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Ibero-Amerikanisches Institut Berlín

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204011889317
OBRAS DE VENTA
EN ESTA TIPO GRA FIA
~
Don Boseo,- Ameno s y preciosos docume ntos
sobre su santa vida y admirab les obras, com-
pilados por un COOPER ADOR SALESIA NO. -
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Juan B. Lemoy ne.-Ob rita en que con gran
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razón digno de una reina, estaba por Dios
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Paú1 de nuestro siglo , En rústica. $ o 70
En tela. 1 20
N ovena de 'San Franci sco de Sales, o 10
Por docenas. 1 00
",J 1/ \ l /\. 1 / \ I / ', I h I /

~
J NOE HERRERA
"~}
~ S'ALES OF COLOMBIAN BOOKS
APARTADO AEREO 12053
BOCOTA, COLOMBIA

(CONTINUACION)

~eodos los séres, por el mero heelto


de su existencia, en UD sistema 01'-
(lenado por un sér inteligente y sa-
lJio, tienen un destino que cumplir.
Un sér no consigue su fin, esto es,
la perfección de su naturaleza sino
con el ejercicio ·y desarrollo de SllS
facul tades; pero existiendo en el
hombre una facultad de conocer y
de amar que no tiene límites, y no
pudiendo sastifacerse con ning'ún
bien finito, sólo Dios, que es verdad
146
Buprema y soberano bien, puede sa,
tisfucerla. Nuestro fin, pues, er-;
poseer á Dios, que es ]0 mismo
que explica en su lenguaje vulgar y
senciUo nuestro catecjsmo: ¡ Para
qué crió Dios al hombre ~-Para co-
nocerle, aUlarle y ser\'irle en la vidn,
y después gozarle en 1ft gloria. Es
un hecho de experiencia, que cono-
cen tanto como, nosotros los bentlta-
mistas, que nada en la vida nos
procura la felicidad perfecta: 1) i
los bienes exterjores, como las ri-
quezas que se adquieren con trabajo,
se gozan con sobresalto, y se pier-
den con sentimiento; ni los honores
que son instables y exponen á la
envidia: ni los bienes del cuerpo;
como la salun, tan frágil y precaria,
11] los placeres de los sentidos, pre-
cedidos de ansiedad, segnidos de
tristeza, de dolores, de remordimien-
tos; tampoco los bienes del alma,
aunqne de , más noble carácter; 'la
ciencia, abismo sin fondo, tan 1i mi-
tada en el hombre y tan llena' de
oscuridad y de errores; ni la misma
virtud qne es apenas el camino que
147
nos lleva á la felicidad; medio para
. conseguirla., no fin, resultado de la
porfiada ]uc'ha que debemos librar
á nuestras pasiones.
Esos solitarios por elección que
vi ven en medio de las soeiedades
alborotadas con el ruido que hacen
los que buscan la felicidad en el
placer, agitadas por el vaivén de las
revoluciones ' morale~ y de las revo-
luciones sangrientas; esos hombres
silenciosos que para meditar con
provecho someten la carne con aspe-
rezas, disri plinas y ayunos; esos á
quienes Bentham llama ascéticos y
mira con motivo como los mayores
enemigos de su principio de utilidad;
esos han conseguido hacer palpable
con una sola imagen sencilla y poé-
tica la filosofía cristiana. Figuraos,
(licon, un mar Shl orillns ni horizon-
tes del que salen muchos ríos, que
después de extenderse C11 cOlllplica~
dos meandros por el mundo, vuelven
á caer .á ese nlismo mar de que salie-
ron. Los hombres son los ríos, y el
mar aquel tan vasto, tan grande,
tan profundo, j es Dios!
148
lH ien tras la filosofía cristiana,
partiendo del hombre y elevándosé á
Dios, ó descendiendo de Dios para
contemplar al hombre, fija á éste la
ley de su destino inmortal, y abarca
en su examen todos los elementos
necesarios para ello; mientras la
filosofía cristiana da al hombre por
objeto de su inteligencia, de su amor
y de su voluntad á Dios, y pone á
éste como el alfa y la omega, como el
pl'incjpio y el fin del sér inteligente,
la filosofia epi curo- benthamista no
cura más que de las sensaciolles, y
señala al hombre como supremo
bien el pla,cer físico de los sentidos.
Olvida, ó desconoce, 6 niega la no-
ción del tilma, priva al hombre de la
razón, lo despoja del testitnonio de
la conciencia, niega la exjstencia
del deber; .y á este hOlubre lllc.lqnina,
especie de 1>1'11to que llabla y mm
debe ralcnlar, le muestra como la
meta final de su destino el placer; la
ley, como fuente úo'jCl1 y ol'igeü de
toda jnstieia y moralidad (1) ó 10 que

(1). Trilt. de legisl., tomo 1, pág. III.


149
viene á ser una misma cosa, el EGO-
ISMO en el iJulividuo, el DESPOTISMO
en el Estado.
Este es el descubrimiento hecho
al cabo de sesenta siglos con que se
ufana la mentida filosofia., y por el
cual se cree con derecho de insultar
las creencias de trescientos cuarenta
luillones de cristianos, y p:ua reír
con la mueca de la máscara cómica
y para hacer preguntas insidiosas y
hasta obscenas.
"Las utopías.:eran antes delirios
de la mente que se permitían á los
filósofos; hoy son sueños cnl paLIes
con que se engañan á los pl1eh]os y
se atormenta la sociedad," docÍan
con razón 10s Padres del Ooncilio de
P:uís do 184fL
150

CAPITULO VIII.

REFUTAOION DEL UTILITARISMO.

El curso natural de nuestro estudio


nos conduce ahora á j mpugnar direc-
tamente la moral del utiljtarismo.
Manifestámos ya que el mundo
pagano era pagano en cuanto tenía
de utilitarista, aunque en la teoría
careciese de un código de moral sen-
sual como el que después ha reducta-
do Bentham. Siendo tal proposición
convertible, podemos deducir recta-
mente esta consecuencia: luego la
llloral utilitarista es un; paganismo
práctico.
Contrap~simos máximas á máxi-
mas, costumbres á costumbres de
paganos y cristianos en aquella
época de 'la mayor grandeza, poder
y sabiduría del imperio romano; y
como esta coro paración nos ha hecho
ver la oposición radical que hay
entre anlbos, podemos deducir lógica-
151
mente esta otra consecuencia; luego
la, moral utilitarista, que es puro
paganismo en la práctica, es la antí-
tesis completa del cristianisrno.
Vimos que el hecho más universal
en el lllundo es el dolor, del que nin-
gún sér racional escapa; que la
naturaleza del placer es sér de suyo
fugaz y pasajero, y que no existe en
la vida sino luezclado de dolor; que
la idea de la, felichlad es la de un
estado de calma y perfecto reposo
con exenci6n de toda pena., estado
que no puede reaUzarse en el mundo;
que el dolor no es el mal, ni el pla-
cer es el bien; y deduiimos con de-
ducción lnatemática que la moral
que radica la feUcidad en el placer
es una quimera.
Contemplámos luégo la inevitab~e
lucha que se libran en el corazón
humano el bien y el mal, esos dos
hombres que sentía san Pablo, como
si fueran el Angel y Ja.cob batallan-
do; y vimos que si fuera po~ible á
alguno librarse del conflicto, ese sería
el bentha.mi~ta por el rigor de su
sistema; lo cual es , completamente
152
falso, porqn e conhn dice á la expe-
rienci a de la human idad entera .
Dimos el génesi s de los doctor es
de la escuel a sensua l desde Aristi po
hasta Benth am, y entre ellos no
hallam os ningu no de los que el
mundo recono ce por Babios, }Jor bue-
nos, por virtuo sos.
Trazám os el cuadro de la lllora 1
ntilita rista, valién donos de las mis-
mas pa}ab ras de Benth am, con el
doble objeto de que la contra posici ón
con las doctri nas cristia nas fuera
Huís patent e, y con el de que el buen
sentid o de los lector es deduz ca todas
]as consec uencia s que no podem os
deduc ir nosotr os.
Escrib imos rápida mente despué s
una pág'in a de filosofía mora], cuya
síntes is es que el Supre mo Bien es
Dios, verdad , bonda d y bellez a ab-
soluta s, y que en con~ecuencia es
absurd a la filosofía bentba mista que
coloca el Supre mo Bien en el placer
de los sentid os.
Esto basta y sobra para dejar
compl eta la refuta ción de esa doc-
trina; pero ahora ensaya remos refu-
15B
tarIa directamente, repitiendo en
parte los argumentos que se hacen
por el comón de sus adversarios.
Aquí se presentan dos métodos de
exame-n: uno considerándola en Sl
misma como que mutila, altera,
degrada y desfigura la na tural eza
humana; y otro, en sus aplicaciones,
como qne conduce á resultados desa-
probados por la conciencia y el sen-
tido común, y contradictores entre
sÍ.
El hombre es un sér maravilloso
que reúne en sí los extremos más
opuestos: poeo meno~ que el ángel
por su inteUgencia, BU hermano lue-
nor por el tiempo, su igual por el
venturoso destino; esclavo de la ley
(le la carne, por la greda de que fue
formado y su culpable rebeldía:
sostenido entre la cuna y la tumba
por una cadell~ misteriosa á un
porvenir de luz, de cien~ia y de calma.,
va arrastrándose y luchando en el
polvo del mundo; viajero que pasa,
desterrado que c91uin3 á la Patria,
llO pisando la tierra sino por breves
~omentos; que debe avergonzarse
154
de su origen en culpa, nacido entre
dolores, cuya vida es de trabajo y
su muerte necesaria (1); pero que
debe alzar la frente radiosa á ver
al Padre Celestial que es su Creador
y su Fin.
Si e.ste es el hombre que conoce-
mos, el hombre desde Adán, el hom-
bre de la historia., el hombre de ayer
y el de hoy; &cuál es el D.olubre de
Bentham ~
El hombre de Benl ham es un ente
privado de RAZON; y la razón es la
dote que distingue .á lo~ hijos de
Adán de los brutos, como quiera que
la razón en su acepción más cUluplj-
da es lo 'mismo que inteligencia, por
Inedio de la cual adquiere el conoci-
miento de las verdades absolutas y
de los principios inmutables. '
Por la razón el hombre se eleva á
al tísimas, secretÍsi mas regiones á

[lJ Unde superbit homo, cujus conceptío


CUlp3.

Nasci poona, labor v:ta, necesse morí?


155
conocer ·la Verdad indeficiente, la
Bondad suma y la Belleza sin imper- ·
fección: por la razón conoce el
mundo moral.
Bentbam niega la OO~OIENOIA al
hombre; esto es, quita al via,j ero
extraviado en las selvas oscuras é
intrincadas del mundo la antorcha
única que podría guiarlo; lo despoja
del conocimiento con que se da cuen-
ta del bien y del mal que hace; le
arrebata e~a "guía fiel, como se ex-
presa Rousseall, del sér ignorante y
limitado, pero inteligente y libre,
que constituye la excolencja de su
na turaleza y la luoralidad de sus
acciones. "
El mundo en que Bentham coloc3
á su hombre es un caos tenebroso en
que no alumbran ni el fanal de la
razón ne el sol de Ia conciencia, y
del que están desterradas además
con entera proscripción la VERDAD,
la LEY NATURAL, el DEBER, la VIR-
TUD. Todas estas cosas son, según
vI, entes de razón, voces vacías de
sentido, cuando más palabrotas que
deben borrarse del diccionario de la
156
nloral, y que fueron in ven tadas por
la imperf ección del lengua je. El
mundo en que Benth am coloca á su
hombr e ·es un mundo sin Dios; &pero
r¡ué mucho si ~l hombr e de Benth am
tampo co tjene alma ~
y habién dole quitad o todo esto;
habjén dole cortad o con implaca.hleR
tijeras la caden a que le :.ltaba á su
Oread or, habién dolo despoj ado de
las dotes de la razón y de la concie n-
cia, &qué le deja ~ Habla ndo propia -
mente no le deja sino un -instinto
brutal pa.ra que pueda procur arse los
g'oces de los sentid os, en los que haco
éons:s tir su felicid ad y su fin, y un
acto, contra djctor io con la razón que
1e arreba ta, de poder CALCU LAR entre
la pena y el placer , y entre el pla-
cer .luenor y el más intens o placer ,
para huÍr del dolor á todo trance ,
para procur arse el placer á cual quier
precjo , dictán dole como única ley
de su natura leza el llegar á ] a ma~d­
'1nización del placer , en lo que hace
con sistir la virtud .
El fondo de la doctri na utHita rJs-
ta, por lo visto, es un afán por gozar
157
de los placeres de la vida., snbllmando
el goce hasta el grado más alto; tan
alto, tan sublime, que para pintarlo,
no hallando en ninguna lengua pala-
bra propia, tuvo qne inventar la do
'i1utxi'11~izaci6n del placer.
iD Este es el hombre de Bentham ~
especie de máquina como la máqui-
na aritnlética de Pascal, que ejecuta
las operaciones del cálC1llo; pero que,
por ingenios3J que sea, no pasa de
ser una máquina.
El gallo desplumado que como
sátira amarga arl'ojó el discípulo del
filósofo griego en la escuela para
burlarse de la definieión de su ma-
estro diciendo Ve (lhí tu h01rl,bre ! ¡ es :- '
gallo desplumado que no tiene alas
para volar, ese animal estúpido pe-
gado á la t.ierra, ese es el homhre de
Bentham!
La revolución de un pueblo cuyos
ciudadanos desecharan todo freno y
desconocieran toda ley, revoluci611
que ha recibido el nombre de ana)'-
quía, es apenas comparable á la.
scdiC'i()n de una alma dejada SOhl,
entl \:-d,-ad a á sí' illisma y á quien se
158
diera por único código de sus accio-
nes el código del placer.
Toda ciencja descansa en un prin-
cipio que no necesita demostración
alguna, como los axiomas: el todo es '
mayor que una de sus partes, no
hn,y efecto sin causa; ó un principio
aeeptado universalmente. La moral
de la utilidad no se funda en ningú n
axioma; antes bien, su princjpio ha
~ido rechazado por los más grandes
hombres de la edad antigua y de la
edad moderna, tales como Sócrates,
Platón, Oicerón, san Pablo, san
A. gustín, Bossuet, Leibnitz, DesC'ar-
tes, cn la edad pasada; y eu la époc[t
presente por Bonald, de Maistre,
Fraysj inol1s, Tocquevi He, Rossi,
Balmes, Oantú, Oaro··. luego el
principio no es evidente. En efecto,
Bentham se contenta con decir: "La
naturaleza ha puesto al hombre bajo
el imperio del plaC'er y del dolor: á
ellos debemos todas nuestras ideas:
de ellos nos vienen ' todos nuestros
juicios y todas las determinaciones
de nuestra vida:" y. esto apurada-
mente es lo que se niega, lo que era
]59
preciso demo.s trar y lo que Bentharn
no intenta hacer) pues:nunca se podrá
probar que el fin del hombre sea el
placer. El sistema de la utilidad que
no descansa en un axioma ó en prin-
cipio demostrado es falso.
Balmes empezando la refutación
de esta doctrina, presenta una razón
la más obvia, la más vulgar; vero
de una fuerza impúnderable, porque
está tomada del sentido común de
la humanidad entera.
"Salta á los ojos, dice, que este
sistema erige por bas J de 1a morali-
dad el egoísmo: así comienza por
fundarla en lo que la repugna, en lo
que la destruye, á no ser que se en-
gañe la humanidad entera. Este hom-
bre es ~ln egoísta., para él nada hay
bueno sino lo q'tle le ofrece ttlilida(l,. bé
nquí una terrible acusación SEG(N IJ¡\
OONCIENCIA DE TODO EL GÉNERO HU-
MANO, Y no obstante esta aCl1sacü')ll
se con vierte en elogio en el sistema
quo cOlnbatimos. Este hombre es ego-
ísta, sólo atiende á su 1.ltiZülad,. sólo ú
ella .respeta,,. sjgnifica este absurdo:
el egolsta es altamente moral, pues que
160
sólo respeta la utilidatl, esencia ele la
moralidad." (Filosof. elern. Etica, pág.
369).
lo Un principio que pugna con el
sentido común, puede ser verdaderof
Aquí sería el caso de preguntar;
Bentham dice que sí, la humanidad
entera dice que NO, ¿ á quién creere-
mos ~ El que dice que sí contra el nó
de la humanidad carece de razón,
por el mismo hecho de hallarse en
pngna con la razón universal.
Si el fin del hombre fuera el pla-
cer físico, Dios ]0 hubiera dotado de
una capacjdad infinita para satjsfa-
cerIo; pero velnos, por el contrario,
que sus facu1 tades para gozar SOll
Umitadas, luego el placer físico no
es el fin del hombre. Que el hombre
no posee facultades infinitas para
g'ozar, es hecho de experiencia que
110 uccesita demostración. Un siste-
ma que radica el fin supremo del
hombre eú lo que no existe, es do-
blemente falso; falso por deeconocer
la naturaleza humana, y falso por
,darle por base un cjmiento delezna-
ble.
161
Si el fin del hombre estuviera en
el placer, &'qué harÍanlos con la gran
parte de la humanidad que está irre-
mjsiblemente privada de él ~ O Dios
es injusto, privando á multHnd de
sus criaturas del placer, ó la moral
que se funda en él es falsa: lo pri- ,
mero es un absurdo y una blasfemia,
luego el principio de la utiUdad es
falso.
El placer lo mismo que el dolor
no se dieron al hombre como fin sino
como medios para la conservaci6n
individual. El estímulo doloroso del
hambre avisa al hombre que debe
comer; sin él no se acordaría de
comer y moriría: come, y en ello
siente la satisfacci6n de una necesi-
dad que va acompañada de placer;
pero si come con exceso sobreviene
]a indigestión, que le advierte que
excedió y que lo castiga. La comida
('s lIn medio de mantener ]a, existencia,
no un fin. Lo que se dice del alimen-
to debe decirse de las demás satis-
facciones físicas; luego el sistema
que pone el fin del hombre en los
phlceres sensuales, trastorna el orden
La.s Sirena.s 11
162
de la naturaleza" invirtiéndolo, to-
mando los medios por fines y los
fines por medios.
Además de esto el placer compren-
de pasiones que no lo tienen por
fin. El placer nace de la satisfacción
. de varias tendencias naturales, que
es forzoso que existan antes que el
placer. Para apagar la sed, es preci-
so sentir primero la necesidad de 1a
sed, que se satisface después con el
agua. E 1 egoísmo es el a mor del
placer que viene en pos de la satis-
facción de las pasiones; pero e ~
completamente distinto de ellas, y
ninguna tiene por objeto el placer.
El cuerpo del hombre es el admi-
rable jnstrumento que suminista al
alma 108 datos de que necesita la
inteligencia para el conocimiento y
la voluntad para la acción, y que so
baIla en relación con la sensibilida(l
como instrumento del placer. "Si el
placer fuese el objeto del ahna" sn
duración sería la del cuerpo; y sien-
do inmortal el alma, el placer no
puede proponerse por fin el goc u
que se limita á la vüla prespntp, y
163
que se halla por lo regular en COI1-
tradicción con el deber, único medio
de cumplir su destjno. Síguese de
aquí que, lejos de que el placer sea
una ley para el alma, su leyes la
de huír de la voluptuosidad que es
un obstácnlo al ~umplimiento de la
ley del deber; porque el placer sen-
sual tiene su asjento en el cuerpo, y
bus~ar el placer es tentar á la suje-
ción del alnla á los c3,prichos de los
sentidos. La voluptuosidad no es
deuda del alma al cuerpo: ella no le
debe sino la sa tisfacción de sus nece-
sidades reales, dentro de su condición
de existencia; y si esa satisfacción
es por S1 misma un placer, tal placer
no es ni la razón ni el objeto del
deber, sino únicamente la conserva-
ción del cuerpo." (1)
En el sér int,eligente se despierta
la necesidad de conocer, sin que hay ro.
cálculo del resultado, pues falta la
experiencia: la experiencia sjgue á,

