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En la Argentina, aproximadamente el 30% de los niños de dos a cinco años presenta algún grado
de déficit psicomotor. Las áreas más afectadas son la del lenguaje (el 46%) y la motora (del 10 al
25%). Según una encuesta realizada en Ushuaia, uno de cada tres niños de 6 a 60 meses tiene
algún trastorno del desarrollo psicomotor.
Promover el desarrollo normal del niño para llegar a ser un adulto sano es un
objetivo claro de todo médico que atiende niños. El número de pautas que
aprende un niño desde que nace hasta que cumple los dos años no logra
duplicarse en el resto de su vida adulta. El rastreo de pautas de retraso
madurativo permite instalar en la consulta una mirada especial del control de
salud habitual y capitalizar, de alguna forma, las potencialidades innatas que
cada niño tiene.
El lugar del médico de atención primaria frente a la evaluación psicomotriz de los niños en los
primeros años de vida tiene varios objetivos: 1) Es fundamental la detección temprana de los
trastornos neurológicos y sensoriales cuyo tratamiento precoz mejore el pronóstico y la calidad de
vida del niño (por ejemplo, la detección de trastornos de la audición); 2) La detección de los
trastornos o desfasajes madurativos que, por medio de la estimulación, logren revertir total o
parcialmente y mejoren la adaptación y relación social del niño; 3) En relación con los problemas
madurativos que no logran resolverse, el lugar que ocupa el médico de cabecera del niño es lograr
que la familia maneje y acepte el problema crónico.
Es importante recordar que el médico ocupa en la sociedad (muchas veces por vocación y otras
por imposición) un rol muy importante en el establecimiento y definición del concepto de
“normalidad”. Muchas consultas de los padres en relación con el desarrollo madurativo de sus niños
están relacionadas con este punto y por ello es fundamental que el médico sea prudente y claro al
transmitir cualquier opinión al respecto.
La maniobra del EF más útil para detectar precozmente la LCC es la maniobra de Ortolani. Debido
a su alta especificidad en manos entrenadas, un hallazgo positivo es diagnóstico de LCC. Si bien
la sensibilidad de la prueba es alta, no llega al 100% de los casos. Para realizarla, debe revisarse
al niño desnudo, relajado y acostado en decúbito dorsal. Se toma la pierna del bebé bloqueando el
movimiento de la rodilla y se coloca el dedo índice o anular sobre la cadera por evaluar. Luego,
debe flexionarse la cadera 90º (llevar el muslo hacia la panza) y abeducirla (llevar el muslo hacia
afuera) suavemente, en forma circular completa, mientras se realiza una presión hacia delante. La
maniobra se considera positiva si se produce un chasquido palpable.
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Se recomienda realizar la maniobra de Ortolani en los controles de salud de los primeros tres meses
de vida (Recomendación de tipo A). Más allá de los tres meses de vida, el rendimiento diagnóstico
de esta maniobra disminuye debido al desarrollo muscular del niño. Además, existen otros signos
del EF que son altamente predictivos de LCC. La maniobra de Barlow se realiza en la misma
posición que la anterior. Partiendo de la cadera abeducida y flexionada, se intenta realizar su
aducción ejerciendo presión simultáneamente sobre las rodillas en dirección posterior. En este
caso, se percibe un chasquido (resalto) cuando la cabeza femoral abandona su receptáculo, lo que
es descripto como maniobra positiva. El signo de Nelaton es el acortamiento del miembro del lado
de la cadera luxada que se observa con el niño en decúbito ventral (boca abajo). Un sucedáneo de
este signo es la asimetría de los pliegues glúteos o paravulvares que tiene valor diagnóstico. La
observación de asimetría en otros pliegues (por ejemplo, de los muslos) no tiene valor diagnóstico
de LCC.
Los casos en los que el examen físico y la ecografía no sean concluyentes, deben consultarse con
el especialista (traumatólogo).
