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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

¡Agua, San Marcos! ......................................................................22


El gato con botas ..........................................................................22
Mariquita, María ............................................................................24
Romance de Don Gato..................................................................24
El soldadito de plomo ..................................................................24
El soldadito de plomo (poesía) ...................................................26
El mayor castigo ...........................................................................26
Pulgarcito.......................................................................................27
Agradecimientos: Mamá ..............................................................................................29
Almendrita .....................................................................................29
A Eduardo Sarmiento Portero y David Alfonso Suárez por la cesión de derechos Canción de cuna de los elefantes ...............................................31
para la ilustración de esta obra
Adivinanza .....................................................................................31
Al Instituto Superior de Diseño Industrial por los perfiles de las colecciones Cenicienta ......................................................................................31
realizadas por sus alumnos:
Alain Valladares Ulloa/ David Alfonso Suárez/ Osmany Lorenzo Santana/
El lagarto está llorando ................................................................33
Eduardo Sarmiento Portero/ Idania del Río González/ Alberto Barrios Gómez/ La bella durmiente ........................................................................33
Jorge Méndez Calás/ Evelin Ruiz Crego El burro enfermo ...........................................................................35
El pescador y su mujer ................................................................36
El sapito glo-glo-glo .....................................................................37
Tomado de la edición de Gente Nueva, 1997
Blanca Nieve ..................................................................................38
La tos de la muñeca......................................................................42
Colección al cuidado de Esteban Llorach Ramos y Elizabeth Díaz Cancioncilla ...................................................................................42
Edición: Mytil Font/ Dirección artística: Adriana Vázquez Pérez/
Ilustración: Eduardo Sarmiento Portero y David Alfonso Suárez/ El patico feo...................................................................................42
Composición: Diana Suárez Companioni

© Herederos de Herminio Almendros, 1997


© Eduardo Sarmiento Portero y David Alfonso Suárez
© Sobre la presente edición, Instituto Cubano del Libro,
Editorial de Ediciones Especiales, 2002
Edición realizada para el medio educativo y cultural sin ánimo
de lucro, al amparo de la licencia No. 007/2001, otorgada
por el CENDA. Prohibida la reproducción total o parcial de esta edición.
Prohibida su circulación fuera de la República de Cuba

Biblioteca Familiar
Infantil-Juvenil
Instituto Cubano del Libro, Editorial de Ediciones Especiales,
Palacio del Segundo Cabo, O`Reilly No. 4, La Habana Vieja, Ciudad de La Habana, Cuba

ISBN 959-7108-31-3

Impreso en el Combinado de Periódicos Granma

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

ÍNDICE A PROPÓSITO DE HABÍA UNA VEZ...: HERMINIO ALMENDROS


COMO COMPILADOR DE LITERATURA PARA NIÑOS
A PROPÓSITO DE HABÍA UNA VEZ...: HERMINIO ALMENDROS
COMO COMPILADOR DE LITERATURA PARA NIÑOS ...............3
Nacido en Albacete, España, Herminio Al- de ambos (como se aprecia en «Pollito Pito» y
mendros (1898-1974) llegó a ser merecidamente «La Gallinita Rabona», por ejemplo), en los cua-
PRIMERA PARTE cubano, por su manifiesto amor a nuestro país les la fantasía resulta omnipresente. Ahora bien,
La Gallinita Dorada ..................................................................5 y por sus importantes contribuciones a la cultu- ya sean textos en prosa o verso, todos son
ra nacional. Entre sus aportes se destaca la eminentemente narrativos y tienen por héroes
Ronda del pío… pío …....................................................................5 cabal aprehensión del pensamiento y la obra a seres humanos, animales y objetos personi-
La ranita verde y el ganso ..............................................................5 de José Martí y la difusión que de ellos hizo en ficados. Ellos provienen del enorme caudal de
su primordial condición de educador, incluso la tradición popular: algunos todavía encubier-
Cucú .................................................................................................6 antes de que apareciera su importante libro A tos por el anonimato y otros –principalmente
La margarita blanca ........................................................................7 propósito de La Edad de Oro de José Martí poemas— con la reconocida autoría de presti-
Campanillitas...................................................................................7 (1989). El libro Notas sobre literatura infantil (San- giosos literatos, como Federico García Lorca.
tiago de Cuba, 1956) muestra perceptibles afini- De este modo, Almendros coincidió con la ten-
Los tres cerditos .............................................................................7 dades con los criterios que fundamentan la tativa martiana de poner al pequeño lector en
El caracol .........................................................................................9 selección de textos en Había una vez... (La contacto con la tradición cultural popular.
Habana, 1945) y con la concepción martiana de Entre los cuentos de hadas y encantamientos
La cucarachita Martina ...................................................................9 esa tipología literaria y de su receptor específico. de Había una vez... figuran los muy conocidos
Los cinco .......................................................................................10 Obviamente los textos compilados por Al- «Almendrita», «Cenicienta», «La bella durmien-
Los tres osos .................................................................................10 mendros en Había una vez... están entre aque- te», «El pescador y su mujer» y «Blanca Nie-
llos considerados clásicos de la literatura para ve». En A propósito de La Edad de Oro... ,
La loba, la loba........................................................................ 11 niños, por su apego a los convencionalismos Almendros diferenció la versión martiana de
Pollito Pito .....................................................................................11 genéricos, a lo que apunta el propio título del «Meñique» y «El camarón encantado» de los
Dime, ovejita negra .......................................................................12 libro. Así, los símbolos de fácil decodificación; cuentos del francés Laboulaye, en tanto seña-
el amplio uso del diminutivo, aunque sin exce- ló el parentesco del primero con «Pulgarcito»,
Los chivitos porfiados..................................................................12 siva ñoñería; el lenguaje tampoco es de una que es el cuento compilado por Almendros en
Mi perro ..........................................................................................13 corrección ramplona y por tanto inexpresivo, Había una vez..., junto con «El pescador y su
sino que es sencillo, preciso y ágil, a la vez que mujer», proveniente de la tradición eslava. Se-
La Gallinita Rabona ......................................................................13 sugeridor, con efectos de musicalidad (rima, rit- gún Almendros: «En los cuentos ‘Meñique’ y
¡Que llueva! ...................................................................................14 mo, valores fónicos de los vocablos, onomato- ‘El camarón encantado’ hay desorbitada fanta-
Nana................................................................................................14 peyas, etc.). También se distingue por imágenes sía, como ya Martí anuncia al ofrecerlos como
vivaces y emotivas, tanto en la construcción de cuentos de magia».1 El efecto desmitificador en
El gallo de boda ............................................................................15 personajes como de situaciones. Incluso el Había una vez... no emerge de algún texto
Palomita en la playa ......................................................................16 empleo de la tipografía tiene función semánti- en particular sino de la totalidad del libro, ya
ca y expresiva en «Los tres osos». No sólo se que las narraciones en que intervienen elemen-
Cómo es que Ratón Pérez resucita apela a la vía sensorial, sino ante todo a la cor- tos fantásticos o sobrenaturales auxiliando a los
y deja de llorar Cucarachita.........................................................16 dial. El afán didáctico no va en detrimento del protagonistas en la consecución de sus fines
Los números ..................................................................................17 disfrute artístico y lúdico, admitido como propio están acompañadas de otras en las que se
de la naturaleza del hombre, sino que ética y pone de relieve el esfuerzo propio, el empleo
Mediopollito ...................................................................................18 estética se manifiestan en perfecta comunión, de la inteligencia, el conocimiento de la identi-
Adivina, adivinador….............................................................. 19 lo que es para Almendros uno de los más im- dad y las aptitudes propias, así como la solida-
portantes legados del modelo martiano. ridad entre seres diferentes para alcanzar el
Tanto Martí como Almendros fueron más allá triunfo sobre las adversidades o las amenazas
SEGUNDA PARTE de modelos literarios como Cuentos azules de de supervivencia, eludiendo así interpretaciones
Caperucita roja ..............................................................................19 Laboulaye o Cuentos maravillosos de Andersen incorrectas o tergiversadas de las relaciones so-
o las colecciones de Perrault y los hermanos ciales o de los fenómenos y procesos que ocurren
La nena astuta ...............................................................................21 Grimm, al reunir en una misma publicación tex-
Los siete chivitos ..........................................................................21 tos en prosa y verso. Así, estructurado armo- 1
Almendros, Herminio: «A propósito de La Edad de Oro: los
niosamente en dos partes, Había una vez...
Una niña .........................................................................................22 reúne textos en prosa y verso o la combinación
cuentos», en Acerca de La Edad de Oro, La Habana, Editorial
Letras Cubanas, Centro de Estudios Martianos, 1989, p. 121.

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cotidianamente en el mundo. En «La Gallinita dad vital del agua, los efectos de la lluvia y del El gato y la gallina estaban tan malcriados llevó a su casa para que su mujer hiciera un
Dorada», por ejemplo, se exalta el valor del tra- sol en la germinación y crecimiento de las plan- por su dueña, que pensaban que ellos eran lo buen asado.
bajo. Mientras que en «Cómo es que ratón Pérez tas («La margarita blanca»), la reproducción mejor del mundo. Y como eran bastante egoís- Con el calor de la cocina el pato revivió.
resucita y deja de llorar cucarachita» y otros tex- ovípara de las aves («Mediopollito...» y «El tas y estaban un poco celosos del patico, no —¡Oh, mamá, no lo mates! —dijeron los
tos se propende hacia la necesi- patico feo»), la relación entre los fenómenos hacían más que hacerlo sufrir. niños del leñador—. Déjalo para que juegue
dad de hacer el bien en beneficio de la colecti- de la naturaleza («Nana»), la belleza de la na- —No eres un animal de adorno, resultas con nosotros.
vidad y a la solidaridad que debe prevalecer en turaleza («El caracol»). Si en «Los tres osos» demasiado feo. ¿ Para qué sirves tú? —le de- Estaba tan acostumbrado a los malos tra-
las relaciones sociales. «Los chivitos porfiados» se muestra la invasión del territorio de los ani- cía la gallina—. ¿Sabes poner huevos? ¿Sa- tos el desgraciado animal, que al acercarse
es de los cuentos donde se demuestra que el males por los humanos y los daños causados bes cacarear? los niños se llenó de miedo, aleteó y tiró al suelo
ser más pequeño y aparentemente más débil por éstos en el hábitat de aquéllos, en «Mi —No —contestaba el patico, bajando la un caldero lleno de leche.
es el que finalmente triunfa. La inteligencia y el perro» y «Los chivitos porfiados» se alude a cabeza. La mujer del leñador, al ver perdido el ali-
valor como vías para vencer las adversidades las relaciones afectivas entre humanos y ani- —¿Sabes mover la rueca? ¿Sabes erizar mento de sus hijos, empezó a golpearlo furio-
y los retos que surgen en la vida y alcanzar la males. Varias narraciones promueven el respeto el lomo? ¿Puedes echar chispas cuando te sa, y el pato, lleno de terror, revoloteó por todo
felicidad se enfatizan en «Los tres cerditos», a la diferencia tanto en lo físico como en lo cul- frotan en la oscuridad? —le preguntaba el gato el fogón, rompiendo platos, jarros y cazuelas.
«La ranita verde y el ganso», «Almendrita» y tural; así en «La cucarachita Martina» se sub- muy orgulloso. Entonces sí que quisieron matarlo. Llena de
«El patico feo» están entre las narraciones que vierte la opinión de que las cucarachas son —Tampoco —decía el patico abochorna- furia, la madre corría detrás de él queriendo
enseñan la importancia del conocimiento de seres repulsivos y sucios. Determinados poe- do—.¡ Sólo sé volar y nadar! darle con las tenazas. Los niños, dando gri-
la identidad y las aptitudes propias, para ade- mas y narraciones contribuyen a relativizar los —¡Volar! ¡Vaya un gusto! —exclamaba la tos, le tiraban pedazos de leña y fue una suer-
cuar a ellas las aspiraciones. «La nena astu- conceptos de belleza y fealdad; en «La loba, la gallina—. ¿No es mucho mejor correr? te para él que estuviera la puerta abierta,
ta» desarrolla una situación contraria a la de loba...» los artificios no mejoran la naturaleza —¡Nadar! ¡Qué ocurrencia! —decía el ga- porque pudo escapar, Y esconderse entre
«Caperucita roja», que como «Dime, ovejita del ser y en «Una niña» se manifiesta una be- to con desprecio—. ¡Ni que el agua fuera tan unas ramas, con el corazón que le saltaba de
negra», enfatiza las peligrosas consecuencias lleza incompleta, ya que carece de una buena buena! angustia.
de la irresponsabilidad. «Palomita en la pla- instrucción. «El soldadito de plomo» demues- Todos los días el gato y la gallina discutían ¡Qué invierno tan terrible pasó el pobre ani-
ya», «El mayor castigo», «Mamá», «Cuando tra cómo un defecto físico no implica incapaci- con el patico. mal! Pero, al fin, un día el sol empezó a calen-
sea grande» tratan del amor maternal o filial; dad para amar y ser correspondido. También —Ya que eres tan feo y no sirves para nada, tar, derritió la nieve, y las ramas de los árboles
en «Pulgarcito» se alude a la seguridad que se distinguen aquellos textos encaminados a ¡por lo menos quítate de la cabeza esas locu- se llenaron de millones de yemitas tiernas.
brinda el hogar paterno. Otros textos inducen a estimular el razonamiento de modo lúdico, es- ras de remontar el aire o de tirarte al agua! —le Entonces el pato decidió marcharse para
la eliminación de cualidades negativas: «La pecialmente, «Adivina, adivinador...» y «Adivi- decía el gato. algún lugar donde pudiera ser menos desgra-
cucarachita Martina», la gula; «Mariquita, Ma- nanza», así como «Los números» y «Los cinco»; —¡Pero si no puedo! —murmuraba el patico. ciado. Sus alas eran ya grandes y fuertes y
ría», decir mentiras; «Cenicienta» y «Blanca Nie- este último es uno de los textos que desarrolla —Un animal que no es bonito, debe ser útil podían llevarlo muy lejos. Remontó el vuelo.
ve», la envidia; «La bella durmiente», el la temática más relevante del libro: la identidad —le aconsejaba la gallina—. Trata de poner Durante varios días voló sin descanso, has-
resentimiento y «El pescador y su mujer», la y la diversidad en los seres, procesos y fenóme- huevos como yo, o de mover la rueca, como ta que decidió detenerse al fin. Había llegado
avaricia. En resumen, Había una vez... posibili- nos del mundo. Como Martí, Almendros fue con- el gato. a un jardín maravilloso donde las flores perfu-
ta la comprensión de por qué la vida y el bien trario al desarrollo de mentalidades sumisas y —Nunca podré hacer esas cosas —dijo el maban el aire y los pájaros cantaban entre las
salen triunfantes sobre la muerte y el mal. faltas de originalidad. patico desesperado—. Creo que lo mejor es ramas de los árboles cargados de frutas. Jun-
Una serie de gran interés es la compuesta que me vaya. to a unas escaleras de mármol vio un estan-
por cuentos y poemas que describen procesos Y se fue. que de aguas limpias y tranquilas donde
y fenómenos que ocurren de manera natural Todo el verano se lo pasó el pato vagando nadaban tres magníficos cisnes de plumas
en los seres vivientes y su entorno: la necesi- MARIANA SERRA solitario en el bosque. Ningún animal lo quería. blanquísimas y pico sonrosado.
—¡Claro, soy tan feo! —pensaba el desdi- —¡Qué aves más hermosas! —pensó el
chado. pato gris—.¿Me quedo con ellas! Tal vez me
Pasó el verano y llegó el otoño. Las hojas maten, por haberme atrevido a ponerme a su
de los árboles se pusieron amarillas y secas: lado; pero, ¿qué importa? ¡Mi vida ha sido tan
el viento las arrancó y les hizo dar mil triste! Creo que vale más morir junto a estos
volteretas. Las ramas quedaron desnudas y preciosos animales, que ser mordido por
el cielo se hizo gris. patos, picado por gallinas, atacado por perros;
Apareció el invierno. Pesadas nubes se in- despreciado por gatos, golpeado por hombres,
clinaron hacia la tierra, cargadas de granizo y y... ¡pasar hambre, angustia y frío!
de nieve. El agua de las charcas se empezó a Entró en el agua y fue hacia los cisnes.
helar y pronto no quedó más que un agujero En cuanto estos lo vieron, nadaron hacia
donde nadaba el pato. El pobre animal no te- él, con las alas abiertas.
nía más remedio que mover continuamente las
patas para no quedar prisionero en el hielo. Al
fin un día no pudo más, se detuvo y quedó
preso en el agua helada.
A la mañana siguiente pasó por allí un le-
ñador y al ver el animalito casi helado se lo

