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RESUMEN ABSTRACT
Este trabajo se propone realizar una síntesis This work aims to synthesize the historical tra-
del devenir histórico de los paisajes cultura- jectory of the cultural landscapes of Andalhua-
les de Andalhuala, un pueblo catamarque- la, a village located in Catamarca, Northwest
ño del noroeste argentino. Entendemos los Argentina. Cultural landscapes are understood
paisajes culturales como construcciones so- as social constructs that are the product of the
ciales producto de la interacción de las per- interaction of people with their environments.
sonas con sus entornos. Abarcaremos desde Temporally, we will cover from the first hunter-
los primeros grupos cazadores-recolectores gatherer groups that inhabited the area until
que habitaron la zona hasta el periodo colo- the Colonial period, when the Spanish society
nial, cuando se afianza la sociedad española. is consolidated. In the current revaluation of
En el contexto actual de revalorización de ancestral cultures in Argentina, we expect this
las culturas ancestrales en Argentina, espe- case study to provide a better understanding
ramos que el caso de estudio proporcione of this cultural heritage and the long-term pro-
un mejor conocimiento de dicha herencia cesses of change of these pre-Columbian land-
cultural para entender los procesos de cam- scapes resulting from different ways of inhab-
bio en el largo plazo de estos paisajes pre- iting, episodes of conquest, and configuration
colombinos, producto de distintos modos of new social identities.
de habitar, episodios de conquista y confi- Keywords: cultural landscapes, pre-Columbi-
guración de nuevas identidades sociales. an societies, Andalhuala, Argentine Northwest.
Palabras clave: paisajes culturales, socie-
dades precolombinas, Andalhuala, noroeste
argentino.
revista colombiana
219
Vol. 54, N. 0 1 RECIBIDO: 12 de diciembre del 2016
pp. 219-252
de antropología enero-junio DEl 2018 Aprobado: 29 de agosto del 2017
Alina Álvarez Larrain
Introducción
E
l noroeste argentino (en adelante NOA) es una región geográfica com-
prendida en el área andina meridional que limita con Bolivia y Chile.
Su territorio abarca los ambientes desérticos del altiplano, los valles
y quebradas que se despliegan hacia el sur y el este de la puna y la
ceja de selva hacia el oriente. Las evidencias de ocupación humana
en esta región se remontan hasta finales del Pleistoceno, con bandas de cazado-
res recolectores. Para el siglo XV, momento de la Conquista española, sociedades
sedentarias productoras de alimentos ya modelaban los paisajes de la región (Al-
beck 2000; Aschero 2000; Castro y Tarragó 1992; Ruiz 1995-1996).
Los valles Calchaquíes del NOA (de los cuales el valle de Yocavil o Santa
María es su porción sur) fueron una región de gran complejidad sociopolítica en
tiempos prehispánicos y actualmente es una zona rica en vestigios arqueológicos
(Scattolin 2010; Tarragó 2000; Williams 2003). Estos valles son significativos tam-
bién dado que a la llegada de los españoles le siguió más de un siglo de rebeliones
indígenas contra la dominación europea, una resistencia singular en el mundo
andino que construyó una imagen de los indígenas de la región como indómitos
y peligrosos (Rodríguez 2008, 2011).
En la década de 1960, los pobladores del valle de Yocavil parecían descono-
cer la suerte de las poblaciones nativas (Rodríguez y Lorandi 2005, 435), aunque
numerosos sitios arqueológicos eran evidencia de su existencia pasada1. Según
Rodríguez y Lorandi (2005), el legado precolombino no formaba parte de la au-
toidentidad cultural del área, que se percibía como de descendencia europea o
a lo sumo mestiza. No obstante, para inicios del 2000 esa situación comenzó a
cambiar con el surgimiento de una preocupación social y política por recupe-
rar las tradiciones y el pasado prehispánico, poco conocido por los locales, pero
revalorado como lo culturalmente “auténtico” (436). En este proceso se fueron
constituyendo comunidades indígenas locales, vinculadas a través de la Unión
de los Pueblos de la Nación Diaguita, que fueron recuperando, revalorizando y
1 Nos referimos, principalmente, a los poblados-pukara del periodo Tardío (1000-1430 d. C.)
que albergaban a cientos de miles de habitantes y que aún hoy se destacan en el paisaje del
valle.
