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IA
¿Pueden pensar las máquinas?
El desafío de la Inteligencia Artificial
Víctor Gómez Pin · Maite Pagazaurtundúa · Juan Antonio Cordero
Cecilio Angulo Bahón · Miguel V. Carriegos
*
36 € 25 % Llama al 914 400 499
* Precio de primer año de suscripción (6 números). Promoción válida solo en España y para nuevas altas.
EN ESTE NÚMERO
1
de Razón Práctica
7 E N C L AV E D E H U M O R
C A R TA D E L D I R E C T O R 55 A. Dolfo
Fernando Savater
12 PolíticA
56 Del Estado totalitario al
Sobre la singularidad
posmodernismo iliberal
del ser humano Carlos Martínez Gorriarán
Víctor Gómez Pin
2
N ÚM ERO 280 · EN ERO / FE B RE R O 2 0 2 2
3
de Razón Práctica
“Todos los derechos reservados. En virtud de lo dispuesto en los artículos 8 y 32.1, párrafo segundo, de la Ley de Propiedad Intelectual,
quedan expresamente prohibidas la reproducción, la distribución y la comunicación pública, incluida su modalidad de puesta a
disposición, de la totalidad o parte de los contenidos de esta publicación, con fines comerciales, en cualquier soporte y por cualquier
medio técnico, sin la autorización de la empresa editora de la publicación, Factoría Prisa Noticias”.
5
PUNTOS DE VENTA
de Claves de Razón Práctica
6
C A R TA D E L D I R E C T O R
INTELIGENCIA
A RT I F I C I A L
7
movimiento (tan “naturalmente” movimiento) como andar o correr sin
utilizar ningún aparato. Es decir, moverse sin vehículo no aporta nin-
guna cualidad intrínseca diferencial a hacerlo con auxilio de uno de ellos.
En cambio, la mayor eficacia o velocidad que promueve un instrumento de
cálculo, la maximización de la agilidad lógica o deductiva alcanzada gracias
a un aparato, transforman la cualidad misma “inteligente” así obtenida.
La inteligencia de quien piensa sin intermediarios mecánicos tiene
menos fuerza, rapidez o precisión que la prótesis que la sustituye,
pero parece poseer una cualidad íntima distinta que la dota de una
autenticidad especialmente valiosa que la rescata. ¿O no hay tal?
¿Se trata sólo de una ilusión y deberíamos racionalmente prefe-
rir dejar pensar a las máquinas como preferimos que el esfuerzo del
traslado lo haga el motor del autobús y no nuestras piernas? Dejo
flotando esta sugerencia por si alguien es capaz de aprovecharla mejor
que yo. Afortunadamente, nuestros colaboradores en este número tie-
nen muchas otras cosas interesantes que decir y no decepcionarán a los
lectores deseosos de pensar sobre el tema.
FERNANDO SAVATER
8 Fernando Savater
Si somos más, la oscuridad es menos
E N P O R TA D A
INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
¿Qué mentes, qué manos procuran
los datos que alimentan los sistemas
automáticos? ¿Qué normas, qué límites
deberían prevenir los riesgos de estas
tecnologías que ya rigen casi todas las
áreas de nuestras vidas? Los textos que
siguen proporcionan algunas respuestas.
E N P O R TA D A
SOBRE LA
SINGULARIDAD
DEL SER HUMANO
El hombre cuenta. El hombre hace cuentas y
en ocasiones da cuenta o razón de las cosas.
Narra. Hace la Historia, y eventualmente se
incluye como un actor más de la misma.
V Í C TO R G Ó M E Z P I N
12
“Nos hemos apercibido de que allí dónde la ciencia ha alcanzado
mayores progresos, la mente no ha hecho sino recuperar de la
naturaleza aquello que la propia mente había depositado en ella.
Habíamos encontrado una extraña huella en la rivera del mundo
desconocido. Y habíamos avanzado, una tras otra, profundas teorías
que dieran cuenta de su origen. Finalmente hemos logrado
reconstruir la creatura que había dejado tal huella. Y ¡sorpresa!,
se trataba de nosotros mismos”.
E
stas líneas de Arthur Eddington fueron escritas hace un
siglo, tras la conmoción que supuso la física cuántica1. La
ciencia, como proyecto para dar cuenta de la naturaleza,
exige rigurosa sumisión a unos principios que se supone
trascienden al sujeto que da cuenta. Sin embargo, cier-
tos fenómenos parecían no responder a alguno de tales
principios, de tal manera que la propia ciencia fue llevada a preguntarse
si los mismos eran dictados por la naturaleza o proyectados sobre ella
por el propio ser que intenta hacerla transparente a la razón. Si así
fuera, la realidad, más que descubierta, sería parcialmente construida,
hipótesis contra la que Einstein (conservador en el plano ontológico
y decididamente realista) se rebeló hasta el final de sus días.
En un curso de física dado en el Imperial College de Londres, el
profesor británico C. J. Isham2 supo vincular las líneas citadas de Eddin-
gton a las que Borges sitúa como epílogo de su miscelánea El hacedor:
1 Artur Eddington, Space, Time and Gravitation, Cambridge University Press 1920.
2 Chris J. Isham. Lectures on Quantum Theory, Imperial College Press, 1995, p.66
13
Ambos párrafos reforzarán quizás en el lector la tesis de la singula-
ridad del ser humano y el peso de su papel en el cosmos. Sin embargo
esta tesis encuentra hoy contrapunto en la proliferación de noticias
científicas que, un día y otro, enfatizan nuestra homología genética
con otras especies (la secuenciación en 2007 del genoma del chim-
pancé mostró que sólo nos separa del mismo un cuatro por ciento
del ADN), cuestionan la distinción rígida entre lenguaje humano
y códigos de señales animales y, sobre todo, presentan logros de la
inteligencia artificial que dejan literalmente atónito.
Hubo pasmo, en las décadas finales del pasado siglo, cuando entes
maquinales se mostraron aptos para reconocer dígitos manuscritos.
Mayor estupor todavía cuando se revelaron capaces de catalogar
con acuidad aspectos del rostro (una nariz, una boca), o un rostro
por entero, distinguiendo si es el de un animal o el de una persona.
Y aunque se reconoce que el asunto es complejo, se llega a estimar
que el problema de la traducción (literatura incluida) de una lengua
a otra podría ser resuelto con la ayuda de una máquina y entonces,
guiados quizás por una suerte de hybris, se apunta a la creación por esa
máquina inteligente de una composición musical, una obra pictórica
que responda a un determinado estilo, o un poemario que un humano
no sabría distinguir del realizado por un congénere.
Y así, partidarios de la extensión de derechos y deberes a robots
y otras entidades maquinales, que han sustituido a los humanos en
tareas esenciales, se suman a las asociaciones que reclaman la imple-
mentación de nuestros deberes con los animales, perdiendo vigencia
científica y soporte ideológico la imagen de un mundo considerado
como entorno del ser humano.
Y hay intersección entre los logros de la genética y los de la inte-
ligencia artificial. En junio de 2021 la revista Nature dio cuenta de
una investigación que se venía fraguando desde tiempo atrás y que
las páginas culturales de la prensa internacional presentaban como
un salto sin precedentes: la predicción por un programa llamado
AlphaFold2 del repliegue sobre sí mismos de los polipéptidos, a fin de
alcanzar la estructura tridimensional que es necesaria para el correcto
¿Fracción insignificante?
Para hacer perceptible lo reciente de la aparición del hombre y, en
consecuencia, lo relativo de su peso en la evolución del universo, la
divulgación científica en ocasiones recurre a una trasposición de las
etapas de esta evolución a una película de tres horas. Recordemos
algunos datos aproximados: el Universo “surgió” hace 13.500 millones
de años; esa estrella que es el sol data de 5.000 millones de años; la
Tierra se formó hace 4.500 millones de años. ¿Y la vida? Hace 3.500
millones de años aparecen los primeros organismos unicelulares.
Los primeros mamíferos aparecieron hace 300 millones de años. Los
homínidos datan aproximadamente de seis millones de años y los
humanos habitamos la tierra hace quizás 4 millones de años, aunque
el llamado “homo habilis”, aparece hace sólo 2.500 millones de años.
Vayamos ahora a la transposición a escala en la película de tres
horas. La vida aparecería treinta minutos antes del final, los animales
únicamente cinco minutos. ¿Y los humanos? Sólo serían introducidos
una fracción de segundo, tan ínfima que el espectador no se aperci-
biría de ello. Venimos a decirnos: hemos aparecido tarde y caso de
desaparecer, por ejemplo, en el año tres mil, entonces nuestra especie
habría sido un momento evanescente en el proceso de la naturaleza.
Es decir: teniendo como criterio la objetividad física nuestra presencia
total no habría superado esa mínima fracción de segundo evocada.
¿Fracción insignificante?
Poco a poco. Los datos científicos tienen su hermenéutica y ahí
ya no estamos en la ciencia. Es imprescindible cribar bien entre el
grano científico y la viruta ideológica. Pues en ocasiones, indiscutibles
hechos científicos dan pie a tesis que no son en absoluto corolarios
de los mismos, entre otras cosas en razón de que lo afirmado no entra
dentro de la ciencia, es más bien meta-ciencia o incluso pre-ciencia,
ENSEÑAR A
APRENDER A LAS
MÁQUINAS: MITO,
TECNOLOGÍA
Y POLÍTICA
J UA N A N TO N I O C O R D E R O
20
L
a inteligencia artificial ocupa una posición ambivalente
en el imaginario de las sociedades occidentales. Por un
lado, está asociada a uno de los principales vectores de
progreso: la voluntad de superación de los límites natura-
les y la movilización de la inteligencia humana al servicio
de su propio perfeccionamiento. Por otro, esta ambición
va acompañada de un examen crítico de los riesgos que entraña: a cada
oleada de avances tecnológicos sigue, tras la fase “tecnoeufórica”, un
interés renovado por las amenazas potenciales de su despliegue.
21
ámbitos1. Se pueden mencionar cuatro hitos que han contribuido a
moldear la percepción pública: ELIZA y Tay, en el campo del pro-
cesamiento de lenguaje natural, y DeepBlue y AlphaGo, en el de la IA
aplicada a juegos.
ELIZA fue probablemente el primer “programa conversacional”
o chatbot. Desarrollado en el MIT entre 1964 y 1966, para simular
una sesión de psicoterapia, ELIZA era capaz de “conversar” con un
usuario humano, a través de un sistema relativamente rudimentario
de reglas con las que reaccionar a comentarios o palabras clave de
su interlocutor. No hay, por tanto, aprendizaje en sentido estricto.
El creador de ELIZA, Joseph Weizenbaum, no pretendía crear un
dispositivo inteligente sino, más bien, ilustrar las limitaciones de
las inteligencias automáticas (Weizembaum, 1976). Pero, pese a la
modestia de las interacciones posibles con ELIZA, el sistema conse-
guía pasar, a ojos de muchos de sus interlocutores, por “inteligente”,
incluso por humano.
La victoria del programa DeepBlue sobre Gary Kasparov –enton-
ces campeón mundial– al ajedrez, en 1997, tuvo un impacto mayor en
la opinión pública. Por su complejidad y prestigio, el ajedrez se había
convertido en benchmark para medir la progresión de la inteligencia
automática, y por tanto de constatar el sorpasso del hombre por la
máquina: si se podía crear una máquina capaz de jugar al ajedrez
mejor que el mejor de los humanos, parecía no haber límite a lo que
una IA podía conseguir.
Desde un punto de vista algorítmico, la victoria de DeepBlue es
escasamente “inteligente”. La mejora en las tecnologías de fabrica-
ción y el aumento progresivo de la capacidad de computación de
los microprocesadores permitían a DeepBlue ejecutar una cantidad
ingente de cálculos por segundo, varios órdenes de magnitud por
encima de la capacidad humana. La estrategia para determinar la
próxima jugada se basaba en la exploración y reducción del árbol
de secuencias posibles del juego, y la selección de los movimientos
1 Se sitúa su “evento seminal” en la conferencia de Dartmouth de 1956, que reunió a los principales
investigadores estadounidenses en razonamiento automático, cibernética y autómatas.
2 Entre ellas, el perceptrón, conocido desde los años sesenta, y el algoritmo de retropropagación
(backpropagation), desarrollado entre los años setenta y ochenta; ambos constituyen elementos
básicos de las redes neuronales.
3 Aunque la cuestión desborda el ámbito de este ensayo, el hecho de que buena parte de los datos
que alimentan y perfeccionan las inteligencias automáticas sean provistos cotidianamente por hu-
manos (e.g. informaciones de redes sociales, preferencias expresadas, textos, imágenes, etc.), lleva
a algunos autores a plantearse la pertinencia de establecer formas de redistribución de la plusvalía
asociada a las IAs, que serían en realidad una retribución por los datos, hoy cedidos gratuitamen-
te, que las nutren y entrenan (Arrieta-Ibarra et al., 2018).
Tecnología y poder
Algunos investigadores (e.g., Crawford (2021)) deploran el uso del
término “inteligencia artificial” para englobar los algoritmos de opti-
mización y aprendizaje estadístico: a su juicio, la denominación induce
a la confusión. Desde luego, estos algoritmos son capaces de procesar
grandes volúmenes de datos, detectar patrones estadísticos en ellos y
tomar decisiones a una escala inalcanzable para el ser humano –de la
misma forma que los trenes de alta velocidad van mucho más rápido
que humanos y animales–, y ello les permite realizar tareas complejas,
muy específicas y de gran precisión en un amplio espectro de aplica-
ciones (desde el diagnóstico automático de enfermedades a través de
imágenes médicas, hasta la predicción meteorológica, pasando por
la asistencia en vuelo, aterrizaje y despegue). Por el momento, no hay
“inteligencia” ni cognición equiparable a la de un ser vivo –no ya a
un humano– en estas tareas: no hay capacidad de generalizar ni de
abstraer más allá de la detección de correlaciones estadísticas; menos
aún hay conciencia de sí.
Pero las tecnologías de IA no necesitan cumplir las expectativas
más extremas que activan en el imaginario colectivo4 para generar
profundas disrupciones en las sociedades contemporáneas. Ya las están
generando: aunque no sean propiamente “inteligentes”, las tecnolo-
gías actuales ya modifican en profundidad el ocio, la economía y el
trabajo, las sociedades, la Administración, los servicios públicos y
–necesariamente–la política; la manera en la que nos relacionamos
con nuestro entorno, ejercemos nuestros derechos, construimos nues-
tras preferencias y formamos nuestros juicios. Que la modifiquen en
4 Ya sean éstas la rebelión de las máquinas, la esclavización o sustitución de los hombres, las visio-
nes transhumanistas, o la Singularidad (Good, 1965) que daría paso a la llamada “IA fuerte”, en la
que las inteligencias artificiales serían superiores a las humanas.
INTELIGENCIA
ARTIFICIAL:
INSTRUCCIONES
DE USO
La inteligencia humana excelente, la
humanística, y el compromiso cívico
democrático, son los grandes elementos de
contrapeso a los posibles excesos y conflictos
en tiempos de desarrollo de la IA.
M A I T E PAG A Z AU RT U N D ÚA
32
“En cuanto a la inteligencia artificial, la confianza es una obligación,
no un adorno. Mediante estas reglas de referencia, la UE lidera la
formulación de nuevas normas mundiales para que garanticen que
se pueda confiar en la IA. Al establecer las normas podremos faci-
litar el advenimiento de una tecnología ética en todo el mundo y
velar por que la UE siga siendo competitiva. Nuestras normas, que
son a prueba de futuro y propicias a la innovación, intervendrán
cuando sea estrictamente necesario, esto es, cuando estén en juego la
seguridad y los derechos fundamentales de la UE”
Margrethe Vestager1
L
os seres humanos, animales simbólicos, inacabados y
capaces de crear, hemos conseguido ir atesorando el
conocimiento de los que más han avanzado en distintos
campos científicos o técnicos. En tal sentido hemos sido
capaces de generar lo que se conoce como Inteligencia
Artificial. Es la tecnología que agrupa datos, algoritmos
y capacidad informática a una velocidad de vértigo, y toma decisio-
nes sobre objetivos que se predeterminan. Estamos avanzando en un
nuevo tiempo en el que la IA compone una de las partes más impor-
tantes de la economía de los datos y existen productos de inteligencia
artificial que están instalados en las tecnologías que consumimos a
diario. No hay vuelta atrás.
La gran cuestión para las democracias occidentales europeas es
conseguir todo lo que anuncia y desea la vicepresidenta del Ejecu-
tivo europeo. Los objetivos que pedimos a la inteligencia artificial
y el procedimiento de entrenamiento de los algoritmos no deben
ir contra lo humano. Un ingeniero con muchas horas de vuelo en
programación señalaba que hay aspectos en la programación de esta
nueva tecnología que no sabemos cómo funcionan. Como en una caja
negra, el algoritmo se entrena y aprende sobre gigantescas cantidades
de datos. La calidad del dato, sin sesgos potenciales, es pues, esencial,
33
Solo se puede porque la búsqueda de patrones no es
evitar que la IA coherente con lo que pensaríamos los
vaya contra lo seres humanos.
humano si se La gran cuestión es que se produzca
produce y aplica y se aplique de forma acorde con los
de forma acorde saberes atesorados de los que más han
con el respeto a la avanzado en el ámbito humanístico, por
dignidad humana equilibrar las manos en las que está la
y a los derechos técnica, de capacidades potencialmente
fundamentales tan exorbitantes.
Quiero resaltar esta afirma-
ción. Sólo se puede evitar que vaya contra lo humano si se
produce y se aplica de forma acorde con los saberes de los
que más han avanzado en el ámbito humanístico y político.
