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SEMINARIO:

Sociopolítica de la Educación Superior


Especialización en Docencia Universitaria, Cohorte 2015
FHUC-UNL

TEMA DEL TRABAJO FINAL​:


La investigación científica en Argentina: panorama y desarrollo histórico en el período 1955-1966.

ALUMNOS​:
Enrique Marcelo Albornoz: emalbornoz@sinc.unl.edu.ar (Ingeniero en Informática - Doctor en
ingeniería)
César Martínez: cmartinez@sinc.unl.edu.ar (Bioingeniero - Doctor en ingeniería)

PERTENENCIA INSTITUCIONAL:
Instituto sinc(i) UNL-CONICET - Fac. de Ingeniería y Cs. Hídricas (UNL) - Fac. de Ingeniería (UNER)
INTRODUCCION
En nuestro país, la actividad de investigación científica fue llevada adelante desde 1958 por dos
instituciones -en mayor medida-: el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) y la Universidad. Hacia el año 2009, de acuerdo a datos oficiales de CONICET, el 90% de
sus 192 centros e institutos tenían doble dependencia con el sistema universitario, y el 75% de los
7600 investigadores se desempeñaban, a su vez, como docentes universitarios [CONICET, 2013].

Este crecimiento en las instituciones de nivel superior que impulsan la investigación ha tenido que
soportar a lo largo de su existencia, como todo organismo en nuestro país, diferentes situaciones
coyunturales. En la vida institucional nacional se alternaron períodos de democracia, golpes de
Estado y gobiernos de facto, lo que influyó en la vida científica en particular en sucesivos cambios de
directivas y política de gestión. Estos cambios fueron gestando un devenir que, como veremos, tuvo
sus períodos de prosperidad y crecimiento significativo, otros de austeridad y otros definitivamente
de decadencia.

El resto del trabajo se estructura como se enuncia a continuación. Primeramente se expondrá una
breve reseña que nos sitúa política y socialmente en los años anteriores al período particular que nos
ocupa. Luego se detalla lo que sucedía en este período, en particular, y cómo se desarrollaban las
políticas educativas y de investigación. En esta exposición se hará hincapié en cómo se llega a la
creación y crecimiento de nuestro órgano de investigación más importante, junto a la relación que
sostenía con universidades públicas y privadas. Finalmente, se apuntan algunas ideas de cierre que
hacen breve referencia al desenvolvimiento en años posteriores.

CONTEXTO HISTORICO-SOCIAL
Antes de 1955

Durante la primera mitad del siglo XX, en años previos al período que nos interesa, la región
latinoamericana -en general- estaba bajo los efectos de la crisis que afectó al sistema económico
mundial. El impacto de estos acontecimientos se hizo sentir, de manera inicial, al finalizar la Primera
Guerra Mundial, luego fuertemente acrecentado con los acontecimientos de la Gran Depresión que
afectara a Estados Unidos a partir de 1929, extendiéndose a escala global.

En Argentina, en particular, se impulsaron ideas de expansión interna, donde el Estado tomó un rol
preponderante al abarcar cada vez más el control de las instituciones y sus recursos. El papel rector
cuasi-supremo que tomó el Estado fue facilitado, en parte, por la ausencia de una oposición política
real y de peso que pudiera regular o mediar en el poder creciente que se hacía visible [Macor, 1999].
Esta Argentina “Estado-dependiente” mostraba un equilibrio interno social que, visto desde fuera,
parecía no ser alcanzada por las amenazas económicas que llegaban y se evidenciaban en el exterior.
El modo de actuar intervencionista que se llevó a cabo en el área económica alcanzó también a
mediar en los conflictos inter-sectoriales, donde fueron puestas en práctica políticas de
redistribución entre clases sociales no sólo de intereses económicos, sino también de valores y
poder. El factor de politización en la redistribución para clases medias y populares se sumó al
intervencionismo estatal y terminó conformando el ​populismo​, un movimiento de poder y un modo
de gestión en el cual el Estado interviene en diferentes aspectos de la gestión institucional para
implementar políticas de redistribución de ingresos. Al igual que otros países de la región -populismo
latinoamericano-, este movimiento fue perjudicando la economía general del país dado que se
actuaba de acuerdo a la ilusión popular de que la política populista era sin costos o autosustentable.
En la realidad, para mantener el funcionamiento de este modelo, se fue generando una crisis interna
que impactó negativamente en la balanza interna del país, un déficit fiscal creciente y un
estancamiento en la actividad agrícola que nos había lanzado al mundo décadas antes [Suasnábar,
2004]. El enmascaramiento de los costos de las políticas públicas fue un fenómeno avalado tanto por
los políticos como por la comunidad beneficiada que se desentendía de analizar el proceso de
materialización de los beneficios que recibían o que le habían sido prometidos [Cavarozzi, 1999].

