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Colapso en la catequesis

30/01/18 12:05 AMpor Germán Mazuelo-Leytón

No hay duda de que una de las mayores carencias de la Iglesia Católica de hoy es la deficiente
catequesis. Un auténtico testimonio de la fe depende de una correcta comprensión de ésta.

Su Eminencia el cardenal Burke, en mayo 2017, durante el «Rome Life Forum» refiriéndose a la
tarea de los clérigos de enseñar la fe a los fieles, señaló la causa de la crisis actual en la Iglesia:

Su incapacidad para enseñar la fe, en fidelidad a la enseñanza y práctica constantes de la Iglesia,


ya sea por un enfoque superficial, confuso o incluso mundano y su silencio, pone en peligro mortal,
en el más profundo sentido espiritual, a las mismas almas por las cuales han sido consagrados
para cuidar espiritualmente.  Los venenosos frutos del fracaso de los pastores de la Iglesia se ven
en la forma de adoración, de enseñanza y de disciplina moral que no están en consonancia con la
Ley Divina.

I. La catequesis es doctrina

La naturaleza del trabajo apostólico de la Iglesia se definió ya en sus inicios, se tenía la distinción
entre los trabajos tal como se le presentaban a ella:

Primero: el trabajo esencial y característico de la Iglesia, la transmisión del Evangelio. El trabajo de


conversión.

Segundo: la preservación de la fe mediante la catequesis.

Tercero: la atención de las necesidades físicas.

Al paso del tiempo, especialmente después de la Revolución Protestante, surgieron las órdenes
religiosas católicas. Su trabajo principal era enseñar la fe, especialmente a niños y
adolescentes. Recuerde que las primeras universidades en la Europa católica fueron el fruto de las
órdenes de enseñanza católica en la Edad Media.

Estas escuelas católicas solían enseñar catecismo, utilizando preguntas y respuestas cortas y
memorizadas, que aún están en la memoria viva de la generación anterior de hoy en día. Esta
catequesis tradicional fue muy efectiva cuando la enseñaron buenos y celosos religiosos.

El Papa San Pío X, constatando «¡cuán comunes y fundados son, por desgracia, estos lamentos de
que existe hoy un crecido número de personas, en el pueblo cristiano, que viven en suma
ignorancia de las cosas que se han de conocer para conseguir la salvación eterna!», «que, en lo
tocante a la religión, viven temeraria e imprudentemente», mandaba que  todos los párrocos y
sacerdotes ejerzan el oficio de catequistas cada domingo durante una hora a los niños y niñas «en
lo que deben creer y hacer para alcanzar la salvación eterna», debiendo «los mismos preparar a
los niños y a las niñas, en épocas fijas del año, y mediante instrucción que ha de durar varios días,
para recibir dignamente los sacramentos de la Penitencia y Confirmación». Señalaba asimismo
instrucciones para que quienes ejercen la cura de almas hicieran un apostolado entre los jóvenes
durante la Cuaresma y Pascua, ordenaba erigir en cada parroquia la Cofradía de la Doctrina
Cristiana, a fin de formar catequistas, establecer escuelas de religión, y congregar a los fieles
adultos para recibir instrucción catequística, sirviéndose «del Catecismo del Concilio de Trento, de
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tal modo que, en el espacio de cuatro a cinco años, expliquen cuanto se refiere al Símbolo, a los
Sacramentos, al Decálogo, a la Oración y a los Mandamientos de la Iglesia». [1]

II. Anti-catequesis

Sin embargo, una vez llegado al Vaticano II y «una vez arrebatada al maestro su autoridad y
disuelta la verdad en pura heurística, la reforma de la catequesis no ha podido evitar dirigirse
hacia desviaciones heterodoxas, que a la variación en el método añaden una variación en los
contenidos».[2]

«Es evidente que un factor de la gran influencia en el desencadenamiento de la crisis fue


el desconcierto doctrinal».[3]

En el Sínodo de Obispos de 1977, la catequesis se convirtió en sociología, política, o teología de la


liberación «catequesis marcada, por dos caracteres intrínsecamente ligados. Uno metódico: el
abandono de la pedagogía católica, que enseña la trascendencia de la verdad respecto al intelecto
que la aprende. Y otro dogmático: el abandono de la certeza de fe, sustituida por el examen y la
opinión subjetivas», como aquella «nueva catequesis» preparada por el episcopado de Francia.

Los niños se han convertido en la primera víctima de un influjo negativo, deseado y ejecutado. La
llamada psicología del New Age ha invadido el mundo entero con una innumerable literatura
infantil y películas para niños, de tal forma que el momento decisivo de la formación de la
conciencia moral, se verifica hoy en día, en incontables niños con el estímulo de un desarrollo
precoz, y, expuestos a todo tipo de pecados, a esa edad el alma del niño es tierna como la cera
que cede a toda presión (Obispo Keller).

Los padres por comodidad, o porque no tienen tiempo, o se avergüenzan, o ciertamente porque
carecen de la suficiente formación doctrinal, no transmiten el catecismo básico en sus hogares, y
son sustituidos por el televisor o el internet, y lo que es peor por programas de educación laicistas,
incluso en los colegios de filiación católica, medios a través de los cuales la conciencia moral de los
niños es totalmente deformada.

El clero ocupado en múltiples actividades, no halla tiempo para congregar a sus fieles y darles una
instrucción sólida y gradual sobre la doctrina de la Iglesia. Los maestros no aceptan el catecismo
en sus aulas, porque no figura como asignatura oficial. Los laicos comprometidos realizan labores
dentro de la Iglesia, pero muy pocos de ellos estiman la importancia de enseñar las bases de
nuestra fe católica a niños y adultos, con el consiguiente resultado de una espantosa ignorancia de
la religión.

