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El presente trabajo fija el poblamiento temprano de Betijoque, ciudad del estado Trujillo, en el
año de 1611, siglo y medio antes que cualquier crónica lo mencionara. La investigación se centra en
el contenido de las páginas recopiladas del Archivo General de Indias relativas a los folios sobre
“Botijoque”; y en el devenir de dicho análisis se van generando hechos contextuales que dan a
conocer la historia, geografía y cultura de estos moradores de la primera mitad del siglo XVII. La
investigación pone al descubierto algunas omisiones que a la fecha las crónicas populares y oficiales,
no reflejaban sobre la historia de la antigua provincia de Truxillo dentro de este periodo.
Poco a poco, producto del mismo proceso utilizado como medio académico, se fueron
encontrando nuevos registros que se entrelazaba con el objetivo principal, haciendo imposible hacer
una relación aislada de los contenidos descubiertos dentro del Archivo General de Indias, mismo que
para esta investigación desempeñara el medio principal de localización de indicadores verificables.
Ellos son aportes, fidedignos, corroborables, logrados sobre el tema histórico. Una de las principales
innovaciones que generara el logro alcanzado fue el diseño metodológico empleado, referido a la
adaptabilidad del “Marco Lógico” para generar respuestas claras y precisas, así como la fácil
localización de fuentes primarias.
Para contar esta historia se recurrió al análisis sistémico que, aunque mucho más elaborado
que el análisis crítico, permite el entendimiento de todas las partes que conforman las nuevas fuentes
localizadas, eso sí, limitado por el proceso contextual que dichas fuentes contienen. Es difícil en la
práctica seguir el sendero que trazan esas limitantes contextuales a pesar de haberlas definido
claramente; esto, porque los indicadores verificables que han sido localizados, uno a uno pareciese
tener mayor preponderancia que el anterior; la jerarquización es muy difícil. Al final hubo que
ponderar teniendo en cuenta el tiempo límite de investigación académica.
Mismo tratamiento recibieron, a la luz de los descubrimientos aportados, los caminos y accesos
a los valles, planicies y mesetas, los cuales ya venían siendo desarrollados por los pueblos
originarios. El castellano hubo de tomarlos para sí y hacerlos suyos. Aun hoy la provincia de Trujillo
posee carreteras y accesos que son calco de aquellos abiertos desde muy temprano, muchos de más
de 800 años por nuestros ancestros íncolas. Tal razón hizo posible el acceso del pirata Grammont en
1678 para tomar la ciudad de Trujillo, la del Castán en el valle de los Mukas; desde Gibraltar a
Truxillo, la ruta es siempre hacia el Sol naciente son 16 leguas aproximadas de camino, lo que
equivales a su época en casi 3 días de jornada de camino (a paso forzado seguramente 2 días).
Poco a poco se fue entramando, a través de historias individuales, contadas por los folios
digitalizados de Sevilla, el poblamiento temprano del territorio trujillano, extendido a la laguna de
Maracaibo, entrada y salida tanto de expediciones castellanas como de la nación indígena americana.
Redescubriendo, con base histórica documentada, los nombres de aquellos personajes que habitaron
nuestras tierras antes de que el conquistador se atreviera a ataviarnos con una nueva religión, con una
nueva cultura y con un nuevo reparo social.
Pero sin importar cuales hayan sido los motivos, creemos de corazón que hoy en día es deber
ciudadano conocer nuestro pasado local. Somos descendientes directos, no solo del coraje del
conquistador, o de la fuerza del pacificador, sino que también llevamos la sangre del caus, del
pocoes, del vicoyes, del betishope, del kibao, del mosquey, del muca, del monayes, del jirajara…
somos descendientes de los cuicas, humocaros, biscocuyes, llevamos la sangre del cabimbu,
niquitao, tostos, del chejendé y del carachi.
Una de las razones, definitivamente, que condujeron a obtener resultados fidedignos de las
fechas de los asentamientos y primeras ciudades truxillanas, lo establece el diseño metodológico
empleado. Documentos inéditos dentro del Archivo General de Indias, se develaron uno a uno, aun
dentro de la edad temprana de la conquista americana, que con certeza dan una nueva cara a la
historia regional y auspicia la búsqueda para la historia nacional. Atrás quedaron los tiempos y los
análisis críticos de historiadores arropados con los métodos tradicionales, que deben pasar toda una
vida encontrando información histórica relevante. Hoy, a la luz de las nuevas tecnologías, los
tiempos de vida se acortan a solo años y a veces meses para lograr aportes significativos.
Como se afirmó, el análisis crítico es sustituido por el sistemático, también llamado estructural;
ergo, en esta investigación no hay nada que criticar dentro de nuestro pasado cultural, social,
histórico; se establecen hechos una vez que se localiza el referencial histórico y el documento que lo
comprueba. Quizá por ello, algunas sensibilidades se verán trastocadas, ya que inevitablemente,
crónicas, cuentos, leyendas y hechos que se daban por verdades, serán puestas a un costado de la
historia a raíz de los nuevos referenciales cronológicos encontrados y aportados en el presente
trabajo. Y, aunque es la voz de este solo investigador, se pone a disposición de la sociedad
comprender el tamaño del acervo localizado, más de 2.354 folios quedan en evidencia dentro del
Archivo General de Indias, relacionados con nuestra historia trujillana, de los cuales solo una
fracción de los mismos son aquí considerados.
Esta historia no pretende abrir heridas, ya Galeano lo hizo, no pretende forjar distancias,
somos una sola nación, fuerte, aguerrida y sincera. Yo creo en mi sangre íncola, creo en mi sangre
castellana y en el poder de la sangre derramada en la esclavitud africana; ello, al contrario de
conferencias jocosas que otrora escuche a algunos profesores de academia, me hace ser
sobresaliente, antirracista, integracionista y hoy, más que nunca, ciudadano del planeta. Este
investigador sabe que toda sociedad es mestiza, es producto de sus migraciones, de sus mezclas
culturales, ellas aportan costumbres, idiomas, creencias y demás elementos que las hacen
“homogéneas” dentro de la “heterogeneidad” de sus individuos y etnias.
