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REFRIGERACION
Entre los 8 ºC y los -18 ºC los patógenos se mantienen en estado latente, no se matan. ... Así, los
frescos como el pescado, la carne o la leche abierta, deben almacenarse a temperaturas
de refrigeración, es decir, entre los 4 ºC y los 7 ºC, intervalo que inhibe el crecimiento de
microorganismos patógenos.
ESTERILIZACION
b) Pero no siempre es imprescindible esterilizar la leche, sino que puede bastar eliminar los
posibles microorganismos patógenos que pueden contaminarla, y que son más sensibles al
calor que los saprófitos inofensivos. Con esta inactivación parcial de la población
microbiana de la leche logramos que ésta se conserve durante unos días, sin alterar apenas
sus cualidades organolépticas y nutricionales. He aquí los procedimientos más habituales
para conseguir esto:
CALOR SECO
Como ya dijimos, la esterilización por calor seco necesita recurrir a mayores temperaturas
que la efectuada por el calor húmedo, ya que al no existir agua, la rotura de puentes de hidrógeno y
la desnaturalización de proteínas, así como la fusión de membranas, se efectúan a mayores energías.
Otros efectos del calor seco son los daños por oxidación y el provocar un aumento de la
concentración de electrolitos.
1. El llamado horno de Pasteur, mediante calentamiento a 160-170ºC durante 2-3 horas permite
esterilizar materiales inertes de laboratorio resistentes al calor: material de vidrio y metálico,
aceites y jaleas, etc.
2. Flameado a la llama (hasta el rojo) de asas metálicas de siembra, con las que se inoculan las
bacterias.
Las bajas temperaturas (por debajo de la temperatura mínima) no son útiles para la
esterilización, ya que, aunque existen algunas bacterias que mueren por congelación (p. ej., especies
patógenas de Neisseria), el efecto de este tratamiento sobre otras muchas es, sobre todo,
bacteriostático, sin contar aquellos organismos psicrófilos o psicrotrofos.
Los efectos de someter una suspensión bacteriana a temperaturas menores de 0ºC dependen
de:
En ambos casos la consecuencia es que las sales intracelulares se concentran, lo que supone que la
solución del citoplasma puede llegar a saturarse, con precipitación de sales. Ello conlleva varias
consecuencias: los cristales de sales y la alta concentración de electrolitos provocan
la desnaturalización de proteínas y daños a la membrana; otro efecto de menor importancia es
el daño mecánico a la pared celular y a la membrana provocado por los cristales de hielo.
En general, el enfriamiento rápido es más lesivo que el lento, existiendo una velocidad
óptima. Cuando una bacteria se enfría rápidamente a -35ºC se producen cristales de hielo que
provocan daños cuando la muestra se descongela.
Aplicaciones de la congelación:
Por ello, este método es usado en el laboratorio para guardar cultivos durante largas
temporadas. El inconveniente de emplear nieve carbónica o nitrógeno líquido es que hay que
reponerlos con relativa frecuencia. Como veremos enseguida, hay métodos menos engorrosos y
caros de mantener viables muestras microbianas durante largos periodos de tiempo.
Para preservar aún mejor las bacterias a bajas temperaturas, se recurre a añadir a la
suspensión ciertas sustancias, como por ejemplo:
Sustancias no ionizables de bajo peso molecular que provocan la solidificación amorfa y vítrea,
en lugar de la cristalización, evitando así la formación de zonas intracelulares con alta
concentración de sales: glicerina, sacarosa, lactosa, dimetilsulfóxido (DMSO).
Materiales ricos en proteína: leche, suero, extracto de carne.
Proteínas purificadas (p. ej., la albúmina).
Determinadas macromoléculas: polivinilpirrolidona (PVP), dextranos.
La suspensión bacteriana puede aguantar varios meses congelada con estas sustancia entre
-25 a -30ºC, en congelador. Si se hace con nitrógeno líquido, la conservación puede ser de varios
años.