El respeto a la dignidad humana y a los derechos fundamentales en la
parte sustancial de la actividad potencial de los servicios que se estén
desarrollando o puedan desarrollarse bajo esta tecnología se invoca
de forma permanente en los trabajos de las instituciones europeas,
por lo que las directrices éticas elaboradas por el grupo de expertos
de alto nivel sobre la IA deberán estar a la altura del reto.
La eficiencia y la productividad deberán ser contempladas, en
todo caso, desde el punto de vista de un ecosistema productivo y
de servicios públicos y privados para que no resulte dañina para los
seres humanos reales, tal y como son: confusos, nerviosos, con fallos,
sin la capacidad lógica de los robots y necesitados de ocupación y de
sustento. El beneficio empresarial ultraeficiente o la minimización
del coste público no debería dejar al pairo a una sociedad de perso-
nas reales con necesidades reales, expresadas muchas veces de forma
confusa y cambiante.
La segunda gran cuestión es qué supone esta tecnología en el
ámbito de la defensa y de la seguridad en entornos autoritarios reales,
existentes, y de ciberamenazas criminales híbridas, y si esto podría
suponer, de facto, que en el medio plazo y bajo el pretexto de pro-
tegernos, el poder ejecutivo se extienda mucho más allá de lo que
34 Maite Pagazaurtundúa
hoy aceptamos en materia de privacidad y derechos fundamentales.
Ese ámbito, tan espinoso como real en lo geopolítico, no aparece del
todo en el Libro Blanco publicado por la Comisión, pues explícita-
mente deja de lado las cuestiones militares y de defensa.
En la Unión Europea hemos decidido que la inteligencia artificial
en el ámbito civil y público necesita instrucciones de uso basadas en
los derechos fundamentales, con límites basados en riesgos y normas
sobre cuestiones relativas a la responsabilidad civil o penal o la segu-
ridad jurídica y defensa del consumidor, entre otros muchos ámbitos
que debemos analizar y jerarquizar. Los poderes públicos consideran
que la posibilidad de posicionamiento geoestratégico de nuestra eco-
nomía e intereses depende del desarrollo de la IA –antropocéntrica
la llaman–, bajo una correcta regulación, posibilitando un mercado
europeo realmente único y un sustancial crecimiento de la produc-
tividad. Las siguientes líneas procuran un enfoque comprensible de
nuestros derechos, dentro del inmenso campo de la revolución nor-
mativa que supondrá el desarrollo de la IA.
No tengo nada contra los seres humanos que utilizan eso que se
va llamando “el Internet de las cosas” ni, un suponer, contra quienes
compran la cortadora de césped que trabaja sola. Entendería incluso,
que en un futuro próximo, y con un algoritmo entrenado en los tópicos
sociales de la familia española, una cortadora de césped se llegara a
quejar con la entrañable voz de Gracita Morales, porque es la única
que se encarga de las malas hierbas en la finca. Me resultaría bastante
más distópico, siendo sincera, que la cortadora de césped parlanchina
–ante la presencia de los legítimos propietarios a los que podría llegar a
reconocer por los andares, las hechuras, el rostro– hablase con la finura
y sesgos de los representantes de nuestra clase diplomática destacada
en el Vaticano. El reconocimiento de los andares, hechuras y datos
biométricos estaría estrictamente prohibido –a día de hoy– para este
uso e incluso para la mayor parte de los usos de los operadores poli-
ciales en la Unión Europea. Que la cortadora de césped persiguiese a
personas no autorizadas en la finca, ni se contempla para este u otros
productos civiles. La Unión Europea prohíbe tecnología autónoma
36 Maite Pagazaurtundúa
Desde un punto de vista superestructural, como aspecto benevo-
lente y creador de confianza, se subraya que este tipo de tecnología
permitirá avanzar en los objetivos climáticos, aunque será preciso
abordar el consumo que la propia tecnología supone desde el punto
de vista de la sostenibilidad medioambiental.
Desde el derecho romano no sé si nos hemos enfrentado a un
cambio tan sustancial en la organización de las reglas de juego de
las sociedades. La adaptación a la digitalización es, como se va ima-
ginando, uno de los grandes ejes de esta legislatura, marcada por la
difícil situación de la crisis sobrevenida por la irrupción de la pandemia
de COVID19 en nuestras vidas, lo que ha acentuado los esfuerzos
políticos e institucionales europeos en el campo de la adaptación a
lo digital.
El Libro Blanco sobre la Inteligencia Artificial2 se publicó en 2020
para ayudar a establecer las bases de un marco normativo europeo para
una IA digna de confianza, pues es causa y motor de que los europeos
la elijan y paguen por ella en la parte referida a industria y comer-
cio, pero también para aceptar usos públicos sobre los que podemos
–y debemos– establecer criterios y controles democráticos.
En octubre de 2021 se presentó la propuesta de Reglamento sobre
Inteligencia artificial3. Esto significa que, cuando se apruebe en el
Parlamento europeo y se negocie con el Consejo, será de aplicación
directa en toda la UE. El proyecto en debate actualmente en el legis-
lativo europeo pretende una definición tecnológicamente neutra para
los sistemas de inteligencia artificial que pivota sobre un enfoque
basado en el riesgo.
En concreto, con cuatro niveles de riesgo: el inaceptable, por
suponer usos que contravienen los valores de la Unión Europea,
contempla la prohibición de servicios que se sirvan de técnicas subli-
minales para alterar de manera sustancial el comportamiento de un
modo que provoque perjuicios físicos o sicológicos a usuarios o terce-
2 https://ec.europa.eu/info/sites/default/files/commission-white-paper-artificial-intelligen-
ce-feb2020_es.pdf
3 https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?uri=CELEX:52021PC0206
38 Maite Pagazaurtundúa
ciones y recomendaciones serán votados En el informe
en la primavera de este año 2022. Su tra- sobre la IA en el
bajo y observaciones incluyen el ámbito Derecho Penal y
de defensa y se presentará a las comi- su utilización por
siones permanentes competentes del las autoridades
parlamento, que le darán seguimiento se han establecido
durante el resto de la legislatura. límites para la
Personalmente nada tengo que intromisión en la
objetar en el campo de las opciones de vida privada o la
compra o de uso personal voluntario, vigilancia masiva
más allá de las cuestiones de indicación
y prevención de los riesgos para la integridad física, de la necesidad
de estrategias eficaces contra los ciberataques, o de las indicaciones de
salud pública por motivo de adicciones y otros riesgos de confusión
entre lo humano y lo artificial.
Otra cosa es cuando pasamos al campo de los servicios no opcio-
nales que vayan a tener componentes de esta tecnología, por ejemplo,
el de los servicios públicos, especialmente los de la administración
de justicia o la seguridad y defensa, o los servicios financieros, por
atender alguno de los más sensibles.
En el informe sobre la IA en el derecho penal y su utilización por
las autoridades policiales y judiciales en asuntos penales7 se han esta-
blecido límites para la intromisión en la vida privada o la vigilancia
masiva, y se marcan límites para que no desaparezca el derecho a la
justicia efectiva. Aunque no sea el aspecto de mayor riesgo, creo que
puede ayudar a visualizar el tiempo que viene con la preocupación
del Parlamento por el proyecto de investigación IBorderCtrl, Un
“sistema inteligente de detección de mentiras” que elabora perfiles
de los viajeros a partir de una entrevista automatizada por ordenador
realizada a través de la cámara web del viajero antes del viaje y un
análisis de 38 microgestos basado en la inteligencia artificial. Leer
algo así en la realidad parlamentaria recuerda a las personas cinéfilas
7 https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2021-0405_ES.html
40 Maite Pagazaurtundúa
E N P O R TA D A
UN APUNTE EN
CIBERSEGURIDAD
E INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
Quizá sea una buena cosa tratar de definir
bien los principios de la inteligencia artificial
para luego aplicar sentido común, método
científico y criterios correctos, no sin una
buena dosis de abstracción.
M I GU E L V. C A R R I E G O S
42
L
a cita de Nelson Mandela “yo nunca pierdo, o gano o
aprendo”, quizá pueda resumir de una forma esquemá-
tica pero efectiva cómo funciona la inteligencia Artificial
(IA) subsimbólica. A base de experiencia soy capaz de
generar “conocimiento” ¿Cómo de bueno es ese cono-
cimiento? Depende de muchos factores entre ellos el
proceso de aprendizaje y las experiencias concretas de las que quiero
aprender ¿Cómo de útil es ese conocimiento? Pues también depende
de a qué quiero aplicarlo. En lo que sigue trataré de compartir algunas
experiencias relacionadas con IA en el campo de la Ciberseguridad
(CS); es decir, cuando trato con sistemas que están conectados a una
red donde se tiene el control de una parte (en general muy pequeña)
de la red global.
En general, y tras una simplificación no pequeña, podemos acordar
que un sistema con IA dispone de unas reglas de comportamiento
que procesan unos impulsos externos y que están escritas en función
de unos parámetros modificables. El sistema es capaz de evaluar los
errores cometidos después de procesar impulsos y, en función de
estos errores, modificar los parámetros del sistema con la esperanza
de encontrar una mejor forma de proceder. Así hay al menos tres
elementos que debemos tener claros antes de equipar un sistema con
inteligencia artificial: una función que evalúe los procedimientos
(función de coste, de beneficio, de utilidad, … dependiendo del sis-
tema); un método para modificar el sistema en función de los errores
cometidos, y un sistema de computación suficientemente potente
como para llevar a cabo todos los procesos de manera eficiente sobre
la cantidad de material que estamos tratando.
Los procesos de IA no son nuevos, están disponibles desde media-
dos del siglo xx. Pero desde hace no muchos años la capacidad com-
putacional, la capacidad de almacenamiento de datos, y la casi total
digitalización de nuestro entorno han hecho posible implementar de
forma eficiente esquemas altamente complejos de inteligencia artificial
en la mayoría de los procesos cotidianos. En particular y de forma muy
destacada en los procesos y acciones que utilizan Internet.
43
Inteligencia Artificial para Ciberseguridad
La noción de “amenaza” es clave en el campo de la ciberseguridad (CS).
Y es un concepto no bien definido; de hecho se dedican documentos
extensos y carísimos a describir posibles amenazas en red y a tratar
de fijar taxonomías o tipos de ataques que los sistemas pueden sufrir.
En último extremo, en casi todos los casos, una amenaza viene siendo
“algo” que es reconocido como tal por medio de una rúbrica; es decir,
evaluamos determinadas acciones de acuerdo con una escala de valo-
ración que permita dar una calificación de riesgo en función del cono-
cimiento sobre amenazas pasadas.
Estos procedimientos son en general eficientes en la mayoría de los
casos, pero dada la enorme cantidad de actividad en la red, son imposi-
bles de controlar o monitorizar por humanos: deben ser, y están siendo,
automatizados. Por otra parte, dado el dinamismo de la actividad de
la red, los procedimientos automatizados deben ser adaptables a un
entorno cambiante de nuevas amenazas, nuevos sitios de interés, etc.
Pero incluso el control de estas adaptaciones es inabordable desde un
punto de vista humano, dada la intensa actividad. Así se debe permitir un
autoajuste también automático, y no vale con una realimentación lineal,
proporcional o funcional; es decir, no es un problema de ingeniería de
control. La realimentación ha de basarse en reglas también variables en
función de criterios de utilidad. La adopción de sistemas inteligentes en
ciberseguridad, aún desde el punto de vista clásico de la clasificación de
ciberamenazas es, por tanto, hoy día inevitable. En el campo de inves-
tigación científica y técnica, la IA es una herramienta habitual en CS,
véase por ejemplo las actas de las Jornadas nacionales de investigación
en ciberseguridad, donde toda una sección está dedicada a IA1.
La detección de tráfico malicioso en la red presenta una proble-
mática similar. Al final se trata de encontrar una manera de calificar el
tráfico malicioso como tal; una “rúbrica” que nos permita (más bien
que permita a una máquina) distinguir la actividad legítima de la que
no lo es. Se trata no sólo de detectar patrones maliciosos sino también
1 M.A. Serrano, E. Fernández, C. Alcaraz, N. DeCastro, G. Calvo, Actas de las VI Jornadas naciona-
les de investigación en ciberseguridad (2021)
44 Miguel V. Carriegos
de entrenarse y ser capaz de refinar el entrenamiento en la tarea de
evaluar maliciosidad.
La actividad en red es una actividad social. Las transacciones de
todo tipo, aún las automáticas, son decididas en último extremo por
humanos. Así, la supervisión legítima en red debe adaptarse a la reali-
dad cambiante de la actividad humana. Hay muy pocas leyes genera-
les inmutables en las actividades sociales (si hay alguna). Los sistemas
deben ser por tanto adaptativos, incluso los controladores deben serlo
por razones de eficiencia. El reto está en la supervisión. Los agentes
humanos deben ser eficientes en tal tarea, y para ello deben estar prepa-
rados para ser capaces de hacer abstracciones cada vez más sofisticadas
y radicales sobre las actividades en red, que ya afectan a todas las áreas
de nuestra sociedad.No es casual, por lo tanto, la actual demanda por
parte de todo tipo de corporaciones de profesionales con altas capaci-
dades en matemáticas. Resulta crítica la capacidad de abstraer procesos,
de manejar conceptos de forma esquemática y de diseñar los cálculos
efectivos (algoritmos) de los procesos, dejando sólo para las máquinas
la realización final, los cálculos en detalle.
Sirva como ejemplo de las posibilidades de la abstracción en el
campo de la seguridad el análisis, ya bien conocido, incluso clásico,
de los datos de correo electrónico de la empresa Enron en el marco de
las investigaciones (2006) por el fraude corporativo de esta empresa,
quebrada en 2001. A partir de los datos de sus comunicaciones inter-
nas por correo electrónico (incluso los mensajes cifrados), y solamente
conociendo el tráfico es posible definir un grafo que permite agrupar las
camarillas (o cliques) de empleados y cuáles de éstos están involucrados
y en qué medida en cada actividad fraudulenta2
Es decir, si hay suficientes metadatos no es necesario conocer el
detalle de cada dato, basta con tratar una abstracción pertinente de
los mismos para recabar suficiente información como para entender
la red entera. En el caso de los correos electrónicos de Enron, el objeto
abstracto adecuado ha resultado ser un grafo.
2 R. Quian & Al, Detect community structure from the Enron Email Corpus Based on Link Mining,
Sixth Int. Conf. on Intelligent Syst. Design App. (2006)
46 Miguel V. Carriegos
pares mayores de 10.000 y números impares menores de 100? Tras un
número suficiente de impulsos dirigidos en tal forma, quizá el sistema
no clasifique ya en pares/impares si no en números grandes/números
pequeños. Nuestro sistema estará en riesgo.
Así, no solamente es necesario dotar de IA los sistemas de seguridad
en red. También va a resultar necesario securizar los sistemas que usan IA.
¿Alguna conclusión?
Es muy común en el campo de la CS el componer artículos con datos
agregados muy crudos y muy impactantes que subrayen la ubicuidad
de la CS, el tremendo valor económico de los procesos involucrados
y lo urgente de tomar medidas. Este tipo de material ayuda mucho a
tomar conciencia de los problemas y a sensibilizar e incluso a alertar a
los ciudadanos. Pero si nos damos un respiro y observamos el panorama
de CS y también de IA en sus múltiples facetas (IA para CS, CS en la
IA, …) llegaremos a la conclusión de que quizá sea una buena cosa tratar
de definir bien los principios para luego aplicar sentido común, método
científico y criterios correctos, no sin una buena dosis de abstracción,
para desarrollar todos los aspectos que se nos plantean.
En esta línea parece conveniente remarcar la extraordinaria tarea
que se viene realizando en Francia para tratar temas avanzados (como
puede ser la IA) a nivel parlamentario via el encargo directo y público
de informes pertinentes a expertos investigadores4 . Este enfoque com-
plementa de hecho (yo diría que contrasta) con otros enfoques centra-
dos en el estado de la cuestión a nivel industrial. Ambas visiones son
necesarias. Hay prisa, es cierto, pero no tanta como para no tratar los
asuntos correctamente. •
4 C. Villani (en mission parlamentaire par le Premiere Ministre), Donner un sens à L’Intelligence
Artificielle, (2017-2018)
ARTIFICIAL
INTELIGENCIA-
ARTIFICIAL
No puede afirmarse que la inteligencia
artificial sea un competidor de la inteligencia
humana, sino que, a modo de espejo,
la inteligencia humana es capaz de verse
reconocida o reproducida en los artefactos
generados mediante inteligencia artificial,
y allá explorar sus límites.
C E C I L I O A N GU L O B A H Ó N
48
L
a inteligencia artificial se está significando como un ele-
mento disruptivo en nuestra sociedad, un hecho que no
admite contestación en la actualidad. Sin embargo, en
tanto que elemento innovador y rompedor, su alcance y
la extensión de su uso no se encuentran dimensionados
de forma adecuada, según se recoge de los debates y el
discurso social a su alrededor. Por un lado, la eterna dualidad hom-
bre-máquina –quizás deberíamos decir lucha, según sea la intención
del interlocutor– no admite comparación en el caso de la actual inteli-
gencia artificial. Tal y como está definida, diseñada y ejecutada la inte-
ligencia artificial no es comparable con la inteligencia humana, ni por
asomo. No es esta su zona de confort, ni lo será en un futuro reciente,
por más que lo pretendan los titulares sensacionalistas. Por contra, la
inteligencia artificial y todos los elementos de digitalización asociados
en los que se halla incrustada poseen un enorme alcance de disrupción
social porque nos permite proyectar, amplificar, verbalizar las bondades
y miserias de la sociedad contemporánea en el nuevo ágora paralelo de
la ciudadanía digital universal. De este modo, no puede afirmarse que
la inteligencia artificial sea un competidor de la inteligencia humana,
sino que, como un complemento, como un elemento de simulación
y a modo de espejo, la inteligencia humana es capaz de verse recono-
cida o reproducida en los artefactos generados mediante inteligencia
artificial y allá explorar sus límites. En tanto que espejo, cuando a la
sociedad le agrada lo que se refleja de ella sobre estos artefactos, acaso
por simple vanidad los alaba y ensalza en desmesura. Sin embargo, y
esto sucede en más ocasiones de las que la sociedad querría, cuando
aquello que se refleja no es de su agrado, prefiere resolver que se trata
de una tecnología que deforma una realidad que, sin duda, no es aquel
señor gordo mal peinado que se aprecia en el espejo.
