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Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

Índice
 Presentación
 A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam (J. M. Municio)
 Intervención imperialista en Iraq - Un nuevo Vietnam para EEUU (Raquel E. Andreu)
 60º Aniversario del Día D -La verdad sobre la Segunda Guerra Mundial (Alan Woods)
 El programa militar de la revolución proletaria (V. I. Lenin)
 Pacifismo burgués y pacifismo socialista (V. I. Lenin)
 El voto contra los créditos de guerra 8 (Karl Liebknecht)
 El enemigo principal está en casa (Karl Liebknecht)
 A los trabajadores y soldados de los países aliados (Karl Liebknecht)
 Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial (León
Trotsky)

Presentación
Hace treinta años que el imperialismo norteamericano sufría una derrota humillante en
Vietnam. Las imágenes de los últimos soldados estadounidenses huyendo en helicóptero desde
el tejado de la embajada norteamericana de Saigón, mientras las tropas del Vietcong hacían
una entrada triunfal en la ciudad, recorrieron el mundo entero apoderándose de la mente de
millones de jóvenes y trabajadores. El coloso norteamericano caía derrotado por un ejército de
campesinos harapientos movidos por una inquebrantable fe en la victoria. Más de treinta años
de guerra ininterrumpida, de genocidio sangriento contra un pueblo inocente, acababan con la
victoria de los esclavos. Vietnam representó el punto más álgido de la lucha por la liberación
nacional de los pueblos coloniales y creó una nueva correlación de fuerzas, que impidió al
imperialismo norteamericano nuevas intervenciones militares directas por varias décadas.
Toda la experiencia de la guerra de Vietnam y la lucha armada de la guerrilla del Vietcong
puso de manifiesto la imposibilidad de separar la lucha por la liberación nacional de la
liberación social. Dicho de otro modo, la emancipación de las cadenas coloniales y alcanzar la
independencia nacional sólo pueden adquirir sentido para las masas oprimidas y esclavizadas
con el derrocamiento del capitalismo y la construcción de la sociedad socialista. Sólo
nacionalizando la propiedad imperialista y la de sus cipayos burgueses locales, y colocando el
conjunto de la economía productiva, las industrias y la tierra bajo el control efectivo de los
trabajadores y los campesinos pobres, es posible acometer las grandes reformas que los países
coloniales y ex coloniales necesitan. Sólo de esta manera se puede acabar con el atraso
industrial y agrario, se puede modernizar la base económica del país y garantizar unas
condiciones de vida dignas para la población.
Toda la experiencia histórica de la lucha por la liberación nacional ha demostrado la falacia
que supone para el proletariado y los campesinos pobres subordinarse a alianzas políticas con
una supuesta "burguesía progresista y antiimperialista" en los países dependientes. En realidad,
esta estrategia impulsada por el estalinismo en el mundo colonial cosechó derrota tras derrota,
dejando el campo libre para que el imperialismo pudiera mantener su dominio antes y después
de la independencia de las colonias. Debido al peso aplastante de los grandes monopolios y la
banca sobre el mercado mundial, la independencia de las colonias respetando el marco del
capitalismo no ha supuesto mejoras sustantivas para cientos de millones de hombres y mujeres
de estos países. Por eso es absolutamente necesario completar el colosal movimiento
anticolonial que se desarrolló en los años de posguerra con la revolución socialista en todos
estos países.
En esta nueva edición de Marxismo Hoy queremos rendir tributo al combate del pueblo
vietnamita en el treinta aniversario de su victoria. Y lo hacemos abordando aquella lucha
titánica desde una óptica marxista, presentando la heroicidad de un pueblo y también las
carencias y errores de la dirección, condicionada por la política impulsada desde Moscú, con el
objetivo de que las lecciones de Vietnam sirvan en la forja de los nuevos cuadros marxistas.
Completamos este número con otros trabajos sobre la guerra y el programa marxista, entre
ellos un texto de Alan Woods sobre la Segunda Guerra Mundial, en el que se analizan las
causas materiales y políticas de la guerra y la estrategia desarrollada en la misma por las
potencias imperialistas y la URSS. También un análisis sobre la intervención imperialista en
Iraq y las perspectivas actuales para la ocupación cuestionada por la incesante actividad
armada de la resistencia y la oposición masiva de la población. Finalmente publicamos una
serie de trabajos teóricos sobre la guerra y el marxismo de V. I. Lenin, Karl Liebknecht y León
Trotsky. En ellos se puede encontrar una guía fundamental para definir la política proletaria
ante los conflictos armados que se dan en estos momentos. Confiamos en que el contenido de
este nuevo número de Marxismo Hoy contribuya a fijar la posición del marxismo ante la
guerra y las luchas de liberación nacional, en un período donde guerra y revolución vuelven a
marchar unidas.

A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

A 30 años de la derrota imperialista


Guerra y revolución en Vietnam
J. M. Municio
primera parte

De Indochina a Vietnam

Indochina era una de las partes más ricas del inmenso imperio colonial francés. Su conquista
había comenzado en 1859 y concluyó en 1888. Representaba un seis por ciento del territorio colonial,
pero sus 24 millones englobaba a un tercio de sus habitantes. Antes de la Segunda Guerra Mundial
figuraba entre los principales exportadoras mundiales de arroz
Indochina se dividía en cinco territorios. Vietnam estaba configurado por la colonia de Cochinchina
al sur, la semicolonia de Tonkin al norte y el protectorado de Annam en el medio. Camboya y Laos
también eran protectorados que completaban Indochina. Los annamitas (vietnamitas) constituían la
mayoría de la población. La colonia era fundamentalmente campesina, si bien una incipiente clase
obrera se va a ir desarrollando especialmente en el sur, la Cochinchina. En las primeras décadas del
siglo XX, entre el campesinado y los sectores populares, se va desarrollar un amplio movimiento
anticolonial, vinculado a la lucha por la posesión de la tierra. La insurrección más destacada fue la
rebelión de Yen-Bay, encabezada por los comunistas en 1930. El poder colonial estaba compuesto por
unos 8.000 funcionarios y una élite de terratenientes colaboracionistas, que aplicaron una tremenda
política represiva a través de su temida policía política, la Sûreté.
Las libertades democráticas quedaban restringidas a 5.000 funcionarios y 8.000 colonos blancos.
No hubo nunca ningún atisbo de apertura o autogobierno, por lo que por fuerza la oposición se
mantenía en la clandestinidad. La oposición se va expresar minoritariamente en un partido nacionalista
burgués, el Partido Nacional de Vietnam, y mayoritariamente en torno al Partido Comunista de
Indochina.
Desde sus inicios la lucha contra la dominación colonial tuvo un marcado carácter de clase. No era
extraño. Desde 1900 el imperialismo francés insertó la economía de su colonia en el mercado mundial
sobre la base de la explotación brutal de los indochinos. Se apropió de gran parte de las tierras para
entregárselas a los empresarios franceses para el desarrollo de minas y plantaciones. Con el objetivo
de obtener mano de obra para la incipiente industria, la administración colonial multiplicó los impuestos
sobre la cosecha del campesinado, forzándoles a abandonar una tierra que hasta entonces les
garantizaba la subsistencia. Para garantizar el poder colonial en aldeas y pueblos se utilizó a los
terratenientes autóctonos que vieron reforzado su poder a la vez que crecía la desigualdad social y el
odio del campesino hacia ellos.
Esta minoría terrateniente, francesa y vietnamita, acaparaba cada vez más tierras. En los años
treinta, 6.200 propietarios controlaban el 45% de los arrozales en el sur. En el norte, el 2% poseía el
40% de la tierra. Los herederos de esta clase de terratenientes se convirtieron en los funcionarios de la
administración colonial.
En este contexto, la lucha por la liberación del yugo francés tenía que estar inevitablemente unida
a la lucha contra la débil y corrupta burguesía vietnamita.

El comunismo indochino

No es de extrañar por las razones anteriormente señaladas que el Partido Comunista Indochino se
desarrollase como una fuerza de masas. La revolución de 1917 iluminó a los oprimidos de todo el
mundo, incluso ante una minoría de hijos de terratenientes y mandarines su efecto fue claro. En un
país con un 80% de analfabetos, el acceso a las ideas revolucionarias sólo podía ser cosa de capas
privilegiadas. Algunos de ellos sensibles a la pobreza de su pueblo y al desprecio racista francés
giraron hacia la izquierda y abrazaron el marxismo. Tal fue el caso de Nguyen Ai Quoc, más conocido
por su pseudónimo de Ho Chi Minh (aquel que ilumina). Hijo de un médico anticolonialista, emigró a
Francia donde se afilió al Partido Socialista, del que pasó en 1920 al recién creado Partido Comunista
Francés. Viajó a Moscú y pasó a trabajar para la Internacional Comunista (IC). Participó en la
revolución china de 1925, donde organizó a los primeros cuadros del comunismo vietnamita. Tras la
derrota en China pasará a la URSS y seguirá trabajando para la Internacional Comunista en Tailandia.
Sus seguidores permanecieron en el sur de China y en mayo de 1929 formarían el Partido Comunista
Indochino.
Sin embargo, este Partido Comunista Indochino nació lastrado por el progresivo proceso de
degeneración burocrática que padeció el Estado soviético y el conjunto de la Internacional después de
la muerte de Lenin. La Internacional Comunista creada como herramienta para la extensión de la
revolución socialista en el mundo, lo que a su vez suponía la única garantía para el avance del
socialismo en la URSS, se había ido convirtiendo en un mero instrumento de la política exterior de la
burocracia estalinista. El fracaso de la revolución en occidente, especialmente en Alemania en 1918 y
1923 había agudizado el aislamiento del joven Estado obrero soviético, atenazado también por la
catástrofe económica después de tres años de guerra contra la contrarrevolución y la atomización del
proletariado soviético. En esas condiciones objetivas la democracia obrera fue eliminada
sistemáticamente dentro del Partido Bolchevique y en el conjunto de los órganos de poder soviéticos,
los sóviets. La burocracia estalinista consolido su posición después de expropiar el poder político a la
clase obrera y eliminar físicamente a miles de comunistas, incluidos todos los camaradas de armas de
Lenin en 1917, que se opusieron a este rumbo termidoriano. Las purgas no se limitaron a la URSS, se
extendieron al conjunto de la Internacional y las secciones comunistas nacionales. En ese proceso los
teóricos de la burocracia crearon un nuevo programa para justificar la defensa de sus posiciones. Con
la teoría del socialismo en un solo país se abandonó la política leninista de la revolución internacional
sometiendo al conjunto del movimiento comunista de todo el mundo a los intereses que la burocracia
de Moscú tenía en cada momento determinado. Los múltiples errores de Stalin llevaron al desastre al
comunismo chino en 1926/1927, aislando aún más a la URSS y paradójicamente fortaleciendo a la
propia burocracia. El error fundamental de la burocracia estalinista en China fue abandonar todas las
enseñanzas de Lenin respecto a la posición de los comunistas en la revolución colonial, y sustituirlas
por el gastado programa menchevique de colaboración de clases. Desde Moscú se impuso a los
comunistas chinos una alianza política con la supuesta burguesía progresista china, representada en
el Kuomintang de Chiang Kai-shek. De esta manera se reproducía el viejo esquema reformista que
consideraba una quimera la lucha por la revolución socialista en los países atrasados, de manera que
el papel del proletariado y de sus organizaciones debería limitarse a prestar apoyo a la burguesía
nacional para garantizar el desarrollo de la "democracia capitalista" posponiendo la lucha por el
socialismo a un horizonte incierto. Estas tesis fueron refutadas por Lenin y Trotsky precisamente con el
triunfo de la revolución socialista en octubre de 1917, pero ahora volvían a ser desempolvadas por los
epígonos estalinistas.
Después de que el Partido Comunista Chino se disolviese en el Kuomintang, éste les pagó con la
represión y el exterminio. Lejos de sacar conclusiones, la IC profundizó en esta política y los partidos
comunistas de los países coloniales incorporaron a sus programas las alianzas con una supuesta
burguesía nacional progresista como estrategia para la "liberación nacional". Así, abandonando el
programa leninista de vincular la liberación nacional a la social se abrazaba la teoría etapista de
alcanzar primero la liberación nacional de la mano de la burguesía y aplazar la lucha por el socialismo.
La idea de la existencia de una clase capitalista progresista era tan equivocada en Indochina como
en China. Como ya hemos explicado, salvo una pequeña minoría, el grueso de los capitalistas eran los
sostenedores del orden colonial y aunque hubiesen preferido librarse de Francia, el miedo a las
reivindicaciones sociales de obreros y campesinos les echaban en brazos de la metrópoli. Sin
embargo ni Ho Chi Minh, ni el resto de la dirección se movería un ápice de las directrices marcadas
desde Moscú.
La línea de colaboración con la burguesía no era patrimonio de los partidos comunistas en los
países coloniales. También en Europa se desarrolló la estrategia del frente populismo, alianzas con
partidos burgueses en nombre de la lucha contra el fascismo. En la metrópoli el frente popular llega el
poder en 1936. La formación de este gobierno con participación del Partido Comunista francés
animaría la lucha de clases en las colonias. Sin embargo, la alianza con la burguesía va a ser una
mordaza. Al igual que en España, los socialistas y comunistas franceses aceptaron la existencia de las
colonias, claves para el mantenimiento del capitalismo francés. El ministro de las colonias francesas,
miembro del Partido Socialista lo señaló claramente: "el orden francés debe reinar en Indochina y en
todas partes". De hecho los sindicatos siguieron prohibidos en la colonia y dirigentes comunistas como
Nguyen Van Tao se pudrían en prisión .
Esta vergonzosa traición no fue contestada por el Partido Comunista Indochino. Supeditándose a
Stalin (en esos momentos aliado con el capitalismo francés e inglés) abandono las consignas "abajo el
imperialismo" o "confiscación de tierras".
La nefasta política de la IC bajo control de la burocracia estalinista y del PCI provocó el desarrollo
de una importante oposición que pronto se unió a Trotsky en su lucha internacional por recuperar las
genuinas ideas de Marx y Lenin. Esta oposición registró un importante crecimiento, especialmente
entre la clase obrera del sur, ganando al grupo comunista organizado en torno al periódico La Lutte (La
Lucha). Llegaron a ganar algunas elecciones locales y jugaron un papel crucial en la huelga general de
1938. El avance trotskista fue tan serio que Ho tuvo que llegar a acuerdos con ellos. Incluso en las
elecciones al Consejo Colonial Cochinchino (organismo con escasos poderes elegido con sufragio
restringido) tres candidatos trotskistas fueron elegidos con un 80% del voto, derrotando a los
candidatos del Partido Comunista Indochino y de la burguesía. Especialmente carismático y querido
será su dirigente Ta Thu Thau. La militancia trotskista llegará a varios miles, ganando a importantes
sectores del Partido Comunista. Este proceso será cortado con el estallido de la Segunda Guerra
Mundial que afectará decisivamente al futuro de Indochina.

La Segunda Guerra Mundial y la revolución de 1945

En 1940 el imperialismo japonés invade Indochina. Los comunistas, diezmados por la represión
francesa anterior, no tenían fuerzas para oponerse a la maquinaria militar japonesa. Las tropas y
funcionarios coloniales van a colaborar con Japón mientras en la Francia ocupada se instala el
gobierno fascista de Petain. La represión contra el Partido Comunista Indochino y los trotskistas será
implacable. Sus dirigentes irán directamente al campo de concentración de Poulo Cóndor.
Ho Chi Minh regresará a Vietnam en 1941 para reorganizar la lucha contra Japón y por la
independencia. En mayo, formará la Liga por la Independencia de Vietnam (Vietminh), una
organización frentepopulista, dirigida por un núcleo duro de unos 3.000 comunistas, que pretende
agrupar a obreros, campesinos, capitalistas y terratenientes contra el dominio colonial.
Todo cambia en 1945. Los aliados ocupan Francia y De Gaulle, en alianza con el Partido
Comunista Francés, toma el poder. La posibilidad de acabar con el capitalismo en Francia se vuelve a
aplazar a consecuencia de la política frentepopulista del PCF, dictada en este caso tras los acuerdos
de Stalin con EEUU y Gran Bretaña sellados en Yalta. Las autoridades coloniales francesas por su
parte, establecen conversaciones secretas con el Vietminh para buscar un acuerdo que garantice la
preponderancia francesa en la región, pero Japón reacciona virulentamente y el 9 de marzo de 1945
toma el control directo de la colonia tras encarcelar a las autoridades y colonos franceses.
Ante este escenario, el Vietminh se integrará en el bloque de los aliados, al lado de Estados
Unidos, la URSS, China y Francia, y se desarrolla rápidamente, especialmente al norte, en Tonkin.
Para estimular este proceso, Francia anuncia el 24 de marzo un nuevo estatuto para Indochina cuando
sea liberada: cada uno de los países (Vietnam, Laos, Camboya) será autónomo y Francia ejercerá de
árbitro. De Gaulle, miope ante el movimiento de liberación nacional que se desarrollaba, esperaba ser
acogido como liberador cuando Japón fuese derrotado. Pero estas reformas llegan tarde y son
insuficientes. Incluso Bao-Dai el emperador títere del protectorado de Annam, reflejando la presión
popular, reclama la independencia al igual que el rey de Camboya, Sihanouk. En estos meses se va a
producir un hecho terrible. El delta del río Mekong, en el sur, constituía la reserva de arroz de Vietnam.
La utilización de todas las vías de transporte por parte del ejército japonés cerró la llegada de arroz al
norte. De los diez millones de habitantes murió un millón durante la hambruna de 1945.
El Vietminh salió enormemente fortalecido de la lucha contra la hambruna: orientando a los
campesinos contra el pago de impuestos (en 1943 suponían el equivalente a cuatro veces más de
trabajo que 1935) y el asalto de almacenes, se ganaron su confianza. Así, se dotaron de una amplia
base de masas. Desde entonces el Vietminh siempre iba a ser más fuerte en el norte.
La utilización de las armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki aceleró la rendición de Japón. En
Indochina se produce un vacío de poder. Los únicos con capacidad para llenarlo son los comunistas.
Como ocurrió en tantas ocasiones, la guerra trajo de la mano la revolución. Las unidades del
Vietminh avanzaron hacia Hanoi y pronto, el 19 de agosto, 200.000 personas encabezadas por Ho Chi
Minh toman el palacio, el ayuntamiento, los barracones de la policía..., toman el poder.
El proceso no se dio sólo en el Norte. En el Sur, especialmente en Saigón, se extienden los
comités del pueblo (organismos similares a los sóviets), los campesinos toman las tierras y los obreros
las fábricas. La posibilidad de avanzar hacia un genuino régimen de democracia obrera está abierta,
sólo hace falta unificar los comités en un poder obrero único. En Hanoi, el 2 de septiembre, ante medio
millón de personas, Ho Chi Minh proclama la independencia. Nace la República Democrática de
Vietnam (RDVN).

La revolución derrotada. El lastre del estalinismo

Desgraciadamente, el Partido Comunista Indochino y Moscú tenían otros planes. Siguiendo sus
tesis etapistas, la dirección comunista ingresa en una coalición de partidos, el Frente Nacional Unido,
junto a partidos nacionalistas burgueses. El gobierno de la recién nacida república democrática de
Vietnam cuenta con participación del partido derechista Quoc Dan Dang y el emperador Bao-Dai es
nombrado ¡asesor político supremo!
Rápidamente la acción del gobierno se orientará a calmar la situación en el Sur. Nguyen Van Tao,
dirigente del PCI lo dice alto y claro. "Aquellos que inciten a los campesinos a tomar el control serán
severamente castigados... nuestro gobierno, repito, es un gobierno democrático y de clase media, a
pesar de que haya comunistas ahora en el poder".
En Saigón el movimiento desconfía, en agosto se celebran manifestaciones de masas. Los
trabajadores y campesinos del sur no se fían de que haya que permanecer de brazos cruzados
esperando que el Vietminh negocie la independencia con los franceses. Los trotskistas participan con
pancartas que rezan: "armas para el pueblo", "formación de comités populares", "fábricas bajo control
obrero", "tierra para los campesinos". Ngo Van Xuyet, dirigente trotskista, describe la situación: "de
este primer despertar de las masas, que habían estado siempre ‘atadas y amordazadas’, emanaba
una tensión eléctrica en medio de una calma inusual, la calma que precede a la tormenta. (...) Pero
Roosevelt, Churchill y Stalin habían decidido nuestro destino en Yalta y Postdam. No iban a lanzar
nuestros cuerpos y nuestras almas a un futuro en el que no había mañana. Ante la inminente llegada
de las tropas británicas, y ante la amenaza del retorno del viejo régimen colonial (el general Cedile,
enviado especial de la ‘nueva Francia’ ya estaba en el palacio de Saigón de gobernador general),
todos decidimos buscar y conseguir armas; todos vivíamos en la misma atmósfera eléctrica" (Jonathan
Neale, La otra historia de la guerra de Vietnam, pág. 37)*.
Efectivamente la clase obrera creó milicias para defender la revolución. En Saigón se formó la
guardia obrera dirigida por los trotskistas. La respuesta del PCI fue clara y amenazante: "aquellos que
inciten al pueblo a tomar las armas serán considerados provocadores y saboteadores, enemigos de la
independencia nacional (...) nuestras libertades democráticas están garantizadas por nuestros aliados
democráticos". Pero ¿quiénes eran estos supuestos aliados democráticos? La ceguera política de la
dirección del Vietminh se convierte en un obstáculo decisivo para el avance de la revolución. Pensar
que Estados Unidos o Gran Bretaña iban a ayudarles en su lucha contra Francia era tanto como no
entender nada.
Evidentemente, en 1945 Francia era más importante que Vietnam para Estados Unidos. De Gaulle
planteó al embajador americano: "¿A dónde queréis llegar? ¿Queréis que nos convirtamos, por
ejemplo, en uno de los Estados federados bajo la égida rusa? Los rusos están avanzando deprisa,
como bien sabéis. Cuando caiga Alemania, estarán sobre nosotros. Si la gente de aquí se da cuenta
de que estáis en contra de nosotros en Indochina, la decepción será mayúscula, y nadie sabe qué
consecuencias puede tener" (Ibíd., pág. 135).
Para poner la guinda al pastel, Stalin estaba de acuerdo en que Indochina siguiera siendo
francesa. Meses antes, el mundo ya había sido dividido entre la burocracia soviética y el imperialismo.
Como Francia no tenía tropas ni recursos, se habían puesto de acuerdo en que tropas inglesas
tomarían el sur a los japoneses y China jugaría el mismo papel en el norte de Vietnam.
La dirección del PCI, bajo la presión de Moscú, aceptó estos planes. Así pues, cuando el 12 de
septiembre comenzaron a llegar las tropas británicas (en su mayoría gurkas nepalíes) bajo el mando
del general Gracey, el Vietminh organizó la recepción cediendo sus locales al ejército imperialista
británico con la consigna "bienvenidos los aliados". Por cierto, un ejército enviado, no por el
conservador Churchill, sino por el nuevo gobierno laborista.
En esta atmósfera de confraternización con las tropas imperialistas, los comités del pueblo
aumentan sus recelos y denuncian esta colaboración. El 14 de septiembre, el jefe de la policía del
Vietminh, simpatizante del Partido Comunista de Indochina reprime la reunión donde se celebraba la
asamblea de comités y detiene a sus dirigentes. ¡La política de colaboración con la burguesía nacional
había dado paso a la colaboración con la burguesía imperialista!
Pese a todo, Saigón se levanta contra los ocupantes. El día 22 las tropas británicas habían
ocupado los edificios principales, entre ellos la cárcel, donde liberan a los franceses y declaran la ley
marcial. Inmediatamente detienen al gobierno vietnamita y arrestan a sus líderes. Cínicamente el
general Gracey señala: "a mi llegada, el Vietminh me dio la bienvenida, rápidamente le di una patada".
Muchos comunistas, descontentos con su dirección, se unen a los trotskistas y controlan los suburbios
obreros durante varios días. Los británicos tienen que recurrir a los soldados japoneses prisioneros
para sofocar la sublevación. El ambiente es tremendo: muchos soldados rasos japoneses se niegan a
intervenir y se pasan a los sublevados. Las tropas británicas, mayoritariamente indios y nepalíes
podrían haber sido contagiadas. Sin embargo, la dirección Vietminh negocia un alto el fuego en
octubre. En un nuevo ejemplo de ceguera política, dan orden de no atacar a británicos y japoneses,
sólo a los franceses. Finalmente la insurrección es aplastada, y también el sueño de independencia
que apenas había durado un mes. La represión es brutal, oficialmente 2.700 muertos vietnamitas, en la
realidad muchos más.
El Vietminh se retira hacia sus posiciones fuertes en el norte. También los trotskistas de La Lutte
se preparan para continuar la acción militar contra los franceses. Una nueva página negra del
estalinismo se va a escribir. La experiencia de Saigón convence a los líderes del PCI, hostigados por la
burocracia de Moscú, de la necesidad de eliminar a la oposición trotskista. Ho Chi Minh crea las
llamadas "brigadas honorables", cuya labor será asesinar a los dirigentes trotskistas, muchos de ellos
recién liberados del campo de concentración japonés de Poulo Cóndor. Entre los asesinados se
encuentran Tran Van Thach y Ta Thu Thau. Éste se hallaba en el norte. Fue juzgado tres veces por los
comités del pueblo. Su popularidad era tan grande que en las tres ocasiones fue liberado. El jefe del
Vietminh en el sur, Tran Van Giau, da finalmente orden de asesinarle. La vileza de éstos crímenes
continuó hasta años después. En 1946, Ho Chi Minh, ante las preguntas de Daniel Guerin en París,
responderá cínicamente: "Thau fue un gran patriota y debemos llorarle... todos los que no sigan la
línea que he trazado serán descartados"*.

De la derrota de la revolución a la guerrilla

Una vez que las tropas francesas restablecieron el orden colonial sobre Cochinchina, el sur de
Laos, y el sur de Annam, el Vietminh se lanzó a la lucha guerrillera. En el norte, las tropas chinas
mantenían una convivencia forzada con el Vietminh, a la espera de poder sustituir a Ho Chi Minh por
dirigentes burgueses prochinos. En este período un nuevo giro nacionalista y hacia la derecha se
produce en la dirección estalinista. El 11 de noviembre de 1945 en el órgano de expresión del
Vietminh, el diario La República de Hanoi, se podía leer: "Queriendo demostrar que los comunistas, en
su condición de militantes de vanguardia de la raza, son siempre capaces de sufrir los mayores
sacrificios por la liberación nacional, y están dispuestos a poner los intereses de la patria por encima
de los de su clase y a sacrificar los intereses de su partido para servir a los de su raza; (...) a fin de
eliminar cualquier malentendido en el interior y en el exterior que pueda poner trabas a la liberación de
nuestro país; el comité ejecutivo central del Partido Comunista Indochino, reunido en sesión el 11 de
noviembre de 1945 ha decidido la voluntaria disolución del Partido Comunista Indochino" (Jean
Lacouture, Los comunistas en el mundo asiático. En Historia General del Socialismo; de 1945 a
nuestros días, Tomo 1, pág. 201).
Mientras, Francia animada por sus éxitos militares trataba de hacer algunas maniobras tramposas
que consolidasen su dominio. En enero de 1946, concede la autonomía a la Camboya del rey
Shihanouk y da un nuevo estatuto político a Cochinchina, la zona económica decisiva por su caucho,
arroz y comercio. También, con el objetivo de volver al norte, controlado por los chinos y el Vietminh,
Francia alcanza en febrero un acuerdo con la China de Chiang Kai-shek para sustituir sus tropas por
soldados franceses. Increíblemente Ho Chi Minh acepta todas estas maniobras de los imperialistas
galos. Harto de los abusos chinos en el norte considera que lo mejor es negociar con los franceses
para librarse de ellos. El 6 de marzo de 1946 se llega al acuerdo con el general Leclerc. A cambio de la
entrada de tropas francesas en el norte se reconocía la República de Vietnam como "estado libre" que
formaba parte de la Federación Indochina y por supuesto de la Unión Francesa.
Sobre el destino para el nuevo estatuto de Cochinchina, Francia se comprometía a hacer un
referéndum sobre su futura unidad o no con el "Estado libre". En realidad era un triunfo diplomático
francés, alejaba a los chinos del norte y aunque, no proclamada solemnemente, su autoridad se
aceptaba en toda Indochina.
¿Como era posible que Ho Chi Minh y el Vietminh aceptasen semejante claudicación? La
respuesta sólo podía venir de fuera de Vietnam. Efectivamente, Moscú había dado el visto bueno a las
negociaciones. Fiel a sus compromisos para el reparto del mundo los partidos comunistas bajo su
influencia no debían suponer ningún obstáculo en los acuerdos geoestratégicos de la burocracia
estalinista. Para empezar en la propia Europa occidental. En Francia había un gobierno de
concentración nacional apoyado por el PCF con ministros comunistas. Ministros que en aras de la
estabilidad capitalista aceptaban el colonialismo y daban el plácet a los acuerdos que mantenían a
Francia como potencia imperialista. Un informe del Partido Comunista Francés aconsejaba a los
comunistas vietnamitas que se asegurasen que su lucha "cumplía con los requisitos de la política
soviética" advirtiendo que aventuras prematuras "podrían no estar en la línea de las perspectivas
soviéticas". El viceprimer ministro francés y dirigente del PCF, Thorez, resaltó: "El PCF, en ninguna
circunstancia deseaba que se le considerase el liquidador final de la posición francesa en Indochina y
deseaba ardientemente ver la bandera francesa en todos los rincones de la Unión Francesa" (Jim
Hesman, Vietnam 1945, la revolución descarrilada). Lo mismo ocurrió en Italia cuando el PCI,
siguiendo directrices de Moscú, renunció a tomar el poder.
Sin embargo, a pesar de la tremenda degeneración política de sus direcciones estalinistas, estos
partidos representaban a la clase obrera y este tipo de componendas contra natura estaban llamadas
a romperse. En primer lugar en Vietnam, donde los acuerdos de marzo de 1946 fueron duramente
contestados. Ho Chi Minh fue acusado incluso por los nacionalistas de derechas de "vender la patria a
sus camaradas comunistas franceses". En una reunión de masas en Hanoi, Ho Chi Minh tuvo que
declarar: "juro que no os hemos vendido a los franceses". A pesar de los esfuerzos de Ho, que en
septiembre ratificó y desarrolló el acuerdo de marzo, este no tardó en saltar por los aires.
En 1945 y 1946 los parlamentarios del PCF votaron a favor de los presupuestos con una partida
especial para las tropas en Vietnam. Además de la oposición interna en el Vietminh, un sector
importante entre los franceses de Indochina veía con desconfianza los acuerdos. La burguesía colonial
y local era consciente de que por muy moderados que fuesen los dirigentes del Vietminh podían ser
desbordados por sus seguidores. Además, parecía evidente que de celebrarse un referéndum en
Cochinchina, sería ganado mayoritariamente por los partidarios de unir todo Vietnam. Entre tensiones
continuas, los franceses violaron el acuerdo después de no lograr dividir al gobierno Vietminh. En
noviembre de 1946 las tropas francesas bombardearon el puerto de Haiphong asesinando a 6.000
personas según cifras oficiales. Mientras Ho Chi Minh solicita patéticamente la ayuda de las potencias
aliadas y del Papa, el PCF en Francia felicita al ejército francés por los bombardeos. Tres semanas
después, el 19 de diciembre, el Vietminh contraatacará en Hanoi intentando expulsar a las tropas
francesas.

Siete años de guerra. Sentando las bases para la derrota francesa

El imperialismo francés expulsará al gobierno vietminh de Hanoi. Quedan por delante siete años
de guerra de guerrillas. El Vietminh, reducido en un primer momento a un gobierno fantasma, vagando
por las regiones altas y medias del país, va a ir ensanchando sus apoyos con cada vez más
guerrilleros bajo su control y a partir de 1950 contando con importantes unidades de combate. En
enero de ese año el ejército popular chino de Mao, tras derrotar a Chiang Kai-shek, alcanzaba la
frontera con Vietnam. La guerra contra los franceses iba a cambiar de rumbo.
Hacia 1947 el ejército francés integrado por 75.000 hombres controlaba las grandes ciudades de
Annam y Tonkin. Mientras trataba de machacar a los guerrilleros, Francia buscaba un interlocutor con
el que montar un gobierne títere vietnamita que combatiese a los comunistas. Socialistas y comunistas
franceses recelaban de las implicaciones de esa vía y preferían volver a negociar con Ho Chi Minh.
Finalmente la burguesía francesa impuso la línea dura, rechazando todos los llamados de Ho Chi Minh
a negociar y consiguió en el viejo emperador de Annam, Bao-Dai, el títere que buscaba, ¡Sí, el mismo
individuo que Ho había nombrado como su asesor político en 1945!
Cercados por la lógica imperialista, Ho y el Vietminh van a sacar conclusiones de la nueva
situación. Se trata de resistir, continuar la guerra para desgastar al gobierno francés en el interior de la
metrópoli. Tras varios meses de negociaciones entre Bao-Dai y Francia, aquel accedió finalmente a la
farsa propuesta. En junio de 1948 se firmó un primer acuerdo que se cerró definitivamente en abril de
1949. Se reconocía la unidad de Cochinchina, Annam y Tonkin en un solo Vietnam. Se creaba la
República de Vietnam, gobernada por el emperador Bao-Dai (sin duda una curiosa república, a cuyo
frente se situó el monarca), como un Estado títere del imperialismo francés cuyo único objetivo era
tratar de dotar de una base autóctona a la lucha contra el comunismo, la verdadera preocupación del
imperialismo francés y norteamericano. Cuando se crea este falso Vietnam independiente la gran
preocupación para las potencias occidentales se llama Mao. Shangai había caído en abril y Chiang
Kai-shek se ha refugiado en Taiwán. El objetivo es evitar que el avance comunista se propague en
Vietnam y que el Vietminh pueda recibir apoyo chino.
La nueva República de Vietnam, al igual que los Estados asociados de Camboya y Laos se
enmarcaban dentro de la Unión francesa bajo el concepto de soberanía limitada. Todos los intentos de
Bao-Dai y el ejército francés, apoyados desde junio de 1950 por Estados Unidos, de estabilizar la
situación política en el país se estrellaron contra la voluntad de resistencia del pueblo vietnamita.
El gobierno de la República Democrática de Vietnam controlado por el Vietminh, fue consolidando
los territorios bajo su control. Las circunstancias habían empujado a Ho hacia la izquierda. Los hechos,
siempre tercos, habían demostrado lo absurdo de tener como aliados a los terratenientes y la
burguesía "patriótica". Esta no había dudado en pasarse a Francia ante el miedo al comunismo. La
base de masas del Vietminh y del recién formado Lao Dang (Partido del Trabajo Vietnamita), a
diferencia de épocas anteriores cuando eran mayoritarias las capas medias y los intelectuales, está
cada vez más formada por campesinos sin tierra y trabajadores. El Vietminh aplicará la reforma agraria
en las zonas que controla. Así, posiblemente sin ser plenamente consciente de ello, estaban sentando
bases firmes para derrotar al imperialismo occidental. El partido organizaba a los campesinos sin tierra
para llevar a los terratenientes ante reuniones del pueblo, humillarles y hacerles pedir perdón y por
supuesto confiscarles las tierras. El poder del viejo orden en las zonas rurales se había roto
definitivamente en el norte. Se había solidificado de forma definitiva la alianza entre los oprimidos, el
Vietminh y Ho Chi Minh.
A principios de los 50, el gobierno de la RDVN controlaba la Alta Región de Tonkin, el Than Hoa al
norte, amplias zonas en el centro del país e incluso zonas de la Cochinchina en el extremo sur.
Además, el 16 de enero de 1950 recibió el reconocimiento de la China comunista y el 30 el de la URSS
y los países de Europa del Este. A estas alturas el PCF también muestra su apoyo. De Gaulle, tras
utilizar a los comunistas para estabilizar la nueva Francia capitalista que surgió tras la Segunda Guerra
Mundial, les agradeció sus servicios con una patada en el culo, expulsándoles del gobierno.
Desde 1950, el Vietminh, que hasta entonces había estado a la defensiva, va a pasar a la ofensiva
contra el ejército colonial. En las zonas que controla va a conseguir, en siete años, la erradicación casi
plena del analfabetismo; consigue que el 50% de las tierras cultivadas produzcan en régimen de
cooperativas y se inicia un cierto proceso de industrialización. Una parte de las armas ligeras utilizadas
por los guerrilleros serán producidas en sus fábricas.
A principios de 1954, el mítico general comunista Giap cuenta con 6 divisiones y 40 batallones
dotados de eficaz y moderno armamento. Además, el Vietminh desarrolla una importante política hacia
el exterior que le dota de la simpatía de buena parte del movimiento obrero mundial.

Dien-Bien-Phu, ganando la guerra...

El poder colonial francés cada vez lo tenía peor. Contaba con 120.000 soldados europeos y
africanos y con unas pocas decenas de miles de soldados vietnamitas. Trataba de formar un ejército
con estos últimos, pero era incapaz de resolver una pequeña contradicción. ¿Qué vietnamita iba a
querer morir por los intereses franceses? El germen de un nacionalismo anticomunista, pero cada vez
más antifrancés se incubaba en la propia administración de Bao-Dai. Estos sectores pronto van a mirar
hacia EEUU, que a estas alturas está sufragando el 80% del esfuerzo bélico francés.
En cualquier caso, el otro quebradero de cabeza del colonialismo estaba en el interior de la
metrópoli. La opinión pública francesa cada vez encontraba menos sentido a esta guerra. Cuando la
propia Federación Indochina, símbolo del viejo imperio, había sido formalmente desmantelada en
octubre de 1950, nadie entendía ya para qué ir a combatir a 10.000 kilómetros a defender un régimen
impopular. El gobierno Bao-Dai era percibido como lo que era, un gobierno corrupto, que ni siquiera
había convocado unas elecciones, y donde cualquier mínima reivindicación democrática era
duramente reprimida. Los propios nacionalistas vietnamitas de derechas querían acabar con Bao-Dai,
convencidos de que su gobierno era ineficaz y un obstáculo para derrotar al Vietminh.
El gobierno francés, sabedor de esta coyuntura y temeroso de que el triunfo de estos sectores
llevase aparejado la pérdida de su dominio en beneficio de EEUU, comenzó a pensar en negociar una
paz honrosa y quitarse de encima la patata caliente. Estos planes se aceleran desde que en 1952 su
ejército va de retroceso en retroceso frente al empuje guerrillero.
De hecho ya se había visto obligado a conceder la independencia a Camboya a finales de 1953.
Sin embargo, como siempre ocurre en la tradición militar de las potencias imperialistas, la clase
dominante francesa pensó que una paz digna debía venir de una posición fuerte en el tablero militar.
En éste, las cosas iban mal y fueron peor. Incluso en Laos había progresado el Vietminh. En algunas
zonas se había implantado un régimen similar al suyo, el Pathet Lao.
Francia no quería negociar directamente con Ho Chi Min. Quería el marco de una conferencia
internacional donde Moscú pudiera moderar a éste. Confiaba en que a cambio de concesiones
económicas, China y la URSS convencieran a Ho para llegar a un acuerdo con Bao-Dai.
A la vez que renunciaba a un encuentro bilateral, el ejército francés organizó una operación militar
con el objetivo de cerrar Laos a las tropas Vietminh. Esperaban dar una lección a las tropas del
entonces ministro de Defensa de la RDVN, el general Giap. Los franceses atrincheraron 18.000
hombres en el campamento montañoso de Dien-Bien-Phu. El plan era sencillo; atraer al enemigo,
derrotarlo y cortar definitivamente su expansión a Laos. Pero el gato se convirtió en ratón. Giap movió
astutamente 33 batallones de infantería, 6 regimientos de artillería y uno de ingenieros. Sin darse
cuenta los franceses estaban rodeados por 50.000 guerrilleros, además de otros 20.000 repartidos a lo
largo de las líneas de comunicación. El 13 de marzo de 1954 comenzó el asalto. Los franceses
aguantaron durante dos meses, pero el 7 de mayo se consumaba el desastre; rendición incondicional.
Un testigo presencial de la batalla lo describió así: "Salían correctamente formados, hombres con la
mejor disciplina de Saint-Cyr. Incluso sus botas relucían al brillo del Sol, como indican las ordenanzas.
No se alteraban sus formaciones con la marcha. Las armas automáticas respondían al catálogo de
última hora en el mercado. Parecía un ejército al que había de pasar revista un general recién llegado.
Después, se hicieron cargo de la plaza los vencedores: eran hombres desarrapados. Casi desnudos.
Sucios, por supuesto. La suciedad era su único signo de uniformidad. Hombres famélicos, con armas
inconcebibles. Nadie podía imaginar que estos, y no los perfectamente disciplinados hombres de
Francia, eran los vencedores" (Pablo J. de Irazazábal, USA: El síndrome de Vietnam, pág. 10).
La historia cambiaba definitivamente. Un ejército de campesinos en alpargatas derrotaba a una de
las primeras potencias occidentales, representada por algunas de las brigadas más laureadas durante
la segunda guerra mundial. El sacrificio heroico del pueblo vietnamita y su tenacidad en la lucha se
convirtió en una fuerza imparable. 20 años después se repetirían las mismas escenas.

... Ginebra. Perdiendo la paz

Las negociaciones para la paz habían comenzado en Ginebra en abril de 1954. Además de
Francia y los tres Estados indochinos (Laos, Camboya y Vietnam, éste con delegaciones de Bao-Dai y
el Vietminh) participaron EEUU, la URSS, China y Gran Bretaña. Las noticias que llegaron de Dien-
Bien-Phu aceleraron todo el proceso. El resultado de esta batalla reforzaba seriamente la posición del
Vietminh en la mesa negociadora. El único punto de apoyo que le quedaba a Francia y Bao-Dai era
agitar con el espectro de una intervención militar norteamericana. Los acontecimientos previos a Dien-
Bien-Phu habían desatado la fiebre intervencionista en Washington. El almirante Radford, jefe de la
Junta de Jefes del Estado Mayor, propuso el envío de aviones para tirar bombas atómicas contra el
Vietminh. Ante la requisición de que esto podría provocar la respuesta china, el mismo almirante
contestó que se haría lo mismo sobre Pekín. Fue en esas fechas cuando el secretario de Estado, John
Foster Dulles, creó la llamada teoría del dominó, que el presidente Eisenhower hizo suya el 7 de abril:
"Si cae Indochina, caerán Birmania, Tailandia, Malasia e Indonesia; la India será sitiada por el
comunismo y amenazadas Australia, Japón, Nueva Zelanda, Filipinas y Formosa (Taiwán)". Nixon, su
vicepresidente, le ratificó: "si los franceses se retiran de Indochina, EEUU se verá obligado a enviar
tropas" (Íbid., pág. 8).
China y la URSS no querían más problemas con el imperialismo norteamericano. La antileninista
teoría de la "coexistencia pacífica" empezaba a perfilarse. Era la enésima teorización para justificar el
abandono de la extensión de la revolución socialista y se podría resumir como "tú no te metas en mi
casa y yo no me meteré en la tuya". EEUU, la URSS y China acababan de llegar a un acuerdo para la
partición de Corea tras tres años de guerra y no querían que el asunto vietnamita lo entorpeciera. Así
pues, presionaron al Vietminh para que llegase a un acuerdo con Francia.
Como ocurrió en 1945, la política de los dirigentes estalinistas chinos y soviéticos estaba
induciendo al Vietminh a perder una oportunidad histórica. Tras Dien-Bien-Phu era el momento de
pasar a la ofensiva y alcanzar la independencia a través de la liquidación del capitalismo en todo
Vietnam estableciendo el poder de los obreros y campesinos. Francia estaba en crisis, el desastre
militar había provocado la caída del gobierno Laniel y elecciones anticipadas. En la colonia la
desmoralización aumentaba. El Vietminh contaba con 60.000 activistas en el Sur. En realidad, ya nadie
ponía en duda que Vietnam sería independiente, el debate era si sería o no comunista. El propio
Eisenhower reconocería más tarde "jamás he hablado ni me he carteado con nadie con un mínimo de
conocimiento de los temas indochinos que no creyera que si las elecciones se hubieran celebrado
durante los combates, posiblemente el 80% de la población hubiera votado a Ho Chi Minh" (Jonathan
Neale, Op. Cit., pág. 43).
Finalmente, el 21 de julio se acordó el cese de las hostilidades en todos los frentes: las fuerzas de
la RDVN evacuarían Laos y Camboya y en Vietnam las tropas de la RDVN y de la Unión Francesa se
reagruparían a ambos lados del paralelo 17. En el plano político se proclamaba por primera vez a
escala internacional la unidad e independencia de Vietnam. El paralelo 17 no se constituía
formalmente como frontera, aunque el mando de la zona norte quedaba en manos de la RDVN y el de
la zona sur en manos de la Unión Francesa. Ambas zonas harían consultas a partir de 1955 para que
antes de julio de 1956 hubiese elecciones generales de las que saliera un gobierno para todo Vietnam.
EEUU no se adhirió a estos acuerdos si bien señaló cínicamente que no los entorpecería.
Posteriormente se supo que el 29 de septiembre, Francia y EEUU firmaron en Washington un
acuerdo secreto por el que se comprometían a apoyar un gobierno fuerte anticomunista en el Sur. En
la práctica dos cosas quedaban claras pese a lo firmado: una era la definitiva salida de Francia de
Vietnam; la otra, la división fraudulenta de Vietnam en dos países distintos para mantener la influencia
imperialista. Una estrategia que los imperialistas franceses y británicos habían adoptado
recurrentemente en Asia Central, China, Oriente Medio y África ante el avance de la lucha de
liberación nacional en sus colonias.
En octubre de 1954, tras siete años de lucha en la selva, el gobierno de Ho Chi Minh volvía a
instalarse en Hanoi. La dirección estalinista del Vietminh, a pesar de los errores ya analizados, había
ganado la guerra, pero sin embargo había perdido la paz. Después de nueve años de guerra y un
millón de muertos se volvía casi al punto de partida de 1945. El imperialismo seguía presente, el
sufrimiento del pueblo vietnamita no había terminado. Es cierto que los franceses habían sido
expulsados, pero como había señalado el presidente Nixon, era la hora de los norteamericanos.

segunda parte

EEUU humillado. Una derrota para la historia

La política imperialista dividió el cuerpo vivo de Vietnam. Estaban naciendo dos países
irreconciliables, al sur del paralelo 17 una dictadura capitalista baluarte de los intereses imperialistas
en la zona. Al norte, un régimen que había roto con el capitalismo, con una economía planificada, que
a pesar de haberse creado a imagen y semejanza de los regímenes burocráticos imperantes en la
URSS y China, se había ganado el derecho de ser un referente para los trabajadores y campesinos del
sur y del conjunto de la zona. Esta contradicción entre los dos sistemas, difícilmente soluble, tardaría
veinte años en ser definitivamente resuelta.

