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Por : Nichya
Tímidamente hacen su perezosa aparición algunos apacibles rayos del sol sobre las
sábanas blancas de aquel lecho para dos, Moscú aún se encuentra presa de su
nocturno encantamientos cuando los suspiros hacen eco entre las cuatro paredes de
aquella alcoba, intentando sacudir de su mente el cansancio físico, la bella pelirroja
pretende sostener los sueños de Yulia sobre su hombro; ambas están exhaustas pero
no es este motivo para permanecer en cama cuando las obligaciones deben ser
cumplidas al día; susurrando un suave “buenos días pequeña…” junto al oído, busca el
mejor modo de apartar a la morena de su acostumbrada pereza de todas las mañanas,
sin embargo, ésta reniega de las horas robadas al sueño emitiendo un pequeño
gruñido al tiempo en que hunde el rostro entre los brazos de su tan amada Elena,
inevitablemente una sonrisa trepa por su rostro, felicitándose por adivinar la respuesta
de Yulia, vuelve a intentarlo:
Como los últimos viernes Yulia debió internarse en el estudio junto a los
compositores y escritores que intentaban volcar en melodías aquellas historias que la
pequeña muchacha redactaba en ausencia de entusiasmo, y no era para menos,
después de cuatro horas en el gimnasio ensayando coreografías quién podría tener
energías suficientes para soportar aquella tortura… mientras Elena escogía junto al
asesor de modas los nuevos vestuarios y discutía con la nutricionista por aquella
molesta dieta que debía respetar al pie de la letra, ambas coincidían en el mismo
pensamiento: estar juntas, parecía que ese era el único remedio capaz de calmar los
profundos deseos de mandar todo al diablo y que se las arreglaran sin ellas como
pudieran, necesitaban vacaciones pero nadie estaba dispuesto a ceder ante tal
petición. Entrada la noche el reencuentro en el estacionamiento del edificio para ser la
hora más feliz de la jornada, ni una ni otra tiene fuerzas suficientes para sostener la
mirada, ni para acariciarse cuando se encuentran a tan escasa distancia.
Una vez que las puertas del apartamento se cierran, resguardando dentro como en
una pequeña caja de cristal a las dueñas de sus propias verdades, Yulia busca asilo en
el filo de la amplia cama que cada noche comparte con su amada, sus ojos se cierran
al mismo ritmo en que el cuarto de baño se va sumergiendo en un apacible vapor y
ese aroma a hiervas que Lena impregna en el apartamento al llenar la tina de baño
para ayudar a su delgada morena a relajar su cuerpo; no obstante, Yulia se niega a
mover músculo alguno provocando a la pelirroja una mueca de desapruebo, pues
ambas se encuentran en igualdad de condiciones y sin embargo siempre es Elena
quien termina cediendo, dibujando en su pálido y pecoso rostro una sonrisa de
comprensión, la sostiene entre sus brazos para cargarla hasta el cuarto de baño y
ayudarle de ese modo a desprenderse de sus ropas, para finalmente sumergir su
cuerpo desnudo dentro del agua tibia. Sentada tras su espalda enredando el moreno
cuerpo con sus piernas, inicia aquel delicioso masaje de espumas sobre sus hombros y
cerviz, sin poder evitarlo su lengua realiza un pequeño recorrido por cada sitio por el
que la suave esponja ha pasado para dibujar un sin fin de líneas uniformes, y sonríe al
escuchar ese suspiro de alivio que por entre los labios de la morena se escapa; en
algún momento de la sensualidad de su trabajo, Elena sintió bajo la yema de sus
dedos aquellos terribles nudos entre las vértebras de Yulia, provocándola a gesticular
una mueca de enojo, pues si le preguntaba la morena siempre respondía que solo era
una pequeña dolencia, y cómo no le iba a doler si aquella espalda parecía campo de
concentración de estrés y tensión.
Dándose la vuelta lentamente, Yulia busca enfrentarse a la mirada protectora de la
persona que ha reconocido como dueña absoluta de su existencia, en esta ocasión no
puede hacer más que estirar sus delgados brazos para sujetarse de la firmeza de la
pelirroja buscando ser acunada por esos delicados brazos que tanta seguridad le
proporcionan, “¿Te sientes mejor…?” fue la pregunta formulada por Elena junto al oído
de su amor, para obtener solo un interminable silencio a modo de respuesta. Ella
también estaba agotada, por momentos deseaba que su enamorada tuviera al menos
la mitad de las atenciones que ella misma le ofrecía, pero la conocía, aunque Yulia
tuviera el carácter más firme de las dos, Elena era sin duda alguna el cable a tierra de
aquella relación, tal vez porque su personalidad era más maternal que impulsiva, o
porque simplemente gustaba enormemente de contener a Yulia en esos momentos de
profunda desolación… el azul mirar delineó lentamente el contorno de aquellos rojos e
invitantes labios, y sonriendo dulcemente le susurró: “¿Te he dicho alguna vez cuánto
adoro tus manos?”, la pelirroja respondió al elogio con una sonrisa de agobio, y
suavemente posó sus labios sobre la húmeda frente de su amante.
