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Capítulo 5

CULPA

(¡Es un sentimiento, no una condición médica permanente!)

Divertido como puede parecer que cada quien puede confundir una emoción con
una enfermedad, no hay nada de humorístico en la culpa. De hecho la culpa
crónica o frecuente se siente como tener un virus. Nunca sabes cuándo va a
estallar o que tanto tiempo estarás incapacitado, pero estas seguro que va a ser
un experiencia de castigo. Si alguna vez has estado arruinado por la culpa, sabrás
que la comparación con un virus es acertada. Piensa en esto. Cuando un virus
ataca tu computadora, dice que esta “infectada con errores”. ¿No es exactamente
la sensación que tienes cuando te sientes culpable?

La culpa se asocia con algunas sensaciones físicas, como el miedo, el enojo o la


impotencia, pero más allá de ser un compañero sutil, es muy molesta. Cuando te
sientes culpable, es como si estuvieras cargando con algo, colocándose alrededor
de ti, comiéndote por dentro. La culpa es como el recordatorio que no te deja
olvidar lo que hiciste, algo que sigue presionando tu mente y no te deja seguir
adelante, la espina que sigue picándote por lo que hiciste mal. Puede ser
penetrante y rápido, como el cuchillo de una emoción- Quise llamar al tío Jorge
cuando estaba en el hospital, necesito pagar estas cuentas, como pude pasar
todo el día viendo televisión cuando tengo tanto que hacer, como pude decir
tantas cosas feas a mi padre. La culpa puede también trazar un camino dentro de
tu alma, lanzar sus zapatos y establecerse en ti, robando tu autoestima y
causándote un sentimiento como si tu vida fuera una larga apología.

¿Cuál es el propósito de la culpa?

Sin embargo aunque pudiera parecer un estado patológico, la culpa es


tremendamente útil y es una herramienta que tiene un simple propósito que es
diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Las banderas de la culpa indican
que fallaste en responder con tus estándares o con tus propias expectativas, lo
que en psicología se llama el yo ideal. Aunque frecuentemente se siente como si
viniera desde afuera, la culpa se genera desde adentro. Brota del deseo de ser
prefectos o más bien lo más cercano que podamos ser a ello. La culpa nos dice
que hemos transgredido con nuestros valores personales.

La capacidad para sentir culpa nos ayuda porque es como un monitor de nuestro
comportamiento y trato con los demás, para tratar a los demás como quisiéramos
ser tratados. Sin ella no tendríamos ninguna sensación de lo correcto o lo
incorrecto y la sociedad sería un caos (¡más de lo que es ahora!). El manejo de un
mundo sin culpa es complicado, como un sistema de carreteras alrevesado sin luz
roja en el camino. Las personas no tendrían restricción ni consideración por otros
o por las reglas. En una sociedad libre de culpa, el fin siempre justificaría los
medios, no habría dudas o segundos pensamientos, y la equidad, la justicia y la
decencia volarían por la ventana. ¿Quién quisiera vivir en este tipo de sociedad no
civilizada?

La culpa es el mecanismo que nos conserva en una línea y nos permite vivir
armoniosamente en sociedad. Cuando cruzamos los límites, aquellos que hemos
establecido, nos sentimos mal y tratamos de no repetir ese comportamiento por
qué sabemos que si lo hacemos, nos sentiremos otra vez culpables. Quizá no
habías pensado esto antes, pero la culpa es necesaria, es una emoción esencial,
una elogiable y práctica manera de mantenernos en control. Figúratela como tu
gobernante interno que te hace estar a la altura de tus estándares.

PARA Y SIENTE

¿Qué piensas del tiempo que gastaste sintiéndote culpable?


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EJERCICIO PRÁCTICO

Viaje hasta tu culpa

PROPOSITO: hacer un alto para que la culpa no se apodere de ti.


RAZÓN: muchos de nosotros nos aferramos a la culpa por mucho tiempo.
Aplicando un pensamiento racional hacia la culpa te ayudará a dejarla ir y seguir
adelante
QUE NECESITAS: recuerdos
INSTRUCCIONES: Piensa en una situación (actual, reciente o vieja) que te haya
causado mucha culpa. Recuerda todos los detalles, que te permitan volver a
experimentar tu remordimiento o tu lamento al máximo. Estate con el sentimiento
hasta que estés inmerso en él. Ahora aparece con sólo una razón para sentirte
menos culpable (quizá has tomado acciones para modificarlo o ya lo has
olvidado).

