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Adoración Cristiana
La
teología
es
una
disciplina
reflexiva.
Esto
significa
que
aquellas
personas
que
estudian
teología
reflexionan
en
una
forma
sistemática
sobre
la
verdad
de
las
Sagradas
Escrituras
y
las
perspectivas
de
la
iglesia.
La
reflexión
sistemática
sobre
la
adoración
resulta
en
una
teología
o
mejor
dicho,
en
teologías
sobre
la
adoración.
En
esta
sección,
teólogos
de
varias
tradiciones
cristianas,
reflexionan
en
una
forma
sistemática
sobre
la
adoración
en
un
intento
de
articular
las
palabras
y
acciones
que
forman
parte
de
la
adoración.
Los
teólogos
traen
su
propia
experiencia
sobre
el
tema
que
ellos
expresan.
Quien
construye
una
teología
de
la
adoración
no
está
exento
de
este
método
hermenéutico.
Las
perspectivas
personales
pueden
a
menudo
explicar
con
más
claridad
la
amplia
variedad
de
patrones
que
existen
en
la
adoración
cristiana.
Este
capítulo
presenta
tres
puntos
de
vista
sobre
la
teología
de
la
adoración:
un
enfoque
litúrgico,
una
perspectiva
de
la
iglesia
libre
y
una
interpretación
carismática.
El
siguiente
artículo
pone
de
relieve
cómo
la
teología
de
la
adoración
ha
sido
descuidada
por
muchos
cristianos
y
cómo
esta
teología
desafía
a
los
creyentes
a
encontrar
nueva
esperanza
y
poder
en
la
visión
del
Cristo
Vencedor.
El
tópico
de
la
adoración
no
es
sólo
oportuno
sino
urgente.
Por
un
lado,
hay
un
sentimiento
generalizado
entre
los
cristianos
en
Norteamérica
de
que
no
todo
está
bien
con
la
iglesia,
que
nosotros
necesitamos
un
nuevo
sentido
de
dirección
y
dinamismo.
En
particular
nosotros
necesitamos
algo
que
capture
la
imaginación
y
el
entusiasmo
de
los
jóvenes
adultos.
El
sentido
de
fidelidad
a
las
instituciones
con
el
que
crecieron
los
cristianos
de
las
generaciones
pasadas
ya
no
es
evidente
en
la
juventud
cristiana.
Muchos
jóvenes
se
han
1
La
Adoración
Cristiana
alejado
de
la
iglesia,
no
necesariamente
porque
tienen
una
actitud
desfavorable
hacia
la
religión
o
porque
ellos
tengan
alguna
oposición
a
las
enseñanzas
o
normas
de
la
iglesia.
Lo
que
sí
es
cierto
es
que
estos
jóvenes
no
ven
ningún
valor
específico
en
participar
en
la
iglesia.
Ellos
ven
dicha
participación
como
una
opción
para
quienes
la
desean,
pero
no
necesariamente
como
una
necesidad
para
sus
propias
vidas.
Por
el
otro
lado,
hay
un
sentir
generalizado
y
creciente
de
la
existente
necesidad
de
revitalizar
la
vida
de
la
iglesia
con
algo
que
comunique
el
entusiasmo
de
lo
que
significa
ser
un
cristiano.
Lo
que
necesitamos
es
un
nuevo
entendimiento
de
lo
que
es
la
adoración.
Nuestra
necesidad
por
una
teología
de
la
adoración
es
parte
de
una
más
amplia
necesidad
de
una
doctrina
sobre
la
iglesia.
La
eclesiología
(doctrina
de
la
iglesia)
es
algunas
veces
considerada
como
el
aspecto
menos
desarrollado
del
pensamiento
protestante.
Los
evangélicos
protestantes
han
tenido
mucho
que
decir
acerca
de
la
doctrina
de
los
seres
humanos
y
de
la
persona
y
el
trabajo
de
Cristo
así
como
también
de
la
doctrina
de
la
revelación,
la
cual
ha
recibido
considerable
atención
a
través
de
numerosas
discusiones
sobre
la
inspiración
de
la
Biblia.
De
modo
que
cuando
miramos
a
través
del
listado
de
normas
o
estándares
de
las
doctrinas
cristianas,
podemos
observar
aquellos
aspectos
en
los
cuales
los
protestantes
han
estado
interesados
y
también
el
trabajo
realizado
en
el
área
de
la
eclesiología
el
cual
ha
sido
notablemente
escaso.
Incluso
como
parte
de
la
doctrina
de
la
iglesia,
una
teología
equilibrada
sobre
la
adoración
es
una
empresa
que
requiere
mucho
esfuerzo.
Esta
teología
tendría
que
incluir
una
teología
sobre
la
predicación,
una
teología
de
la
oración
y
también
una
teología
sacramental.
Además
de
una
teología
sobre
la
adoración
con
todo
lo
que
implica,
una
doctrina
integral
de
la
iglesia
debería
también
incluir
una
teología
del
ministerio.
La
controversia
de
la
ordenación
de
las
mujeres
es
una
muestra
de
lo
mucho
que
todavía
tenemos
que
reflexionar
y
hacer
en
relación
con
este
importante
tópico;
y
quizás
lo
más
importante
de
todo
es
que
necesitamos
una
teología
sobre
el
Espíritu
Santo.
De
acuerdo
con
el
Nuevo
2
La
Adoración
Cristiana
Testamento
la
iglesia
es
la
comunidad
del
Espíritu
Santo;
la
vida
en
Cristo
es
la
vida
en
el
Espíritu,
y
la
adoración
es
imposible
sin
la
presencia
del
Espíritu
Santo.
Existen
varios
factores
que
parecieran
mitigar
la
teología
protestante
sobre
la
adoración.
Uno
de
estos
factores
podría
ser
la
preocupación
por
la
misión
de
la
iglesia.
Este
factor
tiende
a
hacer
de
nuestros
tiempos
juntos,
como
congregación,
ocasiones
para
planear,
organizar,
dar
mensajes
motivacionales,
pero
no
para
un
devocional
o
para
una
celebración.
De
igual
modo,
si
estamos
preocupados
con
las
enseñanzas
de
la
iglesia,
entonces
nuestros
tiempos
juntos
se
convertirán
en
ocasiones
para
adoctrinar.
Por
supuesto,
la
iglesia
tiene
una
misión
y
un
mensaje
y
ambos
aspectos
merecen
toda
la
atención
que
podamos
darles.
Sin
embargo,
hay
más
en
la
vida
cristiana
que
estos
aspectos
que
han
sido
mencionados.
En
la
adoración
la
iglesia
–
la
comunidad
del
Espíritu
Santo
–
trae
la
vívida
expresión
de
su
plena
experiencia
de
salvación
en
Cristo
con
adoración,
devoción,
y
celebración.
Un
segundo
punto
se
refiere
a
la
conexión
que
existe
entre
la
adoración
y
la
teología.
Nosotros
necesitamos
reconocer
a
ambas
como
actividades
importantes
de
la
comunidad
cristiana.
Si
la
adoración
es
el
amor
del
corazón
a
Dios,
la
teología
es
el
amor
de
la
mente
a
Dios.
Ambas
son
respuestas
a
Dios.
Además,
hay
una
relación
recíproca
entre
la
teología
y
la
adoración.
Nuestra
adoración
afecta
nuestra
teología
y
nuestra
teología
afecta
nuestra
adoración.
Por
un
lado,
la
teología
tiene
sus
raíces
en
la
adoración.
Esta
adoración
surge
de
nuestra
experiencia
con
Dios
como
un
pensador
lo
expresó:
“La
teología
tiene
sus
bases
en
la
experiencia
de
la
oración”
(Heinrich
Ott,
God
[Richmond:
John
Knox,
1974],
95.)
Así
pues,
la
teología
es
una
de
las
formas
que
la
adoración
adopta.
Existe
una
antigua
tradición
de
lo
que
podríamos
llamar
“adoración
reflexiva”
o
quizás
“adoración
teológica.”
Por
supuesto,
esto
hace
referencia
a
la
venerable
idea
de
la
fe
que
está
en
la
búsqueda
del
entendimiento
de
las
cosas.
Para
Anselmo,
el
gran
teólogo
medieval,
la
adoración
encuentra
su
expresión
en
un
cuidadoso
proceso
de
reflexión.
3
La
Adoración
Cristiana
También
esta
relación
recíproca
se
mueve
en
otra
dirección:
la
teología
puede
tener
un
efecto
importante
en
la
adoración.
Lo
que
nosotros
creemos
acerca
de
Dios
y
su
relación
con
nosotros
no
puede
fallar
en
afectar
la
forma
en
que
nosotros
respondemos.
Desafortunadamente,
hay
formas
de
visualizar
a
Dios
que
hacen
imposible
que
la
gente
adore.
Las
personas
que
tienen
diferentes
perspectivas
acerca
de
Dios
tendrán
diferentes
experiencias
de
adoración.
Aquellos
que
están
preocupados
con
lo
que
Dios
espera
de
ellos
y
aquellos
que
están
preocupados
con
lo
que
Dios
ha
hecho
por
ellos,
tendrán
experiencias
de
adoración
que
son
radicalmente
diferentes.
Una
buena
teología
y
una
buena
adoración
van
de
la
mano.
Usted
nunca
puede
tener
una
sin
la
otra.
Una
cosa
es
afirmar
que
nuestra
adoración
debe
reflejar
nuestra
teología,
pero
hasta
qué
punto
nuestra
teología
debe
dar
forma
a
nuestra
experiencia
de
adoración,
no
es
algo
fácil
expresar.
Por
ejemplo,
predicar
una
serie
de
sermones
sobre
temas
que
diferencian
a
las
denominaciones
entre
sí,
no
es
garantía
de
que
la
experiencia
de
la
adoración
de
la
congregación
será
de
alguna
manera
diferente.
En
respuesta,
puede
que
alguno
sienta
que
determinadas
denominaciones
no
deben
tratar
de
ser
únicas
en
su
adoración.
Adoración,
dicen
ellos,
es
un
lugar
en
la
vida
de
la
iglesia
que
nosotros
podemos
alcanzar
más
allá
de
las
barreras
denominacionales
y
que
podemos
afirmar
la
solidaridad
con
otras
ramas
en
el
Cuerpo
de
Cristo.
Sin
embargo,
para
lograr
cualquier
teología
de
la
adoración
que
sea
relevante,
necesitamos
hacer
algo
más
que
enfatizar
las
doctrinas
de
una
denominación
en
particular.
Nosotros
necesitamos
lograr
una
transformación
radical
de
nuestra
perspectiva
sobre
la
vida
cristiana.
Nosotros
necesitamos
algo
parecido
a
una
revolución,
un
cambio
de
paradigma,
un
nuevo
modelo
o
metáfora
para
definir
lo
que
significa
ser
un
cristiano
y
esto
tendrá
un
inevitable
efecto
en
la
trascendente
experiencia
de
la
adoración.
Si
la
teología
es
verdaderamente
significativa
tendrá
más
que
ideas
y
prácticas
para
ofrecerle
al
mundo.
Tendrá
una
poderosa
visión
de
lo
que
el
4
La
Adoración
Cristiana
cristianismo
significa
y
este
hecho
tendrá
un
irrevocable
efecto
en
la
imprescindible
experiencia
de
la
adoración.
Podemos
concluir
este
punto
con
una
posibilidad
para
la
teología
de
la
adoración
y
transformación.
Este
es
el
conocido
tema
del
Cristo
Vencedor
el
cual
la
iglesia
puede
abrazar
con
entusiasmo.
Este
tema
expone
la
obra
de
Cristo
como
una
victoria
dramática
sobre
los
grandes
poderes
del
mal
que
luchan
en
contra
de
la
vida
de
los
seres
humanos
y
que
los
esclavizan
–
los
poderes
del
pecado,
la
muerte
y
el
diablo.
Este
es
un
punto
de
vista
que
toda
la
iglesia
podría
hacer
suyo
con
fervor.
Deberíamos
considerar
las
motivantes
posibilidades
que
esta
perspectiva
nos
ofrece,
pues
por
ejemplo,
nos
permiten
descubrir
los
porqués
de
liberación,
la
celebración,
el
gozo
y
la
paz.
El
tiempo
ha
llegado
para
que
nosotros
le
inyectemos
a
nuestra
adoración
las
motivadoras
perspectivas
que
contienen
el
mensaje
del
Cristo
Vencedor.
En
el
tema
del
Cristo
Vencedor
se
encuentra
una
eclesiología
–
la
iglesia
como
el
grupo
de
personas
que
le
pertenecen
a
Cristo
por
su
victoria
sobre
los
poderes
del
mal
–
una
teología
que
libera
la
mente
para
adorar
en
la
medida
en
que
se
reflexiona
sobre
las
implicaciones
de
esta
perspectiva;
una
teología
de
la
adoración
que
afirma
que
la
adoración
es
una
celebración
del
histórico
destronamiento
de
los
poderes
del
mal;
una
visión
escatológica
del
mundo
liberado
de
estos
poderes;
y
una
verdadera
conciencia
del
poder
de
Dios
trabajando
en
la
adoración
para
liberar
al
adorador
y
en
última
instancia
a
toda
la
creación
del
dominio
de
estos
poderes.
En
esta
tarea
descansa
la
promesa
de
una
teología
de
la
adoración.
En
nuestro
mundo
pluralístico
muy
a
menudo
es
necesario
considerar
varias
perspectivas
para
adquirir
un
cuadro
completo
del
concepto
o
el
objeto.
La
teología
ha
sido
afectada
de
igual
modo
por
este
multicultural
y
multidimensional
enfoque.
Como
este
artículo
señala,
nosotros
nos
beneficiamos
al
estudiar
muchos
modelos
diferentes
a
medida
que
intentamos
comprender
la
teología
de
la
liturgia.
5
La
Adoración
Cristiana
Puesto
que
la
teología
de
la
liturgia
es
parte
de
una
amplia
disciplina
de
la
teología,
ella
tiende
a
tomar
su
enfoque
de
las
teologías
sistemáticas
reinantes.
Algunas
teologías
litúrgicas
han
escogido
quedarse
dentro
de
los
parámetros
de
cierta
clase
de
teología
clásica
como
las
Tomista
o
Barthiana,
y
una
vez
que
alcanzan
el
nivel
de
teología
sistemática
tienden
a
ser
teologías
bastante
eclécticas.
Los
teólogos
han
aprendido
de
los
científicos
que
el
uso
de
modelos
puede
remover
muchos
de
los
obstáculos
que
están
presentes
cuando
se
intenta
hacer
conexiones
entre
dos
o
más
sistemas
estrechamente
definidos.
Emplear
un
modelo
de
teología
es
tomar
en
serio
el
hecho
que
no
podemos
describir
la
realidad
adecuadamente;
nosotros
sólo
podemos
interpretarla.
Nosotros
no
podemos
proveer
fotografías
de
Dios,
el
pecado
y
la
gracia,
pero
podemos
encontrar
analogías
las
cuales
nos
permitirán
hablar
acerca
de
estas
realidades
espirituales.
Los
modelos
permiten
que
el
diálogo
tenga
lugar.
Ellos
son
como
ventanas.
Los
modelos
son
la
forma
como
percibimos
algún
evento,
en
este
caso
la
celebración
de
la
liturgia.
