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En la Argentina, aproximadamente el 30% de los niños de dos a cinco años presenta algún grado
de déficit psicomotor. Las áreas más afectadas son la del lenguaje (el 46%) y la motora (del 10 al
25%). Según una encuesta realizada en Ushuaia, uno de cada tres niños de 6 a 60 meses tiene
algún trastorno del desarrollo psicomotor.

Promover el desarrollo normal del niño para llegar a ser un adulto sano es un
objetivo claro de todo médico que atiende niños. El número de pautas que
aprende un niño desde que nace hasta que cumple los dos años no logra
duplicarse en el resto de su vida adulta. El rastreo de pautas de retraso
madurativo permite instalar en la consulta una mirada especial del control de
salud habitual y capitalizar, de alguna forma, las potencialidades innatas que
cada niño tiene.

El lugar del médico de atención primaria frente a la evaluación psicomotriz de los niños en los
primeros años de vida tiene varios objetivos: 1) Es fundamental la detección temprana de los
trastornos neurológicos y sensoriales cuyo tratamiento precoz mejore el pronóstico y la calidad de
vida del niño (por ejemplo, la detección de trastornos de la audición); 2) La detección de los
trastornos o desfasajes madurativos que, por medio de la estimulación, logren revertir total o
parcialmente y mejoren la adaptación y relación social del niño; 3) En relación con los problemas
madurativos que no logran resolverse, el lugar que ocupa el médico de cabecera del niño es lograr
que la familia maneje y acepte el problema crónico.

Es importante recordar que el médico ocupa en la sociedad (muchas veces por vocación y otras
por imposición) un rol muy importante en el establecimiento y definición del concepto de
“normalidad”. Muchas consultas de los padres en relación con el desarrollo madurativo de sus niños
están relacionadas con este punto y por ello es fundamental que el médico sea prudente y claro al
transmitir cualquier opinión al respecto.

5 MEDIDAS DE RASTREO Y PRÁCTICAS


PREVENTIVAS

En el capítulo “Prevención en la práctica clínica” del libro Herramientas en Medicina Familiar y


Ambulatoria hemos desarrollado los aspectos más relevantes de este tema. Mencionaremos, a
continuación, las medidas de rastreo y las prácticas preventivas más importantes del primer año de
vida.

Rastreo de luxación congénita de cadera (LCC)

La prevalencia estimada de la luxación congénita de cadera (LCC) es de 1 en 1.500 nacimientos.


La entidad es más frecuente en el sexo femenino, en primogénitos, en niños nacidos en
presentación podálica o por cesárea debida a desproporción maternofetal, en niños con
antecedentes familiares de LCC, niños con otras alteraciones ortopédicas (pie Bott, pie talo valgo,
genu recurvatum congénito, etc.), en niños con síndrome de Down y en los niños nacidos
postérmino.

La LCC es una causa importante y previsible de trastornos de la marcha. Si no se corrige a


tiempo, la cabeza del fémur quedará deformada y se producirá una artrosis que determinará
una renguera crónica (marcha de pato).

La maniobra del EF más útil para detectar precozmente la LCC es la maniobra de Ortolani. Debido
a su alta especificidad en manos entrenadas, un hallazgo positivo es diagnóstico de LCC. Si bien
la sensibilidad de la prueba es alta, no llega al 100% de los casos. Para realizarla, debe revisarse
al niño desnudo, relajado y acostado en decúbito dorsal. Se toma la pierna del bebé bloqueando el
movimiento de la rodilla y se coloca el dedo índice o anular sobre la cadera por evaluar. Luego,
debe flexionarse la cadera 90º (llevar el muslo hacia la panza) y abeducirla (llevar el muslo hacia
afuera) suavemente, en forma circular completa, mientras se realiza una presión hacia delante. La
maniobra se considera positiva si se produce un chasquido palpable.
 
