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BIBLIOTECA CENTRA.

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CURSO DE FILOSOFÍA TOMISTA ROGER VERNEAUX
Profesor del Instituto Católico de Paris

ORGANIZACION CHARAFEDIN
LIBRERIA ESPECIALIZADA EN
CIENCIAS ECONOMICAS
-
27 DE ABRIL 219 T. E. 38298 - 28384
ccoung.ora

EPISTEMOLOGÍA GENERAL EPISTEMOLOGÍA GENERAL


O
Por ROGER VERNEAUX
CRÍTICA DEL CONOCIMIENTO

BARCELONA BARCELONA

EDITORIAL HERDER EDITORIAL HERDER


1985 1985
Versión castellana de L. Ifitoarmo, de la obra de
ROGER VERNEAUX Eptalmologle gdSnile a. CMIque de la coniselssance.
Toda petición concerniente a los dambos de traducción o adaptación, sea cual sea la lengua
o la manera en que se baga, deberá dirigirse obligatoriamente a
elleambeane a les Me me de Reunes, 117 Paris vio»,
editores de la edición original francesa

NNO.

Séptima edición 1985

INDICE

Págs.

Introducción 7

IMPRIMASE: Barcelona, 23 de febrero de 1966

7 Dr. JUAN Sena Puro, Vicario General


LAS CORRIENTES PRINCIPALES DE LA EPIS-
PARTE PRIMERA:
TEMOLOGIA 27
I. El escepticismo 31
II. El empirismo 43
III. El racionalismo 54
1V. El idealismo 68
UNIVERSIDAD NACIONAL Dr SAN JUAN V. El realismo 85
Facultad de C:1;;;Tok:s Sociales
PARTE SEGUNDA: LAS NOCIONES FUNDAMENTALES DE LA
DIRECCION DE EEDLIOTECA CRITICA 99
I. El conocimiento 103 -
II. La verdad 118 --
III. La certeza 133
IV. La evidencia 146
V. El error 159

PARTE TERCERA: LAS TESIS ESENCIALES DEL REALISMO . 167


I. La sensación 172
Benne:~ el ses fils, Polis 1959
II. La reflexión 191
Editorial Hender S.A., Provena 388, Barcelona (Espada) 1967
III. La abstracción 207
ISBN 84-234-0123-9
IV. La afirmación 226
Es raornMAD V. La inducción 241
DEPÓSITO LEGAL: B. 31.3924984 PRINTED IN SPAIN
GRAMA — Nápoles, 249 — 08013 Barcelona

5
INTRODUCCIÓN

Para seguir la tradición, vamos a definir en un capítulo preli-


minar el problema del conocimiento, la disciplina que lo tiene
como objeto y el método que permite resolverlo.
Pero, a nuestro entender, este capítulo estaría mejor colocado
al final del tratado que al principio, pues es el más difícil, el más
embrollado de todos, y esto se debe a que no puede desarrollarse
de un modo puramente formal, es decir, sin tomar partido en las
cuestiones de fondo que se discutirán en su transcurso. Como dice
E. Gilson, «las cuestiones que los filósofos se plantean son solida-
rias de las respuestas que les dan». Esto no siempre es verdad,
pero sí lo es en el presente caso. Los términos del problema cam-
bian según la perspectiva desde la que se plantee: perspectiva es-
céptica, por ejemplo, o perspectiva idealista, o perspectiva realista.
El método a su vez depende del modo como esté formulado el
problema. Y el mismo nombre de crítica es discutible, pues pro-
cede de Kant y podemos preguntarnos si tiene sentido fuera del
idealismo kantiano.
Así, si quisiéramos que la introducción estuviese desarrollada
convenientemente, debería contener todo el tratado. Para evitar
este ridículo, nos limitaremos a dar aquí algunas indicaciones su-
marias, reservándonos el volver sobre ellas y justificarlas después.

7
Epistemología general Introducción

En el amanecer de la filosofía medieval, el problema del cono-


I. Resumen histórico. cimiento reaparece bajo la forma del «problema de los universa-
les»: ¿qué es lo que corresponde en la realidad a las esencias uni-
La crítica del conocimiento es un tratado que aún no está versales que el espíritu concibe en sí mismo? Apasionadamente
hecho. Está en curso de formación y aún no está completamente discutido durante todo el siglo xin, este problema ya no cesará de
separado de la historia, especialmente de la historia de la filosofía preocupar a los filósofos. Realismo absoluto de origen platónico,
moderna. realismo moderado de origen aristotélico, conceptualismo y nomi-
Y es que el problema del conocimiento ha adquirido toda su nalismo, fueron las principales posiciones tomadas respecto a él.
importancia, su relieve, su urgencia, desde Descartes. Incluso a Pero nos equivocaríamos si creyésemos que para los pensadores
veces se dice que los antiguos no lo sospecharon, pero es falso. La medievales toda la crítica se reducía a tomar partido en la cuestión
diferencia que existe entre los antiguos y los modernos no es que de los universales. Cada uno de ellos ha elaborado una teoría com-
los modernos hayan suscitado una cuestión que los antiguos hayan pleta del conocimiento: santo Tomás y san Buenaventura, primero,
ignorado, sino que los modernos la han planteado en una perspec- después Duns Escoto, por último lacean cuyo nominalismo pre-
tiva idealista, como el primero e incluso el único problema de la para directamente la epistemología moderna.
filosofía, mientras que los antiguos la plantearon en una perspec- Con Descartes, el problema del conocimiento se convierte en el
tiva realista, como una parte de su metafísica. Y, naturalmente, si primer problema que la filosofía debe resolver si quiere conducir
se admite que la fórmula idealista es la única valedera, se sigue con orden sus pensamientos. Descartes escribe en las Regulae:
de ello que los antiguos ni siquiera la sospecharon; pero esta supo- «Nada me parece más absurdo que discutir osadamente sobre los
sición no es segura. secretos de la naturaleza sin haber antes examinado si la inteli-
Históricamente, no sería difícil mostrar que el problema del gencia humana es capaz de penetrados»; o también: «No podemos
conocimiento no es una invención de Descartes y de Kant. conocer nada antes de conocer la inteligencia pues por ella conoce-
Está en el centro de las preocupaciones de Platón, como pode- mos las demás cosas.»
mos ver en particular en el Teeteto, diálogo enteramente consa- El problema es doble. l.° Encontrar una primera verdad, abso-
grado a buscar las condiciones de un conocimiento que sea verda- lutamente indudable, de la que puedan deducirse todas las demás.
deramente científico. Aristóteles lo trata sistemáticamente: prime- El método es entonces la duda, de donde sale el cogito, y después
ro en los Segundos Analíticos, en los que se halla expuesta la el yo y sus ideas. 2.° Pasar del pensamiento al ser, y especialmente
teoría de la ciencia; después en el tratado Del Alma, en el que se demostrar la existencia del mundo material. Este segundo proble-
analizan las diversas funciones del conocimiento; por último, ma se ha llamado «problema del puente». Todos los sucesores de
en muchos lugares de la Metafísica, especialmente en el libro xv, Descartes se han esforzado en resolverlo, y el fin lógico del carte-
en el que defiende el valor de los primeros principios contra los so- sianismo es el idealismo de Bericeley, según el cual el mundo no
fistas. Por último, absorbe enteramente la atención de los escép- tiene existencia fuera de nuestras ideas.
ticos, desde Pirrón a Sexto Empírico. En Kant, la crítica es «el prefacio obligado de la metafísica».
San Agustín es manifiestamente el precursor de Descartes. Se pues las ciencias son dadas, mientras que la metafísica no lo es.
libera del escepticismo advirtiendo que la existencia del yo es in- Hay pues que buscar cómo son posibles las ciencias y si la meta-
dudable: si fallar sum. Se eleva después del yo a Dios, y funda- física es posible como ciencia. Esta es la primera formulación,
menta la verdad del conocimiento sobre una «iluminación» del amplia, del problema. Pero Kant advierte enseguida que el cono-
espíritu por las Ideas divinas. cimiento científico está constituido esencialmente por juicios a la
Epistemología general Introducción

vez sintéticos y a priori. El problema pues se precisa: se reduce a metafísica. Creen necesario empezar por una duda metódica, a fin
saber cómo son posibles los juicios sintéticos a priori. El método de que dicha crítica sea radical. Afirman la existencia del sujeto
crítico deriva de él. Es el análisis trascendental que consiste en re- pensante como primera verdad indudable, y después pasan a la
montarse de los juicios dados en la ciencia a los principios que afirmación del ser y a la del mundo.
los explican. Este análisis es reflejo, o reflexivo, pues únicamente El padre Roland-Gosselin, O.P., tal vez depende menos de Des-
busca en el espíritu los principios de los juicios. Pero no es psico- cartes (Essai d'une critique de la connaissance). No obstante, ad-
lógico, es lógico, pues desmonta el mecanismo de la «razón pura», mite que la crítica es lógicamente anterior a la metafísica. No
no el de la vida consciente. admite la duda inicial, pero se propone vencer al idealismo en su
Después de Kant, en la escuela idealista, el problema del cono- propio terreno, lo que le obliga a partir del pensamiento para
cimiento no sólo es el primero, sino el único que el filósofo tiene hallar el ser. Las notas publicadas después de su muerte sobre Le
que estudiar. Esto se comprende. Si es el espíritu el que pone el jugement de perception s, muestran que tenía serias dificultades
ser, la única cuestión es saber cuándo y en qué condiciones su para llevar su crítica del conocimiento sensible hasta la afirmación
afirmación es objetiva. de la existencia del mundo.
2.° En el padre Maréchal, S.I., reina la influencia de Kant.
Su tesis está expuesta en el tomo v de su gran obra Le point de
2. Tendencias de la escuela tomista. départ de la métaphysique; el volumen tiene por título: Le Tho-
misme devant la philosophie critique.
En la escuela tomista contemporánea, se han producido fuertes La intención del padre Maréchal es reconciliar Kant y santo
discusiones que aún no han terminado'. Conciernen en primer lu- Tomás gracias a una interpretación nueva de las dos doctrinas.
gar al nombre mismo del tratado: ¿puede una crítica del conoci- Santo Tomás ha hecho una «crítica metafísica»: considera eviden-
miento llamarse tomista? Después el planteo del problema: ¿En te que nosotros conocemos el ser en sí, y busca en qué condiciones
qué términos se plantea? ¿Lo ha planteado santo Tomás, da prin- tal conocimiento es posible. Kant ha hecho una «crítica trascenden-
cipios de solución? Por último, el método: ¿Es la duda, el análisis tal): partiendo de la representación, busca cómo la actividad del
trascendental, la reflexión? Lo único que está por encima de toda sujeto construye un objeto inmanente. El fin del padre Maréchal es
discusión, pero es también lo principal, es el conjunto de las tesis llevar a coincidir a estas dos críticas, pues el punto de partida de
que constituyen el realismo. Veamos pues cuáles son las principa- la prim¿ra debe estar justificado por la segunda. La coincidencia
les tendencias de la escuela. es posible, piensa el padre Maréchal, si se las interpreta no de un
1.° La influencia de Descartes se advierte en la Criteriologia modo estático, sino de un modo dinámico, es decir, teniendo en
del cardenal Mercier, en monseñor Noel, discípulo y sucesor del cuenta el dinamismo del espíritu que lo lleva más allá de todo
cardenal Mercier en Lovaina (Notes d'épistemologie thomiste y el objeto particular hacia una aprehensión de lo Absoluto. La afirma-
Réalisme immediat), así como en el padre Picard, S.I. (Le Problé- ción tiene un valor objetivo porque se funda en la finalidad de la
me critique fondamental, y Réflexions sur le probléme critique actividad espiritual: «El objeto aparece como ser en la medida en
fondamental 2). A pesar de sus notables diferencias, estos autores que se impone como fin.»
tienen de común una tendencia a presentar el tomismo con un ro- 3.° E. Gilson se ha levantado con energía contra las tentativas
paje cartesiano. Admiten la necesidad de una crítica previa a la precedentes que califica de monstruosidades (Réalisme thomiste et
1. Cf. VAN RIET, L'épistemologie tkomiste.
2. <Archives de philosophie», vol. I, cuad. 2 y xiii, 1. 3. «Revue des ,cienes philosophiques et théologiques, 1935.

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Epistemología general Introducción

critique de la connaissance. Le Réalisme méthodique). La idea de


realismo crítico, dice, es tan contradictoria como la de círculo 3. El problema del conocimiento.
cuadrado, pues una critica del conocimiento es esencialmente, de
punta a punta, idealista. El realismo considera evidente que cono- Debe entenderse bien, ante todo, que si hablamos del problema
cemos el ser en sí tal como es; se apoya constantemente en esta del conocimiento, en singular, es solamente para abreviar y para
evidencia y por ello no puede demostrarla. Así toda tentativa para permanecer en el nivel más alto de generalidad. Tomar la fórmula
hallar a santo Tomás partiendo de Descartes o de Kant está de estrictamente conducirla a errores muy graves: pues, en realidad,
antemano condenada al fracaso. Lo que hay en santo Tomás es hay diversos tipos de conocimiento, y el filósofo encuentra en ello
una teoría del conocimiento y una crítica de los conocimientos, pues múltiples problemas.
el conocimiento debe ser explicado, como todo otro hecho, a la La mayoría de las fórmulas propuestas por los filósofos moder-
luz del ser, y hay que examinar los diversos tivos de conocimientos. nos nos parecen faltas de amplitud e incluso de «sinceridad»: con-
Este realismo no es «crítico», sino «dogmático» o «metódico». ciernen solamente a un punto particular o a un tipo de conoci-
Con la posición de E. Gilson podemos relacionar las del padre miento, y lo que es peor, suponen caminos y tesis muy discutibles.
de Tonquédec, S.I., y de Y. Simon. La obra del padre de Tonqué- Pasemos revista a algunas de las más notables.
dec tiene por titulo: Critique de la connaissance, pero no se en- 1.° El problema no consiste en descubrir una primera verdad,
cuentra en ella ningún intento de conciliación entre santo Tomás, es decir, una verdad que sea indudable y que pueda servir de prin-
Descartes y Kant. Nos da una exposición del tomismo que se man- cipio para deducir todas las verdades metafísicas. Hay ahí un falso
tiene siempre muy cerca de los textos. La obra de Y. Simon, Intro- problema, pues nada autoriza a pensar que las verdades metafísi-
duction d l'ontologie du connaltre, es del mismo tipo, fuera de que cas se deduzcan unas de otras como los teoremas de la geometría.
interpreta a santo Tomás con ayuda de uno de sus comentaristas, La idea de una «matemática universal» es la idea madre del car-
Juan de Santo Tomás. tesianismo, pero es un prejuicio de matemático que no puede
4.° Por último, algunos filósofos son partidarios de un realis- admitirse para orientar toda la crítica.
mo crítico, que no es ni tomista-cartesiano, ni tomista-kantiano, 2.° El problema del conocimiento no puede reducirse al pro-
que no es tampoco una exposición pura y simple de lo que ha blema del mundo exterior. Preguntarse si el mundo existe, es aún
dicho santo Tomás, sino que prolonga el pensamiento de santo un problema específicamente cartesiano. Sólo se plantea si se ha
Tomás por evolución homogénea, es decir, por una explicación empezado la crítica por la duda que rompe todas las comunicacio-
de sus principios debida al choque con las filosofías modernas. Tal nes del espíritu con el mundo, y deja el pensamiento ante sí mismo.
es la posición del padre Gény, S.I., cuyo tratado en latín: Critica, Presupone el idealismo, pues es un camino característico del idea-
De cognitionis humanae valore disquisitio, aunque escrito en 1914 lismo querer hallar el mundo partiendo del pensamiento. Por
y, por lo tanto, anterior a las controversias recientes, nos parece el contrario, nos parece legítimo preguntar cómo sabemos que el
siempre dignó de ser citado y estudiado. Tal es también la posi- mundo existe. No es entonces un falso problema, entra en la crítica
ción que toman J. Maritain, en Les Degrés du savoir, y monseñor del conocimiento sensible.
Jolivet, en Le Thomisnre et la critique de la connaissance. 3.° El problema del conocimiento no se reduce tampoco al
Nosotros sostendremos una posición de este tipo. En conse- problema del origen de las ideas. Es éste también un problema
cuencia, hay que disponerse a hallar aquí una parte de interpreta- cartesiano, y en Locke es el único problema. Pues para Descartes
ción personal mayor que en las demás ramas del tomismo, aunque y sus sucesores, las ideas son los únicos objetos inmediatamente
nos esforcemos por reducirla al mínimo. presentes al espíritu, de modo que buscando su origen es como po-

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Epistemología general Introducción

dremos probar que les corresponde un objeto real. Ahora bien, bien, dar un juicio de valor motivado por las diversas formas del
ciertamente hay que buscar el origen de las ideas. Pero éste es un conocimiento humano. Esta fórmula es lo bastante general para
problema psicológico; no interesa a la crítica más que en la medida englobar todas las formas de conocimiento y todos los problemas
en que su solución puede servir para determinar el valor objetivo que se plantean respecto de él. No prejuzga ninguna solución,
de los conceptos. Entra pues en el problema de los universales, sino que presupone solamente los «datos del problema» estricta-
que es a su vez un caso particular de la crítica del conocimiento mente indispensables.
intelectual. Claro que, en cuanto se entra en materia, no es posible perma-
4.° El problema del conocimiento no consiste en buscar cómo necer mucho tiempo en este nivel de generalidad, pues nos conde-
son posibles las ciencias y si la metafísica es posible como ciencia. naríamos a decir sólo generalidades. No obstante, tal vez es útil,
Es un problema kantiano. Kant misione que la metafísica no ha antes de entrar en la complicación de los problemas especiales,
encontrado todavía «el camino seguro de una riendas _que no haber hallado la dirección de la búsqueda.
existe atlu como_ciencia. Supone, además, que no hay más que un
tipo de conocimiento científico, y que reflexionando sobre las cien-
cias matemáticas y físicas se hallarán las condiciones de una meta- 4. La noción de crítica.

física científica. Evidentemente, la primera parte de la fórmula es
valedera, pues el éxito de las ciencias es un hecho asombroso que No existe nombre apropiado para designar el estudio del pro-
exige explicación. Pero como las ciencias no son otra cosa, en el blema del conocimiento. Ninguno de los que se han propuesto es
fondo, que un conjunto de juicios verdaderos, el problema plantea- enteramente satisfactorio, ni admitido por todo el mundo.
do por su existencia es resuelto por la crítica del conocimiento in- El término «criteriología» ha sido mucho tiempo clásico. Pero
telectual, y si es necesario por la del conocimiento sensible. tiene el inconveniente de ser estrecho, pues sólo designa el estudio
5.° El problema crítico no consiste tampoco en buscar cómo de los criterios de la verdad, que sólo es un problema particular.
son posibles los juicios sintéticos a priori, o lo que es lo mismo, «Epistemología» podría convenir. El término está tomado en
en determinar la esfera del conocimiento posible por la razón un sentido muy general por los filósofos de lengua inglesa. Estamos
pura. Este problema es típicamente kantiano y debemos remitirlo dispuestos a aceptarlo en este sentido, y lo emplearemos cuando
a su inventor. Pues supone que hay en las ciencias juicios sintéticos llegue la ocasión. Pero en Francia, ordinariamente se le da su sen-
a priori, y que la metafísica por definición debe desarrollarse sin tido etimológico: estudio de la ciencia. Se hace entonces demasia-
recurrir a la experiencia. Pero, ¿hay juicios sintéticos a priori? do estrecho, pues el conocimiento científico no es el único modo
Nada es menos seguro; en todo caso, es un problema previo al pro- de conocimiento.
blema kantiano. ¿Y la metafísica? ¿Es obra de la razón pura? «Gnoseología» sería excelente, pero solamente lo ha empleado
Esta concepción racionalista, que Kant ha heredado de Wolf, es el filósofo italiano Zamboni, y no está corrientemente aceptado.
muy frágil; por lo menos, debe ser examinada. De este modo, el Además, también podríamos llamarlo, por analogía con la lógica
problema retrocede, por así decir. Y de todas maneras la fórmula y la ética, la «gnóstica». Pero el término no se utiliza.
de Kant es estrecha, pues si hay otros conocimientos además de los No vemos ningún inconveniente en adoptar el nombre de críti-
conocimientos «puros», como todo el mundo admite, y Kant tam- ca. En el sentido etimológico, criticar es escoger, elegir, por lo tanto
bién, estos conocimientos deben ser criticados. juzgar, juzgar el valor de una cosa en función de una regla o un
¿Qué fórmula hemos de proponer, a fin de cuentas? No vemos ideal. En este sentido se habla de crítica literaria, de crítica musi-
otra mejor que ésta: cuál es el valor del conocimiento humano, o cal, etc. En el campo filosófico, hay dos especies de crítica: una

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Epistemología general
Introducción
crítica de los actos humanos, o digamos del obrar, en relación con
que hay que criticar. Y el análisis genético de las ideas es necesario
el bien del hombre tal como lo define la razón; es la ética, y una
para dar un juicio de valor acerca de ellas. Pero el análisis psico-
crítica de los conocimientos humanos, o digamos del conocer, en
lógico no puede bastar, y hablando estrictamente no es el método
relación con lo verdadero.
de la crítica. En este punto Kant tiene razón contra Locke. Una
Ciertamente, el término tiene un característico sabor kantiano,
«fisiología del entendimiento», como él la llama, tal como Locke
pues ha sido introducido por Kant en el lenguaje corriente de la
la ha practicado, no puede dar respuesta a la cuestión crítica pues
fiolosofía con el título célebere: Crítica de la razón pura. Pero lo
ésta no es una cuestión de hecho, sino una cuestión de derecho. No
característico de Kant no es emprender una crítica, sino emprender
una crítica de la razón pura. Hay más que un matiz, hay un abismo se pregunta, por ejemplo, si tenemos certezas, o si pensamos por
conceptos abstractos; se busca en qué casos las certezas que tene-
entre una crítica de la razón pura y una crítica del conocimiento.
mos son legítimas, o lo que pueden representar los conceptos. Para
La primera lleva necesariamente al idealismo, porque de él par-
decidir una cuestión de derecho, los hechos no bastan, debe entrar
te. La segunda nada prejuzga. Esto es lo que aparecerá con claridad
en juego la razón.
al precisar el método y el punto de partida de la crítica.
3.° Pero de ello no se sigue que el método crítico sea el análi-
sis trascendental de Kant, o el análisis reflexivo de Lachelier y
5. El método crítico. Brunschvicg que sólo difiere por su nombre. Pues este método está
tan bien adaptado al problema kantiano que no puede transportarse
a otro contexto. Consiste en buscar en la razón pura las fuentes de
Una vez definido el problema, de él se desprende por sí misma
los juicios sintéticos a priori que constituyen la ciencia. Así pues,
la naturaleza del método. Empecemos por apanar los métodos que
si no se acepta la fórmula kantiana del problema crítico, tampoco
no pueden convenir.
puede aceptarse el método kantiano. La crítica exige un análisis de
1.° No puede ser la duda. El método cartesiano es inadmisible las funciones de conocimiento y del sujeto cognoscente, y no sólo un
por muchas razones. Primero, porque el papel de la duda metódica
análisis psicológico que se quede al nivel de los fenómenos, sino
consiste en descubrir una primera verdad; ahora bien, ahí hay,
un análisis lógico o racional. Pero no se puede, sin un grave equí-
como hemos visto, un falso problema. Después, porgtse i sateméto- voco, llamarlo trascendental. Además, buscar sólo en el espíritu
do viene a admitir el escepticismo„ al menos provisionalmente y la explicación del conocimiento, es presuponer el idealismo, es
con la intención de rebasarlo. Pero el escepticismo no es admisible admitir sin crítica que el objeto conocido está íntegramente cons-
bajo ninguna razón: los argumentos que emplea no tienen valor, truido por la actividad del sujeto. Si el conocimiento resulta de la
lo que equivale a decir que es arbitrario; y como actitud del espíritu, unión entre un sujeto y un objeto existente en sí, la explicación del
es una especie de muerte espiritual. Por último, si se admiten. conocimiento exige un análisis de los dos términos en cuestión.
aunque sólo sea un instante, sus argumentos, ya no se puede ir a fin de mostrar cómo es posible relacionarlos.
más allá, se está definitivamente prisionero.
Aparece entonces, a fin de cuentas, que el método crítico no es
2.° El método crítico no se reduce al análisis psicológico. simple. Podríamos sin duda definirlo con una palabra: reflexión o
sobre todo si por él se entiende un análisis genético de las ideas. análisis, pues es efectivamente una reflexión sobre el conocimiento,
procediendo por observación interna, y prohibiéndose rebasar el un análisis del conocimiento. Pero estos términos son tan amplios
plano de los fenómenos o hechos de conciencia. La introspección
que dejan escapar el carácter específico de la reflexión y el análisis
es sin duda indispensable para proporcionar a la crítica su objeto, críticos. La crítica exige una descripción de los conocimientos,
para describir el conocimiento y los conocimientos, pues esto es lo que, si se quiere, depende de la psicología, pero que tal vez seria
16 17
Verneaux, Epistemología 2
Epistemología general Introducción

mejor designada como una «fenomenología del conocimiento». Re- sentido. Para que surja un problema, hay que plantearlo, y plantear
quiere después una valoración de nuestros conocimientos, que no un problema es definir lo que se busca, indicar la incógnita por-
intenta en modo alguno ponerlos en duda, pero que sólo acepta relación con unos elementos conocidoü Así, una ciencia, un estudio,
como absolutamente ciertos los que son evidentes. Queda por últi- una investigación cualquiera tienen necesariamente ciertas condi-
mo por explicar la evidencia. No es posible demostrarla; sería una ciones que las hacen posibles. ¿Cuáles son las condiciones de la
empresa absurda, pues la evidencia se basta y es la garantía supre- crítica? La sinceridad exige simplemente que las saquemos a la luz.
ma del conocimiento. Pero podemos dar razón de ella, o, como se La crítica tiene primeramente condiciones formales. Supone en
dice, «fundamentarla». Basta para ello tomarla como un hecho y primer lugar la lógica como instrumento de todo el pensamiento
remontamos a sus principios tanto objetivos como subjetivos. coherente y de todo progreso del espíritu. Kant ha visto muy bien
Tal es el esquema general y teórico del método crítico. En la este punto, y su crítica no pone en cuestión la lógica formal, ni el
aplicación es mucho menos claro. Podría tenerse el momento des- principio de contradicción sobre el que se funda. Por lo demás,
criptivo como preliminar y remitirlo a la psicología. Igualmente Descartes mismo niega haber llevado la duda hasta los principios
puede creerse que la explicación del conocimiento pertenece a la primeros.
psicología racional. Poco importa; la repartición de las materias Más profundamente, la crítica supone la inteligencia, o la razón,
en tratados distintos, está, a nuestro juicio, desprovista de interés. o el buen sentido, poco importa su nombre, como facultad innata de
Si se es partidario de ella estamos dispuestos a admitir que lo distinguir lo verdadero de lo falso. Y supone a la vez una idea
esencial de la crítica se reduce a realizar la unión entre la psicolo- de la verdad en relación con la cual podrá juzgarse el valor de los
gía y la ontología, pues precisamente de esto depende el valor del conocimientos.
conocimiento. Estas condiciones se resumen en cierto dogmatismo, opuesto al
escepticismo absoluto. Y este dogmatismo no debe despertar es-
crúpulos ni crear dificultades, pues el escepticismo haría imposibles
6. Los presupuestos de la crítica. todo pensamiento en general y la crítica en particular.
Además de estas condiciones formales, la crítica tiene condicio-
Parece a primera vista que el problema del conocimiento es nes que por simetría llamaremos materiales. Como todo estudio, la
un problema absoluto, pues desde que se plantea, se pone en cues- crítica supone un objeto. Así, pues, se lo da, y no puede obrar de
tión todo lo que se creía saber. O,' en otros términos, parece que la otro modo bajo pena de ser una búsqueda sin objeto, lo que sería
crítica no debe admitir ningún presupuesto bajo pena de ser infiel absurdo. ¿Cuál es este objeto? El conocimiento, evidentemente;
a su intención, pues lo que supusiera no sería criticado. Este ideal ello resulta de la idea misma de crítica (del conocimiento). La re-
de radicalismo filosófico es de origen cartesiano, ya que Descartes flexión sólo es posible si hay actos directos de conocimiento, y es
establecía su duda metódica precisamente para deshacerse de todo ella misma un modo de conocimiento. Pretender reflexionar antes
prejuicio. Pero, ¿es esto posible? ¿Consiste en esto la sinceridad de conocer, dice Hegel, quien por una vez da prueba de buen sen-
que exige la crítica? tido, «es tan absurdo como la prudente precaución de este escolás-
A nuestro entender, esta concepción de la sinceridad crítica es tico que quería aprender a nadar antes de arriesgarse a entrar en
inconsistente, para no decir absurda. No hay ni puede haber pro- el aguas.
blema absoluto: es una noción intrínsecamente contradictoria. En Éste es, pues, el punto de partida de la crítica: los actos de co-
efecto, un problema tiene necesariamente datos, sino se desvanece. nocimiento. Insistamos un instante en esta idea, pues la mayoría
Un signo de interrogación en una hoja blanca no tiene ningún de los errores proceden de un punto de partida equivocado.

I8 19
Epistemología general Introducción

No puede ser el cogito, es decir, el pensamiento puro, vacío de en el espíritu del hombre, y por consiguiente también en el espíritu
todo objeto por obra de la duda. Pues reducir todo conocimiento del filósofo. Porque ejercemos nuestras facultades espontáneamente,
a la conciencia que el pensamiento tiene de sí mismo, es haberse y confiamos en las enseñanzas que nos dan. La actitud crítica no
pronunciado muy profundamente en la critica, y haber entrado en es, pues, primitiva. Si no nos equivocásemos nunca, el filósofo sin
ella por una puerta equivocada: la del escepticismo. No hay duda tendría que preguntarse sobre la naturaleza y condiciones de
pensamiento sin objeto, y suprimir todo objeto, es suprimir el pen- la verdad, pero el hombre no tendría ninguna razón para reflexio-
samiento y la conciencia misma. nar sobre el conocimiento. Mientras que el choque contra el error lo
No es tampoco una ciencia determinada, tomada como tipo obliga a la reflexión: ¿cómo distinguir lo verdadero de lo falso,
único de conocimiento verdadero, evidente. No será ni las mate- lo objetivo de lo subjetivo, lo dado de lo construido? ¿Qué es lo
máticas (Descartes), ni la física de Newton (Kant), ni la ciencia que conocemos?
positiva (Renouvier), ni la física matemática (Brunschvicg). Pues El error desencadena también una especie de vértigo intelectual,
es arbitrario elegir como tipo una ciencia por encima de las demás. pues lo que lo caracteriza es que es inconsciente en el momento
La crítica así empezada es no sólo parcial sino también partidista en que se produce: se cree verdadero lo que después se comprue-
y falseada desde el origen. Además una ciencia reposa sobre actos• ba que es falso. Así, pues, si lo que he creído verdadero ayer hoy
elementales de conocimiento, la sensación, la abstracción, el juicio, me parece falso, ¿qué me garantiza que lo que hoy me parece ver-
la inducción y la deducción, y su valor depende del de éstos. dadero no me parecerá falso mañana? El escepticismo apunta en
Tengamos pues por firme que el punto de partida de la crítica el horizonte, y también Descartes con su extraña hipótesis del
es el conocimiento. Por analogía con el cogito cartesiano y para genio maligno. Se necesita una reflexión más atenta para darse
señalar bien la diferencia, podría llamarse cognosco. Cogito se des- cuenta de que el error no es una razón para ponerlo todo en duda,
arrolla en ego cogito ~atienes, yo pienso pensamientos. Cognos- que por el contrario es una razón para no ponerlo todo en
co se desarrolla en ego cognosco aliquid, yo conozco algo. O tam- duda. Y de este modo, suscitados por el error proliferan, por así
bién podría decirse que el punto de partida de la crítica es el decirlo, los interrogantes y se desarrolla toda la crítica.
fenómeno. No hay en ello una posición fenomenista como podría Se desarrolla también necesariamente partiendo de la verdad,
creerse, pues en el sentido propio de la palabra un fenómeno es pero entonces en un plano puramente filosófico. Los dos sabios
una cosa que aparece a un sujeto, lo que es exactamente el co- que han fundado la física contemporánea, Einstein y L. de Broglie,
nocimiento. han dicho casi en las mismas palabras: allo nos asombramos lo
suficiente de que la ciencia tenga éxito.» Esta observación es inte-
resante porque pide una aclaración.
7. Necesidad de la crítica. Primero debe generalizarse la idea: toda especie de juicio ver-
dadero es bastante asombroso, cuando reflexionamos sobre él.
Ahora debe quedar claro que el problema del conocimiento no ¿Sobre qué se funda, cómo sabemos que es verdadero, en qué con-
es un problema falso si se plantea correctamente, es decir, con toda siste su verdad?
su generalidad y con entera sinceridad. Lo que equivale a decir que Pero por otra parte, el hecho de la verdad sólo causa asombro
la crítica es posible. Pero, ¿es necesaria? si se_ reflexiona acerca de él. Pues la verdad es normal para el hom-
Lo es por una doble razón. La exige tanto el error como la bre, como la salud, es evidente y no necesita crítica. Reflexionar
verdad. sobre la actividad normal de las funciones de conocimiento es una
El hecho del error suscita inevitablemente el problema crítico actitud especulativa, desinteresada y, para decirlo todo, filosófica.

20 21
Epistemología general Introducción

De modo que nuestros sabios pretenden que todo hombre sea físico supone que hay una metafísica; de otro modo no tendría
filósofo, lo cual es pedir demasiado. objeto. Por ello en Kant la imposibilidad de la metafísica está
Por último, ¿es cierto que los filósofos no se asombran sufi- implicada en el modo que plantea el problema. Si no hay metafísi-
cientemente de que sea posible la ciencia? De ningún modo. Todos ca como ciencia, por más que examinemos cuanto queramos las
los grandes filósofos, desde Platón, se han asombrado del hecho, demás ciencias, no hallaremos jamás la posibilidad de ésta y sólo
se han hecho preguntas a su respecto; en una palabra, han elabo- podremos concluir su imposibilidad.
rado una epistemología. Al fin y al cabo la función propia del filó- Así, pues, la crítica, ¿es a la vez anterior y posterior a la meta-
sofo es intentar comprender todo lo que existe. He aquí porque física? Sí, y no hay en ello una contradicción ni un círculo vicioso,
es necesaria la crítica: el filósofo negaría su vocación si se abstu- es una reciprocidad como se encuentran a menudo. Digamos que la
viese de ella. Pero esta necesidad es evidentemente hipotética, y no crítica es interior a la metafísica, que es la metafísica misma que
absoluta, pues nadie está obligado a ser filósofo. se pone en cuestión y reflexiona sobre sus fuentes. Este no puede
ser su primer paso, pero poco importa que sea el segundo o el
último: desde el punto de vista crítico, la metafísica no estará fun-
8. Crítica y metafísica. damentada hasta que sea criticada. En otros términos, la crítica es
lógicamente anterior a la metafísica cuando se sitúa en el punto
Para terminar con estos preliminares, sólo nos queda precisar de vista crítico, pero el punto de vista crítico es posterior al pun-
las relaciones de la crítica con la metafísica. Dos cuestiones se pre- to de vista metafísico.
sentan: la de su prioridad y la de su especificidad. Pero, decir que la crítica es interior a la metafísica, ¿no es ne-
¿Es anterior la crítica a la metafísica? Nada se opone a que el garle toda especificidad?
primer paso de la filosofía sea una reflexión crítica sobre los La distinción entre las dos disciplinas sería neta si se pudiese
modos infrafilosóficos de conocer: conocimiento empírico y cono- decir que el objeto de la metafísica es el ser en cuanto ser, mientras
cimiento científico. Importa en efecto mostrar que estos modos de que el objeto de la crítica es el conocimiento del ser. La crítica ten-
conocimiento no son enteramente satisfactorios y que el espíritu dría entonces un objeto formal propio, y por consiguiente estaría
exige un conocimiento más profundo de lo real. Es lo que hace constituida como disciplina autónoma. Ahora bien, nos parece que
Aristóteles, muy sumariamente, en el primer capítulo de la Meta- el primer punto es verdadero, pero que el segundo no.
física. Pero la cuestión no es ésta. Consiste en saber si una crítica Es cierto que la metafísica tiene por objeto el ser, y la crítica,
del conocimiento en general, o de la inteligencia, de la razón, es el conocimiento. Pero el conocimiento es también un ser, pues todo
previa a la metafísica. es ser, de modo que por ello forma parte del objeto de la meta-
Es la tesis de Descartes, para quien la reflexión de la inteligen- física. ¿No podría estudiarse el conocimiento como conocimiento
cia sobre sí misma es el primer paso de la filosofía. Es también la y dejar a un lado, al menos provisionalmente, el conocimiento en
tesis de Kant, para quien la crítica de la razón pura es el prefacio cuanto ser? No, no es posible, porque conocer es un cierto modo
obligado de la metafísica. Evidentemente, debe entenderse como de ser. Prescindir del ser del conocimiento, sería prescindir del
una prioridad lógica, no una prioridad cronológica. conocimiento mismo, y privar con ello a la crítica de su objeto.
La idea parece justa, pues la crítica discute la posibilidad de la Pero hay una diferencia entre la crítica y la metafísica: la meta-
metafísica. Por tanto ésta no estará fundamentada hasta después física da juicios de realidad como todas las ciencias, mientras que
del examen de las funciones de conocimiento que utiliza. Pero la la crítica da juicios de valor. como la moral. Como aquí se trata no
idea contraria no es menos justa. La crítica del conocimiento meta- de actos de voluntad por los que el hombre tiende a su fin último,

22 23
Epistemología general Introducción

sino de actos de conocimiento por los que la metafísica se cons- s.n. designa la Suma theologica; se indican la parte, la cues-
tituye en ciencia del ser, esta búsqueda es obra de la metafísica tión y el artículo; por ej., S.Th. 1, 17, 2.
misma. Es una de las direcciones de la metafísica, a saber, su mo- C.G. designa el Contra Gentes; se indican la parte y el capítulo:
vimiento reflexivo, su movimiento de autocrítica. por ej., C.G. Hl, 52.
Hablar del ser y de sus propiedades, de sus leyes, de sus for- De Anima designa el Comentario sobre el «Tratado del alma»
mas, no es lo mismo que hablar del modo cómo podemos cono- de Aristóteles; se indican la parte y la lección, después el número
cerlas. Esto es bastante evidente y no cederemos fácilmente en del párrafo según la edición Cathala; por ej., De Anima 11, 6,
ello. El primer movimiento es directo, a él le conviene el nombre n.° 304.
de metafísica, si tomamos al pie de la letra la definición de Aris- Meta, designa el Comentario sobre la «Metafísica» de Aristó-
tóteles; el segundo es reflejo, es el que nos tomamos la libertad de teles; las mismas indicaciones que para De Anima.
llamar crítica. Pero una reflexión sobre el conocimiento del ser
sólo puede hacerla la inteligencia que conoce el ser. Por ello man-
tenemos la especificidad de la crítica aunque la declaremos anterior
a la metafísica.
Obligar a la metafísica tomista a reflexionar sobre sus fuentes
y a criticarlas, obligarla a explicitar más completamente y a pro-
fundizar su epistemología, nos parece ser todo el beneficio que
puede obtener de su contacto con los filósofos modernos. Ni más
ni menos. En cierto sentido, es muy poco, pues ello nada añade al
cuerpo de verdades que ya poseía. Pero es un progreso conside-
rable, pues le procura una conciencia de sí misma más clara.
Nuestra exposición comprenderá tres partes. La primera será
principalmente polémica, la segunda descriptiva y la tercera dog-
mática. Pero sólo se trata de intenciones generales, pues no es
posible separar completamente los tres puntos de vista.
Como ya hemos indicado las principales obras de los maestros
actuales de la escuela tomista, no volveremos sobre ello. Si quiere
estudiarse un punto particular en ellas, no hay más que consultar
sus índices. Los trabajos especiales se indicarán en su lugar.
Para aligerar las referencias a las obras de santo Tomás, hemos
adoptado las abreviaciones siguientes:
Sent. designa el Comentario sobre las «Sentencias»; se indica
delante el libro, y después la distinción, la cuestión y el artículo:
por ejemplo, I Sent. 19, 5, I.
Ver. designa el opúsculo De Veritate, que figura entre las Cues-
tiones discutidas; se indican después la cuestión y el artículo; por
ejemplo, Ver. 1, 9.

24 25
PARTE PRIMERA

LAS CORRIENTES PRINCIPALES


DE LA EPISTEMOLOGÍA
No es posible clasificar todas las posiciones que se han tomado
en el curso de la historia sobre el problema del conocimiento. Se
comprende, pues, que aquí sólo hablemos de las principales. Las
reducimos a cinco. Aunque las fronteras que las separan no estén
claramente señaladas, no obstante, al menos a título de tendencias
o de corrientes, son bastante distintas y pueden presentarse en un
orden lógico.
La primera cuestión ue debe re ca es sas
espíritu humano es....c321“ca,~1Rall, o lo que es lo
mismo, si tiene certezas legítimas. Si se desespera de alcanzar la
verdad en algún dominio, se es escéptico/El escepticismo consiste
precisamente en suspender tu juicio sobre todas las cosas. La po-
sición contraria es el dognano: consiste en soslener—QULPede-
mos coneocer.10—xerdad—y_cmcio consegr. uimos en algunos.casos.
Si nos decidimos por el escepticismo todo está solucionado: la
crítica se detiene, así como toda filosofía e incluso todo pensamien-
to. Si no, se plantean otras dos cuestiones.
La primera es la siguierge:__¿porciuémtEr qué facultad
conocemos la verdad? Por la experiencia, responde el empirismo.
Es la única fuente de nuestros.conocapies n . Por la razón res-
Poaciedracito,Sde captar verdades
necesarias y universales.
Ln_seginzda:ctiestión„concieme al objetosonocidd—ifeue--=-1Q--
que podernos conocer, qué especies4e,_cosas imsotsccesibles?
El ideal-Me pretende queskespíritu . est± cepitdp„ enceradoja

29
Epistemología general

mismo y que sólo puede ,conocer sus propias ideas._ El realismo


—sosíiene qúé'pódemos conocer lo real, es decir, el ser que existe en
sí fuera denuestro espíritu.
,

Puede preverse desde ahora la tesis que sostendremos: el hom-


bre es capaz de conocer con certeza, por la experiencazól
conjuntamente, el ser real. Estlip25ición rechaza el escepticismo;
es pues dogmática. Rechaza a la vez el empirismo y el racionalismo,
por cuanto excluyen, el primero, la razón y, el segundo, la expe-
riencia. Por último, rechaza el idealismo: es pues realista.
La única dificultad es que no hay un término adecuado, sufi-
cientemente amplio y preciso a la vez para designarla. No hay duda
de que es una dificultad muy pequeña, y que solamente interesa
desde el punto de vista escolar en el que toda doctrina debe tener
su título. Por tanto, acippremos el nombre de realismo, aunque
pulicarse a teorías muy diversas y deje escápárel carácter
esplcífico de la doctrina tomista.
Epistemología

mismo y que sólo puede conocer sus lismo


sostiene qué—ptaetis conocer lo real, existe en
si fuera de nuestro. espíritu.
Puede preverse desde ahora la tesis
bre es capaz de conocer con certeza, ón
conjuntamente, el ser real. Esta posici pticismo;
es pues dogmática. Rechaza a la vez el em 'onalismo,
por cuanto excluyen, el primero, la razón y. la expe- CAPITULO PRIMERO
riencia. Por último, rechaza el idealismo: pa
La única dificultad es que no hay un t Mutado, sufi- EL ESCEPTICISMO
cientemente amplio y preciso a la vez para des , No hay duda
de que es una dificultad muy pequeña, y que ditinente interesa
desde el punto de vista escolar en el que toda:4001dadebe tener El escepticismo es jotacgstante,„
nc para el_ espíritu
su título. Por tanto, adoptaremos el nombre Mateo, aunque humano desde que reflexioa,y,,abaridona el terreno finnt_de las
puede _aplicarse a teorías muy diversas Liletstitl ácter certezas de_senddo.comno. Es una manifestación de la inquietud
específico de la doctrina tomista. congénita del hombre y de su perpetua insatisfacción. Pero como
que lleva la inquietud al límite y la erige en una especie de abso-
luto, conduce a una desesperación intelectual'.

1. Iza escuelas.

Si echamos una ojeada sobre la historia de la filosofía occiden-


tal, vemos como una oscilación continua entre el dogmatismo y el
escepticismo. Cada gran esfuerzo de pensamiento dogmático está
seguido por una crisis de desánimo y de desesperación.
Los primeros filósofos griegos, Tales, Heráclito, Parménides,
Demócrito se lanzan a diversas tentativas para explicar la Natura-
leza. Pero muy pronto llegan los sofistas, Protágoras, Gorgias, que
hacen tabla rasa de un siglo de trabajo. Sócrates salva la filosofía.
Platón y Aristóteles construyen los sistemas más poderosos que el
espíritu humano haya producido nunca. Pero aún no ha desapare-
cido Aristóteles, y ya surge Pirrón, que da su nombre a una escuela
que recomienda láskida_pomo única sabiduría. Durante toda la
edad media, los grandes doctores cristianos, guiados por la fe, pro-
Cf. Raye, Purrnpfoi et romment s'oecuper dor stepticitme, «Revue de pille-
sophie. 1925.

