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Varios - Movimientos Sociales Estado Y Democracia en Colombia
Varios - Movimientos Sociales Estado Y Democracia en Colombia
Primera edición:
marzo de 2001
ISBN 958-06-38-92-9
LOS EDITORES
Orlando Fals Borda
Colegas movimientólogos:
bido. Por allí quedan aún las brasas, en espera de vientos que
les abaniquen. Y ésta parece ser una coyuntura excelente para
levantar cabeza y armar alborotos bien concebidos. Y, por supues-
to, también nos referimos a los nuevos dirigentes que han avan-
zado desde la rutina anterior.
Si en realidad está pasando aquí la hora de los partidos tra-
dicionales, como ha ocurrido en países vecinos, vale la pena
volver a examinar los movimientos alternativos que están salien-
do al ruedo, con los mismos o con otros nombres, y claramente
colocados a la izquierda del espectro político, sin vergüenzas ni
eufemismos. Por eso es tan oportuno este seminario, que debe
animar y estimular a "terceristas" y socialistas como yo, sin
confundirnos con las "terceras vías" o socialdemocracias euro-
peizantes que farfullan sibilinas y asustadas en los medios.
Pero además de la oportunidad subversiva, este seminario
tiene también otro encanto positivo: la variedad de sus temáti-
cas, por la atención que presta a asuntos diversos relacionados
con la acción popular y cultural. Es un hecho nuevo, porque en
este campo hasta hoy se ha privilegiado el análisis político clási-
co más que el politológico disciplinario, como en efecto lo re-
quiere el Observatorio que nos congrega aquí. De allí lo nove-
doso que advierto en lo que habrá en estos días, y la importancia
que tiene para proyectarse la acción de lo que haya de venir en
el momento crítico actual.
En efecto, el programa del seminario me pareció sorpren-
dente: hay tal variedad de aspectos tratados, desde el contexto
estatal, pasando por lo étnico, territorial, campesino, laboral y
cívico, hasta llegar a las perspectivas de género, que este menú
destaca una diferencia sustancial con esfuerzos similares del pa-
sado. Los primeros cultores del tema en los años setenta y ochen-
ta quedábamos por lo regular hipnotizados por la acción políti-
ca, y allí nos deteníamos. Ahora veo que no es así, lo que quiero
interpretar como síntoma de progreso intelectual y analítico.
L 12 1 ORLANDO FALS BORDA
¿Los sectores populares son lo que son, lo que ellos creen ser o lo
que otros creen que son?
Luis Alberto Romero,
"Los SECTORES POPULARES URBANOS COMO SUJETOS HISTÓRICOS"2
1
Lecturas Dominicales, El Tiempo, 27 de febrero del 2000, p. 3.
2
Proposiciones, N 2 19, 1990 (?), p. 275.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia [17]
3
"Historiografía sobre los movimientos sociales en Colombia, siglo xx", en
Bernardo Tovar (compilador), La historia al final del milenio, Vol. I. Bogotá: Edi-
torial Universidad Nacional, 1994, pp. 251-352.
[ 18 ] MAURICIO ARCHILA
4
Una ampliación de esta definición en mi ensayo "Tendencias recientes de
los movimientos sociales", en Francisco Leal (compilador). En busca de la estabi-
lidad perdida. Bogotá: Tercer Mundo, 1995, pp. 254-257.
s
Punto desarrollado por Chantal Mouffe, "Democracia radical: ¿moderna o
postmoderna?", Revista Foro, N 2 24, Bogotá, septiembre de 1994, p. 23.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia í 19 ]
6
Hay quienes postulan fases o momentos en la historia social reciente del país
según distintos protagonismos, lo que en sí constituye una interpretación de esa
historia, como toda cronología lo es. A guisa de ejemplo, véanse las propuestas
de Francisco de Roux y Cristina Escobar ("Una periodización de la movilización
popular en los setentas", Controversia, N 2 125, 1985) y la más elaborada de
Leopoldo Muñera {Rupturas y continuidades: poder y movimiento popular en Colom-
bia, 1968-1988. Bogotá: Cerec-Iepri-Facultad de Derecho UN, 1998). En ambos
casos se postula un protagonismo campesino a principios de los setenta, seguido
de un resurgimiento obrero a mediados del mismo decenio para pasar luego al
auge cívico de los ochenta.
[ 20 ] MAURICIO ARCHILA
7
Un crítica al discurso desarroliista, en Arturo Escobar, Encountering Deve-
lopment. The Making and Unmaking ofthe Third World. Princeton: Princeton
University Press, 1995.
8
Véanse, como ejemplos de los dos extremos, los trabajos del padre J o s e p h
Lebret, Estudios sobre las condiciones de desarrollo de Colombia. Bogotá: AEDHA, 1958,
y de O r l a n d o Fals Borda, Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucio
(Boyacá). Bogotá: Editorial Punta de Lanza, 1978.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia [ 21 ]
9
Un texto representativo de esta primera aproximación, que cuenta además
con una importante base empírica, es el de Miguel Urrutia, Historia del sindica-
lismo en Colombia. Bogotá: Universidad de los Andes, 1969.
10
Consideraciones de este estilo en los textos de John D. Martz, Colombia, un
estudio de política contemporánea. Bogotá: Universidad Nacional, 1969, y de Robert
Dix, Colombia, the Political Dimensions of Change. New Haven: Yale University Press,
1967.
11
Estos aspectos teóricos los amplío en mi ensayo "Poderes y contestación",
Controversia, N 2 173, diciembre de 1998, pp. 29-60.
12
En esto coinciden los autores del libro El marxismo en Colombia. Bogotá: Uni-
versidad Nacional, 1984. Uno de ellos, Gabriel Misas, recuerda que "en la Uni-
versidad Nacional,..., se podían contar, en el lapso 1960-1965, únicamente tres
profesores marxistas" (ibid., p. 213).
[ 22 ] MAURICIO ARCHILA
13
Para Leopoldo Muñera, "... la acción, la praxis social no se mueve sólo en el
eje de las clases y tenemos que asumir ese desafío" ("Actores y clases sociales",
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia í 23 ]
18
El régimen bipartidista, según el analista norteamericanojonathan Hartlyn,
no sólo no movilizó a los sectores populares a su favor, sino que intentó dividir-
los y debilitarlos (La política del régimen de coalición. Bogotá: Tercer Mundo-
Uniandes, 1993, pp. 207 y siguientes).
19
Citado por J. Hartlyn, ibid., p. 251.
20
Arturo Escobar, EncounteringDevelopment..., cap. 2. Un texto representativo
de esta postura teórica en nuestro medio fue el de Mario Arrubla, Estudios sobre
el subdesarrollo colombiano. Bogotá: Estrategia, 1963.
21
Daniel Pecaut (Política y sindicalismo en Colombia. Bogotá: La Carreta, 1973)
hace eco de esta visión, en especial, en la Introducción.
[ 26 1 MAURICIO ARCHILA
22
Aunque distante del marxismo leninismo, la corriente de la "derivación ló-
gica del capital", que tuvo a Fernando Rojas y a Víctor Manuel Moncayo como
sus mejores exponentes en nuestro medio, postulaba una autonomía obrera y
aun popular como la tabla de salvación ante la lógica implacable de un capita-
lismo que no tenía patria. Véase, de los dos autores, Luchas obreras y política la-
boral en Colombia. Bogotá: La Carreta, 1978.
23
Así ocurrió con los pioneros trabajos de Medófilo Medina, "Los paros cívi-
cos en Colombia (1957-1977)", Estudios Marxistas, N 2 14, 1977, pp. 3-24 y de
Jaime Carrillo, Los paros cívicos en Colombia. Bogotá: Oveja Negra, 1981. El pri-
mero designó a los paros cívicos como una modalidad de huelga de masas, con
gran presencia sindical. El segundo desarrolló más la hipótesis de la crisis ur-
bana para explicar la movilización ciudadana, pero reiteró el peso sindical. Sería
Pedro Santana quien refutaría esa última apreciación y quien insistiría más en
la hipótesis del desarrollo desigual (Desarrollo regional y paros cívicos en Colombia.
Bogotá: Cinep, 1983). La inspiración en autores como Manuel Castells y Jordi
Borja ya estaba presente en tempranos estudios como el del Grupo Russi, Lu-
cha de clases..., y el de Jorge E. Vargas y Luis I. Aguilar, Planeación urhanay lucha
de clases. Bogotá: Cinep, 1976.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia l 27 ]
24
"Dos acontecimientos reflejaron esa enfermedad de la percepción: la adop-
ción del Estatuto de Seguridad el 6 de septiembre de 1978 por el gobierno de
Turbay Ayala y la realización de la Séptima Conferencia Nacional de las Farc en
1982" ("Dos décadas de crisis política en Colombia, 1977-1997", en Luz Gabriela
Arango, La crisis sociopolítica colombiana. Bogotá: CES-Fundación Social, 1997, pp.
29-30).
25
Internacionalmente el momento coincide con el triunfo de la Revolución
nicaragüense, que le da un segundo aire al movimiento armado en el país, ahora
más urbano y con mayor proyección publicitaria (Eduardo Pizarro, "Elemen-
tos para una sociología de la guerrilla", Análisis Político, N 2 12, enero-abril de
1991, pp. 7-22).
26
De hecho, los paros cívicos nacionales fueron lanzados casi ritualmente cada
cuatro años, al final de los respectivos períodos presidenciales de Turbay Ayala
(1981) y de Belisario Betancur (1985), sin los mismos logros del 77, en parte
porque fue la izquierda la única convocante.
[ 28 ] MAURICIO ARCHILA
27
Aunque el seguimiento de las luchas sociales no es el objeto de estas pági-
nas, nuestros registros muestran un notorio descenso de los actores más visi-
bles entre 1978 y 1980, año en el que se inicia un repunte laboral y estudiantil,
no así cívico y campesino.
28
El ciclo de ascenso va hasta el año 88 cuando declina por varios factores,
entre los cuales se destacan las expectativas en torno a la reforma política y la
"guerra sucia" que no sólo tocó a la Unión Patriótica sino a muchos dirigentes
populares. El declive del movimiento estudiantil pertenece a otro tipo de ex-
plicaciones, tal vez más ligadas a la evolución de la problemática educativa y al
cambio de protagonismos políticos.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia í 29 1
29
Ése era el espíritu que se refleja en los ensayos de Orlando Fals Borda ("El
nuevo despertar de los movimientos sociales", Revista Foro, Año 1, N2 1, septiem-
bre de 1986, pp. 76-83) y Luis Alberto Restrepo ("El protagonismo político de
los movimientos sociales", Revista Foro, Año 2, N2 2, febrero de 1987, pp. 33-43).
30
Camilo González, en un apresurado artículo, llegó a decir que la moviliza-
ción de principios del gobierno de Betancur era "la auténtica expresión de la
formación de un poder popular que tiene la potencialidad de convertirse en la
base institucional de un contrapoder" ("Poder local y la reorganización de la
acción popular", Controversia, N 2 121, 1984, pp. 75-76). La apuesta por la cons-
trucción de un poder popular estaba en la agenda de movimientos políticos de
izquierda como A Luchar, el Frente Popular y la misma Unión Patriótica (véase
Marta Harnecker, Entrevista con la nueva izquierda. Managua: Centro de Docu-
mentación y Ediciones Latinas, 1989).
[ 30 1 MAURICIO ARCHILA
31
Editorial de El Siglo, 8 de junio de 1987. Por supuesto que el espíritu del
editorialista es más un reproche al gobierno de turno que un cambio radical en
la concepción política, pero no dejan de ser sintomáticos tanto el pronuncia-
miento como la lluvia de críticas que recibió. Algo similar habían hecho los li-
berales al denunciar que el gobierno de Betancur alentaba la movilización ciu-
dadana (El Espectador, 26 de octubre de 1982, p. 7A). Todavía años después le
cobraban esa "debilidad" (El Tiempo, 11 de marzo de 1987, p. 4A).
32
Ejemplos de estas nuevas inspiraciones son los trabajos de Pedro Santana
(Los movimientos sociales en Colombia. Bogotá: Foro, 1989) y Javier Giraldo (La
reivindicación urbana. Bogotá: Cinep, 1987). La forma de intervención social que
cobra vigencia a mediados de los ochenta entre nuestros intelectuales y activis-
tas es la propuesta de Investigación Acción Participativa, que tiene a Orlando
Fals Borda como uno de sus exponentes. La IAP fue proclamada en el Simposio
Mundial de Ciencias Sociales en Cartagena en 1977 por el mismo Fals Borda y
practicada en su Historia doble de la Costa, publicada en cuatro volúmenes entre
fines de los setenta y mediados de los ochenta. Véase, del mismo autor. Conoci-
miento y poder popular. Bogotá: Siglo xxi y Punta de Lanza, 1985.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia [ 31 ]
33
Véase mi ya citado ensayo "Poderes y contestación...".
34
Punto desarrollado por María Erna Wills, en "Feminismo y democracia: más
allá de las viejas fronteras", Análisis Político, N 2 37, mayo-agosto de 1999, pp.
18-36.
[ 32 1 MAURICIO ARCHILA
3:>
Clara Inés García llega a afirmar que la región es una construcción en la que
tiene que ver mucho la forma como se estructuran y resuelven los conflictos
sociales (El Bajo Cauca antioqueño: cómo ver las regiones. Bogotá: Cinep-iNER, 1993).
36
Muy inspiradora a este respecto es la ya citada reflexión de Luis Alberto Ro-
mero, "Los sectores populares urbanos...", pp. 268-278.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia [ 33 ]
37
Una visión de las organizaciones populares en Colombia. Bogotá: Fundación So-
cial-Viva la Ciudadanía-UPN, 1994, pp. 40-47.
38
Remitimos a los análisis coyunturales de luchas sociales elaborado por Alvaro
Delgado, Esmeralda Prada y Martha C. García, investigadores del Cinep, y pu-
blicados en la revista trimestral Cien Días.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia 1 35 ]
39
León Zamosc, "Transformaciones agrarias y luchas campesinas en Colom-
bia: un balance retrospectivo (1950-1990)", Análisis Político, N2 15, abril de 1992,
pp. 35-66. En el análisis de las luchas campesinas en los últimos años hecho
por Esmeralda Prada y Carlos Salgado resaltan como principales demandas los
servicios públicos, las políticas agrarias, la tierra y los derechos humanos (La
protesta campesina, 1980-1995. Bogotá, Cinep, 2000, capítulo 3). Se ratifica un
cambio de agenda con relación a los años setenta, cuando el principal motivo
era la tierra.
40
Son numerosos los ensayos sobre este tema. A guisa de ejemplo menciona-
mos los de María Teresa Findji ("Movimiento social y cultura política: el caso
del movimiento de autoridades indígenas en Colombia", Ponencia al vm Con-
greso de Historia, Bucaramanga, 1992), Christian Gros (Colombia indígena. Iden-
tidad cultural y cambio social. Bogotá: Cerec, 1991) y los compilados por Arturo
Escobar y Alvaro Pedroza (Pacífico, ¿desarrollo o diversidad? Estado, capital y movi-
mientos sociales en el Pacífico colombiano. Bogotá: Cerec-Ecofondo, 1996).
[ 36 ] MAURICIO ARCHILA
41
Dentro de la amplia investigación sobre movimientos de mujeres destaca-
mos los libros de Lola Luna y Norma Villarreal, Historia, género y política. Barce-
lona: Universidad de Barcelona, 1994, y Magdalena León (compiladora), Mu-
jeres y participación política, avances y desafios en América Latina. Bogotá: Tercer
Mundo, 1994.
42
Diego Pérez y Marco Raúl Mejía, De calles, parches, galladas y escuelas. Bogo-
tá: Cinep, 1996.
43
María E. Wills, "Feminismo y democracia...", pp. 29-35.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia l 37 ]
44
El tema es continuamente denunciado por analistas y actores, pero poco de-
sarrollado teóricamente. Un interesante intento lo hizo la politóloga norteame-
ricana Leah Carroll al aplicar la teoría de que un cambio acelerado de poder,
así sea local y temporal, es respondido con violencia contra los líderes del cam-
bio. Estudia así el acceso de 18 dirigentes de la UP a alcaldías en 1988 ("Logros
y límites de la elección popular de alcaldes en Colombia", en Jaime Caycedo y
Carmenza Mantilla (eds.), Identidad, democracia y poderes populares. Bogotá: CEIS-
Uniandes, 1993).
[ 38 ] MAURICIO ARCHILA
40
Estos aspectos teóricos que toco en mi ensayo ya citado "Poderes y contesta-
ción...", han sido analizados por numerosos autores, entre los que destaco ajean
Cohén en los ochenta ("Strategy or Identity: New Theoretical Paradigms and
Contemporary Social Movements", Social Research, Vol. 52, N2 4, invierno de
1985) y más recientemente, Joe Foweraker (Theorizing Social Movements. Lon-
dres: Pluto eds., 1995) y Enrique Laraña (La construcción de los movimientos socia-
les. Madrid: Alianza, 1999).
46
Muy iluminador es el texto de E. P. Thompson, Customs in Common. Nueva
York: The New Press, 1993.
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia t 39 1
47
Quien mejor formuló la pregunta y aventuró explicaciones fue Javier Giraldo,
en el ya citado La reivindicación urbana...
48
Así lo propone María Erna Wills, "Feminismo y democracia...", p. 39. A una
conclusión similar llegaba yo en una relectura de los pensadores de la moder-
nidad, especialmente Marx y Weber ("La racionalidad de la acción colectiva:
¿problema moderno o postmoderno", Ponencia al Simposio del Instituto Pensar,
Bogotá, 1999).
