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A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.

ALFARO PRESIDENTE Y HERMANO

Valle de Quito, 29 de Abril del 2008 e:.v:.


 
"Los hombres indiferentes a la desventura de la Nación,
aunque sean privadamente laboriosos, son los auxiliares
inconscientes de las desgracias y corrupción de los pueblos"
Eloy Alfaro
ANTECEDENTES

 Es importante enmarcar el proceso de la revolución Liberal, dentro del


proceso previo de construcción del estado republicano, y en el cual los masones
tuvieron un rol fundamental.
Sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad estuvieron presentes,
desde la época de Eugenio Espejo hasta los tiempos actuales, pues fueron las
cimientes de las ideas de independencia, de los proyectos de reforma social y
derechos ciudadanos entre otros.
La masonería, entregó un cuerpo de ideas para el desarrollo social y
cultural tales como las de independencia nacional, democracia republicana,
libertad de pensamiento, libertad de prensa, tolerancia política y religiosa y
Estado laico, estas entre otras, aportaron en el progreso de la república.
Poco conocido es el papel que la masonería cumplió en el desarrollo del
pensamiento ilustrado hispanoamericano, así pues, importante fue el papel que
cumplieron Eugenio Espejo y Juan Pío Montúfar en la fundación de las primeras
logias masónicas en Quito, las cuales se convirtieron en centros de reflexión
patriótica, y en el caso particular de la logia Ley Natural, presidida por Montúfar,
sería esta la cuna en la que se gestó el llamado “primer grito de la
Independencia” de 1809.
Es importante recalcar la contribución que a los procesos
independentistas de Hispanoamérica tuvieron las logias lautarinas, formadas por
Francisco de Miranda a partir de 1795, con la venia y autorización del Supremo
Consejo de la Masonería Primitiva de Francia.
Estas logias ultrasecretas tuvieron como fin principal la preparación de los
procesos de independencia de Hispanoamérica.
Se llamaron "Lautaro" Nº 1, "Caballeros Racionales" Nº 2 y "Unión
Americana" Nº 3.
Para la iniciación en el primer grado, era preciso jurar trabajar por la
independencia de América, y para el segundo grado, hacer profesión de fe
democrática y republicana.
Estas logias, serías las que coordinaron las campañas libertadoras:
La logia "Lautaro" avanzó con el ejército de San Martín desde Buenos
Aires a Chile y luego fue al Perú. También fue lautarina la logia "Estrella de
Guayaquil", fundada en 1810 por José de Antepara, siguiendo instrucciones de
Miranda, y que preparó y dirigió la independencia del puerto y organizó luego la
Junta de Gobierno, presidida por José Joaquín Olmedo e integrada totalmente
por masones, y que tomó como primeras medidas la supresión de la Inquisición,
la fundación de escuelas públicas y el establecimiento efectivo de la libertad de
imprenta.
Pero estás acciones, no serían fáciles para la masonería, pues generaron
choques con la iglesia, cuyas funciones alcanzabas ámbitos que eran propios de
la autoridad pública, tales como el juzgamiento de delitos, cobro de tributos,
colonización de tierras y manejo de la educación.
En Colombia, sus lideres habían impuesto ya el patronato estatal sobre la
iglesia, con el fin de marcar la soberanía y hegemonía del estado republicano.
Una vez disuelta la Gran Colombia y constituida la República del Ecuador,
los masones ecuatorianos se preocuparon mucho por afianzar la
institucionalidad en la naciente república, tarea nada fácil, pues el estado
Ecuatoriano pasaría a ser manejado por la aristocracia terrateniente, con un
presidencialismo despótico.
Mucho angustiaba a los masones el como estimular la formación de una
verdadera ciudadanía, en las que el individuo fuera plenamente conciente de sus
deberes y derechos, y poder ejercer sus derechos con presencia y acción frente
al poder clerical-terrateniente.
De ahí que la masonería se preocupó por formar en sus templos, a una
nueva élite política e intelectual, que fuera capaza de consolidar el proyecto
republicano y llevar a las práctica los ideales de igualdad, libertad y fraternidad.
La masonería aspiraba a formar una república igualitaria, justa,
democrática y tolerante, y no como la iglesia católica los tildaba, de ateos, pues
muy por el contrario, muchos de ellos eran cristianos, gente de intachable moral,
pero que creían en el derecho a pensar con su propia cabeza.
El conflicto político religioso, alrededor del Patronato estatal, sería el eje
de discusión prácticamente durante el siglo XIX y comienzos de XX.
La masonería le dio a la política republicana un lineamiento ético y un
cuerpo de principios ideológicos, sobre todo en la naciente república dominada
por las oligarquías regionales.
Prueba de ello fueron las palabras con las que José Joaquín de Olmedo,
Presidente entregó la banda presidencial a su hermano masón Vicente
Rocafuerte, elegido Presidente de la República: "El poder público no es una
propiedad que se adquiere, no es un fuero, no es un premio que la nación
concede; es una carga honrosa y grave, es una confianza grande y terrible que
lleva consigo grandes y terribles obligaciones...".
La masonería popularizó ideas tales como “el contrato social”, la
soberanía popular, la organización democrática del estado, y la igualdad de los
ciudadanos ante la ley, y el medio que utilizó para promover la libre expresión de
ideas, fue el uso de la imprenta.
Fue así que se promovió la importación de imprentas y la consagración
legal de la libertad de imprenta, que comenzó con la emisión de un reglamento
de imprenta por la Junta de Gobierno de Guayaquil en Noviembre del 1821.
Como era de esperarse, estas ideas de los libres pensadores, no podían
se aceptadas sin resistencia, y una persecución y masacre a los masones del ”El
Quiteño Libre”, por parte del corrupto y brutal gobierno de Flores fue una
muestra de ello.
Igual batalla contra la estructura oligárquico-terrateniente se dio cuando la
masonería puso fin a la esclavitud de negros decretada por Urbina, al cobro de
tributos a los indios dictada por Robles, y al concertaje que oprimía a los
trabajadores agrícolas dispuesta por Rocafuerte.
Todo esto, desataría una guerra civil, que casi liquidó al país. Cuando el
país logró ser nuevamente reunificado, bajo el liderazgo de Gabriel García
Moreno, se implantó un Estado Oligárquico en el que la Iglesia y la aristocracia
terrateniente instituyeron una suerte de "teocracia" medieval, presidida por un
tirano ilustrado, pero implacable y cruel.
Esta sin duda, fue la época mas sombría de la República, en la que los
masones saldrían en defensa de los intereses nacionales y derechos
ciudadanos, denunciando ante la opinión pública, así como lo Hizo Pedro Carbo,
sobre el concordato firmado con la Santa Sede, el cual contenía disposiciones
contrarias a la soberanía nacional y peligrosas para la libertad y dignidad
humana.
La respuesta de García Moreno, sería la famosa “Carta negra”, llamada
así por su por su siniestro contenido, conculcatorio de las libertades ciudadanas.
En ella se impuso como primer requisito de ciudadanía el ser católico, y
se estableció como causal de suspensión de los derechos de ciudadanía el
hecho de "pertenecer a las sociedades prohibidas por la Iglesia" , es decir a la
Masonería y a cualquier otra organización filosófica, política o religiosa que
desagradara al clero o al poder.

