
A. La Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre
B. La Convención Americana sobre Derechos Humanos
C. El Protocolo sobre Derechos Económicos y Sociales
2. Los instrumentos específicos
A. La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura
B. La Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas
C. El Protocolo de Asunción sobre Pena de Muerte
D. La convención para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer.
E. La Convención Interamericana para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las
personas con discapacidad.
3. El Estatuto y el Reglamento de la Comisión Interamericana
4. Los instrumentos proyectados

CAPITULO III: LOS ORGANOS DE PROTECCION


1. Generalidades y características
2. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos
3. La Corte Interamericana de Derechos Humanos
A. La competencia consultiva: las opiniones emitidas
B. La adopción de medidas provisionales

CAPITULO IV: PROCEDIMIENTOS EN EL SISTEMA INTERAMERICANO


1. Los distintos procedimientos existentes. Generalidades
A. Los casos masivos o de violaciones sistemáticas
B. Los casos individuales ante la Comisión: requisitos
C. Competencia contenciosa de la Corte

CAPITULO V: ALGUNAS LINEAS DE PENSAMIENTO EN LA JURISPRUDENCIA DE LA


CORTE INTERAMERICANA

CAPITULO VI: EL FUTURO DEL SISTEMA INTERAMERICANO


Fabián Salvioli

I. LOS DERECHOS HUMANOS


EN LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS

1.- Introducción

Abordar la protección jurídica de los derechos humanos en el continente americano


requiere previamente una referencia a la entidad en la que dicho sistema de tutela se
encuentra contenido: la Organización de los Estados Americanos.

El fenómeno de la Organización Internacional General es bastante reciente en la


historia del Derecho Internacional Público: así, la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) tiene como antecedente directo a la Sociedad de las Naciones (1919); y aquellas
instituciones internacionales que hoy conocemos como “organismos especializados” 1
reconocen sus precedentes más antiguos en las comisiones fluviales (la primera se
conforma en 1830 para regular la navegación por el Rin), y las uniones administrativas de
mediados de siglo diecinueve. El desarrollo de las organizaciones internacionales a escala
regional es más cercano en el tiempo, y se institucionaliza definitivamente a partir de la
segunda guerra mundial, con la creación de la Liga de Estados Arabes en 1944, y luego de
la Organización de los Estados Americanos y el Consejo de Europa2.

El sistema interamericano de protección de los derechos humanos, tal como se


entiende hoy día, nació y se desarrolla en el seno de la Organización de los Estados
Americanos, entidad que fue fundada por la IX Conferencia Interamericana, celebrada en
la ciudad de Bogotá en 19483.

2.- Características del sistema interamericano de derechos humanos

Hay tres características salientes que hacen al actual sistema pensado para
salvaguardar los derechos humanos en el continente americano: la coexistencia del mismo
junto a otros regímenes dentro del campo protectivo internacional de los derechos
humanos; la unidad de órganos y procedimientos que reina en el sistema; y finalmente la
estrecha relación establecida entre el sistema democrático y los elementos del mismo, con
el sistema interamericano de derechos humanos.

1
Según la definición que le da la Carta de las Naciones Unidas en su art. 57.
2
Para un estudio de las instituciones y sus características, véase Diez de Velasco, Manuel: “Las
Organizaciones Internacionales”; 10ª Edición; Edit. Técnos, Madrid, España 1997.
3
La Carta de la OEA, ha sido adoptada el 30 de abril de 1948, entró en vigor el 13 de diciembre de 1951,
y fue modificada por el Protocolo de Buenos Aires de 1967, el Protocolo de Cartagena de Indias de 1985;
el Protocolo de Washington (1992), y el Protocolo de Managua (1993).
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

a) Coexistencia

La protección de los derechos humanos instaurada en el sistema interamericano,


coexiste con otras tutelas, ya sea dentro de distintas organizaciones regionales (Consejo
de Europa, Liga de Estados Arabes, Organización de la Unidad Africana, y Comunidad de
los Estados Independientes), o internacionales como la Organización de las Naciones
Unidas.

Se suele señalar que la coexistencia de sistemas conlleva dos dificultades iniciales:


el poder dar lugar, en algunos casos, a la disminución de “standards” de protección de los
derechos humanos, y la posibilidad de arribar a resoluciones divergentes en un mismo
asunto.

En cuanto al primero de los tópicos, consideramos que todo el sistema de


protección internacional de los derechos humanos se rige por la regla “pro persona”, y
por ende, siempre debe estarse en un caso, por la solución más garantista para los
derechos de las presuntas víctimas4.

Con relación al segundo aspecto, debe rápidamente señalarse que existe una regla
común en el marco del derecho internacional de los derechos humanos, que señala que una
mismo asunto no puede someterse a dos instancias internacionales diferentes.

Surge entonces la necesidad de definir qué debe entenderse por una misma
cuestión: para que exista identidad, debe al menos estarse en presencia de idénticos
sujetos, objeto y mecanismo protectivo. Como con acierto sostiene Cançado Trindade, la
coexistencia y armonía entre los sistemas regionales e internacionales es perfectamente
posible, siendo ambos esencialmente complementarios, asumiendo la coordinación un
sentido distinto respecto a cada mecanismo que se utilice. Finalmente, dicho autor
completa la idea al considerar que las técnicas procesales y las presunciones deben ser
aplicadas para cumplir el propósito de los instrumentos internacionales, esto significa, ni
más ni menos, la protección del ser humano, y, en última instancia, la realización de la
justicia en el plano internacional5.

4
La profesora Mónica Pinto define al principio pro homine como “… un criterio hermenéutico que
informa todo el derecho internacional de los derechos humanos, en virtud del cual se debe acudir a la
norma más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de reconocer derechos protegidos,
e inversamente, a la norma o a la interpretación más restringida cuando se trata de establecer restricciones
permanentes al ejercicio de los derechos o su suspensión extraordinaria ...”. Conf. Pinto, Mónica: “El
principio pro homine. Criterios de hermenéutica y pautas para la regulación de los derechos humanos”;
en: “La aplicación de los tratados de derechos humanos por los tribunales locales”; pág. 163; Centro de
Estudios Legales y Sociales, CELS, Buenos Aires, Argentina, Editorial Del Puerto, 1997.
5
Conf. Cançado Trindade, Antonio: "Co-existence and Co-ordination of Mechanisms of International
Protection of Human Rights (At Global and Regional Levels)", 202 Recueil des Cours de l'Académie de
Droit International de La Haye, págs. 13 - 435. La Haya, Holanda, 1987.
Fabián Salvioli

Desde allí, consideramos que no solamente en cuestiones de fondo, sino en


relación a la admisibilidad de peticiones, un sistema de derechos humanos debe guiarse por
la presunción a favor de su competencia en caso de duda.

b) Unidad de órganos

A diferencia de la proliferación de órganos que posee el sistema de protección de


los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, cuyas dificultades en torno a la
complejidad y burocratización fueron manifestadas en la Conferencia Mundial sobre
Derechos Humanos celebrada en Viena en 19936, y actualmente el sistema entero está en
proceso de evaluación7.

Por el contrario, en el Sistema Interamericano la creación progresiva de


instrumentos jurídicos no ha sido acompañada de un nacimiento proporcional de nuevos
órganos8.

Igualmente, los mecanismos de protección y de consulta fijados por la Convención


Americana de Derechos Humanos, los protocolos anexos a la misma y las otras
convenciones del sistema, son en general dirigidos, según el caso, hacia la Comisión
Interamericana y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos9.

La existencia de varios órganos y mecanismos de protección de los derechos


humanos dentro de un mismo sistema genera una dispersión difícil de combatir, y deriva
en superposiciones de esfuerzos y una tendencia hacia una excesiva burocracia que
conspira contra la agilidad y eficacia que debe imperar en la materia.

Por otra parte, es conveniente que en un sistema de derechos humanos los Estados
se habitúen a trabajar con pocos órganos, adquiriendo familiaridad con los procedimientos
ante los mismos, siempre naturalmente que estos últimos estén dotados de la fortaleza,

6
El Plan de Acción de Viena expresa que: “La Conferencia Mundial de Derechos Humanos recomienda el
aumento de la coordinación en apoyo de los derechos humanos y las libertades fundamentales dentro del
sistema de las Naciones Unidas. Con este fin, la Conferencia insta a todos los órganos y organismos de las
Naciones Unidas y a los organismos especializados cuyas actividades guarden relación con los derechos
humanos a que cooperen con miras a fortalecer, racionalizar y simplificar sus actividades, teniendo en
cuenta la necesidad de evitar toda duplicación innecesaria”. Naciones Unidas: “Plan de Acción de
Viena”, II.A.1; Viena, 1993.
7
El 15 marzo de 2006 la Asamblea General de las Naciones Unidas dio un paso histórico suprimiendo la
Comisión de Derechos Humanos (muy criticada en los últimos tiempos por su actuación) y
reemplazándola por un Consejo de Derechos Humanos.
8
La única excepción se encuentra en la Convención Americana para la eliminación de todas las formas de
discriminación contra las personas con discapacidad, que crea un Comité (Artículo VI) con facultades de
controlar el cumplimiento de la Convención por los Estados Partes a través de un sistema de presentación
y estudio de informes periódicos.
9
Tal como hemos señalado en la nota al pie precedente, la única excepción es la Convención
Interamericana para Eliminar la Discriminación contra las Personas con Discapacidad, que regula el
sistema de informes ante un comité creado al efecto.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

imparcialidad y los recursos necesarios a efectos de llevar adelante la función para la cual
han sido creados.

c) La estrecha relación entre el sistema democrático y el de protección a los derechos


humanos

Un recorrido por el desarrollo histórico de la salvaguarda de los derechos y


libertades fundamentales de las personas en el continente americano durante el último
medio siglo, nos lleva a la conclusión de que en la esfera de los derechos humanos, la
OEA ha tenido una marcada inclinación hacia la preservación y la protección de la
democracia como sistema, y de sus elementos esenciales10.

La relación entre la democracia real y la protección de los derechos humanos es


innegable; el funcionamiento pleno de los órganos de control y los mecanismos de garantía
que ofrece el sistema democrático, favorecen el respeto de los derechos y las libertades
fundamentales de todas las personas.

La democracia como sistema es difícil de promover dentro de una Organización


como Naciones Unidas, habida cuenta la cantidad de Estados, y sobre todo, los diferentes
regímenes políticos y religiones que “coexisten”; pero en algunas organizaciones
regionales, en particular occidentales, la tarea es más sencilla. Este es el caso del Consejo
de Europa, y también de la Organización de los Estados Americanos.

Desde los comienzos de la emancipación de los Estados de América Latina, y hasta


la fundación de la OEA, el sistema republicano y democrático fue una preocupación
constante de encuentros políticos regionales, la cual se reflejó en los textos adoptados en
ellos11.

Uno de los aportes más relevantes de la Organización a los derechos humanos, está
dado en la jerarquización de la relación indisoluble entre aquellos y la democracia. En
efecto; la Carta de la OEA sostiene que "... la democracia representativa es condición
indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región ...", y que "... el sentido
genuino de la solidaridad americana y de la buena vecindad no puede ser otro que el de
consolidar en este Continente, dentro del marco de las instituciones democráticas, un
régimen de libertad individual y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos
esenciales del hombre ..."12.

10
Salvioli, Fabián: "El sistema interamericano de derechos humanos a favor de la democracia
substancial"; en: "Garantías" N 3; (págs. 24/31) Edit. Defensoría del Tribunal de Casación de la Provincia
de Buenos Aires; La Plata, Argentina, 2000.
11
Ver al respecto, Nieto Navia, Rafael: “Introducción al sistema interamericano de protección de los
derechos humanos”; págs. 21 a 37; Edit. Temis, Bogotá, Colombia, 1993.
12
Carta de la OEA: Preámbulo, párrafos cuarto y quinto.
Fabián Salvioli

También en la parte relativa a los principios de la organización, la Carta postula


que los fines que se persiguen con la solidaridad de los Estados Americanos requieren el
efectivo ejercicio de la democracia representativa para la organización política 13.

La segunda reforma a la Carta de la Organización de los Estados Americanos,


celebrada en Cartagena de Indias (Colombia) en 1985 y en vigor desde el 16 de noviembre
de 1988 ha incorporado como propósito "... promover y consolidar la democracia
representativa dentro del respeto al principio de no intervención ..."14.

La democracia ha sido sostenida luego en el texto angular del sistema


interamericano: la Convención Americana de Derechos Humanos15.

Igualmente, la promoción de la democracia ha ocupado un espacio en la


jurisprudencia (particularmente dentro de la competencia consultiva) de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos16. Más adelante el Tribunal, en asuntos
contenciosos, avanzó en la formulación de cierta doctrina que apunta a aspectos esenciales
de la democracia real17.

La relación entre democracia y los derechos humanos se ha profundizado en la


última década dentro del continente; pueden citarse como ejemplo de ello las reuniones
llevadas a cabo por la Asamblea General de la OEA en Asunción (1990), Nassau (1992),
Managua (1993), y fundamentalmente Santiago de Chile (1991), donde se adoptó la
Resolución 1080 que, junto al denominado "Compromiso de Santiago", buscó
instrumentar el sistema interamericano para promover y consolidar la democracia
representativa en la región, cuando se esté en presencia de hechos de interrupción abrupta
del poder democrático, o de casos que ocasionen una interrupción del legítimo ejercicio
del poder por un gobierno democráticamente electo 18.

En esta línea de exposición, ha sido la reforma a la Carta de la OEA adoptada por


la Asamblea General, y plasmada en el Protocolo de Washington, la que fijó
definitivamente el compromiso democrático de la institución como un principio, y
determinó con la fuerza legal de un tratado, los diferentes mecanismos a llevar adelante en

13
Carta de la OEA: Primera Parte, Capítulo II, Principios, art.3 d).
14
Ibídem: Primera Parte, Capítulo I, art. 2, b).
15
Ver Gros Espiell, Héctor: “La Convención Americana y la Convención Europea de Derechos
Humanos. Análisis comparativo” Capítulo II página 25. Allí, el autor al referirse a ambas convenciones
menciona que los dos sistemas regionales están fundados en la necesaria existencia en los Estados que los
integran, de sistemas democráticos, representativos y pluralistas.
16
Ver Hitters, Juan C.: “Derecho Internacional de los Derechos Humanos”, Tomo I, págs. 56 a 60, en
particular págs. 59/60.; Ed. Ediar, Buenos Aires, Argentina, 1991.
17
Ver las sentencias de la Corte Interamericana en los casos "Tribunal Constitucional" (Competencia,
1999); y "Barrios Altos" (Fondo, 2001).
18
Conf. Cançado Trindade, Antonio: “Democracia y derechos humanos: el régimen emergente de la
promoción internacional de la democracia y del estado de derecho”; en: “La Corte y el Sistema
Interamericanos de Derechos Humanos” (Nieto Navia, Editor), págs. 515 a 534; Ed. Corte IDH San José
de Costa Rica, 1994.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

la institución, frente a derrocamientos de gobiernos democráticos por la fuerza o


interrupciones del orden constitucional, pudiendo fijar hasta la suspensión de un gobierno
en los órganos de la OEA19.

Sin duda, la creación de un sistema de derechos humanos dentro de una


organización regional, impacta y favorece la consolidación de la democracia20; en
América, la puesta en funcionamiento de los órganos de protección, y el grado de
cumplimiento de las resoluciones y fallos emanados de los mismos, apoyan los esfuerzos
en la búsqueda de una democracia real en la región21.

Completa el impulso democrático de la Organización, la adopción por la Asamblea


General de la llamada Carta Democrática Interamericana. En este instrumento, los dos
primeros capítulos establecen la relación entre la democracia y el sistema interamericano,
por un lado, y la democracia y los derechos humanos por el otro. En este último aspecto,
se señala que la democracia es indispensable para el ejercicio efectivo de los derechos
humanos y las libertades fundamentales; incorpora expresamente la propuesta de eliminar
toda discriminación, especialmente de género, étnica y racial22. En el propio preámbulo, la
Carta Democrática tiene presente que la Declaración Americana de los Derechos y
deberes del Hombre y la Convención Americana sobre Derechos Humanos contienen los
valores y principios de libertad, igualdad y justicia social que son intrínsecos a la
democracia23.

II. LOS INSTRUMENTOS INTERAMERICANOS


DE PROTECCION DE LOS DERECHOS HUMANOS

En la evolución histórica referida a la protección jurídica internacional de los


derechos humanos en el continente, es destacable mencionar la existencia de convenciones
preexistentes a la creación de la Organización de los Estados Americanos24.

19
Asamblea General de la OEA: (XVI Período Extraordinario de sesiones). Protocolo de Washington,
14 de diciembre de 1992; ver en particular la reforma al artículo 9 de la Carta de la OEA. Este
instrumento fue adoptado con el voto en contra sólo de México, y entró en vigor el 25 de setiembre de
1997.
20
Conf. Grossman, Claudio: “Reflexiones sobre el sistema interamericano de protección y promoción de
los derechos humanos”; en: “La Corte y el Sistema Interamericanos de Derechos Humanos” (Nieto Navia,
Editor), pág. 246; Ed. Corte IDH San José de Costa Rica, 1994.
21
Téngase en cuenta que América Latina en particular ha sido asolada por permanentes golpes de estado
y quebrantamientos al orden constitucional, que aparejaron no solamente un saldo trágico de violaciones a
los derechos humanos, sino un alto grado de autoritarismo en las sociedades.
22
Asamblea General de la OEA: (XXVIII Período Extraordinario de sesiones), Lima, Perú; Carta
Democrática Interamericana, 11 de setiembre de 2001; Ver Capítulos I y II, especialmente arts.
23
Carta Democrática Interamericana: Preámbulo, párrafo VIII.
24
Nos referimos a las dos convenciones sobre Asilo, de 1928 y 1993; y a la Convención sobre
Nacionalidad de la Mujer (1933). Las convenciones sobre Asilo, se completaron ya creada la OEA, con los
dos textos adoptados en 1954, sobre asilo diplomático y territorial. En cuanto a derechos de la Mujer, el
sistema posee dos convenciones sobre derechos políticos y derechos civiles (1948), y la Convención
Fabián Salvioli

Actualmente, En el sistema interamericano de protección de los derechos humanos


podemos encontrar instrumentos generales tales como la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre (Bogotá 1948), la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (San José 1969), y el Primer Protocolo anexo al Pacto de San José,
sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales (San Salvador 1988).

Otros instrumentos del sistema son específicos, porque se dirigen a un tema


puntual de derechos humanos (como el trabajo contra la tortura o la pena de muerte), o a
la protección de un conjunto de personas (como el caso de las personas con discapacidad).

Entre este tipo de instrumentos hallamos al Segundo Protocolo anexo al Pacto de


San José sobre abolición de la Pena de Muerte (Asunción 1990); la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura (1985), la Convención Interamericana
sobre Desaparición Forzada de Personas (1994), la Convención para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia Contra la Mujer (1994); y la Convención Americana para la
eliminación de todas las formas de discriminación contra las personas con discapacidad
(adoptado en la Asamblea General de la OEA reunida en Guatemala 1999).

Como textos en proceso de elaboración, debe señalarse que se aprobó por la


Comisión Interamericana de Derechos Humanos un proyecto de Declaración Americana
sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, que se debatirá en próximo período de sesiones
de la Asamblea General25; igualmente, se encuentran avanzados dentro de la OEA los
estudios para adoptar una Convención Interamericana contra el Racismo y Toda Forma de
Discriminación e Intolerancia26.

1.- Instrumentos genéricos de protección

Como instrumentos genéricos en el sistema consideramos a efectos de la


clasificación, aquellos que tienen como objeto la protección de todas las personas y que
igualmente abordan un conjunto de derechos humanos.

El sistema interamericano de protección a los derechos humanos posee tres


documentos de este tipo en la actualidad; la Declaración Americana sobre Derechos y
Deberes del Hombre, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y el Protocolo
de San Salvador sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Interamericana para la Prevención, Sanción y Erradicación de la violencia contra la Mujer (1994), la cual
desarrollaremos más adelante.
25
La Asamblea General de la OEA se celebrará en ciudad de Panamá, (república de Panamá), del 3 al 5
de junio de 2007.
26
En la Asamblea General de la OEA celebrada en Fort Lauderdale, Florida (Estados Unidos), del 5 al 7
de junio de 2005, se creó un grupo de Trabajo encargado de elaborar el proyecto de convención. Este
Grupo de Trabajo (que funciona dentro de la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos del Consejo
Permanente de la OEA) ha realizado un informe que se considerará en la Asmblea General de 2007 en la
ciudad de Panamá.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

A. La Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre (y de la Mujer) 27

En lo sucesivo, nos referiremos a este instrumento como “Declaración Americana


de los Derechos y Deberes del Hombre y de la Mujer”, o “Declaración Americana”.

Si bien han existido algunos instrumentos previos a la creación de la OEA, que


tenían por objeto la protección de los derechos humanos en las Américas, puede señalarse
a la adopción en 1948 de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y
de la Mujer como el punto de partida protectivo del sistema28.

La Declaración Americana posee un gran valor, e importancia vital para la tutela


de los derechos humanos en el sistema interamericano 29. En primer lugar, la Conferencia
Internacional Americana que le dio nacimiento - en el mismo encuentro en que se creó la
propia OEA -, sostuvo que "... en repetidas ocasiones, los Estados Americanos han
reconocido que los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacionales
de determinado Estado sino que tienen como fundamento los atributos de la persona
humana ...”30 (la cursiva y el subrayado son nuestros).

La resolución que adoptó la Declaración Americana, como se acaba de destacar,


reconoce que los derechos humanos tienen como fundamento los atributos de la persona
humana, y no la nacionalidad. Esta afirmación de los gobiernos participantes en la IX
Conferencia Interamericana, ofrece un aporte importante para la discusión sobre el
fundamento de los derechos y libertades esenciales de mujeres y hombres.

En cuanto al texto normativo, el Capítulo I de la Declaración consagra derechos


civiles, políticos, económicos, sociales y culturales31; por su parte, El Capítulo II
contempla deberes de tipo social, político y económico 32.

27
Se analizó el cambio de nombre de la Declaración Americana, reemplazando el vocablo “hombre” por
el de “persona” u otro más adecuado; sin embargo, la Asamblea General de la OEA ha quitado esta
cuestión de su temario. Hubiese sido deseable el reemplazo del nombre de la Declaración por alguno con
perspectiva género – sensitiva.
28
Novena Conferencia Internacional de los Estados Americanos: “Acta Final; Resolución XXX”,
Bogotá, Colombia, Marzo 30 - mayo 2 1948, página 38 (UPA, 1948).
29
Salvioli, Fabián: “El desarrollo de la Protección Internacional de los Derechos Humanos, a partir de las
Declaraciones Universal y Americana”; en: “Relaciones Internacionales” N 13”; págs. 77 a 96; Edit.
Instituto de Relaciones Internacionales, La Plata, Argentina, 1997.
30
Novena Conferencia Internacional de los Estados Americanos: "Acta Final; Resolución XXX”,
Considerandos, párrafo segundo, Bogotá, Colombia, Marzo 30 - mayo 2 1948, página 38 (UPA, 1948).
31
Entre los principales se encuentran la vida, la libertad, igualdad ante la ley, los derechos de protección,
cuidado y ayuda especiales a la mujer embarazada y a los niños en etapa de lactancia, la inviolabilidad del
domicilio y la correspondencia; a la educación, al trabajo y a condiciones dignas del mismo, el derecho a
voto y a formar parte del gobierno del país, el derecho de propiedad y las garantías judiciales.
32
Ellos son ante la sociedad, los deberes para con los hijos y con los padres, deberes de instrucción, de
sufragio, obediencia a la ley, de servir a la comunidad y a la nación, de asistencia y seguridad sociales, de
pagar impuestos de trabajar, y de abstenerse de realizar actividades políticas en país extranjero. Existen
Fabián Salvioli

La Declaración Americana, en opinión de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos, contiene y define aquellos derechos humanos a que se refiere la Carta de la
Organización de los Estados Americanos33. Esta aseveración, afirma la práctica
consagrada de la Comisión Interamericana, respecto a tramitar asuntos contra Estados por
violación de normas contenidas en la Declaración Americana, tal como le faculta su
reglamento34.

La Comisión Interamericana aplicó sistemáticamente la Declaración Americana en


casos individuales antes de la entrada en vigencia de la Convención Americana (o Pacto de
San José de Costa Rica). Luego de la entrada en vigor del Pacto, la Comisión siguió
aplicándola fundamentalmente (aunque no de manera excluyente) a los Estados de la OEA
que no son partes en la Convención Americana, Así, en un caso sobre pena de muerte la
Comisión concluyó por cinco votos contra uno "... que el gobierno de los Estados Unidos
violó el artículo I (Derecho a la Vida) de la Declaración Americana al ejecutar a James
Terry Roach y a Jay Pinkerton ..."35.

De las dos cuestiones precedentes, deriva la característica más trascendente que


posee la Declaración Americana: en primer lugar, con el paso del tiempo ha devenido de
observancia inexcusable para todos los Estados miembros de la OEA; más allá de que
éstos hayan o no ratificado el Pacto de San José de Costa Rica o cualquier otro
instrumento de derechos humanos del sistema interamericano o universal.

Por último, cabe señalar que el incumplimiento de la Declaración por parte de un


Estado, merece sanción y engendra responsabilidad36. En la práctica actual la Comisión
recomienda que se otorgue una indemnización adecuada para la víctima, cuando está
comprobada una violación, y ésta ha generado un daño 37.

otros instrumentos regionales que regulan deberes (tales como la Carta Africana de Derechos Humanos y
de los Pueblos de 1981). Para algunos autores las declaraciones deben limitarse a los derechos, sin crear
categorías de deberes sino, y particularmente, frente a la comunidad internacional (ver al respecto Alcalá
Zamora y Castillo, Niceto: “La protección procesal internacional de los derechos humanos”, Ed. Cívitas,
Pág. 143; Madrid, España, 1975).
33
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Interpretación de la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos”. Opinión Consultiva OC-10 / 89 del 14 de julio de 1989. Serie A N 10, parágrafo 48, pág. 26.
Secretaría de la Corte, San José, Costa Rica, 1989.
34
Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: art. 49. La numeración
corresponde al nuevo Reglamento de la Comisión, que entró en vigor el 1 de mayo de 2001. En la versión
anterior, la disposición aludida se encontraba en el viejo artículo 51.
35
Comisión Interamericana de Derechos Humanos: “Caso 9647”; CIDH Resolución 3/87. Informe
Anual 1986/87 OEA. Ser L.V.II.71, Doc 9, párrafo 64; Washington D.C., Estados Unidos, 1987.
36
Salvioli, Fabián: “La tutela de los derechos en el sistema interamericano”, En. Revista Tribuno,
Publicación del Colegio de Abogados de la Primera Circunscripción de la Provincia de Córdoba;
Argentina, año 2, págs. 158 y ss, Córdoba, Argentina, junio de 1995.
37
A título de ejemplo, ver: Comisión Interamericana de Derechos Humanos: “Caso 10.675” (Estados
Unidos), Informe 51/96; y “Caso 11.436” (Cuba) Informe 47/96; en: “Informe Anual 1996”; págs. 358/9 y
160/1 respectivamente, Edit. Secretaría General de la OEA, Washington, Estados Unidos, 1997. Para
mencionar casos más recientes, ver "Caso 12.243" (Estados Unidos) Informe 52/01; en Informe Anual
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Esforzarse en sostener el valor jurídico vinculante de la Declaración Americana en


modo alguno conspira contra la ratificación por parte de los Estados de los instrumentos
convencionales del sistema. Siempre que no existe identidad de contenido, todas las
normas de derechos humanos tienen que ser vistas como complementarias y no
excluyentes.

Probablemente, quienes la redactaron nunca hubieran imaginado el recorrido que la


Declaración Americana iba a realizar. Más de medio siglo después de su adopción, la
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y de la Mujer sigue siendo una
herramienta imprescindible para la protección de los derechos y libertades de todas las
personas que habitan en el continente americano. Tal como hemos afirmado es deber de
los Estados respetarla y cumplirla, y de los órganos de aplicación y la doctrina
iusinternacionalista afirmarla en su valor jurídico y contenido 38.

B. La Convención Americana sobre Derechos Humanos39

La Convención Americana sobre Derechos Humanos (o Pacto de San José de


Costa Rica) fue adoptada el 22 de noviembre de 1969, pocos años después de la sanción
en Naciones Unidas de los pactos internacionales sobre Derechos Civiles y Políticos, y
sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales40.

La Convención Americana se inspiró en su similar Europea41. El desarrollo


regional de los sistemas de derechos humanos es lento pero progresivo: hoy existen una

2000, pág. 902; "Caso 12.028" (Grenada) Informe 47/01; en Informe Anual 2000, pág. 968; "Caso
12.067, 12068 y 12.086" (Bahamas) Informe 48/01; en Informe Anual 2000, pág. 1261; Edit. Secretará
General de la OEA, Washington, Estados Unidos, 2001; "Caso 11.753" (Estados Unidos) Informe 52/02;
en Informe Anual 2002; "Caso 12.285" (Estados Unidos) Informe 62/02; en Informe Anual 2002; "Caso
12.412" (Estados Unidos) Informe 103/03; en Informe Anual 2003 (ed. OEA, 2004); "Caso 12.053"
(Belice), Informe 96/03, en Informe Anual 2004, (Ed. OEA, 2005).
38
Salvioli, Fabián: “El aporte de la Declaración Americana de 1948 para la protección internacional de
los derechos humanos”, En: El sistema interamericano de protección de los derechos humanos en el
umbral del siglo XXI, Tomo I págs. 677 a 696, Edit. Corte Interamericana de Derechos Humanos, San
José de Costa Rica, 2001.
39
Existen en la actualidad 25 Estados que han depositado su instrumento de ratificación del Pacto: ellos
son Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Dominica, Ecuador, El Salvador,
Grenada, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República
Dominicana, Suriname, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. Respecto a Trinidad y Tobago, ha
denunciado la Convención el 25 de junio de 1998, convirtiéndose en el primer Estado que denuncia al
Pacto de San José, y generando un penoso precedente en el sistema. Estados Unidos de América ha
firmado el Pacto durante la administración Carter (1977), pero no lo ha ratificado a la fecha. Los otros
Estados Miembros de la OEA que restan ratificar el Pacto de San José son Canadá, Cuba, Antigua y
Barbuda, Bahamas, Belice, Guyana, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y las Granadinas y Santa Lucía.
40
Los dos pactos se adoptaron el 16 de diciembre de 1966, y ambos entraron en vigor en el año 1976.
41
La primera convención de la posguerra ha sido un tratado regional celebrado en el Consejo de Europa:
La Convención Europea para la Salvaguarda de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales, aprobada en Roma en 1950. A tal punto se ha consolidado esta convención, que el ingreso
Fabián Salvioli

Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos42, la Carta Arabe de Derechos
Humanos, dada en el seno de la Liga Arabe43; y la Convención sobre Derechos Humanos
de la Comunidad de Estados Independientes44.

La gran importancia asignada a la Convención Americana encuentra asidero en


varias razones: es el primer tratado genérico regional vinculante en materia de derechos
humanos dentro de la OEA, ha creado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y
por último marca, junto a la Declaración, el “standard” mínimo que debe existir para la
protección actual de los derechos humanos en el continente americano.

La Convención Americana define a la persona como "todo ser humano"45. En la


tutela del derecho a la vida46, destaca que aquel se protegerá por ley "en general, desde la
concepción47".

El Pacto limita la aplicación de la pena de muerte a los más graves casos, e impide
el restablecimiento de la misma en aquellos Estados que la hubieran abolido. La Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha realizado una clara interpretación de éstas
cláusulas sobre pena de muerte, cuyo desarrollo encontramos en algunas opiniones
consultivas del Tribunal que se analizarán más adelante en este curso 48.

La Convención Americana, es un instrumento genérico de derechos civiles y


políticos; prohibe la esclavitud o servidumbre (art. 6), y contempla los derechos a la vida
(art. 4); integridad corporal (art. 5); libertad personal (art. 7). Asimismo consagra las
garantías judiciales (art. 8); los principios de legalidad y de retroactividad (art. 9); el

al Consejo de Europa de los Estados del Este europeo producto del derrumbe del sistema soviético,
conlleva para esos Estados, entre otros requisitos, la ratificación de la Convención Europea. Puede verse
un análisis del sistema europeo en: Castro-Rial Garrone, Fanny: “El sistema europeo de derechos
humanos”, en: “La protección universal y regional de los Derechos Humanos”, págs. 39 a 60. Ed. Instituto
de Relaciones Internacionales, La Plata, Argentina, 1995.
42
Véase su análisis en: N'Chama, Eya Cruz: “El sistema africano de protección de los derechos
humanos”, en: “La protección universal y regional de los Derechos Humanos”, págs. 103 a 111. Ed.
Instituto de Relaciones Internacionales, La Plata, Argentina, 1995.
43
La Carta Arabe fue adoptada en 1994; tras diez años de aprobación y sin contar con ratificaciones,
sufrió una reforma al texto original aprobada en mes de mayo de 2004.
44
Esta es la Convención de Minsk, del 26 de mayo de 1995.
45
Convención Americana sobre Derechos Humanos: Art. 1, párrafo 2.
46
Ibídem: Art. 4.
47
Ello no significa que en el sistema interamericano de derechos humanos se prohiba el aborto. La
Comisión Interamericana ha tenido la ocasión de estudiar y pronunciarse sobre el tema en el caso 2141
(Estados Unidos) de 1980.
48
Ver Opinión Consultiva 3; y Opinión Consultiva 14. La Corte ha resuelto igualmente, en 1999, una
Opinión Consultiva solicitada por México, que hace a las garantías judiciales en procesos que pueden
acarrear una condena a muerte (Opinión Consultiva 16). La Corte Interamericana ha examinado
igualmente un pedido de opinión consultiva realizado por la Comisión Interamericana, que trataba
diversas cuestiones atinentes a la sanción y aplicación de la pena capital y su compatibilidad con los
standards interamericanos de derechos humanos. Esta solicitud fue rechazada por el tribunal por
resolución del 24 de junio de 2005, no obstante haber destacado dentro de los considerandos de la misma,
los criterios ya fijados anteriormente por la Corte sobre pena de muerte.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

derecho a una indemnización por error judicial (art. 10); la protección de la honra y la
dignidad (art. 11); la libertad de conciencia y de religión (art. 12); la libertad de
pensamiento y de expresión (art. 13); el derecho de reunión (art. 15); la libertad de
asociación (art. 16); la protección a la familia (art. 17); el derecho al nombre (art. 18); el
derecho a la propiedad (art. 21); los derechos de circulación y residencia (art. 22); la
igualdad ante la ley (art. 24) y la protección judicial (art. 25).

Si bien el Pacto de San José de Costa Rica se inspira en la Convención Europea,


posee derechos no contemplados en ésta: ellos son la rectificación o respuesta (art. 14), la
nacionalidad (art. 20) y el asilo (art. 22). Igualmente, destaca genéricamente los derechos
del niño y de la niña (art. 19) y los derechos políticos (art. 23). También va más allá del
Convenio de Roma al fijar el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica (art.
3).

Dos cláusulas de la primera parte de la Convención Americana tienen una gran


trascendencia: la primera es aquella que establece que los Estados deben adoptar las
disposiciones de derecho interno para hacer cumplir los derechos y libertades contenidos
en la misma (art. 2)49.

Por su parte el artículo 1 de la Convención (obligación de respetar y garantizar los


derechos), ha sido utilizado e interpretado con frecuencia por la Corte, en principio en
conexión con otros derechos, y más adelante, de forma autónoma 50.

La Convención Americana reputa insuspendibles ciertos derechos. Comparada con


la Convención Europea, aquella devino en el plano bajo análisis más garantista. En efecto,
el Pacto de San José establece que ciertos derechos y garantías no pueden suspenderse
bajo ningún concepto; a saber: el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica; el
derecho a la vida; el derecho a la integridad personal, la prohibición de la esclavitud o
servidumbre, los principios de legalidad y retroactividad, la libertad de conciencia y de
religión, la protección a la familia, el derecho al nombre, los derechos del niño, el derecho
a la nacionalidad, y los derechos políticos.

49
En el caso Olmedo Bustos (Chile), la Corte Interamericana declaró la violación por parte del Estado de
la obligación emanada del art. 2 de la Convención, en conexión al derecho a la libertad de expresión
contenido en el artículo 13 del Pacto de San José. Corte Interamericana de Derechos Humanos;
Sentencia del 5 de febrero de 2001, serie C N 73; San José de Costa Rica. Igualmente, el art. 2 comienza a
ser utilizado por el Tribunal en sus sentencias sobre reparaciones (ver casos Paniagua Morales, sentencia
de reparaciones de 25 de mayo de 2001, y Villagrán Morales y otros, sentencia de reparaciones de 26 de
mayo de 2001.
50
Ver Casos Baena (Panamá), Sentencia de 2 de febrero de 2001, y Barrios Altos (Perú), Sentencia de 14
de mazo de 2001. En ambos, la Corte declara que el Estado incumplió con los artículos 1.1 y 2 de la
Convención Americana (puntos resolutivos 5 y 3, respectivamente). En los casos Tribunal
Constitucional, sentencia de 31 de enero de 2001, e Ivche Bronstein, sentencia de 6 de febrero de 2001,
la Corte declara que el Estado de Perú incumplió la obligación general del art. 1.1 en conexión con las
otras violaciones señaladas en el resto de la sentencia.
Fabián Salvioli

Tampoco pueden suspenderse, según la misma norma, las garantías indispensables


para la protección de tales derechos51.

Carrillo Salcedo considera que este artículo de la Convención Americana sobre


Derechos Humanos, junto al artículo 3 común de las Convenciones de Ginebra de 1949
(de Derecho Internacional Humanitario), al artículo 15 del Convenio Europeo y al artículo
4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas;
constituyeron a precisar "... un núcleo duro de derechos humanos inderogables, y por ello
absolutos ..."52.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha realizado algunos análisis de los


artículos correspondientes al capítulo de suspensión de garantías, interpretación y
aplicación de la Convención Americana. El Tribunal consideró con criterio amplio los
derechos y garantías que no pueden suspenderse, y de manera restringida y estricta los
pasos que debe cumplir un gobierno para proceder a la suspensión de derechos sin
apartarse de la observancia de las obligaciones que emanan del Pacto de San José de
Costa Rica53. La Corte, por vía pretoriana, desde una interpretatio pro persona, ha dado
sentido justo al alcance protectivo de la Convención.

El Pacto de San José de Costa Rica es la piedra angular de la protección


convencional del sistema interamericano. Igualmente, forma parte de la base que lleva a la
tutela jurisdiccional internacional de los derechos que contiene en su seno. No obstante
ello, se observa un estancamiento en el proceso de ratificación, si se tiene en cuenta que
los últimos años no han sumado ningún Estado como parte del instrumento.

Se hace imprescindible - y se está llevando a cabo - un estudio a fondo dentro de la


Organización de los Estados Americanos para lograr que todos los Estados que la
componen sean partes en este instrumento vital. En todo caso, no deben generarse
reformas que, bajo la excusa de lograr el objetivo de la ratificación unánime, debiliten el
actual standard de protección.

c) El Protocolo sobre derechos económicos y sociales54

La Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1993 ha


subrayado en la Declaración de Viena, la universalidad, interdependencia e indivisibilidad
de todos los derechos humanos55.

51
Convención Americana sobre Derechos Humanos: Art. 27, párrafo 2.
52
Conf. Carrillo Salcedo, Juan: “Soberanía de los Estados y Derechos Humanos en Derecho
Internacional Contemporáneo”; pág. 133. Ed. Técnos, Madrid, España, 1995.
53
Nos referimos a las Opiniones Consultivas números 6 (1986), 8 (1987) y 9 (1987), de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. A ellas haremos referencia más adelante, al tratar las funciones de
la Corte.
54
El Protocolo está en vigor al haber alcanzado en noviembre de 1999, las once ratificaciones necesarias.
Actualmente cuenta con catorce Estados Partes; ellos son: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa
Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú, Suriname y Uruguay.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

A pesar de ello, todavía los derechos económicos y sociales gozan de mecanismos


de protección menos garantistas que los derechos civiles y políticos, aunque ello de
ninguna manera los ubica en una categoría inferior a estos últimos. Los derechos
económicos, sociales y culturales forman parte indiscutible del derecho internacional de
los derechos humanos; y como gráficamente expresa un estudio sobre el tema “... los
derechos económicos, sociales y culturales no resultan alumnos que deban aprobar su
examen de ingreso al mundo de los derechos humanos ante la cátedra de los derechos
civiles y políticos ...”56.

En América Latina, el disfrute de los derechos económicos y sociales aparece


como una quimera cuando se observan el grado de desarrollo tecnológico, los sistemas de
producción basados principalmente en materias primas, y la dependencia económico
financiera, enquistada en un gigante y progresivo endeudamiento externo que impide el
crecimiento de los países.

Los derechos humanos son indivisibles; y cabe señalar que la falta permanente de
disfrute de los derechos económicos y sociales por parte de un sector de la población,
revela un cuadro de violación sistemática de los derechos humanos. Y así como ningún
Estado puede escudarse en el grado de desarrollo económico o social para justificar
violaciones a los derechos civiles y políticos, el razonamiento inverso posee idéntica
validez: el respeto a la vida y a la integridad corporal no justifican el hambre o el
desempleo derivado de medidas políticas o económicas.

Es fundamental efectuar sin temores desde la doctrina iusinternacionalista el


esfuerzo para que se visualice que cuando la población de un país - o de parte de ella -
carece de acceso a la salud o a la educación, o queda por sistema fuera del circuito laboral,
derivado de las políticas públicas mal llevadas a cabo o bajo prácticas corruptas, se está en
presencia de violaciones masivas de derechos humanos de gravedad comparable a la
política de un gobierno que, por ejemplo, aplica sistemáticamente la tortura.

La Declaración Americana ya enumera como derechos humanos algunos del tipo


económico, social y cultural; a saber: derecho de protección a la maternidad y a la infancia
(art. VII), derecho a la preservación de la salud y al bienestar (Art. XI), derecho a la
educación (Art. XII), derecho a los beneficios de la cultura (Art. XIII), derecho al trabajo
y a una justa remuneración (Art. XIV), derecho al descanso y a su aprovechamiento (Art.
XV), derecho a la seguridad social (Art. XVI).

Hemos visto antes que la Convención Americana (Pacto de San José) no hace
mayor referencia a esta clase de derechos. Sólo el art. 26 compromete a los Estados partes

55
Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos: Declaración de Viena: I.5; Viena, Austria, 1993.
56
Conf. Gialdino, Rolando: “Los derechos económicos, sociales y culturales. Su respeto, protección y
realización en el plano internacional, regional y nacional”; en: Investigaciones N 2/ 99 (pág. 362) Edit.
Secretaría de Investigaciones de Derecho Comparado, Corte Suprema de Justicia de la Nación; Buenos
Aires, 1999.
Fabián Salvioli

a que adopten providencias para un desarrollo progresivo de los derechos económicos,


sociales y culturales, y siempre en la medida que los recursos disponibles lo permitan. Los
mecanismos que señala el Pacto para hacerlos efectivos, son la legislación interna y la
cooperación internacional.

Se ha querido identificar a los mal llamados "derechos programáticos” como “no


exigibles”; esto es, a nuestro juicio un error conceptual: en primer lugar, los derechos no
son programáticos; en todo caso se necesitará un programa de política pública para que se
disfruten efectivamente. En efecto, “programático” significa ni más ni menos que “requiere
de un programa”, medida que los Estados se obligan a adoptar desde el mismo momento
en que ratifican el Pacto de San José de Costa Rica. Así, el programa (y sus resultados)
para el disfrute progresivo de los derechos económicos, sociales y culturales es exigible y
justiciable bajo el sistema interamericano de derechos humanos.

Urquilla Bonilla considera con acierto que es perfectamente aplicable directa e


inmediatamente el artículo 26 del Pacto de San José de Costa Rica por los órganos del
sistema en la tramitación de casos individuales57.

De un estudio de la norma bajo análisis, creemos que hay al menos tres situaciones
que generarían responsabilidad internacional del Estado por violación a dicha norma: ello
sucederá si en la medida de sus recursos disponibles no adopta medidas progresivas que
tengan por resultado un mejor disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales
que el existente antes de adoptar dichas medidas; si adopta medidas que, no solamente no
mejoran el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales, sino que generan
el efecto contrario, es decir deterioran el goce de los mismos; y finalmente si se
demuestra que con los recursos disponibles podían tomarse medidas que otorguen mejor
resultado, o igual resultado con menos recursos58.

En lo atinente a los medios de cumplimiento, el Pacto de San José establece que la


Comisión Interamericana debe velar porque se promuevan los derechos derivados de las
normas económicas, sociales y sobre educación, ciencia y cultura contenidas en la Carta
de la Organización de los Estados Americanos, teniendo en cuenta las copias de informes
que los Estados presenten a otros órganos del sistema interamericano 59.

57
Urquilla Bonilla, Carlos Rafael: “Los derechos económicos, sociales y culturales en e contexto de la
reforma al sistema interamericano de protección de los derechos humanos”; en: Revista 30-31, pp. 259 -
281, ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 2000.
58
Salvioli, Fabián: "Curso sobre protección internacional de los derechos económicos, sociales y
culturales"; publicación on line del Instituto Interamericano de Derechos Humanos www.iidh.ed.cr San
José de Costa Rica, 2004.
59
Convención Americana sobre Derechos Humanos: Art. 42.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Lamentablemente, y a pesar de la existencia de base normativa suficiente, ni la


Comisión ni la Corte Interamericanas de Derechos Humanos han dado el máximo posible
en cuanto a la interpretación y aplicación del artículo 26 de la Convención Americana 60.

Para complementar la normativa en materia de Derechos Económicos Sociales y


Culturales, la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos ha dado
una respuesta parcial con la adopción del Protocolo de San Salvador, Anexo a la
Convención Americana, en 1988.

El preámbulo del Protocolo de San Salvador constituye un elemento vital a favor


de la tesis de la integralidad e indivisibilidad de los derechos humanos, debido a que en su
texto, los Estados partes también consideran la estrecha relación que existe entre los
derechos económicos, sociales y culturales y los derechos civiles y políticos; y subrayan
que las diferentes categorías constituyen un todo indisoluble que encuentra su base en el
reconocimiento de la dignidad de la persona humana, por lo cual exigen una tutela y
promoción permanente con el objeto de lograr su vigencia plena, sin que jamás pueda
justificarse la violación de unos en aras de la realización de otros61.

Este Protocolo garantiza el derecho a trabajar y a gozar de condiciones justas de


trabajo; también el ejercicio de los derechos sindicales; el derecho a la seguridad social; el
derecho a la salud y a desenvolverse en un medio ambiente sano, el derecho a la
educación, y el derecho al goce de los beneficios de la cultura.

El Protocolo de San Salvador posee también normas de protección categoriales;


entre ellas se destacan aquellas que aseguran derechos de niños y niñas, personas ancianas,
y personas minusválidas.

Existen diferentes medios de protección que recepta el Protocolo de San Salvador.


El primero de ellos está dado por el llamado "sistema de informes": esto es, la obligación
para los Estados Partes de presentar informes periódicos que el Secretario General de la
Organización hace llegar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al Consejo
Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura; y al Consejo Interamericano
Económico y Social62.

Los órganos señalados, tienen además que presentar informes a la Asamblea, con
las recomendaciones que estimen convenientes (ésta última previsión, como hemos
expresado anteriormente, ya está contenida en el artículo 42 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos).

60
Puede verse un análisis en Salvioli, Fabián: "La protección de los derechos económicos, sociales y
culturales en el sistema interamericano de derechos humanos"; En Revista N 40 pp. 101- 168; ed. Instituto
Interamericano de Derechos Humanos; San José de Costa Rica, 2004.
61
Conf Ribeiro Leao, Renato Zerbini: “Os direitos econômicos, sociais e culturais na América Latina e
o Protocolo de San Salvador”, pp. 112; Ed. Sergio Antonio Fabris, Porto Alegre, 2001.
62
Protocolo de San Salvador: Art. 19.
Fabián Salvioli

En la doctrina se señalaba con preocupación la falta de realización de esa


disposición "... El cumplimiento de esa norma, hasta la fecha, no ha sido acatado
adecuadamente por los Estados, e incluso por los propios órganos de la OEA designados
para tal efecto, con lo cual se está dejando de utilizar un mecanismo válido tendiente a una
progresiva protección de los derechos colectivos ..."63.

Desde la entrada en vigor del Protocolo de Managua64, que reformó a la Carta de


la OEA, los Consejos Interamericanos Económico y Social, y para la Educación, la
Ciencia y la Cultura, han sido disueltos. El Protocolo de Managua crea como órgano
principal de la OEA, el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, el cual lleva a
cabo gran parte de la tarea genérica que anteriormente estaba asignada a los dos consejos
mencionados.

El Protocolo de San Salvador tiende a superar progresivamente aquella distinción


tajante que se hacía con relación a los mecanismos de protección para los derechos civiles
y políticos por un lado, y para los derechos económicos, sociales y culturales por el otro.
En esa dirección, consagra la posibilidad de utilizar con algunos derechos económicos y
sociales el sistema de peticiones que existe para los derechos civiles y políticos.

Los derechos contemplados en el protocolo de San Salvador que pueden ser


objeto del régimen de peticiones individuales frente a la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos son: el derecho de asociación y libertad sindical, y el derecho a la
educación65.

En otro orden, la Comisión Interamericana puede formular a los Estados


recomendaciones acerca de la situación de los derechos que contempla el Protocolo66.

Como acertadamente sostiene Cançado Trindade: "... son particularmente


significativas las recientes iniciativas o propuestas en el sentido del reconocimiento del
derecho de petición individual en relación con determinados derechos económicos,
sociales y culturales; de la designación de rapporteurs especiales para examinar o
investigar aspectos de los derechos económicos, sociales y culturales. Si plenamente
concretadas, como deseamos, estas medidas propiciarán un mayor equilibrio en la
implementación de los derechos civiles y políticos, así como económicos, sociales y
culturales. Esto significa, en último análisis, dar, en fin, una expresión real y concreta, en
la práctica, a la tesis de la interrelación e indivisibilidad de todos los derechos humanos"67.

63
Conf. Fernández del Soto, Guillermo: “La protección de los derechos colectivos en el sistema
interamericano”; pág. 143, en: “La Corte y el Sistema Interamericanos de Derechos Humanos” (Nieto
Navia, Editor), págs. 133 a 145; Ed. Corte IDH San José de Costa Rica, 1994.
64
Adoptado en Managua el 10 de junio de 1993, entrando en vigor el 29 de enero de 1996.
65
Protocolo de San Salvador: Arts. 8 y 13.
66
Protocolo de San Salvador: Art. 19, párr. 7.
67
Conf. Cançado Trindade, Antonio: “La Protección Internacional de los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales” págs. 39 a 62, cita de pág. 61; en: “Estudios básicos de Derechos Humanos”, Tomo
I, Ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1994.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Pero los esfuerzos son aún insuficientes; y tanto los órganos de aplicación (en la
supervisión), como los órganos políticos (en la sanción de instrumentos y mecanismos de
protección de los derechos económicos), tienen un papel clave que cumplir para intentar
efectivizar el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales. No cabe sino
afirmar que deben consagrarse los mismos mecanismos de protección para todos los
derechos humanos, a fin de establecer en los hechos, la indivisibilidad e igual jerarquía de
estos.

2. Los instrumentos específicos

Paralelamente a la protección genérica otorgada por la Declaración Americana de


Derechos y Deberes del Hombre y de la Mujer, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y el Primer Protocolo Facultativo anexo a la misma (Protocolo de San Salvador
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales), se ha llevado a cabo en el sistema un
desarrollo normativo de instrumentos de protección específica.

Esta tutela ha focalizado su tarea, ya sea en razón de la materia, o por abordar a


una parte de la población. Los instrumentos de referencia, vienen a complementar
aspectos no contemplados en la Convención Americana, enriqueciendo al sistema de
distinta manera.

La cuestión de la pena de muerte se ha tratado en forma de protocolo adicional a la


Convención Americana; por su parte, flagelos tales como la desaparición forzada, la
tortura, la violencia contra la mujer, y la discriminación contra personas con discapacidad,
encuentran respuesta en el sistema interamericano de protección a los derechos humanos,
a través de convenciones propias.

A. La Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura68

El derecho a la integridad corporal y la interdicción de la tortura han sido


consagrados desde los inicios del Sistema Interamericano de protección de los Derechos
Humanos, Así, el artículo Primero de la Declaración Americana establece el derecho a la
integridad de todos los seres humanos. Por su parte, la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, contempla por medio de una prescripción general, la prohibición de la
tortura, y de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes 69.

El desarrollo posterior de la cuestión en la Organización de los Estados


Americanos se dio con la adopción en 1985, por parte de la Asamblea General celebrada

68
La Convención posee 17 ratificaciones y se encuentra en vigor desde el 28 de febrero de 1987. Los
Estados partes son Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, República Dominicana,
Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela.
69
La interdicción de la tortura está contemplada en el artículo 5 párrafo 2 de la Convención Americana
“derecho a la integridad personal”.
Fabián Salvioli

en Cartagena de Indias (Colombia), de la Convención Interamericana para prevenir y


sancionar la tortura.

Esta Convención considera a la tortura (definición que se encontraba ausente en la


Convención Americana) como "todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan
a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal,
como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o
con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona
de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad
física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica"70. Como podemos
observar, el instrumento detalla minuciosamente que actos deben reputarse como torturas,
tipificando tanto a la tortura física como psíquica.

Si bien la Convención apunta a la responsabilidad del Estado en materia de


prevención y prohibición de la tortura, la responsabilidad individual por el delito de
tortura, está indicada en la Convención tanto para personas empleadas o funcionarias del
Estado, como para particulares que actúen bajo la aquiescencia u órdenes de aquellas. Se
prohibe expresamente la eximición de responsabilidad por obediencia debida71; y en orden
a un programa de prevención de la tortura, la Convención formula la necesidad de lograr
un correcto adiestramiento de quienes integran las fuerzas armadas y policiales72.
Naturalmente, ante los órganos del sistema interamericano de protección de los derechos
humanos sólo puede acusarse a los Estados, y no a las personas físicas.

La Convención es imprecisa respecto a los mecanismos internacionales para


proteger a los individuos y sancionar la tortura, descargando la mayor responsabilidad de
la acción en el derecho interno de los Estados.

Sin embargo, el artículo ocho de la Convención, que reza en su última parte “...
Una vez agotado el ordenamiento jurídico interno del respectivo Estado y los recursos que
este prevé, el caso podrá ser sometido a las instancias internacionales cuya competencia
haya sido aceptada por ese Estado”73, ha sido interpretado convenientemente por los
órganos del sistema; y así, el desarrollo jurisprudencial nos muestra que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos se ha considerado competente y comenzó a aplicar
la Convención Interamericana para Prevenir y sancionar la Tortura 74.

En un caso más reciente, la Corte Interamericana frente a la excepción expresa


planteada por un Estado sobre el punto, reafirmó su competencia para entender en
violaciones a la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura 75.

70
Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura: Art. 2.
71
Ibíd.: Arts. 3 y 4.
72
Ibid.: Art. 7.
73
Ibíd.: Art. 8.
74
Ver caso "Villagrán Morales" (Fondo), Sentencia de 19 de noviembre de 1999 (en particular, el punto
resolutivo N 7).
75
Caso "Tibi" (Fondo); Sentencia de 7 de setiembre de 2004.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

B. La Convención Interamericana sobre desaparición forzada de Personas76

La desaparición forzada es uno de los flagelos que afectaron (y afectan en la


actualidad) a varios países del mundo todos los continentes77. En América Latina ha sido
moneda corriente, durante períodos de gobiernos dictatoriales que han utilizado la práctica
de la desaparición forzada de manera sistemática. Si bien el advenimiento democrático en
casi todo el continente ha contribuido a la disminución considerable del número de
desapariciones, siguen siendo motivos de preocupación varios casos que suceden en
algunos países y los efectos que subsisten todavía de las desapariciones ocurridas en el
pasado. En este último aspecto, hay una compleja situación derivada de la colisión entre
las normas que consagran la impunidad para los perpetradores de estas violaciones, y los
naturales e imprescriptibles derechos a la verdad cuya titularidad le corresponde no sólo a
las familias de las personas desaparecidas, sino también a la sociedad toda, y a la justicia 78.

La Asamblea General de la OEA celebrada en Belem do Pará (Brasil) de 1994, ha


adoptado una Convención sobre desaparición forzada de personas, que se ha convertido
en el primer texto convencional sobre la materia con que cuenta el derecho internacional
contemporáneo.

La Convención ha recogido la experiencia de la Comisión y la Corte


Interamericanas en el tratamiento de esta particular modalidad de violación a los derechos
humanos. Señala que para configurarse una desaparición, debe existir una privación de la
libertad en cualquier forma; esa privación debe haber sido realizada por agentes del Estado
o personas o grupos de personas que actúen con su aquiescencia o autorización;
posteriormente debe haberse negado información o reconocimiento de la detención
efectuada y, por ende, la persona encontrarse en situación de imposibilidad de hacer uso
de recursos legales y garantías procesales79.

Los Estados han sido reacios a incorporar en el cuerpo dispositivo de la


Convención la afirmación de que la desaparición forzada constituye un crimen de lesa
humanidad. Si bien ello hubiese sido preferible, al menos esta aseveración se encuentra en
el preámbulo, que forma parte de la integralidad de la Convención, y se utiliza para ser
interpretada conforme a su objeto y fin80.

76
Entró en vigor el 28 de febrero de 1996; los 13 Estados que la ratificaron son Argentina, Bolivia,
Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, y
Venezuela. Además, la Convención cuenta con las firmas de Brasil, Chile y Nicaragua.
77
Véase al respecto los datos señalados por Amnistía Internacional en sus informes anuales (por ejemplo
Informe Anual 2006), Ed. Edai, Madrid, España, 2006.
78
Un trabajo aborda con notable rigurosidad la cuestión, y a él nos remitimos: Méndez, Juan:
“Responsabilización por los abusos del pasado”; en: “Relaciones Internacionales” N 13, págs. 141 a 159;
Edit. Instituto de Relaciones Internacionales, La Plata, Argentina 1997.
79
Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas: Art. 2.
80
El preámbulo de un tratado forma parte del contexto de este, junto a los anexos al mismo. Conf.
Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados: Normas de interpretación, art. 31.1.2.
Fabián Salvioli

Por otra parte, las características que hacen de la desaparición forzada un crimen
de lesa humanidad sí están recogidas en la parte dispositiva de la Convención. En efecto,
no puede alegarse obediencia debida como eximente (art. 8); y la acción penal y la pena
por el delito de desaparición forzada son imprescriptibles (art. 4).

A nivel de Naciones Unidas, la desaparición forzada de personas, cuando cumple


ciertas características, está tipificada como un crimen de lesa humanidad por el Estatuto
adoptado en Roma para la Creación de la Corte Penal Internacional, tribunal que tiene por
objeto juzgar a personas acusadas de cometer crímenes que la comunidad internacional
considera como los más graves81.

En otras disposiciones, la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada


de Personas determina que la desaparición no se considerará delito político a los efectos
de la extradición; es decir que será un delito extraditable (artículo 5); también fija la
obligación de los Estados de cooperar entre sí para buscar, identificar, localizar o restituir
a los o las menores que hubiesen sido trasladados a otro Estado como consecuencia de la
desaparición forzada de sus padres (art. 12).

Respecto a los mecanismos de protección que se instauran en cuanto al trámite de


comunicaciones individuales, la Convención remite a los establecidos en el Pacto de San
José de Costa Rica (art. 13), los cuales serán examinados más adelante en el presente
curso82.

C. El Protocolo relativo a la abolición de la pena de muerte83

En la Organización de los Estados Americanos ha primado generalmente un


espíritu abolicionista en torno a la pena de muerte. La Convención Americana de
Derechos Humanos no prohibe la sanción capital - como ya hemos visto - pero la limita
considerablemente, y propugna el abolicionismo 84.

El Protocolo de Asunción (1990) adicional a la Convención Americana, tiene por


objeto la abolición de la pena de muerte, dando un paso más. En su primer artículo los
Estados se comprometen a no aplicar la pena de muerte a ninguna persona sometida a su

81
Ver al respecto Salvioli, Fabián: “¿La justicia que viene? Un análisis de la Conferencia de las Naciones
Unidas para el establecimiento de una Corte Penal Internacional”; en: “Agora, revista de Ciencias
Sociales N 2” , págs.173 a 192,ed. CEPS, Valencia, España, 1999.
82
Ver infra, Capítulo IV.
83
Entra en vigor para cada Estado en particular al momento de su ratificación; hasta el momento, han
depositado el instrumento de ratificación Brasil, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua, Panamá, Paraguay,
Uruguay y Venezuela. Argentina y Chile lo han firmado, pero no lo han ratificado aún.
84
El art. 4 de la Convención Americana la limita para los delitos más graves, prohibe aplicarla a delitos
para los cuales no está prevista actualmente, impide restablecerla en los países que la hubiesen abolido,
prohibe aplicarla por delitos políticos, o a personas que al momento de la comisión del delito tuviesen
menos de dieciocho años o más de setenta, y a mujeres embarazadas.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

jurisdicción, con lo cual los Estados Partes en el Protocolo consagran la abolición de la


pena de muerte en tiempos de paz. Más adelante, el Protocolo permite a los Estados a
realizar una declaración resevándose la posibilidad de aplicación de la pena de muerte en
tiempos de guerra.

Flagelos actuales que azotan a las sociedades tales como el narcotráfico, el


terrorismo y la inseguridad, han hecho resurgir la idea de implantar la pena de muerte en
varios Estados del continente como medio para combatirlos. Quienes dieron un paso
preocupante al respecto han sido Perú, Guatemala y Trinidad y Tobago: En 1993 Perú
amplió el marco de aplicación de la pena de muerte en su última Constitución Nacional, en
abierta contradicción a su compromiso producto de la ratificación de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos85.

Guatemala, por su parte, ha iniciado una vuelta a las ejecuciones, cuando después
de trece años, aplicó la pena de muerte a dos personas en 1997, aunque en noviembre de
2000 la Corte de Constitucionalidad anuló cinco condenas a muerte bajo el argumento de
que el derecho internacional prevalece sobre el interno en la materia, y en el año 2005
treinta y cuatro personas seguían condenadas a muerte86.

Trinidad y Tobago ha llegado a denunciar la Convención Americana sobre


Derechos Humanos, en una decisión política sin precedente, motivada en casos por
sanción y aplicación de la pena de muerte que arribaron a la Comisión Interamericana
contra dicho Estado del Caribe.

Finalmente, la mayoría de casos individuales que Estados Unidos ha tenido frente


al sistema interamericano, devienen de la violación del derecho a la vida contemplado en la
Declaración Americana de Derechos y deberes del Hombre, en casos de aplicación de la
pena de muerte87.

85
El artículo en cuestión es el 140 de la Constitución del Perú. La situación ha motivado un pedido de
opinión consultiva general de la Comisión Interamericana a la Corte, y también ha generado la
investigación jurídica de la cuestión por parte de Organizaciones No Gubernamentales como el Centro por
la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), que ha aportado su estudio a la Corte Interamericana como
amicus curiae. Ver al respecto: Méndez Juan, Vivanco José y Krsticevic, Viviana: “Amicus Curiae
sobre la interpretación del art. 4 párrafo 2 (in fine) y párrafo 3 de la Convención Americana de Derechos
Humanos”, en: “Revista N 18”, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, págs. 29 a 44, E. IIDH,
San José, Costa Rica, 1993.
86
Conf. Amnistía Internacional: “Informe Anual 1997”, pág. 202; Edit. EDAI, Madrid, España, 1997,
Informe Anual 2001, pág. 218; edit. EDAI, Madrid, España, 2001, e Informe Anual 2005, pág. 202; edit.
EDAI, Madrid, España, 2005
87
Ver la profusa actuación al respecto, desde 1980, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Igualmente, en una opinión consultiva que reconoce sus causas en los procesos a extranjeros en Estados
Unidos, por delitos que pueden acarrear la pena de muerte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
ha emitido su Opinión Consultiva N 16.
Fabián Salvioli

D. La Convención para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra


la Mujer88

Los derechos de las mujeres se encuentran en progreso de abrirse paso (no sin
dificultades) dentro de las organizaciones internacionales. En este contexto, se ha
producido un destacable avance desde la aprobación de la Carta de las Naciones Unidas
hasta la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Pekín en la Cuarta
Conferencia Mundial sobre Derechos de la Mujer89.

En el trabajo por el respeto a los derechos humanos, la causa atinente a los


derechos de la mujer presenta trabas derivadas de múltiples factores, entre los que cabe
contar aspectos culturales, religiosos, históricos, y patrones de conducta machista
altamente arraigados en las sociedades; estas dificultades comienzan a diluirse desde la
toma de conciencia de mujeres y hombres, respecto a que la igualdad de derecho y de
hecho forma parte de un imperativo ético impostergable. La discriminación contra la mujer
es la violación a los derechos humanos de mayor entidad en el mundo.

En todas las conferencias mundiales celebradas en la última década bajo los


auspicios de las Naciones Unidas hubo una alta preocupación por resaltar la necesidad de
respetar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, y promover la potenciación y
capacitación de la mujer90.

Eliminar la violencia contra la mujer, particularmente, es dentro del universo de


derechos que le atañen, la cuestión que ha merecido tratamiento convencional específico
en el seno de la Organización de los Estados Americanos.

A nivel doctrinario, adoptar como tema esta práctica indudable de violación a los
derechos humanos conlleva un desafío, ya que el Estado aparece como responsable no
sólo cuando sus agentes cometen actos de este tipo, sino también por "inacción del
gobierno"; en el caso en particular, cuando tolera o consiente dentro de su territorio la
violencia contra la mujer que se produce en el ámbito público o privado 91. En este sentido,

88
Esta Convención se ha transformado en el instrumento jurídico de derechos humanos de mayor número
de ratificaciones dentro de la OEA. Sólo no la han ratificado Canadá, Cuba y Estados Unidos. En
noviembre del año 2005 Jamaica devino el Estado parte N 32 en la Convención de Belem do Pará.
89
Conf. Salvioli, Fabián: “La mujer en el derecho internacional público: un viaje de medio siglo desde
San Francisco a Pekín”; en: “A un año de Beijing”; Serie Documentos N 13, págs. 7 a 31; Edit. Instituto
de Relaciones Internacionales, La Plata, Argentina, 1996.
90
Conf. Salvioli, Fabián: “Los Derechos Humanos en las Conferencias Internacionales de la última
década del Siglo XX”; en: “Las Grandes Conferencias Mundiales de la década de los ´90: las bases para la
construcción de una comunidad internacional” (págs. 11 a 79) Edit. IRI, UNLP y Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo; La Plata, Argentina, 2000.
91
La responsabilidad del Estado por no realizar acciones que debería llevar a cabo para garantizar el goce
de los derechos reconocidos en algún texto internacional ha tenido un desarrollo en el sistema europeo
bajo el nombre de la “drittwirkung”, teoría nacida de la jurisprudencia constitucional alemana. Ver al
respecto Carrillo Salcedo, Juan A.: “Protección de los derechos humanos en el Consejo de Europa: hacia
la superación de la dualidad entre derechos civiles y políticos y derechos económicos, sociales y
culturales”, en: “Revista de Instituciones Europeas”, Vol 18 N 2, 1991, pág. 437.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

García Muñoz señala que “para hacer realidad los derechos humanos de las mujeres es
imprescindible romper la barrera que separa lo público de lo privado. Porque la mayoría
de los atentados contra sus derechos que sufren las mujeres se producen en el plano de sus
vidas privadas …”, e indica los parámetros de responsabilidad de los Estados por
inobservancia del deber de debida diligencia92.

La Asamblea General de la OEA de Belem do Pará (1994), adoptó la Convención


Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la Mujer.

Esta convención es una hábil conjugación de los instrumentos y mecanismos


típicos de protección a los derechos humanos: por un lado, tipifica y describe el acto, y
señala la responsabilidad directa (cuando el Estado comete la violencia), y la
responsabilidad indirecta (cuando la violencia es privada y el Estado la consiente o no la
castiga). Estipula además acciones preventivas obligatorias para el Estado; y por último,
comprende mecanismos para dar trámite a denuncias contra Estados por violación a
algunas normas de la Convención.

La Convención es una herramienta de gran valor para la protección de los derechos


de las mujeres, y además entre sus aspectos más importantes se encuentra el ser el primer
instrumento legal internacional en el mundo que reconoce el derecho de las mujeres a vivir
una vida libre de violencia93.

En el texto de la Convención se señala que la violencia contra la mujer constituye


de hecho y técnicamente una violación a los derechos humanos, en un contexto donde esta
violencia reconoce su causa en la desigualdad histórica de las relaciones de poder entre
hombres y mujeres94.

La convención estipula varias obligaciones de hacer para el Estado: estas


exigencias del texto comprenden acciones inmediatas y progresivas. Dentro de las
acciones inmediatas, la Convención ordena a los Estados que adopten políticas dirigidas a
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer; y adoptar programas de
instrucción para erradicar este flagelo 95. Asimismo, en caso de violencia perpetrada, el
Estado debe actuar con diligencia para sancionarla y adoptar medidas progresivas de
atención a las víctimas.

Como medidas progresivas se encuentran obligaciones dirigidas al Estado


fundamentalmente de tipo promocional; tales como programas destinados a fomentar el
conocimiento y la observancia del derecho de la mujer a una vida libre de violencia, para
92
García Muñoz, Soledad: “La obligación de debida diligencia estatal: una herramienta para la acción
por los derechos humanos de las mujeres”; en Razón pública N 1; pp. 27 – 39; ed. Amnistía Internacional
Argentina, 2004.
93
Camacho, Rosalía: “Acercándonos a los instrumentos internacionales de protección de los derechos
humanos de las mujeres”; pp. 71; Ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa
Rica, 2003.
94
Convención Americana para prevenir y sancionar la violencia contra la mujer: Preámbulo.
95
Ibídem: Art. 7.
Fabián Salvioli

modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, y para fomentar


y apoyar programas de educación gubernamentales y del sector privado destinados a
concientizar al público sobre los problemas relacionados con la violencia contra la mujer,
los recursos legales y la reparación que corresponda96.

