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HAYO D E CAA-GUAZU,
J tto n tevid eo — M arzo 2 9 de 1 8 4 2 ----. V t e - —9 .

O R IB E E N C O R D O B A .

La historia de la República A rjentina grabará cou caracteres


indelebles la existencia en Córdoba del hombre funesto qu titulándose
Presidente del Estado Oriental, con desprecio de las instituciones de*
mocráticas de su pais, se ha prostituido al extremo de rivalizar en crí*
menes con el salvaje á cuyos pies se arrastra, junto con cuatro.misera­
bles que se dicen miembros de un partido decente, y que quieren res­
tablecer bajo los auspicios de la mas horca el imperio de la ley, en el
suelo que les vió nacer.
Veámos entretanto cual lia sido la conducta de ese Presidente
en la infortunada Provincia de Córdoba.— Hoy poseemos injentes ma­
teriales á este respecto—Nos ocuparemos también mas tarde de lo
que ha hecho en Tucum an, porque existen aqui testigos de respeta­
bilidad, cuyo testimonio es tanto mas atendible, cuanto que guarda
enteia consonancia con lo que el mismo corta-cabezas ha manifesta­
do á Rosas en sus oñcios, y cartas interceptadas por las fuerzas san­
tafecinas.
Al entrar á Córdoba halló Oribe la ciudad desierta— Publicó un
bando imponiendo pena de muerte á toda persona que se hallare es­
condida en los templos y conventos, ofreciendo al mismo tiempo ga­
rantías á los habitantes— Le creyeron ó le temieron— E ra un jeneral
estranjero cuyo nombre jamas se habia oido, y al fin los individuos
comprometidos no estaban a llí; habían seguido al Jeneral Lavalle.
Solo quedaban las familias indefensas, madres é hijas que debían
considerase, cuando menos, seguras de todo ultraje por la naturaleza
de su sexo. Salieron, pues, las familias, y aqui empezaron los mas
inauditos horrores. Martínez y Barcena eran los principales ejecu­
tores de las bárbaras é inhumanas órdenes de Oribe— E l paseo público
fué teatro de la degollación de Bravo, Ramos y otros. Estas nobles
victimas desaparecieron por la perfidia mas atroz, de que no hay ejem­
plo ni en los anales de la Revolución francesa, en la horrible épqqa
de 1793.— Cargados de grillos y encerrados en un calabozo, aparentó
Oribe concederles la vida, á ruego de la esposa de uno de ellos. E n
efecto, salieron de la prisión, y cuando ya todos creían en su libert&df
2 —