LA REVOLUCIÓN ALFARISTA

Eloy Alfaro nació en Montecristi, entonces capital de la provincia de


Manabí, el 25 de junio de 1842, hijo de un comerciante español exportador de
sombreros de paja toquilla Manuel Alfaro Gonzáles y Doña Natividad Delgado
Fue educado con profesores privados, y su vida de juventud transcurrió
entre viajes comerciales a Lima y las Antillas, pues su padre siempre reconoció
en el sus habilidades y su don de negociación.
Su primera incursión militar fue a los 22 años, contra García Moreno,
quién había solicitado el protectorado de Francia para el país, invirtió todo el
dinero que le había dejado su padre antes de partir a su natal España.
Hecho prisionero, fue indultado y exiliado en Panamá donde fijó su
residencia y se casó con Ana Paredes Delgado en donde nuevamente levantó
mucha fortuna gracias a sus habilidades de comerciante.
Una de sus aspiraciones mas grandes fue la ser masón, fiel admirador de
Bolívar y sus ideales, siempre fue fuente de inspiración para el joven Alfaro, por
lo que en Agosto de 1864 a poco de su llegada a Panamá, se inscribió en una
de las logias masónicas locales, posiblemente la Logia Rosa de América Nº 36.
A la que también pertenecieron Flavio Alfaro, Coral y Manuel Serrano