Tenemos cinco siglos de vida americana, ya no somos adolescentes como para seguir
culpando a los demás de nuestra falta de conciencia social; entendemos los extremos, de los que se
creen áridos de la sangre castellana y culpan a sus abuelos de su infortunio cultural actual; o de los
que se creen nobles y tienden a desconocer su legado patrimonial con cinco siglos de peso. A ellos
los entiendo, no los comparto.
El crecimiento se logra cuando sabemos de dónde venimos, quienes fuimos, cómo lo hicimos,
por qué nacimos y cómo lo mejoramos; y este trabajo contesta la primera parte. La asimilación de
una nueva cultura no es un acto de solo inclusión o exterminio de otra, es integración, con la
salvedad que esa cultura dominante no reemplaza los valores de la otra tolerante, sumisa o esclava;
eso no se ha logrado en seis mil años de historia humana; al contrario, si de algo podemos estar
seguros es que la opresión y conquista humana es cíclica.
Hoy por hoy, los egipcios viven con nosotros, en la pasta de diente, en la cerradura del hogar,
en el maquillaje y corte de cabello, en los preservativos; de los babilonios tenemos la división de las
horas en 12 partes y el invento de la docena; de los griegos el teatro, las matemáticas, la filosofía y el
deporte organizado; de los romanos heredamos el calendario, las calles, los estadios, las plazas y
parques; de los árabes poseemos parte de nuestro lenguaje, la aritmética y la geometría, nuestros
apellidos; del castellano heredamos su religión, su música y una gran parte de su idioma. Del África,
el tambor, los instrumentos de cuerda y su fabricación, el ritmo de caderas único en el mundo,
derivado en la música más sabrosa del planeta, la salsa.
Así, el poblamiento romántico, imaginado en algunos textos de historia, nos ha enseñado que
la fundación de la ciudad estaba presidida por el Capitán conquistador que, al llegar a un suelo,
sembraba un tótem y tomaba posesión en nombre de la Iglesia y la corona castellana. Cuando la
realidad fue más modesta; teniendo una estadística local encontrada en esta investigación, se podría
interpolar sus resultados al encontrar que más del 95% del territorio trujillano fue poblado siguiendo
dos líneas de acción: la primera el conquistador simplemente llegaba a un caserío íncola, y seguía
poblándolo de acuerdo a esa reacción pacífica de sus moradores o, la segunda manera, el castellano
solicitaba al gobernador “tierras vacas” para su producción (incluyendo, por supuesto a sus
moradores nativos), tomando posesión de ellas y haciendo caseríos. Hoy, el Estado sigue haciendo lo
mismo, a través de la figura de titularidad de tierras con vocación agraria y, el Municipio el
equivalente a contratos de arrendamiento de ejidos.
Había sus excepciones, claro está, los escuqueyes no permitieron ultrajar sus tierras por un
periodo de más de cincuenta años, los quiriquires retomaron su territorio en Gibraltar, cansado del
abuso esclavista de su encomendero, y lo poseyeron sin interferencia castellana por más de 17 años;
los zapara no permitían el paso de embarcaciones comerciales por la laguna de Maracaibo. Y ello
hizo nuestra historia, contadas por los que ganaron. Sin quejas, sin molestias, pero con la añoranza de
saber la realidad de nuestro pasado.
Así mismo, se agregaron un grupo de cartografías del contexto Venezuela y sus provincias,
las cuales son colecciones privadas con acceso limitado y que su estudio comprueba la
caracterización temprana de los pueblos de Trujillo que van apareciendo reflejados en dichos mapas
históricos. De las más de 300 imágenes cartográficas encontradas, solo una muestra pequeña fue
insertada en esta investigación para fines etnográficos y ubicación de los diferentes sitios poblados
signados con sus nombres originales o semejantes a los actuales.
A nivel personal, se volvió a corroborar el origen cuica del término Betijoque, usando los
referenciales más completos que se tienen a la fecha; siguiendo los pasos de historiadores como José
Segundo Salas y su línea de deducción, se obtuvieron otros resultados que van más allá de la frase
Betishnopa”, “donde está la candela” o de Briceño Perozo, Pitijoc, “cuatro palos” y, teorizando – tal
cual estas primeras traducciones lo son – su significado más completo y exacto: “Ir donde no veo a
hombres”, téuk an be i-tiyí Kiai (ir yo hacia no ver hombre); se lee: “tíukan beitijekie” (“Beitijeke”).
Hoy, los caminos de nuestra gran historia trujillana son más claros; aquí se encontrará con
certeza cronológica el poblamiento temprano de Siquisay, La Quebrada, Boconó, La Puerta,
Betijoque, Niquitao, Escuque, Trujillo en Castán y La Chapa, San Juan de Carache, Valle de Santa
Ana, Esnujaque, San Antonio de Gibraltar, Santiago, San Miguel de Tonoho, San Lázaro… y otros
asentamientos precoces todos en los primeros años de 1600, al albor del siglo XVII.
En fin, los logros obtenidos en el presente trabajo, son variados, importantes y significativos
para nuestro gentilicio trujillano, acortando distancias y misterios cronológicos en la historia local
dentro de la primera mitad del siglo XVII. Solo esperamos que la refutación a estos nuevos
productos sea también demostrativa.