49
Véase de la primera, The Retum ofthe Political. Londres: Verso eds., 1993.
[ 40 ] MAURICIO ARCHILA
50
Es lo que propone Francisco Leal en "Los movimientos sociales y políticos.
Un producto de la relación entre sociedad civil y Estado", Análisis Político, N 2
13, mayo-agosto de 1991, pp. 7-21.
51
Por esta vía va el ensayo de José L. Sanín, "La expresión política de las orga-
nizaciones sociales: una tendencia de reconstrucción de las prácticas políticas",
en Varios, Nuevos movimientos políticos: entre el ser y el desencanto. Medellín: IPC, 1997.
°2 Tal es, a mi juicio, el mayor aporte de Leopoldo Muñera en el ya citado Rup-
turas y continuidades...
53
Enfoque que aún sigue vigente en recientes textos como el de Marcel Silva,
Flujos y reflujos. Reseña histórica de la autonomía del sindicalismo colombiano. Bogo-
tá: Facultad de Derecho UN, 1998.
54
Touraine, a pesar de advertir sobre los problemas de utilizar categorías eu-
ropeas para explicar a América Latina, concluye que es un subcontinente lleno
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia 1 41 ]
Bibliografía
2
Marleen Rueda Catry y otros, "Tendencias y contenidos de la negociación
colectiva". Oficina Internacional del Trabajo. Documento de trabajo N- 88, 1998,
p. 25.
3
Oficina Internacional del Trabajo, El trabajo en el mundo. Relaciones laborales,
democracia y cohesión social, 1997-1998. Ginebra, 1998, p. 167.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia [ 53 ]
4
Marleen Rueda Catry y otros, op. cit., p. 27.
5
Ibid., p. 32.
6
Ibid., p. 30.
[54: ALVARO DELGADO
7
Hernando Torres Corredor, en Universidad Nacional, Universidad de
Cartagena. El trabajo en los noventa, 1994, p. 46.
8
Ibid., p. 47.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia [ 55 ]
9
Marleen Rueda Catry y otros, op. cit., p. 33.
56 ] ALVARO DELGADO
Arreglo
48 44,4 67 68,8 99 86,1
directo
Mediación* 35 32,4 0 0 0 0
14
Héctor Vásquez, Revista de la ENS, N 2 34, octubre de 1994, p. 6.
15
El Tiempo, diciembre 10, 1998, p. 3A.
[ 62 1 ALVARO DELGADO
17
La República, enero 17, 1994, p. 8A.
18
El Tiempo, marzo 16, 1998, p. 10B.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia 1 65 ]
Ibid.
[ 66 ] ALVARO DELGADO
21
El Espectador, mayo 26, 1994, p. 2B.
22
El Espectador, marzo 1°, 1998, p. 8B.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia 1 69 ]
LA NEGOCIACIÓN SECTORIAL
23
Revista de la ENS, N e 9, agosto de 1987, p. 9.
[ 70 ] ALVARO DELGADO
23
El Colombiano, julio 2, 1998, p. 2B.
26
El Colombiano, julio 5, 1998, p. 12B.
[ 72 ] ALVARO DELGADO
28
El Tiempo, febrero 14, 1996, p. IB.
29
Marcel Silva Romero, Flujos y reflujos, 1998, p. 241.
1 74 ] ALVARO DELGADO
30
Voz, abril 18, 1991, p. 7-8.
31
El Tiempo, abril 6, 1991, editorial.
32
El Espectador, abril 14, 1991, p. 3A.
33
El Colombiano, abril 14, 1991, p. 14A.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia 1 75 ]
34
El Nuevo Siglo, abril 18, 1991, p. 5.
35
El Espectador, septiembre 1°, 1994, p. 3A.
[ 76 ] ALVARO DELGADO
36
El Tiempo, marzo 4, 1996, p. 4A.
37
El Tiempo, agosto 28, 1997, p. 6A. FAEP: Fondo de Ahorro y Estabilización
Petrolera.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia 1 77 1
40
El Tiempo, febrero 10, 1999, p. 12A.
41
El Espectador, febrero 11, 1999, p. 4B.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia [ 79 ]
¿LLEGAREMOS A LA CONCERTACIÓN?
44
Fernando Carvajal, Revista de la ENS, N 2 20, diciembre de 1990, p. 18.
45
Revista de la ENS, N2 15, mayo de 1989, editorial.
t 82 ] ALVARO DELGADO
46
Norberto Ríos, Revista de la ENS, N2 25-26, agosto de 1992, p. 67.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia í 83 ]
47
Voz, octubre 11, 1995, p. 12. Glosa sobre el Tercer Congreso de la CUT, en pre-
paración (entrevista con Orlando Obregón, Héctor Fajardo, Domingo Tovar y Carlos
Rodríguez). Los líderes no podían ir más allá de esas apreciaciones porque apenas
dos meses más tarde Obregón ya sería ministro de Trabajo del presidente Samper.
48
Miguel Alvaro Mejía. El Espectador, marzo 8, 1998, p. 4B.
[84] ALVARO DELGADO
I m p r e s i o n e s p a r e c i d a s h a b í a n c a p t a d o las i n v e s t i g a c i o n e s
r e a l i z a d a s p o r A n i t a Weiss y su e q u i p o del D e p a r t a m e n t o d e So-
ciología d e la U n i v e r s i d a d N a c i o n a l 5 2 .
51
Revista de la ENS, N 2 41, octubre de 1996.
52
Véase Proyecto "Condiciones de trabajo en la industria colombiana", docu-
mentos de trabajo N— 1 a 3, 1990; Anita Weiss, La empresa colombiana, entre la
tecnocracia y la participación, 1994.
Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia [ 87 .
Bibliografía
Las palabras del líder del Movimiento Cívico del nordeste antio-
queño, pronunciadas en el Coloquio sobre Alternativas Popula-
res en Colombia, en 1987, resumen parte del tema de esta po-
nencia, que abordará, en un primer momento, los enfoques más
representativos desde los cuales se han analizado las luchas y
movimientos cívicos en el país durante las tres últimas décadas 1 ;
el segundo p u n t o tratará sobre la crisis de los movimientos cívi-
cos en los años noventa y el tercero intentará explorar algunas
razones de la persistencia de las luchas cívicas, a pesar de dicha
crisis.
1
Una revisión detallada de las tendencias analíticas de luchas y movimientos
cívicos en Colombia en la ponencia presentada al ni Seminario de la Asociación
Colombiana de Investigadores Urbanorregionales, ACIUR, Bogotá, marzo del 2000.
Luchas y movimientos cívicos en Colombia [ 89 ]
2
Javier Giraldo, "La reivindicación urbana". Controversia, N— 138-139. Bo-
gotá: Cinep, 1987.
[ 90 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
3
De ello dan cuenta; Alvaro Delgado, "El paro cívico nacional", en Estudios
Marxistas, N 2 15, Bogotá, 1978, pp. 58-115. Andrés Hoyos, "Paros cívicos: de
Luchas y movimientos cívicos en Colombia [ 91 ]
7
Entre los que cabe señalar los de Medófilo Medina, de tradición marxista;
Pedro Santana, seguidor de Manuel Castells, y Javier Giraldo, de la escuela de
la sociología de la acción.
8
Francisco de Roux y Cristina Escobar, "Una periodización de la moviliza-
ción popular en los setenta", en Controversia, N 2 125. Bogotá: Cinep, 1985;
Luchas y movimientos cívicos en Colombia [ 93 ]
13
Realizados por Clara Inés García en cuatro regiones de Antioquia: Bajo
Cauca, Oriente, Urabá y Suroeste, de los cuales están publicados: El Bajo Cauca
antioqueño. Cómo ver las regiones, Bogotá: Cinep, 1993; Urabá. Región, actores y
conflicto. 1960-1990, Medellín/Bogotá: Iner/Cerec, 1996 y "Características y di-
námica de la movilización social en Urabá", en La investigación regional y urbana
en Colombia. Desarrollo y territorio 1993-1997, Bogotá: DNP/Findeter/Aciur/Car-
los Valencia Editores, 1997, pp. 290-303. Otro estudio que compara la movili-
zación social de actores de dos regiones es el de María del Rosario Saavedra,
Desastre yriesgo.Actores sociales en la reconstrucción de Armero y Chinchiná, Bogotá:
Cinep, 1996.
14
Mauricio Archila, "Tendencias recientes de los movimientos sociales", en
Francisco Leal Buitrago (comp.), "En busca de la estabilidad perdida. Actores
políticos y sociales en los años 90". Bogotá: lEPRi/ColcienciasAercer Mundo,
[ 96 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
Durante los decenios de los setenta y los ochenta, las luchas cí-
vicas se encaminaron a exigir de las autoridades la solución a
problemas colectivos agudos e inmediatos que, en su orden17,
estaban relacionados con servicios públicos domiciliarios y so-
ciales, protección de los derechos humanos y ampliaciones de-
mocráticas, infraestructura física y transporte, problemas am-
bientales, atención a desastres y damnificados, acciones de
solidaridad con otros sectores en conflicto, gestiones adminis-
16
Entre ellos Rocío Londoño, Óscar Alfonso, Noriko Hataya, Samuel Jaramillo
y Gloria Naranjo.
Según los datos del Banco de Luchas Cívicas del Cinep, que cobija el perío-
do que va desde la administración de Belisario Betancur hasta la actual admi-
nistración de Pastrana, y los aportados por Mauricio Archila para el período
comprendido entre el Frente Nacional y agosto de 1982.
I 98 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
18
Educación pasó de 12,72% en 1980 a 10,85% en 1988; salud bajó de 5,23%
a 4,12%; seguridad social, de 3,13% a 2,0%; vivienda pasó de 3,13% en 1980 a
5,51% en 1984, y después cayó a 2,0%. Cálculos de Consuelo Corredor, Los lí-
mites de la modernidad, Bogotá: Cinep/Facultad de Ciencias Económicas, Uni-
versidad Nacional, 1992, p. 294.
19
En el sector educativo, las determinaciones legislativas se concentraron en la
educación superior, en la organización administrativa y financiera y en la admi-
nistración del personal docente, mientras las orientaciones de política se dirigie-
ron a ampliar la cobertura, especialmente en regiones y grupos de población
marginales, con logros inferiores a los obtenidos en las dos décadas anteriores y
con menores desarrollos en la calidad educativa. En salud hubo avances signifi-
cativos en el desarrollo de la atención básica, pero poco se progresó en cobertu-
ra. En el campo de protección y desarrollo de la infancia se ejecutaron progra-
mas con relativo éxito (campañas de vacunación, escuela nueva, guarderías,
servicios médicos preventivos) y el cuidado de infantes aumentó la cobertura pero
sus mecanismos de financiación fueron insuficientes. Juan Carlos Ramírez, "La
gestión social en los ochenta", en Luis Bernardo Flórez, Colombia. La gestión eco-
nómica estatal durante los 80's. Del ajuste al cambio institucional. Tomo i. Bogotá: CIID-
Canadá/ciD-Universidad Nacional de Colombia, pp. 318 y 336.
Luchas y movimientos cívicos en Colombia í 99 ]
20
Gabriel Turbay, "La gestión estatal en los servicios públicos: reorganización
institucional y políticas de ajuste en el sector de agua potable y saneamiento
básico, 1985-1992", en Luis Bernardo Flórez, Colombia. La gestión económica es-
tatal... tomo II, pp. 185 y 193.
21
Medófilo Medina, "Dos décadas de crisis política en Colombia, 1977-1997",
en Luz Gabriela Arango (comp.), La crisis sociopolítico colombiana: un análisis no
coyuntural de la coyuntura, Bogotá: Observatorio Sociopolítico y Cultural, CES,
Universidad Nacional/Fundación Social, 1997, pp. 31-42.
22
Francisco de Rouxy Cristina Escobar, "Una periodización de la movilización...".
[ 100 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
25
Entre enero de 1988 y octubre de 1991 fueron asesinados 66 miembros de
organizaciones cívicas, 7 desaparecieron, 19 fueron amenazados, 1 torturado y
1 detenido, según el Banco de Datos de Derechos Humanos del Cinep.
26
Durante la época preelectoral de 1988 fueron asesinados 9 candidatos a Con-
cejos, 5 a Alcaldías y 1 a Asamblea pertenecientes a la Unión Patriótica; 4
candidatos a Concejos y 3 a Alcaldías del Partido Liberal y 2 candidatos a alcal-
días socialconservadores. "El preludio violento de la elección de alcaldes", en
El Espectador, 13 de marzo de 1988, p. 8A.
27
En enero de 1988 se expidió el Estatuto Antiterrorista como respuesta a la
actuación permanente del paramilitarismo y del sicariato, gracias al cual "no
sólo narcotraficantes y guerrilleros, sino también simples estudiantes y mani-
festantes tirapiedra fueron susceptibles de ser juzgados como peligrosos terro-
ristas", afirma Iván Orozco (Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en
Colombia, Bogotá: lEPRi/Universidad Nacional/Temis, 1992, p. 54). Pero fue in-
eficaz ante la criminalidad paramilitar. Los asesinatos colectivos y selectivos de
campesinos, líderes sindicales y cívicos, dirigentes políticos, miembros de or-
ganismos de derechos humanos, intelectuales, atentados dinamiteros contra
personalidades o población civil se acrecentaban día a día.
28
Se presentaron las marchas campesinas de la costa norte y del nororiente,
exigiendo protección a los derechos humanos y el cumplimiento de los pactos
firmados el año anterior en el Paro Regional del Oriente; paros cívicos en
Tumaco, Pasto y Riohacha reclamando servicios públicos, y los sindicatos con-
vocaron a huelga general. Hubo una mayor permanencia de los paros en Urabá
y Barrancabermeja, que expresaban la resistencia ante el militarismo y la de-
fensa del derecho a la vida. Ésta se convirtió en reivindicación fundamental y,
en ocasiones, exclusiva de múltiples acciones cívicas, superando en número a
las tradicionales demandas por servicios públicos y sociales e infraestructura
física.
[ 102 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
31
Op. cit, p. 435.
32
Pero en el intento perdieron la vida muchos de los líderes de los movimien-
tos cívicos otrora fuertes, con amplia capacidad de movilización y de propues-
ta. Es el caso del Movimiento del Oriente Antioqueño, del cual han sido asesi-
nados sus mejores líderes y miembros. Hoy la región está siendo disputada por
actores armados de diverso signo. La fuerza de las armas se impuso allí sobre la
fuerza de la acción social. El 28 de abril del 2000 las administraciones de los 23
municipios de la región hicieron paro para pedir que los gobiernos departa-
mental y nacional intervengan en la solución de sus problemas de orden públi-
co (secuestros, amenazas, asesinatos de parte de guerrilla y paramilitares).
33
No se refieren únicamente a un espacio geográfico, sino a un ámbito social
específicamente delimitado, donde se expresan unas relaciones de producción,
una forma de aplicar la tecnología a la naturaleza, una tradición cultural, una
red de relaciones de poder, una historia y una práctica cotidiana. El territorio
es mucho más que sus características físicas y ecológicas; simboliza también la
historia que ha transcurrido en él.
34
Es necesario hacer la distinción entre movimientos cívicos y movimientos
étnicos y culturales. En estos últimos, identidad y oposición se definen por la
existencia de valores y rasgos culturales específicos y distintivos del grupo y no
por su residencia territorial compartida, referente básico para la construcción
de la identidad del movimiento cívico. La homogeneidad étnica o la fuerza de
las tradiciones culturales pueden facilitar la cohesión de un movimiento regio-
nal, pero no son condiciones necesarias para su surgimiento. Los movimientos
cívicos tienen contenidos étnicos y culturales pero no son su rasgo definitorio,
así como lo territorial no define los movimientos étnicos o culturales.
35
Clara Inés García, El Bajo Cauca antioqueño...
Luchas y movimientos cívicos en Colombia í 105 ]
Y LA LUCHA CONTINÚA
36
Aunque los movimientos cívicos que aún pervivían habían logrado generar
-a través de sus acciones reivindicativas- algunos acuerdos básicos sobre el
desmonte del bipartidismo, la apertura a la participación cívica en instancias
de poder, el reordenamiento territorial, garantías efectivas para los derechos
civiles y de las minorías, reformas al proceso electoral, y aunque participaron
activamente en eventos previos a la asamblea, carecieron de representación en
la Constituyente, entre otras razones, porque no tuvieron iniciativas coheren-
tes y porque entre ellos se presentó rapiña por los puestos de representación.
37
84 artículos que incluyen más de 75 derechos, libertades y garantías; esta-
blecen distinciones entre derechos civiles y políticos o fundamentales, derechos
[ 106 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
38
Libardo Sarmiento, "Salto social, equilibrio político", enAnálisis Político, Na 27,
enero-abril de 1996, p. 77.
[ 108 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
39
Por ejemplo, los servicios públicos motivaron 60% de los paros cívicos entre
1971 y 1980 (Pedro Santana, Desarrollo regional y paros cívicos en Colombia, Bogo-
Luchas y movimientos cívicos en Colombia [ 109 ]
tá: Cinep, 1983, p. 135); 54,4% durante el período Betancur, 57% durante la
administración Barco, 30% durante la administración Gaviria, 15,5% durante
el cuatrienio de Samper y 10,4% en los dos primeros años del gobierno de
Pastrana (Banco de Datos de Luchas Cívicas, Cinep).