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El patico gris estiró el cuello. Nunca había Lleno de terror cerró los ojos para no ver
visto ni oído nada tan hermoso. Sintió deseos los dientes afilados que se iban a clavar en su
de aplaudir. carne, pero de pronto el perro dio una vuelta y
—¡Cui, cui! se fue sin tocarlo. PRIMERA PARTE
—¡Qué mamarracho! ¡Y se atreve a chillar —¡Menos mal! —murmuró el patico—. ¡Soy
delante de mí! —dijo el gallo. y le dio un tre- tan feo, que ni el perro ha querido morderme!
mendo picotazo. Y se quedó quietecito, mientras los tiros
El primer día sucedió esto, pero en los si- seguían sonando sin parar.
guientes fue peor. Todos trataban mal al pobre Al anochecer todo quedó en silencio, pe- La Gallinita Dorada Y dijo la Gallinita Dorada:
patico. ro el pobre patico, asustado, no se atrevió a —Yo solita lo amasaré.
Su hermanos eran crueles con él y le de- levantarse. Era ya media noche cuando tuvo Cuando el pan estuvo cocidito y dorado, dijo
cían cada dos minutos: valor para volar. Cruzó la laguna, atravesó la gallinita:
—¡Ojalá te lleve el gavilán! los campos y siguió volando y volando sin —¿Quién quiere comerse conmigo el buen
Los patos y las gallinas lo picaban a cada descanso. pan de harina de trigo?
momento. La mujer que daba de comer a los De pronto empezó a llover. El viento se hizo Y gritó el pato:
animales lo empujaba con el pie. Hasta su tan fuerte que apenas podía mover las alas. —¡Yo, que soy tu amigo!
madre, el único ser que lo quería en el mundo, Los truenos y los relámpagos le daban miedo Y gritó el pavo:
exclamó un día: y tuvo que detenerse. —¡Yo, que siempre lo he sido!
—¡Qué desgraciada soy con este hijo tan Entonces se fijó en que estaba junto a una Pero la Gallinita Dorada gritó:
horrible! casita tan miserable, que parecía que se iba a —¡No, no y no! El pan es para mis pollitos,
El infeliz patico feo no pudo soportar esto caer de un momento a otro. que son chiquitos, y para mí. ¡Tiii, tiii, tiiiii!
y se escapó, saltando la cerca. Los pája- —¡Quizás haya en ella buena gente! —pen-
ros que estaban en la enredadera que cre- só el patico, que estaba ansioso de cariño. Y
cía junto al muro salieron disparados y el como la puerta estaba rota, decidió entrar por Ronda del pío … pío …
pobre pensó: una rendija.
—Debo de ser espantoso cuando todos me Allí vivía una viejecita muy pobre, sin más A la rueda-rueda,
huyen. Pero no soy malo y a nadie haré daño. compañía que un gato y una gallina. El gato pío... pío... pío...
Cerró los ojos llenos de lágrimas y con- sabía impulsar la rueca de la viejita con sus la gallina blanca
tinuó su camino. Así llegó a una gran lagu- patas delanteras y la gallina ponía un huevo con sus diez pollitos
na donde vivían los patos silvestres. Allí todos los días. De este modo ayudaban a su La Gallinita Dorada estaba picoteando en juegan a la ronda,
pasó la noche muy triste, muy cansado y ama. el patio y se encontró un grano de trigo: ¡qué lindos, qué lindos!
muy hambriento. Al día siguiente, cuando amaneció, los ani- —¿Quién quiere venir conmigo a sembrar
Al amanecer, cuando los patos silvestres se males vieron al patico. La gallina empezó a este grano de trigo? Cococococó...
despertaron, vieron a su nuevo compañero. cacarear y el gato a maullar, porque no les Y dijo el pato: pío… pío… pío…
—¿Quién es este espantajo? —preguntaron. gustaba nada que otro animal llegara a la casa. —Yo no iré. donde va la madre
El patico se volvió hacia todos los patos —¿Qué sucede? —preguntó la viejecita, Y dijo el pavo: van los pequeñitos,
silvestres, saludando muy cortésmente, pero que no veía bien. Pero cuando distinguió al —Yo me cansaré. cuatro como nieve
era tan feo que los otros gritaron burlándose: patico, se alegró mucho, y exclamó: Y dijo la Gallinita Dorada: y seis amarillos…
—¡Puedes estar orgulloso de ser el prime- —¡Ahora tendré también huevos de pata! —Yo solita lo sembraré. ……………………………………………….
ro de los feos! —y decidió quedarse con el animalito. Cuando el trigo estuvo crecido y maduro,
—Ya lo sé —dijo el pobre patico a punto de dijo la Gallinita Dorada: A la rueda-rueda,
llorar—. Pero… ¿puedo quedarme con ustedes? —¿Quién quiere venir conmigo a llevar el pío… pío… pío…
—Quédate en la laguna, si quieres; aunque trigo al molino?
no pienses que vas a formar parte de nuestra Y dijo el pato: YOLANDA LLEONART
familia. —Yo no iré.
En esto se oyó un ruido tremendo. ¡Pim, Y dijo el pavo:
pam, pum! ¡Jau, jau! —Yo me cansaré.
Eran unos cazadores que disparaban con- Y dijo la Gallinita Dorada: La ranita verde
tra los patos silvestres, y echaron sus perros —Yo solita lo llevaré. y el ganso
a buscarlos. Cuando el trigo estuvo molido y hecho hari-
La bandada de patos levantó el vuelo, pero na, dijo la gallinita: En una charca había muchas ranas.
dos cayeron entre la yerba de la orilla. El agua —¿Quién quiere venir conmigo para hacer Había una ranita verde, que quería ser la
se puso roja con la sangre. pan de la harina de trigo? rana mayor del mundo.
El patico feo encogió la cabeza para escon- Y dijo el pato: Un día se acercó un ganso a beber agua.
derla debajo de las alas, cuando vio delante —Yo no iré. Las ranas dijeron:
de él un perrazo enorme con la lengua fuera y Y dijo el pavo: —¡Mira, mira! Esa que viene a beber es la
los ojos que echaban chispas. —Yo me cansaré. rana mayor que hemos visto.

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Mamá Pata, seguida de sus hijitos, salió del Después llamó a sus niños, los presentó
agua. a todos los habitantes del corral y los man-
Allá en el fondo, junto al gallinero, estaban dó a jugar, mientras ella conversaba con las
los otros animales escarbando, comiendo, pe- amigas.
leándose y haciendo ruido. A los pocos minutos, ya los paticos esta-
—¡Miren eso! —gritó un pato blanco y ne- ban corriendo, comiendo y chillando, como si
gro—. ¡Qué cosa tan fea viene por allá! ¡No te hiciera mil años que estuvieran allí.
queremos aquí! ¡Fuera! —y voló hacia el patico El patico gris encontró una lombriz gorda y
gris, y le dio un picotazo en el pescuezo. colorada y, muy contento, llamó a sus herma-
—¡Déjenlo en paz! —dijo la madre furio- nos para repartirla, como le había enseñado
sa—.¡No molesta a nadie y está mal que abu- su mamá, pero los otros se la tragaron sin de-
sen de él! jarle nada.
—Es verdad. Perdone, señora —dijo el pato, —¿Y mi parte? —reclamó el patico asom-
avergonzado—. Pero es tan grande y tan brado.
ridículo que me dan ganas de volverlo a picar. —¡Cierra ese pico feo! —gritaron los
Un pato blanco, que estaba mirando lo que paticos amarillos—. ¡Te dejamos estar con
pasaba, dijo, con mucha amabilidad: nosotros y todavía te quejas! ¿Te figuras que
—¡Tiene usted muy lindos hijos, doña Pata! somos iguales? ¡Pues estás muy equivo-
Todos son hermosos, menos ese; es una lás- cado! ¡Y no se te ocurra irle con el cuento a
tima que no pueda embellecerlo un poco. mamá!
—Ha estado muchos días en el huevo y El patico gris se quedó muy triste, acurru-
por eso es distinto de los otros —explicó la cado en un rincón.
madre y añadió—: No es hermoso, tiene us- Poco después pasó por allí un gallo. Daba
ted razón, pero nada muy bien y es obediente gusto ver su cresta roja, el penacho azul de
y bueno. Yo creo que cuando crezca se arre- su cola y sus espuelas afiladas. El gallo se
glará un poco más. encaramó en un palo y cantó:
Y mientras la madre decía esto, acariciaba —¡Quiquiriquí!
suavemente las plumas del patico feo.

La ranita verde dijo: Cucú


—Van a ver cómo yo me hago mayor que
ella. Cucú, cantaba la rana,
Y empezó a comer y a comer y a beber cucú, debajo del agua;
mucha agua. cucú, pasó un caballero,
La ranita se hinchaba como una pelota. cucú, vestido de negro;
—¿Soy ya bastante grande? —preguntó. cucú, pasó una gitana,
Las ranas dijeron: cucú, vestida de lana,
y comiendo pan;
—No, no; es mucho mayor esa que viene a
le pedí un pedazo,
beber agua.
no me quiso dar;
La ranita verde siguió comiendo y comien-
la cogí del brazo
do y bebiendo agua.
y la hice bailar.
Y se hinchó más y más, hasta que reventó.
Las ranitas verdes son muy lindas cuando Si el cucú te gusta
son pequeñitas y, nunca, por mucho que co- volveré a empezar.
man, pueden llegar a ser tan grandes como
los gansos. ANÓNIMO

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La tos de la muñeca —¿Hasta cuándo tendré que estar senta- La margarita blanca —Queremos entrar, queremos entrar.
da aquí? —dijo, bostezando aburrida. —Pues pasen los dos —dijo la margarita
—¡Cui, cui! —se oyó en ese momento. blanca.
Como mi linda muñeca
Era un patico, que comenzaba a romper el Y abrió una rendijita por donde se es-
tiene un poquito de tos, cascarón. currieron el sol y la lluvia dentro de la casa.
yo, que enseguida me aflijo, En seguida que sacó la cabecita, se oyó el Entonces la lluvia la tomó por la mano de-
hice llamar al doctor. picar de los demás. recha y el sol la tomó por la mano izquierda y
Al poco rato ya estaban afuera. Erizados tiraron de la margarita blanca, y tiraron y tira-
Serio y callado, a la enferma para secar al sol su plumón, parecían moticas ron hasta arriba y dijeron:
largo tiempo examinó, amarillas. —¡Margarita, Margarita, asoma tu cabecita!
ya poniéndole el termómetro, —¡Qué grande es el mundo, mamá! —dije- La margarita blanca pasó su cabecita a
ya mirando su reloj. ron los recién nacidos a la señora Pata, que través de la tierra y se encontró en un jardín
los contemplaba llena de orgullo. precioso, con mariposas, pájaros y niños que
La muñeca estaba pálida, —¿Ya han salido todos? —preguntó la ma- jugaban a la rueda cantando:
yo temblaba de emoción, dre, levantándose y mirando por todas par-
y al fin el médico dijo, tes—. ¡Ay, no! El huevo más grande está Ya sale Margarita
bajando mucho la voz: entero todavía. vestida de percal
Y, muy disgustada, volvió a cubrir el huevo con sombrero amarillo
—Esa tos solo se cura que faltaba. y verde delantal.
con un caramelo o dos. —¿Qué tal va eso, compañera? —le pre-
guntó una vieja pata que fue a hacerle una visi- Caracol, caracol,
GERMÁN BERDIALES ta. saca los cuernos al sol.
—Mire qué lindos paticos tengo. ¿Verdad
que son iguales que su papá? Pero todavía Con la cara empolvada
no he terminado. Hay uno que no quiere rom- Margarita ha salido
Cancioncilla per el cascarón —dijo la mamá Pata. a correr por el prado
—Vamos a ver ese huevito terco —dijo la luciendo su vestido.
Era una vez una margarita blanca que vi-
Amanecía amiga, mirando dentro del nido. Y añadió—:
vía debajo de la tierra, en una casita caliente,
en el naranjel. ¡Ay, hija mía! ¡La han engañado! Ese huevo Caracol, caracol,
tranquila y oscura.
Abejitas de oro es de guanajo. No se ocupe más de él y vaya para cada cuerno
Un día oyó unos golpes muy suaves en
buscaban la miel. a enseñar a nadar a sus chiquitos. te traigo una flor.
la ventana:
—No —respondió la madre—. Ya que me
—Chas, chas, chas.
¿Dónde estará la miel? ha hecho perder el tiempo, lo calentaré hasta Y la margarita se abrió toda blanca con su
—¿Quién llama?
que pueda salir. moñito rubio. Y fue feliz.
—Es la lluvia.
Está en la flor azul, Por fin, al cabo de dos días, empezó a rom-
—¿Qué quiere la lluvia?
perse el gran huevo.
Isabel. —Entrar en la casa.
En la flor
—¡Cui, cui! —y salió un pato gris y pescue-
—¡No se pasa! ¡No se pasa! —dijo la mar- Campanillitas
cilargo.
del romero aquel. garita blanca, que tenía mucho miedo del frío,
¡Qué grande y qué feo les pareció a todos!
porque era invierno. Campanillitas, campanillitas,
Hasta la pata lo miró con lástima, pensando:
(Sillita de oro Pasaron muchos días y oyó otros ovejitas enanas del campo,
—¿Será realmente un guanajo? Eso se
para el moro… golpecitos en la puerta. ¿habéis visto pasar al ciempiés
sabe enseguida: si lo es, no querrá entrar en
Silla de oropel —Tun, tun, tun. y cerráis vuestros pétalos blancos?
el agua.
para su mujer.) —¿Quién llama?
Al día siguiente hizo un tiempo espléndido y
—Es el sol. ¡Abrid, que no es él!
la madre llevó a todos sus hijitos al estanque.
Amanecía —¿Qué quiere el sol?
Al llegar al agua ¡plaf! saltó en ella y llamó:
en el naranjel. —Entrar en la casa. MARÍA L. MUÑOZ DE BUENDÍA
—¡Cuac, cuac!
—¡Todavía no se pasa! ¡Todavía no se
Todos los paticos se tiraron, uno después
FEDERICO GARCÍA LORCA pasa! —dijo la margarita blanca, y se durmió
de otro. Movían muy bien las patas y bucea-
tranquila.
ban sin miedo alguno. Todos, hasta el patico Los tres cerditos
Después de muchos días, volvieron a to-
gris, estaban en el agua como en su casa.
car a la puerta y a la ventana.
—¡Menos mal! No es un guanajo —pen-
El patico feo só la madre—. Debe de ser un pato, porque
—Tun, tun, tun. Una vez eran tres cerditos que vivían con-
—Chas, chas, chas. tentos en el bosque.
nada muy bien. Y para mí, no es tan feo como
La señora Pata llevaba tantos días echada —¿Quién llama? El más pequeño se construyó una casita
dicen. ¡Cuac, cuac! —gritó—. ¡Niños, vengan
sobre sus huevos, que ya había perdido la —Es el sol y la lluvia, la lluvia y el sol. de paja.
todos, que voy a presentarlos a las otras aves
cuenta. —¿Y qué quieren el sol y la lluvia, la lluvia y El otro se construyó una casita con hojas y
del corral!
el sol? ramas.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

