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Normativa Vigente.
ENFERMEDAD.
● Hablamos de bienestar físico cuando el individuo siente que ninguno de sus
órganos o funciones del cuerpo están menoscabados, y cuando
efectivamente esta situación es real, y no se trata solamente de una ausencia
de síntomas. El cuerpo debe funcionar eficientemente y portar una capacidad
física apropiada para responder ante la actividad vital de cada uno, cada día.
● El bienestar mental se manifiesta en varios planos, que van desde lo
intelectual hasta lo puramente emocional, y se observa a través de ciertas
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habilidades, aunque hay que evaluar puntillosamente cada una de ellas para
reconocer siempre el componente subjetivo de las observaciones:
Estas habilidades pueden resumirse en:
a) Aprendizaje, capacidad intelectual y concentración: debemos observar si alguna
de estas áreas está afectada, en qué grado y si representa un sufrimiento para el
sujeto. Si bien la capacidad intelectual es mensurable, la disminución de ésta puede
no ser una fuente de sufrimiento para el sujeto y no ser tan profunda como para
considerar que afecta el bienestar mental. De la misma forma, una persona con gran
capacidad intelectual, aprendizaje y concentración, puede acarrear un sufrimiento
subjetivo como consecuencia de esta situación. A lo que me refiero, es que si bien
son puntos en donde detenernos, en sí mismos no pueden considerarse algo que
afecte el bienestar de una persona.
b) Procesamiento de la información y adaptación a la realidad: la forma en que una
persona procesa la información, determinará si la respuesta a dicho conocimiento
es adaptada la realidad. Ciertas formas patológicas van a generar respuestas
igualmente patológicas y desadaptadas que, probablemente, generen un sufrimiento
directo, o le impidan obtener gratificaciones disminuyendo la capacidad global de
goce.
c) Discernimiento sobre valores y creencias: el discernimiento sobre el sistema de
valores y creencias a nivel social y familiar, hace las veces de un adecuado
comportamiento, y una adecuada y placentera relación con los objetos (objetos de
amor). Debemos diferenciar entre valores y creencias sociales y familiares; esto es
así debido a que en muchos casos lo inculcado desde el grupo de pertenencia es de
tal índole que priman por sobre el régimen de creencias y valores de la comunidad.
Esta situación, puede mostrarnos a una persona desadaptada para el medio social,
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Por otro lado, Descartes, escribe: “Aunque la salud sea el más grande de
todos nuestros bienes que conciernen al cuerpo, es aquel al que dedicamos menos
reflexión y con el que menos nos deleitamos. El conocimiento de la verdad es como
la salud del alma; una vez que sea la posee, no se piensa más en ella”. Al respecto,
Canguilhem plantea si podríamos invertir esta equiparación y decir que la salud es la
verdad del cuerpo. ¿Por qué la verdad del cuerpo? Porque la verdad es algo más que
un valor lógico.
Citando al filósofo, diríamos que “la salud, la verdad del cuerpo, no puede ser
explicada con teoremas, no hay salud de un mecanismo. Para una máquina, el
estado de marcha no es la salud y el desajuste no es una enfermedad, en cambio un
hombre hidrópico, es un error de la naturaleza”.
Por lo tanto, la verdad del cuerpo (salud) no es una idea susceptible de
representación. Hay una idea del cuerpo expuesta en los conocimientos biológicos y
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médicos, pero es la salud sin ideas la que sostiene y valida para uno mismo -y para
el médico personal- la idea del cuerpo. Pensemos en términos del autor; nos habla
de “mi médico”, como “el que acepta que lo instruya sobre lo que solo yo estoy
habilitado a decirle, lo que mi cuerpo me anuncia a mí mismo a través de síntomas
(…) el que acepta de mí ver en él un exegeta, antes de aceptarlo como reparador”.
La definición de salud que incluye la referencia que la vida orgánica hace al
placer y al dolor (experimentados como tales), introduce el concepto de “cuerpo
subjetivo”. Cuerpo subjetivo incluido en la definición de un estado que el discurso
médico cree poder describir en tercera persona.
Al apelar a la filosofía parecería que menospreciamos a la medicina; sin
embargo la preocupación se basa en que hoy, el cuerpo se convirtió en un cuerpo
dividido, dada la difusión de una ideología médica de especialistas que hacen que el
cuerpo sea vivido como una batería de órganos. No se trata de menospreciar a una
disciplina sino a la forma en que se profesa el conocimiento de la misma. Siempre
debemos tener presente que el reconocimiento de la salud como verdad del cuerpo
en el sentido ontológico debe admitir la presencia de la ciencia, al menos como un
resguardo, como un límite.
Ahora bien, una vez definido el concepto de salud "oficial" y la perspectiva de
salud que nos brinda Canguilhem, estamos en condiciones de abordar la cuestión de
la enfermedad, para luego abordar a la enfermedad mental.
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El término proviene del latín “infirmitas” que significa “falto de firmeza”.
Cuando acaece un suceso que altera el estado de salud y que produce una
inestabilidad en su integridad biopsico-social, nos encontramos ante un falto de
firmeza, y por ende una enfermedad.
Esto es interesante debido a que, independientemente de lo que establece la
ciencia y la lógica imperante -que es la del Modelo Médico Hegemónico-, para las
comunidades existe enfermedad en tanto exista padecimiento, y esto es
exactamente lo que promueve el nuevo paradigma en Salud Mental.
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Los problemas de orden psíquico no se ajustan al modelo de razonamiento
causal; no puede trabajarse con un criterio de enfermedad objetivo, ya que queda
ausente la dimensión subjetiva de quien la padece. Así, teniendo en cuenta la
distinción realizada entre illness (experiencia directa del enfermo) y disease
(conceptualización de la enfermedad que hacen los médicos), aparece el concepto
de sufrimiento psíquico, como categoría diferenciada de la enfermedad.
En este sentido, la familia, la escuela y el trabajo son tres espacios sociales
que cumplen un papel central en los procesos de subjetivación (y que, por lo tanto,
funcionan como factores que influyen en la salud/enfermedad). Hoy, los tres están
en crisis, por lo que hay nuevos conceptos de enfermedad, nuevas causas y nuevos
cuadros que deben ser tenidos en cuenta y que ya son tenidos en cuenta en el
imaginario social.
Si bien nadie consideraría enferma a una persona con “pocos amigos”, lo
cierto es que tiene efectos enfermantes, y esto -a nivel comunidad- es sabido. El
inconsciente colectivo lo registra.