Marco geográfico
El valle de Yocavil (provincias de Tucumán y Catamarca) es una depresión tec-
tónica de 100 km de longitud, surcada por el río Santa María y enmarcada por
la Sierra del Cajón o Quilmes al oeste, y por las Cumbres Calchaquíes-Sierra del
Aconquija al este. Se caracteriza por ser un entorno semiárido, con precipitacio-
nes estivales (O. Ruiz 1972). Actualmente, la población del valle se concentra en
pueblos ubicados en un eje longitudinal a lo largo de la planicie aluvial del río
Santa María (que coincide con el trayecto de la Ruta Nacional 40), y en caseríos
sobre los valles y quebradas del este (figura 1).
La localidad de Andalhuala2 se ubica entre el río Santa María y la Sierra
del Aconquija, a 25 km al sureste de la ciudad de Santa María y a 9 km de San
José, capital del municipio homónimo al que pertenece. Desde Santa María se
llega en vehículo tomando la ruta nacional 40 rumbo al sur unos 16 km y luego
girando hacia el este por la ruta provincial 39 otros 8 km, una vía sin pavimen-
tar que desemboca en el centro cívico de Andalhuala (figura 2). Este nombre es
un topónimo en lengua kakán3 que hablaban las poblaciones nativas del valle
en tiempos prehispánicos. Con el arribo de los españoles que poseían algunos
conocimientos del quechua adquiridos en Cusco, se fomentó este idioma foráneo
3 La única referencia que tenemos sobre el significado del topónimo lo encontramos en Lafo-
ne Quevedo (1898, 28), quien propone que el nombre vendría de anta = cobre y huala = cosa
redonda, haciendo alusión a “un bolón o disco colosal de arenisca roja”.
Figura 1. Mapa del valle de Yocavil con la ubicación de algunas ciudades modernas
y poblados prehispánicos
como lengua franca debido a la dificultad de aprender el kakán por sus sonidos
guturales (Giudicelli 2013); como consecuencia, el kakán se ha convertido en una
lengua muerta de la que solo sobreviven topónimos y apellidos.
La población actual de Andalhuala se encuentra sobre una formación se-
dimentaria del Terciario Superior (formación Andalhuala), que se adosa al basa-
mento precámbrico de la Sierra del Aconquija (Ruiz Huidobro 1972). Sobre estos
sedimentos se formaron depósitos aluviales del Cuaternario (formación Caspin-
chango), antiguos abanicos aluviales labrados por la erosión laminar y eólica
que hoy se observan como glacis4. Este ambiente de mesadas se encuentra sur-
cado por los principales cauces tributarios del río Santa María que nacen en la
cumbre de la Sierra del Aconquija y generan un entorno de “oasis fértiles”, que
contrasta con el ambiente más árido del valle principal (Tineo 2005) (figura 3)5.
4 Los lugareños denominan a los glacis mesadas, dadas sus extensas superficies planas y ele-
vadas con respecto al entorno.
5 En las mesadas se encuentra representado el monte espinoso, arbustal abierto con especies
caducifolias espinosas, y la estepa de Larrea (o de jarillas), junto con la presencia de cactáceas
columnares (cardones) hacia el oriente. Este tipo de vegetación es utilizada como leña, para
forraje de cabras, construcción de corrales y techos. De los bosques originarios de algarrobo,
tan preciados por las poblaciones prehispánicas, solo se preservan pequeños sectores dado que
la agricultura ha llevado a una tala extensiva. Los glacis altos y las faldas bajas de la Sierra
del Aconquija, entre los 2.500-3.000 m s. n. m., se caracterizan por la presencia de la provincia
Prepuneña con cactáceas columnares de gran tamaño, mientras que por encima de los 3.000
m s. n. m. se encuentra la provincia Puneña, con una vegetación baja y rala de estepa arbustiva
abierta, y la provincia Altoandina, con estepa de gramíneas duras (Cabrera 1976).
Figura 4. a. Vista de Andalhuala La Banda desde el norte; b. vista de Andalhuala del Alto desde el sur;
c. calle principal del Alto; d. vista de Andalhuala del Bajo desde el este
Figura 5. a. Punta Ampajanguense (adaptado de Cigliano et al. 1962, figura 59); b. puntas Ayampitín
(adaptado de González 1952, lámina 13). Originales sin escala
espacios habitados. Es factible que los muros se continuaran hacia arriba con pa-
redes de adobes, tapia o algún otro material perecedero que hoy no se conserva.