El rastreo de la LCC cumple con los criterios de Frame y Carlson para que un rastreo sea
recomendado. Existe, sin embargo, controversia en cuanto a qué test debe utilizarse y qué niños
deben rastrearse. Hay tres estrategias propuestas, pero ninguna de ellas ha demostrado ser más
efectiva que las otras: a) EF a todos los neonatos; b) EF más ecografía en los pacientes de alto
riesgo; y c) EF más ecografía en todos los pacientes.
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Los factores de riesgo para que un niño sea hipoacúsico son: el antecedente de trastornos auditivos
familiares, la sospecha de los padres de que el niño no oye, infecciones congénitas del grupo
TORCH (toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, herpes y sífilis), la ingesta de fármacos
ototóxicos durante la gestación, prematurez o bajo peso al nacer (menos de 1.5 kg), la presencia
de malformaciones de la cabeza o del cuello, meningitis bacteriana, hiperbilirrubinemia al nacer que
requiere exanguinotransfusión, niños con puntaje de APGAR menor o igual a cuatro al minuto o
menor o igual a seis a los cinco minutos, niños que requirieron asistencia respiratoria mecánica al
nacer por más de diez días, niños que nacieron de partos meconiales o sufrieron hipoxia perinatal
o hemorragia intracraneal neonatal.
El método más sencillo para detectar la hipoacusia en el lactante es el reflejo cocleopalpebral (test
del aplauso). Para realizarlo, hay que colocar al niño en decúbito lateral y aplaudir a 30 cm de su
oreja, evitando que reciba aire y por fuera del campo visual del lactante. Se aconseja realizar tres
intentos por cada lado. El reflejo se considera positivo si el niño pestañea. Puede no encontrarse
en los primeros dos o tres días de vida. No se conoce muy bien su sensibilidad.
Desde hace varios años se realiza el screening de problemas auditivos con otoemisiones acústicas
(OEA). Las OEA son un método de baja complejidad y en nuestro país, que por la Ley Nº 25.415
(sancionada el 4 de abril de 2001), deben realizarse a todo recién nacido tenga o no antecedentes
auditivos de riesgo. El screening de sordera congénita realizado con OEA puede detectar del 80 al
95% de los niños afectados. La evaluación audiológica debe realizarse antes del mes de vida y
repetirse a los cinco. Los niños con pérdida confirmada de la audición deberán recibir tratamiento
antes de los seis meses de vida.
Un método muy sensible (del 97 al 100%) y específico (del 86 al 96%) para evaluar la agudeza
auditiva en los niños menores de tres años es la utilización de potenciales evocados auditivos
(PEA). De todos modos, no hay acuerdo en la bibliografía sobre su verdadero rendimiento cuando
se realizan antes del año de edad. La desventaja de este test es su alto costo y su baja accesibilidad
por parte de la población general.
Hipotiroidismo congénito
La detección y el tratamiento precoz del hipotiroidismo congénito en los niños evitan el daño
neurológico y permiten lograr un desarrollo intelectual y psicofísico normal. El examen clínico tiene
una sensibilidad menor del 5%, motivo por el cual no debe utilizarse como herramienta
diagnóstica. Debe realizarse un dosaje de tirotrofina (TSH) entre el tercer y el sexto día luego del
nacimiento del niño (sensibilidad del 95%).
Rastreo de fenilcetonuria
Es una enfermedad autosómica recesiva, con una prevalencia de uno cada 3.400 recién nacidos
vivos y un portador sano cada treinta recién nacidos vivos. Se manifiesta de manera progresiva
mediante síntomas respiratorios recidivantes crónicos, manifestaciones digestivas (ictericia
prolongada, íleo meconial, prolapso rectal y síndrome malabsortivo intestinal), alteraciones
hepáticas (cirrosis biliar), alteraciones de los senos paranasales, retraso de crecimiento y aumento
de la pérdida del cloruro de sodio por sudor. La presentación más frecuentes es la forma
malabsortiva o la respiratoria bronco obstructiva recidivante.