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Por su lado, y focalizándonos en el trabajo, Freud mismo destacaba el papel
de éste en la economía psíquica; hoy por hoy estamos frente al desempleo
coyuntural o crónico, la permanente amenaza a la pérdida del trabajo, la
desprotección y precarización laboral, lo cual favorece la fractura de los vínculos,
instalando problemáticas subjetivas singulares y colectivas.
El estar desocupado, si bien no es una causa válida desde un saber
pretendido científico, para contraer una enfermedad, opera “vulnerabilizando” al
individuo.
Por último, la escuela, como agente privilegiado de socialización, siendo quien
conforma valores, impone hábitos y normativas que regulan y contienen las
conductas transformándolas en conductas normalizadas, es otra fuente de salud y
enfermedad. El fracaso escolar es hoy un indicador de que algo no va bien. Produce
consecuencias a futuro ya que provoca un déficit en lo cognitivo, deteriora la
inserción social individual que empobrece las perspectivas de sus inserciones
futuras, y repercute sobre el desarrollo de los grupos de pertenencia.
Como conclusión, adhiero a quienes sostienen que hay que definir un nuevo
objeto de estudio, hay que repensar y construir nuevas modalidades clasificatorias
que resulten superadoras de aquellas organizadas en torno a entidades mórbidas.
Lo que es salud y lo que es enfermedad debe ser resignificado.
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Los trastornos están clasificados en el DSM (V), y tanto los criterios como la
clasificación que en éste encontramos, reflejan un consenso a partir de
conocimientos actuales en el campo de los trastornos mentales (aunque no incluyen
todas las situaciones que pueden ser objeto de tratamiento o investigación). Estos
criterios son específicos de cada uno y funcionan como directrices para establecer
un diagnóstico.
Encontramos:
● Subtipos, que definen subgrupos fenomenológicos mutuamente excluyentes,
así como también especificaciones, que definen subgrupos pero no
pretenden ser mutuamente excluyentes, sino definir grupos más homogéneos
de individuos afectos por un trastorno y que comparten ciertas
características. Veremos que se indican en el conjunto de criterios porque
dice "especificar si".
● Especificaciones de la gravedad y el curso del trastorno, que se aplica a las
manifestaciones actuales del sujeto pudiendo determinarse de la siguiente
forma:
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a) Leve: cuando se alcanzan los criterios requeridos para formular el diagnóstico
pero hay pocos o ningún síntoma que exceda esto. El deterioro de la actividad social
o laboral es ligero.
b) Moderado: cuando los síntomas o deterioro funcional están situados entre "leve"
y "grave".
c) Grave: cuando muchos síntomas o signos exceden lo requerido para formular el
diagnóstico, o hay distintos síntomas particularmente graves o que dan lugar a un
notable deterioro de la actividad social o laboral.
d) En remisión parcial: cuando sólo permanecen algunos de los síntomas o signos
requeridos para el formular el diagnóstico.
e) En remisión total: cuando ya no existe ninguno pero es relevante que hayan
estado desde un punto de vista clínico.
f) Historia anterior: cuando es útil reconstruir la historia de los criterios cumplidos
por el trastorno aun estando ya recuperado (por ejemplo, es importante un trastorno
de ansiedad por separación en un caso de alguien que hoy presenta crisis de
angustia).
El diagnóstico principal es el trastorno que se considere responsable principal
del ingreso en caso de internación, diferenciándolo del motivo de consulta, que es el
trastorno que justifica en la asistencia médica. A su vez, podemos situar el
“diagnóstico provisional”, que se utiliza en dos casos: a) cuando hay una clara
presunción de que todos los criterios para un trastorno se cumplirán; b) cuando el
diagnóstico diferencial depende exclusivamente de la duración de la enfermedad.
Es importante destacar que la evaluación del DSM se realiza mediante un
formato “multiaxial”. Esto significa que evalúan varios ejes, cada uno de los cuales
concierne a un área distinta de información (útil para el tratamiento y la predicción
de resultados). Facilita la evaluación completa y sistemática, y promueve el modelo
biopsicosocial en clínica, enseñanza e investigación.
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En el Eje I, se evalúan los trastornos clínicos y otros problemas que pueden
ser objeto de atención clínica; en el Eje II se registran los trastornos de personalidad
y retraso mental, así como ciertos mecanismos de defensa y características
desadaptativas de la personalidad. En el Eje III, se da lugar a las enfermedades
médicas potencialmente relevantes para comprender y abordar el trastorno mental
del sujeto. En el Eje IV, la relevancia está puesta en aquellos problemas
psicosociales y ambientales que puedan afectar el diagnóstico, tratamiento y/o
pronóstico del individuo (se toman por válidos los que correspondan al año anterior
pero pueden tenerse en cuenta problemas de años anteriores, si han contribuido
claramente al trastorno mental o fueron objetivo terapéutico; podemos citar
problemas relativos al grupo primario de apoyo, al ambiente social, a la enseñanza,
problemas laborales, de vivienda, económicos, de acceso a los servicios de
asistencia sanitaria, problemas relativos a la interacción con el sistema legal, y otros
problemas como guerras, conflictos con personal de salud, etc.). Por último, el Eje V
evalúa la actividad global y da cuenta de la opinión del profesional acerca del nivel
general de actividad del sujeto, lo cual es útil para planear el tratamiento, medir su
impacto y predecir la evolución.
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En relación a la enfermedad mental, los sistemas de creencias estuvieron
determinados por múltiples factores, siendo importantísimo el papel que jugó la
religión y la ideología política en cada momento histórico.
Según Galende (2008), en su obra “Psicofármacos y Salud Mental”, fueron
varios los cambios respecto de los diferentes criterios que fundamentaban los
abordajes en salud mental. Destaca 4 momentos:
1) Momento político-cultural: da cuenta de un momento que abarca hasta
1791, y reconoce el valor de los diferentes decretos que se han sancionado
fundando la psiquiatría. La razón por la cual se abordaba el tratamiento del
psiquismo era científica. Los sufrimientos mentales, obviamente existían en el
espacio social, y se les brindaba tratamientos diversos; coexistían con
comprensiones religiosas y mágicas y no existía una disciplina específica que los
tratara. Con la llegada del capitalismo se “rompe” la vida aldeana, aparecen los
primeros establecimientos, pero la población alojada era muy reducida, ya que los
que padecían mentalmente continuaban insertos en la comunidad: se buscaba
comprensión y se daba un trato especial hacia ellos.