Figura 7. Hallazgos de Soria 2. a. Puco no restringido bruñido; b. botellón negro pulido con decoración
incisa; c. botellón con decoración modelada e incisa (adaptado de Spano 2008; figs. 29, 30a y 49a);
d. cuchillo con retoque bifacial marginal de filita; e. puntas de proyectil de obsidiana
(adaptado de Carbonelli 2013; figs. 2 y 3)
7 Pukara (en lenguas quechua y aymara) o pucará (Diccionario de la lengua española, Real Academia
Española) remite originalmente a las fortalezas de piedra construidas por las poblaciones
indígenas de los Andes en lugares estratégicos elevados. Actualmente, el término también
se emplea en arqueología para hacer alusión a poblados de ocupación permanente con ca-
racterísticas defensivas.
Figura 8. Alfarerías San José procedentes de Andalhuala: a) pieza 44-1889 (colección Breyer depositada
en el Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti, FFyL-UBA); b) pieza MLP-Ar-(v) 5633 (Colección Methfessel,
depositada en la División Arqueología del Museo de La Plata); c ) pieza MLP-Ar-(v) 4770 (Colección
Lafone Quevedo, depositada en la División Arqueología del Museo de La Plata)
Por esta época, los valles Calchaquíes estaban habitados por distintos pue-
blos que compartían pautas culturales pero contaban con autonomía política, y
fluctuaban entre encuentros bélicos y alianzas. Ellos se llamaban a sí mismos con
distintos nombres: pulares, gualfines, angastacos, cafayates, tolombones, cola-
laos, amaichas, acalianes, quilmes, yocaviles, ingamanas, abaucanes, andalgalás,
famatinas, entre otros (Lorandi y Boixadós 1987-1988), que hoy identifican varios
de los lugares de la región. Producto de dos episodios de conquista que veremos
en la próxima sección, pasaron a la historia como diaguitas —nombre que se cree
fue dado por los incas— o calchaquíes —nombre que les brindaran los españoles
por el apellido de un importante cacique— (Rodríguez 2011).
Según estudios etnohistóricos (Lorandi y Boixadós 1987-1988; Lorandi et
al. 1997), los yocaviles poblaron la región sur-sudeste del valle, incluido proba-
blemente el territorio de Andalhuala. Los estudios arqueológicos indican que la
ocupación tardía de Andalhuala fue intensa (Álvarez 2010, 2015) y, posiblemente,
el centro geográfico de un poderío político con base en Loma Rica de Shiquimil
(Tarragó 2011; Tarragó et al. 1988). Este pukara cuenta con 189 recintos y 2 plazas
en 2,45 ha de superficie cumbral, sobre un relicto de glacis que se levanta 100 m
sobre el nivel del valle. Su emplazamiento hace su ascenso arriesgado y permite
un dominio visual del valle troncal. Según Tarragó (2000), el pukara como centro
social, político y religioso, circunscrito y elevado, ejercía un control del espacio
agropecuario circundante que se extendía en los terrenos bajos.
Trabajos emprendidos en la Mesada de Andalhuala Banda, ubicada al pie
del mencionado pukara, indicaron que gran parte de las unidades arquitectó-
nicas registradas pudieron ser chacras, es decir, contaban con un uso agrícola
durante este periodo (Álvarez 2015, 2016b). Las terrazas y recintos de siembra
debieron ser empleados para el cultivo de maíz y otros cultivos mesotérmicos,
como zapallo y ají. Montículos y acumulaciones longitudinales de piedras fueron
el producto de tareas de despedre de la superficie para la siembra. Asimismo,
estos campos debieron estar irrigados, como nos indican los tramos empedrados
de canales y acequias. La presencia de morteros fijos, móviles y molinos revela
que el procesamiento de alimentos fue realizado in situ. Estos debieron ser em-
pleados tanto para el procesamiento de los granos del maíz como para las vainas
de algarroba y frutos de chañar, plantas silvestres utilizadas desde épocas pre-
hispánicas en la producción de harinas, arropes8 y bebidas fermentadas. Más de
60 unidades circulares de menos de 3 m de diámetro pudieron funcionar como
depósitos.
8 El arrope es un dulce típico de la región hecho con frutas locales maduras (tuna, algarroba,
chañar, uva, higo) que se hierven lentamente hasta conseguir la consistencia de un jarabe.
los cuales se abre el paso hacia Ampajango, pudieron ser marcadores en el pai-
saje de los caminos a seguir durante peregrinajes a los campos de petroglifos del
sur (Álvarez 2015).
