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El día 30 de setiembre del año 2019, el papa Francisco, mediante una Carta Apostólica en
forma de “Motu proprio”, llamada Aperuit illis (Les abrió el entendimiento), ha querido
que cada Domingo III del Tiempo Ordinario, se celebre en adelante el DOMINGO DE
LA PALABRA DE DIOS, con el fin de que esté dedicado a la celebración, reflexión y
divulgación de la Palabra de Dios (Aperuit illis 5).
Para responder a esta iniciativa del papa Francisco para toda la Iglesia, la Comisión
Nacional de Catequesis, desde su Sección de Animación Bíblica de la Pastoral, pone
en mano de ustedes, una vez más, un subsidio para celebrar este domingo, dentro de
la celebración de la Eucaristía y fuera de ella (en una celebración de la liturgia de la
Palabra), siguiendo las pautas y sugerencias que este instrumento ofrece, para que sea de
provecho en todas las parroquias, comunidades cristianas y demás, en donde la Palabra
escrita de Dios destaque con toda su importancia, contenido y belleza.
No está demás, recordarles la necesidad de guardar los protocolos que, tanto las autoridades
del gobierno, como también de nuestros pastores, han pedido a todos los fieles observar,
en la celebración dominical de la Eucaristía, en razón del Covid-19, cuando se trata de
una celebración litúrgica en cualquiera de nuestros templos.
AMBIENTACIÓN PREVIA: Preparar el lugar de la reunión o celebración (en el templo), con alguna
frase bíblica en alusión a este domingo, o se puede resaltar y colocar en un cartel la frase del Evangelio:
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír
Comienza la celebración con la monición de entrada leída por el lector asignado en el atril.
Monición de entrada
Este III Domingo del Tiempo Ordinario, recién finalizadas las fiestas navideñas, en las
que hemos podido contemplar el misterio de Dios que se ha hecho carne, celebramos
el Domingo de la Palabra de Dios, por iniciativa del papa Francisco, nos recuerda la
importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida cristiana, dedicado a la
celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios.
Precisamente hoy, tanto el texto de la primera lectura como el Evangelio, nos presentan
a Esdras y a Jesús respectivamente, proclamando la Palabra de Dios desde la Sagrada
Escritura, en concreto el Antiguo Testamento, con el fin de edificar a la comunidad y de
evangelizar, cumpliendo así las esperanzas de Israel.
Hoy el Señor nos invita a descubrir que somos su familia, que domingo a domingo parte
el pan y comparte la Palabra. En la Eucaristía recibimos el Pan de Vida que se nos ofrece
“tanto en la Palabra de Dios como en el Cuerpo de Cristo”. Que entre todos podamos
encontrar caminos nuevos para caminar juntos y llevemos hasta los confines de la tierra
la Buena Noticia del Reino, que Jesús anunció en la sinagoga de Nazaret.
En el atrio, el sacerdote saluda al pueblo como de costumbre y se procede a la lectura del salmo 119 (118),
105-112 intercalando la siguiente respuesta: R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
Saludo y Salmo 119
Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu ley;
los malvados me tendieron un lazo,
4 pero no me desvié de tus mandatos.
R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón; 5
inclino mi corazón a cumplir tus decretos,
siempre y cabalmente.
R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
ACTO PENITENCIAL
Luego, desde la sede, el sacerdote celebrante continúa con el acto penitencial, que puede ser el siguiente:
Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestros pasos de manera que podamos agradarte
en todo y así merezcamos, en nombre de tu Hijo amado, abundar en toda clase de obras
buenas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
O también la siguiente oración, si la celebración no es eucarística
Tu Palabra, Señor, es eterna y siempre se cumple. Se ha cumplido con Abraham y en él
has cumplido tu Alianza eternamente, por tu Palabra dada por mil generaciones. Y en
Isaac, Jacob... nos has conducido hasta nuestros días, siempre fiel a tu Palabra. Gracias
Dios mío, porque hoy también se cumple tu Palabra.
