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F U N D A D A P O R J AV I E R P R A D E R A · D I R I G I D A P O R F E R N A N D O S AVAT E R

de Razón Práctica — Número 280 —enero / febrero 2022 — 8 euros

IA
¿Pueden pensar las máquinas?
El desafío de la Inteligencia Artificial
Víctor Gómez Pin · Maite Pagazaurtundúa · Juan Antonio Cordero
Cecilio Angulo Bahón · Miguel V. Carriegos

Política Carlos Martínez Gorriarán • Luca Costantini Ensayo Basilio Baltasar


Juan Egea García Libros Juan Carlos Velasco • Rayco González • Jesús M. De Miguel
Semblanzas Clarice Lispector Casa de citas Rabelais
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EN ESTE NÚMERO

“El hombre cuenta,


hace historia, y
«HAY QUE AVERIGUAR
eventualmente se POR QUÉ EL HOMBRE ES
incluye como un
actor más de la
PORTADOR DEL SER.
misma: bien como Jesús Ferrero, ‘El regreso de Heidegger’
PÁGINA
ÁGINA 175
fruto azaroso de un
capricho de dioses a
los que ha conferido “La inteligencia artificial
su propia forma, en el ámbito civil y público
bien como resultado necesita instrucciones de uso,
de una voluntad sin basadas en los derechos funda-
forma, todopoderosa mentales, y normas sobre la
y de inconmensurable responsabilidad civil o penal
inteligencia.” o la seguridad jurídica y
defensa del consumidor.”
Víctor Gómez Pin,
Maite Pagazaurtundúa, ‘Inteligencia
‘Sobre la singularidad
Artificial:
Artificial: Instrucciones de uso’
del ser humano’
PÁG I NA 1 8 PÁGI NA 35

«La ‘brecha digital’ puede convertirse en insalvable


entre los sectores sociales que comprenden y
dominan las tecnologías y quienes las sufren
pasivamente sin medios para manejarlas.»
Juan Antonio Cordero, ‘Enseñar a aprender a las máquinas’
PÁGI NA 3 0

1
de Razón Práctica

7 E N C L AV E D E H U M O R
C A R TA D E L D I R E C T O R 55 A. Dolfo
Fernando Savater

12 PolíticA
56 Del Estado totalitario al
Sobre la singularidad
posmodernismo iliberal
del ser humano Carlos Martínez Gorriarán
Víctor Gómez Pin

20 68 Cien años del PCI,


el partido que quiso
Enseñar a aprender cambiar Italia
a las máquinas Luca Costantini
Juan Antonio Cordero
76 El resistible ascenso
32
de la extrema derecha
Inteligencia Artificial: Jorge Álvarez Yagüez
Instrucciones de uso
Maite Pagazaurtundúa
e n s ay o
42 86 La miopía de la ciencia
Un apunte en Juan Egea García
ciberseguridad e El romanticismo
94
Inteligencia Artificial posmoderno o la verdad
Miguel V. Carriegos como obra de arte
Manuel Ruiz Rico
48
Artificial 102 Ronald N. Giere, maestro
Inteligencia-Artificial de la filosofía de la ciencia
Cecilio Angulo Bahón Anna Estany

2
N ÚM ERO 280 · EN ERO / FE B RE R O 2 0 2 2

108 Hartheim: lugar de muerte 154 Juan Malpartida,


José Antonio García Marcos Mi vecino Montaigne
Juan Fernando Valenzuela Magaña
114 Una novela sobre el universo
Basilio Baltasar
CINE
158 Las gafas de Isabel Coixet
Libros Alberto Ciria
120 Manuel Cruz,
Democracia. La última utopía
SEMBLANZAS
Santiago J. Castellà
166 Clarice Lispector:
una autora de culto
126 Stefan Müller-Doohm, Eduardo Garrido Pascual
Jürgen Habermas. Una biografía
Juan Carlos Velasco
En el filo de la vida
172 El eterno regreso
132 Iván Teruel de Heidegger
¿Somos el fracaso de Cataluña? Jesús Ferrero
Manuel Ruiz Zamora
C a s a d e c i ta s
138 Mary Evans, 178 François Rabelais
The Persistence of Gender Federico Puigdevall
Inequality
Jesús M. De Miguel N o ta s d e u r g e n c i a
188 Anomalías
146 Álvaro Cortina, José Andrés Rojo
Abisal. Libro de zonas
y de figuras
Rayco González

3
de Razón Práctica

Fundada por Javier Pradera


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J UA N LU I S C E B R I Á N
Presidente y Consejero Delegado
CARLOS NÚÑEZ

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5
PUNTOS DE VENTA
de Claves de Razón Práctica

A CORUÑA BARCELONA HUESCA ALCALÁ DE HENARES SANTANDER


FERROL Librería Laie Librería Anónima Librería Diógenes Librería Gil-Soto
Central Librera Real Carrer Pau Claris, 85 Calle de Cabestany, 19 Calle Ramón y C/ Hernán Cortés, 23
Rúa Real, 71 Cajal, 1
Alibri Librería SEGOVIA
SANTIAGO DE Carrer de Balmes, 26 MÁLAGA
LA RIOJA SEGOVIA
COMPOSTELA La Central Librería Luces Librería Luces
Follas Novas LOGROÑO Alameda Principal, 16
Calle Elisabets, 6 Santos Ochoa Plaza Becquer, 8
Rúa de Montero
Ríos, 37 Finestres librería Calle Calvo Sotelo, 19 LA GRANJA DE
Calle Diputación, 249 NAVARRA SAN ILDEFONSO
Castroviejo Librero Librería-Café Ícaro
C/ Portales, 43 PAMPLONA
ÁLAVA 1978 Kooperatiba Calle Reina, 10
BURGOS
VITORIA-GASTEIZ Librería del Espolón Calle Mayor 54-56
Librería Zuloa Paseo del Espolón.30 LEÓN SEVILLA
Irudia OURENSE Librería Caótica
Hedegile Kalea, 21 ASTORGA
Quiosco Toño Librería Tanco Calle José Gestoso, 8
CÁDIZ Calle Lorenzo Rúa Cardenal Librería Palas
ALBACETE JEREZ DE LA Segura, 9 Quevedo, 22 Calle Asunción, 51
FRONTERA Quiosco Domi
Librería Herso La Luna Nueva
Calle Dionisio Calle Eguilaz, 1 Plaza de la Pícara PALMA DE TARRAGONA
Guardiola, 18 Justina MALLORCA
Librería La Capona
CIUDAD REAL Librería Carrer del Gasòmetre,
ALICANTE LUGO Rata Corner 41-43
CIUDAD REAL Carrer d'Antoni
ALICANTE Librería Litec Totem Comics Marquès, 34
Librería 80 Mundos Avenida Alfonso X El Galerías Villamor,
Pza. Santo Domingo, 3 VALENCIA
Avda del General Sabio, 11, - Local
Marvá, 14 PONTEVEDRA Librería Viridiana
Carrer de les Arts
ELCHE CÓRDOBA MADRID PONTEVEDRA Gràfiques, 38
Librería Ali i Truc Librería Metáfora
Passeig de les Eres de Librería Luque MADRID Librería Izquierdo
La Central Travesía Charino, 9
Santa Llucia, 5-7 Calle Jesús María, 6 Gran Via de
Calle del Postigo de VIGO Ferran el Catòlic, 12
Librería LaTejedora Librería Metáfora
Asoc. Mercado Social San Martín, 8
ALMERÍA Rúa Venezuela 80
Librería Picasso Calle Gutiérrez de Librería Alberti
Calle del Tutor, 54 VALLADOLID
C/ Reyes Católicos, 18 los Ríos, 10
SALAMANCA Librería Sandoval
Librería Miraguano
Letras Corsarias Plaza del Salvador, 6
ASTURIAS GERONA Calle de Hermosilla,
104 Calle Rector Librería
GIJÓN LA BISBAL Lucena, 1
Librería Paradiso El Árbol de las letras
DEL AMPURDÁ Meta Librería Calle de Juan
Calle de la Merced, Calle Joaquín María Librería Víctor
Librería Puput Jara Mambrilla, 25
28 Pgasseig. Marimon López, 29
Calle Juan del
Librería Central Asprer, 3 Prensa Internacional Rey, 6
C/ San Bernardo, 31 Calle de García ZARAGOZA
OVIEDO GRANADA de Paredes, 34 Librería Antígona
Papelería S. Antonio Librería Picasso Dykinson SAN SEBASTIÁN Calle de Pedro
Calle San Antonio, 4 C/ Obispo Hurtado, 5 Librería jurídica Librería Lagún Cerbuna, 25
Librería la Palma Librería Praga Calle Meléndez Urdaneta Librerías Cálamo
Calle Ramón y Cajal, 2 Calle Gracia, 33 Valdés, 61 Kalea, 3 Plaza San Francisco, 4

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6
C A R TA D E L D I R E C T O R

INTELIGENCIA
A RT I F I C I A L

Debo confesar –aunque los lectores más pacientes de nuestra


revista ya deben saberlo de sobra– que mi competencia en mate-
rias científicas es menos que mediana. Casi me atrevería a decir,
como admitió Lord Carrington en una memorable ocasión,
que “las ciencias hicieron sus mayores descubrimientos cuando
yo ya había dejado la escuela”. De modo que el pulso que man-
tiene la inteligencia llamémosla “natural” de los seres humanos con
ese amedrentador invento denominado aún más enigmáticamente
inteligencia “artificial”, que se manifiesta en complejos aparatos de
factura muy reciente, tiene en mí un espectador curioso pero que
poco puede aportar al debate sobre la cuestión. Sólo se me ocurren
algunas perplejidades léxicas acerca de la terminología empleada:
no suele hablarse de movimiento “artificial” cuando alguien se refiere al
transporte en un automóvil o un avión por comparación con el humano
que se desplaza sin mas ayuda que la de sus músculos, lo que sería el único
movimiento “natural”. Parece que el movimiento en un vehículo es tan

7
movimiento (tan “naturalmente” movimiento) como andar o correr sin
utilizar ningún aparato. Es decir, moverse sin vehículo no aporta nin-
guna cualidad intrínseca diferencial a hacerlo con auxilio de uno de ellos.
En cambio, la mayor eficacia o velocidad que promueve un instrumento de
cálculo, la maximización de la agilidad lógica o deductiva alcanzada gracias
a un aparato, transforman la cualidad misma “inteligente” así obtenida.
La inteligencia de quien piensa sin intermediarios mecánicos tiene
menos fuerza, rapidez o precisión que la prótesis que la sustituye,
pero parece poseer una cualidad íntima distinta que la dota de una
autenticidad especialmente valiosa que la rescata. ¿O no hay tal?
¿Se trata sólo de una ilusión y deberíamos racionalmente prefe-
rir dejar pensar a las máquinas como preferimos que el esfuerzo del
traslado lo haga el motor del autobús y no nuestras piernas? Dejo
flotando esta sugerencia por si alguien es capaz de aprovecharla mejor
que yo. Afortunadamente, nuestros colaboradores en este número tie-
nen muchas otras cosas interesantes que decir y no decepcionarán a los
lectores deseosos de pensar sobre el tema.

El resto de la presente entrega de Claves con la que abrimos un


nuevo año toca también cuestiones relevantes. Reflexiones políticas
sobre partidos de izquierdas o derechas que afrontan la actualidad
con nuevas y a veces inquietantes lecciones; una reflexión mas sobre
el inagotable (e inaguantable, en mi opinión) tema de Cataluña y
cuestiones de filosofía de la ciencia (la única cuya legitimidad reco-
nocen algunos), junto a nombres propios como Montaigne, Cla-
rice Lispector o Jürgen Habermas. Un comentario sobre Abisal, la
novela de Álvaro Cortina Urdampilleta que a nadie deja indiferente.
Y la Casa de citas va dedicada a François Rabelais, un autor excéntrico
que a fuerza de humor dio lecciones vitales que aún siguen siendo pro-
vechosas. Ojalá este año 2022 nos traiga el final de esta pandemia que
nos tiene ya exhaustos y propicie una época si no de mayor sabiduría
al menos de mejor prudencia.

FERNANDO SAVATER

8 Fernando Savater
Si somos más, la oscuridad es menos
E N P O R TA D A

INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
¿Qué mentes, qué manos procuran
los datos que alimentan los sistemas
automáticos? ¿Qué normas, qué límites
deberían prevenir los riesgos de estas
tecnologías que ya rigen casi todas las
áreas de nuestras vidas? Los textos que
siguen proporcionan algunas respuestas.
E N P O R TA D A

SOBRE LA
SINGULARIDAD
DEL SER HUMANO
El hombre cuenta. El hombre hace cuentas y
en ocasiones da cuenta o razón de las cosas.
Narra. Hace la Historia, y eventualmente se
incluye como un actor más de la misma.

V Í C TO R G Ó M E Z P I N

12
“Nos hemos apercibido de que allí dónde la ciencia ha alcanzado
mayores progresos, la mente no ha hecho sino recuperar de la
naturaleza aquello que la propia mente había depositado en ella.
Habíamos encontrado una extraña huella en la rivera del mundo
desconocido. Y habíamos avanzado, una tras otra, profundas teorías
que dieran cuenta de su origen. Finalmente hemos logrado
reconstruir la creatura que había dejado tal huella. Y ¡sorpresa!,
se trataba de nosotros mismos”.

E
stas líneas de Arthur Eddington fueron escritas hace un
siglo, tras la conmoción que supuso la física cuántica1. La
ciencia, como proyecto para dar cuenta de la naturaleza,
exige rigurosa sumisión a unos principios que se supone
trascienden al sujeto que da cuenta. Sin embargo, cier-
tos fenómenos parecían no responder a alguno de tales
principios, de tal manera que la propia ciencia fue llevada a preguntarse
si los mismos eran dictados por la naturaleza o proyectados sobre ella
por el propio ser que intenta hacerla transparente a la razón. Si así
fuera, la realidad, más que descubierta, sería parcialmente construida,
hipótesis contra la que Einstein (conservador en el plano ontológico
y decididamente realista) se rebeló hasta el final de sus días.
En un curso de física dado en el Imperial College de Londres, el
profesor británico C. J. Isham2 supo vincular las líneas citadas de Eddin-
gton a las que Borges sitúa como epílogo de su miscelánea El hacedor:

“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo


de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de
montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de ins-
trumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir des-
cubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de sí mismo”.

1 Artur Eddington, Space, Time and Gravitation, Cambridge University Press 1920.
2 Chris J. Isham. Lectures on Quantum Theory, Imperial College Press, 1995, p.66

13
Ambos párrafos reforzarán quizás en el lector la tesis de la singula-
ridad del ser humano y el peso de su papel en el cosmos. Sin embargo
esta tesis encuentra hoy contrapunto en la proliferación de noticias
científicas que, un día y otro, enfatizan nuestra homología genética
con otras especies (la secuenciación en 2007 del genoma del chim-
pancé mostró que sólo nos separa del mismo un cuatro por ciento
del ADN), cuestionan la distinción rígida entre lenguaje humano
y códigos de señales animales y, sobre todo, presentan logros de la
inteligencia artificial que dejan literalmente atónito.
Hubo pasmo, en las décadas finales del pasado siglo, cuando entes
maquinales se mostraron aptos para reconocer dígitos manuscritos.
Mayor estupor todavía cuando se revelaron capaces de catalogar
con acuidad aspectos del rostro (una nariz, una boca), o un rostro
por entero, distinguiendo si es el de un animal o el de una persona.
Y aunque se reconoce que el asunto es complejo, se llega a estimar
que el problema de la traducción (literatura incluida) de una lengua
a otra podría ser resuelto con la ayuda de una máquina y entonces,
guiados quizás por una suerte de hybris, se apunta a la creación por esa
máquina inteligente de una composición musical, una obra pictórica
que responda a un determinado estilo, o un poemario que un humano
no sabría distinguir del realizado por un congénere.
Y así, partidarios de la extensión de derechos y deberes a robots
y otras entidades maquinales, que han sustituido a los humanos en
tareas esenciales, se suman a las asociaciones que reclaman la imple-
mentación de nuestros deberes con los animales, perdiendo vigencia
científica y soporte ideológico la imagen de un mundo considerado
como entorno del ser humano.
Y hay intersección entre los logros de la genética y los de la inte-
ligencia artificial. En junio de 2021 la revista Nature dio cuenta de
una investigación que se venía fraguando desde tiempo atrás y que
las páginas culturales de la prensa internacional presentaban como
un salto sin precedentes: la predicción por un programa llamado
AlphaFold2 del repliegue sobre sí mismos de los polipéptidos, a fin de
alcanzar la estructura tridimensional que es necesaria para el correcto

14 Víctor Gómez Pin


funcionamiento de las proteínas. Asunto planteado en 1972 por el
premio Nobel de química Chistian Anfinsen y que obsesionaba a los
científicos, dado que aun conociendo la secuencia de aminoácidos en
juego no conseguían predecir la estructura tridimensional resultante
(si la forma adoptada no se adapta a un objetivo, las consecuencias
pueden ser catastróficas, pudiendo dar lugar a enfermedades neu-
ro-degenerativas, como la llamada de Creutzfeld-Jakob). Dado que
AlphaFold2 ha conseguido una predicción casi total sobre un conjunto
de cien proteínas, se ha llegado a escribir que la inteligencia artificial
está ya realmente superando a la inteligencia humana. Quizás se va
demasiado rápido.
Cabe, en efecto, preguntarse si la acuidad predictiva de un ente
como AlphaFold es resultante de una completa intelección del meca-
nismo, pues es sabido que predecir no equivale a explicar: la gravi-
tación newtoniana predecía con acuidad muchos fenómenos y sin
embargo nadie la había explicado porque de hecho es ininteligible, ya
que pone en cuestión el principio de localidad (cosa que no escapaba
al propio Newton). De ahí el interés filosófico, además del científico,
de su sustitución por la gravitación relativista.
Señalaré también una interesante observación que se ha hecho
sobre la ausencia de flexibilidad en la modalidad de inteligencia de
AlphaFold2. Empeñada en predecir la estructura de la proteína a partir
de la secuencia de aminoácidos, ¿qué hará si una de estas secuencias
(o una porción de la misma) es intrínsecamente reacia a plegarse, lo
cual acontece en cierta proporción en las células dotadas de un núcleo?
Cabe pensar que AlphaFold será perseverante en encontrar su pliegue
y comunicárselo a los investigadores, es decir dará una información
contraria a la naturaleza de lo que observa. Pero quizás la cuestión
central es la siguiente:
El problema del repliegue de las proteínas fue planteado por
el hombre que, impotente para resolverlo, recurre a un ente que es
producto del ingenio humano. Otra cosa hubiera sido si la cuestión
hubiera sido planteada por la entidad maquinal antes de que la plan-
teara el hombre, lo cual puede llegar a ocurrir con otros problemas.

Sobre la singularidad del ser humano 15


Si así fuera, si AlphaFold2 u otra entidad análoga llegara un día a plan-
tear problemas que fueran desconocidos para el ser humano, es verosí-
mil que también estaría afectada por las emociones que afectan a este,
empezando por la emoción que produce la certeza de la propia finitud.

¿Fracción insignificante?
Para hacer perceptible lo reciente de la aparición del hombre y, en
consecuencia, lo relativo de su peso en la evolución del universo, la
divulgación científica en ocasiones recurre a una trasposición de las
etapas de esta evolución a una película de tres horas. Recordemos
algunos datos aproximados: el Universo “surgió” hace 13.500 millones
de años; esa estrella que es el sol data de 5.000 millones de años; la
Tierra se formó hace 4.500 millones de años. ¿Y la vida? Hace 3.500
millones de años aparecen los primeros organismos unicelulares.
Los primeros mamíferos aparecieron hace 300 millones de años. Los
homínidos datan aproximadamente de seis millones de años y los
humanos habitamos la tierra hace quizás 4 millones de años, aunque
el llamado “homo habilis”, aparece hace sólo 2.500 millones de años.
Vayamos ahora a la transposición a escala en la película de tres
horas. La vida aparecería treinta minutos antes del final, los animales
únicamente cinco minutos. ¿Y los humanos? Sólo serían introducidos
una fracción de segundo, tan ínfima que el espectador no se aperci-
biría de ello. Venimos a decirnos: hemos aparecido tarde y caso de
desaparecer, por ejemplo, en el año tres mil, entonces nuestra especie
habría sido un momento evanescente en el proceso de la naturaleza.
Es decir: teniendo como criterio la objetividad física nuestra presencia
total no habría superado esa mínima fracción de segundo evocada.
¿Fracción insignificante?
Poco a poco. Los datos científicos tienen su hermenéutica y ahí
ya no estamos en la ciencia. Es imprescindible cribar bien entre el
grano científico y la viruta ideológica. Pues en ocasiones, indiscutibles
hechos científicos dan pie a tesis que no son en absoluto corolarios
de los mismos, entre otras cosas en razón de que lo afirmado no entra
dentro de la ciencia, es más bien meta-ciencia o incluso pre-ciencia,

16 Víctor Gómez Pin


es decir: conjunto de creencias para las cuales se busca apoyatura en
la ciencia, forzando eventualmente el calzador. Las líneas que siguen
nada tienen que ver con la ciencia, pero sí con ese destino de la ciencia
misma que es la filosofía, la cual se guía por sus propias coordenadas.
Vuelvo a ese imperceptible intervalo al final de la película que
se nos asigna, para enfatizar el hecho de que en el mismo ha tenido
cabida el transcurrir de la técnica, la ciencia, el arte, la filosofía y… el
cúmulo de interrogaciones y respuestas sobre lo que tiene significa-
tivo peso y lo que es insignificante. Por ejemplo, la pregunta misma
sobre si lo diminuto del transcurso temporal en el que se inscribe la
existencia del hombre tiene correspondencia en el peso a otorgar a
ese intervalo final en relación con el conjunto de la historia cósmica.
Pues sólo en esta fracción de segundo aparece el ser que “da cuenta”,
remitiendo a principios asumidos como evidencias (base de la cien-
cia), pero también el ser que da “cuenta” en un sentido más genérico,
en todo caso el ser que dirime, acota, muestra la no confusión y así,
entre otras cosas, marca la diferencia entre lo enorme y lo diminuto,
entre lo que tiende a infinito y lo que se aproxima a lo infinitesimal.
En esa ínfima fracción de segundo entra en escena un hacedor de
signos, un ser que otorga significado (a veces significados múltiples
bajo un mismo signo) y sin cuya acción obviamente todo carecería
de significación.
No hay forma de escapar a esta paradoja: el proceso que constituye
el universo (es decir, la historia de la transformación de la energía)
sólo aparece muy dilatado en razón de que un ser efímero, estupe-
facto ante su entorno, se esfuerza por ordenarlo y contarlo, a la vez
que insiste en conferirle un sentido, un ser que como el Spinoza de
Borges “desde su enfermedad, desde su nada/ sigue erigiendo a Dios
con la palabra3”.

3 “Bruma de oro el occidente alumbra/ la ventana. El asiduo manuscrito/aguarda, ya cargado de


infinito./Alguien construye a Dios en la penumbra./ Un hombre engendra a Dios. Es un judío/de
tristes ojos y de piel cetrina;/lo lleva el tiempo como lleva el río/una hoja en el agua que declina./
No importa, el hechicero insiste y labra/a Dios con geometría delicada;/desde su enfermedad,
desde su nada,/Sigue erigiendo a Dios con la palabra/El más pródigo amor le fue otorgado, el
amor que no espera ser amado”.(J.L. Borges, Spinoza).

Sobre la singularidad del ser humano 17


El hombre cuenta… y se inscribe a sí mismo en sus cuentas
El hombre cuenta, hace historia, y eventualmente se incluye como
un actor más de la misma: bien como fruto azaroso de un capricho
de dioses a los que ha conferido su propia forma, bien como resul-
tado de una voluntad sin forma, todo-poderosa y de inconmensurable
inteligencia. Pero la aparición del hombre en su propia cuenta puede
tomar otra forma (a veces paralela a la anterior, a veces confrontada
a la misma) que los griegos designaban como peri physeos historia, es
decir, la indagación sobre la naturaleza.
Hoy la indagación sobre la naturaleza sitúa en el arranque un
proceso de expansión del monto total de energía y describe como
las vicisitudes del proceso condujeron a la configuración de singu-
lares organismos que el propio hombre acabaría designando como
células, las cuales, agrupándose y evolucionando de manera no lineal
acabarían por emerger en forma cabal de vida. En ese escenario, las
vicisitudes de la vida, determinadas por la dura restricción de no sobre-
pasar lo que posibilita la energía (es decir, no poder hacer otra cosa
que transformarse) condujeron a la aparición de animales dotados
de prodigiosos códigos de señales, prodigiosa capacidad de emitir y
recibir información.
Y en esta indagación sobre la naturaleza el hombre se ubica a sí
mismo como el ser dotado del más singular de esos códigos: un código
que en ocasiones subordina la emisión o recepción de información, la
instrumentalización para otros usos o simplemente prescinde de ella,
hasta el punto de que en ocasiones el nuevo protagonista se compla-
cería en el mismo código, lo consideraría como fin en sí, en lugar de
ponerlo al servicio de la vida.
El hombre se había situado como un protagonista en el teatro del
tiempo y el espacio. Pero la indagación sobre la naturaleza da un paso
más, introduciendo en el relato el propio escenario. Avanza razones
para considerar que tiempo y espacio no son aquello donde lo con-
tado ocurre, sino que ellos mismos son acontecimientos, responden
al mismo tipo de contar que da cuenta de la evolución de astros y
estrellas, de los cambios en el seno de los átomos y del proceso que del

18 Víctor Gómez Pin


organismo unicelular llegó hasta el hombre. Así el escenario mismo,
el marco de lo que acontece es relativizado, reducido, convertido en
objeto de ciencia.
Mas si el tiempo absoluto en el que se enmarcaría el devenir es
una ficción (un “prejuicio”, Einstein dixit), de tal manera que juz-
gando el peso de nuestra presencia por la duración en un tiempo
lineal, el pequeño papel que nos asignaríamos sería, además, en un
teatro fantasmagórico. El tiempo del que seríamos sólo un momento
fugitivo sería en todo caso el tiempo de la relatividad en el que hay
dilaciones y contracciones en función de los referenciales en los que
nos insertamos, e incluso un tiempo propio en el que todo lo que
acontece sucede en el mismo lugar. Y en tal caso ese marco temporal
al que se refería la metáfora de la película y en el que nuestro papel es
considerado mísero, aparece como un resultado conceptual (forjado
por la teoría einsteniana) de esa evanescencia que constituiríamos.
El hombre hace cuentas y en ocasiones da cuenta o razón de las
cosas, pero quizás la modalidad primordial de contar es la emble-
máticamente representada por nombres como Homero, Tolstoy o
Melville. Recuérdese que el único superviviente en la gran narración
Moby Dick es el propio narrador, Ismael, quien no se equivoca sobre
cómo interpretar el hecho: Ismael ha sido preservado “tan sólo para
contarlo”.
Contar no es, en efecto, una actividad contingente que el hombre
vendría o no a realizar según se lo permitieran las vicisitudes serias.
Pues, en un momento esencial del desarrollo de cada ser humano,
todas las cosas que configuran el mundo fueron para él contadas.
Y así, el hombre a veces da cuenta de las cosas, otras veces simplemente
narra o cuenta, y quizás, siempre, el hombre importa. •

Víctor Gómez Pin es catedrático emérito de la Universidad


Autónoma de Barcelona.

Sobre la singularidad del ser humano 19


E N P O R TA D A

ENSEÑAR A
APRENDER A LAS
MÁQUINAS: MITO,
TECNOLOGÍA
Y POLÍTICA

Las tecnologías de IA no necesitan cumplir


las expectativas más extremas para generar
profundas disrupciones en las sociedades
contemporáneas. Ya las están generando.

J UA N A N TO N I O C O R D E R O

20
L
a inteligencia artificial ocupa una posición ambivalente
en el imaginario de las sociedades occidentales. Por un
lado, está asociada a uno de los principales vectores de
progreso: la voluntad de superación de los límites natura-
les y la movilización de la inteligencia humana al servicio
de su propio perfeccionamiento. Por otro, esta ambición
va acompañada de un examen crítico de los riesgos que entraña: a cada
oleada de avances tecnológicos sigue, tras la fase “tecnoeufórica”, un
interés renovado por las amenazas potenciales de su despliegue.

La tecnología en el imaginario colectivo


Esta prevención está inscrita en algunos de los mitos más destacados de
la cultura occidental: el de Prometeo, el titán griego condenado a una
tortura eterna por haber robado a los dioses el tesoro del fuego, para
entregarlo a los humanos; o el de la torre de Babel, en el que la insolencia
humana al pretender llegar al cielo fue castigada con la confusión lin-
güística. En la tradición judía, la leyenda del Golem insiste en la misma
moraleja, que la cultura popular contemporánea ha seguido cultivando,
desde el Frankenstein de Mary Shelly (1818) hasta Terminator (1989),
Matrix (2000) o, de forma más inquietante y menos épica, la serie Black
Mirror (2011): desafiar los límites y pretender sustituirse a los dioses,
engendra peligros a la altura de sus promesas, si la tecnología escapa al
control de sus creadores y su potencia sobrehumana acaba al servicio de
la destrucción o la esclavización, y no de la emancipación, del hombre.
La percepción social de la IA, las expectativas y los temores que
alternativamente engendra, ejercen una influencia decisiva en la evo-
lución de las tecnologías relacionadas, el aprendizaje automático y la
automatización. Aunque estilizadas y frecuentemente excesivas, estas
representaciones populares identifican en ocasiones riesgos reales
ligados a estas tecnologías.

Cuatro hitos de la inteligencia artificial


Fundada a mediados del siglo xx, la inteligencia artificial ha expe-
rimentado desde entonces un desarrollo innegable, en numerosos

21
ámbitos1. Se pueden mencionar cuatro hitos que han contribuido a
moldear la percepción pública: ELIZA y Tay, en el campo del pro-
cesamiento de lenguaje natural, y DeepBlue y AlphaGo, en el de la IA
aplicada a juegos.
ELIZA fue probablemente el primer “programa conversacional”
o chatbot. Desarrollado en el MIT entre 1964 y 1966, para simular
una sesión de psicoterapia, ELIZA era capaz de “conversar” con un
usuario humano, a través de un sistema relativamente rudimentario
de reglas con las que reaccionar a comentarios o palabras clave de
su interlocutor. No hay, por tanto, aprendizaje en sentido estricto.
El creador de ELIZA, Joseph Weizenbaum, no pretendía crear un
dispositivo inteligente sino, más bien, ilustrar las limitaciones de
las inteligencias automáticas (Weizembaum, 1976). Pero, pese a la
modestia de las interacciones posibles con ELIZA, el sistema conse-
guía pasar, a ojos de muchos de sus interlocutores, por “inteligente”,
incluso por humano.
La victoria del programa DeepBlue sobre Gary Kasparov –enton-
ces campeón mundial– al ajedrez, en 1997, tuvo un impacto mayor en
la opinión pública. Por su complejidad y prestigio, el ajedrez se había
convertido en benchmark para medir la progresión de la inteligencia
automática, y por tanto de constatar el sorpasso del hombre por la
máquina: si se podía crear una máquina capaz de jugar al ajedrez
mejor que el mejor de los humanos, parecía no haber límite a lo que
una IA podía conseguir.
Desde un punto de vista algorítmico, la victoria de DeepBlue es
escasamente “inteligente”. La mejora en las tecnologías de fabrica-
ción y el aumento progresivo de la capacidad de computación de
los microprocesadores permitían a DeepBlue ejecutar una cantidad
ingente de cálculos por segundo, varios órdenes de magnitud por
encima de la capacidad humana. La estrategia para determinar la
próxima jugada se basaba en la exploración y reducción del árbol
de secuencias posibles del juego, y la selección de los movimientos
1 Se sitúa su “evento seminal” en la conferencia de Dartmouth de 1956, que reunió a los principales
investigadores estadounidenses en razonamiento automático, cibernética y autómatas.

22 Juan Antonio Cordero


que permiten acercarse a estados finales de victoria, con la ayuda
del algoritmo de optimización minimax (Shannon, 1950). En un
juego como el ajedrez, con un conjunto limitado de configuraciones
o estados posibles, con reglas bien definidas para mover las piezas, y
métricas precisas para determinar el valor de una jugada, la combi-
nación de fuerza bruta de cálculo y de algoritmos de optimización
permitía construir jugadores imbatibles para cualquier inteligencia
humana, ya en los años noventa.
La progresión de victorias de la máquina contra el hombre, en
juegos más o menos complejos, no se ha detenido desde entonces. En
2015, el software de inteligencia artificial AlphaGo, de Google, conse-
guía derrotar consistentemente a los mejores jugadores humanos de
Go, un juego sustancialmente más complejo que el ajedrez, en el que
la fuerza bruta de cálculo no basta para derrotar al contrario. En este
caso, la habilidad de juego del programa mejoraba progresivamente,
gracias a la acumulación de observaciones sobre otras partidas, entre
humanos o jugadas con humanos. Estas partidas permitían “entrenar”
el sistema, y hacerlo “aprender” de su propio juego con técnicas de
aprendizaje automático (machine learning), hasta el punto de hacerlo
imbatible para sus rivales posteriores.
El ejemplo de Tay, chatbot creado por Microsoft en 2016, ilustra
un aspecto diferente de la IA. Tay era una IA conversacional diseñada
para interactuar con los usuarios de Twitter como una joven de die-
cinueve años. Se trataba de un proyecto de simulación de interacción
humana, como el primitivo caso de ELIZA. Bastaron unas horas
online para que Tay adquiriera, para desolación de sus programadores,
una “personalidad” indeseable, racista y homófoba, hasta tal punto
que Microsoft tuvo que suspender la experiencia y suprimir el bot
de Twitter. La explicación oficial señalaba la interacción de Tay con
trolls de Twitter como el principal motivo de su deriva. Más allá de las
fragilidades algorítmicas, el incidente ilustra el impacto que tienen los
entornos de los sistemas inteligentes en su comportamiento, y en las
posibilidades que se abren de manipularlo deliberadamente mediante
la interacción con ellos o a través del entrenamiento.

Enseñar a aprender a las máquinas: mito, tecnología y política 23


Inteligencia, razonamiento y aprendizaje
Los ejemplos anteriores, que en modo alguno son exhaustivos, ilustran
distintas aproximaciones a la noción de inteligencia automática, sin
que haya acuerdo general al respecto. En 1950, Alan Turing propuso
el famoso “test de Turing”: la idea es que una máquina es inteligente
si consigue convencer a un observador exterior, con acceso a las res-
puestas de la máquina, de que se trata de un ser humano inteligente
(Turing, 1950). En decir, es inteligente si parece (humanamente) inte-
ligente. Como definición es problemática, y en su momento generó
una amplia controversia (ver la discusión sobre la “habitación china”,
planteada por John Searle en 1980); pero ha ejercido una influencia
indudable en la evolución de la IA, que puede reconocerse en los
ejemplos de ELIZA y Tay.
El test de Turing asume una noción antropocéntrica de la inteli-
gencia, que encaja (parcialmente) en el programa de la ya mencionada
conferencia de Dartmouth: “…que las máquinas usen el lenguaje, for-
men abstracciones y conceptos, resuelvan categorías de problemas hoy
reservadas a los humanos, y se perfeccionen a sí mismas” (McCarthy,
1955). La ambición de “formar abstracciones y conceptos”, como hace-
mos los seres humanos, dio una primera orientación (denominada “IA
simbólica”) a la disciplina, centrada en la representación conceptual
y la lógica formal como pilares del razonamiento automático.
Otros enfoques, procedentes de la psicología (e.g., Humphreys,
1972; Sternberg & Selter, 1982), han privilegiado la habilidad para
adquirir datos, combinarlos y reutilizarlos; y más en general, en las
capacidades de adaptación y aprendizaje orientadas a la consecución
de objetivos. La noción de “agente inteligente” (Wooldridge, 1995,
1999; Russell & Norvig, 1995) extiende estas nociones más allá de la
emulación humana: un agente inteligente es cualquier entidad (dispo-
sitivo, programa, un autómata, ser vivo) capaz de interactuar con su
entorno y “aprender” de esa interacción, es decir, adaptar su respuesta
de acuerdo con su “función objetivo”, y según el efecto observado/
inferido de respuestas anteriores. Esta adaptación puede realizarse con
técnicas de machine learning, otra orientación de la IA cuyos métodos

24 Juan Antonio Cordero


han conocido un desarrollo importante en los últimos años– cuyas
bases conceptuales son conocidas desde hace décadas.

Computación, conectividad y ley de Moore


La inteligencia artificial ha tenido una evolución irregular. A las épo-
cas de efervescencia, han seguido largos períodos de estancamiento
y depresión, al constatar que las posibilidades tecnológicas reales
no estaban a la altura de las expectativas generadas: son los llama-
dos “inviernos” de la IA. Los más severos se produjeron en los años
setenta, cuando se hizo evidente que muchos algoritmos resultaban
impracticables para resolver problemas de tamaño real, tanto por la
complejidad de éstos, como por las limitaciones computacionales de
los sistemas de la época (informe Lighthill, 1973); y a finales de los años
ochenta, con el agotamiento de las técnicas de IA simbólica, centra-
das en la representación y el razonamiento lógico, y de los llamados
“sistemas expertos”, que habían constituido su pista más prometedora.
Uno de los factores que permitieron superar este último invierno
fue, justamente, el aumento sostenido en las capacidades de compu-
tación, almacenamiento y obtención de datos, y la reorientación de la
IA hacia las tecnologías de aprendizaje automático2, cuyo desarrollo
se había visto anteriormente limitado por su coste computacional.
La combinación del crecimiento en las capacidades de cálculo de
los microprocesadores (ley de Moore), con el desarrollo de Internet
y el consiguiente aumento de la conectividad y las capacidades de
computación distribuida, ha dado así un nuevo impulso desde los
años noventa a la IA, que privilegia la explotación de datos masivos
mediante mecanismos de aprendizaje automático (y no de lógica
formal y razonamiento simbólico, como en el pasado), de base esen-
cialmente estadística: las técnicas de Deep Learning (“aprendizaje
profundo”) reposan sobre la identificación de correlaciones y patrones
estadísticos complejos en grandes volúmenes de datos.

2 Entre ellas, el perceptrón, conocido desde los años sesenta, y el algoritmo de retropropagación
(backpropagation), desarrollado entre los años setenta y ochenta; ambos constituyen elementos
básicos de las redes neuronales.

Enseñar a aprender a las máquinas: mito, tecnología y política 25


Ambos elementos configuran una inteligencia profundamente
dependiente de los datos: los sistemas inteligentes lo son en la medida
en que tienen, merced a los progresos de las tecnologías de com-
putación, una capacidad sin precedentes para procesar y explotar
datos; y merced a la consolidación de Internet y las tecnologías de
comunicación, un acceso a volúmenes y flujos de datos que tampoco
tiene precedentes. Esta inteligencia automática está así estrechamente
condicionada por la calidad y la cantidad de los datos que los siste-
mas manejan3. Su dependencia de infrastructuras externas (ya sean
las infrastructuras de comunicación que constituyen Internet y que
permiten el tránsito de datos, o los grandes centros de procesamiento,
almacenamiento y computación que permiten su explotación) obliga
a integrar en las consideraciones sobre IA los costes (económicos,
medioambientales), vulnerabilidades e implicaciones de estas infras-
tructuras y tecnologías habilitantes en las que descansan los sistemas
de inteligencia distribuida.

La centralidad de los datos


La interacción de un “sistema inteligente” de base estadística con su
entorno se realiza a través de los datos que se le facilitan: la modeli-
zación del entorno que estos datos reflejan define el flujo de entradas
que informa el sistema inteligente y alimenta (entrena) su mecanismo
de aprendizaje, y al hacerlo determina los factores del entorno con-
siderados significativos, y cuya evolución podrá ser tenida en cuenta
por los algoritmos implementados.
Ésta no es una operación neutra: el mismo individuo puede ser des-
crito en función de su etnia, su género y su edad; o bien a través de su
nivel de estudios, su lugar de residencia y su salario. Las conclusiones
que puede extraer el mismo sistema inteligente –el mismo mecanismo

3 Aunque la cuestión desborda el ámbito de este ensayo, el hecho de que buena parte de los datos
que alimentan y perfeccionan las inteligencias automáticas sean provistos cotidianamente por hu-
manos (e.g. informaciones de redes sociales, preferencias expresadas, textos, imágenes, etc.), lleva
a algunos autores a plantearse la pertinencia de establecer formas de redistribución de la plusvalía
asociada a las IAs, que serían en realidad una retribución por los datos, hoy cedidos gratuitamen-
te, que las nutren y entrenan (Arrieta-Ibarra et al., 2018).

26 Juan Antonio Cordero


de aprendizaje automático– de las mismas realidades, descritas con
estas dos modelizaciones aplicadas a los mismos individuos, pueden
ser radicalmente diferentes – y están, en parte, implícitas en las varia-
bles que conforman el modelo. Esta dependencia de datos y modelos
lleva a destacados científicos a cuestionar que los sistemas basados
en la optimización y el aprendizaje estadístico puedan considerarse
“inteligentes” en absoluto (Pearl, 2018), aunque puedan tener éxito
en tareas específicas y de gran complejidad.
En ocasiones se asume que, aunque su funcionamiento y su preci-
sión puedan ser deficientes en un principio, estos sistemas se vuelven
progresivamente más “inteligentes” a medida que se entrenan y se
ven expuestos a conjuntos más amplios de datos. En realidad, con un
modelo defectuoso o insuficientemente preciso del entorno, y/o con
una exposición sesgada a éste entorno (con unos datos de entrena-
miento no representativos), el sistema no puede converger hacia un
comportamiento “inteligente” aunque se faciliten flujos masivos de
datos de entrenamiento, y aunque se empleen los mecanismos más
sofisticados de IA: la capacidad efectiva de aprendizaje está limitada
por la calidad de las representaciones (modelos) y de los datos que el
sistema puede emplear para configurarse.
Otro elemento considerar es la métrica de optimización o ren-
dimiento: el criterio o conjunto de criterios que el sistema maneja
para evaluar sus propias decisiones. Estos criterios dependen de la
aplicación, pero la aplicación no determina la métrica: para un mismo
problema, pueden existir diversas medidas de rendimiento –quizá
incompatibles–, y la priorización de unas u otras puede arrojar resul-
tados distintos. Las decisiones de un vehículo autónomo, por ejemplo,
dependerán de si éste busca optimizar el tiempo de trayecto (cuanto
más corto, mejor), el número de accidentes (cuantos menos, mejor),
o el consumo eléctrico (cuanto menos contaminante, mejor).
El modelo de datos, el muestreo y la función de rendimiento res-
ponden a elecciones “políticas” –no reductibles a criterios meramente
científicos o tecnológicos–para el sistema en cuestión, en ocasiones
implícitas, pero no por ello menos reales. Estos tres elementos tienen

Enseñar a aprender a las máquinas: mito, tecnología y política 27


un peso relevante en el funcionamiento de los sistemas inteligen-
tes, y pueden convertirse en socialmente críticos –y merecedores de
una discusión pública en profundidad–, si el uso de estos sistemas se
generaliza, por ejemplo, en los dispositivos de acceso y prestación de
servicios públicos y/o de alto impacto en la vida cotidiana. Pese a su
apariencia técnica, estos elementos son exteriores a los algoritmos y
las técnicas de aprendizaje. Y por eso mismo, los sesgos que pueden
inducir en los sistemas inteligentes no son necesariamente corregibles,
ni siquiera detectables, mediante la mera iteración –el “aprendizaje”–
del algoritmo en cuestión.
Se ha mencionado ya el incidente de Tay, pero hay más ejemplos
más cotidianos, más inquietantes y de mayor impacto social. En octu-
bre de 2019, Amazon reconocía que la IA que empleaba para filtrar
automáticamente candidatos a ofertas de trabajo en la compañía,
discriminaba sistemáticamente a las mujeres. No se trataba de un
comportamiento explícitamente implementado, sino “aprendido”
por el sistema: la IA había sido entrenada con (es decir, tomando
como referencia) el histórico de las contrataciones realizadas por la
compañía, y programada para producir decisiones de contratación
lo más similares posibles a éstas. Ese histórico, fuertemente sesgado a
favor de los hombres, había llevado al sistema a reproducir, sin inter-
vención humana aparente, un patrón de contratación visiblemente
discriminatorio. El incidente causó un escándalo comprensible; pero
sus causas no son tecnológicas. Un sistema automático entrenado
con datos sesgados (en este caso, las contrataciones realizadas por
operadores humanos en el pasado), y diseñado para tomar decisiones
lo más parecidas posibles a las “aprendidas” en su entrenamiento, va a
reproducir –no crear– mecánicamente el sesgo presente –humano–
en los datos que emplea como referencia. No es el algoritmo quien
introduce elementos indeseables o imprevistos en el rendimiento del
sistema: son los factores “políticos”, humanamente mediados, que
rodean su puesta en práctica, los que condicionan su resultado. Con
frecuencia, las noticias más inquietantes que se leen sobre las derivas
de los algoritmos existentes de inteligencia artificial, tienen menos

28 Juan Antonio Cordero


que ver con la tecnología en sí, y más con estos aspectos “políticos” y
humanos que rodean su implementación y su uso – aspectos menos
sensacionales, no específicos de la IA, y sobre los que hay responsables
y decisores de carne y hueso.