Por su parte, el hallazgo de la Gruta de Chiquimí, en el bajo de la Mesada
Alto de Andalhuala, nos permitió aproximarnos a una modalidad de arte rupes-
tre que era desconocida para Yocavil (Álvarez, Cabrera y Carbonelli 2011). La
presencia de grabados en un alero de areniscas marca la singularidad que ha
tenido el ambiente de glacis en los modos de habitar de las poblaciones locales
(figura 10). La situación de baja visibilidad de las representaciones indica que los
grabados fueron elaborados por y para grupos que conocieron el lugar.
Figura 10. a. Acceso a la GCh desde las areniscas de Andalhuala (la flecha
blanca indica el alero); b. vista de la GCh hacia el sur, las líneas punteadas indi-
can el sector con grabados; c. vista desde la GCh hacia el norte de la quebrada.
Por otro lado, la localización de los grabados en el entorno de la montaña
puede ser entendida en el marco del culto a los cerros en el mundo andino. Los ce-
rros y las montañas son protagonistas indiscutibles de los paisajes andinos e in-
fluyen en la cosmovisión de los grupos que los habitaron (Gil y Fernández 2008).
Los cerros son lugares de origen mitológico, centros de peregrinación y espacios
rituales donde se localizan entidades tutelares. Como puntos sagrados del paisaje
con cualidad de trascender en el tiempo debido a su carácter imperecedero, los
cerros se constituyen en lugares de adoración y son escenarios del ritual para el
pago de ofrendas (Aschero, Martel y López 2009; Gallardo, Sinclaire y Silva 1999).
Este protagonismo de los cerros en la cosmovisión andina se encuentra estrecha-
mente vinculado a su importancia económica. De los cerros, entidades masculi-
nas, desciende un recurso vital para la vida como es el agua que fecunda la tierra
(Aschero, Martel y López 2009; Gil y Fernández 2008), de ahí la relevancia que
pudo tener la localización de los grabados a la vera de un cauce que en época esti-
val descarga agua de lluvia y deshielo. Refuerza esta interpretación la presencia
de motivos (líneas en zigzag, serpiente, tridígitos y antropomorfo femenino), que
pudieron tratar el tema de la importancia del agua y la fertilidad de la tierra. Así,
la gruta pudo funcionar como un geosigno en el paisaje (Álvarez 2012), no solo
expresando creencias, sino también marcando el lugar donde hacer el pedido o
pago a las entidades tutelares de la montaña para garantizar buenas cosechas y
la reproducción de los animales en el marco de rituales productivos.
9 El concepto colonial temprano busca resaltar que las sociedades locales fueron participantes
activas en las transformaciones socioeconómicas y culturales que experimentaron durante
la Conquista y no meras receptoras pasivas de los cambios impuestos por los europeos (Mar-
chegiani 2011, 246-248).
Consideraciones finales
Como mencionamos al inicio de este trabajo, en el actual contexto de revalori-
zación de rasgos de las culturas ancestrales en Argentina, en general, y en el no-
roeste del país, en particular, este artículo se propuso como objetivo realizar una
síntesis del devenir histórico de los paisajes de Andalhuala, tomando como eje
articulador el estudio de los paisajes culturales, entendidos como construcciones
sociales que son el producto de la interacción de las personas con sus entornos.
El caso de estudio presentado nos permitió entender los procesos de cambio en
el largo plazo que han tenido los paisajes precolombinos del noroeste argentino,
en relación con los diversos modos de habitar de las poblaciones nativas y forá-
neas, los sucesivos episodios de conquista (Imperio inca e Imperio español) y la
consecuente configuración de nuevas identidades sociales.
Agradecimientos
A los pobladores de Andalhuala por su siempre cordial recibimiento. A todos los
miembros del equipo Yocavil que han participado en distintos trabajos de campo
en la zona y han contribuido a la generación de conocimiento sobre Andalhuala.
En especial, a Romina Spano por su lectura de una versión temprana de este ma-
nuscrito. A los evaluadores anónimos y editores cuyos comentarios mejoraron
significativamente el presente escrito. Este trabajo fue posible gracias a una beca
posdoctoral otorgada por la Universidad Nacional Autónoma de México a través
de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA).
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