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Reseña de 

Fanged Noumena Vol 1, 1988-2007. Traducción, glosario y


notas de Ramiro Sanchiz. Barcelona, Holobionte

Nick Land o el discurso de la


post-subversión
Fanged Noumena es una recopilación de los artículos del filósofo
Nick Land previos a su «autoexilio» a Shanghái. El libro fue
editado originalmente en 2011 por Robin Mackay, que estaba
vinculado al propio Land en los años 90′ dentro del grupo de
pensadores CCRU, y Ray Brassier, a quien se considera dentro de
la corriente […]

Fanged Noumena es una recopilación de los artículos del filósofo


Nick Land previos a su «autoexilio» a Shanghái. El libro fue
editado originalmente en 2011 por Robin Mackay, que estaba
vinculado al propio Land en los años 90′ dentro del grupo de
pensadores CCRU, y Ray Brassier, a quien se considera dentro de
la corriente del Realismo especulativo junto a los
filósofos Quentin Meillassoux y Graham Harman, de la que
actualmente reniega . La publicación de estos ensayos en español
viene precedida de cierta polémica política y filosófica, debida al
tránsito de Land desde las posturas aceleracionistas de superación
del capitalismo, hacia la defensa de un mito neorreaccionario y
autoritario. Para colmo, su militancia actual en el movimiento
NRx se encuentra unida al sugerente membrete de Ilustración
Oscura (The Dark Enlightenment), permitiéndole mantener un
halo de malditismo nietzscheano con el que consigue reverberar
como enfant terrible contra-academicista. En consecuencia, Land
muestra un enorme desapego hacia su pensamiento anterior, como
si se tratara del producto de una mente ajena en la que no se
reconoce. Lo primero que debemos señalar es que Fanged
Noumena sacia las expectativas de quien se acerca desde la
leyenda negra elaborada por el propio Land.

Por eso, para comprender con mayor exactitud la resonancia y la


altura del libro, resulta imprescindible la lectura del prólogo
escrito por Robin Mackay, El inhumanismo experimental de Nick
Land, que contextualiza y da el tono preciso. Mackay, que fue
alumno suyo, nos presenta la primera obra de Land como una
escritura subversiva, más cerca de la literatura que del ensayo
riguroso. En ese momento, el inquietante vocabulario ciberpunk y
antihumanista, unido a las desafiantes tesis anticapitalistas, lo
convirtieron en un revulsivo en el circuito del pensamiento
crítico. Para el Land de aquella época la filosofía trascendía el
ámbito académico, plasmándose en su vida cotidiana, poniendo
en riesgo su trabajo y hasta su salud mental. Mackay describe con
estas palabras la fascinación que Land despertaba entre sus
alumnos de la Universidad Warwick: «Era imposible no quedar
impresionado ante la certeza de que la vida de ese hombre estaba
volcada por completo en su trabajo, y que para él la filosofía no
era algo que hacer de nueve a cinco ni tampoco un atajo hacia la
autoafirmación personal en su sentido más convencional1«.

Land fundamentaba sus reflexiones en la lectura de Nietzsche,


Deleuze, Guattari, Freud, Bataille o Artaud, pero añadiendo el
cine popular y los libros de ciencia-ficción, la cultura rave y las
drogas. La mención, las citas y los desvíos (détournement) de
estos autores son constantes en sus artículos, añadiéndole el
pesimismo escéptico y morboso del Baudrillard más postmoderno
o la escritura críptica y enardecida de la Economía libidinal de
Lyotard. Todo esto mezclado dio lugar a una serie de artículos
cercanos al manifiesto o el poema, cuya lectura pública solía
convertirse en una perfomance de difícil digestión. Su escritura es
un intento de plasmar una cosmología de lo inhumano, rozando lo
inorgánico, sumergiendo al lector en imágenes más cercanas a las
pesadillas eróticas y biomecánicas de Giger, que a las tribus
recorriendo el desierto de Deleuze. Mackay lo resume así: «En
estas prácticas Land vio al tánatos (la pulsión de muerte, el afuera
desconocido) insinuar su avance por lo humano a través del
eros2«. Su planteamiento podría resumirse en un intento de
superación de la dialéctica del deseo, tratando de seguir la senda
marcada por el Anti-Edipo, para ir más allá del capitalismo por el
lado de la producción deseante.

