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Ciclo de Violencia de género

FASE DE ACUMULACIÓN DE LA TENSIÓN:


En esta primera fase el hombre empieza a mostrarse
tenso e irritable, cualquier comportamiento de su pareja
despierta en él una reacción de enfado. La mujer intenta
hablar con él, pero esto le irrita más al verla como
excesivamente dependiente. Si ella se queja, él lo niega
todo. La actitud del hombre es hacer ver que ella está
equivocada y que es la culpable, hasta que consigue su
objetivo y ella acaba dudando de sus propios juicios y
experiencias y se considera culpable de lo que pasa.
Entonces la mujer se asusta pensando que lo va a perder
ya que él se distancia emocionalmente y ella se disculpa,
pero el hombre está muy irritado y siente la necesidad de
castigarla verbal, físicamente o de ambas formas a la vez.
FASE DE EXPLOSIÓN DE LA VIOLENCIA:
El hombre pierde el control, y castiga a su pareja verbal o
físicamente. La sensación de impotencia y de inseguridad
personal y emocional larvada durante la fase anterior más
este episodio violento le hace sentir ahora débil y
paralizada. Entra en una “indefensión aprendida” que le
impide reaccionar.
FASE DE LUNA DE MIEL:
El agresor muestra sentirse muy arrepentido de su
conducta (por lo menos las primeras veces), pide perdón,
promete cambiar y durante un tiempo se vuelve amable y
cariñoso con ella. Incluso él le deja más espacio a ella,
más libertad de movimientos. Ante este cambio de
comportamiento la mujer vuelve a tener esperanzas de
que su situación de pareja se puede arreglar y que él
puede cambiar de verdad. Ni que decir tiene, que esta
fase está asentada en los mitos del amor romántico que
colocan a las mujeres como seres de amor, abnegadas
que lo darán todo para mantener su relación de pareja.

Escalada de la violencia de género (de forma paralela)


Contribuye a la perpetuación de la misma. Una vez que ha
conseguido el perdón de su víctima, el hombre se siente
seguro en la relación, ya la ha recuperado y no tiene que
seguir complaciéndola y vuelve otra vez a comportarse de
manera irritable y abusiva. Y cuando ella quiere ejercer su
recién conseguido poder, la castiga duramente.
Así, cada vez la mujer es más dependiente
psicológicamente y cada vez tiene menos energía para
luchar. Es el hombre quien controla estos ciclos y no ella.
Hasta que llega un momento en que ella se da cuenta que
haga lo que haga no puede controlar el comportamiento
de su pareja, los malos tratos son arbitrarios e
indiscriminados. La mujer sólo tiene energías para
intentar mantenerse con vida dentro de la relación o para
que no se implique a las hijas e hijos, si hubiera. Los ciclos
de violencia se van sucediendo hasta que desaparece la
fase de “luna de miel”. De esta manera, se va
produciendo un aumento progresivo del ejercicio de la
violencia, la frecuencia y la intensidad van en aumento.
Se trata de un mecanismo perverso, pues generalmente,
las primeras agresiones pasarían más desapercibidas por
ser más sutiles e invisibles y cuándo se vuelven más
visibles, la mujer ya se siente atrapada y se siente con
menos capacidad para salir (dependencia emocional,
aislamiento social, indefensión aprendida o creer que no
puede…).

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