Fotografía: Daniela Quelín

Nelson Alejandro Bahamonde Barría

Historiador y gestor cultural. Nació en Castro el año
1976, actualmente vive en Puerto Montt, es casado y
tiene 2 hijas.
Ha trabajado como profesor, realizado
investigaciones históricas, proyectos de patrimonio
local y asesorías culturales, que se han plasmado en
publicaciones y producciones audiovisuales, digitales
y museográficas.
Estudió pedagogía en historia, geografía y
educación cívica, y licenciatura en historia, en la
Universidad Austral de Chile (Valdivia, 1994-1999).
Cursó un año el Magíster en Etnohistoria que dicta la
Universidad de Chile (Santiago, 2001) y se diploma en
gestión cultural, por la Universidad de Chile (Santiago,
2002).
Fue docente de la carrera de pedagogía en
historia y ciencias sociales, de la Universidad San
Sebastián (Puerto Montt, 2005-2008), y desde mayo
de 2009 ocupa el cargo de director regional del Consejo
Nacional de la Cultura y las Artes, región de Los Lagos.
Autor: Nelson Bahamonde Barría

Corrección de estilo: Pamela Urtubia Aguilar

Diseño y diagramación: Loretto Rodríguez Aravena

Fotografía de portada: imagen de la capilla de San Juan a inicios del siglo XX.

© 2009, Nelson Bahamonde B.

Registro de Propiedad Intelectual

Inscripción N° 149.020

Reservados todos los derechos

Prohibida su reproducción parcial o total sin autorización escrita del autor

Primera Edición, Mayo 2009

Producciones Chile a la vista, Colección Patrimonio

Impreso en Gráfica Andina

Puerto Montt – Chile

PROYECTO N° 21761

Estudio para una historia rural de Chiloé: origen y desarrollo de los poblados de la comuna

de Dalcahue

FONDART REGIONAL 2005

Área Desarrollo Cultural Regional

Modalidad producción y difusión de manifestaciones culturales y tradicionales

Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

A Milia y Teresa, cuya inocencia nos impulsa a construir un mundo mejor.

Queremos agradecer muy sinceramente a todas las personas y organizaciones que

apoyaron esta iniciativa de investigación y puesta en valor de nuestra historia local, especialmente
a nuestros informantes. Igualmente al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Región de Los
Lagos, por la confianza depositada nuestro trabajo y al Fondart por la libertad de proponer y
hacer realidad nuestros sueños, de intentar aportar al conocimiento y valoración del patrimonio
cultural de nuestra tierra y su gente.
Índice

Introducción

Apuntes geográficos de Chiloé

El paisaje insular: escenario de una larga historia

Las primeras huellas de nuestros antepasados

Canoeros del archipiélago: autores de los conchales

Los Huilliches: agricultores de la comarca

La Nueva Galicia: de cavíes a pueblos de encomienda.

El aislamiento, la dispersión y la unión residencial

Fuentes y Bibliografía
. Obras publicadas
. Fuentes inéditas
. Fuentes orales
 Introducción
Como lo anuncia el título, este trabajo aborda el origen de
los poblados de la comuna de Dalcahue, entregando antecedentes
etnohistóricos que permiten comprender la forma de vida de los
primeros habitantes y el poblamiento de estos parajes hasta el siglo
XVII.
Se trata de pueblos como Tenaún, Calen, Dallico, San Juan,
Quetalco y Dalcahue, que no tienen un origen fundacional, pero desde
luego una larga historia. Estos villorrios no aparecieron allí una
mañana, ni había un espacio vacío. En este sentido, los lugares que
habitamos también t ienen mucho que contarnos, porque a ese
ambiente se integraron nuestros antepasados, trataron de adaptarse
y transformarlo, y de esa relación se forjó una cultura particular, que
en gran medida cont inúa determinada por el territorio.
Vestigios de los cambios ambientales y de las ocupaciones
humanas en épocas prehispánicas abundan en la comuna de Dalcahue
y en toda la región, permit iendo saber algo de las etapas más
tempranas, pero faltan estudios más sistemáticos y acciones para
conservarlos. Aunque escasos y dispersos, desde el siglo XVI
comenzaron a quedar testimonios escritos y visuales, que hablan del
archipiélago, los conquistadores y la población nativa. El estudio de
estos documentos, sumado a la tradición oral y múltiples evidencias
materiales, nos ayudaron mirar la historia de Chiloé desde otro ángulo,
elaborando un relato concreto y cualitativo sobre el pretérito de
sectores rurales, alejados pero no aislados entre sí (siempre hubo
contactos y relaciones con habitantes de otros lugares de la provincia
y con zonas más alejadas), donde la historia local sobrepasa lo
lugareño.
Si bien hemos invest igado el desarrollo histórico de la
comarca hasta nuestros días, nos pareció prudente, por ahora, entregar
nuestra interpretación hasta un momento en que la población española
–incomunicada con el resto del país- prácticamente abandona la
ciudad de Castro y se dispersa por el archipiélago, iniciándose un
proceso de convivencia y mestizaje con la población originaria, donde
la introducción del ganado y los cultivos europeos comienzan a
ruralizar el paisaje, los misioneros jesuitas –mediante la misión circular-
iniciarán la evangelización de los indígenas y la construcción de las
primeras capillas, entre otros procesos de larga duración, coyunturas
y acontecimientos que han marcado la personalidad y función de los
poblados y su gente.
Desde aquí en adelante se consolida la ruralidad chilota y,
con el paso del tiempo, surgirán nuevos poblados costeros y de
interior, generando la posibilidad de realizar profundos estudios de
microhistoria, que permiten comprender el pasado de cada
comunidad, así como las dinámicas sociales, económicas y culturales
del área investigada.
Concientes de la complejidad de hacer historia rural,
trabajamos intensamente en archivos y bibliotecas de Chiloé y fuera
de la provincia, analizando variadas fuentes de información sobre el
archipiélago y el actual territorio de la comuna de Dalcahue. Buscamos
en archivos, escarbamos, leímos y nos documentamos, rastreando
fuentes inéditas, procesando información novedosa y múltiples
testimonios, acerca de la vida y quehaceres de la gente del campo;
todo lo cual nos ayudó a tratar de entender los patrones de
asentamiento y los factores que han influido en la conformación de
los poblados más ant iguos de la comuna de Dalcahue.
Asimismo, parte importante de la investigación se llevó a
cabo en terreno, valorando el saber de campesinos humildes, que son
legítimos herederos y protagonistas de su historia. Se realizaron
entrevistas, se digitalizaron y documentaron antiguas fotografías y
otros importantes testimonios de la vida familiar y la cultura material
de cada localidad. También, se efectuaron prospecciones a sitios
arqueológicos, reconocimientos de lugares histórico-patrimoniales
y espacios cotidianos, registrándolos a través de medios audiovisuales.
El conocimiento adquirido hasta aquí, nos permite afirmar
que si bien entre los poblados estudiados existen similitudes histórico-
culturales y elementos que permiten explicar la dispersión como la
concentración de sus habitantes, dichos pueblos tienen orígenes
diferentes, en épocas distintas y por la intervención de diversos
factores.
Aunque, gran parte de la historia de los habitantes de Chiloé
se desarrolló en los campos y alrededor de las capillas, todavía
desconocemos mucho de ese pasado, escasamente considerado en
la historiografía regional. Por eso continuamos estudiando el tema,
así como el origen y desarrollo de los poblados de la comuna de
Dalcahue, para tratar de entender la vida que llevaron las comunidades
que nos precedieron, heredándonos una cultura e identidad que
debemos preservar.
Como es un hecho que la mayoría de los poblados chilotes
no tiene un origen fundacional, creemos que estudios etnohistóricos
y microhistóricos, pueden ayudar a reconstruir el pasado de muchas
comunidades de la provincia, a interpretar y poner en valor nuevas
historias locales, de sectores rurales y urbanos, comprendiendo la
mul t icausal idad que expl ica los procesos históricos.
9
 Nelson Bahamonde Barría

Apuntes geográficos de Chiloé

Iniciamos este viaje por la historia de Chiloé entregando
algunos datos actuales de la ubicación, la superficie y el relieve insular;
igualmente, anotamos antecedentes polít ico-administrat ivos,
demográficos y económicos.
La provincia de Chiloé, forma parte de la región de Los Lagos,
se ubica en el sur de Chile, entre los 41º 44’ y 43º 17’ latitud Sur, y los
72º 45’ y 74º 30’ longitud Oeste. Es un archipiélago formado por más
de 30 islas, que abarcan una superficie de 9.181,5 km2. Limita al norte
con el Canal de Chacao, al sur con la Isla Guafo, al este con las Islas
Desertores y oeste con el Océano Pacífico.
La Isla Grande de Chiloé es, después de Tierra del Fuego, la
mayor isla de Sudamérica, con más de 8.000 km2 de superficie, una
longitud aproximada de 180 kilómetros y un ancho promedio de 50
Km.
El relieve del archipiélago está marcado por el hundimiento
del Llano Central y la acción de los glaciares, por lo que el área alcanzó
niveles inferiores al del Océano, el cual penetró formando fiordos,
canales y golfos. Así, la mayor parte de la Depresión Intermedia está
ocupada por el mar, emergiendo irregularmente en la costa oriental
de Chiloé e islas del mar interior (archipiélagos de Chauques, Quinchao,
Lemuy e islas dispersas), bañadas por el Golfo de Ancud hacia el norte
y el Corcovado por el sur.
La Cordillera de la Costa se extiende por todo el sector
occidental de la Isla Grande, en cuyo litoral –debido a la acción del
océano Pacífico- se han formado esporádicas terrazas y planicies.
Dividida por los lagos Cucao y Huillinco, se denomina Piuché o San
Pedro al sector norte de esta cordillera y Pirulil al sur, cuyas alturas
máximas no sobrepasan los 900 m.s.n.m.
El clima del archipiélago es de tipo templado marítimo
lluvioso, en el que la Cordillera de la Costa genera dos espacios
diferentes. Un borde expuesto a los fuertes vientos y
lluvias del Pacífico, con temperaturas más bajas, y otro, junto al mar
interior más protegido y benigno, donde se localizan la mayoría de
los poblados chilotes. En Castro, la temperatura media anual es de
10,7º C, con abundante humedad y precipitaciones, registrándose un
promedio de 1.997 mm. anuales.
La capital provincial es la ciudad de Castro y el territorio está
dividido en 10 comunas, a saber:

PROVINCIA DE CHILOE SUPERFICIE POBLACION URBANA POBLACION RURAL TOTAL

Hombres Mujeres Hombres Mujeres
TOTAL 9.181,5 Km2 154.766
43.109 43.537 34.730 33.390
Castro 472,5 Km2 14.211 14.937 5.114 5.104 39.366
Ancud 1.752,4 Km2 13.277 14.015 6.516 6.138 39.946
Chonchi 1.362,1 Km2 2.436 2.152 4.017 3.967 12.572
Curaco de Vélez 80 Km2 0 0 1.642 1.761 3.403
Dalcahue 1.239,4 Km2 2.467 2.466 2.953 2.807 10.693
Puqueldón 97,3 Km2 0 0 2.006 2.154 4.160
Queilen 332,9 Km2 985 927 1.678 1.548 5.138
Quellón 3.244,0 Km2 7.233 6.423 4.362 3.805 21.823
Quemchi 440,3 Km2 832 833 3.693 3.331 8.689
Fuente:
INE, Censo 2002. Quinchao 160,6 Km2 1.668 1.784 2.749 2.775 8.976

