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EPISTOLA ENCICLICA “MIRARI VOS ARBITRAMUR” <•>


(15-VIII-1832)
SOBRE LOS MALES DE SU TIEMPO Y SUS REMEDIOS
G R E G O R I O PP. XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
169 1. Causas del retardo en la publiea- otorgada por autoridad divina, tan
I ción de esta Primera Encíclica: Los grande obstinación de los hom bres, cu-
males presentes. Juzgam os que os ad - yo fu ro r desenfrenado se veía incre-
m irará de que, desde el día en que se m entarse m ás bien que suavizarse con
im puso a N uestra H um ildad el cuidado la larga im punidad y la indulgencia de
169 de la Iglesia Universal, Nos aú n no ha- nuestra m agnánim a benignidad, con la
II yam os dirigido ninguna carta, como lo cual, como de ello podéis perfectam en-
pedían no solo la costum bre introdu- te deducir, cada día se hacían m ás pe-
cida en los prim eros tiempos, sino tam - sados nuestros cuidados cotidianos.
bién n uestra benevolencia hacia vos- 2. La Sma. Virgen es la celestial pa-
otros. E n verdad. N uestro m ayor deseo trona de la presente carta. Con todo,
era abriros en seguida N uestro corazón habiendo tom ado posesión del P onti-
y , en la com unicación íntim a de espíritu ficado en la Basílica Lateranense (lo
hablaros con aquella voz, con que que habíam os diferido por las mism as
en la persona del bienaventurado P e - causas arrib a expuestas) según la cos-
d r o se nos mandó confirmar a Nues-
tum bre e institución de nuestros m a-
tros Hermanos(1). Pero conocéis p er- yores, dejada al fin toda dem ora, Nos
fectam ente por qué tem pestad de m a-
les y pesadum bres fuim os a rra stra - apresuram os, Venerables Herm anos, a
dos repentinam ente en los principios dirigiros esta carta, testim onio de
de N uestro Pontificado a m ares tan N uestra bondad p ara con vosotros, en
profundos que, si la diestra de Dios u n día tan fausto como hoy, en que
no Nos hubiera fortalecido, tuvierais celebram os la fiesta solemne de la glo-
que habernos llorado, hundidos por la riosa Asunción a los cielos de la Santí-
abom inable conspiración de los im - sima Virgen, p ara que aquella mism a
píos. El ánim o rehuye despertar de a quien tuvim os por P atro n a y Salva-
nuevo, con el tristísim o recuerdo de dora de las más grandes calamidades,
tantos peligros, las tristezas allí origi- Nos asista propicia al escribiros aho ra
nadas; m ás bien bendecimos al P adre y con su inspiración celestial Nos su-
de toda consolación que, dispersando giera los consejos que resulten m ás sa-
a los enemigos, Nos salvó del peligro ludables p ara la grey cristiana.
inm inente, y apaciguada la turb u len - 3. Confianza en los Pastores de la
tísim a tem pestad, Nos alivió de Nues- Iglesia. Afligidos, en verdad, y con el
tros tem ores. Nos propusim os al punto ánim o em bargado por la tristeza Nos
com unicaros algunos consejos p ara sa- dirigimos a vosotros, sabiendo que por
n ar las heridas de Israel; pero Nos vuestro am or a la Religión estáis m uy
abrum ó una ingente mole de cuidados preocupados por la dificultad tan gran-
al atender el arreglo de la restitución de de los tiempos en que Nos encon-
del orden público, y Nos im puso en- tram os. Porque con razón pudiéram os
tonces u n a dilación de nuestro deseo. decir que ésta es la hora de las tinie-
E ntre tanto una nueva causa de si- blas, p ara cribar, como trigo, a los h i-
lencio sobrevino por la insolencia de jos de la elección(3). La tierra está
los im píos que intentaron levantar de desolada y marchita... profanada por
nuevo la bandera de la traición. De- sus moradores, porque quebrantaron
bimos al fin, aunque con ingente do- las leyes, alteraron el derecho, rom-
lor, refrenar con la vara^2\ a Nos pieron la alianza eterna
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, I, 169-174. Traduc. espec. corregida para la 2?
edición. En “Codicis Iur. Can Fontes” Card. Gasparri, Roma, 1928, tomo II, pág. 744-752 se volvió a
reproducir el texto original (latín). Las cifras marginales indican las pág. y columnas del texto ori-
ginal latino de Bernasconi (P. H.).
0 ) Lucas 22, 32. C3) Lucas 22, 53.
(2) I Cormt. 4, 21. — 37 — (4) Isaías 24, 4-5.
