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MEF “rico” o MEF “pobre”

Publicado el septiembre 11, 2020 por Marcel Ramírez

Como se ha dicho varias veces, la crisis económica resultado de la pandemia del Covid-19 ha desnudado varias debilidades
del Estado peruano. Es fácil advertir que nuestro sistema de salud no ha estado a la altura de la gravedad de la pandemia. De
igual forma se ha podido observar el costo de no haber impulsado la digitalización y la conectividad que sostenga
actividades como el teletrabajo, la tele medicina y la educación a distancia. Lastres como la informalidad y la corrupción
ahora nos impiden hacer llegar ayudas económicas mejor focalizadas a la población que más la necesita.

Sin embargo, todas estas brechas son en buena parte resultado de una debilidad institucional y de gestión pública que nos
acompaña desde décadas. Aquí un comentario que suele escucharse de parte de servidores y funcionarios públicos en
tiempos normales. Si es conceptualmente correcto que primero se realiza el planeamiento estratégico y luego se define el
presupuesto, ¿por qué al final parece más bien que lo planeado debe someterse al presupuesto?

Para responder a esta inquietud, es importante recordar que en el período 2002-2019, la presión tributaria logró un promedio
de 14,9%, lo cual contrasta con el promedio de América Latina de 23% y el 34% de la OCDE, incluso por debajo de los
demás países de la Alianza del Pacífico, como Colombia y Chile cuya presión tributaria se ubica entre el 18% y 21% del
PBI.

Aquí voy a remitirme a un enfoque de Robert Kiyosaki, autor del libro “Padre Rico, Padre Pobre”, el cual advierte que ser
“rico” o “pobre” es cuestión en parte de tener cierta actitud. Kiyosaki refiere que tuvo dos padres. Un padre tenía el hábito
de decir “no puedo afrontarlo”. El otro prohibió el uso de tales palabras e insistía en decir “¿cómo puedo afrontarlo?” La
primera frase es una afirmación, mientras que la segunda es una pregunta. Su padre en-vías-de-hacerse-rico explicaría que,
automáticamente, al decir “no puedo afrontarlo”, el cerebro deja de trabajar, se vuelve pasivo. Al formular la pregunta
“¿cómo puedo afrontarlo?”, el cerebro comienza a trabajar. Así, “padre pobre” limita sus gastos a los ingresos que buena
mente puede obtener, mientras que el “padre rico” apuesta a que debe aspirar a lograr más ingresos y busca cómo lograrlo;
su gasto actual no condiciona su ingreso. Apliquemos esto a dos posibles perfiles de nuestro responsable de la política
tributaria (MEF tributario).

MEF “pobre”: la recaudación que obtengo limita mis oportunidades de gasto e incluso no tengo incentivos para
racionalizarlos y ser más eficiente y eficaz. Mi actitud es pasiva y me hace sobrellevar las crisis como vienen, sin
anticiparme a evitarlas o soportarlas mejor. Mantener el equilibrio fiscal es fundamental y podría lograrlo incluso con menor
gasto fiscal (subejecución del presupuesto) y no necesariamente con mayores ingresos fiscales permanentes. Si las metas no
se están logrando, responsabilizo al administrador tributario de dicha situación, especialmente debido a la alta evasión y
elusión. Conduzco una política tributaria reactiva, con cambios que no pasan por una evaluación periódica de principios ni
de objetivos y así afecto su predictibilidad y credibilidad.

MEF “rico”: las necesidades y brechas de la población son enormes y debo diseñar un sistema tributario que me permita
reducir esas brechas a un ritmo más elevado. No me duermo en mis laureles, ni me creo lo del “milagro económico“. Mi
actitud es activa hacia buscar un mejor diseño tributario con miras a recuperar espacio hacia el desarrollo. Mantener el
equilibrio fiscal es importante pero la única forma sostenible es rediseñando la política tributaria a fin de reducir el
incumplimiento tributario, ampliar la base tributaria y lograr mayores ingresos fiscales permanentes. Respeto la
institucionalidad de la política fiscal, fortaleciendo su credibilidad y predictibilidad. Si los objetivos no se están logrando,
evalúo el sistema y determino oportunamente la necesidad de ajustes ordenados e incluso de una reforma. Comprendo que la
capacidad de recaudar responde a mejorar bases estructurales de la economía como la productividad, competitividad,
informalidad, corrupción, etc.

