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L A H I I DAC I Ó N D E L ARTE

EN UN MUNDO POLICÉNTRICO
NÉSTOR GARCÍA CANCLINI1

320 La hibridación de objetos, de creencias y de prácticas es antigua y se encuentra 321

en todos los continentes, como lo evidencia esta muestra centrada en fusiones


interculturales o de tendencias estéticas referidas al cuerpo. ¿Por qué su es-
tudio sistemático se realiza desde hace pocas décadas? El término hibridación
nació en la biología, pero su apropiación en las ciencias sociales y las huma-
nidades comenzó en los años setenta del siglo pasado, y los primeros libros
que sistematizan el tema —estoy pensando en el de Homi K. Bhabha, el de
Penelope Harvey y en mi Culturas híbridas—2 aparecieron en los años noventa.
De modo general, se sistematizó la noción de hibridación para designar el cre-
cimiento de procesos socioculturales en los que estructuras y prácticas dis-
cretas, que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas
estructuras, procesos y prácticas.
La hibridación puede engendrar fusiones casi completas, como ocurre
entre la música culta y la popular, en las Danzas húngaras de Brahms o en los
cuadros de Picasso que entremezclan la iconografía cubista y la africana, o pue-
de producir fusiones restringidas, como hacen los migrantes de un país a otro;
por ejemplo, los mexicanos que van a Estados Unidos y no se desprenden de su
cultura de origen sino que adoptan la lengua, los hábitos laborales y de consu-
mo estadounidenses manteniendo en paralelo el uso del español, de alimentos
y redes familiares propios de México en su casa y en la vida barrial.
Las migraciones están asociadas a las referencias más lejanas a lo híbri-
do, como ocurrió con Plinio el Viejo cuando aludió a los extranjeros que llegaban
a Roma en su época. También historiadores y antropólogos mostraron el papel
clave de este término, a veces nombrándolo como mestizaje, en el Mediterráneo
desde los tiempos clásicos de Grecia3 o a fin de identificar lo ocurrido desde que

1
Profesor Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e Investigador Emérito del Sistema Nacional de
Investigadores de México.
2
Homi K. Bhabha, The location of culture, Londres y Nueva York, Routledge, 1994; Penelope Harvey, Hybrids of Modernity.
Anthropology, the Nation State And The Universal Exhibition, Estados Unidos, Routledge, 1996; y Néstor García Canclini,
Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1989 (reedición ampliada en 2001).
3
François Laplantine y Alexis Nouss, Le métissage, París, Dominos, 1997.
Europa se expandió hacia América.4 Mijaíl Bajtín lo usó para caracterizar la coe- La geopolítica internacional, nutrida unos años por las sobrevendidas
xistencia, desde el inicio de la modernidad, de lenguajes cultos y populares. ventajas de la globalización, se va convirtiendo en una interdependencia de mie-
dos. Los otros con los que aspiramos a incrementar el comercio, el turismo y los
Los enemigos de la hibridación intercambios académicos, de los que tomamos músicas y recursos médicos para
Si estos estudios se multiplicaron en la década final del siglo xx, es presumible ampliar nuestro horizonte cultural, se van volviendo referentes amenazantes.
que, entre otras razones, se haya debido a la intensificación global de las rela- No se detienen la expansión de los saberes, los recursos curativos y las melodías
ciones interculturales y a los conflictos que generan. Es lo que percibimos orientales o africanas en Occidente, ni las alianzas tecnológicas entre empre-
cuando se indaga la hibridación en procesos interétnicos y de descolonización sas europeas y estadounidenses con chinas, indias y japonesas. Pero los inter-
(Bhabha), globalizadores (Hannerz),5 viajes y cruces de fronteras (Clifford),6 cambios están cargados por sospechas. Junto con la interdependencia crecen
fusiones artísticas, literarias y comunicacionales (De la Campa, Martín Barbero, los nacionalismos, los etnicismos y los intentos separatistas de regiones.
Papastergiadis, Webner).7 No faltan estudios sobre cómo se hibridan gastro- Cuando tantos fracasos de la interculturalidad hacen dudar de las pro-
nomías de distintos orígenes en la comida de un país (Archetti),8 ni de la aso- mesas de la hibridación, el uso de este término se expande gracias a las in-
ciación de instituciones públicas y corporaciones privadas, de la museografía novaciones científicas y tecnológicas. Los fabricantes de coches híbridos,
occidental y las tradiciones periféricas en las exposiciones universales. En mi que combinan un motor de gasolina, otro hidráulico y una bomba de aire com-
propio trabajo sobre las estrategias para entrar y salir de la modernidad,9 esta 322 primido, confían en reducir a la mitad el consumo de las fuentes de energía 323