11
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
En el Censo del año 2002 la provincia de Chiloé registró
154.766 habitantes (densidad 16,9 hab/km2), lo que representa el
1% de la población del país. Sumaban 76.927 mujeres y 77.839
hombres, distribuidos en 86.646 habitantes urbanos (55,98%) y
68.120 asentados en áreas rurales (44,01%).
Aunque la histórica característica del archipiélago ha sido
su alto índice de ruralidad, las transformaciones ocurridas en las
últimas dos décadas alteraron esta tendencia. Así, las comunas de
Ancud, Castro y Quellón, que t ienen la mayor proporción de
población urbana, también concentran el 65% de los habitantes de
la provincia. Esto se debe principalmente a la masiva migración de
jóvenes y familias de sectores rurales a dichos centros urbanos y la
l legada a éstos de personas de otras zonas del país.
Sin embargo, desde el punto de vista censal todavía Curaco
de Vélez y Puqueldón presentan un 100% de población rural;
asimismo, las comunas de Quemchi, Dalcahue, Quinchao, Chonchi
y Queilen, poseen entre un 60 y 80 por ciento de habitantes rurales.
Por ello, estas comarcas son los principales reservorios de la tradición
e identidad del mundo campesino chilhueño.
Desde el punto de vista económico, la provincia de Chiloé
ha experimentado en las últimas décadas un notable crecimiento y
profundas transformaciones, que ha tenido como base la explotación
de materias primas silvo-agropecuarias, la pesca, la acuicultura y el
turismo.
La agricultura ha sido importante a través de la historia,
con productos tradicionales como papas, avena, trigo, hortalizas,
manzanas y otros frutos. La ganadería ha estado constituida por
bovinos, ovinos, porcinos, equinos, caprinos y aves de corral.
Asimismo, la calidad y abundancia de maderas nativas
como alerce, ciprés, luma, coihue, mañío, tepa, laurel, entre otras,
llevó a la sobreexplotación de los bosques en el sector oriental de
Chiloé e islas del mar interior. La madera, que ha sido el soporte
material de la cultura chilota, es aserrada para diversos usos o
utilizada como leña.
Aunque la extracción de productos del mar ha sido
trascendental para nuestra alimentación y forma de vida a través
de la historia, la pesca industrial cobró importancia a partir de la
década de 1980, explotándose desde entonces especies como sierra,
corvina, merluza, congrio, jurel, sardina, entre otras. Igualmente,
los moluscos han sido explotados a nivel industrial: locos, almejas,
cholgas, choros, ostras; también, erizos, jaibas, centollas y algas
como el pelillo y la luga.
Desde la década de 1990 la crianza de peces ha tenido un
gran desarrollo, concentrándose en la provincia el 80% de la
producción nacional de salmón. También, el cultivo de choros,
cholgas, ostras, ost iones y algas marinas como el pelillo, han
cambiado el paisaje insular, reconfigurando la economía y la sociedad
chilota actual.
En base a las materias primas, las industrias establecidas
en Chiloé son procesadoras de lácteos, cecinas, carnes, lanas, tejidos
artesanales, curtiembres, molinos, aserraderos. En cuanto a la
industria pesquera, existen conserveras, procesadoras y congeladoras
de pescados y moluscos, además de los centros de cultivos de peces
en lagos y en el litoral de la provincia. Todo lo anterior ha generado
fuertes flujos migratorios internos, por motivos laborales y falta de
oportunidades.
Por último, una rica historia geológica, las islas y canales
chilotes, los paisajes de la selva austral, los ríos y lagos, las tradiciones
ancestrales de sus habitantes, evidenciadas en su arquitectura,
religiosidad, folklore, artesanía, gastronomía, una conducta peculiar
y reposada, son hechos que constituyen realidades de una gran
potencial turístico.
12
 Nelson Bahamonde Barría

“...entonces el Caicay-vilú le avisó al Pillán y éste llamó a

todos los otros Pillanes y tiraron sobre la tierra toda el agua
que estaba en las nubes y el Caicay, que se revolcaba siempre
en el mar, levantaba olas tan regrandes que la tierra se
inundaba todita y la gente asustada no sabía donde escapar.
Entonces el Trentrén les avisó pa que se subieran
en el cerro donde él tenía su cueva.
Así lo hicieron, y todos querían subir; pero algunos
se caían y el Caicay-vilú los transformaba en pescados y a
los animales los cambiaba en piedras y siempre caía la lluvia
y siempre el mar se salía más y más y rodeaba el cerro.
El Trentrén, que no quería que toda la gente se
muriera, levantaba más el cerro y lo hacía más alto y siempre
el Caicay-vilú levantaba las aguas del mar; ya no había más
bosques ni montes; no se veía más que agua.
…muchos días y muchas noches duró la pelea entre las dos
serpientes.
Entonces dicen que el Caicay-vilú hizo un esfuerzo
pa subir al cerro: se levantó sobre su cola que bañaba siempre
en las aguas y trató de agarrarse en una roca pa alcanzar
arriba; entonces Trentrén salió y de un colazo desprendió la
roca del cerro. Ésta se cayó con la serpiente Caicay-vilú y fue
tan fuerte el golpe por lo pesado de la serpiente y de la piedra
que se hundió la parte donde cayeron y desapareció el Caicay.
Cuando bajaron las aguas y el Pillán dejó de hacer
llover, la gente que se había salvado volvió a su tierra y vieron
que al pie del cerro había una laguna…”

Relato recopilado por Sperata R. de Sauniere en 1895.

13
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
El paisaje insular: escenario de una larga historia
Los paisajes de este territorio, con islas, acantilados, fiordos,
ensenadas, valles interiores, cerros y relieves sinuosos, ocultan una
serie de eventos que transformaron radicalmente la geografía de la
zona a lo largo del tiempo.
De hecho, la conformación de Chiloé es el resultado de la
acción de cuatro sucesivas glaciaciones que afectaron al sur de Chile
en el último millón de años. Durante el pleistoceno, gigantescas
masas de hielo avanzaron desde la cordillera cubriendo gran parte
de la región, hundiendo el terreno, arrastrando rocas y sedimentos.
El último período glacial, denominado “Llanquihue”, se extendió
entre 73.000 y 14.000 años antes del presente.
El paisaje de glaciares, lagos y ríos, se caracterizaba además
por la existencia de pantanos y bosques, que eran habitados por
fauna hoy extinta. Por ejemplo, mastodontes habitaban en los límites
de los bosques y en las cercanías de afluentes de agua dulce, lugares
que escogían para alimentarse, encontrándose restos de estos
elefantes americanos en Cucao y en el lago Natri.
La situación insular de Chiloé se origina a partir del término
de la última glaciación, hace unos 14.000 años, cuando los hielos
comenzaron retroceder y los enormes lagos de origen glacial fueron
alcanzados por las aguas oceánicas, formándose los fiordos y canales
del mar interior. Los extensos valles fluvioglaciales, que unían la
depresión intermedia de Chiloé con la cordillera de los Andes, fueron
erosionados por el oleaje, ampliándose aún más el litoral, que
configuró su costa actual hace unos 8.000 años.
Vestigios de esta historia geológica son los depósitos de
turba, que abundan en la costa de la comuna de Dalcahue, formados
por raíces y limos orgánicos de ambientes pantanosos que se
desarrollaron en un lapsus interestadial de la última glaciación, entre
42.000 y 49.000 años antes del presente. También, las llamadas lajas
o “varves glaciales”, cuyos estratos de finos sedimentos color plomizo
se formaron en el fondo de enormes lagos, sepultando los paisajes
anteriores cuando el clima nuevamente se enfrió. Asociados a estos
lagos están las grandes rocas que abundan en playas y campos,
llamados “bloques erráticos”, los que fueron dejados allí cuando los
bloques de hielo que los transportaban se derritieron (de ellas los
chilotes fabricaron las piedras para los molinos). Asimismo, los
depósitos de “ripio”, que forman el sustrato de campos y costas del
sector oriental de Chiloé, cuyo origen está en los enormes ríos que
desaguaron ventisqueros y lagos glaciares (el canal de Chacao fue
uno de ellos), arrastraron materiales que sepultaron relieves más
antiguos.
Estos elementos del paisaje cot idiano nos ayudan a
entender cómo se formó el archipiélago, lugares que habitamos y
como se crearon las condiciones para su poblamiento.
Así, los bosques que conocemos ahora arribaron a la zona
hace unos 13.000 años, fueron antecedidos por turbales, pastos
duros, matorrales y árboles acostumbrados al frío, como alerces,
cipreses, ñires, mañíos y coigües. Por su parte, casi toda la vida
acuática aparece o se desarrolla con el cambio climático y geológico,
producido por el fin de la última glaciación, que creará nuevos
ambientes y ecosistemas.
14
 Nelson Bahamonde Barría
Las primeras huellas de nuestros antepasados
En un lugar cercano a Puerto Montt, conocido actualmente como
“Monte Verde”, se descubrió hace tres décadas un sitio arqueológico
que ha permitido comprender mejor el modo de vida de los primeros
americanos.
Hace 12.500 años, un grupo de 20 a 30 personas levantó un
campamento a orillas del estero Chinchihuapi, en un ambiente de
pradera parcialmente boscosa. Eran cazadores y recolectores que
conocían el área y sus recursos, consumiendo huevos, moluscos de
agua dulce, algas marinas, papas silvestres, frutas, semillas, hongos,
raíces, tallos, hojas comestibles y medicinales. Además, en el sitio
se encontraron restos de mastodontes, paleolamas, caballos
americanos y animales menores, que debieron ser cazados
ocasionalmente para complementar una variada dieta.
Artefactos de piedra, madera, hueso y fibras vegetales,
vestigios de preparación de instrumentos y estructuras de viviendas
de madera, cubiertas con pieles de mastodonte, junto a braseros y
fogones para cocinar y calentarse, nos hablan de una compleja
cultura que, aprovechando los recursos disponibles, supo adaptarse
a las condiciones ambientales de f ines de la época glacial.
Los restos materiales encontrados en Monte Verde,
conservados por una capa de turba que cubrió el lugar, nos hablan
de la tecnología de la época –donde la madera fue clave-, su
15
economía y alta movilidad espacial, pero desconocemos aspectos
claves de la organización social y de la cultura de este pueblo, si
interactuaban con otros grupos de la región, si desaparecieron con
el tiempo o somos sus descendientes. Quizás, el hallazgo más
evocativo sea la huella del pie de un niño que se paró junto a una
fogata hace 12.500 años, quedando la impresión en el sit io.
Con el paso de miles de años, los grupos colonizadores de
América generaron nuevas culturas, adaptándose a los cambios
cl imát icos y biogeográf icos de nuestro cont inente.
Al respecto, se ha planteado que existieron tres posibles
focos desde donde, hace aproximadamente 7.000 años antes del
presente, estos cazadores y recolectores terrestres se transformaron
en cazadores y recolectores marítimos: Canal Beagle y Seno Otway
en la región de Magallanes, y Chiloé en la región de Los Lagos.
Este proceso implicó la adaptación a un territorio
completamente nuevo e inexplorado, con numerosos recursos
alimenticios que implicaban la modificación de las armas de caza
y artefactos de recolección, y, por sobre todo, de la creación de
embarcaciones ligeras y resistentes con las cuales navegar. Pero
para fabricarlas se requería de un conocimiento previo sobre las
particularidades de las maderas y plantas nativas, sin el cual no
habría ocurrido esta maritimización.
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue

Canoeros del archipiélago: autores de los conchales 1

“En esta tierra habitan unos indios marinos que traen unas canoas de tres tablas en la manera que son las de los coronados... sus armas son
las lanzas, macanas, puñales de hueso, su comer es marisco y pescado cual toman con anzuelos hechos de palos y redes de hilo hechos de
corteza de unos árboles que llaman quentu de que también hacen sus mantas, su habitación es en las canoas donde traen sus hijos y mujeres
con las cuales andan comiendo de lo dicho de isla en isla…”
Miguel de Goicueta