30 31
Epistemología general El escepticismo

longan y perfeccionan la filosofía antigua. Pero en el amanecer de apatía, ésta era la sabiduría de Pirrón. Su fin era, pues, «despojar al
los tiempos modernos Montaigne resucita el escepticismo griego y hombre», exuere honrinem, es decir, despojarse de su humanidad.
presenta la duda como una «blanda almohada» donde debe repo- su esfuerzo era una ascesis cuyo límite es la extinción del pensa-
sar toda cabeza bien constituida. En la época moderna, el movi- miento e incluso de la conciencia. Este ideal no deja de presentar
miento de péndulo se acelera. Descartes vuelve a lanzar el pen- analogía con el nirvana de los budistas, y tal vez en el fondo de
samiento metafísico. Pero Hume disuelve el cartesianismo por una sí mismo esté unido a una religión panteísta cuya indiferencia
crítica corrosiva y se establece en el escepticismo. Lo mismo ocurre es sólo su manifestación exterior.
con Kant: él da a la filosofía un nuevo punto de partida, pero muy Pirrón es el héroe y el santo de la escuela. Después de él se
pronto el escepticismo reaparece bajo_la forma deLpositivisalo. Lo convierte el escepticismo en una dialéctica puramente intelectual,
mismo ocurre, por último, con Hegel, el más audaz, el más dog- dirigida principalmente contra el dogmatismo de los estoicos.
mático de los filósofos modernos. La disolución del hegelianismo La Academia Nueva, cuyos jefes fueron sucesivamente Arce-
se está realizando ante nuestros ojos: es la filosofía del absurdo, silao y Carneades, profesa el probabilismo. Ninguna representación
forma contemporánea del escepticismo eterno. es evidente; nunca estamos seguros de estar en_posesión de la
Si fuese necesario dar una definición que conviniese a todas las yesal d. Pero algunas re resemaciones son verosímiles
formas deescepticismo que presenta la historia, arriesgaríamos ésta: y bastan ra la vida.
el movinriento de disolución de un dogmatismo. Se comprende, por El escepticismo c ásico, cuyo maestro es Enesidemo, es un feno-
tanto, que haya diferentes formas y diferentes grados de escepti- menismo. El escéptico consiente en creer en las apariencias en
cismo. El escepticismo adopta diversas formas según el dogmatis- tanto que son inmediatamente presentes a la conciencia y se le
mo al que se opone: deshacer la filosofía de los primeros físicos, imponen. Hace objeto de duda todo lo demás y se abstiene de
como hicieron los sofistas, no produce el mismo resultado que emitir ningún juicio sobre la realidad de las cosas o sobre lo que
deshacer el sistema de Hegel, como hacen los existencialistas. Y del son en sí mismas. «Tengo frío — dice aproximadamente—; de
mismo modo el escepticismo puede tener infinidad de grados, pues esto no puedo dudar. Pe — rer7r
; .ace frío? No hay medio de saberlo,»
el movimiento de disolución puede ir más o menos lejos: se de- No impide que, sobre esta base tan pequeña, Enesidemo restituya,
tiene en general antes del aniquilamiento completo, de suerte que con gran asombro de los historiadores, una metafísica emparenta-
en los filósofos escépticos aún se halla cierto dogmatismo. da con la de Heráclito.
Pero, una vez dicho esto, si se quiere conocer el escepticismo, La última etapa del escepticismo griego es el empirismo. Es el
hay que volver siempre a los escépticos griegos, pues nadie los ha que encontramos en Sexto Empírico, y es el tararon° lógico del
superado, y todos los demás dependen de ellos 2. El escepticismo erion Pues si se admiten los fenómenos, nada impide
t211~.
griego presenta cuatro formas rinci áe observarlos. Y si los observamos, se advierten algunas relaciones
La forma extrema, heroica, se encuentra en Pirrón. Él solo, en constantes, unas sucesiones regulares, que permiten preverlos y
la medida que sabemos, pues nada escribió, intentó vivir un escep- actuar sobre ellos. Así nace una ciencia positiva o más bien , posi-
ticismo absoluto. Su divisa era «no más» o «no más bien», en el tivista. i Hume ni Conste han inventado nada realmente nuevo)
sentido de «no más sí que no, no más bien esto que lo otro». No
creer nada, abstenerse de juzgar, desconfiar incluso de las impre-
siones sensibles, vivir en una completa indiferencia, ataraxia o

2. Cf. IIRocumtn, Les Sreptiques grecs, y ROBIN, Pyrrhon.

32 33
\'en eaus. Epis I< 3
Epistemología general El escepticismo

probar la imposibilidad de alcanzar la verdad, lo que sería una


2. Los argumentos escépticos. posición dogmática, y por otra parte contradictoria. No pretende
que sus argumentos son verdaderos, se sirve de ellos sólo para
Los escépticos no están faltos de argumentos, tienen, por el mostrar, situándose en el terreno dogmático, que no se puede afir-
contrario, un gran número de ellos, que desarrollan con una inge- mar nada. Los tropos, dice Sexto Empírico que era médico, libe:
niosidad y una sutilidad sin igual. EntSkpist los 1a_cassi difi o en jun al espíritu como un purgante libera al intestino evacuándose a
diez
____ws».
a Los principales son los siguientes: si mismo. La conclusión no es pues «yo no sé nada», sino más
1.° Las contradicciones de los filósofos, y más ampliamente. bien «yo me abstengo (de juzgar), examino, busco», o, mejor aún,
la diversidad de las opiniones humanas. Los hombres no están de «¿qué es lo que sé?», fórmula de la que hizo su divisa Montaigne.
ie~
acuerdo sobre nada. ¿Quién tier ? ecidirlp, pues
si diésemos nuestra opinión, no haríamos más que añadir un ele-
mento más a la discordia. Es el argumento más simple y que causa 3. Examen de los argumentos escépticos.
más efecto. Lo encontramos en todas las épocas de la historia e
incluso en Kn t. Como siempre las objeciones son fáciles, brutales, impresionan-
—2".cLos errores, y muy especialmente los errores de los senti- tes, mientras que las respuestas son complejas, llenas de matices,
rnli
dos, los sue os s alucinaciones, la embriaguez, la locura. ¿Cómo delicadas. Pero a bulto, es bastante claro que los argumentos dados
uerárt
se t os d ue no estamos siempre equivocados? Es imposible, por los escépticos no tienen el valor que les atribuyen.
pues lo que nos parece verdadero no lo es necesariamente, y el 1.° La contradicción de las opiniones es un hecho innegable,
error se nos impone con la misma fuerza que la verdad. Es el argu- ¿Qué podemo&deducir de él? Nada. Así, pues, tenemos al menos un
mento favorito de Descartes. punto sobre el que no hay contradicción, y esto basta para que el
3Y lea relatividad del conocimiento es el argumento más pro- argumento se hunda. Además, algunas contradicciones pueden pro-
fundo. Puede adoptar dos formas. Primero, cada cosa q§Sy,a, venir de la complejidad de las cosas, de tal modo que las dos partes
a todas las demás, pues nada en el universo está aislado, separado tengan razón. Por otra parte, si examinamos las opiniones de los
del conjunto. F&Lnposible, pues, conocer una cosa sin conocer hombres, veremos que están de acuerdo sobre los hechos y los prin-
todas las demás. Pero nadie pretende saberlo todo. Por 0Iinarte, cipios; cuando divergen, es en la interpretación de los hechos y en
el objeto conocido ees relativo a un sujeto, que es siempre un indi- la aplicación de los principios. Por último, en lo que se refiere espe-
viduo cle una constitución determinada, de una edad determinada, cialmente a las contradicciones de los filósofos, es mantenerse en
en una determinado estado Te salud y una determinada situación. un nivel de observación muy exterior y superficial el ver solamente
Es, pues, imposible saber lo que es la cosa en sí misma, indepen- la oposición de los sistemas. Subyacentes a la diversidad, ha un
gleptemente de su relación con nosotros.
-r-7
— ~-4
Ppqueño número de principios en los que comulgan todos los filó-
4.°C____
a tillelEt es un argumento de pura lógica. Si una propo- Vos desde el momento que filosofan, y que, siguiendo a Leibniz,
lición no está demostrad!, np hay ninguna razón pira admitirla. Podernos llamarlos una philosophia perennis. La unidad es tan real
Si se la demuestra será por medio de un r o. Pero si no se y tan evidente como la diversidad.
demuestra el principio se comete una «petición de principio»; y si 2.° El argumento del error se vuelve contra el escéptico. De un
se intenta demostrar será por medio de otropL ici io, y ay sucesi-
irp modo general, primero, para que el argumento sea válido, es pre-
vamente hasta_el infinito ciso que el error sea un hecho, es decir, que sea real y percibido.
Por estos argumentos convergentes, el escéptico no pretende Pero decir que es real, es decir que es verdad. que nos ecujyca-

34 35
Epistemología general El escepticismo

mos. Por consiguiente, si es verdad que nos equivocamos a te es cierta si ha sido demostrada. Lo cual es absurdo, por-
menudo, no es posible
nsp que rio flnos siem re . Y, Per toda demostración se apoya necesariarnente
r—scWincipios
otra parte, el error sólo puede conocerse en relación con la verdad, ostra es. Estos principios son a veces postulados y entonces
aparece solamente sobre un fondo de verdad, por oposición con las proposiciones que se deducen de ellos son condicionales.
los juicios verdaderos y conocidos como tales. i estuvrésemirs algunos principios son evidentes. Ello significa que no nece-
constantemente en el error, no tendríamos la noci nC e e ror.f¿r demostración porque su verdad aparece al espíritu desde el
consiguiente, la posibilidad de un error universal queda excluida ento en que comprendemos sus términos.
desde el momento mismo en que nos damos cuenta de que nos En conjunto, los argumentos escépticos no tienen otro papel
hemos equivocado. Que aportar una apariencia de justificación a una posición que se
Esta argumentación vale en particular para el sueño y la alu- tomado independientemente de ellos, es decir, arbitrariamente.
cinación. Si soñásemos siempre, no tendríamos la noción de sueño,
y si no distinguiéramos el sueño de la vigilia, no se plantearía la
cuestión de saber si la vigilia es un sueño. 4. Discusión del escepticismo.
En cuanto a los errores de los sentidos, hay que negar pura y
simplemente su existencia. El error sólo existe en los juicios que Examinaremos primero el escepticismo en la pureza de su esen-
rebasan los objetos propios de los sentidos v sus datos inmediatos. cia, como indiferencia total o duda universal. Diremos después
3.° La relatividad es indiscutible en los dos sentidos indicados. algunas palabras sobre sus principales formas históricas.
Pero en cuanto al primero hay que observar lo siguiente. El argu- Pascal escribe: «Sostengo que nunca ha habido un pirroniano
mento valdría si cada cosa fuese una pura relación con las demás, efectivo perfecto» (fr. 434). La historia le da la razón. Pirrón mismo
si se redujera a un cruce de relaciones. No vale, si una cosa tiene no consiguió establecerse de un modo permanente en la indiferen-
ims_pw.02.3,
s pues entonces ésta puede conocerse sin las otras. cia. En estas condiciones, ¿vale la pena combatir una sombra que
Ahora bien, la primera hipótesis es absurda, pues una relación no no tiene realidad? Sí, pues aunque el escepticismo sea una especie
existe en sí, sino que supone unos términos. Si cada cosa no fuese de ideal inaccesible, no estamos dispensados de demostrar que este
más que relación con las demás, el universo entero caería en la ideal es inaceptable. Además, al criticar el ideal, se critican tam-
nada. Lo que_queda a fin de cuentas del argumento, es sólo que bién todos aquellos que en él se inspiran y en la medida en que
una cosa no .uede ser íntegramente conocida y comprendida Ha se inspiran.
sola. Pero entre nada y todo, hay lugar para una infinidad de conot Pero hay que empezar por apartar algunos argumentos inefica-
cimientos verdaderos. ces. Primero, los golpes de bastón, el argumentum bacuNnum de
El otro tipo de relatividad tampoco implica la ruina del co- Moliere. Este argumento impresionante no vale contra el escepti-
nocimiento. Pues, si éste es relativo a un sujeto, a su constitución, cismo clásico, que no pone en duda los fenómenos, y no vale gran
asu situación, etc., es también y en la misma medida, relativo a cosa contra Pirrón, que declaraba muy difícil despojar totalmente
una cosa. Está pues a mitad de camino entre la subjetividad pura al hombre. Es inútil igualmente subrayar que el escepticismo es
x la oojetividadiura, que son límites inaccesibles. Se acerca ya a contrario al sentido común. Es cierto, pero ello no basta para pro-
a la una, ya a la otra, sin llegar a ellas jamás. Incluso si conocemos bar que está equivocado, pues el papel de la crítica es precisamente
una cosa desde un punto de vista particular, la conocemos tal como examinar el valor de las certezas espontáneas. ¿Puede decirse, por
es. la conocemos bajo uno u otro aspecto. último, que es una doctrina intrínsecamente contradictoria? No.
4.° El argumento del dialelo supone que una proposición s% Veremos en seguida una contradicción en el escéptico, pero no está

36 37
El escepticismo

lamente es cierta si ha demostrada. Lo cual es absurdo, por-


(41-1-¿---i
o-dá demostración se_Apyá necesariamente
ente sobre principios
indjostrables. Estos principios son a veces postulados y entonces
todas las proposiciones que se deducen de ellos son condicionales.
Pero algunos principios son evidentes. Ello significaque no nece-
sitan demostración porque su verdad aparece al espíritu desde el
momento en que comprendemos sus términos.
En conjunto, los argumentos escépticos no tienen otro papel
que aportar una apariencia de justificación a una posición que se
ha tomado independientemente de ellos, es decir, arbitrariamente.

4. Discusión del escepticismo.

Examinaremos primero el escepticismo en la pureza de su esen-


cia, como indiferencia total o duda universal. Diremos después
algunas palabras sobre sus principales formas históricas.
Pascal escribe : «Sostengo que nunca ha habido un irroniano
efectivo perfecto» (fr. 434). La historia le da la razón. Pirrón mismo
no consiguió establecerse de un modo permanente en la indiferen-
cia. En estas condiciones, ¿vale la pena combatir una sombra que
no tiene realidad? Sí, pues aunque el escepticismo sea una especie
de ideal inaccesible, no estamos dispensados de demostrar aue este
ideal es inaceptable. Además, al criticar el ideal, se critican tam-
bién todos aquellos que en él se inspiran y en la medida en que
se inspiran.
Pero hay que empezar por apartar algunos argumentos inefica-
ces. Primero, losgolpes de bastón, el argutnentum bacutinum de
Moliere. Este argumento impresionante no vale contra el escepti-
cismo clásico, que no pone en duda los fenómenos, y no vale gran
cosa contra Pirrón, que declaraba muy difícil despojar totalmente
al hombre. Es inútil igualmente subrayar que el escepticismo es
contrario al sentido común. Es cierto, pero ello no basta para pro-
bar que está equivocado, pues el papel de la crítica es precisamente
examinar el valor de las certezas espontáneas. ¿Puede decirse, por
último, que es una doctrina intrínsecamente contradictoria? No.
Veremos en seguida una contradicción en el escéptico, pero no está

37
Epistemología general

en su doctrina, pues no tiene doctrina. Cuando uno nada atm


rincipio de contradicción pierde sus derechos porque no hay alma. et
Pteria en la que se pueda aplicar.
La refutación_p_ráctica del escepticismo la dio_ por „ri,
vez
Aristóteles. Éste no atacaba el escepticismo propiamente dicho
que no existía aun, sino sofística, que no difiere mucho de o
La acción, dice, implica un juicio sobre lo que es bueno o ma jos
'tilo er'udicial, y también sobre lo que es o no es. «Por
nuestro filósofo se pone en camino hacia Megara, eu lugar deque
darse en su_ casa y pensar solamente que va allí? ¿PorApo u_ér,qsliiéen-
cuentra un pozo o un prec i pic i o, no se di rige _a _
rige_a
vemosior el contrario evitarlos como si pensara que no es
mente bueno_y_ malo caer en ellos? Es evidente que cree que una
cosa_es mejor y otra peor» (Meta. IV, 4, 1008 b cf. santo--
Tomás, Meta. iv, 9, re' 654-657). La indiferencia absoluta no es
posible en la práctica; llevaría consigo la inacción y la muerte a
corto plazo.
Esta idea ha sido tomada de nuevo por Hume, después por Re-
nouvier. Ambos escapan al escepticismo por la «creencia» prácti-
camente necesaria en «tesis de realidad».
Por lo demás, es posible prolongar la crítica de Aristóteles e
interiorizarla, por decirlo así. Pues la ascesis intelectual de la duda,
tan contraria al movimiento natural del espíritu, implica la convic-
ción de que la indiferencia es el bien soberano del hombre, al que
debe sacrificarse todo. Hay, pues, en el fondo del escepticismo una
contradicción. No es de pensamiento, o doctrinal, in actu signato.
Es vivida, in actu exercito, lo que es peor. Pero como una contra-
dicción formal no puede ni concebirse ni vivirse, lo que ?decimos
se reduce simplemente a señalarque el ideal escéptico no es ni
pensable ni realizable.
Además de esta refutación práctica, ¿es posible una refutación. „
teórica? Hume creía que el escepticismo esteáricamente inexpugna-
ble, y que solamente lapráctica impide permanecer en él. Es cierto,
pero no en el sentido ide que los argumentos escépticos sean irrefu-
tables, si no porque el escepticismo es la anulación del pensamien-
to. Si alguien decide renunciar a su humanidad, se hace «semeJante
a un tronco», según palabras de Aristóteles, y ninguna argumenta-
El escepticismo

en su doctrina, pues no tiene afirma, el ción puede hacerse sobre él. Pero si el escéptico habla, ya está per-
principio de contradicción pi bay me- dido, pues no puede expresarse ni justificarse si no es en virtud
teris en la que se pueda aplicar. ' de un dogmatismo latente.
La refutación práctica del a vez Solamente al decir «¿qué sé yo?», ya ha dejado de ser escép-
Aristóteles. Éste no atacaba el - dicho. tico. Pues ha elegido esta expresión porque tiene un sentido defi-
que no existía aun, sino la sofí* de a. nido, porque no es equivalente a «yo sé», ni a «yo no sé». Y este
La acción, dice, implica, unlucio o malo, sentido no es puramente subjetivo, es social, o intersubjetivo, es
útil o perjudicial, también sobre «¿Pórqué decir, disfruta de cierta objetividad. Con mayor razón si el escép-
nuestro filósofo se pone en camino de que- tico intenta justificarse, niega su escepticismo, pues en el acto mismo
rse en su casa t sar solamente ue, si en- de argumentar admite que sus razones son sólidas, capaces de im-
cuentea un pozo o un precipicio, no y por qué le presionar a todo espíritu que las comprenda.
vemo el contrario evitarlos como no es • ali- Así S*t
_e___Erza no se equivocaba cuando decía (kilt lii=ptiCisfilo
mente bueno y malo caer en ellos? ene que una es en principio «una secta de mudos». Pero como, de hecho los
cosa es inejoLyolta_peort (Aleta. lot, 0-30; cf. santo Escépticos son inagotables habladores, hallamos la contradicción
Tomás, Meta. iv, 9. n.° 654-657). La rAbaoluta no es vivida que ya encontramos en el plano práctico.
posible en la práctica; llevaría consigo 181101/411»la muerte a Todo lo dicho se refiere a la indiferencia . ¿Qué
corto plazo. decir ahora de las formas atenutgas_de escepticismo como son el
Esta idea ha sido tomada de nuevo ponalpeskapués por Re- probabilismo y el fenomenismo? Son tal vez más coherentes desde
nouvier. Ambos escapan al escepticismo por libentsencias prácti- el punto de visia práctico, pero ciertamente lo son mucho menos
camente necesaria en «tesis de realidad». Lar, desde el punto de vista teórico'.
Por lo demás, es posible prolongar la seitits de Aristóteles e ¿Son destruidas, acaso, por la refutación práctica? No es evi-
interiorizarla, por decirlo así. Pues la a.scesia intekcettal de la duda, dente, pues precisamente se han concebido para obviar el reproche
tan contraria al movimiento natural del esplritu„itOpfica la convic- de hacer la vida imposible. No es posible vivir moralmente, ni
ción de que la indiferencia es el bien soberano del boinbre, al que humanamente, sin algunas certezas, que trasciendan los fenómenos
debe sacrificarse todo. Hay, pues, en el fondo del oicepticismo una subjetivos. Pero tal vez es posible mantenerse en vida simplemente.
contradicción. No es de pensamiento, o doctrinal, in aetu signato. No obstante, la refutación práctica sigue valiendo respecto de ellas
Es vivida, in acta exercito, lo que es peor. Pero como una contra- en la medida en que cultivan la duda: la mortificación del juicio
dicción formal no puede ni concebirse ni vivirse, lo que decimos implica la convicción de que la indiferencia es buena.
se reduce simplemente a señalar que el ideal escéptico no es ni ¿Qué valor tienen desde el punto de vista teórico? La atenua-
pensable ni_ realizable. ción que aportan al pirronismo constituye su pérdida.
Asteida de esta refutación práctica, ¿es posible una refutaci9n, La verosimilitud y la probabilidad solamente tienen sentido en
teórica? Hume creía que el escepticismo es teóricamente inexpugna- relación con lo verdadero y lo cierto. Así, pues, si nada
ble, y que solamente la práctica impide permanecer en él. Es cierto, .ta.s_sits_attabit.
m o ii Además, aun admitiendo que ninguna
pero no en el sentido de que los argumentos escépticos sean irrefu- representación nos dé a conocer un objeto con evidencia, hay por
tables, si no porque el escepticismo es la anulación del pensamien- lo menos dos cosas que son ciertas: que una representación es pro-
to. Si alguien decide renunciar a su humanidad, se hace «semejante
a un tronco», según palabras de Aristóteles, y ninguna argumenta- 3. Cf. san AGUSTf N, Contra Aradonicos.

38 39
Epistemología general El escepticismo

bable y la otra no, que la primera es mejor gula para la vida que afirmarlo. Pero entonces la duda deja de ser metódica.)Y si se pone
la segunda. Es imposible, pues, mantenerse en un puro probabilismo. entre paréntesis la existencia del mundo y del yo, como hace Husserl
Imposibii es también mantenerse en un puro fenomenismo. por su «reducción fenomenológica», se llega al asombroso resultado
Pues ante todo la idea de fenómeno puro es absurda, anstm una de fundamentar la filosofía cono descripción de las esencias, supri-
aparición .es necesariamente . la aparición de alg miendo
Iima cosa. Ademó ,...„..—. al filósofo-.._
..–........--- la descripción y las esencias. En teoría nada
fenomenismo implica al menos tres certezas que desbordan el existe. Pero de hecho, evidentemente, la'Fenomenología es obra de
fenómeno: que no debe afirmarse nada que no sea evidente, que un filósofo real, qle describe las esencias que abstrae del mundo
el fenómeno responde a esta condición, y que ninguna otra cosa real. Poner la existencia entre paréntesis es un artificio puramente
la cumple. 3.122~.
No obstante, hay en santo Tomás un texto en el que un buen
número de tomistas contemporáneos han creído hallar la exigen-
5. El escepticismo metódico. cia de una duda metódica universal al principio de la metafísica.
Conviene a las ciencias que estudian verdades particulares una
De la crítica anterior, no sólo resulta que el escepticismo no duda parcial, dice santo Tomás; a la metafísica le conviene una duda
puede adoptarse como la suprema sabiduría, sino que no puede universal. Aliae scientiae considerara particulariter de veritate; unde
tampoco utilizarse como método. Esto es lo que queremlir et particulariter ad eas pararon circo singulas veritates dubitare. Sed
rar para terminar. ista scientia, sicut habet universalem considerationem de veritate, ita
Montaigne, y después de él Charron, Huet e incluso Pascal, etiam ad ea pertinet universatis dubitatio de veritate; et ideo non
creyeron que el escepticismo, al humillar la razón, es el mejor particulariter sed simul universatem dubitationem prosequitur (Aleta.
medio de preparar el corazón para la fe cristiana. Descartes, y en 111, 1, n.° 343).
puestros días Husserl, han creído que es el único medio de funda- Universalis dubitatio de veritate: ¿no hay aquí una admirable
mentar ue filosofía verdaderamente científica. concordancia, no es exactamente lo que hará Descartes? No. Pues,
Pero, primero, puesto une los argumentos escé 'cos no tienen primeramente, en ninguna parte santo Tomás toma los argumentos
valor, no hay ninguna razón para entrar en este camino. Si se entra, escépticos y no intenta ejercitar una duda universal como medio
será a la fuerza, por una decisión arbitraria de la voluntad. De ptrés de descubrir una verdad indudable. Podemos lamentarnos, si cree-
no es posible mantenerse en él, incluso temporalmente, si no r, mos que Descartes tiene razón al hacerlo, pero es un hecho que él
una sutil contradicción. Y, por_último (a dónde conduciría? no se preocupa de ello. Procede como si la escuela escéptica nunca
En lo que concierne a la fe, el escepticismo tal vez daría lugar hubiese existido; a diferencia de san Agustín, la ignora delibera-
a un acto ciego, que sería un nuevo esfuerzo de la voluntad. Sería damente.
una fe de tipo luterano, no una fe de tipo católico. Pues ésta no es Y esta actitud «dogmática» se comprende fácilmente si examina-
un movimiento ciego del corazón, es un asentimiento razonable, mos algo más el texto citado. Pues no hay que ser víctima de las
es decir, intelectualmente motivado. Cultivar el escepticismo sería palabras. La palabra latina dubitatio, traduce la palabra griega
lo mismo que zapar sus bases y hacerla 'imposible. aporfa. Ahora bien, apoda no significa «duda», que en griego se
F.tt el plano filosófico, si se consiente un sólo instante en poner llama epokhé, sino «dificultad» o «problema». El fin del pasaje es,
en duda la evidencia, como ha Descartes por pues, simplemente justificar la costumbre que tenía Aristóteles de
nosencerramos definitivamente en el escepticismo, empezar todas sus investigaciones por el «planteamiento del pro-
pues no hallaremeos nunca nada mejor, ningún motiv.ITUeFirpara blema». Esto nos parece elemental, pero es capital para la buena

40 41
Epistemología general

marcha del espíritu, pues, si no se define exactamente lo que se


busca, no hay ninguna posibilidad de encontrarlo. En las ciencias
particulares, los problemas son especiales, versan sobre puntos muy
limitados. En metafísica son absolutamente generales porque versan
sobre el ser. O, en otros términos, las ciencias buscan unas ver-
dades, mientras que la metafísica busca la verdad: debe, pues, plan-
tear su problema de un modo completamente general.
No hay que buscar nada más en este pasaje. Ver en él un precep- CAPITULO SEGUNDO
to de duda universal es un contrasentido bastante grave.
EL EMPIRISMO
Conclusión.

No es siempre fácil distinguir el empirismo del escepticismo, pues


El escepticismo es una de las tentativas del espíritu humano sus fronteras son comunes. Así el último de los escépticos griegos,
para alcanzar lo absoluto. Por ello no está desprovisto de atracción. Sexto, es de hecho un empirista, y el más riguroso de los empiris-
Viendo la imposibilidad de alcanzar un absoluto positivo, que tas modernos, Hume, se declara escéptico. No obstante, si definimos
sería la divinidad misma, el escéptico llega lo más lejos posible por el escepticismo según su esencia, como una actitud de duda uni-
el camino del renunciamiento a un término que sería el absoluto versal, el empirismo aparece como una forma, débil tal vez pero
negativo. Pues no puede negarse que el escéptico perfecto no sea caracterizada, de dogmatismo, y no vamos a llamar a Hume «el más
infalible e impasible, como quería Pirrón. Pero si lo es, es porque ingenioso de todos los escépticos», según palabras de Kant. Ade-
se ha despojado de su humanidad sin substituirla por nada. La más, el empirismo es un movimiento filosófico cuyas ramificaciones
seducción del escepticismo es, pues, en el fondo la de la nada. son múltiples. El único rasgo común a todas ellas es no admitir
más que un medio de conocimiento: la experiencia.

1. Las escuelas.

La historia presenta como un largo diálogo, una discusión casi


interminable, entre el empirismo y el racionalismo, afirmándose el
uno contra el otro y haciéndose más profundo bajo la presión del
adversario. Por parte del empirismo, el progreso ha consistido en
ampliar y profundizar su base hasta encontrar en algunas experien-
cias un acceso a la metafísica.
En la filosofía griega, el empirismo es sólo un sensualismo. He-
ráclito, fundándose en los datos de los sentidos, sostenía que el
ser era puro cambio: «Todo fluye — decía —, nada permanece.» Su
discípulo Protágoras, advirtiendo que la sensación es relativa a la
42 43
Epistemología general El empirismo

constitución de nuestros sentidos declaraba: «El hombre es la me- mente, se adapta a él con mucha exactitud. «Toda proposición
dida de todas las cosas», fórmula perfecta y definitiva del relativismo — dice Comte — que no es estrictamente reductible a la enuncia-
y del humanismo. &jaro, por último, es célebre sobre todo por su
ción de un hecho, no puede tener ningún valor, ni real ni inteligi-
moral del placer; pero esta moral sólo se comprende como la con- ble.» El nit;ivismo limita, pues, el conocimiento al estudio de los
secuencia de una teoría sensualista del conocimiento. ¿Cuál es el fenómenos naturales de sus según los procedimientos del
bien del hombre? Nada más que lo que los sentidos nos enseñan, por nentaJ
riStoda_ealwk
lo tanto, el placer. El poeta latino Lucrecio puso en verso la doc- Con Bergson, podemos decir que el empirismo toma nuevo im-
trina de Epicuro.
pulso, sin dejar de ser fenomenista desemboca en la metafísica.
En la edad media, e em Trismo está representado principalmen- Bergson ha definido muy bien su posición llamándolo «un positivis-
te por Omaní; toma entonces el nombre de nominalismo. Su tesis ronce uaÍ.
mo espiritualista». No niega todo valor a
central es que no hay en el espffitu conceptos abstractos y univer- le asigna como función la acción, y como objeto la materia, el
sales que representen las esencias, sino solamente términos o pala- ~lo y el número; pero le niega todo valor metafísico. Es la
bras, cuyo único sentido consiste en designar unos individuos dados inttkján, modo de conocimien o su raintelectual, quien capta el ser
por la experiencia.
Leeuts t mandes 1 as metafísicos. La intui-
Esta doctrina que suprime en cierto modo la inteligencia, será ción es, primero, la conciencia, que percibe la vida psicológica como
en lo sucesivo integrada al empirismo, del que constituye una arma- duración pura, y constata la libertad como un hecho. Se extiende
dura esencial.
después al espíritu en nosotros y a la vida en el universo. Por
El empirismo inglés puede considerarse como un todo pues pre- último, bajo la forma de'la experiencia mística, percibe oscuramente
senta una notable homogeneidad y casi no ha variado en tres si- la presencia de un Dios cuyo nombre es Amor.
glos. Locke es aún realista. Berkeley profesa el inmaterialismo. En nuestros días, en la línea abierta por Bergson, y por opo-
Hume es fenomenista. Benthamlihene r sus consecuencias morales sición al racionalismo hegeliano, el empirismo es más floreciente que
del fenomenismo con su aritmética de los placeres. Mill elabora nunca. Consiste en sacar provecho de algunas experiencias a las
una lógica empirista. Spacer, por último, es evolucionista. Pero los que se da un valor metafísico: son experiencias de orden afectivo,
principios críticos son idénticos en todos, y es Hume quien l
osha considerando al sentimiento como más penetrante y más revelador
formulado definitivamente:
que los sentidos o la inteligencia.
1.° No hay en el espíritu ideas innatas ni conceptos abstractos. Para Heidegger, la angustia revela lo existente en su coniunto,
2." El conocimiento se reduce a impresiones sensibles y a «ideas» porque es érsTrr i miento de un resbalar, de un hundirse, en el que
que son copias débiles de estas impresiones, es decir, imágenes. todo se anula. Revela pues arl_hc ribre y al mundo a la vez, el yo
I° Las cualidades sensibles son subjetivas. 4.° Las relaciones entre como ser contingente lanzado al mundo, y el mundo como exis-
rkicas se reducen a asociaciones 5.° Los principios primeros, yen tente bruto desprovisto de sentido, opaco, absurdo.
particular el principio de causalidad, son asociaciones de ideas que Para JalEIs, el sentimiento del fracaso revela a la vez nuestros
se han hecho habituales. 6.° El conocimiento está limitado a los fe- límites y el ser trascendente, o más exactamente la trascendencia,
nómenos y toda metafísica es imposible. que nos engloba. Pues el fracaso dibuja en vacío, por así decirlo,
El empirismo inglés ha tenido su eco en Francia con Condillac, o en negativo, la plenitud del ser a la que aspiramos sin poder jamás
que construye un sistema sensualista que reduce todo conocimiento alcanzarla ni incluso concebirla positivamente.
a la sensación transformada de diversas maneras. En cuanto al posi- Para Sartre, la náusea g una intuición del ser en sí absurda, es
tivismo de Comte. si bien no depende del empirismo inglés directa- decir, de 1W-cosas que existen sin razón. Y la angustia es el senti-
44 45
Epistemología general El empirismo

miento de nuestra libertad absoluta, de una elección que nada puede es contradictoria, pues el pensamiento, según Descartes, se define
justificar porque crea nuestro ser y pone los valores. por la conciencia. Decir que una idea está en el espíritu sin que él
Para mame], por último, el compromiso, la fidelidad, el amor. se dé cuenta es decir que está y no está a la vez.
nos revelan nuestro ser profundo, «yo» como sujeto permanente y Contra la teoría escolástica de la abstracción, los argumentos
persona libre, y ante nosotros otro como «tú», es decir, como son múltiples.
sujeto y persona con quien yo estoy en comunicación. Berkeley es probablemente el más radical de los nominalistas.
Primeramente, dice, es un hecho que no tengo la maravillosa facultad
de formar ideas abstractas: no puedo representarme un hombre
2. Los argumentos del empirismo. que no sea ni alto ni bajo, ni blanco ni negro, etc., y que sea todo
esto a la vez. Además, añade, la abstracción es imposible: no po-
El empirismo se plantea o se afirma como un hecho, lo que es demos concebir separadamente cualidades que no pueden existir
muy normal, por otra parte, pues sus principios le prohiben de- separadas, como sería por ejemplo un color sin superficie. Hume
mostrar sus afirmaciones. Pero en la discusión, nada le impide colo- cree que la cuestión está decidida definitivamente por los argu-
carse en el terreno del adversario para combatirle, como hacía ya mentos de Berkeley.
el escepticismo. En Bergson, la crítica del concepto está en dependencia de la
Positivamente, pues, no hay que esperar pruebas, fuera de la metafísica. La tesis fundamental de la ontología bergsoniana es que
tesis misma que define al empirismo: es un hecho que todo cono- la realidad es un movimiento continuo. Sería muy poco decir que las
cimiento procede de la experiencia, que ninguna afirmación es ver- cosas están en movimiento; la intuición muestra que no existen
dadera si no se funda en una experiencia, que una idea no es nada cosas, sino solamente el movimiento, que el ser es puro cambio.
más que un resumen de múltiples experiencias. Afirmado esto, la crítica de la inteligencia se sigue por sí misma.
A esto se reduce el gran y único argumento de Comte en favor Por sus conceptos, representa cosas definidas, distintas las unas de
del positivismo: la ley de los tres estados. La historia enseña, dice, las otras, y estables, inmóviles. Su función es tomar una serie
que «el modo de pensar positivo es el propio de la inteligencia que de vistas instantáneas sobre el cambio, y dividir la realidad. Este
ha llegado a la plenitud de su desarrollo». Después de haber atra- procedimiento es necesario a la acción, pero deja escapar la
vesado el estado teológico, y luego el estado metafísico, la humani- realidad.
dad ha llegado, por fin, al estado positivo. Habiendo renunciado a En el existencialismo, la crítica del concepto es doble. Hay pri-
toda explicación trascendente de la naturaleza, limita su ambición mero una crítica del conocimiento en general, que engloba al co-
a conocer los fenómenos y sus leyes observándolos. nocimiento intelectual como caso particular. Se reduce a la compro-
En lo que concierne a los argumentos polémicos, lo mejor es bación de que el conocimiento es objetivo. De donde se sigue que
sin duda clasificarlos según la teoría contra la que se dirigen. es radicalmente incapaz de captar el sujeto como tal, en nosotros
Contra la teoría cartesiana de las ideas innatas, Locke ha dicho o en otro: lo transforma necesariamente en objeto, lo que viene a
lo esencial, y sus sucesores nada han añadido. ¿Se trata de ideas decir que no puede jamás alcanzarlo como sujeto. Hay, por otra
innatas actuales, formadas todas en el espíritu y presentes en él parte, una crítica que tiene por objeto especialmente el concepto.
desde su origen? La hipótesis es contraria a los hechos, pues ni los Afirma que es abstracto y universal. De ahí se sigue que es por
niños ni los salvajes, ni los locos, tienen las ideas de un hombre naturaleza, o por constitución, incapaz de representar lo individual
adulto cultivado. ¿Se trata de ideas innatas virtuales, de ideas que y existente.
el espíritu actualiza extrayéndolas de su propio fondo? La hipótesis La crítica empirista de los principios primeros se desarrolla en

47
Epistemología general El empirismo

dos partes. La primera concierne al principio de causalidad, la se- serie de ecuaciones. Pero basta prolongar un poco su crítica del
gunda al principio de contradicción. principio de causalidad para que alcance a todos los principios. Es
Nadie ha sido más radical que Hume en la crítica de «la idea lo que han hecho Mill, Spencer y, en nuestros días, Laporte, Rou-
de conexión necesaria»; la reduce a una asociación que se ha hecho gier, Serrus, y el Círculo de Viena, así como muchos filósofos
habitual entre dos ideas. anglosajones. Los principios, dicen, son una generalización de los
Primero, el principio de causalidad no es evidente a priori, pues datos de la experiencia. Por una parte, pues, están verificados: en
no se reduce al principio de identidad. Como el efecto es diferente tanto que resumen la experiencia, pero por otra parte, como univer-
de la causa, por más que analicemos la causa, nunca encontraremos sales y necesarios, son puras convenciones lógicas, o hábitos men-
el efecto, e inversamente puede muy bien concebirse un efecto sin tales. Lo prueba primero el hecho de que la razón humana evolu-
concebir una causa. Es, pues, imposible afirmar a priori que todo lo ciona: cosas largo tiempo consideradas inconcebibles dejan de pa-
que comienza a existir tiene una causa, ni que las mismas causas recerlo cuando la experiencia ha mostrado que son reales; e inver-
produzcan siempre los mismos efectos. ¿No puede demostrarse el samente el principio de contradicción, como imperativo de coherencia
principio de causalidad por el absurdo? Se dice: si una cosa em- intelectual, sólo tardíamente ha prevalecido en la humanidad. Es
pezase a existir sin causa, tendría como causa la nada, lo que es también un hecho que los datos de la experiencia hacen fracasar
absurdo. No, responde Hume, hay ahí una petición de principio, los principios.
pues se supone lo que se tiene que demostrar, a saber, que todo ha
de tener una causa. Cuando se dice que un hecho no tiene causa, no
quiere decirse que tenga la nada por causa, lo que en efecto sería 3. Examen de los argumentos empiristas.
absurdo; quiere decirse simplemente que no tiene causa, lo que no
es en modo alguno contradictorio. Reservando la tesis general del empirismo, vamos ahora a pasar
Por otra parte, el principio de causalidad no nos es dado por revista a sus argdmentos especiales.
la experiencia. Ni los sentidos, ni la conciencia, perciben la acción, El argumento de Locke contra las ideas innatas actuales nos
el lazo necesario entre dos fenómenos; perciben solamente la suce- parece válido, pero combate a un fantasma, pues nadie ha sostenido
sión de los dos fenómenos. Por ejemplo, yo veo una bola de billar nunca una doctrina semejante, ni aún Descartes a pesar de algunas
tocar a otra; la primera se detiene y la segunda se pone en movi- expresiones desacertadas que dan pie para creerlo. El argumento
miento; la vista no percibe la acción de la primera sobre la segunda. contra las ideas innatas virtuales vale contra Descartes, porque éste
O, aún, tengo conciencia de que quiero levantar el brazo, después define el pensamiento por la conciencia. Pero no vale contra Leibniz
tengo conciencia del movimiento de mi brazo; cero la conciencia y toda su línea filosófica, que no admiten la definición cartesiana del
no percibe la acción de la voluntad sobre el brazo. Así, pues, si el pensamiento. Por nuestra parte, no vemos nada imposible ni contra-
principio de causalidad nos parece necesario, es que hemos adquirido dictorio en que ciertas ideas sean subconscientes e incluso incons-
el hábito de ver tal fenómeno seguido de tal otro, hasta el punto cientes.
de no poder pensar de otro modo. Pero nada garantiza que las leyes Consideremos los argumentos contra la idea abstracta. ¿Qué va-
que observamos sean valederas fuera de los límites de nuestra len los de Berkeley? Acerca del primero, en la medida en que es
experiencia. una confidencia estrictamente personal, no tenemos nada que decir.
Hume tiene aún por evidente el principio de identidad, y como Es muy posible que Berkeley no hubiese conseguido nunca formar
necesarias las ciencias de ideas que se fundamentan en él, a saber, una idea abstracta, o que no lo hubiese intentado nunca, y que se
las matemáticas, en las que todo razonamiento se reduce a una hubiese quedado toda su vida en el plano de la imaginación. Pero

49
Verneaux, EpliitemoloKia 4
Epistemología general
y N.S. J. • Fzuhad de Cs Sorini e El empirismo
DIBLIOTI CA
sea lo que fuese del hecho, que pertenece al secreto de la concien-
absurdo. Pelo de ahí no puede concluirse que no sea evidente, pues
cia, podemos al menos observar que el argumento alcanza única-
esto sería suponer que sólo hay un tipo de evidenda: la de los
mente a la teoría de Locke, y no a la de Aristóteles. No podernos
juicios analíticos, es decir, la del principio de identidad. Es cierto
representarnos un hombre, dice Berkeley, que no sea ni alto ni bajo.
etcétera. Es cierto, responderíamos, pues la representación de un también que la causalidad no se percibe en los casos elegidos adrede
por Hume según las necesidades de su tesis. Pero no se sigue de
hombre es una imagen, que es necesariamente concreta. El con-
cepto es algo muy distinto. No representa ningún hombre, ni tam- ello que no pueda percibirse de otro modo.
poco todos los hombres, sino al hombre, es decir, la esencia En cuanto a la crítica del principio de contradicción, no hay
«hombre». gran cosa que decir. Simplemente esto: es falso que la razón humana
Esta observación nos da la solución del segundo argumento. No evoluciona, es falso que la experiencia presenta contradicciones. Sin
podemos representarnos apane lo que no puede existir separado, duda, el ejercicio de la razón puede ser más o menos riguroso; por
dice Berkeley, un color sin extensión. Es cierto, porque se trata de ejemplo, el pensamiento primitivo o el pensamiento chino, no son
una cualidad sensible concreta, cuya representación es una imagen. muy «lógicos»; pero un pensamiento formalmente contradictorio
Pero es falso si se trata de la esencia «cualidad», de la esencia «co- se destruiría a sí mismo. Asimismo, la experiencia presenta a veces
lor» o incluso de la esencia «rojo». Puede comprenderse muy bien datos confusos, y que incluso pueden parecer contradictorios a pri-
lo que es un color sin representarse ningún cuerpo coloreado. mera vista: pero el análisis no descubre nunca en ellos seres intrín-
Sobre la crítica de Bergson, solamente haremos dos obser- secamente contradictorios.
vaciones:
l.° Para afirmar que lo real es pura duración, es preciso negar el
valor del concepto como medio de conocer el ser, pues un movimien- 4. Discusión del empirismo.
to sin móvil es inconcebible. Ahora bien, Bergson critica el concepto
apoyándose en esta tesis metafísica. Se mueve, pues, en un círculo Hay en el empirismo una verdad importante, de la que se nutre
vicioso. 2.° Si la inteligencia inmoviliza la duración, no capta lo y que le proporciona la fuerza de resistir los ataques del raciona-
lismo, a saber, que el espíritu humano no tiene ideas innatas, y que
real que es duración. Pero entonces no nos da a conocer nada real
la experiencia le es indispensable. Le es, incluso, doblemente nece-
y no puede guiar la acción. No es posible separar el valor prác-
saria: primero, de un modo general, para darle el objeto en que
tico y el valor teórico de una función de conocimiento.
pensar, después y más especialmente, para ponerlo en contacto con
En la crítica existencialista, el primer argumento es nulo, es sólo
los seres existentes. El empirismo tiene razón al presentar esta tesis
un juego de palabras. Nada impide, en principio, que un sujeto
como un hecho• puede muy bien explicarse por la naturaleza del
sea objeto de conocimiento, como es objeto de amor o de odio,
espíritu humano, finito y encarnado, pero no puede demostrarse,
que sea conocido tal como es, como sujeto. El segundo argumento,
hablando con propiedad.
por el contrario, es justo. Por una coincidencia admirable, expresa
El defecto esencial del empirismo es privar al hombre de inte-
la doctrina de santo Tomás: el concepto representa una esencia
ligencia y de razón, limitando todo conocimiento a los objetos con-
abstracta, deja, pues, escapar lo individual y lo existente, que sola-
cretos que nos da la experiencia. En esto es infiel a los datos más
mente puede darlos una experiencia.
claros de la experiencia. Pues es un hecho que el hombre es capaz
Pasemos a la crítica de los primeros principios. A nuestro parecer,
de pensar las esencias abstractas de lo sensible, de comprender qué
Hume tiene razón cuando sostiene que el principio de causalidad
son las cosas que ve. Es un hecho que los primeros principios son
no puede reducirse al principio de identidad, ni demostrarse por el
evidentes por sí mismos, que su verdad aparece con la sola condición
50
51
Epistemología general El empirismo

de que se comprendan sus términos. Es un hecho que, razonando a mantenerse en contacto con la experiencia, puesto que ella es la
bien, el hombre es capaz de conocer algo distinto de lo que le es única que nos da la existencia; y enriquecerá la filosofía escrutando
dado directamente por la experiencia. En resumen, el defecto esen- ciertas experiencias que aún no habían entrado a formar parte de
cial del empirismo es ser poco empirista o serlo estrechamente, es ella. No obstante, una cosa es clara: la experiencia por sí sola es
decir, dar un valor absoluto a una forma particular de experiencia y incapaz de fundamentar una metafísica. Desde que se habla del
negar las demás. Si se considera toda la experiencia humana, no hombre, y con mayor razón del ser, la inteligencia ya actúa y he-
se puede ser empirista. mos pasado del plano concreto al plano abstracto. Si el filósofo
La misma crítica puede presentarse de otro modo, tal vez más quisiera encerrarse estrictamente en «la existencia», debería limi-
profundo. El empirismo ve muy bien que el espíritu humano no tarse a describir sus impresiones personales a medida que se pre-
está dotado de una espontaneidad absoluta, que no es capaz de sentan; lo que equivaldría a sustituir la filosofía por la literatura, y
extraer de su propio fondo los objetos que conoce. Pero el em- más precisamente por una literatura de «diario íntimo». Y aún es
pirismo llega a negar toda espontaneidad al sujeto y a convertir el demasiado, porque el lenguaje humano implica un ejercicio de la
conocimiento a una recepción pasiva de impresiones. Ahora bien, inteligencia. En último término, como ha visto muy bien Jaspers,
es un hecho que el conocimiento, en todos sus grados, es un acto el filósofo existencialista debería contentarse con existir en silencio.
del sujeto. La espontaneidad es ya visible en la simple sensación,
es más manifiesta en la imaginación, y más aún en la comprensión
y el juicio. El empirismo no ve en el conocimiento más que el papel Conclusión.
del objeto, y no quiere reconocer el del sujeto que es también
esencial. Así como el escepticismo, cuando es fiel a su esencia, degrada
Después de esta crítica general, consideremos en particular el al hombre al nivel de la planta, el empirismo, si fuese lógico, degra-
positivismo y el existencialismo. daría al hombre al nivel del animal. Pero negar al hombre la inteli-
En Comte, la ley de los tres estados no es una prueba, es una gencia es completamente inútil y nadie se arriesga a ello. Ahora
expresión del positivismo. Pues nada justifica el privilegio que se bien, en el empirismo el papel de la inteligencia queda reducido al
le da al estado positivo. Que aparezca después de los demás no mínimo, o más bien no se reconoce, aunque de hecho se emplee.
prueba en modo alguno que sea mejor. El criterio cronológico sola-
mente tiene sentido en una teoría del progreso necesario, y a su vez,
esta teoría solamente tiene sentido en una metafísica racionalista
y optimista como la de Hegel. Causa asombro ver que el positivis-
mo se contradice tan abiertamente. ¿Es al menos una teoría satisfac-
toria del conocimiento científico? Tampoco. En su obra titulada
De l'explication dans les sciences, Meyerson ha demostrado de un
modo detallado, definitivo, que la ciencia no está en ningún momento
de su desarrollo, conforme al esquema positivista. Nunca se limita
el sabio a observar los fenómenos y sus leyes; cree en la existencia
«en sí» de las cosas que se le aparecen, y busca las causas de los
fenómenos; «hace metafísica del mismo modo que respira».
En cuanto al existencialismo, su intención le obliga evidentemente
53
52
,-F-Lracienalisam

sus pasiones. Pero. ¿por qué? Porque la felicidad reside en la vir-


tud, y la virtud consiste en vivir según la razón, y la razón, por
último, es Dios mismo, inmanente en el mundo y en el hombre.
Vivir conforme a la razón es ser Dios.
En la filosofía moderna, el racionalismo ha aparecido con Des-
cartes, y ha revestido formas más o menos puras. En Pescartfis, se
expresa principalmente por la idea de la matemática universal v
CAPITULO TERCERO
por la teoría de_ las ideas innatas,
Las matemáticas son para Descartes el tipo de-la~-211es
EL RACIONALISMO
son a la vez rigurosas y progresiva. Par, que conocimiento sea
científico, en cualquier campo, pero especialmente en física y en
metafísica debe desarrollaisuzior _Lpartizass_clarau dis-
El racionalismo es la tendencia exactamente inversa al empi-
tintas captadaspor inticióny_dedj,lás verdades j2or afden.,eomo
rismo. Si encontramos alguna dificultad en hacer una distinción neta
Anserie Inilgizeinassitlas~4 Descartes concede sin duda
entre escepticismo y empirismo, por una parte; entre racionalismo
cieno papeLA 19 OXPerienriarnfíCir% pero lo reduce a lo siguiente:
e idealismo, por otra, no hay ninguna dificultad en distinguir el ra-
dar un índice de existencia a las conclusiones deducidas a priori de
cionalismo del empirismo. incluso cuando el racionalismo deja un
los principlos;lia—eXPériencia noiprcparciona—pues—ningútobjell?„
lugar a la experiencia, le niega todo valor científico. Explota fácil-
a la ciencia.
mente las debilidades de su adversario, pero, a nuestro modo de
En cuanto al ?rigen de las ideas, Descartes admite fue mu-
ver, se mete en un callejón sin salida al negar la parte de verdad del
chas de ellas son «adventicias», como las sensaciones, y 'jai-
empirismo.
das», como las imágenes. Pero esinsicleas no son claras y idistin-
ias_y_porio_lant4,_no pueden entrar en la della Sólo son claras
y distintas las ideas innatas, especialmente la idea_ de extensión
1. Las escuelas.
que es el objeto de la geometrjaA Las sJPStkuateasags
ideas ir
emosotros denle el origen. no_stuntosjnappla, como la
En la filosofía griega,teLtadcnialismo ha producido dos movi- generosidad es innata en algunas familias; «yo las saco en cierto'
mientos notables: _el autismo el estoicismo. Las declaraciones
modo del tesoro de mi espíritu».
de Parménides no dan lugar a equívoco: el camino de la expe-
La idea de la Maletritticit_tinivpLallat~, que expone
riencia sólo conduce al error; sólo la razón conduce al sabio hacia su Ethica more geometrico; después, a Leibniz, que suela con una
«el corazón de la verdad, que forma un hermoso círculo». La pri- álgebra general que construya la ciencia integral por ~ale
mera verdad que nos da la razón es el principio de identidad: «El cómbinarión je signos, y por último a Wolf, cuya metaftica ae-des-
ser es, el no ser no es.» De este principio deduce Parménides una
la_a_priori, sobre el modelo de las matemática. Leibnig también
metafísica monista, niega con audacia el cambio y la diversidad o para él togállaisheasainsln~-
vuelve a tomar el tnasL
de los seres y afirma la inmovilidad y unidad del ser. La moral
son innatas, inchtsolassePrelentauianmsensibks; cero el innatismo
estoica reposa en una metafísica del mismo tipo. El sabio se vuelve es solamente virtual, y el espíritu actualiza las ideas que lleva en sí
indiferente a las circunstancias y a los movimientos de la sensibi- por una espontaneidad que es el fondo de su naturaleza,
lidad, se esfuerza por ser insensible al placer y al dolor, extirpa Con Kant, por influencia sle_figme el _racionallsintzle matiza,
54 55
Epistemología general El racionalismo

aza. Dejando aparte el idealismo que se halla estrechamen- inmanente en cada espíritu finito. La experiencia tiene una función;
te ligado a él, intentemos caracterizar el racianalismo_kantiano¡ pero, ¿cómo está concebida? Como un mero «choque» sin conte-
Radica enteramente en la-distinción adre _kaki y la forma nido objetivo. No es un choque del espíritu contra una realidad
del conocimiento Los dos elementos son igualmente necesarios_wa exterior que le sería revelada por dicho choque, sino un choque
constituir un conocimiento, pero tienen un origen y una flinriAn del espíritu contra sí mismo, por así decir, ocasionado porque el
CeSeieSTEPUTilia C11111161 en UP 000 nún-~1/11-que.dePen- espíritu es finito y toca sus límites. La experiencia, dice Brunschvicg,
den de la naturaleza, de la constitución del sujeto...da:forma es a no es nada más que el espíritu humano que «acusa la recepción de
priori, es decir, independiente de la experiencia. Itige_la conciencia, la propia limitación».
pues es evidente queactpodemos conocer nada si no es según las
leyes de nuestro espíritu. Poco importa el detalle. Al nivel de la sen-
sibilidad, hay dossformas_a priori», el espacio y el riempo;_al nivel 2. Losasumentos del racionalismo.
del entendimiento, hay doce «categorías»; al nivel de la.razótOres
«ideas». La materia, el contenido del conocimiento es, por el con- Se comprende que. el_ psinsipaltaronento del rciaalismo sea
trarió, a posteriori y nos a dada por la experiencia sensible. Es la__impotencia del empirisinp para explicar el conocinuentgt mt -
tan necesaria. como la forma, pues sin ella el pensamiento sería luals_x_especialmente el conocimiento científico, que rebasa mani-
vacío _y_no-tendríamos_naida.que conocer.,Pero en definitiva gana fiestamente los datos brutos de la gensibilidad ,Pero el racionalismo
el racionalismo, pues es la forma la _que constituye los La no limita su intención a refutar a su adversario, ient •n
ststsgt
sensibilidad por sí sola, solamente nos da unas impresiones subje- tiene un valor positivo en el sentido de aue la_da_ccimounanrueba
tivas, sin orden, ni lazos, ni unidad. El espíritu es el que organiza ejLeLnia422:4,12_,
los datos brutos de la sensibilidad según sus propias leyes a priori, En Dos, las pruebas del innatismo son muy sencillas. La
construye con sus impresiones objetos definidos, situados en el primera es metafísica es evidente que un cuerpo no puede actuar)
espacio y el tiempo, relacionados los unos con los otros por leyes, sobre un espíritu para _producken.tUnagnes sonslasiliketan-,
y son a la vez reales e inteligibles. das de raTur —relniffiCalmentedif.rmnte
„-..— Laavada es psicoló i
Los_sucootes_k_LCant no se han contentado con esta posición es un hec_ho que la experiencia • • tos tales como
relativamente moderada. Han llevado el racionalismo al absoluto los que son concebidos,poutpulendinaienterpor ejemplo una recta /
absorbiendo la materia, del conocimiento en su J&jna lo que equi- o un triángulo estrictamente «geométricos».
vale a decir que „han atribuido a la razón sola el conocimiento de Leibniz aporta muchas pruebas de su teoría del lnnatismo_Arep-
ja verdad...La forma más purade racionalismo se halla sin duda en ta .11-77iumento metafísico de Descartes, generalizándolo según las
Hegel _que construye de un modo puramente a :pdori, pr el luego exigencias de su propio sistema. No sólo un cuerpo no puedeac-
de la dialéctica, un sistema de ideas que_mnorciona una aplicación -- ningttialiditancia puede actuar
tuar sobre -lin espirittLiaOitm
integral del universo. Se le ha tachado de «panlogismo» y la palabra sobre otra. En efecto, una substancia
_ es un centro de fuerza y de
parece justa con tal que nos acordemos de que la concepción hegelia- conciencia, una «mónada,, y una mónada _rtgAtenrauegas_ ni
na de la razón no es la de todos. Como Hegel, Hamelin, ha intenta- ventanas potdondet 12.14a entrar o salir,Emplea después un
do construir por dialéctica lo concreto que es para él la conciencia. argumento_psicológiéo de su invención que expresa en la célebre
En Fichte, en Lachelier y en Brunschvicg, el racionalismo no forma nisi ipse intellectus. Quiere decir con él que isintellgeneia
consiste en construir un sistema, sino en explicar el conocimiento es innata a sí misma. y sólo necesita reflationar_sare sí _para
científico por la actividad espontánea de una razón impersonal, concebir el ser. el pensamiento y todastelas «a