 
 
 
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  Supervisión Editorial: Paula Carrete ‐  Alejandrina Lo Sasso  ‐ Yamila Mahumud
 
 

Se recomienda realizar la maniobra de Ortolani en los controles de salud de los primeros tres meses
de vida (Recomendación de tipo A). Más allá de los tres meses de vida, el rendimiento diagnóstico
de esta maniobra disminuye debido al desarrollo muscular del niño. Además, existen otros signos
del EF que son altamente predictivos de LCC. La maniobra de Barlow se realiza en la misma
posición que la anterior. Partiendo de la cadera abeducida y flexionada, se intenta realizar su
aducción ejerciendo presión simultáneamente sobre las rodillas en dirección posterior. En este
caso, se percibe un chasquido (resalto) cuando la cabeza femoral abandona su receptáculo, lo que
es descripto como maniobra positiva. El signo de Nelaton es el acortamiento del miembro del lado
de la cadera luxada que se observa con el niño en decúbito ventral (boca abajo). Un sucedáneo de
este signo es la asimetría de los pliegues glúteos o paravulvares que tiene valor diagnóstico. La
observación de asimetría en otros pliegues (por ejemplo, de los muslos) no tiene valor diagnóstico
de LCC.

El hallazgo de una prueba de Ortolani positiva o dudosa es indicación


de consulta con el especialista en el corto plazo.

La ecografía de la cadera también se usa como método diagnóstico y de rastreo de la LCC. En


manos experimentadas tiene buen rendimiento diagnóstico durante los primeros meses de vida
(sensibilidad del 97% y especificidad del 100%). Luego, su sensibilidad para detectar LCC decae
porque aumenta la masa muscular del niño. Las desventajas de este método son su baja
accesibilidad, la variabilidad entre los diferentes operadores, su costo y el bajo poder para predecir
el pronóstico de los pacientes con resultados ecográficos patológicos, ya que existe un alto grado
de resolución espontánea.

Los casos en los que el examen físico y la ecografía no sean concluyentes, deben consultarse con
el especialista (traumatólogo).

Los métodos disponibles para el rastreo de la LCC son el EF (maniobra de


Ortolani) y la ecografía de cadera.

El rastreo de la LCC cumple con los criterios de Frame y Carlson para que un rastreo sea
recomendado. Existe, sin embargo, controversia en cuanto a qué test debe utilizarse y qué niños
deben rastrearse. Hay tres estrategias propuestas, pero ninguna de ellas ha demostrado ser más
efectiva que las otras: a) EF a todos los neonatos; b) EF más ecografía en los pacientes de alto
riesgo; y c) EF más ecografía en todos los pacientes.

La mayoría de las autoridades sanitarias recomiendan el rastreo de la LCC


mediante el EF (maniobra de Ortolani y evaluación física de la cadera) en todos
los niños en todas las visitas durante los primeros cuatro a seis meses de vida
(Recomendación de tipo A), e investigar con ecografía solo a los niños con
factores de riesgo. El grupo de riesgo en el que se recomienda el rastreo con
ecografía incluye a: los niños nacidos de un embarazo prolongado, los que
nacieron por cesárea debido a desproporción feto-pélvica, los nacidos en
presentación pelviana, que tengan otras alteraciones ortopédicas o
antecedentes familiares de LCC (padres o hermanos).

Rastreo de problemas auditivos

En la Argentina, la prevalencia de niños con hipoacusia congénita es de 1 a 5 por cada 1.000


nacidos vivos. Uno de cada mil recién nacidos padece sordera grave al nacer, dos de cada mil se
vuelven hipoacúsicos durante los primeros tres años de vida. La prevalencia de hipoacusias
moderadas es del ocho por mil. Ahora bien, si consideramos solamente a los recién nacidos con
factores de riesgo de problemas auditivos, la prevalencia de sordera grave se eleva a entre el 1.7
y el 5%. El déficit auditivo moderado o severo en las primeras etapas de la vida determina graves
trastornos en el desarrollo del lenguaje y del aprendizaje.