(1) R ATTIER, CO ll¡"S COllljlle! de plti!as(J-


t!lir , et.s , tomo LV , pág. 420.
164
la acción, y ésta puede dar un resul-
tallo placentero ó doloroso, pero que
se ignora. Si fuera siempre neresario
el cálculo, de seguro qne no obrarÍa-
mos, por ignorar si nuestras acciones
habrían de producir penas 6 placeres.
y véase aquí otro error fundamental
de la doctrilla que combatimo:4, que
exigiendo el cálculo como requisito
esencial y anterior á la acción, está
en pugna completa con la. naturaleza
del hombre.
Siendo el placer la única medida
del derecho, cada particular tiene
derecho á ,lo que le agrade. Síganse
con atenci6n las consecuencias que
pueden derivarse de semejante prin-
cipio. En la vida cjvil deja indefenso
el hogar doméstico, con lo más sa-
grado que hay en él; la fidelidad de
la esposa, el pudor de las bijas, la
consecuencia de la amistad: en el
. orden político tal máxima e~ la ge-
neradora del robo, del ases~nato, de
la conjuraci6n. El comunismo que
amenazó á Europa en 1848 no pudo
tener otro origen: quisieron' arreba-
taral ciudadano la inteligencia, el
165
corazón, los sentimientos del alma
y lo convirtieron en máquina uuena
solamente para consumir.
Aquí el decantado principio halla
en sí mismo otra refutación; porque
como todo objeto püede ser agrada-
ble á todos se sigue que cada uno
tiene derecho á todo, lo que da por
resul tado que nadie tiene derecho á
nada.
La santidad del juramento, la in-
violabilidad de los contratos solem-
nes, ¡ qué serán para el utilitarista 1
Los guardará en tanto que así con-
venga á su interés, y está obligado á
quebrantarlos todas las veces que á
él se oponga. No hay obligación
nloral que pueda ligar cuando uno .
es juez de su conveniencia. "El in-
terés personal puede hallarse, en
efecto, en pugna en ciertos casos
con las simpatías benéficas, dice
Bentlutm, y, en tales ocurrQncias,
es preciso que las últimas sucumban:
no bay remedio; son las más dé-
Liles.» (1)
(1). Deolltología, tomo I, p6g. 219.
166
El utilital'ista es un sacrificador
que inmola implacablemente, si.n
consideración ni reparo, en aras de
su privado interés el derecho ajeno;
todo cuanto se oponga á su dj chao
El cálculo priva á las acciones
de su valor intrinseco; las priva
de mérito y las somete á la tarifa de
los re~ultados. &Qué mérito hay en
buscar el placer~ &Que satisfacción
en haberlo encontrado ~ El desinte-
rés es una cosa absurda. en este sis-
tema; y no sólo absurda, sino
criminal. El gran cd minal es el
que sacrifica su bienestar por el
bienestar ajeno. Perece la Patria,
yo puedo salvarla; pero &es á ('osta
de mi placer ~ ¡ perezca la Patria!
tal debe ser e l grito del bentamista
si quiere ser consecuente con el
sistema; y si no obra aSÍ, desconoce
el principio y es un gran criminal.
Si; forzosamente es aSÍ; el cálculo
en las acciones es la muerte de la
heroicidad del amor de la Patria,
de la amistad, del honor, de la fami-
lia, de todo cuanto se oponga al
placer egoísta de] individuo; es la
167
subversi6n del orden moral. ~ Quién
podrá sacrificarse por la Patria oyen-
do estas palabras de Bentham ~
"&Qué declamador hablará nunca de
sacrificar la gloria al interés, el
honor á la prudencia ~ ¡ Oh, no!
prirnero la sombra que la sustancia;
en lugar ele lo real dadnos lo imagi-
nario! tal es el grito del patriotismo y
de la nacionalidad." (1).
&Qué hombre se sacrificaría por
su familia, por sus amigos, por su
prójimo, oyendo esta desconsoladora
lección de Bentham ~ " La moral no
exige sacrificio definitivo. Propone
alllombre en sus lecciones un exce-
dente de placer: él lo busca, y ella lo
anima en su tarea, reconociendo los
goces por los sabios, honorables y
virtuosos; pero lo conjura á que no
se vaya á e(]uivocar en sus cálcUlOS;
le presenta el porvenir, que no está
lejano tal vez, con sus placeres y
penas; le pregunta si por el placer
gustado hoy, no tendrá que pagar

(1). Deo/lt(J/ogr" tomo 1, p5g. Ir¡.


168
lnañana un interés muy usurario é
intolerable: le ruega que use la mis-
ma prudencia de cálculo que eluplea
un hombre sabio eIl sus negodos
diarios, en el más importante de
"todos sus negocios: el de su felici-
dad 6 su desgracia. La Deontología
no desprecia ni aún el egoísmo que
jnvoca el vicio. No hace cuenta de
todos los puntos que no se pruebo
que sean útiles al individuo; has-
ta consiente COll hacer abstracci6n
del c6digo del legislador y de los
dogmas del sacerdote (1). ...... "
" Ouanto se propone es poner freno
á la precipitaci6n, impedir la impru-
dencia de tomar llledidas irremedia-
bles y hacer un mal negocjo .... En
una palabra, REGULARIzA EL EGOIS-
MO, y ecónomo actjvo y prudente ad·
ministra nuestra renta de felicjdad,
de modo que nos haga sacar las ma-
yores ventajas posibles. " (2)

\"1 \ lbid., pág. 191.

[2J Ibid.,pág. 193.


169
U na, aCClOn es moral si el re-
su1tado produce utilidad; pero al
practjcar la acción no ¡se conoce el
resultado, luego la regla de la moral
que depende de los resultados es
im practicable.
Es Guttemberg, quien después de
largos años de lalwriosa rueditaci6n y
de soportadas con magnanimidad
las contradicciones consiguientes á
toda grande idea, ha 102,Tado descn-
hrir el nrte maravilloso de la impren-
ta. Puede reproducir en breves mo-
mentos cien mjl ejemplares de las
obras de que antes los copistas ó lo~;
Benedictinos, al cabo deaÍlos, no al-
canzaban á. surnjnistrar sino una co-
pia, tal vez imperfecta y muy costosa:
vaádarmaterjalmente alas al pensa-
miento: podrán ya comunicarse entre
si los pueblos más distantes, los
de todas las latitudes, los que hn,b1an
todas las lenguas: es corno un río
de luz que va á derramarse en el
universo; los hombres Serán sabios,
rjcos y buenos. Pero GntteInberg ha
tocado el árbol de la ciencia del bien
y del 111a1. Si la imprenta puede ser
170
la propagadora de la verdad, puede
serlo igualmente del error. De esa
prensa muda, fría é inerte va á partir
la luz que difunda la claridad por el
mundo, ó el rayo que lo consuma.
Todo está encerrado allí: 12v glorifi-
cación y la infamia, la paz y la gue-
rra _____ duerme allí el pensamiento
de Hobbes, el de Bentham, el de
Robespierre, el de Proudhon" ... allí
está latente también la palabra de
Oristo ...... & qué hará ~ ~ se deten-
drá, como el paisano de Horacio,
en la ribera, á esperar que acabe
de correr el río para pasar del lado
opuesto ~ ~ Sabe si sumando, al cabo
de los siglos, los resultados favorables
vencerár. cn esa aritmética bárbara
á los resultados adversos ~ & Si la
impr~nta, al fin de los fines, ha-
brá producido más placeres que do-
lores ~
¡No, Gl1ttemberg! tu intención
es buena, y Dios justo de ella te de-
nlandará cuenta y no d~ los resul tados
que ignoras en laactualidad: impl1lsa
el progreso del mundo, que Bentham
detiene como una barrera de bronce .
171
con su implac:lsble moral de los re-
sultados.
Joven que subes coronada las gra-
das <lel altar á uI1ir tu suerte á la
del esposo de tu elección, ¡ deténte!
&sabes si ese mismo esposo que hoy
va, á jurarte allí, en presencia de
Dios, un amor eterno, mañana, arre-
batado por celos infundados, clavará
un puñal en tu corazón ~ &Sabes aca-
so si rle tu seno ha de salir un Ti be-
do ó una J\1esalina ~ ¡ detén te!
La regla del cálculo de los resul-
tados detendría así todas las accio-
nes de la vida.
Pasa un nwndigo cerca de un ca-
ballero en el paseo púbU co, y 1e
pide limosna. El pobre es jmportuno,
el paseunte está de mal humor, saca
un peso de su bolsillo y lo arroja con
fnrja al rostro de su adversario; la
in tenci6n es depravada; j, cuáles son
los resul tados ~ el peso dado es un
pólipo (jll la nariz del pobre, le ca11-
Ha una hemorragia, que lo libru. ue
la enfermedad, y el dinero le sirve
pura alimentarse en el tiempo de su
convalecencia. &Qué especie de regla
172,
es esta de la moral del cálculo que
unas veces marra, y otras produce
resultados opuestos y contra dicto-
rjos ~
La regla, el principio, el canon, la
ley de la moral debe ser siempre una,
a plicable á todos los casos, sin ex-
cepción de uno s010, absoluta, fija y
eterna: debe ser como el patrón aJ
que se ocurra para rectificar todo
peso, toda medida: la rep;la qnc mo-
dele todas las acciones: tipo de per-
fección, inerrable, inequívoco, en to-
das cj¡'cunstancjas, en todo tiempo,
en todo 1ugar: y esa regla no es el
principio de utilidad, que flota en el
eorazón de todo hombre, hallando
interpretaciones diferentus y apli-
caciones diversas; especie de protes-
tantismo que quiere marchar omni-
potente y solo, si.n recibjr otra san-
ción que la que él dé á sus actos, y
derivando su justicia y su glorjfica-
ción de sí mismo.
Si el egoísmo es erróneo como 1110-
ral prjvada, & podrá servir de base á
la legislaci6n ~ si no sirve para diri-
gir las acciones del individuo, &será
173
bueno para regular las de la socie-
dad ~ El error puede ser fundamento
de la verdad: el error eternamente
engendrará error, de modo que revol-
viéndose, combinándose en toda la
eternidad nunca brotará de su seno
la verdad. El objeto de la legislación
es la perfección intelectual, moral y
fisica de los asociados, de donde re-
sulta el bienestar común, no como
causa sino como efectos; así es que
nosotros decimos: la llloral es útil,
y los adversarios, todo lo útil es mo-
ral, proposiciones que s.)n tan dis-
tintas como éstas: todo perro es ani-
mal; todo. animal es perro.
Oolocando la moral en el bien
común, es cierto que proscribe el
egoísmo; pero entonces deja libre al
indjvirluo de la obligación 11101'a], de
modo que Robinson solo en su is:a
de¡;;ierta quedaría exento de toda
obligación hacja Dios ó hacia él, y
podría suicidarse; lo que es comple-
tanlente n,bsnrrlo, porque hay ley
moral desde el lllolnento en qne exis-
ten inteligencia y libertad, desde
quo existe. el hombre. Además hay
174
una IDultHud de actos puramente
individuales ql1e quedarían por el he-
cho libres de toda ley moral.
lo El interés indjvidual es el inte-
rés general ~ 4Caminan en un mismo
orden f &IIay siquiera un caso en qne
se hallen en pugna f En ese conflic-
to, ,cuál de los dos debe sacrificar-
se f .ÍD El del partiC!"!lar ~ entonces la
moral utilitnrista no es ciencia, su
principio admite excepción. ÍD El ge-
neral ~ Entonces la legislación que
~e basa en la utilidad es absurda.
Que hay caSOF; en que pugnan los dos
intereses, el particular y el general,
es inútil decirlo .. r ndicaremos dos
solamente: la contribución y la cons-
cripción. lo Qué conviene al conscri-
to f no ir á la guerra; eso está en su
interés: su mayor moralidad será
evi tar esa pena. in Y qué conviene al
interés general' que baya conscri-
tos, muchos conscritos, millares de
millares de conscritos que defiendan
la Patria de las invasiones exterio-
res y de las cODjnrnciones intestinas.
lo y qué le conviene al contribuyen-
t(, ~ no pagar, ni 11lucho ni poco. &Y
17.5
al Estado 1 que se llenen las arcas
pú.blicas hastadesbordar.se. VedfJ,qui,
pues, dos intereses en conflicto; alU-
bos soberanos, ambos exclnsivos.
El bienestar general es variabh~,
y debiendo las acciones calificarse
con relación á él, serán varia bIes
también, luego el interés general no
es nada, ni bien ni mal.
Si la moralidad fuera el bien co-
mún, &en dónde se colocaría la regla
de las acciones 7 No cierta mente en
la inteligencia, porque entonces se
descuidaría el bienestar rna terial; si
en éste, caemos nuevamente en el
sensualismo; si en ambos, ~ en qué
proporción debe favorecerse 1 Este
es un dédalo sin luz, abjsmo sin fon-
do, on que se revuelven, como en el
caos antiguo las tinieblas, aquí to-
das las contradicciones, todas las uto-
pías, todos los absurdos.
El egoísmo destruye las bases de
la sociedad qne reposa sobre los de-
beres y los derecbos de los ci udada-
nos, pues para el (Igoísta no ]0:;; hay.
y (le aqní se sigue de dos cosns una:.
{¡ la soch~da íl CIne(la entreg:Hla {¡ la
176
lucha de las fuerzas individuales, que
es el estado de anarquía, 6 habrá de
reprimirse por una fnerza superior
sin límites y abusiva., que 'es el esta-
do de la tiranía; no hn.y renledio: Ó
la annrquía ó el despotismo.
Hobbes, como lógico absoluto, pu-
ró en la tiranía; las escuelas SOChl-
listas proclamando la autocracia hu-
mana" la di vi nización de ]a carll e,
cayeron en la a,narquía; lo que sumj-
nistra la prueba, más patente de la
falsedad del sistema que comba timos,
cuando vemos que halla en sus mis-
mos sectarios dos géneros de apli-
cación tan opuestos .
.Ahora figuraos si podéjs una so-
ciedad compuesta de eg01stas. Las
sociedades humanas reciben la vida
del concurso, de la suma de ros sa-
crificios de todos; así como los gran-
des ríos se forman, crecen y se dil a-
tan por el tributo que le rinden los
arro~ os y los torrentes. Pero allí
donde cada uno guiado por el egoís-
mo, no hiciese otra cosa, sino correr
en pos de los goces materiales, si-
guiendo la corriente de In ambición
177
Y las riquezas, las rivalidades del
umor y del ingenio, las tendencias
poderosas .del rencor y de la envidia
. con el séquito de crímenes que las
acompañan, ... allí donde la ley se
dictara en la ausencia completa de
Dios, de la Provjdencia, de ]a inmor-
talidad del alma, en la persuasión
de la conciencja, modestia, pudor,
patriotismo son palabras sin signifi-
cado, ... allí donde la ley fuese re-
sultado del cálculo; el cálculo mi-
diendo el dulce alnor de la madre que
sirve de almohada deliciosa al hijo
des ven turado; la fidelidad de la es-
posa calculada en el mercado del que
dé más; la vida de amigos y de ene-
migos á merced de nuestra vengan-
za, plctCer que no deja t¡'estcb de dolor;
la Patria vendida por el oro extran-
jero .... ese sería el caos; pero afor-
tunadamente tal república no podría
subsistir, porque de la anarquía que
engendraran tales elementos tendría
que resucitar, 6 que desa parecer de-
finitivamente.
Así Bentham entrega la sociedad
en manos del más hábil y del más
Las Sirena.s 12
178
afortunado. Tanto los antiguos tira-
nos como los tiranos modernos de-
ben ser djscípulos de este satánico
l\faquiavelo: Tiberio, Sila y Nerón,
lo mismo que Oromvell, Robespierre
y el doctor lPrancia.. Y si no, decid-
me, A, qué pudiera. Bentbam objetar á
estos uti Utaristas' &Les diría por
ventura: Fuistejs tiranos que empa-
pasteis la tierra de sangre f-Sí : res-
pondieran ellos en coro; sÍ; pero
¡ con qué derecho tú, mi~erable so-
fista, nos condenas ahora., cuando tu
moral santifica la acción sjempre que
exceda la sUlna de los placeres á la
de los dolores ~ Esto hicimos nosotros.
Si esta conclusión biola de espan-
to el corazón que comprende que la
suerte de la Patria queda á merced
de los tiranos, no será menos su
asombro al ir deduciendo las conse-
cuencias que brotan de tan funesta
doctrina.
La esclavitud proscrita de la tierra
al hablar Cristo, es resultado lógjco
del interés. La esclavitud nació con
el bárbaro término de ampliación en
el paganismo: quien puede 10 más
179
puede 10 menos; yo que llago un
prisionero en la guerra puedo ma-
tarlo, que es lo más, luego puedo
esclavizarlo, que es lo menos. Está
en lnis intereses que sea esclavo el
negro de Africa, fuerte y vigoroso,
que soporta las más duras tareas
ba jo el ardiente clima del Trópico,
cuyo trabajo es más productivo .r
cuesta menos que el del blanco libre;
luego es justo bac(',r lo sudar en una
mina ó en un ingenio de azúcar. Y
ved aquí consagrada, defendida, pre-
conizada como buena la esclavitud
de tres y medio millones de nuestros
hermanos en los Estados Unidos y
dos millones s\jtecientos mil más en
el imperio del Brasil.
Cuando en un país la poblaci6n
aumenta en proporci6n geométrica
mientras la producción permanece
estacionaria, lo qué debe hacerse para
remediar este mal ~ Ahí está ]Vlal-
tbus, economjsta y utilitarista con
el gran remedio de Ja prudencia en
los matrimonios. Entregamos esta
tesis á la consider:1Ci6n de los hom-
bres pensadoreR, y continuamos.
180
¡ Con qué derecho castiga la socie-
dad según la teoría utilitarista ~ Un
reo famoso de asesinato se presenta
ante un jnez. El delito está patente;
el reo no lo niega, ni trata de disi-
mularlo siquiera. Es mayor de edad,
no está loco; reúne en sí las uos do-
tes de inteligencia y libertad para
ser justiciable. Pero iD el juez podrá
condenarlo' ¡ Nó ¡ jamás! porque e]
reo argüirá así: "Puede según el
utilitarismo, matar á ese hombre: la
venganza es una satisfacción pura.,
sin residuo de pena: equivoqué el
cálculo: esto es todo: si hubiera
calculado mejor, hoy recH>iría el
llOlubre de virtuoso; me equivoqué;
&esto me constituye cdminal ~"
Al juez que según el utilitarismo,
to mara la pluma para firmar 1a s en-
tencia con tra ese hombre sería pre-
ciso gritarle lo que Mecenas á Au-
gusto cuando iba á condenar á un
reo: ¡Levántate, verdugo ! (surge, car-
nifex).
La pena será un medio represivo,
pero no una justicia; pa.ga de un
error, pero no de un delito. Robes-
181
pierre mismo , despué s de haber
diezm ado á Franc ia y haber establ e-
_cido el reinad o del terror, apelar ía á
la utilida d genera l que exigía el sa-
crificio de los ciudad anos, si es que
no quería hacer valer la suprem a
rnzón del error de cálculo . Danto n,
despué s del sacrifi rio de los prision e-
ros el 2 de Septie mbre, paseab a la
guillo tina por Franc ia, "por sistem a
y no por crueld ad; pues luégo que
calcul ó que la moder ación sería más
ú.til que el terror, aconse jó que se
usara de ella" (1).
El utilita rismo pára, como es na-
tural, en la santifi cación de la carne;
y de ahí salen las doctri nas de la
inviol abilid ad de la vida human a de
los asesin os, que entreg a la vid::t de
los ciudad anos pacífic os en manos
de aquell os; la. irresp onsab ilidad de
la palabr a, que es la calum nia y la
difama ción al aire libre; la irres-
ponsa bilida d de la prensa , que es
la calum nia y la difaln ación en foto-

(r) B OU LLET , Dic., tomo I, 462.