Rastreo de galactosemia
Es una enfermedad autosómica recesiva ocasionada, en el 95% de los casos, por un déficit de la
enzima 21 hidroxilasa de la glándula suprarrenal. Esto produce un exceso de 17
hidroxiprogesterona y androstenediona y una disminución de la aldosterona y el cortisol. El déficit
del cortisol provoca la hiperplasia glandular y la acumulación de los metabolitos intermedios.
Existen varias formas de manifestarse clínicamente: 1) la clásica precoz: se subdivide en perdedora
de sal y no perdedora de sal. La primera se presenta con crisis de vómitos, pérdida de peso y
deshidratación hiponatrémica (entre la primera y la segunda semana de vida) que a veces son
mortales. La no perdedora de sal tiene síntomas exclusivamente virilizantes (hipertrofia del clítoris,
genitales ambiguos (en las niñas) y sin cambios en los genitales (en los varones); 2) la clásica
tardía: se manifiesta mediante la pubertad precoz, el aumento de la velocidad de crecimiento y la
maduración ósea y 3) la atípica: son infrecuentes y presentan andrógenos ligeramente elevados.
El diagnóstico temprano logra prevenir las crisis severas de pérdidas salinas, con alteraciones
hidroelectrolíticas graves, y la posterior deshidratación. Por otro lado permite también mejorar el
diagnóstico y la atribución de sexo en las niñas con virilización. El tratamiento consiste en la
utilización de inhibidores de andrógenos y en el reemplazo de hormonas y tratamiento quirúrgico
en los casos de virilización.
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Rastreo de biotinidasa
La biotinidasa es una vitamina hidrosoluble que actúa como cofactor de las carboxilasas utilizadas
en los ácidos grasos, los aminoácidos y la glucogenósis Su deficiencia es un error congénito
autosómico recesivo. Su prevalencia es de uno cada 45.000 a 60.000 recién nacidos vivos. Los
síntomas aparecen a los cuatro a veinticuatro meses de vida. Se caracteriza por alteraciones
neurocutáneas (convulsiones, hipoacusia, dermatitis atópica), retraso de crecimiento, cetoacidosis
metabólica, hiperamoniemia y apneas. El tratamiento es con biotinidasa a 5 mg /día por vía oral.
Para la evaluación conjunta de estas seis patologías descriptas, se obtiene una muestra de sangre
del talón del bebé en los primeros días luego del nacimiento. Esta muestra se envía al laboratorio
en un papel secante y puede realizarse en la Fundación Endocrinológica Infantil.
La muestra de sangre se obtiene del talón del bebé y se envía al laboratorio absorbido en un
papel secante. No hay controversias en la bibliografía sobre los beneficios de estos rastreos en
la población general, y en la Argentina es obligatorio rastrear a todos los recién nacidos con una
muestra de sangre obtenida del talón.
Inmunizaciones
Durante el primer año de vida, el niño recibe las vacunas: BCG, hepatitis B, neumococo
conjugada, quíntuple pentavalente (difteria, tétanos, tos convulsa, haemophilus influenzae b y
hepatitis B), triple viral, rotavirus, poliomielitis, hepatitis A y gripe. En el 2016 se ha introducido
un cambio importante en la vacunación para la prevención de la poliomielitis. Las dosis de los 2
y 4 meses se realizan con la vacuna inactivada (Salk). La tercera dosis se realiza con la vacuna
Sabin oral a virus atenuados (6 meses de edad).
En el cuadro 1. se resumen las edades y vacunas según el calendario oficial argentino del año
2017.
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Cuadro 1.
2da Pentavalente
2da Poliovirus (inactivada)
4 meses
2da Neumococo conjugada
2da Rotavirus 3
3ra Pentavalente
6 meses
3ra Poliovirus (oral)
6 a 24 meses Gripe 5
Referencias. 1. Aunque se apliquen tres dosis de vacuna hepatitis B como componente de la vacuna quíntuple pentavalente, se
seguirá aplicando la dosis monovalente de vacuna hepatitis B en los recién nacidos; 2. Quíntuple pentavalente: difteria, tétanos,
pertussis, hepatitis B, haemofilus influenzae tipo b; 3. Rotavirus: se aplica a partir de 2015. Son dos dosis, la primera antes de
los tres meses y medio de vida y la segunda antes de los cuatro meses de vida; 4.Triple viral: rubéola, paperas y sarampión; 5.