Arq. (MSc.) Eduardo II Zambrano
2012 a 2017
Origen prehispánico:
Betishope
La meseta de Betishope, se ubica en la estribación nororiental de la Sierra “La Culata”, en Trujillo; al
pie de dos de sus filos, la Mesa del Loro y el Cerro del Alto (cuyo filo desciende abruptamente desde
la punta de Pobipón hasta el cerro Ponemesa); ambos promedian los 1.550 m.s.n.m.; al pie de ella
con un promedio de 580 m.s.n.m. se ubica una mesa de 3,6 km de largo en su dirección norte-sur, y
con 1,8 km en su parte más ancha (este-oeste) y un promedio de 750 metros de ancho en su parte
media. Dicha meseta de Betishope, tiene acceso desde los Valles de Escuque por las correnteras de
El Boquerón, que separan ambos filos de El Loro y El Alto. Allí cae a la planicie de Carambú –
Isnotú; esta planicie supera los 13 km este-oeste y un ancho medio de 2,0 km.
Este poblamiento íncola sobre la meseta de Betishope comenzó tempranamente, cerca del
1200 d.C. aunque no se descarta, conforme los hallazgos arqueológicos, una temprana ocupación
entre el 400 y el 800 d.C. (periodo III y IV de la cronología Cruxent – Rouse); un primer momento
que sustentó las bases para la sociedad cultural propia de la meseta junto a la planicie de Carambú y
de Isnotú. Se sabe, por el bagaje cultural que, inclusive los timotes y mucus, de la gran nación Tatuy,
llegaron hasta la meseta. Derivaciones de los nombres “stimot ustate an”, como se hacían llamar los
kibaos, al naciente del cerro El conquistado: “soy la puerta de los timotes”; y la derivación del
cuicas de “Betishope”, “donde la candela” (sic), establecen claramente ese intercambio social, bien
por la fuerza, la conquista o la integración.
Ahora bien, estamos llamando desde hace rato a esta parcialidad como Betishope. Hay una
finalidad, separarla del contexto visupite, ya que hasta la fecha la crónica tradicional señala al
cacique Pitijoc como aquel insigne guerrero que entre 1565 a 1575 protagonizó la defensa del
territorio íncola de los valles y planicies del Monay hasta las tierras del escuquey. La meseta de
Betishope dista casi los 100 km en ruta hasta encontrar el asentamiento visupite, pasando valles y
estribaciones y, aunque es verosímil la defensa del vasto territorio, a la fecha, los documentos
histórico hallados para el análisis de la presente investigación, no han localizado a dicho cacique en
las fuentes (se aclara: no se ha hallado su presencia como un personaje dentro de la historia
regional).
Una de las obras más sobresaliente de Alfredo Jahn es su libro “Los aborígenes del occidente
de Venezuela; su historia, etnografía y afinidades lingüísticas”; allí, entre las páginas 317 a 416 se
desarrolla un estudio, el más complejo y completo a la fecha, del vocabulario de la lengua Timote
(ya hoy en día nuevos estudios establecen el vínculo ancestral con los Tabay); su lengua común con
los Cuicas y su comparación con dialectos andinos de Venezuela.
Al entender que esta lengua es de origen onomatopéyico; además de poseer clara definición entre el
singular (con sus formas ki y kiu) y el plural (ti o tit); tener claro el pronombre posesivo en primera
persona (kus, husk) y la segunda (ka, kas o kash); pues realmente no es una lengua complicada en su
estructura.
Para resumir, luego de un estudio minucioso, de más de un año, del dialecto cuica, se extrajo el
origen de la palabra “Betijoque”:
Primera versión:
Donde están los cortezas = it a bé ti-kishöpa (ita betikishopa)
Segunda versión:
Donde están los fuegos (donde están las candelas) = it a bé ti shnöpa
(ita betishnopa)
Ergo, la inevitable corrupción del léxico al ser escuchada y escrita por los castellanos.
Veamos algunos ejemplos:
Cuatro leño = piti shép = pitijec
Cuatro leños (plural) = piti shaiú = pitisjay
Donde están los cortezas = ita betikishopa = betikishopa = betiquisjopa
Donde están los fuegos = ita betishnopa = betishnopa = betisjopa
Betishope, es la meseta en donde, los íncolas de las planicies del sequión, sobre la cota 100 de
“Vichú”, observan atónitos, todas las noches los grandes fuegos de la meseta, allí es donde están los
fuegos, ita betisjopa.
Pero según el mismo vocabulario “donde están los cortezas” (ita betikishopa) pareciera no
tener un sentido de contexto claro; sin embargo, se podría dar una nueva interpretación, también
válida: esta es la gente que vive con la corteza (de árboles); esto es, la gente que desaparece, la gente
que se mimetiza con los árboles; es la meseta donde están los invisibles; aquellos que cuando los
enemigos llegan a buscarlos, no los encuentran, porque saben esconderse; allí es donde están los
cortezas, ita betikisjopa.
Aun, más, la frase “Ir donde no veo a hombres” seria así: téuk an be i-tiyí Kiai (ir yo hacia no ver
hombre); se lee: “tíukan beitijekie” (“Beitijeke”). En conclusión, esta investigación afirma que el
origen cuica de la palabra Betijoque proviene de dicha frase: “tiukan beitijekie”; ir donde no veo a
hombres”.
Imagen N° IV-5B.- La tierra de ita betikishopa -donde están los cortezas o de los tíukan beitijekie –
donde no veo a los hombres. La escena muestra a un beitijekie camuflado en el bosque, como corteza
de árbol, y en su cercanía una avanzada de españoles ataviados con sus cobijas de piedras (kapák
teunch), parecieran pasar desapercibido al lado de este. En la meseta de Betijoque, hoy aún existe
una de las betas trujillanas más grandes de arcilla blanca, localizadas en el cerrito colorado; allí, en
su cima hace 50 años que se localiza un hito de la ciudad, “La Princesita”. Autor: Arq. Eduardo S.
