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Los atributos del hogar: economía doméstica

y la encomienda en el Perú colonial


Enrique Mayer
JNTRODUCCJON

Intento aquí una reconstrucción etnográfica de la vida de un grupo


de humildes personajes que vivían en un ambiente rural del siglo XVI. en la
sierra del Perú. La tarea es inversa a la generalización. He utilizado los incom-
parables trabajos de John V. Murra sobre la organización socio-política de los
Andes prehispánicos como modelo para lograr entender las preocupaciones
en la vida cotidiana de aquella gente , cuyas decisiones y ritmo de actividades
forman la base del cual el modelo fue originalmente abstraído.
En la primera parte de este ensayo se expresa el punto de vista de un
campesino común, Don Agostín Luna Capcha , quien existió y cuyo testimo-
nio es conocido . Sus opiniones e ideas emergen al pensar él sobre lo que ha
de tener que declarar en un solemne inquisitorio. Lo que le preocupa es
cómo ha de administrar y organizar su propio tiempo y el de su mujer, en
qué forma ha de movilizar los recursos que ha de necesitar para poder conse-
guir todo lo que de él se requieré para cumplir con sus obligaciones de tribu-
to . El ámbito de su reflexión es su hogar (lo que los antropólogos llamarían
la unidad doméstica) y cómo mejor administrarlo. Al pensar en esto , él pien-
sa en el trabajo . Debido a que la economía está enmarcada en la sociedad en
la que vive , sus preocupaciones sobre el trabajo lo llevan a considerar no sólo

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cuestiones domésticas , sino también los asuntos de su familia. las obligacio-


nes de parentesco , así como también problemas de su pueblo y asuntos de
carácter regional que directamente lo afectan .
Logrado un entendimiento "sustantivo" (término de Polanyi) de có-
mo operaba una unidad doméstica. el ensayo pasa a buscar variaciones en la
composición interna de las unidades domésticas e intenta explicac las causas
y efectos de tal variación . Es, por lo tanto , una investigación sobre diferen-
ciación campesina del siglo XVI. Me apoyo mucho en un recurso metodoló-
gico llamado "analogía etnográfica" , utilizado por arqueólogos. ya que en
1970 realicé investigaciones etnológicas en el pueblo de Tángor . la residencia
de Agostín Luna Capcha , llamado Tancor en ese entonces en las cabeceras
del río Huallaga , en la región de Chaupiwaranga , que pertenecía en esa época
a Huánuco (Mayer 1974 ). He procurado complementar con mi experiencia e
intuición la escasez y los vacíos en los datos históricos. Mi propósito es ilus-
trar, resaltar la significación y hacer comprensible a un lector moderno la
vida de un grupo de personas que se hallaban en plena lucha por sobrevivir en
un período de tiempo difícil para ellos y remoto para nosotros .
Hay también un propósito secundario al trabajo aquí presentado. Lo
que se relata ocurrió en 1562, sólo 30 años después de la invasión europea .
Era un período de incertidumbre y de profundos cambios sociales. Al inver-
tir el proceso de generalización ; es decir. al particularizar las situaciones, po-
demos centrar nuestra atención en el proceso mismo del cambio social y en
el significado de estos cambios para esa gente. La institución colonial de la
encomienda (una dádiva real de un grupo de indios a un español) nos provee
el contexto de este estudio. La encomienda es· de Juan Sánchez Falcón , a
quien se le dio el privilegio de recoger el tributo de los indios encomendados
a él. Su encomienda incluía alrededor de 4 70 unidades domésticas entre los
Yacha (un grupo, étnico bastante pequeño) y mitimaes traídos por el Inca a
"guardar" fortalezas.
Para poder recolectar el tributo , Sánchez Falcón tenía que valerse de
mecanismos y de procesos institucionalizados que los señores étnicos y los
Incas habían establecido desde hace mucho tiempo para extraer beneficios
de la población campesina. A pesar de la crisis total que la invasión europea
produjo entre esas gentes , hubo ciertas condiciones para que instituciones
económicas del pasado continuasen en funcionamiento . Pero. al mismo tiem-
po , al aplicarse esos antiguos procedimientos en beneficio de los nuevos due-
ños, cuyos propósitos fueron muy diferentes que los de sus antecesores. esas
mismas instituciones se transformaron tanto en la manera como funciona-
ban como también en la forma en que fueron percibidas. Este trabajo trata
de mostrar esas transformaciones y qué es lo que implicaron para un hogar
campesino. Debido a que las instituciones cambiaron alterando su significa-
do y también debido a que la legitimidad de esas operaciones empezó a ser
cuestionada, comenzó a generarse un desafío al sistema entero. Presionados
desde abajo, los curacas afectados comisionaron en 1561 a Hernando Malqui-
riqui, del pueblo de Chacapampa, a viajar a Lima y apelar al Virrey a que re-

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bajase la tasa del tributo . Y así se inician los procedimientos legales.


El instrumento judicial que los españoles utilizaban para estas situa-
ciones era la así llamada visita. Era una inspección de casa en casa y pueblo
en pueblo para detenninar la validez de los alegatos y contraalegatos y en
base a ella hacer recomendaciones al virrey , quien era el que tomaba la deci-
sión en última instancia . John Murra publicó por segunda vez esta visita , jun-
to con otros documentos pertinentes y ensayos críticos , en 1972 , en el Tomo
II de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562: lñigo Ortiz de
Zúñiga Visitador. El rico material histórico contenido en este y otros docu-
mentos burocráticos de similar índole publicados en la década pasada , ha
contribuido mucho a modificar nuestra visión de las sociedades precolombi-
nas en los Andes . El Tomo II de la mencionada Visita constituye mi princi-
pal fuente de datos y análisis (sólo se citan las páginas entre paréntesis). Un
trabajo similar en base a los datos contenidos en el Tomo I lo está realizando
el historiador Efraín Trelles. Conclusiones similares nos muestra el estudio de
Rafael Varón ( 1980) sobre los encomenderos y curacas.
El estudio de las encomiendas es un caso en el que se pueden enten-
der los procesos de la articulación de diferentes sistemas económicos que , sin
embargo , se encuentran vinculados entre sí. El encomendero se valía de anti-
guas instituciones andinas para obtener bienes económicos , los cuales luego
vendía en la extensa red comercial que empezó a desarrollarse en la colonia
en apoyo a las actividades mineras y a la economía urbana de los españoles .
Con sus encomendados, el encomendero tenía que manipular los mecanismos
de una economía campesina precapitalista ; mientras que en su trato con otros
españoles se comportaba como un mercader (o comerciante), procurando
obtener el mejor precio con el fin de recaudar la sum a monetaria más alta po-
sible. El historiador Rolando Mellafe expresa esta dualidad , que se convierte
en tríada debido a los intereses del estado colonial , de esta manera :

" [Estos documentos] nos muestran un estado de transición y entron-


que de tres corrientes completamente diferentes : una derivada de la
fom1a de trabajar y tributar pre-hispánica ; otra conectada con las exi-
gencias de encomenderos y curacas. y una tercera que dice exclusiva
relación con la política económica y los afanes proteccionistas de la
Corona para con la población indígena , expresada esta última en las
tasaciones de tributos". (1977:338).
El período histórico que generó la visita como documento (más o
menos la mitad de la creación de la institución de la encomienda y su poste-
rior abolición paulatina) es también el período en el que la Corona comenzó
a interferir más y más en el funcionamiento de las encomiendas con el fin de
mediar las contradicciones que ella misma generaba. Las refonnas Toledanas,
que se inician en 1570 , alteraron radicalmente las instituciones sociales andi-
nas. Entre otras refonnas , el tributo en especie fue cambiado por un tributo
monetario que se pagaba a la Corona (lo cual significó que por muchos años

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Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

los indígenas estuvieran pagando tributo a ambos , encomendero y Corona),


y, a través de la política de reducciones, se reordenaron drásticamente las re-
laciones sociales de los pueblos indígenas . A partir de las reformas Toledanas
es qu e podemos observar mayores discontinuidades entre los procesos insti-
tucionalizados que se originaron en la sociedad Inca y los que se implantaron
durante el resto del régimen colonial.
SABADO 14 DE FEBRERO DE 1562
Había llovido toda la noche , y la madrugada estaba nublada. Los ha-
bitantes de Tancor andaban ocupados en sus quehaceres cotidianos a pesar
de tener conciencia de pertenecer ahora a unos nuevos y extraños amos , que
hablaban una lengua diferente , montaban caballo y se vestían con armaduras
de hierro . Había habido guerra y fueron derrotados. La nueva ciudad españo-
la, León de Huánuco , estaba en el valle grande ; río abajo , lo que implicaba
que muchas de las relaciones sociales, políticas y económicas ahora se orien-
taban hacia las tierras bajas , mientras que tan sólo 30 años antes sus anterio-
res señores los habían dominado desde las punas.
A medida que el sol calentaba el valle , la neblina se desplazó hacia
arriba , cubriendo temporalmente los pueblitos de Wangrin y Wakan. Cuando
escampó , se podía divisar desde Tancor las partes bajas del angosto valle del
río Colpas. Y es así que los vieron : un grupo de gente a caballo, seguido de
cargadores a pie, remontaba lentamente la cuesta de Tancor. Era la anuncia-
da y temida inspección de los españoles y sus propios señores , sus curacas.
Hacia mediodía estarían en el poblado.
Desde el instante en que fue atisbado el grupo de inspectores, todas
las actividades normales en el pueblo quedaron interrumpidas. Luego de unos
momentos de pánico, el ritmo de las actividades cambió drásticamente. Mu-
chos jóvenes, cogiendo ropajes para el frío , comida y coca , huyeron del pue-
blo para esconderse en los cerros, en cuevas y escondites, lo más lejos posible
de los caminos y asentamientos . Las mujeres ocultaron alimentos y posesio-
nes. Mientras prendían los fogones para cocinar la comida de bienvenida ,
practicaban nerviosamente los gestos y las plegarias que los nuevos sacerdotes
les obligaban a adoptar. Los niños fueron distribuidos en diferentes hogares e
instruidos para no delatar a sus padres. El viejo quipucamayoj, cojo, se trasla-
dó dolorosamente a su choza para traer los hilos multicolores y anudados y
comenzó a pulsearlos , recordando por cada nudo que pasaba entre sus dedos
lo que él había memorizado en cada instancia. A último momento, el man-
dón del pueblo , quien también estaba dedicado a memorizar los apurados
reacomodos de las familias que él conocía tan bien (y a recordar que tenía
que olvidarse de la existencia de los jóvenes que se habían ocultado en el
campo), se dio cuenta que nadie había recolectado el forraje para los caballos
de los españoles. También se olvidó de prevenir al siguiente pueblo , que sería
inspeccionado luego de Tancor. Tal omisión le causaría posteriores remordi-
mientos, pues su pariente, Don Antonio Pumachagua, principal del pueblo

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de Guacor, fue sorprendido por los inspectores. Y por ello se equivocó en s.u
declaración y fue "mandado azotar públicamente por haber mentido" (p.
1 16). Una vez , hace mucho tiempo, el principal de Tancor había sido amarra-
do y golpeado "con una piedra en las espaldas" por inspectores Incas, cuan-
do éstos descubrieron que él había encubierto a jóvenes que huyeron para no
participar en la leva de la mita del Inca (p. 54). ·
Cuando al fin lñigo Ortiz de Zúñiga, el visitador, Juan Sánchez Fal-
cón, el encomendero, y sus representantes legales, el escribano , el traductor
griego (Gaspar de Rodas) y sus propios curacas, don Antonio Guaynacapcha
y Don Juan Chuchuyaure, así como también curas, varios soldados y carga-
dores llegaron al pueblo, se había restaurado una falsa apariencia de calma y
normalidad en él (pags. 10-23 ). Mientras se llevaban a cabo los ceremoniosos
saludos y los visüantes se acomodaban , el encomendero miraba de lado a la-
do sospechosamente. El sí estaba convencido que mucha de la gente que le
pertenecía por repartimiento del rey, se estaba escondiendo para evitar ser
contada. Y eso disminuiría el monto que podía obtener en tributo. Tendría
que mantenerse alerta a fin de descubrir a estos indios, tan hábiles en estas
cosas, en trampas y evasiones. En especial habría que vigilar a ese hombre al
que había visto antes y que no le inspiraba ninguna confianza: ese ollero
Agostín.

EL TESTIMONIO
Dijo llamarse Agostín Luna Capcha de treinta y cinco años
Nací en el tiempo del Inga , a pesar que desde mi juventud he oído y
visto aspectos de las costumbres cristianas y españolas. De vez en cuando se
me ha enseñado el cateci;:;mo, conozco el uso del dinero , me salvé de la muer-
te cuando participé en la gran rebelión del Inga llla Thupa, hace veinte años,
que obligó a los españoles a retirarse de la antigua fortaleza de Huánuco Pam-
pa (Varallanos 1959: 119-123; Murra 1975: 186) y he visto cómo, con de-
primente regularidad, los ejércitos de españoles saquearon los depósitos del
Inga. de las huacas sagradas y de nuestros pueblos . Han habido años de ham-
bruna.

Y su mujer se llama Inés Quispe de treinta y cinco años


Mi mujer nació y creció en Tancor. Yo también, pero como mis ante-
pasados fueron puestos aquí en tiempos del Inga como olleros (p. 81 ), soy
un Caurino. Aun a pesar de que no soy uno de ellos, los padres de Inés con-
sintieron que me casase con ella, porque sus hermanos mayores habían muer-
to y así tenían poca gente con quien trabajar sus tierras. Ahora ya tenemos
hijos.

Tiene dos hijas y un hijo que se llama Catalina Chocara de cinco años, otro
que se llama Felipe Guaya de cuatro años, otra que se llama Barbara Vica de
dos años. ·

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Notas y Documentos. _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Dan marido y mujer una pieza de ropa de algodón y para ello les da su enco-
mendero el algodón
¡Ay! , este pesado asunto del tejido . Nunca acaba. Las manos de mi
mujer no descansan de dar vueltas al huso para hilar tanto. El algodón que
ese secuaz del encomendero nos da es de pésima calidad . Es algodón silvestre.
du~o para despepar, difícil de hilar y nunca alcanza. Seguro que nos engai'la .
Si no es por mi vecino, el que hace tejas, quien tiene que ir a la ciudad a
cumplir con su tributo en la casa del encomendero (p. 80) y que hace trne-
que de gallinas y chuño por más algodón , nunca podríamos cumplir con
nuestra cuota (p. 58). A veces estoy tan cansado que me duermo en el telar.
Pero tengo que seguir tejiendo , ya que es necesario tener suficiente ropa para
mí y mi familia, aparte de la bonita pieza que quemamos como sacrificio en
la ceremonia anual. Ojalá que el visitador no se dé cuenta que en verdad tejo
más de lo que declaro: tejo una pieza para mi propia cu enta, la otra para la
de mi suegro (p . 120) y la tercera para mi curaca. Nunca acabo de tejer. ¿Qu é
hace el encomendero con tanta ropa? Uno de mis abuelos volvió de servir al
Inga en sus guerras y regresó vestido de una preciosa pieza que el Inga le rega-
ló (Murra 1975: 158). Ahora todos andamos en harapos y, sin embargo, se-
guimos tejiendo. Esos españoles se han de comer todos los textiles que les
hacemos .

Dijo que da seis tomines al año


¡ Seis tomines tengo que dar! A veces. cuando los tengo , los doy, y
otras, no. Cuando voy a León a trabajar como aguatero o cuando llevo cosas
para vender (p. 63) y no tengo otras deudas, le doy a Pablo Almerco. mi
principal. a cuenta de mi obligación de los seis tomines . ¡Seis tomines tengo
que dar! , casi un peso - es tan difícil juntar esas monedas . Cuando no lo
logro, le tengo que cumplir a Don Pablo de otra manera . Cuando me lo pide ,
trabajo para él, y cuando hace una fiesta . llevo comidas y todos ayudamos a
cocinarla y servirla. Pero de esas cosas nadie lleva la cuenta (p. 161 ). Oigo
decir que Don Pablo tiene muchos tratos y bastante dinero. A mí si empre m e
dice que es él el que paga todas nuestras obligaciones en plata, así que así
será , pues. ¿Quién sabe? Yo podría ir a las minas a contratarme para conse-
guir aún más tomínes (p . 120), pero el trabajo allí es muy duro, y por eso
no voy a ir. Esa plata es cosa asombrosa. ¿Cómo se hará para conseguir más?

Y dijo que da una gallina al año


Gallina para el encomendero ; gallina para conseguir algodón; gallina
que hoy mataron para dar de comer a los soldados: gallinas se meten al maíz;
gallinas cacarean en las mañanas ; gallinas ponen huevos grandes ; gallinas que
no saben volar ; gallinas que viven en la casa en vez del campo; gallinas comen
sobras ; gallinas que cagan sobre mis tejidos ; gallinas picotean en el patio;
¡malditas gallinas!

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Dijo este indio [que es] con los de Chacapampa


Soy de la parcialidad de gente de Caure , que vive en Chacapampa, y
es allí donde se cuenta mi tributo de trabajo (mi mit'a). Es para mi principal,
Don Pablo Almerco , que trabajo yo , mas no para el de aquí. No es que falte
tierra en Chacapampa (p . 81 ). Con tanta gente que se está muriendo hay
abundantes chacras por todos los lados, pero el maíz de Tancor tiene mejor
gusto , produce mejor y es menos riesgoso. La gente de aquí se ríe de mí y
me dicen marka masha (cuñado del pueblo), por mi matrimonio con Inés.
Por eso me hacen hacer toda clase de actos serviles en las ceremonias, para
que nunca me ol.vide que soy un afuerino. Pero ellos también confían en mí,
ya que estoy un poco distanciado de ellos. Algunos de ellos vienen indivi-
dualmente a pedirme favores y me encomiendan misiones importantes. Por la
misma razón , al vivir aquí, me evito todas esas obligaciones para con mis pro-
pios parientes, quienes para pedirme lo que les tengo que dar tendrían que
venir hasta aquí. También es así como puedo esquivar mis obligaciones para
con los tancorinos, si es que eso me conviene, pues no son mis parientes, sino
los de mi mujer. Aun así, tengo tanto que tejer para mi suegro , que a veces
me pongo a pensar si mi vida no hubiese sido más fácil si me hubiera ido con
mi propia gente .

Y que con los de Chacapampa hace para el tributo chacaras de maíz y papas
en las tierras de Chacapampa
Chacapampa está al noroeste de aquí, y allá llueve antes que aquí ; así
que ellos siempre están un par de semanas más adelantados que nosotros en
la producción de esas co¡nidas. Siempre tengo que enterarme cuándo es que
el principal de mi pueblo decide comenzar con el trabajo de romper la tierra
con nuestras chaquitacllas (el chacmeo) y cuando ya sé que día es, me voy
para allá unos días antes para visitar a mis parientes. Les llevo regalos y comi-
das de aquí, ya que les gustan los zapallos, calabazas , caiguas y las numias
(un tipo de frejol) , que dan tan bien aquí (p . 101 ).
Cuando llego a Chacapampa , visito a mi curaca, quien baja desde
Caure para la ceremonia. Es para esa ceremonia que casi siempre tengo listo
mi tejido para él , de manera que él se lo pueda poner para el chacra jitay (1 ).
Mi curaca se pone mi tejido nuevo para esa ceremonia y se le ve tan digno
sentado allí con todos los viejos y sabios del pueblo , chacchando coca y deli-
berando cuál de los sectores ha de ser asignado para la producción de papas
de este año. Cada año se abre un nuevo sector, tan grande como la mitad de
una ladera, y el último sector, que ha estado en cultivo por varios años, em-
pieza su período de descanso . Cuando ya han decidido en qué sector vamos a
trabajar, Don Pablo mismo asigna chacras para el tributo del encomendero ,
para los diezmos de la iglesia , para ellos mismos y para la gente muy vieja que
ya no puede trabajar sus propias chacras. Después, nos da tierras a todos los
de la comunidad para nuestras comidas. A pesar de que yo estoy allí, a mí no
me dan tierra , porque tengo suficiente en Tancor. Luego hacemos grupos de

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trabajo con nuestros amigos (masas) y mochando (haciendo plegarias) y bai-


lando empezamos a trabajar las tierras del tributo , de la iglesia. del curaca,
así como también las de los ancianos. Hay música, comida y bebida.
Los equipos de taclleros hacen competencia para ver cuál es el que
gana en terminar la tarea asignada. Las mujeres nos dan ánimo con canciones
y con chicha. Cuando terminamos nuestra sección , nos asignan otra. Al ter-
minar el día, las masas que han trabajado el mayor número de secciones son
objeto de honra, al mismó tiempo que nos mofamos y bllTlamos de los perde-
dores. La manera de trabajar allá , en Chacapampa, es diferente que la de Tan-
cor, porque en Tancor una vez que un equipo ha terminado su sección, se ha
cumplido con la tarea del día y se descansa. Demora más acabar con todo el
trabajo en Tancor. Por eso mis parientes dicen que los tancorinos son unos
flojos. En Chacapampa podemos terminar todo el chacmeo de las chacras de
arriba (ja/ka) y de las de más abajo (kichwa) en dos días(2). Empezamos en
las alturas y terminamos cerca del pueblo.
Después de eso , yo me regreso a Tancor, mientras que la .gente de
Chacapampa continúa ayudándose los unos a los otros en trabajar las chacras
que les han sido asignadas individualmente . Es en ese tiempo que yo trabajo
los terrenos de mi mujer en Tancor, después de que la gente de Tancor ha
hecho su propia ceremonia de distribución de tierras .
Cuando termina la época de lluvias y ha pasado la sequía también y la
nueva época de lluvias ya está por comenzar, es tiempo que yo regrese a Cha-
capampa para hacer los surcos y sembrar las papas. Y cuando la gente de
Chacapampa ha terminado con eso , me toca volver allá , porque es tiempo de
sembrar el maíz del tributo. Esa fiesta es aún más bonita que el chacra jitay
de las papas. Comemos comidas de maíz y se distribuye tanta chicha que to-
dos nos emborrachamos. Y cuando eso se acabó, tengo que volver a Tancor
para arar y sembrar la chacra de maíz de mi suegro , y al terminar el día de
trabajo tengo que cargarlo en mis espaldas hasta su casa porque él, de tan
contento que se pone porque su maíz ha sido sembrado , se emborracha (Juan
Ossio [comunicación personal] observó esto en el pueblo contemporáneo de
Andamarca). Cantando vamos .
En los tiempos en que yo era joven y todavía no estaba casado. tenía
que pasar mucho tiempo en las chacras, cuidándolas y espantando pájaros.
Todos nosotros tenemos obligaciones que cumplir por turnos, además del
arado, sembrado y la cosecha (p . 78). Pero ahora que vivo en Tancor y soy
adulto , me han exceptuado , hasta el momento, de estas tareas que consumen
tanto tiempo y son tan aburridas. Por lo menos, Don Pablo todavía no me ha
hecho ruegos para que haga esas cosas, que tendría que hacer por un año en
Chacapampa. No pienso que lo haga. Es en Tancor, quizás, que tendré que
aceptar uno de esos cargos , ya que vivo aquí; y como ya estoy casado, inclu-
so implicaría que tengo que hacer una fiesta al terminar el año.
Así es que voy a Chacapampa a menudo: después de sembrar el maíz ,
a cultivar las papas, y después, a desyerbar y cultivar el maíz. Terminado eso ,
viene el segundo cultivo de papas, de las ocas, mashuas y ollucos , y así sucesi-

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vamente hasta la cosecha de todas las comidas en ese mismo orden. Es en


Chacapampa que yo hago mi mit'a del tributo , junto con mi gente de Cha-
capampa.

De [estas tierras de maíz y papas] pagan lo que les cabe de tribu to


Hay dos parcialidades de gente en Chacapampa : los que dan su tribu-
to con Gonzalo Tapia (p. 123-128) y nosotros, que pertenecemos a Don Pa-
blo AJmerco , quien vive en Caure (ver cuadro de jerarquía de curacas). Da-
mos siete fanegas de maíz (aunque cuatro de ellas han sido conmutadas por
más piezas de tejido de algodón) y dos fan egas de papas. Todo eso sale de
nuestro trabajo comunal (p. 128). Lo qu e sobra lo llevamos a vender a las mi-
nas de Corco, al tambo de Chuquiguamisca y a otros sitios. Lo que sobra de
esas chacras también se usa para el camarico de nuestros paisanos que están
de servicio en la casa del encomendero (p . 128) (Camarico: "algo hecho a fa-
vor de un ausente en la mit'a; contribución de alimentos a los que no pudie-
ron cultivar ; dádivas" [Murra y Adorno 1980: 1083]).
El tributo tiene que ser entregado en Huánuco , en casa del encomen-
dero (p. 129). Ya que nuestras llamas han sido llevadas en las guerras , cada
año tenemos que llevar más y más de estas cargas en nuestras espaldas. Esta
es la parte más difícil del trabajo de tributo. Y como tenemos que llevar nues-
tra propia comida, esto hace que el trabajo sea aún más difícil. Mis padres me
decían que cuando ellos llevaban cargas para el Inga , a lo largo del camino de
Quito y Cusco (p. 55) los Ingas les daban de comer. Demoramos de cuatro a
cinco días para llegar a Huánuco y cuando llegamos , estamos pero bien can-
sados.
Dijo que se ocupa con los de Chacapampa dos semanas en las chacaras de
Pitomama de su encomendero
Esas chacras del encomendero están a una legua de Huánuco , y toda
la gente de don Pablo Almerco , de Caure y Chacapampa, así como también
todos los de Gonzalo Tapia , de Chacapampa, se tienen que encargar de la
producción de seis fanegas de maíz(3 ). Yo tengo que ir a sembrar con los
hombres adultos casados y me demoro dos semanas y cuatro días en eso (p.
129). Los viejos para el trabajo , las mujeres , los jóvenes y las mozas de Chaca-
pampa y Caure, van a desyerbar y a cultivar esas chacras. Y eso toma dos se-
manas (p . 129). ¡Esa pobre gente de Gonzalo odia ir allá porque les toma
tanto tiempo y ellos tienen que tejer aún más que nosotros (p. 124 )! Ese
Juan Sánchez Falcón no sólo recibe maíz y papas de nuestras tierras comuna-
les, sino también de sus propias tierras , que nosotros tenemos que trabajar.

Dijo que le cabe dos meses al año de servir con los de Chacapampa a su enco-
mendero en Huánuco en traer leña y yerba y aderezar la cequia del molino y
algunas paredes cuando se lo manda
¡Por dos meses tengo que ser su sirviente en su casa! Si por lo menos

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me dejase planificar cuándo es que tengo que ir, estaría bien. Pero cuando se
me ordena ir sin previo aviso. entonces sí que se me vienen encima muchos
problemas . Mis chacras se quedan descuidadas. me atraso en mis tejidos y no
me queda tiempo para ir a trabajar como agua tero . A mí me conviene más ir
después de las cosechas de Chacapampa y Tancor. Pero hasta ahora siempre
me ha tocado ir en cualquier otra fecha y sin previo aviso. Cuando estamos en
Huánuco , nos tratan como a presos. Nos encierran en la noche y la comida
que nos dan es muy poca, así que siempre tenemos que llevar de lo nuestro .
Por lo menos , recientemente. el mayordomo del encomendero nos ha estado
dando un poco de coca. Los caballos. mulas y vacas del encomendero comen
tanto pasto , y somos nosotros los que tenemos que traerlo desde lejos.

Y que no se lo paga el encomendero y que no sabe si es obligado a ello o no


· No es justo! Cuando trabajo en Huánuco acarreando agua. me pagan;
cuando Írabajo en su mansión cargando pasto , no me dan nada. Pero no me
queda más que hacer lo que se me ordena.

(Ex tracto del testimonio de Pablo Almerco) "y que van de este pue-
blo a Huánuco a servir al encomendero de leña y yerba y agua y lo
que les manda cinco meses en el año , en los cuatro primeros cuatro
indios y en el quinto mes tres indios. y esto se lo paga el encomende-
ro y no sabe cuánto ni de qué manera. mas de qu e se lo manda el di-
cho Don Antonio [Guaynacapcha] su cacique' ' (p. 160).
Y dijo que se ocupa cinco meses en todo lo que trabaja y hace para el tributo
no entendiendo otra cosa
Claro que me paso casi la mitad del año trabajando para el encomen-
dero , a pesar de que a mí me parece que es todo el tiempo . Por ejemplo, hilar:
mi mujer y yo hilamos todo el tiempo , todas las veces que nuestras manos es-
tán libres. Y aun así nos toma dos meses hilar el algodón y hacer el hilo gme-
so. Otros diez días para el segundo hilado fino. después de que lo hemos teñi-
do. Dos días para el teñido, si es que no se cuenta el tiempo que toma recolec-
tar la leña que se necesita para hervir el tinte . Luego un día para hacer la ur-
dimbre. Diez días para tejer, si es que tengo tiempo para hacerlo de una sola
sentada. Casi siempre tengo que interrumpir el tejido. porque me toca hacer
una y otra cosa en el pueblo. en Chacapampa o en Huánuco antes de poder
acabar la pieza. Una cosa es el tiempo necesario para preparar los materiales y
tejer. otra cosa es el tiempo transcurrido desde el comienzo del proceso hasta
su término.
El trabajo de Chacapampa me toma , contando los días para ir y venir.
un mes para producir todo lo del tributo (dos días de chacmeo, dos de hacer
surcos. el cultivo y recultivo son otros cuatro, dos para la cosecha y dos para
cargarla desde las chacras hasta el pueblo , ·s on doce días). Calcúlese otros tan-
tos para el maíz y eso ya hace veinticuatro días. Luego hay ocho días de car-
gar lá cosecha a la casa del. encomendero y regresar. Dos meses de mit'a en

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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Mayer: Economía doméstica colonial

casa del encomendero , dos semanas en Pitomama. ¿Y quién calcula el tiempo


que me toma ganarme los tomines? Aun sin eso, sumando todos los días que
he enumerado, me toma más de cinco meses.
¡Pero ésa es en verdad una manera muy estúpida de preguntar! La
mitad de mi tiempo (cuando no duermo) me la paso trabajando para elenco-
mendero . Y él saca mucho más provecho de ese trabajo que el que yo puedo
sacar de mi mitad cuando me dedico a mis propias cosas. Es que él puede usar
nuestras diferentes capacidades de trabajo , nuestras fuerzas , en varias mane-
ras. Por una parte. nos puede dispersar y hacernos trabajar en nuestras casas
en el hilado y tejido en los períodos del día cuando técnicamente estamos
"descansando" y. teóricamente estamos "libres" para dedicarnos a nuestros
asuntos y a nuestra propia producción. Hasta las sobras de nuestra comida
son para beneficio del encomendero , al obligarnos a darle gallinas.
· Por otro lado. él puede concentrar toda esa fuerza de trabajo que hay
en cada hogar para trabajar una chacra grande de maíz y otra de papas en
Chacapampa. Hasta gana más ese señor al rotamos por turnos a la gente de
Pablo Almerco y de Gonzalo Tapia en Pitomama, y así él tiene a su disposi-
ción un flujo constante de trabajadores para sus terrenos. A pesar de que yo
voy a su casa sólo por dos meses , él tiene sirvientes todo el afio . El algodón
que otros indios producen para él (p. 228), nos lo devuelve para que lo hile-
mos y hagamos sus ropas (p. 159). Nosotros somos los que trabajamos las
chacras de sus tejeros , de sus ovejeros , puerqueros y vaqueros, cuando ellos
están demasiado ocupados para hacerlo ellos mismos. Durante todo el afio
trabajamos en combinación en cosas de nuestra propia subsistencia y en los
trabajos del tributo. De esta manera , cualquier tarea que nos tomaría la mi-
ta_d del tiempo, porque necesitamos menos , ahora nos ocupa de lleno por
dias Y semanas y nos cansa mucho. Todo lo que hacemos se intensifica por
causa del tributo.

Y lo hace descansadamente cuando no le dan prisa para la ropa, y cuando se


la dan, aun no puede hacer su vestido ni el de su mujer ni de sus hijos
En verdad, es una cuestión de programación y distribución de mi
tiempo. Si el encomendero quiere su pieza de tejido y quiere que vaya a ser
su sirviente en Huánuco en la época de lluvias, que es cuando tengo que ocu-
parme de mis chacras , entonces es mucho más difícil cumplir con todo. Por
otro lado, si me asignasen mis tareas de manera que todo lo que tengo que
hacer esté bien distribuido ·en todo el año, entonces la carga del tributo sería
más fácil para mí y mi esposa.
Por ejemplo, cuando trabajamos nuestras chacras, ella tiene que coci-
nar para toda la gente que asiste para ayudarme. Eso implica que hay que
preparar los ingredientes con anticipación , la comida, la leña, y si va a haber
chicha, de veras hay que calcular con varias semanas de anticipación. Yo ten-
go que ir a buscar leña, y la lefia tiene que secarse. Labrar la chicha (si es que
vamos a servirla) demora una semana hasta que la jora germine y la chicha se

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Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

fermente bien. Para el trabajo, Inés tiene que avisar a las mujeres que le van a
ayudar, y yo a los hombres. Aunque el trabajo en la chacra sólo demora uno
o dos días, si no me puedo ocupar de todas esas cosas antes del día de traba-
jo de mi chacra , es un desastre. Calcular sólo dos días de arado es otro error,
aun sin considerar los días de preparación. A cada persona que viene a traba-
jar en mis chacras yo le tengo que devolver ese día de trabajo entero. Y hasta
que ellos me lo pidan , tengo que estar disponible en el pueblo , tengo que es-
perar aquí durante toda la época de chacmeo, aunque no me toque trabajar
todos los días de la época.
Por eso , cuando gente de afuera empieza a organizar nuestras vidas.
nos cuesta mucho más entregar la misma cantidad de tributo. Ese encomen-
dero es tan reclamador que nosotros tenemos que cumplir, y por miedo a los
castigos, empezamos a pensar que el trabajo de él es más importante. Lo que
debería tener prioridad -nuestra propia subsistencia- queda relegado a se-
gundo lugar hasta que hayamos terminado con nuestras obligaciones. Y cuan-
do hemos terminado con esas obligaciones , estamos muy cansados y nuestros
recursos están agotados. Así es que comienza la tendencia a recortar o dismi-
nuir lo que nosotros mismos necesitamos. La "pesadumbre" (término de
A.V. Chayanov y también concepto utilizado en la Visita) del trabajo en
nuestra propia subsistencia aumenta por lo de la encomienda.
Desde que entraron los encomenderos en esta tierra. nuestros recur-
sos han cambiado, pero la tasa del tributo sigue siendo la misma. Ahora hay
menos gente que antes y las personas están más enfermas (p. 86); por eso hay
menos hogares que tienen que encargarse y cumplir con los mismos niveles
de producción establecidos cuando éramos más . Pero no sólo es eso; otros
recursos también han cambiado . Por ejemplo , en Caure no da el algodón por-
que es un clima muy frío. Antes de que llegaran los españoles, la gente de
Caure tenía tierras de algodón en el valle grande. pero ahora las han perdido.
Por eso, ahora el encomendero nos da el algodón y porque él nos lo da , la tasa
de piezas que tenemos que dar se duplica (p . 123). Los mitimaes de Ananpi-
llao tienen sus propias chacras de algodón y con eso hacen sus tejidos de tri-
bu to. Y por ello dan menos piezas de tejido que nosotros(4). El trabajo de
producir ese algodón es menos de lo que nosotros necesitamos para tejer la
recarga que nos impone el encomendero (p . 239).
Y porque los gustos del encomendero son diferentes a los de los Ingas ,
la vida se nos complica. Nosotros, los de Caure, tenemos muchas punas para
el pastoreo y por eso debemos darle seis carneros de Castilla por año , uno en
cada uno de los días de fiesta católica que él celebra. Pero nosotros no hemos
tenido mucha suerte en criar esos, carneros y hay muy pocos. Por eso, en lu-
gar de los carneros, nosotros los caurinos damos dieciocho y media piezas de
tejido, y el encomendero nos da el algodón (p . 159). Pensar en todo ese tra-
bajo extra es para ponerse a rabiar. ·
Pero esas conmutaciones también pueden ser de provecho para noso-
tros. Por ejemplo, en Quiu, el pueblo que está en las alturas , al otro lado del
valle, hay un viejo rebelde muy famoso que no quiere ser cristiano; se llama

568 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstica colonial

Alonso Alcachagua. El hila cinco ovillos de cabuya para soga en sustitución


de los dos pesos que debe pagar (p. 76). Don Juan Chuchuyaure , curaca prin-
cipal de todos nosotros , los Yacha, está negociando con el encomendero para
sustituir un solo pago en dinero por todo el trabajo que nos cuesta entregar el
maíz (p. 57). También hay sustituciones internas. Cuando me enfermo y no
puedo trabajar, me voy donde mi curaca y él me puede excusar. Pero entonces
él tiene que cargar el trabajo que yo hago en otras familias , ya que es obvio
que el encomendero no tendrá ninguna compasión conmigo o con el curaca ,
quien es en última instancia el responsable de entregar toda la tasa completa
(p. 56). Al encomendero no le importa cómo nos repartimos el trabajo.
Tampoco hay igualdad en ese reparto de trabajo. Mi vecino , el tejero,
es un indio oficial, o sea un especialista a tiempo completo. El tiene que hacer
tejas en casa del encomendero todo el año , porque en tiempos del Inga nos
pusieron aquí de olleros, ya que aquí hay buena arcilla. Por eso se lo llevaron
a hacer tejas. Ahora el viejo ya está muy viejo ("parece de sesenta años" [p.
81]) y se ha venido a Tancor. Pero ha dejado a su hijo , a quien le ha ensefla-
do el oficio, como su reemplazo . Cuando trabajaba de tejero, ese viejo solía
venir aquí para hacer sus chacras (p. 81 ). A veces estaba tan ocupado que no
podía venir, y don Pablo hizo que nosotros trabajásemos sus tierras para que
tenga qué comer. A pesar de que ese viejo tenía menos independencia, no
hacía nada más que tejas. Yo, en cambio , ando un poco más libre, pero tengo
muchas y muy diversas obligaciones de tributo. Juan Perico Quispecoro está
completamente exceptuado del tributo . El es un yanacuna de Don Antonio
Guaynacapcha, segundo principal de los Yachas (p . 131 ). Aun así, él también
teje , pero lo que teje es para su curaca y no para el tributo. En Chacapampa
hay otro viejo , Juan y su mujer, tan viejos que ya han terminado con sus obli-
gaciones de tributo; es decir, ya no pueden trabajar. Sin embargo, yo sé que
su hija, que es enfenna , hila lo suficiente para que otros tejan un anaco con
esa cantidad de hilo (p. 130).
Y para mí, aun si la tasa se mantuviese inalterada, la dificultad de
producir mi tributo ha de variar con el tiempo. En unos años más, mis hijos
estarán más grandes y podrán ayudar en la chacra y la casa. Para mi esposa el
trabajo será más fácil , ya que tendrá más tiempo libre una vez que los chicos
ya no la necesiten tanto , aunque para mí ha de implicar chacras más grandes
porque tendrán más apetito . Esa ayuda adicional tiene que contraponerse, sin
embargo , con el aumento de las obligaciones que tendré que enfrentar. Mis
suegros se están volviendo más viejos, y tendré que aumentar mis contribu-
ciones a ellos, y tampoco hay ninguna garantía de que Pablo Almerco, ente-
rado de que mis hijos están creciendo , no me vaya a recargar con más trabajo
del tributo a mí.
A pesar de que el peso del tributo está repartido más o menos equita-
tivamente y es sujeto a ajustes por Don Pablo de acuerdo a nuestra habilidad
para producir, la verdadera carga de cuánto nos cuesta el tributo depende
mucho de nuestras propias necesidades y de cómo éstas varían durante el
año , a lo largo de nuestras vidas y de acuerdo a nuestras edades y a las obliga-

No . 2, diciembre 1984 569


Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ciones para con nuestros parientes. Ya que el tributo es fijo, son nuestras pro-
pias necesidades las que no podemos satisfacer cuando la carga del tributo se
vuelve excesiva.

(Extracto del testimonio de Ana Guacho en Chacapampa) "Que el di-


cho su amigo (amancebado) es ido a rescatar algodón para se vestir
que están desnudos y así se vio por vista". (p. 127).
(Extracto del testimonio de Teresa Capia en Chacapampa) "Dijo ser
viuda de sesenta años, tres hijos, y en todo lo que dan y trabajan (en
todo lo que los otros trabajan) reciben mucho trabajo por ser vieja ·y
pobre y que no pueden trabajar". (p. 131).

Dijo que no sabe cuánto le cabe al dicho pueblo de Chacapampa en lo del


tributo, mas de que hace lo que su principal le reparte y no le da cuenta del
repartimiento que entre ellos se hace de lo que le cabe al dicho pueblo
Todo lo que escucho de Don Pablo y Don Juan es que tenemos que
dar más y más. Nos arengan todo el tiempo para que sigamos tejiendo, siem-
pre nos andan reclamando de los tomines y nos exhortan a trabajar sin cesar.
Cada vez que le entrego el tributo a Don Pablo, él me cuenta cuán preocupa-
do anda él de no poder recolectar lo del tributo. Que las fechas de entrega se
le vencen. Que la gente se demora tanto en entregar y, cuando lo hacen, lo
hacen de mala gana. Me dice él que no le gusta exigir porque eso lo hace poco
popular. En confianza me murmura que a menudo, cuando la gente no le ha
cumplido y Don Juan le presiona , él tiene que completar la diferencia con lo
que él tiene. ¿Será cierto? En fin , es mi curaca. Los curacas tienen más y
pueden contar con nuestra ayuda.
Desde que hay encomenderos han habido tantas sustituciones, cam-
bios, arreglos y pactos secretos entre los curacas y encomenderos , que ya na-
die sabe si lo que los curacas recogen de nosotros es igual a lo que deben jun-
tar. Mi vecino aquí dice que los curacas se están enriqueciendo a costa de
nosotros. Es posible que así sea , pero, por otro lado, Don Pablo nunca me ha
rehusado cuando yo le he pedido que me ayude en algo. ¡No! Yo no sé nada .

Y dijo que tiene ciertos andenes en que hace sus chacaras para sus sementeras
que le bastan para él y sus hijos
Hay mucha tierra por todos los lados, porque nuestra gente está dis-
minuyendo muy rápidamente. También porque el Inga ya no existe y ya no
nos obliga a producir tributo de comida en los pueblos, en las tierras que ha
tomado y que sirven para sus tambos y sus almacenes. Todos esos lindos an-
denes que nuestros antepasados han construido están deteriorándose, y ya
nadie se esfuerza para mantenerlos como antes. La gente ha perdido su respe-
to para con la tierra. ¡Pero quién tiene el tiempo para hacerlo!

570 Revista Andina, año 2


ayer: Economía doméstica colonial

Y tiene algunas por sembrar


Como soy un afuerino aquí , en Tancor, el padre de mi esposa y sus
hermanos y sobrinos tienden a pedirme primero que vaya a ayudar a trabajar
en sus chacras. Ellos me lo han de devolver cuando yo trabaje las mías. Es por
eso que mis chacras son generalmente las últimas en ser trabajadas , porque no
es ni decente ni decoroso que yo vaya a pedirles primero que trabajen para
mí. Pero como habré trabajado en sus chacras, ellos vendrán a trabajar en la
mía. Por eso no he terminado de arar mis chacras . Tengo que calcular el día
más conveniente para todos ellos e ir a pedirles que me devuelvan el trabajo
que me deben. Ojalá que las lluvias sigan por un par de semanas más, de ma-
nera que los pedazos que nos asignaron a Inés y a mí estén suaves y en bue-
nas condiciones para el chacmeo .

Y que no tiene tierras en Chacapampa


¿Cómo podría? Si ahora ya tengo que repartirme entre tantos sitios
para atender a los cultivos de aquí y allá . Si fuese posible , esa estrategia ten-
dría ciertas ventajas , ya que reduce los riesgos de una mala cosecha en cual-
quier año , ya sea aquí o allá , y como ellos cosechan más temprano que noso-
tros , podría tener comida fresca con más anticipación. Pero no se puede.

Y que allí hay muchas donde si se pasase, tendría las que el cacique le diere
Cada año distribuyen tierras de papa y dan tierras de maíz por más
años, porque es posible repetir ese cultivo varias veces en el mismo terreno
sin rotación . Si quisiera que me den tierras allá, sólo tengo que ir a pedir, por-
que allá está mi ayllu y esa es tierra del ayllu, y mi curaca garantiza que , sien-
do miembro , tengo derecho a que me repartan . También tengo derechos allá ,
porque voy con ellos a cumplir con mi cuota del tributo y porque voy a Pito-
mama con mis ayllumasikuna (compañeros de ayllu) a trabajar en la mit'a. Si
pidiese tierra allá , tendrían que darme mi porción.

Y dijo que no tiene ganado alguno


Aquí la tierra es "muy áspera y agria , y mala de andar" (p. 81) como
para tener animales. Tampoco hay suficientes personas en mi familia en edad
apropiada para cuidarlos . Otra razón por la que no tengo animales es que no
estoy seguro de qu e los tancorinos me darían derechos de pastar mis anima-
les siendo tan sólo un foráneo en este pueblo.

Ni se quejó de ninguna otra cosa de todas las que les fueron preguntadas co-
mo a los demás

¡Bah!

No. 2, diciembre 1984 571


Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

T/POSDEUN/DADESDOMEST/CAS

La casa de Agostín Luna Capcha era la Número 33 en la lista del visi-


tador. Gracias al trabajo del arqueólogo Ramiro Matos (miembro del proyec-
to de investigación sobre la administración incaica de la provincia de Huánu-
co ), podemos imaginarnos una casa similar a la de él en 1562 (Matos 1972 :
367-382). Matos hizo una prospección arqueológica del pueblo de Wakan ,
que estaba en el territorio del recorrido del visitador, pero que no ha sido re-
gistrado en el documento (quizás por cambio de nombre o por estar asignado
a otro encomendero, cuya documentación todavía no ha sido hallada). Wa-
kan está dentro del territorio de la actual comunidad de Tángor, a media ho-
ra de camino del poblado . En esa época se llegaba a una casa como la de
Agostín por un angosto pasadizo entre paredes, que también pasaba por los
techos planos de otras casas vecinas ubicadas más arriba. La entrada era a un
patio delantero donde se seleccionaba la cosecha y se la secaba al sol. Se al-
macenaban esos productos en depósitos subterráneos, cuidadosamente reves-
tidos con "lajas de piedra, dejando un orificio superior de ingreso con una
tapa superior [de piedra] a nivel del suelo" (Matos 1972: 371). Es en ese pa-
tio donde los habitantes pasaron tantas horas hilando y tejiendo u ocupados
en otros quehaceres cotidianos, porque hay luz y calor durante el día. Las ca-
sas eran de forma cuadrangular, al exterior construidas de piedra y barro. con
techo plano de lajas largas de piedra. de manera que al interior las habitacio-
nes , pequeñas y oscuras, tenían fonna poligonal irregular o casi circular, por-
que los muros se elevaban en forma convexa hacia el techo . Estas habitacio-
nes, que varían de unas dos a seis por casa individual , servían de depósito de
comida, implementos, rop a y materia prima , as í como también para dormir.
Una de ellas era la cocina. donde las mujeres cocinaban sentadas cerca del fo-
gón , que era alimentado con ramas y palitos. Se utilizaban utensilios de cerá-
mica para hervir y tostar como procesos principales de preparación de comi-
da . Los batanes servían para moler los granos y los morteros para preparar
los condimentos. Los cuy es correteaban por el piso comiendo cáscaras de pa-
pa y otras sobras y haciendo sus nidos entre las piedras de las paredes. Todos
los ingredientes y utensilios de cocina estaban dispuestos de manera qu e la
cocinera los tuviera a mano desde su posición frente al fogón . En las paredes
de los otros recintos habían nichos. algunos cuadrados, otros de fonna más
irregular, en los que estaban colocadas cosas pequeñas , tales como bolsas de
coca , amuletos y pequeños objetos personales.
La mayoría de las unidades domésticas Yacha consistían de parejas
marido-mujer como jefes del hogar, más sus hijos menores . Habían algunas
unidades conformadas por tres generaciones , situación que resultaba cuando
uno de los padres de cualquiera de los dos cónyuges se mudaba con los hijos
al quedar viudo. Otras unidades "extendidas" de este tipo podían estar for-
madas por hermanos y/o hermanas de cualquiera de los dos o aun una herma-
na con hijos propios. Había instancias no muy frecuentes de niños no empa-

572 Revista Andina, año 2


- - - - - - - - - - - - - - - - - - M a y e r : Economía doméstica colonial

rentados con los adultos y que fueron criados por ellos (p. 130). No faltaban
ocasiones en las que el jefe masculino del,hogar estaba ausente, en la mit'a,
pastando animales, en Huánuco "rescatando" algodón o trabajando "alqui-
lado " en las minas (pp. 112, 126, 122, 119).
Podemos asumir, en base a la ideología contemporánea en la cual el
lazo matrimonial forma la base de una nueva unidad doméstica independien-
te (Mayer 1980), que lo mismo también era válido en tiempos de la Visita y
aun antes (Murra 1956: 169 ; 1978: 148)(5), y que este ideal era a veces difí-
cil de concretar, a pesar de los esfuerzos para conseguirlo. El alto número de
familias nucleares incompletas (en algunos casos incluso huérfanos) es un cla-
ro indicio de los difíciles tiempos que los Yacha estaban atravesando y de
cuán ardua era la labor de lograr esta meta o aun sostenerla. La autonomía
de las unidades conyugales y la regla de residencia neolocal que revela laVisi-
ta. no implican , desde luego , que estas unidades no pertenecieran a grupos de
parentesco más amplios. Pero los datos de la Visita hacen difícil su esclareci-
miento, especialmente porque no sabemos cuál era el sistema de nombres y
"apellidos" en uso en esos tiempos. La alta incidencia de familias nucleares
incompletas debe implicar también que en esos tiempos tampoco era fácil
hallar refugio con parientes e incorporarse a los hogares de ellos ; por lo tanto ;
tenían que luchar solos.
Debo por último mencionar ciertas situaciones infrecuentes (por
ejemplo, pp. 92 , 140, 203, 204) en las cuales el visitador separó unidades do-
mésticas de tipo extendido en dos unidades tributarias independientes. En es-
tos casos , una pareja ya anciana vivía con uno de sus hijos (usualmente el
hijo), el cual. casado a su vez , estaba ya criando hijos suyos en el mismo ho-
gar. A pesar de que no hubo separación física , el gravamen del tributo recaía
separadamente sobre cada pareja matrimonial , contando la nueva pareja co-
mo una unidad tributaria independiente con sus propias contribuciones de
tejido , dinero y obligaciones de mit 'a. Uno de estos ejemplos (p. 219) era un
matrimonio uxorilocal : es decir, un caso en el que el varón , foráneo al pue-
blo , se afincó con una familia local y se casó con la hija .
El ciclo natural de las unidades domésticas basadas en el matrimonio
puede adecuadamente rendir cuenta de estas variaciones en la composición fa-
miliar. En algunos casos, el proceso de independización de las nuevas unida-
des domésticas ya está encaminado , aunque todavía no concluido ; y en otros ,
al otro extremo del ciclo , los remanentes de las familias fundadoras , ancia-
nos ya, se juntan a los hogares de uno de sus descendientes (Goody 1966,
Lambert 1980).
La Visita también ofrece algunos indicadores sobre los patrones ma-
trimoniales. Muchas de las mujeres en estas unidades aparecen listadas en va-
rias formas , tales como "mujer", " manceba" (concubina), "mujeres de servi-
cio" ( ¿sirvientas?), "viudas" y "solteras". Murra (1967: 389-90), Hadden
(1967) y Mayer (1972: 49) sugieren que , por lo menos para algunas unida-
des domésticas , se trata de hogares poligínicos.
Hay dos usos consistentes de estos términos en la Visita que deben

No . 2, diciembre 1984 573


Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ser clarificados. Si la pareja no ha sido casada en sacramento cristiano , enton-


ces aun la única mujer en la casa es denominada " manceba " del hombre .
Cuando hay dos "conyuges" y ninguna de las relaciones está sancionada por
la Iglesia , ambas son ''mancebas". Si hay más de una mujer y una de ellas está
debidamente "casada", las otras son relegadas a las categorías de " de servi-
cio" y/o de "mancebas". Sabemos muy poco sobre los ritos matrimoniales de
los Yacha de esa época, aunque sí sabemos que existían. Lo sabemos porque
un viejo insistió tanto sobre la legitimidad de su unión , que ' el escribano lo
registró como un caso de amancebamiento " a su ley" (p . 88).
Al visitador se le encomendó específicamente averiguar sobre las prác-
ticas matrimoniales de la gente común y de los caciques, pero las respuestas
de éstos últimos tan sólo daban realce al proceso de legitimización de los ma-
trimonios por los Incas, en vez de describir las costumbres locales que vincu-
lan al individuo con su sistema de parentesco. Don Francisco Coñapariguana,
uno de los caciques principales explica:
"Que el dicho ynga que tenían por gobernador los venía a visitar cada
año y en la plaza de cada pueblo se juntaban los mozos y las mozas y
entonce.s el dicho ynga les daba a cada uno la que quería por mujer y
les decía que él tratase bien a la que le daba y la sirviese bien y a ella
que hiciese lo mismo que sirviese a su marido y así quedaban por ma-
rido y mujer. Y los que de este ayuntamiento crecían eran habidos
por hijos legítimos y heredaban los bienes. Y que esto lo podían ha-
cer el dicho ynga y no los caciques ni otros". (p. 31 ).

Se nota, sin embargo , que la respuesta es parcialmente evasiva, ya que


es poco probable que la intervención de los parientes, de los padres de la no-
via y novio , y que otras consideraciones tales como la posición social de los
contrayentes, su riqueza, las reglas prescriptivas y proscriptivas de matrimo-
nio , no hayan jugado un papel importante en esa sociedad , tal como ocurre
en cualquier otra. Lo que implica la respuesta de Don Francisco es que con el
matrimonio un hombre se tornaba en tributario y que la ceremonia incaica
de dar aprobación oficial a la unión era, muy probablemente, también parte
del proceso de censar a la gente (Mayer 1972), momento en que el hombre
era debidamente registrado en el quipu ; era también el momento apropiado
para que la autoridad estatal sermonee a los nuevos casados, y parte de ese
sermón incluía la asignación de sus nuevas obligaciones para con el Estado
(quizás engrosar las filas del ejército , conformar equipos de transporte e in-
cluso conocer sus obligaciones de mitayo), tareas en las que frecuentemente
el hombre estaba acompañado por su mujer (Murra 1956: 172; 1978: 151-2).
A los Incas no les interesaba tanto legitimar matrimonios, sino más bien usar
aquellos procesos sociales tan naturales para regular, administrar y normativi-
zar su sistema de recolección de ingresos (Murra 1956 : 170; 1978: 148). Po-
demos decir, entonces, que en cuanto servía a los intereses incaicos regular
los matrimonios, el sistema tributario de los Incas tenía un papel a jugar en la

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~ - - - - - - - - - - - - - - - - - M a y e r : Economía doméstica colonial

formación y composición de las unidades domésticas.


Muchos de estos procesos todavía tenían cierta vigencia en términos
de los legalismos mencionados en la Visita, ya que era el indio casado el que
contaba como tributario y el total de ellos determinaba la cuantía de la tasa
(p . 265 ). Aun hoy. es usual en el proceso matrimonial de los Andes que la
pareja pase por una serie de ceremonias espaciadas por varios años, y·cada ce-
remonia sucesiva significa que hay un mayor compromiso en términos de los
derechos y obligaciones de los cónyuges entre sí y entre ellos y sus respecti-
vos parientes. Uno de estos pasos , usualmente en una etapa bien avanzada de
la vida conyugal. lo constituye el matrimonio civil y religioso , que legitimiza
la pareja ante el Estado y la Iglesia muchos años después de que los parientes
y la comunidad ya lo han hecho (Carter 1980. Isbell 1980).
Las restricciones cristianas a la poligamia les causaron muchos dolo-
res de cabeza a los curacas de 1562. De las diecinueve unidades domésticas de
principales y curacas , siete tuvieron la suerte de aparecer monogámicos ante
los visitadores . Don Andrés Auquilliqui declaró una india de servicio en su
casa, además de su esposa (término que, dicho sea de paso , jamás es usado en
toda la visita), y que si ella "quisiese casarse, él no lo estorbaría". "Que esta
india se la dio el dicho don Francisco [Coñapariguana], su cacique, y no hizo
concierto [¿relaciones sexuales?] con ella de lo que había de dar [¿en tributo
a él?]" (p. 39). Tres curacas también declararon estar amancebados con sólo
una mujer.
Los casos de matrimonios múltiples son más complicados. Había tres
principales con dos esposas, tres con tres, uno con cuatro y uno con cinco es-
posas. Además , uno de los casos era un caso de monogamia accidental , ya
que una de las dos esposas había muerto (p. 149). El curaca de los mitimaes
del pueblo de Xigual , Don Juan Cóndor Guaya, estaba bajo presión de ambos
sistemas , el andino y el español. Dijo que tenía dos indias de servicio y "que
no está casado con ninguna de ellas. y que [la una] se la dio su cacique [Co-
ilapariguana] y la otra se la dio el cacique Canagoa por mujer" (pag. 45) . (Ca-
nagoa era el curaca a cargo de los mitimaes al tiempo de la conquista y fue
sucedido por Francisco Coñapariguana , ya que el hijo de Canagoa era muy
joven para mandar [p . 27]). Juan Cóndor Guaya todavía no se había casado
con Juana Guamanchuqui por "encono del padre" (p . 45 ). Podemos sugerir
que la ira sacerdotal se debía a que Guaya rehusaba deshacerse de la otra. Si
capituló o no , dado que su testimonio a continuación dice que "se casará con
ella cuando vaya el padre" (p. 45), sólo puede ser adivinado.
El proceso de "deshacerse" de lo que para ellos eran esposas muy le-
gítimas, tiene una dimensión legal que revela el documento y un aspecto prác-
tico que permanece más oscuro. Juan Chuchuyaure tenía hijos de sus cuatro
mujeres (de 50, 25, 24 y 35 años). En la encuesta casa por casa , la primera
está registrada como "su mujer", la segunda como su "india de servicio" y la
tercera y cuarta como "mancebas". ¿Quién es el que decidió Iistarlas de esta
manera? En su testimonio previo bajo juramento, en Huánuco , Chuchuyaure
había dicho que tenía tres indias de servicio "por casar" (p. 61 ).

No. 2 , diciembre 1984 575


Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Don Antonio Guaynacapcha también estaba en apuros . En su casa se


registraron una esposa, una manceba y una india de servicio (p. 168). Previa-
mente, en Huánuco había declarado dos indias de servicio. Al ser preguntado
sobre si tenía hijos en ellas , modificó su testimonio de manera que con su
esposa eran tres indias y que la "una de servicio había parido de él" (p. 65).
Es evidente que las distinciones europeas no tenían sentido en el contexto
andino.
Sin embargo , algunas de las mujeres estaban , de hecho , en cierta posi-
ción de sirvientas. Esto se puede colegir del caso de Don Cristóbal Contochi.
Bajo presión eclesiástica declaró que quiere casarse con una de sus dos muje-
res (p . 180). Con la otra manceba había tenido dos hijas. Una tercera estaba
registrada dos veces , una vez como su "manceba" y otra como la mujer de su
sirviente (un joven criado en su hogar). Si éste es otro ejemplo de la "genero-
sidad" institucionalizada de los curacas , en la cual él podía dar mujeres a per-
sonas en posición social inferior (como también vimos en los casos de Coña-
pariguana y Canagoa), entonces este documento ha revelado otra interesante
faceta de lo que constituía la "generosidad" de los curacas (Murra 1975 :29-
30, 175-176).
La persona que más claramente tenía la posibilidad de utilizar estas
costumbres matrimoniales para beneficio suyo , era el propio Don Francisco
Coñapariguana. Declaró una mujer y tres indias de servicio , de las que dijo
que una era lisiada y las otras dos estaban en "sus chacaras" y que él les daba
casa y sal y ají (p. 3 2). Cuando se inspeccionó su residencia, resultó que ha-
bía tenido hijos con dos de sus indias de servicio , más un hijo de una "que se
le huyó". En total , tenía nueve hijos e hijas con los cuales forjar futuras
alianzas matrimoniales. Además, don Francisco era un activo reclutador de
yanacunas, algunos de los cuales pueden haber fonnado parte de su residen-
cia, mientras que otros vivían en casas donadas por él y trabajaban sus cha-
cras circundantes o aun las más distantes, ubicadas en zonas ecológicas favo-
rables (Murra 1975 : 62-74). Conyanaconas masculinos no tenemos el pro-
blema de tener que distinguir dónde es que termina una relación matrimonial
y cuándo comienza la de servidumbre, debido a que el "asunto" sexual no
entra en la ecuación. Todo este personal y las actividades productivas que po-
día encaminar, hacían que la de Don Francisco Coñapariguana fuese la uni-
dad doméstica más grande y rica que se registró en la Visita. Declaró un total
de treinta y dos personas, de las cuales dieciocho eran hombres y mujeres
adultos (pp. 199-200). En esos tiempos , tales logros pueden considerarse co-
mo una hazaña. La capacidad "empresarial" de un Francisco Coñapariguana
no es muy diferente de la de un Agostín Luna Capcha. La diferencia entre
los dos radica en los recursos qué cada uno de ellos podía movilizar.
Parece que en algunos casos sirvientes masculinos fueron criados des-
de niños en casa de los principales. En estas ocasiones, la Visita registra el
nombre y edad de tales personas con frases tales como "y no es de esta tie-
rra" (p. 66) o que fueron huérfanos criados en casa "por el amor de Dios"
(pp. 180, 173 ). Otros parientes, tales como sobrinos, tías y madrastras, a

576 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstica colonial

quienes se les podía encomendar tareas administrativas, engrosaban la capaci-


dad empresarial de estas unidades domésticas cacicales. Que tal unidad reque-
ría de un mayor espacio físico y mayor capacidad de almacenamiento , lo
atestiguan las excavaciones arqueológicas de Craig Morris de una de estas ca-
sas, en las que grandes vasijas capaces de contener abundante chicha forman
la mayor parte de los restos cerámicos del sitio (Morris 1967 , 1972).
Las unidades domésticas de los curacas , más grandes y mejor dotadas
de recursos, tenían mayor capacidad productiva y la habilidad de proveerse
de una mayor variedad de productos. Esta capacidad permitía a los principa-
les desempeñar un papel de liderazgo muy importante en la estructura polí-
tico-económica local. A cambio de dones "generosamente" ofrecidos ; es de-
cir. a cambio de la distribución de objetos de lujo , de fiestas , de una magná-
nima hospitalidad y de una pronta ayuda para la gente necesitada , esa unidad
también podía contar con servicios tales como hacer construir y techar sus
casas , o que sus chacras sean trabajadas cuando así lo solicitaba el curaca (el
término es por "ruegos") (pp . 28 , 35 , 36). La capacidad diferenciada de mo-
vilizar recursos y de distribuir beneficios explica las diferencias en liderazgo y
poder entre curacas de alto rango como Juan Chuchuyaure , señor de doscien-
tas unidades domésticas, y Pablo Almerco, mandón de parcialidades en tres
poblados . Que muchos de los curacas utilizaron su posición para enriquecerse,
era una acusación muy común , dados los cambios que la economía sufrió
bajo los españoles (Spalding 1974, Wachtel 1973 : 129-147).
En contraste , muchas unidades domésticas de gente común eran más
pequeñas , tanto en número de integrantes como también en su estructura,
que era más simple . Sólo 26 de las 436 unidades domésticas de tributarios ; es
decir, alrededor de So/o , eran poligínicas, y la Visita consistentemente regis-
tró a esas mujeres como mancebas. La presión misionera produjo algunas
reacciones no muy caritativas que digamos , tales como el caso del hombre
que se deshizo de su mujer más vieja, que solía ser "su manceba y ahora la
tiene en su casa", para poder mantener en matrimonio oficial a la segunda ,
mucho más joven (p. 139). Como ya lo ha indicado Murra, muchos casos de
poligamia se presentan a menudo entre familias de yanaconas de algún princi-
pal , como para seguir estudiando el asunto (Murra 1975 : 238). Ellos podían
evadir el tributo , la cristianización y otras presiones similares, ya que estaban
bajo la protección del curaca , protección que funcionaba en ventaja de ambos
(Murra 1967: 390). Las otras unidades domésticas reportaban a los hijos de
mujeres secundarias sin ningún problema.

LA CARGA DEL TRIBUTO

En tiempos del Inca, dijo Don Juan Chuchuyaure al visitador, la carga


del tributo era más liviana para su gente porque había más gente que ahora,
porque cada familia de tributarios era responsable de una cantidad fija de tra-
bajo que debía ser entregada anualmente y porque los viejos no trabajaban

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Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(p . 56). Además, lo que debían dar estaba "repartido entre las casas que tie-
nen" (p . 56) y ahora hay que dividir una cantidad fija de tributo entre "los
indios que hay" (p. 56). El cambio de una escala movible de tributo fijo por
casa multiplicado por el número de casas que hay , a uno en que hay que en-
tregar una cantidad fija dividida entre un número decreciente de personas ,
implicó un aumento en la carga del tributo para cada unidad doméstica.
Además , esta carga recaía desigualmente entre los hogares existentes.
Un tercio de las unidades domésticas no pagaban tributo , cargando así lo que
habían de dar en los dos tercios restantes; de éstos , aproximadamente otro
tercio estaba de una manera u otra incapacitado o disminuido en su capaci-
dad de contribuir plenamente. Habían tres categorías de "exceptuados" del
tributo : 1.- - Por razones de status (1 Oo/o de todas las unidades domésticas) ;
2.- Por estar al servicio permanente del encomendero o de los curacas y prin-
cipales (140/0) ; y 3.- Por incapacidad física (220/0).
Dentro de la categoría de exceptuados por razones de status, obvia-
mente debemos considerar primero a los curacas. Sin embargo , al revisar cui-
dadosamente su testimonio , notamos que habían gradaciones y jerarquías
(ver cuadro adjunto). Don Juan Chuchuyaure (p . 109) y Don Antonio Guay-
nacapcha (p . 168), los dos curacas principales "duales" de los Yacha , y sus
colegas equivalentes entre los mitimaes (pp. 189 , 199) claramente estaban
exceptuados, a pesar de ser ellos los que encabezaban las unidades domésti-
cas más grandes y mejor dotadas de recursos. Principales de pueblo de rango
inferior, tales como Pablo Almerco (p . 160), dijeron que tributaban una cuo-
ta completa de textiles y de dinero y que eran ellos los que organizaban la
producción de "menudencias" de la tasa (tales como cinchas, cabestros y
manteles). Además, acompañaban a su gente a las chacras comunales y a
Huánuco , "mandando a los indios y no en más" (p . 211 ).
El segundo grupo de unidades exceptuadas lo constituyen los foraste-
ros, o sea miembros de otros grupos étnicos. En el sistema incaico , era nor-
mal que un extraño no estuviese contabilizado en el quipu local , ya que esa
persona figuraba en el quipu del grupo al cual pertenecía, junto con la razón
por la cual estaba "puesto" en ese lugar y el tipo de contribución que hacía .
De no ser así , una persona como ésa hubiese sido contada dos veces y estaría
bajo obligaciones tributarias dobles. En muchos casos , en la Visita ese sistema
todavía seguía funcionando , como , por ejemplo , cuando una unidad de foras-
teros figura en la Visita como contribuyentes de tributo de su propio grupo
de origen (p. 174 ). En una casa de Quiu , las contribuciones de tributo esta-
ban divididas entre dos encomenderos (p. 79). Pero en 1562 muchos foraste-
ros ya eran refugiados o se perdió la conexión con sus lugares de origen y po-
dían, por lo tanto , pasar desapercibidos hasta el momento de la visita. Sin
embargo , cuando eran "habidos", fueron enumerados y obligados a contri-
buir igual que los demás (p. 96).
Podemos agregar a este grupo un segundo grupo: los "huidos" y "no
visitados"; es decir, gente que se escapaba o evadía de otra manera las impo-
siciones tributarias de la encomienda y, por lo tanto , eran desplazados por

578 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstica colonial

causa del mismo sistema. Esto también demuestra la desesperación de mu-


chas personas. Tomemos como ejemplo el caso del ovejero del encomendero,
quien huyó lleno de pavor cuando treinta y dos ovejas de Castilla encargadas
a su cuidado se murieron. Esa persona nunca regresó donde su esposa y sus
hijos (p. 207).
Sesenta y siete hogares eran los comprendidos en la categoría de espe-
cialistas a tiempo completo y yanaconas. Cuarenta y siete de ellos trabajaban
para el encomendero y veinte unidades estaban ligadas a varios curacas y
principales. Aquellos que trabajaban para el encomendero pueden ser clasifi-
cados como sigue: cinco sirvientes en su casa. siete familias que trabajaban en
sus chacras , diecinueve cuidadores de sus animales (vaqueros. ovejeros, cabre-
ros, porqueros y caballerizos). ocho artesanos (alfarero/tejero , carpintero/
maderero. molinero , pescador) y. finalmente , cinco yanaconas cuyas funcio-
nes no se especificaron.
La exceptuación permanente del tributo a cambio de ser yanacona
era, sin embargo. una situación compleja. A pesar de estar libres de la obliga-
ción de tejer y asistir a la rnit'a. muchos yanaconas se quejaban de que no se
les daba suficiente tiempo para trabajar en sus propias actividades de subsis-
tencia (p. 220). de que "estaban muy trabajados" (pp. 101, 125) o , aún más
frecuentemente, de que no se les pagaba. A estos últimos reclamos el enco-
mendero respondía que el valor de sus salarios era descontado de cosas espe-
cíficas de la tasa de tributo con los caciques (p. 254). Y un carpintero , a pe-
sar de afirmar que el trabajo lo podía hacer descansadamente , sin embargo
hubiera preferido tributar como los demás (p. 117).
La situación de los yanaconas adscritos a curacas era radicalmente di-
ferente a la de los que trabajaban para el encomendero. Las veinte unidades
domésticas mencionadas estaban desigualmente distribuidas entre los curacas
principales : Juan Chuchuyaure tenía cuatro; Gonzalo Tapia , dos ; Francisco
Cofiapariguana protegía a nueve y los demás , uno cada uno. Coñapariguana
explicó que esta gente eran mayonnente foráneos de Cajatambo y Condesu-
yo , "habidos por [él] por su industria" (p. 200). Quizás su posición como je-
fe de los mitimaes Quechua , "puestos" por el Inca para guardar las fortalezas
(p . 199). explica el éxito que tuvo en atraer yanaconas. Por otro lado, él pu-
do también haber estado en posición de proteger refugiados postconquista.
De los principales de menor rango , sólo Pablo Almerco contaba con una fa-
milia de yanaconas (p. 168), lo que demuestra cuán limitada era la institu-
ción de yanaconaje en un grupo étnico pequeño como los Yacha.
Murra ha advertido que no debemos caer en la fácil tentación de igua-
lar esta institución con categorías como las de esclavo , sirviente o vasallo.
Además, enfatiza la compleja naturaleza y la ambigüedad de la posición del
yanacona. Sabemos poco de cómo fueron reclutados y cuáles eran sus reales
funciones (1967: 390-391; 1975). En 1562, muchas de estas familias yanaco-
nas todavía estaban exceptuadas del tributo, a pesar de que ya se nota la pre-
sión a contribuir, ya que "ayudan" (p. 146) con gallinas, trabajan con los de-

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Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

más en chacras comunales y en el hilado o tejido de alguna pieza (p. 168 ).


Las actividades de los yanaconas al servicio del curaca eran bastante variadas:
algunos eran pastores (p. 108), otros cultivaban chacras distantes de la resi-
dencia del curaca (pp. 79, 127) y todos dijeron tejer para el curaca. El hom-
bre de confianza de Chuchuyaure , Riquira , tejía para Don Juan. "rescataba"
para él y , presumiblemente , le ayudaba a administrar gente y recursos (p.
102). Estas familias eran unidades domésticas autónomas, cultivaban la tierra
para su propia subsistencia y recibían del curaca dones recíprocos (asimétri-
cos, por cierto [Mayer 1974 : 37-55]) en términos de ropa. carne. coca , sal y
especies (pp. 61-65). En algunas unidades domésticas de tributarios también
habían mujeres solteras a servicio del curaca para hacer chicha (p. 103).
La transición de "indio oficial" (como se denominaba a los especialis-
tas) o "indio de servicio" (traducción de yanacona) de los curacas a indio
oficial o de servicio del encomendero era un cambio radical, a pesar de la
existencia obvia de continuidades y a pesar también del forzado esfuerzo de
moldear esta institución andina para acomodarla a una práctica europea. Era
contra estos cambios que la gente así afectada se quejaba. ya que ahora la
cantidad de trabajo exigido ya no podía quedar limitada dentro de los confi-
nes del tácito acuerdo mutuo , ni por las normas y cantidades fijadas por
"costumbre". Está también ausente cualquier respeto por parte del encomen-
dero de las normas de reciprocidad que formaban parte tan esencial de esta
institución (tal como lo demuestra el hecho de que todos se quejasen de que
el encomendero no les pagaba).
Invalidez , edad avanzada , viudez. etc. no eran excusas automáticas
para ser exceptuados del tributo. Tan sólo 340/0 de estas 107 unidades do-
mésticas pueden ser consideradas exceptuadas de alguna manera . Aun así, en
casi todas las familias se registra alguna contribución, aunque sea mínima , tal
como el hilado o el tejido de una pieza menor. Dentro de este grupo de uni-
dades aparece una proporción bastante grande (420/0) de familias que con-
tribuían menos que sus vecinos . El 240/0 restante parece que estaba en con-
diciones de cumplir con el monto completo, a pesar de que se registra viudez,
edad avanzada o algún impedimento físico para el jefe del hogar. Hay que re-
calcar que el sesenta y seis por ciento (7 4) de estas unidades domésticas que
reclaman excepción ni siquiera eran familias nucleares completas: la media
del número de sus integrantes estaba entre una y dos personas por casa, com-
parada con una media de entre tres y cuatro personas para el resto de la po-
blación. El promedio de miembros en la unidad para estas unidades exceptua-
das apenas llega a 2.5 personas por familia , comparado con un promedio de
4 .3 personas para el total de los Yacha y mitimaes juntos. Es notorio que
apenas hay más de tres personas adultas mencionadas en una familia, el nú-
mero de unidades exceptuadas empieza a bajar dramáticamente en compara-
ción con las que no están exceptuadas , a pesar de los evidentes alegatos de
edad, viudez o enfermedad. Tampoco debe sorprendernos que un 330/0 de la
gente en esta categoría se queje en el sentido de que dar tributo (no importa
cuán bajo sea el nivel de lo que tienen que dar) les resulta muy "trabajoso".

580 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstica colonial

Tan sólo tres unidades no protestaron , y esto se debe en parte a que sus con-
tribuciones ya estaban muy rebajadas en comparación con lo que daban sus
vecinos. Seis viudas en un pueblo estaban en situación tan difícil que el visi-
tador, compadecido, ordenó que estas señoras fuesen exceptuadas inmedia-
tamente (p. 193).
En tiempos del Inca se hacía una clara distinción entre cierta edad so-
cial, después de la cual un hombre quedaba libre de las obligaciones que re-
querían mayor esfuerzo físico y eran las más onerosas (ejercito y mit'a), y
una edad avanzada que incapacita a la persona para el trabajo , llamada en la
Visita "viejos muy viejos para el trabajo" (Rowe 1958; Murra 1956 : 172 ;
1978 : 150; Guamán Poma 1980 : 196-198; Mayer 1972: 345). Después de
ser relevado de obligaciones duras, el tributario de avanzada edad continua-
ba cumpliendo con muchas actividades comunales y del Estado más livianas ;
inclusive se le asignaban ciertas tareas administrativas y cargos de supervisión ,
trabajos que además conllevaban cierto respeto y honor. Encontramos en la
encomienda una distorsión deliberada de esta distinción. La edad ahora se
define en el sentido literal como incapacidad (o hasta estorbo) para el traba-
jo , versus una definición social de la edad como una etapa en la vida después
de la cual los trabajos más pesados del tributo ya no son exigidos. La enco-
mienda simplemente ha abolido las finas gradaciones culturales andinas que
refuerzan el sistema al disminuir las obligaciones y aumentar la responsabili-
dad y el prestigio conferido al que se esforzó .
Quedamos, entonces, en que el grueso del gravamen del tributo recae
en 251 unidades domésticas (520/0 del total), de las cuales un tercio se queja
de la "pesadumbre" del tributo , otro tercio dice que es pasable (la palabra
que emplean en el testimonio es que dan el tributo "descansadamente", eufe-
mismo burocrático de la.época) y para el tercio restante lamentablemente no
queda registrada ninguna opinión. Las razones que la gente da para sustentar
que el tributo es una carga muy pesada. nos permiten analizar el funciona-
miento del "modo de producción doméstico" (Sahlins 1972). He menciona-
do párrafos arriba el problema de la viudez y de la incapacidad física. Lo que
es interesante aquí es cómo este factor se combina con otras características
de la unidad doméstica. Cuando los factores muerte . incapacidad o aun cuan-
do el marido es llevado por la fuerza (p. 221 ), se combinan con el hecho de
que en ese momento hay muchos niños (p. 221 ), o hijos/hijas enfermos (pp.
162 , 165 , 166) o hay demasiados miembros en la familia que sostener (p .e ..
pp . 162 , 165 , 182, 191 ), entonces es muy difícil sostener a una unidad do-
méstica, y ya ni hablar de las dificultades para cumplir con el tributo. Y
como el tributo tiene prioridad política, las consecuencias recaen en las acti-
vidades de subsistencia. Estas mismas dificultades se presentaban también
cuando a padres ancianos e incapacitados se les morían los hijos (p. 191), o
cuando los hijos abandonaban a los padres al casarse (p. 120), o también en
casos de ancianos solos y sin ayuda de parientes (p. 125). Para toda esta gen-
te podemos aplicar el término europeo de "pobre", un término que en los
Andes frecuentemente significa una persona sin parientes que le ayuden

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Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(waccha en el Quechua contemporáneo significa huérfano y es sinónimo de


la palabra pobre [Mayer 1972 : 358]). Estas unidades domésticas eran las que
debido a causas de fuerza mayor no estaban en condiciones de mantener su
viabilidad , debido a la carencia de fuerza de trabajo calificada (Sahlins 1972:
69-74 ). Hay un caso de ceguera, que obligó a la pareja a conseguirse a otra
persona que le teja su cuota y a quien ellos remuneraban al trabajar en sus
chacras (p . l 20 ).
El otro tipo de queja tiene que ver con la naturaleza misma del tri-
bu to: "demasiado tributo" y "demasiado trabajo" fueron las respuestas más
directas (siete casos) ; la respuesta más correcta es que "toma mucho tiempo"
(doce casos) y es explicada en más detalle en esta forma: "reciben mucho tra-
bajo [en lo del tributo] porque en los cinco meses que le quedan no pueden
hacer sus chacaras e ir a rescatar lana para sus vestidos y de sus hijos y muje-
res" (p . 150). Y otro dice : "porque es pobre y tiene muchos hijos y le falta
tiempo para hacer sus chacaras y para hacer sus vestidos" (p. 162).
Las quejas específicas contra aspectos del tributo cubren toda la ga-
ma: los trabajadores de madera se quejan del tiempo y la distancia que se
necesita recorrer para ir a la montaña a conseguir la madera (pp . 230 , 231) ;
el que hace alpargatas denuncia, enojadísimo, que es él quien tiene que hacer
todas las alpargatas que le caben a toda una pachaca( 6) e incluso es él el que
tiene que buscar la cabuya. Todos se quejan del hilado , del servicio personal
al encomendero, del trabajo en sus chacras, de que tienen que hacer adobes y
paredes y sobre la mit'a en general.
Mi sospecha de que la pregunta si el tributo era dado con "pesadum-
bre" o "descansadamente" provocó una respuesta más bien política que so-
ciológica - como debería ser- , encuentra su confirmación en el hecho de que
en algunos pueblos, tales como Coquín y Chuchuco (pp . 133-158), pareciera
que los declarantes se hubiesen puesto de acuerdo de antemano en qué forma
han de contestarla. Todos contestan que dan "con pesadumbre" hasta que,
cansado , el escribano escribe " igual que los demás" ; mientras que el visita-
dor, ya más sospechoso , interrumpe la cadena de declarantes y demanda la
razón. El escribano apunta: ''y no dio razón" (p. e. , p. 151 ). Hacia el final de
la Visita las respuestas a esta pregunta son omitidas del todo ( ¿a insistencia/
negligencia de quién?).
Traté de determinar si había alguna diferencia en términos de compo-
sición interna entre las unidades domésticas que declaraban que el tributo era
trabajoso y las que dijeron "descansadamente". Mi análisis estadístico, que
buscaba comparar entre estos dos grupos el número de miembros en la uni-
dad doméstica, el tipo de familia (si era nuclear, extendida, una pareja o me-
nos que una familia nuclear) y aun índices de consumidores/productores
(Chayanov 1966 : 59), no reveló ninguna diferencia. Pienso más bien que los
Yacha contestaron a esta pregunta en términos de las injusticias percibidas al
comparar el nuevo sistema de tributo con el de los Incas. El rechazo al nuevo
sistema es claro.

582 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstfca colonial

CONCLUS/ON
¿Qué era una unidad doméstica Yacha en 1562? Era una unidad resi-
dencial , con su casa , su almacén y cocina. Casa que era habitada por una pa-
reja casada y su progenie y a veces incrementada con parientes de cualquiera
de los cónyuges o con cónyuges de los hijos o hijas. Las unidades considera-
das "pobres" estaban compuestas por los remanentes de una familia comple-
ta ; mientras que las unidades más "ricas" tenían más esposas y también yana-
conas , a la vez que una posición social diferenciada.
La unidad doméstica era una unidad de consumo que satisfacía en
forma regular la mayor parte de sus necesidades de subsistencia mediante la
producción agrícola y las demás actividades productivas, teniendo, por ser
miembro del ayllu. derecho al acceso a los recursos de tierra, pastos, lefla,
etc ., que se repartían según necesidad a cada unidad. También criaba a los
niños y mantenía a los ancianos o a los miembros enfermos. Además, era una
fuente de capacidad de trabajo , el repositorio de conocimientos, habilidades
manuales y destrezas necesarias para la producción, así como también el de-
pósito del cual se podía extraer energía muscular para aplicarla en forma di-
versificada en la agricultura, el pastoreo , la manufactura de cosas, la construc-
ción y el transporte para proveerse a sí misma y a la sociedad en general de los
bienes y servicios económicos. Debido a que su capacidad productiva llegaba
a un apogeo en ciertas etapas de la trayectoria del ciclo vital de sus miembros,
en estas etapas la unidad doméstica podía generar excedentes, mientras que
en otras etapas del ciclo, debido a las disminuidas capacidades productivas y
administrativas, puede haberse visto en la necesidad de ser subsidiada por la
comunidad en la que estaba enmarcada. La transición a la encomienda en
tiempos de la colonia significó que muchos de los mecanismos institucionali-
zados que garantizaban ayuda en el trabajo o con bienes y que otorgaban ex-
ceptuaciones del tribu to estuvieran quebrándose y, por ello , causaban la com-
pleta miseria de estas unidades. Por último, igual que en otras partes del mun-
do , las unidades domésticas eran la fuente donde se podía reclutar gente para
el ejército y mano de obra no especializada, pero masiva.
La unidad doméstica también era un nódulo y foco de un complejo
sistema de intercambios recíprocos que fluían hacia ella y desde ella hacia
otras unidades (Alberti y Mayer 1974 ). Los intercambios de mano de obra,
de bienes , de regalos , los intercambios ceremoniales, etc. eran la expresión de
una tupida red de obligaciones sociales y políticas que vinculaban a la unidad
doméstica con otras, con su comunidad y curaca, como también con el mun-
do social más amplio. Es muy probable que esta malla de vínculos con otros
hogares fuera más densa, más intensa y más compleja de lo que es hoy (Mayer
1974 ), a pesar de la pesada carga del tributo. Lamentablemente, la Visita no
da mucha información sobre este punto.
A pesar de su autonomía como unidad de consumo, la unidad domés-
tica era tan sólo un componente del sistema productivo en general, aunque sí
fue un elemento clave y el que sentaba los patrones al resto del sistema. Esta-

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Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ba completamente encajada dentro de una jerarquía de unidades sociales ma-


yores, cada una de las cuales también intervenía parcialmente en el proceso
productivo. La unidad doméstica tenía derechos de acceso a la tierra. pero al
mismo tiempo tenía que seguir las reglas y restricciones que la comunidad le
imponía. Además, dada la naturaleza colectiva del sistema productivo de la
agricultura andina (Murra 1975 : cap. 2 ; 1978 : cap. 1 : Mayer 1979;Mayery
Fonseca 1979; Guillet 1979: cap. 3 ). es un error poner todo el énfasis en la
unidad doméstica cuando la consideramos como una unidad de producción.
A pesar de esto, los ritmos y ciclos de la unidad doméstica afectaban a los
componentes del aparato productivo. Había que dejar espacio y tiempo para
la producción de subsistencia de la unidad doméstica , la que a su vez era una
unidad diversificada en sus actividades. Si era necesario quitar mano de obra
de las actividades de subsistencia, entonces esta mano de obra debía ser des-
viada en momentos en que las actividades de subsistencia disminuían en in-
tensidad a lo largo del calendario agrícola anual (Golte 1980: 49-53). o bien
el tiempo dedicado a la producción de excedentes tenía que ser lo suficiente-
mente corto (y por lo tanto , masivo en gente) como para no interferir en las
actividades de subsistencia. Aun los especialistas a tiempo completo y los ya-
naconas tenían que ser apoyados por las otras unidades domésticas o ellos
también tenían que dejar de lado sus actividades especializadas para alimen-
tarse con lo suyo propio. Cuando se intensificó la cantidad de mano de obra
dedicada a la producción de excedentes , esta intensificación iba en la misma
dirección por la cual la unidad doméstica ya estaba encaminada, intensifican-
do la producción de aquellos rubros que la unidad doméstica ya estaba acos-
tumbrada a producir. Es decir, al intensificar, se escogió el camino de la di-
versificación . Y cuando ·se optaba por la estrategia opuesta , propugnando la
especialización en la p.roducción de alguna cosa , estas unidades especializadas
tenían que ser subsidiadas por las otras. En general, estas últimas (las de
indios oficiales y de servicio) encontraban la carga del tributo más pesada de
esta forma que las otras familias. Había por lo tanto limitaciones de cuántas
unidades domésticas especializadas podían ser mantenidas por las otras no es-
pecializadas. Bajo el sistema Inca, estas familias , a pesar de estar permanente-
mente sacadas del seno de su comunidad . eran subsidiadas por el Estado. o
por sus patrones, o se les daba suficiente tierra para que se alimentasen ellas
mismas.
Finalmente, la unidad doméstica era una unidad de contabilidad en el
sistema tributario. La unidad básica en la contabilidad era el hombre casado.
Murra cita a los cronistas Castro y Ortega como sigue : "ninguno que no tu-
viese muger y chácara aunque tuviese hijo no pagava tributo" ( 1978: 148). Y
a Bernabé Cobo en el sentido de que "desde aquel día [del matrimonio] en-
traban en la contribución de los pechos y tributos y ayudaban a la comuni-
dad en los trabajos públicos" (197 8: 148). El matrimonio es también el mo-
mento en el que técnicamente se establece una nueva unidad doméstica . A
pesar de que existían varios niveles de contabilidad en la encomienda, comen-

584 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstica colonial

zando con el monto global de cosas y días de trabajo que los Yacha debían
entregar (la tasa) y pasando por varios niveles de curacas y principales, quie-
nes eran los responsables de asignar y recolectar las porciones de la tasa de
los niveles más bajos (el reparto), las asignaciones se detenían a nivel de la
unidad doméstica. AJ interior de ella, era asunto interno de sus miembros el
cómo arreglarse para cumplir con su cuota. Desde un punto de vista muy
real , lo que se asignaba en tributo a un individuo implicaba el apoyo econó-
mico, la capacidad productiva y organizativa de su unidad doméstica para
poder producirlo. Todo ese hilado y tejido y los otros objetos hechos ama-
no , todas esas gallinas y el dinero que se debía de dar, todo eso sólo podía
ser entregado si por cada tributario había una unidad doméstica viable y en
funcionamiento. La gran mayoría de las quejas sobre las dificultades de dar
tributo surgen precisamente cuando la persona en cuestión no puede contar
con el apoyo real, i:naterial y espiritual de un hogar viable . Aun la ejecución
de tareas comunales en las chacras de la comunidad o en las del encomende-
ro , proceso en el cual las unidades domésticas son las que proveen la mano de
obra , pero no son las productoras directas , sólo podía ser lograda eficazmen-
te si el tributario tenía su propia subsistencia asegurada. No sólo las relacio-
nes de producción , sino también las de reproducción se apoyan fundamental-
mente en la unidad doméstica del tributario . Por ello , aparte de los proble-
mas de contabilidad , la unidad doméstica de los Yacha era el nódulo crucial
donde comienza el proceso de extracción de excedentes.
Las obligaciones de tributo y la composición de la unidad doméstica
se interrelacionaban de tal manera que se magnificaban los problemas de
aquellas unidades que ya estaban en dificultades y disminuía la carga de aque-
llas otras que estaban mejor capacitadas para la producción. A pesar de los
intentos de reducir y ajustar el gravamen del tributo de acuerdo a la capaci-
dad productiva; es decir, de acuerdo a la composición de la familia del tribu-
tario, su edad , estado de salud, etc. , la opinión subjetiva de que el tributo era
injusto tenía que surgir. En tiempos incaicos , aquella opinión era compensa-
da por el ceremonialismo, la participación en el sistema recíproco y la ideolo-
gía hábilmente manipulada por los agentes del estado Inca . Todo esto estaba
completamente ausente en el sistema de las encomiendas, y el tributo se jus-
tificó en base al derecho de conquista, lo que , a su vez , exacerba los resenti-
mientos. Además, los cambios que introdujo el encomendero al sistema
(aparte del aumento cuantitativo que impuso) tuvieron , en última instancia,
un impacto negativo sobre el nivel de bienestar de las unidades domésticas.
Es posible establecer causas directas entre el sistema de encomiendas y la dis-
minución de los niveles de producción para la subsistencia, la mayor inciden-
cia de enfermedades y de mortandad de la población . También hay evidencia
muy clara de alteraciones y rupturas en los hogares a causa de la fuga de los
hombres y mujeres, las acciones tendentes a evitar el trabajo y severos casti-
gos corporales. Para los Yacha estaba bien claro que , a pesar de los evidentes
intentos de mantener continuidades institucionalizadas del pasado, los tiem-
pos habían empeorado radicalmente.

No . 2, diciembre 1984 585


Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

JERARQUIA DE CURACAS Y PRINCIPALES DESDE EL PUNTO DE VISTA DE


AGOSTIN LUNA CAPCHA

Nivel Cura ca

Todos los Yacha Don Antonio Guaynacapcha Don Juan Chuchuyaure


(segunda persona de los Ya- (primera persona y curaca
cha, con residencia en Caure) de los Ya cha, con residen-
/
cia en Paucar)
Pachaca Don Antonio Guaynacapcha Don Gonzalo Tapia (varios
(unidad de 100 tributarios) (varios pueblos) pueblos)
Pueblo de Chacapampa Don Pablo Ahnerco (principal Don Hernando Malquiriqui
de una parcialidad de gente de (principal de una parciali-
Caure , Natin y Chacapampa, dad de gente en Tunan ,
con residencia en Caure) Quisicalla y Chacapampa,
con residencia en Chaca-
pam pa)
Pueblo de Tancor Principal no conocido
Agostín Luna Capcha como Otros residentes de Tancor,
parte de un contingente de no registrados en la Visita,
tres familias de Chacapampa. por no estar encomenda-
dos en Juan Sánchez Fal-
cón.

Enrique Mayer
Belisario Flores No. 951, Dpto. 503
Lince, Lima.

586 Revista Andina, año 2


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mayer: Economía doméstica colonial

NOTAS

(]) Ver Mayer (1972: 360-361) para una descripción contemporánea de la ceremonia, y
Mayer (1979) y Mayer & Fonseca (1979) para conocer cómo funciona hoy el siste-
ma de barbecho sectorial.
(2) Ver Fonseca (1972 : 315-338) para una descripción de la etnoecología de esta región
y su importancia en las actividades agrícolas.
(3) Una fanega aquí es una medida de extensión de tierra, la que se necesita para sem-
brar una fanega de semillaje, y no una medida de volumen de productos, como se
indica arriba.
(4) Ese grupo de mitimaes provenía de Canta, Cajatambo, Ureas de Atapillo (Atavillos)
y Checras, del actual departamento de Lima; fue puesto allí por el Inga "para guar-
da de la casa donde dormía el ynga cuando vino a conquistar la tierra de los andes y
entonces los dejó allí para dicho efecto" (p. 239).
(5) Cito ambas versiones de la tesis de John Murra, la original en inglés es de 1956, la
española de 1978.
(6) Pachaca es una unidad de 100 tributarios (ver Hadden 196 7 para un estudio de una
pachaca de la Visita).

No . 2, diciembre 1984 587


Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

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