El mayor se construyó una casita con pie- —Oye, cerca del río hay un gran campo de
dras y ladrillos. remolacha. Si quieres, iremos juntos mañana
Un día llegó el lobo a la casita de paja y temprano y traeremos mucha comida.
llamó a la puerta: —Bueno —dijo el cerdito—, ¿a qué hora?
—Cerdito bonito, ábreme y déjame entrar. —A las seis.
—No quiero, lobo feroz, que me vas a matar. El cerdito fue a las cinco y recogió la remo-
Entonces el lobo se subió al techo de la casi- lacha. Cuando vino el lobo a buscarlo, le dijo
ta y empezó a dar saltos hasta que la hundió. por la cerradura:
El cerdito salió corriendo y se metió con su —Ya sé que me querías engañar. Por eso
compañero en la casita de hojas y ramas. he ido antes que tú.
Poco después llegó el lobo a la puerta: El lobo se puso furioso, pero probó otra vez:
—Amigos cerditos, ábranme y déjenme —Mira, en el huerto de arriba hay hermo-
entrar. sas manzanas maduras. Si quieres, iremos a
—No queremos, lobo feroz, que nos vas a cogerlas mañana a las cinco.
matar. El cerdito se levantó a las cuatro y se fue a
El lobo se subió al techo y empezó a dar coger las manzanas antes que el lobo.
saltos hasta que hundió la casita. Cuando cogía las manzanas, subido al ár-
Los dos cerditos salieron corriendo y se bol, vio venir al lobo.
metieron con su otro compañero en la casita El lobo se plantó debajo del manzano y dijo: Al momento abrió los ojos la muchacha y, La madrastra de Blanca Nieve fue invitada
de piedras y ladrillos. —Ya te he cogido. ¿Cómo están las man- levantando la tapa de cristal, se sentó en la caja. también, pero no asistió. Cuando se estaba
Poco después llegó el lobo y llamó a la puerta: zanas? El príncipe le contó lo ocurrido y le pidió de adornando con sus mejores ropas y prendas,
—Amigos cerditos, ábranme y déjenme —Están bien maduras y dulces. Toma, rodillas que se casara con él. Blanca Nieve muy segura de que era la mujer más bella del
entrar. pruébalas —contestó el cerdito. Y tiró lejos una aceptó, pues el muchacho era bueno, va- mundo, se le ocurrió preguntar al espejo maravi-
—No queremos, lobo feroz, que nos vas a manzana. liente y buen mozo, y se celebró la boda en el lloso, y al oír la respuesta:
matar. Mientras el lobo iba a cogerla, el cerdito bajó palacio del rey, con muchas flores, música y
El lobo se subió al tejado y empezó a dar del árbol y se fue corriendo a su casa. dulces. «Todavía eres hermosa, reina y señora,
saltos, pero la casita era muy fuerte y no se A la fiesta fueron los siete enanitos, que pero la novia del príncipe es más linda ahora»,
El lobo, furioso, subió al tejado y quiso en-
hundió. aquel día se rizaron las barbas y estrenaron
trar por la chimenea, pero los tres cerditos
unos elegantísimos trajes nuevos, de un color
El lobo bajó del tejado y llamó al cerdito habían puesto una caldera de agua al fuego, y dice la gente que rompió el espejo y se murió.
diferente cada uno.
mayor por la cerradura de la puerta: el lobo cayó en el agua hirviendo.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Cuando llegó a la casita del bosque llamó a Entonces la reina, mirándola con ojos terri- Los cerditos bailaban de contentos, porque —A ver, ¿qué haces de noche?
Blanca Nieve por la ventana abierta diciéndole: bles y riéndose como una loca, exclamó: ya podían vivir sin miedo al lobo. —¡Muuu, muuu!
—Hija mía, soy una pobre viuda y no tengo —¡Maldita Blanca Nieve! ¡Ahora sí se aca- —¡Ay, no, no; que me asustarás!
en el mundo nada más que esta peineta de bó tu belleza! Y pasó por allí un perrito:
oro. ¿Quieres comprármela? Necesito muchí- Cuando llegó al palacio buscó el espejo y El caracol —Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!
simo el dinero y a ti te quedará mejor que a mí. al oírle decir: —Como no soy bonita, te lo agradezco más.
¡Pruébatela! —¿Te quieres casar conmigo?
—Para comprar la peineta no necesito abrir «Reina y señora preciosa: —A ver, ¿qué haces de noche?
la puerta —pensó Blanca Nieve. Y le dijo a la eres tú la más hermosa», —¡Guau, guau, guau!
falsa viejecita—: Déjeme verla. —¡Ay, no, no; que me asustarás!
Brillaba tanto la peineta, que la muchacha quedó satisfecha. Y pasó por allí un gallito:
sintió el deseo de ver cómo lucía sobre su pelo —Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!
negro. Pero tan pronto como se la puso, cayó Esa noche, cuando los enanitos regresa- —Como no soy bonita, te lo agradezco más.
al suelo sin sentido. ron y encontraron a Blanca Nieve tendida en —¿Te quieres casar conmigo?
—¡Ahora sí que soy la más hermosa! –gri- el suelo, la levantaron para ver si tenía algún —A ver, ¿ qué haces de noche?
tó la madrastra. Y se marchó corriendo. golpe o alguna herida; le aflojaron los vestidos —¡Quiquiriquíii!
Por suerte, los enanitos no demoraron mu- por si algo le apretaba; le despeinaron los ca- —¡Ay, no, no; que me asustarás!
cho ese día y al ver la peineta relucir en el bellos, buscando lo que podía envenenarla; la y pasó por allí un chivito:
cabello de Blanca Nieve se la quitaron y al mo- frotaron con alcohol y le echaron agua fría, pero —Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!
mento la muchacha abrió los ojos y les contó de nada sirvió. Estaba como muerta. —Como no soy bonita, te lo agradezco más.
lo sucedido. La tendieron entonces en su cama, se co- —¿Te quieres casar conmigo?
—Tienes que prometernos que no compra- locaron alrededor y lloraron sin cesar tres días —A ver, ¿ qué haces de noche?
rás nada cuando estés sola —le pidieron to- y tres noches. —¡Bee, beeee!
dos los enanitos. Cuando llegó el momento de enterrarla, to- —¡Ay, no, no; que me asustarás!
Aquel caracol
Y la muchacha les aseguró que no lo haría davía sus mejillas seguían tan sonrosadas y Ya era muy tarde cuando pasó el ratoncito
que va por el sol,
más. sus labios tan rojos, que parecía viva, y los Pérez:
en cada ramita
Entre tanto, la reina llegaba al palacio, co- enanitos tuvieron miedo de dejarla sola. —Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!
llevaba una flor.
rría al espejo y al saber que Blanca Nieve es- —Como no soy bonita, te lo agradezco más.
Fabricaron una caja de cristal, pusieron en
taba viva todavía, juró que moriría esta vez. —¿Te quieres casar conmigo?
ella a Blanca Nieve y la colocaron en lo alto de ¡Que viva la gracia,
Hecha una fiera, se encerró en un cuarto, —A ver, ¿qué haces de noche?
una roca. Un enanito estaba siempre de guar- que viva el amor,
fabricó un veneno terrible del que nadie se —¡Dormir y callar! ¡Dormir y callar!
dia, vigilándola. que viva la gracia
salvaba y envenenó con él la mitad de una Y la cucarachita Martina y el ratoncito Pérez
Un día, el hijo del rey de un país vecino, de aquel caracol! …
manzana. se casaron.
cazando en el bosque, llegó junto a la roca
Entonces se disfrazó de labradora y se puso Al otro día, la cucarachita, al salir para el
y, al ver tan linda a Blanca Nieve, se prendó
en la cabeza un cesto de frutas. ANÓNIMO mercado, le dijo a su marido:
de ella.
Cuando llegó a la casita del bosque llamó a —Ratoncito Pérez, cuida bien la sopa de la
—Véndeme esa preciosa estatua. Te pa-
Blanca Nieve: olla. Pero no te la tomes hasta que yo vuelva.
garé lo que me pidas —dijo el príncipe.
—Cómpreme alguna fruta, niña. Están dul- La cucarachita Martina Espúmala sólo con el cucharón.
—No hay en el mundo un tesoro que valga El ratoncito Pérez era muy goloso y, en se-
ces y maduras. Ahora mismo las acabo de
tanto para comprarla —contestó el enanito guida que la cucarachita se fue, sintió hambre.
coger al pie del árbol.
guardián. Pues, señor, esta era una cucarachita muy
—Lo siento mucho, buena mujer —dijo Blan-
—Entonces regálamela —suplicó el prínci- trabajadora y muy limpia, que se llamaba
ca Nieve—, pero me han prohibido comprar
pe—. Me moriría de pena si tuviera que sepa- Martina.
nada.
rarme de ella. Un día, barriendo en la puerta de su casa,
—¡Qué vamos a hacer! —dijo la falsa la-
Los enanos vieron que el príncipe decía la se encontró un centavo.
bradora—. Otro día será. .. Pero tome esta de
verdad, se compadecieron de él y al fin le en- «¿Qué me compraré? ¿Qué me compra-
muestra. Se la regalo —y le entregó la manza-
tregaron la caja. ré? ¿Me compraré caramelos? ¡Ay, no, no; que
na envenenada.
Con muchísimo cuidado, el príncipe, ayu- me dirán golosa!
—No me atrevo a comerla —dijo Blanca
dado por un duque, un conde y un marqués, »¿Me compraré una prenda? ¡Ay, no, no; que
Nieve.
bajaron la caja de la roca y siguieron con ella me dirán vanidosa! Me compraré una caja de
—¡Oh, niña mía! ¿Tiene miedo? Me come-
al hombro poco a poco, como si estuvieran polvos.»
ré la mitad para que vea que no puede hacerle
marchando al compás de una música triste. Y la cucarachita se compró polvos de olor
daño —dijo la madrastra. Partió la manzana
No habían andado mucho, cuando el prín- y, muy empolvadita, se sentó a la puerta de
en dos, se comió la mitad buena y le dio a la
cipe, que ni siquiera miraba el camino, trope- su casa.
muchacha la parte envenenada.
zó con una piedra y con el choque, saltó al Y pasó por allí un torito:
Blanca Nieve tuvo pena de despreciar el —Cucarachita Martina, ¡qué linda estás!
regalo y tomó la fruta. Pero apenas había mor- suelo el pedazo de manzana envenenada que
Blanca Nieve tenía en la boca. —Como no soy bonita, te lo agradezco más.
dido un pedazo, cuando cayó muerta. —¿Te quieres casar conmigo?