Los primeros habitantes de Chiloé fueron bandas canoeras
que debieron adaptar su forma de vida al medio insular, definiendo
un patrón de asentamiento costero y circuitos territoriales que los
llevaban a moverse cont inuamente por diversos parajes del
archipiélago, cazando, pescando y mariscando. Conocen el territorio
y dan nombre a cada lugar. Hoy los conchales indican los sitios que
habitaron, siempre protegidos del viento, con agua dulce, leña y
playas abundantes en mariscos.
Hasta ahora el sitio arqueológico más antiguo de Chiloé es
“Puente Quilo”, en el estero de Quetalmahue, comuna de Ancud.
En dicho lugar existe un conchal cuya fecha más temprana es 5.500
años antes del presente.
Esto implica que, mientras no aparezcan fechados más
antiguos, la historia más remota del archipiélago comienza en aquella
época, con familias de nómades navegantes, comúnmente llamados
“canoeros”, que se irradiaron por los fiordos y canales, principalmente
del mar interior. Esto último se explica dada las ventajas que posee
la costa oriental de la isla respecto de la occidental, mucho más
agreste y escarpada.
Como se planteó antes, tales poblaciones conocían
previamente las propiedades de las maderas nativas, sin lo cual no
hubiesen podido construir sus canoas y atravesar el canal de Chacao
y golfos interiores. Por lo tanto, se supone que esta cultura se habría
originado cuando tales grupos desarrollaban su vida en tierra,
comenzando paulatinamente a consumir recursos marítimos en
desmedro de los terrestres. Al respecto, Rivas, Ocampo y Aspillaga
dicen que “la entrada del mar a los antiguos lagos por efecto de la
deglaciación provocó el contacto directo entre ambientes marinos
y terrestres con una consecuente adaptación paulat ina de las
poblaciones del interior hacia la costa salada”.2
Para atravesar los canales habrían fabricado canoas
cosiendo tablones de madera con fibras vegetales, descritas más
tarde por el jesuita Diego de Rosales: “Pero la embarcación más
usada en la provincia de Chiloé es la Piragua, embarcación que desde
la California al Estrecho de Magallanes no se conocen otros indios
ni españoles que la usen en todo este mar austral. Fabrican las
piraguas de solas tres tablas cosidas: cortan los tablones del largo
que quieren la piragua, y con fuego entre unas estaquillas los van
encorvando lo necesario para que hagan buque, popa y proa, y el
uno que sirve de plan levanta la punta de delante, y de detrás más
que los otros para que sirva de proa y popa, y lo demás de quilla; las
otras dos tablas arqueadas con fuego sirven de costados: con que
forman un barco largo y angosto, juntando unas tablas con otras y
cosiéndolas con las cortezas de unas cañas brabas que llaman Culeu,

1 Este artículo toma como base el informe que Ricardo Álvarez elaboró para este proyecto Fondart
2 Rivas, Ocampo y Aspillaga, 1999: 224-225. 16
 Nelson Bahamonde Barría
machacadas, de que hazen unas soguillas torcidas que no se pudren
en el agua. Y para coser las tablas abren con fuego unos agujeros en
corespondencia, y después de cosidas las calafatean con las hojas
de un árbol llamado Fiaca o Mepoa, que son muy viscosas, y le
sobreponen cortezas de maque, y de esta suerte hazen piraguas
capazes para doscientos quintales de carga. Llevan uno en la popa
que la gobierna con una pala o canalete, y ocho o diez remeros, y
uno que va siempre dando a la bomba o achicando con una batea,
porque como tiene tantos (…) y las tablas están cosidas y no (…)
ajustadas y calafateadas, siempre hazen agua. Quando ay viento
favorable tienden una vela, y a vela y remo vuela sobre la espuma,
sin que la ofendan las hinchadas olas de aquellos tempestuosos
mares, por más que se levanten hasta las nubes, que como es tan
ligera y los pilotos tienen cuidado de enderesar la proa a chocar con
las olas, están lexos de sumirla con su hinchazón y de ofenderla con
su brabeza, que antes la levantan como en brazos y vaxándola en
ellos la ponen en los brazos de la ola siguiente, y así de mano en
mano o de cuna en cuna va nadando sobre los mas crespos y erizados
mares”.3
Las primeras descripciones son elocuentes, como la que
realiza Juan Ladrillero en 1559: ...No tienen sementeras; mantiénense
de pescado, i marisco, i lobos marinos que matan; i comen la carne
de los lobo y pescado crudo, o aves cuando las matan, i otras veces
las asan. No tienen ollas, ni otras vasijas; ni se ha hallado sal entre
ellos… Andan vestidos de los cueros de los lobos i de otros animales,
con que se cubren las espaldas, y caen hasta las rodillas, i una correa
que les atan por el pescuezo a manera de las liquiras que traen las
indias de Cuzco. Traen sus vergüenzas de fuera sin ninguna cobertura.
Son de grandes fuerzas. Traen por armas unos huesos de cipreses
3 Rosales, 1877: 157.
17
y de otros árboles. No tiene poblaciones ni casas, sino que hoy aquí,
mañana en otra parte, con los árboles, que en las dichas canoas
traen, hacen sus casillas chiquillas, a manera de ranchos, en que se
meten i se reparan del agua del cielo i de la nieve”.
Los canoeros se caracterizaban por ser de baja estatura
(1,40 las mujeres y hasta 1,55 los hombres), con espaldas y hombros
bien desarrollados, y con las piernas delgadas y arqueadas a causa
de permanecer mucho tiempo sentados en las embarcaciones. Los
niños generalmente presentaban síntomas de desnutrición infantil,
con los vientres muy abultados.
La familia canoera contaba con pocos miembros, pues las
condiciones de vida implicaban que muchos de ellos falleciesen,
tanto de enfermedades como por accidentes (naufragios, embestida
de lobos marinos mientras de cazaba, caídas al buscar huevos y
pichones en los acantilados, etc.). Por ello la esperanza de vida
generalmente no pasaba de los 40 años. Esto implica que las
muchachas que recién entraban a la adolescencia ya podían concebir
nuevos hijos e hijas, a sabiendas de la alta tasa de mortalidad.
Con respecto a la ocupación del entorno litoral, debemos
mencionar que una buena parte de la vida de estos canoeros se
desarrollaba en el mar, por lo cual la embarcación contaba con
champas de pasto o un montículo de arena que permitían mantener
una fogata permanentemente a bordo. Ésta les aportaba calor y un
medio para cocinar sus alimentos. Además, y a diferencia de los
cazadores recolectores terrestres, una embarcación permite trasladar
más enseres, por lo que dentro de ella se amontonaban sus diversos
utensilios.
Se trataba de objetos sencillos pero muy prácticos, entre
los que se hallaban los fabricados en madera, fibras y corteza (tinajas
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
cosidas, canastos, astiles para arpones, fisgas), piedra (cuchillos,
puntas de proyectil, raspadores), cuero (bolsas cosidas, trozos
grandes para cubrir sus chozas o pequeñas prendas para llevar sobre
sí), hueso (arpones, punzones) y conchas (cuchillos, anzuelos). Sobre
las tinajas el misionero Diego de Rosales, en el siglo XVII, menciona:
“cuando quieren hacer algún regalo y cocer algún pescado, lo cuecen
en unos como baldes que hacen de cortezas de árboles, cosido el
suelo con soguilla. Y como esta olla es de madera y no se puede
poner al fuego, y es más fácil, de quemarse que si fuera de madera
(porque es de corteza delgada) les ha dado traza la naturaleza y la
necesidad, que es industriosa, para cocer en ella lo que quieran, y
es meter algunas piedras en el fuego, y en estado bien encendidas,
irlas echando en el agua del pescado, hasta que hierve y se cuece”.4
Cuando estos canoeros arribaban a la costa buscaban un
lugar que reuniese ciertas condiciones particulares. Al respecto,
Solari plantea que “los indios canoeros preferían instalarse en el
contacto entre la playa y el bosque, donde podían beneficiarse de
dos medios que le eran esenciales: el mar, para su dieta alimenticia,
y el bosque, para el aprovisionamiento de leña y madera de
construcción”.5 Martín Gusinde, refiriéndose a los yámana del canal
Beagle, dice que los conchales “ocupan una posición privilegiada,
eran y son todavía los lugares preferidos por muchas familias. No
solo regresan una y otra vez, sino que permanecían allí más tiempo
que en otros parajes. Allí estaban resguardados del ímpetu de los
vientos y disponían de una playa donde dejar la canoa; también era
fácil proporcionarse leña y agua potable. Las ventajas eran completas
cuando el fondo del mar junto a la costa era poco profundo,
facilitando considerablemente la pesca”.6
Hallando un lugar con tales particularidades, buscaban
4 Cárdenas, Montiel y Hall, 1991:115.
5 Solari, 1993-94: 138.
6 Gusinde, 1986: 578-79
cortezas, ramas y trozos de cuero que ellos mismos llevaban, con
las que fabricaban en poco t iempo una o más habitaciones
redondeadas, que permitían a la familia pernoctar en torno a un
fogón, dejando para ello al descubierto sólo un pequeño espacio en
la parte superior para que escapara el humo. El Padre Lozano, en el
siglo XVIII, menciona que: ...se reducen á unos palos clavados en
tierra, y cubiertos los claros con cortezas de árboles, que defienden
de recibir el embate de los vientos, más no reparan contra los rigores
del frío y solo á fuerza de fuego las conservan calientes,
principalmente, que las forman tan baxas, y estrechas, que en algunas
de rodillas tocaban los padres al techo y apenas cabían los dos
estendidos. Solo tiene la triste conveniencia de poderlas fácilmente
transportar a otro sitio, porque si necesitan hacer viaje á sus pescas
cargan en su piragüilla dichas cortezas y palos, y la arman de pronto
donde quiera que aportan…”.
Estas familias permanecían en un mismo lugar dependiendo
de los recursos que hubiese disponibles en los alrededores (nidos
de aves, mariscos, crustáceos, abundancia de peces, loberías, frutos
silvestres), amontonando los restos de sus comidas en torno a las
chozas, de suerte que en poco tiempo ya existían montículos de
basura rodeándoles. Es esta basura el mayor testimonio que tenemos
de ellos, por cuanto el enorme volumen generado principalmente
por los mariscos hacía a estos cerros de desperdicios notoriamente
visibles.
A partir de ello, comienzan a surgir nuevos elementos que
hacen que consideremos a estos cerros de conchas, llamados
“conchales”, en algo más que simples basurales. Esto debido a que
cuando navegaban nunca arrojaban los desperdicios por la borda,
sino que los guardaban dentro de las canoas hasta llegar a la orilla,
18
 Nelson Bahamonde Barría
donde eran depositados con cuidado. Tal conducta obedecía a una
creencia, compartida por otros pueblos canoeros como yaganes y
kawéshkar, de que arrojar las basuras al mar acarrearía mala suerte
y hambruna. John Byron, en el siglo XVIII, da cuenta de tal fenómeno
al sufrir la furia de los chono al arrojar las conchas de mariscos por
la borda de una canoa: “(…) de pronto, uno de ellos me vio que iba
tirando las conchas al mar, dirigió la palabra a los demás con gran
violencia, y en seguida se levantó y se fue sobre mí, aferrándome
de un pañuelo andrajoso que llevaba al cuello y con el cual casi me
ahorcó (…) hasta que observé que los indios, después de comerse
el marisco, colocaban cuidadosamente las conchas en un montón
en el fondo de la canoa. De esto deduje que debía existir alguna
superstición sobre las conchas que se tiraban al mar (…) entonces
pude imponerme de que los indios traían las conchas a la playa y las
7
colocaban sobre la línea de la alta marea”. Stambuk refiere lo mismo
para los yámana: “existía la convicción de que si una cáscara de
maucho o choro era arrojada al agua, una persona podría enfermarse
8
o aun morir”. Y lo mismo ocurre con los kawéshkar: “cuando
terminaban de comer y asar en el fuego las conchas las llevaban
para afuera (a otro sitio fuera del campamento) y las escondían
amontonándolas, se iban caminando y las mujeres no lo veían; los
restos no los veían, las mujeres no lo podían ver, solamente los
9
hombres los llevaban a un lugar alejado, los escondían, los ocultaban”.
Es en los primeros conchales arqueológicos donde aparece
el curanto, estrategia culinaria que más tarde fue heredada por
huilliches, españoles y mestizos. La ventaja del curanto radica en la
posibilidad de cocinar un gran volumen de comida en forma masiva
y eficiente, permitiendo a su vez la reunión del grupo familiar en
torno de éste.
7 Byron, 1955:111-112.
19 8 Stambuk, 1986: 77.
9 Aguilera, 1998.
Los conchales evidenciaban que el lugar donde estaban
situados tenía características especiales, por lo que desde la distancia
funcionaban a manera de verdaderos “faros” o hitos espaciales,
permit iendo que los canoeros ut ilizasen a estos cerros como
referencia de seguridad y alimento. Al mismo tiempo, dada la enorme
cantidad de conchas, podemos suponer que los suelos donde se
levantaban las chozas permanecían secas aun bajo la lluvia torrencial,
pues aseguraban un buen drenaje, a diferencia de espacios de lodo
o ripio consolidado, característicos de las costas de Chiloé interior.
Finalmente, estos mismos sitios servían para sepultar a los muertos,
socavándose pequeños agujeros circulares en donde el individuo
yacía en posición fetal, depositándose junto a él los artefactos que
hubiese utilizado en vida.
La comuna de Dalcahue tiene un sinnúmero de conchales
ubicados a lo largo de su costa, principalmente en estuarios ricos en
fauna, protegidos del mal tiempo, demostrando haber sido una
zona intensamente utilizada desde épocas remotas. De hecho,
muchas casas y huertas se emplazan sobre estos sitios arqueológicos.
A propósito de la composición de estos conchales, se hace
evidente que existía un enorme volumen de conchas de mariscos
consumidos, sin embargo, esto no significa que su dieta se haya
basado principalmente en estas especies. Por el contrario, para
conservar el calor era necesario recurrir a animales de mayor tamaño
y con mayor contenido de grasas, como lobos marinos, aves, pudúes,
nutrias, e incluso ballenas muertas o moribundas. Esto permite
considerar a los mariscos como un complemento alimenticio, muy
abundante, en períodos en los que no se podía acceder a la fuente
principal de energía.
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
Toda esta energía era necesaria para conservar el calor y
poder seguir navegando en busca de alimento. Pero, si lo que se
quiere es no perder el calor, ¿porqué razón entonces andaban
desnudos?. La respuesta proviene de su forma de vida: al navegar
gran parte del día no podían evitar mojarse. Al cubrirse con ropajes
lo más probable es que siempre habrían andado con la ropa mojada,
con el peligro de enfermarse. Al contrario, al viajar desnudos, bastaba
un poco de viento o que saliese el sol para secarse rápidamente.
Este es el mot ivo por el cual los grupos “chono” sólo
utilizaban una pequeña capa de cuero que cambiaban de hombro
en relación a la dirección del viento. El resto de los accesorios que
llevaban sobre sí (pintura, cintas de plumas tejidas, collares de
conchas, etc.), correspond ían a elementos estét icos.
La dinámica recolectora y cazadora de los canoeros se
dividía por género y por edades. De esta forma, las mujeres, niños
y ancianos, eran los encargados de recolectar mariscos, frutos
silvestres, madera, y pescar con pequeños anzuelos hechos de
conchas. A las mujeres se les agregaba la tarea de remar, bucear en
busca de moluscos y crustáceos que no hubiese sobre la línea costera,
y trenzar canastos. Por otro lado, los hombres jóvenes y adultos
debían encargarse de la captura de lobos marinos, nutrias, coipos,
pudúes, aves y cetáceos, usando para ello diferentes técnicas. Al
respecto, para la captura de lobos y ballenas se utilizaban arpones
fabricados con hueso de ballena (específicamente la mandíbula).
Esta labor requería destreza y trabajo en equipo, aun cuando
era probable que más de algún miembro del grupo sufriese lesiones
durante el proceso. Para atrapar aves marinas se podía optar por
arpones de menos tamaño, o si se requería de más alimento, trepar
por los acantilados costeros hacia las nidadas, aprovechando la
10 Munita, Álvarez y Ocampo, 2004.
11 Álvarez y Bahamonde, 2003.
12 Cooper, 1963.
noche para ello. Se navegaba hasta el borde del barranco, trepando
con cuidado hasta alcanzar a los pichones, huevos y aun adultos,
que eran matados mordiéndoles el cuello para que no alborotaran
a la bandada. Otra alternativa consistía en descender amarrados
desde lo alto, lanzando las presas hacia el vacío, siendo recogidas
abajo desde las canoas.
Tal vez uno de los elementos culturales más interesantes
heredados por la población chilota –junto con la navegación- hayan
sido los corrales de pesca, usados ininterrumpidamente hasta el la
década de 1960, de los que hubo en casi todas las playas y esteros
de la comuna. Existían dos formas básicas: el corral de piedras,
generalmente expuesto en playas abiertas, y los corrales de varas
trenzadas, ubicados en esteros donde hubiese uno o más chorrillos
de agua dulce y en desplaye extenso.
El primero sólo requería que la marea subiese, quedando
al bajar los peces atrapados entre las rocas. El segundo era más
complejo, pues involucraba la utilización de una o más compuertas
que eran abiertas al subir la marea, y luego cerradas en el punto de
10
mar lleno, a la espera de que quedasen encerrados los peces. Estas
estructuras de pesca pasiva requerían además la intervención de
ritos mágicos, los que más tarde se conocieron bajo los términos de
“treputo” o “chepulo”, y cuyo sentido consistía en proteger a los
corrales de males enviados por otros, o de seres mágicos destructores
(como el cuchivilu), y atraer la pesca.11
Otro aspecto de la vida de estos canoeros chilotes, y que
sabemos gracias a los datos dejados por los cronistas, es que el
nombre “Chono”, asociado comúnmente a ellos, hace referencia a
12
un grupo mayor de identidades culturales. Al respecto, es necesario
plantear que los primeros navegantes foráneos no pusieron mayor
20
 Nelson Bahamonde Barría