aquel monstruo dispuso que los llevasen ni sacrificio, haciendo á los j


verdugos una señal convenida— A las pocas horas Bravo, Ramos y s u s l
compañeros de infortunio, cayeron despedazados en el sitio r e f e r id o .!
Barcena mostraba enseguida, sin embozo alguno, la orden e s - !
crita por Oribe para que ejecutase a aquellos desgraciados— No hay.fl
que olvidar que este es el hombre que tiene la osadía de querer reje—1
iterar las instituciones y costumbres de su pais natal— Prosigamos—— 1
Mientras se ensangrentaba el paseo público, la ciudad estaba entrega- 1
da á un completo saqueo. Las casas eran asaltadas por una soldadez—1
ca desenfrenada que no reparaba ni en la edad, ni en el sexo. No se- 1
impuso contribución de dinero— Este arbitrio le pareció superfiuo at I
jefe de esos bandidos— Se tomaba á un individuo, se le encerraba e(§ 1
la cárcel, y allí con el puñal sobre la garganta, ó al frente de la tro­
pa que debía ejecutarlo, se le exijia una enoime suma. La familia
corría bañada en lagrimas donde estaba Oribe, y le entregaba lo que
habia podido salvar del saqueo, o lo que obtenía de otros menos desgrar
ciados. Joyas, plata labrada, géneros, todo recibía aquel monstruo,
que disputaba todavía con la mujer ó hijos de la víc.ima sobre el
precio en que cada cosa se habia de computar. Cien personas, las roa®
respetables de la ciudad de Córdoba, podríamos nombrar, ó fusiladas
por no haber podido llenar en pocas horas el fatal continjente, o sa­
queadas, en términos de quedar las casas mas pudientes s in u n p a n
p a r a e l d í a . ¿ Q ué ofensa, qué agravios individuales tenía él de ven­
gar en esas inocentes familias 1 Ningunos, obsolutamente ningunos.
£ No había ofrecido garantías 1 Pero toda palabra es vana, para
quien ésta dotado por la naturaleza de una organización depravada,
para quien el honor, la moral, la relijion, aparecen sin vínculos de nin­
guna especie— Continuemos—De una sola casa llevó a Buenos Ayjües
Barcena, tina inmensa cantidad de plata labrada—Oribe se la entregó
con bienes y personas á su entera discreción— El famoso Presidente
hacia su negocio á lá par de sus subalternos— Se enriquecía congos
despojos de las familias Cordobesas, y á estas quedábanles solo la in—
dijencia, y un silencio profundo en que las condenaba á vivir el terror
impuesto por tan desalmado opresor.
¡ Desgraciada de la familia que hubiese dado muestras de.dis—
gusto ó de pesar!.— El cuchillo y el azote hubiesen castigado presto
Semejante desahogo— Era menester sufrir ía injuria, el despojo, las
violaciones, y enmudecer.
Oribe no fué menos atroz y pérfido con los dispersos que se le
habían preseutado, confiados en el indulto de Rosas— La permanencia
del ejército Libertador en el rio Carnero, mantuvo en suspenso el sa­
crificio, pero, esto duró poco tiempo—Apenas emprendió aquel su re­
tirada, ordenó Oribe la muerte de los presentados—A ecepciou de
cuatro ó cinco individuos, fueron fusilados mas de doscientos hombres,
entre oficiales y tropa. Córdoba jamas olvidará aquellos dias aciago?,
iguales en un todo á los de Octubre en Buenos Ay res. Podemos ase­
gurar, sin temor de ser desmentidos, que Oribe confiscó, con contadas
é insignificantes eCepeiones, todas las propiedades de la Provincia- I
Los Cápitulés mas considerables, consistían en -acopios de frutos del
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país, reunidos en el espacio de dos unos y medio que Imbia durado
el Moqueo. Las casus de deposito, fueron embargadas con todos sus