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Se encaramó en la olla y trató de coger una Los tres osos La reina pensaba que Blanca Nieve estaba
cebolla doradita que asomaba en el caldo, muerta, y ya no se ocupaba de preguntarle al
pero, ¡ay!, se cayó dentro. Una vez había una niña pequeñita y rubia a espejo maravilloso. Pero un día se le ocurrió
Cuando volvió la pobre cucarachita Martina, la que todos llamaban Ricitos de Oro. hacerlo, y el espejo le respondió:
buscó al ratoncito por toda la casa y lo encon- Un día fue al campo a coger leña y se per-
tró completamente pelado, flotando entre los dió en el bosque. «Todavía eres hermosa, reina y señora,
fideos. Andando, andando, vio entre los árboles pero Blanca Nieve es más linda ahora.»
Salió la cucarachita a la puerta de la casa, una casa pequeña y linda.
y lloraba desconsolada: Ricitos de Oro se acercó, abrió la puerta y A la malvada mujer le dio tal ataque de fu-
entró. ria, que tiró el espejo gritando:
—¡El ratoncito Pérez Encima de una mesa había tres platos lle- —¡Mentira! ¡No es posible! ¡Blanca Nieve
se cayó en la olla nos de sopa con leche y miel. está muerta!
por la golosina Como tenía mucha hambre, probó la sopa Pero el espejo, que decía siempre la ver-
de la cebolla! del plato mayor, pero la encontró muy caliente. dad, contestó:
Luego probó la sopa del plato mediano, pero
¡Y la cucarachita le canta y lo llora! la encontró muy fría. «Con siete enanitos vive en la cabaña
Después probó la sopa del plato pequeño, que hay allá en el bosque, junto a la montaña.»
y la encontró tan rica, que se la tomó toda. Entonces la reina se dio cuenta de que el
Los cinco Había también en la casa tres sillas: una si- cazador la había engañado y se puso a pen-
lla grande, otra silla mediana y otra pequeñita. sar de qué manera mataría a Blanca Nieve.
Ricitos de Oro fue a sentarse en la silla Al fin se le ocurrió una idea. Llenó una caja
Este es el niño chiquito
grande, pero era muy alta. de anillos, pulseras y collares; se disfrazó de
y bonito; al lado de él
Luego fue a sentarse en la silla mediana, vendedora de tal modo que nadie la conocía,
se encuentra el señor de anillos;
pero era muy ancha. —¡Han tocado nuestra comida! ¡Se han acos- y llegó a la casita del bosque.
luego, el mayor de los tres.
Después fue a sentarse en la silla peque- tado en nuestras camas! ¿Quién habrá sido? —Linda muchacha —le dijo a Blanca Nie-
ña, y la encontró a su gusto. En esto hallaron a Blanca Nieve. ve—, ¿quieres ver las joyas que traigo?
Este es el que todo prueba
Pero se dejó caer con tanta fuerza, que la —¡Oh, si es una niña, una niñita! —dijeron Blanca Nieve, que no tenía prendas, esta-
y, sobre todo, la miel.
rompió. más tranquilos—. ¡Y qué linda es! ¡Nunca vi- ba encantada mirando todos los adornos de la
—¿Y este, más gordo que todos?
Ricitos de Oro entró en una habitación don- mos una niña de piel tan blanca, cabellos tan caja.
—Ese el matapulgas es.
de había tres camas: una cama muy grande, negros y labios tan rojos! —Esta mujer no puede hacerme mal —pen-
otra cama mediana y otra pequeñita. Y, colocando sus siete sillitas alrededor de só. Y le abrió la puerta.
AMADO NERVO
Primero se acostó en la cama grande, pero Blanca Nieve, se sentaron a velar su sueño. La reina sacó del fondo de la caja un pre-
la encontró muy dura. Al amanecer despertó la muchacha y se cioso collar de perlas.
Luego se acostó en la cama mediana, pero asustó muchísimo al ver aquellas extrañas —Verás qué bonita estás con él. Déjame
la encontró muy blanda. caritas arrugadas y aquellas barbas larguí- probártelo.
Después se acostó en la cama pe- simas, pero los enanitos fueron tan amables Y le puso el collar, pero apretó tanto y tan-
queña, y la encontró tan a su gusto, entonces, que Blanca Nieve les perdió el mie- to, que la dejó sin respiración, hasta que cayó
que se quedó dormida. do y les contó su triste historia. como muerta al suelo.
Llenos de lástima le preguntaron los —¡Otra vez soy la más hermosa! —gritó la
enanitos: reina. Y se fue bailando para su palacio.
—¿Quieres quedarte con nosotros? Afortunadamente, en ese mismo momento
—¡Sí, sí! ¡Cómo no! —contestó Blanca Nie- llegaron los enanitos, que al ver el collar lo
ve de lo más contenta—. Pero como ustedes, comprendieron todo. Se lo quitaron enseguida
por mí, tendrán que trabajar más, yo quiero y la muchacha volvió a respirar.
ayudarlos. Cuando los enanitos se enteraron de lo que
—Está bien —dijeron los enanitos—. Se- había pasado, dijeron a Blanca Nieve:
rás nuestra cocinera, arreglarás nuestra ropa, —La vendedora era tu madrastra. Ahora
tenderás las camas, barrerás y todo lo ten- debes tener más cuidado y no dejar que entre
drás bonito y en orden. nadie cuando estés sola.
Y así fue como Blanca Nieve se quedó con Entre tanto, la reina llegó a su palacio y muy
los enanitos para gobernar la casita del bosque. alegre, fue a buscar su espejo mágico, pero al
Todos los días, antes de irse para su tra- enterarse de que Blanca Nieve seguía viva,
bajo, los enanitos le recomendaban a Blanca decidió acabar con ella de una vez.
Nieve: Tomó una peineta de oro, la envenenó, se
—Cierra la puerta y no la abras a nadie. arregló la cara de modo que parecía una bue-
Acuérdate que tu madrastra averiguará que na viejecita, y se vistió de negro de pies a ca-
estás aquí y vendrá a hacerte daño. beza.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Blanca Nieve Entonces la vanidosa mujer quedaba sa- Cuando dormía Ricitos de Oro, llegaron a Pollito Pito
tisfecha, porque sabía que el espejo no podía la casa tres osos, que allí vivían. Habían sali-
decir más que la verdad. do a dar un paseo por el bosque, mientras se
Una tarde de invierno estaba una reina sen-
La pequeña Blanca Nieve fue creciendo y enfriaban las sopas de leche y miel.
tada a la ventana de su palacio, bordando con
cada vez se ponía más linda; tanto que, cuan- Uno de los osos era el padre, y era un oso
hilos de oro y plata los pañuelos de seda del
do cumplió los quince años, era más hermosa muy grande.
rey, mientras los copos de nieve caían como
aún que su madrastra. El otro era la madre, y era un oso mediano.
plumas y se amontonaban en el marco de la
Ese día, cuando la reina preguntó al espe- El otro era el hijo, y era un osito pequeño.
ventana, que era negro y brillante.
jo, oyó que respondía: El oso grande dijo rugiendo con voz de trueno:
Como la reina se entretuvo mirándolos, se
—¡ALGUIEN HA PROBADO MI SOPA!
pinchó un dedo con la aguja, y tres gotas de
«Todavía eres hermosa, reina y señora, El oso mediano dijo gruñendo con voz
sangre cayeron sobre la nieve.
pero la princesita es más linda ahora.» de mal genio:
—¡Quisiera tener una hija tan blanca como
—¡ALGUIEN HA PROBADO MI SOPA!
esta nieve, con mejillas y labios tan rojos co-
La reina no dijo nada a nadie, pero se puso El oso pequeñito dijo llorando con voz
mo esta sangre y con cabellos tan negros
amarilla de envidia, y desde entonces odió a de pito:
como esta madera pulida! —pensó la reina.
Blanca Nieve y solo pensó en hacerle mal. —¡ALGUIEN SE HA COMIDO MI SOPA!
Poco después le nació una niña que era
Un día no pudo contenerse más, llamó a un Los tres empezaron a buscar por la casa.
como la reina había deseado y le pusieron de
cazador del rey y le ordenó: Al ver las sillas, el oso grande rugió:
nombre Blanca Nieve. Pero la madre no pudo
—¡Llévate a la princesa y que nunca más —¡ALGUIEN HA TOCADO MI SILLA!
ver crecida a su hijita. La reina murió y un año
la vuelva a ver! Mátala y tráeme su corazón El oso mediano gruñó:
más tarde el rey volvió a casarse con una
como prueba de su muerte. —¡ALGUIEN HA TOCADO MI SILLA!
mujer lindísima, tan orgullosa de su belleza,
El cazador se llevó a Blanca Nieve al bos- El oso pequeñito chilló:
que no podía soportar que otra fuera más her-
que, pero no tuvo el valor de matarla, y para que —¡ALGUIEN HA ROTO MI SILLA!
mosa que ella.
la reina quedara conforme, le entregó el corazón Siguieron buscando por la casa y entraron
La nueva reina tenía un espejo mágico y
de un jabalí. en la habitación de dormir.
cuando se miraba le preguntaba siempre:
Mientras tanto, la pobre Blanca Nieve an- El oso grande dijo:
duvo todo el día de un lado para otro, asusta- —¡ALGUIEN SE HA ACOSTADO EN MI
«Dime, espejo que destellas: Un día Pollito Pito fue al bosque y ¡pum! le
da por los animales salvajes del bosque, CAMA!
¿quién es bella entre las bellas?» cayó una ciruela en la cabeza.
aunque ninguno le hizo daño. Cuando cayó la El oso mediano dijo: —¡Ay! ¿Qué es esto? —dijo muy asustado.
noche se echó a llorar pensando que ni siquiera —¡ALGUIEN SE HA ACOSTADO EN MI CAMA!
Y el espejo contestaba sin variar:
tenía donde dormir, pero entonces vio a lo le- Al mirar la cama pequeñita, vieron que esta- El cielo se va a caer
jos una casita y corrió hacia ella. ba durmiendo en ella la niña de cabellos dora-
«Reina y señora preciosa: y el rey lo debe saber.
Tocó varias veces, y como nadie contesta- dos, y el osito dijo:
eres tú la más hermosa.» Voy de prisa
ba, empujó la puerta y entró. —¡ALGUIEN ESTÁ DURMIENDO EN MI CAMA! a darle la noticia.
Dentro todo era tan pequeño, tan lindo y En esto, se despertó asustada Ricitos de
tan limpio como en una casa de muñecas. En Oro y, al ver a los tres osos tan enfadados, Camina que te camina se encontró con
el centro había una mesita, con su mantel dio un brinco, saltó por la ventana, que estaba Gallina Fina.
blanquísimo y siete platicos, cada uno con abierta, y corrió sin parar por el bosque, hasta —Buen día, Pollito Pito. ¿Dónde vas tan tem-
su cuchara, su cuchillo, su tenedor y su vaso, encontrar por fin el camino de su casa. pranito?
pequeño como un dedal. Contra la pared ha-
bía siete camas, con sus sábanas muy bien
—El cielo se va a caer
alisaditas y sus almohadas del tamaño de
y el rey lo debe saber.
alfileteros.
Blanca Nieve tenía hambre y comió un bo- La loba, la loba... Voy de prisa
a darle la noticia.
cado de cada plato, bebió un sorbo de cada
vaso y cuando estuvo satisfecha, se echó
La loba, la loba —Pues yo voy también
un rato en cada cama, hasta que se que-
le compró al lobito a decírselo al rey.
dó dormida en la última.
Era ya la media noche cuando llegaron un calzón de seda
y un gorro bonito. Y allá fueron los dos, Gallina Fina y Pollito
los dueños de la casita: siete enanitos bar-
Pito, camina que te camina, hasta que se
budos que trabajaban por el día en las mi-
La loba, la loba encontraron con Gallo Malayo.
nas de las montañas, buscando oro y
diamantes para las hadas. se fue de paseo
con su traje rico —Buen día, Gallina Fina y Pollito Pito. ¿Dón-
Los pequeños mineros encendieron sus
de van tan tempranito?
siete linternas, dejaron en un rincón sus picos y su hijito feo.
y sus palas y entonces se dieron cuenta de
—El cielo se va a caer
que alguien había entrado en la casita.
JUANA DE IBARBOUROU y el rey lo debe saber.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Vamos de prisa —El cielo se va a caer cha. Cuando llegó a la orilla del mar, llamó
a darle la noticia. y el rey lo debe saber. como siempre: —Pececito dorado,
Vamos de prisa mi buen amigo,
—Pues yo voy también a darle la noticia. —Pececito dorado, ¿quisieras concederme
a decírselo al rey. mi buen amigo, lo que te pido?
Entonces dijo la zorra relamiéndose los bi- ¿quisieras concederme
Y allá fueron los tres, Gallo Malayo, Gallina gotes: lo que te pido? —¿Qué es lo que quiere ahora tu mujer?
Fina y Pollito Pito, camina que te camina, has- —preguntó el pez.
ta que se encontraron con Pato Zapato. —Pues yo voy también —¿Qué es lo que quieres ahora? —dijo —¡Ay!, amigo mío, ahora quiere ser señora
—Buen día, Gallo Malayo, Gallina Fina y a decírselo al rey. el pez. del sol y de la luna.
Pollito Pito. ¿Dónde van tan tempranito? Pero el camino es largo; —Mira, perdóname, pero mi mujer quiere —Vuelve a tu casa, pobre amigo. Ya verás
vamos por el atajo. ser reina. lo que merece la soberbia de tu mujer.
—El cielo se va a caer —Vuelve a tu casa —dijo el pez. A su regreso, el buen pescador encontró a
y el rey lo debe saber. Pollito Pito y sus amigos contestaron: Al llegar a su casa vio a su mujer en un su mujer a la puerta de la cabaña donde ha-
Vamos de prisa palacio, sentada en un trono de oro y rodeada bían vivido siempre.
a darle la noticia. —Zorra Cachorra, de servidores y de nobles de la corte. Y allí continuaron viviendo.
no te hagas la buena; —Mujer, ya eres reina —dijo el buen hom-
—Pues yo voy también sabemos que el atajo bre—. Supongo que ya estarás contenta.
—Pues mira, mientras tú regresabas, me
a decírselo al rey. lleva a tu cueva.
he cansado de ser reina y he pensado que El sapito glo-glo-glo
Zorra Cachorra,
no somos bobos; me gustaría más ser emperatriz. Anda y píde-
Y allá fueron los cuatro, Pato Zapato, Gallo
vamos a ver al rey, selo a tu príncipe encantado.
Malayo, Gallina Fina y Pollito Pito, camina que
pero vamos solos. —Pero eso es imposible. ¿Qué va a pen-
te camina, hasta que se encontraron con Gan-
sar de nosotros?
so Garbanzo.
Y los seis salieron volando. Y volando y —No hables más. Tienes que ir, porque yo
—Buen día, Pato Zapato, Gallo Malayo, Ga- soy la reina y te lo mando.
llina Fina y Pollito Pito. ¿Dónde van tan tem- volando llegaron al palacio del rey.
El pobre pescador volvió a la orilla del mar y
pranito? llamó otra vez, con voz apagada por el miedo:
—El cielo se va a caer —Escucha, rey amado,
y el rey lo debe saber. el cielo se ha rajado.
Mándalo a componer —Pececito dorado,
Vamos de prisa mi buen amigo,
a darle la noticia. porque se va a caer.
¿quisieras concederme
lo que te pido?
—Pues yo voy también a decírselo al rey. El rey les dio las gracias con mucha amabili-
dad, y a cada uno le regaló una medalla de
—¿Qué es lo que quiere ahora tu mujer?
Y allá fueron los cinco, Ganso Garbanzo, oro, nuevecita.
—preguntó el pez.
Pato Zapato, Gallo Malayo, Gallina Fina y Po- —Ahora se le ha metido en la cabeza ser Nadie sabe dónde vive.
llito Pito, camina que te camina, hasta que se emperatriz. Nadie en la casa lo vio.
encontraron con Pavo Centavo. Dime, ovejita negra —Vuelve, que ya es emperatriz. Pero todos escuchamos
—Buen día, Ganso Garbanzo, Pato Zapa- Al llegar a su casa, el buen hombre vio a su al sapito: glo... glo… glo…
to, Gallo Malayo, Gallina Fina y Pollito Pito. —¡Bee! ¡Bee! ¡Bee! mujer con una corona de cerca de dos metros
¿Dónde van tan tempranito? —Dime, ovejita negra, de alto en la cabeza. ¿Vivirá en la chimenea?
¿ tú tienes lana? —¿Ya estarás contenta? —le preguntó
¿Dónde el pillo se escondió?
—El cielo se va a caer —Tengo tres sacos llenos —Sí, creo que sí. Ya soy emperatriz.
¿Dónde canta cuando llueve
y el rey lo debe saber. sobre la espalda: Pero a la mañana siguiente, en cuanto se
el sapito Glo-glo-glo?
Vamos de prisa uno para mi dueño, levantó, la mujer miró por la ventana llena de
a darle la noticia. otro para mi dama, sol, llamó a su esposo y le dijo:
¿Vive, acaso, en la azotea?
y para el niño llorón y mañoso —Soy emperatriz, pero no puedo disponer
que salga o no salga el sol. El sol sale sin mi ¿Se ha metido en un rincón?
—Pues yo voy también no tengo nada.
permiso, y eso no me gusta. Ve a decirle a tu ¿Estará bajo la cama?
a decírselo al rey.
amigo que quiero mandar en el sol y en la luna. ¿Vive oculto en una flor?
ANÓNIMO
Y allá fueron los seis, Pavo Centavo, Ganso —Pero ¿estás loca? Eso es imposible,
¿qué dirá de nosotros? Nadie sabe dónde vive.
Garbanzo, Pato Zapato, Gallo Malayo, Gallina
—No hables más y haz lo que te ordeno. Nadie en la casa lo vio.
Fina y Pollito Pito, camina que te camina, hasta
que se encontraron con Zorra Cachorra. Los chivitos porfiados El pobre pescador se sintió tan desgracia- Pero todos escuchamos
—Buen día, Pavo Centavo, Ganso Garban- do, que echó a andar casi sin darse cuenta de cuando llueve: glo. ..glo. ..glo. ..
zo, Pato Zapato, Gallo Malayo, Gallina Fina y Había una vez un niño que tenía que cuidar lo que hacía. Llegó a la orilla del mar y llamó
Pollito Pito. ¿Dónde van tan tempranito? cinco chivitos. con voz llorosa: JOSÉ SEBASTIÁN TALLÓN

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

A mi burro, a mi burro con jardines y árboles frutales y toda clase Muy temprano los sacaba del corral, los lle- —¡Ja, ja, ja! ¿Cómo una abeja tan chiquita
ya no le duele nada; de comodidades. vaba a pacer al cerro y, al oscurecer, volvía va a poder más que todos nosotros?
el médico le ha dado El buen hombre abrazó a su mujer conten- con ellos a la casa. Pero la abejita voló hasta donde estaban
jarabe de manzana. tísimo. Una tarde los chivitos no quisieron irse a dormir. paciendo los chivitos y se puso a zumbar:
Pero al cabo de unas semanas la mujer dijo: El muchacho trató de hacerlos andar, pero —¡Zzz, zzz, zzz …!
ANÓNIMO —Mira, tenemos tantos animales, que ya los chivitos no se movían. A los chivitos les molestaba tanto el ruido,
esta casa y esos patios y jardines resul- Por fin el pobre niño se sentó en una piedra que dejaron de pacer.
tan pequeños. Sería mejor para nosotros un y se puso a llorar. La abejita se posó entonces en la oreja del
gran castillo. Anda y pídeselo al pez. Tenía miedo de que su padre lo castigara chivito más grande y ¡zzz!, se la picó tan fuer-
El pescador y su mujer El pescador se fue al mar de mal humor, por demorarse tanto. te, que salió disparado como un cohete.
sólo por complacer a su mujer, y cuando llegó Al poco rato pasó por allí un conejo y le preguntó: Detrás de él echaron a correr los demás
Una vez había un pobre pescador, pescan- a la orilla dijo: —Niño, ¿por qué lloras? chivitos y no pararon hasta llegar al corral.
do con su caña a la orilla del mar. —Lloro porque los chivitos no quieren an- Tanto corrían, que el muchacho apenas
Sintió de pronto que la cuerda se hundía —Pececito dorado, dar, y si tardo mi padre me va a castigar. pudo alcanzarlos.
con mucha fuerza, tiró de la caña y sacó pren- mi buen amigo, —Pues verás como yo los hago marchar. Y el conejo, la zorra y el lobo se quedaron
dido del anzuelo un precioso pez dorado. ¿quisieras concederme Pero los chivitos tampoco le hicieron caso, allí mirándose, con la boca abierta.
En el momento en que el pescador cogía el lo que te pido? y el conejo dijo:
pez en sus manos, oyó con asombro el buen —Yo también me pondré a llorar.
hombre que el pez le decía: Apareció el pez como la vez anterior. Y se sentó al lado del niño, llora que te llora. Mi perro
—Escucha, pescador, no me mates. Yo no —Ya estoy aquí. ¿Qué es lo que quieres? En esto pasó una zorra:
soy un pez de verdad; soy un príncipe encanta- —preguntó. —¿Por qué lloras, conejo? Yo tengo un perrito
do. Déjame volver al agua y algún día yo po- —Mira, querido príncipe, yo lo siento mucho, —Lloro porque el niño se ha puesto a llorar que se llama Tom,
dré hacerte grandes favores. pero mi mujer quiere vivir en un gran castillo. porque sus chivitos no quieren andar, y si tar- y aunque es chiquitito
—No digas más —dijo el pescador—, te —Vuelve a tu casa —dijo el pez— y tu mu- da, su padre lo va a castigar. es muy comilón.
dejaré ahora mismo. No quiero tratos con pe- jer estará contenta. —Pues verás como yo los hago marchar.
ces que hablan. Cuando llegó el pescador a su casa, entró Pero los chivitos porfiados siguieron pacien- Corre, salta y juega
Y el pez dorado volvió al agua y desa- en un soberbio castillo de piedra con grandes do sin moverse, y la zorra dijo: conmigo a la par,
pareció. campos y grandes salones y muchos criados. —Yo también me pondré a llorar. y nadie le pega
Volvió el pescador a su cabaña y le contó a La mujer estaba vestida como una gran dama. Y se sentó junto al conejo, llorando sin con- ni le ha de pegar…
su mujer todo lo que le había pasado y las Aquella noche se durmió tranquilo, con la suelo.
palabras que el pez había dicho. seguridad de que su mujer se sentiría com- Entonces pasó un lobo: Yo tengo un perrito
La mujer, que era bastante avariciosa, le pletamente feliz. Pero por la mañana muy tem- —Zorra, ¿por qué estás llorando? chato y gordinflón,
preguntó con mal genio: prano lo despertó su mujer y le dijo: —Lloro porque llora el conejo, y aunque no es bonito
—Y tú, tonto, ¿no le pediste nada? —Anda, levántate pronto. He pensado que y el conejo llora, es muy juguetón.
—¿Qué querías que le pidiera? tenemos que llegar a ser los reyes de este porque el niño se ha puesto a llorar
—¿Es que no te has dado cuenta de esta país. Anda y díselo a tu amigo. Hambriento y sin ropa,
porque los chivitos no quieren andar,
cabaña miserable en que vivimos? Anda, vuel- —Pero, mujer —contestó el pescador—, papá lo encontró.
y si tarda, su padre lo va a castigar. ¡y toma la sopa
ve y dile al pez que deseamos una buena casa. ¿no tienes bastante? A mí no me gustaría —Pues verás como yo los hago marchar. lo mismo que yo!
Volvió el pescador de mala gana a la ori- ser rey. Pero los chivitos se quedaron tan tranqui-
lla del mar, sólo por complacer a su mujer, y —Yo sí que quiero —dijo la mujer—. Haz lo los, que el lobo dijo: Es desde aquel día
dirigiéndose al agua dijo: que te digo y no seas perezoso. —Yo también me pondré a llorar. mi perrito Tom
—Pececito dorado, El pobre hombre se puso en camino, muy Y se sentó junto a la zorra, hecho un mar la gran alegría
mi buen amigo, triste porque su mujer no estaba nunca satisfe- de lágrimas. de mi corazón.
¿quisieras concederme Poco después pasó por allí una abejita:
lo que te pido? —¿Por qué lloras, lobo? E. V. SILVEIRA
—Lloro porque llora la zorra,
Asomó el pez la cabeza al momento y pre- y la zorra llora
guntó: porque llora el conejo,
—¿Ya estás de vuelta? ¿Qué es lo que y el conejo llora, La Gallinita Rabona
deseas? porque el niño se ha puesto a llorar
—Mira, mi mujer me ha dicho que te pida porque los chivitos no quieren andar, La Gallinita Rabona vivía en su casita al pie
algo. Ella no quiere vivir en nuestra choza y y si tarda, su padre lo va a castigar. de una montaña.
desea una casita de campo. —Pues verás como yo los hago marchar. Al otro lado de la montaña vivía una zorra
—Está bien. Vuelve a tu casa —dijo el vieja y mala, que se creía muy lista.
pez. Entonces todos: el niño, el conejo, la zorra Vivía con su madre en una cueva oscura,
Cuando el pescador llegó a su casa la y el lobo, se echaron a reír a carcajadas, di- que las dos zorras habían cavado entre las
encontró convertida en una preciosa finca ciendo: rocas y bajo las raíces de los árboles.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Todas las mañanas al levantarse, decía la Buscó unas tijeritas que llevaba en el bolsi- matas grandes y pequeñas entrelazaban sus ra- palabras que no habían podido terminar cuan-
zorra: llo, abrió con mucho cuidado un agujero en el mas formando un bosque espeso que nadie ha- do les sorprendió el sueño hacía un siglo.
—Esa Gallinita Rabona debe de estar muy saco y salió por allí. Después metió una pie- bría podido atravesar. No se veía el castillo; solo Cuando todo en el castillo volvió a estar
sabrosa. dra grande para que la zorra no se diera cuen- de lejos se divisaban las altas torres que prote- arreglado y en orden, y cuando el príncipe y la
Y todo el día se lo pasaba pensando en ta de que no estaba. gían a la princesa y a toda su corte dormida. princesa se hubieron contado sus vidas, se
cómo podría cazarla. La gallinita volvió corriendo a su casa y la Al cabo de cien años, el hijo del rey que en- casaron. Y hubo un gran banquete. Puede uno
Por la noche se dormía y soñaba que se zorra siguió su camino. tonces reinaba, y que era de otra familia que imaginar con qué apetito comerían aquellas
comía a la hermosa Gallinita Rabona. Cuando llegó a la cueva, mamá zorra la es- la de la princesa dormida, pasó cazando por gentes que no habían comido ni bebido nada
Una mañana se levantó muy temprano, co- peraba a la puerta. los alrededores del castillo. Preguntó qué desde hacía cien años.
gió un gran saco y le dijo a su madre: —¿Está la olla preparada? —dijo la zorra. torres eran aquellas que se veían desde lejos El príncipe llegó a ser rey a la muerte de su
—Hoy voy a traer a la Gallinita Rabona. Pre- —Sí, ya está hirviendo el agua –respondió rodeadas del espeso bosque, y las gentes le padre, y la princesa fue la reina.
para la olla grande, que esta noche tendremos la madre. contaban historias diferentes. Un viejo cam- Y vivieron siempre felices.
una sabrosa cena. —Pues destápala, que allá voy. pesino le dijo:
Andando, andando, llegó a la casa de la Se acercó a la olla, desató el saco y dejó —Hace más de cincuenta años oí contar a
Gallinita Rabona, pero la gallina había ido por caer la piedra. ¡Pum!… mi padre que una princesa muy bella está allí El burro enfermo
leña y estaba la casa sola. ¡Qué susto! Saltó el agua hirviendo y les dormida esperando al príncipe que ha de des-
Entró la zorra por la ventana y se escondió cayó encima a mamá zorra y a la hija. pertarla para casarse con ella.
debajo de la cama, pero se le veía el hocico Y las dos tuvieron que estar en cama mu- Al oír esto, el joven príncipe se dijo:
negro. chos días para curarse las quemaduras, y se «Yo soy quien ha de despertarla.»
Se quiso esconder debajo de la mesa, pero les cayó el pelo, que daba lástima. Y comenzó a avanzar por el bosque. A su
se le veía la cola larga y pelona. Desde entonces ya no pensó más la zorra paso se separaban las ramas y los árbo-
Por fin se escondió detrás de la puerta. en cazar a la Gallinita Rabona. les para dejarlo pasar. Las personas que lo
Cuando volvió la Gallinita Rabona, abrió la acompañaban no podían seguirlo, porque tras
puerta y se encontró con la zorra. él se cerraban otra vez las ramas y los árbo-
¡Ay, mi madre, qué susto! ¡Que llueva! les. Al final de una larga alameda vio el casti-
Dejó caer los palitos de leña que traía y, de un llo, y siguió avanzando sin miedo, porque era
salto, se encaramó en una de las vigas del techo. un príncipe valiente.
Que llueva, que llueva,
—¡Baja! —gritó la zorra. Cuando llegó al castillo vio un espectáculo sor-
la Virgen de la Cueva,
—No, no bajaré hasta que te vayas. prendente. No se oía ni un ruido, y por todos si-
los pajaritos cantan,
—¿Que no bajas? Ahora verás. tios había hombres y animales inmóviles, como
las nubes se levantan.
Y la zorra empezó a dar vueltas de prisa, muertos. Fue observándolos bien y se dio
de prisa, como si fuese un trompo. y la cola ¡Que sí, que no! cuenta de que no estaban muertos; todos es-
parecía un ventilador. ¡Que llueva a chaparrón! taban tranquilamente dormidos.
Atravesó un patio de mármol, subió por una A mi burro, a mi burro.
La zorra ancha escalera, atravesó puertas guardadas le duele la cabeza;
ANÓNIMO
giraba y giraba. por soldados dormidos, pasó por entre cria- el médico le ha puesto
La cola dos, señores y damas de la corte dormidos, una corbata negra.
zumbaba y zumbaba. unos de pie y otros sentados, como los dejó la
varita mágica del hada, y llegó a un hermoso A mi burro, a mi burro
La cola, la cola Nana salón dorado. le duele la garganta;
sucia y despeinada, Allí, tendida en el lecho bordado de plata y el médico le ha puesto
el hocico negro, oro, vio a la más bella princesa que jamás ha- una corbata blanca.
La señora Luna
los dientes de nácar, bía visto. La princesa estaba tan joven, tan fres-
le pidió al naranjo
las patas bailando ca y bella como sus padres la dejaron allí hacía A mi burro, a mi burro
un vestido verde
arremolinadas. cien años. le duelen las orejas;
y un velillo blanco.
Aproximóse el príncipe tembloroso de emo- el médico le ha puesto
La cola, la cola, La señora Luna ción, se arrodilló junto al lecho y tomó entre una gorrita negra.
la cola pelada, se quiere casar sus manos la mano de la princesa. Y enton-
silba que te zumba, con un pajarito ces abrió los ojos la bella dormida y dijo: A mi burro, a mi burro
zumba que te baila. de plata y coral. —¿Eres tú, príncipe mío? ¡Cuánto tiempo le duelen las pezuñas;
te he estado esperando! el médico le ha puesto
¡Pobre Gallinita Rabona! De ver a la zorra Duérmete, Natacha, El príncipe se sentía conmovido y feliz. emplasto de lechugas.
se mareó y cayó al suelo aturdida. e irás a la boda Desde el momento en que la princesa abrió
La zorra la metió en el saco y se fue corrien- peinada de moño los ojos, todos los que en el castillo dormían A mi burro, a mi burro
do, muy contenta, con su saco al hombro. y en traje de cola. se despertaron también. Las personas y los le duele el corazón;
Por el camino, la Gallinita Rabona lloraba de animales continuaron sus trabajos y sus ocu- el médico le ha dado
miedo dentro del saco, pero tuvo una idea feliz. paciones y algunos terminaban los gritos y las jarabe de limón.
JUANA DE IBARBOUROU