El nuevo gobierno Diem

Tras los acuerdos de Ginebra, conforme a lo previsto, el ejército Vietminh se retiró de Camboya y
en Vietnam y Laos cada parte se reagrupó en las zonas asignadas.
En el Sur, Bao-Dai era un títere quemado. La inutilidad y corrupción de su gobierno le había
enfrentado con su propia base social. El influjo francés también estaba finiquitado. Un sector de la
burguesía y terratenientes consideraban Ginebra una claudicación ante los comunistas y confiaban
sólo en los EEUU para volver a poner las cosas en su sitio. Por otra parte los imperialistas de EEUU
buscaban un hombre de su entera confianza para manejar el país, y lo encontraron en la figura del
primer ministro Diem. En octubre Washington decidió concederle ayuda directa, pasando por encima
de Francia.
El ejército survietnamita, amenazado con el corte de créditos si no apoyaba a Diem, decidió
abandonar a Bao-Dai y la línea profrancesa. Finalmente la propia Francia enfrentada a la insurrección
argelina decidió retirar las tropas que le quedaban en el Sur. De esta manera, los norteamericanos se
hacían con el control total del Sur. Francia y Bao-Dai no eran eficaces en la lucha anticomunista. La
lucha la debían protagonizar ellos y el Sudeste Asiático les pertenecía: en septiembre de 1954 los
norteamericanos impulsan la creación de la Organización del Tratado del Sudeste Asiático, un
equivalente regional de la OTAN, al que se adhirieron Australia, Nueva Zelanda, Tailandia, Filipinas y
Pakistán, cuyo objetivo era apuntalar la dominación capitalista amenazada por el avance de la
revolución.
El supuestamente nacionalista antifrancés Diem se convirtió rápidamente en un títere de la gran
superpotencia. Este hecho ponía en evidencia una vez más que no hay liberación nacional real sobre
bases capitalistas. La burguesía nacional de los países ex coloniales es una clase débil y dependiente,
totalmente subordinada al imperialismo. Plantear cualquier alianza política con ellos es una postura
antimarxista condenada de antemano al fracaso.
Apoyado por los americanos, Diem consolidó su poder. Se hizo una base social entre los
empresarios urbanos (mayoritariamente chinos) y, sobre todo, los 900.000 refugiados que procedentes
del Norte habían llegado al Sur tras los acuerdos de Ginebra. En su mayoría eran católicos como
Diem, gentes que habían colaborado con la administración colonial.
En octubre de 1955 Diem organizó un referéndum de dudosa limpieza para expulsar al emperador
Bao-Dai. El 26 de octubre se proclamaba la nueva república que inmediatamente fue reconocida por
Washington, París y Londres. Animado por esto convocó elecciones a una Asamblea Nacional que
ganó sin mucha oposición y con evidente manipulación. La primera decisión de dicha Asamblea fue
repudiar los acuerdos de Ginebra sobre elecciones libres que debían realizarse en julio de 1956 en las
dos zonas de Vietnam. Evidentemente sabían que esas elecciones las ganaría Ho Chi Minh.

Vietnam del Norte

En el Norte, la aceleración de la reforma agraria en 1955 fue un fracaso. Inspirada en el modelo


chino, se trató de incrementar la colectivización de la tierra, pero la falta de medios y recursos llevó a
abusos sobre muchos campesinos que se sublevaron en Nghe Thim, la provincia revolucionaria por
excelencia. Pudieron contarse millares de víctimas, muchas de las cuales habían participado 25 años
antes en los sóviets rurales. Ho Chi Minh cambió el rumbo, se dejó a un lado la colectivización
acelerada que, sin los medios adecuados, le enajenaba el apoyo de muchos campesinos y la
economía norvietnamita empezó a desarrollarse. Pero esta crisis en el Norte sirvió para animar al
régimen survietnamita que en este momento se permitía hablar de que iba a liberar el norte de la
dictadura comunista. Concentrado en sus problemas internos, el Vietminh sí cumplió con Ginebra. De
los 60.000 activistas políticos que tenían en el Sur, 45.000 fueron trasladados al Norte. De los 100.000
soldados, todos menos 10.000 regresaron, llevándose el armamento más moderno. Esos 10.000 se
escondieron en la selva. "Estas unidades vivían en la selva profunda, escondiéndose de la gente como
si fueran tigres. (...) No tenían ni bases ni campamentos (...) se trasladaban continuamente, evitando el
contacto con todo el mundo" (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 45).
Realmente los dirigentes del Norte nunca pensaron que se llegarían a celebrar elecciones tal
como establecía el acuerdo de Ginebra. Si lo hubieran creído no hubieran retirado a sus militares. Un
desertor dijo a sus interrogadores "tenían la certeza de que las elecciones nunca se celebrarían, pero
este tema nunca se discutía en los niveles más bajos para no diezmar la moral y para no contradecir
las afirmaciones públicas del Partido de que los Acuerdos de Ginebra habían supuesto una gran
victoria para el Partido" (Ibíd., pág. 45).
En el fondo, dejar las cosas como estaban entraba en la lógica de la coexistencia pacífica que ya
Jrushchov empezaba a teorizar.
Sin embargo una cosa eran los acuerdos y estrategias por arriba y otra muy distinta lo que
acontecía sobre el terreno. El gobierno del Sur era una dictadura policial y Diem tenía sus razones
para actuar brutalmente. La guerra estaba muy reciente, y dejar actuar a los comunistas en el Sur, con
un referente estabilizado en el Norte, era un riesgo que el imperialismo y sus cipayos no podían correr.
Si Diem no acababa con ellos hubiesen avanzado hasta hacer peligrar su régimen.

Represión capitalista y respuesta popular

Como en toda dictadura que se precie, en las elecciones de marzo de 1956 sólo se podían
presentar partidos anticomunistas. Aún así seis parlamentarios de izquierdas fueron elegidos. Uno se
titulaba representante de la oposición. Tomó posesión de su escaño pero rápidamente fue
encarcelado. Los americanos confiaban que con su ayuda económica, reorganizando un fuerte ejército
y una poderosa policía podrían estabilizar a Diem como a Syngman Rhee en Corea del Sur.
Sin embargo algo fallaba en la ecuación. Los campesinos y trabajadores survietnamitas odiaban al
nuevo régimen. No habían combatido siete años contra los franceses para que el viejo dominio de los
terratenientes volviese. Durante la guerra en las zonas del Sur controladas por el Vietminh si bien no
se había procedido a una reforma agraria integral, sí se habían suavizado los impuestos y de las
tierras comunales se habían alquilado muchas más hectáreas a los campesinos pobres que a los
terratenientes.
Con el gobierno de Diem se volvió a la vieja explotación. Es verdad que los asesores americanos
le recomendaron realizar una reforma agraria para aliviar la tensión social, una estrategia aplicada con
cierto éxito en Japón, Corea y Filipinas. Sin embargo en Vietnam del Sur los vietnamitas que apoyaban
al gobierno basaban su riqueza en la tierra. La burguesía industrial solía ser francesa o china y en todo
caso la de base vietnamita era al mismo tiempo terrateniente y no estaba dispuesta a perder sus
tierras. Hubo siete planes de reforma agraria y todos fueron una farsa. Los propios servicios de
información americanos lo reconocían: "Diem, en vez de redistribuir la tierra a los pobres ha revertido a
favor de los terratenientes. El 15% de la población posee un 75% del suelo". Además, el trigo en pocos
años perdió un 30% de su valor.
La represión anticomunista se hizo asfixiante. Todos aquellos que se movilizaron exigiendo las
elecciones previstas en Ginebra fueron encarcelados. Se calcula en unos 100.000 los detenidos y en
unos 12.000 los ejecutados. Por ejemplo en la provincia de Tay Ninh el 90% de las células comunistas
habían sido aniquiladas para finales de 1956.
Los comunistas de los pueblos del sur empezaron a presionar a sus dirigentes para reanudar la
lucha, pero la respuesta era siempre negativa. La línea estratégica general venía marcada por la
coexistencia pacífica. Pero Diem les ofrecía cárcel y muerte, no pacifismo. La paciencia se estaba
acabando, también la sumisión a la línea oficial de Hanoi.
Ho Chi Minh intentó repetidas veces que la situación no estallase, y en 1958 ofreció por dos veces
conversaciones a Saigón para normalizar relaciones entre los dos Estados.
Finalmente la situación se hizo insostenible en el Sur. Le Van Chan, cuadro comunista del Sur
describe muy bien cual era el panorama: "...a finales de 1959, cuando si no tenías una pistola no
podías mantener la cabeza sobre los hombros (...) los miembros del Partido no podían encontrar
resguardo y seguridad en ningún lugar. Casi todos fueron encarcelados o asesinados (...) los comités
de algunos pueblos, que habían tenido entre 400 y 500 miembros durante la resistencia antifrancesa y
100 o 200 en 1954, se quedaron con 10, e incluso esos 10 tuvieron que irse a la selva para sobrevivir.
Ante tal actividad del gobierno Diem, la demanda de actividad armada por parte de los miembros del
Partido crecía cada día (...) los miembros del Partido sentían que ya no era posible hablar de lucha
política mientras se enfrentaban a las balas del gobierno. Y sin embargo, a pesar de la amargura que
había en el partido y de la rabia hacia el Comité Central, el Comité Regional, el Comité de Zona y el
Comité Local, los miembros del Partido no fueron capaces de romper con la organización que los
estaba asesinando. (...) No obstante, algunos individuos (jóvenes que se acababan de alistar) se
enfadaron tanto que cogieron las armas que el Partido había escondido y salieron de la selva para
matar a los funcionarios que les estaban haciendo la vida imposible a ellos o a sus familias (...)
Algunos de esos individuos sentían tanta rabia que se dejaban capturar sólo para mostrarle al partido
su resentimiento" (Ibíd., pág. 50).
La presión hacia el partido en el Norte cada vez va a ser mayor. El asesinato de los agentes
gubernamentales de Diem fue aumentando mes a mes, como señala el mismo Van Chan: "El Comité
Central seguía defendiendo la lucha política. Si la hubieran mantenido ¿dónde hubieran encontrado los
cuadros para llevarla adelante?".

Al fin, el cambio de estrategia

Desde marzo de 1958 los antiguos guerrilleros que no se habían trasladado al Norte después de
Ginebra empezaron a reagruparse y organizar algunos núcleos de combate.
El III Congreso del Lao Dong (Partido del Trabajo) se reunió en Hanoi en septiembre de 1959. Le
Duan, uno de sus dirigentes, había estado de gira por el Sur. A su regreso solicitó al Congreso ayuda
para los guerrilleros de Cochinchina. El Congreso se clausuró con la decisión de hacer de la
"liberación del Sur" una tarea tan importante como la "construcción del socialismo en el Norte". Le
Duan, el abogado defensor de los guerrilleros del Sur, fue elegido Secretario General. Con seis años
de retraso, el cambio de estrategia estaba decidido.
Durante las celebraciones del año nuevo vietnamita en enero de 1960, los guerrilleros lanzaron
una ofensiva en toda regla para aniquilar a la policía secreta y a los jefes locales. En el delta del
Mekong, en la provincia de Ben Tre, se organizó un genuino levantamiento popular a modo de prueba.
El historiador Gabriel Koldo señala: "Masas prácticamente desarmadas tomaron en poco tiempo gran
parte de la provincia; la tierra fue distribuida durante la revuelta. La fórmula funcionó en todas partes, y
pronto dio al Partido una amplia presencia y poder a pesar de la capacidad del ARVN (el ejército de la
República de Diem) de recuperar rápidamente los edificios públicos. En pocos meses el poder cambió
de manos en Vietnam".
El ejemplo de Ben Tre se extendió como la pólvora. El campesino pobre volvía a tener un
referente en quien confiar. La fase definitiva de la guerra por la liberación nacional y social había
comenzado.
La preocupación aumentaba en Saigón y Washington. La efervescencia política crecía en el Sur.
Un sector de la burguesía pidió la liberalización y democratización del régimen: se daban cuenta de
que la represión radicalizaba la insurrección. El 11 de noviembre de 1960, una semana después de la
elección de Kennedy, estos sectores organizaron un golpe de estado fallido. Diem empezaba a ser una
pieza molesta y prescindible para el imperialismo norteamericano.
Además de la inestabilidad en Vietnam del Sur, en Laos se complicaba la situación. Desde
Ginebra gobernaba en el país una coalición de la derecha con el ejército del Vietminh en aquel país, el
Pathet Lao (Frente Patriótico). La derecha tomó el poder y quiso liquidar al Pathet. Estos reanudaron la
lucha armada. Un nuevo foco de preocupación para Washington. Tras golpes y contragolpes, la guerra
civil era un hecho en Laos.
El 20 de diciembre de 1960 en la selva de V. Minh, extremo sur de la zona sur, se creó el Frente
Nacional de Liberación de Vietnam del Sur (FNL). Su programa abogaba por sustituir a Diem por un
régimen democrático que llevase una política de independencia y no alineamiento y que tendiese a
reunificar la patria. Un programa moderado que no contemplaba el socialismo. Una semana después
Ho Chi Minh daba la orden de crear una vía a través de cordilleras y selvas para abastecer al Sur. El
Vietminh pasa a llamarse VietCong, ya que Cong tenía un significado ambiguo, se utilizaba para hablar
tanto de comunidad, en general, como de comunismo en particular.
A pesar de su programa moderado y etapista, que parecía un calco del de Ho en los años 40, la
realidad obligaba al FNL a aplicar una política revolucionaria en las zonas que controlaba. La fusión de
la lucha por la unidad nacional con la lucha anticapitalista se convertiría en una fuerza que nadie
podría detener.
Un analista del gobierno de EEUU, Douglas Pike, en su libro VietCong, señalaba lo siguiente: "En
los 2.561 pueblos de Vietnam del Sur, el Frente Nacional de Liberación creó una multitud de
organizaciones sociopolíticas de nivel nacional en un país donde las organizaciones de masas eran
casi inexistentes. Aparte del FNL, nunca había existido un partido político de masas en Vietnam del
Sur (...) Lo que más me llamó la atención del FNL fue su sentido integral: primero como revolución
social, y luego como guerra. El objetivo de este vasto esfuerzo de organización era reestructurar el
orden social de las aldeas e instruirlas para controlarse a sí mismas" (citado en Howard Zinn, La otra
historia de los EEUU, pág. 425).
En los tres primeros meses de 1961, Kennedy mandó hacer un examen del régimen de Diem. Lo
que el informe señalaba era muy significativo: en 1960 los comunistas habían destruido 284 puentes,
4.000 oficiales survietnamitas habían muerto en combate, los terroristas (curiosa coincidencia con el
lenguaje de nuestros días cuando se habla de la resistencia iraquí) atacaban Saigón con impunidad,
era imposible reclutar nuevos soldados; los funcionarios de Diem habían encarcelado en un solo
pueblo a 1.500 personas, de las cuales 1.200 no presentaban evidencia de delito alguno. Las fuerzas
del Vietcong en Vietnam del Sur se habían duplicado y alcanzaban ya los 9.000 hombres de plena
dedicación guerrillera. El control comunista sobre el delta del Mekong era absoluto.

Kennedy, la implicación militar norteamericana

Con Kennedy recién elegido presidente de los EEUU (20 de enero de 1961), en la primavera el
Vietcong lanzó una nueva ofensiva. Kennedy temía implicarse más en Vietnam sin haber estabilizado
antes Laos. Sin embargo, su estrepitoso fracaso en la invasión de Cuba, con la derrota a manos del
pueblo cubano en Bahía Cochinos, le convenció: ya no se podía retroceder en ninguna parte del
mundo.
Kennedy envió a Vietnam a su vicepresidente Lyndon B. Johnson para cerciorarse de la situación.
El informe que éste redactó a su vuelta era claro: enviar más ayuda militar, dar un lavado de cara al
régimen de Diem, cada día más impopular, y realizar una reforma agraria que minara el apoyo
campesino al Vietcong.
En junio Kennedy y Jrushchov llegaron a un acuerdo sobre Laos por el que se constituyó un nuevo
gobierno de Unidad Nacional.
Pero la situación en Vietnam tenía su propia dinámica. Los consejos americanos sentaron mal a
Diem y el periódico gubernamental Dan Viet se despachaba sin miramientos: "La democracia de los
EEUU nos arrojará en manos del comunismo. No puedo delegar funciones por la sencilla razón de que
no confío en nadie". Diem empezaba a sentar las bases de su fin.
En cualquier caso Kennedy empezó a enviar cada vez más militares. Ya en mayo de 1961 mandó
400 miembros de las fuerzas especiales, violando claramente los acuerdos de Ginebra. En enero de
1962 ya eran 2.646 militares y 11.300 a finales de ese mismo año. Sorprendentemente, hoy algunos
repiten el mito de que Kennedy estaba tratando de salir de Vietnam y por eso lo asesinaron. Ningún
dato objetivo corrobora dicha tesis, más bien al contrario. Con él se inició la presencia militar masiva
estadounidense, si bien siempre engañó a su pueblo, ocultando estos envíos y camuflándolos como
consejeros o asesores.
A pesar de los apoyos americanos, el Vietcong aumentaba su influencia. En 1962 los efectivos del
FNL se calculaban entre 250.000 y 300.000. Diem trató de aislar las fuerzas guerrilleras de la
población campesina, lanzando la llamada guerra especial. Se idearon aldeas estratégicas donde
concentrar a la población, unas 700 con cerca de 8 millones de habitantes, donde los campesinos
acabaron sintiéndose prisioneros en su propio pueblo. Nada se logró, salvo deteriorar aún más la
imagen de Diem que en abril de 1961 había vuelto a arrasar en unas elecciones a todas luces
fraudulentas. La histórica ruta de aprovisionamiento del Norte al Sur aprobada por Ho y que llevaría su
nombre, ruta Ho Chi Minh, estaba dando sus frutos.
Incluso en este momento la dirección del FNL seguía manteniendo un programa etapista y
moderado. Aprovechando los acuerdos sobre Laos, plantearon una solución similar para Vietnam, es
decir un gobierno de Unidad Nacional, entre la derecha y ellos. Nadie atendió esta propuesta. La
burguesía sabía, quizá mejor que la propia dirección del FNL, que sus bases estaban luchando contra
el capitalismo. Un gobierno de ese tipo no hubiese podido frenarles, así que ¿para qué darles cancha
en el gobierno con el riesgo de facilitarles la tarea? La única salvación para la oligarquía vietnamita y
los imperialistas era aplastarles.
Así pues, la intervención militar norteamericana fue en aumento: en 1963 eran ya 23.300 los
"consejeros" norteamericanos desplazados en Vietnam. El presidente Kennedy ahora presentado
como poco menos que pacifista lo tenía muy claro tan pronto como en 1956: "Vietnam representa la
piedra angular del mundo libre en el Sureste Asiático. Es nuestra prole. No podemos abandonarlo, no
podemos ignorar sus necesidades" (Discurso ante el Senado).

La caída de Diem

El rechazo a Diem iba en aumento. En febrero de 1962 se había producido otra intentona golpista
fracasada contra él. En mayo los budistas se manifestaron contra el dominio católico en el gobierno y
la represión a su culto. El 11 de junio un bonzo de más de 70 años se abrasó vivo en una calle de
Saigón. Las imágenes conmocionaron a medio mundo. Varios siguieron su ejemplo en los siguientes
meses. Como consecuencia los militares budistas serían a partir de ese momento un riesgo para el
presidente. Mientras, en la Embajada norteamericana cundía el nerviosismo, entendían que estos
enfrentamientos sólo beneficiaban a los comunistas.
El nuevo embajador de EEUU lo tenía claro: Diem era un obstáculo para derrotar al comunismo y
había que deshacerse de él. Además, como ocurriera en ocasiones anteriores, el antiguo títere del
imperialismo, harto de la ingerencia y chulería americana, desarrolló algunos puntos de vista
independientes y se enfrentó a la llegada de más tropas norteamericanas. Diem quería dinero y armas,
no soldados. En su desafío a los norteamericanos, llegó a enviar a su hermano Nhu para contactar con
Hanoi y sondear la posibilidad de abrir negociaciones para una posible unificación del país.
Finalmente el embajador norteamericano organizó un golpe de Estado el 1 de noviembre de 1963.
Diem y su hermano huyeron pero un pelotón de soldados los reconoció y los ametralló.
Las discrepancias en el corazón del imperialismo también se pusieron de manifiesto tras la caída
de Diem. El Pentágono no había visto con buenos ojos el golpe cocido entre la camarilla de Kennedy y
la CIA. El general Harkins, en Saigón, habló claro: "en resumidas cuentas, para bien o para mal hemos
apoyado a Diem durante ocho años largos y duros. Me parece incongruente derribarlo ahora, patearlo
y deshacernos de él". A finales de ese mes, Kennedy fue asesinado y Johnson es nombrado
presidente. La situación se complicaba aún más.
El general que sucedió a Diem al frente del país, Duong Van Minh, estaba muy vinculado a los
budistas y se orientó hacia la formación de un gobierno que abriera negociaciones con el Norte. Pero
estos planes contaban con el rechazo del Pentágono, que en esta ocasión interviene con rapidez para
organizar un nuevo golpe de Estado el 30 de enero de 1964 y sustituir a Van Minh por el general
Khanh.
Sin embargo la historia volverá a repetirse. El apoyo al Vietcong no hace más que crecer, y el
propio general Khanh llega a la conclusión de que la única salida viable es un gobierno de Unidad
Nacional con el FNL. Se produce un intercambio de mensajes y en uno de ellos Huynh Tan Phat,
miembro del Comité Central del FNL responde de manera significativa: "Apruebo de corazón tu
resuelta declaración en contra de la intervención americana y te felicito por haberla hecho. Has
afirmado muy claramente que EEUU debe dejar que los survietnamitas solucionen los problemas de
Vietnam del Sur. En tu reciente conferencia de prensa tu actitud fue igual de clara (...) El camino que
has decidido es difícil (...) en la consecución de este objetivo, puedes estar seguro de que cuentas
también con nuestro apoyo. Enero 1965" (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 75).
Los americanos al tener conocimiento de esta correspondencia orquestaron un mes después otro
golpe que tumbó a Khanh. Con la sabiduría de analizar las cosas una vez sucedidas, algunos
comentaristas "democráticos" han señalado el error que supuso que EEUU no apostase por la vía de
un acuerdo. En realidad no existe tal error. Un gobierno de unidad nacional, por mucho que Hanoi,
Moscú, Pekín y la dirección del FNL se hubiera empeñado, hubiese sufrido las presiones de los
trabajadores y los campesinos que vinculaban, correctamente, la unidad de Vietnam a mejorar sus
niveles de vida. Un gobierno así hubiese tenido que ir a elecciones que sin lugar a dudas hubiesen
ganado los comunistas. Un gobierno así habría tenido que atender las demandas de sus bases y se
hubiera visto obligado a romper con el capitalismo. Llegados a este punto, los EEUU estaban en un
callejón con sólo dos salidas posibles: aplastar el peligro comunista o perder la guerra, no había
término medio posible, menos aún teniendo en cuenta el contexto internacional y en particular en el
Sureste Asiático. Al hecho de que un régimen como el cubano se había consolidado a escasos
kilómetros de Florida, se sumaba que, en el Sudeste Asiático, Washington veía peligrar Indonesia.
Baste recordar que a finales de 1965 un golpe orquestado por la CIA aniquiló al Partido Comunista de
Indonesia. La CIA calculó entre 250.000 y 500.000 los comunistas indonesios asesinados. Como dijo
Einsenhower: "¿Qué creéis que provocó el derrocamiento del presidente Sukarno en Indonesia? (...)
Bien os puedo decir una cosa: la presencia de 450.000 soldados de EEUU en Vietnam del Sur (...)
tuvo muchísimo que ver con ello" (Ibíd., pág 83).

Hacia la guerra total. Incidente en el golfo de Tonkin

En todo caso el derrocamiento de Khan ocurría en junio de 1965 y ya un año antes, los EEUU
habían optado decididamente por involucrarse totalmente con el objetivo de derrotar por las armas a
Hanoi.
El Secretario de Defensa, McNamara, había volado a Vietnam en diciembre de 1963 y a su
regreso su informe no dejaba lugar a la duda: "Los progresos realizados por el Vietcong han sido
grandes durante el tiempo trascurridos desde el golpe de estado (se refiere al que derrocó a Diem en
noviembre de 1963), y me atrevo a afirmar que, desde junio, la situación ha ido en realidad
empeorando en las zonas rurales en un grado mucho mayor del que suponemos, pues, por desgracia,
dependemos exclusivamente de informes vietnamitas muy distorsionados...La situación es muy
inquietante. Si no pueden modificarse las tendencias actuales, dentro de los dos o tres meses
próximos la situación desembocará, en el mejor de los casos, en una neutralización, y, más
probablemente, en un Estado dominado por los comunistas" (Pablo J. de Irazazábal, pág. 26).
Esta información acabó por decidir el siguiente paso en la guerra, el ataque directo a Vietnam del
Norte. Desde el 1 de febrero de 1964 comenzaron las operaciones encubiertas en Vietnam del Norte,
bajo el nombre operación Plan 34-A, igualmente ocultadas al pueblo americano. El punto de inflexión
se produjo en los cuatro primeros días de agosto, en plena campaña electoral norteamericana.
Johnson y McNamara informaron a la opinión pública que se había producido un ataque de torpederos
norvietnamitas contra destructores americanos: "mientras estaban llevando a cabo una misión rutinaria
en aguas internacionales, el destructor estadounidense Maddox sufrió un ataque no provocado".
Posteriormente quedó demostrado que el gobierno había mentido. Si es que en algún momento se
llegó a producir dicho ataque lo que era evidente es que el destructor no estaba haciendo una misión
rutinaria, sino que su actuación se enmarcaba dentro de la operación Plan 34-A, en concreto de
espionaje electrónico no en aguas internacionales sino en aguas norvietnamitas.
Era la excusa necesitada ante la opinión pública americana para justificar una implicación masiva.
Mentiras, mentiras y más mentiras, nada nuevo en la historia de las guerras, exactamente igual que la
excusa de las armas de destrucción masiva en Iraq, esgrimida por el Sr. Bush para justificar la
intervención imperialista contra Iraq.
Una resolución, preparada meses antes, fue aprobada casi unánimemente en la cámara. Daba a
Johnson el poder para tomar las medidas militares que considerase convenientes. Ni siquiera hubo
una declaración de guerra como exigía la Constitución. Las medidas tomadas por Johnson no dejaban
lugar a la duda: bombardeos masivos sobre Vietnam del Norte y envío progresivo de soldados a
Vietnam del Sur, hasta llegar al punto álgido en febrero de 1969 de 543.054 hombres.

El horror

A pesar de que en campaña Johnson se había mostrado contrario al envío de tropas, tras el
incidente de Tonkin organizado desde el Pentágono y su victoria electoral el 2 de noviembre de 1964
cambió de opinión.
Los bombardeos sobre Vietnam del Norte comenzaron en marzo de 1965, y se extendieron a
Vietnam del Sur, Laos y Camboya hasta el final de la guerra. La operación Trueno Rodante se puso en
marcha el día 3. Los temibles B-52 empezaron a descargar su mortífera carga sobre todo en Vietnam
del Norte. La estrategia militar norteamericana era clara: frenar la guerra en el Sur destrozando el
Norte, poner de rodillas al régimen de Hanoi para que este frenase al FNL.
Los generales americanos estaban convencidos que sería cosa de unas pocas semanas, pero
nada más lejos de la realidad: en los tres primeros años serán arrojadas sobre Vietnam del Norte
634.000 toneladas de bombas, más que las caídas en Europa durante toda la Segunda Guerra
Mundial. Durante los ocho años de intervención norteamericana se lanzaron más de ocho millones de
toneladas con una fuerza explosiva 640 veces superior a la bomba atómica de Hiroshima. Con la
misma cínica tranquilidad que en nuestros días, los imperialistas norteamericanos aseguraban que
sólo bombardeaban objetivos militares, industrias e infraestructuras. La realidad por supuesto fue muy
distinta.
Los norvietnamitas no se rindieron en las tres semanas previstas. Recibieron ayuda militar china y
soviética y cavaron una inmensa red de refugios donde reconstruir parte de la industria, así que los
objetivos de los bombardeos pasaron a ser todo bicho viviente. Se trataba, como recientemente en
Yugoslavia, de sembrar el terror y la desmoralización entre la población civil para romper su capacidad
de resistencia y que presionasen a sus dirigentes. Evidentemente nada de eso ocurrió. El asesinato
indiscriminado de miles de civiles tuvo el efecto contrario, unir a la población en la lucha contra el
agresor imperialista. Muchos son los testimonios que dan fe de la brutalidad de los ataques aéreos. La
práctica normal era la siguiente: vuelo de reconocimiento, bombas y ametrallamiento desde el aire por
si quedaba alguien vivo. En el Norte los bombardeos no respetaron ni hospitales, ni escuelas ni
iglesias. En 1967, habían sido destruidas 391 escuelas, 95 instituciones sanitarias, 8 iglesias y 30
pagodas. Al fin y al cabo con la cantidad de bombas lanzadas, los objetivos militares fueron destruidos
enseguida.
La resistencia a los bombardeos tuvo un calado popular. Además de las defensas antiaéreas
suministradas por Moscú, toda la población se implicó. Un piloto de un bombardero F-105 describía la
situación: "Si bajaba, me iba a enfrentar al intenso fuego de las pequeñas armas, de las automáticas y
hasta de los revólveres; y ni se te ocurra pensar que un revólver no puede tumbar a un gran pájaro si
se le da en el lugar adecuado. Cuando suena la trompeta y miles de personas se tumban sobre sus
espaldas y disparan sus armas personales de bajo calibre hacia el aire, pobre del que tenga la mala
fortuna de pasar por ahí" (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 90). Un informe de la CIA señaló que la
operación Trueno Rodante fue la más ruinosa de la historia. De hecho, EEUU perdió durante toda la
guerra 3.719 aviones y 4.869 helicópteros, de ellos 4.320 sólo en el delta del Mekong.
Cuando toda la brutalidad convencional no fue suficiente se generalizó el uso de napalm, Agente
Naranja y otros herbicidas y defoliantes para destruir los refugios guerrilleros en el Sur. También las
bombas de fragmentación. Se devastó un tercio del total de bosques y selvas del país. También
32.000 soldados norteamericanos fueron infectados y muchos de ellos acabaron demandando a su
ejército ante los tribunales.

La implicación masiva

A mediados de 1965 parecía claro que Vietnam del Norte no se iba a rendir. Como hemos visto,
EEUU organizó un golpe contra el general Khann por el temor a que negociase por su cuenta. Tras
este golpe sus sustitutos fueron lo más degenerado de las élites vietnamitas. El general Nguyen Van
Thieu se proclamó presidente y el mariscal Nguyen Cao Ky vicepresidente. Ambos eran una pareja de
elementos corruptos involucrados en el tráfico de heroína, pero apoyaban acríticamente los
bombardeos en el Norte y el envío masivo de tropas al Sur.
Si en enero de 1965 eran 23.000 los soldados norteamericanos desplazados, en diciembre la cifra
alcanzaba los 180.000. En su inmensa mayoría soldados de reemplazo, hijos de trabajadores, carne
de cañón al servicio del capital. El 80% de los que entraron en combate durante la guerra procedían de
la clase obrera, un 20% eran hijos de trabajadores de cuello blanco. Al frente de ellos se situó un
auténtico troglodita, el general William Westmoreland. Muchos llegaron a Vietnam pensando que les
iban a recibir como libertadores, como en la Europa de la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo era
lo que les enseñaban en los campos de entrenamiento y lo que repetía metódicamente el Estado
norteamericano, sus instituciones y los medios de comunicación. El choque con la realidad era brutal.
Nadie los quería allí. Aunque sólo iban durante un año para evitar problemas en el interior de los
EEUU, tanta rotación se convirtió en un problema desde el punto de vista militar.
Las primeras operaciones tenían como objetivo cortar las relaciones del FNL con el Norte. Se
dieron duras batallas en los accesos a la ruta Ho Chi Minh, los marines entran por primera vez en
acción el 18 de agosto de 1965. Pronto se hizo evidente para todos que el Vietcong tenía un
importante apoyo popular. Así pues se trataba de aplicar la misma lógica que en los bombardeos en el
Norte. En enero de 1966 Westmoreland lanza la operación El Machacador (hasta Johnson le pide que
suavice el nombre de cara a la opinión pública) .
Esta operación es una auténtica guerra de exterminio, daba igual que el objetivo fuera civil o
guerrillero. McNamara está convencido de que el FNL no podría soportar un ritmo brutal de bajas. Se
trataba de crear el terror masivo e indiscriminado. Los reclutas serán entrenados para ello: "La primera
vez que patrullamos fuimos donde unos marines habían hecho una emboscada a un grupo de
vietcongs (...) Después tenía que darle patadas a un muerto en un lado de la cabeza hasta que parte
de su cerebro empezara a salirse por el otro. Yo le dije (...) ¿qué me estás diciendo? Entonces no
entendía la lógica. Lo entendí más tarde (...) Eran hombres serios y dedicados a lo que hacían. Me
estaban enseñando a no romperme en pedazos. Yo vi cómo les pasó a otros. Vi a tíos que se
suicidaban (...). Ellos querían enseñarle a un novato exactamente lo que se iba a encontrar" (Ibíd.,
pág. 99).
La brutalidad como método. McNamara exigía cifras, no había olvidado su puesto de contable en
la Ford y trasmitía todo lo aprendido allí a la guerra. Lo principal tras cada combate era el cómputo de
los muertos, si no se cazaba guerrilleros, valían igual los civiles que al fin y al cabo los apoyaban. La
presión sobre los oficiales era muy fuerte. Muchos comprendían que la única forma de promoción era
dar parte con buenas cifras de muertos. Los soldados veían enemigos por todas partes. En este
contexto, los elementos más psicópatas florecían en cada compañía convirtiéndose poco a poco en el
modelo a seguir. Las salvajadas, violaciones, asesinatos de campesinos indefensos no eran excesos
individuales. Al igual que hoy con las torturas en Abu Ghraib, estos métodos salvajes eran tolerados,
impulsados y premiados por el mando. El teniente de marines Caputo llegó a Danang en 1965, su
testimonio es esclarecedor: "La estrategia de desgaste del general Westmoreland afectó a nuestra
actitud. Nuestra misión no era la de ganar terreno o conquistar posiciones, sino sencillamente matar:
matar a comunistas y matar al máximo posible (...). La victoria era un cómputo alto; la derrota, un
porcentaje bajo; y la guerra era un tema de aritmética (...) esto llevó a prácticas como el cómputo de
civiles como si fueran del Vietcong (...) Así no es sorprendente que algunos hombres acabaran
despreciando la vida humana y disfrutando de quitársela a otros"(Ibíd., pág. 105).
Finalmente este horror suministró una visión distorsionada de la evolución de la guerra al alto
mando. Muchos oficiales hinchaban las cifras reales para complacer a sus superiores. Las cuentas no
le salían a McNamara. Al final se puso de moda cortar las orejas de los muertos para evitar
falsificaciones.

Centenares de miles de héroes

Todo este salvajismo era impotente: las redes de la guerrilla en aldeas y ciudades, reflejando su
apoyo social, la convertían en un enemigo difícilmente abatible. Durante la guerra el ejército
norteamericano y su aliado survietnamita realizaron dos millones de operaciones de búsqueda y
destrucción. Sólo en el 1% de los casos llegaron a tomar contacto con el enemigo. Además la ruta Ho
Chi Minh seguía funcionando. Durante 1965, 100.000 combatientes pasaron del Norte al Sur. En 1967
el Vietcong podía oponer 250.000 soldados a los 450.000 norteamericanos y al millón survietnamita.
Durante la lucha contra Francia se cavaron cientos de kilómetros de túneles que comunicaban las
aldeas unas con otras. Los guerrilleros vivían en esos túneles, pasadizos con un ancho máximo de 150
cm de diámetro. Entre pasadizos se construían habitaciones más amplias para dormir, cocinar,
almacenar armas...Incluso se hacían representaciones teatrales con actores llegados del Norte, para
subir la moral de la tropa. Algunas representaciones se hacían en los tremendos cráteres generados
por los bombardeos de los B-52. Las condiciones de vida eran inhumanas, la resistencia
sobrehumana. El 100% de los vietcongs capturados tenían parásitos o gusanos intestinales, el 50%
convivía con la malaria.
La capacidad de inventiva para hacer frente a un enemigo muy superior en tecnología y armas no
tenía límites. Las latas de Coca-Cola abandonadas por los marines se convertían en granadas. Los
morteros y cohetes USA que no estallaban eran reconvertidos en minas. Trampas que pronto
carcomieron la moral del enemigo. Según las fuentes se calcula entre un 10% y un 25% de las bajas
norteamericanas las causadas por este tipo de armamento artesanal, que provocaron más de 10.000
amputados.
Las bajas norteamericanas cada vez se hacían más insostenibles. En enero de 1967 se lanzó la
operación Cedar Falls a cien kilómetros de Saigón. Las imágenes brutales de la destrucción de un
pueblo llegaron a Occidente conmoviendo a millones de personas. Los movimientos de protesta en
EEUU empiezan a cobrar fuerza.
La presión aumenta sobre Westmoreland. Había prometido una guerra corta y estaba metido en
un avispero. En estas circunstancias, los mandos militares norteamericanos preparan la mayor
operación de toda la guerra, la operación Junction City. El objetivo es el cuartel general vietcong, cerca
de Camboya al final de la ruta Ho Chi Minh. Tras cuatro meses de duro cuerpo a cuerpo, de febrero a
mayo de 1967, el saldo final es de 2.800 guerrilleros y 280 soldados norteamericanos muertos. Un
fracaso rotundo para los militares norteamericanos pues el mando vietcong no es capturado. Se ha
replegado a Camboya.
Cada día más bajas, cada día más presión en EE.UU. En noviembre, en un solo combate en la
colina 875 en Taicto mueren 280 soldados, los mismos que en cuatro meses. La cosa va de mal en
peor. Los norteamericanos tienen que utilizar tropas de sus aliados de Corea, Filipinas, Australia y
Tailandia.
Se recrudece la estrategia de bombardeos indiscriminados. En 1967 se lanzan el doble de bombas
en el Sur que en el Norte de Vietnam. La utilización masiva de napalm para arrasar la selva en la que
se esconde el Vietcong se convierte en su contrario. Una eficaz arma de propaganda norvietnamita
para desenmascarar a la bestia imperialista y sus crímenes entre la clase obrera occidental. Truong
Nhu Tang era dirigente del FNL, recordaba así los bombardeos de los B-52: "Una experiencia de terror
psicológico en estado puro, en la que nos hundimos día sí y día no durante años (...) desde un
kilómetro, la onda expansiva dejaba a sus víctimas sin sentido. Un golpe a medio kilómetro hacía caer
las paredes de cualquier búnker no reforzado, enterrando vivos a los que se habían refugiado en su
interior (...) Volvíamos horas más tarde para encontrar, como ocurrió muchas veces, que no había
quedado nada (...) No era sólo que las cosas quedaran destruidas, de alguna forma increíble habían
dejado de existir (...) El terror era total. Uno perdía el control de las funciones corporales mientras la
mente gritaba órdenes de escapar incomprensibles".
La magnitud de la destrucción amenazaba con hacer mella en la moral guerrillera. Para evitarlo, el
general Giap se va a jugar una carta arriesgada.