El populismo impulsado por Perón desde 1943 tuvo gran impacto en la modernización de la
asistencia pública, la regulación del mercado laboral y, ya centrados en lo que nos interesa en este
trabajo, en la ampliación a gran escala de las esferas de la educación pública. El diagnóstico que el
gobierno tenía sobre este particular era de un altísimo grado de deserción en el nivel inicial-primario,
resultado de políticas liberales, sumado a la orientación particular de los programas de estudio. Así,
se lleva adelante una reforma educativa que tiene como una de sus transformaciones principales la
aparición de orientaciones curriculares en el ámbito laboral popular, bajo la creación de las escuelas
técnicas​. En el ámbito universitario más en particular, una serie de reformas políticas impulsadas en
este período llevaron a gestar un sistema universitario que por un lado lograba hacer realidad los
reclamos populares de gratuidad asegurada en este nivel de enseñanza e ingreso irrestricto, pero por
otro lado retrocedía respecto a la Reforma de 1918 al implementar una norma en 1947 que da
exclusividad al Poder Ejecutivo para la designación de rectores e incluso de profesores. Se
implementaba así una importante quita de autonomía, que se sumaba a otros condicionamientos,
como el de la obligatoriedad de impartir cursos de formación política acordes a las ideas del
gobierno.

En 1946 existían 6 universidades nacionales en nuestro país: la Universidad Nacional de Córdoba, la


Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad Nacional del Litoral,
la Universidad Nacional de Tucumán y la Universidad Nacional de Cuyo. Sobre ellas actuaron las
legislaciones posteriores a la Reforma del ‘18, principalmente mediante legislaciones del año 1947 y
1954, que iban en contra de diversas cuestiones tales como el perfil liberal de la oferta educativa y la
democracia institucional, quedando intervenidas a partir de un decreto de 1946 [Pronko, 2000]. En
1948, por su parte, fue creada la Universidad Obrera Nacional -actualmente Universidad Tecnológica
Nacional- la cual no fue reglamentada y puesta en funcionamiento sino hasta 1952, en una
concreción de políticas de Perón para institucionalizar a diferentes niveles la educación técnica, de
oficios y profesiones [Ocampo, 2013].

La “investigación científica” que llevó adelante Perón durante sus primeros años trató de apuntalar la
idea “técnica-industrial” que se desarrollaba en el plano educativo. Es así que la actividad científica
estuvo subordinada a mejorar procesos, herramientas y técnicas para la industria en sectores
considerados “estratégicos”, de cara a otro posible enfrentamiento armado mundial. A partir de
1950 el gobierno pone en práctica un plan político-económico nacional que impulsó el desarrollo en
materia nuclear, marina, aeronáutica, medicina, agronomía, entre otros. Se crearon organismos e
instituciones estatales dedicadas a la ciencia y técnica exclusivamente, tales como la Comisión
Nacional de Energía Atómica (CNEA), el Instituto Antártico Argentino y el organismo que sería
precursor del actual CONICET: la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas [de Mendoza, 2006].
A modo de corolario, como menciona Nun, los problemas del desarrollo científico y tecnológico no
eran una preocupación importante y no tomaron relevancia, aunque sí lo eran los títulos
profesionales para los hijos de los obreros [Nun, 1995].