40
Óscar Alfonso y Carlos Caicedo, "Coberturas e inversiones", en Servicios pú-
blicos domiciliarios. Coyuntura 1993. Bogotá: Cinep, 1993.
[110] MARTHA CECILIA GARCÍA
41
Que por momentos se exacerbó: mientras sesionó la Constituyente, des-
pués del fracaso de las conversaciones en Tlaxcala y después del 8 de noviem-
bre de 1992, cuando el presidente declaró la guerra integral a la guerrilla y a
los carteles de la droga. Los asesinatos políticos se tomaron Barrancabermeja
y Urabá, los secuestros el Cesar y los combates y sabotajes a Antioquia, San-
tander y Cesar.
42
Acusación que también recayó sobre alcaldes y obispos, que fueron deteni-
dos por orden de fiscalías regionales y provocó, durante el último año de ese
Luchas y movimientos cívicos en Colombia [ 111 ]
45
Al día siguiente a la posesión de Samper, grupos paramilitares anunciaron
el asesinato de dirigentes sociales y políticos. El senador de la UP, Manuel
Cepeda, fue la primera víctima de la lista. Diego Pérez, "Derechos humanos;
¿cambio de rumbo?", en Cien Días, N 2 27, agosto-noviembre, 1994, p. 11.
46
Zonas de Norte de Santander, Cesar, Urabá chocoano, antioqueño y cordo-
bés, Magdalena medio y Meta.
[114] MARTHA CECILIA GARCÍA
47
La referencia a estas desigualdades permite denominar a estos movimien-
tos y luchas como "urbanos" o "regionales", según sea su alcance, ya que los
caracteriza mejor que el apelativo de cívicos.
[ 120 ] MARTHA CECILIA GARCÍA
48
Aunque en algunas zonas del país a la acción de las organizaciones sociales
y gremiales se suman la guerrilla y las autodefensas como actores políticos y
militares, no puede imputársele exclusivamente a la presión armada la partici-
pación de distintas fuerzas sociales y políticas en movilizaciones y paros.
Luchas y movimientos cívicos en Colombia [ 121 ]
Bibliografía
Los autores
Los autores 1 547 ]
PREÁMBULO
6
PRIMERA PARTE
Luchas laborales y cívicas
49
TERCERA PARTE
Acción colectiva y etnicidad
205
CUARTA PARTE
Movimientos de mujeres
347
QUINTA PARTE
Movilizaciones por la paz y derechos humanos
403
SEXTA PARTE
Imaginarios, territorios y normatividad
473
APÉNDICE
545
Los autores 547
ÍNDICE
549
Este libro se terminó de imprimir
En el mes de Abril del aflo 2002
En los talleres de Litocamargo Ltda.
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SEGUNDA PARTE
Protestas agrarias
María Clemencia Ramírez
1
Para la década de los ochenta Uprimny y Vargas (1989: 118-119) señalan, res-
pecto a los sectores victimizados por la guerra sucia: "desde el punto de vista de la
extracción social, la guerra sucia ha tendido a golpear sobre todo al campesinado y
en segundo término a la clase trabajadora urbana. Desde el punto de vista de la
actividad pública se ha concentrado en los líderes populares, sindicalistas, activistas
políticos y educadores, aun cuando también afecta a los sectores intelectuales y a los
mismos funcionarios oficiales (...en la actualidad) la guerra sucia no sólo ha aumen-
tado en intensidad sino que se ha urbanizado de forma creciente".
2
En cuanto a la definición del concepto sociedad civil, referido principalmente a la
relación sociedad-Estado, para lo que atañe a la discusión que aquí se presenta, es
fundamental tener en cuenta dos características que le han sido señaladas por di-
versos autores (Bejarano, 1992; Lechner, 1996; Bonamusa, 1997; Keane, 1998) que
se han ocupado de reflexionar sobre ésta: en primer lugar, su independencia del
Estado y su concreción en organizaciones diversas al margen del sistema de los par-
tidos políticos, permitiendo establecer determinadas relaciones Estado-sociedad,
según las organizaciones que se encuentren en la zona objeto de estudio y las for-
mas en que actúa el Estado en la misma.
[ 130 ] MARÍA CLEMENCIA RAMÍREZ
3
Para un análisis de la crisis de hegemonía del gobierno durante la década de los
ochenta, véase Uprimny y Vargas (1989: 143), quienes establecen como hipótesis que
"la guerra sucia es una de las expresiones de las dificultades del régimen político
colombiano a inicios de los ochenta: éstas derivan de una doble crisis de hegemo-
nía, en el sentido que Poulantzas da a estos términos: crisis de hegemonía del blo-
que tradicional en el poder con respecto a las clases subordinadas, por el agotamiento
relativo de los mecanismos tradicionales de dominación; crisis de la hegemonía
dentro del mismo bloque en el poder, por la presencia de los empresarios de la dro-
[138] MARÍA CLEMENCIA RAMÍREZ
3
Para un análisis de la crisis de hegemonía del gobierno durante la década de los
ochenta, véase Uprimny y Vargas (1989: 143), quienes establecen como hipótesis que
"la guerra sucia es una de las expresiones de las dificultades del régimen político
colombiano a inicios de los ochenta: éstas derivan de una doble crisis de hegemo-
nía, en el sentido que Poulantzas da a estos términos: crisis de hegemonía del blo-
que tradicional en el poder con respecto a las clases subordinadas, por el agotamiento
relativo de los mecanismos tradicionales de dominación; crisis de la hegemonía
dentro del mismo bloque en el poder, por la presencia de los empresarios de la dro-
[ 132 ] MARÍA CLEMENCIA RAMÍREZ
ga, una poderosa nueva fracción dominante que no logra tener la expresión política
y social que corresponde a su poder económico y militar".
Los movimientos cívicos en el Putumayo [ 133 ]
4
Williams Roseberry (1994: 360) retoma el concepto de hegemonía de Gramsci
para entender la lucha entre grupos dominadores y subalternos y señala: "Las for-
mas en que las palabras, imágenes, símbolos, formas, organizaciones, instituciones
y movimientos son utilizados por poblaciones subordinadas para hablar de enten-
[ 134 ] MARÍA CLEMENCIA RAMÍREZ
Otro líder político local aclara que a lo largo del tiempo han
surgido diferentes movimientos políticos, según zonas específi-
cas del Putumayo (por ejemplo en Puerto Guzmán, Puerto Leguí-
zamo, Orito, Mocoa), pero insiste en que aunque el nombre cam-
bia, las ideas son las mismas, situación que para los políticos
tradicionales no es ajena, y agrega:
[...] algunas veces un grupo emerge como tal porque otro gru-
po lo excluye y le pone una etiqueta, un nombre a una categoría
Los movimientos cívicos en el Putumayo [ 137 ]
3
Ana María Bejarano (1995), en su artículo "Para repensar las relaciones Estado,
sociedad civil y régimen político, una nueva mirada conceptual", sostiene que para
consolidar un régimen democrático se hace necesaria "la existencia simultánea de
una sociedad fuerte y un Estado fuerte, enfrentados el uno al otro, en una relación
caracterizada por la tensión permanente, pero también por el mutuo control, la
negociación y el acomodamiento". Aun cuando la negociación y el consenso son
enfatizados como forma de relación, es condición la fortaleza de los dos al enfren-
tarse, lo cual no se cumple para el caso de la sociedad civil de la Amazonia occiden-
tal, cuyo fortalecimiento depende del apoyo del Estado.
ti46; MARÍA CLEMENCIA RAMÍREZ
6
En 1990 se establece, por medio de la Ley 03 de 1990 y por Acuerdo dictado por
el Concejo Municipal, el primer Comité de Derechos Humanos en Puerto Asís, con-
formado por 17 instituciones, del cual fue coordinador uno de los líderes del Movi-
miento Cívico.
Los movimientos cívicos en el Putumayo [ 147 ]
Bibliografía
PRESENTACIÓN
2
Claus Offe (1990: 175).
3
Adaramos que la denominación de núcleos veredales no hace referencia a una
instancia formalmente existente dentro de la estructura del Comité de colonos o del
SINPAG; es la manera como en este trabajo interpretamos un modo de acción políti-
co-organizativo que ha tenido lugar en la región.
Procesos y estrategias socio-organizativas en el Guaviare [ 157 ]
4
Para ampliar el concepto de déficit de representatividad, véase la introducción
del libro de Daniel Pecaut (1989).
5
Para Bourdieu, un campo lo constituyen dos elementos: la existencia de un capi-
tal común y la lucha por su apropiación. Véase Bourdieu (1988), especialmente el
capítulo IV "La dinámica de los campos" y García Canclini (1990).
Procesos y estrategias socio-organizativas en el Guaviare [ 159 ]
6
Berger y Luckmann (1995: 122) arguyen que la legitimación no sólo indica al
individuo por qué debe realizar una acción y no otra, sino que también le indica por
qué las cosas son lo que son. Para estos autores, la legitimación involucra tanto el
elemento cognoscitivo como el elemento normativo. Al respecto Berger y Luckmann
dicen: "La legitimación 'explica' el orden institucional atribuyendo validez cognoscitiva
a sus significados objetivados. La legitimación justifica el orden institucional adjudi-
cando dignidad normativa a sus imperativos prácticos".
[ 160 ] HENRY SALGADO RUIZ
RolfSchoroes(1962:48).
[ 164 ] HENRY SALGADO RUIZ
8
Cuando decimos que los núcleos veredales eran una escuela de cuadros políticos
que se iban a dedicar a la guerra o a la política activa, no estamos afirmando que allí
se impartiera adiestramiento militar, sino que se formaban cuadros políticos que en
muchas ocasiones tomaban la decisión personal de vincularse al movimiento insurgente.
Cuando esto ocurría, estas personas ingresaban a las FARC como "cuota del Partido".
Así se les denomina a los guerrilleros formados política e ideológicamente por el
Partido Comunista.
9
En un esfuerzo por definir al partisano, Cari Schmitt (1963: 123) anotaba; "El
partisano combate dentro de una formación política y justamente el carácter políti-
co de sus acciones valoriza el significado originario de la palabra partisano. En efec-
to, este término deriva de partido y remite al vínculo con una parte o con un grupo
de algún modo combatiente, ya sea en guerra, ya en política activa. Los vínculos
con un partido de esta naturaleza se vuelven particularmente fuertes en épocas re-
volucionarias".
[ 166 ] HENRY SALGADO RUIZ
10
Es necesario tener presente que el movimiento insurgente es la autoridad políti-
co-militar de municipios como Miraflores y Calamar, y de un significativo número
de veredas de El Retorno y San José del Guaviare.
Procesos y estrategias socio-organizativas en el Guaviare [ 167 ]
Bibliografía
En esta situación lo que nos toca será aguantar hambre más de cuatro
y robarnos unos a otros.
'El presente trabajo toma en cuenta a uno de los aspectos que el autor desarrolla en
su estudio sobre transformaciones sociolaborales en estructuras agrarias especiali-
zadas en la caficultura en la vereda La Aurora (Tolima-Colombia).
1
Líbano fue considerado el Potosí agrícola colombiano, debido a la exitosa expan-
sión de la caficultura tradicional -cafetales bajo sombra- en las primeras décadas del
siglo xx. Después de haber sido uno de los epicentros de la guerra civil bipartidista
durante La Violencia, pasó a ser un modelo de tecnificación cafetera en el país, con
base en la variedad caturra. Y en la década de los noventa fue una de las regiones más
azotadas por el proceso de globalización económica. Actualmente sigue siendo un
municipio dependiente en un 90% de la producción cafetera, y no tiene ningún tipo
de infraestructura para el procesamiento industrial del café, y considerado el quinto
municipio nacional y el principal productor de café en el departamento del Tolima.
[ 174 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
2
Podemos recordar la importancia política de la lucha por la tierra que dieron
jóvenes liberales y socialistas durante la fase de hegemonía conservadora en el país.
Ésta se cristalizó en una protesta de los campesinos contra los cánones de arrenda-
miento y aparcería que prevalecían especialmente en las haciendas cafeteras. Hacia
1934 la gobernación de Cundinamarca y el Comité de Cafeteros de Cundinamarca
oficializaron un reglamento interno para las haciendas cafeteras que fue adoptado
en las zonas de conflicto. Véase Biblioteca Luis Ángel Arango, BLAA, Documento:
Gobernación de Cundinamarca y Comité de Cafeteros de Cundinamarca, "Regla-
mento para las haciendas cafeteras. Elaborado por la comisión creada por la gober-
nación de Cundinamarca", Bogotá, Editorial El Gráfico, 1934.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 175 ]
3
Vallejo et al., 1977, p. 95.
4
Ibid., 1977, p. 97.
[ 176 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
5
Esto es resultado del desmonte de un subsidio que existía para el consumo inter-
no del grano. El Espectador, 10 de enero de 1990.
6
El desdén por falta de acuerdos entre los dos más grandes productores de café se
basaba en el optimismo que se manejaba por parte de los empresarios colombianos
en torno a la preparación colombiana para participar con agilidad y flexibilidad en
el comercio internacional. Incluso Colombia habló de desmontar definitivamente
esta organización, debido a su costo e inoperancia, pérdida de credibilidad y por-
que no presentaba iniciativas para volver a un acuerdo con los consumidores.
7
Este cálculo es una comparación con 1988.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 177 ]
E L AÑO DE LA SUPERPRODUCCIÓN
8
En la actualidad esta cifra llega a 79,7% del 55% nacional. Fuentes: Fedesarrollo,
en El Tiempo, 7 de mayo del 2000. Véase también Documento de Trabajo "Jornada
Cafetera Libanense", Organizador: Unidad Cafetera de Líbano, Coordinación ge-
neral: monseñor José Luis Serna Álzate, julio 13 y 14 de 1996, Líbano, Tolima.
9
En marzo se alcanzó la cifra récord de 1'350.000 sacos. El Espectador, 6 de abril
de 1990.
10
El Espectador, 12 de febrero de 1990.
1
' Pereira fue considerada como la ciudad con el mejor ingreso per cápita del país antes
de 1989, año a partir del cual empieza a ser desplazada en su calidad de vida.
[178] RENZO RAMÍREZ BACCA
12
El cosechero es un trabajador ambulante que se desplaza especialmente entre
los departamentos de Caldas, Tolima, Cundinamarca, Putumayo o Norte de San-
tander.
13
En esto deben incluirse los costos de fertilizantes y créditos, que empezaron a
aumentar de manera desproporcionada. Los insumos sufren alzas periódicas, como
consecuencia de que los abonos agrícolas habían quedado en libertad de precios desde
1989, cuando se acordó que serían incrementados trimestralmente, de acuerdo con
las variaciones de los costos de la producción. El Espectador, 6 de abril de 1990.
14
El Tiempo, 27 de octubre de 1990.
15
El Espectador, 21 de junio de 1990.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 179 ]
16
Años antes del rompimiento del pacto cafetero, el país vivía el fenómeno de la
sobreproducción cafetera, para lo que se quiso utilizar como políticas los bajos pre-
cios del mercado interno y la erradicación de cultivos, como herramientas para
desincentivar la producción. Según Ocampo, ninguna de estas dos políticas eran
convincentes para frenar la producción. Véase Ocampo, 1987, p. 35.
17
Et Espectador, 21 de octubre de 1990.
18
El Espectador, 18 de mayo de 1990.
19
El ingreso promedio del productor en el país era en julio de 70,34 centavos de
dólar por libra, frente a 57 y 57 centavos en Brasil, El Salvador y México, Argüyó,
[ 180 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
LA BROCA
además, que un reajuste del 11% era exagerado, teniendo en cuenta que Colombia
tiene el precio al productor más alto del mundo. El Tiempo, 10 de julio de 1991; 10
de agosto de 1991.
20
El Tiempo, 10 de agosto de 1991.
21
El 7 de septiembre de 1988 había sido detectada la broca en el Ecuador y poco
después fue detectada en Colombia.
22
A mediados de los noventa se ofrecía un millón de pesos a cambio de erradicar
cada hectárea de café broquicado. Este tratamiento fue especial para los grandes
El movimiento cafetero campesino y su lucha 181
LA DEUDA CAFETERA
y medianos caficultores, los cuales recibieron subsidios por broca y renovación, debi-
do a las grandes áreas establecidas. Los pequeños propietarios poseedores de parce-
las de hasta cuatro o cinco hectáreas no siempre fueron protegidos por esta política.
[ 182 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
23
Esta inclinación aumentó hacia los años ochenta, auspiciada por la bonanza ca-
fetera de 1975.
24
En Risaralda se llegó a vender la hectárea a un millón de pesos, cuando su valor
había sido de cuatro millones.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 183 ]
25
Documento de trabajo, "Jornada Cafetera Libanense", Organizador: Unidad
Cafetera de El Líbano, Coordinación general: monseñor José Luis Serna Álzate, julio
13 y 14 de 1996, Líbano, Tolima.
[184; RENZO RAMÍREZ BAGGA
De 5 a 10 119 16,00
De 10 a 15 46 3,19
De 15 a 20 22 2,96
Más de 20 54 7,26
26
Esta información estadística ha sido suministrada por Rafael Orellano, Presidente
ANUC, Líbano.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 185 ]
27
Inicialmente se intentó erradicar la broca con ayuda de la avispa de Mongolia, y se
intentó no llegar al uso de fertilizantes, lo que en efecto se produce años después.