noción se volvió dominante a medida que procuraba comprender la coexisten- contaminantes. Algunas corrientes de la genética discuten sobre los límites de
cia de lo tradicional y lo moderno: los usos contemporáneos del patrimonio, los trasplantes, clonaciones y otras experiencias más vertiginosas, porque im-
las puestas en escena de lo popular en los museos y los medios, y los modos plican mutaciones de los cuerpos, de las civilizaciones y de su convivencia.
polémicos de coleccionar, participar y organizar el poder simbólico. ¿Cómo será la coexistencia de la racionalidad tecnosocial con los con-
La novedad de nuestros días no es sólo que el uso del término hibridación flictos interculturales indigeribles, de las bases de datos y los algoritmos con
siga expandiéndose, sino que esos procesos tengan cada vez más enemigos. En las interacciones presenciales de los radicalmente diferentes? Pregunta la
las campañas electorales de Estados Unidos, de varios países o regiones euro- investigadora Anita Williams Woolley: la tecnología aumenta nuestra capa-
peas, ganan quienes, al prometer expulsar a extranjeros, llevan la xenofobia, el cidad de relacionarnos con otros muy diversos, pero ¿queremos hacerlo?10
rechazo a lo diferente y a las mezclas, al centro de la escena política. En Europa Algunos estudios muestran que los equipos multiculturales dentro de una
fracasan los programas de adopción de refugiados y se están tomando decisio- empresa construyen inteligencia colectiva más productiva, más sensible res-
nes radicales que van disolviendo el espacio Schengen, la casa donde se había pecto de los errores, que los grupos donde no hay divergencia de hábitos
avanzado —más que en cualquier otra zona de integración económica— para y formas de pensar, pero las lentas y frustrantes negociaciones en los orga-
tener ciudadanía compartida. En el Cercano Oriente las relaciones intercultura- nismos internacionales dedicados a la paz, los derechos humanos y a regular
les ya no son insostenibles sólo entre árabes, palestinos y judíos, sino entre dis- el comercio mundial hacen dudar de la escala a la que puede extenderse la
tintos países árabes, entre suníes y chiitas, entre turcos y kurdos. Varios políticos colaboración colectiva.11
y amplios sectores sociales de América latina declaran que los problemas de
Argentina o Chile no se resolverán mientras los trabajos sean arrebatados por Desacuerdos sobre lo que sucede cuando nos fusionamos
bolivianos, peruanos u otros vecinos; en México creció en los años recientes el Aclaremos que las teorías de la hibridación no designan un punto de llegada.
rechazo a centroamericanos y los ataques violentos a pobladores de esos países Ofrecen una noción descriptiva que debe especificarse articulándola, en pro-
que quieren atravesar el territorio mexicano para vivir en los Estados Unidos. cesos históricos específicos, con lo que no se sintetiza, y requiere por eso in-
teractuar con otros organizadores conceptuales, por ejemplo, las nociones de
4
Carmen Bernand, “Altérités et métissages hispano–américains”, en Christian Descamps (dir.), Amériques latines: une altérité, contradicción y desigualdad.
París, Éditions du Centre Pompidou, 1993; y Serge Gruzinski, La pensé métisse, París, Fayard, 1999. a) Son tan diversos los procesos a los que se ha aplicado el concepto de
5
Ulf Hannerz, Transnational connections, Londres, Routledge, 1996.
6
Clifford James, Itinerarios transculturales, Barcelona, Gedisa, 1999. hibridación —desde la evangelización cristiana fuera de Europa hasta las fu-
7
Román de la Campa, “Transculturación y posmodernidad: ¿destinos de la producción cultural latinoamericana?”, en
Memorias: Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana, La Paz, Plural/Facultad de Humanidades y Ciencias de la
siones de géneros musicales, desde las mezclas de español e inglés que dieron
Educación/umsa, 1995; Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones, México, Gili, 1987; Nikos Papastergiadis, el spanglish hasta la convergencia tecnológica que hace confluir mensajes de
“Tracing Hibridity in Theory”, en Pnina Webner y Tariq Modood, Debating cultural hibridity, Nueva Jersey, Zed Books,
1997, pp. 257ss; y Pnina Webner y Tariq Modood, Debating cultural hibridity, Nueva Jersey, Zed Books, 1997.
8
Eduardo P. Archetti, “Hibridación, pertenencia y localidad en la construcción de una cocina nacional”, en Carlos
Altamirano (ed.), La argentina en el siglo xx, Argentina, Ariel/Universidad de Quilmes, 1999, pp. 217–237. 10
Anita Williams Woolley, “Sabiduría en grupo”, El País, 31 de enero de 2016, pp. 2–3.
9
Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, op. cit. 11
Marc Abélès, Des anthropologues à I´OMC, París, CNRS éditions, 2011.
radio, televisión, Facebook y Twitter en nuevos formatos y un solo soporte—, Autor no identificado
Las castas, siglo xviii
que el uso de esta palabra puede parecer obvio o poco riguroso. fig. 81
Por otra parte, recordemos que hasta hace veinte años se nos cuestio-
nó a quienes hablábamos de hibridación sosteniendo que el origen biológico,
donde estaría asociado al concepto de esterilidad (el ejemplo era la mula),
inhabilitaba esa palabra para referirse a procesos sociales. En ese primer deba-
te sobre la transferencia del término de una disciplina a otras hubo que aclarar
que, desde que Mendel mostró en 1870 el enriquecimiento producido por cru-
ces genéticos, en la botánica abundan las hibridaciones para aprovechar ca-
racterísticas de células de plantas diferentes a fin de mejorar su crecimiento,
resistencia, calidad y su valor económico y nutritivo. La hibridación de café,
flores, cereales y otros productos hacen crecer la variedad genética de las es-
pecies y su supervivencia ante cambios de hábitat o climáticos.
También fue necesario profundizar la discusión epistemológica a fin de
no quedar atrapados en la dinámica biológica de la cual se tomó el concepto. Las 324 325