 
 
 
 
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Los factores de riesgo para que un niño sea hipoacúsico son: el antecedente de trastornos auditivos
familiares, la sospecha de los padres de que el niño no oye, infecciones congénitas del grupo
TORCH (toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, herpes y sífilis), la ingesta de fármacos
ototóxicos durante la gestación, prematurez o bajo peso al nacer (menos de 1.5 kg), la presencia
de malformaciones de la cabeza o del cuello, meningitis bacteriana, hiperbilirrubinemia al nacer que
requiere exanguinotransfusión, niños con puntaje de APGAR menor o igual a cuatro al minuto o
menor o igual a seis a los cinco minutos, niños que requirieron asistencia respiratoria mecánica al
nacer por más de diez días, niños que nacieron de partos meconiales o sufrieron hipoxia perinatal
o hemorragia intracraneal neonatal.

El método más sencillo para detectar la hipoacusia en el lactante es el reflejo cocleopalpebral (test
del aplauso). Para realizarlo, hay que colocar al niño en decúbito lateral y aplaudir a 30 cm de su
oreja, evitando que reciba aire y por fuera del campo visual del lactante. Se aconseja realizar tres
intentos por cada lado. El reflejo se considera positivo si el niño pestañea. Puede no encontrarse
en los primeros dos o tres días de vida. No se conoce muy bien su sensibilidad.

Desde hace varios años se realiza el screening de problemas auditivos con otoemisiones acústicas
(OEA). Las OEA son un método de baja complejidad y en nuestro país, que por la Ley Nº 25.415
(sancionada el 4 de abril de 2001), deben realizarse a todo recién nacido tenga o no antecedentes
auditivos de riesgo. El screening de sordera congénita realizado con OEA puede detectar del 80 al
95% de los niños afectados. La evaluación audiológica debe realizarse antes del mes de vida y
repetirse a los cinco. Los niños con pérdida confirmada de la audición deberán recibir tratamiento
antes de los seis meses de vida.

Un método muy sensible (del 97 al 100%) y específico (del 86 al 96%) para evaluar la agudeza
auditiva en los niños menores de tres años es la utilización de potenciales evocados auditivos
(PEA). De todos modos, no hay acuerdo en la bibliografía sobre su verdadero rendimiento cuando
se realizan antes del año de edad. La desventaja de este test es su alto costo y su baja accesibilidad
por parte de la población general.

Actualmente se recomienda realizar el screening universal de hipoacusia


congénita con OEA antes del mes de edad y repetir el estudio antes de los
cinco meses (Recomendación tipo B). En aquellos casos en los que las OEA
sean patológicas, se deberán realizar los PEA para redefinir y categorizar el
grado de hipoacusia (Recomendación tipo B). Algunos recomiendan realizar
PEA a los tres meses de vida en los pacientes de alto riesgo (Recomendación
tipo C). En recién nacidos normales en los que por algún motivo no pueden
realizarse las OEA (disponibilidad, fundamentalmente), se debe realizar el
rastreo con el test del aplauso (reflejo cocleopalpebral), movimientos de
búsqueda hacia una fuente sonora y otoscopia.

Rastreo de enfermedades metabólicas

Hipotiroidismo congénito

La detección y el tratamiento precoz del hipotiroidismo congénito en los niños evitan el daño
neurológico y permiten lograr un desarrollo intelectual y psicofísico normal. El examen clínico tiene
una sensibilidad menor del 5%, motivo por el cual no debe utilizarse como herramienta
diagnóstica. Debe realizarse un dosaje de tirotrofina (TSH) entre el tercer y el sexto día luego del
nacimiento del niño (sensibilidad del 95%).

Rastreo de fenilcetonuria

La fenilcetonuria es un trastorno congénito del metabolismo de la fenilalanina cuya prevalencia es


de uno cada 12.000 nacidos vivos. La detección y el tratamiento precoz durante la primera infancia
evitan el retardo mental severo e irreversible. Debe realizarse un dosaje de fenilalanina entre el
tercer y el séptimo día luego del nacimiento del niño (sensibilidad del 99.7%).
 