Zambrano, especial para esta investigación, abril 2017.
Origen castellano:
La primera ciudad dentro del territorio venezolano, fue El Tocuyo, fundada un 7 de diciembre
de 1545, medio siglo luego de que Colón chocara con América; la historia ha establecido que El
Tocuyo fue centro de expansión del poblamiento del territorio; Barquisimeto, Cubiro y Trujillo
fueron consecuencia de ello. Para el 9 de octubre de 1557 Diego García de Paredes funda la primera
ciudad en la cordillera de los Andes, Trujillo, para luego ser movida 7 veces y terminar en el Castán
y los Mukas. Ello indica que este proceso de fundación, desmontaje y refundación de Trujillo sirvió a
los castellanos para familiarizarse con las características etnogeográficas del territorio trujillano.
Después de El Tocuyo, la exploración del territorio era habitual. Y, 365 después de Trujillo,
Juan Rodrigo Suárez, nacido en Mérida de Extremadura en España, funda la ciudad de Santiago de
Los Caballeros de Mérida (en el actual emplazamiento de Lagunillas).
Sin embargo, los Virreyes en América no pudieron lograr el cumplimiento de las mismas; la
protesta de los encomenderos, que a la larga eran los mismos conquistadores y pacificadores que
habían luchado en la ocupación del territorio no aceptaros tales leyes nuevas, y que conste, son ellos
los que poseían las armas. Pizarro se levantó contra los Virreyes en el Perú (1554) al igual que
Hernández Gijón en 1553. Al norte y en las Antillas, dependientes del Virreinato de Nueva España
(Sto. Domingo/Haití), Los Virreyes Velasco y Alarcón liberan y hacen súbditos a casi 15.000 indios.
Así está la América para el año de 1558, mientras que en el territorio de la provincia de
Venezuela, Cumaná (1521), Coro (1527) y El Tocuyo (1545), eran las únicas ciudades con cabildo.
La expansión comenzó poco después; Nueva Segovia de Barquisimeto en 1552 por Juan de Villegas,
Valencia en 1555 por Alonzo Díaz Moreno, Trujillo y Mérida entre 1557 y 1558; y al sur, San
Cristóbal fundada el 31 de marzo de 1561 por Juan Maldonado Ordóñez de Villaquirán, mismo que
un año antes, 1559, se encarga de trasladar la ciudad de Mérida de los Caballeros a su actual
asentamiento. En el extremo nororiental, La Asunción (Margarita), en 1562; y más hacia centro costa
del territorio, Caracas, un 25 de julio de 1567 por Diego de Losada.
Por fin, luego del intento de Ambrosio Alfinger, el 8 de septiembre de 1529, después de partir
en una expedición desde Coro funda la Villa de Maracaibo, su primera población fue de 30
habitantes; seis años después la ciudad sigue sin prosperar y sin desarrollarse económicamente, es
abandonada en 1535 y sus habitantes trasladados por Nicolás Ferenmánn, al norte del territorio
wayú, en el Cabo de la Vela. Refundada en segundo intento Maracaibo, en 1569, por el Capitán
Alonso Pacheco, no es hasta 1573, cuando el Gobernador Diego de Mazariegos decide restablecer la
población y se lo ordena al Capitán Pedro Maldonado quien en 1574 la refunda con el nombre de
Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo en honor al Gobernador Mazariegos, quien era nativo de
la ciudad de Zamora en España.
Entre Trujillo y Mérida, los Tatuy, con sus etnias mucui, timotos, duri, jajoes, esnujaque, que,
de una u otra forma terminarán integrados a la sangre castellana. Más pacíficos los bobures, arabuey,
pocoes, moporos, caus, betishope, mosqueyes, isnotues… algo más belicosos los kibaos, jirajara,
monayes y skukes. Todos terminaron sucumbiendo a la pacificación y exterminio, no sin antes
procurar la conservación de sus culturas sobre el conquistador.
Para los años de la fundación de Trujillo, existía un puerto fluvial, antes de Gibraltar, llamado
“Carvajal”, allí en el mismo sitio de la ensenada de Mochima, donde el 17 de octubre de 1592
Gonzalo de Piña Ludueña funda San Antonio de Gibraltar, por órdenes del Cabildo de Mérida.
Para entonces, cien años de conquista en América y 40 años de exploración del territorio
trujillano, ya se había forjados los caminos principales de tránsito, así como pacificada y diezmada
una gran parte de la población íncola. De esta forma, el amanecer del nuevo siglo XVII, comienza el
poblamiento sistemático del territorio trujillano, a través de la figura tardía de encomiendas,
repartimientos, hatos y estancias, mismas que en el resto de América ya tienen décadas aplicándose.
Para marzo de 1611 Alquiza otorga derechos sobre el Valle de Boconó a Pablo de Brito. Y,
en una ráfaga de autorizaciones comienza a despojar a antiguos propietarios y otorgar nuevos títulos;
así, en mayo de 1611 es el turno de las tierras del Valle de Momboy (sitio de La Puerta) a Juan
Álvarez de Buyn, que estaba poblada de cuicas, tales como Virandox, Tonequi, Tantán, Tococo; y de
nación Tatui, los timotos Bombas y Jasepe. Nótese algo importante, Bombas, de nación cuica, es el
principal de la encomienda de Bartolomé Suárez, en Siquizai en 1610 y, también es uno de los
principales en el Valle de Momboy para 1611 pero definido como nación timoto. Así, encontramos
en varias ocasiones nombres de caciques que parecieran estar como principales en encomiendas
distintas (en fecha y distancia). Ello podría tratarse de familias, descendientes, parientes cercanos o,
incluso, los mismos.