atención sobre estas familias, por lo que poco se supo de ellos por
largo tiempo, llamándoselos hasta principios del siglo XVII bajo los
nombres de huillis, chonos y guaiguenes. La llegada de los jesuitas
implicó una mirada más profunda, pues lograron conocer su lengua
y costumbres, dándose cuenta de que existían nuevos grupos que
habían pasado por alto, entre los que estaban los caucahues,
taijatafes, requinagüeres, lecheyeles y payos. Sin embargo, al ser
expulsada la Compañía de Jesús en el siglo XVIII, estas
denominaciones fueron olvidadas, quedando como único término
13
para referirse a ellos la palabra “chono”.
Hace unos mil años el pueblo Huilliche ingresó a Chiloé,
desplazando gradualmente a los canoeros hacia el sur de la Isla
Grande, islas del mar interior y archipiélago de las Guaytecas,
manteniéndose el contacto entre ambas culturas. Pero, la conquista
hispana y el intento de cambiar la forma de vida de esta etnia serán
las causas de su rápida desaparición.
Repartidos y sometidos al régimen de encomienda en el
14
siglo XVI , los indios Chono serán parte de un lucrativo tráfico de
mano de obra, que alcanzará su momento más crítico en el siglo
XVII, cuando grandes cantidades serán capturados, sacados de la
provincia en navíos y vendidos para las faenas mineras de Chile
Central y el Norte Chico, incluso fueron llevados al Perú. Los
trasladados a Chiloé debieron trabajar para familias españolas en
diversas labores; otros grupos fueron concentrados en misiones
jesuitas, como las de Cailín, Chaulinec, Chonchi, Achao, Chequián y
Guar; los restantes se fusionaron con los huilliches o huyeron a
regiones más australes, donde fueron asimilados por los kawéshkar,
provocando que a fines del siglo XVIII comiencen a desaparecer del
registro histórico.
Sin embargo, el término “chono” sigue siendo mencionado durante
15 16
los siglos XIX y XX en la zona de canales australes, bajo la forma
de avistamientos esporádicos realizados por navegantes y
kawéshkar, donde los grupos observados manifestaban tal identidad
17
o eran referidos bajo tal denominación.

13 Álvarez, 2002: 79-86.

14 Por ser nómades y de una calidad laboral inferior a los huilliches, en el siglo XVI la encomienda de Guaytecas fue
poco a poco apetecida por los conquistadores, sucediéndose muchos encomenderos en un corto período.
15 Fitz-Roy, 1839.
16 Bridges, 2000. Vega, 1995.
17 Álvarez, 2002

21
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
Los Huilliches: agricultores de la comarca
El arribo de un pueblo agricultor traerá una nueva forma de
vida al archipiélago. Son numerosos, aunque habitan el territorio de
manera dispersa –formando a veces pequeños caseríos-, ocupando
sitios costeros y despejando terrenos para sembrar y criar chilihueques,
sin embargo, continúan dependiendo de los recursos del mar y del
bosque. Las familias se organizan en cavíes, definiendo territorios e
identidades locales, que la toponimia actual y los apellidos todavía
evidencian.
Aparentemente los Huilliche llegaron al archipiélago de
Chiloé hace unos mil años, esto es, unos cinco siglos antes de la
conquista española. Sin embargo, derivan de grupos agroalfareros
más tempranos, que ocuparon la zona centro-sur de Chile hace 1.700
años antes del presente. De estos primeros agricultores derivarán el
pueblo Mapuche y sus diversas identidades culturales y territoriales:
Picunche – gente del norte, Lafquenche – gente del mar, Pehuenche
– gente del pehuén, Puelche – gente del este, y Huilliche – gente del
sur.
En el siglo XVI se describen tres grupos huilliche habitando
el área de Chiloé, a saber: los Ancudes (vivían a ambos lados del canal
18 Carlos García Huidobro, en Cárdenas, Montiel y Hall, 1991: 203.
La cabeza cubierta i adornada
con un capelo en punta rematado,
pendiente atrás la punta i derribada,
a las ceñidas sienes ajustado,
de fina lana de vellón rizada
i el rizo de colores variado,
que lozano i vistoso parecía
señal de ser clima i tierra fría.
Alonso de Ercilla
de Chacao, en el área del lago Llanquihue y seno de Reloncaví; etnia
muy relacionada con los juncos, puelches y poyas), los Veliche (los
más numerosos, ocupan la costa oriental de Chiloé, islas próximas y
algunos lugares de la costa occidental) y los Payos (habitaban el sur
de la Isla Grande, en las actuales comunas de Queilen y Quellón,
conviviendo con grupos canoeros).
Si bien, desde el valle de Coquimbo a Chiloé los mapuche
hablaban el mapudungun, el cronista Jerónimo de Bibar indica que
el idioma de los huilliches “difiere un poco en la lengua de las demás
provincias que tengo dichas”. Al respecto, una descripción de ella la
da un viajero en el siglo XIX: “Esta sencilla gente habla un dialecto
araucano ya mui modificado por el tiempo i las costumbres, el Veliche
o propiamente Ghuyliche; en su boca parece como un sonido
prolongado de la voz, con algunos cambios de tono solamente; mas
bien que un lenguaje articulado; pero lo hablan de un modo tan dulce
i tan agradable, su voz es tan suave, que desaparece en las mujeres
ese sonido gutural i aspero, haciendose tan dulce i armonioso al oido
como el más práctico de los idiomas orientales”.18
Su aspecto físico se caracterizaba por las formas suaves del
22
 Nelson Bahamonde Barría

rostro, piel morena y estatura baja, con un promedio de 1,60 en el
hombre y 1,50 en la mujer. Los hombres vestían un poncho o macuñ,
junto a un pantalón corto y ancho, que ceñía a la cintura con una
faja. Las mujeres usaban el quepan, un vestido largo y rectangular
–t ipo chamal-, que se prendía en un hombro, dejando el otro
descubierto, y se aseguraba con un cinto. También llevaban el ekul,
una especie de chal que cubría los hombros y se cerraba en el pecho
mediante un prendedor.
Como se ha adelantado, en Chiloé los huilliche se asentaron
de manera dispersa, habitando preferentemente cerca de las costas,
en bahías protegidas y esteros del mar interior, aunque también
–despejando espacios en el bosque- poblaron algunos sectores tierra
adentro para aprovechar valles y lomajes, teniendo siempre cerca
19
los recursos del litoral. Este patrón de asentamiento se ha mantenido
en las áreas rurales de la provincia hasta la actualidad, conservándose
muchos nombres dados por los huilliche a cada lugar, así como
topónimos de origen chono.
Para navegar por los canales del archipiélago y poblar las
islas del mar interior, los huilliche adoptaron las dalcas utilizadas
por los chono, hechas de tres o más tablones, cosidos y calafateados
con fibras vegetales. Pero, también construyeron canoas de un
tronco ahuecado a fuego y hacha de piedra, que llamaron bongos
y fueron muy útiles para transportar personas, alimentos y animales
20
a través del mar, esteros y ríos.
Cabe señalar que, la exposición de la costa de la comuna
de Dalcahue, abierta hacia el sur y este, la protege parcialmente de
los temporales del norte –los más temidos-, no así de los vientos del
sur y oeste, que dificultan la navegación para quienes atraviesan
entre la costa de Dalcahue y las islas del mar interior.
En el litoral que recorre entre la localidad de Tenaún y
Dalcahue es posible observar acant ilados vivos (que sufren
directamente la acción del oleaje), acantilados muertos cubiertos
de renovales y pangales (lo contrario), playas abiertas de arena,
playas lodosas de estuarios, y un sinfín más de paisajes, todos ricos
aún en especies terrestres y marinas, lo que lo convierte en un área
que sigue reflejando la riqueza de recursos alimenticios que existieron
en el pasado. Es esta abundancia la que describen los relatos
etnográficos que refieren enormes “mariscaduras” comunitarias,
que perduraron sin trabas hasta el terremoto de 1960; y lo mismo
se ve reflejado en el contenido de los sitios arqueológicos ya referidos,
reflejando el uso masivo de lapas, almejas, tacas, cholgas, choros
zapato, navajuelas, picorocos, jaibas, peces, aves marinas y
numerosos mamíferos como pudúes, nutrias y lobos marinos.
Es probable que esta diversidad de ambientes haya sido