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2) Médico-positivista: Se extiende durante todo el siglo XIX, una vez que
surge la asistencia por parte del Estado reemplazando a la caridad. Lo que es
susceptible de críticas –entre otras cosas- es que en el asilo no se diferenciaba
entre locura y pobreza, quedando “delito” y “locura” asociados entre sí, y pasando a
ser cuestiones de orden público. Durante la presencia de Esquirol[2], se creó un
orden jurídico especial sobre trastorno mental con la sanción de la ley N°1838, la
cual determinaba la incumbencia del médico y sus funciones jurídicas de privación
de la libertad. Esto trajo como consecuencia la creación de una red de hospitales, la
conformación de un imaginario social sobre la locura como peligrosidad, y la figura
del psiquiatra como quien controla esta última. Teniendo en cuenta la obra de Hegel
y su interés acerca de la formación de conciencia (lo racional y animal), se termina
significando al alienado como puro instinto, peligroso y no responsable, siendo el
Estado el que debe controlarlo en función del bien común.
3) Influencia de la psicopatología: Durante la primera parte del Siglo XX, se
produce la irrupción de las críticas al positivismo y el surgimiento de las primeras
psicoterapias. Jaspers pública “Psicopatología General” y se plantea por primera vez
la atención fuera del manicomio. Surge la socialización como modo de una
terapéutica activa y amplia, ya que considera todas las dimensiones de la vida del
enfermo. Se reconoce la locura como condición humana y no como una enfermedad
mental crónica (implicaba que cualquier persona era susceptible de enloquecer y
que es parte de ser humano el atravesar por la eventual pérdida de la cordura,
considerada ahora temporaria) imponiéndose de a poco la noción de "síndrome"
(acepción similar a “trastorno”) como manera de cuestionar el ideal de lo puro.
4) Posguerra (años ´50) y reestructuración global de la atención psiquiátrica:
Si bien seguía presente el positivismo, sobre todo por el surgimiento de la
psicofarmacología, la OMS había realizado varios movimientos mediante la creación
de comunidades terapéuticas, la socioterapia, los Programa de Psiquiatría
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Comunitaria, Política de Sector, etc. Se dicta la Ley de Salud Mental 180, y surgen
tres ejes de reforma: a) una propuesta sanitaria basada en salir de los psiquiátricos
y crear nuevos servicios; b) una propuesta técnica y pragmática con la Psiquiatría
Comunitaria anglosajona; c) una propuesta crítica y antipsiquiátrica mediante los
aportes de Basaglia y la desinstitucionalización.
Se trató de transformar un sistema complejo y fuerte, asentado tanto en el
aparato administrativo del Estado como en el imaginario social, pero muchos
aportaron cambios con fundamentos basados aún en la psiquiatría. No se proponía
fundar un nuevo modo de comprensión y acción sobre estas bases sanitarias
alternativas, y dio como resultado una preocupación general respecto a lo social
pero con la hegemonía de la atención médica, quedando en manos de los
psiquiatras y de su ideología.
Lo positivo fue la incorporación de otros profesionales no-médicos a la
atención, con la consecuente comprensión más amplia del sufrimiento, y las
intervenciones más integrales. Aun así, la dificultad grosera se plasmó en la
ausencia de coherencia en el conjunto de las Prácticas.
Galende propone crear programas en Salud Mental, que deberían avanzar
desde la comprensión de la neurosis extendiéndola a la psicosis o trastornos de
causa orgánica (tomado como la totalidad de la persona), y prestar la debida
atención al cambio disciplinario. Esto implicaría principalmente abrir campo de
teorías y rever el papel de los profesionales; todo esto atravesado por dos ejes
centrales: a) la necesidad de desarticular la institucionalización y, b) el desarrollo de
sistemas alternativos de atención.
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El motivo por el cual se llega a esta desafortunada situación, es que las
personas con problemáticas relacionadas a la salud mental, tienen una cantidad
importante de dimensiones afectadas que no son elementos que acompañan el
trastorno sino que son el texto mismo de la enfermedad. Por eso, como son
aspectos diferenciados, pueden y deben ser tratados también por profesionales con
ideologías diferentes. En ese trabajo -basado en la práctica en el campo- se
intercambian modos de pensar y sentir, se asumen tareas inespecíficas de la
profesión, y esto ayuda a ampliar los márgenes disciplinarios y avanzar a la
"trans-disciplina". Se producen movimientos trans-subjetivos con comprensión
totalizadora del problema, se pasa a un pensamiento complejo en el que se reflejan
todos los elementos que lo componen.
Esto permite comprender con amplitud los procesos de integración social,
visualizada en dos ámbitos o niveles, tal como sostiene Da Sousa Campos (2001),
cuando cita las reflexiones de Habermas:
● Integración social sistémica, nivel en el que se ponen en juego los sistemas
normativos globales de la nación.
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● Integración socio comunitaria, que implica la presencia de un sostén de los
procesos de vida real en las relaciones inmediatas y cercanas con los otros.
Por lo tanto, lo que se busca es que se recupere la ciudadanía y esta debe ser
la principal meta, la cual se logra pensando en la participación como primer paso.
El derecho a la salud.
El derecho al grado máximo de salud que se pueda lograr (denominado
«derecho a la salud») se consagró por primera vez en la Constitución de la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 1946). La OMS da un concepto que
comprende a la persona humana en su integralidad: “La salud es un estado de
completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o
enfermedades.” Seguidamente predica que “El goce del grado máximo de salud que
se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin
distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social.” Así,
para la OMS: i) la persona tiene derecho a gozar “del grado máximo de salud que se
pueda lograr”, pero ello va a depender de circunstancias inherentes a ella (por ej.,
biológicas), como externas a ella (por ej., el progreso de la ciencia en determinado
momento histórico); ii) que el derecho a la salud es reconocido como un derecho
humano fundamental; iii) del cual no puede ser privada la persona humana bajo
ninguna circunstancia o condición (derechos de igualdad y no discriminación). El
derecho a la salud no significa derecho a gozar de buena salud (no implica el
derecho a estar sano), pero obliga a los gobiernos y a las autoridades públicas a
establecer políticas y planes de acción destinados a que todas las personas tengan
acceso a la atención de la salud en el plazo más breve posible (aplicación del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 [Art. 12] y la
Observación General Nº 14/2000).