28
El desplome se debió, primero, a que Costa de Marfil se había dedicado a ven-
der grandes cantidades de grano, lo que empujó hacia abajo las cotizaciones. Y se-
gundo, porque el mercado internacional no creyó en un nuevo pacto de países pro-
ductores y siguió trabajando bajo las condiciones de una alta oferta y demanda. El
Tiempo, 5 de mayo de 1992.
29
En menos de un año el Fondo ya había prestado 300 millones de dólares; ade-
más, el Fondo tendría que conseguir 650 millones en los próximos tres años. Hommes
prometía que al resolver el problema del déficit cafetero por esta vía, no se afectaría
la demanda general de las 300 mil familias cafeteras. El Tiempo, 2 de noviembre de
1992.
30
La propuesta de refinanciación ya había sido hecha a la Federación por los cafe-
teros del Tolima y el Valle del Cauca, los departamentos con los niveles más críticos
de endeudamiento, por lo que el gremio propuso, en cambio, el plan del Banco Ca-
fetero, que fue imposible de cumplir. La propuesta de refmanciar la deuda se basa-
ba especialmente en ofrecer tranquilidad, evitar mayores costos por honorarios de
abogados, secuestres y, en algunos casos, pérdida de la propiedad, con la consecuente
emigración a la ciudad para sumar más desempleados y engrosar los cinturones de
miseria de las cabeceras municipales. El Tiempo, 19 de febrero de 1992; El Tiempo,
21 de febrero de 1992.
31
El Tiempo, 29 de octubre de 1992.
[ 186 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
32
La primera marcha fue organizada el 14 de junio de 1992. En ella participaron
11 departamentos y más de 220 municipios. Fue convocada por la Unidad Cafetera
de Colombia, UCC, con capacidad para movilizar 50 mil caficultores. El propósito es
protestar contra el bajo precio interno del grano y la política cafetera del Gobierno,
bajo la consigna "resistencia cafetera". Los productores piden el aumento del pre-
cio del grano, la eliminación del impuesto de 3% de retención en la fuente a las ventas
del grano, del certificado de cambio para las exportaciones y del Título de Ahorro
Cafetero, y el cese inmediato de todos los procesos judiciales que se realizan contra
los caficultores que no han podido cumplir con sus pagos. El Tiempo, 11 de junio de
1992.
En la segunda marcha, realizada el 11 de agosto, caficultores de todos los estra-
tos firmaron un documento con seis peticiones al presidente Gaviria, y lo entrega-
ron como una "Proclama Cafetera". La agenda propone cambiar a Hommes como
ministro de Hacienda, al director de Planeación Nacional, Armando Montenegro, y
al presidente del Banco Cafetero, Luis Prieto Ocampo, a quienes tildan de "injustos
con los intereses de los caficultores". En resumen, con la movilización, la marcha
pretende expresar la inconformidad del gremio por el abandono y la falta de una
verdadera atención por parte del Gobierno para con los cafeteros. El Tiempo, 11 de
agosto de 1992.
En el paro de trabajadores del sector, en el que participaron cerca de 150 agri-
cultores y recolectores de café del municipio de Salgar, al sudoeste antioqueño, los
cosecheros, durante ochenta días, exigieron un salario fijo mensual y las garantías
que brinda el Estado a los trabajadores. El movimiento se declaró independiente de
las acciones de la guerrilla -frentes xxxiv de las FARC y Ernesto "Che" Guevara, del
ELN- en la zona, aunque la policía señala que el paro había sido promovido por la
guerrilla. Según fuentes periodísticas, se calculaba que de 26.914 caficultores del
sudoeste, por lo menos 80% era asediado por la guerrilla. Estos frentes exigen ma-
terial logístico (radios, sleepings, etc.) y un impuesto de guerra que deben pagar se-
mestralmente, según la capacidad individual del caficultor, con el propósito de ofrecer
seguridad en la zona. El Tiempo, 24 de octubre de 1992,
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 187 ]
33
El Tiempo, 12 de enero de 1993; El Tiempo, 2 de mayo de 1993.
34
Unos dos mil caficultores provenientes de distintas zonas cafeteras del país, en
unos 200 camperos Willis, jeeps y chivas o buses escalera protestaron contra las
políticas del Comité Nacional de Cafeteros. Los manifestantes reunidos en la plaza
lanzaron consignas en contra del ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, y del pre-
sidente César Gaviria, considerados sus verdugos. Los cafeteros acudieron a símbo-
los como, por ejemplo, cargar un ataúd para simular el entierro de la caficultura
colombiana. También exhibieron máscaras del ministro Hommes, a tiempo que mo-
vilizaron pancartas en contra del Gobierno. La plenaria de la Cámara de Represen-
tantes recibió una comisión de los manifestantes que expuso sus inquietudes y algu-
nos parlamentarios se comprometieron a continuar buscando una solución para el
gremio. La mayoría regresó esa misma noche a sus lugares de trabajo. El Tiempo, 31
de marzo de 1993.
3D
La Iglesia, además de estos dos puntos, pide la reducción de los plazos estableci-
dos para la conversión del certificado de cambio, el establecimiento de una transfe-
rencia de recursos del Fondo de Regalías al Fondo Nacional del Café, la prórroga de
los términos fijados en la Ley 34 de 1993 sobre refmanciación de los créditos
[ 188 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
39
En Líbano se manejaban estadísticas muy diferentes de las que hasta ese momento
tenía el Gobierno. El destino de muchos caficultores había sido la marginalización
social y económica en los principales centros industriales del país o el éxodo a los
Llanos Orientales, en la recolección de la hoja de coca, lo que influye en una dismi-
nución de 25% en el índice poblacional urbano y rural, tomando como referencia el
censo poblacional de 1993.
40
El control social en la zona rural se inició simbólicamente dinamitando el puesto
de policía del corregimiento de Santa Teresa, sin que se hubieran registrado vícti-
mas. Posteriormente inicia su acción contra los rasgos de vandalismo y robos, al tiem-
po que impone ciertas normas sociales de comportamiento en la población, que
atacaban especialmente la violencia intrafamiliar, la vagancia y el alcoholismo.
41
El 28 de abril de 1994, el candidato Ernesto Samper le dijo a los cafeteros de
Calarcá: "Yo voy a devolverles la presencia del presupuesto nacional a las zonas ca-
feteras. Durante muchos años los cafeteros le dieron la mano, presupuestalmente
hablando, al país. Ahora el país va a tener que darles la mano presupuestalmente a
los cafeteros. Que regresen los recursos del gobierno nacional a las zonas cafeteras".
El Tiempo, 17 de julio de 1995.
42
La organización tiene sus antecedentes desde 1992 con el Gremio Cafetero Uni-
do de Colombia, que duró un tiempo politizado. En ASOPEMA convergieron diversas
fuerzas y sectores políticos que se unieron coyunturalmente, a fin de presionar al
[ 190 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
45
Tolima 7 Días, I o de marzo de 1995.
46
El Tiempo, 29 de marzo de 1995.
4/
El Tiempo, 29 de marzo de 1995.
48
La inquietud de los dirigentes huelguistas era similar a las anteriores, se relaciona-
ba con la deuda de los caficultores, que entonces ya había ascendido a 280 mil millones
de pesos, y el reajuste del precio interno, que en ese momento se hacía conforme a las
fluctuaciones en el mercado internacional. El Tiempo, 29 de marzo de 1995.
[ 192 ] RENZO RAMÍREZ BACCA
49
El Tiempo, 28 de abril de 1995.
50
Los cafeteros, en una nueva dimensión nacional de su reivindicación, agregaron
la ayuda inmediata "constante y sonante" para evitar la expansión de la broca. El
Tiempo, 30 de abril de 1995.
51
El paro cafetero, lanzado por la ucc, fue acordado tras conocerse un documento
de la Asociación de Pequeños y Medianos Agricultores del Tolima, ASOPEMA, según
el cual entre los pequeños y medianos caficultores en los últimos cinco años se ha
producido un desplazamiento de 80.000 caficultores, que han abandonado sus pre-
dios por procesos judiciales, baja rentabilidad, amenazas de muerte, hostigamientos
militares y broca. El Tiempo, 6 de junio de 1995.
52
El gobernador de Antioquia, Alvaro Uribe Vélez, denunció un plan del F.I.N para
filtrar las organizaciones cafeteras y desde allí promover el paro nacional. Se "trata de
construir una organización política en aras de levantar un movimiento de masas", como
primordial elemento de la creación de "colectivos urbanos y rurales", más conocidos
como Milicias Populares. Se afirmó que los 30 grupos de milicias eran un apoyo arma-
do a la actividad política, principal herramienta de trabajo de estos grupos, y cuyo
comité serviría como eje y tendría como estrategia la acumulación en el área rural con
la intención de preparar el terreno para la defensa de la propuesta política". Los com
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 193 ]
ol
El tránsito de vehículos también se vio interrumpido en las carreteras que atra-
viesan las zonas cafeteras. Para las autoridades cafeteras y el Gobierno, el resultado
del movimiento fue intrascendente; para la Unidad Cafetera, representó un triun-
fo, pues por primera vez se realizó un paro de productores que involucró a cerca de
cien municipios del país.
58
Algunas versiones aseguraban que los campesinos del norte del Tolima llevaban
20 días preparando la protesta general. Fuentes periodísticas afirmaban que en las
reuniones de preparación era evidente la presencia de dos o tres miembros del ELN.
Los caficultores, que en su mayoría habían abandonado sus fincas, hablaban de ta-
ponamiento de vías y de bloquear el paso al occidente del país. El Tiempo, 19 de julio
de 1995.
59
El Tiempo, 20 de julio de 1995.
60
El Tiempo, 20 de julio de 1995.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 195 ]
62
En el paro se produjo un intento de suicido que pudo ser controlado.
63
A cambio de su permanencia en la subregión, impusieron multas de hasta un
millón de pesos. Lo mismo ocurrió con los dueños de los carros, a quienes también
se les impusieron multas.
64
Desde que comenzaron los rumores de paro cafetero, la guerrilla se acercó a los
campesinos de las veredas para escucharlos y orientarlos sobre la manera más efec-
tiva para que el Gobierno comprendiera su situación. Un labriego manifestó por
aquellos días lo siguiente: "Hasta el momento, por lo menos en Líbano, ellos nunca
han amenazado a nadie. Lo de la plata es por asustarnos. Pero ellos son muy ama-
bles y ya se han ganado el cariño de la gente. Cómo no le vamos a dar un plato de
sancocho a quienes nos están apoyando, porque eso sí, el paro es cafetero, sino que
a ellos les ha tocado colaborar, porque si no es así la gente prefiere morirse de ham-
bre en su parcela". El Tiempo, 9 de agosto de 1995.
63
Las negociaciones siguieron el mismo esquema de las desarrolladas previamente
en Líbano. Representantes de ASOPEMA, directivos de la Caja Agraria, Bancafé y el Incora,
y el ministro de Agricultura, Castro Guerrero, discutieron los mecanismos del diálogo
y de acuerdo. El Tiempo, 20 de septiembre de 1995.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 197 ]
66
Durante la movilización de protesta se presentaron detenciones, hostigamientos
alevosos, negociaciones infructuosas, enfermedades broncorrespiratorias, dos inten-
tos de suicidio, cinco nacimientos, un campesino cayó muerto mientras participaba
en una marcha de protesta en Bogotá, también murió en confusos hechos un líder
campesino de la vereda La Uribe del municipio de Villahermosa, y otro fue deteni-
do en Ibagué. La protesta albergó oficialmente a más de 1.000 campesinos, entre
los cuales había unas 30 mujeres. Los campesinos agradecieron el apoyo moral de
la ciudadanía, más que el apoyo económico. El Tiempo, 16 de septiembre de 1995.
67
El paro también fue punta de lanza en el país del movimiento que buscaba el
mejoramiento en los salarios en el sector de la salud.
68
El Tiempo, 5 de diciembre de 1995.
[ 198 1 RENZO RAMÍREZ BACCA
LA DINÁMICA POSTERIOR
69
Pese al reajuste de 16,6% del grano, en agosto de 1996 se produce una nueva
marcha cafetera en Armenia, con el apoyo de delegados del Valle del Cauca. El in-
cremento parece ridículo a los productores, por lo que la protesta es orientada a re-
visar el precio interno del grano y a recordar al Gobierno los compromisos adquiri-
dos con el sector. A pesar de la aprobación de la condonación de la deuda con la Ley
223 y 206, el Gobierno no manifestaba voluntad para hacer cumplir estas leyes. Al
igual que las veces anteriores, los obispos son apoyo principal en este proceso. El
Tiempo, 22 de agosto de 1996.
70
El Estado es orientado a seguir haciendo las veces de organismo administrador,
y la Federación, de agente comercial. La Federación seguiría siendo un mecanismo
tradicional de concertación. A la manera como había llevado, por ejemplo, la expe-
rimentación tecnológica del caturra en las zonas rojas epicentros de descomposi-
ción social durante La Violencia. Estos acuerdos perfeccionaron la funcionalidad
operacional de los gremios orientados tan sólo al campo de la comercialización del
grano y la administración de la institución; sin embargo, no reflejaron ningún tipo
de política social que beneficiara a los caficultores afectados por la apertura econó-
mica y la crisis de la caficultura tecnificada. La Unidad Cafetera seguía insistiendo
en que era necesario aclarar el futuro de las deudas que fueron refinanciadas, espe-
cialmente para el caso de las propiedades hipotecadas. El efecto es evidente: los ca-
feteros y otras fuerzas sociales (transportadores y agricultores en general) llevan a
cabo un paro de transporte en la llamada Zona Cafetera, que afectó la industria macro
del café en 1997. El Tiempo, 12 de noviembre de 1997.
El movimiento cafetero campesino y su lucha [ 199 ]
REFLEXIONES FINALES
73
Un material interesante sobre el proceso de apertura económica y moderniza-
ción del sistema productivo puede leerse en Machado, 1992.
El movimiento cafetero campesino y su lucha 1 203 ]
FUENTES
Periódicos
El Espectador, 1990-1995.
El Tiempo, 1989-2000.
Tolima 7 Días, 1995.
ENTREVISTAS
FUENTES PRIMARIAS
FUENTES SECUNDARIAS
ESTADO Y PARTICIPACIÓN:
¿LA CENTRALIDAD DE LO POLÍTICO?'
* Agradezco los comentarios que sobre la presentación que hice de este texto me brin-
daron Mauricio Archila, María Emma Wills, Mauricio Romero, Mauricio Pardo, Ale-
jandro Sánchez, Paola Castaño y Franz Hensel. Las imprecisiones y los errores que
aquí cometo no son sólo míos, como suele decirse; algunos también son de ellos.
[ 208 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
1
Al respecto, resulta pertinente el señalamiento de Koselleck, para quien "el es-
pacio público ilustrado nace con un déficit político que proviene de su originaria
pretensión de emancipación de todo poder político". En ese sentido, el espacio pú-
blico supone una crisis de lo político, no su transformación. Véase Nora Rabotnikof,
"El espacio público: caracterizaciones teóricas y expectativas políticas", en Enciclo-
pedia Iberoamericana de Filoso fia, A/e 13, Filosofía política 1. Ideas políticas y movimientos
sociales, Editorial Trotta, Madrid, 1997, pp. 142 y ss.
2
Boaventura de Sousa Santos, De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la
postmodemidad, Siglo del Hombre Editores, Ediciones Uniandes, Universidad de los
Andes, 1998, p. 16.
3
En términos de Lechner "Definir qué es política es parte de la lucha política mis-
ma", en La nunca acabada y siempre conflictiva construcción del orden deseado, Madrid,
Siglo xxi; cis, 1986.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? í 209 ]
EL ESTATUTO DE LO POLÍTICO
4
Una revisión de los principales puntos orientados en esta dirección puede leerse
en Arturo Escobar, "Lo cultural y lo político en los movimientos sociales de América
Latina", en El fin del salvaje, Cerec, ICAN, 1999. pp. 50 y ss.
[ 210 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
3
Para una distinción entre la política y lo político, véase Norbert Lechner, "Los
nuevos perfiles de la política: un bosquejo", en Revista Nueva Sociedad, N 2 130.
6
Arturo Escobar, op. cit., pp. 147 y ss.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [211]
7
Fernando Escalante, La política del terror, FCE, México, 1991, p. 64.
8
Norbert Lechner, "Acerca del ordenamiento de la vida social por medio del Es-
tado", en Revista Mexicana de Sociología, año XLIII, vol XLIII, N s 3, 1981, p. 1.080.
9
Charles Tilly, "Conflicto político y cambio social", en Los movimientos sociales, Pe-
dro Ibarra, Benjamín Tejerina, Trotta, Madrid, 1998, pp. 33 y ss.
[212] INGRIDJOHANNA BOLÍVAR
10
Francisco Gutiérrez, "Participación, renovación y ciudadanía", en La ciudad re-
presentada. Política y conflicto en Bogotá, Tercer Mundo-Iepri, Bogotá, 1998.
1
' Fernán González; Ingrid Bolívar y Renata Segura, Participación ciudadana y recu-
peración de la política. Fondo para la Participación Ciudadana, Ministerio del Inte-
rior, abril de 1997.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? í 213 ]
12
Rodrigo Villar, Natalia Pradilla, recogiendo los argumentos de Ana María
Bejarano. "Las ONG y la sociedad civil, oportunidades y retos en un contexto cam-
biante", Documento de trabajo, febrero de 1995.