ciencias sociales han importado muchas nociones de otras disciplinas sin que
las invaliden las condiciones de uso en la ciencia de origen. Conceptos biológicos
como el de reproducción fueron reelaborados para hablar de reproducción social,
económica y cultural. Así se cuida la consistencia teórica y el poder explicativo de
este término, no por una dependencia fatal del uso que le asignó otra ciencia.
La polémica es interesante porque retoma las dudas sobre el uso meta-
fórico de conceptos económicos para examinar procesos simbólicos. Le había
ocurrido a Pierre Bourdieu al ser llevado a aclarar que el uso de términos como
mercados lingüísticos y capital cultural no exige centrarse en la migración de
esos términos de una disciplina a otra, sino en las operaciones epistemológicas
que sitúen su poder explicativo y sus límites en el interior de los discursos cul-
turales: ¿permiten o no entender mejor algo que permanecía inexplicado?
La construcción lingüística y social del concepto de hibridación, como
lo hacen Homi K. Bhabha o Mieke Bal, ha colaborado para salir de los discur-
sos biologicistas y esencialistas de la identidad, la autenticidad y la pureza
cultural. Contribuye a identificar y explicar múltiples alianzas fecundas: por
ejemplo, del imaginario precolombino con el novohispano de los colonizado-
res y luego con el de las industrias culturales. Lo revelan los estudios de Serge
Gruzinski12 sobre las instituciones globales. Los pocos fragmentos escritos de una
historia de las hibridaciones ponen en evidencia la fuerza innovadora de mu-
chas mezclas interculturales.
b) Otra objeción empleada en estos debates sugería que era preferible
seguir usando nociones como mestizaje y sincretismo para no confundir pro-
cesos transculturales de diversa estructura. Respecto de mestizaje hay que
tener presente que esta noción estuvo asociada a un desarrollo temprano de la
antropología en el que se consideraban las etnias como razas, y en el análisis
de sus diferencias pesaba la dimensión biológica, es decir, la producción de

12
Serge Gruzinski, La pensé métisse, op. cit.
fenotipos genéticos y su entrecruzamiento. Sabemos que en el discurso ordi- León Ferrari (1920-2013)
La civilización occidental
nario el color de piel y otros rasgos físicos aún operan para construir ideoló- y cristiana, 1966 | fig. 82
gicamente la subordinación y la discriminación. Sin embargo, en las ciencias
sociales y en el pensamiento político más democrático, el mestizaje se centra
en la dimensión cultural de la combinación de identidades. En la antropolo-
gía, en los estudios culturales y en la elaboración de políticas, la pregunta es
cómo idear maneras de compartir estilos de vida multiculturales, o sea, cómo
vivir en una época de densa y extendida interculturalidad.
En cuanto al sincretismo, fue una noción necesaria para nombrar mez-
clas de creencias heterogéneas ocurridas a partir de la colonización de culturas
africanas, asiáticas y latinoamericanas. Podríamos decir que, así como la reivin-
dicación del mestizaje pudo subvertir, a veces, el etnocentrismo y la pretensión
de pureza étnica o nacional, atender a procesos sincréticos favoreció legiti-
mar posiciones críticas al fundamentalismo, tan frecuente cuando las religio-
nes se enfrentan. El sincretismo sigue teniendo su especificidad como práctica 326 327