19 En la comuna de Dalcahue se han encontrado evidencias de poblamiento indígena en lugares medianamente apartados de la costa oriental, pero quizás el caso más
singular que hemos conocido se dio en el sector de Carihueico, cuyas tierras fueron ocupadas recién a mediados del siglo XX, y donde se han hallado osamentas humanas,
herramientas de piedra y restos cerámicos, también quínoa y papas silvestres. Al no haber podido hallar antecedentes históricos sobre las personas que vivieron en este lugar
-ubicado en el centro de la isla Grande de Chiloé y distante muchos kilómetros de la costa-, rompiendo el tradicional patrón de asentamiento, hemos llegado a pensar que
dichas poblaciones pudieron haber subido desde la costa de Chepu, siguiendo el curso del río Carihueico, que forma parte de la hoya hidrográfica del río Chepu, que desemboca
en el Pacífico. No sólo en el sector de Chepu hubo asentamientos canoeros y huilliches, además, la ruta es practicable también para excursiones desde la costa de Dalcahue,
siguiendo valles y cursos fluviales, hasta el litoral occidental; incluso varios lugareños y aficionados a la pesca han visto lobos marinos que suben hasta el río Carihueico
pescando truchas y salmones por la ruta fluvial. Otra posibilidad, podría relacionarse con familias indígenas que lograron evadir el dominio hispano, alejándose de los territorios
conocidos y controlados durante la Colonia.
20 Aunque hubo embarcaciones de diverso tamaño, las dalcas eran las más grandes, pudiendo llegar a transportar hasta quince o veinte personas, por su parte, los bongos
usados para navegar tenían entre cinco y nueve metros de eslora.

23
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
aprovechada de manera diferencial por canoeros y grupos huilliche.
Por un lado, los acantilados y costas accidentadas si bien no permiten
el establecimiento de campamentos, si ofrecen la posibilidad de
acceder a nidos de aves marinas (asumiendo que en el pasado las
zonas de nidificación eran más comunes que hoy en día), y también
permiten la recolección de abundantes mariscos y crustáceos que
buscan refugio entre los grandes bloques de conglomerados. Las
playas abiertas no son tan ricas en recursos pero generalmente se
asocian a terrazas bajas que si debieron ser ocupadas por grupos
huilliche, quienes utilizaban el método de roza y quema para abrir
espacios en el bosque donde instalar sus viviendas y sembradíos.
Fueron seguramente los estuarios los lugares más
requeridos tanto por canoeros como por los huilliche dada la enorme
cantidad de recursos alimenticios que ofrecen y la protección contra
los vientos y temporales. Esto se refleja en la gran cantidad de
conchales de origen canoero que pueden ser hallados en estos
espacios, y por los abundantes fragmentos de cerámica huilliche
que aparecen desperdigados en los cerros y lomas circundantes.
Así, la ocupación del espacio efectuada por los huilliche coincide
eventualmente con sitios más antiguos de origen canoero. En tal
sentido, este grupo aprovechó las mismas ventajas espaciales y
ecológicas que existían allí donde había conchales, instalando muchas
veces sus rucas sobre éstos, lo que explica que en las capas superiores
de tales depósitos aparezcan restos de cántaros y algunos objetos
de claro origen mapuche. Sin embargo, la gran diferencia con estos
navegantes fue que organizaron el territorio insular en parcialidades,
denominadas “levus”, generando una vida sedentaria y la subdivisión
de la tierra.
Algunos cercos, huertas y sencillas construcciones rodeaban
21 Para despejar espacios en el bosque -que cubría casi todo el archipielago- utilizaban principalmente fuego, ayudándose en el trabajo de hachas de piedra pulida.
22 González, 1791: 227.
las rucas. Cuando éstas se levantaban cerca de la costa, dejaban un
espacio boscoso entre la playa y el sitio habitacional para protegerlo
de los temporales, tal cual ocurre aun hoy en día.21 Pedro González
de Agüeros, al referirse a estas viviendas, manifiesta que “es tal lo
disperso de las casas, y estan las mas en tales sitios, que caminando
por las Islas, y aun rodeándolas por sus Playas, solo suelen verse tal
qual habitación, siendo tambien motivo para esto que fuera de estar
tan apartadas las unas de las otras, las ocultan los muchos y crecidos
matorrales de arrayán de que están cercadas. Este modo de vivir les
viene de los primeros establecimientos en ellas, el que sucesivamente
se ha ido conservado, y permanece…”.22
La unidad social huilliche era el l'of (la familia), cuyos linajes
se organizaban territorialmente en Cavíes (comunidad pequeña).
Cada caví estaba liderado por un Lonco, al que le correspondía
resolver los problemas internos y externos de la comunidad. El rol
destinado a sanar enfermedades recaía en las machis y meicas.
En esta sociedad era costumbre que un hombre pudiese tener más
de una esposa, dependiendo de la riqueza en animales y otros bienes
que poseyese, lo que también le otorgaba prestigio entre sus pares;
estos hombres ricos y con muchos parientes eran llamados Ülmen
o huilmenes. De esta forma una familia podía tener más de una ruca,
pues cada esposa requería muchas veces de su propia habitación,
tanto para ella como para sus hijos y algunos parientes.
Sobre sus construcciones es necesario advert ir que, a
diferencia de los chono, estaban destinadas a perdurar en el tiempo,
por lo que la inversión de trabajo en ellas era mucho mayor. Las
rucas eran confeccionadas con troncos y tablones, los que se
remataban en el techo con gramíneas, formando una habitación
abrigada del frío y las lluvias. Para la conservación de estos materiales
24
 Nelson Bahamonde Barría
servía el humo del interior.
Generalmente las viviendas tenían más de una entrada, aún
cuando la principal se orientaba hacia el este, llamado Puel-mapu,
lugar en el que nacía el sol y era reconocido por representar el bien.
El holandés Hendrick Brouwer en 1643 las describe de la siguiente
manera: “sin sobrado ni departamentos, cubiertas todas de pasto
largo, con una sola puerta pero sin ventanas i con una sola abertura
en el techo por donde sale el humo”. Por su parte Diego de Rosales,
en el mismo siglo, agrega: ...para construir la casa ayuda
estrechamente la familia y comunidad y va ligada a comilona, baile
y diversión. Cuando es un cacique o persona principal todos sus
parientes les hacen llegar gran cantidad de carneros, terneros, ovejas
de la tierra, aves y caza. Entra toda esta parentela bailando alrededor
de toda la gente y como van dando vueltas van matando carneros,
los terneros y las ovejas de la tierra y dexándolas tendidas allí en el
suelo. Y luego se suben a unos bancos o tabladillas y prosiguen
cantando y bailando y al rato uno de sus parientes ofrece estos
alimentos para pagar en algo los gastos de su casa… y allí comienza
la fiesta que dura dos o tres días. Y hace otra fiesta con los parientes
de sus mujeres cada uno de los ancho y a quienes pagan con carneros
y chicha. Se forman cuatro cuadrillas con estos trabajadores que
llaman culla. Estas cullas compiten en quién termina primero su
parte. Finalmente hay una fiesta tan larga como las restantes con
los carneros y la chicha que trajeron los parientes del dueño”.
Dependiendo del tamaño del grupo familiar, las rucas
podían tener desde 20 metros cuadrados hasta 200. En el centro de
la misma se destinaba un espacio para el fuego, junto al cual se
cocinaban y ahumaban los alimentos, se comía, charlaba y dormía,
siendo el centro gravitacional de la vida familiar y comunitaria. Fue
25
esta construcción la que dio forma más tarde, y sin muchas
modificaciones más, al fogón chilote, usado masivamente hasta
mediados del siglo XX en los campos del archipiélago.
Cerca de los mismos espacios habitacionales se destinaba
una loma o lugar de características especiales para sepultar a los
muertos. Generalmente se les depositaba dentro de bongos de
madera junto a sus pertenencias (cántaros con chicha y comida,
adornos y utensilios), siempre orientados hacia el oeste. Cuando la
persona fallecida poseía un rango importante dentro de la comunidad
se celebraban ceremonias durante mucho tiempo, hasta tres meses
o más, vaciándose sus vísceras para conservarlo sobre el humo del
fogón.
Es significativo plantear aquí que para los huilliche, al igual
que para los otros pueblos mapuche, las enfermedades eran el reflejo
de un desequilibrio completo, lo que involucraba muchas veces que
alguien había sido el causante de tal. En este caso, la machi aplicaba
un complejo procedimiento ritual llamado machitún. Tal ceremonia
implica que la machi debe entrar en trance, mediante lo cual logra
advertir quienes han sido los espíritus que provocan la enfermedad.
Contactándose con espíritus benignos, la machi puede resolver el
conflicto de la víct ima y recuperar su salud espiritual y física.
En cada comunidad era común que existiesen lugares llanos
para la celebración de nguillatunes, ceremonia destinada a rogar a
Nguenechén por la fertilidad de la tierra y bien de los huilliche. En
este sitio se juntaban una o más comunidades para festejar durante
días, sirviendo además como una forma de afianzar los lazos entre
ellas, enterarse de noticias lejanas, pactar matrimonios e iniciar
nuevas alianzas.
También existían espacios destinados al juego de la chueca,
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
común en Chiloé hasta principios del siglo XX: “se juega entre dos
equipos, cada uno con 6 jugadores. El arco tenia dos metros de
ancho… La chueca se jugaba con un palo en forma de bastón y con
una pelota de madera de avellano. A veces se jugaba también con
una pelota de tronco de nalca, depe… podían jugar hasta 10 por
lado… el arco ha de estar sin travesaño, no había arquero, ni tiempo
para terminar el partido. Los puestos en el juego de la Chueca eran:
hoyeros; que hacían el papel de centrales, tacos que equivalen a los
defensas y los inalectos que representan a los delanteros. Cuando
23
la pelota entraba en el arco se decía ‘raya’ que era un gol”.
Aunque los veliche eran productores de alimentos,
aprovecharon los recursos del mar y el bosque casi de la misma
forma que los canoeros: pescaban con anzuelos, redes y corrales,
aprovechando la marea, y en bajamar mariscaban y recolectaban
algas, que cocían en curantos; también, cazaban venados y aves,
recolectaban huevos, hongos, frutos silvestres y plantas medicinales.
La dieta se complementaba con el cultivo de papas, maíz, porotos
y gramíneas como la quínoa, el mango, la teca y el madi.
Para preparar la tierra se hacían de dos varas de luma –con
las puntas endurecidas a fuego-, las que se apoyaban en el vientre,
empujándola bajo t ierra para formar los surcos en los que se
sembraría. Los vegetales producidos o recolectados se cocían,
fermentaban para hacer licor, se ahumaban, o fabricaban harinas,
usando piedras de moler para ello. Se ayudaban además, para la
limpieza de los granos, de canastos especialmente fabricados para
esta labor, llamados chiguas, con los que se aventaban hasta
separarlos totalmente de la cáscara.
La conservación, cocción y el fermento de los alimentos se
efectuaba en cántaros de greda, existiendo en diferentes tamaños
23 Cárdenas, Montiel y Hall, 1991: 250.
24 Ibidem:180.
25 Ibidem:180.
y formas. Para su elaboración se requería de una fuente de arcilla
de buena calidad, la que era mezclada con arena fina u otro material
que sirviese a manera de antiplástico. Una vez elaborada la forma
del jarrón, se procedía a cocerlo en un agujero relleno de materia
vegetal, que ardía lentamente. Muchos de estos jarros y platos eran
más tarde decorados con trazos elaborados con tinturas locales.
En corrales cercanos a las viviendas se mantenían pequeños
rebaños de camélidos, a los que llamaban chilihueques o wekes. El
marino Francisco Cortés de Ojea, que exploró el archipiélago antes
de su Conquista, se refiere a la crianza de estos animales: “tienen
é 6 é á 4 é a 8 ovejas cada indio é á los caciques é á 12 é á 15 é á 20
24
sola una oveja atan é todas las otras ovejas van sueltas tras ellas”.
Según otro viajero, el aspecto de los guanacos domesticados era el
siguiente: “las orejas ovales i flosculosas, ojos grandes i negros,
hocico largo y giboso, labios pendientes i gruesos, cola mas corta y
con lana tan larga pero más fina que la de carnero... su cuello ocupa
un tercio de su cuerpo. El alto de las ancas al cuello pasa de cuatro
pies. Los hay blancos, negros, pardos i cenicientos, como bestias de
carga eran manejadas con una cuerda que era atada con una
25
perforación que llevaban en las orejas”. Su carne era utilizada en
ocasiones especiales, más bien ceremoniales, y su lana era
aprovechada para confeccionar tejidos y vestimentas, utilizando
telares horizontales a los que llamaban huitrales. Asimismo, los
chilihueques ayudaban en el transporte de pequeñas cargas y el
arrastre de un arado primitivo llamado quiñelvolque, pero sobre
todo, constituían bienes de gran importancia para los huilliche, pues
mientras más tuviese una persona mayor sería su autoridad (servían
de moneda de cambio o dote matrimonial).
Los colores de las lanas, elaboradas a part ir de los
26
 Nelson Bahamonde Barría