Poco conocemos sobre su vida masónica, seguramente por el secreto


que guardaban estas instituciones, y sobre todo por la persecución de que eran
objeto.

La mayor parte de su vida, Alfaro la paso luchando pues desde los 22


años hasta su muerte, libro más de 40 batallas, a lo largo de las cuales, siempre
demostró ser un infatigable defensor de sus ideales, un hombre de convicciones

Muerto García Moreno, regresó a Ecuador, y apoyó a Veintimilla en Galte


para que asumiera el poder a fin de abolir la dura Constitución garciana.

Pero decepcionado de este, por ser un hombre sin principios, que jugó
tanto en el bando de los conservadores siendo uno de los principales
representantes liberales de Guayaquil, regresó a Panamá, y retornó en el 78
para combatirlo, fue apresado hasta 1879 y expulsado a Panamá.

Con tanto trajín, empobreció y se hizo periodista. Volvió nuevamente


como Jefe Supremo de Manabí y Esmeraldas en la campaña de la
Restauración.

Participaron en ella, en otros escenarios y desde otras premisas, tropas


conservadoras y progresistas, que luchaban contra la tiranía de Veintimilla.
Alfaro y los generales conservadores y progresistas entraron triunfantes en
Guayaquil en julio del 83.

Alfaro combatió al progresista y conservador presidente Plácido


Caamaño. Pero fue derrotado en el combate naval de Jaramijó por lo cual tuvo
que abandonar el país y se estableció en Perú,

Uno de los periodos masónicos mas activos en la vida de Don Eloy, se


dio durante los 4 años que vivió en Lima, es decir de 1886 a 1890, pues allí
contó con la ayuda de Ricardo Palma, masón, historiador y tradicionalista, quien
le permitió a Alfaro, estudiar en la Biblioteca Nacional de Lima documentos en
contra del Gral. Juan José Flores, a través de los cuales Alfaro buscaba el
desprestigio su hijo, Antonio Flores Jijón, que era Presidente del Ecuador en
esos años (1888 a 1892), y a quién criticó duramente por escrito la
renegociación que hizo de la deuda externa.

Pasó a Chile, Argentina, Venezuela y los Estados Unidos a buscar dinero


para la causa, la misma que recibió de Joaquín Crespo, Venezolano con quién
entablo amistad durante su exilio en Lima, y con el cual estuvo muy unido en su
ideal de reunificar nuevamente la Confederación de la Gran Colombia, sueño de
indudable inspiración masónica.
Al final se estableció en Nicaragua de donde fue llamado por el pueblo de
Guayaquil alzado en armas el 5 de junio de 1895.
Con estos antecedentes debemos entenderse la Revolución Alfarista de
1895, en la cual las fuerzas progresistas del Ecuador ejecutaron las tareas
pendientes de la reforma liberal. Esa revolución fue también la culminación de la
larga lucha de los masones ecuatorianos por consolidar el Estado Republicano.
Y no podía ser de otra manera, puesto que la mayoría de ellos eran masones y
compartían el ideario republicano de sus antecesores en la Orden.

Hasta 1897, Alfaro fue Jefe Supremo del Ecuador e hizo la revolución con
un gobierno conciliador y reformista entre la impaciencia de los radicales, la
subversión de los conservadores, la violencia del clero, y las ambiciones de los
propios alfaristas.