Nosotros
necesitamos
varios
modelos
para
no
limitar
nuestras
personas
y
para
conocer
con
una
mayor
profundidad
el
mundo
que
está
fuera
de
nosotros
mismos.
Gran
parte
del
retraso
en
el
crecimiento
de
nuestra
experiencia
litúrgica
se
debe
a
una
sola
y
dominante
auto-‐
imagen
de
la
liturgia.
Al
expandir
las
ventanas
de
nuestras
liturgias
a
través
del
uso
de
modelos,
podemos
enriquecer
nuestras
experiencias
litúrgicas
y
nuestros
puntos
de
vistas.
El Modelo Institucional
El
énfasis
en
el
modelo
institucional
es
el
ritual
en
sí
mismo
con
todas
sus
estructuras,
procedimientos
y
formatos.
En
este
modelo
el
ritual
puede
ser
percibido
a
través
de
los
sentidos
del
ser
humano.
Este
hecho
no
significa
que
este
modelo
ve
la
liturgia
como
un
ritualismo
vacío,
pero
enfatiza
el
correcto
orden
del
culto
de
adoración.
En
este
enfoque
las
categorías
seguirán
siendo
importantes
y
la
asamblea
litúrgica
se
asemeja
más
a
una
pirámide.
En
este
modelo
se
sabe
quién
está
a
cargo,
quién
dirige
el
culto
de
adoración
y
cómo
esta
persona
se
diferencia
del
resto
de
la
congregación.
Este
énfasis
en
las
estructuras
y
los
procedimientos
no
debe
ser
interpretado
como
negativo
puesto
que
todo
buen
ritual
6
La
Adoración
Cristiana
necesita
estructura
y
es
también
esta
perceptible
cualidad
la
que
lleva
a
la
gente
más
allá
de
esas
estructuras.
El
modelo
hace
evidente
que
la
forma
en
que
es
organizada
la
asamblea
litúrgica
es
la
misma
forma
en
que
nuestra
relación
con
Dios
es
estructurada.
Cuando
este
modelo
domina
produce
una
visión
muy
distorsionada
del
cristianismo.
En
la
liturgia
el
adorador
es
el
privilegiado
receptor
de
la
gracia.
Uno
de
los
propósitos
del
culto
de
adoración
es
ayudar
a
la
persona
que
se
congrega
a
seguir
el
camino
de
Dios
y
a
su
vez
darle
ciertos
lineamientos
establecidos
para
que
tenga
cierta
seguridad
de
salvación.
En
este
enfoque
se
sabe
quién
está
en
el
camino
y
quién
no
lo
está.
Observar
a
la
congregación
es
como
mirar
los
planos
de
un
edificio.
Todo
esta
claramente
delineado.
A
través
de
esta
ventana
percibimos
la
liturgia
como
algo
que
es
reglamentado
por
la
iglesia
más
que
como
una
comunidad
en
celebración.
Hay
un
fuerte
énfasis
en
que
la
liturgia
se
lleve
a
cabo
en
una
forma
apropiada
y
muy
a
menudo
este
criterio
prevalece
por
encima
de
la
experiencia
de
los
adoradores.
La
liturgia
debe
ser
recibida
como
algo
que
no
cambia;
como
un
regalo
que
la
tradición,
de
acuerdo
en
sus
propios
términos,
nos
dictaminó
que
lo
recibiéramos.
Obviamente,
la
mayoría
de
nosotros
podemos
concluir
que
este
es
el
modelo
que
ha
predominado
a
lo
largo
de
los
años
en
nuestras
congregaciones.
Este
es
el
modelo
de
la
Semana
Santa
porque
de
todos
los
modelos
es
el
que
celebra
el
misterio
pascual
de
más
forma
explícita.
Este
modelo
se
desarrolló
a
partir
de
la
teología
de
uno
de
los
primeros
teólogos
litúrgicos
del
siglo
XX,
Odo
Casel
quien
sostuvo
que
en
la
celebración
litúrgica
nosotros
hacemos
más
que
conmemorar
a
Cristo
o
producir
su
real
presencia.
Esta
celebración
es
un
recordatorio
de
los
misterios
de
la
salvación
en
los
cuales
Cristo
se
hace
presente.
En
este
modelo
la
imagen
representativa
es
la
iglesia
en
un
acto
de
remembranza
de
la
persona
de
Cristo
y
los
misterios
de
su
obra
de
salvación.
La
comunidad
cristiana
a
través
de
actos
litúrgicos
y
acciones
de
gracias
celebra
la
persona
y
presencia
de
Cristo
en
toda
su
plenitud.
La
noción
litúrgica
de
anamnesis
(recordar
las
cosas
que
tuvieron
7
La
Adoración
Cristiana
una
supuesta
existencia
anterior)
es
la
forma
en
la
cual
este
modelo
sigue
vigente
en
la
teología
litúrgica
de
hoy.
Para
Casel,
la
liturgia
y
su
relación
con
Cristo
permanece
siempre
como
un
misterio,
pero
este
misterio
es
un
evento
que
puede
ser
reactualizado
en
la
asamblea
litúrgica
en
nuestros
días.
Este
modelo,
intenta
explicar
cómo
la
cruz
se
ha
hecho
contemporánea
e
introduce
un
sentido
de
realismo
dentro
del
rito
litúrgico.
El
año
litúrgico
no
es
una
clase
de
biografía
de
la
vida
de
Cristo,
pero
en
cada
celebración
algún
aspecto
de
este
misterio
es
hecho
contemporáneo
en
una
forma
única.
En
la
liturgia,
la
salvación
se
hace
visible
porque
la
liturgia
en
sí
misma
es
visible,
mientras
que
la
actividad
salvadora
de
Cristo
es
trascendente
y
eterna.
La
adoración
de
la
iglesia
existe
en
el
tiempo
y
por
lo
tanto
Cristo
sigue
actuando
a
través
del
tiempo.
El Modelo Sacramental
Por
encima
de
todos
los
demás,
este
es
el
modelo
de
la
comunidad
litúrgica.
El
lenguaje
paulino
sobre
el
cuerpo
de
Cristo
encuentra
su
mejor
acogida
en
este
modelo.
Así
como
en
el
modelo
del
misterio
la
salvación
busca
visibilidad,
en
este
modelo
el
énfasis
es
la
iglesia
como
el
lugar
donde
se
lleva
a
cabo
la
acción
salvadora
de
Dios.
Esta
es
la
línea
principal
de
este
modelo
que
ha
tenido
mucho
dominio,
después
del
Concilio
Vaticano
Segundo,
en
la
teología
litúrgica.
El
modelo
presupone
que
la
iglesia
es
un
sacramento
y
que
la
liturgia
es
la
manera
en
que
la
iglesia
se
expresa
sacramentalmente.
Este
modelo
no
pone
el
énfasis
en
el
carácter
individual
de
los
sacramentos,
sino
más
bien
enfatiza
el
carácter
de
la
encarnación
en
la
comunidad
cristiana
(la
iglesia)
y
su
adoración.
Mientras
el
modelo
institucional
hace
énfasis
en
las
estructuras
visibles
de
la
iglesia
y
de
la
liturgia
y
el
modelo
del
misterio
exalta
la
realidad
de
la
salvación
en
esas
estructuras,
este
modelo
apunta
a
la
dimensión
de
la
gracia
que
se
oculta
bajo
las
estructuras
de
este
evento
litúrgico
en
el
cual
todos
juntos
nos
constituimos
en
el
Cuerpo
de
Cristo.
Probablemente,
este
es
el
modelo
más
comunitario
de
todos
los
modelos.
En
este
modelo
se
habla
de
la
comunión
de
gracia
que
existe
entre
los
miembros
de
la
iglesia.
También,
se
hace
referencia
del
poder
del
Espíritu
Santo
quien
trae
y
reúne
a
todos
los
adoradores
para
que
juntos
se
constituyan
en
el
pueblo
de
Dios.
La
8
La
Adoración
Cristiana
restauración
del
catecumenado
en
la
iglesia
es
un
ejemplo
del
poder
pastoral
en
este
modelo
litúrgico.
A
lo
largo
de
la
historia
de
la
liturgia
este
modelo
ha
sido
operativo
y
después
de
la
Reforma
se
convirtió
en
el
modelo
protestante
más
dominante.
En
este
modelo
la
Biblia
tiene
el
primer
lugar
en
nuestra
relación
con
Dios
y
por
lo
tanto
en
la
liturgia;
Dios
proclama
y
nosotros
respondemos.
Jesucristo
es
la
perfecta
proclamación
de
Dios
y
es
nuestra
respuesta
perfecta.
Es
la
Palabra
de
Dios
la
que
crea
la
iglesia
y
hace
presente
el
evento
salvador
de
Cristo.
El
patrón
de
la
liturgia
es
la
proclamación
y
la
respuesta
ya
que
este
es
el
patrón
de
Dios
cuando
entra
en
nuestras
vidas.
En
este
modelo
la
proclamación
significa
mucho
más
que
la
proclamación
de
un
texto.
La
plenitud
del
poder
del
kerygma,
proclamación,
anuncio,
y
predicación
del
evangelio
de
Cristo,
entra
en
juego
porque
esta
proclamación
crea
un
mundo.
Esta
proclamación
llama
a
la
gente
a
decidir.
Uno
pudiera
rehusarse
a
tomar
una
decisión
en
los
términos
del
mundo,
pero
el
llamado
a
tomar
una
decisión
está
siempre
allí.
En
la
liturgia
la
estructura
de
la
palabra
y
de
la
respuesta
hace
de
la
liturgia
un
evento
dialógico,
en
el
cual
se
enfatiza
el
gran
valor
de
la
comunicación.
El
diálogo
es
la
característica
del
intercambio
humano.
Para
que
tal
intercambio
sea
significativo,
las
partes
involucradas
deben
estar
humanamente
presentes,
el
uno
con
el
otro.
Esta
presencia
humana
se
realiza
a
través
del
lenguaje.
Jesucristo
es
el
lenguaje
de
Dios.
El
lenguaje
humano
comunicativo
no
es
una
mera
transmisión
de
información.
Este
tipo
de
comunicación
nos
prepara
para
establecer
un
encuentro
que
nos
permitirá
desarrollar
relaciones
interpersonales
más
profundas
y
en
el
que
a
su
vez
nuestras
presuposiciones
serán
cuestionadas.
Todo
este
proceso
comunicativo
se
lleva
a
cabo
dentro
del
patrón
rítmico
de
la
liturgia
en
el
cual
el
lenguaje
de
Dios
se
hace
concreto.
9
La
Adoración
Cristiana
Este
modelo
fue
desarrollado
a
partir
del
modelo
filosófico
de
Alfred
North
Whitehead
el
cual
ha
sido
muy
importante
en
la
teología
norteamericana.
Esta
forma
de
pensamiento
enfatiza
la
relacionalidad
y
la
creatividad
o
novedad.
En
este
modelo
Dios
y
el
mundo
son
uno,
o
mejor
dicho,
están
en
uno.
De
ninguna
manera
esto
identifica
a
Dios
y
al
mundo,
sino
más
bien
explica
que
el
único
mundo
que
nosotros
tenemos
es
el
mundo
de
nuestro
Dios
y
que
el
único
Dios
que
nosotros
tenemos
es
el
de
nuestro
mundo.
De
todos
los
modelos
el
de
proceso
es
el
que
enfatiza
la
esencia
de
Dios.
Dios
está
trabajando
en
nuestro
mundo
atrayéndolo
cada
vez
más
hacia
Él
mismo.
Otra
categoría
clave
del
proceso
de
pensamiento
es
el
llegar
a
ser.
El
fundamento
de
la
realidad
es
aquello
que
cambia,
no
aquello
que
sigue
siendo
lo
mismo.
Esta
es
la
razón
por
la
cual
la
novedad
y
la
creatividad
son
los
valores
en
este
sistema.
En
este
modelo
teológico
la
liturgia
es
un
evento
que
siempre
es,
que
siempre
está
en
marcha,
y
que
constantemente
está
redefiniéndose
a
sí
misma
en
función
del
mundo
que
la
rodea
y
el
ambiente
en
el
cual
se
lleva
a
cabo.
Por
esta
razón,
la
imagen
principal
de
la
liturgia
del
cual
emerge
este
modelo
es
la
de
una
comunidad
adoradora
que
está
en
marcha
o
una
asamblea
en
peregrinación.
Cuando
uno
mira
a
través
de
esta
ventana
de
proceso,
uno
ve
una
celebración
litúrgica
que
está
mucho
más
conectada
con
el
resto
mundo.
Este
modelo
incorpora
en
sus
ritos
valores
contemporáneos
de
la
sociedad
tales
como
el
desarrollo
y
el
crecimiento.
Los
procesos
litúrgicos
tratan
de
tomar
seriamente
el
lenguaje
de
los
textos
litúrgicos
y
de
las
canciones.
Este
enfoque
postula
que
Dios
es
profundamente
afectado
por
lo
que
nosotros
hacemos
y
que
Él
verdaderamente
se
preocupa
por
nosotros.
Dios
no
permanece
inmutablemente
al
margen;
pero
ambos,
Dios
y
Cristo,
cambian
y
crecen
con
los
adoradores.
El
cambio
es
construido
dentro
de
la
misma
estructura
de
los
ritos
litúrgicos.
El Modelo Terapéutico
Si
el
modelo
sacramental
está
basado
en
el
rol
de
la
encarnación
en
nuestras
vidas,
el
modelo
terapéutico
intensifica
el
carácter
de
la
encarnación.
Este
modelo,
algunas
veces
10
La
Adoración
Cristiana
llamado
el
modelo
humanizante
porque
sostiene
que
el
crecimiento
humano
es
semejante
al
crecimiento
de
nuestra
unión
con
Dios.
Esta
perspectiva
teológica
le
presta
atención
particular
a
las
historias
de
celebración
de
la
cristiandad.
Este
modelo
en
vez
de
usar
explícitamente
imágenes
religiosas
y
categorías
para
hablar
de
la
realidad
divina
en
la
vida
humana,
utiliza
el
lenguaje
de
la
experiencia
humana
ordinaria
para
articular
el
misterio
que
existe
en
el
corazón
de
toda
liturgia.
La
tarea
de
la
liturgia
es
una
de
explicar
y
clarificar
este
misterio.
Dios
no
es
ajeno
al
proceso
de
humanización.
Dios
siempre
está
haciendo
algo
en
nuestro
mundo.
La
salvación
siempre
está
aconteciendo,
pero
muy
a
menudo
no
se
percibe
y
se
mantiene
oculta.
Sin
embargo,
la
asamblea
litúrgica
puede
saber
qué
es
lo
que
está
ocurriendo
porque
sus
liturgias
revelan
estos
procesos
profundos
y
lo
hace
principalmente
a
través
de
la
narración
de
historias.
La
congregación
en
sus
canciones,
oraciones,
entrega,
bendición,
sacrificio
y
en
la
acción
de
compartir
la
eucaristía,
relata
la
gran
historia
de
la
Pascua
de
Jesucristo.
Todo
esto
brinda
a
los
miembros
de
la
congregación
la
oportunidad
de
colocar
sus
pequeñas
historias,
a
menudo
deficientes,
dentro
de
una
historia
que
es
amplia,
grandiosa
y
completa:
la
del
Señor
Jesucristo.