La vía de acción en caso de violencia contra la mujer está dada por la posibilidad
de que cualquier persona, grupo de personas u organización no gubernamental legalmente
reconocida en un Estado miembro de la OEA, puede elevar a la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, denuncias manifestando que un Estado parte en la convención ha
violado las disposiciones establecidas en el artículo séptimo de la misma; es decir, que ha
incumplido todas las acciones inmediatas que el Estado debe tomar para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra la mujer.

Existe una utilización incipiente de los mecanismos previstos por la Convención;


así, la Comisión Interamericana ya ha aplicado, y se encuentra estudiando casos, respecto
a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
Mujer97.

Habíamos señalado el deseo de que, tanto la Comisión Interamericana de Mujeres


como la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos (y llegado el caso la
Corte), llevaran adelante su tarea interpretando sus funciones de la manera más extensa,
para hacer frente a la difícil realidad por la que atraviesa la mujer en el Continente
Americano98.

96
Ibídem: Art. 8.
97
El 16 de abril de 2001 la Comisión Interamericana condenó a Brasil por violación de la Convención de
Belem do Pará en el caso 12.051 "María da Penha Maia Fernándes", Informe 54/01; El 10 de octubre de
2001, la Comisión declaró admisible el caso 12.350 contra Bolivia, por presunta violación de la
Convención de Belem do Pará; asimismo, en 1998 la Comisión declaró admisible el caso 11.756 "Leonor
La Rosa Bustamante", contra Perú; Informe Nº 54/98. Respecto a este caso, en febrero de 2001 el gobierno
del Perú se comprometió a ofrecer solución al mismo, reconociendo responsabilidad y tomando medidas
para restaurar los derechos vulnerados; igualmente, en el año 2000 sostuvo la admisibilidad en los casos
12.230, "Zoilamérica Narváez Murillo" (Nicaragua) Informe 118/01, y 12.191 "María Mamérita
Mestanza Chávez" (Perú) Informe 66/00. En este último caso, se llegó a una solución amistosa en la cual
el gobierno de Perú reconoce su responsabilidad internacional por violación de los artículos 1.1, 4, 5 y 24
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, así como el art. 7 de la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, en agravio de la
víctima María Mamérita Mestanza Chávez (informe 71/03 de 10 de octubre de 2003). Más adelante, la
Comisión Interamericana ha declarado la admisibilidad por presunta violación a la Convención de Belem
do Pará (entre otros instrumentos) en los siguientes casos: Informe N° 18/05 de 24 de febrero de 2005;
Petición 283/02 "Laura Berenice Ramos Monarrez" (México); Informe N° 17/05 de 24 de febrero de 2005;
Petición 282/02 "Esmeralda Herrera Monreal" (México); Informe N° 16/05 de 24 de febrero de 2005;
Petición 281/02 "Claudia Ivette González" (México). Los tres asuntos se refieren a desaparición y
ejecución extrajudicial ocurridas en Ciudad Juárez. En marzo de 2006, la Comisión declaró admisibles los
casos de Paloma Angélica Escobar Ledezma y Silvia Arce contra México, debido a feminicidios
igualmente en ciudad Juárez.
98
Sobre el particular ver: "Informe actualizado sobre la labor de la Relatoría sobre los Derechos de la
Mujer", en Informe Anual 2001, Capítulo IV, Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
Washington, Estados Unidos, abril de 2002.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

La Corte Interamericana ha pronunciado, por primera vez, la violación del Pacto


de San José de Costa Rica en relación a la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer en un caso contra Perú 99. El Tribunal
puede (y debe) ir más allá, y afirmar enfáticamente su competencia para declarar
violaciones autónomas a la Convención de Belem do Pará.

Igualmente se hace imprescindible que los propios órganos de protección del


sistema interamericano realicen sus tareas con perspectiva de género100 y utilizando en sus
decisiones lenguaje género – sensitivo; en este sentido, la experticia en la materia tendría
que ser un aspecto a evaluar para la elección de quienes integren la Comisión y la Corte
Interamericana.

E. La Convención Interamericana para la eliminación de todas las formas de


discriminación contra las personas con discapacidad101

El Relator Especial de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos


humanos de las personas con discapacidad dio a conocer en 1991 un informe irrefutable
sobre como el analfabetismo, la desnutrición, el desempleo y las restricciones a la libertad
caían con mayor peso sobre las personas con discapacidad102.

La Convención Interamericana para la eliminación de todas las formas de


discriminación contra las personas con discapacidad recoge el principio de proteger
particularmente y prestar especial atención jurídica a aquellas personas más susceptibles de
sufrir violaciones a los derechos humanos, en dicho sentido, destaca y alienta acciones
para hacer efectivas medidas de discriminación positiva que tiendan a promover la
integración social o el desarrollo personal de las personas con discapacidad 103.

Este instrumento tiene por objetivo prevenir y eliminar todas las formas de
discriminación contra las personas con discapacidad, y propiciar su plena integración en la
sociedad104.

99
Ver “Caso del Penal Miguel Castro Castro” Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160.
100
Un abordaje de género es utilizado por primera vez en una decisión de la Corte en el ya citado caso del
Penal Miguel Castro Castro: en efecto, el párrafo 228 de la sentencia afirma que “… Al analizar los
hechos y sus consecuencias la Corte tomará en cuenta que las mujeres se vieron afectadas por los actos
de violencia de manera diferente a los hombres, que algunos actos de violencia se encontraron dirigidos
específicamente a ellas y otros les afectaron en mayor proporción que a los hombres…”
101 La Convención entró en vigor el 14 de setiembre de 2001; los Estados que la han ratificado son
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México,
Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Fue firmada por
Dominica, Haití y Jamaica.
102
Informe de 12 de julio de 1991, E/CN.4/Sub.2/1991/31. Relator Especial sobre la situación de los
derechos humanos de las personas con discapacidad.
103
Ver art. I, b.
104
Art. II.
Fabián Salvioli

La norma internacional a la que hacemos referencia define el término


"discapacidad" como una deficiencia física, mental o sensorial, de naturaleza permanente o
temporal, que limita la capacidad de ejercer una o más actividades esenciales de la vida
diaria, que pueda ser causada o agravada por el entorno económico y social105.

La Convención también establece el compromiso para los Estados Partes de


adoptar medidas para eliminar progresivamente la discriminación y promover la
integración, trabajando prioritariamente en prevención, detección, tratamiento y
sensibilización de la población. Igualmente, determina la cooperación entre los Estados
partes para colaborar de manera efectiva en investigación científica y tecnológica, y
desarrollo de medios y recursos diseñados para promover la vida independiente,
autosuficiencia e integración total, en condiciones de igualdad, a la sociedad de las
personas con discapacidad106.

Como medio para lograr la aplicación de la Convención, se crea un Comité que


recibe periódicamente bajo el sistema de informes, la documentación pertinente que le
proporcionen los Estados107. La Primera Reunión del Comité para la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad se celebró los días 28
de febrero y 1 de marzo de 2007, en la ciudad de Panamá

3. El Estatuto y el Reglamento de la Comisión Interamericana 108

No pueden omitirse dentro de un esquema normativo de protección de los


derechos humanos en el sistema interamericano, el Estatuto y el Reglamento de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ya que ésta ha pasado a ser un órgano
principal de la OEA y posee, por lo tanto, competencia sobre todos los Estados miembros
de la Organización (Ver el Capítulo III del presente curso).

Los instrumentos que rigen la actuación de la Comisión Interamericana son su


Estatuto y el Reglamento. Si bien los mismos no poseen normas sustantivas, aquellos
Estados que no han ratificado la Convención Americana igual se encuentran sometidos a
disposiciones de derechos humanos en el sistema: la Carta de la Organización de los
Estados Americanos (en lo pertinente), la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre y de la Mujer (en tanto interpreta y explicita el contenido de los derechos
humanos que están en la Carta de la OEA); y el Estatuto y Reglamento de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos109.

105
Art. I.
106
Arts. III a V.
107
Art. VI.
108
El reglamento de la Comisión Interamericana ha sido revisado y finalmente modificado, habiendo
entrado en vigor el 1 de mayo de 2001.
109
Ver Estatuto de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, art. 20 y Reglamento de la
misma, art.24 (antiguo artículo 26): esta última disposición prevé la posibilidad de iniciación de un
procedimiento de oficio por parte de la CIDH.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

4. Los instrumentos proyectados

Desde hace más de una década, el sistema interamericano se encuentra debatiendo


la adopción de una Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Luego de un período de consultas a los gobiernos, a organizaciones indígenas e
intergubernamentales, y a personas expertas, la Comisión Interamericana aprobó el 26 de
febrero de 1997, un Proyecto que consta de un preámbulo y veintisiete artículos. Aunque
estaba prevista la aprobación de este instrumento por parte de la Asamblea General de la
OEA celebrada en 1998 en la ciudad de Caracas, no fue posible obtener el acuerdo de los
Estados. Actualmente, el proyecto se está debatiendo en el Consejo Permanente de la
OEA, y para la Asamblea de la OEA que se celebró en Canadá en el año 2000, quedaron
de manifiesto las trabas que existen en los diferentes alcances que dan a las definiciones las
organizaciones indígenas por un lado, y algunos gobiernos por el otro. El debate continuó
en la Asamblea General de 2001, llevada a cabo en San José de Costa Rica, y en la
Asamblea General de 2002 de Barbados; en las Asambleas Generales de 2003, 2004, 2005
y 2006 se presentó un informe del Consejo Permanente de la entidad. En la Asamblea
General de 2007, se encuentra dentro del temario la continuación del tratamiento del
proyecto.

Igualmente, la Asamblea General encomendó en 1999 al Consejo Permanente de la


OEA, la preparación de un proyecto de Declaración Interamericana sobre la Libertad de
Expresión; si bien esta Declaración aún no fue adoptada posteriormente por la Asamblea
General, en octubre de 2000 se aprobó por parte de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos la Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión.

En la Asamblea General de Chile de junio de 2003, el Consejo Permanente de la


OEA, informó sobre los avances en la elaboración de un proyecto de Convención
Interamericana contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación e Intolerancia, que
posee ya un grado importante de avance.

La OEA cuenta igualmente con una convención Interamericana Contra el


Terrorismo110. En relación a este tema, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
ha elaborado un valioso y amplio informe sobre “terrorismo y derechos humanos” 111.

III. LOS ORGANOS DE PROTECCION

110
Adoptada en Barbados el 3 de junio de 2002; entró en vigor el 7 de octubre de 2003; a la fecha cuenta
con la ratificación de Antigua y Barbuda, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Costa Rica, Dominica, El
Salvador, Estados Unidos, Grenada, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
República Dominicana, Uruguay, Trinidad y Tobago, y Venezuela.
111
OEA/Ser.L/V/II.116, aprobado por la Comisión Interamericana en su 116 Período Ordinario de
Sesiones, Washington, 2002.
Fabián Salvioli

La protección de los derechos humanos dentro de la Organización de los Estados


Americanos se lleva adelante, en sentido amplio, por la acción de varios órganos; a saber:
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, la Asamblea General, el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, la
Comisión Interamericana de Mujeres, el Comité para la eliminación de todas las formas de
discriminación contra las personas con discapacidad, el Comité Jurídico Interamericano, y
los Institutos Interamericanos Indigenista y del Niño.

En sentido estricto, son los dos primeros (Comisión y Corte Interamericanas)


aquellos que gozan de una tarea eminentemente protectiva; debido a que frente a ellos se
tramitan casos por violaciones a los derechos humanos en el sistema interamericano.

La Asamblea General tiene diversas funciones atinentes a cuestiones de derechos


fundamentales. En primer lugar, es en su seno donde pueden adoptarse textos jurídicos
regionales de derechos humanos (declaraciones o convenciones); citemos como ejemplo,
que en la Asamblea General de 1994 se aprobaron las convenciones sobre desaparición
forzada, y para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra la mujer (ver
capítulo II del presente curso).

La Asamblea comúnmente adopta resoluciones sobre temas generales de derechos


humanos; asimismo, recibe anualmente los informes de la Comisión y de la Corte
Interamericanas, pudiendo aprobar resoluciones derivadas del tratamiento de los mismos,
aunque esta última potestad ha sido dejada de lado en los hechos por la Asamblea General
a partir de 1980.

En cuanto al Consejo Interamericano Económico y Social poseía atribuciones en la


materia que provenían de la Carta de la OEA (nos referimos a su finalidad principal de
promover la cooperación entre los países americanos con el objeto de lograr su desarrollo
económico y social acelerado).

Pero también el Consejo Interamericano Económico y Social tenía facultades


dimanadas de un instrumento propio de derechos humanos: nos referimos al Protocolo de
San Salvador en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que le otorga
facultad a aquel, y al Consejo Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
para recibir informes de los Estados partes respecto a las medidas progresivas adoptadas
por éstos para asegurar el respeto de los derechos contenidos en el protocolo 112.

Como se ha señalado, el Consejo Interamericano Económico y Social ya no existe


en la OEA, y muchas de sus funciones han sido asumidas por el actual Consejo
Interamericano para el Desarrollo Integral, creado por el Protocolo de Managua que
reformó la Carta de la OEA, y entró en vigor en 1996.

112
Ver Protocolo de San Salvador: art. 19, párrs. 1, 4 y 5. En este mismo capítulo hemos hecho
referencia a la norma bajo análisis (ver supra II.2.C).
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

La Comisión Interamericana de Mujeres (creada en 1938) tiene carácter


permanente en la OEA y, como ya mencionamos, es uno de los órganos de aplicación de
la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la
Mujer de 1994; en este instrumento, además se faculta a la Comisión Interamericana de
Mujeres, a pedir opiniones consultivas a la Corte Interamericana sobre la interpretación de
dicha convención113.

Finalmente, el Instituto Interamericano del Niño ha sido creado en 1927 y tiene


como finalidad promover estudios sobre maternidad, niñez, adolescencia y familia.

No puede dejar de mencionarse a efectos de realizar un análisis completo, a los


órganos derivados, como las relatorías especiales que algún órgano principal crea con un
objetivo específico114.

1. Generalidades y características

El sistema interamericano posee una estructura dual para el tratamiento de los


casos de derechos humanos: uno de los órganos que compone dicha estructura es de tipo
técnico (cuasi jurisdiccional), y el otro jurisdiccional115. La Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, es la "puerta de entrada" de las personas al sistema interamericano.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, por su parte, lleva adelante dos


tareas principales: una a nivel interpretativo y de guía para los Estados (competencia
consultiva); y otra por la cual cabe la posibilidad que un Estado tenga un litigio en su
contra (competencia contenciosa). En este último caso, si el Estado es encontrado
responsable de una o más violaciones, la Corte determina la reparación correspondiente
para las víctimas o sus derecho - habientes, conforme al perjuicio sufrido.

113
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer:
art. 11.
114
Por ejemplo, la relatoría especial de los asuntos relacionados con los derechos de la mujer, creada por
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su 85 período de sesiones. Este cargo tiene como
función primordial analizar e informar sobre casos de discriminación de facto y de iure, que puedan
entorpecer la capacidad de la mujer para ejercer sus derechos y libertades (conf. Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, “Informe Anual 1996”, pág. 787, Washington, Estados Unidos,
1997). Otra relatoría importante es la de Libertad de Expresión, que posee carácter permanente, y en sus
últimos trabajos ha desarrollado un minucioso seguimiento de la cuestión en el continente, focalizando
aquellos países donde existen dificultades en la materia.
115
Esta estructura dual se dio también en el Consejo de Europa, donde existían una Comisión y un
Tribunal; aunque la reforma operada al sistema, propuesta en el Protocolo XI anexo a la Convención
Europea, produjo la eliminación de la Comisión y la existencia de un solo órgano jurisdiccional dividido
en Salas. Esta reforma entró en vigor en 1 de noviembre de 1998. Un estudio acabado de la misma puede
observarse en García Muñoz, Soledad: “El Protocolo XI al Convenio Europeo: un antes y un después en
la protección internacional de los derechos humanos”; en: Anuario de Derecho N 5, Universidad Austral,
págs. 27 a 57, Edit. Abeledo Perrot, Argentina, diciembre de 1999.
Fabián Salvioli

Ambos órganos (Comisión y Corte) tienen una composición similar (deben estar
formados por personas de alta autoridad moral y de reconocida versación en materia de
derechos humanos)116.

Los dos poseen instancias de colaboración y cooperación con los gobiernos


(asesoramiento en derechos humanos que puede realizar la Comisión Interamericana a
pedido de los Estados, y opiniones que puede dar la Corte Interamericana sobre la
compatibilidad de una ley interna y los instrumentos de derechos humanos en su función
consultiva)117.

Igualmente, ambos órganos tienen una competencia cautelar – provisional, que


proceden frente a determinadas circunstancias.

Finalmente, frente a las dos instancias se tramitan asuntos contra Estados, aunque,
como veremos más adelante, esto no les equipara en su función.

2. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos

La Comisión Interamericana está compuesta de siete integrantes que se eligen por


la Asamblea General de la OEA, a propuesta de los Estados, y deben ser nacionales de
cualquier Estado miembro de la Organización118.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, establecida en 1959 en una


Reunión extraordinaria de consulta de Ministros de Relaciones Exteriores119, inició su
labor con funciones básicamente de promoción. Tal como sostiene Mónica Pinto "... la
creación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos fue un producto de la
heterodoxia creativa de una decisión política que gestó un marco de competencia en la
nada ..."120.

Las necesidades para que se tramiten casos de derechos humanos en la esfera


internacional, a la luz de las situaciones de violación sistemática de los mismos, ha
impulsado la determinación de convertir a la Comisión Interamericana en un órgano
principal de la OEA121. Esta decisión posee significativa importancia para la protección de
los derechos humanos de las personas que habitan el continente americano. La Resolución
mencionada ha revolucionado el campo protectivo regional de los derechos y libertades

116
Ver Estatuto de la Comisión Interamericana, art. 2; y Estatuto de la Corte Interamericana, art. 4.
117
Ver Estatuto de la Comisión Interamericana, art. 18 e); Convención Americana sobre Derechos
Humanos, art. 64.2; y Estatuto de la Corte Interamericana, art. 62.
118
Estatuto de la Comisión Interamericana, arts. 2 y 3.
119
Nos referimos a la Resolución VII de la Quinta Reunión Extraordinaria de Ministros de Relaciones
Exteriores, realizada en Santiago de Chile en 1959.
120
Conf. Pinto, Mónica: “La denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, Ed. Del
Puerto, pág. 181, Buenos Aires setiembre de 1993.
121
Esta medida fue adoptada en la Tercera Conferencia Extraordinaria; llevada a cabo en Buenos Aires en
1967, donde se modificó sustancialmente la Carta de la Organización de los Estados Americanos.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

fundamentales: de manera indubitable todos los Estados miembros de la OEA están


sujetos a la competencia de la Comisión Interamericana, su estatuto y su reglamento; sin
ser necesaria la ratificación o adhesión de los Estados miembros a ningún instrumento
internacional de protección a los derechos humanos122.

La posibilidad de supervisión de la situación de derechos humanos en cualquier


Estado miembro de la OEA es uno de los logros evidentes del sistema interamericano, si
tenemos en cuenta que no todos los Estados han ratificado el Pacto de San José de Costa
Rica conforme se destaca supra.

De esta forma, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos diferencia su


actuación respecto de los Estados, según éstos hayan o no ratificado el Pacto de San José
de Costa Rica, pero ningún integrante de la Organización puede eximirse de su
competencia.

Conforme a lo anterior, para aquellos Estados que no sean parte de ningún


instrumento de derechos humanos, la Comisión utiliza como base jurídica de su actuación
la Carta de la OEA y su Estatuto; y como norma aplicable, la Declaración Americana de
los Derechos y los Deberes del Hombre y de la Mujer. Los instrumentos aplicables y el
proceso, se han aclarado con la adopción del nuevo Reglamento de la Comisión
Interamericana123.

3. La Corte Interamericana de Derechos Humanos

La vigencia de los derechos fundamentales de la persona, tiene como uno de sus


requisitos centrales que los sistemas internacionales estén dotados de órganos y
mecanismos adecuados para la promoción, el control del estado de los derechos humanos,
y la sanción de las violaciones cometidas, junto al establecimiento de reparaciones para las
víctimas.

El último aspecto referido se da a través de la posibilidad de tramitar por la vía


judicial casos individuales contra los Estados. Obviamente, esta función primordial se da
solamente en aquellos sistemas que poseen una Corte o Tribunal que juzgue a Estados por
violaciones a normas de derechos humanos, determinen la responsabilidad de los mismos,
y tengan la capacidad de fijar una indemnización para las víctimas o sus sucesores124.

122
Conf. Salvioli, Fabián: “La tutela de los derechos en el sistema interamericano”, En: Revista Tribuno,
Publicación del Colegio de Abogados de la Primera Circunscripción de la Provincia de Córdoba; año 2,
Pág. 158, Córdoba, Argentina 1995.
123
Ver Infra, Cap. IV. B.
124
El sistema derivado de la Convención Europea (del Consejo de Europa), posee un Tribunal Europeo de
Derechos Humanos que ha desarrollado una importante jurisprudencia, a diferencia de la Organización de
Naciones Unidas donde no existe una Corte con competencia general para juzgar a Estados por
violaciones a los derechos humanos. En junio de 1998, en Oagadoudou se adoptó un Protocolo que crea
una Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, este protocolo entró en vigor el 25 de enero
Fabián Salvioli

El sistema interamericano posee un órgano jurisdiccional de origen convencional:


nos referimos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos creada por el Pacto de San
José de Costa Rica125. La Corte se compone de siete jueces o juezas, nacionales de los
Estados miembros de la OEA, que ejercen sus funciones a título personal126. La sede de la
Corte está en la ciudad de San José de Costa Rica, y el tribunal se reúne en sesiones
ordinarias y extraordinarias127.

La propia Corte se ha encargado de hacer referencia a su naturaleza, tildándose a


ella misma como "... una institución judicial autónoma ..." y que representa "... el órgano
con mayor poder conminatorio para garantizar la efectiva aplicación de la Convención
[Americana Sobre Derechos Humanos] ..."128.

En todo caso, y más allá de lo polémico o la insuficiencia de alguna de sus


resoluciones, la Corte Interamericana ha hecho una enorme contribución a través de sus
sentencias y dictámenes en el marco de los casos contenciosos que ha tramitado, y también
en la rica jurisprudencia emanada de sus opiniones consultivas.

A. La competencia consultiva: las opiniones emitidas129

Todo sistema de protección de los derechos humanos busca como primer objetivo
el colaborar con los Estados en el cumplimiento de sus compromisos internacionales en la
materia, ya que éstos son los primeros y principales obligados. En esta tarea, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos posee una función que no encuentra similar en el
derecho internacional debido a la dimensión que adquirió la misma: su competencia
consultiva.

La competencia consultiva es sumamente amplia en cuanto a la legitimación activa:


así, a pesar de ser un órgano convencional, a la Corte Interamericana puede requerirle una
opinión consultiva cualquier Estado miembro de la OEA; haya o no ratificado la
Convención Americana130. También cualquiera de los órganos principales de la OEA

de 2004. Los otros sistemas regionales existentes (el Arabe y el de la Comunidad de Estados
Independientes) no poseen una instancia jurisdiccional.
125
Convención Americana sobre Derechos Humanos: arts. 33 y 52 a 69.
126
Estatuto de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: art. 4.
127
Ibídem: arts. 3 y 22.
128
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Opinión Consultiva OC1/82. Otros tratados”,
parágrafo 22, Ed: Secretaría de la Corte, San José, Costa Rica, 1982.
129
Ver Salvioli, Fabián: “La competencia consultiva de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos: marco legal y desarrollo jurisprudencial”; en “Homenaje y Reconocimiento a Antônio
Cançado Trindade; Ed. Sergio Fabris, Brasilia, Brasil, 2004; igualmente, puede consultarse
Ventura, Manuel y Zovatto, Daniel: La función consultiva de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos; IIDH Ed. Civitas, (464 págs). San José de Costa Rica, 1989.
130
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 64.1 y 64.2.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

puede ir en consulta ante el Tribunal131; y la legitimación activa se ha seguido ampliando o


reafirmando por la vía convencional, como en el caso ya analizado de la Comisión
Interamericana de Mujeres, habilitada para pedir una opinión a la Corte sobre la
interpretación de la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia Contra la
Mujer132.

En cuanto a la materia que puede ser objeto de análisis en la función consultiva de


la Corte Interamericana, la Convención Americana sobre Derechos Humanos estipula que
el Tribunal está facultado para dar su opinión respecto a la interpretación de aquella y de
otros tratados de derechos humanos. Finalmente, la Corte es competente para emitir
opiniones sobre el grado de compatibilidad existente entre cualquiera de los instrumentos
mencionados y una ley interna de algún miembro de la Organización de los Estados
Americanos133.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos también tiene la facultad de no


responder a una pregunta formulada, aunque esa decisión debe ser motivada. De hecho, el
Tribunal no ha contestado en dos oportunidades a una opinión solicitada en ambos casos
por el Estado de Costa Rica por considerar que la respuesta en el caso planteado, podría
desvirtuar la función contenciosa de la propia Corte134. El desarrollo de la función
consultiva ha sido llevado adelante a partir de 1982, y la Corte Interamericana ha emitido
ya diecinueve opiniones135.

A efectos de desarrollar el presente acápite, hemos clasificado la tarea realizada


por la Corte hasta el momento en materia consultiva en cinco rubros, que abordan
respectivamente el marco y requisitos de aplicación de la Convención Americana; el
propio abordaje de los alcances de la función consultiva; las restricciones a los derechos
humanos en el Pacto de San José; las facultades de la Comisión Interamericana; y
finalmente el desarrollo interpretativo de algunos derechos de la Convención Americana.

a) Opiniones emitidas por la Corte respecto al marco y requisitos de aplicación de la


Convención Americana

La Corte ha tenido que elaborar adecuaciones de pensamientos existentes sobre


materias tradicionales propias del derecho internacional público (entrada en vigor de los

131
Ibídem.
132
Ver en este mismo curso, Capítulo II,2.b: “La Convención Interamericana para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra la mujer”.
133
Ver Convención Americana sobre Derechos Humanos: Art. 64.
134
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Compatibilidad de un proyecto de ley con el artículo
8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos”. Opinión Consultiva OC-12 / 91 del 6 de
diciembre de 1991. Serie A N 12. Ed. Secretaría de la Corte, San José, Costa Rica, 1991, y Resolución del
10 de mayo de 2005, “Solicitud de Opinión Consultiva OC-21”, en Comunicado de Prensa: CIDH CP-
05/05; Ed. Corte Interamericana de Derechos Humanos, San José, junio de 2005.
135
La primera opinión consultiva fue emitida por la Corte Interamericana en 1982, y la décimo novena el
28 de noviembre de 2005.
Fabián Salvioli

tratados, agotamiento de recursos internos), y de las relaciones entre el derecho


internacional y el derecho interno (cuando un Estado sanciona leyes internas incompatibles
con un instrumento de derecho internacional), a la protección específica de derechos
humanos, con el propósito de fortalecer con sus opiniones la mayor efectividad de la
Convención Americana, y no debilitar por vía de interpretación la voluntad protectiva del
Pacto de San José de Costa Rica.

En la segunda opinión consultiva, la Comisión Interamericana solicitó a la Corte


que aclare cual es el momento de la entrada en vigencia de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos para un Estado que ha ratificado dicho instrumento, pero que ha
formulado reservas al mismo.

En ocasión de dar la respuesta, la Corte Interamericana ha subrayado la naturaleza


particular de los instrumentos jurídicos de protección de los derechos humanos, en
comparación con otras normas similares de derecho internacional público que poseen un
objeto diferente. Igualmente, el Tribunal ha tenido que analizar con profundidad las reglas
generales que rigen el llamado derecho internacional convencional, en particular aquellas
que norman la presentación de reservas.

Sobre el particular, la Corte Interamericana señaló: “... Los tratados modernos


sobre derechos humanos, en general, y en particular la Convención Americana, no son
tratados multilaterales de tipo tradicional, concluidos en función de un intercambio
recíproco de derechos, para el beneficio mutuo de los Estados contratantes. Su objeto y
fin es la protección de los derechos fundamentales de los seres humanos,
independientemente de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a los
otros Estados contratantes. Al aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los
Estados se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien común, asumen
varias obligaciones, no en relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo su
jurisdicción ...”136.

Finalmente, la Corte determinó que la Convención entra en vigencia para un


Estado que la ratifique o se adhiera a ella con o sin reservas, en la fecha del depósito de su
instrumento de ratificación o adhesión; es decir, se pronunció por la más rápida
vinculación jurídica de los Estados con las obligaciones derivadas de instrumentos de
protección de los derechos humanos, concretamente en el caso del Pacto de San José de
Costa Rica137.

136
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "El efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia
de la Convención Americana de Derechos humanos (arts. 74 y 75 Convención Americana sobre Derechos
Humanos)". Opinión Consultiva OC-2 / 82 del 24 de setiembre de 1982. Serie A N 2, parágrafo 29, pág.
44. Ed. Secretaría de la Corte, San José, 1982.
137
Ibídem, parágrafo 40, pág. 49.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

La Comisión Interamericana de derechos humanos formuló una pregunta respecto


a si deben considerarse agotados los recursos internos138 a los efectos de poner en marcha
el mecanismo de protección interamericana, cuando una persona por razones de indigencia
económica no ha podido hacer uso de las instancias domésticas. En el mismo escrito, la
Comisión enunció idéntico interrogante para la situación de una persona que no ha podido
agotar los recursos internos por la existencia dentro de los círculos jurídicos del país, de
un temor generalizado para representarle judicialmente.

La Corte ha estimado en las respuestas dadas, que el requisito de agotamiento de


los recursos internos debe ser considerado en conjunto a los objetivos del sistema de
protección; por ende, sostuvo que "... si por razones de indigencia o por el temor
generalizado de los abogados para representarlo legalmente, un reclamante ante la
Comisión se ha visto impedido de utilizar los recursos internos necesarios para proteger
un derecho garantizado por la Convención, no puede exigírsele su agotamiento ..." 139.

En la décimo cuarta opinión consultiva, la Corte Interamericana de Derechos


Humanos ha abordado, a solicitud de la Comisión, la cuestión de la responsabilidad
internacional Estatal e individual por la sanción y ejecución de leyes que se reputan
notoriamente contrarias a la Convención Americana.

La Corte ha sostenido que “... La expedición de una ley manifiestamente contraria


a las obligaciones asumidas por un Estado al ratificar o adherir a la Convención,
constituye una violación de ésta y, en el caso de que esa violación afecte derechos y
libertades protegidos respecto de individuos determinados, genera responsabilidad al
Estado ...”140. La responsabilidad internacional por la violación a los derechos humanos
establecidos en la Convención Americana es, en realidad, objetiva. La noción de daño será
pertinente al momento de la reparación, y debería estar completamente separada de la
ilicitud internacional.

En dicha opinión consultiva, la Corte comenzó a esbozar unas líneas de


pensamiento sobre la responsabilidad individual remarcando, no obstante, que
esencialmente su competencia está dada respecto de Estados y no de individuos141.

b) Opiniones emitidas por la Corte respecto a su competencia consultiva

138
Trataremos el requisito de agotamiento de los recursos internos al abordar los casos individuales ante
la Comisión.
139
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Excepciones al agotamiento de los recursos internos
(Art. 46.1, 46.2.a y 46.2.b Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC/11
del 10 de agosto de 1990. Serie A N 11, parágrafo 42, pág. 16. Ed. Secretaría de la Corte, San José, 1990.
140
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Responsabilidad internacional por expedición y
aplicación de leyes violatorias de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (arts. 1 y 2 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC 14/94 del 9 de diciembre de
1994. Serie A N 14, parágrafo 58, Ed. Secretaría de la Corte, San José, 1994.
141
Esta iniciación ha sido continuada en el razonamiento elaborado por el Juez Cançado Trindade en el
Caso "Barrios Altos" (Fondo, 2001); ver el Voto Razonado emitido por dicho magistrado.
Fabián Salvioli

En varias opiniones la Corte ha llevado a cabo un análisis del alcance de su propia


función consultiva. Nos referiremos a los más salientes tópicos al respecto.

Sobre a la frase “otros tratados” pasibles de ser interpretados bajo una opinión
consultiva, a que se refiere el artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, consideró que su función consultiva puede ejercerse “... en general, sobre toda
disposición, concerniente a la protección de los derechos humanos, de cualquier tratado
internacional aplicable en los Estados americanos, con independencia de que sea bilateral o
multilateral, de cuál sea su objeto principal o de que sean o puedan ser partes del mismo
Estados ajenos al sistema interamericano”142.

Con igual criterio de amplitud, el Tribunal ha resuelto en favor de su capacidad


para emitir opiniones consultivas sobre la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre y la Mujer “... el artículo 64.1 de la Convención Americana autoriza a la Corte
para, a solicitud de un Estado miembro de la OEA, o en lo que les compete, de uno de los
órganos de la misma, rendir opiniones consultivas sobre interpretación de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, en el marco y dentro de los límites de
su competencia en relación con la Carta y la Convención u otros tratados concernientes a
la protección de los derechos humanos en los Estados Americanos.”143.

También la Corte ha considerado el alcance de su función consultiva en relación a


su capacidad de interpretación de la compatibilidad de las leyes internas de los Estados
con la Convención Americana u otros tratados de derechos humanos. La ocasión de
expedirse al respecto fue propiciada por Costa Rica, en ocasión de modificar su
Constitución Nacional, al demandar al Tribunal que se pronuncie sobre la compatibilidad
entre algunas disposiciones de los proyectos y el Pacto de San José de Costa Rica.

Así, la Corte afirmó que es competente en función consultiva para tratar la


compatibilidad entre un proyecto de ley y alguno de los instrumentos concernientes a la
protección de los derechos humanos “... Abstenerse, en consecuencia, de atender la
solicitud de un gobierno porque se trate de proyectos de ley y no de leyes formadas y en
vigor, podría, en algunos casos, equivaler a forzar a dicho gobierno a la violación de la
Convención, mediante la adopción formal y posiblemente la aplicación de la medida
legislativa, para luego acudir a la Corte en busca de la opinión ...” 144.

142
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Otros tratados”. Objeto de la función consultiva de la
Corte (art. 64 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC1/82, del 24 de
setiembre de 1982. Serie A N 2, parágrafo 58, pág. 28. Ed: Secretaría de la Corte, San José, Costa Rica,
1982.
143
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Interpretación de la Declaración de los Derechos y
Deberes del Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos".
Opinión Consultiva OC-10 / 89 del 14 de julio de 1989. Serie A N 10, parágrafo 48, pág. 26. Secretaría de
la Corte, San José, 1989.
144
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Propuesta de modificación a la constitución política
de Costa Rica relacionada con la naturalización”; Opinión Consultiva OC-4 / 84 del 19 de enero de 1984.
Serie A N 4, parágrafo 26, pág. 18. Secretaría de la Corte, San José, 1984.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

En otra contribución importante en esta materia, la Corte Interamericana ha


decidido continuar en el conocimiento de un pedido de opinión, a pesar que el gobierno
que hubiere impulsado la solicitud decidiera retirarla, y la Comisión Interamericana
estuviese de acuerdo con el Estado en cuestionar la competencia de la Corte para seguir
conociendo en la cuestión145.

Como ya se ha señalado, uno de los límites a la función consultiva de la Corte está


dado por la posibilidad de generar indefensión a una presunta víctima, de esta forma el
Tribunal señaló que una respuesta "... podría traer como resultado una solución de manera
encubierta, por la vía de la opinión consultiva, de asuntos litigiosos aún no sometidos a
consideración de la Corte, sin que las víctimas tengan oportunidad en el proceso,
distorsionaría el sistema de la Convención ..."146.

c) Opiniones emitidas por la Corte respecto a las restricciones a los derechos humanos
según la Convención Americana

La Corte ha contestado algunas consultas atinentes a las disposiciones de la


Convención Americana sobre Derechos Humanos, que regulan la suspensión de derechos
y garantías, y el alcance de estas restricciones. Los derechos y garantías que el Pacto
menciona como insuspendibles, son considerados por Carrillo Salcedo, como parte del
llamado “núcleo duro de derechos humanos”147.

El gobierno de Uruguay solicitó a la Corte que interprete el sentido de la palabra


“ley” como instrumento a utilizar por los Estados Partes para restringir el ejercicio de un
derecho de acuerdo a los parámetros establecidos en la Convención Americana.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha respondido que las leyes para la


aplicación de las restricciones permitidas a los derechos contenidos en la Convención
Americana, a que se refiere el artículo treinta de la misma son “... actos normativos
enderezados al bien común, emanados del Poder Legislativo democráticamente elegido y
promulgados por el Poder Ejecutivo ...” “... Sólo la ley formal, entendida como lo ha

145
Se trata de la Opinión Consultiva N 15, a pedido del Gobierno de Chile: ver Corte Interamericana de
Derechos Humanos: “Informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (art. 51 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos)”; Opinión Consultiva OC-15 / 97 del 14 de noviembre
de 1997. Serie A N 15, Secretaría de la Corte, San José, 1997.
146
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Compatibilidad de un proyecto de ley con el artículo
8.2.h de la convención Americana sobre Derechos Humanos”; Op. Cit. parágrafo 28, pág. 14.
147
Ver Carrillo Salcedo, Juan: "Soberanía de los Estados y Derechos Humanos en Derecho Internacional
Contemporáneo", ed. Técnos, Madrid, 1995. Véase en particular los Capítulos II y III del libro citado. En
este último, el autor señala "... En otros aspectos, por el contrario, la Convención Americana no sólo es
más realista, sino que más progresiva, desde mi punto de vista, que el Convenio Europeo de Derechos
Humanos y que el Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos, al incluir entre los derechos
inderogables a las garantías judiciales indispensables para la protección de los derechos que no pueden ser
objeto de medidas de suspensión ." Op. Cit. pág. 64.
Fabián Salvioli

hecho la Corte, tiene aptitud para restringir el goce o ejercicio de los derechos
reconocidos por la Convención ...”148.

Las opiniones consultivas octava y novena han tratado con alto criterio la espinosa
cuestión de las garantías que no pueden suspenderse de acuerdo a la Convención. El Pacto
de San José, señala en este sentido que “... La disposición precedente no autoriza la
suspensión de los derechos determinados en los siguientes artículos ... [los enumera] ... ni
de las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos” 149.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha preguntado a la Corte si el


derecho a la protección judicial y la garantía de hábeas corpus están comprendidos dentro
de los derechos y garantías que no pueden suspenderse. El Tribunal respondió que “... no
pueden ser suspendidos conforme al artículo 27.2 de la misma, porque constituyen
garantías judiciales indispensables para proteger derechos y libertades que tampoco
pueden suspenderse según la misma disposición”150.

En la novena opinión consultiva, el gobierno de la República Oriental del Uruguay


ha profundizado la pregunta formulada en la Opinión Consultiva N 8, y pidió a la Corte
que se expida acerca del alcance que tienen las garantías judiciales que no pueden ser
objeto de suspensión.

La Corte se ha cuidado de no exponer un número cerrado de garantías, si tenemos


en cuenta que cada sistema jurídico interno de los Estados miembros de la OEA tiene su
propio y particular mecanismo de garantías judiciales, y en la respuesta a la pregunta de
Uruguay resolvió de forma unánime que deben considerarse como garantías indispensables
no susceptibles de suspensión “... el hábeas corpus ..., el amparo, o cualquier otro recurso
efectivo ante los jueces o tribunales competentes ... destinado a garantizar el respeto a los
derechos y libertades cuya suspensión no está autorizada por la misma Convención.”; y
también “... aquellos procedimientos judiciales, inherentes a la forma democrática
representativa de gobierno ... previstos en el derecho interno de los Estados Partes como
idóneos para garantizar la plenitud del ejercicio de los derechos a que se refiere el artículo
27.2 de la Convención y cuya supresión o limitación comporte la indefensión de tales
derechos.”151.

148
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "La expresión Leyes en el artículo 30 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos". Opinión Consultiva OC-6 / 86 del 9 de mayo de 1986.
Serie A N 6, parágrafo 35, pág. 18. Ed. Secretaría de la Corte, San José, 1986.
149
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 27.2.
150
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "El Hábeas Corpus bajo suspensión de garantías (Arts.
27.2, 25.1 y 7.6 Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-8 / 87 del 30
de enero de 1987. Serie A N 8, parágrafo 44, pág. 24. Secretaría de la Corte, San José, 1987.
151
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Garantías judiciales en estado de emergencia (arts.
27.2, 25 y 8 Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-9 / 87 del 6 de
octubre de 1987. Serie A N 9, parágrafo 41, pág. 21. Secretaría de la Corte, San José, 1987.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

d) Opiniones emitidas por la Corte respecto a las facultades de la Comisión


Interamericana de Derechos Humanos

La Corte Interamericana de Derechos Humanos es la máxima autoridad


interpretativa del continente en la materia. Así, también le ha tocado expedirse respecto a
las facultades que tiene el otro órgano principal del sistema: la Comisión Interamericana.

El trabajo de la Comisión no es sencillo; se trata sin duda de la institución del


sistema más expuesta a la crítica de los gobiernos. A lo largo de su vida, ha sufrido
cuestionamientos, muchos de los cuales procuraban en realidad debilitarla.

Así la Corte, si bien en todos sus dictámenes ha hecho alguna referencia a la


cuestión, tuvo en tres ocasiones la posibilidad específica de pronunciarse en opinión
consultiva sobre los marcos de actuación de la Comisión Interamericana. En la primera de
ellas los gobiernos de Argentina y Uruguay, luego de sucesivos informes de la Comisión
por los cuales se declaraba la incompatibilidad de las leyes de impunidad en dichos países
con la Convención Americana, preguntaron sobre las facultades, y en este caso la Corte ha
dado un cierto paso atrás, al declarar la incompatibilidad del Reglamento de la Comisión
con la Convención, en lo atinente a la transmisión a las partes, del informe del artículo 50
del Pacto de San José. La Corte ha sostenido que el informe en cuestión sólo debe
transmitirse a los Estados interesados (no a la parte peticionaria), en una decisión que
viola el debido proceso adjetivo, le impide a una de las partes a opinar sobre el informe, y
puede lesionar el derecho de la misma a obtener una decisión debidamente fundada del
asunto planteado152.

En la segunda ocasión la Corte señaló con un duro cuestionamiento la actuación de


la Comisión Interamericana, al modificar ésta un informe que ya había transmitido a las
partes como definitivo, en una decisión que tuvo su antecedente en una comunicación
individual tramitada en la Comisión Interamericana contra Chile, en el caso Martorell. El
Tribunal determinó que, salvo en casos excepcionales, la Comisión "... no está facultada
para modificar las opiniones, conclusiones y recomendaciones transmitidas a un Estado
miembro"153.

Finalmente, la Corte resolvió una solicitud de opinión consultiva formulada por la


República Bolivariana de Venezuela respecto a las facultades y responsabilidad de la
Comisión Interamericana en el marco de su tarea. En Esta decisión el Tribunal sostuvo
por unanimidad que la Comisión goza de plena autonomía e independencia en el ejercicio
de su mandato conforme a la Convención Americana; que actúa dentro del marco legal

152
Véase al respecto: Salvioli, Fabián: “Derechos, acceso y rol de las víctimas”; en: “El futuro del sistema
interamericano de protección de los derechos humanos”; págs. 293 a 342 (particularmente págs.319 a
323); Edit. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1998.
153
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Informes de la Comisión ..." Op. Cit. párr. 59.
Fabián Salvioli

establecido por esta; y por último que la propia Corte efectúa el control de legalidad de las
actuaciones de la Comisión respecto al trámite de asuntos que llegan al Tribunal154.

e) Opiniones emitidas por la Corte respecto a derechos concretos en la Convención

La Corte Interamericana, en su función consultiva, se ha pronunciado


particularmente sobre derechos concretos contenidos en la Convención: así, contenidos
atinentes al derecho a la vida, el derecho a la libertad de expresión, el derecho de réplica y
los derechos de niños y niñas, y de personas migrantes indocumentadas tuvieron espacios
en el marco de las consultas respondidas por el Tribunal.

En la tercera opinión, solicitada por la Comisión Interamericana para que la Corte


interprete el alcance de algunos incisos de la disposición relativa al derecho a la vida en la
Convención Americana, en lo que respecta a las restricciones a la pena de muerte, el
Tribunal hizo hincapié en que, si bien la pena capital no se encuentra prohibida según el
Pacto de San José de Costa Rica, de todas formas el propósito de la Convención
Americana es la reducción de la misma de forma progresiva hasta lograr su abolición
definitiva.

En su opinión, la Corte sostuvo que “... la Convención prohibe absolutamente la


extensión de la pena de muerte y que, en consecuencia, no puede el gobierno de un Estado
Parte aplicar la pena de muerte a delitos para los cuales no estaba contemplada
anteriormente en su legislación interna ...” y que “... una reserva limitada por su propio
texto al artículo 4.4 de la Convención, no permite al gobierno de un Estado Parte legislar
con posterioridad para extender la aplicación de la pena de muerte respecto de delitos para
los cuales no estaba contemplada anteriormente ...”155.

En el marco de este dictamen emitido por la Corte Interamericana, es interesante


observar las opiniones separadas de los jueces Carlos Roberto Reina y Rodolfo Piza
Escalante, ambas haciendo referencia expresa a la grave situación de Guatemala que
motivó el pedido de opinión consultiva156.

La opinión consultiva 16 emitida por la Corte Interamericana, vincula al derecho a


la vida y las garantías judiciales en procesos por los cuales las personas pueden ser
condenadas a muerte. Así, la Corte concluyó que “... La inobservancia del derecho a la
información del detenido extranjero, reconocido en el artículo 36.1.b) de la Convención de
Viena sobre Relaciones Consulares, afecta las garantías del debido proceso legal y, en
154
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Control de Legalidad en el Ejercicio de las
Atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Arts. 41 y 44 a 51 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos)”. Opinión Consultiva OC-19/05 de 28 de noviembre de 2005. Serie
A N 19, parágrafos 31.1, 31.2 y 31.3. Ed Secretaría de la Corte, San José, 2005.
155
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Restricciones a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4,
Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-3 / 83 del 8 de setiembre de
1983. Serie A N 3. parágrafo 76, pág. 44. Ed. Secretaría de la Corte, San José, 1983.
156
Ibídem: págs. 46 y 47 a 49.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

estas circunstancias, la imposición de la pena de muerte constituye una violación del


derecho a no ser privado de la vida "arbitrariamente", en los términos de las disposiciones
relevantes de los tratados de derechos humanos (v.g. Convención Americana sobre
Derechos Humanos, artículo 4; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
artículo 6), con las consecuencias jurídicas inherentes a una violación de esta naturaleza,
es decir, las atinentes a la responsabilidad internacional del Estado y al deber de
reparación.”157.

La quinta opinión consultiva formulada a la Corte por el gobierno de Costa Rica ha


tenido como objeto de interpretación el ejercicio de otro de los derechos humanos
fundamentales contenidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos: nos
referimos a la libertad de pensamiento y expresión (regulado en el artículo trece de la
Convención).

En su respuesta, la Corte sostuvo que si por medio de la colegiación obligatoria de


periodistas se impide el acceso de cualquier persona al uso de los medios de
comunicación, se viola el artículo 13 de la Convención.

Pero ha sido importante, dentro de esta Opinión, la mención de algunos criterios


que la Corte consideró que debe tener la Comisión para elevarle un caso contencioso a su
consideración: “... hay ciertos casos que, al no haberse podido resolver amistosamente
ante la Comisión, deberían haber sido sometidos por esta a la Corte ...” “... Dados que los
individuos no están legitimados para introducir una demanda ante la Corte y que un
gobierno que haya ganado un asunto ante la Comisión no tiene incentivo para hacerlo, la
determinación de ésta última de someter un caso semejante a la Corte, representa la única
vía para que operen plenamente todos los medios que la Convención establece. Por ello,
en tales hipótesis, la Comisión está llamada a considerar especialmente la posibilidad de
acudir a la Corte ...”158. Como veremos infra, la Comisión ha plasmado ciertos criterios
para decidir si envía o no un asunto a la Corte, en la nueva versión de su Reglamento 159.

La séptima opinión, solicitada también por el gobierno de Costa Rica, tuvo por
objeto que la Corte se expida sobre el alcance y la interpretación del derecho de
rectificación o respuesta contemplado en el artículo catorce de la Convención Americana.

La Corte, además de determinar que el derecho de réplica es autoejecutorio por


naturaleza; y ha señalado que, si en un Estado no está garantizado su ejercicio, deben
dictarse las medidas necesarias para ello. En ese sentido, la palabra “ley” contenida en el

157
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “El derecho a la información sobre la asistencia
consular en el marco de las garantías del debido proceso legal” Opinión Consultiva oc-16/99 del 1 de
octubre de 1999. Serie A N 16. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1999.
158
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "La Colegiación Obligatoria de Periodistas (arts. 13 y
29 Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-5 / 85 del 13 de
noviembre de 1985. Serie A N 5, parágrafos 25 y 26. Secretaría de la Corte, San José, 1984.
159
Reglamento de la Comisión Interamericana: art. 44.
Fabián Salvioli

artículo catorce de la Convención160; es decir, para hacer efectivo el derecho de


rectificación “... comprenden todas las disposiciones internas que sean adecuadas, según el
sistema jurídico de que se trate, para garantizar el libre y pleno ejercicio del derecho
consagrado ...”161. Este punto ha recibido una opinión en disidencia del juez Piza
Escalante162.

La opinión consultiva 17 llamada “Condición Jurídica y Social del niño” es una


interesante pieza jurídica sobre derechos de la niñez y adolescencia, particularmente en
relación a aquellos niños, aquellas niñas y adolescentes que se encuentran en situación de
dificultad por razones económicas de sus familias; sin embargo, la opinión consultiva pudo
haber sido más específica en cuanto a las definiciones que eran necesarias.

La Corte Interamericana señaló en dicha oportunidad que de conformidad con la


normativa contemporánea del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en la cual
se enmarca el artículo 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, los
niños y niñas son titulares de derechos y no sólo objeto de protección; hizo
consideraciones acerca del principio del “interés superior del niño”; expresó que la
adopción de normas que establezcan un trato diferente a niños y niñas no violan el
principio de igualdad; que la familia constituye el ámbito primordial para el desarrollo el
ejercicio de derechos de niños y niñas; que debe preservarse y favorecerse la permanencia
del niño en su núcleo familiar, salvo razones excepcionales; que el Estado debe valerse de
instituciones que dispongan de personal adecuado, instalaciones suficientes, medios
idóneos y experiencia probada para la tarea; que el respeto del derecho a la vida, en
relación con los niños y niñas, abarca no sólo las prohibiciones, entre ellas, la de la
privación arbitraria, sino que comprende también la obligación de adoptar las medidas
necesarias para que su existencia se desarrolle en condiciones dignas; y que la verdadera y
plena protección de los niños y niñas significa que puedan disfrutar ampliamente de todos
sus derechos, entre ellos los económicos, sociales y culturales, que les asignan diversos
instrumentos internacionales.

Igualmente, el Tribunal destacó que los Estados Partes en la Convención Americana tienen
el deber de tomar todas las medidas positivas que aseguren la protección a los niños y
niñas contra malos tratos, sea en su relación con las autoridades públicas, o en las
relaciones inter individuales o con entes no estatales; que en los procedimientos judiciales
o administrativos en que se resuelven sus derechos se deben observar los principios y las

160
Dice textualmente: Toda persona afectada por informaciones inexactas o agraviantes emitidas en su
perjuicio a través de medios de difusión legalmente reglamentados y que se dirijan al público en general,
tiene derecho a efectuar por el mismo organo de difusión su rectificación o respuesta en las condiciones
que establezca la ley.
161
Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Exigibilidad del derecho de rectificación o respuesta
(Arts. 14.1, 1.1 y 2 Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-7 / 86 del
29 de agosto de 1986. Serie A N 7, parágrafo 35.C, pág. 19. Secretaría de la Corte, San José, 1986.
162
Ibídem: pág.71. Sostuvo el magistrado "... tanto porque toda regulación significa necesariamente una
limitación o restricción, como por el principio general de derecho de que el régimen general de los
derechos fundamentales es materia reservada a la ley, debió decirse que la expresión "ley" en el artículo
14.1 significa en todo caso "ley formal" ...".
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

normas del debido proceso legal (juez natural – competente, independiente e imparcial –,
doble instancia, presunción de inocencia, contradicción y audiencia y defensa) atendiendo
las particularidades que se derivan de la situación específica en que se encuentran; que
menores de 18 años a quienes se atribuya la comisión de una conducta delictuosa deben
quedar sujetos a órganos jurisdiccionales distintos de los correspondientes a las personas
mayores de edad; y que otros casos, como son los de abandono, desvalimiento, riesgo o
enfermedad, deben ser atendidos en forma diferente a la que corresponde a los
procedimientos aplicables a quienes incurren en conductas típicas. Sin embargo, en dichos
casos es preciso observar, igualmente, los principios y las normas del debido proceso
legal, tanto en lo que corresponde a los y las menores como en lo que toca a quienes
ejercen derechos en relación con éstos, derivados del estatuto familiar, atendiendo también
a las condiciones específicas en que se encuentren163.

Por último, en la Opinión Consultiva 18 sobre “Condición Jurídica de los migrantes


indocumentados”, la Corte Interamericana se ha adentrado en la difícil situación de
vulnerabilidad de aquellas personas que tienen una situación irregular dentro de un país del
cual no son nacionales, y ven vulnerados de forma cotidiana tanto sus derechos de acceso
a la justicia, como la igualdad y la no discriminación, particularmente en el ámbito de los
derechos derivados de relaciones laborales.

Por ello, la Corte determinó que le genera responsabilidad internacional a un


Estado, el incumplimiento mediante cualquier tratamiento discriminatorio, de su
obligación general de respetar y garantizar los derechos humanos; que el principio de
igualdad y no discriminación posee un carácter fundamental para la salvaguardia de los
derechos humanos tanto en el derecho internacional como en el interno; forma parte del
derecho internacional general, en cuanto es aplicable a todo Estado, independientemente
de que sea parte o no en determinado tratado internacional; que ha ingresado en el
dominio del jus cogens; que acarrea obligaciones erga omnes de protección que vinculan a
todos los Estados y generan efectos con respecto a terceros, inclusive particulares.

Afirmó igualmente que la obligación general de respetar y garantizar los derechos


humanos vincula a los Estados, independientemente de cualquier circunstancia o
consideración, inclusive el estatus migratorio de las personas, y que el derecho al debido
proceso legal debe ser reconocido en el marco de las garantías mínimas que se deben
brindar a toda persona migrante.

La Corte fue contundente al señalar que la calidad migratoria de una persona no


puede constituir una justificación para privarla del goce y ejercicio de sus derechos
humanos, entre ellos los de carácter laboral. El o la migrante, al asumir una relación de
trabajo, adquiere derechos por ser trabajador o trabajadora, que deben ser reconocidos y
garantizados, independientemente de su situación regular o irregular en el Estado de

163
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Condición jurídica y social del niño” Opinión
Consultiva oc-17/02 del 28 de agosto de 2002; párr. 137; Serie A N 17. Secretaría de la Corte, San José de
Costa Rica, 2002.
Fabián Salvioli

empleo. Estos derechos son consecuencia de la relación laboral. El Estado tiene la


obligación de respetar y garantizar los derechos humanos laborales de todas las personas
trabajadoras, independientemente de su condición de nacionales o extranjeros, y no tolerar
situaciones de discriminación en perjuicio de las mismas, en las relaciones laborales que se
establezcan entre particulares. El Estado no debe permitir que empleadores privados
violen los derechos de quienes trabajan para ellos, ni que la relación contractual vulnere
los estándares mínimos internacionales.

Para que no queden dudas el Tribunal subrayó que las personas trabajadoras, al ser
titulares de los derechos laborales, deben contar con todos los medios adecuados para
ejercerlos. Los trabajadores migrantes indocumentados poseen los mismos derechos
laborales que corresponden a las demás personas trabajadoras del Estado de empleo, y
este último debe tomar todas las medidas necesarias para que así se reconozca y se cumpla
en la práctica. Finalmente la Corte subrayó que los Estados no pueden subordinar o
condicionar la observancia del principio de la igualdad ante la ley y la no discriminación a
la consecución de los objetivos de sus políticas públicas, cualesquiera que sean éstas,
incluidas las de carácter migratorio.

B. La adopción de medidas provisionales164

La Convención Americana sobre Derechos Humanos contempla la posibilidad de


que la Corte Interamericana disponga la adopción de aquellas medidas provisionales que
considere convenientes en los casos que esté conociendo. Si son asuntos que no se
encuentran aún bajo su conocimiento, puede actuar a pedido de la Comisión165.

Es condición para el establecimiento de las medidas, que el Estado contra el cual se


dicten sea parte en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y que además
haya aceptado la competencia contenciosa de la Corte; ya que deben tratarse de casos en
trámite ante la Corte o que aún no conozca pero que puedan serle sometidos.

Podemos señalar un doble carácter de las medidas provisionales reguladas en el


sistema interamericano: por un lugar, otorgan garantías que colaboran en la realización de
la justicia en un caso en trámite (función tradicional de las medidas cautelares); por el
otro, de acuerdo a las modalidades que ha tenido la aplicación de medidas provisionales,
estas tienden a proteger derechos humanos fundamentales de personas.

Lo anterior también se desprende de las condiciones estipuladas para el


establecimiento y aplicación de las medidas provisionales que exige la Convención

164
Un análisis interesante de las medidas provisionales puede observarse en: Pasqualucci, Jo M.:
“Medidas provisionales en la Corte Interamericana de Derechos Humanos: una comparación con la Corte
Internacional de Justicia y la Corte Europea de Derechos Humanos”, en: “Revista N 19” del Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1994.
165
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 63.2.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Americana. Así, el Pacto de San José requiere que se trate de casos de extrema gravedad y
urgencia, y que la adopción sea necesaria para evitar daños irreparables a las personas.

La medida no puede ejercerse de manera autónoma, sino que se encuentra


subordinada a un caso que se encuentre tramitando ante alguno de los órganos del sistema
(Comisión o Corte). Así lo manifiesta Aguiar Aranguren cuando señala “... Otros ángulos
de particular interés, en lo atinente a los presupuestos de la acción cautelar, lo constituyen
tanto la exigencia de que ésta se ejerza como parte subsidiaria o a propósito de una
pretensión de fondo ...”; por ello, “... las medidas cautelares deben guardar relación directa
con los hechos acerca de los cuales la Comisión cuente con algún principio de prueba,
cuando menos liminar y suficiente, que sea constitutivo de una grave presunción ...”166.

Al no ser el Tribunal de funcionamiento permanente, las medidas provisionales


(que tienen como característica la urgencia) pueden ser dictadas por quien ejerza la
presidencia de la Corte cuando ella no se encuentre sesionando.

El carácter jurídico de las medidas dispuestas es de obligatoriedad, en virtud de la


práctica llevada adelante por la Corte Interamericana. “... La Corte ha acudido con
frecuencia, para fundamentar sus medidas, al artículo 1.1 de la Convención que contiene la
obligación general de respeto y garantía, a cargo de los Estados Partes, de los derechos
consagrados en la Convención, que no es sino aplicación de la norma pacta sunt servanda
“... Es obvio que si hablamos de un tratado de protección de derechos humanos con
estrictas obligaciones a cargo de los Estados partes, hay que entender que esas medidas
tienen carácter obligatorio ...”167.

Los últimos desarrollos de las medidas provisionales dictadas por parte del
Tribunal (o por quien ejerza la presidencia y luego ratificadas por aquel), han mostrado un
salto cualitativo de gran importancia: se han ordenado en un caso medidas provisionales a
favor de personas innominadas168; y también es destacable la adopción de medidas
provisionales cuando estas fueran solicitadas directamente por los peticionarios169. El
nuevo Reglamento de la Corte Interamericana indica claramente que en casos ya
sometidos a la Corte, las víctimas, presuntas víctimas, familiares o representantes pueden
solicitar medidas directamente al Tribunal, sin la necesidad de la intermediación de la
Comisión Interamericana170.

166
Conf. Aguiar Aranguren, Asdrúbal: “Apuntes sobre las medidas cautelares en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos”, en: “La Corte y el Sistema Interamericanos de Derechos
Humanos” , págs. 26/7. San José de Costa Rica, 1994.
167
Conf. Nieto Navia, Rafael: “Las medidas provisionales en la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, teoría y praxis”, en: “La Corte y el Sistema Interamericanos de Derechos Humanos”, pág.
392/3, San José de Costa Rica, 1994. El autor no considera que tengan carácter obligatorio las medidas
dictadas por el presidente cuando la Corte no se encuentra reunida (ibídem pág. 393).
168
Corte Interamericana de Derechos Humanos: Medidas provisionales: "Caso de Haitianos y
Dominicanos de origen Haitiano en la República Dominicana" (República Dominicana), agosto de
2000.
169
En los casos Loayza Tamayo y Tribunal Constitucional, ambos contra Perú.
170
Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, art. 25.
Fabián Salvioli

Podemos observar en la Corte Interamericana una tendencia a hacer un uso cada


vez más creciente de las medidas provisionales, lo cual redunda en beneficio directo tanto
de los casos que son marco de las mismas en el sistema interamericano, como de las
personas que se quiere proteger a través de la adopción de aquellas.

IV. PROCEDIMIENTOS EN EL SISTEMA INTERAMERICANO

El presente capítulo entra directamente en el procedimiento previsto en el sistema


interamericano para tramitar comunicaciones y denuncias ante la Comisión
Interamericana; es decir, nos referiremos a los aspectos procesales del sistema, y a las
diferencias de abordaje de la Comisión según se traten comunicaciones individuales o
situaciones generales de violación de los derechos humanos.

Finalmente, consideraremos como se lleva adelante un caso ante la Corte


Interamericana, y las modalidades que poseen las sentencias y la reparación en la práctica
judicial del Tribunal.

1. Los distintos procedimientos existentes. Generalidades

En el sistema interamericano de derechos humanos la protección se hace efectiva


por el desarrollo complementario de mecanismos de base jurídica convencional, y de base
jurídica extraconvencional, según están o no regulados en los diferentes tratados o
convenciones del sistema.

El hecho de que ciertos procedimientos no encuentran su nacimiento en una


Convención no debe ser motivo de menosprecio; es más, poseen el mérito de vincular a
todos los Estados miembros de la Organización y tienen un grado de utilización
importante: “... el sistema previsto en el Pacto de San José no constituye el único
mecanismo de protección de los derechos humanos existente en el sistema interamericano,
ni siquiera el utilizado con mayor frecuencia. Por el contrario, ya con anterioridad a la
entrada en vigor de la Convención de 1969, la Comisión Interamericana había recibido
importantes competencias protectoras cuyo ejercicio se encontraba regulado en su
Estatuto y que se han mantenido con posterioridad a la entrada en vigor de aquella, en
1978 ...”171.

Asimismo, podemos diferenciar dentro del sistema mecanismos de tipo


jurisdiccional y no jurisdiccional; siendo estos últimos aquellos que se llevan delante de la

171
Conf. Escobar Hernández, Concepción: “Las organizaciones internacionales en América”, en: Diez
de Velasco, Manuel: “Las organizaciones internacionales” (novena edición), Cap. XXX, pág. 562, Ed.
Técnos, Madrid, España, 1995.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde participan como partes las


personas peticionarias y el Estado denunciado.

El ámbito jurisdiccional está reservado al proceso llevado a cabo ante el órgano


creado al efecto por la Convención Americana: la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.

Existe un mecanismo que si bien se encontraba instaurado en la Convención


Americana no había tenido uso en la OEA hasta recientemente. Se trata de las
comunicaciones de Estado contra Estado frente a la Comisión Interamericana, las cuales
requieren la ratificación de la Convención Americana y la aceptación expresa de esta
competencia a través de una declaración que deben efectuar los Estados172.

El único antecedente de aplicación del mecanismo en cuestión se ha dado a partir


de la denuncia instaurada por la República de Nicaragua contra Costa Rica frente a la
Comisión Interamericana, el 6 de febrero de 2006, por la cual el Estado demandante
alegó que Costa Rica había incurrido en diversas violaciones a la Convención Americana,
a la Declaración Universal de Derechos Humanos, a la Declaración Americana de 1948, y
a la Carta Democrática Interamericana, en razón de un supuesto incumplimiento, por parte
del Estado demandado, de su deber de brindar las debidas garantías de protección de los
derechos humanos a la población migrante nicaragüense bajo su jurisdicción.

La Comisión no llegó a pronunciarse sobre el fondo de este asunto, ya que en su


análisis lo declaró inadmisible por falta de agotamiento de los recursos de la jurisdicción
interna173.

A. Los casos masivos o de violaciones sistemáticas

Cuando existen violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos, el


sistema ofrece la posibilidad de un tratamiento general de la situación, que no va en
desmedro de la posibilidad de llevar adelante un caso individual.

La Comisión Interamericana decide examinar la situación de un país en la materia


cuando concurren una serie de factores que hacen razonablemente presumir un estado
genérico de inobservancia de los derechos humanos. “... La Comisión usualmente inicia tal
estudio cuando recibe numerosas comunicaciones individuales u otras evidencias creíbles;
de seguido por parte de Organizaciones No Gubernamentales que sugieren que un
gobierno está cometiendo violaciones a los derechos humanos en gran escala”174. Es decir,

172
Convención Americana de Derechos Humanos: art. 45; y Reglamento de la Comisión
Interamericana: art. 48.
173
Comisión Interamericana de Derechos Humanos: Informe N° 11/07; Caso Interestatal 01/06;
Nicaragua c. Costa Rica; 8 de marzo de 2007.
174
Buergenthal, Thomas: “International Human Rights in a nut shell” West Publishing CO. St. Paul,
Estados Unidos, 1988, Pág. 136 (traducción no oficial).
Fabián Salvioli

si bien no se especifica jurídicamente cuando debe iniciarse un estudio sobre un país, la


práctica de la Comisión ha establecido las líneas generales señaladas.

En esos casos, la Comisión analiza la situación genérica de derechos humanos en


un Estado, y puede producir un informe respecto a la investigación que ha llevado a cabo,
detallando el estudio realizado y sus conclusiones175. En ese dictamen se señalan las
deducciones a las que pudo arribar la Comisión luego del examen de la situación durante
un período de tiempo.

Los informes comprenden un análisis general de las denuncias recibidas, de la


legislación interna del país en cuestión, de los compromisos sobre derechos humanos
asumidos por el Estado dentro del sistema interamericano (y otras obligaciones
internacionales en la materia), cuestiones temáticas (por ejemplo condiciones laborales o
situación de refugiados) y las recomendaciones formuladas al gobierno.

Es sumamente importante la posibilidad que posee la Comisión de practicar


investigaciones in loco. En todos los casos, para que la visita se efectúe, debe existir la
invitación o la anuencia del gobierno respectivo 176.

¿Existe la obligación del Estado de permitir la visita? Si bien la Convención faculta


al gobierno respectivo a otorgar su consentimiento en el caso señalado, su negativa puede
significar una violación al deber de prestar a la Comisión todas las facilidades necesarias
para llevar adelante una investigación, si aquella lo requiere de acuerdo al sistema de
tratamiento de peticiones individuales del art. 48 1.d, de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos177. Tal como señala Mónica Pinto para este último caso “... el Estado
debe aceptar la visita y proporcionar a la Comisión las facilidades necesarias ...”178.

La Comisión lleva adelante su tarea realizando entrevistas con personas que


ejercen funciones gubernamentales y representantes de los diferentes sectores de la
sociedad civil (organizaciones no gubernamentales, sindicatos, medios de prensa, etc.).
También habilita un lugar para la recepción de denuncias, practica visitas a centros
militares, cárceles o lugares de detención irregulares de los que tenga conocimiento; puede
efectuar un seguimiento de procesos judiciales y, en general, todas las acciones que
considere pertinentes para cumplir con el cometido de la visita. Los resultados de la
investigación in loco y, en particular, la publicación de un informe derivado de ella, suelen

175
La elaboración de un informe sobre derechos humanos en un Estado tiene como procedimiento la
transmisión previa del mismo al gobierno para que le haga observaciones, antes de la decisión que la
Comisión toma de publicarlo o no (ver artículo 58 del Reglamento de la Comisión Interamericana).
176
Estatuto de la CIDH, arts. 18 g. y 20. Desde 1961, la Comisión ha efectuado más de 80 visitas in
loco.
177
Conf. Márquez Rodríguez, Edith: “Visitas de observación in loco de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y sus informes”, en: “Estudios Básicos de Derechos Humanos”, Tomo III, pág 137.
Ed. IIDH, San José, Costa Rica, 1995.
178
Conf. Pinto, Mónica: "La denuncia ..." Op. Cit. pág. 111.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

ser de un gran impacto, así como también revisten suma importancia protectiva y
preventiva179.

La Comisión Interamericana realiza un seguimiento de las medidas adoptadas por


los Estados, luego de la publicación de un informe sobre la situación de los derechos
humanos dentro de los mismos, analizando el grado de evolución de las recomendaciones
que hubiere formulado.

La elaboración de informes sobre países por parte de la Comisión Interamericana


de Derechos Humanos ha sufrido un avance en cuanto al enfoque general, y de calidad.
Los primeros informes sobre países que publicó la Comisión solían ser más toscos (aunque
de un valor incalculable por el impacto que producían). Actualmente, la Comisión nunca
deja de abordar aspectos tales como los abusos contra derechos humanos que puedan
producir grupos de oposición, o la situación de los derechos económicos y sociales.

Igualmente en materia de derechos humanos de las mujeres, la Comisión


Interamericana ha elaborado diferentes informes ya sea generales (Informe de la CIDH
sobre la situación de la mujer en las Américas 1997/1998), o específicos (Situación de los
derechos de la mujer en Ciudad Juárez, México 2003), (Las Mujeres frente a la violencia y
la discriminación derivadas del conflicto armado en Colombia 2006), y (Acceso a la
Justicia para las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas 2007).

B. Los casos individuales ante la Comisión

El tratamiento de casos individuales dentro del sistema interamericano muestra


como su característica inicial la facilidad de acceso al mecanismo de protección instaurado
en la OEA.