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En el año 2000 el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
expidió la Observación General N° 14/2000 en la cual se sostiene que el derecho a
la salud está estrechamente vinculado con el ejercicio de otros derechos humanos y
depende de esos derechos, en particular el derecho a la alimentación, a la vivienda,
al trabajo, a la educación, a la dignidad humana, a la vida, a la no discriminación, a
la igualdad, a no ser sometido a torturas, a la vida privada, al acceso a la
información y a la libertad de asociación, reunión y circulación. Esos y otros
derechos y libertades abordan los componentes integrales del derecho a la salud.
En el párrafo 1º del artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos se afirma que "toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado
que le asegure, así como a su familia, la salud y en especial la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios". El
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales contiene el
artículo más exhaustivo del derecho internacional de los derechos humanos sobre el
derecho a la salud. En virtud del párrafo 1º del artículo 12 del Pacto, los Estados
Partes reconocen "el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de
salud física y mental", mientras que en el párrafo 2º del artículo 12 se indican, a título
de ejemplo, diversas "medidas que deberán adoptar los Estados Partes a fin de
asegurar la plena efectividad de este derecho". Además, el derecho a la salud se
reconoce, en particular, en el inciso iv) del apartado e) del artículo 5º de la
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial, de 1965; en el apartado f) del párrafo 1º del artículo 11 y el
artículo 12 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer, de 1979; igualmente, en el artículo 25 de la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de 2006; así
como en el artículo 24 de la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989. Se
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La Constitución formal de 1853-1860 no contenía normas sobre derechos
sociales, por ende, tampoco sobre el derecho a la salud. La doctrina y la
jurisprudencia hallaron fundamentación normativa (en la constitución histórica) en el
artículo 33 (derechos implícitos; encuentran su fuente en el espíritu de la
Constitución, en su filosofía política). La reforma de la Constitución Nacional (CN)
del año 1957 incorporó, a través del artículo 14 bis, los llamados derechos sociales:
de la familia, de los gremios, de la seguridad social, pero no reconoció expresamente
el derecho a la salud. Con la reforma constitucional de 1994 encontramos una doble
protección de los derechos relacionados con la salud: implícita y explícita. Si bien el
constituyente reformador desperdició una formidable oportunidad para incluir en
forma expresa los derechos a la vida y a la salud en el texto constitucional, surge de
éste que, además de emanar como un derecho implícito conforme la cláusula
constitucional contenida en el artículo 33, CN, también incorporó, por un lado, ciertos
preceptos que tienen en cuenta al derecho a la salud y a la protección de usuarios de
servicios de salud y, por otra parte, otorgó jerarquía constitucional a diversas
normas del derecho internacional que reconocen manifiestamente (reconocimiento
explícito) el derecho a la salud (art. 75, inc. 22, CN).
El “nuevo” artículo 41, CN, menta el derecho a la “preservación del medio
ambiente”. En él se incluye el derecho a una mejor calidad de vida (denominado
derecho constitucional de tercera generación). El primer párrafo del artículo 41, CN,
comprende el derecho al medioambiente: “Todos los habitantes gozan del derecho a
un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las
actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de
las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo” (…).
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El también “nuevo” artículo 42, CN, atiende a la protección de la salud de los
usuarios de bienes y servicios, comprendiendo tal precepto los servicios de salud,
siendo los pacientes los “consumidores” de aquellos. La cláusula constitucional
establece: “Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la
relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a
una información adecuada y veraz; a la libertad de elección y a condiciones de trato
equitativo y digno” (art. 42, CN, primer párrafo). Los ciudadanos tienen el derecho al
control de calidad de los alimentos, medicamentos, servicios y bienes en general
que consumen, en orden a que éstos no sean perjudiciales a su integridad
psicofísica. El artículo 42 citado es congruente con la protección de la persona
humana, pues la protección de la salud es un corolario del propio derecho a la vida (y
a la integridad física), de la persona humana, reconocido en los textos
internacionales y constitucionales.
Al derecho a la salud, asimismo, lo hallamos regulado en la norma
infraconstitucional que legisla el Seguro de Salud. La ley 23.661, en su artículo 1º
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establece: “Créase el Sistema Nacional del Seguro de Salud, con los alcances de un
seguro social, a efectos de procurar el pleno goce del derecho a la salud para todos
los habitantes del país sin discriminación social, económica, cultural o geográfica”.
(…). En concordancia con esa norma, el artículo 2º, ley 23.661, prescribe: “El seguro
tendrá como objetivo fundamental proveer el otorgamiento de prestaciones de salud
igualitarias, integrales y humanizadas, tendientes a la promoción, protección,
recuperación y rehabilitación de la salud, que respondan al mejor nivel de calidad
disponible y garanticen a los beneficiarios la obtención del mismo tipo y nivel de
prestaciones eliminando toda forma de discriminación en base a un criterio de justicia
distributiva”). El seguro de salud mentado no halló la articulación deseada con las
jurisdicciones que integran el país federal, a pesar que se estableció el mecanismo
de adhesión en los artículos 48 a 50 de la ley 23.661.
En esta segunda década del siglo XXI la respuesta acomete fulminante: el
titular del derecho humano a la salud es la persona humana. Pero ello no siempre
fue así. Parecería ser que, en el ámbito de la titularidad, la Declaración de la
Independencia de los Estados Unidos de América (1776) y la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Asamblea Nacional Francesa (1789) se
expresaron formalmente en términos de universalidad; los derechos en ellas
proclamados corresponden a todos los individuos por el mero hecho de su
nacimiento (“los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”,
afirmaba el art. 1º de la Declaración francesa). Empero, en relación al contexto
socioeconómico en que surgieron, ambas Cartas fueron concebidas en beneficio de
la burguesía; encajaban en un determinado arquetipo de persona: varón, adulto,
ciudadano y propietario. Ya en el siglo XX, la Declaración Universal de Derechos
Humanos (DUDH, ONU, 1948), fue el primer documento de DDHH de alcance
universal en el cual se articularon los derechos y libertades del género humano
(hombres y mujeres). En 1966 se aprobaron los Pactos de DDHH de la ONU: de
Derechos Civiles y Políticos y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. No
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obstante, los cambios socio culturales y jurídicos en la sociedad mundial hicieron
que se aprobasen nuevos instrumentos de DDHH para situaciones especiales (por
ej., la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y
Degradantes). En dicho marco de tutela de los DDHH, se elaboraron normas
internacionales de protección de los derechos humanos (el derecho a la salud
inclusive) de las mujeres, de los niños y niñas, de las personas mayores, de los
discapacitados, de los sufrientes mentales, de las personas según la orientación
sexual e identidad de género, de los pueblos originarios y de los migrantes.
