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Laura y los otros

Tras despedirse de su modesto nicho en el canal 11, Laura Bozzo Rotondo


(Lima, 1955) resolvió hacer televisión en grande. El 5 quería picar la salsa de los
talk-shows y para allí fue ella en 1996 aún sin decidirse si quería parecerse a
Cristina Saralegui o superar la dureza de Maritere. El proyecto de Intimidades
sobrevivió purgas y replanteamientos de la programación de Pantel hasta que
salió al aire en enero de 1997, producido por Alberto Rojas (ex productor de
Panorama) y asistido por Cecilia Cebreros. Estábamos ante el primer talk-show
en directo y a diario, ritualizándose só lidamente en su horario vespertino.
Laura, en principio inhibida, iba poco a poco deslizando opinión y actitudes ante
temas que también iban, poco a poco, pasando del rosa al amarillo. Unos meses
más tarde el 5 la pro gramó dos veces al día y le dio un suplemento sabatino
para que descar gara su furia contra los más ásperos temas y
personificaciones. La sexuali dad femenina agredida, la familia socabada, las
ambiciones estridentes, merecían la repulsa o la mofa autoritaria de la
autoproclamada “Boga” (apócope jerguero de abogada) de los pobres de
recursos y de espíritu. Cuando fue jalada por el 4 a fines de 1997, Laura Bozzo
ya desemba razada de Intimidades, nombre que le iría mejor a un magazín
femenino CONVERSANDO Y JUGANDO 475 22 Declaración de Mónica
Zevallos repetida en varias oportunidades cuando se le pedía comentar acerca
de Laura Bozzo. tradicional, había cedido a la tentación populista de politizar un
género que es muy fácil de politizar. Como requisito y antecedente para convertir
su set en rentable tabladillo político, tenía un impresionante currículum donde la
ausencia de escrúpulos y lealtades se compensaba con el tesón y la eficiencia
(véase, en este capítulo, el acápite “Ultimas charlas”). Su leja no pariente
Augusto Ferrando será uno de sus modelos; Cristina Saralegui y Jerry Springer
proveerán los temas. Los invitados, incluyendo ese fiel y crédulo público de set
que Mónica Zevallos llama “caseritos”, son una clientela bastante manejable.
Desamparados y vulnerables a los discursos a voz en cuello, los panelistas de
Laura en América, generalmente mujeres pisoteadas, son invitados a pensar que
sus testimonios tienen un filo reivindicativo. Y sin duda lo tiene el testimonio de
cualquier pobre diablo que puede airear sus miserias a centenas de miles de
televidentes recla mando atención pública a su caso, con la diferencia de que
si en otros pro gramas queda claro que la denuncia y el petitorio se cierran con
el show, aquí la Bozzo se ha armado de una ONG, Solidaridad Familia, para
pro meter asistencia y seguimiento a sus más dramáticos casos. La entidad de
escasos recursos y alcances –a pesar de que Fujimori, en pleno set de Laura,
tramitó un donativo japonés de 200 mil dólares– se limita a ase sorías médicas
y legales, pero se presenta como un suplemento asistencia lista que alborota a
la clientela del talk-show, al punto que, cuando el pro grama celebró su primera
efemérides en América, una aglomeración en torno al Coliseo Dibós causó un
muerto y varios contusos. Laura Bozzo aparece equívocamente como una
feminista a ultranza, tan vindicativa en sus gestos y “cuadres” a los cínicos
abusadores con los que discute de tú a tú, que acaba defendiendo en sus
decenas de ediciones dedicadas a féminas abusadas, dudosas estrategias de
respuesta. Laura en América sacraliza la sexualidad femenina y, por lo tanto,
sataniza a sus agresores y a quienes le son infieles, llevando el tema a los
callejones, muchas veces sin salida, de la denuncia penal, sin señalar jamás las
res ponsabilidades del gobierno al que sirve. Laura tampoco ha sabido
“des vaginizar” y actualizar su discurso feminista, concientizando a sus caseras
sobre todo lo que tienen que proteger y estimular más allá de su sexo con yugal.