La ofensiva del Tet

El Tet era el primer día del año nuevo vietnamita y durante la mayoría de los años de guerra lo
habitual era que la guerrilla suspendiese las actividades. Parecía que en 1968 sucedería lo mismo,
pero en esta ocasión no fue así. El ejército norvietnamita organizó un acto de distracción masiva en
Khe Shan, en la zona desmilitarizada entre el Norte y el Sur. Los norteamericanos concentraron su
atención allí.
Para desconcierto de los mandos militares norteamericanos, decenas de miles de vietcongs se
lanzaron al asalto de 36 capitales de provincia, Saigón, Hue, Pleiku, Dalat... Tomaban el control de
varias y ajusticiaban a 3.000 colaboracionistas. Giap se la jugaba, el desgaste de las bombas y
represión americana estaba pesando en la moral de los guerrilleros. Había que sacarlos de los túneles.
Era la hora de la insurrección urbana, el asalto final. 100.000 hombres entraron en acción. Un grupo
especial asaltó la Embajada americana en Saigón, tomaron el control de una parte, Hue fue tomada en
su totalidad, Ben Tre también.
En EEUU nadie salía de su asombro. Johnson había despedido 1967 afirmando ante sus
conciudadanos que el final estaba cerca. Lo que veían en sus pantallas los norteamericanos no
cuadraba muy bien con esta idea. Además, la férrea censura informativa a duras penas se mantenía.
Cientos de fotógrafos y periodistas que llevaban siguiendo el conflicto durante años estaban hartos de
mentiras. La oposición a la guerra que ya se extendía por todo EEUU les estaba contagiando.
Escenas brutales dieron la vuelta al mundo, la famosa escena del jefe policial survietnamita
metiendo un tiro en la sien a un guerrillero proviene de esos días en Saigón. Los periódicos publicaban
las declaraciones de un oficial americano en la reconquista de Ben Tre: "era necesario destruir la
ciudad para salvarla".
Las embajadas de Filipinas y Corea fueron asaltadas. El aeropuerto de Saigón y el cuartel general
del ejército del Sur también. Sin embargo, el esperado levantamiento popular en la ciudad no terminó
de cuajar. Eso hizo imposible la victoria. La superioridad en tanques y blindados permitió al ejército
americano frenar la ofensiva. Las 36 ciudades tomadas fueron recuperadas al cabo de unos días.
La defensa vietcong de Hue fue heroica. En esta ciudad se sitúa la parte final de la magnífica
película de Kubrick La chaqueta metálica. No fue recuperada hasta principios de marzo. Allí, en la vieja
ciudadela imperial, resistía el alto mando vietcong. Cada metro cuadrado recuperado por el ejército
norteamericano le costó un muerto. La aviación usó napalm contra una zona urbana. La ciudad tenía
17.000 casas, 10.000 fueron destruidas.
Desde el punto de vista militar la ofensiva fue un desastre. El Vietcong fue despedazado. 45.000
muertos, 6.000 prisioneros. Además, el Tet, provocó 800.000 desplazados que perdieron su hogar.
Sin embargo, esta indiscutible derrota se había convertido en una incuestionable victoria política.
Norteamérica se sentía más vulnerable, el asalto a su Embajada era un símbolo y todo un shock para
millones de norteamericanos que aún confiaban en las mentiras de su presidente. Hablaremos más
adelante del movimiento contra la guerra, pero un hecho casi increíble se produjo en Washington,
aparecieron banderas vietcongs en manifestaciones en sus calles.
¿Por qué fracasó la insurrección urbana con la que contaba Giap cuando lanzó la ofensiva?
Algunos testimonios de la época ofrecen respuestas. Tran Baah Dong era responsable de los
comunistas clandestinos en Saigón y afirmó que la organización del FNL allí había sido "un éxito
maravilloso con los intelectuales, los estudiantes, los budistas, todos, excepto entre los trabajadores
entre los que la organización se encontraba en una situación peor que mala" (Jonathan Neale, Op.
Cit., pág. 120). Tras estas declaraciones hechas en 1974 fue destituido y humillado en público por la
dirección del partido
Ya hemos señalado que el FNL, a semejanza del Vietminh anteriormente, tenía una concepción
etapista y frentepopulista. A pesar de que la realidad era tozuda insistían en agrupar a todas las clases
sociales en la lucha por la unión del país, lo que incluía a la llamada "burguesía progresista". Así pues
a cambio del apoyo puntual de algunos empresarios (evidentemente, por las razones ya explicadas, la
débil burguesía vietnamita era un mero títere del imperialismo) los dirigentes del Vietcong no hicieron
esfuerzos sistemáticos para organizar a los trabajadores del Sur. Buena parte de los sindicatos y
huelgas en el Sur no fueron dirigidas por ellos. El apoyo entre los campesinos del Sur al Vietcong
estaba garantizado, entre otras cosas, por la reforma agraria impulsada en el Norte que actuaba como
un poderoso imán. Pero la orientación del Vietcong no fue basarse en la clase obrera organizada, ni
estimular sus organizaciones clasistas. Al fin y al cabo, la contradicción evidente entre capital y trabajo
se hubiera extendido al interior del FNL, rompiendo así su línea frentepopulista Su modelo era muy
similar al empleado por Mao en la guerra campesina que libró contra Chiang Kai-shek. Este factor
explica la debilidad del Vietcong entre los trabajadores urbanos.
Si se hubiesen logrado manifestaciones de cientos de miles en Saigón, el ejército norteamericano
difícilmente hubiese podido reprimirlas, menos con el ambiente existente en sus filas del que nos
ocuparemos más adelante.
En la concepción de la dirección del FNL esta posibilidad no estaba presente. Sus cuadros
estaban educados en una dura y larga lucha militar. Por tanto, la insurrección para ellos era una acción
militar más, en el que la gente apoyaría al ejército guerrillero. Por tanto, no es casual que la ofensiva
se hiciera fuerte en ciudades más pequeñas y vinculadas al campo, como Hue o Ben Tre.
La guerra se traslada a Norteamérica

La ofensiva del Tet convenció a un sector de la administración americana que la victoria en la


guerra era inalcanzable. Westmoreland reclamó 200.000 soldados más, pero la respuesta del nuevo
secretario de Defensa, Clifford, fue negativa y, como McNamara en Defensa, Westmoreland acabó
siendo sustituido.
Johnson, en pleno año electoral, anunció el 31 de marzo que no se presentaría y que daría orden
de cesar los bombardeos sobre la mitad de Vietnam del Norte. El 3 de abril, Ho Chi Minh aceptaba
negociar, decisión tomada sin consultar a Moscú y Pekín. Aunque en el terreno los combates
continuaban encarnizados, algo estaba cambiando, ¿por qué?
En sus memorias, Henry Kissinger, el secretario de Estado que Nixon colocó tras su victoria
electoral en 1969, da algunas de las claves: "Cuando asumimos nuestras funciones, más de medio
millón de norteamericanos luchaban en una guerra a 16.000 kilómetros de la patria. Su número todavía
seguía aumentando según un programa establecido por nuestros predecesores. Nos encontrábamos
sin ningún plan para la retirada. 31.000 ya habían muerto. Cualesquiera que fueran nuestros objetivos
originales en esa guerra, para 1969 nuestra credibilidad en el exterior, la confianza en nuestros
compromisos y nuestra cohesión interna se hallaban en peligro a causa de una guerra que se libraba
tan lejos de Norteamérica como lo permite nuestro planeta. Nuestra participación había empezado
abiertamente, con el apoyo casi unánime del Congreso, del público y de los medios. Pero para 1969
nuestro país estaba escindido por la protesta y la zozobra, que a veces tomaba formas violentas y
feroces. La tolerancia cívica en la que debe vivir una sociedad democrática se había perdido. Ningún
gobierno puede funcionar sin un mínimo de confianza popular. Todo esto se disipaba ante la severidad
de nuestras alternativas y el encono creciente de nuestra controversia doméstica.
"En el último año de la administración Johnson, los comunistas lanzaron una ofensiva en todo el
territorio. Pocos estudiosos del tema cuestionan hoy que la misma fue derrotada de forma masiva.
Pero su magnitud y el sacrificio que demandó la convirtieron en una victoria psicológica. Bajo el
impacto de la ofensiva del Tet, primero limitamos y después cesamos nuestros bombardeos en
Vietnam del Norte a cambio de nada, excepto la iniciación de negociaciones que nuestro adversario
obstaculizó de inmediato. Declinaba el apoyo del público a una guerra que no solamente parecía
imposible ganar, sino también terminar.
"Y en nuestro país, la oposición crecía. La misma se componía de muchos ramales: pacifistas
sinceros que detestaban ver a su país involucrado en matanzas a miles de kilómetros de distancia;
pragmáticos que no lograban vislumbrar ninguna salida razonable; aislacionistas que deseaban poner
fin a las intervenciones de Norteamérica en ultramar; idealistas que consideraban incompatibles
nuestros valores morales con los horrores de una guerra llevada por primera vez a sus hogares por la
televisión. Y esos grupos eran incitados por una pequeña minoría que expresaba el rencor incipiente
de los años 70 con tácticas de choque obscenas y violentas y manifestaban su aversión a
Norteamérica, su sistema y su maldad.
"Todos esos grupos se habían combinado para provocar el más áspero caos en la Convención
Demócrata de 1968, la violencia en las universidades y la confusión y desmoralización de los grupos
dirigentes que habían animado a las grandes iniciativas norteamericanas de posguerra en política
exterior" (Pablo J. de Irazazábal, pág 29).
Aquí están condensadas las claves del proceso. Desde el punto de vista militar era muy difícil que
un ejército de campesinos mucho peor armado derrotase a la maquinaria bélica más impresionante de
la historia. Sin embargo sus heroicos sacrificios, su capacidad de resistencia y su audacia estaban
conmoviendo a los trabajadores del mundo entero y también de EEUU. En pleno corazón del
imperialismo un movimiento de oposición a la guerra estaba creciendo imparable, poniendo en peligro
no ya la continuidad de la guerra, sino como señala Kissinger "la cohesión interna", es decir, las
propias bases de la dominación capitalista.
No era la primera vez en la historia que esto sucedía (recordemos el temor de la burguesía inglesa
a que se crease un sóviet en Londres si continuaba la agresión al naciente Estado soviético en
1918/1919), ni será la última, ya veremos como se desarrolla el conflicto en Iraq. La guerra es, en
muchas ocasiones, la partera de la revolución.

El movimiento contra la guerra


El movimiento contra la guerra se había ido conformando con los años. Había comenzado como
un movimiento pequeño vinculado a la lucha por los derechos civiles que también marcaron esa
década. Desde 1965 en varias universidades se empezaron a celebrar reuniones al final de las clases
entre profesores y estudiantes para oponerse a la guerra.
En abril los Estudiantes por una Sociedad Democrática convocaron una manifestación en la capital
que dejó a todo el mundo sorprendido por la asistencia: más de 25.000 personas.
Nadie lo esperaba; doce años atrás las brutalidades en la guerra de Corea habían pasado sin
apenas oposición interna. Aquellos eran los 50, los años de la cruzada anticomunista, cuando haber
salido a la calle contra la guerra hubiese conllevado tener problemas en los estudios o el trabajo. Doce
años después algo estaba cambiando. En octubre del mismo año 100.000 personas marchaban por
todo el país. Un profundo cambio en la actitud y la conciencia de cientos de miles de jóvenes,
trabajadores y ciudadanos norteamericanos se estaba gestando. Los soldados eran enviados a
Vietnam sólo durante un año para evitar protestas, pero como el número de bajas crecía mes tras mes,
el descontento se generalizó. Como en toda guerra, los hijos de los ricos se libraban del reclutamiento.
El 80% de los muertos eran hijos de obreros. Además predominaban los negros, que constituían un
tercio de la infantería que entraba en combate cuando sólo eran el 10% de la población. No era de
extrañar que la lucha contra la guerra conectase con la de los negros por sus derechos democráticos.
Figuras de esa comunidad como el boxeador Casius Clay (Mohamed Alí), se negaron a ser reclutadas.
Martín Luther King, quien no quería aparecer claramente opuesto a la guerra, pues confiaba en ganar
a un sector de liberales para que le financiasen y poder cambiar el rumbo del Partido Demócrata, se
vio forzado por sus bases a posicionarse claramente en contra, lo que tuvo un tremendo impacto:
"Esta locura debe cesar de alguna manera. Debemos parar ahora. Hablo como un hijo del Señor y
hermano de los pobres que sufren en Vietnam (...) hablo por los pobres de América que están
pagando el doble precio de las esperanzas destruidas en casa y la muerte y la corrupción en Vietnam
(...) La gran iniciativa de esta guerra es nuestra. La iniciativa para detenerla debe ser nuestra (...) Los
negros están muriendo en porcentajes extraordinariamente altos en comparación al resto de la
población (...) para garantizar libertades en el Sudeste Asiático que no han encontrado en el Sudeste
de Georgia ni en Harlem Este" (abril de 1967, Howard Zinn, pág. 435).
Para evitar más tensiones en casa los oficiales fueron sacando progresivamente a los negros del
combate. En 1965 el 25% de los muertos en combate eran negros, en 1968 el 13% y en 1972 el 7,6%.
Aunque el movimiento contra la guerra estuvo dirigido por capas medias, intelectuales,
estudiantes, el sentimiento contra la guerra era mayoritario entre la clase obrera. La desgracia fue que
los que le dieron el tono nunca conectaron con la clase. Los prejuicios sobre una clase obrera
aburguesada, con el coco comido por los medios tras la cruzada anticomunista de los 50 estaban
demasiado presentes. Así el movimiento nunca llegó a lo que hubiese hecho caer a un gobierno
americano, un movimiento huelguístico que hubiese podido desembocar en una huelga general.
Jonathan Neale, profesor participante de aquellos movimientos, lo describe así en su libro La otra
historia de la guerra de Vietnam: "En una pequeña concentración estudiantil en Knoxville, en 1969, un
refugiado que había participado en la revuelta de los trabajadores húngaros de 1956 tomó la palabra.
Sugirió que fuéramos a las fábricas de Oak Bridge y distribuyéramos panfletos contra la guerra entre
los obreros. Lo miramos como si estuviera loco. La idea de distribuir panfletos nos asustaba.
Estábamos seguros —y nos equivocábamos— de que los trabajadores estaban a favor de la guerra.
Cuando ese trabajador sugirió que compráramos en los comercios locales para apoyar a los pequeños
comerciantes, eso ya estuvo más en nuestra onda.
"Evidentemente no todos los estudiantes despreciaban a los trabajadores (...) el problema era
político. El anticomunismo había conseguido fracturar el socialismo entre la clase trabajadora
sindicada (...) muchas personas (...) pensaban: "Yo soy un revolucionario". Pero no pensaban que esto
supusiera trabajar en los sindicatos o que los trabajadores estadounidenses pudieran cambiar el
mundo" (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 160).
Un estudio de la Universidad de Michigan acababa con el mito de que sólo jóvenes y estudiantes
estaban contra la guerra. En junio de 1966, el 27% de las personas con educación universitaria
estaban a favor de una retirada inmediata de Vietnam por un 41% entre la gente sin estudios
universitarios. En 1970 los porcentajes eran 47% y 61% respectivamente.
La marea avanzaba en una sola dirección. En agosto de 1965, el 61% de la población pensaba
que la intervención en Vietnam era acertada, en mayo de 1971 era justo al revés, el 61% lo
consideraban erróneo.
El 15 de abril de 1967, 300.000 personas toman Nueva York. En octubre otra manifestación de
masas tomó Washington con el objetivo de llegar hasta el Pentágono. Y en este contexto de protesta
abierta tuvo lugar la ofensiva del Tet. Unos meses antes, Johnson había expresado ante un grupo de
colaboradores que le querían convencer de un plan para bombardear Hanoi y Haiphong la
contradicción que el imperialismo no podía resolver: "Tengo otro problema para vuestro ordenador.
¿Podéis introducirle cuanto tardarían 500.000 americanos furiosos en trepar al muro de la Casa Blanca
de ahí fuera y linchar al presidente si hiciera algo así?".

La elección de Nixon

En marzo de 1968, Johnson anunció que no se presentaría. La cuestión de la guerra marcaba


toda la vida política americana. Había sido derrotado en las primarias demócratas del estado de
Wisconsin. Quien aparecía como figura emergente de estos era Robert Francis Kennedy, que años
atrás había declarado en Saigón que los norteamericanos no se irían de allí sin la victoria. Ahora,
reflejando el ambiente social y la ofensiva del Tet, declaraba el 8 de febrero: "Es hora de que EEUU
descarte sus ilusiones sobre Vietnam y renuncie a la idea de que la guerra en esa región responde a
sus intereses nacionales, y que anticipe un arreglo que dé al Vietcong la oportunidad de participar en
la vida política de su país". El 7 de marzo decía "la intención de EEUU en Vietnam es inmoral e
intolerable" (Pablo J. de Irazazábal, pág. 28).
Robert Kennedy se estaba presentando como el candidato de la paz y ganando las primarias del
Partido Demócrata. Fue asesinado en junio, dos meses después del asesinato de Luther King. El
Congreso Demócrata de Chicago en agosto estuvo centrado en la cuestión de Vietnam. Miles de
manifestantes lo cercaron a pesar de la fuerte represión policial. Sin embargo, el candidato elegido fue
Hubert Humphrey, partidario de la guerra. Así que las elecciones las ganó el republicano Nixon, que se
había presentado prometiendo un plan secreto para resolver el conflicto. Era el mismo que siendo
vicepresidente de Eisenhower había asegurado que si los franceses se iban de Indochina los
norteamericanos les sustituirían.
Al poco de llegar a la Casa Blanca, una nueva brutalidad conmocionó al mundo. Se filtraron las
noticias y fotos de lo sucedido un año antes en una remota aldea vietnamita, Mai Lay. Era marzo de
1968, la compañía Charlie tenía orden de tomar la aldea. El capitán Medina reunió a sus hombres y les
ordenó matar a todos los habitantes. Un fusilero de la compañía recordó después: "¿Te das cuenta de
lo que suponía asesinar a 500 personas en cuestión de horas? Es igual que la cámara de gas (...) Y
así es como fue (...) los juntábamos yo y dos tíos más, poníamos los M-16 en automático, y los
abatíamos".
La visión de aquella matanza, aderezada con los detalles que hablaban de violaciones en grupo,
del frío asesinato de 500 mujeres, niños y ancianos, empujaron a más gente a la lucha contra la
guerra.
El hecho de que fuese una masacre ordenada por los oficiales y tapada durante un año por el alto
mando indignó más a la gente. Sólo un militar, el teniente Calley, fue condenado y estuvo en la cárcel
¡4 meses y medio!.
La sociedad norteamericana aprendía algo nuevo cada día sobre el tipo de gentes que la dirigían.
Cada día entendían mejor el tipo de guerra por la democracia y la libertad que sus soldados libraban
en un lugar que pocos podrían señalar en un mapa. Entendían lo que un coronel americano dijo a la
prensa al comienzo de 1971: "Cada unidad del tamaño de una brigada tiene sus Mai Lay ocultos en
alguna parte".
Así pues el movimiento contra la guerra seguía creciendo. En noviembre de 1969, 500.000
personas se manifestaron en Washington. Algunos hablaron de la mayor manifestación de la historia
de EEUU.

Las negociaciones de París. La operación ‘Fénix’ y Camboya

El 13 de mayo de 1968 se iniciaron las negociaciones para la paz en París. Tras varios tiras y
aflojas el 18 de enero de 1969 se abrió la conferencia cuatripartita con representación de EEUU, el
gobierno survietnamita, el gobierno de Hanoi y el FNL.
Rápidamente se llegó a un dialogo de sordos. Nixon había tenido mucho que ver en ello. En los
mítines de la campaña electoral daba su total y patriótico apoyo al gobierno de Johnson para que
negociase lo que quisiera, y sin embargo por detrás, negociaba en secreto con el régimen de Thieu
instándole a no llegar a ningún acuerdo. Al fin y al cabo los norteamericanos querían irse de Vietnam
pero no salir derrotados. Una contradicción de difícil solución. El 8 de junio el FNL se transformó en
gobierno revolucionario provisional de Vietnam del Sur. Rápidamente fue reconocido por China y la
URSS. Ante el fracaso de la conferencia cuatripartita, Nixon propuso a Hanoi una negociación secreta
entre Kissinger y Le Duc Tho. Ho Chi Minh había muerto el 3 de septiembre de 1969 pero su sucesor
Le Duan no cambió el curso de la negociación. En diciembre los americanos informaron a Hanoi que
retirarían lentamente sus tropas. Este iba a ser el plan de Nixon: vietnamizar la guerra, dando apoyo
material y económico al sur, pero no más tropas. Lo que se guardó de señalar a Hanoi fue otra parte
de su estrategia: la operación Fénix, que trataba de debilitar al Vietcong antes de llegar a una retirada
total, para que el gobierno de Vietnam del Sur se pudiera mantener.
Fénix fue un programa secreto organizado por William Colby, jefe de posición de la CIA en Saigón
y posteriormente director de toda la CIA.
Se trataba de asesinar a cualquier sospechoso de colaborar con el Vietcong. Como eso era difícil
de saber, los asesinatos fueron cada vez más indiscriminados. Fue también una oportunidad para la
venganza de los terratenientes escondidos en las ciudades. Los soldados del ejército de EEUU
también colaboraron con los agentes de la CIA y la policía survietnamita. Iban a un pueblo y reunían a
los sospechosos, los agentes de la CIA se los llevaban y los asesinaban o internaban en campos de
tortura. Se calcula entre más de 30.000 y 40.000 los asesinados de esta manera. Lógicamente,
muchos eran dirigentes o militantes del Vietcong, pero otros muchos no. El resultado fue aumentar el
odio al ocupante y al régimen títere de Thieu. Es verdad que tras el Tet el FNL pasó verdaderas
dificultades. Cuando en 1975 se ganó la guerra en muchos pueblos no se pudo ni formar un comité
comunista.
La otra forma de debilitar al Vietcong fue atacar Camboya. Allí en la frontera, tenían su santuario
los dirigentes comunistas. La guerra de Vietnam se extendía a toda Indochina.
Camboya se había mantenido relativamente neutral, desde la Conferencia de Ginebra en 1954,
con el príncipe Sihanouk como jefe de Estado. En mayo de 1965 Camboya rompió relaciones con
EEUU y reconoció al FNL. Sin embargo, con el inicio de las negociaciones de paz en Paris, temeroso
de una victoria comunista, el régimen camboyano había tratado de reestablecer relaciones con
Washington haciendo la vista gorda ante los bombardeos que la aviación americana había iniciado en
su territorio contra el Vietcong.
La derecha se hizo de nuevo con el gobierno en Phnom Penh, con el primer ministro general Lon
Nol. Recelosos de Shihanouk y con el apoyo norteamericano le derrocaron en marzo de 1970; Lon Nol
inmediatamente prohibió a los vietnamitas usar su territorio y Shihanouk se refugió en Pekín.
El Khmer Rojo, la guerrilla maoísta, estaba enfrentado a Shihanouk desde 1962, pero ahora
montaron con él un gobierno de Unión Nacional en el exilio, amparado por Pekín. Las guerrillas
camboyana y vietnamita se extendieron por Camboya. El intento de echar al Vietcong de Camboya se
convirtió en otro extraordinario fracaso norteamericano. Mao llamó a todos los pueblos del mundo a
unirse a Camboya contra el imperialismo.
EEUU y sus aliados survietnamitas invadieron Camboya. Si Nixon había mantenido en secreto los
bombardeos, la invasión la tuvo que anunciar por televisión. El ambiente de oposición en EEUU volvió
a crecer. Nixon había vuelto a mentir. Además, las operaciones para cortar la ruta Ho Chi Minh, como
las realizadas anteriormente en Laos, fueron un fracaso.
Ante las noticias de la extensión de la guerra a Camboya, las huelgas y ocupación en las
universidades se extendieron. Dos días después del anuncio de Nixon, 2.000 personas incendiaron el
edificio del Cuerpo de Entrenamiento de los Oficiales de reserva en Kent (Ohio). Al día siguiente los
estudiantes tomaron el campus. La Guardia Nacional entró sin miramientos reprimiendo la ocupación:
cuatro jóvenes fueron asesinados y nueve heridos. La gente respondió indignada: se calcula en más
de cuatro millones de estudiantes los que salieron a las calles y ocuparon 1.350 universidades. En 536
se declaró la huelga. Los estudiantes de 400 colegios se declararon en huelga en señal de protesta.
Fue la mayor huelga general estudiantil en la historia de EEUU. Durante aquel curso escolar de
1969/1970, el FBI contabilizó 1.785 manifestaciones estudiantiles. Ronald Reagan, gobernador de
California, cerró todo el sistema universitario. El sindicato de los funcionarios estatales, de condado y
municipales se declaró contra la guerra.
Nixon sintió pánico. Anunció que las tropas norteamericanas estarían fuera de Camboya antes de
junio. Pero los acontecimientos de Kent estaban radicalizando el movimiento. Muchos ya no pensaban
que el sistema se podía reformar porque era básicamente válido. Y lo más peligroso, ese ambiente se
estaba trasladando a las tropas.
Los soldados se movilizan

La imagen de veteranos de guerra en las manifestaciones contra la intervención en Vietnam nos


es habitual a todos. El cine las ha reproducido en numerosas ocasiones. Algunas de forma fiel y
reflejando experiencias reales, como la del sargento Ron Kovic en Nacido el 4 de julio de Oliver Stone.
Efectivamente estos veteranos tuvieron mucho impacto en la sociedad americana. Su participación
rompía con las calumnias del gobierno que acusaba a los manifestantes de facilitar la muerte de sus
compatriotas en Vietnam. Muchos volvían a casa y empezaban a entender muchas cosas. Veían el
abandono del gobierno, la falta de ayudas y el desprecio. La buena infraestructura de transporte y
evacuación minimizó el número de muertos. Los 58.000 que al final sufrió el ejército norteamericano
hubiesen sido 200.000 en cualquier guerra anterior. Pero multiplicó el número de lisiados que a su
vuelta eran una acusación permanente contra la guerra. Se formó una combativa asociación,
Veteranos de Vietnam Contra la Guerra, que jugó un papel significativo en el movimiento.
Pero lo que es más desconocido y más importante es la importante revuelta interna que sufrió el
ejército norteamericano desde 1968.
Pronto empezaron a aparecer publicaciones de soldados, distribuidas en los cuarteles, que se
oponían a la guerra. Algunos pertenecían a partidos de la izquierda que, correctamente, hacían trabajo
político en el ejército en vez de llamar a la deserción. Pero la mayoría se fueron extendiendo
espontáneamente. Llegó a haber unas 300 durante toda la guerra. Junto a la oposición a la guerra
expresaban un claro resentimiento hacia el salvajismo de la vida militar. Estos periódicos se extendían
por las bases americanas en todo el mundo.
Los brutales campos de entrenamiento tan bien reflejados por Kubrick en La chaqueta metálica,
fueron suavizándose progresivamente. Era el efecto de las masivas deserciones que se estaban
produciendo: entre 1968 y 1975, 93.000 soldados desertaron. La tasa de deserción triplicó las de la
guerra de Corea. En 1971 representaban 73 por mil en el ejército y 65 por mil en los marines. 206.000
personas fueron denunciadas por negarse a ser reclutadas.
Pero también en el propio Vietnam la revuelta se extendía. El periódico francés Le Monde informó:
"Una imagen común es la del soldado negro con el puño izquierdo cerrado en desafío a una guerra
que nunca ha considerado propia" (Howard Zinn, pág. 444).
El nacionalismo negro se había contagiado al ejército. En 1966, dos tercios de los soldados negros
volvían a alistarse al acabar el servicio. Era una buena salida profesional para una sociedad racista. En
1970 el porcentaje había caído al 13%.
En total 563.000 soldados fueron licenciados "sin honores", lo cual indicaba que esos soldados no
habían mostrado una obediencia sumisa hacia los mandos.
Hasta ahora habíamos repasado las muestras de brutalidad del ejército americano en Vietnam.
Sin embargo, el desarrollo de la guerra y del movimiento contra ella fue provocando una reacción.
Unos buscaron evadirse. Al principio los mandos fomentaron el uso de marihuana porque
tranquilizaba a los hombres, pero después se pasó a la heroína. El tráfico era organizado por los
propios ministros survietnamitas. Según informes del Pentágono un tercio de los soldados la había
probado en Vietnam. Su aparición como fenómeno social en EEUU se explica por estas cifras: 100.000
toxicómanos fueron el saldo de la guerra.
Otros, además de evadirse, expresaron su protesta de una curiosa manera: matando oficiales con
una granada de fragmentación, práctica que recibió el nombre de fragging —literalmente, fragmentar—
. Aquellos oficiales que se empeñaban en misiones arriesgadas o trataban mal a los soldados
empezaron a ser eliminados por sus hombres. Hubo mil intentos de fragging según cifras oficiales, cien
con éxito. Pero estos datos minimizan la realidad, pues sólo están contabilizados los atentados con
explosivos y no con pistolas.
Había recompensas por la cabeza de los oficiales más odiados. Por el responsable de la acción
conocida como la colina de la hamburguesa (bautizada así porque los soldados quedaron como carne
picada y llevada al cine por John Irvin) se ofrecían 500 dólares...
Esto era un cáncer para el ejército. Como dijo el capitán Steimberg "Una vez que un oficial es
intimidado por la amenaza del fragging deja de serle útil al ejército porque ya no puede llevar a cabo
las órdenes" (Jonathan Neale, pág. 188).
En las negociaciones de París el FNL había hecho público que no dispararían a unidades que no
les atacasen. Muchos soldados norteamericanos empezaron a llevar brazaletes rojos para señalar al
Frente que no tenían intención de disparar. Aunque el ejército empezó a retirarse desde 1971, los
fraggings aumentaron. Nadie quería ser el último en morir por los intereses del capitalismo americano.
Incluso entre los oficiales empezó a calar el ambiente antiguerra. En navidades de 1972 se produjeron
bombardeos salvajes contra Hanoi, para debilitar al gobierno norvietnamita en las negociaciones. Eran
bombardeos con el único objetivo de matar civiles. Muchos pilotos de B-52 se plantaron y se negaron a
llevar a cabo semejantes misiones.
Los hechos eran gravísimos. En junio de 1971 el coronel Robert Henil lo describía así: "Según
todos los indicadores concebibles, la parte del ejército que aún está en Vietnam se encuentra en un
estado cercano al colapso, las unidades evitan o se han negado a entrar en combate, están
asesinando a sus oficiales y suboficiales, están drogados y desanimados cuando no cerca del
amotinamiento. En el resto de lugares la situación es igual de grave....
"Todos los hechos anteriores (...) indican que las condiciones generales entre las fuerzas
americanas en Vietnam sólo han sido superadas en este siglo por los motines de Nievlle del ejército
francés y el colapso de los ejércitos zaristas en 1916 y 1917" (Jonathan Neale, pág. 191).
La burguesía norteamericana sacó las lecciones de todo esto. El ejército se convirtió en
profesional tras Vietnam. Nunca más debía haber conexión entre un ejército y su pueblo.

Hacia el final. La baza china

Las negociaciones se desarrollaron durante años sin avances y sobre el terreno las operaciones
militares norteamericanas fracasaban. En marzo y abril de 1971 una nueva ofensiva para cortar la ruta
Ho Chi Minh en el centro de Laos había servido de muy poco. La presión para la vuelta de las tropas
era asfixiante. Así pues, Washington se jugó una baza sorpresa. La baza china. En julio de 1971
Kissinger voló a Pekín y llegó a una alianza de hecho con Mao. EEUU se convertiría en su aliado
contra la URSS a cambio de que Pekín presionase a Hanoi para llegar a un acuerdo.
¿A qué respondía semejante traición del régimen maoísta? Hemos visto como desde 1950 el
apoyo chino había sido fundamental para la resistencia vietnamita. Sin embargo, el régimen de Mao,
era sustancialmente un régimen calcado al de la URSS. Un régimen estalinista, donde la democracia
obrera no existía, y donde su política exterior poco tenía que ver con el genuino internacionalismo
leninista. Pronto, los intereses de la casta burocrática que dominaba en Pekín colisionaron con los de
la burocracia soviética. Procesos similares se habían producido en otros países, como en Yugoslavia,
cuando Tito harto de la injerencia de la burocracia rusa había roto con Moscú en 1948.
En lugar de impulsar una Federación chino-soviética que hubiese supuesto un avance sin
precedentes en el desarrollo mundial, desde 1960 se enfrentaron permanentemente, hasta el punto de
llegar a escaramuzas militares fronterizas. Este enfrentamiento pronto se trasladó al conjunto del
movimiento comunista. Algunos quisieron ver en China un verdadero espíritu leninista internacionalista
frente a los manejos de la URSS. Curiosamente esta lucha llevó a una carrera por la hegemonía en los
movimientos internacionales que durante años benefició enormemente a Hanoi. Ho Chi Minh se
presentó durante muchos años como el abanderado de la unidad en el campo comunista. El prestigio
de cada burocracia estaba en juego lo que, unido al riesgo de una victoria americana en la frontera
china, llevó a que tanto chinos como soviéticos apoyaran el esfuerzo bélico de Vietnam del Norte y el
Vietcong. Pero estos apoyos siempre fueron motivos de disputas. K.S. Karol, describe la situación de
las siguiente forma: "Ya en marzo de 1965, Juslov y Ponomarev anunciaron triunfalmente a la
delegación del Partido Comunista Italiano una información de sus militares referente al bloqueo por
parte de los chinos de los convoyes destinados a Vietnam. Aquella campaña susurrada provocó, poco
después, puntualizaciones enérgicas de Pekín; en ellas acusaba a Moscú de no haber utilizado
deliberadamente los trenes especiales colocados a su disposición. Fueran cuales fuesen las razones,
el caso era que la mayor parte del material soviético se llevaba hasta Haiphong por vía marítima, con
lo que rodeaba el territorio chino (...) durante la primavera (1966) los chinos se declararon convencidos
de que la URSS utilizaba su ayuda para presionar a los vietnamitas, para obligarles a hacer
concesiones, y de hecho a capitular" (K. S. Karol, La segunda revolución china, págs. 444-445).
Como vemos, las recriminaciones eran recíprocas, los dirigentes chinos y soviéticos peleaban por
una cuestión de prestigio. La traición de Mao en 1971, al llegar a un acuerdo con Kissinger, eliminaba
de un golpe las ilusiones de aquellos que veían en Pekín un referente frente a la decadente burocracia
soviética. Esta disputa benefició a Hanoi, que pudo oscilar entre uno y otro y tener una voz propia.
Cuando China les abandonó, contaron con más material y apoyo soviético. La baza china, que luego
se repitió vergonzosamente en Angola y Mozambique, tampoco les había servido de nada a Nixon y
Kissinger.

El acuerdo de París

Con los chinos mirando a otra parte, Nixon reinició los bombardeos indiscriminados contra
Vietnam del Norte en 1972. Quería arrancar a cualquier precio un acuerdo a Hanoi. Fue entonces
cuando los pilotos empezaron a rebelarse en un número preocupante.
Hanoi también se la jugó. Para acelerar las negociaciones y tener una posición de fuerza lanzó
una importante ofensiva en mayo de 1972. Era su respuesta a las presiones chinas tras el acuerdo
Mao-Kissinger. La ofensiva de Pascua fracasó. Los blindados norvietnamitas llegaron a cien kilómetros
de Saigón y se libró una dura batalla en Queng Tri cerca de la frontera. Sin embargo, el Vietcong
apenas pudo intervenir; nunca había llegado a recuperarse de la ofensiva del Tet, y la operación Fénix
estaba pasando una dura factura.
En esta situación, sin que ningún bando pudiera avanzar definitivamente, y con el imperialismo
cada vez más desgastado en casa, se acercaba la firma de la paz.. En julio la paz parecía al alcance
de la mano. Pero el gobierno de Thieu se negó. No quería reconocer al FNL como parte igual.
Desesperado (ya sólo quedaban 40.000 soldados americanos en Vietnam del Sur), Nixon volvió a
ordenar bombardeos indiscriminados de Hanoi y Haiphong. Tras éstos se llegó al acuerdo. Era el 27
de enero de 1973.
Se acordó la retirada en 60 días de las tropas americanas que todavía permanecían en el Sur y la
liberación de los soldados presos. Se abrían negociaciones entre el gobierno de Saigón y el Vietcong
para organizar un Consejo de Concordia y Reconciliación que prepararía una consulta electoral. Todo
bajo supervisión internacional. A cambio de comprometerse de no derribar al gobierno del Sur, el
gobierno del Norte recibiría 5.000 millones de dólares de EEUU.
Los soldados americanos salieron en el plazo previsto. Era la mayor derrota de su historia. Las
negociaciones acordadas entre el FNL y el gobierno de Thieu empezaron en marzo. La paz se
mantuvo durante unos meses pero, al igual que en 1954, los acuerdos eran inaplicables sobre el
terreno.
El gobierno del Sur logró mantenerse dos años. Realmente no tenía por qué ser así. Cualquiera se
daba cuenta de que había habido unos ganadores, Hanoi y el Vietcong, y unos perdedores, el
imperialismo y sus títeres en Saigón. Si se mantuvo dos años fue porque Hanoi se empeñó en
mantener el acuerdo. Posiblemente desconfiaba de sus propias fuerzas tras tantos sacrificios, también
temía la reacción china o la posible vuelta a los bombardeos si lo rompía.
Una vez más, no había salida intermedia. El gobierno de Thieu y el Vietcong representaban dos
modelos sociales irreconciliables. Thieu lo entendió pronto. A los pocos días de los acuerdos declaró:
"Si los comunistas entran en vuestros pueblos deberíais dispararles inmediatamente en la cabeza".
Los americanos continuaron financiando a la policía survietnamita. La prensa norteamericana
reconoció la existencia de 20.000 "consejeros civiles" después de la retirada de las tropas, y que la
operación Fénix, rebautizada como Programa F-6, estaba todavía en pleno apogeo.

Al fin Saigón

El recuerdo de los acuerdos de Ginebra estaba muy presente entre los militantes del Vietcong y no
iban a permitir que, después de haber expulsado a los americanos, Thieu los masacrase como había
hecho Diem. Así pues continuaron la lucha. En mayo de 1974 tras la conquista de nuevas posiciones
militares por parte del FNL, Saigón suspendió las negociaciones. A Hanoi nunca llegaron los 5.000
millones prometidos. Igual que los acuerdos de Ginebra, los de París eran inaplicables.
Si en Laos se constituyó en abril de 1974 un nuevo gobierno de coalición, en Camboya los khmers
rojos, muy fortalecidos, se negaron a algo similar y continuaron la lucha. A pesar de los miopes
cálculos americanos, que creían que Thieu "había quitado la iniciativa a los comunistas", todo
empujaba hacia el reinicio de la guerra abierta. El 10 de marzo de 1975, el ejército norvietnamita lanzó
la ofensiva en el puente de Ban Me Thuot, al noroeste de Hue. Se pudo comprobar lo que era el
gobierno de Vietnam del Sur sin los soldados americanos. El régimen se desmoronó. El ejército
survietnamita desertó en masa. Era un ejército de quintas que no le veía sentido a morir por un
gobierno corrupto y dictatorial. Hue cayó rápidamente. La estampida se generalizó. Todos aquellos
que habían participado en la represión anticomunista huyeron hacia los faldones americanos.
No hubo resistencia. El gobierno había tratado de agrupar a la población amenazando con un
supuesto baño de sangre a manos de los comunistas Esto no ocurrió, la guerrilla vietcong controló las
aldeas y confraternizó con sus habitantes. Los tanques del Norte enfilaron hacia Saigón. Thieu dimitió
el 21 de abril. Su sucesor firmó la rendición incondicional. Era el 30 de abril de 1975.

Una victoria ejemplar, una lucha heroica

Han pasado 30 años de la derrota más humillante del imperialismo norteamericano, el aniversario
ha pasado prácticamente desapercibido en Occidente. Apenas un par de minutos en los telediarios y
un par de páginas en algún periódico. ¿Olvido, casualidad...? Nada de eso. Incluso en un alarde de
cinismo algunos cuestionan el resultado final: "Hoy sabemos, en cambio, que había mucho más de
nacionalismo puro y duro que de marxismo en aquella contienda (...). En el tránsito de 1975 a 2005,
cabe preguntarse si, de verdad, Washington perdió la guerra vietnamita" (editorial de El País, 3 de
mayo de 2005). La burguesía se siente fuerte y cree que el peligro comunista es un recuerdo de la
historia. Aprovechan la caída del estalinismo para reinventar el pasado, que en manos de los
historiadores y comentaristas burgueses se ha vuelto impredecible. Ha sido un silencio consciente. El
imperialismo no conmemora derrotas.
Más allá de tonterías como la de El País, Vietnam y sus efectos han tenido un largo recorrido en la
historia. "El yanqui necesita jarabe vietnamita" se sigue oyendo en muchas manifestaciones. Desde
entonces las intervenciones terrestres norteamericanas han sido pocas. Han utilizado otros medios:
financiación de mercenarios (Nicaragua), guerra aérea (Yugoslavia)... Ningún gobierno quería pasar
por lo que pasaron Johnson y Nixon, una guerra prolongada, con un fuerte desgaste en bajas propias y
la un fuerte movimiento de oposición en casa. Tuvo que acontecer el 11-S para que la burguesía
norteamericana empezara a cambiar la psicología de su población, contraria a implicarse en
intervenciones militares en suelo extranjero con soldados de tierra. Luego han venido Afganistán e
Iraq. A pesar de todo, la sombra de Vietnam es alargada. La oposición masiva en todo el mundo,
incluido en EEUU, a la guerra de Iraq fue incluso antes de su comienzo, una diferencia con lo que
aconteció en Vietnam durante el primer período de la intervención imperialista. De hecho, la
movilización de millones de trabajadores y jóvenes contra el imperialismo norteamericano ha supuesto
un cambio formidable en toda la situación política mundial.
El pueblo vietnamita obtuvo una magnífica victoria. La economía planificada se extendió a todo el
país. Rompieron con el capitalismo y consiguieron su liberación nacional. Cualquier persona
consciente debe apoyar incondicionalmente estas conquistas, que sentaron las bases para poder
recuperar un país arrasado por la destrucción sembrada por millones de bombas imperialistas, un país
en el que murieron por la guerra entre dos y cinco millones, según las fuentes.
Los acontecimientos posteriores también han demostrado los límites de un Estado obrero como el
vietnamita, dónde estaba ausente la democracia obrera y las deformaciones burocráticas, a imagen y
semejanza de la URSS, impedían el avance hacia el socialismo. Desgraciadamente, los límites de una
economía planificada sin la participación consciente de los trabajadores, sin una democracia obrera
genuina, volvieron a quedar de manifiesto. Vietnam no ha sido ajeno a lo acontecido en el mundo
desde 1989 tras el colapso de la URSS y de los otros Estados obreros deformados de Europa del
Este. Hoy es desde las filas del propio PCV desde donde se abandera una progresiva vuelta al
mercado como en China o la URSS. Pero en el caso de Vietnam, como en los países anteriormente
mencionados, la restauración del capitalismo supondrá una pesadilla para las masas. El control
burocrático fue un freno, primero en Camboya, donde la toma del poder por la guerrilla del Khmer Rojo
dio origen a uno de los regímenes más despreciables de la historia, que suministró "argumentos" a
todos aquellos reaccionarios que utilizan el estalinismo y sus derivados para manchar las ideas del
genuino comunismo. Si Pol Pot —el líder del Khmer Rojo— se mantuvo fue porque los
enfrentamientos entre la URSS y China continuaron en el tiempo. Vietnam se convirtió en aliado de la
URSS y Camboya de China. Finalmente Vietnam invadió Camboya y expulsó a Pol Pot en 1979. China
respondió invadiendo Vietnam y fue derrotada. No es objeto de este artículo analizar estas luchas.
Simplemente las mencionamos como reflejo del límite del estalinismo, de lo lejos que puede llegar la
antimarxista teoría del socialismo en un solo país.
Pero nosotros no nos quedamos con eso. Nos quedamos con la valentía, abnegación y sacrificio
de millones de oprimidos que lo dieron todo por cambiar su situación y con ello el mundo. Su ejemplo
inspirará a generaciones de revolucionarios durante siglos. La guerra de Vietnam fue una de las más
claras demostraciones de la barbarie imperialista, pero también una de las más bellas gestas que la
humanidad haya protagonizado en el siglo XX.
En el siglo que comienza el imperialismo vuelve a estar cuestionado a escala planetaria. EEUU no
tiene contrapeso en el mundo. Lo único que le puede hacer frente es la lucha de los oprimidos.
Pensaron que Iraq era pan comido. Volvieron a equivocarse. Llevan dos años empantanados en una
nueva guerra. Sí, en una genuina guerra por la liberación nacional del pueblo iraquí. La victoria
vietnamita se gestó porque mientras luchaban por expulsar al imperialismo, luchaban por una vida
mejor, por la tierra y contra el capitalismo. La historia es terca: no hay genuina liberación nacional sin
liberación social. El que el Vietcong, a pesar de muchos errores en la política de su dirección, fuese
claramente identificado con la revolución y el socialismo ayudó a ganar la simpatía internacional del
movimiento obrero y a acelerar la acción contra la guerra en todo el mundo. Esa es la tarea que la
resistencia iraquí tiene por delante: dotarse de un programa socialista, la mejor garantía para la
victoria.

Intervención imperialista en Iraq - Un nuevo Vietnam para EEUU

Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

Intervención imperialista en Iraq


Un nuevo Vietnam para EEUU
Raquel E. Andreu

La guerra de Iraq hacía demasiado tiempo que se había planificado en los elegantes
despachos de la burguesía estadounidense. En 1991 el imperialismo norteamericano no
consiguió el objetivo de acabar con Sadam Hussein y así hacerse con el control de un país
tan rico. Tuvo que posponer para otro momento sus deseos. Pero hizo pagar a la población
iraquí por esta pérdida de tiempo: el bloqueo económico llevó a la muerte a más de 500.000
niños en menos de una década por falta de alimentos y medicinas. Además los bombardeos
continuaron en la zona de exclusión aérea, que no era más que una parte del país ocupado.
EEUU esperaba la ocasión que le sirviera de excusa para volver a la carga contra este
maltratado país: el 11 de septiembre de 2001, las terribles escenas de la muerte de
centenares de personas en Nueva York fueron utilizadas, tendenciosamente, por un
gobierno que pasará a la historia por su violencia sangrienta.