religiosa y se complejiza en sociedades modernas, más interactivas con otros


sistemas de creencias: en países como Brasil, Cuba, Haití y Estados Unidos es
frecuente encontrar una afiliación religiosa doble o triple. Por ejemplo, una per-
sona católica que participa en un ritual afroamericano o en una ceremonia new
age. Si consideramos el sincretismo en un sentido más amplio, como la adhe-
sión simultánea a varios sistemas de creencias, no sólo los religiosos, el fenó-
meno crece, por ejemplo entre las personas que recurren a la medicina indígena
o asiática para ciertas dolencias, a la medicina alopática para otras, e incluso se
adhieren a ceremonias católicas y pentecostales. El uso sincrético de estas
prácticas curativas a menudo trasciende la salud y lo religioso: se asocia a la
fusión musical y los sistemas sociales de organización multicultural, como ocu-
rre en la santería cubana, el vudú haitiano y el candomblé brasileño.
Por todas partes hallamos en las artes visuales contemporáneas a crea-
dores que rebasan las combinaciones mestizas, o sea interétnicas, al mezclar
esos repertorios identitarios con iconografía mediática o industrial (los diablos
artesanales de Ocumicho que manejan aviones) o se alejan del sincretismo, en
tanto fusión interreligiosa, para provocar hibridaciones–choque, como La civiliza-
ción occidental y cristiana de León Ferrari —un cristo crucificado sobre un avión
bombardero estadounidense— o sus collages donde asocia los juicios finales de
Giotto, Brueghel y Durero con imágenes de Hitler y dictadores sudamericanos
responsables de esos otros infiernos, los campos de concentración.
La articulación de discursos de orígenes heterogéneos lleva, a veces, a que
las fuentes visuales se diluyan. Diferentes “monstruosidades” se interceptan
hasta componer personajes olvidados de sus figuras y contextos, como el árbol
negro con pájaro que duerme o mira en Dark Mirror (The bad sleep well), de
Carlos Amorales. La incomodidad con los clichés, con lo siniestro, buscada por el
artista, surge de que se pierda lo que se decía en cada relato de donde se toma-
ron elementos. La incertidumbre que envuelve todo —la obra y las matrices que
pretendían fijar certezas— es lo que da a las piezas su bella atracción.
Este entrelazamiento de repertorios religiosos, musicales, lingüísti-
cos y mediáticos vuelve necesario trascender las nociones de sincretismo y
mestizaje. El concepto de hibridación es productivo para abarcar un conjun-
to multidimensional de articulaciones y fusiones nacionales e internaciona-
les, transnacionales.

Un desorden multifocal
Al contrario de la tendencia a la conciliación de contrarios que a veces se atri-
buye a los procesos de hibridación, muchos transgreden las configuraciones
de las que proceden. ¿Cómo diferenciar sus estrategias? Peter Burke13 propuso
una tipología en la que distingue la imitación, la apropiación y reutilización de
elementos de una cultura por parte de la otra; en segundo lugar el préstamo; en
un tercer grupo los procesos de aculturación unidireccional, y finalmente su al-
ternativa: la transculturación bilateral, la acomodación y negociación. Como ob-
328 serva Burke, en los procesos de acomodación y apropiación la interactividad 329

es más creativa, sobre todo cuando necesita elaborar la traducción para repro-
ducir conceptos de una cultura en otras lenguas que carecen de ellos.
Es útil ampliar esta clasificación reconociendo también la potencialidad
subversiva de las hibridaciones. No sólo subvierten las comunidades tradicio-
nales de pertenencia y concilian o tensionan sus repertorios culturales. En la
vasta interdependencia global, en las migraciones y los intercambios multilate-
rales, se producen otros movimientos no reductibles a los esquemas binarios
que suelen oponer lo nuestro versus lo ajeno. Por ejemplo, las formaciones so-
ciales transnacionales, como las comunidades resultantes de desplazamien-
tos migratorios masivos o de la transferencia intercontinental de saberes e
imágenes a través de los medios y las redes.
Los flujos mundiales de bienes y mensajes fomentan que las prácticas
creativas y los hábitos de consumo de países occidentales incluyan en su re-
pertorio objetos y formas estéticas procedentes de África y Asia. A la inversa,
los países asiáticos y africanos ya no interesan sólo a unos pocos misioneros,
antropólogos y aventureros, sino a millones de turistas y comerciantes de la
producción material y simbólica generada en Occidente: videojuegos, armas,
diseño de ropa. La interacción entre continentes desdibuja los perfiles que en
siglos pasados establecían cierta autonomía sociocultural de cada región. Dos
ejemplos: el aumento de contingentes de árabes, chinos y coreanos que pasan
a residir en sociedades occidentales, y el hecho de que los migrantes latinoa-
mericanos no tengan como referencia sólo a Estados Unidos y Europa, sino que
busquen trabajo en naciones árabes y asiáticas.
Este reordenamiento —o quizá nuevo desorden multicentrado— quitó
a Nueva York o a Londres la pretensión de ser capitales del arte mundial. Lejos
del proceso por el cual Nueva York robó a París la idea del arte moderno en los