Razón 1
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Ahora que has encontrado una razón, has dos más.

Razón 2
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Razón 3
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Ahora que tienes tres razones, ve si puedes conseguir una razón final para no
sentirte del todo culpable.

Razón 4
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REFLEXIÓN (para hacerse después de haber completado el ejercicio): ¿fuiste


capaz de deshacerte de la culpa? ¿Qué se siente? Nota como puedes superar la
culpa con un pensamiento racional. ¿De qué tienes miedo al dejar ir el sentimiento
de culpa?
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¿Los demás pueden hacerme sentir culpable?

No, no y nuevamente no. ¿Entendiste el punto? Sin embargo puedes insistir que
alguien “te hizo sentir culpable”, eso no es posible. Nadie puede hacer sentir
culpable a alguien más o causarle cualquier otra emoción. Los sentimientos
surgen de ti, no sin ti. Si los humanos pudieran hacer que otros sintieran
emociones específicas, yo sería el primero en hacer que todos se sintieran bien
con ellos mismos y salir a practicar surf. Lo que generalmente quieres decir
cuando dices que alguien te hizo sentir culpable (o cualquier emoción) es que
algún comportamiento verbal o no verbal de ellos despertó en ti un sentimiento de
que hiciste algo mal o inaceptable-y ahora te sientes mal por eso. Esto es tu
reacción (consciente o inconsciente, intencional o sin intención) ante la persona o
situación porque no cumpliste con un estándar o una expectativa. La verdad es
que podrías tener una variedad de reacciones ante estas situaciones diferentes a
la culpa-repulsión, distracción, rabia, curiosidad- o ninguna en lo absoluto. Nadie
más causa tus sentimientos, tú causas tus emociones.
Déjame ser claro. Te sentirás culpable sólo cuando no actuaste de acuerdo a tus
normas internas. Aquí tienes una ilustración de cómo trabaja dicho proceso.
Cuando recibo docenas de solicitudes a final de año de parte de las
organizaciones de beneficencia, desearía poder dar una causa digna a todos.
Cada pedido intenta convencerme de que lo mejor que puedo hacer es tomar el
dinero de mi bolsillo y ponerlo en el de ellos. Los discursos sutiles o no sutiles me
dicen que si yo no les dono, haré algo que está mal. Todos ellos, claro, están
tratando de estimular mi culpa y que entonces yo mande un cheque “gordo”. Si
siento que debería responder a cada pedido que cruza por mi escritorio y que
jamás debería rechazar los requerimientos de alguien, no los ayudaré por sentirme
culpable. Y sé que si le doy dinero a cada organización que me lo solicita,
terminaré en la quiebra y muy pronto ¡alguien tendría que crear una organización
que me de soporte a mí!

Si es verdad que puedo sentirme culpable en esta circunstancia, porque mis


estándares no estuvieron a la misma altura que los de las organizaciones de
caridad- que debería de darles algo porque se lo merecen, también existe su
contraparte, no ayudar a nadie más que a mí mismo, y así podría recibir cientos de
solicitudes y estar salvado de sentimientos de sufrimiento sin una pizca de culpa.
¿Por qué? Porque mi superyo o mi yo ideal fallaría en valorar dar a aquellos que
tienen necesidad. Podría pensar: déjalos que se defiendan ellos solos, nadie me
dio ni cinco centavos a mí entonces porque yo debería ayudar a alguien más. Ellos
solo malgastarán el dinero de todas formas, o desearía que ellos dejaran de ser
solo una molestia. En ausencia de una percepción de mi mismo como una
persona caritativa, no tendría ninguna razón para sentirme culpable.

Aquí te va otro ejemplo. Digamos que tu mamá insiste en que la visites el sábado
por la mañana, pero tienes muchas ganar de ir a entrenar. ¿Debes de sentirte
culpable si no pasas a verla y pones primero ir al gimnasio? Podrías pensar que
sí. De hecho, como mi cliente, podrías tratar de convencerme que tienes que ir a
ver a tu mamá y dejar tu entrenamiento porque ella te haría sentir culpable si no lo
haces. Podría retar tu pensamiento y explicarte que nadie puede hacerte sentir
absolutamente nada. Las personas pueden hacerte cosas que tú no quieres, pero
¿cómo ellos podrían hacer o causarte un estado mental específico o una reacción
emocional? Tu madre puede intentar al máximo que sientas culpa, pero ¿puede
realmente meterse dentro de ti y manipular tus sentimientos? ¡Eso es absurdo!