Convierte mi corazón en tierra y árbol fecundo, cosecha de buenos frutos, que canten tu
alabanza y den gloria a tu Palabra y Amor. Dame la serenidad y la paciencia, para que
mis humildes esfuerzos sean cultivados en tu Gracia, y den en el atardecer de mi vida, los
frutos que Tú esperas de mí. Y que ellos sean un canto a tu Gloria, Señor del universo,
Creador de todo lo visible e invisible. Amén
Luego se realiza la procesión con la Biblia y entronización (si no se ha hecho al comienzo, este es el momento
para hacerlo, siguiendo las pautas que hemos puesto al comienzo de la celebración o reunión grupal).
Conviene dar la mayor solemnidad posible a la proclamación de la Palabra de Dios en este domingo, con el
fin de remarcar su centralidad en la comunidad e importancia en la liturgia. Puede hacerse mediante el canto
del Salmo responsorial, incensando el Evangeliario…
Era el día primero del mes séptimo, y Esdras leyó desde el amanecer
hasta el mediodía, en la plaza que está frente a la puerta del agua,
en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón.
Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley. Esdras estaba de pie
sobre un estrado de madera, levantado para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la
vista del pueblo, pues estaba en un sitio más alto que todos, y cuando lo abrió, el
pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y todo
el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén», e inclinándose, se postraron
rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban
el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.
Salmo
Sal 18, 8. 9. 10. 15
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta
y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo. R.
Cierto que los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede
decirle a la mano: «no te necesito»; ni la cabeza, a los pies: «Ustedes no me
hacen falta». Por el contrario, los miembros que parecen más débiles son los más
necesarios. Y a los más íntimos los tratamos con mayor decoro, porque los demás
no lo necesitan. Así formó Dios el cuerpo, dando más honor a los miembros que
carecían de él, para que no haya división en el cuerpo y para que cada miembro se
preocupe de los demás. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; y cuando
recibe honores, todos se alegran con él.
Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de Él. En
la Iglesia, Dios ha puesto el primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar a los
profetas; en tercer lugar a los maestros; luego a los que hacen milagros, a los que
tienen el don de curar a los enfermos, a los que ayudan, a los que administran, a los
que tienen el don de lenguas y el de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son
todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don
de curar? ¿Tienen todos el don de lenguas y todos las interpretan?
Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y
como nos las transmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la
predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente
de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo
que se te ha enseñado.
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(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por 9 el
Espíritu, volvi´a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos los alababan y su fama
se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la
sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura.
Se le dió el volumen del profeta Isaías, lo desenrrollo y encontró el pasaje en que estaba
escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la
Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para
dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.»
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes
a la sinagoga estaban fijos en Él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: Hoy mismo se ha
cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.
El 30 de septiembre del año 2019, en la memoria de San Jerónimo, el papa Francisco hacía
pública una carta apostólica, en la que instituía el III Domingo del Tiempo Ordinario como
DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS. Es un día dedicado a la celebración, reflexión y
divulgación de la Palabra de Dios; una excelente ocasión para profundizar en la centralidad
de Ella y en la vida y misión de la Iglesia.
El año antepasado, otra vez de la mano de san Jerónimo, al cumplirse los 1600 años de su
muerte en Belén, el papa Francisco subrayaba en una nueva carta apostólica, la herencia
que nos ha dejado este gran amante de la Biblia:
Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios
escrita.
El salmo responsorial, en su segunda parte, es una alabanza a la ley del Señor, ofrece una
pausa meditativa en la que proclamamos que la Palabra de Dios es espíritu y vida. Pedimos
al Señor que nos ayude a saborear su palabra, descanso del alma, pues sus preceptos son
verdaderos y alegran el corazón, son justos y más valiosos que el oro y que los metales más
finos.