Como Trotsky explicara ya en 1914 ante la Primera Guerra Mundial, "en esto [la guerra], la
diplomacia tiene una doble tarea a realizar. Primero, necesita desencadenar la guerra en el
momento más favorable para su país desde el punto de vista internacional y militar. Segundo,
tiene que usar métodos por los cuales responsabilice ante la opinión pública por el sangriento
conflicto al gobierno enemigo" (León Trotsky, 1914, La Guerra y la Internacional).
A miles de ciudadanos norteamericanos les quisieron convencer de que Iraq, después de la
invasión a Afganistán, se había convertido en el refugio y paradero de Bin Laden y de terribles
armas de destrucción masiva.
Como no tardaron en darse cuenta millones de personas en todo el mundo, el petróleo era la
base, la esencia, de esta terrible guerra. Pero otros motivos, no menos importantes, se unían al
petróleo para que la burguesía más poderosa del planeta no dudara en atacar: la importancia
geoestratégica del país, barrer la competencia europea en una zona decisiva para la economía
mundial, los intereses personales de la familia Bush y sus aliados, y sobre todo, erigirse ante los
pueblos oprimidos del mundo como la autoridad a la que hay que temer y por tanto adorar.
Todo el teatrillo alrededor de la ONU y de los inspectores sólo tenía como objeto crear una
cortina de humo que engañara a la población de todo el mundo. Mientras tanto, EEUU ganaba el
tiempo que necesitaba hasta tener sus preparativos bélicos dispuestos para la invasión.
Sin embargo la guerra no iba a ser el paseo triunfal que los imperialistas habían soñado.
Como señaló Alan Woods en un artículo fechado en noviembre de 2002, meses antes de iniciarse
el ataque: "En el otro lado de la ecuación, los iraquíes lucharán una guerra defensiva, no en
Kuwait, sino en su propio país. El odio que existe hacia el imperialismo estadounidense se puede
expresar en un espíritu de lucha que puede deparar desagradables sorpresas para los invasores.
No va a ser una tarea sencilla ocupar un país como Iraq". La caída fulminante de Bagdad y otras
ciudades en manos estadounidenses hizo creer a los invasores que todo había ido según lo
previsto (incluso mejor). El 5 de mayo de 2003, un George Bush exultante se dirigía a las tropas
desde un portaviones declarando el fin de la guerra. En pocos días el pueblo iraquí, haciendo
caso omiso de las petulantes palabras del presidente norteamericano, se levantó contra su
ocupante iniciando una heroica lucha por la liberación nacional. El valor, la fuerza y la moral de
resistencia arden en la mente de centenares de miles de hombres y mujeres en estos momentos.
Ese elevado espíritu de lucha entre los invadidos, en absoluto es igual en el campo invasor.
Las deserciones empiezan a preocupar al Pentágono. La organización de los familiares de
soldados muertos o heridos no son buenas noticias para el gobierno imperialista de los EEUU. La
moral de la tropa es muy baja. El porcentaje de la población de EEUU contra la guerra aumenta
cada día y con cada noticia de otro soldado muerto. Vietnam resuena en la cabeza y la memoria
de los jóvenes que pueden ser llamados a filas. En Europa la invasión fue capaz de crear el
movimiento antiguerra y antiimperialista más masivo de la historia. Un país tras otro se ven
obligados por la presión interna a retirar sus tropas de suelo iraquí, como pasó con las españolas.
Con esta ocupación se ha fomentado la rebelión en todo Oriente Medio y el mundo árabe; el odio
al imperialismo se ha elevado a la enésima potencia. ¿Puede salir victorioso EEUU en estas
condiciones? El imperialismo se encuentra enfangado en la situación política más difícil desde la
guerra de Vietnam. La lucha de liberación nacional del pueblo iraquí y la oposición mundial de
las masas, como diría Trotsky hace noventa años, está "apagando el aullido patriótico de estos
chacales del capital" representados por el que quisiera pasar a la historia como el emperador del
mundo en el siglo XXI, el ignorante señor Bush.

De las excusas a las verdaderas causas


Históricamente, las clases dominantes de los regímenes y sistemas basados en la opresión de
clases, de una mayoría por una minoría, han unido a la explotación de unos hombres sobre otros,
la expoliación de unos pueblos sobre otros. Para atacar a otros territorios han inventado todo tipo
de pretextos. Las Cruzadas fueron expuestas como una guerra santa, como un movimiento
puramente religioso. Pero sus verdaderas causas fueron económicas. En aquella época (siglo XI)
el rápido crecimiento de la población en Europa provocó que muchos hijos de nobles se
quedaran sin tierras que dominar. Estos se armaron y encabezaron los ejércitos de asesinos y
ladrones; siempre bajo la bandera de la Cruz. Pronto se vieron sus intenciones cuando en lugar
de dirigir su atención a los centros religiosos lo hicieron a la Ruta de la Seda. Se llenaron los
bolsillos gracias al saqueo de las ciudades, de la ocupación de tierras, etc. La actual lucha del
imperialismo contra lo que han llamado "el eje del mal" no es más que la excusa de un fanático
religioso como George Bush (en esto no se diferencia en absoluto de Bin Laden). Igual que en
las Cruzadas, a los norteamericanos pronto se les vio el plumero: el primer pie puesto en Iraq fue
encima de un pozo petrolero. Una razón bastante material, por cierto. No hay "conflicto de
culturas" que valga, cuando lo que está en juego es el oro negro. Pero a pesar de que el petróleo
es el motivo central de la invasión, no es el único.
"Para ella [la burguesía], el militarismo se ha hecho hoy imprescindible, por tres razones: 1)
como medio de lucha para defender los intereses ‘nacionales’ frente a la competencia de otros
grupos nacionales; 2) como importante destino de la inversión tanto del capital financiero como
del capital industrial; y 3) como instrumento de dominación de clase en el interior del país sobre
la clase obrera" (Rosa Luxemburgo, Reforma o Revolución).
La propia situación política y social en el interior de la frontera estadounidense debido a la
terrible crisis que el capitalismo atraviesa, es un motivo más. Desde el 11-S tres millones de
trabajadores estadounidenses han perdido su empleo. 35 millones de norteamericanos viven por
debajo del nivel de pobreza; de esos, 13 millones son niños. EEUU tiene el peor índice de
pobreza infantil y la peor esperanza de vida de los países industrializados; 31 millones de
estadounidenses no saben dónde van a conseguir su próxima comida. Según el Departamento de
Agricultura se puede hablar de que nueve millones de personas en EEUU pasan hambre. El
gobierno de Clinton y posteriormente el de Bush, desmantelaron el Sistema de Asistencia Social,
de tal manera que los beneficiarios del mismo han pasado en pocos años de doce millones de
personas a sólo cinco. Mientras, las empresas militares baten récord en beneficios. Esta política
está provocando enormes contradicciones que le explotarán en la cara al gobierno de Bush más
temprano que tarde. La política exterior del imperialismo no es más que la continuación de su
política interna. No es la primera vez en la historia que la clase dominante utiliza una guerra para
desviar la atención de las crisis internas. Intentan culpar a la amenaza terrorista de la pobreza y el
desempleo. Así es como los gobernantes estadounidenses están propagando su tan cacareada
"guerra contra el terrorismo".
Para mantener su poderío económico, además de exprimir a los trabajadores en su propio
país, el capitalismo norteamericano necesita fortalecer aún más su posición en el mundo. Para
que esto sea así están amenazando a los demás países con la utilización de su terror militar.
Desde la caída de la URSS, EEUU ha emergido como la única superpotencia mundial. Cuenta
con el 37% del total de gasto mundial en armas y el 40% de la producción mundial de armas.
Ninguna otra potencia se acerca remotamente a esto y eso les ha llevado a sentirse como el
policía del capitalismo mundial. El desequilibrio mundial que han creado les empuja, a su vez, a
acentuar esta política para ocupar el vacío dejado por la URSS.
Quieren demostrar que no se va a ningún sitio sin su permiso y que aquel que no sea capaz
de sonreír gustosamente a su dominio, como hiciera el servil señor Aznar, será castigado
inquisitorialmente. Sadam Hussein fue un títere del imperialismo. Pero a veces algunos títeres
rompen sus cuerdas y empiezan a moverse por sí solos, según sus propios intereses. Este fue el
final de Sadam, que igual que Bin Laden pasó de ser amigo del imperialismo a tirano a derrocar.
Así lanzan un mensaje muy claro a todo Oriente Medio, América Latina, incluso a Europa. El
mensaje es "o estás conmigo o estás contra mí". Pero el uso de la fuerza bruta en absoluto
demuestra fortaleza. Detrás de todas las amenazas se encuentra una enorme debilidad: la crisis
del sistema capitalista y por tanto de su máximo exponente actual, el imperialismo
estadounidense.

El petróleo y Arabia Saudí


"El petróleo juega ahora un papel muy grande en la industria y el ejército. Dos tercios es
extraído o utilizado por EEUU. En 1923 ya era el 72 por ciento. Se quejan de que se están
terminando sus reservas de petróleo. Después de la Primera Guerra Mundial confieso que
pensaba que estas quejas eran una excusa para apoderarse del petróleo de otros países. Pero
ahora los geólogos admiten que, con el ritmo actual de consumo, EEUU sólo tendría petróleo
suficiente para veinticinco años. Algunos piensan que durarán cuarenta años. Pero ya sea dentro
de veinticinco o cuarenta años, EEUU necesitará diez veces más petróleo que los demás para su
industria y barcos de guerra" (León Trotsky, Izvestia, 15/8/1924).
La necesidad de petróleo que tiene EEUU desde hace décadas es más que evidente. Para
poder acceder a él debe controlar las reservas más importantes en el mundo. Pero el país que
garantizaba hasta ahora en buena parte ese oxígeno necesario para la economía capitalista,
Arabia Saudí, empieza a tambalearse.
Arabia Saudí es el mayor productor mundial de crudo y el mayor exportador a EEUU. La
dictadura monárquica fundamentalista siempre fue apoyada por la burguesía norteamericana.
Nunca les ha importado que el régimen utilice la tortura como método habitual contra sus
oponentes políticos, que maltrate y discrimine a las mujeres ni que corte las manos a los
ladrones. Esto era un mal menor si el petróleo saudí estaba preparado en sus barriles, listos para
aterrizar en casa.
La monarquía saudí ha conseguido mantenerse en el poder fruto de la represión, pero
también de las concesiones económicas que pudo dar a la población por la entrada de regalías
procedentes del petróleo. Pero esto se está acabando. Los ingresos por petróleo han caído y con
ellos un 20% el nivel de vida de la población. El desempleo va en aumento y también el
descontento.
Antes, EEUU confiaba ciegamente en el régimen saudí, hasta el punto de que, según algunas
informaciones hechas públicas, la CIA no tenía ni siquiera un archivo interno sobre el país. Pero
la confianza se vio truncada con el 11-S, cuando quedaron pasmados al comprobar que la mayor
parte de los autores del atentado eran saudíes.
De la fe ciega han pasado a una total desconfianza. Temen que el sector del régimen en el
que se basan pueda ser derrocado más pronto que tarde. Las divisiones en la familia real son cada
día más intensas. De hecho por primera vez el gobierno saudí ha ofrecido contratos a empresas
petroleras rusas y chinas, las cuales han accedido gustosamente.
La pérdida de Arabia Saudí sería un golpe para EEUU, con lo cual éste ya se está
preparando. La tropas norteamericanas en suelo saudí serán utilizadas en el caso de que el
régimen amigo sea derrocado. Si esto pasara, es obvio que el ejército estadounidense ocuparía
los campos petroleros situados mayoritariamente en una estrecha franja costera, dejando en
manos árabes la arena del desierto.
Por eso Iraq es tan importante. Este país cuenta con las segundas reservas petroleras del mundo,
después de Arabia Saudí. La posesión de estas valiosas reservas sería esencial para EEUU.
Además, cualquier invasión de Arabia Saudí tendría que ser iniciada desde Iraq. Por lo tanto, el
establecimiento de bases estadounidenses en ese país es una necesidad estratégica.
Pero con la invasión lo que han conseguido es aumentar las contradicciones en todo Oriente
Medio y especialmente en Arabia Saudí. Con 145.000 soldados estacionados en Iraq y con otros
80.000 implicados en operaciones relacionadas con la invasión en otras partes de la región, un
barril de pólvora está a punto de explotar.

Cuando la guerra estalla...


"Hemos visto como, cuando la guerra estalló, las masas fueron sometidas a los objetivos
capitalistas de la guerra, con embaucadoras melodías de las clases dominantes. Hemos visto
como las brillantes burbujas de la demagogia han explotado; como los tontos sueños de agosto se
desvanecieron; cómo, en lugar de felicidad, cayeron sobre el pueblo el sufrimiento y la miseria;
cómo las lágrimas de las viudas y los huérfanos de la guerra se hincharon hasta formar grandes
torrentes, como el mantenimiento desgraciado de las tres clases; la canonización inmisericorde
de la regla de las cuatro verdades —semiabsolutismo, gobierno de los junkers [nobles],
militarismo, y despotismo policial— se erigieron como la amarga verdad" (Karl Liebknecht, El
enemigo principal está en casa, octavilla de mayo de 1915).
EEUU saltó por encima de la ONU, que fracasó estrepitosamente en esta guerra. Los
marxistas hemos explicado que este organismo no es más que una hoja de parra para esconder
con ribetes "democráticos" los intereses reales de las potencias imperialistas.
El horror sin fin del capitalismo quedó mostrado en las pantallas de las televisiones de todo
el mundo. Los aviones americanos e ingleses tiraban bombas inteligentes que partían por la
mitad los cuerpos de hombres, mujeres y niños cuyo único delito era ser ciudadanos iraquíes.
Pero la caída de Sadam en cuestión de semanas reflejó lo putrefacto de su régimen, basado en la
opresión y represión brutal del pueblo iraquí. Muy pocos estuvieron dispuestos a dar su sangre
por un tirano que se la había robado en otras muchas ocasiones. Incluso algunos de los sectores
más cercanos a Sadam, personajes que habían participado abiertamente en la represión del
régimen, se escondieron como ratas detrás de los faldones del imperialismo, vendiendo a su
antiguo servidor. EEUU se creía que la ocupación iba a ser igual que los días de la guerra. Como
Engels explicó refiriéndose a Bismarck: "la política de hierro y sangre había de tener éxito
temprano para que deba hundirse por fin".
Los que no estaban dispuestos a defender a Sadam esperaban que los imperialistas se fueran
una vez cumplidos sus supuestos objetivos: acabar con el régimen totalitario. Pero lejos de irse
los norteamericanos se quedaron para realizar sus verdaderos objetivos: sojuzgar a un pueblo
para apropiarse de sus riquezas naturales con la misma fuerza bruta con la que habían aterrizado
en el país. Lo que EEUU no imaginaba, es que su invasión iba a despertar una lucha de
liberación nacional tan poderosa que no sólo no han sido capaces de apaciguar, sino que cada día
arde con más fuerza.

...y empieza la resistencia


Una lucha como ésta no le interesa a ningún gobierno occidental. De hecho todos aquellos
países o gobiernos que se opusieron a la guerra por motivos "humanitarios", por ser una guerra
ilegal e inmoral, como Francia y Alemania, hoy prefieren que las tropas extranjeras permanezcan
hasta que haya "una situación estable".
La oposición a la guerra encabezada por Francia, una potencia imperialista en decadencia
que pretende contrarrestar el aplastante dominio del imperialismo norteamericano y defender sus
áreas de influencia e intereses económicos en el mercado mundial, no puede engañar a nadie. El
"pacifismo" del señor Chirac y de la clase dominante francesa se ha demostrado en numerosas
ocasiones en sus antiguas colonias: Argelia, Indochina, África y muchos otros casos, donde los
capitalistas franceses y sus militares no han dudado en masacrar a pueblos enteros si con ello
defendían sus privilegios y beneficios. Alemania no tuvo problemas en causar la primera guerra
europea en los Balcanes después de la segunda guerra mundial, provocando una guerra tras otra,
devastación económica y humanitaria que todavía sufren hoy millones de bosnios, serbios,
kosovares, etc.
Por eso desde los medios de comunicación burgueses de todo el mundo, incluidos los
alemanes, franceses y españoles, nos dibujan a la resistencia como terroristas sanguinarios,
porque según ellos "una cosa es estar en contra de la ocupación y otra disparar contra los
ocupantes". Al fin y al cabo lo que le piden a la población iraquí es algo tan piadoso como
"poner la otra mejilla", cuando te están masacrando con impunidad.
Un reciente informe de la Comisión de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
concluye que los niños iraquíes vivían mejor bajo Sadam. Con Sadam cerca del 4% de niños
menores de 5 años pasaban hambre; a finales de 2004 la cifra se doblaba al 8%. Es curioso leer
esto de una comisión de la propia ONU, la misma que llevó a cabo un bloqueo genocida contra
el pueblo iraquí. Después de la invasión de 1990 la cantidad de niños menores de 5 años que
murieron se multiplicó por seis. Para 1995 medio millón de niños habían fallecido como
consecuencia del bloqueo con el que supuestamente el imperialismo iba a ayudar a los iraquíes.
En un artículo de Terry Jones, en el periódico The Guardian, se explica que cuando un periodista
de televisión señaló a Madeleine Albright que habían muerto más niños en Iraq por las sanciones
que los que murieron en Hiroshima, ésta respondió: "pensamos que el precio vale la pena". Si así
se expresa una alta responsable de la anterior administración demócrata, qué no cabía esperar de
los republicanos.
Según Associated Press, la Institución Brookings ha elaborado un informe en el que
establece que entre 500 y 1.000 iraquíes mueren al mes como consecuencia de la guerra. Las
enfermedades se han extendido. En Bagdad se han detectado brotes de hepatitis debido al nulo
control de las aguas residuales. No hay vacunas con las que evitar la propagación de la
enfermedad. El 50% del agua potable en Bagdad se pierde en la red de distribución, hecha trizas
por los invasores. El índice de desempleo alcanza el 70%. Uno de cada cuatro iraquíes sobrevive
gracias a las raciones de alimentos que son distribuidas por el Ministerio de Comercio, mientras
que 2,6 millones son tan pobres que tienen que revender parte de las raciones para comprar otros
productos básicos como medicinas. EEUU había prometido 12.000 millones de dólares para
proyectos de reconstrucción, pero apenas se han recibido 2.000. Así que el gobierno iraquí
colaboracionista ha anunciado un plan para acabar con las raciones de alimentos. Primero han
matado a la población a bombas y ahora la quieren matar de hambre y sed (muchos no beben
agua potable durante días). En el segundo país con más petróleo del mundo, es difícil hacerse
con un litro de gasolina. Muchos sólo tienen electricidad durante cuatro horas al día. Mientras
tanto, en un informe de enero de 2005 realizado por el Inspector General estadounidense para la
Reconstrucción, se afirma que el gobierno ha "perdido" 8.800 millones de dólares.
A los obreros industriales no les va mejor. Un despiadado dirigente del partido de Sadam, el
partido Baaz, ahora seguidor de los invasores y director de una empresa petrolera, reveló a un
periodista (que formaba parte de una delegación del Movimiento Obrero de EEUU contra la
guerra) la visión que tienen los nuevos gobernantes, entre ellos él. Le explicaba que "la
privatización es buena porque atemoriza a los trabajadores. Hace que los trabajadores tengan
miedo a perder su empleo. Ahora todo trabajador sabe que yo controlo su vida y la de su
familia". Una ley de los tiempos de Sadam que prohibía las huelgas se ha mantenido por parte de
los ocupantes. Sadam y Bush tienen una misma idea de cómo hay que tratar a la clase obrera. En
noviembre de 2003 el secretario general del Sindicato de Parados (UUI) Qasim Hadi y otro de
sus dirigentes, Adil Salih, fueron arrestados por encabezar una manifestación de desempleados.
El 29 de julio de 2004 los soldados estadounidenses detuvieron a 21 dirigentes de la UUI por
acampar frente al ejército de ocupación y exigir empleos. Están destruyendo locales sindicales.
Han abierto fuego contra manifestantes, tanto las tropas de EEUU como las británicas y las
ucranianas, matando a decenas de sindicalistas.
Una situación como ésta, de regresión total de las condiciones de vida y de represión a todo
un pueblo aviva la lucha. En la medida en que las tropas estadounidenses se sienten rodeadas,
aisladas de las masas, sin apoyo, utilizan aún más la represión brutal para mantener su dominio.
La agresividad y el salvajismo se ceban entre la población. El caso que más ha trascendido ha
sido el de las torturas en la cárcel de Abu Ghraib, cerca de Bagdad. Pero es evidente que
podemos afirmar que de los 17.000 detenidos en todas las cárceles de Iraq el 100% han sufrido
algún tipo de torturas. Muy poca información independiente nos llega, pero es la suficiente como
para saber que las torturas llegan hasta la muerte en muchos casos. Esta barbarie no es exclusiva
de Iraq, ni de Guantánamo. Toda guerra imperialista, todo régimen opresor, utiliza sus hombres
armados para derribar al oprimido mediante todas las técnicas que le sirvan para su fin. Por eso
es necesario que los revolucionarios acabemos con este sistema como la única forma de poner fin
a esta pesadilla. A las espeluznantes cárceles iraquíes hay que sumar las que el Pentágono ha
dado nombre como "instalaciones transitorias" en las que se cree que hay unos 10.000
prisioneros. Nadie puede entrar en ellas para examinarlas. Y no dejan entrar a nadie porque son
campos de exterminio, como lo fueron las prisiones secretas de Pinochet. La tortura es un medio
de humillación que pretende romper la moral y la voluntad de un ser humano, destrozar su
sistema nervioso, su confianza. A pesar de este horror contra los prisioneros, ningún oficial ni
responsable de las torturas en Abu Ghraib ha sido juzgado y condenado, a lo más que se ha
llegado ha sido a relevar de algunas funciones a algunos de los implicados.
El pretexto del imperialismo de "liberar a la población de la tiranía" es una broma de un
gusto repugnante. El ejército ocupante y sus colaboradores iraquíes irrumpen por las noches en
las casas de la población buscando a miembros de la resistencia. Las unidades estadounidenses
no disponen de traductores suficientes, así que cuando llegan a una casa no comprenden a los
civiles iraquíes y a la inversa. Si los iraquíes no siguen exactamente las órdenes de los
americanos se convierten en sospechosos. Así es como han asesinado y arrestado a una gran
cantidad de civiles que no tenían nada que ver con la resistencia. Ahora bien, desde el momento
que una madre, una hermana o una compañera ve cómo se llevan a sus hombres de casa, ellas
formarán parte de los miles de militantes o simpatizantes dispuestos a prestar ayuda o a formar
parte de la resistencia.
La ideología imperialista parte de la noción de la superioridad nacional y racial. Consideran
inferiores a los iraquíes. Por eso no tienen escrúpulos en usarlos como escudos humanos. Ahora
han decidido secuestrar a mujeres para obligar a los hombres de la resistencia a entregarse.

La violencia del tirano


Muchos de los asesinatos y torturas más despiadados han sido llevados a cabo por
mercenarios contratados por empresas norteamericanas. Bush, acompañado por los mejores
hipócritas del mundo, se lamentaba al ver varios cuerpos humanos de extranjeros, supuestamente
"trabajadores", colgados o quemados en las calles de Bagdad. En enero de este año una bomba
mató y mutiló a dos de estos supuestos trabajadores. Otro tercero cayó muerto en abril. El
primero se llamaba Strydom, el segundo Gouws y el tercero Gray Branfield. Los dos primeros
fueron reclutados por la empresa International Erinys como guardaespaldas de un general
norteamericano. Strydom trabajó en la década de los 80 para Koovoet, un ala ultra violenta del
ejército surafricano, los cuales pagaban muy bien por cada cuerpo asesinado de un activista
negro que pudieran entregar. Gouws, por otro lado, llegó a admitir ante la Comisión Surafricana
de la Verdad y la Reconciliación que él personalmente había incendiado las casas de 60
activistas antiapartheid, asesinó a Piet Ntuli (activista del Congreso Nacional Africano, ANC) y
lanzó una bomba contra la casa de Fabian Ribiero, asesinando a 9 activistas. Gray Branfield, el
tercer asesinado, trabajaba para una empresa en Iraq llamada Grupo Hart. Fue reclutado por el
ejército surafricano en los 80. Como parte del Proyecto Barnacle, ayudó a la captura y asesinato
de los principales líderes del movimiento antiapartheid en Suráfrica —incluido Joe Gqabi,
representante de la ANC en Zimbabue—. Durante una operación secreta en Zimbabue, secuestró
a un oficial de policía, ató explosivos a su cuerpo y tomó a su familia como rehén para asegurar
la liberación de un comando surafricano capturado. También participó en un plan de ataque en
un local de la ANC de Botswana, en el que 14 personas, incluyendo un niño, fueron asesinados
mientras dormían. La brutalidad de los soldados de la época del apartheid está muy demandada
en Iraq. Suráfrica es el tercer país con más mercenarios en Iraq después de EEUU y Gran
Bretaña. Pero fascistas de muchas nacionalidades han aterrizado en Iraq: chilenos, alemanes,
italianos, etc.
Estos asesinos a sueldo cobran más de 1.000 dólares al día mientras la población no
encuentra dónde comer. Lo más cínico de todo esto es que estos sujetos están cobrando del
dinero que roban a los iraquíes. Las empresas de seguridad son las que más están ganado con la
ocupación. De los 145.000 soldados estadounidenses, 9.000 británicos y 15.000 del resto de la
coalición, se estima que 30.000 son expertos en seguridad. Son la segunda fuerza militar en Iraq.
Si en 1991, durante la Guerra del Golfo, había un mercenario por cada 100 soldados, ahora es
uno de cada cinco. Las empresas como Bechtel y Halliburton alquilan ejércitos privados para
proteger sus inversiones. Estos deben sofocar cualquier intento de levantamiento en las ciudades.
Pero también en las empresas. Estos asesinos están sirviendo para amedrentar a los trabajadores
que se están organizando sindicalmente.
Por todos estos motivos la población se alegra cuando la resistencia suprime a un torturador.
Ese ya no podrá matar a nadie más, piensan. Pero en Occidente sólo nos enseñan los cuerpos
colgando de seres "humanos" y bárbaros iraquíes festejando la muerte.
Este terrible sistema de opresión que se llama capitalismo se está cebando especialmente
contra algunos países. Uno de ellos es Iraq. La culpa es ser un país rico en materias primas. El
imperialismo no puede sobrevivir sin actuar cruelmente. La violencia es innata a este podrido
sistema; depende de ella para gobernar. Pero esa violencia también crea su reacción opuesta: la
lucha contra la sumisión al dolor y a la represión, la lucha por la emancipación nacional. Eso es
lo que ha empezado en Iraq.
Cuando se demoniza a la resistencia en los supuestos medios más progresistas se hace
proporcionando informaciones sesgadas. Nos quieren hacer creer que la resistencia está matando
fundamentalmente a población civil. Pero eso tampoco es verdad. Según el Centro de Estudios
Estratégicos Internacionales de Washington, el 75% de los ataques son contra las tropas
ocupantes; un 21% son contra las fuerzas colaboracionistas (policías iraquíes, colaboradores del
ejército, ...). Sólo un 4% de los ataques es contra blancos civiles. En cambio, el ejército
norteamericano no tiene tantos miramientos. En Faluya, por ejemplo, pusieron como excusa para
el bombardeo y el ataque que esta ciudad era una guarida de la resistencia. Pero el ejército sabía
perfectamente que no quedaban miembros de la resistencia, pues éstos, al saber días antes que la
ciudad sería asediada, salieron de ella. A pesar de eso, EEUU bombardeó la ciudad. Las escenas
nos devolvieron a la mente el recuerdo de los bombardeos de las tropas hitlerianas a la ciudad de
Gernika durante la guerra civil española. Se cree que los estadounidenses asesinaron a más de
3.000 civiles.
Muchas son las mentiras que nos dicen y muchas las verdades que nos ocultan. Desde el final
de la guerra no se ha parado de bombardear ciudades, barrios y poblaciones. No sólo ha habido
bombardeos contra Faluya, contra Nayaf, Nasiriyah y otras ciudades que fueron asediadas
durante semanas. Diariamente los aviones de combate americanos están sobrevolando barrios y
ciudades, las bombardean, saquean las casas, arrasan los hospitales, destruyen su cultura e
historia quemando y devastando sus museos, escuelas, universidades.
Nos recuerdan cuántos soldados americanos llevan muertos (aproximadamente 1.550), pero
no dicen nada de los cerca de 100.000 iraquíes que se creen han perecido por las balas directas
del ocupante o por la falta de agua, comida o medicamentos a la que están sometiendo a esta
sufrida población. Están lanzando un mensaje a toda la población: "si resistís, este será el castigo
que tendréis".
Es de esta forma como EEUU y Gran Bretaña están haciendo el trabajo de alistamiento de
miles de jóvenes a la resistencia. En enero de 2005 el jefe de inteligencia de Allawi, Mohamed
Abdullah Shahwani, declaró a French News Agency que quizá había unos 200.000 insurgentes
(incluidos aquellos que proporcionan logística y refugio a los combatientes), superando en
número a las tropas norteamericanas presentes en Iraq.

¿Quién forma realmente la resistencia?


Desde los medios controlados por el imperialismo se intenta presentar a la resistencia como
terrorismo, pero los ataques de terroristas no representan ni el 10%. El periodista independiente
Dahr Jamail, que ha estado en varias ocasiones en Iraq señalaba que al entrevistar a varios
combatientes estos repetían una misma idea: "La resistencia lleva a cabo una guerra de guerrillas
y tiene objetivos militares. En cambio los terroristas hacen muchas víctimas civiles con sus
coches bomba. Las horribles decapitaciones y los secuestros están en la misma línea. En el caso
de los secuestros hay que preguntarse a quién benefician. Secuestrando a personas que ayudan a
los iraquíes la resistencia perdería un gran apoyo entre el pueblo. Los únicos que se benefician de
los secuestros son los ocupantes ya que éstos les proporcionan la ocasión de justificar su
presencia en Iraq". La situación social que los americanos han creado con la invasión, el paro, el
hambre, es un buen escenario para que se nutran las organizaciones delincuentes y gansteriles.
Estas pueden estar utilizando los secuestros para conseguir dinero. Pero el caso de la periodista
italiana Giulana Sgrena y todo lo que ha rodeado a su secuestro y al tiroteo en su liberación, lleva
a tener serias dudas sobre si EEUU pudiera estar detrás de este tipo de actos o los consintiera
para desprestigiar a la resistencia.
Según Abu Yusef, representante de la Corriente Patriótica de la Fuerzas Armadas Iraquíes
(disueltas), integradas en la resistencia y entrevistado por miembros de la CEOSI (Campaña
Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía Iraquí): "Los ocupantes, los traidores y
colaboracionistas [son objetivos legítimos de la actividad armada]. Son objetivos de la
resistencia igualmente la policía iraquí y la Guardia Nacional, milicias creadas por los ocupantes
para protegerse de la resistencia y que son utilizados en la actualidad como vanguardia de las
fuerzas de ocupación [en las operaciones contrainsurgentes]". Sin embargo Abu Yusef es tajante
al señalar que la resistencia nunca recurre a coches-bomba ni perpetra ataques indiscriminados
que cuesten la vida a civiles iraquíes. "La resistencia —añade— recurre a ataques con bomba en
los arcenes [contra convoyes de las fuerzas de ocupación], bombardeo con misiles y proyectiles
de mortero, lanzagranadas y armamento ligero". Abu Yusef concluye que los terroristas están
desvinculados de la resistencia.
Los ejércitos de ocupación se están enfrentando a una insurrección de masas de la población
iraquí. Como el propio Abu Yusef declaraba, "lo importante no es el número de combatientes,
sino el número de civiles que les apoyan".
Según la mayoría de las fuentes, el 80% de la población está contra la ocupación y apoya a la
resistencia. Un apoyo como este significa la derrota, tarde o temprano, para los invasores. La
resistencia se está convirtiendo en una pesadilla para las tropas de ocupación. La táctica
guerrillera de atacar y luego disolverse en un ambiente que garantiza su seguridad y escondite,
enloquece a los ocupantes. Los soldados responden matando a decenas de civiles para encontrar
a uno o dos insurgentes, lo que hace aumentar la rabia de la población. Ninguna persona que sale
de sus casas para ir a buscar comida o trabajo, sabe si volverá. Los hombres, las mujeres, los
niños, son cacheados en sus propias calles por soldados muertos de miedo. Han prohibido a los
civiles acercarse a menos de 300 metros de los tanques y camiones militares. Los ataques en
lugar de remitir después de las falsas elecciones del 30 de enero, han aumentado sobre todo en
calidad. La media son 60 ataques diarios. Según el diario italiano Il Corriere de la Sera, en sólo
10 meses (del 1 de junio de 2004 al 30 de marzo de 2005) han sido 15.257 los ataques contra las
fuerzas de ocupación. El 11 de abril de 2005, cien guerrilleros bien organizados consiguieron
liberar a 150 presos de la cárcel de Abu Ghraib. EEUU tiene la intención de ir recluyendo a sus
tropas alrededor de las 14 bases desplegadas por todo Iraq y situadas estratégicamente. De esta
forma intenta dejar los focos más calientes, las calles de las ciudades a los policías iraquíes para
que sean estos quien se las vean con la resistencia. Pero lo que han empezado a hacer los
guerrilleros es atacar estas bases estratégicas. Es evidente que la guerrilla está llevando la
iniciativa y a EEUU sólo le queda defenderse.
Los ataques a la industria petrolera están sirviendo para boicotear los objetivos
norteamericanos de producción y robo del petróleo. Además estos actos sirven para medir el
poder de la resistencia. Esto está afectando a la industria eléctrica: sin petróleo no hay
electricidad y sin electricidad no se puede bombear ni refinar el petróleo. EEUU necesita cuanto
antes un aumento de la producción de petróleo para alimentar su propia economía afectada muy
seriamente por la sangría económica que supone la guerra. Están reforzando con más militares
las infraestructuras petroleras, pero es insuficiente.
Todo esto no quiere decir que la resistencia sea absolutamente homogénea. Como explica
Alan Woods: "en cualquier movimiento de liberación nacional hay todo tipo de tendencias
diferentes e incluso contradictorias, tanto reaccionarias como progresistas. No se puede negar
que hay reaccionarios fundamentalistas islámicos luchando contra los estadounidense así como
verdaderos luchadores por la libertad iraquí. De la misma forma, en la resistencia contra la
ocupación alemana en Europa había tanto monárquicos reaccionarios como comunistas. Este
hecho de ninguna manera puede poner en duda el carácter progresista del movimiento de
liberación nacional. En cualquier caso, es un derecho inalienable de la población de Iraq decidir
bajo qué tipo de gobierno quiere vivir. Esa decisión no la pueden tomar por ellos los
‘demócratas’ imperialistas en Washington y Londres. La población iraquí será capaz de decidir
su propio futuro sólo cuando a estos ‘amigos’ extranjeros se les enseñe la puerta" (Alan Woods,
Elecciones en Iraq: un engaño cínico, enero 2005).
A la vez que el movimiento es tan heterogéneo, también es cierto que la experiencia de la
población va seleccionando a los sectores que deben estar a la cabeza de la resistencia. En
Occidente nos aseguran que la resistencia es puramente islámica. Pero algunas informaciones
que han llegado gracias a grupos independientes como la CEOSI nos traen otros mensajes. En la
misma entrevista a Abu Yusef, éste explica como "los distintos componentes de la resistencia
comparten el objetivo común de expulsar a los ocupantes y rechazan la hegemonía ideológica de
una corriente sobre las restantes", pero añade que la resistencia armada tiene que estar "[...]
alejada del fanatismo religioso o de cualquier identificación étnica o confesional".
Al contrario, la CIA junto a sus colaboradores, están intentando utilizar a organizaciones
islamistas para crear escuadrones de la muerte contra el movimiento insurgente. Durante la
entrevista de la CEOSI a Yusef éste le mostró una lista con un millar de nombres y datos de
personas supuestamente contrarias a la ocupación y que deberán ser asesinadas. La lista, que ha
sido filtrada por funcionarios del ministerio iraquí del Interior a la resistencia, ha sido elaborada
conjuntamente por las milicias del Congreso Supremo de la Revolución Islámica en Iraq
(CSRII), la organización Badr, y las milicias de Ahmad Chalabi (títere de EEUU).
Abu Yusef junto a otros nacionalistas se han organizado políticamente en una formación
denominada Movimiento de Oficiales Libres (MOL). Es el mismo nombre que utilizaron el
grupo de oficiales nasseristas en la revolución de 1958, en la que un golpe de Estado de éstos
derribó a la reaccionaria monarquía.
Junto al MOL se han agrupado otras organizaciones: la Unión del Pueblo (escisión del
Partido Comunista Iraquí, que colabora en el gobierno con los EEUU), el Partido Baaz y la
Alianza Patriótica Iraquí. Estas organizaciones y muchas más, están participando en el debate
para la creación del denominado Frente de Liberación Nacional que quiere presentarse como la
rama política de la resistencia militar.
La explosión de organización entre la población que lucha contra la ocupación se está dando
en todos los terrenos: educativo, sindical, mujeres, derechos humanos, etc. Un denominador
común parece ser, es el rechazo a la lógica confesional y sectaria de las nuevas instituciones.
Según la CEOSI, para el congreso fundacional del FLN hay al menos dos borradores de
documentos; uno añade al nombre FLN el de Islámico y la otra no. El hecho de que haya una
discusión sobre este tema refleja cómo las tradiciones laicas de este país están grabadas en la
conciencia de muchos luchadores. De hecho ha sido la pobreza y con ella el avance del
analfabetismo y la desestructuración social, la responsable del aumento de tendencias
confesionales y sectarias. De ahí la importancia de este debate.

El papel de la clase obrera y los verdaderos comunistas


El movimiento contra la ocupación no sólo se da en las calles, también en la industria. La
lucha de clases por parte de trabajadores y parados está comenzando. Los ataques a las
condiciones laborales por parte de los imperialistas y sus multinacionales ya está siendo
contestada en varias ciudades. En Basora y en Bagdad son varias las huelgas generales en la
industria petrolera contra la privatización y el recorte salarial.
Nahrawahn, cerca de Bagdad, es un complejo de 150 fábricas que emplean a 15.000
trabajadores que cada día fabrican miles de ladrillos. Hombres, mujeres y niños trabajan allí
durante catorce horas diarias por 1,5 dólares (60 centavos para los niños). No tienen seguro
médico, paga de vacaciones, normas de seguridad ni asistencia médica para las heridas. El 11 de
octubre de 2003, el 75% de los trabajadores decidieron ir a la huelga. Unos 400 trabajadores se
dirigieron a las oficinas del dueño y exigieron seguridad social, jubilación, asistencia médica,
contratos y aumentos salariales. El dueño no sabía que se acababa de formar un sindicato y les
amenazó con el despido. Los trabajadores respondieron yéndose a sus casas, volviendo con sus
armas y espontáneamente formaron un piquete frente a la fábrica, defendiendo la huelga e
impidiendo la entrada de esquiroles. El dueño terminó concediendo un aumento salarial de 500
dinares (25 centavos) y aceptó negociar los beneficios sociales y sanitarios.
Los salarios de los estibadores iraquíes de Um Qasr fueron reducidos cuando comenzó la
ocupación, hasta que los trabajadores se hartaron y organizaron un sindicato. El día que los
estibadores fueron a elegir a sus nuevos representantes sindicales, el director del puerto les dijo
que se habían cancelado las elecciones recurriendo a una prohibición de 1987 y despidió a tres
trabajadores que, a pesar de la prohibición, intentaron organizar el sindicato. Las provocaciones
de la empresa continuaron y el conflicto se radicalizó organizándose hasta una manifestación que
terminó cuando los soldados intervinieron. Las noticias de lo que estaba ocurriendo en Um Qasr
llegaron a los estibadores norteamericanos. Al conocer el despido de los estibadores de Um Qasr,
el sindicato de estibadores de San Francisco (International Longshore and Warehouse Local 10)
inmediatamente condenó la represión y los sindicatos de estibadores de la costa occidental
organizaron el 20 de marzo de 2004 un día de huelga en solidaridad con los trabajadores
iraquíes, coincidiendo con las manifestaciones en todo el mundo con motivo del aniversario de la
invasión de Iraq.
KBR, una empresa designada a dedo para la reconstrucción, llevó a la refinería petrolera de
Bergeseeya, cerca de Basora, a una empresa de la construcción kuwaití, una subcontrata que
utiliza trabajadores indios y pakistaníes más baratos. Para proteger sus empleos los trabajadores
iraquíes fueron a la huelga. En la Empresa de Petróleo del Sur (SOC) los trabajadores
organizaron un sindicato y consiguieron que no se contratara mano de obra extranjera. Después,
los trabajadores de SOC exigieron salarios más altos, amenazando con la huelga y con parar la
producción de petróleo. Además dijeron que se unirían a la resistencia armada si las tropas de
ocupación reprimían su protesta. La situación llegó a ser tan tensa que el ministro del petróleo
fue a Basora y aceptó reestablecer a los salarios que había antes. El salario establecido en SOC
finalmente se adoptó en la mayoría de los centros de trabajo del sector petrolero. La lucha se
extendió a la industria energética, donde amenazaron con parar el suministro energético. Los
trabajadores de esta industria son potencialmente muy poderosos porque sus acciones pueden
paralizar toda la economía iraquí.
Los EEUU utilizan las estructuras sindicales que creó Sadam Hussein para evitar una
organización independiente de la clase obrera. Pero los trabajadores se están organizando en
nuevos sindicatos. El más grande es la Federación Iraquí de Sindicatos de Trabajadores —la
IFTU— que fue creado por activistas del Movimiento Sindical Democrático de Trabajadores,
una organización obrera clandestina bajo Sadam y dirigida por el Partido Comunista. Sin
embargo, su dirección tiene vínculos con el actual gobierno interino. El otro sindicato es la
Federación de Consejos y Sindicatos de Trabajadores de Iraq (FWCUI). Fue formado el 8 de
diciembre de 2003 por representantes de los trabajadores de todo el país y está bajo la dirección
del Partido Comunista de los Trabajadores. El tercer sindicato es el Sindicato de Parados de Iraq
(UUI), se creó en mayo y está afiliado al FWCUI. El UUI está haciendo campaña por "puestos
de trabajo para todos los trabajadores o subsidio social de 100 dólares mensuales para los
parados", la vieja reivindicación del movimiento obrero internacional, "trabajo o salario
completo".
Estas organizaciones jugarán un papel clave en los futuros acontecimientos de Iraq. Su
existencia demuestra que incluso en las condiciones más difíciles y bárbaras, el movimiento
obrero está vivo. Desgraciadamente, la dirección de estas organizaciones se niegan a participar
en la resistencia armada. Esto significa que la dirección de la resistencia recae sobre elementos
ajenos a la clase obrera.
En la revolución de 1958, la política de colaboración de clases del Partido Comunista de Iraq
(PCI) llevó a traspasar la dirección del movimiento a los oficiales nasseristas. Éstos, aunque
llevaron a cabo reformas positivas en el terreno social y nacionalizaciones de empresas,
acercándose a la esfera de influencia de la URSS, no dejaban de ser defensores del capitalismo.
Además, una vez en el poder, la ayuda prestada por las organizaciones obreras a los oficiales fue
devuelta con represión. El PCI pasó a ser una organización clandestina.
En la actualidad los elementos más conscientes de los trabajadores, revolucionarios,
comunistas, deben participar dentro del movimiento de resistencia, del Frente de Liberación
Nacional, con su propio programa. El FLN va a aglutinar a los sectores que están contra la
ocupación. Hay que aprovechar esto para trabajar dentro por un programa socialista a la vez que
se lucha en las fábricas organizando los sindicatos con una política en defensa de los salarios, las
condiciones laborales y los derechos democráticos de los trabajadores. Todo esto debería tener
como objetivo construir un partido obrero marxista, capaz de disputar mañana el poder a los
elementos capitalistas extranjeros o nacionales. La única forma de acabar con esta ocupación o
con futuras invasiones es acabando con quien realmente las causa, que es el capitalismo. La clase
obrera encontrará en esa lucha a muchos aliados: los campesinos (que la ocupación les está
quitando sus tierras y hasta les obliga a plantar sólo las semillas que USA exporta a Iraq), los
estudiantes, las mujeres, las nacionalidades oprimidas, etc.

