Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Antonio Tovar Vida de Socrates
Antonio Tovar Vida de Socrates
Alianza Editorial
Vida de Sócrates
Alianza
Editorial
© Antonio Tovar, 1947
© Revista de Occidente, S. A., 1966
© Alianza Editorial, S A., Madrid, 1984
Calle Milán, 38; © 200 00 45
ISBN: 84-206-2397-0
Depósito legal: M. 19.478-1984
Compuesto en Fernández Ciudad, S. L.
Impreso en Lavel
Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid)
Printed in Spain
INDICE
FAGS.
Prólogo ..................................................................................................... 9
N o ta s ......................................................................................................... 429
Indices-
24
Capítulo I
EL PROBLEMA HISTORICO
A. M a chado .
que
Zeus atiende al fin de todo26.
E l q u e s e m ir a p o r d e n tr o
se h a c e u n lío .
que, como hay muchos dioses, existen cosas que a unos les
parecerían bien y a otros no.
El enlace de la moral con la teología es en Sócrates mu
cho más fuerte. Así siente una gran alegría 54 al ver cómo
va madurándose y haciéndose cosa presente y viva la idea
que él había predicado de unos dioses morales, unos dioses
que se gozan en la virtud.
De la misma manera, a juzgar por su diálogo con Euti-
frón 55, a Sócrates no le parecía bien el principio tradicio
nal de que lo divino es independiente de lo pío y lo impío,
y de que, por consiguiente, como en el caso de Orestes
matando a su madre, uno pueda cometer un acto impío pre
cisamente obedeciendo a los dioses. Sócrates, en cambio,
identifica lo divino con lo piadoso, y en el fondo, a pesar
de su respeto a la tradición, no deja de guardarse dentro,
aunque sin expresarla, la repugnancia que le produce Crono
devorando a sus hijos o castrando a su padre.
En esta moralización de los dioses no puede negarse que
Sócrates daba cabida frente a lo tradicional a muchos ele
mentos de la crítica jonia. Profundamente revolucionario
era cuando decía 56 que no hay dios que sea malévolo con
tra los hombres. Esta elevación y moralización anula esa
arbitrariedad de los dioses que explica la tragedia y que
tan profundamente arraigada estaba entre los griegos.
Una aclaración hemos de hacer aquí: sería falso pensar
en una evolución sin saltos en la religiosidad helénica. No
es ni mucho menos la más auténtica y pura la religión
más antigua, ni hay que excluir de lo primitivo una cierta
irreligiosidad. Si el temor caracteriza los estadios más pri
mitivos de la religión helénica, es la liberación del temor
lo que salva las formas superiores. La religiosidad primi
tiva no es moral esencialmente porque se concibe demasia
do margen de arbitrariedad en la actuación de los dioses;
la moralización de la religión no es una «liberación» frente
a esta en el sentido en que los positivistas la han enten
dido, sino simplemente la aplicación a la conducta de los
dioses de unas normas racionales. El temor entonces ya no
158 Antonio Tovar
El verso shakespiriano:
somos de la materia de los sueños;
el pasaje de Calderón:
que toda la vida es sueño,
V o l t a ir e .
arbitrario. Son las leyes las que crían al hombre, pues que
ellas sancionan la santidad del matrimonio; son ellas las
que determinan cómo ha de ser la crianza y educación del
niño, las que establecen que el hombre ha de conocer la
música y la gimnasia, las artes que cuidan del desarrollo
del espíritu y del cuerpo. Por esa razón las leyes personi
ficadas le gritan a Sócrates en su conciencia que el hombre
es una verdadera «criatura» de las leyes, y, por consiguiente,
un «esclavo» de la ciudad. El individuo 28 no puede apelar
contra las leyes, ni atreverse a poner en contra de ellas,
como si fuese su igual. No puede el hombre resistir a la
expresión, sancionada por la religión antigua, de la suprema
justicia en las leyes de la ciudad. No tiene el hombre de
recho a oponerse a las leyes y a su sanción, que es la jus
ticia, de la misma manera que tampoco hay un derecho
igual del hijo contra el padre y del esclavo contra el amo,
pues si ellos insultan no se les puede contestar con insultos,
ni menos responder con golpes a los golpes.
— Nosotras — le dicen las leyes 29— intentamos perderte,
porque creemos que es justo, pero tú no debes pretender
destruirnos fundado en que quieres evitar la injusticia.