Por su parte, san Pablo en la segunda lectura de hoy, invita a los cristianos de Corinto a vivir
como un cuerpo, donde todos los miembros están íntimamente unidos. Es la concreción
del plan de Dios, revelado plenamente en Cristo Jesús. Los discípulos del Señor están
llamados a hacer efectiva la propuesta del Reino anunciado por Jesús. La comunidad de
fe no es una simple organización filantrópica y de bienestar, es un cuerpo conformado por
muchos miembros, ligado interiormente por la Palabra de Señor que es “espíritu y vida”. El
Evangelio de Jesús se concretiza en la comunión fraterna; ese debe ser el signo que ha de
identificar a los discípulos de Jesús de todos los tiempos.
Y concluye diciendo:
Hoy, en presencia de ustedes, se cumple esta Escritura que acaban de oír
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Jesús se presenta como aquel que viene a realizar el plan de Dios: libertad, liberación, vista
a los ciegos, gracias y plenitud del amor de Dios, que ha de transformar y salvar a los seres
humanos. Esto causa inquietud y admiración en aquellos sencillos paisanos de la aldea de
Nazaret.
Este domingo, pues, es una oportunidad que nos da la Iglesia, de valorar la Biblia en la
vida personal y comunitaria, como Palabra de Dios escrita, inspirada por el Espíritu Santo
y entregada a la Iglesia para su lectura, meditación, proclamación y puesta en práctica,
en especial, desde la escucha en la asamblea litúrgica. Somos llamados a atender a sus
enseñanzas, para que la Biblia no quede como un libro en nuestras manos, sino que se
convierta, más bien, en una continua llamada a la oración, la lectura, la meditación y el
estudio. Este domingo especial, quiere llamar a todos los cristianos a no dejar la Biblia
como uno de los muchos libros en el estante de casa, quizás lleno de polvo o “tirado por
allí”, sino como un instrumento que despierte nuestra fe.
Y que nunca dejemos de escuchar a Jesús y meditar sus textos, como un día lo hicieron
los habitantes de Jerusalén, escuchando a Esdras y los galileos de Nazaret, cuando ambos
proclamaron los textos sagrados en sus sinagogas.
Si lo tienen a bien hacerlo, después de la homilía o comentario de los textos bíblicos de hoy domingo, se puede hacer un rito
de entrega de la Biblia o del Nuevo Testamento, a los catequistas, evangelizadores, lectores, etc de la comunidad (o a algunos
participantes de la celebración), con el fin de estimularlos en su servicio a la Iglesia o como llamada a la comunidad, a apreciar el
valor de la Biblia, en las celebraciones familiares, grupales y comunitarias, en que se requiere su presencia (ver la carta del papa
Francisco Aperuit illis, 3), con la siguiente indicación, al entregarla a cada uno:
Celebrante: Recibe con amor esta Biblia. Es la Palabra de Dios escrita, hoy Domingo
de la Palabra de Dios. Que ella sea tu luz y tu guía, alimento de tu vida espiritual y
fuente límpida de caridad. Que sus enseñanzas sean tu fuerza, tu alegría y tu acción
en la familia en la comunidad y en donde la Iglesia te destine a enseñarla, meditarla,
celebrarla y especialmente, vivirla. Que seas hoy y en adelante, hombre o mujer de la
Palabra.
Si no se hace entrega de la Biblia o del Nuevo Testamento, se puede hacer algún rito de veneración de la Biblia,
explicando a la asamblea su significado. Aprovechando que la Biblia ya está entronizada en el lugar adecuado, se puede
invitar a quienes deseen hacerlo, a venerarla con algún gesto (beso, genuflexión, inclinación de cabeza…), como se hace
con la Santa Cruz el Viernes Santo o con la imagen del Niño Dios, en Nochebuena, acompañando el gesto con cantos
apropiados.
+ Por todos los que en la Iglesia tienen el encargo de anunciar la Palabra de Dios, para
que sepan actualizarla con creatividad, la hagan resonar con fuerza y la compartan con
alegría, iluminando la vida de los oyentes, roguemos al Señor.