Durante los sesentas, había un frente de la llamada contra-cultura con actividades


alrededor del todo país y del mundo-con manifestaciones, marchas, y teatro en las
calles. Los “fundamentalistas” creyeron que estas actividades amenazaban a la
civilización y trataron de parar las protestas. Pero las manifestaciones continuaron
declarando lo que ellos creían era lo correcto. ¿Los “fundamentalistas” podían
haber dado las pruebas que los hicieran sentir culpables ante sus acciones de
rebelión? De ninguna manera, por que los manifestantes tenían expectativas e
ideas diferentes a los “fundamentalistas”. Esto no significa que décadas después,
algunos disidentes no modificaron sus valores y se sintieron culpables por el daño
que causaron. El punto es que la culpa solo puede ser producida cuando una
persona no está cumpliendo con sus propias normas morales.

PARA Y SIENTE

¿Qué estas sintiendo en este momento?


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¿Todos nos sentimos culpables?

Sí, todos sentimos culpa, unos más otros menos. Esto es porque la culpa se
presenta espontáneamente cuando fallamos en cumplir con nuestras propias
normas, las personas quienes tienen grandes expectativas sobre ellos mismos
sufren más culpa que las personas quienes sus expectativas son menores. No es
de sorprenderse que los perfeccionistas sufran de una culpa prácticamente
perpetua. Sus normas autoimpuestas son muy altas (poco realistas), tanto que es
imposible mantenerlas. En vez de bajar sus expectativas, se la pasan
esforzándose y esforzándose para alcanzar el anillo de oro que siempre estará
fuera de su alcance.

Del otro lado de la moneda, el egoísta, el egocéntrico, el ensimismado-llamado


narcisista- raras veces sufre de autentica culpa porque, aunque tienen
expectativas ridículamente altas para otros, las reglas para sus propios
comportamientos son sorprendentemente bajas. No estoy tratando de decir que
aspires a ser un egoísta sólo para evitar la culpa. Créeme los narcisistas están
lejos de ser personas felices. A veces parecerá que se sienten culpables, pero
esta experiencia está lejos de una sensación real de estar haciendo algo mal pero
sí de una necesidad de manipulación de los sentimientos o comportamientos de
los demás.

Asimismo, las personas con lo que es llamado “Trastorno antisocial de la


personalidad” aparentan sentir un mínimo de culpa en situaciones que a la
mayoría les despertaría. Comúnmente etiquetamos a estos individuos, quienes
podrían cometer crímenes atroces sin mostrar ningún remordimiento, como los
sociopatas. Para ellos el fin justifica los medios. Tienen características fascinantes,
de manera tenebrosa, cuando los vemos en películas o en la televisión, pero
inquietante y terrible que existan en la vida real. La probabilidad de que aparezca
en una persona el Trastorno Antisocial de la Personalidad se basa en su historia
biológica (genética y bioquímica), psicológica y social.

Tanto los narcisistas como los individuos antisociales carecen de la capacidad de


empatía-la habilidad para ponerse en el lugar del otro-la cual es la piedra angular
de la culpa. Piensa en la empatía como la llave de las relaciones armoniosas en
sociedad. Si puedes imaginar cómo alguien se siente, puedes imaginar su dolor. Y
si puedes imaginar su dolor, también puedes reconocer el daño que causaste.
Afortunadamente para la sociedad, la mayoría de nosotros tenemos consciencia-¡y
algunos de nosotros tenemos muchas otras cosas buenas!