13
Alejo Vargas, Participación social, planeación y desarrollo regional. Universidad Na-
cional, Bogotá, 1994, p. 15. Una discusión más amplia sobre esto en Ingrid Bolívar,
Lo público: entre los derechos de propiedad sobre la política y la despolitización del Estado.
Tesis para optar al título de Politóloga, Departamento de Ciencias Políticas, Univer-
sidad de los Andes, 1996.
[214] INGR1DJOHANNA BOLÍVAR
14
Francisco Gutiérrez, Ibid, p. 50.
15
La información detallada sobre el uso de algunos de los mecanismos de partici-
pación y sobre los distintos casos que aquí sólo se nombran puede leerse en Leila
Rojas, Análisis contextualizado de la Ley 134 de 1994, Centro de Apoyo Académico al
Legislativo-CAAL, Departamento de Ciencias Políticas, Universidad de los Andes, Bo-
gotá, 1999. También se puede leer José Renán Trujillo, La democracia participativa en
Colombia. De mito a realidad. Talleres Gráficos de Prensa, 1999.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [ 215 ]
16
Un caso interesante al respecto es el de los consejos departamentales y munici-
pales de planeación. En la composición social de estas instancias se destaca la forta-
leza de los representantes de los sectores "social" y "económico" contra la de grupos
"ecológicos" o "étnicos". Un informe preliminar de una investigación al respecto
que está siendo desarrollada por el Consejo Nacional de Planeación señala que sólo
en 47% de los municipios se han conformado consejos. Otro dato interesante es la
alta participación de funcionarios públicos y representantes políticos de distintos
niveles (diputados, concejales, secretarios, entre otros) en las instancias de planeación
que, según la ley, son un espacio de la sociedad civil. Véase Boletín del Consejo
Nacional de Planeación, Lo Público, N- 8, abril-mayo del 2000.
17
Alejo Vargas, "La democracia en Colombia: al final del túnel o en la mitad del
laberinto", en Identidad democrática y poderes populares, Memorias VI Congreso de Antro-
pología en Colombia, julio 22-25, 1992, p. 31. La idea de que el ciudadano es el que
participa en lo político-electoral hace necesario recordar que sobre la ciudadanía
existen distintas tipologías y clasificaciones. La mayoría reconoce por lo menos tres
dimensiones: la civil, la política y la social, según el tipo de derechos a que remite
[ 216 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
cada una. La civil a los derechos o libertades personales, la política al sufragio uni-
versal y la participación política, y la social a los derechos y el bienestar sociales. Un
recorrido histórico sobre las diferenciaciones en el desarrollo de la ciudadanía pue-
de leerse en, Marshall T. H. Class, Citizenship and Social Development, Connecticut,
Greenwood Press, 1976.
18
Véase Ernesto Laclau, "Los movimientos sociales y la pluralidad de lo social", en
Revista Foro, N 2 4, noviembre de 1987 y Chantal Mouffe, "La democracia radical:
¿moderna o postmoderna?", en Revista Foro, N 2 24.
19
Véase Boaventura de Sousa Santos, op. cit.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [217]
20
Tal predominio tiene que ver con la influencia que algunas organizaciones cam-
pesinas y experiencias organizativas del departamento del Chocó tuvieron tanto en
el desarrollo de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 como en su reglamen-
tación. Eduardo Restrepo, "La construcción de la etnicidad. Comunidades negras
en Colombia", en Modernidad, identidad y desarrollo, editado por María Lucía
Sotomayor, ICAN, Bogotá, 1998, p. 357.
21
En la génesis de la Ley 70 no se proponían consejos comunitarios, sino palen-
ques. La decisión final fue resultado de una votación telefónica y, en esa medida, no
pudo ser suficientemente discutida. Ahora bien, la ley también dispone la creación
de unas consultivas regionales y de alto nivel para "poner en contacto" la experien-
cia organizativa de distintas zonas del país. Sin embargo, en el desarrollo de tales
consultivas no se ha adelantado una discusión sobre los problemas de "otras" comu-
nidades negras, como los raizales de San Andrés. En las reuniones consultivas pre-
dominan los asuntos relacionados con la minería y la titulación colectiva de baldíos,
[218] 1NGRIDJOHANNA BOLÍVAR
asuntos que sin dejar de ser centrales no son reconocidos como preocupación por
algunos grupos negros. Debo estas precisiones a los profesores Jaime Arocha y
Mauricio Pardo. Véase el trabajo de Pardo en este mismo volumen, sobre todo su
discusión sobre las identidades "autolimitantes y fragmentadas".
22
Véase Ley 70 de 1993, capítulo referido a Consejos Comunitarios. Véase tam-
bién, Ingrid Bolívar, "Ciudadanía multicultural y construcción de un ámbito públi-
co: el caso del Chocó y la Ley 70 de 1993", en Formación de investigadores. Estudios
sociales y propuestas de futuro, Compilado por Elssy Bonilla, Bogotá, Editorial
Colciencias y Tercer Mundo, 1997. Véase también el artículo de Mauricio Pardo en
este volumen.
23
Norbert Lechner, op. cit.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? I 219 1
24
María Lucía Sotomayor, op. cit., p. 419.
23
Margarita Chaves, op. cit., p. 419.
[ 220 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
26
Cristian Gross, "Indigenismo y etnicidad: el desafío neoliberal", en Antropología
en la modernidad. Bogotá: ICAN, 1997, p. 51.
27
Fotocopia de la queja de los indígenas de La Mulera, Chitagá, Norte de Santander,
ante el ELN.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [ 221 ]
28
Hago esta aclaración para no dar pie a que se piense que culpo a la Constitución
o al Estado de lo que viene sucediendo con distintas iniciativas ciudadanas.
29
Arturo Escobar, op. cit., pp. 147 y ss. En este punto, Escobar sigue a Frazer.
[ 222 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
30
Eduardo Restrepo, "Retóricas y políticas de la alteridad: 'comunidad negra' en
el pacífico sur colombiano", texto basado en la ponencia presentada en el simposio
"Black Populations, Social Movements and Identity in Latin America", Manchester
27-31 de octubre de 1991.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [ 223 ]
con que hemos pensado los fenómenos pero que empiezan (ellas
mismas) a revelarse insuficientes. Lo que hacemos enseguida es
desconfiar de las categorías con que se ha leído aquí el proble-
ma, mostrando que en alguna medida sólo exageran tensiones
históricas mucho más amplias.
13
Chantal Mouffe, "Conversación con Michel Walzer", en Leviatán, revista de hechos
'. ideas, N 2 48, 1992.
14
Ibid, p. 55.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [ 227 ]
33
Claus Offe, Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Editorial Sistema, Ma-
drid, 1990, p. 95yss.
36
Fernando Escalante, op. cit., p. 45.
[ 228 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
Mauricio Archila, "Vida, pasión y... de los movimientos sociales", en este volumen.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [ 229 ]
con la tensión entre los múltiples yoes del individuo, con sus
múltiples identificaciones?38.
Por otro lado, si se retoman los planteamientos de Mouffe,
en el sentido de que "lo político no es una esfera sino la dimen-
sión de antagonismo (parcial) que es propia e inerradicable de
las relaciones humanas" 39 , ¿cuándo y cómo la participación de
los grupos sociales alimenta y redefine tales antagonismos? ¿Cómo
podemos leer desde aquí las tensiones entre comunidades negras,
grupos indígenas, colonos y otros grupos sociales? ¿Se ha cons-
truido alrededor de tales relaciones un antagonismo político?
¿Cuál sería entonces la particularidad del conflicto social? Desta-
camos que, desde nuestra perspectiva, el antagonismo no es un
dato preexistente, ni tampoco la diversidad social o el otro. Por el
contrario, partimos de que un problema político central es preci-
samente la manera como el otro es construido, inventado, imagi-
nado. Así mismo, el antagonismo social. Él no preexiste a la
interacción política, se configura en ella.
Así, pues, y como señalábamos antes, las categorías con que
hemos leído los distintos procesos sociales tienen que ser repen-
sadas para dar cuenta de las transformaciones y sobre todo de
las contradicciones propias del objeto. Y es que el concepto de
lo político que construyamos tiene que partir de la premisa de
que, citando a Adorno, "la sociedad es contradictoria y, sin em-
bargo, determinable; racional e irracional a un tiempo, es siste-
ma y es ruptura, naturaleza ciega y mediación por la concien-
cia"40. Así, la invención de lo político tiene que discutir la idea
38
Michael Walzer, Sobre la tolerancia, Paidós, 1998.
39
Chanta! Mouff e, "Pluralismo agonista: la teoría ante la política" (entrevista), en
Revista Internacional de Filosofía Política, N 2 8, UAM-UNED, diciembre de 1996.
40
Theodor Adorno, "Sobre la lógica de las ciencias sociales", en La disputa del posi-
tivismo en la sociología alemana, varios autores, Barcelona-México D. F., Ediciones
Grijalbo, 1973, p. 122. Primera edición en alemán, 1969.
[ 230 ] INGRID JOHANNA BOLÍVAR
41
Eco, Umberto, El nombre de la rosa, editorial Plaza y Janes, 1992. Debo esta refe-
rencia y parte de la discusión sobre el vínculo entre lo político y lo social a Franz
Hensel.
Estado y participación: ¿la centralidad de lo político? [ 231 ]
Bibliografía
INTRODUCCIÓN*
cial y diferenciado por parte del Estado, al que hoy por hoy sólo
tienen acceso grupos considerados tradicional o históricamen-
te como étnicos. De hecho, es cada vez más frecuente encontrar
individuos indígenas y no indígenas moldeando fluidas catego-
rías étnicas y raciales para identificarse (Chaves, 1998).
Los procesos de reetnización -o reindigenización, como se de-
nomina el reclamo de una identidad indígena por parte de indi-
viduos y comunidades de colonos- que se han generado desde la
proclamación de la Constitución y después de aprobada la Ley
60 de transferencias económicas a los resguardos son de tal mag-
nitud, que han exigido a los funcionarios de la Dirección de Asun-
tos Indígenas del Ministerio del Interior replantearse la pregun-
ta sobre "quiénes son los indios". La misma cuestión ha sido
esbozada recientemente por un indígena del Tolima en una re-
unión con dichos funcionarios, en los siguientes términos: "¿Si
nosotros no éramos indios en los cincuenta, qué va a pasar con
los indios cuando todos seamos indios?"1. Es ahí cuando los mo-
mentos metonímicos de los sujetos subalternos y la hibridación
del lenguaje, activada en la angustia asociada con límites o fron-
teras vacilantes -culturales y territoriales-, pueden ser entendi-
dos, ¿Dónde marcar la línea entre gentes, culturas y lenguajes?
Esta situación resulta de la combinación explosiva de dos ele-
mentos presentes en la Constitución; el primero, con carácter de
principio general, y el segundo, con un contenido específico: 1)
el reconocimiento del carácter pluriétnico y multicultural de la
sociedad colombiana, con el cual se reafirma la concepción li-
beral, hegemónica, de la autodeterminación de los individuos
con voluntad política en la Constitución de la nación colombia-
na y, 2) la incorporación explícita de derechos territoriales y
1
Agradezco la información suministrada por Sonia Rodríguez, Ariel Uribe y Con-
suelo Reyes, de la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior.
[ 238 ] MARGARITA CHAVES CHAMORRO
CONSTRUYENDO IDENTIDADES:
REETNIZACIÓN, ESENCIALIZACIÓN Y MEMORIA
2
"La salida de las familias de su lugar de origen y la llegada al actual territorio son
marcadores importantes en las historias personales que narran los descanceños; la
ruptura de la identidad territorial por la migración hacia Descanse es determinante
en la construcción de su identidad como venideros; sus historias recuerdan el lugar de
donde vinieron sus familias, las razones por las cuales migraron y las condiciones en
que se encontraba este territorio en el momento de su llegada". (Schlenker, 2000: 38).
Discursos de identidad y movimiento indígena en Putumayo i 245 ]
3
Sería interesante desarrollar una indagación más profunda sobre el papel políti-
co del CRIC en esta área limítrofe.
[ 246 ] MARGARITA CHAVES CHAMORRO
Yunguillo
El contexto regional
4
La población total del departamento del Putumayo se estima en 314.571, de los
cuales 10% es indígena.
3
Cuentan además con cabildos urbanos en Bogotá y otras ciudades capitales, y
amplia representación política nacional.
Discursos de identidad y movimiento indígena en Putumayo [251]
SUBALTERNIDAD Y DIFERENCIA
6
La población de indígenas paeces representa 8,9% de la población indígena de-
partamental (Plan de Desarrollo de los Pueblos Indígenas del Putumayo).
[ 252 ] MARGARITA CHAVES CHAMORRO
CONCLUSIONES
Bibliografía
C O N F L I C T O S P O R LA H E G E M O N Í A REGIONAL.
U N ANÁLISIS DEL M O V I M I E N T O SOCIAL Y É T N I C O DEL
MACIZO COLOMBIANO
INTRODUCCIÓN
1
"No hubo ni ganadores ni perdedores. El escenario, como lo planteó el gobierno,
fue de interlocución con una organización campesina que estaba reclamando unos
derechos legítimos, a los cuales el Estado tiene la prioridad de atender en áreas defi-
nitivas..." Viceministro del Interior, El Espectador, 28 de noviembre, p. 10A.
2
Cfr. Varios periódicos y varias fechas entre el I o y el 25 de noviembre de 1999.
[ 262 ] CARLOS VLADIMIR ZAMBRANO
En los últimos diez años, tanto el CIMA como el CMY del Macizo
Colombiano, cada uno por su lado, han logrado sentar en una
mesa de negociación a los gobiernos nacional colombiano y de-
partamental caucano en varias oportunidades. Aunque son dos
organizaciones relativamente recientes, parece que guardan en su
interior, entre otros, la contradicción histórica de los movimien-
tos indígenas y campesinos. Sin embargo, ambas, de alguna for-
ma, reflejan unos movimientos modernos. En primer lugar, el
CIMA reclama una región, un territorio, formas de organización
propia, una cultura y una identidad que hasta ahora no se en-
cuentra en las mesadas reivindicatorías de los movimientos pe-
culiarmente campesinos. En segundo lugar, el CMY reclama la
integración social del territorio, la jurisdicción política y admi-
nistrativa allende las fronteras de los resguardos y la incorpora-
ción -bajo la noción de pueblo como nacionalidad incipiente-
de negros y campesinos, urbanos y rurales, dentro de su espec-
tro de acción.
En el Macizo, lo indígena y lo campesino son realidades
redefinidas en lo étnico y lo supramunicipal, que constituyen dos
líneas ideológico-políticas que pugnan por la hegemonía regio-
nal dentro del Macizo Colombiano. Dicha pugna puede ser en-
tendida como la tensión que divide al movimiento en indígena
y campesino, individualmente, pero también la que permite co-
nectarlos en la perspectiva regional. Este trabajo desarrollará la
segunda opción, por lo cual se presentan los resultados del exa-
men al papel que las líneas campesinista e indigenista -vale decir,
supramunicipalista y etnicista- desempeñan en la construcción
de la regionalidad y, por ende, en la conformación de un macro-
movimiento, para sustentar que el Movimiento del Macizo Co-
lombiano es un movimiento social de carácter regional, con ca-
pacidad estructurante en lo sociopolítico, en el que la identidad
Conflictos por la hegemonía regional [ 271 ]
den, que, a la vez, les permite establecer alianzas con otros mo-
vimientos populares en la región. La línea CMY es sustenta-
da por varios sectores yanaconas, no yanaconas, indígenas con
resguardo y sin resguardo, organizaciones indígenas como el
Consejo Regional Indígena del Cauca, Autoridades Indígenas
de Colombia, Alianza Social Indígena, y cabildos indígenas, y
está basada en la recuperación territorial, la autoridad de los ca-
bildos y la jurisdicción indígena. La línea CIMA también es sus-
tentada p o r múltiples actores colonos, campesinos pobres y me-
dianos, comerciantes y artesanos, organizados en t o r n o a la
Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, juntas de acción
comunal y asociaciones municipales, entre otras, y están aglu-
tinados por la movilización a la vía Panamericana, por necesi-
dades básicas de servicios públicos y una estrategia de toma de
poder en las alcaldías y concejos.
La base socioterritorial
Lo reflexivo
El orden
Lo ciudadano
CONCLUSIONES
Bibliografía
EL NATIVO ECOLÓGICO:
MOVIMIENTOS INDÍGENAS Y MEDIO AMBIENTE EN
COLOMBIA
Durante los últimos 500 años los indígenas han sido estereoti-
pados como salvajes, brujos o menores de edad. Sin embargo,
en las últimas décadas se han vuelto importantes y poderosos
interlocutores dentro del espacio político nacional, lo que les
permite repensar la esfera política y sus predominantes concep-
tos de nación, ciudadanía, democracia, desarrollo y medio am-
biente. En este nuevo contexto, los indígenas ahora son consi-
derados tanto por la comunidad académica como por el público
en general, en Colombia y en el ámbito internacional, como in-
dígenas ecológicos que protegen el medio ambiente y dan espe-
ranza a la crisis ambiental y del desarrollo. Por lo tanto, las re-
presentaciones sobre los indígenas han sido transformadas del
"sujeto colonial salvaje" al "actor político-ecológico".
Así, los movimientos ambientalistas, las organizaciones no
gubernamentales, los programas nacionales y globales de desa-
rrollo sostenible, y las luchas políticas de los indígenas están en
constante interrelación, contradicción y negociación, reconfi-
gurando tanto las prácticas locales como globales. Consecuen-
temente, los significados y las concepciones acerca de la natura-
leza y del medio ambiente y de su manejo ecológico son terreno
de confrontación en el cual se llevan a cabo diversas luchas po-
líticas sobre los significados.