Ambos tipos de MEF son muy diferentes, especialmente pues el “rico” exige, a su vez, un Estado más potente y estratégico
que reconozca que la política tributaria se debe someter al alcance de fines más elevados de desarrollo y no solo a metas de
lograr más recaudación; la política fiscal está a disposición del desarrollo.

En el Perú, ¿quién y cómo se define el tipo de MEF (tributario)?. Hay que considerar que como todo sector dentro de la
organización del Estado, el Sector Economía y Finanzas cuenta con un Plan Estratégico Sectorial Multianual (PESEM)
2017-2021. De acuerdo al mismo, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) es responsable de Fortalecer la política y
mecanismos orientados a la estabilidad de los ingresos fiscales (AES 3.1) y con ello Alcanzar una Mayor Recaudación de
Ingresos Fiscales (OES3). Se fijan ahí metas de déficit fiscal y de presión tributaria.

Como todo PESEM, el cumplimiento de los objetivos sectoriales debe contribuir, junto con el de otros objetivos sectoriales
(trabajo, producción, comercio exterior, etc.), al logro de los objetivos estratégicos nacionales del Plan Estratégico de
Desarrollo Nacional (PEDN). Sin embargo, a la fecha aunque sólo contamos con una Visión de País al 2050, carecemos de
un PEDN actualizado y por ello no tenemos una ruta estratégica para alcanzarla.
El tipo de MEF que requerimos responde a cómo y a qué velocidad deseamos romper la “trampa del ingreso medio” y
alcanzar el desarrollo. Si nos contentamos con el simple crecimiento del PBI, no valoramos la calidad de ese crecimiento y
nos es suficiente con sobrevivir las crisis, entonces es suficiente tener un MEF “pobre”. Si por el contrario, valoramos la
importancia de cerrar brechas sociales rápidamente, alcanzar a otros países similares al nuestro en desarrollo y brindar
mayores oportunidades a las generaciones futuras, entonces necesitamos un MEF “rico”.

Así como podemos y debemos exigir al Sector Salud mejorar el sistema de salud del país y al Sector Educación hacer lo
mismo en materia educativa, también se le debe exigir al MEF un rol de MEF “rico”. El MEF no es un ente distinto a los
demás, tiene objetivos y metas que debe lograr (aunque primero se deben definir correctamente) y debe rendir cuentas de
igual forma. Nos hemos acostumbrado a escuchar que el contexto internacional nos es adverso y por ello nuestro PBI se
desacelera y luego la recaudación sufre inexorablemente; MEF “pobre”. Pero debemos recordar que el MEF debe orientar su
política tributaria en forma articulada con los objetivos de los demás sectores productivos y sociales, a fin de diseñarla para
vernos menos expuestos al azar del contexto externo y privilegiar los ingresos permanentes. La eliminación de la regla ex
ante del balance estructural en el 2016 y la flexibilización sucesiva (2017 y 2020) de la meta de déficit fiscal, nos
demuestran que el MEF opta por acomodarse pasivamente a las condiciones externas y no lidera más estratégicamente sus
decisiones.

La actual crisis es seguramente la más seria después de la del Guerra del Pacífico y debemos aprovecharla para hacer
entender a autoridades y ciudadanía de la urgencia de reconstruir la institucionalidad fiscal pasiva que nos viene
caracterizando. Requerimos una nueva institucionalidad para el desarrollo. Dicho todo esto, ¿qué tipo de Estado y de MEF
(fiscal) requerimos los peruanos de hoy y de las próximas generaciones, uno “pobre” o uno “rico”?

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