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Bienes y Servicios del Bosque

BIENES AMBIENTALES

¿Qué recibimos de los bosques?

Todos los bosques nos dan agua, aire limpio, energía, alimentos, vestido, medicinas,
protegen el suelo, además de darnos esparcimiento y paz espiritual. Estos son solo algunos
de los productos y beneficios que recibimos de estos ecosistemas, mejor conocidos como
bienes y servicios ambientales, los cuales el ser humano ha utilizado desde tiempos
milenarios.

Bienes maderables y no maderables

El bosque es un bien económico indispensable para el hombre ya que de él se extraen


materias primas como: madera, leña, frutos y semillas, fibras, forrajes, látex, resinas,
aceites esenciales, que son utilizadas por la población en general.

Además la presencia de los ecosistemas naturales permite desarrollar investigaciones que


generan beneficios económicos y sociales. Por ejemplo, el ecosistema es un banco genético
que provee bases de información para el cruzamiento y desarrollo de híbridos y variedades
en el sector agropecuario, lo cual permite alcanzar mayores niveles de productividad y
generar nuevos productos, con el fin de garantizar la seguridad alimentaria de una
población.
Si quieres conocer, todo lo que viene de los árboles
averígualo aquí.

 Arbol de Bienes
 Servicios Ambientales
Servicios Ambientales
Es indiscutible la importancia que tienen los bosques a nivel mundial; a diario y sin darnos
cuenta recibimos grandes servicios por parte de los bosques, a pesar de encontrarnos a
grandes distancias de ellos, por ejemplo en la purificación del aire y agua, reducción del
efecto invernadero (calentamiento global del planeta), entre otros. En la práctica, los
servicios ambientales representan un subsidio a la humanidad, que no está siendo
incorporado ni analizado apropiadamente.
Se consideran servicios ambientales:

 La regulación de los gases de efecto invernadero.


 La captación y retención de agua en los ecosistemas (para uso doméstico, industrial,
turístico, agrícola e hidroeléctrico).
 La belleza escénica de los ecosistemas (un insumo fundamental de la actividad
turística).
 La regulación del clima.
 Polinización y dispersión de semillas, hábitat para la fauna.
 Conservación de suelos.
 Preservación de valores culturales.

Los bosques son el hábitat para un considerable número de especies y, como todos los
ecosistemas terrestres y acuáticos, generan a través de sus funciones múltiples servicios
esenciales para el mantenimiento de los sistemas que soportan la vida en la Tierra. Tales
servicios, llamados ecosistémicos o ambientales, son procesos que conservan la fertilidad
de los suelos, controlan la erosión, mitigan sequías e inundaciones, purifican el agua y el
aire, contribuyen a la estabilidad del clima y proveen de bienes extractivos como agua,
alimentos, madera, leña y productos medicinales, por mencionar sólo algunos. En
definitiva, los ecosistemas realizan funciones y suministran servicios que son
indispensables para el bienestar social y la supervivencia humana.

La capacidad de los ecosistemas para proveer servicios puede alterarse temporalmente


como consecuencia de disturbios naturales. Sin embargo, por más catastróficos que nos
puedan parecer, éstos forman parte de un escenario en el cual las especies evolucionan, de
tal modo que, después de un cierto periodo, los ecosistemas y su capacidad para abastecer
servicios se pueden restablecer. Dicha capacidad también puede alterarse como
consecuencia del disturbio derivado de las actividades humanas, disturbios antropogénicos,
mas el problema es que no tenemos mucha idea de si los ecosistemas y su capacidad para
proveer servicios se pueden restablecer tras los disturbios y, si lo hacen, cuánto tiempo les
toma recuperarse.