También, dentro del mes de mayo de 1611: Francisco Cano Valera en Betijoque,
Carambú y tierras al norte de Escuque, en territorio de los caciques Toñeque y Bucaque;
tierras otorgadas a Cano por dejación o desposo que hiciera Sancho de Alquiza al Capitán
Pedro de Segovia, previamente otorgadas el 13 de abril de 1606.
Miquia, actual jurisdicción de Carache, otorgada a Hernando Terán para su poblamiento, con
los caciques Busis y Borachimbu. Baltazar de Agilar, en el Valle de Escuque, con el cacique Juan de
Jacambu. En Micamboy, también tierras del actual Carache, a Juan Mexia de Amaya y con él los
caciques Andrés y Juan de Padilla (nombres aborigen perdidos). Tierras al norte de Trujillo,
otorgadas a Miguel Meriño de Lobera y el principal cacique de ese territorio el Cacique Tayta.
Finaliza el mes de mayo de 1611, otorgando Alquiza encomienda a Gonzalo Mexia de Godoy en
territorios de la Quebrada Micambo, allí prosperan los caciques Narigueta y Tocino.
Alquiza, también, dentro de su gestión en tierras trujillanas, dejó muchos sabores amargos, al
retirar y despojar a muchos encomenderos de sus títulos, estos se fueron a quejar a Santiago de León
de Caracas con el procurador de Venezuela Nicolás de Peñaloza, quien asumiendo la defensa
legitima de sus encomenderos, comienza un pleito de poderes contra el Gobernador Alquiza. El 9 de
marzo de 1609, Peñaloza envía una relación de hecho al Consejo de Indias quejándose de la falta de
reconocimiento a los títulos de los encomenderos por el despojo que su Capitán y gobernador de la
Provincia de Venezuela estaba haciendo con ellos.
Primera:
Segunda:
1602-09-06; Antonio Bolívar; encomienda en 80 pesos de oro fino (Pág. 29 de la relación del
Procurador). Antonio Bolívar, hijo de Simón Bolívar, por real cédula de su majestad, encomienda en
el Valle de Aragua de una de mayor extensión de su padre.
Nombres como Juan Mexia de Amaya, Francisco Segovia, Gonzalo Mexia, Juan Enrique de
Burgos, Francisco Verdugo, Pedro de Segovia, Miguel Marino, Gómez Fernández, Baltazar de
Aguilar y Francisco Cano, sirvieron al lado del Capitán Juan Pacheco Maldonado en la pacificación
de la laguna de Maracaibo entre 1606 y 1607. Hombres conocidos entre ellos, capitanes y tenientes
la mayoría. Por el otro lado, la resistencia íncola: Nigale, Tolennigastes, Camiseto, Mataguelo;
caciques de los zaparas, quiriquires, parautes, aliles, toas, entre otros.
Mapa N° IV-1.- Encomiendas certificadas en la provincia de Trujillo, entre 1600 y 1620, con límites
y linderos del mapa de Agustín Codazzi de 1840. Fuente, Autoría propia del investigador, en base a
documentación obtenida en el Archivo General de Indias, noviembre, 2016.
Las cuatro imágenes siguientes, signadas como I-2, I-3, I-4, I-5, corresponden al documento
signado con la nomenclatura ya referida: SANTO_DOMINGO,41,N.27.
Vezla
Francisco Cano V. Confirmacion Encomienda 1620 [10-1-1620]
Del sitio de Yacambú y Sanare (15 de agosto de 1606): Cacique Pauxaja (Paujaja)
De la región de Siquisay (19 de mayo de 1610): Caciques Botoy, Bombas, Bubuyte y
Toñeque
Del sitio del Valle de Boconó (25 de mayo de 1611): Cacique Juan Bohote
Del Valle de Momboy (19 de mayo de 1611): Caciques Cuicas: Juan Virandox, Tonequi,
Tantan y Diego Tococo. Caciques Timotes: Bombas (en documento aparece Vonbas);
Jasepe, Guara.
Del sitio de Betijoque y Carambu (20 de mayo de 1611): Caciques Bucaque, Toibucaque,
Toñeque padre y Tuñeque (hijo)
Del sitio de Miquia y Niquitao (20 de mayo de 1611): Caciques Bombas, Toñeque, Busis
y Borachimbu
Del Valle de Escuque (20 de mayo de 1611): Cacique Juan de Hacambu
Del páramo de Tonojó (20 de mayo de 1611): Cacique Carandi
Del sitio Loma de Embitaque y quebrada Micamboy (21 de mayo de 1611); Caciques
Andrés y Juan de Padilla
Del sitio de Trujillo, en encomienda otorgada a Miguel Meriño de Lobera (21 de mayo de
1611). Cacique Tayta
Del sitio de Conboco (en cuica: Kombok, Boconó); (21 de mayo de 1611): Caciques Bibo
(o Cubibo), Buequi y Tarao
Del sitio de Quebrada de Micambo (26 de mayo de 1611): Caciques Toñeque, Narigueta
y Tocino
Del sitio de Trujillo, en encomienda otorgada a Mateo Ruiz de Godoy (11 de marzo de
1619): Caciques Cachem Capa (o Chaqeme capa) y Toñeque
Del sitio de Castán y Valle de Escuque (1º de abril de 1627): Caciques Diego y Francisco
Butaque
Del Valle de Santana (8 de marzo de 1628): Cacique Antonio Cueme (o Cahemes)
Del sitio de Trujillo encomendado en Juan Mejía de Narváez (3 de enero de 1629).