,38 E n c íc l ic a s d e l PP. Gr e g o r io XVI (1832) 3, 4-7
4. Rebelión del espíritu del m al con- piración de aquellas sociedades en las
tra todo lo bueno. H ablam os, V enera- cuales todo cuanto hay de sacrilego, de
bles Herm anos, de cosas que contem - infam e y de blasfem o en las herejías y
pláis con vuestros propios ojos, y que en las sectas m ás crim inales, h a desem-
lloram os todos con las m ism as lágri- bocado como en una sentina, ju n ta -
mas. Se alegran la industriosa m aldad, m ente con la concreción de todas las
la ciencia insolente, la disoluta licen- bajezas.
cia; se desprecia la santidad de las 6. L a oración, el tra b a jo constante,
cosas sagradas y se condena la m ajes- la unión son las arm as de la Iglesia.
tad del culto divino que posee u n a Estas cosas, Venerables H erm anos, y
poderosa fuerza y entraña una gran otras m uchas y quizá aun m ás graves,
necesidad, y los hom bres m alvados la las que sería largo enum erar al p re-
condenan, la m ancillan y la escarne- sente, y que vosotros conocéis perfec-
cen. De aquí que la sana doctrina se tam ente, Nos obligan a sum irnos en el
corrom pa, y se difunda audazm ente dolor, realm ente acerbo y prolongado,
todo género de errores. No las leyes a Nos, digo, que, constituidos en la Cá-
sagradas, ni los derechos, ni las insti- tedra del príncipe de los apóstoles, he-
tuciones, ni las m ás santas ciencias mos de consum irnos antes que nadie
están a salvo de la osadía de los que por el celo de la universal casa de
hablan maldades... Se com bate con su- Dios. Pero como Nos sabemos coloca-
mo encarnizam iento a esta N uestra dos en un puesto en que no basta so-
Sede R om ana de P e d r o en la cual Se- lam ente lam entar estos innum erables
de puso Cristo el fundam ento de la males, sino en que debemos esforzar-
Iglesia; los vínculos de la unidad día nos en arrancarlos según nuestras
a día se debilitan m ás y se rom pen. fuerzas, acudim os en ayuda de vues-
5. Se niega toda au to rid ad y toda tra fe e invocamos vuestra solicitud
obediencia a la Iglesia. - L as sectas por la salud de la grey católica, Vene-
secretas. Se ataca la auto rid ad divina rables H erm anos, cuya virtud, religión
de la Iglesia, y destruidos sus derechos y singular prudencia son conocidas y
se la somete a razones terrenas; con cuya diligente asiduidad Nos infunde
sum a in juria la entregan al odio de los ánim o y Nos sustenta con gratísim o
pueblos, reduciéndola a ignom iniosa consuelo, afligidos como estamos por
servidum bre. La obediencia, debida a la dificultad tan grande de la situa-
los Obispos se infringe y los derechos ción. Porque a Nos incum be levantar
de éstos se conculcan. Resuenan, de la voz y probarlo todo p ara que el
un m odo horrendo, las academ ias y jabalí de la selva no destruya la viña,
colegios con nuevas opiniones m ons- ni el lobo destroce la grey; Nuestro
truosas, con las cuales no ya oculta- oficio es conducir las ovejas solamente
m ente y en secreto se ataca a la fe a aquellos pastos que les sean saluda-
católica, sino que abiertam ente y aho- bles y, ni por asomo, perniciosos. Ni
ra y a todas luces se le hace u n a es- pensar queremos, am adísim os H erm a-
pantosa y nefasta guerra. Porque, co- nos, ni pensar que, cuando tan grandes
rrom pidas las alm as de los adolescen- males asedian la grey, tantos peligros
tes con las enseñanzas y el ejemplo de se ciernen sobre ella puedan faltar los
sus m aestros, h an cundido un ingente pastores a su oficio, y sacudidos por el
daño religioso y u na tristísim a perver- tem or, abandonen las ovejas, o dejado
sidad m oral. Además, abandonado con el cuidado de la grey, se entorpezcan
esto el freno de la santísim a religión, con el ocio y la desidia. P or esto, tr a -
con la cual solam ente pueden subsis- bajem os en unidad de espíritu por
tir los reinos y afirm arse la fuerza y N uestra causa común, o m ejor dicho,
solidez del poder, vemos aum entar la por la causa de Dios contra los ene-
ruin a del orden público, la decadencia migos com unes haya un com ún esfuer-
del gobierno y la destrucción de toda zo de todos y u na sola vigilancia por
legítim a potestad. Y ciertam ente, este la salud de todo el pueblo.