182
grafía y la revolución permanente;
la libertad del juego y de la usura;
la libertad de la vagancia y del 'due-
lo, con todas esas libertades que
hacen los países en que reinan bue-
nos para emigrar, según el dicho de
nuestro grande hombre.
Fácilnlente podrá el loctor sarar
la consecuencia en cada uno de estos
casos, para lo cual, como hacen los
matemáticos, pondremos aquí la fór-
nlula g'eneral tomada de los Trata-
dos de legislación, tomo 1°, pági-
na 106 :
" Oada individuo es juez de su uti-
lidad ...... puede hacer todo lo que
crea deberle conducir á la felicidad,
á excepción solamente de lo que
halle prohibido y ca~tig(tdo Ijar las le-
yes positivas; "pero tal acci6n (aquí
la materia sujeta á la resol uci6n)
luego ...... "Ouando uno está seguro
de la verdad del principio, no SlJ pue-
de dejar de convenir en las consecuen-
cias necesarias de él si se procecle de
buena fe. "
Si s,Igún lector desapasionado ha
tenino la gran l1acioncia de seguir-
"183
nos hasta aquí en este árido camino,
le rogamos suspenda la lectura y
medite UllOS momentos sobre el gra-
í ve riesgo que corren la familia, la
propiedad, la Patria entera con la
difusi6n (le semejantes teorías.
¡ y ya va para cuarenta años que
se enseñan diariamente estas doctri-
nas en "los colegios! ¡ Y el mismo
Gobierno es el que ofiGialmente las
manda enseñar! ¡ Y se defienden por
la prensa y se inculcan en las cos-
tumbres, y formau ya el fondo de
nnestras leyes y constituciones!

OAPITULO IX.
EL GRAN SOFIS~IA BENTAMIS'l'A.

Como el error no puede soportnr


la luz de la verdad, necesita cubrirse
con un velo. Así Bentbam, á quien
no convenía ponerse en pugna ma-
nifiesta con la religi6n, que da nonl-
bre á la civilizaci6n actual, tuvo que
n,pelar al sofisma. Sabía él que sería
despreciado desde el momento en
184
que dijera c1ara y resueltamente que
el principio de utilidad se oponía al
cristjanismo, y para esto, como Eneas
en la noche suprema de Troya, dijo:
Mutemus clípeos ......................... .
... dolus an virtus quis in hostEl requirat (1) ?
" Cambiemos de escudos; &qué im-
porta el valor 6 el engaño cuando se
trata de vencer ~ No hablemos del
cristianismo: envolvámonos en un
nombre vago: sirvámonos del mismo
sofisma que hemos clasificado con el
nombre de definición arbitraria no es
¡ra.zón: usemos de ese artificio que
consiste en dar á una palabra una
significación particular, muy dife-
rente de la. que tiene en el uso co-
mún, emplearla como nunca se ha
empleado, y alucinar y extraviar á
los lectores con una apariencia de
profundidad y de misterio , (1)." Lla-
lnemos ascetismo al cristianislllo:
demos á la palabraasetislllo Ulia sig-

(r) VIRG., E1leida, 388,389.


(2) Trat. de legis., tomo 1, pág. 263.
185
nificación diferente de la que tiene
en el uso comú n: &qué importa el
engaño cuando se trata de vencer~
Este es el gran sofisma bentamis-
ta : dar á todos los que siguen las
doctrinas de Oristo el nombre que
convjene cuando más á una reducida
porci6n de ellos. Pero esto no tiene
gracia ninguna ni tratándose de le-
gislaci6n ni de filosofía.
Hay tres clases de cristianos: UllOS
que habiendo recibido el agua del
bautismo, nada más tienen de tales;
pues siguen la corriente del placer
y son en el hecho utilitaristas; peca-
dores altivos, que no hacen caso de
la religi6n, y éstos son muchos; otros
que ajusta,n sus acciones á los precep-
tos de Oristo, que luchan, y vencen ó
son vencidos alternativamente; pero
que no abandonan nunca su bandera,
que se glorían de su nombre y,lle·
gado el caso, serían hasta mártires;
éstos forman la gran masa del pue-
blo cristiano; y los últimos, final-
mente, son la flor de esta milicia,
reducido escuadrón de atletas, que
no se conforman únicamente ('011 pi-
186
sar la senda del deber, sino que as-
piran á la perfección, que no so la-
mente obedecen á los preceptos, sino
que siguen los consejos de su maestro.
Para ellos fue para quien se pronun-
ciaron estas palabras: "Sed perfectos
como vuestro Padre Oelestial es pt~r­
fecto."
Mas, cómo se haBan colocadas es-
tas tres clases de cristianos en presen-
cia del utilitarjsmo~ Los primeros hu-
yen de) dolor, buscan el placer y son
benthamistas; los segundos, viendo
en el dolor una ley establecida por
Dios, expiatoria., inevitable, lo acep-
tan cuando:Uega, lo sufren con resig-
nación, y unas veces vencen y otras
son vencidos; los últimos van más
allá, y considerándolo como la pana-
cea á un mal permanente, como el
medio para domar las malas pasio-
nes, para purificarse y llegar hasta
Dios, lo solicitan si no parece, y
cuando llega lo reciben regocijados.
Los primeros son los cobardes, los
segundos los guerreros comunes, los
últimos los héroes, que cuando mue-
ren reciben el nombre de santos.
187
lo A qué cristianos conviene el
nombre de ascéticos 1 En el rigor de
la palabra s610 á muy pocos de la
tercera clase de los que hemos nom-
brado. Porque, lo qué es el ascetismo ~
" La vida, el estado de una persona
fJue se consagra excl'tlsivantente á los
ejercicios dc piedad. (1)'~ Fuera,
pues de las Ordenes purct'lnente con-
templativas, y de una que otra per-
sona secula.r que vive en el mundo
como fuera de él, no hay ascéticos.
No lo son, en el rigor de la palabra,
los miembros de las instituciones
religiosas que se ocupan en la ense-
ñanza de los niños, en~la agricultura,
e11 la evangelización; no lo son los
hijos de San Juan de Dios que viven
en los hospitales, ni los sacerdotes
que enseñan á hablar á los sordo-
mudos, ni los que asisten á los
agonizantes, ni les Hermanos ente-
rradores; tHll1pOCO las santas Her-
manas de la caridad.... pues todaR

(1) BESCT-IERELLE, Dic. 7urC.


188
esas son instituciones activas, ope-
rantes, no dadas exclusivamente á las
prácticas de piedad. Se concibe que
un trapista deseuajandohoy, en 18G8,
]os bosques de la Bretaña, y ense-
üando á sus discípulos el uso de los
Huevos instrumentos agrícolas, esté
pensando en Dios, se halle puesto
en la presencia de Dios, vi va con la
vida del espíritu, cuando de su
frente cae el sudor en la éra; pero
ese mismo religioso trapista, que sir-
ve hoy de tipo de la vida conteulpla. .
tiva, no es puro ascético, porque no
se consagra .exclusivamente á l:lS
prácticas de piedad, porque va ha-
ciendo el bien por el mundo envuel-
to en la atmósfera fragante y lumi-
nosa del ' amor á su Oristo.
Ahora bien; y iD qué es lo que debe
hacer el hombre que sigue cualquiera
profesi6n, que emprende cualquier
estudio, que se consagra á cualquier
empresa ~ No quedarse atrasado, lle-
gar al ápice de la perfección. Quien
estudia matemáticas, aspira á ser el
mejor matemático; el que emprende
la profesión de las armas, desea ser el
189
más renombrado Genernl; y así de
los _demás. ·Y s610 tratándose de la
profesi6n del sér moral, ha de con-
tentarse el hombre con compl ir á
medias la ley, con volar con tem6-
rosas ::tlas hacia el centro de la luz,
del Jtmor y de la verdad, hacia Dios?
No hay coronas bastantes en el mun-
do, ni voces en las liras de los poe-
tas, ni mármores suficientes para
honrar á los béroes que, por lo .co-
mÚll, fueron Jos ln~;yores azotes de
la hUluanjdad: las cien trompetas de
la 13'ama. son pocas para celebrar á
los sabjos: y s610 108 virtuosos, los
que siguen á Cristo, encorvados bajo
su cruz hasta su doloroso Oalvario,
reciben en vez de loa y de aplauso el
irrisorio apodo de ascéticos!
Ningún fi16sofoataca las excepcio-
nes de una regla, pues éstas por
precisi6n lógica vienen á confirmar-
la: el ascetismo es en este caso la
excepci6n gloriosa que forman los
luonos, los valientes y los béroes;
luego lo que Bentbam combate bajo
aqllel nombre no es el ascetismo, la
ex 'epci6n, sino el cristianismo, la
190
regla; luego son patentes la hipo-
cresía y el sofisma benthamista.
Cristo, Verbo de Dios, habló; su
santísima palabra es el Evangolio.
El se propuso claramente como ]a
Vía que debían seguir los peregri-
nos del mundo; como la J~uz que
Labía de encaminarlos en las tinie-
bIas; COlno la Verdad á que debían
de conformar sus acciones; como la
Vida del espíritu; como el deseanso
del corazón. El es Tipo santísimo,
él es lVlodelo perfectísimo. Acercar-
nos en cuanto 10 comporte nuestra
frágil naturaleza á ese Tipo, á
ese modelo, tal es la obligación, tal
el deber. Todo lo que de él se aparte,
todo lo que de él huya quedará en
la tiniebla, en el error, en la muerte:
quien á él se acerque por su amor y
por el amor del prójimo caminará
en la luz, á la verdad, á la vida.
El precepto de la renunciación de
los p] aceres no fue impuesto á po-
cos! fue antes bien predicado á
todos, como que todos, hijos de peca-
do, necesitan purificarse, y como
que todos son llamados á la partici-
UH
pación de su reino. Y ved aquí que
no pide tampoco un imposible. Si
para ser digno de Dios hubiera
exigido riqueza, talento, ciencia, sa-
l ud .... pocos, ah! ¡ qué pocos hu-
bieran alcanzado el título de here-
deros suyos! pero exigió sólo bondad
de corazón, cosa que está en manos
de todos conseguir; en poder del
pobre y del opulento, del ignorante
del sabio~ del sano y del enfermo, del
africano y del blanco; de todos.
La santa ley del amor es la ley
que se les impone, y la siguen por-
que saben que es necesario B,mar
pnra ser amados, y que es dulce
cualquier sufrimiento por el dueño de
nuestro amor. Se les exige que vaJan
á las extremidades del mundo, di-
ciendo el postrimero adiós á la casa
donde nacieron, á los autore.s de su
vida, á los séres que se mecieron
con ellos en una misma cnna, al
cielo de la Pa.tria, y parten! Atra-
viesan los caminos fragosos, los ma-
res desconocidos, y signen! ·Van á
buscar en las ludias enemigas, al-
mas que reducir al amor de .J csucris-
192
to, y llegan; y rendidos de la ímpro-
ba .tarea, ó más bien consumidos
por la fiebre del amor, expiran te-
lliendo por techo el palio resplande-
ciente del cielo, por cama la tierra
desnuda, por almohada una piedra.
Bse fue Francisco de Javier; y co-
Ino ése, variando s610 el género de
tormentos, 6 la intensidad del amor,
ó el sitio del combate, los diez y ocho
lnillones segados por la espada de los
tiranos, y los millones de millones
que han muerto devorados por ese
contagio pasmoso del amor celestia1.
Al que tiene aliento para arrostrar
el martjrio, &1e faltará para sufrir
1a vigilia, el ayuno, la maceraci6u
de la carne con el saco del cilicio y
la ceniza, con las cadenas de hierro,
con el duro trabajo de manos ~
En medio del dolor esos gloriosos
combatientes oyen dos voces, ambas
venidas del cielo; la una que les
muestra el camino, la otra que les pro-
mete la corona; á manera de un diá-
logo en tre el tiempo y la eternidad.
-Ninguno púede servir á dos
señores, á Dios y á las riquezas.
193
, -El que no está conrnigo, contra
mi está.
-Entrad por la puerta estrechn.
j Qué angosta es la puerta y qué es-
trecho el camino que lleva á ,l a vida,
y qué pocos son lo~ que atinan con el !
- El que no tome su cruz y me
siga no es digno de mí.
-Quien pierde su alma por mi la
hallará.
-El rejno rlel cielo padece fuerza.,
y los valientes lo arrebatan.- lo Qué
aprovecha al hombre ganar todo el
mundo, si pierde su alma' - Si tu
mano ó tu pie te escandaljza, c6rtalo
y échalo de ti; Y si tu ojo te escan·
daliza, sácalo y échalo de ti .. - Si
quieres ser perfecto, ve, vende cuan-
to tienes y dalo á los pobres, y
tendrás un tesoro en el Oielo, y ven,
y sígueme.
--De los que corren en el estadio
uno s610 se lleva la joya: ¡ alcanzad-
la! Los que van á lidiar se abstienen
de todo por recibir . una corona co~
rrllptilJle, la vue~tra será incorrupti -
ble.
- Bienaventurados sois cuando os
Las Sirenas 13
194
maldijeren y os persiguieron! Gozaos
y alegraos, porque vuestro gala.rd6n
muy grande es en los Cielos!
-Caminemos como de día, hones-
tanlente, no en glotenerías yembria-
gueces, no en sensualidades y diso-
luciones, no en pendencias y envidia;
mas vestíos de K uestro Señor J esu-
cristo, y no bagáis caso de la carne
en sus apetitos. (1)
- Ay de vosotros los ricos, porque
tenéis vuestro consuelo! Ay de los
que ahora reís, porque gemÜ'éis -:
lloraréis! ... - ¡ Velad, porque no
sabéis cuándo vendrá el dueño de la.
casa, si de tarde, 6 á la media noche,
6 a] canto del gallo, 6 á la mañana!
-Muy bien, siervo bueno y fiel;
porque fuiste fiel en lo poco, te
pondré sobre 10 mucho; entra en el
gozo de tu Señor. (2)
Estos héroes, estos santos son los
mayores enemigos del vrincipio de
utilidad, según Bentbam; y Ben-

(r) S. PAB. Ep. ad Roi'n . XIII. 13.


(2) S. MAT., xxv, 23.
195
, tham tiene razón; porque , lo qué fuera
de su princi pio en una socied ad
verdad erame n te cristia na ~ lo Qué
cristia no, por más fríQ en la fe, por
más indole nte y descui dado en la,s
práctic as, citánd ole la doctri na de
Bentb am que conde na con el nombr e
de ascetis mo la sublim idad del
cristia nismo , el grado más heroic o,
la perfec ción más sublim e, el térmi·
no que señala) el Salvad or á la
criatu ra, podría oírlo siquie ra ~ loQué
cristia no, que sabe que la vida es
la lucha del espírit u y la carne, y
que Oristo manda el somet imient o
de la carne al espírit u, no diría á
Bellth am: Vete, Satanás; no me tientes!
cuand o le propon e el culto del plaeer ,
de solo el placer , del placer mayor ,
de la maxi'Jnizac-ión del placer '
Para desenm ascara r al sofista bas·
ta leer su paralo gismo , dando á sus
palabr as el verdad ero sentid o que
tienen y en el que deben tomar se.
Leamo s:
"El princi pio del ascetis mo (el
cristia nismo ) es precis ament e el ri-
val y antago nista del de utilirla d.
196
Sus sectar ios (los cristia nos) tienen
horror á los placer es .... funda n 1a
moral sobre las privac iones, y la
virtud sobre el renun ciamie nto á sí
mism os. . .. Los devoto s ascétic os
(los santos ) son unos insens atos
a.torm entado s contill ua.me nte por va-
nos temore s .... Los ascétic os miran
con horror todos los placer es: los
partid arjos del princi pio de utilida d
(Epieu ri de grege pO'l"eos) los busca n
con ANSIA ; todo lo que aumen ta y
multip lica los placer es ó los goces
es BUENO para estos último s y es
abomi nable para los otros .... La
utilida d, que debe ser el funda mento
de la ley, debe ser una utilida d real
que se TOCA y SE SIENTE , todo lo que
produ ce un bien de esta especi e." (1)
Con el uyamo s.
La religi6 n crjstia na tiene por ba-
se y funda mento el amor de Dios, y
por medio s para llegar á él el triun-
fo sobre las malas pasion es, lo que
no se c9nsig ue sino con la renunc ia-

(1) Trat. de legisl., tomo 1, pág. 57 -60.


197
ción de los placeres cnl pables, con
la sumisión de la carne; esta es la
palabra del Verbo. El grado más
heroiro de la perfección lo ocupan
los santos, que son los ascéticos;
esto es, los que han renunciado á las
riquezas, á los honores, á los placeres
aun moderados; de modo que el
principio de Bentham reconoce por
su antagonista capital la perfecci6n
de la virtud, la heroicidad, la santi-
dad; y por el sofisma que consiste
en el cambio de un sujeto por otro,
ataca la religión cristiana, no atre-
viéndose á nombrarla claramente
sino con la palabra ascetismo; dan-
do á esta voz una significaci6n par-
ticular, muy tliferente de la que
tiene en el uso común, para alucinar
y extraviar á los lectores ('on una
a pariencia de profundidad y de mis-
terio.
Esta es la buena fe benthamjsta.
Parte segunda

APLICACIONES
LAS SIR~JNAS

OAPITULO PRIMERO.

HEOHOS HEROIOOS.

