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Por eso, la definición que proporciona Tusón (1977: 16) sobre la escritura:

“La escritura es una técnica específica para fijar la actividad verbal mediante el uso de signos
gráficos que representan, ya sea icónica o bien convencionalmente, la producción lingüística y
que se realizan sobre la superficie de un material de características aptas para conseguir la
finalidad básica de esta actividad, que es dotar al mensaje de un cierto grado de durabilidad”.

Tusón, J. (1997). La escritura. Una introducción a la cultura alfabética. Barcelona: Octaedro.

Opuesto a la oralidad -entendida pues como "el hablar en presencia"[5]- es el concepto de


escritura, entendida como forma de comunicación del pensamiento mediante signos visibles,
alfabéticos (reproducción de las letras del alfabeto que componen las palabras) o ideográficos
(expresión directa de conceptos). Por escritura se puede entender también el tipo de grafía y
sus características, reveladoras de estados de ánimo e incluso de rasgos de la personalidad del
sujeto. El uso actual de los medios técnicos como la máquina de escribir o el ordenador
(computadora) impiden la observación de estos trazos personológicos que pueden, sin
embargo, reflejarse en los textos manuscritos.

Carnelutti, F., Diritto e processo (Napoli, 1958), p. 153.

III. Las Garantías Específicas

1. Principios relativos a la forma de los actos procesales (oralidad y escritura)

Por proceso oral en la actualidad, no se debe entender un procedimiento absolutamente oral,


por lo que no todos los actos procesales necesariamente hayan de realizarse de forma verbal.
Si bien en el Derecho Romano clásico dominó la oralidad, lo fue a través de las solemnidades
del procedimiento formulario, que estaban escritas. Pero fue con la aparición de la ´´apellatio´´
y de la ´´suplicatio´´ en la Reforma Imperial, que se introdujo la obligatoriedad de la escritura
de los alegatos y la aseguración de la prueba en la primera instancia. También el primitivo
derecho germano consagró la oralidad en el proceso hasta que, bajo la hegemonía del Derecho
Romano-Canónico, dicho principio fue sustituido por el de que ´´quod non est in actis non est
in mundo´´. A partir de la Decretal de 1216 del Papa Inocencio III, se consagra absolutamente
el principio de la escritura, de tal modo que todo acto procesal, aun cuando fuere intervenido
por el juez, debía ser redactado por un ´´notario´´ o ´´actuario´´ en un protocolo y, por tanto la
sentencia debía basarse exclusivamente sobre esta actas (CAPPELLETTI).
El predominio del principio de la escritura en el proceso penal del Antiguo Régimen convirtió al
´´plenario´´ o juicio en un mero apéndice de la ´´información sumaria´´ o ´´sumario´´, estímulo
la mediación y el carácter secreto de las actuaciones.

Pero, en la actualidad, lo decisivo para la calificación de un proceso como oral es su fase


probatoria. Un proceso penal es oral, si la fundamentación de la sentencia se realiza
exclusivamente mediante el material de hecho, introducida verbalmente en el juicio (ROXIN).
Por el contrario, es escrito, si la sentencia se elabora conforme al resultado de las actas.

Lamentablemente nuestro proceso penal ordinario si bien su segunda etapa procesal es


llamada del juicio oral, las sentencias en su inmensa mayoría, son consecuencia de la lectura
de las actas, más no de las audiencias orales. La excesiva carga procesal y la habitualidad en la
suspensión de las audiencias, han convertido al juicio oral en un procedimiento compuesto por
un sin número de miniaudiencias o audiencias diminutas, que terminan por desvanecer el
aporte del principio de inmediación, y hacer depender a los jueces del contenido del
expediente (escrituralidad).

https://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/tesis/human/burgos_m_v/Cap3_2.htm

Así mismo el NCPP propicia oportunidades para ejercer la oralidad de manera eficaz. Ponemos
como ejemplo el artículo 361º.3 que establece: “Toda petición o cuestión propuesta en
audiencia será argumentada oralmente, al igual que la recepción de las pruebas y, en general,
toda intervención de quienes participan en ella. Está prohibido dar lectura a escritos
presentados con tal in, salvo quienes no puedan hablar o no lo supieren hacer en el idioma
castellano”.

En relación a esto, es necesario decir que hay cuestiones como el planteamiento de la


demanda y la contestación de la misma que deben quedar sentadas por escrito. Se considera
esto debido a que mediante la fijación de la escritura es posible reflexionar detalladamente
sobre los asuntos y temas controvertidos del caso. De acuerdo con Carlos Alvaro de Oliveira,
“la elaboración escrita de los actos postulatorios permite la consulta detenida de la doctrina,
legislación y jurisprudencia, a la vez que reduce los espacios para la improvisación y los olvidos
de detalles del planteamiento”
2017 Reyna, Daniel. La oralidad en el proceso civil peruano (Tesis de licenciatura en Derecho).
Universidad de Piura. Facultad de Derecho. Lima, Perú, pp. 26

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