efectos, y entonces ¡ proh pudor! vióse á sus oficiales enviar á Bue-
nos Ayres numerosos cargamentos de cueros. Barcena solo, dispuso
de ocho mil cueros, cuya venta encomendó á un tal Peña, ven.o de
uno de los principales agentes de aquellos robos, Hoque Suarez. T o-
do Buenos Ayres ha visto a un joven aturdido, hermano del envilecido
Arredondo y muy conocido en Córdoba por un famoso petardista,
traer de ocho a diez mil cueros, y pasearse ahora c o n o hombre de
fortuna, con igual ostentación y boato.
No satisfecho aun Oribe con tamañas depredaciones, con haber
ordenado el saqueo y violaciones de tantas familias, mandó que se
diera principio a Jos remates de cueros, tiendas, nlmacenes &a. : mas
debe decirse para eterno honor de aquella población, que no hubo ni
U|* '" R ic in o , ni aun de la plebe, que comprase un pañuelo— Burlado
el corrompido corta-cabezas en sus esperanzas, entregó todo á un co-
meiciante, D. Félix Correa, quien á esta costa compró su seguri­
dad, para que fuese vendiendo de cuenta suya. Llegó la voz á Bue­
nos Ayres de que nad.e remataba en Córdoba, y entonces Simón Pe-
re.ra tomo el negocio en grande.- Su dependiente Gui lo, compró to­
do el cuerambre, y se lo remitió á Buenos Ayres. Pereira puede des­
loen . n o , s. quiere ser confundido con las pruebas mas positivas.
R in r »ir mi,S|r " n f ía te narración - O r i b e mandó á Barcena al
Rio Cuarto, y allí este hombre de sangre, digno subalterno del corta-
cabezas, devoro a sus habitantes. Existen en Santa-Fé innumerables
tes igos pres mc.ales de los horrores que allí se c o m e tie r o n - E I ofi­
cial, el so dado que había pertenecido al Comandante Cabral, ó la fa-
t? ,,d 0 C° U el a,^ uníl p a c i ó n , ^SéirfiV pasados|á cu­
chillo. Mas de dos, lentas personas degolladas en sola, aquella pobla-
J Í J , í * ' nbHal t rh° n J faror de 686 Verd" ° ’• J » # # f e ^ hizo
firm a • n / / •° f / ' e’ l1 ne este miserable ha estampado bajo.su
fi ma . que había colgado un Cordobés en cada algarrobo. Esta infortu­
na hilos h á n ' ^ r.ov,n<jia| Sabe boy desgracia que centenares de
sus hijos han esper.mentado tan inaudito tormento, y que el autor de
esas calamidades es un extranjero m-ostitnido al l
ía JiT r ’ Vl1 estranjero, llamado M avuec o Í ibb . Y i qué
nueblos ílee |»np C ? m,e" tríLs s,,s secuaces enlutaban por su orden los
pueblos de la Provincia ? Estaba en la capital adquiriendo, con nue-
bien n u e i o ’ í f e l í f , f XeCracioa !«• hombres todos de corazón
vóresPernT ; i T íS S í °S ° d' ° S de Da‘ Secu«°m« Bustos, cuyos fa-”
Ls 'a de aq "el' a virtuosa ciudad. Hacia azotar á
I«Mor« I h ^ d| gU,daS’ como sucedió con Da. Éruna Castro, Da.
\ Ibaí alz y otra? cuyos nombres debemos reservar— Las pri-
m ol « han.8,d? ya nombradas anteriormente, y nosotros no lo h aría -
^ r e s l o resCñ ^ UnStanCÍa" P o r ° tra » ia vir'"d ultrajada, nos me-
delito nara el L r t 7 veneración, Esas dignas matronas no tienen mas
delito para el corta^cabezas, que su pudor y honradez.
las b i n Z í í Z 7 n l Sta’ .Cran lüS j efes ejecutores, y los que precedían
m ientos^eT m ifl ? ^ 8 ^ 811 as casa^ No eran e s t í los únicos sufrí-'
mientos de aquel desgraciado p u e b lo -O r ib e r e p a rtió ja oficiaüdad;
#n las casas de las familias clasificadas como contrarias á su sistema,-
y estas debían de cuidar de sus verdugos con el mayor esmero. Jú zá
guese de la situación de aquella que tuvo en su hogar á un Maza,
un La Mela y otros famosos asesinos. Esas mismas casas, entretanto,