En efecto, desde el punto de vista de la legitimación activa, cualquier persona,


grupo de personas o entidad no gubernamental legalmente reconocida en uno o más
estados miembros de la OEA puede peticionar a la Comisión Interamericana con
denuncias o quejas de violación a los derechos protegidos en la Declaración Americana o
en la Convención Americana; incluso, si posee información que a su juicio sea idónea, la
Comisión puede iniciar un caso de oficio 180.

La reforma operada al Reglamento de la Comisión Interamericana, en vigor desde


mayo de 2001, ha agregado también la posibilidad de introducir comunicaciones, según el
caso, por la presunta violación de alguno de los derechos humanos protegidos en otros
instrumentos del sistema: ellos son el Protocolo sobre Derechos Económicos, Sociales y
culturales; el Protocolo relativo a la Abolición de la Pena de Muerte; la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura; la Convención Americana sobre

179
Véase Márquez Rodríguez, Edith: Op. Cit. págs. 142 a 144.
180
Reglamento de la CIDH: Arts. 23, Presentación de peticiones, y 24 (Tramitación Motu Proprio).
Fabián Salvioli

Desaparición Forzada de Personas; y la Convención Interamericana para Prevenir,


Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer 181.

Un primer análisis de la legitimación nos enseña que existe una diferencia


sustancial con el sistema Europeo de Derechos Humanos, ya que éste parte desde una
legitimación restringida necesariamente a la condición de víctima de quien formule la
petición182.

En el sistema interamericano existen algunos requisitos para la presentación de la


comunicación: la identificación de quien o quiénes denuncian con sus datos particulares;
un relato de los hechos denunciados consignando fecha y lugar; si es posible, el nombre o
nombres de las víctimas y la autoridad pública que haya tomado conocimiento del hecho;
la indicación clara del Estado al que se considera responsable; un informe acerca de las
gestiones llevadas a cabo para agotar los recursos de jurisdicción interna, o si ha existido
imposibilidad de algún tipo para dar cumplimiento a este último requisito; la interposición
de la petición dentro del plazo de seis meses desde el agotamiento de los recursos
internos, y señalar si la denuncia ha sido sometida a otro procedimiento de arreglo
internacional183.

La presentación de la comunicación debe realizarse en un plazo no mayor de seis


meses de la notificación de la última resolución interna o, si los recursos internos no han
podido agotarse, en un plazo razonable, a criterio de la Comisión, a partir de la fecha en
que haya ocurrido la presunta violación de los derechos, considerando las circunstancias
concretas de cada caso en particular184.

Asimismo, será declarada inadmisible toda comunicación que sea substancialmente


la reproducción de petición o comunicación anterior ya examinada por la Comisión u otro
organismo internacional185. Luis Jimena Quesada manifiesta que para comprender
correctamente esta previsión, debe mirársela en conjunto con el viejo artículo treinta y
nueve (actual treinta y tres) del Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, en cuanto a si el examen no coincide en el objeto aunque se trate de una misma

181
Reglamento de la CIDH: Art. 23.
182
En efecto, el artículo 25 de la Convención Europea de Derechos Humanos (Tratado de Roma de 1950)
decía que la Comisión Europea puede conocer de cualquier demanda una persona física, organización no
gubernamental o grupo de particulares que se considere víctima de una violación a alguno de los derechos
reconocidos en aquella. Este requisito se mantiene en el actual art. 34 del Convenio Europeo, luego de la
entrada en vigor del Protocolo 11, aunque ahora las comunicaciones van a conocimiento directo del
Tribunal por haberse eliminado la Comisión Europea.
183
Reglamento de la CIDH: Art. 28, Requisitos para la consideración de peticiones.
184
Convención Americana de Derechos Humanos Art. 46, b; Reglamento de la CIDH: Arts. 32.1; y
32.2.
185
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 47.d.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

situación, o si los sujetos del caso no son los mismos, la Comisión no hará lugar a la
excepción del “non bis in idem”186.

El requisito del agotamiento previo de los recursos internos187 ha sido objeto de


tratamiento exhaustivo tanto por la Comisión, como por la Corte Interamericana.

Así, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos manifestó que cuando


existe una práctica de desapariciones, el hecho de haber intentado un hábeas corpus o un
amparo sin la obtención de un resultado satisfactorio, o sea la aparición de la persona;
debe ser considerado como suficiente para considerar agotados los recursos internos 188.

El propio Reglamento de la Comisión contiene normas al respecto: no se exige el


agotamiento de los recursos internos si estos no existen, o si a la persona lesionada se le
ha impedido acceder o agotarlos, o si, finalmente, hay un retardo injustificado para
resolverlos189.

Es interesante la previsión que obliga llevar la carga de la prueba al Estado cuando


el peticionario o peticionaria alegue no poder probar que ha agotado los recursos. En
efecto, en dichos casos, el Estado tiene que señalar y demostrar la existencia de recursos
internos idóneos, eficaces, y que quien demanda tuvo posibilidad real de recurrir a ellos.

En el nuevo reglamento, se ha precisado la cuestión en estos términos "... Cuando


el peticionario alegue la imposibilidad de comprobar el cumplimiento del requisito
señalado en este artículo, corresponderá al Estado en cuestión demostrar que los recursos
internos no han sido agotados, a menos que ello se deduzca claramente del expediente" 190.

En cuanto a la Corte, ya hemos hecho mención en el tratamiento de las opiniones


consultivas, de sus decisiones respecto a las excepciones a la regla de agotamiento de los
recursos internos; el abordaje de la cuestión por el Tribunal en el ejercicio de su función
contenciosa, se analiza en el capítulo siguiente del presente curso.

Es posible que un caso individual que se lleve ante la Comisión Interamericana


finalice con una solución amistosa que la Comisión puede proponer por sí (debe ponerse a
disposición de las partes) o a pedido de alguna de ellas191. De tal forma, la potestad de la
Comisión respecto a la proposición de una solución amistosa es facultativa, si bien sujeta a

186
Conf. Jimena Quesada, Luis: Le systéme interaméricain de protection des droits de l'homme, en:
"Recueil des Cours: Collection of Lectures, Textes et Sommaires"; Institut International des Droits De
l'Homme, Strasbourg, France, julliet de 1995, págs. 163 a 199.
187
Para un estudio profundo de la regla véase Cançado Trindade, Antonio: “O esgotamento de recursos
internos no Direito Internacional” Ed. Universidade de Brasilia, Brasil, 1984.
188
Conf. Buergenthal, T.; Norris, R. y Shelton, D.: “La protección de los derechos humanos en las
Américas”. pág 317. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Ed. Civitas, Madrid, España, 1990.
189
Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: art. 31, inc. 2.
190
Ibídem: art. 31 inc. 3.
191
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 48.1.f); y Reglamento de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos: artículo 41.
Fabián Salvioli

ciertas pautas. Mónica Pinto, analizando la práctica de la Comisión menciona criterios que
este órgano tuvo para declarar improcedente la aplicación de la solución amistosa. Así, la
autora indica como casos la ausencia de respuesta de un gobierno a las preguntas de la
Comisión conlleva falta de interés en una solución amistosa, o cuando el motivo de la
queja radica en una cuestión eminentemente jurídica; cuando el Estado denunciado ha
cuestionado la competencia de la Comisión para entender en la denuncia; o cuando hay
desaparición forzada, por la propia naturaleza del asunto 192.

Si se ha logrado una solución amistosa, la Comisión redacta un informe con una


breve descripción del caso y el texto del acuerdo arribado. En la práctica actual del
sistema, se visualiza una utilización cada vez más progresiva de la solución amistosa193.

Si en un caso individual la solución amistosa ha fracasado o no ha sido propuesta,


la Comisión Interamericana de Derechos Humanos debe confeccionar un informe
confidencial con las recomendaciones que crea pertinentes, el cual es puesto a
consideración del Estado.

El Estado tiene un plazo dado por la Comisión para cumplir con las
recomendaciones formuladas. Pasado el plazo la Comisión analiza si el Estado ha
cumplido con lo solicitado y decide si publica o no el informe, por el voto de la mayoría
absoluta de sus miembros194. Cuando están dadas ciertas circunstancias, la Comisión
puede enviar el asunto ante la Corte Interamericana, tal como se verá más adelante.

En cuanto al valor jurídico de los informes definitivos emitidos por la Comisión


Interamericana respecto a los Estados de la OEA, independientemente si éstos han o no
ratificado la Convención Americana, no cabe sino tildarlos de vinculantes195.

192
Pinto, Mónica: "... La denuncia ..." Op. Cít. pág. 130.
193
El Informe Anual 1999 de la Comisión, menciona cuatro casos en los cuales se ha arribado a solución
amistosa: dos de Argentina, uno de Guatemala y otro de Paraguay. Ello dista considerablemente de los
trece asuntos finalizados bajo el procedimiento de solución amistosa durante el año 2000, aunque doce de
ellos pertenecen a casos contra un mismo Estado (Ecuador); al igual que durante el año 2001, un solo caso
es con respecto a la República Argentina, y el resto de ellos corresponden a Ecuador. En el año 2002 hay
tres casos de solución amistosa; dos de ellos corresponden a Chile y el restante a Perú. En el año 2003 se
alcanzaron 11 soluciones amistosas: una con Argentina, una con Brasil, tres con Ecuador, tres con
Guatemala, una con México y dos con Perú; en el año 2004 se concretaron tres soluciones amistosas, una
con Chile, otra con Guatemala y la última con Perú; en el año 2005 se realizaron siete soluciones
amistosas: una con Argentina, dos con Bolivia, una con Colombia, dos con Guatemala, y una con México.
Finalmente, en el año 2006 se han dado dos soluciones amistosas con Colombia, tres con Perú, tres con
Ecuador y una respecto de Venezuela. En lo que va de 2007, dos soluciones amistosas fueron aprobadas
por la Comisión Interamericana, una en relación a Perú y otra respecto de México.
194
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 51.
195
Hemos desarrollado esta línea de pensamiento en Salvioli, Fabián: “Un análisis desde el principio pro
persona, sobre el valor jurídico de las decisiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”;
en: “Defensa de la Constitución”, libro en reconocimiento al Dr. Germán Bidart Campos, pp. 143 – 155,
Ed. Ediar, Buenos Aires, 2003.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

C. Competencia contenciosa de la Corte

Mediante el ejercicio de la jurisdicción contenciosa, la Corte es competente para


decidir sobre la existencia o no de una violación de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos por parte de un Estado, y para disponer medidas de reparación en
favor de las víctimas o sus derecho habientes.

La Competencia contenciosa de la Corte requiere de determinados requisitos que


deben cumplirse para ponerse en marcha; en primer lugar, es imprescindible que el Estado
denunciado sea parte en la Convención Americana y haya efectuado una declaración por la
cual acepte expresamente la jurisdicción contenciosa de la Corte196. Este es un paso
ineludible para que un Estado posea la legitimación pasiva en un procedimiento
contencioso ante la Corte interamericana.

Si bien un Estado es soberano para reconocer la competencia contenciosa de la


Corte, una vez efectuado dicho reconocimiento, este no puede ser retirado por declaración
del Estado. El Tribunal destacó que una acción de ese tipo no provoca ningún efecto para
los casos en trámite, ni para los que se presenten mientras el Estado siga siendo parte de la
Convención Americana197.

En segundo lugar, desde el punto de vista de la legitimación activa, sólo están


habilitados para llevar un caso ante la Corte, la Comisión Interamericana y los Estados
partes de la Convención198. Es decir, que la víctima o los particulares que poseen una
legitimación tan amplia frente a la Comisión Interamericana pierden el ius standi ante la
Corte. En el seno del Consejo de Europa, a partir del 1 de noviembre de 1998, la nueva
estructura del sistema europeo permite directamente a la persona, llevar su caso ante la
Corte199.

Quizás sea aventurado por las diferencias entre ambos sistemas pretender una
modificación similar en el sistema interamericano, pero creemos que como paso
progresivo, debería establecerse un Protocolo a la Convención Americana, similar al
Protocolo IX del Convenio europeo 200. En un sistema de derechos humanos, lo primero a
considerar es el derecho de las víctimas a una tutela y garantía efectivas.

La nueva reforma al Reglamento de la Comisión es positiva en cuanto a la


posibilidad de que un caso llegue a la Corte Interamericana, aunque siempre de la mano de
la Comisión o del Estado. Así, ahora se establece la presunción de que el caso será
remitido por la Comisión a la Corte cuando el Estado no haya cumplido con las

196
Ibídem: art. 62.
197
Corte Interamericana de Derechos Humanos: Caso "Tribunal Constitucional"; Sentencia del 24 de
setiembre de 1999 (Competencia).
198
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 61.
199
Por el Protocolo XI Anexo al Convenio Europeo.
200
Nos referimos a ello más adelante, en las consideraciones sobre el futuro del sistema interamericano.
Fabián Salvioli

recomendaciones establecidas en el "Informe 50" de aquella, salvo que adopte una


decisión contraria por la mayoría de sus miembros, la cual debe ser fundada 201.

Asimismo, por primera vez se han fijado algunos criterios para la toma de decisión,
que son la posición del peticionario o peticionaria, la naturaleza y gravedad de la
violación, la necesidad de desarrollar o aclarar la jurisprudencia del sistema, el eventual
efecto de la decisión en los ordenamientos jurídicos de los Estados miembros, y la calidad
de la prueba disponible202.

Sin embargo, dicha reforma es aún insuficiente a nuestro juicio. Debería haberse
establecido directamente que a solicitud del peticionario la Comisión enviará el asunto
ante la Corte Interamericana; de esta forma se estaría dando acceso a la persona humana a
la Corte sin necesidad de reformar la Convención Americana de Derechos Humanos.

En cuanto a la defensa de sus casos una vez que la Comisión ha llevado el asunto
ante la Corte, acertadamente Juan Méndez sostuvo en un estudio especializado realizado
sobre el punto que “... Una vez que el caso ha llegado a la Corte, los peticionarios y las
víctimas (si fueran distintos) deben gozar de plena capacidad para estar en juicio por sí o
por medio de sus letrados. Ello liberaría las capacidades creativas tanto de la Comisión
como de los representantes de las víctimas, y permitiría a unos y a otros contribuir más
eficazmente a la labor de la Corte ...”203. El Reglamento de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en su anteúltima reforma que entró en vigor desde el 1 de junio de
2001, ha avanzado en esa dirección, y hoy los peticionarios y víctimas gozan del locus
standi.

Así, el actual artículo 23 del Reglamento de la Corte Interamericana establece que


"... después de admitida la demanda, las presuntas víctimas, sus familiares o sus
representantes debidamente acreditados podrán presentar sus solicitudes, argumentos y
pruebas en forma autónoma durante todo el proceso"204.

Esta disposición echa finalmente por tierra la posibilidad que en un juicio ante la
Corte, la disparidad de criterios de los representantes de las víctimas o peticionarios (que
anteriormente carecían del status de parte en el proceso) con la estrategia adoptada por la
Comisión Interamericana, imposibilite a aquellos de hacer valer sus derechos, y de esta
forma consagrar la indefensión, nada menos que frente a un tribunal de derechos
humanos205.

201
Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: artículo 44 (Sometimiento del
caso a la Corte).
202
Ibídem.
203
Conf. Méndez, Juan: “La participación de la víctima ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos”; en: “La Corte y el Sistema Interamericanos …” op. cít. págs. 329/330.
204
Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: Art. 23
205
Esta situación ha sucedido en el juzgamiento de la masacre de Cayara (Perú); ver Corte
Interamericana de Derechos Humanos: Caso “Cayara”, (Excepciones preliminares) sentencia del 6 de
febrero de 1993.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

En tercer lugar, el caso debe haber tramitado antes por la Comisión


Interamericana. Así lo interpretó la propia Corte Interamericana al negarse a entender en
el primer asunto que le llegó, sometido por el gobierno de Costa Rica que voluntariamente
había renunciado a tratarlo ante la Comisión. El tribunal consideró que los derechos de la
víctima pueden verse perjudicados si no se ventila antes el caso en la Comisión206.

En cuanto a la materia, si bien el objeto principal del tratamiento en competencia


contenciosa sigue siendo un núcleo de derechos sumamente elementales (a la vida, a la
integridad física, a la libertad, y a las garantías procesales), hay fallos que muestran una
ampliación saludable207.

Igualmente, la Corte ha aplicado y resuelto que un Estado había violado otros


instrumento del sistema: la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura208 y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas209; ha
señalado la violación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en relación a
la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la
Mujer210, y ha utilizado la Convención Interamericana sobre la Eliminación de todas las
formas de discriminación contra las personas con discapacidad a los efectos de interpretar

206
Corte Interamericana de Derechos Humanos: Caso “Viviana Gallardo”, sentencia del 8 de
setiembre de 1983.
207
Ver, por ejemplo, Caso "Villagrán Morales y Otros (Fondo), Sentencia de 19 de noviembre de 1999,
donde la Corte condenó a Guatemala por violación de los derechos del niño bajo la Convención
Americana de Derechos Humanos; Caso “Baena y Otros” (Fondo), Sentencia de 2 de febrero de 2001,
contra Panamá, donde la Corte decidió - entre otras cuestiones - violación a la libertad de asociación;
Caso “Olmedo Bustos y Otros” (Fondo), Sentencia de 5 de febrero de 2001, donde la Corte condenó a
Chile por violación al derecho a la libertad de pensamiento y expresión, y Caso “Ivche Bronstein”
(Fondo), Sentencia de 6 de febrero de 2001, donde la Corte condenó a Perú por violación a los derechos a
la nacionalidad; a la propiedad privada; y a la libertad de expresión; entre otros. Igualmente, la Corte ha
condenado a Nicaragua Caso"Mayagna Awas Tigni", por violación al derecho de propiedad en perjuicio
de integrantes de la mencionada comunidad aborigen (agosto de 2001). Asimismo, en dos asuntos, el
Caso "Masacre del Plan Sánchez", Sentencia de 29 de abril de 2004, el Tribunal encontró violados en
perjuicio de las víctimas los derechos a la protección de la honra y de la dignidad, y la libertad de
conciencia y de religión; y en el Caso "Molina Theissen" (Sentencia de 4 de mayo de 2004) el derecho a
la protección de la familia, situaciones derivadas del reconocimiento de responsabilidad efectuado por el
Estado de Guatemala. Más adelante, en el Caso "Ricardo Canese" (sentencia de 31 de agosto de 2004),
la Corte condenó al Paraguay por violación (entre otros) de los derechos a la circulación, y de
retroactividad de la norma penal más favorable. En el Caso "Tibi" (sentencia de 7 de setiembre de 2004)
la Corte Interamericana tomó el razonamiento pronunciado anteriormente en la Opinión Consultiva N 16,
y concluyó (entre otras cuestiones jurídicas) que la inobservancia del derecho a la información sobre
asistencia consular significa la violación de las garantías judiciales; en el Caso "De la Cruz Flores"
(Sentencia de 18 de noviembre de 2004) el Tribunal condenó a Perú por la violación de los principios de
legalidad e irretroactividad; en el Caso "Yatama" (Sentencia de 23 de junio de 2005) la Corte condenó a
Nicaragua por al violación de los derechos políticos consagrados en la Convención Americana; en el caso
de las "Niñas Yean y Bosico" (Sentencia de 8 de setiembre de 2005) el Tribunal encontró violado el
derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica.
208
Corte Interamericana de Derechos Humanos: Caso "Villagrán Morales y Otros" (Fondo),
Sentencia de 19 de noviembre de 1999.
209
Caso "Molina Theissen", Caso "Gómez Palomino" y Caso “Blanco Romero”.
210
Caso del “Penal Castro Castro”.
Fabián Salvioli

derechos contenidos en la Convención Americana de Derechos Humanos y sancionar a un


Estado por violación de esta última211. Por último, la Corte ha dado otro salto cualitativo,
al declarar sin efectos jurídicos a dos leyes de amnistía del Perú, por su incompatibilidad
manifiesta con la Convención Americana sobre Derechos Humanos212, e igualmente al
indicar que al pretender un Estado amnistiar a los responsables de delitos de lesa
humanidad, el decreto ley que establece la misma es incompatible con la Convención
Americana y, por tanto, carece de efectos jurídicos, a la luz de dicho tratado 213.

Las sentencias de la Corte Interamericana se emiten a través de fallos, los cuales


deben ser motivados. Asimismo, cualquiera de los jueces o juezas puede hacer constar su
opinión disidente o individual agregada a la resolución214.

En cuanto a la indemnización, la base legal de la misma se encuentra en el derecho


internacional; generalmente, la Corte dispone que la cuantía de la misma sea establecida de
común acuerdo entre la Comisión y el gobierno y, para el caso de que no se arribe a ese
acuerdo, el Tribunal abre la etapa de reparaciones215. En relación al alcance, la Corte ha
dispuesto que "... La reparación del daño ocasionado por la infracción de una obligación
internacional consiste en la plena restitución (restitutio in integrum), lo que incluye el
restablecimiento de la situación anterior y la reparación de las consecuencias que la
infracción produjo y el pago de una indemnización como compensación por los daños
patrimoniales y extrapatrimoniales, incluyendo el daño moral ..."216.

La Corte, como parte de la reparación debida, en ciertos casos ha incorporado


para un eficaz cumplimiento obligaciones de hacer, teniendo en cuenta las características
particulares del asunto. Este desarrollo es un aspecto destacable del Tribunal
interamericano, que ha sido más audaz en la materia que su similar Europeo. Así, para
citar algunos ejemplos, en un caso ordenó la reapertura de una escuela; en otro la
liberación de una persona detenida; en otro la reincorporación de personas trabajadoras
despedidas a sus antiguos puestos; en otro modificar el ordenamiento interno para
suprimir la censura previa; y en otro asunto facilitar las condiciones para que una persona
pueda realizar las gestiones necesarias para recuperar el uso y goce de sus derechos como
accionista mayoritario de una compañía217. Igualmente, en un caso de 2002 la Corte ha

211
Caso “Ximenes Lopes”.
212
Caso "Barrios Altos" (Fondo), Sentencia de 14 de marzo de 2001.
213
Caso “Almonacid Arellano y otros” Sentencia de 26 de septiembre de 2006.
214
Convención Americana sobre Derechos Humanos: art. 66.
215
ver Salvioli, Fabián: “Algunas reflexiones sobre la indemnización en las sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos”, en: “Estudios Básicos de Derechos Humanos”, T III, págs. 145 a
164; Ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1995.
216
Corte Interamericana de Derechos Humanos: Caso “Velásquez Rodríguez”, indemnización
compensatoria, sentencia de 21 de julio de 1989, Serie C N 7, Ed. San José de Costa Rica, 1990, pág. 21;
Caso “Godínez Cruz”, indemnización compensatoria, sentencia de 21 de julio de 1989, Serie C N 8, pág.
19, Ed. San José de Costa Rica, 1990.
217
Ver Corte Interamericana de Derechos Humanos: Caso “Aloeboetoe y otros”; reparaciones,
Sentencia del 10 de setiembre de 1993; párr. 96; Caso Loayza Tamayo, (Fondo) Sentencia de 17 de
setiembre de 1997 (párr. 84); Caso "Baena Ricardo y Otros" (Fondo); Sentencia de 2 de febrero de 2001
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

ordenado a un Estado en su sentencia de reparaciones, a tipificar en su legislación interna


el delito de desaparición forzada de personas218.

El fallo es inapelable; aunque cualquiera de las partes puede pedir su


interpretación. También, la sentencia, en la parte que disponga una indemnización
compensatoria, puede ser hecha efectiva internamente de acuerdo al procedimiento
nacional para la ejecución de sentencias contra el Estado 219.

V. ALGUNAS LINEAS DE PENSAMIENTO


EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA220

Este capítulo pretende descubrir algunas constantes en la rica jurisprudencia de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos; así, podemos extraer las siguientes líneas de
pensamiento emanadas de las decisiones del Tribunal.

1) Los métodos de interpretación que utiliza la Corte Interamericana, son los mismos
que posee el Derecho Internacional general, pero desde una perspectiva con énfasis en el
objeto y fin

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, para su trabajo, recurre a las


reglas generales de interpretación, y a la utilización de medios complementarios, según
está establecido en la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de la
Organización de las Naciones Unidas. No obstante el Tribunal, por la propia naturaleza de
los casos que le tocó resolver, en general y salvo excepciones se ha acercado más al
criterio teleológico (interpretación conforme al objeto y fin) que al exegético (texto
literal); esta flexibilidad de la Corte Interamericana, tiene como fundamento no debilitar el
sistema de protección consagrado en la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

2) Las restricciones a los derechos deben hacerse respetando el principio de legalidad.

El principio de legalidad se relaciona directamente con el ejercicio de la


democracia y el Estado de Derecho, por ende, para la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, el concepto de democracia es consubstancial con la protección de los derechos
humanos en el continente. El Tribunal sostiene que el ejercicio de algunos de los derechos,
libertades y garantías consagrados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
son pasibles de suspensiones o restricciones; pero que estas limitaciones sólo pueden

(párr. 214.7); Caso "La última Tentación de Cristo" (Fondo); Sentencia de 5 de febrero de 2001; (párr.
107.4); y Caso "Ivche Bronstein" (Fondo); Sentencia de 6 de febrero de 2001; (párr. 191.8).
218
Corte Interamericana de Derechos Humanos: Caso “Trujillo Oroza” (Bolivia); reparaciones,
Sentencia del 27 de febrero de 2002.
219
Convención Americana sobre Derechos Humanos: arts. 67 y 68.
220
Hacemos una actualización en lo pertinente, del Capítulo final de nuestro libro “Postulados emergentes
de la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en relación al Derecho
Internacional Público”, (234 págs), Edit. Instituto de Relaciones Internacionales UNLP, La Plata,
Argentina, 1997.
Fabián Salvioli

llevarse adelante por un Estado, con base en una ley, en el sentido formal del término, y
cumpliendo el resto de disposiciones de la Convención Americana.

3) Para el acceso a la vía internacional del Sistema Interamericano de Derechos


Humanos, debe procederse al agotamiento de los recursos internos.

La exigencia de agotar los recursos internos, antes de llevar adelante un


procedimiento internacional, es un requisito típico del Derecho Internacional general. En
materia de protección internacional de los derechos humanos, éste requisito responde a la
característica de subsidiariedad, propia de aquel ordenamiento jurídico. El no agotamiento
de los recursos internos es una excepción que válidamente pueden interponer los Estados,
aunque como facultad. Es decir, estos pueden renunciar expresa o tácitamente a esta
facultad en un proceso de derechos humanos en su contra.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha ido poniendo límites y


condiciones al requisito de agotar los recursos internos, para que este no se transforme en
una herramienta de impunidad.

La regla no es oponible si los recursos internos no existen, no son procedentes, no


sirven para los fines que fueron creados, o cuando por algún motivo justificable el
individuo se ha visto impedido de agotar las instancias domésticas.

Es obligatorio para el Estado organizar el aparato estatal, de forma tal que el


acceso a los recursos internos no se torne ilusorio. Si un Estado invoca el no agotamiento
de los recursos internos, a él le corresponde probarlo en la instancia internacional.

4) Los procedimientos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, deben llevarse


adelante bajo el respeto al principio de seguridad jurídica.

La seguridad jurídica es un requisito indispensable en un procedimiento


internacional de derechos humanos; puede ser traducida en la existencia de un sistema
transparente de juzgamiento, con reglas claras, órganos imparciales, y las garantías propias
de la defensa en juicio.

La inobservancia de formalidades secundarias no puede traducirse en la impunidad


para un Estado, en virtud de la seguridad jurídica, ya que ésta debe ser conjugada con el
principio "pro persona", medular y propio del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos.

5) Los Estados deben respetar y practicar el principio de buena fe.

Los Estados, en sus relaciones, deben comportarse de buena fe, así como cumplir
de buena fe sus obligaciones internacionales, en particular las establecidas en instrumentos
jurídicos de derechos humanos.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Asimismo, los gobiernos deben proceder de buena fe, en todo proceso


internacional que se lleve en su contra, por violación a los derechos y libertades
fundamentales de la persona.

6) Los tribunales internacionales poseen amplia libertad para evaluar los medios de
prueba, sin sujetarse a parámetros estrictos.

Los medios probatorios en Derecho Internacional y en derecho interno son


similares, pero los criterios de valoración de los mismos son menos formales en el primero.

En materia de derechos humanos esta tendencia se acentúa, ya que no siempre los


Estados se muestran dispuestos a colaborar en la resolución de la causa. Particularmente,
en asuntos sobre desaparición forzada de personas, la prueba indiciaria asume un papel
importante. La regla que aplica la Corte Interamericana es la conocida como “sana crítica”

7) El juez o la jueza conocen el derecho: "iura novit curia".

En un proceso internacional, y particularmente por violaciones a los derechos


humanos, la no invocación de una regla por alguna de las partes no impide su aplicación y
análisis por el Tribunal.

8) En materia de derechos humanos, rige el principio de continuidad en el Estado.

Aunque cambie un gobierno, esta circunstancia no exime la responsabilidad del


Estado por violaciones a los derechos humanos, en virtud del principio de continuidad, es
decir, los hechos ilícitos internacionales generan responsabilidad para el Estado más allá de
los cambios de gobierno.

9) El daño producido por la violación de una norma de Derecho Internacional, engendra


el derecho a una reparación adecuada.

Dicha reparación encuentra su fundamento en el Derecho Internacional, y en


materia de derechos humanos se aplica el concepto de "reparación integral", el cual
consiste en el restablecimiento de la situación anterior y la reparación de las consecuencias
que la infracción produjo, junto al pago de una indemnización como compensación por los
daños patrimoniales y extrapatrimoniales, incluyendo el daño moral. La Corte ha indicado
igualmente en sus sentencias otras medidas de satisfacción.

10) Los tratados de derechos humanos tienen una naturaleza propia, disímil de los
tratados comunes en el Derecho Internacional.

Existe una diferencia básica entre un tratado de tipo tradicional y uno de derechos
humanos, que deriva de la distinta naturaleza de uno y otro: el primero se refiere a
derechos y acuerdos de Estados entre sí; el segundo también consiste en acuerdos entre
Estados, pero no a derechos y obligaciones recíprocas de estos entre sí, sino que regulan
Fabián Salvioli

un mínimo de prerrogativas que les corresponden a las personas sujetas a la jurisdicción de


los Estados partes en dicho convenio.

El incumplimiento de un tratado de derechos humanos por un Estado parte,


naturalmente no le otorga derecho a otro Estado parte a incumplirlo también; es decir, en
la materia no rige la llamada “regla de reciprocidad”.

La Convención Americana sobre Derechos Humanos entra en vigencia para un


Estado que ha formulado reservas a la misma, en el mismo momento del depósito del
instrumento de ratificación o adhesión a la Convención.

11) Las normas de derechos humanos deben interpretarse en el sentido más favorable a
las presuntas víctimas, y la actuación de los órganos de protección de los derechos
humanos, debe realizarse en la misma dirección.

Si a una misma situación se pueden aplicar diferentes instrumentos de derechos


humanos, debe prevalecer la norma que sea más favorable a la persona. La doctrina
elaborada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha mantenido, en general,
ésta regla conocida como principio "pro persona".

Los derechos contenidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos


deben considerarse, por regla general, operativos. Si en el derecho interno no existen las
condiciones para el goce de un derecho contemplado en el Pacto de San José, cualquier
disposición que se tome dentro del Estado es válida para hacerlo operativo; en cambio,
toda regla de la Convención que se refiera a la adopción de una norma para restringir o
suspender derechos o garantías, sólo es posible hacerlo con base en una ley en el sentido
formal.

Las garantías imposibles de suspender conforme a la Convención Americana deben


entenderse en un sentido amplio, y son todas aquellas que posea cada ordenamiento
jurídico interno, necesarias para tutelar los derechos que no pueden ser objeto de
restricciones.

Un límite a la actuación de la competencia consultiva de la Corte Interamericana


está dado cuando existe la posibilidad que, del estudio o de la resolución de la cuestión, se
puedan vulnerar los derechos fundamentales de las personas, ya que esto desnaturalizaría
la función del Tribunal.

El ejercicio de los derechos, libertades y garantías contenidos en la Convención


Americana, también debe interpretarse desde aquella posibilidad que sea más favorable a la
víctima.

12) Los instrumentos o medios procesales internos destinados a garantizar los derechos
humanos, deben ser efectivos.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Los Estados Partes deben organizar el aparato estatal, de forma tal que los
mecanismos internos para garantizar los derechos contenidos en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos funcionen correctamente y sean eficaces. La suspensión de
cualquiera de esos mecanismos o garantías, puede considerarse, per se, una violación a los
derechos y libertades establecidos en el Pacto de San José.

13) Las declaraciones marco de derechos humanos son jurídicamente obligatorias,


cuando constituyen la interpretación de los derechos humanos contenidos en los tratados
constitutivos de las organizaciones internacionales.

La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la Mujer es de


cumplimiento jurídico obligatorio. Este carácter le deriva por el hecho de ser la definición
de aquellos derechos humanos esenciales, a que se refiere la Carta de la Organización de
los Estados Americanos.

La Declaración Americana configura, en el sentido descrito, una fuente de


obligaciones internacionales, que deben cumplir los Estados miembros de la Organización
de los Estados Americanos.

14) Los Estados deben aplicar y respetar el principio de no discriminación. Este


principio pertenece al dominio del orden público internacional

El principio de no discriminación es un axioma medular del Derecho Internacional


de los Derechos Humanos, y está contenido en la base de todos los instrumentos
internacionales de protección. La noción de igualdad se desprende directamente de la
unidad de naturaleza del género humano, y es inseparable de la dignidad esencial de la
persona, frente a la cual es incompatible toda situación que, por considerar superior a un
determinado grupo, conduzca a tratarlo con privilegio; o que, a la inversa, por
considerarlo inferior lo trate con hostilidad, o de cualquier forma lo discrimine del goce de
derechos, que sí se reconocen a quiénes no se consideran incursos en tal situación de
inferioridad. No es admisible crear diferencias de tratamiento entre seres humanos que no
se correspondan con su única e idéntica naturaleza. Lo anterior no significa que la
discriminación positiva no pueda ser aceptada. Ella es beneficiosa para un cumplimiento
efectivo de los derechos humanos, cuando su establecimiento legal, o su aplicación por
parte de órganos internacionales, suple desigualdades de hecho.

El principio de no discriminación forma parte del orden público internacional (ius


cogens), genera obligaciones erga omnes, es inderogable por los Estados y debe aplicarse
a todas las personas sometidas a la jurisdicción de estos últimos.

15) El ámbito de la función consultiva de la Corte Interamericana es el más amplio


posible, dentro de los límites establecidos por la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.
Fabián Salvioli

Las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el alcance


de su función consultiva, han sido resueltas en favor de su más amplia competencia. El
Tribunal, para el cumplimiento de su función consultiva, puede interpretar cualquier
tratado que contenga una disposición concerniente a la protección de los derechos
humanos, en el que sea parte un Estado miembro de la Organización de los Estados
Americanos.

La Corte Interamericana puede también interpretar la Declaración Americana sobre


Derechos y Deberes del Hombre y de la Mujer, en cuanto ésta contiene la definición y
alcance de los derechos fundamentales que se encuentran en la Carta de la Organización
de los Estados Americanos. También, puede interpretar el grado de compatibilidad entre la
legislación interna de un Estado Miembro de la Organización de los Estados Americanos,
y cualquiera de los instrumentos señalados en los dos acápites anteriores, a pedido del
Estado en cuestión. Finalmente, la Corte puede (también a pedido del Estado en cuestión)
interpretar el grado de compatibilidad entre un proyecto de ley y aquellos instrumentos.
Los límites al alcance de la función consultiva están dados porque en su tarea, la Corte
Interamericana no puede desvincularse en ningún caso de los propósitos de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. La otra posibilidad para que la Corte se abstenga de
emitir una opinión consultiva es, si el hacerlo puede ir en desmedro de presuntas víctimas
de derechos humanos, en un asunto que podría llegarle en materia contenciosa.

La Corte es, por último, competente para decidir sobre si le corresponde o no


emitir una opinión que le hayan solicitado, es decir, tiene competencia sobre su
competencia.

16) Cuando se dan ciertos requisitos, la Comisión debería considerar especialmente la


posibilidad de llevar un caso contencioso, ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.

A la Corte sólo pueden llevarle casos la Comisión Interamericana de Derechos


Humanos y los Estados; naturalmente, los Estados son poco propicios a remitir un asunto
para el entendimiento del Tribunal en materia contenciosa. De ahí que, en ciertos casos y
cuando se cumplen los requisitos formales, la Comisión Interamericana debería considerar
especialmente la posibilidad de elevar un asunto a conocimiento de la Corte. Enviar un
caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos es una facultad de la Comisión
Interamericana, lo cual no significa que esa facultad pueda ejercerse con arbitrariedad. La
Comisión debe examinar primordialmente si dirige un asunto para su tratamiento ante la
Corte Interamericana, cuando concurren ciertas circunstancias. Los criterios que según la
Corte, deben ser tenidos en cuenta por la Comisión para tomar su decisión son: si el
asunto plantea problemas legales controversiales no considerados todavía por la Corte, el
grado de dificultad que ha acarreado la cuestión en la jurisdicción doméstica y en la propia
Comisión Interamericana, y la importancia que la materia puede revestir para la protección
de los derechos humanos en el continente americano.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Esta cuestión ya ha quedado saldada (en la teoría) desde la adopción del nuevo
Reglamento de la Comisión Interamericana, el cual establece como principio, que cuando
el Estado no cumple las recomendaciones dadas por la Comisión, y si ha aceptado la
competencia de la Corte, los casos se elevan al Tribunal salvo opinión fundada de la
mayoría absoluta de los miembros de la Comisión; fijando a renglón seguido los criterios a
tener en cuenta para tomar la decisión.

17) La desaparición forzada de personas, es una forma compleja de violación de varios


derechos fundamentales.

Las desapariciones forzadas constituyen un crimen de lesa humanidad. Su práctica


conlleva una ruptura radical del Pacto de San José de Costa Rica, porque significa el
abandono de valores que emanan de la dignidad humana y de los principios que dan
fundamento al sistema interamericano.

Las desapariciones forzadas de personas son una violación múltiple y continuada


de varios derechos que, al estar contemplados en la Convención Americana, los Estados
Partes se han comprometido a respetar, y a garantizar el ejercicio de los mismos: nos
referimos a los derechos a la libertad personal, a la integridad corporal, a no ser sometido
a torturas, y a la vida.

La jurisprudencia elaborada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en


relación a la desaparición forzada de personas, ha sido tomada posteriormente por la
Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, para elaborar y adoptar
la Convención Americana contra la Desaparición Forzada de Personas, en 1994.

VI. EL FUTURO DEL SISTEMA INTERAMERICANO221

a) Una mirada sobre los aspectos más importantes de los Reglamentos de los Organos
de Protección

El sistema interamericano de protección a los derechos fundamentales de mujeres y


hombres se encuentra atravesando una etapa de perfeccionamiento en los planos
institucional, normativo y procesal. Con la mayoría de los Estados en situaciones políticas
de democracia formal más o menos consolidada, no eran pocas las voces en el seno de la
OEA, que se levantaron a efectos de proponer modificaciones al sistema 222, bajo la falsa
premisa de que el mecanismo estaba previsto para afrontar violaciones propias de
dictaduras militares.

221
Hemos realizado una perspectiva sobre el futuro del sistema en Salvioli, Fabián: “Los desafíos del
sistema interamericano de protección de los derechos humanos”, en: “Estudios Básicos de Derechos
Humanos”, Tomo V; ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, san José de Costa Rica, 1996.
222
A tal efecto, la Comisión Interamericana ha realizado un importante debate llevado a cabo en
Washington, en diciembre de 1996.Ver las actas del encuentro, editadas por la Secretaría Ejecutiva de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Washington, 1997.
Fabián Salvioli

Así, algunas de las reformas propuestas no parecían ayudar a fortalecer la


protección de los derechos y libertades fundamentales de las personas que habitan en el
Continente Americano, sino más bien se encontraban dirigidas hacia todo lo contrario.

Han sido positivas, en líneas generales, las reformas a los Reglamentos de la


Comisión y la Corte, que se efectuaron sin modificar al Pacto de San José de Costa Rica.
Habíamos planteado durante el proceso de discusión, las necesidades de modificación al
sistema, conforme a un punto de vista centrado en otorgar mayor protección a los
derechos de las víctimas223.

Siempre un sistema puede mejorarse, pero reiteramos que ningún cambio debe
deteriorar el actual standard protectivo mínimo, que garantizan la Convención Americana
sobre Derechos humanos, la Carta de la Organización de los Estados Americanos, la
Declaración Americana de 1948, y las normas procedimentales de los órganos de
protección.

Es de gran valor en la reforma operada al Reglamento de la Comisión, el


mantenimiento de la amplitud respecto a la admisibilidad de casos; e igualmente haber
regulado todo el proceso de admisibilidad hasta fijar la obligación de decidir expresamente
sobre la misma por parte de la Comisión, lo cual respeta el principio de contradicción y
seguridad jurídica.

Es saludable también que el nuevo Reglamento de la Comisión haya establecido un


sistema de seguimiento de las decisiones tomadas por ella. Así, la Comisión podrá tomar
las medidas que considere oportunas, tales como solicitar información a las partes y
celebrar audiencias, con el fin de verificar el cumplimiento con los acuerdos de solución
amistosa y recomendaciones224.

Reiteramos nuestro criterio en el sentido de que la opinión de quienes representen


a las víctimas tiene que ser determinante y vinculante para la Comisión Interamericana al
momento en que esta debe tomar la decisión de enviar o no el asunto por ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, ya que un sistema de derechos humanos tiene que
privilegiar por sobre todas las cosas la satisfacción y reparación plena de los derechos de
quienes han sido víctimas.

En cuanto al nuevo Reglamento de la Corte Interamericana, el paso más


importante adoptado es sin duda que el peticionario o peticionaria, y la víctima o sus
representantes, poseen el locus standi ante el Tribunal, cuando la Comisión o un Estado
han decidido enviar un caso a conocimiento de aquel.

223
Véase al respecto: Salvioli, Fabián: “Derechos, acceso y rol de las víctimas”; en: “El futuro del sistema
interamericano de protección de los derechos humanos”; págs. 293 a 342; Edit. Instituto Interamericano
de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1998.
224
Reglamento de la Comisión Interamericana: art. 46.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Otro aspecto saliente, es que por el nuevo Reglamento la Corte otorga validez a la
producción de la prueba realizada ante la Comisión. Así, si las pruebas se han rendido en
procedimiento contradictorio no se repetirán, salvo que el Tribunal lo considere
indispensable225.

b) Algunas consideraciones finales

El sistema interamericano comenzó a dar una vuelta de página con la entrada en


vigor de las reformas a los reglamentos de la Comisión y de la Corte, y el mecanismo se
abrió de esa forma, hacia un mayor protagonismo del Tribunal. Igualmente, el volumen de
trabajo de ambos órganos irá en aumento, con lo cual debe resolverse de manera adecuada
el problema del financiamiento de aquellos. Es obligación de los Estados dotar de los
medios económicos suficientes a los órganos de protección cuando se vota el presupuesto
de la OEA. La Asamblea General, como máxima expresión de la voluntad de los Estados
Miembros, no debe sino consagrar el compromiso efectivo de estos en aumentar
progresivamente la financiación de la Corte y la Comisión Interamericanas.
Lamentablemente, la Asamblea General relega cada vez más la financiación de los órganos
de derechos humanos, pasando la misma a depender sistemáticamente de contribuciones
voluntarias de los gobiernos y de entidades extracontinentales como la Unión Europea.

Es también momento de comenzar a discutir si el Sistema resistirá con


comisionados, comisionadas, jueces y juezas con dedicación parcial a la tarea. Tiene que
avanzarse en la idea del establecimiento de personas a tiempo completo, si no se quiere
que los plazos de resolución de los casos se hagan demasiado prolongados.

Lamentablemente en el trámite ante la Comisión sigue siendo un defecto, no


subsanado por el nuevo Reglamento, que el informe del artículo 50 de la Convención sólo
se transmite al Estado y no al peticionario: es necesario insistir que esta interpretación del
Pacto de San José (penosamente avalada por la Corte Interamericana en su Opinión
Consultiva N 13), constituye una "... falta de equilibrio procesal, que se traduce en una
evidente inequidad jurídica para una de las partes"226.

Las medidas cautelares de la Comisión deberían poseer un carácter obligatorio, por


la urgencia que reviste cada caso donde se llegan a dictar estas providencias, y por el
principio de buena fe en el cumplimiento de las obligaciones internacionales, el cual rige
para los Estados en el Derecho Internacional Contemporáneo. La Corte Interamericana,
llegado el caso, tiene que avanzar en esta línea de pensamiento, todavía bajo
cuestionamiento.

Debe analizarse la posibilidad de quitar del reglamento de la Comisión, la


necesidad del consentimiento gubernamental para realizar una visita in loco, como sucede
actualmente con el Comité contra la Tortura del Consejo de Europa.
225
Reglamento de la Corte Interamericana: art.44.
226
Salvioli, Fabián: “Derechos, acceso ..." op. cit. pág. 323.
Fabián Salvioli

La Comisión Interamericana debe ser más eficaz en el cumplimiento de sus


facultades de examen de la situación de los derechos económicos y sociales en de los
Estados dentro del sistema de peticiones individuales.

Resulta fundamental que los órganos de protección sean compuestos por


integrantes imparciales; por lo cual, no sería desacertado intentar concertar la decisión de
los Estados, sobre la base de la opinión de círculos jurídicos y académicos del mismo, tal
como propone Héctor Faúndez Ledesma.

Se ha comenzado a tratar la cuestión del acceso directo de la persona a la Corte


Interamericana. El pleno acceso ha de ser la meta; progresivamente puede pensarse en la
adopción de un Protocolo adicional similar al Protocolo IX anexo al Convenio Europeo, y
como paso inicial, restringido a la defensa de algunos de los derechos contenidos en el
Pacto de San José.

Sin modificar a la Convención Americana y por vía reglamentaria, la Comisión


Interamericana podría establecer que la opinión de los peticionarios o peticionarias será
vinculante para ella cuando se expida claramente solicitando que el asunto sea enviado
ante la Corte Interamericana.

Es imprescindible fortalecer y ampliar desde lo institucional la participación de las


Organizaciones No Gubernamentales ante la Organización de los Estados Americanos.

Es de esperar una decisión firme de la OEA para arribar a una ratificación unánime
de los instrumentos internacionales que posee el sistema interamericano, y la aceptación
también unánime de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana. En este
sentido resulta preocupante la parálisis que ha sucedido en el último año respecto al
proceso ratificatorio de los instrumentos interamericanos de derechos humanos.

En torno al género y la perspectiva de género, se observa que informan de manera


creciente la protección nacional e internacional, fenómeno que García Muñoz define como
“generización”227. Más allá de esta tendencia definida, la perspectiva de género tiene que
imperar más profundamente en la labor de los órganos del sistema interamericano, que han
tenido hasta la fecha un claro déficit en la materia: utilización de lenguaje género sensitivo
y estudio desde una perspectiva de género en la interpretación no solamente de la
Convención de Belem do Pará sino en todos los instrumentos del sistema.

La aplicación de los instrumentos convencionales interamericanos de derechos


humanos por parte de la Comisión y la Corte no debe dar lugar a duda alguna; en todo
caso, más allá de las restricciones específicas que cada uno de ellos contenga en términos
de competencia, la interpretación a favor de la aplicabilidad de dichas normas ha de ser la

227
García Muñoz, Soledad: “La progresiva “generización” de la protección internacional de los derechos
humanos” en: Revista Electrónica de Estudios Internacionales N 2; www.reei.org/reei.2/Munoz.PDF
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

más amplia, desde el criterio que debe imperar en el funcionamiento de la Comisión y la


Corte Interamericanas.

El sistema internacional, no obstante su pretensión de apertura, nunca deja de ser


elitista. De las violaciones a los derechos humanos que se producen son pocas las que
llegan a instancias internacionales. Por ello, más allá de fortalecer el sistema
interamericano y de dotarlo de la mayor eficacia posible, sus efectos deben traspasar las
fronteras de los Estados, ahora hacia adentro.

La normativa interamericana de derechos humanos tiene que ser incorporada sin


ambigüedad a la legislación nacional, y quienes accedan a las funciones públicas de cada
país deben recibir capacitación adecuada para, en el ejercicio de sus labores, mejor atender
a derechos y libertades de mujeres, hombres, niñas y niños.

Por último, las decisiones de los órganos protectivos del sistema interamericano
tienen que ser tomadas en cuenta y aplicadas en todas las instancias judiciales de los
Estados del continente. Es nuestra obligación hacer lo posible para que la substancia de
los derechos humanos sea medular en cada petición, y en cada sentencia interna.

Las legislaciones interna e internacional deben ser vistas como dos instrumentos
complementarios al servicio del respeto a la dignidad de la persona, barrera ética que
ningún gobierno debe atravesar, y cuya expresión más acabada está configurada por lo que
hoy conocemos como derechos humanos. En el análisis de una cuestión en la que se
involucren derechos o libertades de una persona, un órgano internacional o interno,
administrativo o judicial, debe aplicar la norma (sustancial o de procedimiento) más
favorable a la persona, e interpretar ésta de la forma más amplia.

La Plata, Argentina, otoño de 2007.


Fabián Salvioli

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JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA

a) Opiniones Consultivas

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Otros tratados: objeto de la función consultiva de la


Corte". Opinión Consultiva OC-1/82 del 24 de setiembre de 1982. Serie A N 1. Secretaría de la
Corte, San José de Costa Rica, 1982.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "El efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia
de la Convención Americana de Derechos humanos (arts. 74 y 75)". Opinión Consultiva OC-2/82
del 24 de setiembre de 1982. Serie A N 2. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1982.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Restricciones a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4,
Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-3/83 del 8 de
setiembre de 1983. Serie A N 3. Secretaría de la Corte Interamericana, San José de Costa Rica,
1983.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Propuesta de modificación a la constitución política


de Costa Rica relacionada con la naturalización". Opinión Consultiva OC-4/84 del 19 de enero de
1984. Serie A N 4. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1984.
Fabián Salvioli

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "La Colegiación Obligatoria de Periodistas (arts. 13


y 29 Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de
noviembre de 1985. Serie A N 5. Secretaría de la Corte; San José de Costa Rica, 1985.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "La expresión Leyes en el artículo 30 de la


Convención Americana sobre Derechos Humanos". Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de
1986. Serie A N 6. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1986.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Exigibilidad del derecho de rectificación o respuesta


(Arts. 14.1, 1.1 y 2, Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-
7/86 del 29 de agosto de 1986. Serie A N 7. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1986.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "El Hábeas Corpus bajo suspensión de garantías
(Arts. 27.2, 25.1 y 7.6, Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva
OC-8/87 del 30 de enero de 1987. Serie A N 8. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica,
1987.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Garantías judiciales en estado de emergencia (arts.


27.2, 25 y 8, Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-9/87 del
6 de octubre de 1987. Serie A N 9. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1987.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Interpretación de la Declaración de los Derechos y


Deberes del Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos". Opinión Consultiva OC-10/89 del 14 de julio de 1989. Serie A N 10. Secretaría de la
Corte, San José de Costa Rica, 1989.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Excepciones al agotamiento de los recursos internos


(Art. 46.1, 46.2.a y 46.2.b Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión
Consultiva OC11/90 del 10 de agosto de 1990. Serie A N 11. Secretaría de la Corte, San José de
Costa Rica, 1990.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Compatibilidad de un proyecto de ley con el artículo


8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos". Opinión Consultiva OC-12/91 del 6
de diciembre de 1991. Serie A N 12. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1991.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Ciertas atribuciones de la Comisión Interamericana


de Derechos Humanos (artículos 41, 42, 46, 47, 50 y 51 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-13/93 del 16 de julio de 1993. Serie A N 13.
Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1993.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Responsabilidad internacional por expedición y


aplicación de leyes violatorias de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (arts. 1 y 2
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos)". Opinión Consultiva OC-14/94 del 9 de
diciembre de 1994. Serie A N 14. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1994.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Informes de la Comisión Interamericana de


Derechos Humanos (art. 51 Convención Americana sobre Derechos Humanos)”. Opinión
Consultiva OC.15/97 del 14 de noviembre de 1997. Serie A N 15. Secretaría de la Corte, San José
de Costa Rica, 1997.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Corte Interamericana de Derechos Humanos: “El derecho a la información sobre la asistencia


consular en el marco de las garantías del debido proceso legal” Opinión Consultiva oc-16/99 del 1
de octubre de 1999. Serie A N 16. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 1999.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Condición jurídica y social del niño” Opinión
Consultiva oc-17/02 del 28 de agosto de 2002. Serie A N 17. Secretaría de la Corte, San José de
Costa Rica, 2002.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Condición jurídica y derechos de los migrantes


indocumentados” Opinión Consultiva oc-18/03 del 17 de setiembre de 2003. Serie A N 18.
Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 2003.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Control de Legalidad en el Ejercicio de las


Atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos” (Arts. 41 y 44 a 51 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-19/05 de 28 de
noviembre de 2005. Secretaría de la Corte, San José de Costa Rica, 2005.

b) Mención de Jurisprudencia Contenciosa (o casos en trámite) de la Corte


Interamericana por País:

Argentina
Caso “Maqueda"
Caso "Bulacio"
Caso “Cantos”
Caso “Garrido y Baigorria"
Caso “Bueno Alves”

Barbados
Caso “Boyce y otros”

Brasil
Caso Ximenez Lópes
Caso Nogueira de Carvalho

Bolivia
Caso “Trujillo Oroza”

Chile
Caso “Olmedo Bustos y Otros”
Caso "Palamara Iribarne"
Caso “Claude Reyes y Otros”
Caso “Almonacid Arellano”
Fabián Salvioli

Costa Rica
Asunto “Viviana Gallardo y otras”
Caso “Mauricio Herrera”

Colombia
Caso “Caballero Delgado y Santana"
Caso “Las Palmeras”
Caso "19 Comerciantes"
Caso “Mapiripán”
Caso “Gutierrez Soler”
Caso "Pueblo Bello"
Caso “Ituango (La Granja y El Aro)”
Caso “La Rochela”
Caso “Escué”

Ecuador
Caso “Benavídez Cevallos"
Caso “Suárez Rosero"
Caso “Daniel David Tibi”
Caso “Acosta Calderón”
Caso “Chaparro Álvarez y otro”
Caso “Cornejo y otro”
Caso “Zambrano” y otros
Caso “Salvador Chiriboga”

El Salvador
Caso “Ernestina y Erlinda Serrano Cruz”
Caso “García Prieto Giralt”

Guatemala
Caso “Bámaca Velásquez”
Caso “Blake"
Caso “Paniagua Morales y Otros"
Caso “Villagrán Morales y Otros”
Caso “Maritza Urrutia”
Caso “Mirna Mack”
Caso “Masacre del Plan Sanchez”
Caso “Marco Antonio Molina Theissen”
Caso "Fermín Ramírez"
Caso “Jorge Carpio Nicolle”
Caso Ronald Raxcacó Reyes y otros
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Haití
Caso “Yvon Neptune”

Honduras
Caso “Velásquez Rodríguez"
Caso “Godínez Cruz"
Caso “Fairén Garbi y Solís Corrales"
Caso "Juan Sanchez"
Caso “Alfredo López Alvarez”
Caso "Servellón García y otros"

México
Caso “Alfonso Martín del Campo Dodd”

Nicaragua
Caso “Genie Lacayo"
Caso “Comunidad indígena Mayagna Awas Tingni”
Caso “Yatama”

Panamá
Caso “Baena Ricardo y Otros”
Caso “Heliodoro Portugal”

Paraguay
Caso del Correccional de Menores “Panchito López”
Caso “Ricardo Canese”
Caso “Comunidad Indígena Yakye Axa”
Caso “Gerardo Vargas Areco
Caso “Comunidad indígena Sawhoyamaxa del Pueblo Enxet-Lengua y sus miembro”

Perú
Caso “Neira Alegría y Otros”
Caso “Cayara"
Caso “Tribunal Constitucional”
Caso “Castillo Páez"
Caso “Castillo Petruzzi y Otros”
Caso “Loayza Tamayo"
Caso “Ivcher Bronstein”
Caso "Barrios Altos"
Caso “Cantoral Benavides”
Caso “Durand y Ugarte”
Caso “Cesti Hurtado”
Caso “Cinco pensionistas”
Fabián Salvioli

Caso “Gómez Paquiyauri”


Caso “Lori Benenson”
Caso "Huilca Tecse"
Caso “María Teresa De la Cruz”
Caso “Julio Acevedo Jaramillo y otros”
Caso" García Asto y Ramírez Rojas"
Caso "Juárez Cruzzat y otros"
Caso "Gómez Palomino"
Caso “La Cantuta”
Caso “Cantoral Huamani y García Santa Cruz”
Caso “Trabajadores cesados del Congreso”
Caso “Bernabé Baldeón García”
Caso “Penal Miguel Castro Castro”

República Dominicana
Caso “Dilcia Yean y Violeta Bosico”

Suriname
Caso “Aloeboetoe y otros"
Caso “Gangaram Panday"
Caso “de la Comunidad Moiwana”
Caso “Doce clanes saramaka”

Venezuela
Caso “El Amparo"
Caso “Caracazo”
Caso "Blanco Romero y Otros"
Caso “Víctor Jesús Montero Aranguren y Otros”
Caso “Corte Primera de lo Contencioso Administrativo”

Trinidad y Tobago
Caso "Peter Benjamin y Otros"
“Caso “Hilare”
Caso “Constantine y otros”
Caso Winston Caesar

C. OTRA BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTOS

Comisión Interamericana de Derechos Humanos: Informes Anuales, en particular 1999/2006.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: "Informe Anual” Años 1980 a 2006;

Instituto Interamericano de Derechos Humanos:


- Revistas N 1 a 43
- Serie "Estudios Básicos", Tomos I a X.
- CD “La dimensión jurídica de los derechos humanos”.

Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL)


El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, XXXVIII Session d´Enseignement, Strasbourg 2007

Gaceta (publicación periódica)

DATOS DEL AUTOR


Fabián Salvioli
E mail: derechoshumanos@jursoc.unlp.edu.ar

* Director del Instituto de Derechos Humanos, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales,


Universidad Nacional de La Plata (Argentina). www.derechoshumanos.unlp.edu.ar

* Director y profesor de la Maestría en Derechos Humanos, Facultad de Cencias Jurídicas y


Sociales, Universidad Nacional de La Plata (Argentina). www.derechoshumanos.unlp.edu.ar

* Catedrático de Derecho Internacional Público, Universidad Nacional de La Plata (Argentina).

*Ha dictado cursos de postgrado, maestrías y conferencias en entidades académicas e


instituciones de diversos países de América Latina (Chile, Brasil, Paraguay, Perú, Colombia,
Venezuela, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Guatemala, México, Uruguay,
República Dominicana) y de Europa (Portugal, Italia, España, Francia, Federación Rusa).

* Es Consultor Externo del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, (San José, Costa
Rica). En dicha entidad trabajó en diversos proyectos para los programas de educación,
administración de justicia, seguridad y género. Asimismo, es docente con regularidad del Curso
Interdisciplinario anual, ha publicado material escrito y cursos on line.

* Se ha desempeñado como consultor docente de Unicef (Argentina) y Depaul University


(Chicago) para el dictado de cursos y seminarios.

* Ha producido material fílmico sobre Derechos Humanos para el Programa de Naciones


Unidas para el Desarrollo (PNUD; igualmente ha producido y conducido programas de
derechos humanos para Canal 7 de Televisión (Argentina).

* Se ha desempeñado como experto del Consejo de Europa en materia de Lucha contra la


Impunidad en la Federación Rusa.

* Ha sido integrante del Tribunal Arbitral de Reparaciones Pecuniarias (Caso Schiavini) creado
en el marco de una Solución Amistosa ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

* Ha participado en las Conferencias mundiales sobre Derechos Humanos (Viena 1993) y para
el Establecimiento de la Corte Penal Internacional (Roma 1998).

* Ha dirigido y dirige tesis en diversas universidades Argentinas; asimismo integró el Equipo de


Investigación sobre "Tribunales de excepción y Derechos Humanos" en la Unidad de
Investigación de Derecho Comparado de la Universidad de París I (Sorbonne).
Fabián Salvioli

* Tiene publicaciones (libros y artículos de doctrina) sobre derechos humanos, educación y


derecho internacional en varios países de América Latina y Europa.

* Es abogado en peticiones individuales y/o casos por ante los órganos del sistema
interamericano de derechos humanos.

* Publicaciones sobre el sistema interamericano: ver bibliografía utilizada para el curso.


DeReCHos HUmanos Y RelaCiones inteRnaCionales:
ReFleXiones sobRe el entReCRUzamiento De estas
DisCiPlinas en la teoRÍa Y PRáCtiCas inteRnaCionales

Carlos A. Juárez Centeno 1

Resumen: En el presente trabajo se reflexiona sobre la relación existente en-


tre las disciplinas de las relaciones internacionales y los derechos humanos.
Se intenta observar la incidencia que ha tenido la evolución y la recepción de
los derechos humanos en el sistema internacional.

Palabras claves: derechos humanos – relaciones internacionales – derecho


internacional de los derechos humanos – escenario internacional – Estado.

Llevada a su extremo, la doctrina de los derechos


y obligaciones humanos del derecho internacional
es contraria al principio mismo de que la humani-
dad debiera estar organizada como una sociedad
de Estados soberanos (…) El camino está abierto
para que la sociedad de Estados soberanos se sub-
vierta a favor de un principio de organización al-
ternativo, como el de una comunidad cosmopoli-
ta.2
Para adentrarnos en la relación o la incidencia que los derechos
humanos han tenido en las relaciones internacionales, entendemos opor-
tuno hacer algunas consideraciones previas que nos permitan determinar
así en qué ha cambiado la disciplina de las relaciones internacionales y si
es que ha cambiado en los últimos cincuenta años cuando el movimiento
de los derechos humanos empezó a desandar su derrotero internacional.

1
Especialista en Derechos Humanos. Director de la Maestría en Relaciones Internacionales y
Profesor Titular de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales en el Centro de Estudios
Avanzados de la UNC; Profesor Adjunto por concurso en las cátedras de Derecho Político y
Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho y Cs. Sociales de la Universidad Nacional
de Córdoba, Argentina. Investigador categoría I en el Programa Nacional de Incentivos para
los docentes investigadores del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.
cjuarezcenteno@gmail.com
2
BULL, Hedley. “The Anarchical Society. Nueva York, Columbia University Press,
1977.p.13.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 352

1. En primer lugar hay que hacer referencia a que ambos campos


disciplinares comienzan a entrecruzarse allá por mediados del siglo pasa-
do, más específicamente a partir de la finalización de la “Segunda Guerra
Mundial” y el comienzo de lo que posteriormente se conocería como el
período de la “Guerra Fría”. Y obviamente se va a ir actualizando en la post-
guerra fría y el inicio de un nuevo milenio que va a ir enmarcando en dife-
rentes contextos, tal vinculación.
Es preciso tener en cuenta que al margen de lo que puede obser-
varse en la práctica internacional, las cuestiones teóricas de ambas dis-
ciplinas comienzan a cobrar auge en la segunda mitad del siglo pasado.
El campo de las relaciones internacionales pretendía lograr especificidad
propia, autonomía científica como una nueva disciplina, distinta de la
Ciencia Política, y distinta también del Derecho Internacional. En este sen-
tido el panorama no estaba tan claramente delimitado allá por 1948, cuan-
do la UNESCO pergeña su lista tipo para delimitar lo que comprendería la
temática u objeto de la Ciencia Política3, y en la que se incluía como parte
de la misma tanto a la dimensión teórica como a la jurídica de las relacio-
nes internacionales.
Por su parte, el Derecho Internacional en estos últimos cincuen-
ta años ha evolucionado, sufriendo grandes transformaciones, como por
ejemplo el surgimiento de una nueva rama, el denominado Derecho Inter-
nacional de los Derechos Humanos, especialmente a partir de la Declara-
ción de la ONU el 10/12/19484 pero también por el aporte de numerosos
tratados internacionales que se han ido elaborando en el ámbito del sis-
tema mundial, como así también en los sistemas regionales de derechos
humanos, o en regímenes especiales que los Estados han venido suscri-
biendo e implementando, sobre todo a partir de la década de los 70 del
siglo pasado.
Por último, a nadie escapa que el proceso globalizador en el que
se encuentra inmersa la humanidad no ha hecho otra cosa que desdibujar,
o al menos poner en tensión o cuestionar el camino que se inicia en la se-
gunda mitad del siglo pasado.

2. En segundo lugar es conveniente hacer algunas precisiones


terminológicas. A qué se está haciendo referencia cuando se habla de los
derechos humanos?, lo que en nuestro idioma se denomina “derechos hu-

3
PRELOT, Marcel. “La Ciencia Política”. Eudeba, Bs. As., 2004, 3ra Edición, 1º reimpresión.
pp. 59-61. La opinión del autor de este tradicional texto se la puede encontrar en pp. 102-
109.
4
Precisamente, se han conmemorado los sesenta años de la misma y debemos recordar que
por esto se instituyó al 10 de diciembre como el Día Internacional de los derechos humanos.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 353

manos”, “derechos fundamentales del hombre”, “derechos naturales”, “de-


rechos públicos subjetivos”, “libertades fundamentales”, “garantías indivi-
duales”, por sólo citar algunas de las empleadas, encierra una problemática
compleja y una historia no menos conflictiva5. Esta pluralidad de denomi-
naciones nos hace observar, a la vez que afirmar, una primera aproxima-
ción a la dificultad, ya que las palabras utilizadas encierran significados
distintos que se basan en fundamentos ideológicos y filosóficos también
diferentes.
Las múltiples denominaciones no son monopolio de nuestro idio-
ma, así en francés se emplea el término droits de l´homme, pero también
droits naturels o libertés publiques. En inglés se habla de human rights y de
polítical o civil rights. O en italiano que se emplean los términos diritti de
l’uomo y diritti naturali, por citar algunos ejemplos.
Siguiendo la postura de Gregorio Peces-Barba6, entre todas las de-
nominaciones que se utilizan en nuestra lengua, creemos que la más ade-
cuada es la de derechos fundamentales pero la que ha tenido una acepta-
ción y divulgación más generalizada es la de derechos humanos 7, de ahí
que para este trabajo adoptemos tal denominación que encierra, además,
una toma de posición por nuestra parte8.

3. En tercer lugar, cabe hacer referencia que en lo atinente a la fun-


damentación de los mismos hay infinidad de posturas. Pero aun con sus
diferentes matices podemos diferenciar dos maneras de abordaje, como
bien lo expresa Genaro Carrió9.
Por una parte están los que justifican a los derechos humanos
como derechos de naturaleza moral, toda vez que su fundamento no ema-
na de las normas del derecho positivo10. Los derechos humanos son dere-
chos de naturaleza moral y no criaturas del derecho positivo toda vez que
su fundamento último no emana de las normas de éste, a punto tal que
mientras no han sido consagrados por él y en la medida en que no lo han

5
En igual opinión ver PECES-BARBA, Gregorio. “Derechos Fundamentales”, Publicación de
la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1983, p.13.
6
Ibidem.
7
Se justifica la preferencia desde una perspectiva científico-jurídica toda vez que los de-
rechos —en su totalidad— son humanos. En cambio, como lo señalamos en el texto, en el
lenguaje vulgar ha sido otra y como la problemática que engloba el tema excede el campo de
lo jurídico, nuestra postura es la de justificar el empleo de la denominación más generalizada.
Téngase presente también la carga simbólica y discursiva que tal acepción ha adquirido en los
últimos 50 años y muy especialmente en la realidad latinoamericana de las últimas décadas
8
Ver lo expresado en la nota precedente.
9
CARRIÓ, Genaro.”Los Derechos Humanos y su protección”, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1985.
10
Enrolados en esta postura encontramos a Carlos Santiago Nino, John Rawls y Norberto
Bobbio, entre otros.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 354

sido, sirven para criticarlo y justificar su reforma. Su fundamentación pues,


está intrínsecamente conectada con ciertas características definitorias del
discurso o razonamiento moral en el que deben ser basados.
El otro enfoque señala que, a esta altura de los desarrollos insti-
tucionales del derecho internacional, la mejor manera de justificar los de-
rechos humanos y su protección son los textos de derecho internacional
convencional —derecho positivo al fin— que desde hace décadas los con-
sagran y tutelan. Esta postura podemos rotularla como positivista.
Si alguien se pregunta por el fundamento de los derechos huma-
nos y su protección, la respuesta más simple y menos comprometida filo-
sóficamente es señalar como ejemplo cualquiera de los documentos in-
ternacionales adoptados a tal fin y que generaron a lo que se ha dado en
llamar Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y que como ya se
expresara, tiene como documento primigenio a la Declaración Universal
de los Derechos Humanos11.
Los jusnaturalistas critican a los positivistas arguyendo que dicha
fundamentación deja abierto el interrogante de cómo se justifican esos tex-
tos de Derecho Internacional positivo, ya que no es poca cosa buscar tras
de ellos la justificación última de prerrogativas humanas que esos textos se
han limitado a “positivizar”.
Por su parte los positivistas objetan que no es necesario ahondar
en razonamientos filosóficos de discutible acierto si todo queda justificado
por lo ocurrido en la escena normativa internacional durante los últimos
sesenta años en materia de consagración y protección internacional de los
Derechos Humanos.
En conclusión, el concepto de derechos humanos, cualesquiera
que sea la justificación filosófica a la que se adscriba12 debe ser entendido
como prerrogativas o pretensiones de individuos o grupos de indivi-
duos que se presentan como derechos no renunciables que correspon-
den a sus titulares por la simple razón de ser hombres o agrupaciones
de hombres. El orden jurídico de las comunidades progresistas contiene

11
Eduardo Rabossi, es un filósofo que se enrola en este tipo de fundamentaciones.
12
Una síntesis a estos dos grandes modelos de análisis del concepto de los derechos fun-
damentales es el modelo dualista propuesto por Gregorio Peces-Barba. “Derechos Funda-
mentales”, Publicación de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, Madrid,
1983, pp. 28-31. En esa línea argumentativa el autor sostiene que si bien sigue la postura de
Antonio Truyol y Serra, “… [son] los derechos que el hombre posee por su condición de tal
(…) y que lejos de nacer de una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consa-
grados y garantizados (…) es evidente que mientras que una sociedad política no reconoce
unos determinados derechos recibiéndolos en su Derecho positivo interno, o adhiriéndose
a una convención internacional que los proteja, no se puede hablar de éstos en un sentido
estrictamente jurídico, ni se pueden alegar antes los tribunales competentes en caso de una
[violación]. La redacción entre corchetes es nuestra.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 355

normas e instituciones que definen y protegen tales prerrogativas y preten-


siones. Nos referimos a la tradicional tutela nacional de ellas, nacida con
el constitucionalismo de los “bills of rights” a partir de 1689 en Inglaterra
pero que se afirma contundentemente a partir de la Revolución Francesa
(1789), por lo que podemos sostener que luego de un desarrollo de más de
dos siglos, a partir de la mitad del siglo veinte, internacionaliza su protec-
ción hasta llegar al actual proceso de globalización, en el que el respeto a
los derechos humanos parecía constituir un valor a tener mayor presencia
y un lugar más destacado en la agenda internacional en un escenario que
se avizoraba como multipolar. Aunque veremos en este trabajo que esto
no ha sido así, especialmente por las “condicionalidades” que generaron
las prácticas globalizadoras neoliberales de los noventa, el orden unipolar
que caracteriza al escenario internacional de los últimos diez años y muy
especialmente a partir de los hechos acaecidos el 11 S.