49
enriquecer un texto o discurso. Sin embargo, en ciencia o en filosofía
suponen unos elementos cognitivos de enorme interés que se utilizan
para construir y visualizar nuevos conceptos.
Cuando la ciencia experimental, la tecnología o la filosofía debe
dar nombre a un nuevo fenómeno, técnica, proceso o concepto, que
hasta el momento no ha sido definido o supone una innovación o
descubrimiento, en general se recurre a dos posibles aproximaciones.
La primera consiste en definir una nueva voz o neologismo, como es el
caso de una definición científica tras el descubrimiento de una nueva
especie. Esta forma de definición sigue, en general, una codificación
más o menos estandarizada, en la mayoría de ocasiones a partir de
una raíz en latín o griego. La segunda de las opciones, como ya apun-
taba José Ortega y Gasset1, consiste en recurrir al lenguaje común
y elegir aquella palabra o combinación de palabras cuya definición
tenga similitud con el nuevo concepto, técnica, proceso o fenómeno.
Esta segunda opción es la habitualmente preferida en el mundo de la
tecnología o de la ingeniería.
En toda similitud, sin embargo, existe un momento en que el símil
se agota, y pretender llevarlo a la identificación exacta entre el nuevo
concepto y su nueva definición lleva al absurdo. Este es el caso de
definiciones metafóricas como rascacielos o guardia tumbado, por
poner solo dos ejemplos sencillos. Si a ello le sumamos el hecho de
que la definición original se produce en un idioma diferente al propio,
entonces puede suceder que la metáfora se pierda en la traducción
y el nuevo concepto se convierta en un neologismo. Este es el caso
de los robots, cuya definición original en checo hace referencia a la
esclavitud laboral, metáfora que se obvia y cae en el olvido en tantos
otros idiomas. Y aún más, la traducción puede llevar al equívoco en la
similitud, como es el caso del ordenador, término importado del francés
y cuya definición está alejada del uso de la palabra computadora, en
tanto que elemento de cómputo, que no de orden, cuando el origen
de la definición es la lengua inglesa.
2 J. McCarthy, M.L. Minsky, N. Rochester, C.E. Shannon. “A proposal for the Dartmouth summer
research project on Artificial Intelligence.” http://jmc.stanford.edu/articles/dartmouth/dartmou-
th.pdf
Artificial Inteligencia-Artificial 51
Forzar la metáfora inicial llevaría a un punto de análisis absurdo.
¿Por qué considerar una comparativa artificial-humana de la inteli-
gencia sin antes haber realizado una comparación artificial-natural?
¿Es comparable la inteligencia artificial con la inteligencia que permite
a numerosos seres vivos ser capaces de reproducirse para su supervi-
vencia? ¿Son conscientes de ello? ¿Les mueven similares motivaciones
de supervivencia? ¿Reconoce una inteligencia artificial el significado
de supervivencia o de autonomía?
Es cierto que, si bien el origen del término está consensuado
haberse producido en la conferencia de Dartmouth, la definición de
inteligencia artificial no goza de ese consenso. En la actualidad un
primer grupo de definiciones de inteligencia artificial podría resumirse
como la tecnología que se comporta de forma inteligente en tanto que
utiliza habilidades asociadas a la inteligencia humana. Como puede
observarse, estas definiciones tienen su base en el “comportamiento
inteligente” y su extrapolación como una habilidad propia de la inte-
ligencia humana. Es una visión que puede generar mucha retórica y
debate, pero que se aleja de la definición aséptica inicial, centrando
el área de investigación en la realidad humana. De nuevo, estresando
el símil, esta definición también avalaría la idea comparativa del crea-
cionismo y el diseño inteligente como puente entre ciencia y teología,
utilizando las sagradas escrituras como artefacto de diseño.
Otro grupo de definiciones, como la que establece Stuart Russell3,
definen la inteligencia artificial como aquella tecnología que trata de
construir máquinas que hagan lo correcto, que actúen de formas en
las que se puede esperar que logren sus objetivos. Esta definición, y
todas sus variantes posteriores, resulta de mucho mayor interés pues
consigue eludir la metáfora inicial de la inteligencia, aunque para ello
debe entrar en otras consideraciones cuya medida y grado de satisfac-
ción son de difícil cálculo, como el “hacer lo correcto”. Y, sin embargo,
la definición consigue poner el foco en el elemento principal de una
inteligencia artificial, que las máquinas logren sus objetivos. Sí, pero
3 Stuart Russell, “Provably Beneficial Artificial Intelligence”. The Next Step, Exponential Life, (2017).
Artificial Inteligencia-Artificial 53
todas partes, sin fronteras físicas que lo impidieran. El mundo entero
compró la idea. Y, sin embargo, sucedió algo ya conocido de pretéritas
autopistas tecnológicamente disruptivas, como la ruta de la seda, el
ferrocarril al Oeste o el “descubrimiento de nuevos mundos”, el triunfo
de la impunidad, el comercio desmedido y la anulación de voluntades.
Si a ello le añadimos la capacidad de disponer de acceso ilimi-
tado a este nuevo lugar de encuentro en la palma de la mano a través
de la telefonía móvil, entonces el acceso universal a contenidos y la
escalabilidad de los servicios resulta tan abrumador que su gestión
se delega en algoritmos que “ayuden” a organizarlos según nues-
tras “preferencias” y siempre “por nuestra seguridad”. ¿Les suena?
¿No estamos hablando acaso de la definición de inteligencia artifi-
cial de Russell? Así, por nuestro bien y con el objetivo de gestionar
nuestra información, un algoritmo determina y prioriza las noticias
que leemos, otro se encarga de seleccionar los restaurantes o los hote-
les que vamos a visitar. Hasta aquí, la decisión última de leer o des-
plazarnos a tal o cual lugar es nuestra. Pero, ¿y esa publicidad que
llega sin ser solicitada, ni subscripción alguna, junto a las noticias?
¿esa opinión difícilmente distinguible del comentario amigo en la red
social? Ahora un rastreo biométrico con una cámara que debía servir
sólo para determinar el estado del tránsito. Luego una venta de datos
que nunca debieron salir de aquellos servidores, pero que alimentan
una nueva inteligencia artificial para condicionar nuestra voluntad.
Homo homini lupus. De nuevo una metáfora, la del animal salvaje
que el hombre lleva dentro. Seguro que a la sociedad no le gusta ese
reflejo. Thomas Hobbes defendía el contrato social para alcanzar la paz
social, una autoridad absoluta que proteja la sociedad5. Ahora bien, ¿una
sociedad monolítica como en China? ¿Una autoridad dictada por el
mercado, a la americana? ¿La hipocresía europea? Mientras nos deci-
dimos, acudamos a lo sencillo, culpemos al espejo, discutamos sobre la
ética de la imagen en ese espejo, su sesgo al devolvernos el perfil, como
si la inteligencia artificial no fuera sino obra de la propia sociedad.
SCHMITT, KOJÈVE
Y STRAUSS: DEL
ESTADO TOTALITARIO
AL POSMODERNISMO
ILIBERAL
El posmodernismo iliberal tiene muchas
fuentes; una muy significativa es el triángulo
formado por Carl Schmitt, Alexandre Kojève
y Leo Strauss, tres pensadores muy diferentes
de relación prolongada y variable.
CARLOS MARTÍNEZ GORRIAR ÁN
E
ntre 1927 y 1933 Schmitt y Strauss tuvieron una buena
relación académica; Strauss conocía a Kojève y volvió
a conectar con él en París, poco antes de romper con
Schmitt por su apoyo al nazismo. Entre 1948 y hasta su
muerte en 1968, Kojève se carteó y discutió por sepa-
rado con el liberal-conservador Strauss y el totalitario
irredento Schmitt. Las ideas intercambiadas alimentaron el rechazo
de la democracia a derecha e izquierda, mientras el liberalismo elitista
de Strauss quedó en fallido contrapeso al inteligente par totalitario.
56
Schmitt y la demolición de la democracia alemana
Schmitt fue el enemigo más inteligente de la democracia alemana.
Estaba convencido de que el liberalismo y sus obras –el parlamenta-
rismo, el individualismo y la neutralidad del Estado– representaban
graves peligros. En 1922 publicó Teología política1, donde acusa al
liberalismo de resultar inútil contra la amenaza comunista y de dejar
al Estado inerme ante sus enemigos mortales. A su juicio, la misión
de la verdadera política es imponer la soberanía o “poder supremo y
originario de mandar”. Las ideas esenciales son sencillas: el estado de
excepción es la expresión máxima de la soberanía, decisión de un poder
ilimitado; el soberano “es quien decide sobre el estado de excepción”;
y la decisión política suprema es a quién se excluye y arroja fuera de
la ley. La soberanía de la decisión es la suspensión del derecho.
La esencia del Estado de Schmitt radica en poder imponer sin lími-
tes el estado de excepción. Esto no significa que la derogación de las
leyes deje paso a la anarquía, pues la ley será sustituida por la dictadura
permanente. Más allá de diferencias ideológicas, esta argumentación
a favor del Estado totalitario encandiló a revolucionarios de todos
los colores. De ahí que reducir a Schmitt a mero teórico reaccionario
constituya un error de bulto; al contrario, es un pensador muy actual,
enjaretado en el nacionalismo separatista y su “derecho a decidir”, en
los populismos iliberales hegemonistas de todos los colores y hasta en
la “decisión de género” queer. Schmitt no hablaba por hablar. Señaló
problemas reales del Estado constitucional, como la incongruencia
del indulto que pone al Estado de derecho por encima de sus pro-
pias leyes, o la indefensión de la democracia ante los enemigos que
la explotan para intentar derribarla. Como solución propuso volver
al pensamiento iliberal de un De Maistre, Bonal o Donoso Cortés.
Como ellos, Schmitt fundamentó su teoría en el pecado original y la
naturaleza perversa del hombre, que necesita un Soberano punitivo en
la dictadura de la decisión política. Siguiendo sus consejos, Alemania
pronto probó una.
1 Carl Schmitt, Teología política. Cuatro capítulos sobre la doctrina de la soberanía, Trotta, Madrid 2009.
7 Alexandre Kojève, Introducción a la lectura de Hegel. Trotta, Madrid 2013. Nota vi y nota de
1962, pg. 489-491
P
ara entender plenamente el desarrollo de la política
italiana, y en ella la influencia del Partido Comunista
italiano, es esencial familiarizarse con dos conceptos.
El primero es el de “autobiografía de la nación”. En los
años veinte del siglo pasado, Piero Gobetti, un liberal
sensible a los cambios sociales (su texto más celebre es
La revolución liberal) forja el concepto de “fascismo como autobiografía
de la nación”. Lo hace para relacionar el auge del movimiento de Mus-
solini con la dificultad de crear en Italia una nueva clase dirigente. Pero
su lectura va más allá. Gobetti ve en el fascismo la reacción de una Italia
retrógrada y proletaria que teme el progreso, que tiene una profunda
desafección por el Estado y no cree en sus élites. Gobetti es un periodista
y escritor. Vive en Turín, la misma ciudad de Antonio Gramsci, donde
se experimentan los principales cambios sociales en medio del proceso
68
de industrialización. Los dos se conocen y se aprecian, y esa relación es
esencial para entender el desarrollo del PCI a lo largo del siglo pasado.
Gobetti acabará muriendo por las palizas recibidas por los matones de
Mussolini, al igual que Gramsci. Y esa autobiografía de la nación revela
toda su fuerza cuando, a la caída del fascismo, se celebra el nacimiento
de otro término clave de la historia política italiana: el qualunquismo.
En los años cincuenta, durante la transición a la democracia, el perio-
dista y dramaturgo Guglielmo Giannini crea un movimiento político
(el Fronte dell’Uomo Qualunque) que reivindica la figura y el sentir del
uomo qualunque, algo así como “el hombre de la calle”. Su ideario se
fundamenta en el desprecio por la clase política, el simplismo elevado
a categoría política y la absolución del pueblo por todas sus decisiones,
incluidas las más sangrantes, de la época mussoliniana. Y se convierte
rápidamente en odio visceral hacia el PCI, ese partido que aspira a
cambiar Italia superando su “autobiografía de la nación”, integrando las
masas sin abrazar el populismo y elevando la Constitución democrática
de 1948 como única fuente de legitimación nacional.
La historia del PCI comienza en el teatro Goldoni de Livorno el 21
enero de 2021. El congreso se tenía que haber celebrado en Florencia,
pero la amenaza fascista aconsejó mudar el evento. Italia acababa de
salir de la primera guerra mundial con una profunda crisis sistémica, un
Parlamento aislado y alejado del pueblo y un miedo a la revolución bol-
chevique marcada como objetivo global por el Comintern. Una genera-
ción de políticos, escritos y militantes que ronda la treintena quiere dar
el asalto al poder. Y lo quiere dar de forma rápida. El día del Congreso,
en el teatro sobrevuela un enorme retrato de Karl Marx. Fuera, 2.000
carabineros acordonan la instalación. El debate orbita alrededor de la
oportunidad de la revolución al estilo soviético. Gramsci asevera: “En
Rusia fueron suficientes 30.000 comunistas para hacer la revolución”.
Los “centristas” se enzarzan con los “maximalistas”, y entre acusacio-
nes de falsos revolucionarios y vendidos al mejor postor la atmós-
fera se calienta a tal punto que un delegado saca incluso una pistola.
La teatralidad no falta en esos incipientes años de la política de masas.
El Corriere della Sera ironiza: “No es casual que los congresos políticos
70 Luca Costantini
Croce se sorprende por el desfilar de “monjitas” delante de las urnas.
El escritor Leopoldo Longanesi ironiza: “¿Nos salvarán las viejas tías?”.
72 Luca Costantini
El dinamitado acercamiento al centro
Ese proyecto cuajó parcialmente a nivel cultural, gracias a la compe-
netración del partido con el cine, la poesía, la literatura y demás artes.
Pero no se tradujo en una llegada al gobierno. El secuestro y asesinato
de Aldo Moro dinamitó ese acercamiento al centro, mientras en los
años ochenta se modificaría para siempre el cuadro político general,
favoreciendo el auge de líderes como el socialista Bettino Craxi, a
quien Berlinguer calificaba de “sin escrúpulos”. Craxi se convirtió en
una bestia negra. Más adelante ese odio se trasladó hacia Silvio Berlus-
coni, el magnate de las televisiones que Craxi ayuda y del que recibe
apoyo cuando sus canales han entrado en los hogares de los italianos.
Craxi también era un político culto y hábil. Y en esos años promovió
un importante debate en la izquierda atrayendo a intelectuales, filó-
sofos y pensadores que habían sido excluidos de los ambientes más
influyentes del PCI y que elaboraron críticas importantes sobre los
agujeros negros de la historia del comunismo italiano. Por ejemplo, a
la teoría de la hegemonía y del partido nacional-popular de Gramsci,
consideradas protototalitarias, o al leninismo presente en la iconogra-
fía del PCI. Dicho debate fue recibido con hastío por los dirigentes
comunistas, que veían en los ataques del PSI una instrumentalización
para echarles del espacio del reformismo.
Berlinguer hacía malabares en una cuerda ideológica que se iba
aflojando. No renunciaba a la “revolución socialista”, aunque repetía
que se tenía que realizar en un sistema democrático y pluralista. De
ahí su obsesión por crear una entente, aunque fuera parcial, con otras
fuerzas socialistas, socialdemócratas y hasta católicas. Y con ella su
mayor aportación: el pacto histórico con la Democracia Cristiana para
frenar las derivas autoritarias que procedían tanto de la extrema derecha
como de la extrema izquierda. Pero no estaba dispuesto a renunciar a
la tradición teórico-cultural del comunismo internacional. Y seguía
negándose a asumir la cultura libertaria de origen francés, afín a autores
anarquistas como Proudhon, y que Craxi recuperó (algo parecido hizo
el PSOE de Felipe González) para debilitar el PCI frente a las clases
emergentes que se reconocían en el espíritu del 68 y en la incipiente
74 Luca Costantini
Palazzo Chigi. En las elecciones de 1994 se enfrenta a un outsider, el mag-
nate de las televisiones Berlusconi, a quien los comunistas subestiman.
Se equivocan, porque Berlusconi interpreta a la perfección la desafección
popular hacia la política y convierte ese rechazo en un estilo moderno de
comunicación. Vende una Italia en colores frente a una en blanco y negro.
Sabe leer la autobiografía de la nación mejor que sus adversarios. Con
Forza Italia alcanza el 42% de los votos y logra romper definitivamente
esa idea de país que los comunistas habían diseñado, o tal vez soñado,
con el compromiso histórico. Los nostálgicos del fascismo de Alianza
Nazionale y los secesionistas de la Liga Norte entran en varios gobiernos,
que se alternan con otros ejecutivos, todos muy frágiles, liderados por
Romano Prodi y Massimo D’Alema, muy diferentes entre ellos pero
ambos intérpretes del fin de época histórica del PCI.
De todo aquello quedará el Partido Democrático y una cultura
política que se reconocen en el reformismo, el europeísmo, el consti-
tucionalismo democrático y la lucha contra la mafia, que en Italia no
es poco. Pero que no supo resolver ese talante populista de la nación,
que hará del país transalpino otro laboratorio europeo de proyectos
demagógicos como la nueva Liga de Matteo Salvini y el Movimiento 5
Estrellas del cómico Beppe Grillo. Muchos años después de la muerte
de Berlinguer, el periodista Eugenio Scalfari reflexionó sobre esa dico-
tomía muy italiana: “El nuestro es un pueblo bastante raro: se enamora
más a menudo de los payasos que de los políticos empeñados en poner
el bien común por encima de los intereses personales y de partido.