chilihueques, se lograban hirviendo cortezas, flores, líquenes y hojas

de la flora nativa, incluyendo en ocasiones barros de diferentes
tonalidades; como el grobo, un barro negro que se extrae en el
estero de Tocoihue, utilizado hasta la actualidad para teñir lanas de
oveja.
Si bien los huilliches de Chiloé fueron sometidos por los
españoles en el siglo XVI, imponiéndose desde entonces un nuevo
orden político, social, económico y religioso, que afectó gravemente
la forma de vida de las comunidades, debido al aislamiento y las
características ambientales de la provincia, éstas lograron mantener
26
por siglos sus asentamientos, la institución de los cacicazgos, su
idioma y cosmovisión, la forma de subsistencia y cultura material.
De hecho, para sobrevivir en el archipiélago, los
conquistadores tuvieron que adoptar básicamente la manera de
vivir de los nativos, generándose un mestizaje sanguíneo y cultural
que dio vida al pueblo chilote.

26 Sabemos que los líderes de los cavíes eran loncos, pero el término cacique es el que aparece en la documentación hispana colonial.

27
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue

La Nueva Galicia: de cavíes a pueblos de encomienda

“Vi en ocho años que asistí en aquella conquista que siempre tenían por esclavos cuantos indios de todas edades
se habían tomado y tomaban en la guerra; y así se vendían y compraban públicamente por esclavos, y aún se
enviaban a vender y presentar por tales a la Ciudad de los Reyes, lo que no me pareció ser cosa nueva, sino
puesta en uso de tiempo atrás en aquella tierra” Alonso González de Nájera

La primera tripulación hispana en avistar el archipiélago de
Chiloé fue la de Alonso de Camargo, en agosto de 1540, quien tras
cruzar el estrecho de Magallanes y navegar cerca de la costa austral,
llegará con su nave hasta el Perú. A fines del mismo año, la hueste
capitaneada por Pedro de Valdivia llegaba al valle del Mapocho,
fundando el 12 de febrero de 1541 la ciudad de Santiago de la Nueva
Extremadura, que será la base para iniciar la conquista del país.
Consolidado el dominio en Chile central, con la llegada de
más soldados y recursos, Valdivia ordenó en 1549 refundar la
destruida ciudad de La Serena (para facilitar las comunicaciones con
el Perú), e inició la expansión hacia el sur, estableciendo las ciudades
de Concepción (1550), Imperial (1551), Valdivia y Villarrica (1552),
Angol (1553)27 y los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén. La vida fue
un continuo guerrear, pero estos enclaves en territorio mapuche
permit ieron a los españoles someter y repart ir una inmensa
población, así como descubrir y explotar yacimientos auríferos, que
fueron la base económica de Chile hasta finales del siglo XVI.
Jerónimo de Bibar dice que el 7 de febrero de 1552, después
de fundar la ciudad de Valdivia –la más austral de su gobernación-,
el conquistador emprendió una exploración que lo llevó hasta el
lago Llanquihue. Ochenta hombres lo acompañaron, cruzando ríos
en canoas, atravesando bosques y tierras donde los indios tenían
sus casas, ganado y cultivos de papas, maíz y porotos. El cronista
anotó: “Caminamos quince días por tierra muy poblada donde
27 Además, Valdivia ordenó a Francisco de Aguirre fundar Santiago del Estero (1553), confirmando así que la Nueva Extremadura
traspasaba la cordillera
llegamos a un gran lago que está a la falda de la cordillera nevada.
Estuvimos en una loma pequeña que a las espaldas tenía. Este lago
se puso por nombre el lago de Valdivia. Estará treinta leguas de
Valdivia. Es tierra de mucho ganado aunque no anda suelto. Andan
vestidos los indios razonablemente, aunque no anda sino como cada
uno alcanza y tiene la posibilidad. La gente es dispuesta y las mugeres
de buen parecer, aunque en estas provincias no he visto yo más
blancas mugeres y los cabellos muy largos”.
Como el objetivo era continuar la conquista hacia el sur,
en 1553 el piloto Francisco de Ulloa, enviado por Pedro de Valdivia,
dirige una expedición que zarpa desde el puerto de Valdivia para
reconocer hasta el estrecho de Magallanes. En dos barcos recorrieron
las costas de Chiloé y los archipiélagos australes, cumpliendo el
objet ivo de descubrir t ierras hasta aquí desconocidas.
En 1557, mientras don García Hurtado de Mendoza, el nuevo
gobernador de Chile, se dedicaba a reconstruir Concepción y aplastar
la rebelión mapuche, envía a los marinos Juan Ladrillero y Francisco
Cortés de Ojea –que había viajado antes con Ulloa- en una nueva
exploración hacia la región de Magallanes. Valdivia será otra vez el
punto de partida de dos modestas naves que, separadas por un
temporal, exploran las tierras australes desechando toda posibilidad
de encontrar un nuevo y rico territorio en las cercanías del Estrecho
y, por el contrario, confirman la inconveniencia de proyectar nuevas
fundaciones en esas latitudes. En cambio, sobre el área norte de
28
 Nelson Bahamonde Barría

Chiloé, Cortés de Ojea escribe: “de esta provincia de Ancud hay
grandísima fama de su fertilidad, de mucha comida de maíz cocido,
gran mazorca, papas y quínoa; es una tierra baja sin monte y de
casas de cuatro a seis puertas; de obediencia ciega a los caciques,
que no siembran sin su licencia los indios de sus cavíes”.
Tras socorrer a las ciudades del sur, una expedición terrestre
dirigida por el propio Hurtado de Mendoza llega hasta el seno del
Reloncaví, en febrero de 1558, comprobando que la región estaba
28
muy poblada. Después de recorrer las islas del archipiélago de
Calbuco, la hueste emprende el retorno, para fundar la villa San
29
Mateo de Osorno el 27 de marzo del mismo año. Los indios de la
comarca ubicados entre el río Bueno y el canal de Chacao, que
sumaban unos 80.000 según las estimaciones del Gobernador, fueron
repart idos entre los 60 vecinos de esta nueva ciudad.
En 1561 el gobernador de Chile, don Francisco de Villagra,
envió a los capitanes Juan López de Porres y Juan Álvarez de Luna
en una expedición naval que culminó con la toma de posesión de
Chiloé en nombre de la Corona española. A fines de 1562, el mismo
Gobernador desembarcó en Chiloé y reconoció parte de su territorio.
A causa de la marea, en Quinchao su navío quedó varado,
por lo que debieron pasar la noche en la playa. Al amanecer, el
campamento de Villagra fue atacado por los isleños, pero los europeos
no tardaron en repelerlos, lo que costó la vida de varios indígenas y
provocó su huída hacia los espesos bosques.
Debido a los informes sobre la abundante población indígena
y la posibilidad de encontrar oro en las islas, el gobernador de Chile,
don Rodrigo de Quiroga, encomendó a su yerno extender la conquista
de “Chilué”. Esta se inició en el verano de 1567, cuando Martín Ruiz
de Gamboa, con 120 hombres reunidos principalmente en las ciudades
de Villarrica, Valdivia y Osorno, más un grupo de indios auxiliares,
cruzaron el canal de Chacao en dalcas facilitadas por los lugareños
30
y con los caballos a nado tirados de sus cabestros.
En su viaje por la costa, entre el Chacao y el sitio donde
pretendía fundar la ciudad de Castro, la hueste de Ruiz de Gamboa
pasó con toda seguridad, entre otros parajes, por los cavíes de Tenaún,
Calen, Coquihuil, Dallico, Quetalco y Dalcahue. Lugares en los que
descansaron cada jornada, despertando la curiosidad de los nativos,
tanto por la apariencia física de los europeos como por el uso de
caballos. Las comunidades, que ya sabían del arribo de los
conquistadores, ayudaron a éstos con alimentos y los orientaron en
su avance por la playa, vadeando esteros y tomando senderos para
acortar la ruta.
Después de diez días de marcha por la costa oriental de la
Isla Grande, al llegar Gamboa al río que lleva su nombre, viendo lo
estratégico del terreno –sobre una meseta-, fundó la ciudad de
Santiago de Castro y bautizó a la provincia como “Nueva Galicia”,

28 La región era una zona de transición entre el área central de Chile y el área de los archipiélagos del sur, donde pueblos agricultores y
nómades marinos mantenían un contacto regular -incluso con bandas del otro lado de la cordillera-, intercambiando productos y saberes,
fundiéndose elementos culturales y sociales de diversas poblaciones.
29 En 1553, Pedro de Valdivia había encargado a Francisco de Villagra fundar, en el mismo lugar (Chauracaví), una ciudad bajo el nombre
de Santa Marina de Gaete, en honor a la esposa del Gobernador. Sin embargo, la muerte de Valdivia impidió la realización de este plan
cuando estaba a punto de concretarse.
30 Cuatro días duró la operación de cruzar a los soldados y los caballos a través del canal de Chacao. La mayor parte de los pertrechos
los transportaba el navío de Guillermo Ponce, que participó activamente en la jornada de Chiloé y prestó auxilio a varias ciudades del sur,
razón por la cual será uno de los primeros encomenderos de la provincia.

29
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue

en honor a su suegro, oriundo de aquel reino.31
Contando con la colaboración de los indígenas, que ayudaron
a despejar el área y erigir diversas edificaciones, en pocos días la
naciente urbe tomó forma, aunque, desde un comienzo tuvo un
aspecto sencillo, por sus viviendas con techo pajizo y rúst icas
construcciones. Si bien fue delineada cumpliendo las ordenanzas
reales, con calles trazadas a cordel, cada manzana dividida en cuatro
solares (que fueron asignados a los soldados), quedando libre la
manzana del medio para servir como Plaza de Armas, a cuyos
costados se levantó un pequeño fuerte y se señalaron los sitios
necesarios para hacer una capilla y las casas de los principales vecinos,
no hay suficientes datos para saber el número exacto de manzanas
y calles que configuraban la primera ciudad, ya que los documentos
del Cabildo y otros importantes registros del siglo XVI fueron
destruidos en el devastador ataque holandés a Castro en 1600,
conservándose sólo fragmentos de este período histórico.
Es importante señalar que los conquistadores de la Nueva
Galicia provenían de diversos lugares de España, incluso hubo algunos
nacidos en América. Eran es su mayoría de condición modesta
(campesinos, artesanos, marinos), pocos sabían leer y escribir (lo que
era normal en toda Europa), pero fueron importantes para organizar
las labores y actuaban como soldados cuando era necesario. También
llegaron algunos hidalgos –el sector más bajo de la nobleza-, con el
objetivo de enriquecerse y vivir como señores; su número fue escaso,
pero de entre ellos salieron la mayoría de los capitanes y obtuvieron
los principales cargos y beneficios.
Tras organizar la ciudad, Ruiz de Gamboa inició el reparto
de solares, chacras y estancias entre los cincuenta vecinos que
32
quedarían. También, mandó a llamar a los caciques e indios
principales del archipiélago y recorrió algunos sectores cercanos a
Castro y la isla de Quinchao. Como no se había contabilizado a la
población y sólo había visto lugares de la costa oriental, que eran los
más habitados, su impresión fue que la provincia tendría unos 160.000
nativos. El número es exagerado, porque el conquistador creía que
incluso el interior de la Isla Grande estaba poblado, lo que no era así
evidentemente; los bosques se extendían hasta la playa, permitiendo
sólo el asentamiento costero en algunos parajes y ciertas partes del
interior, y los indígenas mantenían una economía de subsistencia
que dependía básicamente del mar.
Sin embargo, hay antecedentes que permiten estimar que
a mediados del siglo XVI el archipiélago de Chiloé estaba habitado
por unos 50 mil indígenas, que se repartían en 70 cavíes. “Respecto
de la distribución de población, la zona donde se fundó la ciudad de
Castro era la más densamente poblada, es decir, la franja oriental,
desde Tenaún, pueblo también fundado en 1567, hasta el territorio
de los indios payos entre los actuales Chonchi y Huildad. La
menordensidad estaba a ambos lados del Canal de Chacao, mientras
que de las islas menores, no estaban habitadas las más orientales,
excepto Chauques. Sólo en el siglo XVIII se contarán 26 islas pobladas
33
en el mar interior”.
Antes de abandonar la provincia, a fines del verano de 1567,
Ruiz de Gamboa fundó la villa San Antonio de Chacao, estableciendo

31 Se estima que la hueste de Ruiz de Gamboa llegó al sitio escogido a fines de enero y que la fundación de la ciudad de Castro tuvo lugar
alrededor del 12 de febrero de 1567.
32 Dichas concesiones, que se conocen con el nombre de "mercedes de tierra, eran dádivas gratuitas que se otorgaban a un soldado de la
conquista. Se entregaban a perpetuidad, podían heredarse de padres a hijos, y también podían ser enajenadas.
33 Urbina, 2004: 39.