EEUU intenta dividir a la resistencia


En el segundo aniversario de la caída de Bagdad, 300.000 personas, dirigidas por el clérigo
Moqtada Al Sadr bajo el lema "No a los EEUU, no a la ocupación" salieron en manifestación por
las calles de Bagdad para obligar al nuevo gobierno a la retirada inmediata de las tropas
extranjeras, calificando a Bush y Blair como terroristas. Aunque la manifestación había sido
convocada por los chiíes, los líderes religiosos sunníes dieron el apoyo a la marcha haciendo que
un gran número de sunníes participaran en ella.
Esto revela las presiones enormes que están recibiendo los líderes religiosos desde sus bases
y pone en duda a corto plazo la previsible guerra civil que tanto se deja caer en los medios
occidentales. Nuevamente el periodista Dahr Jamail recoge algunos testimonios de los
resistentes. Dice que al entrevistar a la gente y preguntarles si eran sunníes o chiíes la respuesta
más frecuente con la que se encontró fue: "Soy musulmán, soy iraquí".
Lo que está en cuestión y en eso coinciden muchos kurdos, chiíes y sunníes, es que
comparten un mismo sentimiento de dignidad nacional, la soberanía real de su país. Aunque
parece ser que la mayoría de los resistentes son sunníes, eso cambiará rápidamente. También los
chiíes se han levantado varias veces, como en Najaf, Sadr City y Kerbala. Los sunníes y los
chiíes se apoyan mutuamente como se demostró en abril de 2004 cuando los ocupantes asediaron
Najaf y los combatientes sunníes dieron armas y entrenaron a la resistencia chií.
Los imperialistas estadounidenses han jugado desde el principio la carta de las diferencias
religiosas y nacionales. Han intentado basarse en los kurdos y chiíes contra los sunníes, que
fueron la principal base de apoyo de Sadam Hussein. Es verdad que los kurdos y los chiíes
fueron brutalmente reprimidos por Sadam Hussein, pero eso no significa que los imperialistas
sean sus amigos. Los gobiernos de Washington y Londres en el pasado fueron totalmente
indiferentes a los sufrimientos de los kurdos y chiíes de Iraq. Ahora los utilizan como para
dividir el movimiento de liberación nacional y para poder controlarlo. Cuando Sadam Hussein
utilizó gas para bombardear a los kurdos, Washington guardó silencio. Seguían vendiendo armas
químicas a Sadam Hussein, en su guerra contra Irán. Durante la anterior Guerra del Golfo los
norteamericanos incitaron a la población chií del sur de Iraq para que se levantaran contra Sadam
Hussein, después cruzaron los brazos y miraron como les aplastaban.
Los marxistas nos oponemos implacablemente al desmembramiento de Iraq, porque eso
degeneraría en conflictos sectarios y étnicos con consecuencias espantosas para toda la población
de Iraq. La población kurda debe entender que aliarse con el imperialismo sólo les acarreará
problemas. No aliarse con EEUU en absoluto significa que la lucha histórica de este pueblo por
sus derechos democráticos flaquee. Más bien al contrario: aliados al capital un pueblo oprimido
jamás conseguirá sus derechos. Para los marxistas la lucha por conseguir los derechos
democráticos hoy en Iraq pasa por luchar junto a sus hermanos del resto del país por expulsar a
las tropas extranjeras. No habrá autonomía real ni derechos culturales, lingüísticos, nacionales,
con la bota militar encima de un país entero. Sólo el socialismo podría crear las bases para una
verdadera autodeterminación de los pueblos históricamente oprimidos. El responsable de la
situación del pueblo kurdo, igual que la del pueblo palestino, kosovar, chechenio, etc... es el
sistema al que sirve Bush, el podrido capitalismo. El socialismo significaría la mayor explosión
de cultura y libertad que los kurdos jamás hayan soñado. Pero para construir esa sociedad
necesitamos estar unidos junto a toda la clase obrera y campesinos iraquíes. EEUU va a utilizar
la autonomía kurda para dividir y enfrentar al pueblo de Iraq, del mismo modo que utilizó en
Kosovo a las organizaciones que en un primer momento habían sido creadas por los kosovares
para luchar contra la opresión del régimen de Milósevic y que luego se convirtieron en sus
marionetas. Ese fue el caso del ELK transformada en una organización reaccionaria y sectaria,
financiada por los imperialistas, que más tarde atentaría contra civiles serbios inocentes. Los
kurdos no pueden dejarse engañar y deben unirse a la resistencia contra la ocupación
imperialista.
Dividir Iraq iría en contra de los intereses de toda la población iraquí. Debilitaría seriamente
la lucha de liberación nacional contra el imperialismo. Afortunadamente, después de
generaciones de lucha contra el imperialismo se ha forjado una conciencia nacional iraquí, que
no se destruirá fácilmente. La mayoría de los iraquíes se sienten iraquíes, independientemente de
las diferencias religiosas, lingüísticas y culturales. Esto se pudo ver en la larga guerra entre Irán e
Iraq, donde muy pocos iraquíes chiíes apoyaron a Irán, donde los chiíes iraníes constituyen la
aplastante mayoría. A pesar de todos los esfuerzos de los imperialistas de sembrar división en las
filas del movimiento de liberación nacional, tanto chiíes como sunníes han participado en la
insurrección contra el invasor extranjero.
La única alternativa para garantizar el pleno derecho a la autodeterminación de las
nacionalidades que componen Iraq, y a la mismo tiempo asegurar una existencia fraternal y
unida del pueblo iraquí libre de la explotación y la barbarie capitalista, es un Iraq socialista

Las elecciones farsa


La verdadera razón por la que los insurgentes se opusieron a las elecciones fue porque
suponían una mentira y un engaño al pueblo iraquí y la opinión pública mundial. Las elecciones
no pretendían introducir una verdadera democracia. ¿Cómo puede ninguna persona ser libre con
una bota extranjera en el cuello? El objetivo real de las elecciones era bastante claro: legitimar la
invasión de Iraq encabezada por EEUU y disfrazar la cruel realidad de la ocupación extranjera
bajo la fachada de una administración títere.
Aquellos iraquíes que fueron a los colegios electorales tenían muy poca idea de a quién
estaban eligiendo para los 275 escaños de la asamblea nacional y las 18 asambleas provinciales.
Como la mayoría de los 111 partidos que se presentaron a las elecciones han tenido que
mantener en secreto los nombres de todos sus candidatos, excepto los más veteranos, la gente no
sabía por quien iba a votar.
La cuestión principal es que las elecciones en Iraq han sido un fraude gigantesco y cruel.
Aquellos iraquíes que votaron lo hacían por la paz, el empleo y la vivienda. Votaron por la
autodeterminación y para echar a los odiados ocupantes extranjeros. Pero con el actual gobierno
no conseguirán ninguna de estas cosas.
EEUU habla de democracia. Pero democracia significa que las personas pueden decidir
libremente quién les gobierna y determinar su propio destino.
El ejército y la policía son dos apoyos fundamentales para cualquier gobierno burgués.
¿Cómo puede un gobierno decir que es libre si no tiene una fuerza propia para defenderle o
poner en práctica sus decisiones? Los estadounidenses se asegurarán que mantienen firmemente
en sus manos el control de la "seguridad". Esto significa que Washington será quien mantenga el
poder estatal, no el gobierno de Bagdad.
Un ejemplo lo hemos tenido cuando el nuevo presidente iraquí, el kurdo Jalal Talibani
anunció en el mes de abril de 2005, una amnistía para los presos. Según Talibani sólo quedarían
excluidos de la amnistía los implicados en "matanza de civiles". Inmediatamente EEUU se ha
opuesto ya que ellos quieren que también queden fuera los integrantes de la guerrilla que han
atacado a sus soldados.
Según el periodista Dahr Jamail el ejército estadounidense manda tanto a la Guardia
Nacional Iraquí como a la policía. Si el ejército entra en una comisaría y pronuncia las palabras
mágicas "Tomamos el mando", la policía no puede hacer nada hasta que se marchen.
EEUU no ha llegado a Iraq para darle el poder a un gobierno títere que va a estar sometido a
unas presiones por parte de la población que difícilmente soportará. Por eso el ejército
estadounidense, desde el punto de vista de los intereses de la burguesía norteamericana, no puede
irse de Iraq. Sólo saldrá del país si es derrotado. Y esa derrota no se dará a través de elecciones,
sino de una lucha abierta en las calles de las principales ciudades y en las instalaciones
industriales del país.

Desmoralización entre los soldados ocupantes


La brutalidad de la guerra y, sobre todo, la actitud de rechazo de la población hacia unos
soldados que se creyeron que les recibirían con los brazos abiertos, está provocando
desmoralización entre los soldados. El Pentágono ha reconocido la deserción de 5.500 soldados
estadounidenses en Iraq hasta abril de 2005. También hay deserciones en el ejército británico.
Un tercio de las tropas estadounidenses en Iraq son reservistas y guardias nacionales. El
diario San Francisco Chronicle publicó los resultados de una encuesta el 27 de marzo pasado. En
ella se decía que "el 70% de los encuestados caracterizaban la moral de los soldados como ‘baja
o muy baja’". Los problemas son más pronunciados entre los soldados rasos y los reservistas.
"Casi el 75% de los soldados dijeron que la dirección de su batallón era pobre o mostraba una
ausencia de preocupación por los soldados... El estudio fue iniciado por el ejército después de
varios suicidios que crearon preocupación por la salud mental de los soldados en Iraq (...) El
Pentágono está muy preocupado porque los más que frecuentes y largos viajes de combate
inciten a más soldados a salir del ejército que a realistarse, especialmente si la misión es en Iraq
o Afganistán".
Muchos ilegales en EEUU se enrolaban en el ejército como una forma de lograr la
nacionalidad y se calcula que unos 30.000 de los 142.000 soldados de EEUU en Iraq tienen estas
características. De los más de 1.500 soldados de EEUU muertos, 142 no eran todavía ciudadanos
estadounidenses. Ahora el número de estos extranjeros que se enrolan en el ejército está
disminuyendo. Por ejemplo, la Iniciativa Mexicana contra la Guerra hizo un llamamiento a la
deserción de los hispanos que integran el ejército estadounidense. De momento se ha logrado un
descenso de un 12% de reclutas mexicanos en el año 2004 en comparación con el año anterior.
Cientos de soldados estadounidenses han perdido la vida, miles están mutilados y
agonizando, ocultos en hospitales militares en Alemania y otras partes. Los oleoductos son
saboteados, los convoyes atacados.
La ausencia de bases sociales para las fuerzas ocupantes se refleja en su fracaso a la hora de
organizar una fuerza militar iraquí fiable para trabajar al lado de las tropas británicas y
estadounidenses. La administración norteamericana dice que ha reclutado a 30.000 iraquíes para
este propósito. Pero muchos informes sobre el terreno dicen que la cifra real está próxima a los
12.000. Además, sólo una fracción de este número ha completado un entrenamiento serio.
Probablemente no más de 5.000 soldados iraquíes pro-coalición podrían ser considerados en el
momento actual una fuerza de combate.

‘Todo el personal militar debería negarse a luchar’


Las deserciones aumentarán como pasó en Vietnam. Steve Morse del GI Rights Hotline
(Línea de atención a los derechos de soldados), afirma que el número de llamadas que han
recibido ha pasado de 17.000 en 2001 a más de 32.000 en 2004. Aproximadamente el 38%
corresponden a soldados que han desertado o están pensando en desertar.
El soldado estadounidense veterano de 39 años, Carl Webb, que desertó, comenta: "Esta es
una guerra por el petróleo y los beneficios. Creo que esta guerra no es para liberar al pueblo
[iraquí], sino para oprimirlo". Cuando en agosto su unidad de la Guardia Nacional le anunció que
empezaba la instrucción, Webb no acudió. Lo mismo hizo cuando su unidad partió a Iraq en
enero. Ahora es un fugitivo. "Aunque el gobierno [de EEUU] no actuara de forma ilegal al
utilizar a los reservistas, a la Guardia Nacional y a los jubilados como está haciendo, yo seguiría
oponiéndome a la guerra... Creo que todo el personal militar debería negarse a luchar en esta
guerra del imperialismo".
Otro soldado que ha sido muy conocido por su oposición a la guerra ha sido el sargento de 28
años Camilo Mejía, que fue puesto en libertad el 15 de febrero de 2005, después de ser
condenado a un año de prisión militar por negarse a volver a Iraq. "La justificación de esta
guerra es el dinero y ningún soldado debería ir a Iraq y dar su vida por petróleo... Uno de
nuestros sargentos disparó a un niño que llevaba un rifle AK-47. Los otros dos niños que iban
con él salieron corriendo cuando el niño herido empezó a arrastrarse tratando de salvar la vida.
Un segundo disparo lo detuvo, aunque seguía con vida. Cuando un iraquí trató de llevarlo a un
hospital civil, unos médicos armados de nuestra unidad le interceptaron e insistieron en llevar al
chico a un complejo militar. Allí se le negó asistencia médica porque se suponía que una unidad
diferente iba a tratar a los heridos de nuestra unidad. El chico murió después de que otra unidad
se negara a tratarlo".
El ejército no está aislado de la sociedad, al contrario es un reflejo de ella. Hemos visto una
pequeña minoría de asesinos y psicópatas en Abu Ghraib, que no son más que carne de cañón de
los mandos reaccionarios. En el otro extremo hay soldados honestos y con la mente abierta a
posturas de izquierdas, incluso revolucionarias, como vimos en Vietnam. Gracias a uno de estos
salieron a la luz las fotos de las torturas a pesar del peligro que podía suponer para él. En medio
de ambos sectores está la gran parte del ejército. El ambiente entre éstos se puede moldear según
las circunstancias. Una de las presiones más fuertes que van a recibir, además del propio odio del
pueblo iraquí, es la radicalización contra la guerra en Estados Unidos. Las encuestas ya hablan
de una mayoría en contra de la guerra y a favor de la salida de las tropas. Esto va a conectar con
la mayoría de soldados que viven en condiciones de extrema tensión. Veteranos de Iraq Contra la
Guerra hizo pública la denuncia de los familiares de 17 soldados que habían sido detenidos por
negarse a cumplir una misión suicida. Dicha misión trataba de transportar camiones cisterna en
mal estado cargados de combustible por una de las carreteras más peligrosas que rodean Bagdad.
Esta es la seguridad que proporcionan a sus propios soldados.

Protestas antes que en Vietnam


Aunque todavía no hay tantos desertores y soldados como en el momento de más fuerza del
movimiento estadounidense contra la guerra de Vietnam a principios de los setenta, los soldados
y sus familias se están organizando en contra de la intervención en Iraq mucho antes de que lo
hicieran sus homólogos hace casi cuarenta años. En julio de 2004, sólo un año y medio después
de que empezara la guerra, se fundó Veteranos de Iraq Contra de la Guerra. Por el contrario,
Veteranos de Vietnam Contra la Guerra se fundó en abril de 1967, unos cinco años después de
que empezara oficialmente el conflicto. Y a diferencia de lo que ocurrió durante la Guerra de
Vietnam, las familias de los soldados han estado en la primera línea de las manifestaciones en
contra de la invasión de Iraq. Más de 2.000 pertenecen ya a Military Families Speak Out
(Familiares de los Soldados Hablan Claro), que se formó en noviembre de 2002, cuatro meses
antes de que EEUU invadiera Iraq. Algo histórico.
Si esto sucedió en EEUU antes y durante la guerra, en el resto del mundo lo que hubo fue
una explosión contra la intervención imperialista y la ocupación posterior. Podemos decir sin
temor a equivocarnos que las movilizaciones del sábado 15 de febrero de 2003 fueron el
movimiento antiimperialista más grande que la historia haya vivido. Decenas de millones de
personas se movilizaron a lo largo y ancho del globo. Sólo en el Estado Español siete millones de
personas abarrotaron las calles de 350 localidades y ciudades donde se convocaron
manifestaciones. Se colapsaron los trenes y metros, las carreteras y accesos a todas las grandes
ciudades. Días antes la gente quería colaborar con los organizadores de las movilizaciones. Se
preparaban miles de pancartas, se participaba en charlas en los institutos, facultades, sindicatos,
etc. No olvidemos que la presión de los trabajadores obligó a UGT a convocar una huelga
general de dos horas, que fue seguida también por los demás sindicatos de clase excepto por la
dirección de CCOO. Claro que muchos obreros y militantes de CCOO hicieron caso omiso a
Fidalgo y participaron en el paro.
En Gran Bretaña, los maquinistas de tren se negaron a transportar armas para el ejército
británico desplegado en Iraq. La guerra ha dividido al Partido Laborista. En Italia, Berlusconi
está entre la espada y la pared porque a su política antiobrera se suma que la gente le ve como un
muñeco al servicio de los intereses estadounidenses en Iraq. Aznar y el PP fueron derrotados en
las urnas el 14-M después de la mayor movilización social que vivió el Estado español desde los
años setenta. La guerra de Iraq y la postura servil de Aznar ante el imperialismo estadounidense,
tuvo mucho que ver con la derrota electoral de la derecha.
La explosión social en toda Europa y en especial en el Estado Español ha sido un aviso del
movimiento obrero y juvenil al imperialismo, pero también a todos los escépticos del mundo.
Las experiencias vividas esos días de lucha están ya selladas en la conciencia de las masas que
participaron y que comprobaron por sí mismas sus fuerzas. Eso es un legado para un futuro no
muy lejano.
EEUU va a perder la guerra
Todo el dinero que el gobierno estadounidense está dedicando a la guerra en Iraq se está
traduciendo en una profundización de la crisis económica en su propio país. Se están destinando
a la guerra cerca de 4.000 millones de dólares al mes. El coste de la maquinaria militar aumenta
vertiginosamente. EEUU gozaba de un superávit presupuestario del 1% en el año 2000. Con la
política de Bush el déficit llegó al 4% antes de la guerra de Iraq. Se calcula que en estos
momentos se está invirtiendo en la guerra un 4% del PIB, lo que está alimentando la crisis. Es
imposible mantener esto mucho tiempo, pero EEUU no puede retirar sus efectivos en Iraq por
que esto significaría una humillante derrota. El problema es que están agotando no sólo los
recursos económicos, sino también los humanos (no puede reclutar los soldados que necesita
para mantener el contingente de ocupación).
EEUU va a tener que retirarse de Iraq agachando la cabeza. Esa sería una de las mejores
noticias que todos los pueblos oprimidos del mundo podrían recibir. Nos han pintado al
imperialismo como algo tan poderoso que es imposible de vencer. Si el pueblo iraquí, ayudado
por el pueblo norteamericano en lucha contra su propio gobierno y unido mundialmente a la
oposición de millones de jóvenes y trabajadores, derrota a EEUU, significará un impulso
tremendo a la lucha antiimperialista y por el socialismo. Un fracaso del imperialismo haría más
difícil que los intentos de nuevas invasiones o amenazas vertidas contra otros países, como
contra Venezuela, pudieran llevarse a cabo.
La derrota del imperialismo sería una victoria histórica de los oprimidos por deshacerse de
sus cadenas, de las sucesivas que vendrán en el camino. A lo largo y ancho del mundo el
capitalismo ha preparado, sin quererlo, procesos revolucionarios profundos que le llevarán a la
sepultura. Alí Primera, revolucionario y artista venezolano cantaba: "Hace 400 años que mi
patria está preñada, ¿quién le ayudará a parir pa’ que se ponga bonita?". La guerra es la partera
de la revolución. Serán los trabajadores, campesinos, indígenas, las nacionalidades oprimidas en
lucha y armados con la teoría del socialismo científico los que harán parir una nueva sociedad,
pacífica y libre: el socialismo.

60º Aniversario del Día D - La verdad sobre la Segunda Guerra Mundial

Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

60º Aniversario del Día D


La verdad sobre la Segunda Guerra Mundial
Alan Woods

El pasado mes de junio se cumplieron sesenta años del día que, en una mañana desapacible de tormenta, las
tropas aliadas desembarcaron en las playas de Normandía. Este fue el Día D, la tan largamente aplazada invasión
de Europa. Una semana después de las celebraciones oficiales visité Normandía con algunos amigos y
compañeros. Hoy las mismas playas están plácidas y tranquilas. Paseando por las playas durante un brillante y
soleado día de junio era difícil imaginar las terribles escenas de caos y carnicería que se vivieron hace sesenta
años, cuando ni siquiera la mitad de los hombres consiguieron salir de la playa de Omaha porque antes fueron
derribados por el fuego mortal de las armas alemanas.
La historia del Día D se ha contado en muchas ocasiones. A la opinión pública ha llegado una impresión
conmovedora a través de películas como El día más largo y, más recientemente, Salvar al soldado Ryan. Las
recientes celebraciones, acompañadas por toda una serie de documentales de televisión, han reavivado las
historias sobre la heroica invasión de Francia, el terrible coste de vidas humanas, el sacrificio y el valor. Todo
esto es cierto, pero no nos cuenta toda la historia.
Los cementerios militares, con sus interminables hileras de cruces, proporcionan una información detallada
pero no pueden decir todo lo ocurrido. El cementerio estadounidense es como un jardín maravillosamente
cuidado, con música de fondo de campanas que tocan melodías como El himno de batalla de la República y
ancianos engalanados con medallas que lloran por los compañeros y la juventud que perdieron.
Hay una cosa curiosa que me llamó la atención. Las cruces del cementerio norteamericano sólo ponen la fecha
de la muerte. No hay fecha de nacimiento. Parece que los soldados nunca nacieron, sólo murieron. Para que fuera
ésta su única función en la vida. Murieron para que los demás puedan vivir en paz y democracia. En cualquier
caso esa es la leyenda oficial. La verdad sobre la guerra es algo diferente. Pero en aniversarios como éste, lo
último que se busca es la verdad.
Las celebraciones oficiales del Día D fueron como una elaborada pieza teatral. Como en el teatro, todo estuvo
cuidadosamente ensayado y orquestado. Este año el papel de empresario lo jugó habilidosamente Jacques Chirac
y el gobierno francés. Como se podría esperar lo hicieron con gran brillantez. Los pueblos y las ciudades estaban
todos cubiertos con banderas de los aliados y placas con frases como: "Bienvenidos libertadores" y "Gracias".
Todo muy conmovedor.
Sí, conmovedor, pero también un poco sorprendente. Después de todo se trataba del sesenta aniversario. En el
cincuenta aniversario, que es una fecha más lógica para las celebraciones, el escenario fue bastante diferente. Las
celebraciones entonces fueron a una escala mucho menor. Las celebraciones oficiales prácticamente se limitaron
a un puñado de dignatarios. Muchos de ellos fueron acordonados para separarles del público.
¿Cuál es la diferencia en esta ocasión? Claramente está más en juego que la memoria histórica. Tiene más que
ver con nuestros propios tiempos y el hecho de que, después del enfrentamiento entre Europa y EEUU con
relación a Iraq, los gobiernos europeos, y Francia en primer lugar, estaban ansiosos por reparar los puentes rotos.
Molesto por las críticas norteamericanas de "ingratitud", el gobierno francés está intentando demostrar su
compromiso sincero con la Alianza del Atlántico Norte. El aniversario del Día D fue la excusa perfecta.
Muchos antiguos soldados estadounidenses que visitaron Francia durante las últimas semanas sin duda
quedaron sinceramente conmovidos ante la bienvenida que recibieron de la población francesa normal, que a su
vez era sincera en su deseo de prestar un tributo a los soldados que arriesgaron todo luchando en una guerra
sangrienta contra el fascismo. Cuando los hombres y mujeres corrientes hablaban de su deseo de vivir en paz y
libertad, sin duda eran sinceros. Pero las palabras y los hechos de la población corriente es una cosa y los de sus
gobiernos y clases dominantes es otra bien distinta.

La debilidad de Alemania
La invasión a través del Canal en el verano de 1944 fue sin duda una hazaña inmensa de planificación militar,
que necesitó de unos recursos y mano de obra colosales. Los alemanes habían fortificado la línea costera con
búnkeres y artillería, un enorme sistema defensivo conocido como Muro Atlántico. A pesar de los duros
bombardeos las fuerzas alemanas mantenían una fuerza considerable. Me sorprendió ver que, incluso hoy, varios
búnkeres alemanes (con algunas armas dentro aún) se mantienen en pie, desafiando el tiempo como si fueran
grotescos castillos arruinados rodeados de los cráteres provocados por las bombas.
Pero la historia de la guerra demuestra que las murallas y los búnkeres son poco útiles si no hay fuerzas serias
para defenderlos. En 1940 Francia se sentía segura detrás de las defensas supuestamente inquebrantables de la
Línea Maginot, hasta que el ejército alemán las rodeó. El comandante alemán Rundstedt se quejó a sus colegas
más cercanos de que la muralla no era otra cosa que una gigantesca mentira, un "muro propagandístico". Creía
que se debía atacar duramente a los invasores mientras que éstos aún estaban en las playas y empujarlos al mar.
Esto requería blindados móviles y no unas defensas estáticas. Desgraciadamente, Rundstedt sabía que sus fuerzas
eran reducidas y en general de pobre calidad:
"La mayoría de las tropas estacionadas en Francia eran chicos desentrenados o alemanes de la etnia
Volksdeutscheg procedente de Europa del Este. Incluso había prisioneros de guerra soviéticos, armenios,
georgianos, cosacos y otros grupos que odiaban a los rusos y querían ver libre su patria de comunismo. El
armamento de las divisiones costeras era también de segunda fila, la mayoría fabricado en el extranjero y
obsoleto" (M. Veranov, The Third Reich at War, pág. 490).
Alarmado ante la perspectiva de una invasión aliada de Francia, Hitler envió a su general más famoso, el
legendario mariscal Erwin Rommel, antiguo comandante del Afrika Korps, para asegurar las defensas costeras. El
alto mando alemán esperaba beneficiarse de la experiencia de Rommel y de su sólido conocimiento técnico,
también esperaba que su presencia calmaría a la opinión pública alemana y preocuparía a los aliados. Pero
Rommel se quedó conmocionado al ver la relativa debilidad de las defensas alemanas y particularmente por la
ausencia de fuerzas efectivas de lucha.
"Rommel se quedó consternado ante lo que encontró. Quedó conmocionado por la ausencia de un plan
estratégico global. Al principio descartó la idea de la Muralla Atlántica catalogándola de producto de la
imaginación de Hitler, la llamó Babia (Wolkenkucksheim). Inspeccionó las tropas y vio que apenas eran las
adecuadas. Desechó a la Armada y la fuerza aérea por ser casi inútiles: la Luftwaffe podría reunir a no más de 300
aviones de combate útiles frente a los miles de aviones británicos y estadounidenses que se esperaba surcaran los
cielos cuando empezara la invasión de las playas, la Armada sólo tenía un puñado de barcos.
Dada la manifiesta debilidad de las fuerzas alemanas, Rommel no encontró otra alternativa que centrar las
fuerzas en detener a los invasores al borde del agua. Por su experiencia en el norte de África, estaba convencido
de que los aviones de combate y bombarderos aliados descartarían cualquier movimiento a gran escala de las
tropas alemanas, ya que esperarían contraatacar contra una cabeza de playa establecida" (Ibíd., pág. 490).
La única posibilidad para los alemanes era detener la invasión en las playas. Como demuestran las líneas
anteriores, esta táctica estaba determinada por la debilidad y no por la fortaleza. Los alemanes concentraron sus
mejores fuerzas para este propósito, con resultados letales. Cerca de Saint Laurent, todavía se puede ver dentro de
un búnker un poderoso cañón antitanque de 88 milímetros. Desde esta posición estratégica, con un alcance que
abarcaba toda la playa de Omaha, es fácil imaginar el efecto devastador de estas armas, combinado con el fuego
incesante de las ametralladoras apuntando hacia la orilla, destruyendo los tanques y matando a un montón de
soldados.
Era tal la intensidad del fuego alemán que un comandante naval desembarcó prematuramente 29 tanques
Sherman, supuestamente anfibios, demasiado lejos de las aguas en calma y cerca de la playa, 27 de estos tanques
fueron directamente al fondo del mar con todas sus tripulaciones. Esto dejó a los hombres del Regimiento 116 sin
los tanques vitales para cubrirles cuando estuvieran en la playa. Sólo el primer día murieron, desaparecieron o
cayeron heridos más de 2.000 soldados estadounidenses y británicos.
A pesar de las enormes pérdidas sufridas en las playas de Normandía una vez desembarcaron las fuerzas
británicas y estadounidenses el resultado era una conclusión inevitable. Las fuerzas alemanas eran demasiado
débiles para ofrecer una resistencia efectiva. La razón de esta lamentable situación está clara. Hitler había estado
agotando las reservas estacionadas en Francia para hacer frente a las enorme pérdidas que había tenido en el
frente ruso.

Intrigas imperialistas
El desembarco de Normandía fue una operación militar impresionante y costosa, pero no se puede comparar
con la escala de la ofensiva del Ejército Rojo en el Este. Esto era algo obvio para cualquiera que tuviera el más
mínimo conocimiento del desarrollo de la guerra, incluidos los comandantes aliados y los gobiernos a los que
representaban. En agosto de 1942 el Estado Mayor Conjunto de EEUU elaboró un documento que decía lo
siguiente:
"En la II Guerra Mundial Rusia ocupa una posición dominante y es el factor decisivo si se busca la derrota del
Eje en Europa. Mientras que en Sicilia las fuerzas de Gran Bretaña y EEUU se están enfrentando a dos divisiones
alemanas, el frente ruso está recibiendo la atención de aproximadamente 200 divisiones alemanas. Cada vez que
los aliados abran un segundo frente en el continente, éste será un frente secundario porque Rusia continuará
centrando todas las fuerzas. Sin Rusia en la guerra, el Eje no puede ser derrotado en Europa y la posición de las
Naciones Unidas se ha vuelto precaria" (Citado en V. Sipols. The Road to Great Victory, p. 133).
Estas palabras expresan con certeza la verdadera situación que existía en el momento del desembarco del Día
D. Pero una versión completamente diferente de la guerra (y falsa) es la que normalmente se han encargado de
cultivar continuamente los medios de comunicación. La realidad es que la guerra contra Hitler en Europa fue
una lucha principalmente encabezada por la URSS y el Ejército Rojo. Durante la mayor parte de la guerra los
británicos y los estadounidenses permanecieron como simples espectadores. Después de la invasión de la Unión
Soviética en el verano de 1941, Moscú pidió reiteradamente la apertura de un segundo frente contra Alemania.
Pero Churchill no se apresuró en complacerle. La razón no era tanto militar como política.
La política y la táctica de la clase dominante británica y estadounidense en la Segunda Guerra Mundial no
estaban en absoluto dictadas por el amor a la democracia y el odio al fascismo, como la propaganda oficial quiere
hacernos creer, sino que estaban dictadas por sus intereses de clase. Cuando Hitler invadió la URSS en 1941, la
clase dominante británica calculaba que Alemania derrotaría a la Unión Soviética, que en este proceso Alemania
quedaría tan debilitada que permitiría matar dos pájaros de un tiro. Es probable que los estrategas de Washington
pensaran de una forma más o menos similar.
Pero los planes tanto de los círculos dominantes británicos como estadounidenses resultaron ser totalmente
defectuosos. En lugar de ser derrotada por la Alemania nazi, la Unión Soviética luchó e infligió una derrota
decisiva a los ejércitos de Hitler. La causa de esta extraordinaria victoria no podrá ser admitida nunca por los
defensores del capitalismo, pero es una realidad patente. La existencia de una economía nacionalizada y
planificada dio a la URSS una enorme ventaja en la guerra. A pesar de la política criminal de Stalin, que al inicio
de la guerra casi lleva a la URSS al colapso, la Unión Soviética fue capaz de recuperarse y reconstruir su
capacidad industrial y militar.
Sólo en 1943, la URSS fabricó 130.000 piezas de artillería, 24.000 tanques, armas autopropulsadas y 29.900
aviones de combate. Los nazis, con todos los ingentes recursos de Europa tras ellos, también aumentaron la
producción, fabricaron 73.000 piezas de artillería, 10.700 tanques y armas de asalto y 19.300 aviones de combate
(ver V. Sipols, Ibíd., pág. 132). Estas cifras hablan por sí solas. La URSS, movilizando el inmenso poder de una
economía planificada consiguió producir más que la poderosa Wehrmacht. Ese es el secreto de su éxito.
Había otra razón para la formidable capacidad de lucha del Ejército Rojo. Hace mucho tiempo Napoleón
insistía en la importancia decisiva de la moral en la guerra. La clase obrera soviética estaba luchando para
defender lo que quedaba de las conquistas de la Revolución de Octubre. A pesar de los monstruosos crímenes de
Stalin y la burocracia, la economía nacionalizada representaba una conquista histórica enorme, comparada con la
barbarie del fascismo, la esencia destilada del imperialismo y el capital monopolista, ésta era una conquista por la
que merecía la pena luchar y morir. La clase obrera de la URSS hizo esto a una escala espantosa.
El verdadero punto de inflexión de la guerra fue la contraofensiva soviética de 1942, culminando en la batalla
de Stalingrado y más tarde en la aún más decisiva batalla de Kursk. Después de una feroz batalla que duró una
semana, la resistencia alemana colapsó. Para furia de Hitler, que había ordenado al Sexto Ejército "luchar hasta la
muerte", el general Paulus se rindió ante el ejército soviético. Incluso Churchill, el rabioso anticomunista, tuvo
que admitir que el Ejército Rojo había "desgarrado los intestinos del ejército alemán" en Stalingrado.
Este fue un golpe devastador para el ejército alemán. Aunque no están disponibles las cifras exactas, parece
que la mitad de los 250.000 hombres del Sexto Ejército murieron en combate o de frío, hambre o enfermedad.
Unos 35.000 consiguieron salvarse, pero de los 90.000 que se rindieron apenas 6.000 regresaron a Alemania. La
victoria rusa les costó 750.000 muertos, heridos o desaparecidos. El cuadro acumulativo fue incluso más negro.
En sólo seis meses de lucha, desde mediados de noviembre de 1942, la Wehrmacht había perdido 1.250.000
hombres, 5.000 aviones, 9.000 tanques y 20.000 piezas de artillería. Más de cien divisiones fueron destruidas o
dejaron de existir como unidades efectivas de lucha.
Martín Gilbert escribe lo siguiente: "En las primeras semanas de 1943 el renacido Ejército Rojo parecía estar al
ataques en todas partes. La operación Estrella fue un masivo avance soviético hacia el oeste del río Don. El 14 de
febrero los rusos capturaron Jarkov y más al sur se estaban aproximando hacia el río Dnieper" (M. Gilbert,
Second World War). Mucho más que el desembarco de Normandía, la batalla de Kursk en julio de 1943 fue la
batalla más decisiva de la Segunda Guerra Mundial. El ejército alemán perdió más de 400 tanques en esta lucha
épica.
Después de este golpe devastador, los ejércitos rusos comenzaron a empujar hacia atrás a los alemanes, de
nuevo hacia el frente occidental. Fue la mayor ofensiva militar de toda la historia. Inmediatamente encendió las
luces de alarma en Londres y Washington. La verdadera razón del desembarco de Normandía fue que si los
británicos y estadounidenses no abrían inmediatamente un segundo frente en Francia se habrían encontrado con el
Ejército Rojo en el Canal.

La razón del conflicto Churchill-Roosevelt


Ya en ese momento los círculos dominantes de Gran Bretaña y EEUU estaban preparándose para el inminente
conflicto entre Occidente y la URSS. La verdadera razón por la que se dieron prisa en abrir el segundo frente en
1944 fue detener el avance del Ejército Rojo. George Marshall expresó la esperanza de que Alemania "facilitaría
nuestra entrada en el país para repeler a los rusos" (Ibíd., pág. 135).
Las diferencias entre Churchill y Roosevelt sobre la cuestión del Día D tenían un carácter político y no militar.
Churchill quería confinar la guerra de los aliados en el Mediterráneo, en parte con un ojo en el Canal de Suez y la
ruta hacia la India británica, y en parte también porque contemplaba la posibilidad de invadir los Balcanes para
bloquear allí el avance del Ejército Rojo. En otras palabras, sus cálculos se basaban exclusivamente en los
intereses estratégicos del imperialismo británico y la necesidad de defender el Imperio Británico. Además,
Churchill aún tenía la esperanza de que Rusia y Alemania quedaran exhaustos y que el frente oriental acabara en
tablas.
Los intereses de los imperialistas estadounidenses y británicos en este aspecto eran totalmente contradictorios.
Washington, a la vez que era formalmente un aliado de Londres, tenía en todo momento el objetivo de utilizar la
guerra para debilitar la posición británica en el mundo y particularmente romper su dominio completo de India y
África. Al mismo tiempo, estaba preocupado por detener el avance del Ejército Rojo y conseguir el control de la
debilitada Europa después de la guerra. Eso explica la prisa de los estadounidenses para abrir un segundo frente
en Europa y la falta de entusiasmo de Churchill en ello. Harry Kopkinks, el principal representante diplomático
de Churchill, se quejó de que las tácticas dilatorias de Churchill habían "alargado el cronometraje de la guerra".
En agosto de 1943 Churchill y Roosevelt se reunieron en Québec en medio de una poderosa ofensiva soviética.
Las victorias soviéticas en Stalingrado y Kursk obligaron a los británicos y norteamericanos a actuar. El
inexorable avance soviético obligó a Churchill a reconsiderar su posición. De mala gana, Churchill cedió ante las
insistentes demandas del presidente estadounidense. Incluso así, la apertura del segundo frente se retrasó hasta la
primavera de 1944.
Durante toda la guerra la conducta de los imperialistas británicos y estadounidenses estuvo dictada no por la
necesidad de derrotar al fascismo y defender la democracia, sino por las consideraciones cínicas de la política de
las grandes potencias. Las divisiones entre Londres y Washington surgieron porque los intereses del imperialismo
británico y norteamericano eran diferentes e incluso antagónicos. El imperialismo norteamericano no quería que
Hitler venciera porque eso habría creado un poderoso rival para EEUU en Europa. Por otro lado, EEUU tenía
interés en debilitar al imperialismo británico y a su imperio, porque quería sustituir a Gran Bretaña como primera
potencia mundial después de la derrota de Alemania y Japón.
La decisión de abrir un segundo frente en Italia estaba dictada principalmente por el temor a que, después del
derrocamiento de Mussolini en 1943, los comunistas italianos llegaran al poder. Así que cuando el Ejército Rojo
arrojó todo su peso sobre la Wehrmacht en la batalla de Kursk, los británicos y estadounidenses estaban cruzando
las playas de Sicilia. En vano Mussolini pidió a Hitler que le enviara refuerzos ya que toda la atención de éste
último estaba en el frente ruso.
La atención de Churchill se centraba en el Mediterráneo. Esta decisión estaba determinada por consideraciones
e intereses estratégicos del imperialismo británico y su imperio. Sin embargo, desde finales de 1943 quedó claro
para los estadounidenses que la URSS estaba ganando la guerra en el frente oriental y, si no hacían algo, el
Ejército Rojo dominaría Europa. Por eso Roosevelt insistió en la apertura del segundo frente en Francia. Por otro
lado Churchill lo retrasaba constantemente. Esto provocó serias fricciones entre Londres y Washington. Un
artículo publicado recientemente trata esta cuestión:
"El desembarco de Normandía estuvo precedido de una cantidad considerable de maniobras políticas entre los
aliados. Hubo muchos desencuentros ante la cuestión del momento de llevarlo a cabo, los nombramientos de los
mandos y dónde se tendrían que producir exactamente los desembarcos. La apertura del segundo frente se
pospuso un largo período de tiempo (inicialmente estaba previsto para 1942) y fue una particular fuente de
tensión entre los aliados. Stalin en 1942 presionó a los aliados occidentales para que iniciaran el ‘segundo frente’.
Churchill defendía su retraso hasta poder garantizar la victoria, prefería atacar primero Italia y el norte de África"
(http://encyclopedia.thefreedictionary.com/Battle%20of%20Normandy).
Las preocupaciones de los imperialistas se expresaron abiertamente en una reunión de los Estados Mayores
Conjuntos británico y norteamericano que se celebró en El Cairo el 25 de noviembre de 1943. Dijeron que "la
campaña rusa había triunfado a pesar de todas las esperanzas y expectativas [es decir, las esperanzas de los rusos
y las expectativas de sus "aliados"] y su avance victorioso continúa". Pero Churchill continuaba defendiendo
posponer la operación Overlord.

Conflictos con Stalin


Se decidió que la fecha de la invasión sería el 1 de mayo, pero una anotación incluida en las actas de la reunión
decía: "No debemos considerar, sin embargo, Overlord como una fecha fija ya que el eje de toda nuestra
estrategia puede también cambiar. En realidad, la fuerza alemana en Francia durante la próxima primavera podría,
como objetivo a gran escala, ser algo que haga completamente imposible Overlord". Sería "inevitable paralizar la
acción en otros escenarios" (Public Record Office, Prem 3/136/5, Vol. 2, págs. 77-8).
¿A qué otros escenarios hace referencia aquí? La respuesta se encuentra en otra anotación titulada: Entrada en
la guerra de Turquía. En ella se decía que si Turquía declaraba la guerra a Alemania eso iniciaría las hostilidades
en los Balcanes e "implicaría el aplazamiento de Overlord hasta una fecha que podría ser el 15 de julio" (Ibíd.,
págs. 106-7). En otras palabras, Churchill todavía estaba concentrándose en el Mediterráneo y los Balcanes. Al
referirse a esto, George Marshall dijo al Estado Mayor estadounidense que "los británicos podrían descartar
Overlod para entrar en los Balcanes" (John Ehrman, Grand Strategy. Vol. V, agosto 1943-septiembre 1944. pág.
117).
La discusión sobre el segundo frente continuó en Teherán, donde Stalin se reunió con Churchill y Roosevelt el
28 de noviembre de 1943. Al día siguiente tuvo lugar el siguiente intercambio entre Stalin y Churchill:
"Stalin: Si fuera posible, sería bueno emprender la operación Overlord durante el mes de mayo, el 10, 15 o 20.
"Churchill: No puedo comprometerme a eso.
"Stalin: Si Overlord se emprendiera en agosto, como dijo Churchill ayer, esa operación no llevaría a nada a
causa del mal tiempo que hace en esa época. Abril y mayo son los meses más adecuados para Overlord.
"Churchill: [...] No creo que se deban abandonar y considerar insuficientes la mayoría de las posibles
operaciones en el Mediterráneo simplemente por evitar un retraso de Overlord de dos o tres meses.
"Stalin: Las operaciones en el Mediterráneo de las que habla Churchill en realidad son sólo distracciones" (The
Teheran Conference, pág. 97).
Eso era absolutamente correcto. Las operaciones en el Mediterráneo eran una nimiedad comparadas con las
batallas del frente oriental. Para empeorar las cosas, las fuerzas británicas y estadounidenses en Italia, aunque
tenían una superioridad considerable sobre el ejército alemán, avanzaban lentamente permitiendo a la Wehrmacht
mover sus fuerzas desde Italia al frente ruso. El 6 de noviembre de 1943, Molotov tuvo que señalar que la Unión
Soviética "estaba disgustada por el hecho de que las operaciones en Italia se habían suspendido" permitiendo con
esto la transferencia de tropas al frente oriental. "Es verdad que nuestras fuerzas están ganando terreno, pero lo
están haciendo a costa de muchas pérdidas" (Citado por Sipols, pág. 161).
La lentitud del avance aliado en Italia no era una casualidad. Es de conocimiento común que las fuerzas
británicas y norteamericanas podían haber tomado Roma sin batalla alguna después de meses en Montecassino.
Organizaron un desembarco en Anzio, más allá de la costa de Montecassino y si hubieran avanzado rápidamente
hacia Roma podrían haber cercado a las tropas alemanas que se encontraban atrincheradas en la Abadía de
Montecassino. En cambio malgastaron un tiempo precioso en construir su cabeza de puente sobre la playa. Esto
permitió reagruparse al ejército alemán y construir una línea defensiva que básicamente contuvo a las tropas
aliadas en la playa de Anzio. Una vez ocurrido esto, no les quedó otra alternativa que luchar a su manera a través
de las formidables líneas de defensa alemanas en Montecassino. Los aliados perdieron un gran número de
soldados y se quedaron empantanados durante meses.
Es evidente que los británicos y estadounidenses estaban preocupados porque los partisanos llegaran al poder
antes de la llegada de las tropas aliadas. Pensaban que era mejor dejar a los nazis luchar contra los partisanos y de
este modo debilitar las fuerzas de la resistencia. Así que, mientras los aliados luchaban contra los alemanes en
Italia, había un acuerdo tácito no declarado entre las dos partes para detener al enemigo de clase común, en este
caso la clase obrera italiana.
Sin embargo, regresando a la cuestión del segundo frente, estaba claro que Roosevelt defendía una posición
diferente a la de Churchill. Los norteamericanos tenían sus propias razones para querer satisfacer la demanda de
la URSS de abrir el segundo frente en Europa. Ellos estaban implicados en una guerra sangrienta con Japón en el
Pacífico, donde sus tropas habían capturado una por una las islas tan duramente defendidas. Se dieron cuenta de
que desafiar a los poderosos ejércitos de tierra de Japón en Asia sería una tarea formidable, a menos que el
Ejército Rojo lanzara una ofensiva contra los japoneses en China, Manchuria y Corea. Stalin dejó claro que el
Ejército Rojo atacaría a los japoneses sólo después de que el ejército alemán fuera derrotado. Esta era una razón
de peso para que Roosevelt estuviera de acuerdo con la exigencia rusa de iniciar Overlord y hacer caso omiso de
las objeciones británicas.