13
Peter Burke, Hibridismo cultural, España, Akal, 2010.
Carlos Amorales (n. 1970)
The Bad Sleep Well (detalle),
2003 | fig. 83
años cuarenta,14 ahora lo contemporáneo se dispersa y consagra en esos fo- tes de sociedades diferentes que sólo en parte se hibridan y lo hacen en mu-
cos occidentales y en bienales de Estambul, Johannesburgo, Shanghái y en chas direcciones.
algunos museos de todos los continentes. Como estos museos ya poseen Estamos lejos de construir un saber que abarque esta variedad de pro-
colecciones de arte hecho en Occidente, para estudiar a los impresionistas y cesos. Por eso, en el mundo actual, cargado de exclusiones, el problema no es
las vanguardias que les siguieron hay que viajar lejos de los países donde se sólo cómo hibridarnos para convivir, sino atender a lo que queda fuera de las
crearon sus obras. fusiones. Cambian también las escenas donde esta reformulación del problema
¿Sigue teniendo alguna consistencia reivindicar un protagonismo occi- es más evidente. Las metrópolis o ciudades cosmopolitas, los puertos y las fron-
dental en este mundo globalizado? Ya en 2006 percibimos la dificultad cuando teras han sido en la historia típicos casos de intersecciones entre culturas que
se inauguró el Museo de quai Branly en París para reunir las colecciones fran- se mezclan, donde se exasperan las diferencias y reinventan las tradiciones,
cesas de artes africanas, asiáticas, de Oceanía y latinoamericanas con el fin las lenguas, las gastronomías y las artes. En la actualidad, internet intensifica la
de “celebrar la universalidad del género humano”: analicé con detalle en otro coexistencia multicultural e interrelaciona conflictos alejados. En cualquier
lugar15 la imposibilidad de encontrar un nombre que anuncie el contenido de lugar experimentaremos las tensiones interculturales. Cualquier sitio puede
ese museo (se discutieron fórmulas rebuscadas, como “Artes Primeras”, para ser una frontera.
finalmente denominarlo con el lugar de París donde se encuentra). Entre sus Persisten tendencias homogeneizadoras que abarcan estilos de trabajo
limitaciones, destaqué que toda la museografía somete las piezas a una este- 330 y consumo heterogéneos e intentan sintonizarlos dentro de una economía 331

tización uniforme, omite su heterogeneidad de usos y los contextos conflicti- transnacional estandarizada. Pero se relativiza la “americanización” del pla-
vos de las que muchas proceden. neta o el predominio excluyente del inglés cuando se expande el uso de idio-
En noviembre de 2017 se abrió el Louvre de Abu Dabi, cuya ubicación mas como el chino, el español y el árabe junto con las poblaciones que los
“en el punto neurálgico donde se encuentran el mundo occidental y el oriental”, hablan. También observamos movimientos de antiglobalización o desglobali-
según el discurso de Emmanuel Macron al inaugurarlo, fue un reconocimiento zación, que reafirman tradiciones propias admitiendo ciertas apropiaciones
al cambio necesario para poder seguir nombrándolo como museo “universal”. productivas de lo tomado de fuentes externas. Ser ciudadanos globales implica
Sin embargo, como Le Monde sugería al dar la noticia, este desplazamiento re- hacerse cargo de condicionamientos culturales heterogéneos, asumir algu-
veló la exigencia de buscar la universalidad fuera de Europa y la elección de los nos y dejar otros, siguiendo la fórmula de Gayatri Spivak: “aprender a vivir con
Emiratos implicó optar por una versión de universalidad favorable a los enten- instrucciones contradictorias”.17
dimientos occidentales con poderes árabes dispuestos a “luchar contra los gru- La hibridación intercultural no se limita a producir choques o fusiones en-
pos armados yihadistas”.16 tre minorías extranjeras y sociedades dominantes, pues los que llegan de otros
Los estudios antropológicos y geopolíticos, al evidenciar el policentrismo rumbos a veces forman, de algún modo, su propio Estado. O al menos lo imagi-
del mundo contemporáneo y la diversidad de redes transnacionales en que se nan. Pensemos en el lugar creciente de partidos xenófobos en parlamentos euro-
posicionan los sujetos, rebasan el antagonismo clásico entre homogeneización peos, donde fantasean cómo serían Grecia, Francia, Holanda, Reino Unido sin los
y afirmación de las diferencias. Si se ha debilitado la oposición entre una an- árabes o asiáticos que sostienen gran parte de los servicios y la economía de esos
tropología modélica —la inglesa o la estadounidense— y las antropologías na- países. Surgen en Alemania disputas entre musulmanes fundamentalistas y sus
cionales periféricas que la toman como autoridad o la enfrentan, es porque esta hermanos que beben cervezas o gastan su dinero en máquinas de juego: no se
estructura de subordinación a un referente cultural también se diluyó en una han limitado a regañarlos por violar reglas islámicas: crearon brigadas con unifor-
geopolítica cultural descentrada. mes, donde letras grandes anuncian la existencia de la Sharia Police; con cámaras
En contraste con los debates clásicos sobre homogeneidad versus di- filman a los jóvenes “integrados”, suben las imágenes a Youtube, en fin, un siste-
ferencias, la escena contemporánea incita —en vez de optar por una u otra— ma de violencia mediática dentro del sistema germánico, un Estado dentro de
a considerar las zonas de intercambio, los viajes, las comunicaciones, lo que otro, la Yihad en Wuppertal, Berlín, Fráncfort y Leipzig.18 Estas organizaciones con
sucede entre varias culturas. Interesa comprender, para hacer posible una pretensión de ser mini–Estados están planteando un desafío político y cultural
gobernanza global, cómo pueden hallar una base común y convivir practican- al pertrecharse contra la hibridación; a su modo, son también subversoras.
Este breve recorrido por algunos dilemas que hoy ubica la expansión de
las hibridaciones y sus resistencias exige recolocar en un horizonte más vasto
14
Serge Guilbaut, How New York Stole the Idea of Modern Art (trad. Arthur Goldhammer), Illinois, The University of Chicago
Press, 1983.
15
Néstor García Canclini, La sociedad sin relato, México, Katz, 2010.
16
Marc Semo, “À Abou Dhabi, Macron dénonce ‘l’obscurantisme’ et flatte les Emirats arabes unis”, Le Monde, 9 de 17
Gayatri Spivak, An Aesthetic Education in the Era of Globalization, Cambridge, Harvard University Press, 2012.
noviembre de 2017, p. 10. 18
Luis Doncel, “La ‘policía de la sharía’ alarma a Alemania”, El País, 14 de septiembre de 2014.
antiguas preguntas y los modos de contextualizarlas. ¿Sirve aún el concepto Yue Minjun (n. 1962)
Pine Tree, 2007 | fig. 84
de hibridación para organizar el pensamiento y la acción en estos procesos de
interculturalidad más diversificada y compleja? Sí, en la medida en que no pida-
mos a los conceptos fijar un significado estable, sino reconocer la variedad de
situaciones. “Los conceptos son sedes de debate”, escribió Mieke Bal, donde se
toma conciencia de diferencias, mezclas y se plantean tentativas de compren-
sión recíproca. Son “herramientas de la intersubjetividad” para facilitar la con-
versación. “Estar de acuerdo no quiere decir estar de acuerdo en el contenido,
sino estar de acuerdo con las normas básicas del juego: si utilizas un concepto,
lo estarás utilizando de una cierta manera para que tu discrepancia respecto al
contenido tenga sentido.”19
Podríamos decir que la productividad estética expandida de nuestra épo-
ca es, en parte, resultado de las incertidumbres engendradas por las mezclas
realizadas con pocas normas, las aproximaciones inusuales de artes desarro-
lladas hasta hace poco dentro de tradiciones nacionales. Una de las conse- 333