El nativo ecológico í 287 ]
EL PODER DE LA IDENTIDAD1:
E L PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES ECOLÓGICAS
Retomo el nombre del libro de Castells de 1997, The Power ofthe Identity.
[ 288 ] ASTRID ULLOA
2
La revista Time tiene una sección denominada "eco-héroes" donde destacan, por
ejemplo, las actividades de indígenas norteamericanos y brasileños en su lucha por
salvar el medio ambiente.
290] ASTRID ULLOA
3
Los kogui son los primeros en América en recibir este premio, el cual ha sido
concedido a personajes como Jacques Cousteau, quien lo recibió en 1996. Bios, que
está formada por 103 países, surgió en Grecia para promover el respeto por la vida
y realizar cooperación internacional para proteger el medio ambiente.
El nativo ecológico [ 291 ]
4
Política cultural puede ser definida como "el proceso generado cuando diferen-
tes conjuntos de actores políticos, marcados por prácticas y significados culturales
diferentes, y encarnándolas, entran en conflicto. Esta definición de política cultural
supone que las prácticas y los significados -particularmente aquellos teorizados como
marginales, opositivos, minoritarios, residuales, emergentes, alternativos y disiden-
tes, entre otros, todos éstos concebidos en relación con un orden cultural dominan-
te- pueden ser la fuente de procesos que deben ser aceptados como políticos" (p. 7)
Alvarez, Dagnino y Escobar 1998.
[ 294 ] ASTRID ULLOA
5
De hecho, la mayoría del territorio colombiano está clasificado como biodiversity
hot spot y el área de la Amazonia como tropical wilderness área.
6
Las poblaciones indígenas (aproximadamente 800 mil individuos cerca de 2%
de la población colombiana) legalmente poseen 259?; del territorio nacional conti-
nental, y gran parte de los territorios indígenas están en las regiones de alta
biodiversidad (véase Posey 1984, Moran 1996, Ulloa 1996, Correa 1990).
El nativo ecológico í 297 ]
' Caso concreto, la declaración realizada en 1996 por la ONIC y diversas organiza-
ciones indígenas en contra de los programas de investigación y toma de muestras
sobre información genética humana realizados por la Universidad Javeriana. Por
otro lado, en 1999, COICA logró la revocación de la patente del yagé, la cual había
sido otorgada a un investigador norteamericano.
El nativo ecológico l 299 ]
8
J. Beneria-Surkin (2000) describe cómo en Bolivia la capitanía del Alto y Bajo
Izozog (CABI) y sus alianzas con movimientos ambientales han permitido mayor es-
pacio político para los indígenas, y el poder para elaborar una estrategia descentra-
lizada de desarrollo sostenible para las comunidades izoceño-guaraníes.
El nativo ecológico 1 301 ]
9
Como el Fondo Mundial para la Vida Silvestre, WWF, The Nature Conservancy,
TNC, Conservation International, ci, la Unión Internacional para la conservación de
la Naturaleza y los Recursos Naturales, UICN y la Fundación Natura.
10
Sin embargo, diversas ONG ambientalistas han ayudado a implementar programas
de desarrollo que no consideran las concepciones locales sobre la naturaleza y el de-
sarrollo. Por lo tanto, es importante llamar la atención sobre las diferencias que exis-
ten entre las ONG ambientalistas, dado que hacer una generalización sobre ellas impi-
de ver las contradicciones que existen entre ellas y entre sus intereses particulares.
[ 302 ] ASTRID ULLOA
11
Action Resource Center, Amazon Watch, Earthjustice Legal Defense Fund,
EarthWays Foundation, Indigenous Environmental Network, Project Underground,
Rainforest Action Network, Sol Communications, U'wa Defense Project, Intemational
Law Project for Human Environmental and Economic Defense y Beyond Oil Campaign.
Además hay comités u'wa en países como Finlandia, Dinamarca y España.
El nativo ecológico l 303 ]
12
Este encuentro se realizó del I o al 8 de junio de 1999 con la participación de 40
médicos indígenas representantes de los pueblos inganos de Caquetá, Bota Caucana,
Mocoa y valle del Sibundoy; cofanes del valle del Guamuéz, Santa Rosa de Sucumbíos,
Afilador y Yarinal; sionas del bajo Putumayo, kamsás del valle del Sibundoy; la an-
ciana carijona del Tablero; coreguajes venidos de Orteguaza, en el Caquetá, y los
payes tatuyos invitados del Vaupés. Encuentro de Taitas en la Amazonia Colombia-
na. Unión de Médicos Indígenas Yageceros de Colombia-UMIYAC. 1999. Este encuen-
tro se realizó gracias a una red internacional conformada por la Unión de Médicos
Indígenas Yageceros de Colombia (UMIYAC), la organización ingana Tanda Chiridu
Inganokuna y la ONG ambientalista Amazon Conservation Team.
[ 304 ] ASTRID ULLOA
plica una naturaleza que se escapa del orden cultural y, por con-
siguiente, el nativo ecológico se torna parte integral de esa natu-
raleza ideal, donde los indígenas representan el deseo de retor-
nar a u n m u n d o primitivo, a un estilo de vida preindustrial y a
un m u n d o ecológicamente sostenible. De esta manera, los indí-
genas son situados como "silvestres", en oposición a la gente de
las sociedades industriales. Así mismo, esto también implica la
intervención externa de un conocimiento experto (antropólogos,
abogados ambientales, ambientalistas, biólogos, conservacio-
nistas, etc.) para proteger a los pueblos indígenas de la destruc-
ción y la extinción, lo que significa una concepción naturaliza-
da de los indígenas, a la par con las especies biológicas que hay
que proteger 1 3 .
En la visión de muchos de los ambientalistas, los indígenas
tienen que asumir la tarea histórica de salvar el planeta Tierra
manteniendo y perpetuando sistemas tradicionales ecológicos
ideales, bajo una visión romántica del nativo ecológico. Sin em-
bargo, no hay una claridad ni u n conocimiento sobre los discur-
sos locales sobre la naturaleza y sus perspectivas frente al desa-
rrollo. Por otro lado, dentro del discurso ecológico global, la
extinción y la contaminación son presentados como el resulta-
do de las actividades humanas, sin desglosar las causas, convir-
tiéndose en un problema ambiental global cuya solución perte-
nece a todos los ciudadanos del planeta, especialmente a aquellos
que han tenido una relación armónica (es decir, los indígenas)
con la naturaleza, quienes deben salvar el planeta Tierra (la
Madre Naturaleza).
De esta manera, los pueblos indígenas son llamados ahora a
dar sus conocimientos (los cuales fueron anteriormente desco-
13
En la página web www.solcommunications.com los indígenas y las especies son
presentadas y representadas como necesitadas de protección y carentes de solucio-
nes propias.
[ 310 ] ASTRID ULLOA
14
Vale la pena mencionar cómo dentro del ecofeminismo se propone la conexión
entre género y medio ambiente y se considera que "las ideologías que legitiman las
injusticias basadas en género, raza y clase están relacionadas con las ideologías que
admiten la explotación y la degradación del medio ambiente" (Sturgeon 1997). En
esta teoría, visiones del desarrollo y del desarrollo sostenible pueden ser considera-
das en conflicto con los derechos de las mujeres, dado que se plantea que el medio
ambiente es un punto importante a considerar en las desigualdades de género. Aun
cuando hay varias posiciones dentro del ecofeminismo, éste propone a grandes ras-
gos la esencialización de la relación mujer/naturaleza y presenta un punto impor-
tante al considerar el medio ambiente como un aspecto importante relacionado con
nociones de género. De igual manera, hay perspectivas que critican la conexión
mujer/naturaleza.
El nativo ecológico [311]
REFLEXIONES FINALES
15
Utilizo el concepto gubernamentalidad (govermentality) de Foucault, que se re-
fiere a "todos los proyectos o prácticas que intentan dirigir a los actores sociales a
comportarse de una manera particular y hacia fines específicos, en los que la políti-
ca gubernamental es sólo uno de los medios de regular o dirigir dichas acciones"
(Watts, 1993/1994).
[312] ASTRID ULLOA
Bibliografía
E S C E N A R I O S ORGANIZATIVOS E INICIATIVAS
INSTITUCIONALES
EN T O R N O AL M O V I M I E N T O N E G R O EN C O L O M B I A 1
INTRODUCCIÓN
Desde hace unas tres décadas se ha hecho cada vez más eviden-
te que el panorama político que había sido registrado por los
estudios clásicos de la sociedad había entrado en una etapa de
significativas transformaciones. El orden social mundial de la
postguerra - d e consolidación del Estado de bienestar en los paí-
ses capitalistas, del socialismo estatista en buena parte del pla-
neta y de una oscilación entre autoritarismo, socialismo y demo-
cracia populista en los países capitalistas periféricos, muchos de
ellos apenas saliendo de la dominación colonial- acusaba sínto-
mas de agotamiento. La delimitación de los actores políticos en
la arena nacional entre agentes de los Estados nacionales de norte
homogéneo, partidos políticos tradicionales, grupos marxistas
de múltiples tendencias, uniones sindicales, da paso a una crisis
de las definiciones nacionales, a la irrupción de una serie de
nuevos actores políticos, los cuales reclaman u n heterogéneo
1
El contenido de este artículo se deriva de cortos viajes que hice en el Pacífico
colombiano en 1993, 1994 y 1998, y también de numerosas conversaciones con lí-
deres populares, académicos y funcionarios, en los últimos seis años. Debo una par-
te importante de las ideas aquí consignadas a las comunicaciones verbales o escritas
con mis compañeros de investigación del proyecto "Poblaciones negras y moderni-
dad. Movimientos sociales, sociedad civil y Estado en el Pacífico colombiano", pa-
trocinado por el ICANH y Colciencias. Por supuesto, la responsabilidad sobre el con-
tenido del artículo es exclusivamente mía.
[ 322 ] MAURICIO PARDO
2
En 1991 se eligió en Colombia una Asamblea para reformar la Constitución po-
lítica. Una vez expedida la nueva Constitución, en ésta se incluyó el Artículo Transi-
torio 55 que ordenaba al gobierno constituir una Comisión especial, la cual redacta-
ría para estudio del Congreso el texto de un proyecto de ley para la protección del
territorio y la cultura de las comunidades negras de la costa del océano Pacífico y
otras poblaciones de características similares.
[ 324 ] MAURICIO PARDO
3
La teo fa sobre movimientos sociales surge en un principio como parte del aná-
lisis sobre comportamiento colectivo, y acudía a explicaciones sobre desadaptaciones
o expresiones marginales respecto del contexto social (Smelser, Turner y Killian).
Este enfoque funcionalista de los años cincuenta y sesenta en Norteamérica fue su-
cedido por el enfoque llamado de movilización de recursos, en el que los integran-
tes de los movimientos sociales eran vistos como actores racionales tomando deci-
siones sobre el uso de recursos, ya fueran económicos, políticos u organizativos en la
instrumentación de sus reclamos (Olson, McCarthy y Zald). Otros sociólogos norte-
americanos vieron la necesidad de examinar el desarrollo de los movimientos socia-
les en estrecha relación con las acciones del Estado, en la que se ha dado en llamar
la teoría del proceso político (Tilly, Tarrow). Por otro lado, principalmente en Euro-
pa, la tendencia conocida como de los "nuevos" movimientos sociales hace énfasis
en las construcciones de identidad, por la cual los movimientos se autodefmen y
construyen propuestas alternativas de orientación de la sociedad (Touraine, Melucci,
[ 330 ] MAURICIO PARDO
DESPUÉS DE LA LEY 70
4
Según algunas interpretaciones, en el último censo nacional de 1993 aproxima-
damente 30% de la población nacional total de 34 millones de habitantes se recono-
[ 338 ] MAURICIO PARDO
ce como perteneciente a la etnia negra. De este total, un número mucho más redu-
cido corresponde a comunidades negras, es decir, localidades con población mayor-
mente negra en las que están vigentes prácticas culturales y relaciones sociales de
características específicas de este grupo étnico. Estas comunidades se asientan prin-
cipalmente en el Pacífico, en un número aproximado de 800.000 personas; de ellas,
la mitad en asentamientos selváticos ribereños o costeros y la otra mitad en cabece-
ras municipales, mayormente en Buenaventura, Quibdó y Tumaco. Hay unas cien
mil personas en comunidades negras en la región atlántica o caribeña. Hay grandes
cantidades de población negra en barriadas de inmigrantes negros en Cali, Carta-
gena, Bogotá, Medellín, Barranquilla y otras ciudades colombianas. El sector de
Aguablanca en Cali, con unas 200.000 personas negras oriundas mayormente del
Pacífico surcolombiano, es la mayor concentración urbana de población negra en
Colombia; otras 100.000 personas negras viven en otros barrios de Cali (Barbary,
1998a, 1998b).
3
La Ley 70 establece los procedimientos para reconocerles territorios colectivos a
las comunidades negras que ocupen y usufructúen territorios selváticos, se organi-
cen en Consejos Comunitarios y soliciten la titulación.
La Ley ordena un manejo concertado y sostenible de dichos territorios, otorga
derechos especiales a las comunidades negras en la actividad minera, e instaura me-
didas para la protección cultural y la promoción socia) y económica de la población
negra colombiana; crea la Dirección de Comunidades Negras en el Ministerio del
Interior y las Comisiones Consultivas departamentales y nacional para concertar
políticas entre los representantes de las comunidades negras y las instituciones esta-
tales.
En torno al movimiento negro en Colombia i 339 ]
6
El Pacífico colombiano es una franja selvática de tierras bajas que se extiende de
norte a sur entre Panamá y Ecuador, limitada al oriente por la cordillera de los An-
des. Tiene aproximadamente 1.000 km. de largoy unos 100.000 km 2 . Políticamen-
te, está dividido en cuatro departamentos, de norte a sur: Chocó, Valle, Cauca y
Nariño. El Chocó está enteramente en la llanura del Pacífico, mientras los otros tres
departamentos tienen buena parte de su territorio y sus capitales en las montañas y
valles interandinos.
[ 340 ] MAURICIO PARDO
CONCLUSIONES
' La Ley 70 ordena la implementación de una estrategia educativa sobre los valo-
res y realidades de la población negra.
En torno al movimiento negro en Colombia [ 341 ]
Bibliografía
Movimientos de mujeres
Patricia Tovar
1
Este trabajo, "Historias de amor y muerte: las vidas de las viudas portuguesas",
fue presentado como disertación doctoral al Departamento de Antropología de The
Gradúate Center, City University of New York, en 1995.
Las Policarpas de fin de siglo [ 351 ]
2
Véase su página web: http://wwwc.net.gt/fmaya/conavi.html.
3
"Enséñame a sonreír y a reconstruir el mundo", El Colombiano, p. 1 IA. Medellín,
domingo 25 de junio de 1995.
Las Policarpas de fin de siglo [355]
decir, las demandas de reforma social que han buscado las mu-
jeres de clase media alrededor de la discriminación de género.
Estos movimientos, clasificados como feministas, tienden a ser
analizados en oposición a los de las mujeres de sectores popula-
res aglutinados dentro de los llamados movimientos de mujeres. Lla-
ma la atención que muchos de estos movimientos se construyen
alrededor de la identidad y la labor como madres y esposas y los
roles y representaciones específicas de género, lo que a su vez
permite y limita la participación política. Como vimos en el caso
de MEV, es precisamente el haber perdido la identidad de espo-
sas y la reconstrucción de ésta como viudas lo que motiva la par-
ticipación política; igual ocurre con Conavigua y con las muje-
res de Apartado. Esta identidad femenina está muchas veces por
encima del origen e interés de clase social o étnico de sus inte-
grantes.
La mayoría de los movimientos de mujeres de fin de siglo
en Colombia están enlazados por la búsqueda de la paz, la pro-
testa por la violación de los derechos humanos, el secuestro y
las desapariciones forzosas. El punto en el que se ha argumen-
tado y se supone que no se coincide es en el del desafío de la
explotación y desigualdad de género. Nuevamente, el caso de
Portugal nos sirve para ver estos movimientos de manera dife-
rente. En MEV ocurre, al igual que en el caso de Colombia, que
sus integrantes no se definen como feministas, pues también con-
sideran este término como problemático; sin embargo, su reto
principal como grupo gira alrededor de u n asunto primordial
de desigualdad de género: el ser tratadas de manera diferente
en la sociedad por haber perdido a sus maridos. La muerte y la
violencia han tocado a las mujeres de todas las clases sociales, y
a través de esta experiencia común se sienten identificadas para
actuar en conjunto.
La cuestión de la interpretación del significado de los movi-
mientos sociales de mujeres está determinada muchas veces no
[ 356 ] PATRICIA TOVAR
CONCLUSIÓN
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
* Este trabajo es una versión revisada de aquel que se hiciera como trabajo final
para el Seminario "Aspectos de la Historia Social Latinoamericana", dictado por el
profesor Mauricio Archila, en el marco del doctorado de Historia de la Universidad
Nacional de Colombia. Primer semestre de 1999 y que fue presentado en el xvn
Encuentro Académico de AFACOM, "Medios de comunicación, movimientos sociales
y ciudadanía: nuevos retos para la democracia". Pontificia Universidad Javeriana,
Bogotá, septiembre de 1999.