cúm ulo tan grande de calam idades se 7. Ser fieles a la tradición de la Igle-
debe atrib u ir en prim er lugar a la cons- sia. - D esconfiar del espíritu de nove-
3, 8-10 E n c íc l ic a “M ir a r i Vo s ” 39

dad. Pues bien, haréis esto de u n modo unirse fidelísim am ente a la Cátedra de
excelente si, según lo pide la razón de Pedro, custodiar santa y religiosam ente
vuestro oficio, cuidáis de vosotros y de el depósito de la fe, y pastorear y ali-
la doctrina, considerando asiduam ente m entar en cuanto de él dependa, la
aquello que la Iglesia es batida de toda grey de Dios, los presbíteros han de
novedad(5)6789, y el consejo del P apa S a n estar sujetos a los Obispos, a quienes 171
Ag a t ó n : en nada disminuir ni cambiar deben recibir como padres de su alma 1
nada, nada añadir a aquellas cosas que según la expresión de Je r ó n i m o U°). y no
han sido debidamente definidas sino olviden nunca que les está prohibido,
j custodiarlas incólumes en las palabras aun p o r los antiguos cánones, hacer
| y en su significación^ . Con esto queda- cualquier cosa en el m inisterio ya reci-
rá inconm ovible en pie aquella sólida bido, y arrogarse el cargo de enseñar y
unidad que se encierra en esta cátedra predicar sin sentencia del Obispo, a cu-
de S a n P e d r o como en su fundam ento, ya fidelidad está confiado el pueblo, y
para que allí mismo de donde dim anan del cual se exigirá cuenta de las al-
los derechos a todas las Iglesias de la P or último, téngase firm em ente
veneranda com unión, encuentren éstas por cierto, que todos aquellos que al-
el baluarte y la seguridad, un puerto li- guna cosa m aquinan contra este orden
bre de tem pestades, y un tesoro de in - preestablecido, p ertu rb an fu ndam en-
num erables bienes Así pues, p ara re - talm ente en cuanto de ellos depende
chazar la audacia de aquellos que p ro - el estado de la Iglesia.
curan atropellar los derechos de esta 9. L a d octrina de la Iglesia no p e r-
Santa Sede o suprim ir la unión de los m ite críticas. Sería adem ás ilícito y
fieles con ella, unión que es p ara la Igle- com pletam ente ajeno de aquella vene-
sia el sostén y la vida, inculcad una
ración con que deben recibirse las leyes
grandísim a fe en esta Santa Sede y un
de la Iglesia desaprobar con necio p ru -
sentim iento de sincera veneración, cla-
m ando con S a n Ci p r i a n o : falsamente rito de opinar, la disciplina por ella
confía estar en la Iglesia aquel que sancionada, en que descansa la adm i-
abandona la cátedra de Pedro, sobre la nistración de las cosas sagradas, la n o r-
cual está fundada la Iglesia^. m a de las costum bres y el orden de los
derechos de la Iglesia y de sus m inis-
8. F idelidad de los Obispos al Sumo tros, o tildar esta disciplina de contra-
P ontífice y de los P resbíteros a los ria a ciertos principios del derecho n a -
Obispos. E n esto, pues, habéis de tr a - tural, o juzgarla como incom pleta e
b ajar asiduam ente, y vigilar p ara que se im perfecta y sujeta a la autoridad civil.
conserve el depósito de la fe en medio
10. L a Iglesia, institución divina, no
de una conspiración que lam entam os,
como que está dirigida a dilapidar y requiere nunca restauración, ni rege-
destruir aquel mismo depósito. Recuer- neración. Dado que consta p o r o tra
den todos que el juicio sobre la sana parte, según los Padres del Tridentino,
doctrina con que los pueblos deben ali- que la Iglesia fue instruida por Cristo
m entarse y el régim en y la adm inistra- Jesús y sus apóstoles y es enseñada por
ción de la Iglesia U niversal pertenecen el Espíritu Santo quien siempre le ins-
al Rom ano Pontífice, a quien Cristo pira toda verdad(812\ es com pletam en-
*
Señor entregó la plena potestad de n u - te absurdo y, especialm ente injurioso
trir, regir y gobernar la Iglesia U niver- insistir en u n a restauración y regene-
sal, como claram ente lo declararon los ración como necesaria p ara proveer
padres del Co n c i l i o F l o r e n t i n o In - su incolum idad y su increm ento, co-
cumbe por otra parte a cada Obispo mo si ella pudiera considerarse como
(5) S . C e l e s t i n o P a p a , Epist. 21 a los Obispos Labb.tomo 18, col. 527, edit. Venet; ver también
de Galia, c. II (Migne PL. 50, col. 530-B). Mansi Coll. Conc. 31-B, col. 1666-1671).
(6) S . A g a t ó n , Epit. a d a u g . I m p e r a t . en Labb. (10) S . J e r ó n i m o , Ep. 2, a Nepot., a. 1, 24
t. II, 235, ed. Mansi; (Migne, PL. 87, col. 1164-D).(Migne PL. 22, epist. 52, 7, col. 533 n. 262).
(7) S . I n o c e n c i o , P a p a Ep. II en Coust. (Migne, (11) De los cánones. Ep. 38 (en Labb. tomo I,
20, col. 469). p . 38, edit. Mansi).
(8) S . C i p r i a n o . De unitate Eccles. IV (Migne, (1) Juan 14. 26; Conc. Trident., sesión 13 de-
PL. 4, col. 516-A). cret. de Eucarist., proemio. (Enchir. Symb. Denz.-
(9) Concilio Florentino, sesión 25 en definit (en Umberg 873-a).