Tecnología y poder
Algunos investigadores (e.g., Crawford (2021)) deploran el uso del
término “inteligencia artificial” para englobar los algoritmos de opti-
mización y aprendizaje estadístico: a su juicio, la denominación induce
a la confusión. Desde luego, estos algoritmos son capaces de procesar
grandes volúmenes de datos, detectar patrones estadísticos en ellos y
tomar decisiones a una escala inalcanzable para el ser humano –de la
misma forma que los trenes de alta velocidad van mucho más rápido
que humanos y animales–, y ello les permite realizar tareas complejas,
muy específicas y de gran precisión en un amplio espectro de aplica-
ciones (desde el diagnóstico automático de enfermedades a través de
imágenes médicas, hasta la predicción meteorológica, pasando por
la asistencia en vuelo, aterrizaje y despegue). Por el momento, no hay
“inteligencia” ni cognición equiparable a la de un ser vivo –no ya a
un humano– en estas tareas: no hay capacidad de generalizar ni de
abstraer más allá de la detección de correlaciones estadísticas; menos
aún hay conciencia de sí.
Pero las tecnologías de IA no necesitan cumplir las expectativas
más extremas que activan en el imaginario colectivo4 para generar
profundas disrupciones en las sociedades contemporáneas. Ya las están
generando: aunque no sean propiamente “inteligentes”, las tecnolo-
gías actuales ya modifican en profundidad el ocio, la economía y el
trabajo, las sociedades, la Administración, los servicios públicos y
–necesariamente–la política; la manera en la que nos relacionamos
con nuestro entorno, ejercemos nuestros derechos, construimos nues-
tras preferencias y formamos nuestros juicios. Que la modifiquen en

4 Ya sean éstas la rebelión de las máquinas, la esclavización o sustitución de los hombres, las visio-
nes transhumanistas, o la Singularidad (Good, 1965) que daría paso a la llamada “IA fuerte”, en la
que las inteligencias artificiales serían superiores a las humanas.

Enseñar a aprender a las máquinas: mito, tecnología y política 29


BIBLIOGRAFÍA

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and the Planetary Costs of Artificial Intelligence. New el interior de las sociedades,
Haven, US: Yale University Press, 2021.
como entre países y regiones
del mundo. La llamada “bre-
cha digital”, observable desde hace décadas, puede convertirse en
insalvable entre los sectores sociales que comprenden y dominan

30 Juan Antonio Cordero


estas tecnologías –o al menos manejan sus rudimentos estadísticos,
informáticos y técnicos–, y por ello pueden explotar sus ventajas; y
quienes las sufren pasivamente sin medios para manejarlas, y pue-
den verse atrapados en dinámicas sociales, económicas y políticas
amplificadas por éstas (desde la polarización alimentada por las
redes sociales, hasta la precarización posibilitada por la economía
de plataformas). Sin un esfuerzo público sostenido para desarrollar
y mantener capacidades tecnológicas propias, formar a ciudadanos
y trabajadores, y distribuir de forma equilibrada los rendimientos y
las oportunidades generadas por las tecnologías asociadas a la IA, la
tendencia a la concentración de los medios de producción y explo-
tación de la IA reforzará los desequilibrios de poder, fragilizando
la cohesión social en el interior de las sociedades, potenciando la
inestabilidad social, y agravando la dependencia científica y tecnoló-
gica respecto a aquellas potencias con medios y voluntad suficiente
para capitalizarla. •

Juan Antonio Cordero es Doctor en Informática (École


Polytechnique), ingeniero de Telecomunicaciones (UPC) y
licenciado en Matemáticas (UPC). Profesor de Informática y
Redes en la École Polytechnique (Francia).

Enseñar a aprender a las máquinas: mito, tecnología y política 31


E N P O R TA D A

INTELIGENCIA
ARTIFICIAL:
INSTRUCCIONES
DE USO
La inteligencia humana excelente, la
humanística, y el compromiso cívico
democrático, son los grandes elementos de
contrapeso a los posibles excesos y conflictos
en tiempos de desarrollo de la IA.

M A I T E PAG A Z AU RT U N D ÚA

32
“En cuanto a la inteligencia artificial, la confianza es una obligación,
no un adorno. Mediante estas reglas de referencia, la UE lidera la
formulación de nuevas normas mundiales para que garanticen que
se pueda confiar en la IA. Al establecer las normas podremos faci-
litar el advenimiento de una tecnología ética en todo el mundo y
velar por que la UE siga siendo competitiva. Nuestras normas, que
son a prueba de futuro y propicias a la innovación, intervendrán
cuando sea estrictamente necesario, esto es, cuando estén en juego la
seguridad y los derechos fundamentales de la UE”
Margrethe Vestager1

L
os seres humanos, animales simbólicos, inacabados y
capaces de crear, hemos conseguido ir atesorando el
conocimiento de los que más han avanzado en distintos
campos científicos o técnicos. En tal sentido hemos sido
capaces de generar lo que se conoce como Inteligencia
Artificial. Es la tecnología que agrupa datos, algoritmos
y capacidad informática a una velocidad de vértigo, y toma decisio-
nes sobre objetivos que se predeterminan. Estamos avanzando en un
nuevo tiempo en el que la IA compone una de las partes más impor-
tantes de la economía de los datos y existen productos de inteligencia
artificial que están instalados en las tecnologías que consumimos a
diario. No hay vuelta atrás.
La gran cuestión para las democracias occidentales europeas es
conseguir todo lo que anuncia y desea la vicepresidenta del Ejecu-
tivo europeo. Los objetivos que pedimos a la inteligencia artificial
y el procedimiento de entrenamiento de los algoritmos no deben
ir contra lo humano. Un ingeniero con muchas horas de vuelo en
programación señalaba que hay aspectos en la programación de esta
nueva tecnología que no sabemos cómo funcionan. Como en una caja
negra, el algoritmo se entrena y aprende sobre gigantescas cantidades
de datos. La calidad del dato, sin sesgos potenciales, es pues, esencial,

1 Vicepresidenta ejecutiva responsable de la cartera de Una Europa Adaptada a la Era Digital.

33
Solo se puede porque la búsqueda de patrones no es
evitar que la IA coherente con lo que pensaríamos los
vaya contra lo seres humanos.
humano si se La gran cuestión es que se produzca
produce y aplica y se aplique de forma acorde con los
de forma acorde saberes atesorados de los que más han
con el respeto a la avanzado en el ámbito humanístico, por
dignidad humana equilibrar las manos en las que está la
y a los derechos técnica, de capacidades potencialmente
fundamentales tan exorbitantes.
Quiero resaltar esta afirma-
ción. Sólo se puede evitar que vaya contra lo humano si se
produce y se aplica de forma acorde con los saberes de los
que más han avanzado en el ámbito humanístico y político.
El respeto a la dignidad humana y a los derechos fundamentales en la
parte sustancial de la actividad potencial de los servicios que se estén
desarrollando o puedan desarrollarse bajo esta tecnología se invoca
de forma permanente en los trabajos de las instituciones europeas,
por lo que las directrices éticas elaboradas por el grupo de expertos
de alto nivel sobre la IA deberán estar a la altura del reto.
La eficiencia y la productividad deberán ser contempladas, en
todo caso, desde el punto de vista de un ecosistema productivo y
de servicios públicos y privados para que no resulte dañina para los
seres humanos reales, tal y como son: confusos, nerviosos, con fallos,
sin la capacidad lógica de los robots y necesitados de ocupación y de
sustento. El beneficio empresarial ultraeficiente o la minimización
del coste público no debería dejar al pairo a una sociedad de perso-
nas reales con necesidades reales, expresadas muchas veces de forma
confusa y cambiante.
La segunda gran cuestión es qué supone esta tecnología en el
ámbito de la defensa y de la seguridad en entornos autoritarios reales,
existentes, y de ciberamenazas criminales híbridas, y si esto podría
suponer, de facto, que en el medio plazo y bajo el pretexto de pro-
tegernos, el poder ejecutivo se extienda mucho más allá de lo que

34 Maite Pagazaurtundúa
hoy aceptamos en materia de privacidad y derechos fundamentales.
Ese ámbito, tan espinoso como real en lo geopolítico, no aparece del
todo en el Libro Blanco publicado por la Comisión, pues explícita-
mente deja de lado las cuestiones militares y de defensa.
En la Unión Europea hemos decidido que la inteligencia artificial
en el ámbito civil y público necesita instrucciones de uso basadas en
los derechos fundamentales, con límites basados en riesgos y normas
sobre cuestiones relativas a la responsabilidad civil o penal o la segu-
ridad jurídica y defensa del consumidor, entre otros muchos ámbitos
que debemos analizar y jerarquizar. Los poderes públicos consideran
que la posibilidad de posicionamiento geoestratégico de nuestra eco-
nomía e intereses depende del desarrollo de la IA –antropocéntrica
la llaman–, bajo una correcta regulación, posibilitando un mercado
europeo realmente único y un sustancial crecimiento de la produc-
tividad. Las siguientes líneas procuran un enfoque comprensible de
nuestros derechos, dentro del inmenso campo de la revolución nor-
mativa que supondrá el desarrollo de la IA.
No tengo nada contra los seres humanos que utilizan eso que se
va llamando “el Internet de las cosas” ni, un suponer, contra quienes
compran la cortadora de césped que trabaja sola. Entendería incluso,
que en un futuro próximo, y con un algoritmo entrenado en los tópicos
sociales de la familia española, una cortadora de césped se llegara a
quejar con la entrañable voz de Gracita Morales, porque es la única
que se encarga de las malas hierbas en la finca. Me resultaría bastante
más distópico, siendo sincera, que la cortadora de césped parlanchina
–ante la presencia de los legítimos propietarios a los que podría llegar a
reconocer por los andares, las hechuras, el rostro– hablase con la finura
y sesgos de los representantes de nuestra clase diplomática destacada
en el Vaticano. El reconocimiento de los andares, hechuras y datos
biométricos estaría estrictamente prohibido –a día de hoy– para este
uso e incluso para la mayor parte de los usos de los operadores poli-
ciales en la Unión Europea. Que la cortadora de césped persiguiese a
personas no autorizadas en la finca, ni se contempla para este u otros
productos civiles. La Unión Europea prohíbe tecnología autónoma

Inteligencia Artificial: Instrucciones de uso 35


de inteligencia artificial para matar. También están y estarán estricta-
mente prohibidos juguetes infantiles con programas de inteligencia
artificial asistidos por voz que pudieran incitar a comportamientos
peligrosos. Lo apunto a vuela pluma, por ayudar a imaginar a los
lectores.
Hoy en día, según la Comisión Europea, la mayor parte de los
datos son relativos a los consumidores y se almacenan y tratan en
infraestructuras ubicadas en nubes centralizadas fuera de la Unión.
En el futuro que viene los datos identificados y utilizables serán mucho
más abundantes y procederán de la industria, de las empresas y del
sector público y se almacenarán en diversos sistemas. Se trata de no
perder pie desde el punto de vista económico y tecnológico, según se
entiende de los distintos textos a nuestra disposición: somos una gran
economía, con un PIB per cápita de unos 25.000 euros para más de
cuatrocientos millones de europeos y esto, nuestras infraestructuras y
los datos que generamos y generaremos al consumir productos tecno-
lógicos, supone el potencial para convertirnos en un continente líder
en tecnologías digitales, al tiempo que nuestro desarrollo tecnológico
garantizaría la soberanía digital e industrial de la Unión.
Los poderes públicos reseñan que en la actualidad la Unión es
uno de los mayores productores del mundo de robots industriales y
también de los mayores fabricantes del mundo de vehículos de motor.
Ferrovial y Telefónica presentaron en noviembre de 2021 su alianza
para impulsar autopistas 5G en las que coexistan vehículos conven-
cionales, conectados y autónomos. Las inversiones tecnológicas se
van posicionando también en nuestro país y se va pasando de las
musas al teatro.
El Internet de las cosas y la automoción asistida por la inteligencia
artificial son una importante opción de posicionamiento de la indus-
tria europea, pero se señalan también, según el antedicho Libro Blanco
sobre la inteligencia artificial de la Comisión europea, los ámbitos
en los que Europa es especialmente fuerte como la ciberseguridad, la
atención sanitaria, la agricultura, el transporte, la moda y el turismo
en esta nueva era.

36 Maite Pagazaurtundúa
Desde un punto de vista superestructural, como aspecto benevo-
lente y creador de confianza, se subraya que este tipo de tecnología
permitirá avanzar en los objetivos climáticos, aunque será preciso
abordar el consumo que la propia tecnología supone desde el punto
de vista de la sostenibilidad medioambiental.
Desde el derecho romano no sé si nos hemos enfrentado a un
cambio tan sustancial en la organización de las reglas de juego de
las sociedades. La adaptación a la digitalización es, como se va ima-
ginando, uno de los grandes ejes de esta legislatura, marcada por la
difícil situación de la crisis sobrevenida por la irrupción de la pandemia
de COVID19 en nuestras vidas, lo que ha acentuado los esfuerzos
políticos e institucionales europeos en el campo de la adaptación a
lo digital.
El Libro Blanco sobre la Inteligencia Artificial2 se publicó en 2020
para ayudar a establecer las bases de un marco normativo europeo para
una IA digna de confianza, pues es causa y motor de que los europeos
la elijan y paguen por ella en la parte referida a industria y comer-
cio, pero también para aceptar usos públicos sobre los que podemos
–y debemos– establecer criterios y controles democráticos.
En octubre de 2021 se presentó la propuesta de Reglamento sobre
Inteligencia artificial3. Esto significa que, cuando se apruebe en el
Parlamento europeo y se negocie con el Consejo, será de aplicación
directa en toda la UE. El proyecto en debate actualmente en el legis-
lativo europeo pretende una definición tecnológicamente neutra para
los sistemas de inteligencia artificial que pivota sobre un enfoque
basado en el riesgo.
En concreto, con cuatro niveles de riesgo: el inaceptable, por
suponer usos que contravienen los valores de la Unión Europea,
contempla la prohibición de servicios que se sirvan de técnicas subli-
minales para alterar de manera sustancial el comportamiento de un
modo que provoque perjuicios físicos o sicológicos a usuarios o terce-
2 https://ec.europa.eu/info/sites/default/files/commission-white-paper-artificial-intelligen-
ce-feb2020_es.pdf
3 https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?uri=CELEX:52021PC0206

Inteligencia Artificial: Instrucciones de uso 37


ros, o que se aproveche de la vulnerabilidad de un grupo de personas
debido a su edad o discapacidad física o mental. El listado sobre el
que se trabaja es extenso.
La IA de alto riesgo es aquella para usos que pudieran crear un
impacto adverso en la seguridad de las personas o en sus derechos
fundamentales, a la que se aplicarán una serie de requisitos obliga-
torios durante el proceso de elaboración, incluyendo una evaluación
de la conformidad y controles a lo largo de todo el ciclo del sistema.
Un ejemplo sería el de la puntuación social de los ciudadanos por
aplicaciones de inteligencia artificial, realizada por parte de los gobier-
nos, como por ejemplo para la elegibilidad en el acceso a prestaciones
educativas o sociales que precisarían una parte no automatizada, y
garantías y recursos adicionales. O la automoción y tecnología sani-
taria sensible desde el punto de vista de los riesgos sobre la vida de
las personas. La IA de riesgo limitado estará obligada a requisitos de
transparencia, entre otros, y la de riesgo mínimo no añadirá obliga-
ciones legales a las de la legislación vigente, aunque se buscarán sellos
de calidad voluntarios.
Los informes políticos que se han aprobado sobre aspectos par-
ciales relativos al impacto de la inteligencia artificial son relevantes
para marcar la postura que se irá legislando en lo referido a la segu-
ridad jurídica, la responsabilidad civil o propiedad intelectual, entre
otras importantes cuestiones jurídicas. Los informes se van aprobando
con grandes mayorías en el Parlamento. El relativo a un marco ético
para la inteligencia artificial4 tuvo 44 votos en contra y 559 a favor.
El informe sobre responsabilidad por los daños causados por la IA5,
se aprobó por 626 votos a favor y 25 en contra. El del derecho a la
propiedad intelectual de lo que la IA produce o produzca6, con 612
votos a favor y 66 en contra.
En paralelo a todo lo anterior realiza sus trabajos una Comisión
Especial sobre Inteligencia Artificial en la Era Digital cuyas observa-
4 https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2020-0275_ES.html
5 https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/A-9-2020-0176_ES.html
6 https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2020-0276_ES.html

38 Maite Pagazaurtundúa
ciones y recomendaciones serán votados En el informe
en la primavera de este año 2022. Su tra- sobre la IA en el
bajo y observaciones incluyen el ámbito Derecho Penal y
de defensa y se presentará a las comi- su utilización por
siones permanentes competentes del las autoridades
parlamento, que le darán seguimiento se han establecido
durante el resto de la legislatura. límites para la
Personalmente nada tengo que intromisión en la
objetar en el campo de las opciones de vida privada o la
compra o de uso personal voluntario, vigilancia masiva
más allá de las cuestiones de indicación
y prevención de los riesgos para la integridad física, de la necesidad
de estrategias eficaces contra los ciberataques, o de las indicaciones de
salud pública por motivo de adicciones y otros riesgos de confusión
entre lo humano y lo artificial.
Otra cosa es cuando pasamos al campo de los servicios no opcio-
nales que vayan a tener componentes de esta tecnología, por ejemplo,
el de los servicios públicos, especialmente los de la administración
de justicia o la seguridad y defensa, o los servicios financieros, por
atender alguno de los más sensibles.
En el informe sobre la IA en el derecho penal y su utilización por
las autoridades policiales y judiciales en asuntos penales7 se han esta-
blecido límites para la intromisión en la vida privada o la vigilancia
masiva, y se marcan límites para que no desaparezca el derecho a la
justicia efectiva. Aunque no sea el aspecto de mayor riesgo, creo que
puede ayudar a visualizar el tiempo que viene con la preocupación
del Parlamento por el proyecto de investigación IBorderCtrl, Un
“sistema inteligente de detección de mentiras” que elabora perfiles
de los viajeros a partir de una entrevista automatizada por ordenador
realizada a través de la cámara web del viajero antes del viaje y un
análisis de 38 microgestos basado en la inteligencia artificial. Leer
algo así en la realidad parlamentaria recuerda a las personas cinéfilas

7 https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2021-0405_ES.html

Inteligencia Artificial: Instrucciones de uso 39


la caza de los replicantes biodiseñados en el Blade Runner original
de 1982 de Ridley Scott, y resulta muy inquietante.
Desde un punto de vista personal considero que sólo las demo-
cracias militantes podrán encarar en el medio plazo este nuevo giro
de la historia de la humanidad, a través de liderazgos íntegros y trans-
parentes, que refuercen los poderes legislativos y los organismos de
control de todo lo que gira alrededor de la evaluación de riesgos de la
producción y aplicación de los productos y servicios de la inteligencia
artificial. Una democracia militante y humanística que deberá afrontar
antes estos momentos en los que las emociones y el sentimentalismo
básicos invaden y sustituyen, en nuestras sociedades, al análisis racional
de opciones y de creación de compromisos en el campo social y polí-
tico. La interrelación entre democracias y dictaduras en la época de la
inteligencia artificial apunta conflictos más severos que los actuales.
La inteligencia humana excelente, la humanística, y el compro-
miso cívico democrático son los grandes elementos de contrapeso a
los posibles excesos y conflictos en tiempos de desarrollo de la IA y
eso supone también, a nivel práctico, que los centros de excelencia
para los estudios de la ética relativa a la IA estén exentos de conflictos
de intereses con quienes tienen intereses directos en el rendimiento
de esta tecnología. •

Maite Pagazaurtundúa es política, activista y escritora.


Actualmente es diputada del Parlamento Europeo, donde
es vicepresidenta de la Comisión de Libertades Civiles y
miembro de las Comisiones de Asuntos Constitucionales y
Desinformación, dentro del Grupo Renew Europe. Ha sido
presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo en España.

40 Maite Pagazaurtundúa
E N P O R TA D A

UN APUNTE EN
CIBERSEGURIDAD
E INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
Quizá sea una buena cosa tratar de definir
bien los principios de la inteligencia artificial
para luego aplicar sentido común, método
científico y criterios correctos, no sin una
buena dosis de abstracción.

M I GU E L V. C A R R I E G O S

42
L
a cita de Nelson Mandela “yo nunca pierdo, o gano o
aprendo”, quizá pueda resumir de una forma esquemá-
tica pero efectiva cómo funciona la inteligencia Artificial
(IA) subsimbólica. A base de experiencia soy capaz de
generar “conocimiento” ¿Cómo de bueno es ese cono-
cimiento? Depende de muchos factores entre ellos el
proceso de aprendizaje y las experiencias concretas de las que quiero
aprender ¿Cómo de útil es ese conocimiento? Pues también depende
de a qué quiero aplicarlo. En lo que sigue trataré de compartir algunas
experiencias relacionadas con IA en el campo de la Ciberseguridad
(CS); es decir, cuando trato con sistemas que están conectados a una
red donde se tiene el control de una parte (en general muy pequeña)
de la red global.
En general, y tras una simplificación no pequeña, podemos acordar
que un sistema con IA dispone de unas reglas de comportamiento
que procesan unos impulsos externos y que están escritas en función
de unos parámetros modificables. El sistema es capaz de evaluar los
errores cometidos después de procesar impulsos y, en función de
estos errores, modificar los parámetros del sistema con la esperanza
de encontrar una mejor forma de proceder. Así hay al menos tres
elementos que debemos tener claros antes de equipar un sistema con
inteligencia artificial: una función que evalúe los procedimientos
(función de coste, de beneficio, de utilidad, … dependiendo del sis-
tema); un método para modificar el sistema en función de los errores
cometidos, y un sistema de computación suficientemente potente
como para llevar a cabo todos los procesos de manera eficiente sobre
la cantidad de material que estamos tratando.
Los procesos de IA no son nuevos, están disponibles desde media-
dos del siglo xx. Pero desde hace no muchos años la capacidad com-
putacional, la capacidad de almacenamiento de datos, y la casi total
digitalización de nuestro entorno han hecho posible implementar de
forma eficiente esquemas altamente complejos de inteligencia artificial
en la mayoría de los procesos cotidianos. En particular y de forma muy
destacada en los procesos y acciones que utilizan Internet.

43
Inteligencia Artificial para Ciberseguridad
La noción de “amenaza” es clave en el campo de la ciberseguridad (CS).
Y es un concepto no bien definido; de hecho se dedican documentos
extensos y carísimos a describir posibles amenazas en red y a tratar
de fijar taxonomías o tipos de ataques que los sistemas pueden sufrir.
En último extremo, en casi todos los casos, una amenaza viene siendo
“algo” que es reconocido como tal por medio de una rúbrica; es decir,
evaluamos determinadas acciones de acuerdo con una escala de valo-
ración que permita dar una calificación de riesgo en función del cono-
cimiento sobre amenazas pasadas.
Estos procedimientos son en general eficientes en la mayoría de los
casos, pero dada la enorme cantidad de actividad en la red, son imposi-
bles de controlar o monitorizar por humanos: deben ser, y están siendo,
automatizados. Por otra parte, dado el dinamismo de la actividad de
la red, los procedimientos automatizados deben ser adaptables a un
entorno cambiante de nuevas amenazas, nuevos sitios de interés, etc.
Pero incluso el control de estas adaptaciones es inabordable desde un
punto de vista humano, dada la intensa actividad. Así se debe permitir un
autoajuste también automático, y no vale con una realimentación lineal,
proporcional o funcional; es decir, no es un problema de ingeniería de
control. La realimentación ha de basarse en reglas también variables en
función de criterios de utilidad. La adopción de sistemas inteligentes en
ciberseguridad, aún desde el punto de vista clásico de la clasificación de
ciberamenazas es, por tanto, hoy día inevitable. En el campo de inves-
tigación científica y técnica, la IA es una herramienta habitual en CS,
véase por ejemplo las actas de las Jornadas nacionales de investigación
en ciberseguridad, donde toda una sección está dedicada a IA1.
La detección de tráfico malicioso en la red presenta una proble-
mática similar. Al final se trata de encontrar una manera de calificar el
tráfico malicioso como tal; una “rúbrica” que nos permita (más bien
que permita a una máquina) distinguir la actividad legítima de la que
no lo es. Se trata no sólo de detectar patrones maliciosos sino también
1 M.A. Serrano, E. Fernández, C. Alcaraz, N. DeCastro, G. Calvo, Actas de las VI Jornadas naciona-
les de investigación en ciberseguridad (2021)

44 Miguel V. Carriegos
de entrenarse y ser capaz de refinar el entrenamiento en la tarea de
evaluar maliciosidad.
La actividad en red es una actividad social. Las transacciones de
todo tipo, aún las automáticas, son decididas en último extremo por
humanos. Así, la supervisión legítima en red debe adaptarse a la reali-
dad cambiante de la actividad humana. Hay muy pocas leyes genera-
les inmutables en las actividades sociales (si hay alguna). Los sistemas
deben ser por tanto adaptativos, incluso los controladores deben serlo
por razones de eficiencia. El reto está en la supervisión. Los agentes
humanos deben ser eficientes en tal tarea, y para ello deben estar prepa-
rados para ser capaces de hacer abstracciones cada vez más sofisticadas
y radicales sobre las actividades en red, que ya afectan a todas las áreas
de nuestra sociedad.No es casual, por lo tanto, la actual demanda por
parte de todo tipo de corporaciones de profesionales con altas capaci-
dades en matemáticas. Resulta crítica la capacidad de abstraer procesos,
de manejar conceptos de forma esquemática y de diseñar los cálculos
efectivos (algoritmos) de los procesos, dejando sólo para las máquinas
la realización final, los cálculos en detalle.
Sirva como ejemplo de las posibilidades de la abstracción en el
campo de la seguridad el análisis, ya bien conocido, incluso clásico,
de los datos de correo electrónico de la empresa Enron en el marco de
las investigaciones (2006) por el fraude corporativo de esta empresa,
quebrada en 2001. A partir de los datos de sus comunicaciones inter-
nas por correo electrónico (incluso los mensajes cifrados), y solamente
conociendo el tráfico es posible definir un grafo que permite agrupar las
camarillas (o cliques) de empleados y cuáles de éstos están involucrados
y en qué medida en cada actividad fraudulenta2
Es decir, si hay suficientes metadatos no es necesario conocer el
detalle de cada dato, basta con tratar una abstracción pertinente de
los mismos para recabar suficiente información como para entender
la red entera. En el caso de los correos electrónicos de Enron, el objeto
abstracto adecuado ha resultado ser un grafo.
2 R. Quian & Al, Detect community structure from the Enron Email Corpus Based on Link Mining,
Sixth Int. Conf. on Intelligent Syst. Design App. (2006)

Un apunte en Ciberseguridad e Inteligencia Artificial 45


El anterior ejemplo ya es bien conocido, incluso constituye material
habitual de prácticas en asignaturas universitarias ¿Quiere esto decir que
estamos expuestos a que agentes, legítimos o ilegítimos, auditen nuestro
tráfico privado en red, aunque esté cifrado, y que sean capaces de obtener
información reservada sobre nuestro sistema? Bueno, quiere decir que
debemos innovar si queremos protegernos y que, por ejemplo, pode-
mos diseñar métodos para ofuscar nuestro tráfico en red de modo que
parezca “casual” o “aleatorio”3. Escenarios coevolutivos como el expuesto
anteriormente son el pan nuestro de cada día en seguridad. Cada nueva
innovación en seguridad representa un reto para los atacantes y cada
nuevo ataque representa un reto de seguridad. Lo único inmutable es la
necesidad constante de innovación y la cada vez más necesaria capacidad
de abstracción de los sistemas y de los procedimientos.

Ciberseguridad para la Inteligencia Artificial


La inteligencia artificial de los sistemas en red puede ser atacada. Los
algoritmos de IA subsimbólica se adaptan para responder adecuada-
mente a un problema en base a ejemplos que se presentan.
Consideremos, por ejemplo, un posible sistema IA diseñado para
discernir si un determinado número entero (impulso del sistema) es par
o impar. Por supuesto que cualquiera puede dar un procedimiento para
decidir esta cuestión, pero consideremos este problema muy simple para
ilustrar una manera muy directa de confundir un sistema IA. Con un
entrenamiento “honesto”; es decir, a base de tratar con números distri-
buidos de forma más o menos homogénea, nuestro sistema modificará
sus parámetros cada vez que decide erróneamente sobre la paridad de
un impulso y no modificará cada vez que decide correctamente sobre
la paridad del impulso; tras un número no muy elevado de intentos, el
número de errores será muy bajo. Este puede ser el entrenamiento, por
ejemplo, de un perceptrón.
Pero ¿qué sucede si con un entrenamiento “deshonesto”; es decir,
si un agente (atacante del sistema de IA) sólo proporciona números
3 M.T. Trobajo &. Al., On dynamic network security: A random decentering algorithm on graph, Open
Math. (2018)

46 Miguel V. Carriegos
pares mayores de 10.000 y números impares menores de 100? Tras un
número suficiente de impulsos dirigidos en tal forma, quizá el sistema
no clasifique ya en pares/impares si no en números grandes/números
pequeños. Nuestro sistema estará en riesgo.
Así, no solamente es necesario dotar de IA los sistemas de seguridad
en red. También va a resultar necesario securizar los sistemas que usan IA.

¿Alguna conclusión?
Es muy común en el campo de la CS el componer artículos con datos
agregados muy crudos y muy impactantes que subrayen la ubicuidad
de la CS, el tremendo valor económico de los procesos involucrados
y lo urgente de tomar medidas. Este tipo de material ayuda mucho a
tomar conciencia de los problemas y a sensibilizar e incluso a alertar a
los ciudadanos. Pero si nos damos un respiro y observamos el panorama
de CS y también de IA en sus múltiples facetas (IA para CS, CS en la
IA, …) llegaremos a la conclusión de que quizá sea una buena cosa tratar
de definir bien los principios para luego aplicar sentido común, método
científico y criterios correctos, no sin una buena dosis de abstracción,
para desarrollar todos los aspectos que se nos plantean.
En esta línea parece conveniente remarcar la extraordinaria tarea
que se viene realizando en Francia para tratar temas avanzados (como
puede ser la IA) a nivel parlamentario via el encargo directo y público
de informes pertinentes a expertos investigadores4 . Este enfoque com-
plementa de hecho (yo diría que contrasta) con otros enfoques centra-
dos en el estado de la cuestión a nivel industrial. Ambas visiones son
necesarias. Hay prisa, es cierto, pero no tanta como para no tratar los
asuntos correctamente. •

Miguel V. Carriegos forma parte del Grupo de Investigación


CAFE (Ciberseguridad, Aplicaciones, Fundamentos, Educación)
de la Universidad de León.

4 C. Villani (en mission parlamentaire par le Premiere Ministre), Donner un sens à L’Intelligence
Artificielle, (2017-2018)

Un apunte en Ciberseguridad e Inteligencia Artificial 47


E N P O R TA D A

ARTIFICIAL
INTELIGENCIA-
ARTIFICIAL
No puede afirmarse que la inteligencia
artificial sea un competidor de la inteligencia
humana, sino que, a modo de espejo,
la inteligencia humana es capaz de verse
reconocida o reproducida en los artefactos
generados mediante inteligencia artificial,
y allá explorar sus límites.

C E C I L I O A N GU L O B A H Ó N

48
L
a inteligencia artificial se está significando como un ele-
mento disruptivo en nuestra sociedad, un hecho que no
admite contestación en la actualidad. Sin embargo, en
tanto que elemento innovador y rompedor, su alcance y
la extensión de su uso no se encuentran dimensionados
de forma adecuada, según se recoge de los debates y el
discurso social a su alrededor. Por un lado, la eterna dualidad hom-
bre-máquina –quizás deberíamos decir lucha, según sea la intención
del interlocutor– no admite comparación en el caso de la actual inteli-
gencia artificial. Tal y como está definida, diseñada y ejecutada la inte-
ligencia artificial no es comparable con la inteligencia humana, ni por
asomo. No es esta su zona de confort, ni lo será en un futuro reciente,
por más que lo pretendan los titulares sensacionalistas. Por contra, la
inteligencia artificial y todos los elementos de digitalización asociados
en los que se halla incrustada poseen un enorme alcance de disrupción
social porque nos permite proyectar, amplificar, verbalizar las bondades
y miserias de la sociedad contemporánea en el nuevo ágora paralelo de
la ciudadanía digital universal. De este modo, no puede afirmarse que
la inteligencia artificial sea un competidor de la inteligencia humana,
sino que, como un complemento, como un elemento de simulación
y a modo de espejo, la inteligencia humana es capaz de verse recono-
cida o reproducida en los artefactos generados mediante inteligencia
artificial y allá explorar sus límites. En tanto que espejo, cuando a la
sociedad le agrada lo que se refleja de ella sobre estos artefactos, acaso
por simple vanidad los alaba y ensalza en desmesura. Sin embargo, y
esto sucede en más ocasiones de las que la sociedad querría, cuando
aquello que se refleja no es de su agrado, prefiere resolver que se trata
de una tecnología que deforma una realidad que, sin duda, no es aquel
señor gordo mal peinado que se aprecia en el espejo.

Artificial no es un adjetivo para una artificial inteligencia-artificial


La metáfora o la analogía suponen dos recursos del lenguaje hablado y
escrito demasiado a menudo ligados únicamente a su dimensión litera-
ria o estilística, en tanto que figuras retóricas o literarias que permiten

49
enriquecer un texto o discurso. Sin embargo, en ciencia o en filosofía
suponen unos elementos cognitivos de enorme interés que se utilizan
para construir y visualizar nuevos conceptos.
Cuando la ciencia experimental, la tecnología o la filosofía debe
dar nombre a un nuevo fenómeno, técnica, proceso o concepto, que
hasta el momento no ha sido definido o supone una innovación o
descubrimiento, en general se recurre a dos posibles aproximaciones.
La primera consiste en definir una nueva voz o neologismo, como es el
caso de una definición científica tras el descubrimiento de una nueva
especie. Esta forma de definición sigue, en general, una codificación
más o menos estandarizada, en la mayoría de ocasiones a partir de
una raíz en latín o griego. La segunda de las opciones, como ya apun-
taba José Ortega y Gasset1, consiste en recurrir al lenguaje común
y elegir aquella palabra o combinación de palabras cuya definición
tenga similitud con el nuevo concepto, técnica, proceso o fenómeno.
Esta segunda opción es la habitualmente preferida en el mundo de la
tecnología o de la ingeniería.
En toda similitud, sin embargo, existe un momento en que el símil
se agota, y pretender llevarlo a la identificación exacta entre el nuevo
concepto y su nueva definición lleva al absurdo. Este es el caso de
definiciones metafóricas como rascacielos o guardia tumbado, por
poner solo dos ejemplos sencillos. Si a ello le sumamos el hecho de
que la definición original se produce en un idioma diferente al propio,
entonces puede suceder que la metáfora se pierda en la traducción
y el nuevo concepto se convierta en un neologismo. Este es el caso
de los robots, cuya definición original en checo hace referencia a la
esclavitud laboral, metáfora que se obvia y cae en el olvido en tantos
otros idiomas. Y aún más, la traducción puede llevar al equívoco en la
similitud, como es el caso del ordenador, término importado del francés
y cuya definición está alejada del uso de la palabra computadora, en
tanto que elemento de cómputo, que no de orden, cuando el origen
de la definición es la lengua inglesa.

1 J. Ortega y Gasset, “Las dos grandes metáforas”, O.C., 1924.

50 Cecilio Angulo Bahón


Y así llegamos a la definición de Inteligencia Artificial (IA).
Siendo fieles a su origen, la conferencia de Dartmouth (EEUU) de
19562 es considerada de forma unánime como el evento que vio nacer
y definió la inteligencia artificial como nueva área de conocimiento.
La “llamada a la participación” a dicha reunión establecía la inteligencia
artificial sobre la hipótesis de que cualquier aspecto del aprendizaje u
otra característica de la inteligencia puede ser descrito de tal manera que
se podrían construir máquinas que lo simulara (to simulate it) en base
a esas descripciones. Simulado, es decir algo que parece real pero no es
real, siguiendo la definición del Cambridge Dictionary para simulate.
¿Estamos hablando pues de una metáfora, una analogía? Así debería
entenderse. Hablamos de una representación ¿fantasiosa? de la realidad.
Y aún siendo así, no debería de tratarse como analogía, lo que significaría
una comparación en sentido estricto, sino de metáfora, en tanto que se
establece mediante el uso de elementos no reales, simulados.
En su estadio inicial, la inteligencia, en concreto el aprendizaje,
se establece como metáfora de la inteligencia artificial con el obje-
tivo de definir de forma precisa sus características, por tanto, hacerlas
medibles, y trabajar en el desarrollo de máquinas que simulen esas
características. La validez de la metáfora y la profundidad de la simi-
litud se establecerían, pues, en función de esas medidas. De nuevo,
por poner un ejemplo, un avión cumple con la tarea de volar, a imita-
ción de las aves, en tanto que se desplaza de forma autónoma y soste-
nida sin tocar suelo durante una cierta cantidad de tiempo y espacio.
En caso contrario, diríamos que salta. Dos buenas metáforas las de
saltar y volar, por cierto, para un buen número de artefactos.
Aún más, según se define en el objetivo que motiva la conferencia
fundacional de la IA, no se habla en ningún momento de inteligencia
humana, sino de inteligencia, como concepto abstracto, en especial de
aprendizaje. Por todo ello, en su definición primera, no tiene objeto
la comparación entre inteligencia humana e inteligencia artificial.

2 J. McCarthy, M.L. Minsky, N. Rochester, C.E. Shannon. “A proposal for the Dartmouth summer
research project on Artificial Intelligence.” http://jmc.stanford.edu/articles/dartmouth/dartmou-
th.pdf

Artificial Inteligencia-Artificial 51
Forzar la metáfora inicial llevaría a un punto de análisis absurdo.
¿Por qué considerar una comparativa artificial-humana de la inteli-
gencia sin antes haber realizado una comparación artificial-natural?
¿Es comparable la inteligencia artificial con la inteligencia que permite
a numerosos seres vivos ser capaces de reproducirse para su supervi-
vencia? ¿Son conscientes de ello? ¿Les mueven similares motivaciones
de supervivencia? ¿Reconoce una inteligencia artificial el significado
de supervivencia o de autonomía?
Es cierto que, si bien el origen del término está consensuado
haberse producido en la conferencia de Dartmouth, la definición de
inteligencia artificial no goza de ese consenso. En la actualidad un
primer grupo de definiciones de inteligencia artificial podría resumirse
como la tecnología que se comporta de forma inteligente en tanto que
utiliza habilidades asociadas a la inteligencia humana. Como puede
observarse, estas definiciones tienen su base en el “comportamiento
inteligente” y su extrapolación como una habilidad propia de la inte-
ligencia humana. Es una visión que puede generar mucha retórica y
debate, pero que se aleja de la definición aséptica inicial, centrando
el área de investigación en la realidad humana. De nuevo, estresando
el símil, esta definición también avalaría la idea comparativa del crea-
cionismo y el diseño inteligente como puente entre ciencia y teología,
utilizando las sagradas escrituras como artefacto de diseño.
Otro grupo de definiciones, como la que establece Stuart Russell3,
definen la inteligencia artificial como aquella tecnología que trata de
construir máquinas que hagan lo correcto, que actúen de formas en
las que se puede esperar que logren sus objetivos. Esta definición, y
todas sus variantes posteriores, resulta de mucho mayor interés pues
consigue eludir la metáfora inicial de la inteligencia, aunque para ello
debe entrar en otras consideraciones cuya medida y grado de satisfac-
ción son de difícil cálculo, como el “hacer lo correcto”. Y, sin embargo,
la definición consigue poner el foco en el elemento principal de una
inteligencia artificial, que las máquinas logren sus objetivos. Sí, pero

3 Stuart Russell, “Provably Beneficial Artificial Intelligence”. The Next Step, Exponential Life, (2017).

52 Cecilio Angulo Bahón


haciendo lo correcto. Se consigue de esta manera que el discurso se
mueva de la simple comparación o lucha humano-máquina a una pro-
yección máquina o artificial de la realidad humana sobre el logro obje-
tivos haciendo lo correcto. No hablamos de una máquina ganando al
ajedrez a Kasparov o diagnosticando un cáncer mejor que un médico
con sólo analizar una imagen, como si un médico sólo se guiara por
una ecografía para emitir un diagnóstico. Tampoco sobre si los robots
reemplazarán a los humanos y desparecerá el trabajo. La definición de
Stuart Russell, aplicada a los humanos, nos pone ante el espejo de las
herramientas digitales y ayuda a preguntarse sobre qué tipo de sociedad
trata de dotarse de estructuras que hagan lo correcto, que actúen de
formas en las que se puede esperar que logren sus objetivos.
La propuesta a defender es pues admitir que inteligencia-artificial
(IA) es un concepto donde artificial no adjetiva a inteligencia, algo
por otra parte muy usual en el idioma inglés, sino que define un domi-
nio tecnológico emparentado con las matemáticas, cuyo desarrollo
y aplicación está generando resultados espectaculares gracias a las
actuales capacidades de cálculo y de escalabilidad de las soluciones.
Pero sí, ciertamente la IA es un elemento artificial (la artificial IA
que reza este apartado) o artefacto disruptivo que está permitiendo
a la sociedad explorar sus límites y realizarse preguntas que hasta el
momento se respondían como si fueran obviedades.

Nadie se pregunta por la estupidez artificial


Las metáforas, como ya se recogió, ayudan a entender nuevos concep-
tos, pero también generan gruesas equivocaciones. Un buen ejemplo
de ello se produjo en la última década del pasado siglo xx durante
la formulación de la política tecnológica en los Estados Unidos, uno
de cuyos principales actores fue el vicepresidente Al Gore, al pensar
en Internet como una (mera) autopista de la información4. La idea
consiguiente que se seguía de esta metáfora era defender la capacidad
de esta autopista para democratizar y universalizar el conocimiento en
4 A. Gore. Information Superhighways Speech. International Telecommunications Union (1994). http://
vlib.iue.it/history/internet/algorespeech.html

Artificial Inteligencia-Artificial 53
todas partes, sin fronteras físicas que lo impidieran. El mundo entero
compró la idea. Y, sin embargo, sucedió algo ya conocido de pretéritas
autopistas tecnológicamente disruptivas, como la ruta de la seda, el
ferrocarril al Oeste o el “descubrimiento de nuevos mundos”, el triunfo
de la impunidad, el comercio desmedido y la anulación de voluntades.
Si a ello le añadimos la capacidad de disponer de acceso ilimi-
tado a este nuevo lugar de encuentro en la palma de la mano a través
de la telefonía móvil, entonces el acceso universal a contenidos y la
escalabilidad de los servicios resulta tan abrumador que su gestión
se delega en algoritmos que “ayuden” a organizarlos según nues-
tras “preferencias” y siempre “por nuestra seguridad”. ¿Les suena?
¿No estamos hablando acaso de la definición de inteligencia artifi-
cial de Russell? Así, por nuestro bien y con el objetivo de gestionar
nuestra información, un algoritmo determina y prioriza las noticias
que leemos, otro se encarga de seleccionar los restaurantes o los hote-
les que vamos a visitar. Hasta aquí, la decisión última de leer o des-
plazarnos a tal o cual lugar es nuestra. Pero, ¿y esa publicidad que
llega sin ser solicitada, ni subscripción alguna, junto a las noticias?
¿esa opinión difícilmente distinguible del comentario amigo en la red
social? Ahora un rastreo biométrico con una cámara que debía servir
sólo para determinar el estado del tránsito. Luego una venta de datos
que nunca debieron salir de aquellos servidores, pero que alimentan
una nueva inteligencia artificial para condicionar nuestra voluntad.
Homo homini lupus. De nuevo una metáfora, la del animal salvaje
que el hombre lleva dentro. Seguro que a la sociedad no le gusta ese
reflejo. Thomas Hobbes defendía el contrato social para alcanzar la paz
social, una autoridad absoluta que proteja la sociedad5. Ahora bien, ¿una
sociedad monolítica como en China? ¿Una autoridad dictada por el
mercado, a la americana? ¿La hipocresía europea? Mientras nos deci-
dimos, acudamos a lo sencillo, culpemos al espejo, discutamos sobre la
ética de la imagen en ese espejo, su sesgo al devolvernos el perfil, como
si la inteligencia artificial no fuera sino obra de la propia sociedad.