Una vez iniciada la revolución, fue la jerarquía eclesiástica quien levantó


la bandera contrarrevolucionaria.  El obispo Schumacher, de Manabí, organizó a
las fuerzas católicas para la guerra civil, mientras el Arzobispo de Quito incitaba
a las masas católicas de la Sierra a la "guerra santa".  Por su parte, los obispos
de Riobamba y Loja hacían su parte en sus jurisdicciones.  La entrada de Alfaro
en Quito en medio de los aplausos de la multitud, el 4 de septiembre de 1895, 
no marcó el fin de la guerra civil ecuatoriana sino el inicio de su segunda fase,
que habría de durar varios años más, a través de continuos alzamientos
armados de los conservadores y el clero, quienes incluso llegaron a retomar
Cuenca el 5 de julio de 1896 e invadir reiteradamente al Ecuador desde
Colombia, siendo finalmente vencidos por el ejército radical.

Elegido presidente por la Asamblea de 1897, gobernó con la nueva


Constitución liberal que abolía la pena de muerte, consagraba la libertad de
cultos y establecía la igualdad de los ciudadanos ante la Ley.

La toma del poder fue solo el comienzo de un amplio esfuerzo de


renovación y modernización de la sociedad ecuatoriana. En cuanto al programa
revolucionario, su mejor definición fue quizá el "Decálogo Liberal" publicado en
el periódico "El Pichincha" bajo el seudónimo "Somatén", que planteaba:
 
 1º.- Decreto de manos muertas.
 2º.- Supresión de conventos.
 3º.- Supresión de monasterios.
 4º.- Enseñanza laica y obligatoria.
 5º.- Libertad de los Indios.
 6º.- Abolición del Concordato.
 7º.- Secularización eclesiástica.
 8º.- Expulsión del clero extranjero.
 9º.- Ejército fuerte y bien remunerado.
10º.- Ferrocarriles al Pacífico."
 
En síntesis, se trataba de una revolución de carácter laico y anticlerical,
que se proponía separar radicalmente al Estado de la Iglesia, nacionalizar y
secularizar al clero, nacionalizar los bienes de manos muertas y extirpar del país
a las órdenes religiosas, por considerarlas instituciones socialmente parasitarias
y económicamente acaparadoras de bienes ajenos.
 
Paralelamente, por medio de la educación laica se buscaba democratizar
la acción del Estado, limitar la influencia ideológica de la Iglesia y los sectores
conservadores, y crear una nueva conciencia ciudadana, proclive al libre
pensamiento y a la tolerancia.
 
Pero el alfarismo no solo tuvo que enfrentar a sus enemigos del bando
clerical-conservador, sino también a muchos liberales de la vieja escuela, que no
eran más que lastre e impedían el ascenso político de la revolución. Esas
resistencias externas y contradicciones internas explican las limitaciones que
tuvo en la práctica la reforma liberal.
 
Sin embargo, sus medidas de laicización del Estado y la sociedad
ecuatorianos abarcaron una cantidad de aspectos y contribuyeron a
democratizar la vida social. Esas medidas fueron básicamente las siguientes:
 
1.- La separación del Estado y la Iglesia.
En la Convención Nacional de 1896-1897, el grupo radical buscó consagrar
en la nueva Constitución el principio de la más amplia libertad de cultos,
mientras que el bando liberal defendió el reconocimiento de la religión católica
como la oficial de la república.
 
Lo más que consiguieron los radicales fue que entre las garantías
constitucionales se hiciera constar ésta: "El Estado respeta las creencias
religiosas de los habitantes del Ecuador y hará respetar las manifestaciones de
aquellas. Las creencias religiosas no obstan para el ejercicio de los derechos
políticos y civiles".  

Luego, tras tensas y duras negociaciones con el Vaticano, el gobierno


alfarista promulgó la Ley de Patronato, por la que el Estado impuso su soberanía
sobre la Iglesia, aunque no rompió el vínculo entre ambas entidades.

Entre 1901 y 1905 gobernó Leonidas Plaza. Éste consolidó la revolución


en lo político, renunció a la transformación en lo económico y pactó con la
burguesía de la Costa y el latifundio de la Sierra.

Durante el gobierno de Plaza se aprobaron y pusieron en ejecución


algunas medidas anticlericales, que fijaron definitivamente la separación del
Estado y la Iglesia en el Ecuador.
 