40 E n c íc l ic a s d e l PP. Gr e g o r io XVI (1832) 3, 10-13
expuesta a defecto, obscurecim iento u más, nuestras com unes preocupaciones
otros defectos por el estilo. Con este el honorable m atrim onio de los cristia-
conato intentan los reform adores poner nos, que P a b l o llam ó gran sacramento
los fundamentos de una nueva institu- en Cristo y la Iglesia134(15), a fin de que no
ción humana y hacer efectivo, lo que se opine m enos rectamente, o se deje o
condenó Ci p r i a n o , a saber que la Igle- procure introducir opiniones, contrarias
sia, que es cosa divina, se vuelva hu- a su santidad y su vínculo indisoluble.
mana(ls\ Consideren los que revuelven Nuestro predecesor P ío V III de feliz
en su m ente tales ideas que, según el m em oria ya lo había grandem ente en-
testim onio de S. L e ó n , sólo al Rom ano com endado en sus cartas a vosotros (15a>.
Pontífice se confió la adm inistración de Sin em bargo aum entan aún las m a-
los cánones, y sólo a él y no a ningún quinaciones contra el m atrim onio.
hom bre particular compete decretar to - Débese pues, enseñar diligentemente
do lo referente a las reglas de las san- al pueblo que el m atrim onio, una vez
ciones paternas, y así, como escribe S. legítim am ente contraído, ya no puede
Ge la s i o , promulgar los decretos de los
disolverse, y que Dios ha constituido a
cánones, y medir los preceptos de los los esposos en sociedad perpetua, p ara
antecesores, para que, después de dili- toda la vida, uniéndolos con un vínculo
que no puede disolverse sino con la
gente consideración, se templen aque- m uerte. Recordando que el m atrim onio
llas cosas que la necesidad de los tiem- pertenece a las cosas sagradas y que,
pos pide se atenúen para la restaura- por lo mismo, está sujeto a la Iglesia,
ción de las Iglesias^ . tengan ante los ojos las leyes estable-
cidas por la m ism a Iglesia, y obedéz-
11. D efensa del celibato eclesiástico.
canlas santa y exactam ente. De su ad -
Aquí querem os que quede viva vuestra m inistración depende del todo la vali-
constancia por defender la religión con- dez, fuerza y recta unión del m atrim o-
tra una torpísim a conjuración que tiene nio. Tengan cuidado de no adm itir de
por blanco el celibato clerical, la cual, m anera alguna, nada que se oponga a
como sabéis, se propaga cada día más, las prescripciones de los sagrados cá-
y en que colaboran con los extraviados nones y a los decretos de los concilios.
filósofos de nuestros tiempos, tam bién Bien sabedores que term inarán desafor-
algunos m iem bros del m ismo orden tunados aquellos m atrim onios que se
eclesiástico, los cuales, olvidados de sus contraigan contraviniendo la disciplina
personas y de sus cargos, y arrebatados de la Iglesia, o sin la bendición previa
por las incitaciones de la sensualidad, de Dios, o sólo por la pasión de la con-
llegaron a tal licencia que en algunos cupiscencia, sin que los esposos piensen
lugares se atrevieron a elevar púbUcas en el sacram ento y en los m isterios que
y reiteradas súplicas a los príncipes el m atrim onio encierra.
p a ra poder in frin g ir aquella santísim a
13.El indiferentism o. - Su condena-
disciplina. P ero Nos disgusta distraeros
ción. E xpondrem os ahora otro origen
en u n a larga relación de estos torp ísi-
mos conatos, y m ás bien encom enda- m uy prolífico de los males que con
mos confiadam ente a vuestra piedad el dolor sentimos afligir a la Iglesia; Nos
que procuréis con todo em peño custo- referim os al indiferentismo, o sea aque-
d ia r inviolable y sin m enoscabo esta lla perversa opinión, que se h a p ro p a-
ley im portantísim a contra la cual se d i- gado am plísim am ente por engaño de
rigen, de todos lados, las arm as de los los malvados, según la cual/p u ed e el
lascivos, y que la vindiquéis y defen- alm a conseguir la salud eterna profe-
dáis, como lo m an d an los sagrados cá- sando cualquier creencia, con tal que
nones. las costum bres se ajusten a la norm a
de lo recto y honesto.. Pero fácilm ente
12. Santidad del m atrim onio cristia- expulsaréis de los pueblos, confiados a
no. - Su indisolubilidad. Suscita, ade- vuestros desvelos, este error perniciosí-
(13) S. Cipriano, epist. 52, edit. Baluz (Migne,
PL. 3, col. 815-B; ver 4, col. 365). (15a) Pío MUI, Carta Apost. Litteris altero, 25-
(14) S. Gelasio, Papa, epist. a los Obispos de III-1830, al arzobipo de Colonia y los obispos de
Lucarna (Migne, PL. 59, epist. 9, col. 48-C). Tréveris, Monasterio y Paderborn (Iur. Can. Fon-
(15) Hebr. 13, 4. tes, Card. Gasparri, Boma 1928, tomo II, 733-736).