y a habían sido saqueadas, y sus dueños carecían de recursos, no solo
para poder hospedar como se les mandaba, sino para subsistir
ellos mismos. Los bárbaros se complacían en insultar á !a< Señoras, ,
exijiendo cosas que jamas habían gozado, y todo lo pedían con el pu­
ñal en la mano— Nadie ignora hoy en la ciudad de Córdoba, que las
principales familias se han visto en la am arga necesidad de deseen- ]
der al oficio de criadas, temerosas de ser víctimas de aquellos fora­
jidos. ■ ■ i r>'
H e ahí la conducta del inmoral Oribe en la Provincia de Cór­
doba—L a vida, el honor, la fortuna de sus habitantes, le han servido de
juguete. Caiga sobre él y sus secuaces la maldición del Cielo ! Que
cada hijo de ese pueolo- infeliz,¿ donde tai.tas vidas ha apagado ese
malvado, se alce tremendo, le despedace sin piedad, y arroje al viento
sus sacrilegas cenizas. Ni un instante debiera respirar semejante
monstruo en la República Arjentina— Ni sepulcro debe encontrar en
ella, quien tamaños crímenes ha perpetrado en presencia de Oíos y
de los hombres. No, no puede existir un solo hombre en esas P r o ­
vincias, que no deba oir con horror el nombre de Manuel Oribe, y que
no se halle en de empuñar una lanza, para hundirla en el pe­
cho de ese jefe de bandidos. T ra s de la desolación, délas lagrimas
y duelo que Rosas les ha enviado durante diez años, nada á la verdad
iguala á los actos de Oribe, encargado por aquel salvaje de sembrar
el esterminio por todas partes, de dar libertad, según él, á las poblacio­
nes.— ¡ Que libertad !—Insultante y amarga ironía de las *msisi mas
respetables! Transportémonos un momento con la imajinacion a
esas escenas de llantoy luto—Centenares de familias, sumidas en la
indijencia y horfandad—Sus fortunas, formando el botín de un audaz
estranjero, y los padres é hijos de esas familias, proscriptos, buscando
e | tierra estraña, un pedazo de pan, sin que Ies sea lícito esperar que
dé sus casas les remitan un cuartillo para vivir, porque tanto ellos co­
mo los que han quedado en el hogar doméstic >, jimen en triste m en­
dicidad. . .,
El dia de la venganza se acerca— Ai jentinos prostituidos co­
mo Arredondo en Córdoba, y Gutiérrez en Tucum an, hombres bajos -j
como esos que obran a la par de un estranjero que delante de ellos
viola lo mas sagrado, sin que se atrevan á alzar la voz, son por fortu­
n a poco numerosos. Arredondo que nació en la Provincia donde el
salvaje Rosas le ha coloca do deGobernador, es un ser abyecta, a quien
sus paisanos le tomarán cuenta de su complicidad en los crímenes con
el corta-cabezas. Decimos lo mismo con respecto al mandón del 1 u-
ouman, mas despreciable tal vez que el primero, porque siendo mili­
tar, ciñe una espada vendida á los enemigos de su país. Hay cm ne-,
nes que no pueden quedar impunes. Los sacrificios humanos de Cór­
doba, encontrarán vengadores en esa benemérita provincia, que ha
visto en un solo dia, á doscientos de sus hijos bañados en su propia san­
gre, porque asi lo habían ordenado el Salvaje Rosas, y el estranjero
fi MnnuelfOribe— Que la sangre de esas víctimas, recaiga sobre tan
j> infernales cabezas.
Hijos de Córdoba, de vosotros es la venganza. Muerte, ester-
| minio sin piedad á esos bandidos, que no satisfechos con la vida de
* vuestros hermanos, os arrebatan cuanto poséis. Esos sontos bene-
t ficios que el mas inmoral de los tiranos ha hecho á vuestra desgracia-
i da y gloriosa patria.
------- —eo s----------
V E R G O N Z O S O A N IV E R S A R IO .