De manera paralela, el sector científico también fue objeto de esfuerzos de los reformistas de
fortalecer la actividad en otras áreas de conocimiento, tratando de equilibrar el desbalance que
reinaba a causa del modelo profesionalista de educación superior. Entre las medidas adoptadas en
este sentido se cuentan la creación de distintos institutos de investigación, el museo y observatorio
astronómico en La Plata, centros de estudio en arte e investigaciones históricas, derecho, filosofía y
otros en las sedes de Buenos Aires, Cuyo, etc. Asimismo, en la elección de la plantilla de profesores y
catedráticos, se comenzó a tener más en cuenta los antecedentes científicos para su nombramiento
[Buchbinder, 2005].

Período 1955-1966

El contexto macroeconómico de comienzos de este período, potenciaba la importación de tecnología


y desde 1958 a través de subsidiarias de empresas transnacionales [Nun, 1995]. La crisis cada vez
más evidente que trajo el populismo dio lugar al surgimiento de una nueva forma de pensar y actuar
tanto política como económicamente, a partir de los años ‘50: el ​desarrollismo​. La actuación se dio
principalmente en dos frentes: el diseño y puesta en práctica de políticas de estabilización a nivel
macroeconómico, que tuvieron mayor coherencia y regularidad que lo realizado previamente; y el
importante desarrollo económico del modelo [Cavarozzi, 1999]. Este último punto fue el que guió a
este proceso, donde la sustitución de importaciones fue ampliamente apoyada a través de la
promoción, instalación y puesta en marcha de industrias productoras de bienes de distinto tipo.

Las ideas desarrollistas impulsaron una elite de economistas que priorizaron la estabilidad
macro-económica en aras de favorecer la confianza y las inversiones del resto del mundo,
focalizando las acciones en detener la inflación y los subsidios excesivos del populismo previo. Esta
“elite” consideraba que la participación política y la inclusión de actores sociales generaban trabas al
desarrollo, y les proponía que habría una redistribución de los beneficios (frutos del desarrollo) una
vez logrados los objetivos. Estas políticas afectaban directamente a los asalariados y sectores sociales
más precarios, lo que conllevaba a manifestaciones, huelgas, paros, protestas que amenazaban la
estabilidad del gobierno [Cavarozzi, 1999]. En este contexto de desorden político-cultural, los
militares se preparaban para intervenir la democracia y restablecer el orden, favorecidos por las
clases capitalistas nacionales y extranjeras. Pero retomemos un tiempo previo, durante el transcurso
de los años ‘60 la Argentina materializaba altas tasas de crecimiento en el PBI nacional y el PBI
industrial, incrementándose la productividad y de las manufacturas en las exportaciones, se
encaminaba el autoabastecimiento petrolero y de una expansión de las exportaciones agropecuarias
e industriales. Si bien las políticas industriales y el cambio técnico no tenían un espacio prioritario en
la agenda pública, se iniciaba un proceso de exportación de tecnología y de servicios de ingeniería de
origen local, y comenzaban a desarrollarse la electrónica, la farmoquímica y la producción de
máquinas herramientas [Nun, 1995].