Hemos terminado el examen lógi-


co del utilitarismo; ahora entramos
en el campo práctico de las aplica-
ciones. Vamos á ver si cna, doctrina
falsa en teoría puede resultar verda-
dera en la práctjca.
io Qué puede juzgar el egoísta del
hombre que como Decio Mus, por
asegurar la victoria de los romanos
sobre los latinos, se consagra á los
Númenes, y agachando la cabeza
se arroja en el centro de los batallo-
nes enemigos, cayendo atravesado
de mil dardos t t Qué del mariscal
Bisson, que encargado de gua.rdar
un buque tomado á los turcos lo
202
hace saltar, prefiriendo morir antes
que entregar la bandera victoriosa
al enemigo ~
El egoísmo que circunscribe la
bondad de las accjones .á la utilidad,
tiene la propiedad satánica de este-
rilizar el corazón, en cuyo fondo no
deja oír otra voz que ¡ YO ! ¡ SOLA-
MENTE YO ! ¡antes que todo mi placer!
El convierte el mundo mora,l en
erial espantoso de] que ha desterrado
el patriotismo, todo amor desintere-
sado, la amistad y la caridad. Luis
XV entregándose á los placeres ce
una Corte corrompida, sin presentir
la guillotina que segaría la garganta
de su nieto ni el derrumbe de su mo-
narquía hubiera podido exclamar:
i A prés 'J1wi le déluge ! y tendría razón
según el sistema utilitarista.
Si abrimos los anales de todos los
pueblos, hallaremüs en ellos hechos
gloriosos de desinterés que pasman
la mente. Leonidas en la edad anti-
gua sacrificándose por la libertad
de la Grecia en 1ucha desesperada
oon un poder colosal; Sagunto y
N umancia reduciéndose á cenizas
203
antes que doblar el fiero cuello do-
mésticas al enemigo; y en la edad
moderna GuHlermo ~'ell, Washing-
ton y Bolívar; Bolívar, nuestro pa-
dre, libert;:tndo cinco millones de
esclavos; todos esos pueblos, todos
esos hombres que dieron ejemplo de
patriotismo obraron mal, según Ben-
tham, quien afirma que" el desinte-
rés puede hallarse en hombres lijeros
y descuidados; pero que en un hom-
bre desinteresado y reflexivo es,
felizmente, raro. Mostradme, agrega.,
el hombre que deshecha Dlás ele-
men tos de felicidad de los que él
cree, y yo os mostraré un necio 6 un ·
pródigo (1). "
Vimos ya que Guttemberg, utili-
tarista, nunca hubiera inventado la
imprenta: veamos si Oolón, utilita-
rista, hubiera descubierto la América.
Partamos del dato de que Colón,
no teniendo razones suficientes de
la existencia del Oontinente, era
como inspirado; doble locura segú n

(1) Deontología, tomo 1, pág. 198.


204
] a teoría de la utilidad. Ocho años
peregrinó ofreciendo un mundo de
Oorte en Corte, y recibió doquiera
desprecios y baldones. El populacho
]0 seguía en las calles po.niéndose el
dedo en la frente: Oolón estaba loco
en concepto del vulgo. U na reina
magnánima lo comprendió por fin:
~ con quP, razones ~ con la del conta-
gio del ingenio ~T partió.
Contemplémoslo un 1nomento scn-
tado en la proa de su nave, ya en la
mitad del Océano: ~ qué piensa ~
"Voy con el favor divino (gran
necedad según los materialistas)
á descubrir un mundo. ~ Lo conse-
guiré ~
~ Quién es el que sabe en la vida lo
que Dios reserva por fin á las accio-
nes hUDlanas ~ & Se ha roto, por ven-
tura., el velo que oculta el porvenir ~ .
& Saldrá. mañana el sol esplendoroso
como un gigante á recorrer su carre-
ra, 6 entre nubes de la tempestad f
& Quién sabe 1 ~ Y entonces ~
& Has pesado en fiel balanza! oh
Oolombo ! los bienes y los males que
á ti Y á tu Américahabrán de sobre-
205
venir' ¡ Si no existe la tierra! lo si
sopla la tempestad que te hunda á ti
Y á esa chusma que llevas alucinada
contigo f lo Si estás condenado á erra!'
siempre en el Océano interminable ~
lo No has oído hablar de la Rémora
con que se simbolizan las pérfidas
calmas que parecen amarrar las in-
móviles naves al fondo del mar ~
¡ Eres un necio que así expones tu
vida y. tus placeres á una suerte
aventllrera ! . ___ __
Así hubiera ha.blado Bentham al
antiguo almirante, si Bentham se
hubiera atrevido alguna vez á poner
el pie en la frágil nao descubridora.
¡ Mas si al clarear la aurora, veo
levantarse como por encanto del
seno de la mar bonancible esa tierra
de mis sueños! j Si la cruz de mi
Salvador recibe en ella un sa.ludo,
el primero de mi tripulación regoci-
jada; si en vez del grito siniestro
de ¡ naufragio! oigo el de ¡ tierra, !
¡ tierra!
¡ 1Histerio profundo qUf' Dios solo
conoce!
Diuos, Bentham, por fin l. la ac-
206
ci6n de Oolón es buena ó mala ~ lo es
Oolón un hombre virtuoso ó un cri-
minal T lo está cuerdo, ó tú. con tu
moral implacable, lo apellidarás
loco ~ ¡ dínoslo! lo O esperas á ver
cuál es el resul tado ~ Si se perdió
en la mar lo un culpable ~ si pis6 la
ribera Americana, i un héroe? ne-
cio ó loco siempre, pues se aventur6
á la empresa Rnblime ?
¡ Necio 6 criminal, según el ca.so!
Bentham hubiera esperado á Colón
en la ribera americana para verle
llegar; vivo, el resultado lo hubiera
a bsuel to del crimen, pero no de ne-
cedad; ('adáver, flotando sobre las
olas, hubiera sido para él el mayor
criminal del mundo.
¡ Oh doctrina impía, que así arre-
bata, el único consuelo de la aflver-
sidad inocente, que corta el vuelo
y la eterna aspiración del alma ha-
cia todo lo grande, y quita el aroma
del corazón y la poesía del espíritu!
y ese Guzmán, apellidado el Bue-
no,1o obr6 mal ú obró bien ~ Sitiado
en Tarifa y habiéndole intimidado el
enemigo que degollaría á un hijo
207
suyo pequeñuelo que tenía en su
poder, si no rendía la plaza contestó
arrojándole su daga del alto de las
murallas: '
y si es que espada en tu cobarde mano
Falta á la atrocidad, ahí va la mía! (1)
Régulo pasó á Africa y obligó á
Oartago á que pidiese la paz; pero
los sucesos de la guerra son variables,
y fue hecho prisionero después. Los
cartagineses, sin embargo, creen
conveniente arreglarse como amigos
con Roma, y envían á Régulo á
tratar de la paz y del canje de pri-
sioneros, exigiéndole antes juranlen-
to de tomar sus cadenas si no consi-
gue el objeto de su misión. Admitido
el antiguo Oónsul en el Senado, de-
clara que debe continuar la, guerra
y no accederse al canje de los pri-
sjoneros, y así se resuelve. Régulo,
á pesar de las lágrimas de su esposa
y de sus hijos, toma el camino de
Oartag'o ; y cuando estuvo nllí, Rns

(r)M. J. QUI:~-nA~A.
208
enemigos le cortaron los párpados,
lo expusieron á los ardores del sol de
Africa por muchos días y finalmen-
te lo hicieron morir de hambre, de
sed y de dolor, encerrado entre plan-
chas erizadas de puntas de hierro.
&Régulo cumpliendo un juramen-
to, abogando ante el Senado contra
Carta,go, Régulo muriendo· en el
tormento, sería un criminal t La
moral utilitarista es la que imprime
ese estigma en la frente del rOlnano
patriota; y la humanidad entera, á
pesar de este fallo tremendo, y en-
gañada seguramente, sjgue admirán-
dolo como un héroe.
Si quisiéramos abundar en expli-
caciones no tendríamos más que
apelar á las páginas brillantes de
los bien hechores del mundo que han
sido, por lo común, los santos; por-
que es una lástima que los utilita-
ristas no tengan ni hombres benéfi-
cos, ni héroes, ni poetas, ni santos.
Respigaremos, pues, en ese vastí-
simo (lampo y no hablaremos de las
Ordenes puraUlente contemplativas,
por temor de que algún lltHitarista
209
nos salga al paso gritándonos: j as-
cetismo!
Hablaremos de aquellas que, re-
templando el alnor del prójimo en
el santo fuego del amor divino, ha-
cen el bien, y son operantes, y cari-
tativas, y expanden f'l amor en obras
de misericordia, de piedad, de socorro,
de protección, de alivio de los males
intelectuales, morales y físicos que
afligen á Ja humanidad..
El solitarjo de la Trapa está reco-
nocido por ser el tipo de la austeridad,
y no es por eso egoísta. No sepermi.te
sino cortos momentos de sueño sobre
una tabla desnuda;' come escasas
legumhre.s; diar~amente saca un pu-
ñado de polvo del hoyo que le ha de
servir de sepul turH ; no dirige á sus
compañeros sino estas pocas pala-
utas : j Hermano, ·de morir tenemos! y
en medio de la ruda tarea de los
trabajos de la agricultura, cuando
tal vez se apoya cansado en la azada
ó contra el tronco de un árbol, llega
oteo y l~ dice: " ¡ Hermano .! no es
tiempo de descansar aquí: el reposo
está en otra parte!" Ese solitario
Las Sirenas 14
210
trapense tan místico, es el mismo que
labra las tjerras, ense{¡ye{¡ los nuevos
instrumentos de agricultul'a y enseña
este arte á los jóvenes.
El religioso de la Redención de
cautivos atraviesa los mares, y va
á libertar á un sér racional á quien
tienen de esclavo los turcos; y no
es raro el caSI) de que no alcanzando
la ofrenda de la caridad para com-
prar la libertad del cautivo, el mis-
mo misionero tome la, cadena en
lugar del pobre hijo único de una
viuda. Esto hizo Paulino de Nola.
" Por todas partes se nos presenta
el mismo espectáculo, dice Ollateau-
briand; el misionero que parte para
la Ohj na, se encuentra en el puerto
con otro que vuelve del Oanadá muti-
lado y glorioso: el Padre Capuchino
vuela á a pagar un "incendjo : el Her-
mano Hospitalario lava los pies del
viajero; el Agonjzante consuela al
moribundo á la cabecera de su lecho;
el IIermano Enterrador carga el cadá-
ver del pobre que ha fallecido; la
Hermana de la caridad sube al último
.p iso á derramar pródigamen te el oro
211
Ylos vestidos; las hermanas llamadas
con tanta razón Hijas de Dios, llevan
de aquí para allá los caldos, las hi-
las y los remedjos ...... El huérfano
encuentra padre; el doliente médi-
co y el iguorante luaestro. "
Hay unos séres tímidos, inocentes
y buenos, que atra·viesan con planta
ligera los barrios más concurridos ó
las callejuelas más inmundas de las
ciudades populosas, llevando en sus
manos el ánfora con el bálsamo sa-
l utífero, como el samaritano del
Evangelio; y van á encerrarse por
largos días en las lóbregas tinieblas
de un hospital, á la cabecera de la
cama de los moribundos, á aliviar los
dolores de su cuerpo y á consolar las
penas de su alma hablándoles de
cosas celestiales. Esta familia de
ángeles se dan á sí mismas: el nom-
bre de siervas ele los enfermos por 11 u-
mildad, los hombres las apellidaron
antes hermanas grises, á causa del
color de su vestido, hoy ltermanas de
l(t car'idad por su amor á los afligidos;
los ancianos las llaman hijas; JOB
jóvenes, hernwnas,. sus educandas,
2]2
meulros: Dios, al recibirlas en el cie-
lo, las apellida esposas.
DébHes mujeres, jóvenes muchas
de ellas, y muchas de ellas hermosas;
en la edad del amor, del placer y de
las ilutiones, todo lo han renunciado:
santas 'alegrías del hoga.r doméstico;
paS1110S0 deUquio en que se arroba
el cora~ón de la 111ujor, cuando alza
á sus rodi Ilas y besa enloquecida la
fl'cn te del fl'utO pri tnero de su anlor ;
reposo dulce de las tranquilas noches;
calma de una existencia libre de
tempestades.
Cubiertas con un sa,ya 1 de burda
estameña que afea sus delicadas
formas, cubren su frente con un vo-
lo grosero, y sobre su seno tiembla
suspendido de un cordón el reveren-
ciador escudo de su meliein, el trofeo
de sus glorias: la cruz. Comen Ull
pan ordinario, oran continnament :·,
velan COlno si sus ojos no hubieran
sido hechos para el sueltO, y está II
siempre como clavadas en el lecho
del mártir con el espectáculo del
dolor, con el ¡ ay! de los heridos
con el estertor del que agoniza,
213
Se las ve ahora en la choza de los
labriegos, ahora en el palacio dfo los
ricos; y 1uégo, al resonar la trompeta
de la guerra que infunde miedo en
.los corazones femeniles, se')as ve par-
tir como las golondrinas que dejan
el aire suave de la tierra natal, y
l5eguir á la zaga de los grandes ejér-
citos á la Orilnea ó á Argel, y entrar
allí en lo más recio de la bata-
lla __ .... á recibir en sus brazos á
los moribundos.
Que una eSllosa vele junto al1ec10
de muerte de su esposo, que una
madre agonice junto á la cuna don-
de agoniza su hijo, es cosa que se ex-
plica fácilmente; pero Uila doncelJ a,
sacudiendo el miedo tan natural á su
sexo, arrostre el furor de una batalla,
y luégo vaya á curar á un hombre
con quien no la Ug'an vínculos de
ninguna clase, que no es ni su pa-
riente, ni su paisano, ni siquiera su
compatriota; que no habla tal vez
su misma lengua, que no profesa
acaso ni su miHma religión, esto
excede los limites de la abnegación
humana, y para cumplir tal género
214
de sacrificio, es necesario una fuerza
de voluntad que no viene de la tie-
rra sino directamente del cielo: la
fuerza maravillosa que manda el
sacrificio: ¡ la caridad!
Los utilitaristas no pueden registrar
de estos hechos en sus fastos; la pin-
tura y los mármoles quedan ociosos
para eternizarlos; l~s liras de sus
poetas no podrán cantarlos por la
sencillísima razón de que una mujer
utiUtnrista no puede ser nuncajarnás
Hermana de la Oaridad. ¡ Oh! ¡ por
Dios! ¡ no les digáis c6mo se ]laman
esos ángeles del sacrificio, de tenlor
de que vayan á ajar con el nombre de
locura la heroicidad, y con el de
necedad el sacrificio! Porque para el
egoísta no hay virtud sino en el
placer logrado; en su vida no hay pe-
na ni vicio sino en el dolor sufrido,
y ellas nadan en el tormento; porque
para el utilitarista no se hicieron
esos instintivos sentimientos del
corazón que manda volar al combate,
saltar en medio de un incendio, á la
corrien te rabiosa de un río 6 á las
olas del lIla,r agitado y botarse entre
215
el tigre y su presa; porque sus ojos
nunca se humedecieron con las lágri-
mas que aprueban la magnanimidad;
porque su corazón no latirá cuando
el poeta llore por los héroes caídos
en el campo del honor.
Ouando en una comarca aparezca
alguna grande calamidad; ya sea
que la tierra se conmueva con furiosos
sacudimientos, ya 8ea que reine la
viruela, la peste ó el cólera, no lla-
méis á los utilitaristas, á esos buenos
filántropos de la dulce palabra y del
corazón duro á que vengan á socorr€r
á sus hermanos .... ¡ Desaparecieron!
Van corriendo á Italia, á España,
á los países exentos del contagio ....
i Muy bien, apóstoles de la comodi-
dad y del placer! ¡ id en paz!
iD Quiénes son los vaUentes que se
presentan ~ Pobres sacerdotes católi-
cos (los mjnistros protestantes tam-
lJién se fueron con sus mujeres y sus
niños). iD Qué venís á hacer aquí,
reverendos señores ~ -- Venimos á
auxiliar á los coléricos de las prisio-
nes. - - ¡ Cómo) ~ estáis en vuestro
juicio ~ iD No sabéis que el terrible
216
azote se ha embravecido enlosBaños
hasta tal punto, que el atacado del
mal durn cuatro, cinco horas á lo
más, y que algunos mueren instantá-
neamente, de golpe, como heridos de
un rayo, sin alcanzar á decjrJesús? -
¡ No importa! ¡ lo sabemos! - ¡ En-
trad, pues! esa puerta que ahora
eierran detrás de vosotros no os verá
sal ir VlVOS.
y así fue de muchos, ciertamente;
los sacaron de allí. ... cadáveres!
Tales fueron los sac.erdotes católi-
cos que se encerraron en los Baños
de Tolón durante el cólera de 1849 ;
así cayó Belzunce víctima de lapeste
de Marsella; así todos cuan tos siguen
esa bandera odjada .... pero gloriosa
de Cristo!
" Hay llombres, dice Bentham, y
en gran número, quienes, obedecien-
do al llamamiento á que otros res-
pondieron en el tiempo pasado,
harían con placer á su país el sacri-
ficio de su existencia; ~ pero se
sigue de esto que obrarían sin i nte-
rés ~ - N6, ciertamente: esto ·no
sucede en la naturaleza.:.. Es un
217
cálculo equivocado del interés per-
sonal(l). " .
i Ya lo oísteis! i Habló el maestro:
erraron el cálculo todos cuantos se
han sacrificado por sus prójimos,
por su patria, por la humanidad, en
este y en los siglos pasados!
De miedo de ir á equivocar el cál-
culo, el utilitarista no hará nunca lo
que un benedictino: gastar la vida
descifrando un manuscrito; ni lo que
Humboldt: consumir la suya en ade-
lantar las ciencias. No habrá entre
ellos ni Oooks ni Sebastián del Gano
que den vuelta al mundo, ni quien
se eleve á las nubes como Montgol-
'fier, ni quien levante esas maravillas
de San ta Sofía y de San Pedro; no
habrá qujen se bote á un torrente á
librar á uno quese ahoga, lo que hace
cualquier payo; menos quien ponga
su pecho á las balas por defender su
Pa tria, cosa que hacen millares de
cristianos.

(1). Deontología, tomo 1, pág. 198.


218
lo JYIas qué decimos ~ un utilitarista
no senlbré1rá siquiera la semilla de
la fruta r¡ue se comió. lo Para qué
bien ~ & ha de ver crecer el ' árbol ~
Rv le ha de reportar utilidad ~
i Bella doctrina que, puesta en
práctic~ por todos, daría como resul-
tado nece's ario el esta.ncamiento de
las ciencias, de las artes, del comer-
cio, de la agricultura, de la industria,
de todo adelanto, de todo progreso,
de toda civilización t

OAPITULO II.
AMOR DE LOS AMORES.