5 T. Hobbes, Leviatan (1651)

54 Cecilio Angulo Bahón


¿Quién diseña e implementa E N C L AV E D E H U M O R
esos algoritmos sino la pro-
pia sociedad? Aquí es donde A . D OL FO
la inteligencia artificial pasa a Humorista gráfico. Ha colaborado, como
Mel Prats, en El Jueves, Diario de Cádiz,
ser un sustantivo y un adjetivo, Orgullo y satisfacción, The Beano y Spirou.
cuando refleja y simula a su con-
traparte, la estupidez humana,
que considera los algoritmos
como algo ajeno, aún peor en
algunos casos, como un ene-
migo de la sociedad.
Llegarán nuevos univer-
sos paralelos a la realidad a los
que culpar de todo aquello que
debería ser vergonzante para la
sociedad, a los que ya se culpa
sin conocerlos, llámese meta-
verso, o Internet del futuro,
díganse robots o replicantes.
Es cierto, como se afirmó al
principio, que la inteligencia
humana en tiempos de la inte-
ligencia artificial sigue siendo
incomparable. La estupidez
humana, también lo es. •

Cecilio Angulo Bahón es


Fundador y ex-director del
centro de Investigación en
Inteligencia Artificial y
Ciencia de Datos de la UPC.
POLÍTICA

SCHMITT, KOJÈVE
Y STRAUSS: DEL
ESTADO TOTALITARIO
AL POSMODERNISMO
ILIBERAL
El posmodernismo iliberal tiene muchas
fuentes; una muy significativa es el triángulo
formado por Carl Schmitt, Alexandre Kojève
y Leo Strauss, tres pensadores muy diferentes
de relación prolongada y variable.
CARLOS MARTÍNEZ GORRIAR ÁN

E
ntre 1927 y 1933 Schmitt y Strauss tuvieron una buena
relación académica; Strauss conocía a Kojève y volvió
a conectar con él en París, poco antes de romper con
Schmitt por su apoyo al nazismo. Entre 1948 y hasta su
muerte en 1968, Kojève se carteó y discutió por sepa-
rado con el liberal-conservador Strauss y el totalitario
irredento Schmitt. Las ideas intercambiadas alimentaron el rechazo
de la democracia a derecha e izquierda, mientras el liberalismo elitista
de Strauss quedó en fallido contrapeso al inteligente par totalitario.

56
Schmitt y la demolición de la democracia alemana
Schmitt fue el enemigo más inteligente de la democracia alemana.
Estaba convencido de que el liberalismo y sus obras –el parlamenta-
rismo, el individualismo y la neutralidad del Estado– representaban
graves peligros. En 1922 publicó Teología política1, donde acusa al
liberalismo de resultar inútil contra la amenaza comunista y de dejar
al Estado inerme ante sus enemigos mortales. A su juicio, la misión
de la verdadera política es imponer la soberanía o “poder supremo y
originario de mandar”. Las ideas esenciales son sencillas: el estado de
excepción es la expresión máxima de la soberanía, decisión de un poder
ilimitado; el soberano “es quien decide sobre el estado de excepción”;
y la decisión política suprema es a quién se excluye y arroja fuera de
la ley. La soberanía de la decisión es la suspensión del derecho.
La esencia del Estado de Schmitt radica en poder imponer sin lími-
tes el estado de excepción. Esto no significa que la derogación de las
leyes deje paso a la anarquía, pues la ley será sustituida por la dictadura
permanente. Más allá de diferencias ideológicas, esta argumentación
a favor del Estado totalitario encandiló a revolucionarios de todos
los colores. De ahí que reducir a Schmitt a mero teórico reaccionario
constituya un error de bulto; al contrario, es un pensador muy actual,
enjaretado en el nacionalismo separatista y su “derecho a decidir”, en
los populismos iliberales hegemonistas de todos los colores y hasta en
la “decisión de género” queer. Schmitt no hablaba por hablar. Señaló
problemas reales del Estado constitucional, como la incongruencia
del indulto que pone al Estado de derecho por encima de sus pro-
pias leyes, o la indefensión de la democracia ante los enemigos que
la explotan para intentar derribarla. Como solución propuso volver
al pensamiento iliberal de un De Maistre, Bonal o Donoso Cortés.
Como ellos, Schmitt fundamentó su teoría en el pecado original y la
naturaleza perversa del hombre, que necesita un Soberano punitivo en
la dictadura de la decisión política. Siguiendo sus consejos, Alemania
pronto probó una.

1 Carl Schmitt, Teología política. Cuatro capítulos sobre la doctrina de la soberanía, Trotta, Madrid 2009.

Schmitt, Kojève y Strauss: Del Estado totalitario al posmodernismo iliberal 57


Schmitt se implicó al máximo en la destrucción jurídica de la
democracia. Pasó años estudiando la maniobra capaz de transformar
la República de Weimar en una dictadura total sin, en apariencia,
transgredir la Constitución. Es exactamente lo que hicieron los nazis
mediante la Ley de Plenos Poderes de 1933, que entregó todo el poder
a Hitler. Sucesivos decretos suspendieron las libertades personales,
disolvieron los partidos y asociaciones no nazis, y cerraron sine-die
el Reichstag, y todo con la Constitución vigente. Schmitt, como
centenares de miles de alemanes, no se afilió al partido de Hitler
hasta 1933. Obtuvo cargos importantes, pero nunca formó parte del
núcleo duro nazi porque apoyó a dos aspirantes fallidos a dictador,
Papen y Schleicher, y era considerado un arribista. A pesar de todo, se
consagró a fundamentar con argumentos jurídicos la autoridad abso-
luta del Führer, justificando todas las atrocidades: juzgó de “suprema
forma de justicia administrativa” el asesinato de Röhm y sus fieles en
la Noche de los Cuchillos Largos, y calificó de “Constitución de la
libertad” las leyes antisemitas de Nuremberg. Tanta entrega le valió
el reconocimiento oficioso de “jurista del iii Reich”.
En Nuremberg se salvó de la horca y se contentaron con prohibirle
ejercer; tuvo que refugiarse en la erudición jurídica. Pero sus ataques
al liberalismo burgués no pasaron desapercibidos. Los estudiantes
revolucionarios del 67 alemán descubrieron su obra y obviaron el
detalle del pasado nazi, porque Schmitt ponía a su alcance un arse-
nal de conceptos letales. En 1932 había publicado El concepto de lo
político que, en palabras de Ernst Jünger, fue como “una mina que
explota en silencio”. Allí latía el fundamento absoluto de cualquier
totalitarismo: la esencia de lo político es el antagonismo irresoluble
de amigos y enemigos. Independiente de razones morales, económi-
cas o ideológicas, recuerda al antagonismo marxista de burguesía y
proletariado, aunque es más feroz, pues reduce toda la política a una
guerra permanente, sin limitación ética o jurídica alguna.
¿Pero quién es el enemigo? Es un otro elegido como antagonista
existencial: “no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo;
no hace falta que se erija en competidor económico, e incluso puede

58 Carlos Martínez Gorriarán


tener sus ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el
extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente
distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo [el énfasis
es mío]”. Ese otro nada puede hacer para dejar de ser enemigo, ni es
posible asimilarlo a la comunidad política, cerrada y movilizada para la
guerra interna y externa (y Schmitt pensó hasta su muerte que el judío
asimilado era el enemigo por antonomasia). La misión del Estado es
separar amigos de enemigos, y para eso dispone totalmente de las
vidas en la guerra y estado de excepción; la misión de la política es
hacer del pueblo una totalidad obediente a la decisión soberana sobre
amigos y enemigos. Esta visión fascinó a Alexandre Kojève, marxis-
ta-existencialista heterodoxo e introductor de Hegel en Francia.

Kojève, pensador misterioso e inquietante servidor del Estado


Alexandre Kojève conoció a Schmitt en 1948, iniciando con él una
estrecha relación. Había abandonado la universidad tras impartir un
célebre seminario en la École Pratique de Hautes Études entre 1933 y
1939, al que asistieron, entre otros, Georges Bataille, Raymond Aron,
Maurice Merleau-Ponty, Raymond Quenau, André Breton, Jacques
Lacan y Hannah Arendt. Jean Paul Sartre no pudo asistir, pero estaba
al tanto de lo que allí se cocía y tomó buena nota. Así se convirtió en
el rey secreto de la nueva filosofía francesa. En realidad, su lectura de
Hegel se limitaba a la dialéctica amo-esclavo, al fin de la Historia y
al sabio poshistórico. Pero su interpretación es sobrecogedora: ve la
dialéctica como la guerra a muerte de dos arquetipos, amo y esclavo,
guerra que atraviesa las edades y es, hasta el fin de la Historia, el motor
producto del terror, la angustia y el miedo, emociones que Kojève
adopta de Ser y Tiempo de Martin Heidegger.
En realidad, Kojève estaba desarrollando un pensamiento propio.
Sostiene que la Historia nace del deseo y la necesidad irreductible
de satisfacerlo, que empuja a la acción; entonces los deseos cruzados
colisionan, y para ordenar el conflicto surge la sociedad. El deseo
primordial es ser reconocido por el otro como un ser superior, arries-
gando la vida en una lucha a muerte. La idea de Kojève es que “sin

Schmitt, Kojève y Strauss: Del Estado totalitario al posmodernismo iliberal 59


La idea de esa lucha a muerte por puro prestigio
Alexandre Kojève jamás habrían existido seres humanos
es que ‘sin esa sobre la tierra.” Como la lucha era
lucha a muerte demasiado destructiva se impuso una
por puro prestigio solución racional, dividir a todos en
jamás habrían amos y esclavos. El vencedor no debía
existido seres matar al derrotado, sino dejarle vivir,
humanos sobre suprimir su autonomía y someterlo a
la tierra’ y dividió su voluntad. Así pues, los hombres no
a todos en amos podían ser sino amos o esclavos. Pero
y esclavos quedaban atados por un nudo trágico:
el reconocimiento del esclavo, poco
más que un animal, tampoco hace feliz al amo vencedor. Por eso la
victoria futura no será suya, sino del ex esclavo que consiga “suprimir
dialécticamente” su animalidad al comprender que debe conquistar
la autonomía, el ser-para-sí encarnado por el amo. Se libera porque,
al obligarle a trabajar, el amo había convertido al esclavo, sin pre-
tenderlo, en dueño de la Naturaleza transformada por el trabajo.
Y así adviene la emancipación: sin la angustia y el terror al amo jamás
habría sido esclavo ni, por tanto, habría alcanzado la liberación. Sólo
así toma conciencia de la “seriedad mortal” de la existencia, la realidad
de su vida animal. El lema es “vivir en función de la angustia”, pues
el hombre “que no ha sentido angustia ante la muerte no sabe que el
mundo natural dado le es hostil, que tiende a matarlo, a aniquilarlo,
que es esencialmente inadecuado para satisfacerlo realmente.” El
hombre no angustiado sigue unido al mundo natural, es un “refor-
mista” y no comprende que la única satisfacción posible de su deseo
es la vía revolucionaria, la “negación” del mundo dado. Principio lleno
de consecuencias, pues la liberación es la revolución total (uno de
los chistes favoritos de Kojève era declararse “estalinista coherente”).
Al terror, el miedo y la angustia Kojève añadió después otra fuerza
de apariencia menos ominosa: la autoridad. La Noción de Autoridad
fue publicado en 1942 en la Francia de Vichy, títere de la Alemania
nazi; incluye, sin ninguna necesidad teórica, un elogio de la dictadura

60 Carlos Martínez Gorriarán


del mariscal Pétain. La tesis central sostiene que la autoridad es previa
al Estado y la política, y su condición de posibilidad. Consiste en la
capacidad de ordenar y obtener obediencia voluntaria, pese a la posi-
bilidad de resistir. Hay cuatro tipos primordiales: padre, juez, jefe y
amo, combinados en todas las “autoridades” posibles; el Estado es el
ordenamiento de las cuatro para una sociedad dada y su función es
mantenerlas: aquí fracasa el Estado liberal. La teoría constitucional del
Estado, continúa, tiene dos fuentes: las teorías del contrato social y de
la separación de poderes. El contrato social es una mera ilusión pues
requiere una autoridad previa y porque, tal como lo formula Rousseau,
concede la autoridad constituyente a la mayoría, grave error, pues la
autoridad no surge del número, sino del reconocimiento.
El error de Montesquieu es trocear la autoridad en tres poderes,
amputando la del padre, con la consecuencia de la pérdida de sentido
de lo político. Así el poder legislativo, pongamos por caso, cercena
la autoridad ilimitada del juez, instaurando el desorden típico del
régimen burgués con su “justicia de clase”. La ciudadanía también es
nefasta, porque atomiza la decisión política entre millones de votantes
carentes de autoridad. ¿Cómo corregir tantos desafueros? Bastaría con
reducir las votaciones y asambleas a refrendos de las decisiones del
Estado autoritario. Y para restaurar la autoridad del padre la ciudada-
nía se reservará a los padres de familia, agrupados en un senado-censor
con autoridad colectiva. Finalmente, el orden autoritario desarrollará
una moral y psicología adecuadas para obtener la obediencia volunta-
ria, pues la fuerza será el último recurso. El secreto del éxito político
está en el consentimiento de los que obedecen y en la virtud de los
que mandan o, al menos, en simulacros eficientes de ambas cosas.
¿Cómo encajaba el Estado autoritario en la marcha del fin de la
Historia, que Kojève consideraba había logrado Napoleón exten-
diendo los principios de la revolución francesa? En plena Guerra
Fría llegó a la conclusión de que comunismo y capitalismo estaban
condenados a fundirse en un Estado mundial único con los mejores
logros de ambos: la dictadura comunista y la economía capitalista.
Sí, sería un Estado autoritario o totalitario, pero la tiranía perfecta

Schmitt, Kojève y Strauss: Del Estado totalitario al posmodernismo iliberal 61


es el requisito de la felicidad humana. En una carta2 a Leo Strauss,
expone: “Quizá en el estado final no existan ya “seres humanos” en
nuestro sentido histórico de ser humano. El autómata sano está satis-
fecho (deportes, erotismo, arte, etc.) y el enfermo es encerrado. (…)
El tirano se convierte en un administrador, un engranaje en la máquina
formada por autómatas y para autómatas.” Volveremos a este inquie-
tante pronóstico un poco más adelante.
Invitado por Carl Schmitt, en 1954 Kojève dio una conferencia en
Düsseldorf sobre el fin de la historia, resumida en dos artículos breves
de título provocador: “Capitalismo y socialismo. Marx es Dios, Ford
es su profeta”, y “Del colonialismo al capitalismo donante”. Fueron
publicados doce años después de la muerte del autor3, pero circularon
mucho antes. Afirmaba que Marx había acertado todas sus previsio-
nes; el fallo de la revolución era consecuencia de que los capitalistas
habían captado el peligro y elevado el nivel de vida del proletariado
para comprar seguridad. Quien mejor lo entendió fue Henri Ford,
“el único gran marxista auténtico u ortodoxo del siglo xx”. Y para
protegerse del nuevo proletariado, el viejo capitalismo se había trans-
formado en capitalismo donante, convirtiendo a sus antiguas colonias
en socios comerciales. Estados Unidos había llegado a la sociedad sin
clases profetizada por Marx, y el capitalismo depredador sólo subsistía
en la Unión Soviética.
Kojève era un miembro de la élite político-económica internacio-
nal: tuvo un papel protagonista en los acuerdos comerciales mundiales
de posguerra, y en la creación de la Comunidad Económica Europea.
Pero entretanto seguía siendo un pensador esotérico. Esta doble faz le
permitía discutir con Schmitt cosas muy diferentes. Kojève le escribe:
“a fin de cuentas, Hitler no fue sino una “nueva edición revisada y
aumentada” de Napoleón (“la República una e indivisible” = “una
tierra, un pueblo, un Jefe”). Hitler cometió el error que usted ha
caracterizado tan bien (…): sí, si en su época Napoleón se las hubiera
2 En Marc Lilla, Pensadores temerarios. Los intelectuales en la política, Debate, Barcelona 2004 pg. 122
3 Commentaire: “Capitalisme et socialisme: Marx est Dieu; Ford est son prophète”, nº 9, 1980, y
“Du colonialisme au capitalisme donnant”, nº 87, 1999

62 Carlos Martínez Gorriarán


apañado tan bien como Hitler, sin duda hubiera sido suficiente. ¡Pero
desgraciadamente Hitler llegó con 150 años de retraso para eso! Con
la consecuencia de que la Segunda Guerra Mundial no aportó esen-
cialmente nada nuevo.”4 Otro desastre, que comparte Schmitt, es la
desaparición del Estado “en el sentido propio del término”, reducido
a pura administración y a tareas de policía una vez que la guerra
tropieza con la falta de disposición popular a morir por el Estado,
logrando “expulsar del mundo a la política (= la guerra).” Schmitt
abunda: “el aparato administrativo moderno, actual […] ni siquiera es
capaz de llevar una guerra ni tampoco de aplicar la pena de muerte;
en consecuencia, no hay más conquista de la historia. En todo eso
le doy la razón.”

Strauss y Kojève, un debate sobre el viaje a Siracusa


Kojève y Schmitt también reanudaron su antigua relación, debatiendo
sobre filosofía y política. El pretexto fue el libro de Strauss sobre un
diálogo de Jenofonte, el Hierón o de la tiranía (1948)5. En 1954 Kojève
escribe una réplica6 que Strauss incluye en la edición francesa del libro,
y responde reafirmando sus tesis; quiso proseguir el debate público,
pero Kojève declinó. Un episodio típicamente esotérico, pues, aunque
versa sobre el diálogo de Jenofonte, el verdadero problema es el papel
político del filósofo. Para el lector, lo problemático es si los autores
confían al papel lo que realmente piensan, pues según una famosa
tesis de Strauss (expuesta en Persecución y arte de escribir), salvo en la
democracia y relativamente, los filósofos no tenían verdadera libertad
para exponer sus idearios; por eso confiaron a la “escritura entre líneas”
las ideas más arriesgadas, evitando el destino de Sócrates.
¿Cómo afectaría esta regla a la lectura del propio Strauss?
Su experiencia de judío perseguido sugiere el posible esoterismo de sus
4 “Correspondance Alexandre Kojève / Carl Schmitt”. Jean-François Kervégan y Tristan Storme,
editores. Philosophie 2017/4, nº 135. Las citas de esta correspondencia son de este artículo. La
traducción es mía.
5 Léo Strauss, De la tyrannie, Gallimard, Paris, 1954. Hay traducción española, Sobre la tiranía, ed.
Encuentro, 2005
6 Alexandre Kojève, “Tyrannie et sagesse”, en Léo Strauss De la tyrannie.

Schmitt, Kojève y Strauss: Del Estado totalitario al posmodernismo iliberal 63


ideas políticas, reserva también apropiada para Kojève, republicano
profesional y totalitario vocacional. También para Schmitt, obligado
al disimulo. Strauss era pesimista sobre los peligros del nihilismo y de
la técnica, la obsesión de su generación. Su filosofía política era ajena
a la política activa, odiaba el relativismo y discrepaba del pragma-
tismo liberal de Isaiah Berlin y del activismo democrático de Hannah
Arendt. Con Schmitt y Kojève compartía el aristocratismo intelectual
y la búsqueda del absoluto y el orden eterno. Por eso sus discusiones
políticas esenciales versan sobre los arcanos de la tiranía, del Nomos
de la tierra o del fin de la historia.
Según Strauss, la filosofía es la búsqueda desinteresada de la sabi-
duría, mientras que la política busca honores y poder. Esta irreducti-
ble divergencia conduce tarde o temprano al conflicto. Si el filósofo
ataca los prejuicios comunes, chocará con la opinión pública. Por eso
debe ocultar sus ideas escribiendo entre líneas y convencer de que
no representan amenaza alguna. En definitiva, debe protegerse de la
hostilidad irremediable del poder, porque la tiranía surge del origen
mismo de la vida política. Si ve en la tiranía el problema teórico cen-
tral es, precisamente, porque ésta ilustra mejor la esencia hostil y la
amenaza de lo político para la virtud. Pero, ¿y la democracia?
Para Strauss la tiranía es “un gobierno monárquico sin leyes”, y por
tanto sin libertad. Se pregunta si la vida filosófica, es decir, virtuosa,
sería posible bajo ese régimen: sí, pero sólo si fuera una tiranía bien-
hechora, donde el tirano busca el aplauso popular con un gobierno
moderado (en términos de Kojève, ejerciendo su autoridad). Por
tanto, “debe admitirse que, en principio, el gobierno por las leyes
no es esencial para un buen gobierno.” Ahora bien, las leyes pueden
ser muy malas, así que por sí solas no garantizan el buen gobierno
y condiciones favorables para la vida filosófica. Teóricamente, una
monarquía absoluta podría ser mejor que una mala democracia, si el
tirano sigue los consejos de los hombres sabios, incluso si para tomar
el poder ha perpetrado todo tipo de crímenes. Pero como la autori-
dad absoluta degenera fácilmente en la peor tiranía, es peor que la
democracia, que limita el poder con leyes. Siendo utópico el ideal de

64 Carlos Martínez Gorriarán


la tiranía buena, Strauss opta por el régimen democrático como mal
menor, siempre poniendo distancias con la política real.
Naturalmente, esta no podía ser la opinión de Kojève, activo en
los concilios más poderosos de la Tierra. Según lo ve, el asesor utópico
es inútil en la política real de las cosas concretas, pero si el tirano se
deja asesorar por el sabio representará más una oportunidad que un
peligro. La tiranía bienhechora tampoco es imposible; al contrario,
la ve instaurada por todas partes y pone como ejemplo la de Salazar
en Portugal. Recurrirá a la autoridad para que su poder sea aceptado
voluntariamente, y tratará de extenderse hasta englobar a toda la
humanidad en el Estado universal homogéneo. ¿Cuál es entonces el
papel político de los filósofos? El filósofo posee mayor capacidad dia-
léctica, más comprensión de la abstracción y de lo concreto, y menos
prejuicios que el político profano. No hay ninguna razón para que
no lo haga mejor: el problema es si querrá gobernar, porque necesita
tiempo para filosofar y la política activa –gran verdad– no lo con-
cede. Pero no debe refugiarse en la enseñanza esotérica, sino ejercer la
máxima influencia posible, sabiendo que influir es querer determinar
la política. No hay alternativa si se quiere un Estado donde la filosofía
actúe: aunque Platón fracasara, el viaje a Siracusa es imprescindible.
Y como el filósofo no tiene tiempo que perder, una tiranía expeditiva
resultará preferible a la democracia, con sus procedimientos y nego-
ciaciones eternas (que pocos conocían tan bien como Kojève). Por
eso los filósofos que quieran actuar preferirán una tiranía receptiva.
Sin embargo, es la Historia quien selecciona las ideas mejores
en el momento oportuno. Y aquí Kojève da el paso decisivo: “una
“tiranía” no puede ser “condenada” o “justificada” sino en el marco de
una situación política concreta.” El filósofo no debe juzgar decisio-
nes políticas con principios éticos, así se trate del Holocausto o del
Gulag, porque, incluso si no lo sabe, el político decide con vistas a la
realización futura de las ideas seleccionadas por la razón histórica:
“es la historia misma la que se encarga de “juzgar” (mediante el “éxito”)
los actos de los hombres de Estado o de los tiranos que actúan (cons-
cientemente o no) en función de las ideas de los filósofos”.

Schmitt, Kojève y Strauss: Del Estado totalitario al posmodernismo iliberal 65


Strauss rechaza esta réplica, pero no alega principios morales,
sino pragmáticos: como ni hombres corrientes ni tiranos son sabios,
conviene limitar su poder con leyes, como hace la democracia. Con-
siderando los hechos de la Alemania nazi o la URSS, es obvio que
“la democracia liberal o constitucional se acerca mucho más a lo que
pedían los clásicos que ninguna otra alternativa viable de nuestra
época.” Por otra parte, ¿tendría éxito el Estado homogéneo uni-
versal? Strauss lo niega por la irreductible desigualdad humana:
la satisfacción del poderoso no es la del ciudadano corriente de
humildes pretensiones.
El propio Kojève había planteado el juego como un suplicio
de Tántalo, pues como el reconocido es superior al reconocedor,
nunca saciará su sed de reconocimiento. Sólo el amo y señor será
reconocido por todos; los demás perderán libertad y dignidad.
Sin contradicciones cesarían las guerras y revoluciones, pero tam-
bién el trabajo verdadero de transformación, sin sentido en un
mundo perfecto y cerrado donde nada hay que transformar. Sin
objetivos vitales, los hombres perderán su humanidad. Y cance-
ladas las preguntas por un saber completo y cerrado, la filosofía
morirá de inanición.
¿Qué pensaba realmente Kojève? Sus fieles alegan que su afición
a la ironía, la broma y la contradicción era inseparable de su pensa-
miento “provocador”, como él mismo aducía cuando señalaban sus
incongruencias. Una nota de la Introducción a la lectura de Hegel, de
1948, anuncia el fin de la Filosofía en tono exultante: “En realidad, el
final del Tiempo humano o de la Historia, es decir, la aniquilación
definitiva del Hombre propiamente dicho o del Individuo libre e
histórico, significa simple y llanamente el cese de la Acción en el
sentido fuerte del término. Lo cual quiere decir en términos prácti-
cos: la desaparición de las guerras y de las revoluciones sangrientas.
Y también la desaparición de la Filosofía: pues si el Hombre mismo
ya no cambia esencialmente, ya no hay razón para cambiar los prin-
cipios (verdaderos) que están en la base de su conocimiento del
Mundo y de sí mismo. Pero todo lo demás podrá mantenerse inde-

66 Carlos Martínez Gorriarán


finidamente: el arte, el amor, el juego etc.; en pocas palabras, todo
cuanto hace al hombre feliz.”7
No lamenta lo que angustia a Strauss, más bien desea precipitarlo.
Y el feliz final de la historia tampoco es congruente con lo confiado
a Schmitt sobre la penosa desaparición del sangriento Estado verda-
dero. O dice a cada uno lo que quiere oír, o no encuentra sentido a
nada. En 1962 añade una extensa rectificación a la nota de 1948 donde
sostiene que si el hombre volviera a la naturaleza como animal, su
primer pronóstico, el arte, el amor y el juego no podrían subsistir,
pues serán obras de animales condicionados que actúan por instinto.
Un viaje a Japón le sugiere otra idea: el futuro será el esnobismo.
Los hombres fingirán decidir sin verdaderas decisiones, así se suiciden
ritualmente o se maten en un avión kamikaze, gestos similares en
esencia a la ceremonia del té o el arreglo floral ikebana. Pero como
los animales no pueden ser esnobs, también debemos descartarlo; el
hombre será más bien un caso fallido de dialéctica hegeliana. Todo
será simulacro, forma sin contenido. Así inaugura Kojève el discurso
absurdo posmoderno, la filosofía como parodia, juego y simulacro
irresponsable. Abanderó con Schmitt el abandono del juicio moral
y político adoptando el juicio histórico decidido por el éxito, aunque
venga del crimen. Sólo Strauss se resignó a la democracia con sus leyes
ineptas, pero menos peligrosas que la mejor tiranía. Pero esta era y
es una teoría muy débil para defender democracia y filosofía, como
podemos comprobar en la política real. •

7 Alexandre Kojève, Introducción a la lectura de Hegel. Trotta, Madrid 2013. Nota vi y nota de
1962, pg. 489-491

Carlos Martínez Gorriarán es profesor de Filosofía en la


Universidad del País Vasco.

Schmitt, Kojève y Strauss: Del Estado totalitario al posmodernismo iliberal 67


POLÍTICA

CIEN AÑOS DEL PCI,


EL PARTIDO QUE QUISO
CAMBIAR ITALIA
Del marxismo a ultranza, el PCI ha pasado a
reconocerse en el reformismo, el europeísmo,
el constitucionalismo democrático y la lucha
contra la mafia, que en Italia no es poco.
LUCA COSTANTINI

P
ara entender plenamente el desarrollo de la política
italiana, y en ella la influencia del Partido Comunista
italiano, es esencial familiarizarse con dos conceptos.
El primero es el de “autobiografía de la nación”. En los
años veinte del siglo pasado, Piero Gobetti, un liberal
sensible a los cambios sociales (su texto más celebre es
La revolución liberal) forja el concepto de “fascismo como autobiografía
de la nación”. Lo hace para relacionar el auge del movimiento de Mus-
solini con la dificultad de crear en Italia una nueva clase dirigente. Pero
su lectura va más allá. Gobetti ve en el fascismo la reacción de una Italia
retrógrada y proletaria que teme el progreso, que tiene una profunda
desafección por el Estado y no cree en sus élites. Gobetti es un periodista
y escritor. Vive en Turín, la misma ciudad de Antonio Gramsci, donde
se experimentan los principales cambios sociales en medio del proceso

68
de industrialización. Los dos se conocen y se aprecian, y esa relación es
esencial para entender el desarrollo del PCI a lo largo del siglo pasado.
Gobetti acabará muriendo por las palizas recibidas por los matones de
Mussolini, al igual que Gramsci. Y esa autobiografía de la nación revela
toda su fuerza cuando, a la caída del fascismo, se celebra el nacimiento
de otro término clave de la historia política italiana: el qualunquismo.
En los años cincuenta, durante la transición a la democracia, el perio-
dista y dramaturgo Guglielmo Giannini crea un movimiento político
(el Fronte dell’Uomo Qualunque) que reivindica la figura y el sentir del
uomo qualunque, algo así como “el hombre de la calle”. Su ideario se
fundamenta en el desprecio por la clase política, el simplismo elevado
a categoría política y la absolución del pueblo por todas sus decisiones,
incluidas las más sangrantes, de la época mussoliniana. Y se convierte
rápidamente en odio visceral hacia el PCI, ese partido que aspira a
cambiar Italia superando su “autobiografía de la nación”, integrando las
masas sin abrazar el populismo y elevando la Constitución democrática
de 1948 como única fuente de legitimación nacional.
La historia del PCI comienza en el teatro Goldoni de Livorno el 21
enero de 2021. El congreso se tenía que haber celebrado en Florencia,
pero la amenaza fascista aconsejó mudar el evento. Italia acababa de
salir de la primera guerra mundial con una profunda crisis sistémica, un
Parlamento aislado y alejado del pueblo y un miedo a la revolución bol-
chevique marcada como objetivo global por el Comintern. Una genera-
ción de políticos, escritos y militantes que ronda la treintena quiere dar
el asalto al poder. Y lo quiere dar de forma rápida. El día del Congreso,
en el teatro sobrevuela un enorme retrato de Karl Marx. Fuera, 2.000
carabineros acordonan la instalación. El debate orbita alrededor de la
oportunidad de la revolución al estilo soviético. Gramsci asevera: “En
Rusia fueron suficientes 30.000 comunistas para hacer la revolución”.
Los “centristas” se enzarzan con los “maximalistas”, y entre acusacio-
nes de falsos revolucionarios y vendidos al mejor postor la atmós-
fera se calienta a tal punto que un delegado saca incluso una pistola.
La teatralidad no falta en esos incipientes años de la política de masas.
El Corriere della Sera ironiza: “No es casual que los congresos políticos

Cien años del PCI, el partido que quiso cambiar Italia 69


se celebran en los teatros”. Durante el encuentro se vota la moción
comunista. A quienes la respaldan, les echan, y acuden al teatro San
Marco, un espacio sin calefacción y con goteras donde nace el Partido
Comunista d’Italia. Su símbolo será la hoz y el martillo, acompañados
por espigas de trigo. Mussolini escribía al día siguiente: “En lugar que
la revolución, la escisión”.
Aquellos jóvenes que crearon el PCI al grito de “¡viva Rusia!” tar-
darían al menos una década en organizarse y convertirse en uno de los
puntales más preparados en la lucha contra el régimen. Básicamente
hasta la llegada de Palmiro Togliatti, conocido como Il Migliore (nom-
bre nacido como mofa de sus opositores), que tuvo la suerte de estar
en Rusia cuando los fascistas lanzaron una operación a gran escala para
arrestar a todos sus opositores. En esa redada cayó, entre otros, Gramsci.
Togliatti se convirtió en uno de los dirigentes más importantes de la
Internacional comunista, y antes de su regreso a Italia pasó por España,
donde debía asegurarse de que el PCE respetara las directrices de Stalin.
De ahí su papel en el aniquilamiento del POUM, de Nin y de parte
de las Brigadas Internacionales. Con la caída de Mussolini, Togliatti
recupera muchas de las reflexiones de Gramsci, sobre todo la de su plan
de llegar al gobierno sin romper las instituciones democráticas. Trabaja
activamente para que los suyos acepten también las medidas impopu-
lares si eso ayuda al PCI a anclarse en las instituciones. La primera: la
amnistía de altos cargos de la administración pública implicados en el
fascismo. Jueces, diplomáticos, fiscales, militares, que son reintegrados
profesional y públicamente gracias a un comunista que ejerce tempo-
ralmente de ministro de Justicia. La segunda: impedir que los grupos
paramilitares tomen el control de las zonas del norte de Italia, donde
más cruenta y exitosa había sido la Resistencia. Con la entrega de las
armas, el PCI entra en una etapa nueva. Es un partido de masas con el
apoyo de cuatro millones de votantes que después del pacto de coali-
ción con los socialistas sigue creciendo. El bloque del Frente Popular,
sin embargo, no frena la escalada de la Democracia Cristiana, que hace
campaña hablando de “Cristo o muerte”. Togliatti culpa de la victoria
conservadora al voto femenino, y hasta el filósofo liberal Benedetto

70 Luca Costantini
Croce se sorprende por el desfilar de “monjitas” delante de las urnas.
El escritor Leopoldo Longanesi ironiza: “¿Nos salvarán las viejas tías?”.

Un partido “sui generis”


El PCI de Togliatti demuestra ser un partido comunista sui generis en
la posguerra cuando en julio de 1948, mientras el secretario general
sale del Parlamento con Nilde Iotti, joven diputada de 26 años con
la que había empezado una relación sentimental, recibe tres tiros de
pistola. El autor del atentado es Antonio Pallante, un estudiante afín
al movimiento qualunquista y muy anticomunista. El líder del PCI
pierde mucha sangre, pero antes de ser trasladado al hospital envía
un mensaje a través de Mauro Scocimarro: “Ahora calma, que nadie
pierda la cabeza”, aunque las horas siguientes son caóticas. Hay mar-
chas, protestas, disparos y huelgas en todo el norte del país. Mueren
una veintena personas. Los obreros de la FIAT llegan a secuestrar en
su despacho al administrador delegado, Vittorio Valletta. El socialista
Pietro Nenni contará que Togliatti sabía que Italia no estaba prepa-
rada para una insurrección popular, y que por ello ordenó mantener
la calma. Lo cierto es que todo volvió rápidamente a la normalidad,
e Italia pudo seguir su recorrido hacia la consolidación democrática.
Togliatti muere en 1963, con el PCI en los 7,7 millones de votos
(15,9%). El partido pasa entonces bajo el control de Luigi Longo, otro
comunista activo en la Guerra Civil española como comisario político
del Batallón Garibaldi, el grupo de infantería que luchó sobre todo en
Madrid, Aragón y la zona del Ebro. Longo, de quien algunos dicen
que disparó el proyectil mortal a Mussolini, era muy amigo de Pietro
Secchia. Éste fue un importante dirigente del PCI que también pasó
por la Guerra Civil española y era conocido por su ímpetu y apuesta por
la movilización popular. Pero ni Longo ni Secchia eran dogmáticos ni
extremistas: el pragmatismo siempre fue una marca de la casa en el PCI.
Así como la priorización de la batalla política por encima de los asuntos
personales. Nada más llegar a la secretaría general, Longo hizo publicar
el Memoriale di Yalta. Fue el testimonio político de Togliatti, con la vía
italiana al socialismo y la puesta en marcha del alejamiento de la Unión

Cien años del PCI, el partido que quiso cambiar Italia 71


Enrico Soviética. El PCI empieza entonces a dis-
Berlinguer, un tanciarse en serio de Moscú. Respalda la
apasionado de Primavera de Praga, apoya la Ostpolitik de
la filosofía y el Brandt y se abre a la integración europea,
derecho, tuvo en que considera una oportunidad para unir
su trayectoria una a las izquierdas del continente y construir
obsesión: alejar al la “Europa de los pueblos”.
PCI de la órbita Longo, al igual que Togliatti, era una
de Moscú y alejar persona muy reservada, reacia al diálogo
a la izquierda con los periodistas, pero muy querida
del estalinismo por los militantes. Lideró la formación
hasta la irrupción del movimiento del 68,
cuando entró en escena Enrico Berlinguer, el secretario más emble-
mático de la historia del comunismo italiano. Provenía de una familia
muy culta y con orígenes nobles de Cerdeña, y formaba parte de esa
generación de jóvenes militantes que había empezado su aprendizaje
directamente en la lucha antifascista durante la guerra. Apasionado de
la filosofía y el derecho, el dirigente sardo tuvo durante su trayectoria
(diez años al mando del partido) una obsesión: alejar el PCI de la órbita
de Moscú y alejar la izquierda del estalinismo. Berlinguer y la cúpula
del PCI de los setenta habían perdido la confianza en Moscú. Menos
aun cuando el secretario general sufrió un accidente de coche durante
un viaje a Bulgaria. A la vuelta, según reveló Emanuele Macaluso, Ber-
linguer dijo sospechar del KGB como autor del “montaje” para elimi-
narle. Los extremismos eran su enemigo. Berlinguer nunca cedió ante
el terrorismo de las Brigadas Rojas, que consideraba profundamente
anticomunista, en el sentido de que lo único que hacía era criticar el
giro moderado y reformista que él quería sellar. Para Berlinguer existía
un doble peligro autoritario que frenaba el desarrollo democrático de
Italia. Y para hacerle frente, en línea con lo que había avanzado Toglia-
tti, planteaba el pacto de las “fuerzas populares y antifascistas”. Era una
manera para legitimar a su partido como fuerza democrática, y una vía
para anclar la política nacional alrededor del concepto de antifascismo,
entendido como aceptación de los valores y normas de la Constitución.

72 Luca Costantini
El dinamitado acercamiento al centro
Ese proyecto cuajó parcialmente a nivel cultural, gracias a la compe-
netración del partido con el cine, la poesía, la literatura y demás artes.
Pero no se tradujo en una llegada al gobierno. El secuestro y asesinato
de Aldo Moro dinamitó ese acercamiento al centro, mientras en los
años ochenta se modificaría para siempre el cuadro político general,
favoreciendo el auge de líderes como el socialista Bettino Craxi, a
quien Berlinguer calificaba de “sin escrúpulos”. Craxi se convirtió en
una bestia negra. Más adelante ese odio se trasladó hacia Silvio Berlus-
coni, el magnate de las televisiones que Craxi ayuda y del que recibe
apoyo cuando sus canales han entrado en los hogares de los italianos.
Craxi también era un político culto y hábil. Y en esos años promovió
un importante debate en la izquierda atrayendo a intelectuales, filó-
sofos y pensadores que habían sido excluidos de los ambientes más
influyentes del PCI y que elaboraron críticas importantes sobre los
agujeros negros de la historia del comunismo italiano. Por ejemplo, a
la teoría de la hegemonía y del partido nacional-popular de Gramsci,
consideradas protototalitarias, o al leninismo presente en la iconogra-
fía del PCI. Dicho debate fue recibido con hastío por los dirigentes
comunistas, que veían en los ataques del PSI una instrumentalización
para echarles del espacio del reformismo.
Berlinguer hacía malabares en una cuerda ideológica que se iba
aflojando. No renunciaba a la “revolución socialista”, aunque repetía
que se tenía que realizar en un sistema democrático y pluralista. De
ahí su obsesión por crear una entente, aunque fuera parcial, con otras
fuerzas socialistas, socialdemócratas y hasta católicas. Y con ella su
mayor aportación: el pacto histórico con la Democracia Cristiana para
frenar las derivas autoritarias que procedían tanto de la extrema derecha
como de la extrema izquierda. Pero no estaba dispuesto a renunciar a
la tradición teórico-cultural del comunismo internacional. Y seguía
negándose a asumir la cultura libertaria de origen francés, afín a autores
anarquistas como Proudhon, y que Craxi recuperó (algo parecido hizo
el PSOE de Felipe González) para debilitar el PCI frente a las clases
emergentes que se reconocían en el espíritu del 68 y en la incipiente

Cien años del PCI, el partido que quiso cambiar Italia 73


revolución tecnológica de los ochenta. Para Berlinguer la prioridad era
la independencia de Moscú, porque pensaba que solo así podía con-
vertir al PCI en auténtica “fuerza nacional”. Y cabe señalar que en eso
acertó. De hecho, sus herederos, que fundaron el Partido Democrático,
integraron sin complejos la bandera nacional en el símbolo de la for-
mación. Algo que en España sigue siendo un tabú. Con el Eurocomu-
nismo, Berlinguer buscó una convergencia de la izquierda comunista
europea para sortear el control de la Unión Soviética, y a la vez resolver
el problema del alejamiento de los partidos de la sociedad y redefinir
el rechazo al capitalismo sobre la base de una crítica del consumismo.
Su espíritu reformista fue sin duda sincero y profundo. En los setenta,
por ejemplo, frenó las protestas de los sindicatos, de los que habría
podido sacar rentabilidad política, y nunca abrazó el populismo y
la antipolítica, puesto que en ellos anidaba el germen del fascismo.
Ese era para Berlinguer el efecto cancerígeno del qualunquismo, enten-
dido como autobiografía de la nación, que había que extirpar del pue-
blo italiano. A ello dedicó su actividad política. Y cuando falleció en
1984, un millón de italianos acabó rindiéndole homenaje por las calles
de Roma. A sus funerales acudieron incluso políticos de la extrema
derecha posfascista. Todos le identificaban con un político íntegro.
En las elecciones europeas de ese año, el PCI se convirtió en primera
fuerza política, con 11,7 millones de votos y el 33% de las preferencias.
Fue el adiós del pueblo italiano a un dirigente significativo y, tal vez,
a toda una época.
En los ochenta y noventa, el PCI entrará en una espiral de super-
vivencia. El fin de la historia y la caída del muro de Berlín obligaron
a cambiar de siglas y símbolo. De la hoz y el martillo se pasó al roble,
y el partido se convirtió en Partido Democrático de la Izquierda. Esa
pequeña revolución se celebró en una histórica sede de Bolonia, en el
barrio obrero de La Bolognina, hoy convertida en china town de la “ciu-
dad roja” por excelencia. Es una decisión traumática, pero aceptada por
el grueso de dirigentes. Achille Occhetto, encargado de llevar a cabo
ese cambio en plena eclosión de Mani Pulite y colapso de la Democra-
cia Cristiana, confía en que sirva para llegar por fin a la presidencia de

74 Luca Costantini
Palazzo Chigi. En las elecciones de 1994 se enfrenta a un outsider, el mag-
nate de las televisiones Berlusconi, a quien los comunistas subestiman.
Se equivocan, porque Berlusconi interpreta a la perfección la desafección
popular hacia la política y convierte ese rechazo en un estilo moderno de
comunicación. Vende una Italia en colores frente a una en blanco y negro.
Sabe leer la autobiografía de la nación mejor que sus adversarios. Con
Forza Italia alcanza el 42% de los votos y logra romper definitivamente
esa idea de país que los comunistas habían diseñado, o tal vez soñado,
con el compromiso histórico. Los nostálgicos del fascismo de Alianza
Nazionale y los secesionistas de la Liga Norte entran en varios gobiernos,
que se alternan con otros ejecutivos, todos muy frágiles, liderados por
Romano Prodi y Massimo D’Alema, muy diferentes entre ellos pero
ambos intérpretes del fin de época histórica del PCI.
De todo aquello quedará el Partido Democrático y una cultura
política que se reconocen en el reformismo, el europeísmo, el consti-
tucionalismo democrático y la lucha contra la mafia, que en Italia no
es poco. Pero que no supo resolver ese talante populista de la nación,
que hará del país transalpino otro laboratorio europeo de proyectos
demagógicos como la nueva Liga de Matteo Salvini y el Movimiento 5
Estrellas del cómico Beppe Grillo. Muchos años después de la muerte
de Berlinguer, el periodista Eugenio Scalfari reflexionó sobre esa dico-
tomía muy italiana: “El nuestro es un pueblo bastante raro: se enamora
más a menudo de los payasos que de los políticos empeñados en poner
el bien común por encima de los intereses personales y de partido.
Tenemos muchas cualidades, pero ese es un defecto capital que explica
la fragilidad de nuestra democracia y del Estado que debería ser su
titular y guardián”. •

Luca Costantini es periodista y doctor en Ciencia Política


e Historia Contemporánea por la Universidad de Bolonia
y la UNED. Ha sido redactor en El País y Vozpópuli. trabaja en
la sección de política del digital TheObjective. Colabora en
radio y televisión. Autor de los libros sobre Podemos,
Aquí mando yo y Al olor del dinero.

Cien años del PCI, el partido que quiso cambiar Italia 75


POLÍTICA

EL RESISTIBLE
ASCENSO DE LA
EXTREMA DERECHA
La ultraderecha se extiende, y forma parte de
gobiernos con una importante cota electoral.
¿A qué se debe? ¿Cuáles son sus características
ideológicas, socio-políticas y culturales?
JORGE ÁLVAREZ YÁGÜEZ

E
n primer lugar, hay que advertir que no estamos ante
un fenómeno homogéneo sino plural y, lógicamente,
sus rasgos varían mucho según los países. Nos move-
mos, por tanto, con modelos que admiten muy varia-
das concreciones.
Un fenómeno histórico siempre es complejo y su
explicación no se debe a un único factor. No podemos ver esta
irrupción de la extrema derecha como un efecto de la crisis eco-
nómica, o del deterioro político de las democracias. Por supuesto
que estos dos factores son de vital importancia, pero son siempre

76
factores hermanados a muchos otros, como el cultural o civilizato-
rio. Comprender este fenómeno exige introducir unos parámetros
esenciales en que situarlo: en primer lugar es ineludible tener en
cuenta el proceso de globalización, con la intensificación de los
movimientos de mercancías, capitales y modificación de la división
mundial del trabajo, sin olvidar su lado de interrelación tecnoló-
gica y cultural. Aparejado a él, tiene lugar una gran extensión del
capitalismo, como es el caso de China y de los países del Este. En
segundo lugar, y siempre sin disociar un parámetro de otro, la reor-
ganización geopolítica que está teniendo lugar, caracterizada por
el declive estadounidense, el imponente ascenso de China y de los
otros países BRICS, lo que supone una nueva configuración del
geoespacio político. En tercer lugar, hay que destacar el desborda-
miento en múltiples aspectos (económico, seguridad) de la siempre
idealizada soberanía de los Estados-nación, con la configuración de
órganos transnacionales (UE) y ese papel creciente de instituciones
de gobernanza mundial que escapan a los controles democráticos:
OMC, BM, FMI. Dentro de los grandes cambios que están en curso,
no se puede menos que señalar lo que Ulrich Beck denominaba “fin
del Estado contenedor”, esto es, de un Estado-un pueblo-una etnia-
una lengua-una cultura-una religión; frente a ello, nos encontramos
en sociedades cada vez más heterogéneas. Está en curso toda una
reorganización estructural del capitalismo de la que forman parte
relevante importantes cambios tecnológicos; distintas etiquetas
tratan de registrarla: postfordismo, sociedad postindustrial (Bell),
capitalismo cognitivo, financiarizado..., en la que la forma neoliberal
llega a ser la dominante. A esto van asociados cambios fundamen-
tales en el trabajo: miles de empleos quedan obsoletos, sectores
que ya aparecen calificados de prescindibles; fragmentación social;
gigantesca pérdida en el nivel de condiciones laborales conseguidas
en la postguerra mundial, fuerte precarización, aislamiento de los
sindicatos y adelgazamiento de sus poderes; aparición de la llamada
“nueva pobreza”; se introduce la calificación de “sociedad de los dos
tercios”, o aun de “sociedad dual”, para designar los que cuentan y

77
los que ya no. Esas sacudidas estructurales traen consigo una gran
crisis de representatividad, afectando hondamente a la relación entre
clase, sindicatos y partidos; la crisis de la socialdemocracia es uno
de sus efectos políticos más relevantes. Un intenso proceso de rup-
tura de todas las ataduras del capital va indisolublemente unido al
grave recorte del Estado de bienestar. Un nuevo sujeto se va confi-
gurando en todo esto, del que distintas denominaciones tratan de
dar cuenta: hombre modular o líquido (Bauman), corrosión del
carácter (Sennet), capital humano, empresario de sí (Becker). Esas
grandes transformaciones económicas, acortan la periodicidad de las
crisis, en las que la desigualdad que suele acompañar a los grandes
cambios, no hace sino incrementarse. La crisis de 2008, de la que
muchos países aún no han salido, es un buen ejemplo de ese tipo
de capitalismo.
En fin, habría que seguir introduciendo parámetros que com-
plicarían estos factores, como el impacto de las nuevas tecnologías,
entre ellas las de la comunicación, que modifican nuestras relacio-
nes, nuestra capacidad de manejo de la información, e incluso mol-
dean nuestra capacidad cognitiva, y cuyo efecto político tampoco
es menor. Considérense simplemente términos como fake news o
postverdad. Y en el trasfondo último, una crisis que es ya de orden
civilizatorio si comprendemos todo lo ligado al cambio climático, a
los límites de las energías fósiles, a la gigantesca disminución de la
biodiversidad, a la degradación de los ecosistemas... en el contexto
de la nueva era que llamamos antropoceno o, algunos, “capitalo-
ceno” (Moore).
Todos estos parámetros dibujan una situación de honda trans-
formación, de interregno, como pocas en nuestra ya larga historia.
Ningún acontecimiento queda libre de su sello.

La situación social
Decenios ya de este nuevo capitalismo, especialmente en su forma
neoliberal, no sólo incrementaron la desigualdad, y condenaron a
sectores como prescindibles, sino que aceleraron la desintegración

78 Jorge Álvarez Yágüez


social. El neoliberalismo es una gigantesca máquina de destruc-
ción de lazos comunitarios y de desarraigo (Weil); su reducción del
sujeto a una subjetividad plana de mero cálculo (empresario de sí)
convierte el orden social en mera funcionalidad que, sin embargo,
quiebra una y otra vez con la periodicidad de las crisis, en un campo
naturalizado de struggle for life, de supervivencia del mejor adaptado.
La última crisis lo evidenció; lo que está ocurriendo es una auténtica
ruptura del contrato social. Las élites sociales abandonan lo que aún
les quedaba de compromiso comunitario en una deriva definitiva
ante un futuro que no se les oculta plagado de catástrofes (Latour).
Los sentimientos no solamente de incertidumbre y riesgo (Beck)
sino también de angustia existencial, de inseguridad, empiezan a ser
elemento recurrente en nuestra situación; algo inevitable cuando el
orden institucional y los valores y resortes culturales que hasta ahora
nos sustentaban se debilitan. No es sorprendente, en consecuen-
cia, la huida hacia “identidades fuertes” y lo que denominaríamos
retorno a comunidades primarias, que es donde debiéramos situar
la vuelta de la religión a la esfera pública, el énfasis renovado en los
vínculos de pertenencia, de la sangre y la tierra, la revitalización de
los nacionalismos, de los movimientos identitarios en general, el
intento de tornar a aquellos lazos que la complejidad de las socie-
dades modernas habría sustituido por otros en los que el individuo,
a costa de una mayor vulnerabilidad, cobraba una libertad y auto-
nomía mayores en un medio menos determinante.
Una situación social como esta reúne todos los requisitos de
lo que Gramsci entendía como “crisis de hegemonía”, esto es, un
momento en el que todo un orden, un sistema de dominio que
lograba por muy diversos medios una aquiescencia de la población
deja de hacerlo, con la consiguiente defección de las gentes respecto
de las instituciones o de aquellos representantes que canalizaban sus
intereses y aspiraciones. Se da en esos momentos una situación en la
que “lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno
se verifican los fenómenos mórbidos más variados” (Gramsci).

El resistible ascenso de la extrema derecha 79


Una especial respuesta política
Como otras veces en la historia, es en un momento de esas caracterís-
ticas, aunque en este caso muy específicas, en el que los populismos
o movimientos de extrema derecha irrumpen con fuerza. Amplios
sectores sociales que están sufriendo incisivamente los cambios pue-
den verse atraídos por nuevas fuerzas que explotarán el malestar y
antipoliticismo generado, fuerzas que, aunque obviamente políticas,
adoptan la actitud del que viene de otra parte, de fuera del establi-
shment, frente al que se postularán como nueva alternativa, libre
de las corrupciones y convenciones habituales del orden político
existente. Esas fuerzas tratarán de focalizar la raíz de los males en
algún elemento exterior.
El mal es siempre algo ajeno, extraño, procede necesariamente
de fuera de la comunidad, y si alguien de dentro lo porta eso mismo
evidencia que no pertenece realmente a ella o sirve a una potencia
extranjera. Los inmigrantes, los practicantes de otra religión o las
gentes que “traicionan” la identidad patria o “sirven a oscuras fuerzas
ajenas” serán marcados, entonces, como objetivo a combatir. De unos
se dirá que arrebatan a los propios los puestos de trabajo y que agotan
las ayudas públicas; de otros que pervierten los valores cristianos, las
tradiciones; de los demás que son enemigos de la patria. Socialmente,
aparecerán como el enemigo existencial (Schmitt), aquel con quien
no resulta compatible nuestra forma de vida; y políticamente, será el
establishment, la élite que protege ese orden la que deberá pagar. De
este modo, se polariza la lucha apelando al pueblo, sin distinciones
de clase, a la nación unitaria y homogénea, a una ciudadanía étnica-
mente definida. Ante la gravedad del mal, se propondrá una necesaria
cirugía que extirpe la enfermedad de raíz, que ponga fin a todos los
devaneos políticos, lo que se acuñará bajo el lema de “ley y orden”
con el consiguiente endurecimiento del código penal.
El lenguaje empleado será de extrema simpleza, de categorías
binarias, de valores absolutos, dirigido sobre todo a movilizar afec-
tos. Es lo que corresponde cuando se pretende una lucha enérgica
e inmediata, sustentada sobre principios categoriales de ese mismo

80 Jorge Álvarez Yágüez


corte: nosotros/ellos; dentro/fuera; El lenguaje
propio/ajeno... No hay lugar aquí para empleado será de
el matiz, para la diferencia, tanto menos extrema simpleza,
para la duda que se estima paralizante. de categorías
Se supone que la acción solo puede deri- binarias, de
var de una mente de certeza absoluta, valores absolutos,
esa que de tan clara no precisa de razo- dirigido sobre
nes, pues simplemente lo que se siente todo a movilizar
opera como justificación definitiva. Dis- afectos. Es lo
puestas las cosas en ese orden, el que los que corresponde
discursos se llenen de datos falsos, de cuando se
emociones más que de argumentos, de pretende una
prejuicios, no importará, pues en la gue- lucha enérgica e
rra declarada de amigo/enemigo el valor inmediata. No hay
verdadero/falso pasa a un segundo plano lugar para el matiz
sustituido por el de victoria/derrota,
ganancia/pérdida, útil/inútil; no otro es el campo de la postverdad.
Discursos con narraciones de conspiraciones fantasiosas serán fre-
cuentes, en los que aparecerán los inevitables personajes de las fuerzas
oscuras, diabólicas, de enorme poder que intentan regir el mundo,
como en otros tiempos ejemplificó el libro Protocolos de los sabios de
Sión. La funcionalidad de ese recurso es múltiple, pero la principal es
generar una situación de incertidumbre y difuso miedo que requiere
de un gran salvador. En tiempos de incertidumbre radical y someti-
dos a malignas fuerzas sin control no valen remedios convencionales
–recuérdese, en relación con esta función, la teoría del Shock de
N. Klein–. Las llamadas “teorías conspiratorias” siempre florecen
en esos momentos. El recurso es el mismo, sea transmitido en letra
impresa o por las redes digitales, más capaces en reafirmar las idio-
cias de grupo.
Los tres trazos con los que Cass Mudde caracteriza a la nueva
ultraderecha aparecen en esta configuración ideológica: populismo
(polarización, pueblo unidad homogénea, retórica binaria de afec-
tos...); nacionalismo xenofóbico (propio/ajeno, unidad étnica y cul-

El resistible ascenso de la extrema derecha 81


Esta nueva tural, odio al inmigrante); autoritarismo
extrema derecha (líder jerárquico, ley y orden).
no cuestiona Esta nueva extrema derecha no cues-
radicalmente tiona radicalmente la democracia como
la democracia, régimen, opta por una forma límite de la
opta por una misma, lo que Rosanvallon llama “demo-
forma límite de cracia iliberal”, una forma en la que la
la misma en la división de poderes, los derechos indi-
que la división viduales o de minorías son restringidos
de poderes o los cuando no abiertamente transgredidos.
derechos son Las formas militares y de violencia tam-
restringidos, poco serán lo que les caracterice, aunque
cuando no no falten hechos en esa línea. Los asun-
abiertamente tos económicos no estarán en su primera
transgredidos línea de batalla, y la indefinición cuando
no clara incongruencia en este plano es
sobresaliente. El nacionalismo y la necesidad de responder a algu-
nos de los problemas sociales denunciados les lleva a presentar
medidas proteccionistas, de intervención y control estatal; a este
respecto el propagandista americano Steve Bannon manifestaba su
discrepancia de las posiciones liberales de Ayn Rand, y criticaba
demagógicamente la conversión de la persona en mercancía, la
cultura del dinero, recogiendo así ciertos motivos del conservadu-
rismo tradicional. Con todo, a menudo se declaran favorables al
libre mercado, en la idea de que éste premia a los buenos, mientras
que el Estado protege a los parásitos; y no dejan de simpatizar con
la fórmula de neoliberalismo + autoridad, con la promoción de
bajadas de impuestos y medidas de este corte.

La reacción cultural
Mal se comprendería esta irrupción de la ultraderecha si no tuviéra-
mos en cuenta la honda transformación cultural en la que estamos
inmersos. Los estudiosos (Inglehart, Norris, Betz; Merkl; Ignazi)
hablan de cultural backlash, de reacción cultural frente a lo que

82 Jorge Álvarez Yágüez


algunos llaman la silent revolution, el gran cambio que en las formas
de vida y valores impulsados por muchos movimientos de eman-
cipación habría tenido lugar en las sociedades modernas; de ella
formaría parte la White Male Revolt (Merkl), la revuelta masculina
blanca frente a la igualdad de género. Todos los grandes cambios
de este tipo siempre suscitaron grandes rechazos. Hace tiempo que
nuevos valores, esos que los llamados movimientos “postmaterialis-
tas” impulsaban, como los de la ecología, el pacifismo, animalismo,
anti-racismo, y el más relevante históricamente, el feminismo, uni-
dos a los del movimiento LGTBI y otros, forman parte de nuestro
ordenamiento jurídico y de nuestros principios educativos. En fin,
la silenciosa apertura hacia estructuras morales universales post-
convencionales (Habermas) que no dan por válido lo simplemente
histórico o comunitariamente admitido. Son cambios que a veces
se dan antes en el orden normativo o en las instituciones que en la
sociedad, pues no se puede decir que estén ya asimilados.
Se estaba, y se está, produciendo en esto una hegemonía cultural
de izquierda en algunos ámbitos valorativos que imponía cierta
contención normativa, la cual, en un momento de profunda crisis
como el actual, se quiebra, y aquellos sectores que no la admitían
pero no se atrevían a explicitarlo, ahora no tienen reparos en hacerlo.
La consigna de la derecha de actuar “sin complejos” muestra esa
actitud frente a una nueva cultura que se veía obligada a acatar.
Trump, al manifestar ya abiertamente sus posiciones xenófobas,
machistas, racistas, antiecologistas, daba el pistoletazo de salida
para expresar sin rebozo la repulsa autorreprimida respecto de todos
aquellos valores de la “cultura progre” y de las “feminazis”. Ahora
las pulsiones reprimidas por un super-ego colonizado por los movi-
mientos de emancipación podían liberarse. La herencia del 68 tam-
bién será uno de sus motivos preferidos de combate, como no hace
mucho recordaba Habermas respecto de los líderes de Alternativa
por Alemania. El rechazo se expresará de manera directa, desinhi-
bida, incluso brutal. Lo que era para los otros estimado ha de ser
derribado de un golpe, como el Joker de Batman cuando hace trizas

El resistible ascenso de la extrema derecha 83


un cuadro de pintura abstracta, que expresa instantáneamente de
una vez toda su sentida represión ante algo que no entendía y que
los otros, cultos y distantes, tanto valoraban.
La fuerza, sin embargo, de esos valores atacados se muestra
cuando el ataque resulta difícil de hacer de frente sin costes. Se
adopta, entonces, una posición más compleja y disimulada que exige
una remodelación del discurso. Se intenta evitar las acusaciones de
xenofobia, de chauvinismo, de racismo... así vemos cómo uno de
los teóricos mejor armados de la llamada Nouvelle Droite, Alain de
Benoist, esgrime una defensa de la pluralidad étnica, del derecho
a la diferencia de las culturas y religiones, pero entendiendo que
esto no es realizable en el interior de una nación como pretende el
multiculturalismo toda vez que ello llevaría a la nivelación y des-
aparición de las culturas como tales, a la pérdida de su identidad.
Y así, por esta vía, supuestamente puede mantener en alto los nuevos
valores sin tener que prescindir de lo que le importa, la defensa de
un país, una etnia, una cultura...
De ese modo un poco más sutil, con este “esencialismo cultural”,
la diferencia, como tantas veces, se reivindica ad extra mientras se
niega ad intra; la diferencia se torna justamente en recurso para la
defensa de lo identitario, lo otro para el imperio de lo mismo. No
sorprenderá, entonces, la aparición destacada como representantes
de estos partidos de hombres de otras razas o de mujeres. Incluso
podemos contemplar como pueden adoptarse las formas simbólicas
de la rebeldía que caracterizaron orientaciones de signo bien distinto.
El alteractivismo viene, pues, a dar otra faz a esta alt-right.

Son estas solo algunas observaciones de un fenómeno de múltiples


caras. El análisis de los casos extremos ofrece la ventaja de que en ellos
se revelan con trazo grueso, de forma más clara y manifiesta, lo que en
otros se da de modo más disimulado y resulta difícil de ver. Son como
una caricatura de los males sociales. Así como el nazismo sirvió en
cierto momento para observar que el antisemitismo calaba hasta la
médula en todas las sociedades y no era solo una cuestión de fascistas,

84 Jorge Álvarez Yágüez


así debemos tomar ahora el estudio de la extrema derecha. Como
decía Dostoievski de algunos personajes de su admirado Gogol, por
raros y únicos que parecieran, eran los que nos permitían encontrar
por doquier sus rasgos en las normales personas de la vida cotidiana.
El primer paso para hacer frente a este “mórbido fenómeno”
(Gramsci) no es otro que tratar de entenderlo. •

Jorge Álvarez Yágüez es doctor en Filosofía por la Universidad


Complutense de Madrid, catedrático de instituto. Autor de
Política y república y el último foucault.

El resistible ascenso de la extrema derecha 85


E N S AY O

L A MIOPÍA
DE L A CIENCIA
La ciencia tiene una enorme responsabilidad en
el origen de los problemas que pretende resolver.
Pensar que lo que necesitamos es más ciencia es
una actitud miope que, sin una profunda reflexión
crítica, nos llevará a un callejón sin salida.
J UA N E G E A G A R C Í A

U
n error común de la modernidad consiste en pensar
que sus logros, entre los que la ciencia ocupa el lugar
más destacado, son la culminación de un largo iti-
nerario histórico, donde las realizaciones anteriores
apenas tienen valor salvo a título de inventario. Bajo
este prisma, la ciencia sería un conjunto autónomo
de saberes que, progresivamente, se acerca a un conocimiento cada vez
más perfecto de la naturaleza. Estas ideas, instaladas aún con fuerza en el
imaginario colectivo, fueron ampliamente cuestionadas por T.S. Kuhn en
su célebre ensayo La estructura de las revoluciones científicas, publicado en
1962. Según Kuhn, el desarrollo científico está marcado por una serie de
paradigmas, cada uno con su correspondiente visión del mundo, donde
el salto de uno a otro tiene lugar en forma de cambios revolucionarios
que trascienden la lógica interna del paradigma dominante.

86
En virtud de lo anterior, podríamos decir, inspirándonos en Man-
fred Frank, que la correcta definición de ciencia es tan inaccesible
como la correcta definición del ser humano: ni una ni otro existen
como tal, sino solo articulaciones en cada aquí y ahora1. Entre la crea-
ción científica y la aparición de cierto tipo de hombre hay un fuerte
entrelazamiento, al igual que ocurre con el lenguaje, que más que
nacer del hombre está entretejido con el nacimiento de cierto tipo
de hombre. No en vano la ciencia se presenta en ocasiones como un
lenguaje, con todo lo que ello implica, puesto que el lenguaje es mucho
más que una serie de reglas gramaticales y de sintaxis, al igual que la
ciencia es mucho más que un conjunto de leyes y ecuaciones. Todo
ello nos impele a establecer las dos dimensiones que constituyen hoy
la ciencia: por un lado, la ciencia en tanto que saber y conocimiento
científico, cada vez más fragmentado; y por otro, lo que podríamos
denominar sistema científico, que engloba desde intereses personales
y egos, hasta aplicaciones, políticas y, en general, toda una gama de
dispositivos de poder sin los que la ciencia no podría entenderse.
Es importante remarcar que estas dos dimensiones de la ciencia se
pueden distinguir, pero no separar. Distinguirlas atiende a una nece-
sidad metodológica y, al mismo tiempo, fija la raíz del problema que
aquí nos ocupa, que no es otro que el de la inadecuada valoración de
la ciencia, ya que, en efecto, los juicios que la sociedad emite acerca de
la misma se basan casi exclusivamente en lo que representa en tanto
que conjunto de saberes. Pero siendo estos saberes inseparables de lo
que hemos denominado sistema científico, debido entre otras razones
a que no existe un sí mismo científico independiente de lo humano,
podemos no solo hablar de ciencia o de sistema científico indistinta-
mente, sino también afirmar algo que, aún estando en el ambiente, no
deja de resultar contrario a la opinión pública, a saber: que la ciencia
es hoy, más allá de los contenidos propios del saber científico, una

1 Tomamos prestadas de Lluís Duch estas dos frases: la primera es una cita que hace del filosofo ale-
mán Manfred Frank sobre “la correcta definición del mito”, que hemos reemplazado aquí por cien-
cia; la segunda es una expresión sobre “la existencia articulada del ser humano en cada aquí y ahora”,
que también hemos extendido a la ciencia. (Lluís Duch. Mito, interpretación y cultura. Herder, 1995.)

87
ideología gobernada por un sistema de intereses, donde la ideología,
amparada en una supuesta neutralidad científica, es la del crecimiento
basado en el poder que ejercemos sobre la naturaleza, y los intereses,
como no podía ser de otra forma, son económicos y a corto plazo,
impulsados por la utilidad como valor único.

Un caladero de reputación
La existencia humana está sometida a una permanente provisionalidad
y novedad, en medio de las cuales todas las culturas han tenido que
desplegar lo que Lluís Duch denomina “praxis de dominación de la
contingencia”. La ciencia es hoy el marco que permite instaurar tales
prácticas y, en ese sentido, en un momento de incertidumbre como
el actual, no es sorprendente que asistamos con frecuencia a todo
tipo declaraciones y manifiestos que reclaman para ella un mayor
protagonismo. Estas iniciativas se apoyan en la alta valoración social
y el elevado consenso político que suscita la ciencia. Si hay algo que
ha unido a regímenes de todo tipo, ya sean dictaduras o democracias,
de derechas o de izquierdas, capitalistas o comunistas, sobre todo
desde que el final de la Segunda Guerra Mundial dejara patente el
poder nuclear de la física, en su apuesta por la ciencia, traducida en un
extraordinario apoyo político, institucional y económico. La ciencia
se ha convertido así en un caladero de reputación, que favorece que
nos encontremos con campañas televisivas defendiendo un incre-
mento del porcentaje de PIB invertido en ciencia; manifiestos bajo
el rótulo “Tienen el poder pero no saben”; iniciativas en favor de un
“Pacto de Estado por la ciencia”; o artículos periodísticos firmados
por destacados científicos que reclaman “Qué la ciencia revolucione
la política”2. Todas estas proclamas e iniciativas, que ceden pronto su
espacio al siguiente titular, parecen ignorar la ubicua presencia de la
ciencia en nuestro mundo tecnocrático, pero ello no impide que cum-
plan su función, que no es otra que la de penetrar en las conciencias
asentando ideas como la de “sin ciencia no hay futuro”, convertida en

2 Rafael Yuste y Darío Gil. El País, 7 de junio de 2020.

88 Juan Egea García


un eslogan que, aún careciendo de rigor Sobre un
intelectual, por cuanto que la humani- lecho de buenas
dad ha tenido y tiene futuro más allá del intenciones
actual paradigma científico, cumple a la y cierto
perfección la función de la publicidad: deslumbramiento
“crear consumidores desinformados que subyace un error:
tomarán decisiones irracionales”, tal y considerar que
como la define Chomsky. la ciencia va a
Es urgente, por tanto, revisar en pro- ser la solución
fundidad el papel de la ciencia. Por ello, a nuestros
el objetivo que nos proponemos en este problemas
ensayo consiste en mostrar que, sobre
un lecho de buenas intenciones y cierto deslumbramiento, derivado
por un lado de la necesidad y, por otro, de sus arrolladores logros
prácticos, subyace un profundo error que es urgente superar si de
verdad queremos tener futuro: el de considerar que la ciencia, tal y
como se ha desarrollado en el último siglo y la entendemos hoy, va a
ser la solución a nuestros problemas y la garantía de un mundo mejor.
Antes al contrario, si mantenemos el discurso en favor del sistema
científico tal y como ha venido desarrollándose en los últimos años,
esto es, reclamando más ciencia sin efectuar previamente un examen
profundo, estaremos acrecentando nuestros problemas y, probable-
mente, llevándolos a un punto de no retorno. Los hechos son elo-
cuentes, pero el deslumbramiento de la utilidad práctica de la ciencia
nos impide verlos. Consideremos dos ejemplos muy significativos.
El primero lo protagonizó Svante Arrhenius, un científico sueco
galardonado en 1903 con el Premio Nobel de Química. En una publi-
cación anterior, fechada en 18963, Arrhenius investigó la causa de las
glaciaciones, concluyendo que la explicación del enfriamiento extremo
estaba en la correlación existente entre la temperatura del planeta y la
concentración de combustibles fósiles (CO2) en la atmósfera. Aunque
no le dieron el Nobel por este descubrimiento, sí que le sirvió para

3 https://www.rsc.org/images/Arrhenius1896_tcm18-173546.pdf

La miopía de la ciencia 89
El desarrollo afirmar que el incremento de CO2 en
de la ciencia ha la atmósfera, vinculado principalmente
oscilado siempre a la actividad industrial, produciría a su
entre la creación vez un incremento en la temperatura de
de problemas la tierra. En sus cálculos no logró prever
y la oferta de el ritmo exponencial con el que crece-
soluciones rían las emisiones, y con ellas el calen-
ficticias que, tamiento, pero dejó un dato que, sor-
a la larga, se prendentemente, ha sido ignorado por
convierten la ciencia, ocupada prioritariamente en
en problemas dar apoyo a las industrias contaminantes.
mayores El segundo ejemplo lo encontramos
en la agricultura intensiva. A partir de los
años sesenta del siglo pasado se desarrolló en Estados Unidos un método
que lograba hacer más productiva la tierra gracias al uso de fertilizantes,
semillas seleccionas, pesticidas, sistemas de riego y maquinaria. La aplica-
ción de estas técnicas en los llamados países subdesarrollados permitió,
según los medios de comunicación de la época, salvar millones de vidas,
pero hoy sabemos que, al mismo tiempo, posibilitó que se iniciase una
terrible carrera por el rendimiento agrícola que está destruyendo lite-
ralmente nuestro planeta. El problema del hambre no provenía de la
falta de productividad de la tierra, había otras razones, lo cual nos sitúa
ante un ejemplo de lo que podríamos denominar “solución ficticia”. La
agricultura intensiva ofreció una solución al problema del hambre, pero
tal vez a un coste a largo plazo mayor que el beneficio, de modo que no
fue una verdadera solución ni, desde luego, la única posible.
Pero si en los años sesenta la ciencia provocó lo que a la postre
sería un problema, no es menos cierto que treinta años antes se había
presentado la solución. En junio de 1924, Rudolf Steiner impartió
una serie de conferencias bajo el título de Curso sobre agricultura
biodinámica. En ellas recogía lo que por otra parte era una síntesis
de la sabiduría que había permitido al ser humano mantener, durante
milenios, una relación armoniosa con el campo. Steiner, conocido
también por ser el padre de las escuelas Waldorf, no era un cientí-

90 Juan Egea García


fico al uso. El amplio espectro de sus intereses, y el sesgo esotérico
de muchas de sus contribuciones, lo convirtieron en un elemento
extraño, quedando siempre al margen del sistema científico. Pese a
todo ello, fue pionero en lo que hoy conocemos como agricultura
ecológica. Steiner alertó sobre el peligro que suponía reemplazar los
métodos orgánicos por métodos industriales pero, por desgracia, la
ciencia posterior no ha seguido sus recomendaciones, sino que se
ha puesto al servicio de un programa de explotación de la tierra de
consecuencias cada vez más alarmantes.
Los problemas planteados por Arrhenius y Steiner siguen ahí, y
tal vez la razón se deba a que “la ciencia no mira el mundo para con-
templarlo, sino para manipularlo (...), posee desde el primer momento
una intención técnica que la configura, la califica y la dirige hacía la
manipulabilidad”, tal y como afirmaba en 2009 Umberto Galimberti
en su obra Los mitos de nuestro tiempo. Apelando a Arrhenius y Steiner
no pretendemos negar los logros de la ciencia, ni sus contribuciones al
bienestar humano. Ellos mismos se consideraban científicos, aunque
resulta sintomático que en dos aspectos clave de la vida como son el
aire que respiramos y la tierra que nos alimenta, asistamos a enormes
contradicciones absolutamente incompatibles con el discurso auto-
complaciente de la ciencia oficial. Arrhenius y Steiner son solo dos
ejemplos entre otros muchos. El desarrollo de la ciencia ha oscilado
siempre entre la creación de problemas y la oferta de soluciones ficti-
cias que, a la larga, se convierten en problemas mayores. Entre tanto,
hemos disfrutado y disfrutamos de enormes cotas, o bolsas, de bien-
estar. Pero ello no impide que debamos reconocer que la ciencia tiene
una enorme responsabilidad en el origen de los problemas que ahora
pretende resolver. Pensar que lo que necesitamos es, simplemente, más
ciencia es una actitud miope que, sin una profunda reflexión crítica,
nos llevará a un callejón sin salida. Si seguimos el mismo camino,
volveremos a repetir los mismos errores, aplaudiremos a nuevos
Arrhenius y Steiner, pero al mismo tiempo los ignoraremos en favor
de otros intereses: esta es la constante de la ciencia moderna. Por
tanto, antes de reclamar más ciencia, deberíamos reflexionar sobre

La miopía de la ciencia 91
si ello no será una vuelta más de tuerca que perpetúe y deteriore la
delicada situación actual. La ciencia tiene hoy que asumir que los
fracasos del mundo moderno son sus fracasos, son el fracaso de su
propia cosmovisión, y son el fracaso de la aplicación de sus princi-
pios. En los años cincuenta, anticipándose a lo que vendría después,
Jean Gebser afirmaba que “el incremento de posibilidades técnicas
es directamente proporcional a la disminución de la conciencia res-
ponsable del hombre”. Y por la misma época Owen Barfield apuntaba
que la ciencia, a pesar de sus enormes logros, no sería recordada con
gratitud, y ello no tanto por sus efectos prácticos, que también, sino
por ejecutar un plan que ha desvinculado al hombre de la naturaleza,
de la que antes participaba formando una unidad. Por esta razón la
ciencia actual es incompatible con la ecología, básicamente porque
en su raíz anida la idea de que la naturaleza es un objeto de estudio y
manipulación por parte del sujeto conocedor. Lo que hoy llamamos
ciencia ya no busca ninguna verdad en la naturaleza, ese tiempo ha
pasado, sino fundar hipótesis que deriven en un conocimiento prác-
tico, tal y como pretendía Bacon.

Un necesario complemento humanista


Es ingenuo pensar que la ciencia es algo puro, y que todo depende
del buen o mal uso que hagamos de ella. Muchos científicos sostie-
nen esta idea, evidenciando con ello lo simplista de sus aportaciones
cuando van más allá de su área de especialidad, lo cual por sí solo pone
de manifiesto la necesidad urgente de un permanente complemento
humanista que acompañe a la ciencia, y haga que los programas for-
mativos sean verdaderamente interdisciplinares. Lo que podríamos
llamar teoría del mal uso pasa por alto que no es posible separar la
ciencia de su aplicación. Las herramientas son también su uso, y la
bomba nuclear no puede separarse de su potencial destructor, que
es tan real y la define tanto como su capacidad disuasoria (si es que
queremos pensar en un “buen uso”), fijando con ello un punto de
ruptura en la historia a partir del cual el hombre puede, además de
manipular, destruir completamente el planeta. Este es solo un ejemplo,

92 Juan Egea García


muy significativo. Pero aunque admitiésemos la teoría del mal uso
como hipótesis válida, seguirían siendo insuficientes las recetas que
se reducen a invertir más en ciencia, entre otras razones porque ya se
han aplicado progresivamente, como mínimo en los últimos cincuenta
años, sin que los resultados hayan sido los esperados.
Debería resultar obvio, por tanto, que no estamos ante un pro-
blema de índole cuantitativa, que es a lo que tendemos a reducir
la realidad, y con ella sus problemas, sino de índole cualitativa.
Lo cualitativo requiere de una sensibilidad distinta a la sensibilidad,
o insensibilidad, hoy dominante, que tiene el sello de la ciencia.
Así las cosas, lo que la situación actual demanda es una revisión en
profundidad de la ciencia y de su verdadero papel en la sociedad, para
tratar con ello de abrir paso a un nuevo paradigma (no solo científico,
sino también humano) que, lo queramos o no, se abrirá paso antes o
después. Lo más conveniente para el homo sapiens del siglo xxi sería
que este nuevo paradigma emergiese por medio de una transición
suave y a nuestro favor, y no llevándose por delante de manera abrupta
nuestro mundo y las falsas esperanzas que estamos depositando en un
futuro que, a todas luces, no podrá construirse repitiendo los errores
del pasado. Pese a todo, podemos ser optimistas, porque de nosotros
depende tomar conciencia y consumar el papel que el ser humano
está llamado a jugar en un momento tan cualificado como este. •

Juan Egea García es Físico Teórico y doctor en Matemáticas.


Colabora en varias revistas internacionales como Journal
of Nonlinear Science. En su Blog medium.com/@juanegea
desarrolla una serie sobre Tecnología y poder.

La miopía de la ciencia 93
E N S AY O

EL ROM AN T ICISMO
P OSMODER NO
O L A VER DAD
COMO OBR A DE ART E
La actual era digital recupera la tensión entre
Romanticismo e Ilustración. El miedo a la
tiranía de la ciencia socava la fe en el progreso.
Esta crisis de realidad se combate con un
arte-proyectil: la experiencia estética como
el impacto de la verdad, de lo auténtico.
M A N U E L RU I Z R I C O

E
l fin de la Modernidad y el paso a la Posmodernidad,
argumenta Gianni Vattimo en la en La sociedad trans-
parente (1990: 75), tiene lugar como consecuencia de los
medios de comunicación de masas. Relacionar el tipo
de tecnología de la información propio de un período
y cómo aquellas determinan dicha sociedad no es un
elemento innovador en Vattimo: ya en 1971 había surgido oficialmente
como disciplina la ecología de los medios de comunicación (Velásquez
y otros, 2018). Para esta disciplina, una fecha clave de la era moderna

94
es la de la invención de la imprenta en el siglo xv, innovación que no
estaría desvinculada a acontecimientos como la reforma protestante,
la Ilustración o el surgimiento de la individualidad moderna.
El siguiente avance de calado lo causaría la invención de la fotografía,
ya en el siglo xviii; después llegarían la radio, los equipos de repro-
ducción del sonido, el cine y la expansión de la televisión (segunda
mitad del xx), con los que emerge de lleno la sociedad (transparente)
de la comunicación de masas.
Vattimo publicó La sociedad transparente en 1989, así que el
concepto de Posmodernidad de esta obra sería la fase inicial de esta
etapa; un último paso de esa evolución llegaría con el auge desde
los años 90 de la world wide web y especialmente con el desarrollo,
ya entrado el nuevo milenio, de la telefonía inteligente, los equipos
portátiles (smartphones, tablets) y las redes sociales. Con estos ingre-
dientes, la sociedad de la globalización posmoderna deviene más que
audiovisual, digital. Por este motivo, vamos a referirnos a esa etapa
como Posmodernidad digital, para diferenciarla de su primera fase
(orientativamente, hasta los años 90).
Las protestas sociales más simbólicas de la etapa posmoderna
–al menos, en eso que se llama los países occidentales– sucedieron
en el mayo del 68 francés. Rüdiger Safranski las considera como
el primer intento de impugnación total del sistema tras el fin de la
Guerra Mundial y la implantación del sistema político-económico
subsiguiente, basado en la economía de mercado y las democracias
liberales. El filósofo alemán califica el mayo francés como una recaída
romántica (2018: 345). Pero ¿qué tiene que ver el Romanticismo con
la Posmodernidad?
Para comprenderlo, es necesario recordar qué significó genui-
namente el Romanticismo. Fue el ataque durísimo a la razón ilus-
trada que tuvo lugar en el siglo xviii. La Ilustración propugnó el
racionalismo, el positivismo científico y el rechazo subsiguiente de
la superstición, la religión y la magia. El proyecto ilustrado, señala
Isaiah Berlin (2000: 44-45), dictó que la respuesta a las preguntas
esenciales sobre el mundo y la vida “no pueden obtenerse por reve-

95
En la era de la lación [sino mediante el] uso correcto
Posmodernidad de la razón”; y lo más importante, añade
digital de nuevo Berlin: “No existe razón alguna por la
tiene lugar una que tales respuestas, que después de todo
reacción similar han producido exitosos resultados en el
a la romántica: mundo de la física y la química, no pue-
frente a un mundo dan ser igualmente aplicables a aquellos
cada vez más campos, mucho más problemáticos, de
tecnologizado la política, la ética y la estética”.
surge la ola del Contra esto, justamente, es contra lo
anticientificismo que reaccionan ferozmente los román-
y sus aliados ticos. Safranski relata (2018: 174) cómo
éstos condenaron con violencia “el desen-
canto del mundo a causa de la racionalización”. Según Safranski (2018:
175), la “luz gris de la Ilustración se producía para los románticos no
sólo en las cabezas sino también en la realidad social, que ellos experi-
mentaron como un mecanismo cada vez más reglamentado y uniforme”.
Todo esto tiene un traslado en el terreno del arte: a la concepción
burguesa e ilustrada del arte como utilidad, los románticos (Safranski,
2018: 178) oponen una metafísica del arte. Berlin (2000: 86) ahonda
en esta reacción: para la estética ilustrada el valor de la obra de arte
“residía en ser lo que era. El valor de la pintura radicaba en su belleza”.
Sin embargo, para el Romanticismo el valor del arte estriba en poner-
nos en contacto con el artista creador: “Ésta es la doctrina del arte
como expresión, del arte como comunicación”, sentencia Berlin.
Es más que significativo que esta reivindicación se realizara en el
siglo que empieza a ver cómo la literatura y el periodismo se convierten
en los primeros medios de comunicación de masas.

La crisis del mito del progreso


El miedo al progreso de los románticos, como podría denominarse,
es decir, a que el progreso se traduzca en un mundo cada vez más
deshumanizado por hipertecnificado, reaparece en los años cincuenta
del siglo pasado. Como recuerda Safranski (2018: 342), fue en esa

96 Manuel Ruiz Rico


década cuando “se hizo actual la desazón por el futuro del mundo
técnico, a pesar del milagro económico y del afán de construcción”.
Era la antesala del mayo del 68.
Todos los movimientos de protesta contra ese progreso han tenido
desde entonces un elemento en común, defiende Safranski (2018: 346-
347): “Se cuestionaron las formas de vida en la sociedad capitalista,
centradas en el trabajo y el consumo […] De la protesta dentro del
sistema se pasó con sorprendente rapidez a un rechazo de todo el
sistema […] No puede negarse que aquí actuaba una herencia román-
tica […] Esta herencia, aunque trivializada, entró en la ideología del
movimiento del 68”.
Éste y otros movimientos similares planteaban una única solución
clara, expone el pensador alemán (2018: 349): el gran rechazo. Y se
añadió a esto, continúa (2018: 349), “la aspiración al instante histó-
rico […] [Fue así como] los contrastes tradicionales adquirieron un
renovado vigor: comunidad frente a sociedad, alma contra el dominio
del dinero, espontaneidad frente a la convención, naturaleza contra
lo artificial”.
Existe un paralelismo notable entre el espíritu del Mayo del 68 y
las protestas habidas en los últimos años, sobre todo desde el punto
de inflexión de la crisis económica desatada tras la caída de Lehman
Brothers en septiembre de 2008, cuya quiebra no se produjo en el
vacío: en septiembre de 2001 había ocurrido el atentado contra las
Torres Gemelas y en marzo de 2004 el de Atocha, que introdujeron de
lleno al mundo en la era del terrorismo global; en 2006, el documental
promovido por Al Gore Una verdad incómoda socializó la amenaza
del cambio climático; y, por último, la actual pandemia del covid-19.
Todo esto sucede en los años ya de la Posmodernidad digital, en
los que, de nuevo, tiene lugar una reacción similar a la romántica dos
siglos atrás: frente a un mundo cada vez más tecnologizado (miedo
al gran hermano y al fin de lo humano simbolizado en el cyborg, la
biomedicina, etcétera) surge la ola contraria del anticientifismo y sus
aliados: los terraplanistas, los antivacunas, los negacionistas del cambio
climático, los adeptos a la homeopatía, a las fakes news y las teorías

El romanticismo posmoderno o la verdad como obra de arte 97


de la conspiración. Ya ha quedado como símbolo de esta época la
sentencia que profirió en junio de 2016 el político proBrexit Michael
Gove para desbaratar los argumentos a favor de la permanencia del
Reino Unido en la UE: “La gente está harta de los expertos”.
Este antirracionalismo posmoderno, de tipo nihilista, lleva a una
crisis de la cultura basada en el socavamiento y negación del concepto
de realidad (la sociedad del espectáculo y el concepto de realidad ero-
sionada de Vattimo) y, por lo tanto, del concepto de verdad, cuyo más
reciente síntoma son las llamadas fake news, es decir, el bulo masiva y
líquidamente dispersado a través de las redes sociales.
Oskar Negt (2004) ha identificado esta imposibilidad de distin-
guir la verdad de la mentira como el síntoma clave de una sociedad
que atraviesa por una crisis cultural. “A través de la cultura”, sostiene,
“verdad y mentira se vuelven diferenciables. Cuando la verdad y la
mentira ya no se pueden distinguir con claridad, cesa toda cultura, y
también todo arte auténtico”.
El nexo actual entre dicha crisis cultural y esa imposibilidad de dis-
tinguir la verdad de la mentira es palmario: Internet, las redes sociales
y los dispositivos móviles como tecnologías de la comunicación genui-
nas de la Posmodernidad digital, es decir, de un mundo globalizado e
hipertecnológico en el que los ciudadanos están expuestos a cantidades
masivas de información que circulan a un ritmo jamás experimentado.
Y todo ello accesible con sólo encender el teléfono móvil.