Muchos
de
los
variados
temas
que
uno
puede
encontrar
en
la
contemporánea
teología
de
la
liberación
pueden
hacerse
eco
en
este
modelo.
Ciertamente,
este
enfoque
insta
a
experimentar
el
reino
de
Dios
a
través
de
la
ruptura
de
las
barreras
que
causan
la
división
y
la
desigualdad
entre
los
seres
humanos.
También
es
un
llamado
a
reformar
las
estructuras
pecaminosas
y
desafía
a
los
adoradores
a
unirse
con
los
pobres
y
los
oprimidos
en
maneras
prácticas
que
promuevan
una
mayor
justicia
social.
Al
mirar
a
través
de
esta
ventana
uno
puede
ver
una
liturgia
que
hace
justicia.
En
este
modelo
la
adoración
de
la
iglesia
se
percibe
como
un
evento
profético.
Sin
embargo,
esto
es
más
que
una
mera
convicción
intelectual.
La
liturgia
es
el
lugar
donde
los
sentimientos
y
las
emociones
de
las
personas
deben
ser
transformados
de
modo
que
puedan
encontrarse
formas
creativas
para
lograr
la
11
La
Adoración
Cristiana
restructuración
de
la
sociedad
y
la
conversión
de
los
miembros
de
la
congregación.
La
liturgia
no
es
como
un
libro
de
recetas
para
los
problemas
del
mundo,
sino
más
bien
es
como
un
ensayo
para
el
reino
de
Dios.
En
resumen,
los
modelos
litúrgicos
son
modelos
teológicos.
A
su
vez,
son
instrumentos
útiles
para
discernir
la
naturaleza
de
cualquier
celebración
ritual.
Sin
embargo,
es
preciso
aclarar
que
son
algo
más
que
lo
que
ha
sido
descrito.
La
liturgia
en
sí
misma,
es
un
misterio
o
permanece
como
un
misterio
tal
como
el
apóstol
Pablo
lo
señala
en
1
Corintios
13:12.
Para
aquellos
que
visualizan
la
adoración
desde
un
punto
de
vista
sacramental
y
litúrgico,
la
adoración
cristiana
es
una
acción
que
conmemora
los
eventos
de
la
historia
de
la
salvación.
Este
memorial
está
basado
en
modelos
bíblicos
de
adoración
y
no
es
una
simple
remembranza
intelectual.
Este
recordatorio
es
una
celebración
del
evento
de
la
salvación
a
través
de
formas
de
adoración
inspiradas
por
el
Espíritu
Santo.
Un
principio
fundamental
en
la
teología
del
Nuevo
Testamento
es
que
toda
la
historia
de
la
salvación
es
recapitulada
y
“personalizada”
en
Jesús.
Nada
es
tan
claro
como
el
hecho
de
que
todo
en
la
historia
sagrada
–
evento,
objeto,
lugar
sagrado,
teofanía,
culto
–
simplemente
se
han
atribuido
a
la
persona
encarnada
de
Cristo.
Él
es
la
Palabra
eterna
de
Dios
(Jn.1:1-‐14);
su
nueva
creación
(2
Co.
5:17;
Gá.
6:15;
Ro.
8:19;
Ap.
21-‐22)
su
nuevo
Adán
(1
Co.
15:45;
Ro.
5:14);
la
nueva
pascua
y
el
cordero
(1
Co.5:7;
Jn.
1:29,36;
1
P.
1:19;
Ap.
5);
el
nuevo
pacto
(Mat.
26:28;
Mr.
14:24;
Lc.
22:20;
Heb.
8-‐13)
la
nueva
circuncisión
(Col.
2:11-‐12)
y
el
maná
celestial
(Jn.
6:30-‐58;
Ap.
2:17);
el
templo
de
Dios
(
Jn.
2:19-‐22);el
nuevo
sacrificio
y
su
sacerdote
(Ef.
5:2;
Heb.
2:17-‐3:2;
4:10-‐14);
el
cumplimiento
del
descanso
sabático
(Col.
2:16-‐17;
Mat.
11:28-‐12:8;
Heb.
3:7-‐4:11)
y
el
advenimiento
de
la
era
mesiánica
(Lc.
4:16-‐21;
Hch.
2:14-‐36).
Él
es
evidentemente
“el
todo,
y
en
todos”
(Col.
3:11),
el
Alfa
y
la
Omega
el
primero
y
el
último,
el
principio
y
el
fin
(Ap.
22:13;
1:8;
21:6).
Todo
lo
que
se
llevó
a
cabo
con
anterioridad
tuvo
su
cumplimiento
en
Cristo
(Heb.10:1)
y
eso
incluye
todos
los
aspectos
del
culto
(Col.
2:16-‐17).
12
La
Adoración
Cristiana
Esto
es
importante
para
cualquier
teología
de
la
adoración
cristiana.
El
templo
del
Viejo
Testamento
y
el
altar
con
sus
rituales
y
sacrificios
no
son
remplazados
por
un
nuevo
conjunto
de
rituales
y
santuarios,
pero
por
la
entrega
de
una
persona,
el
mismo
Hijo
de
Dios.
De
aquí
en
adelante,
la
verdadera
adoración
que
complace
al
Padre
no
es
otra
que
la
vida
salvadora,
muerte
y
resurrección
de
Cristo.
Nuestra
adoración
es
el
resultado
de
esta
experiencia
sacrificial
hecha
realidad
en
nosotros.
Lejos
de
ser
una
innovación
del
siglo
IV,
la
esencia
del
mensaje
del
Nuevo
Testamento
concerniente
al
nuevo
culto,
liturgia,
es
la
edificación,
la
santificación
personal
y
la
íntima
relación
con
Dios
en
la
vida
diaria.
En
realidad,
para
el
apóstol
Pablo
la
liturgia
es
la
vida
cristiana.
Nosotros
hacemos
anamnesis,
memorial,
de
este
dinámico
poder
salvador
en
nuestras
vidas,
para
hacerlo
penetrar
mucho
más
en
lo
profundo
de
nuestro
ser
y
para
la
edificación
del
cuerpo
de
Cristo
(1
Juan
1:1-‐4).
En
los
evangelios,
la
transición
a
esta
nueva
era
de
la
historia
de
la
salvación
es
representada
en
los
recuentos
de
las
apariciones
de
Jesús
después
de
la
resurrección.
Lo
que
los
recuentos
de
estas
apariciones
después
de
la
resurrección
parecen
estar
diciéndonos
es
que
Jesús
está
con
nosotros,
pero
no
de
la
forma
como
estuvo
antes.
Él
está
con
nosotros,
y
no
está
con
nosotros,
hay
una
presencia
real
y
hay
una
ausencia
real
“…a
quien
de
cierto
es
necesario
que
el
cielo
reciba
hasta
los
tiempos
de
la
restauración
de
todas
las
cosas…”
(Hch.3:21),
pero
también
quien
dijo:
“…y
he
aquí
yo
estoy
con
vosotros
todos
los
días,
hasta
el
fin
del
mundo…”
(Mat.
28:20).
De
modo
que
el
Jesús
de
la
iglesia
apostólica
no
es
el
Jesús
histórico
del
pasado,
pero
si
el
sacerdote
celestial
que
intercede
por
nosotros
constantemente
delante
del
trono
del
Padre
(Ro.
8:34;
Heb.
9:11-‐28)
y
que
activamente
está
dirigiendo
la
vida
de
su
iglesia
(Ap.
1:17-‐3:22).
La
iglesia
guardó
un
registro
de
los
eventos
históricos,
pero
ellos
fueron
reinterpretados
a
la
luz
de
la
resurrección
y
estaban
destinados
a
ayudar
a
los
cristianos
a
captar
el
significado
de
Jesús
en
sus
vidas.
Esta
es
la
razón
por
la
cual
nosotros
meditamos
en
el
modelo
de
su
vida,
lo
proclamamos,
lo
predicamos,
lo
celebramos:
para
que
cada
vez
sea
más
profundamente
nuestro.
Es
por
eso
que
la
iglesia
apostólica
nos
dejó
un
libro
y
un
rito,
una
palabra
y
un
13
La
Adoración
Cristiana
sacramento,
de
modo
que
aquello
que
Cristo
fue
e
hizo,
nosotros
lo
hagamos
y
lo
seamos
en
Él.
Por
esta
causa
la
historia
sagrada
nunca
terminó:
ella
continúa
en
nosotros.
Es
justo
decir
que
la
visión
del
Nuevo
Testamento
del
culto
cristiano
es
algo
sorprendente
y
radicalmente
nuevo.
Indiscutiblemente,
los
seres
humanos
siempre
se
han
reunido
como
una
forma
de
expresarse
haciendo
uso
de
rituales.
De
modo
que
cuando
los
cristianos
se
reúnen
no
están
inventando
algo
nuevo,
lo
que
es
novedoso
es
la
visión
que
ellos
expresan.
La
diferencia
fundamental
entre
la
adoración
judeo-‐cristiana
y
otros
cultos
es
el
hecho
de
que
es
Dios
quien
toma
la
iniciativa
de
revelarse
a
su
pueblo.
Por
consiguiente,
la
adoración
bíblica
no
es
el
intento
humano
de
acercarse
o
tratar
de
complacer
a
Dios
ya
que
es
Él
quien
toma
la
iniciativa
de
acercarse
a
nosotros
en
la
persona
de
Cristo
para
tener
compañerismo
con
nosotros.
En
el
Antiguo
Testamento
todos
los
rituales
eran
símbolos
que
apuntaban
al
cumplimento
de
una
promesa
y
el
establecimiento
de
un
nuevo
pacto
en
la
persona
del
Señor
Jesucristo.
La
reconciliación
con
el
Padre
se
hizo
eterna
en
el
misterio
de
la
obra
redentora
del
Hijo
(2
Cor.5:18-‐19;
Ro.5:10-‐11).
La
brecha
que
existía
se
cerró
para
siempre
a
través
de
la
iniciativa
de
Dios.
De
allí
que
la
adoración
cristiana
es
una
celebración
del
hecho
de
que
Dios
nos
ha
tocado,
nos
ha
unido
a
Él,
siempre
está
presente
en
medio
nuestro
y
habita
en
nosotros.
Por
consiguiente,
la
liturgia
cristina
no
es
sólo
un
evento
histórico
sino
que
es
también
una
fiesta
pública,
real,
activa,
llena
de
gozo
y
gratitud
por
la
salvación
que
tenemos
en
Cristo
y
en
donde
la
iglesia
como
cuerpo
se
edifica
y
glorifica
el
Santo
nombre
de
Dios.
La
liturgia
es
una
actividad
que
lleva
a
cabo
la
iglesia.
Es
una
de
las
formas
como
la
iglesia
responde
al
llamado
de
la
revelación
de
Dios
a
través
de
alabanzas,
entrega,
y
acciones
de
gracias
por
la
obra
de
salvación
en
Cristo.
Esta
eterna
doxología
es
una
respuesta
a
la
actividad
de
Dios
en
Cristo
y
es
importante
subrayar
que
es
una
parte
integral
de
la
liturgia.
Cristo
a
través
de
los
siglos
continúa
su
trabajo
de
salvar
por
medio
de
su
cuerpo,
la
iglesia.
14
La
Adoración
Cristiana
Cristo
como
cabeza
de
la
iglesia
nos
hace
el
llamado
de
convertirnos,
unirnos
y
reconciliarnos
los
unos
con
los
otros
en
Él.
Es
Cristo
quien
en
y
a
través
de
la
iglesia
por
la
obra
del
Espíritu
Santo
crea,
nutre,
sana
restaura
e
intercede.
La
liturgia
es
entonces
el
trabajo
mancomunado
de
Cristo
y
su
iglesia.
Esta
es
su
gloria
y
es
lo
que
hace
posible
las
extraordinarias
afirmaciones
que
la
iglesia
ha
hecho
sobre
la
naturaleza
de
la
adoración
cristiana.
Entonces
la
pregunta
obvia
es:
¿Qué
es
lo
especial
en
la
liturgia?
Ciertamente
no
es
su
efectividad,
ya
que
Dios
es
siempre
eficaz
y
la
causa
de
los
obstáculos
somos
nosotros.
Lo
que
es
especial
en
la
liturgia
es
la
actividad
visible
de
toda
la
iglesia.
En
el
Nuevo
Testamento
la
redención
es
una
unión
solidaria
frente
a
la
maldad
de
este
mundo.
Esta
redención
necesariamente
genera
una
comunidad
ya
que
sólo
en
comunidad
nuevos
valores
humanos
son
liberados
y
plantados.
Cristo
no
vino
tan
sólo
para
salvar
individuos
sino
también
para
cambiar
el
curso
de
la
historia
al
crear
un
nuevo
grupo,
gente
nueva,
gente
de
Dios,
un
nuevo
paradigma
de
lo
que
todas
las
personas
deberían
ser.
En
el
libro
de
los
Hechos
de
los
Apóstoles
la
vida
de
este
grupo
fue
nutrida
en
las
reuniones
y
su
dinamismo
básico
se
fundamentó
en
la
unidad
y
en
el
amarse
los
unos
a
los
otros
como
Cristo
los
amó
y
como
el
Padre
ama
a
Jesús
(Jn.15:9;
17:20).
Desde
esta
perspectiva
la
liturgia
no
es
un
fin
en
sí
mismo
sino
que
es
el
medio
y
la
expresión
de
una
vida
en
unidad
en
Cristo.
Esta
vida
en
unidad
se
caracteriza
por
el
apoyo
mutuo,
la
generosidad,
el
estimar
a
los
demás
como
superiores
a
nosotros
mismos,
no
mirar
cada
uno
por
lo
suyo
propio,
sino
cada
cual
también
por
lo
de
los
otros.
En
este
contexto,
la
oración
es
uno
de
los
medios
que
fortalece
la
unidad.
En
la
liturgia
la
adoración
siempre
está
orientada
a
esta
vida
en
unidad
(1
Co.
11-‐14;
Mat.
5:23,24).
En
resumen,
esta
perspectiva
sobre
la
liturgia
nos
sirve
como
marco
de
referencia
para
evaluarnos
y
hacernos
las
siguientes
preguntas:
¿es
este
tipo
de
liturgia
una
realidad
o
no
en
nuestras
vidas?
¿Representa
nuestra
liturgia
lo
que
realmente
somos?
¿Es
nuestra
liturgia
una
celebración
sagrada
y
una
representación
verdadera
de
que
estamos
viviendo
de
acuerdo
a
esta
perspectiva?
Si
adoptamos
esta
perspectiva
de
la
liturgia,
nuestra
respuesta
a
la
salvación
que
tenemos
en
Cristo
será
igual
a
la
de
los
cristianos
de
la
iglesia
primitiva
tal
como
lo
describen
algunos
pasajes
del
Nuevo
Testamento
(Hch.
2:43-‐46,
4:23-‐37).