4. Siguiendo en la línea de los problemas conceptuales o de defini-


ción, en un cuarto lugar es necesario distinguir con claridad distintas cate-
gorías, o como más comúnmente se denomina, diferentes “generaciones”
de derechos humanos. La apelación a la argumentación de las distintas
“generaciones de derechos humanos” es una herramienta, un instrumen-
to para explicar mejor la llamada “positivización” de los mismos, pero en
ningún momento quiere significar algún tipo de jerarquización dentro del
catálogo de los derechos humanos. Como bien lo señala Fabián Salvioli,
la Conferencia Mundial de Derechos Humanos que se realizó en Viena,
en 1993, desestimó toda pretensión de jerarquización de derechos al re-
afirmar el principio de indivisibilidad, universalidad e interdependencia
de los mismos13. En tal sentido resulta clara y gráfica aquella afirmación
que sostiene: “... todos los derechos humanos son igual de importantes ya
que en la práctica se torna prioritario aquél que en ese preciso instante se
reclama por estar ausente, cercenado o violado...”14. Queda claro entonces
que al sólo efecto de una mayor comprensión de la historia de los derechos
humanos, tanto en el ámbito del Derecho Internacional de los derechos
humanos cuanto en el interno, esto es en el orden nacional, se suele hablar
de diferentes generaciones de derechos. Así, en un primer momento en-
contramos los llamados derechos civiles y políticos, que surgieron y fueron

13
SALVIOLI, Fabián O. “Algunas tendencia sobre derechos humanos en las relaciones inter-
nacionales y el derecho internacional de la posguerra fría”. EN: Anuario de Relaciones Interna-
cionales. CEA-UNC 1994-1995. pp. 21-80.Córdoba, 1998. Ver especialmente pp. 47 a 51.
14
Conferencia dictada por la Dra. María Teresa Flores (UBA) en la Maestría en Relaciones
Internacionales, CEA-UNC, año 2000.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 356

encaramados a la categoría de derechos positivos por obra del constitucio-


nalismo liberal clásico de los siglos XVIII y XIX15.
Posteriormente, en el constitucionalismo de entreguerras, sur-
gieron los llamados derechos económicos, sociales y culturales, también
conocidos como de “segunda generación”. Pero al igual que el caso ante-
rior, la humanidad debió soportar no sólo la primera guerra mundial sino
también el “crack” del ´29 y una segunda guerra mundial para que a partir
de 1940 este fenómeno adquiriera cierta relevancia mundial. Por último,
mucho más cercano a nosotros, a partir de los movimientos sociales que
comienzan a gestarse en el mundo desarrollado en la década de los ´60,
se recepta como derecho positivo lo que se ha dado en llamar como “dere-
chos humanos de tercera generación” y que protegen a los llamados dere-
chos colectivos o “difusos”16.
A los fines de comprender un poco mejor esta periodización en
la recepción normativa de los distintos tipos de derechos humanos y los
fundamentos que se arguyeron para su consagración, solemos apelar a que
los primeros se asientan en el valor “libertad”, los segundos hacen hincapié
mayor en el de la “igualdad” y los últimos en el valor “solidaridad”, de esta
forma se cerraría el círculo virtuoso iniciado con la Revolución Francesa,
en 1789, cuando sus protagonistas enarbolaron la bandera de la liberté,
egalité et fraternité17.

5. Hechas estas primeras aclaraciones concernientes a lo que debe


entenderse cuando se habla de derechos humanos, lo que pretendemos
destacar o relacionar es la incidencia, la influencia, el cambio que ha ge-

15
Si tenemos en cuenta el origen inglés del mismo, ya podemos evidenciar un inicio de esta
historia a fines del siglo XVII, pero cierto es que recién con el avance que provocan la re-
volución norteamericana y la francesa, —a fines del XVIII— este fenómeno adquiere cierta
difusión global con las primeras constituciones del XIX.
16
Creo conveniente aclarar que hay algunos autores que hablan de derechos humanos de
cuarta, quinta, etc. generación, pero son posturas aisladas. Una posición doctrinaria que está
cobrando fuerza es la que nos habla de “derechos humanos de cuarta generación”. Esta cate-
goría hace referencia al derecho a la información como un derecho fundamental que hace
a la esencia de la ciudadanía en las modernas democracias complejas de estas dos últimas
décadas. Cfr. Humberto Quiroga Lavié, Danilo Zolo, Manuel Castells, por sólo citar algunos.
17
Toda vez que lo fraternal implica tratar a nuestros semejantes como hermanos, incluso a
pesar de las diferencias, ello supone que la fraternidad necesita de un comportamiento so-
lidario entre los hombres. En los hechos y en la teoría opinamos que la tensión entre liber-
tad e igualdad ha sido más representativa de la lucha por la consagración de los derechos
humanos, mientras que la búsqueda de la fraternidad (hoy entendida como solidaridad) es
una deuda que la teoría y la lucha de los derechos humanos tiene para consigo misma. En
tal sentido, somos de opinión que cuando logremos acabadamente dar fundamento positivo
y normativo a tal valor, se consagre definitivamente una sociedad respetuosa de sus seme-
jantes, sin importar las diferencias de ninguna índole apoyados en esa tan necesaria tríada
fundacional: libertad, igualdad y solidaridad fraternal.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 357

nerado en las relaciones internacionales el surgimiento de lo que en la dis-


ciplina jurídica se conoce como derecho internacional de los derechos hu-
manos y el abordaje que del mismo se realiza en el campo de la disciplina
y la práctica de las relaciones internacionales. Todo ello enmarcado en un
escenario internacional que ha tenido a los Estados como actores mono-
pólicos hasta bien entrado el siglo XX.
El sistema interestatal se desarrolló en el contexto de dos proce-
sos clave: a) la afirmación de la soberanía estatal y la difusión global de
las nuevas relaciones económicas a través de los mecanismos económi-
cos capitalistas. El modelo westfaliano garantizó a cada Estado el derecho
a gobernar en sus propios territorios, consagrando en última instancia, el
principio de poder efectivo. El sistema plasmado consagra la independen-
cia de cada Estado respecto a los demás, y tiene en principio, jurisdicción
exclusiva sobre el territorio y los individuos que en él habitan: lo que se ha
dado en llamar jurisdicción doméstica. Este orden westfaliano caracterizó
el escenario internacional desde la segunda mitad del siglo XVII y se pro-
longa hasta mediados del siglo pasado.
Pero el surgimiento y desarrollo del sistema de Naciones Unidas no
alteró en forma fundamental la lógica y la estructura del orden westfaliano.
Los Estados poderosos aumentaron su autoridad mediante la arrogación
de facultades especiales, como por ejemplo los miembros permanentes
del Consejo de Seguridad y su inherente derecho de veto, por citar algún
ejemplo. No obstante, el sistema de Naciones Unidas contiene desarrollos
políticos y legales que apuntan a la posibilidad de un nuevo principio or-
ganizativo de los asuntos mundiales. Uno de ellos es el referido a los dere-
chos humanos, problemática que luego con el proceso de la globalización,
reconfigura la vida política, económica y social, aunque con impactos di-
ferentes en cada uno de los Estados individuales. La expansión de las rela-
ciones sociales a través del tiempo y el espacio mediante una variedad de
dimensiones institucionales (tecnológica, organizativa, legal y cultural), y
su intensificación dentro de estos dominios institucionales, crearon nue-
vos problemas y desafíos para el poder del Estado y el sistema interestatal.
Contra ese telón de fondo, la efectividad y la viabilidad del Estado-nación
territorial demarcado y soberano parecen sufrir importantes alteraciones.
Cuál es la magnitud exacta de estas alteraciones es un problema todavía
pendiente, especialmente porque el Estado-nación sigue concentrando
lealtad, como idea y como institución18.

18
Un análisis pormenorizado del estado de la teoría sobre esta problemática puede encon-
trarse en Held, D.; Mc Grez, A (et al). Transformaciones Globales. Política, economía y cultura.
Oxford, University Press, México 2002. Especialmente el capítulo 1. En igual línea de análisis
se puede citar a Bonetto, María S. y Piñero, María T. las transformaciones del Estado. De la
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 358

6. El régimen contemporáneo de derechos humanos consiste en


instituciones y convenios globales, regionales y nacionales que se sobre-
ponen. Desde el punto de vista global, los derechos humanos están firme-
mente arraigados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948 y en varios convenios adoptados predominantemente en las déca-
das de los ‘60 y ‘70. En 1979 se elabora la Convención sobre la Eliminación
de la Discriminación contra la Mujer y ya en los ´80, la de los Derechos del
Niño. La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas se encar-
gaba durante ese entonces de supervisar el sistema y de atraer la atención
del Consejo de Seguridad hacia los abusos persistentes19. Por su parte, la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) se encarga de la supervisión
del área de los derechos de los trabajadores. También pueden señalarse las
distintas conferencias que sobre distintos aspectos de los derechos huma-
nos se organizaron en la década de los 90.20
Es importante destacar que en la actualidad, aproximadamen- te
son 150 Estados —de un total de 192— los que han ratificado cada uno
de los Convenios principales de Derechos Humanos del sistema de
Naciones Unidas. Y un creciente número de ellos aceptan las obli-
gaciones generales de protección y provisión, así como de restricción,
en sus propios procedimientos y prácticas. Si bien es cierto que muchos
de estos compromisos muy rara vez están respaldados por los poderes
coercitivos de ejecución, las demandas de los nuevos regímenes inter-
nacionales de derechos humanos, tanto informales como formales, han
creado un sinnúmero de grupos, movimientos, agencias y abogados,
todos ellos nuevos actores internacionales que persiguen la adaptación
de las jurisdicciones domésticas nacionales a los parámetros de dichos
regímenes que son parte integrante del derecho internacional de los
derechos humanos.
En la mayor parte de las regiones del mundo hay una estructura y
una maquinaria legal equivalentes. Así podemos citar como ejemplos el
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales del 4 de noviembre de 195021; La Declaración
Americana (1948) y posteriormente la Convención Americana de Dere-
chos Humanos, más vulgarmente conocida como Pacto de San José de
Costa Rica, firmada en 1969 aunque su entrada en vigor recién se produce

modernidad a la globalización, 2ª edición, Ed Advocatus, Córdoba, 2003. En el capítulo V se


ocupan de esta problemática, especialmente en pp. 140-141.
19
Hay que señalar que en el año 2006 dicha Comisión fue reemplazada por el Consejo de
Derechos Humanos en tales funciones.
20
Ver el punto 9 de este trabajo y concretamente lo que se detalla en la nota 25.
21
Su entrada en vigor es el 3 de septiembre de 1953.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 359

en 197822. Por su parte, el continente africano, con la Carta Banjul, da géne-


sis a su propio sistema de protección regional.
7. Es importante destacar que la promoción de los derechos huma-
nos —tanto en la práctica internacional como en los distintos marcos teó-
ricos que se van a esbozar en el campo de las relaciones internacionales—
mucho se debe a la multiplicidad de organizaciones internacionales no
gubernamentales que actúan en la arena internacional23, como por ejem-
plo Amnistía Internacional o la Comisión Internacional de Juristas, espe-
cialmente a partir de la década de los 7024. La importancia de estas ONG no
se debe a que supervisan y publican los abusos de los derechos humanos.
Sino a que operan transnacionalmente, con la consecuencia que pueden
pasar por alto los gobiernos y establecer poderosas redes globales o regio-
nales de activistas. Representan así un tipo particular de movimiento so-
cial transnacional que promociona y lucha por la adopción y promoción
de los derechos individuales así como por la defensa de la sociedad civil
contra los posibles abusos del Estado. Un ejemplo de esta lucha transna-
cional lo representa la lucha del movimiento de derechos humanos en el
caso argentino a finales de los setenta y principios de los ochenta, tras el
golpe militar del 24 de marzo de 1976, como bien lo señalan Held, Mc Grew
y otros25, aunque también podemos extender nosotros la ejemplificación, a
la lucha de todos los movimientos que se dieron en Latinoamérica en igual
sentido como una resistencia a los gobiernos dictatoriales que asolaron la
región en esas décadas.
8. Con todo, sería erróneo concluir simplemente que el régimen
global de derechos humanos es un poderoso factor de disuasión para la
violación de los derechos humanos. Esto es así debido a que los órganos
formales del régimen no tienen poderes coercitivos para defender los de-

22
El 18 de julio de ese año, cuando Grenada se constituyó en el onceavo Estado parte en
depositar el respectivo documento de ratificación o adhesión, cumplimentando así lo esta-
blecido por el artículo 21, inciso 3 de ese documento internacional.
23
Held, D. et al. Señalan que en EE.UU operan en la actualidad más de 200 ONG asociadas
con problemas de derechos humanos y una cantidad similar en todo europa. El número en
los países en desarrollo va en franco aumento. Op. Cit. p. 48. Por su parte Thomas Rise señala
que el aumento de las ONGI a lo largo del siglo es contundente, reflejando la importancia que
adquieren como actor internacional en la segunda mitad del siglo pasado: “…176 ONGI en
1909, 832 en 1951, 1255 en 1960, 2173 en 1972 y 4518 en 1988.” Relaciones Transnacionales y
Política Mundial. En: Foro Internacional, Oct-Dic 99. p. 379.
24
Así los trabajos que se ocupan de relaciones transnacionales, o de la problemática de re-
des internacionales o desde la perspectiva de los regímenes internacionales, será abordado el
estudio de estos actores en el tablero internacional. En el marco de las teorías, debe señalarse
que mayormente desde los enfoques liberales e idealistas (constructivistas) la problemática
de los derechos humanos entra a ser una temática a tener en cuenta al pensar las relaciones
internacionales.
25
Op. Cit. p. 49.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 360

rechos. En este sentido son más eficaces los regímenes regionales (sistema
interamericano o europeo). A este respecto, la Convención Europea para
la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales
es digna de mención al ser una innovación jurídica de lo más radical, una
innovación jurídica en contra de la corriente de la historia del Estado, toda
vez que permite que los ciudadanos individuales inicien procedimientos
en contra de su propio país. En tal sentido, los Estados europeos firman-
tes del Convenio ya no son libres de tratar a sus propios ciudadanos como
crean que es apropiado.
Así se observa un cambio gradual que se detecta en el escenario
regional e internacional de los derechos humanos, experimentado y refor-
zado en forma desigual y que la problemática de los derechos humanos
ha hecho posible: el mismo implica un alejamiento del principio que la
soberanía del Estado se debe salvaguardar sin importar sus consecuencias
para los individuos, grupos y organizaciones. El respeto de la autonomía
del sujeto —individuo/ciudadano— y de una extensa gama de derechos
humanos crea una nueva serie de principios ordenadores en los asuntos
políticos, que puede delimitar y reducir el principio del poder efectivo del
Estado.

9. Ahora bien, todo lo expresado debe ser también enmarcado en


un escenario internacional que ha ido cambiando, del orden multipolar
apenas acabada la “Segunda Guerra Mundial” —que originó el incipien-
te Derecho Internacional de los Derechos Humanos— al orden bipolar de
la “Guerra Fría”, con la consiguiente ideologización que se observó en la
teoría, práctica e implementación de los derechos humanos entre las dos
superpotencias. Posteriormente con la desintegración de la ex URSS, uno
de los polos de aquella bipolaridad, el advenimiento de un nuevo orden in-
ternacional que se presagiaba como esperanzador y multipolar26 pero que
termina desembocando en uno de tipo unipolar donde la potencia supérs-
tite de aquél otro que se erige como el hegemón que mueve los hilos en el
tablero internacional. Obviamente que en esos contextos la impronta de

26
La Cumbre Mundial de la Infancia de 1990, en Nueva York; la Conferencia Mundial sobre
Medio Ambiente de 1992, en Río de Janeiro; la de Derechos Humanos en Viena en 1993; la
Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo, realizada en El Cairo en 1994; las de De-
sarrollo Social en Copenhague y la de Derechos de la Mujer en Pekín, ambas de 1995; la de
Asentamientos Urbanos en Estambul y la de Alimentación en Roma, ambas de 1996. Por últi-
mo, la Conferencia Mundial contra el Racismo, realizada en Durban, en 1999. Toda esta diplo-
macia de las “megaconferencias”, como Salvioli la ha calificado, presagiaban un cambio en la
problemática en los primeros años de la post-Guerra Fría. Parecía que los derechos humanos
se instalarían definitivamente en la agenda de las relaciones internacionales y también en la
de sus actores principales, los Estados. La teoría y la práctica de la disciplina se encaminaba
en ese sentido.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 361

los derechos humanos en la política internacional ha ido cambiando y que


los análisis que presagiaban el triunfo de la democracia y por lo tanto de los
derechos fundamentales en el ámbito nacional e internacional de la vida
de los pueblos han tenido como respuesta una realidad internacional dife-
rente, con actores, procesos y valores que no han podido servir de demos-
tración a lo que se predecía. Primero, por lo expresado respecto al presente
unipolar que se observa y segundo por la marca que ha dejado impresa
en los EE.UU lo acaecido el 11-S, tanto en su política interna como en su
política exterior. Ello ha generado un giro en las esperanzas que se tenían
respecto a más democracia y más derechos humanos para todos los indivi-
duos del mundo. Y también ha supuesto un retroceso en la incidencia de la
temática en los análisis disciplinares de las relaciones internacionales.
Entre las teorías y prácticas neo-liberales de los 90 y el terrorismo y
su consecuente respuesta por parte de los Estados centrales, el panorama
no es para nada alentador en el sentido que los derechos humanos esté
en la agenda internacional de los Estados, aunque sí en la de los actores
transnacionales: ONG’s, redes de cabildeos e influencias, como así tam-
bién pero en menor medida en regímenes internacionales globales y/ o
regionales.

10. Si a lo señalado en los párrafos precedentes agregamos que la


disciplina de las relaciones internacionales ha sido dominada mayoritaria-
mente por los realistas y neo-realistas y que la misma es casi monopolizada
por su sesgo anglo-sajón, de más está decir que se refuerza nuestra afirma-
ción de baja densidad que tienen los derechos humanos en el núcleo duro
de la disciplina y de los teóricos de las relaciones internacionales. Excep-
ciones lo constituyen algunos marcos teóricos institucionalistas, liberales,
idealistas (constructivistas) o también críticos. Como así también algunas
minorías de las comunidades científicas de las regiones más perjudicadas
por el orden estatuido que no se han visto cooptadas por ese sesgo disci-
plinar.
En tal sentido parece muy sugerente la opinión de Keck y Sikkink,
quienes expresan en esta línea de análisis:
En el actual sistema político mundial los Estados siguen siendo los
actores predominantes; pero incluso para propósitos meramente teóricos re-
sulta difícil concebir al Estado como ‘una unidad cerrada, estanca y sobera-
na, completamente aislada…dado que en nuestra opinión existen suficien-
tes evidencias de que ha habido cambios en las relaciones entre los actores,
las instituciones, las normas y la ideas, consideramos que el sistema político
mundial constituye el nivel de análisis apropiado, mas que la sociedad in-
ternacional de Estados. También creemos que el estudio de las redes resulta
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 362

sumamente valioso para seguir el reto y, en última, elaborar una teoría


de estas relaciones […] El problema de gran parte de la teoría de las rela-
ciones internacionales es que no presenta un propulsor del cambio o que
éste […] ha perdido fuerza explicativa y es incapaz de dar cuenta de los
orígenes o la naturaleza de de la transformación internacional que aquí
estudiamos27.
Por último, es importante advertir que la irrupción de los derechos
humanos incide en el enfoque disciplinar de las relaciones internaciona-
les, toda vez que logra incorporar temáticas tales como: feminismo o gé-
nero, medioambiente, desarrollo sustentable, globalización y democracia,
migraciones, temas todos que han tenido en las dos últimas décadas del
siglo pasado y en lo que va del presente un mayor grado de aproximación
desde la teoría de las relaciones internacionales, comenzando a ser parte
de la agenda que hace a su objeto y práctica, aunque con las limitaciones
señaladas anteriormente.
Pero si alguna observación final se puede expresar de los estudios
internacionales en su relación con la óptica de los derechos humanos, nos
atrevemos a afirmar que no es de extrañar que la disciplina de las relaciones
internacionales, que entre 1945 y mediados de los setenta del siglo pasado
gozó de cierta “normalidad”, en el sentido de tener un discurso intelectual-
político de lo internacional, vinculadas al discurso realista mediante el es-
tudio de variables como el poder y la soberanía, en los albores del siglo XXI
luzca —ante la ausencia de otros discursos potencialmente dominantes—
impregnada de lo que Kuhn calificó como anomalías, que se visualizan en
la gran variedad de discursos competitivos . Esto ha desembocado en una
diversidady diversificacióndediálogosy debatesinterdiscursivos, así como
de encuentros transdiciplinarios entre “escuelas de teoría internacional” y
enfoques críticos o interpretativos provenientes de disciplinas humanistas
o de las Ciencias Sociales orientados a enriquecer, reorientar o hacer más
integrativos los estudios internacionales y postinternacionales, y conside-
rarla como una transdiciplina, que la misma no es una ciencia normal ni
puede tratar de serlo en estos tiempos de postinternacionalizaión, 28 y un
ejemplo claro en este sentido lo han constituido los discursos, los debates
y las prácticas que se han pergeñado desde el campo de los derechos hu-
manos en el de los estudios internacionales.

27
KECK, M. y SIKKINK, K. “Redes Transnacionales de Cabildeo e Influencia”. En: FORO IN-
TERNACIONAL, Oct-Dic 99, pp. 406 y 407. Los corchetes son nuestros.
28
En este sentido ver: Petrásh, Vilma E. De lo Internacional a lo Global. Reconstruyendo los
Estudios Internacionales en tiempos de postinternacionalización: Aportes para el Tercer Deba-
te. s/d, pp.118-119.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 363

Por todo lo señalado es que entendemos que la óptica de los dere- chos humanos, tanto en su
teoría como en su praxis no debe ser patrimonio de una ideología ni tampoco de un partido político,
ni de un determinado sector de la sociedad, ni sólo de algún Estado en el escenario internacional sino
que debe ser una bandera de la humanidad, que tenga como objetivo defender los últimos y más
básicos derechos de todos los seres humanos, en especial de aquellos sectores, grupos y colectivos
—desgraciadamente muy numerosos— que ven atacadas su dignidad, esto es, de los sectores más
vulnerables de la sociedad, así como de las sociedades más vulnera- bles en el marco del escenario
internacional. De tal suerte que implemen- tando prácticas respetuosas de los derechos humanos se
generará, conse- cuentemente, seguridad para todos los habitantes del planeta, que es lo que
reclama la sociedad mundial en su conjunto.
Máxime en un escenario internacional como el que se observa en los últimos años, signado
por discursos y prácticas propios de choques fundamentalistas, de guerras “preventivas” que no
hacen otra cosa que conculcar lo que tanto costó lograr y por lo que tanto se luchó en el campo de las
ideas, el derecho y la política.
Quizá como lo señalara ese gran internacionalista que fue Hedley Bull,29 y como también lo
expresan muchos otros teóricos30, la conforma- ción de una sociedad cosmopolita que deshaga la
lógica de los Estados so- beranos y el escenario westfaliano sea la apropiada para llegar a conformar
una sociedad internacional democrática que garantice lo que el movimien- to de los derechos
humanos y el derecho internacional de los derechos hu- manos vienen pregonando desde hace ya
más de sesenta años.

uu

29
Ver nota 1.
30
David Held, Danilo Zolo, por sólo citar algunos provenientes desde distintos lugares de las ciencias sociales. O Imannuel
Kant, quien con su opúsculo Hacía una Paz Perpetua, en 1795, puede señalarse como el precursor de una postura en tal
sentido y el puntapié inicial para la visión idealista en el campo de la teoría de las relaciones internacionales.
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en: https://goo.gl/JSAhMH

V. LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

El Tribunal Internacional de los Derechos Humanos, órgano de tutela de


éstos en un ámbito que va más allá de las fronteras nacionales, cumple en
su propio espacio la misión —no sólo la actividad— que en el suyo ejerce
el juez de constitucionalidad. Obviamente, ni éste ni aquél son la “ boca
que pronuncia las palabras de la ley” ,1 el poder sin poder, como se quiso
y se dijo en un momento de redefiniciones sobre la autoridad del Parla-
mento —esto es, del pueblo representado— y la autoridad de quien era
visto y temido, todavía, como delegado del antiguo soberano. El tribunal
sería, en lo sucesivo, el intérprete de una voluntad que se depositaba en
las fórmulas del derecho establecido y recogía los imperativos de unos
bienes y unos valores que presidían la elaboración y la aplicación de ese
nuevo orden jurídico. Volvería el poder al magistrado. El Estado constitu-
cional de derecho refuerza el papel de la jurisdicción y relegitima demo-
cráticamente al Poder Judicial.2
Esto se observa, sobre todo, en el juez de constitucionalidad que custo-
dia la conformidad de la norma secundaria con la regla suprema nacio-
nal;3 y también, hoy día, en el juez internacional de los derechos huma-
1 Los “ jueces de la nación, como es sabido, no son más ni menos que la boca que pronuncia
las palabras de la ley, seres inanimados que no pueden mitigar la fuerza y el rigor de la ley misma” .
Montesquieu, El espíritu de las leyes, trad. de Nicolás Estévanez, 4a. ed., México, Porrúa, 1980, p.
108 (lib. XI, cap. VI); de los tres poderes, el de juzgar es “ casi nulo” . Ibidem, p. 106. Aquella expre-
sión se asemeja a la de Cicerón: “ el magistrado es la ley que habla” . Tratado de las leyes, trad. de
Francisco Navarro y Calvo y Juan Bautista Calvo, 3a. ed., México, Porrúa, 1978, p. 137 (lib. tercero)
(aunque el magistrado, en este contexto, no es sólo el juzgador, y del discurso de Cicerón se despren-
de una potestad mucho mayor en manos del magistrado que la que Montesquieu depositaba en las del
tribunal).
2 Cfr. Ferrajoli, Derechos y garantías. La ley del más débil, trad. de Perfecto Andrés Ibáñez y
Andrea Greppi, 2a. ed., Madrid, Trotta, 2001, pp. 25-26.
3 Sin perjuicio de que al control de la constitucionalidad se asocie lo que llamaríamos el con-
trol de la convencionalidad, como sucede en los casos en que el tribunal nacional puede y debe apre-
ciar la conformidad o inconformidad del acto de autoridad con las disposiciones del tratado que acoge
el Estado. Este asunto, del que se habla en otra parte del presente ensayo, ha llegado al proyecto de
reforma constitucional y legal en materia de amparo, auspiciado por la Suprema Corte de Justicia
de la Nación en México, como se dijo supra.

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58 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ

nos, que asegura esa misma conformidad entre el acto de la autoridad do-
méstica y la disposición imperiosa del derecho de gentes. Uno vigila el
vigor de la Constitución; otro, la vigencia de la convención internacional,
pero también de las normas que son el sustento y el contexto de ésta. En
su tiempo y en su espacio, tal es el designio de la todavía nueva magistra-
tura depositada en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
El establecimiento y la actuación de la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, objeto de este capítulo, implica un largo viaje4 hacia un
elevado destino, con estaciones diversas y decisivas y un estimable prece-
dente.5 En este trayecto figuran, por supuesto, las piedras que soportan el
edificio de la organización americana y las que sustentan la construcción
del sistema interamericano tutelar de los derechos humanos:6 la Carta de
la Organización de los Estados Americanos y la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre (1948), respectivamente, que an-
tes mencioné. Ninguno de estos textos regula específicamente la jurisdic-
ción tutelar, pero uno y otro la suponen y contribuyen a su establecimien-
to. En un continente, asediado por múltiples vicisitudes, en las que han

4 Cfr. Zovatto, Daniel, “ Antecedentes de la creación de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos” , La Corte Interamericana de Derechos Humanos. Estudios y documentos, San José, Costa
Rica, Secretaría de la Corte Interamericana de Derechos Humanos-Organización de los Estados Ame-
ricanos-Unión Europea, 1999, pp. 249 y ss. Acerca de diversas tareas preparatorias de la que sería el
sistema interamericano de protección de los derechos humanos. Cfr. Camargo, La protección jurídica
de los derechos humanos y de la democracia en América. Los derechos humanos y el derecho inter-
nacional, México, Cía. Editorial Excélsior, 1960, pp. 155 y ss.
5 Aludo a la Corte de Justicia Centroamericana, que “ tenía entre sus múltiples atribuciones
—se ha observado— la defensa de los derechos humanos, y [que fue] hasta este momento el único
[tribunal] ante el cual podían recurrir directamente los individuos sin el patrocinio de sus Estados,
innovando en esa forma el Derecho internacional” . Se facultó a la Corte para conocer asuntos plan-
teados por particulares (artículo II de la Convención de Washington, del 20 de diciembre de 1907,
que creó la Corte). El Reglamento del 2 de diciembre de 1911 reguló la intervención de particulares,
previo el agotamiento de los recursos internos. Lo propio hizo la Ordenanza de Procedimientos del 6
de noviembre de 1912. El artículo VI del referido Tratado General de Paz y Amistad de 1907 señala-
ba: “ los ciudadanos de cada una de las Partes Contratantes residentes en el territorio de cualquiera de
las otras gozarán de los mismos derechos civiles de que gozan los nacionales” , estipulación que daría
base a las reclamaciones particulares, que debían fundarse en la violación de tratados o convenciones
por parte de los gobiernos centroamericanos. En la década de funcionamiento de aquella Corte (1908-
1918), el tribunal conoció de seis juicios de esta naturaleza; todos fueron resueltos a favor del Estado,
por aplicación estricta de la regla de agotamiento de recursos locales y de la hipótesis de denegación
de justicia. Cfr. Montiel Argüello, Alejandro, “ La Corte de Justicia Centroamericana y los derechos
humanos” , Temas internacionales, Managua, Nicaragua, Hispamer, 2001, pp. 69-70.
6 Cfr. Toro Huerta, Mauricio I. del, El derecho internacional de los derechos humanos y el
sistema interamericano, tesis profesional, México, UNAM, Facultad de Derecho, 2000.

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LOS DERECHOS HUMANOS Y LA JURISDICCIÓN INTERAMERICANA 59

declinado y renacido los derechos humanos, éstos son finalmente uno de


los grandes temas naturales de la organización continenta.7
Se abrió paso la idea de proteger esos derechos por los medios institu-
cionales a la mano. Uno de ellos sería, andando el tiempo, la Corte Intera-
mericana. Al quedar establecida, la Corte se constituiría en una referencia
destacada para el derecho y la cultura de los derechos humanos en el ám-
bito de los Estados partes en la Convención Americana y, sobre todo, en
el de los que han aceptado su jurisdicción contenciosa. Más aún, sus pro-
nunciamientos se añadirían a las fuentes del derecho de gentes.8 La Corte,
así, concurriría a integrar un conjunto en proceso de consolidación, que
ha rendido buenos frutos, pero debe alcanzar muchos más: el sistema inter-
americano de protección de los derechos humanos. Es aleccionador saber
—lo han dicho víctimas de violaciones a derechos humanos, abogados y re-
presentantes, funcionarios de las democracias emergentes, observadores
de buena fe— que ese sistema ha sido muchas veces la única esperanza de
quienes sufren esas violaciones y carecen de instancia nacional que con-
tenga el ataque y remedie el agravio.9
En la Conferencia Internacional Americana (Bogotá, 1948), que aprobó
la Carta de la OEA, se encomendó al Comité Jurídico Interamericano, a tra-
vés de la resolución XXI, acerca de una “ Corte Interamericana para pro-
teger los derechos del hombre”, la elaboración de un proyecto de Estatuto
para dicho tribunal.10 El Comité consideró, en un informe de 1949, que

7 Cfr. Heller R., Claude, “ Los derechos humanos en la Organización de los Estados America-
nos” , Revista Mexicana de Política Exterior, México, núms. 55-56, febrero de 1999, pp. 160 y ss.
8 Me refiero al carácter de fuentes auxiliares del derecho internacional que poseen las senten-
cias de los tribunales internacionales, conforme al artículo 38.1, d) del Estatuto de la Corte Interna-
cional de Justicia. Se observa que “ no sólo las decisiones de la Corte de La Haya constituyen un
modo de crear reglas particulares de derecho internacional, sino que lo mismo ocurre con las decisio-
nes de cualquier tribunal internacional, sin importar su formación, siendo irrelevante si dicho fenóme-
no se ha estipulado expresamente o no en los tratados por los cuales los tribunales han quedado esta-
blecidos” . Sorensen, Max (ed.), Manual de derecho internacional público, trad. de la Dotación
Carnegie para la Paz Internacional, 5a. reimp., México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 178.
9 Evoco aquí, entre otras expresiones frecuentemente escuchadas, la frase de dos conocedores
del sistema: “ a menudo, el sistema interamericano es la única esperanza con que cuentan las víctimas
y sus familias para obtener cuando menos alguna medida de protección o resarcimiento” . Buergenthal,
Thomas y Cassell, Douglass, “ The Future of the Inter-American Human Rights System” , en Mén-
dez, Juan E. y Cox, Francisco (eds.), El futuro del sistema interamericano de protección de los dere-
chos humanos, San José, Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 1998, p. 556.
10 En su comentario sobre las resoluciones de la Novena Conferencia Internacional Americana
y los instrumentos y organismos que provinieron de ella, Seara comenta que, a diferencia de lo ocu-
rrido en otros casos, “ la decisión de iniciar estudios acerca del establecimiento de una Corte Intera-
mericana destinada a proteger los derechos del hombre, no llevó, como era de esperarse, a ningún

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60 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ

hacía falta un derecho sustantivo sobre derechos humanos, que fijara el ám-
bito de competencia material de la Corte, y pidió al Consejo Interamericano
de Jurisconsultos proponerlo así a la X Conferencia Interamericana. Ésta
(Caracas, 1958) transmitió el asunto a la XI Conferencia, que no se realizó.11
En 1959 se creó, dentro del sistema continental, el primer organismo
bienhechor, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos;12 enton-
ces, con atribuciones reducidas, entre las que no figuraba expresamente la
atención a peticiones individuales, tema crucial de la jurisdicción interna-
cional sobre esta materia. Sin embargo, la naciente Comisión interpretó el
artículo 9o. de su Estatuto de forma que permitiese la recepción de peti-
ciones individuales, como medio para conocer la situación prevaleciente
en materia de derechos humanos en un país determinado.13 Así, este órga-
no amplió con gran esfuerzo e imaginación el espacio de su encomienda,14

resultado positivo en el futuro, debido a las consecuencias políticas que el funcionamiento de una
Corte de esa categoría lleva consigo y el temor de los estados a un control externo de las relaciones
con sus súbditos” . Seara Vázquez, Modesto, Tratado general de la organización internacional, 1a.
reimp. de la 2a. ed., , México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 839-840.
11 Cfr., sobre este proceso, Organización de los Estados Americanos, Corte Interamericana de
Derechos Humanos, Documentos básicos en materia de derechos humanos en el sistema interameri-
cano (actualizado a diciembre de 1999), San José, Costa Rica, Secretaría de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, 2000, pp. 7 y ss., y Conferencia Especializada Interamericana sobre Dere-
chos Humanos. San José, Costa Rica. 7-22 de noviembre de 1969. Actas y documentos
(OEA/Ser.K/XVI/1.2), Washington, D.C., Secretaría General, Organización de los Estados Americanos.
12 Cfr. Sepúlveda, César, “ La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (1960-1981)” y
“ La Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Un cuarto de siglo de evolución y
empeños” , en Sepúlveda, César, Estudios sobre derecho internacional y derechos humanos, México,
Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1991, pp. 75 y ss. y 113 y ss.
13 Con este fundamento, la Comisión desplegó una investigación en la República Dominicana,
a partir del 2 de junio de 1965, que representó un capítulo relevante en el desarrollo institucional de
este órgano. Cfr. Santoscoy, Bertha, La Commission Interaméricaine des Droits de l’Homme et le
développement de sa compétence par le système des pétitions individuelles, Ginebra, Publications de
l’Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, 1995, pp. 10-11. Cfr., asimismo, Faúndez
Ledesma, Héctor, El sistema interamericano de protección de los derechos humanos. Aspectos insti-
tucionales y procesales, San José, Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 1996,
pp. 38-39 y 44.
14 La Comisión fue en su origen —se ha escrito— “ una solución intermedia y parcial de un
problema en sumo grado urgente y que sólo la adopción de una Convención Americana de Derechos
Humanos podría llegar a resolver” . Si la competencia inicial de la Comisión era reducida, esta mis-
ma, “ a través de los años y mediante una práctica audaz pero consistente, iría caso por caso amplian-
do la competencia restrictiva que le había sido conferida en su origen” . Gómez Robledo Verduzco,
Alonso, Derechos humanos en el sistema interamericano, México, UNAM, Instituto de Investigacio-
nes Jurídicas-Porrúa, 2000, pp. 1-2.

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LOS DERECHOS HUMANOS Y LA JURISDICCIÓN INTERAMERICANA 61

y rindió, gradualmente, buenas cuentas,15 que contribuirían a acreditar su


pertinencia y ensanchar sus atribuciones.
De ser un organismo concentrado en la promoción y la tutela genérica,
a través de informes generales, la Comisión pasó a ocuparse igualmente
de la protección específica mediante el conocimiento de violaciones indi-
viduales.16 Hoy día, una fuerte corriente de opinión alienta la persistencia
de la Comisión en el ámbito de la tramitación y solución de casos indivi-
duales, a diferencia de quienes querrían reducirla a realizar solamente tra-
bajos de promoción. Está claro que estos últimos pueden ser desempeñados
por otros organismos, nacionales e internacionales, muy numerosos, en
tanto los quehaceres de protección sólo pueden ser atendidos adecuada-
mente, en la medida y a la escala que ahora nos interesan, por los organis-
mos del sistema.17
Vuelvo a la descripción cronológica, que es materia de este apartado.
En aquel año de 1959, la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de
Relaciones Exteriores (Santiago de Chile) encargó al Consejo Interameri-
cano de Jurisconsultos el proyecto de convención sobre derechos huma-
nos. Este proyecto, con partes orgánica, sustantiva y procesal, sería la
base de la futura convención.
La Segunda Conferencia Interamericana Extraordinaria (Río de Janei-
ro, 17 al 30 de noviembre de 1965) adoptó una resolución XXIV en la
que encomendó al Consejo de la OEA actualizar y completar el proyecto
de 1959, considerar asimismo los proyectos de convención elaborados
por Chile y Paraguay y oír la opinión de la Comisión Interamericana, a
la que el Protocolo de Buenos Aires (1967) a la Carta de la Organiza-
ción incluiría entre los “ órganos principales” de la OEA,18 dispuesto

15 Así, a la actividad de la Comisión se atribuye la declinación y casi erradicación de los casos


de desaparición forzada durante la “ guerra sucia” en Argentina, a raíz de que la Junta que gobernaba
ese país accediera a que la Comisión realizase una visita in loco en 1979. Cfr. Buergenthal, Thomas y
Cassell, Douglass, op. cit., nota 9, p. 540.
16 Para una revisión panorámica del desarrollo de la Comisión en las diversas etapas cursadas
desde su establecimiento hasta los años recientes, cfr. González, Felipe, “ Informes sobre países: pro-
tección y promoción” , en Méndez y Cox, (eds.), op. cit., nota 9, pp. 495 y ss.
17 A favor de la persistencia prioritaria de la Comisión en tareas de protección, cfr. ibidem, esp.
pp. 501 y ss.; Farer, Tom J., “ The Future of the Inter-American Commission on Human Rights: Pro-
motion versus Exposure” , en Méndez y Cox, (eds.), op. cit., nota 9, pp. 515 y ss., y Buergenthal,
Thomas y Cassell, Douglass, op. cit., nota 9, pp. 562-563.
18 Estos son: Asamblea General, Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores,
Consejos, Comité Jurídico Interamericano, Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Secre-
taría General (artículo 51 de la Carta de la OEA, reformada por el Protocolo de Buenos Aires, de
1967). Sobre las aportaciones del Protocolo al régimen de la OEA —entre ellas, la relativa a la Comi-

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62 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ

para “ promover la observancia y la defensa de los derechos humanos


y... servir como órgano consultivo de la Organización en esta materia”
(artículo 112).19
La misma resolución XXIV encargó al Consejo de la Organización
que el proyecto revisado fuera sometido al examen de los gobiernos, para
formulación de observaciones y enmiendas, y que se convocara a una
Conferencia Especializada Interamericana, de conformidad con la Carta
de la OEA, “ para que considere el aludido proyecto, conjuntamente con
las observaciones y enmiendas de los gobiernos y decida sobre la aproba-
ción y firma de la Convención de Derechos Humanos”. Así, por resolución
del 18 de mayo de 1966, el Consejo requirió el criterio de la Comisión,
que emitió dictamen. La primera parte de éste fue remitida al Consejo el
4 de noviembre de 1966, y la segunda, el 10 de abril de 1967. Igualmente,
conforme a la resolución del 7 de junio de 1967, el Consejo consultó a los
gobiernos de los Estados miembros de la OEA sobre la posibilidad de
coexistencia de los pactos acerca de derechos humanos suscritos en las
Naciones Unidas, con una convención interamericana de la misma espe-
cialidad. La mayoría de los gobiernos respondió en sentido favorable.
Posteriormente, el Consejo de la OEA encargó a la Comisión Intera-
mericana —según la resolución del 1 de mayo de 1968— elaborar un tex-
to revisado y completo del anteproyecto de Convención. Esto hizo la Co-
misión en un decimonoveno periodo (extraordinario) de sesiones, en julio
de 1968. El referido anteproyecto fue transmitido al Consejo el 18 de ju-
lio. Finalmente, el 2 de octubre del mismo año, éste resolvió someter a nue-
va consulta el documento y llevarlo a una Conferencia Especializada,20 a la

sión Interamericana—, cfr. Moreno Pino, Ismael, Orígenes y evolución del sistema interamericano,
México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1977, pp. 121 y ss.
19 El segundo párrafo de ese artículo 112 señalaba que “ una convención interamericana sobre
derechos humanos determinará la estructura, competencia y procedimiento de dicha Comisión, así
como los de los otros órganos encargados de esa materia” . Puestas así las cosas hacia el futuro, había
que regular el tránsito. De ahí que el artículo 150 —uno de los dos preceptos transitorios del instru-
mento— resolviese: “ mientras no entre en vigor la convención interamericana sobre derechos huma-
nos a que se refiere el capítulo XVIII (que consta de un solo artículo: el 112), la actual Comisión
Interamericana de Derechos Humanos velará por la observancia de tales derechos” .
20 La Resolución del Consejo, de 2 de octubre, se formuló como sigue: “ 1. Adoptar, con el
carácter de documento de trabajo para la Conferencia Especializada Interamericana contemplada por
la Resolución XXIV de la Segunda Conferencia Interamericana Extraordinaria, el Anteproyecto de
Convención Interamericana sobre Protección de Derechos Humanos preparado por la Comisión Inte-
ramericana de Derechos Humanos a fin de que la Conferencia Especializada decida acerca de la apro-
bación y firma de una Convención sobre derechos Humanos” , y “ 2. Transmitir a los gobiernos de los

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LOS DERECHOS HUMANOS Y LA JURISDICCIÓN INTERAMERICANA 63

que llegaría como Proyecto de Convención Interamericana sobre Protec-


ción de Derechos Humanos.
Esa conferencia se realizó, previa convocatoria del Consejo, del 7 al 22
de noviembre de 1969, en la ciudad de San José, Costa Rica.21 De ahí el
nombre de Pacto de San José que suele darse a la Convención. Desde lue-
go, México estuvo presente en la Conferencia, como lo estaba en la presi-
dencia misma de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En
aquélla, la delegación mexicana fue presidida por el doctor Antonio Martí-
nez Báez;22 era presidente de la Comisión Interamericana el doctor Gabino
Fraga.23
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en
1969, como se ha dicho, sólo adquirió vigencia una década más tarde, en
1978, una vez que se dispuso del número de ratificaciones necesario para
tal fin. En 1979, la Corte Interamericana quedó establecida e inició sus
funciones.24 El 22 de mayo de ese año, la Asamblea General de la OEA

Estados miembros de la Organización el Proyecto de Convención a que se refiere el párrafo anterior,


con el ruego de que formulen las observaciones y propongan las enmiendas que estimen pertinentes
dentro de un plazo de tres meses, a partir de hoy. Vencido este plazo, y dentro de los treinta días
siguientes, el Consejo convocará, de acuerdo con la mencionada resolución, a una Conferencia Espe-
cializada Interamericana para que considere dicho proyecto, conjuntamente con las observaciones y
enmiendas de los gobiernos” .
21 El 12 de febrero de 1969, el Consejo resolvió: “ 1. Convocar a una Conferencia Especializada
Interamericana sobre Derechos Humanos para que considere el Proyecto de Convención Interameri-
cana sobre Derechos Humanos que ha sido elaborado de acuerdo con la Resolución XXIV de la Se-
gunda Conferencia Interamericana Extraordinaria, así como las observaciones y enmiendas que for-
mulen los gobiernos y decida sobre la aprobación y firma de la aludida Convención.2. Agradecer y
aceptar el generoso ofrecimiento del Gobierno de Costa Rica para que la ciudad de San José sea la
sede de la Conferencia. 3. Fijar el período del 1º al 13 de septiembre de 1969 para la celebración de la
Conferencia” . El cambio de fecha se resolvió por el Consejo el 21 de agosto, atendiendo a una suge-
rencia del Gobierno de Costa Rica, que motivó su planteamiento en la situación creada por un con-
flicto entre El Salvador y Honduras.
22 Además del notable constitucionalista Martínez Báez, integraban la delegación de nuestro
país el diplomático Antonio de Icaza y el abogado penalista Sergio Vela Treviño.
23 Un testimonio sobre la Conferencia y la formación del Pacto de San José, en Tattenbach
Yglesias, Cristián, “ Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos de 1969” ,
en VV.AA., El sistema interamericano de protección de los derechos humanos en el umbral del siglo
XXI. Memoria del Seminario. Noviembre de 1999, San José, Costa Rica, Corte Interamericano de
Derechos Humanos, 2001, t. I, pp. 499 y ss.
24 El régimen jurídico de este tribunal se integra con diversos ordenamientos; ante todo, la Con-
vención Americana. Existe, asimismo, un Estatuto expedido por la Asamblea General de la OEA. El
Estatuto en vigor fue adoptado en 1979. Cfr., al respecto, Ventura, Manuel, “ El proyecto de Estatuto
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 1979” , en VV.AA., La Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Estudios y documentos, San José, Costa Rica, Secretaría de la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos, 1999, pp. 209 y ss. Finalmente, hay que considerar el Reglamento que

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64 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ

eligió a los primeros jueces.25 La Corte tuvo su reunión inicial los días 29
y 30 de junio; el 3 de septiembre se realizó la ceremonia de instalación en
el Teatro Nacional de San José.26
Los muchos años transcurridos entre una y otra estaciones del largo
recorrido —de 1948 a 1998: medio siglo, con hechos notables a largos
intervalos: 1969, fecha de firma de la Convención; 1978, fecha en que
este instrumento entró en vigor— contribuyen a destacar la renuencia, la
cautela, el temor, inclusive, con que los Estados miran los compromisos
internacionales a propósito de los derechos humanos y, más todavía, en
torno a una jurisdicción que se traduzca en sentencias vinculantes. Con
todo, la idea ha prosperado y la práctica ha caminado hacia adelante.

emite la Corte y que regula, de manera primordial, cuestiones procesales. Esta facultad reglamentaria
aparece en el artículo 60 de la Convención. Hasta el 2001, la Corte ha contado con cuatro reglamen-
tos: de 1980, 1991, 1997 y 2001, respectivamente. El actual, adoptado el 24 de noviembre de 2000,
inició su vigencia el 1 de junio de 2001. Al respecto, cfr. Cançado Trindade, “ El nuevo Reglamento
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (2000): la emancipación del ser humano como
sujeto del derecho internacional de los derechos humanos” , Revista IIDH, edición especial, Costa
Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, núms. 30-31, s. f., pp. 45 y ss. Por lo que toca a
la Comisión Interamericana, la situación es semejante: rigen la Convención, el Estatuto y el Regla-
mento. Un nuevo reglamento de la Comisión, con notables avances, fue expedido en 2000 y entró en
vigor el 1 de mayo de 2001.
25 Fueron: Thomas Buergenthal (Estados Unidos de América), Máximo Cisneros Sánchez
(Perú, vicepresidente), Huntley Eugene Monroe Q.C. (Jamaica), César Ordóñez Quintero (Colom-
bia), Roberto Piza Escalante (Costa Rica, presidente) y Carlos Roberto Reyna (Honduras); asimismo,
Miguel Rafael Urquía Martínez, que renunció al poco tiempo.
26 Sobre esta etapa, cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Memoria de Instalación,
2a. reimp., San José, Secretaría de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, 1999.

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Colección Sistema Interamericano de Derechos Humanos

ii. La comisión interamericana


de derechos humanos

Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, se puso de ma-


nifiesto la preocupación por la defensa de los derechos hu-
manos, transitándose de una etapa en donde se consideró un
asunto estrictamente nacional a otra en que adquirió carácter
internacional. En ese sentido, la comunidad internacional,
consciente de las consecuencias de los abusos sistemáticos
a los derechos humanos, emprendió la elaboración de una
serie de declaraciones y tratados de carácter universal y re-
gional que reconocieron límites al poder de los Estados na-
cionales en beneficio de la dignidad humana de todas las
personas bajo su jurisdicción. La promoción y protección in-
ternacional de los derechos humanos se consolidó en dos
sistemas: el sistema universal, el cual se desarrolla en el ám-
bito de la Organización de las Naciones Unidas, y los siste-
mas regionales, constituidos por el Sistema Europeo, el Sis-
tema Interamericano y el Sistema Africano.
El Sistema Interamericano de los Derechos Humanos es la
culminación de un proceso que se inició en 1945, cuando los
Estados de América llevaron a cabo la Conferencia Interame-
ricana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz en la Ciudad
de México (también conocida como “Conferencia de Chapul-
tepec”), y decidieron que debería redactarse una declaración
sobre derechos humanos con objeto de ser eventualmente
adoptada como convención. Es así que se encomendó al Con-
sejo Directivo de la Unión Panamericana —como solía llamar-
se en esa época— la redacción de un proyecto para mejorar
y reforzar el sistema panamericano.1 Pero no fue sino hasta el
30 de abril de 1948, durante la IX Conferencia Internacional
Americana realizada en Bogotá, Colombia, que se firmó la Car-
ta de la Organización de Estados Americanos (OEA)2 —primera
fuente jurídica del Sistema Interamericano—, la cual incorporó
1
Cf. Resolución IX de la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y
de la Paz, Ciudad de México, del 21 de febrero al 8 de marzo de 1945, Puntos 9 y 10.
2
Disponible en: http://www.oas.org/dil/esp/tratados_A-41_Carta_de_la_Orga-
nizacion_de_los_ Estados_Americanos.htm. 29 de mayo de 2011.

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Los procedimientos ante la Comisión Interamericana

expresamente los derechos humanos entre los principios de


la Organización, y se adoptó la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre —piedra angular del Siste-
ma Interamericano—, pero sin establecer un órgano para la
protección de los derechos humanos.
Más adelante, el 18 de agosto de 1959, en el marco de la
Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Ex-
teriores, fue que se resolvió crear una Comisión Interameri-
cana de Derechos Humanos, compuesta por siete miembros
que ejercerían sus funciones a título personal, elegidos por
el Consejo de la OEA en ternas presentadas por los gobiernos.
Dicha Comisión estaría encargada de promover el respeto
de tales derechos, sería organizada por el mismo Consejo y
tendría las atribuciones específicas que éste le señalara.1
La Comisión Interamericana inició sus funciones en 1960,
cuando el Consejo Permanente de la OEA aprobó su primer
Estatuto el 25 de mayo de ese año y eligió a sus primeros siete
miembros el 29 de junio siguiente, haciendo posible que el
3 de octubre la Comisión procediera a su instalación formal y
diera comienzo a sus actividades, con Washington, D. C. como
sede. El artículo 2o., del entonces vigente Estatuto de la Co-
misión Interamericana de 25 de mayo de 1960, aclaraba
“[p]ara los efectos de este Estatuto, por derechos humanos
se entiende: los consagrados en la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre”. Mientras no estuvo vigente
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Comi-
sión se preocupó casi exclusivamente por desarrollar un me-
canismo que pudiera ser efectivo ante la inexistencia de un
Estado de Derecho en varios países del Continente. De este
modo, desde la creación de la Comisión y hasta el año de
1969, ésta destinó la mayor parte de sus esfuerzos y recur-
sos al tratamiento de las violaciones masivas y sistemáticas
en el Continente Americano. Así pues, el comienzo de activi-
dades de la Comisión antecede a la entrada en vigor de la Con-
vención Americana y, por ende, a la puesta en funcionamien-
to de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
1
Cf. Resolución VIII de la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones
Exteriores, Santiago de Chile, del 12 al 18 de agosto de 1959, Parte II.

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Colección Sistema Interamericano de Derechos Humanos

El 22 de noviembre de 1969, durante la Conferencia Es-


pecializada Interamericana sobre Derechos Humanos, reali-
zada en San José de Costa Rica del 7 al 22 de noviembre de
1969, los delegados de los Estados miembros de la Organi-
zación redactaron la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (Pacto de San José) —tratado regional obligatorio
para aquellos Estados que lo ratifiquen o se adhieran a él— ,
en vigor a partir del 18 de julio de 1978, cuando se depositó
la undécima ratificación, de conformidad con el artículo 74,
inciso 2o., de dicho tratado.2
La Convención Americana consta de una parte sustanti-
va y otra orgánica. La parte sustantiva describe un catálogo
de derechos y libertades fundamentales, además de normas
relativas a las obligaciones que asumen los Estados, la inter-
pretación de la Convención, las restricciones permitidas, la
suspensión de los derechos, cláusulas sobre las obligaciones
respecto de los Estados federales y deberes de los titulares de
derechos. La parte orgánica establece los órganos encarga-
dos de la protección y promoción de los derechos y libertades
consagrados en el mismo cuerpo normativo y los mecanismos
de control. Así, con el fin de salvaguardar los derechos esen-
ciales del hombre en el Continente Americano y permitir que
cada Estado responda por la forma como trata a los indivi-
duos sujetos a su jurisdicción, a través de su artículo 33 la Con-
vención instrumentó dos órganos competentes para cono-
cer de las violaciones a los derechos humanos: la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos.
Al respecto, mediante la Resolución No. 253, el Consejo
Permanente de la OEA decidió que coexistirían los procedi-
mientos establecidos por la práctica de la Comisión Intera-
mericana y los que se creaban como resultado de la nueva
Convención Como consecuencia de esta decisión, el Sistema
2
En la actualidad, la Convención Americana sobre Derechos Humanos continúa
abierta a la firma y a la ratificación o adhesión de todo Estado miembro de la
Organización de los Estados Americanos (OEA). Por tanto, de conformidad con
su artículo 74, para aquellos países que la ratifiquen o se adhieran a ella, la Con-
vención entrará en vigor el día en que el instrumento de adhesión o ratificación se
deposite en la Secretaría General.

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Los procedimientos ante la Comisión Interamericana

Interamericano consta de dos partes. Una la componen los


organismos desarrollados en el marco de la Carta de la OEA,
y la otra, los que se derivan de la Convención Americana.
En razón de lo anterior, mediante la Resolución No. 447
adoptada por la Asamblea General de la OEA en su 9o. Periodo
Ordinario de sesiones, realizado en La Paz, Bolivia, en octu-
bre de 1979, se aprobó un nuevo Estatuto de la Comisión In-
teramericana, el cual se modificó en 1991. De igual modo, la
Comisión aprobó su Reglamento, mismo que ha sufrido va-
rios cambios. El que está en vigor fue aprobado por la Comi-
sión Interamericana en su 137 Periodo Ordinario de sesiones,
verificado del 28 de octubre al 13 de noviembre de 2009, y
fue resultando de un proceso de consulta y diálogo entre los
Estados miembros de la OEA, las organizaciones de la socie-
dad civil y otros expertos en la materia.3 En la actualidad,
dicho Reglamento se encuentra en un nuevo proceso de
consulta para su eventual reforma.4

1. Organización, composición y funcionamiento


de la Comisión Interamericana

Respecto de la composición de la Comisión Interamericana


de Derechos Humanos, conforme al artículo 2o. de su Esta-
tuto, así como 34 y 35 de la Convención Americana, la Comi-
sión Interamericana representa a todos los miembros que
integran la OEA y se compone de siete miembros que deben
ser personas de alta autoridad moral y reconocida versación
en materia de derechos humanos, sin ser necesario que ten-
gan titulo de abogados/as. La elección de sus miembros se
regula a través de los artículos 3o. de su Estatuto y 36 de la
Convención Americana, sin que puedan ser miembros de
la Comisión dos personas de la misma nacionalidad durante
el mismo mandato. Según el artículo 6o. de su Estatuto y 37,
3
Al respecto, consúltese el Comunicado de Prensa No. 19/09, Washington, D.C.,
20 de abril de 2009, Reforma del Reglamento de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. Disponible en: http://www.cidh.oas.org/Comunicados/
Spanish/2009/19-09sp.htm. 29 de mayo de 2011.
4
Disponible en: http://www.cidh.oas.org/Comunicados/Spanish/2011/PlazoRef
Regl.htm. 29 de mayo de 2011.

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Colección Sistema Interamericano de Derechos Humanos

inciso 1o., de la Convención Americana, los miembros de la


Comisión son elegidos por un periodo de cuatro años y pueden
ser reelectos sólo una vez. No obstante, de conformidad con
el artículo 2o., inciso 2o., de su Reglamento, en caso de que
no hayan sido elegidos los nuevos miembros de la Comisión
para sustituir a los que terminen sus mandatos, éstos conti-
nuarán en el ejercicio de sus funciones hasta que se efectúe la
designación de los nuevos miembros.
En términos del artículo 14 de su Estatuto y 8o. de su Re-
glamento, corresponde a los mismos integrantes de la Co-
misión designar por mayoría absoluta, de entre sus miem-
bros, al Presidente y al primero y segundo Vicepresidentes
de la Comisión, quienes durarán un año en dichos cargos y
podrán ser reelegidos sólo una vez en cada periodo de cua-
tro años. Por su parte, el artículo 8o. de su Estatuto, 4o. de
su Reglamento y 71 de la Convención Americana señalan las
incompatibilidades del cargo de miembro de la Comisión con
otras actividades que pudieran afectar su independencia o
imparcialidad, o la dignidad o el prestigio de su cargo con la
Comisión. Por lo que atañe al funcionamiento de la Comi-
sión, el artículo 17 de su Reglamento establece normas para
realizar discusiones y votaciones en las sesiones, así como
los supuestos en que los miembros de la Comisión no podrán
participar en la discusión, investigación, deliberación o deci-
sión de un asunto sometido a la consideración de aquélla.
Se fijó como sede de la Comisión la ciudad de Washington,
D. C., pero, sin perjuicio de lo anterior, ella puede reunirse en
cualquier otro Estado miembro de la OEA, con la anuencia del
gobierno respectivo o por invitación suya. Asimismo, la propia
Comisión tiene competencia para determinar el número de
sus sesiones ordinarias anuales y para convocar a los periodos
de sesiones extraordinarias que considere convenientes. No
obstante, por disposición reglamentaria, la Comisión celebrará
cuando menos dos periodos ordinarios de sesiones al año.
Los idiomas de trabajo de la Comisión son español, francés,
inglés y portugués; sin embargo, la Comisión establecerá el idio-
ma de trabajo para sus sesiones de acuerdo con los que hablen
sus miembros, como señala el artículo 22 de su Reglamento.

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Los procedimientos ante la Comisión Interamericana

El artículo 14, inciso 3o., de su Reglamento dispone que


las sesiones de la Comisión sean reservadas, a menos que se
decida lo contrario. Para constituir quórum es necesaria la
presencia de una mayoría absoluta de miembros. En gene-
ral, las decisiones se toman por mayoría de los miembros
presentes, pero algunas deben ser tomadas por la mayoría
absoluta de los miembros de la Comisión. Los miembros
tendrán derecho a presentar su voto razonado por escrito, el
que se incorporará al informe o proyecto, todo ello en térmi-
nos de los artículos 16, 18 y 19 de su Reglamento.
La Comisión apoya su trabajo en su Secretaría Ejecutiva,
que es una unidad administrativa de trabajo que tiene fun-
damento en el artículo 21 de su Estatuto y 40 de la Conven-
ción Americana. El titular de la Secretaría Ejecutiva de la Co-
misión es nombrado y removido por el Secretario General de
la OEA en consulta con la Comisión. La Secretaría Ejecutiva
de la Comisión forma parte de la Secretaría General de la
OEA, es permanente y se ubica en la sede de dicho organis-
mo en Washington, D. C. De conformidad con el artículo 11
del Reglamento de la Comisión, ella está compuesta por un/a
Secretario/a Ejecutivo/a, por lo menos uno/a Secretario/a Eje-
cutivo/a Adjunto/a y por el personal profesional, técnico y
administrativo necesario para el cumplimiento de sus labo-
res. El personal de la Secretaría está conformado por aboga-
dos/as y traductores (contratados, becarios y pasantes), así
como por asistentes administrativos. Las atribuciones del
(de la) Secretario/a Ejecutivo/a se encuentran contenidas en
los artículos 12 y 13 del Reglamento de la Comisión.

iii. eL “suBsistema” de
La carta de La organización
de estados americanos

La Carta de la OEA —tratado multilateral que constituye a la


Organización de Estados Americanos, en vigor a partir del
13 de diciembre 1951, y primera fuente jurídica y base legal

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HISTORIA Y CONCEPTO
DE LOS DERECHOS HUMANOS

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PRECEDENTES DE LOS DERECHOS HUMANOS

1. Los derechos humanos como concepto histórico. Los derechos humanos


son, ante todo, un concepto histórico. Para su comprensión e interpretación
resulta necesario comenzar reconstruyendo brevemente el proceso histórico
de surgimiento, consolidación y evolución de esta categoría, que va desde los
albores de la Modernidad (siglos XV y XVI) hasta nuestros días. A nuestro en-
tender, no resulta posible hablar de derechos humanos sin una previa refe-
rencia al contexto en el que surgieron, a los ideales que han pretendido encarnar,
a las dificultades para su implantación efectiva y, sobre todo, a sus transfor-
maciones en los tres últimos siglos, pues es evidente que los derechos huma-
nos de comienzos del siglo XXI ofrecen un panorama bien distinto al propio
del siglo XVIII.
Esta inicial aproximación histórica servirá también para demostrar dos te-
sis sólo en apariencia contradictorias. En primer lugar, pese a su evolución, los
derechos humanos tienen unos elementos comunes que se mantienen en el
tiempo; en otras palabras, no cualquier pretensión individual o social, más o
menos fundamentada, pertenece a esta categoría. En segundo lugar, existen di-
versas teorías o concepciones sobre los derechos, así como significativas trans-
formaciones y recíprocas influencias entre ellas: ni los derechos conforman un
sistema inmutable ni pueden reconducirse ya en exclusiva al modelo original
y de mayor éxito, de corte individualista y liberal.

2. Edad Antigua y Edad Media. De entrada, puede afirmarse que los dere-
chos humanos responden a exigencias universales derivadas de la dignidad de
la persona. De esta forma, un cierto individualismo (o, si se quiere, la consi-
deración de cada persona como sujeto moral) parece el componente necesa-

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4 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

rio de cualquier teoría de los derechos. Pues bien, hasta comienzos de la Edad
Moderna esta idea no encuentra fácil acomodo en las concepciones jurídicas,
morales y políticas hegemónicas: durante este largo período de la Historia,
dominó más bien la idea contraria, a saber, la primacía de la comunidad so-
bre el individuo y el sometimiento de éste a los fines de aquélla, normalmen-
te enmascarados bajo fórmulas religiosas.
En la Edad Antigua y en la Edad Media encontramos algunos preceden-
tes remotos de los derechos humanos. Pensadores antiguos, como Confucio
(551-479 a. C.) o Aristóteles (384-322 a. C.), por citar los de mayor influen-
cia en sus respectivos ámbitos culturales, así como determinadas corrientes de
pensamiento, como el estoicismo y el cristianismo primitivo, avanzaron algu-
nas ideas en favor del individualismo, pero el contexto sociopolítico impidió
su desarrollo. Resulta significativo comprobar, por ejemplo, cómo buena par-
te de estos autores justificaron la esclavitud, demostrándose así que los dere-
chos por ellos defendidos resultaban ajenos al principio de dignidad de la per-
sona, y por tanto al concepto mismo de los derechos humanos.
Si bien en la época medieval aparece una serie de documentos (cuyo ex-
ponente más conocido es la Carta Magna de 1215) que obligan al poder po-
lítico a respetar determinadas posiciones individuales, tales como la propiedad
privada o la inviolabilidad del domicilio, se trata de textos muy diferentes a las
modernas declaraciones de derechos, de las que difieren sobre todo por su ex-
tensión (situaciones concretas reconocidas a favor de los individuos, pero no
como personas sino como miembros de un determinado grupo social) y ex-
presión jurídica (pactos, fueros o compromisos, no normas generales).

3. Edad Moderna. Los derechos humanos son un producto de la Modernidad


y su consolidación en la cultura occidental resultaría impensable al margen
de los elementos que definen a aquélla en el plano ético-político, a saber: la
separación entre la Moral y el Derecho y entre la religión y el Estado, el de-
rrumbe del orden feudal-estamental y el surgimiento de una sociedad de in-
dividuos que se presumían, al menos formalmente, libres e iguales.
Como anticipo de la Modernidad aparece la denominada corriente huma-
nista, que se abre paso con dificultad, todavía bajo el dominio del Estado abso-

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 5

luto, desde finales del siglo XV. El humanismo destaca la confianza en las capa-
cidades humanas, propiciando la aparición de un nuevo tipo de individuos, in-
conformes con el orden social existente y decididos a forjar un proyecto vital
novedoso en la esfera pública y privada. Un buen exponente de esta corriente es
la obra de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) Oración por la dignidad
del hombre, en la que se destaca el lugar extraordinario del ser humano en el
conjunto de la naturaleza y su privilegiado destino hacia la libertad. A diferen-
cia de los animales, atados al instinto, el hombre está llamado a moldear por sí
mismo su naturaleza y destino, así como el sistema de relaciones sociales en que
se encuentra inserto. Pico della Mirandola sigue utilizando la idea cristiana se-
gún la cual la creación a imagen de la divinidad es el sustento de la dignidad hu-
mana, si bien otorgando a esta semejanza un sentido distinto: el hombre com-
parte con la divinidad el atributo más elevado, la misma capacidad creadora.
La llamada humanista en favor de la dignidad de la persona tiene una pri-
mera repercusión práctica desde 1492, a lo largo de la conquista de América.
En este contexto, algunos pensadores comienzan a desarrollar la lucha a favor
de la sustancial igualdad entre las personas, abriendo paso así a una idea cen-
tral del concepto de los derechos humanos. Debemos aquí citar, sobre todo,
a Bartolomé de Las Casas (1474-1566), que denunció los horrores de la con-
quista y rechazó categóricamente la asimilación de los indios a la condición de
«esclavos por naturaleza», afirmando la sustancial identidad de todos los seres
humanos; así como a Francisco de Vitoria (1480-1546), que reivindicó los tí-
tulos de propiedad de los indios sobre sus tierras y, avanzando la doctrina de
la guerra justa, llegó a cuestionar la legitimidad misma de la conquista.
Posteriormente, dos nuevas tendencias contribuyen a abrir el camino, de
forma esta vez decisiva, a la idea de derechos humanos:

a) La secularización del poder político. La teoría política comienza a diseñar


un modelo de organización del poder conectado, si bien todavía de for-
ma predemocrática, con la sociedad. Así, desde Hugo Grocio (1583-1645)
el Estado pasa de ser considerado un ente metafísico a una construcción
humana, un instrumento al servicio de determinados fines sociales, no de
los designios de la divinidad.

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6 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

b) La lucha por la tolerancia religiosa, que se va gestando en Europa en el con-


texto de las guerras de religión de los siglos XVI y XVII. El recrudecimien-
to del fanatismo religioso, iniciado tras la Reforma y la consiguiente rup-
tura de la unidad religiosa, abre paso, ante todo, a un imperativo pragmático
de paz. En esta lógica se inscribe el Edicto de Nantes (1598), que conce-
de a los calvinistas franceses la libertad de culto y el acceso a los cargos pú-
blicos en igualdad de condiciones con los católicos, todo ello con el pro-
pósito de evitar la guerra civil. Como se advierte, las primeras doctrinas a
favor de la tolerancia no guardan relación directa con la idea de derechos
humanos; incluso en algún caso, lejos de afirmarse la autonomía de los in-
dividuos, lo que se pretende es reforzar el poder del Estado, como sucede
en la obra de Jean Bodino (1530-1596). Sin embargo, de un modo u otro,
como sucedía en el proceso de secularización, la doctrina de la tolerancia
contribuye a sentar las bases de la idea de limitación del poder, esencial al
iusnaturalismo racionalista.
El filósofo inglés John Locke (1632-1704) ejemplifica bien el tránsito
de la tolerancia a los derechos humanos. Si cada persona es autónoma en
sus creencias y prácticas religiosas, y no debe ser molestado si con su con-
ducta no perjudica la libertad de los demás, es porque se parte del reco-
nocimiento de la autonomía moral y de la libertad de conciencia, segura-
mente el primero de los derechos humanos reconocido como tal.