El derecho judicial.
El sistema de salud de Argentina está compuesto por tres sectores poco
integrados entre sí y fragmentados también en su interior: el sector público, el
sector de seguro social obligatorio (Obras Sociales) y el sector privado.
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general personas sin seguridad social y sin capacidad de pago, aproximadamente
14.6 millones de personas en 2008.
El sector del seguro social obligatorio se organiza en torno a las Obras
Sociales (OS), que cubren a los trabajadores asalariados y sus familias según ramas
de actividad. Además, cada provincia cuenta con una OS que cubre a los empleados
públicos de su jurisdicción. Finalmente, el Instituto Nacional de Servicios Sociales
para Jubilados y Pensionados/Programa de Asistencia Médica Integral (INSSJyP -
PAMI) brinda cobertura a los jubilados del sistema nacional de previsión y sus
familias.
El sector privado incluye: a) a los profesionales que prestan servicios
independientes a pacientes particulares asociados a OS específicas o a sistemas
privados de medicina prepagada; b) los establecimientos asistenciales, contratados
también por las OS, y c) las entidades de seguro voluntario llamadas Empresas de
Medicina Prepaga (EMP), que incluyen un subsector prestador de servicios
agrupado en la confederación Argentina de Clínicas, Sanatorios y Hospitales
Privados. Este sector comprende también a las llamadas cooperativas y mutuales
de salud, que son entidades no lucrativas que ofrecen planes de salud pero no
operan ni como OS ni como medicina prepagada.
En 1943 Argentina dio el primer paso hacia el reconocimiento de la salud
pública como problema de interés específico del Estado con la creación de la
Dirección Nacional de Salud Pública y Asistencia Social, que en 1949 se transformó
en Ministerio. Esa década fue testigo de un doble nacimiento: del Estado
"responsable-garante" del derecho a la protección de la salud y de las
organizaciones sindicales, estatales y paraestatales que más tarde dieron origen al
sistema de OS. Esto dio lugar a la expansión de los derechos sociales en general, la
multiplicación de la oferta pública universal y gratuita de servicios de salud, y la
ampliación de la seguridad social, pero institucionalmente se reflejó en el desarrollo
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de un sistema fragmentado con tres subsectores que atienden a tres categorías de
usuarios: a) los grupos sociales de bajos ingresos, que no cuentan con seguridad
social; b) los trabajadores asalariados y los jubilados, y c) la población con
capacidad de pago, que compra seguros privados o paga de su bolsillo al recibir
atención. Entre las dos primeras categorías se ubican los beneficiarios de las
pensiones no contributivas.
La población de escasos recursos que no cuenta con los beneficios de la
seguridad social recurre a la red de hospitales y centros de salud públicos en los
cuales se brinda atención gratuita a cualquier persona que lo demande.
Los trabajadores activos y jubilados, y sus familias, cuentan con un seguro
social administrado por las OS (nacionales y provinciales), que no tienen fines de
lucro y que se organizan a partir de las diversas ramas de actividad económica.
Estas entidades subcontratan los servicios del sector privado para la atención de
sus beneficiarios. En 2008 este sistema cubría a más de 18 millones de
beneficiarios entre titulares y sus familiares (las OS nacionales cubren al 70% de los
afiliados y las OS provinciales al 30% restante).
Por su parte, los titulares de pensiones no contributivas y sus familiares son,
en su mayor parte, una población con grandes carencias, incluso con necesidades
especiales y con dificultades de acceso a atención médica. Las personas con
trabajos precarios o que carecen de trabajo no están comprendidos dentro del
sistema de OS. El financiamiento, la implementación y la coordinación de la atención
médica que se brinda a esta población está a cargo del Programa Federal de Salud
(PROFE) del Ministerio de Salud de la nación (MS). Cerca de 80% de esta población
es atendida en la red de hospitales y centros de salud públicos y el restante 20.5%
(ex combatientes de Malvinas y pensionados por invalidez) reciben cobertura por
parte del INSSJyP.
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afiliadas de forma individual o familiar y el resto a través de sus empresas. Aunque
existen alrededor de 150 EMP en el país, cinco de ellas concentran el 60% de la
afiliación del sector.
Las OS nacionales y las EMP tienen la obligación de atender el Programa
Médico Obligatorio (PMO) dispuesto por el MS, cuyo cumplimiento es supervisado
por la SSS dependiente de dicho ministerio. El PMO comprende un conjunto de
prestaciones muy amplio y los medicamentos respectivos. Este programa cubre
95% de las causas de consulta ambulatoria, atención quirúrgica y hospitalaria,
atención odontológica, salud mental, rehabilitación y cuidados paliativos.
Las OS provinciales y las entidades del sector privado que no pertenecen a
esquemas de medicina prepaga sino que ofrecen atención a cambio de pagos de
bolsillo no están obligadas a ofrecer el PMO. Esto da origen a la existencia de
diferentes esquemas provinciales de beneficios. No obstante, las OS locales de 13
provincias sí ofrecen un conjunto explícito de prestaciones básicas. El PMO
tampoco aplica en el sector público, el cual se regula a nivel provincial y municipal
ofreciendo servicios definidos de acuerdo con los criterios establecidos por los
diferentes ministerios de salud provinciales.
Rectoría.
El gobierno nacional fija los objetivos centrales del sistema a través del
Ministerio de Salud que cumple una función de conducción y dirección política del
sistema de salud en su conjunto. El Ministerio de Salud tiene a su cargo las
funciones de normalización, regulación, planificación y evaluación de las acciones
de salud que se llevan a cabo en el territorio nacional.
El Ministerio de Salud cuenta con diversos organismos descentralizados: la
Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT); la
Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS); el Instituto
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Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI); el Centro
Nacional de Reeducación Social (CENARESO), y el Instituto Nacional de
Rehabilitación Psicofísica del Sur (INAREPS). También dependen del Ministerio de
Salud, como remanentes de las políticas de descentralización, tres hospitales y la
entidad más grande del sistema de OS, el INSSJyP. El Ministerio de Salud también
administra ciertos programas especiales como son los programas de
inmunizaciones, maternidad e infancia, y VIH / SIDA y enfermedades de transmisión
sexual.
La Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), creada en 1996 como
organismo descentralizado del Ministerio de Salud, cumple un rol relevante. Goza de
autonomía administrativa, económica y financiera, y es un ente de supervisión,
fiscalización y control de los agentes que integran el Sistema Nacional de Seguros
de Salud.
Los gobiernos provinciales son responsables de la salud de sus habitantes a
través de sus ministerios de salud. La coordinación entre la nación y las provincias
no está suficientemente articulada, aunque en los últimos años se le ha dado
especial impulso al Consejo Federal de Salud (COFESA), integrado por los ministros
de las provincias y el ministro de la nación. El COFESA es el espacio para la
construcción de consensos, establecimiento de metas, y adopción de políticas y
decisiones compartidas entre sectores y jurisdicciones.
Existen políticas definidas que norman la formación de los profesionales de la
salud a través de la Ley de Educación Superior de 1995, la cual establece una serie
de requisitos para aquellas profesiones cuyo ejercicio está regulado por el Estado y
que pudieran poner en riesgo la salud de la población. Para estas carreras se
establecen procedimientos de acreditación que son responsabilidad de un
organismo descentralizado del Ministerio de Educación, la Comisión Nacional de
Evaluación y Acreditación Universitarias (CONEAU). La ley también establece que las
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carreras de posgrado deben ser acreditadas por la misma entidad o por entidades
reconocidas por el Ministerio de Educación.
A pesar de que el control sobre el desempeño profesional de los recursos
humanos dedicados a la salud es una función constitucionalmente reservada a las
provincias, el MS también lo ejerce a través del componente de Control del Ejercicio
Profesional del Programa Nacional de Garantía de la Calidad de la Atención Médica
(PNGCAM).
La ANMAT es un organismo descentralizado de la Administración Pública
Nacional creado en 1992 que colabora en la protección de la salud garantizando que
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Por su parte, la ANLIS tiene entre sus funciones la supervisión de la
elaboración y el control de calidad de productos biológicos, así como la realización
de investigaciones y desarrollos para mejorarlos o para generar nuevos.
¿Quién evalúa?
Entre las evaluaciones llevadas a cabo en el ámbito de la salud destaca la
evaluación del Programa Remediar 2003 y 2004 que estableció una línea de base del
programa y llevó a cabo una medición de medio término para evaluar la capacidad
de los mecanismos institucionales del Programa para lograr los resultados e
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PODER LEGISLATIVO NACIONAL (PLN) Derechos del paciente en su relación
con los profesionales e instituciones de la salud.
Ley 26529
Sanción: 21/10/2009.
El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en
Congreso, etc. sancionan con fuerza de Ley:
Capítulo I: Derechos del paciente en su relación con los profesionales e
instituciones de la salud.
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b) Trato digno y respetuoso. El paciente tiene el derecho a que los agentes del
sistema de salud intervinientes, le otorguen un trato digno, con respeto a sus
convicciones personales y morales, principalmente las relacionadas con sus
condiciones socioculturales, de género, de pudor y a su intimidad, cualquiera sea el
padecimiento que presente, y se haga extensivo a los familiares o acompañantes.
d) Confidencialidad. El paciente tiene derecho a que toda persona que
participe en la elaboración o manipulación de la documentación clínica, o bien tenga
acceso al contenido de la misma, guarde la debida reserva, salvo expresa
disposición en contrario emanada de autoridad judicial competente o autorización
del propio paciente.
e) Autonomía de la voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar o rechazar
determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión
de causa, como así también a revocar posteriormente su manifestación de la
voluntad. Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a intervenir en los términos
de la Ley Nº 26.061 a los fines de la toma de decisión sobre terapias o
procedimientos médicos o biológicos que involucren su vida o salud.
f) Información Sanitaria. El paciente tiene derecho a recibir la información
sanitaria necesaria, vinculada a su salud. El derecho a la información sanitaria
incluye el de no recibir la mencionada información.
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g) Interconsulta médica. El paciente tiene derecho a recibir la información
sanitaria por escrito, a fin de obtener una segunda opinión sobre el diagnóstico,
pronóstico o tratamiento relacionados con su estado de salud.
Art. 3º. Definición. A los efectos de la presente ley, entiéndase por
información sanitaria aquella que, de manera clara, suficiente y adecuada a la
capacidad de comprensión del paciente, informe sobre su estado de salud, los
estudios y tratamientos que fueren menester realizarle y la previsible evolución,
riesgos, complicaciones o secuelas de los mismos.
Art. 4º. Autorización. La información sanitaria sólo podrá ser brindada a
terceras personas, con autorización del paciente. En el supuesto de incapacidad del
paciente o imposibilidad de comprender la información a causa de su estado físico
o psíquico, la misma será brindada a su representante legal o, en su defecto, al
cónyuge que conviva con el paciente, o la persona que, sin ser su cónyuge, conviva o
esté a cargo de la asistencia o cuidado del mismo y los familiares hasta el cuarto
grado de consanguinidad.
a) Su estado de salud
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f) Las consecuencias previsibles de la no realización del procedimiento
propuesto o de los alternativos especificados.
Art. 7º. Instrumentación. El consentimiento será verbal con las siguientes
excepciones, en los que será por escrito y debidamente suscrito:
a) Internación.
b) Intervención quirúrgica.
d) Procedimientos que implican riesgos según lo determine la reglamentación
de la presente ley.
e) Revocación.
Art. 8º. Exposición con fines académicos. Se requiere el consentimiento del
paciente o en su defecto, el de sus representantes legales, y del profesional de la
salud interviniente ante exposiciones con fines académicos, con carácter previo a la
realización de dicha exposición.
Art. 9º. Excepciones al consentimiento informado. El profesional de la salud
quedará eximido de requerir el consentimiento informado en los siguientes casos:
b) Cuando mediare una situación de emergencia, con grave peligro para la
salud o vida del paciente, y no pudiera dar el consentimiento por sí o a través de sus
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representantes legales. Las excepciones establecidas en el presente artículo se
acreditarán de conformidad a lo que establezca la reglamentación, las que deberán
ser interpretadas con carácter restrictivo.