El arte como belleza, la belleza como proyectil


Con la llegada de los primeros medios de comunicación masivos
en la segunda mitad del siglo xix, el arte también cambió. Como
ha señalado Tatarkiewicz (2001: 60), Henri Bergson fue quizás el
primero que propuso la idea del arte como impacto. Lo expuso en
Les donnes immédiates, de 1889, cuando escribió que “el arte aspira
a fijar en nosotros sentimientos, más que a expresarlos”. En la senda
de Bergson, en 1935, Walter Benjamin publicó La obra de arte en
la época de su reproductibilidad técnica. La imagen industrial, dice
Benjamin (2003: 90), al no existir un original en su reproducción

98 Manuel Ruiz Rico


masiva, es una imagen sin aura, sin autenticidad, y esto provoca
que la obra de arte se convierta en “un proyectil que se impacta en
el espectador”.
A medida que avanza el siglo xx, con la llegada de la Posmoder-
nidad, “los medios de comunicación hacen que cada vez sea menos
posible la idea de una realidad”, argumenta Vattimo (1990: 79). En
este contexto, la experiencia estética de lo bello, sostiene el filósofo
italiano (1990: 151), sufre una alteración completa: “Contra la nos-
talgia de la eternidad (de la obra) y la autenticidad (de la experiencia)
[…] el shock es todo lo que queda”. Vattimo toma el término shock
precisamente de Benjamin. Sin embargo, el shock, el arte como pro-
yectil, toma otra significación en la Posmodernidad digital.
Ante el desarraigo, la desconfianza y el miedo (a la tecnologiza-
ción, al fin de lo humano, al futuro de la humanidad por amenazas
como el cambio climático), emergen un arte y una experiencia esté-
tica basados en el impacto de la verdad, en el descubrimiento de una
realidad que permanecía oculta o era desconocida, en el shock, en
el aura de la verdad, que es, por definición, auténtica. Contemplar
lo auténtico, lo que había estado oculto, en un mundo cada vez más
artificial, digital o virtual (fake) va a llegar a ser una obsesión en la
Posmodernidad digital. Hasta el boom del turismo tiene que ver en
muchas ocasiones con eso.
El arte de esta época va reflejando (y es consecuencia de) esas
pulsiones en una sociedad cuyos rasgos están configurados según
la tecnología de la comunicación preponderante, Internet, lo digi-
tal. Frente a la realidad virtual y erosionada surge la experiencia
estética del impacto de la verdad, una noción, por otra parte, tan
propia del periodismo: el concepto de breaking news, la noticia de
impacto. ¿No están siendo el periodismo (el resurgir de los Talese,
Wolfe, del reporterismo) y los géneros de no-ficción (ensayo, bio-
grafías, la autoficción, memorias, novelas de reconstrucción escritas
por autores de prestigio como Anatomía de un instante, de Cercas,
2008) de los más destacados y leídos y, por lo tanto, genuinos de
estos años digitales?

El romanticismo posmoderno o la verdad como obra de arte 99


BIBLIOGRAFÍA

Si las protestas posmo-


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tecnificación de la vida, de la
democracia, de la política, del
Estado y hasta de la economía, llevan aparejados denuncias relacio-
nadas, como quienes alertan de la economización de la política (y la
correspondiente consecuencia del Estado-mercado, el Estado S.A., la
Marca España, frente al Estado-nación). Todo ello refleja una especie
de economía religiosa con el aliento de aquella filosofía religiosa que
ideó Platón para garantizar el cumplimiento de las leyes y la estabi-
lidad del Estado.
Dichos elementos son propios de una sociedad donde el valor
cultural máximo es el beneficio económico. Como advierte Negt
(2004): “[En una entrevista, Tietmeyer, antiguo presidente del Bun-
desbank señaló que] ‘lo único que importa es crear en todas partes
condiciones favorables para las inversiones’. Ésta es, en cierto modo,
la norma cultural suprema […] Sus palabras significan que la cultura
está completamente sometida a la lógica del capital y del mercado.
Al margen de esto, no existe ninguna lógica sociocultural”.

100 Manuel Ruiz Rico


Para legitimarse, la economía (los mercados) han de responder
con un relato, que urden a través de la publicidad como herramienta
de aprobación social mediante la belleza, en un ejercicio de estetismo
económico que sería desaprobado por Kant, quien consideró el
desinterés como conditio sine qua non para la experiencia estética.
El ecologismo, que emerge como uno de los contrarrelatos legiti-
madores y liberadores más potentes, denuncia que la economía se
dirige hacia una mercantilización completa de la naturaleza y de
la vida y pone en riesgo la supervivencia del planeta. Son críticas
genuinamente románticas.
Frente a todo ello, el arte de la Posmodernidad digital se basa
en la experiencia de realidad y de verdad como antídoto contra la
mercantilización y tecnificación de la realidad y la vida. El arte, en un
mundo globalizado digital propone un proyectil de realidad y verdad;
esto es: la humanización a través de la experiencia de lo real. El pri-
mer Romanticismo llamó a hacer poesía de la realidad y el segundo
propugnó realizar la poesía. El romanticismo posmoderno quiere
realizar la realidad. •

Manuel Ruiz Rico es doctor y licenciado en Periodismo.


Ha centrado sus investigaciones en las relaciones entre el
Periodismo y la Literatura, la estructura de la Información
y los nuevos Medios de comunicación en Internet. Autor de
Antonio Muñoz Molina. El Robinson en Nueva York.

El romanticismo posmoderno o la verdad como obra de arte 101


E N S AY O

RONALD N. GIERE :
M AESTRO DE L A
FILOSOFÍA DE
L A CIENCIA
Para Giere, la inteligencia artificial, la psicología
cognitiva y la neurociencia cognitiva han alcanzado
la madurez suficiente para convertirse en un recurso
valioso para los filósofos de la ciencia.
A N NA E S TA N Y

R
onald N. Giere (1938-2020) nació en Cleveland,
Ohio, Estados Unidos. Estudió física, doctorándose
en Cornell University en Filosofía en 1968. En su
larga carrera académica fue profesor en New York
University y en University of Pittsburgh. Estuvo tam-
bién en el Departamento de Historia y Filosofía de la
Ciencia de Indiana University (Bloomington) y posteriormente en
University of Minnesota. Pertenecía a la Asociación Estadounidense
para el Avance de la Ciencia, fue miembro del consejo editorial de
la revista Philosophy of Science y antiguo presidente de la Philosophy
of Science Association. Ha sido uno de los referentes de la filosofía
de la ciencia de nuestra época, con un impacto muy importante en

102
el ámbito internacional. En España su obra ha tenido muy buena
acogida, y es un referente no solo para la comunidad de filosofía de
la ciencia, sino también para otros campos de conocimiento, como la
didáctica de las ciencias. Su interés por la enseñanza queda explícito
en su libro Understanding Scientific Reasoning (1979) considerado un
manual introductorio que ayuda al estudiante a razonar críticamente
mediante estudios de caso, tanto históricos como actuales, para desa-
rrollar así su competencia científica y tecnológica.
Su obra abarca importantes cuestiones, con las que ha lidiado la
filosofía de la ciencia desde la segunda mitad del siglo xx después
del predominio del empirismo lógico auspiciado por el Círculo de
Viena, cuyo objetivo consistía en restituir el carácter científico a la
filosofía dando un papel destacado a la lógica. La estancia de Giere
en el Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia en Indiana
University enlaza perfectamente con el análisis de la relación que
concebía entre historia y filosofía de la ciencia, una de las cuestiones
que abordó en el artículo History and philosophy of science: Intimate
relationship or marriage of convenience? (1973).
En Science without laws (1999) Giere afronta el debate sobre si
el conocimiento científico es objetivo e inapelable o puede estar
influido por factores sociales, y también si las verdades científicas
son independientes de los valores y creencias. Giere no cuestiona los
principales hallazgos de la ciencia moderna, aunque es crítico con la
visión de la ciencia como una actividad excepcionalmente racional
que conduce al descubrimiento de verdades universales subyacentes en
todos los fenómenos naturales. Así, ofrece una perspectiva mediadora
entre verdades universales y relativismo argumentando que es mejor
comprender que los científicos simplemente elaboran modelos más
o menos abstractos de concepciones limitadas del mundo.
Otra de las orientaciones de Giere tuvo como escenario el debate
sobre realismo vs. instrumentalismo de las teorías científicas, que desa-
rrolló en Scientific Perspectivism (2006). La idea básica es que las teorías
nos proporcionan diferentes facetas de la realidad sobre el conoci-
miento del mundo, a diferencia del instrumentalismo, que considera

103
El pensamiento las teorías como simples herramientas
de Giere se conceptuales para abordar la realidad, ya
enmarca en la que no tenemos justificación epistémica
‘concepción de que las reflejen. Toma como punto de
semántica de las vista el color para ilustrar cómo funciona
teorías’, como su teoría del “perspectivismo”, argumen-
alternativa a tando que los colores no existen real-
la ‘concepción mente en los objetos, más bien el color
sintáctica’ es el resultado de una interacción entre
inspirada en el aspectos del mundo y el sistema de visión
Círculo de Viena humano. También utiliza la analogía de
y centrada en las los mapas para comprender la relación
teorías científicas entre teoría y realidad. Cada mapa nos
da a conocer una parte de lo que intenta
representar, que puede tratarse de una representación económica, física
o demográfica, sin llegar a ser una copia exacta y completa de la realidad.
Los mapas representan el mundo, pero la representación que ofrecen
es convencional, dada por un punto de vista concreto, que no es nunca
del todo exacto ni completo. Del mismo modo, los modelos teóricos y
las teorías son estructuras idealizadas que representan el mundo desde
un punto de vista limitado.
Giere fue uno de los más importantes impulsores del enfoque
cognitivo de la filosofía de la ciencia con su obra seminal Explaining
Science: A Cognitive Approach (1988). Este enfoque forma parte del
programa naturalizador en filosofía, en el sentido de que los princi-
pios epistémicos no pueden hacer caso omiso de los resultados de las
ciencias empíricas, cuestionando así el modelo apriorista de la funda-
mentación del conocimiento. Considera que las ciencias cognitivas
han experimentado un avance indiscutible desde las últimas décadas
del siglo xx hasta la actualidad y pueden seguir jugando un papel
muy importante en la clarificación, resolución y análisis filosófico del
conocimiento en general y de la ciencia en particular.
Dentro del trabajo de Giere en el marco del enfoque cognitivo hay
que destacar la edición del volumen Cognitive models of science (1992),

104 Anna Estany


fruto de unas jornadas en las que, según sostenía en la introducción,
la inteligencia artificial, la psicología cognitiva y la neurociencia cog-
nitiva, han alcanzado la madurez suficiente para convertirse en un
recurso valioso para los filósofos de la ciencia. Es decir, que las ciencias
cognitivas están comenzando a tener un impacto considerable en el
contenido y los métodos de la filosofía, particularmente la filosofía del
lenguaje y la filosofía de la mente, pero también en la epistemología.
La esperanza subyacente consiste en que las ciencias cognitivas ahora
puedan desempeñar el papel, dentro de la filosofía de la ciencia, que
la lógica formal jugó para el empirismo lógico o que la historia de la
ciencia hizo también para la escuela histórica. Este desarrollo podría
permitir que la filosofía de la ciencia en su conjunto, finalmente vaya
más allá de la oposición entre los enfoques “lógicos” e “históricos” que
han caracterizado el campo desde la década de 1960 (Giere, 1992: xv).
Este volumen constituye un conjunto de aportaciones a la filosofía
y las ciencias cognitivas, además de analizar la relación entre ambas.
El pensamiento de Giere se enmarca en la “concepción semántica
de las teorías”, como alternativa a la “concepción sintáctica” inspirada
en el Círculo de Viena y centrada en las teorías científicas, que pueden
ser verdaderas o falsas en función de que todos sus enunciados sean
verdaderos o haya alguno falso. La concepción semántica pone en
el centro de la representación del conocimiento la idea de “modelo
teórico”, una entidad mental no lingüística con la que los humanos
representamos el conocimiento. En la vida cotidiana construimos
modelos que forman parte de un mundo imaginario; por ejemplo,
imaginamos cómo será el viaje del próximo verano. Pues bien, los
modelos teóricos forman parte del mundo imaginado que existe en las
mentes de los científicos como materia abstracta, que luego plasman
en las descripciones con un lenguaje natural o con formulaciones
matemáticas y lógicas.
Una de las consecuencias de la concepción semántica es que la
relación entre modelo teórico y sistema real es de semejanza, por lo
que admite grados en función de las hipótesis teóricas, contrastadas
y que hayan resultado verdaderas, que sí son entidades lingüísticas.

Ronald N. Giere, un referente y maestro de la filosofía de la ciencia 105


BIBLIOGRAFÍA

El interés de Giere por des-


Hutchins, E. 1995, Cognition in the wild,
Cambridge MASS: The MIT Pres.
plazar el centro de grave-
Johnson-Laird, P.N. 1983, Mental models, dad de la representación del
Cambridge University Press.
conocimiento a los modelos
teóricos no es baladí, sino que
responde, por un lado, a natu-
ralizar la actividad científica, equiparando los científicos al resto de
los humanos en el sentido de que en ambos casos los humanos (cien-
tíficos o no) representan el conocimiento a través de modelos que se
construyen sobre el mundo; y por otro, al enfoque cognitivo utili-
zando el concepto de modelo ampliamente estudiado en psicología
cognitiva por Johnson-Lair (1983) y su Teoría de los Modelos Mentales.
Esta concepción permite representar el conocimiento científico en
ámbitos cuyos objetos de estudio son muy complejos y no encajan
en la disyuntiva de verdadero o falso, a pesar de la base empírica que
han demostrado. De hecho, actualmente en la mayoría de las ciencias
se recurre a la idea de modelo, sean biológico, computacional, social,
educativo, etc. La propuesta de Giere permite abordar este tipo de
campos científicos y calibrar el grado de base empírica que poseen
en función de las hipótesis contrastadas.
La exposición de la obra de Giere no sería completa sin hacer
referencia a una serie de artículos de las dos últimas décadas sobre la
cognición distribuida y la relación entre lo cognitivo y lo social, que
se plasman en trabajos como Distributed cognition in epistemic cultures
(2002), Scientific cognition as distributed cognition (2002), Distributed
Cognition: Where the Cognitive and the Social Merge (2003), The Role
of Agency in Distributed Cognitive Systems (2004) y Distributed Cog-
nition Without Distributed Knowing (2007). Forman parte de su apro-
ximación a la ciencia de forma integral, pues tienen en cuenta todos
los factores que intervienen en la práctica científica. Giere considera
que la actividad científica, particularmente en las ciencias experimen-
tales, involucra a la operación de sistemas cognitivos distribuidos, tal
como se entiende en las ciencias cognitivas contemporáneas. En este
punto de vista, una referencia ineludible para este propósito es Edwin

106 Anna Estany


Hutchins y su obra seminal Cognition in the wild (1995) que aboga
por un sistema cognitivo formado por agentes interaccionando entre
ellos y con la tecnología, y los aplica a una sala de máquinas de un
barco o la cabina de un avión. Así, la introducción de una noción de
cognición distribuida invita a Giere a considerar si, o de qué manera,
las actividades cognitivas relacionadas, como el conocimiento, tam-
bién podrían distribuirse. Además, estos ejemplos son una muestra
de la interacción entre lo cognitivo y lo social, fusionándose en un
sistema de cognición socialmente distribuida.
Finalmente, no puedo dejar de recordar mi etapa durante los años
1983 a 1985 en Indiana University, donde tuve el privilegio de asis-
tir a sus cursos. Ronald N. Giere era un maestro para sus alumnos,
siempre dispuesto a ayudar y a facilitar la formación para el futuro
académico. •

Anna Estany es doctora en Filosofía por la Universidad de


Barcelona y Master of Arts por la Universidad de Indiana
(EE.UU.) Actualmente es catedrática emérita de filosofía de
la ciencia en el Departamento de Filosofía de la Universidad
Autónoma de Barcelona.

Ronald N. Giere, un referente y maestro de la filosofía de la ciencia 107


E N S AY O

HARTHEIM:
LUGAR DE MUERTE
Víctimas de la barbarie nazi y centenares de
españoles deportados a Mauthausen son hoy
recordados en las aceras de ciudades europeas.
JOSÉ ANTONIO GARCÍA MARCOS

H
artheim se ha colado en algunas aceras de Madrid.
En el número 104 de la calle Francos Rodríguez hay
un Stolperstein dedicado a Eufemio García García,
republicano español que tras el final de la Guerra
Civil huyó a Francia. Los nazis lo apresaron en 1940
y lo deportaron a Mauthausen. Según consta en el
pequeño monumento murió el 19 de diciembre de 1941 en Hartheim.
Desde hace un tiempo, en múltiples lugares de nuestro país se
están instalando estos minúsculos monumentos, con los que los ciu-
dadanos se tropiezan a diario, y que recuerdan a víctimas concretas del
nacionalsocialismo. En este texto me centraré en explicar dos hechos
fundamentales: en qué consiste el proyecto de memoria denominado
Stolperstein y en descifrar el auténtico significado de Hartheim, donde
murieron Eufemio y cientos de españoles deportados a Mauthausen.
Las víctimas de conflictos sociales y de guerras han sido conside-
radas, hasta fechas muy recientes, efectos colaterales de los mismos, y

108
no se les prestaba mucha más atención. Si acaso un gran cementerio
donde se enterraban sus restos o un monumento más o menos original
como tantos que hay al soldado desconocido. El Holocausto judío y,
sobre todo, los relatos de los supervivientes (Primo Levi, Jean Améry,
Paul Celán, Imre Kertész y un largo etcétera) llevaron a pensar que
era necesario indagar nuevas formas de recordar a las víctimas, con
la finalidad de que no cayeran en el olvido y, al mismo tiempo, que
sirvieran de exhortación a las nuevas generaciones para no repetir los
mismos o parecidos horrores. De esta forma, comenzaron a proliferar
los lugares de la memoria (Gedenkstätte). Auschwitz, Buchenwald,
Dachau, Hadamar, Mauthausen o Treblinka se convirtieron en autén-
ticos museos donde se puede visualizar la barbarie que desencadenó el
tercer Reich por todos los rincones de Europa. El Berlín reunificado,
como centro neurálgico desde donde se planificó aquella hecatombe,
también comenzó a llenarse de lugares de memoria. En el corazón
de la ciudad, al lado de la Puerta de Brandenburgo, se alzó, en el año
2005, el sobrecogedor monumento a los judíos europeos asesinados
por el nazismo. No lejos de allí, en el que fuera el número 4 de la calle
Tiergarten, existe un modesto monumento a los enfermos mentales
eliminados en los hospitales psiquiátricos. En el parque del Tiergarten
se erigió otro que recuerda al genocidio gitano, y cerca existe el que
conmemora a los homosexuales. También hay uno dedicado a las
víctimas de la Alemania Oriental que murieron al intentar cruzar el
muro que dividía la ciudad. El turista los visita, queda impresionado
por la tragedia vivida por esos colectivos, después se vuelve a su hotel
y poco a poco sus vivencias caen en el olvido.
La genial idea que tuvo Gunter Demnig, un artista alemán nacido
en Berlín pero afincado en Colonia, fue llevar el recuerdo de las vícti-
mas a la vida cotidiana de la gente y, de esta forma, surgió su proyecto
de las Stolpersteine 1 que, traducido literalmente, significa piedras para
tropezar y que yo prefiero traducir por adoquines contra el olvido.
Otros han propuesto el original nombre de tras(pie)dras. Mi traduc-
1 Demnig, G.: Stolpersteine. Gunter Demnig und sein Project. Dokumentationszentrum der Stadt
Köln, 2007

109
ción enlazaría con el mayo del 68 pero no en el sentido de que debajo
de los adoquines esté la playa, sino, más bien, lo que se encuentra es
el sufrimiento de víctimas concretas, con nombre y apellidos, de la
barbarie nazi. Este proyecto de memoria tiene dos características.
La primera es que todas las víctimas son tratadas por igual y la segunda,
que el minúsculo monumento no está confinado en un lugar determi-
nado sino que se extiende por los recovecos más variopintos de pueblos
y ciudades, convirtiéndose así en el monumento más descentralizado
que existe en el mundo. No hay que olvidar que la memoria histórica
es caprichosa, selectiva y, por qué no, a veces, también injusta. Si uno
visita el monumento a los judíos europeos asesinados por el nazismo al
lado de la Puerta de Brandenburgo y después se acerca al de los enfer-
mos mentales, la reacción más inmediata es pensar que hay víctimas
de primera y de segunda categoría. Algo que no ocurre en el proyecto
Stolpersteine, en el cual todos, sean judíos, enfermos mentales, gitanos,
homosexuales o republicanos españoles, por citar solo alguno de los
colectivos de víctimas, son recordados de la misma forma.
¿Qué es, pues, un Stolperstein? Es un pequeño adoquín de cemento
de unos diez centímetros de largo, ancho y alto que está revestido
en su parte superior, la que ven los transeúntes, por una lámina de
latón donde se inscriben los datos de identificación de la víctima.
Se coloca en la acera del número exacto donde vivía antes de ser
asesinada o, en caso de que no se conozca, donde estaba ubicado su
último trabajo. Instalar uno de estos adoquines tiene un coste apro-
ximado de ciento veinte euros que suelen sufragar familiares, insti-
tuciones públicas o privadas, o asociaciones de víctima, y su instal-
ción debe contar con el permiso de los respectivos ayuntamientos.
Su objetivo es recordar, con nombres y apellidos, a víctimas concretas
del nazismo, y que los ciudadanos se tropiecen con ellos en su vida
cotidiana. Dadas sus pequeñas dimensiones, las personas interesadas en
leer los datos se deberán inclinar, como gesto de respeto, ante la víctima.
El proyecto de memoria Stolperstein, que comenzó a finales del
siglo pasado en Alemania, se ha ido extendiendo poco a poco por
muchos lugares y ciudades del ancho mundo, y en la actualidad hay

110 José Antonio García Marcos


más de setenta mil de estos adoquines en unos veinte países y en más
de mil ochocientas localidades distintas. Es un movimiento a favor de
la memoria histórica en continuo proceso de expansión. En algunos
lugares, los ayuntamientos no les han permitido instalarlos aduciendo
diversas razones. En Munich, por poner un ejemplo, el alcalde se negó
en su día a dar los permisos oportunos para instalar estos adoquines
en las aceras de la ciudad porque, por una parte, ya existían suficientes
monumentos que recordaban a las víctimas del nazismo y, por otra,
porque esta forma de memoria tenía también muchos detractores. La
gente los pisaba, los perros hacían sobre ellos sus necesidades, algo
que denigraba a la víctima más que recordarla. Algunas asociaciones
de judíos residentes en Alemania también se han manifestado en su
contra, lo cual no impide que el proyecto continúe en su proceso de
expansión, como ha ocurrido recientemente en España.
Eufemio García García fue deportado a Mauthausen en 1940 y,
un año después, murió en Hartheim.
¿Qué era, en realidad, Hartheim? Para conocer su verdadero signi-
ficado habría que remontarse al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Pocos días después de la invasión de Polonia, Adolf Hitler firmó
un documento secreto en el que daba luz verde al asesinato masivo
de todos los enfermos incurables que existían en el Reich alemán.
El objetivo fundamental era eliminar a decenas de miles de enfermos
mentales hacinados en los manicomios, así como a niños con deficien-
cias psíquicas y/o malformaciones somáticas que vivían con sus fami-
lias. El nacionalsocialismo no podía permitir que en el frente de batalla
murieran soldados jóvenes y sanos y, al mismo tiempo, mantener con
vida a seres a los que habían denigrado con expresiones como vidas
inútiles y sin valor (lebensunwertes leben). Para una acción de esa enver-
gadura necesitaban la colaboración de los médicos, tal como había dicho
Hitler en uno de sus discursos. El nacionalsocialismo podía prescindir
de ingenieros o de abogados pero nunca de los médicos, auténticos sol-
dados biológicos que luchaban en el frente interno purificando la raza
aria, lo mismo que los soldados del ejército peleaban en distintos luga-
res de Europa para ampliar el espacio vital que necesitaba Alemania.

Hartheim: lugar de muerte 111


A comienzos de enero de 1940 se pusieron en funcionamiento los prime-
ros manicomios de la muerte, provistos de una cámara de gas y de hornos
crematorios. La operación secreta se designó con el nombre encubierto
de Aktion T4, debido a que la sede central estaba ubicada en el número
4 de la calle Tiergarten de Berlín. Estos manicomios de la muerte o
Tötungsanstalten estuvieron estratégicamente repartidos por Alemania
y la Austria anexionada: Brandenburgo del Havel, Grafeneck, Bern-
burg, Sonnenstein, Hadamar y Hartheim. La Aktion T4 se ejecutó
como un alto secreto de Estado, engañando sistemáticamente tanto a
los enfermos como a sus familiares.
A pesar de la guerra y del secretismo oficial, la sociedad alemana
pudo conocer lo que estaba ocurriendo en los hospitales psiquiátricos y
su reacción fue de repulsa total. Algunos altos dirigentes nazis alzaron
también la voz contra estos asesinatos y abogaban porque se aprobara
una ley de eutanasia, como la de julio de 1933, que permitía la esteri-
lización forzosa de todos aquellos alemanes y alemanas que pudieran
transmitir a sus descendientes una enfermedad. La reacción más valiente
contra la matanza de los enfermos mentales fue la del obispo de Münster,
monseñor Von Galen, que en la homilía pronunciada el 3 de agosto de
1941 acusó al gobierno de eliminar a los seres más indefensos y que más
necesitaban la ayuda de los demás. La presión social generada por sus
palabras obligó al Führer a suspender dichas matanzas y a transmitir a
la población la falsa idea de que se habían hecho al margen de su volun-
tad. Habían matado a 70.273 pacientes, según sus propias estadísticas.
Sin embargo, la estructura médica que ejecutó este plan de exter-
minio continuó en activo y, tras detenerse la Aktion T4 el 24 de agosto
de 1941, los psiquiatras encargados de la selección de los pacientes sin
posibilidad de curación fueron enviados a determinados campos de
concentración (Dachau, Buchenwald, Auschwitz o Mauthausen) para
seleccionar a aquellos enfermos que, debido a su estado de salud o a
su mal comportamiento, debían ser eliminados. A esta nueva acción
criminal la denominaron Sonderbehandlung 14f13.
No conozco la enfermedad de Eufemio García cuando fue enviado
al manicomio de Hartheim, engañado como si fuera a un sanatorio

112 José Antonio García Marcos


para curarse sus dolencias. En vez de recibir el tratamiento esperado,
fue introducido en la misma cámara de gas donde habían sido gaseados
miles de enfermos psiquiátricos alemanes y austriacos. Hartheim, pues,
es el nexo de unión entre el programa de eutanasia nazi y el destino
de algunos de los republicanos españoles deportados a Mauthausen.
Se calcula que se gasearon entre cuatrocientos y quinientos españoles.
El bello palacio renacentista de Hartheim tiene otras dos connota-
ciones. La primera se refiere a que cuando fue liberado por las tropas
norteamericanas se halló un documento de 39 páginas, la Estadística
de Hartheim, en el que se detalla con precisión germánica lo ocurrido
en cada uno de los seis manicomios de la muerte. Incluye datos sobre el
ahorro económico y de alimentos que la muerte de esas bocas inútiles
(nusslose esser) suponía para las arcas del Reich. Partiendo de un gasto
diario de 3,5 marcos por cada paciente, el ahorro tras eliminar a 70.273
pacientes sería de 245.955,50 marcos. Al año ascendería a 89.773.575,50
y en diez años la cifra se dispararía a 897.737.575,00 de marcos. Los cál-
culos se amplían a diversos alimentos como patatas, salchichas, azúcar o
huevos, así como a vestimenta o gastos del personal sanitario. Todo con
el fin de hacer visible y comprensible la gran hazaña que suponía para el
estado eliminar a unos seres que consideraban inútiles y carentes de valor.
La segunda es que cuando los nazis decidieron borrar las huellas
de los crímenes allí cometidos, un albañil español, Miguel Yuste, dejó
incrustada en una pared una nota escrita a mano en un pequeño papel
que decía: “Esta puerta la cerró el español Miguel Yuste, prisionero
en Mauthausen, 18/12/44”. Un sencillo gesto que honra el afán de los
españoles por dejar huella de su paso por el infierno nazi. Recordar a
aquellos ciudadanos españoles asesinados por el nacionalsocialismo y
que unieron su trágico final con el de las víctimas de la eutanasia nazi
es un deber moral y una exhortación para que semejantes crímenes,
ejecutados por los médicos nazis, no vuelvan a repetirse. •

José A. García Marcos es psicólogo clínico. Autor de la novela De


Berlín al cielo. Su último libro es Primero vivir, después escribir.

Hartheim: lugar de muerte 113


E N S AY O

UNA NOVEL A
SOBRE EL UNIVER SO
Filólogos, antropólogos, filósofos e historiadores
de España, Italia, México, Colombia, Brasil y
Chile hacen inventario de la obra de toda una vida
y dejan constancia de la influencia de José Enrique
Ruíz Domènec en las generaciones de estudiantes,
colegas y lectores apasionados por la Historia.
B A S I L I O B A LTA S A R

“La gran ambición humana por crear


una novela sobre el universo”.
Goethe

L
a fluidez narrativa que hace comprensible el relato
de los hechos de otro tiempo no depende tan solo
de la cortesía con el lector, ni de los buenos modales
pedagógicos, ni del compromiso moral con la veraci-
dad intelectual, ni de la sagacidad de quien investiga
el testimonio de los hombres que vivieron antes que
nosotros. A estas nobles cualidades deben añadirse los protocolos
literarios de elegancia, nitidez y estilo que hacen tan distinguida la
obra de nuestro historiador.

114
La mentalidad contemporánea enumera el requisito de los saberes
–esa estructura conceptual propia de nuestra época–, pero la erudición
de nuestro autor se sustenta además en una conciencia, panorámica,
profunda y elevada, que abarca las diversas modalidades de la memoria
cultural. Su mirada hacia el pasado integra en un armonioso informe
la amplia experiencia cognitiva de la condición humana.
Los géneros discursivos que dan cuenta del paso del tiempo se
han aposentado ordenadamente en sus respectivos compartimentos,
aunque no por ello se ha deshecho el poderoso vínculo entre mito,
historia y novela. Como depósito cultural de la vivencia que nos
precede, las tres disciplinas mantienen vigente la promesa de alentar
la comprensión del gran todo.
Las interrogaciones que formulaba Lévi-Strauss no han dejado
de tener sentido para todo aquel que medita críticamente el alcance
de sus investigaciones: “Cuando intentamos hacer historia científica
¿acaso hacemos algo científico o también adaptamos a nuestra propia
mitología esa tentativa de hacer historia pura?”
Aunque insinúa alguna de las supersticiones que subsisten bajo
nuestra arrogante presunción cultural, la reflexión del antropólogo
francés es una invitación a suspender nuestra credulidad y aguzar
una más severa desconfianza. Y todo ello en beneficio de la tarea
emprendida por historiadores como Ruiz Domènec: la más ambi-
ciosa adquisición del saber al que hemos sido destinados.
Constata por su parte Georges Dumezil que los ciclos narrati-
vos en Irlanda y el País de Gales son de este tipo: “mitología vuelta
historia en un caso y novela en el otro.”
En su conocida investigación sobre la obra de Snorri Sturluson
y Saxo Gramático, Dumezil emprende la comparación anatómica
del mito y la novela y describe el modo en que aquellos pioneros
nórdicos, contemporáneos en el siglo xiii, utilizaron la tradición
literaria y las imágenes míticas para poder contar la historia de sus
antepasados.
Según Borges, lo recomendable en este caso es comparar a Snorri
con Tucídides, pues del mismo modo aplicó a la escritura de la His-

115
toria el legado de su propia tradición literaria. A Snorri lo influyeron
las sagas como a Tucídides la épica de los trágicos.
La melange de géneros atestiguada en los capítulos más anti-
guos de la memoria cultural y las transformaciones que han curtido
nuestra evolución intelectual, adquieren en la postmodernidad un
inesperado sentido. Sin descartar la exigencia metodológica de cada
campo de conocimiento, aparecen como nuevamente significativas
sus respectivas maneras de entender el mundo.
De hecho, en la disputa entre historia y novela no se trata de citar
las fuentes encontradas en los archivos y contrastarlas luego con la
imaginación que gobernó el comportamiento de sus protagonistas
–las ficciones que se recitaban a sí mismos– sino de entender lo que
hay de singularmente literario en la experiencia. Lo novelesco no
es entonces el arte de poner en escena lo que se sabe, ni de hacerlo
plausible con la cadencia oral, sino una manera de entender lo que
no se puede contar de otro modo.
La literatura permite desplegar los recursos de la mentalidad
mítica para entender las magnitudes menos obvias de lo real.
Aceptando así que el mito no es sólo la epopeya legendaria de las
divinidades antiguas, sino la narración de las fuerzas que operan
enigmáticamente en la historia del hombre. No sólo el deseo, la
furia, la ignorancia, el miedo, la fantasía, la tergiversación y el deli-
rio, sino aquellas otras que trascienden las categorías del lenguaje y
cuyos efectos, sin embargo, dejan visible el rastro de su paso por la
historia del mundo. Así como los astrofísicos detectan los efectos
gravitatorios de la materia oscura, por más que no sepan decir de
qué trata esa entidad, los historiadores perciben la influencia de
fuerzas cuya naturaleza no han podido formular todavía.
Cuando Georges Duby presentó su Historia de la vida privada, la
magna obra colectiva que dirigió con tanta pasión, advertía al lector
de que “en lo privado se encuentra encerrado lo que poseemos de más
precioso, lo que sólo le pertenece a uno mismo, lo que no concierne a
los demás, lo que no cabe divulgar, ni mostrar, porque es algo demasiado
diferente de las apariencias cuya salvaguarda pública exige el honor”.

116 Basilio Baltasar


¿Cuántas claves de la Historia no pertenecerán a la inaccesible
privacidad del espíritu? ¿Cuántas no habrán sido ocultadas por el
celo de quién las considera dignas de una reservada discreción?
¿Acaso podremos encontrar en la impenetrable intimidad de la
cultura ese algo demasiado diferente de las apariencias que nos per-
mita acceder a la verdadera narratividad de la peregrinación humana?
Trenzar las potencias epistemológicas del mito, la novela y la
historia, y penetrar con ellas los ámbitos que escapan a las otras
disciplinas del conocimiento, ha sido uno de los desafíos afronta-
dos por nuestro historiador. Su propósito es entender, comprender,
discernir; estimular la inteligencia del lector y compartir con él la
más exigente obligación intelectual. Afrontar la historia del mundo
como el escenario en donde “acontecimiento, personaje y trama”
representan la gran función del sentido.
Escuchar las conferencias de Ruiz Domènec, estudiar sus anales
y leer sus libros permite ver en acción una de las destacadas cuali-
dades del profesor: hacer sonar de nuevo las voces de sus maestros,
actualizar su legado, renovar sus lecciones y extender la complicidad
cultivada con sus colegas. En la gran tradición de la academia, el his-
toriador pertenece a una genealogía de conocimientos, arduamente
adquiridos y sutilmente elaborados por una estirpe que alcanza su
plenitud cuando prolonga infatigablemente las enseñanzas recibidas.
La admiración que Ruiz Domènec dedica a sus maestros y colegas
–“los autores que me han acompañado durante toda la vida”– ilustra
la poderosa atracción de una disciplina que no deja de extenuarse
ejemplarmente. Cuando cita lo que para Dilthey es la Historia –“esa
misteriosa trama de azar, destino y carácter”– y lo que para Henri
Bergson es la memoria: –“el fundamento de la vida espiritual”–,
Ruiz Domènec configura su propio programa filosófico y la guía
que orienta su indagación en los laberintos del tiempo.
Hablando de Georges Duby, Ruiz Domènec homenajea la
influencia de aquella vida intelectual y académica sostenida por el
talento, la admiración y la rivalidad. Cuando comenta a Jacqueline
de Romilly no puede dejar de expresar su simpatía por la elegancia

Una novela sobre el Universo 117


con que la historiadora defendió el valor pedagógico de los ideales
clásicos. Con Hans Blumenberg, Ruiz Doménech afirma el valor
del hombre frente al dogma y el poder del mito para doblegar la
prepotencia de la realidad. Cuando se siente tentado de añorar las
sofisticadas disputas de la inteligencia, recuerda a los historiadores
que tienen “ideas claras, expresadas de modo elegante, sólidas, agre-
sivas, aunque no disolventes, sino más bien provocadoras de vigo-
rosas respuestas”. Entonces cita a Paul Veyne y su impetuosa apor-
tación a la historiografía de nuestro tiempo: “los hechos no existen,
sólo existen intrigas”. Con Hayden V. White hilvana sus propias
cautelas ante unos hechos históricos que “no son encontrados sino
construidos por el tipo de preguntas realizadas” y vuelve a reclamar
esas polémicas que “someten a juicio el hábito adquirido y arrojan
nueva luz sobre métodos envejecidos.” En su amigo y maestro
Martin de Riquer nuestro historiador identifica los mismos códi-
gos de conducta, “soberbios, brillantes”, que aquél descubrió en las
fuentes medievales y ve en la seductora idea del linaje las claves
de un oficio, el de historiador, cuyos deberes se heredan de un
modo similar a como lo hacían la caballería o los embajadores
del amor cortés.
Ruiz Domènec reconoce la autoridad de estos maestros inte-
lectuales, esos “con los que se tiene contraída una deuda que no se
puede pagar”. Y por ello elogia la sabiduría propia del historiador
que gracias a su trabajo “consigue escapar de la vaguedad, esa lacra
del conocimiento”.
Como historiador y erudito, Ruiz Domènec podría haberse
recluido en los archivos del pasado y haber gozado el aislamiento
que protege de las convulsiones contemporáneas, pero su compro-
miso intelectual le hace plenamente lúcido de las condiciones del
presente y las posibilidades del futuro. A lo largo de sus fructíferas
décadas de investigación, enseñanza y escritura no ha dejado de
ser consciente de la oscura pestilence que atraviesa los siglos; esa
“irresistible inclinación del género humano a su propia destrucción”,
ese misterioso entusiasmo incesantemente renovado.

118 Basilio Baltasar


Al historiador, volcado sobre los anales del tiempo que restaura
con conocimiento de causa, y habiendo evitado durante su larga y
fructífera carrera académica la lacra de la vaguedad, le parece acon-
sejable exponer al lector la magnitud del reto que le ha tocado en
suerte a nuestra generación: “Si la humanidad ha de tener un futuro
no será prolongando el pasado o el presente. El precio del fracaso,
la alternativa a una sociedad transformada, será la oscuridad.” •

[El Institut de Estudis Medievals de la Universitat de Barcelona ha editado


un libro en homenaje al historiador José Enrique Ruiz Domènec: VV. AA.,
José Enrique Ruiz-Domènec o la narración de la historia. Edición de Daniel
Rico y Almudena Blasco. Institut d’Estudis Medievals, Barcelona, 2021.]

Basilio Baltasar es editor y escritor.

Una novela sobre el Universo 119


LIBROS

LA DEMOCRACIA
COMO RELATO
EMANCIPADOR
Es necesario buscar las claves que nos permitan
recuperar la definición del futuro como ‘el lugar
donde todo puede llegar a ser de otra manera’.

S A N T I AG O J. C A S T E L L À

Manuel Cruz, Democracia. La última utopía. Espasa-Planeta


Ed., Barcelona 2021,

E
stamos ante la última propuesta de nuestro prolífico
pensador Manuel Cruz, filósofo en acción, cuyo com-
promiso hibridista y mestizo con la actividad política y
parlamentaria nos ha dejado ya títulos recientes tan suge-
rentes como La flecha (sin blanco) de la historia, Pensar
en voz alta, Dar(se) cuenta, Transeúnte de la política , o
El virus del miedo, al que ahora añadimos Democracia. La última utopía,
insinuante subtítulo que quizás se atrevería a ir entre interrogantes,
como incitación precavida al lector, pero que como afirmación, golpea
con la armónica contundencia de un redoble de conciencia.

120
Las imágenes del asalto al Capitolio de Estados Unidos por parte
de los seguidores de Donald Trump en los primeros días de enero del
2021 sirven como palanca de impulso y motor de arranque para un
conjunto de reflexiones sobre aquello “que nos está pasando“, Y ese
es el título de la introducción del libro, con el que se anticipa el autor,
anunciándonos no el fin de la historia en los términos de un Fukuyama
revisitado a la luz iluminadora de un nuevo siglo, sino la muerte de la
historia en términos nietzschenianos, la perdida de la necesidad de la
idea de la historia como unidad con algún tipo de sentido:

“En definitiva, ni lo que nos pasa parece mostrar sentido alguno, ni


somos capaces de ofrecer ninguna variante del mismo como alternativa
al curso que está siguiendo lo real”.

Plantear la democracia como la última utopía supone una tarea de


reflexión y de búsqueda de aquellas claves que nos permitan, en nuestra
desorientada y desconcertante situación actual, recuperar la definición
del futuro como “el lugar donde todo puede llegar a ser de otra manera”,
planteándolo como una arriesgada apuesta “por lo mejor que fuimos
capaces de pensar”, para que la utopía deje por fin de serlo y avancemos
en ese tren que “es el único que conduce a un futuro habitable”.
Los hechos del asalto al Capitolio, concebidos como una operación
planificada y obscena de manipulación de la ciudadanía –no han fallado
las instituciones–, ponen el acento en una desvinculación progresiva del
contrato colectivo debida a la creciente atomización de una sociedad que
percibe sus expectativas vitales frustradas o en serio peligro y se siente
cruelmente abandonada a su suerte. Pese a ello, Manuel Cruz rechaza
la idea reiterada de incertidumbre como definición de nuestro presente
y, haciendo una analogía con la riqueza que nos ofrece la ambigüedad
de las palabras, señala cómo esta puede brindarnos un amplio abanico
de posibilidades de futuro. Para el autor, si bien la incertidumbre es un
rasgo presente en muchos momentos de la historia, lo verdaderamente
importante es la incapacidad actual de entender lo que nos pasa, nuestra
incapacidad para enfrentarnos a ella. La desafección que genera la inca-

121
pacidad de las instituciones para dar respuesta a las nuevas necesidades
y retos ha dado paso a un desencanto global, y la brecha de desconfianza
entre la ciudadanía y las instituciones es hoy demoledora.

“Una sociedad en la que el grueso de la ciudadanía desconfía de


sus instituciones y de sus representantes no solo puede terminar resul-
tando ingobernable, sino que puede llegar a convertirse en un auténtico
polvorín”.