— Tú — continúan las leyes, aludiendo a los sofistas—
no has llegado a ser tan sabio que hayas olvidado que más
valiosa es la ciudad de tus padres que tu padre y tu madre
y todos tus antepasados, y los hombres sensatos saben bien
que hay que venerar la ciudad y ceder ante ella y hasta
adularla y mimarla cuando está irritada contra uno, más
aún que al propio padre, y hay que obedecerla, hacer lo
que mande y sufrir con calma lo que disponga que uno
sufra, sea recibir azotes o ser aprisionado o ir a la guerra a
recibir heridas o la muerte. Esto es lo verdaderamente
justo, y no hay que ceder ni abandonar el puesto, ni dar
un paso atrás, sino que en la guerra, ante un tribunal y en
todas partes hay que hacer lo que nos mande la ciudad de
nuestros padres, de la misma manera que no se puede le
vantar la mano al padre ni a la madre.
Estas ideas socráticas no han sido situadas tal vez lo
340 Antonio Tovar
S c h il l e r : Oie Künstler.
B er g so n : L ’intuition philosophique.
P r ó lo g o
C ap ítu lo I
C a p ítu lo I I
C a p ítu lo I I I
C ap ítu lo I V
C a p ítu lo V
que señalar, sin duda, antece blem, New Haven, 1933, pp.
dentes kierkegaardianos. 148 ss.
,M CIA., I, 442 = IG , L, 121 Fr. 638 Nauck, en D ióg,
945. IX , 73.
115 Fedón, 69 c. 122 Vida de Don Qui]., II,
1,4 D ióg , V I, 39. 74.
1.7 400 c y 403 c e. 123 Od., V III, 579 s.
1.8 Leyes, V III, 828 c d. ™ Leyes, V II, 803 b c.
1.9 V. Prólogo, n. 8 , y la n. 125 V. pp. 61 s.; cf. el Axto-
81 al cap. IV. co seudoplatónico.
120 P l, Teet., 158 b. Contra ,24 V , por ej„ Rep., II, 379
la idea (Burnet, Taylor) del pi a s s , sublimado ya en el Tim.
tagorismo de Sócrates, v. A. (29 d ss. sobre todo), en la ve
K. Rogers, The Sacratic pro- jez de Platon.
C a p ítu lo V I
C a p ítu lo V I I
C a p ítu lo V I I I
C ap ítu lo I X
C a p ítu lo X
ton, Bruselas, 1922, p. 380. Así rés de la rél. grecque, pp. 138
se explicaría, según este autor, ss.
la mención del Sofista, 251 b, 44 V. supra, 182 ss.
sobre los viejos οψιρΟβΤς. Ci 45 Un ejemplo de cómo an
to esto como ejemplo de las tes de la moderna valoración
tendencias hipercríticas de este de los λόγοι socráticos se en
libro, que merecía estar escrito tendía este pasaje, lo tenemos
hace cien años. Pero Polícrates en Zeller, III (trad, fr.), p. 100
ataca ya en 392 a Antístenes; η. 3, cuando cree que aquí obra
v. Maier, 150, η. 1 . Sócrates por puro interés cien
27 En este sentido, Maier, tífico, que le hace prescindir de
passim. la moral.
28 Ibid., p. 158. 44 Ob. cit., p. 52.
29 Dióg., II, 36. 47 235 e s. Hay aquí una
30 Id., V I, 1. ironía platónica si comparamos
31 Teet., Eutid., Crat., Ión, este pasaje con el texto de Je
Eutifrón, Hip. ma. y me.; v. nof. a que alude la n. s., en el
Natorp, RE., I, col. 2540. que retórica= alcahuetería.
32 Maier, pp. 503, 505; 48 II, 6 , 36.
Schwartz, Charakterköpfe, edi 49 Dittmar, ob. cit., p. 38
ción Stroux, 1943, ρρ 123 ss. η. 129, con los textos allí ale
33 Teet., 164 e. Sobre Ca gados; v. especialmente Cic.,
lías en la literatura socrática, D e inu., I, 51.
véase Dittmar, Aischines von so Por ej., Plut., Pericles,
Sphettos, pp. 186 ss. 24, donde, por lo demás, no se
34 Jenof., Banq., 1, 4. ocultan las dudas. Con notoria
35 Swoboda, RE., X, col. falta de crítica acepta Taylor
1620. Socrates, p. 90, todas las histo
36 Luciano, Hermótimo, 15. rias que sitúan a nuestro héroe
37 Cratino, fr. 202 Kock; junto a los grandes personajes.
Aristóf., Aves, 1296, 1564; 51 Dittmar, ob cit., pp. 65
Nub., 104 y 503; Avispas, ss. El ateísmo y extravagancia
1412; Éupolis, fr. 239 Kock; de Alcibiades se senalan muy
Aristóf., fr. 573 Kock; cf. H. claro en Esq., fr. 1 Krauss.
Gomperz, NJbb, 35-1924, p. 164 52 Pl., Banq., 217 b, por ej.
n. 2 . 53 Gor g., 481 d..
38 Cf. Filóstrato, Vidas de 54 Banq., 219 c d; cf. espe
los sof., I, proemio. cialmente Dies, Autour de Pla
39 153 b. ton, I, p. 171.