Algunos de los disturbios antropogénicos pueden ser muy sutiles pero continuos, como la
acumulación de nitrógeno en la atmósfera derivada de la actividad industrial; otros pueden
ser aparentemente muy drásticos, como el aprovechamiento de madera en un rodal de
pinos, o muy severos como la deforestación. A este respecto, la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés)
indica que durante el periodo de 2000 a 2005 se perdieron por año 14.5 millones de
hectáreas de bosques a nivel mundial, principalmente de bosques tropicales que representan
casi la mitad de la cubierta forestal del mundo. Esta destrucción es atribuida a las
actividades humanas, principalmente al desmonte con fines agrícolas y ganaderos, al corte
indiscriminado de madera y a la extracción no regulada de productos forestales no
maderables, como fibras, resinas y látex. Los desarrollos turísticos, que han tenido un
rápido crecimiento en los últimos cuarenta años, también han aumentado el impacto
negativo del desmonte y la presión sobre los ecosistemas, ya que generalmente la demanda
de agua y otros recursos naturales aumenta considerablemente con esa actividad. En la
transición hacia una mayor economía de servicios, surge la pregunta: ¿cómo alcanzar un
desarrollo en armonía con los intereses de los distintos actores sociales involucrados y el
ambiente?
Más allá de la madera...
Ante la creciente demanda de recursos naturales destinados a satisfacer las necesidades
humanas y al mismo tiempo de conservar los procesos asociados a los bosques, diversos
autores han planteado la urgencia de implementar un enfoque de aprovechamiento forestal
que asegure que tales procesos continúen existiendo en niveles aceptables para el beneficio
de las generaciones actuales y futuras, una opción que, en teoría, puede permitir un
equilibrio entre la satisfacción de las necesidades humanas y la conservación de los
ecosistemas. Sin embargo, en la práctica resulta complejo porque enfrenta el reto de
conservar la biodiversidad, los procesos y funciones de los ecosistemas, a la vez que se
hace uso de ellos. Debido a que los recursos naturales no son infinitos y “están ahí para ser
aprovechados por el hombre”, resulta obvio que es necesario un cambio de paradigma para
modificar nuestros patrones de apropiación, uso y consumo de los recursos naturales para
alcanzar ese equilibrio.

Mientras que la mayoría de los bosques se aprovechan con múltiples propósitos, la fao
reportó en 2005 que únicamente 11% de los bosques del mundo ha sido designado para la
conservación de la diversidad biológica y que un tercio se aprovecha para extraer madera y
productos no leñosos. En países como el nuestro, diverso en ecosistemas y especies, pero
con graves limitantes económicas e institucionales, es claro que no toda la biodiversidad
quedará asegurada por un sistema de áreas naturales protegidas. Además, prácticamente
todas estas áreas son aprovechadas por comunidades rurales que allí viven legalmente y
cuya subsistencia depende de la extracción de recursos maderables y no maderables. Ante
la amenaza de cambios permanentes en el uso del suelo (como la conversión a uso urbano o
agrícola de alta intensidad), el aprovechamiento forestal se presenta como una alternativa
para la cual es urgente encontrar mecanismos que permitan mantener la biodiversidad
existente y, en esa medida, la capacidad de los ecosistemas de proveer servicios.
La necesidad de un nuevo enfoque
Entre las primeras investigaciones realizadas para demostrar que la biodiversidad
contribuye a mantener las funciones de los ecosistemas se destacan las que reportan que
procesos clave, como la productividad primaria, dependen de la riqueza de especies y que
el número de grupos funcionales presentes, esto es, grupos de especies que realizan
funciones semejantes (por ejemplo, las que fijan nitrógeno o las de hábito caducifolio),
predicen mejor la productividad del ecosistema que la sola riqueza de especies. En un
esquema de uso de los ecosistemas donde se busca la mayor rentabilidad económica
posible, se puede llegar a pensar que es más importante conservar aquellas especies que
cumplen con las propiedades o funciones de interés para el usuario en vez de conservar la
riqueza de especies en su totalidad. Sin embargo, este argumento se debilita si se considera
que un ecosistema, como unidad integral de la naturaleza, realiza mejor sus funciones
cuando el conjunto de especies que lo compone está completo.