Esto nos sitúa, según Cruz, en una de las grandes paradojas del
presente, pues mientras la ciudadanía percibe con especial intensidad
la necesidad de contar con un Estado y unas instituciones políticas
eficientes –que garanticen los niveles básicos de bienestar–, el desapego
hacia las instituciones y los políticos que las dirigen es cada vez mayor.
Peligrosa paradoja que procura un terreno abonado para populismos
y demagogias. No soy el primero en parafrasear las palabras iniciales
del Manifiesto Comunista cambiando Europa por un mundo global
y el comunismo por los populismos iliberales (un fantasma recorre el
mundo, el fantasma del populismo)…
El fin del siglo xx, ese corto y trágico siglo que transcurre entre
los años 1917 y 1989, cuyo fin viene marcado por la caída del Muro de
Berlín y la inauguración de la década neoliberal liderada por Theacher
y Reagan, nos dejó como saldo positivo la construcción europea del
Estado del bienestar y el anhelo de la democracia, las señas de identidad
política de las izquierdas. Ahora, ante el fantasma de la demagógica
adulación al pueblo –al verse insatisfechas las demandas de amplios
sectores de la sociedad– poniéndolo por encima de la ley, aparece de
nuevo la respuesta populista, que lleva a Manuel Cruz a afirmar:

“La apelación, tan frecuente de un tiempo esta parte entre nosotros,


al principio democrático como una instancia al margen y por encima
de las exigencias del Estado de derecho, da lugar a esos abundantes dis-
parates teórico-políticos en la mente de todos y que a algunos nos ha
tocado vivir muy de cerca”,

122 Santiago J. Castellà


Concluye este párrafo con la acertada afirmación aristotélica:
“Donde no mandan leyes, no hay república“.
Es notablemente interesante el análisis que realiza el autor de la
desafección de los jóvenes, a quienes se había prometido un futuro
basado en el mérito y en la igualdad de oportunidades si aceptaban
determinadas reglas de juego, pero que finalmente encuentran un sis-
tema donde la ganancia se acumula en un único ganador, en el que llega
primero, sin que ello dependa ni del mérito ni del esfuerzo. Asimismo,
el autor analiza las utopías regresivas para tiempos de crisis, marcadas por
la añoranza de un pasado idealizado: “la consigna dominante en ciertos
sectores de la izquierda te diría que es esta: regresemos al punto en el
que todavía no existían los males que hoy nos azotan”. Unos tiempos
que siempre quedan atrás, incluso para los que pretenden inaugurar
cada día el mundo desde su pureza adanista.
El ser humano, presentado como un ser teleológico (aunque no
siempre logra alcanzar sus propios objetivos), vive con angustia este
“apagón del sentido de la historia”. Democracia. La última utopía es
una nueva Guía de Perplejos para nuestra contemporaneidad, en la que
el estupor deviene en un estado normal. Y de aquí la radical contun-
dencia de la propuesta de Manuel Cruz: Que lo que sucede no tenga
un sentido predeterminado, que no se dirija hacia ningún lugar, no
obstaculiza el hecho de que nosotros nos arriesguemos a encauzarlo
hacia una determinada dirección, y “que luchemos para que lo que
ocurra adopte un cierto signo”. Pero: “¿cómo apostar por el sujeto y la
acción humana así, genéricamente, cuando la debilidad de dicho sujeto
es cada vez mayor?”. El papel del conocimiento en la generación de cer-
tezas, que nos permitían una mejor obtención de recursos de nuestro
entorno, se presenta hoy no tan solo en fuente de incertidumbres de
espectro más amplio, sino también en la constatación de la existencia
de un imbricado complejo científico-técnico convertido “en la más
formidable fuerza productiva del modo de producción capitalista”, que
determina “que no podamos garantizar en absoluto la bondad de la
deriva que pueda seguir el mencionado desarrollo”. El cuestionamiento
imparable y acelerado en nuestros días de la idea de verdad, la arraigada

La democracia como relato emancipador 123


generalización de posiciones y actitudes relativistas en muchos ámbitos,
y la consideración de las redes sociales como “la última trinchera frente
a los poderes fácticos” auspiciando lecturas conspiradoras (conspira-
noides), configuran un imaginario colectivo complejo, cuyo análisis
–deconstructor de tópicos– permite al autor poner los fundamentos de
su propuesta política filosófica de la democracia como la última utopia
de la humanidad contemporánea.
La afirmación concluyente que Manuel Cruz expone en un extenso
e intenso epílogo, es que, en especial, durante el pasado siglo, hemos
sido incapaces de valorar y entender la democracia en su pleno sentido.
Reducida a menudo a una “caja de herramientas”, con valor instrumental
para la gestión del poder en sociedades complejas, destinada a evitar
la concentración de un poder excesivo y/o arbitrario en manos de los
gobernantes, y estableciendo las condiciones formales que hacían posi-
ble la libre competencia de una pluralidad de opciones con objetivos
colectivos diversos e incluso contrapuestos. La democracia había sido
entendida como el marco técnico procedimental, las reglas de juego,
las dimensiones del tablero donde era factible desarrollar los grandes
relatos ideológicos de emancipación de la humanidad. Frente a esta
concepción, encontramos en esta obra un extenso y sólido argumenta-
rio que podemos sintetizar en una idea: “la democracia como una caja
de valores” que deviene “como horizonte utópico de nuestro tiempo”.
La democracia entendida como el relato emancipatorio común de la
humanidad, que está sólo parcialmente realizado y que dispone de un
amplio horizonte de avance, consolidación y perfeccionamiento, que
debe estar siempre en permanente revisión, crítica y mejora. Una pro-
puesta que no debe ser considerada como una propuesta de mínimos,
ni entendida como un premio de consolación cuando se ha renunciado
a ideales más amplios y ambiciosos (“de derrotados históricos”), sino
como afirmación de todo su potencial axiológico.
Amenazada hoy desde los populismos de diverso color, desde discur-
sos irracionales, desde las dinámicas comunicativas de las redes sociales, y
en un escenario global complejo y calidoscópico, cuando nuevas formas
de autoritarismo y discursos iliberales emergen por doquier, cuando

124 Santiago J. Castellà


reviven con inusitada destreza terraplanismos de diverso pelaje, cuando
la democracia siente el aliento del lobo en su nuca, aparece esta pro-
puesta de cuidar y alimentar la simiente emancipatoria depositada en la
misma democracia, que permanece larvada en su seno –aunque durante
mucho tiempo fuimos incapaces de vislumbrarla–, y que hoy se muestra
como el horizonte “utópico” para la construcción de sociedades más
justas y como culminación “escarmentada” del viejo proyecto ilustrado.
De nuevo, la vieja tríada, la libertad, la igualdad y la fraternidad,
reaparecen entendidas en términos “de contrapeso y control mutuos”,
evitando las estériles contraposiciones, y entendiendo la libertad desde
su más amplia comprensión como la eliminación de todas las formas
de dominación y explotación, y que conlleva implícitos valores como
la igualdad, la no discriminación y la fraternidad.
Manuel Cruz cierra el libro con la idea de que la democracia y el
socialismo son las dos caras de una misma moneda capaces de expresar
y plasmar los ideales de la revolución francesa, y recorre el autor algunas
de las páginas más sugerentes de la idea política de ser liberal a fuer de
socialista. Así, nos recuerda a Indalecio Prieto, a los gestos y escritos
de Fernando de los Rios o al recorrido desde Unamuno hasta Judith
Shklar, para acabar recreándose en el pensamiento de Hannah Arendt.
La desafiante propuesta que nos brinda en esta obra Manuel Cruz es
la de entender la democracia como un gran relato de emancipación que
solo ha sido parcialmente alcanzado y en cuyo horizonte se vislumbra
la realización revisitada y reactualizada de los viejos ideales ilustrados
y del progreso de la humanidad. Además nos invita, a través de un rico
conjunto de citas y notas a pie de página, a contactar con el pensamiento
político más actual y las reflexiones sobre todas las cuestiones que hoy
preocupan a la humanidad. •

Santiago J. Castellà Surribas es profesor de Derecho Público de


la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona.

La democracia como relato emancipador 125


LIBROS

JÜRGEN HABERMAS,
EJEMPLAR DE
UNA ESPECIE
EN EXTINCIÓN
Habermas ha sabido aunar la faceta social y la
política, hasta llegar a ser una de las últimas
encarnaciones de la figura del intelectual que se ha
erguido como conciencia de su propia sociedad.

J UA N C A R L O S V E L A S C O

Stefan Müller-Doohm, Jürgen Habermas. Una biografía,


traducción de Alberto Ciria. Trotta, Madrid, 2020.

E
l autor de esta monumental biografía de Jürgen Haber-
mas es el sociólogo Stefan Müller-Doohm, conocido
ya entre los lectores españoles por el magistral estudio
sobre el recorrido vital y el pensamiento de Theodor
W. Adorno, una obra convertida en referencia insosla-
yable. Ahora repite la misma hazaña con la biografía de
quien durante tres años fue el asistente universitario del autor de la
Dialéctica negativa. En esta nueva obra traza un retrato del biografiado

126
sumamente somero y respetuoso. El biógrafo se carga de razón cuando
afirma que “Habermas no es ningún personaje carismático” (p. 461).
Probablemente su vida “para la academia” –como asevera alguien tan
cercano como su mujer– no sea lo suficientemente interesante y de ahí
que Müller-Doohm acierte en distanciarse del periodismo amarillista
y desechar “todo lo puramente privado e íntimo” (p. 15). No busque el
lector sensacionales descubrimientos, pues de lo que se trata es de sacar
a la luz la dialéctica entre el individuo y la sociedad en la que está inte-
grado. Ofrece, eso sí, un conocimiento tan caudaloso de la realidad de
la época en la que Habermas despliega su vida que sus páginas siempre
nos conducen más allá del personaje.
Esta biografía incide en la perspectiva de la microhistoria, aunque
sin quedarse en la mera anécdota. De Habermas se conocían ya con
bastante precisión los datos, fechas y lugares más significativos de su
trayectoria profesional, pero a partir del libro de Müller-Doohm se
dispone de una reconstrucción completa, cuando no exhaustiva, de su
periplo vital y del despliegue de sus ideas. El libro resulta fácilmente
legible, pero no constituye un espejo de elegancia estilística, cualidad
que cuando aparece está siempre al servicio de la utilidad. Es un pro-
ducto genuino de una sólida investigación científica al modo germano,
de una Forschung. Tras años de intensas conversaciones con múltiples
coetáneos, colegas y con el propio biografiado, esta biografía se basa en
ensayos poco conocidos, sobre todo para el lector de lengua no alemana,
y en material procedente del masivo archivo personal de Habermas.
Müller-Doohm proporciona compendios y evaluaciones expertas de
las principales obras de Habermas. Siempre con buen criterio, logra
poner claridad y agilidad en la densa y opaca textura de sus escritos.
Así, y apoyado en un contundente dominio de un impresionante
volumen de información, el relato logra registrar escrupulosamente los
acontecimientos, aunque tienda a evitar el juicio sobre los recovecos de
una historia que a veces resulta intrigante, como es su fugaz paso por
las Juventudes Hitlerianas. No emite fallos explícitos, pero sí veredictos
soterrados. La posición del autor frente a Habermas no siempre es obse-
quiosa, ni condescendiente. Evita, no obstante, la crítica directa. Acude

127
más bien a acumular un conjunto de críticas de terceros a la perspectiva
habermasiana. Un caso ejemplar de esta forma de proceder es el análisis
de la justificación que Habermas hace de la intervención de la OTAN
en Kosovo pese a no contar con la preceptiva autorización del Consejo
de Seguridad de la ONU. Este carácter cauteloso no impide que tras
la prosa de Müller-Doohm se vislumbre una astuta conciencia de los
temas fundamentales que jalonan la obra de Habermas.
La biografía pone de manifiesto la importancia decisiva que los
sucesos histórico-políticos tuvieron en el desarrollo teórico del pensa-
miento de Habermas, y no sólo en el de su filosofía social y política. Así,
el contexto de escritura de su primer pensamiento estuvo marcado por
el bestial impacto del nazismo, el final de la segunda guerra mundial, la
dilatada era Adenauer y los movimientos estudiantiles de los sesenta.
En los escritos posteriores a La teoría de la acción comunicativa (1981), y
especialmente a partir de la publicación de Facticidad y validez (1992), el
trasfondo histórico lo marcan acontecimientos como las movilizaciones
pacifistas de los ochenta, pero sobre todo la caída del muro de Berlín
y la reunificación alemana. Esta biografía es, pues, resultado de una
lograda combinación de exégesis textual y sociología del conocimiento.
Toda la filosofía de Habermas puede entenderse como una sucesión de
respuestas teóricas a problemas y contextos históricos determinados. Tan
decisivos o más que los hechos fueron los intensos debates surgidos en el
turbulento contexto social e intelectual alemán de postguerra, lastrado por
la dolorosa tarea de comprensión del reciente pasado, que obligaba a un
indispensable ajuste de cuentas si se quería llegar a una democracia plena.
Estos debates de los años sesenta, en el fragor de una revolución cultural
de considerables implicaciones sociales y políticas, con el transcurso de los
años quedaron necesariamente contaminados de asuntos que sobrepasa-
ban los puramente internos, con lo que el foco de la filosofía política de
Habermas comenzó a bascular desde los problemas de legitimación y el
alcance del Estado de bienestar, para pasar a interesarse por lo político y
lo moral más allá de las fronteras nacionales. El enfoque político estatista
se fue abriendo a una mirada cosmopolita, paso que sería la antesala de
su teoría de la democracia en una constelación postnacional.

128 Juan Carlos Velasco


Al hilo del relato de la vida intelectual de Habermas, el lector tiene
la oportunidad de recrear los grandes debates intelectuales del último
medio siglo. En casi todos Habermas ha tenido algo que decir. Su tra-
yectoria y su obra son fiel reflejo del devenir de Europa y, en concreto,
de Alemania. Es prácticamente imposible hablar de la Alemania del
último medio siglo sin invocar a Habermas como testigo mayor. Desde
mediados del siglo xx ha sabido detectar los temas importantes, expo-
ner interpretaciones fructíferas de los mismos, aportar una visión de
largo plazo que contribuya a entender el presente y ampliar la paleta
de argumentos disponibles con el objeto de incrementar y mejorar la
calidad de los debates públicos. Sus intervenciones no pretenden ser
políticamente neutrales. Nunca ha evitado entrar en polémica cuando
estaba en juego la hegemonía política y cultural ni ha desistido de fungir
como portavoz oficioso, pero reconocido, de la izquierda liberal, siempre
comprometida con las instituciones y prácticas democráticas (p. 302).
Si convenimos en que un pensador se corona cuando sus nociones clave
se tornan en lengua común y se confunden con el fondo compartido
de ideas básicas de una sociedad, la trayectoria de Habermas no es sino
una historia jalonada de triunfos.
La última década ha demostrado que los complejos problemas a
los que el mundo se enfrenta ahora son justo los que han movilizado a
Habermas en el transcurso de su prolongada carrera. Hoy las democra-
cias occidentales están paralizadas por una polarización ideológica que
a su vez está alimentada por la creciente desigualdad, la precariedad eco-
nómica y una conciencia de inseguridad alentada por un particularismo
exclusivista. Tanto la gobernanza tecnocrática de una globalización
neoliberal como el populismo iliberal acosan a las democracias despo-
jándolas de su sustancia normativa, de sus imprescindibles componentes
participativos y deliberativos, en los que tanto ha insistido Habermas.
Todo esto hace que nociones como “esfera pública”, “patriotismo cons-
titucional”, “identidad postnacional”, “ética discursiva” o “democracia
deliberativa”, puestas en circulación por Habermas, adquieran mayor
enjundia y sean vistas como incisivos recordatorios de lo que deberíamos
cultivar para mantener la vitalidad de nuestras democracias liberales.

Jürgen Habermas, ejemplar de una especie en extinción 129


La carrera de Habermas resulta fascinante porque constituye mucho
más que un corpus de trabajos académicos, por muy originales e influ-
yentes que sean. Por cierto, para la justa ponderación de estos logros
basta con echar un vistazo al reciente libro Habermas global (Berlín:
Suhrkamp, 2019, 894 pp.), todo un proyecto internacional –en el que
colaboran más de treinta autores de más de quince culturas lingüísticas–
que da cuenta del impacto de su obra. Sólo un dato de los múltiples
que aporta este volumen colectivo: la bibliografía secundaria sobre
Habermas abarca no menos de ocho mil títulos.
El perfil trazado por Müller-Doohm tiene como objetivo principal
“exponer el intricado entrelazamiento entre el oficio principal y el oficio
secundario”, esto es, entre el oficio de filósofo y el oficio de intelectual
público (p. 12). Habermas dejó el espacio protector de la universidad
para asumir el papel de participante en debates públicos y trató de
influir en el desarrollo de la vida social y política en un ámbito más
amplio. Gran parte del atractivo que emana de su personalidad estriba
en haber sabido aunar estas dos facetas, hasta llegar a ser una de las últi-
mas encarnaciones de la figura del intelectual que se ha erguido como
conciencia de su propia sociedad, una especie en peligro de extinción.
La importancia y el virtuosismo de los numerosos escritos de Haber-
mas también están plena y expertamente documentados, desde sus pri-
meros trabajos en la esfera pública hasta sus escritos sobre la acción
comunicativa, el cosmopolitismo o la condición postsecular. Lo que se
desprende de esta biografía es un vívido retrato de un pensador único
que ha hecho una inmensa y duradera contribución filosófica pero que,
cuando percibe que la sociedad no está a la altura de su potencial para
crear condiciones libres y justas para todos, se convierte en uno de sus
críticos más rigurosos y persistentes.
No son pocos los que reprochan a Habermas que haya dejado de
impugnar in toto el sistema social generado por el capitalismo. Al haber
alejado progresivamente al subsistema económico como objeto central
de análisis, se le achaca la responsabilidad de la apreciable pérdida de
radicalidad de la que la Teoría Crítica adolece actualmente. La recons-
trucción comunicativa a la que la sometió no sería sino un proceso de

130 Juan Carlos Velasco


domesticación, en la medida en que ha conducido a la mera afirmación
y conciliación con el orden social existente. Hay bastante de ello, pues,
como subraya Müller-Doohm, a partir ya de los años sesenta Habermas
era de la opinión de que los teóricos críticos deberían dejar de pensar
en la revolución, y centrarse en “una democratización progresiva de la
sociedad”, que podría tener lugar “incluso dentro del orden económico
del capitalismo”. Sin embargo, esta notable consideración no habría
que colocarla en el debe de Habermas, sino en su haber, pues muy
probablemente su logro práctico más significativo haya sido ayudar
a la izquierda europea a apreciar debidamente el valor institucional y
normativo del orden constitucional democrático.
Habermas es un autor de una producción prolija, casi inabarcable
para un lector medio. Arrancó su andadura en la década de los cincuenta
del pasado siglo y aún sigue dando frutos de una asombrosa lucidez.
Una exposición retrospectiva sobre su obra organizada por la Biblioteca
Nacional Alemana en 2009 llevaba el significativo título de “La lava
del pensamiento en constante flujo”. Efectivamente, ante la obra de un
autor que ha cumplido ya 92 años, se tiene la desusada impresión de
estar ante un pensamiento que no cesa en su permanente actualización.
Tras la publicación de esta biografía, Habermas ha seguido aportando
sobrado material para un nuevo y destacado capítulo. Así, en 2019,
añadió a su impresionante elenco bibliográfico una particular historia
de la filosofía occidental –con la portentosa extensión de 1.700 pági-
nas– publicada bajo el título Auch eine Geschichte der Philosophie, un
fruto tardío de exigente calado filosófico. Todo estudio sobre él parece
estar destinado a volverse sistemáticamente desactualizado. Pues bien,
y pese a ello, resulta poco arriesgado afirmar que la presente biografía
no ha perdido entretanto nada de su valor y que se convertirá en una
obra esencial, incluso clásica en su ámbito. •

Juan Carlos Velasco es profesor de Investigación del


Instituto de Filosofía del CSIC y responsable del proyecto
del Plan Estatal I+D+i “Fronteras, democracia y justicia
global”. (iusfront).

Jürgen Habermas, ejemplar de una especie en extinción 131


LIBROS

EL FRACASO
DE LA REPÚBLICA
La obra de Iván Teruel, en la tradición de la literatura
testimonial, tiene una de sus mayores cualidades
en la profunda honestidad con que está escrita.

M A N U E L RU I Z Z A M O R A

Iván Teruel, ¿Somos el fracaso de Cataluña?, Malpaso Ediciones,


Barcelona, 2021.

P
uede que para comprender el desarrollo de los fenóme-
nos totalitarios de la Europa del siglo pasado haya que
sumergirse en las obras de los grandes teóricos e his-
toriadores que indagaron en sus causas y efectos más
destacados, pero para apreciar sus consecuencias prác-
ticas en las vidas de los ciudadanos tal vez sea mejor
acudir a los estremecedores testimonios literarios que nos legaron
algunas de sus víctimas. Nadie como Hannah Arendt ha desarrollado
las líneas de fuerza fundamentales que componen lo que conocemos
como sistemas totalitarios, pero es en los Diarios de Victor Klemperer
donde asistimos al horror de su inexorable infiltración hasta en los
espacios más recónditos de lo cotidiano. En sus equivalentes soviéticos

132
podemos servirnos de El vértigo, de Evgenia Ginsburg o de Contra
toda esperanza, de Nadezhda Mandelstam, por citar tan solo un par
de ejemplos de entre las obras más destacadas del género.
El libro de Iván Teruel ¿Somos el fracaso de Cataluña? se integra
plenamente en esta noble tradición de literatura testimonial, por más
que el autor no renuncie en ningún momento a trascender el plano
de lo inmanente y a elevarse a una dimensión teórica de la verdad:
“¿cómo se pasa de la anécdota a la categoría –se pregunta con admi-
rable insistencia– cuando no se tiene ni el altavoz de los medios ni
el aval de la academia, cuando uno tiene la memoria de los hechos
puntuales que quedan sepultados en la aparente irrelevancia de los
cotidiano y personal?”. No obstante, esta ambición es, hasta cierto
punto retórica, aunque venga por sí misma a poner de manifiesto
una de las mayores cualidades de este texto: la profunda honestidad
con la que está escrito. Esa voluntad de verdad va a implicar, por un
lado, una constante apelación a la memoria como instancia posible de
corroboración epistemológica, pero también una lúcida confrontación
con las dudas que desde ella se generan: ¿estaré contando exactamente
lo que ha ocurrido?, parece preguntarse en todo momento el autor.
La obsesión por trasladar una versión escrupulosamente cierta
de los hechos llega hasta el punto de que toda la parte final del texto
es un recorrido por diversos saberes científicos que otorgan carta de
veracidad tanto a los sucesos que se narran como a las derivas de
gregarismo que el nacionalismo ha logrado introducir en la sociedad
catalana. Ello resulta hasta cierto punto comprensible, puesto que los
mecanismos de fagotización a los que el nacionalismo, con la ines-
timable colaboración de la izquierda a su servicio, ha sometido a la
ciudadanía en estas últimas décadas, han adoptado unas formas tan
inapreciables, tan sutiles y progresivas que no puede resultar extraño
que surjan dudas razonables en los referentes de la memoria: “Y esa
es otra consecuencia –afirma Teruel– de todo lo que ha sucedido
en los últimos años: la actitud de suspicacia con la que uno revisa
sus propios recuerdos, sobre todo los de aquellos gestos, actitudes y
reacciones que tuvieron un cierto grado de ambigüedad”.

133
Como apunta el profesor Félix Ovejero en el prólogo del libro,
hay en este una cualidad intrínsecamente hegeliana: la del desplie-
gue de una conciencia en el tiempo que antes de encontrarse con-
sigo misma habrá, sin embargo de alienarse en la experiencia ajena.
En efecto, si el elemento sustancial, por seguir con la analogía idea-
lista, lo constituye la llegada de los ancestros del autor a Cataluña,
allá por los años cuarenta del siglo pasado, la toma de conciencia
definitiva por parte del sujeto protagonista tiene lugar justo en los
prolegómenos de aquellas aciagas jornadas de octubre en las que el
independentismo rampante perpetró el intento de golpe de estado
a la democracia. Dicho trayecto, sin embargo, se encuentra mediati-
zado por etapas en las que la voluntad de integración en la ideología
dominante se materializa a través de la asunción más o menos mecá-
nica de algunos de los dogmas principales que el independentismo
ha logrado introyectar en el imaginario de la ciudadanía. Ahora bien,
dicha voluntad se irá viendo frustrada por la evidencia incontestable
de una brecha, diríase, poco menos que ontológica: la que se abre
entre quienes se sienten dueños de la propiedad frente a quienes
solo serán admitidos, en el mejor de los casos, a condición de que
se sometan ciegamente a sus designios (véase a tal respecto el caso
del diputado Rufián). En palabras del propio Teruel: “Pero con todo
aquel arsenal de justificaciones –ahora me doy cuenta– no estaba sino
reconociéndoles la propiedad de la tierra, no estaba sino asumiendo
que familias como la mía, según la expresión, vivíamos en una tierra
prestada de la que ellos, los nacionalistas, eran los arrendadores”.
El catálogo de agravios y desprecios, humillaciones y ofensas es
poco menos que interminable y es altamente significativo, a tal res-
pecto, la cantidad de situaciones en las que, a falta aun de tomar
conciencia del carácter puramente supremacista de muchas de
esas actitudes y conductas, el autor acaba disculpándose por sim-
ples cuestiones de hecho: hablar en castellano, su propio origen…
“Es decir: qué solidez debía haber adquirido una determinada estruc-
tura ideológico-social para que un individuo se sintiera legitimado
para reprender a otro con el que acababa de establecer contacto.

134 Manuel Ruiz Zamora


O incluso más: hasta qué punto se había asimilado, a través de esa
misma estructura el extrañamiento del otro, la disociación de su con-
dición de semejante, como para que no cupiera en la conciencia de
uno de los interlocutores la posibilidad de estar ofendiendo al otro.
Y lo que resulta más inquietante: qué influencia ejercía esa estructura
sobre los “otros” para que algunos “otros” como yo en ocasiones ni
siquiera nos sintiéramos concernidos en la ofensa y aceptáramos aquel
marco en el que se establecía el trato social”. Siendo la educación,
junto a la lengua, la piedras de toque sobre las que el separatismo
pretende levantar el edificio de sus delirios, la condición de docente
del autor, así como su desempeño en el área particularmente recal-
citrante de Gerona, opera como un promontorio privilegiado desde
el que observar y también padecer los síntomas más significativos
de la enfermedad.
Por supuesto, nada de lo que se nos narra en ¿Somos el fracaso de
Cataluña? alcanza ni mucho menos los grados de extremismo que
encontramos en los testimonios sobre el totalitarismo a los que nos
hemos referido al principio, pero no es difícil apreciar en algunos
acontecimientos y tendencias un inconfundible aire de familia. Si
hay alguna virtualidad que nos han procurado las experiencias tota-
litarias del siglo pasado es, precisamente, la de que, por la condición
paradigmática que les confiere su propia pureza y radicalidad, nos
pueden servir para descubrir, por analogía, semejanzas imprevistas
hasta en las democracias más depuradas. Cabría afirmar, en tal sen-
tido, que el totalitarismo no es sino el sueño último de todo poder,
el cual, como el escenario catalán ha venido a poner de manifiesto,
solo recula si encuentra un poder superior que se le enfrente. Desde
dicho punto de vista, testimonios como el que nos ofrece Iván Teruel,
así como otros que, deseablemente, habrán de aparecer en el futuro,
dejarán constancia de un estado de cosas virtualmente inasumible
para cualquier democracia. De hecho, tan solo hay que contrastar los
caracteres que, según Raymond Aron, constituirían los rasgos defini-
torios de un régimen totalitario, para encontrar reverberaciones muy
reconocibles, que, salvando las distancias de grado, no se diferencian

El fracaso de la república 135


en gran parte de las que imperan (y resulta doloroso el uso de este
presente) en la sociedad catalana.
Teniendo en cuenta todo esto, la lectura de ¿Somos el fracaso de
Cataluña?, más allá de sus incuestionables cualidades literarias, así
como de la destreza con la que se narran los hechos, no solo resulta
desasosegante por momentos, sino también amarga, en la medida en
que viene a poner de manifiesto lo que, tal vez junto a la educación,
constituye el mayor fracaso de nuestra democracia. Una democracia,
por lo demás, que se ha inhibido, por pura ingenuidad al principio y
por comodidad o cobardía más tarde, de su obligación de salvaguardar
los derechos de una parte importante de sus ciudadanos. Más aun:
que tras el canallesco ataque a sus instituciones, no solo ha liberado
a los delincuentes que lo perpetraron, sino que les ha entregado de
nuevo las llaves para regresar a las inercias que han puesto en peligro
las bases de la convivencia y del propio Estado de derecho.
En tal sentido, no es posible obviar el infausto papel que la
izquierda ha jugado en esta historia. Hay un elemento de vital rele-
vancia en el relato de Teruel: su conciencia de clase. Desde el anti-
franquismo de sus abuelos, hasta la propia vinculación del autor a
la izquierda, pasando por el sindicalismo de su padre, encontramos
en la historia de esta familia una cierta representación simbólica de
lo que ha sido la “emigración” a Cataluña. Pues bien, si hay algo que
ha quedado claro a estas alturas es que la izquierda española (no diga-
mos ya su representación en Cataluña) no solo ha abjurado de su
obligación de prestar cobertura a los más desfavorecidos, sino que se
ha puesto decididamente al lado de una burguesía profundamente
corrupta, opresora y reaccionaria. En tal sentido, nada de lo que ha
ocurrido en Cataluña en estos años y que, habida cuenta del éxito
obtenido, comienza a extenderse a otras regiones españolas, hubiera
sido posible sin la concurrencia y la legitimición ideológica que le
ha prestado la izquierda: “Ese es, a mi juicio –nos dice Teruel–, un
elemento clave para entender la deriva de la sociedad catalana: la
colonización de la izquierda por parte del nacionalismo. Su estrate-
gia consistió, fundamentalmente, en convencer a la opinión pública

136 Manuel Ruiz Zamora


de que la lucha por lo derechos sociales y la lucha por los llamados
‘derechos nacionales’ era la misma cosa”. Quede esto en el debe de unas
fuerzas políticas que algún día deberán explicar su deriva y que, desde
luego, ya nunca más podrán arrogarse el patrimonio del progresismo
sin aparecer como cínicas o ridículas.
¿Somos el fracaso de Cataluña? se cierra con un soberbio epílogo
del periodista Julio Valdeón en el que comparecen las diversas formas
de populismo, desde los nacionalismos a Donald Trump, sin olvidarse
de Podemos y sus “rodea el Congreso” que, desde flancos aparente-
mente enfrentados, están poniendo en peligro las instituciones y los
principios de la democracia liberal. Comparando, por ejemplo, la
gravedad de los episodios de asalto al Capitolio, apoyadas y alenta-
das por Donald Trump, con los sucesos de acoso a la Consejería de
Hacienda y el posterior referendum ilegal del 1-O, Valdeón llega a
la conclusión de que estos últimos ganan por goleada: “Trump iría
colocado de cocacola light y Fox News, pero al final de la tarde es ya
un fantoche color zanahoria al que solo siguen los más recalcitrantes
y un puñado de oportunistas como Ted Cruz. En cambio, el catala-
nismo, supremacismo bendecido por una progresía impresentable,
o sea, una progresía reaccionaria, está cerca de lograr los indultos
a cambio de nada. A cambio de todo”. En efecto, los indultos han
tenido lugar y todo un Presidente del Gobierno ha hincado la testuz
en una mesa de negociación bilateral, en la que se rinde la soberanía
de la nación. Y tal vez esto sea lo más doloroso del libro de Teruel:
que cuando regresamos a nuestra malhadada realidad política nacio-
nal, comprobamos que, a pesar de vivir lo que hemos vivido, nada
ha cambiado: no sólo el dinosaurio sigue ahí, sino que continua con
vida gracias a la respiración asistida que se le proporciona desde las
propias instituciones del Estado. •

manuel Ruiz zamora es filósofo.

El fracaso de la república 137


LIBROS

LA DESIGUALDAD
DE GÉNERO SE RESISTE
La desigualdad entre mujeres y varones persiste,
e incluso se incrementa. Una nueva ola feminista
analiza el fracaso de la igualdad de géneros soñada
tras el impacto social del movimiento #MeToo
y las políticas de austeridad neoliberales.

J E S Ú S M . D E M I GU E L

Mary Evans, The Persistence of Gender Inequality. Polity Press,


Cambridge, Reino Unido, 2017. / Camille Froidevaux-Metterie,
Le corps des femmes: La bataille de l’intime. Philosophie Éditeur,
París, 2018.

L
a sociedad necesita ser repensada. Seguimos inmersos
en una narrativa de progreso y de supuesta moderniza-
ción que ya no funciona. Se conserva todavía la espe-
ranza de una igualdad de género mayor, e incluso total.
Se han hecho progresos… pero las diferencias de
género no han desaparecido, generándose en cambio
nuevas formas de desigualdad. La pandemia de covid produce nue-
vas diferencias. Los estudios sobre la desigualdad económica suelen
ignorar la especificidad de las diferencias de género y de etnia. Al

138
mismo tiempo la categoría de género se ha convertido en más fluida.
El feminismo inaugura una quinta generación intelectual, con la
aparición casi simultánea de dos libros importantes: uno en Gran
Bretaña escrito por Mary Evans, catedrática de la London School
of Economics, sobre The Persistence of Gender Inequality y el otro
por Camille Froidevaux-Metterie, profesora de ciencia política de
la Universidad de Reims, en Francia titulado Le corps des femmes:
La bataille de l’intime. Son análisis espoleados por la campaña inter-
nacional #MeToo, iniciada por el affaire Harvey Weinstein. Es urgente
realizar un análisis de la desigualdad económica junto con las diferen-
cias de género, incluyendo los procesos de discriminación y violencia
contra la mujer.
El excelente libro de Mary Evans se pregunta por qué la desigual-
dad de género persiste en la sociedad actual. Incluso aparecen nuevas
formas de desigualdad. No hay un solo país en el mundo en el que se
haya logrado la igualdad de género. Mientras tanto, la desigualdad
económica está aumentando en casi todas las sociedades. ¿Quién se
aprovecha de estas dos desigualdades? En el capitalismo tardío, las
fantasías sobre lo femenino, y la feminidad son aprovechadas por
la sociedad de consumo, bajo nuevos –e imaginativos– modelos de
comercialización y explotación. La hipótesis fundamental de Evans,
es que la desigualdad de género no puede ser analizada sin tener en
cuenta la desigualdad económica actual, uniendo así los movimentos
#MeToo y el de We Are the 99%. “La persistencia de la desigualdad de
género no es solamente acerca de desigualdades e injusticias específicas
experimentadas por las mujeres sino acerca de las formas en que esas
condiciones ayudan a mantener formas de desigualdad generales,
estructurales, y cada vez más importantes”. Los tres deseos de la mujer
del siglo xxi son tener un trabajo digno, ser independiente econó-
micamente, y poder escoger la actividad sexual que prefiera. En estos
términos no puede hablarse de un progreso evidente.
Hay que ser escépticos sobre los éxitos logrados en la igualdad de
género. La desigualdad es todavía evidente. En la sociedad contem-
poránea cada persona se clasifica conforme a su clase social, etnia, y

139
género (yo añadiría edad). Esos tres factores no pueden ser disociados.
El factor más visible es que la mujer tiene menos acceso que el varón
al poder y al privilegio. Una minoría de mujeres han accedido a algún
poder, pero eso no ha cambiado la estructura general de desigualdad.
En algunos países se ha logrado una mayor igualación (no total) de
salarios entre mujeres y varones. Pero la carrera laboral de un varón
nunca se ve afectada por si tiene hijos/as o no. El segundo factor es la
relación pertinaz de la mujer con el cuidado de otras personas (infan-
cia, marido, ancianos), las tareas domésticas, y la reproducción. Lo
que se conoce con la expresión care. El trabajo doméstico, que no se
ha erradicado, mantiene una importancia simbólica pública mínima,
y además se sobreentiende que es fundamentalmente un “trabajo de
mujer”. Esa desigualdad se encuadra además en un modelo de des-
igualdad económica más amplio y estructural. El mensaje de Evans
es que la discusión de la desigualdad de género no puede ignorar esa
otra desigualdad económica –y de movilidad social– más estructural
y estructurante. La crisis de 2008, y las políticas (neoliberales) de
austeridad, deterioran varios aspectos de la igualdad de la mujer.
Lo curioso es que esas políticas (neoliberales) se presentan como
“modernizadoras”, aunque son claramente regresivas.
Algunas personas aseguran que la mujer ha progresado mucho,
y que ahora los varones son víctimas del nuevo empoderamiento
de las mujeres. Véase por ejemplo el libro The End of Men. Es una
exageración. Aunque el cambio de estatus de la mujer es evidente,
sobre todo en the global north, expresión favorita que usa Evans.
Otro cambio importante es la emergencia de nuevos discursos públi-
cos sobre la sexualidad. Internet y la www han hecho accesibles
videos pornográficos para varones (y también para mujeres). Este
sexo explícito está cambiando las actitudes y prácticas de los/as
adolescentes. Seguramente va a suponer cambios de largo alcance.
Sin embargo, los videos son fantasiosos, irreales, estereotipados, y
a menudo violentos (contra la mujer). Son también cada vez más
favorables a relaciones incestuosas falsas (en francés fauxcest). ¿Puede
llamarse a eso progreso?

140 Jesús M. De Miguel


Los mejores estudios sobre desigualdad económica apenas
mencionan las desigualdades de género (Atkinson, Milanovic,
Piketty, Stiglitz). Están obsesionados con el crecimiento de la
desigualdad económica global. Pero las desigualdades no son solo
de clases, continentes, y etnias, sino también de género. ¡Las mujeres
son la mitad de la población! Además (en su mayoría) ganan menos
que los varones. Es parte de la ideología de que el trabajo de la mujer
no vale casi nada, y que además ellas necesitan poco. Si son sirvientas
(trabajo doméstico) apenas tienen derechos laborales, y permane-
cen en un territorio privado invisible, siendo fácilmente explotadas.
El cuidado de la infancia está en manos de mujeres. Las mujeres cuidan
mucho más de niños/as pequeños, con lo que sus trabajos son más
temporales y parciales (además de peor pagados). La mayoría de los
Estados apenas invierten recursos en el cuidado de niños/as, gene-
rando además más diferencias de origen. Es una causa extendida de
pobreza infantil. Se asume, sin embargo, que un sistema de mercado
(libre) debe llevar a políticas liberales sobre género y sexualidad. Pero
esa modernización no supone precisamente una igualación de las
mujeres. Véase el caso de China, Rusia, o Arabia Saudí.
En los medios de comunicación se transmiten a menudo noticias
y reportajes de mujeres que sí han alcanzado el éxito. Pero esos pocos
casos no suponen un cambio en la estratificación por género del resto
de las mujeres. Las familias siguen siendo entornos de ayuda pero
también de control social. Las mujeres cubren la falta de políticas y
recursos públicos adecuados para el cuidado de otros seres humanos.
A su vez la sexualización de la vida, y las ideas de liberación sexual,
han generado una rápida comercialización del sexo, con consumos
diarios, caros, y a menudo dolorosos para las mujeres. Pensemos en
los remedios rejuvenecedores, de cosméticos, y en la cirugía plástica,
dietas mágicas de adelgazamiento, tratamientos de belleza, además
de los centros de depilación y de bronceado… todos ellos en pos de
la búsqueda infructuosa de una belleza irreal. Parte de la profesión
médica protege, además, algunos de esos tratamientos. Cada mañana
las personas se enfrentan con el espejo corroborando su imperfección

La desigualdad de género se resiste 141


y fracaso, convirtiéndose en consumidores frenéticos de remedios y
potingues. El cuerpo de la mujer es una parte esencial de la dinámica
del consumismo, y por ende del capitalismo y su longevidad. Las
mujeres son importantes consumidores, siendo al mismo tiempo
generadoras de fantasías y víctimas de la fantasía sobre un cuerpo
ideal. Una parte del consumo mundial promueve la continuación
de esas diferencias de género.
La sexualización del mundo contemporáneo es evidente.
Una presión social casi constante sobre la mujer le impone la necesidad
de atraer la mirada de los varones. Se le requiere vestir y comportarse
para supuestamente atraer a alguien. A su vez se busca una mirada
aprobatoria por parte de los varones. Todo ello da lugar a una comercia-
lización que alcanza incluso a la infancia. Ya se venden camisetas para
niñas con letreros como “So many boys, so little time”, también “Just do
it”, y una miríada de mensajes igualmente ambiguos. Generalmente
son en inglés, aunque ese no sea el lenguaje del país. Son mensajes agre-
sivamente adultos y heterosexuales, que reflejan una sexualidad per-
misiva. Algunas mujeres acceden a la vida pública, pero son entonces
cuestionadas diariamente sobre su forma de vestir, sobre su situación
doméstica (y el cuidado de sus hijas/os), así como inducidas a expli-
car los problemas que les ha generado su entrada en la vida pública.
La crítica de cómo visten las políticas es constante, y lo peor es que no
se comenta lo que dicen o proponen, sino que se critica el modelo de
vestido y su color. En el caso de la monarquía es un tema incansable.
Hay incluso revistas –como Hola– especializadas en ello.
¿Por qué en todo el mundo se adscribe la autoridad automática-
mente al varón? La crítica de Mary Evans es que algunas intervencio-
nes feministas pueden prolongar en vez de decrecer las desigualdades
sociales y de género. Las diferencias “naturales” de género se asumen
casi igual que antes, pero ahora están generadas por las fuerzas del
mercado y no tanto por la liberalización social. El género ya no es dico-
tómico, sino un concepto fluido. La nueva política de transgénero está
poniendo en duda, cada vez más, la idea de una identidad de género
segura. Ya no está de moda la polémica homo/heterosexualidad, sino

142 Jesús M. De Miguel


la del cambio (voluntario) de género. Sigue habiendo un control social
público intenso de cómo hacer sexo, aunque haya diferencias por
sociedades. La crítica de la profesora Mary Evans alcanza a Simone
de Beauvoir, y su celebrado libro Le deuxième sexe, de 1949. Supone
una visión sesgada desde su niñez de clase media alta. Su formación
era de filosofía, que es una tradición que analiza (y escribe) sobre
la condición humana fundamentalmente desde la perspectiva del
varón. Afea también su rechazo del psicoanálisis. El libro de Simone
de Beauvoir sigue siendo de culto, aunque haya quedado varado en
su tiempo. Es demasiado fácil para el feminismo ignorar las formas
estructurales de desigualdad con un discurso aislado de género.
Un tema a analizar es la nueva comercialización en torno a las
fantasías sobre el cuerpo. La web (www) contribuye a esa comercia-
lización, con insultos reiterados a las mujeres (sobre todo a las femi-
nistas), y difusión de violencia de género (en los videos pornográficos
sobre todo). Se dice que la violencia en el porno es mera fantasía, y
que por eso no debe ser censurada. Mucho porno consiste en hacer
sufrir, forzar, hacer daño, a la mujer. A su vez, en el porno con mujeres
asiáticas generalmente se las presenta llorando, con muestras inequí-
vocas de dolor. Esa violencia no es inocente. Se creyó que Internet
iba a superar –o hacer irrelevantes– las diferencias de género. Pero
ha sido al revés. Las adolescentes, por ejemplo, viven una presión
enorme sobre su cuerpo, apariencia, y formas de presentarse desde
edades cada vez más tempranas. No es sólo una violencia individual,
sino que incluye formas de violencia de Estado.
Algunos avances han sido importantes. Sobre todo el acceso de la
mujer a la universidad le ha permitido llegar a ocupaciones masculi-
nas antes vedadas. En muchos países (entre ellos España) hay ahora
mas mujeres que varones en la universidad, aunque eso depende del
cambio de carreras y del mercado de trabajo. Pero una vez las mujeres
salen al mundo real, del trabajo fuera del hogar, las desigualdades de
género vuelven a ser evidentes. Además los trabajos bien pagados y
seguros han decrecido. La narrativa de progreso en la situación de la
mujer es equivocada. Algún progreso ha tenido lugar por alteracio-

La desigualdad de género se resiste 143


nes del mercado laboral y otros cambios sociales, pero no tanto por
presiones feministas. La persistencia de la desigualdad supone que
hay una estructura sólida que es complejo cambiar. El incremento
reciente de las desigualdades económicas tampoco ayuda. Además la
identidad de género se hace cada vez más insegura y ambigua. Evans
aconseja analizar los progresos realizados, pero también lo que no ha
cambiado en doscientos años. Un tema importante es el concepto de
“autoridad” que se ha investido en los varones. Por ejemplo, hay un
rechazo sistemático a que la mujer represente alguna forma de auto-
ridad religiosa. Otro tema es la educación, que es un sector liberador
pero también creador –y reproductor– de desigualdades.
La segunda interpretación feminista se centra más en la propia
mujer, en su cuerpo, e incluso en su sexo (en el sentido genital). En ese
sentido el libro de Camille Froidevaux-Metterie parece más un tratado
ginecológico. Siguiendo a Simone de Beauvoir, Le corps des femmes
propone un feminismo fenomenológico o un féminisme incarné. Si el
cuerpo femenino es un objeto para el varón, el problema es cómo la
mujer puede ser al mismo tiempo sexuada y libre. Los tres obstáculos
fundamentales son: (1) la división sexual del trabajo, y sobre todo
el cuidado de los otros; (2) la heterosexualidad normativa que debe
llevar a una vida conyugal; y (3) las jerarquías del poder que mediante
violencia institucional concede a los varones los privilegios sociales.
Pero estos tres factores se relativizan mediante la nueva fluidez de
los géneros. El sexo femenino es a la vez un vector de alienación y
uno de emancipación. La emancipación requiere una apropiación del
cuerpo de la mujer por ella misma. Eso lleva a una nueva sexualización
femenina, pero mediante una metodología nueva: la auto-liberación
respecto de la explotación antigua. La mujer es un objeto de deseo
pero no se la considera como sujeto de deseo. Este nuevo feminismo
–desde la ciencia política– propone la batalla de lo íntimo, y la posi-
bilidad del placer femenino disociado del amor.
En el último medio siglo, el modelo patriarcal dominante se ha
contestado. Por primera vez las mujeres pueden prever una vida sin
marido, sin maternidad, sin hijos/as, sin vida doméstica, y sin ser

144 Jesús M. De Miguel


pasivas. Se propone una batalla para conseguir la igualdad salarial;
otra contra los estereotipos de género, y una tercera a favor de la
sexualidad (placer y deseo) de la mujer. La sexualidad se redujo antes
a la procreación y a las supuestas necesidades de la libido masculina,
acompañada de una clara dominación masculina. El placer femenino
no ha sido un tema de educación ni de investigación científica. Desde
el nuevo feminismo se propone la recuperación de lo genital, y se
rechaza la heterosexualidad obligatoria: “les femmes sont des hommes
comme les autres” (p. 25). Se propone un mundo neutro desde la pers-
pectiva de género, con un proceso de convergencia de los géneros.
Pero la centralidad de lo genital oscurece el marco de las desigualda-
des estructurales. Incorpora un lenguaje de lucha y batalla, junto a
una visión dramática muy del gusto actual. Se propone un proceso
de construcción subjetiva de la mujer, en el que la meta es sentirse
ella misma.
Estamos en un momento importante de apropiación de su sexua-
lidad por parte de las mujeres. Pero es un feminismo centrado en
las sociedades desarrolladas. Poco o nada se dice del Tercer Mundo.
Las personas sufren simultáneamente diversas formas de discrimina-
ción y de explotación. La idea de un progreso continuo en la igua-
lación de la mujer y su emancipación está en debate. Los anuncios
dramáticos de conquistas individuales de estrellas y banqueras no son
suficientes. Sobre todo cuando esas narrativas apoyan la desigualdad
de género para el resto de las mujeres. La conclusión más importante
es que la desigualdad de género no puede disociarse de la desigualdad
económica creciente en el mundo actual. •

Jesús M. De Miguel es máster por la London School of


Economics. PhD en Yale University, y primer catedrático
Príncipe de Asturias en Georgetown University.