30
 Nelson Bahamonde Barría

allí algunos soldados por considerar que este era el puerto que
necesitaba Chiloé para mantener el comercio y la comunicación
marít ima con el exterior. Además, Chacao estaba próximo a
Carelmapu, lugar donde se iniciaba el camino que iba hasta Osorno.
Después que Martín Ruiz de Gamboa salió de Chiloé se hizo
una matrícula, para establecer el número de los indígenas, y se
34
procedió a los repartimientos de encomiendas. Diversas fuentes
describen la humildad de los indios isleños y coinciden en que para
someterlos no fue necesario usar la violencia. Así, “en una información
del mismo 1567 se dice que la tierra y mar de las islas es ‘de gente
tan doméstica, que antes se tiene por recreación descubrirlas e
andarlas, que no por trabajo’; su buena índole, disposición al trabajo
laborioso y su docilidad, al revés de lo ocurrido en otras partes del
territorio, será constantemente objeto de encomio y sin duda uno
de los mot ivos del interés suscitado por sus encomiendas.
La primera distribución, por cavíes, la hizo el Justicia Mayor
Alonso Benítez con los indios que entonces se tenía, el 12 de julio
del mismo 1567, datando de entonces los de Curahue, Compo, Pailad,
Yutuy, Llaullau, Quilihué, Pudeto o Chepucaví; pronto se concreta
en las nominaciones que persistirían hasta el cese de la institución,
conf igurando un universo de algo más de 50 lotes llamados
35
genéricamente pueblos, base del proceso urbanizador de las islas”.
Un estudio sobre la población y la economía de Chiloé
durante la Colonia, interpreta que “la ocupación se consuma cuando
la economía y la sociedad del Reino de Chile ya habían sido
estructuradas y, lo que es más importante, cuando esa estructura
36
acusa síntomas de su primera crisis”. Esta se manifiesta como una
aguda falta de mano de obra debido a la disminución de la población
indígena encomendada. “Durante las tres primeras décadas de la
colonización española la población del país había experimentado,
por una parte, una diversificación de su composición racial y, por
otra, una notoria disminución de su volumen global, principalmente
a causa del exterminio de los naturales en la guerra y su
37
aniquilamiento en los obrajes y lavaderos de oro”.
Junto con la escasez de mano de obra en los distritos de La
Serena y Santiago, parte del potencial laboral se distraía y perdía en
las campañas de Arauco –donde eran usados como guerreros y
auxiliares-, y las tasas comenzaban a regular el trabajo y los derechos
de los indígenas, algunos años antes de la fundación de Castro.
Así, la incorporación de Chiloé estuvo fuertemente motivada
por el deseo de tomar posesión de una masa de indígenas descritos
como “dóciles”, que se estaba intacta y poseía una calidad laboral
que le facilitaría la adaptación al régimen de trabajo impuesto por
los españoles. Además, reconocido casi todo el territorio del reino
y debido a que los indígenas disponibles ya estaban repartidos, las
islas y los naturales de Chiloé brindaron a los conquistadores una
nueva oportunidad de acceder a los beneficios de la encomienda.
Otro motivo planteado en el citado estudio, era la creencia

34 La encomienda era un derecho concedido por merced real, que tuvo como objetivo premiar el servicio de los conquistadores de las Indias,
a cambio de la protección y evangelización de los encomendados, y de habitar y defender las provincias donde fueren beneficiados. Los
indios de las encomiendas, en algunos casos grupos muy numerosos, tenían la obligación de tributar para su encomendero. Las encomiendas
se entregaban por Iª vida, pero podían ser renovadas en IIª, y hubo familias que gozaron de ellas durante varias generaciones.
35 Guarda, 2002: 10-11.
36 Contreras, 1971: 11.
37 Ibidem.

31
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
de que se trataba de una región rica en minerales de oro y plata; el
emplazamiento de Castro, por ejemplo, se escogió porque así lo
sugería “la apariencia de la tierra”. Sin embargo, “conviene no
exagerar la atracción de los metales preciosos como factor de la
ocupación de Chiloé, pues, es sabido que los soldados reclutados
en para esta empresa en Osorno y Valdivia aceptaron a regañadientes
precisamente porque en esas plazas gozaban de lucrat ivas
38
posesiones mineras”.
A los motivos económicos, se agregaba el interés de la
Corona española de cerrar a otras potencias europeas la puerta de
entrada a sus colonias de Sudamérica y “contribuir a la seguridad
de Osorno y Valdivia, mediante el expediente de colocar a los indios
entre dos fuegos. El archipiélago era fácilmente defendible y desde
él podían organizarse (como efectivamente se organizaron durante
los siglos coloniales) expediciones punitivas contra los indios de los
llanos, utilizando como tropas auxiliares a los naturales de Chiloé”.39
Desde los primeros días fue difícil la vida para el reducido
vecindario de Nueva Galicia, radicado en Castro y Chacao, ya que
aislados del exterior, tuvieron que adaptarse a un clima hostil, un
ambiente boscoso –que limitaba la superficie cultivable y dificultaba
las comunicaciones internas-, en una provincia pobre, pero que
constituyó durante casi tres siglos la posesión más austral del imperio
español en América. Recordemos que a la llegada de los europeos
los indígenas de Chiloé se dedicaban mantener pequeños cultivos
y algunos chilihueques, también cazaban y recolectaban, pero
la mayor parte de su sustento se los proporcionaba la pesca y el
38 Ibidem: 12.
39 Ibidem.
40 Urbina, 2004: 321.
marisqueo. “Con el tiempo, la experiencia demostró que no había
el oro que se suponía, excepto el volador de sus playas, pero los 50
mil nat ivos pacíficos y laboralmente út iles fueron repart idos
40
asegurando el asentamiento y, por ende, la colonización”.
Los indígenas pronto vieron que el dominio español
implicaba no sólo el reconocimiento al monarca, sus instituciones
y cultura, sino también su reparto y la obligación de tributar para
los conquistadores, trabajando y colaborando en las más diversas
actividades, incluso en la guerra como tropas auxiliares, y entregando
cuanto podían producir. Aunque las ordenanzas fijaban el tributo y
quienes debían tributar (sólo hombres entre 18 y 50 años), en una
región tan apartada el régimen de encomienda casi no tuvo
regulación, por lo tanto caciques, mujeres, niños y ancianos tampoco
quedaron exentos de prestar servicio personal a los encomenderos.
Así, la encomienda conf iguró la estructura social y
económica de la provincia, en la que una enorme masa laboral estaba
al servicio y voluntad de unos cuantos españoles, como premio a
sus servicios en defensa de los intereses de la Corona. Prácticamente
incomunicados y en una tierra pobre, este sistema permitió la
mantención de las familias beneficiadas hasta el fin de la institución,
en 1782, conservándose entre ellas la mentalidad del siglo XVI, que
se expresaba en un trato entre conquistadores y conquistados, el
orgullo de su origen y méritos, las ansias de riqueza fácil (la ciudad
de los Césares se buscó muchas veces), el desprecio por el trabajo
y el gusto por el servicio militar, entre otros arcaísmos.
Dada la dispersión de la población indígena, que se
32
 Nelson Bahamonde Barría
agrupaba social y territorialmente en 70 cavíes, fue usual que dichos
cavíes –con sus indios y caciques- se constituyeran en encomiendas,
como ocurrió con los repartos de Tenaún, Calen, Quetalco y Dalcapulli
(hoy localidades de la comuna de Dalcahue). Dichas encomiendas,
por estar vinculadas a un paraje, también quedaron registradas como
pueblos.
Con las agregaciones, dos o más cavíes también formaban
una encomienda, será el caso de “Butachauques, Estero de Colo,
Creopulli, Chuchihuil y Dalcahue”, “Cuduguita, Dallico, Llingua,
Tengachao, Lemus, Terao y Payos”, “Quicaví, Quehui, Curahue y
Quetalco”; aquí vemos que Chuchihuil (actual localidad de San Juan),
Dalcahue, Dallico y Quetalco, constituyen encomiendas con otros
cavíes poco numerosos o subdivididos. Por el contrario, con las
divisiones en un pueblo podía haber más de una encomienda, como
ocurrió en Quetalco, Dalcahue y Dalcapulli, por ser crecida su
41
población y tener muchos caciques.
Aparte de la falta de documentación, entre los tantos
aspectos que complican el estudio de los pueblos de Chiloé, está el
caso de los traslados de población, las encomiendas sin nombre, sin
pueblo, sin cacique y unas que sólo se registran con el apellido del
encomendero (de Cárcamo, por ejemplo); igualmente, no hemos
podido saber a qué parte de Chiloé pertenecieron las encomiendas
de Llicaco, Creopulli, Mellelhue, Cuduguita, Tanguayca y Ungui,
quizás por asuntos de escritura, de cambios en la toponimia a través
del tiempo o falta de documentación de nuestra parte. Como sea,
la mayoría de las encomiendas que tuvieron como base un caví, son
la base de muchos poblados actuales, y sus numeraciones, nos
permiten apreciar la evolución demográf ica y social de las
41 Usamos sólo como ejemplo el caso de algunas encomiendas que hubo en la actual comuna de Dalcahue
42 Contreras, 1971:14.
33
comunidades.
El hecho es que la consecuencia más visible de la
implantación del sistema de encomiendas en Chiloé, fue la rápida
disminución de la población indígena. Los encomenderos no sólo
abusaron y trataron con dureza a la población que les tributaba, sino
que ante la imposibilidad de encontrar riquezas en el archipiélago y
la necesidad de mano de obra que se manifestaba en Chile Central
y Norte Chico, dieron inicio a un lucrativo tráfico de nativos, que
tomados por la fuerza y con el pretexto de ser indios de guerra,
fueron transplantados en gran número a otras zonas del reino. Fue
tan vertiginoso descenso de la población isleña que, se calcula que
al finalizar el siglo XVI su número se había reducido a una tercera
parte de la que había al inicio de la ocupación española.
Es cierto que el trato cruel, los trabajos en lavaderos de oro,
la poca alimentación y las enfermedades también afectaron a las
comunidades huilliches durante estas tres décadas, pero, para explicar
la reducción de la población nativa y, sobre todo, la velocidad con
que se produjo, debemos comprender las necesidades económicas
y militares del reino de Chile. “Dos son los factores que se conjugan
en este proceso de disminución radical de la población encomendada:
el transplante masivo de los naturales del Archipiélago hacia Chile
Central y Norte Chico, regiones de fuerte demanda de mano de obra,
42
y su utilización como tropas auxiliares en la guerra de Arauco”'.
Es ilustrativo el pleito que se dio entre Luis González y
Guillermo Ponce por la posesión de una encomienda. En 1577,
González acusó a Ponce de haberse concertado con Domingo
Hernández y con el Corregidor de Castro Diego Mazo de Alderete,
“para embarcar indios de sus respectivas encomiendas con destino
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue

a Santiago. El total de los indios puestos a bordo del barco de Ponce
ascendía a 430, descomponiéndose este número de la siguiente
manera: 80 indios grandes, 40 de ellos casados con sus mujeres e
hijos, y los demás solteros.
En el mismo documento se hace constar que esta determinación la
tomó el acusado, desobedeciendo órdenes del Capitán Andrés López
43
de Gamboa, que le había mandado transportar soldados y amigos
naturales a Tucapel y Arauco”. 44
Existen más antecedentes sobre el transplante de población
aborigen, que se acentúa en el siglo XVII, pero que también se practicó
en el XVIII. En este caso, lo importante es constatar que las campeadas
para capturar nativos de Chiloé y embarcarlos para su venta en
Santiago, La Serena o el Perú, ya se practicaban en la década de
1570 (act ividad que también realizaban algunos soldados y
encomenderos de Osorno y Valdivia), y que el interés privado de los
conquistadores era más fuerte que el militar.
De hecho, Guillermo Ponce (nacido en Barcelona y fallecido
en santiago el año 1587), había llegado a Chiloé con Ruiz de Gamboa
y era dueño de un navío que prestó valiosos servicios, por lo que se
le premió en 1567 con las encomiendas de la isla Linguachao, de
Tanguayca, el caví de Hueilihueque, islas de Laytec y Caylín; en 1568
recibió el Chepucaví; en 1569 los feudos de Quibilquetué (Quililhue
o caví Quibilquehue), Linguachao y Huaichumávida, entre 1569 y
1577.
En esta época un navío tenía la capacidad de transportar
hasta unos 500 indígenas, en condiciones de extremo hacinamiento,
45
o embarcar 6.000 tablas. Hacemos esta equivalencia, porque en el
siglo XVI las ciudades de Valdivia y Osorno lograron un notable
crecimiento gracias a las minas y lavaderos de oro que se explotaban
en sus comarcas, lo que hizo frecuente la llegada de barcos peruanos
al puerto de Valdivia, trayendo pasajeros, pertrechos y diversos
productos europeos para la venta; al vaciar su cargamento y volver
con el oro, quedaban los navíos disponibles para cargar las excelentes
maderas que allí se labraban. Entonces, como Chiloé no tenía oro en
cantidades considerables, el negocio de las maderas lo concentraba
Valdivia y la navegación era en extremo riesgosa, la opción de los
encomenderos fue volcarse al tráfico de mano de obra, lo que se
tradujo en una constante sangría demográfica y la activación del
puerto de Chacao.
En este siglo las campeadas se concentraron en capturar
ancudes, veliches y payos, que eran los indios de encomienda. Por
su menor calidad laboral los grupos canoeros no interesaron al
46
comienzo, pero serán maloqueados intensamente en el siglo XVII,
cuando la extracción de indios chilhueños llegaba a un punto crítico
de poner en riesgo la mantención de la provincia y la de los propios
encomenderos. Quizás, haya contribuido al transplante de indios el
hecho de que muchos encomenderos poseían tierras en otras zonas
del reino, y la inestabilidad de las primeras encomiendas, que pasaban
a otras manos con los frecuentes cambios de gobierno, lo que llevaba
a los encomenderos a tratar de sacar el máximo de provecho a sus
tributarios mientras se gozaba del beneficio. Según cálculos de Tomás
de Olavarría, en 1593 había unos 8.000 tributarios en Chiloé.

43 Don Andrés Lopez de Gamboa participó junto a Gonzalez, Ponce y Mazo de Alderete en la ocupación de 1567, acompañando a Ruiz de
Gamboa; recibió la encomienda de Quetalco, en la actual comuna de Dalcahue, y figura como corregidor de Santiago en 1578.
44 Contreras, 1971: 14-15.
45 Los buques de los siglos XVII y XVIII serán de mayor tonelaje.
46 La encomienda de Guaytecas fue varias veces concedida y renunciada otras tantas, en pocos años; se hacía dejación de ésta por las
características nómades y la poca calidad laboral de sus tributarios
34
 Nelson Bahamonde Barría
Posteriormente, informes de los jesuitas indican que al terminar el
siglo XVI quedaban en el archipiélago unos 3 mil tributarios y 15 mil
naturales en total.
Así, el comercio de indígenas implantado en Chiloé poco se
diferenció de la esclavitud negra. Si bien, se aprobaron tasas que
intentaban proteger a los indios de encomienda, fijando el tributo,
los derechos y las obligaciones del encomendero, estas ordenanzas
rara vez fueron cumplidas en el archipiélago, por la distancia con los
centros administrativos y la complicidad de las autoridades locales
que toleraban tales abusos, haciendo de la encomienda de tributo
un régimen de servicio personal.
En cuanto a la población española, tras comprobar la
pobreza aurífera del archipiélago, algunos encomenderos renunciaron
a sus beneficios para volverse a Osorno y Valdivia, que eran plazas
más atract ivas. Entre 1567 y 1600, mientras Nueva Galicia era
“frontera abierta”, unos se fueron y otros llegaron, exist iendo
bastante movilidad geográfica entre los vecinos y moradores de las
ciudades sureñas.
Al finalizar el siglo los varones adultos de Chiloé sumaban
apenas unos noventa individuos. Por su parte, las mujeres fueron
muy pocas en un comienzo, calculándose en no más del veinte por
ciento en los primeros treinta años. Sin embargo, consta que los
vecinos de Castro se casaron con españolas, y no se tiene registros
de matrimonios mixtos en este siglo, lo cual no significa que no se
haya iniciado el mestizaje, al producirse uniones informales entre
los soldados y las mujeres nativas.
Aunque algunos vecinos y moradores de Castro habían
47 En Chiloé la lengua veliche se practicó de manera habitual hasta mediados del siglo XIX, y fue muy común durante los siglos coloniales que
se necesitara de intérpretes para conseguir el testimonio de algún cacique o anciano. Incluso los españoles hablaban el idioma de los nativos y
los misioneros jesuitas lo usaron como herramienta de evangelización.
35
comenzado a abandonar la ciudad, para radicarse en las tierras de
la comarca, ésta continuaba siendo la capital administrativa, sede
del cabildo y centro de servicios religiosos para la provincia.
Reconstruida tras el violento terremoto del año 1575, el aspecto
rústico del poblado no cambió mucho, contando con unos pocos
edificios como el ayuntamiento, una iglesia parroquial, un convento
Mercedario, el fuerte y una docena de casas, rodeadas de cercos,
huertas y manzanos. La otra población española, la villa de Chacao,
también llevó una existencia monótona, que sólo se rompía con el
arribo de un barco a su puerto o el paso de viajeros hacia o desde el
continente.
Como todavía no se masificaba el ganado ni los cultivos
europeos, durante este período no se produjeron alteraciones de
importancia en el paisaje insular. Los bosques seguían cubriendo la
mayor parte del territorio, las comunidades indígenas –ahora menos
numerosas- se mantuvieron en sus tierras, habitándolas de forma
dispersa y conservando una economía de subsistencia ligada al mar,
la tierra y el bosque. Lo anterior, sumado al aislamiento y la escasez
de recursos (sin acceso a los bienes europeos), permitieron que la
cultura material del pueblo huilliche se mantenga por mucho tiempo,
47
así como la cosmovisión y el idioma.
Es verdad que junto a los conquistadores llegaron sacerdotes
mercedarios, y a fines del siglo XVI lo harán algunos religiosos
franciscanos y jesuitas, con el objetivo de enseñar la doctrina cristiana
a los nativos y tratar de suavizar el trato que estaban recibiendo.
Pero poco pudieron hacer, porque aparte de atender las necesidades
religiosas de los españoles, se hicieron insuficientes ante una
 Antecedentes etnohistóricos sobre el origen de los poblados de la comuna de Dalcahue
población tan dispersa y precarios medios de comunicación. Sólo en
el siglo XVII los indígenas de Chiloé serán recién evangelizados, cuando
la Compañía de Jesús inicie la Misión Circular, establezca la institución
de los fiscales y comience a levantar templos en los parajes más
poblados del archipiélago.
La lejanía con las otras ciudades, la dispersión de la población
nativa, la pobreza de la tierra y la falta de oportunidades, fueron
razones esgrimidas por el Cabildo de Castro para proponer en varias
ocasiones el despoblamiento del archipiélago y el traslado de los
encomenderos con sus tributarios a otras zonas del reino. Aunque
estos pedidos se reiterarán hasta el siglo XVIII, la Corona siempre
prefirió conservar la posesión de Chiloé, por el temor a que pudiera
caer en manos extranjeras y que una alianza entre los enemigos de
España y los nat ivos pusiera en riesgo a todo el virreinato. Las
incursiones de Cordes en 1600 y Brouwer en 1643 confirmaron lo
acertado de la medida. El hecho de ser el enclave hispano más austral
de América, determinó que el gobierno español rechazara
sistemáticamente todas las tentativas de despoblar las islas, ya que
las encomiendas permitían la mantención de los españoles, y éstos,
si bien no podrían evitar un ataque, al menos lo obstaculizarían y
podrían dar aviso.
Pero las demás ciudades del sur pasaban por momentos
difíciles y el siglo terminará con trágicos acontecimientos. Los
lavaderos de oro habían decaído, reinaba la pobreza y la
desmoralización por someter realmente a los mapuche. Los
levantamientos y choques armados se sucedían, y el sistema militar
de los españoles no estaba bien organizado, pues carecían de un
ejército permanente y la lucha era mantenida mediante la obligación
de los vecinos de defender el territorio conquistado. Los gobernadores
contaban sólo con esas fuerzas y los pocos soldados que podían
reclutar, por lo que reiteradamente solicitaron al Perú que enviara
refuerzos, socorros de armas y pertrechos, pero estos tardaban en
llegar.
En esas circunstancias, a fines de 1598 estalló una rebelión
que comenzó con la sorpresa de Curalaba, donde murió el gobernador
Martín García Oñez de Loyola y 48 de los 50 soldados que le
acompañaban. Tras el desastre, todos los enclaves españoles ubicados
al sur del Biobío serán atacados y sitiados por los mapuches. Aunque
los vecinos y soldados defendieron las ciudades y fuertes, no pudieron
resistir mucho tiempo, terminaron sucumbiendo, hechos prisioneros
o debieron abandonar dichos establecimientos, cayendo Angol,
Imperial, Villarrica, Valdivia y Osorno.
La ruina de las siete ciudades marca el fin de la Conquista
para Chile y será el inicio del aislamiento permanente en que se
mantendrá la provincia de Chiloé a lo largo de casi todo el período
colonial.
36
 Nelson Bahamonde Barría
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marzo 2001.
39
Equipo ejecutor del proyecto:

Nelson Bahamonde Barría

Coordinación, investigación histórica
(trabajo de archivo y de campo), registro
audiovisual, análisis del material
recopilado, redacción de textos y difusión.
Ricardo Álvarez Abel
Prospección arqueológica, registro
etnográfico y redacción de textos.
Vanessa Vidal Monsalves
Producción en terreno, registro
fotográfico y difusión del proyecto.
 "La tierra es montuosa, sombría y anegadiza, poco fertil de trigo, que se da desmedrado, y degenera,
a uno o dos años, que es necesario lleuar semilla de la Concepcion para sembrar, y los aguaceros son tan
continuos en el tiempo de la cosecha, como el imbierno, de modo que no da lugar a cogerle; si no se logra uno,
o dos dias buenos, y a vezes se nace en la espiga. El maiz da con moderacion, y la zebada; pero lo que da con
grande abundancia y la mayor cosecha, es las papas, semexantes a las batatas, que se dan debaxo de la tierra
pendientes de las raizes, y son el pan y el sustento de todos aquellos isleños. A que ayuda mucho la grande
copia, que ay de pescado, y marisco. Para la pesca hazen grandes corrales de empalizadas, o de piedras junto
a la playa, que llenandose con las crecientes de differentes peces, al retirarse el mar con la menguante, se
quedan presos en los corrales"
Diego de Rosales

Obra financiada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes FONDART 2005