EJERCICIO PRÁCTICO

Viaje con un cuentakilómetros por la culpa

PROPÓSITO: incrementar la conciencia de la culpa y la habilidad para distinguir


entre la culpa inválida y automática, y la válida.
RAZÓN: es crucial no sentir culpa cuando no has hecho algo mal, como lo es
sentirla cuando si lo has hecho. Deja ir la culpa que no te alumbrará el camino y
hazla más ligera cuando es justificada.
QUE NECESITAS: recuerdos
INSTRUCCIONES: Imagina que tienes un cuentakilómetros que registra tu culpa,
un instrumento altamente sensible que funciona en cada momento, día tras día. Si
pudieras tomar una lectura de tu conteo de culpa ahora, ¿cuántas veces podrías
indicarle que hoy te sentiste culpable? _____ ¿ayer?_____ ¿esta semana?_____.
Intenta recordar cada instante y decide cuándo tu culpa fue automática e inválida o
justificable porque hiciste algo realmente para arrepentirse.

Incidente
1_____________________________________________________________

¿Justificado? ______ ¿injustificado?______

Incidente
2_____________________________________________________________

¿Justificado? ______ ¿injustificado? ______

Incidente
3_____________________________________________________________

¿Justificado? ______ ¿injustificado? ______

REFLEXIÓN (para hacerse después de haber completado el ejercicio): ¿Qué


aprendiste de cómo percibes a la culpa? ¿Hubo sorpresas? La culpa se puede
convertir en un hábito como cualquier otro, por lo que se cauteloso y apaga tu
interruptor cuando la sientas en automático.
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¿Qué aprendí de la culpa?

La culpa aparece cuando desarrollaste una consciencia alrededor de los cinco o


seis años de edad. Si tienes dos años y juegas en la sala y lanzas el nuevo Rolex
de tu papá al fuego, no te sentirás culpable. Sin duda, cuando tu papá te regañe te
sentirás enojada y seguramente no lo harás otra vez, pero no sientes culpa porque
todavía no has desarrollado la capacidad de distinguir lo que está bien de lo que
está mal. Solo te sentirás mal cuando alguien que amas mucho este enojado
contigo. Pero si tienes alrededor de siete años con una consciencia desarrollada, y
tiras el reloj de tu papá al fuego mientras juegas, estarás consciente
(afortunadamente) que has hecho algo que no deberías.

Se dan muchos cambios psicológicos en tu cerebro antes de alcanzar la madurez


alrededor de los 20 a los 30 años. Para un niño, poseer las estructuras
psicológicas para tener consciencia y habilidad de sentir culpa es un progreso
mayor. Aunque actualmente tengamos guarderías y preescolares para los niños,
hubo un tiempo cuando los niños no podían ingresar a la escuela hasta que
tuvieran cinco o seis años precisamente porque la obtención de consciencia fue un
prerrequisito para convivir apropiadamente en grupo. No es accidental que la
escuela formal empiece cuando la consciencia se está formando.

El desarrollo de la conciencia es un fenómeno tanto biológico como social. Tu


psicología construye las estructuras mentales y emocionales en tu cerebro las
cuales soportan la consciencia, lo que en psicología se llama superyo, y tus
padres y cuidadores afortunadamente tomaron ventaja de este archivo para
enseñarte a distinguir lo bueno de lo malo. Lo hacen de dos maneras. A través de
su modelo de comportamiento-por decir algo, el regresar la cartera a alguien,
disculpándose por herir los sentimientos de alguien más, y diciendo la verdad
cuando hemos hecho algo incorrecto. Ellos te hacen saber que está bien y que no
por cómo reaccionan ante ti. En términos de comportamiento, ellos te refuerzan o
recompensan positivamente cuando haces algo que ellos creen esta correcto, y te
castigan cuando haces algo que creen esta incorrecto.

En esencia, te muestran cómo opera la consciencia mostrándote cómo funciona y


guiándote. Cuando te refuerzan por decir la verdad, por ser amable con otros,
tomando la responsabilidad por tus errores, y disculpándote cuando haces algo
mal, tu consciencia está siendo preparada con la esperanza que trabaje
automáticamente cuando crezcas y madures. Recuerdo que años atrás vi a un
niño de cinco años con fascinación. Antes de irse su padre le advirtió a su hijo no
tocar la televisión. Antes de que su padre se fuera, el chico permaneció frente la
pantalla moviendo la cabeza de un lado al otro, forzándose diciendo “no” a sí
mismo una y otra vez. Es así como la consciencia se desarrolla, a través de la
imitación- y donde hay consciencia, el potencial de la culpa existe.