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+ Por nuestra comunidad cristiana, llamada a vivir de la escucha de la Palabra, para que
sepamos crear ambientes adecuados en los que se produzca el diálogo con Dios, a través13
de su Palabra, roguemos al Señor.
+ Por todos los que andan desorientados en el camino de la vida y no conocen la Buena
Noticia de Jesús, el Señor; para que lleguen a descubrir la luz que solo la Palabra de Dios
puede dar, roguemos al Señor.
+ Por nuestra Diócesis y nuestra comunidad, para que animemos e iluminemos todos los
proyectos pastorales con la luz del Evangelio y, fiados en la fuerza de la Palabra, hagamos
presente el Evangelio en todos los ámbitos de nuestras vidas, roguemos al Señor.
+ Por todos los que cada domingo y, en especial en este Domingo de la Palabra,
podemos participar de la mesa donde se nos parte el Pan y se nos da la Palabra de Vida,
para que, saciada nuestra sed de plenitud, seamos testigos de la alegría del Evangelio,
roguemos al Señor.
BIBLIA
Cada día, en cada Eucaristía, Tú, Señor, nos preparas una mesa, en la que nunca nos falta
tu Palabra. A través de ella nos alientas, nos corriges, nos nutres y nos invitas a soñar y a
compartir. Ayúdanos a comprender que, sin tu Palabra, estamos condenados a perder las
fuerzas que necesitamos y el rumbo correcto en el camino hacia la Vida.
Cantos sugeridos:
+ ‘Cristo nos da la libertad’ (Comunión) + ‘Alma misionera’ (Despedida).
Si se celebra la Eucaristía, se continúa con la liturgia eucarística, hasta el final de la Misa. Si no, se termina con la siguiente oración/
canto, acompañada del Padrenuestro, Avemaría y Gloria:
Hoy la palabra nos congrega con su mensaje fraternal. Hoy su manjar nos alimenta
hacia la Pascua celestial. Dios peregrina con nosotros, Él nos ofrece su amistad y
en los caminos de la vida siempre nos guía su verdad. Junto a su mesa, los amigos,
nuestra familia, nuestro hogar, junto a su mesa nos ha unido en un abrazo fraternal.
Gloria al Señor que nos reúne en esta fiesta de hermandad. Gloria al Señor que nos
espera en el convite celestial....
Se termina la reunión, compartiendo el gesto de la paz, si se hace en grupo. Podría repartirse algún recuerdo, estampa, entre otros,
de este domingo especial. Y finalmente, si es posible, alguna comida para todos acompañada de música, algarabía, algún concurso
bíblico u otra actividad, con la participación especial de los niños y de los jóvenes, teniendo en cuenta las orientaciones sanitarias y
pastorales, sobre el Covid-19.
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INTRODUCCIÓN
El 30 de septiembre del año 2020, se cumplían 1600 años de la muerte de san Jerónimo. Con
motivo de esta efeméride el papa Francisco escribió la Carta Apostólica Scripturae Sacrae
Affectus (que significa “Una estima por la Sagrada Escritura”), que precisamente comienza
con unas palabras tomadas de la liturgia de ese día:
Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita
es la herencia, que san Jerónimo ha dejado a la Iglesia a través de su vida y de sus obras
Con la celebración del Domingo de la Palabra de Dios, el papa Francisco desea que en cada
creyente y en toda la Iglesia, se haga realidad ese mismo afecto por la Palabra Divina que
tuvo san Jerónimo, el cual poniéndose a la escucha, se encontró a sí mismo en la Sagrada
Escritura, como también el rostro de Dios y de los hermanos. El proyecto de construir un
mundo fraterno, que es el proyecto de Dios para este mundo, necesita asiduos oyentes de la
Palabra.
