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EL LLAMAMIENTO DE EZEQUIEL

Cuando encontramos a Ezequiel por primera vez, como un descendiente del hijo de Jacob, Leví, es un sacerdote de
profesión (Ez 1:2). Como tal, su trabajo diario había consistido previamente en sacrificar, degollar y asar los animales del
sacrificio que le traían las personas al templo en Jerusalén. Como sacerdote, también era una guía moral y espiritual del
pueblo, que enseñaba la ley de Dios y decidía sobre las disputas (Lv 10:11; Dt 17:8–10; 33:10).

Sin embargo, su labor sacerdotal se interrumpió violentamente cuando fue llevado como cautivo a Babilonia en la primera
deportación de los judíos de Jerusalén en el año 605 a. C. En Babilonia, a la comunidad judía exiliada le agobiaban dos
preguntas: “¿Dios ha sido injusto con nosotros?” y “¿qué hicimos para merecer esto?” Salmos 137:1–4 captura bien la
desolación de estos judíos exiliados:

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos, al acordarnos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella
colgamos nuestras arpas. Pues allí los que nos habían llevado cautivos nos pedían canciones, y los que nos atormentaban
nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos alguno de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra
extraña?

En el exilio en Babilonia, Ezequiel recibe un llamado impresionante de Dios. Como el llamado de Isaías (Is 6:1–8), el de
Ezequiel comienza con una visión de Dios (Ez 1:4–2:8) y concluye con el mandato de convertirse en profeta. Los llamados
directos a una clase de trabajo en particular son escasos en la Biblia, y el de Ezequiel es uno de los más impactantes.
Aunque la profesión original de Ezequiel era el sacerdocio, Dios lo llamó a una carrera profética que era tanto política como
religiosa. Es oportuno que la visión en la que recibió su llamado incluya símbolos políticos tales como las ruedas ( Ez 1:16),
un ejército (Ez 1:24), un trono (Ez 1:26) y un centinela (Ez 3:17), pero sin incluir símbolos sacerdotales. El llamado de
Ezequiel debería acabar con la idea de que los llamados de Dios sacan a las personas de sus profesiones seculares y las
llevan a un ministerio eclesial.[1]O para decirlo con más precisión, Ezequiel, como todos en el antiguo pueblo de Israel, no
ve ninguna  ocupación como algo secular. Cualquier trabajo que hagamos es un reflejo de nuestra relación con Dios; no
hay necesidad de cambiar de ocupación para hacer un trabajo que sirva a Dios.
La carrera profética de Ezequiel comienza con el exilio en Babilonia once años antes de la destrucción final de Jerusalén.
Lo primero que Dios le encarga es que cuestione las promesas falsas de los falsos profetas, que le aseguraban a los
exiliados que Babilonia sería derrotada y que pronto regresarían a casa. En los primeros capítulos del libro, Ezequiel tiene
una serie de visiones que describen los horrores del asedio de Jerusalén y después la matanza en la toma de la ciudad.

Ezequiel fue elegido para ser el profeta de Dios para los israelitas que, como resultado del juicio de Dios, habían sido
llevados a Babilonia. No fue una tarea fácil. Él nació y creció en la tierra de Judá y se estaba preparando para convertirse
en un sacerdote en el templo de Dios cuando los babilonios atacaron en el 597 aC y lo llevaron junto a otros 10.000
prisioneros (2 Reyes 24:10-14). 
Cinco años más tarde, viviendo como cautivo en Babilonia, Ezequiel vería una de las revelaciones más gloriosas y
asombrosas de la presencia y del poder de Dios (Ezequiel 1:4). A través de esta visión, Dios llamó a Ezequiel para ser su
profeta. Los israelitas en el exilio perdieron su perspectiva del propósito y de la presencia de Dios en sus vidas. Ellos
continuaron ignorando los intentos de Dios de llamarlos al arrepentimiento y prefirieron escuchar a los «falsos profetas»
que hablaban mentiras reconfortantes. Aunque Ezequiel supiera que él enfrentaría a un pueblo rebelde y que él estaba
seguro de que sufriría dificultades a causa de su mensaje, él fue fiel; eligiendo responder al llamado de Dios y predicar a
un pueblo rebeldes por 22 años.  El Señor se dirige a Ezequiel llamándolo «hijo de hombre» y lo elige para ser Su
mensajero.  Dios animó a Ezequiel a no tener miedo, pues él tendría que realizar un ministerio muy difícil, declarando la
Palabra de Dios a un pueblo obstinado y rebelde contra Dios.  En vez de reconocer y arrepentirse de los pecados que
habían traído el juicio de Dios sobre ellos, los exiliados judíos eligieron vivir su tiempo en Babilonia como un retroceso
temporal que acabaría pronto, y Ezequiel, enfrentando la verdad con la Palabra de Dios, no sería bienvenido. La respuesta
del pueblo sería llena de odio y el amor de Ezequiel por Dios sería verdaderamente probado.  Ezequiel 2:1, Él me dijo:
«Hijo de hombre, ponte sobre tus pies y hablaré contigo.» Dios a menudo habla con la humanidad a través de la boca de
los profetas. Jesús se llamó, Hijo de hombre en varias ocasiones, y representó a Dios el Padre para la humanidad y Dios
llama a Ezequiel, hijo del hombre, aquí, porque Él hablará a la humanidad a través de Ezequiel. 