Cacique Ca Sen
Del sitio de San Antonio de Gibraltar (16 de diciembre de 1631): Caciques Capaz y
Galgas
Del Valle de Santiago y el Valle de Chachique (25 de julio de 1644): Caciques Gaspar y
Matías
Del sitio de San Miguel de Tonohó (23 de febrero de 1645): Cacique Gaspar Toneque
Poco más de treinta y cuatro nombres, que de una y otra forma aparecen censados y
registrados dentro de esas primeras cuatro décadas del siglo XVII de historia desconocida y que
tempranamente fueron reducidos a Encomiendas, como súbditos de la Corona española, para ser
explotados y poco a poco diezmados de sus tierras. Treinta y cuatro nombres sustraídos de más de
2.350 folios documentados e indexados dentro del Archivo General de Indias. Tarde o temprano se
deberá contar el contenido exacto de esos folios llenos de la historia trujillana temprana.
Se repiten si, varias veces dentro de las Encomiendas, los nombres de estos principales o
Caciques, registrándose al parecer en varias de ella, a saber: Los Caciques Bombas y Toñeque
aparecen en 1610 por Siquisay, luego en 1611 en Niquitao y posteriormente en el Valle de Momboy.
Para 1619 Toñeque también se encontraba por los Valles de Miquia. De tratarse de los mismos
Caciques, indicaría que sus territorios, como principal de familias indígenas, son extensos; pero
también podría referirse a familiares directos que tomaron, luego de la evangelización, el apellido de
estos principales.
En este mismo orden, y teniendo como base el Mapa 2011 de IGVSB, con vista en los
documentos localizados para esta investigación dentro del Archivo General de Indias, en especial las
Memorial que presentó Nicolás de Peñalosa, Procurador General de la Gobernación de Venezuela, 1
dieron origen al primer Mapa Íncola para la región del estado Trujillo y lago de Maracaibo (ver
Mapas N° III-3-17 y III-3-18).
Mapa N° III-3-17.- Primer Mapa Íncola del estado Trujillo, recreado sobre Mapa del actual estado
Trujillo, editado en 2011 por el Instituto Geográfico de Venezuela Simón Bolívar (IGVSB), en base
a sobreposición LandSat ETM 2000. El área de influencia de la parcialidad está limitada por los
accidentes geográficos, en primer orden, y luego conforme a su etnografía histórica comprobada,
como segundo orden. Autor: Arq. Eduardo Zambrano (2016)
1
AGI// SANTO_DOMINGO, 193, R.15, N.59
Imagen N° III-3-3A.- Caciques Bucaque y Toñeque para el año de 1600, pertenecientes a los
Betishopes, nombrados como principales en expediente de encomienda de Francisco Cano Valera.
Arte: Arq. Eduardo S. Zambrano, exclusivo para esta investigación, abril 2017. La alegoría: estos
Caciques señalan en dirección sur, al paso de Vichú, por donde los españoles llegaron.
Hubo que recurrir a fuentes secundarias (indicadores indirectos) pero definidas, verificables y
de alta confiabilidad; para ello se procedió a ubicar a Francisco Cano en alguna otra región de
Venezuela, logrando encontrar un referencial no muy lejos de la zona Betijoque; a menos de 160
kilómetros de distancia, se localizaron otras dos encomienda otorgada a Francisco Cano Valera (en el
documento de Betijoque, solo aparece Francisco Cano V., al igual que en la relación del Procurador
Peñaloza). Ellas se ubican en el sitio de Corasidie, términos y jurisdicción de la ciudad de Portillo de
Carora, el 21 de noviembre de 1617 y, la otra, en Ruydache, en los llanos de Carora, el 6 de
diciembre de 1617.2
Seguir la ruta histórica de dichas encomiendas del sitio de Portillo de Carora, darían indicios
claves de lo que sucedió con la encomienda de Betijoque y su territorio en el siglo olvidado (entre
1630 a 1734). Y de como la estabilidad del sitio de Escuque logró prosperar hasta convertirse en
Cantón de la Provincia trujillana, arropando las tierras de Betijoque.
2
ORAMAS, Luis R., 1916; pp. 45, 46 y 56
Oramas, en si bibliografía de hace 100 años publica la relación del “Padrón en que se
contienen los feligreses que están rescriptos y asignados a la Parrocqia de S. Miguel en la provincia
de los ayamanes, en la quinta doctrina, con la declaración de los […] días de doctrina que se ha de
dar a cada encomienda y el estipendio que cada encomedero debe dar al cura doctrinero y lo que se
ha de contribuir para el gasto del ornamento pro rata según la cantidad de almas de la dicha
encomienda”.
La primera relación, es precisamente la de Francisco Cano (ver imagen IV-10A) que dice:
Sigue la relación de ocho encomenderos más: Martín Durán, Dionisio Durángo, Francisco de
Fonseca, Sebastián Rodríguez, Diego Goz Gordon, Juana Ybañez, Alonso Serrano y Alonso Gordon;
todos encomenderos de las inmediaciones de Carora, en donde a todos se les establece el padrón
encomendado para adoctrinamiento, asignándoles a cada uno de ellos los estipendios necesarios para
el mantenimiento de los santos oficios. Concluye la relación de la curia “…y es declaración que
dando de comer el encomendadero al cura no le debe los alimentos […] en dinero, sino el servicio,
mas vino y cera para celebrar conforme a la […] de los señores obispos y gobernador que va con
estas; hecha en Portillo a veintidós de octubre por su mando el Vicario y ante mi el presente
notario, en este año de mil siscientos y diesiocho, y mandada a fechar en dicha parroquia. Pedro
Gordon de Alamazan. Ante mi, Felix de Almaya”.3
Algunos de los encomenderos de la zona, como el Capitan Juan Mateos, el Regidor Alonso
Serrano, Juana Ybañez de la Rentería y Pedro de Rivera, llevaron a este Valle de Sicare indígenas
encomendados a ellos para lograr la fundación delegada a Francisco Cano Valera; es probable que
este hizo lo mismo con los indígenas encomendados a él en otros sitios, trasladarlos a este nuevo
repartimiento para logran su fundación. Sin embargo, esta fundación fue totalmente abandonada por
los pobladores indígenas durante los primeros meses de 1622; estos se regresaron a sus tierras
nativas por miedo a las enfermedades y muertes del cual eran objeto en el valle de Sicare.