Mientras Elena frotaba la tersa esponja en su cuerpo, Yulia simplemente se dedicó
a observar aquella devoción con la cual su novia tallaba cada rincón de su ser, e
incapaz de resistir un minuto más, la besó profundamente, estaban sintiéndose en ese
estado que poco les permitía pensar, sus cuerpos desnudos relajándose uno cerca del
otro, sus respiraciones mezclándose con el vapor del agua, y ese nuevo deseo que
comenzaba a asaltarlas, al sentir que la respiración de Yulia se aceleraba de un
rápidamente, dejó caer la esponja sin pensarlo dos veces y la sostuvo entre sus
brazos:
-¿Cómo es que eres capaz de transportarme a otro mundo cuando me tocas? Siento
que mi cuerpo va a derrumbarse en cualquier segundo pero no puedo dejar de desear
estar contigo…
-(mirándola a los ojos) Lo sé Yul, sé que estás cansada y no te culpo, yo también lo
estoy, no tenemos que hacer nada que no quieras…
-Ese es el punto Lena, quiero hacerlo pero me siento incapaz de mover un músculo de
mi cuerpo… y es así todos los días, cuando llegamos a la cama lo único que deseo es
estar a tu lado, meterme bajo tu piel, trepar tu cuerpo para besarte, y lo único que
consigo es caer dormida…
* Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas
-Preciosa, no te sientas mal por eso… yo también deseo estar contigo pero sabes cómo
son las cosas ahora, tal vez deberíamos conversar esto con Iván, puede que nos de
unos días libres para descansar… tú sabes…
-Sí lo sé…- Acercándose un poco más para enredar sus brazos alrededor de su cuello
-Pero también sé cuánto te amo, y por qué motivo en el mundo me estás dando un
baño como este…
No podía negarlo, Yulia la conocía demasiado bien como para hacerlo, por lo que
solo pudo sonrojarse como si hubiera hecho algo indebido, sin embargo, del mismo
modo se sentía realizada, pues su plan había dado resultados y ahora Yulia se
convertía en la ardiente amante que tanto extrañaba.
No les hizo falta demasiado preámbulo pues la cercanía de sus cuerpos y la
hermosa desnudez que observaban, había sido la mezcla en su medida justa que
encendiera ese deseo que necesitaban complacer con urgencia… allí estaban, entre
caricias urgidas, sensuales gemidos y ese increíble momento de contención del que no
podían escapar, sin embargo, aunque todo parecía marchar a la perfección, en la
mente de Elena algunas cavilaciones comenzaban a perturbarla: “Y nada cambiaremos
con esto aunque ambas lo deseemos, mañana será nuevamente la misma rutina de
indiferencias y solo será cuestión de tiempo hasta que ambas terminemos por acordar
que esto no está funcionando…” Contrario a esto, los pensamientos de Yulia se
basaban en aquel maravilloso conjunto de perfecciones que comenzaba a sentir en los
profundo de su alma: “Quisiera que tomar su mano y simplemente desaparecer del
mundo, que no existiera nada a nuestro alrededor y vivir el resto de nuestras vidas
amándonos, como ahora, como en este momento en que nada tiene sentido fuera de
nosotras… la amo, cada detalle de su persona, desde sus molestos reclamos de adulta
hasta esa mirada con la cual me traspasa los sentidos, amo todo de ella y si volviera a
nacer, una y mil veces la escogería a ella…” pero la melodiosa voz de su amante no le
permitió continuar con aquella declaración mental de amor eterno…
A solas…
Yulia despertó al sentir sobre los cristales el molesto sonido provocado por un golpe
de viento, algo exaltada pero aún adormecida giró su cuerpo para acurrucarse en el
vientre de su novia como cada mañana… nada, solo el sitio que había ocupado por la
noche fue lo que encontró a su lado, ciertamente confundida abrió los ojos buscando el
delicado cuerpo de su nombre en cada rincón del cuarto, y del apartamento; lanzando
una rápida mirada al reloj comprendió que algo estaba mal, pues era más de media
mañana, Lena no estaba y ella aún se encontraba en pijamas cuando era un día laboral
como cualquier otro… fue en la pequeña mesa de la cocina donde encontró aquella
breve nota que le dibujó una suave sonrisa en el borde de sus labios…
Sin duda era la mujer más afortunada del mundo, cómo había hecho para que
Elena decidiera amarla, no lo sabía pero era un hecho, sin embargo, una pequeña
dolencia se albergó a su pecho, pues sabía que con su ausencia el trabajo de la
pelirroja sería doblado y esto no era algo con lo que ella estuviera de acuerdo; pero la
compensaría, ordenaría de una vez el completo desorden que desde hacía días se
había generado en el apartamento, y por la noche la esperaría con una deliciosa cena a
la luz de las velas, sí, definitivamente ese sería el plan del día.
En muy pocas ocasiones debió quedarse sola en casa sin su novia, por lo tanto no
tenía mucha idea de cómo comenzar con la necesaria labor de ordenar el apartamento,
luego de algunas vueltas en pijama mientras disfrutaba el desayuno, subió las
escaleras encontrándose con la alcoba prácticamente en ruinas, y haciendo un gesto
infantil con sus labios al acariciar la parte posterior de su cabeza, dio inicio a lo que
sería una jornada de orden y limpieza en aquel increíble tiradero… parecía mentira que
aquel pequeño apartamento perteneciera a dos jóvenes y coquetas mujeres; pero al
compás las cosas serían seguramente más sencillas.