La desigualdad de género se resiste 145


LIBROS

ABISAL, ¿UN ENSAYO?


Enciclopedia, gabinete de maravillas, atlas, ‘Abisal’
entra parcialmente en todas estas formas. Cortina
muestra en esta obra el ansia del coleccionista.

R AYC O G O N Z Á L E Z

Álvaro Cortina Urdampilleta, Abisal. Libro de zonas


y de figuras, Jekill&Jill, 2021.

C
uando abrí el libro de Cortina por primera vez, no
dejaba de pensar que el autor me había engañado
al anunciarme su nuevo “ensayo” (sic). Pero, ¿esto es
un ensayo?, me decía. Y yo mismo me respondía: es
más bien una extravagancia textual. Es un meta-en-
sayo o una meta-narración, ya que su orden argu-
mentativo se construye en una corriente incesante de imprevistos y
destellos. Esta impresión de movimiento ininterrumpido es provocada
por un estilo que el autor bautiza con el neologismo “todomosaico”.
Esto es lo que afirma Cortina, programáticamente, en su prólogo:

“El curso del ensayo se va conformando por adición de imágenes


pregnantes, imágenes que van brotando, de alguna región que por no
dejar innominada he dado en llamar abisal. En este libro llamo mitó-

146
grafos a todos los poetas. En este libro me pregunto sobre lo que éstos
han dicho de los pasillos de las casas, de los monstruos humanoides,
de los páramos, de los parientes malditos, de los parientes que nos
llenan de orgullo, de las criaturas del pantano, de las máquinas más
inquietantes y lunares, o de los verdes vergeles. Sostengo, con algo de
convicción, que todo poeta o artista ha apuntalado un microcosmos
con pedazos de distinta índole: después del período cosmogónico,
tenemos una suerte de cartografía y una suerte de bestiario, aunque
quizá sería mejor decir inventario. Es este el sistema de imágenes del
que hablé, que imperdonable y acaso germánicamente he nombrado
con un luengo y fatigoso neologismo: todomosaico.”

La lógica aditiva es la clave de bóveda de este libro. Una lógica que


se opone claramente a la estructura argumental causal. Su movimiento
ininterrumpido es una característica que el propio autor corrobora
al usar el verbo “brotar”. Las imágenes y las figuras que imprimen a
Abisal este efecto de dinamismo inacabado es precisamente su argu-
mentación aditiva, revelando curiosos paralelismos, analogías, com-
paraciones, oposiciones…
Los ejemplos son innumerables, pero he elegido uno que pueda
servir de caso paradigmático. En su primer capítulo, precisamente titu-
lado “Todomosaico”, tras la descripción del encuentro con el enigmá-
tico Oróom, autor del misterioso Emporio, Cortina hace nuevamente
un excursus –figura argumentativa dominante del libro– donde explica
la oposición simmeliana entre cultura objetiva y cultura subjetiva,
afirmando:

“Según Simmel, ‘la cultura surge propiamente cuando las categorías


producidas en la vida y por la vida se convierten en imágenes indepen-
dientes de formaciones de valor propio que son objetivas frente a la
vida’. Religión, arte y ciencia son ‘idealidad super-psicológica’. Mundos
autónomos que han cortado su cordón umbilical”.

Y continúa:

147
“O quizá no lo tuvieron, como los monstruitos cronenberguianos,
los niños reptil de Cromosoma 3, que veremos en el Capítulo 3”.

Un destello imprevisto: Simmel es iluminado por los niños-reptil


de Cronenberg. Pero insiste el autor en este plegamiento argumen-
tativo, recordando ahora una escena memorable de Robocop (1987)
en la que uno de los personajes es bañado accidentalmente por ácido
abundante que lo descompone biológicamente. Culmina este paso con
una breve reflexión sobre el fenómeno de la apropiación cultural, pre-
guntándose por el lugar de donde Paul Verhoeven habría recuperado
esta imagen del hombre en descomposición. Pero –nuevamente un
plegamiento inesperado– Cortina da otro giro al citar las Confesiones
de San Agustín para explicar el efecto estésico de los Mehr-als-Leben,
mundos flotantes de la cultura, que componen aquella mítica región
de Abisal y que, en definitiva, es el tema central de esta obra. Y, a
modo de confesión creativa, concluye:

“Abisal es un libro de apropiaciones, donde el sentido original de las


frases se puede perder, donde un nuevo sentido se puede ganar. La apro-
piación es como el salubre motor de cambio de nuestros todosmosaico”.

Abisal se estructura sobre el pliegue y el rizoma. Según Gilles


Deleuze, el Zwiefalt o pliegue ideal es aquel que diferencia y se dife-
rencia, es “una Diferencia que no cesa de desplegarse y replegarse en
cada uno de los lados, y que no despliega uno sin replegar el otro,
en una coextensividad del desvelamiento y del velamiento del Ser”.
La serie de inflexiones, con las que Abisal nos obliga a deleitarnos
en nuestra propia desorientación, genera un efecto de semejanzas
anacrónicas, en un juego necesario de diferencias. No puede haber
semejanza sin diferencia. Y la semejanza es el trabajo lógico que une
los pliegues en forma de rizoma, que, según Deleuze y Félix Guattari,
es una red interconectada de nodos cuya peculiaridad es que se puede
llegar desde cualquier nodo a cualquier otro directamente. Este efecto
rizomático está presente en Abisal, de donde extraigo una primera

148 Rayco González


conclusión: la extraña región que el libro dice describir, de donde
brotan las imágenes de la creatividad, no es más que el espacio diná-
mico, (des)plegado y rizomático de lo que Umberto Eco denomina
enciclopedia. La enciclopedia de la cultura está compuesta por su
experiencia colectiva histórica, objetivada en forma de conexiones
previstas, y que puede definirse por todo aquello que las culturas han
proferido, escrito o dicho. No es de extrañar que la imagen que usen
Deleuze y Eco sea la de las raíces y que, por su parte, Cortina opte en
el último capítulo por las madréporas, figura coralina que comparte
con las dos primeras una configuración intrincada y laberíntica.
Abisal, en el recorrido que propone por sus pliegues rizomáticos,
es un laberinto. En el cuento El inmortal de Jorge Luis Borges, Joseph
Cartaphilus afirma que el laberinto se opone al caos, ya que aquel está
dotado de sentido, mientras que la caótica Ciudad de los Inmortales
carece de él. En La era neobarroca (1987), Omar Calabrese nos dice,
en cambio, que “el laberinto es una de las muchas figuras del caos,
entendido como complejidad cuyo orden existe, pero es complicado
u oculto. […] el laberinto es una típica representación figurativa de
la complejidad inteligente” (el subrayado es del autor).
El más eminente laberintólogo que conozco, junto a Paolo Santar-
cangeli (El libro de los laberintos, 1984), es Pierre Rosenstiehl, quien
advertía que el sinónimo más cercano en inglés a labyrinth es maze,
término que se traduce en castellano como “maravilla”. Abisal es un
gabinete mitológico de maravillas, descrito en una frenética argu-
mentación “por destellos”.
Cortina, cual Dédalo coetáneo, realiza un ejercicio lógico que
encontramos en otro gran teórico de los medios de comunicación:
Marshall McLuhan. Me refiero a ese procedimiento “en mosaico”
que pretendía neutralizar los esquemas lógico-causales que carac-
terizan a la letra impresa y que implica la sustitución de la argu-
mentación causal y lineal por series de breves párrafos, repletos
de citas y de constantes digresiones. La impresión de esta forma
argumentativa es la de un amasijo lleno de temas y figuras disímiles,
un efecto desconcertante, porque produce, en intensidad equiva-

Abisal, ¿un ensayo? 149


lente, irritación y fascinación. McLuhan creía que esta forma era la
más semejante a la mentalidad dominante de la sociedad eléctrica
determinada por los medios eléctricos de su época. Esta tendencia
se ha acentuado hoy con esa memoria artificial rizomática y llena
de pliegues que es Internet. Abisal acierta, pues, en esta estructura
tan demasiado contemporánea. Quien abra sus páginas disfrutará de
esta recóndita y enmarañada región, cuyo recorrido Cortina divide
en 3 fases o capítulos. El orden propuesto parecerá inicialmente
estructurado de forma lineal, pero su propia progresión negará esta
primera impresión.
Tras la propuesta programática de su primer capítulo, Cortina
nos hace una –inquietante– descripción cartográfica de las zonas
en que Abisal, la región, se divide. Parte de un principio topológico
fascinante: “nuestro mundo es un orden de atmósferas, un equilibrio
de zonas. Ciertos objetos o sonidos pueden evocar las propiedades
de esa zona”. Como semiólogo, no puedo más que recordar la noción
de semiosfera que debemos a Yuri Lotman, según el cual las culturas,
memorias no-hereditarias de las colectividades humanas, son atmós-
feras del sentido. Pero dentro de una atmósfera global existen otras
atmósferas en tensión mutua, que mantienen constantes relaciones
de traducción. Decía Lotman que cualquier objeto de la cultura es un
fragmento nostálgico de la totalidad o, en otras palabras, posee una
estructura homeomórfica a la semiosfera de la cual emana. Cortina
despliega en esta obra una visión análoga, al proponer que nuestro
imaginario está organizado en espacios llenos como los “teatros de
la memoria” descritos por los métodos mnemotécnicos de la antigua
retórica. Objetos y espacios mantienen relaciones de necesariedad
lógico-estética. Es imposible –afirma Cortina– no evocar las músi-
cas irlandesas al ver una imagen del Monument Valley, porque esa
conexión lógica está ya en nuestra experiencia estética de las películas
de caballería de John Ford.
Partiendo de este principio, ya en el segundo capítulo, el autor
postula –en coherencia con la idea de “cultura objetiva” de Georg
Simmel– que “siempre hemos estado aquí y que es el resto, la ciudad,

150 Rayco González


la que ha cambiado. El mundo circundante, todo esto que veo a
mi alrededor, ha ido sucediéndose. El suelo de asfalto es una cinta
de correr”. El imaginario es una cinta de correr: nuestra mirada,
inevitablemente antropocéntrica, mantiene una misma situación
topográficamente, pero el orden del mundo cambia, al menos en
lo que a sus conexiones se refiere. La propia lectura de Abisal nos
va confirmando este postulado, cuando, mediante la idea de que las
zonas albergan espectros, relaciona el bosque de Hansel y Gretel,
previo paso por los mapas bíblicos del último capítulo del Wilhelm
Meister, con el intrincado laberinto del hotel Overlook de El res-
plandor (1980). Por “espectros” entiéndase imágenes o figuras, no
necesariamente inquietantes. Hablamos de fantasmagorías de la
imaginación. El proceso histórico de las culturas crea siempre nue-
vas conexiones, a veces imprevistas y otras previstas, que cambian
el orden del mundo.
En el capítulo 3 encontramos las figuras que habitan Abisal.
El autor introduce el término Vexierbild que, en alemán, significa
literalmente “adivinanza-imagen”. No puedo no recordar a Hans Hol-
bein y su Los embajadores, donde las figuras de los dos embajadores
retratados esconde una adivinanza en anamorfosis: una calavera que
nos ofrece un mensaje “secreto”. Esto se relaciona perfectamente con la
idea del “rizo”, un texto del ficticio personaje de Ernst Jünger, Nigro-
montanus, donde afirma que “las superficies contienen revelaciones
cifradas en sus dibujos multicolores”. Esta concepción de un mundo
que debe ser descifrado es un elemento clave de Abisal. Los significados
de las figuras percibidas o imaginadas se cruzan y se solapan –recuer-
den: el pliegue, el rizoma–. Generamos sentido creando, escribiendo,
hablando, porque la semiosis tiene la peculiaridad de crecer y mutar
a medida que usamos los lenguajes.
Por último, el capítulo 4 trata la temporalidad de Abisal, una curiosa
mezcla de anacronismo, eucronismo y ucronismo. Abisal misma es una
región rebelde en contra del tiempo mismo, porque, como recuerda
Santarcangeli, el laberinto suspende el tiempo. Cortina comienza esta
última fase del viaje por la región de Abisal así:

Abisal, ¿un ensayo? 151


“Al improbable paseante abisal que hubiese recorrido conmigo la senda
y las galerías de disparates quizá le parezca que este capítulo final brota
como los fungi, casi casi de la nada. Las figuras nacen de su zona y la
zona nace de las figuras, pues conforman el pequeño mundo que, según
Schelling, tiene que elaborar cada poeta y, según he añadido yo, cada
individuo del montón, como tú y como yo”.

En línea con la terminología germanizante del autor, se podría


afirmar que en este capítulo construye una especie de Bilderatlas war-
burguiano, generando un juego dialéctico de figuras, en ausencia de
síntesis. También en esta forma dialéctica este libro es benjaminiano,
porque se trata en realidad de una “imagen dialéctica”, donde, merced
a una operación de montaje de fragmentos de figuras, se elabora una
imagen conceptual que hace que pasado y futuro se iluminen recí-
procamente desde el presente.
La semejanza entre la cortiniana región de Abisal y el imaginario
colectivo me resultan evidentes. No tanto en la visión de Gilbert
Durand, para quien el imaginario se estructura sobre arquetipos;
sino, más bien, en el propósito taxonómico que guía argumental-
mente a Abisal. Abisal es un líquido amniótico del sentido, con su
propio régimen semiótico. Como en el pensamiento mitológico que
Claude Lévi-Strauss analizó con tanta profundidad, en Abisal la razón
reúne profusamente elementos particulares entre sí, elementos que se
explican en su mutua interacción. Es llamativo, sin embargo, que,
pese a citar a Paléfato –el misterioso comentarista de la mitología
del siglo iv–, adentrarse en la obra de Mircea Eliade, inspirarse con-
tinuamente en Hans Blumenberg, tomar a Pío Baroja como mitológo
e incluso acudir a la obra del estudioso español David Hernández de
la Fuente, Cortina omita grandes mitólogos como los propios Lévi-
Strauss y Durand o Károly Kerényi, quienes, mejor que ningún otro,
han descrito la lógica del razonamiento mitológico, que, desde luego,
imbuye este libro inclasificable.
Aprecio especialmente esta resistencia a la clasificación de Abisal.
Me irritaba, a veces, por no saber hacia dónde iba a parar su argumen-

152 Rayco González


tación, pero al mismo tiempo me fascinaba la ligereza con la que los
elementos quedaban conectados y engarzados entre sí.
Enciclopedia, gabinete de maravillas, atlas, Abisal entra parcial-
mente en todas estas formas. Cortina muestra en esta obra el ansia del
coleccionista. Y, como buen coleccionista, dos son sus principios de
acción: una persistente e infatigable curiosidad y una actitud lúdica
ante el conocimiento. El rigor de su argumentación no es metodo-
lógico, sino lúdico. Un rigor propio de grandes artistas y narradores
de nuestro presente. Como Goethe afirmaba de las iglesias góticas,
la totalidad de este libro da una impresión de inacabado y de transi-
toriedad, muy propio del gusto contemporáneo por lo esquemático
y lo fragmentario. Cortina podría ser un Tarantino de la ensayística
que mezcla fragmentos con apabullante dominio lúdico de la historia
de la literatura y del pensamiento occidentales.
Afirma Cortina: “el acabado de este escrito es el del mosaico, el
del conglomerado, el del collage, pero confío en que nadie se pierda”.
No se deje engañar, lector: este ensayo –o lo que quiera que sea– está
preparado para que usted se pierda y, además, disfrute de su propia
desorientación. Es un libro insomne o, como decía James Joyce en su
Finnegans Wake, “un libro escrito para un lector ideal que padezca
un insomnio ideal”. No voy a terminar, como suelen las reseñas, con
una incitación a la lectura, como si yo fuese un mero vendedor. Solo
le voy a decir que este libro está hecho para lectores lúdicos, curiosos
e intrépidos. Si decide abrirlo y logra vencer la irritación, acabará en
una insomne fascinación. •

Rayco González es profesor en la Facultad de Humanidades y


Comunicación de la Universidad de Burgos. Colabora en medios
como Ctxt en España y The Blizzard en el Reino Unido. Ha
publicado numerosos artículos en revistas científicas. En 2020
recibió el Premio Paco Rabal de periodismo cultural.

Abisal, ¿un ensayo? 153


LIBROS

UNA AMISTOSA
CONVERSACIÓN
Del recuerdo de lo desatendido, que ha formado
en nuestro interior una perla secreta y enigmática,
conversa amistosamente Juan Malpartida
con todo aquel que se adentra en sus páginas.

J UA N F E R NA N D O VA L E N ZU E L A M AG A ÑA

Juan Malpartida, Mi vecino Montaigne. Fórcola ediciones,


Madrid 2021.

E
l narrador (también podría llamarlo ensayista) ya
avanzado el libro que quiero comentar, Mi vecino
Montaigne, se pregunta “¿Qué es esto?”, refiriéndose
al propio texto. Pero la pregunta no es tanto una obse-
sión por la cuestión del género como una ocasión para
caminar durante un capítulo por la literatura, el len-
guaje, el sentido o la realidad. Porque este libro que su autor, Juan
Malpartida, ha llamado “ensayo narrativo”, es un andar y ver y contar;
una conversación que a tres bandas mantiene con el francés del siglo
xvi que aparece en el título, con el propio lector y consigo mismo.
De este modo, el acercamiento a la obra magna de Montaigne, sus
Ensayos, se hace acomodándose a su espíritu, pues no son sino una

154
llana conversación en la que casi oímos a Michel Eyquem hablar de
sí mismo y del hombre.
Y fiel al tono amistoso y personal de toda buena conversación, la
voz de Malpartida, a lo largo de los capítulos de este libro (como la
de Montaigne en sus Ensayos), es cercana, natural y fruto de la propia
experiencia. Las reflexiones sobre la identidad, sobre la ciencia o sobre
la época y persona de Montaigne, la narración de un pícnic entre
científicos, el viaje del autor a la famosa torre donde el francés tenía
su habitación propia, algún recuerdo significativo de la infancia, son
contados como si una noche de invierno compartiéramos una botella
de vino junto a la chimenea. El intercambio de cartas que tiene lugar
con una mujer francesa a raíz del mencionado viaje, y que contiene una
sorprendente historia, es otra forma más de conversación, la epistolar.
Hemos nombrado la experiencia, una palabra clave tanto en Mon-
taigne como en este libro. Nuestro tiempo abunda en señales que
hablan precisamente de una falta de ella, desde el turista que fotografía
compulsivamente los monumentos que no es capaz de experimentar
(ni estética ni históricamente) hasta el “mariposeo cognitivo” (Vargas
Llosa) que ha sustituido, merced a Internet, la experiencia lectora.
En el espacio que abre este libro se intenta vivir lo que tenemos delante,
incorporarlo y contarlo. No primero lo uno y luego lo otro, sino que
contarlo, escribirlo, es la manera de encarnarlo, como hizo el mismo
Montaigne, que a través de su libro fue creándose.
Es justamente esa apelación a la experiencia lo que justifica, con-
tra lo que pudiera parecer, la presencia de los nombres de escritores
en este libro, que podemos comparar a la de las citas en los Ensayos.
Porque tanto en un caso como en otro, son elementos vividos por el
escritor. Nada más lejos de la pedantería, señalada por Montaigne en
un bello pasaje en el que compara a los maestros que cogen la ciencia
en los libros con los pájaros que llevan el grano en el pico sin probarlo.
El saber no lo es si no forma parte de nuestra vida.
“Yo mismo soy la materia de mi libro”, advierte Montaigne al
lector antes del comienzo de los Ensayos. ¿Cuál es la materia del que
comentamos? Diría que el propio Montaigne y el propio Malpartida.

155
“Ve a buscarlo…”, esa frase sonámbula que pone al autor en camino
hacia el francés es también un “Ve a buscarte”. Porque no hay éxito en
la búsqueda directa del yo (la cosa no funciona así), sino que en ese
terreno todo es esquivez y rodeo y, del mismo modo que hay quien
halla el sentido de un paisaje o un monumento como contexto de un
momento feliz, en un humilde segundo plano, uno se encuentra a sí
mismo no donde se buscaba, sino por casualidad e inesperadamente.
Montaigne habla de su mala memoria y a nosotros nos parece una
exageración, a juzgar por la cantidad de pasajes clásicos que maneja.
Pero fijémonos en esto. Al comienzo de este libro, antes de saber el
lugar que Montaigne iba a ocupar en él, el narrador dice: “Nos cree-
mos originales y no hacemos otra cosa que trabajar sobre y desde lo ya
existente, así lo hayamos olvidado, sobre todo si lo hemos olvidado”.
A ese olvido fecundo es al que se refiere Beckett cuando, hablando
sobre Proust, dice: “El hombre con buena memoria no recuerda nada
porque no olvida nada”. La memoria relacionada con la experiencia
y la identidad, en Proust, en Montaigne y en este libro (al que no se
le escapa la relación entre ambos escritores), es la del recuerdo de lo
desatendido, que se ha ido acumulando pacientemente en nuestro
interior y que ha formado una perla secreta y enigmática. De su bús-
queda, que es un camino, conversa Juan Malpartida amistosamente
con todo aquel que se adentre en sus páginas. •

Juan Fernando Valenzuela Magaña es escritor.

156 Juan Fernando Valenzuela Magaña


CINE

LAS GAFAS
DE ISABEL COIXET
Sus títulos aluden en ocasiones a un desnivel
entre lo que surte, ofreciéndose hacia afuera, y lo
que sustenta y da lógica a ese brote, recluyéndose,
sustrayéndose discretamente hacia adentro.
ALBERTO CIRIA

n sendas escenas de Foodie Love el protagonista entra


en la heladería romana La Filosofía del Gelato para
pedirse primero dos bolas de helado que parecen una
y luego una que parece dos. La propia heladería resulta
ser la misma cuando ya pensábamos que era dos dis-
tintas. En cierto modo, ya desde sus orígenes la filo-
sofía fue siempre una meditación sobre la unidad y la diversidad o
la identidad y la diferencia, básicamente de ser y pensar. Filosofar es
llegar “a la verdad” del singular y el plural, “averiguar” el uno que hay
donde parecía haber dos o los dos que hay donde parecía haber uno,
o haciendo recurrencia de esta definición, averiguar los tres que hay
donde parecía haber dos. Lo cierto es que meditar filosóficamente se
asemeja a saborear un helado, con su textura densa y resbaladiza, con-
sistente y evasiva, y ese típico sabor que se ofrece y a la vez se sustrae.

158
Isabel Coixet es una excelente tituladora. Sus títulos nombran en
ocasiones un desnivel entre lo que surte con aparato ofreciéndose
hacia afuera y lo que sustenta y da lógica a ese brote recluyéndose,
sustrayéndose discretamente hacia dentro. Apariencias que sólo la
mirada atenta cala, cartografías de estímulos, palabras con doble
vida clandestina o de pronunciación sofocada, vidas y yoes sub specie
absentiae, epistolarios entre invisibles, vistosidades que al quebrarse
exhalan vacíos, robustos continentes de pasmosa vaciedad, crecientes
de blancura que anegan flujos negros, llamativos mantos de nieve
que acallan remembranzas de arena y fiesta. Y, aunque no siempre se
anuncia en el título, ese desnivel se reencuentra sin excepción en cada
obra. ¿Sólo un desnivel entre dos? Cuando la exteriorización quiere
sobreponerse a su contenido, subirse sobre él –en parte para resguar-
darlo desviando la atención y en parte para liberarse superándolo–,
deja de ser mostrativa y se hace evocadora, metaforizante, conductora.
Y al evocar guía hasta un tercer nivel. Esos tres niveles se reconocen
nombrados en uno de los lemas de estas películas: “Abre un misterio
entre el deseo humano y el susurro”.

Globos y burbujas
En el clásico de Bernardo Bertolucci El último tango en París prende
una unión amorosa entre dos desconocidos que coinciden visitando un
inmueble en alquiler. Los amantes ocuparán el piso desamueblado como
albergue para sus encuentros pasajeros, bajo el acuerdo de suponer que
entre ellos, desde esa buhardilla con cúpula por tejado y con cópula por
objeto, el mundo exterior no existe y que fuera de ese globo alquilado sus
propias vidas se desvanecen: nada deben saber uno de otro, ni siquiera
sus nombres. Como muestra la cartelera, en la burbuja de su nuda unión
el resto no existe. La relación tiene un componente sexual, siendo el
sexo para estos amantes vía de comunicación y vehículo de intensa
compenetración personal. Al final, la cotidianidad y el arrastre de esa
pertinaz biografía que nunca nos deja, anodina unas veces y traumática
otras, no es capaz de sostener tamaña sublimidad o no puede renunciar
a asumirla, haciendo que se desmorone trágicamente.

159
Anónimos son también los amantes del clásico de Alain Resnais
Hiroshima mon amour, que arrostran el sacrificio de la separación
depositando el amor en el ara acrisoladora de la que, carbonizado en
su fluyente temporalidad (simbolizada en los ríos) pero acendrado
en su quintaesencia (simbolizada la fragua en la desnuda habitación
del hotel, simbolizado lo fraguado en la flor que la explosión atómica
mineralizó sobre el pavimento crudo), salga capaz de sobrevivir en el
desierto del olvido. El vacío donde flota la burbuja, el éter donde se
borran los nombres y se desvanecen las biografías, es aquí el olvido, que
embozado con el aspecto de falso recuerdo campa más que nunca en
el engañoso mercado de las reproducciones museísticas y los suvenires
turísticos, y cuyo yermo es trasunto del páramo de la ciudad devastada,
donde toda apariencia de vitalidad es fuego fatuo de camposanto.
En ambas películas, y a diferencia de lo que sucede en la exitosa
cinta de Álex de la Iglesia, permanecer como “perfectos desconocidos”,
distanciados además en edad o en mentalidad, no sólo no entorpece
ni arruina, sino que incluso facilita y propicia la mutua apertura pro-
funda y la compenetración intimísima. Para franquear el acceso a
“las últimas habitaciones de la sangre” (Lorca) y abrir sus puertas a
visitantes hay que dejar cerradas otras anteriores. ¿No es más fácil
confesarse a un desconocido, por ejemplo abriendo el corazón a la
voz anónima y sin rostro que habla al otro lado del hilo del teléfono
de la esperanza, que a un vecino o a un allegado?
También los personajes de Isabel Coixet se suben a hombros de
sus propias biografías, para boquear en el aliviador éter de la vida sin
techo, al que se asoman como exonerados desconocidos cuando les
oprimen el pecho las losas de las tardes y la cárcel de los nombres.
En la doctrina clásica de los cuatro elementos, el éter es el quinto
elemento o la quintaesencia que, carente de entidad, media entre los
seres como vacío comunicante. Etéreos en este sentido, devotos de
la transmisión y adictos al vacío mediador, son los mensajeros, los
taxistas, los conductores y los repartidores, personajes típicos de esta
filmografía. Etérea se hace también la espesura de los muros cuando
su propia densidad cataliza la transmisión de sonidos comunicantes.

160 Alberto Ciria


Succiona el vacío del éter, pero más retiene la arrastrada cadena
de los días. ¿Cómo subirse entonces a globos y burbujas sino enca-
ramándose a los procreantes eslabones en vez de reprimiéndolos?

A espaldas o a hombros
Mientras que los habitantes de Hiroshima se traslucen, blanco y negro,
componiendo un fondo ondulante de fantasmas rezagados, en Paris je
t’aime la consabida cotidianidad se transfigura, rojo chillón, en la irre-
petibilidad que dispensa la inédita aparición de la muerte anticipada.
La unión se restituye cuando todo lo que queda resalta adumbrado
de ausencia. Este cortometraje expone la alternativa excluyente, que
se plantea cuando al no caberse ya en sí mismo se necesita ser más que
uno, entre el adulterio como vida que al desdoblarse se fragmenta en
mitades que se dan la espalda y un tipo de amor conyugal como vida que,
para “estar a la altura”, se potencia subiéndose a hombros de sí misma.
Para que la vida permita encaramarse sobre ella soportando su
propio peso deberá ser lo bastante firme y consistente, y haber alcan-
zado aquella madurez que hace “demasiado viejo para morir joven”.
No resistirán el magnetismo de la compenetración espiritual la impos-
tura de juventud ni la vida endeble y voluble. Si el protagonista de
Paris je t’aime deja de lado la vida desdoblada en adulterio, el personaje
masculino de Elegía abandona la vida disoluta, disuelta en la promis-
cuidad, al tiempo que el femenino afronta la mastectomía como el
sacrificio de sobreponerse a lo que ha sido.
Los amantes y los amorosos de esta filmografía, cuando ya no pue-
den aguantar sus vidas, hacen que sus vidas les aguanten a ellos, subidos
encima. No las abandonan ni las comparten, sino que se sobreponen
a ellas para desde ahí comunicarse entre sí e identificarse en niveles
despoblados de biografía, incluso abstractos. La abstracción favorece
ese tipo de comunicación, vehiculada sin fricciones a través de espacios
de vacío: diálogos entre sordos y ciegos, conversaciones a distancia o
sobres depositados sobre bloques erráticos y vaciados de contenido.
La compenetración por encima de la biografía exige a veces sobreenten-
der los amores durante toda una vida para declararlos en el momento

Las gafas de Isabel Coixet 161


de morir, como en A los que aman, título que expresa tanto dedicatoria
como, precisamente, legado. Otras veces franquea abismos interepo-
cales a través de libros o cuadros, a modo de grabaciones de sí mismos
destinadas a descendencias, metidos en esos buzones para remitentes
de ultratumba que son las librerías y las pinacotecas, entendidas como
espacios no de ensimismamiento y contemplación, sino de comunica-
ción y diálogo. Y también a veces ese entendimiento se alcanza consigo
mismo en un autoextrañamiento radical mediante la ascesis de ver en
la propia biografía un vaciado de sí mismo, como cuando se mira hacia
abajo a la escalera vacía tras haber subido por ella. Mi otro yo viene a
ser el negativo de Mi vida sin mí, o la misma película vista desde el
otro lado: en lugar de mi vida vacía de mí, yo ocupando lo que podría
o debería haber sido una vida ajena. El desnivel entre vida cotidiana o
biografía y lo que de uno mismo no cabe en ella se potencia aquí hasta la
oposición entre la realidad y lo sobrenatural, como reversos recíprocos
que se cruzan e intercambian en el relámpago del encuentro de miradas.
“La insoportable levedad” de la biografía drenada de vida y refle-
jada en el espejo del doble ausente reaparece como tema en Nieva en
Benidorm. Bajo el signo de esa ausencia, el protagonista, que sobrepasa
lo que hasta entonces fue su vida jubilándose, y la protagonista, varada
en ese paradero de almas supervivientes de sus propias biografías que
es el local de varietés, se desvelan uno a otro en una oscuridad que
hace vidente ahí donde la luz deslumbra y ciega. Sólo en esa oscuridad
asoman y relucen las perlas preciosas que de día se esconden en las
entrañas más íntimas.
Nada más discreto que la oscuridad y el vacío, y nada invita más a
la confidencia y al desnudamiento anímico que la discreción. En Mapa
de los sonidos de Tokio y Ayer no termina nunca es la tumba la urna de
la nada que nos conecta con los ausentes, o el buzón donde depositar
las cartas para quienes partieron precediéndonos como pioneros.

Pizzas o sibaritismo
Sorprende al comienzo de Foodie Love la declaración, aparentemente
veleidosa, de que la cata de pizzas y comida mexicana defrauda las

162 Alberto Ciria


expectativas puestas en su presentación. ¿Acaso hay, tras la española,
cocina más sustanciosa que la italiana o la mexicana? ¿Cuándo un
contenido enjundioso se antoja incongruente con un envoltorio apa-
ratoso? Cuando del envoltorio no interesa lo que encierra como conti-
nente, sino aquello externo a lo que apunta como símbolo. Cuando en
el envoltorio no buscamos la denotación, la carga, el juramento, sino
la connotación, la señal, la promesa. Es entonces cuando la pesantez
del contenido nos dificultará dejarnos llevar por la brisa de la suge-
rencia, que en la liviandad de sobre remitido pero vaciado de carta
comunica, precisamente, las cosas inexpresables.
El envoltorio como función significa empaquetamiento, pero
como presentación, sobre todo si es vistoso y multicolor como una
pizza, sugiere regalo. El regalo es la entrega simbólica del donante,
que en el acto de regalar se hace repartidor de sí mismo, como ese
ciclista de Foodie Love que concita la magnanimidad graciosa de la
generosa propina.
El regalo, la dádiva, la donación, revela la gratuidad de lo inne-
cesario, desposesión. El hogar del desprendimiento es el vacío. No
el vacío aislante, sino el comunicante, el éter. Oquedades inhóspitas
y entornos destemplados se vuelven así escenarios provisionales de
desnudo reparto espiritual, de transmisión y entrega de sí mismo,
por encima de la comunicación cotidiana de asuntos: cuartos des-
amueblados, lavanderías desangeladas, habitaciones anónimas, salas
de espera desoladas, ambientes desabridos, construcciones abando-
nadas, plataformas marinas fuera de uso y semidesalojadas, cuencas
desecadas, pampas y tundras, celdas e iglúes, y como elementos que
borran la presencia de rellenantes objetos, el mar abierto, las níveas
blancuras de desiertos de hielo o, simplemente, la noche.
La virtud del desprendimiento y la dadivosidad es la generosidad.
En esta filmografía encarna la generosidad la esquimal de Nadie quiere
la noche, “el ser más puro y generoso que ha pisado la tierra”. Genero-
sidad es difusión y transmisión del género, ya sea por procreación, ya
sea por irradiación del hermanamiento –reconociendo como seme-
jante o conduciendo al punto en el que se desvanecen las reservas y

Las gafas de Isabel Coixet 163


las prudencias traídas, los acopios y los recelos arrastrados– o, como
en este caso, por ambas vías a la vez. Aquí se radicaliza la metáfora de
la burbuja flotante en el éter. En el altar cósmico de la noche polar el
iglú es el cáliz, amargo pero necesario de apurar, en el que se recoge
la escasa vida que aún se vierte en latidos y que, de lo contrario, se
desparramaría, y en el que a base de purificación y catarsis los seres
son llevados hasta tal extremo de afinidad que ya no conservan más
nombres propios que los genéricos: “mujer”. Esta enseñanza le reserva
el hombre que ha de perecer al universo que no aprende.

El óculo del Panteón


Durante sus errancias por la capital romana, el protagonista de Foodie
Love visita el Panteón y admira su óculo, que él explica como vía de
comunicación en forma de nieve entre hombres y dioses, cuyo sentido
de arriba abajo es indiscernible del inverso. Óculos son también las gafas,
pupilas enmarcadas que asociamos a la imagen de la directora. Orgánicas
o enmarcadas, las pupilas, como el éter, son “vacío a través del cual”.
En el Panteón, que es un mausoleo, se encuentran desencontrán-
dose, se conocen desconociéndose la biografía llegada a su final con
la muerte, y en este sentido totalizada, y la vida que, como luz tras-
parente o como sombra hueca, sobrevive a la biografía. El desnivel
entre ambas es un misterio.
La idea de final pone horizonte al deseo humano de consumación.
Pero la esperanza de infinitud aviva la nostalgia de inacabamiento
(Senza fine), que –por su propia naturaleza carente de objeto definido
y designable– se expresa en susurros como humaredas de pólvora
sobre vaciados de palabras y se enseña alusivamente en esta sentencia
de Santa Teresa, tomada como lema reiterado en esta filmografía:
“Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas
que permanecen desatendidas”.
Alguna vez deseo y susurro se enlazan en un misterio comunicante
que aflora entre ellos, abierto y cerrado como un beso y simbolizado
en el óculo del Panteón: trampilla en cielo de iglú, círculo terminado
y a la vez semiesfera inconclusa, delineado umbral de ósmosis donde

164 Alberto Ciria


se deshace la diferencia entre cúpula y bóveda, indefinición acotada,
“desconocimiento perfecto” como puro vacío transmisor. La nieve
que lo cruza, en la pureza de su blancura, media entre la solidez de
lo consumado y la fluidez de lo susurrado.
Dentro del Panteón, el óculo como única salida remite la nostalgia
humana de inacabamiento a una vida divina allende la muerte. Pero
ya en esta vida el barrunto de que no todo es registro vital y de que
la muerte no totaliza nada, junto con la renuencia a definirnos por lo
sido y lo por ser, despertarán en nosotros la necesidad de potenciar-
nos en una supervivencia literal, de subirnos sobre nuestra biografía
como una escalera, para franquear esas últimas azoteas que ninguna
semblanza consigna. A menudo son otros quienes tienen que abrirnos
“esas puertas cuya existencia nosotros mismos desconocíamos”. Y al
abrirlas nos soplará de dentro una corriente de aire de extrañeza por
uno mismo y la brisa del desconocimiento mutuo.
Fuera del Panteón, en el pórtico del mausoleo, los amantes a dis-
tancia, que subidos a la escalinata del desconocimiento mutuo bus-
can sobreponerse a sus pasados anodinos o traumáticos, se funden
mentalmente uno en otro, como nieve de helado compartido. A las
puertas del templo, la bola gratuita que media entre los amantes que
no se tocan es trasunto “pro-fano” del óculo. La última imagen de
Nieva en Benidorm mostrará a los amorosos subidos “a la altura” y
asomados desde la terraza al regalado globo de nieve. •

Alberto Ciria es filósofo

Las gafas de Isabel Coixet 165


SEMBLANZAS

CLARICE LISPECTOR ,
UNA AUTORA
DE CULTO
Siempre elegante, melancólica y enigmática,
nos dejó una obra, inclasificable, que trasciende
convenciones, modas y etiquetas.
EDUARDO GARRIDO PASCUAL

E
levada a la categoría de mito, su innovadora y poética
narrativa nos traslada a un entorno comparable al de la
auténtica búsqueda mística, donde la mirada se vuelve
hacia lo más íntimo, en una introspección profunda,
para tratar de hallar lo más universal. Borges definía
el hecho estético “como la inminencia de una revela-
ción que no se produce”. Y precisamente ahí, en ese océano etéreo,
es donde se sitúa la obra completa de la gran dama de Río de Janeiro.
En todo momento, como si de una composición musical se tratara,
el ritmo, la cadencia y la armonía están presentes. Ahora bien, puede
irse, volver, incluso improvisar, retorcer cada palabra, cada frase, llegar
Foto: Editora Rocco/dpa/ CORDON PRESS

hasta el umbral de la disonancia pero sin traspasarlo, como si leyera


una partitura inalcanzable. Esa tensión, ese estar siempre al límite,
en última instancia acompañado por la incertidumbre, es el lugar
donde puede darse el milagro de la creación artística.
Nacida el 10 de diciembre de 1920, en la localidad ucraniana de
Chetchelnik, Chaya Pinkhasovna Lispector, cuya madre había sido vio-

167
Como una lada durante la primera guerra mundial
meditación y contraído sífilis, fue concebida deli-
poética, su beradamente para curar la enfermedad
manera de contar, de su progenitora. Por aquel entonces,
laberíntica y en el este de Europa se tenía la creen-
excesiva, es cia popular de que un embarazo podía
un recorrido resultar sanador. Finalmente, cuando
introspectivo tenía nueve años, su madre murió y ella
por la vida siempre arrastró esa carga por no haber
cumplido su misión. Ese episodio quizá
explique la profunda melancolía de su personalidad, que se traslada a
muchos de sus textos: “Toda historia de una persona es la historia de su
fracaso”. Fue la tercera hija de Pinkhas y Mania. Su nacimiento en Ucra-
nia fue fortuito, consecuencia de la huida de sus padres, judíos rusos.
Su abuelo fue asesinado y su padre, sin recursos, exiliado al otro lado
del mundo. Al llegar a Brasil todos tomaron nombres portugueses y
Chaya recibió el de Clarice.
En Brasil, gracias al empeño de su padre, que se ganaba la vida
vendiendo ropa y apenas lograba mantener a la familia, Clarice pudo
continuar su educación más allá de lo habitual en una chica de su nivel
económico. Entró en la Facultad de Derecho Nacional de la Univer-
sidad de Brasil, una escuela de élite donde no había judíos y solo tres
mujeres. No obstante, sus estudios le dejaron poca huella; sus sueños
la llevaban a las redacciones de los periódicos de la capital, donde
su belleza y su inteligencia no pasaban inadvertidas. Era una joven
culta y exótica, nunca perdió el acento de una niña criada en yiddish.
De una madurez impropia en una universitaria de apenas veintiún
años, su primera novela, Cerca del corazón salvaje, recibió el premio
Graça Aranha. “Rompía con la tradición barroca de la narrativa brasi-
leña”, en palabras del crítico Basilio Losada, quien prologó la edición
del libro para España.
En 1943, mientras estudiaba Derecho, se casó con el diplomá-
tico Maury Gurgel Valente. Vivió en Nápoles, Berna y EE UU, pero
siempre mantuvo el contacto con los medios de comunicación de su

168 Eduardo Garrido Pascual


país, con los que había empezado a colaborar con tan solo quince
años. Se separó en 1959 y regresó a Río con sus dos hijos, uno de ellos
esquizofrénico.
Propensa a la depresión y creadora inagotable, “creo que cuando
no escribo estoy muerta”, Clarice aborda temas tradicionales y cos-
tumbristas en los que queda de manifiesto su necesidad de inven-
tar y transmitir sensaciones más allá de hechos. Su estilo plantea
una búsqueda lingüística incesante y una inestabilidad gramatical
que impiden leer con demasiada rapidez puesto que no siempre se
entiende el significado a la primera. Esta peculiaridad hay quien la
atribuye a la influencia del misticismo judío que su padre le enseñó.
Como una meditación poética, su manera de contar, laberíntica y
excesiva, es un recorrido introspectivo por los pensamientos, los
miedos, las angustias, los afectos, la vida, en definitiva, casi siempre
protagonizada por mujeres que viven atrapadas en universos con-
vencionales como el suyo. La maternidad, el cuidado de la casa y los
hijos ya se habían escrito antes, pero nadie lo había hecho como ella.
Esa característica fusión entre vida cotidiana y reflexión metafísica
convierte su literatura en una auténtica confesión que permite al
lector atento atisbar, siquiera por un momento, el insondable mundo
interior de la autora. Es una de las escritoras latinoamericanas más
populares, pero menos comprendidas. “No escribo para agradar a
nadie”, respondía con naturalidad cuando le reprochaban que sus
obras no se entendían.
Su segunda novela, El lustre, se publica en 1946 y tres años más
tarde aparece La ciudad sitiada. En 1954, un año después del naci-
miento de su segundo hijo en Estados Unidos, sale a la luz la primera
traducción al francés de Cerca del corazón salvaje, con portada de
Henri Matisse. En 1963 publica la que es considerada por parte de la
crítica su obra maestra, La pasión según G.H., una de las novelas más
perturbadoras e inquietantes del siglo xx. Escrita en tan solo unos
meses, su protagonista, una mujer moderna, urbana e independiente,
se ve enfrentada, a través del encuentro con una cucaracha, a la materia
prima de la vida, al origen esencial de la existencia.