Una de ellas fue la creación, en 1900, del "Registro Civil", que vino a
sustituir al registro que la Iglesia había mantenido tradicionalmente en sus
parroquias y en el que se anotaban el bautizo, matrimonio y defunción de los
fieles.
 
Otra fue la Ley de Matrimonio Civil, expedida en octubre de 1902, la cual
puso bajo control del Estado la unión matrimonial de las personas y su
separación legal, cuestiones hasta entonces controladas por la Iglesia y
colocadas bajo el Derecho Canónico.
 
Otra fue la Ley de Cultos, expedida en de octubre de 1904; por la que se
permitió el ejercicio de todo culto religioso que no fuese contrario a las
instituciones o a la moral, se prohibió que las autoridades eclesiásticas
ejercieran cargos de elección popular.
 
Como era de esperarse, todo ello provocó la airada reacción de la
jerarquía eclesiástica, que acusó al Estado de haber instituido el "concubinato
público", de haber legalizado las herejías y falsas doctrinas religiosas y de
pretender arrojar a la Iglesia bajo la tutela de la masonería.

En 1905 triunfó el candidato Lizardo García. Alfaro, tras una campaña


militar de 20 días, lo depuso en enero de 1906. Alfaro fue jefe supremo hasta
octubre de 1906, presidente interino hasta enero de 1907 y constitucional hasta
agosto de 1911.

El golpe militar de Eloy Alfaro contra el presidente Lizardo García influyó


para que los dos primeros años de la segunda presidencia fueran perturbados
por la oposición de los liberales placistas y de los conservadores

Lo más notable de este segundo período fue la consolidación del


laicismo, la llegada del ferrocarril a Quito y la unión nacional en torno al conflicto
bélico con el Perú.

Durante la segunda administración del general Alfaro, una nueva


Asamblea Constituyente dictó la avanzada Constitución de 1906 (la duodécima
desde la fundación de la República, llamada "atea" por los conservadores), en
ella se consagró el verdadero espíritu de la revolución liberal:  Separación
absoluta del Estado y la Iglesia y supresión de la religión oficial colocando las
demás religiones a la par de la Católica. libertad de enseñanza, educación
pública laica y gratuita, obligatoria en el nivel primario. Absoluta libertad de
conciencia y amplias garantías individuales. Prohibición de ser electos
legisladores los ministros de cualquier culto. La Convención que la promulgó
eligió presidente a Eloy Alfaro por 41 votos contra los 16 que obtuvo el
guayaquileño Carlos Alberto Aguirre. Tres asambleistas votaron en blanco.

El 9 de diciembre de 1906, el general conservador Antonio Vega Muñoz


levantó a Cuenca contra Alfaro. Vega esperaba refuerzos conservadores de
otras provincias de la Sierra. Fue derrotado por el general liberal Ulpiano Páez
en Ayancay, entre Azuay y Cañar. Vega murió de un balazo cuando entraba a
pie en Cuenca como prisionero de las tropas alfaristas. Los gobiernistas dieron
la versión de que Vega se había suicidado; pero lo más probable es que fue
asesinado.
Este hecho aumentó la impopularidad de Alfaro. Vega era un ciudadano
distinguido y respetado en Ecuador. La impopularidad creció cuando en el
mismo mes de diciembre el batallón "Vargas Torres" saqueó la ciudad de Loja
con la anuencia de las autoridades alfaristas locales, y cuando el desmán quedó
impune. Muchos liberales radicales se pasaron a la oposición. Había
descontento contra los abusos del Ejército, cuyo liderazgo iba escurriéndose de
las manos de Alfaro, quien, débil y achacoso, permitía que el Poder se repartiera
entre los favoritos y sus familias.

2.- La educación "pública, laica y gratuita".-


Como herencia del régimen garciano, todo el sistema educacional público
estaba controlado por la Iglesia.
 
Por ello, el Estado liberal se abocó a la creación de un sistema educativo
nacional y democrático.   La Ley de Instrucción Pública (1897), estableció la
enseñanza primaria gratuita, laica y obligatoria, que más tarde fue
perfeccionada.
 