Como parte del consenso de que el manejo forestal actual debe cambiar para conservar la
biodiversidad y proteger el funcionamiento de los bosques, se han propuesto nuevas
alternativas (por ejemplo, la nueva silvicultura, silvicultura ecológica, manejo ecosistémico,
retención estructural, nuevas perspectivas, silvicultura análoga, etcétera) para referirse a
nuevos enfoques de aprovechamiento que incluyen la conservación de al menos una
fracción de la biodiversidad. En este sentido, los enfoques de manejo forestal más
discutidos son tres: 1) el corte convencional (Conventional Logging), 2) el
aprovechamiento maderable sostenible (Sustainable Timber Management), y 3) el
aprovechamiento forestal sustentable (Sustainable Forest Management).

El primero se caracteriza por ser un enfoque con visión de corto plazo y no incluye
acciones que promuevan el manejo por medio de la regeneración natural, pero debido a que
con frecuencia carece de la regulación técnica gubernamental suficiente, existe el riesgo de
que el manejo implementado por este enfoque lleve al bosque a una degradación paulatina,
propiciando así su conversión hacia otros usos. El segundo es un sistema de manejo que
tiene como meta el rendimiento o la producción sostenida de un producto —por ejemplo de
la madera—, sin que disminuya en el largo plazo, pero aun cuando puede causar un menor
daño a la vegetación remanente, es posible que no logre mantener la biodiversidad en su
totalidad, ni los procesos del ecosistema. Por su parte, el tercero es un sistema de manejo
que tiene como meta la producción sostenida de diversos recursos del bosque; es decir, de
una gama de productos y servicios mediante un uso múltiple del bosque en el largo plazo.
Este enfoque persigue alcanzar un manejo ambientalmente apropiado, socialmente benéfico
y económicamente viable para las generaciones presentes y futuras.

En adición a los enfoques de manejo que buscan minimizar los impactos causados por la
extracción, hay nuevos mecanismos para reducir los daños que incluyen iniciativas con
incentivos económicos que promueven el pago por servicios ambientales, tales como el
almacenamiento de carbono (retenido en la biomasa), la captación de agua y la recarga de
acuíferos. En tales casos, la idea es conservar intactas grandes áreas de bosques y con ello
mantener procesos naturales en gran escala.

¿Cuánto extraer sin dañar permanentemente?


Existen varias definiciones de aprovechamiento forestal sustentable, pero quizás la
definición más sencilla es la que considera el principio básico de alcanzar un balance entre
las demandas en aumento de recursos forestales y sus beneficios en la sociedad, y la
preservación de la salud de los bosques y su biodiversidad, en otras palabras, imitar a la
naturaleza tanto como sea posible. Si bien hay claras coincidencias en que dicho principio
debe prevalecer como guía en el aprovechamiento forestal, las soluciones para lograr tal
meta en contextos concretos aún se antojan distantes, dado que existe un vasto campo de
investigación sobre el tema que requiere ser atendido en forma urgente.

En los bosques que se encuentran bajo algún sistema de corte selectivo de madera, el
principal reto para alcanzar un aprovechamiento sustentable en el largo plazo es asegurar la
regeneración eficiente de las especies aprovechadas y reducir al máximo los cambios
biofísicos (por ejemplo, calidad de luz, cantidad de agua y nutrimentos) de los sitios
aprovechados. Para lograrlo es fundamental analizar hasta qué punto el corte selectivo
reduce la abundancia de las especies cosechadas, altera la estructura de edades de las
plantas aprovechadas y genera de manera simultánea cambios en el ambiente lumínico y las
condiciones del suelo. Lo anterior es central en el manejo del bosque, ya que dichos
cambios modifican la dinámica de la regeneración natural, tanto de las especies cosechadas
como de las no cosechadas, pudiendo incluso llevar a la pérdida local de algunas de ellas.