cuencias es que estas tradiciones abiertas pueden formularse preguntas que


nunca se habían hecho.
Un ejemplo. ¿En qué piensan los chinos cuando miran la Mona Lisa?20 es el
título del libro en el que Christine Cayol, filósofa francesa residente en China, y
Wu Hongmiao, profesor de francés en la Universidad de Wuhan, conversan
sus extrañezas ante lo que las culturas europeas hicieron para representarse
e imaginarse. Hablan un poco de obras híbridas, pero sobre todo de los cru-
ces de las miradas interculturales. Sólo en la confrontación con los otros se
vuelve dudoso lo que parecía estar definido. ¿Por qué los artistas occidenta-
les han pintado historias cristianas en vez de paisajes? ¿A qué se debe que haya
tantas cruces en los museos, o autorretratos en las obras de muchísimos ar-
tistas? ¿Son los sacrificios de individuos y la autoafirmación del autor–creador,
a la vez, fundamentos de la cultura?
Las distintas concepciones del cuerpo y sus transformaciones existen-
tes en la pintura occidental y en la china no sólo se manifiestan en los diferentes
lugares que una y otra cultura dan al autorretrato, sino en los modos de mirar
el mundo y de ubicarse entre lo que nos mira. Dice Wu Hongmiao:

¡Nuestra pintura no nos mira! Diría más bien que nos engloba y que ahí reside
su belleza. Además, la postura física del pintor chino no tiene nada que ver con
aquella que ha impuesto durante siglos, en Occidente, la pintura de caballete.
Nosotros nos inclinamos ante el papel o el rollo y de algún modo nos sumergi-
mos dentro por el gesto, mientras que ustedes se mantienen frente a la tela;
ustedes la observan, pueden retroceder y luego volver, modificarla, analizarla.21

19
Mieke Bal, “Conceptos viajeros en las humanidades”, en Estudios visuales: ensayo, teoría y crítica de la cultura visual y el
arte contemporáneo, Murcia, Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contempráneo/Fundación
Cajamurcia, núm. 3, diciembre, 2005, pp. 28.
20
Christine Cayol y Hongmiao Wu, À quoi pensent les chinois en regardant Mona Lisa?, París, Tallandier, 2012.
21
Ibid., p. 160.
En ambas culturas artísticas hallamos comportamientos que se asemejan al años, y los que ocurren en nuevos soportes tecnológicos, durante viajes en los
de la otra, y los propios autores evocan el gesto de Jackson Pollock lanzándose medios de transporte, en la calle, mientras se espera en consultorios y oficinas?
sobre la tela o, en China, ciertos modos de autorretratarse aproximados a los Con el fin de captar comportamientos ordinarios en diferentes situa-
occidentales. También marcan las diferencias que perturban, como la mirada ciones de lectura, estudiamos la interacción de las bibliotecas con los usuarios
esquiva de la Mona Lisa que vuelve difícil saber quién es, qué quiere, por qué nos y también los nuevos mediadores como los libro–clubes, los grupos de lectura y
mira, al punto que Hongmiao la compara con la tumba al soldado desconocido: los booktubers. Quisimos entender cómo llegan a la lectura personas que raras
¿cómo puede representar a un pueblo y ser héroe nacional alguien sin rostro, veces visitan bibliotecas o que no tuvieron larga educación escolar: habitan-
sin familia, sin nombre, sin historia? tes de la calle, madres que integran grupos para leer y comentar telenovelas,
Las aproximaciones actuales pueden llevar a entrelazar, incorporar, hi- visitantes de ferias del libro.
bridar y, asimismo, a repensar “lo propio”, y confrontarlo con modos diversos Si bien muchos lectores comparten la visión antagónica entre los libros
de ser miembro de la sociedad, artista, espectador, intérprete. Vivimos una y las tecnologías audiovisuales, hallamos en las prácticas de los sujetos que
expansión de las hibridaciones y, como parte del mismo proceso, un registro la convergencia tecnológica entre instrumentos facilita ser en el mismo día
más complejo de la diversidad humana. lectores, espectadores e internautas. Así como muchos contenidos circulan
de periódicos a la televisión, a revistas y sitios de internet, es habitual que los
Lectura y espectadores insumisos 334 lectores usemos complementariamente esos soportes y formatos. 335