Luego se crearon el Instituto Nacional Mejía, de Quito, las escuelas
normales de Quito y Guayaquil, para la formación de los nuevos maestros laicos.
A partir del segundo gobierno de Alfaro, se consagró la educación pública laica y
gratuita, obligatoria en el nivel primario.
Esto tocó el punto más sensible de la ideología religiosa, cual era el
control de las mentes y los espíritus humanos a través de la educación.
 
3.- La supresión del diezmo eclesiástico.-
Otra radical medida del alfarismo fue la supresión del "diezmo", tributo
religioso por el cual todos los productores y casi todas las producciones de la
República estaban obligados a aportar a la Iglesia el diez por ciento de su
producto anual o un valor equivalente.
 
Su producto se destinaba al sostenimiento del aparato eclesiástico y al
enriquecimiento de la Iglesia Católica, que por este y otros medios acumulaba
ingentes riquezas.  

Durante el gobierno del general Leonidas Plaza, se ratificó la prohibición


del cobro del diezmo y se prohibió el cobro de primicias, derechos mortuorios y
otras prebendas religiosas.
 
4.- La nacionalización de los "bienes de manos muertas".
El 6 de noviembre de 1908 se promulgó la Ley de Beneficencia, más
conocida como "De manos muertas". Su primer artículo decía: "Decláranse del
Estado todos los bienes raíces de las comunidades religiosas establecidas en la
República". Y el segundo: "Adjudícanse las rentas de los bienes determinados
en el artículo primero a la beneficencia pública". La mitad de las rentas
producidas por esos bienes fue para la sustentación de los religiosos y religiosas
despojados de ellos, y la otra mitad para hospitales y obras sociales. En 1910 se
promulgó una ley que autorizó la venta de los terrenos adyacentes a las iglesias
y conventos con el objeto de finan-ciar la defensa nacional
 
La llegada del ferrocarril transandino a Quito el 25 de junio de 1908 fue el
Domingo de Ramos. El arzobispo de Quito ordenó echar a repicar las
campanas. Hubo fiestas populares y oficiales. El regocijo fue intenso. "Día", dijo
Alfaro, "el más glorioso de mi vida porque es la realización de los más grandes
ideales del país y que han sido y son los míos propios". Quedaba una deuda
muy grande y la ilusión de que este ferrocarril transformaría a Ecuador. Sólo fue
así a medias. La oposición, se opuso al contrato Charnacé para construir un
ferrocarril entre Ambato y el Curaray a cambio de una gran ex-tensión de la
Amazonía. Y también se opuso con pasión a los ferrocarriles Quito-Ibarra,
Ibarra-Esmeraldas, Guayaquil-Manta-Bahía de Caráquez y Guayaquil-Machala.

Alfaro recobró su popularidad no solo con el ferrocarril Guayaquil- Quito


sino por su decidido liderazgo en la contienda limítrofe con el Perú en 1910.
Alfaro encargó la presidencia y se puso al frente de un Ejército de 25 mil
soldados y una reserva de 20 mil voluntarios. Todo el Ecuador lo respaldó a
través de Juntas Patrióticas Nacionales. No se llegó a combatir porque mediaron
Argentina, Brasil y Estados Unidos.
Entre septiembre y diciembre de 1911 gobernó el presidente del ala
liberal burguesa Emilio Estrada. Alfaro lo había apoyado, pero antes de que
Estrada asumiera el poder, le pidió la renuncia. Estrada no le hizo caso y más
bien Alfaro renunció para evitar sangre y se marchó a Panamá.
En diciembre, Estrada moría de una afección cardiaca. Entre el 25 de
diciembre y el 28 de enero de 1912 hubo una triste lucha de los generales
alfaristas de la Costa y de los gobiernistas de la Sierra por las elecciones. Las
tropas alfaristas derrotadas, entregaron el mando a Alfaro, anciano de 70 años
traído de Panamá. Alfaro entregó Guayaquil al gobierno a fin de evitar mayores
costos. Sin embargo, fue hecho prisionero y llevado con mala intención a Quito
junto con sus generales