Lee muy a menudo las Divinas Escrituras, o mejor, nunca el texto sagrado se te caiga
de las manos
Esta exhortación que san Jerónimo hacía a sus contemporáneos, citada por el papa Francisco
en su Carta apostólica, nos mueve a volvernos a la Palabra, a leerla con mucha atención, a
meditarla en nuestro corazón y en medio de nuestra comunidad. Por medio de la Palabra, Dios
sigue saliendo a nuestro encuentro para hablar como se hace con un amigo. En la Palabra
contemplamos a Dios y reconocemos su proyecto de salvación para todos los hombres y
mujeres de la Tierra.
Que la lectio divina del texto de Nehemías 8, como primera lectura de este domingo especial,
nos anime a la lectura orante de la Biblia y a la familiaridad con la Palabra de Dios, conscientes
de lo que decía san Jerónimo:
GUÍA DE LECTURA
Todos escuchaban con atención la lectura del libro de la ley
(Neh 8,3b)
Primera lectura
Ambientación
Hemos comenzado, desde hace dos domingos, el Tiempo Ordinario, habiendo pasado el
tiempo de Navidad y Epifanía, en los cuales hemos celebrado el acontecimiento de la encarnación y
el nacimiento de nuestro Salvador. El pasaje que escucharemos hoy en la primera lectura y dentro
de la litúrgica dominical, es de Neh 8,2-6. 8-10 donde Esdras, sacerdote judío, abre las Escrituras
y proclama la Palabra de Dios ante la comunidad de Jerusalén, compuesta de niños, jóvenes y
adultos, hombres y mujeres.
Y ha sido providencial que, en este Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, llamado desde hace
dos años Domingo de la Palabra, los textos bíblicos traten precisamente de la Sagrada Escritura,
especialmente proclamada por Jesús en la sinagoga de su pueblo (Lc 4,16) y Esdras, haciendo otro
tanto, leyendo el libro de la Ley en la asamblea que le escucha, muy atenta…
Que, en este Domingo de la Palabra, los textos bíblicos proclamados y celebrados en nuestras
comunidades cristianas, especialmente en la celebración de la Eucaristía, nos hagan amar la
Palabra de Dios y llevarla a la práctica.
Oración inicial
Espíritu Santo, ilumina nuestro entendimiento, para que, al escuchar, leer o
estudiar la Sagrada Escritura, sintamos la presencia de Dios Padre, que se manifiesta
a través de tu Palabra. Abre nuestro corazón para darnos cuenta del querer de Dios
y la manera de hacerlo realidad en nuestras acciones de cada día. Instrúyenos en tus
sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, seamos signos de tu presencia en
el mundo. Amén.
¿Qué nos enseña esto, con respecto a la Palabra de Dios proclamada en la celebración de
la Eucaristía? ¿Cómo vivirlo y celebrarlo toda vez que participamos de la doble mesa del
Señor, el pan de la palabra y el pan eucarístico?
- Las sagradas Escrituras contienen la Palabra de Dios y, por ser inspiradas, son, en verdad,
Palabra de Dios (cf. DV 24) ¿Cómo lograr que esto se haga realidad, por ejemplo, en el
ministerio de la palabra, en la homilía, la predicación, la catequesis y en toda la instrucción
cristiana?
- ¿Qué vamos a realizar, como grupo, para que realmente la Palabra de Dios sea tan venerada
como el Santísimo Sacramento, desde lo aprendido en este encuentro?
- Jesús y Esdras proclamaron la Escritura al pueblo que la escuchaba, explicando su sentido
(Lc 4,14-21; Neh 8,2-6.8-10.) ¿A qué nos invitan hoy estos pasajes, en este Domingo de la
Palabra y cómo debemos leer e interpretar nosotros la Palabra de Dios escrita?
- ¿Vale la pena celebrar el Domingo de la Palabra? ¿Qué hemos de hacer para darle
importancia y valor, de hoy en adelante?
Oramos
En la oración, los cristianos reconocemos actualizada la invitación del Señor a escuchar su palabra.
