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AQUELARRE:

Presentando a Fray Usebio


Como toda introducción de personaje, la del inquisidor comienza
contextualizando la acción. El siguiente es un simple texto de
referencia y, por ello, no ha de leerse al pie de la letra. Se trata de
interiorizar y narrar:

[Sonido de lluvia]

'Bajo un sol oscuro y sangrante, aún acunado por las


montañas, el carromato inquisitorial traquetea por los
enfangados y maltrechos caminos del antiguo Reino de Valencia.
Tú permaneces en el interior del transporte, mientras relees la
autorización de Fray Nicolás Rosell para intervenir en la
comunidad cisterciense de La Tinença. Fuera, con la lluvia
resbalándoles por el metal y el cuero, los cuatro hombres que os
acompañan desde la villa de Alagón.
Estamos en el año del Señor de 1352 y hoy, cuatro de
octubre, llegarás al monasterio de Santa María de la Pobla de
Benifassà. El Padre Abad Justino, devoto seguidor de la Regla de San
Benito, sospecha que hay un hereje entre los monjes, un marrano que,
además de judaizar, planea su muerte.
Ya es casi la hora Tertia (9:00 AM) cuando una voz masculina,
madura y vibrante, os da el alto.'
Fuera, empapados, dos lanceros vigilan el camino. Se trata de un
puesto de guardia. Llama la atención que, algo alejados de ellos, junto a
un árbol, descansan otros tres jóvenes. Probablemente sean los
hombres que la Tenençia de Benifassà piensa ceder a la Inquisición.
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Cuando el PJ se identifique y muestre la autorización, el más veterano
de la pareja —Agustí, 30 años— se negará a cobrarle, 'por orden del
padre abad'. También dirá al trío de ociosos que acompañe al
inquisidor. Se trata de 'los guardias que se vos prometieron'.

Agustí es un hombre de origen humilde y, aunque intenta


comportarse de forma digna ante el personaje, lo cierto es que su
dominio de la lengua deja bastante que desear. Además, si ve a alguno
de los suyos rezagarse, podría soltar alguna que otra lindeza: '¡Me cago
en los zuecos de la Aldonça, Pere, vais a echar raíces!'. Lo hará en lo
que él considera 'voz baja' (o sea, alta) y, si cree que el inquisidor le ha
escuchado, se disculpará.

Cuando Fray Usebio llega al monasterio, ya ha pasado la hora


Tertia. Se trata de un precioso cenobio cisterciense que, a imagen del
de Poblet, combina elementos del gótico y el románico tardío. Se alza
en un agreste valle, cerca del antiguo castillo árabe de Beni-Hazá,
situado en lo alto de la montaña.

Para acceder a él, el PJ y sus acompañantes han de atravesar la


gruesa muralla que rodea el recinto, a través de la Puerta Real.

Presentando a los monjes


[NOTA: si la partida se juega con dos narradores, previa a esta
introducción deberá hacerse una breve descripción del monasterio.
Para ello, nada mejor que el penúltimo párrafo del apartado anterior.
En cualquier caso, habrá que insistir en la presencia de guardias dentro
del recinto. Algo extraño que, según el Padre Abad Justino, se debe a los
recientes expolios de iglesias en la zona.]
'4 de octubre del año del Señor de 1352. En torno a la fuente del
claustro, los treinta monjes del Monasterio de Santa María realizan sus
abluciones diarias. Así proceden cada madrugada en los cenobios de
toda la península, aunque con precaución, pues dicen los físicos que un
exceso de humor acuoso puede provocar diarrea y males peores.

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Entre esos padres bernardos, con sus túnicas blancas, estáis
vosotros: el Hermano Cillerero Reinaldo, asceta manco y tuerto; el
Maestro Copista Honorio, con su nariz ganchuda y torcida; el Hermano
Claustral Gabriel, pálido y enfermizo.
Ya aseados, es hora de abandonar el gran patio y dirigirse a la
sala capitular'.
Flores.