56 57
Epistemología general El racionalismo

Por último, Leibniz establece_un puente entre frocorres y_Kant ción de hechos, que no puede ser engendrado por la experiencia
tomando el segundo argumento cle.Daseartes en una forma ya kan- como pretende el empirismo, que debe ser obra de la razón, es
liana; la experiencia solamente da casos particulares, ejemplos, decir, construido a priori. Para Brunschvicg, la ciencia es un con-
nunca una verdad general; nos presenta el hecho de que una cosa es, junto de relaciones. Pero una relación no puede ser un dato de la
o que es así, nunca la necesidad de que sea, o sea así. Por consi- experiencia, resulta de un acto del espíritu que no es otro que el
guiente, cada vez oye el espíritu afirma una verdad necesaria y uni- juicio, de suerte que el espíritu no estaría mal definido como una
versg_la_sitca de sí mismo, no de la experiencia...5 actividad relacionante. La experiencia no puede hacer nada más
Kant apoya su racionalismo sobre un único argumento que
- - - le que aportar un índice de existencia a ciertas relaciones afirmadas
viene de Leibrty le Larece perento% La-ciencia_consiste_ea_jui- a priori por el matemático.
cios necesarios y universales, ya que no se_ limita A elan-linar los
hechos. sino pie enimcia leves, Ahora bien, un juicio necesario y
universal no puede fundarse en la experiencia, pues ésta, sólo pre- 3. Crítica de los argumentos racionalistas.
senta hechos particulares y contingentes. En los juicios analíticos,
el predicado está mc indo en el sujeto; por tanto, podemos atri- La primera observación que hay que hacer es que losan-
---ir
odependientemente de toda_esperiensia;--tipoyándonos en tos del racionalismo se reparten en dos grupos: los unos son lógi-
el principio de contradicción; pero no aumentamos en nada nues- camente correctos, pero abasesikád: los otros tienen una base
tro conocimiento. En los juicios sintético-s; el espíritu atribuye al sólida, pero su conclusión rebasa las premisas. Lo que equinle_a-
sujeto_ un predicado,_que no está contenido en él. Extiende así su decir que losrimer
pos 1 or v los segundos
conocimiento. Cuando un juicio sintético está fundado en expe- tienen la importancia que se les atribuye.
rienda, no presenta ninguna dificultad, pues la experienejoilas da lujo Leibnizia teoría del_ binarismo deriva de la teoría meta-
el sujeto con este predicado. Pero hay en las ,ciencias unos juicios física según la cual-Aainguna—substand tra.,_
sintéticos que son necesarios y universales. Estos jimios no se fun- Formalmente, el razonamiento es justo. En una perspectiva realis-
dan en_b_spen x 221sue son a priori, ni en el principio de ta. en la que se admiten una pluralidad de substancias, si toda
e.ontradicción, puesto q.kke Jon shitéticos„ ¿Cuál es pues su funda- especie de acción transitiva es imposible, las ideas que posea una
mento? Sólo puede ser la razón, sean las formas de la sensibilidad, substancia sólo pueden brotar de su espontanellad interna. Pero,
sean las categorías del entendimimto—Las primeras fundamentan ¿es imposible la acción de una substancia .obre otra? Nada hay
los juicios matemáticos, las segundas los juicios de la física. menos seguro. Por el contrario, nosotros tomaremos como un hecho
Después de Kant, toda la escuela raciónala considerará se- que la acción es real—que los seres del universo actúan los unos
gura la doctrina de los juicios sintéticos a priwi: austerzo consis- sobre los otros. Y, partiendo de al„ diremos quesilLawklalcan-
tirá en no en justificarla. A título de ejemplo, demos sitiva es inconcebible en el sistema de Leibniz, es una prueba
una ojeada sobre la rama francesa de la escuela. Para Renouvier, ampliamente suficiente_ de fue Au_metafísica no vale mucho. Así
la experiencia da fenómenos particulares, es su misma definición. se desmorona uno de losiilares del innaismo.
Por consiguiente, las ideas generales no pueden ser empíricas; son Paralelamente, cuando Brunschvicg define el rutlim como una..
una especie de marco que el espíritu impone a los hechos para actividad que establece relaciones...410,GL. razón de Amr.la_Cipe-
comprenderlos. Hamelin afirma en principio que el saber es siste- rienda no puede dárselas„ el raugamiento es correcto, Pero la
mático. Ahora bien, un sistema es un conjunto de relaciones nece- cuestión es saber si realmente la experiencia no nos da relaciones.
sarias. De ahí se sigue que el saber no puede reducirse a una colee- Es una idea muy extendida la de que una relación no tiene existen-

58 59
Epistemología general El racionalismo
cia más que en el espíritu; esta idea procede de los escépticos Empecemos por una ojeada general. Toda facultad de conoci-
griegos, y ha pasado a Hume, después a Kant y se ha extendido miento, tanto los sentidos_ como la inteligencia, es_innata_en-4
en toda la filosofía moderna. Pero es falsa. Lo que es cierta_cs_que hombre, y tiene sus propias_leyes de funcionatentrise_cleriva_
la experiencia no da la relación, la esencia «relación», q05 es una de su naturaleza. 1.4 facultad define, pues, a priori una parte o más
abstracción ni las relaciones universales/ necesarias como tales; bien un aspecto del universo, que, es su objeto formal. Así la estruc-
volveremos a tratar de ello. Pern la experiencia nos da indudable- tura de la inteligencia humana la hace apta para percibir la esencia
mente relaciones concretas como Una armonía o un contro- de las cosas sensibles en cuanto abstracta, pero no en cuanto concre-
lores, un acorde de notas, etc. En este caso el argumenta de ta. Podríamos llamar a este ár_priori «formal», puesto que con-
Brunschvicg se derrumba. cierne al objeto formal de cada facultad, pero en un sentid_o_camr
Examinemos ahora el segundo argumento de Leibniz: la inte- pletamente distinto del sentido kantiano. Pues en Kant, la facultad
ligencia es innata a sí misma, sólo tiene,que reflexar_para-hallar confiere alos datos nna forma que no tienen, mientrangue
buen número de ideas. En este caso también la consecuencia es nosotros tomamos comounbecho que las cosas, tienen una, forma,
buena, como se dice en lógica_pero elantecedénteaso. ¿No a la vez _sensible_ e inteligible. Lo que es a priori, pues, en la aper-
es evidente, acaso, _que la inteligencia es innata? Esto depende del tura de la facittacLaingulaár„...dia, podríamos llamarlo, pero
punto de vista en que nos coloquemos. Es cierto evi- nada más. Todo lo que aparece ente esJuksaiaaaestaaper.
ár
dente _que es innata en el hombre, pues puede cultivarla, pero no
adquirirlaiforma parte de su naturaleza a titulo de facultad. Pero tina .5 51
Vayamos ahora a los problemas especiales: La experiencia sólo
no es evidente en modo alguno que fa inteligencia sea innata a sí 'articulares, es
nos da 1- I e • . - r. - .'.»'-
misma, como objeto de conochniento. Por el contrario, sólo puede ello_ate lo universa es aprióri? ESidependesklottmos
con0CerSe -Si- está en-ari y ishlo_nsa al_ acto cuando la sensibilidad a, priori. En un sentido amplici,_21dedecirse que la inteligencia
le presenta uno 'ehecho, conoce su propia existenciálor mismaconasCa,prjori, pues no procede de la experien:-
reflexión sobre un acto directo de conocimiento, lo que no cons-_ cilipues neves ureconocimiento a priori, 9..selamente-a-princi-
tituye una idea sino una experiencia. Y sólo se forma una idea de piq_á_prii - cre. conocimienta La cuistión es determinar su papel.
su,Si
naturaleza
lla_csilascusó por sensibles..ISin
¿Consistes aportar a texperiencia unalormd_deJa:11.ke estaría
duda, puede llamarse innato todo conocimiento adquirido por la Suda? No, sina„sPlamente actualiza? lo jnteligikje gue está en
experiencia interna, por conciencia y reflexión, pero es abusar de potencia en lo sensible,,. Sobre esto hay que advertir lo siguiente.
las palabras. Cuando decimos que la inteligencia tier _say- ~ universal,
Despejado el terreno, nos encontramos ante una serie de argu- hablamos por abSación-Lainteligencia tiene por objeto lo inte-
mentos que son impresionantes y cuya vulnerabilidad no es fácil ligible, -giré-és ea
mesencia, que tiene_wr propiedad ser universal
percibir pues tienen una parte de verdad- Coinciden con bastante cuando es abstracta. La función primera delainteluncia no e_
exactitud de ao-tea— lisa fonasign.tteno: el pues «hacer la universalidad», sinoi-4Itral_una esenciacl sigien.
bi
argumento de Kant, preparado por Descartes y-Leibniz-empleado sible,Esto nos da la clave del_problea. La _universalidad de la
por toda la escolástici_p_ostkantiana. ecnwja, que deriva de su estado de abstracción, es obra de la inte-
El pr-ohlernrce —nfril es seguramente el de los juicios sintéticos ligencia; como no es un dato de la experiencia, podemos decir que
a priori, pero no es el único. El problema de la aprioridad se plan- es a priori. Pero lLesencia está en las cosas sensiblex_en estado
tea ya para los juicios analíticos, y antes aún para los conceptos concreto. no ha sido creada completamente pos la inteligencia, nL
universales. Examinémoslos en el orden conveniente. _es anterior a la experiencia; por lo tanto no es a priori en el sen-
60 61
Epistemología general El racionalismo

tido restringido que da Kant a esta palabra. Volveremos a tratar de co o sintético según que se atribuya al concepto-sujeto un concepto-
ello, pues este punto non57r-lcI
s a más que el antiguo «problema predicado que contenía o no. Pero la distinción no tiene ningún
de los universales». Y vemos que este problema preocupa a toda sentido si el concepto no es el objeto, sino el medio de conocer el
la filosofía moderna como en otro tiempo a la filosofía medieval. obsil t lima intención, id quo obiectum cognoscitur. Eutoncesi_en
Consideremos ahora los juicios llamados por Kant analíticos. efecto, por sus conceptos el esnírltu apunta hacia una, cosa. El con-
Elpredicado está incluido en el sujeto. Así, pues, si,malizaTael cepto sujeto representa esta cosa según uno de sus aspectos, y el
sujeto encontramos en él el predicado, y tenemos el derecho de juicio consiste en completar el sujeto atribuyéndole un carácter que
atnbuirselo sm recurrir ' a laexperiencia_. doctrina_kantiana es, se ve en la cosa.
pues,
justa en lo gue concierne a la verdad del juicio Pero es pre- 3.° La distinción kantiana raNapeta j¿Lec~4 delert-
ciso sostener aue_101-t~inos del Picio.e incluso su relación , se sam m No hay dos sino cinco especiesilt.relación entre un su-
han abstraído de la experienciá Por ejemplo, si se comprende lo que jetóv_un...gulcado cinco mojos posibles de atribuciókane en
es el todo; una parte de este todo, vemos a priori la verdad del 15..gica se llaman los «Predicables*. En relación canillita/94,112s-
principio: el todo es mayor que una de sus partes. Pero las ideas dicad° puede ser,9s.Peciearg,dite.reaCin-ealnellgát~n11..
de todo, de parte, y de la relación de contención entre un todo y accidente. En la práctica, un mismo iuiCie, Podrá ser analítico o
una parte, son de origen empírico. sintético según lo que se tome como sujeto, según el modo cómo
Que~ la espinosa cuestión de losjuicios sintéticos a priori. se defina eLsujeto.
Kant estaba_ orgulloso de su descubrimientoacalit-qüe merecía 4? Lat términos
hacerse ;tísico. rectamente al jtijdo.. ración cuyo sentido indican:
, Y ha sucedido así, ga:fecto, paknuestrainosto
de ver es lamentabkaugupsim simplicidad eSsky resultask puede ir ésta de lo que esSarsta921eSoraleLiatar
una terrible confusión de ideas. Intentemos ver claro: ripio aja concernencia de jarana .1-efecto, a priori cid misterio-
I.° Todo inicio. es a la vezandás_yeajattla Todo juicio rem, o inversamente a posteriori ad priorem. Aplicados abusiva-
verdadero
__Lanalllicae pues e.predica~ednesassierimmen- mente al juicio, estos términos designan, no al acto mismo de juzgar.
te referido al su'eto más • ue si que es una aserción, sino a su materia, aquello a lo que se aplica
si le es inherente, es decir, ¡Orifico Incluso un juicio particular la aserción. La distinción se reduce pues a ésta, que es clásica:
y contingente como «Pedro es sabio» es_nitalllia si es uala- juicio en materia necesaria y juicio en materia contingente. Y en-
dero. lyro Chltétifa norme el predicado es neces
er- tonces los cuatro primeros predicables son a priori, sólo el quinto
clemente distinto del sillero y el es~a4lighweie_d_pareeL. es a posteriori.
splaeghp...clstainarlasanap~ Incluso en una tautología, 5.° Por último, la expresión de juicio sintético a priori, ¿tiene
no es exactamente el mismo concepto que se repite. Al sujeto con- algún sentido, designa una realidad psicológica? Sí, pero es exac-
siderado como una substancia, se le atribuye un carácter, una forma tamente lo que se llama un prejuicio: se da un juicio sin haber
que lo determina. «Un hombre es un hombre» significa «Todo examinado la cosa que se juzga. El único fundamento valedero de
hombre lleva en-sí la forma de la condición humana.» De donde se un juicio es la intuición del objeto. A veces el juicio se refiere di-
sigue que todo juicio aumenta el conocimiento. rectamente a una intuición: es el caso de los juicios per se nota.
2.° La distinci ent idos Sintéticas__ A veces está unido a la intuición por un cierto número de interme-
sólo se*titstifica_en_una_téoría «roncet~i en a que Pl diarios: es el caso de los juicios demostrados. Pero la fuente de su
- el objeto mismo de la inteligencia, id quod cognoscitur, diría-
to es verdad es siempre la intuición. ¿Y cuál es esta intuición? Puesto
mos en lenguaje escolástico. Entonceaep efecto, hay juicio analíti- que aquí sólo consideramos los juicios a priori, la intuición que los

62 63
Epistemología general E racionalismo

fundamenta no es sensible sino intelectual. Es pues ya la intuición ni de relación necesaria? Por la experiencia misma. Es un hecho
de alguna esencia particular, como la esencia «triángulo», ya la de experiencia que la experiencia sólo nos da hechos. Esto no se
intuición del ser, objeto adecuado de la inteligencia, sobre la que deduce de ningún principio, no se demuestra de ningún modo. La
se fundamentan los juicios metafísicos. base del racionalismo es, pues, una verdad do experiencia, lo que no
Aparece, pues, a fin de cuentas, que el carácter universal y nece- deja de ser embarazoso., Pero aún hay_algo_peor. Cuando, partien-
sario de algunos juicios se explica, no como pretende el raciona- do de alií,-se_llegalostener que la_expedencia no aporta nada al
lismo, por la intervención de una forma a priori que uniría los esgL.it14
í s__.re
ninguna rsmpoco_ningún objeto, se cae en un
datos de la experiencia, sino por la intuición de las esencias que la círculo vi~. Pues para justificar una doctrina del a priori se
inteligencia abstrae de la experiencia. traiciona_ hje_LK
L riencia_y_s_us_ datos más claros. la_doctrinadel a
priori eig, pues, fundada sobre un a_priork.laque equivale a decir
que no tiene fundamento.
4. Discusión del racionalismo. No sería difícil aplicar estas Mervaciones generales a verla
forma particular del racionalismo. Consideremos solamerde-dos-de
L. Nuestra crítica del racionalismo será naturalmente comple- las más importantes: la idea cartesiana de la matemática universal
mentaria de nuestra crítica del empirismo, puesto que son dos mo- y la idea hegeliana de un sistema dialécticots
vimientos inversos y adversos. La idea de una matemática
emática universal es característica del ra-
Diremos, pues, que el racionalismo aclara los diversos puntos que cionalisnlo PorqueWnsiste ea definir el método del saber indepen-
-
el empirismo dejaba en la obscuridad. Primero, el innatismo de la in- dientemente de su objeto. Creyendo que la ciencia matemática es
teligencia en el hombre, y su espontaneidad natural. Después la la única satisfactoria para_el_espíritu _p«quee&slariglirosa,
aprioridad de los principios primeros, al menos en cuanto a su Descartes quiere extender su método_ .a_tosios los_ámhitos del cono- _
verdad. Por último, la originalidad del conocimiento intelectual, cimiento y de la realidad. Pero esta decisión es arbitraria. N_ada
su trascendencia respecto del conocimiento sensible: el pensamiento garantiza fue. un método inventado para resolver problemas que
encuadra la experiencia, la ilumina, la comprende en el doble sen- conciernen a la cantidad abstracta, valga para otra cosa. Es tam-
tido de la palabra. Pues sin conceptos no sabríamos lo que vemos, bién bastante claro, por el contrario, que no vale, y que debe haber
literalmente, no comprenderíamos lo que son las cosas que la expe- tantos métodos diferentes como objetos específicamente diferentes
riencia nos da. Y sin principios no podríamos explicar los hechos, que estudiar. En resumen, un discurso d método es esencialmente
ya que toda explicación exige un razonamiento que se apoya en cartesiano y debe remitirse a sil inventor
principios. Y esto tiene coniecuencias, pues, en una forma u otra, esta idea
Por el contrario, al atribuir a la inteligencia ideas innatas o for- gobierna toda la filosofía moderna. El positivismo, el cientismo, la
mas a priori, el racionalismo niega la pasividad constitucional del fenomenología son ejemplos de ello, Hegel y Marx también. Y, si
espíritu humano que debe esperar para pensar a que la sensibilidad se niega el postulado racionalista, se dejan a un lado, por este mis-
le presente un objeto. Minimiza también el papel de la experiencia. mo hecho, al menos tres doctrinas, que son sus consecuencias lógi-
En el caso límite, como en Spinoza, Hegel o Hamelin, no atribuye cas. La primera consiste en negar la existencia de todo lo que
ningún papel a la experiencia en la génesis y organización del saber. podría escapar al método elegido. La segunda, sin negar formal-
Pero si intenta justificar su posición, no puede evitar pagar tributo mente que una parte de lo real pueda escapar al método, la declara
al empirismo. ¿Cómo sabemos que la experiencia da solamente incognoscible para el espíritu hdmano. La tercera reconoce la
hechos particulares y contingentes, que no nos da esencias universales existencia de un elemento rebelde, admite por ejemplo que lo da

64 65
Verneally,../;wistentologia S
Epistemología general
El racionalismo

la experiencia, pero lo declara irracional o absurdo porque no puede


someterse a las exigencias de la razón. Todos estos movimientos de
Conclusión.
pensamiento, por mucho que parezcan imponerse, no son más que
secuelas del racionalismo cartesiano. Igual que el empirismo no puede evitar emplear la inteligencia
El hegelianismo es un renacimiento. Para Hegel, el saber sola- si quiere afirmarse como verdad universal, el racionalismo no puede
mente puede ser sistemático, y el sistema del saber sólo puede justificarse sin recurrir a la experiencia. Ambas son posiciones
construirse por vía dialéctica. Hallamos aquí de nuevo el postulado igualmente insostenibles.
racionalista, y respecto de él se plantean dos cuestiones. El mayor error del racionalismo, a nuestros ojos, consiste en
I.° ¿Qué es lo que obliga a entrar en el sistema? Nada. Si se englobar en el empirismo la teoría aristotélica de la abstracción.
entra, se queda sin duda prisionero de él, pues está admirablemente Según esta doctrina nuestros conceptos son sacados de la expe-
montado. Pero no es la razón la que obliga a entrar, sino el amor rienda. Pero no quedan limitados a ella, porque el acto de abstrac-
al sistema. Pues en la razón hay una exigencia de explicación, y ción consiste en separar de la experiencia una esencia universal. El
una exigencia de orden, pero no esta exigencia precisa de construir empirismo veía más claro, aunque rechazaba las ideas abstractas a
un sistema de conceptos por vía dialéctica. Incluso, a nuestro enten- la vez que las ideas innatas, porque trascienden lo sensible. En de-
der, sería más bien lo contrario, y de buen grado sostendríamos que finitiva, sólo la teoría de la abstracción escapa al dilema y permite
hay en la razón una repugnancia natural por la dialéctica por- dirimir el conflicto de las dos escuelas.
que este método es para ella una tortura. Pero dejemos este punto.
Tal vez la dialéctica es útil para tratar ciertas cuestiones, pero no
es ciertamente el método único del saber.
2.° ¿Qué es lo que garantiza que el sistema es verdadero, e in-
cluso exhaustivo, es decir, que corresponde a la realidad y aún la
agota? Es el sistema mismo, porque se considera que demuestra
sobre la marcha el idealismo y el panteísmo. Según el idealismo,
no existe nada más que lo que es pensado; ningún peligro hay por
consiguiente de encontrar un ser que sea rebelde al método. Según
el panteísmo, la razón humana es idéntica a la razón divina; nin-
gún peligro hay, por consiguiente, de dejar escapar la menor parcela
de realidad si se piensa racionalmente. No obstante, no se ha di-
sipado el malestar que se siente ante las pretensiones del sistema.
El sistema es tal vez coherente, admitámoslo. Pero ello no basta
para que sea verdadero. Se ha desarrollado el postulado raciona-
lista en un sistema coherente, nada más. El postulado mismo no
está demostrado en modo alguno por la construcción, por ingeniosa
que sea, que reposa sobre él.

66 67
El idealismo

solamente son una «sombra», es decir, una participación lejana de


ella. Nuestra alma ha contemplado el mundo de las Ideas antes
de encerrarse en el cuerpo, y nuestras ideas son una reminiscencia de
esta intuición directa. Para interpretar la teoría de las ideas como
un idealismo, hay que leer a Platón con los anteojos de Kant.
El padre del idealismo es Descartes. Sería también un error pre-
sentarlo como un idealista, pues las conclusiones de su sistema son
CAPITULO CUARTO realistas. Pero al construir su sistema, siembra los gérmenes del .
idealismo que crecerán después de él. Reduzcámoslos a tres:
EL IDEALISMO Descartes empieza su filosofía con la duda metódica'. Re-
chaza todas las certezas que pueda haber adquirido, y muy espe-
cialmente las que están fundadas en los datos de los sentidos. Así
Hay un estrecho parentesco entre el racionalismo y el idealismo, no le parece evidente la existencia del mundo, y sólo la admitirá si
y como una pendiente natural del primero hacia el segundo, pues se demuestra. Y sin duda cree proporcionar esta demostración a
el mejor medio de obtener una realidad que sea racional es evi- continuación, pero ninguno de sus sucesores la considerará válida.
dentemente admitir que lo real está constituido por la actividad 2." El primer principio de su filosofía es el cogito. Afirma que el
de la razón. • No obstante, no podemos identificar pura y simple- pensamiento es la única realidad que se le da al espíritu de una -
mente las dos corrientes. Primero, porque el problema al que res- forma inmediata e indudable. Todas las demás realidades deben
ponden no es el mismo: para uno es el medio del conocimiento, deducirse de ésta. Y sin duda, cree poder pasar del pensamiento
para el otro su valor. En segundo lugar porque la historia presenta como fenómeno al espíritu como substancia, pero Kant juzgará
combinaciones diferentes: un racionalismo realista, por ejemplo que este paso es un paralogismo. 3.° Descartes atribuye al espíritu
en Descartes, y un idealismo empirista, por ejemplo en Berkeley. ideas innatas que están en él como «cuadros», es decir, que -son los
A pesar de todo, no se puede negar que la combinación del racio- objetos mismos del conocimiento. Queda por saber si les corres-
nalismo y del idealismo ha producido un movimiento de pensa- ponde un objeto real. Es lo que se ha llamado el «problema del
miento muy importante, que ha ocupado el primer plano de la es- puente». Descartes creyó resolver este problema, pero pronto apa-
cena filosófica durante un siglo y medio, de Kant a Brunschvicg. reció como insoluble. Berkeley observa con mucha razón: no pode-
mos verificar que una cosa corresponde a nuestras ideas, puesto que
no tenemos a nuestra disposición más que ideas.
1. Las escuelas. Éstos son los términos generales en los que ha vivido la filoso-
fía moderna. Los sucesores inmediatos de Descartes se inclinan
El idealismo es una doctrina moderna'. A veces se atribuye a hacia el idealismo sin llegar francamente a él. Malebranche se salva
Platón la paternidad de este movimiento, pero a nuestro parecer de él por la fe que le enseña que Dios ha creado un mundo material.
equivocadamente. Es verdad que en Platón hay una teoría de las Berkeley niega la existencia de los cuerpos como substancias, y de-
ideas, pero es una teoría realista. e incluso exageradamente realista. muestra que son ideas cuya única realidad consiste en ser perci-
Pues la idea es real; es incluso más real que las cosas sensibles que bidas, y da la fórmula tipo del idealismo: esse est percipi: pero
admite aún la existencia «en si» del alma y de Dios. Leibniz com-
1. Cf. 11/LIVE r, Les Sonrers de pone el universo con las mónadas, centros de fuerza y de concien-

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Epistemología general El idealismo

cia, cada una de las cuales sólo conoce las ideas que emanan de su existe otro para nosotros. Poco importa el método según el que
propio fondo, lo que resulta una manera curiosa de aliar el idealismo se construya el sistema. Hegel llama al suyo una dialéctica, y por
y el realismo. ello en general a esta forma de idealismo se le ha llamado idealis- I
Con Kant se constituye y define el idealismo. Kant llama a mo dialéctico.
la posición de Descartes un idealismo problemático, a la de Ber- Según la línea de Fichte, la labor de la filosofía es un análisis
keley un idealismo dogmático, y a la suya propia un idealismo tras- reflexivo del espíritu. La ciencia, encerrando los fenómenos en una
cendental o crítico. La define así: la doctrina según la que el espa- red de relaciones matemáticas, construye y define el mundo verda-
cio y el tiempo no son propiedades reales de las cosas, sino leyes dero, objetivo, real. La filosofía no tiene nada que buscar en esta
de nuestra sensibilidad. Esto basta, pues de ahí se sigue que todo dirección más allá de lo que la ciencia nos enseña. Pero el sabio
nuestro conocimiento está limitado a los fenómenos. No podemos (como tal) solamente se ocupa de los fenómenos y del mundo, no
conocer las cosas tal como son en sí mismas, sino solamente tal reflexiona sobre la actividad de su propio pensamiento. La filosofía
como nos aparecen en virtud de nuestra constitución subjetiva. So- tiene pues como tarea única conocer el espíritu. Para ello el único
mos, pues, nosotros quienes organizamos los diversos fenómenos método posible es remontarse de los actos de_conocimiento cien-
dados por la sensibilidad, que construimos un mundo «objetivo» tífico a los principiaquelos_ezpacand El análisis descubre así las
uniendo los fenómenos según las leyes del entendimiento que Kant leyes o formas del espíritu, y más profundamente la actividad que
llama categorías. es el espíritu mismój Y, como que la ciencia nunca está completa
Kant admite aún la existencia de «cosas en sí», como causa de y sus descubrimientos son imprevisibles, el análisis del espíritu se
nuestras impresiones sensibles; pero las declara incognoscibles. Sus ha de volver a empezar siempre, y el espíritu mismo aparece a fin
discípulos han sido más osados. Suprimen las cosas en sí y profe- de cuentas como una pura espontaneidad, o como una libertad
san un idealismo absoluto. Puesto que las cosas en sí son incoe- creadora. Esta forma de idealismo, que se considera la única fiel al
noscibles, no podemos saber nada de ellas, ni siquiera si existen. espíritu del kantismo, se llama idealismo crítico.
Por lo tanto, no hablemos de ellas. Hablemos sólo de lo que cono- Si queremos ahora conocer la esencia del idealismo, lo que nos
cemos: de los fenómenos que son nuestras representaciones, de las parece poder deducir de la historia es lo siguiente. Nos equivoca-
formas y categorías que son nuestras leyes a priori, de la actividad ríamos mucho si definiésemos el idealismo, como hacen la mayoría
espiritual que construye el mundo. de manuales, como una negación de la realidad del mundo exterior.
A partir de ahí el idealismo se dirige en dos direcciones. La Es éste un camino estrecho que solamente conviene a un idealismo
primera está representada por Hegel en Alemania, por Renouvier y parcial como el de Berkeley. El idealismo postkantiano es absolutoi
Hamelin en Francia. La segunda, por Fichte, Lachelier y Brunsch- es decir, no concierne solamente al mundo sino también al hombre,
vicg. Según la línea hegeliana, la labor de la filosofía será construir al alma y a Dios; es una teoría del ser, y por lo tanto una metafísica
un sistema de categorías. Renouvier explica muy bien la intención o una ontología completas:0,Y es además una idea falsa, pues el
de una metafísica de tal clase: «Un sistema de categorías — dice - idealismo no niega en modo alguno la realidad del mundo. Lo que
completo, tan bien arreglado que la ley de su construcción le sirva niega es que el mundo exista «en sí», es decir, fuera de todo cono-
de prueba y que el espíritu se encuentre invenciblemente retenido cimiento o de toda representación) Pero lejos de negar su realidad,
en él, constituiría una filosofía acabada.» ¿Por qué un sistema de por el contrario, la fundamenta de la única Lanera que_le _paren-
categorías es una filosofía completa? Está muy claro. Las categorías, sólida: sobre la actividad -del espíritu. Niega también la existencia
en el sentido kantiano, son las leyes del pensamiento. Por lo tanto, en sí del alma y de Dios, y los define ya como conciencias, ya como I •
son también las leyes del ser, del ser pensado, se entiende, pero no actos, funciones, o leyes de conocimiento.

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Epistemología general El idealismo

Las mejores fórmulas del idealismo son, a nuestro entender, las es imposible conocer algo que exista en sí, fuera del pensamiento
siguientes. La de Berkeley, que es clásica y que define perfecta- o de la conciencia. He aquí algunas fórmulas:
mente al idealismo a condición de tomarla estrictamente: esse est Lecke: «Puesto que el espíritu no tiene otros objetos de sus
percipi aut percipere. Ya la de Renouvier, que es menos conocida pensamientos que sus propias ideas, es evidente que sólo acerca de
pero tal vez más profunda: «Yo me sitúo en el punto de vista del nuestras ideas versa todo nuestro conocimiento.»
conocer y no en el del ser sin el conocer que se me escapa absolu- Hume: «La filosofía más elemental nos enseña que nada puede
tamente.» Estas fórmulas significan que el objeto y el sujeto son estar presente a nuestro espíritu si no es una imagen o una per-,
definibles únicamente por su relación mutua que es el conocimien- cepción.»
to. ¿Qué es un objeto, una cosa, un ser? Lo que aparece a un sujeto. Kant: «Es evidente que no podemos sentir fuera de nosotros,
¿Qué es un sujeto, una conciencia, un espíritu? Aquello en quien o sino solamente en nosotros mismos.» «Nunca tenemos relación más
a quien aparece un objeto» La metafísica se halla, por tanto, redu- que con nuestras representaciones. En cuanto a saber lo que pueden
cida a la teoría del conocimiento, o, lo que es lo mismo, el problema ser las cosas en sí, está indudablemente fuera de la esfera de nues- •
del conocimiento se convierte en el solo y único problema de la tro conocimiento.»
filosofía. Lachelier: «La existencia de una cosa en sí no puede ser para
nosotros un hecho, pues para conocer este pretendido hecho, ten-
dríamos que estar en donde por hipótesis no estamos, y ver lo que
2. Los argumentos idealistas. por hipótesis no vemos.»
Brunschvicg: «El conocimiento constituye un mundo que es
En la escuela idealista reina una notable unidad de inspiración. para nosotros el mundo. Más allá no hay nada. Una cosa que estu-
Los sistemas son muchos y diversos, pero los argumentos emplea- viese más allá del conocimiento sería por definición lo inaccesible,
dos para fundamentar el idealismo de estos sistemas son siempre lo incognoscible, es decir, que equivaldría para nosotros a la nada.»
los mismos y casi idénticamente formulados. La historia presenta E. Le Roy, por último, ha dado del principio de inmanencia esta
pocos ejemplos de una «escolástica» tan rígida. formulación lapidaria, que se ha hecho clásica: «Un más allá del
En el fondo, no hay más que un argumento, y es una especie de pensamiento es impensable.»
e intuición o de evidencia primera que se llama en nuestros días el El principio del fenomenismo no dice otra cosa. No podemos
principio de inmanencia. Se explícita en dos principios anexos, conocer más que fenómenos, en el sentido amplio, pero propio de
el principio del fenomenismo y el principio de relatividad. Se apli- la palabra: lo que nos sipareer. Es esta una posición analítica. Pues
ca por último a todas las formas de conocimiento, pero especial- si una cosa es conocida, es objeto de conocimiento, aparece, es fe-
mente a la percepción, porque se considera que es ella la que nos nómeno. O inversamente, una cosa en sí que fuese distinta del fenó-
pone en contacto con lo reatlEn conjunto, esta intuición primitiva meno, o lo que es lo mismo, una substancia que existiese bajo los
del idealismo tiene un carácter negativo muy acusado. Responde fenómenos, no aparecería de ningún modo y sería, pues, estricta-
a la idea de Bergson de que lo primero que un filósofo percibe mente incognoscible. Es lo que significan las enigmáticas palabras
cuando comienza a filosofar, es lo que no quiere. El principio del de Lachelier: «Unas cosas en sí que se convirtiesen en objeto de
idealismo podría formularse sumariamente así: «No hay cosas en intuición no serían más que el fenómeno de sí mismas.»
sí», o: «El realismo es un puro absurdo.» Pero examinemos esta El principio de relatividad tampoco es distinto del principio de
doctrina con más detalles. inmanencia. Ya lo hemos encontrado anteriormente, puesto que pro-
s. El principio de inmanencia, en su sentido crítico, significa que viene de los Sépticos que lo utilizaban para establecer su fenome-

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Epistemología general El idealismo

nismo: todo conocimiento es relativo a un sujeto. Podremos, pues, presente y la alucinación de un mundo imaginario; los estados inte-
tomar a voluntad una u otra de las dos fórmulas siguientes: riores son los mismos y el juicio de realidad que llevan consigo es
I.° La conciencia es la condición de todo conocimiento, es el igualmente firme. 4.° Es absurdo pretender que lo sensible preexiste
«teatro» en que todo aparece. Es pues imposible saber lo que son a la sensación, pues sería necesario tener una pre-sensación para
las cosas independientemente de su aparición en la conciencia. conocerlo tal como es, una intuición absoluta que no fuese relativa
.Fuera de la conciencia no existen para nosotros. 2.° El conocimien- a una conciencia. 5.° Por último, es imposible que el espíritu entre
to es el acto de un sujeto. Es pues imposible definir un objeto cual- en contacto con una cosa extensa, o reciba la impresión producida
quiera prescindiendo de la actividad espiritual que lo hace surgir por una cosa material. Tanto en un caso como en el otro, debería
ante nosotros como objeto, independientemente de los procedi- él mismo ser extenso, material; no sería pues ya un espíritu sino
mientos y de los métodos que nos han permitido determinarlo. un cuerpo, y por este hecho mismo sería incapaz de pensar y de
Esto podría bastar. Pero prolonguemos este resumen con algu- conocer cualquier cosa.
nas aplicaciones particulares de los principios Ésta es la base común de todas las filosofías idealistas: una
Consideremos primero la naturaleza de la verdad. Se la define, crítica del realismo que conduce al fenomenismo. Lo único que le
desde un punto de vista realista, como la conformidad de la idea es dado inmediatamente al espíritu es su propio pensamiento, sus
con el objeto. Esta noción de la verdad-copia se presta a una doble ideas, sus representaciones, sus fenómenos, poco importa el nom-
objeción. Primero, ¿cómo una idea puede parecerse a una cosa? bre, y es con esta materia primera diferenciada que el idealismo
Una idea no puede parecerse más que a una idea y no a una cosa se lanza a explicar la totalidad del universo, el ser y los diferentes
que sería completamente distinta de una idea. Luego, ¿cómo podría tipos de seres.
verificarse la conformidad de la idea con la cosa? Sería necesario co- Para terminar, hay que indicar que el idealismo se esfuerza tam-
nocer la cosa de un modo distinto que por la idea que tenemos de bién en demostrar positivamente su tesis fundamental. Se le ofre-
ella, por una especie de intuición inmediata, pero entonces la idea cen para ello tres caminos. El primero, que es de inspiración car-
sería inútil y se desvanecería el problema de la verdad. tesiana, es la búsqueda de una primera verdad. Para fundamentar
Consideremos, por último, la sensación. El idealismo emplea la filosofía, se necesita un principio que se imponga al espíritu de
toda clase de medios y acude a toda clase de argumentos para de- un modo absoluto. Este principio no es otro que el cogito. Pero el
mostrar que el conocimiento sensible no es una intuición de lo real: cogito no conduce a una res cogitans, como creyó Descartes, que
I.° Aplicado a la sensación, el principio de inmanencia nos era aún esclavo de prejuicios ontológicos, la evidencia del cogito
da lo siguiente. La sensación es un estado de conciencia, puesto está estrictamente limitada a la cogitatio. Dicho de otro modo, el
que yo siento en mi y no en el objeto, pues yo soy yo y no el cogito debe desarrollarse en ego cogito cogitatum, no siendo el ego
objeto. Para hablar como Malebranche, la sensación es un «senti- nada más que una conciencia, y el cogitatum los estados interiores
miento» interior sin valor objetivo. 2.° El principio de relatividad de esta condiencia.
conduce a la misma conclusión. La sensación no puede captar nada El segundo camino es de inspiración kantiana. Consiste en de-
más que fenómenos subjetivos puesto que es esencialmente relativa: mostrar el carácter a priori del espacio, del tiempo, y en 'general de
relativa a la constitución de nuestros sentidos, y aún más relativa toda verdad necesaria y universal. De ahí se sigue que el mundo
a una conciencia individual. 3.° La mejor prueba de la subjetividad real es un conjunto de fenómenos unidos, y organizados por el
de nuestras sensaciones se obtiene de las ilusiones y alucinaciones, de espíritu según sus formas y categorías.
los sueños, de la embriaguez y del delirio. No hay diferencia en El tercer camino se inspira en Descartes y en Kant conjunta-
el nivel de la conciencia sensible, entre la percepción del mundo mente. Consiste en analizar la ciencia. En matemáticas, el espíritu

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Epistemología general El idealismo

va del pensamiento al ser, pone sus objetos definiéndolos libre- de cosas espirituales por analogía con las cosas materiales. Pero son
mente, sólo está ligado por las leyes que se da a sí mismo. A su peligrosas, pues se corre riesgo de velar el carácter propio de lo
vez la física es científica sólo en la medida en que está matemáti- espiritual, de reducir lo espiritual a lo material. Ahora bien, no es
zada. Seguramente admite «cosas» pero no en el sentido realista seguro que el idealismo, a pesar de su oposición profunda al mate-
de la palabra. Una cosa es solamente un grupo de fenómenos; pero rialismo, no caiga en este defecto. Efectivamente, decir que el
recibe el nombre de real cuando es «legal», sometida a leyes que espíritu no puede salir de sí mismo para coincidir con las cosas, o
son comunes a todos Jos espíritus razonables. La ciencia traza el que una cosa no puede entrar en el espíritu, es considerar estos
mundo verdadero, objetivo, real; éste no existía antes de que ella dos términos según las relaciones de espacio, y, por lo tanto, hacer
lo hubiese inventado y definido por sus cálculos. de ellos cosas materiales. Si como se nos dice con razón, el espíritu
no es extenso, hay que ser lógico con uno mismo y no tomar nunca
al pie de la letra las metáforas espaciales cuando se habla del co-
3. Examen de los argumentos idealistas. nocimiento. Esta simple decisión purificaría ya mucho la atmósfera.
Pero hay más que una metáfora en el principio de inmanencia.
Muchos de los argumentos que utiliza la escuela idealista no Hay una tautología: lo que no tiene nada de común con el espíritu
nos interesan aquí. Algunos son una repetición pura y simple de no puede ser pensado. Esto es evidente, pero ello no implica que el
los argumentos escépticos. Descartes se escusaba ya de «volver a espíritu no pueda conocer sino su propio pensamiento.
mascar un alimento tan común». ¿Qué deberían decir sus suceso- En primer lugar, quizá las cosas no dejan de tener relación con
res, de Malebranche a Brunschvicg y a Lachiéze-Rey, para que se el espíritu, tal vez no son de una naturaleza radicalmente hetero-
les perdonara volver a masticar dicho alimento de nuevo y cons- génea al pensamiento. Esto es cierto de las cosas materiales en el
tantemente? Es inútil para nosotros volver a tratar de las alucina- cartesianismo: un cuerpo es una porción de extensión, y no tiene
ciones, los sueños y los delirios, y también el principio de relati- nada en común con el espíritu cuya esencia es el pensamiento. Pero
vidad. Otros argumentos, los tres últimos que tienden a demostrar esta metafísica dualista no se impone necesariamente. Se puede
positivamente el idealismo, son una prolongación del racionalismo. muy bien admitir, y a mejor título, que las cosas tienen una forma
Son el racionalismo mismo en cuanto va a parar al idealismo. Pero que las constituye en su naturaleza y las hace a la vez activas y
hemos visto qué frágil es la idea cartesiana de una matemática uni- cognoscibles. En este caso, entre las cosas y el espíritu se dará
versal, y sobre qué confusiones reposa la idea kantiana de a priori. aquel parentesco que es condición del conocimiento. En resumen,
El argumento específico del idealismo es el principio de inma- el idealismo supone una cosmología cartesiana, de modo que si se
nencia, y sobre él debemos concentrar la atención. Su fuerza le rechaza esta cosmología, se derriban las puertas de la prisión.
viene de que enuncia un hecho real, a saber, que el conocimiento El idealismo supone también una psicología cartesiana. El pen-
es un acto inmanente. No produce nada fuera, permanece en el samiento del idealismo está encerrado en sus ideas, pero el cono-
sujeto que lo realiza y lo perfecciona. Es pues cierto que una de las cimiento del realismo está abierto al ser. Un más allá del pensa-
condiciones del conocimiento es la presencia de las cosas en el es- miento es impensable, nos dicen. Es muy posible, responderemos,
píritu. Pero no puede deducirse de ello que el espíritu esté cerrado pero nos da lo mismo, ya que lo que nos interesa no es el pen-
sobre sí mismo como las mónadas de Leibniz y que solamente samiento puro, vaciado de todo objeto por la duda metódica, sino
conozca sus propias ideas. el conocimiento. Ahora bien, es evidente que el conocimiento llega
Ante todo, no hay que ser víctima de las metáforas espaciales de rondón y directamente a una cosa distinta de él mismo. Llega.
que se emplean. Son casi inevitables, porque sólo podemos hablar a «lo otro como tal», como se decía en lenguaje escolástico; llega a

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Epistemología general El idealismo

las «cosas en sí», como se dice en lenguaje kantiano; llega a los logia que afirma es la siguiente: lo que es conocido aparece, es un
«existentes», como se dice actualmente. Primero son conocidas las fenómeno; lo que no aparece queda desconocido, y lo que no puede
cosas o los seres. El sujeto no conoce su conocimiento y su propia aparecer es incognoscible. Sobre esto haremos las observaciones
existencia más que por una reflexión que es necesariamente secun- siguientes:
daria. Esta propiedad que tiene el conocimiento de referirse a otro, Tomando las cosas en sentido amplio, el principio resulta tan
de apuntar hacia un objeto, se llama intencionalidad. Ha sido re- evidente, que no necesita explicación. No hay ninguna razón para
descubierta por la fenomenología contemporánea, y podemos hacer restringir la noción de fenómeno a los objetos de la intuición sensi-
nuestras algunas de sus fórmulas: «Toda conciencia es conciencia ble, como se hace desde Platón. Una esencia pensada es un fenó-
de algo» (Husserl), «el mundo está siempre ya ahí» (Heidegger), meno a su modo. Todo objeto de conocimiento es un fenómeno.
«la conciencia es extática» (Sartre), «el problema del mundo exte- Es preciso, pues, reconocer la fuerza del dilema: un fenómeno o
rior no tiene absolutamente ningún sentido» (Marcel). nada. Por el contrario, nada autoriza a separar el fenómeno y el
Si quisiéramos ceñir la cuestión habría que aportar muchos ma- ser o a oponerlos. El idealismo sobreentiende constantemente que
tices. Habría que distinguir diversos casos. A veces, el objeto de conocer el fenómeno es no conocer el ser. Hay aquí un postulado
la intención es un ser de razón que no existe y no puede existir que nada justifica y que, por el contrario, es inconsistente. Si se
fuera del espíritu. A veces, es una esencia abstracta que no existe quisiera simplemente distinguir el ser en tanto que no aparece del
en la forma en que es concebida. Pero a veces el objeto al que se ser en tanto que aparece, no ofrecería ninguna dificultad, pues se
apunta, sea por una intención sensible o por un juicio, es un exis- volvería al dilema precedente. Si quisieran decir que los seres que
tente, en el sentido estricto y propio de la palabra. conocemos nunca nos aparecen íntegramente, que guardan respecto
Y naturalmente, si preguntamos cómo una cosa que existe en del espíritu humano alguna reserva y algún misterio, convendríamos
sí puede hacerse presente al espíritu, nos metemos en los recovecos de buen grado en ello. Pero si quieren decir que el ser no puede
de una teoría del conocimiento. Digamos simplemente aquí que la aparecer tal como es, cometen una petición de principio, se supone
cosa se hace presente por su acción. El espíritu se encuentra así admitido el idealismo que se pretendía demostrar. Nada se opone,
«informado» en el sentido técnico de la palabra, recibe la forma en principio, a que el ser aparezca. Nada exige que aparezca ente-
del objeto, de modo que, cuando reacciona, su acto es a la vez ramente. Lo que de él aparece está muy bien llamado aspecto, y
inmanente y extático: permaneciendo en el sujeto, capta en él al depende evidentemente de las facultades del sujeto al que aparece.
otro como tal. Por otra parte, cualesquiera que sean las dificultades . Vayamos más lejos. La idea de fenómeno puro, es decir, sepa-
de la teoría explicativa, su punto de partida debe tenerse como un rado del ser, es inconsistente. Con razón decía Kant que sería absur-
hecho y como una evidencia: el ser nos es dado inmediatamente, do hablar de una aparición sin nada que aparezca. Dicho de otro
la idea no es lo conocido, sino el medio por el que conocemos el modo, la idea de fenómeno implica esencialmente una referencia
ser. En el peor de los casos, como sucede en el existencialismo, al ser, no una referencia a un ser que no aparece, como pensaba
incluso admitiendo que la teoría del conocimiento no lo explique Kant, pues se iría a parar aI absurdo que se quería evitar, sino una
todo, no por eso habría que poner en duda el hecho que intenta referencia a un ser que aparece, que tiene éste o aquel aspecto, y
explicar. La única conclusión lógica sería decir que hay un misterio. tal vez más.
Y difícilmente puede negarse que el conocimiento sea algo muy De nuevo, si quisiéramos ceñir la cuestión, deberíamos distinguir
misterioso. al menos tres casos: el del conocimiento inmediato o intuitivo, el
Aunque el principio del fenomenismo no sea distinto del prin- del conocimiento mediato o discursivo y el del conocimiento ana-
cipio de inmanencia, tal merece una discusión particular. La tauto- lógico. Pues las observaciones precedentes conciernen al conoci-

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Epistemología general El idealismo

miento intuitivo, que, por otra parte, es el fundamento de todos los mología y una psicología correctas, es decir, no cartesianas. Es ne-
demás: el ser aparece él mismo a una facultad. En los demás casos, cesario ante todo devolver a las cosas una forma que les asegure la
hay una especie de fenomenalidad derivada. Aunque el lenguaje no unidad, la actividad, la inteligibilidad. Es preciso después y para-
sea corriente, creemos que debemos mantener que conocer es feno- lelamente restituir al conocimiento su intencionalidad, demostrando
menalizar. Así, pues, si hay diversas formas de conocimiento, hay que el acto de conocer, tomado estrictamente, no es una accióe,
también diversos modos de fenomenalización. menos aún una producción ni una representación, sino un acto, un
acto segundo o una operación, que consiste simplemente en una
manera de ser, en la posesión inmaterial de una forma.
4. Discusión del idealismo. Dicho esto, situémonos en el punto de vista epistemológico.
¿Es el idealismo, como se ha dicho a menudo, una teoría del cono-
El movimiento idealista se comprende y se justifica perfecta- cimiento coherente e indestructible en su propio terreno? No. En-
mente como eliminación progresiva de lo real tal como estaba con- cuentra dificultades internas, y no vive más que de préstamos
cebido por un realismo degenerado; la extensión cartesiana y la subrepticios del realismo. Esto es particularmente visible en dos
cosa en sí kantiana. En efecto, si los cuerpos se definen como pura puntos principales: la verdad y la cosa en sí 2.
extensión, se disuelven necesariamente y se desvanecen, siendo la Aunque el idealismo repudia en principio la noción realista de
extensión principio de dispersión, partes extra partes hasta el infi- la verdad, no puede liberarse completamente de ella. La elimina
nito; pero como todo ser es uno, la unidad sólo le puede ser con- en detalle para restituirla en bloque, o si se prefiere, la elimina en
ferida por el pensamiento. Y si la cosa en sí está situada bajo los teoría, in actu signato, para restituirla, de hecho, in actu exercito.
fenómenos, o detrás, o más allá, se hace inaccesible, incognoscible, En efecto, la concepción idealista de la verdad, aplicada al idealis-
y no tiene ningún papel que desempeñar en la filosofía. Por tanto, mo mismo, lo declararía verdadero solamente porque es coherente
hay que constituir lo real con les fenómenos presentes en la con- y en tanto que lo es, es decir, hace al pensamiento concorde con-
ciencia. El único inconveniente es que se ha creído destruir el sigo mismo. Pero cuando el idealismo se afirma como una doctrina
realismo al combatir este realismo. verdadera, no se mantiene ya en este formalismo. Sus tesis so- •
Por otra parte, el idealismo aclara muy bien la actividad del es- bre el ser, el conocimiento y el espíritu pretenden explicar lo que
píritu en el conocimiento y el carácter inmanente de esta actividad. son realmente el ser, el conocimiento y el espíritu. Las da como
Pues no puede ponerse en duda que el conocimiento sea un acto verdaderas porque están conformes con la realidad y en la medida
inmanente, ni que las ciencias estén construidas por el espíritu. El en que lo están. Poco importa que la realidad de que habla sea el
inconveniente es que el idealismo considera incompatible la inma- espíritu, o que sea inmanente al espíritu; en el momento de afirmar,
nencia con la trascendencia. Y esto se debe a que deja contaminar se regula por lo que es/De modo que, a fin de cuentas, tanto para
el acto espiritual por la actividad física. Si el conocimiento con- el idealismo como para el realismo, la verdad consiste en afirmar
siste en producir, y digamos incluso en fabricar, una represen- como ser lo que es, y no ser lo que no es.
tación, que es un objeto inmanente, entonces el mundo real no El idealismo tampoco puede eliminar completamente la realidad,
tiene ninguna utilidad ya para la teoría del conocimiento. El pen- en el sentido realista de la palabra, a saber, algo que existe (en sí)
samiento se basta.
2. BLONDEL, L'II/u:ion idéenme, en «Reme de métaphysique et de morales 1934;
A nuestro entender, pues, el debate entre el idealismo y el realis- FOREST, Thoinisme et /déalinvw, en <Rente néoseolastiques 1934; MARITAIN,
Réflezion,

mo es de orden metafísico antes de ser epistemológico. El primer SME Pititelligence, cap. si (La vida propia de la inteligencia y el error idealista) y cap. IX
ti (La
(El realismo ION:LISIE) ETCREVERRY, LidéCl/ISMO francais ceistemporain, libro
medio de combatir eficazmente el idealismo es elaborar una cos- resistencia al idealismo).