Los temores de Londres y Washington


El rápido avance del Ejército Rojo en Europa al final obligó a Churchill a cambiar de idea con relación a
Overlord. De una posición de inactividad supina en Europa, los aliados se dieron prisa para entrar en acción. El
temor ante el avance soviético era ahora el principal factor en las ecuaciones, tanto de Londres como de
Washington. Tan preocupados estaban los imperialistas que elaboraron un nuevo plan, la operación Rankin, que
implicaba un desembarco de urgencia en Alemania si ésta colapsaba o se rendía. Estaban decididos a llegar a
Berlín antes que el Ejército Rojo. "Deberíamos llegar hasta Berlín [...]". Roosevelt se dirigió a los jefes del Estado
Mayor en El Cairo en los siguientes términos: "Los soviéticos podrían entonces tomar el territorio hasta el este y
Estados Unidos tendría Berlín" (FRUS, The Conferences at Cairo and Teheran. 1943, pág. 254).
A pesar de los éxitos del Ejército Rojo, Hitler todavía tenía a su disposición unas fuerzas considerables. La
Wehrmacht seguía siendo una formidable maquinaria de lucha, con más de diez millones de hombres, más de seis
millones y medio de los cuales estaban en el campo de batalla. Pero lo que nunca estuvo claro en Occidente es
que dos tercios de éstos se concentraban en el frente ruso. La única contribución de los británicos y
estadounidenses fueron las campañas de bombardeos que devastaron ciudades alemanas como Hamburgo,
asesinando a un gran número de civiles, pero que fracasaron completamente en destruir el espíritu de lucha
alemán o detener la producción bélica.
Las fuerzas alemanas del frente oriental tenían 54.000 armas y morteros, más de 5.000 tanques y armas de
asalto y 3.000 aviones de combate. A pesar de los bombardeos aliados, las industrias bélicas de Hitler aumentaron
su producción en 1944. Fabricaron 148.200 armas, frente a 73.700 de 1943. La producción de tanques y armas de
asalto pasó de 10.700 a 18.300 y los aviones de combate de 19.300 a 34.100.
El Ejército Rojo lanzó una amplia ofensiva a finales de diciembre de 1943 que arrastró todo a su paso. Después
de liberar Ucrania, hicieron retroceder a las fuerzas alemanas a través de Europa Oriental. El hecho es que tanto
Roosevelt como Churchill (por no mencionar a Hitler) habían subestimado a la Unión Soviética. Los aliados se
encontraran al Ejército Rojo a las puertas de Alemania y, si no hubieran lanzado Overlord cuando lo hicieron, se
habrían encontrado con las tropas soviéticas en el Canal de la Mancha. Por eso el desembarco del Día D se realizó
ese día.
Pero incluso después del desembarco de Normandía de junio de 1944, el frente oriental siguió siendo el frente
de guerra más importante en Europa. Los ejércitos británico y estadounidense llegaron a las fronteras de
Alemania pero se detuvieron allí. Por otro lado, el avance del Ejército Rojo fue el más espectacular de toda la
historia bélica. En diciembre de 1944, el Alto Mando alemán decidió lanzar una contraofensiva en las Ardenas (la
batalla de Bulge), con el objetivo de aislar a las tropas estadounidenses y británicas en Bélgica y Holanda de las
principales fuerzas aliadas. El objetivo de esta ofensiva era más político que militar. Hitler esperaba obligar a los
británicos y estadounidenses a firmar una paz por separado. Pero las fuerzas alemanas en el frente occidental eran
demasiado débiles para infligir un golpe decisivo porque la mayoría estaba concentrada en el principal teatro de
operaciones en el Este. La Wehrmacht avanzó unos noventa kilómetros antes de ser detenida.
Churchill escribió a Stalin el 6 de enero de 1945:
"La batalla en Occidente es muy dura y, en cualquier momento, el mando supremo podría tomar decisiones
importantes. Usted sabe por su propia experiencia lo difícil que es la situación cuando hay que defender un frente
muy amplio después de perder temporalmente la iniciativa. Es el gran deseo del general Eisenhower y necesita
saber a grandes rasgos cuál es su plan, ya que obviamente afecta a las decisiones más importantes, tanto suyas
como nuestras. [...] Le agradecería que me dijera si podemos contar con una importante ofensiva rusa en el frente
del Vístula o en cualquier otra parte durante el mes de enero [...] Considero la cuestión urgente" (Correspondence
between the Chairman of the Council of Ministers of the USSR and the Presidents of the United States and the
Prime Ministers of Great Britain during the Great Patriotic War of 1941-45, Vol. 1, Moscú, 1957, pág. 294).
Las fuerzas soviéticas avanzaron el 12 de enero, haciendo retroceder al ejército alemán hasta un frente más
amplio. Los imperialistas británicos y estadounidenses se encontraban en una situación difícil. Por un lado, como
demuestra la carta de Churchill, dependían de la fuerza militar de la URSS para derrotar a Hitler. Por otro lado,
estaban aterrorizados de la revolución en Europa del Este y el rápido avance del Ejército Rojo y el poder de la
URSS.
Detrás de las líneas alemanas en el frente oriental, muchos miles de trabajadores y campesinos soviéticos
estaban realizando una guerra de guerrillas heroica y desesperada. La noche del 19 de junio de 1944 más de diez
mil cargas de demolición colocadas por los guerrilleros soviéticos dañaron sin posibilidad de reparación
inmediata toda la red ferroviaria alemana al oeste de Minsk. Las dos noches siguientes estallaron otras cuarenta
mil cargas en las líneas ferroviarias entre Vitebsk y Orsha, y Polotsk y Molodechno. Líneas esenciales para los
refuerzos alemanes, las que unían Brest-Litovsk y Pinsk, también fueron atacadas, mientras que 140.000
guerrilleros soviéticos, al oeste de Vitebsk y al sur de Polotsk, atacaban las formaciones militares alemanas.
Martin Gilbert escribe lo siguiente: "Todo esto, sin embargo, sólo era el preludio de la mañana del 22 de junio
cuando el Ejército Rojo abrió su ofensiva de verano. Con el nombre codificado de operación Bagration, por el
general zarista, comenzó en el tercer aniversario de la invasión de Hitler de Rusia, con una fuerza más grande que
la de Hitler en 1941. En total participaron 1.700.000 soldados soviéticos, apoyados por 2.715 tanques, 1.355
armas autopropulsadas, 24.000 piezas de artillería y 2.306 lanzacohetes, apoyados por el aire con 6.000 aviones y
por tierra con 70.000 camiones, además de cien trenes de suministros diarios. En una semana, rompieron dos mil
millas del frente alemán y éstos tuvieron que retroceder hacia Bobruisk, Stolbtsy, Minsk y Grodno, su posición en
Rusia Occidental quedó rota para siempre. En una semana, murieron 38.000 soldados alemanes y 116.000 fueron
tomados prisioneros. Los alemanes también perdieron dos mil tanques, diez mil armas pesadas y 57.000
vehículos. El Grupo Militar Alemán del Norte, del que dependía casi todo, fue roto en dos segmentos, uno se
retiró hacia los Estados Bálticos y el otro hacia Prusia oriental" (M. Gilbert. Second World War, pág. 544).
Las operaciones ofensivas en el frente occidental se reanudaron en febrero. En realidad, las fuerzas británicas y
estadounidenses se encontraron con poca resistencia seria porque la gran mayoría de las fuerzas efectivas de lucha
de Hitler estaban en el frente oriental. Esto permitió a las fuerzas británicas y norteamericanas avanzar a lo largo
del Rhin. Eisenhower, el comandante supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada en Europa, admitió que no se
encontraron con una oposición seria: Las dos divisiones estadounidenses que hicieron el asalto sufrieron sólo un
tercio de bajas" (Dwight D. Eisenhower, Crusade in Europe. Nueva York, 1948, pág. 389. El subrayado es
nuestro).
El espíritu de lucha del ejército alemán quedó roto. Una media de 10.000 soldados alemanes se rendía
diariamente a los británicos y estadounidenses. Pero en el frente oriental continuaban luchando
desesperadamente. La razón hay que buscarla en la política de Stalin. Con Lenin y Trotsky, los bolcheviques
llevaron a cabo una política internacionalista. Durante la sangrienta guerra civil que siguió a la Revolución de
Octubre, la Rusia soviética fue invadida por veintiún ejércitos de intervención extranjeros. En determinado
momento el poder soviético quedó reducido a la zona que rodea Moscú y Petrogrado, poco más que el territorio
del antiguo Muscovy. Pero la revolución consiguió derrotar a los imperialistas. La razón es que los bolcheviques
hicieron propaganda internacionalista entre las tropas imperialistas.
El resultado fueron motines en cada uno de los ejércitos intervencionistas. El primer ministro británico Lloyd
George dijo que los soldados británicos tenían que retirarse de Murmansk porque estaban "infectados con la
propaganda bolchevique". En contraste, Stalin aplicaba una política nacionalista. No intentó ganar a los soldados
alemanes normales para que se volvieran contra las SS nazi. En realidad, la política de Stalin era: "el único
alemán bueno es el alemán muerto". Esto garantizó que el ejército alemán en el frente oriental luchara hasta las
últimas consecuencias, provocando unas terribles bajas al ejército soviético.
El problema de Londres y Washington era que el Ejército Rojo estaba extendiéndose por Europa como una ola
irresistible. En sólo doce días las tropas soviéticas avanzaron 500 kilómetros, es decir, 25-30 kilómetros diarios.
El ejército alemán perdió 300.000 hombres y 100.000 fueron hechos prisioneros. En el momento en que las
fuerzas británicas y norteamericanas se habían recuperado de la batalla de Bulge y reiniciaron su avance el 8 de
febrero, el Ejército Rojo estaba sólo a 60 kilómetros de Berlín, mientras que los británicos y los estadounidenses
estaban aún a 500 kilómetros de distancia. A principios de abril las fuerzas nazis fueron expulsadas de Polonia. El
13 de abril las fuerzas soviéticas entraron en Viena. Los dirigentes nazis sabían que habían perdido la guerra, pero
un sector de ellos esperaba una ruptura de la alianza entre la URSS, los británicos y estadounidenses. La idea era
entregar Occidente y mantener la lucha con los rusos en el Este. Esto no era algo tan imposible como puede
parecer. Empezaron las negociaciones en Suiza entre la inteligencia norteamericana en Europa, representada por
Allen Dulles, y el representante del Estado Mayor alemán en Italia, el general de las SS Wolff, para tratar la
rendición alemana en Italia.
Al tener conocimiento de estas negociaciones, los rusos insistieron en su derecho a estar presentes en cualquier
negociación. Estaban preocupados con razón porque sospechaban que el objetivo de esta rendición sería transferir
las tropas alemanas de Italia al frente oriental, para frenar el avance del Ejército Rojo, de este modo permitiría a
las fuerzas británicas y estadounidenses avanzar más hacia el Este.
Churchill escribió a Stalin con un aire de lastimosa inocencia, mientras Roosevelt aseguraba a Stalin su
"sinceridad y veracidad" (Correspondencia..., Vol. 2, pág. 206 y Vol. 1, págs. 317-8). Los representantes
estadounidenses dijeron que los únicos contactos que habían establecido con los alemanes eran para discutir la
apertura de negociaciones. Esto era mentira. Los informes norteamericanos revelan que las negociaciones ya se
habían iniciado en Berna. De esto se desprende que el objetivo de los nazis en realidad era detener la lucha en
Italia para transferir las tropas al frente oriental (ver Bradley F. Smith y Elena Agarossi, Operation Sunrise, The
Secret Surrender, Basic Books, Nueva York, 1979).
A mediados de abril el Ejército Rojo asestó un golpe contundente a las fuerzas alemanas que defendían Berlín.
Tenían 2,5 millones de soldados, 41.600 armas y morteros, 6.250 tanques y armas autopropulsadas y 7.500
aviones de combate. Cercaron Berlín el 25 de abril. Al mismo tiempo las fuerzas soviéticas y estadounidenses se
unieron en Torgau, en el Elba, dividiendo Alemania por la mitad.
Sin embargo, todo esto no significaba que los imperialistas británicos y norteamericanos no consideraran en
serio la posibilidad de una guerra contra la URSS. En realidad, los círculos dominantes tanto de Londres como de
Washington habían considerado esa posibilidad, pero se dieron cuenta de que era imposible. Después de una
guerra sangrienta que supuestamente tenía el objetivo de luchar contra el fascismo, los soldados británicos y
estadounidenses no habrían estado dispuestos a luchar contra la Unión Soviética. Los temores ante los éxitos
económicos y militares de la URSS se expresaron en memorandos internos publicados años después. El
Departamento de Estado norteamericano publicó un documento especial que decía lo siguiente:
"El hecho excepcional a destacar es el reciente fenómeno, en otro tiempo latente, de la fuerza militar y
económica rusa, un acontecimiento que marcará época en las futuras relaciones político-militares internacionales
y que todavía tiene que alcanzar su plenitud con los recursos rusos" (FRUS, The Conferences at Malta and Yalta,
1945, págs. 107-8).
Estas líneas revelan los verdaderos cálculos de los imperialistas. En el punto álgido de la guerra, los círculos
gobernantes británicos y norteamericanos estaban valorando la situación en Europa y preparándose para luchar
contra sus aliados rusos. Los estadounidenses consideraron la posibilidad de una guerra contra la Unión Soviética
incluso antes que Hitler fuera derrotado, lo descartaron sólo porque, correctamente, pensaban que no podían
ganar.
El informe citado dice que la fuerza militar e industrial de la URSS era ya más grande que la de Gran Bretaña.
Incluso si EEUU hubiera unido sus fuerzas con Gran Bretaña en contra de la URSS, el informe concluía con una
asombrosa franqueza que "en las condiciones actuales no podríamos derrotar a Rusia". El Departamento de
Estado concluía que en ese conflicto EEUU "se encontraría en medio de una guerra que no podría ganar" (Ibíd.,
el subrayado es nuestro).
Colapso del régimen nazi
La burguesía alemana pagó un duro precio por entregar el poder a Hitler y sus gángsteres fascistas. Una vez en
el poder, la clase dominante no fue capaz de controlar a la burocracia nazi. Ésta tenía sus propios intereses que no
necesariamente coincidían con los de la burguesía. En la medida en que Hitler les protegía contra el bolchevismo,
los capitalistas alemanes le apoyaban gustosamente. Mientras los ejércitos de Hitler avanzaban, se unían a los
aplausos y saludos fascistas. Pero cuando vieron que los alemanes estaban perdiendo la guerra, su actitud cambió.
Incluso antes de eso la burguesía habría estado dispuesta a terminar la guerra y llegar a un acuerdo con los
británicos y estadounidenses. Desgraciadamente para los banqueros e industriales alemanes, no era posible influir
en Hitler o destituirle por métodos constitucionales. Por lo tanto, tuvieron que recurrir a las conspiraciones con un
sector del Estado Mayor. En julio de 1944 hubo un intento de asesinar a Hitler que fracasó y supuso una purga
salvaje en la que murieron y fueron arrestadas miles de personas. El coronel Graf Klaus von Stauffenberg, el
principal conspirador, fue ejecutado. Rommel, el héroe de la campaña africana, también estaba implicado y se le
obligó a tomar veneno. Otros oficiales no tuvieron tanta suerte. Ocho de ellos fueron ahorcados con la cuerda de
un piano, un mensaje claro de la Gestapo para cualquier otro oficial que dudara del Führer. Después de liquidar a
la oposición burguesa y aterrorizar al Estado Mayor, Hitler y su camarilla estaban decididos a luchar hasta el
final, independientemente de las consecuencias para Alemania y la burguesía.
El régimen nazi estaba ahora en una situación de desintegración total. Algunos de los dirigentes nazis todavía
esperaban una división entre la URSS, los británicos y los estadounidenses. Intentaron aguantar hasta el último
minuto para acordar los términos de la rendición. Himmler hizo un intento a través del gobierno sueco pero no
llegó a nada. Cuando Hitler se enteró se puso furioso. Según testigos presenciales parecía un loco, su cara se
volvió roja y prácticamente irreconocible.
Lord Acton escribe lo siguiente: "El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente".
Hitler había perdido totalmente el contacto con la realidad y estaba desquiciado. Al final se volvió loco. Ordenó la
total destrucción del Ruhr, el corazón industrial de Alemania, para que no cayera en manos enemigas. Ordenó la
destrucción de "todas las instalaciones industriales y suministro de comida dentro del Reich que pudieran ser
utilizadas por el enemigo en un futuro inmediato o lejano para continuar su lucha" (Milton Shulman, Defeat in the
West, pág. 283).
"Esperen hasta el final", ordenó Hitler. Pero en esta ocasión el control de Hitler de su Estado y ejército estaba
ya en decadencia. El Ruhr no fue destruido. El general Friedrich Koechlin, el comandante del 81 Corps escribió
más tarde: "Continuar resistiendo en el Ruhr era un crimen" (Ibíd., pág. 284). El 16 de abril 80.000 soldados
alemanes se entregaron a los aliados. Dos días después, 325.000 soldados, incluidos treinta generales, salieron de
sus agujeros para rendirse.
Casi al final, Hitler continuaba dando órdenes a tropas inexistentes y moviendo aviones y divisiones
imaginarias. Pero el crepúsculo de los dioses había llegado. Se suicidó el 30 de abril y su cuerpo fue empapado y
quemado con petróleo, un final apropiado para un monstruo fascista. Cuando su cuerpo ardía el sonido de las
armas rusas se oía en el corazón de Berlín. El 1 de mayo la bandera soviética ondeaba sobre el Reichstag. Al día
siguiente las fuerzas soviéticas tenían el control total de la capital alemana.
Una vez más quedó claro que era imposible un acuerdo con Gran Bretaña y EEUU, la voluntad de luchar que
quedaba aún a los líderes nazis colapsó. Cinco días después Alemania se rindió.

Política contrarrevolucionaria
En cuanto quedó claro que la Unión Soviética emergería como la fuerza dominante en Europa después de la
guerra, las tendencias reaccionarias de Churchill, que se había visto obligado a disimular, salieron a la superficie.
Para este gángster contrarrevolucionario el enemigo principal ya no era la Alemania nazi. Era la Unión Soviética.
El Ejército Rojo había aplastado a los ejércitos de Hitler en Prusia oriental y estaba a punto de entrar en Berlín.
Churchill escribió al gobierno soviético que las conquistas del Ejército Rojo merecían "no escatimar aplausos" y
las futuras generaciones debían conocer su deuda con ellos "sin reservas, como los que hemos vivido para
presenciar estas soberbias conquistas" (Correspondence... vol. 1, págs. 305-6).
Pero estas palabras destilaban hipocresía. En realidad, Churchill no estaba en absoluto contento con el avance
ruso. El general estadounidense Eisenhower planeaba rodear y destruir a las fuerzas alemanas que defendían el
Ruhr e incluso dividir las fuerzas enemigas uniéndose con el ejército soviético. Churchill se opuso enérgicamente
a este plan, quería mantener a toda costa a los rusos fuera de Berlín. Quería que los británicos y los
estadounidenses tomaran Berlín, y no el Ejército Rojo. Envió un cable a Roosevelt el 1 de abril en el que decía lo
siguiente: "Considero por lo tanto que desde un punto de vista político deberíamos marchar tan lejos al este de
Alemania como fuera posible y que deberíamos tomar Berlín" (Roosevelt and Churchill. Their Secret Wartime
Correspondence, pág. 669).
El primer ministro británico escribió en sus memorias que la destrucción del poder militar alemán "había traído
consigo un cambio fundamental en las relaciones entre la Rusia comunista y las democracias occidentales. Habían
perdido un enemigo común, que era casi el único nexo de unión". Perfilando su estrategia, Churchill defendía la
creación de un frente para detener el avance del Ejército Rojo. Este frente tenía que llegar tan al este como fuera
posible. Berlín era el principal objetivo. Los estadounidenses deberían entrar en Praga y ocupar Checoslovaquia.
Se debía llegar a un acuerdo en las principales cuestiones entre Europa occidental y oriental antes de que los
británicos y estadounidenses "cedieran cualquier parte de los territorios alemanes que habían conquistado"
(Winston Churchill, The Second World War, Vol. VI, pág. 400).
Durante toda la guerra los intereses reales de los pueblos de la Europa ocupada no fueron la principal fuerza
motriz de los círculos dominantes de Londres y Washington. Todas sus acciones eran simplemente una expresión
de la política más cruda de las grandes potencias. El temor a la revolución nunca desapareció. Por esa razón se
decidió el desarme de Alemania aunque podría retener "las fuerzas necesarias para el mantenimiento del orden
público". Estos caballeros recordaban muy bien la oleada revolucionaria que recorrió Alemania después de la
Primera Guerra Mundial.
Churchill temía una revolución en Alemania después del colapso del régimen nazi. Más tarde admitió que a
finales de abril había dado instrucciones al mariscal Montgomery para "que fuera cuidadoso en la recogida de
armas alemanas, guardándolas de tal forma que fuera fácil para los soldados alemanes utilizarlas de nuevo" si
Londres pensaba que era necesario (ver The Daily Herald, 24/11/1954). Era exactamente la misma política
aplicada por los británicos a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando permitieron al ejército alemán
mantener miles de ametralladoras, violando el Tratado de Versalles, para sofocar la revolución alemana.
Incluso cuando todavía no había terminado la guerra contra la Alemania nazi, los aliados estaban preparando el
aplastamiento de las insurrecciones de las masas y el apoyo de regímenes de derecha, como el régimen de
Badoglio en Italia. El historiador estadounidense D. F. Fleming dice lo siguiente: "Buscábamos preservar el poder
del estrato social superior que desde hacía tiempo había gobernado estos países" (D. F. Fleming, The Cold War
and its Origins, 1917-1960, Vol. 1, pág. 210).
En enero de 1945 el Departamento de Estado norteamericano propuso la creación de un Consejo de Seguridad
Provisional para Europa o un Alto Comisionado de Urgencia para "conseguir la unidad de la política y la acción
conjunta" en Europa. El objetivo de este organismo era poner gobiernos provisionales en Europa después de la
derrota de los nazis y el "mantenimiento del orden", es decir, la supresión de las revoluciones. Los autores del
documento insistían en que se debería hacer "todo esfuerzo posible" para "inducir al gobierno soviético a aceptar
el acuerdo".
Los imperialistas estaban aterrorizados ante la entrada del Ejército Rojo en Europa del Este y ante la
posibilidad de que el derrocamiento de los regímenes títeres nazis sirviera de señal para la rebelión. Estos temores
estaban bien fundados. El espectacular avance del Ejército Rojo y el colapso de los regímenes nazis en Europa del
Este provocaron una oleada revolucionaria tanto en Europa oriental como occidental. Sin embargo,
contrariamente a la creencia de Churchill, Stalin no tenía interés en ver revoluciones obreras en Europa debido al
efecto que podría tener sobre los trabajadores de la URSS.
Como una prueba de sus "buenas intenciones", Stalin ordenó la disolución de la Internacional Comunista
(Comintern), que había sido creada por Lenin y Trotsky en 1919 para avanzar en la causa de la revolución
mundial. La Comintern fue disuelta ignominiosamente, sin ni siquiera convocar un congreso, el 15 de mayo de
1943. Esta fue la señal de Stalin a los imperialistas británicos y estadounidenses para que comprendieran que no
debían tener miedo de él, al menos en lo que se refería a la revolución mundial.
Un autor estalinista escribe lo siguiente: "Respondiendo el 28 de mayo a la cuestión de Harold King, el
corresponsal en Moscú de Reuters, ante el efecto que tendría la disolución de la Comintern en el futuro de las
relaciones internacionales, Stalin escribió que la disolución de la Internacional Comunista facilitaba la
organización de un ataque común de las Naciones Unidas contra el enemigo común. La disolución de la
Comintern dejaba al descubierto la mentira nazi de que ‘Moscú’ tenía la intención de intervenir en los asuntos de
otras naciones y ‘bolchevizarlas" (V. Sipols, pág. 142).
En 1944 los imperialistas británicos intervinieron militarmente en Grecia para aplastar a los partisanos que
estaban dirigidos por el Partido Comunista. Esto fue el resultado directo de la política de Stalin, que había llegado
a un acuerdo con Churchill para dividir los Balcanes y Europa del Este en esferas de influencias rusa y británica.
Este no es el lugar para ocuparnos de las maniobras diplomáticas entre Rusia, EEUU y Gran Bretaña durante la
guerra, pero está bastante claro que las tres potencias estaban maniobrando para conseguir posiciones después de
la derrota de la Alemania nazi. Stalin había intentado encontrar un sitio entre las potencias imperialistas entre
1944 y 1945, en las tres grandes conferencias de Teherán, Moscú, Yalta y en Postdam. Churchill anotó su
conversación con Stalin en octubre de 1944:
"El momento era adecuado para los negocios, así que dije, ‘Tratemos nuestros asuntos en los Balcanes. Sus
ejércitos están en Rumania y Bulgaria. Nosotros tenemos intereses, misiones y agentes allí. No debemos
desviarnos en pequeñas cosas. En cuanto a Gran Bretaña y Rusia se refiere, ¿cómo podría ofrecerle tener el 90
por ciento del control de Rumania y para nosotros el 90 por ciento de Grecia y Yugoslavia a un 50-50 por
ciento?’. Mientras le traducían yo escribía en una pequeña hoja de papel:
Rumania: Rusia, el 90 por ciento; los otros, el 10 por ciento.
Grecia: Gran Bretaña (de acuerdo con EEUU), el 90 por ciento; Rusia, el 10 por ciento.
Hungría: 50-50 por ciento.
Bulgaria: Rusia, el 75 por ciento; los otros, el 25 por ciento.
Se lo pasé a Stalin que había escuchado la traducción. Hubo una leve pausa. Después tomó su lápiz azul e hizo
un gran garabato en él, nos lo devolvió. Todo se decidió en menos tiempo de lo que se tardó en escribir. Después
de esto hubo un largo silencio. El papel garabateado estaba en el centro de la mesa. Finalmente dije, ‘¿podría
parecer bastante cínico si vieran que hemos decidido estas cuestiones, que afectan al destino de millones de
personas, de una forma tan improvisada? Debemos quemar el papel’ ‘No, guárdelo’ dijo Stalin" (W. Churchill,
Triumph and Tragedy, pág. 227-8).
Las acciones de Stalin dieron luz verde a Churchill para aplastar la revolución en Grecia. Aquí, el ejército
británico aplastó a los partisanos del EAM que habían dirigido la lucha contra la ocupación nazi, entregando el
poder al rey y su camarilla reaccionaria. Esto llevó a una guerra civil sangrienta y a un gobierno reaccionario en
Grecia que duró décadas.

Contrarrevolución en forma democrática


Los planes para dividir la Europa de la posguerra comenzaron antes de la invasión de Francia. El ejército
norteamericano se suponía que ocuparía Alemania desde la frontera suiza hasta Düsseldorf, mientras que los
británicos ocuparían el territorio que va desde Luebeck hasta el Ruhr. Los estadounidenses tenían la intención de
controlar Francia y Bélgica, y los británicos controlar Holanda, Dinamarca y Noruega. La situación en Europa del
Este era más difícil debido a la presencia del Ejército Rojo. Pero aquí Churchill estaba maniobrando con los
llamados gobiernos en el exilio.
Ya en 1943 el Foreign Office británico había comenzado a elaborar planes para sofocar los movimientos
revolucionarios en la Europa liberada. La intención de los británicos y estadounidenses era imponer a las
poblaciones liberadas de Europa el dominio de los llamados gobiernos en el exilio y que en realidad eran sólo
camarillas burguesas de derechas sin ninguna base, que durante la guerra habían estado en Londres, como el
"gobierno en el exilio" de Charles de Gaulle. La llamada "resistencia gaullista" no era tan significativa como
pretenden hacer creer los historiadores burgueses franceses. No se podía comparar con la verdadera resistencia
francesa que, como en todos los demás países, estaba dirigida por los comunistas. Estos últimos fueron realmente
los responsables de la liberación de París. Los británicos llevaron a de Gaulle de vuelta a Francia y le enviaron a
hacer pomposos discursos en Bayeux y otras ciudades liberadas, aunque su papel real en la lucha, como su "base
de masas" de apoyo en Francia, era inexistente.
El 18 de agosto estalló una huelga general. Los trabajadores ocuparon las fábricas. El 19 la policía inició una
huelga y tomó el control de la Prefectura. Bajo la dirección del coronel Rol-Tanguy, antiguo dirigente del
sindicato metalúrgico CGT, la resistencia comunista inició una ofensiva total. El movimiento, en el que desde el
principio participaron 100.000 insurgentes, alcanzó tal nivel que los alemanes no pudieron hacer nada. Se
consideró la posibilidad de lanzar una contraofensiva, pero después se descartó esa posibilidad. El comandante
alemán, el general von Choltitz, inició conversaciones secretas con la resistencia por medio de la legación sueca.
Se acordó una tregua en la que zonas importantes de París estaban controladas por la resistencia y los alemanes
aceptaron tratar a los guerrilleros maquis como soldados. Pero el alto el fuego duró muy poco e inmediatamente
se reiniciaron las luchas callejeras. Se levantaron barricadas por todo París. Fue una total insurrección. Las
fuerzas alemanas desmoralizadas sólo presentaron una tímida resistencia. Los oficiales se atrincheraron en los
hoteles y los barracones para resguardarse y esperaron a que los aliados les salvaran de las encolerizadas masas.
Después de cinco días de lucha París había caído, ante una insurrección revolucionaria.
De Gaulle, personalmente, las tropas británicas y estadounidenses no jugaron ningún papel en la liberación de
París. Originalmente, los ejércitos aliados estaban en el interior de Normandía y no tenían ni siquiera la intención
de entrar en París, sino rodearla para llegar al sur. Sólo la presión de de Gaulle les hizo cambiar de planes. Estaba
ansioso por entrar en París lo antes posible, no porque le preocupasen los sufrimientos de la población parisina,
sino para impedir una repetición de la Comuna de París de 1871, pero ahora bajo unas condiciones infinitamente
más favorables desde un punto de vista revolucionario.
El día que estalló la insurrección dirigida por los comunistas, la Segunda División Acorazada bajo mando
gaullista estaba todavía a doscientos kilómetros de París. Un pequeño número de tanques se dirigió a la capital
para que las fuerzas gaullistas pudieran decir que al menos habían formado parte de la insurrección, pero no
llegaron hasta el día 24, cuando las fuerzas alemanas ya habían sido derrotadas. Cuando de Gaulle finalmente
entró en París el día 26, se quedó horrorizado al descubrir que Rol-Tanguy había aceptado y firmado el día
anterior la rendición oficial del general von Choltitz.
Una oleada revolucionaria recorrió Francia y toda Europa. Pero fue traicionada por los esfuerzos conjuntos de
los dirigentes de la socialdemocracia y el estalinismo. En Italia y Grecia, como en Francia, la resistencia estaba
controlada por los partidos comunistas. Podrían haber tomado el poder después de la guerra pero Stalin se lo
impidió porque temía a la revolución como si fuera una plaga. En su lugar, dio instrucciones a los comunistas
franceses e italianos para que entraran en los gobiernos de frente popular, de los que más tarde les echaron. El
resultado fue que en Europa occidental tuvimos una contrarrevolución con una fachada democrática.
Cuando Mussolini fue derrocado en junio de 1943 los aliados rápidamente reconocieron al gobierno del
mariscal fascista Badoglio, que cambió de bando e incluso declaró la guerra a Alemania. Pero en realidad, el
gobierno de Badoglio estaba suspendido en el aire. El poder estaba en manos de los trabajadores y partisanos
italianos que estaban dirigidos por el Partido Comunista. Ellos capturaron y ejecutaron al odiado dictador fascista
Mussolini, que terminó sus días debidamente ahorcado de un surtidor de gasolina junto a su amante. No fue
casualidad que la primera acción de la RAF fuera bombardear las ciudades del norte para aterrorizar a las masas y
como una advertencia a los partisanos.
Los partisanos comunistas liberaron Milán el 25 de abril, lo mismo que habían liberado antes París. Los
trabajadores tomaron las fábricas. En Italia se había abierto el camino para la revolución socialista. Pero Togliatti
y los otros dirigentes del PCI, siguiendo órdenes de Moscú, impidieron que los trabajadores tomaran el poder. En
su lugar, defendieron la entrada en una coalición con los cristiano-demócratas. La política de los estalinistas
descarriló la revolución y devolvió el poder a los círculos reaccionarios apoyados por Londres y Washington.
La política contrarrevolucionaria de las llamadas "democracias occidentales" estaba en connivencia con los
nazis y otras fuerzas derechistas de Europa. Pero en esta ocasión su objetivo principal era combatir el
"comunismo". Churchill era la principal fuerza motriz de esta actividad contrarrevolucionaria, pero contaba con el
apoyo (aunque más cautelosamente) de Washington. Para evitar la revolución, Churchill apoyó a los monárquicos
en Italia como un baluarte de la reacción. Es bien conocido que los británicos y los estadounidenses ayudaron a
muchos criminales de guerra nazis a escapar de Italia hacia América del Sur con la ayuda entusiasta del Vaticano.
Otros se fueron a Estados Unidos donde jugaron un papel activo ayudando a la CIA durante la Guerra Fría.
La situación en Europa del Este era muy diferente. Con el avance del Ejército Rojo el viejo poder estatal
colapsó. La clase dominante había colaborado con los nazis y huido antes del avance de las fuerzas soviéticas.
Una vez más, la clase obrera podría haber tomado el poder, pero los estalinistas la hicieron retroceder, siguiendo
las órdenes de Moscú. Se formaron gobiernos de coalición donde los comunistas estaban en minoría, pero
siempre tenían dos ministerios: Defensa e Interior, el ejército y la policía. Además, el Ejército Rojo estaba
presente como una póliza de seguros.
Trotsky dijo en una ocasión que para matar a un tigre se necesitaba un arma de fuego pero que para acabar con
una pulga bastaba con el pulgar. Los estalinistas liquidaron el capitalismo en Europa del Este pero no introdujeron
el socialismo. Estos regímenes comenzaron donde terminó la Revolución Rusa, en Estados obreros
burocráticamente deformados. La expropiación de los capitalistas y terratenientes sin duda fue una tarea
progresista, pero se hizo de una forma burocrática, desde arriba, sin la participación democrática y el control de la
clase obrera.
Los regímenes que surgieron de esto eran una caricatura burocrática y totalitaria del socialismo. A diferencia
del Estado obrero ruso establecido por los bolcheviques en 1917, ellos no se convirtieron en un polo de atracción
para los trabajadores de Europa Occidental. Con la excepción de Checoslovaquia, la burguesía de Europa del Este
antes de la guerra era demasiado débil. Los imperialistas estadounidenses intentaron fortalecer a los elementos
burgueses y conseguir el control de Europa del Este ofreciendo el Plan Marshall. Stalin comprendió la maniobra y
dio la orden. Los estalinistas tomaron el poder expulsando a los elementos burgueses de las coaliciones y
nacionalizando los medios de producción.

Los orígenes de la Guerra Fría


El presidente Roosevelt murió el 12 de abril de 1945 y fue sustituido por su vicepresidente Truman. Muchas
personas han asumido que Roosevelt era menos anticomunista que su sucesor. Pero no es así. La razón por la que
Roosevelt evitó un enfrentamiento inmediato con Moscú era que no convenía a los intereses del imperialismo
norteamericano romper con Moscú en ese momento. Además de las consideraciones ya mencionadas, los
estadounidenses tenían otra razón para no compartir el entusiasmo de Churchill por una "cruzada contra el
bolchevismo", o al menos en ese momento. La principal preocupación estadounidense era la guerra en el Pacífico,
donde libraban una lucha a vida o muerte con el imperialismo japonés.
El problema era que la URSS tenía un inmenso ejército en el corazón de Europa. Sólo la posesión de armas
nucleares dio a EEUU una ventaja potencial, porque la URSS todavía no tenía la bomba atómica. Pero la bomba
todavía no se había probado y no había garantía de su funcionamiento. Los estadounidenses probaron su primera
bomba atómica el 16 de junio de 1945, en el mismo momento en que los aliados de guerra estaban reuniéndose en
Berlín para discutir la situación de la posguerra. Truman y Churchill fueron informados de que la prueba había
sido un éxito y no perdieron tiempo en hacérselo saber a Stalin. Esperaban utilizar la amenaza de devastación
nuclear para inclinar las negociaciones a su favor.
Algunos han mantenido que la Guerra Fría no empezó hasta 1947, pero en realidad comenzó nada más rendirse
Japón y se preparó incluso antes. D. F. Fleming dice lo siguiente: "El presidente Truman estaba dispuesto a
comenzarla antes de llevar dos semanas en su puesto" (D. F. Fleming, The Cold War and its Origins, 1917-1960,
Vol. I, pág. 268). La posesión de la bomba atómica dio a Truman un sentido de superioridad que le llevó a sentir
la necesidad de no tener que ocultarlo. James F. Burns, director del departamento de movilización de guerra de
EEUU, garantizó a Truman que la posesión de la bomba atómica pondría a EEUU en una posición de "dictar sus
propios términos al final de la guerra" (Harry S. Truman, Memoirs, Vol. I, Year of Destiny, Nueva York, pág. 87).
Como es habitual, Churchill fue el primero en fomentar la cruzada anticomunista. Este rabioso reaccionario y
belicista hizo todo lo que pudo para que los estadounidenses entraran en conflicto con Rusia. Describiendo su
comportamiento en esta época el general Allen Brooke, el jefe del Estado Mayor Imperial Británico, anotó en su
diario que "siempre estaba viéndose capaz de eliminar todos los centros rusos de industria y población [...]".
(Arthur Bryant, Triumph in the West, 1943-46, Londres 1959, pág. 478). Pero la clase obrera británica ya había
tenido demasiado Churchill. Había tenido ya demasiada guerra y ciertamente no deseaba otra, menos aún contra
la Unión Soviética. En 1945, las elecciones generales echaron a Churchill y a los conservadores del poder,
dándose un voto masivo por un gobierno laborista.
En cualquier caso, Gran Bretaña ya se había quedado reducida al papel de una potencia secundaria, un simple
satélite de EEUU, un papel que continúa hasta el día de hoy. Los estadounidenses no prestaban demasiada
atención al rabioso Churchill porque aún tenían asuntos sin terminar en el Pacífico. Necesitaban la ayuda de la
Unión Soviética para derrotar a Japón y por lo tanto no tenían prisa por una confrontación prematura con los
rusos en Europa. Podían esperar hasta que Japón se rindiese.

La derrota de Japón
Los japoneses tenían un poderoso ejército terrestre en Manchuria, el ejército Kwantung. Su fuerza total estaba
formada por un millón de hombres. Tenía 1.215 tanques, 6.640 armas y morteros y 1.907 aviones de combate.
Esta formidable fuerza de combate se enfrentaba a 1.185.000 soldados soviéticos estacionados en el Lejano
Oriente soviético. Después de la rendición alemana recibieron refuerzos de fuerzas adicionales y cuando la
ofensiva comenzó, el 9 de agosto, había en total 1.747.000 soldados, 5.250 tanques y armas autopropulsadas,
29.385 armas y morteros, y 5.171 aviones de combate. En una campaña que duró seis días el Ejército Rojo
aplastó a las fuerzas japonesas y avanzó a través de Manchuria con una velocidad asombrosa. Las fuerzas
soviéticas entraron en Corea, en Sajalin del Sur y en las Islas Kuriles, a poca distancia de Japón.
El 6 de agosto los estadounidenses lanzaron una bomba atómica sobre Hiroshima. Tres días después, el mismo
día que el ejército soviético iniciaba su ofensiva, lanzaron una segunda bomba atómica sobre Nagasaki. Todo esto
a pesar de que los muertos eran civiles y no bienes militares, y que los japoneses estaban ya derrotados y pidiendo
la paz. Estas bombas atómicas tenían la intención de lanzar una advertencia a la URSS para que el Ejército Rojo
no continuara su avance, porque si no habría ocupado Japón. El uso de la bomba atómica fue un acto político.
Tenía la intención de demostrar a Stalin que EEUU ahora tenía en su posesión un terrible arsenal de armas de
destrucción masiva y estaban dispuestos a utilizarlo contra poblaciones civiles. Había una amenaza implícita: lo
que hemos hecho en Hiroshima y Nagasaki lo podemos hacer en Moscú y Leningrado.
Nada más rendirse Japón, la actitud de Washington hacia Moscú cambió inmediatamente. Ahora estaba ya
acabada la forma que adoptaría el mundo de la posguerra. El mundo estaría dominado por dos grandes gigantes:
el poderoso imperialismo estadounidense, por un lado, y el poderoso estalinismo ruso por el otro. Representaban
dos sistemas socioeconómicos fundamentalmente antagónicos, con intereses opuestos. Era inevitable una lucha
titánica entre los dos.
Los imperialistas norteamericanos ahora se sentían los amos del mundo. Habían sufrido relativamente poco en
la guerra. Su base productiva estaba intacta, mientras que la industria de Europa estaba en ruinas. Dos tercios del
oro disponible en el mundo se encontraban en Fort Knox. EEUU tenía un inmenso ejército y el monopolio de las
armas nucleares. Podían imponer sus condiciones al resto del mundo. Sólo la Unión Soviética se interponía en su
camino. La arrogancia del poder estadounidense fue expresada en palabras por el director del The New York
Times, Neil MacNeil, cuando escribió lo siguiente: "Tanto EEUU como el mundo necesitaban la paz basada en
los principios norteamericanos, la Paz Americana [...] Deberíamos aceptar la paz norteamericana. No deberíamos
aceptar nada más" (Neil MacNeil, An American Peace, Nueva York, 1944, pág. 264).