Transcribo a continuación el relato que hace Alfredo Pareja Diezcanseco


sobre su muerte

“ Hacia el mediodía llegaron los presos, que fueron conducidos por la ciudad hasta el panóptico.
Don José Peralta cuenta lo ocurrido.
Llegado el Gral. Alfaro a la celdilla que le habían preparado, pidió algo en qué sentarse,, aunque
fuese un cajón; y no habiendo sido atendida su petición, tendiose sobre el desnudo y polvoriento
suelo, y arrimó la cabeza contra el muslo. Enseguida, dirigiéndose a un oficial le dijo ‘quiero que
me acompañe Medardo o Páez, para que no se me calumnie después de muerto’. El ilustre
anciano creía que los verdugos se contentarían con una sola víctima, y quería un testigo que
relatase lo acontecido en los últimos momentos; que certificase que había caído como los
antiguos héroes de Grecia y Roma, envuelto en su dignidad como un brillante sudario. Pero se
había decidido sumar escarnio al crimen, y el Viejo Luchador que privado incuso de sus
pertenencias íntimas; esto lo reconoce el dirigente conservador Dr. Wilfrido Loor Moreira: “Las
prendas de Eloy Alfaro se repartieron así: el chaleco blanco y el reloj de oro fueron tomados por
Miguel Flores; el bastón de oro con su monograma, por Cevallos; el sombrero, por Francisco
Naranjo, y uno de los broches de oro de la camisa por Tobías Negrete;” el reloj y el broche fueron
vendidos en 50 y en 8 sucres respectivamente, al Director del Penal.
Y comenzó la orgía de sangre. Gonzáles Suárez que no se atrevió a intervenir, constata: El pueblo
fue instigado eficazmente con anticipación. El domingo el panóptico fue invadido no solo por la
puerta, sino por los muros laterales y los muros traseros del edificio.
El panóptico pudo haberse defendido fácilmente. Es una fortaleza, mas todo estuvo preparado
para el asalto macabro, para la fiesta orgiaca, para las ordalías de los fanáticos.
Al grito de ¡Viva la religión! Y ¡Mueran los masones¡ se celebró el satánico sacrificio. Con el
ruido se levantó Don Eloy e increpó a los soldados. El cochero del gobierno (José Cevallos) los
golpeó y luego disparó un tiro en la frente. Cayó el anciano. El Gral. Ulpiano Páez con una
pistola que había logrado ocultar en su bota, quiso vengar a Don Eloy y mató a un soldado,
defendiéndose hasta que perdió la vida. Flavio Alfaro, también luchó como pudo, agarrándose de
la baranda de hierro, pero le punzaron los dedos con puñales y lo lanzaron de lo alto al pavimento
junto al periodista Luciano Coral “para que no hables más hereje” amarrado mientras hacía
movimientos desesperados con los ojos, le cortaron la lengua y todos, Don Eloy, Medardo,
Flavio, Páez, Serrano, Coral, desnudos, robados, enrojecidos de puñaladas, unos todavía con
aliento, otros ya con el vidrio de la muerte en la mirada, fueron arrastrados con sogas, al grito de
las carajadas diabólicas, del clamor bestial del hartazgo, hasta El Ejido, donde se alzó la prisa.
Bailaron allí los caníbales, se lanzaron unos a otros los miembros apedazados, aparaban en el aire
los órganos viriles de aquellos “herejes” se disputaron huesos y carnes, lamieron la sangre de los
puñales, alzaron las voces enloquecidas, en el goce de lúbricas y primitivos ritos de carnicería.
En cuanto a la Hoguera misma, sin repugnar excesivamente a los lectores, pondremos
expondremos aquí cómo la vio Gonzáles Suárez

De los seis cadáveres formaron tres grupos, separados de algunas distancias, dos cadáveres en
cada grupo. Don Eloy Alfaro y Luciano Coral, Don Medardo Alfaro y Don Flavio Alfaro, el Gral.
Serrano y el Gral. Páez. El cadáver de Don Eloy Alfaro estaba sobre el de Coral. Como el
combustible no fue abundante, ningún cadáver estaba enteramente quemado, sino más bien,
asados o tostados, aunque los habían mojado con kerosene.