80 81
Verneaux, Epistemología 6
Epistemología general
El idealismo

sin reducirse a su aparición (para nosotros). Aunque esencialmente menos una cosa en sí, en el sentido kantiano, para todos los que
se defina por su horror a la cosa en sí, la restituye al menos de
no son el sujeto que lo experimenta.
cuatro modos. Desde el momento en que se admite la existencia En tercer lugar, es difícil no admitir que el hombre ha apare-
de una actividad inconsciente del espíritu, la existencia de una plu-
cido tarde en el universo. El pensamiento humano mismo demues-
ralidad de conciencias, la existencia del mundo antes de la aparición
tra, por la ciencia, que el mundo ha existido mucho tiempo antes
del hombre y por último la existencia de hechos irracionales en el que él. ¿Cuál es pues el valor ontológico que debe darse al mundo
mundo, se es de buen o mal grado realista pues se admiten cuatro antes de la aparición del hombre? ¿Se dirá que no ha existido, que
especies de cosas en sí.
sólo existe en el pensamiento del sabio que lo proyecta hacia atrás
Descartes definía el pensamiento por la conciencia. Pero es di- como proyecta hacia el futuro un eclipse? Pero la ciencia afirma que
fícil conservar esta definición. Nadie sostiene ya que la conciencia el mundo ha existido. Por lo tanto hay que afirmar que existía en
sea coextensiva al pensamiento, pues numerosos hechos obligan a sí. He aquí un más allá del pensamiento que no es impensable.
admitir, por el contrario, una vida psíquica inconsciente. En par- Por último, es difícil negar que haya en el mundo hechos y se-
ticular, el hecho del error no puede explicarse más que por la res contingentes: los individuos de toda clase, humanos y materia-
inconciencia en que está el espíritu acerca de su propia actividad. les, la irreversibilidad del tiempo y la duración propia de cada cosa,
Pero si existe una actividad que escapa a la conciencia y de la que
los hechos históricos. Por ejemplo, la irreversibilidad del tiempo
sólo aparecen los resultados, existe algo que no es un puro fenó- es un puro hecho. La «máquina de explorar el tiempo», inventada
meno. Esta actividad existe en si, fuera de la esfera del conocimiento por Wells, es lógicamente posible, pero imposible realmente. Igual-
posible, en el momento en que se ejerce. Se ha transportado, pues, mente, como decía Bergson, «hay que esperar a que el azúcar se
la cosa en sí kantiana del objeto al sujeto y nada se ha ganado en
definitiva. disuelva»; es imposible hacer variar la velocidad del tiempo, aun-
que pueda concebirse muy bien. Ahora bien, la contingencia es
Asimismo, es difícil no admitir una pluralidad de conciencias. inadmisible al idealismo porque el desarrollo del pensamiento es ló-
Poco importa el motivo: ya sea como un hecho o como una nece- gico, por lo tanto necesario. La única solución que le queda es
sidad, o para que cada conciencia sea objetivamente fundada por
negarla. No niega la apariencia de contingencia, pero niega su reali-
el reconocimiento de los otros, o para explicar el comportamiento dad. La convierte en el correlativo de nuestra ignorancia, siendo la
de ciertos objetos llamados hombres. Poco importa también que la necesidad el correlativo de nuestra ciencia. Lo que equivale a decir
pluralidad sea considerada irreductible o como un estado provisio- que la contingencia es una ilusión que debe reducirse y disiparse
nal en el desarrollo del espíritu. El punto delicado consiste en saber con el progreso de la ciencia. Muy bien, pero esto es apostar sobre
qué sentido puede tener la idea del prójimo o de alter ego en una el futuro en virtud de una tesis metafísica a priori que nada justi-
perspectiva idealista. No tiene ninguno, pues una conciencia no fica en el presente. Actualmente, encontramos hechos que no están
puede reducirse a ser sólo la representación de otra. Ella es para construidos por nuestro pensamiento.
sí. Existe, pues, en sí para cualquier otra. Además su subjetividad es Estas observaciones, por sumarias que sean, bastan para mos-
secreta para las demás. No es incognoscible: puede muy bien com- trar que el idealismo no puede permanecer fiel a sus principios. La
prenderse que otro experimente un sentimiento, incluso se puede lógica del principio de inmanencia conduce directamente al solip-
participar de él; pero no se puede experimentar en su lugar y co- sismo que nadie se atreve a sostener.
nocerlo como él lo conoce; el matiz propio se escapa siempre. Por
tanto, aunque un sentimiento no sea una substancia existente en sí,
en el sentido aristotélico de la palabra, sino un accidente, no es

82 83
Epistemología general

Conclusión.

No hay ninguna razón valedera para entrar en el idealismo, y


si se entra, no es posible permanecer en él. El realismo se impone
a la reflexión filosófica como se impone en la vida corriente.
El idealismo es una de las numerosas tentativas hechas por el
CAPITULO QUINTO
hombre para divinizarse, pues el poder de crear el mundo, que él
atribuye al espíritu humano, es propio del espíritu divino. Pero
como el pensamiento del hombre es demasiado débil para llevar el EL REALISMO
peso del universo, el idealismo se inclina lógicamente hacia el pan-
teísmo. Si no siempre hace profesión de él, es porque le retiene en
la pendiente alguna consideración extrínseca, como el deseo de Debemos ahora definir a grandes rasgos la solución que creemos
salvar el destino de las personas. La forma de idealismo que nos justa. Comúnmente se le da el nombre de realismo. No es falso.
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parece más coherente es la de Brunschvicg, para quien Dios es la pero tiene el inconveniente de darnos de él sólo una idea estrecha,
Razón impersonal de la que participan todos los espíritus finitos y pues solamente la determina en relación con el idealismo, mientras
que es en cada uno el principio de su actividad espiritual. Así se que es una teoría del conocimiento compleja y completa.
explica perfectamente que todos los hombres construyan el mismo Por oposición al escepticismo, el realismo sostiene que podemos
mundo cuando piensan racionalmente. Pero el panteísmo sobre el alcanzar la verda Concede un lugar a la duda en la vida intelec-
que se apoya así el idealismo, ¿es una posición coherente? Co- tua ms> considera la duda universal como la muerte de la inteli-
rresponde a la metafísica decidirlo; y su respuesta sólo puede ser gencia. No niega la posibilidad del error, ni la frecuencia de los
negativa. errores, pero considera el error como un accidente o una anomalía.
En 'resumen, admite que tenemos certezas legítimas. Eá_pues una
posición dogmática. Por otra parte, el realismo se opone al empr-
rismo y al racionalismo simultáneamente. ¿Piz...grié__medio conoce-
inosl-
. . clad? ¿Sólo "Sor la experiencia? No. ¿Por la razón so-
la? Tamo, sino por la experiencia y la razón conjunta-
mente.
Para expresar esta idea se dice a veces que el realismo sinte-
tiza el empirismo y el racionalismo. La fórmula es mala. Primero,
porque, históricamente, en la filosofía moderna, las dos doctrinas
son productos de la descomposición del realismo que es anterior a
ellas. Después y sobre todo, porque, lógicamente, cada una de estas
dos doctrinas es exclusiva de la otra, de modo que es imposible una
síntesis. Más vale decir que el realism6 se sitúa fuera o por encima
del debate. Por último, en cuanto al valor del conocimiento, el rea-
lismo se opone al idealismo. Sostiene que el espíritu humano puede

84 85
Epistemología general
El realismo
conocer al ser «en sí», y que la verdad consiste precisamente en la
conformidad del juicio con la realidad. puede ser conocido científicamente; es sólo objeto de opinión.
Tal es en una primera aproximación la posición realista. Con Y para fundamentar la posibilidad de la ciencia, Platán dobla el
ello puede observarse enseguida que las demás teorías, comprendi- mundo sensible con un mundo inteligible. Las ideas, que existen
do incluso el empirismo, contrarían el buen sentido y es difícil que en sí, son las esencias inmutables que requiere el conocimiento
triunfen ante su tribunal. Por el contrario, son fáciles en el plano científico.
filosófico, fáciles de definir y de sostener, porque son simples abso- Aristóteles ha criticado a Platón con una insistencia que indica
lutas, unilaterales. Para el realismo la situación es inversa. Es fácil la pena que tuvo en separarse de su maestro. El fundamento de su
en el plano del sentido común, pues todo hombre que no está epistemología es la tesis metafísica, demostrada con gran lujo de
sofisticado por una reflexión filosófica mal llevada, se cree espon- argumentos, de que las ideas no existen separadas. Son, pus, inma-
táneamente capaz de la verdad, se fía instintivamente de sus senti- nentes en lo sensible, constituyen la esencia de cada cosa y no
dos y de su inteligencia para conocer la realidad. Por el contrario, existen más que individualizadas. De ahí se sigue que el conoci-
el realismo es difícil en el plano filosófico porque es complejo, miento humano parte necesariamente de la sensación, que tiene el
matizado, y por ello mismo siempre está en peligro de caer por un privilegio de ponernos en relación con lo real. Pero lo sensible,
lado o por otro en el error. No obstante, además de su valor pro- como tal, no es inteligible porque la esencia en él está materializada
piamente filosófico, es un punto de apoyo sólido para la vida, y e individualizada. La ciencia vena sobre las esencias puras y uni-
dada su vinculación con el dogma católico puede presentarse como versales que la inteligencia abstrae de lo sensible. Sus juicios son ne-
una parte integrante de la mentalidad cristiana, como una especie cesarios precisamente porque los términos sal abstractos, y son
de preámbulo lejano de la fe. verdaderos en tanto son conformes con la realidad.
Al pasar al pensamiento cristiano, el realismo griego sufre una
profunda modificación. Como que el mundo ha sido creado por Dios
1. Las escuelas. a su imagen, el objeto y el sujeto están como suspendidos de
Dios, de quieh obtienen su existencia y su naturaleza. La inteligi-
bilidad del objeto, la inteligencia del sujeto, la verdad en el uno y
Hay tantos matices diversos en la corriente realista como en las
en el otro, son una participación deficiente y diversificada de la pri-
demás corrientes epistemológicas. No obstante, de un modo gene-
men Verdad. Pera, por nueva que sea la perspectiva abierta por
ral, podemos decir que hay en él dos tendencias principales. Una,
el dogma de la /creación, los rasgos esenciales del platonismo se
salida de Platón, jalonada por san Agustín y san Buenaventura,va
hallan en san Agustín y los del aristotelismo en santo Tomás.
á parar a Descartes, a Malebranche,yj los ontologistas del siglo xix
La epistemología de san Agustín es una cuestión difícil y discu-
La otra, salida de Aristóteles, culmina en santo Tomástiel la man- tida'. He ahí, sumariamente, cómo la comprendemos. Está centra-
tenido viva en el transcurso de los siglos por la escuela tomista. La
da en el problema de la verdad, y regida enteramente por el prin-
diferencia es menos de orden epistemológico que de orden meta- cipio de que la verdad es necesaria, inmutable y eterna.
físico, o más exactamente es primero metafísica y toca después la Su punto de partida es la tesis platónica de que el mundo sen-
epistemología.
sible es demasiado inestable para poder ser objeto de conocimiento
En Platón, el mundo sensible tiene tan poca consistencia que verdadero. Sin duda, la sensación es ya un acto de pensamiento. El
no puede dársele el nombre de ser. Es mutable, en efecto, mientras espíritu trasciende al cuerpo y no puede recibir nada de él. Es pues
que el ser es inmutable. No le estaría mal el nombre de un no-ser
existente. Pero como la ciencia versa sobre el ser, lo sensible no 1. Cf. BoviR, L'Idée de vérité chez saña Asegustin; Gasee, Iturodqction a ?bode
de taita Atiplini»; jOLIVIT, Diem solee! des esprit:.

86 87
Epistemología general El realismo

el espíritu el que se hace atento a las pasiones que el cuerpo sufre El pensamiento de san Agustín es tan flexible que se presta a
de parte de las cosas materiales, y que produce en sí mismo un interpretaciones muy diversas; es también muy indeciso y reclama
verbo para representarlas. Y las sensaciones son necesarias para algunas precisiones. En el transcurso de la edad media sus virtuali-
que lleguemos a conocer a las criaturas materiales. Sin embargo, la dades han sido desarrolladas de todos los modos posibles por la
sensación, hablando con propiedad, no es un conocimiento, porque escuela franciscana. Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, ha cri-
objeto es mutable. Sólo puede conocerse en verdad lo que es ticado enérgicamente a Platón, así como a los platónicos y a los
verdaderamente. agustinianos de su tiempo. Pero, respecto de san Agustín mismo,
No obstante, el hombre hace juicios verdaderos, incluso sobre doctor de una inmensa autoridad, usa los mayores miramientos.
las cosas contingentes. ¿Cómo explicar este hecho? Hay que buscar Prefiere en general insistir en el acuerdo profundo de las dos doc-
la solución evidentemente del lado de la inteligencia, no del lado trinas que en sus divergencias. El acuerdo es completo, evidentemen-
de los sentidos. Pero el espíritu humano es incapaz de fundamentar te, en lo que concierne a la fe cristiana. De donde se sigue que es
la verdad de sus propios juicios, pues es tan mutable y contingente completo también en cuanto al hecho de la iluminación. El término
como las cosas sensibles., El único fundamento posible de la verdad de iluminación, de cualquier modo que se entienda, sólo significa
es la Verdad trascendente, es decir, Dios mismo. Cuando el espíritu una participacición de la inteligencia humana en la inteligencia
humano conoce la verdad, en el dominio que sea, se regula según divina, y en el fondo no hace más que traducir la idea de creación.
las razones eternas, está en comunicación con las ideas divinas, Por ello santo Tomás, después de haber resumido como hemos
está interiormente iluminado por el Verbo, luz espiritual, maestro visto la teoría de san Agustín, concluye así: «Importa muy poco
interior de todo hombre. Así, pues, en todo conocimiento verdadero decir que los inteligibles participan de Dios, o decir que la luz que
está implicado cierto conocimiento de Dios.) Pero Dios no es el hace los inteligibles participa de él.»
objeto directo y natural del espíritu humano, ni lo es la Verdad Parum refert... Es cierto si se consideran las cosas desde arriba.
divina, sino la verdad de sus propios juicios. La luz divina es formal Pero en esto consiste el punto de divergencia, pues toda la dife-
o reguladora, imprime el sello de la verdad, por así decirlo, a nues- rencia entre una epistemología cristiana de tipo platónico y una
tros juicios, pero no les aporta ningún contenido, no imprime ideas epistemología cristiana de tipo aristotélico concierne al modo, o si
en nuestra alma. Puede decirse que vemos en Dios la verdad, pero se quiere, al punto de aplicación de la iluminación divina.
ello no significa que veamos a Dios, ni sus ideas, ni su luz; ello Para santo Tomás, la abstracción es un hecho, y este hecho
significa que nosotros vemos la verdad gracias a él, por él, en la sirve en cierto modo de eje a su epistemología. La experiencia sen-
luz que nos comunica. sible se encuentra rehabilitada: es la base del conocimiento huma-
Santo Tomás ha comprendido y resumido perfectamente la teo- no, puesto que todas nuestras ideas se obtienen de ella. No es una
ría agustiniana de la iluminación. «San Agustín, que ha seguido a ciencia, en el sentido propio de la palabra, pero es un conocimiento,
Platón tanto como le ha permitido la fe católica, no ha admitido e incluso un conocimiento infalible, una intuición de las cosas
que las esencias de las cosas subsistan por sí mismas. En lugar de existentes. Para pasar de lo sensible a lo inteligible, se necesita una
esto, ha situado las razones de las cosas en la inteligencia divina, y iluminación. Pero ¿cuál es? ¿Divina? No, humana: la que el inte-
ha admitido que por medio de ellas juzgamos todas las cosas, en lecto agente proyecta sobre el fantasma; su papel consiste en actua-
tanto que nuestra inteligencia está iluminada por la luz divina. No lizar la esencia que encierra éste. Solamente al llegar al término de
es que veamos estas razones en si mismas: eso sería imposible sin su análisis se encuentra santo Tomás con san Agustín. Si se pregun-
ver la esencia divina. Pero estas razones supremas imprimen (su ta, en efecto, de dónde le viene al hombre la luz natural de su
huella) en nuestros espíritus» (De spiritualibus creaturis, 10 ad 8). inteligencia, la única respuesta posible es que proviene directamen-

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Epistemología general El realismo

te de Dios que la crea en todo momento en nosotros. Es una parti- la expresión de «ser en sí», no cree designar con ella un ser exis-
cipación finita de la inteligencia infinita, un reflejo creado de la tente en sí, fuera del pensamiento, sino un cierto tipo de ser pensa-
luz increada una impresión de la primera Verdad. In lumine primae do: el objeto puro o bruto, el objeto que no es más que objeto, por
veritatis omnia intelligimus et iudicamur, in quantum lumen intel- oposición al sujeto consciente que es «para sí».
lectus nartri sive naturale, sive gratuitum, nihil aliad est quam Ante este realismo idealista, ¿cómo caracterizar el realismo rea-
quaedam impressio veritatis primae (S.Th. 1, 88, 3 ad 1). Santo lista? Éste admite que buen número de objetos no existen más que
Tomás puede, pues, sin la menor dificultad emplear a su vez las en el pensamiento porque el espíritu los ha construido o abstraído.
palabras de los salmos que habían inspirado a san Agustín: Signo- Las únicas tesis que sostiene contra el idealismo y que bastan para
tum est super nos lumen mitas tui, Domine; in lamine tito vide- caracterizarlo son las siguientes:
bimus lumen. 10 De un modo general, el conocimiento se regula por el ser
que a todas luces le es anterior. Si se considera el sujeto, éste debe
ser para poder conocer y su modo de conocimiento depende de su
2. Realismo e idealismo. tipo de ser. Por tanto, el cogito cartesiano debe ser invertido: no es
porque pienso que existo, sino porque existo pienso. Si se considera
En la filosofía moderna, la alternativa principal, la que gobier- el objeto, también él debe ser para poder ser conocido, y su ma-
na todas las demás opciones, es la del realismo y del idealismo. Es nera de aparecer depende de su tipo de ser. Tanto si es dado o
preciso, pues, ante todo, definir el realismo por oposición al idea- construido, posible o actual, sólo es cognoscible a partir del mo-
lismo, y luego buscar si es posible superar la oposición. mento y en la medida en que es. Si no se conoce nada, no se co-
Si no queremos perdernos en inextricables confusiones de ideas. noce, no hay más que ignorancia, ausencia pura y simple de cono-
importa ante todo distinguir entre el realismo que resulta del idea- cimiento. Si se conoce, se conoce algo, dicho de otro modo se
lismo y el realismo que se opone al idealismo. revela un ser.
Ya Berkeley tenía cuidado en subrayar que al transformar las 2.° En algunos casos, lo que conocemos existe en sí, indepen-
cosas en ideas, por este mismo hecho había transformado las ideas dientemente de nuestro conocimiento, de nuestro pensamiento, de
en cosas, y que en total nada había cambiado en la apariencia del toda actividad de nuestro espíritu. Desde el punto de vista crítico.
mundo sensible. Paralelamente, el idealismo trascendental implica habría que distinguir cuando menos tres casos: la existencia puede
un realismo empírico. Después de haber limitado el conocimiento ser concluida (como consecuencia de un razonamiento), puede ser
a los fenómenos, conforme a las exigencias del idealismo trascen- concebida (por un concepto abstracto), y puede ser percibida (por
dental, Kant procedía a una «refutación del idealismo», que tenía conciencia o sensación). Pero solamente nos interesa el último caso,
por objeto esta vez el idealismo problemático de Descartes y el pues sólo se puede concluir o concebir una existencia si se parte
idealismo dogmático de Berkeley. No le costaba trabajo demostrar de una experiencia en la que nos es dada. La tesis característica
que, según sus principios, la conciencia inmediata de los cuerpos, co- del realismo es, pues, que las cosas, o el mundo, y el yo que perci-
mo fenómenos en el espacio, es una condición de la conciencia que bimos existen en el sentido metafísico de la palabra, es decir, tienen
tenemos de nuestros estados interiores en el tiempo. Más amplia- un acto propio de existencia que los sitúa fuera de la nada, fuera
mente, ningún idealista puede evitar el hablar del ser o de lo real, de sus causas y fuera de nuestro pensamiento.
y lo hace sin el menor escrúpulo, pues habla del ser como pensado Hay pues entre el realismo y el idealismo una verdadera con-
o conocido, del ser «para nosotros», no del ser «en sí» que declara tradicción, y es preciso elegir uno de los dos términos con exclu-
incognoscible. Igualmente, cuando un idealista como Hegel emplea sión del otro. El dilema no es el que gustaba a Brunschvicg: la

91
Epistemología general El realismo

oposición del ser en sí y del ser para nosotros, pues el ser en sí, Es también intención declarada de Sartre hallar una posición
en tanto que opuesto al ser para nosotros, es estrictamente incog- que esté por encima del realismo y del idealismo, pero al revés de
noscible, y el ser para nosotros, en cuanto es opuesto al ser en sí, Bergson, él tiende a una síntesis de los dos términos. Los elemen-
es puramente fenoménico. El dilema plateado por Brunschvicg tos de esta síntesis son los siguientes. Nada de realismo: el ser no
no es más que una expresión del idealismo. El dilata es más bien puede actuar sobre la conciencia. Nada de idealismo: la conciencia
el siguiente: todo ser está puesto por el espíritu humano (idea- no puede construir un ser trascendente con estados subjetivos.
lismo), algún ser no está puesto por el espíritu humano (realismo); Idealismo: Sólo por y para la conciencia existe el ser. Realismo:
o bien: todo ser se reduce al conocimiento que podemos tener de El ser mismo está presente en la conciencia, la conciencia nada le
él, algún ser no se reduce al conocimiento que tenemos de él. Esto añade. ¿Cómo comprender esta síntesis? Toda la cuestión está en
es lo que en lógica se llama una oposición por contradicción. saber qué entiende Sartre por ser; cosa que no es fácil. Aparecen
Queda por saber si la contradicción puede resolverse. Se com- con bastante claridad dos puntos:
prende que, a nuestro modo de ver, la respuesta no puede ser más 1.° El existente se reduce a la serie de sus apariciones: el ser
que negativa. No obstante, en la filosofía francesa se han hecho no es pues otra cosa que el fenómeno. 2.° No obstante el ser del
dos tentativas notables para superarla, una por parte de Bergson, existente es transfenomenal, no aparece él mismo, sino solamente
la otra por parte de Sartre. El primero pretende rechazar a la vez por diversos aspectos. A partir de ahí se pueden elegir dos inter-
los dos términos, el segundo pretende admitirlos a la vez. Tenemos, pretaciones. Puede decirse que hay yuxtaposición del idealismo y
pues, que examinar dos textos que se cuentan entre los más difíciles del realismo, de tal modo que la fenomenología de Sartre oscila
de la literatura filosófica contemporánea: el primer capítulo de constantemente entre estos dos polos de atracción. Pero pueden
Matiére et Méntoire y la introducción de L'Eire et le néant. también reducirse las dos tesis a la unidad, pero entonces la pri-
La intención declarada de Bergson'es no dar la razón ni al rea- mera absorbe a la segunda, y en definitiva gana el idealismo.
lismo ni al idealismo. El realismo, dice, es incapaz de explicar cómo ¿Cómo comprender, en efecto, que el ser no aparezca, si lo existen-
la materia que es pum exterioridad en el espacio, puede engendrar la te se reduce a la serie de sus apariciones? No vemos otra solución
conciencia que es pura interioridad fuera del espacio. El idea- que la siguiente: el ser es la totalidad de las apariciones posi-
lismo es incapaz de explicar como unos estados subjetivos pueden bles, pero nunca aparece la totalidad misma. Así el fenómeno pre-
engendrar la apariencia de objetos materiales. ¿Está clara; pues, la senta solamente un aspecto del ser, y no el ser, pero no tiene sen-
posición de Bergson? De ningún modo, implica una grave confu- tido más/que en relación con el ser. La fenomenología de Sartre
sión de ideas. En primer lugar, Bergson llama realismo a lo que está pues fundada sobre el fenomenismo. Nada tiene de asombro-
todo el mundo llama materialismo. En esto se equivoca, evidente- so que vaya a parar al realismo: este realismo es el que está im-
mente; pero tiene razón en desechar a la vez el materialismo y el plicado en todo idealismo.
idealismo, pues son dos posiciones contrarias y son ambas falsas.
¿Y cuál es su propia posición? No es otra que la que todo el mundo
llama realismo. Para él, la realidad existe independientemente de 3. El realismo inmediato.
nuestra conciencia (como movimiento) y podemos conocerlo tal
como es (por intuición). Bergson ha terminado por reconocerlo. Toda tentativa para superar la oposición entre el realismo y el
Escribía en una carta, en 1935: «Es al realismo y al realismo más idealismo, está condenada al fracaso. Pero, ¿no podríamos llegar
radical al que refiero el conjunto de mis puntos de vista.» La cues- al realismo partiendo del idealismo? La tentación es grande, pues
tión queda, pues, decidida. de este modo refutaríamos al idealismo en su propio terreno y a

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Epistemología general El realismo

la vez quedaría demostrado el realismo. Por tanto, no es de extra- Descoqs. Ni que decir tiene que no tenemos ninguna objeción con-
ñar que, durante el período en el que el idealismo reinaba en el tra el cogito, que se halla no sólo en Descartes, sino en santo Tomás
mundo filosófico, los representantes de la escuela tomista hayan y san Agustín. Pero hay que observar lo siguiente: El modo de
intentado este camino. Pero se ha comprobado que es un callejón proceder es perfectamente lícito, pero a condición de que ya se
sin salida. haya optado por el realismo, es decir, se haya criticado el idealis-
La cuestión consiste en saber si podemos encontrar el ser par- mo, rechazado el principio de inmanencia y admitido que el cono-
tiendo del pensamiento. No hay duda de que es posible, responde- cimiento puede captar el ser en sí. De otro modo, el argumento
remos, pero hallaremos el ser ideal del idealismo, no el ser real nada vale; empleado solo, no puede sacamos del idealismo, y
del realismo. El realismo no se demuestra. No puede ser demos- quizá se da poca importancia al desarrollo del idealismo después
trado, y no necesita serlo, pues reposa sobre una evidencia. de pescarles. Kant ha mostrado que, en virtud del principio de
De un modo general, Nolil ha mostrado con toda la claridad inmanencia, no tenemos derecho a pasar del fenómeno de pensa-
deseable que el «problema del puente» es insoluble. La metáfora miento a la existencia en sí del sujeto pensante. Y todos los discípu-
que emplea se ha hecho clásica: de un gancho pintado sobre la pa- los de Kant han proclamado a porfía que el cogito era un salto
red sólo puede colgarse una cadena igualmente pintada sobre la mortal, digamos un paralogismo, y que Descartes al realizarlo era
pared. Como ya había dicho Berkeley, si las cosas no están inme- esclavo de los prejuicios escolásticos que había adquirido en el
diatamente presentes al espíritu, si no tenemos a nuestra disposi- transcurso de sus estudios.
ción más que ideas, no tenemos ningún medio de comparar la idea El máximo que puede lograrse por este camino lo ha hecho el
como copia a la cosa como modelo; no podremos nunca comparar padre Roland-Gosselin. No tenemos que enmendar una palabra a
una idea más que a otra idea. Pero el principio de causalidad, apli- los análisis que presenta en la primera parte de su Essd. Reflexio-
cado a un estado de conciencia pasivo como la sensación, ¿no per- nando sobre el juicio, demuestra que se refiere al ser, que el ser
mite concluir la existencia de una cosa en sí? No, solamente con- tiene sentidos múltiples pero todos relativos a la existencia, que los
duce a una cosa pensada como causa de la sensación. Estamos en principios primeros son evidentes como leyes del ser, que el yo
la inmanencia y en ella nos quedamos. Tanto más, añadiremos que juzga debe ser pensado como ser substancia, que la inteligibi-
nosotros, cuanto el sentimiento de pasividad puede muy bien expli- lidad del ser no se comprende más que por la coincidencia del pen-
carse, como sostenía Fichte, por la inconciencia en que el espíritu samien6 y del ser en lo Absoluto. Todo esto es exacto, pero
está de su propia actividad: el objeto parece dado cuando en ¿hemos salido del idealismo? De ningún modo. Se han reducido a
realidad está m'asila Así el realismo o es inmediato o no es rea- la nada muchos errores que vician el pensamiento moderno, pero
lismo. no el error preciso que es el idealismo. Pues el análisis del pensa-
Esto podría bastar. Pero examinemos más detenidamente las miento no hace salir del pensamiento. El ser, el yo, lo Absoluto
tentativas que se han hecho para encontrar el realismo partiendo están puestos por una necesidad puramente lógica o abstracta, que
de Descartes y de Kant. no garantiza en nada la existencia real de sus objetos.
¿Puede pasarse del pensamiento a la existencia del sujeto pen- El camino de Kant lo ha examinado el padre Maréchal. Para
sante, según el camino del cogito cartesiano? El espíritu se capta- él el problema consiste en pasar del objeto fenoménico o inmanente,
ría a sí mismo como ser por una intuición que sería una verdadera al objeto en si o trascendente. Puesto que es en el juicio donde el
experiencia metafísica; y en el ser así dado percibiría la verdad de espíritu se opone un objeto, el problema se reduce a justificar el va-
los primeros principios. Sería al menos un primer paso fuera del lor ontológico de la afirmación. Para ello, basta analizar la finalidad
idealismo. Ésta es la tesis del padre Picard, seguido por el padre natural de la inteligencia, su dinamismo, puesto que si Kant va a

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Epistemología general El rIalismo

parar al idealismo, es porque se mantiene en una mira estática del del que se las deduce. Simplemente, se ha construido un nuevo
espíritu y de sus formas a priori. sistema idealista, muy superior al de Fichte, que no es decir poco,
La solución del padre Maréchal consiste en trasponer a la inte- pero del mismo tipo.
ligencia el realismo del apetito, realismo que se expresa por el prin-
cipio: un deseo natural no puede ser vano. He aquí el esquema de
su deducción. Es un hecho que la inteligencia humana no es intui- Conclusión.
tiva sino discursiva, con ello queremos decir que pasa de la poten-
cia al acto. De ahí se sigue que su movimiento tiende hacia un fin Para terminar, debemos aclarar una cuestión de terminología.
último que es el Absoluto del ser, y que exige a cada momento la Todo lo dicho tenía como fin mostrar que el realismo no puede ser
asimilación de un contenido extraño. Así se deduce la existencia indirecto. La cuestión que se plantea es saber si el realismo inme-
de Dios y la existencia de la sensibilidad, como condiciones a priori diato puede llamarse crítico, o si debe ser llamado metódico o
del pensamiento. Ahora bien, puesto que cada objeto particular está dogmático.
dado por la inteligencia como un fin parcial y provisional, es decir, E. Gilson sostiene que la noción de «realismo crítico» es tan
como un medio de elevarse a la visión de Dios, está dado necesa- contradictoria como la de círculo cuadrado. Pues una crítica del
riamente en relación con lo Absoluto del ser. Pero esta relación es conocimiento, dice, tiene como fin fundamentar a priori el cono-
precisamente la que lo constituye a él mismo como ser. De este cimiento limitándolo a los fenómenos; sólo tiene sentido, pues, en
modo queda justificado el valor ontológico de la afirmación. La el idealismo. El realismo, por el contrario, considera evidente que
representación inmanente a nuestro pensamiento sólo tiene el valor las cosas existen en sí y que el hombre es capaz de conocerlas; al
de objeto en virtud de una afirmación metafísica implícita, es decir, afirmar esta tesis como principio, renuncia por ello mismo a cri-
en virtud de una afirmación que refiere el objeto a lo Absoluto ticarla.
del ser. El método kantiano se ha vuelto pues contra el idealismo Esta argumentación no nos parece convincente, pues se basa
kantiano: la afirmación metafísica es la condición de posibilidad del en una doble confusión. Primeramente confunde la crítica con el
objeto fenoménico. criticismo, o lo que es lo mismo, la crítica del conocimiento con la
Es ésta sin duda una solución muy ingeniosa, interesante y pro- crítica de la razón pura; ya ha quedado explicado este punto al
funda. Pero no nos parece satisfactoria. Habría mucho que decir principio. Confunde también demostrar y explicar; esto es lo que
en primer lugar de sus tesis fundamentales. ¿Es el juicio el único nos interesa aquí. ¿Afirmar el realismo como una evidencia prime-
acto en el que la inteligencia se opone un objeto? ¿La inteligencia ra, es renunciar a criticarlo? Es renunciar a dar una demostración
no es en absoluto intuitiva? ¿El apetito natural de la inteligencia de él, pero la crítica tiene por objeto una cosa muy distinta. Reco-
es de la misma especie que el apetito natural de la voluntad, dicho nocer que el realismo es evidente es ya criticarlo, puesto que es
de otro modo, la inteligencia se dirige por sus actos de conocimien- dar un juicio de valor sobre el conocimiento. Y si se muestra ade-
to hacia un fin que existe en sí? Nada es menos seguro; pero dejé- más cómo es posible el conocimiento de lo real, se explica la evi-
moslo. Lo que aquí nos interesa es saber si se ha salido del idea- dencia y se fundamenta el juicio de valor, perfeccionando así la
lismo por el camino del análisis trascendental. Pero está claro que crítica.
no es así. Se ha partido del objeto inmanente y se han hallado las
condiciones lógicamente requeridas para que sea posible. Pero no
se ha tendido un puente sobre el abismo que separa el orden lógico
y el orden real. Las condiciones halladas son ideales como el objeto

96 97
Verneaux, Epistemología 7
PARTE SEGUNDA

LAS NOCIONES FUNDAMENTALES


DE LA CRÍTICA
Hasta este momento hemos intentado circunscribir, por así de-
cirlo, la posición que queremos sostener, y la hemos determinado
en molde o en negativo. Ahora hay que poner los fundamentos.
El término de fenomenología es suficientemente vago y flexible
para poderlo adaptar. Por tanto, podemos decir que vamos a in-
tentar una fenomenología del conocimiento. Es una tarea muy im-
portante, pues la mayoría de los errores que aparecen en las con-
clusiones de la crítica proceden de un punto de partida equivocado,
es decir, de un error en la descripción de lo que se ha de criticar.
Pero hay que precisar dos puntos.
— Primero, entendemos por fenomenología del conocimiento, como
comúnmente se admite, no una descripción de los fenómenos tal
como se presentan concretamente a una conciencia individual, lo
que constituiría una simple psicología de la introspección, sino un
esfuerzo para captar en los fenómenos concretos su esencia. Por
tanto, es lo mismo que definir las nociones fundamentales de la
crítica, pues es evidente que no podemos contentarnos con defini-
ciones nominales o a priori, sino que intentaremos deducir, ex-
plicitar, comprender la esencia de los fenómenos inmediatamente
dados.
En segundo lugar, conviene recordar que no hemos querido
entrar en la fenomenología por la puerta de la «reducción» de
Husserl, porque esta especie de duda metódica es estrictamente
arbitraria, y conduce necesariamente al idealismo. Ahora bien, si
se anda y no se toma una dirección dada, necesariamente se toma

101
Epistemología general

otra. Lo que equivale a decir que la fenomenología del conoci-


miento no puede ser sino realista.
Las nociones fundamentales de la crítica se interfieren e incluso
coinciden en parte. No obstante, hay que seguir un orden lógico en
su desarrollo. La primera que se presenta es evidentemente la del
conocimiento, puesto que el conocimiento es el objeto mismo de la
crítica. ¿Qué es conocer y cuáles son las principales formas de co-
nocimiento? Esta es la primera cuestión que hay que dilucidar. CAPITULO PRIMERO
Pero la noción de verdad es inseparable de él, pues la verdad pa-
rece ser un carácter esencial del conocimiento, hasta el punto de EL CONOCIMIENTO
que un conocimiento que no tuviese ninguna verdad no sería un
conocimiento. ¿Qué es, pues, la verdad, por qué acto nos es cono-
cida? He aquí la segunda cuestión que hay que examinar. Después Si no queremos orientar de repente la crítica hacia el empirismo.
habrá que definir la certeza como reposo, satisfacción del espíritu el racionalismo o el idealismo, tendremos que guardarnos de privi-
en posesión de la verdad, y la evidencia como caso privilegiado legiar a un tipo de conocimiento a expensas de los demás. Debere-
del conocimiento en que el juicio está determinado por el objeto mos, por el contrario, separar y definir la esencia «conocimiento»
presente al espíritu. Por último, habrá que estudiar el error, es en toda su pureza, y después anotar imparcialmente las formas
decir, mostrar su posibilidad y estudiar sus fuentes. especiales que puede adoptar.
En principio, un estudio puramente descriptivo como éste debe-
ría estar por encima de toda discusión. No obstante, no podemos
eliminar totalmente la polémica, pues hay una distancia entre el 1. El ser del conocimiento.
hecho bruto y la esencia, entre la experiencia individual y la no-
ción abstracta. En el paso de la una a la otra pueden deslizarse mil Es difícil dar una definición verdaderamente esencial y gene-
errores que hay que evitar. ral del conocimiento. La dificultad no consiste en superar la dualidad
del conocimiento sensible y del conocimiento intelectual, pues en
la medida en que ambos tienen por objeto el mundo se dejan situar
en un mismo género. La dificultad consiste más bien en superar la
oposición entre el conocimiento del mundo y la conciencia de sí.
Pues la epistemología tomista está manifiestamente centrada en el
conocimiento del mundo. La fórmula, clásica en la escuela, que
dice que conocer es «hacerse el otro», no conviene a la conciencia
de sí. Pero, inversamente, la epistemología moderna está tan im-
pregnada de idealismo que reduce todo conocimiento a la concien-
cia. Desde Kant, cualquier conocimiento, empezando por la sensa-
ción, recibe el nombre de una «conciencia».
Arriesguemos pues la definición siguiente: el conocimiento es
un acto, espontáneo en cuanto a su origen, inmanente en cuanto a

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Epistemología general El conocimiento

su término, por el que un hombre se hace intencionalmente presente pensamiento, y nos parece útil precisamente para excluir la idea de
alguna región del ser'. que el conocimiento lleva consigo esencialmente la construcción
Ante todo, hay que afirmar que el conocimiento es una especie de una representación. Añadamos no obstante, que el término ope-
de ser, o mejor aún una manera para el hombre de existir. El exis- ración, empleado por santo Tomás podría muy bien bastar para
tencialismo contemporáneo ha revalorizado esta idea, y con razón, este objetó (cf. Ver. 8, 6).
pues todo es ser, tanto el conocimiento como lo demás. Pero esto La espontaneidad del acto es evidente, tanto en el conocimiento
no nos dice mucho, pues hay que precisar enseguida qué especie como en las otras manifestaciones de la vida, y aún más. Todas
de ser es el conocer. las excitaciones del mundo no bastarían para engendrar una sensa-
El conocimiento es un acto. Esto significa dos cosas: que no es ción o un pensamiento si el sujeto no reaccionan de un modo es-
un movimiento y que no es una producción,• o en términos positi- trictamente original. Como observaba muy bien Hamelin, nunca
vos, que de suyo es pura contemplación inmóvil. se comprenderá «cómo una imagen introducida en un receptor
La noción de conocimiento, primeramente, no implica ni tem- cualquiera, cámara obscura, cerebro o alma, se convierte en un
poralidad ni cambio. El movimiento es paso de la potencia al acto. objeto para un sujeto en lugar de seguir siendo una cosa dentro
Y, sin duda, hay movimiento cada vez que el hombre pasa de la de una cosa». Desgraciadamente para él, Hamelin creía que con
ignorancia al conocimiento, o de un conocimiento a otro. Pero el este argumento refutaba el realismo, mientras que es una de sus
conocimiento no es el movimiento, es el acto al que está ordenado tesis más firmes.
el movimiento. No es fieri sino esse. Pero la espontaneidad no es absoluta. No lo es en el plano sen-
Por otra parte, el conocimiento no es de ningún modo una pro- sible en el que es indispensable una excitación para que nazca una
ducción. El error más grave, tal vez, que comete el idealismo, en sensación, ni tampoco en el plano intelectual en el que el pensa-
el que por lo demás se identifica con el materialismo, es concebir miento depende de la sensibilidad. La espontaneidad no es, pues,
toda actividad según el modo de la actividad física, y en consecuen- primera o primitiva, es segunda. Por ello es justo llamar a las facul-
cia definir el conocimiento come una construcción o una fabrica- tades humanas «potencias pasivas»: son incapaces de crear su
ción. Y, sin duda, existe en el plano sensible una actividad produc- objeto y deben esperar a que se les dé. Es, pues, tan falso, definir,
tora de imágenes, y en el plano intelectual una actividad producto- como hace Kant, la sensibilidad como la pura «receptividad de las
ra de conceptos. Pero esta producción no es el conocimiento, es impresiones», como definir el entendimiento como la pura «espon-
solamente el medio. Además, no se encuentra ni en la sensación ni taneidad de los conceptos». Hay tanta pasividad como esponta-
en la conciencia. Para prevenir esta confusión, los grandes comen- neidad en los dos planos. En cuanto a definir el espíritu, como
taristas de santo Tomás, Cayetano y Juan de Santo Tomás, han hace Brunschvicg, como una espontaneidad radical, libre no sola-
dicho que el conocimiento no pertenece a la categoría de la acción, mente respecto de sus objetos, sino respecto de su propia naturaleza,
sino a la de la cualidad. Esta terminología es extraña a santo To- es no sólo falso sino absurdo. Equivale a decir que el conocimiento
más que emplea en cien lugares la palabra adío para designar un se crea a sí mismo ex nihilo, y crea después a la vez su sujeto y su
acto que permanece en el agente, actio qua manet in ipso agente objeto.
(S.Th. 1, 54, 2), y que opone agere a (acere para distinguir la ac- Debemos observar aquí que la espontaneidad del conocimiento
ción inmanente, actos permanens in ipso agente (S.Th. bu, 57, 4), no tiene nada que ver con la libertad que es el atributo de algunos
de la acción transitiva. Pero está ciertamente en la trayectoria de su actos de voluntad. Las facultades de conocimiento, tomadas en sí
mismas, están estrictamente determinadas en su actividad. Es el
1. Cf. MAQUART, Connaissance, Visé et Objet forme!, en <Revue thornister 1928. hombre el que es libre, a veces, de dirigir como quiere su mirada

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Epistemología general El conocimiento

o su pensamiento, su atención, su cuerpo, gobernando indirecta- dor, esta presencia no es intencional. El conocimiento es un tipo
mente así su conocimiento. original de presencia, que puede aliarse con cualquier distancia es-
La inmanencia del acto tampoco ofrece ninguna duda. El prin- pacial e incluso con cualquier trascendencia ontológica. De ahí se
cipio de inmanencia, fundamento del idealismo, no disfruta de nin- sigue, según nos parece, que no pueden identificarse pura y simple-
guna evidencia, pero el hecho de la inmanencia es evidente. El co- mente las nociones de intencionalidad y de inmaterialidad. El cono-
nocimiento no modifica en nada las cosas, es un enriquecimiento, cimiento es una presencia inmaterial, dicho de otro modo, la inma-
un perfeccionamiento del sujeto (S.Th. 1, 82, 2; cf. Meta. tx, 8, terialidad es una condición necesaria de la intencionalidad. Pero
n.° 1862-1865). toda presencia inmaterial no es un conocimiento; se necesita además
Por consiguiente, queda claro que inmanencia no significa con- que se establezca la relación específica sujeto-objeto. Dicho de otro
ciencia. La conciencia es el conocimiento de sí. La expresión «tener modo, la inmaterialidad no es la condición suficiente de la inten-
conciencia de las cosas» es viciosa. Se comprende en Kant, para cionalidad.
quien las cosas en el espacio son fenómenos, es decir, simples re- La noción de intencionalidad es valedera para toda especie de
presentaciones en nosotros. Se comprende en Husserl, que ha em- conocimiento, no sólo para la sensación y el concepto, sino también
pezado por reducir el mundo a la apariencia que hay en el pensa- para la conciencia. En el caso de la conciencia, surge una nueva
miento. Pero es puro idealismo, y emplear expresiones de esta clase relación en el seno del sujeto mismo: a su identidad consigo mismo,
es lo mismo que profesar implícitamente el idealismo. Cuando que es una presencia ontológica, se superpone una presencia inten-
decimos que el conocimiento es un acto inmanente, queremos decir cional que consiste en que se aparece o se toma como objeto.
que este acto no tiene otro fin que su mismo ejercicio, y que per- Observemos aún que la noción de intencionalidad no basta por sí
fecciona al sujeto que lo ejerce. Ello no significa que el objeto del sola para salir del idealismo. Éste admite sin esfuerzo que el cono-
conocimiento sea necesariamente un estado de conciencia. cimiento es esencialmente relación a un objeto. La cuestión es
Por último, es un hecho también que el acto de conocimiento saber qué existencia tiene el ser que se toma como objeto. Ahora
es intencional. El término tiene múltiples sentidos 2. Dejaremos bien, un análisis del conocimiento en general no permite decidir
aquí de lado todos los que no conciernen a la epistemología y sólo esta cuestión, pues la existencia sólo nos es dada por un medio
retendremos el siguiente: el acto de conocimiento hace presente a especial de conocimiento, a saber, por la experiencia. Pero importa
una facultad un ser en tanto que objetos. La intencionalidad no notar desde ahora que si la existencia real no nos fuera dada primi-
es, pues, distinta del conocimiento mismo, la relación sujeto-objeto. tivamente, todo el sistema de las intenciones se hundiría en la
Acerca de esto hagamos unas simples observaciones. nada. Por tenso o por flojo que sea el lazo que une una esencia
En la relación, el papel del sujeto es objetivar o fenomenalizar pensada con lo existente, este lazo nunca puede romperse. Incluso
el ser, mientras que el papel del objeto es especificar el acto. Ade- los seres de razón, como los números imaginarios de ,los matemá-
más, esta relación no es de orden físico. La presencia de un cuerpo ticos, tienen un fundamento en la realidad; sino, no serían ni imagi-
en un lugar no tiene evidentemente nada en común con el cono- narios, no serían nada. La alternativa es indudable: el ser o la
cimiento. E incluso si se trata de una presencia no espacial, como, nada; y el ser, cualquiera que sea, tiene relación con la existen-
por ejemplo, la presencia de Dios en nuestra alma a título de crea- cia. He aquí por qué la metafísica nace antes de que empiece la
crítica.
2. Cf. SimoNitr, La Notion d'intention dans l'ocurre de saint Thomas, en «Revue
des sciences philosophiques et théologiques> 1930; RAYEN, L'Intentiannel ches saint Dicho esto, hemos llegado de nuevo a nuestro punto de partida.
Thomas. El conocimiento es una especie de ser. ¿Qué especie? Esse inten-
3. Cf. ROLAND-COSSELIN, La /Viajan de présence en épisthémagie, en «Revise des .
sciences philosophiques et théologiques» 1928. tionale. Estas dos palabras pueden bastarnos.