Tenemos muchas cualidades, pero ese es un defecto capital que explica
la fragilidad de nuestra democracia y del Estado que debería ser su
titular y guardián”. •
EL RESISTIBLE
ASCENSO DE LA
EXTREMA DERECHA
La ultraderecha se extiende, y forma parte de
gobiernos con una importante cota electoral.
¿A qué se debe? ¿Cuáles son sus características
ideológicas, socio-políticas y culturales?
JORGE ÁLVAREZ YÁGÜEZ
E
n primer lugar, hay que advertir que no estamos ante
un fenómeno homogéneo sino plural y, lógicamente,
sus rasgos varían mucho según los países. Nos move-
mos, por tanto, con modelos que admiten muy varia-
das concreciones.
Un fenómeno histórico siempre es complejo y su
explicación no se debe a un único factor. No podemos ver esta
irrupción de la extrema derecha como un efecto de la crisis eco-
nómica, o del deterioro político de las democracias. Por supuesto
que estos dos factores son de vital importancia, pero son siempre
76
factores hermanados a muchos otros, como el cultural o civilizato-
rio. Comprender este fenómeno exige introducir unos parámetros
esenciales en que situarlo: en primer lugar es ineludible tener en
cuenta el proceso de globalización, con la intensificación de los
movimientos de mercancías, capitales y modificación de la división
mundial del trabajo, sin olvidar su lado de interrelación tecnoló-
gica y cultural. Aparejado a él, tiene lugar una gran extensión del
capitalismo, como es el caso de China y de los países del Este. En
segundo lugar, y siempre sin disociar un parámetro de otro, la reor-
ganización geopolítica que está teniendo lugar, caracterizada por
el declive estadounidense, el imponente ascenso de China y de los
otros países BRICS, lo que supone una nueva configuración del
geoespacio político. En tercer lugar, hay que destacar el desborda-
miento en múltiples aspectos (económico, seguridad) de la siempre
idealizada soberanía de los Estados-nación, con la configuración de
órganos transnacionales (UE) y ese papel creciente de instituciones
de gobernanza mundial que escapan a los controles democráticos:
OMC, BM, FMI. Dentro de los grandes cambios que están en curso,
no se puede menos que señalar lo que Ulrich Beck denominaba “fin
del Estado contenedor”, esto es, de un Estado-un pueblo-una etnia-
una lengua-una cultura-una religión; frente a ello, nos encontramos
en sociedades cada vez más heterogéneas. Está en curso toda una
reorganización estructural del capitalismo de la que forman parte
relevante importantes cambios tecnológicos; distintas etiquetas
tratan de registrarla: postfordismo, sociedad postindustrial (Bell),
capitalismo cognitivo, financiarizado..., en la que la forma neoliberal
llega a ser la dominante. A esto van asociados cambios fundamen-
tales en el trabajo: miles de empleos quedan obsoletos, sectores
que ya aparecen calificados de prescindibles; fragmentación social;
gigantesca pérdida en el nivel de condiciones laborales conseguidas
en la postguerra mundial, fuerte precarización, aislamiento de los
sindicatos y adelgazamiento de sus poderes; aparición de la llamada
“nueva pobreza”; se introduce la calificación de “sociedad de los dos
tercios”, o aun de “sociedad dual”, para designar los que cuentan y
77
los que ya no. Esas sacudidas estructurales traen consigo una gran
crisis de representatividad, afectando hondamente a la relación entre
clase, sindicatos y partidos; la crisis de la socialdemocracia es uno
de sus efectos políticos más relevantes. Un intenso proceso de rup-
tura de todas las ataduras del capital va indisolublemente unido al
grave recorte del Estado de bienestar. Un nuevo sujeto se va confi-
gurando en todo esto, del que distintas denominaciones tratan de
dar cuenta: hombre modular o líquido (Bauman), corrosión del
carácter (Sennet), capital humano, empresario de sí (Becker). Esas
grandes transformaciones económicas, acortan la periodicidad de las
crisis, en las que la desigualdad que suele acompañar a los grandes
cambios, no hace sino incrementarse. La crisis de 2008, de la que
muchos países aún no han salido, es un buen ejemplo de ese tipo
de capitalismo.
En fin, habría que seguir introduciendo parámetros que com-
plicarían estos factores, como el impacto de las nuevas tecnologías,
entre ellas las de la comunicación, que modifican nuestras relacio-
nes, nuestra capacidad de manejo de la información, e incluso mol-
dean nuestra capacidad cognitiva, y cuyo efecto político tampoco
es menor. Considérense simplemente términos como fake news o
postverdad. Y en el trasfondo último, una crisis que es ya de orden
civilizatorio si comprendemos todo lo ligado al cambio climático, a
los límites de las energías fósiles, a la gigantesca disminución de la
biodiversidad, a la degradación de los ecosistemas... en el contexto
de la nueva era que llamamos antropoceno o, algunos, “capitalo-
ceno” (Moore).
Todos estos parámetros dibujan una situación de honda trans-
formación, de interregno, como pocas en nuestra ya larga historia.
Ningún acontecimiento queda libre de su sello.
La situación social
Decenios ya de este nuevo capitalismo, especialmente en su forma
neoliberal, no sólo incrementaron la desigualdad, y condenaron a
sectores como prescindibles, sino que aceleraron la desintegración
La reacción cultural
Mal se comprendería esta irrupción de la ultraderecha si no tuviéra-
mos en cuenta la honda transformación cultural en la que estamos
inmersos. Los estudiosos (Inglehart, Norris, Betz; Merkl; Ignazi)
hablan de cultural backlash, de reacción cultural frente a lo que
L A MIOPÍA
DE L A CIENCIA
La ciencia tiene una enorme responsabilidad en
el origen de los problemas que pretende resolver.
Pensar que lo que necesitamos es más ciencia es
una actitud miope que, sin una profunda reflexión
crítica, nos llevará a un callejón sin salida.
J UA N E G E A G A R C Í A
U
n error común de la modernidad consiste en pensar
que sus logros, entre los que la ciencia ocupa el lugar
más destacado, son la culminación de un largo iti-
nerario histórico, donde las realizaciones anteriores
apenas tienen valor salvo a título de inventario. Bajo
este prisma, la ciencia sería un conjunto autónomo
de saberes que, progresivamente, se acerca a un conocimiento cada vez
más perfecto de la naturaleza. Estas ideas, instaladas aún con fuerza en el
imaginario colectivo, fueron ampliamente cuestionadas por T.S. Kuhn en
su célebre ensayo La estructura de las revoluciones científicas, publicado en
1962. Según Kuhn, el desarrollo científico está marcado por una serie de
paradigmas, cada uno con su correspondiente visión del mundo, donde
el salto de uno a otro tiene lugar en forma de cambios revolucionarios
que trascienden la lógica interna del paradigma dominante.
86
En virtud de lo anterior, podríamos decir, inspirándonos en Man-
fred Frank, que la correcta definición de ciencia es tan inaccesible
como la correcta definición del ser humano: ni una ni otro existen
como tal, sino solo articulaciones en cada aquí y ahora1. Entre la crea-
ción científica y la aparición de cierto tipo de hombre hay un fuerte
entrelazamiento, al igual que ocurre con el lenguaje, que más que
nacer del hombre está entretejido con el nacimiento de cierto tipo
de hombre. No en vano la ciencia se presenta en ocasiones como un
lenguaje, con todo lo que ello implica, puesto que el lenguaje es mucho
más que una serie de reglas gramaticales y de sintaxis, al igual que la
ciencia es mucho más que un conjunto de leyes y ecuaciones. Todo
ello nos impele a establecer las dos dimensiones que constituyen hoy
la ciencia: por un lado, la ciencia en tanto que saber y conocimiento
científico, cada vez más fragmentado; y por otro, lo que podríamos
denominar sistema científico, que engloba desde intereses personales
y egos, hasta aplicaciones, políticas y, en general, toda una gama de
dispositivos de poder sin los que la ciencia no podría entenderse.
Es importante remarcar que estas dos dimensiones de la ciencia se
pueden distinguir, pero no separar. Distinguirlas atiende a una nece-
sidad metodológica y, al mismo tiempo, fija la raíz del problema que
aquí nos ocupa, que no es otro que el de la inadecuada valoración de
la ciencia, ya que, en efecto, los juicios que la sociedad emite acerca de
la misma se basan casi exclusivamente en lo que representa en tanto
que conjunto de saberes. Pero siendo estos saberes inseparables de lo
que hemos denominado sistema científico, debido entre otras razones
a que no existe un sí mismo científico independiente de lo humano,
podemos no solo hablar de ciencia o de sistema científico indistinta-
mente, sino también afirmar algo que, aún estando en el ambiente, no
deja de resultar contrario a la opinión pública, a saber: que la ciencia
es hoy, más allá de los contenidos propios del saber científico, una
1 Tomamos prestadas de Lluís Duch estas dos frases: la primera es una cita que hace del filosofo ale-
mán Manfred Frank sobre “la correcta definición del mito”, que hemos reemplazado aquí por cien-
cia; la segunda es una expresión sobre “la existencia articulada del ser humano en cada aquí y ahora”,
que también hemos extendido a la ciencia. (Lluís Duch. Mito, interpretación y cultura. Herder, 1995.)
87
ideología gobernada por un sistema de intereses, donde la ideología,
amparada en una supuesta neutralidad científica, es la del crecimiento
basado en el poder que ejercemos sobre la naturaleza, y los intereses,
como no podía ser de otra forma, son económicos y a corto plazo,
impulsados por la utilidad como valor único.
Un caladero de reputación
La existencia humana está sometida a una permanente provisionalidad
y novedad, en medio de las cuales todas las culturas han tenido que
desplegar lo que Lluís Duch denomina “praxis de dominación de la
contingencia”. La ciencia es hoy el marco que permite instaurar tales
prácticas y, en ese sentido, en un momento de incertidumbre como
el actual, no es sorprendente que asistamos con frecuencia a todo
tipo declaraciones y manifiestos que reclaman para ella un mayor
protagonismo. Estas iniciativas se apoyan en la alta valoración social
y el elevado consenso político que suscita la ciencia. Si hay algo que
ha unido a regímenes de todo tipo, ya sean dictaduras o democracias,
de derechas o de izquierdas, capitalistas o comunistas, sobre todo
desde que el final de la Segunda Guerra Mundial dejara patente el
poder nuclear de la física, en su apuesta por la ciencia, traducida en un
extraordinario apoyo político, institucional y económico. La ciencia
se ha convertido así en un caladero de reputación, que favorece que
nos encontremos con campañas televisivas defendiendo un incre-
mento del porcentaje de PIB invertido en ciencia; manifiestos bajo
el rótulo “Tienen el poder pero no saben”; iniciativas en favor de un
“Pacto de Estado por la ciencia”; o artículos periodísticos firmados
por destacados científicos que reclaman “Qué la ciencia revolucione
la política”2. Todas estas proclamas e iniciativas, que ceden pronto su
espacio al siguiente titular, parecen ignorar la ubicua presencia de la
ciencia en nuestro mundo tecnocrático, pero ello no impide que cum-
plan su función, que no es otra que la de penetrar en las conciencias
asentando ideas como la de “sin ciencia no hay futuro”, convertida en
3 https://www.rsc.org/images/Arrhenius1896_tcm18-173546.pdf
La miopía de la ciencia 89
El desarrollo afirmar que el incremento de CO2 en
de la ciencia ha la atmósfera, vinculado principalmente
oscilado siempre a la actividad industrial, produciría a su
entre la creación vez un incremento en la temperatura de
de problemas la tierra. En sus cálculos no logró prever
y la oferta de el ritmo exponencial con el que crece-
soluciones rían las emisiones, y con ellas el calen-
ficticias que, tamiento, pero dejó un dato que, sor-
a la larga, se prendentemente, ha sido ignorado por
convierten la ciencia, ocupada prioritariamente en
en problemas dar apoyo a las industrias contaminantes.
mayores El segundo ejemplo lo encontramos
en la agricultura intensiva. A partir de los
años sesenta del siglo pasado se desarrolló en Estados Unidos un método
que lograba hacer más productiva la tierra gracias al uso de fertilizantes,
semillas seleccionas, pesticidas, sistemas de riego y maquinaria. La aplica-
ción de estas técnicas en los llamados países subdesarrollados permitió,
según los medios de comunicación de la época, salvar millones de vidas,
pero hoy sabemos que, al mismo tiempo, posibilitó que se iniciase una
terrible carrera por el rendimiento agrícola que está destruyendo lite-
ralmente nuestro planeta. El problema del hambre no provenía de la
falta de productividad de la tierra, había otras razones, lo cual nos sitúa
ante un ejemplo de lo que podríamos denominar “solución ficticia”. La
agricultura intensiva ofreció una solución al problema del hambre, pero
tal vez a un coste a largo plazo mayor que el beneficio, de modo que no
fue una verdadera solución ni, desde luego, la única posible.
Pero si en los años sesenta la ciencia provocó lo que a la postre
sería un problema, no es menos cierto que treinta años antes se había
presentado la solución. En junio de 1924, Rudolf Steiner impartió
una serie de conferencias bajo el título de Curso sobre agricultura
biodinámica. En ellas recogía lo que por otra parte era una síntesis
de la sabiduría que había permitido al ser humano mantener, durante
milenios, una relación armoniosa con el campo. Steiner, conocido
también por ser el padre de las escuelas Waldorf, no era un cientí-
La miopía de la ciencia 91
si ello no será una vuelta más de tuerca que perpetúe y deteriore la
delicada situación actual. La ciencia tiene hoy que asumir que los
fracasos del mundo moderno son sus fracasos, son el fracaso de su
propia cosmovisión, y son el fracaso de la aplicación de sus princi-
pios. En los años cincuenta, anticipándose a lo que vendría después,
Jean Gebser afirmaba que “el incremento de posibilidades técnicas
es directamente proporcional a la disminución de la conciencia res-
ponsable del hombre”. Y por la misma época Owen Barfield apuntaba
que la ciencia, a pesar de sus enormes logros, no sería recordada con
gratitud, y ello no tanto por sus efectos prácticos, que también, sino
por ejecutar un plan que ha desvinculado al hombre de la naturaleza,
de la que antes participaba formando una unidad. Por esta razón la
ciencia actual es incompatible con la ecología, básicamente porque
en su raíz anida la idea de que la naturaleza es un objeto de estudio y
manipulación por parte del sujeto conocedor. Lo que hoy llamamos
ciencia ya no busca ninguna verdad en la naturaleza, ese tiempo ha
pasado, sino fundar hipótesis que deriven en un conocimiento prác-
tico, tal y como pretendía Bacon.
La miopía de la ciencia 93
E N S AY O
EL ROM AN T ICISMO
P OSMODER NO
O L A VER DAD
COMO OBR A DE ART E
La actual era digital recupera la tensión entre
Romanticismo e Ilustración. El miedo a la
tiranía de la ciencia socava la fe en el progreso.
Esta crisis de realidad se combate con un
arte-proyectil: la experiencia estética como
el impacto de la verdad, de lo auténtico.
M A N U E L RU I Z R I C O
E
l fin de la Modernidad y el paso a la Posmodernidad,
argumenta Gianni Vattimo en la en La sociedad trans-
parente (1990: 75), tiene lugar como consecuencia de los
medios de comunicación de masas. Relacionar el tipo
de tecnología de la información propio de un período
y cómo aquellas determinan dicha sociedad no es un
elemento innovador en Vattimo: ya en 1971 había surgido oficialmente
como disciplina la ecología de los medios de comunicación (Velásquez
y otros, 2018). Para esta disciplina, una fecha clave de la era moderna
94
es la de la invención de la imprenta en el siglo xv, innovación que no
estaría desvinculada a acontecimientos como la reforma protestante,
la Ilustración o el surgimiento de la individualidad moderna.
El siguiente avance de calado lo causaría la invención de la fotografía,
ya en el siglo xviii; después llegarían la radio, los equipos de repro-
ducción del sonido, el cine y la expansión de la televisión (segunda
mitad del xx), con los que emerge de lleno la sociedad (transparente)
de la comunicación de masas.
Vattimo publicó La sociedad transparente en 1989, así que el
concepto de Posmodernidad de esta obra sería la fase inicial de esta
etapa; un último paso de esa evolución llegaría con el auge desde
los años 90 de la world wide web y especialmente con el desarrollo,
ya entrado el nuevo milenio, de la telefonía inteligente, los equipos
portátiles (smartphones, tablets) y las redes sociales. Con estos ingre-
dientes, la sociedad de la globalización posmoderna deviene más que
audiovisual, digital. Por este motivo, vamos a referirnos a esa etapa
como Posmodernidad digital, para diferenciarla de su primera fase
(orientativamente, hasta los años 90).
Las protestas sociales más simbólicas de la etapa posmoderna
–al menos, en eso que se llama los países occidentales– sucedieron
en el mayo del 68 francés. Rüdiger Safranski las considera como
el primer intento de impugnación total del sistema tras el fin de la
Guerra Mundial y la implantación del sistema político-económico
subsiguiente, basado en la economía de mercado y las democracias
liberales. El filósofo alemán califica el mayo francés como una recaída
romántica (2018: 345). Pero ¿qué tiene que ver el Romanticismo con
la Posmodernidad?