Todos los gobiernos del mundo aprovechan los gloriosos ani-


j versarios para honrar la memoria de los que merecieron bien de la par
| tria. lJero no sé ha visto b a t a ahora, que se celebren aniversario^
j vergonzosos— Napoleón solemnizó el de su coronación en Aus-r
" terlitz, y cada año la F rancia entera, recu 3 roa con veneración las
j jornadas inmortales de Julio— Desgraciadamente, va las cosas han
í cambiado — Ejemplo de esto es la ratificación del tratado Mackau
con el tirano de Buenos Ayres. Ese tratado que fue escrito con la
I sangre de D. Juan Podro Varungot en Octubre de 1840, ha sido rati­
ficado, y canjeadas las ratificaciones en Octubre de 1841, precisamen-
! te en el aniversario de aquel horrendo atentado, cometido en presen-
I cia de una escuadra llena ele marinos distinguidos y valientes—Asi lo
anuncia Arana en nota de!24 de Febrero del presente año, publica^
| da en la Gaceta de Buenos Áyres de 7 del 'corriente.
A cuan amargas y d ilorosas reflexiones da lugar tan fatal coin­
cidencia !— Compare todo francés esas datas, y diganos con su lealtad
característica si ese hecho no lleva en sí algo de atroz y repugnante.
En el mes de Octubre de 1840, un asesino mandado por el poder, hun­
de un puñal homicida en el corazón de un anciano venerable, de un
francés, á la sazón que el Plenipotenciario dé aquella grau Nación.tra­
taba con ese rtiismo poder. La víctima sucumbe. Mui luego, el ne­
gociador estranjero apretará la mano del que tan villanamente ha ¡n-,
. saltado á la brancia y á la humanidad. Las estipulaciones habrán
1 de recibir la sanción real en igual época, en el an versaría de tan hor-
e rible acontecimiento. No se sabe á íá verdad, si un manifiesto des­
precio por el honor nacional, ó uú poder invisible ha dirijido con sar».
dónica intención la augusta mano del Monarca de un pueblo tan hu­
mano, tan noble, tan caballerezco, y héchole estampar su no m b re: pn
el aniversario mismo del asesinato de D. Juan Pedro Varangqt, aí pié.
de nn tratado cuyas consecuencias, (y lo decimos sin pasión), han de,
ser lamentables para los intereses de la F rancia ¿n toda la América,
del Sud— El tiempo justificará este aserto, y á los nobles ajenies fran­
ceses que hablaron con lealtad á su gobieruo, y resistieron consumar
el hecho escandaloso de desertar la causa del honor y de los princi­
pios, tratando con Rosas, á despecho de la fé jurada.
6 —
ROSA Y LO S S R E S . C O N S U L E S D E L P A R A G U A Y .