1
La dictadura militar se inicia en octubre de 1968, como resultado del golpe mi-
litar del general Juan Velasco Alvarado, quien, luego de 7 años, sería a su vez "gol-
peado" por el general Francisco Morales Bermúdez, quien gobernaría desde 1975
hasta 1980. Es así que la dictadura se divide en "Primera fase" y "Segunda fase". La
primera fase se caracteriza por su carácter eminentemente reformista y modernizador
del Estado, mientras que en el segundo se trata de frenar el proceso iniciado por
Velasco.
[ 376 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
Son éstos los primeros rasgos del contexto que rodea la pro-
blemática a desarrollar, la de los movimientos de mujeres que
surgen en el Perú a principios de la década de los ochenta como
resultado de un proceso que tiene lugar en los sectores popula-
res, cuando la crisis económica iniciada en el segundo lustro de
la década de los setenta enfrenta, a las madres de familia en
especial, a tomar acciones colectivas para aliviar los problemas
de alimentación de sus familias.
Ahora bien, dentro de un contexto particular y en un mo-
mento particular, se trata de poder dar cuenta de cómo, comu-
nicativamente, estos movimientos de mujeres populares son el
síntoma de una reconfiguración del espacio público, luego de
reanudado - e n 1980- el proceso de continuidad en la democra-
cia representativa peruana, que volvería a interrumpirse en abril
de 1992, con el autogolpe del actual presidente peruano, inge-
niero Alberto Fujimori. Cabe anotar que a partir de los ochenta
se dio una explosión de medios masivos de comunicación; en
pocos años se pasa de contar con 3 canales de televisión a tener
7 canales, y en prensa diaria es posible encontrar más de una
docena de diarios en Lima.
Esto puede requerir de una caracterización de la situación
política y del conjunto de los actores presentes socialmente en
el proceso político, pero la envergadura de la tarea hace que,
más bien, se delineen ciertos rasgos predominantes en la diná-
mica política peruana que, a modo de matriz de lectura, le dan
ubicación y sentido al movimiento de mujeres populares en el
Perú. Se pondrá especial atención en ciertas marcas históricas
de la sociedad peruana que son importantes en la configuración
de un escenario público político.
Asimismo, se plantearán algunos elementos de la compleji-
dad de un movimiento popular de mujeres que no encuentra,
en la definición de movimiento feminista, un marco suficiente
para explicar el sentido que tiene la inscripción de las acciones
Movimientos de mujeres populares en el Perú [ 377 1
2
En la Asociación de Comunicadores Sociales, CALANDRIA, de la cual soy socio
comndador, ejercí la labor como integrante del equipo de producción del progra-
ma radial "Nuestra vida", cuya primera emisión se hizo en septiembre de 1984 y
que se mantuvo al aire por diez años; luego pasé a integrar el Área de Trabajo con
las Organizaciones Populares (ATOP) en coordinación con la Organización del Vaso
de Leche, y finalmente conformé el equipo de trabajo que le dio nacimiento a un
programa de video de emisión comunitaria llamado "Como nosotros".
[ 378 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
' Julio Cotler, Clases, Estado y nación en el Perú, Lima: Ed. Instituto de Estudios Pe-
ruanos, 1985, pp. 357, 364.
4
Ibid., solapa.
Movimientos de mujeres populares en el Perú [ 379 ]
disfruten del goce del baño "con" los patrones, o por lo menos
en el mismo espacio. De algún modo, es el reflejo de la "persis-
tencia de las relaciones sociales de la explotación de la pobla-
ción indígena [...] de ahí que las relaciones sociales de domina-
ción en el Perú estén cargadas de un fuerte ingrediente de natu-
raleza étnica"5.
Este carácter aristocrático de la sociedad ha impregnado las
relaciones económicas, al punto que se podría decir que hay cier-
tas ocupaciones, ciertos trabajos que son sólo realizados por los
"cholos". Decía Guillermo Nugent, sociólogo peruano, que el
modo de discriminación existente en el campo laboral no corres-
ponde al que se da en otras realidades, principalmente, la del lla-
mado Primer Mundo. Comentaba que mientras en una sociedad
como la norteamericana al interior de los trabajadores de la cons-
trucción civil puede encontrarse que los negros, latinos o asiáti-
cos son tratados de manera discriminatoria frente a los blancos,
en el Perú eso no se da porque sencillamente no hay obreros blan-
cos, sino que todos forman parte de eso que él llama "choledad";
que la sociedad peruana discrimina laboralmente a partir de lo
étnico: trabajadores de la construcción, de la recolección de ba-
suras, por ejemplo, son casi exclusivamente indígenas, mestizos
o negros. Ciertos oficios los realizan, preferencialmente, ciertos
sectores de la sociedad y no otros.
En el marco de esa herencia colonial, la formación social
peruana no transitó por una definitiva secularización de la so-
ciedad, en términos de romper con una sociedad estamentaria,
cuyos cortes hacían imposible la creación de un entre, como es-
pacio común, de unas esferas públicas varias, movibles y entrelaza-
das: local, regional, nacional, abierta al mundo; en donde lo nacio-
nal surgiera como engranaje, en tanto justicia interna y recomposición
Ibid., p. 366.
[ 380 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
6
En la historia peruana aparecen en este siglo movimientos que van en esta direc-
ción. Por ejemplo, se reconoce que el movimiento indigenista peruano (1920-1930),
nació con el propósito de reivindicar lo nacional postergado -lo indígena-, en su
posibilidad de expresarse a partir de un proyecto modernizador, lo que iba en la
dirección de darle existencia pública y reconocimiento nacional a una identidad cul-
tural andina, mayoritaria (y a la vez diversa) en el territorio del Perú.
' Publicado por Magdalena León (compiladora), Mujeres y participación política.
Avances y desafios en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1994.
8
Ibid., pp. 45-46.
Movimientos de mujeres populares en el Perú [ 381 ]
9
Teresa Tovar, "Barrios, ciudad, democracia y política", en Movimientos sociales y
democracia: la fundación de un nuevo orden. Eduardo Bailón (editor), Lima: Deseo,
1986, p. 71.
10
Dos textos han servido de referencia central para una revisión del debate; el pri-
mero es de Alberto Adrianzén y Eduardo Bailón (editores), Lo popular en América
[ 382 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
Latina, ¿una visión en crisis?, Lima: Ed. Deseo, 1992; el segundo, Leopoldo Muñera,
Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia, 1968-1988, Bogotá:
CEREC-IEPRI-Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacio-
nal de Colombia, 1998.
" Daniel Camacho, "Los movimientos populares", en Pablo Vuskovíc, etal.,Améri-
ca Latina, hoy, México: Universidad de las Naciones Unidas, Editorial Siglo xxi, 1995,
p. 138.
Movimientos de mujeres populares en el Perú í 383 1
12
Teresa Tovar, op. cit., p. 71.
13
Entre los escritos al respecto puede consultarse la obra de Francisco Guerra-
García, Velsaco: del Estado oligárquico al capitalismo de Estado. Lima: Ed. CEDEP, 1983.
14
Eduardo Bailón, "Estado, sociedad y sistema político: una aproximación inicial",
en Eduardo Bailón (editor), op. cit., p. 20.
[ 384 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
10
"Nuestra Vida" fue un programa radial cuya producción estaba a cargo de la Aso-
ciación de Comunicadores Sociales, CAIANDRIA. Estuvo al aire durante 10 años y en
ese tiempo tuvo un proceso lleno de transformaciones y que aún está por escribirse.
Inicialmente era el programa de las mujeres organizadas alrededor del PVL, luego se
expandió a la mujer popular organizada. Formé parte del equipo de producción des-
de que salió al aire, hasta 1989, y ahí aprendí mucho de esas mujeres.
Movimientos de mujeres populares en el Perú [ 385 ]
16
Nombre con el que se llama a las invasiones que forman nuevos asentamientos
humanos. El gobierno militar de Juan Velasco Alvarado los nombró así para deste-
rrar el sentido misérrimo que tenía la palabra "barriada", que era la manera usual
de llamarlos. El ser pueblo joven alentaba la idea de esperanza, de futuro, de un
pueblo naciente, que algún día maduraría, progresaría.
[ 386 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
17
A principios de los ochenta se da en Lima un fenómeno musical urbano, llama-
do el de la "música chicha". Éste era la expresión musical de un proceso, de una
manera de asumir la vida en la ciudad desde las raíces andinas, retomando ciertos
ritmos tropicales. Tuvo su gran momento de auge a mediados de la misma década
e incluso llegaron a tener un espacio de televisión, dado el carácter masivo del gus-
to por esta música.
18
Eric Hobsbawm, Sobre la historia, Barcelona: Ed. Crítica, 1998, p. 24.
19
Las mujeres (excepcionalmente había hombres) debían reunirse para nombrar a
una representante del grupo de familias y establecer turnos de preparación de la
leche en la comunidad. El recurso debía prepararse y repartirse comunitariamente,
solidariamente, no en la privacidad de cada hogar. Éste fue el germen de la organi-
zación, de otra manera, no habría sido sino un programa de beneficiencia más.
20
La división política del Perú, establece que dentro del área metropolitana de la
capital existan otros municipios. Así, existe una municipalidad metropolitana, pero,
a la vez, existen un sin número de municipios distritales cuyos alcaldes se eligen por
votación popular desde la primer década de este siglo, pero fueron suspendidas por
Movimientos de mujeres populares en el Perú [ 387 ]
25
Distrito ubicado a 19 kilómetros al sur de Lima, en una zona desértica, ocupa
unas 2.700 hectáreas. Surge el 12 de mayo de 1971, como producto de una invasión
que es reubicada y que se convierte en un laboratorio de autogestión en el gobierno
bajo una forma organizativa que lleva el nombre de Comunidad Autogestionaria de
Villa El Salvador (CUAVES). Tomado de Gustavo Riofrío y Romeo Grompone Cidiag,
op. cit., pp. 211-212.
[ 390 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
26
Véase Rosa María Alfaro Moreno, De la conquista de la ciudad a la apropiación de la
palabra, Lima: Ed. Tarea. En este libro se relata el proceso de asunción de las mujeres
a los cargos de dirigencia, en un mercado popular cooperativo donde sólo había un
hombre y era quien ocupaba la presidencia casi de modo permanente, por elección
de todas -en este caso-, las integrantes. Se subraya cómo las mujeres llegan a tomar
la palabra para sí mismas como integrantes de una organización y en ese momento
se sienten con la capacidad y en la necesidad de asumir los cargos de dirigencia.
Movimientos de mujeres populares en el Perú 1 391 ]
27
Véase Rosa María Alfaro Moreno, op. cit.
28
Anoto un caso que tomo de mi experiencia en el asentamiento humano de San
Francisco de Ate, en el distrito de Ate-Vitarte en Lima, en 1989-1990. La dirigente
no sabía qué hacer con una señora que incumplía permanentemente su labor en la
t 392 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
preparación comunitaria de la leche; las demás integrantes decían que había que
castigarla quitándole el recurso. Ella no sabía qué hacer, puesto que los perjudica-
dos iban a ser los niños. Así, se acercó como mujer a conversar con ella y lograr que
le contara sus problemas personales con el esposo. Fue así que en ese diálogo en-
contraron una manera de poder hacer que ella cumpliera con su labor y que el es-
poso no se enterara.
23
Celia Aldana, op. cit., pp. 26-27.
Movimientos de mujeres populares en el Perú í 393 ]
30
Recuerdo claramente a una dirigente del Vaso de Leche que luego de darnos una
entrevista para el programa "Nuestra Vida", le planteamos que si deseaba enviar
algún saludo o felicitación por cumpleaños. Ella nos dijo que los medios de comuni-
cación debían ser usados para decir cosas serias, que no había que desperdiciar esos
espacios en asuntos propios del entretenimiento, que para eso estaban los medios
de comunicación comerciales.
31
En el Perú, se suele denominar parrillada a lo que en Colombia se conoce como
asado. Por extensión, y ante la imposibilidad económica de hacer actividades para
recaudar fondos usando carne de res, se reemplazó ésta por carne de pollo; nace así
la pollada.
[ 394 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
años32. Lo mismo ocurría con los CPA, los cuales, para 1995,
sumaban un total de 2.400 comedores y atendían a un prome-
dio de 500.000 limeños33.
En esta etapa la intervención comunicativa se hace más evi-
dente, en términos de un diagnóstico que se empezó a construir
sistemáticamente. Una de las líneas de trabajo que se implementan
se relaciona con la posibilidad de develar el potencial de las muje-
res en la actuación pública como producto del estar juntas -un
sentido de comunidad-, del valor de su palabra y de su capaci-
dad para construir propuestas y pensarse como interlocutores
frente a los gobiernos locales y el gobierno central. Pero, tam-
bién, en la mirada interna, en la construcción de la dimensión
subjetiva; aquí, trabajando en el significado de ser dirigente, en
la relación con las demás integrantes, en la generación de diná-
micas participativas que propiciaran un relevo en la conducción
de la organización y en la defensa por la autonomía de la misma.
Con el apoyo de las ONG y los sectores progresistas de la Igle-
sia, se discute en momentos distintos, tanto para el Programa
del Vaso de Leche, como para los Comedores Populares Autoges-
tionarios, que existan leyes que amparen el derecho fundamen-
tal a la vida. Así, el 17 de diciembre de 1984 se aprueba la Ley
del Programa del Vaso de Leche, que garantizaría los recursos
necesarios para la continuidad del programa; para el caso de los
CPA, se aprueba la ley 25307 el 15 de diciembre de 1990.
En este apretado resumen, se ve reflejada una dinámica en
la que la organización consolida procesos de centralización
organizativa y de actuar público, no sólo en marchas y propues-
tas al Congreso, sino en su presencia en los medios. Sus rostros
empiezan a aparecer en los noticieros, son protagonistas de la
32
Gustavo Riofrío, Romeo Grompone, op. cit., Cuadro l y Arturo Granados, op. cit.,
p, 51.
33
Arturo Granados, op. cit, p. 50.
Movimientos de mujeres populares en el Perú í 395 ]
Ibid., p. 28.
Movimientos de mujeres populares en el Perú í 397 ]
36
Eric Hobsbawm, op. cit.; Julio Cotler, op. cit.; Norbert Lechner, en "Democraciay
modernidad", en Revista Foro N 2 10, septiembre de 1989; por mencionar a algunos.
[ 398 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
37
Ludger Mees, "¿Vino viejo en odres nuevos?", en Pedro Ibarra y Benjamín Tejerina
(editores), Los movimientos sociales. Transformaciones y cambios, Madrid: Ed.Trotta, 1996,
p. 297.
38
Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones, México: Ed. Gustavo Gili,
1991, p. 178.
Movimientos de mujeres populares en el Perú [ 399 ]
Ibid., p. 90.
[ 400 ] JULIO EDUARDO BENAVIDES CAMPOS
Bibliografía
CONCLUSIONES
Bibliografía
ENTREVISTAS
INTRODUCCIÓN
1
Francisco Leal B., "Los movimientos políticos y sociales. Un producto de la relación entre
Estado y sociedad civil", Revista Análisis Político, N 2 13, IEPRI, Universidad Nacional de
Colombia, Bogotá, mayo-agosto/1991, pp. 7-21.
2
Véase capítulo 7, de Mauricio Archila Neira, en En busca de la estabilidad perdida,
Francisco Leal (compilador), IEPRI, Bogotá, 1995.
El movimiento de derechos humanos en Colombia í 443 ]
3
Alain Touraine, citado por Mauricio Archila, op. cit.
4
Véase revista Semana, 938, 24 de abril a I o de mayo, Bogotá, pp. 33-38.
[444] FLOR ALBA ROMERO
5
Véase Leopoldo Muñera, Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en
Colombia 1968-1988, IEPRI, Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Colom-
bia, CEREC, Bogotá, 1998.
El movimiento de derechos humanos en Colombia [ 445 ]
6
Véase Jaime Prieto M., "La relación Estado-ONG y su incidencia en la situación
de derechos humanos", trabajo de grado para la especialización en derechos huma-
nos, ESAP, agosto de 1999.
' La primera organización no gubernamental de derechos humanos fue el Comité
de Solidaridad con los Presos Políticos, creada en 1973 por personalidades demo-
cráticas. A la cabeza de ellas estaban el premio Nobel de literatura, Gabriel García
Márquez, Enrique Santos Calderón, líderes sociales como Noel Montenegro de la
Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, la señora Carmen de Rodríguez, del
movimiento de los barrios nororientales, y miembros de la academia como Jorge
Villegas, Diego Arango y Nirma Zarate.
8
Las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos se dedicaron a en-
señar en los sectores populares y sindicales las normas de protección nacional e in-
ternacional de derechos humanos, instrumentos legales de defensa y forma de ac-
ceder a ellos.
[ 446 ] FLOR ALBA ROMERO
9
Carta pública suscrita el 20 de diciembre de 1977 por el general Luis Carlos
Camacho Leyva, comandante general de las fuerzas militares, luego ministro de
Defensa del gobierno de Turbay Ayala.
El movimiento de derechos humanos en Colombia í 449 ]
10
Declaraciones del procurador general de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, en
la revista Semana de octubre de 1985.
[ 450 ] FLOR ALBA ROMERO
1
' Véase Por la vigencia de los derechos humanos, Tomo IX, I a parte, Presidencia de la
República, Virgilio Barco, agosto de 1988, pp. 109-112.