DE LOS DERECHOS NATURALES AL CONSTITUCIONALISMO

4. Derechos naturales y contractualismo. Los derechos humanos tienen su


origen en el seno de la tradición iusnaturalista, como derechos naturales. Fren-
te a la anterior concepción objetivista, ejemplificada en la obra de santo Tomás
de Aquino, el Derecho natural propio del racionalismo de los siglos XVII y
XVIII se subjetiviza, separándose de sus ataduras teológicas, que lo concebían
como trasunto del orden divino, articulándose ahora a partir de un estado de
naturaleza que la razón humana puede y debe descubrir. Desde este momen-
to, del Derecho natural no derivan obligaciones sino derechos, considerados

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 7

inherentes a la naturaleza humana y, por lo tanto, previos y superiores al


poder político. Todo ser humano, por el simple hecho de serlo, tiene dere-
cho a que se le trate con igual consideración y a que se respete su vida, su li-
bertad y su propiedad, y la garantía de estos derechos es la razón de ser de
toda organización política. De esta forma, el Derecho natural se presenta
como una nueva y concreta concepción de la justicia (hoy sabemos que no
es la única concepción posible de la justicia), que contrasta llamativamente
con la anterior.
Esta concepción, característica de la obra de los ya citados Grocio y Locke
y desarrollada después por Immanuel Kant (1724-1804), aunque hoy nos re-
sultaría conservadora (nótese su acento en la necesaria preservación de los de-
rechos naturales originarios, con lo que ello implica de cierre a su eventual
ampliación), atacó de lleno a la médula del Estado absoluto de su época, por
cuanto impuso límites muy estrictos al poder político. Los derechos no son,
para estos autores, una concesión generosa del Estado, sino el norte y límite
de su actividad. De acuerdo con el modelo del iusnaturalismo racionalista, la
función prioritaria del Estado es precisamente asegurar el goce de los dere-
chos naturales, los cuales actúan como barreras o inmunidades, a la vez que como
primer criterio de legitimidad del poder.
La base individualista de esta primera concepción de los derechos es in-
negable. En su proyección técnico-jurídica se apoya el concepto de derecho
subjetivo, desconocido hasta entonces y base todavía del Derecho público
occidental. Sin embargo, la crítica posterior, en especial a partir de la obra de
Marx, ha puesto de manifiesto la abstracción y el formalismo subyacentes a este
planteamiento: en el iusnaturalismo racionalista la persona se presenta ideali-
zada, al margen de su contexto histórico, y ello hasta el punto de que los de-
rechos finalmente defendidos no son otros que los del individuo aislado y pro-
pietario, los del ciudadano burgués. Esta concepción, que podríamos llamar
mínima (seguridad, libertad y propiedad) de los derechos humanos, en la cual
los derechos sociales no tienen encaje, acaba a la postre demostrándose, en
la práctica, poco natural (se privilegia al más artificial de los derechos, la pro-
piedad privada) y poco universal (se protegen, sobre todo, los derechos de la
minoría propietaria).

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8 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Como ya apuntábamos, en su proyección política la concepción clásica de


los derechos naturales se presenta unida al liberalismo, propugnándose en casi
todas sus versiones, al menos sobre el papel, un Estado mínimo, limitado a ga-
rantizar la igual libertad de todos. Por principio, el Estado y la Sociedad deben
mantenerse separados, permitiendo el primero que la segunda fije autónoma-
mente sus fines y camine sin interferencias hacia su consecución. En esta mis-
ma línea de pensamiento se inscribe otra idea importante para la consolida-
ción de los derechos humanos: la división de poderes, formulada también por
Locke y desarrollada después por Montesquieu (1689-1755), según la cual el
primer valor a preservar es la libertad individual, que sólo puede garantizarse
de forma adecuada si el poder del Estado se encuentra dividido.
Por otro lado, el esfuerzo por sustentar sobre bases racionales la ley natu-
ral corre paralelo con la construcción del orden político como fruto de una de-
cisión libre y de un contrato entre individuos en origen dotados de autono-
mía, que crean el Estado para garantizar los derechos procedentes del estado
de naturaleza. Tras esta nueva teoría política se encuentra la vieja idea del con-
trato social, desarrollada con amplitud por Jean-Jacques Rousseau (1712-
1778), según la cual la libertad natural debe transformarse en libertad políti-
ca, constituyéndose el Estado a partir del acuerdo entre individuos igualmente
libres. Mediante el contrato, sin embargo, los individuos renuncian a parte
de su libertad, en beneficio de la libertad de todos: los derechos civiles, aun-
que fundados en los derechos naturales, ya no son ilimitados, tal y como se-
ñala el artículo 4 de la Declaración francesa de Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano, de 1789: «La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudica
a los demás: así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tie-
ne más límites que los que aseguran a los demás miembros de la sociedad el
goce de esos mismos derechos».
La tensión entre el componente iusnaturalista y contractualista de la pri-
mera formulación teórica de los derechos humanos es, sin embargo, patente,
resolviéndose, casi siempre, con la victoria del primero sobre el segundo. De
la idea del contrato social surge ya, de forma necesaria, la superación de una
concepción exclusivamente negativa de la libertad y la ampliación del catálo-
go de los derechos hacia los derechos de participación. Sin embargo, frente a

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 9

esta derivación lógica del contractualismo, la burguesía hará prevalecer argu-


mentos como los siguientes: el contrato social no puede poner fin a la liber-
tad (en términos más actuales diríamos que los derechos humanos tienen una
base racional pero no consensual); los derechos de participación son de natu-
raleza civil y no natural, pertenecientes por ello, en el mejor de los casos, sólo
a los ciudadanos y no a todas las personas; y la participación de todos en la for-
mación de la voluntad del Estado es un presupuesto lógico, no algo que por
fuerza deba acontecer en cada concreta circunstancia histórica.

5. Revoluciones burguesas y constitucionalismo. El modelo recién descri-


to tuvo gran influencia en los protagonistas de las primeras revoluciones bur-
guesas: la revolución norteamericana y la francesa, y en sus declaraciones de
derechos, entre las que pueden respectivamente destacarse la Declaración de De-
rechos de Virginia (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (1789). La incidencia doctrinal queda patente no sólo en estas de-
claraciones (por ejemplo, artículos I de 1776 y 1 y 2 de 1789), sino también
en su relación con las Constituciones: las primeras preceden en el tiempo a las
segundas, como si la plasmación histórica del contrato social (el pacto consti-
tuyente) hubiera de esperar a la previa proclamación de los derechos naturales,
no creados por consenso sino meramente declarados o reconocidos por la nue-
va comunidad política. A este respecto, resulta significativa la plasmación en la
Declaración de 1789 y en textos posteriores del derecho de resistencia: si los po-
deres constituidos (artificiales, por tanto) vulneran los derechos declarados (es
decir, naturales) por el poder constituyente, «la insurrección es para el pueblo
y para cada sector del pueblo el más sagrado de los derechos y el más indis-
pensable de los deberes», como dice la Constitución francesa de 1793.
La asunción por el constitucionalismo originario de las doctrinas de los de-
rechos naturales y del contractualismo se produce con toda la carga revolucionaria
(ruptura y sustitución del modelo del Estado absoluto por un modelo anta-
gónico, el Estado de Derecho) propia del modelo, pero también con todas sus
contradicciones e insuficiencias: el catálogo de los derechos reconocidos es un
catálogo mínimo, reducido básicamente a los derechos de seguridad, libertad
y propiedad, y el Estado no tiene más finalidad, al menos en la teoría, que el

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10 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

mantenimiento de la libertad. De esta forma, en las primeras Constituciones


del liberalismo político raramente hay referencias a los derechos sociales ni a
las tareas positivas del poder público.
El nuevo momento es, en todo caso, esencial, marcando un antes y un
después en la Historia de los derechos humanos. Gracias a las declaraciones de
derechos y a su posterior incorporación a las Constituciones, los derechos de-
jan de ser meros principios o aspiraciones morales, para transformarse en la base
de legitimación del poder efectivamente existente y en el sustento de auténti-
cas exigencias, protegidas como derechos subjetivos por el Derecho objetivo:
utilizando la terminología actual [§ 12], los derechos humanos se transfor-
man en derechos fundamentales.
La dos grandes revoluciones burguesas tienen lugar en contextos sociopo-
líticos y en tradiciones culturales sensiblemente distintas. Aun hoy, pese a las
indudables interferencias mutuas, en cierto sentido ejemplifican dos formas di-
ferentes de entender y realizar en la práctica los derechos humanos. Así, los nor-
teamericanos ponen el énfasis en la necesidad de limitar al poder político, in-
cluso al poder legislativo, lo que resulta coherente con la doctrina de los
derechos naturales, superiores a todo poder. Además, desde el primer mo-
mento y sobre todo a partir de 1803 (Sentencia Marbury versus Madison, del
Tribunal Supremo), la Constitución resultó ser plenamente normativa (con al-
gunas paradojas, como el mantenimiento de la esclavitud hasta 1861) y, por
tanto, los derechos en ella reconocidos fueron vinculantes para el legislador y
exigibles ante los tribunales. No hay grandes obstáculos en los Estados Uni-
dos a la consideración de los jueces como últimos garantes de los derechos, es-
tándoles incluso permitida la inaplicación de las leyes contrarias a los mismos
(control difuso de constitucionalidad). Por contra, los revolucionarios franceses
confían en la sabiduría y la justicia de la ley, concebida como emanación de
la voluntad general y, por consiguiente, ajena por definición a la injusticia y a
la opresión. Uniendo esto a la tradicional desconfianza francesa en los tribu-
nales, heredada del Antiguo Régimen, se comprenderá que la supremacía de
la Constitución no cuajará con facilidad en Europa. De otro lado, la concep-
ción de los derechos y del papel del Estado no es tan monolítica en Francia como
en los Estados Unidos: aunque, por distintos motivos, no llegará a prevalecer,

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 11

hay en Francia, y en general en toda Europa, una corriente importante a fa-


vor de los derechos sociales y de una actitud más activa del Estado; por ejem-
plo, ya la Declaración de 1793, impulsada por los jacobinos, consagró los de-
rechos a la educación y a los medios de subsistencia, que después jugarán un
papel importante en la tradición socialista. En todo caso, la impronta domi-
nante en estos textos y de los que después se promulgaron bajo su influencia,
es la propia del liberalismo, de forma tal que los derechos, en Francia como
en Estados Unidos, son concebidos, ante todo, como instrumentos de defen-
sa frente al poder del Estado.

CRISIS Y RENACIMIENTO DEL CONSTITUCIONALISMO

6. Crisis del constitucionalismo en Europa. El constitucionalismo, como mo-


vimiento político defensor de la limitación del poder del Estado mediante la
incorporación de los derechos humanos a una norma jurídica superior, tarda
en consolidarse en Europa. Contemplado en su conjunto, el largo período
que va desde la Restauración monárquica (1815) al final de la Segunda Gue-
rra Mundial (1945), pese a sus altibajos y paréntesis, implica la frustración
del proyecto revolucionario y, en definitiva, de buena parte de sus ideales. Los
elementos más significativos de esta crisis son los siguientes:

a) Ya hemos apuntado alguna de las contradicciones internas de la doctrina


de los derechos naturales. Cuando esta doctrina pretende llevarse a la prác-
tica, las contradicciones se hacen más patentes: la libertad aparece fre-
cuentemente limitada y la democracia (en su sentido moderno, como su-
fragio universal) no acaba de abrirse paso. De otro lado, conforme avanza
el siglo XIX, el propio liberalismo abandona la proyección utópica del pro-
grama revolucionario: los derechos dejan de ser naturales y lo que intere-
sa es defender el Derecho positivo que es, sobre todo, la ley. La influyen-
te doctrina alemana del Derecho público, fruto del pacto entre el antiguo
y el nuevo régimen, ejemplifica bien esta tendencia: más que formular
una doctrina alternativa al iusnaturalismo, impone una forma de conce-

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12 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

bir e interpretar el Derecho ajena a todo planteamiento valorativo (el for-


malismo jurídico), lo que acaba implicando la desaparición misma de la
categoría de los derechos fundamentales, que incluso llega a ser sustitui-
da por otra, los derechos públicos subjetivos, que traen su origen de la ley
y no de la Constitución (Estado legal de Derecho).
b) El surgimiento de concepciones de los derechos alternativas al iusnatura-
lismo racionalista, que atacan al corazón mismo de esta doctrina. La más
relevante es seguramente el historicismo, que remite el fundamento de los
derechos a la tradición histórica, bien a las normas consuetudinarias, bien
a los antiguos pactos entre el Rey y el Parlamento o determinados esta-
mentos. De forma paralela, se habla de Constitución material, por opo-
sición al intento del constitucionalismo de imponer como norma un tex-
to escrito, transformador del orden característico del Antiguo Régimen.
Se trata, en definitiva, de posiciones reaccionarias, que atacan la noción
misma de derechos humanos, pretendiendo el retorno a una concepción
de los derechos que recuerda a la medieval [§ 2].
c) Las dificultades de la Constitución para imponerse como norma jurídica.
En Francia y en casi todo el continente europeo la afirmación de la sobe-
ranía del Parlamento trajo como consecuencia la pérdida de la fuerza nor-
mativa de la Constitución, por lo que los derechos fueron allí eficaces en
la medida en que lo fue el principio de legalidad. Salvo en períodos ex-
cepcionales, la Constitución no logra imponerse frente al Parlamento y los
derechos sólo son tutelados por los jueces cuando aquellos son reconoci-
dos por ley.
d) La aparición, desde mediados del siglo XIX, de movimientos políticos al-
ternativos al liberalismo, que destacan con mayor contundencia sus con-
tradicciones e insuficiencias. Estos movimientos, hoy seguramente com-
patibles con lo mejor de la tradición liberal, en su origen se presentan en
oposición con ésta, acelerando su crisis. Son sobre todo dos: el movi-
miento democrático, que otorga un valor prioritario a los derechos de par-
ticipación y a la expansión de la democracia participativa, y el movimiento
socialista, que enfatiza el valor de la igualdad material y, con ella, de los
derechos sociales. En algunos países, en determinados momentos, buena

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 13

parte de las ideas de ambos movimientos llegan a cuajar, e incluso a plas-


marse en los textos constitucionales, como los de México de 1917 (Cons-
titución de Querétaro), Alemania de 1919 (Constitución de Weimar) o
España de 1931 (II República), muy similares ya en su contenido a las Cons-
tituciones actuales. Sin embargo, en Europa, por razones bien conocidas,
estos textos no llegan a consolidarse como normas.

La Historiografía actual acostumbra a presentar el proceso de positivación


de los derechos humanos de forma acumulativa: cada etapa asumiría los logros de
la anterior, sin transformaciones revolucionarias que cuestionaran radical-
mente lo realizado con anterioridad. Suele hablarse así de tres grandes etapas
de la paralela evolución del Estado y de los derechos: el Estado liberal de De-
recho, que integra los derechos de libertad o, más en general, de defensa fren-
te al poder del Estado; el Estado democrático, que añade los derechos de par-
ticipación sin cuestionar en lo esencial el liberalismo; por último, el Estado social,
no siempre reconocido de forma expresa en los textos constitucionales, cuya
finalidad principal es la satisfacción de las necesidades básicas de los individuos,
articuladas mediante derechos sociales o de prestación. Desde la perspectiva ac-
tual no hay una ruptura necesaria, sino evolución en la forma de Estado, aun-
que con una importante transformación del modelo clásico del Estado libe-
ral. Sin embargo, analizadas las cosas en su contexto, el proceso no fue tan
lineal: los derechos de participación y los derechos sociales sólo fueron reco-
nocidos gracias a la lucha larga y difícil de los movimientos democrático y so-
cialista contra el Estado liberal, inicialmente cerrado a la participación y a la
justicia social. Todo ello sin olvidar que, aun hoy, el Estado social sigue sin ope-
rar como auténtico principio constitucional, al mismo nivel que los otros dos
[§ 19 c)].

7. Renacimiento del constitucionalismo tras la Segunda Guerra Mun-


dial. La aparición y consolidación del fascismo en Europa, especialmente en
Alemania, demostró la debilidad de los incipientes logros de los movimientos
democrático y socialista; resulta significativo que la llegada al poder de Hitler
se produjo bajo la vigencia formal de la Constitución de Weimar. Tras la Se-

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14 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

gunda Guerra Mundial se toma conciencia de la necesidad de reforzar la nor-


matividad de la Constitución, sobre todo frente al legislador, y de potenciar
el sometimiento de todos los poderes públicos a los valores materiales impli-
cados en la noción clásica de los derechos humanos. En este contexto, resul-
tan muy importantes los textos constitucionales aprobados precisamente en los
países donde triunfó el fascismo: la Constitución italiana de 1947 y la Cons-
titución alemana (Ley Fundamental de Bonn) de 1949, ambas todavía vi-
gentes, contienen preceptos irreformables (cláusulas de intangibilidad), crean
un Tribunal Constitucional competente para declarar la inconstitucionalidad
de las leyes, y contienen un completo catálogo de derechos. En aras del con-
senso y del posibilismo económico (o, si se quiere, del mantenimiento sin fi-
suras del capitalismo frente al bloque soviético) quedan fuera, sin embargo, los
derechos sociales.
Este retorno a los valores iniciales del constitucionalismo cobra progresi-
va fuerza en Europa y en el resto del mundo en la segunda mitad del siglo XX.
Conforme van incorporándose a la democracia, todos los países occidentales
aprueban Constituciones plenamente normativas, dotadas además de catálo-
gos de derechos cada vez más extensos. El fenómeno es perceptible sobre todo
en los países que se incorporan más tarde a la democracia, como Portugal
(1974), España (1978), los países de Europa del Este (desde 1989) y buena par-
te de Latinoamérica, cuyas Constituciones contienen un amplio número de de-
rechos sociales, en contraste con los textos inmediatamente posteriores a la
Segunda Guerra Mundial.
Cualquier pretensión de reforzar la vinculación de los contenidos materiales
de la Constitución, y en especial de los derechos que esta reconoce, pasa por
dar entrada a los derechos humanos (a un cierto iusnaturalismo, si se quiere)
en el razonamiento jurídico y por potenciar los mecanismos de protección, en-
tre ellos las garantías judiciales, en la línea del constitucionalismo norteame-
ricano. Frente a esta tradición, convendría, sin embargo, reivindicar la vieja idea
europea (presente ya, por ejemplo, en la Constitución francesa de 1793) en fa-
vor de un Estado comprometido con la justicia social, superando la concep-
ción estrictamente liberal de los derechos, propia del iusnaturalismo raciona-
lista de corte anglosajón. En muchos países europeos y latinoamericanos las

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 15

tradiciones liberal y legalista, así como las dificultades para controlar al poder,
son todavía muy fuertes, y ello pese a la ya aludida penetración de importan-
tes y renovados contenidos materiales en los textos constitucionales. Aunque
puede plantear algunos riesgos para el principio democrático (téngase en cuen-
ta que el neoconstitucionalismo llega cuando el poder cuenta con una legiti-
mación que no tuvo en el siglo XVIII), el adecuado desarrollo de la vinculación
de las tareas estatales y de los mecanismos judiciales de protección de los de-
rechos, y en especial de los derechos sociales, son todavía retos pendientes de
la dogmática.

8. Internacionalización de los derechos humanos. Marcada también por


el impacto de la Segunda Guerra Mundial, en diciembre de 1948 la Asam-
blea General de las Naciones Unidas (integrada entonces por 58 Estados) apro-
bó la Declaración Universal de Derechos Humanos, que cabe incluir en el fe-
nómeno del renacimiento de lo mejor de la tradición iusnaturalista. Se trata
de un acontecimiento histórico sin precedentes, que refleja el consenso uni-
versal, una suerte de conciencia jurídica de la humanidad, articulada en tor-
no a unos principios básicos de convivencia. La Declaración proclama de ma-
nera solemne que todos los seres humanos «nacen libres e iguales en dignidad
y derechos». Contiene un catálogo de derechos de base fundamentalmente li-
beral, acompañado de algunos derechos de participación y sociales.
La Declaración fue concebida en un principio como un texto de carácter
moral. Ha sido utilizada como bandera política por movimientos de muy va-
riado signo y todavía hoy sirve como punto de referencia casi obligado para
el debate sobre los derechos humanos. En la actualidad la Declaración se en-
cuentra plenamente integrada en el Derecho internacional de los derechos hu-
manos, gozando de gran influencia en el desarrollo de normas posteriores, do-
tados de una mayor fuerza vinculante, como la Convención para la Eliminación
de todas las Formas de Discriminación Racial (1965), el Pacto de Derechos Ci-
viles y Políticos (1966), el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Cultu-
rales (1966), la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Dis-
criminación contra la Mujer (1979), la Convención contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984), la Convención de

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16 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

los Derechos del Niño (1989) o la Convención para la Protección de los De-
rechos de los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares (1990). Como ve-
remos, los mayores logros en cuanto a la vinculación jurídica de los derechos
humanos en el plano internacional se han logrado en el seno de dos institu-
ciones regionales, el Consejo de Europa y la Organización de Estados Ameri-
canos [§§ 89, 90].

CONCEPTO Y CONCEPCIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

9. Concepto de derechos humanos. Cualquier intento de definición de los


derechos humanos debe partir del uso consolidado del término en el lengua-
je común. Preciso es advertir de antemano que «derechos humanos» es un tér-
mino persuasivo, muchas veces utilizado para convencer y no para describir,
y del que frecuentemente se abusa. En síntesis, los contextos actuales de uti-
lización del término pueden reducirse a dos: la Ética y el Derecho internacio-
nal. Las acepciones correspondientes del término suelen presentarse de forma
separada; sin embargo, resulta posible una definición que dé cuenta de ambas,
y ello en un sentido como el siguiente: los derechos humanos son demandas
de abstención o actuación, derivadas de la dignidad de la persona y reconoci-
das como legítimas por la comunidad internacional, siendo por ello merece-
doras de protección jurídica por el Estado. Veamos más despacio los cuatro ele-
mentos de esta definición:

a) Los derechos humanos son demandas, esto es, exigencias de abstención o


actuación, derechos morales, en el sentido de no siempre reconocidos por
el Derecho positivo. Se trata de demandas concretas de especial fuerza,
de ahí la configuración, por buena parte de los filósofos morales, de los de-
rechos humanos como derechos subjetivos morales. Esta opción tiene la ven-
taja de destacar la vinculación de los derechos humanos (la idea de subje-
tividad evoca posiciones normativamente establecidas) y de diferenciar
esta categoría de otros conceptos morales de naturaleza más objetiva y di-
fusa, como los valores. Sin embargo, tiene dos inconvenientes: toma pres-

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 17

tado un concepto elaborado por la dogmática jurídica, con un sentido


técnico muy preciso, ajeno en su evolución a la Ética, y puede contagiar
a ésta del excesivo individualismo que, todavía hoy, lastra la categoría del
derecho subjetivo [§ 4].
b) Los derechos humanos son demandas derivadas de la dignidad humana.
Como derechos morales, amparan exigencias importantes, no demandas
circunstanciales, referidas a cuestiones de escasa entidad, que no afectan
ni comprometen la posibilidad de una vida digna. De entre todos los va-
lores o principios morales, seguramente sea la dignidad, por su amplitud
y generalización, el más adecuado para servir de soporte material a todos
los derechos humanos. Como sabemos, al menos desde Pico della Mi-
randola, la Modernidad implica la creencia en que todo ser humano po-
see un valor independiente de su estatus, reconocimiento social o de la po-
sesión de determinados rasgos. De este postulado se desprende un conjunto
de normas de abstención y actuación, que cabe resumir en la prohibición
de reducir la persona a un simple instrumento al servicio de fines ajenos,
pero también en el reconocimiento de necesidades que merecen ser aten-
didas; nadie discute hoy seriamente la existencia de derechos humanos
sociales y de prestación. Por otro lado, el postulado protege a la persona
frente a toda agresión externa, siendo indiferente el origen público o pri-
vado de dicha agresión.
No todos están de acuerdo, sin embargo, con integrar la dignidad en
el concepto de derechos humanos: algunos filósofos prefieren atribuir el
puesto central a la autonomía moral, otros optan por una enumeración más
amplia de valores (por ejemplo, dignidad, libertad e igualdad), no faltan-
do quienes dejan esta cuestión indefinida, poniendo en manos de la co-
lectividad la determinación de los valores que doten de contenido moral
a las demandas sociales, permitiéndolas así ser caracterizadas como dere-
chos humanos.
c) Los derechos humanos son demandas reconocidas por la comunidad in-
ternacional. De esta forma, se ponen en conexión las dos formas más ha-
bituales de utilización del término «derechos humanos»: la Ética y el De-
recho internacional. Una demanda de individuos o grupos, o de una

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18 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

minoría de filósofos, fundada en una interpretación subjetiva de la dignidad


humana, no reconocida por la comunidad internacional, no parece me-
recer el calificativo de derecho humano. Para lograrlo, es indispensable
que dicha demanda sea congruente con un conjunto de principios y va-
lores ampliamente compartidos, plasmado, ante todo, en la ya citada De-
claración Universal de Derechos Humanos de 1948. No es difícil, a nues-
tro entender, encontrar en este catálogo (o en los textos internacionales
posteriores más relevantes), de un modo u otro, la práctica totalidad de las
demandas sociales de nuestro tiempo, incluyendo las más recientes de
igualdad material y solidaridad.
Téngase en cuenta, no obstante, que la necesidad de reconocimiento in-
ternacional debe entenderse de forma relativa. Estrictamente, los dere-
chos humanos no deben su existencia al reconocimiento externo sino a su
racionalidad intrínseca; de otro modo, no podrían cumplir una de sus
funciones más características (la definitoria, en términos de Dworkin): la
protección de las minorías frente a los designios de la mayoría.
d) Los derechos humanos son demandas que han logrado o que aspiran a
lograr la protección del ordenamiento jurídico. Los mecanismos de pro-
tección son esenciales para que los derechos resulten efectivos. Hoy por hoy,
el Derecho internacional, incluso a nivel regional, resulta insuficiente, re-
sultando siempre necesaria la protección estatal [§ 91].
Sin embargo, no hay que confundir los derechos humanos con las garantías
para protegerlos [§ 77]. La ausencia de dichas garantías no implica la ausencia
de derechos humanos, los cuales, como demandas que son, conservan su vi-
gencia independientemente de su reconocimiento fáctico por parte de un
determinado ordenamiento positivo. Las demandas no contenidas en las
normas jurídicas o las contenidas en ellas pero careciendo de las garantías
necesarias para lograr su efectividad, son derechos humanos, siempre que,
como es obvio, cumplan el resto de los elementos de la definición.
Aunque estamos defendiendo la configuración de los derechos huma-
nos como derechos morales, hacemos también un esfuerzo por conectar
esta categoría con el mundo del Derecho. Se alude así, en la misma defi-
nición, a la dimensión jurídica de los derechos humanos, que aunque es

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 19

externa a ellos, resulta indispensable para asegurarles eficacia y para pre-


cisar su alcance concreto. Insistimos en que la dimensión moral de los de-
rechos humanos es su dimensión característica: garantiza su fuerza y vigencia
al margen de los vaivenes de la Historia, de las contingencias de un con-
senso circunstancial y de su consagración en el Derecho positivo. De esta
forma, la apelación a los derechos humanos sigue teniendo sentido (incluso
más) si un Estado decidiese la eliminación o suspensión indefinida de su
vigencia. Históricamente, la demanda de derechos en ausencia de su re-
conocimiento jurídico ha servido para limitar la arbitrariedad del poder
e incluso para cuestionar una legalidad basada en los privilegios o en la mera
fuerza.
Téngase en cuenta, además, que la apelación a los derechos humanos es
también importante cuando estos se encuentran reconocidos por el Dere-
cho positivo. Una de las críticas más comunes al positivismo, que lastra
todavía los métodos de trabajo de la dogmática jurídica, especialmente en
la Europa continental, es su olvido del componente moral de los derechos,
aduciendo que lo único relevante es defender el Derecho positivo [§ 6 a)].
Incluso en países dotados de un catálogo de derechos contenido en una
Constitución normativa conviene tomar en serio la dimensión moral de los
derechos, esto es, los derechos humanos, con el fin de contar con una ins-
tancia distinta para valorar de manera crítica un determinado ordenamiento
legal e implementar sus posibilidades interpretativas, en un sentido más
favorable a la dignidad de la persona [§ 17]. No se olvide, además, que la
positivación de los derechos es un proceso dinámico y abierto, a través del
cual un principio moral o una demanda de libertad va ganando, poco a poco,
el espacio jurídico indispensable para su consolidación.
Los derechos humanos se ubican así en el cruce de caminos entre Mo-
ral, Derecho y Política, entre las exigencias éticas y la necesidad de trans-
formar una aspiración moral en un derecho subjetivo. El discurso y la
práctica de los derechos nos enfrentan de continuo con conflictos mora-
les, con cuestiones jurídicas y con asuntos políticos. Cualquier análisis que
descuide la dimensión jurídica de los derechos humanos, no tome en se-
rio la carga moral que alienta en ellos o subestime las políticas que ase-

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20 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

guran las condiciones para su ejercicio, resultará irremediablemente uni-


lateral e insatisfactorio.

De una definición como la propuesta se derivan importantes consecuen-


cias sobre la estructura social, económica y política. El desarrollo más porme-
norizado se encuentra, sin duda, en el ámbito político. Hoy uno de los crite-
rios más importantes utilizados para medir la legitimidad del poder es el respeto
y protección de los derechos humanos. Sin embargo, no nos parece correcto
integrar esta perspectiva en la definición: más que un elemento del concepto,
parece un dato de la realidad o, a lo sumo, una de las funciones que los dere-
chos humanos desempeñan en la actualidad.

10. Fundamento de los derechos humanos. Con frecuencia se confunden


las preguntas sobre el concepto y el fundamento de los derechos humanos;
algo que no debe extrañar, pues ambas se mueven en el mismo plano, el de la
Ética, y se encuentran íntimamente entrelazadas: la definición de los derechos
debe completarse con la determinación de su catálogo (¿cuáles son los dere-
chos humanos?), y eso sólo puede hacerse recurriendo a los valores o princi-
pios que les sirven de fundamento.
La pregunta por el fundamento de los derechos humanos es formulada de
modos muy distintos. En sentido estricto, implica determinar cuáles son los va-
lores, principios o derechos básicos (por ejemplo, la autonomía moral, la digni-
dad o la igualdad) que justifican la inclusión de unas figuras en el catálogo de
los derechos humanos y la exclusión de otras, así como los criterios de relación
entre los derechos, y en particular si existe o no alguna prioridad entre ellos (por
ejemplo, entre la libertad y la igualdad). En sentido amplio, implica, además de
lo anterior, llevar hasta sus últimas consecuencias la opción valorativa previa-
mente asumida, esto es, determinar con mayor precisión el catálogo de los dere-
chos humanos y resolver los conflictos concretos que se plantean en la práctica.
Otro modo de formular la pregunta acerca del fundamento de los derechos
humanos se detiene en la trascendental cuestión metodológica, de carácter
metaético y seguramente previa a todas las demás, que consiste en determinar
cómo se definen y, sobre todo, cómo se fundamentan los derechos. De entra-

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 21

da, son hoy más bien minoritarias las aproximaciones cognoscitivas, según las
cuales los juicios de valor expresan conocimiento; recordemos aquí la actitud
metodológica de la doctrina de los derechos naturales o del historicismo, que
pretendían descubrir el fundamento de los derechos en la ley natural o en la
Historia [§§ 4, 6 b)]. Hoy el método utilizado para definir y fundamentar los
derechos es mayoritariamente de base no cognoscitiva, esto es, parte de la con-
sideración de la Moral no como algo que el sujeto descubre, sino como algo
que el sujeto construye (constructivismo ético). Aceptando este método como
punto de partida, se abre el difícil interrogante sobre cómo construir la Ética,
y en especial, sobre el papel que en esta tarea ha de otorgarse a la participación y
al consenso de los implicados.

11. Diversidad de concepciones de los derechos humanos. Aun partiendo


de la común consideración de los derechos humanos como derechos morales
y de un método de fundamentación de base constructivista, en la actualidad
observamos una importante diversidad en la determinación del catálogo de los
derechos y, sobre todo, en la fijación de las relaciones entre los mismos, es de-
cir, una gran diversidad de concepciones o teorías de los derechos.
Si optamos por una concepción que prime la participación y el consenso
sobre todo lo demás, en la línea de la Ética comunicativa, favoreceremos un ca-
tálogo de derechos más abierto e indefinido (derechos humanos son los que de-
cida la mayoría, después de un debate racional entre los integrantes de la co-
munidad), tendente a otorgar prioridad a los derechos de participación sobre los
demás, tal y como sucede en la Teoría de los derechos de Jürgen Habermas. Se-
gún viene a afirmar este autor, el fundamento de los derechos es la racionalidad
intersubjetiva y sólo merecen ser reconocidos como tales los susceptibles de con-
vertirse en «norma universal», esto es, de obtener el consenso de sus posibles ti-
tulares y obligados. Si, por el contrario, preferimos hacer uso de un método dis-
tinto, más asentado en consideraciones materiales que procedimentales, las
respuestas posibles a las preguntas centrales de los derechos humanos serán muy
variadas, dependiendo, sobre todo, de las inclinaciones políticas de cada autor.
Dentro de las actuales concepciones materiales de los derechos humanos
puede advertirse, en síntesis, una dualidad fundamental, que distingue entre:

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22 INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA JURÍDICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

a) Concepciones de corte liberal, que van desde las posturas netamente con-
servadoras, defensoras de un Estado mínimo a lo Hayek o Nozick, a las
más moderadas, como la influyente Teoría de la justicia, de John Rawls,
que dan una cierta entrada a la justicia social, si bien sin cuestionar la
prioridad de la libertad sobre la igualdad. Todas ellas son, en mayor o me-
nor medida, herederas del viejo modelo de los derechos naturales [§ 4],
por cuanto, si bien abandonan el iusnaturalismo estrictamente considerado,
siguen teniendo como presupuesto una visión formalista de la persona y
otorgando clara prioridad a los valores individuales, sin atribuir a los de-
rechos sociales la naturaleza de derechos humanos.
b) Concepciones de corte socialista, que van desde la teoría de los derechos
de la Escuela de Budapest, que pone el acento en las condiciones históri-
cas y particulares de la persona, esto es, en el contexto de realización de
los derechos humanos, situando en el centro de la argumentación moral
las necesidades básicas, a las teorías que tratan de conjugar el socialismo
democrático con lo mejor de la tradición liberal (socialismo liberal). To-
das ellas coinciden en la defensa de un Estado activo y de un cierto mar-
gen a la utopía, concibiendo los derechos no como el retorno a un origi-
nario estado de naturaleza sino como un horizonte a alcanzar.

La opción entre las posiciones procedimentales y materiales resulta difícil,


y tal vez no haya otro remedio que intentar alguna aproximación entre ambas y
propugnar una suerte de modelo ecléctico. Un modelo en exclusiva proce-
dimental no puede ser asumido, y ello sobre todo por tres motivos: olvida que
históricamente los derechos son, entre otras cosas, la proyección de valores
materiales que deben quedar preservados de la voluntad de la mayoría, por
mucho que esta pueda asentarse sobre un proceso público y abierto (en otras
palabras, la pureza del procedimiento no siempre garantiza la justicia del re-
sultado); presume la existencia de una situación comunicativa ideal, que no se
da en la realidad, ni siquiera en el Parlamento; y no ofrece una respuesta con-
creta a los principales problemas que hoy plantea la práctica de los derechos
humanos. Por su parte, un modelo puramente material tampoco parece del todo
compartible, por cuanto se compadece mal con la complejidad de la sociedad

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HISTORIA Y CONCEPTO DE LOS DERECHOS HUMANOS 23

actual y con el consenso que, en toda sociedad democrática, requiere cual-


quier propuesta ética: si los derechos se establecen a favor de las personas con-
cretas, parece obligado requerir la opinión de éstas en la tarea de determinar
qué valores fundamentan los derechos y cómo se ordenan las relaciones entre
los mismos.
Si bien no es nuestro propósito desarrollar aquí una Teoría filosófica de los
derechos humanos sino tan sólo una Introducción a una Teoría jurídica de
los mismos, confesamos nuestra preferencia por las concepciones de los dere-
chos que tratan de conjugar libertad e igualdad. Pese a todo, insistimos también
en que cualquier concepción material de los derechos debe limitarse a poner-
se sobre la mesa, sin imposiciones de ningún tipo. Una cosa es defender una
teoría de los derechos y otra pretender que esa teoría sea asumida por quien
en última instancia deba decidir en una sociedad democrática [§§ 61, 64].

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Capítulo primero

Introducción a los derechos humanos

I. Concepto y antecedentes

Se ha definido a los derechos humanos, en términos genéricos,


como “aquellos derechos que tienen todas las personas por el solo
hecho de ser tal, y que les permite su máxima realización mate-
rial y espiritual, con responsabilidad para su propia comunidad”.2
Les pertenecen a toda la humanidad por el hecho de ser tal.
No obstante, su desarrollo normativo y reconocimiento ha sido
un largo proceso que va de la par con el devenir histórico de la
misma humanidad.
Un somero registro a la historia de los derechos humanos, nos
revela cinco grandes etapas:3

1) Surge en la historia la noción de deberes que se encuentran


en antiguos documentos donde la idea se irá perfecciona-
do y evolucionando con el tiempo. Por ejemplo, el Código
de Hammurabi, las XII Tablas romanas, la Carta Magna
inglesa de 1215 e incluso los Diez Mandamientos cristia-
nos, documentos que, bajo la noción de deberes, sitúan al
hombre en escenarios de relación con el más allá, y no di-
rectamente los hombres en sociedad propiamente tal.

2 Galiano Haench, José, Derechos humanos. Teoría, historia, vigencia y

legislación, Santiago de Chile, LOM-ARCIS Universidad, 1998.


3 Bedin, Gilmar Antonio, Los derechos humanos y el neoliberalismo, Bo-

gotá, Magisterio, 2000.

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2 JORGE WITKER

2) El surgimiento ya de la noción de derechos que se plasma


en la Declaración de Virginia de 1776 y en la Declara-
ción francesa de 1789, en donde se otorgan o reconocen al
hombre en abstracto.
3) Una tercera etapa, la encontramos en el tránsito del esta-
tismo holístico que subordina a los individuos bajo el prin-
cipio de un Estado otorgante de derechos a los individuos.
4) En este cuarto estadio surge la preeminencia del individuo
sobre el Estado, noción individualista que se construye en
torno a las ideas de Thomas Hobbes, John Locke y Jean
Jacques Rousseau. En esta etapa, podríamos decir que está
el germen de los reconocimientos y exigibilidad de los de-
rechos humanos de la era actual.
5) De esta última etapa, que tiene como centro al individuo,
se va a desprender un dato fundamental que también emer-
ge después de la Segunda Guerra Mundial, y que apunta
a identificar que los derechos de los individuos no pueden
plantearse en abstracto sin considerar las condiciones ma-
teriales de existencia, lo que se conoce como la idea de
“desigualdad-igualdad”.

Conviene señalar que, en materia de desigualdad, original-


mente el pensamiento cristiano aceptó esta desigualdad material,
pues su enfoque se vinculaba a la relación del hombre con Dios
en el más allá, en cuya vertiente o escenario todos los hombres
son iguales ante él, sin consideración alguna a su desigualdad
material. Respecto a los pensadores clásicos, Rousseau fue quizá
el único que se refirió en parte al problema de la desigualdad;
pero bajo el concepto de voluntad general que se plasma en el
Contrato social la desigualdad obvia no fue planteada como un
obstáculo para el pacto contractualista que daría por resultado la
creación y emergencia del Estado, con lo cual se manifestó que
este último tiene su origen en un consenso de los individuos, dan-
do inicio a las teorías de la soberanía popular que se construyen
el Estado moderno reciente.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 3

II. Los principios de los derechos humanos

Como se sabe, la reforma constitucional de 2011 estableció en


la primera parte del párrafo tercero de nuestro artículo 1o. cons-
titucional los principios base de los derechos humanos: “Todas
las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obli-
gación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos de conformidad con los principios de universalidad, in-
terdependencia, indivisibilidad y progresividad”.
Estos principios fueron consagrados por vez primera en la De-
claración de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos,
celebrada por la Organización de las Naciones Unidas (en ade-
lante ONU) en la capital austriaca Viena.
Los desglosamos a continuación:

—— Son universales porque son aplicables a todas las perso-


nas sin distinción alguna. No importa la raza, el color, el
sexo, el origen étnico o social, la religión, el idioma, la
nacionalidad, la edad, la orientación sexual, la discapa-
cidad o cualquier otra característica distintiva pues estos
derechos son de y para todas y todos. Esta característica
también se refiere a que son derechos aceptados por todos
los Estados.
—— Son inalienables, es decir, a nadie puede cancelársele o
destituírsele y, al mismo tiempo, nadie puede renunciar a
ellos, puesto que son inherentes a las personas.
—— Son indivisibles e interdependientes, esto es, los derechos
humanos están relacionados entre sí de tal forma que para
ejercer plenamente determinado derecho será necesaria la
intervención de otro u otros. Por ejemplo, para ejercer el
derecho a la educación es necesario acceder también al de-
recho a la salud y al derecho a la alimentación. En este
mismo sentido, la violación de uno de ellos puede afectar
directa o indirectamente el ejercicio de otro u otros. Tal es
el caso de la violación del derecho a un medio ambiente

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4 JORGE WITKER

sano, que disminuiría la calidad de vida de las personas


vulnerando también su derecho al mejor estado de salud
física y mental. Por lo anterior, los derechos humanos de-
ben considerarse como un conjunto inseparable entre sí.
—— Son progresivos, esto es, implica que como más adelante
referiremos, se establece cada vez más un piso mayor de
derechos, sin poder retrotraer, conculcar ni desconocer
los derechos ya establecidos en el ordenamiento jurídico
y su aplicación respectiva.4

III. Los diversos tipos de derechos humanos

En esta breve visión de los orígenes de los derechos humanos


conviene señalar que desde los primeros derechos reconocidos
—llamados derechos civiles y políticos— se fue desarrollando
lentamente la idea de que estos derechos, planteados como “de-
rechos de primera generación”, son inviables en hombres o indi-
viduos que carecen de las condiciones materiales mínimas para
ejercer tales derechos; cuestión que se fue reforzando hasta la
fecha en el carácter universal, indivisible, interdependiente, ina-
lienable, progresivo y absoluto de los derechos humanos.
Para contemplar estas condiciones materiales mínimas se fue
construyendo, especialmente, desde la Segunda Guerra Mundial,
la noción de “derechos sociales”, que abarca los derechos eco-
nómicos (vivienda, salud, educación, alimentación, etcétera);
culturales (libertad de expresión y acceso a toda manifestación
artística); de solidaridad (en donde se inscriben el derecho a au-
todeterminación de los pueblos, un medioambiente sano, a la re-
creación, de los consumidores, de los pueblos indígenas) y, fi-
nalmente, los llamados de “cuarta generación” (tecnologías de la
información y comunicación y bioética).
4 Oficina
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, 20 claves para conocer y comprender mejor los derechos humanos,
México, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Dere-
chos Humanos, 2011, pp. 7 y 8.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 5

Una evolución somera de los derechos humanos se presenta


en las polémicas discusiones sobre la desigualdad e igualdad, y
también de su origen ya sea natural, o contractual, elementos to-
dos que los conducen a identificar sus primeras manifestaciones y
tipologías en derechos: civiles; políticos; económicos, sociales
y culturales y derechos de solidaridad.
Conviene aclarar, al respecto, que esta tipología sólo tiene un
valor histórico-didáctico, pues la doctrina vigente de los dere-
chos humanos internacionalmente aceptada, desde la Declara-
ción de Viena de 1993, plantea que los derechos humanos son
indivisibles, progresivos e interdependientes; con lo cual asumen
un carácter unívoco e integral, ratificado por la reforma constitu-
cional en materia de derechos humanos de junio de 2011, en su
artículo 1o.
A continuación, desarrollaremos una breve mención del con-
junto de estos derechos.

1. Los derechos civiles

Son todos aquellos derechos que tienden a limitar el poder del


Estado, y reservar para el individuo, o para grupos particulares,
una esfera de libertad en relación con el Estado.5 Son los prime-
ros que emergen como derechos de libertad, con carácter nega-
tivos, pues se plantean en contra del Estado, y que responden
básicamente al emergente pensamiento liberal de la época.
Su tratamiento jurídico inicial está dado desde dos documen-
tos esenciales de la Edad Media: la Carta Magna leonesa de 1188
y la Carta Magna inglesa de 1215. En ellas encontramos la pri-
mera limitación.
Estos derechos civiles, según el derecho comparado, son:

—— Las libertades físicas.


—— Las libertades de expresión.
5 Bobbio, Norberto, Sociedad y Estado en la filosofía política moderna,

Sao Paulo, Brasiliense, 1987.

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6 JORGE WITKER

—— La libertad de conciencia.
—— La propiedad privada.
—— Derecho de la persona acusada.
—— Garantías de los anteriores derechos, libertad de petición,
el derecho al habeas corpus y al derecho de protección.

En su momento, el doctor Jorge Carpizo estableció la siguiente


división de este tipo de derechos basándose en la estructura del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en adelante
PIDCP),6 que a continuación se describe con su respectivo articu-
lado constitucional.

A. Derechos de igualdad

—— Toda persona goza de derechos humanos que la Consti-


tución y los tratados internacionales ratificaos reconocen,
los cuales no pueden suspenderse, sino en los casos y
condiciones que ella misma establece (párrafo 1, artículo
1o.).
—— Prohibición de la esclavitud (párrafo 2, artículo 1o.).
—— Prohibición de tratados de extradición de reos políticos,
quienes hayan tenido la condición de esclavos en su país
(artículo 15).
—— Prohibición de discriminación por origen étnico o nacio-
nal, género, edad, discapacidades, condición social, de sa-
lud, religión, opinión, preferencias sexuales, o cualquiera
que atente la dignidad humana (párrafo 3, artículo 1o.).
—— Igualdad entre el hombre y la mujer (párrafo 1, artículo
4o.).
—— Prohibición de títulos de nobleza (artículo 12).
—— Nadie puede ser juzgado por leyes privativas (artículo 13).

6 Carpizo, Jorge, “Los derechos humanos: una propuesta de clasificación

de los derechos civiles y políticos”, Revista de la Facultad de Derecho de Mé-


xico, México, núm. 256, t. LXI, julio-diciembre de 2011, pp. 31-67.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 7

—— Nadie puede ser juzgado por tribunales especiales (ar-


tículo 13).
—— Ninguna persona o corporación puede gozar de fuero (ar-
tículo 13).
—— Ninguna persona o corporación puede obtener más emo-
lumentos que los que sean compensación por servidores
públicos y se encuentren fijados por la ley (artículo 13).

B. Los derechos de libertad

a. Libertades de la persona humana en el aspecto físico

—— Libertad de trabajo, profesión industria o comercio, sien-


do todo lícitos (párrafo 1, artículo 5o.).
—— Nadie puede ser privado del producto de su trabajo sino
por resolución judicial (párrafo 1, artículo 5o.).
—— Nadie puede prestar trabajos personales sin la justa re-
tribución y sin su consentimiento, salvo en resoluciones
impuestas como pena (párrafo 3, artículo 5o.).
—— Los servicios públicos solo pueden ser obligatorios y gra-
tuitos en los términos de la ley (párrafo 4, artículo 5o.).
—— Prohibición de contrato o renuncie temporalmente o per-
manentemente a ejercer determinada profesión (párrafo
6, artículo 5o.).
—— El contrato no puede exceder de un año en perjuicio del
trabajador, ni tener como renuncia o perdida cualquiera de
los derechos políticos o civiles (párrafo 7, artículo 5o.).
—— La falta de cumplimiento del contrato de trabajo por parte
del trabajador (párrafo 8, artículo 5o.).
—— Derecho a la posesión de armas en el domicilio para la
seguridad y la legítima defensa (artículo 10).
—— Libertad de tránsito (artículo 11).
—— Derecho a solicitar asilo si es perseguido por motivos po-
líticos (artículo 11).

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8 JORGE WITKER

—— Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter pura-


mente civil (párrafo 8, artículo 17).
—— La prisión preventiva sólo se puede imponer en aquellos
delitos que merezcan pena privativa (párrafo 1, artículo
18).
—— Los menores de 12 que hayan cometido un delito sólo
están sujetos a rehabilitación (párrafo 4, artículo 18).
—— Libertad al indiciado si en el plazo constitucional si el juez
no dicta el auto a vinculación (párrafo 4, artículo 19).
—— Prohibición a la pena de muerte (artículo 22).

b. Libertad de la persona humana en el aspecto espiritual

—— Decisión sobre el número de hijos y espaciamiento de hi-


jos (párrafo 2, artículo 4o.).
—— Pleno respeto a la libertad creativa (párrafo 9, artículo
4o.).
—— Libertad de expresión (párrafo 1, artículo 6o.).
—— Derecho de réplica (párrafo 1, artículo 6o.).
—— Libertad de imprenta (párrafo 1, artículo 7o.).
—— Prohibición a la censura previa (párrafo 1, artículo 7o.).
—— Derecho de petición por escrito de manera respetuosa (pá-
rrafo 1, artículo 8o.).
—— Inviolabilidad del domicilio, salvo por mandamiento es-
crito y autoridad competente (párrafo 1, artículo 16).
—— Visitas domiciliarias por parte de la autoridad administra-
tiva (párrafo 15, artículo 16).
—— Derecho a la protección de los datos personales, acceso,
rectificación y cancelación de los mismos (párrafo 2, ar-
tículo 16).
—— Inviolabilidad de las comunicaciones privadas (párrafo
12, artículo 16).
—— Libertad de consciencia y de creencia religiosa (párrafo
1, artículo 24).

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 9

—— Libertad de culto (párrafo 1, artículo 24).


—— En tiempo de paz ningún miembro del ejercito puede alo-
jarse en casa particular contra la voluntad del dueño (pá-
rrafo 17, artículo 16).

C. Los derechos de la persona social

—— Libertad de asociación (párrafo 1, artículo 9o.).


—— Libertad de reunión en forma pacífica (párrafo 1, artículo
9o.).

D. Los derechos de seguridad jurídica

—— Irretroactividad de la ley en prejuicio de la persona alguna


(párrafo 1, artículo 14).
—— Principio de legalidad y reserva de ley en materia penal
(párrafo 3, artículo 14).
—— Principio de legalidad en materia civil (párrafo 4, artículo
14).
—— Fundamentación y motivación en mandamiento escrito de
la causa legal del procedimiento, por parte de la autoridad
(párrafo 1, artículo 16).
—— Requisitos de expedición de una orden de vinculación a
proceso (párrafo 3, artículo 16).
—— Entrega del inculpado detenido a disposición del juez sin
dilación alguna (párrafo 4, artículo 16).
—— Detención a quien esté cometiendo un delito o inmedia-
tamente después de haberlo cometido (párrafo 5, artículo
16).
—— El Ministerio Público únicamente puede ordenar la deten-
ción o decretar la libertad (párrafo 7, artículo 16).
—— En casos de urgencias o flagrancia el juez debe inmediata-
mente ratificar la detención o decretar la libertad (párrafo
7, artículo 16).

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10 JORGE WITKER

—— Ningún indiciado puede ser retenido por el Ministerio Pú-


blico por más de 48 horas, plazos que se duplica en delin-
cuencia organizada (párrafo 10, artículo 16).
—— Requisitos de orden de cateo debe contener y sólo pue-
de ser expedida por autoridad judicial (párrafo 11, artícu-
lo 16).
—— Nadie puede hacerse justicia por sí mismo (párrafo 1, ar-
tículo 17).
—— El servicio de los tribunales es gratuito (párrafo 2, artícu-
lo 17).
—— Acceso a la justicia (párrafo 2, artículo 17).
—— En los procedimientos orales las sentencias deben ser ex-
plicadas en audiencia pública (párrafo 5, artículo 17).
—— Sitios distintos y separados para los procesados y senten-
ciados (párrafo 1, artículo 18).
—— Beneficios para los sentenciados de acuerdo con los su-
puestos de la ley (párrafo 2, artículo 18).
—— Lugares separados para la compurgación de hombres y
mujeres (párrafo 2, artículo 18).
—— Sistema integral de justicia para adolescentes (párrafos 4,
5 y 6, artículo 18).
—— Los sentenciados mexicanos en el extranjero y los extran-
jeros sentenciados en México, pueden ser trasladados al
país de origen (párrafo séptimo, artículo 18).
—— Cercanía de los centros penitenciarios al domicilio del
sentenciado (párrafo 8, artículo 18).
—— Plazos de detención ante autoridad judicial (párrafo 1, ar-
tículo 19).
—— Requisitos que debe contener el auto de vinculación a
proceso (párrafo 1, artículo 19).
—— Casos en los que procede la prisión preventiva por soli-
citud del Ministerio Público o porque el juez lo decreto
(párrafo 2, artículo 19).
—— Todo proceso se sigue por el hecho delictivo señalado en
el auto a vinculación del proceso (párrafo 5, artículo 19).

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 11

—— Suspensión del proceso y plazos para la prescripción de la


acción penal (párrafo 6, artículo 19).
—— Sanciones a los abusos contra los detenidos y en las cár-
celes (párrafo 7, artículo 19).

2. Los derechos políticos

Son derechos positivos que implican derechos a participar en


el Estado. Estos derechos son herederos del pensamiento demo-
crático, y se mencionan como tales: al sufragio universal, a cons-
tituir partidos políticos, de plebiscito, referéndum y de iniciativa
popular.
Su consideración normativa se dio después de la Revolución
francesa de 1789, en el momento de consagrarse a nivel institu-
cional las ideas de Montesquieu7 sobre la separación de poderes
(funciones) estatales y expresamente en la Declaración de De-
rechos del Hombre y del Ciudadano de 1793 (que amplía a su
homóloga de 1789), cuando refiere en su artículo 29: “Cada ciu-
dadano tiene derecho, en condiciones de igualdad, a participar en
la elaboración de la ley y en el nombramiento de sus mandatarios
o agentes”. Tal principio responde a lo que James Madison con-
sideró como un elemento esencial del gobierno de tipo republi-
cano.8
Aunque en un principio todos estos derechos de participación
de los individuos en la sociedad fueron establecidos de manera
restringida a través del voto censitario; posteriormente se amplia-
ron a diversas capas de la población, como son las mujeres, los
analfabetos, los mayores de 18 años de edad, etcétera, asumiendo
el carácter de universal.
A nivel de derecho internacional de los derechos humanos, los
derechos de carácter político que integran, entre otros, la igualdad
7 En
su conocido El espíritu de las leyes, de 1748.
8 Hamilton,
Jay y Madison, El federalista, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1989.

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12 JORGE WITKER

en el acceso a la funciones públicas y la igualdad en el derecho


al voto se encuentran consagrados en los artículos 21 de la De-
claración Universal de Derechos Humanos (en adelante DUDH),
25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en
adelante PIDCP), XX de la Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre (en adelante DADDH) y 23 de la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos (en adelante CADH).9
Nuestro texto constitucional consagra este tipo de derechos
principalmente en los artículos 34 y siguientes.

3. Los derechos económicos, sociales y culturales

Los derechos económicos, sociales y culturales, conocidos


como DESC, son derechos de créditos que convierten al Estado
en deudor de los individuos, excluidos del mercado. Buscan un
mínimo de igualdad y bienestar social con base en su calidad y
condición de persona humana.
Se ubican históricamente a fines del siglo XX, y comienzos
del XXI, como aspiraciones del Estado de bienestar, con el Esta-
do interventor para promover de distintas maneras una más equi-
tativa distribución de la riqueza.
Cabe destacar que nuestra carta magna fue la primera que in-
corporó los derechos sociales. Sin embargo, la doctrina mexicana
ha sostenido que estos derechos no son directamente operativos,
sino meramente programáticos.
Contrario a esta posición eminentemente legalista, se encuen-
tra cimentada tanto a nivel de interpretación jurisprudencial (para
lo cual, como veremos en el capítulo siguiente, es esencial una
visión abierta y basada en principios), como a nivel legislativo,

9 Así como en el artículo 3o. del Protocolo Adicional al Convenio para la

Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (en


lo que sigue CEDH) y 13 de la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de
los Pueblos (Carta de Banjul, Comisión Africana de Derechos Humanos y de los
Pueblos, en adelante CADHP).

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 13

con especial énfasis en la corriente del constitucionalismo latino-


americano contemporáneo; inaugurado con la Constitución co-
lombiana de 1991, una tendencia que prioriza la operatividad sin
trabas de estos derechos.
En esta última vertiente, se han establecido criterios comple-
mentarios de adecuación interpretativa.

A. Igualdad jerárquica e indivisibilidad de derechos

Según el cual se rompe el esquema de que algunos derechos


son más importantes que otros, y, por tanto, son de primordial
cumplimiento. Por lo menos desde 1993, con la Declaración de
Viena de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos
de la ONU celebrada ese año, la universalidad, interdependencia
e indivisibilidad de los derechos da paso a una cabal comprensión
de derechos humanos, en que los derechos —en su amplio catá-
logo— vinculan de igual manera al Estado y a los particulares.
Esta igualdad e indivisibilidad de los derechos ha salido de un
esquema meramente teórico —y, por tanto, meramente progra-
mático—, para ser parte de diversos textos constitucionales ge-
nerando en los DESC igual categoría de derechos y obligaciones
que respecto de los civiles y políticos, por ejemplo, Venezuela de
1999, Ecuador en 1998 y 2008, Guatemala en 1993 y Nicaragua
en 2003, Bolivia de 2008. Este es el objeto preciso de la reforma
constitucional de 2011, cuando incorpora al párrafo tercero del
artículo 1o. de nuestra Constitución Política de los Estados Uni-
dos Mexicanos (en adelante CPEUM) tales principios de univer-
salidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.

B. Aplicación directa de los Desc y rango constitucional de


los tratados internacionales

Pues al existir una igualdad jerárquica entre los diversos de-


rechos humanos, y por ende un mismo nivel de exigibilidad de

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14 JORGE WITKER

los mismos, existe igualmente un mismo nivel de aplicación di-


recta de aquellos; así, se ha establecido de manera constitucional
en los ordenamientos respectivos de Venezuela, Ecuador y Boli-
via.10 Pero, esa aplicación no sólo queda en lo que establezca la
norma constitucional, pues también se ha insertado en diversos
textos constitucionales latinoamericanos11 la jerarquía constitu-
cional y aplicabilidad de los DESC contenidos en tratados inter-
nacionales; esto es lo que, en el caso mexicano, señala el párrafo
segundo del artículo 1o. de la CPEUM, al referirse a la interpre-
tación conforme y al control de convencionalidad.12

C. Principio de progresividad de los derechos

Se establece cada vez más un piso mayor de derechos, sin


poder retrotraer, conculcar ni desconocer los derechos ya es-
tablecidos en el ordenamiento jurídico y su aplicación respec-
tiva. También existe una relación constitucional amplia a nivel
latinoamericano,13 reforzada por los instrumentos internacionales
en la materia,14 de las que nuestra CPEUM recoge en el ya referi-
do párrafo tercero de su artículo 1o. Además, existe una clara co-
10 Artículos22 constitucional venezolano (1999), 11.3 constitucional ecua-
toriano (2008) y 109 constitucional boliviano (2009).
11 Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guate-

mala, Honduras, Paraguay y Venezuela.


12 De la interpretación conforme y del control (difuso) de convencionalidad

haré una relación más detallada en el siguiente capítulo.


13 A este respecto, en términos directos los artículos 5.XXXV y 11.4 consti-

tucionales, respectivamente de Brasil y Ecuador. De forma indirecta, los textos


constitucionales de Argentina, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Paraguay,
entre otros.
14 Artículo 4o. del Protocolo de San Salvador de la Convención Americana

sobre Derechos Humanos, así como el Comentario General núm. 3 del Comité
de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos económicos,
sociales y culturales (1990), sobre la naturaleza de las obligaciones de los Es-
tados con base en el artículo 2.1 del Pacto Internacional de Derechos Económi-
cos, Sociales y Culturales (PIDESC).

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 15

rrelación con lo que el exministro Silva Meza llama el “derecho


al mínimo vital”, esto es, “a la cobertura de ciertas condiciones
mínimas vinculadas con las necesidades básicas del individuo”.15

D. Cláusula abierta de reconocimiento de los derechos

Bajo el que se rompe el esquema meramente exegético de apli-


cación de los derechos humanos, particularmente de los DESC, en
la medida que se encuentren establecidos en el catálogo constitu-
cional; permitiendo que la labor jurisprudencial sea complemen-
taria y enriquezca la labor legislativa, y por ende haga efectivo
el principio de progresividad —ya enunciado más arriba—. En
nuestra tradición jurídica, esta labor es de larga data, a través de la
jurisprudencia como fuente formal y obligatoria del derecho, que
se profundiza con el llamado control difuso de convencionalidad.
Preliminarmente podemos conceptualizar al control difuso como
la capacidad que tiene el juzgador de resolver controversias apli-
cando la normativa que concuerde con una protección más amplia
de los derechos humanos, consagrado específicamente en la parte
final del párrafo segundo de nuestro artículo 1o. constitucional.
Estos derechos se buscan satisfacer mediante tres aristas de
consagración:16

—— Un conjunto de programas de seguridad social, con el fin


de asegurar una seguridad económica mínima para todas
las personas, la redistribución de los recursos y disminuir
la pobreza.

15 Silva
Meza, Juan, “El derecho al mínimo vital: su contenido y relevan-
cia”, en Cervantes Alcayde, Magdalena, et al. (coords.), ¿Hay justicia para
los derechos económicos, sociales y culturales? Debate abierto a propósito de
la reforma constitucional en materia de derechos humanos, México, Suprema
Corte de Justicia de la Nación-UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
2014, p. 214.
16 Noguera Fernández, Albert, voz “Derechos sociales”, Diccionario de de-

rechos humanos, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2012.

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16 JORGE WITKER

—— Una red de servicios sociales en materia de salud, educa-


ción, vivienda, etcétera.
—— Una regulación del mercado laboral, que sea capaz de re-
conocer y proteger los derechos de los trabajadores.

Destacan, y con presencia significativa en la actualidad, los


siguientes derechos: el derecho al trabajo y el derecho al consu-
midor.

a) Derecho al trabajo, libertad de trabajo, derecho al salario


mínimo, derecho a la jornada de 8 horas, derecho al des-
canso semanal remunerado, derecho a vacaciones anuales,
derecho a la igualdad de salarios, y derechos colectivos
tales como el derecho a huelga y el derecho a la libertad
sindical.
b) Derecho de los consumidores, derecho a la seguridad so-
cial, derecho a la educación y derecho a la vivienda.

La violación de estos derechos ha traído como consecuencia el


incremento en pobreza, dado que al no tener acceso a estos dere-
chos deja a las personas en un estado de vulnerabilidad, pues no
cuentan con el mínimo vital para vivir como una persona digna,
pues no cuentan con las cosas más fundamentales para poder de-
sarrollarse en el entorno.
El catálogo de los DESC se ha desglosado por una serie de
instrumentos jurídicos internacionales, de la siguiente manera:

—— Derecho a la seguridad social y asistencia social (artículos


22 de la DUDH; 9o. del PIDESC y XVI de la DADDH).17
—— Derecho a la salud (artículos 25.1 de la DUDH, 12 del
PIDESC y XI de la DADDH).18
17 Además, artículos 12-14 de la Carta Social Europea (en adelante CSE)

y 34 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (en adelante


CDFUE).
18 También, artículos 11, 13 y 19.2 de la CSE; 31.1 y 35 de la CDFUE.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 17

—— Derecho a la educación y formación profesional (artículos


26 de la DUDH; 18.4 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, PIDCP; 13 y 14 del PIDESC; XII de
la DADDH y 12.4 de la CADH).19
—— Derecho a la enseñanza gratuita (artículos 26.1 de la
DUDH; 13.2 y 14 del PIDESC y XII de la DADDH).20
—— Derecho a nivel de vida adecuada y medios de subsisten-
cia (artículos 25.1 de la DUDH, 11 del PIDESC y XI de
la DADDH).21
—— Derecho a la vivienda (artículos 25.1 de la DUDH, 11 del
PIDESC y XI de la DADDH).22
—— Derecho a la alimentación (artículos 25.1 de la DUDH,
11 del PIDESC y 12 del Protocolo de San Salvador, en
adelante PSS).23
—— Derechos culturales y propiedad intelectual (artículos 27
y 22 de la DUDH; 15 del PIDESC y XIII de la DADDH).24
—— Derechos a gozar de los beneficios del progreso científico
y de sus aplicaciones (artículos 27.1 de la DUDH; 15 del
PIDESC y XIII de la DADDH).
—— Libertad para la investigación científica (artículos 27.1 de
la DUDH; 15.1 y 15.3 del PIDESC).25
—— Libertad de cátedra y enseñanza (artículos 18 de la DUDH;
18 del PIDCP; 13.3 y 13.4 del PIDESC).26

19 Además véase artículo 1o. del Protocolo 1 del Convenio para la Protec-
ción de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (Convenio
Europeo de Derechos Humanos, CEDH); 1.4, 9o., 10 y 15 de la CSE, y 14 de la
CDFUE.
20 Igualmente, el artículo 14.2 de la CDFUE.
21 También el artículo 13 de la CSE.
22 Ibidem, artículos 16 y 34.3 de la CDFUE.
23 Otros ordenamientos son el artículo 27 de la Convención de los Derechos

del Niño y la Observación General núm. 22 de la ONU.


24 También los artículos 13 y 17.2 de la CDFUE.
25 Ibidem, artículo 13 de la CDFUE.
26 Ibidem, artículos 13 y 14.3 y el artículo 9.1 de la CEDH.

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18 JORGE WITKER

—— Derechos laborales en general (artículos 23 de la DUDH


y 6o. del PIDESC).27
—— Derecho al trabajo (artículos 23.1 de la DUDH; 6o. del
PIDESC y XIV de la DADDH).28

Los derechos que la Suprema Corte de Justicia de la Nación


(en adelante SCJN) y la CPEUM reconocen como derechos eco-
nómicos, se encuentran establecidos en los siguientes artículos
señalados:

—— Educación (párrafo 7, artículo 3o.).


—— Alimentación (párrafo 3, artículo 4o.).
—— Salud (párrafo 4, artículo 4o.) la ley definirá las bases y
modalidades, conforme establece la fracción XVI del ar-
tículo 73.
—— Agua (párrafo 4, artículo 4o.).
—— Vivienda (párrafo 7, artículo 4o.).
—— Seguridad social (artículos 4o.; 27, fracción III; 122, apar-
tado C, base primera, fracción V, inciso i, y 73, fracción
XXIX.T).
—— Trabajo (párrafos 1 y 2 del artículo 5o. y 123, fracciones
I y II).
—— Medioambiente sano (párrafo 5, artículo 4o.).

Además, la CADH cuenta con un instrumento específico sobre


DESC: el Protocolo de San Salvador (PSS).
Igualmente, el artículo 25.1 de la DUDH se refiere a los DESC:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le
asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en espe-
cial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica
y los servicios sociales necesarios”.

27 También los artículos 15, 17-32 de la CDFUE.


28 Ibidem, artículo 15 de la CDFUE y los artículos 1.1 y 18 de la CSE.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 19

4. Los derechos de solidaridad

Estos derechos nacen como derechos humanos en el ámbito


internacional y no están destinados específicamente a la protec-
ción de los intereses de un individuo, de un grupo o de un deter-
minado Estado. El destinatario es el género humano, como un
valor supremo, en términos de existencialidad concreta. También
se dice que son derechos “por encima del Estado”, en un sistema
supranacional de jurisdicción internacional-global.
Aunque se da la percepción de que son derechos de aparición
muy reciente, existe un claro antecedente en 1217. Ese año, el
rey Enrique de Inglaterra, al momento de ratificar la Carta Mag-
na que su antecesor Juan Sin Tierra se había obligado a firmar
ante los nobles en 1215, firmó también la Gran Carta del Bosque,
que, en resumidas cuentas, estableció derechos de la comunidad,
como prerrogativas ante la autoridad del rey y la nobleza, por los
cuales se protegía a la naturaleza en sus más diversos recursos
en beneficio de la propia comunidad.29 Como se puede observar,
se trata de una manifestación propia de derechos colectivos de
muy antigua data, con lo que se rompe el tradicional esquema
de que la prioridad histórica ha estado del lado de los derechos
individuales.
El doctor Jorge Carpizo los identificó a partir de las siguientes
características esenciales:30

—— Su fundamento es la cooperación internacional, es la co-


laboración en las relaciones internacionales de los actores
29 Para un buen entendimiento de este proceso, Linebaugh, Paul, El mani-

fiesto de la carta magna. Comunes y libertades para el pueblo, Madrid, Trafi-


cantes de Sueños, 2013. El texto completo de la Gran Carta del Bosque se puede
consultar en las páginas de dicho texto.
30 Citado en Moctezuma Barragán, Javier, “Los derechos humanos de soli-

daridad y los objetivos del milenio”, en Carbonell, Miguel et al. (coords.), Esta-
do constitucional, derechos humanos, justicia y vida universitaria. Estudios en
homenaje a Jorge Carpizo. Derechos humanos, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, t. V, vol. 2, 2015, p. 122.

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20 JORGE WITKER

internacionales: Estados, organismos internacionales pú-


blicos o privados, organizaciones no gubernamentales (en
adelante ONG), empresas e individuos. Son derechos que
la comunidad internacional identifica y exige.
—— Son derechos relacionados con la supervivencia de las so-
ciedades humanas en lo colectivo y del ser humano en lo
individual.
—— En los derechos de solidaridad se defienden intereses co-
lectivos, supraindividuales, generales y difusos.
—— El titular puede ser el Estado, la persona y la colectividad,
en cuanto agrupa el interés de los integrantes de la mis-
ma, de ese interés difuso, en el que interactúan el interés
colectivo y el individual.

Estos derechos de solidaridad se enlistan así: a) derecho al


desarrollo; b) derecho a un medioambiente sano; c) derecho a la
paz; d) derecho al agua, y e) derecho de los pueblos a la autode-
terminación.

