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Editorial

Yamith Quiroz David


Nuevas vegetaciones I
De la serie El mito de flora
Escultura, palustres, cabo de madera
40,5 x 24 x 10 cm
2020
Medellín
Editorial

El análisis político transaccional


de Oliver Williamson. In memoriam

El 21 de mayo de 2020, en medio de la crisis mundial de la salud por


el Covid-19, murió en Estados Unidos Oliver Williamson como consecuencia
de una neumonía complicada por problemas de salud previos. Este científico
social recibió en 2009, en compañía de la politóloga estadunidense Elinor
Ostrom (1933-2012), el premio Nobel de Economía, en reconocimiento «por
sus teorías sobre el papel de las empresas en la resolución de conflictos
y por el análisis del papel de las empresas como estructuras de gobierno
alternativas y sus límites» (The Nobel Prize, s. f.).

Oliver Williamson, quien es un autor poco conocido dentro de la


ciencia política, realizó importantes aportes teóricos a este campo de estudio.
Williamson es el artífice del enfoque análisis político transaccional (APT).
El presente texto quiere destacar la propuesta teórica y analítica que hace
este autor a la ciencia política contemporánea. Para esto se contextualizará
la aparición de la propuesta dentro de los institucionalismos en las ciencias
sociales, luego se exponen los rasgos generales del APT y, finalmente, la
manera como su trabajo se viene utilizando y expandiendo en variados temas
de los estudios políticos.

Los nuevos institucionalismos en la ciencia política


En 1989, cuando se publica El redescubrimiento de las instituciones. La
base organizativa de la política (March y Olsen, 1997), el camino recorrido
por los nuevos institucionalismos en ciencia política apenas iniciaba (Moe,
1990). En aquel momento el rol protagónico, sin duda, lo tenía el nuevo
institucionalismo sociológico (Brinton y Nee, 1998; Romero, 1999). Sin
embargo, en poco menos de una década y debido a los trabajos de autores
como Thráinn Eggertsson (1995), Peter Hall y Rosemary Taylor (1996),
Douglass North (1990a), Guy Peters (2003), Kenneth Shepsle (1999) y Peter
Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol (1985) se fue consolidando
dentro de la ciencia política otros nuevos institucionalismos, entre ellos, el
histórico y el de la elección racional (Hall y Taylor, 1996), para finalmente, al
iniciar el nuevo siglo, tener como resultado al menos siete u ocho vertientes
más de este importante enfoque dentro de nuestro campo disciplinar (Scott,
2001; Peters, 2003).

Sin embargo, desde 2003 la tendencia creciente de aparición de


nuevos institucionalismos en ciencia política se ha reducido (Basabe,
2007; Eslava, Orozco y Valencia, 2011). Aunque se reconoce el apogeo y
fortalecimiento constante que tiene este enfoque en la política, pues se sigue
hablando de un «retorno de las instituciones» en la agenda de investigación
principal de la ciencia política (Abal, 2012, pp. 55-59), al mismo tiempo se
advierte que en lugar de la proliferación de un mayor número de enfoques
de los nuevos institucionalismos lo que se viene produciendo es un diálogo y
acompañamiento explicativo entre ellos.

En este escenario es que emerge la propuesta teórica de Oliver


Williamson a los estudios políticos. El APT se presenta como una herramienta
teórica que pueden utilizar los estudiosos de la política para analizar la realidad
social. Es un enfoque que rescata los clásicos estudios del Estado y de la cultura
política, e intenta inyectar mayor realismo a la explicación y comprensión
de una amplia cantidad de fenómenos políticos (Evans, Rueschemeyer y
Skocpol, 1985). Se caracterizan por defender a las instituciones como un
rasgo estructural de la sociedad y como forma de gobierno que permanece
en el tiempo y que afecta el comportamiento de los agentes políticos (Peters,
2003).

En este sentido, Williamson no continúa con la lógica de dividir los


institucionalismos, sino de integrarlos, busca establecer un diálogo con los
distintos enfoques, con el institucionalismo de la elección racional, con el
histórico y con el económico, entre otros. Retoma del enfoque de la elección
racional la idea de actores racionales y modelos subjetivos de análisis en la
toma de decisiones políticas —individualismo metodológico—; del histórico
la importancia del pasado en la comprensión de las ideologías, cuya idea
se sintetiza en el concepto de senda o camino de la dependencia — path
dependence o path dependency—, las cuales advierten de los cambios
lentos que dan en las instituciones; y finalmente, del nuevo institucionalismo
económico la idea de diversos mecanismos de coordinación y la importancia
de los costos y de la información en las transacciones de diverso tipo.

En síntesis, el APT debe pensarse como un esfuerzo multidisciplinar


que busca integrar enfoques, perspectivas de análisis y aportes variados; un
programa de investigación que reconoce las contribuciones procedentes
de la ciencia política, de la económica política y de la sociología política,
además de otras de disciplinas como la ciencia cognitiva y la historia, y logra
construir y proponer una visión de conjunto; un programa que enfatiza en el
matrimonio que hay entre la teoría política y las ciencias sociales, intentando
proponer y construir un programa de investigación más completo, realista e
integrador, cuyo objetivo final es construir una visión funcional para el análisis
de distintos fenómenos políticos (Lane y Ersson, 2000).

Rasgos generales del análisis político transaccional


Para el APT el mundo político es un universo de transacciones (North,
1998). Para satisfacer sus necesidades en el sistema político, los individuos
deben realizar un gran conjunto de transacciones de todo tipo —opinar,
participar, votar, marchar, protestar, entre otros—. Estas pueden ir desde la
simple decisión de comprar un periódico para informarse sobre la propuesta
política que hace un candidato a un cargo público, hasta colocarse en
la posición de candidato y verse abocado a realizar un sinnúmero de
transacciones para conseguir el objetivo de ser elegido, por ejemplo, inscribir
su candidatura ante una autoridad, conseguir apoyos y recursos económicos
para su campaña, o reunirse con los votantes en un gran escenario al cierre de
su campaña. De allí que para el APT la unidad básica o más simple de análisis
sea la transacción.

Para este enfoque, una transacción puede identificarse fácilmente, lo


único que hay que hacer es observar analíticamente si es posible separar
tecnológicamente una actividad de otra: «ocurre una transacción cuando
se transfiere un bien o servicio a través de una interfaz tecnológicamente
separable. Termina una etapa de la actividad y se inicia otra» (Williamson,
1989, p. 13). Lo que lleva a pensar la realización de un fin en una cadena
amplia de actividades.

Así —continuando con el ejemplo del candidato político— es muy fácil


separar la actividad de inscripción de candidatura ante una autoridad de otra
donde se recolectan recursos para la campaña política, reconociendo que las
dos transacciones hacen parte de una misma empresa que busca llevar a una
persona a ocupar un cargo público mediante el voto popular. En la primera
transacción los insumos y procesos son distintos a los utilizados en la segunda
transacción. Lo que plantea el APT es que cualquiera sea la naturaleza del
bien o servicio puede analizársele como una ocurrencia de transacciones
entrelazadas —interfaces—: cuando termina una etapa inicia otra que es
tecnológicamente distinta.

Una vez identificada la transacción, el modelo advierte que su realización


conlleva costos —costos de transacción—, idea proveniente de Ronald Coase
(1937, p. 390), quien los define como aquellos en los que incurren los agentes
—ciudadanos, organizaciones, entre otros— al hacer intercambios. En ellos
se pueden incluir los costos de conseguir información —por ejemplo, en los
que se incurre a la hora de conocer un programa político de un candidato—,
de negociar y elaborar un contrato —por ejemplo, en el diseño y discusión
de una norma local o nacional, tipo constitución— o de construir una norma
formal y hacerla cumplir —por ejemplo, el análisis de ciclo de una política
pública, desde su discusión normativa hasta su etapa de evaluación—. En
síntesis, son los costos en que se incurre para administrar y hacer funcionar el
sistema político.

Los costos de transacción surgen debido a tres actividades básicas:


i) la planificación: se requiere planear el futuro y los individuos se ven
limitados por la racionalidad, el mundo es complejo y hay incertidumbre
que hace imprevisible el mundo que les rodea, esto significa que se requiere
conocimientos que ayuden a predecir y planificar las contingencias (Simon,
1957); ii) los contratos son incompletos: no es posible hacer una planificación
completa de los contratos, es difícil describir de manera minuciosa las acciones
y además los estados posibles del mundo (Hart, 1995, p. 4); ii) es necesario
hacer cumplir el contrato: existe contingencias donde puede no haber
acuerdos en el desarrollo del contrato que hace que una tercera persona
desinformada —por ejemplo, un tribunal— tenga que intervenir para hacer
cumplir razonablemente. De allí que Williamson identifique los costos de
transacción como los «costos comparativos de la planificación, la adaptación
y el monitoreo de la terminación de la tarea bajo diversas estructuras de
gobernación» (Williamson, 1989, p. 13). Costos que pueden incrementarse
cuando las cosas no salen como se planeaba.

Para Williamson, en los sistemas políticos se presentan fricciones


o fallas en el funcionamiento que provocan un incremento de los costos,
debido al ambiente exógeno, no controlado. Las fricciones afectan al sistema
político, reducen su normal funcionamiento y producen perturbaciones
que no permiten el logro del objetivo, incluso pueden producir fallos en el
sistema (Hardt, 2009). Lo que hacer el APT es identificar estas fricciones y
encontrar las razones que las causan, a fin de corregirlas y reducir los costos.
En otras palabras, el APT intenta conocer el funcionamiento de la maquinaria
del sistema político, identificar y atender las fricciones y corregirlas para que
finalmente se logre el objetivo. Estas fricciones son mitigadas en la medida
en que las partes incurren en ciertos tipos de costos en cada una de las
transacciones, garantizando que la transferencia funcione armoniosamente si
se incide en costos asociados a la planeación, adaptación y monitoreo —bajo
diversas estructuras de gobernación— de lo acordado.

Finalmente, el APT presenta, identifica y analiza las estructuras de


gobernación. La gobernación, nos dice Williamson (2001, p. 12), es «un
esfuerzo para crear orden y, por ende, mitigar el conflicto y lograr ganancias
mutuas». Reconoce que los actores políticos cuentan con varias opciones
para realizar los intercambios políticos u opciones de coordinación de las
actividades, desde aquellas que consisten en dejar que otros decidan por ellos
—que otros voten, que otros marchen o que otros hagan—, hasta organizarse
para el hacerlo ellos mismos —yo decido, yo participo, yo opino—, incluso
unirse con otras personas para lograr los fines —nosotros lo hacemos, nosotros
participamos, nosotros opinamos—.

Cada una de estas formas de alcanzar los fines tienen asociadas alguna
forma de gobierno o estructura de gobernanza. Lo que hace el modelo
analítico transaccional es identificar las estructuras de gobierno y analizar en
cada una de ellas los atributos básicos de la transacción: la incertidumbre,
la frecuencia de las transacciones y la especificidad de los activos. El primer
atributo se asocia al grado de incertidumbre —política— en el que se
realiza la transacción; el segundo, a la recurrencia o regularidad con que
los actores realizan las actividades asociadas al bien o servicio; y el tercero,
a la especificidad del activo humano, es decir, al grado de conocimiento y
especialización de los hombres y mujeres que se encargan de realizar las
actividades políticas (Valencia, 2019).

Una vez analizado cada uno de estos atributos, en un contexto


institucional —normas de juego— y organizativo —jugadores o actores—,
la teoría permite sugerir una forma de gobierno para la consecución de la
transacción. Estas estructuras de gobernación se mueven entre integración
vertical o jerarquía unilateral, hasta opciones de mercado y multilateral.
La elección de opción de gobierno más conveniente dependerá de la
evaluación que se haga de los tres atributos. Así, por ejemplo, ante un
grado de incertidumbre bajo y una especificidad de los activos alta, la teoría
transaccional sugiere como opción de realización de la transacción la jerarquía
u organización interna (Valencia, 2019).

En síntesis, el trabajo investigativo necesita identificar la transacción,


designar y explicar los principales atributos de la transacción a fin de
identificar los costos de transacción —costos de información, de contratación,
de organización o burocracia, y de vigilancia de contratos, entre otros—
(Williamson, 1991, p. 13), para finalmente indicar la estructura de gobernanza
—governance— más conveniente para promover la adaptación de naturaleza
autónoma y cooperadora, todo ello en un contexto institucional y organizativo,
y con presencia de agentes con racionalidad limitada y oportunistas.