[ 452 ] FLOR ALBA ROMERO
12
Contra viento y marea. Conclusiones y recomendaciones de la ONU y la OEA para garanti-
zar la vigencia de los derechos humanos en Colombia: 1980-1997. Defensoría del Pueblo,
Comisión Colombiana de Juristas, Tercer Mundo Ed., Bogotá, 1997, p. 138.
El movimiento de derechos humanos en Colombia [ 453 ]
Por su p a r t e , el E s t a d o c o l o m b i a n o t a m b i é n h a c e u n r e c o -
n o c i m i e n t o q u e busca r o m p e r el e s t i g m a c r e a d o a las ONG d e
d e r e c h o s h u m a n o s , y d a r l e s su v e r d a d e r a c a t e g o r í a :
Más a d e l a n t e , y l u e g o d e l r e c r u d e c i m i e n t o d e a t a q u e s , e n
j u l i o d e 1997, se d i o a c o n o c e r la Directiva Presidencial 0 1 1 , e n
la cual se h a c e u n r e c o n o c i m i e n t o a las ONG d e d e r e c h o s h u m a -
n o s , s e ñ a l a n d o q u e c u m p l e n l a b o r e s d e asesoría y d e asistencia
j u r í d i c a a la s o c i e d a d :
13
Pronunciamiento del Consejero de Derechos Humanos, Revista No. 16, Jorge
Orlando Meló.
[ 454 ] FLOR ALBA ROMERO
El debate internacional
14
Jaime Córdoba T , El Defensor del Pueblo: antecedentes, desarrollo y perspectiva de la
institución del Ombudsman en Colombia. Ed. Jurídicas Gustavo Ibáñez, Bogotá, 1992,
pp. 390-391.
El movimiento de derechos humanos en Colombia [ 457 ]
15
Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Viena, 14 a 25 de junio de 1993,
Declaración y Programa de Acción de Viena.
[ 458 ] FLOR ALBA ROMERO
17
En el Informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los derechos humanos en Colombia, recomienda: "... 193. La Alta Comisionada ins-
ta al gobierno de Colombia y al Congreso a adoptar la normativa requerida para la
entrada en vigencia del nuevo Código Penal Militar. Dicha norma debe tomar en
cuenta los principios y recomendaciones internacionales sobre independencia e
imparcialidad de los funcionarios encargados de administrar justicia, la formación
jurídica de éstos y el carácter restringido del fuero. Así mismo, exhorta a las autori-
dades competentes a la adecuada aplicación e interpretación de estos principios",
Bogotá, abril del 2000.
El movimiento de derechos humanos en Colombia [ 463 ]
18
ONU. Declaración sobre el derecho y el deber de los individuos, grupos e instituciones de
promover y proteger los derechos humanos, Asamblea General, Ginebra, noviembre de
1998.
El movimiento de derechos humanos en Colombia i 465 ]
19
Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los derechos hu-
manos sobre la Oficina en Colombia, del 1 o de enero al 31 de diciembre de 1999,
Bogotá, abril del 2000.
[466; FLOR ALBA ROMERO
ridad con los Presos Políticos, han tenido que cerrar temporal-
mente sus oficinas.
Señala el Informe que si bien el Programa de Protección
Especial del Ministerio del Interior, como mecanismo oficial de
protección para personas amenazadas, ha funcionado y atendió,
en 1999, 93 casos de protección para individuos y para organi-
zaciones, confirma sus problemas administrativos y retraso en
la ejecución del presupuesto.
Sostiene que el Estado colombiano se comprometió, a tra-
vés del Procurador General de la Nación, a revisar los archivos
de inteligencia militar, y constatar la información que exista sobre
las ONG de derechos humanos, y aunque esta revisión ya se rea-
lizó, no se conocen sus resultados.
El informe plantea:
20
Informe de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos en Colombia, p. 44, E7CN.4/2000/11.
El movimiento de derechos humanos en Colombia l 467 ]
CONCLUSIONES
21
Naciones Unidas, 55° período de sesiones, Ginebra, 22 de marzo a 30 de abril
de 1999.
El movimiento de derechos humanos en Colombia [ 471 ]
Bibliografía
1
Sobre la escenificación de la protesta por los movimientos sociales en la ciudad
de México, véase el trabajo del antropólogo Francisco Cruces, "El ritual de la pro-
testa", en Néstor García-Canclini, (coord.), Los ciudadanos imaginados por los medios,
UAM-Iztapalapa, México, 1999.
Medios de comunicación y movimientos sociales [ 479 ]
2
Me refiero a la noción de campo de Pierre Bourdieu, entendida aquí como la
esfera del periodismo y de los medios de comunicación, con sus instituciones, agen-
tes y funciones especializadas (Bourdieu, 1998, 1999).
Medios de comunicación y movimientos sociales [ 481 ]
A L G U N O S A P U N T E S SOBRE EL C U B R I M I E N T O M E D I Á T I C O DEL M O V I -
M I E N T O CAMPESINO DEL MACIZO COLOMBIANO EN NOVIEMBRE DE
1999 EN EL DEPARTAMENTO DEL CAUCA
4
Entrevista con una de los participantes en la movilización ciudadana de apoyo al
Movimiento del Macizo en noviembre de 1999, Popayán, mayo 6 de 2000, p. 16.
[ 486 ] FABIO LÓPEZ DE LA ROCHE
O T R A S D E F I C I E N C I A S Y SESGOS E N EL C U B R I M I E N T O P O R L O S M E -
DIOS NACIONALES DE LA MOVILIZACIÓN CAMPESINA
Ibidem, p. 16.
Medios de comunicación y movimientos sociales t 489 ]
Bibliografía
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tá: Ministerio de Comunicaciones, 1996.
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videocultura en la Argentina. Buenos Aires: Ariel, 1997.
Schmucler, Héctor y María Cristina Mata (coordinadores). Polí-
tica y comunicación. ¿Hay un lugar para la política en la cultura
mediática?, Buenos Aires: Universidad Nacional de Córdo-
ba-Catálogos Editora, 1992.
Tuchman, Gaye. La producción de la noticia. Estudio sobre la cons-
trucción de la realidad. México: Gustavo Gili, 1983.
Van Dijk, Teun. Racismo y análisis crítico de los medios. Barcelona:
Paidós Comunicación, 1997.
. La noticia como discurso. Comprensión, estructura y produc-
ción de la información. Barcelona: Paidós Comunicación, 1996.
Reinaldo Barbosa Estepa
1
Nelly Richard, "Políticas de la memoria y técnicas del olvido", en Cultura, política
y modernidad. Gabriel Restrepo editor, CES, U.N., 1998.
- Jorge Luis Acanda, La contemporaneidad de Antonio Gramsci; Editorial C. Sociales.
La Habana, 1991.
[ 496 ] REINALDO BARBOSA ESTEPA
3
Para el objeto de este documento hemos tenido en cuenta los aportes al debate
de Luis Jorge Garay, La transición hacia la construcción de sociedad; reflexiones en torno a
la crisis colombiana, 1999. Salomón Kalmanovitz, "Rcntismo, crisis y nueva sociedad".
Cambio 16, enero 2000. José Antonio Rivas León, "Gobernabilidad, democracia y
partidos políticos: Ideas para un debate", en Ciencias de gobierno N- 5, junio 1999.
Minrex, PNUD, Fescol, "El fin de la política o su verdadero comienzo". Bogotá, 1996.
4
Puede consultarse: Guadalupe y sus centauros, memorias de la insurrección llanera, IFPRI
U. N. CEREC 1992. Orinoquia, Amazonia, conflictos regionales. IEPRI u. N. FESCOL 1998.
"Vuelan los Bachacos, economías, sociedades y conflictos interétnicos en los Llanos",
1999 inédito.
[ 498 ] REINALDO BARBOSA ESTEPA
5
Ernest Gellner, Antropología y política, revoluciones en el bosque de lo sagrado. Gedisa
ed. Barcelona, 1997.
t 500 ] REINALDO BARBOSA ESTEPA
" Milagros Palma, La mujer es puro cuento. Feminidad aborigen y mestiza.. Bogotá, Ter-
cer Mundo. 1992.
Imaginarios colectivos y crisis de representación l 501 ]
' Ernest Gellner, Cultura identidad y política. Barcelona, Gedisa, 1998. Varios, Can-
tan los alcaravanes. Asociación Gravo Norte 1990. Camilo Domínguez y otros, Colom-
bia: Orinoco. Arauca, U.N., Fondo FEN, 1998.
[ 502 ] REINALDO BARBOSA ESTEPA
9
Émile Masqueray, Formation des cites chez les populations sédentaires de l'Algerie. Pa-
rís, Edisud, 1983.
[ 504 ] REINALDO BARBOSA ESTEPA
10
Norbert Lechner, "Por qué la política ya no es lo que fue", en Nexos, N 2 216,
México, 1996.
[ 506 ] REINALDO BARBOSA ESTEPA
12
Ricardo Vargas Mesa, "Un mal menor ¿erradicar la actual política antidrogas?"
en u.N. Periódico, abril de 2000.
512 REINALDO BARBOSA ESTEPA
13
Camilo Domínguez, "Petróleo y reordenamiento territorial en la Orinoquia y la
Amazonia", en Cubides y Domínguez, op. cit., p. 41.
Imaginarios colectivos y crisis de representación [513]
14
Eduardo Pizarro Leongómez, "Colombia: una grave encrucijada", u.N. Periódi-
co, agosto de 1999.
Imaginarios colectivos y crisis de representación [ 517 ]
1
Me refiero al Estado moderno, en tanto aparece éste en la historia como la for-
ma institucional del poder político -elemento constitutivo del Estado junto con la
nación y el territorio-, y como expresión del poder impersonal, cristalizado en una
entidad permanente.
[ 524 ] LEONOR PERILLA LOZANO
2
Juan Jacobo Rousseau, El contrato social, Editorial Cometa de Papel, Bogotá, 1996,
pp. 31-32.
3
Guillermo Federico Hegel, Filosofía del Derecho, Biblioteca Filosófica, Ed. Unidad
S.A, Buenos Aires, 1968, p. 212.
La noción de problema social en la Constitución í 525 ]
Hegel, Filosofía del Derecho, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1955, p. 155.
V. I. Lenin, El marxismo y el Estado, Editorial Progreso, Moscú, 1973, p. 56.
[ 526 ] LEONOR PERILLA LOZANO
6
V. I. Lenin, "Acerca del Estado", Conferencia pronunciada en la Universidad
Jverdlou el 11 de julio de 1919, en Obras escogidas, tomo III, pp. 262-264.
7
ídem, p. 265.
La noción de problema social en la Constitución l 527 ]
8
Vladimiro Naranjo Mesa, Teoría constitucional e instituciones políticas. Editorial Temis,
1997, p. 73.
9
Como se verá más adelante, así como nos encontramos con un ideal de Estado
-que se puede contrastar con la concreción de éste en la vida diaria-, encontrare-
mos también un "ideal" de constitución política, en cuanto enunciado de "buenos
" propósitos, de consignar la "voluntad general" por el "bien común", que difícil-
mente se traduce en la realidad en "bienestar de todos".
[ 528 ] LEONOR PERILLA LOZANO
10
Aquí estos valores -libertad, igualdad y fraternidad- son válidos fundamental-
mente para efectos del intercambio de mercancías y de apropiación de fuerza de
trabajo: valores que responden a las necesidades e intereses de la naciente burgue-
sía, que chocan con la sociedad estamental y la nobleza privilegiada (del siglo xvn).
Así, las ideas liberales se traducen en una organización clasista de la sociedad, y ju-
rídicamente en la forma de Estado de derecho.
11
Entre otras, la Declaración de Derechos de EU en 1776 y la Declaración Univer-
sal de los Derechos del Hombre en 1789.
12
Ferdinand Lassalle, ¿Quées una constitución?, Ediciones Universales, Bogotá, 1994,
pp. 37-39.
La noción de problema social en la Constitución í 529 ]
13
Vladimiro Naranjo Mesa, op. cit., p. 321.
14
Ramón Eduardo Madriñán, El Estado social de derecho, Ediciones Jurídicas, 1997,
p. 33.
[ 530 ] LEONOR PERILLA LOZANO
15
Para Elias Díaz, a pesar de las variantes del Estado social de derecho, éste man-
tiene las características y exigencias del Estado de derecho como son: el imperio de
la ley formalizada en un órgano popular representativo, la separación de poderes,
la legalidad y garantía de derechos y libertades fundamentales. Véase Elias Díaz,
Estado de derecho y sociedad democrática, Ed. Taurus, Madrid, 1986, p. 85.
16
Con relación al concepto de "mínimo existencial", Madriñán, citando a Ángel
Garronera, dice que es por este concepto que se le otorga al Estado una función
asistencial, gestor de prestaciones, servicios y asistencias para asegurar condiciones
fundamentales de existencia humana. Madriñán, op. cit., p. 55.
17
Ramón Madriñán, op. cit, p. 57-58.
La noción de problema social en la Constitución [ 531 ]
18
Robert I. Horton, Problemas sociales, Ateneo Editorial, Buenos Aires, 1978, p. 2-3.
19
ídem, p. 5.
[ 532 ] LEONOR PERILLA LOZANO
20
Alejo Vargas incorpora esta discusión, de la presión ejercida por los distintos
actores políticos y sociales, en el tema del entendimiento de la política pública. Véa-
se Alejo Vargas Velásquez, Notas sobre el Estado y las políticas públicas, Almuneda Edito-
res, 1999, p. 59.
21
Alejo Vargas V, op. cit., pp. 61-63.
La noción de problema social en la Constitución [ 533 ]
A C E R C A DE L A R E F O R M A C O N S T I T U C I O N A L D E L 3 6 Y LA C O N S T I -
T U C I Ó N DEL 91 COMO EXPRESIÓN DEL ESTADO SOCIAL Y SOCIAL DE
DERECHO, Y LA NOCIÓN DE PROBLEMA SOCIAL ALLÍ
23
Aquí entiendo por ideológico el conjunto de ideas que orientan la acción; mien-
tras que lo político se refiere a la acción gubernamental misma.
La noción de problema social en la Constitución i 535 ]
25
Si bien el Acto Reformatorio de la Constitución de 1936 no enuncia de manera
explícita el término "derechos sociales", sí habla de asegurar el cumplimiento de los
deberes sociales del Estado de los particulares -la propiedad como función social
(Art. 9 y 10)-, la libertad de conciencia, de enseñanza y de enseñanza primaria gra-
La noción de problema social en la Constitución [ 539 1
tuita (arts. 13 y 14) la asistencia pública como función del Estado (art. 16); la protec-
ción del Estado al trabajo (art. 17); el derecho a huelga (art. 20).
26
Francesco Vito, "Los problemas sociales en las Constituciones modernas", en Re-
vista Javeriana, vol. 28, N2 139, 1947, p. 278.
27
Para el caso de la constitución política colombiana de 1991, interesaría analizar
en qué medida, al ser promulgada por una Asamblea Nacional Constituyente -pre-
sidida por representantes de las tres corrientes políticas más importantes en su mo-
mento, Partido Liberal, Partido Conservador yn-19-, realmente responde a los in-
tereses de la mayoría o si quedaron allí consignados los propósitos de una sociedad
nacional y el respaldo de la misma.
[ 540 ] LEONOR PERILLA LOZANO
28
Es el caso, entre otros, de la Reforma del 36, a la que luego se opusieron de manera
férrea tanto grupos económicos de terratenientes, industriales y banqueros organi-
zados en la Asociación de Propietarios, APEN, como el Partido Conservador y la je-
rarquía de la Iglesia católica.
29
Un hecho, entre muchos, que nos ilustra esta idea son los escándalos recientes
de corrupción política producidos por la Cámara de Representantes, hecho que, sin
ser novedoso, sí nos reitera la apreciación de que pueden darse "excelentes" consti-
tuciones, en cuanto cartas de derechos y enunciado de principios orientadores de
una mejor organización social y política de la sociedad, pero mientras no haya una
verdadera "revolución" de las conciencias -como ya alguien dijo- y, como efecto de
ésta, cambio en las prácticas, nada ha de cambiar en el orden social, político y eco-
nómico de nuestro país.
L a noción de problema social en la Constitución [ 541 ]
30
Luis Carlos Sáchica, Nuevo constitucionalismo colombiano. Editorial Temis S.A., Bo-
gotá, 1992, p. 376.
31
Me refiero a decisión y acción pública en lo correspondiente al rol del Estado en
cuanto a la formulación, administración y gestión de las políticas: administración
pública. En tanto que a decisión y acción social en lo que respecta al papel de la
sociedad en general y las comunidades en particular en cuanto al pronunciamiento
y al seguimiento del enunciado de principios y de las políticas públicas mismas.
32
Abel Rodríguez Céspedes, "Estado social de derecho y neoliberalismo", en Re-
vista Foro, N 2 20, 1993, p. 73.
[ 542 J LEONOR PERILLA LOZANO
33
Según lo dispuesto por la Corte Constitucional, los principios "consagran pres-
cripciones jurídicas generales que suponen una delimitación política y axiológica
reconocida y, en consecuencia, restringen el espacio de interpretación, lo cual hace
de ellos normas de aplicación inmediata, tanto por el legislador como por el juez
constitucional... expresan normas jurídicas para el presente; son el inicio del nuevo
orden... Los principios son normas que establecen un deber ser específico del cual
se deriva un espacio de discrecionalidad legal y judicial". Corte Constitucional, Sala
N s 1 de Revisión, sentencia T-406, citada por Ramón E. Madriñán, op. cit, p. 110.
La noción de problema social en la Constitución l 543 ]
Bibliografía