Ezequiel 2:2, «Después de hablarme, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.» Aquí
vemos dónde el Espíritu le da poder a Ezequiel para realizar Su ministerio, mientras le habla a él. Encontramos varias otras
ocasiones en el Antiguo Testamento donde el Espíritu vino sobre los siervos fieles del Señor como en: Números 24:2;
Jueces 3:10; 1 Samuel 10:10, 16: 13-14, 19:20; 2 Crónicas 15:1. Antes de la primera venida de Cristo, el Espíritu no
habitaba en todos los creyentes como ahora, sino que «se movió» y «vino sobre ellos» como leemos en 2 Pedro 1:20-21. 
Dios no espera que entendamos todo sobre Él, sino que deseamos ser siervos obedientes y fieles a lo que sabemos que
es verdadero y correcto. Dios dio, y continúa dando a Sus siervos el poder del Espíritu Santo para cumplir Sus
mandamientos. Ezequiel 2:3, «Me dijo: “Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se
rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.» Aquí Dios le está hablando a
Ezequiel acerca de Israel, pero este mensaje no es solo para Judá, este mensaje es para todos aquellos que se rebelan
contra Dios. 
Ezequiel 2:4, «Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón, y les dirás: “Así ha dicho Jehová el
Señor.” «Empedernido», en este caso significa despreciativo, insolente y vemos que sus corazones se endurecieron. En
consecuencia, debido a sus corazones empedernidos, Dios le dice a Ezequiel que les diga: “ Así ha dicho Jehová el
Señor.” Dios quería que Ezequiel y la gente supieran que era Él quien los estaba advirtiendo.  Dios está hablando con los
líderes religiosos cautivos de Israel; ellos tenían el templo, túnicas lujosas, el dinero y los rituales y servicios religiosos.
Pero, sus corazones eran malos y Dios rechazó sus rituales y sacrificios. Y ellos perdieron todo a causa de su rebelión e
hipocresía. 
Dios no nos juzgará por cuán bien los demás responden a nuestro testimonio, sino por cuán fiel que hemos sido; y Él
siempre nos da la fuerza para lograr lo que Él nos pide que hagamos.  Ezequiel 2:5, «Acaso ellos escuchen; pero si no
escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.» Estas personas son tan duras
de corazón; que tal vez lo escuchen y quizás no. Sin embargo, cuando las palabras dichas se hagan realidad, sabrán, sin
ninguna duda, que fueron advertidos por un profeta de Dios. En cualquier caso, las personas no podrían alegar ignorancia
al igual que no pueden hacerlo hoy.  Así como Ezequiel fue enviado como un mensaje a los hijos de Israel, hay muchos
mensajeros piadosos hoy en día que son tratados de la misma forma que Ezequiel fue.  Ezequiel 2:6, «Y tú, hijo de
hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones;
no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde.» No tengas miedo, se le habla tres
veces a Ezequiel para animarlo a cumplir la misión de Dios. Las zarzas, espinos, y moras con escorpiones son palabras
figurativas que Dios usó para describir a la gente de Judá, cuyo obstinado rechazo de Su Palabra sería como zarzas,
espinas y moras con escorpiones para Ezequiel. 