Los desafíos actuales se amplían si regresamos a las dos modalidades que con- Tales estilos de informarse, conectarse con otros y articular lo que se
frontábamos al principio: la coexistencia de la hibridación presencial, intensifica- va sabiendo engendran prácticas de escritura y visualidad novedosas. La dis-
da por la interculturalidad global, y la que nos propone una reorganización de la continuidad, el cortar y pegar, el uso de trozos y residuos para emplearlos con
interactividad social basada en dispositivos tecnológicos. Surgen nuevos circui- fines distintos del que tenían en sus textos de procedencia, que fueron bús-
tos y escenas de hibridación. Si advertimos cuántos procedimientos de fusión quedas experimentales de minorías en la literatura y el arte modernos (de
intercultural son provocados por la coexistencia de sistemas simbólicos digita- Mallarmé y Joyce a Cortázar, desde Duchamp y el cubismo a las vanguardias
les y predigitales, se amplía el campo de lo híbrido con materiales novedosos. de la segunda mitad del siglo xx), ahora se generalizan. Están disponibles para
En los últimos cinco años he trabajado sobre estos procesos intercultu- los escritores profesionales, los periodistas y cualquier lector curioso de mate-
rales y sobre las dificultades para hibridar las diferencias no sólo entre distin- riales heteróclitos. Ya Lévi–Strauss lo había registrado en el bricoleur del pen-
tas sociedades, sino dentro de la misma. Una investigación se ocupó de los samiento salvaje, pero las lecturas cruzadas que facilita internet, la edición de
jóvenes creativos y su radical alteridad respecto de las generaciones anteriores.22 los propios escritos y el entrecruzamiento de lenguajes en las pantallas esti-
Quiero referirme brevemente a algunos aspectos del estudio que realizamos mulan “formas insumisas de lectura”. Muchos jóvenes estudiantes, sin pro-
luego con un equipo de investigación en la Ciudad de México acerca de las dis- ponerse realizar obras con valor estético, pueden suscribir esta frase de un
continuidades socioculturales que existen entre la lectura en papel y la lectura artista entrevistado: “Para mí es natural pasar del dibujo a hacer anotaciones.
en pantallas. Para mí es lo mismo: pensar, escribir, dibujar”.
Los discursos predominantes sobre la lectura —de editores, libreros y La expresión “lector insumiso” fue acuñada por Vivian Abenshushan y
campañas de promoción de la lectura— atribuyen a los dispositivos audiovi- retomada por dos investigadoras de nuestro equipo, Verónica Gerber y Carla
suales, sobre todo a la televisión, y a los digitales (computadoras, celulares, iPads) Pinochet, para registrar las prácticas lectoras híbridas de escritores y artistas
el subvertir el orden letrado. La mayoría de las encuestas a lectores contribu- visuales. Algunos creadores tienden a pensar que estas herramientas hetero-
yen a pensar de este modo porque indagan sólo cuánto se lee en papel (diarios, doxas son incorporadas de forma propia una vez que se tiene dominio sobre
revistas, comics) y muy pocas exploran cómo se combinan la lectura en papel las competencias lectoras más convencionales. “Tal vez hago esto ahora —
y en pantallas. nos comenta un escritor y editor independiente, a propósito de estas formas
Sabemos que muchos leen diariamente, a veces en papel pero también ‘salvajes’—, pero también hago una lectura canónica. No me quedo en la rami-
en sus computadoras, tabletas y celulares: correos electrónicos, mensajes de ficación o en el rizoma. De repente sí me clavo: hace poco, para escribir un libro,
texto, chateos. ¿Cómo diferenciar y valorar los diversos modos de lectura y tenía que leer las memorias de Casanova y no lo escaneé, lo leí”. Lo distintivo de
escritura, los que siguen las reglas escolares y se realizan como hace cuarenta estos artistas y escritores, entonces, no es sólo un uso de formas no lineales
de la lectura, sino la capacidad de elegir dentro de un nutrido corpus de posi-
bilidades lectoras y combinarlas o hibridarlas. “Puedo hacer lectura simultá-
Néstor García Canclini, Francisco Cruces y Maritza Urteaga (coords.), Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales, Madrid,
22