Evidentemente no había sido una gran idea esa de ordenar el cuarto, ya estaba
casi sobre la media tarde y aún no conseguía terminar de asear la sala principal y el
cuarto de baño, ahora entendía perfectamente por qué Lena siempre le recriminaba la
falta de consideración, siempre que buscaba algo en el armario terminaba por dejar
sus ropas en cualquier sitio menos en el que la había encontrado, sus prendas estaban
regadas por todos los rincones de la vivienda y eso en realidad, era lo que la había
dejado exhausta… mientras doblaba algunas blusas para colocarlas en los estantes, se
sonrió pícaramente al encontrarse con aquella playera desgastada que en una tarde de
travesuras había dibujado, grabando en el centro la directa declaración de: “I want
you here…” y una pequeña flecha indicando el sitio entre sus piernas; era extraño,
pues no podía recordar cuándo había sido la última vez que jugaron a amarse como
dos pequeñas adolescentes ausentes de conciencia y culpa.
Yo te diré
lo que podemos hacer,
amémonos a escondidas nena
estemos donde nadie esté,
hagamos de nuestro amor
el secreto más profundo
y que lo cante todo el mundo
y que, nunca lo podrán saber
pongamos mucho cuidado
en lo que hacemos y delante de quien,
es solo cuestión de ver
y hablando como si nada
que nos escapemos te propondré.
No supo con exactitud en qué momento había sido vencida por los encantos de
Morfeo, pero cuando despertó la sala estaba sumergida en una completa penumbra y
algo atontada buscó el interruptor de la luz, era poco más de las ocho de la noche
¿cuántas horas había dormido? ¿Tres, cuatro? Ya no importaba el tiempo perdido,
ahora lo que realmente debía preocuparle, era que Lena estaba por regresar del
trabajo, seguramente desarmada por tantas obligaciones, y ella aún no había
preparado la cena que su niña se merecía, pero en el preciso instante en que apagaba
el equipo de música y corría hacia el refrigerador, escuchó el tímido tintineo de las
llaves en la puerta de ingreso… demasiado tarde, Lena ya se encontraba de vuelta. La
pelirroja apareció como alma que se la lleva el diablo atravesando el marco y azotando
la puerta tras su espalda, todo indicaba que había sido un pésimo día y esto le provocó
cierto dejo de culpa a la pequeña morena, que con un gesto de completo asombro la
veía desde la puerta de la cocina, sin saber cómo reaccionar corrió a sus brazos para
brindarle un poco de consuelo al agobio de su cuerpo y calentarle un poco la piel,
afuera hacía demasiado frío y lo comprobó al notar las sonrosadas mejillas de su
amada. “Pensé que no volvería sino hasta más tarde… ni siquiera me has dado tiempo
de preparar la cena…”, murmuró la delgada morena mientras le ayudaba con su abrigo
junto a la puerta de ingreso, “Iván estaba encabronado con los coreógrafos y nos
mandó a todos de regreso…”, dijo en respuesta mientras se encaminaba hacia la
cocina en busca de algo con qué engañar el estómago, al abrir el refrigerador sus ojos
se encontraron con los estantes vacíos y algún que otro paquete de frituras a medio
consumir, meneando la cabeza en señal de desapruebo, besó suavemente a su
enamorada en los labios: “Estoy muerta, me voy a dormir…”, y sin esperar respuesta
alguna subió las escaleras cerrando la puerta del cuarto a sus espaldas, dejando a
Yulia en completa desazón, indudablemente mañana sería otro día, pero no estaba del
todo segura de que las cosas fueran a mejorar… se sentó en la cocina mientras
lentamente bebía un vaso con agua: “Ha de estar muy cansada, por eso no ha notado
que ordené el apartamento… si, ha de ser eso…”, dijo ciertamente herida mientras
accionaba el interruptor de la luz para marcharse a dormir.
La delgada morena se echó a correr por todo el edificio, pero no encontró rastro
alguno de su amada niña de caireles rojos, dándose por vencida se detuvo en la
recepción a interrogar a Anna, la secretaria del estudio:
Del mismo modo que su novia, Yulia salió a toda prisa del edificio hasta el
estacionamiento, el carro de Lena no estaba, mientras en su mente enumeraba
aquellos sitios que solían ser el perfecto recipiente de las molestias y fastidios de su
novia, recordó que de pequeña solía ir a un pequeño café donde pasaba horas y horas
leyendo sus libros de fantásticas historias de amor; sonrió ante su certeza cuando
frente al ingreso vio aparcado el carro de Elena. Al asomarse por el ventanal del frente,
la vio sentada en una pequeña mesa al final del salón de espaldas a la calle, con una
mano sostenía una taza y en la otra sus sienes, seguramente perdida en algún extraño
pensamiento… incapaz de resistirse se detuvo a observarla por unos instantes, se veía
pequeña pero hermosa, no importaba la circunstancia su amada siempre era bella y
toda perfección, un poco más enamorada que de costumbre corrió hacia el pequeño
puesto de flores en la esquina, en busca de un buen manojo de lirios, si Elena estaba
de mal humor aquello seguramente le alegraría un poco el día; caminó sigilosa hasta
detenerse a sus espaldas, la pelirroja murmuraba algo que hubiera preferido no
escuchar nunca: “Esto es terrible, no puedo seguir huyendo de ella como hasta ahora…
no soporto si quiera que se me acerque, pero si me quedo y la enfrento seguramente
terminaremos enredadas en una pelea en la cual yo terminaré cediendo como de
costumbre y no quiero hacerlo… es tan egoísta de su parte, y piensa que puede
arreglarlo todo con una estúpida cena… quisiera estar en cualquier sitio en el que Yulia
nunca haya estado y nunca esté…” eso fue lo último que alcanzó a escuchar, quizás
ella siguió murmurando pero la morena no se sintió capaz de escuchar una palabra
más; sus labios comenzaron a temblar al tiempo en que intentaba inútilmente retener
aquel par de lágrimas que ya comenzaban a descender por sus mejillas, y se marchó
dejando a un lado el bello ramo de lirios.