Sigue la fuente informando que en un informe del procurador de Carora de nombre Juan
Mendoza de Velásquez, le hace saber al Gobernador de Venezuela Juan de Tribiño Guillamas (1621-
1623), “…que los sitios donde el gobernador de la Hoz Berrío mandó a poblar los naturales de la
3
Op. cit. p. 45
4
Perera (1964), Historia de la organización de pueblos antiguos de Venezuela
jurisdicción de Carora, eran muy apropiados en cuanto a aguas y tierras se refería, pero que tres de
ellos; San José de Siquisique, Santiago de Río Tocuyo y San Miguel de los Ayamanes, hubieron de
despoblarse en razón de ser demasiado insalubres y de haberse producido, a causa de esto, muchas
muertes entre los indios que en los mismos habían sido reducidos”.5
Se intentó una búsqueda sistemática en el Archivo General de Indias, dentro de los papeles
del Gobernador Francisco de la Hoz Berrio, se revisaron 527 folios en un periodo que va desde el 20
de febrero de 1617 a 10 de junio de 1621 contentivo en unos 36 documentos, de los cuales Hoz
Berrio ocupó y despachó desde la Provincia de Trujillo entre el 30 de mayo de 1621 al 10 de junio
del mismo año y, estando en dicha ciudad, son mencionados varios personajes trujillanos, entre
encomenderos y regidores de la ciudad; no es de extrañar que alguno de ellos haya sido Francisco
Cano Valera, aunque no se encontró directamente su nombre. De los 527 folios revisados, uno solo
de ellos contiene 274 páginas, fechado el 12 de septiembre de 1618, en Santiago de León, el cual
contiene información que el Gobernador remite al rey; de lectura difícil no se descarta que dentro de
dichos folios se pueda encontrar en un futuro cercano referencias primarias.6
Con tres encomiendas que administrar, dos en Carora y una en Trujillo, es de esperarse que
los problemas relativos a la ocupación de ellas generaran complicaciones; como el caso de la
fundación primera de Siquisique en 1621, misma que fue abandonada por sus habitantes íncolas
producto tanto de la insalubridad del valle como el hecho de trasladar indígenas de otros lares al sitio
de poblamiento. Estos casos, tanto de insalubridad del sitio como el abandono de los indígenas por
ser de otra región, no sucedió en Botijoque, cuyos habitantes originarios estaban esparcido tanto en
la meseta de los betishopes como en la planicie del Carambu – Isnotú.
Oramas (1916) en su relación de las encomiendas de Cano señala que las mismas estaban en
producción, siendo su principal rubro el algodón. Es también probable, como ya se dijo para el caso
de Botijoque, que este haya sido el principal producto de este encomendero lograba comerciar.
También era lógico que su mercancía se exportara a través de los puertos de Moporo y Gibraltar,
ambos a dos jornadas de camino desde la meseta de Betishope (o a una jornada, en caso de marcha
forzada). Existen también, indicios de la explotación de las maderas embarcadas por Moporo y
extraidas con seguridad de la planicie Carambú – Isnotú.
Quien si ubica a Francisco Cano en el tiempo es Briceño Perozo en su Historia del Estado
Trujillo, dentro de la Distribución Doctrinal que realiza el obisto Fr. Antonio Acelga, franciscano, en
su visita pastoral entre 1605 a 1610; enumerando dichas Doctrinas, señalando las encomiendas y
hatos que las conforman.7 Para 1608, según Briceño Perozo, la única ciudad en pie en el territorio de
los cuicas era Truxillo, expresa: “Las misiones y encomiendas situadas en los feraces valles de la
región, fueron el principio, el núcleo, del cual surgieron los pueblos que tomaron el nombre de esos
valles”.8
5
op. cit. pp. 164, 165
6
AGI//SANTO_DOMINGO,193,R.17,N.90
7
Briceño Perozo, pp. 54 a 58
8
Op. cit., p. 59
Imagen N° IV-10A.- Copia facsímil de la relación del padrón para adoctrinamiento en la fe.
Resaltado, relación de Francisco Cano Valera de su encomienda de Portillo de Carora. Fuente:
Oramas, 1916; p. 45.
Según Fr. Antonio Acelga, citado por Briceño Perozo, par 1608 el pueblo indígena estaba
comprendido por 9.143 indígenas, distribuidos en nueve y media doctrinas junto a 67
encomenderos, conformadas así: Primera Doctrina, Valle de Carache; Segunda Doctrina, Burbusay;
Tercera y Cuarta Doctrina en Boconó; Quinta Doctrina, Niquitao; Sexta Doctrina, La Quebrada;
Séptima Doctrina, Valle del Momboy, entre Mendoza, la Puerta y Parte de Timotes; Octava Doctrina
cercana a la ciudad de Trujillo; Novena Doctrina, Santiago, San Lazaro y parte del Valle del Castan;
Décima Doctrina, referida como Media Doctrina por Fr. Acelga, estaba ubicada en Escuque y parte
de los territorios de la actual Valera y Betijoque. En referencia, Briceño Perozo al citar a Fr. Acelga
equivoca la relación de las Doctrinas, llamándolas “encomiendas” dentro de su Historia del estado
Trijillo, intuimos un error involuntario en su descripción por parte del historiador.
Francisco Cano, según Fr. Acelga, está en la Doctrina Décima (Media), en Escuque con 81
indígenas. Al igual que Baltazar de Alquiza con 114 indios. Nombres ya conocidos en esta
investigación conforme los documentos del Archivo General de Indias. Esta investigación amplía el
panorama dejado por Briceño Perozo y sus 67 encomenderos desarrollados en su extraordinario libro
de la Historia de Trujillo, tomados de la visita pastoral del obispo Acelga.
