Otra fuente específicamente antropológica de descon-
tento respecto del paleolítico proviene del campo mismo,
del contexto de la observación europea de los cazadores y recolectores que aún existen, tales como los nativos de Australia, los Bosquímanos, los Ona y los Yahgan. Este contexto etnográfico tiende a distorsionar de dos maneras nuestra comprensión de la economía de caza y recolección. En primer lugar ofrece oportunidades singulares a la ingenuidad. El ambiente remoto y exótico que ha llegado a ser el teatro cultural de los modernos cazadores produce en los europeos un efecto altamente desfavorable para que puedan evaluar la condición de aquéllos. Estando como están el desierto australiano o el de Kalahari marginados en lo que respecta a la agricultura y a todo lo que cons- tituye la experiencia cotidiana de un europeo, el observador poco informado no puede dejar de asombrarse y preguntarse «cómo puede alguien vivir en un lugar como ése». La con- clusión de que los nativos sólo se las ingenian para suplir las deficiencias de una vida de carencias puede verse re- forzada por sus dietas de una variedad asombrosa (cf. Hers- kovits, 1958, anteriormente citado). Por lo general, incluyen elementos considerados repulsivos e incomibles por los europeos: la cocina local se presta a la suposición de que la gente se muere de hambre. Por supuesto, resulta más fácil encontrar conclusiones de este tipo en los informes más tempranos, y mucho más en los diarios de exploradores y misioneros que en las monografías de los antropólogos; pero precisamente por ser más antiguos y estar más cerca de la condición aborigen nos merecen un cierto respeto. No cabe duda de que ese respeto debe ser otorgado con discreción. Mayor atención merece un hombre como sir George Grey (1841), cuyas expediciones de la década de 1830 abarcaron algunos de los distritos más pobres de Australia occidental y cuya minuciosa observación de los habitantes locales lo llevó a desmentir las informaciones de sus colegas sobre este tema de la desesperación econó- mica. Grey escribió que se trata de un error muy común el creer que los australianos nativos «tienen escasos medios de subsistencia o que se encuentran en ocasiones muy urgidos por la necesidad de alimento». Muchos y «casi ridículos» son los errores en que han incurrido los viajeros a este respecto: «Lamentan en sus diarios que los infortunados aborígenes se vean reducidos por el hambre a la miserable necesidad de alimentarse de ciertos tipos de alimentos que han encontrado cerca de sus chozas, siendo que en muchos casos esos artículos citados por ellos son los que los nativos aprecian más y en realidad no son deficientes ni en sabor ni en cualidades nutritivas.» Para poner en evidencia «la