El reforzamiento trabaja en dos niveles, a nivel concreto y a nivel emocional. Por


ejemplo, si una joven pellizca a su hermana y ella comienza a llorar, después de
explicarle que pellizcar a su hermana es doloroso e inaceptable, sus padres le
darán un tiempo fuera en su cuarto. El castigo te afecta de dos maneras: te
sientes infeliz e incomodo que disgustaste a tus padres a quienes quieres (en un
nivel emocional) y por ser llevada a tu cuarto aunque sea por un corto período de
tiempo (nivel concreto).

O por ejemplo, tú eres un atleta de trece años jugando futbol americano con tus
amigos, y tu vecino con síndrome de Down quien tiene más o menos tu edad,
quiere unirse a la diversión. Él ni siquiera es un buen receptor. Tus amigos
rechazan la idea, pero tú insistes en que lo dejen unirse. Él termina jugando
sorpresivamente bien y cuando tus padres se enteran de que tú diste la cara por
él, te ofrecen llevarte al cine a ver una película de comedia. Nuevamente, notas
como la recompensa trabaja en dos niveles: te sientes muy bien porque tus padres
estén orgullosos de ti (nivel emocional), al mismo tiempo que disfrutas de una
película (nivel concreto).

Como podrás darte cuenta, existen reforzamientos muy fuertes que te ayudan a
aprender a diferenciar lo bueno de lo malo-recompensas concretas y castigos que
generan emociones positivas o negativas en ti. Cuando todo va bien, tus padres te
muestran un modelo moral para ti y te lo refuerzan, por lo que recibes un mensaje
claro de lo que es correcto y que no lo es. A una edad apropiada ellos te ayudan a
desarrollar tus propios valores morales enfrentando tus propias decisiones éticas,
las cuales se reflejan en tus comportamientos y tus elecciones.

Los padres emocionalmente sanos reconocen que tienen que darte una guía, y
que tú tienes que cometer tus propios errores para vivir las consecuencias de tus
acciones.

Muchas veces la culpa más obvia es lo que sientes acerca de tus acciones-
cuando te decepcionas a ti mismo o a alguien más. Sin embargo, durante tu niñez
también aprendiste a sufrir culpa por un sentimiento-como un sentimiento
secundario. Si, por ejemplo, como adolescente, planeaste ir a un concierto con tus
amigos pero estas obligado a cuidar de tu hermano menor porque tus padres
quieren salir, podrías sentirte justificablemente decepcionado y enojado. Si
expresaste estos sentimientos, incluso apropiadamente, y tus padres insistieron,
“no deberías sentirte así”, o intentaron que sintieras culpa, podrías sentir que eres
una mala persona por sentir tales sentimientos. Lo que aprendiste de esta
situación fue: hay emociones -en este caso, decepción y enojo- que no están bien
sentir, y ciertamente, no aceptable expresarlas.

Incluso cuando tu decepción y tu enojo puedan ser apropiados, eres erróneamente


instruido que lo que sientes está mal, lo que puede desencadenar que creas-
también erróneamente- que tus sentimientos fueron incorrectos. Quizá ahora
puedas comprender que fueron tus padres los que debieron sentirse culpables por
mantenerte en casa después de prometerte que podías ir al concierto, aunque eso
no cambia la mala lección que te dieron. Si tus padres regularmente te castigan
por tener sentimientos negativos en respuesta a la privación de tus derechos y
negar tus necesidades, probablemente aprendiste que en vez de sentir enojo, es
más cómodo sentir culpa. Pudiste aprender que cualquier tipo de sentimiento de
felicidad fue inaceptable y ahora, cada vez que quieres hacer valer tus derechos y
necesidades, te sientes culpable.

PARA Y SIENTE

¿Cómo te sientes con lo que has aprendido de la culpa que vino de tus padres?
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CREENCIAS ACERCA DE LA CULPA

Cómo un pensamiento racional, te guía a un comportamiento racional, es esencial


que construyas un sistema de creencias sano. Aquí hay ejemplos de
pensamientos irracionales acerca de la culpa, cambiados a racionales.

CI: Las personas pueden hacerme sentir culpable.


CR: Nadie puede hacerme sentir culpable. Solo yo puedo hacerme sentir culpable.

CI: Si siento culpa significa que he hecho algo malo.


CR: Si siento culpa significa que necesito reflexionar acerca de lo que he hecho
mal.

CI: Sentir culpa significa que soy una mala persona.