En este marco, adquiere más sentido el texto Deseo maquínico,


escrito en 1993 y contenido en Fanged noumena, donde se
evidencia su papel como impulsor de muchos conceptos de la
corriente aceleracionista, que desarrollarán varios de sus
colaboradores. En este artículo, Land se separa de la visión
clásica del capitalismo, entendido como un modo específico de
producción, para convertirlo en una especie de ente monstruoso
cuyo devenir es imparable e incomprensible, si nos mantenemos
en la perspectiva humanista y conservadora de la izquierda. La
provocación ideológica se puede apreciar en fragmentos como el
siguiente, donde se evidencia el batiburrillo filosófico que
maneja:

Está siempre en movimiento hacia un no-espacio terminal y hace


colapsar la tierra en una fusión que desemboca en el cuerpo sin
órganos (…). El capital no es una esencia sino una tendencia, la
fórmula de aquello que decodifica, o inmanencia propulsada por
el mercado, que subordina progresivamente la reproducción social
a la replicación tecnocomercial3.
Frente a esa dinámica, que va devorando lo real hasta convertirlo
en parte de una maquinaria caótica, el socialismo ha quedado
como un movimiento nostálgico, que trata de recuperar un estado
subdesarrollado o anterior al capital. Como intento de superación
de esta ideología de confrontación caduca, Land esgrime un
fragmento del Anti-Edipo, colocándose en la lógica de
desterritorialización del capitalismo y buscando ese momento de
aparente colapso, que permita cartografiar un nuevo mundo. Una
cita que está recortada, probablemente como recurso estético, para
dotar de más dramatismo a la escena. En este punto, no puedo
resistirme al impulso de reproducir algo más del fragmento
del Anti-Edipo al que hacemos referencia, reivindicando la lectura
del original frente a la recuperación ambigua que se realiza en la
obra de Land. La parte citada por él se encuentra en cursiva:

Por tanto, debemos decir que nunca se irá bastante lejos en el


sentido de la desterritorialización: todavía no has visto nada,
proceso irreversible. Y cuando consideramos lo que es
profundamente artificial en las re-territorializaciones psicóticas
hospitalarias, o bien neuróticas familiares, exclamamos: ¡aún más
perversión! ¡aún más artificio! Hasta que la tierra se vuelve tan
artificial que el movimiento de desterritorialización crea
necesariamente por sí mismo una nueva tierra4.

Todavía no has visto nada. La frase es lanzada no sólo a modo de


advertencia, sino de maldición. Para alcanzar su significado pleno
en un mundo como el nuestro, donde se ha consumado el
simulacro, cuando resulta tan difícil sostener que algo haya
realmente acontecido. Una realidad donde ser humano se ha
convertido en adicto a las nuevas tecnologías y los ansiolíticos,
para sobrevivir a la angustia de la desterritorialización. Por eso,
no nos extraña que la Tercera Guerra Mundial pueda comenzar
con el enfrentamiento entre el emperador de EEUU y «Neo-
China» para el control del 5G.

Para escapar de las miserias del capital, Land invocó a las fuerzas
creadoras presentes en el caos. Esto lo hizo en su
manifiesto Colapso (Meltdown) de 1994, donde explica cómo el
mundo que ha de venir será el de la transgresión de la naturaleza
humana a través de la biotecnología y las drogas de síntesis; con
el fin del orden mundial y el triunfo de Neo-China; alcanzando la
fusión de la mente humana con las máquinas; superando el orden
binario (hombre/mujer, verdad/mentira, realidad/fantasía,
bueno/malo,…). Será, pues, la nueva fase del esquizoanálisis,
«software de red para acceder a los cuerpos sin órganos5«.