3, 14-15 E n c íc l ic a “ M ir a r i V o s ” 41
simo, tratándose de una cosa tan clara langostas que invadieron la am plitud de
y com pletam ente evidente. Habiendo la tierra. Porque de allí nacen la tu rb a -
recordado el apóstol que uno es Dios, ción de los ánimos, la corrupción de
una la je y uno el bautismo^1Q\ tiem - los jóvenes; de allí, se in filtra en el
blen los que pretenden que en cual- pueblo el desprecio de las cosas santas
quiera religión hay un cam ino abierto y de las leyes m ás sagradas; de allí, en
hacia el puerto de la bienaventuranza, u n a palabra, p ara la república, la peste
y m editen en su alm a las palabras del m ás grave que cualquiera otra: la expe-
Salvador que dicen que están contra riencia, ya desde la m ás rem ota an ti-
Cristo los que con Cristo no están^D güedad, lo h a com probado en las ciu-
y que desparram an, desafortunadam en- dades que florecieron con las riquezas,
te, los que con El no cosechan, y que el im perio y la gloria y que cayeron con
por esto perecerán sin duda eterna- sólo este mal, a saber: la libertad inm o-
mente los que no poseen la fe católica derada de las opiniones, la licencia de
y la conservan íntegra e inviolada^18*. los discursos, la avidez de lo nuevo.
Oigan a J e r ó n i m o , el cual n a rra que, 15. L a libertad de prensa. - Su re fu -
estando la Iglesia dividida en tres p a r- tación. Aquí tiene su lugar aquella pé- |
tes, tenazm ente había exclamado, siem- sima y nunca suficientem ente execrada
pre que alguien lo quería llevar a su y detestada libertad de prensa p ara la
propio partido: Si alguno se une a la difusión de cualesquiera escritos; liber-
Cátedra de Pedro, ése es mío^19K tad que con tanto clam or se atreven
P or otra parte, falsam ente alguien algunos a pedir y prom over. Nos h o -
acariciaría la idea de que le basta con rrorizam os, Venerables H erm anos, al
estar regenerado por el bautism o, pues contem plar con qué m onstruos de doc-
oportunam ente le respondería A g u s t í n : trinas, o m ejor, por qué m onstruos de
El sarmiento que está separado déla vid errores nos vemos sepultados, con qué
tiene la misma forma; pero ¿qué le profusión se difunden por doquiera es-
aprovecha la forma si no vive de la tos errores en innum erable cantidad de
raíz?('20K libros, folletos y escritos, pequeños
14. La libertad de conciencia. - Susciertam ente por su volumen, pero enor-
m alas consecuencias. De esta c o rru p - mes por su malicia, de los que se d erra-
tísim a fuente del indiferentismo brota m a sobre la faz de la tierra aquella
aquella absurda y errónea sentencia, o m aldición que lloramos. P or desgracia,
m ás bien delirio, de que se debe a fir- hay quienes son llevados a un descaro
m ar y vindicar p ara cada uno la abso- tal, que afirm an belicosam ente que esta
luta libertad de conciencia. Abre cam i- avalancha de errores nacida de la li-
no a este pestilente error aquella plena b ertad de prensa se com pensa sobra-
e inm oderada libertad de opinión que dam ente con algún libro que se edite
p ara daño de lo sagrado y profano está en m edio de ésta tan grande tem pestad
tan difundida repitiendo algunos inso- de perversidades, p a ra defender la R e-
lentes que aquella libertad de concien- ligión y la verdad. Ilícito sin duda es, y
cia reporta provecho a la religión. Pero, condenado por todo derecho, causar de
¡qué muerte peor hay para el alma que propósito un m al cierto y m ayor p ara
la libertad del error!, decía ya S. A g u s - que haya una esperanza que de allí re -
t í n (2D. Porque ciertam ente quitado to - sulte algún bien. ¿Acaso d irá un hom -
do freno que retiene a los hom bres en bre sano que se debe esparcir lib re-
la senda de la verdad, y abalanzándose m ente el veneno, venderlo y d istrib u ir-
ya su naturaleza hacia el mal, con ver- lo públicam ente y aun beberlo, porque
dad decimos que está abierto el pozo del hay cierto antídoto que de vez en cuan-
abismo (22> del cual vio subir S a n J u a n do a rre b a ta de la m uerte a los que se
el hum o que oscureció el sol y salir las envenenaron?
(16) Efesios 4, 5. (20) S. Agustín, Psalmus contra partem Do-
(17) Lucas 11, 23. nati o Salmo abecedario, letra S (Migne, PL. 43,
col 50, rengl. 29-31).