A. El derecho al desarrollo

El derecho al desarrollo es la prerrogativa de los países emer-


gentes a superar el subdesarrollo y la dependencia, implantando
políticas públicas que posibilitan el cumplimiento de los dere-
chos económicos y sociales a las poblaciones excluidas y mar-
ginadas, en el contexto de equidad democrática. Se trata de un
derecho al desarrollo que crea condiciones mínimas de bienestar
social.31
Su fundamento normativo lo encontramos en el artículo 1o. de
la Declaración al Desarrollo de la ONU:32

31 Fuente
legal, p. 98.
32 Adoptado
por la Asamblea General de la ONU en su Resolución 41/128,
del 4 de diciembre de 1986.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 21

El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable en vir-


tud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados
para participar en un desarrollo económico, social, cultural y po-
lítico en el que puedan realizarse plenamente todos los derechos
humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo
y a disfrutar de él.

B. Derecho a un medioambiente sano

El crecimiento urbano y el desarrollo tecnológico han causado


profundos daños tanto ambientales como el hábitat, y han afecta-
do el entorno natural de los seres humanos. El cambio climático
devastador de climas y alimentos, y de su variante alimentaria,
es un ejemplo de ello.
Este derecho fue reconocido por el PIDESC, específicamente
su artículo 12.2.b, ratificado en la Declaración Internacional de
Derechos de los Pueblos, que expresamente indica en su artículo
16: “Todo pueblo tiene derecho a la conservación, a la protec-
ción y al mejoramiento del medioambiente”.
También en el artículo 11 del PSS:33

Artículo 11. Derecho a un medio ambiente sano.


1. Toda persona tiene derecho a vivir en un medio ambiente
sano y a contar con servicios públicos básicos.
2. Los Estados Partes promoverán la protección, preservación
y mejoramiento del medio ambiente.

C. Derecho a la paz

Los modelos económicos contemporáneos, bajo el paradigma


de liberación económica total, han propiciado el tráfico de armas
y estupefacientes, a nivel planetario, con los cuales la delincuen-
33 Adoptado por la Organización de Estados Americanos (en adelante

OEA) el 17 de noviembre de 1988. Vigente en México desde el 16 de noviem-


bre de 1988.

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22 JORGE WITKER

cia organizada ha desatado estados de violaciones en diversidad


de países, afectando la vida cotidiana de las sociedades, en cuya
situación el derecho a la paz se alza como una prerrogativa esen-
cial de pueblos y regiones.
Este derecho fue reconocido en varios textos internacionales,
destacando los siguientes: el artículo 26.2 de la DUDH, artículo
13 del PIDESC, en el artículo VII.2 de la Declaración de Princi-
pios de la Conferencia Cultural Internacional y en el artículo 23
de la CADH.

D. Derecho al agua

Este derecho está estrechamente ligado a otros derechos hu-


manos bajo el llamado efecto irradiación como en el caso de los
derechos a la salud, a la alimentación, a la vivienda, a un medio
ambiente libre de contaminación.
No obstante su trascendencia se trata de un recurso limitado,
escaso, que ya se encuentra en peligro. Fue así que la Asamblea
General de la ONU, en su Resolución 64/292 (del 28 de julio de
2010), reconoció expresamente el derecho humano al agua y al
saneamiento, reafirmando que el agua potable limpia y el sanea-
miento son esenciales para la realización de todos los derechos
humanos.
Por ello es pertinente reiterar que las tendencias privatizadoras
están amenazando este derecho, con diversos pretextos que eco-
nómicamente buscan reemplazar la responsabilidad de los Esta-
dos por concesiones a agentes privados, los que bajo fines de lu-
cro intentan asimilar este recurso humano a simples mercancías
propias de los mercados actuales.

E. Derecho de los pueblos a la autodeterminación

Este derecho es un derecho antiguo, pero cuyo proceso se in-


tensifica después de la Primera y Segunda guerras mundiales con

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 23

el proceso de descolonización respecto de los fenecidos imperios


del siglo XIX. Su tratamiento vertiginoso fue tal, que fue reco-
gido por la Carta de Derechos y Deberes de los Estados (1975);
la cual impide que los países desarrollados y sus grandes corpo-
raciones interfieran en las políticas públicas de los países emer-
gentes, presionando y haciendo valer su poderío en el ámbito
de los recursos naturales y de los modelos económicos de corte
neoliberal.
En 21 de diciembre de 1952, la Asamblea General de la ONU
aprobó la Resolución 626 (VII), sobre el derecho a explotar libre-
mente las riquezas y recursos naturales.
Desde esa fecha a esta hora, los diversos ordenamientos cons-
titucionales han ido agregando a los sectores públicos los recur-
sos no renovables.
Así como el derecho a la paz, este derecho se ha establecido
y garantizado en diversos textos normativos internacionales: ar-
tículos 1.1. y 1.3. del PIDCP; 1.1. y 1.3 del PIDESC; 5o. de la
Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, y 20 de
la CADH.
En la actualidad, entre la ofensiva de los tratados de libre co-
mercio, y el actual Tratado Transpacífico de Asociación Estraté-
gica (en adelante TPP), este derecho adquiere una importancia
estratégica para los países emergentes de nuestro planeta.

IV. Justiciabilidad de los DESC y los de solidaridad

Como abordaremos en el capítulo segundo, los DESC han varia-


do en su aplicación dependiendo no tanto de la labor del legis-
lador, en el entendido que éste cumpla su labor de positivarlos
en normas jurídicas, como sí en el juzgador, desde un traslado
meramente legalista a uno acorde con principios.
Con la reforma constitucional de 2011 en materia de derechos
humanos, sentando el punto de partida del artículo 1o. constitu-
cional, el cual exige una interpretación integrada y/o armónica

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24 JORGE WITKER

entre los derechos humanos que tienen fuentes constitucionales


y los derechos humanos con fuente en los tratados internaciona-
les ratificados por México. Con ello, la obligación del intérprete
es la de integrar de la mejor manera posible una interpretación
que brinde una mayor protección a la persona, con el principio
pro persona-pro homine, con base en las dos fuentes con las que
cuenta el intérprete.
Aunado a la innovación señalada por el exministro de la SCJN,
Juan Silva Meza, quien amplía las vías judiciales de protección
especialmente en relación con la justiciabilidad de los derechos
sociales, hay cambios no sólo de manera individual sino de la
legitimación y la adopción de remedios de alcance o carácter co-
lectivo. Dichos cambios establecen las bases para un cambio ju-
risprudencial en la materia.
Los sistemas universal e interamericano, a los que México
pertenece, definieron algunos estándares relacionados con las
obligaciones generales en materia de derechos sociales, y otros
con obligaciones particulares de cada uno de los DESC que coin-
ciden con los instrumentos internacionales y la Constitución,
como: educación, vivienda, salud, agua, alimentación, seguridad
social y los derechos laborales.
En cuanto al sistema universal, este dio origen a contribucio-
nes sobre el tema entre los que destaca: la doctrina que desarro-
llo el Comité de DESC de la ONU. El cual supervisa el PIDESC
con la finalidad de promover recursos judiciales que permiten
presentar quejas en caso de violaciones de los mismos. En la Ob-
servación General núm. 3, se desarrolla el contenido de las obli-
gaciones generales en materia de los DESC, el cual incluye poner
a disposición recursos judiciales y otros recursos efectivos para
su protección. El mismo Comité tomando como antecedente la
Observación General núm. 3 desarrolló la núm. 9, en donde esta-
blece la aplicación del Pacto y la provisión de recursos judiciales,
así como los recursos administrativos.
De la misma manera, se adoptó un Protocolo facultativo del
PIDESC a la par que la comunidad internacional adoptó dicho

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 25

Protocolo. Este permite que en cuanto se agotan todos los recur-


sos internos se pueda llevar la queja a cualquier tribunal u órga-
no internacional para su protección.
Cabe destacar que con la interdependencia e indivisibilidad de
los derechos humanos existen instrumentos universales que in-
cluyen derechos sociales o vinculados con estos y que ya pueden
establecer una queja ante los respectivos Comités, creando los
mismos la respectiva jurisprudencia que han hecho justiciables a
los derechos sociales, gracias a su interconexión con otros prin-
cipios o derechos.

V. Los derechos humanos


y el neoliberalismo

1. Preliminares

Los derechos humanos, cuya evolución histórica brevemente


analizamos en páginas anteriores, ha seguido un curso históri-
co evolutivo, en donde el hombre ha ido conquistando derechos
para desarrollar una existencia plena y una vida digna.
Esta evolución, sin embargo, se encuentra abruptamente de-
tenida a partir de la década de los ochenta, en contrastante un
modelo económico comienza a desarrollarse a nivel planetario.
Gran Bretaña de Margareth Thatcher y los Estados Unidos de
Ronald Reagan imponen al mundo, a través de los organismos
financieros multinacionales, políticas públicas restrictivas y aus-
teras conocidas como el Consenso de Washington; decálogo que
fue erosionando las políticas públicas progresistas en el mundo,
y que lograron hegemonías en la mayoría de los países latinoa-
mericanos y europeos.
El Consenso de Washington plantea diez puntos como decá-
logo universal, para —bajo el principio de “menos Estado y más
mercado”— conformar las nuevas políticas públicas de la época.

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26 JORGE WITKER

2. Los fundadores

Tres nombres destacan al respecto: Milton Friedman, Ludwig


von Mises y Friedrich August von Hayek.34 Ellos articulan el ba-
samento conceptual teórico del modelo neoliberal, que en la épo-
ca de los ochenta emergió con el paradigma “menos Estado y
más mercado”.

3. Los fundamentos teóricos del neoliberalismo

Los principios teóricos al respecto se pueden resumir así:

1) Racionalismo evolucionista versus racionalismo construc-


tivista.
2) Orden resultado de la evolución, orden hecho en la praxis.
3) Normas de conducta justa versus normas de organización.
4) Orden de mercado versus justicia social.
5) Sociedades abiertas versus sociedades planificadas.

Estas cinco dicotomías compendian la visión sociopolítica del


neoliberalismo, que estos autores (especialmente Hayek) cons-
truyen como modelo o paradigma. En efecto, sostienen que las
instituciones sociales son expresiones de relaciones sociales que
evolucionan espontáneamente, sin voluntades humanas intencio-
nadas; es decir, no construidas deliberadamente por ideales de
personas o grupos.
El racionalismo evolucionista, proyectado en instituciones so-
ciales espontáneas, crea un orden derivado —también espontá-
neamente— desde el interior de las instituciones sin vinculación
con modos intencionados y artificiales propuestos por el racio-
34 Entre el camino a la servidumbre (1990), Los fundamentos de la libertad

(1983); Derecho, legislación y libertad (1973). Véase Bedin, Gilmar Antonio,


Los derechos humanos y el neoliberalismo, Bogotá, Magisterio, 2000, pp. 112
y 113.

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JUICIOS ORALES y DERECHOS HUMANOS 27

nalismo constructivista; modelo éste que, por sí, condena a los


hombres a la subordinación y servidumbre.
De este universo conceptual espontáneo, los neoliberales dis-
tinguen normas de conducta justas y normas de organización.
Las primeras se identifican con una concepción del derecho (jus-
ticia) y las segundas se identifican con la legislación referida a
la organización, estas últimas de creación relativamente nuevas.
Esta idea de un derecho justo, además de ser consecuencia de
la evolución espontánea de las instituciones sociales, no es ela-
borado por los hombres sino que sus normas se descubren en la
convivencia práctica, una especie de derecho natural; a diferen-
cia de la legislación que se crea expresamente para organizar las
relaciones entre autoridad y ciudadanos, con fines básicamente
de justicia social. El derecho justo se identifica con el derecho
privado, mientras la legislación —lógicamente— se asimila al
derecho público.
Por su parte, la justicia social, como categoría de distribución
del ingreso y la riqueza, es fuertemente contrastada con la justi-
cia formal referida esta última a lo conmutativo; distinción que
Aristóteles ya había establecido como justicia conmutativa y jus-
ticia distributiva. Además, la justicia social es vista como una
categoría típica de las sociedades planificadas (socialistas-social-
demócratas), compuesta y articulada por legislaciones totalmente
alejadas del derecho justo.
Corolario de lo anterior, surge el concepto de orden de mer-
cado, que se entiende como una red de muchas economías inte-
rrelacionadas y no gobernadas por escalas o jerarquía pública de
finalidades.
La naturaleza del orden de mercado es un tipo especial de
orden espontáneo, producido por el mercado mediante la acción
de varias personas dentro de las normas jurídicas de propiedad, de
responsabilidad civil y de contratos.
Pero este orden de mercado es percibido como un “orden glo-
bal”, superior a cualquier organización deliberada, que en él los
seres humanos —aún cuando estén volcados hacia sus propios

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28 JORGE WITKER

intereses— egoístas o altruistas, favorecen los intereses de mu-


chos otros, los cuales no son conocidos en su mayoría. Así, en la
gran sociedad (mercado global) los distintos miembros se benefi-
cian de los beneficios mutuos, a pesar de las finalidades diferen-
tes o, hasta opuestas que existan.
En dicha sociedad global los participantes entran a un escena-
rio de juego, entendido como disputa o competencia, según nor-
mas decididas por la mayor habilidad, fuerza o buena suerte. Esto
es, habilidad y suerte son factores espontáneos que libremente
presentan los actores en el contexto del orden de mercado.
La idea de la gran sociedad, diseño básico de la globalización
contemporánea, supone la existencia de sociedades abiertas en
las cuales el orden de mercado otorga a los participantes en la
disputa y competencia habilidad y suerte; lejos de las interfe-
rencias estatales que vía la justicia social de fines impide el ac-
tuar espontáneo, que bajo el principio de racionalidad evolutiva
hacen imperar un derecho justo que aplica abstractamente una
justicia conmutativa, universal y planetaria. Así, las sociedades
planificadas no tienen cabida alguna, salvo para implantar el to-
talitarismo y la servidumbre estatista.

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UNIDAD V
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CAPÍTULO XV
MERCADO COMÚN DEL SUR (MERCOSUR):
UNA VISIÓN GENERAL A MÁS DE DOS DÉCADAS DE SU FIRMA

Arturo OROPEZA GARCÍA*

Con mi mayor afecto y aprecio para nuestra querida


doctora Sonia Rodríguez, a quien una muerte enamo-
rada nos privó de su valiosa compañía

SUMARIO: I. Introducción. II. Marco de referencia. III. El Tratado de


Asunción (TA). IV. El Protocolo de Brasilia. V. El Protocolo de Ouro
Preto. VI. Protocolo de Olivos. VII. Marco económico del Mercosur.
VIII. La relación México-Mercosur. IX. Conclusiones. X. Bibliografía.

I. INTRODUCCIÓN

El Mercado Común del Sur (Mercosur) es una estrategia regional de inte-


gración que desde 1991 ha cubierto un espacio relevante en la vida econó-
mico-política de América del Sur. Su importancia en el tiempo ha sido sus-
tentada en primer lugar por la participación de Brasil, que al igual que dos
décadas atrás, sigue siendo la nación dominante, el elemento de aglutina-
ción de los diferentes países que hoy se integran al Mercosur de pleno dere-
cho como Argentina, Uruguay, Paraguay y de manera reciente Venezuela.
Sin embargo, a lo largo de estos más de veinte años su vida institucional no
ha sido fácil, por el contrario, ha estado llena de retos que los países que lo
integran han tenido que sortear para seguir avanzando en el largo camino

* Doctor en derecho e investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la


UNAM. Árbitro No-Nacional por parte de Brasil dentro del mecanismo de solución de con-
troversias del Mercosur. Autor de diversas obras sobre derecho económico e integración eco-
nómica.

347

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348 ARTURO OROPEZA GARCÍA

de la integración; el cual a pesar de la lógica de su planteamiento, no resulta


fácil para ningún país del mundo.
La sociedad global donde se construyó el Mercosur no existe más. En es-
te breve pero intenso tiempo transcurrido, un mundo dominado por el mo-
tor de la tecnología y la globalización, ha generado la caída y el surgimiento
de viejos y nuevos actores económicos, de igual modo que ha transformado
los flujos del comercio mundial.
Occidente ha palidecido económicamente frente al gran milagro de Asia
del Este y de China a través de su “socialismo de mercado”, en estas tres úl-
timas décadas han consolidado su papel de potencias económicas y de ma-
nera especial su relevancia en materia de exportaciones e importaciones
globales, lo cual ha jugado un papel preponderante para los países de Amé-
rica Latina en general y para el Mercosur de manera especial.
En el marco de estas tendencias generales, dar una mirada a la evolución
que ha seguido el Mercosur en estas más de dos décadas de vida resulta un
ejercicio obligado, dado el peso económico del bloque comercial en conjun-
to, pero también por la relevancia de cada uno de sus países integrantes. En
tal virtud, el presente trabajo tiene como intención realizar un breve análisis
de la trayectoria del Mercosur en estos 22 años de vida, para lo cual se lle-
vara a cabo una retrospectiva del esquema de integración a través de sus
principales etapas; incluyendo el avance logrado en materia de solución de
controversias, para pasar después al análisis de sus principales referencias
económicas y comerciales.

II. MARCO DE REFERENCIA

El Mercosur es el resultado de la conciliación de las diferencias políticas e


históricas de dos de sus principales integrantes que son Brasil y Argentina.
Sin embargo, la idea de una comunidad unida, de crear acuerdos sólidos
entre los intereses comunes de Argentina y Brasil se tuvo desde siempre, pe-
ro por muy diversas circunstancias jamás se concretó. No obstante, para
l985 ambos gobiernos, teniendo como característica que eran los primeros
electos libremente después de largos periodos de dictadura, enfrentaban la
necesidad de reorientar y reestructurar sus economías. El enorme peso de la
deuda externa contraída en los años anteriores, la falta de nuevos créditos,
la necesidad de hacer grandes inversiones para modernizarse y para compe-
tir en el mundo, llevó a ambos gobiernos a comprender que el proceso de
reconversión y expansión tendría más ventajas si era encarado en forma
conjunta. En ese contexto, para fines de l985 los presidentes Raúl Alfonsín

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MERCADO COMÚN DEL SUR 349

de Argentina y José Sarney de Brasil ratificaron la voluntad de enfrentar el


futuro de manera integrada, creando con ello el marco político para que se
exploraran relaciones de complementación entre sus gobiernos.
Bajo este impulso, Argentina desarrolló su idea de una “asociación prefe-
rente” con el país carioca y en febrero de l986 invitó a representantes de esa
nación a una reunión privada, sin compromisos, para discutir las caracterís-
ticas de la misma, la cual se tradujo en dos días de discusiones en un clima
de exploración e intercambio de ideas. Semanas después fue Brasil quien in-
vitó a una reunión de similares características, dando su respuesta favorable
a la idea argentina, por lo que comenzaron a diseñarse las principales ca-
racterísticas del acuerdo. Una idea central que fluyó desde el principio fue
que la posible integración debía servir no para encerrarse en sí mismos, sino
que el esquema debía ser visto como el camino más apropiado para motivar
la inserción de otros socios en el contexto regional. Desde luego la idea de
un acuerdo económico y político de esta naturaleza creaba escepticismo
porque la experiencia de los países comprometidos, al igual que la de otras
naciones de América Latina, provenía de una serie de acuerdos no exitosos
o de resultados limitados como fueron la Asociación Latinoamericana de
Libre Comercio (ALALC, 1960) y su sucesora, aún vigente, la Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI, 1980). De igual modo, porque en
l985, salvo la experiencia de la entonces Comunidad Económica Europea,
no había otros casos de éxito en temas de integración de economías desa-
rrolladas o de desarrollo intermedio. En l986 no existía el acuerdo entre
Estados Unidos y Canadá, menos aún por supuesto el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Estados Unidos y
Canadá. En Asia Pacífico la integración conocida como la Asociación de
Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) apenas daba sus primeros pasos.
La declaración de Foz de Iguazú firmada en noviembre de l9851 por los
presidentes Alfonsín de Argentina y Sarney de Brasil, comprometió a am-
bos gobiernos a superar la desconfianza y rivalidad que caracterizó su rela-
ción política durante los siglos XIX y XX, comprometiéndolos también pa-
ra que a mediados de l986 cada uno de los países presentara un informe
con las prioridades para la cooperación mutua. Respecto a este llamado, las
expectativas fueron superadas, porque en lugar de un informe, lo que los
negociadores presentaron fue un verdadero esquema de integración que el
29 de julio de 1986 dio base para que se firmara en Bueno Aires el Acta pa-

1 A partir de esta Declaración fue creada una Comisión Mixta de alto nivel para la inte-

gración y cooperación económica a nivel bilateral, contando ésta con subcomisiones de ener-
gía, transporte, comunicaciones, ciencia y tecnología.

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350 ARTURO OROPEZA GARCÍA

ra la Integración Argentino-Brasileña conocida como “Acta de Buenos Ai-


res”, en la cual los presidentes de ambos gobiernos decidieron establecer el
Programa de Integración y Cooperación Económica (PICE)2 entre la Repú-
blica Argentina y la República Federal de Brasil. Conforme a este espíritu
de asociación, el 10 de diciembre de 1986 se firmó ‘El Acta de la Amistad
Argentino-Brasileña, Democracia, Paz y Desarrollo’, en la que se volvió a
manifestar la voluntad de ambas partes de lograr el éxito del programa de
Integración y Cooperación Económica a través de un esquema de carácter
gradual, flexible y equilibrado entre los dos países, y el 29 de noviembre de
1988 se firmó en Buenos Aires el Tratado de Integración, Cooperación y
Desarrollo en virtud del cual ratificaron el deseo de construir un espacio
económico común en un plazo de diez años, a través de la liberación co-
mercial. El tratado consignó, entre otras medidas, la eliminación de todos
los obstáculos tarifarios y no tarifarios al comercio de bienes y servicios, así
como la armonización de políticas macroeconómicas. Para conseguir los
objetivos planteados se acordó el establecimiento de una zona de libre comercio
en un plazo de diez años y en una segunda etapa el establecimiento de un
mercado común a través de la armonización de políticas aduaneras, comercia-
les y sectoriales.
Con las modificaciones introducidas en los programas económicos de los
gobiernos de Brasil y Argentina y la adopción de nuevos criterios de moder-
nización y competitividad, el 6 de julio de 1990 los presidentes Carlos Mé-
nem de Argentina y Fernando Collor de Mello de Brasil, firmaron el “Acta
de Buenos Aires”, por medio de la cual se aceleraron los plazos a fin de po-
ner en marcha el mercado común el 1o. de enero de 1995. En agosto de 1990
Paraguay y Uruguay solicitaron unirse al proceso de integración, por lo que
el 26 de marzo de 1991 los presidentes de Argentina (Carlos Saúl Ménem),
Brasil (Fernando Collor de Mello), Uruguay (Luis Alberto Lacalle Herrera)
y Paraguay (Andrés Rodríguez), así como los ministros de Relaciones Exte-
riores de los respectivos países, firmaron en Asunción, Paraguay, el Tratado
de Asunción (TA) que se convertiría en el documento fundacional del Mer-
cado Común del Sur (Mercosur). En ese sentido los acuerdos de Argenti-
na-Brasil (que juntos han representado el 95% promedio de la influencia
económica dentro de lo que hoy es el Mercosur) fueron los pioneros de un
nuevo esquema de integración que durante los últimos 22 años, desde la fe-
cha de su fundación, ha venido jugando un papel relevante en Sudamérica.

2 El objetivo del PICE era el de propiciar un espacio económico común, con la apretu-

ra selectiva de los respectivos mercados y el estímulo a la complementación progresiva de los


sectores empresariales de cada Estado a las nuevas condiciones de competitividad.

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MERCADO COMÚN DEL SUR 351

Es importante señalar que el Tratado de Asunción (TA)3 no creó un mer-


cado común, sino que definió el objetivo de hacerlo, estableciendo plazos, me-
canismos e instrumentos tendientes a su conformación, por lo que se firmó
con carácter transitorio4. En tal virtud, desde el TA se creó una polémica
respecto a su naturaleza fundacional y su estructura institucional,5 debatién-

3 El Tratado de Asunción (TA), del 26/03/91, tiene los siguientes objetivos y caracterís-

ticas principales: Se trata de un acuerdo marco que establece mecanismos destinados a la


formación de una zona de libre comercio y de una Unión Aduanera en la subregión. El TA
tiene como objetivo crear medios para ampliar las actuales dimensiones de los mercados na-
cionales, condición fundamental para acelerar el proceso de desarrollo económico con justi-
cia social. En los términos del preámbulo del TA, ese objetivo debe ser alcanzado, entre
otros medios, mediante el aprovechamiento más eficaz de los recursos disponibles, la preser-
vación del medio ambiente y el mejoramiento de las intercomunicaciones físicas.
4 Artículos 9o.-17 del Tratado de Asunción. La organización del Mercosur, prevista en

el Tratado de Asunción, se fundamentó en una concepción pragmática evitando crear órganos


comunitarios en el período de transición, previo a la constitución de las entidades interguber-
namentales, cuyas decisiones serian tomadas por consenso en reuniones periódicas entre au-
toridades homólogas de los Países miembros. De acuerdo con el Tratado de Asunción, el ór-
gano superior del Mercosur es el Consejo del Mercado Común, compuesto por Cancilleres y
Ministros de economía de los cuatro países fundadores. El órgano ejecutivo, a su vez, es el
Grupo Mercado Común, compuesto por cuatro miembros titulares y cuatro substitutos.
Además de esos, fueron creados los órganos técnicos, que son los 11 Subgrupos de Trabajo:
SGT-1: Asuntos Comerciales; SGT-2: Asuntos Aduaneros; SGT-3: Normas Técnicas;
SGT-4: Políticas Fiscales y Monetarias Relacionadas con el Comercio; SGT-5: Transporte
Terrestre; SGT-6: Transporte Marítimo; SGT-7: Política Industrial y Tecnológica; SGT-8:
Política Agrícola; SGT-9: Política Energética; SGT-10: Coordinación de Políticas Macroe-
conómicas; SGT-11: Relaciones Laborales, Empleo y Seguridad Social. Cabe resaltar que
en esos órganos técnicos, durante el periodo de transición, fue creciente la participación del
sector privado, resultado del gran interés del empresariado, de los sindicatos y de los demás
segmentos de la sociedad en el proceso de constitución del Mercosur. Además de los encuen-
tros en el ámbito de esos órganos, la estructura institucional del Mercosur incluye, las Reu-
niones de Ministros de Educación y de Trabajo y las Reuniones Especializadas de Turismo,
Ciencia y Tecnología, Medio Ambiente y Cultura. Fue colocada en funcionamiento, tam-
bién, la Comisión Parlamentaria Conjunta del Mercosur, compuesta por sesenta y cuatro
parlamentarios (dieciséis de cada Estado Parte), que acompañó los trabajos desarrollados en
el ámbito del proceso de integración. Esa comisión no tuvo como atribución la aprobación
de la legislación comunitaria, a la vez que el Mercosur no admitió durante el período de
transición el llamado efecto de aplicación directa. El significativo avance institucional del
MERCOSUR puede ser constatado por el amplio Cronograma de Las Leñas, que reúne las
fechas límite para la ejecución de las tareas necesarias para la integración.
5 Artículo 1o. La estructura institucional del Mercosur contará con los siguientes órga-

nos:
I. El Consejo del Mercado Común (CMC);
II. El Grupo Mercado Común (GMC);
III. La Comisión de Comercio del Mercosur (CCM);
IV. La Comisión Parlamentaria Conjunta (CPC);
V. El Foro Consultivo Económico-Social (FCES);

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352 ARTURO OROPEZA GARCÍA

dose por los expertos de la época si se mantenía el texto contenido en el TA


o se negociaba uno nuevo; predominando el criterio que estimó que el Tra-
tado de Asunción debía mantenerse como tratado fundacional, y celebrarse
un protocolo adicional (Protocolo de Ouro Preto)6 respecto a los temas no
tratados en su cuerpo jurídico.
Junto con la ampliación del tratado se acortaron los plazos de integra-
ción hacia el interior, reduciendo el grueso de los impuestos al comercio en-
tre los países al 0% en cuatro años, con una rebaja gradual y un cronogra-
ma automático. La reducción de aranceles pasó así a tener más peso que la
combinación de políticas de tipo sectorial.
A la fecha puede señalarse que el Mercado Común del Sur es un proyec-
to de integración económica; un acuerdo subregional de integración de ca-
rácter intergubernamental, celebrado en el marco de la ALADI, tendiente a
la configuración de un mercado común, cuyo objetivo se contiene en el ar-
tículo 1o. del Tratado de Asunción que establece

Los Estados Parte deciden constituir un Mercado Común que deberá estar
conformado al 31 de diciembre de 1994, el que se denominará Mercado Co-
mún del Sur (Mercosur). Especifica también que el mercado implica la libre
circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países, el esta-
blecimiento de un Arancel Externo Común, coordinación de políticas ma-
croeconómicas en diversos sectores entre los que destaca el fiscal puesto que
los Estados se comprometen a armonizar sus legislaciones.7

A más de 20 años de su fundación el proyecto no ha podido consolidarse


como un mercado común y se le puede seguir considerando como una unión
aduanera imperfecta, que permite el libre acceso de casi la totalidad de los pro-
ductos con un arancel externo común. No obstante lo anterior, las aspira-

VI. La Secretaría Administrativa del Mercosur (SAM).


VII. Tribunal permanente de revisión (TPR).
VIII. Tribunal Administrativo Laboral del Mercosur (TAL).
IX. Centro Mercosur de Promoción de Estados de Derecho (CMPED).
Parágrafo único - Podrán ser creados, en los términos del presente Protocolo, los órganos
auxiliares que fueren necesarios para la consecución de los objetivos del proceso de integra-
ción.
Artículo 1o. del Protocolo de Ouro Preto, instrumento jurídico internacional que define
la estructura del Mercosur, y que redefine lo planteado por su anterior Tratado de Asunción.
En los artículos siguientes del Protocolo de Ouro Preto se les fijan sus competencias y atribuciones
a los órganos enunciados en el artículo 1o.
6 El protocolo adicional celebrado en virtud del Tratado de Asunción, y que fija la es-

tructura institucional del Mercosur es el denominado Protocolo de Ouro Preto.


7
Artículo 1o. del Tratado de Asunción de 1991.

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MERCADO COMÚN DEL SUR 353

ciones del Mercosur intentan ir más allá de una zona de libre comercio y de
un esquema de rebajas arancelarias, a través de un mercado que dé sentido
de futuro a sus integrantes. De esta manera el Mercosur se entiende tam-
bién como un esquema de integración que persiste en conformar una uni-
dad que satisfaga los intereses y aspiraciones de sus socios y los haga desta-
car como una sociedad integrada dentro del contexto internacional. Sin
embargo, a pesar de sus aspiraciones y de ese carácter conciliador en lo po-
lítico y en lo social, y de las ventajas que pudieran reportar una mayor iden-
tidad y cercanía entre los dos principales socios del Mercosur, en la actuali-
dad aún se habla de un mercado común en construcción dado que están ausentes
libertades esenciales8 que son imprescindibles para ascender a una etapa
mayor del proceso de integración. A esto debe agregarse el inconveniente
que significa carecer de una normativa jurídica e institucional a la que se le
atribuya la categoría de supranacional,9 pues en la actualidad la normativi-
dad en el Mercosur se rige meramente por disposiciones del derecho inter-
nacional público y no del derecho comunitario.
Cuando el proyecto se comenzó a fraguar en el año de 1986, el comer-
cio entre los países socios era menor a los 2.000 millones de dólares; a fi-
nes de l994 (ocho años y medio después) el comercio era ya de casi 12.000
millones de dólares; al 2012 esta cantidad ha llegado a 55,934 millones de
dólares.

8 No existe libre circulación de factores y personas; tampoco se ha avanzado demasiado

en la armonización de políticas macroeconómicas o en dotar de competencia suficiente a los


órganos institucionales del Mercosur.
9 La supranacionalidad, por su importancia política y consecuencias de orden jurídico,

no puede ser meramente inferida por interpretación amplia o liberal del texto normativo.
Debe estar expresa literalmente como reflejo inequívoco de la voluntad política del legisla-
dor. En Europa, por ejemplo, el tratado de constitución de la Comunidad Europea del Car-
bón y del Acero (1951), uno de los embriones de la actual Unión Europea, en su artículo 9o.
preveía el carácter supranacional de las actividades de sus miembros. En el Mercosur, el
Tratado de Asunción no previó la creación de órganos supranacionales.

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354 ARTURO OROPEZA GARCÍA

Fuente: CEI con base en INDEC, SECEX, Banco Central de Paraguay, Banco Cen-
tral del Uruguay y FMI.

III. EL TRATADO DE ASUNCIÓN (TA)

En rubros anteriores ya ha quedado asentada la importancia del Tratado


de Asunción para la conformación del bloque, dado su carácter de instru-
mento fundacional, el que una vez satisfecho el procedimiento de ratifica-
ción por los cuatro Estados miembros entró en vigor el 29 de noviembre de
1991. El TA es un instrumento jurídicamente enmarcado por las disposicio-
nes de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, la
ALADI y los principios de libre comercio establecidos por el GATT-
OMC. En su parte introductoria el Tratado establece respecto a los “Esta-
dos parte” que la ampliación de las dimensiones de sus mercados naciona-
les, a través de la integración, constituye una condición fundamental para
acelerar sus procesos de desarrollo económico con justicia social.10 Asimis-
mo, la estructura del tratado se conformó con un cuerpo normativo princi-
pal y cinco anexos. En el primero se distinguen un preámbulo y seis capítulos:
I. “Propósitos, principios e instrumentos”; II. “Estructura orgánica”; III. “Vi-
gencia”; IV. “Adhesión”; V. “Denuncia”; VI. “Disposiciones generales”. En
el caso de los anexos tratan de las siguientes materias: I. “Programa de libe-
ralización comercial”; II. “Régimen general de origen”; III. “Solución de

10 Parte introductoria del Tratado para la constitución de un Mercado Común entre la

República Argentina, la República Federativa del Brasil, la República del Paraguay y la Re-
pública Oriental de Uruguay.

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MERCADO COMÚN DEL SUR 355

controversias”; IV. “Cláusulas de salvaguardia” y V. “Subgrupos de trabajo


del GMC”.
Con su entrada en vigor el Tratado constituyó una zona de libre comer-
cio, a la vez que programó el establecimiento de una unión aduanera a par-
tir del 1o. de enero de 1995. La zona de libre comercio en esta etapa se per-
feccionó de acuerdo al Programa de Liberación Comercial contenido en el
Anexo I del Tratado, que fijó rebajas arancelarias progresivas, lineales y au-
tomáticas. Asimismo, se acordó la eliminación de todas las restricciones no
arancelarias al 31 de diciembre de 1994. El Consejo del Mercado Común,
órgano de conducción del esquema, estableció con posterioridad un meca-
nismo de negociación destinado a armonizar las políticas nacionales con
vistas al fortalecimiento del grupo. Este mecanismo denominado “Crono-
grama de Las Leñas”, fue impuesto por la Decisión del Consejo número
1/92 y dio lugar a un complejo proceso de negociaciones que se extendió
durante todo el periodo de transición que corrió entre la puesta en vigencia
del Tratado de Asunción y el 31 de diciembre de 1994. La actualización de
los objetivos planteados por el cronograma permitió avanzar en aquellas
negociaciones, si bien los Estados parte, al cabo del periodo de transición,
asumieron que no se habían podido cumplir todas las metas contempladas.
Dentro de este contexto el tratado se fijó como objetivo el crear un mercado
común, estableciendo para ello los instrumentos y mecanismos adecuados
contenidos en su artículo 5o., señalando también dentro de la evolución del
propio esquema la integración de una normativa mediante la cual se prevén
los mecanismos viables para la conformación de una unión aduanera en la
subregión integrada por cuatro países fundadores.
En materia de ejecución y administración del Tratado, en el artículo 9o.
se crean dos organismos para tal efecto: el Consejo del Mercado Común11 y
el Grupo Mercado Común.12 El Tratado de Asunción también previó su
mecanismo de relación con los demás países miembros de la ALADI, por lo
que el artículo 20 dispone lo siguiente: “El presente Tratado estará abierto
a la adhesión, mediante negociación, de los demás países miembros de la
Asociación Latinoamericana de Integración, cuyas solicitudes podrán ser
examinadas por los Estados Partes después de cinco años de vigencia de este
Tratado”. No obstante, podrán ser consideradas antes del referido plazo las
solicitudes presentadas por países miembros de la ALADI que no formen-

11 Es el órgano superior del Mercosur, integrado por los Ministros de Economía y Rela-
ciones Exteriores de los cuatro Estados partes.
12 Es el órgano ejecutivo del Mercosur, integrado por los representantes de los Ministe-

rios de Relaciones Exteriores, Economía o sus equivalentes y bancos centrales.

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356 ARTURO OROPEZA GARCÍA

parte de esquemas de integración subregional o de una asociación extrarre-


gional. La aprobación de las solicitudes será objeto por decisión unánime de
los Estados partes.
De igual modo en su artículo 6o. reconoce la falta de homogeneidad en-
tre algunos de sus integrantes; estableciendo condiciones diferentes de trato
para esos países en desventaja: “Los Estados Partes reconocen diferencias
puntuales de ritmo para la República del Paraguay y para la República
Oriental de Uruguay, las que constan en el programa de Liberación
Comercial (Anexo I)”.
A lo largo de su trayectoria, el TA se ha enriquecido a través de protoco-
los adicionales, dentro de los que destacan el Protocolo de Brasilia para la
Solución de Controversias del 17 de diciembre de 1991; el Protocolo de
Ouro Preto, sobre aspectos institucionales, del 17 de diciembre de 1995; el
Protocolo de Olivos de 2002, sobre temas de Solución de Controversias y el
Protocolo Modificatorio del Protocolo de Olivos Para la Solución de
Controversias en el Mercosur del 19 de enero de 2007.

Foz de Iguazú 1985

Protocolo modificatorio del Prótocolo Acta de Buenos Aires


de Olivos para la Solución de Contro- 1986
versias en el Mercosur 2007

Tratado de Integración,
Protocolo de Olivos Cooperación y desarrollo
2002 1988

Protocolo de Ouro Preto


1994 Acta de Buenos Aires
1990

Protocolo de Brasilia Protocolo de Asunción


1991 1991

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MERCADO COMÚN DEL SUR 357

IV. EL PROTOCOLO DE BRASILIA

El 17 de diciembre de 1991 los cancilleres y ministros de Economía de


los cuatro países del Mercosur, en cumplimiento de lo dispuesto en el ar-
tículo 3o. del Tratado de Asunción y su Anexo III, suscribieron el Protocolo
de Brasilia para la Solución de Controversias (Dec. CMC 1/91), mismo que
fue ratificado por todos los Estados partes, entrando en vigencia el 24 de
abril de 1993. El sistema contenido en el Protocolo de Brasilia también fue
concebido como un esquema “transitorio” en materia de solución de con-
troversias, por lo que su artículo 34 consignó: “El presente Protocolo per-
manecerá vigente hasta que entre en vigor el sistema permanente de solu-
ción de controversias para el mercado común a que se refiere el numeral 3
del anexo III del Tratado de Asunción”. Por otro lado, el artículo 1o. del
Protocolo delimita su ámbito de aplicación en los siguientes términos:
Las controversias que surjan entre los Estados partes, sobre la interpretación,
aplicación o incumplimiento de las disposiciones contenidas en el Tratado de
Asunción, de los acuerdos celebrados en el marco del mismo, así como de las
decisiones del Consejo Mercado Común y de las resoluciones del grupo Mer-
cado Común, serán sometidas a los procedimientos de solución establecidos
en el presente Protocolo.

Como una de la principales características del sistema de solución de


controversias que estableció el Protocolo de Brasilia, puede resaltarse que
en su negociación intervienen de manera previa los organismos instituciona-
les del Mercosur, y de no resolverse la controversia se abre una instancia ar-
bitral ad hoc, con plazos perentorios para todos los trámites. Bajo este siste-
ma, de acuerdo al Anexo III del Tratado de Asunción, solamente los
Estados partes podían instar el procedimiento. Sin embargo, el Protocolo
consideró dos tipos de controversias: a) las que surgen entre los Estados par-
tes y b) las planteadas como consecuencia de reclamos de particulares. En
ambos casos se prevé un procedimiento de tres etapas sucesivas de igual
modo que en ambos casos la culminación de las dos primeras etapas no
produce efectos jurídicos salvo el de habilitar la instancia siguiente; y en las
dos hipótesis, la tercera etapa constituye la etapa de arbitraje; aunque de
manera central el protocolo busca (artículo 2o.) que los Estados partes en
una controversia procuraren resolverla mediante negociaciones directas. La
autocomposición es la figura jurídica que el protocolo adopta como la vía
ideal para el arreglo de las controversias. De igual modo el protocolo actua-
liza y dota de nuevas competencias a los órganos del Mercosur. Por ejem-
plo, en el caso de la Secretaría Administrativa, el Protocolo le da un rol

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358 ARTURO OROPEZA GARCÍA

nuevo que no se contempló en el TA al asignarle tareas de seguimiento y


apoyo logístico a los procedimientos de solución de controversias en todas
sus etapas, facilitando con ello su desarrollo y transformándose a la Secreta-
ría en un centro de información de tales gestiones. Asimismo, si fracasan las
negociaciones directas o sólo se alcanza un acuerdo parcial, cualquiera de
los Estados partes podrá someter la controversia a la instancia del grupo mer-
cado común, el cual escucha a las partes, expone sus posiciones, evalúa la si-
tuación y formula recomendaciones tendientes a la solución de la contro-
versia. Una característica importante del Protocolo de Brasilia es que
preveía la posibilidad de adoptar medidas cautelares para evitar daños irre-
parables entre las partes.
El Protocolo de Brasilia, como un punto de arranque, significó un avance
importante en la solución de los conflictos comerciales que pudieran susci-
tarse entre los Estados miembros del bloque.

V. EL PROTOCOLO DE OURO PRETO

Con la firma del Protocolo de Ouro Pretol en la Cumbre de Presidentes


en Brasil celebrada en diciembre de 1994, dio inicio una segunda etapa de-
nominada de consolidación de la unión aduanera. En esta segunda etapa, en lugar
de requerirse el cumplimiento lineal y progresivo de metas intermedias, co-
mo había ocurrido bajo el modelo impuesto por el cronograma de Las Le-
ñas, las negociaciones se desarrollaron sobre la base de objetivos esencial-
mente fijados por el denominado “Programa de Acción del Mercosur hasta
el año 2000”, lineamientos que fueron formalmente establecidos por la De-
cisión del Consejo número 9/95.
A través del Protocolo de Ouro Preto se avanzó en los siguientes aspectos
institucionales: la naturaleza jurídica de los órganos del Mercosur fue modificada de
acuerdo a la estructura orgánica de naturaleza intergubernamental que se
estableció por el TA; de igual modo que el sistema consensuado de toma de deci-
siones utilizado por todos los órganos del Mercosur. De manera importante,
fue reconocida la personalidad jurídica de derecho internacional del Mercosur,
como una entidad distinta a los países que lo integran. Se mantuvo el sistema
de incorporación obligatoria de las normas del Mercosur en el ordenamiento ju-
rídico de los países partes mediante sus procedimientos previamente estable-
cidos; por lo que las normas del Mercosur carecen de aplicación directa. Se
mantuvo el mecanismo de solución de controversias establecido por el Protocolo de
Brasilia. En este sentido, el Protocolo de Ouro Preto es el documento insti-
tucional mediante el cual se establecen y ratifican los principales órganos

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MERCADO COMÚN DEL SUR 359

decisorios y de ejecución, además de que se instrumentan sus canales de ad-


ministración. El Protocolo señaló que el Mercosur contaría con los siguien-
tes órganos:

1.Consejo de Mercado Común, 1991 (CMC) El artículo 2 del Protocolo


de Ouro Preto los define
como órganos con capaci-
dad decisoria
2. Grupo Mercado Común, 1991 (GMC)
3. Comisión de Comercio del Mercosur, 1994 (CCM)
4. Comisión Parlamentaria Conjunta, 1994 (CPC)
5. Foro Consultivo Económico- Social, 1994 (FCES)
6. Secretaría Administrativa del Mercosur, 1994 Órganos sin capacidad de-
(SAM) cisoria
Órganos incorporados con posterioridad a Ouro
Preto
7. Tribunal permanente de revisión del Mercosur,
2003 (TPR)
8. Tribunal administrativo laboral del Mercosur,
2003(TAL)
9. Centro Mercosur de Promoción de Estado de
Derecho, 2004 (CMPED)

Con el Protocolo de Ouro Preto se puso fin al periodo de transición y se


adoptaron los instrumentos fundamentales de política comercial que nor-
maron la Zona de Libre Comercio y la Unión aduanera del Mercosur, en-
cabezados por el Arancel Externo Común (AEC).13 La firma del protocolo
de Ouro Preto se justifica en virtud de lo anotado por el artículo 18 del TA
que establecía expresamente que “con anterioridad al 31 de diciembre de
1994, los Estados partes convocarán a una reunión extraordinaria con el
objeto de determinar la estructura institucional definitiva de los órganos de
administración del Mercado Común, así como las atribuciones específicas

13 arancel externo común o también conocido como tarifa externa común “que constitu-

ye un elemento central en la consolidación de la unión aduanera puesto que posibilita la li-


bre circulación de mercaderías”.

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360 ARTURO OROPEZA GARCÍA

de cada uno de ellos y su sistema de adopción de decisiones”. Con la firma


de este instrumento, los Estados partes iniciaron una nueva etapa de conso-
lidación y profundización donde la zona de libre comercio y la unión adua-
nera han sido los pasos intermedios en su búsqueda de un mercado único.

VI. PROTOCOLO DE OLIVOS

A más de 11 años de distancia del Protocolo de Brasilia de 1991 a la fir-


ma del Protocolo de Olivos (PO) de 2002, el esquema de solución de con-
troversias del Mercosur ha seguido una trayectoria que ha estado determi-
nada tanto por los avances del esquema de integración en general como por
los resultados que se han ido logrando en su mecanismo de unión aduanera
y la aplicación del arancel externo común.
La consolidación de los procesos de asociación comercial en el mundo,
históricamente hablando, son de aparición reciente, surgidos a partir de la
segunda mitad del siglo XX, han representado desde su inicio un continuo
reto de maduración para sus países integrantes al cual no ha podido
eximirse los integrantes del Mercosur.
La sensación de no avance que en ocasiones se deriva del proceso Mercosur, en este caso
de su esquema de solución de controversias , nace como resultado de la lentitud que
han tenido estos mecanismos de integración, como también de la falta de
cumplimiento de sus propios compromisos, que desde un inicio se plantearon me-
tas muy ambiciosas de construir en un plazo de apenas cuatro años “…un
mercado común, que implicaría libre circulación de bienes, servicios y fac-
tores productivos, un arancel externo común, una política comercial co-
mún, la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales, y el com-
promiso de armonizar sus legislaciones” (TA, artículo 1o.).
Estas metas tan ambiciosas no se han correspondido con la realidad; sin
embargo, la firma del PO en 2002 por los cuatro países fundadores del
Mercosur, sí registra una serie de innovaciones importantes respecto al Pro-
tocolo de Brasilia, sin llegar a cumplir del todo con las expectativas que se
habían forjado tanto los académicos como los empresarios de la región.
Entre sus principales aportaciones pude mencionarse de manera destaca-
da la creación del Tribunal Permanente de Revisión (TPR), el cual había si-
do un reclamo permanente de la comunidad de la zona, a fin de dar una
mayor certidumbre y coherencia a las resoluciones que están siendo toma-
das desde 1991 por los tribunales ad hoc; los cuales, en no pocas ocasiones,
emitían decisiones contradictorias sobre un mismo tema. De manera espe-
cial se les brindaron atribuciones a los Estados involucrados a fin de presen-

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MERCADO COMÚN DEL SUR 361

tar sus controversias de manera directa al TPR, sin necesidad de pasar por
los tribunales ad hoc. A lo anterior se suma la oportunidad que se le da a la
parte demandada (o por acuerdo de partes) para escoger entre el sistema de
solución de controversias del Mercosur u otro sistema en que los países del
Mercosur son parte, como por ejemplo el mecanismo de solución de con-
troversias de la Organización Mundial de Comercio (OMC). También en
este rubro, de manera significativa, se retira la obligatoriedad de agotar la
etapa previa al conflicto de solicitar la intervención del grupo Mercado Co-
mún, aunque queda como alternativa para el estado demandante. Otro
avance del PO es la aclaración que realiza en cuanto a las facultades de los
tratados ad hoc para ordenar medidas de provisionales para impedir daños
graves e irreparables. Aclara también el alcance de las medidas compensa-
torias en el caso de incumplimiento de o cumplimiento parcial del laudo,
abrigándolas a ser proporcionales a las consecuencias de su no cumplimien-
to, etcétera.
Por otro lado, entre los principales pendientes que deja el PO destaca su
naturaleza transitoria, la cual le resta solidez y certeza a su proceso de cons-
trucción; de igual modo que lo aleja del proyecto de contar con un tribunal
supranacional; al propio tiempo que los particulares continúan aun depen-
diendo de los gobiernos nacionales para presentar sus demandas.
Los avances y retrocesos que presenta hoy en día el esquema de solución
de controversias del Mercosur, son un fiel reflejo del estado que guarda el
proceso general de integración de sus estados miembros. Mientras no se re-
suelva de fondo la operación del AEC y con ello el funcionamiento de la
etapa aduanal; la instalación de un tribunal permanente y un esquema inte-
gral de solución de controversias supranacional seguirá siendo parte de la
agenda pendiente del mercado sudamericano.

• Protocolo modificatorio del Protocolo de Olivos


El 19 de enero de 2007 los países miembros del Mercosur aprobaron una
serie de modificaciones al PO aprobado en 2002; de manera especial, a fin
de adecuarlo a la entrada de nuevos miembros como el caso de Venezuela,
y posiblemente en el futuro cercano el de Bolivia. Para lograr lo anterior se
realizaron modificaciones a tres de los artículos del Protocolo de Olivos (18,
20 y 43), de igual modo que se realizó un ajuste al Reglamento respectivo
(Decisión CMC No. 37/03).
Una de las innovaciones más importantes del Protocolo Modificatorio
fue la creación de la Secretaría del Tribunal Permanente de Revisión (ST),
la cual asumirá las funciones que tenía en la materia la Secretaría Adminis-

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362 ARTURO OROPEZA GARCÍA

trativa del Mercosur; profundizando con ello en el avance de la construc-


ción del sistema solución de controversias del proyecto sudamericano de in-
tegración (véase gráfica de Estructura institucional del Mercosur (2012) al
final de este documento).

• Protocolo de adhesión de la República Bolivariana de Venezuela


La República Bolivariana de Venezuela suscribió su adhesión al Merco-
sur el 8 de diciembre de 2005, la cual 7 años después fue aceptada formal-
mente por los Estados partes el 6 de julio de 2012, con lo cual se adhirió de
pleno derecho a la normativa Mercosur junto con los otros cuatro países in-
tegrantes del pacto. Derivado de su aceptación, Venezuela se comprometió
a adoptar el acervo normativo vigente del Mercosur, dentro de un periodo
no mayor de cuatro años a partir de la entrada de la vigencia del protoco-
lo;14 de igual modo que se comprometió a acatar la Nomenclatura Común
del Mercosur (NCM) y el Arancel Externo Común (AEC).15
El proceso de incorporación de Venezuela al Mercosur no ha sido un te-
ma fácil, ya que por un lado, el protagonismo del entonces presidente Hugo
Chávez y su política nacionalista con “características venezolanas” estuvo
generando una falta de confianza por parte de algunos miembros del Mer-
cosur, que dudaron de su compromiso para con la normativa del grupo. De
igual modo que su incorporación rompía una política de no apertura que se
había mantenido por más de 20 años. Una vez alterado este esquema, en el
horizonte se dibuja el probable ingreso de Bolivia quien presentó su candi-
datura de manera oficial el 7 de diciembre de 2012, estando actualmente en
espera de su aceptación de pleno derecho.

VII. MARCO ECONÓMICO DEL MERCOSUR

El Mercosur es uno de los bloques económicos importantes del mundo,


con un mercado de más de 270 millones de habitantes y un PIB de más de
3,3 billones de dólares; de igual modo que registra uno de los ingresos per
cápita más altos dentro de los mercados emergentes con más de 12 mil dó-
lares per cápita promedio (FMI, 2012).

14 Protocolo de Adhesión de la República Bolivariana de Venezuela al Mercosur, artícu-


lo 3o.
15 Ibidem, artículo 4o.

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MERCADO COMÚN DEL SUR 363

Indicadores básicos del Mercosur (2012)


Área (KM2) Habitantes PIB per cápita* PIB (billones)
mill.) (dólares)
Argentina 2,780,400 41.028 11,576 474.954
Brasil 8,514,770 198.368 12,078 2,395.968
Paraguay 406,752 6.661 3,903 25.999
Uruguay 176,215 3.381 14,614 49.404
Venezuela 912,050 29.517 12,956 382.424
Total/ponde- 12,790,187 278.948 11,025 3,328.749
rado*

Fuente: FMI.

A raíz de la adhesión de Venezuela como Estado miembro, la extensión


territorial del Mercosur pasó a representar 12,7 millones de km², constitu-
yendo el 72% del territorio total de Sudamérica y formando la segunda
unión territorial del mundo, solo después del TLCAN, el cual cuenta con
una extensión territorial de 21 millones de km2, superando a la Unión Euro-
pea (UE), la cual cuenta con una extensión de poco más de 4 millones de
km2, así como a la ASEAN que tiene una extensión también de 4 millones
de km2.
En la actualidad el número de habitantes que componen el Mercosur al-
canza los 278 millones de personas; cifra inferior a la de ASEAN que supe-
ra los 600 millones de habitantes; de la UE que registra un mercado de más
500 millones de habitantes y del TLCAN, que cuenta con un mercado de
463 millones de consumidores. En el año 2012 el PIB total del Mercosur
fue de US$3.3 mil millones de dólares, situándose muy por debajo de otras
uniones económicas como el TLCAN, cuyo PIB total fue de US$17 mil mi-
llones de dólares, constituyendo la primera unión económica del mundo; se-
guido de la UE, cuyo PIB fue de US$16 mil millones de dólares; y superan-
do al ASEAN cuyo PIB asciende a US$2 mil millones de dólares.

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364 ARTURO OROPEZA GARCÍA

Fuente: FMI.

Dentro de los países en vías de desarrollo, el Mercosur se encuentra en


un nivel de ingreso per cápita alto, situación que no ha estado exenta de
problemas en las últimas décadas. Su situación mejoró a partir de 2000 bajo
el efecto del alto consumo de materias primas que se produjo en Asia del
Este, de manera especial por parte de China. De igual modo las economías
del bloque se transformaron en las principales receptoras de Inversión
Extranjera Directa (IED) entre los países emergentes (excluyendo China);
destaca en este rubro Brasil, el cual durante 2005-2012 ocupó el primer lu-
gar en captación de divisas entre las economías del área, registrando tan só-
lo en el último año (2012) la suma de 65 mil millones de dólares, o sea, el
80% aproximadamente del total de flujos que recibió el Mercosur durante
ese año. En una perspectiva más amplia, las economías del Mercado Co-
mún del Sur fueron receptoras de importantes montos de IED durante el
periodo de 2000-2012 con 544 mil millones de dólares, seguidas por
ASEAN y México con 1.5 billones de dólares y 291 mil millones de dólares
respectivamente.
Dentro de la fortaleza económica de la región aparece de manera estra-
tégica el crecimiento de su producción agrícola, misma que observa las si-
guientes tendencias.

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MERCADO COMÚN DEL SUR 365

Fuente: UNComtrade.

Como se desprende de la gráfica anterior, a diferencia de la mayoría de


las regiones agrícolas en el mundo, la producción de alimentos en el Merco-
sur continuó siendo una constante a lo largo del siglo XXI, siendo una de
sus mayores fortalezas. En el caso de la soja durante el periodo 2000-2012
se elevó de manera importante en 345%; la torta de soja también tuvo un
incremento de 285%; mientras que trigo y el maíz registraron una variación
positiva de 70% y 39% respectivamente. En un marco de crisis de alimentos
y agotamiento de frontera agrícola mundial, estos números representan
confianza en el futuro para el desarrollo económico del Mercosur, el cual es
considerado como uno de los principales productores mundiales de alimen-
tos. De igual modo, dentro de esta línea estratégica destacan dentro de sus
activos una serie de recursos naturales que por su escasez a nivel mundial
cobran vital importancia tanto para su desarrollo económico como para la
atracción de capitales productivos que busquen insumos como tierra, agua,
minerales, petróleo y gas suficientes para los procesos de transformación.
En lo que se refiere a su plataforma exportadora, el Mercosur se ha cen-
trado históricamente en los sectores de alimentos y bebidas, agricultura,
combustibles, manufacturas, manufacturas basadas en recursos naturales,
minerales, etcétera; contando con un sólido mercado de salida integrado
principalmente por la Unión Europea, China, Estados Unidos y Japón.

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366 ARTURO OROPEZA GARCÍA

Fuente: AliceWeb Mercosur.

VIII. LA RELACIÓN MÉXICO-MERCOSUR

En un marco de crisis (la década perdida de los ochenta) y la forma dife-


rente de ver y entender la globalización (la inserción de México al TLCAN
en 1994), la relación México-Mercosur ha ido creciendo poco a poco, e in-
cluso se ha ido intensificando más allá de la voluntad de los países partes.
En los últimos diez años las inversiones y la interrelación de empresarios
han ido creciendo bajo el auspicio de las nuevas tecnologías globales que lo
impulsan y lo permiten. La distancia, que durante muchos años fue la razón
que se argumentara para no intensificar su intercambio, fue dejada atrás
por medio del internet; por los nuevos servicios de transporte y carga, la
ampliación de líneas aéreas y de sus frecuencias de vuelo, transporte maríti-
mo, etcétera; los cuales permiten hoy a cualquier emprendedor interesado
hacer negocios en ambos extremos de la región latinoamericana. En este
sentido la llamada “diplomacia empresarial” se ha estado adelantando a las
políticas de integración de los gobiernos, y en cuanto a México son innume-
rables las empresas que desde el siglo pasado reconocieron que su globaliza-
ción comenzaba por latinoamérica, pudiendo mencionarse ejemplos en los
sectores de alimentos (Bimbo), la actividad bancaria (Banamex), petróleo
(Mexpetrol), bebidas (Femsa, Jumex, Jugos del Fuerte), infraestructura
(ICA), autobuses (DINA), servicios (Grupo Posadas, Ocesa), minería (Peño-
les), autopartes (San Luis), entre otros ejemplos. De igual modo las empresas
argentinas y brasileñas cada día aparecen más en producción de tubos de
acero (Ternium), telecomunicaciones (IMPSA), construcción y servicios
(MIPSA, Roggio, Odebrech), bienes de capital (Prodismo), petróleo (Petro-

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MERCADO COMÚN DEL SUR 367

bras), aviones (Embraer), Banca (Itaú y Banco do Brasil) y otras que definen
su complementación y estrategia en el mercado mexicano. De este modo la
relación México-Mercosur en el tema económico se ha intensificado de ma-
nera importante, a manera de embajada empresarial, tratando de aprove-
char las ventajas que representan sus respectivos mercados ampliados tanto
del norte (TLCAN) como del sur (Mercosur). Más allá de la distancia y de
la falta incluso al día de hoy de la infraestructura jurídica suficiente en ma-
teria de integración comercial, los empresarios siguen reconociendo el futu-
ro y la oportunidad de negocio de los respectivos mercados. No obstante lo
anterior, en el terreno político los resultados no han acompañado la expec-
tativa de inversión y comercio, sino que al contrario, con la falta de decisión
y de actualización de los acuerdos comerciales se ha estado obstaculizando
la maximización de su crecimiento.
En el caso de México, la concentración en otras áreas a través de la firma
de los tratados de libre comercio con Estados Unidos y Canadá y con la
Unión Europea, entre otros, hicieron que su ampliación comercial no cre-
ciera lo suficiente en una región en la que tiene un posicionamiento históri-
co. En el caso del Mercosur, México solo tiene un tratado de libre comercio
con Uruguay, atendiendo su intercambio con Brasil, Argentina y Paraguay
a través de Acuerdos de Complementación Económica (ACE). Lo anterior
indica que si bien México ha concretado dos acuerdos de la mayor impor-
tancia que lo ubicaron como la primera nación en el mundo en haberse in-
tegrado con los dos bloques más importantes de la economía mundial; por
el otro presenta un déficit con el Mercosur, el cual se presenta como una
asignatura pendiente tanto para México como para las naciones del Mer-
cado Común del Sur.
El acuerdo México-Mercosur, por su relevancia, debe ser producto de
una clara voluntad política de las partes que evidencie el significado y el
mensaje de la firma de un acuerdo de esta naturaleza. La unión comercial
de México, Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil y ahora Venezuela, a tra-
vés de un acuerdo estratégico, por su influencia y dimensión, marcarían una
tendencia de asociaciones que lejos de ser una amenaza para los países de la
zona, representaría la oportunidad de avanzar en la polémica ruta de la in-
tegración, lo cual redundaría en beneficio de todos los participantes y en el
avance de los temas pendientes de la zona, la cual en algún momento debe
formar sinergias de cara a las nuevas metas del siglo XXI y de manera espe-
cial, a la competencia de nuevas regiones que vienen trabajando de manera
exitosa como Asia del Este.
La importancia económica de un acuerdo México-Mercosur resulta evi-
dente a la luz de la suma de sus principales indicadores:

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368 ARTURO OROPEZA GARCÍA

Indicadores 2012 México Mercosur Total


Población 113 millones 278 millones 391 millones
PIB 1,158 mdd 3,328 mdd 4,486 mdd
PIB/P. capita 10,247 dlls. 12,075 dlls. 11,161dlls.
Exportaciones 370,915 mdd 341,94216 mdd 712,857 mdd

Fuente: CEI, INEGI.

En lo que hace a la población, la sinergia de los mercados llegaría a 391


millones de consumidores. Más allá de la visión simplista de los números, la
suma representaría la complementación estratégica en términos de “bono
demográfico”, o sea, una población joven y activa que resulta estratégica de
cara al inicio del nuevo siglo, comparada con las poblaciones maduras de
Europa, Japón y China (la población México-Mercosur representaría el
65% del total latinoamericano). En materia de PIB, el bloque estaría repre-
sentando más de 3 billones de dólares, lo que le daría un mejor posiciona-
miento y mayor fortaleza de negociación con los diferentes actores interna-
cionales. El PIB mexicano (1,158 mdd), hoy es el segundo más alto de
Latinoamérica y su importante comercio exterior (decima quinta potencia
exportadora del mundo), estarían sumándose a la de los países del Mercosur
en una sinergia económica que a la fecha no se ha aprovechado por los paí-
ses de la región. En materia de comercio, la suma de las exportaciones de
Mercosur (2012) llega a 341,942 millones de dólares, mientras que México
supera los envíos al exterior de todas las mercancías del Mercosur.
El comercio de bienes intra-Mercosur tuvo un crecimiento ininterrumpi-
do de 1990 hasta 1997; partiendo de 4,228 millones de dólares y llegando
hasta más de 20,507 millones de dólares ; sin embargo, desde 1998 ha veni-
do decreciendo y su dinámica se estancó hasta 2006, período en el cual el
comercio experimentó un repunte. Más allá de las diversas crisis que han
afectado al Mercosur, resulta evidente que en el terreno comercial y econó-
mico la estrategia demanda de una ampliación que lo revitalice y que mejor
que esta sea a través de la extensión regional y su vocación latinoamericana.

Fuente: CEI en base a INDEC, SECEX, Banco Central de Paraguay, Banco Central
del Uruguay y FMI.

16
Excluyendo a Venezuela.

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MERCADO COMÚN DEL SUR 369

Con una óptica que reconozca que la globalización pasa en primer lugar
por sus propios países, el negocio latinoamericano, en este caso México-
Mercosur, tiene un sin número de posibilidades de aprovechar sectores, ca-
denas de producción, tramos de manufactura, extensión comercial,
etcétera, con una nueva visión global que privilegie a los productores de la
zona y aproveche de manera innovadora las nuevas oportunidades que se
abren y no se enfrente únicamente con las que se cierran.

IX. CONCLUSIONES

El Mercosur, como los demás esquemas de integración que se han inten-


tado a partir de la segunda mitad del siglo XX, desde 1991 fecha de su fun-
dación, viene batallando por alcanzar una plataforma de comercio sustenta-
ble en beneficio de sus países integrantes. Como el resto de las experiencias
de asociación, su historia es una larga lista de logros y fracasos que cuestio-
nan los fundamentos de su integración. Sin embargo, los éxitos alcanzados
en materia de comercio, suma regional, solución de controversias, etcétera,
siguen justificando su operación, de igual modo que lo retan a intentar nue-
vos paradigmas de integración que le den un nuevo impulso de cara a los
retos del siglo XXI y los avances de integración del Asia del Este, en parti-
cular en Asia-Pacífico.
En lo que se refiere a su esquema de solución de controversias, el Proto-
colo de Olivos vino a dotarlo de nuevos instrumentos como el Tribunal Per-
manente de Revisión, la agilización de sus etapas procesales y la profundi-
zación del mecanismo al hacerlo competir con su homologo de la OMC.
Como la propia integración, el esquema de solución de controversias no es
una propuesta acabada (sigue teniendo carácter transitorio), pero a la fecha
ha resultado una primera respuesta razonable a la solución de los intentos
de los Estados Mercosur y de los empresarios de la zona.

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370 ARTURO OROPEZA GARCÍA

A 22 años de su fundación, a pesar de sus logros, el Mercosur está a la es-


pera de que sus países miembros aceleren el camino al Mercado común, si
quieren seguir siendo un referente importante en esta primera mitad del si-
glo XXI, frente a los profundos retos que plantean los países asiáticos, en
cuanto a su acelerado proceso de integración e intraindustrialización.
Su importancia individual y regional es relevante, pero de acuerdo al ta-
maño de sus retos tendrán que buscar la fórmula de acelerar su mercado
común, su normativa interna y la apertura con la región, a fin de que de ser
un esquema subregional limitado, pueda transformarse en una alternativa
de valor agregado para la zona.

X. BIBLIOGRAFÍA

Acuña, E., Mercosur: entre el regionalismo y el continentalismo (vol. 1), Buenos Ai-
res, Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Ciencias Juriìdicas y
Sociales, Instituto de Relaciones Internacionales: ABAPRA, 1997.
Intercambio Comercial del Mercosur. Recuperado de Centro de Economía.
Internacional(CEI): http://www.cei.gov.ar/es/comercio-exterior-por-socios
Informacion Estadistica y Arancelaria. Obtenido de Secretaria de Economía:
http://www.economia.gob.mx/comunidad-negocios/comercio-exterior/informa-
cion-estadistica-y-arancelaria.
Lattuca, A., & Ciuro, M., Economía Globalizada y Mercosur, Buenos Aires, Ciu-
dad Argentina, 1998.
Menem, C. S., ¿Qué es el Mercosur? Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argenti-
na, 1996.
Comercio Intra-Mercosur. Obtenido de AliceWebMersocul: http://alicewebmer
cosul.desenvolvimento.gov.br/index/home.
Mercosur y Estados Asociados. Obtenido de Centro de Economia Internacional:
http://www.cei.gov.ar/es/principales-indicadores-econ%C3%B3micos.
Protocolo de Ahesión de la Republica Bolivariana de Venezuela. (2005). Obtenido de
Secretaría del Mercosur: http://www.mercosur.int/.
Protocolo de Brasilia (1991), obtenido de Secretaría del Mercosur: http://
www.mercosur.int/.
Protocolo de Olivos (2002), obtenido de Secretaría del Mercosur: http://
www.mercosur.int/.
Protocolo de Ouro Preto (1994), obtenido de Secretaría del Mercosur:
http://www.mercosur.int/.
Protocolo Modificatorio del protocolo de Olivos (2007), obtenido de Secretaría del
Mercosur: http://www.mercosur.int/.

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MERCADO COMÚN DEL SUR

ESTRUCTURA INSTITUCIONAL DEL MERCOSUR*

Consejo del Mercado Común Alto representante general del Mercosur


Reunión de Ministros Grupos
Comisión de Representantes permanente del
Grupo Mercado Común Mercosur

Instituto Mercosur de formación


Comisión de Comercio del
Mercosur
Observatorio de la democracia del Mercosur
Parlamento del Mercosur
Comisión de Coordinación de Ministros de
Foro Consultivo Económi- Asuntos Sociales del Mercosur
co-Social
Comisión de Coordinación de Ministros
Secretaría del Mercosur de Asuntos Sociales del Mercosur

Subgrupos Reunioines Grupos


Tribunal Permanente Foro de consulta y concertación política
de trabajo especializadas Ad Hoc
de Revisión del Mercosur
Reunión de altas autoridades en el
Tribunal Administrativo Grupos
área de derechos humanos
Laboral del Mercosur Comites Técnicos

Centro Mercosur de Promo-


ción del estado de Derecho * Para mayor información véase www.mercosur.int.

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M4 Contenidos EL ESTADO Y EL ESCENARIO INTERNACIONAL

Unidad VII
1. Nuevas formas de interrelación e interdependencia. El escenario
internacional y los procesos de integración y desintegración:
Mundialización, Globalización, Regionalización y desglobalización.
2. Nuevos actores políticos del escenario internacional.

1. Introducción. La mundialización y un nuevo escenario internacional

El final del siglo XX se caracterizó por nuevas dinámicas sociohistóricas


que dieron cuenta de una realidad cada vez más compleja. Como bien
sabemos, el desenlace de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín
se presentan como hitos que modificaron visiblemente la geopolítica
mundial, no solo por una nueva configuración de poderes (un sistema
unipolar detentado por los Estados Unidos), sino también por una serie de
fenómenos sin precedentes: la propagación absoluta del capitalismo y de
su nuevo rostro neoliberal, el incremento en las diferencias económicas
entre los centros y las periferias, la organización de una sociedad de
consumo dependiente de las reglas de mercado, la difusión masiva de los
medios de comunicación y de las nuevas tecnologías, o bien la pérdida de
nitidez en los límites de las políticas de derecha e izquierda, son algunos
ejemplos de problemáticas que surgen en este novedoso escenario
internacional en donde el rol del Estado parece ponerse en jaque.