Hay una especie de propensión


ingénita á juzgar por nuestro modo
de obrar del de los demás, y de aquí
nace que, lleva~los de esta lógica., no
ima.ginemos posible siquiera aquello
que nosok'os no podemos sentir.
lo Oómo podrá comprender, pues,
quien s610 es materia, las cosas del
espíritu ~ Rv cómo apreciará lo que no
concibe ~ lo c6mo seguirá e,I victorioso
219
vuelo del alma que, despre ndiénd ose
de la. tierra, se remon ta en alas 'del
amor basta el origen esplen dente
del Sumo Bien ~ ~ cómo adivin ará
1 r-;iquiera lo que es el puro, el
santo,
I el desint eresad o afecto de la criatu-
ra., el amor de los amore s, que es el
inRfable amor de Dios ~
Este amor es ]a prenda que asegu-
ra la inmor talidad , áncora echada á
]a eternid ad, que sostien e al morta.1,
beneficio del Omnip otente , y com-
Ipleme nto del sér human o en la tie-
rra. ¡ Pobre del que halla 'solo, inerte,
frío su corazó n; vacío de los pGdero-
Sos sen timien tos que forma n el tor-
lnento y las delicia s de la vida!
¡ Pobre ndemá s si, en lugar de los
a,fectos genero sos, s610 lo halla ocu-
Dado por el sentim iento del person al
egoísmo y de su priv~do in terés!
"Hay un amor'q ue no solicit a sjno
~l placer , dice un escrito r contem po-
l'áneo, y preten de manif estars e por
ea,ricjas, y bañán dose en la volup-
tuosidad piensa dar como 1l1Uestra
<le su poder y virtud la energí a con
que en él se sepulta., ora se abjsme
220
en la abyección de la materia, ora
se expanda en las ardientes frases
de ese pla touismo, que no es menos
profundamente sensual. El aIDor
que corre tras el placer es mise-
rable, corruptor y efímero, y va á la
illi..Wrte. Es la forma ardiente de un
sentimiento frío; quiero decir, la
eXJ,resión apasionada del egoísmo.
Que el hombre se engañe con extra-
ñas y mágicas palabras, que se meza.
en dulces ilusiones, que juzgue que
su coraz6n está inflamado cuando es
su carne sola la que arde, es posible
y frecuente; pero en el fondo tal
hombre no ama más que á él. No
está apasionado de tal 6 tal persona
sino del placer; y lo que toma por
efecto de una á otra alma., no es
realmente sibo una adhesión más ó
Dlenos fuerte al instrumento del go-
ce. Qué bien dieen cuando exclaman:
¡ El objeto amado! no es sino un ob-
jeto. El verdadero amor se da á sí
mismo sin reserva y se absorbe en
otro; éste tiende, al contrario, á ab-
sorber al otro; tal sentimiento no es
amor, es apetito.
· 221
Pero el verdadero amor, el amor
verdaderamente digno de este nom-
bre, procede de otra manerfl. Absor-
to en una ternura infinita, su len-
guaje difiere del que usa la materia.
" Te amo, exclama, y no por mí: nó,
mi felicidad no estriva en los place-
res que podrias proporcionnrllie ; está
en el sentimiento que experimento,
en el gozo de conocerte y lleva,r tu
cadena. Mi amor se nutre de sí mis-
mo como un sér inmortal. ApartaJ
de mí las caricias que otros solidtan
ese es egoÍslTIO; Y<' me olvjdo de mí
para amarte, para absorbenne en ti,
que eres mi vida. "No soy yo quiell
vive, eres tú quien en ml vives," S
no tengo otro anhelo que el probarte
f[lW tu alnor ha vencido al que la
naturaleza me ha dado hacia mí.
Inpónme, pues, empresas difíciles,
o bras extraordinarias, obstáculos que
superar, penas que padecer, mj vida
en sacrificio.-- Pero entonces es el
dolor lo que pides!- ¡ Nó ! son deli-
cÜls. Si tu pensamiento queda en el
fonoo de lni sufrimiento, éste será
la f~, : iciclad. 1\rIi a-mor es algo pedero-
222
so como la Muerte, que destruye los
sentimiento~ finitos para resucitar
los infiinitos."
Tal es el acento del amor verdade-
r,) que no pueden comprender, ni
menos senth los adoradores de la
carne, no tienen para luedír su hl-
tensidad y su grandeza sino la arit-
mética limitada del placer y el dolor.
"Este es un remedo, débil reflejo
apenas del sentimiento de adoración
y nrrobo filial de la criatura al
Oreador.
El Señor prende la tea de su amor
en los corazones sencillos. La ha
prendido en los de los reyes, de po-
tentados, de sabios, de guerreros;
sabios, potentados y reyes han sido
humildes á pesar del cetro, de la
riqueza, de los laureles y de la espa-
da. Y entonces el corazón arde; y
sacudido del divino incendio, cree
expirar de la abundancia y fuerza
del amor: amor purís irno,. éxtasis
inefable en que el alma se pierde,
como impelida por celestiales brisas,
en los piélagos innlensos del amor.
Entonces de los labios de esos
223
mártir es volunt arios brotan quejas
suvísi mas , que pintan á un tiempo
su gratitu d al Bien Supre mo en el
pasmo de un sentim iento que no
compo rta la human a natura leza:
Quisie ra consurnitl'rne (tnte ti corno el
inoienso del sacrific io l-Aniq uílam,e,
Selwr, si es ele tu agrado ,. pera q~(,e te
ame! O esta de Franc isco Javier :
Basta 1 basta, Señor ! O esta otra de
Santa Tereza : O paclecM' 6 morir! .
Dijim os que el amor se a pasta de
prefer encia y mejor en los corazo-
nes de aquell os pobrec illos despre-
ciados del mundo , que no ponen
sus labios en la copa de oro del deleite
sensua l, que pasan sin hacer ruido
cual sombr as, como ése que mentá -
bamos ahora que fue á la India y
luuri6 procla lualldo al mundo este
Evang elio: que nada vale al hombr e
todo el mundo si pierde su alma; ó
como esa españo la tan intelig ent()
que para expres ar la intens idad de
su amor se valía hasta de las notas
acorde s de la más inspir ada poesía :
224
N o me mueve, mi Dios, para quererte
El cielo que me tienes promet ido ..... .
Aunque no hubiera cielo yo te amara ...
No me tienes que dar porque te quiera,
Porque si lo que espero no esperar a,
Lo mismo que te quiero te quisiera (1)

Juana Darco fue de este númer o;


y de, este númer o fueron tambi én
Juan de · Dios y Franc isco de Asls.
Franc isco había podido sentar se
á la mesa de Eplcu ro y ero briaga rse
de placer es: era joven, vigoro so,
alegre , buen poeta J' adiner ado: pe-
ro ley6 aquell as palabr as del Evall-
geUo: Si quieres ser perfecto, vende
euanto tienes y dalo á los lJobres. Y es-
tas otras: En tus viajes no lleves oro,
n~ plata, ni alforja , ni túnica , ni san-
dalias, ni báculo. - Esto es lo que bus-

(r). "Santa Teresa, ó la santa mujer que


en un sone~o dijo á Dios: Aunque 110 hubie-
ra cielo yo te amara, etc., entendi endo por
cielo y por infierno todos los placeres y todas
1as penas, expresó bien un amor dasinter esa-
do, pero dijo una devota necedad. "-Tra t.
de 1eg., r, p~g. 251. COllle11t.
225
co! exclam6: dio cuanto tenía, y se
qued6 con una simple túnica y una
cuerda que se at6 á la cintura.
La tea del amor de Dios prendió
en su corazón, J salió á conquista,:,
almas para su Señor, en un mundo
lleno de todo linaje de concupiscen-
cia, en los tiempos del tirann Ecce-
lino y del bárbaro Federjeo lI.
Iba de floresta en floresta cantan-
do é invitando á todas las criaturas
á alabar á su amor: Herm,anas 'mzas
avecillas, 1nucho debéis alabar al
Señor __... _herrna,n as mías golonclri-
nas, no gorgojeéis mientras pred'ico de
mi ct'11wr __ . ___ y sus lJermanas eran
también las moscas de la ceniza.
Apart6 del cnmino un gusano que
podía ser pisndo: vend ió su manto
para rescatar una oveja que iba á de-
gollar el carnicero: estaba abrasado
de una caridad que no tenía lírnjtes:
Oantaba, y su canto desaUñado y
rudo está lleno del verdadero fuego
de la poesía, siendo el primero que
se val i6 de la lengua vulgar para el
himno religioso:
Las Sirenas 15
226
Amor! amor! el mundo todo clama ......
Amor, amor, que me haces pen~r tanto ...
Amor, amor, me falta ya el aliento ......
Amor, amor , te s:go enajen:tdo ......
Subi6 con sus frailes á un alto
monte, or6 allí, ayun6 á pan yagua
y djct6 el c6digo de sus hermanos
que empieza: La regla de íos frail es
menores es observar el Evangelio, vi-
vien(lo en obediencia, sin tener na(la
pr01Jio Y guardando castidad.
Heformó su siglo, haciendo nacer
la paz del seno de la guerra, amar
la mansedumbre á los señores, y la
frugalidad á los ricos.
Juan de Dios, por exceso de su
amor llegó á ser apedreado como
loco, y á sufrir cárcel é ignominia.
8, Qué le movía á padecer el conti-
nuado martirio de todas las hora ~
del día oyendo los lamentos de los
moribundos, respirando mefíticos
mittsmas, presenciando las más do-
lorosas agonías ~ Obediencia, contra
la ley de la carne, al precepto del
que amaba y que dijo: Lo que hicie-
reis con estos pobrecillos, conntigo lo
hacéis.
227
~ No le hubier a estado mejor correl' ,
cubier to con el rico rnanto y-lHs ga-
las de la opulen cia, 3, corona rse de
rosas en la abU'ndancia del banqu ete
de la cortes ana, á los ecos de acorda -
da sinfonía, entre el humó de los
aroma s y voces sonora s del coro~-
" j No lo sufre nü amor! cuand o él
padece , mal puedo yo reír. &Sabéis
acaso lo que es amar~ ¡ yo encue ntro
mi delicia en la desnud ez, en la mi-
seria é ignom inia sufrid as por él!"
lo Y ese dulce reclam o de la voz
del amado , no fue el que te lanzó en
lnedio de los sangri entos comba tes,
pobre Donce lla de Orlean s, tan aje-
na del fragor de las batalla s, hasta
conseg uir para tu Patria lo que no
habían lograd o los más ínclito s gue-
rreros ni los ejéri3itos Dlás poderosos ~
Arran cas de encim a de un · altar el
oriflam a que se vuelve glorio so en
tus manos , y lo llevas al centro de
la pelea, y haces victori oso á tu Rey
y que se consag re por tal y que huya
el enemi go inglés . j ·Vuelv e, que ya
está termin ada · tu empre sa; vuela
a 1 bosqu e en que nacist e á pastor ear
228
tus rebaños, que el ajre de la corte
no te conviene! &qué esperas ~
Oaída en artera celada, vendida
traidoramente, va á sufrir el mnrtirio
sobre una pira. Sus cenizas vuelan á
los vientos y su santa lnemoria,
emblema del desinteresado patrio-
tismo, es profanada en un canto
infame por el secta!.'!'..' de la doc-
trina de la utilidad (1).
Pero lo qué los movía á hacer lo
que hicieron, á sufrir lo que sufrie-
ron ~ Era el amor de Oristo, ardiente,
puro, santo, desinteresado, que se
exhalaba en quejas involuntarias,
que se resolvía en llantos dulcísimos,
en arrobamientos .celestiales, con la
entrega completa del sér, con el .sa-
crificio absoluto de la voluntad eL
la vol un tad del A.mado.
A.bstraídas sus almas del ruido
del mundo y de las criaturas, volaban
en las alas de los más encendidos
afectos, y cómo ~e desmayaban enl-

(1). La Doncella de Orlcans, poema de


Voltaire.
229
briagadas en deliciosos pasmos.
" ¡ Quién me dará, Señor, que te
baIle solo para abrirte todo mi cora-
zón, y gozarte como mi al ma desea,
y que ya ninguno me desprecie, ni
('riatura alguna me mueva ú ocupe
mi atención; sino que tú solo me ha-
bles, y yo á ti, como se hablan dos
que mutuamente se aman, 6 como
se regocijan dos amigos entre sÍ. "
(Imitación (le Oristo, IV, 18).
Criaturas racionales, algún móvil
debía guiarlas; pero avasalladas por
aDlor no debían hacer más que la
voluntad del Amado, y olvidaban y
no se curaban del premio prometido
al amor.
Bsto solo pueden comprenderlo
los hombres generosos que no pali-
de('en de~ante del dolor: los que sa-
ben que su destino no está vinculado
en la tierra á comer, beber y gozar;
los que alzan la frente, que se ilumi-
na con celestial aureola., á mirar la
mansi6n del Padre nuestro que está
en los cielos.
230

CAPITULO lIT.
POÉTIOA

El egoísmo que no puede ejecutar


los hechos heroicos, t tendrá acaso
el privilegio de hacerlos sentir y de
poderlos pintar ~
La bell(~za en las obras del ingenio
está fundada principalInente en el
contraste, en la oposición, en la lu-
cha; hablando propiamente, en el
martirio á que se halla sometido el
coraz6n contrastado por sentimien-
tos opuestos. La descripci6n y el
diálogo, esos dos grandes recurso's
de los poetas, son como las sombras
en un cuadro, que sólo conspiran á
poner de relieve las figuras.
Quitada la lucha (y ya hemos vis-
to que no puede suponerse siquiera
en el utilitarista, por el mismo rigor
de su sistema), se destruyen á un
tiempo esta situacjón en el drama y
el sentimiento en el corazón del es-
critor; lo que equivale á decir que
231
un utilitarista no será nunca poeta
ni po(lrá comprender jamás las obras
de los poetas.
Olmos ya lo que nos responderán
los adversarios: que ellos rastro,iall
eu el campo de los placeres sensuales
y abandonan los intelectuales á la
turbamul ta de los necios" moralis-
tas del día que exigen sacrificio~,
cuando el sacrificio tomado en sí
mismo es dañoso, y dañosa la in-
:fiu,e ncia que refiere la moral al su-
frimiento (1)."
El sentimjento de lo grande, de
lo sublime, de lo magnánimo de lo
heroico; el poder de sentirlo yadmi-
rarlo, y el l)oder de prodncülo; la
facultad portentosa de ser héroe ó
mártir, y la facultud portentosa de
pintar la heroicidad y el martirio,
no caben en el estrecho círculo en
que se encierra el egoísta, desde
donde sólo alcanza á verse á él en el
centro, y rayos divergentes y con-
vergentes, que van y vienen, para

(1) Deontología, tomo 1, pág. 43.


282
ahuyentar las penas ,y el dolor, para
procurar el placer sensual, último
término y aspiraci6n única de su
vida.. ~ Oómo describir lo 'que no se
siente,]o que no se admira, lo ql1e ·
no conmueve el alma; ' lo que anteR
bien inspira Jástima 6 desprecjo, 6
:1borrecimiento Ú horror~ Un Dant0,
l..lll Oervantes, un Shakespeare utili-
taristas no se comprenden.
Los débiles ojos del sensualista
no abarcan, ni pueden sospechar que
existan siquiera esos claros horizon-
tes bañados por la rósea luz del
Patriotismo, del Amordesinteresad0 1
de la Amistad, de la Fraternidad
humana, sentjmjentos que forman nI
mismo tiempo el encan to y el tor-
mento de la vida,. La mano de hielo
de] utilitarismo paraliza los movi-
mientos del coraz6n; lo gnsta, lo
deseúa, lo corrompe, lo esteriliza;
quita al alma la noción de lo grand~,
de lo heroico y de lo maravilloso; á
los ojos la visión de lo bello, y es la
muerte de todo sentimiento bueno,
tierno, caritativo, human itario. .
-. Preguntad á un utBitarista qué es
233
la gloria, ese sentim,i ento puro, y de-
sin<teresado, naCido de los servicios
prestados ála Patria6á lahumanidad,
y que va <acompañado de la admira-
ción y~de las <alabanzas del mundo, y
no vacilará [en responderos que es
una tontería cuando no un crimen;
crimen si el héroe sucumbió en la
demanda como Leonidas, tontería si
expuso su bien personal como 00-
lombo (1). ¡ Y podrá quien tales
i<leas abriga sacrificarse -por su Pa-
tria Ó por la humanidad 1 ¡ Y com-
prenderá al que en el teatro ó en la
epopeya representase tan grando
virtud; y podrá~ finalmen te, ser él
ese mismo inspirado poeta que arro-
je palmas y coronas sobre el sepul-
('ro de los héroes, bienhechores del
nlundo' -

(1) ? La acción magnánima tuvo por re-


sultado disminuír la felicidad del hombre?
Si es así la deontología debe expulsarla del
terreno de la~virtud, donde se da introducido
fraudulentamente, descubrir su impostura, y
desterrarla al terreno de la inmoralidad.-,
Deontología, tomo 1, pág. 79.
234
El hombre se halla colocado en
mitad de dos mundos, el de la inteli-
gencia y el de los cuerpos, recibiendo
de aquél los pellsam·ientos y de éste
las imágenes; y la poesía es por esto
la visión completa de la creación.
Una visi6n incompleta dará una ex-
presión incompleta., y es lo que se
nota tanto en las ciencias físicas
todas, corno en las intelectuales so-
las también. El anatómico quiere
asir el alma con]a punta del escal-
pelo, y DO hallándola, dice que no
existe: el filósofo se pierde en vanas
abstracciones: el a teísmo y las uto·
pía.s son consecuencias de esa vista
limitada é incompleta.
Es necesario que haya qujen reve-
le por entero eso que el hombre DO
ha podirlo descubrir en el orden de
las inteligencias; que sea el Ana-
nías que toque los ojos de Pablo
ciego, para que caigan al conta('to
<le sus manos las ~scamas que los
velaban, y la religi6n cristiana, únj-
ca que conoce la natnraleza humana,
será en consecuencia la más fa vora-
lJle á la poesía. Y esto expli('a cum-
235
plidam ente porqué la de los pueblo s
pagan os era plástic a por su sensua -
lismo, eleván dose, emper o, y sólo á
interv alos, con vuelo victori oso, cuan-
do cantab a las grand es cosas y los
hombr es grand es; mater ialista , de-
gradad a é innob le cuando celebr a)as
~ satisfacciones sensua,les con Ana-
creon te, Horac io ú Ovidio ; ad'lllira-
ble y arroba dora cuando canta los sen-
timien tos genero sos y el patrio tismo
desgra ciado con Home ro y Virgil io.
El tipo de las artes pagan as era la
expres ión de lo finito cual se mues-
t.ra en la natura leza limita da, pere-
cedera , transi toda; mientr as el de
las artes cristia nas se encue ntra en
lo infinit o, en lo eterno , en lo incon-
diClonal, en lo que queda fuera de la
naturn leza; aquéll as buscab an al
hombr e, y no siquie ra al hombr e en
la human idad, sino al hombr e en su
soleda d, en su egoísm o, en su yo, y
su m:lnif estació n debía ser limita da,
estrech a, reduci da egoíst a, parand o
forzos ament e en la glorifi cacjón de
la carne, que es el límite último de
la degrad ación human a; mient ras
236
que las"artes cristianas elevándose á
Dios, infinito, que lo comprende en
sí todo, humanidad é individuo, la
creación y la manifestación, su for-
ma; subiendo al infinito, perdién-
dose en ese abismo de luz, de verdad
y de bien, deben ser un reflejo de
él; que se resuelve en glorificación
del amor eterno, incondiciendo, de
Dios, que es Bien, Verdad y Poesla,
y que s~ extiende á los hombres hi-
jos de El, á la humanidad en la cari-
dad. El objeto de las artes cristia-
nas será, pues, elevarse sobre el
polvo de lo finito con l~s ardientes
alas del querubín, para acercar al
llOmbre al Sér que es semejanza y
unificarlo con él, reposarlo en él del
tormento de la vida y endiosarlo
en él.
&Puede elevarse á esa altura pas-
lllosa el utiUtarista f sus oios, hechos
á contemplar la materia., lo fangoso,
lo vil, lo finito, &podrían soportar
los resplandores celestiales del Sol
indeficiente ~ &Y su ~abeza , inclinada
[tI polvo de la materia, llena del
pensamiento calculador del placer
237
sensual, podría sufrir Hin vértigo
tan prodigioso vuelo en el infinito ~
Tal es el génesis estético de las
artes cristianas. Y analizando bajo
estos principios la pjntnra y la es-
tatuaria, la arquitectura la música
y la poesía, se hallará la ventaja de
las artes cristianas sobre las paga-
nas. "El cristianismo nos presenta
por donde quiera la virtud y la des-
gracia, y el poli teísmo es un culto
de crímenes y prosperidad; nuestra
religión es nuestra propia historia;
todos nosotros figuramos en las esce-
nas que ha trazado el pincel; nues-
tras relaciones morales y animadas
se reproducen en los cuadros crib-
tianos. ¡ Bendita seáis para siempre,
rel igión de Jesucristo, que represen-
táis en el Louvre al Rey de los reyes
crucificado, y el juicio final en el te-
cho de]a sala de nuestros jueces, la
Resurrecci6n en el hospital genera],
y el Nacimiento del Salvador en la
casa de los huérfanos abandonados
de padre y de madre! " (1).