En el punto de partida de estos dos artículos es donde se tocan


Land y la corriente del aceleracionismo de izquierdas. En la
medida en que ambos tratan de alimentar el impulso
revolucionario del caos capitalista, para conseguir trazar ese
nuevo territorio. Tal y como Armen Avenassian y Mauro Reis nos
indican, en el prólogo a su interesantísima recopilación de textos
afines y divergentes del aceleracionismo, se trata de «la
insistencia en que la única respuesta política radical al capitalismo
no es protestar, agitar, criticar, ni tampoco esperar el colapso en
manos de sus propias contradicciones, sino acelerar sus
tendencias o desarraigo, alienantes, descodificantes,
abstractivas6«. Con este marco tan general, los diferentes teóricos
del aceleracionismo han oscilado desde la delectación en la
brutalidad del presente (como es el caso de Land) a la propuesta
utópica más radical, rozando lo delirante. En 2013, el Manifiesto
por una Política Aceleracionista7 de Nick Srnicek y Alex
Williams marca un punto de inflexión que separa,
definitivamente, a esta corriente de la lectura neorreaccionaria de
Land o, en palabras de Avanessian y Reis, de su «fatalismo
esquizoide anárquico o tecnocapitalista». Desde entonces, Srnicek
y Williams han publicado varios textos en torno a la superación
del capitalismo a través de la economía colaborativa, analizando
las fuerzas revolucionarias que podrían emerger con la crisis del
capitalismo. Para ellos, la necesidad más urgente es enfrentarse a
un mundo donde el trabajo y el proletariado han desaparecido. En
consecuencia, acelerar el capitalismo es apropiarse de las
herramientas tecnológicas que la izquierda tradicional ha
rechazado, para construir un futuro que podría parecerse a lo
sucedido en la plaza de Tahrir, en el movimiento del 15M, en la
resistencia a la troika de Grecia o en Occupy Wall Street.
Significativamente, en la lista de agradecimientos de Inventar el
futuro8, Srnicek y Williams nombran a gran parte de los
colaboradores más señalados de Land, como fueron los teóricos
Mark Fisher, Ray Brassier, Robin Mackay o el escritor Reza
Negarestani (escritor de la críptica novela Ciclonopedia, editada
en español por Materia oscura). Pero el filósofo oscurantista ha
quedado repudiado, tachado como influencia de la utopía
humanista que Srnicek y Williams ofrecen.

Resumiendo mucho la cuestión, lo que el Manifiesto por una


política aceleracionista proponía era construir una política
prometeica con la que superar, por un lado, el pesimismo de los
diagnósticos de los teóricos de izquierda y, por otro, el
estancamiento de la discusión de las organizaciones militantes en
cuestiones metapolíticas. De esta forma, sus autores señalan lo
siguiente:

Los aceleracionistas quieren liberar las fuerzas productivas


latentes. En este proyecto, la base material del neoliberalismo no
necesita ser destruida, necesita ser redirigida hacia objetivos
comunes. La infraestructura existente no es un escenario
capitalista que deba ser demolido, sino una plataforma de
lanzamiento hacia el postcapitalismo9.

Por eso, resulta imprescindible recuperar el sueño utópico de


trascender «los límites del planeta y nuestras formas corporales
inmediatas10«. Una idea que nos remite a las novelas de ciencia
ficción y a los sueños espaciales del siglo XX, pero que resulta
imprescindible ante el potente relato ideológico que están
recuperando las corrientes reaccionarias.

En cualquier caso, Land se convirtió en el difusor de las


concepciones acelerionistas presentes en la obra de Deleuze y
Guattari, pero también de Marx, con la recuperación del Discurso
sobre el libre comercio de 1884 o el Fragmento sobre las
máquinas, recogido en los Grundrisse (Lineamientos
fundamentales para la crítica de la economía política). Textos
que son esgrimidos a modo de trofeos o fetiches, separados del
resto del pensamiento marxista, como si se trataran de una
anomalía o lapsus. Desde esta perspectiva, la máquina capitalista
dejaba de ser un medio de producción, desapasionado o ciego,
que utiliza al proletariado como mera fuerza convirtiéndolos
engranajes. Para mostrarse como un poder que, al reunir a los
trabajadores bajo su yugo, se transforma en algo casi orgánico o
vivo. Una entidad con múltiples conciencias coordinadas por un
dispositivo interiorizado.

Hay que recordar que Land se encuentra en el germen de la


CCRU (Cybernetic Culture Research Unit), que alumbró el
concepto de hiperstición. De hecho, fueron las actividades y
textos del grupo las que tuvieron como consecuencia la expulsión
del propio Land de la Universidad de Warwick en 1998, un
elemento que agrandará la leyenda negra del grupo. La CCRU
estaba formada fundamentalmente por Land, Robin Mackay y
Mark Fisher (de quien se están publicando sus artículos por parte
de Caja negra y Alpha Decay). Además, durante una temporada
contaron con la colaboración de Sadie Plant, una de las teóricas
pioneras del ciberfeminismo, autora de un interesante estudio
sobre la Internacional Situacionista y un sugerente libro donde
recorre el histórico vínculo entre la literatura, la filosofía, la
música y las drogas11.

La CCRU se puso en marcha de manera progresiva en los años


90, dando lugar a publicaciones propias a partir de 1997 y hasta
2003. La noción de hiperstición jugará un papel fundamental en
su andamiaje teórico, presentándose como una suerte de conjuro
de lo real, una invocación de posibilidades que juega con el
equívoco entre ficción y verdad. Así, por ejemplo, Land se
permite crear un alter ego aún más delirante, el profesor D.C.
Barker, con quien dialoga en torno a temas como la alteración de
la esencia humana en virtud del trauma tectónico o cómo las
neurosis surgen de nuestra catastrófica postura erecta. En este
sentido, el concepto de hiperstición retoma de alguna manera la
veta abierta por movimientos underground como el
discordianismo (siendo el escritor Robert Anton Wilson uno de
sus integrantes con más recorrido), con un cóctel de ideas tan
sugerente como pretendidamente equívoco resultante de mezclar
el ocultismo, la ciencia ficción, el activismo radical o, elemento
crucial que falta en Nick Land, un ácido y subversivo sentido del
humor. En todo caso, la finalidad de la hiperstición era crear un
nuevo mito, alumbrar pequeñas ficciones que fueran penetrando
en la conciencia colectiva para alterar el imaginario y de ahí llegar
a eclosionar en la propia realidad. Era la puesta en marcha de la
máquina deseante guiada por una pulsión de vida desbordante.
Aunque, en la práctica su alcance fue mucho más modesto
ofreciendo una especulación poética, donde plasmar las
ideologías ocultas en la cultura popular y con la intención de
generar una respuesta intelectual más o menos subversiva.

A partir de su expulsión de la Universidad de Warwick, Land


desarrollar una serie de artículos que constituyen un corpus más
evocador que comprensible y que se encuentran en la segunda
parte de Fanged Noumena. En ellos se suceden las referencias al
comandante Kurtz, a la película Terminator, la oscuridad gótica,
Lovecraft, el Anti Edipo, la cibernética,… Todo ello con una
escritura alucinógena y tumultuosa, que debía infectar la mente
del lector, como el lenguaje parasitario propuesto por William
Burroughs. Dentro de esta serie de artículos, como en el caso
de Criptolito (publicado en 1999), Land ya dejaba claro el
devenir de su propio pensamiento cuando escribe: «Creen que
Barker está loco. O quieren creerlo. No porque piense que las
galaxias hablan y la tierra grita: todo el mundo lo sabe, se diga lo
que se diga12«. Con estas palabras Land está marcando el límite de
su propia cordura, para sumergirse en el abismo de lo Real donde
las dimensiones se vuelven monstruosas. A partir de entonces, su
pensamiento se va perdiendo en la angustia y el vértigo.