(18) Símbolo Atanasiano. (21) San Agustín, epist. 166 cap. II (Migne, PL,
(19) S. Jerónimo, epist. 57, 2 (Migne PL. 22, 33, Epist. 105, 10, col. 400).
epist. 15, col. 355). (22) Apoc. 9, 3.
42 E n c íc l ic a s d e l PP. Gr e g o r io XVI (1832) 3, 16-18
16. Doctrina de la Iglesia acerca de a la Iglesia el derecho de decretarla y
la libertad de prensa. - El índice de tenerla.
libros prohibidos. Muy diversa fue la 17. La desobediencia a las autorida-
disciplina de la Iglesia; extirpaba la des legítimas, sobre todo eclesiásticas.
peste de los malos libros, aun desde el Sabiendo por escritos difundidos en las
tiem po de los apóstoles; leemos que m asas que se propagan ciertas doctri-
ellos quem aron públicam ente gran can- nas orientadas a derrum bar la fe y la
tidad de libros(23)2 .
*
4 sumisión, debidos a los príncipes y a
Basta leer las leyes dadas en el c o n - encender por todas partes las teas de
c i l i o L a t e r a n e n s e V sobre este asunto, la traición; debe tenerse m uchísim o
y la constitución, publicada a continua- cuidado a fin de que los pueblos, enga-
ción por L e ó n X, nuestro Predecesor ñados con tales doctrinas, no se a p a r-
de feliz m em oria, p ara que lo que se ten de los caminos del bien.
ha inventado saludablemente para el Adviertan todos que, según el após-
aumento de la fe y la propagación de tol, no hay potestad que no provenga
las buenas artes, no se convierta en lo de Dios; y las que hay, han sido esta-
contrario y engendre daño para la sa- blecidas por Dios. Por lo cual quien
lud de los fieles de C r i s t o De esto resiste a la potestad, resiste a la orde-
se preocuparon tam bién m ucho los p a - nación de Dios, y los que resisten, ellos
dres del T r i d e n t i n o los que aplicaron mismos se acarrean la condenación^27^.
u n rem edio a este m al tan grande, con P or lo cual, los derechos divinos ju n ta -
el m uy saludable decreto de com poner m ente con los hum anos clam an contra
un índice de los libros que contuvieran aquellos que con m uy infam es m aqui-
doctrinas erróneas (2)~L Hay que luchar naciones de traiciones y sediciones p ro -
denodadamente, dice N uestro prede- curan apartarse de la fidelidad a los
cesor c l e m e n t e XIII, de feliz m em o- príncipes y derrocarlos del poder.
ria, en su carta encíclica sobre la Y consta que por la razón aducida,
prohibición de libros dañinos, hay que para no m ancharse con tanta bajeza,
luchar tan denodadamente, cuanto lo los antiguos cristianos, aun en medio
pida la cosa misma, y hay que extermi- de las persecuciones, m erecieron gran-
nar en cuanto se pueda la peste mortí- demente de los em peradores y de la
fera de tanto libro impío, porque nun- incolum idad del im perio; lo dem ostra-
ca se quitará el error, si los elementos ron am pliam ente no sólo por la fideli-
criminales no perecen quemados en las dad en el cum plim iento exacto y pronto
llamas(26K De esta constante solicitud de lo que se les m andaba (con tal que
en todas las épocas con que siempre no fuera en desmedro de la religión),
esta Santa Sede Apostólica se h a esfor- sino también por la constancia y aun
zado en condenar los libros sospechosos por el derramamiento de la sangre en
y dañinos y arrancarlos de las m anos las batallas. Los soldados cristianos,
de los hom bres, aparece clarísim am ente dice S. Ag u s t í n , sirvieron al emperador
en qué grado sea falsa, tem eraria y le- infiel; cuando se trataba de la causa de
siva p ara la m ism a Sede Apostólica, y Cristo, no reconocían sino a Aquel, que
fecunda en males ingentes p ara el pue- estaba en los cielos. Distinguían al Se-
blo cristiano, la doctrina de aquellos ñor eterno del señor temporal, y con
que no sólo rechazan la censura de los todo estaban sujetos aun al señor tem-
libros como dem asiado grave y onerosa, poral por causa del Señor eterno(28L
sino que tam bién llegan a la osadía de 18. Los mártires dan el verdadero
declararla contraria a los principios ejemplo de obediencia. E sta d octrina
rectos del derecho y se atreven a negar tenía ante los ojos el invicto m ártir S a n
(23) Act. 19, 19. (25) Concil. Trident. sesiones 18 y 25.
(24) Acta Concil. Lateran. V (1512-1517), sesión (26) Clemente XIII, Carta Encíclica Christianx
X en que se reproduce la Constit. de León X, reipublicx § 2, 25-XI-1766 (Iur. Can. Fontes,
“Inter sollicitudines”, 4-V-1515, (Fontes I, 115-116; Gasparri, Roma 1928, tomo II, 610).