El impacto de la cosecha de madera en la dinámica de la regeneración natural también


depende de la intensidad con la cual se realice la extracción, es decir, dependerá del número
de individuos cortados y su tamaño, de las herramientas usadas para el corte, el equipo
utilizado para el transporte de la madera (maquinaria o tracción animal), la apertura de
nuevos caminos, etcétera, todo lo cual afecta a la vegetación más allá del corte. Por lo tanto,
es de esperar que las prácticas de aprovechamiento forestal implementadas en cada sitio
serán un factor clave para acelerar, retardar o impedir la recuperación del bosque. Debido a
que los ecosistemas son altamente dinámicos y están influidos por factores externos que
cambian continuamente con el tiempo, diferentes regiones requerirán distintas estrategias
de aprovechamiento. Esto implica que los criterios que definen el manejo sostenible deben
adaptarse constantemente a las nuevas circunstancias y reflejar no sólo las condiciones
ecológicas, sino también las dimensiones políticas, económicas y sociales de cada lugar.
La reparación natural de los daños
Después de un disturbio natural o antrópico, la regeneración de los bosques ocurre
típicamente mediante dos mecanismos: 1) por la vía de la germinación de semillas y el
establecimiento de plántulas, llamada también regeneración sexual; y 2) por la del
crecimiento vegetativo o regeneración asexual, que consiste en la formación de nuevos
tallos o rebrotes a partir de la activación de meristemos o yemas de crecimiento, localizados
en troncos remanentes y raíces de las plantas dañadas o cortadas. El rebrote es un atributo
común entre muchas especies que permite que las plantas recuperen su biomasa y persistan
en un sitio después de un disturbio. El éxito de cada mecanismo de regeneración dependerá
de las especies presentes y su capacidad para responder a diferentes daños, del tipo de daño,
su intensidad y frecuencia, así como de las condiciones ambientales particulares de cada
sitio.

Por las ventajas y sus implicaciones para los programas de manejo forestal, la capacidad de
rebrote en las plantas ha sido un tema muy estudiado con distintos propósitos. En primer
lugar, se ha evaluado como un mecanismo de regeneración natural en la rehabilitación y
recuperación de sitios que han sido desmontados y quemados, y en varios países se ha
estudiado con la finalidad de obtener recursos adicionales como forraje y madera. También
se ha analizado en zonas afectadas por fuertes vientos que causan severos daños en los
árboles, así como en sitios sometidos a pastoreo o que han estado sujetos al barbecho o
cultivo y son posteriormente abandonados. Todos estos estudios coinciden en señalar que el
rebrote constituye un mecanismo eficiente de regeneración natural que mitiga los efectos de
un disturbio y que, en teoría, en sitios aprovechados o con extracción de madera permite
realizar cosechas periódicas de un mismo individuo sin ocasionarle la muerte.

Debido a que las especies con una regeneración preferentemente vegetativa experimentan
una menor mortalidad de individuos que las especies que se regeneran principalmente por
la vía de las semillas, la presencia y dominancia de especies con regeneración asexual
puede influir en los patrones de riqueza de especies en un sitio dado. Por ello, el rebrote
representa una estrategia de persistencia de las especies leñosas y es un camino de
regeneración que influye en la composición y dinámica de la vegetación.

Sin embargo, debido a que la inducción del rebrote como respuesta a la pérdida parcial o
total de biomasa aérea puede conducir a cambios fisiológicos en las plantas, estos cambios
tendrán repercusiones sobre los dos mecanismos de regeneración ya mencionados. Por
ejemplo, en ambientes donde el fuego es un disturbio frecuente, las especies asignan más
recursos al almacenamiento de carbohidratos que se destinan al crecimiento (rebrote) de
estructuras de soporte (tallos) y menos a la formación de estructuras reproductivas. Como
consecuencia, dichas especies tienden a tener una baja producción de semillas y un menor
reclutamiento de plántulas con respecto a especies que se regeneran por la vía sexual, lo
que sugiere una disyuntiva (tradeoff) entre persistencia y reproducción en la historia de
vida de las plantas.

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