La sala capitular es una estancia de planta rectangular, amplia y


bien ornamentada; en ella, los monjes se reúnen para hacer el capítulo,
esto es, recordar las escrituras de la regla y tratar asuntos
concernientes al cenobio y sus habitantes.

En ella, todos los días, el Padre Abad Justino organiza el trabajo


del día. Es un hombre alto y robusto, de mejillas rojizas y nariz
aplastada; habla con calma y tiende a caminar encorvado, como un
anciano, en eterno contraste con su llamativa corpulencia.
Últimamente, su mirada desprende cierto nerviosismo.

Hoy, igual que siempre, reparte tareas entre los hermanos. Al


terminar, permite que todos se vayan salvo los PJs.

'Olvidad las labores de hoy', les dice. Luego les aclara que hoy
espera la visita de un inquisidor dominico y que ellos, por ser de
confianza y ayudarle en la administración del monasterio, serán
quienes le auxilian durante su estancia. No querrá decir nada más,
pero, si se le insiste, explicará que hasta ahora ha guardado silencio
porque cree que podría haber un hereje viviendo en el cenobio.

Terminada la reunión, los jugadores tendrán una buena


oportunidad para conversar e ir conociendo a sus PJs. Eso sí, habrá de
ser breve, pues el inquisidor está a punto de llegar.

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El encuentro
Cuando la puerta real se abre, los treinta monjes aguardan en el
patio. El carromato penetra dentro del recinto y, cuando se detiene,
uno de los guardias del inquisidor le presentan. Un detalle gracioso
sería describirle como un hombre delgado, nervudo, con aspecto de
pollo desplumado; por el gesto de su cara, siempre tenso, cualquiera
diría que le han trinchado el culo para asarle.

He aquí el gran momento de Fray Usebio, en el que podrá lucirse


con su discursito.

Después de la 'escena Eymerich', los personajes se reunirán en la


celda del abad. Allí, éste les explicará que, hace dos semanas, encontró
un breve texto en hebreo en su colchón. Se trataba de una maldición,
un ritual para causarle la muerte, y por ello sospecha de la presencia
de un hereje en Santa María. Hay varios monjes que leen y escriben
hebreo, pero de una manera tosca, es imposible que sean los autores
del escrito. Ha de buscarse a alguien que escriba hebreo y que no haya
informado de ello.

Puestas las cartas sobre la mesa, se explicará el porqué de la


presencia de los PJs monjes: el Hermano Reinaldo controla todo lo que
entra y sale del monasterio, el Hermano Gabriel conoce las malas
costumbres de los monjes y el Maestro Copista Honorio sabe de sus
lecturas.

Frase muy importante para el inquisidor: 'por supuesto, todas las


salas del monasterio estarán abiertas para vos, et si es menesteir
podéis visitar nuestras celdas.' Al oírla, el Maestro Copista tendrá un
extraño recuerdo: se verá arañando las paredes de su habitación y
manchándolas con trazos 'obscenos'.

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Pistas
 El claustral está informado acerca de dos monjes réprobos.
 El Hermano Deán Guillermo ha sido sorprendido
masturbándose. Estará a la defensiva en todo
momento, dirá no ocultar nada y se negará a que
registren su habitación. Si lo hacen, encontrarán
ilustraciones de mujeres desnudas elaboradas por él
mismo.
 El Hermano Macario (de las cocinas) es un hombre
recto, pero su tío fue detenido por dar cobijo a un
perfecto cátaro. Esta madrugada fue a hablar con el
Hermano Cillerero Reginaldo para que le abriese las
despensas (es cierto), pero escuchó ruidos extraños
en la habitación del Copista. Si Honorio no ha
solucionado sus asuntos, ¡PROBLEMÓN! En cualquier
caso, esto abrirá un nuevo frente de sospechas y, si le
siguen sin que se entere, tal vez den con el Hermano
Gabriel.
 El Copista se ocupa de la biblioteca, pero ha estado
enfrascado con unas traducciones del griego y ha
descuidado sus tareas. Investigando lecturas de monjes, se
dará cuenta de que ha desaparecido una copia de la Biblia
en latín y un tratado griego sobre plantas.
 El Cillerero, en apariencia, no ha notado nada raro. La
chispa le saltará cuando sepa de la desaparición del tratado
sobre plantas: coño, ¿y las flores blancas? Luego,
solamente tendrá que identificarla. El inquisidor sabrá el
resto: existe el rumor de que algunos supersticiosos,
alejados del camino de Dios, lo asocian con el Diablo y lo
utilizan para mancillar objetos sagrados. Si los guardias
investigan, terminarán apareciendo las páginas de Biblia y
el PJ adorador del demonio comenzará a enfermar.
¡PROBLEMÓN 2! Pueden pillarle tratando de volver a
mancillar la Iglesia.