TTno que se llamaba Fnbricio, queriendo hacer á un conocido J


suyo cierta reflexión ó persuadirlo de cierta cosa, decía— Suponte que i
yo no soy el que tú conoces. Mas el otro que era un hombre sencillo y |
de buena fe, y que creía imposible poder suponer una cosa contra su i
intimo convencimiento, le contestaba decididamente— ¿ Cómo he de su- 1
poner eso, si te conozco que eres Fabricio ?— No te digo que no soy (le 1
replicaba éste) sino que lo supongas por un momento ;— Pero si te conozco 1
que eres Fabricio, le repetía el otro, y no había poder humano que lo ]
sacase de este círculo, ni Fabricio pudo conseguir jam as que le admi- |
tiese la suposición.
Otro tanto, ni mas ni menos, sucede hoy entre Rosas y los Sres.
Cónsules y demas patriotas de la República del Paraguay. Rosas
que sabe ó que tiene barruntos de que su fama ha penetrado hasta
aquel pais, no ciertamente desfigurada por la parci alidad ó la calum­
nia, sino pregonada auténticamente por su propia Gaceta, y por mil
otros conductos fidedi nos, quiere persuadir á esos ilustres patriotas,
k que no crean lo que de él se dice, sino que es muy bueno, que los
quiere mucho, y que los unitarios, de puro malos y envidiosos, lo quie­
ren poner mal con ellos.
Con este objeto ha publicado en ese repertorio de abominacio­
nes con fecha 7 del corriente, un artículo en que se propone achacar
á los unitarios la falsificación de unas cartas con su firma litografiada,
en que Rosas ultraja y ofende a los Señores Cónsules y á toda la R e ­
pública del Paraguay. Con ocasión de esto, el impostor y saco de
maldades, se exhala en invectivas y^calumnias contra los que él ha
bauti/.ado de unitarios, y hace esfuerzos conocidamente violentos, p a ­
ra finjir que abriga sentimientos amistosos y benévolos hacia el go­
bierno y habitantes del Paraguay.
P ero de un picaro de esta clase, todo el mundo debe descon­
fiar ; por que éste no es de esos picaros vulgares, que aunque perver­
sos ciertamente, son sinembargo poco ambiciosos, menos aspirantes,
y por supuesto mas pusilánimes ó cobardes. Este es un malo de cali­
bre y peligroso, por que no solo aspira á lo malo, sino que hace alarde •
de serlo, y pretende que todo el mundo se lo apruebe, castigando de J
muerte al que manifieste la menor señal de censura y desaprobación
por crímenes y atentados que merecían mil veces una muerte de horca.
Es un malo de temple, propio para ver arder una ciudad con
todos sus habitantes, para ver sumerjirse un barco con todos los que
en él se hallasen, para ver en fin sacar ojos, cortar la lengua, y aun
enterrar vivo á un hombre, sin sentir el menor horror, ni el mas leve
impulso de compasivo!
E s finalmente Rosas uno de esos grandes bellacos, que no se
presentan en la escena del mundo, sino de siglo en siglo, para azote
de algún pueblo,-como Sila, JNeron, Carrqcala, Roberpierre, y otros,
que descollando en la línea de perversos, y elevándose sobre el nivel'
de tojos Tos malos de su época, han sido la plaga de su tiempo, la ca­
la m id a d de su tierra, y el escándalo del mundo.
Rosas hizo asesinar al General Quiroga con los Reinafé*, y
señando preparaba en Córdoba la horrible cnruiceria de Barranca-Yaco,
i anunciaba en Buenos Ayresen tono profetico, que los unitarios ma­
quinaban una conspiración tremenda contra las principales columnas
I)de la federación, y les preparaban una terrible catástrofe. Sucede
; poco después aquel hecho de que él mismo era autor, y entonces di-
:tce á su canalla :—ved ahí lo que hace poco os pronosticaba! Los unita­
rios son los autores de tan horrendo crimen. Su o jeto era espantar al
país, y hacerse dar la dictadura que sus mismos parciales repugnaban.
Obtúvola por este y otros manejos bien subidos : hócese luego él mismo
juez de sus cómplices, y los ahorca, los asesina con todo el aparato de
una ejecución judicial.
H ace envenenar después á su otro rival, el digno General D.
i Estanislao López, con el médico ingles Leppnr, que él mandó para
que lo curase, pretestando un solicito interés por su salud, y que en
IS anta-F é no habría buenos facultativos. Conseguido su objeto, llora
jó finje llorar sobre su victima ; pero regala á Leppar una casa de la
>propiedad del Estado, de valor de 20 mil pesos fuertes.
Llegan mas tarde los últimos momentos de su muger la E n ­
carnación Escurra : y emplea ya su autoridad doméstica y política,
ya mil manejos, para que muera sin confesión, como murió, á fin de
que no revelase los grandes crímenes de su marido, de que era cóm­
plice. o cuyo secreto poseía. Y después se le ha visto finjir el duelo
nías profundo, y obligar á Buenos Ayres á finjirlo también, por la
Kfuerte de una muger viciosa, criminal, y afrenta de su sexo y de su
patria.
Y después dp estos y otros mil hechos tenebrosos, de ese mons­
truo del averno ¿ se atreve todavía este picaro, á querer acusar á los
Ktoue el llama unitarios, esto es, a los buenos patriotas arjentinos, ante
Hos Sres. Cónsules y demás hombres sensatos del Paraguay, de una
superchería tanto mas inverosímil, cuanto mas infame? ¿N ecesitan
acaso los patriotas finjir ó falsificar caitas de Rosas para hacerlo co­
nocer de los sensatos paraguayos ?
Nosotros no creemos, que el hecho sea como este conocido
HMhbustero lo refierg; nada sabíamos, ni nada sabemos de esta intri—
jf*' Pero sí, sospechamos fundadamente, que en la misma denuncia
se envuelve otra intriga ú otro fraude, de los que este picaro acostum-
i u •j h* fraSuado el contra los Sres. Cónsules, que le ha salido
mal, ha sido tal vez sorprendida alguna carta suya, y viéndose des­
cubierto y perdido para con aquellos Señores, quiere ahora neutrali­
zar ql efecto, que ese documento debe producir en ellos y en todos
los buenos paraguayos, diciendo que le han falsificado cartas los
Unitarios.
Esta es una sospecha, que nadie dirá que es hija de la preven-
wclon ° j ,a Parcialidad, sino de la esperiencia y conocimiento de la
K Í n<Ja Pe ?ve” ,dad de este insigne impostor. E l dice que en la
¡ J J Í S * * de ,a G »ceta hay varios ejemplares de esas cartas con firma
saya litografiadas, para que vaya á verlas el qne guste. Pero ven aca
picaro i no puedes haberla hecho litografiar tú mismo. 1 La prueba
que ofreces, es tan débil, ó tan nula c insignificante, que mas bien es |
contia tí .- .porque ella acredita, que no tienes ninguna otra, y que lo
q'úe dices es una calumnia y una mentira infame de las que acos- !|j
tumbraá.
Ya los Paraguayos, y particularmente los ilustrados Cónsules, i
té conocen que eres F.ibricio. Saben tu ambición y tus miras sobre A
la Banda Oriental, y sobre Bolivia : tienen de ello, documentos irrecu- M
sables. Conocen tus hechos exeecrabies y tu sistema, y es escusudo-S
que te empeñes en persuadirles que no eres el que ellos conoeen.jB
Bástales leer el periodo de tu mensaje relativo á aquella República, *
que tú llamas con solapada intención, provincia, para que adviertan |
que no eres ni podrás nunca ser su amigo.
La estrechez de nuestro papel, no nos permite dar a ésta m a - I
teria, toda la estension que requiere ; pero volveremos sobre ella e n |f
otra ocacion.