Pues, en todos los casos, hablamos de fenómenos de carácter


transnacional que, sin embargo, repercuten dentro de las fronteras de
los países, lógica que los estudiosos han explicado a través de una
mundialización: una categoría amplia que pretende dar cuenta de la
existencia de procesos que trascienden las naciones, las sociedades
y las comunidades, interviniendo en múltiples dimensiones políticas,
económicas, sociales y culturales (Ortiz, 2004)1. Tomemos por caso la
forma en que un puñado de inversores en Wall Street puede poner en crisis
la economía de un país africano, o también el modo en que los medios
hegemónicos de nuestro país modelan no solo nuestra opinión pública
sino también la imagen de Argentina que circula por Europa. Se trata
de situaciones ejemplares que ponen de manifiesto el carácter mundial
de los procesos y fenómenos que introduce un cambio de paradigma
en la organización del escenario internacional, logrando con ello que
las teorizaciones clásicas sobre el Estado se pongan en tela de juicio.
En otras palabras, se presentan nuevas situaciones que despiertan una
discusión sobre los límites del rol estatal y las maneras en que los Estados
se interrelacionan cuando la geopolítica se haya supeditada al dominio de
un solo poder (y, por ende, de un único país) y cuando otras dimensiones
económicas, sociales y culturales parecen ocupar mayor relevancia que
aquella política.
1 Ortiz, Renato (2004). Mundialización y cultura. Bogotá: Convenio Andrés Bello.

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 146


La mundialización puede pensarse como una respuesta amplia a este
complejo interrogante, pero se trata, sin embargo, de una categoría que
ha tratado de ser definida a la luz de otras categorías similares. En esta
lógica, la globalización es no solo otro de los nombres con los cuales
se reconoce la mundialización, sino también uno de los conceptos más
citados por las publicaciones especializadas en este plano internacional
mundializado, aunque bien ella carezca de una definición precisa. Desde
su ascenso meteórico en la década de los ’90, la globalización ha sufrido
numerosas interpretaciones, muchas de las cuales han despertado grandes
controversias por su tendencia a simplificar los fenómenos. En tal sentido,
dicha noción parece funcionar como una suerte de cajón de sastre pues
permite abarcar incontables objetos tales como mercados financieros,
medios de comunicación, movimientos sociales o sistemas políticos, entre
muchos otros, los cuales comparten en mayor o menor medida ciertos
rasgos, pero responden siempre a dinámicas propias y específicas.
Por la importancia que detenta este concepto y por la crítica que suscita en
muchos campos del saber, este módulo tomará entonces a la globalización
como su eje vertebral, en tanto fenómeno que nos permitirá comprender
cómo los Estados se interrelacionan e integran dando lugar a nuevos
lazos, y también la existencia de otros actores internacionales que le
otorgan mayor complejidad a nuestro tiempo actual. En este módulo,
nos proponemos, entonces, definir la globalización y sus efectos sobre el
Estado, sus elementos primordiales y las estrategias que se adquieren para
hacerle frente a esta nueva coyuntura.

2. Acerca de la globalización

Para el estudio de los contenidos de los siguientes apartados,


recomendamos la lectura del texto de Roberto Russell, La globalización:
situación y proceso (1998, Ciclos, Vol. VIII, pp. 39-50), disponible en
plataforma, siguiendo los puntos que se proponen a continuación:
- La definición de globalización que el autor propone, y su relación
con los conceptos de internacionalización, transnacionalización e
interdependencia.
- La diferencia entre “proceso” y “situación” a la hora de pensar la
globalización.
- Los cambios históricos en el avance de la globalización a lo largo
del siglo XX.
- Las implicancias de la globalización en el Estado.
- La noción de “conciencia global” que elabora Russell.

En las últimas décadas, la globalización ha generado un sinnúmero de


debates y descripciones. Por ejemplo, Roberto Russell (1998) ha señalado
que la mejor manera de definir la globalización es interpretándola como
un conjunto de fuerzas homogéneas que contribuyen a formación de un
sistema que unifica el mundo, como también a la creación de una sociedad

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 147


global2. Otros autores como Manuel Castells (2007) han optado por explicar
la globalización desde su conformación social y cultural, afrontando
este fenómeno desde la idea positiva de una “sociedad red” en donde
la información circula democrática y homogéneamente3. Por su parte,
referentes como Martin Albrow (1997) han puntualizado más bien sobre los
riesgos (ambientales, económicos y sociales) que acarrea una “globalidad”
que incluso ha modificado la forma en que las personas comprenden su
realidad imperante.
En todos los casos, las reflexiones coinciden en acepta la globalización
como un proceso político, económico, social y cultural que afecta a la
interdependencia entre las naciones y las comunidades, a través de
múltiples procesos que adquieren escala mundial. Tal es el caso del
aumento en la conectividad gracias a los medios de comunicación
(pensemos en la posibilidad de comunicarnos en instantes con alguien que
incluso se halla a continentes de distancia); la reducción de las distancias
espaciales (no en un sentido físico –la geografía casi no ha cambiado en
los últimos años-, pero sí simbólica: por ejemplo, un viaje de avión que
permite cruzar un océano en horas, cuando un siglo atrás el trayecto en
barco podía demorar meses); o bien de la profusión de una cultura casi
universal (canciones, obras literarias, filmes y referentes históricos que
son ampliamente reconocidos por todos, independientemente de su
procedencia).
En consecuencia, esta noción debe pensarse como la ampliación, la
profundización y la aceleración de una interconexión internacional en
diferentes dimensiones tanto económicas, como políticas, sociales y
culturales. Pero, aunque esta idea es compartida por muchos especialistas,
los teóricos dedicados al estudio de la globalización presentan grandes
discrepancias a la hora de pensar sus efectos sobre el escenario mundial.
Ello remite a pensar las experiencias que estallan hacia el final del siglo XX
y que muestran, de manera especial, una fuerte tensión entre lo doméstico
y lo extranjero, entre lo local y lo internacional, poniendo de manifiesto un
nuevo escenario internacional. Como bien mencionamos, la pregunta que
surgirá, en este contexto, es qué lugar ocupa el Estado como organización
política y territorial en un mundo donde toda frontera parece evaporarse.
De modo particular, un conjunto de especialistas se ha dedicado a pensar
este interrogante, problematizando el alcance de la globalización desde
una descripción política e internacionalista. Se trata de un intenso debate
en el que podemos distinguir tres grandes escuelas de pensamiento:
hiperglobalizadora, escéptica y transformacionalista, miradas que
ofrecen su propia descripción y explicación de este fenómeno casi
inabarcable. Mientras los hiperglobalizadores como Kenichi Ohmae
afrontan la globalización como una nueva era en la cual los pueblos del
mundo se hallan cada vez más sujetos a la lógica del mercado global,
los escépticos como Paul Hirst y Grahame Thompson sostendrá que
este fenómeno es, más bien, un mito que oculta una realidad económica
internacional, la cual se encuentra cada vez más segmentada en tres
bloques regionales importantes y con un fuerte rol de los gobiernos
nacionales.

2 Russell, Robert (1998). “La globalización: situación y proceso”. En: Ciclos, Vol. VIII, Nro. 14-15, pp. 39-50.
3 Castelles, Manuel et al (2007). La transición a la sociedad red. Buenos Aires: Ariel.

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 148


Por su parte, los transformacionalistas como James Roseneau y Anthony
Giddens entenderán la globalización actual como un hito histórico sin
precedentes, pues los Estados y sus sociedades experimentan, a medida
que tratan de adaptarse a un mundo más interconectado, un profundo
proceso de cambio, aunque bien dicho proceso pueda ser incierto.
Es interesante señalar que cada una de estas escuelas no responde a una
postura ideológica homogénea. Por ello, en la mirada hirperglobalistas
conviven concepciones ortodoxas neoliberales junto con aquellas
marxistas, mientras que en la escéptica se congregan descripciones
conservadoras que comparten con las posturas radicales concepciones
similares acerca de la naturaleza de la globalización. Incluso, entre
hiperglobalizadores, escépticos y transformacionalistas existe una gran
diversidad de aproximaciones intelectuales, convicciones normativas y
formas de comprender el mundo, y por ello resulta necesario encontrar un
modo de comprender cómo estas escuelas ofrecen ciertas generalidades
y argumentos. Por tal motivo, conviene recuperar las lecturas de la
globalización que han desarrollado estas escuelas, centrándonos en
un aspecto de importancia para este módulo: las implicaciones de este
proceso en el poder del Estado y el gobierno.

3. Teorías de la globalización: las escuelas dominantes y el rol del


Estado
El conjunto de estudiosos que adhieren a la postura hiperglobalista
entenderán que el Estado ya no es una posibilidad viable en un mundo
dominado por una economía global. Se trata de una postura que le otorga
prioridad a la lógica económica principalmente en su expresión neoliberal,
dado que los hiperglobalistas celebran la libre competencia de mercados
que, asimismo, garantizan el crecimiento de la globalización. Por ello, para
esta escuela, lo que podría verse como una desnacionalización de las
economías es, más bien, una economía sin fronteras que colabora con el
progreso mundial.
Desde una perspectiva utópica, con el crecimiento y la expansión de
la globalización, tarde o temprano los Estados serán instituciones
prescindibles que se verán suplantados por formas macroeconómicas de
integración. Los teóricos de esta escuela argumentan esta profecía desde
la pérdida de capacidad de control por parte de los gobiernos nacionales,
quienes recurren cada vez más a formaciones regionales o globales para
gestionar sus poblaciones internas. En síntesis, para los hiperglobalistas,
el fenómeno de la globalización es una fase que precede la desaparición
de los Estados, dando paso a una “sociedad global” marcada por una
preponderancia de lo económico.
Pero, mientras los hiperglobalistas afirman que el mundo está alcanzando
una economía de perfecta integración, los escépticos dudarán de esta
comprensión tan positiva de la globalización para pensar, más bien, que
el escenario internacional está viviendo apenas un aumento en los niveles
de internacionalización: ello es, un incremento en las interacciones entre
las economías nacionales, y entre sus flujos de inversión y comercio. En tal
sentido, los escépticos también se apoyan en una perspectiva económica,
sosteniendo sus afirmaciones en datos históricos concretos. Según su

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 149


teorización, lejos de haber perdido poderío, son los Estados quienes ponen
en marcha múltiples procesos de internacionalización, asegurando con
ello la liberación económica o bien posicionándose en contra. Basta solo
recordar cómo, en las últimas décadas, han aumentado progresivamente
las formas de “regionalización”, como sucede con la conformación de
bloques (como Norteamérica, Europa y Asia), como también con la
expansión de los nacionalismos y de enclaves étnicos que muestran una
unidad interna, fronteras adentro.
De allí que los escépticos descrean de la globalización y de la posibilidad
de un gobierno global, en tanto estos fenómenos dan cuenta de una
contradicción en la idea hiperglobalista de una sociedad global, visible
incluso en un retorno de prácticas que asumen cierta forma imperial. En
cierto modo, los escépticos ven a la globalización como una fachada
detrás de la cual se esconden los intereses particulares de las naciones
individuales que se enfrentan o se integran al mercado global.
Finalmente, a diferencia de los escépticos y los hiperglobalistas, los
transformacionalistas evitan vaticinar los efectos de la globalización
a largo plazo, asimilando este fenómeno como un proceso incierto y
repleto de contradicciones. Por ello, los transformacionalistas ven los
efectos que ha tenido la globalización en la historia más reciente, en
tanto intenso movimiento que aceleró los cambios políticos, sociales y
económicos, reformando las sociedades modernas. Se trata de un nuevo
escenario internacional sin precedentes, en donde las fronteras locales e
internacionales tienden a erosionarse, pero señalando una imposibilidad
de prever cuál será efectivamente su dirección. Por ello, los Estados se
encuentran en un espacio de una incertidumbre casi absoluta, escenario
que difícilmente pueda caracterizarse en términos de una sociedad global
armónica o de bloques de integración en pacífica convivencia.
No obstante, la escuela transformacionalista encuentra en la globalización
la promoción de nuevas formas de estratificación del orden mundial,
aspecto que cobra relevancia en las crecientes distancias entre centros y
periferias tanto económicas como sociales. La profusión de términos que
aparecen junto al de globalización (tales como Norte y Sur, o Primer Mundo
y Tercer Mundo) no hacen más que confirmar esta idea, acerca de la cual
el fenómeno global ha impuesto otras jerarquías que reclaman nuevos
abordajes críticos. Incluso, se trata de una redistribución de poderes que
afecta al gobierno mismo de un Estado que ahora debe gestionarse tanto
en otros territorios especiales que toman la forma de bloques regionales
en tensión, pero también en otros territorios más bien simbólicos: desde
la existencia de mercados financieros virtuales, hasta la presencia de
una cultura global que se rige por las reglas de mercado y por el modelo
dominante de los Estados Unidos. En muchos casos, el poder del Estado
se yuxtapone a poderíos de otro orden, introduciendo interrogantes
novedosos acerca de su función efectiva. La globalización, entonces, es
una transformación constante que afecta a numerosas dimensiones en las
cuales el Estado debe desenvolverse.

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 150


Por lo tanto, mientras la escuela hiperglobalista anuncia el fin del
gobierno estatal, y mientras los escépticos sugieren que la globalización
solo da cuenta de un Estado que ha asumido otras formas, los
transformacionalistas pretenden más bien interpretar de qué manera
este fenómeno impone otras variedades de poder, como también otras
distribuciones. Lo cierto es que, pese a sus diferencias, estas tres miradas
coinciden en preguntarse acerca de los regímenes de soberanía que son
posibles en el contexto de la globalización. En su conjunto, presentan una
fuerte problemática acerca de las fronteras (territoriales y simbólicas) que
se gestan en este enclave reciente, preocupándose por dilucidar cómo los
gobiernos estatales hacen frente a nuevas condiciones históricas.
Lo que estas posturas enfrentadas demuestran, finalmente, es que
debemos pensar a la globalización como un término diagnóstico de la
actualidad, puesto que le da nombre a una época, intentando explicar
los macroprocesos de cambio el mundo contemporáneo (Osterhammel
y Petersson, 2019)4. Se trata, entonces, de un concepto procesual que
busca explicitar el modo en que una imagen tradicional de Estado se pone
en crisis, al tiempo que pretende exponer ciertos fenómenos de diversa
naturaleza que afectan a su soberanía, tales como: el crecimiento expansivo
de un mercado global, la expresión de una cultura homogénea en cada
rincón del mundo y el surgimiento de otras expresiones temporales y
especiales (como por ejemplo la reducción de los espacios consecuencia
de los medios de transporte y las tecnologías, o bien la circulación rápida
de la información por los medios masivos de comunicación).
En tal sentido, al considerar consideramos a este complejo fenómeno como
una categoría que permite dar cuenta de un particular momento histórico
del escenario internacional, es posible encontrar una cuarta postura ante la
globalización que nos permite plantear nuevos interrogantes acerca de:

1. El rol del Estado (su ocaso y pérdida de legitimidad, o bien su


recurrencia a nuevas formas de integración y sostenimiento de
poder).
2. La cultura y la sociedad (su homogeneización y uniformización más
democrática, o bien su constitución en estratos diferenciados y
nuevos márgenes).
3. La comprensión del tiempo y el espacio.

4. Sobre el desarrollo histórico de la globalización


Hemos mencionado anteriormente que la globalización cobra relevancia
a partir de la década de los ’90 a partir de un conjunto de cambios
estructurales en la geopolítica internacional. No obstante, los estudiosos
coinciden en sugerir que la globalización, lejos de ser un fenómeno
reciente, trata con un complejo proceso que viene cobrando forma en
los últimos siglo, ellos aparejado al nacimiento de la modernidad y a
ciertos cambios en la percepción espacial y temporal de las culturas y

4 Osterhammel, Jurgen y Petersson, Niels P. (2019). Breve historia de la globalización. Del 1500 a nuestros días. Buenos
Aires: Siglo XXI.

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 151


sus sociedades (Held et al, 2002)5. Por tal motivo, y siguiendo esta idea
de una cuarta postura ante la globalización, podemos puntualizar a modo
de ejemplo en ciertos hitos históricos que dan cuenta de un crecimiento
paulatino de este fenómeno a lo largo del siglo XX, el cual alcanzará su
mayor esplendor en el periodo de posguerra (años 60’s), momento en el
cual Marshall McLuhan acuña la frase “aldea global”:

- Cambios de orden témporo-espacial y tecnológico:


En 1919, la iniciación del primer horario de servicios de líneas aéreas
transfronterizas.
En 1927, la primera emisión de televisión (por parte de la BBC inglesa).
En 1930, la primera transmisión global de radio (el discurso de Jorge V
abriendo la Conferencia Naval de Londres transmitida simultáneamente a
través de 242 estaciones en 6 continentes).
En 1946, la construcción del primer computador digital.
En 1962, primera comunicación satelital.
En 1971, el establecimiento del primer sistema de intercambio electrónico.
En 1991, introducción de la red “Web” a nivel mundial.

- Cambios de orden cultural


En 1911, fundación del primer estudio cinematográfico en Hollywood.
En 1939, producción del primer filme que mayor recaudación generó a nivel
internacional (Lo que el viento se llevó).
En 1949, introducción del primer paquete de vacaciones dentro del
concepto de un turismo global.
En 1955, la creación de una de las primeras franquicias de exportación
masiva (McDonald’s).
En 1968, pronunciamiento del Mayo Francés, revuelta universitaria de
impacto ideológico en todo el mundo.
En 1981, primera emisión global de la cadena MTV.

- Cambios de orden político-económico:


En 1929, la puesta en marcha del primer acuerdo financiero europeo
(firmado en Luxemburgo).
En 1974, el gobierno de los Estados Unidos elimina los controles para el
cambio extranjero (otros Estados lo seguirán unos años después).
En 1945, pronunciamiento internacional de la Carta de las Naciones Unidos.
En 1954, el establecimiento de la primera zona de exportaciones en
proceso (Irlanda).

5 Held, David et al (2002). Transformaciones globales. Política, economía y cultural.


México: Universidad Iberoamericana.

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 152


En 1957, el levantamiento de los misiles balísticos intercontinentales.
En 1972, la primera conferencia sobre un tema global (Conferencia de
Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano).
En 1987, aparición del “hoyo” en la capa de Ozono sobre la Antártica
generando una preocupación ecológica global.
En 1987, la Crisis de Wall Street con el consiguiente impacto en los
mercados mundiales.
En 1991, caída del Muro de Berlín.
En 1991, desmoronamiento del bloque soviético.

Como se comprenderá, estos hitos son ilustrativos de un conjunto


mucho más amplio de procesos históricos que pueden ejemplificar la
globalización. Incluso, su separación en dimensiones políticas-económicas,
tecnológicas y culturales es tentativa, aspecto que marca uno de los
rasgos prioritarios de la globalización: en otras palabras, ningún fenómeno
producido en el marco de un mundo global impacta en un solo orden.
Tomemos por caso lo que sucede con la explosión del cine hollywoodense,
cuyas películas modelan la opinión pública en cada rincón del planeta,
pero también movilizan grandes cantidades de inversiones mundiales
que impulsan a los Estados a regular ingresos y salidas de capitales. O
también el aumento de diferentes medios de comunicación, que obligan
a los gobiernos a congregarse para crear normativas de regulación de
la información en el plano internacionales. Es este uno de los rasgos
históricos de la globalización: un carácter multifacético que produce
modificaciones superpuestas en diferentes dimensiones y en distintas
partes del mundo.

5. El Estado en una sociedad global: su relación con otros actores y el


impacto en sus elementos

En el módulo 2, hemos observado con detenimiento los diferentes


elementos que dan forma al Estado. En este apartado, recuperamos
aquellos contenidos para pensar cómo, en sus estructuras, los gobiernos
estatales se ven intervenidos por el proceso de la globalización.

EDUBP | ABOGACÍA | Ciencia Política pag. 153


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Capítulo sexto
Unión Europea

En este capítulo sexto, el lector debe conocer la importancia del estudio de


la Unión Europea como ejemplo de integración. Para ello, se realiza un
recorrido por las fuentes, originarias y derivadas, por los tratados constitutivos
y su evolución hasta la actualidad, así como el estudio de las Instituciones de
la Unión Europea.

I. Introducción.

No quisimos dejar pasar la ocasión de incluir en un libro dedicado a los


Sistemas Jurídicos Contemporáneos, la presentación o exposición de uno de
los grandes fenómenos jurídicos como es la integración europea.
En la actualidad, dada la dinámica de la Unión Europea, es importante
conocer en qué consiste este ente comunitario, así como visualizar su evo-
lución y proyección.
En pleno siglo xxi, la Unión Europea forma el marco económico,
jurídico y político en el que 27 Estados Miembros manifiestan una misma
voluntad, bajo la integración y cesión de soberanías, de realizar un destino
común.
Así, como decimos, para conocer la importancia del resurgir, hoy más
que nunca, de la llamada Unión Europea, es preciso conocer, al menos, los
hitos más importantes que generaron el nacimiento de la actual Unión y,
por supuesto, su evolución, fundamentalmente a través de sus Tratados y de
sus Instituciones.
Mucho se ha discutido sobre si el fenómeno de la Unión Europea
ha sido o es exitoso. La respuesta puede ser realmente simple al visualizar
que si siguen ciertos Estados esperando su turno para solicitar su inclusión
en el marco comunitario, ello es un dato denotativo del interés y, por tanto,

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del éxito de la integración comunitaria. Al final del capítulo incluimos un


anexo I con las distintas etapas de la ampliación de los 27 Estados miembros.
Otro dato significativo es que en medio siglo, la Europa comunitaria ha
elevado el nivel de vida de sus ciudadanos a unas cotas sin precedentes.
En la actualidad, la Unión Europea, con sus 27 Estados miembros, re-
presenta 500 millones de habitantes y es el primer mercado mundial, un
mercado único sin fronteras y con una moneda única. Igualmente, al final
del capítulo incorporamos un anexo II con las etapas de la Unión Econó-
mica y Monetaria (uem).
Otro dato que merece la pena destacar es que el 70% de la legislación
vigente en los Estados miembros es de origen europeo. Este alto porcentaje
condiciona la vida diaria de los Estados, de la Administración, de las Empre-
sas y de los ciudadanos. Esta legislación comunitaria se ha fortalecido a
medida que se han dado las distintas reformas de sus tratados constitutivos.
Es un hecho que en ningún país ha habido tantas reformas como en la
Unión Europea en los últimos 20 años.
Cierto es que todo el proceso de la Unión Europea ha sido vinculado al
gobierno, a las elites políticas y escasamente al pueblo. Ante tal aseveración
no podemos evitar expresar que la Unión Europea no es una panacea, tiene
un sistema de pesos y contrapesos en donde se han vislumbrado momentos
de paz y estabilidad y momentos de inquietud.
El estudio del derecho comunitario representa un gran reto pero no
por la dificultad de su contenido sino por la dificultad en la que se presenta
su acervo y se incluyen todas sus reformas. Como ejemplo, véase cómo el
estudiante que inicia sus estudios en derecho comunitario, al leer la última
reforma a los Tratados constitutivos, Tratado de Lisboa, el cual cuenta ya
con un subtítulo: “Por el que se modifican el Tratado de la Unión Europea y
el Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea”, y de ahí la remisión
a un articulado que la deriva a las distintas disposiciones que deben ser ac-
tualizadas de los Tratados constitutivos mencionados, se encuentra ante una
normativa diseminada en los distintos Tratados constitutivos, lo cual impli-
ca en la mayoría de las ocasiones, una “maraña” en donde debemos detectar
las disposiciones vigentes.
La integración europea ha llevado su tiempo y aún está en proceso; un
proceso de estas características, en el que se ponen en común no sólo los
intereses económicos, sino además los intereses políticos y sociales, no hu-
biera sido posible sin las Instituciones que le dieron cobertura y los Tratados
constitutivos como fuentes originarias.
La Unión Europea no es un Estado, ni una federación de Estados y
tampoco es una organización internacional. Hay un sector doctrinal que la

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Unión Europea

conceptualiza como un sistema de soberanías compartidas, un poder civil


basado en la interdependencia que dispone de poderes normativos, que in-
cluso puede tomar decisiones pero que no tiene fronteras definidas. En ese
sentido, destacamos, en este momento, un detalle realmente sorprendente y
que da pauta al entendimiento de ciertas circunstancias dentro del ámbito
de la Unión Europea y es el detalle que no tiene poderes fiscales, es decir,
no hay impuestos europeos y por ello el presupuesto es realmente bajo, a
veces inferior al que puede tener un país como Dinamarca. El motivo o
justificación de tal situación, en el ámbito fiscal, es tan sencillo como que
los Estados no quieren ceder poder fiscal a Europa. Los Estados Miembros
controlan los presupuestos pero prácticamente tan sólo en dos parcelas, a
saber: política agraria y política de cohesión —desarrollo regional—.
Hasta aquí, podemos expresar que en pleno siglo xxi, estamos ante
una Europa totalmente diferente a la que marcó su nacimiento en la
década de los cincuenta del siglo pasado. Hay más Estados miembros y
más competencias por lo que el “edificio” europeo necesita ser adaptado a
las nuevas necesidades, a las nuevas circunstancias. Ese fue el objetivo que
marcó, por ejemplo, el Proyecto de Tratado por el que se instituye una
Constitución para Europa, una reforma realmente ambiciosa que tuvo un
final un tanto sorprendente y que se reconduce en el Tratado de Lisboa
de diciembre de 2007.
Hay que subrayar que sus Instituciones, como tal, son peculiares y así se
puede representar al Estado de origen y al Ciudadano europeo como Diputa­
do, por un determinado país miembro, en el Parlamento Europeo, y por lo
tanto, podríamos decir que se puede dar la paradoja de ostentar dos poderes:
diputado en el país de origen y diputado europeo. Por lo que se refiere a
la Comisión Europea, ésta tiene algo de Poder Ejecutivo y Poder Legisla-
tivo; tecnocrática dado que no sale de un proceso electoral, compuesta por
un comisario (uno por cada país miembro —veintisiete comisarios—) re-
partidos en carteras tales como agricultura, economía, ampliación, etcétera.
Entre sus funciones más destacables tiene la de proponer iniciativas, es decir,
tiene poder propositivo en exclusiva.
En definitiva, tenemos una mezcla de elementos democráticos (Parla-
mento) con elementos tecnocráticos (Comisión), una mezcla que además
de ser curiosa no nos deja de sorprender.
El Derecho comunitario se impone a los Estados. Si se pertenece a
la Unión Europea se debe aplicar las normas de la Unión Europea. Esta-
mos ante un sistema que se basa en dos legitimidades: estatal y ciudadanos
(elecciones).

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II. Fuentes comunitarias

Las fuentes del derecho comunitario son dos:

1) Derecho primario, integrado por todos los Tratados constitutivos de


la Unión Europea, incluidos los anexos, protocolos, reformas de los
Tratados y los Tratados de adhesión.

2) Derecho derivado, integrado a su vez por:

2.1. Reglamentos, disposiciones de carácter general, obligatorias


entodos sus elementos y directamente aplicables en cada Estado
Miembro;

2.2. Directivas que obligan a todo Estado Miembro destinatario en


cuanto a su resultado, pero deja a las instancias nacionales la
elección de la forma y los medios para alcanzar dichos objeti-
vos; la directiva puede ser general o individual;

2.3. Decisiones que son obligatorias en todos sus elementos para


sus destinatarios, que no son necesariamente los Estados.

III. Tratados constitutivos

Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el nacimiento del proceso


de integración europea se sitúa en los años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial. Europa, en ese momento, tenía dos objetivos claramente defini-
dos por una parte: la intención de reconstruir la estructura económica y
política de Europa occidental; y, por otra parte, consolidar la paz entre
los países europeos.
A tales objetivos hay que añadir que se dieron una serie de condiciones
propicias que determinaron el surgimiento de una nueva configuración de
Europa, destacando, entre otras, el reconocimiento de su propia debilidad;
la convicción de acabar, definitivamente, con la posibilidad de nuevos con-
flictos armados y el deseo de un mundo libre y justo —la denominada y tan
anhelada convivencia de personas y de Estados—.
Tal y como ya hemos expuesto en un trabajo anterior en el que in-
troducíamos aspectos generales de la Unión Europea, el cual queremos

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Unión Europea

seguir por su concreción e idoneidad en este momento, fue Winston Chur-


chill, primer ministro Británico, quien propuso la creación de los “Estados
Unidos de Europa” en su famoso discurso de Zurich el 19 de septiembre de
1946, cuyo primer paso debía ser la creación de un Consejo de Europa. Es
el primer paso hacia la reconciliación.
Al mismo tiempo que se pronunciaba el mencionado discurso de Wins-
ton Churchill, en Suiza se llevaba a cabo un congreso de grupos europeístas
que demandaban la supresión de las soberanías nacionales europeas para dar
lugar a una nueva entidad federal.
Llegados a este punto, el 5 de junio de 1947, el Secretario de Estado
norteamericano, George Marshall, propuso, en un discurso que disertó en
la Universidad de Harvard, el plan que llevó su nombre “Plan Marshall”
(Programa de Reconstrucción Europea). Se destinaron importantes mon-
tos de capital norteamericano con el objeto de apoyar el proyecto de la
unificación europea con la esperanza de que fuera realmente un alivio
a la política mundial y la apertura de nuevos y mayores mercados. El Plan
Marshall tenía dos misiones centrales que fueron, por un lado, contrarrestar
a las fuerzas políticas de izquierda y sindicales —especialmente en Italia y
Francia— y por otro lado, influir y contener el surgimiento de un capita-
lismo europeo y vigoroso que representara una fuerte competencia futura.
En este contexto, Europa se encontraba al borde del abismo; apenas ha-
bía terminado la Segunda Guerra Mundial cuando tomó cuerpo la amenaza
de una Tercera Guerra Mundial; las hostilidades continuaban y se produjo
lo que se denominó la Guerra Fría: confrontación Este-Oeste. Apenas cin-
co años después de la Segunda Guerra Mundial, los antiguos adversarios
estaban muy lejos de haberse reconciliado. Concretamente el problema se
planteaba con respecto a Francia y Alemania, era necesario establecer un
vínculo entre estos dos países y reunir en torno a ellos a todos los países
libres de Europa para construir juntos un destino común.
Los jefes de las diplomacias norteamericana y británica habían confiado
a Robert Schuman, ministro de Asuntos Exteriores francés, una misión de
suma importancia que consistía en presentar una propuesta para integrar la
Alemania Federal en el concierto occidental.
Se necesitaron, en definitiva, sentar las bases de una colaboración y alian-
za permanente entre las dos grandes potencias productoras de las materias
primas de la industria bélica —el carbón y el acero—, Francia y Alemania. A
los bloqueos políticos se sumaban las dificultades económicas. Jean Monnet,
comisario del Plan Francés de Modernización, poseedor de una experiencia
única como negociador y hombre de paz, propone a Robert Schuman y al
Canciller alemán Konrad Adenauer la creación de un interés común entre

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sus países: la gestión, bajo una autoridad independiente, del mercado del
carbón y del acero. En efecto, se acaba de salir de un conflicto bélico que
había concienciado a Europa acerca de la necesidad de evitar situaciones
cualesquiera vejatorias para el individuo o atentatorias contra sus econo-
mías; por lo tanto, la propia creación de la Comunidad Económica del Car-
bón y del Acero, cubre o cubría, en ese momento, todos los mencionados
propósitos sin olvidar que por encima de todo esto estaba el deseo de paz de
las naciones europeas, afirmado, con absoluta rotundidad, en la declaración
Schuman del 9 de mayo de 1950.
Sin lugar a duda, el Plan Schuman encierra en sí propuestas revolucio-
narias. Su principio fundamental es la delegación de soberanías, en un sector
limitado pero decisivo: la producción franco-alemana de carbón y de acero.
Como nos destaca Josep Mª Jordán Galduf, desde los inicios de la in-
tegración europea se puede ver claramente cómo Europa está utilizando
pragmáticas metas económicas para aproximarse a ambiciosos objetivos polí-
ticos. Según los fundadores de las Comunidades Europeas, la fusión de los
intereses económicos de los Estados miembros crearía las condiciones para
alcanzar posteriormente una integración política de mayor envergadura.
Siguiendo la línea del proyecto comunitario, en 1950, como ya se men-
cionó, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, hizo
el llamado a los países europeos para crear una primera comunidad; es el
comentado Tratado Constitutivo o fundacional, Tratado de la Comunidad
Económica del Carbón y Acero (tceca) también denominado Tratado
de París, por el lugar de su firma, el 18 de abril de 1951, entrando en vigor
el 23 de julio de 1952.
Tras su ratificación por parte de los seis Estados signatarios: República
Federal de Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos; el
10 de agosto de 1952, la Alta Autoridad, presidida por Jean Monnet, se ins-
talaba en Luxemburgo.
El tceca tenía un ámbito de aplicación muy definido, nacía con un
marcado carácter técnico y económico; se considera como el primer or-
ganismo multilateral con un verdadero carácter multinacional. El siguiente
paso era continuar por la vía de la integración; acabar con el tradicional en-
frentamiento franco-alemán y establecer, de una vez, la federación europea.
En el avance hacia la integración, como manifiestan Rossell y Aguirre,
“el éxito de la ceca inspiró aún más a los europeístas, quienes pensaban
que había llegado el momento de extender los esfuerzos integracionistas a
los ámbitos políticos y militares (...) las circunstancias internacionales de-
mandaban una mayor cooperación intereuropea”.

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Unión Europea

Hasta ese momento, todo parecía funcionar bien, se habían creado soli-
daridades de hecho y el avance continuaba hacia otros sectores de la eco-
nomía; sin embargo, cuando se ignoró la necesidad de la técnica de los
“pequeños pasos” y se intentó avanzar aún más rápido, creando la Comuni-
dad Europea de Defensa (ced) y la Comunidad Política Europea (cpe), estos
grandes proyectos fracasaron de inmediato.
Tras el fracaso de la ced y cpe, al decir de Mangas y Liñán, resultaba peli-
groso dejar aislada a la ceca y era necesario reanudar la experiencia suprana-
cional con el método funcional, dando lugar, posteriormente, a los siguientes
Tratados Constitutivos de la Unión Europea.
Tenemos, por otro lado, el Tratado de Roma o los Tratados de Roma,
con un antecedente en la unión aduanera y económica alcanzadas por Bél-
gica, Países Bajos y Luxemburgo, a partir de 1948, conocida como, el ya
mencionado, Benelux, y estuvo, además, precedido de la Constitución
de la ceca.
Fue un hecho que los logros alcanzados en el aspecto económico por
la ceca, estimularon a los seis países miembros, al tratar de proyectar la mis-
ma fórmula hacia todas las actividades económicas e industriales.
Se continúa con el espíritu de integración materializándose en la Con-
ferencia de Ministros de Asuntos Exteriores de la ceca, celebrada en Messi-
na, Italia. En esta reunión se expresa la voluntad política decidida para entrar
en una nueva etapa de la construcción europea y se anuncia la voluntad
de establecer una Europa unida, la preparación de un informe sobre las po-
sibilidades de una unión económica general, así como sobre una unión en
el terreno nuclear. La meta era, tal y como expresa Piñón Antillón, en de-
finitiva, presentar una propuesta de integración económica a partir de las
resoluciones allí tomadas. El Informe Spaak se convirtió en base principal
para continuar con la idea integracionista europea.
Los Tratados constitutivos de la Comunidad Económica Europea (cee) y
de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (ceea o Euratom), se fir-
maron en Roma, el 25 de marzo de 1957, con entrada en vigor el 1 de enero
de 1958, con las mismas bases que el Tratado ceca, aunque con un mayor
acercamiento hacia la idea intergubernamental. Se estableció a través de los
Tratados de Roma, la coordinación en el desarrollo e investigaciones atómi-
cas pacíficas, así como un programa de acercamiento para promover el pro-
greso tecnológico y la producción nuclear en Europa; Euratom garantizaba
también el suministro de las necesarias materias primas. Fue una negociación
en Package-Deal para que todos los participantes resultasen beneficiados en
alguna medida y así se diera un paso más hacia la integración europea.

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En este momento, tenemos que expresar que tanto la ceca como el


Euratom representaron dos formas de integración sectorial (carbón y acero
por un lado y el desarrollo común y para fines pacíficos de la energía nu-
clear, por otro lado); en cambio, la cee constituye una forma de integración
global (extendida al conjunto de la actividad económica); esto último mo-
tivó o provocó la hegemonía que ha tenido esta última en el proceso de
conformación de la Unión Europea. Desde esa perspectiva, los órganos
de estas tres comunidades estarían separados y serían independientes entre sí
hasta la firma en Bruselas, el 8 de abril de 1965, del Tratado de Fusión de
los mismos, con entrada en vigor el 1 de julio de 1967, pudiéndose hablar, a
partir de ese momento, en conjunto, de las “Comunidades Europeas”.
Mediante el Tratado de Fusión, se integraron los órganos de la ceca,
la cee y Euratom.
En 1984, se elaboró un Proyecto de Tratado de Unión Europea (tue)
—el denominado “Proyecto Spinelli” por su ponente—, el cual tuvo escaso
éxito práctico pero fue el empuje determinante para iniciar el proceso de
reforma de la Comunidad.
En 1985, se produce un avance hacia la integración como consecuencia
de haber resuelto en el Consejo Europeo, celebrado en Fontainebleau, el
problema del presupuesto británico.
La realización del Mercado Único Europeo quedó recogida como un
objetivo fundamental del Acta Única Europea (aue) firmada en Luxembur-
go y en La Haya, el 17 y 28 de febrero de 1986, respectivamente, que entró
en vigor el 1 de julio de 1987.
Con la firma del Acta Única Europea, al decir de Fernando Morán, “se
produce un salto cualitativo muy importante dentro del sistema comuni-
tario. Se amplían las competencias de la Comunidad y se abordan tres de los
grandes problemas de la Comunidad Europea que son, a saber:

- El déficit de representación de la Comunidad, problema institucional


manifestado en el terreno de los valores políticos.

- La creación de un mercado interior, suprimiendo todas las barreras


aduaneras entre los Estados.

- Las consecuencias monetarias de este mercado interior.

Hay que destacar que el Acta Única Europea representó la primera reforma
importante de los Tratados Constitutivos de las Comunidades Europeas, y
marcó uno de los grandes principios, en el plano económico, que inspiran

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Unión Europea

a la Comunidad Europea desde el Tratado de Roma, es decir, garantizar las


cuatro libertades de circulación (personas, mercancías, capitales y servicios);
libertades sin obstáculos aduaneros desaparecidos en el interior de la geo-
grafía determinada por el mercado común.
Tras el Acta Única Europea, el Tratado de la Unión Europea (tue) o
Tratado de Maastricht, supone la segunda reforma más importante de
los Tratados constitutivos de las Comunidades Europeas.
Los proyectos preparados por las Conferencias Intergubernamentales
fueron sometidos a la reunión del Consejo Europeo en Maastricht el 9 y 10
de diciembre de 1991 y los jefes de Estado y gobierno aprobaron el texto.
El tue fue firmado por todos los Estados miembros el 7 de febrero
de 1992 en Maastricht, y no entró en vigor sino hasta el 1o. de noviembre de
1993. Este lapso demuestra que el tue tuvo serios obstáculos para ser admi-
tido en los diferentes Estados miembros.
Esta segunda gran reforma fue motivada, en principio, por los éxitos que
se venían dando dentro de la Comunidad, y además por todos sus cambios
y crecimiento. Se necesitaba elaborar un nuevo tratado basado en la unión
económica y monetaria. En este momento es cuando se propicia una im-
portante fase de la tantas veces mencionada integración europea.
Son tres los pilares que se establecen después de esta segunda gran
reforma:

1) La Comunidad Económica Europea, surgida del Tratado de Roma,


se convierte ahora formalmente en la Comunidad Europea o Unión
Europea;

2) Se dota a la Comunidad de nuevas competencias, sobre todo en ma-


teria de educación, cultura y salud; y se refuerza el principio de la
cohesión económica y social;

3) Se consagra el principio de subsidiariedad, según el cual la Comu-


nidad sólo intervendrá cuando aporte un valor añadido a la acción
nacional o regional.

La tercera gran reforma de los Tratados Constitutivos, la representa el Tratado


de Ámsterdam, firmado el 2 de octubre de 1997. Cabría plantearse la justi-
ficación de esta nueva reforma ante el olvido, pensamos, de los legisladores
del tue, de “partidas” importantes que motivaron la posterior reforma a
través de este Tratado de Ámsterdam.

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Los objetivos principales de la Unión, a través del Tratado de Ámsterdam


fueron:

1) Libertad, seguridad y justicia. En este apartado el Tratado hace espe-


cial hincapié en fomentar una zona de libertad, seguridad y justicia
para todos, en el que se reconozcan y protejan las libertades funda-
mentales y los derechos humanos; reconociendo, asimismo, igualdad
de sexos, de oportunidades, de protección social; se protejan los dere-
chos inherentes a la libre circulación de personas; mayor interés por
los temas de asilo, visados y migrantes para evitar prácticas xenófobas
o discriminatorias; “cooperación reforzada” para la supresión de
controles fronterizos en las carreteras y aeropuertos; y una mayor
cooperación entre los gobiernos en los temas policiales (Europol)
y judiciales.

2) La Unión y el ciudadano. Este capítulo del Tratado está concentrado,


en su mayor parte, en torno a marcar una serie de directrices comuni-
tarias que deberán incluirse en los planes nacionales para el empleo.
La Unión Europea coordinará las políticas de empleo pero serán los
Estados Miembros los encargados de responsabilizarse de sus polí-
ticas de empleo, en las que se deberá conceder mayor importancia a
la creación de empleo; combatir, asimismo, el desempleo de larga
duración; fomentar un alto nivel de formación para acceder a me-
jores empleos; luchar contra la exclusión social y por la igualdad de
oportunidades; representación y defensa colectiva en terceros países;
y crear, en definitiva, un “modelo social europeo” que solvente o
mejore, al menos, la situación laboral europea.
El Tratado de Ámsterdam, de la misma manera, asienta la posibi-
lidad, para los ciudadanos de la Unión, de acogerse a representación
diplomática y consular de cualquier Estado Miembro en los terceros
países en que su país no esté representado; votar y ser elegible
en las elecciones municipales y europeas en el Estado en el que se
reside, aún sin poseer la nacionalidad; se subraya que la ciudadanía
europea es complementaria y no sustituta de la nacional; cumplir
con el principio de subsidiariedad, en el sentido que la Comunidad
debe actuar únicamente cuando puedan obtenerse mejores resultados
con sus intervenciones; cooperación aduanera; protección y estrate-
gias medioambientales; protección de la salud humana, previniendo
enfermedades y evitando fuentes de peligro.

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Unión Europea

3) Política exterior coherente y eficaz. Uno de los grandes pilares que sustenta
la Unión Europea es precisamente éste, la Política Exterior y de Se­
guridad Común (pesc) El Tratado de Ámsterdam, en lo que concierne
a la pesc, establece estrategias con objetivos, duración y medios para
lograrlos con la coordinación de los quince Estados Miembros; mayor
eficacia en el ejercicio diplomático y capacidad económica; capacidad
de la Unión para celebrar acuerdos internacionales para desarrollar,
en definitiva, su política exterior; y, sobre todo, una cooperación de las
misiones diplomáticas y consulares.

4) Las Instituciones de la Unión Europea. Uno de los grandes retos de la


Unión es hacer frente a las futuras ampliaciones de la Comunidad
Europea y en conexión directa, se necesita adaptar y mejorar sus Ins-
tituciones. Se exponen, en el Tratado, procedimientos más accesibles
y transparentes de las Instituciones de la Unión; se limita el número
de miembros del Parlamento Europeo; se extiende la posibilidad de
adoptar decisiones por mayoría cualificada a nuevos ámbitos de ac-
tuación política de la Unión, como por ejemplo en relación con la
ampliación de nuevos Estados Miembros; se refuerza la Presidencia de
la Comisión Europea; se amplía la competencia del Tribunal de Jus-
ticia de las Comunidades Europeas en cuanto a la salvaguarda de los
derechos humanos; y se otorga una mayor autonomía administrativa
al Comité de las Regiones.

5) Cooperación más estrecha, “flexibilidad”. La unidad, cultural o económi-


ca, que más o menos, pudiera haber tenido la “Europa de los seis”,
no es la que en la actualidad o, mejor dicho, en el futuro, va a tener
la Unión Europea. En epígrafes anteriores del presente trabajo, ya
dijimos que es un hecho la entrada, próximamente, de una decena de
países de Europa Central y Oriental. En esta línea, el tratado prevé una
“cooperación más estrecha” que dé flexibilidad o dé ciertas garantías
a los Estados miembros que se encuentren en una situación de des-
ventaja y así poder nivelarse con el resto de los Estados que forman
parte de la Unión Europea; y lograr una “cooperación más estrecha”
estipulando condiciones generales que establezcan un marco claro de
la mencionada cooperación.

6) Simplificación y consolidación de los tratados. El especialista en derecho


comunitario sabe, o sufre, que adentrarse en el estudio de la legis-

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lación comunitaria no es tarea fácil y así lo manifestamos desde la


introducción de este capítulo. El problema no radica en la dificultad,
envergadura o extensión del acervo sino es el laberinto de artículos
intercalados de las diferentes fuentes originarias. El Tratado de Áms-
terdam se propuso simplificar los Tratados (más de una docena de los
mismos y actos básicos sin mencionar los protocolos) con la intención
de lograr una consolidación del acervo comunitario.

Seguimos avanzando y llegamos a la cuarta gran reforma de los tratados consti-


tutivos y así nos encontramos ante el Tratado de Niza y con la firma de éste
concluye la Conferencia Intergubernamental que se inició el 14 de febrero
de 2000 y que llegó a un acuerdo en el Consejo Europeo de Niza durante
los días 7 a 11 de diciembre de 2000. La Cumbre Intergubernamental termi-
nó sus trabajos adoptando el Tratado de Niza el 26 de febrero de 2001, que
entraría en vigor el 1o. de febrero de 2003. El texto aprobado del Tratado
de Niza fue publicado en el Diario Oficial de las Comunidades Europeas,
serie C, número 80, del 10 de marzo de 2001.
La Conferencia Intergubernamental de 2000 cumplió los objetivos de
reforma institucional que permitió hacer frente a las adhesiones; no obstan-
te, se previeron modificaciones para cuando el número de Estados miem-
bros de la Unión supere los 20, al menos con un año de anterioridad,
debiéndose reunir una nueva Conferencia Intergubernamental para llevar a
cabo una revisión global de los preceptos de los Tratados en su composición
y funcionamiento.
Como objetivo fundamental, el Tratado de Niza adaptó el funciona-
miento de las instituciones europeas con el fin de permitirles acoger a nue-
vos Estados miembros; fue el paso hacia la ampliación de la Unión Europea
a los países de Europa central, oriental, mediterránea y báltica.
Los principales elementos del Tratado de Niza se refieren a la com-
posición de las principales instituciones de la Unión; los mecanismos de
decisión en el Consejo y a las cooperaciones reforzadas.
Con respecto al primer elemento, tenemos que la composición de las
principales instituciones de la Unión quedaría de la siguiente manera:

a) La Comisión Europea compuesta, por dos representantes nacionales


de los países más poblados de la Unión y de uno de los países menos
poblados, tiene un total de 26 comisarios. El Tratado de Niza limita
la composición de la Comisión a partir de 2005 a un comisario por
cada Estado miembro. El Consejo deberá decidir, por unanimidad,

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el número preciso de comisarios. La nacionalidad de lo comisarios


dependerá de la rotación igualitaria entre los miembros.
El Tratado de Niza refuerza los poderes del Presidente de la
Comisión. El nombramiento pasa, de ser responsabilidad de los Esta-
dos miembros a corresponder, por mayoría calificada, al máximo ór-
gano jerárquico de la Unión, es decir, al Consejo Europeo. Se adopta
un sistema de elección institucional y no estrictamente interguber-
namental. El presidente de la Comisión decidirá la distribución de las
carteras y podrá alterar estas responsabilidades durante el mandato,
asimismo, fija la orientación política de la Comisión.

b) Por lo que atañe al Parlamento Europeo, como institución en la que


están representados los ciudadanos de los Estados miembros, pasó de
626 miembros a un máximo de 732, aumento que se dará progresiva-
mente a medida que se integren los nuevos países; asimismo, se previó
en el Tratado de Niza, la distribución de escaños entre los Estados
miembros y los países candidatos. Los diputados previstos para los paí-
ses candidatos sólo ocuparán su escaño en el Parlamento Europeo a
partir de la fecha de adhesión a la Unión del país en cuestión.
El Tratado de Niza consolida los partidos políticos europeos. El
estatuto de los partidos políticos europeos será establecido por el
procedimiento de codecisión, al igual que las normas relativas a su
financiación a cargo de la comunidad, y totalmente independiente
de la de los partidos políticos a nivel nacional. El Tratado refuerza el
papel institucional del Parlamento a través de la extensión de la adop-
ción de decisiones por el procedimiento de codecisión, aunque no se
impone de forma universal.

c) El Consejo es la institución de la Unión Europea en la que están re-


presentados los Gobiernos de los Estados miembros. Es colegislador
comunitario y tiene autoridad presupuestaria junto al Parlamento
Europeo. Hasta la fecha, tomaba sus decisiones por unanimidad,
por mayoría cualificada o por mayoría sencilla de los miembros de la
Unión, según los temas tratados. Con el Tratado de Niza se sustitu-
ye la unanimidad por la mayoría cualificada, alegando la dificultad
de alcanzar un acuerdo unánime a medida que se amplíe la Unión
Europea. En este sentido, el Tratado de Niza permitió tomar por ma-
yoría cualificada diversidad de decisiones. Con el Tratado, la mayoría
cualificada se alcanzará cuando: 1. Una decisión reciba un número

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de votos definidos; 2. Dicha decisión reciba la votación favorable de


la mayoría de lo países miembros; 3. La mayoría cualificada alcan-
zada represente por los menos el 62% del total de la población
de la Unión.
A partir del 1o. de enero de 2005, el número de votos oscilará entre
los 29 de cada uno de los Estados más poblados a los 4 votos pon­
derados asignados a Luxemburgo. La fijación definitiva de porcentajes
y umbrales de mayoría dependerá del ritmo de la ampliación, por lo
tanto se tendrán que ir adaptando proporcionalmente a medida que
entren los nuevos socios.
La reforma del Consejo ha sido una de las más urgentes; destaca-
mos, por ello, la reducción a nueve del número de formaciones del
Consejo; la creación de un nuevo Consejo de Asuntos Generales y
Relaciones Exteriores, con sesiones distintas para ambas ramas; un
nuevo programa trienal del Consejo Europeo (el primero de diciem-
bre de 2003); nuevos programas operativos anuales de actividades del
Consejo y la apertura al público de las sesiones del Consejo en las que
se decida en codecisión con el Parlamento Europeo.

d) El Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas es una insti-


tución con una carga considerable de trabajo, lo cual aumentará a
medida que se produzcan las diferentes adhesiones. El Tratado de
Niza introduce una nueva arquitectura judicial europea. Convierte
al Tribunal de Primera Instancia en un “juez común” comunitario;
permite crear salas jurisdiccionales especializadas (en lugar de plenos)
en algunos ámbitos específicos. Establece al Tribunal de Justicia de las
Comunidades Europeas como órgano supremo distinto del Tribunal
de Primera Instancia, además de prever la distribución de competen-
cias entre el Tribunal de Justicia y el Tribunal de Primera Instancia. El
Tribunal de Justicia estará compuesto por un número de jueces igual
al de Estados miembros, no tendrá que reunir todos los jueces en ple-
no sino reunir en sala grande de trece jueces, de esta manera se podrá
funcionar y deliberar en plazos razonables.

En cuanto a la cuestión de las cooperaciones reforzadas estipuladas en el


Tratado de Ámsterdam, el Tratado de Niza suprimió la posibilidad de veto.
Las cooperaciones reforzadas son una consecuencia de la necesidad de com-
binar el deseo o la necesidad de algunos países de avanzar con mayor rapidez
o profundidad que otros en el proceso de integración europea. Las coopera-

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ciones reforzadas serán un antídoto para evitar la parálisis de una Unión


ampliada. Supone reconocer que algunos Estados miembros y algunos de
los Estados candidatos no desean realizar los objetivos previstos de integra-
ción y que su misma pertenencia es el límite político de su integración. El
número mínimo para establecer una cooperación se fija en ocho, indepen-
dientemente, del número de Estados miembros de la Unión, con lo que una
vez ampliada la Unión Europea decaerá la necesidad de que se trate de
una mayoría de Estados.
Con las importantes reformas aprobadas en Niza se logró eliminar el
veto que desnaturalizaba todo el entramado de la cooperación reforzada
aprobada en el Tratado de Ámsterdam y se suavizaron los procedimientos
para desencadenar, en especial al rebajar considerablemente el umbral míni-
mo y así, en el futuro no habrá ya excusas técnicas para que los Estados que
desean hacer progresar la integración lo hagan. En el futuro unos pocos no
impedirán avanzar a los demás. La unanimidad ya no será un obstáculo.
Por último, es necesario hacer la apreciación que la cooperación refor-
zada se implementa en la Política Exterior y de Seguridad Común (pesc),
salvo en el sector de la defensa.
Al Tratado de Niza se le ha anexado una Declaración sobre el futuro de la
Unión, dada la necesidad de un debate amplio y profundo sobre el futuro de
la Unión Europea. En junio de 2001 se presentó en el Consejo Europeo
el primer informe que implementa los primeros objetivos de dicha Declara-
ción; posteriormente, en diciembre de 2001 se realizó un segundo informe
fijando los lineamientos de este proceso de reflexión.
Como acabamos de exponer, la Unión Europea tuvo cuatro grandes
reformas en menos de veinte años (en 1987 con el Acta Única Europea; en
1993 con el Tratado de Maastricht o Tratado de la Unión Europea; en 1997
con el Tratado de Ámsterdam y en 2001 con el Tratado de Niza) y con
posterioridad apareció el Tratado por el que se instituye una Constitución para
Europa, el Tratado constitucional. Esta reforma del Tratado constitucional, se
acomete de manera distinta a las reformas anteriormente citadas, es decir, no a
nivel gubernamental, se optó por un sistema nuevo llamado Convención
—sinónimo de Constitución— que reunió a representantes de gobierno,
de parlamentos (europeos y de los países miembros); una reforma, digamos,
más democrática que buscaba por consenso que se pudiera aprobar una
propuesta de Tratado Constitucional. Como una segunda fase, se convocó
a la Conferencia Intergubernamental (cig) y de ahí surgieron cuestiones
puntuales del Tratado Constitutivo:

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1) Reparto de competencias; con más claridad y transparencia;

2) Una Carta de Derechos fundamentales;

3) El derecho de iniciativa popular, es decir, un grupo de ciudadanos,


de manera directa, puede solicitar una legislación;

4) Aparece una figura nueva como es la del Ministro Europeo o de Ex-


teriores; y

5) Se establece una Presidencia estable, sin rotación, dadas las dificultades


e inconvenientes técnicos que entrañaba este sistema de rotación, en
principio, virtuoso de la democracia, pero que dificulta determinar la
responsabilidad en quién recae ante un sistema de rotación como
el instaurado.

El resultado final fue que con dos países con un referéndum negativo, Fran-
cia y Holanda, se prosiguió el proceso de ratificación del Tratado cons-
titucional, en donde sólo 18 (de 25 en esa fecha) Estados ratificaron. El
proceso, desde sus inicios, estuvo mal planteado porque se debieron realizar,
como cualquier otro comicios el mismo día y sin embargo duró más de un
año con los consiguientes cambios de gobierno, crisis, etcétera, que se pue-
den dar en un lapso de un año.
Se dejó transcurrir el tiempo, se dejó ver el decantamiento de las elec-
ciones de Francia y Alemania y así con la presidencia en turno de Alemania
se solicitó el cambio. El Tratado constitucional quedó en el olvido, desterra-
do, y se propuso un Tratado de Reforma o Tratado de Lisboa, por el lugar
en donde se encontraba la presidencia en ese momento.
Como resultado final, tenemos que prevaleció el pragmatismo, sobre la
base del consenso, fundamental para Europa, entre partidos, países, ideolo-
gías políticas, etcétera. Quizá una integración de estas características sólo era
posible así, donde podemos adelantar que el Tratado de Lisboa proporcio-
na más que Niza pero menos que la fracasada Constitución europea.

IV. Tratado de Lisboa o Tratado de Reforma: novedades

El Tratado de Reforma no es un tratado único que sustituye a los demás,


tan sólo son una serie de enmiendas a los tratados existentes; así la estructura

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de los dos primeros artículos modifican los dos Tratados existentes: el Tra-
tado de la Unión Europea, que trata de las instituciones, las cooperaciones
reforzadas, política exterior y de seguridad, política de defensa; y el Tratado
Constitutivo de la Comunidad Europea, que se convierte en el Tratado de
Funcionamiento de la Unión, el cual establece las competencias y los cam-
pos de acción de la Unión. Los artículos 3o. a 7o. son disposiciones finales,
como las que se pueden encontrar en todos los tratados internacionales.
Ante esta estructura, debemos expresar, que de acuerdo con el ar-
tículo 2o. del Tratado de Lisboa que se refiere, como mencionamos, al Tratado
Constitutivo de la Comunidad Europea o Tratado de Roma, y que pasa a
denominarse en la actualidad Tratado de Funcionamiento de la Unión, se
inserta un artículo 1o. bis que expresa: “1. El presente Tratado organiza el
funcionamiento de la Unión y determina los ámbitos, la delimitación y
las condiciones de ejercicio de sus competencias. 2. El presente Tratado
y el Tratado de la Unión Europea constituyen los Tratados sobre los que se
fundamentan la Unión. Estos dos Tratados, que tienen el mismo valor jurí-
dico, se designarán con la expresión los ‘Tratados’”.
De esta manera, tenemos que las novedades se pueden resumir en las
siguientes:

1) Personalidad jurídica. La Unión Europea tendrá personalidad jurídica


única.

2) Constitución y símbolos. El Tratado de Reforma no llevará el nom-


bre de Constitución Europea pero sí se refiere a los temas de los
símbolos de la Unión: himno, bandera de doce estrellas, lema “unida
en la diversidad”, etcétera;

3) Democracia. Se mantienen los valores y objetivos de la Unión Europea,


es decir, se mantiene el valor de la democracia, de los derechos huma-
nos, de la no discriminación, etcétera e incluso se añade una cláusula
social general.

4) Iniciativa popular. Se reconoce la iniciativa popular: un millón de ciu-


dadanos pueden pedir a la Comisión que proponga una medida legis-
lativa. Símbolo de democracia participativa;

5) Competencias. La competencia deja de ser un objetivo en sí mismo


sobre el cual las políticas de la Unión puede fundarse.

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6) Carta de los Derechos Fundamentales. No se encuentra dentro del


Tratado de Lisboa la Carta Europea de Derechos Fundamentales, no
obstante, ésta es vinculante; el Reino Unido logra aclaraciones y res-
tricciones en la aplicación de la Carta a su territorio, lo mismo que
Polonia.

7) Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La Unión Europa se ad-


hiere a la Convención Europea de Derechos Humanos y así actúa el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos que es un tribunal inde-
pendiente de la Unión Europea, al que pueden acudir los ciudadanos
si piensan que sus derechos han sido vulnerados en sus países;

8) Codecisión. La codecisión (Parlamento/Consejo) abarcará casi todas


las decisiones, es decir, el 95%, excepto Política Exterior y Política de
Seguridad Común;

9) Cooperación reforzada. Se crea un nuevo mecanismo automático de


colaboración reforzada en la cooperación policial y judicial en ma-
teria penal.

10) Veto. Desaparece el veto en 40 ámbitos de acción, como asilo, in-


migración y cooperación policial y judicial, que se decidirán por ma-
yoría cualificada.

11) Sistema de votación. Se cambia el sistema de decisiones, como las


del Consejo. Se establece un nuevo sistema para el cálculo de la ma-
yoría cualificada en la toma de decisiones: la <doble mayoría> (55 por
ciento de países (14 países actualmente) y 65 por ciento de población).
Sin embargo, para dar satisfacción a Polonia, su entrada en funciona-
miento se aplaza, como mínimo, hasta el 1 de noviembre de 2014.;

12) Presidencia de la Unión Europea. Se crea la figura de presidente


estable de la Unión. Será elegido por un periodo de dos años y medio,
renovable una vez. El primer Presidente entrará en funciones después
de la presidencia francesa de la Unión Europea, del 1o. de julio al
31 de diciembre de 2008, puesto que el nuevo tratado debe entrar en
vigencia el 1 de enero de 2009, una vez ratificado por cada uno de
los Estados miembros. Como hasta ahora, cada seis meses, de forma
rotatoria, un país tendrá la Presidencia para los consejos sectoriales;

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13) Política Exterior. Se mantiene la figura del Ministro de Exteriores al


que se le llama Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos
Exteriores y la Política de Seguridad. Tendrá a sus órdenes el servicio
de acción exterior y será, a la vez, vicepresidente de la Comisión
a partir de enero de 2009, cuando entre en vigor el Tratado de Lisboa.
El cargo, en principio, lo ocupará el español Javier Solana. Conjugar
en la misma persona el alto representante con la vicepresidencia de
la Comisión tiene a favor coordinar la acción común de los países
miembros con las instituciones comunitarias.

14) Consejo. Los Estados miembros adquieren en el Consejo un peso


proporcional a su población.

15) Comisión Europea. Se reduce su tamaño, en el que todos los países


tenían, al menos, un comisario. De los 27 actuales se pasa a un máxi-
mo de dos tercios del número de estados miembros a partir de 2014.
Se mantiene el monopolio de la iniciativa legislativa.

16) Parlamento Europeo. El Parlamento Europeo tiene mayor peso. Au-


menta el poder de codecisión o colegislación del Parlamento Europeo.
Se dota de un mayor papel a los Parlamentos nacionales. El Parla-
mento Europeo elige al Presidente de la Comisión, lo que fortalece
la importancia de las elecciones europeas y su influencia sobre el
funcionamiento de la Unión.

17) Salida de la ue. Se recoge la posibilidad de los Estados miembros de


abandonar la Unión.

Definitivamente, el resultado no es muy distinto al que se propuso en el


Tratado de la Constitución Europea, pero pasó mucho tiempo y fracasó.
Algunos especialistas han denominado al Tratado de Reforma, el “Tratado
parche”; un Tratado que ha supuesto un paso adelante en relación con el
Tratado de Niza, actualmente vigente, integrado por la mayor parte de los
contenidos del Proyecto constitucional, pero que no es suficiente.

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V. Las instituciones: su itinerario hasta el Tratado de Lisboa

La Unión Europea para poder realizar las funciones que les han sido en-
comendadas, se ha provisto de una serie de instituciones que actúan como
“infraestructuras”. Estas instituciones son capaces de formar y expresar
la voluntad de la Unión Europea, propia y distinta de la de sus Estados
miembros.
Los Estados miembros confieren unas competencias a la Unión, ya que
no todo es integración en la Comunidad, y por tanto las instituciones
tienen, en cada caso, diferentes funciones según el tipo de competencia que
estén ejerciendo.
Conforme a los Tratados constitutivos, hasta el Tratado de Maastricht
(en el que se une el Consejo Europeo), eran cuatro las instituciones comu-
nitarias, una especie de “cuatripartismo institucional”, que no responde a la
división de poderes de Montesquieu. A cada una de estas instituciones les
corresponde un tipo diferente de legitimidad: al Consejo la “legitimidad
intergubernamental”; a la Comisión le corresponde la “legitimidad comu-
nitaria”; al Parlamento la “legitimidad democrática”; y al Tribunal de Justicia
la “legitimidad jurídica” como idea del Estado de derecho. Por ello, según
una doctrina mayoritaria, las instituciones pierden sentido al estudiarse de
forma aislada porque su razón de ser está en torno a su interrelación.
Paralelamente existen una variedad de “entes” que no son institucio-
nes sino órganos que, asimismo, cumplen con una importante función. Tales
órganos son: el Tribunal de Cuentas, el Comité de las Regiones y el Co-
mité Económico y Social con facultades consultivas para la Comisión
y el Consejo; el Banco Europeo de Inversiones, el Sistema Europeo de
Bancos Centrales, el Defensor del Pueblo, entre otros, de los cuales sólo
abundaremos en algunos de ellos.
El Consejo de la Unión Europea, comúnmente conocido como Consejo
de Ministros y en la actualidad denominado Consejo (artículo 9o. C tue
reformado a través del Tratado de Lisboa), tiene su sede en Bruselas, excepto
en los meses de abril, junio y octubre en que sus sesiones tienen lugar en
Luxemburgo.
El Consejo representa la legitimidad intergubernamental en la Unión
Europea, pero no es una reunión de representantes de los Estados sino
una institución comunitaria y por tanto debe respetar unas reglas de fun-
cionamiento.
Al Consejo le ha correspondido desde sus inicios, en esencia, el po-
der legislativo de la Unión Europea como poder de decisión y, además, le
corresponde establecer los objetivos políticos de la Unión, coordinan sus

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políticas nacionales y resuelven los conflictos existentes entre ellos y con


otras instituciones; en definitiva, posee, además, el poder de decisión, asegura
la coordinación de las políticas económicas generales y comparte con el
Parlamento la autoridad presupuestaria. Además atribuye a la Comisión las
competencias de ejecución de las normas que establezca.
El Consejo está compuesto por un representante de los gobiernos de
los Estados miembros (Secretarios o Ministros del ramo según la cuestión
a debatir), se reúne convocado por el presidente, a iniciativa de éste, de uno
de sus miembros o de la Comisión; y decide por mayoría cualificada (de
345 votos, la mayoría cualificada es de 255 —cuando hablamos de 27 Esta-
dos miembros—). Estos representantes son responsables de sus decisiones
ante sus parlamentos nacionales y sus ciudadanos.
Los ministros celebran también reuniones que no son oficiales, con el
fin de permitir la reflexión en común y un intercambio de puntos de vista
lo más libre posible sobre temas de alcance general. Estas reuniones oficiosas
no sustituyen las actividades normales de los Consejos.
Compuesto, como decíamos, por un representante ministerial de cada
Estado, el Consejo cuenta, además, con un órgano auxiliar como es el
coreper (Comité de Representantes Permanentes). Prepara las sesiones
del Consejo y clasifica los puntos del orden del día según el acuerdo logrado.
Si existe acuerdo, el Consejo aprueba sin deliberación. Los miembros del
coreper negocian entre ellos, con sus Administraciones nacionales y con
la Comisión.
La Presidencia del Consejo rota cada seis meses siguiendo la secuencia
siguiente (contando desde enero de 1997): Países Bajos, Luxemburgo, Reino
Unido, Austria, Alemania, Finlandia, Portugal, Francia, Suecia, Bélgica, Espa-
ña, Dinamarca, Grecia, Italia e Irlanda.
La ponderación de votos, a partir de diciembre de 2007, para establecer
la mencionada mayoría cualificada es la siguiente: Alemania, Francia, Italia
y Reino Unido, 29 cada uno; España y Polonia, 27 cada uno; Rumania, 14,
Holanda, 13, Portugal, Grecia, Bélgica, República Checa y Hungria, 12 cada
uno; Suecia, Austria y Bulgaria, 10 cada uno; Dinamarca, Irlanda, Finlandia,
Eslovaquia y Lituania, 7 cada uno; Luxemburgo, Lituania, Eslovenia, Esto-
nia, Chipre, 4 cada una y Malta, 3.
La reforma del Consejo en el Tratado de Niza, fue una de las más urgen-
tes; destacamos, por ello, la reducción a nueve del número de formaciones
del Consejo; la creación de un nuevo consejo de “Asuntos Generales y
Relaciones Exteriores”, con sesiones distintas para ambas ramas; un nuevo
programa trienal del Consejo Europeo (el primero en diciembre 2003);
nuevos programas operativos anuales de actividades del Consejo y la apertura

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al público de las sesiones del Consejo en las que se decida en codecisión con
el Parlamento Europeo.
Como adelantamos, con el Tratado de Niza, la mayoría cualificada se
alcanzará cuando: 1. Una decisión reciba un número de votos definidos
(habrá que ver las sucesivas adhesiones); 2. Dicha decisión reciba la votación
favorable de la mayoría de lo países miembros; 3. La mayoría cualificada al­
canzada represente por los menos el 62% del total de la población de la
Unión. Con el Tratado de Lisboa, tenemos el artículo 9o. C tue, que esti-
pula lo siguiente en relación con el Consejo:

Artículo 9o. C

1) El Consejo ejercerá conjuntamente con el Parlamento Europeo la


función legislativa y la función presupuestaria. Ejercerá funciones
de definición de políticas y de coordinación, en las condiciones esta-
blecidas en los Tratados.

2) El Consejo estará compuesto por un representante de cada Esta-


do miembro, de rango ministerial, facultado para comprometer al
Gobierno del Estado miembro al que represente y para ejercer el
derecho de voto.

3) El Consejo se pronunciará por mayoría cualificada, excepto cuando


los Tratados dispongan otra cosa.

4) A partir del 1 de noviembre de 2014, la mayoría cualificada se de-


finirá como un mínimo del 55% de los miembros del Consejo que
incluya al menos a quince de ellos y represente a Estados miembros
que reúnan como mínimo el 65% de la población de la Unión.
Una minoría de bloqueo estará compuesta por al menos cuatro
miembros del Consejo, a falta de lo cual la mayoría cualificada se
considerará alcanzada.
Las demás modalidades reguladoras del voto por mayoría cuali-
ficada se establecen en el apartado 2 del artículo 205 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea.

5) Las disposiciones transitorias relativas a la definición de la mayoría cuali­


ficada que serán de aplicación hasta el 31 de octubre de 2014, así como
las aplicables entre el 1 de noviembre de 2014 y el 31 de marzo de 2017,
se establecerán en el Protocolo sobre las disposiciones transitorias.

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6) El Consejo se reunirá en diferentes formaciones, cuya lista se adoptará


de conformidad con el artículo 201 ter del Tratado de Funcionamien-
to de la Unión Europea.
El Consejo de Asuntos Generales velará por la coherencia de los
trabajos de las diferentes formaciones del Consejo. Preparará las reunio-
nes del Consejo Europeo y garantizará su actuación subsiguiente, en
contacto con el Presidente del Consejo Europeo y la Comisión.
El Consejo de Asuntos Exteriores elaborará la acción exterior de
la Unión atendiendo a las líneas estratégicas definidas por el Consejo
Europeo y velará por la coherencia de la acción de la Unión.