EVOLUCIÓN DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA


Hasta principios del siglo XX no es posible decir que la investigación científica era relevante en
Argentina, luego aparecen algunas iniciativas y grupos en las universidades más importantes como
ser el museo y observatorio astronómico de La Plata y el instituto de Fisiología (Houssay) de la UBA.
Sin embargo, todo este impulso tenía una barrera importante en los intereses profesionalistas
hegemónicos de las Universidades, impulsado por las corporaciones profesionales [Buchinder, 2005].
Mientras que, en lo que respecta a espacios extrauniversitarios, en la década del ‘30 el Estado
nacional crea instituciones como museos de ciencias naturales, observatorios y laboratorios
[Bekerman, 2016]. La reforma universitaria del ‘18 deja la fuerza para adaptar el sistema a las
demandas innovadoras de la sociedad, mientras que el Estado y las corporaciones profesionales se
ven muy involucradas en el sistema universitario y priorizan dar respuestas a las demandas de la
sociedad, con lo que la Universidad reafirma un rasgo “profesionalista” (de orientación napoleónica).
Si bien también sobrevive la universidad “científica” de Humboldt, revalorizada y marcando un hito
cuando designan a Houssay como titular considerando su lado científico, a partir de ésto se
promueve la generación de una comunidad científica muy valiosa, pero nunca se terminan de
conciliar ambas corrientes [Albornoz, 1993].
Previo a la asunción de Perón y durante su mandato, las Universidades son intervenidas en aras de
asegurar la “neutralidad política” desarticulando los procesos políticos dentro de éstas. Esto fue
implementado mediante cesanteos, jubilaciones anticipadas, despidos y presiones para renunciar
(entre éstos Houssay y Garrahan), con lo que grupos e institutos de investigación completos fueron
desmantelados. Las mesas de examen supervisadas y los concursos arreglados fueron denunciados
en esa época, la política invade la Universidad para generar cambios sustanciales en la relación
sistema político-Universidad [Buchbinder, 2005]. En este sentido, en 1947 se concreta la nueva Ley
Universitaria a partir de la cual se pierde la autonomía universitaria, se suprime la participación
estudiantil, y los Rectores/Decanos/Consejos Directivos se designan desde el Poder Ejecutivo. Se crea
también el Consejo Universitario Nacional para regular el funcionamiento tanto científico como
educativo. El propósito era universalizar el acceso a la Universidad y a la clase dirigente (ejercida por
una oligarquía política), a través del acceso irrestricto y gratuito a la Universidad, mientras se ponían
la ciencia y la técnica al servicio del pueblo. En el contexto de la segunda posguerra, el mundo
comprende al sistema científico como fundamental para transformar las sociedades a través del
Estado, quien definiría la construcción y planificación de la ciencia. En este sentido, un primer paso
del Estado es establecer el Ministerio de Asuntos Técnicos en 1947 y se realizan acciones tendientes
a darle peso a la investigación científica y coordinar labores entre las Universidades y los organismos
del Estado. Entonces se crea el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Publicaciones, la
Junta de Investigaciones Científicas y Experimentales, la Dirección Nacional de Investigaciones
Técnicas y el CONICYT (Decreto 9695 / 1951). Este último era el encargado de nuclear y organizar los
organismos precedentes creados por el mismo gobierno, y su implementación estaba establecida en
el primer Plan Quinquenal. Su objetivo era formar científicos y técnicos para colaborar con el
desarrollo argentino en todas las áreas (Art. 375​ de la Constitución Nacional de 1949)1. Las áreas más
incentivadas fueron las de energía atómica y física nuclear. Los resultados de todos estos esfuerzos
resultan modestos, no parecen compensar las situaciones de desarticulación, cancelación y expulsión
de científicos que se venían llevando adelante [Buchbinder, 2005] y que ya mencionamos
previamente.
Durante los años 50s, aquéllos que no podían acceder a los claustros universitarios, no podían
desarrollar actividades académicas y científicas en el Estado y no se habían exiliado, encuentran un