Ariel/uam/Fundación Telefónica, 2012. nea, interrumpida, y también una lectura larga, extendida y sin interrupciones.
Es decir, la mezcla de tipos de lectura es lo que caracteriza mi ser lector”, ex- Marcel Duchamp
(1887-1968) | Monte Carlo
plica un poeta y editor. Muchos de nuestros entrevistados, notoriamente aque- Bond (no. 12), 1924
llos que enfrentan la formación lectora de sus hijos, acentúan la necesidad de fig. 85

adquirir también las competencias tradicionales para un desenvolvimiento


exitoso en el mundo de las letras.
Hallamos que estos comportamientos distintos al leer y la capacidad de
integrarlos no son exclusivos de los expertos en textos o en accesos complejos
a bienes culturales. También son multimediales las señoras que se reúnen en
grupos de lectura, los alumnos universitarios y de niveles escolares más bajos,
los visitantes de museos que desobedecen el itinerario programado, los espec-
tadores de cine que complementan su disfrute de la película con lecturas, o a la
inversa. Por lo general, lo hacen sin jerarquizar la lectura en papel, el espectáculo
audiovisual o su registro digital.
Cuenta una estudiante: “Encontré el libro de Mario Puzo El padrino, y como
no he visto las películas, me puse a leerlo. Publiqué en Facebook: ‘Confesión: no 337

he visto El Padrino, pero estoy leyendo el libro ¡muy bueno! ¿Debo ver la peli?,
¿qué es mejor?’. Tuvo tres ‘me gusta’ y quince recomendaciones, una de ellas
de Aurelio Asiain, un tuitero estrella que me puso nerviosa porque me hizo
darme cuenta de que las tonterías que escribo también las ve la gente ‘im-
portante’, no sólo mis amigos cercanos. Empecé a leer El Padrino. Traté de
escribir mi novela pero me distraje en Facebook. Promoví un par de eventos del
Facebook. Chateé con algunos amigos. […] Vi videos de danza y de videodanza,
me dispersé entre los artículos de la red. […] Volví a la lectura de El Padrino,
pero me dio curiosidad la película y vi sólo las partes que correspondían a las
partes del libro que ya había leído”.
Comenta Rosalía Winocur, la investigadora que recogió este testimonio,
que los nuevos modos de producir textos, comunicarlos y acceder a ellos se
organizan en una narrativa y visualidad coherentes: “la fragmentación en este
caso no refiere a que Isadora haya leído sólo algunos episodios del libro, sino a
que su lectura se realizó en varios tiempos, y entre un tiempo y otro, fue alimen-
tada visualmente e hipertextualmente. Significa que entre el inicio y el fin del
libro, se habilitaron ‘sistemas de paso’.23 Uno de ellos fue generado por ciertos
episodios de la película, otro por las reseñas, comentarios y videos que encon-
tró dispersos, y quizás el más importante, el producido por el intenso intercam-
bio de likes y comentarios en sus redes sociales”.
La lógica escolar y las lógicas emergentes en los circuitos virtuales se
hibridan como “cruces, traslapes y negociaciones de carácter afectivo, cognos-
citivo y pragmático”.24 Los estudiantes y muchos otros lectores saben discernir
entre libros impresos y fotocopias: “para leer y entender mejor los textos, optan
por el papel para resumir, organizar, esquematizar y personalizar las ideas, pero

Alessandro Baricco, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, Barcelona, Anagrama, 2008.
23

Rosalía Winocur, “Prácticas tradicionales y emergentes de lectoescritura en jóvenes universitarios”, en Néstor


24

García Canclini (coord.), Hacia una antropología de los lectores, México, Fundación Telefónica/uam/Ariel, 2015, p. 278.
en sus prácticas se observa el uso pragmático de todas las plataformas, sopor- Nadín Ospina (n. 1960)
Atlante (detalle), 2004
tes y recursos físicos y digitales”.25 cat. 74
Surge una pregunta de esta aproximación a los modos actuales de ha-
cer convivir lo tradicional, lo moderno y lo posmoderno en la lectura: ¿cómo
podríamos captar y desarrollar esa capacidad combinatoria —y superadora de
contradicciones, a menudo imaginarias— en los conflictos interétnicos, inter-
nacionales, en otras escenas en las que parecen prevalecer los enemigos de la
globalización? No se trata, por supuesto, de trasladar a situaciones sociocul-
turales que tienen otra estructura de antagonismo esta continuidad entre lo
online y lo offline. Pero quizá sirva de estímulo este rodeo para repensar e ima-
ginar una geopolítica de las diferencias, una geopolítica diferente.

338 339

25
Idem.

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