¿Por qué Lena estaba tan enfadada con ella? ¿Por qué no pedirle una plática como
siempre lo había hecho y resolver calmadamente sus diferencias? Cuando las cosas
estaban mal siempre le exponía sus molestias pero ahora prefería reprocharle a
escondidas ¿Qué era lo que tanto le molestaba? Todo se volvió una completa confusión
para la muchacha de azul mirar, pues no había advertido en los últimos días que Lena
quisiera realmente estar lejos de ella, sin embargo sus palabras lo afirmaban
lastimosamente, ¿había algo que ella pudiera hacer para enmendar una situación de la
que se suponía, no debía estar enterada? Esperaría entonces a que Elena finalmente se
decidiera a reprocharle sus broncas, y recién tomaría cartas en el asunto. La pelirroja
permaneció por un cuarto de hora más en aquel café, Yulia aún se encontraba dando
vueltas en su carro por las calles de Moscú intentando encontrar en su mente alguna
explicación para aquello que acababa de suceder, y para cuando la pelirroja regresó al
apartamento, Yulia se encontraba dormida en el cuarto con el control de la tv en las
manos y la pantalla sin señal.
Cómo podía encontrar las palabras adecuadas para decirle a su gran amor que
estaba cansada de ella, que ya no hallaba motivo alguno para continuar con aquella
relación que poco a poco estaba devastándola, quizás si platicaban calmadamente
acerca del asunto y acordaban separarse por un tiempo, tal vez unos días, podrían
volver a recomenzar como muchas veces lo habían hecho, no obstante, Elena tenía
muy presente que en esta ocasión las cosas serían completamente diferentes, porque
ella no tenía intenciones realmente de darle una nueva oportunidad, estaba al límite y
mientras meditaba sobre el asunto, podía adivinar cuál sería la reacción de la morena,
seguramente la observaría en silencio sin imponer punto de vista alguno o expresar
sus sentimientos y cavilaciones, la dejaría terminar de hablar y sin más se pondría de
pie para internarse en el cuarto y no salir hasta que ella no se hubiera marchado…
pasaría los días encerrada y no daría brazo a torcer así estuviera muriéndose por
volver a su lado, entonces sería ella misma quien cediera ante el sufrimiento de la
separación volviendo a su lado tiempo después fingiendo demencia… y todo volvería a
comenzar…
Lena:
Llamaron las chicas, nos invitaron a salir de antro puesto que mañana
trabajamos solo por la tarde, estabas demasiado dormida así que decidí no
despertarte. Estaremos en el lugar de siempre si te sientes con ganas de salir… si no,
te veré por la mañana.
Cariños
Yulia.
Dejó caer la nota en el mismo sitio donde la había encontrado, tomó las llaves del
carro y del apartamento, vistió su abrigo y se dispuso a marcharse del apartamento sin
más, claramente no iría donde Yulia, pues había muchos sitios mejores donde ahogar
toda su impotencia.
No me vas a dejar...
Creo que sí...
Tan mal...
Perdóname...
Para qué me hiciste ilusionar...
Yo sé...
Qué sabes...
Te descuidé encerrándote en mi mundo...
Sí que te dejaré...
No lo harás...
Lo haré...
Atrévete...
Esta vez no retrocederé...
Verás...
No quiero ver...
Lo mejor cada uno por su lado...
-¿Lena?
-¡Vitya! ¡Tanto tiempo sin verte!- Dijo besándolo en ambas mejillas
-¿Cómo estás pecosa? ¿Qué haces por aquí?
-Pues solo viene a pasar la noche en casa de mis padres, ¿tú?
-Iba camino a mi casa cuando casi me llevas por delante, ¿Y Yulia, no vives con ella
ahora?
-Si… pero ella salió esta noche, y pues, yo no quería estar sola…- Mencionó intentando
ocultar aquella mueca de dolor que no pudo evitar
-Déjame adivinar, estuvieron peleando…
-No exactamente, pero tenemos algunos problemas…
-¿Quieres hablar de ello?