Clarice Lispector, una autora de culto 169


Elena Losada Soler, en el prólogo de Clarice Lispector, la náusea
literaria, de la mexicana Carolina Hernández Terrazas, ha encontrado
la llave, “la palabra rigurosa”, para entender su obra: “La palabra de
Clarice Lispector es rigurosa porque debe traducir algo que es mucho
más grande que el lenguaje. Debe traducir el misterio y lo que no tiene
nombre, debe ser capaz de contar el instante y el acto mínimo que
está en el origen de todo. Y para todo ello la palabra es insuficiente”.
El libro más abstruso de la autora brasileña es, probablemente,
Aqua viva (1973). En sus páginas, cuyo argumento vuela libre sin
atenerse a nada que lo sujete, el lector asiste desconcertado, a través
de sus monólogos palpitantes, a una suerte de delirio donde se puede
intuir la búsqueda última de lo que en realidad no se puede hallar.
“No me gusta lo que acabo de escribir; pero estoy obligada a aceptar
todo el párrafo porque él me ha ocurrido.” Escrito con una libertad a
la que no se está acostumbrado, sin límites, se podría decir, Aqua viva
transita senderos incompatibles con la racionalidad, puro desconcierto
onírico. Y como en toda experiencia ascético-mística se repetirán las
alusiones a lo yermo, al silencio, al desierto como expresión física del
despojamiento.
Sus libros son ficción pero no hay nada más real. En el último,
La hora de la estrella (1977), una de sus pocas novelas en el sentido
clásico del término, es decir, con trama, desarrollo y todas las carac-
terísticas del género, se lee: “Si todavía escribo, es porque no tengo
nada más que hacer en el mundo mientras espero la muerte”. En menos
de cien páginas nos retrata a una chica que, al igual que ella años
atrás, viaja del noreste a Río de Janeiro. Desolada ante la inmensidad
del mundo, la imposibilidad de abarcarlo y mucho menos de enten-
derlo, se encuentra profundamente sola. Clarice Lispector camina
sin rumbo, junto a sus protagonistas, desesperanzada, por un vacío
que la lleva a ninguna parte. Su obra nos habla de lo que no se puede
hallar, de lo inasible, de la búsqueda desesperada de sentido, y de
la angustia de saber de antemano que no hay solución al enigma.
La partida está perdida antes de empezar, pero aun así hay que jugarla.
Esa es la paradoja de estar vivo.

170 Eduardo Garrido Pascual


“Finjamos que no vamos al hospital, que no estoy enferma y que
nos vamos a París”, le dijo a su amiga Olga Borelli, que la acompañaba
en el taxi, poco antes de que la muerte la alcanzara. Murió el 9 de
diciembre de 1977, un día antes de cumplir 57, víctima de un cáncer
de ovarios. Sus restos descansan en el cementerio judío de Río de
Janeiro. En su lápida, simple, pone en hebreo: Chaya Bat Pinkhas,
“La hija de Pinkhas”.
La aparición en 2009 de Why this World, la monumental biografía
que le dedicó el periodista estadounidense, columnista de The New
York Times, Benjamin Moser, la encumbró al olimpo de los gran-
des escritores al aparecer en la portada de The New York Review of
Books, convirtiéndola en el primer autor brasileño merecedor de tal
reconocimiento.
Leer a Lispector es adentrarse en un territorio arriesgado, lo más
opuesto al turismo literario propio de nuestros tiempos. Nadie sale
indemne tras su lectura. Hay que estar dispuesto a hacer un esfuerzo
considerable para convivir con la incertidumbre. Habrá que aprender
a regresar de las lejanías ignotas adonde nos arrastra. El que vuelve ya
no es el mismo que partió. El lector que viva su afición como oficio,
que no desista ante la dificultad, sentirá la paradoja de la pasión.
Por una parte, en muchos momentos padecerá ante la incapacidad de
entender lo que tiene delante, por percibir cómo se le escapa entre los
dedos sin poder evitarlo. Por otra, sentirá también pasión en tanto
que asombro y emoción por sentir, más allá de la razón, que en lo
que se está leyendo hay verdad. •

Eduardo Garrido Pascual es editor y periodista. Ha sido


director y responsable de proyectos en editoriales como
Anthropos o Paidós. Actualmente colabora, entre otras, en
las revistas Historia y Vida, El Malpensante o Quinzaines.

Clarice Lispector, una autora de culto 171


E N E L F I LO D E L A V I DA

EL ETERNO REGRESO
DE HEIDEGGER
Y en el curso de cada vida humana
habrá siempre una hora en que
a todos les iluminará la idea más
poderosa de todas, la del eterno
retorno de todas las cosas:
esa será para la humanidad
la hora del mediodía.

JESÚS FERRERO

172
H
annah. La gran presente y la gran ausente. Sí, Martin
Heidegger piensa que Hannah es la mujer que está y
la que no está. La ve ante él, la siente incrustada en
su cerebro, y a la vez hay algo en él que la rechaza
con una violencia que la alquimia del deseo ha con-
vertido en caricia y en mordisco tierno.
Martin aparta la mirada de Hannah y piensa en su madre, en la
madre, en el origen. ¿Qué es ser madre? se pregunta. ¿Mi madre me
trajo a la vida o sencillamente me trajo a la muerte? ¿Mi madre me
concibió? ¿Concebir? Es mucho decir. Uno no nace cuando nace.
Puede que yo mismo aún esté por nacer, piensa Martin, y vuelve a
mirar a Hannah, que se halla de pie, junto a la puerta de la habitación,
pisando una alfombra persa. Lleva unas medias negras, que terminan
su ascenso justo por encima de las rodillas. Se ve un levísimo frag-
mento de sus bragas, un levísimo fragmento del ser… ¡No blasfemes,
Martin! se dice a sí mismo con la sonora y aniquiladora voz del pen-
samiento. No blasfemes. Hannah sonríe con tristeza y se acerca a él,
pero Martin, ya vestido, sale de la habitación con ojos de perturbado,
desciende por las escaleras, atraviesa la pradera y luego se adentra en
el bosque de Marburgo que rodea el castillo, el hotel y la residencia
de estudiantes. Está amaneciendo: un cielo bermejo se apunta tras
los árboles, los incendia. Y, de pronto, adviene a él un silencio mental
que no entiende. Tiene la impresión de que todo en el bosque se ha
detenido; el viento se ha fugado a otro sitio, nada se mueve a su alre-
dedor. No escucha a los pájaros, no escucha el murmullo de la vida.
¿Qué me está pasando? se pregunta palpándose el pecho. Cierra los
ojos y, de pronto, llega la revelación como un recuerdo y a la vez como
algo nuevo. Martin piensa en Nietzsche, aquel día radiante en los
Alpes Dolomitas, cuando le vino la iluminación del eterno retorno…

“A primeros de agosto de 1881, en Sils-María, a 6.000 pies sobre el


nivel del mar y a mucha más altura sobre todas las cosas humanas…”,
escribió Nietzsche, que tenía una salud frágil, y hasta una mente frá-
gil, a pesar de su poder y su saber y su desmedida lucidez. Friedrich

173
necesitaba las montañas, como Zaratustra, o creía necesitarlas. Iba por
el bosque tras haber estado en un burdel, pensando en la tristeza de
la carne. Y, de repente, cuando su mirada se entregaba a la belleza de
las montañas, a sus barrancos, a sus profundidades, sintió que todo
regresaba en el universo. Aunque le doliera, les daba la razón a los
pitagóricos, esos idealistas amantes de la mortificación… Como si se
tratase de un efecto cuya causa era la fuerza de aquel paraje, la fuerza de
los árboles, las peñas, el sol naciente y anaranjado, Nietzsche empezó
a vomitar palabras, y eran las palabras de la revelación:
–El mundo de las fuerzas no sufre merma alguna, pues de lo
contrario en un tiempo infinito estas fuerzas hubiesen ido dismi-
nuyendo hasta agotarse por completo. El mundo de las fuerzas no
encuentra reposo alguno, pues de lo contrario este ya se hubiese
alcanzado y el reloj de la existencia se habría detenido. Por el con-
trario, el mundo de las fuerzas nunca está en equilibrio; no tiene
un momento de reposo; la cantidad de fuerza y de movimiento son
siempre iguales en todo tiempo. Cualquier estado que este mundo
pueda alcanzar lo habrá alcanzado ya; y no una vez, sino un número
infinito de veces. Igualmente este instante ya se dio en otro tiempo y
volverá a darse, y todas las fuerzas serán distribuidas de nuevo como
ahora; y lo mismo puede afirmarse con el instante que le antecedió
y con el que le seguirá. ¡Hombre! Toda tu vida es como un reloj
de arena, que sin cesar han vuelto boca abajo y siempre vuelve a
correr, un minuto de tiempo, durante el cual todas las condicio-
nes que determinan tu existencia, vuelven a darse en la órbita del
tiempo. Y entonces volverás a encontrar cada uno de tus dolores y
de tus placeres, cada uno de tus amigos y de tus enemigos, y cada
esperanza, y cada error, y cada brizna de hierba, y cada rayo de luz,
y toda la multitud de objetos que te rodean. Este anillo, del cual
tú eres un pequeño eslabón, volverá a brillar eternamente. Y en el
curso de cada vida humana habrá siempre una hora en que, primero
a uno, después a muchos y después a todos, les iluminará la idea más
poderosa de todas, la idea del eterno retorno de todas las cosas: esa
será para la humanidad la hora del mediodía.

174 Jesús Ferrero


¿Está hablando Nietzsche o está hablando el ser? Todas esas fuer-
zas que menta parecen las del ser de los presocráticos. Nietzsche no
está yendo más lejos que los presocráticos, porque los presocráticos
se están repitiendo en él, como en la doctrina del eterno retorno.
Martin permanece inmóvil, en el centro del claro, en el eje de
una rueda imaginaria que le transporta al lugar mismo de la impo-
sibilidad. Su cuerpo sigue en el claro pero su espíritu flota por una
sustancia indefinida, que parece el ápeiron de Anaximandro. Es la
negación de la materia y se parece a la nada, si bien es la generadora
de todo ser, de todo aliento. Martin siente que esa esencia no tiene
principio y que es el principio de todo y lo abarca y lo gobierna todo,
siguiendo una especie de eterna ondulación.
Martin vuelve en sí y mira el claro del bosque en el que ayer por la
tarde fornicó con Hannah Arendt y donde ha tenido la revelación del
ser. El ser de los presocráticos ha vuelto a él definitivamente, se ha metido
en él, lo ha poseído. Nota sus fuerzas envolventes, nota el inmenso
impulso del regreso. Le da miedo sentirse la encarnación del ser, todas
las encarnaciones del ser son fuente de innumerables sufrimientos.
El ser ha llegado a él pero no lo dirá. Del ser ya no se puede hablar
como lo hacían los presocráticos y como lo hizo Nietzsche, ni siquiera
como Nietzsche. Ni siquiera. Si habla del ser y de la experiencia que
ha tenido, perderá la fe en lo que le ha ocurrido. Las palabras matan
lo esencial. Habrá que volver a hacerse preguntas muy simples y a
la vez muy complejas. ¿Qué es el ser? ¿Cómo participamos de su
esencia? ¿Por qué solo los presocráticos se hicieron preguntas sobre
el ser? Hay que ahondar en el misterio, hay que ver lo que hay en
el hombre que lo excede. Hay que averiguar por qué el hombre es
portador del ser. ¿Tiene algún sentido esa nimiedad y esa enormidad?
Martin cree que tendrá que hablar en un lenguaje oscuro, astuto,
pausado, vigilante, aun corriendo el riego de parecer abstruso. Nada
que ver con el verbo alado de Hölderlin. No podrá ser claro aunque
se vea flotando en las claras aguas de Castalia. No se puede hablar
con claridad de la transparencia. A veces, sin embargo, tendrá que
adelantar información. ¿Cómo? Yéndose hacia atrás e intentando

El eterno regreso de Heidegger 175


sintetizar de forma absolutamente abstracta y poética el ser de Anaxi-
mandro y a la vez su propia idea del ser.

Volvemos al momento en el que Heidegger accede al ser, tras haber


pasado la noche con Hannah Arendt. De pronto recuerda lo que ha
estado escribiendo unas horas antes. Se palpa la chaqueta, el chaleco.
¿Dónde está el cuaderno blanco? ¡Maldita sea, puede que se lo haya
dejado en el cuarto! Martin corre hasta el hotel, entra precipitada-
mente en la alcoba de Hannah y pregunta con voz estruendosa:
– ¿Dónde está mi cuaderno blanco?
– Adivina, adivinanza –dijo ella, mirando oblicuamente hacia
sus pechos. Sí, allí encontró Martin el cuaderno blanco, entre los
pechos de Hannah, de donde lo arrancó casi con rabia. Luego salió
de la habitación y leyó la única página escrita: “No espero nada. El
mundo me parece una mortecina inmensidad. Tendría que haber
nacido muerto.” Arranca con rabia la hoja del cuaderno, y la tira al
fuego de la chimenea que se halla al fondo del pasillo. No quiere
volver a ser el que fue. Esto me pasa por haber leído tanto a Schopen-
hauer, piensa Martin, y decide cambiarlo por Nietzsche, que es más
reconfortante y que tuvo que hacer el mismo doloroso trabajo que
él: sobreponerse al nihilismo.
Martin sonríe al recordar la experiencia en el bosque. Siente que
ha cruzado una frontera. Con el ánimo mucho más elevado, Martin
escribe en el cuaderno: “Antes de ayer me dijo mi joven amigo Ernst
Jünger algo que no puedo apartar de mi cabeza y que parece profetizar
lo que me ha ocurrido hoy: ‘Todo acontecimiento verdadero es un efecto de
Destruktion cuya causa desconocemos, y que genera Kunfusion y Panik,
pero a la vez, el acontecimiento puede conducirnos a una resurrección y a
una Elevation, y entonces el efecto se convierte en Konstruktion’. Ernst es
muy agudo, pero ignora que el acontecimiento tiene una causa, como
bien sabía Anaximandro: el ser. Lo acabo de descubrir hoy mismo, y
eso sí que es un acontecimiento (además de ser una contradicción).
¿Y si el ser estuviese adviniendo a Alemania como antiguamente advino
a los griegos, no estarían justificadas todas las batallas?”

176 Jesús Ferrero


De pronto Martin niega con la cabeza, quema lo que acaba de
escribir y mira por la ventana. Hannah le llama desde la pradera.
Martin arde y tiembla ante aquella judía de diecisiete años. Piensa
que es una menor, pero inmediatamente borra esa apreciación de su
cabeza. El retorno más real es el de la carne y una vez más Martin
cede. Habrá tiempo para incendiar el templo de la metafísica, piensa
Martin, y tiempo para la destrucción y el fuego. Ahora urge volver al
lecho y mientras besa desaforadamente los pechos de la rosa de Jericó
murmura para sus adentros: “Qué hermosa es a veces la doctrina del
eterno regreso. Regresarán los besos, regresará el fuego, regresará la
muerte. Todo lo que nos envuelve es una pira funeraria, pero ahora
Heráclito importa menos que tu boca escarlata, mi amor prohibido,
mi fulgor más íntimo, mi contradicción. Cesen las palabras, cesen
incluso las miradas. Volvamos a la ceguera primordial, volvamos a
las fuentes de toda revelación”.
En ese momento tan glorioso les sorprendió la esposa del pen-
sador. Hubo gritos, gemidos, llanto. Hannah Arendt lo expresó con
unas cuantas frases: “Nos envolvió la locura y percibí en Martin una
mirada que no le había visto nunca y que expresaba el antagonismo
cada vez más conflictivo de su corazón.” •

Jesús Ferrero es escritor. Autor de Bélver Yin, Las trece rosas,


Las experiencias del deseo (Premio Anagrama), Las abismales
(Premio Café Gijón), y el reciente ensayo La posesión de la vida.

El eterno regreso de Heidegger 177


C A S A D E C I TA S

EL RENACENTISTA
CAMPEÓN DE LA
INDEPENDENCIA Y
EL HUMOR LIBRE
François Rabelais, filósofo,
teólogo, matemático, músico,
jurisconsulto, aritmético,
astrónomo, pintor y poeta fue,
sobre todo, un gran vividor
que dio a la literatura
una de las obras más osadas
y divertidas de su tiempo.

Introducc ión y selecc ión :

FE DE R ICO PU IGDEVA L L

178
R
esulta cuando menos sorprendente pensar que los
cinco libros de Pantagruel, que el insigne François
Rabelais escribió entre 1532 y 1552, hoy serían rechaza-
dos por cualquiera de nuestras modernas editoriales,
pues los contenidos de su obra –de la que el premio
Nobel de Literatura de 1921, Anatole France (1844-
1924), escribió que “solo puede ser comparada con el Satiricón de
Petronio, el Gran tacaño de Quevedo, el Don Quijote de Cervantes, el
Gulliver de Swift y las novelas de Voltaire”–, son de una espectacular
y sublime incorrección política. A tal condición hay que sumar, en sus
textos, una fantástica imaginación, un libérrimo sentido del humor,
una mordaz ironía y un estupendo dominio del idioma, con el que se
permite toda suerte de libertades: inventa nuevos términos, propone
diferentes significados, deforma conceptos, redefine superlativos…
podríamos decir, desde la atalaya de nuestro siglo xxi, que además de
un campeón de la independencia y del humor libre, el monje François
Rabelais reveló, ya en el siglo xvi, ciertas características del muy pos-
terior surrealismo, y hasta de la patafísica.
Nacido en 1495 en la localidad francesa de Chinon, hijo del señor
de la Devinière, un abogado heredero de la noble casa de Chavigny,
Rabelais se educó entre monjes. Con diez años ingresó en el con-
vento de La Baumette, y tuvo la fortuna de acabar su noviciado con
los franciscanos de Fontenay-le-Comte, un lugar en el que, en las
primeras décadas del siglo xvi, prendió el ansia de conocimiento.
Aquí, entre hombres que se atrevieron a pensar, escribió Rabelais
sus primeros textos. Probablemente fue aquí donde leyó a Virgilio,
cuyas obras se imprimieron por primera vez en 1470; a Homero,
publicado en 1488; a Aristóteles, que salió de las imprentas en 1498,
y a Platón, que se editó por primera vez en 1512. Y aquí, donde formó
parte de un curioso y magnífico elenco de frailes helenistas, tuvo sus
primeros problemas con una censura que hermanaba el griego con
la herejía. Tras un registro en las celdas de algunos de ellos, donde
se hallaron y confiscaron libros y manuscritos y también obras de
Erasmo, Rabelais huyó. Contemporáneo de tan destacados viajeros

179
como Vasco da Gama, Colón, Magallanes o Copérnico, nuestro autor
se dedicaría a recorrer mundo aunque, curiosamente, siempre pro-
tegido por altas instancias religiosas como el papa Clemente VII;
monseñor Odet, cardenal de Chatillon, o el obispo de Maillezais,
Godofredo de Estissac.
Siendo canónigo regular de la orden de san Benito, comenzó
estudios de medicina en Montpelier en 1530 y llegó a dar confe-
rencias sobre Hipócrates y Galeno, aunque abandonaría la facultad
sin doctorarse para publicar en Lyon, en 1532 –en la imprenta de
Sebastián Gryphe, famoso por sus bellas estampaciones de textos
griegos y latinos– sus Epistolae medicinales Manardi y los Aforismos
de Hipócrates, que compaginó con la publicación de predicciones y
almanaques en los que se mofaba abiertamente de astrólogos y adivi-
nos. Este mismo año escribiría La vida tesorífica del gran Gargantúa,
padre de Pantagruel, en palabras de Anatole France, “el más singu-
lar, sorprendente y maravilloso libro del mundo”, que se imprimió
en Lyon en casa de Francisco Juste y firmó como Alcofribas Nasier,
extractor de quintas esencias.
El libro, cuyos protagonistas son dos horribles gigantes que, en
el fondo, son bellísimas personas, fue un éxito de ventas, aunque
indignó a ciertos teólogos parisinos, que consiguieron que le fuera
retirado el hábito de san Benito y llegaron a solicitar del rey Francisco
I que su autor fuera condenado a la hoguera. Después de publicar
su Pantagruel, rey de los Dipsodas, y una nueva edición, en 1534, de
Gargantúa, Rabelais vuelve a huir, esta vez a Roma, bajo la protección
de Juan de Bellay, obispo de París, y mientras viaja por Italia consigue
que el papa Pablo III Farnesio le absuelva y le restituya la condición de
benedictino. De regreso a Francia en 1536, se gradúa en medicina en
Montpelier en 1537. Se le ve en Lyon en 1538 y en Turín en 1540, pero
en 1543 se le pierde la pista. Para entonces el librero Esteban Dulet
había publicado una nueva edición del Pantagruel a la que había
añadido pasajes ofensivos y hasta brutales, y a pesar de que Rabelais
no había tenido nada que ver con aquellos nuevos párrafos, el asunto
dio lugar a una nueva censura por parte de la Facultad de Teología

180 Federico Puigdevall


de París, que le acusó de impiedad y François
herejía. La cárcel y la hoguera, que sin- Rabelais era
tió entonces muy cercanas, nuevamente piedra de
le obligaron a huir, hasta que consiguió, escándalo, y
en 1545, un privilegio del rey Francisco I fue víctima de
para imprimir un nuevo libro de la saga, una incansable
su Tercer libro de los hechos y dichos del persecución.
noble Pantagruel, que esta vez, quizás en Para los católicos
contestación a los apócrifos anteriores, era un reformado,
firmó como Rabelais, doctor en medi- y para los
cina y gran monago de las islas Hieres. reformados,
A estas alturas, nuestro buen monje un papista
ya era víctima de una incansable perse-
cución por parte de teólogos y universitarios de La Sorbona, que
lanzaron contra él sus anatemas, y se refugió en Metz, donde ejerció
la medicina y, pese a todo, entregó al impresor su cuarto libro, De los
hechos y dichos heroicos del buen Pantagruel. Para entonces Rabelais
ya era piedra de escándalo: para los católicos era un reformado, y
para los reformados, un papista, y debió soportar los ataques de per-
sonajes como Teodoro de Beze, quien lo consideraba un monstruo,
escribió contra él y lo tachó de bebedor, glotón y cínico. Con todo,
en 1552 salió de la imprenta de Miguel Fezaudat, librero de París, su
cuarto libro, también con privilegio del rey y dedicado a monseñor
Odet, cardenal de Chatillon. A pesar de ello, la Sorbona volvió a
censurarlo y consiguió prohibir la publicación, aunque el veto se
mantuvo durante poco tiempo. Fue este el último año con noticias
de nuestro personaje. Corrió el rumor de que estaba en prisión, pero
no se ha probado que fuera encarcelado. Tampoco se sabe dónde
y cuándo murió. Parece que dejó incompleto su quinto libro, que
apareció en 1564 sin indicación de lugar ni nombre del editor, una
obra que algunos estudiosos consideran que no salió de su mano,
aunque otros sostienen que sí son suyos los primeros capítulos.
Poco más sabemos. Para esta Casa de Citas he obviado el Rabelais
más soez y escatológico –si se me permiten tales expresiones– y anti-

El renacentista campeón de la independencia y el humor libre 181


femenino –pues con la excepción de la reina Margarita de Navarra,
autora de un glorioso Heptamerón, así podría considerarse el hecho
de que en sus obras las mujeres no sean más que objeto de burla y
diversión–, y he seleccionado algunos párrafos en los que trasciende
el humanista, el hombre del Renacimiento, el sabio y amable autor,
el audaz escritor que dio forma a una saga que, sustentada en un
gran viaje, concluye con el hallazgo del Oráculo de la Divina Botella,
del que sus protagonistas esperan conocer la suerte que espera a la
Humanidad. No revelaré aquí la respuesta que dio tan fantástico
augur. Vale concluir con unos párrafos de sus Pronósticos y con algo
que trasciende en toda la obra de Rabelais: la búsqueda constante
de una verdad para él indiscutible, aquella que afirma y ensalza la
capacidad de los seres humanos para gozar del hecho de vivir.

Libro Primero: Gargantúa

◆ Yo creo que muchos que son hoy emperadores, reyes, duques,


príncipes y papas en la tierra, descienden de traperos y gañanes,
como, a contrapelo, muchos que son mendigos de hospital, desdi-
chados y miserables, descienden por sangre y línea de grandes reyes
y emperadores, por efecto del admirable transporte de Imperios y
Reinos […] En cuanto a mi, el que os habla, creo que desciendo de
algún opulento rey o príncipe de los tiempos antiguos, pues jamás
habéis podido ver un hombre con mayores deseos de ser rey y rico,
para pasarlo bien, no trabajar, vivir sin cuidados y enriquecer a mis
amigos y a todos los hombres de bien y de saber.

◆ Estos devoradores de futesas hacen que los pleitos ante ellos


sean infinitos e inmortales. Al hacer esto han dado lugar y verdad
al dicho de Chilón el lacedemonio, consagrado en Delfos: “La
miseria es la compañera de los pleitos, y los pleitistas son unos
miserables. Casi siempre alcanzan antes el fin de la vida que su
pretendido derecho.”

182 Federico Puigdevall


◆ Nada hay que pueda ser para los hombres tan doloroso como
recibir directamente, de donde esperan gracia y benevolencia,
enojos y agravios. Sin causa y sin razón, muchos caéis sobre
nosotros, sometiéndonos a indignidades menos tolerables
que la muerte, y sin apelar al ingenio, si algo teníais que corregir,
sembráis por todas partes unas y otra.

◆ Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros antepasados de


tiempo inmemorial, han pensado siempre que las batallas con-
sumadas por ellos tienen por mejores signos los monumentos
levantados por la gracia en los corazones de los vencidos, que los
levantados por la arquitectura en los territorios conquistados,
porque estimaban mucho más la soberanía viva, conquistada por
la liberalidad, que la muda inscripción de los arcos, columnas y
pirámides, sujeta a las inclemencias del tiempo y a las envidias de
los hombres.

◆ Porque las gentes bien nacidas, libres, instruidas y rodeadas de


buenas compañías, tienen siempre un instinto y aguijón que les
impulsa a seguir la virtud y apartarse del vicio; a este acicate le lla-
man honor. Cuando por vil sujeción y clausura se ven constreñidos
y obligados, pierden la noble afección que francamente los inducía
a la virtud y dirigen todos sus esfuerzos a infringir y quebrantar esta
necia servidumbre, porque todos los días nos encaminamos hacia lo
prohibido, y constantemente ambicionamos lo que se nos niega.

Libro Segundo: Pantagruel

◆ Esto que ahora te escribo no sólo es para que vivas ahora en


la virtud, sino para que además te regocijes de hacerlo y haberlo
hecho y cobres alientos para continuar en la misma forma, para
cuyo efecto te puede ayudar la consideración de que yo así lo
hice. Puedes creer que para mí no hay tesoro en el mundo que me

El renacentista campeón de la independencia y el humor libre 183


atraiga tanto como el verte alguna vez en mi vida perfecto en abso-
luto, tanto en virtud, honestidad y buen nombre, como en saber
liberal, y dejarte cuando me muera como un espejo que represente
la persona de tu padre, y si no tan excelente como yo te sueño, lo
más aproximado a este ideal que la realidad permita.

◆ Ahora todo el mundo se concentra en el conocimiento de las


lenguas muertas: griego, sin poseer el cual es vergonzoso que un
hombre se llame sabio; hebreo, caldeo o latín. Los impresos tan
elegantes y correctos en uso hoy, que por inspiración divina se
inventaron en mi tiempo, como, por el contrario, la artillería, por
sugestión diabólica hacen que todo el mundo esté lleno de sabios,
de preceptores doctísimos, de librerías amplias, y tengo por seguro
que ni en tiempo de Platón, ni de Cicerón, ni de Papiniano, había
para el estudio la comodidad que hay ahora. No habrá en lo suce-
sivo quien antes de salir a plaza no se haya fortificado en la oficina
de Minerva, y preveo que los vagabundos, los verdugos, los aven-
tureros y los palafreneros de mañana serán más ilustrados que los
doctores y los predicadores de hoy.

Libro Tercero: Hechos y dichos heroicos del buen Pantagruel

◆ Cosa común y vulgar es entre los hombres prever y predecir el


mal de otro; pero en cambio, ¡qué raro es conocer, prever y pre-
decir el mal propio! Y qué prudentemente lo figura Esopo en sus
apólogos cuando dice que cada uno al nacer lleva una alforja al
hombro en cuyo saco de delante van las faltas y desgracias ajenas,
expuestas siempre a nuestra vista y conocimiento, y en el de atrás
las faltas y desgracias nuestras, y jamás son comprendidas ni vistas
sino por los espíritus superiores.

◆ Por el aviso, consejo y predicción de los locos, ya sabéis cuántos


príncipes, reyes y repúblicos se han conservado, cuántas batallas se

184 Federico Puigdevall


han ganado y cuántas perplejidades se han resuelto. No hay necesi-
dad de citar ejemplos.

Libro Cuarto: De los hechos y dichos heroicos del noble Pantagruel

◆ Creed, señor, que yo he tenido tanto miedo como Panurgo,


pero lo he dominado considerando que si verdaderamente morir
es, como es, de necesidad fatal e inevitable en tal o cual hora, de
tal o cual manera, esto hace innecesario el implorar, invocar, rogar,
requerir o suplicar.

Libro Quinto: De los hechos y dichos heroicos del buen Pantagruel

◆ Contemplo […] una larga centuria de otros poetas y orado-


res galos. Y veo que por haber cursado durante largo tiempo en el
Monte Parnaso, en la escuela de Apolo y bebido copiosamente en la
fuente Caballina entre las alegres Musas, a la eterna fábrica de nues-
tro vulgo no aportan más que mármol, alabastro, pórfido y buen
cemento real; no tratan más que de gestos heroicos, cosas grandes,
materias arduas, graves y difíciles, con toda su retórica de brocado y
carmesí; con sus escritos no producen más que néctar divino, vino
precioso, exquisito, riente, moscatel, delicado, delicioso, y no han
consumido los hombres toda esta gloria; las damas de ella han par-
ticipado. Con dichos escritos, que son un extracto de la sangre de
Francia no rememorable, sin insigne prefacción de honores, todo
este siglo ha causado asombro con sus invenciones trascendentales,
con los adornos del lenguaje y con el estilo mirífico. Imitadlos, si
sabéis; en cuanto a mí, no sabría imitarlos; no a todos les es otor-
gado entrar y habitar en Corinto. A la edificación del templo de
Salomón cada uno contribuía con un siclo de oro, puesto que no
podía hacerlo con un puñado de ellos. Puesto que en mis facultades
no está el arte [...] tan poderoso como en las de ellos, he determi-

El renacentista campeón de la independencia y el humor libre 185


nado hacer lo que hizo Regnault de Montauban: servir a los albañi-
les y guisar para los albañiles, y así me tendrán, puesto que compa-
ñero no puedo ser, por oidor infatigable de sus celestiales escritos.

◆ Terminados nuestros ayunos, el ermitaño nos dio una carta de


recomendación para un Maestro Sacristán, de la isla de Sonante
[…] Después de habernos confortado bien, nos expuso las singu-
laridades de la isla, afirmando que antes había estado habitada por
los Siticinos; pero como por orden de la naturaleza todas las cosas
varían, se convirtieron en pájaros. […] A los machos los llamaba
clerigallos, monagallos, presbiterigallos, abagallos, obispigallos,
cardengallos y papagallos, que era el único en su especie. A las
hembras las llamaba cleriguesas, monaguesas, abaguesas, obispesas,
cardenguesas y papiguesas. […]

◆ Todos son aves de paso –contestó el Maestro Sacristán– y nos


vienen del otro mundo; una parte, de una comarca maravillosa-
mente grande que se llama Diasinpán; otra parte de otra comarca
hacia el Poniente que se llama la Muyociosa.

De la pantagruelina pronosticación

◆ Considerando los infinitos engaños que se han perpetrado a


causa de un hato de pronosticadores de Lovaina, hechas a la som-
bra de un vaso de vino, he calculado aquí al presente para vosotros
la más segura y verdadera que jamás se vio, como la experiencia os
demostrará.
Porque sin duda, […] no es ligero pecado mentir consciente-
mente y engañar a las pobres gentes curiosas de saber cosas nuevas,
como lo han sido en todos los tiempos, singularmente los franceses
[…] pues las primeras palabras que se dirigen a los recién llega-
dos son: ¿Qué noticias? ¿Sabéis algo nuevo? ¿Qué se dice? ¿Qué
ruidos hay por el mundo? […] Además, de igual modo que están

186 Federico Puigdevall


dispuestos a pedir noticias, tanto o más lo están a creer lo que se les
cuenta, y así deberían ponerse gentes dignas de fe a sueldo en las
fronteras del reino, dedicadas a examinar las noticias que se traen y
averiguar si son o no verdaderas.

◆ Este año los ciegos verán muy poco, los sordos oirán bastante
mal, los mudos no hablarán ni palabra, los ricos lo pasarán mejor
que los pobres y los sanos mejor que los enfermos. […] Reinará
casi universalmente una enfermedad muy horrible, lamentable,
maligna, perversa, espantosa y desagradable, que dejará al mundo
asombrado; ante ella muchos […] con frecuencia compondrán
en sus desvaríos silogismos en la piedra filosofal y en las orejas de
Midas. Tiemblo de miedo cuando pienso en ella, pues ya he dicho
que será epidemial; la llama Averroes “Falta de dinero”.

◆ Italia, Rumanía, Nápoles y Sicilia permanecerán donde estaban


el año pasado. Pensarán profundamente en el fin de la Cuaresma, y
delirarán alguna vez en el centro del día.

◆ Alemania, Suiza, Sajonia, Estrasburgo, Amberes, etc., se apro-


vecharán, si pueden. Los mendigos las deben odiar, pues en este
año no se fundirán en ellas muchos aniversarios.

◆ España, Castilla, Portugal y Aragón, estarán muy sujetos a


repentinas alteraciones, y allí temerán mucho morir tanto los viejos
como los jóvenes; por lo tanto, se mantendrán calientes y contarán
sus escudos, si los tienen. •

Federico Puigdevall es escritor. Su obra más reciente es el


poemario De mitos y dilemas.

El renacentista campeón de la independencia y el humor libre 187


N O TA S D E U R G E N C I A

ANOM ALÍA S
El nuevo año llega para la Unión
Europea con enormes desafíos,
y la encuentra cercada por
turbulencias. España aborda
el reto de modernizarse.

p or

JOSÉ ANDRÉS ROJO

188
Los migrantes chocan con la frontera. Una imagen resulta sufi-
ciente para resumir el drama. Es la de cinco niños en un lugar perdido
de la región bielorrusa de Grodno. Hay gente desdibujada alrededor,
y la que parece una cría de unos seis años reclama la atención porque
lleva un anorak amarillo que la destaca de los demás. Extiende su mano
hacia uno de sus hermanos, se ve que está en sus cosas. Cerca vela por
las criaturas un adulto. Hace frío, una neblina espesa se derrumba
sobre las figuras y emborrona la escena: esperan una oportunidad,
reúnen troncos para encender una fogata, al otro lado está Polonia.
Está Europa, el sueño de una nueva vida que los ha llevado hasta allí
tras dejar atrás países como Siria, Irak o Afganistán en los que supieron
que no tenían ya ningún futuro. Partieron a principios de noviembre
seguramente de Bagdad a Minsk, en avión, aunque la Comisión Euro-
pea habla ya de rutas que proceden de otra veintena de países. Desde
ahí los transportaron hasta ese lugar de nadie donde solo encontraron
alambradas. El Gobierno polaco estableció una zona de seguridad de
tres kilómetros de ancho a lo largo de los 400 kilómetros de frontera
con Bielorrusia y trasladó hasta la zona a unos 15.000 militares con la
orden terminante de cumplir un único mandato: no pasarán.
La legendaria expresión que el Madrid sitiado hizo resonar en 1936
para resistir el avance de las tropas franquistas es hoy una exigencia que
abandera la UE y que va dirigida, entre otros, a esa niña del anorak
amarillo. Suena disparatado, pero es así. No hay tropas que detener, no
hay batalla alguna que ganar: esa pobre gente se ha convertido en mera
herramienta con la que el régimen bielorruso del autócrata Aleksandr
Lukashenko ha respondido, apoyado por Moscú, a las sanciones que
Europa puso en marcha cuando se impuso en unas elecciones amañadas
y reprimió violentamente a quienes protestaban por el fraude. La ano-
malía de convertir a una niña (y a miles de migrantes) en un proyectil
para desestabilizar a la Unión se conoce como guerra híbrida. Bruselas
no ha encontrado otra manera de responder a tan singular ataque
que blindándose. Pero tiene un problema: explicar a esos cinco niños
(y a los demás) cómo casa tanta beligerancia con el estandarte de los
derechos humanos que enarbola como su principal seña de identidad.

189
Europa en su laberinto. La crisis en la frontera entre Bielorrusia
y Polonia ha quedado ya medio desdibujada, pero el ruido de fondo
permanece. Europa seguirá siendo el destino soñado por cientos de
miles de personas que buscan una vida mejor. La Unión, sin embargo,
pierde peso internacional ante la enorme pujanza de China y la doble
complicación, sanitaria y económica, desencadenada por la Covid-19,
mantiene su amenaza de estropear las, a veces, frágiles dinámicas que los
veintisiete ponen en marcha tras complejas negociaciones. La variante
ómicron, que llegó a Ámsterdam el 28 de noviembre de la mano de
un viajero que se infectó en Sudáfrica, parece más contagiosa, aunque
todavía no se conoce con detalle su comportamiento. Lo que sí está
claro es que la pandemia no remite y que tardará en hacerlo. Se ha
dicho que la ómicron estaba ya antes en suelo europeo, pero lo relevante
es que su incidencia es mayor en aquellos países donde el proceso de
vacunación no ha alcanzado a la mayor parte de la población.
Es el caso de Alemania. La tasa de vacunación estaba a finales de
noviembre en torno al 68%: 14,6 millones de adultos no quieren inmu-
nizarse. El problema sanitario es, así, uno de los retos más urgentes a
los que debe enfrentarse Olaf Scholz. El nuevo canciller, del partido
socialdemócrata (SPD), tomó las riendas del país el 8 de noviembre al
frente de un tripartido al que se conoce como coalición semáforo, por
el rojo de los suyos, el amarillo de los liberales –el Partido Democrático
Libre (FDP)– y el verde de Los Verdes. Atrás han quedado los dieciséis
años de Angela Merkel; ahora toca poner en marcha las directrices
pactadas en un acuerdo de 177 páginas en el que domina un designio:
el de modernizar el país. La amenaza que padece el imponente poderío
exportador de Alemania es que sus grandes fortalezas terminen golpea-
das por la debilidad de una deficiente infraestructura digital y de una
de las peores coberturas de fibra óptica de la UE. Otro de los retos es
combatir la emergencia climática teniendo un sector energético que
depende en buena medida del gas ruso y del carbón alemán. De Scholz
se ha dicho que es pragmático, “la encarnación del aburrimiento”, de
maneras calmadas y discretas, amigo de buscar consensos. De sus polí-
ticas dependerá la suerte de la UE: Alemania es el gran motor de ese

190 José Andrés Rojo


proyecto, hoy sometido a las turbulencias provocadas por la pandemia,
y que se concretan en el inquietante crecimiento de los partidos popu-
listas y de extrema derecha, que se sirven de la llegada de los migrantes
para aglutinar a sus seguidores con el pegamento del odio al otro.
Es el discurso con el que ha entrado con fuerza en la política fran-
cesa el periodista Eric Zemmour. “Soy nostálgico y reaccionario”, ha
afirmado, para apuntar que su afán principal es el regreso del pasado
glorioso de Francia. El problema es vivir en un país, ha dicho tam-
bién, en el que uno se siente extranjero, y así ha levantado la bandera
contra el Islam. En su primer mitin, el 5 de diciembre, defendió la
Reconquista como horizonte con el que conquistar el poder. Esas son
las coordenadas que definirán la campaña para las elecciones de abril
de 2022, a las que Emmanuel Macron acudirá como la encarnación
de los valores abiertos de la Europa ilustrada y tolerante.

Amenazas reales. Las hay de todo tipo, empezando por las que está
generando la relación de Francia, y por tanto de Bruselas, con el antiguo
socio de la Unión, el Reino Unido. También en el canal de la Mancha
hay migrantes que sueñan con un destino mejor, y 27 de ellos murieron
el 23 de noviembre cuando se dirigían a las costas británicas desde
Calais. Boris Johnson sugirió llevar a sus propias fuerzas militares a
suelo francés para evitar episodios semejantes, y el nuevo desencuentro
entre ambos países se sumó al de las cuotas pesqueras. El Brexit sigue
siendo motivo de fricciones, sobre todo por la delicada posición de
Irlanda del Norte, y la complicidad entre las democracias occidentales
se deteriora por una endiablaba sucesión de enmarañados conflictos.
Mientras tanto, la Rusia de Putin lleva desplegando desde la pasada
primavera tropas en su zona fronteriza con Ucrania. Las cifras de
Washington hablan de unos 70.00 soldados –Kiev apunta a unos
94.000– y se habla ya de una invasión a principios de año, que Moscú
desmiente. Desde que en 2014 Rusia se anexionó Crimea y se inició
la guerra en la región del Donbás, ante lo que la UE respondió con
sanciones económicas, Putin no deja minar la credibilidad de Europa
y fuerza nuevas líneas rojas para reforzar su liderazgo.

Anomalías 191
La credibilidad de Europa, la solidez de las democracias: eso es lo
que está en juego ante embates como los de autócratas como Putin.
La verdadera amenaza está, sin embargo, en otra parte. A principios
de noviembre, el sexto pleno del Comité Central de Partido Comu-
nista de China certificó la entrada del gigante asiático en una nueva
era. Consagró el liderazgo de Xi Jinping, que colocó a la altura de
los encarnados por Mao y Deng Xiao Ping, y le encargó que liderara
su conversión en un gran potencia para 2049, cuando la República
Popular cumpla su primer centenario. Lo hará a la manera china, con
mano firme y sin libertades. El reto de las democracias occidentales
es precisamente ese: demostrar que no solo defienden grandes valo-
res sino que son también eficaces a la hora de gobernar sus asuntos y
conquistar mayor bienestar para sus ciudadanos.

España y los fondos europeos. El mayor logro de la UE durante


la pandemia fue el de aparcar los normas del Pacto de Estabilidad,
impuestas durante la crisis de 2008, y permitir una inyección de recur-
sos públicos sin precedentes. Los más de 800.000 millones de euros de
los fondos NextGeneration son el instrumento para salir del colapso.
Las cifras del paro de noviembre fueron muy buenas en España
–cayó a 3,1 millones de personas–, pero el crecimiento económico
será menor del previsto. Los precios suben, la energía sigue por las
nubes. Así que todo aconseja la mayor eficacia a la hora de invertir
el dinero que llega de Europa: el futuro del país va a depender de los
planes de modernización que ahora se pongan en marcha con esos
fondos. Algún informe ya ha advertido que parte de las cantidades
que se han recibido, y que están contempladas en los Presupuestos,
se han ejecutado en una proporción muy reducida. Es pronto para
levantar cualquier alarma, pero conviene no lamentar más adelante
ninguna anomalía en un desafío de estas dimensiones. •

Madrid, 12 de diciembre

José Andrés Rojo es periodista y escritor.

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