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Conferencia para el Congreso Bíblico organizado por la UPB con motivo de los
70 años de su fundación, bajo el título “El discipulado desde Jesucristo para
tener vida en el”.
Tal vez Lucas percibió ya lo “ideal” de las escenas de vocación que contenían
sus fuentes, Mc y la fuente Q; por eso ubicó éste relato de vocación en un
contexto de su evangelio que lo hacia más verosímil, menos “ideal”: Lc 5,1-11.
Según Lc, los primeros llamados ya conocían a Jesús, lo había visto actuar
predicando y sanando, Simón ya lo había recibido en su casa, el llamado a ser
“pescadores de hombres” queda ilustrado en el marco de una pesca milagrosa
y Pedro, protagonista principal del episodio, termina confesando la soberanía
salvífica de Cristo sobre su vida de pecador. Es significativo que la tradición de
una pesca milagrosa reaparezca en Jn 21, en el contexto de una aparición del
Mesías resucitado a sus discípulos pescadores en la rivera del Mar de Galilea.
“Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él y él les
enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de
impuestos, y le dice: -Sígueme. Él se levantó y le siguió”. Mc 2,13-14.
“Y convocando a la gente con sus discípulos, les dijo: -Si alguno quiere
venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, lleve a cuestas su cruz y
sígame. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mí y el evangelio, la salvará”. Mc 8,34-35.
Incluso Jesús va más allá, llega a hacer exigencias extremas, sin parangón en
el AT, ni entre los contemporáneos, ni mucho menos en la literatura rabínica. El
bello logión de Lc 9,59:
“También otro le dijo: -Te seguiré Señor pero déjame antes despedirme
de los de mi casa. Le dijo Jesús: -Nadie que pone la mano en el arado y
mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” Lc 9,61-62
Este material procede de la fuente Q, revela ser una tradición muy antigua que
se remonta al Jesús histórico, especialmente por la inusitada pretensión de
Jesús: a su llamado se deben dejar de lado todos los compromisos, incluso los
más sagrados, los de la piedad filial encomiada en los sapienciales y extendida
por toda las culturas mediterráneas de la época. El Hijo del hombre que en el
primer logión no tiene donde reclinar la cabeza, manifiesta el sentido
escatológico de las exigencias de Jesús: Es el misterioso personaje de Daniel
(7,13), el juez escatológico (Cfr. Mt 25,31) quien llama en su seguimiento, su
llamada está por encima de los más sagrados deberes, de los vínculos más
íntimos. Es cierto que se trata de escenas “ideales”, como las llama Bultmann:
la escenografía es mínima, apenas se sabe que van caminando, en este caso
los personajes son anónimos. Pero queda muy claro por una parte que el
llamado de Jesús es perentorio, no permite dilaciones; y por otra, que Jesús
llama a compartir su condición de siervo.
A esta misión asoció Jesús a sus discípulos, por lo menos a algunos de ellos,
como consta en estratos muy antiguos de la tradición:
“Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron junto a él. Instituyó
doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder
de expulsar los demonios...” Mc 3,13-14.