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Bolaño y la literatura nazi en Cuba

Había algo de Pérez Masón, el imaginario escritor fascista cubano de ʻLa literatura nazi en Américaʼ
(1996) de Roberto Bolaño, en el Cintio Vitier de las últimas páginas de ʻLo cubano en la poesíaʼ, o
antes, en el Jorge Mañach de ʻHistoria y estiloʼ, o en el Fernando Ortiz de ʻLa decadencia cubanaʼ.
Por RAFAEL ROJAS - abril, 2018

Alguna vez el crítico Gerardo Muñoz observó en su blog que debajo de la aparente
liviandad del personaje de Ernesto Pérez Masón, el imaginario escritor fascista cubano
de La literatura nazi en América (1996) de Roberto Bolaño, había una indagación más
o menos informada de la historia de la lite ratura cubana del siglo XX. Tenía razón
Muñoz, pero probablemente lo que hizo a Bolaño familiarizarse con la literatura de la
isla no fue tanto una red de amigos –mucho menos de lectores–, como un
discernimiento muy re nado de la histori a de la literatura latinoamericana del siglo
XX.

Frente a una identidad escindida por el e xilio –chileno para los mexicanos, mexicano
para los españoles, español para los catalanes…–, Bolaño se pensaba como un escritor
latinoamericano y su interés por las litera turas de Argentina y Perú, México y
Centroamérica o Venezuela y Colombia, así lo atestiguan. Es ese latinoamericanismo,
de vuelta de los mitos identitarios de la generación del boom, el que le permitió
descreer de la supuesta dislocación de Cuba en el campo socialista de Europa del Este.
En una famosa entrevista con Lateral , en 1998, decía que los cubanos tenían la
extravagancia de ser “prosoviéticos”, pero como en el fondo no dejaban de ser
caribeños y latinoamericanos, se les perdonaba todo.

Bolaño hace nacer a Pérez Masón en Matanzas en 1908, por lo que se trataría de un
escritor de la generación de José Lezama Li ma, Gastón Baquero y Virgilio Piñera: era,
dice, “integrante un tanto sui géneris de la revista Orígenes ”. En la factura del personaje
hay elementos de Piñera y Baquero: es un “ enemigo” de Lezama, a quien reta a duelo
tres veces y tres veces es “desairado” por el poeta, pero es un escritor anticomunista,
como Baquero. Al igual que Piñera, Pérez Masón es gran admirador de Franz Kafka y
escribió “hagiograf ías apresuradas” de los líderes de la Revolución. Pero como
Baquero, se exilia, en Nueva York, no en Madrid, donde funda la GEAC, cuyas siglas
podrían corresponder a Grupo de Esc ritores y Artistas Contrarrevolucionarios o a
Grupo de Escritores Arios de Cuba o del Caribe.

Pérez Masón es anticomunista, pero también antinorteamericano, y en contra de


quienes en el exilio de Miami le reprochan s u entusiasmo por la Revolución a
principios de los sesenta, esc ribe una novela pornográ ca con los generales Eisenhower
y Patton como protagonistas, que esc andaliza a los líderes del anticastrismo. El único
elemento que distinguiría claramente a P érez Masón de los tres escritores mencionados
es que, además de afrancesado –se ganaba la vida en Cuba como “profesor de literatura
francesa en una escuela superior de La H abana”–, es un germanó lo. Su pasión por
Hitler, expuesta en clave en la novela La sopa de los pobres (1950), era en buena
medida resultado de su profunda desc on anza en los cubanos como nación civilizada.

Esto último hace del personaje cticio de Pérez Masón una cápsula de la realidad.
Había algo de Pérez Masón en el Cintio Vitier de las últimas páginas de Lo cubano en
la poesía , o antes, en el Jorge Mañach de Historia y estilo , o en el Fernando Ortiz de La
decadencia cubana. Y había, por supuesto, mucho de Pérez Masón en Alberto Lamar
Schweyer y los nietzscheanos cubanos de principios de siglo y en Luis Rodríguez Embil
y su Imperio mudo (1928), pura nostalgia por la de cadencia del Imperio
austrohúngaro, antes de la Primera Guer ra, y, sobre todo, en Raúl Maestri, nacido en
La Habana, en el mismo año de 1908, al umno del economista austriaco Joseph A.
Schumpeter en la Universidad de Heidelberg, que en 1932 publicó en Madrid el
ensayo El nacionalsocialismo alemán , con una imagen de Hitler en la portada .
El argumento de Maestri era complejo y, de hecho, partía de pensadores diversos y
contradictorios como Marx, Jaspers y Mannheim. Su nalidad era cuestionar el peligro
de una ideología como el nazismo, pero por el camino trasmitía una visión desoladora
de la República de Weimar, suscribía varios mitos en torno al “genio” o la “tragicidad”
de Alemania y escribía frases como “el nacionalsocialismo alemán entraña una fuerza
hacedora de historia” o “la fuerza predominante en el genio alemán es de matiz
metafísico, absoluto” o “el nacionalsocialismo es el esfuerzo hábil de armonizar lo
eterno y lo antiguo y lo imprescindib le y lo nuevo”, que dieron lugar a que no pocos
equivocaran a Maestri con un autor fascista. Maestri, por cierto, también murió en el
exilio, pero no en Nueva York en 1980 sino en Virginia en 1973.

Pérez Masón podría parecerse también a muchos escritores anticomunistas cubanos de


los años cincuenta y sesenta, c omo el grafómano Salvador Díaz Versón, que fuera
o cial del Servicio de Inteligencia Militar durante el último régimen de Fulgencio
Batista y líder de organizaciones antic omunistas latinoamericanas y caribeñas en el
arranque de la Guerra Fría. Como el persona je de Bolaño, Díaz Versón escribió novelas
políticas y tratados de temas conspirativos como el nazismo y el comunismo en Cuba y
América Latina. Una de sus obsesiones er a que Occidente no se enfrentara al
comunismo como se había enfrentado a l fascismo y, por momentos, maldecía la
ruptura del pacto de Múnich y consideraba el rol de contención que cumplía Hitler
frente a Stalin.

Pero a diferencia de Pérez Masón, Díaz Versón se exilió a primera hora, no en 1975, y
jamás habría sido incluido en el Diccionario de la literatura cub ana (1980-1984).
Podría pensarse que este último dato , el de la inclusión de Pérez Masón en aquel
diccionario que rigurosamente v etaba a los exiliados, era otra boutade más. Pero no
habría que olvidar que Enrique Labrador Ruiz se exilió a sus 75 años, más o menos en
la misma época en que se exilió el personaje de Bolaño, y sí gura en el diccionario de
marras. Labrador Ruiz, por cierto , autor de una novela cuyo título, El pan de los
muertos , parece parodiarse en La sopa de los pobres de Pérez Masón. Es más que
probable que durante la investigación para La literatura nazi en América, en bibliotecas
de Barcelona y Gerona, en los noventa, Bolaño se topara con esos nombres cubanos.
RAFAEL ROJAS
Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965). Es historiador y ensa yista. Licenciado en Filosofía por la
Universidad de La Habana, y doctor en Historia por El Colegio de México. Es colaborador habitual de la
revista Letras Libres y el diario El País, y es miembro del consejo editorial de la revista Istor del Centro de
Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Ha publicado los libros: Un banquete canónico (2000),
Revolución, disidencias y e xilio intelectual cubano (2006), La vanguardia peregrina. El esc ritor cubano, la
tradición y el exilio (2013), entre otros. Desde julio de 2019 ocup a la silla 11 de la Academia Mexicana de
la Historia.

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