-Creo que sería bueno…
Aquella noche era mejor elegir no pensar, solo esconderse por un momento bajo
las cobijas de su cama infantil en aquella alcoba donde había trazado las primeras
líneas de sus sueños, robarle al tiempo un mínimo instante en el que encontrarse
consigo misma dentro de aquel contexto que necesitaba resolverse con rapidez, sintió
sus ojos inundarse de antiguas penas en una incontenible euforia de revelación,
mientras sus manos sostenía temblorosas el marco de aquella luminosa fotografía que
enseñaba el rostro amado de su pequeña morena… así Yulia ahogó coincidiendo en
tiempo su impotencia en el cristal de un vaso de vodka, la salida fácil de sus problemas
parecía no tener final sino hasta encontrarla desparramada en una silla ajena, lloraba
en silencio su pena, esa nebulosa creciendo en su mente sin permitirle hallar principio
al inaudible monólogo de la pelirroja, quiso negarse las palabras que no debió escuchar
y fingir simplemente un ligero dolor de cabeza, hacer de cuenta que aquello nunca
había sucedido pero su propio mar de incertidumbre comenzaba a ahogarse, había una
herida sangrando en su pecho, una que jamás debió abrirse pero sin embargo allí
estaba, latiendo en su pecho tan furiosa como la ira que embargó sus sentidos al salir
de casa azotando la puerta, y no pensar era quizás la solución a su noche de
controversias, porque en la barra de aquel penumbroso bar no estaban las respuestas,
ni las soluciones, ni los ojos verdes de su amada mirándola con ternura, sino su blanca
voz de inviernos reprochándole a la inmadurez de creer, que el alcohol aliviaría esa
punzada de incomprensible culpa en su alma… pero así como era de apasionada por su
amor también era impulsiva por su rencor, y abandonó la silla en dirección a la pista
de baile buscando engañar la incertidumbre del momento:
Las primeras luces del día asomaban tímidas por los pequeños espacios del
firmamento que las nubes no alcanzaban a cubrir, con un ligero tambaleo en las
rodillas la delgada morena descendió de su carro dispuesta a encontrar un poco de
buen descanso entre las sábanas de su cama para dos, con algo de dificultad logró
encajar la llave en el cerrojo y riendo por no saber en qué preciso instante se había
quitado la ropa, se dejó caer pesadamente en el lecho tan solo para entreabrir sus ojos
instantes después, pues la cama se veía extrañamente inmensa aquella mañana… algo
confundida cogió la bocina del teléfono ubicado sobre la mesa de noche, aguardó unos
instantes y al recibir respuesta su nulo pensamiento se convirtió en un inexplicable
ataque de cólera:
-¿Hola?
-¿Quién eres tú? ¿No es este el teléfono de la familia Katina?
* Lena terminó de despertar al escuchar la voz de su morena, en un tono líquido
arrastrando cada vocal en su pronunciación, meció ligeramente la cabeza en señal de
desaprobación…
-Sí, esta es la casa de la familia Katina Yulia, ¿has estado tomando de nuevo?
-¿Y a ti qué te importa? Pásame con Lena…
-Yulia… yo soy Lena- Respondió algo irritada
-¡Hola! ¿Por qué demonios no estás aquí como debería ser?
-Porque tú me dejaste sola… y de todos modos, no estoy en ningún lugar indebido…
-Pues claro que sí, ésta es tu casa, no allí ¿o acaso ya lo has olvidado?
-¡Mira Yulia! Quiero dormir, y tú deberías hacer lo mismo…- Reclamó algo molesta
* Yulia intentó interrumpir
-¡Cállate la boca! ¡Estoy harta de ti, eres una caprichosa!
* Lena cortó la comunicación…
-¡Lena! ¡Lena! – No, no me harás esto ahora…
* Volvió a marcar el mismo número pero nadie respondió a su insistencia, Lena había
desconectado el aparato consiguiendo que Yulia se diera por vencida y en cuestión de
segundos se quedara dormida con el teléfono en la mano. Seis horas después despertó
sintiendo el malestar de su noche de marcha, y volvió a llamar:
-¿En qué maldita parte de este mundo te encuentras?– Interrogó molesta y sin medir
sus palabras
-En casa de mis padres ¿qué demonios te sucede ahora?
-Pues gracias por avisarme, podrías haber dejado una nota…
-Vamos, no es el fin del mundo…
-Te estuve esperando toda la noche y ni siquiera fuiste capaz de llamarme al móvil…
-Espero que la hayas pasado bien, y si me hubieras esperado toda la noche, te hubiera
encontrado en casa cuando llegué…
-¿Cómo crees? –Silencio- ¿Sabes? Mejor quédate con tus padres, tal vez la pases
mejor con ellos…– Dijo cortando la llamada sin esperar contestación de su novia.
* El teléfono en el apartamento sonaba insistente, pero de un golpe lo desconectó y
dejó caer sobre la alfombra.
Las manecillas del reloj casi pisaban el número nueve de su vuelta, el familiar
sonido del tintineo de las llaves en la puerta de ingreso apartaron a Yulia de su pesado
sueño, sin embargo, se sentía demasiado sofocada por la situación como para correr
presurosa al encuentro de su novia como siempre había sucedido, contrario a esto,
caminó sin fuerzas hacia el cuarto de baño en busca de una ducha tibia que aliviara un
poco el escándalo de sus pensamientos y ese mal descanso que había tenido durante
toda la jornada.
Intentando llamar su atención la pelirroja dejó caer ruidosamente sobre la mesa las
llaves y el bolso, la mirada se le extravió en la sutil penumbra del apartamento,
llevaba las manos entumidas por el frío escondidas en las bolsas de su cazadora café,
incapaz de soportar las presiones tomó asiento en el sofá de sala para librarse de las
botas que ya comenzaban a molestarle, y segundos después se encaminó silenciosa
hasta el segundo piso de la vivienda buscando el rostro amado de la morena de ojos
azules. Al ingresar a la alcoba se encontró con una delgada muchacha perdida en sus
cavilaciones, sosteniendo con una de sus manos aquella delicada cadenita que
adornaba su cuello y su pecho, de improviso casi como un acto de rabia le propinó un
puñetazo al colchón sin saber que estaba siendo observada por la razón de su
existencia, mordiendo sus labios en un desesperado intento por contener el llanto que
ya empezaba a apurarle un par de lágrimas, sus emociones se habían vuelto una sola
maraña y la expresión de su rostro se tornó indefinida de un momento a otro.