 
 
 
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Rastreo de fibrosis quística del páncreas

Es una enfermedad autosómica recesiva, con una prevalencia de uno cada 3.400 recién nacidos
vivos y un portador sano cada treinta recién nacidos vivos. Se manifiesta de manera progresiva
mediante síntomas respiratorios recidivantes crónicos, manifestaciones digestivas (ictericia
prolongada, íleo meconial, prolapso rectal y síndrome malabsortivo intestinal), alteraciones
hepáticas (cirrosis biliar), alteraciones de los senos paranasales, retraso de crecimiento y aumento
de la pérdida del cloruro de sodio por sudor. La presentación más frecuentes es la forma
malabsortiva o la respiratoria bronco obstructiva recidivante.

El diagnóstico se realiza por la determinación de la tripsina inmunorreactiva (0 a 5% de falsos


positivos, 0 a 20% de falsos negativos y un valor predictivo positivo de 4,7%). El diagnóstico en
los casos positivos se confirma con el test del sudor (99% de efectividad) y con un estudio genético
posterior.

El tratamiento es multidisciplinario. Consiste en un adecuado apoyo nutricional y en realizar las


medidas preventivas y los tratamientos tanto de la patología respiratoria como de otras
complicaciones que surgieran. La detección precoz logra una mejor calidad de vida al disminuir el
número de hospitalizaciones y una disminución de la mortalidad temprana al mejorar la
funcionalidad respiratoria.

Rastreo de galactosemia

Es una enfermedad generada por el déficit de enzimas del metabolismo de la galactosa. La


presentación del cuadro clínico variará según cuál sea la enzima faltante. Lo más habitual es el
déficit de la galactosa 1 fosfato uridiltransferasa que tiene una incidencia de uno cada 45.000 recién
nacidos vivos. Sus manifestaciones son renales, hepáticas y cerebrales y pueden ser tempranas
(letargo, ictericia a expensas de la bilirrubina directa, hepatomegalia, pérdida de peso o vómitos) o
tardías (catarata, retraso mental y tubulopatías renales). Su detección precoz evita la progresión
de las alteraciones hepáticas, oculares y del retraso mental, aunque a largo plazo en algunos casos
presenta alteraciones del aprendizaje e insuficiencia ovárica. El tratamiento consiste en la
suspensión de la lactancia materna y suplementación con leches deslactosadas o con leches de
soja.

Rastreo de hiperplasia suprarrenal congénita

Es una enfermedad autosómica recesiva ocasionada, en el 95% de los casos, por un déficit de la
enzima 21 hidroxilasa de la glándula suprarrenal. Esto produce un exceso de 17
hidroxiprogesterona y androstenediona y una disminución de la aldosterona y el cortisol. El déficit
del cortisol provoca la hiperplasia glandular y la acumulación de los metabolitos intermedios.
Existen varias formas de manifestarse clínicamente: 1) la clásica precoz: se subdivide en perdedora
de sal y no perdedora de sal. La primera se presenta con crisis de vómitos, pérdida de peso y
deshidratación hiponatrémica (entre la primera y la segunda semana de vida) que a veces son
mortales. La no perdedora de sal tiene síntomas exclusivamente virilizantes (hipertrofia del clítoris,
genitales ambiguos (en las niñas) y sin cambios en los genitales (en los varones); 2) la clásica
tardía: se manifiesta mediante la pubertad precoz, el aumento de la velocidad de crecimiento y la
maduración ósea y 3) la atípica: son infrecuentes y presentan andrógenos ligeramente elevados.

El diagnóstico temprano logra prevenir las crisis severas de pérdidas salinas, con alteraciones
hidroelectrolíticas graves, y la posterior deshidratación. Por otro lado permite también mejorar el
diagnóstico y la atribución de sexo en las niñas con virilización. El tratamiento consiste en la
utilización de inhibidores de andrógenos y en el reemplazo de hormonas y tratamiento quirúrgico
en los casos de virilización.