Posdata: el final de un mito


Las celebraciones del mes pasado con motivo del 60º aniversario del Día D, estaban destinadas a perpetuar un
mito. El desembarco de Normandía no acabó con la Segunda Guerra Mundial en Europa, que se luchó y ganó en
el frente oriental.
Con esto no queremos quitar mérito al coraje de los soldados británicos y estadounidenses. Los soldados del
desembarco de Normandía fueron enviados al infierno. Según las cifras publicadas por los Cuarteles Generales,
las bajas aliadas en los primeros quince días de batalla ascendieron a 40.549. Los británicos perdieron 1.842
hombres, 8.599 cayeron heridos y 3.131 desaparecieron. Los estadounidenses perdieron 3.082 soldados, 13.121
cayeron heridos y 7.959 desaparecieron. Los canadienses perdieron a 363, 1.359 fueron heridos y 1.093
desaparecieron. Esto fue muy duro, pero no se puede comparar con las inmensas pérdidas en el frente oriental
(ver Martin Gilbert, Second World War, pág. 536).
Todos los pueblos pagaron un precio terrible por la guerra. Las bajas británicas ascendieron a 370.000, las
estadounidenses a 300.000. Pero la Unión Soviética perdió 27 millones, más de la mitad de las bajas de la
Segunda Guerra Mundial. Según los cálculos, incluso antes del desembarco de Normandía, el 90 por ciento de
todos los hombres jóvenes entre 18 y 21 años de edad en la Unión Soviética ya habían caído muertos. Estas cifras
expresan la verdadera situación. Demuestran que la población de la Unión Soviética sufrió un número
desproporcionado de bajas porque el principal frente europeo fue el oriental.
Además de la terrible pérdida de vidas, la base productiva de la Unión Soviética quedó seriamente dañada por
las hordas depredadoras de Hitler, que bombardearon, quemaron y saquearon, provocando una destrucción
masiva de la industria en los territorios ocupados de la URSS. Pero después de la guerra la URSS reconstruyó su
economía en un período corto de tiempo. La superioridad de la economía nacionalizada planificada, que se
demostró ya en la propia guerra, quedó confirmada en el período de reconstrucción de la posguerra, cuando
consiguió una tasa regular de crecimiento del 10 por ciento anual.
Los historiadores occidentales, motivados más por consideraciones políticas que por la verdad histórica, han
minimizado sistemáticamente el papel de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Esta campaña
sistemática de distorsión se intensificó con la caída del Muro de Berlín. Los defensores del capitalismo no están
dispuestos a reconocer las conquistas de la economía nacionalizada y planificada en la URSS. No pueden admitir
que la espectacular victoria militar sobre la Alemania de Hitler se debió precisamente a esto.
Para minimizar el papel de la URSS en la guerra, exageran la importancia de cosas como la ayuda
estadounidense a la Unión Soviética. Esta falsificación es fácil de responder. La realidad es que el Ejército Rojo
había frenado el avance alemán y comenzado un contraataque a finales de 1941, en la batalla de Moscú, antes de
que cualquier suministro procedente de EEUU, Gran Bretaña o Canadá llegase a la URSS.
Estos suministros llegaron principalmente en el período de 1943-5, es decir, en el período en que la Unión
Soviética ya estaba fabricando más tecnología militar que la maquinaria bélica alemana. Ellos sólo aportaron una
fracción de la producción de guerra soviética: el dos por ciento de la artillería, el diez por ciento de los tanques y
el doce por ciento de la aviación. En ningún sentido esto se puede considerar como algo decisivo en el esfuerzo
bélico soviético en su conjunto. Su importancia fue marginal.
Las verdaderas razones para las maravillosas conquistas de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial
fue algo que los historiadores occidentales no están dispuestos a admitir jamás, en primer lugar, la superioridad
de una economía nacionalizada y con una planificación central, y en segundo lugar, la determinación de la clase
obrera soviética para defender lo que quedaba de las conquistas de la Revolución de Octubre contra el fascismo
y el imperialismo.
No fue gracias a Stalin y la burocracia, que habían colocado a la URSS en un peligro extremo por su política
criminal e irresponsable antes de la guerra, sino a pesar de ellos. Los trabajadores soviéticos, a pesar de todos los
crímenes de Stalin y la burocracia, defendieron a la URSS y lucharon como tigres. Esto fue lo que en última
instancia garantizó la victoria.
En realidad, los regímenes capitalistas de Gran Bretaña y EEUU, de una forma indirecta, admitieron la
superioridad de la planificación central sobre la anarquía de mercado durante la guerra. Cuando las cosas se
volvieron realmente serias y se encontraban frente a la pared ¿Cómo reaccionaron? ¿Cómo hoy en día diciendo
que todo debería estar en manos privadas? ¿Entonaron himnos a las glorias de la economía y empresa privadas?
¡No lo hicieron!
Introdujeron una legislación de urgencia para centralizar la producción, especialmente las industrias de guerra.
Introdujeron medidas de planificación, dirección del trabajo, racionamiento y otras cosas por el estilo. ¿Por qué lo
hicieron? Por una buena razón: porque estos métodos daban mejores resultados. ¡Tanta argumentación sobre la
supuesta superioridad de la "economía de libre mercado"!
Por supuesto que no era el socialismo. Las palancas básicas de la economía seguían en manos de los
capitalistas privados. La planificación real no es posible bajo el capitalismo. Las industrias nacionalizadas estaban
dirigidas por burócratas. Pero, a pesar de estas limitaciones, incluso estos elementos de economía planificada
consiguieron durante un tiempo resultados serios. Los elementos de planificación, incluso sobre bases capitalistas,
dieron mejores resultados que la economía de libre mercado. Sólo hace falta imaginar los resultados que se
podrían conseguir en una verdadera economía socialista planificada donde los beneficios de un plan central se
combinaran con la administración y control democráticos de los propios trabajadores.
Después de 1945 se crearon las Naciones Unidas, supuestamente para garantizar la paz mundial. Pero hoy, seis
décadas después del Día D, el mundo es cualquier cosa menos un lugar pacífico. Una guerra sucede a otra en un
país tras otro, en un continente tras otro. En la época moderna las guerras son la expresión de las insoportables
contradicciones que fluyen del propio sistema capitalista. Todo el mundo está dominado por un puñado de
naciones ricas, que a su vez están dominadas por un puñado de bancos y empresas poderosas. Sus acciones están
determinadas como siempre lo estuvieron por la concupiscencia de la renta, el interés y el beneficio, por los
mercados, las materias primas y las esferas de influencia.
En la Segunda Guerra Mundial murieron cincuenta y cinco millones de hombres, mujeres y niños. Millones
más murieron en los años y décadas siguientes, no sólo en guerras y otros conflictos militares, sino también por el
hambre y epidemias como la malaria, el sida o enfermedades sencillas provocadas por la ausencia de agua
potable.
Lo peor de todo esto es que es algo objetivamente innecesario. En la primera década del siglo XXI, cuando la
ciencia y la tecnología han alcanzado niveles inimaginables antes, la mayoría de la raza humana se enfrenta a una
demoledora lucha por la supervivencia. La distancia entre ricos y pobres se ha profundizado hasta convertirse en
un abismo, y al mismo tiempo la brecha entre las naciones ricas y las pobres nunca ha sido tan grande.
Estos son los hechos que están detrás de las tensiones y antagonismos que crean las guerras, la lucha étnica, el
terrorismo y todos los demás horrores que afligen a nuestro planeta torturado y turbulento. En la medida que estas
contradicciones centrales no se resuelvan, las guerras y otros conflictos violentos continuarán sembrando muerte
y destrucción. Es inútil lamentar los resultados de la guerra, como hacen los pacifistas y los moralistas. Lo que
hace falta es diagnosticar la fuente de la enfermedad y recetar una cura.
El enorme potencial de una economía planificada quedó demostrado en la Unión Soviética antes, durante y en
los primeros veinticinco años después de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de todos los esfuerzos de la
burguesía y sus plumíferos a sueldo en negarlo, la realidad es que la URSS (y más tarde China) demostró que es
posible gestionar la economía sin capitalistas privados, banqueros, especuladores y terratenientes y que tal
economía puede obtener resultados espectaculares.
¡Ah! Pero la Unión Soviética colapsó. Sí, la Unión Soviética colapsó después de décadas de gobierno
burocrático y totalitario, que negó completamente el régimen de democracia obrera establecido en 1917. Ya en
1936 León Trotsky pronosticó que la burocracia estalinista que usurpó el poder después de la muerte de Lenin, no
se quedaría satisfecha con sus privilegios legales e ilegales, pero que inevitablemente lucharía por sustituir la
economía planificada nacionalizada por monopolios de propiedad privada.
La contrarrevolución capitalista en Rusia no es una salida para los pueblos de la antigua URSS. Ha ido
acompañada de un horrible colapso de la economía rusa, de los niveles de vida y la cultura, como pronosticó
Trotsky. Si existe un país en el mundo donde el capitalismo está condenado, ese país es Rusia.
La prolongación del capitalismo senil amenaza el futuro de la cultura humana, la civilización, la democracia,
quizá incluso la supervivencia de la propia humanidad. El mundo pide a gritos una transformación social y
económica fundamental. La única esperanza para la humanidad es la abolición radical del capitalismo y el
establecimiento de un sistema armónico de producción y distribución, basado en la propiedad común de los
medios de producción bajo el control y la administración democráticas de los trabajadores.
La futura economía socialista planificada no se basará en el pasado, como fue el régimen establecido por el
Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky en noviembre de 1917. Surgirá de avances colosales de la industria, la
ciencia y la tecnología, que se convertirán en sirvientes de las necesidades humanas, y no bálsamos del beneficio.
Sobre las bases modernas, una economía tecnológicamente avanzada, la planificación racional estimulará la
producción hasta un nivel sin precedentes. Será posible en un período de tiempo relativamente corto abolir el
hambre, la falta de vivienda, la miseria y el analfabetismo y todos los demás elementos de barbarie que hacen de
la vida un infierno sobre la tierra para millones de personas. En lugar de la vieja lucha y rivalidad entre las
naciones, será posible unir las fuerzas productivas de todo el planeta en una comunidad socialista, donde las
guerras sean cosa del pasado, junto con la esclavitud, el feudalismo y el canibalismo, quedarán relegadas al
museo de reliquias bárbaras del pasado.
21 de julio de 2004

El programa militar de la revolución proletaria

Fundación Federico Engels ..


Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

El programa militar de la revolución proletaria1


V. I. Lenin

En Holanda, Escandinava y Suiza, entre los socialdemócratas revolucionarios, que luchan


contra esa mentira socialchovinista de la "defensa de la patria" en la actual guerra imperialista,
suenan voces en favor de la sustitución del antiguo punto del programa minimo socialdemócrata:
"milicia" o "armamento del pueblo", por uno nuevo: "desarme". Jugend-Internationale ha abierto
una discusión sobre este problema, y en su numero 3 ha publicado un editorial en favor del
desarme. En las últimas tesis de R. Grima(2) encontramos también, por desgracia, concesiones a
la idea del "desarme". Se ha abierto una discusión en las revistas Neues Leben(3) y Vorbote [El
Precursor]. Examinemos la posición de los defensores del desarme.
I
Como argumento fundamental se aduce que la reivindicación del desarme es la expresión
más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra.
Pero precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los
partidarios del desarme.
Los socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras
revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies
a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra
reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía,
de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o
de los pueblos coloniales, por su liberación? En el punto 5ƒ de las tesis del grupo "La
internacional", leemos: "En la época de este imperialismo desenfrenado ya no puede haber
guerras nacionales de ninguna clase", esto es evidentemente erróneo.
La historia del siglo XX, siglo del "imperialismo desenfrenado", está llena de guerras
coloniales. Pero lo que nosotros, los europeos, opresores imperialistas de la mayoría de los
pueblos del mundo, con el repugnante chovinismo europeo que nos es peculiar, llamamos
"guerras coloniales", son a menudo guerras nacionales o insurrecciones nacionales de esos
pueblos oprimidos. Una de las características esenciales del imperialismo consiste, precisamente,
en que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más atrasados, ampliando y
recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional. Esto es un hecho. Y de él se deduce
inevitablemente que en muchos casos el imperialismo tiene que engendrar guerras nacionales.
Junius, que en un folleto suyo defiende las "tesis" arriba mencionadas, dice que en la época
imperialista toda guerra nacional contra una de las grandes potencias imperialistas conduce a la
intervención de otra gran potencia, también imperialista, que compite con la primera, y que, de
este modo, toda guerra nacional se convierte en guerra imperialista. Mas también este argumento
es falso. Eso puede suceder, pero no siempre sucede así. Muchas guerras coloniales, entre 1900 y
1914, no siguieron este camino. Y sería sencillamente ridículo decir que, por ejemplo, después
de la guerra actual, si termina por un agotamiento extremo de los países beligerantes, "no puede"
haber "ninguna" guerra nacional, progresiva, revolucionaria, por parte de China, pongamos por
caso, en unión de la India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.
Negar toda posibilidad de guerras nacionales bajo el imperialismo es teóricamente falso,
erróneo a todas luces desde el punto de vista histórico, y equivalente, en la práctica, al
chovinismo europeo. ¡Nosotros, que pertenecemos a naciones que oprimen a centenares de
millones de personas en Europa, en África, en Asia, etc., tenemos que decir a los pueblos
oprimidos que su guerra contra "nuestras" naciones es "imposible"!
En segundo lugar, las guerras civiles también son guerras. Quien admita la lucha de clases no
puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la
continuación, el desarrollo y el recrudecimiento —naturales y en determinadas circunstancias
inevitables— de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las
guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución
socialista.
En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe,
todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo sigue un
curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el
régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no
puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países, mientras
los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo
habrá de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás
países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra sería, de
nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el socialismo, por liberar de la
burguesía a los otros pueblos. Engels tenía completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12
de septiembre de 1882, reconocía directamente la posibilidad de "guerras defensivas" del
socialismo ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del proletariado triunfante contra la
burguesía de los demás países.
Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la
burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto
de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular
lo que tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía,
que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes "sociales"
y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se
distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni
reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello
porvenir.
No debemos consentir que se nos engañe con palabras. Por ejemplo: a muchos les es odiosa
la idea de la "defensa de la patria", porque los oportunistas francos y los kautskianos en cubren y
velan con ella las mentiras de la burguesía en la actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero
de él no se deduce que debamos olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar la
"defensa de la patria" en la guerra actual equivaldría a considerarla "justa", adecuada a los
intereses del proletariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no está
descartada en ninguna guerra. Sería sencillamente una necedad negar la "defensa de la patria"
por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas o por
parte del proletariado victorioso en su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgués.
Desde el punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda guerra no es más
que la continuación de la política por otros medios. La actual guerra imperialista es la
continuación de la política imperialista de dos grupos de gran des potencias, y esa política es
originada y nutrida por el con junto de las relaciones de la época imperialista. Pero esta misma
época ha de originar y nutrir también, inevitablemente, la política de lucha contra la opresión
nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía, y por ello mismo, la posibilidad y la
inevitabilidad, en primer lugar, de las insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en
segundo lugar, de las guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer
lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias, etc.

II
A lo dicho hay que añadir la siguiente consideración general. Una clase oprimida que no
aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que
se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o
en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni
puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases —ya se funde en la
esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado— , la clase opresora está
armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual —incluso en las
repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza—, representan el
armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas
si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército
contra los huelguistas en todos los países capitalistas.
El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables,
fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se
propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la "reivindicación" del "desarme"!
Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda
idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y
desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para una clase revolucionaria, táctica que
se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista, y que es prescrita por este
desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar
su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará
indudablemente el proletariado, pero sólo entonces; de ningún modo antes.
Si la guerra actual despierta entre los reaccionarios socialistas cristianos y entre los jeremías
pequeñoburgueses sólo susto y horror, sólo repugnancia hacia todo empleo de las armas, hacia la
sangre, la muerte, etc., nosotros, en cambio, debemos decir: la sociedad capitalista ha sido y es
siempre un horror sin fin. Y si ahora la guerra actual, la más reaccionaria de todas las guerras,
prepara a esa sociedad un fin con horror, no tenemos ningún motivo para entregarnos a la
desesperación. Y en una época en que, a la vista de todo el mundo, se esta preparando por la
misma burguesía la única guerra legítima y revolucionaria, a saber: la guerra civil contra la
burguesía imperialista, la "reivindicación" del desarme, o mejor dicho, la ilusión del desarme es
única y exclusivamente, por su significado objetivo, una prueba de desesperación.
Al que diga que esto es una teoría al margen de la vida, le recordaremos dos hechos de
carácter histórico universal: el papel de los trusts y del trabajo de las mujeres en las fábricas, por
un lado, y la Comuna de 1871 y la insurrección de diciembre de 1905 en Rusia, por el otro.
El propósito de la burguesía es desarrollar trusts, empujar a niños y mujeres a las fábricas,
donde los tortura, los pervierte y los condena a la extrema miseria. Nosotros no "exigimos"
semejante desarrollo, no lo "apoyamos", luchamos contra él. Pero ¿como luchamos? Sabemos
que los trusts y el trabajo de las mujeres en las fábricas son progresistas. No queremos volver
atrás, a los oficios artesanos, al capitalismo premonopolista, al trabajo doméstico de la mujer.
¡Adelante, a través de los trusts, etc., y más allá de ellos, hacia el socialismo!
Este razonamiento, con las correspondientes modificaciones, es también aplicable a la actual
militarización del pueblo. Hoy la burguesía imperialista no sólo militariza a todo el pueblo, sino
también a la juventud. Mañana tal vez empiece a militarizar a las mujeres. Nosotros debemos
decir ante esto: ¡tanto mejor! ¡Adelante, rápidamente! Cuanto más rápidamente, tanto más cerca
se estará de la insurrección armada contra el capitalismo. ¿Cómo pueden los socialdemócratas
dejarse intimidar por la militarización de la juventud, etc., si no olvidan el ejemplo de la
Comuna? Eso no es una "teoría al margen de la vida", no es una ilusión, sino un hecho. Y sería
en verdad gravísimo que los socialdemócratas, pese a todos los hechos económicos y políticos,
comenzaran a dudar de que la época imperialista y las guerras imperialistas deben conducir
inevitablemente a la repetición de tales hechos.
Cierto observador burgués de la Comuna escribía en mayo de 1871 en un periódico inglés:
"¡Si la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, qué nación tan horrible sería!".
Mujeres y niños hasta de trece años lucharon en los días de la Comuna al lado de los hombres. Y
no podrá suceder de otro modo en las futuras batallas por el derrocamiento de la burguesía. Las
mujeres proletarias no contemplarán pasivamente cómo la burguesía, bien armada, ametralla a
los obreros, mal armados o inermes. Tomarán las armas, como en 1871, y de las asustadas
naciones de ahora, o mejor dicho, del actual movimiento obrero, desorganizado más por los
oportunistas que por los gobiernos, surgirá indudablemente, tarde o temprano, pero de un modo
absolutamente indudable, la unión internacional de las "horribles naciones" del proletariado
revolucionario.
La militarización penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es una lucha encarnizada
de las grandes potencias por el reparto y la redistribución del mundo, y por ello tiene que
concluir inevitablemente a un reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en
los neutrales y pequeños. ¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias? ¿Se limitarán a
maldecir toda guerra y todo lo militar, se limitarán a exigir el desarme? Nunca se conformarán
con papel tan vergonzoso las mujeres de una clase oprimida que sea verdaderamente
revolucionaria. Les dirán a sus hijos: "Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende
bien a manejar las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para disparar
contra tus hermanos, los obreros de otros países, como sucede en la guerra actual y como te
aconsejan que lo hagas los traidores al socialismo, sino para luchar contra la burguesía de tu
propio país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos,
sino venciendo a la burguesía y desarmándola".
De renunciar a esta propaganda, precisamente a esta propaganda, en relación con la guerra
actual, mejor es no decir más palabras solemnes sobre la socialdemocracia revolucionaria
internacional, sobre la revolución socialista, sobre la guerra contra la guerra.

III
Los partidarios del desarme se pronuncian contra el punto del programa referente al
"armamento del pueblo", entre otras razones, porque, según dicen, esta reivindicación conduce
más fácilmente a las concesiones al oportunismo. Ya hemos examinado más arriba lo más
importante: la relación entre el desarme y la lucha de clases y la revolución social.
Examinaremos ahora qué relación guarda la reivindicación del desarme con el oportunismo. Una
de las razones más importantes de que esta reivindicación sea inadmisible consiste precisamente
en que ella, y las ilusiones a que da origen, debilitan y enervan inevitablemente nuestra lucha
contra el oportunismo.
No cabe duda de que esta lucha es el principal problema inmediato de la Internacional. Una
lucha contra el imperialismo que no esté indisolublemente ligada a la lucha contra el
oportunismo es una frase vacía o un engaño. Uno de los principales defectos de Zimmerwald y
de Kienthal(4), una de las principales causas del posible fracaso de estos gérmenes de la Tercera
Internacional, consiste precisamente en que ni siquiera se ha planteado francamente el problema
de la lucha contra el oportunismo, sin hablar ya de una solución de este problema que señale la
necesidad de romper con los oportunistas. El oportunismo triunfó, temporalmente, en el seno del
movimiento obrero europeo. En todos los países más importantes han aparecido dos matices
fundamentales del oportunismo: primero, el social-imperialismo franco, cínico, y por ello menos
peligroso, de los Plejánov, los Scheidemann, los Legien, los Albert Thomas y los Sembat, los
Vandervelde, los Hyndman, los Henderson, etc.; segundo, el encubierto, kautskiano: Kautsky-
Haase y el Grupo Socialdemócrata del Trabajo en Alemania; Longuet, Pressemane, Mayeras,
etc., en Francia Ramsay McDonald y otros jefes del Partido Laborista Independiente, en
Inglaterra; Mártov, Chjeidze, etc., en Rusia; Treves y otros reformistas llamados de izquierda, en
Italia.
El oportunismo franco esta directa y abiertamente contra la revolución y contra los
movimientos y explosiones revolucionarias que se están iniciando, y ha establecido una alianza
directa con los gobiernos, por muy diversas que sean las formas de esta alianza, desde la
participación en los ministerios hasta la participación en los comités de la industria armamentista
(en Rusia)(5). Los oportunistas encubiertos, los kautskianos, son mucho más nocivos y peligrosos
para el movimiento obrero porque la defensa que hacen de la alianza con los primeros la
encubren con palabrejas "marxistas" y consignas pacifistas que suenan plausiblemente. La lucha
contra estas dos formas del oportunismo dominante debe ser desarrollada en todos los terrenos de
la política proletaria: parlamento, sindicatos, huelgas, en la cuestión militar, etc. La
particularidad principal que distingue a estas dos formas del oportunismo dominante consiste en
que el problema concreto de la relación entre la guerra actual y la revolución y otros problemas
concretos de la revolución se silencian y se encubren, o se tratan con la mirada puesta en las
prohibiciones policíacas. Y eso a pesar de que antes de la guerra se había señalado infinidad de
veces, tanto en forma no oficial como con carácter oficial en el Manifiesto de Basilea, la relación
que guardaba precisamente esa guerra inminente con la revolución proletaria. Mas el defecto
principal de la reivindicación del desarme consiste precisamente en que se pasan por alto todos
los problemas concretos de la revolución. ¿O es que los partidarios del desarme están a favor de
un tipo completamente nuevo de revolución sin armas?
Prosigamos. En modo alguno estamos contra la lucha por las reformas. No queremos
desconocer la triste posibilidad de que la humanidad —en el peor de los casos— pase todavía por
una segunda guerra imperialista, si la revolución no surge de la guerra actual, a pesar de las
numerosas explosiones de efervescencia y descontento de las masas y a pesar de nuestros
esfuerzos. Nosotros somos partidarios de un programa de reformas que también debe ser dirigido
contra los oportunistas. Los oportunistas no harían sino alegrarse en el caso de que les dejásemos
por entero la lucha por las reformas y nos eleváramos a las nubes de un vago "desarme", para
huir de una realidad lamentable. El "desarme" es precisamente la huida frente a una realidad
detestable, y en modo alguno la lucha contra ella.
En semejante programa nosotros diríamos aproximadamente: "La consigna y el
reconocimiento de la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-1916 no sirven más
que para corromper el movimiento obrero con mentiras burguesas". Esa respuesta concreta a
cuestiones concretas sería teóricamente más justa, mucho más útil para el proletariado y más
insoportable para los oportunistas que la reivindicación del desarme y la renuncia a "toda"
defensa de la patria. Y podríamos añadir: "La burguesía de todas las grandes potencias
imperialistas, de Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Rusia, Italia, el Japón y los Estados
Unidos, es hoy hasta tal punto reaccionaria y está tan penetrada de la tendencia a la dominación
mundial, que toda guerra por parte de la burguesía de estos países no puede ser más que
reaccionaria. El proletariado no sólo debe oponerse a toda guerra de este tipo, sino que debe
desear la derrota de ‘su’ gobierno en tales guerras y utilizar esa derrota para una insurrección
revolucionaria, si fracasa la insurrección destinada a impedir la guerra".
En lo que se refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios de la milicia
burguesa, sino únicamente de una milicia proletaria. Por eso, "ni un céntimo, ni un hombre", no
sólo para el ejército regular, sino tampoco para la milicia burguesa, incluso en países como los
Estados Unidos o Suiza, Noruega, etc. Tanto más cuanto que en los países republicanos más
libres (por ejemplo, en Suiza) observamos una prusificación cada vez mayor de la milicia, sobre
todo en 1907 y 1911, y que se la prostituye, movilizándola contra los huelguistas. Nosotros
podemos exigir que los oficiales sean elegidos por el pueblo, que sea abolida toda justicia
militar, que los obreros extranjeros tengan los mismos derechos que los obreros nacionales
(punto de especial importancia para los Estados imperialistas que, como Suiza, explotan cada vez
en mayor número y cada vez con mayor descaro a obreros extranjeros, sin otorgarles derechos).
Y además, que cada cien habitantes de un país, por ejemplo, tengan derecho a formar
asociaciones libres para aprender el manejo de las armas, eligiendo libremente instructores
retribuidos por el Estado, etc. Sólo en tales condiciones podría el proletariado aprender el manejo
de las armas efectivamente para sí, y no para sus esclavizadores, y los intereses del proletariado
exigen absolutamente ese aprendizaje. La revolución rusa ha demostrado que todo éxito, incluso
un éxito parcial, del movimiento revolucionario —por ejemplo, la conquista de una ciudad, un
poblado fabril, una parte del ejército— obligará inevitablemente al proletariado vencedor a poner
en práctica precisamente ese programa.
Por último, contra el oportunismo no se puede luchar, naturalmente, sólo con programas,
sino vigilando sin descanso para que se los ponga en práctica de una manera efectiva. El mayor
error, el error fatal de la fracasada II Internacional, consistió en que sus palabras no
correspondían a sus hechos, en que se inculcaba la costumbre de recurrir a la hipocresía y a una
desvergonzada fraseología revolucionaria (véase la actitud de hoy de Kautsky y Cía. ante el
Manifiesto de Basilea). El desarme como idea social —es decir, como idea engendrada por
determinado ambiente social, como idea capaz de actuar sobre determinado medio social, y no
como simple extravagancia de un individuo— tiene su origen, evidentemente, en las condiciones
particulares de vida, "tranquilas" excepcionalmente, de algunos Estados pequeños, que durante
un período bastante largo han estado al margen del sangriento camino mundial de las guerras, y
que confían poder seguir apartados de él. Para convencerse de ello basta reflexionar, por
ejemplo, en los argumentos de los partidarios del desarme en Noruega: "Somos un país pequeño,
nuestro ejército es pequeño, nada podemos hacer contra las grandes potencias" (y por ello nada
pueden hacer tampoco si se les impone por la fuerza una alianza imperialista con uno u otro
grupo de grandes potencias)..., "queremos seguir en paz en nuestro apartado rinconcito y
proseguir nuestra política pueblerina, exigir el desarme, tribunales de arbitraje obligatorios, una
neutralidad permanente, etc." (¿"permanente", como la de Bélgica?).
La mezquina aspiración de los pequeños Estados a quedarse al margen, el deseo
pequeñoburgués de estar lo más lejos posible de las grandes batallas de la historia mundial, de
aprovechar su situación relativamente monopolista para seguir en una pasividad acorchada, tal es
la situación social objetiva que puede asegurar cierto éxito y cierta difusión a la idea del desarme
en algunos pequeños Estados. Claro que semejante aspiración es reaccionaria y descansa toda
ella en ilusiones, pues el imperialismo, de uno u otro modo, arrastra a los pequeños Estados a la
vorágine de la economía mundial y de la política mundial.
En Suiza, por ejemplo, su situación imperialista prescribe objetivamente dos líneas del
movimiento obrero: los oportunistas, en alianza con la burguesía, aspiran a hacer de Suiza una
unión monopolista republicano-democrática, a fin de obtener ganancias con los turistas de la
burguesía imperialista y de aprovechar del modo más lucrativo y más tranquilo posible esta
"tranquila" situación monopolista.
Los verdaderos socialdemócratas de Suiza aspiran a utilizar la relativa libertad del país y su
situación "internacional" para ayudar a la estrecha alianza de los elementos revolucionarios de
los partidos obreros europeos a alcanzar la victoria. En Suiza no se habla, gracias a Dios, un
"idioma propio", sino tres idiomas universales, los tres, precisamente, que se hablan en los países
beligerantes que limitan con ella.
Si los 20.000 miembros del partido suizo contribuyeran semanalmente con dos céntimos
como "impuesto extraordinario de guerra", obtendríamos al año 20.000 francos, cantidad más
que suficiente para imprimir periódicamente y difundir en tres idiomas, entre los obreros y
soldados de los países beligerantes, a pesar de las prohibiciones de los Estados Mayores
Generales, todo cuanto diga la verdad sobre la indignación que comienza a cundir entre los
obreros, sobre su fraternización en las trincheras, sobre sus esperanzas de utilizar
revolucionariamente las armas contra la burguesía imperialista de sus "propios" países, etc.
Nada de esto es nuevo. Precisamente es lo que hacen los mejores periódicos, como La
Sentinelle, Volksrecht y Berner Tagwacht(6), pero, por desgracia, en medida insuficiente. Sólo
semejante actividad puede hacer de la magnífica resolución del Congreso de Aarau algo más que
una mera resolución magnífica.
La cuestión que ahora nos interesa se plantea en la forma siguiente: corresponde la
reivindicación del desarme a la tendencia revolucionaria entre los socialdemócratas suizos? Es
evidente que no. El "desarme" es, objetivamente, el programa más nacional, el más
específicamente nacional de los pequeños Estados, pero en manera alguna el programa
internacional de la socialdemocracia revolucionaria internacional.

Notas

1. El programa militar de la revolución proletaria fue escrito en alemán en septiembre de 1916 para la prensa de los
socialdemócratas escandinavos de izquierda, que durante la Primera Guerra Mundial se manifestaron en contra
del punto del programa socialdemócrata relativo al "armamento del pueblo" y lanzaron la errónea consigna del
"desarme". En diciembre de 1916 el artículo, redactado de nuevo, fue publicado en la Recopilación del
Socialdemócrata, T. II, con el título de La consigna del "desarme". En abril de 1917, poco antes de salir para
Rusia, Lenin entregó el texto del artículo en alemán a la redacción de la revista Jugend-Internationale. Fue
publicado el mismo año en sus núms. 9 y 10.
Jugend-Internationale era el órgano de la Liga Internacional de las Organizaciones Socialistas de la Juventud,
adherida a la izquierda de Zimmerwald, se publicó desde septiembre de 1915 hasta mayo de 1918 en Zurich.
Lenin emite su juicio acerca de esta revista en la nota La Internacional de la Juventud (véase Obras Completas, T.
XXIII).
2. Se alude a las tesis sobre la cuestión militar escritas por R. Grimm (uno de los lideres del Partido Socialdemócrata
de Suiza) en el verano de 1916 con motivo de la preparación del Congreso Extraordinario del mismo Partido.
Este Congreso, cuya celebración había sido señalada para febrero de 1917, tenía que resolver la cuestión de la
actitud de los socialistas suizos ante la guerra.
3. Neues Leben (Vida Nueva ) órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza; se publicó en Berna desde enero de
1915 hasta diciembre de 1917.
4. Se alude a las conferencias socialistas celebradas en los pueblos de Zimmerwald y Kienthal (Suiza). La
Conferencia de Zimmerwald, o I Conferencia Socialista Internacional, se celebró del 5 al 8 de septiembre de
1915. La Conferencia de Kienthal, o II Conferencia Socialista Internacional, se celebró en del 24 al 30 de
septiembre de 1916. Ambas contribuyeron a agrupar, sobre la base ideológica del marxismo, a los elementos de
izquierda de la socialdemocracia europea, que más tarde jugaron un papel decisivo en la lucha por la creación de
partidos comunistas y la propia Tercera Internacional.
5. Los comités de la industria armamentista fueron creados en 1915 en Rusia por la gran burguesía imperialista.
Tratando de someter a los obreros a su influencia y de inculcarles ideas defensistas, la burguesía ideó la
organización de "grupos obreros" anejos a esos comités. A la burguesía le convenía que en esos grupos hubiese
representantes de los obreros, encargados de hacer propaganda entre las masas obreras en favor de una mayor
productividad del trabajo en las fábricas de materiales militares. Los mencheviques participaron activamente en
esta empresa seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques declararon el boicot a los comités de la industria
armamentista y lo aplicaron eficazmente con el apoyo de la mayoría de los obreros.
6. La Sentinelle, órgano de la organización socialdemócrata suiza del cantón de Neuchatel (Suiza francesa), fundado
en Chaux de Fonds en 1884. En los primeros años de la Primera Guerra Mundial, el periódico mantuvo una
posición internacionalista. El 13 de noviembre de 1914, en el número 265 del periódico, fue publicado, en forma
abreviada, el Manifiesto del CC del POSDR La guerra y la socialdemocracia de Rusia.
Volksrecht (El Derecho del Pueblo), órgano del Partido Social demócrata de Suiza y de la organización
socialdemócrata del cantón de Zurich. Se publica en Zurich desde 1898. Durante la Primera Guerra Mundial el
periódico presentó artículos de los zimmerwaldianos de izquierda. En él aparecieron también artículos de Lenin,
como por ejemplo, Doce breves tesis sobre la defensa hecha por G. Greulich de la defensa de la patria, Sobre las
tareas del POSDR en la revolución rusa, Las maniobras de los chovinistas republicanos. Más tarde el periódico
adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.
Berner Tagwacht (El Centinela de Berna), órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza, publicado desde 1893 en
Berna. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, el periódico insertó artículos de K. Liebknecht, de F. Mehring
y de otros socialdemócratas de izquierda. A partir de 1917 apoyó abiertamente a los socialchovinistas y más tarde
adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.

Pacifismo burgués y pacifismo socialista

Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

Pacifismo burgués y pacifismo socialista1


V. I. Lenin

I. Viraje en la política mundial

Hay indicios de que tal viraje se operó o se está operando; es decir, un viraje de la guerra
imperialista hacia la paz imperialista.
Un profundo e indudable agotamiento de ambas coaliciones imperialistas; la dificultad de
continuar la guerra; la dificultad que tienen los capitalistas en general y el capital financiero, en
particular, de arrancar a los pueblos algo más fuera de todo lo que le han birlado en forma de
escandalosas ganancias "de guerra"; la saciedad del capital financiero de los países neutrales,
Estados Unidos, Holanda, Suiza y otros, que se acrecentó gigantescamente en la guerra y al cual
no le es fácil proseguir en esa "ventajosa" economía por la escasez de las materias primas y de
las reservas alimenticias; los intentos renovados de Alemania para separar uno u otro aliado de
su principal rival imperialista, Inglaterra; las declaraciones pacifistas del gobierno alemán y, con
él, las de una serie de gobiernos de los países neutrales; he ahí los indicios principales.
¿Existen probabilidades de una pronta terminación de la guerra o no?
Es muy difícil contestar a esa pregunta con una aserción. Dos posibilidades se perfilan a
nuestro parecer con bastante nitidez:
La primera es que se concluya una paz por separado entre Alemania y Rusia, aunque no sea
en la forma corriente de un tratado formal escrito. La segunda es de que tal paz no se concluya.
Inglaterra y sus aliados todavía tienen fuerzas para sostenerse un año, dos, etc. En el primer
supuesto, la guerra cesaría ineluctablemente, de no ser ahora, en un futuro próximo, y no se
pueden esperar serias variantes en su curso. En el segundo, podría continuar indefinidamente.
Detengámonos en el primer caso.
Que la paz por separado entre Alemania y Rusia se estuvo negociando recientemente; que el
mismo Nicolás II o la influyente camarilla cortesana es partidaria de una paz semejante; que en
la política mundial ya se delineó un viraje de alianza imperialista entre Rusia e Inglaterra contra
Alemania, hacia una alianza, no menos imperialista, entre Rusia y Alemania contra Inglaterra;
todo esto está fuera de duda.
La sustitución de Sturmer por Trépov, la declaración pública del zarismo de que el "derecho"
de Rusia sobre Constantinopla está reconocido por todos los aliados, la creación por Alemania de
un Estado polaco separado, son indicios que parecieran señalar el hecho de que las negociaciones
sobre una paz por separado fracasaron. ¿Quizás el zarismo haya hecho negociaciones solamente
para extorsionar a Inglaterra, para obtener de ella un reconocimiento formal e inequívoco de los
"derechos" de Nicolás el Sangriento sobre Constantinopla y de tales o cuales garantías "serias"
de ese derecho?
Dado que el contenido principal, fundamental, de la guerra imperialista en cuestión es el
reparto del botín entre los tres principales rivales imperialistas, entre los tres bandidos, Rusia,
Alemania e Inglaterra, nada tiene de improbable tal suposición.
Por otra parte, cuanto más se perfila para el zarismo la imposibilidad práctica y militar de
recuperar Polonia, de conquistar Constantinopla, de quebrar el férreo frente alemán que
Alemania ajusta, acorta y fortifica magníficamente con sus últimas victorias en Rumania, tanto
más se ve obligado el zarismo a concluir una paz por separado con Alemania, esto es, a pasar de
su alianza imperialista con Inglaterra contra Alemania a una alianza imperialista con Alemania
contra Inglaterra. ¿Por qué no? ¿No estuvo Rusia acaso a un paso de la guerra con Inglaterra por
la competencia imperialista de ambas potencias en el reparto del botín en Asia Central? ¿No se
realizaron acaso negociaciones entre Inglaterra y Alemania sobre una alianza contra Rusia, en
1898, habiéndose comprometido secretamente, entonces, Inglaterra y Alemania a repartirse entre
sí las colonias de Portugal en "la eventualidad" de que ésta no cumpliera sus obligaciones
financieras?
La marcada tendencia de los círculos imperialistas dirigentes de Alemania hacia una alianza
con Rusia contra Inglaterra, se definió ya algunos meses atrás. La base de la alianza será,
evidentemente, el reparto de Galitzia (para el zarismo es de la mayor importancia ahogar el
centro de agitación y de libertad ucranianas), de Armenia ¡y quizá de Rumania! ¡Se deslizó en un
diario alemán la "insinuación" de que se podría dividir a Rumania entre Austria, Bulgaria y
Rusia! Alemania podría acordar algunas "menudas concesiones" más al zarismo con tal de
concertar una alianza con Rusia y también, quizá, con Japón contra Inglaterra.
La paz por separado pudo haber sido concluida entre Nicolás II y Guillermo II en secreto. En
la historia de la diplomacia existen ejemplos de tratados secretos que nadie conocía, ni siquiera
los ministros, a excepción de dos o tres personas. En la historia de la diplomacia existen
ejemplos de cómo "las grandes potencias" concurrían a un congreso "paneuropeo", habiendo
negociado previamente lo principal, en secreto, entre los grandes rivales (por ejemplo el acuerdo
secreto entre Rusia e Inglaterra sobre el saqueo de Turquía antes del Congreso de Berlín de
1878). ¡Nada habría de asombroso en el hecho de que el zarismo rechazara una paz formal por
separado entre gobiernos, considerando, entre otras cosas, que en la situación actual de Rusia su
gobierno podría encontrarse en manos de Milyukov y Guchkov o de Milyukov y Kerensky, y
que, al mismo tiempo, concluyera un tratado secreto, no formal, pero no menos "firme", con
Alemania en el que se estableciera que ambas "altas partes contratantes" mantendrían juntas una
determinada línea en el futuro congreso de la paz!
No se puede saber si esta conjetura es correcta o no. De todos modos está mil veces más
cerca de la verdad, es una descripción mucho mejor del real estado de cosas que las piadosas
frases sobre la paz que intercambian los gobiernos actuales o los gobiernos burgueses en general,
basadas en el rechazo de las anexiones, etc. Esas frases son, o bien ingenuos anhelos, o bien
hipocresía y mentira que sirven para ocultar la verdad. La verdad de la situación actual, de la
guerra actual, del momento actual en que se hacen tentativas para concluir la paz consiste en el
reparto del botín imperialista. Allí está lo esencial, y comprender esa verdad, expresarla,
"enunciar aquello que realmente es", tal es la tarea fundamental de la política socialista, a
diferencia de la burguesa, para la cual lo principal está en ocultar, en esfumar esa verdad.
Ambas coaliciones imperialistas saquearon una determinada cantidad de botín, habiendo sido
precisamente Alemania e Inglaterra los dos buitres principales y más fuertes, los que más
saquearon. Inglaterra no perdió un palmo de su tierra ni de sus colonias, "adquiriendo" las
colonias alemanas y parte de Turquía (Mesopotamia). Alemania perdió casi todas sus colonias,
pero adquirió territorios inmensamente más valiosos en Europa, al apoderarse de Bélgica, Servia,
Rumania, parte de Francia, parte de Rusia, etc. Se trata de dividir ese botín, debiendo el
"cabecilla" de cada banda de asaltantes, es decir, tanto Inglaterra como Alemania, recompensar
en una u otra medida a sus aliados, los cuales, a excepción de Bulgaria y en menor escala de
Italia, sufrieron pérdidas muy grandes. Los aliados más débiles son los que más perdieron: en la
coalición inglesa fueron aplastados Bélgica, Servia, Montenegro, Rumania; en la alemana,
Turquía perdió a Armenia y parte de Mesopotamia.
Hasta ahora el botín de Alemania es sin duda considerablemente mayor que el de Inglaterra.
Hasta ahora triunfó Alemania, quedando inmensamente más fuerte de lo que nadie hubiera
podido suponer antes de la guerra. Se entiende, por lo tanto, que sería conveniente para Alemania
concluir la paz cuanto antes, pues su rival aún podría, en la oportunidad más ventajosa
imaginable para él (si bien poco probable), poner en juego una más numerosa reserva de reclutas,
etc.
Tal es la situación objetiva. Tal es el momento actual de la lucha por el reparto del botín
imperialista. Es completamente natural que este momento haya engendrado aspiraciones,
declaraciones y manifestaciones pacifistas preferentemente entre la burguesía y los gobiernos de
la coalición alemana y luego de los países neutrales. Es igualmente natural que la burguesía y sus
gobiernos estén obligados a emplear todas sus fuerzas para burlar a los pueblos, encubriendo la
repugnante desnudez de la paz imperialista, el reparto de lo saqueado, por medio de frases, frases
enteramente falsas acerca de una paz democrática, acerca de la libertad de los pueblos pequeños,
acerca de la reducción de los armamentos, etc.
Pero si es natural en la burguesía que trate de burlar a los pueblos, ¿de qué manera cumplen
su deber los socialistas? De esto se tratará en el artículo (o capítulo) siguiente.