Elena apartó del todo la puerta apoyando sus sienes en el marco de madera,
apenas observando aquella imagen que le dolía mirar, en sus ojos había cierto rasgo
de resignación y falta de energías, hablar con Yulia nunca había sido tan difícil como
aquella noche lo sentía, pues en esta ocasión debían enfrentarse a la realidad del
aparente estancamiento en que su relación se veía detenida, tenía muy en claro sus
prioridades pero no existían en ella intenciones de ceder ante la herida apariencia de
quien era objeto de su total devoción, pues a su modo de ver, aquella situación se
había extendido más de lo previsto y era tiempo ya de resolverla por las buenas o a los
gritos de ser necesario.
Durante el fin de semana ambas asistieron a los estudios con normalidad dando
inicio a los nuevos ensayos y comenzado a materializar el nuevo proyecto, durante
aquellos días Yulia permanecía encerrada en el apartamento sin contestar los llamados
telefónicos o el timbre en la puerta de ingreso, mientras Elena ejecutaba el mismo plan
de auto consuelo en casa de sus padres. Nadie a su alrededor notó las diferencias que
las estaban enfrentando, el trato era normal como si nada hubiera sucedido siendo
ellas las únicas enteradas en el asunto, sin embargo, parecía que el orgullo pesaba
más en la balanza de los sentimientos, ninguna estaba dispuesta a ceder en aquel
inexplicable juego de tirar y aflojar la cuerda que desde la plática estaba ahorcándolas
lentamente, Yulia estaba tan enceguecida por el rencor de la deshonestidad de su
amante que no le permitía a su mente sentir culpa alguna, mientras que Lena deseaba
fervientemente que la muchacha de azul mirar decidiera por fin dejar de lado su
egoísmo y pedirle por una segunda oportunidad que con gusto le concedería, lo
deseaba aun sabiendo que esto jamás sucedería, la conocía demasiado bien como para
dejarse engañar por sus esperanzas. Durante los ensayos Yulia se vio sorprendida por
el verde y herido mirar de la pelirroja, esto le provocó en ocasiones cierto dolor en el
pecho ante el cual no cedió, pues muy en lo profundo aunque no quería reconocerlo,
deseaba que Lena se acercara a ella tomándola por las caderas y le robara el
acostumbrado beso de todos los días, no obstante, aquella mirada por más sincera que
parecía también llevaba consigo cierto dejo de frialdad y dureza que le hacían sentir
intensos escalofríos en la razón.
Agotadas por el continuo ajetreo el domingo por la noche, mientras recogían en
soledad sus pertenencias antes de abandonar el salón de ensayos, Yulia se acercó
cabizbaja a la pelirroja extrayendo de sus bolsillos un juego de llaves que colocó en un
pupitre frente a Lena, y como si tuviera toda la intención de no ser escuchada mientras
caminaba en dirección a la salida susurro con pocas energías: “Olvidaste tus llaves…”,
pero la pelirroja no volteó a verla, simplemente tomó el objeto colocándolo dentro de
su bolso y no comprendió por qué la morena antes de marcharse le dijo: “Espero que
los disfrutes…”, pues cuando dirigió la vista hacia la puerta en busca de una respuesta
se encontró sola en el amplio cuarto, quizás había escuchado mal o solo había sido un
nuevo comentario irónico de su parte.
Yulia ingresó al apartamento que nuevamente se había convertido en un completo
desorden, sin Elena en casa no era necesario organizar aquel tiradero ni preocuparse
por acomodar sus ropas desparramadas por todo el sitio; se quitó los zapatos en señal
de agobio mientras encendía el equipo de sonido de camino a la cocina, abrió el
refrigerador en busca de algún alimento que no encontró, había olvidado hacer las
compras así que debió conformarse con una manzana y un poco de agua fresca, con
las partituras de las canciones correspondientes al nuevo disto, tomó asiento en el sofá
de la sala:
Recorrió la sala una y otra vez cambiando de estación en la radio cada vez que un
sentimiento de culpa atravesaba su mente, no le encontraba sentido al hecho de estar
sentada allí intentando fingir que nada había sucedido y que todo estaba bien, no tenía
sentido incluso pensarlo pero de algún modo siempre conseguía entender las cosas
sencillas después de complicarse con ellas, era tan simple que le costaba
comprenderlo, Lena ya no estaba y ella parecía no tener intenciones de ir a buscarla, a
pesar de desearlo con todas sus fuerzas no sabía exactamente cómo debía manejar
aquella lastimosa situación, las grietas en su alma se abrían con cada minuto en que
no podía contemplar la increíble templanza de Elena que siempre le había hecho sentir
segura:
Nadie estaba allí junto a ella para susurrarle sueños junto al oído, tampoco existía
en ese sitio donde se sentía abandonada a su propia suerte quien le diera indicaciones
del camino que hacía tiempo había escogido, y en el cual ahora se sentía extraviada,
llovía, tan copiosamente como en su alma, haciéndola sentir en su propia desazón el