De
igual
15
La
Adoración
Cristiana
modo,
nuestra
necesidad
de
una
participación
personal
en
la
liturgia
estará
caracterizada
por
el
mismo
sentido
de
identidad
espiritual
que
tuvo
el
Apóstol
Pablo
al
utilizar
frases
tales
como:
Yo
sufro
con
Cristo,
con
Cristo
estoy
juntamente
crucificado,
estoy
muerto
con
Cristo,
estoy
sepultado
con
Cristo,
estoy
resucitado
y
vivo
en
Cristo,
estoy
sentado
con
Cristo
en
las
regiones
celestiales
(Ro. 6:3-‐11; Gá. 2:20; 2 Co. 1:5; 4:7; Col. 2:20; Ef. 2:5-‐6).
Esto
es
lo
que
es
la
vida
cristiana,
la
verdadera
liturgia.
Nuestra
adoración
es
una
metáfora
viviente
de
la
salvación.
Es
una
realidad,
y
no
sólo
una
constante
representación
de
un
símbolo
que
evoca
nuestra
respuesta
en
fe
y
obras.
Nuestra
adoración
nos
afecta
ya
que
el
Espíritu
Santo
actúa
en
nosotros
con
el
fin
de
edificar
el
cuerpo
de
Cristo
transformándolo
en
un
nuevo
templo
en
el
cual
la
ofrenda
y
los
que
la
ofrecen
son
uno.
La
liturgia
nos
recuerda
las
obras
poderosas
de
Dios
en
Cristo
y
al
recordar
celebramos,
y
al
celebrar
somos
transformados
a
través
de
lo
que
hacemos.
La
adoración
en
la
iglesia
libre
ocupa
una
posición
intermedia
entre
la
adoración
litúrgica
o
las
formas
sacramentales
de
adoración
y
la
adoración
en
muchas
iglesias
carismáticas.
Mientras
que
las
iglesias
libres
pueden
seguir
un
orden
formal
en
el
culto,
su
adoración
no
se
conforma
a
las
históricas
liturgias
centradas
en
la
Eucaristía.
Esta
adoración
tiene
tres
objetivos:
dialogar
con
Dios,
escuchar
a
Dios
y
responder
a
Dios
–
una
secuencia
basada
en
una
antigua
estructura
bíblica
de
proclamación
y
respuesta.
Este
estilo
de
adoración
puede
encontrarse
en
iglesias
evangélicas
fundamentales
al
igual
que
en
muchas
denominaciones
reconocidas
e
iglesias
Protestantes.
También,
muchas
iglesias
pentecostales
utilizan
el
formato
de
la
iglesia
libre
en
sus
cultos
dominicales.
En
esta
liturgia
se
adora
a
Dios
por
lo
que
Él
es
y
por
lo
que
Él
hace
tal
como
lo
expresa
el
salmista
en
el
Salmo
96:7-‐8.
Atribuirle
a
Dios
la
gloria
debido
a
su
nombre
–
a
través
de
16
La
Adoración
Cristiana
nuestras
palabras
y
obras
es
esencial
en
el
estilo
de
vida
cristiana.
La
primera
declaración
que
debería
hacerse
en
cuanto
a
la
adoración
es
que
no
es
un
acto
de
“prender
y
apagar”
cuando
nosotros
vamos
al
“centro
de
adoración
cada
domingo”.
Nosotros
no
podemos
compartamentalizar
nuestras
vidas
en
un
día
en
el
que
adoramos
y
en
otros
seis
en
que
no
lo
hacemos.
La
adoración
es
en
efecto,
un
estilo
de
vida.
Cada
palabra
y
cada
acción
en
cada
día
deberían
dar
gloria
a
Dios.
A
pesar
de
la
imperfección,
esta
debería
ser
diariamente
nuestra
ambición.
Darle
a
Dios
la
gloria
debida
a
su
Nombre
incluye
ofrecerle
a
Él
sacrificio
de
alabanza
(Heb.
13:15);
realizar
obras
de
misericordia
y
compasión
en
su
Nombre
(Heb.
13:16);
presentar
nuestros
cuerpos
como
sacrificio
vivo,
santo
y
agradable
(Ro.
12:1);
renovar
nuestras
mentes
a
través
de
la
Palabra
de
Dios
(Ro.
12:3);
dar
a
Dios
como
ofrenda
nuestros
talentos,
tiempo
y
recursos
(2
Co.
8-‐9).
Estas
y
otras
actividades
son
acciones
que
honran
a
Dios
y
que
ocurren
a
diario
en
nuestras
vidas,
y
no
sólo
en
los
cultos
de
adoración
y
enseñanza.
La
Biblia
nos
dice
en
Juan
4:23-‐24
que
Dios
anhela
que
seamos
honestos
delante
de
Él.
Él
quiere
que
le
adoremos
con
el
entendimiento
(el
intelecto),
y
con
el
corazón
(amándole
a
Él).
Sin
embargo,
la
verdadera
adoración
incluye
también
acciones,
pensamientos
y
emociones.
Nosotros
entendemos
con
nuestra
mente
y
con
nuestro
corazón,
pero
actuamos
por
nuestra
voluntad.
Los
hechos
y
las
emociones
deben
actuar
conjuntamente
y
traer
como
resultado
acciones
que
den
honor
y
gloria
a
nuestro
Dios.
Realmente
la
adoración
es
un
ejercicio
espiritual,
pero
debe
ser
expresado
de
una
forma
visible.
El
punto
crítico
de
toda
esta
actividad,
las
palabras
y
los
hechos,
es
un
corazón
en
sintonía
con
Dios
justificado
delante
de
Él
por
la
sangre
del
Cordero.
Hasta
que
una
persona
se
haya
reconciliado
con
Dios
a
través
de
su
Hijo
Jesucristo,
cualquier
palabra
que
ésta
pueda
pronunciar,
u
obras
que
pudiera
realizar,
en
el
nombre
de
Cristo,
no
son
nada
para
Dios
–
tal
vez
notorias
para
los
hombres
y
mujeres
y
quizás
muy
buenas
desde
la
perspectiva
humana,
pero
en
lo
que
a
Dios
concierne
son
“obras
muertas”.
17
La
Adoración
Cristiana
Si
como
individuos
es
aplicable
la
verdad
de
que
la
adoración
es
en
efecto
un
estilo
de
vida,
y
que
cada
palabra
y
acción
diariamente
deberían
dar
gloria
a
Dios,
también
lo
debe
ser
cuando
nos
congregamos
como
cuerpo
de
Cristo
para
enfocar
nuestras
mentes,
corazones
y
voluntades
en
Él.
Atribuirle
la
gloria
a
Dios
por
causa
de
su
nombre
es
esencial
para
las
experiencias
antes
descritas.
Muchas
frases
tales
como:
admirar
el
carácter
de
Dios,
deleitarse
en
las
obras
de
Dios,
declarar
la
dignidad
de
Dios,
celebrar
a
Dios,
responder
a
Dios,
honrar
a
Dios,
han
sido
utilizadas
para
definir
la
actividad
de
dar
gloria
a
Dios.
Todas
estas
frases
están
enmarcadas
dentro
de
una
definición
amplia:
adoración
es
atribuirle
gloria
a
Dios
por
lo
que
Él
es
y
Él
hace.
Es
decirle
a
Dios
lo
que
pensamos
de
Él.
Es
honrar
a
Dios
haciendo
aquellas
cosas
que
declaran
su
dignidad,
como
por
ejemplo:
cantarle
a
Él
y
cantar
de
Él,
exaltar
su
Nombre
y
su
carácter,
orar,
leer
más
acerca
de
Él
cuando
leemos
la
Biblia,
rememorar
las
obras
que
Él
ha
realizado
a
lo
largo
de
la
historia
a
favor
de
su
pueblo,
contar
y
celebrar
el
relato
de
su
redención,
y
así
sucesivamente.
Aunque
nosotros
aprendemos
principalmente
acerca
de
Dios
a
través
de
nuestro
estudio
de
la
Biblia,
también
reafirmamos
los
atributos
eternos
de
Dios
al
compartir
los
unos
con
otros
sobre
la
obra
de
Él
en
nuestras
vidas.
Mientras
más
aprendamos
de
Dios
y
de
sus
obras,
tendremos
más
motivos
para:
declarar
que
Él
es
digno,
agradecerle,
alabarle
y
cantarle.
La
adoración
está
centrada
en
Dios.
Él
es
el
objeto
de
nuestro
amor.
Nuestra
actitud
nunca
debería
ser
el
preguntarnos
¿Qué
hay
en
esto
para
mí?
Tal
como
lo
hicieron
los
sacerdotes
en
el
libro
de
Malaquías
o
como
los
fariseos
en
el
Nuevo
Testamento.
Todo
lo
contrario,
siempre
nuestra
actitud
debería
ser
el
preguntarnos
¿Qué
puedo
darte
hoy
Señor?
¿Qué
puedo
hacer
para
agradarte?
Esta
fue
la
actitud
de
María
la
amiga
de
Jesús
quien
incluso
le
limpió
a
Él
pies
y
los
ungió
(Jn.12:1-‐3).
Nosotros
le
damos
la
gloria
a
Dios
por
causa
de
su
Nombre.
¿Son
las
necesidades
humanas
satisfechas
al
darle
la
gloria
a
Dios?
En
absoluto.
A
Dios
se
le
ha
conocido
siempre
como
el
más
grande
dador,
y
Él
ha
prometido
satisfacer
18
La
Adoración
Cristiana
todas
las
necesidades
de
su
pueblo.
De
hecho
Dios
fue
el
primero
en
tomar
la
iniciativa
de
dar
y
nuestra
adoración
es
la
respuesta
a
todas
las
obras
que
Él
realiza
a
favor
nuestro.
Nuestra
comunión
con
Él
siempre
satisface
nuestras
necesidades
básicas
como
seres
humanos;
pero
la
satisfacción
de
nuestras
necesidades
nunca
debe
ser
nuestra
motivación
principal
al
adorarle.
Conocer
a
Dios
de
forma
personal
y
participar
activamente
en
la
adoración
son
dos
necesidades
fundamentales.
En
la
medida
que
crecemos
en
el
conocimiento
de
Dios
y
nos
acercamos
más
a
Él,
descubriremos
que
nuestra
adoración
tendrá
un
nuevo
significado.
Nosotros
necesitamos
conocer
más
a
Dios
y
así
podremos
estar
involucrados
de
forma
más
consciente
en
darle
la
alabanza
que
Él
merece
y
desea.
Los
adoradores
deben
ser
participantes
ya
que
no
pueden
ser
meros
espectadores.
Nosotros
debemos
tributarle
a
Dios
honor
por
todo
lo
que
Él
es
y
ha
hecho
por
nosotros.
La
frase
“Conocer
a
Dios
y
darlo
a
conocer
a
otros”
puede
parecerle
a
algunos
trivial
e
incluso
súper
espiritual
sin
embargo,
a
la
luz
de
lo
que
dice
la
Biblia
es
la
verdad
(Jn.4:22;
Fil.3:10;
1
Cr.16:24;
Sal.105:1).
La
comunicación
con
el
Dios
Todopoderoso
no
es
igual
a
la
de
los
seres
humanos.
No
podemos
nunca
reducir
esta
unión
espiritual
al
nivel
de
nuestro
limitado
entendimiento.
Por
fortuna,
¡Dios
sabe
esto!
y
porque
Él
nos
diseñó
sabía
desde
un
principio
que
nuestra
comunión
con
Él
sería
muy
especial
para
Él
y
para
nosotros.
Dios
no
está
en
los
cielos
sentado
en
su
trono
solamente
escuchando
a
la
gente
hablarle
a
Él
acerca
de
sus
temores,
deseos,
necesidades,
aspiraciones
y
pecados.
Él
también
responde.
Nosotros
hablamos
y
Él
también
habla.
Él
escucha
y
también
nosotros
deberíamos
hacer
lo
mismo.
La
adoración
incluye
hablar,
escuchar
y
responder.
Nosotros
le
damos
gloria
a
Dios
activamente
cuando
le
decimos
lo
que
pensamos
de
Él;
escuchamos
cuando
Él
nos
habla
a
través
de
la
enseñanza
de
su
Palabra,
de
su
Santo
Espíritu
y
a
su
discreción;
entonces
nosotros
deberíamos
responder.
Estos
son
los
rudimentos
de
la
comunicación:
hablar,
escuchar
y
responder.
En
19
La
Adoración
Cristiana
Una
vida
de
sincera
y
verdadera
adoración
afecta
a:
los
líderes
de
la
iglesia,
los
miembros
e
incluso
a
los
inconversos.
Si
verdaderamente
nos
conectamos
con
Dios
durante
los
tiempos
de
adoración
congregacional,
no
sólo
este
aspecto
cambiará,
sino
también
todos
los
aspectos
de
nuestra
vida
diaria,
pues
tendrán
una
frescura
y
vitalidad
que
transcenderá
lo
mundano.
Algunos
ejemplos
de
este
hecho
lo
podemos
encontrar
en
pasajes
de
la
Biblia
tales
como:
Génisis
35;
Éxodo
24:3;
Nehemías
8:5-‐6;
2
Crónicas
5-‐7
y
Hechos
4.
Debido
a
la
dinámica
y
la
conexión
significativa
con
el
Dios
Todopoderoso,
vidas
fueron
cambiadas.
El
real
resultado
final
de
la
adoración
es
saber
que
Dios
ha
sido
complacido.
Sin
embargo,
la
consecuencia
obvia
es
que
cuando
adoramos
a
Dios
en
espíritu
y
en
verdad
nosotros
somos
afectados
y
cambiados:
adquirimos
un
mejor
conocimiento
de
quién
es
Dios;
20
La
Adoración
Cristiana
experimentamos
otra
vez
su
amor,
gracia
y
poder;
somos
renovados,
refrescados
y
reavivados;
nos
convertimos
en
hacedores
y
no
sólo
oidores
de
la
Palabra;
la
iglesia
de
Cristo
alrededor
del
mundo
es
expandida
porque
le
servimos
y
compartimos
su
amor
con
otros;
obedecemos
con
gozo
todo
lo
que
Él
quiere
que
hagamos,
honrándolo
a
Él
en
todas
las
áreas
de
nuestra
vida
–
atribuyéndole
a
Dios
la
gloria
debida
a
su
nombre.
En
resumen,
adoración
es
atribuirle
a
Dios
honor
por
lo
que
Él
es
y
ha
hecho.
Sólo
Dios
debe
ser
el
objeto
y
centro
de
mi
alabanza
y
adoración.
Mi
actitud
debe
ser:
“estoy
aquí
para
entregarme
a
ti,
Señor”.
Mis
necesidades
más
importantes
son
conocer
mejor
a
Dios
y
entonces
participar
activamente
expresándole
que
le
amo
y
le
adoro.
Aunque
otros
pueden
ayudarme
en
esto,
la
mayor
responsabilidad
es
mía.
Debo
hablar
con
Dios,
escucharle
y
responder
a
cualquier
cosa
que
me
diga.
La
adoración
que
le
doy
a
Dios
junto
a
otros
los
domingos
debe
ayudarme
y
motivarme
a
continuar
honrándole
durante
toda
la
semana.
Al
mismo
tiempo,
las
experiencias
de
la
semana
pasada
que
traiga
conmigo
el
domingo
se
convierten
en
ocasiones
para
volver
a
contar
sus
bendiciones,
bondades
y
su
eterna
fidelidad.