Para comprenderlo, es necesario recordar qué significó genui-
namente el Romanticismo. Fue el ataque durísimo a la razón ilus-
trada que tuvo lugar en el siglo xviii. La Ilustración propugnó el
racionalismo, el positivismo científico y el rechazo subsiguiente de
la superstición, la religión y la magia. El proyecto ilustrado, señala
Isaiah Berlin (2000: 44-45), dictó que la respuesta a las preguntas
esenciales sobre el mundo y la vida “no pueden obtenerse por reve-
95
En la era de la lación [sino mediante el] uso correcto
Posmodernidad de la razón”; y lo más importante, añade
digital de nuevo Berlin: “No existe razón alguna por la
tiene lugar una que tales respuestas, que después de todo
reacción similar han producido exitosos resultados en el
a la romántica: mundo de la física y la química, no pue-
frente a un mundo dan ser igualmente aplicables a aquellos
cada vez más campos, mucho más problemáticos, de
tecnologizado la política, la ética y la estética”.
surge la ola del Contra esto, justamente, es contra lo
anticientificismo que reaccionan ferozmente los román-
y sus aliados ticos. Safranski relata (2018: 174) cómo
éstos condenaron con violencia “el desen-
canto del mundo a causa de la racionalización”. Según Safranski (2018:
175), la “luz gris de la Ilustración se producía para los románticos no
sólo en las cabezas sino también en la realidad social, que ellos experi-
mentaron como un mecanismo cada vez más reglamentado y uniforme”.
Todo esto tiene un traslado en el terreno del arte: a la concepción
burguesa e ilustrada del arte como utilidad, los románticos (Safranski,
2018: 178) oponen una metafísica del arte. Berlin (2000: 86) ahonda
en esta reacción: para la estética ilustrada el valor de la obra de arte
“residía en ser lo que era. El valor de la pintura radicaba en su belleza”.
Sin embargo, para el Romanticismo el valor del arte estriba en poner-
nos en contacto con el artista creador: “Ésta es la doctrina del arte
como expresión, del arte como comunicación”, sentencia Berlin.
Es más que significativo que esta reivindicación se realizara en el
siglo que empieza a ver cómo la literatura y el periodismo se convierten
en los primeros medios de comunicación de masas.
RONALD N. GIERE :
M AESTRO DE L A
FILOSOFÍA DE
L A CIENCIA
Para Giere, la inteligencia artificial, la psicología
cognitiva y la neurociencia cognitiva han alcanzado
la madurez suficiente para convertirse en un recurso
valioso para los filósofos de la ciencia.
A N NA E S TA N Y
R
onald N. Giere (1938-2020) nació en Cleveland,
Ohio, Estados Unidos. Estudió física, doctorándose
en Cornell University en Filosofía en 1968. En su
larga carrera académica fue profesor en New York
University y en University of Pittsburgh. Estuvo tam-
bién en el Departamento de Historia y Filosofía de la
Ciencia de Indiana University (Bloomington) y posteriormente en
University of Minnesota. Pertenecía a la Asociación Estadounidense
para el Avance de la Ciencia, fue miembro del consejo editorial de
la revista Philosophy of Science y antiguo presidente de la Philosophy
of Science Association. Ha sido uno de los referentes de la filosofía
de la ciencia de nuestra época, con un impacto muy importante en
102
el ámbito internacional. En España su obra ha tenido muy buena
acogida, y es un referente no solo para la comunidad de filosofía de
la ciencia, sino también para otros campos de conocimiento, como la
didáctica de las ciencias. Su interés por la enseñanza queda explícito
en su libro Understanding Scientific Reasoning (1979) considerado un
manual introductorio que ayuda al estudiante a razonar críticamente
mediante estudios de caso, tanto históricos como actuales, para desa-
rrollar así su competencia científica y tecnológica.
Su obra abarca importantes cuestiones, con las que ha lidiado la
filosofía de la ciencia desde la segunda mitad del siglo xx después
del predominio del empirismo lógico auspiciado por el Círculo de
Viena, cuyo objetivo consistía en restituir el carácter científico a la
filosofía dando un papel destacado a la lógica. La estancia de Giere
en el Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia en Indiana
University enlaza perfectamente con el análisis de la relación que
concebía entre historia y filosofía de la ciencia, una de las cuestiones
que abordó en el artículo History and philosophy of science: Intimate
relationship or marriage of convenience? (1973).
En Science without laws (1999) Giere afronta el debate sobre si
el conocimiento científico es objetivo e inapelable o puede estar
influido por factores sociales, y también si las verdades científicas
son independientes de los valores y creencias. Giere no cuestiona los
principales hallazgos de la ciencia moderna, aunque es crítico con la
visión de la ciencia como una actividad excepcionalmente racional
que conduce al descubrimiento de verdades universales subyacentes en
todos los fenómenos naturales. Así, ofrece una perspectiva mediadora
entre verdades universales y relativismo argumentando que es mejor
comprender que los científicos simplemente elaboran modelos más
o menos abstractos de concepciones limitadas del mundo.
Otra de las orientaciones de Giere tuvo como escenario el debate
sobre realismo vs. instrumentalismo de las teorías científicas, que desa-
rrolló en Scientific Perspectivism (2006). La idea básica es que las teorías
nos proporcionan diferentes facetas de la realidad sobre el conoci-
miento del mundo, a diferencia del instrumentalismo, que considera
103
El pensamiento las teorías como simples herramientas
de Giere se conceptuales para abordar la realidad, ya
enmarca en la que no tenemos justificación epistémica
‘concepción de que las reflejen. Toma como punto de
semántica de las vista el color para ilustrar cómo funciona
teorías’, como su teoría del “perspectivismo”, argumen-
alternativa a tando que los colores no existen real-
la ‘concepción mente en los objetos, más bien el color
sintáctica’ es el resultado de una interacción entre
inspirada en el aspectos del mundo y el sistema de visión
Círculo de Viena humano. También utiliza la analogía de
y centrada en las los mapas para comprender la relación
teorías científicas entre teoría y realidad. Cada mapa nos
da a conocer una parte de lo que intenta
representar, que puede tratarse de una representación económica, física
o demográfica, sin llegar a ser una copia exacta y completa de la realidad.
Los mapas representan el mundo, pero la representación que ofrecen
es convencional, dada por un punto de vista concreto, que no es nunca
del todo exacto ni completo. Del mismo modo, los modelos teóricos y
las teorías son estructuras idealizadas que representan el mundo desde
un punto de vista limitado.
Giere fue uno de los más importantes impulsores del enfoque
cognitivo de la filosofía de la ciencia con su obra seminal Explaining
Science: A Cognitive Approach (1988). Este enfoque forma parte del
programa naturalizador en filosofía, en el sentido de que los princi-
pios epistémicos no pueden hacer caso omiso de los resultados de las
ciencias empíricas, cuestionando así el modelo apriorista de la funda-
mentación del conocimiento. Considera que las ciencias cognitivas
han experimentado un avance indiscutible desde las últimas décadas
del siglo xx hasta la actualidad y pueden seguir jugando un papel
muy importante en la clarificación, resolución y análisis filosófico del
conocimiento en general y de la ciencia en particular.
Dentro del trabajo de Giere en el marco del enfoque cognitivo hay
que destacar la edición del volumen Cognitive models of science (1992),
HARTHEIM:
LUGAR DE MUERTE
Víctimas de la barbarie nazi y centenares de
españoles deportados a Mauthausen son hoy
recordados en las aceras de ciudades europeas.
JOSÉ ANTONIO GARCÍA MARCOS
H
artheim se ha colado en algunas aceras de Madrid.
En el número 104 de la calle Francos Rodríguez hay
un Stolperstein dedicado a Eufemio García García,
republicano español que tras el final de la Guerra
Civil huyó a Francia. Los nazis lo apresaron en 1940
y lo deportaron a Mauthausen. Según consta en el
pequeño monumento murió el 19 de diciembre de 1941 en Hartheim.
Desde hace un tiempo, en múltiples lugares de nuestro país se
están instalando estos minúsculos monumentos, con los que los ciu-
dadanos se tropiezan a diario, y que recuerdan a víctimas concretas del
nacionalsocialismo. En este texto me centraré en explicar dos hechos
fundamentales: en qué consiste el proyecto de memoria denominado
Stolperstein y en descifrar el auténtico significado de Hartheim, donde
murieron Eufemio y cientos de españoles deportados a Mauthausen.
Las víctimas de conflictos sociales y de guerras han sido conside-
radas, hasta fechas muy recientes, efectos colaterales de los mismos, y
108
no se les prestaba mucha más atención. Si acaso un gran cementerio
donde se enterraban sus restos o un monumento más o menos original
como tantos que hay al soldado desconocido. El Holocausto judío y,
sobre todo, los relatos de los supervivientes (Primo Levi, Jean Améry,
Paul Celán, Imre Kertész y un largo etcétera) llevaron a pensar que
era necesario indagar nuevas formas de recordar a las víctimas, con
la finalidad de que no cayeran en el olvido y, al mismo tiempo, que
sirvieran de exhortación a las nuevas generaciones para no repetir los
mismos o parecidos horrores. De esta forma, comenzaron a proliferar
los lugares de la memoria (Gedenkstätte). Auschwitz, Buchenwald,
Dachau, Hadamar, Mauthausen o Treblinka se convirtieron en autén-
ticos museos donde se puede visualizar la barbarie que desencadenó el
tercer Reich por todos los rincones de Europa. El Berlín reunificado,
como centro neurálgico desde donde se planificó aquella hecatombe,
también comenzó a llenarse de lugares de memoria. En el corazón
de la ciudad, al lado de la Puerta de Brandenburgo, se alzó, en el año
2005, el sobrecogedor monumento a los judíos europeos asesinados
por el nazismo. No lejos de allí, en el que fuera el número 4 de la calle
Tiergarten, existe un modesto monumento a los enfermos mentales
eliminados en los hospitales psiquiátricos. En el parque del Tiergarten
se erigió otro que recuerda al genocidio gitano, y cerca existe el que
conmemora a los homosexuales. También hay uno dedicado a las
víctimas de la Alemania Oriental que murieron al intentar cruzar el
muro que dividía la ciudad. El turista los visita, queda impresionado
por la tragedia vivida por esos colectivos, después se vuelve a su hotel
y poco a poco sus vivencias caen en el olvido.
La genial idea que tuvo Gunter Demnig, un artista alemán nacido
en Berlín pero afincado en Colonia, fue llevar el recuerdo de las vícti-
mas a la vida cotidiana de la gente y, de esta forma, surgió su proyecto
de las Stolpersteine 1 que, traducido literalmente, significa piedras para
tropezar y que yo prefiero traducir por adoquines contra el olvido.
Otros han propuesto el original nombre de tras(pie)dras. Mi traduc-
1 Demnig, G.: Stolpersteine. Gunter Demnig und sein Project. Dokumentationszentrum der Stadt
Köln, 2007
109
ción enlazaría con el mayo del 68 pero no en el sentido de que debajo
de los adoquines esté la playa, sino, más bien, lo que se encuentra es
el sufrimiento de víctimas concretas, con nombre y apellidos, de la
barbarie nazi. Este proyecto de memoria tiene dos características.
La primera es que todas las víctimas son tratadas por igual y la segunda,
que el minúsculo monumento no está confinado en un lugar determi-
nado sino que se extiende por los recovecos más variopintos de pueblos
y ciudades, convirtiéndose así en el monumento más descentralizado
que existe en el mundo. No hay que olvidar que la memoria histórica
es caprichosa, selectiva y, por qué no, a veces, también injusta. Si uno
visita el monumento a los judíos europeos asesinados por el nazismo al
lado de la Puerta de Brandenburgo y después se acerca al de los enfer-
mos mentales, la reacción más inmediata es pensar que hay víctimas
de primera y de segunda categoría. Algo que no ocurre en el proyecto
Stolpersteine, en el cual todos, sean judíos, enfermos mentales, gitanos,
homosexuales o republicanos españoles, por citar solo alguno de los
colectivos de víctimas, son recordados de la misma forma.
¿Qué es, pues, un Stolperstein? Es un pequeño adoquín de cemento
de unos diez centímetros de largo, ancho y alto que está revestido
en su parte superior, la que ven los transeúntes, por una lámina de
latón donde se inscriben los datos de identificación de la víctima.
Se coloca en la acera del número exacto donde vivía antes de ser
asesinada o, en caso de que no se conozca, donde estaba ubicado su
último trabajo. Instalar uno de estos adoquines tiene un coste apro-
ximado de ciento veinte euros que suelen sufragar familiares, insti-
tuciones públicas o privadas, o asociaciones de víctima, y su instal-
ción debe contar con el permiso de los respectivos ayuntamientos.
Su objetivo es recordar, con nombres y apellidos, a víctimas concretas
del nazismo, y que los ciudadanos se tropiecen con ellos en su vida
cotidiana. Dadas sus pequeñas dimensiones, las personas interesadas en
leer los datos se deberán inclinar, como gesto de respeto, ante la víctima.
El proyecto de memoria Stolperstein, que comenzó a finales del
siglo pasado en Alemania, se ha ido extendiendo poco a poco por
muchos lugares y ciudades del ancho mundo, y en la actualidad hay
UNA NOVEL A
SOBRE EL UNIVER SO
Filólogos, antropólogos, filósofos e historiadores
de España, Italia, México, Colombia, Brasil y
Chile hacen inventario de la obra de toda una vida
y dejan constancia de la influencia de José Enrique
Ruíz Domènec en las generaciones de estudiantes,
colegas y lectores apasionados por la Historia.
B A S I L I O B A LTA S A R
L
a fluidez narrativa que hace comprensible el relato
de los hechos de otro tiempo no depende tan solo
de la cortesía con el lector, ni de los buenos modales
pedagógicos, ni del compromiso moral con la veraci-
dad intelectual, ni de la sagacidad de quien investiga
el testimonio de los hombres que vivieron antes que
nosotros. A estas nobles cualidades deben añadirse los protocolos
literarios de elegancia, nitidez y estilo que hacen tan distinguida la
obra de nuestro historiador.
114
La mentalidad contemporánea enumera el requisito de los saberes
–esa estructura conceptual propia de nuestra época–, pero la erudición
de nuestro autor se sustenta además en una conciencia, panorámica,
profunda y elevada, que abarca las diversas modalidades de la memoria
cultural. Su mirada hacia el pasado integra en un armonioso informe
la amplia experiencia cognitiva de la condición humana.
Los géneros discursivos que dan cuenta del paso del tiempo se
han aposentado ordenadamente en sus respectivos compartimentos,
aunque no por ello se ha deshecho el poderoso vínculo entre mito,
historia y novela. Como depósito cultural de la vivencia que nos
precede, las tres disciplinas mantienen vigente la promesa de alentar
la comprensión del gran todo.
Las interrogaciones que formulaba Lévi-Strauss no han dejado
de tener sentido para todo aquel que medita críticamente el alcance
de sus investigaciones: “Cuando intentamos hacer historia científica
¿acaso hacemos algo científico o también adaptamos a nuestra propia
mitología esa tentativa de hacer historia pura?”
Aunque insinúa alguna de las supersticiones que subsisten bajo
nuestra arrogante presunción cultural, la reflexión del antropólogo
francés es una invitación a suspender nuestra credulidad y aguzar
una más severa desconfianza. Y todo ello en beneficio de la tarea
emprendida por historiadores como Ruiz Domènec: la más ambi-
ciosa adquisición del saber al que hemos sido destinados.
Constata por su parte Georges Dumezil que los ciclos narrati-
vos en Irlanda y el País de Gales son de este tipo: “mitología vuelta
historia en un caso y novela en el otro.”
En su conocida investigación sobre la obra de Snorri Sturluson
y Saxo Gramático, Dumezil emprende la comparación anatómica
del mito y la novela y describe el modo en que aquellos pioneros
nórdicos, contemporáneos en el siglo xiii, utilizaron la tradición
literaria y las imágenes míticas para poder contar la historia de sus
antepasados.
Según Borges, lo recomendable en este caso es comparar a Snorri
con Tucídides, pues del mismo modo aplicó a la escritura de la His-
115
toria el legado de su propia tradición literaria. A Snorri lo influyeron
las sagas como a Tucídides la épica de los trágicos.
La melange de géneros atestiguada en los capítulos más anti-
guos de la memoria cultural y las transformaciones que han curtido
nuestra evolución intelectual, adquieren en la postmodernidad un
inesperado sentido. Sin descartar la exigencia metodológica de cada
campo de conocimiento, aparecen como nuevamente significativas
sus respectivas maneras de entender el mundo.
De hecho, en la disputa entre historia y novela no se trata de citar
las fuentes encontradas en los archivos y contrastarlas luego con la
imaginación que gobernó el comportamiento de sus protagonistas
–las ficciones que se recitaban a sí mismos– sino de entender lo que
hay de singularmente literario en la experiencia. Lo novelesco no
es entonces el arte de poner en escena lo que se sabe, ni de hacerlo
plausible con la cadencia oral, sino una manera de entender lo que
no se puede contar de otro modo.
La literatura permite desplegar los recursos de la mentalidad
mítica para entender las magnitudes menos obvias de lo real.
Aceptando así que el mito no es sólo la epopeya legendaria de las
divinidades antiguas, sino la narración de las fuerzas que operan
enigmáticamente en la historia del hombre. No sólo el deseo, la
furia, la ignorancia, el miedo, la fantasía, la tergiversación y el deli-
rio, sino aquellas otras que trascienden las categorías del lenguaje y
cuyos efectos, sin embargo, dejan visible el rastro de su paso por la
historia del mundo. Así como los astrofísicos detectan los efectos
gravitatorios de la materia oscura, por más que no sepan decir de
qué trata esa entidad, los historiadores perciben la influencia de
fuerzas cuya naturaleza no han podido formular todavía.