Su programa es eminentemente paternalista y de ahí el tono ameno pero
rezongón con el que capitanea a su audiencia, cucharea a sus casos y “para los
machos” a sus invitados con pantalones. Su rating es imbatible porque está
armado de furia más que de condescendencia y se ha es pecializado en
emboscar a hombres agresores y mujeres “rompehogares”, con empleo de
cámaras escondidas y testimonios sorpresa, condensando 476 FERNANDO
VIVAS SABROSO los dramas en el set. Laura Bozzo es un Jerry Springer con
coartada ideo lógica y agenda política: en su programa del mediodía se alienta
la bron ca física a la vez que se prometen falsas soluciones. La violencia verbal
y la crueldad gestual calientan la pantalla. De vez en cuando, el talk-show recibe
invitados de calibre como Sara Montiel, Raphael, Enrique Iglesias o el
extravagante Walter Mercado, que dio a la conductora un oportuno baño místico
en tina de agua florida. Para recibirlos, Laura tiene un set circular y un auditorio
bastante más amplio que el de su competencia, con una “L” de batalla
estampada en el piso. El público se dispone en picado alrededor del set –a
diferencia de la horizontal frontalidad de los otros– y Laura los azuza a intervenir
vomitando sus volubles impresiones inmediatas. Es una jueza mandona que
desborda el papel neutral que pide el género a sus agentes. Sus empleados –
productor Alberto Rojas, productora ejecutiva Cecilia Cebreros (renunció en
1999) y jefa de investigación Verónica Rojas, espo sa del periodista Alamo
Pérez Luna y el camarógrafo “Huaycoloro”– tam bién aparecen como víctimas
complacientes del autoritarismo ex hibicionista de Laura. El triunfo de Laura en
cada edición incluye un ine vitable show de la baja autoestima por parte de sus
invitados culposos. Bolivia, otra sociedad afecta a las mujeres autoritarias, fue el
primer mer cado foráneo donde su éxito ha sido fulminante. Telemundo, al
comprar una temporada de Mónica Zevallos, se interesó simultáneamente por la
rival que la aplastaba, topó ranking latino en Estados Unidos con la Bozzo y echó
a andar el fenómeno continental. Canal 4 la vendió cómo da y
compulsivamente, ofertándola con paquetes de noveles, y además del buen
negocio, busca compensar con eco internacional televisivo el descrédito de su
línea política local. Al acercarse la campaña reelecionista en 1999, Laura Bozzo
llevó su compromiso político con Fujimori al paroxismo. Este compareció en el
set, llovieron besos volados a Vladimiro Montesinos al que la unió una
cola boración íntima que los rumores han querido convertir en romance, y al
quiebre de Nicolás Lúcar en La revista dominical, la animadora de talk show
pasó a conducir pseudoespeciales periodísticos donde se celebraban los triunfos
de Fujimori en la lucha contra la subversión, recurriendo a tes timonios
cuchareados con las técnicas del talk-show. Explosiva mixtura del show
manipulador y del periodismo negociado dominical. Sus ediciones diarias se han
mantenido en el top del ranking, lo que no es de extrañar dada su radicalidad
emotiva, pero sí despertando sospechas de la compe tencia sobre maniobras
oficialistas para favorecer con puntaje a la princi CONVERSANDO Y JUGANDO
477 pal aliada televisiva del gobierno. En diciembre de 1999 la Defensoría del
Pueblo exhortó al Poder Ejecutivo, convertido en primer anunciador de la
televisión, a retirar del programa los spots de las entidades públicas. El motivo
esgrimido fue la repulsa de la opinión pública a la edición sabati na “Todo por
dinero”, donde Laura Bozzo pidió a participantes cometer pruebas escatológicas
y atrevidas –lamer axilas y pies sudorosos, nadar con sapos– regodeándose en
sus maneras autoritarias y poniendo así en evidencia el aspecto humillante de lo
que en otro contexto y con otro con ductor no hubiera pasado del escándalo de
un día. En realidad, el motivo real de la condena, a la que se plegaron varios
anunciantes privados, era el rechazo al abuso político de la televisión
chantajeada por el Ejecutivo, encarnado en la más furibunda ejecutora del
fujimorismo, con plenos poderes para utilizar los brazos legales del gobierno en
su mascarada de talk-show justiciero, cosa que hace frecuentemente, dejando
en manos de la policía –en vivo– sus casos más pagadamente rebeldes. Bozzo
pudo ingresar, por ejemplo, al penal de mujeres de Santa Mónica a transmitir
una emisión en vivo de su programa, con tal de con tar con un testimonio de la
sentenciada Violeta Mori, ex esposa del esta fador Carlos Manrique, dispuesta
a echar lodo al candidato presidencial Alejandro Toledo, al que también
sorprendió con Zaraí, su hija no reco nocida. El 2000 cogió a Laura Bozzo en el
top del ranking, con éxito con tinental, y, para compensar su mellado prestigio
profesional, con la publicación en el diario Extra de su libro por entregas
Rompiendo cade nas. Las voces de la violencia sobre el abuso contra la mujer,