En ella aprendemos lo que significa ser oyentes de la Escritura y llevarla a la práctica, en cada
momento de nuestra vida.
- Traemos a un momento de oración todo lo que hemos descubierto juntos en la escucha de
la Palabra de Dios.
- Escuchamos de nuevo Neh 8,2-6.8-10.
- Cada uno de los participantes, si lo desea, expresa en una oración espontánea, lo que ha
vivido y aprendido en este encuentro con la Palabra. Y finalmente oramos desde el salmo
119 (118), 97 -104
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Compromiso y canto final
Dejamos un momento de silencio, para que cada uno haga suya esta
Palabra y terminamos compartiendo con los demás miembros del grupo,
nuestra oración y formulando un compromiso, desde la siguiente pregunta:
- ¿A qué me invitan Esdras y Nehemías, el sacerdote y su compañero ayudante,
proclamador de la Palabra, en este Domingo de la Palabra?
- ¿Qué hemos de hacer para que la Biblia cobre importancia o la amemos más y
saboreemos sus textos?
Podemos acabar la reunión cantando juntos: “Tu Palabra me da vida”. Terminamos rezando
juntos el Padrenuestro y un Avemaría y si lo desean, un pequeño convivio en familia o en grupo,
compartiendo alguna comida, preparada de antemano.
La celebración litúrgica comienza cuando el sacerdote Esdras está de pie sobre una tarima de
madera (Neh 8,4a), abre el Libro ante el pueblo, que se pone de pie (Neh 8,5). La sinagoga en
los tiempos de Jesús, era la casa de oración, donde se reunían los judíos a escuchar la Palabra
de Dios. Esdras bendice al Señor (Neh 8,6a) y todo el pueblo levanta las manos y aclama
diciendo: ¡Amén, Amén! (Neh 8,6b). Después, postrados, adoran al Señor (Neh 8,6c). En
este ambiente de celebración, de adoración y recepción, se lee la Ley y se actualiza. Por eso,
contemplamos a Esdras, dirigiendo aquella “liturgia de la Palabra”, proclamando solemnemente
sus textos, en presencia del pueblo llorando a lágrima viva al escuchar su proclamación (v.9),
luego celebrando una fiesta y comiendo todos juntos (v. 10-12), organizándose al siguiente día
para celebrar la fiesta de las Tiendas (vv.13-18); seguido de una liturgia penitencial (Neh 9),
y renovando finalmente la alianza (Neh 10). Todo esto gracias a la Palabra de Dios y a quien
la proclamó con entusiasmo, alegría y convicción: el sacerdote y maestro Esdras, desde su
estado de madera (Neh 8,4) y como Jesús en la sinagoga de su pueblo natal.
Toda esta escena nos recuerda el Evangelio de hoy: Jesús se pone de pie y actualiza la
Escritura, en la sinagoga de Nazaret.
LECTIO DIVINA 2
Domingo de la Palabra- 23 de enero 2022
Lectio divina de Lc 1,1-4.14-21- Evangelio
Domingo III Tiempo Ordinario, ciclo C
GUÍA DE LECTURA
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de
oír (Lc 4,14)
Evangelio
Ambientación
Hemos celebrado, hace ya varias semanas, el misterio de la Navidad recordando la
encarnación y el nacimiento de nuestro Salvador. El pasaje que escucharemos hoy en la celebración
litúrgica dominical, trata del comienzo del ministerio de Jesús en Nazaret y que nos acerca al Señor
en los primeros pasos de su vida pública (Lc 1,1-4.14-21).
Y ha sido providencial que, en este Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, llamado desde hace dos
años Domingo de la Palabra, los textos bíblicos, traten precisamente de la Sagrada Escritura,
especialmente proclamada por Jesús en la sinagoga de su pueblo (Lc 4,16). Así lo vemos anunciando
los tiempos de la salvación, especialmente al terminar su lectura del profeta Isaías, al decir:
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír (Lc 4,14).