Art. 10. Revocabilidad. La decisión del paciente o de su representante legal,
en cuanto a consentir o rechazar los tratamientos indicados, puede ser revocada. El
profesional actuante debe acatar tal decisión, y dejar expresa constancia de ello en
la historia clínica, adoptando para el caso todas las formalidades que resulten
menester a los fines de acreditar fehacientemente tal manifestación de voluntad, y
que la misma fue adoptada en conocimientos de los riesgos previsibles que la
misma implica. En los casos en que el paciente o su representante legal revoquen el
rechazo dado a tratamientos indicados, el profesional actuante sólo acatará tal
decisión si se mantienen las condiciones de salud del paciente que en su
oportunidad aconsejaron dicho tratamiento. La decisión debidamente fundada del
profesional actuante se asentará en la historia clínica.
Art. 11. Directivas anticipadas. Toda persona capaz mayor de edad puede
disponer directivas anticipadas sobre su salud, pudiendo consentir o rechazar
determinados tratamientos médicos, preventivos o paliativos, y decisiones relativas
a su salud. Las directivas deberán ser aceptadas por el médico a cargo, salvo las
que impliquen desarrollar prácticas eutanásicas, las que se tendrán como
inexistentes.
Art. 13. Historia clínica informatizada. El contenido de la historia clínica,
puede confeccionarse en soporte magnético siempre que se arbitren todos los
medios que aseguren la preservación de su integridad, autenticidad, inalterabilidad,
perdurabilidad y recuperabilidad de los datos contenidos en la misma en tiempo y
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forma. A tal fin, debe adoptarse el uso de accesos restringidos con claves de
identificación, medios no reescribibles de almacenamiento, control de modificación
de campos o cualquier otra técnica idónea para asegurar su integridad. La
reglamentación establece la documentación respaldatoria que deberá conservarse y
designa a los responsables que tendrán a su cargo la guarda de la misma.
Art. 14. Titularidad. El paciente es el titular de la historia clínica. A su simple
requerimiento debe suministrársele copia de la misma, autenticada por autoridad
competente de la institución asistencial. La entrega se realizará dentro de las
cuarenta y ocho (48) horas de solicitada, salvo caso de emergencia.
Art. 15. Asientos. Sin perjuicio de lo establecido en los artículos precedentes y
de lo que disponga la reglamentación, en la historia clínica se deberá asentar:
d) Registros claros y precisos de los actos realizados por los profesionales y
auxiliares intervinientes.
f) Todo acto médico realizado o indicado, sea que se trate de prescripción y
suministro de medicamentos, realización de tratamientos, prácticas, estudios
principales y complementarios afines con el diagnóstico presuntivo y en su caso de
certeza, constancias de intervención de especialistas, diagnóstico, pronóstico,
procedimiento, evolución y toda otra actividad inherente, en especial ingresos y altas
médicas. Los asientos que se correspondan con lo establecido en los incisos d), e) y
f) del presente artículo, deberán ser realizados sobre la base de nomenclaturas y
modelos universales adoptados y actualizados por la Organización Mundial de la
Salud, que la autoridad de aplicación establecerá y actualizará por vía reglamentaria.
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Art. 16. Integridad. Forman parte de la historia clínica, los consentimientos
informados, las hojas de indicaciones médicas, las planillas de enfermería, los
protocolos quirúrgicos, las prescripciones dietarias, los estudios y prácticas
realizadas, rechazadas o abandonadas, debiéndose acompañar en cada caso, breve
sumario del acto de agregación y desglose autorizado con constancia de fecha,
firma y sello del profesional actuante.
Art. 17. Unicidad. La historia clínica tiene carácter único dentro de cada
establecimiento asistencial público o privado, y debe identificar al paciente por
medio de una “clave uniforme”, la que deberá ser comunicada al mismo.
Art. 18. Inviolabilidad. Depositarios. La historia clínica es inviolable. Los
establecimientos asistenciales públicos o privados y los profesionales de la salud,
en su calidad de titulares de consultorios privados, tienen a su cargo su guarda y
custodia, asumiendo el carácter de depositarios de aquélla, y debiendo instrumentar
los medios y recursos necesarios a fin de evitar el acceso a la información
contenida en ella por personas no autorizadas. A los depositarios les son extensivas
y aplicables las disposiciones que en materia contractual se establecen en el Libro II,
Sección III, del Título XV del Código Civil, “Del depósito”, y normas concordantes. La
obligación impuesta en el párrafo precedente debe regir durante el plazo mínimo de
DIEZ (10) años de prescripción liberatoria de la responsabilidad contractual. Dicho
plazo se computa desde la última actuación registrada en la historia clínica y
vencido el mismo, el depositario dispondrá de la misma en el modo y forma que
determine la reglamentación.
b) El cónyuge o la persona que conviva con el paciente en unión de hecho, sea
o no de distinto sexo según acreditación que determine la reglamentación y los
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herederos forzosos, en su caso, con la autorización del paciente, salvo que éste se
encuentre imposibilitado de darla;
c) Los médicos, y otros profesionales del arte de curar, cuando cuenten con
expresa autorización del paciente o de su representante legal. A dichos fines, el
depositario deberá disponer de un ejemplar del expediente médico con carácter de
copia de resguardo, revistiendo dicha copia todas las formalidades y garantías que
las debidas al original. Asimismo podrán entregarse, cuando corresponda, copias
certificadas por autoridad sanitaria respectiva del expediente médico, dejando
constancia de la persona que efectúa la diligencia, consignando sus datos, motivos
y demás consideraciones que resulten menester.
Art. 20. Negativa. Acción. Todo sujeto legitimado en los términos del artículo
19 de la presente ley, frente a la negativa, demora o silencio del responsable que
tiene a su cargo la guarda de la historia clínica, dispondrá del ejercicio de la acción
directa de “habeas data” a fin de asegurar el acceso y obtención de aquélla. A dicha
acción se le imprimirá el modo de proceso que en cada jurisdicción resulte más apto
y rápido. En jurisdicción nacional, esta acción quedará exenta de gastos de justicia.
Art. 21. Sanciones. Sin perjuicio de la responsabilidad penal o civil que pudiere
corresponder, los incumplimientos de las obligaciones emergentes de la presente
ley por parte de los profesionales y responsables de los establecimientos
asistenciales constituirán falta grave, siendo pasibles en la jurisdicción nacional de
las sanciones previstas en el título VIII de la Ley 17.132 –Régimen Legal del Ejercicio
de la Medicina, Odontología y Actividades Auxiliares de las mismas– y, en las
jurisdicciones locales, serán pasibles de las sanciones de similar tenor que se
correspondan con el régimen legal del ejercicio de la medicina que rija en cada una
de ellas. Capítulo V: disposiciones generales.