La
adoración
para
los
cristianos
carismáticos
es
una
expresión
de
la
experiencia
y
el
empoderamiento
del
Espíritu
Santo.
La
liberación
de
una
vida
de
alabanza,
intercesión,
y
de
los
dones
espirituales
para
el
ministerio
se
lleva
a
cabo
en
el
entorno
del
cuerpo
de
Cristo
en
la
adoración.
Aunque
las
lenguas
y
la
interpretación
son
una
manifestación
importante
del
Espíritu
en
la
adoración
de
los
pentecostales,
el
énfasis
es
también
puesto
considerablemente
en
otros
dones
espirituales,
incluyendo
los
de
sanidades
y
el
de
profecía.
El
movimiento
pentecostal
moderno
se
originó
en
avivamientos
que
ocurrieron
en
Kansas,
Los
Ángeles
y
otros
lugares
a
inicios
del
siglo
XX.
Como
el
pentecostalismo
llegó
a
ser
percibido
como
una
influencia
“peligrosa”
en
las
denominaciones
tradicionales,
quienes
experimentaron
el
avivamiento
muy
a
menudo
fueron
obligados
a
abandonar
sus
congregaciones.
El
resultado
fue
la
21
La
Adoración
Cristiana
formación
de
iglesias
y
denominaciones
pentecostales.
Esto
no
parecía
ser
un
objetivo
explícito
de
los
pentecostales,
quienes
deseaban
en
primer
lugar
revitalizar
las
iglesias
existentes,
otro
grupo
de
iglesias
y
denominaciones
que
surgen
del
movimiento
de
la
santidad.
Sin
embargo,
las
iglesias
pentecostales
que
no
tuvieron
sus
raíces
en
el
movimiento
de
santidad,
a
menudo
han
crecido
de
ambas
tradiciones.
Por
un
lado,
el
término
carismático
tiene
una
connotación
más
genérica.
Su
uso
se
ha
puesto
de
moda,
más
recientemente
eliminando
el
estigma
del
pentecostalismo.
En
las
iglesias
carismáticas
hay
una
gran
variedad
de
interpretaciones
en
relación
a
los
dones
del
Espíritu.
Los
carismáticos
no
son
tan
dogmáticos
como
los
pentecostales
clásicos
en
cuanto
a
la
necesidad
de
la
manifestación
particular
de
estos
dones
espirituales
(el
don
de
lenguas)
como
la
señal
de
que
una
persona
ha
recibido
verdaderamente
al
Espíritu
Santo.
Por
esta
causa,
podemos
decir
que
todos
los
pentecostales
son
carismáticos,
pero
no
todos
los
carismáticos
son
pentecostales.
El
punto
de
partida
para
una
teología
carismática
de
la
adoración
debería
ser
la
plataforma
común
de
la
experiencia
carismática
la
cual
nos
permite
desplazarnos
a
una
teología
de
Cristo
y
del
Espíritu
Santo.
En
muchos
de
los
casos
la
experiencia
litúrgica
antecede
a
la
teología,
como
consecuencia,
nuestras
creencias
se
desarrollan
más
que
todo
por
nuestras
oraciones
y
nuestra
vida
de
adoración
que
al
revés.
Los
carismáticos
son
carismáticos
porque
ellos
han
tenido
una
experiencia
específica.
Esta
experiencia
es
un
vital
encuentro
con
Cristo
Jesús
y
el
Espíritu
Santo.
Aunque
es
necesario
sostener
que
todos
los
cristianos
deben
tener
contacto
con
el
Espíritu
Santo
a
fin
de
que
lleguen
a
ser
cristianos.
La
vitalidad
de
la
experiencia
carismática
ya
sea
esporádica
o
continua
afecta
las
vidas
profundamente.
Nosotros
no
deberíamos
apresurarnos
a
decir
que
esta
experiencia
es
una
dimensión
añadida
a
la
relación
que
todos
los
cristianos
tenemos
con
Dios,
más
bien
deberíamos
sugerir
que
es
una
experiencia
más
22
La
Adoración
Cristiana
completa
de
la
normativa
existencia
cristiana
–
algunos
carismáticos
creen
que
está
disponible
para
todos.
También
es
importante
señalar
que
hay
características
de
la
experiencia
carismática
que
son
compartidas
por
todos
en
un
grado
u
otro.
Estos
rasgos
particulares
generalmente
traspasan
las
líneas
denominacionales
y
la
mayoría
no
son
exclusivos
de
los
carismáticos.
Dentro
de
estas
características
tenemos:
la
Biblia
como
el
eje
central
para
cualquier
encuentro
permanente
con
Dios,
como
cristianos;
la
apertura
a
la
inspiración
y
mover
del
Espíritu
Santo
tanto
en
uno
mismo
como
en
los
demás
(Jn.14:46;
1
Jn.2:27);
el
evangelismo,
es
decir
un
fuerte
deseo
de
alcanzar
a
otros
con
el
mensaje
del
evangelio
y
del
amor
de
Cristo;
una
preocupación
por
su
propia
santidad
personal;
la
necesidad
de
un
legítimo
ejercicio
del
poder
y
la
autoridad
de
Cristo
al
interceder
en
Su
nombre
ya
sea
al
orar,
sanar,
reprender
demonios,
evangelizar
o
cualquier
otra
necesidad
que
un
creyente
tenga.
Estas
cualidades
se
manifiestan
en
los
cultos
públicos
de
adoración
de
los
carismáticos.
23
La
Adoración
Cristiana
La
Cristología
del
Espíritu
acertadamente
describe
la
Eclesiología
de
la
comunidad
carismática
en
la
adoración.
Muchos
consideran
la
Cristología
y
la
Eclesiología
como
dos
campos
esencialmente
separados
y
distintos
el
uno
del
otro,
pero
la
unidad
de
Cristo
a
su
iglesia
es
un
asunto
que
resuena
en
el
pensamiento
y
la
práctica
carismática.
Teológicamente
hablando
hoy
día,
la
encarnación
está
vigente.
La
iglesia
es
una
continuación
de
Cristo,
es
su
cuerpo
en
el
mundo
y
está
llena
y
empoderada
por
el
Espíritu
Santo.
Los
carismáticos
suelen
estar
en
armonía
con
la
idea
de
su
total
y
completa
dependencia
de
la
persona
del
Espíritu
Santo.
Así
como
Cristo
fue
y
es
el
Ungido,
también
el
cuerpo
de
Cristo
está
bajo
esta
unción.
Uno
no
puede
realmente
estar
en
Cristo
sin
la
unción
del
Espíritu
Santo.
De
allí
que,
muy
a
menudo
los
cristianos
con
un
trasfondo
del
“movimiento
de
santidad”
interpretan
el
don
del
Espíritu
Santo
como
algo
que
nos
hace
santos
y
nos
da
el
poder
de
obedecer
los
mandamientos.
Esta
idea
tiene
sus
raíces
en
el
hecho
de
que
en
Cristo
se
cumplió
todo
lo
expresado
en
la
ley
y
los
profetas.
También
este
pensamiento
fue
uno
de
los
distintivos
del
“movimiento
de
santidad”
que
de
forma
muy
egoísta
se
enfoca
nuestra
propia
adquisición
de
santidad
antes
que
en
el
propósito
por
el
cual
esta
santidad
nos
fue
otorgada.
Este
propósito
es
que
nosotros
alcancemos
a
los
perdidos
a
través
del
amor
y
poder
sanador
de
Cristo.
La
vida
llena
del
Espíritu
es
una
dicotomía.
Los
cristianos
están
siendo
transformados
en
lo
que
ya
son,
y
ellos
ya
son
lo
que
todavía
tienen
que
llegar
a
ser.
Es
el
Espíritu
Santo
quien
hace
posible
ambas
realidades
en
la
vida
de
los
creyentes.
Por
un
lado,
en
el
contexto
de
la
adoración
pública
carismática
la
presencia
de
Cristo
es
sentida
y
hecha
manifiesta.
Algunos
incluso
han
resumido
este
fenómeno
de
la
adoración
carismática
con
el
término
“la
presencia
manifiesta”.
El
creyente
también
debe
estar
no
sólo
físicamente
sino
totalmente
presente
delante
de
Dios
y
de
los
demás
para
adorarle
a
Él
en
espíritu
y
en
verdad.
A
pesar
de
que
las
cosa
están
cambiando
lentamente,
las
tradiciones
litúrgicas
históricamente
han
pensado
en
la
culminación
de
la
presencia
de
Cristo
en
la
adoración
en
24
La
Adoración
Cristiana
términos
epiklēsis
(invocación)
del
Espíritu
Santo
o
“llamando
al
Espíritu
Santo
para
que
baje”
y
se
haga
presente
a
Cristo
en
la
eucaristía
–
en
los
elementos
del
pan
y
el
vino
al
igual
en
medio
de
la
congregación
de
adoradores.
Sin
embargo,
esta
interpretación
tiene
el
potencial
de
limitar
la
idea
de
la
real
presencia
de
Cristo
en
la
adoración
a
una
especie
de
piedad
eucarística
de
los
domingos
por
las
mañanas.
Por
el
otro
lado,
en
la
tradición
pentecostal
también
existe
una
epiklēsis
de
la
Palabra.
La
misma
se
da
cuando
en
cierto
punto
del
culto
se
lee
la
Biblia
o
cuando
el
pastor
o
la
persona
que
predica
la
Palabra
alcanza
un
nivel
de
unción
que
lleva
a
la
congregación
a
alabar
o
dar
gracias
sin
inhibiciones
y
en
muchos
casos
gritando,
aplaudiendo
y
danzando.
A
través
de
la
Palabra
predicada
la
presencia
de
Cristo
se
siente
y
manifiesta.
En
este
sentido
el
pastor
debe
esforzarse
en
descubrir
cuál
es
la
palabra
específica
que
Dios
tiene
para
su
pueblo
ese
día.
Otra
práctica
prevalente
en
muchas
iglesias
de
la
tradición
pentecostal
y
del
movimiento
de
la
santidad
es
el
llamado
al
altar.
Esta
es
también
un
punto
de
culminación
en
términos
de
la
presencia
y
de
unción
del
Espíritu
Santo.
Para
los
carismáticos
el
hecho
de
que
Dios
habita
en
medio
de
la
alabanza
de
su
pueblo
significa
mucho.
Para
ellos
toda
la
vida
es
una
eucaristía
y
una
alabanza
en
repuesta
a
la
iniciativa
de
Dios
de
amarnos.
Estas
tres
prácticas
en
el
contexto
adecuado
pueden
ser
experiencias
positivas,
pero
si
la
presencia
de
Cristo
o
el
ministerio
del
Espíritu
Santo
se
limitan
a
ellas
entonces
el
pleno
poder
de
la
presencia
de
Cristo
en
su
pueblo
es
bloqueado.
En
conclusión,
en
las
comunidades
carismáticas
las
vidas
de
sus
miembros
se
han
convertido
en
instrumentos
para
llamar
siempre
al
Espíritu
Santo
a
venir
a
transformar
en
una
nueva
creación
todo
lo
que
el
creyente
es,
dice,
hace
y
toca.
La
epiklēsis
naturalmente
nos
dirige
a
la
intercesión.
Al
hacer
referencia
a
la
intercesión
abordaremos
dos
prácticas
distintivas
asociadas
con
los
carismáticos.
La
primera
es
el
tradicional
tiempo
de
oración
intercesora.
Para
los
carismáticos
litúrgicos
el
período
de
intercesión
ocurre
antes
de
la
eucaristía
y
es
el
pastor
quien
dirige
este
tiempo.
Este
25
La
Adoración
Cristiana
periodo
se
divide
en
dos
partes.
En
la
primera
parte
el
pastor
ora
por
las
peticiones
de
oración
de
los
miembros
de
la
congregación,
en
la
segunda
los
miembros
alaban
a
Dios.
Ambas
partes
se
derivan
de
la
teología
litúrgica
en
la
que
Cristo
intercede
al
Padre
a
favor
nuestro
(Jn.17)
y
los
modelos
de
guerra
espiritual
del
Antiguo
Testamento
en
los
que
se
alababan
a
Dios
(2
Cr.
20).
La
obediencia
a
Dios
es
el
arma
más
poderosa
en
la
guerra
espiritual.
Tristemente,
para
muchos
que
se
llaman
carismáticos,
el
poder
se
ha
convertido
en
un
fin
en
sí
mismo,
y
mucho
del
poder
retórico
que
escuchamos
de
parte
de
los
predicadores
es
poco
más
que
un
emocionalismo
autocomplaciente
diseñado
para
hacer
que
las
congregaciones
experimenten
una
sensación
de
poder
que
no
les
ayuda
en
nada
en
la
tarea
de
dar
testimonio
de
Cristo
al
mundo
y
extender
el
reino
de
Dios.
El
cumplimiento
de
la
misión
que
Dios
nos
ha
delegado
es
una
de
las
principales
razones
por
la
cual
somos
empoderados
por
el
Espíritu
Santo.
Con
demasiada
frecuencia,
el
concepto
“la
misión”
se
define
de
manera
muy
limitada
haciendo
énfasis
sólo
en
el
evangelismo
verbal
o
con
ir
a
lugares
remotos
del
mundo
para
alcanzar
a
la
gente
para
Cristo.
Desgraciadamente,
cuando
nuestra
conceptualización
de
la
misión
es
limitada,
la
gente
puede
ser
alcanzada
por
el
mensaje,
pero
no
por
Cristo.
Que
la
gente
sea
alcanzada
por
Cristo
no
significa
tan
sólo
que
escuchen
un
mensaje,
sino
también
es
permitir
que
Cristo
mismo
a
través
nuestro
toque
las
vidas
de
aquellos
que
no
lo
conocen
a
Él.
Para
los
carismáticos
Cristo
es
el
todo
en
todo.
La
adoración
y
la
misión
son
una
misma
cosa.
En
el
desarrollo
de
este
tema
es
necesario
mantener
presente
que
si
una
de
las
razones
principales
por
la
cual
somos
empoderados
por
el
Espíritu
Santo
es
para
el
cumplimiento
de
la
misión
que
nos
ha
sido
delegada,
lo
es
también
para
el
ejercicio
de
los
dones
espirituales.
Los
dones
espirituales
son
otorgados
a
los
cristianos
para
la
edificación
del
cuerpo
de
Cristo
y
para
que
puedan
llevar
a
cabo
el
trabajo
que
les
ha
sido
asignado.
Los
dones
no
son
concedidos
como
una
recompensa
por
haber
obtenido
cierto
grado
de
santidad,
más
bien
26
La
Adoración
Cristiana
ellos
han
sido
dados
por
Dios
con
el
propósito
de
ayudar
al
cuerpo
de
Cristo
para
avanzar
en
nuestro
llamado
hacia
una
santidad
plena
en
Cristo.
Los
dones
son
otorgados
para
el
cuerpo
y
no
sólo
al
cuerpo.
En
este
contexto
al
igual
que
en
el
ministerio
la
unidad
tiene
relevancia.
Es
la
unidad
en
el
cuerpo
de
Cristo
la
que
le
da
a
los
dones
importancia
y
una
máxima
eficacia.
Muy
a
menudo
las
iglesias
en
las
que
los
dones
espirituales
se
manifiestan
están
plagadas
de
desacuerdos,
divisiones
y
contiendas.