 
 
 
 
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Rastreo de biotinidasa

La biotinidasa es una vitamina hidrosoluble que actúa como cofactor de las carboxilasas utilizadas
en los ácidos grasos, los aminoácidos y la glucogenósis Su deficiencia es un error congénito
autosómico recesivo. Su prevalencia es de uno cada 45.000 a 60.000 recién nacidos vivos. Los
síntomas aparecen a los cuatro a veinticuatro meses de vida. Se caracteriza por alteraciones
neurocutáneas (convulsiones, hipoacusia, dermatitis atópica), retraso de crecimiento, cetoacidosis
metabólica, hiperamoniemia y apneas. El tratamiento es con biotinidasa a 5 mg /día por vía oral.
Para la evaluación conjunta de estas seis patologías descriptas, se obtiene una muestra de sangre
del talón del bebé en los primeros días luego del nacimiento. Esta muestra se envía al laboratorio
en un papel secante y puede realizarse en la Fundación Endocrinológica Infantil.

Se recomienda hacer rastreo de hipotiroidismo congénito, fenilcetonuria,


fibrosis quistica pulmonar, galactosemia, hiperplasia suprarenal congénita y
déficit de biotinidasa en la población general (Recomendación de tipo A).
Estos dosajes deben realizarse de rutina entre el tercer y séptimo día luego del
nacimiento (siempre antes de dar el alta al recién nacido). Actualmente, su
realización está regida por ley nacional, es decir, es obligatorio que el médico
lo solicite y que su resultado conste en la historia clínica.

La muestra de sangre se obtiene del talón del bebé y se envía al laboratorio absorbido en un
papel secante. No hay controversias en la bibliografía sobre los beneficios de estos rastreos en
la población general, y en la Argentina es obligatorio rastrear a todos los recién nacidos con una
muestra de sangre obtenida del talón.

Inmunizaciones
Durante el primer año de vida, el niño recibe las vacunas: BCG, hepatitis B, neumococo
conjugada, quíntuple pentavalente (difteria, tétanos, tos convulsa, haemophilus influenzae b y
hepatitis B), triple viral, rotavirus, poliomielitis, hepatitis A y gripe. En el 2016 se ha introducido
un cambio importante en la vacunación para la prevención de la poliomielitis. Las dosis de los 2
y 4 meses se realizan con la vacuna inactivada (Salk). La tercera dosis se realiza con la vacuna
Sabin oral a virus atenuados (6 meses de edad).

En el cuadro 1. se resumen las edades y vacunas según el calendario oficial argentino del año
2017.

 
 
 
 
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Cuadro 1.

BCG (dosis única antes de egresar de la maternidad)


Recién nacido 1ra Hepatitis B 1 (en las primeras 12 horas de vida). Los prematuros con peso
menor a 2000gr deben recibir tres dosis más: a los 2, 4 y 6 meses.

1ra Pentavalente (difteria, pertussis, tétanos, haemophilus tipo b y hepatitis B) 2


1ra Poliovirus (inactivada)
2 meses
1ra Neumococo conjugada
1ra Rotavirus 3

3 meses 1ra Meningococo

2da Pentavalente
2da Poliovirus (inactivada)
4 meses
2da Neumococo conjugada
2da Rotavirus 3

5 meses 2da Menigococo

3ra Pentavalente
6 meses
3ra Poliovirus (oral)

1ra Triple viral (RPS) 4


12 meses 3ra Neumococo conjugada
Hepatitis A

6 a 24 meses Gripe 5

Referencias. 1. Aunque se apliquen tres dosis de vacuna hepatitis B como componente de la vacuna quíntuple pentavalente, se
seguirá aplicando la dosis monovalente de vacuna hepatitis B en los recién nacidos; 2. Quíntuple pentavalente: difteria, tétanos,
pertussis, hepatitis B, haemofilus influenzae tipo b; 3. Rotavirus: se aplica a partir de 2015. Son dos dosis, la primera antes de
los tres meses y medio de vida y la segunda antes de los cuatro meses de vida; 4.Triple viral: rubéola, paperas y sarampión; 5.
Gripe: en la primovacunación, los niños deberían recibir dos dosis separadas por cuatro semanas. Se puede aplicar desde los
seis meses de edad.