El Señor estaba preparando a Ezequiel para su misión dándole la garantía de que Él estaría con él. Los siervos de Dios no
deben temer a los hombres; por lo tanto, tampoco debemos temer y ser un ejemplo veraz a la gente descortés.   Ezequiel
2:7, «Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.» Ezequiel debía ser fiel
a Dios. A pesar de que éstas fueron personas rebeldes, que o escucharían o se negarían a escuchar, él no debía dejar de
traerles la profecía que Dios le había dado para ellos. Ezequiel tuvo que ser fiel para tratar de salvar las almas de aquellos
a quienes fue enviado.  Esto es aplicable a todos aquellos que intentan enseñar la Palabra de Dios a los demás. Debemos
obedecer a Su voz, que el Espíritu que mora en nosotros nos da, tal como lo dio a Ezequiel. La fuerza de Dios es lo
suficientemente poderosa para ayudarnos a vivir para Él, incluso bajo de mucha crítica.  La rebelión en la Biblia es
comparada a la brujería a los ojos de Dios. Los ministros y misioneros de hoy pueden traer la verdad a las personas, y aún
así ser rechazadas. Sin embargo, sólo porque la gente no oye, no quita nuestra carga de enseñar. Así como fue dicho para
Ezequiel, es nuestra obligación traer el mensaje de Dios a las personas, y el Espíritu Santo hará lo demás. Pablo instruyó a
Timoteo: «que prediques la palabra y que instes a tiempo y fuera de tiempo. Redarguye, reprende, exhorta con toda
paciencia y doctrina» (2 Timoteo 4:2). 
Ezequiel 2:8, «Pero tú, hijo de hombre, escucha lo que te digo; no seas rebelde, como la casa rebelde; abre tu boca, y
come lo que te doy.» Dios le está diciendo a Ezequiel que reciba este mensaje en su ser más íntimo. Él no debe ser como
estos hijos rebeldes de Israel, que no aceptarán el mensaje de Dios. Nosotros también debemos leer la Palabra de Dios
todos los días y guardarla en nuestros corazones y mentes, y hacer lo que Dios nos ha ordenado.   Ezequiel debía
obedecer la orden, no literalmente comiendo un rollo, sino en un sentido espiritual recibir el mensaje de Dios para que se
convirtiera en una pasión interna para él. 