Cuando Georges Duby presentó su Historia de la vida privada, la
magna obra colectiva que dirigió con tanta pasión, advertía al lector
de que “en lo privado se encuentra encerrado lo que poseemos de más
precioso, lo que sólo le pertenece a uno mismo, lo que no concierne a
los demás, lo que no cabe divulgar, ni mostrar, porque es algo demasiado
diferente de las apariencias cuya salvaguarda pública exige el honor”.
LA DEMOCRACIA
COMO RELATO
EMANCIPADOR
Es necesario buscar las claves que nos permitan
recuperar la definición del futuro como ‘el lugar
donde todo puede llegar a ser de otra manera’.
S A N T I AG O J. C A S T E L L À
E
stamos ante la última propuesta de nuestro prolífico
pensador Manuel Cruz, filósofo en acción, cuyo com-
promiso hibridista y mestizo con la actividad política y
parlamentaria nos ha dejado ya títulos recientes tan suge-
rentes como La flecha (sin blanco) de la historia, Pensar
en voz alta, Dar(se) cuenta, Transeúnte de la política , o
El virus del miedo, al que ahora añadimos Democracia. La última utopía,
insinuante subtítulo que quizás se atrevería a ir entre interrogantes,
como incitación precavida al lector, pero que como afirmación, golpea
con la armónica contundencia de un redoble de conciencia.
120
Las imágenes del asalto al Capitolio de Estados Unidos por parte
de los seguidores de Donald Trump en los primeros días de enero del
2021 sirven como palanca de impulso y motor de arranque para un
conjunto de reflexiones sobre aquello “que nos está pasando“, Y ese
es el título de la introducción del libro, con el que se anticipa el autor,
anunciándonos no el fin de la historia en los términos de un Fukuyama
revisitado a la luz iluminadora de un nuevo siglo, sino la muerte de la
historia en términos nietzschenianos, la perdida de la necesidad de la
idea de la historia como unidad con algún tipo de sentido:
121
pacidad de las instituciones para dar respuesta a las nuevas necesidades
y retos ha dado paso a un desencanto global, y la brecha de desconfianza
entre la ciudadanía y las instituciones es hoy demoledora.
Esto nos sitúa, según Cruz, en una de las grandes paradojas del
presente, pues mientras la ciudadanía percibe con especial intensidad
la necesidad de contar con un Estado y unas instituciones políticas
eficientes –que garanticen los niveles básicos de bienestar–, el desapego
hacia las instituciones y los políticos que las dirigen es cada vez mayor.
Peligrosa paradoja que procura un terreno abonado para populismos
y demagogias. No soy el primero en parafrasear las palabras iniciales
del Manifiesto Comunista cambiando Europa por un mundo global
y el comunismo por los populismos iliberales (un fantasma recorre el
mundo, el fantasma del populismo)…
El fin del siglo xx, ese corto y trágico siglo que transcurre entre
los años 1917 y 1989, cuyo fin viene marcado por la caída del Muro de
Berlín y la inauguración de la década neoliberal liderada por Theacher
y Reagan, nos dejó como saldo positivo la construcción europea del
Estado del bienestar y el anhelo de la democracia, las señas de identidad
política de las izquierdas. Ahora, ante el fantasma de la demagógica
adulación al pueblo –al verse insatisfechas las demandas de amplios
sectores de la sociedad– poniéndolo por encima de la ley, aparece de
nuevo la respuesta populista, que lleva a Manuel Cruz a afirmar:
JÜRGEN HABERMAS,
EJEMPLAR DE
UNA ESPECIE
EN EXTINCIÓN
Habermas ha sabido aunar la faceta social y la
política, hasta llegar a ser una de las últimas
encarnaciones de la figura del intelectual que se ha
erguido como conciencia de su propia sociedad.
J UA N C A R L O S V E L A S C O
E
l autor de esta monumental biografía de Jürgen Haber-
mas es el sociólogo Stefan Müller-Doohm, conocido
ya entre los lectores españoles por el magistral estudio
sobre el recorrido vital y el pensamiento de Theodor
W. Adorno, una obra convertida en referencia insosla-
yable. Ahora repite la misma hazaña con la biografía de
quien durante tres años fue el asistente universitario del autor de la
Dialéctica negativa. En esta nueva obra traza un retrato del biografiado
126
sumamente somero y respetuoso. El biógrafo se carga de razón cuando
afirma que “Habermas no es ningún personaje carismático” (p. 461).
Probablemente su vida “para la academia” –como asevera alguien tan
cercano como su mujer– no sea lo suficientemente interesante y de ahí
que Müller-Doohm acierte en distanciarse del periodismo amarillista
y desechar “todo lo puramente privado e íntimo” (p. 15). No busque el
lector sensacionales descubrimientos, pues de lo que se trata es de sacar
a la luz la dialéctica entre el individuo y la sociedad en la que está inte-
grado. Ofrece, eso sí, un conocimiento tan caudaloso de la realidad de
la época en la que Habermas despliega su vida que sus páginas siempre
nos conducen más allá del personaje.
Esta biografía incide en la perspectiva de la microhistoria, aunque
sin quedarse en la mera anécdota. De Habermas se conocían ya con
bastante precisión los datos, fechas y lugares más significativos de su
trayectoria profesional, pero a partir del libro de Müller-Doohm se
dispone de una reconstrucción completa, cuando no exhaustiva, de su
periplo vital y del despliegue de sus ideas. El libro resulta fácilmente
legible, pero no constituye un espejo de elegancia estilística, cualidad
que cuando aparece está siempre al servicio de la utilidad. Es un pro-
ducto genuino de una sólida investigación científica al modo germano,
de una Forschung. Tras años de intensas conversaciones con múltiples
coetáneos, colegas y con el propio biografiado, esta biografía se basa en
ensayos poco conocidos, sobre todo para el lector de lengua no alemana,
y en material procedente del masivo archivo personal de Habermas.
Müller-Doohm proporciona compendios y evaluaciones expertas de
las principales obras de Habermas. Siempre con buen criterio, logra
poner claridad y agilidad en la densa y opaca textura de sus escritos.
Así, y apoyado en un contundente dominio de un impresionante
volumen de información, el relato logra registrar escrupulosamente los
acontecimientos, aunque tienda a evitar el juicio sobre los recovecos de
una historia que a veces resulta intrigante, como es su fugaz paso por
las Juventudes Hitlerianas. No emite fallos explícitos, pero sí veredictos
soterrados. La posición del autor frente a Habermas no siempre es obse-
quiosa, ni condescendiente. Evita, no obstante, la crítica directa. Acude
127
más bien a acumular un conjunto de críticas de terceros a la perspectiva
habermasiana. Un caso ejemplar de esta forma de proceder es el análisis
de la justificación que Habermas hace de la intervención de la OTAN
en Kosovo pese a no contar con la preceptiva autorización del Consejo
de Seguridad de la ONU. Este carácter cauteloso no impide que tras
la prosa de Müller-Doohm se vislumbre una astuta conciencia de los
temas fundamentales que jalonan la obra de Habermas.
La biografía pone de manifiesto la importancia decisiva que los
sucesos histórico-políticos tuvieron en el desarrollo teórico del pensa-
miento de Habermas, y no sólo en el de su filosofía social y política. Así,
el contexto de escritura de su primer pensamiento estuvo marcado por
el bestial impacto del nazismo, el final de la segunda guerra mundial, la
dilatada era Adenauer y los movimientos estudiantiles de los sesenta.
En los escritos posteriores a La teoría de la acción comunicativa (1981), y
especialmente a partir de la publicación de Facticidad y validez (1992), el
trasfondo histórico lo marcan acontecimientos como las movilizaciones
pacifistas de los ochenta, pero sobre todo la caída del muro de Berlín
y la reunificación alemana. Esta biografía es, pues, resultado de una
lograda combinación de exégesis textual y sociología del conocimiento.
Toda la filosofía de Habermas puede entenderse como una sucesión de
respuestas teóricas a problemas y contextos históricos determinados. Tan
decisivos o más que los hechos fueron los intensos debates surgidos en el
turbulento contexto social e intelectual alemán de postguerra, lastrado por
la dolorosa tarea de comprensión del reciente pasado, que obligaba a un
indispensable ajuste de cuentas si se quería llegar a una democracia plena.
Estos debates de los años sesenta, en el fragor de una revolución cultural
de considerables implicaciones sociales y políticas, con el transcurso de los
años quedaron necesariamente contaminados de asuntos que sobrepasa-
ban los puramente internos, con lo que el foco de la filosofía política de
Habermas comenzó a bascular desde los problemas de legitimación y el
alcance del Estado de bienestar, para pasar a interesarse por lo político y
lo moral más allá de las fronteras nacionales. El enfoque político estatista
se fue abriendo a una mirada cosmopolita, paso que sería la antesala de
su teoría de la democracia en una constelación postnacional.
EL FRACASO
DE LA REPÚBLICA
La obra de Iván Teruel, en la tradición de la literatura
testimonial, tiene una de sus mayores cualidades
en la profunda honestidad con que está escrita.
M A N U E L RU I Z Z A M O R A
P
uede que para comprender el desarrollo de los fenóme-
nos totalitarios de la Europa del siglo pasado haya que
sumergirse en las obras de los grandes teóricos e his-
toriadores que indagaron en sus causas y efectos más
destacados, pero para apreciar sus consecuencias prác-
ticas en las vidas de los ciudadanos tal vez sea mejor
acudir a los estremecedores testimonios literarios que nos legaron
algunas de sus víctimas. Nadie como Hannah Arendt ha desarrollado
las líneas de fuerza fundamentales que componen lo que conocemos
como sistemas totalitarios, pero es en los Diarios de Victor Klemperer
donde asistimos al horror de su inexorable infiltración hasta en los
espacios más recónditos de lo cotidiano. En sus equivalentes soviéticos
132
podemos servirnos de El vértigo, de Evgenia Ginsburg o de Contra
toda esperanza, de Nadezhda Mandelstam, por citar tan solo un par
de ejemplos de entre las obras más destacadas del género.
El libro de Iván Teruel ¿Somos el fracaso de Cataluña? se integra
plenamente en esta noble tradición de literatura testimonial, por más
que el autor no renuncie en ningún momento a trascender el plano
de lo inmanente y a elevarse a una dimensión teórica de la verdad:
“¿cómo se pasa de la anécdota a la categoría –se pregunta con admi-
rable insistencia– cuando no se tiene ni el altavoz de los medios ni
el aval de la academia, cuando uno tiene la memoria de los hechos
puntuales que quedan sepultados en la aparente irrelevancia de los
cotidiano y personal?”. No obstante, esta ambición es, hasta cierto
punto retórica, aunque venga por sí misma a poner de manifiesto
una de las mayores cualidades de este texto: la profunda honestidad
con la que está escrito. Esa voluntad de verdad va a implicar, por un
lado, una constante apelación a la memoria como instancia posible de
corroboración epistemológica, pero también una lúcida confrontación
con las dudas que desde ella se generan: ¿estaré contando exactamente
lo que ha ocurrido?, parece preguntarse en todo momento el autor.
La obsesión por trasladar una versión escrupulosamente cierta
de los hechos llega hasta el punto de que toda la parte final del texto
es un recorrido por diversos saberes científicos que otorgan carta de
veracidad tanto a los sucesos que se narran como a las derivas de
gregarismo que el nacionalismo ha logrado introducir en la sociedad
catalana. Ello resulta hasta cierto punto comprensible, puesto que los
mecanismos de fagotización a los que el nacionalismo, con la ines-
timable colaboración de la izquierda a su servicio, ha sometido a la
ciudadanía en estas últimas décadas, han adoptado unas formas tan
inapreciables, tan sutiles y progresivas que no puede resultar extraño
que surjan dudas razonables en los referentes de la memoria: “Y esa
es otra consecuencia –afirma Teruel– de todo lo que ha sucedido
en los últimos años: la actitud de suspicacia con la que uno revisa
sus propios recuerdos, sobre todo los de aquellos gestos, actitudes y
reacciones que tuvieron un cierto grado de ambigüedad”.
133
Como apunta el profesor Félix Ovejero en el prólogo del libro,
hay en este una cualidad intrínsecamente hegeliana: la del desplie-
gue de una conciencia en el tiempo que antes de encontrarse con-
sigo misma habrá, sin embargo de alienarse en la experiencia ajena.
En efecto, si el elemento sustancial, por seguir con la analogía idea-
lista, lo constituye la llegada de los ancestros del autor a Cataluña,
allá por los años cuarenta del siglo pasado, la toma de conciencia
definitiva por parte del sujeto protagonista tiene lugar justo en los
prolegómenos de aquellas aciagas jornadas de octubre en las que el
independentismo rampante perpetró el intento de golpe de estado
a la democracia. Dicho trayecto, sin embargo, se encuentra mediati-
zado por etapas en las que la voluntad de integración en la ideología
dominante se materializa a través de la asunción más o menos mecá-
nica de algunos de los dogmas principales que el independentismo
ha logrado introyectar en el imaginario de la ciudadanía. Ahora bien,
dicha voluntad se irá viendo frustrada por la evidencia incontestable
de una brecha, diríase, poco menos que ontológica: la que se abre
entre quienes se sienten dueños de la propiedad frente a quienes
solo serán admitidos, en el mejor de los casos, a condición de que
se sometan ciegamente a sus designios (véase a tal respecto el caso
del diputado Rufián). En palabras del propio Teruel: “Pero con todo
aquel arsenal de justificaciones –ahora me doy cuenta– no estaba sino
reconociéndoles la propiedad de la tierra, no estaba sino asumiendo
que familias como la mía, según la expresión, vivíamos en una tierra
prestada de la que ellos, los nacionalistas, eran los arrendadores”.
El catálogo de agravios y desprecios, humillaciones y ofensas es
poco menos que interminable y es altamente significativo, a tal res-
pecto, la cantidad de situaciones en las que, a falta aun de tomar
conciencia del carácter puramente supremacista de muchas de
esas actitudes y conductas, el autor acaba disculpándose por sim-
ples cuestiones de hecho: hablar en castellano, su propio origen…
“Es decir: qué solidez debía haber adquirido una determinada estruc-
tura ideológico-social para que un individuo se sintiera legitimado
para reprender a otro con el que acababa de establecer contacto.
LA DESIGUALDAD
DE GÉNERO SE RESISTE
La desigualdad entre mujeres y varones persiste,
e incluso se incrementa. Una nueva ola feminista
analiza el fracaso de la igualdad de géneros soñada
tras el impacto social del movimiento #MeToo
y las políticas de austeridad neoliberales.
J E S Ú S M . D E M I GU E L
L
a sociedad necesita ser repensada. Seguimos inmersos
en una narrativa de progreso y de supuesta moderniza-
ción que ya no funciona. Se conserva todavía la espe-
ranza de una igualdad de género mayor, e incluso total.
Se han hecho progresos… pero las diferencias de
género no han desaparecido, generándose en cambio
nuevas formas de desigualdad. La pandemia de covid produce nue-
vas diferencias. Los estudios sobre la desigualdad económica suelen
ignorar la especificidad de las diferencias de género y de etnia. Al
138
mismo tiempo la categoría de género se ha convertido en más fluida.
El feminismo inaugura una quinta generación intelectual, con la
aparición casi simultánea de dos libros importantes: uno en Gran
Bretaña escrito por Mary Evans, catedrática de la London School
of Economics, sobre The Persistence of Gender Inequality y el otro
por Camille Froidevaux-Metterie, profesora de ciencia política de
la Universidad de Reims, en Francia titulado Le corps des femmes:
La bataille de l’intime. Son análisis espoleados por la campaña inter-
nacional #MeToo, iniciada por el affaire Harvey Weinstein. Es urgente
realizar un análisis de la desigualdad económica junto con las diferen-
cias de género, incluyendo los procesos de discriminación y violencia
contra la mujer.
El excelente libro de Mary Evans se pregunta por qué la desigual-
dad de género persiste en la sociedad actual. Incluso aparecen nuevas
formas de desigualdad. No hay un solo país en el mundo en el que se
haya logrado la igualdad de género. Mientras tanto, la desigualdad
económica está aumentando en casi todas las sociedades. ¿Quién se
aprovecha de estas dos desigualdades? En el capitalismo tardío, las
fantasías sobre lo femenino, y la feminidad son aprovechadas por
la sociedad de consumo, bajo nuevos –e imaginativos– modelos de
comercialización y explotación. La hipótesis fundamental de Evans,
es que la desigualdad de género no puede ser analizada sin tener en
cuenta la desigualdad económica actual, uniendo así los movimentos
#MeToo y el de We Are the 99%. “La persistencia de la desigualdad de
género no es solamente acerca de desigualdades e injusticias específicas
experimentadas por las mujeres sino acerca de las formas en que esas
condiciones ayudan a mantener formas de desigualdad generales,
estructurales, y cada vez más importantes”. Los tres deseos de la mujer
del siglo xxi son tener un trabajo digno, ser independiente econó-
micamente, y poder escoger la actividad sexual que prefiera. En estos
términos no puede hablarse de un progreso evidente.
Hay que ser escépticos sobre los éxitos logrados en la igualdad de
género. La desigualdad es todavía evidente. En la sociedad contem-
poránea cada persona se clasifica conforme a su clase social, etnia, y
139
género (yo añadiría edad). Esos tres factores no pueden ser disociados.
El factor más visible es que la mujer tiene menos acceso que el varón
al poder y al privilegio. Una minoría de mujeres han accedido a algún
poder, pero eso no ha cambiado la estructura general de desigualdad.
En algunos países se ha logrado una mayor igualación (no total) de
salarios entre mujeres y varones. Pero la carrera laboral de un varón
nunca se ve afectada por si tiene hijos/as o no. El segundo factor es la
relación pertinaz de la mujer con el cuidado de otras personas (infan-
cia, marido, ancianos), las tareas domésticas, y la reproducción. Lo
que se conoce con la expresión care. El trabajo doméstico, que no se
ha erradicado, mantiene una importancia simbólica pública mínima,
y además se sobreentiende que es fundamentalmente un “trabajo de
mujer”. Esa desigualdad se encuadra además en un modelo de des-
igualdad económica más amplio y estructural. El mensaje de Evans
es que la discusión de la desigualdad de género no puede ignorar esa
otra desigualdad económica –y de movilidad social– más estructural
y estructurante. La crisis de 2008, y las políticas (neoliberales) de
austeridad, deterioran varios aspectos de la igualdad de la mujer.