(1) CHATEAUBRfAND, Gen. del Cristo


238
Si el sensualista puede celebrar
a.l Rey ele Ivetot, 6 el drama lúbrico
del Senador en la lira de Beranger,
que ha sido en los tiempos modernos
el intérprete más fiel y más inspira-
do de la visión del mundo material,
no podrá elevarse nunca. á solemni-
zar en lamentaciones dolorosas las
desgracias de Job. I-Ierida la carne,
caído el cuerpo en un basurero, y
llagado desde la punta del pie hasta.
la coronilla de la cabeza, se abre el
gran drama" en el que se ventila la
tremenda cuestión de por qué el
justo padece en la vida. I.la descrip-
cjón de lo corpóreo es breve, concisa,
e]ocuen~e. Bastan al gran p.oeta cua-
tro pinceladas. Allí hay unos amigos
que permanecen roudos por muchos
días, contemplando estupefactos el
espectáculo de tanta miseria; y des-
pués se abren los espléndidos hori-
zontes de ese mundo superior, en
cuya visión completa. hemos hecho
consistir la poesía.
"La alianza de la virtud y el in-
fortunio, dice M. de Bonald, es que
forma el bello ideal en el orden mo-
239
ral; y los pueblos más ilustrados
l1an mostrado en sus represen tacio-
nes dramáticas las más heroicas
virtudes luchando con los mayores
infortunios; idea verdadera y natu·
ral de que han formado un dogma
todas las religiones del mundo, y
especialmente la cristiana, que no
es sino el bello ideal de 19, moral en
acción. Ella compuso la vida como
un drama: del largo combate de la
virtud con el vicio saca el desenlace,
haciendo triunfar la virtud."
El sensualista tiene que detenerse
en el hombre material, y allí fina
todo, sin que pueda dar un paso en
ese mundo tenebroso para él y des-
conocido, porque no tiene ojos para
verlo nj corazón para sentirlo.

" Mí alma tiene tedio de mi vida, exclama


Job. Diré á mi Dios: no quieras condenar-
me: manifiéstame por qu'§ me juzgas as ;,
¿ Por ventura tienes ojos de carne, ó verás
tú también como ve un hombre? Acuérdate,
te ruego, que como barro me formaste, y
que á polvo me reducirás. De piel y de car-
240
ne me vestiste; de huesos y de' nervios me
compaginaste: 'vida y misericordia me con-
cediste y tu visita custodió mi espíritu ...
Déjame, pues, que liore un poquito mi dolor,
antes de que va ya y no vuelva á la tierra
, teneb~osa, cubierta de o3curidad de muerte ...
" El hombre nacido de mujer vive breve
tiempo, reple~o de muchas miserias; sale
como flor, y es ajado... i Quién me dará
que me cubras en el infierno, y me escondas
hasta que pase tu furor l. .. Me llamarás y yo
te responderé ...
" Mi espíritu se va atenuando, mis días
se abrevian y sólo lT~e resta el sepulcro. N o
pequé, y en amargura se detienen mis ojos.
Dije á la podre: i mi madre eres tú! y madre
mía y hermana mía! á los gusanos ... ¿ Crees
tú que siquiera en el sepulcro tendré reposo?
" ¿Por ventura, es con un hombre mi dis-
puta para que no tenga motivo de entriste-
cerme? Aun yo mismo cuando lo recapacito
me asombro, y el temor estremece mi carne.
¿ Por qué viven los implos, y son ensalzados
y crecen en riquezas?
"Apiadaos de mí, apiadao" de mí, si-
241
quiera vosotros, mis amigos, porque la mano
del Señor me ha tocado. o Mas yo sé que
vive mi Redentor, y que en el último día he
de resuc~tar de la tierrao; y de nuevo he de
ser rodeado de mi piel, y en mi carne veré
á mi Dios, á quien he de ver yo mismo, y
mis ojos 10 han de mirar, y no otro; esta
esperanza está depositada oen mi corazón.o"

Estas son copias perfectas de la


naturaleza humana que abarcan am-
bos do10res, el de la carne y el del
espíritu, sobre cuyo fondo nebuloso
resplandece la esperanza; este es
eco fiel de los sen tirnientos del alma,
y altísima y encantadora poesía de
que está privado el bentamista.
Las bellas letras y las bellas artes
no lo expresan todo cuando ponen
delante de nuestros ojos la catedral
::tntigu~, el Uenzo de Rafael ó el
poema del Tasso; y no son tan ma-
ravillosas por ]0 que exponen ó di-
ren sino por el prodigioso ~rivilegio
suyo de desperta.r en nuestro corazón
un mundo de sentimientos. .Aquel
bello cuadro d 'JI Poussjn que l'epre-
Las Sirenas 16
242
senta un paisaje Call1pestre, nada
tiene de más notable que otros cua-
dros: los celajes son magníficos, las
arboledas hermosas, las tintas ex-
quisitas, el claro-oscuro asombroso,
es cierto; pero como eso cuadro, b.ay
muchos y mejores; mas él supo aña-
dir nn túmulo cn,mpesino, y mal es-
critas en él estas palabras: ¡ ET IN
ARCADIA EGO! i Y yo también ercIJ
lJastCir de Arcadia! y esto es la poe-
sía, el sentimiento, la visión del mun-
do de acá, ydeese mundo deallá que
se abre á nuestra imaginación y nos
retrata la felicidad que disfrutó el
difunto cuando era también pa.stor,
con las ocupaciones de campo, el ara-
do y la siega, y el hogar, y la familia, .
y la danza de los domingos, y la
esposa púdica, y lo~ hijos saltán-
dole al cuello, y el padre anciano
gozándose en silencio; ¡ y todo des-
vanecido ya! ¡ Y luégo las esperanzas
que salen de esa tumba, y los eter-
nos campos alumbrados por soles
jndeficientes, y . el anlOr no some- .
tido á mudanzas! Esa es la poesía
que no pue~en crear los utilitaristas;
243
esa es una poesía que no pueden sen-
tir los bentanlistas.
Quien viajara á Palestina con un co-
razón no cristiano, haría cuando más
el insípido vjaje de Renán. ~ Qué iria
á ver allí ~ lo tierras desiertas y árjdas,
soledades sin árboles ni grandes rí-
os, la cjvilizaci6n musulmana del al-
fanje, un mar apestoso á azufre, igle-
sias pobres, habitantes más pobres
aún ~ Si entrara á la iglesia de la
Resurreccjón, ~ qué admiraría ~ El
sepulcro de Oristo está cubjerto con
un pedazo de mármol como todos los
sepulcros, y no tiene ni dibujos ni
inscripción.: .. En todo eso no hay na-
da que asombre; ni la parte material
siquiera. Pero el cristiano que pisa
temblando aquel santuario, oye so-
nar allí sobre ese mármol estas pala-
bras del Angel: SU RREXI1' , TON EST
HIO; ¡resucit6! ¡no está aq~t¡! y siente
desarrollarse en su alma todo el
poema de1 amor de un Dios que se
hizo hombre y muri6, y cuyo cuerpo
reposó por breves días allí. Allí
mismo; allí, en ese aire ente:nebre-
cido por eclipse milagroso cuando
244
ago'n izaba, rosonó su robusta voz
pidiendo perdón para sus verdugos;
esa tierra bebió su sangre; esa coli-
na oyó el tumulto de la chusma que
lo escarnecía; aquella piedra huele
todavía al áloe y á la mirra COll que
la amistad ungió su .cuerpo despeda-
zado para sepultarlo. Si os paráis
silenciosos un momento, oiréis en
ese aire los ecos de Ullas arpas que
cantan el triunfo d.l (]ue murió y
vive. No lejos de allí corre un arroyo
de pobre;.; aguas, que atraviesa un
vallecito en que hay unos :-epulcros
antig'uos; ese valle es el de J osafat,
y allí reunirá él las trfbus todas de
l~ tierra para tomarles cuenta de
sus caminos: ¡ allí irá,s, tú también!
Eso es poesía,.
De este modo las obras del inge-
nio no tienen explicación para quien
carece del sentimiento no egoísta,
VirgiJ;lÍa, Atala, Jaira, Polieucto,
Don Quijote, todas esas maravillo-
sas creaciones del ingenio .... irrea-
]jzables para ellos; incolllprensibles,
absurdas.
lo Quién 110 ha llorado de joven
245
leyendo el sencHlo rOlllance de Pa-
blo y Virginia ~ Aparte del enranto
de la pintura de la bella naturaleza
del Trópico, hecha con el pincel de
los grandes maestros, que forma el
fondo del cuadro, visión del mundo
de acá, queda la descripción de una
familia que vive pobremente, pero
venturosa bajo el ala del Señor, ó
sea visión de ese mundo de all á.
Pablo y Virginia, hi ios de dos
amig'as desgraciadas, nacen y crecen
justos. "Sus madres se complacían
en lavarlos en un mismo baño, en
acostarlos en uua misma cuna., y en
cambiarles á veces de pecho; y en-
tonces solía decir Madama de La
Tour á MargarHa: Amiga, cada un:1
de nosotras tendrá dos hijos, y rada
i

uno oe nuestros hijos, dO,1:) madres."


Vivían esLas familias completa-
mente ignoradas.
~.
" Cuando algún pasajero preg~ntaba des-
de el camino de las Pamplemusas, á los ha-
bitantes de la sabana: ¿ Quién vive e 1 aque-
lbs dos chozas que están allá arriba ! éstos
246
respondían sin cono : erlas: Son unas buenas
gentes ... Pablo y Virginia no tenían relojes,
ni almanaques. Los poriódicos de su vida se
arreglaban por los de la naturaleza: conocían
las horas del día por la sombra de los árbo-
les; las estaciones por el tiempo en que dan
sus flores ó frutos, y los años por el número
de sus cosechas.-¿ Cuándo vendrás á ver-
nos? preguntaban á Virginia algunas ami-
gas de las inmediaciones.- Para las cañas
ele azúcar, contestaua.- Tu vista, dedan
las muchachas, será tanto mis gustosa y
apreciable ... -Mi hermano, decía Virginia,
tiene los mismos años que el cocotero alto,
y yo los del más bajo: los manglares han
dado doce veces su fruto, y los naranjos han
botado veinte y cuatro veces su flor desde
que estoy en este mundo."

~ Quién ir.lpedía á estos dos niños


ser felice§,ó Si el poeta se hubiera
content3t~O con esto, el drama habría
parado J'~nsípidamente en lo que, por
lo cOIf.u n, acaban todos; en un ma-
trim(Ylio más, celebrado éste en la
igle la de los Lataneros, con la.s
247
pom pas de 1ft pobreza; esto es, con -"
un paño16n de Bengala y un mazo
de flores para la novia. Pero quiso
"unir á las bellezas de la naturaleza,
entre los Trópicos, I~J belleza moral
de una familia pero ~numerosa, pro-
poniéndose al propio tiempo demos-
trar grandes verdades; entre otras,
que nuestra felicidad consjste en
vivir según las leyes de la naturaleza,
y la virtud, dirigidas por las infaJj~
bIes verdades del Evangelio."
Virginia tenía en Francia una tía,
noble, rica, vieja y soltera., la cual
se ha"Qía negado á socorrerlas: pero
que después, por un capricho de rico,
escribi6 al Gobernador de la isla <le
Jj-'rancia y á Madama de La Tour
que le enviasen á Virginia para edu-
carla, ofrecjendo protegerla. El viaje
de la muchacha quedó resuelto; era
un deber suyo exponerse por la feli-
cjd::t-d de sus madres, de sus dos
ancianos criados y de Pablo.
El poeta de&cribe así los adioses
dé los dos amantes:
248
" Era esto en una cie aquellas deliciosas
noches tan comunes en los climas del Tró-
pico, cuya telleza no es dado retratar al pin-
cel mas diestro y amaestrado. La luna pare-
da que ocupaba' el centro del firmamento,
rodeada de nubes y celajes que sus rayos
iban disipando por grados, dejando caer su
luz sobre los picos de 103 montes de la isla,
que brilla tan con un verde plateado. Los
vientos no soplaban y solamente se oían en
lo:; bosques, en el fondo de lo .alles y en
las cumbres de los peñascos las piadas y
dulce murmurar de las ~vecillas, que rego-
cijadas con la claridad de la luna se arrulla-
ban en sus nocturnas moradas ...... Las estre-
Has centelleaban en el cielo y reverberaban
en el mar que reflejaba sus trémulas imá-
genes.
"Recorría Virginia con ojos distra~dos
todo el horizonte, cuando distinguió, á la
entrada del puerto una luz y una somtra, que
eran el-f3.nal y el ca?co del navio en qúe
haLía de embarcarse para Europa, y que
pronto á hacerse á la vela, se mantenía an-
clado hasta que cesaran las calmas. A
249
vista de esto Se le conmovieron las entrañas,
y volvió la cabeza á otro lado porque Pablo
no la viera llorar.
-He oído, Virginia, comenzó á decir
éste, que te vas dentro de tres días; ¿no
temes exponerte á Jos riesgos del mar ... del
mar que tanto horror . te causa?
-Es forz030, respondió ella, que obedez-
ca á mi madre y cumpla con lo que le debo.
-Pero ¿ será posible que nos dejes, replicó
Pablo, por una parienta que no has viste.
jamás?
- j Ay de mí! exclamó Virginia, yo que-
rría quedarme aquí toda mi vida; poro mi
madre no lo ha tenido á bien ...
--j Qué! repuso Pablo, ¿ hallas tantas
razone::; para partir y ninguna para quedar-
te? j Ah! otra hay que me reservas: el atrac-
tivo de las riquezas es ·10 que te mueve. N o
dudo que lograrás en Francia un himeneo
correspondiente á tu nacimiento, y con to-
das las demás ' circ~nstancias que yo no
puedo ofrecerte; pero ¿ á dónde irás tú que
seas más feliz? ¿ á que tierra llegarás que
te sea más amada que esta en que has na-
250
ciclo? ... ¿ có mo podrás vivir sin] as caricias
de tu madre, á que estás tm aco.)tumbrada?
¿ qué será de ella, pobre anciana, cuando
no te vea á su lado, ni en la mesa, ni en
casa, ni en el paseo donde iba apoyada de
tu brazo? ¿ y qué será de la mía que te
ama tanto como ella? ... i Ah cruel! no quie-
ro hablarte "de mí; pero ¿ qué haré cuando
no te ve.1, á la mañana ni á la noche en
nue.stra compañía? i Ah Virginia! rermíte-
me á lo men03 partir contigo en el mi mo
navío, ya que buscas una nueva suerte en
país extanjero y otros bienes que los que te
produce mi trabajo. A lo menos te animaré
en las borrascas que temes tánto, y te con-
solaré en medio de las desgracias; y cuando
yo te vea en Francia, ~ervida y adorada de
todo el mundo, te haré el último sacrificio
de morir á tus plantas.
"Al llegar aquí, dice el poeta, los sollo-
zos le embargaron la voz, y de allí á poco
oyeron sus madres que estabap inmediatas,
la de Virginia que le deda estas palabras
interrumpidas por suspiros:
-Tú ere3 precisamente la causa de mi
251
partida, tú á quien he vis~o continuamente
encorvado bajo el peso del trabajo para
sustentar á d~s familias enfermas y necesi-
tadas ... Si me diesen á elegir un hermano,
elegiría á otro que á ti! ..... .
Habiéndose levantado un viento
favorable, el Gobernador y otros
amigos de la casa embarcaron á
Virginia más muerta que viva.
Pasan algunos años: Virginja es
desgraciada en medio ' del fausto y
las riquezas; finalmente, una carta
suya escrita á bordo del navío San
Gerando que se descubría ya en el
mar, anuncia á su famiHa que su tía
la babía despedido y que ya tornaba
al lado de los suyos.
" ¡ Ha llegado Virginia! "gritó
Pablo al amigo de su familia, y con
él y el negro Domingo parten á las
diez de la noche para recibirla en el
puerto.
Levántase, entretanto, una borras-
ca pintada admü'ablemente por el
poeta. El navío se halla á corta dis-
tancia, y tanto que se alcanza á oír
desde la playa el pito del contrama-
252
estre y el grito acostumbrado de
i Vi'va el Rey / de la tripulaci6n fran-
cesa.