II. El pacifismo de Kautsky y de Turati


Kautsky es el teórico de mayor autoridad de la II Internacional, el jefe más destacado del
llamado "centro marxista" en Alemania, el representante de la oposición que ha creado en el
Reichstag una fracción aparte: el "Grupo Socialdemócrata del Trabajo" (Haase, Ledebour y
otros). En una serie de periódicos socialdemócratas de Alemania se publican ahora artículos de
Kautsky sobre las condiciones de paz, parafraseando la declaración oficial del "Grupo
Socialdemócrata del Trabajo" que éste presentó con motivo de la conocida nota del gobierno
alemán en la que se proponían negociaciones sobre la paz. Al exigir que el gobierno proponga
condiciones determinadas de paz, esa declaración contiene entre otras cosas la siguiente frase
característica:
"Para que dicha nota (del gobierno alemán) conduzca hacia la paz es necesario que en todos
los países se rechace inequívocamente la idea de anexar zonas ajenas, de someter política,
económica o militarmente, cualquier pueblo que sea a otro Poder estatal".
Parafraseando y concretando esa proposición, Kautsky "demuestra" circunstanciadamente en
sus artículos que Constantinopla no le debe tocar a Rusia y que Turquía no debe ser un Estado
vasallo de nadie.
Examinemos más atentamente esas consignas y esos argumentos políticos de Kautsky y de
sus correligionarios.
Cuando se trata de Rusia, o sea del rival imperialista de Alemania, entonces Kautsky ya no
plantea una exigencia abstracta, "general", sino una completamente concreta, precisa y
determinada: Constantinopla no debe tocarle a Rusia. Con eso mismo él desenmascara las
verdaderas intenciones imperialistas... de Rusia. Cuando se trata de Alemania, es decir,
precisamente de aquel país a cuyo gobierno y a cuya burguesía, la mayoría del partido que
cuenta a Kautsky entre sus miembros (y que nombró a Kautsky redactor de su órgano principal
teórico, directivo, Neue Zeit) ayuda a hacer la guerra imperialista, entonces Kautsky no
desenmascara las intenciones imperialistas concretas de su propio gobierno, sino que se limita a
expresar un deseo o una proposición "general": ¡¡Turquía no debe ser un Estado vasallo de
nadie!!
¿En qué se distingue pues la política de Kautsky, por su contenido efectivo, de la política de
los combativos, por así decirlo, socialchovinistas (es decir, socialistas de palabra y chovinistas de
hecho), de Francia e Inglaterra, que desenmascaran los actos imperialistas concretos de
Alemania, pero cuando se trata de países y de pueblos conquistados por Inglaterra o por Rusia, se
escabullen expresando deseos o proposiciones "generales"? Gritan cuando se trata de la
ocupación de Bélgica, de Servia, pero callan sobre la ocupación de Galitzia, de Armenia y de las
colonias en África.
De hecho, la política de Kautsky y de Sembat-Henderson ayuda indistintamente a su propio
gobierno imperialista, atrayendo principalmente la atención sobre la malignidad del rival y del
enemigo y arrojando un velo de frases nebulosas, generales, y de bondadosos deseos sobre los
actos igualmente imperialistas de su "propia " burguesía. Y nosotros dejaríamos de ser marxistas,
dejaríamos en general de ser socialistas, si nos contentáramos con la contemplación cristiana, por
así decirlo, de la bondad de las bondadosas frases generales, sin poner al descubierto su
significado político real. ¿Acaso no vemos continuamente que la diplomacia de todas las
potencias imperialistas hace alarde de virtuosísimas frases "generales" y de sus declaraciones
"democráticas" encubriendo con ellas el saqueo, la violación y el estrangulamiento de los
pueblos pequeños?
"Turquía no debe ser un Estado vasallo de nadie". Si digo solamente eso, puede parecer que
yo soy partidario de la plena libertad de Turquía. Pero en realidad no hago más que repetir una
frase pronunciada comúnmente por los diplomáticos alemanes que, a todas luces, mienten y dan
pruebas de hipocresía, encubriendo con dicha frase el hecho de que Alemania haya
transformado, ahora, a Turquía en su vasallo tanto en el sentido financiero como en el militar. Y
si yo soy un socialista alemán, mis frases "generales" sólo resultan beneficiosas para la
diplomacia alemana porque su significado real reside en que sirven para adornar al imperialismo
alemán.
"En todos los países debe repudiarse la idea de las anexiones, del sometimiento económico
de cualquier pueblo que sea". ¡Qué alarde de virtud! Los imperialistas, miles de veces, "repudian
la idea" de las anexiones y del estrangulamiento financiero de los pueblos débiles, pero ¿no
convendría confrontar eso con los hechos que demuestran que cualquier banco grande de
Alemania, Inglaterra, Francia o Estados Unidos tiene " sometidos " a los pueblos pequeños?
¿Puede acaso, en la práctica, un gobierno burgués actual de un país rico rechazar las anexiones y
la subordinación económica de los pueblos extraños, cuando se han invertido miles y miles de
millones en los ferrocarriles y en otras empresas de los pueblos débiles?
¿Quién es el que lucha realmente contra las anexiones, etc.? ¿Aquel que lanza hermosas
frases cuyo valor objetivo equivale exactamente al del agua bendita cristiana con la cual se rocía
a los bandidos coronados y capitalistas, o aquel que explica a los obreros que, sin derrocar la
burguesía imperialista y sus gobiernos, es imposible poner fin a las anexiones y al
estrangulamiento financiero?
He aquí una ilustración italiana del pacifismo que predica Kautsky.
En el órgano central del Partido Socialista Italiano Avanti! del 25 de diciembre de 1916, el
conocido reformista Filippo Turati publicó un artículo titulado ‘Abracadabra’. El 22 de
noviembre de 1916 —escribe él— el grupo socialista parlamentario de Italia propuso en el
parlamento una moción sobre la paz. En esa moción "comprobó la concordancia de los principios
proclamados por los representantes de Inglaterra y de Alemania, principios que deben cimentar
una paz posible, e invitó al gobierno a iniciar las negociaciones de paz con la mediación de los
Estados Unidos y de otros países neutrales". Así expone el contenido de la moción socialista el
mismo Turati.
El 6 de diciembre de 1916 la cámara "entierra" la moción socialista "postergando" su
discusión. El 12 de diciembre el canciller alemán propone en su propio nombre, en el Reichstag,
lo que querían los socialistas italianos. El 22 de diciembre interviene con su Nota Wilson,
"parafraseando y repitiendo —según la expresión de F. Turati— las ideas y los argumentos de la
moción socialista". El 23 de diciembre otros Estados neutrales aparecen en escena parafraseando
la Nota de Wilson.
Nos acusan de habernos vendido a Alemania, exclama Turati. ¿No se han vendido a
Alemania también Wilson y los Estados neutrales?
El 17 de diciembre Turati pronunció en el parlamento un discurso, uno de cuyos pasajes
provocó una extraordinaria y merecida sensación. He aquí ese pasaje, según la información de
Avanti!:
"Supongamos que en una discusión del tipo que nos propone Alemania sea posible resolver a
grandes trazos cuestiones tales como la evacuación de Bélgica, Francia, la reconstitución de
Rumania, Servia y, si queréis, de Montenegro; os agrego la rectificación de las fronteras italianas
en lo que se refiere a lo indiscutiblemente italiano y que responde a garantías de un carácter
estratégico". En ese pasaje la cámara chovinista y burguesa interrumpe a Turati; de todas partes
se oyen exclamaciones: "¡Magnífico! ¡Quiere decir que usted también quiere todo eso! ¡Viva
Turati! ¡Viva Turati!".
Turati, al darse cuenta, por lo visto, de que algo anda mal en ese entusiasmo burgués, trata de
"corregirse" o de "explicarse":
"Señores —dice él—, no estamos para bromas inoportunas. Una cosa es admitir la
conveniencia y el derecho de la unidad nacional, siempre reconocida por nosotros; otra cosa es
provocar o justificar la guerra por ese motivo".
Ni esa "explicación" de Turati, ni los artículos de Avanti! publicados en su defensa, ni la
carta de Turati del 21 de diciembre, ni el artículo de cierto "b b" aparecido en el Volksrecht de
Zurich "arreglan" en absoluto la situación, ¡ni suprimen el hecho de que Turati se haya
traicionado! . . . Más precisamente: no fue Turati el que se ha traicionado sino todo el pacifismo
socialista, representado por Kautsky y, como veremos más adelante, por los "kautskianos"
franceses. La prensa burguesa de Italia tuvo razón cuando recogió ese pasaje en el discurso de
Turati regocijándose al respecto.
El mencionado "b b" intenta defender a Turati diciendo que aquél sólo se refería al "derecho
de autodeterminación de las naciones".
¡Mala defensa! ¿Qué tiene que ver "el derecho de autodeterminación de las naciones" que,
como todos saben, está en el programa de los marxistas (y ha estado siempre en el programa de
la democracia internacional), con la defensa de los pueblos oprimidos? ¿Qué tiene que ver con la
guerra imperialista, es decir, con la guerra por el reparto de las colonias, por la opresión de los
países extraños, con la guerra entre potencias opresoras y de saqueo, por ver quién puede oprimir
más pueblos extraños?
Invocar la autodeterminación de las naciones para justificar una guerra imperialista, no una
guerra nacional, ¿en qué se distingue eso de los discursos de Alexinski, Hervé, Hyndman,
quienes invocan la república en Francia en contraposición a la monarquía en Alemania, aunque
todos saben que la guerra en cuestión no se debe en absoluto al choque del sistema republicano
con el principio monárquico, sino al reparto de las colonias y demás, entre dos coaliciones
imperialistas?
Turati se explicaba y se defendía diciendo que de ningún modo "justificaba" la guerra.
Creamos al reformista Turati, a Turati el partidario de Kautsky, que no fue su intención
justificar la guerra. ¿Pero quién ignora que en la política no se toman en cuenta las intenciones
sino los actos, no los buenos deseos sino los hechos, no lo imaginado sino lo real?
Admitamos que Turati no haya querido justificar la guerra, que Kautsky no haya querido
justificar el que Alemania establezca relaciones de vasallaje de Turquía respecto del
imperialismo alemán. Pero en la práctica resultó que esos dos tiernos pacifistas ¡justificaron
precisamente la guerra! He aquí el fondo del asunto. Si Kautsky hubiera pronunciado algo
semejante a "Constantinopla no debe tocarle a Rusia, Turquía no debe ser un Estado vasallo de
nadie", no en una revista, tan aburrida que nadie lee, sino desde la tribuna del parlamento, ante
un público burgués vivo, impresionable, de temperamento meridional, nada habría de asombroso
en que los ingeniosos burgueses exclamaran: "¡Magnífico! ¡Muy bien! ¡Viva Kautsky!".
Turati adoptaba de hecho —independientemente de si lo quería o no, de si tenía conciencia
de ello— el punto de vista de un intermediario burgués, que proponía un arreglo amistoso entre
los buitres imperialistas. "Liberar" las tierras italianas pertenecientes a Austria sería encubrir en
los hechos la recompensa que se otorga a la burguesía italiana por su participación en la guerra
imperialista de una coalición imperialista gigantesca, sería un suplemento sin importancia al
reparto de las colonias en África, y de las esferas de influencia en Dalmacia y en Albania. Es
natural, quizá, que el reformista Turati adopte un punto de vista burgués, pero Kautsky de hecho
no se distingue absolutamente en nada de Turati.
Para no aderezar la guerra imperialista, para no ayudar a la burguesía a hacer pasar esa
guerra por nacional, por una guerra liberadora de los pueblos, para no encontrarse en la posición
de un reformismo burgués, hay que hablar, no como lo hacen Kautsky y Turati, sino como lo
hacía Karl Liebknecht; hay que decirle a la propia burguesía que es hipócrita cuando habla de
liberación nacional, que la paz democrática es imposible en relación con la guerra actual, a no ser
que el proletariado "vuelva las armas" contra sus propios gobiernos.
Esa debería ser, y sólo esa, la posición de un verdadero marxista, de un verdadero socialista y
no de un reformista burgués. No trabaja realmente en beneficio de la paz democrática el que
repite los buenos y generales deseos del pacifismo, que nada dicen y a nada obligan, sino el que
desenmascara el carácter imperialista tanto de la guerra actual como de la paz imperialista que
ella está preparando; el que llama a los pueblos a la revolución contra los gobiernos criminales.
Algunos tratan a veces de defender a Kautsky y a Turati diciendo que legalmente no se podía
ir más allá de una "alusión" en contra del gobierno y tal "alusión" existe en los pacifistas de esa
clase. Pero a esto hay que contestar, primero, que el hecho de que sea imposible decir legalmente
la verdad es un argumento que no va en favor del encubrimiento de la verdad sino a favor de la
necesidad de establecer una organización y una prensa ilegal, es decir, libre de la policía y de la
censura; segundo, que existen momentos históricos en que al socialista se le exige una ruptura
con cualquier legalidad; tercero que, aun en la Rusia feudal, Dobrolyubov y Chernishevski
sabían decir la verdad, sea pasando en silencio el manifiesto del 19 de febrero de 1861, sea
burlándose de los liberales de entonces que decían discursos idénticos a los de Turati y de
Kautsky, sea ridiculizándolos.
En el artículo siguiente pasaremos al pacifismo francés que encontró su expresión en las
resoluciones de dos congresos de organizaciones obreras y socialistas de Francia, recientemente
celebrados.
III. El pacifismo de los socialistas sindicalistas franceses
Acaban de clausurarse los congresos de la CGT francesa (Confédération Générale du
Travail) y del Partido Socialista Francés. Aquí se delineó con particular nitidez el significado y el
papel auténticos que desempeña en el momento actual el pacifismo socialista.
He aquí la resolución del congreso sindical, adoptada unánimemente tanto por la mayoría de
los chovinistas furiosos, con el tristemente famoso Jouhaux a la cabeza, como por el anarquista
Broutechoux y el zimmerwaldista Merrheim:
"La conferencia de las federaciones gremiales nacionales, de las uniones de los sindicatos, de
las bolsas de trabajo, habiéndose notificado de la nota del presidente de Estados Unidos que
‘invita a todas las naciones que se encuentran actualmente en guerra a exponer públicamente sus
puntos de vista sobre las condiciones en las que se le podría poner fin’, solicita del gobierno
francés que otorgue su conformidad a dicha propuesta; invita al gobierno a asumir la iniciativa
de intervenir ante sus aliados para apresurar la hora de la paz; declara que la federación de
naciones, que es una de las garantías de la paz definitiva, puede ser asegurada sólo a condición
de que todas las naciones, tanto pequeñas como grandes, sean independientes, territorialmente
inviolables y política y económicamente libres.
"Las organizaciones representadas en la conferencia asumen la obligación de apoyar y
difundir esa idea entre las masas obreras para que cese la situación indefinida, ambigua, que sólo
beneficia a la diplomacia secreta contra la cual siempre se rebeló la clase obrera".
He aquí un ejemplo de un pacifismo "puro" muy al estilo de Kautsky, de un pacifismo
aprobado por una organización oficial de obreros que nada tiene de común con el marxismo y
que está formada en su mayoría por chovinistas. Tenemos ante nosotros un documento
descollante y que merece la más seria atención, el documento de la unificación política de los
chovinistas y de los kautskianos, basado en una huera fraseología pacifista. Si en el artículo
precedente hemos intentado mostrar en qué consiste la base teórica de la unidad de opiniones de
chovinistas y de pacifistas, de burgueses y de reformistas socialistas, vemos ahora esa unidad
realizada en la práctica en otro país imperialista.
En la Conferencia de Zimmerwald (del 5 al 8 de septiembre de 1915, Merrheim declaró: "Le
parti, les Jouhaux, le gouvernement, ce ne sont que trois tetes sous un bonnet" (El partido, los
señores Jouhaux, el gobierno, no son sino tres cabezas bajo un mismo bonete, es decir son una
misma cosa). En la Conferencia de la CGI del 26 de diciembre de 1916 Merrheim vota, junto con
Jouhaux, la resolución pacifista. El 23 de diciembre de 1916 uno de los órganos más francos y
extremos de los social-imperialistas alemanes, el periódico de Chemnitz Volksstimme inserta el
artículo editorial: "Descomposición de los partidos burgueses y restablecimiento de la unidad
socialdemócrata". En ese artículo se alaba, naturalmente, el espíritu de paz de Sudekum, Legien,
Scheidemann y Cía., de toda la mayoría del Partido Socialdemócrata Alemán, como también del
gobierno alemán, y se proclama que "el primer congreso del Partido convocado después de la
guerra debe restablecer su unidad, excepción hecha de los poco numerosos fanáticos que rehúsan
pagar las cuotas del Partido" (¡es decir de los adictos a Karl Liebknecht!), "restablecer la unidad
del Partido sobre la base de la política de la dirección del partido, de la fracción socialdemócrata
del Reichstag y de los sindicatos".
Con una claridad meridiana se expresa aquí la idea y se proclama la política de la "unidad"
entre los socialchovinistas abiertos de Alemania con Kautsky y Cía., y el "Grupo
Socialdemócrata del Trabajo" —unidad basada en frases pacifistas—, ¡"unidad" como la
realizada en Francia el 26 de diciembre de 1916 entre Jouhaux y Merrheim!
El órgano central del Partido Socialista Italiano Avanti! escribe en su nota editorial del 28 de
diciembre de 1916:
"Si bien Bissolati y Sudekum, Bonomi y Scheidemann, Sembat y David, Jouhaux y Legien
pasaron al campo del nacionalismo burgués y traicionaron (hanno tradito) la unidad ideológica
de los internacionalistas a la cual prometieron servir en cuerpo y alma, nosotros nos quedaremos
junto a nuestros camaradas alemanes tales como Liebknecht, Ledebour, Hoffman, Meyer, a
nuestros camaradas franceses tales como Merrheim, Blanc, Brizon, Raffin-Dugens, quienes no
cambiaron ni vacilaron".
Ved qué confusión se produce:
Bissolati y Bonomi fueron expulsados por reformistas y chovinistas, del Partido Socialista
Italiano aún antes de la guerra. Avanti! los coloca en el mismo nivel que a Sudekum y a Legien,
y con toda razón por cierto; pero Sudekum, David y Legien están a la cabeza del pretendido
partido socialdemócrata de Alemania, socialchovinista de hecho, y el mismo Avanti! se rebela
contra su expulsión, contra la ruptura con ellos, contra la formación de la Tercera Internacional.
Avanti! anuncia, y con justa razón, que Legien y Jouhaux se han pasado al campo del
nacionalismo burgués, oponiéndolos a Liebknecht y a Ledebour, a Merrheim y a Brizon. Pero
nosotros vemos que Merrheim vota junto con Jouhaux y que Legien manifiesta, por boca de
Volksstimme de Chemnitz, su certidumbre en el restablecimiento de la unidad del Partido, con la
única excepción de los correligionarios de Liebknecht, esto es, ¡¡"unidad" junto con el "Grupo
Socialdemócrata del Trabajo" (Kautsky inclusive) al cual pertenece Ledebour!!
Esa confusión es originada por el hecho de que Avanti! confunde el pacifismo burgués con el
internacionalismo socialdemócrata revolucionario, mientras que politiqueros tan experimentados
como Legien y Jouhaux han comprendido magníficamente la identidad del pacifismo socialista y
la del pacifismo burgués.
¡Cómo no han de regocijarse el señor Jouhaux y su periódico chovinista La Bataille con
motivo de la "unanimidad" de Jouhaux y de Merrheim, cuando, en la resolución adoptada
unánimemente y citada por nosotros íntegramente, no hay de hecho absolutamente nada, salvo
frases pacifistas burguesas, no hay ni sombra de conciencia revolucionaria, ni una sola idea
socialista!
¿No es ridículo acaso hablar de "libertad económica de todas las naciones, tanto pequeñas
como grandes", pasando en silencio aquello de que mientras no se derroquen los gobiernos
burgueses y no se expropie a la burguesía, esa "libertad económica" es un engaño del pueblo, del
mismo modo que las frases referentes a la "libertad económica" de los ciudadanos en general, de
los pequeños campesinos y de los ricos, de los obreros y de los capitalistas, en la sociedad
contemporánea?
La resolución por la cual votaron unánimemente Jouhaux y Merrheim está totalmente
impregnada por las ideas del "nacionalismo burgués", que Avanti! destaca acertadamente en
Jouhaux, pero que Avanti! extrañamente no ve en Menheim.
Los nacionalistas burgueses han hecho alarde, siempre y en todas partes, de frases
"generales" sobre una "federación de naciones" en general, sobre la "libertad económica de todas
las naciones grandes y pequeñas". Los socialistas, a diferencia de los nacionalistas burgueses,
decían y dicen: perorar acerca de la "libertad económica de las naciones grandes y pequeñas" es
una hipocresía repugnante, en tanto que unas naciones (por ejemplo Inglaterra y Francia)
coloquen en el extranjero, es decir, concedan préstamos con intereses usurarios a las naciones
pequeñas y atrasadas, miles y miles de millones de francos de capital y las naciones pequeñas y
débiles se encuentren bajo su yugo.
Los socialistas no podrían dejar, sin una protesta decidida, una sola frase de aquella
resolución, por la cual votaron unánimemente Jouhaux y Merrheim. Los socialistas hubieran
declarado, en contraposición abierta a dicha resolución, que el discurso de Wilson es una
evidente mentira e hipocresía, pues Wilson es un representante de la burguesía que ha ganado
miles de millones en la guerra, es el jefe de un gobierno que llevó hasta la locura la acción
armamentista de los Estados Unidos, con fines manifiestos de una segunda gran guerra
imperialista; que el gobierno burgués francés, atado de pies y manos por el capital financiero, del
cual es esclavo, y por los tratados imperialistas secretos enteramente rapaces y reaccionarios, con
Inglaterra, Rusia, etc., no está en condiciones de decir ni de hacer otra cosa que lanzar las
mismas mentiras sobre la cuestión de una paz democrática y "justa"; que la lucha por una paz
semejante consiste, no en la repetición de frases pacifistas generales, estériles, insustanciales,
bondadosas y melifluas, que a nada obligan y que sólo embellecen en la práctica la ruindad
imperialista, sino en declarar a los pueblos la verdad, precisamente en declarársela a los pueblos:
para obtener una paz justa y democrática es preciso derrocar a los gobiernos burgueses de todos
los países beligerantes y aprovechar para ello el hecho de que millones de obreros están armados,
como también la exasperación general de las masas de la población, provocada por la carestía de
la vida y por los horrores de la guerra imperialista.
Eso es lo que deberían haber dicho los socialistas en lugar de la resolución de Jouhaux y de
Merrheim.
¡¡El Partido Socialista Francés, en su congreso que se realizó en París simultáneamente con
el de la CGT, no sólo no dijo eso, sino que adoptó una resolución aún peor, por 2.838 votos
contra 109 y 20 abstenciones, es decir, con el bloque de los socialchovinistas (Renaudel y Cía.,
los así llamados majoritaires, los partidarios de la mayoría) y de los longuetistas (partidarios de
Longuet, kautskianos franceses)!! ¡¡Al mismo tiempo votaron por esa resolución el
zimmerwaldista Bourderon y el kienthalista Raffin-Dugens!!
No citaremos el texto de esa resolución pues es excesivamente larga y carece en absoluto de
interés: en ella figuran a la par las frases bondadosas y melifluas acerca de la paz y la declaración
de estar dispuestos a seguir apoyando la así llamada "defensa de la patria" en Francia, es decir,
de seguir apoyando la guerra imperialista en la que Francia está aliada con bandidos aún más
fuertes y más grandes, tales como Inglaterra y Rusia.
La unificación de los socialchovinistas con los pacifistas (o kautskianos) en Francia, y con
parte de los zimmerwaldistas, se convirtió, por consiguiente, en un hecho, no sólo en la CGT sino
también en el Partido Socialista.

IV. Zimmerwald en la encrucijada


El 28 de diciembre llegaron a Berna los periódicos franceses con el informe referente al
Congreso de la CGT y el 30 de diciembre apareció, en los periódicos socialistas de Berna y de
Zurich, un nuevo llamamiento de la ISK de Berna (Internationale Sozialistische Kommission),
Comisión Socialista Internacional, órgano ejecutivo de la unión zimmerwaldiana. En ese
llamamiento, fechado a fines de diciembre de 1916, se habla de la propuesta de paz por parte de
Alemania como también de Wilson y de otros países neutrales. A estas manifestaciones
gubernamentales las llaman, y con justa razón, "comedia de la paz", "juego para burlar a los
propios pueblos", "gesticulaciones pacifistas e hipócritas de los diplomáticos".
A esta comedia y a esta mentira se les contrapone, como "única fuerza" capaz de lograr la
paz, etc., la "firme voluntad" del proletariado internacional de "dirigir las armas no contra sus
hermanos, sino contra el enemigo que está en su propio país".
Las citas mencionadas nos muestran manifiestamente dos políticas diferentes en su raíz que,
hasta el presente, parecían llevarse de acuerdo dentro de la unión zimmerwaldiana y que ahora se
han separado definitivamente.
Por una parte, Turati dice definidamente, y con toda justicia, que la propuesta de Alemania,
de Wilson, etc., sólo es la "paráfrasis " del pacifismo "socialista" italiano. La declaración de los
socialchovinistas alemanes y la votación de los franceses demuestran que tanto unos como otros
han apreciado perfectamente la utilidad del encubrimiento pacifista de su política.
Por otra parte, el llamamiento de la Comisión Socialista Internacional da el nombre de
comedia y de hipocresía al pacifismo de todos los gobiernos neutrales y beligerantes.
Por una parte, Jouhaux se une con Merrheim; Bourderon, Longuet y Raffin-Dugens, con
Renaudel, Sembat y Thomas; y los socialchovinistas alemanes Sudekum, David, Scheidemann,
proclaman el próximo "restablecimiento de la unidad socialdemócrata" con Kautsky y con el
"Grupo Socialdemócrata del Trabajo".
Por otra parte, el llamamiento de la Comisión Socialista Internacional invita a las "minorías
socialistas" a luchar enérgicamente contra "sus gobiernos" "y contra sus socialpatriotas
mercenarios" (Söldlinge ).
O esto o aquello.
¿Desenmascarar todo lo insustancial, lo absurdo, lo hipócrita del pacifismo burgués o bien
"parafrasear" su pacifismo "socialista"? ¿Luchar contra los Jouhaux y los Renaudel, contra los
Legien y los David como "mercenarios" de los gobiernos, o bien unirse con ellos sobre la base de
las declamaciones pacifistas y vacías de molde francés o alemán?
Esta es la línea divisoria según la cual se produce la separación entre la derecha de
Zimmerwald, que se rebeló siempre y con todas sus fuerzas contra una escisión con los
socialchovinistas, y su izquierda, que ya en Zimmerwald mismo no en vano tuvo buen cuidado
de marcar abiertamente un límite con la derecha, de intervenir, en la conferencia y después de
ella, en la prensa, con una plataforma distinta. La proximidad de la paz, o aunque sea la
discusión intensiva del problema de la paz por algunos elementos burgueses, originó, no por
mera casualidad sino inevitablemente, una separación particularmente manifiesta entre una
política y la otra. Porque a los pacifistas burgueses y a sus imitadores o remedadores "socialistas"
la paz se les figuraba y figura como algo en principio distinto en el sentido de que la idea: "la
guerra es la continuación de la política de paz, la paz es la continuación de la política de guerra",
nunca fue comprendida por los pacifistas de ambos matices. Que la guerra imperialista de los
años 1914-1917 es la continuación de la política imperialista de los años 1898-1914, si no lo es
también de un período anterior, no quisieron ni quieren verlo los burgueses ni los
socialchovinistas. Que la paz puede ser ahora, a no ser que se derroquen revolucionariamente los
gobiernos burgueses, sólo una paz imperialista que prolongue la guerra imperialista, eso no lo
ven los pacifistas, sean éstos burgueses o socialistas.
Así como para emitir una apreciación de la guerra actual se han empleado frases estrechas,
vulgares y sin sentido sobre la agresión o la defensa en general, así también respecto de la paz se
emplean lugares comunes de filisteos, olvidando la situación histórica concreta, la realidad
concreta de la lucha entre las potencias imperialistas. Y era natural que los socialchovinistas,
esos agentes de los gobiernos y de la burguesía dentro de los partidos obreros, aprovecharan la
proximidad de la paz, incluso las conversaciones sobre la paz, para esfumar la profundidad de su
reformismo y de su oportunismo, puesta de manifiesto por la guerra, para restablecer su
quebrantada influencia sobre las masas. De ahí que los socialchovinistas, como ya lo hemos
visto, tanto en Alemania como en Francia, traten con renovados esfuerzos de "unirse" con la
parte pacifista, vacilante y sin principios de la "oposición".
También dentro de la unión zimmerwaldiana se harán, probablemente, tentativas para
esfumar la división de dos líneas políticas irreconciliables. Se pueden prever dos tipos de
tentativas La conciliación "práctica" consistirá simplemente en mezclar mecánicamente las
sonoras frases revolucionarias (tales como por ejemplo las contenidas en el llamamiento de la
Comisión Socialista Internacional) con las prácticas pacifista y oportunista. Así sucedió en la II
Internacional. Las frases archirrevolucionarias contenidas en los llamamientos de Huysmans y
Vandervelde y en algunas resoluciones de los congresos sólo encubrían la práctica
archioportunista de la mayoría de los partidos europeos, sin transformarla, sin socavarla, sin
luchar contra ella. Es dudoso que, dentro de la unión zimmerwaldiana, esa táctica pueda lograr
un nuevo éxito.
Los "conciliadores de principios" intentarán ofrecer una falsificación del marxismo bajo la
forma de una reflexión tal como, por ejemplo: que las reformas no excluyen la revolución; que la
paz imperialista, con determinadas "mejoras" de las fronteras entre las nacionalidades, o del
derecho internacional, o del presupuesto para los armamentos, etc., es posible, a la par de un
movimiento revolucionario, como "uno de los aspectos del desarrollo" de este movimiento; y así
sucesivamente, y etc.
Eso sería falsificación del marxismo. Por cierto, las reformas no excluyen la revolución. Sin
embargo no se trata ahora de eso, sino de que los revolucionarios no se excluyan a sí mismos
frente a los reformistas, es decir, de que los socialistas no sustituyan su labor revolucionaria por
la reformista. Europa pasa por una situación revolucionaria. La guerra y la carestía la aguzan. La
transición de la guerra a la paz no la suprime necesariamente, porque de ningún lado deriva que
los millones de obreros, que tienen en su poder un armamento excelente, permitan indispensable
e incondicionalmente que la burguesía los "desarme en forma pacífica" en lugar de seguir el
consejo de Liebknecht, esto es, en lugar de dirigir las armas contra su propia burguesía.
La cuestión no es como la plantean los pacifistas, los kautskianos: o bien la campaña política
reformista o bien el rechazo de las reformas. Eso es una manera burguesa de plantear el asunto.
De hecho el problema está planteado así: o bien la lucha revolucionaria cuyo producto colateral,
en caso de un éxito incompleto, suelen ser las reformas (eso lo demostró la historia de las
revoluciones en todo el mundo), o bien nada más que conversaciones acerca de las reformas y de
las promesas de reformas.
El reformismo de Kautsky, de Turati, de Bourderon, que se presenta ahora en forma de
pacifismo, no sólo deja de lado la cuestión de la revolución (esto ya es traicionar al socialismo),
no sólo renuncia en la práctica a toda labor revolucionaria sistemática y sostenida, sino que llega
a declarar que las manifestaciones callejeras son una aventura (Kautsky en Neue Zeit el 26 de
noviembre de 1915), llega hasta el punto de defender y realizar la unidad con los adversarios
francos y decididos de la lucha revolucionaria, los Sudekum, los Legien, los Renaudel, los
Thomas, etc. y etc.
Ese reformismo es absolutamente incompatible con el marxismo revolucionario, que está
obligado a aprovechar, en todos sus aspectos, la presente situación revolucionaria en Europa para
hacer una prédica directa de la revolución, del derrocamiento de los gobiernos burgueses, de la
conquista del Poder por el proletariado armado, sin renunciar ni negarse a utilizar las reformas,
para el desarrollo de la lucha por la revolución y en el curso de la misma.
Veremos en un futuro próximo cómo se desenvolverá en general el proceso de los
acontecimientos en Europa, la lucha del reformismo-pacifismo con el marxismo revolucionario
en particular, y dentro de ésta, la lucha entre los dos sectores de la unión zimmerwaldiana.

Notas

1. Escrito en 1917. Lenin proyectaba publicar este artículo en el periódico Novi Mir (Mundo Nuevo), que era
editado en Nueva York por los socialistas rusos emigrados. Pero el artículo no apareció allí. Los dos primeros
capítulos del mismo aparecieron, luego de su reelaboración, en el último número (58) de Sotsial-Demokrat con el
título Un viraje en la política mundial.

El voto contra los créditos de guerra


Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

El voto contra los créditos de guerra


Karl Liebknecht

En la segunda sesión de guerra del Reichstag, del 2 de diciembre de 1914, Karl Liebknecht
no sólo votó contra el presupuesto de guerra, siendo el único que lo hizo en el Reichstag,
sino que también elevó un documento con la explicación de su voto, cuya lectura no fue
permitida por el presidente del Reichstag y tampoco fue impreso en el informe de sesiones
del Parlamento. El documento fue posteriormente enviado por Liebknecht a la prensa
alemana, pero ningún periódico lo publicó.

Mi voto contra el proyecto de Ley de Créditos de Guerra del día de hoy se basa en las
siguientes consideraciones: Esta guerra, deseada por ninguno de los pueblos involucrados, no ha
estallado para favorecer el bienestar del pueblo alemán ni de ningún otro. Es una guerra
imperialista, una guerra por el reparto de importantes territorios de explotación para capitalistas y
financieros. Desde el punto de vista de la rivalidad armamentística, es una guerra provocada
conjuntamente por los partidos alemanes y austriacos partidarios de la guerra, en la oscuridad del
semifeudalismo y de la diplomacia secreta, para obtener ventajas sobre sus oponentes. Al mismo
tiempo la guerra es un esfuerzo bonapartista por desorganizar y escindir el creciente movimiento
de la clase trabajadora.
El grito alemán "¡Contra el zarismo!" fue inventado para la ocasión —de la misma forma que
fueron inventadas las actuales consignas inglesas y francesas— para explotar las más nobles
inclinaciones y las tradiciones e ideales revolucionarios del pueblo en beneficio de agitar el odio
hacia otros pueblos.
Alemania, la cómplice del zarismo, el modelo de la reacción hasta este mismo día, no tiene
ninguna autoridad para erguirse en liberadora de los pueblos. La liberación tanto del pueblo ruso
como alemán debe ser obra de sus propias manos.
La guerra no es tampoco una guerra en defensa de Alemania. Sus bases históricas y su curso
desde el comienzo hacen inaceptables las pretensiones del gobierno capitalista de que el
propósito por el cual demanda créditos es la defensa de la Patria.
Una pronta paz, una paz sin anexiones, esto es lo que debemos exigir. Todo esfuerzo en esta
dirección debe ser apoyado. Sólo fortaleciendo en forma conjunta y continua las corrientes de
todos los países beligerantes que tienen tal paz como su objetivo puede esta sangrienta carnicería
ser llevada a su fin. "sólo una paz basada sobre la solidaridad internacional de la clase obrera y
sobre la libertad de todos los pueblos puede ser una paz duradera. Por lo tanto, es el deber de los
proletariados de todos los países llevar adelante durante la guerra una labor socialista común a
favor de la paz.
Yo apoyo los créditos de ayuda a las víctimas con las siguientes reservas: voto gustosamente
por todo lo que pueda llevar un alivio a nuestros hermanos en el campo de batalla así como a los
heridos y enfermos, por los cuales siento la más profunda compasión. Pero como protesta contra
la guerra, contra aquellos que son responsables por ella y que la han causado, contra aquellos que
la dirigen, contra los propósitos capitalistas para los cuales está siendo usada, contra los planes
de anexión, contra el abandono y el olvido total de los deberes sociales y políticos por los cuales
el gobierno y las clases son todavía culpables, voto contra la guerra y los créditos de guerra
solicitados.
Berlín, 2 de diciembre de 1914

El enemigo principal está en casa

Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

El enemigo principal está en casa


Karl Liebknecht

Lo que se esperaba día tras día durante los últimos diez meses, desde la invasión austriaca a
Serbia, ha sucedido. Comenzó la guerra contra Italia.
Las masas de los países en guerra han comenzado a liberarse de las telarañas oficiales de
mentiras. El pueblo alemán también ha adquirido una percepción de las causas y objetivos de la
guerra mundial, sobre quién es directamente responsable de su estallido. Los locos desvaríos
sobre las "sagradas armas" de la guerra han perdido cada vez más su ímpetu, el entusiasmo por la
guerra se ha debilitado, el deseo de una pronta paz ha crecido poderosamente por todas partes...
¡incluso en el ejército!
Esto fue un problema engorroso para los imperialistas alemanes y austriacos, que estaban
buscando en vano una salvación. Ahora parece que la han encontrado. La intervención de Italia
en la guerra debería ofrecerles una oportunidad muy bienvenida para agitar nuevos frenesíes de
odio nacionalista, para malograr el deseo por la paz, y para desdibujar las huellas de su propia
culpa. Están apostando a la fragilidad de memoria del pueblo alemán, desafiando su
condescendencia, que ha sido puesta a prueba demasiadas veces.
Si este plan tiene éxito, el balance de diez meses de sangrienta experiencia será en vano, y el
proletariado internacional será una vez más desarmado y descartado completamente como factor
político independiente.
Este plan debe ser destruido, y lo será siempre que la porción del proletariado alemán que ha
permanecido fiel al socialismo internacional siga siendo consciente y merecedora de su misión
histórica en estos tiempos monstruosos.
Los enemigos del pueblo están contando con el olvido de las masas... nosotros combatimos
esto con el siguiente recurso:
¡Averigüen todo, no se olviden de nada!
¡No perdonen nada!
Hemos visto como, cuando la guerra estalló, las masas fueron sometidas a los objetivos
capitalistas de la guerra, con embaucadoras melodías de las clases dominantes. Hemos visto
como las brillantes burbujas de la demagogia han explotado; como los tontos sueños de agosto se
desvanecieron; cómo, en cambio de felicidad, cayeron sobre el pueblo el sufrimiento y la
miseria; cómo las lágrimas de las viudas y los huérfanos de la guerra se hincharon hasta formar
grandes torrentes, como el mantenimiento desgraciado de las tres clases; la canonización
inmisericorde de la regla de las cuatro verdades —semiabsolutismo, gobierno de los junkers
[nobles], militarismo, y despotismo policial— se erigieron como la amarga verdad.
A través de esta experiencia hemos sido advertidos: ¡sepámoslo todo, no nos olvidemos de
nada!
Ofensivos son los discursos con los cuales el imperialismo italiano se regodea hablando de
sus pillajes, ofensivas son esas escenas de tragicomedia romántica en las cuales se presenta la
máscara ya conocida de los amigos del pueblo ( la "tregua civil"). Pero más ofensivo todavía es
que en todo esto podemos reconocer, como reflejados en un espejo, los métodos alemanes y
austriacos de julio y agosto de 1914.
Los instigadores italianos de la guerra se merecen todas las denuncias. Pero ellos no son sino
copias de los instigadores alemanes y austriacos, que son los principales responsables por el
estallido de la guerra. ¡"Pájaros del mismo plumaje (vuelan juntos...)"! [Dicho inglés que
correspondería al "Dios los cría y ellos se juntan" del castellano. N.T.].
¿A quiénes pueden agradecerle los alemanes por esta nueva desgracia?
¿A quiénes pueden exigirles una explicación por las nuevas pilas de cadáveres que se van a
amontonar?
Todavía esto es cierto: el ultimátum austriaco a Serbia del 23 de julio de 1914 fue la chispa
que prendió fuego al mundo, aunque este fuego se haya propagado más tarde a Italia.
Todavía esto es cierto: Este ultimátum fue la señal para la redistribución del mundo, y
necesariamente convocó a todos los estados capitalistas bandoleros a que participaran en el plan
de saqueo.
Todavía esto es cierto: Este ultimátum contenía en sí la cuestión de la dominación sobre los
Balcanes, Asia Menor, y todo el Mediterráneo, y por lo tanto contenía todos los antagonismos
entre Austria-Alemania e Italia, en un solo trazo.
Si los imperialistas alemanes y austriacos tratan ahora de ocultarse detrás del escenario de
pillaje de los italianos y el latiguillo de la deslealtad italiana, autoadjudicándose la toga de la
indignación moral y la inocencia agraviada —mientras que en Roma no han encontrado sino sus
iguales—, entonces merecen el más cruel de los sarcasmos.
La norma "¡No olvidar, no perdonar nada!" se aplica a cómo el pueblo alemán fue
simplemente manipulado en la cuestión italiana por los muy honorables patriotas alemanes.
El Tratado de la Triple Alianza con Italia no ha sido nunca más que una farsa: ¡todos Uds.,
han sido engañados con él!
Los expertos siempre han sabido que, en caso de guerra, Italia sería un oponente seguro de
Alemania y de Austria ¡y Uds., fueron llevados a creer que sería un aliado seguro!
Una buena parte del destino de Alemania en la política mundial se decidió en el Tratado de la
Triple Alianza, que fue firmado y renovado sin consultarlos a Uds. ¡hasta el día de hoy, ni una
sola letra de ese tratado ha sido compartida con Uds.!
El ultimátum austriaco a Serbia, con el cual una pequeña camarilla tomó a toda la humanidad
por sorpresa, rompió el tratado entre Austria e Italia ¡Nadie les dijo a Uds. nada de esto!
Este ultimátum fue lanzado con la expresa condena de Italia... Esto se mantuvo en secreto
para que Uds., no lo supieran.
El 4 de mayo de este año, Italia disolvió su alianza con Austria, y hasta el 18 de mayo este
hecho crucial se mantuvo oculto del conocimiento del pueblo alemán y austríaco; sí, y a pesar de
que esto era verdad, fue directamente negado por los funcionarios: una repetición de la burla al
pueblo alemán y al Reichstag [Parlamento Federal] sobre el ultimátum a Bélgica por parte de
Alemania el 2 de agosto de 1914.
Nadie les dio a Uds., la más mínima influencia sobre las negociaciones entre Alemania y
Austria con Italia, de las cuales dependía la intervención de Italia. Uds., fueron tratados como
ovejas en esta cuestión vital, mientras que el partido de la guerra, la diplomacia secreta, un
puñado de gente en Berlín y Viena tiraban los dados sobre el destino de Alemania.
El torpedeo del Lusitania no sólo consolidó el poder de los partidos de la guerra en
Inglaterra, Francia, y Rusia: invitó a un grave conflicto con los EEUU, y puso a todos los países
neutrales en contra de Alemania con apasionada indignación; también facilitó el trabajo
desastroso del partido de la guerra de Italia en el momento crítico... el pueblo alemán debía
permanecer en silencio también sobre esto: el puño de hierro del estado de sitio se cerró sobre
sus gargantas.
Ya en marzo de este año pudieran haberse iniciado las negociaciones de paz —la oferta fue
hecha por Inglaterra—, pero la ambición de ganancias de los imperialistas alemanes llevaron a
que se rechazara. Las prometedoras negociaciones de paz fueron arruinadas por los partidos
alemanes interesados en conquistas coloniales a gran escala y en la anexión de Bélgica y la
Lorena francesa, por los capitalistas de las grandes compañías navieras, y por los agitadores de la
industria pesada alemana.
Esto también permaneció en secreto, lejos de los oídos del pueblo alemán, una vez más Uds.,
no fueron consultados sobre esto.
Preguntamos: ¿a quién puede el pueblo alemán agradecer por la continuación de la horrenda
guerra y por la intervención de Italia? ¿A quién más que a la gente irresponsable de aquí, que es
la responsable?
¡Averígüenlo todo, no se olviden de nada!
Para la gente que piensa, la imitación italiana de las acciones de Alemania del verano del año
pasado no puede ser un aliciente para nuevas locuras guerreras, sólo un golpe para ahuyentar
temerosamente las esperanzas fantasmales en una nueva aurora de justicia política y social, sólo
una nueva luz que ilumina las responsabilidades políticas y el desenmascaramiento del peligro
público que significan los partidarios austriacos y alemanes de la guerra, sólo una nueva
acusación contra ellos.
Pero la regla "Averigüen y no olviden" se aplica más que nada a la heroica lucha contra la
guerra que libraron y aún libran los camaradas italianos. Luchas en la prensa, en reuniones, en
manifestaciones callejeras, luchas con energía y audacia revolucionarias, desafiando con alma y
corazón el choque rabioso de las oleadas nacionalistas con las cuales fueron fustigados y
abatidos por las autoridades. Nuestras más entusiastas felicitaciones por su lucha. ¡Que su
espíritu sea nuestro ejemplo! ¡Ojalá ese fuera el ejemplo de la Internacional!
Si lo hubiera sido desde esos días de agosto, el mundo estaría en mejores condiciones. El
proletariado internacional estaría mejor.
¡Pero la voluntad resuelta de luchar no puede llegar demasiado tarde!
La absurda consigna "aguantemos" ha tocado fondo. Sólo nos lleva más y más hondo dentro
del vórtice del genocidio. La lucha de clases del proletariado internacional contra el genocidio
imperialista internacional es el mandato socialista de la hora.
¡El enemigo principal de cada uno de los pueblos está en su propio país!
El enemigo principal del pueblo alemán está en Alemania. El imperialismo alemán, el
partido alemán de la guerra, la diplomacia secreta alemana. Este enemigo que está en casa debe
ser combatido por el pueblo alemán en una lucha política, cooperando con el proletariado de los
demás países cuya lucha es contra sus propios imperialistas.
Pensamos en forma aunada con el pueblo alemán, no tenemos nada en común con los
Tirpitzes y Falkenhayns [líderes militaristas] alemanes, con el gobierno alemán de opresión
política y esclavitud social. Nada con ellos, todo con el pueblo alemán. Todo para el proletariado
internacional, para beneficio del proletariado alemán y la humanidad escarnecida.
Los enemigos de la clase trabajadora están contando con el olvido de las masas, ojalá que el
suyo sea un cálculo totalmente equivocado. Están apostando a la tolerancia de las masas, pero
nosotros elevamos este grito vehemente:
¿Por cuánto tiempo los tahúres imperialistas abusarán de la paciencia de los pueblos? ¡Basta
de carnicería, es más que suficiente! ¡Abajo los instigadores de la guerra, de aquí y del
extranjero!
¡Que termine el genocidio!
Proletarios de todos los países, ¡sigan el ejemplo heroico de vuestros hermanos italianos!
¡Únanse a la lucha de clases internacional contra la conspiración de la diplomacia secreta, contra
el imperialismo, contra la guerra, por la paz, en el espíritu del socialismo!
¡El enemigo principal está en casa!
Octavilla de mayo de 1915

A los trabajadores y soldados de los países aliados

Fundación Federico Engels ..

Marxismo Hoy nº 14
.......... Julio 2005

El marxismo y la guerra
A 30 años de la derrota imperialista - Guerra y revolución en Vietnam

A los trabajadores y soldados de los países aliados1


Karl Liebknecht
¡Amigos, camaradas, hermanos!
Bajo los golpes de la guerra mundial, en medio de la ruina creada por la sociedad
imperialista zarista, el proletariado ruso ha levantado su estado, la República Socialista de
Obreros, Campesinos y Soldados. Y fue creada a pesar de las falsedades, los odios y las
calumnias. Esta república representa la base más grande para ese orden socialista universal, cuya
creación es en los tiempos presentes la tarea histórica del proletariado internacional.
La Revolución Rusa fue hasta un grado sin precedentes la causa de que el proletariado
mundial se volviera más revolucionario. Bulgaria y Austria-Hungría están ya en los umbrales de
la revolución; la revolución se está despertando en Alemania. Pero existen obstáculos en el
camino a la victoria del proletariado alemán. Las masas del pueblo alemán están con nosotros, el
poder de los enemigos señalados de la clase trabajadora ha colapsado; pero sin embargo ellos
están haciendo todo tipo de intentos por engañar a la gente, con el objetivo de demorar la hora de
la liberación del pueblo alemán.
El latrocinio y la violencia del imperialismo alemán en Rusia, así como la violenta paz de
Brest-Litovsk y la paz de Bucarest han consolidado y fortalecido a los imperialistas de los países
aliados... y esta es la razón por la cual el gobierno alemán está tratando de utilizar el ataque
aliado sobre la Rusia socialista con el propósito de retener el poder.
Sin duda habrán oído decir que Guillermo II —quien, ahora que el zarismo ha perecido, es el
representante de la forma más despreciable de reacción—, hace unos días aprovechó la
intervención de los Imperios Aliados en los asuntos de la Rusia proletaria para tratar de levantar
una nueva oleada de agitación guerrera entre las masas trabajadoras.
No debemos permitir que nuestros innobles enemigos utilicen ningún medio ni institución
democráticos para sus propósitos; el proletariado de los países aliados no debe permitir que tal
cosa ocurra. Sabemos que Uds., ya han levantado vuestra voz para protestar contra las
maquinaciones de vuestros gobiernos, pero el peligro está creciendo cada vez más. Un frente
único del imperialismo mundial está surgiendo contra el proletariado, en primer lugar, en la
lucha contra la República Soviética Rusa. Contra esto es que los estoy alertando hoy.
El proletariado mundial no debe permitir que la llama de la Revolución Socialista se extinga,
o todas sus esperanzas y toda su potencia perecerá. El fracaso de la República Socialista Rusa
será la derrota del proletariado del mundo entero.
Amigos, camaradas, hermanos ¡levántense contra vuestros dominadores! ¡Vivan los obreros,
soldados y campesinos rusos! ¡Viva la revolución del proletariado francés, inglés,
norteamericano! ¡Viva la liberación de los trabajadores de todos los países del abismo infernal de
la guerra, la explotación y la esclavitud!

Notas

n1. Publicado en La Internacional Comunista, Vol. 1, 1919

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