Art. 22. Autoridad de aplicación nacional y local. Es autoridad de aplicación de
la presente ley en la jurisdicción nacional, el Ministerio de Salud de la Nación, y en
cada una de las jurisdicciones provinciales y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la
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máxima autoridad sanitaria local. Invítase a las provincias y a la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, a adherir a la presente ley en lo que es materia del régimen de
sanciones y del beneficio de gratuidad en materia de acceso a la justicia.
Art. 23. Vigencia. La presente ley es de orden público, y entrará en vigencia a
partir de los NOVENTA (90) días de la fecha de su publicación.
Art. 24. Reglamentación. El Poder Ejecutivo debe reglamentar la presente ley
dentro de los NOVENTA (90) días contados a partir de su publicación.
Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a los
veintiún días del mes de octubre del año dos mil nueve. Registrada bajo el Nº
26.529. Julio C. Cobos; Eduardo A. Fellner; Enrique Hidalgo; Juan H. Estrada.
Referencias Bibliográficas:
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Terapéutico". Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ed. Autores de Argentina.
Capítulo I.
● Carnota, Walter F. (2014). “La salud como bien constitucionalmente
protegido”. En Garay, Oscar E. (Director), La responsabilidad profesional del
médico, 2da. ed. Buenos Aires: La Ley.
● Ferreyra, Rodolfo Fabián (setiembre 2006). “El derecho a la salud a la luz de
nuestro régimen constitucional”. LLNOA, 906.
● Garay, Oscar Ernesto (2012), “El derecho a la salud”. En Tratado práctico de la
legislación sanitaria, 1ª ed., pp. 103 a 178. Buenos Aires: La Ley.
● Garay, Oscar Ernesto. “La legislación sanitaria y el derecho a la salud”. Revista
de Derecho de Familia y de las Personas, Volumen: 2012-4, pp. 134 a 137.
Buenos Aires: La Ley.
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● Garay, Oscar Ernesto. “Protección de la persona y temas de la salud en el
Código Civil y Comercial”, En La Ley. Revista Jurídica Argentina, Volumen:
2014-F, pp. 1 a 9. Buenos Aires: La Ley.
● Organización Mundial de la Salud (OMS), “Veinticinco preguntas y respuestas
sobre salud y derechos humanos, Serie de publicaciones sobre Salud y
Derechos Humanos”, N° 1, julio de 2002.
● Hurtado J. “Argentina: síntesis del sistema de salud actual”. [Consultado el 14
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● Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República. [Consultado el 14
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● Ministerio de Salud, Dirección de Estadística e Información en Salud.
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● Ministerio de Salud, Dirección de Estadística e Información en Salud.
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14 de junio de 2010]. Disponible en: http://www.deis.gov.ar. [ Links ]
● Ministerio de Salud. “Boletín Indicadores Básicos, Argentina 2005, 2006, 2007
y 2008”. [Consultado el 14 de junio de 2010]. Disponible en:
http://www.deis.gov.ar. [ Links ]
● Ley N° 26529. “Leyes de derechos de los pacientes. Responsabilidad
profesional y muerte digna. Ley 26.529 y sus modificaciones. Ley 26.742”
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[1] Una noxa es cualquier elemento que actúa afectando la salud y provocando enfermedad, sea por exceso o por defecto. Es
todo factor que altera el equilibrio bio-psico-social y por tanto, causa enfermedad. Las noxas habitualmente se clasifican en
cuatro clases, según su origen: biológicas, químicas, físicas y psicosocioculturales.
Son organismos capaces de causar enfermedad:
Biológicas: Virus: no son verdaderos seres vivos, ya que no tienen células, pero poseen un ácido nucleico, sea ARN o ADN. Los
virus causan muchas de las enfermedades infecto-contagiosas más comunes, como la gripe, la hepatitis, el sarampión.
Bacterias: organismos unicelulares, microscópicos y procariotas (sin núcleo), causan también enfermedades
infecto-contagiosas como la tuberculosis, la neumonía o la gonorrea.
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Protozoarios: organismos unicelulares y eucariotas (con núcleo), causan enfermedades como el paludismo o el Mal de
Chagas. Hongos: causan infecciones llamadas micosis, como el "pie de atleta".
Plantas: pueden provocar alergias, como la rinitis, en particular por la aspiración del polen. Animales: muchos son
ectoparásitos, como los piojos o las pulgas, y otros son endoparásitos, como las tenias (la "solitaria") o los áscaris ("lombrices"
intestinales).
Químicas: Se trata de sustancias o productos capaces de causar intoxicaciones por ingestión o inhalación, o diversas lesiones
por contacto.
Solventes (acetona, aguarrás). Combustibles (nafta, gasoil, querosene). Medicamentos no indicados. Insecticidas, raticidas,
plaguicidas. Ácidos fuertes (sulfúrico, clorhídrico). Pegamentos
Físicas: Son factores mecánicos, climáticos y distintos tipos de radiaciones que afectan la salud. Traumatismos (provocan
laceraciones, esguinces, luxaciones, fracturas). Radiación (rayos UV, X, radiación nuclear). Temperaturas extremas.
Variaciones de presión atmosférica. Ruidos fuertes. Electricidad
Psico-socio-culturales: Son aquellos acciones o comportamientos humanos que afectan la salud: Pérdidas familiares.
Desocupación. Discriminación racial, sexual, o de otra índole. Marginalidad. Violencia (verbal, física o de otro tipo).
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[2] Esquirol fue un médico alienista francés, nacido en Toulouse el 3 de febrero de 1772 y fallecido en París el 12 de diciembre
de 1840. En 1820 fue nombrado miembro de la Academia de Medicina y en 1826, miembro del Consejo de Higiene Pública y de
Salubridad del departamento del Sena. El 27 de noviembre de 1825, tras la muerte de Royer-Collard, ocupó el puesto de médico
jefe del Manicomio Real de Charenton (a las afueras de París). Discípulo y colaborador de Pinel, siguió sus pasos, tanto en los
aspectos doctrinales de la psiquiatría, como en los intentos reformadores de la asistencia a los locos; fruto de esta última.
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