" Cerca de las nueve de la mañana se oyó


en la ribera del mar un ruido formidal'le
como si torrente:) de agua acompañados de
truenos se despeñasen de la cima de las
montañas. Todos gritaron) una voz: " j El
huracán! i el huracán!" é inmediatamente
un torbellino impetuoso de viento disipó la
niebla que cubría la isleta del Ambar y su
canal.
" Descvbrióse entonces claramente el San
Gerando con toda su tripulación encima de
cubier;'a, bajadas las vergas y masteleros de
las gavias, su pabellón ondeante y hecho
jiras ... Presentaba la popa á las olas que ve-
nían de mar adentro, y á cada montaña del
que entraba en el canal se levantaba su proa
de tal manera que se descubría toda la qui-
lla y zambulléndose,- desaparecía á nuestra
vista hasta sus galerías, como si hubiera
sido sumergida en las aguas... Toda la tri-
pulación desahuciG.da de poder salvar la vida
253
en el buque, se precipitaba en tropel al
mar ...
"Viose el objeto más digno de eterna
compasión, que fue presen tarse en la galería
de popa del San Gerando una joven con
los brazos tendidos hacia aquél que hada
tan tos esfuerzos por llegar :í ella. Esta joven
era la infeli7; Virginia, quien desde luégo
conoció á Pablo por su intrepidez y denuedo.
" La vista de esta amable criatura expues-
ta á tan inminente peligro, acabó de cons-
ternar á todos lqs espectadores, particular-
mente cuando advertimos que nos hacía se-
ñas con la mano, con cierto aire de tran-
quilidad, como . diciéndonos i adios ! para.
siempre. Todos 103 marinercs se hablan
echa.do al agua, menos uno que se conoda
intenta.ba persuadirla á que se desnudara y
~ alvara la vida por este medio arrojándo-
se con él al mar; mas ella resisti~ndolo con
dignidJ,d levantó los ojos al cie:o y huyó de
allí. Gri tarol; entonces todos los concurren-
tes: " i Sálvala! i sálvala! i no la deslmpa-
res! " pero en aquel mismo instante una
mon'.: "'1, de agu'l se introdujo entre la isleta
254
del Ambar y la costa, y se abalanzó braman-
do hacia el navío, al cual amenazaba con
sus flancos negros y sus crestas espumosas y
encrespadas. A tan terrible aspecto el mari-
nero se arrojó solo al mar; y Virginia vien-
do la muerte inevitable, se · ciñó con una
mano los zagalejos, puso la otra sobre su
corazón, y levantando al cielo los ojos sere-
nos, se mostró como un ángel que remonta su
vuelo hacia el empíreo. "

lo Oómo obró Virginia en el trance


fatal ~ ¡ Fue una necia! dice el utiU-
tarista. Bien; entonces el poeta de
Saint-Pierre no es más que la apolo-
gía de la necedad: luego los .utilita-
ristas no tienen poesía.
Vealllos ahora otro drama que tie-
ne lugar bajo cielo no menos bello
que el de la isla de Francia, y con-
tado por un poeta lllás grande que
el cantor de Pablo y Virgin ia.
Atala-, que ama á Ohactas, le rue-
ga que huya para libertarse de la
inevitable muerte que le e:;:per~; y
no logrando persuadir~o, se escapa
con él 301 Desierto. El joven guerrero
255
soñaba con l~ felicidad, y una pala-
bra de Atala vino á despertarlo á la
realidad: "Hermoso prisjonero, le
dijo la hjja de Simagan, iD á dónde
nos conducirá esta pasión' ~li reli-
gión m.e separa de H para siempre . ...
¡ Oh madre mía r &qué hiciste f" Tu.!
es el nudo del doloroso drama: la
lucha del deber y el amor, del amor
aliado á los encantos de la hermosu-
ra y al ardor impetuoso de la juven-
tud en medio de las pompAs de la
soledad.

"Me engañaba la tranquilidad aparente


de Atala, decía Chactas contando su histo-
ria al europeo Rene, sentado en la popa de
una piragua que surcaba el Ohio enfrente
de los desiertos del Kentuky; me engañaba
la tranquilidad aparente de Atala. Cuanto
más nos in ternábamos en el Desierto, tanto
más se aporleraba de ella la tristeza. Se es-
tremecía frecuentemente sin causa, volvien-
do la cabeza precipitadamente á otra parte.
"La sorprendía lanzándome una mirada
apasionada que revolvía después al cielo con
256
profunda melancolía. Lo que más me asuS-
taba era una especie de secreto que ocultaba
en el fondo de su alma, auque lo revelaban
sus ojos. Animado y destruyendo mis espe-
ranzas, cuando me parecía haber dado
algún paso en su corazón, me hallaba como
al principio. Cuántas veces me decía: "i Oh
joven amante! te amo como la sombra de
los bosque;: en medio del día. Si me inclino
á ti me estremezco; si mi mano toca la tuya
me parece que voy á morir ...... .
" Las perpetuas contradicciones del amor
y de la religión de Atala, el abandono de su
ternura, la castidad de sus costumbres, la
grandeza de su carácter y su profunda sen-
siLilidad; la elevación de su alma en las cosas
grandes y su irritabilidad en las pequeras ) me
hací~tl1 mirarla como un sér incomprensible."

U na tempestad sorprende á los


fugitivoR, y durante ella Atala cuen-
ta la historja de su nacimiento, y
Chactas sabe que es del español Ló-
pez, su protector ün San Agustín;
" gran tentación para sus corazones
esa fraternal amistad que venía á
257
visitarlos ~en la soledad." Redobla
el furor dé la tormenta, cae un rayo
cerca de ellos; oyen el sonido de
una campanilla; el misionero Aubry
los recoge en su cueva.
Sabe . .<\tala que podía relajarse su
voto de virginidad, pero es tarcle.
Entonces empieza este diálogo .t erri-
ble entre Atala moribunda, su aman-
te y el anciano misionero.
" ¡ Jamás! ¡jamás! dijo Atala.-¿ Cómo?
la repliqué yo.-Aún no sabes todo, repuso ·
ella. Ayer ... durante la tempestad ... yo
iba á violar mis votos .... iba á sepultar á mi
madre en las llamas del infierno ... sentía su
maldición sobre mí ... iba á engañar á Dios
que me salvó la vida ... Cuando besabas mis
trémulos labios i no sabías ... que no abraza-
bas sino á la muerte! - Cielo santo! dijo el
misionero, ¿ qué es lo que has hecho?- Co-
meter un delito padre mío, respondió Atala
con los ojos extraviados, pero i me perdía )'0
sola salvando á mi madre! - Acaba, pues,
le dije lleno de espanto, acaba ... - ¡ Ay de
mí exclamó ella, que previendo y temiendo
mi flaqueza, al dejar las cabañas traje con-
Las Sirenas 17
258
migo ... - ¿ Qué? le dije espantado. ... ¿ Un
veneno? preguntó el misionero. - j Ya está
en mi corazón! respondió Atab.

Este es el g-ran drama del autor


del Genio del Oristic(;n'ismo que tan
pode}'oso influjo ejerció en el c>ambjo
(le la literatura moderna, encuadrado,
por decirlo así, en las magníficas
descripeiones del" pueblo cazador y
el pueblo labrador; la de la religión,
prhnera legislación de los hombres;
los peligros de la ignorancia y el
entn~iasmo religioso, opuestos á las
1nces; á la earidad y al verdadero
espídtu del Evangelio; los combates
de las' pasiones y de las virtudes en
un corazón sencillo, y, finalmente,
el triunfo del crjstianismo sobre el
más fogoso de los sentinlientos y el
más terribl e de los miedos: el a,mor
y la muerte."
'Voltaire, gran poeta siempre que
se inspiró con los sentimientos del
cristianismo, es el autor de J aira,
una de las mejores tragiJdias del
teatro moderno. El mismo escribía
estas palabras: "Proeuraré aprove-
259
char en esa obra cuanto parece ofre-
cer la religión cristiana de más .
patético é interesante," y fundó el
interés del drama en el sentimiento
y en la lucha de la pasión y el (leber.
Tomaremos la última ilustración
de nuestra tesis de un cuadro de
Homero.
Príamo ha visto morir cincuenta
hi.ios suyos; yel último que le que-
daba, Héctor, ha caído bajo los gol-
pes de Aquiles. El vencedor insulta
el cadáver del héroe que yace delan-
te de su tienda, privado de sepultura.
Príamo, acompañado de un escudero
tan viejo como él, He avanza Jlevan-
do algunos presentes al campo ene~
Jlligo á rescatar el cadáver de su
hijo.
Ya han pasado del sepulcro de Ilo; las
tinieblas empiezan á cubrir la tierra. AHí se
encuentra con Mercurio disfrazado que le
dice: ¿ A dónde, padre mío, guías estos dos
carros al través de las sombras de la noche,
mientras los mortales gustan el néctar del
sueño? N o temes á los griegos enfurecidos,
que están cerca y son tus enemigos?
260
Príamo entra en la tienda de Aquiles sin
ser visto de nadie, y avanzándose, abraza
las rodillas del héroe, y sollozando besa la
tremenda diestra homicida que ha inmolado
tantos de sus hijos.
" Aquiles, semejante á los dioses excla-
ma: Acuérdate de tu padre oprimido de vejez
como yo. Tal vez ahora sitiado por podero-
sos enemigos, no tiene quien lo socorra; y
sin embargo, oyendo que vives se consuela,
esperando á cada instante verte v:olver; pero
yo i oh el más infortunado de los hombres!
padre de tantos y tan valerosos hijos, me
parece que ya no tengo ninguno. Cincuenta
tenía cuando los griegos llegaron á estas
playas; diez y nueve habían salido de un
mismo seno) los otros nacieron de cautivas,
y casi á todos los ha inmolado Marte. U no
solo me quedaba que pudiera vengarlos y
defender nuestras murallas, y ha caído á tus
pies combatiendo por la patria, Héctor ......
Aquiles, respeta á los dioses, ten compasión
de mí: acuérdate de tu padre. ¡Ay! piensa
cuán desgraciado sOy que he podido hacer lo
que ningún mortal, besar la mano del mata-
dor de mis hijos. "
261
A estas palabras enternecido Aquiles, acor-
dándose de su padre, prorrumpe en llanto, y
cogiendo la mano del anciano, lo rechaza
dulcemente ... ¡Desgraciado! le dice, yerda-
deramente que tu corazón ha sufrido grandes
desventuras. ¿ Cómo pudiste venir solo á las
naves y presentarte delanté elel matador de
tus valientes hijos? Tienes de hierro el cora-
zón ......

.Si quitamos á la escuela sensualis-


ta todas las bellezas que no le per-
tenecen, &, á qué quedará reducida su
poesía ~
262

CAPITULO IV.
El; UTILITARISTA PONOIO PILáTO

y su COl\lPADRE JUDAS ISCARIOTE.

Ahora se presenta á nuestra vista


a~ombrada el más grande espectácu-
lo tIue han presenciado ni esperan
presenciar los siglos.
En el sitio nlás prominente del
tribunal aparece sentado en la curul
el presidente; abajo en la calle, se
apiñan en confuso pe10tón los prín-
cipes de los sacerdotes de la nación
judía y los ancianos del pueblo.
No suben al Pretorio porque temen
contarnjnarse con el contacto de sus
vencedores, é incapacitarse para ce-
lebrar la gran fiesta de la libertad
del Pueblo de la tiranía de Faraón.
La ola de la plebe se mece como
las del Inar agHado. Ha empezado la
bora de tercia, en que el labrador,
después de guiar sus bueyes con el
arado, rOlnpiendo el seno de la ne-
263
gra tierra, se retira un momento
debajo de un árbol á descansar un
poco tomando un escaso alimento.
El sol de la Judea va ascendiendo
esplendoroso por un cielo sin nubes
sobre los montes lejanos de Arabia.
Arriba, en el aire, en el cjelo hay
calma majestuosfI, mientras .J ernsa-
lén está conmovida. &Por qué si la
naturaleza callaba, se mostraba tan
rabioso el corazón de los hombres ~
¡ Atended! Se oyen las pisadas de
soldados armados que suben por la
escalera del Pretorio; la plebe se
remueve abajo murmurando con el
gruñido del tigre cuando amenaza:
un hombre cubierto de sangre, ma-
niatado, aparece de pie en el tribu-
nal á la vista de todos.
Es Jes(ls el de Nazaretb.
Entonces comjenza aquel diálogo
terrible entre el Presidente, los. sa-
cerdotes y Jesús, que convence cada
vez más á Pilato de la inocencia del
justo y del ciego rencor de sus ene-
migos.
El Presidente dijo á la plebe amo-
tinada: '~Ningún delito hallo en es-
264
te hombre; juzgaulo como sabéis. "
y un momento después, cuando
oyó la grita feroz: "i Si no lo conde-
nas á muerte, no eres amigo de Oé-
sar f " tornó en su cul pable mano la
balanza de su privado interés para
pesar en ella la suerte del justo.
i Oómo! ser enemigo de Oésar, de
Oésar Dios omnipotente que reina
en el Oapitolio, y pueue con una
mirada sola, con un movimiento de
su cabeza imp"erial mandarlo al
destierro, á las gemonías, á la muerte!
Pila to reflexionó: "Es cierto que
este hombre que está aquÍ, maniata-
do y exangüe, en medio de la cohorte
romann, cubiertos los hombros con
un retazo de púrpura y la frente ce-
ñida con corona de espinas, está
inocen te y no debe morir ( primer
plato de la balanza, igual á 100 );
pero si no lo hago morir soy enemi-
go de Oésar, de Oésar ante quien me
acusará esa vil chusma que aúlla
allí, que vocifera allí sedienta de
sangre, y perderé el proconsulado,
y con él los honores y dineros que
me reporta el empleo, y los placeres
265
que ellos me proporcionan, y hasta
este bello cielo de Judea que ahora
ríe diáfano sobre mi cabeza ____ ."
Calló un momento y luégo: " Alar-
ma, agTeg6, no la hay: no la habrá
tampoco: porque ~ qujén es y qué
vale este pobre judío ~ Hoy no es lo
mismo que el día en que hice entrar
las cohortes romanas á banderas des-
plegadas con las imágenes de los
emperadores; no es hoy lo mismo
que el día en que quise consagrar
unos escudos en el honor de Tiberio,
ni aquél en que quise sacar el dinero
del Tesoro del Templo para fabricar
un acueducto en que traer el agua á
J ernsalén: entonces se opusieron
estos bárbaros judíos, hoy ellos mi~­
IDOS son los que me entregan á Jesus
y los que piden su muerte ( segundo
pla to de la balanza, igual á 1,000,
igual á 10,000).
"Haciéndolo morir hay, pues,
utilidad neta, pura, sin mezcla de
pena para mi.
"Mañana, la sangre que]hoy se
derrama en el Cal vario se habrá se-
cado; los djsclpulos que hoy siguen
266
al Nazar eno, si alguno s lo signen ,
se disper sarán; hoy mismo , 10 cuál de
ellos es el que lo acomp aña aquí en
este trance~. _____ 6 volver án á re-
coger sus redes en el mar de Tibe-
ríades . __ - - - ¡ mañan a! ¡ mañan a na-
die se acorda rá del crucifi cado, y yo
seguir é gozan do con las gracia s de
César los placer es de la vida. ¡ Con-
cienci a! ¡ probid ad! ¡ justici a! &qué
sois sino ideas ficticia s, inventada~
por alglÍn iluso ~ 10 Horac io, nuestr o
dulcís imo poeta Horac io, no cant,ó
que la utilida d es la fuente única do
la equida d y la justici a ~
Atque ipsa utilitas, justi prope mater et aequi?
y les entreg ó á J esú s para que] o
crucifi c.a ran.
Pilato racioc inaba bien seglÍn Ja
doctri na utilita ria.; pero el princi pio,
como erróne o, falló compl etame nte.
}<JI alarm a fue tal y tan grand e, que
el crimen que ejecut aba Pilato ha
llegad o hasta hoy resona ndo por
todo el mundo con tan pasmo sa re-
sonan cia, que se conoc e la menor
palabra;, el incide nte menos notabl e
267·
de aquel tremendo drama, y ese ('ri-
men dio por resul tado por una parte
el desplome de la monarquía roma-
na, y por otra, la regeneración del
linaje humano.
y J ndas Iscariote &no fue un buen
bentamista ~
Dominado por la codicia, alzó en
alto la ba1anza y pesó en ella á su
Maestro y Amigo con tra unas pocas
monedas.
~ Vacilaría un momento siquiera~
puede ser; pero el platillo en que
echaba el oro infame bajó, y btlj6
tán to que Judas corrió á buscar á
los Príncipes de los sacerdotes y les
dijo: "lo Qué me queréjs dar y yo os
lo entregaré' y ellos le señalaron
treinta monedas de plata (1). "
La conducta de J udns fue ruin,
pérfida, infame; pero siguiendo las
nláximas de la doctrina que comba-
timos, nadie tendría derecho para
califica da de tal, pues él respondería:
"La fidelidad en la amistad es

(1) SAN MAT., XXVI, 15.


268
para mí una palabra vana, que se
desvanece ante mi propia utilidad.
ÍD Quién os ha establecido jueces de
mis placeres ~ Lo que vosotros lla-
máis mezquindad y perfidia, no lo
son para mÍ. Me conviene recoger
esas treinta monedas que me dan
los Príncipes de los sacerdotes: &son
pocas para vosotros ~ para mí n6.
"Todos los motivos son buenos
cuando tienen por objeto buscar el
placer y evitar el dolor (1). " El de-
sinterés puede hallarse en hombres
ligeros y descuidados; pero un hom-
bre desinteresado y reflexivo es,
felizmente, raro (2). "
"Pero me dirán: Jesús es tu
maestro, Jesús es tu amigo, te esco-
gió entre mil para compañero de su
vida; y aun cuando no fuera más
sino por un sentjmiento de benevo-
lencia, tú debías respetar su vida.
"Sí el interés persona L puede efec-
tivamente hallarse en ciertos casos

(1) Deon.tología, t. 1, pág. 1S!.


(2) Deontología, t. r, pág. 199.
269
en pugna con las simpatías benéficas,
y en tales ocurrencias, es preciso que
éstas últimas sucumban: no hay re-
medio, son las más débiles (1). " "Yo
soy un aritmético: mis cifras son
penas y placeres: sumo, resto, mul-
tiplico, divjdo; esta es toda mi
ciencia (2). "
" &Düéis acaso que mi nombre
pasará á la más remota posteridad
como sin6ninlo de traici6n y desleal-
tad, como el del hombre más crimi-
nal ~ Este es un engaño. Cu~,ndo las
doctrinas que yo practico hayan ('a-
lado lo suficiente en la inteligencia
de los hombres, al lento revolver de
los tiempos, se juzgará mi aoci6n
como un grande acto de vütud, y mi
nomure rescatado del bald6n de in-
famia que puede cubrirlo por igno-
rancia de las gentes, se pronunciará
con honor, porque "establecida la
bala,nza de los placeres y los dolores
el excedente del placer es VIRTUD, el exce-

(1). D t ontología, pág . 26.


(2). Ibid., pág. 30.
270
dente de pena es VIOlO: fuera de esto,
no hay en las palabras vi'rt'tul y vicio
sino 'L'aClO y locttra (1).
&La amistad ~ &quién habla seria-
nlente de a mistad ~ "La amistad no
es vicio ni virtud (2). "
P0ro Judas conoció ya más tarde
que babía equivocado el cálculo:
Judas era un ma 1 nritmético, á pesar
de haber manejado la bolsa común:
quedaba en el fondo de su corazón
nn sen timiento aunque débil y amor-
tiguado, de pundonor, de honradez
y lenIdad; y se a,rrepintió desesperado .
y se presentó á los sacerdotes,
sus maestros de Bentham, diciéndo-
les: "He pecado entregando 1a san-
gre inocente (3). "
Y los ancianos se dijeron: "& Qué
nos importa á nosotros ~ viérasl0 tú;"
que era tanto como juzgarlo con la
inflexible ley de la escuela: "Ouan-

(1) Ibid., pág. 34.


(2) Ibid., pág. 5.
(3) SAN MAT . , XXVlI, 4.
271
do el resultado final está bi'e n ealcu-
do, hay moralidad: cuando el cálculo
está equivocado, ha.y inmoralidad."(l)
y Judas, arrojando las monedas
de plata en el ~remplo, se retiró, y
fue, y se ahorcó con un lazo.

OAPlTULO V.
MARGAR [TA.