Esta
división
tan
sólo
significa
que
los
dones
espirituales
están
siendo
indebidamente
ejercitados
en
el
cuerpo
como
un
todo.
El
apóstol
Pablo
en
Romanos
12,
1
Corintios
12
y
Efesios
4
habla
de
los
dones
del
Espíritu
Santo
y
de
la
unidad
del
cuerpo.
Los
dones
hacen
de
la
unidad
una
necesidad
para
que
el
cuerpo
de
Cristo
alcance
la
madurez.
La
diversidad
y
la
unidad
deben
ir
de
la
mano.
Además,
de
acuerdo
a
los
pasajes
que
el
apóstol
Pablo
escribió
relacionados
con
este
tema
nunca
nadie
debería
demandar
la
manifestación
de
un
determinado
don
para
probar
que
un
creyente
ha
recibido
el
Espíritu
Santo.
En
estos
pasajes
está
implícita
la
pluralidad
y
la
necesidad
de
todos
los
dones
para
la
edificación
del
cuerpo
de
Cristo.
Un
aspecto
que
es
importante
señalar
es
que
pareciese
que
en
la
mayoría
de
las
iglesias
carismáticas
existe
una
gran
incongruencia
en
relación
al
ministerio.
Al
parecer
la
presuposición
es
que
si
alguien
esta
lo
“suficientemente
ungido”
para
ser
un
pastor,
entonces
Dios
le
concederá
todos
los
dones
que
necesita
para
el
ministerio.
El
problema
con
esta
premisa
es
que
el
llamado
de
un
pastor
no
es
el
resultado
de
su
cantidad
de
unción
que
éste
tenga,
pero
sí
de
cierta
clase
de
unción
específica
que
cualquier
otro
miembro
del
cuerpo
de
Cristo
podría
experimentar.
El
ministerio
es
un
trabajo
de
todo
el
cuerpo
y
no
tan
sólo
del
pastor.
Hoy
día
las
iglesias
carismáticas
sufren
mucho
debido
al
fenómeno
del
individualismo
norteamericano,
la
auto-‐suficiencia
y
la
falta
de
compromiso
más
allá
de
las
palabras.
Muchos
cristianos
piensan
más
como
norteamericanos
que
como
cristianos.
La
libertad
es
inculcada
en
nosotros
desde
el
nacimiento.
Nadie
nos
puede
obligar
a
hacer
aquello
que
no
queremos
hacer,
porque
somos
norteamericanos.
La
gente
puede
creer
lo
que
ellos
quieren
creer.
Incluso
la
conversión
al
cristianismo
ha
llegado
a
ser
una
decisión
más,
en
lugar
de
ser
27
La
Adoración
Cristiana
un
cambio
radical
que
afecta
todas
las
áreas
de
nuestra
vida
y
la
vida
de
quienes
se
relacionan
con
nosotros.
Otro
aspecto
que
quizás
es
uno
de
los
más
grandes
enigmas
delos
carismáticos
es
la
forma
como
ellos
perciben
a
los
cristianos
de
otras
denominaciones
o
aquellos
con
tendencias
opuestas
a
la
de
ellos.
Algunos
incluso
llegan
al
extremo
de
decir
que
los
miembros
de
otras
denominaciones
no-‐carismáticas
no
son
verdaderos
cristianos.
La
desunión
y
el
juzgar
a
los
demás
no
debiera
tener
cabida
entre
aquellos
que
dicen
llamarse
cristianos
carismáticos
ya
que
la
Palabra
de
Dios
nos
anima
a
vivir
en
unidad
y
a
mantenerla
(Ef.
4:4-‐6
Jn.17)).
Conclusión
Para
los
cristianos
carismáticos
toda
la
vida
es
adoración.
Ellos
esperan
el
día
en
que
todos
estemos
delante
de
la
presencia
de
Dios
y
junto
a
los
ángeles,
arcángeles
y
en
la
compañía
de
todos
los
seres
celestiales
cantando:
“!
Santo,
Santo,
Santo,
Dios
Todopoderoso,
el
cielo
y
la
tierra
están
llenos
de
tu
gloria.
Hosanna
en
las
alturas.
Bendito
el
que
viene
en
el
nombre
del
Señor.
Hosanna
en
las
alturas!”.
Sin
embargo,
nuestro
llamado
es
a
mantenernos
firmes,
viviendo
en
este
mundo
y
declarando
que
hoy
es
el
día,
que
somos
bendecidos
al
estar
en
Cristo,
quien
es
uno
con
el
Padre.
La
presencia
de
Dios
es
donde
estamos
parados.
El
centro
de
mesa
de
la
teología
católica
romana
de
la
adoración
es
la
vida,
la
muerte
y
la
resurrección
de
Jesucristo;
es
esto
que
se
celebra
en
la
adoración
y
que
le
da
significado
a
28
La
Adoración
Cristiana
toda
la
vida
cristiana.
Toda
la
historia
de
la
salvación—cada
evento,
objeto,
lugar
sagrado,
teofanía
y
culto—ha
sido
completada
en
la
persona
de
Jesús,
la
Palabra
encarnada
de
Dios.
El
culto
(el
servicio
de
adoración)
del
templo
del
Antiguo
Testamento,
con
sus
rituales
y
sacrificios,
no
es
reemplazado
por
otro
conjunto
de
ritos,
sino
por
el
sacrificio
de
Cristo.
Por
medio
del
bautismo,
los
cristianos
son
insertados
en
la
muerte
del
Señor
por
el
poder
del
Espíritu,
en
unión
permanente
con
él
y
con
su
santa
iglesia.
El
regalo
de
la
salvación
debe
ser
celebrado
continuamente
en
la
historia
humana
por
medio
de
la
liturgia
de
los
sacramentos,
en
especial
el
de
la
Eucaristía.
Uno
es
bautizado
en
la
realidad
corporativa
de
la
iglesia—Cristo
y
su
cuerpo.
Los
ritos
principales
de
la
iglesia,
los
sacramentos,
son
las
expresiones
concretas
de
la
necesidad
social
de
hacer
realidad
lo
que
ha
sido
dado,
de
edificar
el
cuerpo
de
Cristo
en
ese
nuevo
templo
y
liturgia
y
sacerdocio.
Los
sacramentos
no
son
artífices
humanos,
porque
Cristo
no
puede
ser
separado
de
su
cuerpo;
ellos
son
precisamente
actos
de
adoración
del
cuerpo,
cada
uno
sirviendo
como
espejo
para
algún
aspecto
del
misterio
de
Cristo
en
el
cual
la
iglesia
vive
y
mueve
y
existe.
Habiendo
sido
bautizado
en
Cristo
con
la
consecuencia
de
tener
unión
íntima
con
los
miembros
de
su
cuerpo,
la
celebración
de
la
Eucaristía
es
la
manera
más
intensa
por
la
cual
los
cristianos
recuerdan
su
origen
en
el
sacrificio
total
de
Cristo,
su
estado
presente
en
Cristo,
y
su
esperanza,
el
cumplimiento
de
todas
las
cosas
en
Cristo.
En
la
teología
católica,
hacer
memoria
del
sacrificio
de
Cristo
(conocido
como
anamnesis)
no
es
simplemente
una
conciencia
sicológica
de
la
muerte
de
Cristo
que
conmueva
al
feligrés
en
el
presente,
ni
tampoco
una
simple
repetición
de
ese
sacrificio.
Cuando
la
iglesia
repite
la
oración
de
la
Eucaristía
(“Padre,
recordando
la
muerte
que
tu
Hijo
sufrió
por
nuestra
salvación…,
te
ofrecemos
con
acción
de
gracias
este
sacrificio
santo
y
vivo”),
lo
hace
en
la
plena
convicción
de
que,
por
estar
insertada
en
el
sacrificio
de
Cristo,
le
ofrece
a
Dios
el
mismo
sacrificio
de
29
La
Adoración
Cristiana
alabanza,
una
repetición
del
sacrificio
original.
A
diferencia
del
bautismo,
que
se
hace
una
sola
vez,
la
Eucaristía
se
celebra
semanalmente
porque,
para
la
iglesia,
es
el
memorial
constante
del
acto
divino
de
salvación
en
Cristo,
el
cual
es
su
origen,
su
juicio,
su
consolación
y
su
esperanza:
Cristo
crucificado
y
resucitado,
de
quien
la
iglesia
no
se
puede
separar.
La
Eucaristía
es
el
sacrificio
de
alabanza,
el
acto
perfecto
de
adoración,
porque
es
Cristo
que
lo
ofrece,
el
mismo
Cristo
en
quien
habita
la
iglesia.
La
adoración
ortodoxa
enfatiza
la
presencia
mística
de
Cristo,
una
presencia
experimentada
como
la
infusión
de
la
vida
de
Jesús
en
el
creyente.
La
iglesia
es,
en
primer
lugar,
una
comunidad
de
adoradores,
constituida
por
la
presencia
del
amor
de
Dios
que
la
abraza.
Establecida
por
la
acción
redentora
de
Dios,
sostenida
y
vivificada
por
el
Espíritu
Santo,
la
iglesia
en
oración
siempre
está
siendo
constituida
y
actualizada
como
el
cuerpo
de
Cristo.
Por
la
adoración
en
general
y
por
los
sacramentos
en
particular,
los
fieles
experimentan
una
relación
con
Dios,
quien
infunde
en
ellos
su
vida.
La
adoración
es
el
alma
de
la
Ortodoxia,
repleta
con
lecturas
bíblicas,
imágenes
y
expresiones
litúrgicas.
La
adoración
mantiene
a
los
creyentes
en
relación
constante
con
la
Palabra
e
informa,
reforma
y
transforma
sus
vidas.
La
adoración
es
la
gran
escuela
para
la
vida
cristiana,
un
encuentro
con
el
Dios
viviente.
Así
se
convierte
en
el
agente
de
la
renovación
del
ser
humano
y
el
poder
para
una
práctica
piadosa.
El
carácter
de
la
adoración
ortodoxa
se
forma
alrededor
de
la
Pascua
y
su
espíritu
es
escatológico.
Celebra
con
gozo
las
proezas
de
Dios
en
la
historia
y
el
reino
de
Dios
ya
venido
en
la
encarnación,
la
muerte,
la
resurrección
y
la
ascensión
de
Jesucristo;
a
la
vez
enfoca
el
futuro,
el
reino
que
vendrá,
y
participa
en
los
actos
salvadoras
de
Cristo
por
la
presencia
del
Espíritu
Santo,
quien
da
la
vida
de
resurrección.
30
La
Adoración
Cristiana
Los
ritos
de
la
iglesia
encarnan
su
visión
de
la
nueva
vida,
confirman
la
presencia
de
la
gracia
divina
y
comunican
salvación
y
santificación.
La
encarnación
de
realidades
espirituales
en
formas
materiales
se
basa
en
el
misterio
de
la
Encarnación
y
en
la
fe
en
la
redención
y
transfiguración
final
del
cosmos.
Los
elementos
esenciales
de
la
adoración
ortodoxa
tienen
sus
raíces
en
las
prácticas
litúrgicas
de
la
iglesia
apostólica.
Sus
ritos
y
textos
se
desarrollaban
durante
varios
siglos,
unificándose
en
el
Rito
Bizantino
o
de
Constantinopla,
el
cual
representa
la
mezcla
de
las
prácticas
de
los
catedrales
y
monásticas.
Los
componentes
mayores
de
su
orden
de
oración
incluyen:
(a)
ritos
y
servicios
sacramentales
y
liturgias
de
la
eucaristía;
(b)
un
oficio
diario;
(c)
un
calendario
de
festivales
y
ayunos;
(d)
un
leccionario;
y
(e)
un
arreglo
distintivo
del
espacio
litúrgico
y
el
uso
de
gestos
litúrgicos
y
arte
en
la
adoración.
Los
sacramentos.
Los
sacramentos
preparan
a
los
creyentes
para
la
vida
futura
pero
a
la
vez
hacen
real
esta
vida
en
la
actualidad.
Les
dan
a
los
fieles
capacidades
para
acercarse
a
Cristo
y
a
su
reino,
capacidades
que
son
dinámicas
y
que
tienen
que
ser
desarrolladas
por
cada
creyente.
Los
sacramentos
son
fundados
en
las
palabras
y
acciones
de
Cristo
y
son,
de
una
manera
particular
y
especial,
una
continuación
y
extensión
de
su
ministerio
salvador.
La
iglesia
ortodoxa
reconoce
siete
sacramentos:
el
bautismo,
la
confirmación
(chrismation),
la
Eucaristía,
la
penitencia,
el
sacerdocio,
el
matrimonio
y
la
unción
de
los
enfermos.
La
preparación
para
el
reino
comienza
con
el
bautismo
y
la
confirmación;
es
sostenida
y
avanzada
por
la
Eucaristía,
la
cual
es
el
centro
de
la
vida
de
la
iglesia,
su
actividad
principal.
En
ella,
la
iglesia
es
continuamente
transformada
en
el
cuerpo
de
Cristo.
El
oficio
diario.
El
ciclo
litúrgico
tiene
cuatro
niveles
interrelacionados
de
movimiento:
el
día,
la
semana,
el
mes
y
el
año.
Su
meta
es
incorporar
a
los
fieles
en
el
misterio
de
Cristo,
para
transformar
el
tiempo
ordinario
en
el
momento
decisivo
de
salvación.
Cada
día
contiene
la
posibilidad
de
ser
un
momento
de
gracia,
cada
año
puede
convertirse
en
el
año
del
Señor.
El
31
La
Adoración
Cristiana
guión
para
la
adoración
corporativa
de
la
iglesia
se
halla
en
varios
libros
de
oraciones,
himnos,
y
lecturas
bíblicas
y
corporativas,
según
el
calendario
litúrgico.
Los
himnos
de
la
iglesia
oriental
son
más
doctrinales
que
líricos;
el
idioma
musical
de
la
iglesia
ocupa
sólo
ocho
melodías.
Días
festivos
y
de
ayuno.
El
ciclo
semanal
comienza
con
el
Día
del
Señor
(el
domingo),
cuya
actividad
principal
es
la
celebración
corporativa
de
la
Liturgia
Divina
(la
Eucaristía),
un
festival
de
regocijo
que
conmemora
la
Resurrección.
En
continuidad
con
las
prácticas
cristianas
antiguas,
la
iglesia
ortodoxa
observa
dos
días
de
ayuno
cada
semana,
el
miércoles
y
el
viernes.
El
ayuno,
íntimamente
relacionado
con
la
oración
y
las
limosnas,
es
un
acto
de
fe,
cuya
meta
es
lograr
más
conciencia
espiritual,
en
obediencia
a
los
mandamientos
de
Dios.
Los
días
festivos
y
de
ayuno
existen
en
dos
categorías:
celebraciones
«movibles»
y
otras
«fijas».
Aquéllas
se
relacionan
con
la
Pascua
(Domingo
de
Resurrección),
la
fiesta
principal
de
la
iglesia,
e
incluyen
la
Semana
Santa
y
el
Gran
Ayuno
(la
Cuaresma).