donde se exhibe sonriente en portada y contraportada y omite el agradecimiento
al equipo profesional en el que, de seguro, han de estar los verdaderos autores
de la obra. Además de estos bombos autocráticos, solía celebrar sus victorias
frente a la protesta bailando El rock de la cárcel, su himno de batalla. Cuando la
conductora entra en trompo, el baile y la euforia verbal le sirven para conjurar la
crítica y tanto mejor si es en compañía de teleastas como Ernesto Asbún de
Bolivisión, el propio José Enrique Crousillat o Jim McNamara, presidente de
Telemundo, quien se dio un contrasuelazo por menear las caderas. El resbalón
le fue recompensado pues Laura renovó con él y no cerró trato con su rival
Univisión. El fin de Fujimori, sin dis minuirle el rating, la colocó en muy incómoda
situación. Cuando Laura Bozzo dejó el 5, Intimidades quedó en busca de nueva
cabeza y consiguió una, macrocéfala, perteneciente a Jaime Lértora. El
hiperkinético animador del teatro independiente y vistoso actor de com 478
FERNANDO VIVAS SABROSO posición en telenovelas de Iguana, había
demostrado sus cualidades de comunicador en el frustrante Por la mañana, y su
gestualidad, su chispa y su capacidad de réplica podían perfectamente encajar
en un talk-show. Así que, con la dirección de Eduardo Guzmán, las Intimidades
(había que mantener el membrete y el puntaje de Laura) del ágil cincuentón
Jaime Lértora (Lima, 1948) arrancaron en 1998 con diálogos picantes que
apro vechaban al público de relleno, temas algo más faranduleros por
com paración a los de Laura y microondas con transeúntes opinantes. Los
sába dos, el espacio se llamó, desembozadamente, Intimidades sexuales. El
perenne recurso al “chongo” animaba la hora aunque solía desdecir la
dra maticidad de los testimonios, recuperada cuando el conductor sermoneaba
con soltura a los invitados pasados de la raya. Lértora no bajaba la cabe zota
ante este strip-tease de la miseria pero tampoco la mantuvo erguida por mucho
tiempo. El programa cedió a la improvisación y antes de ago tar fáciles temarios
fue cancelado para que Lértora y Guzmán se con centraran en un talk-show de
celebridades en grupo hablando amena mente de naderías. La noche del
cabezón, modelada según el argentino La biblia y el calefón y usando todos los
dobles sentidos que albergaba el crá neo del buen Jaime, no empató las
expectativas que Pantel puso en él. Lér tora volvió a las aulas escénicas y en
1999 estrenó el programa En sintonía con Lola y Jaime en Radio Nacional,
coconducido por Lola Vilar. Además del Entre nos de Mónica Zevallos (el
verdadero fenómeno sur gido del talk-show, puesto que Laura Bozzo lo es más
de la política en la televisión), otro par de espacios quisieron dar batalla.
Empezaron con las piernas en alto pero tuvieron que someterse a ciertas
formalidades auto rregulatorias que siguieron a la protesta de la Anda
(Asociación Nacional de Anunciantes) contra el exceso de temas chocantes que
habían causado muchas editoriales alarmadas y hasta marchas de colegiales
anti talk-show. Las Intimidades dejaron de llamarse sexuales, la bronca física no
se pro mocionó más y el temario se moderó hasta que la racha crítica pasó.
Pecado original (abril de 1998, ATV), conducido por la periodista y crítica de
televisión del diario La República Maritza Espinoza, pudo ventilar por una corta
temporada en el inestable canal 9 temas tan variados como “soy diabético”,
“sicarios profesionales” o “me salvé de morir y estoy aquí para contarlo”. Sin
énfasis dramático o declamativo, la conductora –además coordinadora de la
investigación– se abocaba a interrogar con precisión. Hablemos claro (canal 2)
apareció unas semanas después con la preten sión de ser más descarnado y
altisonante que los demás, desafiando abier tamente la protesta moralista
contra el género. Mónica Chang, la reporte CONVERSANDO Y JUGANDO 479
ra sensacionalista de 90 segundos, esgrime el título como arenga cada vez que
la situación se pone candente o, frecuentemente, cada vez que la dis cusión se
le va de las manos. La “China” Chang exige detalles y confesio nes donde los
otros se andan con más cautela, y en esa vehemencia suele poner al desnudo
sus afanes efectistas. Así, sus invitados, sin merecerlo, parecen de otro calibre
en relación con los programas de la competencia. Tras comenzar con un puntaje
espectacular Hablemos claro muy pronto se limitó a un modesto rendimiento
comercial. En setiembre de 1999, ya desa parecido su talk-show, Mónica Chang
lanzó el primer reality-show nacio nal China en acción, donde su jadeante estilo
protagónico invadió muchas notas a pesar de la concepción documentalista del
productor Ricardo Tokuda y de sus intentos por sortear el amarillismo para
abocarse a seguir a bomberos, policías y rescatistas varios a través de los
faitdivers de una ciudad accidentada y furiosa

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