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La revolución de los colores.

Alguna vez lo escuche y me quede callado pensando ¿De


qué trata esto? Después de buen tiempo alguien me toco el hombro y me dijo que solo
era broma, un disparate para crear una incomodidad en aquella reunión ruidosa.

Hoy en día las reuniones ya no se dan, o eso es lo que se cree, según mi perspectiva no
las hay. Desde una ventana puedo analizar esta etapa de mi vida en encierro, bueno, no
tanto; me he escapado algunas veces con permiso. Porque dentro de esa imposición de
no salir hay más de una barrera para recién poderse dejar llevar por los lugares nuevos.
Mi madre me dejo salir un día que tuve ganas de hacerlo, de sentir y exagerar mi sentir.
Estaba decidido, era ese día de verano en el que la gente se aburre con solo caminar de
un lado para otro con sentido capitalista, aunque ese propósito ya no sea visto de forma
precisa, se ha vuelto algo natural. Pero, en fin.

Para mí era un día especial, no exagero, de verdad lo era. Lo tenía anticipado un día
antes que cayó de imprevisto la propuesta. Después de mucho conocería a la persona
que me dio atención por un lapso sostenido por los medios virtuales. Sé que hay una
controversia dentro de ello. Sin embargo, dejo de importarme y supe adecuarme a ese
juego de vaivén de emociones expresadas. A veces los pensamientos del pasado me
hacían sentir como si estuviera perdido, lo sigo estando sin saber exactamente a donde
tengo que ir. Creo que esa precisión de la mente a veces juega en contra de manera
estúpida, poner razones en donde no se debe, en algunas ocasiones se impone y todo
vuelve como antes. Se me complica los más simple y problematizo lo que voy
desarrollando

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