La agenda de investigación del análisis político transaccional


en la ciencia política
Al comenzar el nuevo milenio Williamson (2001) se puso a la tarea de
hacer un balance sobre los nuevos institucionalismos y diseñó un esquema
de síntesis donde ubica en niveles todo el programa de investigación de los
nuevos institucionalismos. El autor identifica cuatro niveles de análisis con los
que presenta un panorama global y muy completo para ubicar a los analistas
y su trabajo científico:

El primer nivel corresponde a la teoría social desarrollada básicamente


por los análisis históricos o de enraizamiento. Esta primera esfera se encarga de
estudiar las instituciones formales e informales, las costumbres y tradiciones e,
incluso, la religión. Es un análisis que se ocupa de trabajar aquellos fenómenos
de largo plazo, como las tradiciones políticas, la cultura política y los cambios
constitucionales (Caballero, 2004; North, 1984). Hacen parte de este nivel
tabús, sanciones sociales, códigos de conducta y tradiciones, por ejemplo, las
instituciones informales que se crean en torno a las religiones (Eslava, Orozco
y Valencia, 2011). Así, si el interés es el análisis de dinámicas históricas y los
cambios de larga duración en el sistema económico, cultural o político, el
trabajo se situará en el nivel uno, sobre todo, los análisis políticos que se dirigen
a analizar un primer momento histórico, aquel donde se toma la decisión de
establecer una norma, las cuales cambian muy lentamente (North, 1990a;
1999; Acemoglu y Robinson, 2012). Mark Granovetter (1985) ha llamado a
este comportamiento institucional de la sociedad como un «enraizamiento»
social —social embeddedness—, que es cultural y político, y que hace parte
de la estructura cultural de los pueblos (Williamson, 2001).

El segundo nivel corresponde propiamente al ambiente institucional,


se centra en las reglas formales. Aunque también hace parte de la estructura
cultural de la población, se diferencia del anterior nivel en el sentido de
que permite cambios o rediseños institucionales. Permite, al contrario del
nivel uno, las elecciones institucionales calculadas. Estudia el ambiente
institucional de mediano plazo, las reglas formales del juego y la organización
política, el funcionamiento del poder público y la burocracia (Caballero,
2006; 2008). Son trabajos que intentan analizar y establecer el ambiente
institucional idóneo y la economización de costos de transacción de primer
orden, y hacen parte de la denominada teoría política positiva. Entre sus
temas están todos los estudios sobre los derechos de propiedad, al igual que
los que hace la economía política positiva (Buchanan, 1984; Hirschman,
1989). Hacen parte de este nivel las constituciones, las leyes, los decretos
y normas legales (North, 1984; Tsebelis, 1990). Se encargan del diseño
de este tipo de instituciones los poderes del Estado, como el Ejecutivo,
el Legislativo y el Judicial (Weingast y Marshall, 1988; Caballero, 2007);
también la burocracia, tanto central como descentralizada (Caballero, 2006,
2008). Williamson ubica a la economía de los derechos de propiedad en
este segundo nivel y lo plantea como de economización porque trata de
establecer los derechos de propiedad sobre los recursos en un primer plano,
es decir, las reglas formales del juego que los individuos configuran para
organizar la sociedad —por ejemplo, las Constituciones—. Allí se establece
un sistema de leyes que regulan los derechos que los individuos tienen
sobre sus propiedades (Demsetz, 1969; 1982).

El tercer nivel de análisis, denominado de gobernación o de las


estructuras de governance, se relaciona con la gobernación de las relaciones
contractuales, lo que lleva a ocuparse de sus instituciones. El objetivo es
establecer estructuras de gobernación idóneas buscando economizar costos
de transacción de segundo orden y para esto analiza las reglas de juego,
los contratos y el alineamiento de las estructuras de gobernación con las
transacciones. Los análisis de este nivel se concentran en alinear las estructuras
de gobernación de acuerdo con el tipo de transacciones que realizan los
agentes a fin de alcanzar la cooperación y la adaptabilidad. Según Williamson
(2001, p. 13), estas estructuras de gobernación y su posible «reorganización
de las transacciones entre las estructuras de gobernación se reexamina
periódicamente, en el orden de un año a una década, a menudo coincidiendo
con los intervalos de renovación de los contratos o de los equipos».

Los trabajos sobre este nivel de análisis comenzaron en la década de


1970 con los primeros escritos de Williamson y continuó hasta su muerte en
2020 (1971; 1976; 1979; 1985; 1991; 1999; 2003; 2010). El interés aquí
no es el sistema legal como en el segundo nivel, que establezca las normas y
vele por su cumplimiento, lo importante son las estructuras de gobernación
(Campbell, Hollingsworth y Lindberg, 1991; Dixit, 2009; 1998; Moe, 1997).
Igualmente, en el avance hacia la eficiencia institucional desempeña un papel
central la noción de compromiso, «lo que justifica la importancia del capital
reputacional y de las fórmulas organizativas del Estado» (Arias y Caballero,
2004, pp. 8-9). Es un ordenamiento público-privado basado en las normas
más generales que actúan en este escenario, pero con discrecionalidad para
hacer nuevos acuerdos. Se aceptan las normas generales plurales y se elaboran
las normas particulares y singulares (MacNeil, 1974; Summers, 1969).