EL LLAMAMIENTO DE JEREMÍAS

Jeremías, el profeta del corazón quebrantado, es el autor de este libro que lleva su nombre. Es uno de los libros más
notables de la Biblia. Cada libro de la Biblia es notable, pero este libro de Jeremías lo es de una forma poco habitual. La
mayoría de los profetas se ocultan a sí mismos y mantienen un carácter de anonimato. Es decir que, ellos mismos no se
proyectan a sí mismos en las páginas de sus profecías. Pero aquí tenemos a un profeta cuya profecía es, en gran parte,
autobiográfica. El nos ha dejado mucho de su propia historia personal. Vamos a repasar por un momento su vida a través
de una lista de hechos sobre él, para que usted pueda conocer a este hombre, a quien nos encontraremos en este libro.
1. En primer lugar, el nació sacerdote, en la ciudad de Anatot, al norte de Jerusalén. (Jeremías 1:1)
2. Fue elegido para ser profeta antes de haber nacido (1:5)
3. Fue llamado a profetizar cuando era muy joven (1:6)
4. Dios le encomendó la misión de ser profeta (1:9-10)
5. Él comenzó su ministerio durante el reinado del rey Josías y fue uno de los que expresó su dolor en el funeral de dicho
rey (2 Cron.35:25)
6. Se le prohibió casarse a causa de la época tan terrible en la que vivió (16:1-4).
7. El nunca logró que alguien se convirtiese. Fue rechazado por su pueblo (11:18-21); (12:6); (18:18). Fue odiado,
golpeado, colocado en el cepo (20:1-3); fue puesto en la cárcel y acusado de ser traidor (37:11-16).
8. Su mensaje quebrantó su propio corazón. (9:1).
9. Quiso dimitir de su cargo, pero Dios no se lo permitió (20:9).
10. Vio la destrucción de Jerusalén y el cautiverio en Babilonia. El capitán de las fuerzas Babilónicas le permitió
permanecer en su tierra. Cuando el remanente quiso huir a Egipto, Jeremías profetizó contra ese deseo (42:15-43:3). Fue
obligado a ir con el remanente a Egipto (43:6-7) y murió allí. Según la tradición, fue apedreado por el remanente de
israelitas.
Así que solo con estos datos podemos comprobar que fue un hombre notable. Se le ha llamado "El Profeta Llorón", pero no
en un sentido despectivo. Pasó la mayor parte de su vida derramando lágrimas. Dios eligió a este hombre, que tenía un
corazón maternal, una voz temblorosa, y ojos llenos de lágrimas, para comunicar un mensaje severo de juicio. El mensaje
que tuvo que proclamar quebrantó su propio corazón. Este hombre fue un gran siervo de Dios. Hablando sinceramente,
creo que usted ni yo habríamos elegido a esta clase de hombre para comunicar un mensaje tan severo. En cambio,
habríamos escogido a alguna persona dura para transmitir esa clase de mensaje, ¿no es cierto? Pero Dios no eligió a ese
tipo de hombre, sino que escogió a un hombre con un corazón tierno y compasivo.
Quisiéramos presentar ahora dos declaraciones en cuanto a este profeta Jeremías, declaraciones pronunciadas por
hombres en el pasado.
1.- "Es difícil concebir una situación más dolorosa que la de un gran hombre, condenado a observar la lenta agonía de un
país agotado, para cuidarlo espiritualmente durante los arrebatos alternados de estupefacción y delirio que preceden a su
disolución, y a observar como los síntomas de vitalidad desaparecen uno por uno, hasta que no queda sino frialdad,
oscuridad y corrupción". Hasta aquí la cita. Esta fue la posición y el llamado de Jeremías. Él estuvo allí y pudo ver a su
pueblo conducido al cautiverio.
2.- "A Jeremías le tocó profetizar en una época cuando todas las cosas en Judea se estaban precipitando hacia una
catástrofe trágica y final; cuando la conmoción política se encontraba en su punto culminante; cuando las peores pasiones
dominaban a las diferentes partes y los consejos más funestos eran los que prevalecían. A él le correspondió interponerse
en el camino por el cual su nación se estaba precipitando de cabeza hacia la destrucción; hacer un esfuerzo heroico para
detenerla y para revertir el proceso; fracasar, ser obligado a apartarse a un lado y ver a su propio pueblo, a quien él amaba
con la ternura de una mujer, lanzarse al precipicio, hacia una ruina enorme y cenagosa". Hasta aquí la cita.
No era poderoso como Elías, elocuente como Isaías, pobre y humilde como Ezequiel, sino un hombre tímido, vergonzoso,
consciente de su impotencia, ansioso por recibir compasión y amor que nunca iba a conocer: Tal fue el instrumento por
medio del cual la Palabra del Señor llegó a esa época tan corrupta y degenerada" Una vez se dirigió al Señor diciéndole:
"No puedo continuar. Este asunto me está destrozando. Estoy a punto de sufrir una crisis nerviosa. Sería mejor que
recurrieras a otra persona". Y el Señor, en cierta forma fue como si le hubiera dicho: "Muy bien, pero mantendré tu dimisión
sobre mi escritorio porque creo que volverás". Y Jeremías regresó y dijo en su capítulo 20:9, había en mi corazón como un
fuego ardiente metido en mis huesos. Traté de resistirlo, pero no pude. Y comunicó el mensaje, pero ello quebrantó su
corazón. Dios quiso tener esa clase de hombre, porque era el hombre apropiado para entregar un mensaje tan severo.
Dios quiso que los israelitas supieran que, aunque los estaba enviando al cautiverio y al hacerlo los estaba juzgando, ese
hecho estaba quebrantando Su corazón divino. Como dijo Isaías en 28:21, el juicio es la obra extraña de Dios. Jeremías
comenzó su ministerio aproximadamente un siglo después que Isaías. Empezó su obra durante el reinado del rey Josías y
la continuó durante el cautiverio en Babilonia. El fue el que predijo los 70 años de cautiverio en Babilonia. El también vio,
más allá de la oscuridad del cautiverio, la luz, Ningún otro profeta habló tan brillantemente, con tanto entusiasmo, sobre el
futuro. Tendremos ocasión de comprobarlo a medida que avanzamos en nuestro estudio de esta hermosa profecía. El
mensaje de Jeremías fue el más desagradable jamás comunicado a un pueblo, y fue rechazado. Fue considerado un
traidor a su país porque dijo que había que rendirse a Babilonia. El profeta Isaías, casi un siglo antes de él, había hablado
de resistir, ¿Por qué este cambio? En los días de Jeremías solo quedaba una cosa por hacer: rendirse. En la economía de
Dios, la nación estaba acabada. Los tiempos de las naciones ya habían comenzado con Babilonia, como la cabeza de oro
de la gran imagen descrita en Daniel 2.
La palabra "reincidir" fue la característica del mensaje de Jeremías, que aparece 13 veces. Fue una palabra usada solo 4
veces en el Antiguo Testamento; 1 vez en el libro de Proverbios y 3 veces en el de Oseas. Es que el mensaje del profeta
Oseas fue también dirigido a una nación reincidente. El nombre propio que predomina en el libro fue "Babilonia", que
aparece 164 veces, más que en la totalidad de los pasajes de la Biblia combinados. Babilonia se convirtió en el enemigo.

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