Lo curioso es que esas políticas (neoliberales) se presentan como
“modernizadoras”, aunque son claramente regresivas.
Algunas personas aseguran que la mujer ha progresado mucho,
y que ahora los varones son víctimas del nuevo empoderamiento
de las mujeres. Véase por ejemplo el libro The End of Men. Es una
exageración. Aunque el cambio de estatus de la mujer es evidente,
sobre todo en the global north, expresión favorita que usa Evans.
Otro cambio importante es la emergencia de nuevos discursos públi-
cos sobre la sexualidad. Internet y la www han hecho accesibles
videos pornográficos para varones (y también para mujeres). Este
sexo explícito está cambiando las actitudes y prácticas de los/as
adolescentes. Seguramente va a suponer cambios de largo alcance.
Sin embargo, los videos son fantasiosos, irreales, estereotipados, y
a menudo violentos (contra la mujer). Son también cada vez más
favorables a relaciones incestuosas falsas (en francés fauxcest). ¿Puede
llamarse a eso progreso?
R AYC O G O N Z Á L E Z
C
uando abrí el libro de Cortina por primera vez, no
dejaba de pensar que el autor me había engañado
al anunciarme su nuevo “ensayo” (sic). Pero, ¿esto es
un ensayo?, me decía. Y yo mismo me respondía: es
más bien una extravagancia textual. Es un meta-en-
sayo o una meta-narración, ya que su orden argu-
mentativo se construye en una corriente incesante de imprevistos y
destellos. Esta impresión de movimiento ininterrumpido es provocada
por un estilo que el autor bautiza con el neologismo “todomosaico”.
Esto es lo que afirma Cortina, programáticamente, en su prólogo:
146
grafos a todos los poetas. En este libro me pregunto sobre lo que éstos
han dicho de los pasillos de las casas, de los monstruos humanoides,
de los páramos, de los parientes malditos, de los parientes que nos
llenan de orgullo, de las criaturas del pantano, de las máquinas más
inquietantes y lunares, o de los verdes vergeles. Sostengo, con algo de
convicción, que todo poeta o artista ha apuntalado un microcosmos
con pedazos de distinta índole: después del período cosmogónico,
tenemos una suerte de cartografía y una suerte de bestiario, aunque
quizá sería mejor decir inventario. Es este el sistema de imágenes del
que hablé, que imperdonable y acaso germánicamente he nombrado
con un luengo y fatigoso neologismo: todomosaico.”
Y continúa:
147
“O quizá no lo tuvieron, como los monstruitos cronenberguianos,
los niños reptil de Cromosoma 3, que veremos en el Capítulo 3”.
UNA AMISTOSA
CONVERSACIÓN
Del recuerdo de lo desatendido, que ha formado
en nuestro interior una perla secreta y enigmática,
conversa amistosamente Juan Malpartida
con todo aquel que se adentra en sus páginas.
J UA N F E R NA N D O VA L E N ZU E L A M AG A ÑA
E
l narrador (también podría llamarlo ensayista) ya
avanzado el libro que quiero comentar, Mi vecino
Montaigne, se pregunta “¿Qué es esto?”, refiriéndose
al propio texto. Pero la pregunta no es tanto una obse-
sión por la cuestión del género como una ocasión para
caminar durante un capítulo por la literatura, el len-
guaje, el sentido o la realidad. Porque este libro que su autor, Juan
Malpartida, ha llamado “ensayo narrativo”, es un andar y ver y contar;
una conversación que a tres bandas mantiene con el francés del siglo
xvi que aparece en el título, con el propio lector y consigo mismo.
De este modo, el acercamiento a la obra magna de Montaigne, sus
Ensayos, se hace acomodándose a su espíritu, pues no son sino una
154
llana conversación en la que casi oímos a Michel Eyquem hablar de
sí mismo y del hombre.
Y fiel al tono amistoso y personal de toda buena conversación, la
voz de Malpartida, a lo largo de los capítulos de este libro (como la
de Montaigne en sus Ensayos), es cercana, natural y fruto de la propia
experiencia. Las reflexiones sobre la identidad, sobre la ciencia o sobre
la época y persona de Montaigne, la narración de un pícnic entre
científicos, el viaje del autor a la famosa torre donde el francés tenía
su habitación propia, algún recuerdo significativo de la infancia, son
contados como si una noche de invierno compartiéramos una botella
de vino junto a la chimenea. El intercambio de cartas que tiene lugar
con una mujer francesa a raíz del mencionado viaje, y que contiene una
sorprendente historia, es otra forma más de conversación, la epistolar.
Hemos nombrado la experiencia, una palabra clave tanto en Mon-
taigne como en este libro. Nuestro tiempo abunda en señales que
hablan precisamente de una falta de ella, desde el turista que fotografía
compulsivamente los monumentos que no es capaz de experimentar
(ni estética ni históricamente) hasta el “mariposeo cognitivo” (Vargas
Llosa) que ha sustituido, merced a Internet, la experiencia lectora.
En el espacio que abre este libro se intenta vivir lo que tenemos delante,
incorporarlo y contarlo. No primero lo uno y luego lo otro, sino que
contarlo, escribirlo, es la manera de encarnarlo, como hizo el mismo
Montaigne, que a través de su libro fue creándose.
Es justamente esa apelación a la experiencia lo que justifica, con-
tra lo que pudiera parecer, la presencia de los nombres de escritores
en este libro, que podemos comparar a la de las citas en los Ensayos.
Porque tanto en un caso como en otro, son elementos vividos por el
escritor. Nada más lejos de la pedantería, señalada por Montaigne en
un bello pasaje en el que compara a los maestros que cogen la ciencia
en los libros con los pájaros que llevan el grano en el pico sin probarlo.
El saber no lo es si no forma parte de nuestra vida.
“Yo mismo soy la materia de mi libro”, advierte Montaigne al
lector antes del comienzo de los Ensayos. ¿Cuál es la materia del que
comentamos? Diría que el propio Montaigne y el propio Malpartida.
155
“Ve a buscarlo…”, esa frase sonámbula que pone al autor en camino
hacia el francés es también un “Ve a buscarte”. Porque no hay éxito en
la búsqueda directa del yo (la cosa no funciona así), sino que en ese
terreno todo es esquivez y rodeo y, del mismo modo que hay quien
halla el sentido de un paisaje o un monumento como contexto de un
momento feliz, en un humilde segundo plano, uno se encuentra a sí
mismo no donde se buscaba, sino por casualidad e inesperadamente.
Montaigne habla de su mala memoria y a nosotros nos parece una
exageración, a juzgar por la cantidad de pasajes clásicos que maneja.
Pero fijémonos en esto. Al comienzo de este libro, antes de saber el
lugar que Montaigne iba a ocupar en él, el narrador dice: “Nos cree-
mos originales y no hacemos otra cosa que trabajar sobre y desde lo ya
existente, así lo hayamos olvidado, sobre todo si lo hemos olvidado”.
A ese olvido fecundo es al que se refiere Beckett cuando, hablando
sobre Proust, dice: “El hombre con buena memoria no recuerda nada
porque no olvida nada”. La memoria relacionada con la experiencia
y la identidad, en Proust, en Montaigne y en este libro (al que no se
le escapa la relación entre ambos escritores), es la del recuerdo de lo
desatendido, que se ha ido acumulando pacientemente en nuestro
interior y que ha formado una perla secreta y enigmática. De su bús-
queda, que es un camino, conversa Juan Malpartida amistosamente
con todo aquel que se adentre en sus páginas. •
LAS GAFAS
DE ISABEL COIXET
Sus títulos aluden en ocasiones a un desnivel
entre lo que surte, ofreciéndose hacia afuera, y lo
que sustenta y da lógica a ese brote, recluyéndose,
sustrayéndose discretamente hacia adentro.
ALBERTO CIRIA
158
Isabel Coixet es una excelente tituladora. Sus títulos nombran en
ocasiones un desnivel entre lo que surte con aparato ofreciéndose
hacia afuera y lo que sustenta y da lógica a ese brote recluyéndose,
sustrayéndose discretamente hacia dentro. Apariencias que sólo la
mirada atenta cala, cartografías de estímulos, palabras con doble
vida clandestina o de pronunciación sofocada, vidas y yoes sub specie
absentiae, epistolarios entre invisibles, vistosidades que al quebrarse
exhalan vacíos, robustos continentes de pasmosa vaciedad, crecientes
de blancura que anegan flujos negros, llamativos mantos de nieve
que acallan remembranzas de arena y fiesta. Y, aunque no siempre se
anuncia en el título, ese desnivel se reencuentra sin excepción en cada
obra. ¿Sólo un desnivel entre dos? Cuando la exteriorización quiere
sobreponerse a su contenido, subirse sobre él –en parte para resguar-
darlo desviando la atención y en parte para liberarse superándolo–,
deja de ser mostrativa y se hace evocadora, metaforizante, conductora.
Y al evocar guía hasta un tercer nivel. Esos tres niveles se reconocen
nombrados en uno de los lemas de estas películas: “Abre un misterio
entre el deseo humano y el susurro”.
Globos y burbujas
En el clásico de Bernardo Bertolucci El último tango en París prende
una unión amorosa entre dos desconocidos que coinciden visitando un
inmueble en alquiler. Los amantes ocuparán el piso desamueblado como
albergue para sus encuentros pasajeros, bajo el acuerdo de suponer que
entre ellos, desde esa buhardilla con cúpula por tejado y con cópula por
objeto, el mundo exterior no existe y que fuera de ese globo alquilado sus
propias vidas se desvanecen: nada deben saber uno de otro, ni siquiera
sus nombres. Como muestra la cartelera, en la burbuja de su nuda unión
el resto no existe. La relación tiene un componente sexual, siendo el
sexo para estos amantes vía de comunicación y vehículo de intensa
compenetración personal. Al final, la cotidianidad y el arrastre de esa
pertinaz biografía que nunca nos deja, anodina unas veces y traumática
otras, no es capaz de sostener tamaña sublimidad o no puede renunciar
a asumirla, haciendo que se desmorone trágicamente.
159
Anónimos son también los amantes del clásico de Alain Resnais
Hiroshima mon amour, que arrostran el sacrificio de la separación
depositando el amor en el ara acrisoladora de la que, carbonizado en
su fluyente temporalidad (simbolizada en los ríos) pero acendrado
en su quintaesencia (simbolizada la fragua en la desnuda habitación
del hotel, simbolizado lo fraguado en la flor que la explosión atómica
mineralizó sobre el pavimento crudo), salga capaz de sobrevivir en el
desierto del olvido. El vacío donde flota la burbuja, el éter donde se
borran los nombres y se desvanecen las biografías, es aquí el olvido, que
embozado con el aspecto de falso recuerdo campa más que nunca en
el engañoso mercado de las reproducciones museísticas y los suvenires
turísticos, y cuyo yermo es trasunto del páramo de la ciudad devastada,
donde toda apariencia de vitalidad es fuego fatuo de camposanto.
En ambas películas, y a diferencia de lo que sucede en la exitosa
cinta de Álex de la Iglesia, permanecer como “perfectos desconocidos”,
distanciados además en edad o en mentalidad, no sólo no entorpece
ni arruina, sino que incluso facilita y propicia la mutua apertura pro-
funda y la compenetración intimísima. Para franquear el acceso a
“las últimas habitaciones de la sangre” (Lorca) y abrir sus puertas a
visitantes hay que dejar cerradas otras anteriores. ¿No es más fácil
confesarse a un desconocido, por ejemplo abriendo el corazón a la
voz anónima y sin rostro que habla al otro lado del hilo del teléfono
de la esperanza, que a un vecino o a un allegado?
También los personajes de Isabel Coixet se suben a hombros de
sus propias biografías, para boquear en el aliviador éter de la vida sin
techo, al que se asoman como exonerados desconocidos cuando les
oprimen el pecho las losas de las tardes y la cárcel de los nombres.
En la doctrina clásica de los cuatro elementos, el éter es el quinto
elemento o la quintaesencia que, carente de entidad, media entre los
seres como vacío comunicante. Etéreos en este sentido, devotos de
la transmisión y adictos al vacío mediador, son los mensajeros, los
taxistas, los conductores y los repartidores, personajes típicos de esta
filmografía. Etérea se hace también la espesura de los muros cuando
su propia densidad cataliza la transmisión de sonidos comunicantes.
A espaldas o a hombros
Mientras que los habitantes de Hiroshima se traslucen, blanco y negro,
componiendo un fondo ondulante de fantasmas rezagados, en Paris je
t’aime la consabida cotidianidad se transfigura, rojo chillón, en la irre-
petibilidad que dispensa la inédita aparición de la muerte anticipada.
La unión se restituye cuando todo lo que queda resalta adumbrado
de ausencia. Este cortometraje expone la alternativa excluyente, que
se plantea cuando al no caberse ya en sí mismo se necesita ser más que
uno, entre el adulterio como vida que al desdoblarse se fragmenta en
mitades que se dan la espalda y un tipo de amor conyugal como vida que,
para “estar a la altura”, se potencia subiéndose a hombros de sí misma.
Para que la vida permita encaramarse sobre ella soportando su
propio peso deberá ser lo bastante firme y consistente, y haber alcan-
zado aquella madurez que hace “demasiado viejo para morir joven”.
No resistirán el magnetismo de la compenetración espiritual la impos-
tura de juventud ni la vida endeble y voluble. Si el protagonista de
Paris je t’aime deja de lado la vida desdoblada en adulterio, el personaje
masculino de Elegía abandona la vida disoluta, disuelta en la promis-
cuidad, al tiempo que el femenino afronta la mastectomía como el
sacrificio de sobreponerse a lo que ha sido.
Los amantes y los amorosos de esta filmografía, cuando ya no pue-
den aguantar sus vidas, hacen que sus vidas les aguanten a ellos, subidos
encima. No las abandonan ni las comparten, sino que se sobreponen
a ellas para desde ahí comunicarse entre sí e identificarse en niveles
despoblados de biografía, incluso abstractos. La abstracción favorece
ese tipo de comunicación, vehiculada sin fricciones a través de espacios
de vacío: diálogos entre sordos y ciegos, conversaciones a distancia o
sobres depositados sobre bloques erráticos y vaciados de contenido.
La compenetración por encima de la biografía exige a veces sobreenten-
der los amores durante toda una vida para declararlos en el momento
Pizzas o sibaritismo
Sorprende al comienzo de Foodie Love la declaración, aparentemente
veleidosa, de que la cata de pizzas y comida mexicana defrauda las
CLARICE LISPECTOR ,
UNA AUTORA
DE CULTO
Siempre elegante, melancólica y enigmática,
nos dejó una obra, inclasificable, que trasciende
convenciones, modas y etiquetas.
EDUARDO GARRIDO PASCUAL
E
levada a la categoría de mito, su innovadora y poética
narrativa nos traslada a un entorno comparable al de la
auténtica búsqueda mística, donde la mirada se vuelve
hacia lo más íntimo, en una introspección profunda,
para tratar de hallar lo más universal. Borges definía
el hecho estético “como la inminencia de una revela-
ción que no se produce”. Y precisamente ahí, en ese océano etéreo,
es donde se sitúa la obra completa de la gran dama de Río de Janeiro.
En todo momento, como si de una composición musical se tratara,
el ritmo, la cadencia y la armonía están presentes. Ahora bien, puede
irse, volver, incluso improvisar, retorcer cada palabra, cada frase, llegar
Foto: Editora Rocco/dpa/ CORDON PRESS
167
Como una lada durante la primera guerra mundial
meditación y contraído sífilis, fue concebida deli-
poética, su beradamente para curar la enfermedad
manera de contar, de su progenitora. Por aquel entonces,
laberíntica y en el este de Europa se tenía la creen-
excesiva, es cia popular de que un embarazo podía
un recorrido resultar sanador. Finalmente, cuando
introspectivo tenía nueve años, su madre murió y ella
por la vida siempre arrastró esa carga por no haber
cumplido su misión. Ese episodio quizá
explique la profunda melancolía de su personalidad, que se traslada a
muchos de sus textos: “Toda historia de una persona es la historia de su
fracaso”. Fue la tercera hija de Pinkhas y Mania. Su nacimiento en Ucra-
nia fue fortuito, consecuencia de la huida de sus padres, judíos rusos.
Su abuelo fue asesinado y su padre, sin recursos, exiliado al otro lado
del mundo. Al llegar a Brasil todos tomaron nombres portugueses y
Chaya recibió el de Clarice.
En Brasil, gracias al empeño de su padre, que se ganaba la vida
vendiendo ropa y apenas lograba mantener a la familia, Clarice pudo
continuar su educación más allá de lo habitual en una chica de su nivel
económico. Entró en la Facultad de Derecho Nacional de la Univer-
sidad de Brasil, una escuela de élite donde no había judíos y solo tres
mujeres. No obstante, sus estudios le dejaron poca huella; sus sueños
la llevaban a las redacciones de los periódicos de la capital, donde
su belleza y su inteligencia no pasaban inadvertidas. Era una joven
culta y exótica, nunca perdió el acento de una niña criada en yiddish.
De una madurez impropia en una universitaria de apenas veintiún
años, su primera novela, Cerca del corazón salvaje, recibió el premio
Graça Aranha. “Rompía con la tradición barroca de la narrativa brasi-
leña”, en palabras del crítico Basilio Losada, quien prologó la edición
del libro para España.