Mansi Coll. Conc. 32, 912-913) y “Exsurge Domine“
15-VI-1520, § 5 (Fontes, I, 134; Mansi 32, 1054-D); (27) Romanos 13, 2.
ver también Alejandro VI, Constit. “Inter m ultí- (28) S. Agustín, Ennarrat. in Psal. 124 n. 7
plices” en que se halla mucho concerniente a esto. (Migne PL. 37, col. 1654).
3, 19-22 E n c íc l ic a “M ir a r i V o s ” 43
M a u r i c i o , capitán de la l e g i ó n T e b a n a ,
santísim os de la Religión cristiana, con-
cuando, como refiere S a n E u q u e r i o (29) denan la detestable insolencia y m aldad
respondió al em perador: Somos solda- de aquellos, que ardiendo en abyecto y
dos tuyos, oh emperador, pero con to- desenfrenado deseo de atrevida liber- 173
do, siervos de Dios como lo confesamos tad, ponen todo su em peño en d estru ir 11
libremente..., y ahora, este destino de y a rran car los derechos de los gobier-
la muerte no nos ha lanzado a la rebe- nos, p ara atraer sobre los pueblos la
lión: mira, tenemos armas y no resis- servidum bre so capa de libertad. A este
timos porque preferimos morir más fin conspiran sin duda las fantasías
bien que ser muertos en batalla. Y cier- y los consejos de los W a l d e n s e s , B e -
tam ente esta fidelidad de los antiguos g u a r d o s , W i c l e f i s t a s y otros sem ejan-
cristianos hacia sus príncipes b rillará tes hijos de B e l i a l , que fueron las heces
con luz tanto m ayor cuanto se consi- y deshonra del género hum ano, y pol-
dere, con T e r t u l i a n o , que en ese tiem - lo tanto, con razón anatem atizam os ta n -
po no les había faltado a los cristianos tas veces por esta Sede Apostólica. Y
la fuerza del núm ero y de las riquezas, ciertam ente, estos hom bres astutos tr a -
si hubiesen querido hacer el papel de b ajan con L u t e r o gritando que son
enemigos declarados. Somos de ayer, libres de todo. P ara conseguir esto más
le dice al em perador, y llenamos el fácil y rápidam ente em prenden con
orbe y todo lo vuestro: ciudades, islas, m uchísim a audacia las cosas m ás m al-
pueblos, municipios, consejos, los mis- vadas.
mos campamentos, las tribus, las decu- 20. Concordia que debe reinar entre
rias, el palacio, el senado, el foro. Sólo el poder eclesiástico y civil. Tam poco
los templos os hemos dejado. ¿Habría podríam os predecir m ejores tiempos
alguna guerra a que — aunque desigua- p ara la Religión y el gobierno como re -
les en poder militar al enemigo— no sultado de las prom esas de aquellos que
estuviésemos prontos a entrar los que desean separar la Iglesia del Estado y
tan gustosamente nos dejamos despe- rom per la m utua concordia del poder
dazar, si no fuese por nuestra doctrina civil con el sacerdocio. P orque consta
que nos enseña a preferir ser muertos sin duda que es tem ida por los desver-
antes que matar? Aun sin armas, sin gonzados am antes de la libertad aquella
rebelión, sólo por el descontento, el concordia que siempre fue venturosa y
odio, el abandono de vuestras ciudades saludable p ara lo sagrado y lo civil.
habríamos podido combatiros; pues si 21. Condenación de las asociaciones
nosotros, siendo una muchedumbre tan y asambleas que conspiran contra la
grande de hombres, nos apartáramos Iglesia. A las dem ás causas acerbísi-
de vosotros, yendo a algún rincón re- m as que en el com ún peligro Nos p re -
tirado del orbe, todo vuestro gobierno ocupan y Nos angustian con un dolor
palidecería de vergüenza; al paralizarse especial, se han añadido ciertas asocia-
el tráfico, al ver el cuadro espantoso ciones y asam bleas fijas.
del casi despoblado imperio, deberíais Estas, haciendo casi frente común
buscar a quienes dar órdenes y regir. con los secuaces de todas las religiones
Os quedarían más enemigos que ciuda- falsas y todos los cultos, aparentan,
danos. Pues ahora el número de ene- es cierto, tener respeto a la Religión,
migos que tenéis es menor que el de pero de hecho, con el deseo de novedad
ciudadanos por la multitud de cristia- y de prom over en todas partes le revo-
nos <3°). lución, predican u n a libertad om ním o-
da, suscitan desórdenes en lo sagrado y
19. Estos ejemplos refutan las teo- en lo civil y despedazan la autoridad
rías de los modernos libertarios. Estos m ás santa.
preclaros ejem plos de inconm ovible su- 22. Exhortación a ser diligentes en
jeción a los príncipes, ejem plos que la lucha contra estos males modernos.
nacían necesariam ente de los preceptos L am entando ciertam ente estas cosas,
(29) S. Euquerio, [en Ruinart, Acta de los s. (30) Tertuliano, Apolog., cap. 37 (Migne PL., 1,
mártires: Los santos Mauricio y socios, n. IV;} col., 525-A).