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

El gallo de boda —Perro,


muerde a la oveja
Pues, señor, este era un gallo que iba muy que no quiere comerse la yerba,
limpio y elegante a la boda de su tío Perico. que no quiere limpiarme el pico
Por el camino se encontró un montón de para ir a la boda de mi tío Perico.
basura y se apartó para no ensuciarse.
Pero en medio del basurero vio un grano de Pero el perro dijo:
maíz. —No quiero.
El gallo se detuvo y pensó:
—Si no pico Entonces fue a pedirle al palo:
pierdo el granito, —Palo,
y si pico, pégale al perro,
me mancho el pico que no quiere morder a la oveja,
y no podré ir que no quiere comerse la yerba,
a la boda de mi tío Perico. que no quiere limpiarme el pico
¿Qué hago? para ir a la boda de mi tío Perico.
¿Pico o no pico?
Pero el palo dijo:
—No quiero.

Entonces fue a pedirle al fuego:


—Fuego,
quema el palo,
que no quiere pegarle al perro,
que no quiere morder a la oveja,
que no quiere comerse la yerba,
que no quiere limpiarme el pico
para ir a la boda de mi tío Perico.

Pero el fuego dijo:


—No quiero.

Entonces fue a pedirle al agua:


—Agua,
La anciana le ofreció el huso y, al instante, Fue a recibirla el rey y la condujo a la sala apaga el fuego,
la joven se hirió la mano y cayó como muerta. donde reposaba la princesa y lloraba la reina. que no quiere quemar el palo,
Vinieron los criados y los reyes a los gritos Pensó el hada que cuando la princesa se Al fin picó, y se ensució el pico. que no quiere pegarle al perro,
de auxilio de la pobre viejecita. Todos corrían, despertara al cabo de cien años se encontra- que no quiere morder a la oveja,
echaban agua a la cara de la princesa, le frota- ría muy sola y desamparada en un castillo tan Entonces fue a pedirle a la yerba: que no quiere comerse la yerba,
ban las sienes con vinagre…, todo fue en vano. grande y apartado. Y entonces, sin decir nada —Yerba, que no quiere limpiarme el pico
El rey recordó lo que habían anunciado las a nadie recorrió todas las habitaciones, todos límpiame el pico, para ir a la boda de mi tío Perico.
hadas y pensó que no había remedio. Enton- los salones, las cocinas, las casas de los cria- que no podré ir
ces hizo llevar a la princesa a la habitación dos y jardineros, las cuadras…y por donde a la boda de mi tío Perico. Pero el agua dijo:
más hermosa del castillo y la acostaron allí en pasaba tocaba con su varita mágica todo lo que —No quiero.
una cama bordada de plata y oro. encontraba. Pero la yerba dijo:
La princesa estaba muy bella; las mejillas Personas, animales, todos se quedaban dor- —No quiero. Entonces el gallo miró a su amigo el sol:
conservaban su color rosado, los labios conti- midos en el mismo sitio donde estaban, para no —Sol,
nuaban rojos; tenía cerrados los ojos, pero se despertar hasta que la princesa despertara. Así, Entonces fue a pedirle a la oveja: seca el agua,
la oía respirar dulcemente. cuando un día abriera los ojos la princesa, se —Oveja, que no quiere apagar el fuego,
El hada buena que le había salvado la vida encontraría rodeada de sus criadas y pajes, de cómete la yerba, que no quiere quemar el palo,
a la princesa anunciando que dormiría duran- sus guardianes, de todos los cocineros y cria- que no quiere limpiarme el pico que no quiere pegarle al perro,
te cien años, estaba entonces a mil leguas del dos dispuestos a servirla y a continuar la vida para ir a la boda de mi tío Perico. que no quiere morder a la oveja,
castillo, pero fue avisada enseguida por un que quedaba así suspendida durante cien años. que no quiere comerse la yerba,
enanillo que poseía botas de siete leguas. El rey y la reina abrazaron por última vez a Pero la oveja dijo: que no quiere limpiarme el pico
Partió inmediatamente el hada y al cabo de su hija y salieron llorando del castillo. —No quiero. para ir a la boda de mi tío Perico.
una hora llegaba al castillo en un carro de fue- El hada hizo entonces crecer alrededor ár-
go tirado por dragones. boles pequeños y árboles grandísimos, y las Entonces fue a pedirle al perro: Y el sol dijo:

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

—Ahora mismo. más bella que nunca y pocos días después —Esta vieja gruñona es capaz de hacer-
Cómo es que Ratón se casó con ella. le algún daño a nuestra ahijada cuando
Entonces el agua dijo: Pérez resucita y deja de Cenicienta, que era tan buena como linda, llegue el momento de regalarle nuestros do-
—No, perdón, que yo apagaré el fuego. llorar Cucarachita perdonó a su madrastra lo mal que la había nes. Tengo que vigilarla para deshacer el mal
tratado, y perdonó también a sus dos herma- que pueda hacerle —y se escondió detrás
Y el fuego dijo: nas, a las que casó con dos grandes señores de unas cortinas, cerca de la cuna de la
La pobre cucarachita Martina estaba tan tris-
—No, perdón, que yo quemaré el palo. de la corte. princesa.
te, que se sentó a llorar a la puerta de su casa.
Las hadas fueron pasando al lado de la cuna
En eso pasó un pajarito y le dijo:
Y el palo dijo: para hacerle cada una su regalo a la niña.
—No, perdón, que yo le pegaré al perro. El lagarto está llorando La más joven de las hadas dijo:
—Cucarachita Martina, ¿por qué lloras?
—La princesa será la más bella de todas
La cucarachita contestó suspirando:
Y el perro dijo: las princesas.
El lagarto está llorando.
—No, perdón, que yo morderé a la oveja. Otra hada dijo:
—Porque el ratón Pérez La lagarta está llorando.
—Será la más inteligente.
se cayó en la olla
Y la oveja dijo: La tercera dijo:
por la golosina El lagarto y la lagarta
—No, perdón, que yo me comeré la yerba. —Sabrá danzar como ninguna.
de la cebolla. con delantalitos blancos.
La cuarta dijo:
Y la yerba dijo: —Cantará mejor que los ruiseñores.
—Pues yo, como pajarito, Han perdido sin querer
—No, perdón, que yo le limpiaré el pico. La quinta dijo:
me cortaré el piquito. su anillo de desposados. —Ninguna como ella será tan fina y graciosa.
Y se lo limpió. La sexta, que era la mejor de las hadas, dijo:
Marchó el pajarito y, al verlo, una paloma le ¡Ay, su anillito de plomo!
Entonces el gallo dio las gracias a su ami- —Ninguna como ella será tan buena para
preguntó: ¡Ay, su anillito plomado!
go el sol con un largo quiquiriquí. todo el mundo.
Y echó a correr para llegar a tiempo a la Llegó entonces el turno a la vieja hada des-
—Pajarito, ¿por qué te cortaste el piquito? Un cielo grande y sin gente
boda, y alcanzar algo de los dulces y el vino contenta, que dijo:
de la fiesta. monta en su globo a los pájaros. —Sí, tendrá todas esas cualidades, pero
—Porque el ratón Pérez
un día se pinchará la mano con un huso y
se cayó en la olla El sol, capitán redondo, morirá.
por la golosina de la cebolla, lleva un chaleco de raso.
Palomita en la playa y la cucarachita suspira y llora.
Al oír esta predicción, el rey y la reina se
echaron a llorar desconsolados. Pero enton-
¡Mirádlos qué viejos son! ces salió el hada que estaba escondida de-
A la orilla del mar —Pues yo, como paloma, ¡Qué viejos son los lagartos! trás de la cortina y dijo:
canta una paloma; me cortaré la cola.
—No se aflijan ustedes, buenos reyes; la
dulcemente canta, ¡Ay, cómo lloran y lloran; princesa no morirá como ha dicho el hada, sino
tristemente llora, La paloma fue a beber a una fuente y esta ay, ay, cómo están llorando! que se quedará dormida por cien años, has-
dulcemente canta le preguntó:
ta que llegue un príncipe a despertarla.
la blanca paloma; FEDERICO GARCÍA LORCA Para evitar que se cumpliera lo que el hada
se van los pichones —Paloma, ¿por qué te cortaste la cola?
había anunciado, el rey prohibió a todo el mun-
y la dejan sola.
do en su reino el empleo del huso para hilar y
—Porque el pajarito
mandó que se destruyeran todos los husos
ANÓNIMO se cortó el piquito; La bella durmiente que se encontraran.
porque el ratón Pérez
Pasaron quince años y el rey y la reina fue-
se cayó en la olla
Había una vez un rey y una reina que tu- ron a pasar una temporada a uno de sus cas-
por la golosina
vieron una hija. Y se pusieron tan contentos, tillos del campo.
de la cebolla,
que hicieron la mayor fiesta que se conocía. La joven princesa subía y bajaba, recorrien-
y la cucarachita
A la fiesta fueron invitadas todas las hadas do todas las habitaciones del castillo, y un día
suspira y llora.
que se pudo encontrar en el país, para que subió a lo alto de un torreón y encontró allí un
fueran madrinas de la niña, y en total fueron cuartico escondido. Dentro había una viejeci-
—Pues yo, como fuente,
invitadas siete hadas. ta que hilaba en su rueca.
secaré mi corriente.
Cuando todos los convidados se disponían —¿Qué hace usted ahí, buena mujer?
a sentarse a la mesa en el gran festín que se —preguntó la princesa.
Mariquita, la criada del rey, fue por agua a la
daba en honor de las hadas, vino también a —Estoy hilando esta lana de un corderillo
fuente y, al ver que estaba seca, le preguntó:
sentarse una vieja hada a la que no se había blanco —contestó la anciana, que no conocía
—Fuente, ¿por qué has secado tu corriente?
invitado y que estaba por eso muy furiosa. a la hija del rey.
—Porque la paloma
Durante la comida, una joven hada que es- —¡Ah, qué bonito! ¡Cómo da vueltas!
se cortó la cola;
taba a su lado, la oyó murmurar amenazas ¿Quiere dejarme que pruebe yo a ver si lo sé
porque el pajarito
contra la princesita, y se dijo: hacer? —dijo la princesa.
se cortó el piquito;