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Epistemología general El conocimiento

simplemente aquí que la deducción no constituye todo el razona-


2. Intuición y discurso. miento, sino una de sus especies, que la inducción es otra de ellas,
y la analogía la tercera.
Después de haber intentado definir el conocimiento, debemos es- Todo esto no ofrece dificultad. El punto delicado es definir la
tudiar los conocimientos. No se trata, se comprende, de hacer una intuición, pues nos hallamos en presencia de concepciones muy
enciclopedia de los conocimientos humanos, empresa imposible y diversas, y según la que adoptemos, se transtorna toda la epis-
que además no concierne más que a la «materia» del conocimiento, temología.
sino anotar los tipos o los modos principales del conocimiento. La ' En Descartes, sólo existe la intuición intelectual. La intuición
primera división que se presenta, porque es la más fundamental, nace de las únicas luces de la razón; es una idea clara y distinta; su
es la de la intuición y el discurso. ES clásica y comúnmente admitida. objeto primero es la «naturaleza simple»; su carácter esencial es la
Existe sólo alguna dificultad en definir la intuición. Empecemos indubitabilidad. En Spinoza también la intuición es intelectual: es
pues por el discurso. aquel «tercer género de conocimiento» que consiste en considerar
La distinción cartesiana entre la intuición y la deducción es todas las cosas como emanando necesariamente de la substancia,
rigurosa: la deducción es solamente una de las formas del discurso. es decir, de Dios.
Tomado en toda su generalidad, éste es el movimiento del espíritu En Kant, por el contrario, solamente hay intuición sensible.
que pasa de un conocimiento a otro. Discursiva cognitio attenditur La intuición es el conocimiento inmediato de un objeto concreto. La
secundum quod ex aliquo prius noto devenitur in cognitionem alte- intuición empírica tiene por objeto los fenómenos recibidos en la
rius posterius noti, quod prius eral ignoratum (S. Th. 1, 58, 3 ad 1). sensibilidad, y la intuición pura tiene por objeto el espacio y el
Tal vez hay que añadir que sólo hay discurso si el segundo conoci- tiempo, formas a priori de la sensibilidad. Puede concebirse una
miento se obtiene por medio del primero, pues dos sensaciones intuición intelectual; pero como el entendimiento es pura espon-
sucesivas no constituyen un discurso, ni dos ideas, ni dos juicios. taneidad, la intuición correspondiente debería realizar su objeto en
Pero no puede reservarse el nombre de discurso al movimiento lógico concreto, es decir, crearlo. Pero es evidente que el entendimiento
de la razón que encadena juicios. humano no es creador.
Hay un discurso de orden sensible, que consiste en «la asocia- Los sucesores de Kant restablecen la intuición intelectual. Para
ción de las ideas», es decir, para hablar más exactamente, en la Fichte es refleja: es la conciencia que el yo tiene de sus actos.
evocación de una imagen por una sensación o una imagen antece- Para Schelling, es una captación de lo absoluto en el arte. Para
dentes. Igualmente la abstracción debe situarse en la categoría del Hegel, se obtiene al término de la ascensión dialéctica, como saber
discurso, en la medida en que es el paso del fantasma al concepto. absoluto; es la conciencia que tiene el Espíritu de ser toda la realidad.
Sostendremos en seguida la existencia de una intuición intelectual En Bergson, la intuición es suprahnelectual. Es una especie de
de las esencias; pero esto no debe impedirnos reconocer que hay simpatía por la que nos transportamos al interior de un objeto para
una clase de discurso en la formación del concepto. También el coincidir con lo que tiene de único y, por consiguiente, de inex-
juicio lleva consigo una parte de discurso en la medida en que presable. En Hussetl, por último, hay una intuición de las esencias;
añade algo al concepto, en la medida en que implica análisis y sín- no es solamente la captación de esencias abstractas, sino mucho más
tesis; lo que no impide que su verdad pueda percibirse intuitiva- ampliamente la conciencia inmediata de los fenómenos puros, tanto
mente. Por último, ni que decir tiene que todo razonamiento es un concretos como abstractos, obtenidos por la reducción fenome-
discurso, y si prevalece el uso de identificar los dos términos, es nológica.
porque el discurso de la razón es el medio de la ciencia. Señalemos En la escuela tomista, Cayetano y Juan de Santo Tomás han

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Epistemología general El conocimiento

hecho prevalecer la opinión de que un conocimiento para ser intui- primera de intuición. Lo propio, el privilegio de la intuición sensi-
tivo debe tener por objeto directo e inmediato un ser existente, lo ble es alcanzar directa e inmediatamente a los seres existentes. Como
que equivale a negar al hombre toda intuición que no sea la sensa- dice santo Tomás, ea quae videntur habent esse distinctum extra
ción. De modo que J. Maritain ha tenido que luchar para introducir videntem (S. Th. t. 15, 9), el objeto de la intuición tiene un esse,
la idea de que la inteligencia goza en su orden de una intuición. un acto de existencia que lo pone en sí fuera del sujeto que lo
Y no obstante ésta nos parece ser la posición de santo Tomás y percibe.
la verdad*. En segundo lugar, el término de intuición puede designar la cap-
El término intuición está tomado de la visión. Se extiende a los tación refleja de un existente. Es lo que en lenguaje moderno se
demás sentidos por analogía, y después a funciones distintas de llama la conciencia. Sin duda habría que distinguir diversos niveles,
los sentidos. Este género de extensión es inevitable, es normal; queda pues la conciencia de sentir no es del mismo orden que la conciencia
por saber hasta qué punto es legítimo. Si pensamos en ello, encon- de pensar, ni la conciencia de los actos idéntica a la conciencia de
traremos tal vez más asombroso llamar intuición al acto de tocar su sujeto. Pero vamos a lo esencial: hay en el cogito una intuición
que al de comprender. intelectual cuyo objeto es la existencia del ego. Descartes no es el
Para desembarazar el terreno, hay que apartar ante todo el pre- primero en haberlo observado. Santo Tomás decía, siguiendo a san
juicio cartesiano de que una intuición debe ser clara y distinta, y Agustín, que ningún hombre puede dudar o negar que existe pues-
por consiguiente indudable. No son estos sus caracteres esenciales, percibe su existencia en el acto de pensar, in eo quod cogito: ali-
pues nada se opone a que una intuición sea obscura y confusa. Ocurre quid, percipit se esse (Ver. 10, 12 ad 7). Pero si esta intuición revela
a veces que vemos mal, que percibimos algo en la lejanía o en la la existencia del sujeto pensante, no revela nada de su naturaleza;
bruma, sin distinguir exactamente lo que vemos. Queda una duda para saber que es espiritual, se necesita el razonamiento.
en el espíritu: ¿Qué es lo que he visto? ¿He visto verdaderamente Puede después extenderse la noción de intuición a la captación
algo? El carácter esencial de la intuición no es la claridad, sino más directa e inmediata de un objeto concreto inexistente. Es una intui-
bien la presencia (intencional) de un objeto a una facultad. Par- ción de orden sensible, puesto que el objeto es concreto, pero no
tiendo de ahí podrían trazarse como una serie de círculos con- es ya lo que se llama intuición sensible, porque el objeto no existe.
céntricos. ¿Cuál es, pues, este objeto extraño? Simplemente lo imaginario,
Admitiremos sin inconveniente que la noción de intuición con- representado en un fantasma. Poco importa que sea recordado o
cierne primero a la captación directa de un ser existente. Esto es ya construido; la manera como lo adquirimos no cambia nada al hecho
ampliar el sentido primitivo, puesto que estrictamente hablando de que está presente al espíritu. Y la intuición no es refleja sino di-
sólo el sentido de la vista «ve» las cosas. Pero nadie siente escrú- recta, pues no consiste en la conciencia del acto de imaginar, sino
pulo en hacerlo y nosotros tampoco. Decimos, pues, que el tipo de en el conocimiento del objeto imaginado; no es la conciencia de una
conocimiento intuitivo es la sensación. No basta decir que su objeto imagen, sino el conocimiento de un «objeto en imagen», podríamos
es concreto e individual, pues si bien todo existente es concreto, po- decir.
demos muy bien representarnos objetos concretos inexistentes. Estos La misma observación vale para la esencia abstracta que se hace
tal vez nos son dados por una intuición, pero no por esta forma presente a la inteligencia por un concepto. Puede haber intuición
refleja del concepto, como acto concreto de la inteligencia: tengo
4. Maarraltr, La Philosophie bergsonienne, p. 152.193, espec. p. 154, n.° 2; Ré-
flexions sur l'inteligenee, apéndice u; ROLAND-GOSSELIN, Peut.on par/er d'intuition inte- conciencia de pensar un triángulo; pero el triángulo que pienso no
ilectuelle dans la philosophie Maniste en «Philosophia perenniss, t. 11; JouvEr, L'Intuition
es objeto de la conciencia, es objeto del pensamiento, es un «objeto
intellectuelle et le prob!éme de la métaphysique, «Archives de philosophie» xl, 2; PE-
CHA I RE, tIntelleetus et ratio» ches saint Thomas. en concepto». Sin entrar aquí en el detalle del problema de los uni-

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Epistemología general El conocimiento

versales, podemos al menos observar que si la esencia «triángulo» A fin de cuentas nos parece, pues, que podemos admitir con al-
no existe en la realidad tal como la pensamos, es decir, en forma gunos retoques las nociones de Bergson y de Husserl de la intuición.
abstracta, no obstante no está desprovista de toda existencia. Existe Si Bergson presenta su intuición como supraintelectual, es porque
evidentemente en la inteligencia, y existe también, pero individuali- tiene una concepción falsa de la inteligencia, concepción heredada
zada, en las cosas: es un aspecto de ellas, es lo que hay en ellas de de Spencer. Siendo intuitiva la inteligencia, es esta función que se
inteligible. transporta al interior de las cosas, intus legit. Pero es incapaz, por
Así, aunque sea casi tan clásico oponer intuición y abstrac- no ser divina, de coincidir totalmente con ellas y de captar hasta
ción como oponer intuición y discurso, no puede admitirse sin re- el fondo su individualidad. La simpatía con los individuos es obra
servas la primera alternativa. La abstracción, tomada estrictamente del amor y de la experiencia. En cuanto a la intuición de las esen-
como paso del fantasma al concepto, es sin duda un discurso. Pero cias según Husserl, es una noción híbrida. No puede ser la intui-
va a parar a una intuición. Por el concepto, en efecto, gracias a ción sensible, porque está separada de la existencia por la «reduc-
él, en él, se hace presente una esencia a la inteligencia, de modo ción». Es, pues, ya la intuición de lo imaginario, si se trata de fenó-
que el acto de ésta es simple contemplación, visión, intuición. Al menos concretos que Husserl llama abusivamente esencias, ya la
decir esto no hacemos más que traducir expresiones familiares a intuición intelectual que tiene por objeto las esencias propiamente
santo Tomás: Intelligere dicit nihil aliud quam simplicem intuitum dichas.
intellectus in id quod sibi est praesens intelligibile (1 Sent. ni, 4, 5).
lila praesto esse dicuntur intellectui quae capacitatem ejus non exce-
dura, ut intuido intellectus in eis figatur (Ver. 14, 9; cf. id., 15, 1 ad 3. La experiencia y la razón.
7). Dicitur intellectus ex eo quod intus legit, intimido essentiam rei
(Ethic. vi, 5, n.° 1179). Intellecius cognascit simplici intuitu, ratio La Crítica de la razón pura influye hasta tal punto en la episte-
vero discurrendo de uno ad aliud (S. Th. 1, 59, 1 ad 1). Operado mología moderna, que no puede evitarse utilizar su lenguaje. Pero
intellectus quae est vide_ (S. Th. mi, 4, 2; cf. S. Th. 1, 12, 11 ad 4; Kant tiene un arte tal para embrollar los conceptos que no podemos
C.G. In, 53). Illa dicuntur videri quae per setpsa ?novela intellectum usar su lenguaje sin manifiestas reservas y cuidadosas precisiones.
nostrum vel sensum ad sui cognitionem (S. Th. 1, 4). El término «experiencia» puede tomarse en un sentido muy am-
Por último, la noción de intuición se aplica no sólo a la aprehen- plio, como equivalente de intuición. Si se desea parecer empirista,
sión de las esencias por la inteligencia, sino a la de ciertas verdades. podrá hablarse de una experiencia mental en la que el matemático
Sea cual fuere el discurso que prepara el juicio, hay casos en que verifica las propiedades de las figuras y de los números, o más am-
la verdad del juicio aparece inmediatamente a la inteligencia: es lo pliamente de una experiencia del a priori. No hay en ello gran
que se llaman juicios per se nota. La intuición se extiende más allá inconveniente, pero valdría más reservar el término de experiencia
de las esencias que se toman como sujeto y predicado, por ejem- para la intuición de los seres existentes. En este caso la experiencia
plo, «el todo» y «la parte»; tiene por objeto la relación que las tiene dos formas. Es primeramente, la intuición sensible: Est enim
une: «El todo es mayor que la parte.» No consiste en comprender in nobis experientia dum singularia per sensum cognoscimus
la relación «mayor que» como una nueva esencia: su objeto es la (S. Th. i, 51. 1). Es después la conciencia: Hoc enim quilibet experitur
verdad del juicio entero. Sine discursu principia cognascimus sim- in seipso quod habet animam, et quod anima vivificet (De Anima, i,
plici intuitu (Ver. 8, 5; cf. id. 1, 12; 15, 1). Omnis scientia habetur 1, n.° 6). Experiencia externa, experiencia interna, nada más clásico
per aliqua principia per se nota et per consequens visa (S. Th. que estas nociones.
11-11, 1. 5). Pero el término «experiencia» tiene un sentido más sintético, que

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Verneaux, Epistemología 8
Epistemología general
El conocimiento

encontramos en Aristóteles y en santo Tomás, y que la filosofía completa y anteriormente incluso, una parte integrante de la cien-
moderna olvida totalmente. La palabra latina es entonces experi-
cia. Pero está claro que no puede aportar a las hipótesis un coeficien-
mentum más bien que «experiencia». Es la experiencia que posee
te de verdad o de realidad más que porque lleva consigo una intui-
un «hombre de experiencia». Está descrita en el primer capítulo ción sensible que da la existencia. Por grande que sea el papel de los
de la Metafísica. El fin de Aristóteles es mostrar que es inferior a la
cálculos y de los instrumentos, el de la intuición sensible es irre-
ciencia desde un punto de vista teórico, aunque sea superior a ductible a ellos, pues a fin de cuentas, es necesario que alguien
veces desde un punto de vista práctico. Lo que aquí nos interesa es mire el instrumento y constate, por ejemplo, que una aguja se ha
saber en qué consiste. Experimentum est ex collatione plurium sin-
desplazado sobre un cuadrante
gularium in memoriam receptorum. Huiusmodi collado est homini Todas las demás formas de conocimiento rebasan el nivel de la
propria et pertinet ad vim cogitadvam quae ratio particularis dicitur simple experiencia. ¿Son, pues, a priori, obra de la razón pura?
(Meta. i, 1 n.° 15). Lo que constituye la experiencia de un hombre
Nada es más confuso que la noción de aprioridad. Ya en Kant
de experiencia es ante todo la memoria, que registra y reproduce es equívoca, pues significa dos cosas muy distintas: lo que no deriva
los diversos datos de los sentidos. Pero los recuerdos, por nume-
de la experiencia, y lo que es condición de la experiencia. La primera
rosos que sean, de las situaciones pasadas, no bastarían para cons-
podría llamarse a priori negativo, la segunda a priori positivo. Pasar
tituir una experiencia si no estuviesen «confrontados». Entendemos
de un sentido al otro es un paralogismo que Kant no siempre
por ello que son comparados, sintetizados y resumidos de tal ma- evita. Pero esto no es todo. Si no nos dejamos aprisionar en las
nera que resulta de ellos en el espíritu un esquema aplicable a otros perspectivas del kantismo, se ve claro que el a priori positivo puede
casos parecidos. La experiencia no se eleva a lo universal, no de- tener dos papeles muy distintos y, por tanto, merecer dos nombres
duce leyes; pero se aproxima lo más posible a ello manteniéndose en diferentes. El a priori de Kant es «trascendental»: consiste en in-
el plano del conocimiento sensible. Se aproxima hasta tal punto que formar la experiencia, es decir, introducir en los fenómenos o pro-
santo Tomás la llama experimentalls scientia. (id., n.° 19). Nos da,
yectar sobre ellos, una forma que reside originariamente en el sujeto.
en efecto, una tal familiaridad con lo concreto (con los árboles, por Pero puede concebirse otro tipo de a priori, al que no sentaría mal
ejemplo, si se es leñador, con los corderos si se es pastor, con la el nombre de «metafísico», cuyo papel sería, no informar la expe-
mar y el viento si se es marino, etc.), que el riesgo de error es mínimo riencia, sino actualizarla, es decir, hacerla existir según su modo
cuando se juzga una situación nueva en función de las anteriores.
propio de existencia, esse intentionale.
Es a la experiencia así entendida que se reduce lo que puede haber Veamos ahora cómo se aplican estas nociones. ¿Qué hay de a
de válido en la «simpatía» de Bergson por las cosas, en la «ciencia de
priori en el conocimiento?
lo individual» que predica Chevalier, en el «conocimiento real» El sujeto, sus facultades y sus leyes son evidentemente principios
que Blondel opone al «conocimiento de noción». Pues es cierto que a priori de conocimiento, en el sentido negativo de la palabra: no
ningún conocimiento abstracto puede reemplazar este conocimiento
derivan de la experiencia. Pero todo el contenido del conocimiento
íntimo de las cosas que nos da una larga frecuentación.
es a posteriori, ya sea dado por la experiencia, ya sacado de la
Por último, el término experiencia puede designar la experi- experiencia; pues es un hecho que no hay en el hombre ninguna
mentación que es la base de las ciencias naturales. Entonces se trata
clase de idea innata. Ahora bien, la aprioridad de las facultades
no de tener experiencia, sino de hacer experiencias. La experimenta- extraña la de su objeto formal. En efecto, la naturaleza de la fa-
ción es en cierto modo una experiencia orientada, pues se ha esta- cultad determina lo que puede aparecerle, según el principio general:
blecido en función de una idea o de una hipótesis que hay que modus cognitionis sequitur nrodum naturae c-ognoscentis, o cuiuslibet
verificar. Y si nos da los «hechos científicos», es porque constituye cognarcentis cognitio est secundum modum sucre naturae (S. Th.
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115
Epistemología general El conocimiento

12, 4 et 11). No es necesario, pues, ser escéptico para decir, por ejem- ri del conocimiento sensible a la existencia misma de las cosas, la
plo, que si tuviésemos otros sentidos, el mundo nos aparecería de forma que las constituye en su naturaleza y la acción que deriva de
otro modo. Por ello además, el objeto formal es el único medio su forma. Tal extensión de sentido sería evidentemente contraria
de definir una facultad: las dos nociones son correlativas 5. a la doctrina kantiana, que es un idealismo, pero está conforme con
En el plano sensible, no hay que buscar nada más, pues en los la definición del a priori positivo, pues son condiciones de la ex-
límites del objeto formal, todo lo que aparece es empírico. La periencia tan necesarias como la sensibilidad y la conciencia.
cuestión es más delicada si se considera el conocimiento intelectual.
La esencia se abstrae de la experiencia: es pues a posteriori. Pero
hay en ella algo que no procede de la experiencia, que depende de
la naturaleza de la inteligencia, y que por lo tanto, puede llamarse
a priori: precisamente su estado de abstracción y el carácter de
universalidad que de él se sigue. Santo Tomás tiene sobre ello
expresiones que se creerían escritas por Kant. La inteligencia, dice,
causa lo universal, e incluso hace la universalidad en las cosas:
Intellectus agens causar universale, abstrahendo a materia (S. Th.
79, 5 ad 2), intellectus est qui facit universalitatem in rebus (De
ente et essentia, c. iv). Así, siempre que encontremos universalidad,
no sólo en el juicio, sino ya en el concepto, veremos la huella de
una actividad intelectual que puede llamarse a priori.
Además, en el juicio los términos son abstractos: pero su fun-
ción de sujeto y de predicado les es impuesta por el espíritu. Y en
el razonamiento, el orden. y el lazo de los juicios son lógicos, es
decir, introducidos por la razón.
Esto se aplica al a priori negativo. ¿Qué ocurre con el a priori
positivo? La única observación que hay que hacer aquí es que si se
buscan las condiciones de la experiencia, todo lo que la hace posible
y por ello mismo la explica, nos metemos en el camino de una
teoría del conocimiento. Los resultados que obtendremos depende-
rán exactamente del punto de partida que hayamos adoptado. Si
se tiene por evidencia primera, como hacemos nosotros, que la ex-
periencia revela los existentes, el único principio a priori que se
encontrará del lado del sujeto será la sensibilidad misma, como
facultad que tiene el sujeto de asimilarse conscientemente las for-
mas sensibles de las cosas materiales llevadas a él por su acción.
Pero se podría muy bien, correlativamente, llamar principios a prio-

5. Cf. MAUI/MIT, Connaissance et «o priori» psychologique, en eRevue thomiste»

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La verdad

dad del pensamiento. La objetividad a su vez se reduce a la «validez


universal» del juicio, entendiendo por ello que se impone a la
razón, común a todos los hombres. Y se llega, por tanto a esta
definición: La verdad es el acuerdo del juicio con las leyes inma-
nentes de la razón, o, más simplemente, el acuerdo del pensamiento
consigo mismo.
CAPITULO SEGUNDO Ahora bien, esta concepción es insostenible. Hemos visto que
el idealismo mismo no se queda en ella; busquemos ahora por qué.
LA VERDAD La contradicción es sin duda signo de error, al menos en el sen-
tido de que de dos juicios contradictorios uno es necesariamente
falso. Pero, tomada formalmente, en el seno del pensamiento, la con-
Al principio de su Lógica trascendental, Kant escribe: «La tradicción no constituye el error, destruye el pensamiento, lo que
definición nominal de la verdad, como concordancia del conocimien- es muy distinto. Inversamente, la coherencia interna no constituye
to con su objeto, está aquí admitida y presupuesta.» Esta fórmula la verdad, no es tampoco su signo, es solamente una condición de
es en realidad muy equívoca, y considerándola bien implica ya todo ella: para que un pensamiento sea verdadero, es necesario ante
el idealismo. La definición que es clásica en la escuela tomista es la todo que haya un pensamiento. Además, hay ejemplos de pensa-
siguiente: adaequatio rei et intellectus, la conformidad de la inte- miento perfectamente coherente, pero falso porque no tiene rela-
ligencia con la realidad. Intentaremos demostrar que no se trata ción con lo real. Así ocurre en el delirio sistemático, que se conside-
sólo de una definición «nominal», sino que es la definición «real» de ra como una clase de locura. E incluso sin ir tan lejos, todo mate-
la verdad, y que hay razón de quedarse con ella 1. mático sabe que puede construir muchos sistemas de ideas cohe-
rentes, pero incompatibles. Para decidir la cuestión de su verdad,
,hay que referirlas a lo real.
1. Concepciones aberrantes de la verdad. La concepción sociológica de la verdad, lanzada por Durkheim,
y aceptada por Goblot, es una especie de degradación de la con-
Consideremos primero tres definiciones de la verdad que no cepción kantiana. Los sociólogos defienden la idea de que la verdad
parecen satisfactorias: la idealista, la sociológica y la pragmatista. consiste, no en la conformidad del espíritu con lo real, sino en el
Derivan las tres de Kant por caminos más o menos directos. acuerdo de los espíritus entre sí. Como principio del acuerdo se li-
La concepción idealista es la de Kant. Lo que es notable, en mitan a sustituir la razón impersonal de Kant por la sociedad. En
la definición nominal que propone al empezar, es que no se hace esta perspectiva, se definirá la verdad como una creencia colectiva.
ninguna mención de las cosas, de lo real, del ser. Sino aue la verdad Lo que pienso yo solo es subjetivo; lo que piensa toda una sociedad
está concebida como una relación inmanente al espíritu, el acuerdo es verdad.
del conocimiento con el objeto representado. No haremos más que Esta concepción es aún menos satisfactoria que la del idealismo.
desarrollar la idea si decimos que la verdad es idéntica a la objetivi- Sin duda la verdad puede, por derecho propio, obtener el consen-
1. ROLARA-Gossahm, Le flamee thomiste de la vérité, en aRevue des sciences phi-
timiento de todos los hombres. Pero no puede invertirse la relación.
losophiques et théologiques» 1921; KREMER, La Systkése thomiste de la vérité, en tRevue El asentimiento colectivo no es, ni produce, la verdad. Porque
néoscolastique> 1933; MARITAIN, Reflexione sin l'intelligence, cap. 1 (De la vérité);
ROMETER, La doctrine de saeta Thotnas sur la veril& en «Archives de philosophie» ni, 2;
en primer lugar, hay errores comunes. El «consentimiento universal
VON BALTHASAR, Phénoménologie de la vérité. del género humano», como se decía en el siglo pasado, es una

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Epistemología general La verdad

presunción de verdad porque es poco verosímil que todos los hom- la acción tiene buen resultado? Por la experiencia. Pero hay ver-
bres se equivoquen. Pero no es más que una presunción, pues es dades que son conocidas inmediatamente, y que consisten en la
posible que todos los hombres estén en error. Con mayor razón, el conformidad del juicio con la realidad. El pragmatismo no se aplica,
«consentimiento» de una sociedad particular, familia, clan, tribu, pues, a la verdad, sino a algunas verdades. Ampliemos esta observa-
nación, es una presunción muy débil de verdad. Además, un indi- ción. El pragmatismo no se aplica a las verdades evidentes, como
viduo puede muy bien tener razón contra la opinión común, contra los hechos de experiencia y los principios primeros, ni a las ver-
los prejuicios que reinen en su medio. Su situación es sin duda pe- dades abstractas como los teoremas matemáticos, que se imponen
nosa, pues sólo el conformismo es confortable. Pero sostener que al espíritu antes de que aparezcan como útiles. La única zona en
se equivoca por la única razón de que no está de acuerdo con su que puede pretender aplicarse es la de las verdades que tienen una
medio, es desafiar al buen sentido. Por último, la verdad sería relación directa con la vida práctica, especialmente las verdades
tan diversa como las sociedades: «Verdad a este lado de los Piri- morales y religiosas. Y es así como lo entendía W. James, aunque
neos, error al otro lado.» El relativismo que Kant evitaba con su en su exposición no haya introducido las reservas necesarias.
recurso a una razón impersonal, es el escollo con el que tropieza el Pero aún hay más. Incluso estrictamente limitado, el pragmatis-
sociologismo. Pues dos opiniones contrarias, aunque sean colecti- mo es un error. Su vicio esencial consiste en subordinar la actividad
vas, no pueden ser verdaderas a la vez. teórica a la actividad práctica del hombre. No puede negarse que
La concepción pragmatista de la verdad deriva también del kan- la verdad sea un bien para el hombre: es el bien propio de su inte-
tismo, por cuanto éste concedía a la razón práctica la supremacía ligencia. Además, cuando se trata de verdad moral y religiosa, no
sobre la razón teórica para la afirmación de las tesis metafísicas puede negarse que sólo es plenamente poseída, e incluso compren-
que rebasan toda experiencia posible. La ha definido y vulgarizado dida, a condición de que sea vivida y practicada. Por ello todo lo
W. James, en su obra titulada Pragmatismo. James es empirista, que dice Blande' sobre el valor de la «práctica literal» en la vida
sólo considera indudables los hechos de experiencia. Su teoría con- religiosa, nos parece justo y profundo. Pero, dicho esto, hay que
cierne a las ideas que rebasan la experiencia inmediata. Su verdad, negar que la verdad sea un bien práctico, y que pueda definirse por
dice, consiste únicamente en su valor práctico. Es verdadero lo que referencia con la acción. Es de orden teórico. Ello significa que es
favorece la acción, lo que procura una expansión de nuestra perro-' la perfección del conocimiento que se termina en la inteligencia sin
nalidad. En una palabra, la verdad se define por el éxito. que haya que buscar, en este plano, nada más. Prueba de ello
Esta concepción se encontraba ya en Marx. Y E. Le Roy la es que la verdad percibida por la inteligencia puede estar en oposi-
aplica al conocimiento religioso. Encontramos huellas de ella en Poin- ción con los sentimientos, las tendencias, los instintos. Y puede
caré, en lo que concierne al valor de la ciencia, y también en ocasionarnos pena, tristeza, infelicidad. Puede incluso obstaculizar
Blondel, en la preeminencia que concede a la acción. Consideré- la acción, pues hay errores provechosos y verdades paralizantes.
mosla en James, en el que alcanza su plena claridad.
Tal vez el éxito, el buen resultado de una idea, sea un criterio
de su verdad; criterio lejano, a decir verdad, subordinado, y que 2 La relación de adecuación.
casi no da más que probabilidad. Pero, sea lo que fuere, una cosa
es clara: definir la verdad por su éxito, es suprimirla. Así el prag- Es bastante difícil hablar correctamente de la verdad. La pri-
matismo es una de las perversiones más graves de la filosofía. mera tentación a la que hay que resistir es hacer de ella una cosa
Hay que observar ante todo que nadie se conforma con esta o un ser bajo el pretexto de que la palabra es un sustantivo.
definición, y que no pueden conformarse. Pues ¿cómo se sabe que La verdad es una relación entre la inteligencia y el ser. Reside

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Á
Epistemología general La verdad

primero en la inteligencia en cuanto está conforme con el ser. Sólo copias débiles de nuestras impresiones.» Pero esta concepción es
se aplica a las cosas secundariamente y por derivación, en la me- absurda. Supone que el conocimiento es pura pasividad, y que la
dida en que tienen relación con la inteligencia, o más precisamente, idea la producen en nosotros mecánicamente las cosas. En el fondo,
en la medida que tienen a la inteligencia como principio. Así como implica que el sujeto es material, lo que equivale a hacer imposible
el bien designa aquello hacia lo que tiende el apetito, la verdad el conocimiento.
— dice santo Tomás —, designa aquello hacia lo que tiende mi in- Pero en la doctrina tomista hay una palabra que podría dar
teligencia. Pero hay una diferencia radical entre la inteligencia y lugar al contrasentido que combatimos: la palabra «semejanza».
el apetito. Por el apetito, el sujeto se dirige hacia la cosa tal como Requiritur ad cognoscendum ut sir similitud° rei cognitae in cognos-
es en sí misma, mientras que por el conocimiento asimila la cosa cente (S. Th. r, 88, 1 ad 2). ¿No es decir que el conocimiento es
a sí mismo: Et sic terminus appetitus, quod est bonum, est in re verdadero en la medida en que es parecido a la cosa? De ningún
appetibili, sed terminus cognitiontls, quod est verum, est in ipso inte- modo, porque el conocimiento «por semejanza» no es el único
llectu. Por consiguiente, la bondad está primero en la cosa, y se tipo de conocimiento. El conocimiento «por esencia» o «por iden-
dice del apetito en sentido derivado, mientras que la verdad está tidad» no necesita de una semejanza del objeto porque el sujeto
primero en la inteligencia y se dice de las cosas sólo por derivación: mismo es el objeto de su conocimiento. La semejanza solamente se
Cum verum sit in intellectu secundum quod confornbatur rei intellec- requiere para conocer algo de otro. E incluso en este caso, la verdad
tae, necesse est quod ratio veri ab intellectu ad rem detivatur, ut no es la semejanza. Sólo se requiere la semejanza, junto con la
res vera dicatur secundum quod habet aliquem ordinem ad intellec- inteligencia, como principio del conocimiento, aue será verdadero
tum (S. Th. r, 16, 1). En la escuela tomista, la verdad de la inteli- si está conforme con la cosa conocida 2.
gencia recibe el nombre de verdad lógica, y la verdad de las cosas Por otra parte, la cuestión puede decidirse con una palabra. El
verdad ontológica. Tanto en un caso como en el otro, es una relación. conocimiento, como hemos visto, es un ser intencional, distinto del
Algunas expresiones corrientes, para ser exactas, deben ser in- ser natural que tienen el objeto y el sujeto. La verdad del conoci-
terpretadas. «Dios es la verdad», se dice. Es cierto, pero ¿qué sig- miento no es, pues, ni puede ser una conformidad física, como si
nifica esto? Dos cosas. Primero, que en Él la relación que constituye el espíritu se petrificase al conocer una piedra o se hiciese triangular
la verdad es la identidad: su ser y su inteligencia son idénticos. al \pensar en un triángulo. La adecuación de la inteligencia con la
Después, que su inteligencia es principio y medida de todos los realidad exige la diversidad natural de los dos términos: aequalitas
demás seres y de todas las demás inteligencias (S. Th. 1, 16, 5). diversonan est, dice santo Tomás (Ver. 1, 3), sólo hay igualdad
Y, cuando se dice que una doctrina contiene «una-parte de verdad», entre dos términos distintos.
debe entenderse en el sentido de que algunas de sus afirmaciones El tercer error que no hay que cometer es dar a la palabra
están conformes con la realidad. adecuación un sentido leibniziano. Leibniz, y muchos filósofos des-
La segunda tentación que hay que vencer es la de concebir la pués de él, llaman conocimiento adecuado a un conocimiento exhaus-
verdad como una relación de semejanza, como la semejanza más tivo, es decir, tal, que agote todo el ser del objeto. Ahora bien, es de
o menos perfecta que existe entre un retrato y su modelo, entre una temer que ningún conocimiento humano alcance esta perfección,
copia y el original. Es la teoría llamada de la «verdad-copia» que incluso en el campo matemático en el que el espíritu tiene por
la escuela idealista atribuye al realismo con una perseverancia que re- objeto sólo esencias claras y distintas. La geometría, por ejemplo.
siste a todos los mentís. Ésta es, de hecho, la verdad de la idea ¿deduce todas las propiedades del triángulo? Pero no es necesario
en Descartes y en Hume. «Las ideas — dice Descartes — están en 2. Cf. Smonne, Connaissance et Similitude,
en <Recae des sciences philosophiques et
mí como pinturas o imágenes»; «Las ideas — dice Hume— son thEologiquess 1931.

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Epistemología general La verdad

en modo alguno que un conocimiento sea exhaustivo para ser ver- por ser. Si quisiéramos usar el lenguaje de la filosofía moderna, el
dadero. Por limitado o superficial que sea, es verdadero si está con- equivalente sería, no existente, que es demasiado limitado, sino
forme con la realidad. ente.
Por tanto, la relación de adecuación que constituye la verdad No hay ninguna duda de que el fundamento de la verdad es la
es una correspondencia entre la inteligencia• y la realidad, represen- existencia, ase. Acerca de ello hay un texto de santo Tomás que
tándose la inteligencia a su modo algún carácter que está efectiva- manifiesta el carácter existencial de su filosofía: Cum in re sit
mente en la cosa, que es la cosa en una parte o bajo algún aspecto. quidditas eius et suum ase, ventas fundatur in ase rei mugís quam
Prima comparado entis al intellectum est ut ens intellectui corres- in quidditate, sicut et nomen entis ab ase imponitur. Et in ipsa
pondeat. Quae quidem corresponslentia, adaequatio rei et intellectus operadone intellectus accipientis esse rei sicut est per quamdam
dicitur, el in hoc formaliter ratio ven perficitur (Ver. 1, 1). Este simikeionem ad ipsam, completur regado adaequationis in qua con-
punto, por otra parte, se aclarará en cuanto hayamos visto que la sistit ratid veritatis. Unde divo quod ipsum ase rei est causa venta-
verdad reside principalmente en el juicio. Pues el juicio es un acto tis, secundum quod est in c-ogniiione intellectus (1 Sent. 19, 5, 1).
mental, una obra de la inteligencia que no tiene equivalente en la No es ésta una frase lanzada al azar en una obra de juventud, es
naturaleza. Su correspondencia con lo real no puede ser, pues, una una teoría constante de santo Tomás: Esse rei est causa verae exis-
semejanza. Un juicio es verdadero cuando afirma que lo que es, timationis quam mens habet de re (Meta. ti, 2, n.° 298). Esse reí
es y que lo que no es, no es. causa( verineem intellectus (S. Th. 1, 16, 1 ad 3).
Estos textos son muy claros. ¿Acaso lo son demasiado? Un exis-
tencialismo de esta clase, ¿no conduce lógicamente a negar toda
3. Los términos de la relación. verdad que concierne a las esencias abstractas, y con mayor razón
toda verdad referente a lo que no existe? De ningún modo. Basta
Ahora hay que precisar cuáles son los términos de la relación de observar que todo, absolutamente todo, tiene alguna relación con la
conformidad: res e intellectus. existencia, no sólo lo que existe actualmente, sino también el ser
Puede traducirse res por «objeto». El inconveniente no sería posible, el ser ideal, el ser de razón, e incluso en el límite el no ser.
grande si el idealismo no hubiese separado tanto el objeto (para Afirmar, por ejemplo, que una quimera no existe, es una verdad
nosotros) de la cosa (en sí) que la relación de adecuación se en- fundada sobre la existencia. Tal vez valdría más decir que la ver-
cuentra transportada enteramente al interior del espíritu; lo que dad se funda sobre el ser,'ventas supra ens fundatur (Ver. 1, 1; cf.
arruina la noción de verdad. Pero, incluso independientemente del 1, 5 ad 19; 10, 12 ad 3). Pero como el ser a su vez, con los múltiples
peligro de idealismo, creemos que santo Tomás no carece de moti- sentidos que puede tener se funda sobre la existencia, ens sumitur ab
vos para emplear siempre la palabra res y nunca la palabra obiectum actu essendi, hay que admitir que la verdad tiene como fundamento
en su definición de la verdad. La primera expresa una consistencia último la existencia.
ontológica, es decir, una referencia a la existencia, mientras que Consideremos ahora el otro término de la relación, el intellectus.
la segunda expresa solamente una relación con el espíritu. Hemos afirmado que la verdad reside • en la inteligencia, verum est
Pero la palabra res tampoco ha de tomarse en el sentido técnico in mente. Pero queda por demostrar que no se encuentra en los
que tiene en metafísica. Como «trascendental», res significa «esen- sentidos, y por buscar en qué acto de la inteligencia se encuentra.
cia» (Ver. 1, 1). Ahora bien, si la palabra se utiliza en la definición La tesis tomista es que la verdad reside formalmente en el
de la verdad, es precisamente para hacer entrar en ella la noción de juicio. Es por otra parte bastante claro. Mientras no se afirma nada,
existencia. Es estrictamente sinónimo de ens, y debe traducirse no hay peligro de equivocarse, pero tampoco se está en posesión

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Epistemología general La verdad

de la verdad. La verdad o el error existen solamente a partir del operado respicit quidditatem rei; secunda respicit esse ipsius. Et
momento en que se afirma algo. Por ello Aristóteles definía el juicio quia ratio veritatis fundatur in esse et non in quidditate, ut dictum
por esta propiedad: Un discurso capaz de ser verdadero o falso. est, ideo ventas et falsitas proprie invenitur in secunda operatione
Pero veámoslo con más detalle (S. Th. 1, 16; Ver. 1, 3 y 9; C.G. 1, 59). Semi. 19, 5, 1 ad 7).
Los actos de sentir y de comprender, la sensación y la simple A esto santo Tomás añade un argumento notable por la luz que
aprehensión, no están desprovistos de toda verdad. Poseen, primera- proyecta sobre su realismo. Para que haya verdad, dice, es necesario
mente, una verdad ontológica, ut in quadam re vera, por cuanto son que haya adecuación. La adecuación, a su vez, supone dos términos
verdaderos actos, una verdadera sensación, un verdadero concepto distintos. Ahora bien, en la sensación y en el concepto el espíritu
(y no una imaginación, por ejemplo). Y de su verdad ontológica se no tiene aún nada que le sea propio. Tiene una «semejanza» de la
sigue inmediatamente una cierta verdad lógica, en cuanto que el cosa, pero ésta species no es distinta de la cosa, es idéntica. Sólo al
conocimiento que procuran es conforme al ser. Por ello el sentido no juzgar opera el, espíritu una composición o una división que le es
se equivoca respecto de su objeto propio, ni la inteligencia respecto propia, y que puede ser conforme a la realidad. He aquí el texto:
de las esencias que concibe. Sicut sensus numquam decipitur in Sicut verum per prius invenitur in intellectu quam in rebus, ira
proprio obiecto, ita peque intellectus in cognascendo quod quid est etiam per prius invenitur in actu intellectus componentis et divi-
(De Anima, iss, 11, n.° 762; cf. Meta. ix, 11, n.° 1907). Ahora bien, dentis quam in actu intellectus quidditatem rerum formantis. Veri
esta verdad no es conocida por los actos que la poseen, pues conocen enim ratio consistit in adaequatione rei et intellectus. Idem autem
su objeto, pero no su conformidad con el objeto. En efecto, la con- non adaequatur sibi ipsi, sed aequalitcrs diversorum est. Unde ibi
ciencia no basta. Tener conciencia de sentir no es conocer la ade- primo invenitur ratio veritatis in intellectu ubi primo intellectus
cuación de la sensación con el objeto. Sería necesario que el sen- incipit aliquid proprium habere quod res extra animan: non haber,
tido reflexionase sobre su acto, pero es incapaz de ello por razón sed aliquid ei corresponden, inter quae adaequatio attendi potest.
de su materialidad. Per conformitatem intellectus et rei véritas de- Intellectus autem formaras quidditatem non haber nisi similitudinem
finitur. Unde conformitatem istam cognoscere est cognoscere verita- rei existentes extra animam, sicut et sensus in quantum accipit spe-
tem. Nair autem nullo modo sensus cognoscit. Licet enim sensus ciem rei sensibilis. Sed quando incipit iudicare de re apprehensa,
habeas similitudinem visibilis, non tararen cognascit comparationem tunc ipsum iudicium intellectus est quoddam proprium ei, quod
quae est inter rem visara et id quod aprehendit de ea (S. Th. non invenitur extra in re. Et quando adaequatur ei quod est extra
16, 2; cf. Meta. vi, 4, n.° 1235). Igualmente, tener conciencia de pen- in re, atícitur iudicium verum esse (Ver. 1, 3).
sar una esencia no es conocer la conformidad de la esencia con la Pero estas razones aún no son suficientes. Hay que demostrar
realidad. Es preciso que la inteligencia reflexione, cosa que sin duda que en el juicio la inteligencia conoce la verdad, conoce su confor-
es capaz de hacer, pero al juzgar. Podría, pues, decirse que en estos midad con el ser. Por lo tanto, hay que demostrar que el juicio
actos la verdad está sólo presente materialmente. implica una reflexión, y éste es un punto delicado. Sin duda, exis-
Es en el juicio que está presente formalmente, es decir, como ten juicios llamados «reflejos», que afirman la verdad de un juicio
conocida, ut cognitum in cognascente, quod importat nomen veri. directo, por ejemplo: «Es verdad que Dios es eterno.» Pero esto
Esta tesis puede demostrarse con muchos argumentos. no responde a la cuestión, pues el juicio reflejo sólo es posible si
En primer lugar podrá deducirse del hecho de que la verdad se la verdad se ha percibido antes en el juicio directo: «Dios es eter-
funda sobre la existencia. En efecto, la primera operación de la no.» Por lo tanto, el problema radica en el juicio directo. Este
inteligencia, que es la simple aprehensión, apunta a la esencia. Se juicio ¿implica por sí mismo, esencialmente, una reflexión? Sí. Cum
refiere a la existencia la segunda operación, que es el juicio. Prima intellectus concipit hoc quod est animal rationale, apud se simili-

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Epistemología general La verdad

tudinem hominis habet; sed non propter hoc cognoscit se hanc Muchos tomistas ven en este texto el principio de una crítica
similitudinem habere, quia non iudicat hominem esse animal ratio- completa del conocimiento, análoga o paralela al análisis trascen-
nate. Et ideo in hac sola secunda opautione intellectus est veritas dental de Kant. Es bastante tentador, en efecto, pero hay que temer
et falsitas, secundum quam non solum intellectus habet similitudi- que no sea esperar demasiado de un texto que concierne sólo a la
nem rei intellectae, sed etiam super ipsam similitudinem reflectitur, reflexión que se realiza en todo juicio. Es evidente que no puede
cognoscendo et diiudicanclo ipsam (Meta. vi, 4, n.° 1236). tratarse de un conocimiento explícito, in actu signato, que capte jii
Es evidente, aunque este texto no lo manifieste de modo explí- naturaleza de la inteligencia en general: ésta es labor de la psico-
cito, que toda la cuestión gira en torno de la cópula del juicio. logía, búsqueda dificil y sutil, como dice en otro lugar santo Tomás.
Juzgar es afirmar que realmente una cosa es esto o aquello. Éste es Sólo puedé tratarse de un conocimiento implícito y concreto, in
el sentido mismo de la cópula. Éste tiene evidentemente un sentido actu exercito. ¿Qué puede ser? La interpretación que nos parece
copulativo, en tanto une dos conceptos diferentes. Pero tiene tam- más verosímil es que el conocimiento reflejo versa sobre la simple
bién necesariamente un sentido existencial, en tanto que afirma la aprehensión, pues ésta es la operación primitiva de la inteligencia
unión de los dos conceptos como real. Reduciendo el juicio al es- en la que se revela su naturaleza abierta y plástica, si puede llamar-
quema: S es P, se dirá que consiste en afirmar que dos conceptos se así, abierta a toda la amplitud del ser y plástica a toda forma
distintos en el espíritu, el uno tomado como sujeto o substancia, y del ser. La reflexión implicada en el juicio consiste, pues, según
el otro como forma o atributo, son idénticos en la realidad. Hay. creemos, en que la inteligencia «vuelve» sobre su aprehensión y
pues, en el juicio una reflexión que percibe la conformidad de la percibe la semejanza que posee de la cosa como semejanza de
atribución al ser. Por ello el juicio es el acto que introduce formal- esta cosa*.
mente en el espíritu la relación de verdad. Sean cuales fueren sus detalles, es cierto que para santo Tomás,
La Summa explica muy bien este movimiento: Quando (intel- la conciencia intelectual es una condición del conocimiento de la
lectus) indicas rem ita se babee sicut est forma quanz de re apre- verdad, y por lo tanto de la verdad misma, de la verdad «formal».
hendit, tuno primo cognotscit et dicit verum. Et hale facit compo-
nenda et dividendo. Non in ontni propositione, aliquam formam
significatam per praedicatum, vel applicat alicui rei significase per 4. Existencia y caracteres de la verdad.
subiectum, vel remover ab ea (S.Th. 1, 16, 2).
Pero no hemos llegado aún al fin de nuestra tarea. Hay sobre Que hay verdad en general, santo Tomás lo considera evidente:
este punto un pasaje de De Veritate que ha hecho gastar mucha Veritas supre ens fundatur. Unde sicut ens esse in communi est per
tinta: In intellectu (veritay) est sicut conseauens actum intellectus se notum, ita etiam velludo?: esse (Ver. 10, 2 ad 3). Precisemos un
et sicut cognita per intellectum. Consequitur namque operationem poco esta afirmación.
intellectus secundum quod iudicium intellectus est de re secundum Primero hay que delimitar exactamente su valor. Sólo concier-
quod est. Cognoscitur autem ab intellectu secundum quod intellec- ne a la verdad in communi, es decir, «en general». No concierne
tus reflectitur supra actum suum, non solum secundum quod cog- a ninguna verdad particular, ni siquiera a alguna de aquellas que
noscit actum suum, sed secundum quod cognoscit proportionem se llaman primeros principios. Podría tal vez sostenerse que esta
eius ad rem. Quod quidem cognosci non potest, nisi cognoscatur autoposición de la verdad merece el nombre de principio con mejor
natura principii activi, quod est ipse intellectus, in cuius natura est título que los principios primeros, porque los domina a todos y les
ut rebus conformatur. Unde secundum hoc cognoscit vaitatem
3. Cf. Bona, Le Sois d'Hit teste de salid Thema«, «De Veritato I, 9, en *Gee.
intellectus quod supra seipsunr reflectitur (Ver. 1, 9). gorianum> 1924.