1
​Convención Nacional Constituyente del 11 de marzo de 1949. «Constitución 1949». Archivado desde el
original el 16 de abril de 2016.
lugar de sociabilización y trabajo en instituciones privadas, establecimientos de segunda enseñanza y
editoriales [Buchbinder, 2005]. Organismos ajenos a las Universidades, fundaciones y "benefactores"
acogían a los investigadores excluidos del sistema (Houssay, Taquini, Leloir, entre otros). Llegaron
incluso a propiciar la creación de la Universidad "privada" libres e independientes de la tutela del
Estado, intentos que fracasaron debido a la falta de financiamiento sostenido y la oposición oficial. La
Iglesia impulsó a estos grupos, sobre todo luego de que se acentuaron los conflictos con el Estado a
partir de la derogación de la enseñanza religiosa obligatoria. Ya se había gestado una coalición
académica opositora fuera de la Universidad preparada para participar del proceso de ocupación que
vendría con el golpe de 1955.
En 1955 se intervienen las Universidades y se reemplazan todas sus autoridades con los opositores al
peronismo, se comienza un período de “desperonización” que si bien se llevó adelante bajo la
bandera de la autonomía2, se realizaron con un alto grado de discrecionalidad a la hora de cesantear
a las personas vinculadas al “régimen depuesto” y cualquier recurso de amparo fue desestimado por
el gobierno de facto [Buchbinder, 2005]. Similarmente a lo ocurrido en el ‘46, los criterios políticos
imperaron entonces, se valoraba la “conducta” de los docentes a la hora de evaluarlos en los
concursos y esto remitía a su relación con el antiguo régimen. Desde entonces la Universidad
comienza a profesionalizar la investigación en el marco de una “modernización académica” creando
dedicaciones exclusivas para docentes-investigadores, creación de departamentos que organizan la
docencia y la investigación, creación de la extensión universitaria y editoriales universitarias
[Bekerman, 2016]. Es importante recordar que antes del ‘55, la investigación básica y aplicada no
estaba explicitada en la ley universitaria vigente, por lo que las universidades eran principalmente
espacios de formación de expertos técnicos orientados a modernizar las fábricas, como fuera
mencionado previamente. El proyecto universitario coincide con las políticas gubernamentales
donde se reconocía que el desarrollo de la ciencia era fundamental para el progreso y la
independencia económica del país, lo que iba en consonancia con lo que sucedía internacionalmente
[Buchbinder, 2005]. Entonces se da una reestructuración institucional de las actividades de ciencia y
tecnología en los organismos del estado (CNEA, CITEFA, INTI, CNIE y otras, dedicadas principalmente
a actividades militares y económicas), siguiendo las recomendaciones de organismos internacionales
(entre ellos la UNESCO) y la utiliza el gobierno militar de la “Revolución Libertadora” para centralizar
su planificación y coordinación [Bekerman, 2016]. En este contexto, la investigación pasa a tener un
lugar central en la agenda de los gobiernos y se produce un aumento notable de recursos destinado
al desarrollo de la ciencia y la tecnología, y en 1958 se crea el CONICET como el primer organismo
dedicado exclusivamente a la ciencia y tecnología y con presupuesto propio. Menciona Nun que tenía
que ver con una reivindicación de la clase científica respecto a su colaboración con el “desarrollo” del