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

La calabaza se convirtió al momento en una Le anunciaron al hijo del rey que acababa porque el ratón Pérez Detrás de él iban el rey y la reina, Mariqui-
lujosa carroza dorada. Los ratones se cam- de llegar una gran princesa desconocida, y él se cayó en la olla ta, la paloma y el pajarito.
biaron en seis hermosos caballos grises. La mismo fue a recibirla y la condujo al salón co- por la golosina Entre todos sacaron al ratón Pérez de la
gida de la mano. de la cebolla, olla, lo acostaron y le dieron un cocimiento de
Al entrar, todo el mundo dejó de bailar; se y la cucarachita espinacas y unas píldoras de vitaminas que
hizo un gran silencio y todos miraban a Ceni- suspira y llora. recetó el doctor.
cienta y decían: Al poco rato el ratoncito Pérez abrió los
—¡Qué hermosa princesa! —Pues yo como Mariquita, ojos, estornudó y se sentó en la cama.
El príncipe la invitó a bailar y ella bailó con voy a romper mi jarrita. Cuando la cucarachita Martina vio que su
tanta gracia que causaba admiración. Ceni- ratoncito estaba sano y salvo, corrió a la coci-
cienta se divertía mucho, pero cuando oyó que Cuando volvió al palacio, le preguntó la reina: na y se puso a hacer engrudo para pegar el
daban las doce menos cuarto, hizo una reve- —¿Por qué rompiste la jarra, Mariquita? piquito del pajarito, la cola de la paloma y la
rencia para saludar a todos y salió rápidamente. jarra de Mariquita.
Cuando llegó a su casa le dio las gracias al —Porque la fuente La reina, muy contenta, fue a cambiarse la
hada y le pidió que le permitiera volver al baile secó la corriente; toca negra por una colorada.
la noche siguiente, pues el hijo del rey le había porque la paloma El rey recogió su corona y se la colocó muy
rogado que volviera. se cortó la cola; derecha en la cabeza.
Al día siguiente volvió Cenicienta al baile, porque el pajarito Y la fuente empezó a echar agua y a cantar:
más adornada y bella que la primera vez. se cortó el piquito; —Este cuento entró por un callejón dorado
El hijo del rey la acompañó bailando toda la porque el ratón Pérez y salió por otro plateado.
noche, y Cenicienta se divertía tanto, que ol- se cayó en la olla
vidó la recomendación del hada, de manera por la golosina Pero el tuyo, mi niño, no está empezado.
que oyó sonar las campanadas de la media de la cebolla,
noche creyendo que solo eran las once. y la cucarachita
Cuando se dio cuenta salió rápidamente, suspira y llora.
corriendo por las escaleras del palacio. El prín-
cipe la siguió, pero no pudo alcanzarla. En las —Pues yo, como soy reina,
anchas escaleras recogió un zapato de cris- me quitaré esta toca
tal que Cenicienta había perdido al bajar. y me pondré otra negra.
Llegó Cenicienta a su casa, sofocada, sin
carroza, sin lacayos y con sus viejos vesti- Entonces el rey le preguntó a la reina:
dos. Sólo le quedaba uno de sus lindos —¿Por qué te has puesto una toca negra?
zapaticos de cristal.
Unos días después, el hijo del rey anunció —Porque Mariquita
rata se convirtió en un cochero gordo y elegan- que se casaría con la joven a quien le viniera rompió la jarrita;
te. Y los seis lagartos se volvieron lacayos con bien un zapato de cristal que él tenía. porque la fuente
casacas verdes y sombreros colorados. Es claro, todas las princesas y duquesas y secó la corriente;
El hada le dijo a Cenicienta: damas de la corte quisieron probarse el zapa- porque la paloma
—¿Qué te parece? ¿No estás contenta con to, pero a ninguna le venía bien. Las herma- se cortó la cola;
todo esto para ir al baile? nas de Cenicienta hicieron también grandes porque el pajarito
—Sí, madrina, pero no podré ir con estos esfuerzos por ponérselo, pero nada. se cortó el piquito;
vestidos tan viejos. Cenicienta, que las estaba mirando, dijo: porque el ratón Pérez
El hada la tocó con su varita, y al punto los —Déjenme probar a mí. se cayó en la olla
vestidos se volvieron lujosos trajes de seda Las hermanas se echaron a reír y se burla- por la golosina
con adornos de oro y piedras preciosas. Los ron de ella, pero el noble de palacio que lleva- de la cebolla, Los números
pies de Cenicienta brillaban con unos lindos ba el zapato para probarlo, encontró tan bonita y la cucarachita
zapaticos de cristal. a Cenicienta, que quiso hacer la prueba con suspira y llora.
Así adornada, subió a la carroza para ir al ella. El zapato le venía perfectamente justo. 1
baile al tiempo que el hada le decía: Grande fue la sorpresa de las dos herma- —Pues yo, como soy rey,
No te quedes en el palacio hasta después nas, pero fue mayor todavía cuando vieron que me quito la corona
de las doce de la noche. Si te quedas allí un Cenicienta sacaba de su bolsillo el otro zapatico y echaré a correr. El «uno» es un lunarcito
minuto más, la carroza volverá a ser otra vez de cristal para su otro pie. que adorna el blanco papel.
una calabaza, y los caballos ratones, y el co- En este momento se apareció su hada ma- Corriendo y volando llegó el rey a casa del
chero una rata, y los lacayos lagartos, y esta- drina, tocó con su varita mágica el vestido de médico de palacio y le dijo: El «uno» es como la Luna,
rás vestida con los vestidos viejos. Cenicienta y lo convirtió en otro muy hermoso. —Doctor, hay que salvar al ratoncito Pérez. una sola nada más…
Cenicienta prometió que saldría del baile an- Adornada de aquella manera, llevaron a El médico cogió su maletín y en un minuto sola, solita en la noche.
tes de la media noche, y se fue contenta y feliz. Cenicienta al palacio. El príncipe la encontró llegó a casa de la cucarachita Martina. ¡Qué miedo debe tener!

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

2 Mediopollito contestó: La golondrina se llevó a la niña que la había En la espalda tiene llaves
—No tengo tiempo que perder; salvado. Volaron y volaron hasta llegar a un y ganzúas de ladrón.
¿El «dos»? Ya lo conozco: voy a la corte a ver al rey. hermosísimo jardín. ¡Tic-tac! ¡tic-toc!
mis dos ojitos son. Y siguió, tip, tap, tip, tap, dando saltos con —¿Será el mismo de que me hablaba la
su única patica. mariposa? —pensó Almendrita. Ha venido con paraguas
Dos son mis piececitos Pero era otro más maravilloso aún. En lu- y no llueve ni hace sol.
y mis orejitas, dos. Al día siguiente encontró una lumbre que gar de abejas, vivían en las flores hombreci- ¡Tic-tac! ¡tic-toc!
Dos son mis piececitos se apagaba bajo la leña verde. La lumbre dijo: llos y mujercitas tan pequeños como ella, y no
para salir al campo, —Mediopollito, me estoy ahogando. Por fa- hacían otra cosa que cuidar las plantas. ¡Adivina, adivinador!
para salir al campo vor, hazme un poco de aire con tu ala. Cuando Almendrita fue mayor, el hijo del rey ¿Quién es este gran señor?
a saltar y a correr. Mediopollito contestó: del jardín le pidió que se casara con él. ¡Tic-tac! ¡tic-toc!
—No tengo tiempo que perder; Aceptó Almendrita muy contenta y reina-
3 voy a la corte a ver al rey. ron felices y tuvieron muchos hijos. Al nacer,
Y, tip, tap, tip, tap, siguió su camino. todos eran del tamaño de un grano de anís; JOSÉ SEBASTIÁN TALLÓN
Es una familia el «tres». Poco antes de llegar a la corte pasó junto a pero eran tan lindos, inteligentes y simpáti-
¿Tú la quieres conocer? unas matas en las que se había enredado el cos, que fueron el orgullo de sus padres y de
Es muy corta, ahora verás, viento y no podía pasar. El viento le dijo: su reino.
son: papá, mamá y nené. —Mediopollito, estoy aquí enredado. Si quie- Cenicienta
res apartar estas matas, yo podré seguir mi
4 camino. Canción de cuna Había una vez un hombre rico que, des-
Mediopollito contestó: pués de muerta su esposa, se casó con una
Las dos palomas en su casita y —No tengo tiempo que perder; de los elefantes mujer antipática y mala.
dos pichoncitos a quien cuidar. voy a la corte a ver al rey. La mujer tenía dos hijas que se le parecían
Cuéntalos: «uno», «dos», «tres», «cuatro». Y, tip, tap, tip, tap, siguió cojeando más apri- El elefante lloraba mucho.
¿Ya lo aprendiste? Qué fácil es… sa aún. porque no quería dormir... El hombre rico tenía de su primer matrimo-
Al fin llegó a la corte y marchó al palacio del rey. —Duerme, elefantito mío, nio una hija de muy dulce carácter y muy linda
EMILIO BALLAGAS Pasó, sin pedir permiso, por delante de los que la Luna te va a oír... y bondadosa.
centinelas y entró en el gran patio. Pero al cru- Aquella mala madrastra encargaba siempre
zar bajo las ventanas de la cocina, el cocinero Papá elefante está cerca, a la pobre niña los trabajos más pesados de la
lo cogió por la pata diciendo: se oye en el manglar mugir; casa, y ella lo soportaba todo con paciencia.
Mediopollito —Precisamente me hacía falta un pollito —Duerme, elefantito mío, Cuando terminaba sus quehaceres iba a
para la comida del rey. que la Luna te va a oír... sentarse silenciosa, con sus vestidos viejos
(El cuento del gallito de las veletas) Y lo metió de cabeza en una olla de agua y sucios, junto a la ceniza blanca en un rincón
que se calentaba en el fuego. El elefante lloraba de la cocina. Por eso todos le llamaban Ceni-
La gallinita blanca se puso a incubar doce Mediopollito sintió que se ahogaba y empe- (¡con un aire de infeliz!) cienta.
hermosos huevos. zó a gritar: Aunque Cenicienta llevaba siempre vesti-
y alzaba la trompa al viento...
Al cabo de veintiún días comenzaron a sa- —¡Agua, amiga mía, no subas, no subas, dos viejos, era mucho más bonita que sus
Parecía que en la Luna
lir, uno, dos, tres, cuatro, hasta once pollitos quédate en el fondo, que me vas a ahogar! antipáticas hermanas con vestidos nuevos y
se limpiaba la nariz...
amarillos y redondos como motas de darse lujosos.
polvos de olor. —Tú no me ayudaste a mí Un día dio un baile el hijo del rey, y las dos
ADRIANO DEL VALLE
Al romperse el último huevo, salió un pollito cuando yo te lo pedí. hermanas fueron invitadas.
muy raro. El fuego era cada vez más fuerte, y el agua La noche del baile llamaron las dos herma-
No tenía más que un ojo, un ala y una pata. comenzaba a hervir. nas a Cenicienta para que las ayudara a ves-
Sus hermanos le pusieron Mediopollito.
Como todo el mundo le tenía mucha lásti-
Mediopollito gritó: Adivinanza tirse, pues sabían que tenía mejor gusto que
—¡Apágate un poquito, amigo fuego, que me ellas.
ma, Mediopollito hacía siempre lo que quería. quemo! Cenicienta les puso lindos lazos y les hizo
Un día Mediopollito dijo a su madre: ¡Adivina, adivinador!
Pero el fuego respondió: hermosos peinados, pero cuando las dos her-
—Mamá, me voy a la corte a ver al rey. No Vino a casa un gran señor.
—Tú no me ayudaste a mí manas salieron, la pobre niña se echó a llorar.
quiero estar más tiempo en este corral. ¡Tic-tac! ¡tic-toc!
cuando te lo pedí. Al punto se le apareció su hada madrina y
Y, tip, tap, tip, tap, salió cojeando a través En aquel momento levantó el cocinero la le preguntó:
del campo. tapa de la olla, miró dentro y dijo: Cuando llama toca el timbre —¿Por qué lloras, niña mía?
Por el camino encontró un arroyo. El agua —Este pollo está casi quemado, ya no sir- y es chiquito y barrigón. —Lloro porque yo quería ir también al baile.
le dijo: ve para nada. ¡Tic-tac! ¡tic-toc! —Pues no llores. Tráeme en seguida una
—Mediopollito, mira: no puedo pasar, por- Y cogiéndolo de la pata, lo tiró por la ventana. hermosa calabaza, seis ratones, una rata gran-
que he tropezado con este montón de hojas Antes de que cayera al suelo, lo recogió el Tiene dos cuchillos negros de y seis lagartos.
secas. Si no me ayudas a quitarlas con el pico, viento y lo remontó dando vueltas por encima y paticas de gorrión. Cenicienta salió y lo trajo todo, y el hada
me pudriré aquí encharcada. de los árboles. ¡Tic-tac! ¡tic-toc! madrina fue señalando con su varita mágica.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Mediopollito pudo gritar: En el pueblo nadie la llamaba por su nom-


—¡Viento, amigo viento, no soples tan fuer- bre. Todos le decían Caperucita Roja, porque
te! ¡Déjame bajar despacio, que si no, me voy en invierno y en verano, de noche y de día,
a estrellar! con viento y con lluvia, siempre llevaba pues-
Pero el viento respondió: ta su capucha colorada.
—Tú no me ayudaste a mí Una tarde su mamá la mandó a casa de su
cuando yo te lo pedí. abuelita, que vivía al otro lado del bosque y
que estaba en cama con catarro.
El viento sopló con toda su fuerza y envió a
—Caperucita, corazón, llévale a tu abueli-
Mediopollito hasta lo alto del campanario, don-
ta esta ollita de caldo de pollo para que se pon-
de se quedó enganchado.
ga fuerte y esta botella de miel para que haga
Y ese es el gallito que se ve clavado en las gárgaras. Pero no te detengas por el bosque.
veletas, con una pata, un ala y un ojo con el Acuérdate que el lobo sale al oscurecer.
que mira a todos lados para saber de dónde La niña puso en una cesta la ollita y la bote-
viene el viento. lla, se hizo un lazo debajo de la barba con la
cinta de su caperuza y salió andando.
Por el camino se encontró con un leñador
Adivina, adivinador… que estaba probando el filo de su hacha. El
buen hombre le dijo muy preocupado:
Una arquita muy chiquita, —Caperucita, cuidado con el lobo. Mira que
blanquita como la cal; lo han visto esta mañana por aquí… y no cru-
todos la saben abrir, ces el bosque por la parte espesa. Ve siempre
nadie la sabe cerrar. por el trillo, que es lo más seguro, porque el
lobo no se atreve a salir por donde pasa mu-
Canastica de avellanas: cha gente.
por el día se recogen, Al poco rato de caminar por el trillo, Caperu-
de noche se desparraman. cita estaba cansada.
—¡Qué largo es este trillo con todas sus
Blanca como la leche vueltas! —pensó la niña—. Mejor iré por el
negra como la pez; centro del bosque. Llegaré más pronto.
habla sin tener lengua, Y sin miedo ninguno atravesó aquella parte,
anda sin tener pies. donde los troncos estaban tan juntos y las ra-
mas tan bajas, que apenas se veía alrededor.
No había caminado mucho cuando vio salir
al lobo de detrás de unas matas.
—Buenas tardes, Caperucita. ¿Dónde vas
La pobre niña tenía mucho frío. Su vestido metió venir todos los días a cuidarla hasta que tan apurada? —le dijo el lobo con mucha ama-
de seda estaba roto y no la abrigaba. llegara el verano. bilidad.
Andando por el bosque helado encontró un Mas ocurrió que un topo, que iba mucho a A Caperucita le gustó que el lobo fuera tan
agujero en la tierra. Era la cueva de una rata la casa de la rata, se prendó de la niña y deci- bien educado y no quiso hacerle ningún des-
campestre. dió casarse con ella. La boda quedó fijada para precio.
Almendrita tuvo miedo, pero más miedo te- principios del verano. —Muy buenas, lobo —le contestó—. Voy
nía de morir de hambre y de frío. Cuatro arañas tejían día y noche, haciendo a casa de mi abuelita, a llevarle caldo de pollo
Entró en la cueva y le pidió a la rata comida la tela de sábanas, manteles y lindos vestidos y miel, porque está enferma.
y casa hasta el verano. para la novia. Pero Almendrita lloraba y llora- —¡Oh, qué pena! —dijo el lobo relamiéndo-
La rata, que no era mala, se compadeció y ba. Sólo se sentía feliz cuando iba a cuidar a se de gusto—. ¿Dónde vive tu abuelita?
la dejó vivir con ella. su amiga la golondrina, que cada día se ponía ¿Queda muy lejos?
Por la mañana, Almendrita ayudaba a la rata mejor y más fuerte. —No, ya falta poco. Es una casita azul y
a limpiar la casa y preparar la comida. Por Un día le dijo el pájaro:
SEGUNDA PARTE blanca que tiene delante tres pinos. Tú debes
la tarde salía hasta la puerta de la cueva para —Ya puedo volar. ¿Quieres venir conmi- de conocerla.
ver un ratico la luz del sol. go?Así no tendrás que casarte con el topo. —¡Ah, ya sé cuál es! Pero, oye, Caperucita:
Un día vio tendida en el suelo una golondri- A la niña le daba tristeza el dejar a la rata, Caperucita Roja si tu abuela está en cama, ¿quién te abrirá la
na. Parecía que se había muerto de frío; pero que había sido tan buena con ella, pero no puerta?
no, estaba viva todavía. podía quedarse siempre en la cueva sin po- Esta era una niña que tenía el pelo tan ru- —Es muy fácil. Yo digo: «Abuelita, abre; es
La niña la puso debajo de un árbol, le colo- der ver la luz del sol. bio como el oro, los cachetes tan rosados como Caperucita que te trae miel y caldo de pollo.»
có hojas encima para que estuviera calentica Y una mañana salió por los aires subida en las manzanas y los ojos tan azules como el Entonces ella, desde su cama, hala el cordel
y cuando la golondrina abrió los ojos, le pro- el lomo de la golondrina. cielo. que levanta el pestillo y yo empujo la puerta.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