Prevención de lesiones no intencionales

Anteriormente, este tipo de lesiones se denominaban “accidentes”, dándoles la connotación de


“imprevisibles” y haciendo que sean aceptados con resignación. En los últimos años surgió una
fuerte corriente de opinión que promueve eliminar el término “accidente”, ya que esta denominación
no ayuda a entender que estas lesiones pueden prevenirse. Este conocimiento, sumado a
esfuerzos para ejecutar estrategias de prevención, contribuirá a reducir la incidencia y la gravedad
de este tipo de lesiones. Aproximadamente el 60% de las muertes en la infancia son secundarias
a las lesiones no intencionales. Las muertes representan solo una parte del problema ya que se
estima que, por cada muerte, se producen 45 lesiones graves, 1.300 consultas a la guardia y un
incontable número de eventos que nunca llegan a la consulta. Las lesiones no intencionales más
comunes son las que se producen en el hogar (caídas, quemaduras, envenenamiento y ahogo) y
las relacionadas con el tránsito.

El consejo médico dirigido a los padres aumenta los conocimientos de las medidas preventivas,
aunque no demostró disminuir la morbimortalidad por lesiones no intencionales, probablemente
debido al corto tiempo de seguimiento de los estudios. Los consejos para prevenir lesiones no
intencionales en el primer año de vida son: no dejar al niño solo en sillas, mesas, escaleras,
balcones o bañadera; conservar una altura adecuada de los barrotes de la cuna para que no trepe;
mantener los objetos pequeños, elementos de limpieza (lavandina, etc.), venenos, medicamentos,
objetos punzantes, filosos, calientes o en ebullición (cocinar en las hornallas de atrás) fuera del
alcance del niño; colocar un disyuntor de corriente eléctrica y tapas en los enchufes; colocar rejas
o seguros en las ventanas, balcones y escaleras y transportar al niño siempre en el asiento trasero
del automóvil y en un asiento de seguridad (si pesa menos de 9 kg, debe mirar hacia atrás).

 
 
 
 
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El médico de familia tiene que adelantarse a la presentación de lesiones no


intencionales brindando a los padres consejos para prevenirlas
(Recomendación de tipo B). Los consejos deben darse según las características
de cada niño, familia y estilo de vida. En términos generales, se recomienda que
los niños pequeños estén siempre supervisados por un adulto cuando juegan y
evitar que jueguen en la cocina o en el baño.

Consejo antitabáquico a los padres y recomendación de evitar el tabaquismo


pasivo

Este tema se desarrolla en el capítulo “Tabaquismo” en el libro Riesgo cardiovascular y enfermedad


coronaria. Solo destacaremos que, en los niños, el tabaquismo pasivo aumenta al doble el riesgo
de desarrollar asma, el 60% la tasa de infecciones agudas del tracto respiratorio y el 250% el riesgo
de muerte súbita del lactante (que llega al 500% si ambos padres fuman y la madre fumó durante
el embarazo).

El médico de atención primaria debe aconsejar a los padres sobre este


problema: los padres deben saber que el consumo de tabaco no solamente daña
su salud sino la de los que lo rodean, y que los niños constituyen una de las
poblaciones más vulnerables a los efectos del tabaco ajeno.

Salud dental

En el primer año de vida se recomienda lavar los dientes del bebé, por lo menos una vez por día,
con un paño húmedo o un cepillo suave, sin pasta dental. De esta manera, se reduce la placa
bacteriana y disminuyen las caries. También se recomienda que los padres no compartan los
utensilios con el bebé, no endulcen los chupetes, eviten la lactancia o el biberón por la noche, eviten
que el bebé use la mamadera como juguete y que consuma golosinas y gaseosas.