CR: Sentir culpa significa que podría haber hecho algo que no concordaba con mis
valores.

CI: No puedo soportar sentirme culpable.


CR: Puedo tolerar sentirme culpable y cualquier otro sentimiento que tenga.

CI: Si he hecho algo incorrecto, debería sentirme culpable.


CR: Si he hecho algo incorrecto, necesito reflexionar mi comportamiento pero no
necesariamente sentirme culpable.

CI: Debería sentirme culpable si como de más o como menos.


CR: Necesito entender por que como de más o de menos, pero no tengo que
sentirme culpable.

CI: Si me siento culpable más seguido por mi alimentación, debería comer mejor.
CR: Puedo mejorar mi relación con la comida sin sentirme culpable por eso.

CI: Debería sentirme culpable por mi peso.


CR: Puedo aceptarme como soy en cualquier peso y no sentir culpa al respecto.
Ahora es tu turno de modificar tus creencias disfuncionales en sanas y
funcionales. Tomate tu tiempo hasta que estés seguro de que tus creencias
racionales son las mejores para ti. Deben de ser concretas y escritas en presente
usando un verbo activo. Siéntete libre de usar la lista que te dimos, pero estate
seguro de que hagas algunas por tu propia cuenta.

Creencia Irracional Creencia Racional


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¿Me puedo sentir muy culpable?

Desafortunadamente, sí, puedes terminar sintiendo culpa prácticamente todo el


tiempo, lo cual puede incapacitarte y destruir tu calidad de vida. Si sientes culpa
crónicamente- eres culpable por la mayoría de las cosas que están mal en tu vida
(¡o en la de alguien más!)-tu consciencia te tiene muy controlada. Mientras que es
apropiado y sano tomar la responsabilidad por tus errores y fallas, es inapropiado
y enfermizo sentirse culpable cuando no has hecho nada incorrecto.

Quizá tú sufres de culpa crónica y enfermiza si siempre pides disculpas aún


cuando son injustificadas, si pides perdón cuando crees que es tan necesario y
apropiado por tus transgresiones, si generalmente asumes que estas mal y que
los demás están en lo correcto, o si constantemente te regañas por tu real o
imaginario mal comportamiento. Quizá una fuerte dosis de enseñanzas religiosas
mientras crecías haya causado que erróneamente creas que debes ser castigado
por tus pecados y que la culpa y el sufrimiento son una forma de vida normal y
natural. Pues, ¡no es así!

En algún momento a lo largo de tu vida quizá aprendiste que eres la responsable


por el bienestar de los demás. A lo mejor tuviste que cuidar a tus hermanos
mientras tus padres trabajaban. O quizá alguno de tus padres estuvo física o
mentalmente enfermo y aprendiste que era tu responsabilidad cuidarlo. Puede ser
que uno o ambos padres fueran adictos a las drogas o padecieran de
alcoholismo, y tú fueras la única persona responsable en casa, incluso a temprana
edad.

Si sueles asumir que eres culpable porque tus padres tuvieron dificultades para
tomar la responsabilidad de sus acciones y habitualmente te culpaban a ti de ellas.
Cuando eres pequeño y ellos tienen un gran poder (y tu dependes de ellos), les
crees. Desafortunadamente, los niños son los perfectos chivos expiatorios para
sus padres quienes niegan sus errores.

La culpa sana motiva a reflexionar y evaluar que tu comportamiento este acorde


(razonablemente) con tus valores morales. Puedes hacerlo antes o después de
tomar una decisión. Si estas pensando en comenzar a actuar, digamos por
ejemplo, rechazar el pedido de recoger a tu amigo del aeropuerto a las seis de la
mañana en tu día libre, necesitas considerar si te sentirás culpable si dices que
no. Si imaginas que si te sentirás culpable, te inclinarás por hacer el viaje. Pero si
no, decide que te sentirás a gusto sugiriéndole que tome un taxi.

Alternativamente, quizá no tengas la opción de meditarlo antes, pero puedes


rechazar el pedido de un amigo y después pensarlo. Después a lo mejor no
sientas culpa de acuerdo a un buen número de factores, incluyendo lo que has
hecho por él en el pasado y lo que a su vez él ha hecho por ti, la calidad de su
amistad, si hay alguien más que pueda recogerlo, además de cuánto necesitas
descansar y muchos más.