Que, en este Domingo de la Palabra, los textos bíblicos proclamados y celebrados en nuestras
comunidades cristianas, especialmente en la celebración de la Eucaristía, nos hagan amar la
Palabra de Dios y llevarla a la práctica.
Oración inicial
Espíritu Santo, ilumina nuestro entendimiento, para que, al escuchar, leer o
estudiar la Sagrada Escritura, sintamos la presencia de Dios Padre, que se manifiesta
a través de tu Palabra. Abre nuestro corazón para darnos cuenta del querer de Dios
y la manera de hacerlo realidad en nuestras acciones de cada día. Instrúyenos en tus
sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, seamos signos de tu presencia en
el mundo. Amén.
Hoy, Domingo de la Palabra, se nos invita a acoger a Jesús y especialmente su palabra, a acoger
con alegría sus enseñanzas y a seguirlo en la hermosa tarea de construir el Reino desde la Palabra.
Mirando a Jesús y fijándonos en la preciosa conclusión de la lectura, nosotros nos preguntamos:
En ella aprendemos lo que significa ser oyentes de la Escritura y llevarla a la práctica, en cada
momento de nuestra vida.
San Lucas nos presenta una narración en dos volúmenes (Evangelio y Hechos de los Apóstoles,
ambos con su correspondiente prólogo Lc 1,1-4; Hch 1,1-2).
San Lucas inicia la narración con un resumen, que ofrece una síntesis de todo el ministerio
de Jesús en Galilea (Lc 4,14-15). Jesús aparece lleno de la fuerza del Espíritu, enseñando
lo mismo que se ofrece a Teófilo (nombre que significa “amante de Dios”, como vemos en el
prólogo de Lc 1,1-4). Y Jesús lo hace en las sinagogas, el lugar donde el pueblo de Israel
escucha la Palabra de Dios.
Lo primero que nos cuenta, sucede en el lugar donde Jesús se había criado. Este hecho
prefigura toda la narración del ministerio de Jesús, que ya había sido anticipado por las
palabras proféticas del anciano Simeón (Lc 2,34). San Lucas presenta la acción del Espíritu
que anima y fortalece toda la vida de Jesús, sintetizado en el texto del profeta Isaías (Is 61,1-
2), y que ahora se cumple, se hace actual. Lo que se cumple “hoy” es la Escritura, la promesa
de salvación se hace presente. Y este cumplimiento es la idea base del anuncio del Evangelio
al pueblo de Israel, si lo comparamos con la segunda parte de la obra de Lucas (ver Hech
3,18; 9,20; 13,5.14.44-47; 28,23).
Hoy, pues, escuchamos a Jesús que, con las palabras del profeta Isaías, viene a inaugurar su
proyecto de liberación de los hombres y mujeres, especialmente de los pobres, los ciegos y
los oprimidos, de la carga que suponían las normas impuestas por sus líderes religiosos y del
dominio del Imperio Romano. Él se identifica como profeta y declara:
A partir de Jesús, la liberación de los pobres es todo un programa, para los cristianos de todos
los tiempos. Pues también en el “hoy” de nuestra vida de cada día, a través de la Iglesia y
de los sacramentos, se cumplen esas promesas de salvación. Es en los sacramentos y en la
liturgia sagrada -la oración “pública y oficial” de la Iglesia- en donde esa maravillosa historia
pasada se hace “eternamente presente”. En cada Eucaristía, en la celebración de la liturgia se
“actualiza” nuestra salvación, proclamada desde los textos de la Escritura, en la Liturgia de la
Palabra. No son simples recuerdos o evocaciones de nuestra memoria o de nuestra fantasía,
sino acontecimientos que vuelven a revivirse y a realizarse en el tiempo, como si estuvieran
sucediendo en el momento presente. Dios es eterno y para Él no hay tiempo ni distancias.
Para Él existe sólo el HOY.