* Jenof., Mem., II, 3. 55 Bión Boristenita, en Dióg.,
41 Parece que Platón lo re IV, 49.
fiere {Apol., 20 c) para congra “ Mem., I, 2 , 12 ; lo mis
ciarse con el partido popular. mo Isócrates, X I, 5.
42 Pl., Banq., 173 d. 57 Pánfila, en Dióg., II, 24;
43 G. Méautis, Aspects igno- FHG., III, p. 521.
466 Antonio Tovar
C a p ítu lo X I
C a p ítu lo X I I
C a p ítu lo X I I I
C ap ítu lo X I V
C a p itu lo XV
I. D e n o m b res
250, 254, 255, 268, 269, 273, Damón, 87, 199, 289.
279, 280, 281, 283, 289 s., Dante, 52, 264.
296, 313, 316, 317, 320, 326, Darío, 277.
330, 341, 342, 349 s., 365, Dedálidas (demo), 84.
369, 379 s., 383, 393, 394, Dédalo, 84, 88 .
417, 418. Delfos, 72, 103, 147, 163 ss.,
Autólico, 355. 167, 168, 170, 268, 273, 285,
332, 366, 371, 375.
Delia (fiesta), 164.
Beoda, 127. Delion (batalla), 29, 64, 104,
Bias, 133, 159, 165. 289.
Bión Boristenita, 149. Délos, 59, 77, 85, 164, 377, 378,
Boeckh, 84. 382.
Brásidas, 105. Deméter, 169, 243.
Burckhardt, 346. Demócrito, 125, 132, 134, 191,
207, 217, 262, 271, 305, 311,
Cabrias, 141. 315, 399, 402, 407.
Calderon, 172. Demóstenes, 49, 8 6 .
Calias, hijo de Hipónico, 29, Diágoras de Melos, 140, 236,
123, 223, 284, 285, 292. 354, 380.
Calias, poeta cómico, 195. Dike, 334, 343.
Calicles, 228, 233, 311, 413. Diógenes de Apolonia, 26, 125,
Cármides, 97, 209, 267, 278, 128 s., 141.
291, 294, 317. Diógenes el Cínico, 77, 81, 169,
Catón, 421. 221, 424.
Cebes, 42, 293, 382, 418. Dionisio, 243, 413.
Cécrope, 63. Dionisio, tirano, 294.
Cimón, 74 s., 77 s. Dionisodoro, 179, 224, 226, 398.
Diopeithes, 354.
Cirene, 291, 417 s.
Diótima, 97, 288.
Cleantes, 48.
Cléobis y Bitón, 6 6 . Dodona, 147.
Cleón, 26, 105. Eleusis, 59.
Clitón, v. Policleto. Empódocles, 8 6 , 130, 399, 407.
Crates, 424. Epicarmo, 34, 262.
Crátino, 29, 140. Epicuro, 49, 100, 188, 220, 222 ,
Crisipo, 151, 271. 311, 387.
Critias, 81, 90, 99, 102, 147, Epígenes, 292, 382.
183, 210, 248, 253 ss., 290, Epiménides, 75, 76, 113.
294 324 352 Equécrates, 140.
Critóbulo, 97, 282, 294, 382. Erasmo, 52, 96.
Critón, 42, 69, 70, 89, 101, 209, Eratóstenes, 48.
281 ss., 291, 292, 341, 377 ss., Erecteo, 63.
382 ss., 388 ss. Eros, 151, 267, 405.
Cróbilo, 141. Escopas de Crannón, 71.
Crono, 157. Esfero, 48.
Ctesipo, 382. Esopo, 164, 165. 383.
Vida de Sócrates 483
Maratón, 78, 350, 351, 416 s. Polícrates, 37, 38, 48, 51, 52,
Mégara, 127, 281, 342. 152, 284, 358.
Melesias, 123. Polignoto, 260.
Meleto, 211, 345, 351, 353, Polo, sofista, 223, 224, 236.
354 s., 362, 373, 393. Poseidón, 59, 243.
Meliso, 135, 238. Posidonio, 271.
Menandro, 62, 264. Potidea, 102 , 103, 107, 166,
Mendelssohn, Μ , 53. 169, 279, 286, 289.
Menéxeno, 292, 382. Pródico, 87, 182, 207, 223, 240,
Menéxeno, hijo de Sócrates, 94. 243, 244, 303, 353.
Menón, 72. Prometeo encadenado, 74.
Metón, 87. Protágoras, 26, 87, 106, 115,
Mirón, 87, 8 8 . 135, 175, 208, 224, 225, 229,
Mirto, 94, 95. 231, 232, 233, 236, 237 s.,
Mnesíloco o Mnesímaco, 195. 250, 256, 284, 285, 291, 354.
II. D e fu e n te s ( i ) .