abandono de lo inexplicable, como si fuera ella recipiente de eternos llantos, al otro
lado del vidrio pequeñas gotas de agua eran balanceadas por la pequeña brisa que de
tanto en tanto se disponía a esparcir la confusión de sus pensamientos por aquella
ciudad que permanecía ajena a sus circunstancias, ahora a su alrededor solo yacía un
espacio vacío y esa sensación de sofocación que no le permitía hilar las razones que en
su mente, inconscientemente, albergaba desde hacía ya algún tiempo…
Poniéndose de pie hizo un último intento de llevar sus pensamientos más allá del
egoísmo que no creía sentir, platicándole al mullido sillón donde compartía invaluables
charlas con su amada y a esa rosa roja que había sobrevivido a las ausencias
increíblemente, pero para entonces las interrogantes eran demasiadas y poca claridad
encontraba en su pensamiento, si hasta por instantes creía desconocer a esa
muchacha de cabellos rojos que con ciertos gestos le hacía sentir la culpa que ella no
reconocía como propia… si hasta en ocasiones creía estar viviendo una pesadilla de la
cual no encontraba modo de escapar y huir por medio de su pasión inadecuada a esos
labios carmesí que estremecían su existencia…
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Dejar de pensar en Yulia no era tarea sencilla, porque cada detalle por más
pequeño o invisible que este fuera, le recordaba lo miserable que se sentía por haberle
puesto final severamente a lo que en realidad era fundamento de su existencia,
convencerse de que toda diferencia podía ser resuelta con un poco de paciencia y
esperanza tampoco era lo indicado, ni esperar que la morena recapacitara y corriera a
sus brazos como ella misma deseaba correr a su cuerpo de calmas tormentas
pasionales para arrebatarle la calma y convertirla en un torbellino de inmensurable
pasión… pero algo dentro de su punzante conciencia le decía suavemente que aquella
noche tampoco llegarían a un acuerdo, su pensamiento negativo le recordaba que en
ocasiones Yulia solía perderse entre la penumbra de las calles en busca de acallar la
conciencia con un poco de alcohol… pero entonces comenzó a cuestionarse
silenciosamente, tal vez no había actuado de modo correcto y estaba haciendo mucho
barullo por nada, sin embargo, al recrear en su mente aquella última plática no pudo
dejar de sentir dolor al recordar el modo en que la delgada morena permaneció en
silencio, con su infantil actitud indiferente fingiendo que nada sucedía cuando la
conocía demasiado bien, sabía con certeza que aquello le había devastado la poca
tranquilidad que entre tanto ajetreo lograba conseguir, que disimulaba sus propias
heridas escondiéndolas bajo un manto de silencios y miradas inexpresivas para no
mostrarse derrotada ante su justa demanda… le enfureció tanto que no haya siquiera
intentado detenerla cuando se marchó, que durante aquellos días de trabajo hubiera
escogido el aparente alejamiento en lugar de acercarse a ella para sanar sus heridas
como muchas veces lo había hecho… si hubiera permanecido algunos instantes más en
la alcoba, hubiera notado aquellas lágrimas que lentamente encontraron su camino en
el rostro amado, la echaba de menos, observaba el aparato telefónico como
invocándola a través del mutismo de su línea, quería llamarla, quería decirle que la
necesitaba a su lado, disculparse y curar sus yagas con suaves besos y caricias
urgentes, pero entonces Yulia jamás comprendería que el amor se hacía de a dos:
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Yulia percibió entonces el ligero hundimiento del colchó a su lado, de igual manera
advierte que Elena dará inicio a su discurso incluso aun desconociendo el modo en que
lo hará, pues comprende al escuchar sus repetidos suspiros que no encuentra forma de
deshacerse de ese nerviosismo que la invade de repente, instantes después siente el
suave roce de la mano amada posarse sobre su cabeza, acariciando sus cabellos
despeinados y enredando un poco más sus ideas, aunque lo deseaba Yulia se sentía
incapaz de voltear su rostro y enfrentar finalmente aquella tierna mirada que tantas
veces le había hecho estremecer hasta el alma, porque en ese mínimo instante un par
de lágrimas habían surcado su camino y no era justo que aquella a quien amaba la
viera llorar por lo que aún no comprendía, muerde sus labios intentando evitar que
algún impulso le engañe la realidad, si Elena se había marchado entonces a ella le
correspondía ofrecer una explicación, aunque equivocada esa era la orgullosa
cavilación que daba vueltas por su intranquila mente; la actitud de la morena no es de
gran ayuda para ese momento de verdades, pero debe de intentarlo una vez más:
Te regalo mi cintura
y mis labios para
cuando quieras besar,
te regalo mi locura
y las pocas neuronas
que quedan ya,
mis zapatos desteñidos
el diario en el que escribo,
te doy hasta mis suspiros
pero no te vayas más.