Un colombiano, Manuel de Jesús Andrade, estuvo presente. Esto es lo que vio. Un chiquillo hacía
flamear en esta improvisada, la quejada con la blanca barba del Gral. Eloy Alfaro. Espantosos los
cadáveres, literalmente cocidos a puñaladas, descuartizados órganos por órgano, chorreados los
intestinos. Gonzáles Suárez Constante que “alguien, sin duda se había compadecido de la
desnudez completa del cadáver del pobre Gral. Eloy Alfaro le había echado encima un paletó
viejo para cubrirlo. A las siete de la noche, el paletó estaba ardiendo todavía. Y a esa misma hora,
mientras bandadas de perros lamían aún la sangre de las víctimas o roían sus tostados huesos.
Cuenta Peralta que “En Quito celebró el gobierno esa horrible matanza con música”. Las bandas
militares acudieron en la noche a la Plaza de la Independencia, e insultaron la continuación
pública con las más alegres tocatas.

El colombiano Andrade entremezclando llanto, clamor y rabia, dice:

¡Lástima que no llueva fuego del cielo!... ¡Lástima que Dios ya no se aire! ¿O es que dormía Dios
arrullado por la orgía en que fueron victimados los seis prisioneros? ¿Fuere grata la fiesta que
tuvo por remate la incineración de los cadáveres? Dios católico, apostólico y quiteño ¿Hay algo
igual en ferocidad consciente en la historia de la humanidad?
Desgarrado, aunando bochorno y esperanza... Pareja Diezcanseco, concluye:

“Así se cierra este capítulo de nuestra historia de la libertad”

En su libro “ Vida y Muerte de Eloy Alfaro”, Roberto Andrade nos cuenta:


“Era muy caritativo, muy cristiano, y su libro de consulta fue siempre el
Evangelio. Se ha de acordar en Guayaquil que el jueves Santo de 1878, Alfaro
envió una invitación para un almuerzo a sus amigos, en el principal hotel, pero
con una condición extraña: cada uno de los invitados, debía concurrir al
banquete, en compañía de un mendigo. Desde temprano los convidados
anduvieron en pos de mendigos, los asearon lo mejor posible, y con gran
complacencia del anfitrión, fueron tomando asiento en torno de la mesa, un
caballero al lado de un pordiosero. La escena fue conmovedora y tierna.... ".

Es de advertir por otro lado que el Gral. Eloy Alfaro en 1874, recibió el
grado 30, y fue investido del grado 33 por el Supremo Consejo Neogranadino del
grado 33 de Cartagena el 9 de junio de 1882

CONCLUSIONES
 
  Vivir y morir conforme a la enseñanza masónica; éste es el legado que
nos deja Alfaro, ejemplo de perseverancia incansable, humildad, profundo amor
al prójimo, pero al mismo tiempo implacable contra la injusticia social, la mentira
moral, el abuso del poder.
Libertad, Igualdad, fraternidad, operatividad en la masonería, ¡ Cuánto
debemos aprender hermanos del ejemplo del hermano Eloy ¡
Luchar, luchar y nunca desmayar, ganar y perder, caerse y levantarse,
alegrías y sufrimientos, vida y muerte, todo esto fue parte de su día a día, pero
nunca esperando lograr gloria ni reconocimiento, todo lo contrario, siempre fue
humilde pero altivo, digno orgullosamente ecuatoriano, a Alfaro le dolía la Patria,
tanto como para haber entregado su vida por el mejor fututo de ella.
Al hermano Eloy, no lo mató la chusma, ni el pueblo de Quito, lo mató el
fanatismo religioso, el ego, la ambición, la estupidez humana, que no supo
aquilatar ni comprender la profundidad de su obra revolucionaria.
Hermanos, no permitamos que la historia se repita.
SFU
Santiago Rosero
M:.M:. R:.L:.S:. Arauco #20

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