La fluoración del agua corriente se considera la forma más efectiva, práctica, segura y económica
para reducir la incidencia de caries en la comunidad. En la Argentina, solo el 10% de la población
posee aguas adecuadamente fluoradas. Por lo tanto, se recomienda administrar un suplemento de
flúor a todos los niños (salvo si la madre les da el pecho y consume agua mineral o si el biberón se
prepara con agua mineral). La dosis recomendada en niños de dos semanas a dos años es de 0.25
mg por día (cinco gotas) en los de dos a tres años, de 0.50 mg por día (diez gotas) y de 1 mg por
día (veinte gotas) de los tres a los dieciséis años (FLUORDENT gotas, envase por 30 ml).

El cuidado de la salud bucal previene la formación de caries y asegura una


dentadura sana para la vida adulta. El suplemento de flúor durante los primeros
años de vida reduce la incidencia de caries (Recomendación tipo A).

Suplementos en la dieta

Hierro

La manifestación más común del déficit de hierro es la anemia. La edad más frecuente de
presentación de la anemia por falta de hierro (anemia ferropénica) es entre los 6 y los 24 meses.
Esto se debe a que en esta etapa aumentan mucho los requerimientos de hierro por el crecimiento
y se incorporan los alimentos sólidos que, en muchas dietas, son pobres en este mineral. Por otra
parte, el riesgo de depleción de hierro es mayor si la madre sufrió anemia durante el embarazo
y si el niño es prematuro o no recibe lactancia materna. De la misma manera, la infección por
parásitos intestinales, la desnutrición y un destete inadecuado pueden reducir las reservas de
hierro.

 
 
 
 
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Para impedir la depleción de los depósitos de hierro se requieren 10 mg de hierro por día desde el
nacimiento y hasta los seis meses, y 15 mg por día hasta los tres años, requerimientos que se
alcanzan con una alimentación adecuada o con la lactancia materna. Por eso, en las poblaciones
con mayor riesgo de anemia ferropénica (población de bajos recursos socioeconómicos, niños
destetados tempranamente, desnutridos) se recomienda la suplementación con hierro a una dosis
de 1 mg/kg/día desde los cuatro o seis meses de vida hasta el año de edad. En los prematuros, la
suplementación debe comenzarse desde los dos meses de vida. Y en los niños con antecedentes
que puedan predisponer a una disminución de sus reservas de hierro (nacidos de embarazos
gemelares, de madre con anemia durante el embarazo), se recomienda la administración de 2
mg/kg/día de hierro desde los dos hasta los doce meses de vida.

En principio, la principal causa de anemia ferropénica en los niños en la


República Argentina es la carencial. La evidencia respecto de la necesidad de
indicar profilaxis con hierro durante el primer año de vida es controvertida. Sin
embargo, la intervención es tan inocua y de bajo costo que está recomendada
por la mayoría de las autoridades. En la práctica, la evaluación de cada caso en
particular y el criterio médico permitirán optar por el manejo más adecuado.

Existe controversia sobre la utilidad de otros suplementos como los vitamínicos.

Vitamina A

La principal fuente de vitamina A está en los alimentos de origen animal y en las frutas y verduras.
El déficit de alimentos ricos en esta vitamina (leche, huevo, hígado y alimentos grasos) así como
los parásitos intestinales y las diarreas pueden dar lugar a una disminución en los niveles de
vitamina A. Se ha observado una asociación entre el déficit de esta vitamina y la disminución de
la respuesta inmunológica. El aporte diario aconsejado en los lactantes es de 600 UI. Una
adecuada alimentación provee esta cantidad (la leche humana tiene 1.900 UI/litro y la de vaca,
1.025 UI/litro). En la práctica cotidiana, suele suplementarse a los lactantes con 600 UI de vitamina
A por día durante el primer año de vida, principalmente a los niños alimentados con leche vacuna.
Muchas marcas de leche vacuna vienen enriquecidas con vitamina A.