Cuando experimentas una culpa enfermiza, automáticamente sientes culpa


siempre que te preocupas por tus propias necesidades y dices “no” a alguien más.
Sin tomar en cuenta si lo que te pide la otra persona es razonable, apropiado o
peligroso. Dices que “si” porque tienes miedo de sentirte culpable. Sin embargo
esto no significa que la culpa funciona como una respuesta automática a tu
comportamiento. Si sufres de culpa crónica, tienes el mal hábito de asumir que
siempre haces mal las cosas y los demás las correctas. Quizá es el momento de
considerar que otras personas son las que se están portando incorrectamente.

La manera de sentir culpa de una manera saludable es reflexionando sobre la


situación, y si determinas que genuinamente es tu culpa, modifícala si es posible,
y después decide qué puedes hacer en el futuro para que no vuelva a suceder.
Eso es. Una vez que hayas usado la culpa para corregir un error, es momento de
quitarte las viejas enseñanzas sobre la culpa- el sentimiento esta tenido su
verdadero propósito.

PARA Y SIENTE

¿Cómo te sientes de dejar la culpa crónica y dejarles a los demás su


responsabilidad por lo que hacen y dicen?
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¿Existe una relación entre la culpa y mis problemas con la comida y el peso?

Sufrir de culpa crónica o inapropiada y tener problemas de alimentación tiene


algunas cosas en común. Subrayando que en ambos existe la incertidumbre de
cuanto es suficiente. Con la comida, se vuelve problemático que es lo correcto
comer para estar en forma, saludable y mantener un peso saludable. Con la culpa,
te preguntas cuanto debo hacer para ser una “buena” persona. Ambos involucran
un balance entre decir “si” y “no” a sí mismos o hacia los demás, pero confiando
en tu juicio, y utilizando una herramientas de autorregulación efectivas lo sabrás.

Qué tanto determinas “suficiente”-en términos de dar a los demás, tomar


responsabilidades, y especialmente en lo referente a la comida y al peso-depende
primeramente de que tan bien fueron los reforzamientos de tus cuidadores que te
hicieran sentir que estabas en lo correcto. Si fuiste un comedor difícil de pequeño
cuyos padres te hicieron terminarte cada bocado incluso cuando te hiciera sentir
incómodamente lleno, quizá te sientas culpable dejando la comida y sin llegar a
tus expectativas. Cuando no puedes terminarte el plato, actúas como si estuvieras
haciendo algo malo. O si tienes un gran apetito y no hay suficiente comida para la
familia, puede que te sientas como un glotón y culpable por querer más. Ahora, tú
identificas querer más comida con ser goloso.

Repetidas negaciones a tus auténticos sentimientos eventualmente corroen tu


autoconfianza preparando el escenario para que ahora, como un adulto, dudes
sobre tus propias respuestas con la comida, y con frecuencia, con todo lo demás.
Entonces en vez de usar la intuición y juicio para darte cuenta y monitorear
cuando es suficiente, usas la culpa. Por ejemplo, tu padre con frecuencia te hace
burla por tener hambre después de la cena. Como adulto, quizá niegues tu
hambre y tengas el deseo de silenciar la voz interior que te insiste que no tienes
derecho de comer y que debes sentirte mal si lo haces. Te sientes culpable
diciendo “no” a la comida porque, de niño, no pudiste decir “estoy satisfecho” sin
que tu mamá se enojará y te culpará por todas la horas que se la paso esclavizada
en la cocina. Ahora te sientes culpable (y ansiosa) cuando no te comes todo lo que
te pongan enfrente.

La única manera de superar la conexión entre la culpa con la comida y de mejorar


tu sensación de qué es suficiente, es cambiar tus creencias acerca de tu habilidad
para reconocer cuando es suficiente y practicar el decir “si” y “no” de acuerdo a tus
necesidades.

Necesitas trabajar de dos maneras: identificando cuando es suficiente y dejando


atrás la culpa inapropiada.

Trata de reestructurar tus creencias acerca de tu autoconfianza y


autoconocimiento. Practica preguntándote cuando es suficiente en varias
situaciones (en la comida u otras circunstancias), y negarte a sentir culpa cuando
actúas bajo tus auténticos sentimientos o tus sensaciones corporales.