(Migne PL. 50, col. 830-A).
44 E n c íc l ic a s d e l PP. Gr e g o r io XVI (1832) 3, 23-25
pero confiando en Aquel que im pera a autoridad y tranquilidad todo lo que
los vientos y produce la tranquilidad, se trab aja por la salud de la Iglesia;
escribim os a vosotros, Venerables H er- m ás aún, persuádanse de que deben
m anos, p ara que arm ados con el escu- estim ar m ás la causa de la fe que la
do de la fe os esforcéis en luchar con del poder tem poral y reflexionar sobre
energía en las batallas del Señor. A lo m ucho que les im porta si, según la
vosotros incum be en especial defender expresión del P apa S. L e ó n , a su dia-
el m uro contra toda la soberbia que se dema se añade la corona de la fe reci-
levante contra la soberanía de Dios. bida de la mano del Señor. Puestos
Desenvainad la espada del espíritu, que como padres y tutores de los pueblos,
es la palabra de Dios, y reciban pan de les proporcionarán verdadero, constan-
vosotros, aquellos que tienen ham bre te, abundante sosiego y tranquilidad, si
de justicia. Persuadios p ara que seáis se preocupan ante todo de crue sea in -
cultivadores diligentes de la viña del cólume la Religión y la piedad p ara con
Señor, procurad, ante todo, trab ajar Dios, que tiene escrito sobre su m anto
juntos p ara extirpar toda raíz de am ar- y sobre su m uslo: rey de reyes y Señor
gura del cam po cam biando la semilla de señores(33L
de los vicios por el alegre fruto de las
25. Invocación final a la Sma. V ir-
virtudes. Abrazando en prim er lugar
gen y a los Ss. Apóstoles P edro y P a -
con paternal afecto a los que se han
blo. P a ra que todo esto suceda p ró s-
dedicado a las sagradas disciplinas y a
pera y felizmente, levantem os los ojos
los problem as filosóficos, aconsejadlos
y las m anos a la Santísim a Virgen Ma-
y guardadlos, no sea que, fiados im p ru -
ría; E lla sola, que constituye toda nues-
dentem ente en las solas fuerzas de su in - tra confianza, m ás aún todo el funda-
genio se aparten del sendero de la ver- m ento de nuestra esperanza, destruyó
dad p ara seguir el cam ino de los impíos. todas las herejías <34>. Que E lla con su
23. C onfiar ante todo en Dios. Re- patrocinio im plore resultados favora-
cuerden ellos que Dios es el guía de la bles p ara Nuestros cuidados, consejos y
sabiduría y el que corrige a los sa- actos, en medio de tan gran necesidad
bios(31\ y no puede suceder, que sin de la grey del Señor. Pidam os hum ilde-
Dios aprendam os a Dios quien por m ente esto mismo a P e d r o , príncipe de
el Verbo enseña a los hom bres a cono- los apóstoles y a P a b l o s u coapóstol,
cer a Dios <332*
1 >. Es propio del hom bre que defendam os todos el m uro, p ara
soberbio, o m as bien necio, exam inar que no se ponga otro fundam ento di-
con balanzas hum anas los m isterios verso del que está puesto. Apoyados en
de la fe, que superan todo sentido, y esta venturosa esperanza, confiam os en
confiar en el razonam iento de nuestra que Jesucristo, autor y consum ador de
mente, que, por la condición de la n a - la fe, Nos consuele finalm ente a todos
turaleza hum ana, es débil y enferm a. en las tribulaciones que tanto Nos han
24. L lam ado a los príncipes cristia- acosado y como augurios del auxilio
nos p ara que colaboren con la Iglesia. divino, os damos de todo corazón a
P or lo demás, los príncipes, hijos nues- vosotros, Venerables Herm anos, y a las
tros m uy am ados en Cristo, favorezcan ovejas a vosotros confiadas, la Bendi-
con su ayuda y autoridad a estos nues- ción Apostólica.
tros votos por la incolum idad de lo sa- Dado en Roma, en Santa María la
grado y público. Consideren que ésta Mayor, el día 15 de agosto, fiesta de la
les ha sido dada no sólo p ara el gobier- m ism a bienaventurada Virgen María,
no del m undo, sino sobre todo p ara la en el año del Señor de 1832, segundo
defensa de la Iglesia. Adviertan diligen- de nuestro Pontificado.
tem ente que resulta en provecho de su GREGORIO PAPA XVI.
(31) Sabid. 1, 15. (33) Apocalip. 19, 16.
(32) S. Ireneo, Adv. haer Ub. IV, cap. 10 (Mi- (34) S. Bernardo, Sermón de la Octava de la
gne PG. 7-A, col. 1000). Asunción, BMV, n. 4 (Migne 183, col. 431-D).

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