PH
Respecto del margen normal de pH a los que crecen las bacterias, éstas se pueden clasificar en:
La mayor parte de las bacterias son neutrófilas. Muchas bacterias neutrófilas modifican el pH
del medio, y resisten entornos relativamente ácidos o alcalinos. Por ejemplo, algunas bacterias
fermentativas excretan ácidos, mientras otras alcalinizan el medio, p. ej., produciendo amonio a
partir de desaminación de aminoácidos. Por otro lado, la mayor parte de los hongos y levaduras
requieren pHs ligeramente ácidos (en torno a 4-5).
Si el pH interior cae en torno a 6 o 5.5, bacterias como E. coli o S. typhimurium inducen una
respuesta de tolerancia a ácidos, consistente en ATPasas translocadoras de protones (expulsan
protones al exterior) y chaperonas (proteínas celadoras) para corregir las proteínas desnaturalizadas.
Existen algunos notables procariotas cuyo pH óptimo es muy bajo (acidófilos extremos u
obligados): Algunas eubacterias del género Thiobacillus (T. thiooxidans, T. ferrooxidans) y las
arqueas de los géneros Sulfolobus, Thermoplasma y Ferroplasma tienen su óptimo a pH 2, y
generan ellas mismas estos bajos pH al oxidar sulfuros hasta ácido sulfúrico. (Sulfolobus es un
Secciones un termoacidófilo). De hecho, estas bacterias necesitan esas altas concentraciones de
H+ para mantener la integridad de sus membranas y envueltas: a pH neutro esas envueltas se
desintegran. Una arquea sorprendentemente acidófila es Picrophilus oshimae, cuyo pH óptimo es
nada menos que 0.7 (aparte de que es una termófila que necesita temperaturas de más de 60ºC).
Las especies alcalófilas obligadas tienen óptimos de pH en torno a 10-11. Por
ejemplo, Bacillus alcalophilus , cuyo pH interno es de 9. Sus hábitats típicos son suelos
carbonatados y lagunas alcalinas (algunos son también halófilos, como Natronobacterim gregoryi).
Estos organsimos tienen gran interés industrial, porque de ellos se obtienen enzimas hidrolíticas
como proteasas y lipasas que se usan como aditivos en detergentes.
Exceptuando los micoplasmas, que carecen de pared celular, las bacterias pueden vivir en medios
tanto hipotónicos como hipertónicos, debido a la protección de una pared celular rígida y a la
membrana citoplásmica semipermeable.
Normalmente el citoplasma de las bacterias poseen una osmolaridad ligeramente superior a la del
entorno, lo que garantiza el paso de agua al interior. La presión de turgor es relativamente constante
porque la membrana citoplásmica se topa con la rigidez de la pared celular. Esta presión de turgor
permite que la bacteria aguante cambios bruscos de concentración de solutos en su entorno (dentro
de ciertos límites). Pero esto plantea una pregunta (que intentaremos responder a continuación):
¿cómo logra la bacteria ajustar su osmolaridad interna a esos cambios exteriores?
A) En medios hipotónicos (con una aw>aw del citoplasma) es la pared celular la que ejerce todo el
papel: su rigidez se opone a la entrada de agua, y por lo tanto, evita que la membrana citoplásmica
tienda a sufrir una presión de turgor excesiva.
1) En el caso de los iones, el ión bombeado suele ser el potasio (K+), por un sistema de antiporte
K+/H+.
Ahora bien, si el medio es muy hipertónico, estos mecanismos ya son incapaces de evitar la
salida de agua desde el citosol, lo cual conlleva una retracción de la membrana citoplásmica. La
pérdida de agua puede suponer la deshidratación del citoplasma, lo que conlleva la detención
del crecimiento.
3) Sin embargo, las bacterias pueden crecer a osmolaridades superiores a la máxima teórica, si
en el medio existen determinados compuestos llamados osmoprotectores. La bacteria bombea
esos compuestos a su interior, usándolos como solutos compatibles. Ejemplos de
osmoprotectores exógenos que pueden ser bombeados al interior celular:
Halófilos moderados: suelen ser bacterias marinas (ej.: Vibrio fischeri) que viven en 3.5% de
NaCl, y que ven inhibido su crecimiento a concentraciones mayores o menores de sales. Los
halófilos moderados tienen requerimientos concretos de una aw equivalente a la de agua de
mar, así como concentraciones determinadas de iones Na+. El papel jugado por este Na+ es: