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EL TESTIMONIO
Dijo llamarse Agostín Luna Capcha de treinta y cinco años
Nací en el tiempo del Inga , a pesar que desde mi juventud he oído y
visto aspectos de las costumbres cristianas y españolas. De vez en cuando se
me ha enseñado el cateci;:;mo, conozco el uso del dinero , me salvé de la muer-
te cuando participé en la gran rebelión del Inga llla Thupa, hace veinte años,
que obligó a los españoles a retirarse de la antigua fortaleza de Huánuco Pam-
pa (Varallanos 1959: 119-123; Murra 1975: 186) y he visto cómo, con de-
primente regularidad, los ejércitos de españoles saquearon los depósitos del
Inga. de las huacas sagradas y de nuestros pueblos . Han habido años de ham-
bruna.
Tiene dos hijas y un hijo que se llama Catalina Chocara de cinco años, otro
que se llama Felipe Guaya de cuatro años, otra que se llama Barbara Vica de
dos años. ·
Dan marido y mujer una pieza de ropa de algodón y para ello les da su enco-
mendero el algodón
¡Ay! , este pesado asunto del tejido . Nunca acaba. Las manos de mi
mujer no descansan de dar vueltas al huso para hilar tanto. El algodón que
ese secuaz del encomendero nos da es de pésima calidad . Es algodón silvestre.
du~o para despepar, difícil de hilar y nunca alcanza. Seguro que nos engai'la .
Si no es por mi vecino, el que hace tejas, quien tiene que ir a la ciudad a
cumplir con su tributo en la casa del encomendero (p. 80) y que hace trne-
que de gallinas y chuño por más algodón , nunca podríamos cumplir con
nuestra cuota (p. 58). A veces estoy tan cansado que me duermo en el telar.
Pero tengo que seguir tejiendo , ya que es necesario tener suficiente ropa para
mí y mi familia, aparte de la bonita pieza que quemamos como sacrificio en
la ceremonia anual. Ojalá que el visitador no se dé cuenta que en verdad tejo
más de lo que declaro: tejo una pieza para mi propia cu enta, la otra para la
de mi suegro (p . 120) y la tercera para mi curaca. Nunca acabo de tejer. ¿Qu é
hace el encomendero con tanta ropa? Uno de mis abuelos volvió de servir al
Inga en sus guerras y regresó vestido de una preciosa pieza que el Inga le rega-
ló (Murra 1975: 158). Ahora todos andamos en harapos y, sin embargo, se-
guimos tejiendo. Esos españoles se han de comer todos los textiles que les
hacemos .
Y que con los de Chacapampa hace para el tributo chacaras de maíz y papas
en las tierras de Chacapampa
Chacapampa está al noroeste de aquí, y allá llueve antes que aquí ; así
que ellos siempre están un par de semanas más adelantados que nosotros en
la producción de esas co¡nidas. Siempre tengo que enterarme cuándo es que
el principal de mi pueblo decide comenzar con el trabajo de romper la tierra
con nuestras chaquitacllas (el chacmeo) y cuando ya sé que día es, me voy
para allá unos días antes para visitar a mis parientes. Les llevo regalos y comi-
das de aquí, ya que les gustan los zapallos, calabazas , caiguas y las numias
(un tipo de frejol) , que dan tan bien aquí (p . 101 ).
Cuando llego a Chacapampa , visito a mi curaca, quien baja desde
Caure para la ceremonia. Es para esa ceremonia que casi siempre tengo listo
mi tejido para él , de manera que él se lo pueda poner para el chacra jitay (1 ).
Mi curaca se pone mi tejido nuevo para esa ceremonia y se le ve tan digno
sentado allí con todos los viejos y sabios del pueblo , chacchando coca y deli-
berando cuál de los sectores ha de ser asignado para la producción de papas
de este año. Cada año se abre un nuevo sector, tan grande como la mitad de
una ladera, y el último sector, que ha estado en cultivo por varios años, em-
pieza su período de descanso . Cuando ya han decidido en qué sector vamos a
trabajar, Don Pablo mismo asigna chacras para el tributo del encomendero ,
para los diezmos de la iglesia , para ellos mismos y para la gente muy vieja que
ya no puede trabajar sus propias chacras. Después, nos da tierras a todos los
de la comunidad para nuestras comidas. A pesar de que yo estoy allí, a mí no
me dan tierra , porque tengo suficiente en Tancor. Luego hacemos grupos de
Dijo que le cabe dos meses al año de servir con los de Chacapampa a su enco-
mendero en Huánuco en traer leña y yerba y aderezar la cequia del molino y
algunas paredes cuando se lo manda
¡Por dos meses tengo que ser su sirviente en su casa! Si por lo menos
me dejase planificar cuándo es que tengo que ir, estaría bien. Pero cuando se
me ordena ir sin previo aviso. entonces sí que se me vienen encima muchos
problemas . Mis chacras se quedan descuidadas. me atraso en mis tejidos y no
me queda tiempo para ir a trabajar como agua tero . A mí me conviene más ir
después de las cosechas de Chacapampa y Tancor. Pero hasta ahora siempre
me ha tocado ir en cualquier otra fecha y sin previo aviso. Cuando estamos en
Huánuco , nos tratan como a presos. Nos encierran en la noche y la comida
que nos dan es muy poca, así que siempre tenemos que llevar de lo nuestro .
Por lo menos , recientemente. el mayordomo del encomendero nos ha estado
dando un poco de coca. Los caballos. mulas y vacas del encomendero comen
tanto pasto , y somos nosotros los que tenemos que traerlo desde lejos.
(Ex tracto del testimonio de Pablo Almerco) "y que van de este pue-
blo a Huánuco a servir al encomendero de leña y yerba y agua y lo
que les manda cinco meses en el año , en los cuatro primeros cuatro
indios y en el quinto mes tres indios. y esto se lo paga el encomende-
ro y no sabe cuánto ni de qué manera. mas de qu e se lo manda el di-
cho Don Antonio [Guaynacapcha] su cacique' ' (p. 160).
Y dijo que se ocupa cinco meses en todo lo que trabaja y hace para el tributo
no entendiendo otra cosa
Claro que me paso casi la mitad del año trabajando para el encomen-
dero , a pesar de que a mí me parece que es todo el tiempo . Por ejemplo, hilar:
mi mujer y yo hilamos todo el tiempo , todas las veces que nuestras manos es-
tán libres. Y aun así nos toma dos meses hilar el algodón y hacer el hilo gme-
so. Otros diez días para el segundo hilado fino. después de que lo hemos teñi-
do. Dos días para el teñido, si es que no se cuenta el tiempo que toma recolec-
tar la leña que se necesita para hervir el tinte . Luego un día para hacer la ur-
dimbre. Diez días para tejer, si es que tengo tiempo para hacerlo de una sola
sentada. Casi siempre tengo que interrumpir el tejido. porque me toca hacer
una y otra cosa en el pueblo. en Chacapampa o en Huánuco antes de poder
acabar la pieza. Una cosa es el tiempo necesario para preparar los materiales y
tejer. otra cosa es el tiempo transcurrido desde el comienzo del proceso hasta
su término.
El trabajo de Chacapampa me toma , contando los días para ir y venir.
un mes para producir todo lo del tributo (dos días de chacmeo, dos de hacer
surcos. el cultivo y recultivo son otros cuatro, dos para la cosecha y dos para
cargarla desde las chacras hasta el pueblo , ·s on doce días). Calcúlese otros tan-
tos para el maíz y eso ya hace veinticuatro días. Luego hay ocho días de car-
gar lá cosecha a la casa del. encomendero y regresar. Dos meses de mit'a en
fermente bien. Para el trabajo, Inés tiene que avisar a las mujeres que le van a
ayudar, y yo a los hombres. Aunque el trabajo en la chacra sólo demora uno
o dos días, si no me puedo ocupar de todas esas cosas antes del día de traba-
jo de mi chacra , es un desastre. Calcular sólo dos días de arado es otro error,
aun sin considerar los días de preparación. A cada persona que viene a traba-
jar en mis chacras yo le tengo que devolver ese día de trabajo entero. Y hasta
que ellos me lo pidan , tengo que estar disponible en el pueblo , tengo que es-
perar aquí durante toda la época de chacmeo, aunque no me toque trabajar
todos los días de la época.
Por eso , cuando gente de afuera empieza a organizar nuestras vidas.
nos cuesta mucho más entregar la misma cantidad de tributo. Ese encomen-
dero es tan reclamador que nosotros tenemos que cumplir, y por miedo a los
castigos, empezamos a pensar que el trabajo de él es más importante. Lo que
debería tener prioridad -nuestra propia subsistencia- queda relegado a se-
gundo lugar hasta que hayamos terminado con nuestras obligaciones. Y cuan-
do hemos terminado con esas obligaciones , estamos muy cansados y nuestros
recursos están agotados. Así es que comienza la tendencia a recortar o dismi-
nuir lo que nosotros mismos necesitamos. La "pesadumbre" (término de
A.V. Chayanov y también concepto utilizado en la Visita) del trabajo en
nuestra propia subsistencia aumenta por lo de la encomienda.
Desde que entraron los encomenderos en esta tierra. nuestros recur-
sos han cambiado, pero la tasa del tributo sigue siendo la misma. Ahora hay
menos gente que antes y las personas están más enfermas (p. 86); por eso hay
menos hogares que tienen que encargarse y cumplir con los mismos niveles
de producción establecidos cuando éramos más . Pero no sólo es eso; otros
recursos también han cambiado . Por ejemplo , en Caure no da el algodón por-
que es un clima muy frío. Antes de que llegaran los españoles, la gente de
Caure tenía tierras de algodón en el valle grande. pero ahora las han perdido.
Por eso, ahora el encomendero nos da el algodón y porque él nos lo da , la tasa
de piezas que tenemos que dar se duplica (p . 123). Los mitimaes de Ananpi-
llao tienen sus propias chacras de algodón y con eso hacen sus tejidos de tri-
bu to. Y por ello dan menos piezas de tejido que nosotros(4). El trabajo de
producir ese algodón es menos de lo que nosotros necesitamos para tejer la
recarga que nos impone el encomendero (p . 239).
Y porque los gustos del encomendero son diferentes a los de los Ingas ,
la vida se nos complica. Nosotros, los de Caure, tenemos muchas punas para
el pastoreo y por eso debemos darle seis carneros de Castilla por año , uno en
cada uno de los días de fiesta católica que él celebra. Pero nosotros no hemos
tenido mucha suerte en criar esos, carneros y hay muy pocos. Por eso, en lu-
gar de los carneros, nosotros los caurinos damos dieciocho y media piezas de
tejido, y el encomendero nos da el algodón (p . 159). Pensar en todo ese tra-
bajo extra es para ponerse a rabiar. ·
Pero esas conmutaciones también pueden ser de provecho para noso-
tros. Por ejemplo, en Quiu, el pueblo que está en las alturas , al otro lado del
valle, hay un viejo rebelde muy famoso que no quiere ser cristiano; se llama
ciones para con nuestros parientes. Ya que el tributo es fijo, son nuestras pro-
pias necesidades las que no podemos satisfacer cuando la carga del tributo se
vuelve excesiva.
Y dijo que tiene ciertos andenes en que hace sus chacaras para sus sementeras
que le bastan para él y sus hijos
Hay mucha tierra por todos los lados, porque nuestra gente está dis-
minuyendo muy rápidamente. También porque el Inga ya no existe y ya no
nos obliga a producir tributo de comida en los pueblos, en las tierras que ha
tomado y que sirven para sus tambos y sus almacenes. Todos esos lindos an-
denes que nuestros antepasados han construido están deteriorándose, y ya
nadie se esfuerza para mantenerlos como antes. La gente ha perdido su respe-
to para con la tierra. ¡Pero quién tiene el tiempo para hacerlo!
Y que allí hay muchas donde si se pasase, tendría las que el cacique le diere
Cada año distribuyen tierras de papa y dan tierras de maíz por más
años, porque es posible repetir ese cultivo varias veces en el mismo terreno
sin rotación . Si quisiera que me den tierras allá, sólo tengo que ir a pedir, por-
que allá está mi ayllu y esa es tierra del ayllu, y mi curaca garantiza que , sien-
do miembro , tengo derecho a que me repartan . También tengo derechos allá ,
porque voy con ellos a cumplir con mi cuota del tributo y porque voy a Pito-
mama con mis ayllumasikuna (compañeros de ayllu) a trabajar en la mit'a. Si
pidiese tierra allá , tendrían que darme mi porción.
Ni se quejó de ninguna otra cosa de todas las que les fueron preguntadas co-
mo a los demás
¡Bah!
T/POSDEUN/DADESDOMEST/CAS
rentados con los adultos y que fueron criados por ellos (p. 130). No faltaban
ocasiones en las que el jefe masculino del,hogar estaba ausente, en la mit'a,
pastando animales, en Huánuco "rescatando" algodón o trabajando "alqui-
lado " en las minas (pp. 112, 126, 122, 119).
Podemos asumir, en base a la ideología contemporánea en la cual el
lazo matrimonial forma la base de una nueva unidad doméstica independien-
te (Mayer 1980), que lo mismo también era válido en tiempos de la Visita y
aun antes (Murra 1956: 169 ; 1978: 148)(5), y que este ideal era a veces difí-
cil de concretar, a pesar de los esfuerzos para conseguirlo. El alto número de
familias nucleares incompletas (en algunos casos incluso huérfanos) es un cla-
ro indicio de los difíciles tiempos que los Yacha estaban atravesando y de
cuán ardua era la labor de lograr esta meta o aun sostenerla. La autonomía
de las unidades conyugales y la regla de residencia neolocal que revela laVisi-
ta. no implican , desde luego , que estas unidades no pertenecieran a grupos de
parentesco más amplios. Pero los datos de la Visita hacen difícil su esclareci-
miento, especialmente porque no sabemos cuál era el sistema de nombres y
"apellidos" en uso en esos tiempos. La alta incidencia de familias nucleares
incompletas debe implicar también que en esos tiempos tampoco era fácil
hallar refugio con parientes e incorporarse a los hogares de ellos ; por lo tanto ;
tenían que luchar solos.
Debo por último mencionar ciertas situaciones infrecuentes (por
ejemplo, pp. 92 , 140, 203, 204) en las cuales el visitador separó unidades do-
mésticas de tipo extendido en dos unidades tributarias independientes. En es-
tos casos , una pareja ya anciana vivía con uno de sus hijos (usualmente el
hijo), el cual. casado a su vez , estaba ya criando hijos suyos en el mismo ho-
gar. A pesar de que no hubo separación física , el gravamen del tributo recaía
separadamente sobre cada pareja matrimonial , contando la nueva pareja co-
mo una unidad tributaria independiente con sus propias contribuciones de
tejido , dinero y obligaciones de mit 'a. Uno de estos ejemplos (p. 219) era un
matrimonio uxorilocal : es decir, un caso en el que el varón , foráneo al pue-
blo , se afincó con una familia local y se casó con la hija .
El ciclo natural de las unidades domésticas basadas en el matrimonio
puede adecuadamente rendir cuenta de estas variaciones en la composición fa-
miliar. En algunos casos, el proceso de independización de las nuevas unida-
des domésticas ya está encaminado , aunque todavía no concluido ; y en otros ,
al otro extremo del ciclo , los remanentes de las familias fundadoras , ancia-
nos ya, se juntan a los hogares de uno de sus descendientes (Goody 1966,
Lambert 1980).
La Visita también ofrece algunos indicadores sobre los patrones ma-
trimoniales. Muchas de las mujeres en estas unidades aparecen listadas en va-
rias formas , tales como "mujer", " manceba" (concubina), "mujeres de servi-
cio" ( ¿sirvientas?), "viudas" y "solteras". Murra (1967: 389-90), Hadden
(1967) y Mayer (1972: 49) sugieren que , por lo menos para algunas unida-
des domésticas , se trata de hogares poligínicos.
Hay dos usos consistentes de estos términos en la Visita que deben
(p . 56). Además, lo que debían dar estaba "repartido entre las casas que tie-
nen" (p . 56) y ahora hay que dividir una cantidad fija de tributo entre "los
indios que hay" (p. 56). El cambio de una escala movible de tributo fijo por
casa multiplicado por el número de casas que hay , a uno en que hay que en-
tregar una cantidad fija dividida entre un número decreciente de personas ,
implicó un aumento en la carga del tributo para cada unidad doméstica.
Además , esta carga recaía desigualmente entre los hogares existentes.
Un tercio de las unidades domésticas no pagaban tributo , cargando así lo que
habían de dar en los dos tercios restantes; de éstos , aproximadamente otro
tercio estaba de una manera u otra incapacitado o disminuido en su capaci-
dad de contribuir plenamente. Habían tres categorías de "exceptuados" del
tributo : 1.- - Por razones de status (1 Oo/o de todas las unidades domésticas) ;
2.- Por estar al servicio permanente del encomendero o de los curacas y prin-
cipales (140/0) ; y 3.- Por incapacidad física (220/0).
Dentro de la categoría de exceptuados por razones de status, obvia-
mente debemos considerar primero a los curacas. Sin embargo , al revisar cui-
dadosamente su testimonio , notamos que habían gradaciones y jerarquías
(ver cuadro adjunto). Don Juan Chuchuyaure (p . 109) y Don Antonio Guay-
nacapcha (p . 168), los dos curacas principales "duales" de los Yacha , y sus
colegas equivalentes entre los mitimaes (pp. 189 , 199) claramente estaban
exceptuados, a pesar de ser ellos los que encabezaban las unidades domésti-
cas más grandes y mejor dotadas de recursos. Principales de pueblo de rango
inferior, tales como Pablo Almerco (p . 160), dijeron que tributaban una cuo-
ta completa de textiles y de dinero y que eran ellos los que organizaban la
producción de "menudencias" de la tasa (tales como cinchas, cabestros y
manteles). Además, acompañaban a su gente a las chacras comunales y a
Huánuco , "mandando a los indios y no en más" (p . 211 ).
El segundo grupo de unidades exceptuadas lo constituyen los foraste-
ros, o sea miembros de otros grupos étnicos. En el sistema incaico , era nor-
mal que un extraño no estuviese contabilizado en el quipu local , ya que esa
persona figuraba en el quipu del grupo al cual pertenecía, junto con la razón
por la cual estaba "puesto" en ese lugar y el tipo de contribución que hacía .
De no ser así , una persona como ésa hubiese sido contada dos veces y estaría
bajo obligaciones tributarias dobles. En muchos casos , en la Visita ese sistema
todavía seguía funcionando , como , por ejemplo , cuando una unidad de foras-
teros figura en la Visita como contribuyentes de tributo de su propio grupo
de origen (p. 174 ). En una casa de Quiu , las contribuciones de tributo esta-
ban divididas entre dos encomenderos (p. 79). Pero en 1562 muchos foraste-
ros ya eran refugiados o se perdió la conexión con sus lugares de origen y po-
dían, por lo tanto , pasar desapercibidos hasta el momento de la visita. Sin
embargo , cuando eran "habidos", fueron enumerados y obligados a contri-
buir igual que los demás (p. 96).
Podemos agregar a este grupo un segundo grupo: los "huidos" y "no
visitados"; es decir, gente que se escapaba o evadía de otra manera las impo-
siciones tributarias de la encomienda y, por lo tanto , eran desplazados por
Tan sólo tres unidades no protestaron , y esto se debe en parte a que sus con-
tribuciones ya estaban muy rebajadas en comparación con lo que daban sus
vecinos. Seis viudas en un pueblo estaban en situación tan difícil que el visi-
tador, compadecido, ordenó que estas señoras fuesen exceptuadas inmedia-
tamente (p. 193).
En tiempos del Inca se hacía una clara distinción entre cierta edad so-
cial, después de la cual un hombre quedaba libre de las obligaciones que re-
querían mayor esfuerzo físico y eran las más onerosas (ejercito y mit'a), y
una edad avanzada que incapacita a la persona para el trabajo , llamada en la
Visita "viejos muy viejos para el trabajo" (Rowe 1958; Murra 1956 : 172 ;
1978 : 150; Guamán Poma 1980 : 196-198; Mayer 1972: 345). Después de
ser relevado de obligaciones duras, el tributario de avanzada edad continua-
ba cumpliendo con muchas actividades comunales y del Estado más livianas ;
inclusive se le asignaban ciertas tareas administrativas y cargos de supervisión ,
trabajos que además conllevaban cierto respeto y honor. Encontramos en la
encomienda una distorsión deliberada de esta distinción. La edad ahora se
define en el sentido literal como incapacidad (o hasta estorbo) para el traba-
jo , versus una definición social de la edad como una etapa en la vida después
de la cual los trabajos más pesados del tributo ya no son exigidos. La enco-
mienda simplemente ha abolido las finas gradaciones culturales andinas que
refuerzan el sistema al disminuir las obligaciones y aumentar la responsabili-
dad y el prestigio conferido al que se esforzó .
Quedamos, entonces, en que el grueso del gravamen del tributo recae
en 251 unidades domésticas (520/0 del total), de las cuales un tercio se queja
de la "pesadumbre" del tributo , otro tercio dice que es pasable (la palabra
que emplean en el testimonio es que dan el tributo "descansadamente", eufe-
mismo burocrático de la.época) y para el tercio restante lamentablemente no
queda registrada ninguna opinión. Las razones que la gente da para sustentar
que el tributo es una carga muy pesada. nos permiten analizar el funciona-
miento del "modo de producción doméstico" (Sahlins 1972). He menciona-
do párrafos arriba el problema de la viudez y de la incapacidad física. Lo que
es interesante aquí es cómo este factor se combina con otras características
de la unidad doméstica. Cuando los factores muerte . incapacidad o aun cuan-
do el marido es llevado por la fuerza (p. 221 ), se combinan con el hecho de
que en ese momento hay muchos niños (p. 221 ), o hijos/hijas enfermos (pp.
162 , 165 , 166) o hay demasiados miembros en la familia que sostener (p .e ..
pp . 162 , 165 , 182, 191 ), entonces es muy difícil sostener a una unidad do-
méstica, y ya ni hablar de las dificultades para cumplir con el tributo. Y
como el tributo tiene prioridad política, las consecuencias recaen en las acti-
vidades de subsistencia. Estas mismas dificultades se presentaban también
cuando a padres ancianos e incapacitados se les morían los hijos (p. 191), o
cuando los hijos abandonaban a los padres al casarse (p. 120), o también en
casos de ancianos solos y sin ayuda de parientes (p. 125). Para toda esta gen-
te podemos aplicar el término europeo de "pobre", un término que en los
Andes frecuentemente significa una persona sin parientes que le ayuden
CONCLUS/ON
¿Qué era una unidad doméstica Yacha en 1562? Era una unidad resi-
dencial , con su casa , su almacén y cocina. Casa que era habitada por una pa-
reja casada y su progenie y a veces incrementada con parientes de cualquiera
de los cónyuges o con cónyuges de los hijos o hijas. Las unidades considera-
das "pobres" estaban compuestas por los remanentes de una familia comple-
ta ; mientras que las unidades más "ricas" tenían más esposas y también yana-
conas , a la vez que una posición social diferenciada.
La unidad doméstica era una unidad de consumo que satisfacía en
forma regular la mayor parte de sus necesidades de subsistencia mediante la
producción agrícola y las demás actividades productivas, teniendo, por ser
miembro del ayllu. derecho al acceso a los recursos de tierra, pastos, lefla,
etc ., que se repartían según necesidad a cada unidad. También criaba a los
niños y mantenía a los ancianos o a los miembros enfermos. Además, era una
fuente de capacidad de trabajo , el repositorio de conocimientos, habilidades
manuales y destrezas necesarias para la producción, así como también el de-
pósito del cual se podía extraer energía muscular para aplicarla en forma di-
versificada en la agricultura, el pastoreo , la manufactura de cosas, la construc-
ción y el transporte para proveerse a sí misma y a la sociedad en general de los
bienes y servicios económicos. Debido a que su capacidad productiva llegaba
a un apogeo en ciertas etapas de la trayectoria del ciclo vital de sus miembros,
en estas etapas la unidad doméstica podía generar excedentes, mientras que
en otras etapas del ciclo, debido a las disminuidas capacidades productivas y
administrativas, puede haberse visto en la necesidad de ser subsidiada por la
comunidad en la que estaba enmarcada. La transición a la encomienda en
tiempos de la colonia significó que muchos de los mecanismos institucionali-
zados que garantizaban ayuda en el trabajo o con bienes y que otorgaban ex-
ceptuaciones del tribu to estuvieran quebrándose y, por ello , causaban la com-
pleta miseria de estas unidades. Por último, igual que en otras partes del mun-
do , las unidades domésticas eran la fuente donde se podía reclutar gente para
el ejército y mano de obra no especializada, pero masiva.
La unidad doméstica también era un nódulo y foco de un complejo
sistema de intercambios recíprocos que fluían hacia ella y desde ella hacia
otras unidades (Alberti y Mayer 1974 ). Los intercambios de mano de obra,
de bienes , de regalos , los intercambios ceremoniales, etc. eran la expresión de
una tupida red de obligaciones sociales y políticas que vinculaban a la unidad
doméstica con otras, con su comunidad y curaca, como también con el mun-
do social más amplio. Es muy probable que esta malla de vínculos con otros
hogares fuera más densa, más intensa y más compleja de lo que es hoy (Mayer
1974 ), a pesar de la pesada carga del tributo. Lamentablemente, la Visita no
da mucha información sobre este punto.
A pesar de su autonomía como unidad de consumo, la unidad domés-
tica era tan sólo un componente del sistema productivo en general, aunque sí
fue un elemento clave y el que sentaba los patrones al resto del sistema. Esta-
zando con el monto global de cosas y días de trabajo que los Yacha debían
entregar (la tasa) y pasando por varios niveles de curacas y principales, quie-
nes eran los responsables de asignar y recolectar las porciones de la tasa de
los niveles más bajos (el reparto), las asignaciones se detenían a nivel de la
unidad doméstica. AJ interior de ella, era asunto interno de sus miembros el
cómo arreglarse para cumplir con su cuota. Desde un punto de vista muy
real , lo que se asignaba en tributo a un individuo implicaba el apoyo econó-
mico, la capacidad productiva y organizativa de su unidad doméstica para
poder producirlo. Todo ese hilado y tejido y los otros objetos hechos ama-
no , todas esas gallinas y el dinero que se debía de dar, todo eso sólo podía
ser entregado si por cada tributario había una unidad doméstica viable y en
funcionamiento. La gran mayoría de las quejas sobre las dificultades de dar
tributo surgen precisamente cuando la persona en cuestión no puede contar
con el apoyo real, i:naterial y espiritual de un hogar viable . Aun la ejecución
de tareas comunales en las chacras de la comunidad o en las del encomende-
ro , proceso en el cual las unidades domésticas son las que proveen la mano de
obra , pero no son las productoras directas , sólo podía ser lograda eficazmen-
te si el tributario tenía su propia subsistencia asegurada. No sólo las relacio-
nes de producción , sino también las de reproducción se apoyan fundamental-
mente en la unidad doméstica del tributario . Por ello , aparte de los proble-
mas de contabilidad , la unidad doméstica de los Yacha era el nódulo crucial
donde comienza el proceso de extracción de excedentes.
Las obligaciones de tributo y la composición de la unidad doméstica
se interrelacionaban de tal manera que se magnificaban los problemas de
aquellas unidades que ya estaban en dificultades y disminuía la carga de aque-
llas otras que estaban mejor capacitadas para la producción. A pesar de los
intentos de reducir y ajustar el gravamen del tributo de acuerdo a la capaci-
dad productiva; es decir, de acuerdo a la composición de la familia del tribu-
tario, su edad , estado de salud, etc. , la opinión subjetiva de que el tributo era
injusto tenía que surgir. En tiempos incaicos , aquella opinión era compensa-
da por el ceremonialismo, la participación en el sistema recíproco y la ideolo-
gía hábilmente manipulada por los agentes del estado Inca . Todo esto estaba
completamente ausente en el sistema de las encomiendas, y el tributo se jus-
tificó en base al derecho de conquista, lo que , a su vez , exacerba los resenti-
mientos. Además, los cambios que introdujo el encomendero al sistema
(aparte del aumento cuantitativo que impuso) tuvieron , en última instancia,
un impacto negativo sobre el nivel de bienestar de las unidades domésticas.
Es posible establecer causas directas entre el sistema de encomiendas y la dis-
minución de los niveles de producción para la subsistencia, la mayor inciden-
cia de enfermedades y de mortandad de la población . También hay evidencia
muy clara de alteraciones y rupturas en los hogares a causa de la fuga de los
hombres y mujeres, las acciones tendentes a evitar el trabajo y severos casti-
gos corporales. Para los Yacha estaba bien claro que , a pesar de los evidentes
intentos de mantener continuidades institucionalizadas del pasado, los tiem-
pos habían empeorado radicalmente.
Nivel Cura ca
Enrique Mayer
Belisario Flores No. 951, Dpto. 503
Lince, Lima.
NOTAS
(]) Ver Mayer (1972: 360-361) para una descripción contemporánea de la ceremonia, y
Mayer (1979) y Mayer & Fonseca (1979) para conocer cómo funciona hoy el siste-
ma de barbecho sectorial.
(2) Ver Fonseca (1972 : 315-338) para una descripción de la etnoecología de esta región
y su importancia en las actividades agrícolas.
(3) Una fanega aquí es una medida de extensión de tierra, la que se necesita para sem-
brar una fanega de semillaje, y no una medida de volumen de productos, como se
indica arriba.
(4) Ese grupo de mitimaes provenía de Canta, Cajatambo, Ureas de Atapillo (Atavillos)
y Checras, del actual departamento de Lima; fue puesto allí por el Inga "para guar-
da de la casa donde dormía el ynga cuando vino a conquistar la tierra de los andes y
entonces los dejó allí para dicho efecto" (p. 239).
(5) Cito ambas versiones de la tesis de John Murra, la original en inglés es de 1956, la
española de 1978.
(6) Pachaca es una unidad de 100 tributarios (ver Hadden 196 7 para un estudio de una
pachaca de la Visita).
BIBLIOG RAFIA
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HADDEN, Gordon
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