ESCANDALO.

La vida toda del abominable fraile Aldjio, es un escándalo no


interrumpido : es el único ejemplo que, en su genero, presenta la hi«-
tória de la República Arjentina El libertinaje mas descarado, la
mas incesante crápula, y las matanzas mas horribles, ejecutadas mu­
chas de ellas por su propia mano, tal es el espantoso cuadro que pre­
senta la vida de éste, antiguo ministro de los altares. No satisfecho*
éste faile asqueroso, con el harem en cuyo seno ha vivido en Mendoza,!
ha querido también venir á hacer obstentacion en Buenos Ayres de la
inm unda perversión de sus costumbres. Asi es, que cuando vino a;
aquella ciudad, destinada, bajo Rosas, á presenciar todo lo que la in­
moralidad y el salvajismo tiene de mas impudente y repugnante, trajo 1
consigo á dos jóvenes, naturales de la Rioja, que había robado y a r­
rebatado violentamente á sus desvalidos padres : y lleno de los celos
ó recelos que debe infundirle el conocimiento del ningún atractivo de
su chocante y sucio figurón, ha cionservado á aquellas victimas desgra­
ciadas, siempre en una casa de altos, bajo la inmediata custodia
ún viejo, edecán suyo • y solo unas dos veces se las ha visto salir
hero llevando una escolta ó salvaguardia de tres sold ados Vease aquí
Éuales son las costumbres bajo el oprobioso reinado de Rosas, y cual
la moralidad de Rir-pdineros procónsules de ese despota, que no cesa
dejiífcqaf'á sus euVtuig^L irrelijiosos é inmorales. ¿ as que o ™ °o -11
^ S V s p e r a r s e é n ^ % l a tierra iirfeliz, feuando es el nnsmo R o s o li
^ ^ ^ ñ h a presentado esceraas, que ja m a s se habían visto en e a, ®u I
' S g o n f o s a Icóm ipcion^i J hace estremecer a la moral y a la n a tu ia -||

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