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familias y su heráldica
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un elemento heráldico que posteriormente se difundió de forma manifiesta por todas
las regiones circundantes, como es la panela.
La panela es un elemento heráldico que representa una hoja de olmo, aunque
generalmente se representa sin el rabo o pecíolo, lo que les da un aspecto de corazón.
Tienen un origen legendario, que se remonta a una sangrienta batalla de Arrato, al
Oeste de la Llanada alavesa, entre los Guevara y los Mendoza. Resulta curioso que casi
todos los escudos de armas que se han conservado en Berantevilla tienen panelas en
su composición.
Voy a tratar de hacer un breve recorrido a lo largo de la historia a través de
determinados personajes y familias, apoyándome en lo posible en las realizaciones
heráldicas que han llegado hasta nosotros.
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Fueron agraciados con el título de marqueses de Mirabel en 1535, y en 1624
siguiente, con el condado de Berantevilla, pero debido a la mayor antigüedad del
primero de los títulos, eran conocidos siempre con éste título. Curiosamente se
conservan dos topónimos al NO de la villa llamados “hoyo del marqués” y “altos de
Mirabel”.
El título de conde de Berantevilla le fue concedido por Felipe IV en 1624 a su
mayordomo mayor D. Enrique de Zúñiga y Dávila, caballero de Calatrava, hijo de D.
Antonio Dávila y Dª Francisca de Zúñiga, IV marquesa de Mirabel y IX señora de
Berantevilla, pero curiosamente no llegó nunca a ser señor de esta villa por haber
muerto antes que su madre, aunque sí dejó una hija que le sucedió.
Vivió en Madrid y fue un personaje importante en la Corte, y había pertenecido al
círculo del conde de Villamediana, poeta y espadachín que murió asesinado en 1622.
De él se conserva en la parroquia de Berantevilla un copón, con su escudo de armas,
que es el que nos ha permitido localizar al donante dele mismo.
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Para el cobro de las rentas, que eran generalmente en grano, disponían los
señores en Berantevilla de una casa granero en la calle Bajera, que todavía era de su
propiedad en el siglo XIX.
Para la administración de su patrimonio nombraban un gobernador, que solía ser
un personaje perteneciente a alguna de las familias más importantes de la zona, y solía
residir en Berantevilla, o bien en Zambrana.
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Pero la obra más importante del arzobispo fue una obra pía para dotar a dos
huérfanas para casar o entrar en religión, hijas de vecinos de Berantevilla. Fue fundada
en 1657 y dejó para ello un capital de 43.000 reales nombrando patronos al alcalde y
regidores del ayuntamiento y al cabildo de la parroquia, y ascendía a 1.000 reales por
dote, una cantidad muy elevada para la época.
Se custodiaban los caudales de la obra pía y su documentación en un archivo de
tres llaves que estaba en el capilla de San Andrés “lado epístola que hoy es de Nuestra
Señora de la Soledad” se decía en 1733 cuando se denunció el robo de 22.337 reales
del archivo, que fueron entregados finalmente bajo secreto de confesión en el
convento de Santo Domingo de Azpéitia.
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Quedaron dos hijos pequeños que volvieron a Berantevilla con su madre, pero
ésta se volvió a casar y volvió a Tarragona, quedando los niños a cargo de tutores.
El hijo mayor D. Juan Nicolás quedó a vivir en Berantevilla donde casó en 1706 con
su pariente Dª Josefa Gaviria y tuvieron a D. José Antonio de Montoya y Gaviria que
casó en Laguardia en 1742 a donde pasaron a vivir, y donde nació su hijo y heredero D.
Francisco Antonio de Moreda e Ibáñez de Zárate, el cual casó a su vez en 1771 en Oyón
con una muy rica heredera Dª Joaquina Palacios y Jugo, donde se establecieron a vivir,
de forma ya definitiva.
Tal es así, que su hijo y heredero D. Joaquín Ventura Montoya y Palacios, que
casaría en Logroño en 1802 con una hermana del general Miguel Ricardo de Alava,
procedió a vender toda la hacienda que tenía en Berantevilla y su zona, comprando
otra equivalente en Oyón.
Entre los bienes vendidos estaba la casa de la calle Mayor 9, que lo fue a D. Matías
López de Samaniego - perteneciente a otra de las familias importantes de Berantevilla
de la que después hablaremos - habiendo sido hijo suyo D. León Samaniego y Díaz de
Olarte, que fue abogado, consultor de la Provincia, y administrador del marqués de
Mirabel.
Esta casa, viene a ser la única de Berantevilla que continúa en poder de la misma
familia – hecha salvedad de la venta de los Montoya a los Samaniego en 1806 – siendo
su actual poseedor D. Jesús González Moreno, nieto de Concepción López de
Samaniego y Pinedo, de los que después hablaremos con más detalle.
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Se trata del segundo cuartel del escudo, en la segunda fila de estrellas, donde se
puede ver que la 3ª estrella se ha desplazado a la derecha de la 1ª fila y en su lugar se
ha colocado un pequeño pájaro cabeza abajo.
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Figura 5 – escudo de armas de los Montoya en la casa calle Mayor 25
De esta casa destacó el nieto del matrimonio citado D. Francisco de Montoya y
Montoya, nacido en esta villa 1629, que fue nombrado capitán general de Antioquía en
el virreinato del Perú (Colombia) en 1669, donde casó. Fue él quien donó “una libra de
oro” para el camarín de la ermita de Lacorzanilla, según reza un rótulo grabado en el
exterior de la misma, donde figura como Francisco Montoya y Salazar.
Murió sin sucesión en 1676 pero, no obstante, había dejado en Berantevilla un
hijo natural llamado Francisco, que casó en 1680 con su prima carnal Josefa Samaniego
y Montoya, de la que tuvo dos hijos Enrique Antonio y Luis Romualdo, que en 1702
estaban ambos en Madrid como pajes del marqués de Eliche. Luis Romualdo fue
heredero de sus abuelos y entre 1716 y 1724 se encontraba en Hungría, siguiendo el
destino de la marquesa de Eliche y del Carpio, exiliada por haber seguido en la Guerra
de Sucesión el partido del Archiduque de Austria. Fue mayordomo y secretario de esta
señora, de cuyo marido había sido criado. Murió sin sucesión en Babilafuente
(Salamanca) en 1735 y dejo heredero a su primo José Antonio Montoya Gaviria 1, de la
rama I, aunque los bienes vinculados, como esta casa de la calle Mayor 25, pasaron a
los Salazar de Manzanos, habiéndose mantenido en esta familia hasta D. Gabino
Salazar Zavala II conde de Salazar que murió a finales del siglo XIX.
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Ortiz de Jócano, nacido en Berantevilla en 1601, que fue nombrado gobernador de
Antioquía en 1628, donde casó dejando mucha descendencia, establecida
principalmente en Rionegro, localidad del mismo departamento de Antioquía.
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Figura 7 – armas de Montoya en la casa de Mayor 15
Sin os fijáis bien, el diseño del exterior del escudo es idéntico al de la casa de la
calle Mayor 25, y también al de la casa de los Abecia Samaniego de Lacervilla, hoy día
acondicionada para el concejo, donde así mismo falta la palabra ESPADA.
Figura 8 – escudo de la casa de los Abecia Samaniego de Lacervilla (actual casa del concejo)
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Comparada así mismo con la de Mayor 25, también falta la palabra ESPADA en el
rotulo. Ello nos indica que los tres fueron realizados por el mismo escultor, y por tanto
en la misma época, mediados del XVII, y la única diferencia significativa es que el
escudo de Lacervilla está labrado en piedra caliza, y los otros dos en arenisca.
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Figura 10 – casa con escudo en calle Eras 1 esquina a calle mayor
El escudo consta de un escudete central con las armas de Montoya, incluida la
letra Tau y la orla con el cordón de San Francisco, y ocho cuarteles que lo rodean, con
unas armas difíciles de identificar. Se puede ver que por los cuatro extremos asoman
los cabos de una cruz de Santiago.
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Ocio Zamudio, natural de Lacervilla que hizo fortuna con minas de plata en
Montevideo y compro muchos bienes en Berantevilla a mediados del siglo XVIII.
Pero el hallazgo de otra fotografía antigua en el fondo fotográfico de Gerardo
López de Guereñu en la Diputación Foral de Alava, frenó todas mis investigaciones,
pues según dicha foto, la casa antiguamente no tenia escudo, luego el mismo tuvo que
venir de otro emplazamiento, posiblemente procedente de alguna casa derribada de
Berantevilla, o quizás de alguna otra localidad
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4. Familia Zamudio
La familia Zamudio, originaria de la anteiglesia de este nombre en Vizcaya, se
extendió bastante por esta comarca, ya en la Edad Media, con una rama principal de
bastante importancia, a la que pertenecía Dª Catalina de Zamudio esposa de García de
Mendoza señor de Lacorzana a mediados del siglo XVI, y otra Dª Catalina de Zamudio,
natural de Berantevilla que fue señora de parte de la villa de Portilla.
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Esta casa se fue heredada por la familia Angulo vecinos de Zarratón y después por
los Díaz de Medina de Casalarreina que la vendieron en el siglo XVIII la familia Alonso
de Salazar de Berantevilla, en cuyos descendientes ha permanecido hasta que fue
vendida a la familia Peral, actuales poseedores.
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5. Familia Beltrán de Caicedo
Los Caicedo, apellidados generalmente Beltrán de Caicedo, tienen su origen en la
localidad de Caicedo Yuso, donde tenían su casa torre con su iglesia particular.
Si bien la rama principal sufrió una lamentable decadencia, quedando reducidos a
simples labradores utilizando su iglesia como cuadra, otras ramas secundarias se han
expandido por otros lugares dando lugar a familias bien ilustres como la de Córdoba o
las de Colombia.
Precisamente la de Colombia procede de una rama establecida en Berantevilla ya
en el siglo XVI, donde nació en 1544 Francisco Beltrán de Caicedo que pasó a Colombia
en el entonces virreinato del Perú como conquistador de Nuestra Señora de los
Remedios, hoy día Remedios en la gobernación de Antioquía – de la que serían
gobernadores dos Montoya de Berantevilla – en unión del capitán Francisco Martínez
de Ozpina, oriundo de Salinas de Añana.
Casó en Bogotá y dejó descendencia muy ilustre en Remedios, y fueron caballeros
de órdenes militares y entroncados con títulos de Castilla. La rama principal conservó
ciertos bienes en Berantevilla con una casa en la calle Hornos, que aún era de la familia
en el siglo XVIII, aunque reducida a simple solar, y era su dueña Dª Ángela Vélez de
Guevara Salamanca y Caicedo marquesa de Quintana de las Torres, vecina de Écija.
Quedaron muchos descendientes en Colombia que aún conservan hoy día el
apellido Caicedo, y uno de ellos, José María de Caicedo, político y escritor, fundó en
1870 en la gobernación de Antioquía el municipio de Caicedo.
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escribano de la villa, que falleció en 1674, el mismo año en que casaba su hija María de
Arroyo y Rojas con Bartolomé Fernández Jiménez, natural de Nájera que
inmediatamente asumió la escribanía de su suegro hasta su muerte en 1703.
De este matrimonio fueron hijos los citados hermanos Fernández Montoya,
apellido que utilizaron, en lugar del de Fernández Arroyo que les correspondía, por ser
un apellido mucho más significado que Arroyo. Recordemos que hasta el
establecimiento del Registro Civil en 1884 la elección de los apellidos era bastante
arbitraria y no estaba regulada como a partir de aquel momento.
El propio Raimundo ejerció de escribano en Labastida a la muerte de su padre,
pero enseguida pasó a la Corte con sus hermanos, quedando a cargo de la escribanía
su cuñado Esteban Ibáñez, casado en 1694 con su hermana Teresa Fernández
Montoya, y fallecido en 1722.
A este sucedió su yerno Cristóbal Ignacio de Baqueola, casado con su hija Vicencia
Ibáñez Fernández, que ejerció de escribano entre 1723 y 1747. Vicencia fue nombrada
heredera por su tío Raimundo en su testamento otorgado en 1744, por lo que a partir
del año citado de 1747 su marido dejó la escribanía y se trasladaron a vivir al valle de
Orozco, de donde él era natural y además dueño de importantes bienes y mayorazgos
de su familia, y donde murió el matrimonio ella en 1765, dejando heredero universal a
su marido y éste en 1769 dejando heredero universal a su hermano Ignacio en su
testamento otorgado unos días antes de morir. En dicho testamento declara que
quedaban por cobrar “gruesas sumas” del mayorazgo de Raimundo Fernández
Montoya, del que se declara sucesor a la muerte de su mujer, así como de “un arcón
con exquisitas joyas y alhajas”, que de todo ello se había apoderado una, según él dice,
“presunta 2ª mujer de Raimundo”, María Martínez a la muerte de Raimundo en 1756,
y estaba pendiente el ponerle pleito.
La realidad es que Raimundo en su testamento, otorgado en Madrid en 1744 - que
he tenido ocasión de consultar - nombra a Vicencia Ibáñez heredera universal de todos
sus bienes y a sus hijos y descendientes, pero sujetos a mayorazgo, llamando en su
falta a otros parientes, como así fue, pero en ningún caso se cita a su marido como
heredero del mayorazgo.
A su vez, resulta también que la citada 2ª mujer de Raimundo, con poder que le
había dado su marido para ello, fundo otro mayorazgo distinto grabándolo con la carga
de decir 20 misas cantadas al año por su alma, fundación que tuvo efecto y se llevó a
cabo a partir de entonces como consta en el archivo parroquial.
El caso es que a Cristóbal le heredó su hermano Ignacio, que inmediatamente
procedió a vender toda la hacienda de Berantevilla a Andrés Javier Suso,
desapareciendo el mayorazgo.
Loa escribanía continuó en la familia, porque la heredo Martín Francisco de
Aguirre, que ya era escribano de Miranda de Ebro de donde era natural, que había
casado con Mariana Ibáñez, hija de un primer matrimonio del citado Esteban Ibáñez. Y
aún continuó en la familia, porque su hija Dª Tomasa Aguirre e Ibáñez casó a su vez
con Ángel Urruchi, natural de Santa Gadea, que también era escribano del número de
Miranda, y que también ejerció la escribanía de Berantevilla entre 1765 y 1779. Con él
se acaba la saga familiar, conservándose los protocolos notariales a partir de Esteban
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Ibáñez, pero no los de Bartolomé Fernández ni los de Diego Arroyo Montoya, ni los de
ningún otro escribano anterior.
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fotografía de un edificio sin más indicativo que el de “torreón occidental” y estar
situado en Berantevilla.
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Pero esto no nos aclaraba nada sobre la casa de la Plaza de los Abecia, tan solo
que sin duda fueron realizadas en la misma época y por el mismo maestro arquitecto,
como vimos pasaba con algunos de los escudos que hemos ido mostrando.
Ha sido gracias a la ayuda de Susana Ansótegui, administrativa del Ayuntamiento,
que me proporcionó una postal antigua de Berantevilla de cuando existía un frontón
en la pared exterior de la iglesia, que he podido saber del emplazamiento exacto de
esta casa, que figura con el nº11 de la Plaza.
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8. Conclusión
Se podría pormenorizar la existencia de otra serie de familias que también han
tenido su importancia, y han ejercido sus oficios de alcaldes de la villa, como los Álbiz,
Angulo, López de Briñas, López de Torre, Ruisáenz, etc., etc., u otras que hicieron
fortuna en otras partes como los ya citados, los López de Abaunza en Madrid, etc., etc.
Así como muchos detalles urbanísticos como la construcción y ampliación de la
iglesia, de la actual casa del concejo, del antiguo hospital y de la antigua ermita de la
Magdalena, de los antiguos nombres de las calles, de la existencia de una cava que
rodeaba el casco urbano a manera de foso, etc., etc., pues todos ellos han ido
surgiendo a medida que se profundiza en la investigación, pero todo ello se saldría de
los límites de una simple conferencia.
Por mi parte he tratado de proporcionaros algunos datos y aspectos de
Berantevilla que posiblemente no se conocían, aunque, como os digo, podría estar
horas y horas hablando de vuestra villa y sus gentes que, como todo lo que se llega a
conocer bien, se acaba queriendo y apreciando.
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