2
Que logran tiempo después con la Ley Avellaneda, luego reemplazada por el decreto 6403.
país y a una idea ​modernizadora​, más que a una demanda del sector productivo, demanda que
tampoco se manifestaría después [Nun, 1995]. El CONICET apoyó las políticas universitarias que
fomentaban la investigación a través de becas, subsidios, equipamientos y la conformación de grupos
de investigación [Buchbinder, 2005]. Es en 1961, con la creación de la carrera de Investigador
Científico y luego en 1965 con la creación de la carrera de Personal de Apoyo, que se fortalecen los
vínculos entre ambas instituciones ya que los empleados de CONICET podían realizar sus actividades
en ámbitos institucionales reconocidos en la especialidad que desarrollaban. Se podría decir que este
marco, generado desde las instituciones del Estado y desde las Universidades, define a la
investigación científica como una profesión. El Estado a través de fondos públicos llevó adelante la
modernización de bibliotecas, la creación de nuevas carreras, institutos de investigación y
renovaciones edilicias. Este contexto favoreció la formación de investigadores de tiempo completo, y
se organizan y definen criterios de asignación de recursos y políticas científicas en el marco del
desarrollismo de la época. Lamentablemente, este proceso estuvo muy focalizado en Buenos Aires y
en el interior del país el impacto no fue tal. En paralelo, se gestaron tensiones de diferentes orígenes,
a partir de corrientes “tradicionalistas” y argumentos contrarios a los ideales “cientificistas” de
Houssay. Los conflictos abarcaban desde temas relacionados a la orientación curricular, pedagógica y
científica hasta el rol de las Universidades y la cuestión política. Se cuestionó a la ciencia porque
consideraban que debía tener en cuenta la función social sobre la cual la investigación básica sea
conceptualizada. A esta controversia se sumaron otras sobre el uso de recursos económicos
extranjeros y la penetración imperialista [Sarlo, 2001]. Si bien con el golpe del ‘66 se puede
puntualizar el fin de este período, es cierto que ya venía gestándose una escalada de conflictos desde
comienzos de los años ’60. Las áreas temáticas más impulsadas en estos años fueron, entre otras:
biología y salud (fisiología, biología molecular, medicina, etc.), veterinaria, agronomía, ingeniería y
energía atómica. En particular, esta última área fue la primera que produjo transferencia de
resultados de investigación al sector productivo, cumpliendo en parte con la demanda de “rol social”
que se le reclamaba a la ciencia desde el pensamiento de que lo invertido en la creación de
conocimiento volviera a la sociedad que lo hizo posible [Cabrera Fischer, 2009]. Esta “etapa dorada”,
de la renovación universitaria más importante de la historia y de la profesionalización de la ciencia,
concluye con el golpe militar del ‘66 liderado por Onganía. Desaparecen de la agenda pública los
problemas de la ciencia y de la tecnología, y no sólo eso si no que las universidades e instituciones
estatales especializadas y sus docentes e investigadores fueron víctimas de un feroz hostigamiento
con lo que se desarticuló equipos laboriosamente formados [Nun, 1995].
COMENTARIOS FINALES
En el período histórico analizado, la actividad científica tuvo un nivel muy alto de prosperidad y el
país alcanzó un notable desarrollo científico, logrando prestigio internacional. Este período fue luego
sucedido por uno de los más negativos para el sistema de I+D, donde se desmantelaron laboratorios,
se produjeron renuncias en masa de investigadores, disgregación de grupos consolidados y otros
retrocesos vinculados con el contexto político del país a mediados de los '60 [Buchbinder, 2005].

Retomando conceptos de Bourdieu, podría ser posible definir el campo de la investigación y el


desarrollo científico, además se podrían encontrar(nombrar) los agentes más importantes y
comprometidos con las discusiones respecto del desarrollo del campo en sí para un espacio-tiempo
determinado. Es decir, aquellas personas del ámbito científico-universitario que han estado
comprometidas en las luchas internas acerca de las formas y las direcciones en las que debe ir la
labor del sistema científico para obtener ese capital simbólico que finalmente es la ciencia en sí
misma. Sin embargo, vemos que este campo dista de ser lo que define Bourdieu un “campo ideal”, ya
que no ha podido autorrealizarse porque se ve atravesado por influencias externas de otros campos
entre los cuales podemos citar: el poder político, el de la macroeconomía, el de la Iglesia, entre otros.
Hemos visto que ésto trae aparejado un problema importante y es que hace difícil definir los límites
del campo y de las mismas luchas que se llevan ahí dentro, ya que los agentes ven
circunstancialmente limitadas su libertad e independencia (a veces autolimitadas) debido a leyes,
normas, cambios de rumbo político, desfinanciamiento, reemplazo de personal directivo, etc. Desde
el ‘46, las discusiones en casi todos los ámbitos estuvieron atravesadas por posturas políticas a favor
del peronismo o en contra, más allá de las verdaderas luchas que debían darse dentro de cada campo
en particular. Lamentablemente, en 2020 aún seguimos padeciendo este tipo de posiciones
político-partidarias en desmedro del desarrollo de los capitales simbólicos.

BIBLIOGRAFIA
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