Uno puede darse cuenta de la gravedad de esto, cuando constata que muchísimos niños y
adolescentes, e incluso alumnos de escuelas y colegios católicos, no saben ni las principales
oraciones de un cristiano, y ni qué se diga de los alumnos de establecimientos laicos, así, a falta de
una catequesis sólida y permanente, la situación de amplios sectores de la Iglesia parece no
solamente ser grave, sino gravísima.

Puede ser que hayan llamativos planes pastorales, estupendos programas de formación,
cronogramas de personalización, pero de catecismo nada, la sequía es espantosa, ya que
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ignorando las enseñanzas de Jesús, las nuevas generaciones están creciendo como auténticos
paganos.

Es que la Iglesia, en cuanto casa espiritual, está arruinada: en sus parroquias y estructuras
diocesanas apenas ofrece albergue suficiente para vivir. En tal situación, o bien los cristianos se
procuran la casa de alguna agrupación cristiana, o sobreviven solos como pueden, o se dispersan y
dejan de ser cristianos[4], arruinada por los heréticos teólogos y pastores, los falsos profetas
anunciados por Nuestro Señor Jesucristo.[5]

Ya que es crecidísimo, y aumenta cada día más, el número de los que todo lo ignoran en materia
de religión, o que sólo tienen un conocimiento tan imperfecto de Dios, de la fe cristiana que, en
plena luz de verdad católica, les permite vivir como paganos,[6] la solución es oración  y el retorno a
una verdadera catequesis tradicional, frente a la falsificada catequesis actual, que padece un
lenguaje secularista, con todo su contenido de planteamientos y orientaciones, que
supuestamente conecta mucho mejor con el pueblo, pero que no produce frutos duraderos sino
efímeros y superficiales, una catequesis falsificada que soslaya la fidelidad a la verdad de Cristo,
una anti-catequesis.

III. Cursos «Alpha»

Miles de parroquias católicas a lo largo y ancho del mundo han incorporado a su actividad pastoral
el programa de origen protestante «Alpha».

Por ejemplo, la Conferencia Episcopal de Bolivia determina en su Enfoque y Directrices 2014-


2018 Dar a conocer e impulsar el curso ALPHA CATÓLICO como método de anuncio del Kerygma.

Como sabemos el método «Alpha» se implementó a finales de la década de los 1970 en


el anglicanismo. Es un método desarrollado «en una comida, una charla seguida de una discusión
en pequeños grupos donde puedes compartir tus pensamientos en un ambiente amigable, abierto
e informal», que en el transcurso de diez semanas pretende enseñar los conceptos básicos del
Cristianismo,  y que se ejecuta «en iglesias, bares, cafeterías y hogares de todo el mundo».

Al respecto Su Eminencia el cardenal Burke, señala:

Habiendo estudiado el programa, tanto desde la perspectiva doctrinal como metodológica… como
muchos otros programas similares, Alpha parece ofrecer una forma más atractiva y efectiva de
evangelización y catequesis, empero, carece de los fundamentos doctrinales y metodológicos
necesarios para la enseñanza de la fe católica.

En efecto, de raíz protestante, la adaptación católica incluye un anexo que agrega aquellas
enseñanzas católicas que quedaron fuera de lo que ellos llaman conceptos básicos, que omiten
obviamente la doctrina católica referente a los sacramentos, la eclesiología y la Santísima Virgen.

Alpha se sitúa asimismo en una perspectiva pentecostal. Carece de firmeza doctrinal en lo que
respecta el pecado y la redención, lo cual señala una absoluta debilidad del señalado programa
para llamarse católico, ya que el propósito de Nuestro Señor Jesucristo con su muerte y
resurrección no se explican adecuadamente.
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Aunque la Jerarquía al importar del protestantismo Alpha, espera que ese programa ayude a
enseñar la fe y detener la hemorragia de católicos hacia las sectas, es poco probable que lo haga
así ese diluido programa protestante, ya que, en lugar de conducir a la gente a las profundidades
de la comprensión católica, se convierte en un tramposo anzuelo para atrapar a los participantes
en el protestantismo. Consecuentemente, mientras la Jerarquía abrace estos programas e ignore
la rica catequesis disponible, el sangrado continuará.

«Lo primero que necesita un Ejército para confiar en la victoria es la presencia de una Moral. La
cual ha de basarse, a su vez, en la existencia de unos principios en los que creer firmemente y en la
confianza en la cúpula del Mando. Un ejército carente de esos elementos sería un Ejército des-
moralizado, con la derrota asegurada de antemano». [7]

Dios mismo declaró por su profeta Oseas: No hay conocimiento de Dios en la tierra. La maldición, y
la mentira, y el homicidio, y el robo, y el adulterio lo han inundado todo; la sangre se añade a la
sangre por cuya causa se cubrirá de luto la tierra y desfallecerán todos sus moradores (Os. 4, 1-ss).
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Germán Mazuelo-Leytón

[1] Cf.: SAN PIO X, Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza del catecismo.

[2] AMERIO, ROMANO, Iota Unum.

[3] GÁLVEZ, ALFONSO, El invierno eclesial.

[4] IRABURO, P. JOSÉ Mª, Evangelio y utopía.

[5] Cf. SAN MATEO 24.

[6] SAN PIO X, Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza del catecismo.

[7] GÁLVEZ, ALFONSO, El invierno eclesial.

[8] SAN PIO X, Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza del catecismo.

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