7) Un Comité de Representantes Permanentes de los Gobiernos de los


Estados miembros se encargará de preparar los trabajos del Consejo.

8) El Consejo se reunirá en público cuando delibere y vote sobre un


proyecto de acto legislativo. Con este fin, cada sesión del Consejo se
dividirá en dos partes, dedicadas respectivamente a las deliberaciones
sobre los actos legislativos de la Unión y las actividades no legislativas.

9) La presidencia de las formaciones del Consejo, con excepción de la


de Asuntos Exteriores, será desempeñada por los representantes de
los Estados miembros en el Consejo mediante un sistema de rotación
igual, de conformidad con las condiciones establecidas en el artículo
201 ter del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

Artículo 205 Tratado de Funcionamiento de la Unión.

1) Cuando deba adoptar un acuerdo por mayoría simple, el Consejo se


pronunciará por mayoría de los miembros que lo componen.

2) No obstante lo dispuesto en el apartado 4 del artículo 9o. C del Trata-


do de la Unión Europea, a partir del 1 de noviembre de 2014, a reser-
va de las disposiciones fijadas en el Protocolo sobre las disposiciones
transitorias, cuando el Consejo no actúe a propuesta de la Comisión
o del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y
Política de Seguridad, la mayoría cualificada se definirá como un
mínimo del 72% de los miembros del Consejo que represente a
Estados miembros que reúnan como un mínimo de 65% de la po-
blación de la unión.

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3) A partir del 1o. de noviembre de 2014, a reserva de las disposiciones


fijadas en el Protocolo sobre las disposiciones transitorias, en aque-
llos casos en que, en aplicación de los Tratados, no todos los miem-
bros del Consejo participen en la votación, la mayoría cualificada se
definirá como sigue:

a) La mayoría cualificada se definirá como un mínimo del 55% de


los miembros del Consejo que represente a Estados miembros
participante que reúnan como mínimo el 65% de la población de
dichos Estados.
Una minoría de bloqueo estará compuesta al menos por el
número mínimo de miembros del consejo que represente más
del 35% de la población de los Estados miembros participan-
tes, más un miembro, a falta de lo cual la mayoría cualificada se
considerará alcanzada.

b) No obstante lo dispuesto en la letra a) cuando el consejo no actúe


a propuesta de la comisión o del alto Representante de la unión
para Asuntos Exteriores y política de seguridad, la mayoría cua-
lificada se definirá como un mínimo del 72% de los miembros
del Consejo que represente a Estados miembros participantes que
reúnan como mínimo el 65% de la población de dichos Estados.

Artículo 207

1) Un Comité compuesto por Representantes de los Gobiernos de los


Estados miembros se encargará de preparar los trabajos del Consejo y
de realizar las tareas que éste le confíe. El Comité podrá adoptar de-
cisiones de procedimiento en los casos establecidos por el reglamento
interno del consejo.

2) El consejo estará asistido por una secretaría General, que estará bajo la
responsabilidad de un Secretario General nombrado por el consejo.
El consejo decidirá por mayoría simple la organización de la Se-
cretaría General.

3) El consejo se pronunciará por mayoría simple en las cuestiones de


procedimiento y para la aprobación de su reglamento interno.

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Unión Europea

Artículo 210

El Consejo fijará los sueldos, dietas y pensiones del presidente del


consejo Europeo, del Presidente del Consejo Europeo, del Presidente
de la Comisión, del Alto Representante de la Unión para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad, de los miembros de la Comisión,
de los Presidentes, miembros y secretarios del Tribunal de Justicia de
la Unión Europea y del Secretario General del Consejo. Fijará tam-
bién cualesquiera otros emolumentos de carácter retributivo.

La Comisión Europea tiene su sede en Bruselas y le corresponde una fun-


ción que la sitúa en el centro del proceso político de la Unión Europea;
le compete la “legitimidad comunitaria”; defiende el interés comunitario,
no siempre igual a la suma de los intereses nacionales, es la “guardiana del
derecho comunitario y motor de la integración”.
Una de sus más destacadas funciones es que tanto el Consejo como el Par­
lamento Europeo tienen que basarse en una propuesta de la Comisión para
poder legislar; es el órgano ejecutivo de la comunidad. Esta institución ejerce
el control del respeto y la aplicación del derecho comunitario; asimismo,
da propuestas sobre el desarrollo de la política comunitaria; se encarga de la
gestión y aplicación de las disposiciones comunitarias, es la impulsora de
la política comunitaria y expresa el interés comunitario, mantiene la unidad
y coherencia de esta política; es la representante de la Unión Europea en las
organizaciones internacionales y es la encargada de la ejecución del presu-
puesto; en definitiva, dentro de sus competencias tenemos que asegura la
realización de los objetivos de los Tratados, así como el control de vigilancia.
La Comisión está compuesta por un nacional de cada Estado miembro
denominado comisario.
La cuarta gran reforma de los Tratados constitutivos a la que antes hacía-
mos referencia la protagoniza el Tratado de Niza; así uno de los principales
elementos del mismo se refiere a la composición de las principales institu-
ciones de la Unión.
La Comisión Europea estaba compuesta, antes del Tratado de Niza, por
dos representantes nacionales de los países más poblados de la Unión y de
uno de los países menos poblados, con un total de 26 comisarios. El Tratado
de Niza limita la composición de la Comisión a partir de 2005 a un comi-
sario por cada Estado miembro, eso significa que cuando la Unión Europea
pasó a estar compuesta por 27 Estados miembros, se limitó el número de
comisarios a esa cantidad. El Consejo deberá decidir, por unanimidad, el nú-
mero preciso de comisarios.

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El Tratado de Niza refuerza los poderes del Presidente de la Comisión.


El nombramiento pasa, de ser responsabilidad de los Estados miembros a
corresponder, por mayoría calificada, al máximo órgano jerárquico de
la Unión, es decir, al Consejo Europeo. Se adopta un sistema de elección
institucional y no estrictamente intergubernamental. El presidente de la
Comisión decidirá la distribución de las carteras y podrá alterar estas res-
ponsabilidades durante el mandato, asimismo, fija la orientación política de
la Comisión.
A partir del Tratado de Lisboa, el artículo 9o. D tue determina los cam-
bios en la Comisión, a saber:

Artículo 9o. D

1) La Comisión promoverá el interés general de la Unión y tomará las


iniciativas adecuadas con este fin. Velará por que se apliquen los Tra-
tados y las medidas adoptadas por las instituciones en virtud de éstos.
Supervisará la aplicación del Derecho de la Unión bajo el control del
Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Ejecutará el presupuesto
y gestionará los programas. Ejercerá, asimismo, funciones de coor-
dinación, ejecución y gestión, de conformidad con las condiciones
establecidas en los Tratados. Con excepción de la política exterior y
de seguridad común y de los demás casos previstos por los Tratados,
asumirá la representación exterior de la Unión. Adoptará las iniciati-
vas de la programación anual y plurianual de la Unión con el fin de
alcanzar acuerdos interinstitucionales.

2) Los actos legislativos de la Unión sólo podrán adoptarse a pro-


puesta de la Comisión, excepto cuando los Tratados dispongan otra
cosa. Los demás actos se adoptarán a propuesta de la Comisión cuan-
do así lo establezcan los Tratados.

3) El mandato de la Comisión será de cinco años.


Los miembros de la Comisión serán elegidos en razón de su com-
petencia general y de su compromiso europeo, de entre personalida-
des que ofrezcan plenas garantías de independencia.
La Comisión ejercerá sus responsabilidades con plena indepen-
dencia. Sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado 2 del artículo
9o. E, los miembros de la Comisión no solicitarán ni aceptarán ins-
trucciones de ningún gobierno, institución, órgano u organismo. Se

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Unión Europea

abstendrán de todo acto incompatible con sus obligaciones o con el


desempeño de sus funciones.

4) La Comisión nombrada entre la fecha de entrada en vigor del Tra-


tado de Lisboa y el 31 de octubre de 2014 estará compuesta por un
nacional de cada Estado miembro, incluidos su Presidente y el Alto
Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Se-
guridad, que será uno de sus Vicepresidentes.

5) A partir del 1 de noviembre de 2014, la Comisión estará compuesta


por un número de miembros correspondiente a los dos tercios del
número de Estados miembros, que incluirá a su Presidente y al Alto
Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Se-
guridad, a menos que el Consejo Europeo decida por unanimidad
modificar dicho número.
Los miembros de la Comisión serán seleccionados de entre los
nacionales de los Estados miembros mediante un sistema de rota-
ción estrictamente igual entre los Estados miembros que permita
tener en cuenta la diversidad demográfica y geográfica del conjunto
de dichos Estados. Este sistema será establecido por unanimidad por
el Consejo Europeo de conformidad con el artículo 211 bis del Tra-
tado de Funcionamiento de la Unión Europea.

6) El Presidente de la Comisión:

a) Definirá las orientaciones con arreglo a las cuales la Comisión


desempeñará sus funciones;

b) Determinará la organización interna de la Comisión velando por


la coherencia, eficacia y colegialidad de su actuación;

c) Nombrará Vicepresidentes, distintos del Alto Representante de la


Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, de entre
los miembros de la Comisión.
Un miembro de la Comisión presentará su dimisión si se lo
pide el Presidente. El Alto Representante de la Unión para Asun-
tos Exteriores y Política de Seguridad presentará su dimisión, con
arreglo al procedimiento establecido en el apartado 1 del artículo
9o. E, si se lo pide el Presidente.

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7) Teniendo en cuenta el resultado de las elecciones al Parlamento


Europeo y tras mantener las consultas apropiadas, el Consejo Europeo
propondrá al Parlamento Europeo, por mayoría cualificada, un candi-
dato al cargo de Presidente de la Comisión. El Parlamento Europeo
elegirá al candidato por mayoría de los miembros que lo componen.
Si el candidato no obtiene la mayoría necesaria, el Consejo Europeo
propondrá en el plazo de un mes, por mayoría cualificada, un nuevo
candidato, que será elegido por el Parlamento Europeo por el mismo
procedimiento.
El Consejo, de común acuerdo con el Presidente electo, adop-
tará la lista de las demás personalidades que se propongan nombrar
miembros de la Comisión. Éstas serán seleccionadas, a partir de las
propuestas presentadas por los Estados miembros, de acuerdo con los
criterios enunciados en el párrafo segundo del apartado 3 y en el pá-
rrafo segundo del apartado 5.
El Presidente, el Alto Representante de la Unión para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad y los demás miembros de la Co-
misión se someterán colegiadamente al voto de aprobación del Parla-
mento Europeo, por mayoría cualificada.

8) La Comisión tendrá una responsabilidad colegiada ante el Parlamento


Europeo. El Parlamento Europeo podrá votar una moción de censura
contra la Comisión de conformidad con el artículo 201 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea. Si se aprueba dicha moción, los
miembros de la Comisión deberán dimitir colectivamente de sus cargos
y el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política
de Seguridad deberá dimitir del cargo que ejerce en la Comisión.

Artículo 211 bis Tratado de Funcionamiento de la Unión.

De conformidad con el apartado 5 del artículo 9o. D del Tratado de la


Unión Europea, los miembros de la comisión serán elegidos median-
te un sistema de rotación establecido por unanimidad por el Consejo
Europeo, basado en los principios siguientes:

a) Se tratará a los Estados miembros en condiciones de rigurosidad igualad


en los que se refiere a la determinación del orden de turno y el perío-
do de permanencia de sus nacionales en la Comisión; por lo tanto, la
diferencia entre el número total de los mandatos que ejerzan naciona-
les de dos determinados miembros nunca podrá ser superior a uno.

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Unión Europea

b) Con sujeción a lo dispuesto en la letra a), casa una de la sucesivos Co-


misiones se constituirá de forma que refleje de manera satisfactoria
la diversidad demográfica y geográfica del conjunto de los Estados
miembros.

El Parlamento Europeo tiene su sede en Estrasburgo para las sesiones ple-


narias y Bruselas para las reuniones de las comisiones y las sesiones extraor-
dinarias, facilitándose así los contactos con la Comisión y el Consejo. La
Secretaría General tiene su sede en Luxemburgo. Como dato de interés, de-
cir que las próximas elecciones al Parlamento se celebrarán en junio de 2009.
El Parlamento es considerado como la expresión democrática de la vo-
luntad política de los pueblos de la Unión Europea. Todos los debates del
Parlamento y de sus comisiones se realizan, gracias a una interpretación
simultánea, en las once lenguas oficiales de la Comunidad: español, danés,
alemán, griego, inglés, francés, italiano, neerlandés, portugués, finés y sueco.
Asimismo, todos los documentos parlamentarios se traducen e imprimen en
las once lenguas oficiales. Entre las principales funciones del Parlamento se
destaca la aprobación de las leyes (es un Parlamento pero no legisla, delibera),
controla al Poder Ejecutivo y una función presupuestaria de relevancia. De
esta manera podemos decir que los poderes más importantes del Parlamento
Europeo se dividen en tres categorías: poder “legislativo” en cuanto que
tiene poder de deliberación, poder ejecutivo en cuanto al control se refiere y
poder presupuestario como arma principal del Parlamento para aumentar
sus competencias.
El Parlamento europeo es la única institución comunitaria que reúne y
delibera en público en su totalidad. Sus debates, dictámentes y resoluciones
se publican en el Diario Oficial de la Comunidad Europea.
Para preparar y facilitar los trabajos del Pleno del Parlamento Europeo,
los eurodiputados se reparten en veinte comisiones permanentes, cada una
especializada en ámbitos específicos: Comisión de Asuntos Exteriores, Se-
guridad y Política de Defensa; Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural;
Comisión de Presupuestos; Comisión de Asuntos Económicos y Mone-
tarios y de Política Industrial; Comisión de Investigación, Desarrollo Tec-
nológico y Energía; Comisión de Relaciones Económicas Exteriores;
Comisión de Asuntos Jurídicos y de Derechos de los Ciudadanos; Comisión
de Asuntos Sociales y Empleo; Comisión de Política Regional; Comisión de
Transportes y Turismo; Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Pro-
tección del Consumidor; Comisión de Cultura, Juventud, Educación y
Medios de Comunicación; Comisión de Desarrollo y Cooperación; Comi-
sión de Libertades Públicas y de Asuntos Interiores; Comisión de Control

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Presupuestario; Comisión de Asuntos Institucionales; Comisión de Pesca;


Comisión de Reglamento, de Verificación de Credenciales y de Inmuni-
dades; Comisión de Derechos de la Mujer y Comisión de Peticiones. Ade-
más de estas veinte comisiones permanentes, el Parlamento puede también
crear subcomisiones, comisiones temporales que traten problemas especí­
ficos, o comisiones de investigación. Asimismo, existen comisiones parla-
mentarias mixtas y delegaciones interparlamentarias.
Los orígenes del Parlamento se remontan a los años cincuenta y a los
Tratados constitutivos, y desde 1979 sus miembros son elegidos directamen-
te por los ciudadanos a los que representan, expresando la voluntad demo-
crática de más de 500 millones de ciudadanos de la Unión e instituciones
de la Unión Europea.
El Parlamento Europeo ha evolucionado en su composición que pasaba
de los 626 eurodiputados, cuando la Unión Europea tenía 15 Estados miem-
bros, pasando en el Tratado de Ámsterdam, a un número máximo de eurodi-
putados que no debe de exceder de 700 hasta los 785 de la actualidad —no
obstante, hacemos la observación que a través del artículo 9o. A tue, tal y
como dispone el Tratado de Lisboa, limita el número de eurodiputados a 750
más el Presidente— en los que casi un tercio de ellos (222) son mujeres.
Los eurodiputados mencionados representan las orientaciones de los par-
tidos políticos a los que pertenecen. Las agrupaciones políticas son las
siguientes: Grupo del Partido de los Socialistas Europeos; Grupo del Par-
tido Popular Europeo (Grupo Democratacristiano); Grupo del Partido Euro-
peo de los Liberales, Demócratas y Reformistas; Grupo Confederal de la
Izquierda Unitaria Europea-Izquierda Verde Nórdica; Grupo Forza Europa;
Grupo de Alianza Democrática Europea; Grupo de los Verdes en el Parla-
mento Europeo; Grupo de Alianza Radical Europea; Grupo Europa de
las Naciones y No inscritos.
El Tratado de Lisboa, establece que el artículo 9o. A tue, se refiere al
Parlamento y a la letra expresa:

Artículo 9o. A

1) El Parlamento Europeo ejercerá conjuntamente con el Consejo la


función legislativa y la función presupuestaria. Ejercerá funciones
de control político y consultivas, en las condiciones establecidas en
los Tratados. Elegirá al Presidente de la Comisión.

2) El Parlamento Europeo estará compuesto por representantes de


los ciudadanos de la Unión. Su número no excederá de setecientos

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Unión Europea

cincuenta, más el Presidente. La representación de los ciudadanos será


decrecientemente proporcional, con un mínimo de seis diputados por
Estado miembro. No se asignará a ningún Estado miembro más de
noventa y seis escaños.
El Consejo Europeo adoptará por unanimidad, a iniciativa del
Parlamento Europeo y con su aprobación, una decisión por la que se
fije la composición del Parlamento Europeo conforme a los princi-
pios a que se refieren el párrafo primero.

3) Los diputados al Parlamento Europeo serán elegidos por sufragio


universal directo, libre y secreto, para un mandato de cinco años.

4) El Parlamento Europeo elegirá a su Presidente y a la Mesa de entre


sus diputados.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea, denominado anteriormente Tribu-


nal de Justicia de las Comunidades Europeas, tiene su sede en Luxemburgo y
está compuesto por un juez por cada Estado miembro, asistido por abogados
generales elegidos para un periodo de seis años por los gobiernos de los Esta-
dos miembros. El Tribunal de Justicia es la institución judicial de la Unión
Europea. Su misión es garantizar el respeto del derecho en la interpretación y
aplicación de los Tratados de la Unión Europea. De esta manera, el Tribunal
vela para que los Estados miembros cumplan con las obligaciones que les
imponen los Tratados, para que las instituciones de la Unión Europea no se
excedan en el ejercicio de los poderes que se les han conferido y, en cola-
boración con los tribunales nacionales, para que el derecho comunitario se
interprete y aplique de manera uniforme en todos los Estados miembros;
son, en definitiva, funciones similares a las que en los sistemas jurídicos de
los Estados miembros competen a los tribunales constitucionales, los tribu-
nales de jurisdicción general y los tribunales administrativos.
El Tribunal de Justicia examina los litigios entre instituciones comuni-
tarias o entre Estados miembros y una institución comunitaria, y las causas
que le remiten los tribunales de los Estados miembros a fin de que se
pronuncie sobre la interpretación de algún aspecto del derecho comuni-
tario europeo.
Los procedimientos que han correspondido históricamente al Tribu-
nal de Justicia son: por incumplimiento de los Tratados (Comisión contra
Estado miembro o Estado miembro contra Estado miembro); recurso de
anulación (contra el Consejo o la Comisión); recurso por omisión (contra
el Consejo o la Comisión); recurso por daños y perjuicios contra la Comu-

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nidad. El Tribunal se pronuncia, a petición, sobre cuestiones prejudiciales


planteadas por los Tribunales de los Estados miembros sobre la interpreta-
ción y la validez del derecho comunitario.
Asimismo, ante el Tribunal de Primera Instancia, creado en 1989 y asis-
tido, asimismo por un juez por cada Estado miembro, pueden realizar recla-
maciones directas de personas físicas o jurídicas a excepción de los asuntos
relativos al derecho antidumping; recursos de los funcionarios; recursos so-
bre temas relativos al carbón y el acero y recursos accesorios por daños
y perjuicios.
Las decisiones del Tribunal de Primera Instancia pueden ser objeto de
recurso ante el Tribunal de Justicia en lo que se refiere a cuestiones jurídicas
exclusivamente. No cabe recurso contra la sentencia del Tribunal de Justi-
cia de las Comunidades Europeas.
No hay que dejar pasar por alto que el Tribunal de Justicia es una ins-
titución con una carga considerable de trabajo, lo cual aumentará a medida
que se produzcan las diferentes adhesiones. El Tratado de Niza introdujo
una nueva arquitectura judicial europea; convierte al Tribunal de Primera
Instancia en un “juez común” comunitario; permite crear salas jurisdiccio-
nales especializadas (lugar de plenos) en algunos ámbitos específicos; esta-
blece al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas como órgano
supremo distinto del Tribunal de Primera Instancia, además de prever la
distribución de competencias entre el Tribunal de Justicia y el Tribunal de
Primera Instancia. El Tribunal de Justicia estará compuesto por un número
de jueces igual al de los Estados miembros, no tendrá que reunir todos los
jueces en pleno sino reunir en sala grande de trece jueces, de esta manera se
podrá funcionar y deliberar en plazos razonables.
El Tratado de Lisboa, afina cuestiones en torno al Tribunal de Justicia y
así, a través del artículo 9o. F, expresa:

Artículo 9o. F

1) El Tribunal de Justicia de la Unión Europea comprenderá el Tribunal


de Justicia, el Tribunal General y los tribunales especializados. Garan-
tizará el respeto del Derecho en la interpretación y aplicación de los
Tratados.
Los Estados miembros establecerán las vías de recurso necesarias
para garantizar la tutela judicial efectiva en los ámbitos cubiertos por
el Derecho de la Unión.

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Unión Europea

2) El Tribunal de Justicia estará compuesto por un juez por Estado miem-


bro. Estará asistido por abogados generales.
El Tribunal General dispondrá al menos de un juez por Estado
miembro.
Los jueces y abogados generales del Tribunal de Justicia y los
Jueces del Tribunal General serán elegidos de entre personalida-
des que ofrezcan plenas garantías de independencia y que reúnan las
condiciones contempladas en los artículos 223 y 224 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea. Serán nombrados de común
acuerdo por los Gobiernos de los Estados miembros para un perío-
do de seis años. Los jueces y abogados generales salientes podrán ser
nombrados de nuevo.

3) El Tribunal de Justicia de la Unión Europea se pronunciará, de con-


formidad con los Tratados:

a) sobre los recursos interpuestos por un Estado miembro, por una


institución o por personas físicas o jurídicas;

b) con carácter prejudicial, a petición de los órganos jurisdiccionales


nacionales, sobre la interpretación del Derecho de la Unión o so-
bre la validez de los actos adoptados por las instituciones;

c) en los demás casos previstos por los Tratados”.

Artículo 224 bis del Tratado de Funcionamiento de la Unión.

Se constituirá un comité que se pronuncie sobre la idoneidad de los


candidatos para el ejercicio de las funciones del juez y abogado ge-
neral del Tribunal de Justicia y del Tribunal General, antes de que los
Gobiernos de los Estados miembros procedan a los nombramientos de
conformidad con los artículos 223 y 224.
El Comité estará compuesto por siete personalidades elegidas de
entre antiguos miembros de los órganos jurisdiccionales nacionales
superiores y juristas de reconocida competencia, uno de los cuales será
propuesto por el Parlamento Europeo. El Consejo adoptará una deci-
sión por la que se establezcan las normas de funcionamiento del comité,
así como una decisión por la que se designe a sus miembros. El Consejo
se pronunciará por iniciativa del Presidente al Tribunal de Justicia.

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Artículo 235 bis tfue

El Tribunal de Justicia será competente para pronunciarse sobre la le-


galidad de un acto adaptado por el Consejo Europeo en virtud del
artículo 7o. del Tratado de la Unión Europea, solamente a petición
del estado miembro objeto de la constatación del Consejo Europeo
o del Consejo y únicamente en lo que se refiere al respeto de las dis-
posiciones de procedimiento establecidas en el citado artículo.
Esta petición deberá presentarse en el plazo de un mes a partir de
la constatación. El Tribunal se pronunciará en el plazo de un mes a
partir de la fecha de la petición.

Artículo 240 bis

El Tribunal de la justicia de la Unión Europea no será competente


para pronunciarse sobre las disposiciones relativas a la política ex-
terior y de seguridad común ni sobre los actos adoptados sobre la
base de éstas.
No obstante, el Tribunal de Justicia será competente para con-
trolar el respeto del artículo 25 del Tratado de la Unión Europea y
para pronunciarse sobre los recursos interpuestos en las condiciones
contempladas en el párrafo cuarto del artículo 230 del presente Tra-
tado y relativos al control de la legalidad de las decisiones adoptadas
por el Consejo en virtud del capítulo 2 del título V del Tratado de la
Unión Europea por las que se establezcan medidas restrictivas frente
a personas físicas o jurídicas.

Artículo 240 ter

En el ejercicio de sus atribuciones respecto de las disposiciones de


los capítulos 4 y 5 del título IV de la tercera parte relativa al espacio
de libertad, seguridad y justicia, el Tribunal de justicia de la Unión
Europea no será competente para comprobar la validez o proporcio-
nalidad de operaciones efectuadas por la policía u otros servicios con
funciones coercitivas de un Estado miembro, ni para pronunciarse
sobre el ejercicio de las responsabilidades que incumben a los Estados
miembros respecto del mantenimiento del orden público y la salva-
guardia de la seguridad interior.

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Unión Europea

Artículo 241

Aunque haya expirado el plazo previsto en el párrafo quinto del


artículo 230, cualquiera de las partes de un litigio en el que se cues-
tiones un acto de alcance general adoptado por una institución, órga-
no u organismo de la Unión podrá recurrir al Tribunal de Justicia de
la Unión Europea alegando la inaplicabilidad de dicho acto por los
motivos previstos en el párrafo segundo del artículo 230.

Con respecto a la última de las Instituciones introducidas a través del


Tratado de Maastricht, tenemos el Consejo Europeo integrado por cada uno
de los jefes de estado o de gobierno de cada uno de los Estados miembros de
la Unión Europea, así como por el presidente de la Comisión Europea.
Hasta la fecha, y hasta el 1 de enero de 2009 con la entrada en vigor del
Tratado de Lisboa, se instala en el país al que le corresponde ejercer la pre-
sidencia del mismo y regula la vida política y el desarrollo de toda la Unión
Europea; se reúne dos veces al año, durante los meses de junio y diciembre.
Con el Tratado de Lisboa, a través de su artículo 2o., se inserta una nueva
sección primera bis titulada “El Consejo Europeo” y los nuevos artículos
201 bis y 201 ter del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (an-
tes denominado Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea o Tratado
de Roma). Asimismo, el Consejo no realiza ninguna actividad legislativa;
conjuntamente con el Parlamento, establece orientaciones y políticas ge-
nerales dentro de la Unión Europea; coordina, arbitra o desbloquea todas
las cuestiones difíciles que se plantearon en el seno de la Unión, en relación
preferentemente con los Tratados adoptados por la Unión, las ampliaciones
o bien los retos que plantea la Unión Económica y Monetaria (uem).
El tue, tras el Tratado de Lisboa, estipula en su artículo 9o., incisos B y
E lo siguiente:

Artículo 9o. B

1) El Consejo Europeo dará a la Unión los impulsos necesarios para su


desarrollo y definirá sus orientaciones y prioridades políticas genera-
les. No ejercerá función legislativa alguna.

2) El Consejo Europeo estará compuesto por los Jefes de Estado o de


Gobierno de los Estados miembros, así como por su Presidente y

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por el Presidente de la Comisión. Participará en sus trabajos el Alto


Representantes de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de
Seguridad.

3) El Consejo Europeo se reunirá dos veces por semestre por convoca-


torio de su Presidente. Cuando el orden del día lo exija, los miembros
del Consejo Europeo podrán decidir contar, cada uno de ellos, con la
asistencia de un ministro y, en el caso del Presidente de la Comisión, con
la de un miembro de la Comisión. Cuando la situación lo exija, el Pre-
sidente convocará una reunión extraordinaria del Consejo Europeo.

4) El Consejo Europeo se pronunciará por consenso, excepto cuando


los Tratados dispongan otra cosa.

5) El Consejo Europeo elegirá a su Presidente por mayoría cualifi-


cada para un mandato de dos años y medio, que podrá renovarse una
sola vez. En caso de impedimento o falta grave, el Consejo Europeo
podrá poner fin a su mandato por el mismo procedimiento.

6) El Presidente del Consejo Europeo:

a) Presidirá e impulsará los trabajos del Consejo Europeo;

b) Velará por la preparación y continuidad de los trabajos del Con-


sejo Europeo, en cooperación con el Presidente de la Comisión y
basándose en los trabajos del Consejo de Asuntos Generales;

c) Se esforzará por facilitar la cohesión y el consenso en el seno del


Consejo Europeo;

d) Al término de cada reunión del Consejo Europeo, presentará un


informe al Parlamento Europeo.
El Presidente del Consejo Europeo asumirá, en su rango y con-
dición, la representación exterior de la Unión en los asuntos de
política exterior y de seguridad común, sin perjuicio de las atribu-
ciones del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exterio-
res y Política de Seguridad.
El Presidente del Consejo Europeo no podrá ejercer mandato
nacional alguno.

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Unión Europea

Artículo 9o. E

1) El Consejo Europeo nombrará por mayoría cualificada, con la apro-


bación del Presidente de la Comisión, al Alto Representante de la
Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. El Consejo
Europeo podrá poner fin a su mandato por el mismo procedimiento.

2) El Alto Representante estará al frente de la política exterior y de


seguridad común de la Unión. Contribuirá con sus propuestas a
elaborar dicha política y la ejecutará como mandatario del Consejo.
Actuará del mismo modo en relación con la política común de se-
guridad y defensa.

3) El Alto Representante presidirá el Consejo de Asuntos Exteriores.

4) El Alto Representante será uno de los Vicepresidentes de la Comi-


sión. Velará por la coherencia de la acción exterior de la Unión. Se
encargará, dentro de la Comisión, de las responsabilidades que in-
cumben a la misma en el ámbito de las relaciones exteriores y de
la coordinación de los demás aspectos de la acción exterior de la
Unión. En el ejercicio de estas responsabilidades dentro de la Comi-
sión, y exclusivamente por lo que respecta a las mismas, el Alto
Representante estará sujeto a los procedimientos por los que se rige
el funcionamiento de la Comisión en la medida en que ello sea com-
patible con los apartados 2 y 3.

Artículo 201 bis Tratado de Funcionamiento de la Unión.

1) En caso de votación, cada miembro del Consejo Europeo podrá ac-


tuar en representación de uno solo de los demás miembros.
El apartado 4 del artículo 9o. C del Tratado de la Unión Europea
y el apartado 2 del artículo 205 del presente Tratado se aplicarán
al Consejo Europeo cuando se pronuncie por mayoría cualificada.
El Presidente del consejo Europeo y el Presidente de la Comisión no
participarán en las votaciones del Consejo Europeo cuando éste
se pronuncie por votación.
La abstención de los miembros presentes o representados no obs-
tará a la adopción de los acuerdos del Consejo europeo que requieran
unanimidad.

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2) El Consejo Europeo podrá invitar al Presidente Parlamentario Euro-


peo a comparecer ante él.

3) El consejo Europeo se pronunciará pór mayoría simple en las cues-


tiones de procedimiento y para la aprobación de su reglamento
interno.

4) El Consejo Europeo estará asistido por la Secretaría General del


Consejo.

Artículo 201 ter

El Consejo europea adoptará por mayoría cualificada:

a) Una decisión por la que se establezca la lista de las formaciones


del Consejo, distintas de la de Asuntos Generales y la de Asuntos
Exteriores, de conformidad con el apartado 6 del artículo 9o. C del
Tratado de la Unión Europea;

b) Una decisión relativa a la presidencia de las formaciones del Conse-


jo, con excepción de las de Asuntos Exteriores, de conformidad con
el apartado 9 del artículo 9o. C del Tratado de la Unión Europea.

VI. “El triángulo de las decisiones” y el procedimiento


de la toma de decisiones

Una vez presentado el estado actual institucional y resumiendo el cuadro


institucional, a tenor del artículo 9o. tue, tal y como queda con el Trata-
do de Lisboa, tenemos lo siguiente:

Artículo 9o.

1) Unión dispone de un marco institucional que tiene como finalidad


promover sus valores, perseguir sus objetivos, defender sus intereses,
los de sus ciudadanos y los de los Estados miembros, así como garan-
tizar la coherencia, eficacia y continuidad de sus políticas y acciones.
Las Instituciones de la Unión son:

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Unión Europea

- El Parlamento Europeo;
- El Consejo Europeo;
- El Consejo,
- La Comisión Europea (denominada en los sucesivo “Comisión”),
- El Tribunal de Justicia de la Unión Europea,
- El Banco Central Europeo,
- El Tribunal de Cuentas.

2) Cada Institución actuará dentro de los límites de las atribuciones que


le confieren los Tratados, con arreglo a los procedimientos, condicio-
nes y fines establecidos en los mismos. Las instituciones mantendrán
entre sí una cooperación leal.

3) Las disposiciones relativas al Banco Central Europeo y al Tribunal de


cuentas, así como las disposiciones detalladas sobre las demás institucio-
nes, figuran en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

4) El Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión estarán asistidos


por un Comité Económico y Social y por un Comité de las Regio-
nes que ejercerán funciones consultivas.

Así, y en relación con las mencionadas Instituciones, y siguiendo el esquema


de Pascal Fontaine, debemos hacer referencia al denominado “triángulo de
la toma de decisiones”.
Tal y como expusimos, la Unión Europea es más que una mera con-
federación de Estados, pero no es un Estado federal. Se trata, de hecho, de
un nuevo tipo de estructura que no encaja en ninguna de las categorías
jurídicas clásicas. Su sistema político es único en la historia y ha estado en
constante evolución desde hace más de cincuenta años.
Los Tratados constitutivos (también conocidos como derecho primario
u originario) son la base de numerosos actos jurídicos de derecho deriva­
do, que tienen una incidencia directa en la vida cotidiana de los ciudadanos
en la ue. El derecho derivado, tal y como expusimos en el apartado corres-
pondiente, consta fundamentalmente de reglamentos, directivas y recomen-
daciones adoptados por las instituciones de la Unión Europea.
Esta legislación junto con las políticas de la Unión en general, son el
resultado de decisiones adoptadas por el triángulo institucional formado por
el Consejo (en representación de los gobiernos nacionales), el Parlamento
Europeo (en representación de los ciudadanos) y la Comisión Europea

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(órgano independiente de los gobiernos de la ue y garante del interés


colectivo europeo).

1. El Consejo de la Unión Europea o Consejo y el Consejo Europeo

El Consejo de la Unión Europea (también conocido como el Consejo o


Consejo de Ministros) es el principal órgano decisorio de la Unión. Los
Estados miembros se turnan para ocupar la presidencia del Consejo durante
un periodo de seis meses en la actualidad sectoriales. A las reuniones del
Consejo acude un ministro de cada país de la Unión Europea, que normal-
mente es el ministro competente en la materia que figure en el orden del
día: asuntos exteriores, agricultura, industria, transporte, medio ambiente,
etcétera.
El Consejo dispone del Poder Legislativo, que comparte con el Par-
lamento Europeo en el marco del procedimiento de codecisión. Por otra
parte, el Consejo y el Parlamento comparten la responsabilidad de la adop-
ción del presupuesto de la Unión Europea. El Consejo también concluye
los acuerdos internacionales negociados por la Comisión.
De conformidad con los Tratados, las decisiones adoptadas por el Con-
sejo se acuerdan por mayoría simple, por mayoría cualificada o por unani-
midad, en función del asunto sobre el que se decida, en la actualidad el
Consejo se pronunciará por mayoría cualificada, excepto cuando los Trata-
dos dispongan otra cosa (artículo 9o. C, inciso 3 tue).
En cuestiones importantes, como la modificación de los Tratados, la
puesta en marcha de una nueva política común o la adhesión de un nuevo
Estado, el Consejo debe decidir por unanimidad.
En la mayoría de los demás casos, el Consejo decide por mayoría cua-
lificada, es decir, que ninguna decisión del Consejo puede adoptarse si no
recibe el número de votos asignado a cada país de la Unión Europea, el
cual se corresponde aproximadamente con el tamaño de su población. Este
Consejo se reúne cuatro veces al año. Está presidido por el jefe de Estado o
de Gobierno del país que ostenta en ese momento la presidencia del Con-
sejo de la Unión Europea. El Presidente de la Comisión Europea asiste en
calidad de pleno derecho.
Por lo que respecta al Consejo Europeo, con el tratado de Maastricht,
éste se convirtió oficialmente en el iniciador de las principales políticas de
la Unión y se le otorgó un poder de arbitraje en las cuestiones conflictivas
sobre las que los ministros no pueden alcanzar un acuerdo en el Consejo
de la Unión Europea. Es la más alta instancia de establecimiento de po-

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Unión Europea

líticas de la Unión, por lo que a menudo sus reuniones son denominadas


“Cumbres”.
El Consejo Europeo aborda asimismo problemas internacionales acu-
ciantes a través de la política exterior y de seguridad común (pesc), desti-
nada a permitir que la ue se pronuncie con una sola voz sobre cuestiones
diplomáticas.
El Consejo Europeo cobra mayor realce, a partir del Tratado de Lisboa.

2. El Parlamento Europeo

El Parlamento Europeo es el órgano elegido que representa los ciuda-


danos de la Unión. Ejerce la supervisión política de las actividades de la
Unión Europea y participa en el proceso legislativo. Desde 1979, los dipu-
tados del Parlamento Europeo son elegidos por sufragio universal directo
cada cinco años.
El Parlamento celebra normalmente sus sesiones plenarias en Estrasbur-
go y las sesiones suplementarias en Bruselas. Sus veinte comisiones, que se
ocupan de los trabajos preparatorios para las sesiones plenarias, así como los
grupos políticos, suelen reunirse en Bruselas. La Secretaría General tiene su
sede en Luxemburgo y en Bruselas.
El Parlamento participa en los trabajos legislativos de la Unión en tres
niveles:

• De conformidad con el <procedimiento de cooperación>, introducido


por el Acta Única Europea en 1987, el Parlamento Europeo puede
emitir su dictamen sobre los proyectos de directivas y reglamentos
propuestos por la Comisión Europea y puede solicitar a la Comisión
que modifique sus propuestas a fin de tener en cuenta su posición.

• Igualmente desde 1987, el <procedimiento de dictamen conforme> somete


a ratificación por el Parlamento la celebración de acuerdos interna-
cionales negociados por la Comisión, así como cualquier propuesta
de ampliación de la Unión.

• En 1992, el Tratado de Maastricht instituyó el <procedimiento de code-


cisión>, que pone en pie de igualdad al Parlamento con el Consejo
cuando se trata de legislar sobre toda una serie de cuestiones impor-
tantes, como la libre circulación de trabajadores, el mercado interior, la
educación, la investigación, el medio ambiente, las redes transeuropeas,

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la salud, la cultura, la protección de consumidores, etcétera. En ejerci-


cio de este poder, el Parlamento europeo puede rechazar la legislación
propuesta en estos ámbitos mediante el voto de la mayoría absoluta
de sus miembros en contra de la posición común del Consejo. Sin
embargo, el Tratado prevé un procedimiento de concertación.

Tal y como ya expusimos y sin ánimo de reiterar sino de completar el cua-


dro de decisiones, el Parlamento Europeo comparte también con el Conse-
jo la responsabilidad de adoptar el presupuesto comunitario. El Parlamento
tiene la posibilidad de rechazo, como ha ocurrido ya en varias ocasiones.
En tal caso, debe volver a iniciarse todo procedimiento presupuestario.
Corresponde a la Comisión Europea proponer el proyecto de presupues-
to, que es debatido entonces por el Consejo y el Parlamento Europeo. El
Parlamento ha hecho pleno uso de sus poderes presupuestarios para influir
en la elaboración de políticas comunitarias.
El Parlamento es el órgano de control democrático de la Unión: dis-
pone del poder de destituir a la Comisión aprobando una moción de
censura por mayoría de dos tercios; asimismo, supervisa la gestión cotidiana
de las políticas comunitarias, formulando preguntas orales y escritas a la Co-
misión y al Consejo.
El Presidente del Consejo Europeo ha de informar al Parlamento de las
decisiones adoptadas por el Consejo.

3. La Comisión Europea

La Comisión es el tercer elemento del triangulo constitucional que gestio-


na y dirige la Unión Europea. Sus miembros son elegidos por los Estados
miembros de común acuerdo, por un periodo de cinco años y su nom-
bramiento está sujeto a la aprobación del Parlamento europeo. La Comi-
sión está obligada a presentar su dimisión colectiva cuando el Parlamento
Europeo, ante el cual es responsable, aprueba una moción de censura en
su contra.
Desde 2004, la Comisión se compone de un comisario de cada Estado
miembro.
La Comisión goza de una gran independencia en el ejercicio de sus
atribuciones. Es la garante del interés común, por lo que no debe someterse
a las instrucciones de ningún gobierno nacional. Como “guardiana de los
Tratados”, ha de velar por que los reglamentos y las directivas adoptadas por
el Consejo y el Parlamento se apliquen en los Estados miembros y, en caso

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Unión Europea

contrario, puede llevar a la parte responsable del incumplimiento ante el


Tribunal de Justicia para obligarla a cumplir el derecho comunitario.
Como brazo ejecutivo de la Unión Europea, la Comisión pone en prác-
tica las decisiones adoptadas por el Consejo en ámbitos tales como la política
agrícola común. Dispone de amplios poderes para la gestión de las políticas
comunes de la ue, como la de investigación y tecnología, la de ayuda ex-
terior, la de desarrollo regional, etcétera. Asimismo gestiona el presupuesto
de estas políticas.
La Comisión está asistida por una administración, compuesta de treinta
y seis direcciones generales y diversos servicios, cuya sede se reparte princi-
palmente entre Bruselas y Luxemburgo.

Procedimiento de la toma de decisiones

En general, la Comisión propone la nueva legislación, pero son el Consejo


y el Parlamento los que aprueban las normas. Otras instituciones y organis-
mos también desempeñan sus respectivos papeles.
Las normas y procedimientos de toma de decisiones de la Unión Europea
se fijan en los Tratados.
Cada propuesta para una nueva norma europea se basa en un artículo
específico del Tratado, denominado “base jurídica” de la propuesta. Esto de-
termina qué procedimiento legislativo debe seguirse, los tres procedimientos
principales son la consulta, el dictamen conforme y la decisión.

1) Consulta

En virtud del procedimiento de consulta, el Consejo acude al Parla-


mento, así como al Comité Económico y Social Europeo y al Comité
de las Regiones.

El Parlamento puede:

• Aprobar la propuesta de la Comisión;


• Rechazarla;
• Solicitar enmiendas.

Si el Parlamento solicita enmiendas, la Comisión estudia todos los


cambios sugeridos por el Parlamento y, si acepta alguno de ellos, envía
al Consejo una propuesta modificada.

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El Consejo examina la propuesta modificada, o bien la adopta


como tal, o bien la modifica. En este procedimiento, como en todos
los demás, si el Consejo modifica una propuesta de la Comisión, debe
hacerlo por unanimidad.

2) Dictamen conforme

El procedimiento de dictamen conforme significa que el Consejo


tiene que obtener la aprobación del Parlamento antes de tomar
ciertas decisiones muy importantes.
El procedimiento es igual al de consulta, salvo que el Parlamento
no puede modificar una propuesta: debe aceptarla o rechazarla. La
aceptación (“dictamen conforme”) requiere una mayoría absoluta de
los votos emitidos.

3) Codecisión

Es el procedimiento que se utiliza ahora para adoptar la mayoría de la


legislación de la Unión Europea. En el procedimiento de codecisión,
el Parlamento no se limita a dar su opinión, sino que comparte el
poder legislativo en plano de igualdad con el Consejo.
Si el Consejo y el Parlamento no están de acuerdo con una pro-
puesta de acto legislativo, la propuesta se presenta ante el Comité
de Conciliación, integrado por igual número de representantes del
Consejo y del Parlamento. Una vez que este Comité ha alcanzado un
acuerdo, el texto se envía de nuevo al Parlamento y al Consejo para
que puedan finalmente adoptarlo como ley.
Este procedimiento de codecisión cobra una vital importancia en
el actual Tratado de Lisboa.

VII. Otras Instituciones comunitarias

El Tribunal de Cuentas no es una institución originariamente prevista en el


Tratado cee. El Tribunal de Cuentas con sede en Luxemburgo, fue creado
por el Tratado de 1975 por el que se modifican determinadas disposiciones
financieras e incorporado como órgano al tcee. Tiene su sede en Luxem-
burgo.

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Unión Europea

Su misión consiste en fiscalizar la documentación contable, verificar la


legalidad y regularidad de todos los ingresos y gastos de la Comunidad y
asegurarse de que se ha realizado una buena gestión financiera.
El Tribunal protege los intereses financieros de la Comunidad frente al
fraude y las irregularidades. El Tratado de Maastricht le confió nuevas tareas
y ahora debe presentar al Consejo de la Unión Europea y al Parlamento
Europeo una declaración sobre la fiabilidad de las cuentas y la regularidad y
legalidad de las correspondientes operaciones. El Tribunal publica todos los
años en el mes de noviembre un informe sobre la ejecución del presupuesto
del año anterior y, esporádicamente, informes especiales sobre cuestiones
concretas, siguiendo instrucciones del Parlamento Europeo o actuando por
su propia iniciativa. Sin embargo, la responsabilidad fundamental de super-
visar y desembolsar los fondos comunitarios corresponde a los propios Es-
tados miembros, que responden directamente del 80% del presupuesto. En
definitiva, su función es la fiscalización o control de cuentas (de ingresos y
gastos), examinando no sólo la adecuación al derecho comunitario (control
de legalidad), sino también la buena gestión financiera (control de oportu-
nidad). Este Tribunal elabora un informe anual al cierre del ejercicio finan-
ciero que se publica en el Diario Oficial de la Comunidad Económica y también
es responsable del control de los gastos y de la revisión de las cuentas.
El Tribunal de Cuentas está compuesto por un miembro de cada Estado
miembro, nombrado por el Consejo por unanimidad y previa consulta al
Parlamento, entre personas especialmente calificadas para esta gestión y que
ofrezcan garantías de independencia. El mandato es de 6 años por decisión
unánime del Consejo de la Unión, previa consulta al Parlamento europeo,
y se renueva por partes.

El Banco Central Europeo

El Banco Central Europeo (bce), con sede en Frankfurt, es responsable de la


gestión del euro y la política monetaria de la Unión Europea.
En conjunción con los bancos centrales nacionales constituirán el Siste-
ma Europeo de Bancos Centrales (sebc). Asimismo constituyen el Eurosis-
tema y dirigen la política monetaria de la Unión. El sebc está dirigido por
los órganos rectores del Banco Central Europeo.
Entre los objetivos del sebc encontramos los siguientes:

- mantener la estabilidad de precios;


- prestar apoyo a las políticas económicas generales de la Unión Euro-
pea para contribuir con la consecución de los objetivos de ésta.

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Tiene personalidad jurídica propia y le corresponde en exclusiva autorizar


la emisión del euro, asimismo, tiene independencia en el ejercicio de sus
competencias y en la gestión de sus finanzas.

Artículo 245 bis Tratado de Funcionamiento de la Unión.

1) El Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales cons-


tituirán el Sistema Europeo de Bancos Centrales (sebc). El Banco
Central Europeo y los bancos centrales nacionales de los Estados
miembros cuya moneda es el euro, que constituyen el eurosistema,
dirigirán la política monetaria de la Unión.

2) El sebc estará dirigido por los órganos rectores del Banco Central
Europeo. El objetivo principal del sebc será mantener la estabilidad
de precios. Sin perjuicio de este objetivo, prestará apoyo a las políticas
económicas generales de la Unión para contribuir a la consecución
de los objetivos de ésta.

3) El Banco Central Europeo tendrá personalidad jurídica. Le corres-


ponderá en exclusiva autorizar la emisión del euro. Será independien-
te en el ejercicio de sus competencias y en la gestión de sus finanzas.
Las instituciones, órganos y organismos de la Unión y los Gobiernos
de los Estados miembros respetarán esta independencia.

4) El Banco Central Europeo adoptará las medidas para desempeñar sus


cometidos con arreglo a los artículos 105 a 111 bis, al artículo 115 C
y a las condiciones establecidas en los Estatutos del sebc y del bce.
Con arreglo a dichos artículos, los Estados miembros cuya moneda
no sea el euro y los bancos centrales de éstos mantendrán sus com-
petencias en el ámbito monetario.

5) En los ámbitos que entren dentro de sus atribuciones, se considerará


al Banco Central Europeo sobre todo proyecto de acto de la Unión
y sobre todo proyecto de normativa a escala nacional; el Banco podrá
emitir dictámenes.

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Unión Europea

VIII. Otros entes en la Unión Europea

Como mencionamos anteriormente, en la Unión Europea hay una serie de


órganos, que no instituciones, que es importante comentar.

El Banco Europeo de Inversiones

El Banco Europeo de Inversiones (bei), con sede en Luxemburgo, concede


préstamos y garantías para ayudar a las regiones subdesarrolladas de la ue y
contribuir a que las empresas sean más competitivas.
Creado por el Tratado de Roma en 1957, su financiación surge del em-
préstito dentro de los mercados de capitales. Contribuye a la realización de
los objetivos de la Unión Europea a través de la financiación de proyectos
encaminados a la promoción:

- De la integración europea;
- Del desarrollo equilibrado;
- De la cohesión económica y social;
- Del desarrollo económico basado en el conocimiento y la innovación.

Su labor es autónoma en sus decisiones y actúa con personalidad jurídica


propia, opera siempre sin ánimos de lucro y principalmente financia inver-
siones públicas o privadas para apoyar en el sector industrial, energético,
transporte, salud, medio ambiente, educación, altas tecnologías, comunica-
ciones, etcétera.
Los accionistas del Banco Europeo de Inversiones son los Estados
miembros de la Unión Europea, así el Consejo de Gobernadores se integra
por los ministros que cada Estado miembro designa para ello. En resumidas
cuentas, sus funciones también derivan en las siguientes:

- Participar en las Comisiones parlamentarias.

- Favorecer las financiaciones en los países en desarrollo del Mediterrá-


neo, África, Asia, América Latina, el Caribe y el Pacífico.

- Financia países candidatos a la adhesión.

- Financia proyectos que tienden a la modernización o reconversión


de empresas o la creación de nuevas actividades necesarias para el
progresivo establecimiento del mercado interno, siempre que estos

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no puedan ser financiados por los diversos medios existentes en cada


Estado miembro.

- Financia proyectos de interés común a varios Estados miembros, que


no tengan suficientes medios para ello dentro de sus países.

- Coopera con todas las demás instituciones europeas.

- Contribuye al desarrollo de las regiones menos prósperas de la Unión


Europea.

El Comité Económico y Social Europeo

Su sede se encuentra en Bruselas y sus miembros están divididos en tres


grandes grupos: el empresarial, los asalariados o trabajadores y otras activi-
dades como los agricultores y los consumidores. El Tratado de Niza limitó
su número a 350.
Al tomar decisiones relativas a una serie de ámbitos de actuación, el
Consejo y la Comisión consultan al Comité Económico y Social Europeo
(cese). Tenemos, entonces, que es un órgano de consulta tanto para el Con-
sejo como para la Comisión y el Parlamento europeo, ya que en el Comité
están representados los grupos sociales y económicos de todos los Estados
miembros. De esta manera, los miembros de este Comité representan a
los distintos grupos de intereses económicos y sociales que constituyen lo
que puede denominarse la “sociedad civil organizada”, y son nombrados
por el Consejo por un período de cuatro años.
Entre sus funciones, podemos resumir las siguientes:

- Emitir dictámenes sobre las propuestas de la Comisión europea, en


relación con cualquier cuestión que pueda ser de interés comuni-
tario, o bien sobre aquellos temas que tengan repercusión económica
y social;

- Garantiza una adecuada función consultiva frente a los grandes ór-


ganos de la Unión Europea, es decir, el Parlamento, el Consejo y la
Comisión europea;

- Permite una mayor participación de la sociedad civil organizada al


contribuir al reforzamiento de la cercanía de los ciudadanos al pro-
yecto europeo, y

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Unión Europea

- Concreta el papel de la sociedad civil organizada en los países no


comunitarios y procura crear estructuras similares en todas aquellas
zonas que son propensas a unirse al proceso comunitario europeo.

El comité de las Regiones

Por su parte, el Comité de las Regiones tiene su sede en Bruselas, con cinco
sesiones plenarias al año.
El Comité es un órgano consultivo creado por el Tratado de la Unión
Europea compuesto por representantes de las entidades regionales y locales
de los Estados miembros, repartiendo sus puestos con criterio proporcio-
nal. El presidente es elegido por los demás miembros del Tribunal por un
periodo de tres años, renovables, y desempeña el papel de primus inter pares.
La duración del mandato es de cuatro años. Se eligen por el Consejo por
unanimidad para un período de cuatro años para ejercer sus funciones con
independencia y en interés general de la Comunidad.
Nace con el firme propósito de respetar las identidades y prerrogativas
regionales y locales, así como hacer participar a las regiones en el desarro-
llo y la ejecución de las políticas de la Unión Europea, de hecho, existe la
obligación legal de consultar a los representantes de las autoridades locales y
regionales en una serie de asuntos que les conciernen directamente. Tiene,
en definitiva, una función consultiva pudiendo emitir dictámenes a petición
del Consejo de la Comisión o por iniciativa propia.
Es un órgano permanente y comparte infraestructura administrativa
con el Comité Económico y Social.
Entre sus funciones se destacan las siguientes:

- Ejerce funciones consultivas especialmente en aquellos casos que afec-


ten a la cooperación transfronteriza, siempre que el Consejo de Mi-
nistros y la Comisión lo consideren oportuno;

- Se le consulta en cuestiones de empleo y legislación social, salud pú-


blica y medio ambiente, formación profesional, educación y juventud,
cohesión económica y social, redes transeuropeas de infraestructura
de transporte, telecomunicación y energía, así como cultura;

- Representa una gran gama de actividades en materia de política local


y regional;

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- Contribuye al buen funcionamiento de la Unión Europea y al prin-


cipio de subsidiariedad; y

- A través de sus Comisiones Especializadas puede aprobar dictámenes


en materia agrícola, protección ambiental y política urbana.

Artículo 256 bis Tratado de Funcionamiento de la Unión.

1) El Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión estarán asistidos


por un Comité Económico y Social y por un Comité de las Regio-
nes, que ejercerán funciones consultivas.

2) El Comité Económico y Social estará compuesto por representantes


de las organizaciones de empresarios, de trabajadores y de otros sec-
tores representativos de la sociedad civil, en particular en los ámbitos
socioeconómico, cívico, profesional y cultural.

3) El comité de las Regiones estará compuesto por representantes de


los entes regionales y locales que sean titulares de un mandato elec-
toral en un ente regional o local, o que tengan responsabilidad po-
lítica ante una asamblea elegida.

4) Los miembros del comité Económico y social y del comité de las


Regiones no estarán vinculados por ningún mandato imperativo.
Ejercerán sus funciones con plena independencia, en interés general
de la Unión.

5) Las normas contempladas en los apartados 2 y 3, relativas a la na-


turaleza de la composición de estos Comités, serán revisadas periódi-
camente por el Consejo para tener en cuenta la evolución económica,
social y demográfica en la unión. El Consejo, a propuesta de la Co-
misión, adoptará decisiones a tal efecto.

El Defensor del Pueblo Europeo

El Defensor del Pueblo Europeo fue creado a través del Tratado de


Maastricht.
El Defensor es nombrado por el Parlamento Europeo para un periodo
de cinco años, que coinciden con la labor de los miembros de la legislatura

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Unión Europea

parlamentaria europea y su mandato puede ser renovable. Su sede está en


Estrasburgo, misma sede que el Parlamento Europeo.
Entre sus funciones destacamos las siguientes:

- Pueden acudir a él cualquier persona física o jurídica o moral que haya


sido víctima de un acto de mala administración por parte de las Insti-
tuciones u órganos de la Unión Europea, salvo en el caso del Tribunal
de Justicia cuando ejercite sus funciones jurisdiccionales;

- Sus funciones son totalmente independientes y sólo debe de atender


al interés general de los ciudadanos y de la Unión Europea;

- Puede poner en conocimiento de la Institución respectiva la queja


recibida, dándole tres meses para exponer las razones y su posición
por las cuales adoptó su decisión;

- Rendirá un informe al Parlamento Europeo y a la Institución, orga-


nismo o agencia interesada; y

- Informará del resultado de sus investigaciones a las personas que pre-


senten las reclamaciones respectivas.

El Consejo de Europa

El Consejo de Europa es una organización internacional de cooperación


intergubernamental creada mediante un Tratado internacional el 5 de mayo
de 1949 con entrada en vigor el 3 de agosto de ese mismo año. Su sede se
encuentra en Estrasburgo y su misión central es reforzar, en el espacio cons-
tituido por sus Estados miembros, la democracia, los derechos del hombre y
el estado de derecho; en definitiva, se potencia la defensa y la promoción de
los valores políticos fundamentales de todos sus Estados miembros.
El Consejo de Europa es independiente de la Unión Europea y se com-
pone, en la actualidad, de 46 Estados de todo el continente, incluidos todos
los Estados miembros de la Unión Europea.
En los orígenes del Consejo de Europa podemos destacar que tras la
Segunda Guerra Mundial y ante la preocupación de un probable tercer
conflicto mundial, se desplegó una idea concretada en el famoso discurso
de Winston Churchill, primer ministro británico, en Zurich el 19 de sep-
tiembre de 1946 en el que se dijo: “Nos hace falta crear algo semejante a
los Estados Unidos de Europa ... El primer paso a seguir es la constitución

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de un Consejo Europeo ... Para realizar favorablemente esta tarea urgente,


Francia y Alemania deben reconciliarse ...”
No hay duda que en el génesis del Consejo de Europa intervino un
movimiento ideológico que pedía la unificación europea como la única
solución a los problemas políticos, económicos y sociales del viejo conti-
nente. El primer paso gubernamental hacia la unidad europea fue de carác-
ter militar y defensivo, a través del pacto de Bruselas del 17 de marzo de
1948 firmado por Bélgica, Francia, Holanda, Luxemburgo y el Reino Unido.
El Pacto de Bruselas creó un Consejo Consultivo integrado por los cin-
co ministros de Asuntos Exteriores de las cinco mencionadas naciones y
una Comisión Permanente que debería ocuparse de mantener el contacto
entre los Estados miembros cuando no estuvieran reunidos los ministros.
Tras numerosos avatares provocados por el movimiento europeísta, los go-
biernos comenzaron a perfilar posiciones y a aclararse la actitud de cada
Gobierno respecto a la Unidad Europea y se perfila así, la creación de un
Consejo de Europa integrado por un ministro de cada uno de los citados
miembros y que tomarían decisiones de común acuerdo. Se creó, en prin-
cipio, un Comité de Ministros y una Asamblea Consultiva “independiente
de los gobiernos”. Reunido el nuevo Consejo Consultivo de los Cinco,
se decidió convocar una conferencia general a la que serían invitadas Di-
namarca, Irlanda, Italia, Noruega y Suecia. Esta conferencia, fue conocida
con el nombre de “Conferencia de los Diez” y se celebró en Londres
en marzo de 1949. Acto seguido se elaboró un proyecto de Estatuto del
Consejo de Europa, el cual fue presentado a los ministros de Asuntos
Exteriores de los diez países, quienes lo aprobaron en Londres el 5 de
mayo de 1949 en el Palacio de Saint James. El mismo día de la firma de la
Convención que aprueba el Estatuto del Consejo de Europa, los ministros
publicaron un comunicado en el que se decía: “La característica esencial
del Estatuto es la creación de un Comité de Ministros y de una Asamblea
Consultiva, los cuales, reunidos, formarán el Consejo de Europa. El papel
del Comité Ministerial será desarrollar la cooperación entre los Gobiernos;
el de la Asamblea Consultiva consistirá en descubrir los medios gracias a
los cuales podrán ser expresadas y formuladas las aspiraciones de los pue-
blos europeos: los Gobiernos permanecerán así en contacto perpetuo con
la opinión pública europea”. Un obstáculo que había que superar sería la
idea de crear una Europa ideológicamente unitaria, excluyendo a países
plenamente europeos, por el solo hecho de que sus ideas no se acomodaran
a las del Consejo.
El Consejo de Europa como una de sus primeras tareas, con firmes
propósitos de cooperación internacional entre los Estados miembros, ela-

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Unión Europea

boró con gran entusiasmo una de las grandes convenciones, la Convención


europea de los derechos del hombre firmada en Roma el 4 de noviembre
de 1950, con entrada en vigor el 3 de septiembre de 1953.
Entre los fines del Consejo de Europa, su Estatuto comienza con
una declaración de principios en la que se habla de “Valores espirituales y
morales” y de “Libertad individual, libertad política y preeminencia del
derecho, sobre los cuales se funda toda democracia auténtica”. En este te-
nor, el artículo 1o. de su Estatuto enuncia: “El fin del Consejo de Europa es
realizar una unión más estrecha entre esos miembros a fin de salvaguardar
y conseguir los ideales y los principios que son su patrimonio común y
favorecer su progreso económico y social”. El mismo artículo en su aparta-
do b) enuncia los medios con los que el Consejo de Europa perseguirá sus
fines:“1. El examen de las cuestiones de interés común; 2. La firma de acuer-
dos; 3. La acción común en el campo económico, social, cultural, científico,
jurídico y administrativo; 4. La salvaguarda y el desarrollo de los derechos
del hombre y de las libertades fundamentales”.
En cuanto a su composición, a los diez miembros originarios del Con-
sejo de Europa se adhirieron varios Estados hasta llegar, en la actualidad,
a un número de 46: Albania, Alemania, Andorra, Armenia, Austria, Azer-
baïdjan, Bélgica, Bosnia-Herzégovina, Bulgaria, Croacia, Chipre, República
Checa, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Fran-
cia, Georgia, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Italia, Letonia, Liechtenstein,
Lituania, Luxemburgo, Ex-República Yugoslava de Macedonia, Malta, Mol-
dovia, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumanía,
Federación Rusa, San Marino, Suecia, Suiza, Turquía y Ucrania. Pendiente
de su ratificación Serbia-Montenegro.
Según el artículo 3o. de su Estatuto: “todo miembro del Consejo de
Europa reconoce la preeminencia del derecho y el principio, en virtud del
cual toda persona colocada bajo su jurisdicción debe disfrutar de los dere-
chos del hombre y de sus libertades fundamentales. Se compromete tam-
bién a colaborar, sincera y activamente, en la realización del fin definido en
el artículo 1o.”.
Para lograr tales fines, el Consejo de Europa dispone de competencias
tales como las mencionadas con anterioridad en el artículo 1o., inciso b) del
Estatuto: el examen de los asuntos de interés común, la conclusión de acuer-
dos, la adopción de una acción conjunta en los campos económico, social,
cultural, científico, jurídico y administrativo y la protección efectiva de los
derechos humanos y libertades fundamentales. Sin embargo, no dispone de
competencias en relaciones exteriores, ni defensa, ni en materias de compe-
tencia de otras organizaciones internacionales europeas o no.

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Los dos órganos fundamentales del Consejo de Europa son el Comité


de Ministros y la Asamblea Consultiva. Junto a ellos existe un Secretariado
y el Comité Mixto encargado de coordinar las actividades de la Asamblea y
el Comité de Ministros.
El Comité de Ministros es el órgano de representación colectiva de
los Gobiernos miembros. El Comité está compuesto por un representan-
te de cada uno de los miembros del Consejo de Europa, con derecho a
voto. Según el artículo 14 de su Estatuto establece que los representantes
en el Comité son los ministros de Asuntos Exteriores y además se establece
que: “cuando un ministro no pueda asistir a las sesiones, o cuando otras
circunstancias lo aconsejen, puede designarse un suplente para que actúe
en su lugar. Este será, en la medida de lo posible, un miembro del Go-
bierno de su país”.
Entre sus funciones, tenemos que según el artículo 13 del Estatuto: “El
Comité de Ministros es el órgano competente para actuar en nombre
del Consejo de Europa” y esta actuación consiste, según el artículo 15 en
considerar “las medidas adecuadas para realizar el objetivo del Consejo de
Europa, incluyendo la conclusión de convenciones y de acuerdos y la adop-
ción por los Gobiernos de una política común respecto a determinados
asuntos” y su apartado b) nos sigue indicando que “las conclusiones del
Comité de Ministros pueden, si ha lugar a ello, revestir la forma de reco-
mendaciones a los Gobiernos. El Comité puede invitar a éstos a poner en
su conocimiento las medidas que han tomado respecto a dichas recomenda-
ciones”. No obstante, debemos destacar que las facultades del Comité de
Ministros están restringidas por el hecho de requerir la unanimidad para las
decisiones importantes.
En cuanto al procedimiento, según el artículo 21: “El Comité se reúne
obligatoriamente antes de la apertura de las sesiones de la Asamblea Consul-
tiva y al comienzo de estas sesiones; se reúne además cuantas veces lo estime
útil”. Las reuniones se celebrarán a puerta cerrada y deben celebrarse, según
el mismo artículo, en Estrasburgo, pero en la práctica se celebran reunio-
nes en otras ciudades como París y Roma.
Se seguirá la regla de la unanimidad para las cuestiones siguientes: las
recomendaciones dirigidas a los gobiernos; las cuestiones relacionadas con
el Informe que el Comité dirige a la Asamblea; Las decisiones sobre la pu-
blicidad que se dé a las reuniones del Consejo; las decisiones de celebrar
alguna reunión ordinaria de la Asamblea Consultiva fuera de Estrasburgo; las
recomendaciones relativas a las enmiendas a ciertos artículos considerados
esenciales en la estructuración del Consejo de Europa; y cualquiera otra

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cuestión que el Comité decida, por mayoría de los tercios, que debe ser
sometida a la regla de la unanimidad.
Para otras cuestiones menos importantes tales como la adopción del
presupuesto, del reglamento interior, etcétera, basta con la mayoría de dos
tercios, y en cuanto a las cuestiones que a su vez deriven del reglamento
interior o de los reglamentos financiero o administrativo, bastará con la
mayoría simple.
El Comité de Ministros se sirve, además, de comités de expertos; tampo-
co hay que olvidar que el Comité de Ministros ha recurrido a otros métodos
para obtener el necesario asesoramiento, tales como solicitarlos directamente
a las Organizaciones internacionales competentes o convocar conferencias
especializadas.
La Asamblea Consultiva, por su parte, se compone de representantes ele-
gidos por los Parlamentos nacionales entre sus miembros. Existen dos requi-
sitos para la designación de representantes: que sean nacionales del Estado
miembro que representan y que no sean al mismo tiempo miembros del
Comité de Ministros. Sus miembros son independientes, y disfrutan de in-
munidad diplomática, cuando se ejercite ante países que no sean el propio,
e inmunidad parlamentaria, que será la que se tenga ante su propio país. El
número de delegados es proporcional a la población de los Estados miem-
bros y se reúne en sesiones anuales. Los debates de la Asamblea son públicos
a no ser que se decida lo contrario.
Se podría definir la Asamblea, como una forma de colaboración inter-
nacional que expresa la opinión pública de un sector europeo mediante
debates y recomendaciones. Sus facultades se limitan a las propias de un
órgano deliberante, y sus debates sirven para dar publicidad a las ideas
europeístas.
Según el artículo 23 del Estatuto: “la Asamblea Consultiva puede deli-
berar y formular recomendaciones sobre cualquier cuestión que responda al
objeto y entre en la competencia del Consejo de Europa, tal como se define
en el capítulo I; delibera y puede formular recomendaciones sobre cual-
quier cuestión que le someta para dictamen el Comité de Ministros”. Las
“recomendaciones” se caracterizan porque la Asamblea Consultiva pide al
Comité que actúe en cierto sentido. Exigen una mayoría de dos tercios. Asi-
mismo, la Asamblea puede formular “resoluciones” empleadas para expresar
su punto de vista sobre un problema o para contestar a los informes de
las organizaciones internacionales. De la misma manera, la Asamblea emi-
te “opiniones” en las cuales se contiene su parecer sobre un asunto para el
cual el Comité de Ministros ha solicitado su opinión. La Asamblea también

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tiene la facultad de formular recomendaciones al Comité de Ministros


sobre todas las cuestiones que sean de la competencia del Consejo.
La Asamblea Consultiva puede constituir Comités o Comisiones encar-
gados de examinar todas las cuestiones de su competencia.
Asimismo, como habíamos indicado, tanto el Comité de Ministros como
la Asamblea Consultiva están asistidos por la Secretaría General. El Secre­
tariado se compone de un secretario general, de un secretario general adjunto
y del personal necesario. Los dos primeros son nombrados por la Asamblea
Consultiva a propuesta del Comité de Ministros. Los otros miembros son
designados por el secretario general, de acuerdo con el reglamento admi-
nistrativo. Los altos cargos, es decir, Secretario general y Secretario general
adjunto, deben ser independientes de los Estados miembros. Cada Estado
miembro asume los gastos de su propia representación en el Comité y en la
Asamblea y los gastos comunes de la Secretaría General se reparten propor-
cionalmente a la población de cada Estado miembro.
Dentro del movimiento codificador de derecho internacional privado hay
instituciones como la que comentamos, el Consejo de Europa, y dentro de
él, el Comité Europeo de Cooperación Jurídica, creado en 1963 y aunque pro-
cura no acometer la temática de la que se ocupa la Conferencia de La Haya,
es el organismo encargado de desarrollar el programa jurídico del Consejo
de Europa. De una manera esquemática comentaremos que, dentro de su
compleja actividad, este Comité se ha encargado de materias de derecho
internacional privado como la preparación de convenios de patentes y esta-
blecimiento de individuos, del seguro obligatorio de responsabilidad civil de
accidentes de circulación por carretera; de información del derecho extran-
jero, y de la supresión de legitimación de escrituras redactadas por agentes
diplomáticos o consulares. Paralelamente a ésta actividad, se encarga, asi-
mismo, de coloquios de derecho europeo, estudios de derecho comparado,
conferencias de ministros de justicia. Además se destaca que la actividad más
sobresaliente de este órgano es la protección de los derechos humanos.

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Unión Europea

Cuestionario

1. ¿En qué consiste la integración europea?


2. ¿Cuáles son las fuentes originarias o primarias?
3. ¿Cuáles son las fuentes derivadas?
4. Mencione los Tratados constitutivos de la Unión Europea.
5. ¿En qué consisten las reformas del Tratado de Lisboa?
6. ¿Cuáles son las Instituciones comunitarias?

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