-No puedo soportarlo Lena, yo no quiero estar sin ti, perdóname tú, yo no me había
dado cuenta, estaba frente a mí y no logré verlo, pero no tenías que lastimarme de ese
modo, solo tenías que abrir mis ojos… me haces falta a mí también, no sé vivir sin ti,
lejos de tu perfume, de tus caricias, no puedo Lena lo siento… te amo tanto que a
veces me asusta, este sentimiento que no logro comprender, cómo es que eres capaz
de robarme el aliento con solo estar a metros de mi cuerpo, cómo es que tiemblo bajo
tu mirada cuando sonríes… perdóname, estaba perdida pero me has encontrado de
nuevo, te amo… yo no quiero estar sin ti…
Eso era demasiado, la pelirroja no soportó la zozobra con que aquellas palabras
tropezaban de la boca amada, se habían hecho daño simplemente por no atreverse a
pedir por un poco más, no quería seguir escuchar aquellas palabras que le dolían de
modo impensado, así que acercó sus labios tímidamente como intentando acallar ese
sentimiento de abandono que ahora habitaba en ambas, las explicaciones le sobraban,
había comprendido todo en el preciso instante en que la mirada azul rodó hacia la
propia, permitiéndole ver aquellas lágrimas por las cuales ahora se sentía
inmensamente culpable, cuando Yulia le permitió echar un vistazo dentro de su alma,
allí fue donde comprendió que se había dejado convencer por los fantasmas de sus
propios miedos, nublando su vista para no permitirle ver que Yulia siempre había
estado allí y siempre lo estaría… ¿quién estaba más ciega? Se preguntó al tiempo en
que con suavidad recogió de aquellas mejillas las pequeñas lágrimas, reprochándose la
falta de confianza e injustificado temor a perderla, pues aquella que frente a sus ojos
esperaba volver a encontrarse con la parte restante de su ser, jamás había dejado de
pugnar por su felicidad y ciertamente, jamás había dejado de ser la niña traviesa que
con sus locuras había conseguido conquistar su corazón de una vez y para siempre…
Ven aquí
tengo memoria de tenerte así
acurrucada y tierna sobre mí
desvaneciéndote en mis brazos.
Que no ves
que si te llamo es porque te extrañé
si me desmayo cuando respondes
no es nada grave y es humano.
Yulia dejó que esta vez en sus impulsos ganara la razón de los sentimientos, quizás
no era de su agrado que la vieran con la guardia baja pero entonces estando con Elena
su orgullo no tenía mucha razón de ser, jamás hubo pensado que podía ser tan
sencillo, solo debía dejarse mecer por esa paz que habitaba desde siempre en su
amada, lanzarse al vacío con la plena certeza de saber que jamás llegaría a quedar
mal herida… eso era lo que les hacía falta, volver a reconocerse con palabras como
dueñas absolutas de sus vidas, y no hizo falta si quiera aguardar por una respuesta, la
morena estaba tan urgida de las caricias del pálido cuerpo que ni siquiera se preocupó
por mirarla a los ojos una vez más, lo cual para la pelirroja hubiera sido una pérdida
de tiempo, pues si hubiera deseado poner resistencia alguna, al momento de sentir las
pequeñas y cálidas manos de Yulia bajo su blusa, hubiera quedado vencida ante su
encanto.
Aquellos cuerpos que buscaban en la entrega darle espacio libre a las almas que
deseaban escapar por el mínimo espacio entre la razón y los sentimientos, estaban
sofocadas por el aire que ellas mismas se robaban y apenas habían conseguido
meterse bajo las sábanas, pero es que era cierto… la piel siempre había dicho más que
un montón de sórdidas palabras desde el comienzo del mundo. Los tímidos labios de
aquella de ojos azules se aventuraron lentamente por aquel paisaje que deseaba
profundamente recorrer, haciéndole perder todo vestigio de razón a la dueña de su
vida, y es que aquella a quien comenzaba a amar era casi como el ángel del exterminio
capaz de arrastrarla desde los infiernos hasta los cielos en un mínimo parpadear, en
algún rincón de la alcoba habían quedado los miedos y el llanto, ahora era una simple
cuestión de necesaria entrega y la simple razón de pertenecerse más allá de los lazos
físicos. Enredadas, metida cada una en el cuerpo y en la mente de la otra, dispuestas
fielmente a transmitir con caricias lo que las palabras no llegaban a significar, de ese
modo Yulia encontró el camino exacto que llevó a la pelirroja al límite del placer
dejando atrás sus pudores, hacía tanto que no se sentían de aquel modo que el tiempo
parecía no ser suficiente, ni siquiera la mismísima eternidad parecía alcanzarles para
terminar de pertenecerse, estaban destinadas a vivir y morir con sus almas cocidas
una a otra… un sonoro suspiro decorado de una amplia sonrisa y aquel brillo en el
cerdoso mirar, le indicaron a Yulia que finalmente, después de tanto tiempo de
ausencias, había conseguido encontrar la fórmula exacta de colocar su corazón en el
sitio perfecto, la gloriosa tortura que aquellas delicadas manos desparramaban por su
piel, no quería cerrar sus ojos, el ángel frente a ella la encandilaba con su luz, tenía
miedo de acercarse demasiado al sol y que sus alas se derritieran, pero como si sus
ojos estuvieran en comunión perfecta con el reflejo de la luna en la piel de Lena, soltó
las cadenas y dejó su libertad para ser prisionera del amor.
Abrázame, apriétame
acaríciame y bésame,
que se queden fundidas
tu piel y mi piel,
quiero amarte una vez
y otra vez y otra vez.
Abrázame...
que del mar de tu cuerpo
yo quiero beber,
hasta la última gota
de amor y placer.
Abrázame...
Porque te amo
es mi destino,
soy quien te espera
todos los días,
te amo lo siente mi alma
y es mi alimento
tu dulce risa,
te amo y es para siempre
es un milagro
que Dios le dio
a mi corazón.
Lena dejó caer sus sienes en el vientre encendido de su novia, trazando líneas en
los bordes de sus caderas con la yema de sus dedos, mientras Yulia revolvía sus
cabellos transmitiéndole la serenidad de su aliento, recogiendo las sábanas para cubrir
las huellas del amor en el cuarto… triunfante dejaba florecer en sus labios una
sonrisa…
FIN