La culpa está conectada a los trastornos de alimentación de otra manera, en lo


referente a cómo cuidas de ti mismo. Quizá cuando eras joven, tus padres fallaron
en identificar tus necesidades físicas y emocionales-ayuda, estimulación, guía,
comodidad, o placer. Tuviste que darte vuelta hacia la comida porque esto te hace
sentir mejor sin generar sentimientos de culpa y necesidad. Es la manera que
encontraste de cuidarte mejor. Por lo que ahora, prefieres sentirte culpable acerca
de la comida que acerca de hacer lo que realmente deseas en la vida: amor,
atención, afecto, tiempo para estar sola, vacaciones, o que alguien cuide de ti.

Si quieres desconectar la culpa de la comida, tienes que encontrar mejores


maneras de cuidarte. También necesitaras dejar de sentirte culpable todas las
veces que recurras a la comida en situaciones de estrés. Esto implica tomar
riesgos al descubrir lo que realmente necesitas para vivir una vida plena y sentirte
con derecho de hacer todo lo que deseas. Recuerda, que inicialmente te sentirás
culpable cuando hagas algo como decir “si” a la comida que te gusta. Tendrás que
expulsar la culpa porque estás haciendo algo incorrecto, y más bien estás en lo
correcto.

También se pueden utilizar los trastornos en la alimentación como castigo cuando


te sientes culpable. A lo mejor piensas que no te mereces la comida porque es
muy placentera y nutritiva, o que ser un nauseabundo es lo que te mereces por no
ser un santo. Regresemos al ejemplo anterior de la elección de un entrenamiento
en el gimnasio durante una visita a tu exigente madre para ver cómo la
culpabilidad está presente en la relación con los alimentos. Puedes sentirte muy
mal, como un niño que regresa hambriento de su entrenamiento, pero como
castigo, no te permitirás comer. O puedes estar obsesionada con tu peso para
distraerte de tus sentimientos dolorosos. O quizá te sientas tan egoísta por cuidar
de ti mismo en vez de a tu madre que invadiste los gabinetes de tu cocina hasta
que no quede nada que comer.

Recuerda que no importa lo mal que creas que eres y que tan culpable te sientas,
siempre te mereces comer si estas hambriento. Siempre que te sientas mal o bien
no tiene nada que ver con las necesidades de tu cuerpo. Tu crianza y elecciones
tempranas pueden confundirlas, pero es tiempo de separarlas para tu bien.
Cuando te sientas culpable, necesitas examinar si hiciste algo incorrecto. Si es sí,
enfréntalo y piensa que vas a hacer. Y si no, deja que la culpa se vaya.

Si eres un comedor restrictivo o compulsivo, por favor recuerda que los trastornos
de alimentación es meramente un intento equivocado de ocuparte de tus
necesidades emocionales. Si eres capaz de hacer esto más efectivamente, hazlo.
(Y si sigues leyendo, vas a ser capaz de hacerlo) La meta es que ya no te sientas
culpable y empezar a cuidarte más eficientemente.

UNA EXPLORACIÓN ADICIONAL

1. ¿Cómo sabes que te sientes culpable (qué es, cuáles son las sensaciones
físicas)?

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2. ¿La culpa es una emoción fácil o difícil de identificar?
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3. ¿Qué propósito tiene la culpa para ti?


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4. ¿Por qué es verdadero que los demás no pueden hacerte sentir culpable (o
cualquier sentimiento)?
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5. ¿Qué aprendiste de sentirte culpable por tus padres, incluyendo como


manejaron la culpa y lo que te enseñaron mediante un ejemplo?
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6. ¿Qué aprendiste en la escuela o a través de la religión acerca de la culpa?


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7. ¿Qué sentimientos secundarios sientes cuando te sientes culpable (p. e.,


vergüenza, enojo, etc.)?
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8. ¿Cargas con mucha culpa? (sugerencia: ¿te disculpas o dices que lo


sientes automáticamente, evitas dañar los sentimientos de los demás,
generalmente asumes que estas mal, te sientes mal cuando quieres o
necesitas cosas para ti misma).
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9. ¿De qué manera te enfocas en la comida o el peso cuando te sientes
culpable?
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10. ¿Qué situaciones o personas te disparan la culpa?


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11. ¿Qué cambios podrías hacer ahora mismo para parar sentimientos
innecesarios y la culpa excesiva?
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