Para Land romper con el vínculo entre el lenguaje y el significado


permitiría abrir las conciencias a lo desconocido, forjando un
futuro caótico, esquizoide y oscuro. El problema es que toda esa
oscuridad conducía a una utopía cada vez más terrible y
deprimente. La pulsión de muerte había ganado la partida, ya no
había superación de la dialéctica del deseo, sino el descenso a los
infiernos de una mente en estado de delirio. De hecho, Land
perdió completamente la cordura y se dejó llevar por sus propias
ensoñaciones transgresoras. Como señala Mackay, ya no sabía si
sus «epifanías especulativas» habían sido «destellos de acceso a
lo trascendental, o si fueron apenas el deterioro patético de una
psique forzada13«. Ya no necesitaba narrar ningún mito, él mismo
encarnaba a un dios caído en desgracia, arrasado por la vivencia
extática del deseo productor, seducido por el torbellino de su
propio imaginario. El camino por el que transita desde entonces es
bastante más prosaico y triste: tras el pertinente ingreso en una
institución mental y proceso de desintoxicación, Land reniega
actualmente de todo ese intento por gestar un pensamiento
subversivo y anticapitalista. Hoy se dedica, sin complejos, a
extender nociones totalitaristas y oscurantistas con las que seducir
a universitarios sedientos de un nuevo relato reaccionario.

Podríamos decir que, de todas formas, no había tanta distancia


entre ambos discursos. Sabemos del fácil deslizamiento que se
puede efectuar desde el pensamiento trasgresor del último
Baudrillard, que negaba la realidad de cualquier acontecimiento,
hacia el postmodernismo más ramplón, que abandona cualquier
voluntad de cambio fascinado por la catástrofe inminente. Hay
que reconocer que si dejamos al margen el carácter
deliberadamente oscuro del vocabulario empleado por Land, con
el que se acerca peligrosamente a la impostura intelectual, es fácil
caer cautivado por el discurso de los primeros artículos
de Fanged noumena. Acunados por las referencias que maneja,
enardecidos por su tono mesiánico y rebelde, los lectores podrán
contemplar o imaginar que contemplan un nuevo territorio donde
escapar del malestar del capitalismo, para producir esa nueva
Babilonia extática, turgente y viva. Ese encantamiento se
mantiene en el origen de la hiperstición, donde invoca las
posibilidades de lo real a través de una palabra liberada del
sentido. Sin embargo, con esta herramienta se va separando de
una voluntad crítica para acercarse al placer superficial de la
simple transgresión estilística a partir de la ruptura con cualquier
discurso con sentido. La intención de Land acaba siendo ir más
allá de la diferencia entre verdad y ficción, consiguiendo que su
discurso se alce como un simulacro entre otros. De esta forma,
Land acaba por construir el espejismo de una provocación que es
puramente intelectual, imposible de anclar en la existencia
cotidiana. Su paso por el aceleracionismo se torna una impostura
más en la elaboración de una leyenda que sólo podía conducir a la
autodisolución y el renacimiento filofascista.

Notas:

[1] Robin Mackay en El inhumanismo experimental de Nick


Land, dentro de Fanged Noumena Vol 1, 1988-2007, Nick Land.
Traducción,glosario y notas de Ramiro Sanchiz. Barcelona:
Holobionte, p. 13.

[2] Íbid., p. 16.

[3] Nick Land (2019), op. Cit., p. 67.

[4] DELEUZE, G. y GUATTARI, F. (2010), El anti-Edipo.


Capitalismo y esquizofrenia. Madrid: Paidós, p. 332.

[5] Nick Land (2019), op. cit., p. 74.

[6] AVANESSIAN, A. y REIS, M. (2017), Aceleracionismo.


Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo. Buenos
Aires: Caja Negra, p. 9. En este libro se encuentra una primera
traducción de Colapso de Land.
[7] Recogido en AVANESSIAN, A. y REIS, M. (2017), op. Cit.,
pp. 33-48.

[8] SRNICEK, N. y WILLIAMS, A. (2015), Inventar el futuro.


Poscapitalismo y un mundo sin trabajo. Barcelona: Editorial
Malpaso, p. 5.

[9] SRNICEK, N. y WILLIAMS, A. (2017), Manifiesto por una


política aceleracionista en Aceleracionismo. Estrategias para
una transición hacia el postcapitalismo. Op.cit., pp. 40-41.

[10] Íbid., p. 47.

[11] El gesto más radical, editado por Errata naturae, y Escrito


con drogas, en la Editorial Destino.

[12] LAND, NICK (2019), op. Cit., p. 190.

[13] MACKAY, ROBIN en El inhumanismo experimental de


Nick Land, op. Cit., p. 22.

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