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Verneaux, Epistemología 9
Epistemología general La verdad

es lógicamente anterior, pero no es lo corriente. Y especialmente la aspecto. Decir que la verdad es una en este sentido, es simplemente
afirmación no concierne a la Verdad primera, que es Dios, pues sentar el principio de contradicción.
la existencia de Dios no nos es evidente. Una aplicación interesante de esta tesis es la eliminación de la
En segundo lugar, puesto que la existencia de la verdad se con- teoría llamada de la «doble verdad», según la cual nada se opone
sidera evidente, no puede ser demostrada ni necesita serlo. Todo a que haya contradicción entre una verdad natural, científica o
lo que podemos hacer es refutar al adversario que niega esta evi- filosófica y una verdad revelada. Esta teoría tuvo su momento de
dencia. Es lo que hemos hecho respecto del escepticismo al obser- celebridad porque da grandes facilidades tanto al filósofo como
var que no tendríamos la noción de error si no poseyésemos algunas al teólogo. Pero es inadmisible, y no sólo porque el mismo Dios
veces la verdad. Santo Tomás nos da el argumento siguiente: si es el autor de la razón y de la revelación, sino porque la contra-
no hay verdad, es verdad que no hay verdad, por lo tanto existe dicción de dos verdades es una imposibilidad pura y simple (cf.
la verdad. Veritatem esse est per se notum, quia qui negat veri- C.G. 1, 7).
tatem esse, concedí! veritatem non esse. Si enim veritas non est, Que la verdad sea indivisible no significa que una verdad no
verum est veritatem non esse. Si autem est aliquid verum, oportet pueda analizarse o que un juicio verdadero no pueda dar origen
quod ventas sir (S.Th. 1, 2, I). a otros juicios verdaderos. Significa solamente que no existen
Por último, hay que precisar el sentido del verbo ser en la grados en la verdad de un juicio. Existen grados en el error, por-
expresión veritatem esse. ¿Qué existencia puede tener la verdad que podemos alejarnos o acercarnos más a la adecuación. Hay
en general? Como que la verdad solamente existe en la inteligen- también grados en la verdad tomada materialmente, es decir, en
cia que juzga, el único sentido posible de la expresión es que la la extensión y en la penetración del conocimiento. Pero no hay
inteligencia es capaz de hacer juicios verdaderos. Se trata, pues, de grados en la verdad tomada formalmente porque, para un juicio
la aptitud del espíritu humano para alcanzar la verdad. De suerte dado, no hay término medio entre la adecuación o la inadecua-
que el sentido de la fórmula es el siguiente: Es evidente que la ción con la realidad. Es lo que afirma el principio del tercio excluso.
inteligencia es capaz de verdad; es absurdo negarlo, pues caería- Una aplicación interesante de esta tesis es la eliminación de
mos en la contradicción; es también absurdo querer demostrarlo, las lógicas modernas llamadas «polivalentes». Estas lógicas, uti-
pues caeríamos en el sofisma del círculo vicioso. lizando un artificio de escritura de orden matemático, introducen
Admitiendo, pues, que la verdad existe, quedan por explicar sus una infinidad de intermediarios entre la verdad y la falsedad. Lo
características. La escuela tomista sostiene que es formalmente verdadero está representado por 1; lo falso, por 0. Habrá pues
una, indivisible e inmutable. entre los dos todos los valores que se quiera, representados por
Que la verdad sea una, no significa que sólo haya un juicio 1/2, 1/3, 1/4, etc., o por 0,5, 0,6, o por 0,65, etc. Esto sería per-
verdadero sobre cada cosa Como que la cosa tiene diversos as- fecto si se tratase de calcular probabilidades. Sería admisible,
pectos, son posibles muchos juicios, todos igualmente verdaderos, aunque ridículo, si se tratase de numerar estados del alma que
que la toman como sujeto. Así: el hombre es un animal, el hom- fuesen de la duda a la certeza. Pero es absurdo si se trata de inter-
bre está dotado de inteligencia, el hombre es mortal, etc. Esto mediarios entre la verdad y el error.
significa que una verdad no puede contradecir otra, o lo que es lo Por último, la verdad es inmutable (Ver. 1, 5 y 6; S.Th. t, 16,
mismo, que dos juicios contradictorios no pueden ser a la vez 7 y 8). Esto no significa, evidentemente, que las cosas no puedan
verdaderos. Así: todo hombre es mortal, algún hombre no es cambiar, y, si cambian, habrá nuevos juicios verdaderos. Significa
mortal. La contradicción debe entenderse estrictamente: afirmar que la verdad, tomada formalmente, no cambia. Si se trata de
y negar a la vez el mismo atributo del mismo sujeto bajo el mismo acontecimientos contingentes que se desarrollan en el tiempo, un

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Epistemología general

juicio que es verdadero en un momento dado para un aconteci-


miento determinado, es inmutablemente verdadero referido a este
momento para este acontecimiento. Y, si se trata de esencias in-
temporales, la verdad del juicio también se halla sustraída a la
temporalidad.
Esta tesis tiene dos aplicaciones notables, una que concierne
a las verdades eternas; la otra, a la evolución de la verdad.
Las verdades que versan sobre las esencias son llamadas por CAPÍTULO TERCERO
san Agustín, y después por Descartes y Malebranche, «verdades
eternas». Pero la expresión es impropia. Las verdades de este LA CERTEZA
género no son eternas positivamente, como Dios que está por en-
cima del tiempo; son solamente intemporales, negativamente, o
atemporales, en el sentido de que prescinden del tiempo. Dejemos La certeza no puede confundirse con la verdad, por la simple
pendiente la cuestión de saber si exigen como fundamento último razón de que hay certezas erróneas. La verdad es un carácter pri-
una inteligencia eterna que las piense constantemente. Al nivel del mitivo del conocimiento: su conformidad con la realidad. La cer-
conocimiento humano, su eternidad consiste solamente en que si teza es un carácter secundario: un estado del espíritu respecto de
una inteligencia las piensa, en el momento en que sea, será ver- la verdad.
dadero. Como la verdad nace con el juicio, y el acto de juzgar es esen-
Al revés de Descartes, Hegel sostiene un evolucionismo radi- cialmente afirmación, aserción y asentimiento (consideramos sinó-
cal: la verdad evoluciona, o más exactamente, progresa .por vía nimos estos términos), la certeza es una de las modalidades del
dialéctica de un modo necesario. Pero poco importa aquí la ma- asentimiento. No es la «modalidad del juicio» de que habla la
nera, progresiva o no, necesaria o no, dialéctica o no; lo que nos lógica, pues esta modalidad concierne a la relación de tos dos tér-
interesa es la idea de que la verdad evoluciona. Es éste un ejem- minos: por ejemplo, el predicado pertenece necesariamente al su-
plo de confusión entre dos acepciones, material y formal, de la jeto. Es una modalidad de orden psicológico, es decir, que con-
verdad. Lo que evoluciona es la realidad y el espíritu, el objeto y cierne al aspecto subjetivo del juicio: es el grado máximo de fuer-
el sujeto del conocimiento. Nada se opone, en particular, a que el za o de determinación con el que el espíritu afirma su juicio.
espíritu progrese en el conocimiento de la verdad, es decir, de la Puesto que hay diversos grados de firmeza en el asentimiento,
realidad. Pero es absolutamente imposible que un mismo juicio es indispensable examinarlos pera precisar la naturaleza de la
pueda progresar en cuanto a su verdad, porque la verdad no tiene certeza.
grados.

1. Ignoranaa,
' duda, opinión.

La ignorancia es la ausencia de todo conocimiento relativo a


un objeto, el vado del espíritu, podríamos llamarla. No es siem-
pre un mal. Por el contrario, de buena gana afirmaríamos que es
bueno para el hombre ignorar ciertas cosas. La ignorancia sólo

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Epistemología general La certeza

se conviene en un mal cuando es la falta de un conocimiento que vir de medio para hallar la verdad. Solamente puede concebirse la
debería tenerse (por cualquier razón). Es entonces una privación. esencia pura de la duda y nada se obtiene de ella. Por el contrario,
La lengua latina, en este caso más precisa que la castellana, tenía la duda parcial es un engranaje indispensable de la vida intelectual.
dos palabras para designar estas dos clases de ignorancia: nes- Abstenerse de afirmar algo cuando no se tienen buenas razones
rienda e ignorantia: Ignorancia in hoc a nescientia differt quod para sostener el juicio, es prudencia. Decía Pascal: «Hay que saber
nescientia dicit simplicem scientiae negationem; ignorando yero dudar cuando es preciso, asegurar cuando es preciso.» Y Renou-
importar scientiae privationem, dum alicui deest scientia eorum vier: «El buen sentido se caracteriza por una justa medida de
quae aptas natus est scire. (S.Th. 1-11, 76, 2). duda.»
Por el contrario, lo que siempre es un mal es ignorar la pro- Por último, quisiéramos señalar, para atajar algunos equívocos.
pia ignorancia, creer que se sabe cuando en realidad no se sabe. que la duda es una actitud intelectual distinta de la pregunta. Es
En primer lugar, porque se está en el error. En segundo lugar, nos necesario mantenerse firme en la definición de la duda como sus-
exponemos a nuevos errores. Por último, no intentamos salir de pensión del juicio. Por tanto, sólo habrá duda a partir del momento
este estado, puesto que estamos satisfechos en él. De modo que el en que se presente al espíritu una respuesta sin que le mueva a la
primer paso hacia la ciencia es tener conciencia de la propia igno- adhesión. En el momento en que se plantea una pregunta, no se
rancia, como Sócrates lo sostuvo a costa de su vida ante sus con- duda porque aún no se tiene juicio que suspender. Se tiene con-
temporáneos y contra ellos. ciencia de la propia ignorancia y deseo de saber. Es falso decir
La duda es la suspensión de juicio. El espíritu flota, por así que santo Tomás, por ejemplo, duda de la existencia de Dios
decir, entre el sí y el no, ya porque no percibe ninguna razón para cuando se pregunta si Dios existe, utrum Deus si t. Y de nada
afirmar o negar, ya por el contrario, porque percibe razones iguales sirve añadir que su duda es puramente metódica o ficticia, pues
para afirmar que para negar. Quandoque non indinatur (intellectus) no duda de ningún modo, sino que pregunta. Dudaría más tarde
ad unum magis quam aliud, vel propter defectum moventium, sicut si no estuviese satisfecho con las pruebas que da, o si las objecio-
in istis problematibus de quibus rationem non babemos, vel propter nes le pareciesen de igual fuerza; pero no es éste el caso.
apparentem aequalitatem eorum quae movent ad atramque partem. La conjetura no es aún un juicio, pero tampoco es la duda. Es
Et ista est dubitantis dispositio, que fluctuar inter dual panes contra- una tendencia a dar un juicio, demasiado débil para determinar
dictionis (Ver. 14, 1). La primera forma de duda se llama «duda el acto. Es una tendencia que se queda en el estado de tendencia
negativa»; la segunda, «duda positiva». Aunque estas expresiones (S.Th. 11-11, 2, 1).
no sean correctas, se han hecho clásicas. Con la opinión, entramos en el dominio de la afirmación. Una
Si sólo consideramos el concepto de duda, se divide del modo opinión es un juicio, en efecto, pero no dado aún firmemente, un
siguiente. La duda es parcial cuando sólo suspende uno o varios juicio dado con temor de equivocarse, reservando, pues, la posibi-
juicios; es universal cuando suspende todo juicio. La duda es metó- lidad de que el juicio contrario sea verdad. Quandoque intellectus
dica cuando se toma como medio de descubrir la verdad; es indinatur magis ad unum quam ad alteram, sed tamen illud incli-
escéptica cuando se toma como fin. La duda puede ser real, es de- nans non sufficienter movet intellectunz ad hoc quod deternzinat
cir, ejercida, vivida, o ficticia, es decir, simplemente representada, ipsum in unam partem totaliter: unde accipit quidem unam par-
concebida. tem, lamen semper dubitat de opposito; et haec est dispositio opi-
Pero hay que observar enseguida que una duda universal no nanas, qui accipit unam partem contrudictionis cum formidine
puede ser ni real ni metódica. Como hemos demostrado en el caso alterius (Ver. 1, 14).
del escepticismo, la duda universal no puede vivirse, ni puede ser- La característica de la opinión es juzgar con temor de equi-

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La certeza
Epistemología general

vacarse. La expresión ruin formidine alterius figura en todas las por ella misma o la búsqueda sin esperanza de hallar, es un ro-
definiciones que da santo Tomás: Opinio significa! actum intel- manticismo intelectual que constituye una verdadera perversión
lectus qui feriar in untan partem contradictionis cum formidine del espíritu.
alterius (S.Th. 1, 79, 9 ad 4). De ratione opinionis est quod ucei- Pero, del mismo modo que en el plano afectivo hay falsas pa-
ces y falsas alegrías, hay en el plano intelectual certezas erróneas.
piatur ununt cutre formidine alterius oppositi; unde mm haber
firman, inhaesionem (S.Th. hit, 67, 3). El espíritu afirma un juicio sin temor de equivocarse mientras
que, efectivamente, se equivoca; lo que es peor que tomar una
¿En qué consiste este temor? El término está tomado de la
opinión por una certeza. La verdadera certeza implica, pues, la
afectividad, ya que el temor es uno de los movimientos del ape-
tito. ¿Tiene un lugar en el plano intelectual? Sí, sin duda, pero conciencia de hallarse en la verdad. ¿Y cuándo se produce esto?
En presencia de la evidencia que es el criterio último de la cer-
por analogía. El peligro aquí está en que el juicio afirmado sea
falso, es decir, que las cosas sean de un modo distinto que como teza. Ya volveremos de nuevo sobre ello.
las pensamos. De ratione opinionis est quod id quod opinatur Lo que por el momento debemos hacer es discernir las formas
existimetur possibile aliter se habere (S.Th. 11-11, 1, 5 ad 4). Por múltiples que puede adoptar la certeza, lo que constituye un tra-
consiguiente, el temor de equivocarse es la conciencia de que los bajo muy delicado.
motivos de afirmar son solamente probables.
La dificultad está en que a menudo una opinión está firme-
mente asentada en el espíritu y se afirma sin temor. Entonces es 2. Ciencia, creencia y fe.
subjetivamente indiscernible de la certeza. Pero, en realidad, pues-
to que no está fundamentada más que sobre un motivo probable, La distinción fundamental se expresa muy bien por los ver-
es en sí o por naturaleza una simple opinión, tomada equivocada- bos «saber» y «creer». Es clásica en filosofía desde Platón. Es
mente por una certeza, por falta de reflexión y de crítica. Es lo parte integrante de la teología cristiana. Y constituye el eje de la
que se llama una opinio vehetnerts o una opinio imperito-bata. No crítica kantiana. Veamos lo que significa en santo Tomás. Desig-
obstante, hay que añadir que aquí, como en todas partes, las fron- na dos tipos irreductibles de certeza.
teras son indecisas. Veremos que santo Tomás habla a veces de La inteligencia puede dar su asentimiento de dos modos. Pri-
«certeza probable», lo que ocasiona dificultades a sus comenta- mero, cuando es movida, determinada por el objeto. Esto se pro-
ristas. duce en dos casos: 17, cuando el objeto es conocido él 'mismo,
La certeza es el estado del espíritu que afirma sin temor de inmediatamente, como en el caso de los primeros principios;
equivocarse, que está determinado a un juicio y se adhiere firme- 27, cuando es conocido por medio de otro, mediatamente, como
mente a él: Certitud() nihil aliad est quatn detertninatio intellec- en el caso de la conclusión de una demostración. En el lenguaje
tus ad unum (tu Sent. 23, 2, 2). Certitud proprie dicitur firmaos técnico de la escuela, sólo el segundo caso recibe el nombre de
adhaesionis virtitutis cognoscitivae in suunt mgnoscibile Sent.
«ciencia»; el primero se llama «inteligencia». Pero del mismo
26, 2, 4). modo que cuando oponemos razón y fe englobamos en la razón
La certeza es el estado perfecto de la inteligencia. Es su paz y todas las funciones naturales de conocimiento, comprendidos los
su alegría, podríamos decir, pues el fin hacia el que tienden todos sentidos, aquí, cuando oponemos saber y creer, englobamos en la
sus pasos es el reposo en la posesión de la verdad. En compara- ciencia todos los casos en que el juicio está determinado por el
ción con la certeza, todos los demás estados son inquietos y más objeto.
o menos dolorosos. Complacerse en la inquietud, cultivar la duda Pero la inteligencia puede también dar su asentimiento de otro

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Epistemología general
La certeza

modo. Entonces ya no está determinada por el objeto, está incli-


mas que hay que distinguir con todo cuidado. Pues puede tratarse
nada hacia un juicio por la voluntad. Si el juicio se da con reser-
de una certeza que no esté fundamentada en ningún motivo inte-
vas, es una opinión. Si se afirma absolutamente, es un acto de fe.
lectual, sino en el sentimiento y la voluntad, en un movimiento del
Assentit intellectus alicui dupliciter: uno modo, quia ad hoc
«corazón» independiente de toda «razón». Para ser exactos, hay
movetur ab ipso obiecto, quod est vel per seipsum cognitum (sicut
que reconocer que hay siempre una razón de afirmar; pero en el
patet in primis principiis quorum est intellectus) sive per cdiud
caso presente la única razón es que se quiere, o que se desea, que
cognitum (sicut patet de conclusionibus quarum est scientia); alio
las cosas sean como se piensan. Tal es en el plano religioso la fe
modo intellectus assentit alicui non quia sufficienter movetur ab
de tipo luterano; y ha pasado a Kierkegaard que la define: din
obiecto proprio, sed per quendam electionem, voluntarie declinans
salto en el absurdo.» En el plano filosófico, que no está exento de
in unam partem magis quam in aliam. Et si quidem hoc sit cum
inspiración protestante, es la fe práctica de Kant y la fe filosófica
dubitatione et formidine alterius partis, erit opinio; si autem sil
de Jaspers. Y nos sentimos inclinados a considerar en esta cate-
cum certitudine absque tau formidine, erit fides (S.Th. 11-11, 1, 4,
goría la fe que G. Marcel presenta como un asentimiento anterior
resumiendo Ver. 14, I).
a toda prueba.
Volveremos a tratar la certeza de ciencia para ver sus articu-
Acerca ,de esta concepción de la fe, que se llama fideísmo,
laciones; pero el verbo «saber» no ofrece dificultad, mientras que habría mucho que decir. No se puede negar la existencia, la reali-
el verbo «creer» las presenta grandes, pues su sentido es fluctuan- dad psicológica, de esta certeza: se encuentra con frecuencia. Pero
te. El substantivo que le corresponde es «creencia», de la que exis- no podemos evitar el observar que es un acto ciego. Nada la jus-
ten cuando menos cuatro especies. tifica. Es un salto a lo desconocido, un tiro disparado al azar. No
Puede tomarse el término en un sentido tan amplio, que en- tiene más que una posibilidad ínfima de ser verdadera. Es, pues,
globe toda especie de juicio. Designa entonces el asentimiento, la indigna de un hombre cuya principal función, cuya luz, es la razón.
afirmación, que es el juicio mismo (cf. Ver. 14, 1). Este sentido Por eso el fideísmo, como teoría general de la fe, no se encuentra
que santo Tomás encontraba en los comentaristas árabes de Aris- más que en las filosofías (o las teologías) que deprecian la razón
tóteles, y que no admitía, ha acabado por hacerse clásico. En Des- humana y le niegan el poder de alcanzar la verdad en el terreno
cartes, en Bossuet, la «creencia» es el juicio. Y en los manuales metafísico. En su base, hay, pues, una aceptación implícita del
modernos de psicología, es el juicio, como acto mental, lo que se kantismo:
estudia en el capítulo titulado «La creencia». Pero hay otra especie de fe: un asentimiento firme que no es
La creencia puede ser también una afirmación mezclada con ciego ni obligado, que es racional y libre a la vez. ¿Cuál es el me-
alguna duda. Es éste un sentido muy corriente. Se dice, por ejem- canismo de esta certeza? Está fundada sobre la percepción de
plo: «Creo que sí», para no decir sí de una manera absoluta. En motivos objetivos. Pero estos motivos, por sólidos que parezcan,
esta acepción, la creencia corresponde exactamente a lo que hemos no obligan. Son, si nos atrevemos a parodiar a Leibniz, razones
llamado opinión. suficientes que no son determinantes. lile qui credit habet suffi-
Por último, la creencia puede designar una certeza, la que se ciens inductivum ad credendum (S.Th. 11-11, 2, 9 ad 3). Pero igual-
opone a la ciencia. Llamémosla un acto de fe, pues si las defini- mente puede decirse que los motivos no son suficientes para de-
ciones de nombre son libres, conviene no designar con el mismo terminar el asentimiento: Non sufficknier movetur intellectus ab
nombre dos actitudes tan distintas como «creer que...» y «creer obiecto (S.Th. 11-11, 1, 4). Por consiguiente, es necesario que inter-
en...». venga la voluntad para determinar el asentimiento. Concedemos
Pero a su vez la creencia-certeza, o fe, puede adoptar dos for- nuestra fe si queremos, libremente, pero no sin buenas razones.

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Epistemología general La certeza

Dos fórmulas pueden resumir esta doctrina: nunca creeríamos si nuestro entender, este nombre no es adecuado pues la ciencia y la
no viésemos que es necesario creer, y no creemos si no queremos. fe son certezas de naturaleza diferente, mientras que las dos espe-
Non crederet nisi videret ea ene credencia, vel propter evidentiam cies de fe son de la misma naturaleza. Además, no estamos lejos
signorum, vel propter aliquid huiusmodi (S.Th. II-II, 1, 4; cf. de pensar que la diferencia entre las dos especies de fe puede
S.Th. nat, 2, 9 ad 3). Homo credere non potest nisi volens (Ver. disminuir indefinidamente y terminar por anularse. El acto de fe
14, 1). que es libre en principio, puede no serlo en un sujeto dado, en
Pero, al llegar a este punto se nos presentan muchas compli- razón del hábito o de la presión social. Inversamente, el acto de
caciones. Primero, la fe más firme y más sólidamente fundamen- fe que es obligado nunca lo es hasta el punto que no subsista un
tada puede ser rebajada al rango,de una opinión por los que no margen de libertad.
participan de ella, y especialmente por aquellos que no admiten
como legítima más que la certeza científica. Así, un pagano habla
de las «opiniones religiosas» de un cristiana El empleo de esta 3. Certeza metafísica, física y moral.
locución basta para caracterizarle como no creyente, pues si tu-
viese experiencia de la fe o solamente supiese lo que es, no la Volvamos ahora a la certeza que engendra la ciencia. Puesto
asimilaría a una opinión. que hay diversas ciencias, hay diversas certezas científicas. El prin-
En segundo lugar, es necesario no identificar la fe y la fe re- cipio general lo da santo Tomás: Non est eadem certitudo quaren-
ligiosa. Ésta es sólo un caso particular de aquélla. Hay mil oca- da in omnibus. Unde in rebus contingentibus, sicut sunt naturalia et
siones, en efecto, en que creemos a otro bajo palabra sin haber res humanae, sufficit Mis certitudo ut aliquid sir verum ut in plu-
visto nosotros mismos la verdad de lo que dice. Es lo que se llama ribus, licet interdum deficiat in poucioribus (S.Th. I-n, 96, 1 ad 3).
fides humana. Partiendo de ahí, la escuela tomista ha distinguido tres especies de
Todo ello no ofrece gran dificultad. El punto delicado es el certeza que es clásico llamarlas metafísica, física y moral. Pero es
siguiente: ¿La fe es siempre libre? Santo Tomás distingue una fe difícil para definirlas exactamente.
libre y una fe necesaria. Para que haya acto de fe, es necesario y, Según comprendemos, se distinguen por su fundamento obje-
suficiente que intervenga directamente la voluntad para determinar tivo, según sea éste una ley ontológica, una ley natural o una ley
el asentimiento. Pero la voluntad no es siempre libre. Puede ocu- moral. De ahí se sigue que hay grados en la certeza, en cuanto a
rrir que los motivos sean tan convincentes que no pueda sustraer- su firmeza misma, y que el grado inferior de la certeza no puede
se a ellos. Quod voluntas moveos intellectum, potest contingere ex distinguirse del grado más alto de la opinión.
duobus: uno modo ex ordine voluntatis ad bonum; alio modo quia La certeza metafísica es absoluta, pues resulta del conocimiento
intdlectus convincitur ad hoc wad iudicat esse credendum his de las leyes del ser, que son estrictamente necesarias y no admiten
quae dicurtur, licet non convincantr per evidentiam rei (S.Th. ninguna anulación. Los principios primeros son su mejor ejemplo,
5. 2). En este caso, la fe está obligada por la evidencia de los pero se extiende mucho más allá. Contiene en primer lugar los
signos, fides esr quoddammodo coacta ex signorum evidentia. Se- principios metafísicos que son aplicaciones directas de los prin-
ría tan poco razonable no creer en la existencia de Napoleón, por cipios primeros, y las conclusiones más lejanas de la metafísica, en
ejemplo, o de China, que no podemos resolvemos a ello. No obs- psicología, por ejemplo, o en cosmología, si son reductibles a los
tante, es un acto de fe, pues esta existencia no es ni evidente ni principios. Después, aunque pueda parecer extraño, creemos que
demostrable, en el sentido propio de las palabras. Este tipo de engloba las verdades matemáticas, porque expresan relaciones ne-
asentimiento a veces recibe el nombre de «fe científica», pero, a cesarias entre esencias abstractas; por ello no hay que hablar espe-

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Epistemología general La certeza

cialmente de certeza matemática. Por último, engloba incluso la ciencia solamente versa sobre lo general porque sólo éste es nece-
intuición de simples hechos como «yo existo» o «llueve». El hecho sario. La individualidad, que resulta de la materia, no es inteligi-
no es necesario, es contingente; yo podría no existir; pero la intui- ble, es irracional e imprevisible.
ción revela una necesidad de hecho que es análoga a la necesidad Después de esto, sentimos la tentación de preguntar si hay
de los principios: no es posible que yo no exista cuando tengo alguna certeza en las ciencias de la naturaleza. La respuesta es afir-
conciencia de existir (cf. S.Th. 1, 14, 13; S.Th. 1, 86, 3). Por con- mativa. Primeramente, porque no sería razonable esperar un milagro
siguiente, la existencia de Dios, o la espiritualidad del alma, demos- fuera del ámbito religioso. Además, la noción misma de mila-
tradas por aplicación de los principios primeros a hechos contin- gro implica la existencia de leyes. Como se dice en gramática, la
gentes inmediatamente dados, son certezas metafísicas. excepción confirma la regla, porque sólo existe la excepción por
A diferencia de la certeza metafísica, que es absoluta, las dos referencia'a una regla. En segundo lugar, si en la naturaleza cada
otras especies reciben el nombre de hipotéticas o condicionales, cosa está en relación con todas las demás, la relación a veces es
porque deben reservar la posibilidad de ciertas excepciones. Para tan lejana que son desdeñables las perturbaciones. «La mar entera
emplear términos de santo Tomás, basta que sean verdaderas in cambia por una piedra», dice Pascal. Es cierto, pero ello no impide
pluribus, en la mayoría de los casos, incluso si no lo son in paucio- calcular las mareas con una aproximación suficiente. Por último, si
ribus, en algunos casos. bien la individualidad como tal es imprevisible, hay en el individuo
La certeza física no es, como podría creerse, la que está fundada un elemento de necesidad. Santo Tomás lo admite como una es-
en la experiencia sensible: ésta es «metafísica». Sino la que está pecie de principio: nada es tan contingente que no tenga en sí una
fundada en el conocimiento de una ley natural. El conocimiento de parte de necesidad, nihil est adeo contingens quin in se aliquid
las leyes naturales, a su vez, resulta de una inducción. Si la induc- necessarium habeas (S.Th. 1, 86, 3).
ción no es más que probable, no habrá certeza propiamente dicha, Llegamos por último a la certeza moral. Hay que decidir ante
sino solamente una opinión, tan próxima como se quiera a la cer- todo una cuestión de vocabulario. A veces se da este nombre, o el
teza. Si la inducción es rigurosa, engendra una certeza, pero una de «certeza práctica» a una opinión cuya probabilidad es suficiente
certeza que solamente es general, si así puede llamarse, y que no para permitir obrar con prudencia. A este sentido amplio corres-
permite prever con seguridad la existencia o la naturaleza de un ponde un campo de aplicación inmenso, pues si para actuar aguar-
hecho particular que no nos es dado actualmente. dásemos a tener verdaderas certezas, estaríamos condenados a la
¿Por qué no tenemos certeza absoluta? Porque siempre es po- inacción. Pero una opinión no es una certeza.
sible una perturbación. Por lo menos hay tres excepciones que En su célebre obra titulada De la certitude nrorale, 011é-Laprune
hemos de tener en cuenta. Primero, la posibilidad de un milagro. define así el objeto de su estudio: «Por certeza moral, entendemos
Es una derogación de las leyes de la naturaleza que tiene inme- la certeza propia de las actividades morales, que tiene ella misma
diatamente por causa al Autor de la naturaleza. Y una «epistemo- un carácter moral.» ¿Y cuáles son para él las verdades morales?
logía cristiana» no puede ignorar la posibilidad del milagro. Existe Las mismas que Kant había llamado «postulados de la razón prác-
después la posibilidad de que el juego de las fuerzas naturales esté tica», a saber, la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia
turbado por la intervención de una causa imprevista o descono- de Dios. Sintiéndolo mucho, pues la obra en conjunto es sólida,
cida. «Todas las cosas iguales», dicen prudentemente los sabios. debemos rechazar esta definición preliminar. Bien mirada, se es-
Pero las cosas nunca son completamente iguales, pues en el uni- cinde en tres elementos. Los principios que constituyen el funda-
verso no hay un «sistema cerrado». Por último, existe la contin- mento de la moral son objeto de una certeza metafísica o de un
gencia de los individuos. Según la epistemología aristotélica, la acto de fe, según que se vea su verdad o que los recibamos de la

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Epistemología general
La certeza

revelación divina. Y, por otra parte, hay en moral muchos juicios nión cuyo grado superior constituirán. .Pero a nuestro entender
que sólo tienen certeza práctica. esto sería dar prueba de rigidez intelectual. Por consiguiente,
¿Cómo definir, pues, la certeza moral? Es la que está fundada a pesar de la imposibilidad de obtener una clasificación perfecta
en una ley moral. Pero la idea de ley moral puede tener tres sen- en esta materia, nos parece que se impone la distinción de los
tidos, y creemos que hay que tomarla en los tres. Puede ser ante tres tipos de certeza.
todo una ley psicológica, porque lo «moral» se opone a lo «físico»;
por ejemplo, la permanencia del carácter en un individuo. Puede
ser después una ley sociológica, puesto que la sociología es la cien-
cia de las «costumbres» en una sociedad dada. Puede ser por últi-
mo una ley moral propiamente dicha. Como que hay una estrecha
correlación entre estas tres especies de ley, la noción de certeza
moral no carece de unidad.
La cuestión consiste más bien en saber si la noción de certeza
es aplicable al ámbito así definido. Podríamos dudarlo, pues las
leyes morales son aún menos necesarias que las leyes naturales.
Admitimos, en efecto, que el hombre es libre; de donde se sigue
que puede en todo momento hacer fracasar los pronósticos más
seguros por medio de una decisión imprevisible. No obstante, no
se excluye toda certeza porque la libertad humana no es absoluta,
está contenida en unos límites bastante estrechos por un entrecru-
zamiento de determinismos. Por ejemplo, no tengo ningún temor
de ser asesinado cuando salga, porque en un país civilizado ciertas
cosas «no se hacen».
Pero es evidente que esta actitud está lejos de ser absoluta. Para
designarla, santo Tomás emplea la expresión de «certeza proba-
ble», que opone a la «certeza demostrativa». In humanis actibus
invenitur aliqua certitudo, non quidem sicut in demonstrativis,
sed securodum quod convenit taN materiae (S.Th. 11-11, 60, 3 ad 1).
Certitudo non est similiter quarenda in ontni materia. In actíbus
humatris non potest haberi certitudo demonstrativa, e° quod sunt
circa contingenria et variabilía. Et ideo sufficit probabilis certitudo,
quae ut in pluribus veritatem attingat, etsi in paucioribus a veritate
deficiat (S.Th. u-n, 70, 2).
Dicho esto, podemos desplazar a voluntad las fronteras que se-
paran la opinión de la certeza. Si gustan los cortes limpios, se
reservará el nombre de certeza a la certeza metafísica que es la
única absoluta, y se considerarán las otras dos dentro de la opi-
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144
Verneaux, Epistemología 10
La evidencia

Pero existen grados de claridad inferiores a la evidencia, y di-


versas formas de evidencia. Examinémoslas; después examinare-
mos más detalladamente si la evidencia justifica la certeza.

I. Posibilidad, probabilidad, evidencia.

CAPITULO CUARTO Consideremos un juicio: «Dios existe», por ejemplo. Si sola-


mente se percibe la posibilidad de que este juicio sea verdadero,
LA EVIDENCIA el espíritu está en la duda. Si se percibe una probabilidad de que
sea verdadero, se tiene una opinión. Si se llega a tener alguna evi-
dencia de su verdad, se está en la certeza.
El término «evidencia», como el de «intuición» que le corres- Para que un juicio sea posible, la primera condición es que no
ponde, concierne primitivamente al sentido de la vista: se dice sea intrínsecamente contradictorio. Es lo que Leibniz llamaba po-
de un objeto que está en evidencia, o es evidente, cuando es visible sibilidadl lógica, y nos basta aquí, pues no intentamos hacer el
a la primera ojeada. El término se extiende normalmente a todos análisis metafísico de la posibilidad, sino determinar su papel críti-
los sentidos, e incluso a la inteligencia por razón de la analogía que co. Ahorl bien, hay que observar que no existe paralelismo entre
existe entre las diferentes funciones de conocimiento, porque tam- la imposibilidad y la posibilidad. La imposibilidad fundamenta una
bién la inteligencia «ve» algunas cosas. Lo que es menos normal, certeza negativa: esto no es verdadero, porque no puede serlo.
es la tendencia que tiene la filosofía moderna a reservar el término Mientras que la posibilidad no da nada, deja al espíritu en la duda.
de evidencia para la intuición de las verdades abstractas. Esta ten- Decir: «es posible» o «puede ser», equivale a reservarse el juicio.
dencia se explica por cierto idealismo latente que niega la existen- La noción de probabilidad es perfectamente clara en matemá-
cia de una intuición y de una evidencia sensibles. Se explica tam- ticas. Es la relación entre el número de casos favorables y el
bién porque sólo en el juicio hay verdad. Pero la primera razón no número de casos posibles, respecto de un acontecimiento futuro.
nos atañe, porque no somos idealistas. Y la segunda razón carece Por ejemplo, ¿cuál es la probabilidad de obtener un cuatro lanzan-
de base, pues la evidencia es una propiedad del objeto. do un dado? Es 1/6 porque el dado tiene 6 caras de las que sola-
Hay que subrayar este último punto. La verdad es una propie- mente 1 tiene un 4. La probabilidad de sacar «cara» al lanzar una
dad del juicio (relativamente al ser). La certeza es un estado del moneda es de 1/2. Así, cuando la relación es de 1/2, hay igualdad
espíritu (respecto de la verdad de su juicio). La evidencia es una de probabilidades en favor y en contra del acontecimiento; se está
propiedad del objeto (relativamente a una función de conocimien- en la duda. Si la relación es mayor de 1/2, hay probabilidad en
to cualquiera). Si hablamos de verdades o de juicios evidentes, y favor; el acontencimiento es probable. Si la relación es menor
no dejaremos de hacerlo, es que consideramos su materia o su de 1/2, hay probabilidades en contra; el acontecimiento es impro-
contenido, es decir, el objeto conocido. Así, pues, digamos que la bable. En ambos casos el juicio correspondiente es una opinión.
evidencia es la claridad con la que un objeto aparece a una facul- Los límites se alcanzan cuando uno de los dos términos de la rela-
tad de conocimiento, la manifestación o, como actualmente se ción se anula. El acontecimiento es entonces necesario si no hay
dice, la revelación del ser. Por ello es el fundamento o el criterio ninguna probabilidad en contra, o imposible si no hay ninguna
de la certeza. probabilidad en favor. En ambos casos se tiene una certeza.

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Epistemología general
La evidencia
Es inútil, sin duda, señalar que el cálculo de probabilidades tiene
concebible. Por ejemplo, tengo frío; es para mí un hecho evidente
una función de primera importancia en la ciencia moderna. Des- que no puedo negar. Pero puedo muy bien concebir que no ten-
graciadamente, este esquema tan claro no puede aplicarse fuera
ga frío.
del campo matemático. En todos los demás, hay que conformarse En la base de la fenomenología de Husserl existe esta confusión.
con una noción mucho más confusa. De un modo general, una
hipótesis es probable cuando hay razones en su favor, pero que Al principio de las Meditaciones cartesianos, Husserl define lo que
llama la «evidencia apodíctica» de una cosa: «La incoocebilidad
no bastan para excluir la hipótesis opuesta, de tal modo que esta absoluta de su no-existencia.» Y como que la existencia del mundo
última es también posible e incluso probable. Cada vez que, por no le parece disfrutar de tal evidencia la pone entre paréntesis. Esto
ejemplo, se «pesa el pro y el contra», que se examina el valor equivale a decir que solamente hay evidencia respecto de objetos
de dos tesis opuestas sobre el mismo asunto, se hace un cálculo de que existen necesariamente. Pues «inconcebible» es sinónimo de
probabilidades con vistas a formarse una opinión. Sobre ello no «imposible», y un ser cuya inexistencia es imposible, un ser que
hay reglas precisas. Todo lo que puede decirse es que la mayor
no puede no existir, es un ser necesario. Y de ahí se sigue que so-
probabilidad de una opinión no suprime la probabilidad de la lamente las esencias ideales, como las relaciones matemáticas, son
opinión contraria, ni tampoco la disminuye si los motivos que las evidentes, pues ningún ser real es necesario, salvo Dios que no nos
sostienen son de naturaleza diferente. Si los motivos tienen la mis-
resulta evidente. Pero todo se desmorona si se observa que no te-
ma fuente, la mayor probabilidad de una opinión disminuye la de
la otra. nemos derecho \ a confundir innegable e inconcebible, y que hay
necesidades de hecho que regulan el juicio con el mismo derecho
La verosimilitud casi no puede distinguirse de la probabilidad.
que las necesidades ideales.
La definición es muy fácil: una cosa es verosímil cuando es se- Veamos por último la definición cartesiana que es la más clá-
mejante a otra que es verdadera. Pero hay una doble dificultad.
sica. Comprende dos elementos: de una parte la claridad y la dis-
Primero, la noción de semejanza es extremadamente vaga, de modo
que son posibles una infinidad de grados. Después, la verdad de tinción de la idea y de otra su indudabilidad. Esta concepción
requeriría una larga explicación. Ante todo porque se trata de la
una cosa no permite jamás afirmar absolutamente la de otra en
razón de las diferencias que las separan. Por este camino vamos a idea. Descartes excluye, pues, de un trazo toda evidencia que no sea
intelectual; en particular concede a los escépticos que no hay evi-
parar de nuevo a la probabilidad.
dencia sensible. E incluso restringida al plano intelectual, la evi-
Llegamos por último a la evidencia. La primera labor que hay
dencia no es una cualidad de la idea, sino del objeto. Sería un
que hacer es rechazar algunas definiciones que no son satisfactorias. matiz sin importancia si Descartes no pretendiese pasar de la idea
A veces la evidencia se define como «un juicio que implica su al objeto gracias a la claridad de la idea, lo que es muy discutible.
propia razón». Esta definición tiene dos inconvenientes. Primero. Sobre la definición de la evidencia por la claridad, no tenemos nada
restringe la evidencia al juicio, cuando existen también evidencias
que objetar. Pero la distinción no debe hacerse en el mismo plano,
de hecho, anteriores a todo juicio, evidencias antepredicativas, como pues no es preciso percibir todos los elementos de un objeto para
actualmente se llaman. En segundo lugar, restringe la evidencia al
juicio per se notum o inmediato, mientras que hay evidencias me- verlo.
Nos falta la indudabilidad. Es el rasgo que se retiene más
diatas o participadas.
comúnmente, el que se encuentra, por ejemplo, en el Vocabulaire
Muy parecida a la anterior es esta definición de la evidencia:
de Lalande. Pero no nos parece que pueda servir para definir la
«Un juicio cuya negación es inconcebible.» Es también negar evidencia. Porque en primer lugar, la indudabilidad no es un ca-
implícitamente que haya evidencias de hecho cuyo contrario es rácter o una cualidad de la evidencia, es un efecto que ésta pro-
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149
Epistemología general La evidencia

duce en el espíritu y deriva de su claridad. Pero pasemos por ello; que no es evidente a otra que lo es. La fe, por último, consiste en
siempre puede definirse una cosa por una de sus propiedades. ¿Es afirmar libremente una verdad que no es ni evidente ni demostra-
la indudabilidad una propiedad de la evidencia? Este es el punto ble. Nada más sencillo, por tanto; y como que éste es el lenguaje
principal y la respuesta no puede ser más que negativa. Por dos que hemos recibido, ordinariamente lo emplearemos nosotros
razones. Una es que hay muchos otros factores de indudabilidad también.
además de la evidencia. Con tal que un prejuicio esté firmemente Pero, si la consideramos, la cuestión se complica. Igual que
establecido en el espíritu, por presión social, o por la pasión, o hemos ditinguido saber y creer como dos tipos irreductibles de
por alguna otra causa, no puede ya ponerse en duda. Tomar como certeza, también hay que distinguir dos formas principales de evi-
equivalentes las nociones de evidencia y de indudabilidad, es con- dencia, una intrínseca, que se llama también evidentia veritatis,
denarse a declarar evidente cualquier prejuicio con tal que sea bas- otra extrínseca, que se llama también evidentia credibilitatis.
tante inveterado. La segunda razón es que, inversamente, toda La evidencia intrínseca es la manifestación del objeto mismo o
evidencia no es indudable. Algunas lo son: se las llama necesarias. de la verdad. Tiene dos formas, la evidencia inmediata y la evi-
Pero otras no lo son. Necesitan, requieren el asentimiento, pero dencia mediata.
no bastan para determinarlo. Así la indudabilidad no define la La evidencia inmediata es el tipo perfecto de evidencia, y fre-
evidencia; como se dice en lógica, no conviene toti et soli definito. cuentemente ella se reduce el sentido del término. Que sea ¡JUDO-
Queda la claridad. La definición clásica en la escuela es la si- dista significa que puede obtenerse sin recurrir a intermediarios
guiente: Evidentia est (garitas qua Mentan manifestatur intellec- lógicos que deberían conocerse previamente. Corresponde pues, del
tui et assensum rapit. Las palabras inteilectus y rapere requieren lado del sujeto, a una intuición. ¿Dónde se encuentra?
algún comentario. Porque no es necesario que el objeto sea una Existe primero la evidencia sensible, cuyo privilegio consiste en
esencia abstracta directamente inteligible. Basta que un objeto apa- dar la existencia y los caracteres concretos del objeto. En efecto,
rezca a una facultad cualquiera, sentido, conciencia, lo mismo que para cada sentido es evidente su objeto propio, puesto que está
a la inteligencia, o digamos que aparezca al hombre de tal modo ordenado por naturaleza a percibirlo. Basta, por ejemplo, abrir los
que su presencia (intencional) ocasione un juicio. Por otra parte, ojos para percibir las cosas coloreadas. A ello debemos unir la
no es necesario que el objeto determine el juicio por el juego de conciencia que revela la existencia del yo y sus actos o estados
algún mecanismo psicológico. Basta que lo exija o lo requiera, interiores.
desde el punto de vista crítico, es decir, que la inteligencia no pueda Ert el plano intelectual las esencias abstractas son también evi-
negar su asentimiento sin negar su apetito natural de verdad. dentes en el sentido de que aparecen a la inteligencia que las com-
prende. Esta forma de evidencia es la que más se acerca a lo que
Descartes llamaba la idea clara y distinta. Pero no es la idea o el
2. Evidencia intrínseca y extrínseca. concepto, que aparece inmediatamente, es el objeto representado
por el concepto, lo que llamamos una esencia. El concepto aparece
Si nos fiásemos del lenguaje corriente, no presentaría ninguna también pero en la conciencia como todos los demás fenómenos
dificultad la clasificación de las formas de evidencia, pues la evi- psicológicos.
dencia se opone espontáneamente a la demostración y a la fe. Y no es ésta la única evidencia intelectual. Algunos juicios son
Una verdad es evidente cuando se impone por sí misma al espíritu; evidentes cuando la conveniencia de los términos se manifiesta al
no puede ser demostrable y no tiene necesidad de serlo. La demos- espíritu con tal que los comprenda. A decir verdad, no es el juicio,
tración consiste en unir con un vínculo necesario una proposición el acto de juzgar, el que es evidente (si no es a la conciencia, como el

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Epistemología general La evidencia

concepto) es su materia, la relación entre el sujeto y el predi- ergo qual hace propositio: Deus est, quantum in se est, per se
cado, lo que en lógica se llama la proposición. De donde procede nota est, quia praedicatum est idem cum subiecto. Deus enim est
el nombre de proposición per se nota. lila dicuntur per se nota suum esse. Sed quia nos non scimus de Deo quid est, non est
quae, statim coge itis terminis, cognoscuntur (S.Th. r, 2, 1). Sobre nobis per se nota, sed indiget demonstrari per ea quae sunt magis
ello, santo Tomás hace una observación interesante porque muestra nota quoad nos (SI h. 1, 2, 1).
como la evidencia, aun siendo una propiedad del objeto, es relativa La noción de evidencia inmediata casi no ofrece dificultad. La
a la penetración de la inteligencia. expresión incluso parece tautológica. La dificultad empieza con la
La cuestión es saber si la existencia de Dios es evidente, utrum evidencia mediata. ¿Esta expresión no es contradictoria? Lo pare-
Deum esse sit per se notum. Para responder a ella, santo Tomás cería, pues se trata de una proposición que no es evidente por sí
distingue tres casos. Una proposición puede ser evidente en sí, misma, y cuya verdad solamente aparece después de una demostra-
per se nota quoad se, sin ser evidente para nosotros, quoad nos, ción. Pero la cuestión consiste en saber si la demostración la hace
cuando los dos términos son realmente idénticos, pero nosotros evidente. Ahora bien, creemos que Descartes tiene razón, cuando
no podemos comprenderlos; su identidad no nos aparece inmedia- sostiene que la educación no es más que una intuición desarrollada.
tamente. Así ocurre con Dios. Su esencia es existir. Por lo tanto si En efecto, si se muestra que una proposición que no es inmediata-
comprendiésemos lo que es Dios, veríamos que existe necesaria- mente evidente, se deduce necesariamente de una proposición que
mente. Pero no podemos comprender su esencia, y por consiguiente lo es, se revrks la conveniencia de su predicado a su sujeto, es
su existencia no es evidente para nosotros. Por otra parte, una pro- decir, su verdad', Al final, como en el silogismo categórico o en las
posición puede ser evidente para los sabios, per se nota quoad nos series de ecuaciones matemáticas, se demuestra que la conclusión
sapientes, cuando es necesaria cierta cultura para comprender los es idéntica a las premisas. Así la evidencia mediata, que resulta
términos; por ejemplo, los seres inmateriales no están en ningún de una demostración, no estaría mal llamada con el nombre de
lugar. Por último, una proposición puede ser evidente para todos, evidencia participada.
per se nota quoad nos omnes, cuando los términos son tan simples Tanto si la evidencia es mediata como inmediata, su efecto es el
y tan comunes que todos los comprenden; por ejemplo, el todo mismo sobre el espíritu: ve la verdad y se ve obligado a asentir.
es mayor que la parte. Contingit aliquid esse per se notum dupli- Por ello se dice que la evidencia intrínseca se impone necesariamen-
citer. Uno modo secundum se et non quoad nos. Alio modo se- te. Pero también esto hay que entenderlo. ¿Esta obligatoriedad es
cundum se et quoad nos. Ex hoc enim aliqua propositio est per una estricta necesidad psicológica? No lo creemos, pues nos sentimos
se nota, quod praedicatum induditur in ratione subiecti: ut homo inclinados a tomar muy en seria a Pirrón y todo el movimiento
est animal, nam animal est de ratione hominis. Si igitur notum sit escéptico. Es un hecho que siempre podemos resistimos a la evi-
omnibus de praedicato et de subiecto quid sit, propositio illa erit dencia y abstenemos de juzgar. Es cierto que la duda ante la eviden-
omnibus per se nota• sicut patet in primis dernonstratianum prin- cia supone una ascesis enérgica y perseverante pero es posible.
cipiis, quorum termini sunt quaedam communia quae nullus ignoras, Sólo que es contraria a la naturaleza, como decía Pirrón, contraria
ut ens et non ens, totum et pars, et similia. Si autem apud aliquos a la naturaleza humana, o más precisamente contraria a la natura-
notum non sit de praedicato et de subiecto quid sit, propositio leza de la inteligencia. Así, pues, cuando se dice que la evidencia
quidem, quantum in se est, erit per se nota, non Lamen apud illos se impone necesariamente, debe entenderse para la inteligencia de-
qui praedicatum et subiectum propositionis ignoran:. Et ideo con- jada a sí misma y siguiendo su tendencia natural.
tingit quod quaedam sunt communes animi caneeptiones per se Nos queda por examinar ahora la idea de una evidencia que no
nome apud sapientes tantunt: ut incorporalia in loco non esse. Dice se impone necesariamente. Este es el punto espinoso. La evidencia