Vitamina D

La provitamina D se convierte en vitamina D en la piel por acción de los rayos ultravioletas de la


luz solar. En general, el niño sano no requiere aportes externos; sin embargo, distintos autores
recomiendan ignorar la fuente solar hasta el año, manteniendo un aporte diario de 400 UI de
vitamina D desde el nacimiento hasta los seis meses y continuar con el suplemento si el niño tiene
una muy baja exposición al sol, es prematuro o gemelo. El tiempo de exposición solar diario
recomendado es de una hora, evitando la exposición entre las 10 y las 16 horas.

Vitamina C

El aporte diario aconsejado en los lactantes es de 50 mg. Este puede proveerse con 25 cc de jugo
de limón, 50 cc de jugo de otros cítricos o 100 cc de jugo de tomate. Como la vitamina es muy
lábil, debe tomarse la precaución de dar el jugo recién hecho para que no pierda su contenido. Los
niños que reciben el pecho de madres bien alimentadas tienen los requerimientos cubiertos. Los
niños alimentados con leche de vaca deben recibir suplementos ya que esta leche no tiene
suficiente vitamina C. De todos modos, en la actualidad, la mayoría de las leches vacunas que se
comercializan vienen suplementadas con vitamina C.

 
 
 
 
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Flúor

El aporte diario de flúor mejora de modo significativo la salud dental del individuo. La fluoración
del agua corriente brindaría el aporte necesario y sería la estrategia más costoefectiva. Sin
embargo, esta medida sanitaria no está implementada en muchos lugares de la Argentina. Por
esto, está indicado suplementar el flúor en todos los niños, excepto que sean alimentados con
leche de madre que consume agua mineral o que reciban biberones preparados con agua mineral
(ver también el contenido “Salud dental” en este mismo capítulo).

Existe una preparación comercial que trae en forma combinada el flúor con las vitaminas A, D y C.
En los menores de un año se administra una dosis de 0.6 ml (1/2 gotero) que aporta 5.000 UI
de vitamina A, 1.000 UI de vitamina D, 50 mg de vitamina C y 0.5 mg de flúor.

Uso del chupete

Desde la vida intrauterina, los bebés aprenden a calmar su ansiedad y obtener placer a través de
la succión, hecho que se relaciona con un mecanismo adaptativo, como es la succión nutritiva de
la mama o el biberón. La succión no nutritiva de los dedos, chupetes y otros objetos no relacionados
con la ingesta de nutrientes se considera una actividad normal en el desarrollo del niño hasta el año
de edad. El 80% de los lactantes usa chupete. Un chupete seguro es aquel que es de una sola
pieza y con un escudo de 43 mm, anilla para tomarlo fácilmente y orificios antihongos. Si se utiliza
una cinta para sostenerlo, esta debe prenderse con un broche a la ropa del bebé. Nunca se debe
colgar del cuello del niño. Además es aconsejable limpiarlo cada vez que cae al suelo, así como
verificar su integridad y reemplazarlo periódicamente. La conveniencia de usarlo o no es motivo de
debate. Entre los efectos benéficos de su uso se mencionan su efecto tranquilizante y la
comprobada relación con una menor incidencia del síndrome de muerte súbita del lactante. Entre
los riesgos, se estiman el fracaso de la lactancia materna (de ahí la recomendación de no ofrecerlo
antes de las dos o tres semanas de vida, cuando la lactancia ya se ha establecido), el desarrollo de
malformaciones dentarias (si se lo utiliza en mayores de tres años), caries, candidiasis oral
recurrente e hipersensibilidad al látex, la asociación con la otitis media aguda recurrente (si se lo
utiliza en mayores de diez meses), el aumento del reflujo gastroesofágico y las alteraciones del
sueño.

No existe evidencia suficiente para recomendar o prohibir el uso del chupete,


pero sí para realizar firmes recomendaciones: no iniciar su uso antes de los
quince días de vida, restringirlo a partir de los ocho meses, suprimirlo al año de
edad y recomendar chupetes que cumplan con las normas de seguridad.

 
 
 
 
  MEP ‐ Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano de Buenos Aires
  Supervisión Editorial: Paula Carrete ‐  Alejandrina Lo Sasso  ‐ Yamila Mahumud
 

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