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Posibles eventos
 El momentazo de 'me gusta arrancar pelos'. Cualquier cosa es
posible. ¿Asociación con rituales de brujería?
 Recuerdos del poseído:
 Se ve a sí mismo escribiendo la maldición hebrea (no habla
ni escribe el idioma).
 Imagen vaga: el aleteo de unos ropajes blancos, de monje
cisterciense. Una voz cálida, aunque cargada de autoridad,
parece dar instrucciones. Las palabras se entremezclan en
tu mente, pero hay una frase perfectamente inteligible...
"olvídate del resto, quiero al Padre Abad',
 Más adelante vuelve a vislumbrar la escena, pero esta vez
es consciente de algo más; los ropajes blancos no son
suyos, sino de otro monje, que se arrodilla y le besa la
mano: él es el hombre de la voz amable y, al mismo tiempo,
severa.
 Durante el asesinato del monje, es posible que alguien pille al
adorador del Diablo. Si esto ocurre, el poseído podría estar
cubriéndole las espaldas y, después, descubrirse con un cuchillo
ensangrentado.

Un principio, muchos finales


 El adorador es descubierto y quemado. Si se le ocurre
confesar, muere en el acto (Silcharde, amigos, Silcharde).
Tiempo después, comienzan a surgir rumores de herejía a
lo largo de toda la costa levantina, pero no en la Pobla.
 El adorador es descubierto, pero huye. Final idéntico, pero
con el personaje vivo y conspirando.
 El adorador cumple su objetivo sin ser descubierto. Se pilla
a un supuesto marrano judaizante, pero con el tiempo nace
la herejía en el monasterio.
 El adorador cumple su objetivo, pero es descubierto. Si
logra silenciar a los PJs e inculpar a alguien de los
asesinatos y la herejía, el desenlace será similar al primero.

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Si no, es muy probable que muera a manos de los
jugadores y se inicie una investigación.
 El adorador fracasa y es descubierto. De un modo u otro,
Silcharde termina con su vida antes de que pueda confesar.
Si escapa, tal vez le de una segunda oportunidad. Eso sí, los
rumores de herejía en el resto de la costa levantina
también aparecen.

Extras
Horarios en un cenobio

— Maitines: medianoche. Los monjes se levantan y cantan en el


templo una quincena de salmos. Pueden volver a acostarse y
descansar.

— Laudes: tres de la mañana. Tras melodiosas alabanzas al


señor, los hermanos realizan sus abluciones en la fuente del claustro.
Luego se dirigen a la sala capitular, donde el abad o prior organiza el
trabajo del día, que se realizará hasta la hora Tertia.

— Tertia: a las nueve de la mañana se celebra la primera misa


del día. Después, el religioso dispone de un tiempo muerto que
puede dedicar a a la meditación (en el claustro) o, si tiene trabajo
pendiente, a continuar con él.

— Sexta: mediodía. Es el momento de la segunda misa del día.


Tras ella, la comunidad come en el refectorio en silencio, mientras un
monje lee las Sagradas Escrituras o la Regla de la Orden. Ya con el
estómago lleno (¿privación? ja, ja, ja...), los hermanos se toman un
breve descanso.

— Nona: tres de la tarde. Se reemprende el trabajo.

— Vísperas: seis de la tarde. Se hace la tercera misa del día, se


cena y, por último, se suele rezar en el templo.

— Completas: nueve de la noche. ¡Todos a dormir!

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