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Epistemología general La evidencia

intrínseca recibe este nombre porque aparece al espíritu la verdad no hay pues relación directa, de dependencia necesaria, entre la
del juicio. ¿Tenemos derecho a llamar evidente un juicio cuya ver- certeza y la evidencia. Pero ahora tenemos que demostrar que desde
dad no aparece, un objeto que no es visible en sí mismo? Sin el punto de vista crítico, hay dependencia, que la evidencia es la
duda, no será con el mismo sentido. Pero si se ve que el juicio es única que puede justificar la certeza, que es, como se dice, su cri-
verdadero, aunque no se vea su verdad, ¿no tenemos también una terio último. Para conseguirlo, procederemos primero negativamente,
evidencia? Creemos que sí, y adoptaremos para designarla la expre- rechazando diversos criterios que no son satisfactorios, y después
sión de evidencia extrínseca que es corriente en la escolástica positivamente.
moderna. Primeramente hay que examinar el valor de los criterios pura-
¿En dónde se encuentra esta extraña evidencia? En algunos casos mente subjetivos, es decir, que se reducen a alguna disposición o
en forma de testimonio: también se llama evidentia in attestante. movimiento del sujeto. Pueden ser, ya el sentimiento como en Rous-
Pues el testimonio es incapaz por naturaleza de hacer evidente el seau y Jacobi, ya la voluntad como en Kant y Renouvier, ya el
hecho atestiguado. No lo hace ver, no lo demuestra, solamente instinto como en Reid, ya el éxito como en W. James.
garantiza que ha tenido lugar. Pero la veracidad de los testigos, es Estas doctrinas son susceptibles de una interpretación favora-
decir, la verdad del testimonio puede ser evidente, por ejemplo, ble. Si se entiende el sentimiento y el instinto en un sentido pas-
cuando hay convergencia de múltiples testimonios independientes. caliano, como na intuición inmediata de la verdad, no estaríamos
Basta reflexionar sobre los fundamentos de un juicio histórico: Na- lejos de lo que sostendremos. Pues si se quiere, puede decirse que
poleón murió en Santa Elena, para comprender en qué consiste la evidencia es el «sentimiento» de un objeto presente o de una
esta clase de evidencia. verdad, que la inteligencia es un «instinto» humano de la verdad
Ahora bien, si la evidencia intrínseca se impone necesariamente cuya satisfacción aporta todo lo que es posible esperar y aguardar.
a la inteligencia, es porque satisface su apetito de luz. La eviden- Igualmente, si se tomase la voluntad como apetito natural, en su
cia extrínseca en cambio está lejos de saciarlo. Nada reemplaza el movimiento y en sus exigencias podrían fundamentarse algunas cer-
ver las cosas por sí mismo, y no sería absurdo negar un hecho que tezas capitales. Pues un apetito natural no podría ser vano. Su
uno mismo no puede percibir ni demostrar. Por consiguiente, la presencia en nosotros, es decir, el hecho de que por naturaleza este-
inteligencia queda indeterminada, y sólo da su asentimiento en mos orientados hacia el bien, lleva consigo un conocimiento que
virtud de un acto de voluntad. No obstante, como sería irrazona- tiene el inconveniente de ser confuso, pero la ventaja de ser cierto,
ble rechazar el testimonio, la voluntad no violenta a la inteligencia, con una certeza vivida. Por último, las consecuencias prácticas de
la mueve en la línea de su tendencia natural, en la dirección en que una doctrina son a menudo un medio simple y cómodo de juzgar
ella misma va. Así, pues, la evidencia extrínseca, a fin de cuentas, su verdad. Por ejemplo, ocurre que, aún siendo incapaces de cono-
no recibe desacertadamente el nombre de evidentia eredibilitatis, cer la físiea contemporánea, le prestamos una adhesión global porque
puesto que una afirmación determinada por la voluntad es un «obtiene unos éxitos asombrosos».
acto de fe. Lo molesto es que estas interpretaciones traicionan el sentido de
las doctrinas. Éstas son y pretenden ser subjetivistas. Se inclinan
implícitamente al escepticismo, en lo que concierne al valor de las
3. Evidencia y certeza. facultades del conocimiento, y buscan en la afectividad, es decir,
en el fondo, en las facultades de apetición, el fundamento de la
No hay duda de que tenemos un gran número de certezas que no certeza. Pero la afectividad, bajo ninguna forma, no puede ser el
están fundadas en evidencias. Desde el punto de vista psicológico, criterio último que buscamos, porque es ciega. Puede proporcionar

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Epistemología general La evidencia

informaciones interesantes, pero a condición de que la inteligencia sea la autoridad de Dios, como los fideístas, Guillermo de Occam,
reflexione sobre sí misma para obtenerlas, o en otros términos, las Huet, ya la autoridad del género humano, como los tradicionalistas,
facultades de apetición están ordenadas al bien, sólo la inteligencia Lamennais, De Bonald.
está ordenada hacia lo verdadero y es capaz de discernirlo. No es cuestión de negar el papel de la autoridad o lo que es
Consideremos los sentimientos. No negaremos que tienen inten- lo mismo, el papel de la fe en la vida intelectual del hombre: este
cionalidad: la mayoría, al menos, se refieren a un objeto. Pero es papel es inmenso. Por una parte, la revelación es la única apertura
un hecho que son esencialmente variables, no sólo según los indi- que tenemos a los misterios de la divinidad; además, ilumina la
viduos, sino para un mismo individuo según sus disposiciones del inteligencia en todos los aspectos, y son muchos, que tienen alguna
momento. Ello es una señal de que los sentimientos no son un co- relación con la religión. Por otra parte, las tradiciones humanas,
nocimiento de las cosas, sino una reacción por parte del sujeto que a cada uno nos son transmitidas por la educación, son una con-
respecto de este conocimiento. Así, pues, el problema ha retrocedido dición de todo progreso, pues sin ellas cada generación debería
Tiene por objeto el conocimiento, sensación o juicio, que excita la volver a empezar su cultura partiendo de nada. La única cosa que
afectividad. no es admisible es llevar la teoría al absoluto.
El instinto es más estable que el sentimiento, porque es «espe- La autorida no puede en forma alguna ser el criterio último
cífico», es decir, deriva de la naturaleza humana y se encuentra en de la certeza. &á muy claro. Para someterse a una autoridad, hay
todo individuo normal; su papel es asegurar la adaptación del ser que tener algún motivo para hacerlo, por lo menos hay que percibir
vivo a su medio. Pero, además de que en el hombre el instinto su mensaje, su existencia y sus títulos. San Pablo decía: «¿Cómo
no tiene la precisión que tiene en el animal, no es como el senti- creerán, si no se les predica?» Estas palabras han de tomarse de
miento, más que una reacción. Supone un conocimiento de la situa- un modo general. En la base de la fe, cualquiera que sea, hay
ción. ¿Qué es lo que hace cierto este conocimiento? Ésta es la algunas evidencias elementales que se olvidan porque son eviden-
cuestión. tes: simplemente ver y entender, Así, dicho sea de paso, no es un
Lo mismo ocurre con la voluntad. Su función propia es elegir buen método para conducir a la fe poner en duda los datos de los
los medios con vistas a un fin. Pero solamente podemos elegir los sentidos. Si no estamos seguros de haber oído hablar, aún lo esta-
medios si los conocemos. De otro modo se obra al azar, no se ha remos menos de la verdad de lo que se ha dicho.
elegido el camino. No es, pues, la voluntad el criterio último de la Por tanto, el criterio no puede ser ni puramente subjetivo ni
certeza. puramente exterior, debe ser ambas cosas a la vez, y es lo que
En cuanto al éxito, manifiestamente requiere él un criterio. ocurre en la evidencia en la que el objeto y el sujeto están unidos
¿Cómo saber, primero, que una doctrina tiene consecuencias prác- en la claridad.
ticas? ¿Cómo juzgar, después, que estas consecuencias' son buenas Para explicar este punto nos ayudarán dos objeciones escépticas:
o malas? Tenemos que acudir, ya a la experiencia sensible en lo «No es evidente que lo que es evidente sea verdadero», y «Lo que
que se refiere a los hechos, ya a la inteligencia en lo que se refiere parece evidente no siempre es necesariamente evidente.» Dicho de
al bien o a lo ideal. otro modo, la evidencia no se basta, requiere también un criterio,
Tenemos que examinar ahora unas doctrinas diametralmente y nos encontramos metidos en una regresión al infinito.
opuestas a las anteriores. Por temor del subjetivismo, fundamentan La primera dificultad puede resolverse fácilmente. Supone que
la certeza en un criterio enteramente exterior al sujeto. Las dife- la evidencia es un estado puramente subjetivo, lo que es falso. Si
rencias que las separan no tienen importancia en cuanto al punto una cosa aparece al espíritu de tal manera que obliga al asenti-
que nos interesa. Todas ellas ven la salvación en la autoridad: ya miento, y en ello consiste la evidencia, entonces el juicio está con-

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156
Epistemología general

forme con la cosa, y así se realiza la adaequatio rei et intellectus, en


que consiste la verdad. Toda vedad no es evidente, pero todo jui-
cio fundado sobre una evidencia es verdadero.
La segunda objeción traslada la dificultad al seno mismo de la
conciencia. Acabamos de demostrar que no puede haber evidencias
falsas, pero, ¿no hay falsas evidencias? Es cierto, ocurre que tene-
mos por evidentes cosas que no lo son, y este primer error es la CAPÍTULO QUINTO
fuente de muchos otros. No obstante, de ello no podemos deducir
que la evidencia necesite un criterio. Pues el error sobre la eviden- EL ERROR
cia procede de un defecto de evidencia. Si creemos ver cuando en
realidad no vemos, es que no tenemos conciencia clara de lo que
hacemos. El remedio para el error es entonces la reflexión, pues es Es indudable que el hombre a menudo se equivoca en sus juicios.
el medio de obtener la evidencia que faltaba. Pero ello no es una razón para ponerlos todos en duda, por el con-
No hay que buscar nada, pues, más allá o por encima de la trario, cómo hemos visto, es una razón para no hacerlo. No obs-
evidencia. Por ello diremos que es el criterio último de la certeza. tante el error le aparece a la reflexión como un escándalo, porque
bastaría mantener el juicio en los límites de la evidencia para ser
infalible. El problema del error es, pues, inevitable. Concierne a
su naturaleza, su posibilidad y sus causas'.

1. Naturaleza del error.

Todo lo que puede decirse sobre este punto está contenido en


esta observación, de simple sentido común, de que lo falso es lo
contrario de lo verdadero (S. Th. 1, 17, 4).
Así, siendo la verdad el fin al que tiende la inteligencia, es
decir, su bien propio, el error es su mal. Sicut verum est bonum
íntellectus, ita falsum tnalum ipsius (Ver. 18, 6). De ahí se derivan
ya algunas consecuencias importantes. Primera, el error, como toda
especie de mal, no es algo positivo. Lo que lo constituye es, si
puede decirse así, lo negativo, una falta, una privación de perfec-
ción. Un juicio es falso por cuanto carece de esta perfección que es
la conformidad con lo real.
De ahí se sigue, en segundo lugar, que el error sólo tiene exis-
tencia en el sujeto al que afecta, en una inteligencia o más precisa-
1. C. ROLAND-GOSSELIN, La Théorie Momias de eterna-, en las <Manantes the-
:Instes> 1923.

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Epistemología general El error

mente en un acto de inteligencia. Es una especie de alumbramiento Por último, el error reside formalmente en el juicio: Ello se
monstruoso. Falsa opinio est quaedam defectiva operado intellectus, deduce de que es lo contrario de la verdad, pues los contrarios per-
sicut partus monstruosus est quaedam defectiva operado naturae tenecen al mismo género. Esta idea aporta mucha luz pero a la
(De Malo, 16, 6). vez suscita una dificultad seria.
Por último, el error es siempre un accidente o, digamos más ¿Qué aporta? Permite ante todo dar una definición precisa del
bien, per accidens. Pues la inteligencia, como toda facultad, como error invirtiendo simplemente la de la verdad; hay error cuando
todo ser, actúa bien cuando se la deja a sí misma y sigue su natu- se cree que es lo que no es o que no es lo que es. Fdsum est cum
raleza. Suponer que congénitamente, per se, está inclinada al error, dicitur non esse quod est, aut esse quod non est (Meta. tv. 8, n.° 651).
es una hipótesis no sólo gratuita sino absurda. No puede existir Permite después responder a una pregunta que ya habíamos encon-
nada que sea esencialmente viciado o pervertido. Y, en particular, trado y dejado en suspenso: Un conocimiento falso, ¿es aún un.
una facultad de conocimiento no puede errar su objeto propio cuan- conocimiento?
do le está presente, porque está ordenada a él por naturaleza o Ahora la respuesta es bien clara. Sólo el juicio puede ser
por definición. Mencionemos, contra la hipótesis cartesiana del ge- falso; pero un juicio puede muy bien ser real, afirmado, vivido,
nio maligno, dos textos de santo Tomás: incluso si no corresponde a la realidad. No es evidentemente un
Falsa iudicia in operatione intellectus sunt sicut mortstra in conocimiento de la realidad. Digamos más bien que es un pensa-
rebus naturalibus, quae non sum secundum naturam sed praeter miento puro, un pensamiento cuyo objeto no existe más que en el
naturam. Nam bonum intellectus et eius finis naturalis est cognitio espíritu que lo produce. Partiendo de esto podríamos hacer algunas
veritatis. Impossibile est igitur quod intellectus sit qui naturali- observaciones mordaces sobre el idealismo, pero dejémoslo
ter in iudicio ved decipiatur. Nulla menda cognoscitiva deficit in Se ve, por último, que el error es siempre un prejuicio, un juicio
cognitione mi obiecti, rrisi propter diquem defectum out corrup- dado sobre algo fuera o más allá de lo que vemos, no por lo que
tionem suam, cum secundum propriatn rationem ad cognitionem sabemos sino por lo que ignoramos. En.or est approbare falsa pro
tacs obiecti ordinetur. Omnis autem defectio et corruptie est prae- veris, urde addit actum quemdam super ignorattdam. Potest enint
ter naturam, quia natura intendit ene ad perfectionem rei. Impossi- esse ignorando sine hoc quod aliquis de ignotis sententiant ferat, et
bile est igitur quod sit aliqua virtus cognoscitiva quae naturaliter tuno ignorans est, et non erran. Sed guando falsam sententiant fert
deficiat a recto iudicio sui obiecti. Proprium autem obiectum intel- de his quae nescit, tune proprie dicitur errare (De Malo, 3, 7). Un
lectus est verum. Impassibile est igitur quod sit aliquis intellectus prejuicio no S necesariamente falso, pero si es verdadero, lo es
naturaliter circo cognitionem ven oberrans (CE. lit, 107). por casualidad. Mientras que el error es esencialmente un prejuicio.
Después, como que la verdad es adecuación, el error es desigual- Pero la doctrina que hace del error, como de la verdad, una
dad: Sicut veritas consistit in adaequatione rei et intellectus, ita propiedad del juicio, suscita una cuestión delicada: ¿Cómo es po-
falsitas consistit in eorum inadaequatione (Ver. 1, 10). Pero, ya sible que el espíritu no se dé cuenta de que su juicio es falso?
que un conocimiento puede ser verdadero sin ser exhaustivo, la ina-
decuación que constituye el error es algo más que una simple au-
sencia de conocimiento. En la ignorancia el espíritu no está con- 2. Posibilidad del error.
forme con la realidad, pero es porque no piensa nada de ella. El
error es distinto de la ignorancia, aunque la implica: es un pensa- Demos una ojeada hacia atrás. La verdad sólo existe formal-
miento no conforme. Para expresar este matiz, la palabra que mejor mente en el juicio, porque solamente en él se la conoce. Y se la
conviene es sin duda la de deformidad. conoce porque el juicio lleva consigo una reflexión de la intefi-

160 161
Verneaux, Epistemología 11
Epistemología general El error

gemía sobre su acto de simple aprehensión. Después de afirmar sujeto, sino de una reflexión psicológica por la que adquiere concien-
esto, ¿qué vamos a decir del error? cia de sus actos. Puesto que, si se da un juicio falso, es que se
Hemos admitido también que el error no existe formalmente más cree saber cuando en realidad no se sabe, es que no se tiene con-
que en el juicio. ¿Ello significa que es conocido en él, como la ver- ciencia de la propia ignorancia. Y ésta es, según nos parece, la
dad, por reflexión? Es lo que parece decir santo Tomás: Falsitas doctrina de santo Tomás. La falsedad del juicio procede, dice, no
in inteliectu ene potest, non solum quia cognitio inteilectus est de que la inteligencia vea o cotnprenda algo, sino por el contrario de
faifa, sed quia inteilectus ean cognoscit sicut et veritatem (S.Th. que no lo ve. Falsitas quae accidit ludido inteilectus provenit non ex
17, 3). Pero ahí precisamente reside la dificultad. Pues si la inteligen- eo quod in inteilectu sint aliqua intellecta, sed ex eo quod
cia al juzgar, reflexiona y se da cuenta de su error, lo rectifica por aliqua desuní (C.G, u, 76). Y santo Tomás hace suyas las pala-
si misma. Un error reconocido deja de existir y deja lugar a la bras de san Agustín: Aquel que se equivoca no comprende el objeto
verdad. Sin duda, si se quiere, se puede perseverar en el error; respecto del que se equivoca, OMS qui fallitur non intelligit id
pero entonces se tiene «mala fe»; es una perversión moral que in quo fallitur (S.Th. 1, 17, 3 ad 1).
aquí no nos interesa. Ninguno de estos textos hace mención explícita de una falta de
Nos parece, pues, difícil admitir que haya un paralelismo exacto reflexión. Pero, ¿cómo la inteligencia podría no tener en cuenta su
entre el conocimiento de la verdad y el del error en el juicio. ignoracia y dar con toda buena fe un juicio falso, de ignotis senten-
Cuando santo Tomás dice que la inteligencia, a diferencia de los tiam ferre, si tuviese clara conciencia de lo que hace?
sentidos, conoce el error como la verdad, desearíamos traducir que Concluyamos, pues, que hacen posible el error dos «negativi-
lo conoce «como verdad», pues precisamente se equivoca en esto, dades» conjugadas, la ignorancia y la inconsciencia, a las que se halla
en que considera verdadero un juicio falso. Pero esto sería gramati- sujeto el espíritu humano. Si se quiere buscar más lejos, si se
calmente un contrasentido, pues el texto dice sicut et veritatem y no pregunta la razón de estos defectos, indicaremos solamente el ca-
sicut veritatem. La única solución es interpretar este pasaje en el mino en el que convendría entrar, que es metafísico. El principio de
sentido de que la inteligencia puede reconocer su error conociendo la ignorancia es la naturakza finita del espíritu humano, y el prin-
la verdad, mientras que el sentido no puede hacer ni lo uno ni lo otro. cipio de la inconciencia es la materia a la que está unido.
¿Diremos entonces que la reflexión es privilegio del juicio ver- El hecho de que el espíritu humano no sea infinito entraña que
dadera y que el juicio falso no la implica? Es el principio de la su conocimiento es en cada instante limitado, que no puede alcanzar
solución, pero aún hay que entenderse. Hay una reflexión que nos por intuición toda la amplitud de lo real, que debe progresar en la
ha parecido esencial al juicio, es la que consiste, para la inteli- verdad por razonamiento, que las cosas son para él complejas,
gencia, en volver sobre su aprehensión a fin de detallar y completar confusas, obscuras. Y el hecho de que el espíritu humano no es
el concepto que se ha formado. Esta reflexión se encuentra en el puro sino encamado, implica que nunca tiene plena y completa
fondo de todo juicio, puesto que consiste en referir algún atributo conciencia de sí mismo, que la obscuridad es tan grande dentro de él
a un sujeto previamente concebido. Y como el juicio falso es un como fuera.
verdadero juicio, es decir, un juicio efectuado realmente por el espí- Es pues en un sentido estricto y profundo, en un sentido metafí-
ritu, implica necesariamente esta reflexión. sico, que hay que entender el adagio errare humanum est. Por ser
No obstante, el juicio falso es un juicio irreflexivo. Esto se el espíritu humano por naturaleza finito y encamado, por naturaleza
deduce manifiestamente del hecho de que es un prejuicio cuya false- también se halla sujeto al error.
dad procede de la ignorancia. No se trata aquí de la reflexión que
llamaríamos lógica, por la que el espíritu refiere un atributo a un

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Epistemología general El error

implicado en la idea de prejuicio. Es lo que Descartes llamaba la


3. Causas del error. «precipitación» y santo Tomás la «presunción». Error ntanifeste
haber radortem petral. Non est enim absque praesumptione quod
El que el hombre sea falible por naturaleza no implica que aliquis de ignoratis senterdiam feral (De Malo, 3, 7). Hay que to-
se equivoque en este o aquel caso particular, ni tampoco que se mar la idea de pecado en un sentido muy amplio 2. La voluntad
equivoque en el caso que sea. Entre la simple posibilidad del error de juzgar a pesar de la ausencia de evidencia no es siempre deli-
y el hecho de errar media un abismo. Para pasar de la una al otro berada, incluso raramente lo es. Y como hay grados de firmeza
se necesita una causa. en el juicio, está claro que se cae menos en el error si se da el
Pero, si tomamos las cosas con todo rigor, el error no tiene propio juicio como una opinión que como una certeza. No obs-
causa. No la necesita, ni tampoco puede tenerla, porque no es nada tante, no hay error que sea completamente irresponsable, al menos
positivo. Como el mal en general, del que es una especie, en sí in causa, como dicen los moralistas, pues siempre puede suspen-
mismo no es nada; es pura falta o privación. Manifiesta solamente un derse el juicio hasta estar más ampliamente informado.
defecto en la inteligencia, defecto de conocimiento, de atención, de Por último, la sensibilidad constituye una causa de error que,
conciencia, que por no ser nada tampoco nada puede producir. no por ser indirecta, deja de ser la principal: «induce a error»,
Lo que requiere una causa es el juicio. Así, pues, cuando habla- como muy justamente se dice.
mos de las causas del error, se trata de las causas del juicio falso. La sensibilidad no actúa directamente sobre las funciones su-
Pero aún hay que precisar más. Admitimos que el juicio es un acto periores, inteligencia y voluntad, porque no es del mismo orden.
intelectual; su causa es, pues, la inteligencia. Pero la inteligencia, Pero los sentidos proporcionan a la inteligencia sus objetos, y las
si se la dejase a sí misma siguiendo las leyes de su naturaleza, no tendencias sensibles pesan sobre la voluntad. Ahora bien, los sen-
se equivocaría, porque es un apetito de verdad y sólo se satisface tidos pueden engañar en todo lo que no sea su objeto propio. La
con la evidencia. Las causas del error hay que buscarlas, por tanto, imaginación construye representaciones que no corresponden a la
fuera de la inteligencia, y la cuestión en definitiva es la siguiente: realidad. La memoria es débil y a menudo la domina la imagina-
¿Cuáles son los factores que conducen a la inteligencia a dar un ción. Es más, las pasiones orientan la atención según lo que les
juicio falso? conviene. La «prevención» que Descartes ponía al mismo nivel
La única función que puede actuar directamente sobre la inteli- que la precipitación, es el origen más frecuente de nuestros erro-
gencia, porque es del mismo orden, es la voluntad. Así, pues, ¿todo res, y resulta de Ja afectividad.
error es voluntario? Sí, pero no en el sentido que se da corriente- Detallar los factores sensibles del error seria un trabajo inter-
mente a esta palabra. Podría decirse también que el error no es minable. Malebranche en la Recherche de la verité, y Pascal en
voluntario, pues nunca es querido formalmente, es decir, en sí los Pensées sobre las Puissances trompeases, han dicho todo lo
mismo y por sí mismo. El error no es querido por dos razones. Por esencial. Incluso han dicho un poco más de lo justo, pues en defi-
una parte, ello supondría que es conocido, y si se conociese se des- nitiva, el error es obra de la inteligencia y nunca es inevitable.
vanecería. Por otra parte, es un mal, y el mal no puede ser el objeto
de una intención, es siempre praeter intentionem.
¿Qué se quiere, pues, en un juicio falso? No la falsedad, sino
el juicio. En efecto, el juicio es un bien, incluso si es falso, porque
pone fin a la búsqueda, a la duda, a la inquietud. El error resulta,
pues, de una precipitación en el juicio, lo que por otra parte estaba 2. Cf. Rowa-Gossamee, Erres, et Peché, en la «Rente de philosophie> 1928.

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PARTE TERCERA

LAS TESIS ESENCIALES DEL REALISMO


Después de haber delimitado, por oposición a las demás doc-
trinas epistemológicas, la posición que queremos sostener, después
de haber sentado sus fundamentos intentando definir correctamen-
te los fenómenos elementales del conocimiento, ahora nos falta
justificarla.
Lo que está en cuestión, es lo que a menudo se llama la «obje-
tividad del conocimiento». Esta expresión requiere algunas obser-
vaciones.
Nadie, ni los escépticos, pone en duda que todo conocimiento
tiene un objeto, pues precisamente es este apuntar, esta relación,
esta intencionalidad lo que lo constituye. Equivaldría a negar que
el hombre esté dotado de conocimiento. Por consiguiente, el pro-
blema de la objetividad del conocimiento, entendido de forma am-
plia e indeterminada, es un pseudo-problema; está resuelto al mis-
mo tiempo que planteado.
Pero lo que no es un falso problema, lo que es, por el contrario,
la cuestión central de la crítica, es definir exactamente cuál es la
objetividad del conocimiento. Pero esta fórmula es aún demasiado
indeterminada.
Pues, en primer lugar, el tipo de objetividad no es el mismo
para las diferentes especies de conocimiento, para una sensación,
una imagen y un concepto, por ejemplo. Ya hemos advertido desde
el principio de este estudio que si se habla del problema del cono-
cimiento, en singular, es por deseo de simplificación, y que esta
simplificación corre el riesgo de ser excesiva. Es el momento de

169
Epistemología general El error

recordarlo. Es evidente, en efecto, que no se diría nada útil si nos 'aciones tienen sus ideas, o mejor sus operaciones, con las cosas.
limitásemos a estudiar la objetividad del conocimiento en general, Pero ni que decir tiene que no podemos estudiar aquí más que
pues el único carácter común a todo conocimiento es tener un las formas principales del conocimiento: la experiencia, tanto ex-
objeto. Volveríamos así, dando un rodeo, al problema que acaba- terna como interna, el pensamiento abstracto, el juicio y especial-
mos de descartar. El verdadero problema consiste en definir la mente los juicios per se nota, y por último el razonamiento, espe-
objetividad propia de los diversos modos de conocimiento. cialmente la inducción.
Por otra parte, la noción de objetividad no es de extrema cla-
ridad, es incluso bastante obscura. Para evitar emplear la palabra,
y para entender su sentido, podríamos plantear el problema del
modo siguiente: dado que algo se nos aparece, se trata de saber
qué es esta cosa; o más brevemente: qué es lo que se nos aparece.
Esta formulación nos parece buena y la retendremos, pero no sin
algunas precisiones, pues aún es confuso.
¿Buscamos, acaso, cuál es la naturaleza de los objetos conoci-
dos? Si, sin duda, pero todas las ciencias, comprendida la metafísi-
ca, cada cual desde su punto de vista, tratan de la naturaleza de
las cosas. La cuestión quid est es demasiado amplia para especificar
el problema crítico. ¿Se busca el modo de existencia de los obje-
tos conocidos? Sí, y así se precisa un poco más la cuestión. No
obstante, la metafísica también estudia la existencia de los objetos,
existencia necesaria o contingente, substancial o accidental, etc.
Entre las numerosas alternativas que conciernen a la existencia,
solamente una interesa a la crítica: ¿tiene el objeto una existencia
red, en sí, fuera de nosotros o bien solamente una existencia ideal,
en nosotros? He aquí el sentido preciso de la fórmula; ¿qué es lo
que se nos aparece?
La objetividad del conocimiento es pues la relación de la re-
presentación con lo real, de suerte que el problema de la objetivi-
dad no es distinto, en el fondo, del problema de la verdad. Sin
duda la verdad sólo reside formalmente en el juicio; pero el juicio
no puede ser conforme a la realidad si no se funda sobre alguna
intuición de lo real. Su valor depende del de las funciones que le
proporcionan su objeto.
Hemos demostrado, contra el idealismo, que el espíritu no está
encerrado en sí mismo, dicho de otro modo, que los objetos de su
conocimiento no son única y necesariamente sus propias ideas. Nos
queda pues por averiguar en qué casos alcanza lo real, y qué re-

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La sensación

tido puede servir para verificar o rectificar los datos de otro, como
cuando tocamos y palpamos lo que hemos visto, para aseguramos
de que hemos visto bien: Pero buscamos por este medio más bien
verificar el juicio que hemos hecho sobre la cosa, pues no es to-
cando una cosa -que podremos verificar su color. ¿Podemos con
ello cuando menos comprobar que existe? SI, pero no hemos
hecho más que substituir un sentido por otro, y queda sin resol-
CAPITULO PRIMERO ver la cuestión de saber si podemos fiarnos de nuestros sentidos.

LA SENSACIÓN
1. La infalibilidad de los sentidos.

Es tarea de la psicología determinar la función de la experien- El primer punto que hay que establecer es que los sentidos son
cia en el desarrollo del conocimiento humano. Aceptamos que la infalibles en el conocimiento de su objeto propio. Y para ello es
experiencia constituye la base del conocimiento en el sentido de necesario ante todo delimitar la tesis, después justificarla, por últi-
que le proporciona su materia, su contenido, sus objetos. Es tra- mo responder a las objeciones.
bajo de la critica determinar su valor y su tipo de objetividad. La zona de infalibilidad de los sentidos es muy estrecha: no
Sostendremos que es una intuición de lo real, es decir, que nos da se extiende más allá de la sensación estrictamente considerada.
inmediatamente el ser concreto existente1. Pero no es fácil encontrar la sencillez de la sensación pura bajo el
Debemos, pues, afrontar el idealismo en un punto esencial, y montón de materiales de toda clase que se le han añadido. Re-
no sólo a la escuela idealista propiamente dicha, que va de Ber- cordemos pues algunas nociones elementales de psicología.
keley a Brunschvicg pasando por Kant, sino a todas las escuelas Primero, entendemos por sensación un acto de conocimiento,
que participan del mismo efenomenismos, a saber, el escepticis- y no un estado afectivo como el placer o el dolor o toda la gama
mo clásico desde Enesidemo a Sexto Empírico, el empirismo de de las emociones. Pues es un abuso llamar sensaciones a los fenó-
Hume, el positivismo de Cante, la fenomenología de Husserl. menos afectivos: éstos son movimientos del apetito sensible. La
La cuestión concierne a todas las formas de experiencia, tanto sensación es el acto por el que un sentido conoce su objeto. Es,
a la experiencia científica como a la experiencia mística y la ex- pues, a éste al que debemos dirigir nuestra atención.
periencia poética, por ejemplo; pero es particularmente urgente El objeto propio de un sentido debe distinguirse del objeto
para esta forma común y.por así decir elemental de experiencia accidental y del objeto común (De Anima, u, 13, n.° 383-398).
que es la experiencia sensible. El objeto por accidente es el que no es conocido por el sentido,
Y notemos que solamente la inteligencia puede hacer la critica sino que se añade a la sensación por alguna otra facultad: por los
del conocimiento sensible. Los sentidos son incapaces de criticarse otros sentidos, por la imaginación y la memoria, por la inteligen-
porque,son incapaces de reflexionar. No hay duda de que un sen- cia y la razón. Es, pues, el conjunto de las interpretaciones, espe-
1. Boya; Réflesioas sar la conmino:~ sensible silos snint nomas, en <Archives cialmente los recuerdos y los conceptos, los juicios y razonamien-
de philosophie», nt, 2; PICARD, Essai sur la connaissance sensible ches les :Mastiques, tos que rodean a la sensación, que se le añaden, terminando por
en .Archives de phiessophie, xv, 1; MACQUART, Le CaratafT espérünenter de la
URJO-
tima, en (Revise thomistee 1939; VAN Ries, La Thetork thamiste de la sessation, en encubrirla. Reflexionemos, por ejemplo, en la complejidad de una
dlevue philoeophique de Louvain> 1953. percepción como la siguiente: veo mi reloj sobre la mesa, oigo

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Epistemología general La sensación

pasar uy coche por la calle. Roe enim sentitur per acridens quod propriorum sensibilium. Alio modo per se sed non primo, sicut
accidit el qucd sentina per se. Accidit autem albo, quod est sen- in visu est similitud° figurae et magnitudinis, et aliarían commu-
sibile per se, quod sic homo: tarde horno est sensibile per accidens. nium sensibilium. Tenlo modo nec primo nec per se sed per acci-
Unde nihil patftur senos ab hoc in quantum huiusmodi. El objeto dens: sicut in visu est similitudo honrinis, non in quantum est homo,
per accidens de un sentido no es percibido por este sentido. sed in quantum huir clorato accidit ase hominem (S.Th. 1, 17, 2).
El objeto común es ya un objeto per se, lo que significa que Dicho esto, vayamos a nuestro problema (cf. De Anima tu,
es percibido por el sentido. Pero no le es propio, puede ser per- n.° 661-663).
cibido por los demás. Sensibilia communia nulliuksensus sum pro- Si los sentidos son infalibles, no es ciertamente respecto de sus
prio, sed'sum communia omnibus. Así ocurre coa el movimiento objetos accidentales ni de sus objetos comunes. No hay ninguna
y el reposo, el númeto, la figura y el tamaño. No son, por otra razón para sostenerlo, y hay por el contrario muchos hechos que
parte, más que diversas formas de la cantidad, que es en el fondo impiden sostenerlo. Circa sensibilia per accidens vel communia
el único objeto común (S.Th. 1, 78, 3 ad 2). Consideremos el mo- decipiuntur sensus. Sicut decipitur visas si velit homo iudicare per
vimiento, por ejemplo. Es percibido por la vista como cambio en ipsum quid est wloratum, ata ubi sic. Et similiter decipitur quin
los colores, por el oído como una sucesión de sonidos, por el ol- si velit iudicare per auditum quid est quod sotvt (De Anima,
fato como una sucesión de olores, etc. El objeto común es pues 13, n.° 385). Circo sensibilia comntunia decipitur sensus, sicut iudi-
percibido por cada sentido bajo forma particular, y no lo sería si aando de magnitudine vel figura: ut cum iudicat salero esse pe-
el sentido no percibiese su objeto propio. Sensibilia communia non dakm (del tamaño de un pie) qui Lamen est maior terror Et multo
aprehenduntur nisi apreherrdamur sensibilia proprio. magis decipitur cima sensibilia per accidens: ut cum iudicat fel
Por último, el objeto propio de un sentido es, como su nombre esse mel (que la hiel es miel) propter colorís similitudinem (S.Th.
indica, el que puede ser percibido por este sentido y no lo puede t. 85, 5).
ser por ningún otro. Serrsibile proprium est quod ita serstitur uno Para el objeto accidental está muy claro, porque el sentido lo
sensu quod non polen dio sensu sentiri. El objeto propio es pues ignora pura y simplemente. No es un objeto del sentido, y por
el objeto formal que define el sentido, y aunque el objeto común esta razón debería estar excluido de la clasificación. La vista por
sea ya un objeto per se, el objeto propio es estrictamente el objeto ejemplo percibe el blanco, pero no alcanza a saber el quid est,
per se de este sentido. Quamvis sensibilia communia et sensibilia como dice santo Tomás. la naturaleza o la esencia de la cosa que
proprio sint per se sensibilia, quia substantia (la esencia) uniuscuius- es blanca.
que sensus et eius definido est in hoc quod est aptum natum pati a Para el objeto común está menos claro, puesto que es percibido
tali sensibili (apto por naturaleza para recibir la impresión de este por el sentido. Pero es posible algún error. En la medida en que
objeto): ratio (la esencia) autem uniuscuiusque potentiae consista el objeto común está dado en el propio, está englobado en la zona
in habitudine (su relación) ad proprium obiectum. de infalibilidad del sentido: la vista percibe sin error posible una
Santo Tomás resume todo esM diciendo que el sentido puede cierta extensión coloreada, el movimiento. Pero en la medida en
recibir la impresión de las cosas de tres maneras: primo et per se, que el objeto común rebasa el propio, sale también de la zona de
es el objeto propio; per se sed non primo, es el objeto común, infalibilidad. La vista, por sí sola, no permite saber el tamaño real
por último, nec primo nec per se sed per accidens. Sic autem se de la cosa, sino solamente su tamaño aparente, porque éste varía
habet sensus ad cognoscendum res, in quantum similitud° rerum según la distancia. Igualmente la vista no permite juzgar la velo-
est in sensu. Similitud° autem rei est in sensu tripliciter. Uno modo cidad absoluta de un cuerpo en movimiento, sino solamente su
primo et per se: sicut in visu est similitud° colorum, et aliorum velocidad relativa, es decir, en relación con ciertas señales.

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Epistemología general La sensación

Naturalmente, no nos equivocamos siempre en el objeto acci- pues es negar que sea una facultad de conocimiento. En efecto.
dental y en el objeto común, lejos de ello, pero el error es posible. una facultad se define por el objeto que es apta para conocer: las
Mientras que no lo es, si el juicio no rebasa el objeto propio del dos nociones son correlativas. Por ello santo Tomás estaba justifi-
sentido. cado cuando hacía entrar en la definición del objeto propio la inf a-
Santo Tomás llega a incluir la infalibilidad en su definición del lib:lidad.
objeto propio. Sensibile proprium est quod ita sentitur uno sensu Pero hay excepciones a la regla, y ahí empieza la dificultad.
quod non potest alio sensu sentiri, et circo quod non posen errare Santo Tomás admite que el sentido puede equivocarse a veces en
sensus: sicut visas praprie est cognarcitivus coloris et auditus soni. su objeto propio; y da como ejemplo de «error de los sentidos» el
Druaquisque autem horum sensuum iudicat de propriis sensibilibus hecho, explotado por los escépticos de todos los tiempos, de que
et non decipitur in eis: sicut vista non decipitur quod sit talis co- para un enfermo, para una persona febril, la miel parece amarga:
lor, pleque andina decipitur de sono (De Anima, 11, 13; n.° 384). Propter corruptionem linguae infirmis dulcis amara videntur (S.Th.
Pero esto es ir un poco de prisa. La tesis exacta es la siguiente: 1, 17, 2). Gustus febrientium dulcia iudicat amara propter hoc
el sentido no se equivoca respecto de su objeto propio, sino por quod lingua malis humoribus est repleta (S.Th. 1, 85, 6). De donde
accidente, es decir, por una corrupción o una indisposición de su saca la conclusión de que si a veces nos equivocamos en el objeto
órgano. Cima proprio sensiUlia sensus non habet falsam cognitio- propio de un sentido, nunca nos equivocamos en el hecho de que
nem, nisi per accidens et ut in paucioribus, ex ea scilicet quod, lo sentimos. Sensus affici est ipsum eius serrare. linde per hoc
propter indispositionem organi, non converrienter recipit formara quod sensus ita nuntiant sicut afficiuntur, sequitur quod non deci-
sensibilem, sirio et alio passiva propter suam indispositionem de- piamur in iudiclo quo iudicamus nos sanare aliquid. Sed ex eo
ficienter recipiunt impressionem agendum (S.Th. 1, 17, 2). Sensus quod sensus interdum aliter ufficitur quam res sit, sequitur quod
circo proprium obiectum non decipitur, .sicut visas cima coloran, nuntiat nobis cdiquando rem aliter quam sit. Et ex hoc fallimur per
nisi forte per accidens, ex impedimento circo organum contingente sensum circo rem, non cima ipsum senfire (S.Th. 1, 17, 2 ad 1; cf.
(S.Th. 1, 85, 6). Ver. 1, 11).
Dejemos de lado provisionalmente lo accidental para consi- ¿No es esto rendir las armas ante el escepticismo? Este gana,
derar lo normal. La infalibilidad de un sentido es evidente a priori según parece, pues se le concede todo lo que pide: que el único
porque deriva de su naturaleza, o lo que es lo mismo, de su defi- conocimiento sensible que tiene valor absoluto es el de la impre-
nición. Una facultad está por naturaleza ordenada al conocimiento sión subjetiva o del fenómeno, y que todos los demás, compren-
de un cierto tipo de objeto. Y mientras su naturaleza permanece dido el del objeto propio tal como es en sí, pueden estar afectados
íntegra, mientras no le impide actuar un obstáculo que la violente, de error. Pero no es así. Pues ante todo el error sobre el objeto
actúa según lo que es, es decir, conoce su objeta Huius ratio est propio es anormal, excepcional, accidental. Sería absurdo, como ya
inevidenti: quia cal proprium obiectum unaquaeque potentia per hemos dicho, tomar la excepción como regla, la patología como
se ordinatur secundum quod ipsa. Quae autem son huiusmodi lo normal, lo accidental como lo esencial. Y, después, ¿hay error
semper codem modo se haber; unde nranente potentia non deficit del sentido?
eius iudicium circo proprium obiectum (S.Th. 1, 85, 6). El texto citado solamente tiene sabor subjetivista para un es-
El mismo argumento podría presentarse en forma negativa, por píritu lleno de idealismo. Su verdadero significado es el siguiente.
reducción al absurdo de la tesis opuesta. Pretender que una fa- Del hecho de que los sentidos testimonian según las impresiones
cultad de conocimiento, dejada a sí misma y obrando según su que reciben, se sigue que no nos equivocamos al juzgar lo que sen-
naturaleza, puede equivocarse sobre su objeto, es contradecirse, timos. Pero como lo que impresiona a los sentidos no es siempre

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Verneaux, Epistemología 12
Epistemología general
La sensación

idéntico a lo que hay en la cosa, se sigue que los sentidos a veces


directo, que es inútil querer demostrar la existencia del mundo
nos muestran la cosa de un modo distinto a como es. En este caso exterior partiendo del pensamiento, en el sentido más amplio de
nos equivocamos sobre la cosa, pero no sobre lo que percibimos. la palabra, es decir, partiendo de los fenómenos subjetivos. Si esta
Circo ipsum sentire no debe entenderse de la sensación como fe-
existencia no nos es inmediatamente dada por la experiencia, nunca
nómeno subjetivo del que tenemos conciencia, sino de la sensa- podremos alcanzarla. Examinemos la cuestión con un poco más
ción en cuanto revelación /de un objeto, o más precisamente, en
de detalle.
cuanto revelación de lo que impresiona los sentidos. Nos vemos obligados a dar la razón a todos los contradictores
De modo que, a fin de cuentas, y aunque santo Tomás habla
de Descartes, a todos los que hacen desembocar el cartesianismo en
de «falso conocimiento», preferimos decir, para atajar todo equí-
el idealismo.
voco, que no hay nunca error en los sentidos respecto de los obje-
Malebranche se precia de demostrar la impasibilidad de de-
tos que los impresionan actualmente. O bien no funcionan, y. en-
tonces no hay error sino ignorancia, o bien funcionan y entonces mostrar la existencia del mundo. Una demostración tal, dice, con-
hay sensación de este objeto, es decir, conocimiento verdadero. sistiría en deducir el mundo de su causa. Y no es posible más que
si el mundo procede necesariamente de Dios. Ahora bien, el mundo
Una verdadera sensación es necesariamente una sensación verda- no es ni una parte, ni una manifestación, ni una emanación del ser
dera, aunque no permita siempre hacerse un juicio verdadero so- divino. Sino que es creado, resulta de un acto libre. Por lo tanto.
bre la cosa.
no puede darse una demostración de su existencia. Lo que nos
Dicho esto, la respuesta a las objeciones no presenta ninguna
parece muy justo. Deducir el mundo sólo puede concebirse en
dificultad (cf. Meta. rv, 14). ¿El daltónico se equivoca sobre el color
una metafísica panteísta, que tampoco ella es concebible.
de las cosas? Si, pero porque es ciego para ciertos colores. ¿Un Por otra parte, Leibniz, y después Berkeley y Hume, han ne-
enfermo febril se equivoca sobre el sabor de la miel? SI, pero
gado que la veracidad de Dios pueda servir para garantizamos la
porque la miel llega a sus papilas mezclada con el humor amargo
existencia de una realidad material que corresponda a nuestras
de su boca. Un bastón metido en el agua parece roto porque los
ideas. La veracidad divina, dicen, no está en modo alguno intere-
rayos luminosos están realmente desviados por la refracción. Un
sada en esta cuestión. Ésta es también nuestra opinión. ¿Nos enga-
papel blanco visto a través de un cristal rojo parece-rojo porque
ñaría Dios si los sentidos que nos ha dado se equivocasen? De
es realmente una luz roja la que llega al ojo.
ningún modo, pues nos ha dado también la razón, y con ello nos
En todos los casos, el sentido percibe correctamente lo que lo ha hecho capaces de corregir, si es preciso, los datos brutos de los
impresiona. No puede pedírsela más, y estamos en perfecto dere- sentidos. El solo hecho de decir que los sentidos nos engañan, basta
cho de concluir: Sentire non corttingit nisi mete, quia sensus circo
para probar que no nos equivocamos siempre al utilizarlos.
propria sensibilia semper est venís (De Anima, ni, 4. n.° 630).
Igualmente, el principio de causalidad ¿nos permite afirmar que
nuestras sensaciones tienen una causa exterior? No. Descartes dice:
«No tengo conciencia de producir las ideas de las cosas sensibles;
2. La realidad de lo sensible.
al contrario, tengo conciencia de no producirlas y de recibirlas pa-
sivamente; por lo tanto, yo no puedo ser causa de ellas.» El argu-
La tesis que sostendremos es la siguiente: la realidad de lo mento valdría si la conciencia fuese coextensiva al pensamiento.
sensible no puede ser demostrada —es evidente—; esta evidencia Ésta es seguramente la tesis de Descartes, que define el pensa-
debe ser definida, defendida y explicada.
miento por la conciencia. Pero es uno de los postulados del carie-
Hemos visto de un modo general, a propósito del realismo in- sianismo, y uno de los más frágiles. Si el espíritu, como parece,
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179
La sensación
Epistemología general

no tiene plena conciencia de su actividad, nada impide que el sen- los fenómenos subjetivos y les imprima el sello de la objetividad,
timiento de pasividad resulte de la inconsciencia en que nos halla- por la simple razón de que la sensación no es un estado puramente
mos de los actos por los que «objetamos» unos fenómenos. Ésta subjetivo, sino un acto por el que la conciencia se abre al mundo.
Estamos, pues, dispuestos a aceptar la crítica que hace Sartre de
es la doctrina de Fiche. Es falsa, sin duda alguna, pero no es
absurda. lo que él llama la «teoría clásica de la sensación» y que estaría
mejor llamada teoría subjetivista, clásica en la escuela idealista.
Por último, ¿podemos esperar 'encontrar el criterio de la reali-
dad en la racionalidad de las impresiones sensibles? Es también «La sensación es un puro ensueño de psicólogos; hay que recha-
zarla deliberadamente de toda teoría seria sobre las relaciones de
una idea cartesiana, que Leibniz ha recogido. Los fenómenos in-
coherentes son subjetivos, imaginarios, ilusorios; pero los fenó- la conciencia y el mundo. Si debe haber percepción de objetos en el
mundo, se necesita que estemos, desde nuestro surgir mismo, en
menos unidos por leyes, que pueden preverse y calcularse, son rea-
presencia del mundo y de los objetos.» Esta presencia recíproca
les. Desgraciadamente este criterio no puede bastar, pues nada
del hombre y del mundo por la que el hombre percibe el mundo
garantiza que lo real sea racional, y aún menos que lo racional
sea real. Si se entra en este camino, hay que ir hasta el final, y el y por la que correlativamente el mundo aparece al hombre, es lo
final es Kant. Los fenómenos unidos según las leyes del entendi- que llamamos sensación.
miento no son más reales que los fenómenos incoherentes, son so- Dicho esto, queda por hacer lo más difícil, que es definir exac-
lamente objetivos. Navegamos en pleno idealismo. tamente qué es lo que se nos aparece. Lo que aparece a los sentidos
lo hemos llamado su objeto propio; pero, ¿qué consistencia, qué
Por tanto, no es posible demostrar la realidad de lo sensible.
Pero es completamente inútil, pues es evidente. esencia tiene?
Esta evidencia no es de orden intelectual. Proposiciones como Las fórmulas más corrientes en santo Tomás son las siguientes:
«esto es blanco» o «lo que veo allí existe», no son proposiciones sensus est singularium, intellectus autem universalium (S.Th. 1,
per se nota, pues no basta comprender sus términos tiara percibir 85, 3), sensus est particularium, ratio yero universalium (S.Th. 1, 59,
su verdad: Por ello la inteligencia no queda satisfecha y busca, a 1 ad 1), sensus non cognoscit nisi singularia (S.Th. 1, 12, 4), sensus
falta de evidencia, una demostración. Corresponde a Descartes el solum individuum cognosci potest (S.Th. t, 14, 2). Tal es en efecto
honor de haber sacado a la luz esta inquietud latente en todo es- la evidencia, al menos en una primera aproximación: el objeto de
píritu filosófico; su error es haber cedido a ella, confiriendo a la los sentidos es siempre alguna cosa singular o individual, no una
inteligencia un poder que no tiene. Pues de hecho, la inteligencia esencia universal, que es el objeto propio de la inteligencia. Pero
humana depende de los sentidos: debe fundamentar sus juicios de esta nota está muy lejos de determinar completamente el objeto
existencia sobre la evidencia de ellos y no so/re la suya propia. de los sentidos.
Y no puede dejar de reconocerlo si se critica a sí misma correc- Si se busca la definición de la evidencia sensible, se encuentra
tamente. ante todo que revela ciertos accidentes de los cuerpos, a saber,
Tenemos, pues, como evidente que la sensación es «extática», ciertas cualidades, como los colores, y a la vez ciertas cantidades,
como hoy día se dice, que nos pone de algún modo fuera de nos- como la figura. Sensus non aprehendtt essentias rerum, sed exteriOra
otros en el mundo, o, lo que es lo mismo, que es «intencional» y accidentia tantum (S.Th. t, 57, 1 ad 2). Sensus sistit circe acciden-
nos hace presentes las cosas tal como son en sí. Ninguna necesidad tia rei, intellectus yero penetrat usque ad rei essentiant (S.Th.
hay de un discurso para pasar de la sensación como fenómeno in- 31, 5). Esto basta ya para que podamos decidir una cuestión que
terior, al objeto como causa de nuestra impresión; ninguna nece- los psicólogos han heredado de Kant y que plantean, bastante mal,
sidad tampoco de una actividad intelectual que haga la síntesis de del modo siguiente: ¿son extensas las sensaciones? Si se quiere

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Epistemología general La sensación

hablar de la sensación misma, como fenómeno psicológico, la res- sentido solamente percibe una de ellas. Especialmente implica algo
puesta ha de ser negativa, pues la vida psíquica no se da en el más que las cualidades sensibles, un núcleo inteligible, digamos,
espacio; una sensación es inmaterial y no /tiene extensión. Pero si que los sentidos ignoran absolutamente. Percibir que una cosa es
se quiere hablar del objeto revelado por la sensación, la respuesta blanca, es conocer solamente una parte muy pequeña y muy super-
es afirmativa: el objeto sentido se presenta inmediatamente como ficial de lo que es.
extenso, situado, en reposo o en movimiento. Este dato primitivo Por último, nos es preciso resolver una especie de antinomia
de una extensión y de un movimiento concretos es la base experi- que parece declararse entre los dos momentos de nuestro análisis:
mental de las nociones de espacio y tiempo que son conceptos 1.° Los sentidos no alcanzan más que accidentes. 2.° Alcanzan, más
abstractos. allá de los accidentes, la existencia y la naturaleza de las cosas.
Ahora bien, ¿el conocimiento sensible está estrictamente limi- ¿Cómo salir del apuro?
tado a los accidentes exteriores de los cuerpos? De ningún modo. La solución más simple sería decir que los sentidos, al tener
Los sentidos perciben a su manera, es decir, en forma concreta y por objeto propio una cualidad, conocen la existencia y la natura-
singular la existencia y la naturaleza de las cosas. Sensus non cog- len de esta cualidad. No obstante creemos que esto sería minimi-
noscit esse nisi sub hic et nunc, sed intellectus apprehendit esse zar indebidamente el valor de la experiencia sensible. Ésta alcanza
absolute (S.Th. r, 75, 6). Sensus nullo modo potest percipere natu-
no solamente la cualidad, sino también la cosa que tiene esta cua-
ram, rnlsi ut hanc (S.Th. 1, 12., 4 ad 3). lidad, y precisamente porque la cualidad es un accidente.
Este punto es demasiado importante para que lo dejemos pa- Un accidente, en efecto, no es un ser, sino el carácter de un
sar sin algunos comentarios. Hay primero, en las fórmulas emplea- ser. La fórmula metafísica que lo define: non est ens sed entis, pro-
das, una cuestión de acento que no se puede despreciar. Puede yecta toda la luz necesaria sobre esta cuestión. Percibir algún acci-
decirse seguramente, como hace aquí santo Tomás, que los senti- dente de una cosa, es percibir la cosa misma, bajo uno de sus as-
dos no perciben la existencia y la naturaleza de las cosas, sino pectos. Es percibir simultáneamente su existencia y su naturaleza:
como singular. Preferimos decir, por nuestra parte, que perciben su existencia porque el accidente no tiene existencia propia, no
la existencia y la naturaleza singular de las cosas. Muy especial- existe en sí sino en ella; su naturaleza, porque el accidente es uno
mente, el contacto con el esse concreto de una cosa existente nos de los elementos constitutivos de ésta.
parece capital. Es el privilegio de la intuición sensible, y todos los El error del fenomenismo en epistemología procede pues de
conceptos del mundo son impotentes para encontrarlo. Sin duda un error bastante grosero sobre la naturaleza del accidente y su
la inteligencia capta la existencia «absolutamente». Pero ¿qué sig- relación con la substancia'. Y se manifiesta muy especialmente en
nifica esto? Que comprende lo que es en general la existencia. los empiristas ingleses. Para ellos, conocer una cualidad, no es co-
Capta, pues, la esencia de la existencia, o si se prefiere, la exis- nocer la substancia puesto que es otra cosa; los accidentes disi-
tencia como esencia, pero no el acto de existir, que es siempre
mulan la substancia que «permanece bajo» ellos. Para nosotros,
singular, hic et nunc. conocer una cualidad, es conocer la substancia porque la cualidad
Después, hay que observar que en la intuición sensible, el co- no existe en sí; los accidentes revelan la substancia que los «so-
nocimiento de la existencia es mucho más exacto y profundo que porta» o los «sostiene». El error del fenomenismo es, pues, en el
el conocimiento de la naturaleza. Porque la existencia es un acto fondo sustantificar los accidentes presentándolos como indepen-
simple, indivisible: una cosa existe o no existe. Percibir que existe dientes de la substancia.
es, pues, saber todo lo que puede saberse en esta línea. Mientras
que la naturaleza es compleja. Implica diversas cualidades, y cada
Cf. JOLIVET. La Notion de 'obstante.

