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Legado

LOS TRES JUICIOS

1Co 4:1-5

En consecuencia, lo que tenéis que pensar de nosotros es que somos servidores de Cristo y
administradores de los secretos que Dios revela a Su propio pueblo. En la vida corriente de cada día, lo
que se espera de los administradores es que sean de fiar. A mí me importa muy poco el que me juzguéis
vosotros o cualquier tribunal humano. Ni siquiera yo me juzgo a mí mismo; porque, aunque la
conciencia no me acusara de nada, no por eso estaría libre de error. El Señor es el Que me juzga. Así
que, no os precipitéis a juzgar antes de tiempo, sino esperad a que vuelva el Señor, Que iluminará las
cosas que están escondidas en lugares oscuros y sacará a luz las intenciones de los corazones humanos.
Entonces será cuando cada cual recibirá de Dios su calificación.

Pablo exhorta a los corintios a que no piensen en Apolos, Cefas o él mismo como líderes de partidos,
sino que los consideren simplemente servidores de Cristo. La palabra que usa para servidor es
interesante: hypêrétês originalmente era el remero del banco inferior del trirreme; es decir, uno de los
esclavos o cautivos que manejaban los grandes remos que impulsaban aquellas naves por el mar.
Algunos comentaristas han hecho hincapié en este sentido de la palabra, y han sugerido que Cristo es el
piloto que dirige el curso del navío, y Pablo no es más que uno de los remeros que acepta las órdenes
del Piloto y sigue Su dirección.

Luego Pablo usa otra imagen: se ve a sí mismo y a sus compañeros en la predicación del Evangelio como
mayordomos de los secretos que Dios quiere revelarle a Su pueblo. El mayordomo (oikonómos) era el
major domo, y estaba a cargo de la administración de una casa o propiedad; controlaba al personal y
distribuía los recursos; pero, aunque manejaba muchas cosas, no era más que un esclavo en relación
con el dueño. Cualquiera que sea la posición de una persona en la Iglesia, y cualquiera que sea su
autoridad y prestigio, no es más que un servidor de Cristo.

De ahí pasa Pablo a la idea del juicio. La cualidad imprescindible de un mayordomo es que sea digno de
confianza. El hecho de disfrutar de tanta independencia y responsabilidad hace que sea necesario que su
señor pueda depender absolutamente de él. Los corintios, con sus partidos y asignación de líderes de la
Iglesia como sus señores, habían hecho juicio sobre esos líderes al preferir a uno por encima de los
demás. Así es que Pablo habla de tres juicios a los que se debe someter cada persona.
(i) Debe arrostrar el juicio de sus semejantes. En su caso, Pablo dice que le importa un pimiento. Pero
hay un sentido en el que uno no puede dejar de tener en cuenta el juicio de sus semejantes. Lo raro es
que, aunque a veces se cometen errores, el juicio de nuestros semejantes suele ser acertado. Eso se
debe al hecho de que en general, de forma instintiva, todo el mundo admira las cualidades básicas de
honradez, fiabilidad, generosidad, espíritu de sacrificio y amor. El filósofo cínico Antístenes solía decir:
«No hay más que dos personas que es posible que te digan la verdad sobre ti mismo: un enemigo que ha
perdido los estribos, o un amigo que te quiere entrañablemente». Es absolutamente cierto que no
debemos dejar que el juicio de los demás nos aparte de lo que creemos correcto; y también es verdad
que el juicio de los demás es a menudo más exacto de lo que nos gustaría creer, porque ellos también
admiran las buenas cualidades.

(ii) Debe arrostrar su propio juicio. Una vez más, Pablo no le da ninguna importancia. Sabía muy bien
que el juicio propio puede estar nublado por la autoestimación, el orgullo o la vanidad. Pero, en un
sentido indudable, todos tenemos que arrostrar nuestro propio juicio. Una de las ideas éticas básicas de
los griegos era: «¡Conócete a ti mismo!». Los cínicos insistían en que una de las primeras características
de un hombre auténtico era «la habilidad de llevarse bien consigo mismo». Uno no puede escapar de sí
mismo; y, si se pierde el respeto, la vida se le hará insoportable.

(iii) Debe arrostrar el juicio de Dios. En último análisis, ese es el único que importa. Para Pablo, el juicio
que esperaba no era el de cualquier día

) Debe arrostrar el juicio de Dios. En último análisis, ese es el único que importa. Para Pablo, el juicio que
esperaba no era el de cualquier día o tribunal, sino el del Día del Señor. El de Dios es el juicio final y
definitivo por dos razones. 1) Sólo Dios conoce todas las circunstancias. Él sabe las luchas que una
persona ha tenido que mantener, los secretos que no ha compartido con nadie, hasta dónde habría
podido caer o escalar. 2) Sólo Dios conoce todos los motivos. «El hombre ve la acción, pero Dios ve la
intención.» Muchas acciones que parecen nobles pueden haberse realizado por los motivos más
egoístas e innobles; y muchas acciones que parecen rastreras se han llevado a cabo por los motivos más
elevados. El Único que puede juzgar el corazón es el Que lo ha hecho y es el Único Que lo conoce.

Haríamos bien en recordar dos cosas: la primera es que, aunque escapemos de todos los otros juicios o
cerremos los ojos para no tenerlos en cuenta, no podemos escapar al juicio de Dios; y segunda, el juicio
es algo que Le corresponde hacer a Dios, así que no asumamos tan alta responsabilidad.

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