Gripe: en la primovacunación, los niños deberían recibir dos dosis separadas por cuatro semanas. Se puede aplicar desde los
seis meses de edad.
El consejo médico dirigido a los padres aumenta los conocimientos de las medidas preventivas,
aunque no demostró disminuir la morbimortalidad por lesiones no intencionales, probablemente
debido al corto tiempo de seguimiento de los estudios. Los consejos para prevenir lesiones no
intencionales en el primer año de vida son: no dejar al niño solo en sillas, mesas, escaleras,
balcones o bañadera; conservar una altura adecuada de los barrotes de la cuna para que no trepe;
mantener los objetos pequeños, elementos de limpieza (lavandina, etc.), venenos, medicamentos,
objetos punzantes, filosos, calientes o en ebullición (cocinar en las hornallas de atrás) fuera del
alcance del niño; colocar un disyuntor de corriente eléctrica y tapas en los enchufes; colocar rejas
o seguros en las ventanas, balcones y escaleras y transportar al niño siempre en el asiento trasero
del automóvil y en un asiento de seguridad (si pesa menos de 9 kg, debe mirar hacia atrás).
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Salud dental
En el primer año de vida se recomienda lavar los dientes del bebé, por lo menos una vez por día,
con un paño húmedo o un cepillo suave, sin pasta dental. De esta manera, se reduce la placa
bacteriana y disminuyen las caries. También se recomienda que los padres no compartan los
utensilios con el bebé, no endulcen los chupetes, eviten la lactancia o el biberón por la noche, eviten
que el bebé use la mamadera como juguete y que consuma golosinas y gaseosas.
La fluoración del agua corriente se considera la forma más efectiva, práctica, segura y económica
para reducir la incidencia de caries en la comunidad. En la Argentina, solo el 10% de la población
posee aguas adecuadamente fluoradas. Por lo tanto, se recomienda administrar un suplemento de
flúor a todos los niños (salvo si la madre les da el pecho y consume agua mineral o si el biberón se
prepara con agua mineral). La dosis recomendada en niños de dos semanas a dos años es de 0.25
mg por día (cinco gotas) en los de dos a tres años, de 0.50 mg por día (diez gotas) y de 1 mg por
día (veinte gotas) de los tres a los dieciséis años (FLUORDENT gotas, envase por 30 ml).
Suplementos en la dieta
Hierro
La manifestación más común del déficit de hierro es la anemia. La edad más frecuente de
presentación de la anemia por falta de hierro (anemia ferropénica) es entre los 6 y los 24 meses.
Esto se debe a que en esta etapa aumentan mucho los requerimientos de hierro por el crecimiento
y se incorporan los alimentos sólidos que, en muchas dietas, son pobres en este mineral. Por otra
parte, el riesgo de depleción de hierro es mayor si la madre sufrió anemia durante el embarazo
y si el niño es prematuro o no recibe lactancia materna. De la misma manera, la infección por
parásitos intestinales, la desnutrición y un destete inadecuado pueden reducir las reservas de
hierro.
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Para impedir la depleción de los depósitos de hierro se requieren 10 mg de hierro por día desde el
nacimiento y hasta los seis meses, y 15 mg por día hasta los tres años, requerimientos que se
alcanzan con una alimentación adecuada o con la lactancia materna. Por eso, en las poblaciones
con mayor riesgo de anemia ferropénica (población de bajos recursos socioeconómicos, niños
destetados tempranamente, desnutridos) se recomienda la suplementación con hierro a una dosis
de 1 mg/kg/día desde los cuatro o seis meses de vida hasta el año de edad. En los prematuros, la
suplementación debe comenzarse desde los dos meses de vida. Y en los niños con antecedentes
que puedan predisponer a una disminución de sus reservas de hierro (nacidos de embarazos
gemelares, de madre con anemia durante el embarazo), se recomienda la administración de 2
mg/kg/día de hierro desde los dos hasta los doce meses de vida.