Finalmente, el nivel interno de las organizaciones, en el que se analiza


en el momento presente la manera como se da la distribución y empleo de
recursos, a la vez que se identifican los costos en que incurren los agentes al
realizar transacciones. Es un análisis microfundamentado, marginal y basado
en la idea de función de producción, en el cual se busca la optimalidad, con
el objetivo de establecer condiciones marginales idóneas, alineamiento de
incentivos y la economización de tercer orden. En este nivel se investiga la
realización de teorías como la de agencia o agente-principal, la cual se ocupa
de los alineamientos ex-ante de los incentivos, dejando de lado la contratación
ex-post y el manejo eficiente de los riesgos (Aoki, 2001; González, 2014;
Jensen y Meckling, 1994). Unas enfatizan en el comportamiento de las
organizaciones —políticas—, ven a los partidos políticos o al Estado como
empresas en un escenario de juego de coaliciones entre agentes, otras
analizan a la organización política internamente y la manera como se persigue
objetivos, se delega actividades y se controlan e incentivan conductas en los
agentes —teoría de agencia— (Jensen y Meckling, 1994). En estos análisis
cumple un papel muy importante la teoría de incentivos y las que hablan de
división y especialización del trabajo. En el APT, un ejemplo es el estudio de
los efectos que tiene en un alzado en armas un incentivo económico para
la dejación de armas (Valencia y Bedoya, 2015; Hincapié y Valencia, 2014).
Es necesario advertir que, a pesar de la diferenciación y separación
aparente entre cada uno de los niveles de análisis, Williamson (2001) insiste
en que los niveles están interconectados y relacionados. El componente
institucional cumple el papel de unir los diversos niveles de análisis: las
instituciones funcionan como normas que establecen restricciones a todos
y cada uno de los niveles. Se produce una especie de feedback donde un
nivel —superior o inferior— afecta al siguiente nivel —superior o inferior—.
Allí caben todos los temas y problemas del APT, desde el histórico y de largo
plazo que realiza la historia política, hasta el coyuntural y de plazo inmediato
de los modelos de elección racional. Lo que hace la división en niveles es
permitir identificar intereses específicos de cada línea de trabajo y que según
el foco de trabajo el analista político pueda situarse en la larga duración o en
un momento específico de la historia para estudiar la coyuntura.

En conclusión, el APT es un enfoque, una perspectiva analítica que


convoca a los politólogos a abordar temas diversos (Arias y Caballero,
2013a; 2013b; Caballero, 2002a; 2002b; 2007; 2011; North, 1990b),
es una perspectiva de análisis creada y desarrollada en las últimas cuatro
décadas y que viene conformándose en un gran programa de investigación
científica (Williamson, 2010). Es una agenda de investigación con una
disparidad de intereses en variados temas que ha hecho posible que surjan
líneas de investigación abundantes (Dixit, 1996; North, 1990a), ofreciendo
una propuesta analítica que puede ser aplicada con toda propiedad en el
estudio de fenómenos políticos. Unos se ocupan de ir al pasado, de subirse
a la montaña y ver en el horizonte todo el territorio; otros, en cambio, se
interesarán por ir a los lugares públicos y al ámbito de lo privado, no suben a
la montaña, se quedan en los espacios de interacción humana analizando a
las organizaciones políticas en su interior.

Germán Darío Valencia Agudelo (Colombia)*

*
Director revista Estudios Políticos. Economista. Especialista en Gerencia Social. Magíster en
Ciencia Política. Doctor en Estudios Políticos. Grupo Hegemonía, guerras y conflictos, Instituto de
Estudios Políticos, Universidad de Antioquia UdeA. Calle 70 No. 52-21, Medellín, Colombia. Correo
electrónico: german.valencia@udea.edu.co - Orcid: 0000-0002-6412-6986 - Google Scholar https://
scholar.google.es/citations?user=7Sm8z3MAAAAJ&hl=es
Cómo citar este artículo: Valencia Agudelo, Germán Darío. (2020). Editorial. El análisis político
transaccional de Oliver Williamson. In memoriam. Estudios Políticos (Universidad de Antioquia), 59,
pp. 9-22. DOI: 10.17533/udea.espo.n59a01
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