En 1943, mientras estudiaba Derecho, se casó con el diplomá-
tico Maury Gurgel Valente. Vivió en Nápoles, Berna y EE UU, pero
siempre mantuvo el contacto con los medios de comunicación de su
EL ETERNO REGRESO
DE HEIDEGGER
Y en el curso de cada vida humana
habrá siempre una hora en que
a todos les iluminará la idea más
poderosa de todas, la del eterno
retorno de todas las cosas:
esa será para la humanidad
la hora del mediodía.
JESÚS FERRERO
172
H
annah. La gran presente y la gran ausente. Sí, Martin
Heidegger piensa que Hannah es la mujer que está y
la que no está. La ve ante él, la siente incrustada en
su cerebro, y a la vez hay algo en él que la rechaza
con una violencia que la alquimia del deseo ha con-
vertido en caricia y en mordisco tierno.
Martin aparta la mirada de Hannah y piensa en su madre, en la
madre, en el origen. ¿Qué es ser madre? se pregunta. ¿Mi madre me
trajo a la vida o sencillamente me trajo a la muerte? ¿Mi madre me
concibió? ¿Concebir? Es mucho decir. Uno no nace cuando nace.
Puede que yo mismo aún esté por nacer, piensa Martin, y vuelve a
mirar a Hannah, que se halla de pie, junto a la puerta de la habitación,
pisando una alfombra persa. Lleva unas medias negras, que terminan
su ascenso justo por encima de las rodillas. Se ve un levísimo frag-
mento de sus bragas, un levísimo fragmento del ser… ¡No blasfemes,
Martin! se dice a sí mismo con la sonora y aniquiladora voz del pen-
samiento. No blasfemes. Hannah sonríe con tristeza y se acerca a él,
pero Martin, ya vestido, sale de la habitación con ojos de perturbado,
desciende por las escaleras, atraviesa la pradera y luego se adentra en
el bosque de Marburgo que rodea el castillo, el hotel y la residencia
de estudiantes. Está amaneciendo: un cielo bermejo se apunta tras
los árboles, los incendia. Y, de pronto, adviene a él un silencio mental
que no entiende. Tiene la impresión de que todo en el bosque se ha
detenido; el viento se ha fugado a otro sitio, nada se mueve a su alre-
dedor. No escucha a los pájaros, no escucha el murmullo de la vida.
¿Qué me está pasando? se pregunta palpándose el pecho. Cierra los
ojos y, de pronto, llega la revelación como un recuerdo y a la vez como
algo nuevo. Martin piensa en Nietzsche, aquel día radiante en los
Alpes Dolomitas, cuando le vino la iluminación del eterno retorno…
173
necesitaba las montañas, como Zaratustra, o creía necesitarlas. Iba por
el bosque tras haber estado en un burdel, pensando en la tristeza de
la carne. Y, de repente, cuando su mirada se entregaba a la belleza de
las montañas, a sus barrancos, a sus profundidades, sintió que todo
regresaba en el universo. Aunque le doliera, les daba la razón a los
pitagóricos, esos idealistas amantes de la mortificación… Como si se
tratase de un efecto cuya causa era la fuerza de aquel paraje, la fuerza de
los árboles, las peñas, el sol naciente y anaranjado, Nietzsche empezó
a vomitar palabras, y eran las palabras de la revelación:
–El mundo de las fuerzas no sufre merma alguna, pues de lo
contrario en un tiempo infinito estas fuerzas hubiesen ido dismi-
nuyendo hasta agotarse por completo. El mundo de las fuerzas no
encuentra reposo alguno, pues de lo contrario este ya se hubiese
alcanzado y el reloj de la existencia se habría detenido. Por el con-
trario, el mundo de las fuerzas nunca está en equilibrio; no tiene
un momento de reposo; la cantidad de fuerza y de movimiento son
siempre iguales en todo tiempo. Cualquier estado que este mundo
pueda alcanzar lo habrá alcanzado ya; y no una vez, sino un número
infinito de veces. Igualmente este instante ya se dio en otro tiempo y
volverá a darse, y todas las fuerzas serán distribuidas de nuevo como
ahora; y lo mismo puede afirmarse con el instante que le antecedió
y con el que le seguirá. ¡Hombre! Toda tu vida es como un reloj
de arena, que sin cesar han vuelto boca abajo y siempre vuelve a
correr, un minuto de tiempo, durante el cual todas las condicio-
nes que determinan tu existencia, vuelven a darse en la órbita del
tiempo. Y entonces volverás a encontrar cada uno de tus dolores y
de tus placeres, cada uno de tus amigos y de tus enemigos, y cada
esperanza, y cada error, y cada brizna de hierba, y cada rayo de luz,
y toda la multitud de objetos que te rodean. Este anillo, del cual
tú eres un pequeño eslabón, volverá a brillar eternamente. Y en el
curso de cada vida humana habrá siempre una hora en que, primero
a uno, después a muchos y después a todos, les iluminará la idea más
poderosa de todas, la idea del eterno retorno de todas las cosas: esa
será para la humanidad la hora del mediodía.
EL RENACENTISTA
CAMPEÓN DE LA
INDEPENDENCIA Y
EL HUMOR LIBRE
François Rabelais, filósofo,
teólogo, matemático, músico,
jurisconsulto, aritmético,
astrónomo, pintor y poeta fue,
sobre todo, un gran vividor
que dio a la literatura
una de las obras más osadas
y divertidas de su tiempo.
FE DE R ICO PU IGDEVA L L
178
R
esulta cuando menos sorprendente pensar que los
cinco libros de Pantagruel, que el insigne François
Rabelais escribió entre 1532 y 1552, hoy serían rechaza-
dos por cualquiera de nuestras modernas editoriales,
pues los contenidos de su obra –de la que el premio
Nobel de Literatura de 1921, Anatole France (1844-
1924), escribió que “solo puede ser comparada con el Satiricón de
Petronio, el Gran tacaño de Quevedo, el Don Quijote de Cervantes, el
Gulliver de Swift y las novelas de Voltaire”–, son de una espectacular
y sublime incorrección política. A tal condición hay que sumar, en sus
textos, una fantástica imaginación, un libérrimo sentido del humor,
una mordaz ironía y un estupendo dominio del idioma, con el que se
permite toda suerte de libertades: inventa nuevos términos, propone
diferentes significados, deforma conceptos, redefine superlativos…
podríamos decir, desde la atalaya de nuestro siglo xxi, que además de
un campeón de la independencia y del humor libre, el monje François
Rabelais reveló, ya en el siglo xvi, ciertas características del muy pos-
terior surrealismo, y hasta de la patafísica.
Nacido en 1495 en la localidad francesa de Chinon, hijo del señor
de la Devinière, un abogado heredero de la noble casa de Chavigny,
Rabelais se educó entre monjes. Con diez años ingresó en el con-
vento de La Baumette, y tuvo la fortuna de acabar su noviciado con
los franciscanos de Fontenay-le-Comte, un lugar en el que, en las
primeras décadas del siglo xvi, prendió el ansia de conocimiento.
Aquí, entre hombres que se atrevieron a pensar, escribió Rabelais
sus primeros textos. Probablemente fue aquí donde leyó a Virgilio,
cuyas obras se imprimieron por primera vez en 1470; a Homero,
publicado en 1488; a Aristóteles, que salió de las imprentas en 1498,
y a Platón, que se editó por primera vez en 1512. Y aquí, donde formó
parte de un curioso y magnífico elenco de frailes helenistas, tuvo sus
primeros problemas con una censura que hermanaba el griego con
la herejía. Tras un registro en las celdas de algunos de ellos, donde
se hallaron y confiscaron libros y manuscritos y también obras de
Erasmo, Rabelais huyó. Contemporáneo de tan destacados viajeros
179
como Vasco da Gama, Colón, Magallanes o Copérnico, nuestro autor
se dedicaría a recorrer mundo aunque, curiosamente, siempre pro-
tegido por altas instancias religiosas como el papa Clemente VII;
monseñor Odet, cardenal de Chatillon, o el obispo de Maillezais,
Godofredo de Estissac.
Siendo canónigo regular de la orden de san Benito, comenzó
estudios de medicina en Montpelier en 1530 y llegó a dar confe-
rencias sobre Hipócrates y Galeno, aunque abandonaría la facultad
sin doctorarse para publicar en Lyon, en 1532 –en la imprenta de
Sebastián Gryphe, famoso por sus bellas estampaciones de textos
griegos y latinos– sus Epistolae medicinales Manardi y los Aforismos
de Hipócrates, que compaginó con la publicación de predicciones y
almanaques en los que se mofaba abiertamente de astrólogos y adivi-
nos. Este mismo año escribiría La vida tesorífica del gran Gargantúa,
padre de Pantagruel, en palabras de Anatole France, “el más singu-
lar, sorprendente y maravilloso libro del mundo”, que se imprimió
en Lyon en casa de Francisco Juste y firmó como Alcofribas Nasier,
extractor de quintas esencias.
El libro, cuyos protagonistas son dos horribles gigantes que, en
el fondo, son bellísimas personas, fue un éxito de ventas, aunque
indignó a ciertos teólogos parisinos, que consiguieron que le fuera
retirado el hábito de san Benito y llegaron a solicitar del rey Francisco
I que su autor fuera condenado a la hoguera. Después de publicar
su Pantagruel, rey de los Dipsodas, y una nueva edición, en 1534, de
Gargantúa, Rabelais vuelve a huir, esta vez a Roma, bajo la protección
de Juan de Bellay, obispo de París, y mientras viaja por Italia consigue
que el papa Pablo III Farnesio le absuelva y le restituya la condición de
benedictino. De regreso a Francia en 1536, se gradúa en medicina en
Montpelier en 1537. Se le ve en Lyon en 1538 y en Turín en 1540, pero
en 1543 se le pierde la pista. Para entonces el librero Esteban Dulet
había publicado una nueva edición del Pantagruel a la que había
añadido pasajes ofensivos y hasta brutales, y a pesar de que Rabelais
no había tenido nada que ver con aquellos nuevos párrafos, el asunto
dio lugar a una nueva censura por parte de la Facultad de Teología
De la pantagruelina pronosticación
◆ Este año los ciegos verán muy poco, los sordos oirán bastante
mal, los mudos no hablarán ni palabra, los ricos lo pasarán mejor
que los pobres y los sanos mejor que los enfermos. […] Reinará
casi universalmente una enfermedad muy horrible, lamentable,
maligna, perversa, espantosa y desagradable, que dejará al mundo
asombrado; ante ella muchos […] con frecuencia compondrán
en sus desvaríos silogismos en la piedra filosofal y en las orejas de
Midas. Tiemblo de miedo cuando pienso en ella, pues ya he dicho
que será epidemial; la llama Averroes “Falta de dinero”.
ANOM ALÍA S
El nuevo año llega para la Unión
Europea con enormes desafíos,
y la encuentra cercada por
turbulencias. España aborda
el reto de modernizarse.
p or
188
Los migrantes chocan con la frontera. Una imagen resulta sufi-
ciente para resumir el drama. Es la de cinco niños en un lugar perdido
de la región bielorrusa de Grodno. Hay gente desdibujada alrededor,
y la que parece una cría de unos seis años reclama la atención porque
lleva un anorak amarillo que la destaca de los demás. Extiende su mano
hacia uno de sus hermanos, se ve que está en sus cosas. Cerca vela por
las criaturas un adulto. Hace frío, una neblina espesa se derrumba
sobre las figuras y emborrona la escena: esperan una oportunidad,
reúnen troncos para encender una fogata, al otro lado está Polonia.
Está Europa, el sueño de una nueva vida que los ha llevado hasta allí
tras dejar atrás países como Siria, Irak o Afganistán en los que supieron
que no tenían ya ningún futuro. Partieron a principios de noviembre
seguramente de Bagdad a Minsk, en avión, aunque la Comisión Euro-
pea habla ya de rutas que proceden de otra veintena de países. Desde
ahí los transportaron hasta ese lugar de nadie donde solo encontraron
alambradas. El Gobierno polaco estableció una zona de seguridad de
tres kilómetros de ancho a lo largo de los 400 kilómetros de frontera
con Bielorrusia y trasladó hasta la zona a unos 15.000 militares con la
orden terminante de cumplir un único mandato: no pasarán.
La legendaria expresión que el Madrid sitiado hizo resonar en 1936
para resistir el avance de las tropas franquistas es hoy una exigencia que
abandera la UE y que va dirigida, entre otros, a esa niña del anorak
amarillo. Suena disparatado, pero es así. No hay tropas que detener, no
hay batalla alguna que ganar: esa pobre gente se ha convertido en mera
herramienta con la que el régimen bielorruso del autócrata Aleksandr
Lukashenko ha respondido, apoyado por Moscú, a las sanciones que
Europa puso en marcha cuando se impuso en unas elecciones amañadas
y reprimió violentamente a quienes protestaban por el fraude. La ano-
malía de convertir a una niña (y a miles de migrantes) en un proyectil
para desestabilizar a la Unión se conoce como guerra híbrida. Bruselas
no ha encontrado otra manera de responder a tan singular ataque
que blindándose. Pero tiene un problema: explicar a esos cinco niños
(y a los demás) cómo casa tanta beligerancia con el estandarte de los
derechos humanos que enarbola como su principal seña de identidad.
189
Europa en su laberinto. La crisis en la frontera entre Bielorrusia
y Polonia ha quedado ya medio desdibujada, pero el ruido de fondo
permanece. Europa seguirá siendo el destino soñado por cientos de
miles de personas que buscan una vida mejor. La Unión, sin embargo,
pierde peso internacional ante la enorme pujanza de China y la doble
complicación, sanitaria y económica, desencadenada por la Covid-19,
mantiene su amenaza de estropear las, a veces, frágiles dinámicas que los
veintisiete ponen en marcha tras complejas negociaciones. La variante
ómicron, que llegó a Ámsterdam el 28 de noviembre de la mano de
un viajero que se infectó en Sudáfrica, parece más contagiosa, aunque
todavía no se conoce con detalle su comportamiento. Lo que sí está
claro es que la pandemia no remite y que tardará en hacerlo. Se ha
dicho que la ómicron estaba ya antes en suelo europeo, pero lo relevante
es que su incidencia es mayor en aquellos países donde el proceso de
vacunación no ha alcanzado a la mayor parte de la población.
Es el caso de Alemania. La tasa de vacunación estaba a finales de
noviembre en torno al 68%: 14,6 millones de adultos no quieren inmu-
nizarse. El problema sanitario es, así, uno de los retos más urgentes a
los que debe enfrentarse Olaf Scholz. El nuevo canciller, del partido
socialdemócrata (SPD), tomó las riendas del país el 8 de noviembre al
frente de un tripartido al que se conoce como coalición semáforo, por
el rojo de los suyos, el amarillo de los liberales –el Partido Democrático
Libre (FDP)– y el verde de Los Verdes. Atrás han quedado los dieciséis
años de Angela Merkel; ahora toca poner en marcha las directrices
pactadas en un acuerdo de 177 páginas en el que domina un designio:
el de modernizar el país. La amenaza que padece el imponente poderío
exportador de Alemania es que sus grandes fortalezas terminen golpea-
das por la debilidad de una deficiente infraestructura digital y de una
de las peores coberturas de fibra óptica de la UE. Otro de los retos es
combatir la emergencia climática teniendo un sector energético que
depende en buena medida del gas ruso y del carbón alemán. De Scholz
se ha dicho que es pragmático, “la encarnación del aburrimiento”, de
maneras calmadas y discretas, amigo de buscar consensos. De sus polí-
ticas dependerá la suerte de la UE: Alemania es el gran motor de ese
Amenazas reales. Las hay de todo tipo, empezando por las que está
generando la relación de Francia, y por tanto de Bruselas, con el antiguo
socio de la Unión, el Reino Unido. También en el canal de la Mancha
hay migrantes que sueñan con un destino mejor, y 27 de ellos murieron
el 23 de noviembre cuando se dirigían a las costas británicas desde
Calais. Boris Johnson sugirió llevar a sus propias fuerzas militares a
suelo francés para evitar episodios semejantes, y el nuevo desencuentro
entre ambos países se sumó al de las cuotas pesqueras. El Brexit sigue
siendo motivo de fricciones, sobre todo por la delicada posición de
Irlanda del Norte, y la complicidad entre las democracias occidentales
se deteriora por una endiablaba sucesión de enmarañados conflictos.
Mientras tanto, la Rusia de Putin lleva desplegando desde la pasada
primavera tropas en su zona fronteriza con Ucrania. Las cifras de
Washington hablan de unos 70.00 soldados –Kiev apunta a unos
94.000– y se habla ya de una invasión a principios de año, que Moscú
desmiente. Desde que en 2014 Rusia se anexionó Crimea y se inició
la guerra en la región del Donbás, ante lo que la UE respondió con
sanciones económicas, Putin no deja minar la credibilidad de Europa
y fuerza nuevas líneas rojas para reforzar su liderazgo.
Anomalías 191
La credibilidad de Europa, la solidez de las democracias: eso es lo
que está en juego ante embates como los de autócratas como Putin.
La verdadera amenaza está, sin embargo, en otra parte. A principios
de noviembre, el sexto pleno del Comité Central de Partido Comu-
nista de China certificó la entrada del gigante asiático en una nueva
era. Consagró el liderazgo de Xi Jinping, que colocó a la altura de
los encarnados por Mao y Deng Xiao Ping, y le encargó que liderara
su conversión en un gran potencia para 2049, cuando la República
Popular cumpla su primer centenario. Lo hará a la manera china, con
mano firme y sin libertades. El reto de las democracias occidentales
es precisamente ese: demostrar que no solo defienden grandes valo-
res sino que son también eficaces a la hora de gobernar sus asuntos y
conquistar mayor bienestar para sus ciudadanos.
Madrid, 12 de diciembre
192
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