~largarita es una pobre niña que


tiene una madre cuidadosa y puutnal,
con qujen trabaja asiduamente, y
sin embargo uo tiene necesidad de
hacerlo. "Podíamos vagar un poco,
decía J\fargarita á Fausto, pues he·
redamos de nli padre una fortuna
decente; una casa, un jardincito cer-
ca de la ciudad, allá abajo alIado de ,
la puerta. No obstante, vivo con
l>astante llaz al presente, sí: mi her-
mano es soldado, mi hermanita mu-

(I) DeolltologíJ, t. lJ, pág. 97.


272
ri6 ...... ! Pobre hermana mía! ¡ la
quería tánto!"
Fausto es la tentación, que se pre-
senta acompañado del mismo Sata-
nás en forma humana, con el nombre
de Mefistófeles, para turbar esa paz
de la vida, para arruinar esa inocen-
cia, pura condenar esa alma.
Margarita coge una flor y empieza
á deshojarla hoja por hoja.
FA USTO.- lo Qué es eso ~ &un ra-
millete ~
}IARGARITA.- N ó: un simplejuego.
F AUSTO.- lo Oómo ~
MARGARITA.-No os riáis de esta
puedlidad.
F AUSTO.- iD Qué estáis diciendo ~
MARGARITA.- ¡ Me ama! ¡ no me
ama! '
F AUSTO.- ¡ Oelestial y hechicera
joven!
MARGARITA-¡ Me ama! no me
ama (arrancando la última hoja con
alegría se'rena). ¡ Me ama!
F AUSTO- Deja que esa flor sea
para ti la expresión de los dioses:
·¡él te ama!
&06mo una virtud tan flaca, c6mo
273
una niña tan sencilla ' é inexperta,
podría resistir- al triple embate de
la juventud, de la riqueza y de
las astucias del enemigo de las
almas ~
"A veces me quedo confundida,
decia Margarita; siempre respondo
sí á todo lo que él me dice. No soy
sino una pobre ignorante, y á me-
nudo me es dificil comprender por
qué me busca, y qué halla en mí ese
caballero."
En el cOl'azón de Fausto se deja
oír la voz de la conciencia, del res-
peto que se debe á la que era" di-
chosa con poseer una cabaña en una
falda de los Alpes.... ¡ Infierno!
¡ infierno! exclama: ¡ te faltaba una
víctima! Ven, pues, Demonio, y
abrevia el tiempo de mi angustia;
¡ cúmplase pronto lo que debe cum-
plirse!. ... "
"Tengo una madre que me vigila,"
dice Margarita; y Fausto le respon-
de: "¡ Angel mío! nada temas: toma
este frasquito. Tres gotas en lo que
beba, y un sueño profundo cerrará
sus párpados.
:La.s Sirena.s 18
274
MARGARITA- &Y no le' resultará
ningún mal t
FAusTo-~Si así fnera, me resol··
vería á dar este paso ~
Valentín, hermano de Margarita,
se halla de noche solo á la puerta
de ésta, y habla en un~ monólogo
naturalísimo: "Cua.ndo por acaso se
)ue antojaba asistir á una fiesta, y
mis camaradas á nna voz colmaban
. de alabanzas á las hermosas, aho-
gando e 1 elogio en copas de hirviente
vino, con los codos apoyado,:; sobre
la mesa., yo permanecía sentado en
quietud apacible, escuchando sus
fanfarronadas; feotába me la barba
sonriendo y levantando mi vaso re-
bosando hasta los bordes, exclama-
ba: "Cad~~ cual con su gusto; &pero
conocéis otra en todo el país que
valga lo que mi buena Margarita, y
sea digna de servirle siquiera el agua
á mi querida hermana ~- ¡ Bueno!
¡ bravo! exclamaban los unos y los
otros. Tiene razón; ¡ Margarita es el
honor de su sexo! Y los jactanciosos
permanecían mudos. ¡ Pero hoy! ....
&Quién va ~ ~ quién anda .por ahí ~
275
Si no me engañan mis ojos, son dos.
Sí; ¡es él! ¡le arrancaré el alma!
¡ no quedará con vid[\¡! "
Sigue una escena sangrienta. Va-
lentín enconado hasta el alma con
el robador de su bonra, se bate des-
csperadament e y muere á manos de
:D-'austo. En sus funer~,}es, el Espíritu
lnaligno se coloca detrás de Marga-
rita para atormentarla. lHé7.clanse
allí los reproches de este Genio á la
voz de la desventurada y al canto
tremendo de los versos del .Dies irae,
acompañados del órgano.
Margnri ta aparece después en la
cárcel y ha perdido el juicio , Fausto
va allí con ánjIDo de sacarla, ha-
biendo logrado las llaves de la prj-
sión por ministerio de Mefistófe-
les.
MARGARITA. (En su ca'nu(¡ de tablas,.
esforzándose por ocultc(rse).- ¡ Ah! ¡ah!
¡ya vienen! ¡ qué mUf:'rte tan horro-
rosa!
F AUSTO-¡ Silencio! ¡ vengo á li-
bertarte!
MARGARITA-- ¡ Si eres un hombre,
compadécete de mi infortunio!
276
FAUSTO--Tus gritos van á des-
pertar la guardia.
El poeta ,h a pintado con admirable
verdad esta escena terrible, que yela
de pasmo al más insensible corazón.
Fausto insiste en que salga 1\1arga-
rita; y ésta, completamente loca,
parece conocerlo un momen to, y ex-
presa su gran gozo, para caer des-
pués en el abismo de la desespera-
ción!
Le dice: "Estoy enteramente en
tu poder. Permíteme que vaya á dar
el pecho á nü hijo. Yo le he mecido
sobre mj corazón toda esta noche;
me lo han quitado para atormentar-
me, ¡ y dicen que' lo maté! Déjame
verle: será nú mayor alegria .... Mi
nombre suena en las canciones de
los maldicientes: ¡ qué mal corazón!
Una antigua balada lleva un estri-
billo semejante; pero, lo quién les
ha mandado hacer tales alusiones ~
¡ Mira, b~jo esas gradas, bajo ese
quicio está ardiendo el infierno!
FAUSTO- Ven, ven, ya empieza á
'amanecer.
MARGARITA-- Yo nlaté á mi madre,
277
yo ahogué á mi hijo .... ¡ Eres tú ~
Apenas lo croo. Dame tu mano que-
rida. ¡Ah!. ... ¡ está humeda! Sécala:
me parece que tiene sangre .... ¡ Ay!
¡Dios mio! lo qué has. hecho~ Envaina
esa espada: yo te lo ruego.
FAUSTO. - Lo hecho, hecho; ol-
vidado. lo Quj eres que muera ~
MARGARITA. - N6; ¡tú debes vi-
vir! Quiero nombrarte las tumbas
que debes cuidar d~sde mañanfi. Da-
rás el mejor lugar á mi madre: mi
hermano reposará cerca de ella, no
muy distante, y el recién nacido
sobre su seno derecho .... Yo no me
atrevo á salir. En cuanto á mi nada
tengo que esperar. ioDe qué me ser-
viría huÍr' Volarían á nuestro alcan-
ce .... ¡ Es tan triste vagar por
tierras extranjeras! Y, por otra parte,
yo no podría escaparme.
FAUSTO. - Yo estoy contigo.
MARGARITA. - ¡ Pronto! ¡ pronto!
¡ A salvar á tu pobre hijo! Ve: toma
el camino á lo larg'o del arrüyo, más
al] á del puen tecito del bosque, á la
izquierda, en el estanque. ¡ 06gelo
pronto! El procura salir del agua:
278
¡ lucha todavía ¡ ¡ Sálvalo ! ¡ sálvalo !
FAUSTO. - Vuelve en ti; un solo
paso, y estás libre.
MARGARITA. - ¡ Si siquiera hubié-
ramos pasado ya la montaña! .Allí
mi madre está sentada sobre una;
piedra ______ El frío me mata __ ... _
Allí mi madre está sentadasobre una
piedra., y mueve la cabeza: 110 pesta-
ñea : está, qui6ta : su cabeza es como
de plomo: ¡ ha dormido tánto! Ya no
vela ____ . dormía antes al colmo de
nuestros gustos ..... _
" ¡ Déjame! nó; nada de vio-
lencia ; ¡ no me aprietes tan brutal-
mente!
¡ Justicia de Dios! ¡ yo me aban-
dono á ti !
Tal es la obra del alemán Goethe,
taleH son los acentos desgarradores
de la víctima..
El doctor Fausto es un epicúreo
que ha hecho al ianza con el espíritu
de las tinieblas para gozar del placer,
que da por disculpa y razón: Lo hecho,
hecho; / olvido /
Margarita es la niña crédula, que
279
ha caído, por artes del seductor, de ser
el hono'r de todo su sexo, ele no ser dig-
nas sus compañeras de servirle el agua
al abismo de abyección; mntó á su
madre, Causó la n1uerte á su hermano
y dio muerte á su hijo, dejándose
arrastrar de la onda impetuosa del
placer.
Ambos sectarios del place.r, utilita-
ristas ambos, teniendo por maestro
á Mefistófeles.
¡ Bentham! ven aC3, que quiero
interrogarte en presencia de esas
tres tumbas, recién abiertas, y de
esa mujer que ha perdido el juicio
por el exceso del Ina1. &Obró bien
lVIargarita dando muerte á su madre~
&causando la muerte (fe su hennano'
iD ahogando á su propio hijo ~
-¡ Debió calcnlar!-·Sí; se com-
prende: COIUO todos, porque la r3zón
es la dote de los seres humanos.
¡ Debió calcular!
Pero 10 á qué especie de cálculo de-
bi6 someter sus acciones Y ~Debió,
siguiendo la ley de su madre y .la
suya, pensar que el placer no es el
bien, aunque acompañe en ocasiones
280 .
al bien; que una donce lla sube en-
noblec iéndos e las gradas del altar,
á conqu istar con el nombr e del es-
poso de su elecci ón consid eracio nes
~ respet o, tranqu ilidad y paz en go-
ces puros, inocen tes y castos , que
no dejan de ser tales porqu e no lo
parezc an á'los amigo s de Epicu ro ,
¿ Debió pensa r en las horas de amar-
gura y de remor dimie nto que se se..
guirÍa n despué s, si en una ley supe-
rior, de acuerd o con los más tierno s
sentim ientos del corazó n, que nos
grita que es obliga torio y dulce hon-
rar á los padres , cuand o el seduct or
le alarg'a ba el fi'asquito dicién dole:
Toma,: tres gotas en lo que beba, y un
sueño profundo ce'rrará sus párpados?
¡ Oh! pero entonc es su cálcul o hu-
biera sido el cálcul o del que mide
s~s accion es por la ley de Dios,
por la del sacrl:ficio, por la de la ca-
tidad.
Ese cálcul o es el que hacen apura-
damen te todos los seres racion ales
que siguen los dogma s de Cristo ;
esos innum erable s á quiene s cobi-
jáis vos con el nombr e de ascéticos.
281
La canci6 n vuestr a implac able,
¡ oh, Benth am! es esta:
"El infant icidio comet ido con el
consen timien to del padre y de la
madre no es delito: puesto que los
padres , que eran los únicos que
debían . alarma rse, han conve nido
en él (1 )." .
"Ouan do se ha formado idea ver-
dadera de ]0 que es delito, se le di s-
tj ngue fácilm ente de los delitos de
un mal imagin ario, como son los
actos inocentes en sí mismo s que se
hallan dasific ados entre los delito s
por preocupaciones . ... 6 lJrinci pios as-
céticos (2) .... "
" La alarm a es absolu tamen te nu-
la en los casos en que las únicas
person as expue stas al peligro , si 10
hay, no son suscep tibles de temor (3)."
En cuanto al sabio doctor Fausto
la cuesti6 n era más sencil la. .

(I) Principios del Código Pt nal, cap. 1.


(2) T eoría de las penas y de las "ecom-
pensas, t. 1, cap. x, pág; 94. .
(3) Trat. de leg., t. IV, cap. XII, pág. 68.
282
Comp rendie ndo la doctri na del
interé s perfec tamen te bien, hulJje ra
dicho: "Los hombr es y las cosas 'no
están coloca dos en la vida sjno en
dos catego rías: de medio s 6 de obs-
táculo s para gozar del placer : Mar-
garita .,- es medjo : su madre , su her-
mano, nuestr o hijo,-'- ¡obstá culos!

CAPIT UI.lO VI.

JHON BROWN Ó LA ESCLA VITUD .

Si en los hecho s prácti cos que


hemos presen tado result a falso y
absurd o el princi pio de utilida d, la
falsed ad y el absurd o son de bulto
tra,tán dose del hecho de la escla-
vitud.
&La esclav itud es útil ~ Salta á 108
ojos que lo es tratán dose de los amos
de esclav os, aunqu e para éstos sea
notori amell te daños a; . de donde se
deduc e que la decan tada gener alidad
del princi pio de utilida d viene á re-
ducjrs e á nada.
283
Los alllOS deben tener esclav os:
les es útil, aunqu e sufran los escla-
vos, porque la parte rnás débil debe
s~lC'U?nbir •
Los esclav os deben ser libres, por-
que eso les es útil.
Ved el estado de la guerra en la
soeied ad donde ex;sta la esclav itud,
Esto no tiene respue sta.
Un princi pjo que estable ce esta
pugna es absurd o, bárbar o y falso:
sí, falso en cuanto no da una solu-
ción única al proble ma,. y bárbar o
porque somet e á la pena á indivi -
duo.s de la especi e human a iguale s
á los demás , y es mirado con razón
por los pueblq s civiljz ados como el
padrón de infam ia con que han que-
rjdo cargar ciertas nacion es.
Si la fuerza diera 01 derecho, nin-
gunos con más derecho que los ti-
gres y las pan teras ; y la fuerza , sin
duda a] guna, es el único derecho que
acomp aña al trafica nte de carne hu-
mana que sorpre nde ó compr a por
un poco de ron á un sér human o, de
piel negra, en una bahía de Africa ,
y lo amarr a" lo agarro ta y lo enlbar -
284
ca en un buque negre ro con destin o
á Ouba, por ej empl o.
Si la ley dieTa la medid a de la
moral idad, como quiere Benth am, el
hecho de retene r en esclav itud un
sér human o fuera una acción vir-
tuosa en los Estado s Unido s de Nor-
te . Améri ca, en Ouba y en el
Brasil , en donde la ley permi te ese
comercio de carne negra y la per-
manen cia de la esclav itud. Y de aquí
se seguir ía este ,a bsurdo : que la mo-
ral variar ía según las leyes, y que lo
que es moral en los países citado s
no lo sería en todos aquéll os en Que,
por fortun a, se ha auolid o la escla-
vitud, como entre nosotr os.
Este razona mient o tan sencil lo es
compl etame nte convin cente y no sa-
bemos qué pudie ran respon der los
utilita ristas ; porqu e nosotr os les
pregu ntaría mos: "el princi pio de la
utilida d es uno mismo para todos f--
Si, nos dirían ~llos; este es un afo-
rismo de nuestr a esrue la.- ~ La
moral idad no nace de la ley ~- Sí:
así lo sOHte nemos .- iD Les ron venía
á los Estado s Unido s de Norte Amé-
285
rica tener ~esclavos' - ¡ Qujén lo
duda! Esta cuestión les costó últi·
mamente torrelltes de sangre y ·un
fío de miles de millones de pesos.-
&Hay países en que la ley prohibe
la esclav-Hud ~ - Felizluente sí: 00-
lombia es uno de ellos.- i Quiénes
hac~n bien, los norteamericanos Ó
nosotros' Existjendo dos leyes opues-
tas, ¡ cuál de ellas es la verdadera,
la que da la medida de la moralidad,
aquélla ó ésta' En resumen: ,la
esclavitud es un bien ó es un mal f-
Bien para el amo, ya se comprende:
¡ para el esclavo!. ... Ved, pues, aquí
una il.:stitución juzgada buena y
mala por Un mismo principio; y
asombraos.
Bentham, tratando esta cuestión,
vacila. "Es absurdo razonar sobre
la felicidad de los hombres, escribe,
de otro modo que por s as propios
deseos y por sus propias sensadones:
es absurdo querer demostrar por cál-
culo (~), que un hombre debe creerse
feliz cuando se tiene por desgracia-
do, y que una condición en que nadie
quiere entrar y de que todo el mundo
286
quiere salir, es una condición buenoa
en sí misma y propia de la naturale-
za humana." Y más adelante:" Si
la esclavitud estuviera establecida
con tal proporción que no hubiese
luás que un esclavo para cada amo,
tal vez yo lo pensa-ría rJ1/ucho antes
de pronunciar sobre la balanza, entre
]a ventaja del uno y la desventaja
del otro, y sería posible que, entran-
do todo en cuenta, la suma del bien
fuese en la esclavitud c~si igual á
la suma del mal (1)." Es decir, que
si Bentham fuera el amo de su ú nieo
esclavo qnedaría muy contento;
pues lo que ofende el princíp10 de
utilidad no es la esclavitud en esen-
cia, sino el nú IDero de los siervos.
~Ic. Culloch tratando esta cuestión
en su Diccionario de c01J1,ercio y nave-
gaci6n comercial, establece esta dife-
rencia entre la esclavHud de los
antiguos y la de los lllodernos: que
en la primera, tanto los hombres
libres como los esclavos, eran igual·

(1) Trat.delegisl.,t. 1II,pig. 146-148.


287
mente idóneos para desempeña,rcual- ·
quier empleo, mientras que en la se-
gunda la constitución peculiar de los
esclavos los hace propios para faenas
que, aunque de grande importancia,
no pueden acometerse por sus amos.
La inteligencia superior de los blan-
cos, agrega, les da medios para so-
juzgar á los negros ó mestizos de la
zona tórrida y éstos son, no obstante,
incomparablemente más aptos para
aquellas tareas campestres que pue-
den llamarse indígenas del ardiente
suelo que habitan. Es mu:," dudoso
que la constitución de los blancos
llegue a congeniar con el clima de
los Trópicos, hasta hacerlos aptos
para soportar los trabajos de] campo
en las tierras calientes en que tánto
prospera n los negros. D e cualquier
. modo que esto sea, el hecho es que,
hasta 11oy, tal connaturalización de
los lJlancos en aquellos países no se
ha efectuado; y parece, por tanto,
que hay que adoptar algú n sistema
para que el hombre civilizado ocupe
y aproveche algunas de las más ex-
tensas y más fértiles regiones de la
, 288
tierra. De aquí nace la conve nienci a
de indag ar si son 6 no 'Útiles las dos
institu ciones ; la de la esclav itud y
la del comercio de esclavos, y consi-
derar atenta mente la condic ión y
circun stanci as peculi ares bajo cuyo
influjo hubo de proced erse en un
tiempo , y hubier a de seguir se pro-
cedien do. Nosot ros creemos que el
establ ecimie nto de la esclav itud en
Europ a tiene en su contra podero sas
objeci ones: pero la cuesti 6n varía
entera mente de aspect o si se trata
de la esclav Hud en la Luisia na, Cu-
ba y el Brasil ; las circun stanci as de
estos países son tan di versas de las
de Europ a, que institu ciones incon-
venien tes de este lado del A.tlán tico
puede n aprov echar grand ement e en
aquéll os. "

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