Las
fiestas
fijas
celebran
eventos
en
la
vida
de
Cristo
y
de
María,
por
ejemplo,
la
Anunciación,
la
Navidad,
la
Teofanía,
el
Domingo
de
Ramos,
la
Ascensión,
Pentecostés
y
la
Transfiguración.
El
espacio
litúrgico.
El
templo
ortodoxo
tradicional
tiene
varios
aspectos
distintivos,
diseñados
para
reflejar
el
poder
y
la
belleza
del
mundo
transfigurado
y
para
hacer
testimonio
tangible
al
principio
de
la
comunión.
Estos
elementos
incluyen
cúpulas,
arcos,
ábsides,
un
esquema
iconográfico
bien
desarrollado
y
el
uso
de
luz;
todos
ellos
manifiestan
el
amor
abrazador
de
Dios
y
expresan
el
concepto
eclesiástico
de
la
humanidad
y
el
mundo.
El
templo
se
divide
en
tres
secciones
principales
y
es
adornado
con
iconos,
retratos
de
personas
y
eventos
de
la
historia
sagrada.
Éstos
enseñan
a
los
fieles
y
testifican
de
la
santificación
y
la
transfiguración
del
cosmos.
32
La
Adoración
Cristiana
La
adoración
luterana
llama
a
las
personas
hacia
la
fe
una
y
otra
vez
por
medio
de
la
proclamación
del
evangelio
a
través
de
la
Palabra
y
el
servicio
de
la
Mesa.
El
patrón
de
la
adoración
luterana
depende
de
una
serie
de
paradojas.
Los
luteranos
desean
ser
evangélicos,
en
el
sentido
de
que
todo
el
servicio
proclama
las
Buenas
Nuevas
de
Jesucristo;
a
la
vez,
desean
ser
católicos,
en
el
sentido
de
formar
parte
de
la
gran
tradición
de
actos
litúrgicos
que
unen
a
la
mayoría
de
cristianos
a
través
de
los
siglos
y
en
todas
partes
del
mundo—la
limpieza
con
agua
en
el
nombre
de
Jesús,
la
predicación
de
Cristo
como
el
significado
de
las
Escrituras,
el
anuncio
del
perdón
de
pecados
y
la
cena
que
está
llena
de
la
presencia
y
la
promesa
de
Cristo.
Los
luteranos
llaman
a
estos
regalos
concretos
los
«medios
de
gracia»,
la
manera
por
la
cual
Dios
nos
da
el
Espíritu
Santo.
Son
necesarios
para
nuestra
existencia
como
cristianos;
por
eso,
no
existe
adoración
luterana
en
la
cual
estos
«medios
de
gracia»
no
estén
presentes.
Otra
paradoja
luterana:
Nosotros
somos
los
hacedores,
los
que
recibimos
y
ensayamos
estas
tradiciones,
pero
al
fin
y
al
cabo
es
Dios
quien
actúa
en
ellas.
Para
los
luteranos,
el
servicio
principal
que
ocurre
durante
el
culto
dominical
no
es
nuestro
servicio
a
Dios
sino
el
suyo
hacia
nosotros.
Es
decir,
para
los
luteranos,
la
confianza
de
que
Dios
actúa
a
través
de
nuestras
acciones
y
se
encuentra
en
cosas
terrenales,
está
directamente
relacionada
con
su
confianza
en
la
presencia
plena
de
Dios
en
el
mundo
en
la
existencia
humana
del
hombre
Jesús.
Una
tercera
tensión
o
paradoja
en
la
teología
luterana
de
la
adoración
es
su
actitud
hacia
la
«libertad»
en
relación
con
la
adoración.
Los
luteranos
resisten
apasionadamente
la
imposición
de
cualquier
requisito
que
esclavizara
el
culto
dentro
de
una
sola
forma.
Esto
se
expresa
en
una
evaluación
y
crítica
constante
de
los
elementos
de
la
tradición
y
una
disposición
de
«enculturarlos»
en
diferentes
lugares
y
momentos
históricos.
Simultáneamente
resisten
con
igual
pasión
que
la
«libertad»
sea
un
requisito,
como
si
la
verdadera
adoración
cristiana
pudiera
crearse
en
el
momento,
ignorando
así
la
tradición
de
33
La
Adoración
Cristiana
la
iglesia
y
sometiéndose
a
la
moda
actual
o
a
los
caprichos
del
líder.
La
expresión
oficial
de
esta
«tradición
libre»
o
«libertad
atada»
es
su
definición
confesional
de
la
iglesia:
Una
sola
iglesia
santa
y
cristiana
permanecerá
por
siempre.
Ésta
es
la
asamblea
de
todos
los
creyentes
entre
quienes
se
predica
el
evangelio
en
su
pureza
y
se
administran
los
sacramentos
sagrados
según
el
evangelio.
Es
suficiente
para
la
unidad
verdadera
de
la
iglesia
cristiana
que
el
evangelio
sea
predicado
con
entendimiento
puro
y
que
los
sacramentos
sean
ofrecidos
de
acuerdo
a
la
palabra
divina
(Confesión
de
Augsburg,
del
Artículo
VII).
Otra
paradoja
en
la
adoración
luterana
es
el
rol
serio
e
importante
del
pastor
como
líder
de
la
liturgia,
que
se
equilibra
con
la
participación
fuerte
de
la
congregación,
principalmente
por
los
himnos.
La
adoración
reformada
se
enfoca
en
la
majestad
de
la
trascendencia
de
Dios
y
en
la
debilidad
y
naturaleza
pecaminosa
de
los
seres
humanos.
Esta
adoración
capta,
proclama
y
ensaya
el
evangelio.
La
proclamación
de
la
Palabra
fue
central
para
Calvino
y
sus
seguidores,
la
proclamación
del
Dios
trascendente
y
todopoderoso,
según
el
Catecismo
breve
de
Westminster:
«Dios
es
espíritu,
infinito,
eterno
e
inmutable;
en
su
esencia
es
sabiduría,
poder,
santidad,
justicia,
bondad
y
verdad».
Por
eso,
la
adoración
reformada
temprana
siempre
comenzaba
con
una
confesión
o
un
salmo
de
penitencia
para
demarcar
la
identidad
del
adorador
en
relación
con
Dios.
Esta
conciencia
de
la
soberanía
divina
se
convierte
en
la
búsqueda
de
la
voluntad
divina,
expuesta
en
la
Palabra,
y
se
somete
en
obediencia
a
la
comisión
divina.
Los
cristianos
reformados
tenían
una
pasión
por
el
sermón
como
elemento
central
de
la
adoración,
enfocado
en
la
Palabra
de
Dios,
Jesucristo.
Por
eso,
el
énfasis
en
el
servicio
de
34
La
Adoración
Cristiana
adoración
no
es
el
adorador,
sino
Aquel
que
es
adorado
y
su
palabra
para
el
adorador.
El
servicio
semanal
de
Palabra
incluía
también,
en
el
principio,
el
servicio
de
Mesa;
pero
la
costumbre
reformada
poco
a
poco
cambió
para
una
celebración
cuatrimestral
de
la
Cena.
Hay
sólo
dos
sacramentos,
el
bautismo
y
la
Santa
Cena,
y
los
dos
se
asocian
con
el
pacto
divino.
El
bautismo
es
la
entrada
en
la
familia
del
pacto—la
iglesia.
Se
espera
que
el
bautizado
crezca
en
santidad
después
del
bautismo;
en
el
caso
de
los
bautizados
como
infantes,
esto
ocurre
por
la
instrucción
catequética
y
la
confesión
pública
de
fe
antes
de
la
primera
Comunión.
El
Espíritu
Santo
se
da
verdaderamente
en
el
bautismo,
el
que
se
hace
con
la
fórmula
trinitaria.
De
la
misma
manera,
la
Santa
Cena
es
una
ilustración
del
pacto.
El
Señor
Jesús
está
presente
con
su
pueblo
en
la
Cena,
pero
su
presencia
no
se
limita
a
los
elementos
de
pan
y
vino.
La
adoración
anglicana
enfatiza
los
motivos
encarnacionales
y
sacramentales
de
la
fe
cristiana.
En
la
adoración
la
iglesia
encarna
en
forma
visible
y
tangible
la
encarnación
de
Dios
en
Jesús
para
la
salvación
del
mundo.
Lo
hace
a
través
de
las
palabras
y
acciones
de
un
rito
«externo
y
visible»
que
es
el
símbolo
de
y
el
medio
para
entrar
en
una
relación
«interna
y
espiritual»
con
Dios
en
Cristo.
La
adoración
es
algo
que
hacemos,
no
sólo
con
la
mente
sino
también
con
todo
el
ser—nos
sentamos,
nos
paramos,
nos
arrodillamos,
nos
inclinamos,
levantamos
las
manos,
cantamos,
escuchamos,
hablamos
y
mantenemos
silencia.
Al
entrar
en
la
actividad
simbólica
de
la
liturgia,
somos
atraídos
por
el
Espíritu
Santo
hacia
el
verdadero
centro
del
misterio
divino,
donde
rendimos
todo
lo
que
tenemos,
todo
lo
que
somos
y
todo
lo
que
esperamos
ser
ante
el
trono
de
gracia,
miembros
el
uno
del
otro
en
Jesucristo.
35
La
Adoración
Cristiana
La
iglesia
Episcopal
no
tiene
una
teología
oficial
de
la
adoración,
sino
una
práctica
oficial,
representada
en
su
Libro
de
Oración
Común;
la
teología
anglicana
de
la
adoración
se
deriva
de
sus
prácticas
litúrgicas
oficiales.
En
la
adoración,
la
asamblea
de
los
cristianos
recuerda
las
proezas
de
salvación
de
Dios
en
Cristo,
por
medio
de
las
cuales
somos
salvos.
En
el
bautismo
somos
renacidos
por
el
agua
y
por
el
Espíritu
y
tenemos
nueva
vida
como
hijos
de
Dios,
pasando
con
Cristo
de
la
muerte
a
la
vida;
en
la
santa
Eucaristía
la
celebración
conmemorativa
del
sacrificio
de
Cristo
nos
hace
partícipes
de
los
beneficios
de
su
muerte
y
resurrección.
Desde
este
centro
teológico,
la
adoración
se
extiende
para
incluir
todos
los
aspectos
de
la
vida,
uniéndolos
con
Dios
en
Cristo
por
la
iglesia,
y
desde
este
centro
también
recibimos
el
poder
de
la
victoria
de
Cristo,
para
que
seamos
el
cuerpo
de
Cristo
en
el
mundo
(1
Cor.
12.27).
Toda
la
teología
bautista
comienza
con
una
consideración
de
las
Escrituras,
y
la
teología
de
la
adoración
no
hace
excepción.
En
general
los
bautistas
han
buscado
seguir
los
principios
básicos
para
la
adoración
que
disciernen
en
las
Escrituras.
Con
su
énfasis
en
el
sacerdocio
de
todos
los
creyentes,
los
bautistas
no
hacen
división
entre
el
pastor
ordenado
y
los
laicos;
por
eso,
en
la
adoración,
lo
que
la
congregación
hace
es
tan
importante
como
las
acciones
y
palabras
del
ministro.
La
importancia
del
sermón
y
la
falta
de
una
liturgia
fija
a
veces
ha
impedido
la
participación
de
la
congregación,
pero
los
laicos
son
invitados
a
orar
y
dirigir
diferentes
partes
del
servicio.
Para
los
bautistas,
la
adoración
cristiana
es
encuentro
con
Dios.
Es
diálogo—revelación
divina
y
respuesta
humana.
Tal
adoración
siempre
ofrece
libertad
para
el
movimiento
del
Espíritu
de
Dios;
por
eso,
aunque
insisten
que
todo
se
haga
«decentemente
y
en
orden»,
los
36
La
Adoración
Cristiana
bautistas
evitan
el
uso
de
una
liturgia
fija
y
cualquier
complejidad
que
pudiera
dificultar
que
el
laico
experimente
la
presencia
de
Dios
en
el
culto.
En
adición
a
su
dirección
hacia
Dios
y
su
apertura
para
la
obra
del
Espíritu,
la
adoración
también
es
cristo-‐céntrica.
Cristo
es
el
enfoque
de
la
adoración
porque
él
es
la
expresión
central
de
la
acción
creadora
y
redentora
de
Dios.
Así
que
un
aspecto
principal
de
la
adoración
es
la
proclamación
del
evangelio,
el
que
le
provee
al
cristiano
esperanza
para
el
futuro
y
la
seguridad
de
la
gracia
y
la
presencia
de
Dios
en
su
vida
actual.
Los
anabaptistas
perciben
la
iglesia
como
un
cuerpo
radical
de
discípulos.
La
adoración
que
surge
de
esta
comunidad
de
fe
es
sencilla
e
igualitaria.,
una
respuesta
conciente
a
Dios.
La
adoración
narra
la
historia
del
amor
redentor
de
Dios
a
través
de
la
experiencia
continua
de
la
comunidad.
Los
elementos
esenciales
son
la
revelación
divina
y
la
respuesta
humana.
Los
anabaptistas
(menonitas,
hermanos
en
Cristo,
y
varias
denominaciones
bautistas
con
raíces
en
el
movimiento
anabaptista
del
siglo
XVI)
tienen
una
visión
de
la
fe
que
produce
patrones
únicos
de
adoración.
Tienen
similitudes
con
otras
tradiciones,
pero
demuestran
una
combinación
y
configuración
única
de
estas
características:
A. La
autoridad
de
las
Escrituras,
no
como
credo
o
código,
sino
como
nuestra
historia
que
es
para
obedecer
y
creer,
así
formando
nuestra
identidad;
B. El bautismo de creyentes (no de infantes), como expresión pública de su fe en Dios;
C. La
iglesia
como
la
comunidad
de
los
transformados,
el
trabajo
mutuo
del
cuerpo
de
Cristo,
que
rehúsa
el
individualismo;
D. El discipulado de toda la vida, que sigue a Cristo en imitación y participación;
37
La
Adoración
Cristiana
E. Una
ética
de
amor
en
todas
las
relaciones,
aun
con
los
adversarios,
que
busca
justicia,
construye
la
paz,
confronta
el
desperdicio,
vive
sencillamente,
honra
la
ecología,
provee
alivio
y
comparte
la
fe.
Hay
tres
elementos
que
mueven
la
liturgia
anabaptista.
Las
experiencias:
La
adoración
genuina
toma
en
cuenta
todas
nuestras
luchas,
que
son
las
herramientas
que
la
producen.
Toda
adoración
ocurre
en
momentos
específicos
y
en
medio
de
circunstancias
específicos.
Las
expresiones:
La
adoración
se
comunica
en
símbolos
lingüísticos,
musicales,
activos
y
expositivos,
para
proclamar
la
historia
y
para
responder
a
ella.
Es
posible
la
«predicación
congregacional»,
por
medio
de
la
encarnación
del
mensaje
en
la
vida
diaria,
como
señal
de
redención.
El
ambiente:
La
adoración
ocurre
no
sólo
en
el
santuario,
sino
también
en
casas
y
salones
de
la
escuela
dominical,
donde
los
creyentes
se
han
reunido
con
un
sentido
de
comunidad
y
comunicación.
Los
anabaptistas
hablan
de
«ordenanzas»
en
vez
de
sacramentos.
El
bautismo
es
la
iniciación
en
el
cuerpo
de
Cristo,
no
sólo
por
la
fe
en
Jesús
sino
por
identificarse
con
la
iglesia.
Simboliza
la
purificación
y
la
nueva
vida,
una
señal
exterior
del
nuevo
nacimiento.
La
Santa
Cena
involucra
a
los
participantes
en
una
«memoria
viviente».
Por
medio
de
ella,
los
cristianos
aceptan
el
propósito
de
Cristo
para
el
mundo
y
se
someten
a
su
misión.
Otras
ordenanzas
incluyen
la
ordenación,
la
sanidad,
la
reconciliación,
el
matrimonio,
la
muerte,
comidas
de
amor,
lavamiento
de
las
manos
o
de
los
pies,
etc.
Para
los
anabaptistas,
el
culto
de
adoración
dominical
es
el
ritmo
de
la
iglesia
congregada,
mientras
la
vida
durante
el
resto
de
la
semana
es
el
ritmo
de
la
iglesia
esparcida.
Incluye
todo
lo
que
hacemos
como
para
el
Señor
(1
Cor.
10.31).
El
desarrollo
de
la
teología
cuákera
de
la
adoración
fue
motivado
por
una
insatisfacción
profunda
con
la
corriente
principal
de
la
Reforma
Protestante.
La
Declaración
de
Fe
de
Richmond
(1887)
expresa
así
la
esencia
de
la
adoración
cuákera:
«La
adoración
es
la
respuesta
adoradora
de
la
mente
y
el
corazón
a
la
influencia
del
Espíritu
de
Dios.
No
38
La
Adoración
Cristiana
depende
de
las
formas
ni
de
no
usar
las
formas;
puede
ocurrir
sin
palabras
o
con
ellas,
pero
tiene
que
ser
en
espíritu
y
en
verdad».
El
silencio
es
una
manera
eficaz
de
garantizar
que
el
Espíritu
tenga
libertad;
ubica
el
encuentro
del
adorador
con
Dios
en
el
contexto
de
un
misticismo
corporativo.
Los
factores
que
unen
las
varias
prácticas
litúrgicas
de
los
cuákeros
incluyen
éstos:
(1)
Los
creyentes
se
reúnen
para
adorar
a
Dios
en
espíritu
y
en
verdad,
para
percibir
la
presencia
y
responder
al
movimiento
del
Espíritu
de
Dios.
(2)
Jesucristo
es
honrado;
la
adoración
surge
del
evento
de
Cristo
y
de
su
rol
como
el
revelador
supremo
de
Dios
y
el
transmisor
del
Espíritu
de
Dios.
(3)
La
verdadera
adoración
ocurre
cuando
el
Espíritu
de
Dios
mueve
el
corazón
de
los
adoradores.
(4)
La
adoración
no
es
limitada
por
formas
humanas;
el
Espíritu
tiene
libertad.
(5)
El
silencio
es
un
medio
genuino
e
importante
de
abrirse
ante
Dios
y
de
garantizar
la
libertad
del
Espíritu.
La
adoración,
en
la
tradición
wesleyana,
incluye
no
sólo
los
ritos
públicos
y
la
devoción
privada
sino
también
la
vida
cristiana
en
toda
su
plenitud.
Es
más
que
una
sencilla
conciencia
de
Dios;
es
la
contemplación
de
su
santidad,
que
nos
lleva
a
su
presencia,
donde
aprendemos
a
«amarlo,
a
deleitarnos
en
él,
a
desearlo
con
todo
nuestro
corazón,
mente
y
fuerza,
a
imitar
a
quien
amamos
tanto
por
medio
de
purificarnos…a
obedecerlo…en
pensamiento,
palabra
y
acción»
(Obras,
vol.
1,
544).
Wesley
distingue
entre
las
formas
exteriores
de
la
adoración
y
su
poder
interior,
y
enfatiza
la
necesidad
de
los
dos.
Insiste
en
que
la
adoración
involucre
nuestro
ser
total
y
por
eso,
debe
cultivarse
por
el
uso
disciplinado
de
los
«medios
de
gracia»,
que
incluyen
la
oración
privada
y
pública,
la
Santa
Cena,
la
lectura
bíblica,
el
ayuno
y
la
alimentación
espiritual
en
grupos
pequeños.
Esta
unidad
del
poder
interior
y
la
forma
exterior
de
la
adoración
provee
una
teología
de
la
adoración
que
se
centra
en
las
realidades
objetivas
de
la
presencia
de
Dios
y
a
la
vez
invita
al
adorador
a
una
relación
transformadora.
39
La
Adoración
Cristiana
Para
Wesley,
el
bautismo
es
la
entrada
ordinaria
en
la
vida
cristiana,
pero
no
es
el
medio
de
la
salvación.
La
Santa
Cena,
para
Wesley,
es
el
lugar
y
el
evento
donde
encontramos
la
verdadera
presencia
de
Cristo;
es
el
medio
principal
por
el
cual
los
creyentes
reciben
la
gracia
del
Señor.
La
teología
afro-‐americana
surge
de
un
sentido
profundo
de
opresión
y
de
una
expectativa
alta
de
liberación.
En
la
adoración,
los
afro-‐americanos
experimentan
la
obra
redentora
de
Jesucristo,
que
los
libera
del
pecado
y
del
poder
del
maligno.
Los
cristianos
afro-‐americanos
se
encuentran
en
casi
todas
las
denominaciones
y
tradiciones
cristianas;
en
todos
estos
contextos,
su
adoración
proclama
una
herencia
de
fe
que
es
una
síntesis
de
tradiciones
africanas,
afro-‐americanas
y
judío-‐cristianas,
una
herencia
que
se
considera
a
través
de
su
perspectiva
como
un
pueblo
social
y
políticamente
marginado
por
la
cultura
dominante
en
los
Estados
Unidos.
Los
límites
de
espacio
no
permiten
una
exploración
detallada
de
este
contexto
triple
del
cual
brota
las
prácticas
y
creencias
actuales
de
la
comunidad
cristiana
afro-‐americana,
ni
tampoco
se
puede
explorar
la
gran
variedad
de
expresiones
de
adoración
entre
este
grupo
étnico-‐religioso.
Unas
características
generales
incluyen:
2. La
Biblia
ha
sido
y
sigue
siendo
el
recurso
principal
que
forma
la
conversación
sobre
Dios.
40
La
Adoración
Cristiana
3. Asignan
alto
honor
al
rol
del
predicador,
su
líder
espiritual
llamado
por
Dios
para
ser
profeta,
sacerdote
y
el
instrumento
divino
por
el
cual
Dios
puede
sanar
a
la
comunidad.
Los
predicadores
afro-‐americanos
son
talentosos
en
«contar
la
historia
bíblica»,
y
toda
la
congregación
participa
en
el
mensaje,
dialogando
abiertamente
con
el
mensajero.
4. Los
cultos
de
adoración,
sean
contemplativos
o
extáticos,
son
guiados
por
el
Espíritu,
y
las
respuestas
de
la
congregación
permiten
una
visión
del
Todopoderoso
que
inspira,
transforma
y
hace
íntegro
al
adorador.
5. Jesús,
Dios
encarnado,
es
el
«lugar
de
reunión»
o
el
altar,
donde
puede
ocurrir
un
encuentro
con
Dios.
6. El
Espíritu
Santo
es
la
fuerza
dinámica
de
la
adoración;
es
personal
y
directo,
no
es
simplemente
un
«ambiente».
El
Espíritu
hace
posible
la
salvación,
la
vida,
la
adoración
y
la
obra
de
la
iglesia,
y
la
fuerza
para
misión
y
ministerio.
Esta
teología
(Discípulos
de
Cristo)
surge
del
rechazo
de
tradiciones
y
credos
para
un
enfoque
exclusivo
en
Cristo
y
en
las
Escrituras.
Sus
gritos
son:
¡Ningún
credo
excepto
Cristo!
¡Ningún
libro
excepto
la
Biblia!
La
teología
de
adoración
de
la
restauración
(Discípulos)
puede
verse
a
través
de
cuatro
lentes.
La
Biblia:
No
es
un
libro
que
debe
ser
adorado,
sino
una
biblioteca
que
debe
ser
estudiada
con
todo
el
corazón
y
toda
la
mente
en
búsqueda
de
la
voluntad
de
Dios.
La
Iglesia:
Los
fundadores
del
movimiento
de
restauración
buscaban
en
el
Nuevo
Testamento
un
modelo
definitivo
para
ordenar
la
vida
y
la
estructura
de
la
iglesia;
su
meta
era
descubrir
la
voz
de
Dios
en
vez
de
la
autoridad
humana
para
la
vida
y
la
adoración
de
la
iglesia.
La
Santa
Cena:
La
Cena
del
Señor
es
el
elemento
esencial
de
la
adoración
semanal;
es
un
evento
lleno
de
gozo;
y
la
invitación
a
la
mesa
es
extendida
por
Jesús
mismo,
por
eso
ninguna
persona
humana
tiene
el
derecho
de
excluir
al
participante
que
acepte
esa
invitación.
El
41
La
Adoración
Cristiana
bautismo:
Este
sacramento
es
un
acto
de
gracia
divina,
hecho
una
vez
para
toda
la
vida,
pero
también
incluye
una
respuesta
humana
ante
esa
gracia.
La teología de adoración de la tradición pentecostal (o de santidad)
En
esta
tradición
el
elemento
clave
es
la
alabanza,
no
sólo
en
las
canciones
sino
también
en
el
testimonio
de
Dios
en
esta
vida.
En
la
adoración
el
cristiano
alaba
a
Dios
por
su
carácter
y
por
las
proezas
de
salvación
y
sanidad
que
ha
hecho
en
la
vida
del
adorador.
La
intensidad
de
su
experiencia
personal
con
Dios
por
medio
del
bautismo
en
el
Espíritu
y
los
dones
espirituales
lleva
a
los
cristianos
pentecostales
a
esperar
lo
mismo
en
su
adoración
corporativa.
La
oración
pública
es
simplemente
la
oración
del
individuo
hecha
en
público,
caracterizada
por
espontaneidad
e
intensidad
de
emoción
y
dirigida
por
el
Espíritu.
Hay
dos
actividades
que
caracterizan
en
forma
especial
la
adoración
pentecostal.
Hablar
en
lenguas:
El
Espíritu
Santo
les
provee
a
los
adoradores
un
idioma
espiritual;
esto
ocurre
en
dos
formas
principales:
(1)
un
cristiano
recibe
un
mensaje
en
lenguas
para
la
asamblea,
durante
el
cual
los
demás
se
callan
para
escuchar
el
mensaje
y
su
interpretación;
(2)
un
cristiano
ora
en
lenguas
durante
la
oración
corporativa,
cuando
todos
están
orando;
no
se
busca
o
espera
interpretación
en
estos
casos.
La
profecía:
Son
breves
mensajes
de
los
miembros
de
la
congregación,
palabras
que
fortalecen,
animan
y
consuelan
a
los
presentes.
Los
cultos
de
adoración
se
centran
en
los
adoradores,
no
en
el
predicador.
La
predicación
es
frecuentemente
un
tipo
de
testimonio
alargado;
si
la
intensidad
y
la
espontaneidad
han
sido
experimentadas
suficientemente
en
las
canciones
o
en
los
testimonios
de
la
congregación,
no
siempre
es
necesario
tener
un
sermón.
Los
santuarios
pentecostales
usan
poco
la
ornamentación,
el
simbolismo,
los
colores
u
otros
adornos,
aunque
muchas
veces
ponen
en
la
pared
una
cruz
(no
un
crucifijo)
o
una
paloma
o
42
La
Adoración
Cristiana
textos
bíblicos.
No
prestan
atención
al
año
litúrgico,
aunque
a
veces
incluyen
los
festivales
nacionales
en
su
calendario
de
servicios
especiales.
Las
ordenanzas
incluyen
la
Comunión,
normalmente
celebrada
una
vez
al
mes.
Se
practica
el
bautismo
con
agua,
pero
es
de
menos
importancia
que
el
bautismo
en
el
Espíritu.
Las
ofrendas
y
diezmos
son
un
elemento
indispensable
en
la
adoración
pentecostal.
Las
preguntas
que
se
hacen
para
evaluar
nuevas
formas
de
adoración
en
la
comunidad
pentecostal
son:
¿Es
práctica?
(O
sea,
¿edifica
a
la
congregación?)
¿Es
bíblica?
(O
sea,
¿hay
referencia
a
esta
forma
en
la
Biblia?)
¿Es
espiritual?
(O
sea,
permite
que
el
Espíritu
tenga
libertad
para
hacer
su
voluntad?)
El
movimiento
carismático
se
conoce
principalmente
por
su
énfasis
en
el
Espíritu
Santo
y
la
restauración
de
los
dones
del
Espíritu
(la
sanidad,
la
profecía,
los
milagros,
las
lenguas,
etc.).
La
evidencia
primaria
de
ser
una
iglesia
carismática
es
la
adoración
vigorosa
y
de
corazón.
El
fenómeno
carismática
cruza
límites
denominacionales;
por
eso,
no
existe
una
sola
teología
carismática,
pero
todos
tienen
en
común
la
experiencia
de
ser
llenados
del
Espíritu
Santo,
la
cual
le
ha
dado
nueva
energía
a
su
caminar
con
Dios
y
a
su
adoración
de
él.
A
pesar
de
la
diversidad
de
contextos
denominacionales
entre
los
carismáticos,
hay
cinco
principios
teológicos
que
caracterizan
su
adoración.
La
activación
del
sacerdocio:
La
energía
que
el
Espíritu
trae
es
como
la
unción
del
sacerdote
para
su
ministerio.
Somos
el
sacerdocio
y
el
Espíritu
nos
capacita
para
el
ministerio
de
la
adoración,
la
cual
es
nuestro
sacrificio
de
gratitud.
Espíritu,
alma
y
cuerpo:
La
adoración
involucra
todo
nuestro
ser;
es
activo,
incorporando
no
sólo
elementos
espirituales
y
mentales
sino
también
los
físicos
y
emocionales.
Entrar
en
la
presencia
de
Dios:
Enfatiza
la
presencia
manifestada
de
Dios,
no
tanto
su
omnipresencia;
Dios
es
especialmente
presente
en
ciertos
lugares
y
en
ciertos
43
La
Adoración
Cristiana
momentos,
entre
ellos,
en
el
culto
de
adoración.
Los
actos
de
adoración
(la
música,
las
ofrendas,
etc.)
son
puertas
para
entrar
en
la
presencia
divina.
Alabanza
y
poder:
El
Salmo
22.3
dice
que
Dios
habita
en
las
alabanzas
de
su
pueblo;
así
que,
la
alabanza
de
los
adoradores
crea
un
trono
desde
el
cual
Dios
ejerce
su
poder
y
majestad.
Más
allá
de
la
canción:
La
adoración
carismática
es
más
que
canciones;
es
vivir
vigorosamente
la
vida
de
sacrificio
y
servicio;
es
presentarnos
como
sacrificios
vivos
(Rom.
12.1).
Por
eso
el
movimiento
carismático
es
conocido
por
su
involucramiento
activo
en
los
ministerios
con
los
pobres,
los
abusados
y
los
adictos,
y
también
en
las
misiones
internacionales.
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