Y tal como lo señala Perera, ya citado, que los encomenderos Mateos, Serrano, Ybañez,
Rivera y Cano, llevaron al Valle de Sicare indígenas desplazados de otras encomiendas de ellos para
lograr la fundación delegada a este último, Francisco Cano Valera, transcribimos a continuación el
padrón indígena de los primeros moradores de estas tierras señalados por Oramas en sus Materiales
para el estudio de los dialectos Aimán, Gayón, Jirarara, Ajagua (1916). Del documento poblacional
de Botijoque – encomienda de Cano – ya tenemos los principales:
Con certeza no sabemos, aun, cuales son los unos y los otros, sin embargo, He aquí, los primeros
moradores íncolas de nuestra tierra:
5 Cadaro Principal 41 Caraima mujer
6 Aeriara hombre 42 Case mujer
7 Anarita hombre 43 Cashe mujer
8 Anuberi mujer 44 Caturu mujer
9 Apa mujer 45 Chacu hombre
10 Apri mujer 46 Chamu mujer
11 Arache hombre 47 Charocu hombre
12 Arani mujer 48 Chemu mujer
13 Araquetato mujer 49 Chuaba mujer
14 Arasha mujer 50 Chubi hombre
15 Arasi mujer 51 Chusgsachi mujer
16 Arátao mujer 52 Ciguare hombre
17 Arigue hombre 53 Cimeque mujer
18 Arucuay hombre 54 Cocorote hombre
19 Asirima mujer 55 Comare, Sebastian hombre
20 Augueru mujer 56 Cudigua mujer
21 Bagui mujer 57 Cuianseg hombre
22 Bahe hombre 58 Cuiduru hombre
23 Baiche mujer 59 Cuiti mujer
24 Baregue hombre 60 Cume mujer
25 Bauche mujer 61 Cure mujer
26 Beru hombre 62 Curibribri hombre
27 Bochama hombre 63 Curusay hombre
28 Bora mujer 64 Cusi mujer
29 Boure hombre 65 Daga hombre
30 Budada mujer 66 Dagri hombre
31 Buecut hombre 67 Deu mujer
32 Bueyhehe hombre 68 Diauoana hombre
33 Buhi mujer 69 Diri mujer
34 Caco mujer 70 Duhiguou hombre
35 Cacri mujer 71 Duri hombre
36 Caidu mujer 72 Egue hombre
37 Camatari hombre 73 Esgupe hombre
38 Canuri mujer 74 Gauipiri hombre
39 Caquegua mujer 75 Guacahede hombre
40 Carahoho hombre 76 Guachu mujer
¿Qué pasó con ellos?; Perera (1964) ya citado establece que los sitios de Siquisique, Santiago
y San Miguen (de los Aymanes) se despoblaron por insalubridad, trayendo muerte entre los
indígenas y, como consecuencia, huyendo de estos sitios e intentando regresar a sus sitios de origen.
Hoy es un misterio saber cuántos retornaron a su geografía.
Si sabemos, a la llegada del Obispo Mariano Martí en 1777, 160 años luego de estas
encomiendas, que en Betijoque se empadronaron 21 familias indígenas y 46 familias españolas; de
ellos 274 eran indígenas y 253 eran españoles; en el sitio de Carambú y el Borbollón (actual Sara
Linda) 79 españoles y, en el sitio de “Isnotud”, 108 españoles; en total 527 habitantes para Betijoque
y 187 españoles entre Carambú, El Borbollón e Isnotú.9
Ya en 1873, dentro del primer censo nacional de la República, ordenado por Guzmán Blanco
el 3 de junio de ese año y ejecutado los días 7, 8 y 9 de noviembre del mismo año; Betijoque
contabilizó 15 sitios con una población de 950 habitantes. Para entonces Trujillo poseía el 6,09% de
la población, con 108.672 habitantes y el territorio venezolano llegaba a 1.784.191.10
Al sur, la Gira, en todo el paso del antiguo camino real, permaneció estancado con sus 37
casas por más de 200 años, hoy existen pequeños urbanismos y su crecimiento no pasa de 100
viviendas; su camino es transitable con rústicos hasta La Amarilla y luego un angosto sendero lleva
al sitio de Canelones, para salir a Las Pavas y Monte Carmelo. El sendero de La Pueblita ya está
urbanizado e integrado a la trama urbana de Betijoque y el sitio de La Trinchera (antigua Alcabala
cuando el Cantón de Escuque) aún se detecta su trama original y una vivienda de posta, habitada, en
estado ya prolongado en su deterioro, pero cuyo retrato sigue siendo fiel en sus más de 400 años de
vida.
Esta es la historia de Betijoque, y sus primeros moradores de principio de siglo XVII, aun con
muchas lagunas, pero también con muchas respuestas, tocantes todas al poblamiento temprano de la
provincia Trujillana, fue escrita por este autor sin egoísmos, sin rabias, sin orgullos tontos que
puedan anteponer críticas fingidas. Fue escrita con sapiencia y paciencia, un paso a la vez, quizá con
temor a medida que se encontraban registros nuevos y se comparaban sus fuentes con historiadores
connotados y, al no encontrarse en sus referencias, se temía de su publicación. La condición de
Arquitecto del autor, establece la característica sobresaliente de esta investigación: el uso especial de
imágenes y mapas, cuyo fin es lograr un claro entendimiento de los contenidos declarados. Demás
está decir que está escrita con la pasión del gentilicio betijoqueño.
9
MARTÍ, 1969; pp. 302 y 303
10
Estados Unidos de Venezuela; Primer censo de la República, 1874; pág. 792