Vitamina A
La principal fuente de vitamina A está en los alimentos de origen animal y en las frutas y verduras.
El déficit de alimentos ricos en esta vitamina (leche, huevo, hígado y alimentos grasos) así como
los parásitos intestinales y las diarreas pueden dar lugar a una disminución en los niveles de
vitamina A. Se ha observado una asociación entre el déficit de esta vitamina y la disminución de
la respuesta inmunológica. El aporte diario aconsejado en los lactantes es de 600 UI. Una
adecuada alimentación provee esta cantidad (la leche humana tiene 1.900 UI/litro y la de vaca,
1.025 UI/litro). En la práctica cotidiana, suele suplementarse a los lactantes con 600 UI de vitamina
A por día durante el primer año de vida, principalmente a los niños alimentados con leche vacuna.
Muchas marcas de leche vacuna vienen enriquecidas con vitamina A.
Vitamina D
Vitamina C
El aporte diario aconsejado en los lactantes es de 50 mg. Este puede proveerse con 25 cc de jugo
de limón, 50 cc de jugo de otros cítricos o 100 cc de jugo de tomate. Como la vitamina es muy
lábil, debe tomarse la precaución de dar el jugo recién hecho para que no pierda su contenido. Los
niños que reciben el pecho de madres bien alimentadas tienen los requerimientos cubiertos. Los
niños alimentados con leche de vaca deben recibir suplementos ya que esta leche no tiene
suficiente vitamina C. De todos modos, en la actualidad, la mayoría de las leches vacunas que se
comercializan vienen suplementadas con vitamina C.
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Flúor
El aporte diario de flúor mejora de modo significativo la salud dental del individuo. La fluoración
del agua corriente brindaría el aporte necesario y sería la estrategia más costoefectiva. Sin
embargo, esta medida sanitaria no está implementada en muchos lugares de la Argentina. Por
esto, está indicado suplementar el flúor en todos los niños, excepto que sean alimentados con
leche de madre que consume agua mineral o que reciban biberones preparados con agua mineral
(ver también el contenido “Salud dental” en este mismo capítulo).
Existe una preparación comercial que trae en forma combinada el flúor con las vitaminas A, D y C.
En los menores de un año se administra una dosis de 0.6 ml (1/2 gotero) que aporta 5.000 UI
de vitamina A, 1.000 UI de vitamina D, 50 mg de vitamina C y 0.5 mg de flúor.
Desde la vida intrauterina, los bebés aprenden a calmar su ansiedad y obtener placer a través de
la succión, hecho que se relaciona con un mecanismo adaptativo, como es la succión nutritiva de
la mama o el biberón. La succión no nutritiva de los dedos, chupetes y otros objetos no relacionados
con la ingesta de nutrientes se considera una actividad normal en el desarrollo del niño hasta el año
de edad. El 80% de los lactantes usa chupete. Un chupete seguro es aquel que es de una sola
pieza y con un escudo de 43 mm, anilla para tomarlo fácilmente y orificios antihongos. Si se utiliza
una cinta para sostenerlo, esta debe prenderse con un broche a la ropa del bebé. Nunca se debe
colgar del cuello del niño. Además es aconsejable limpiarlo cada vez que cae al suelo, así como
verificar su integridad y reemplazarlo periódicamente. La conveniencia de usarlo o no es motivo de
debate. Entre los efectos benéficos de su uso se mencionan su efecto tranquilizante y la
comprobada relación con una menor incidencia del síndrome de muerte súbita del lactante. Entre
los riesgos, se estiman el fracaso de la lactancia materna (de ahí la recomendación de no ofrecerlo
antes de las dos o tres semanas de vida, cuando la lactancia ya se ha establecido), el desarrollo de
malformaciones dentarias (si se lo utiliza en mayores de tres años), caries, candidiasis oral
recurrente e hipersensibilidad al látex, la asociación con la otitis media aguda recurrente (si se lo
utiliza en mayores de diez meses), el aumento del reflujo gastroesofágico y las alteraciones del
sueño.
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