El lobo, aconsejado por Pulgarcito, logró A la hora de dormir, la viejecita ponía a


escurrirse en la cocina por un postiguito que Almendrita en su. cama de cáscara de nuez
había sobre el fogón, y se dio un atracón tan con una colchoneta de algodón. Y Almendrita
grande que luego no podía pasar por donde se dormía tapada con un pétalo de rosa.
había entrado. Una noche entró por la ventana un feísimo
Aprovechándose de esto, Pulgarcito co- sapo y, al ver a Almendrita durmiendo, pensó:
menzó a gritar: —¡Qué linda novia para mi hijo! —y se lle-
—¡Papá! ¡Mamá! ¡Aquí estoy de nuevo vó la cáscara de nuez, con la niña dormida.
como les prometí! ¡Aquí estoy metido en la Cuando el sapo llegó a su casa, todos los
barriga de este lobo comilón! parientes rodearon a la niña.
Los padres acorralaron al lobo, lo mataron —¡Croac, croac! —dijo el novio—. Tienen
y con mucho cuidado sacaron a Pulgarcito que ayudarme a hacer una casa en el fondo
sano y salvo. de la laguna para el día de la boda.
Y mientras todos trabajaban, colocaron a
Y desde entonces fueron felices Almendrita en una hoja de nenúfar, de esas
comieron perdices que flotan en el agua.
y a mí no me dieron La niña lloraba y lloraba, hasta que unos
porque no quisieron. pececillos vinieron y cortaron con sus dientes
la pajita que sujetaba la hoja a la orilla.
La hoja con Almendrita fue navegando de
prisa por la corriente de un río, y la niña empe-
Mamá zó a sentir mucho miedo. ¿Qué le pasaría
cuando la hoja llegara al mar?, pensó.
En esto pasó volando una mariposa.
Mamá.. .
¡Cuán fácil te deslizas, Almendrita le gritó para que la oyera:
nombre de cuatro letras… —Mariposa dorada, ayúdame a llegar a la
El lobo se puso a hablar bajito: —Pero, abuelita, ¡qué manos tan grandes como en amor y en risa orilla.
—Entro en la casa, me como a la abuela, tienes! como en flor, como en beso!… La mariposa se puso cerca de la hoja y dejó
luego a la nieta y de postre me tomo el caldo y —Para poder agarrarte mejor. ¡Porque todo, todo eso, que la niña la amarrara al tallito con su cinturón.
la miel. —Pero, abuelita, ¡qué boca tan grande se resume en mamá!… —Ya verás —le dijo la mariposa—, te voy a
—¿Qué dices? —preguntó Caperucita, que tienes! En cuatro letras solas llevar a un jardín lindísimo donde hay muchas
no entendió nada de lo que el lobo murmuraba. —Para poder comerte mejor. el universo está. flores. Allí te cuidarán mis amigas las abejas,
—Digo que están preciosas aquellas floreci- te darán de comer su rica miel, jugarás todo el
tas amarillas y rojas… ¿Por qué no le llevas Y el lobo saltó de la cama y se tragó a LAURA F. GODARD día en el jardín y dormirás en la colmena.
unas cuantas a tu abuelita? Los enfermos se Caperucita. En esto pasó volando un escarabajo. El bi-
alegran cuando ven flores. Después se tomó el caldo, se comió la miel cho se encantó con lo linda que era la niña, la
—Es verdad, lobo. Eres más bueno de lo y se metió de nuevo en la cama. agarró con sus seis patas peludas y se la lle-
que yo creía —dijo la niña. Al minuto ya estaba durmiendo y roncan- Almendrita vó al árbol donde vivía.
Y se puso a hacer un lindo ramillete, mien- do tanto, que parecía un serrucho cortando Llegaron enseguida a verla todos los esca-
tras que el lobo, corre que te corre, llegaba a madera. Había una vez una viejecita, que estaba rabajos del árbol, y las señoras y señoritas
casa de la abuela, llamaba imitando la voz de En esto pasó el leñador por allí. sola en el mundo. escarabajas la encontraron muy fea.
Caperucita, entraba en el cuarto, se tragaba a —¿Cómo puede roncar así esa señora? Un día se le apareció un hada y le dio una —¡Mira; no tiene más que dos piernas y dos
la anciana, se ponía su ropa y se metía deba- Voy a ver si le pasa algo. semilla del tamaño de un grano de maíz. bracitos! ¡La pobre no tiene alas!
jo de la colcha. El leñador entró, y al encontrar al lobo —Siémbrala —le dijo el hada. Tanto la despreciaron, que el escarabajo
Poco después llegaba Caperucita, que se dormido, exclamó furioso: La viejecita sembró en una maceta la semi- que la había llevado la bajó del árbol y la dejó
sorprendió mucho al ver la puerta abierta y a —¡Al fin te encuentro, bandido! ¡Hace tiem- lla. A los pocos días nació una linda flor. Cuan- libre.
la abuelita tan tapada. po que estaba buscándote! do se abrió la flor, la viejecita encontró en el Almendrita pasó todo el verano sola en el
—Buenas tardes, abuelita, ¿tienes mucho Lo mató de un hachazo en la cabeza y ya fondo una niña preciosa. bosque.
frío? lo iba a botar a la basura, cuando pensó que Como la niña era tan pequeña, la anciana Se hizo con paja una cama debajo de una
El lobo no contestó, pero sacó un poco la podía haberse comido a la abuelita y le abrió le puso de nombre Almendrita. hoja grande que la protegía del viento, del sol
cabeza. la barrigona con mucho cuidado. Con un pañuelo de seda le hizo seis lin- y de la lluvia. Comía trocitos dulces de frutas
De un salto salió Caperucita. dos vestidos. Le arregló una cama dentro de silvestres y bebía jugo de flores y gotas de
—Abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes! —¡Huy, qué miedo! ¡Por poco me ahogo en una cáscara de nuez bien barnizada, y con rocío.
—Para poder oírte mejor. la panza del lobo! otra cáscara le hizo una barca. En las tardes Pero llegó el invierno. Las hojas se seca-
—Pero, abuelita, ¡qué ojos tan grandes En seguida sacaron a la abuela, que ape- de calor Almendrita se paseaba en su bar- ron. Los árboles perdieron sus frutos. Las flo-
tienes! nas podía respirar, pero le echaron aire y se quilla por una fuente llena de agua, remando res fueron marchitándose, y empezó a caer la
—Para poder mirarte mejor. puso tan bien, que hasta el catarro se le curó. con dos palillos de dientes. nieve.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

—A ver, Comino, ¿cómo piensas ayudar- que andar con mucho cuidado para no morir La nena astuta Entonces el lobo se fue a una granja, entró
nos? aplastado entre las muelas. en el ponedero y se sorbió una docena de hue-
—Puedo meterme por entre los barrotes de Al fin bajó a la panza de la vaca y pensó vos que le aclararon la voz. Luego hizo gárga-
la ventana y tirarles por allí lo que ustedes me que estaba salvado, pero al ver que cada vez Un lobito muy zorro ras de agua tibia, y volvió a casa de los
digan. llegaba más yerba y el espacio se iba hacien- junto a un cortijo chivitos.
—No es mala idea —dijeron los ladrones. do más estrecho, empezó a gritar: se ha encontrado una niña —¡Tun, tun, tun!
Metieron a Pulgarcito en uno de sus bolsillos, —¡No quiero más yerba! ¡No quiero más y así le dijo: —Abran, hijitos. Es mamá, que les trae re-
y siguieron su camino hasta la casa del cura. maloja! —Mi niña, galitos.
Cuando llegaron y Pulgarcito se coló por La criada del cura, que andaba por allí, sa- vente conmigo a mi viña —No, no eres nuestra madre —dijeron los
la ventana, empezó a gritar con toda la fuerza lió gritando horrorizada: y te daré uvas y castañas. chivitos viendo sus patas por la rendija de la
de sus pulmones: —¡Señor cura! ¡La vaca está hablando! Y respondió la niña: puerta—. Ella tiene las patas blancas y tú las
—¿Qué cosa quieren de lo que hay aquí? —Muchacha, ¿te has vuelto loca? —pre- —No, que me engañas. tienes negras.
¿Lo tiro todo? ¿El dinero también? guntó el cura. Pero fue también al establo, y al El lobo salió echando chispas de rabioso
LOPE DE VEGA que estaba, pero tuvo una idea. Fue a un mo-
lino y le dijo al molinero:
—Molinero, úntame harina en las patas, que
me las he pinchado con las matas.
Los siete chivitos Y el molinero se las envolvió en harina has-
ta que estuvieron completamente blancas.
Había una vez una chiva viuda que tenía Entonces volvió a la casita del bosque.
siete chivitos rubios, y todos juntos vivían en —¡Tun, tun, tun!
el bosque, en una casita de barro, con las te- —¿Quién es?
jas coloradas. —Abran, hijitos. Es mamá, que les trae re-
Como en el bosque había muchos anima- galitos.
les feroces, la madre nunca dejaba solos a sus El lobo metió la pata, y al ver que era blan-
hijitos más que cuando iba al pueblo a vender ca, los chivitos abrieron el candado, corrieron
leche y a comprar caramelos. el cerrojo y entró… el lobo!
Los chivitos estaban muy bien educados y ¡Ay, qué susto tan grande! Los chivitos
obedecían en todo a su mamá. corrieron a esconderse y uno se metió en el
Un día la madre les dijo: armario, otro debajo de la cama, otro en el cesto
—Hijitos, voy al mercado. No abran la puerta de la ropa sucia, otro en el aparador, otro de-
a nadie, porque el lobo anda por ahí y si al- bajo de la mesa, otro en el horno y otro en la
guien toca, puede ser él. caja del reloj.
—Y ¿cómo sabremos que es el lobo quien Pero el lobo, con la boca abierta, la lengua
llama a la puerta? fuera y los colmillos afilados, los fue sacando
—Porque el lobo tiene la voz ronca y las uno por uno y se los tragó a todos, menos al
patas negras. que estaba escondido en el reloj, porque no
—¡Ay, mamá, no abriremos la puerta hasta se le ocurrió ir a buscar allí.
que vengas! Luego, cansado de tanto correr y de tanto
Y cuando la chiva salió de la casa echaron comer, salió dando traspiés, con la barriga lle-
el pestillo y el candado, y los siete chivitos se na, y se marchó a dormir debajo de un árbol,
pusieron a estudiar las lecciones para el día tan tranquilamente como si no se hubiera co-
La criada del cura, que dormía en el cuarto oír los gritos de Pulgarcito decidió que la vaca siguiente. mido un chivito en su vida.
de al lado, se despertó con el ruido; al oír esto tenía el diablo en el cuerpo y que había que El lobo, que estaba escondido detrás de unos Entre tanto, la chiva volvía del mercado y
comprendió enseguida lo que pasaba, salió a matarla. árboles, vio pasar a la chiva que se iba al pue- se encontraba la puerta abierta, la mesa caí-
la puerta y los ladrones tuvieron que irse a la Así lo hicieron, y la tripa donde estaba blo, y pensó: da, el armario revuelto, el horno echando humo,
carrera, con las manos vacías. Pulgarcito fue arrojada a la basura. —¡Ahora me comeré a los siete chivitos, el cesto de la ropa sucia boca abajo, la cama
Entre tanto, Pulgarcito se había deslizado El pobre trabajó sin descanso todo el día que están gordos y tiernecitos! destendida y el aparador roto. Y ni un chivito
por los barrotes de la ventana hasta el establo para poder salir, y al llegar la noche ya tenía la Y en tres saltos llegó a la casita de las tejas por ninguna parte.
y allí se quedó, pensando pasar la noche có- cabeza fuera, cuando un lobo hambriento pasó coloradas. —¡Ay, mis hijos! —gritaba la chiva—. ¡Ay,
modo y seguro entre la yerba y la maloja. por allí y ¡zas! de un bocado se tragó la tripa —¡Tun, tun, tun! mis hijitos de mi alma, que se los ha comido el
A la mañana siguiente la criada fue a bus- entera. —¿Quién es? lobo! ¡Ay, mis chivitos! ¡Ay, que me los ha comi-
car la comida para la vaca y se llevó al pobre Pulgarcito no perdió el valor y desde el es- —Abran, hijitos. Es mamá, que les trae re- do todos!
Pulgarcito, dormido aún. tómago del lobo gritó: galitos. —¡A mí no! ¡A mí no! —dijo el chivito que
Cuando se despertó, creyó que había caí- —Querido lobo, yo conozco un sitio donde —No, no eres nuestra madre —dijeron los estaba escondido en la caja del reloj.
do en un molino, pero pronto comprendió que hay una buena comida —y le dio la dirección chivitos—. Ella tiene la voz clarita y tú la tie- La chiva lo ayudó a salir y el chivito le con-
estaba en la boca de un animal y que tenía de la casa de sus padres. nes ronca. tó todo lo que había pasado.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

—¡Vamos a buscar al lobo! —dijo la chiva y «enconde» y «agüela»… No tengo apetito, Cuando llegó al bosque y vio a su padre, le
desesperada. ¡Pobrecita niña! si me he portado mal. gritó muy satisfecho:
Cogió su costurero, miró si estaban den- ¡Tan linda y tan fea! —¿Ves, papá, lo bien que he llegado? ¡Bá-
tro las tijeras, la aguja, el carretel de hilo y el Pero si me dices: «No te quiero más», jame ahora!
dedal, tomó a su único chivito de la mano y GERVASIO MELGAR entonces, mamita, me pondré a llorar. El padre bajó a Pulgarcito de la oreja del
salieron al bosque. caballo y los dos desconocidos se quedaron
¡Qué tristes estaban! Había muchos ár- JULIA BUSTOS asombrados.
boles cargados de frutas; los pájaros canta- Uno de ellos le dijo al otro en voz baja:
ban; pero la chiva y el chivito iban llorando ¡Agua, San Marcos! —Ese enanito podría hacemos ricos si lo
de pena. lleváramos de pueblo en pueblo. La gente pa-
Caminaban, caminaban, cuando oyeron ¡Agua, San Marcos, Pulgarcito garía por verlo.
unos ronquidos terribles, que hacían temblar rey de los charcos, Entonces se acercaron al leñador y le dijeron:
las hojas de las plantas. Era el lobo que dor- para mi triguito, Un pobre leñador y su mujer estaban sen- —Véndenos ese chiquillo. Le irá bien con
mía al pie de un árbol y la barriga le subía y le que está muy bonito; tados junto al fuego una noche de invierno. nosotros.
bajaba como si los chivitos que tenía dentro para mi cebada, —¡Qué solos estamos! —dijo el leñador—. —No —repuso el padre indignado—. Es mi
quisieran escapar. que está muy granada; ¡Cuánto siento no tener hijos! ¡Qué silencio hay hijo y no lo vendo por todo el oro que hay en la
Entonces la chiva, andando de puntillas, se para mi melón, en nuestra casa, mientras que en las otras tierra.
acercó al lobo y le hizo un ojal en la barriga que ya tiene flor; todo es ruido y alegría! Al oír esto, Pulgarcito trepó por los pliegues
con las tijeras. Por allí apareció la cabeza de para mi sandía, —Sí —respondió la esposa—. Yo me daría de la ropa de su padre y le suplicó al oído:
un chivito y saltó fuera, y luego otro chivito, y que ya está florida; por satisfecha aunque no tuviéramos más que —Papá, véndeme a esos hombres. Quiero
otro, hasta que estuvieron los seis y se pusie- para mi aceituna, uno. ¡Aunque fuese pequeñito como el dedo ver el mundo, pero te prometo que volveré.
ron a brincar alrededor de la mamá. que ya tiene una! pulgar estaría contenta! —agregó suspirando. El leñador lo vendió entonces por una her-
—No brinquen, hijitos, no vaya a desper- Algún tiempo después el deseo de la bue- mosa moneda de oro.
tarse el lobo… Lo que tienen que hacer es traer La ovejita y el pastor, na mujer se cumplió y les nació un niño sano Después que Pulgarcito se despidió de su
cada uno una piedra bien grande… ¡Ssss, ca- lloviendo y con sol. y lindo, pero no más alto que el dedo pulgar. padre, uno de sus amos le preguntó:
lladitos y pronto! —No por eso dejaremos de quererlo con —¿Dónde quieres que te pongamos?
Todos los chivitos trajeron su piedra, y la ANÓNIMO todo nuestro corazón —dijeron los padres. Y —Póngame en el ala de su sombrero. Allí
chiva, con aguja, hilo, dedal y mucho cuidado, lo llamaron Pulgarcito. estaré como en un balcón; podré ver el paisa-
cosió la piel de la barriga al lobo, después de Lo cuidaron mucho, lo alimentaron bien, pero je y caminar sin caerme.
haberle puesto dentro las piedras. Pulgarcito no creció nada. Sin embargo, era Al cabo de mucho rato, cuando ya era de
Entonces volvieron a su casa, aseguraron El gato con botas ligero como un resorte, tenía unos ojos brillan- noche, Pulgarcito empezó a dar gritos:
bien la puerta con candado, cerrojo y trancas, tes y vivos y le gustaba mucho ayudar a los —¡Déjenme bajar! ¡Necesito bajar! —has-
pusieron todo en orden y la mamá le dio a cada Hace mucho tiempo vivía un molinero que demás. ta que lo pusieron en el suelo.
uno un paquete de caramelos. tenía tres hijos. Un día, cuando se preparaba el padre para Entonces salió corriendo, se metió en un
Mientras, el lobo seguía durmiendo, hasta Al morir le dejó al mayor el molino, al se- ir a cortar leña al bosque, le dijo a Pulgarcito: caracol vacío y les gritó a los hombres, que
que al dar una vuelta, todas las piedras roda- gundo el asno y al más pequeño el gato. —Si alguien me llevara el carro por la tar- se cansaron de buscarlo por todas partes:
ron para ese lado y el lobo se despertó. El pequeño quedó muy descontento con lo de, no tendría que volver a buscarlo. —Adiós, señores. Esto es para que apren-
—¡Huy, estos chivitos tiernos me pesan que le había tocado, pero el gatico le dijo: —Papá —dijo Pulgarcito—, yo me encar- dan que los hombres no se compran ni con
una tonelada! y tengo una sed terrible. Me de- —Cómprame un par de botas y un saco y garé de llevártelo. No tengas cuidado; estaré dinero, ni con nada.
ben de haber hecho daño. verás como valgo más que un molino y que a tiempo para cargar la leña. En el caracol se sentía Pulgarcito segu-
Dando tumbos, porque no podía con el peso un burro. El leñador se echó a reír. ro de que nadie lo podría pisar en la oscuridad
de su barriga, bajó al río a beber, pero al Curioso el muchacho por saber lo que ha- —¿Cómo vas a poder guiarlo, si no alcan- de la noche. Además, estaba casi tan cómodo
inclinarse, las piedras rodaron hacia delante y ría el gato con esas cosas, gastó todo el dine- zas a la brida del caballo? como en su cama y ya empezaba a quedarse
¡pum! se cayó al río. ro que tenía en comprárselas. —No importa, papá. Si mamá lo puede en- dormido cuando oyó pasos en el camino y una
El agua se lo llevó. En seguida se fue el gato a un campo donde ganchar, yo me sentaré en la oreja del caballo voz de hombre que le preguntaba a otro:
había una conejera, abrió el saco, puso dentro y lo guiaré. —¿Y cómo haremos para llevarnos el oro
unas zanahorias y se acostó al lado, haciéndo- —Bien —dijo el padre convencido—. Pro- y la plata del cura sin que nos vean?
Una niña se el muerto. baremos por una vez. —¡Yo te lo diré! —gritó Pulgarcito. Y su voz
Muy pronto llegó un conejo y entró en el Y así fue. Por la tarde iba Pulgarcito muy salió gorda, como si el caracol fuera una trom-
saco para comerse las zanahorias. orgulloso gritando ¡so! y ¡arre! al caballo, como peta.
Conozco una niña El gato se levantó de un salto, haló un cor- el mejor de los carreteros. Como estatuas de piedra se quedaron los
sumamente bella. del que tenía preparado y cerró el saco. Des- En esto pasaron dos desconocidos. ladrones del susto y Pulgarcito, desde su es-
Tiene ojos azules, pués cogió el conejo y lo mató. —¡Eh! —dijo uno de ellos—. Mira ese condite, gritó nuevamente:
melenita crespa, Fue el gatico al palacio del rey y puso el carro; se oye la voz del carretero, pero no se —¡Aquí estoy, junto al camino, dentro de un
purísimos labios, conejo en el suelo, delante del trono. ve a nadie. caracol! Llévenme con ustedes y los ayudaré.
manitas de seda; —Señor, mi amo, el marqués de Caravaca, —Parece cosa de magia —dijo el otro—. Los ladrones al fin hallaron a Pulgarcito y al
pero dice «haiga», manda este conejo. Guisado con cebollitas Vamos a seguirlo y veremos a dónde va. verlo le preguntaron muy divertidos:

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

Y los niños se pusieron a hablar del valiente de doscientos colores, y le pintó al soldadito estará muy sabroso —dijo haciendo una re- —Señor —contestó el gato—, ¡la chaqueta
soldadito que había hecho un viaje tan largo. un uniforme nuevo de general y a su novia un verencia. de terciopelo, los pantalones de seda, la cami-
Sin embargo, el soldadito no estaba orgu- traje como el de una reina. —¿Un conejo? —exclamó el rey—. ¡Lo que sa de holán, la corbata de encaje, toda la ropa
lloso; sólo pensaba en la linda bailarina.Y cuan- más me gusta! Pero mi cocinero nunca puede de mi amo ha desaparecido!
do los niños lo pusieron en la mesa, frente a coger ninguno. Dile a tu amo que le agradezco El rey mandó a un criado que fuera corrien-
ella, no le dijo nada, ni ella tampoco habló, pero El soldadito de plomo mucho su regalo. do al palacio a buscar la mejor ropa que hubie-
por su mirada supo el soldadito que lo había Al día siguiente cazó el gatico otro conejo y ra, y el criado volvió con un riquísimo traje que
estado esperando. dos perdices gordísimas y se los llevó al rey. había sido del propio rey cuando era joven.
Mi padre, asador; mi madre, cuchara;
Esa noche todos los juguetes llegaron a El rey se puso tan contento, que llamó a la prin- El muchacho se vistió y se veía tan bien,
yo soy soldadito de liviana tropa.
saludar al soldadito y se habló de la boda. cesa y mandó preparar la carroza para ir a que la princesa se enamoró de él, pero estaba
Mi padre, asador; mi madre, cuchara
Las tijeras ofrecieron cortarle a la novia un conocer al marqués. tan abochornado por la ocurrencia de su gato,
de sopa.
precioso velo de papel celofán. Una muñeca El gato salió corriendo para casa de su que el rey creyó que estaba nervioso, y le dijo
de goma quiso ser la madrina. La pelota de amo y le dijo: al oído a la princesa:
Tengo una peana de raíz de brezo,
cuero se brindó para ser el notario. El —Si vienes conmigo te enseñaré un lu- —Así me ponía yo cuando era joven y me
redonda; no tiene de talón asomo.
automovilito de cuerda prometió llevar a la pa- gar estupendo para nadar. gustaba una muchacha.
Tengo una peana de raíz de brezo
reja en el viaje de boda. Y la filarmónica dijo El muchacho, muy embullado, siguió al El gato, en cambio, estaba muy contento por
y el cuerpo de plomo.
que ella tocaría cuando los novios pasaran del gatico hasta un río que quedaba muy cer- lo bien que le había salido todo. Y sin que
brazo. Hasta el trompo de colores, que no po- ca de la carretera. Cuando ya estaba en el nadie lo viera, salió corriendo delante de la
Tengo la barriga pintada de azul,
día hacer ningún favor, se puso a dar vueltas, agua, el gato le escondió las ropas viejas carroza del rey.
y de hinchada temo que estalle y me muera.
para demostrar la alegría de todos. y pobres y se puso a gritar con todas sus Al atravesar unos hermosos campos
Tengo la barriga pintada de azul
De todos, no; porque el odioso muñeco de fuerzas: sembrados de trigo y llenos de ganado, les dijo
y de rojo la parte trasera.
sorpresa salió de su escondite, y sin que na- —¡Socorro! ¡Ladrones! ¡Le han llevado a los trabajadores:
die lo notara, dio un empujón al soldadito y lo toda la ropa al marqués de Caravaca! —El rey va a pasar, y si no le dicen que
No me muevo ni poco ni mucho
arrojó a las llamas de la chimenea. En ese mismo momento cruzaba por allí la estas fincas son del marqués de Caravaca,
y en mi aparador hago centinela.
¡Qué calor había allí! Los colorines del uni- carroza real. algo terrible sucederá.
No me muevo ni poco ni mucho
forme del soldadito empezaron a chorrear. Su —¿Qué pasa? —preguntó el rey al oír el Los campesinos se asustaron y dijeron lo
viendo a doña Rata por dónde se cuela.
cuerpo empezó a derretirse, pero él, sin dar alboroto. que el gato quería.
un solo grito, seguía derecho, con el fusil al
Y si, andando el tiempo, llego a capitán,
hombro, mirando siempre a la bailarina.
tres galones de oro mis mangas tendrán.
Entonces sucedió una cosa que nadie
Y si, andando el tiempo, llego a capitán,
esperaba. Se abrió la puerta, el aire sopló den-
me uniré con una muñeca de palo.
tro del cuarto y la muñeca de papel salió vo-
lando hasta caer en la chimenea, como si se
Le pondrán sus damas, linda y blanca toda,
hubiera tirado al fuego para morir con el sol-
su traje de cola, del novio regalo,
dadito.
y alegres tonadas del clarín oiréis
¡Qué final tan triste para un cuento tan lin-
como cuando celebran su boda
do!, ¿verdad? Sin embargo, me ha dicho al-
la reina y el rey.
guien que lo sabe muy bien, que las cosas
pasaron de otra manera.
TRISTÁN KLINGSOR
Yo no puedo decir quién me lo contó, aun-
(TRADUCCIÓN DE ENRIQUE DIEZ-CANEDO)
que cualquiera puede pensar que fue el
ratoncito gris que tenía su cueva detrás de la
mesa de los juguetes. Pero yo sé muy bien
que quien abrió la puerta fue la mamá de los El mayor castigo
niños, que venía a recoger las cosas que ha-
bían quedado tiradas en el cuarto de jugar. Y El mayor castigo que me puedes dar,
sé que la señora no tuvo miedo de estropear no será, mamita, prohibirme jugar.
sus suaves manos blancas para salvar del ¡Qué me importa el juego,
fuego a los pobres muñequitos que se que- si me he portado mal!
maban.
Yo no puedo decir quién me lo contó, aun- El mayor castigo que me puedes dar,
que cualquiera puede pensar que fue el no será, mamita, mandarme acostar.
gorrión que iba todas las tardes a comer las Buen amigo, el sueño,
migajas de la merienda. Pero yo sé muy bien si me he portado mal.
que al día siguiente un tío de los niños, que
era un hombre bueno y un gran pintor, arregló El mayor castigo que me puedes dar,
los muñequitos chamuscados, sacó su caja no será, mamita, dejarme sin cenar.

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HERMINIO ALMENDROS HABÍA UNA VEZ

—¡Qué buenas propiedades tienes, Mar- anda, embustera, fijaba un poco, notaba que había uno diferente Una noche, cuando todo estaba tranquilo en
qués! —exclamó el rey. que las cucarachitas de los demás: le faltaba una pierna. la casa y el reloj empezó a dar las doce campa-
Al muchacho, azorado, se le cayó el som- no tienen muelas. ¿Que por qué estaba cojo el soldadito? Lo nadas, ¡crac! se abrió la caja, salió el payaso,
brero de la mano. Y el rey dijo muy bajito a la habían echado el último en el molde, cuando empujó al soldadito, que estaba cerca, y lo tiró
princesa: ANÓNIMO ya no quedaba suficiente plomo para que sa- por la ventana.
—Eso me pasaba a mí cuando me ena- liera completo. Pero en la fábrica no se dieron ¡Qué caída tan espantosa! El soldadito que-
moraba. cuenta, y tal como quedó lo colocaron en la dó cabeza abajo, clavado en el asfalto por la
Mientras tanto, el gatico llegaba a la puerta caja con los demás. bayoneta. Y así pasó toda la mañana, sin que
de un magnífico palacio, donde vivía un ogro Romance de Don Gato En la misma mesa donde hacían sus filas y nadie bajara a buscarlo.
que era el verdadero dueño de los trigales y el sus paradas los soldaditos había otros jugue- Por la tarde el cielo se nubló. ¡Chas, chas,
ganado. Estaba el señor don Gato tes, pero el más bonito de todos era un precio- chas! Cayó la lluvia y el agua corrió por la ca-
El gato tocó a la puerta gritando: en silla de oro sentado, so castillo de cartón. Y lo que más llamaba la lle con tal fuerza, que arrastró al soldadito hasta
—¿Es verdad que el ogro que vive aquí se calzando media de seda atención en el castillo era una bailarina que la acera donde jugaban unos muchachos.
puede transformar en cualquier animal? ¿O es y zapatico calado, estaba siempre asomada a la puerta. —¡Eh, miren, un soldadito de plomo! —gri-
un cuento de camino? cuando llegó la noticia La bailarina era una muñequita de papel, tan tó uno—. Vamos a enseñarlo a navegar.
En ese momento se oyó un ruido espanto- que había de ser casado linda y tan bien hecha, que el soldadito se ena- Hicieron un barquito de papel, montaron en
so, la puerta se abrió y una voz de trueno dijo: con una gatica rubia moró de ella y se pasaba las horas emboba- él al soldadito y lo echaron al agua.
—¡Claro que es verdad! ¿Quieres ver cómo hija de un gato dorado. do, mirándola. El soldadito nunca se había embarcado,
me convierto en león? Don Gato, con la alegría, pero era un valiente y no sintió miedo.
Y al momento apareció un león tremendo, subió a bailar al tejado; Al poco rato, el agua empezó a formar re-
enseñando los dientes y sacando las uñas. tropezó con la veleta, molinos.
—Eso es muy fácil —dijo el gato—. y rodando vino abajo; —Creo que me voy a marear —pensó el
Cualquiera puede hincharse y convertirse en se rompió siete costillas soldadito.
un animal mayor. Lo difícil es transformarse y la puntica del rabo. De repente, el barco se coló por una alcan-
en uno más pequeño. ¡A que no puedes con- Ya llaman a los doctores, tarilla.
vertirte en un ratón! sangrador y cirujano; —¿A dónde iré? —se dijo el soldadito que,
—¿Que no? ¡Ahora verás! unos le toman el pulso, con el susto, ya se sentía bien del mareo.
Y se convirtió en un ratoncito, pero enton- otros le miran el rabo; La corriente, cada vez más rápida, arras-
ces el gato se lo comió de un bocado. todos dicen a una voz: traba al barquito hasta un lugar donde había
Todavía se relamía los bigotes cuando —Muy malo está el señor Gato. un ruido terrible. La alcantarilla iba llegando al
llegaron al palacio el rey, la princesa y el mu- mar.
chacho, A la mañana siguiente ¡Bruuuum! sonó el agua al caer sobre las
—Bienvenidos al palacio del marqués de ya van todos a enterrarlo. olas frías.
Caravaca —dijo el gato. Los ratones, de contentos, Con el choque, el barco se rompió y el sol-
El muchacho se puso colorado al oír la se visten de colorado; dadito sólo dijo en un suspiro:
mentira de su gato, y el rey, al notarlo, le dijo: las gatas se ponen luto; —¡Me ahogo! ¡Adiós para siempre, mi lin-
—Marqués, te pareces mucho a mí cuan- los gatos, capotes pardos, da bailarina!
do era joven. Y veo que te gusta mi hija y que y los gaticos pequeños Pero en ese momento un pez abrió la boca
tú le gustas a ella. ¿Por qué no se casan us- lloraban: ¡miau! ¡miau! ¡miau! ¡miau! y se lo tragó.
tedes? Ya lo llevan a enterrar En el vientre del pez el soldadito estaba
El muchacho y la princesa se casaron. Y por la calle del pescado. muy incómodo, pero se consolaba pensando
cuentan los que fueron a la boda que todos Al olor de las sardinas que así se había salvado de morir ahogado.
los invitados tenían preciosos vestidos, pero don Gato ha resucitado. Allí pasó mucho tiempo. Un día sintió que
ninguno estaba tan elegante como el gato, con Los ratones corren, corren… el pez daba grandes saltos y se retorcía. Lue-
un sombrero de plumas, un traje de raso Detrás de ellos corre el Gato. go quedó todo quieto. Después sintió un ruido
y unas botas nuevecitas de charol. como algo que se rajaba, vio la luz y oyó un
ANÓNIMO grito:
—¡Un soldado de plomo!
Mariquita, María Ella también miraba mucho al soldadito cojo.
Habían pescado el pez, lo habían vendido
¿Le tendría lástima?
y ahora una cocinera lo abría con su cuchillo
—Mariquita María El soldadito de plomo No; no era lástima. Los demás juguetes tam-
para limpiarlo.
¿dónde está el hilo? bién lo notaron. La cocinera cogió al soldadito y lo llevó al
—Madre, las cucarachas De un viejo cucharón de plomo salieron —A la bailarina le gusta el soldadito —de- cuarto de los niños:
se lo han comido. veinticinco soldaditos iguales. cían en voz baja. —¡Miren qué encontré dentro de un pes-
—Niña, tú mientes, Derechitos, con el fusil al hombro, la Y todos se alegraron mucho. Todos, menos cado!
que las cucarachitas chaqueta roja y el pantalón azul, parecían vein- un muñeco feo y envidioso, un antipático pa- —¡El soldadito cojo! ¿Cómo habrá podido
no tienen dientes; ticinco hermanos gemelos. Pero si alguien se yaso de sorpresa. ir hasta el mar y volver?

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