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Epistemología general La sensación

también. Y si las cualidades primarias son subjetivas, entonces los


3. Defensa e ilustración de la sensación. sentidos no nos dan a conocer nada de la realidad.
Por otra parte, ¿impone la ciencia esta concepción? Desde lue-
Hemos intentado hasta aquí definir la evidencia sensible. Aho- go que no, por dos razones. La primera es que hay que estar do-
ra nos queda defenderla y explicarla. tado de gran ingenuidad para creer que la ciencia agota la realidad.
El punto más discutido, hasta en el seno de la escuela tomista, Está muy lejos de hacerlo. No retiene de lo real más que lo que
es la cuestión de las «cualidades secundarias». Todo el mundo admite es mensurable, es decir, cuantitativo, ignora y deja escapar o más
que nos parecen reales; pero muchos filósofos niegan que lo sean. bien, rechaza deliberadamente de su consideración todo lo que es
La posición de santo Tomás no deja lugar a ninguna ambigüe- cualitativo, lo vomita, si nos atrevemos a decirlo, porque el rigor
dad: es realista. Lo sensible está en acto independientemente del tiene este precio. Sólo un escolástico atrasado puede negar que la
sentido. Por ello es capaz de moverlo. Y apoyándose en esta evi- ciencia moderna nació el día en que Descartes tuvo la idea de
dencia, santo Tomás se niega a admitir la existencia de un «sen- matematizar la física. Pero sólo un cientista atrasado puede negar
tido agente» análogo al «intelecto agente» cuyo papel consistiría que el rigor matemático se paga con el sacrificio de todo lo que
en actualizar las cualidades sensibles en potencia en las cosas, como hay de cualitativo en el universo.
el intelecto agente actualiza la esencia inteligible en potencia en el Así, el hecho de que la ciencia nos describa un mundo sin cua-
fantasma. Sensibilia inveniuntur in actu extra animan:: et ideo non lidades no es una razón para declararlas irreales. Pero hay más. La
oportuit ponere sensum agentem (S.Th. t, 79, 3 ad 1). Nosotros ciencia misma, por matematizada que esté, sólo tiene valor real si
adoptamos sin reservas esta doctrina, y nos proponemos defen- las cualidades son reales. Pues se apoya en la evidencia sensible,
derla. parte de ella y a ella vuelve necesariamente. Parte de ella para dar
Locke ha bautizado con el nombre de «cualidades secundarias» materia a sus cálculos, y vuelve a ella para verificarlos. Así, pues,
lo que nosotros hemos llamado objetos propios de los sentidos, co- si lo que percibe no fuese real, la ciencia dejaría de ser una física
lores, olores, sabores, y con el de «cualidades primarias» lo que y se reduciría a una matemática «pura».
nosotros hemos llamado el objeto común, especialmente la exten- Nada es más curioso a este respecto que la obra de Piéron, La
sión y el movimiento. La tesis de Locke, directamente inspirada Sensation, guide de vie. Después de haber descrito un gran número
en Descartes, y aceptada por algunos tomistas, es que las cualida- de experimentos hechos en el laboratorio, el autor concluye de un
des secundarias son subjetivas, sólo existen formalmente en la con- modo general que la sensación no nos da a conocer lo real. Tal
ciencia; pero tienen un fundamento real, a saber, las cualidades procedimiento nos hace pensar en aquel animal que vivía en la
primarias, que son las únicas propiedades de los cuerpos. La edad media y tenía la mala costumbre de devorarse los pies. Pues,
ciencia moderna parece imponer esta concepción. si la sensación es subjetiva, los aparatos y los experimentos lo son
No obstante, nosotros no la sostendremos. En primer lugar, también, y nada puede deducirse..Pero si nos atenemos a nuestros
creemos que hay que dar la razón a Berkeley y a Hume cuando sentidos en lo que concierne a los aparatos y sus indicaciones, es
sostienen que, si se niega la realidad de las cualidades secundarias, completamente inútil poner en duda después el valor de la sensa-
hay que negar también la de las cualidades primarias. En efecto, ción. Todo lo que se ha demostrado, es que en algunos casos cui-
éstas sólo son conocidas por aquéllas. Una extensión sólo es visi- dadosamente buscados, nos equivocamos al interpretar los datos
ble si tiene color, un movimiento sólo es perceptible como cambio inmediatos de los sentidos: lo que equivale a hundir una puerta
en los colores, los sonidos u otras cualidades. Así, pues, si las cua- abierta. Así pues hay que mantenerse firmemente en el realismo
lidades secundarias son subjetivas, las cualidades primarias lo son de las cualidades sensibles, que es evidente.

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Epistemología general La sensación

Todo lo que puede hacerse, después de haberlo defendido, es del objeto. Pero debe entenderse muy bien ante todo que es de
explicarlo. ¿Cómo comprender la comunión del hombre y del mun- orden intencional. Para emplear términos de santo Tomás, la sen-
do, la presencia de las cosas en la conciencia? Ciertamente, es sación es una immutatio spiritualis, y no una immutatio naturalis
incomprensible en una filosofía que parte del cogito, y por ello (S.Th. 1, 78, 3). Los dos tipos de movimiento son sin duda insepa-
los cartesianos han llegado a negar la evidencia sensible. Pero si rables, incluso más de lo que cree santo Tomás que, fiándose
se parte de la evidencia sensible, no cuesta mucho «fundamentarla». de una observación superficial, exime a la visión de todo movi-
La clave del problema es la noción de acción. Sentire perficitur miento «natural». Pero son distintos, pues la immutatio naturalis
per actionem sensibilis in sensum (S.Th. 1, 27, 5). Los sentidos son no es más que una alteración física del órgano, mientras que la
potencias pasivas, sólo reaccionan si son excitados; o, en términos immutatio spiritualis es una información del sentido sin alteración:
más precisos, solamente pasan al acto bajo la acción que los mueve. se convierte en el otro sin hacerse otro. Y si se pregunta de dónde
Su objeto es precisamente lo que los actualiza. Est autem sensus procede el carácter intencional de la sensación, responderemos que
potencia passiva quae nata est immutari ab exteriori sensibili; ate-
resulta únicamente del modo como el sentido recibe la acción del
rius ergo immutcttivum est quod per se percipitur (S.Th. 1, 78, 3). objeto; está completamente in modo recipiendi, como explica muy
Dicho esto, está dicho todo, pero vayamos a desarrollar un poco claramente santo Tomás en De Anima (ti, 24, r' 552-554).
la idea. Pues todas las cosas actúan por su forma, y no por su materia.
La acción es un medio" como dice santo Tomás, entre el La diferencia entre la imnrutatio spiritualis y la immutatio naturalis
agente y el paciente (S.Th. t, 54, 1 ad 3). Los une y en particular procederá, pues, del modo cómo es recibida la forma. Si el paciente
hace al agente presente al paciente: Agens adest el in quod agit la recibe del mismo modo que existe en el agente, es decir, exis-
(S.Th. 1, 8, 1). Pues no hay que imaginar que la acción es una rea- tiendo en una materia, se tendrá la immutatio naturalis. De este
lidad intermedia entre el agente y el paciente, que existe en sí fuera modo la mano se calienta con el fuego, o la cera o todo lo demás.
del uno y del otro como una especie de lazo de unión. Estricta- Pero si se recibe sin materia, entonces se tendrá la immutatio spi-
mente, no es nada más que la actualización del paciente por el ritualis, como cuando la cera recibe la huella de un sello, sin con-
agente. Es lo que significan las fórmulas clásicas: la acción está servar nada de su materia. Sensus est susceptivos specierum sine
en el paciente, la acción y la pasión son un solo y mismo acto, no materia, sicut cera recipit signum annuli sine ferro aut aura (n.° 551).
hay acción a distancia. Son axiomas metafísicos porque no hacen Quandoque forma decipitur in patiente secundum alium mo-
más que explicitar la noción de acción. Ahora bien, considerada dum essendi quam sil in agente; quia dispositio tnaterialis patientis
del lado del agente, la acción sigue al ser. Es también evidente, y ad recipiendum non ea similis dispositioni moled& quae est in
no sólo en la línea de la existencia, en el sentido de que para actuar agente. Et ideo forma recipitur in patiente sine materia, in quan-
es necesario ser, sino en la misma medida en la línea de la natu- tum patiens assimilatur agenti secundum formam, et non secundum
raleza, en el sentido de que se actúa según lo que se es. Por otra tnateriam. Et per hunc mudan; sensus recipit formam sine materia,
parte, considerada del lado del paciente, la acción es recibida según quia alterius ntodi esse haber forma in sensu et in re sensibili. Nam
la naturaleza de éste, según su modo y su capacidad. Pues es él in re sensibili haber ase materiale, in sensu autem haber esse inten-
el movido, su potencia es actualizada, de modo que el acto que le donde et spirituale (De Anima, II, 24, n.° 553).
es comunicado es su acto. Así, la acción termina por la comunión Así, pues, si se habla de una acción intencional, en la teoría del
de dos seres distintos en un mismo acto. conocimiento sensible, sólo puede ser, según nosotros, en la me.
Apliquemos estas ideas al caso particular de la sensación. Esta dida en que la acción está en el paciente y se confunde con la
es un movimiento o una actualización del sentido bajo la acción pasión. Pero si se distingue la acción y la pasión (con una distin-

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Epistemología general
La sensación
ción de razón), entonces la intencionalidad reside enteramente en la
Pero lo que aquí nos interesa, es que con ello se establece una
pasión y no en la acción.
diferencia de naturaleza entre la sensación y la imagen. Ambas,
Éste era el único punto difícil de la teoría. Una vez decidido,
sin duda, pertenecen al orden sensible, y por lo tanto tienen por
todo se aclara con el simple análisis de la acción que hemos es-
objeto lo singular material. Pero la sensación es la aprehensión de
bozado.
un objeto existente y presente, mientras que la imagen es la repre-
La acción del objeto sobre el sentido explica adecuadamente el
sentación de un objeto que puede también estar ausente e incluso
conocimiento sensible, puesto que efectúa la unión de los dos tér-
ser inexistente. Est proprium senas quod cognoscitivas est rerum
minos. Explica en primer lugar la presencia del objeto al sentido,
praesentium; vis autem imaginativa est aprehensiva similitudinum
porque la acción está en el paciente y no hay acción a distancia.
corporalium, etiam rebus absenfibus quarum sum similitudines
Est proprium sensus quod cognoscitivas est rerum praesentium
(S.Th. Hl, 15, 1).
(S.Th. lar, 15, 1), praesentialiter immutatur ab eis (S.Th. 1, 78, 4).
Es, pues, vano querer identificar la sensación y la alucinación,
Y de ahí se sigue que la sensación es una intuición que se termina
definir la sensación como una alucinación verdadera, o la alucina-
en las cosas mismas: Cognitio sensus continuatur ad ipsas res,
ción como una sensación falsa: son dos fenómenos de especies
res ipsa directe cognairitur (Ver. 2, 6). Y fundamenta al mismo tiem-
diferentes. El solo hecho de emplear palabras diferentes basta para
po el valor existencial de la experiencia, puesto que la existencia actual
probar que se los distingue, al menos de un modo general y en la
del objeto es la condición de su acción: Sensus secundum actum
mayoría de los casos. Si ocurre que se les confunda, por accidente,
sunt singularium quae sum extra animara (De Anima, ir, 12, n.° 375).
en un caso particular. se debe a una falta de reflexión, de concien-
Explica los estrechos límites del conocimiento sensible en lo que
cia y de atención.
concierne a la naturaleza del paciente que está en dependencia de
La alucinación, para santo Tomás, es una «victoria de la imagi-
los órganos materiales. Deja lugar por último a la «relatividad» e
nación». El sentimiento de presencia y el juicio de realidad que
incluso al error, puesto que lo que es percibido es el objeto en
la acompañan se explican por la formación en el sentido mismo
cuanto actúa sobre los sentidos y que tanto el órgano como el me-
de una species parecida a la que produciría un objeto exterior. La
dio participan en la acción. Todo ello está implicado en la fórmula
fuerza de la imaginación es tal que llega a veces a mover el órgano
siguiente que resume toda la teoría del conocimiento sensible: Sen-
de los sentidos como lo haría un objeto realmente existente.
sus in actu est sensibile in acta (S.Th. 1, 55, 1 ad 2).
Cum proprium activam in sensum sit res existen extra animan,
Aún tenemos que deducir algunas consecuencias importantes. En
et non intentio eius existen in imaginatione, si organum sensus
efecto, de los principios afirmados se deduce que no puede haber
non moveatur a rebus extra sed ab imaginatione, non erit vere
sensación sin la influencia actual de un agente material. Sentire
sentire. Linde non dicimus quod phrenetici et alii mente capti, in
accidit in ipso moveri a sensibilibus exterioribus. Unde non potest quibus, propter victoriam imaginativae virtutis, fit fluxus ad organa
homo sentire absque exteriori sensibili, sicut non potest aliquid sentiendi, vere sentiant, sed quod videtur eis quod ~tiara (iv Sent.
moveri absque ~vente (C.G. II, 57). Non est in potestate riostra
44, 2, 1, 3). «No decimos que los locos y otras gentes cuyo espí-
aprehendere aliquid sensu, nisi sensibili presente (S.Th. bit, 17, 7
ritu está cautivo, en los que, por una victoria de la imaginación.
ad 3). La presencia del objeto físico es pues tan esencial a la sen-
la influencia de la imagen se extiende hasta los órganos de los
sación que ésta es estrictamente imposible en ausencia de su ob-
sentidos, no decimos que sientan verdaderamente, sino que les
jeto. Dios mismo no puede hacer, por algún milagro que el hombre
parece sentir.»
perciba lo que no existe (cf. S.Th. hm, 3; ni 76, 8; De Polen-
Aunque sea anormal, esta influencia de la imagen sobre el &la-
tia, 3, 7).
tido no es incomprensible, pues no es más que la inversión de un
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189
Epistemología general

proceso normal. Una sensación engendra normalmente una imagen.


No es posible que una imagen engendre una sensación, pero no
es imposible que mueva al sentido como mueve a otros órganos
del cuerpo.
Por nuestra parte, no obstante, nos parece más simple y sa-
tisfactorio aplicar el sentimiento de realidad que acompaña a la
alucinación por la vivacidad y precisión de la imagen. ¿Excita
CAPÍTULO SEGUNDO
desde dentro al órgano sensible correspondiente? Es una cuestión
de hecho y que nosotros sepamos los hechos no corroboran la
teoría de santo Tomás. LA REFLEXIÓN
Pero esto no tiene importancia. Lo que tiene más, es que hoy
día se admite comúnmente que no hay alucinación «absoluta», es
decir, sin ningún dato sensorial. En este caso, la alucinación se Cometeríamos un grave error si creyésemos que la experiencia
acerca a la ilusión y difiere de ella solamente en grado. Tanto interna está fuera de discusión, por encima de toda duda, en la
en un caso como en el otro, una sensación despierta imágenes que critica instaurada por los filósofos modernos. Lo está en Descar-
retienen la atención y por así decirlo, cubren, aplastan la sensación. tes, que pone todo su Sueno en la evidencia sensible. Pero, a
partir de Hume, el idealismo la reduce al mismo nivel de irrealidad
que la experiencia externa. El problema es idéntico pera las dos
clases de experiencia: ¿Cuál es su valor o su alcance, qué es lo
que nos hacen conocer?
Desde Descartes, la experiencia interna es comúnmente llamada
conciencia. Santo Tomás sólo emplea esta palabra para designar la
conciencia moral, que da juicios de valor y aplica las reglas generales
a cada acción particular. (S.Th. 1, 79, 13). Los términos que en él
designan la conciencia psicológica son reditio y reflexio. Éste es
aún su uso en los grandes comentaristas, como Juan de Santo
Tomás, y se evitarían muchos equívocos y confusiones si se atu-
vieran a ellos. Pero nadie lo hace, y tampoco lo haremos nosotros.
Intentaremos, pues, presentar el bosquejo de una teoría tomista de
la conciencia.

1. La conciencia y sus modalidades.

No es posible ver claro en esta cuestión si no se empieza por


trazar algunos caminos. Y poco importa si las observaciones que
siguen pertenecen tanto a la filología como a la fenomenología.

190 191
Epistemología general La reflexión

En primer lugar hay que negarse rotundamente a extender el tinto: tiene por objeto no lo físico, sino lo psíquico. Al menos
sentido del término hasta englobar en él toda especie de conoci- nosotros la definiremos así: la experiencia o la intuición de nuestra
miento, negarse pues a llamar conciencia al acto de percibir algo, propia vida psíquica.
o al acto de pensar alguna esencia. Este sentido amplio, derivado Una vez establecida esta noción general, una descripción co-
de Descartes y de Hegel, es corriente en el vocabulario de la feno- rrecta de la conciencia debería hacer al menos tres distinciones
menología contemporánea, pero implica el idealismo y no puede fundamentales.
adoptarse sin perpetuos equívocos en una perspectiva realista. La primera es la de la conciencia sensible y de la conciencia
Nosotros entenderemos por conciencia un modo muy especial de intelectual. Es clásica en la filosofía kantiana. Es inevitable en la
conocimiento: la experiencia que el sujeto tiene de sí mismo. filosofía tomista, porque la vida sensible y la vida intelectual
Es necesario también no llamar conciencia al sujeto psicoló- pertenecen a dos «órdenes» diferentes. Su fórmula se encuentra en
gico, o digamos al hombre en cuanto sujeto. Sin duda, la concien- Aristóteles: «Sentimos que sentimos, y pensamos que pensamos»
cia es una de sus propiedades, y siempre se tiene el derecho de (Ética, 0r, 9; citado por santo Tomás, Ver. 10, 8). No puede sen-
definir y nombrar un ser de modo indirecto. Pero, en el caso tirse que se piensa; puede pensarse que se siente, pero no constituye
presente, hay múltiples inconvenientes. En primer lugar, el hom- un acto de conciencia.
bre tiene otras propiedades además de la conciencia, y más carac- Es clásico también en psicología, distinguir la conciencia espon-
terísticas, como el pensamiento abstracto. La «caña pensante» de tánea y la conciencia refleja. A decir verdad, tal como la entien-
Pascal es una definición mucho más justa y profunda que el «para den los psicólogos, esta distinción no es esencial: sólo indica un
sí» de Sartre. Además, lógicamente se nos conduce o a fenomena- desplazamiento de la atención, que implica una diferencia en la
lizar el sujeto o a substantificar la conciencia, lo que es igualmente claridad de la conciencia, y no dos tipos diferentes de conciencia.
peligroso. Se fenomenaliza el sujeto, se reduce su ser a un puro Pero puede convertirse en ellos si se entiende por conciencia es-
fenómeno, si nos atenemos a la definición elegida: sólo existe en pontánea la intuición que el hombre tiene de su vida psíquica, y
la medida en que se aparece. Pero inversamente se substantifica la por conciencia refleja la que un; función psíquica tiene de sí misma.
conciencia, de buen o mal grado, cada vez que se le refieren Por último hay que distinguir también la conciencia de los actos
los atributos y las actividades del sujeto que es una persona. y conciencia del sujeto, pues son manifiestamente dos niveles en
En tercer lugar, aún hay que negarse a llamar conciencia al la conciencia, dos objetos diferentes, incluso si son percibidos a la
conjunto de sensaciones que nos vienen de nuestro propio cuerpo, vez. Y si lo miramos bien se desdobla la conciencia misma del
los datos de la «cenestesia» y de la «cinestesia» según el lenguaje sujeto; pues puede tener por objeto ya el sujeto próximo del acto,
de la psicología moderna. A decir verdad, la linea de separación que nosotros llamamos una facultad, ya el sujeto último, el yo.
es menos neta, pues mi cuerpo es yo, aunque no el yo entero, de Consideremos ahora algunos de los problemas planteados por
suerte que sentir mis miembros y mis órganos es verdaderamente, el análisis precedente. El principal es el siguiente: ¿Hay una
aunque parcialmente, sentirme a mí mismo. No obstante, la ce- conciencia sensible refleja? No lo parece. Para un sentido dado,
nestesia y la cinestesia deben clasificarse entre los sentidos externos. reflexionar sería conocer su sensación, y esto le es imposible por
Pues no son otra cosa que el sentido del tacto, aplicado a nuestro razón de su materialidad. Nullus sensus seipsum cognoscit, nec
propio cuerpo, nos lo dan a conocer del mismo modo que a otro suam operationem; visus enim non videt seipsum nec videt se videre
cuerpo cualquiera. Si hay una diferencia, está, no en el objeto (C.G. ti, 66; cf. S.Th. t, 14, 2 ad 1; S.Th. 1, 87, 3 ad 3). La vista
formal de los sentidos, sino solamente en su objeto material, es percibe los colores, es lo que la define. ¿Puede percibir su visión?
decir, en su punto de aplicación. La conciencia es algo muy dis- No, pues la visión de un color no es un color. Los sentidos están

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Verneaux, Epistemología 13
Epistemología general La reflexión

hechos para percibir los cuerpos, no las realidades psíquicas. Ello Y éste es, cosa curiosa, el sentido corriente de la palabra «refle-
entraña, a nuestro parecer, que un sentido no tiene conciencia de xionar». Reflexionar sobre cualquier cosa no es reflexionar sobre
sus sensaciones. No obstante, es un hecho que el hombre tiene con- uno mismo, sino prestar toda la atención al objeto para compren-
ciencia de sentir, y también podemos dudar de que sea posible una derlo. Pero si se entiende por conciencia espontánea una concien-
sensación estrictamente inconsciente. ¿Estamos pues presos de cia irreflexiva, en el sentido propio de la palabra, entonces la
una antinomia?
respuesta debe ser negativa, pues la inteligencia percibe sus propios
De ningún modo. Simplemente tenemos que admitir la existencia actos al realizarlos, lo que es precisamente reflexionar. No hay
de un sentido interior que percibe las sensaciones de los sentidos ninguna necesidad, esta vez, de poner detrás de la inteligencia un
exteriores. El «sentido común», Communis radix et principium principio que perciba sus actos, pues ella sola se basta.
exteriorum sensuum, es un engranaje indispensable de la teoría del Observemos solamente que la conciencia de pensar un objeto
conocimiento. A quo percipiuntur intentiones sensuum, sicut cum
no es lo mismo que el pensamiento de este objeto. Alius est actus
aliquis vides se videre. Roe autem non potest fieri per sensum pro- quo intellectus intelligit lapidem, et alius est actus quo intelligit
prium qui non cognoscit nisi formam sensibilis a qua inzmutatur se intelligere lapidem (S.Th. r, 87, 3 ad 2). Los actos son especí-
(la forma del objeto sensible que lo mueve); in qua imnrutatione ficamente diferentes, puesto que sus objetos formales son diferen-
perficitur visio, et ex qua immutatione sequitur alia immutatics in tes, y nos parece un error emplear la palabra intelligere en ambos
sensu c-ommuni qui visionem percipit (S.Th. r, 78, 4 ad 2). casos, porque no tiene el mismo sentido. Pero casi no puede hacerse
Así, pues, es al sentido común, según creemos, que hay que otra cosa. Al menos hay que entender que el primero tiene por
referir algunos textos en que santo Tomás atribuye una especie de objeto una esencia abstracta y el segundo un acto concreto (S.Th.
reflexión, reditio incompleta, a los sentidos exteriores; éste, por
1, 79, 6 ad 2). El primero se traduciría bastante bien por compren-
ejemplo: Visos primo dirigitur in colorem, sed in actum visionis
der, el segundo significa percibir, como a menudo dice santo To-
sucre non dirigitur nisi per quamdam reditionem, dum videndo colo- más o apercibir, como dice Leibniz. Pueden sentirse escrúpulos
rem, vides se videre. Sed ista reditio incompleta est in sensu (Ver. de hablar de intuición en el primer caso, pero no puede sentirse
10, 9; cf. De Anima, in, 2, n.° 584-591). Propiamente hablando, no
ninguno en el segundo.
es el sentido de la vista el que percibe la visión, es el sentido co- Por último, querríamos discutir una tercera cuestión: ¿Hay
mún. Pero siendo el sentido común «principio y raíz» de la vista, conciencia sensible del sujeto? Consideramos evidente que hay
nada se opone a que se refiera esta percepción al sentido de la conciencia sensible de los actos, y conciencia intelectual del sujeto.
vista. Es verdad del sentido considerado, no en sí mismo, sino Pero como que los sentidos no reflexionan, podemos preguntamos
en su principio. Es sin duda inútil añadir que se puede muy bien si la conciencia sensible revela algo de su sujeto. Dicho de otro
prestar atención a las propias sensaciones más que al objeto que modo, si se prefiere, el problema es aclarar esta frase de santo
las provoca. Es la conciencia refleja de los psicólogos, pero no Tomás: In hoc enim aliquis percipit se animara habere, et vivere
es una reflexión del sentido sobre sí mismo. et esse, quod percipit se sentire et intelligere et olla huiusmodi vitae
La reflexión propiamente dicha es la característica de las fun- opera exercere (Ver. 10, 8).
ciones espirituales, inteligencia y voluntad. Respecto de la inteli- Percibir no tiene el mismo sentido cuando se trata de sensación
gencia, que es la única que aquí nos interesa, se plantea la cuestión y de intelección. Percibir que se siente es obra del sentido común,
inversa de la precedente: ¿Hay una conciencia intelectual espontá-
percibir que se piensa es obra de la inteligencia reflexiva. La
nea? Si se entiende por ello una simple falta de atención a sus
cuestión es pues ésta: ¿Basta percibir que se siente para percibir
actos y a sí misma, la respuesta no puede ser más que afirmativa. que se es? Creemos que hay que responder afirmativamente, pre-
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Epistemología general La reflexión

cisamente porque el sentido común es un sentido. Igual que para ridad hacia otro, y que se trata del conocimiento actual de sí mismo,
un sentido exterior, percibir una cualidad es percibir bajo uno de no de la disposición moral, muy cercana a la humildad, que con-
sus aspectos un cuerpo existente, así también para el sentido co- duce al hombre virtuoso a conocerse y juzgarse tal como es.
mún, percibir una sensación es percibir un cuerpo que siente, No obstante, este problema no coincide enteramente con el del
que vive, que existe. E igual que un sentido exterior percibe su conocimiento de uno mismo. Concierne solamente a la conciencia
objeto desde fuera y fuera de él, como extraño, el sentido común de si, y tenemos otros muchos medios de conocernos además de
lo percibe desde dentro, como íntimo. Pero nada más. Evidente- la conciencia. La acción, la vida práctica, todo lo que entra en la
mente, es la inteligencia la que da el juicio de existencia, sum, y idea de «comportamiento», por una parte, todas las ciencias del
es ella sola la que puede explicitar el ego implicado en el sum; hombre, anatomía, fisiología, sociología, etc., por otra parte, y
pues el solo trecho de decir «yo» supone un acto de reflexión. la metafísica, por último, nos enseñan mil cosas muy importantes
Después de haber abierto estos caminos, podemos sin dema- sobre nosotros mismos, que la conciencia es incapaz de revelarnos.
siados inconvenientes estudiar globalmente la conciencia, según Saberse creado, por ejemplo, es mucho más importante que sen-
el sentido que la psicología da a esta palabra, es decir, la intros- tirse contento o triste, Sin embargo, la conciencia de sí mismo es
pección. Estudiaremos después lo que es su origen, la reflexión como un punto fijo al que se refieren todos los demás conoci-
propiamente dicha. mientos que podemos adquirir sobre nosotros mismos, puesto
que proporciona a todos los juicios su sujeto: yo soy una criatura,
yo soy un hombre, yo pertenezco a esta clase social, etcétera.
2. La introspección psicológica. ¿Qué es lo que corresponde al sujeto gramatical y que capta
la conciencia? Esta es la cuestión. Para responder a ella, procede-
El problema que se nos plantea es determinar el «valor» de remos en dos etapas, polemizando primero contra el agnosticismo,
la conciencia, es decir, su certeza y su alcance. después contra el fenomenismo.
Pero, a decir verdad, la certeza de la conciencia no plantea nin- Hemos de rechazar en primer lugar una especie de agnosticismo
gún problema especial: es idéntica a la de los sentidos. No es ni que niega a la conciencia la posibilidad de conocer la subjetivi-
superior, ni inferior, sino igual porque sentidos y conciencia son dad como tal. Es una idea que reina en la filosofía llamada exis-
funciones intuitivas. En particular, no hay ninguna razón para tencialista, especialmente en Berdiaef y en Sartre. Su fórmula resu-
conceder algún privilegio a la conciencia, so pretexto de que mida, que es de Sartre, es la siguiente: «Lo que soy, por principio
capta inmediatamente su objeto en concreto; los sentidos también no puede ser objeto para mí en tanto que lo soy.» Esto significa
lo hacen respecto de su objeto propio. Así la certeza de la con- que todo conocimiento apunta a un objeto; el sujeto, por defini-
ciencia es absoluta para los datos inmediatos de la intuición, pero ción, no es un objeto; por lo tanto es incognoscible en sí mismo.
no va más allá. En cuanto se traducen e interpretan los datos bru- Solamente nos conocemos por el reflejo que el mundo nos envía,
tos, nos exponemos al error. como un espejo; por ejemplo, yo no sé que soy miedoso más que
Estas observaciones sumarias pueden bastar. La verdadera di- porque muchas cosas me parecen temibles.
ficultad estriba en determinar el valor, o lo que es lo mismo, los Este agnosticismo del sujeto tiene su origen en el principio de
límites de la conciencia. la fenomenología de Husserl: «Toda conciencia es conciencia de al-
Este problema es idéntico al de la sinceridad1, sobreentendién- go.» Si se toma este principio al pie de la letra, significa que la
dose que se trata de la sinceridad hacia sí mismo no de la since- conciencia es «extática», que tiene por objeto una «cosa» y no el
1. Cf. JOLIVET, Essai sur le problhne et les conditions de la :int
-doté.
sujeto. Por otra parte, podría sacarse una consecuencia parecida

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Epistemología general La reflexión

del principio tomista: «Conocer es convertirse en el otro.» Si en Pero decir que la conciencia revela el sujeto a sí mismo, no
él vemos una definición del conocimiento, válida para toda especie es decir que lo revela siempre claramente, y aún menos que lo
de conocimiento, se sigue que es imposible conocer lo «mismo», revele totalmente. De hecho, a menudo es muy obscura. Nada es
es decir, a sí mismo; el sujeto sólo puede conocerse como «otro», más dificil, por ejemplo, que saber si se ama verdaderamente a
lo que equivale a decir que no se conoce. De este modo se ex- alguien. Ello depende de lo que se llame amor, primero, y después
plicaría la frase enigmática de Valéry: «Yo es otro.» de lo que se es capaz de percibir en sí mismo. Además, ocurre a
Pero esta doctrina no resiste al examen. En primer lugar, res- menudo, especialmente en el terreno de los sentimientos, que la
tituye la cosa en sí de Kant, que el idealismo había rechazado con introspección modifica su objeto: el solo hecho de prestar aten-
toda razón. Pues si el sujeto está siempre más allá del horizonte, ción a un sentimiento profundo, por lo tanto obscuro, y sacarlo
no puede decirse nada de él, ni que existe. La imagen que el mun- a la luz, lo transforma, de modo que en el momento en que se es
do nos devuelve no es más que un objeto entre otros, y el yo se capaz de definirlo ya no es el mismo.
reduce a fin de cuentas a una ficción gramatical que sólo se justi- Por otra parte, la conciencia está muy lejos de ser exhaustiva.
fica por su comodidad. como tampoco lo es cualquier otra función humana de conoci-
Consideremos ahora el argumento que sostiene esta teoría. No miento. Sólo alcanza una parte muy pequeña y muy superficial
es más que un juego de palabras. En el conocimiento, nos dicen, de la vida psíquica, e incluso en las mejores condiciones, deja casi
el sujeto se distingue necesariamente del objeto al que se opone. entero el misterio de la individualidad. Por ello, dicho sea de paso,
Si, en todos los casos, salvo en el de la conciencia en el que son no nos parece posible que ningún esfuerzo de.recolmiento nos dé
idénticos. La conciencia de sí consiste precisamente en que el sujeto el sentimiento, por confuso que sea, de la presencia de Dios. Segu-
se toma por objeto, o si repugna emplear el término objeto en ramente Dios me está presente, aunque sólo sea a título de creador;
este caso, puede decirse que el sujeto se capta en cuanto sujeto. es, como dice san Agustín, intimior intimo meo. Pero como yo
Pues la esencia de conocer no es construir una representación, ni no tengo conciencia del fondo de mi ser, con mayor razón no tengo
asimilarse una forma extraña, sino ser o existir de un cierto modo. conciencia de Dios que me es aún más íntimo que yo lo soy a mí
Se dice a veces que el sujeto se hace «transparente» a sí mismo. mismo.
Esta metáfora no nos parece feliz, pues lo propio de un cuerpo Admitiendo, pues, como un hecho, al que no se opone ninguna
transparente es precisamente no aparecer él mismo, sino dejar ver razón, que la conciencia revela la subjetividad, nos queda por de-
a través de él las demás cosas. Más vale decir simplemente que la terminar qué nivel alcanza. Hume ha sostenido brillantemente que
conciencia es el conocimiento que el sujeto tiene de sí mismo. sólo llega a los fenómenos, no a un yo que sería una substancia
Las mismas observaciones son aplicables a la noción de «cosa». espiritual, simple y permanente. «Por más esfuerzos que hago — di-
El sujeto no es una cosa, nos dicen. Veámoslo. En su sentido ce aproximadamente —, sólo encuentro en mi conciencia impre-
técnico, el término cosa, res, es un trascendental. Esto significa siones e imágenes que se suceden en un flujo continuo.»
que se aplica analógicamente a todo ser, desde los cuerpos brutos Este ataque está dirigido contra Descartes. y podríamos con
hasta Dios pasando por los actos psíquicos y los espíritus humanos. derecho desinteresamos de él, puesto que no somos cartesianos.
En este sentido, la conciencia de sí es la conciencia de alguna Pero merece consideración porque está en la lógica del fono-
cosa. Mientras que si se toma el término en su sentido vulgar, menismo.
como sinónimo de cuerpo bruto, el principio de Husserl es falso Ahora bien, hay un punto en el que Hume nos parece tener
pura y simplemente, pues no tenemos conciencia de los cuerpos razón: la conciencia no revela y no puede revelar la permanencia
extraños, sino sensación o concepto. del yo. Pues la permanencia implica el tiempo, es la identidad del

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Epistemología general La reflexión

ser a través de un cierto lapso de tiempo. Pero el tiempo no se sí sola, es incapaz de definirla Si se iluminan sus datos con una
revela más que a la memoria. Así, pues, si se distingue conciencia sana filosofía del hombre, he aquí lo que aparece. La conciencia
y memoria, lo que no se puede evitar, se sigue que la conciencia. no percibe una substancia espiritual, por la sencilla razón de que
sola, no puede dar a conocer la permanencia; sólo alcanza el estado el yo no es un puro espíritu, sino un hombre, compuesto de un
presente del yo. Y por ello hay que entender el «presente psicoló- alma y un cuerpo. Tal vez el alma tenga conciencia de sí misma,
gico». y no el presente rigurosamente instantáneo del tiempo ma- volveremos sobre ello. Pero si se considera la conciencia global-
temático. El presente psicológico tiene un cierto espesor, de modo mente, como aquí hacemos, hay que decir que no capta ni el cuer-
que no puede decirse con precisión dónde termina el presente y po ni el alma, sino un cuerpo animado o un alma informando
dónde empieza el pasado. No por ello la conciencia deja de estar un cuerpo.
limitada al presente.
Pero hay que añadir enseguida que esta observación se vuelve
contra Hume y toca a todos los psicólogos que dependen de él, 3. La conciencia intelectual.
comprendido Bergson. Pues, si la conciencia está limitada al pre-
sente, no puede revelar la sucesión de los estados interiores como «Es el mismo hombre el que percibe que siente y que piensa»:
no_ puede revelar la permanencia del yo. Siendo la sucesión la ídem ipse homo est qui percipit se et intelligere et sentire (S.Th. r.
realidad misma del tiempo, sólo puede percibirse comparando dos 76, 1). La conciencia, como el hombre mismo, a un todo, y era ne-
estados sucesivos, es decir, por la memoria. Es pues un error, se- cesario estudiarla globalmente. Pero pensar no es lo mismo que
gún creemos, presentar la duración como uno de los «datos inme- sentir, y por consiguiente percibir que se piensa no es idéntico a
diatos de la conciencia». percibir que se siente. La conciencia sensible no es refleja, aunque
La permanencia es importante en Hume porque a ella se redu- se le preste atención. Sólo la inteligencia, porque es espiritual, tiene
ce, para él. la noción de substancia. No tiene importancia para nos- conciencia de sus actos y de sí misma.
otros, porque no es ella la que define la substancia, ni siquiera es Tenemos pues que examinar los datos de la reflexión propia-
una propiedad de la misma. Una substancia puede existir sólo un mente dicha. La cuestión es saber si, como cree Descartes, el espíritu
instante, un accidente puede existir sin cambio tanto tiempo como se revela a sí mismo al pensar 2.
su substancia. En resumen, el tiempo nada tiene que ver en la La posición de santo Tomás es la siguiente: El alma humana,
cuestión. que es espiritual, percibe su existencia por sus actos, pero no per-
Ésta no es, evidentemente, más que un caso particular de un cibe su naturaleza espiritual. La espiritualidad del alma no se
problema más amplio, el de la relación entre el fenómeno y el ser. percibe, se concluye por medio de un razonamiento simple, y se con-
Los fenómenos psicológicos, como los fenómenos físicos, no son cibe por analogía con las cosas sensibles.
«puros», es decir, separados del ser, son por el contrario una Esta doctrina, en los tres textos principales en los que se pre-
manifestación del ser; es él el que aparece de una u otra manera. senta (Ver. 10, 8; C.G. in, 46 y S.Th. s, 87, 1) es en cierto modo
Esto queda particularmente claro en el caso de los fenómenos psi- el comentario, la interpretación en una perspectiva aristotélica, de
cológicos. La alegría, por ejemplo, no existe y nunca la da la
en <Archives de
conciencia; pero estoy contento y tengo conciencia de ello. Sin 2. Romana, Norte misma de l'esprit Manain d'aptas saint Thomas,
lutstain, en <Archives
philosophies I, 1; Saint Thomas et notes connaissance de l'esprit
duda podemos pensar separadamente la alegría y su sujeto, pero de philosophies vi, 2; GARDEIL, La PercePtion exPérimentade de Van par d4-mhou;
en

no podemos tener conciencia de una alegría que no sea la nuestra. c/daanges thomistees; WHIMItt La Réflexion ches »int Thome; en eittélengee Mandon-
en <Archives de philo-
nets, t. 1; Da Fixanc«, «Cogito» cortarlas et réflesion ~mista,
Pero, ¿cuál es el sujeto de la vida psíquica? La conciencia, por sophies ni, 2.

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Epistemología general La reflexión

unas palabras de san Agustín: Mens seipsam novit per seipsam autem humanas se habet in genere rerum intelligibilium ut ens in
quoniam est incorporea. potentia tantum. Así, pues, para que pueda conocerse, debz antes
El término mens, que pasará al vocabulario de Descartes, me- pasar de la potencia al acto, es decir, conocer un objeto, el cual es
rece que lo consideremos con atención. ¿Es sinónimo de anima? necesariamente una esencia abstracta de lo sensible y presente en
Santo Tomás no diferencia mucho ambos términos. No obstante, ella gracias a una species. De donde resulta la conclusión de que
hay una diferencia. Mens designa el alma, sin duda, pero en cuanto el espíritu humano no se conoce por su esencia sino por sus actos.
es principio de la actividad intelectual, no en cuanto vivifica un Non ergo pa essentiam suam, sed per actas suos se cognoscit in-
cuerpo. Es lo que se deduce de expresiones como las siguientes: tellectus noster (S.Th. 1, 87, 1).
finura igitur intellectuale principium, quod dicitur ~tu, vel intel- Hay, pues, un orden natural en el desarrollo del conocimiento
lectus, habet operationem per se cui non communian corpus (S.Th. intelectual, y la reflexión no puede ser más que segunda. El primer
1, 75, 2). Mens es pues sinónimo de intellectus más que sinónimo momento es el conocimiento directo de una esencia, el segundo, el
de anima. Pero intellectus no significa la inteligencia como facultad, conocimiento reflejo, de este acto directo, el tercero, el conocimien-
significa el sujeto, de esta facultad, anima intellectiva (cf. 1, 76, 1). to reflejo del principio de este acto (S.Th. 1, 87, 3). Es pues un
Y como que este sujeto no es otro, en realidad, que el alma humana grave error hacer de la reflexión el primer paso del espíritu, según
forma del cuerpo, nada se opone a fin de cuentas a que se tomen el orden cartesiano. «No puede conocerse nada antes de conocer
como equivalentes los términos mena ivadlectus y anima Se leerá la inteligencia —dice ~artes —, porque es por ella que lo conoce-
pues sin sorpresa: Relinquitur igitur animan humanara, quae dici- rnos todo.» «No se puede conocer la inteligencia antes de cono-
tur intellectus vel mens, ase aliquod incorporeum et subsisten cer otra cosa —dice santo Tomás —, porque ella es entonces pura
(S.Th. 1, 75, 2). No obstante, como aquí tratamos de la conciencia potencia.» Santo Tomás admite que ciertos espíritus tienen por ob-
intelectual, el término mens nos parece preferible al de anima. jeto primero su propia esencia: son los ángeles. La cuestión es,
Pues para percibir el principio vital en nosotros, la conciencia sen- pues, saber si el espíritu humano es un puro espíritu; es inútil
sible nos basta, mientras que para percibir el principio del pensa- insistir.
miento, es necesaria la reflexión. Tendremos pues como equivas Esta idea, tan obvia, va muy lejos. Tiene como efecto socavar
lentes nrens, intellectus y mima intellectiva, y los traduciremos como por la base las innumerables filosofías del cogito, todas las filosofías
«espíritu». que, de Descartes a Husserl, toman el yo pensante como punto
Una vez aclarado este punto de filología examinemos cómo se do partida. Pues el yo sólo se revela a sí mismo gracias a su aper-
conoce el espíritu humano. ¿Se conoce «por sí mismo», como dice tura al mundo. Si se encierra en sí mismo, si pone al mundo entre
san Agustín? La respuesta no es simple. paréntesis, se duerme y deja de tener conciencia de sí.
Cuando menos un primer punta es claro: el espíritu humano Admitiendo que el espíritu humano se conoce por sus actos,
solamente se conoce por sus actos. Es un hecho y nos podríamos hay que distinguir ahora dos modos de conocimiento; uno «en
limitar a registrarlo. Pero si se busca la razón, he aquí lo que particular» el otro «en general». El primero responde a la yes
hallamos. La metafísica afirma de un modo completamente general gunta an est, concierne a la existencia de un espíritu en un indi-
que una cosa sólo es cognoscible en la medida en que está en viduo determinado. El segundo responde a la pregunta quid est, con-
acto: Unumquodque cognoscibile est secundum quod est in acta, cierne a la naturaleza o a la esencia del espíritu humano, esencia que
et non secundum quod est in polvillo. Ahora bien, la inteligencia es común a todos'los individuos de la especie humana. Per actum
humana está en potencia respecto de sus objetos, no tiene ideas suum se cognoscit intellectus noster. Et hoc dupliciter. Uno modo
innatas y especialmente no tiene ideas innatas actuales: Intellectus paniculariter, secundum quod Sacrates vel Plato percipit se ani-

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Epistemología general La reflexión

mam intellectivam habere ex hoc quod percipit se intelligere. Alio mo, que es continua y anterior a todo acto, basta para fundamen-
modo in universali, secundum quod trataran: hutnanae mentis ex tar un conocimiento «habitual» o virtual. Cuando, después, el
acta intellectus consideremos (S.Th. 1, 87, 1; cf. C.G. u, 75). espíritu pasa al acto al conocer una esencia abstracta, la concien-
¿Cuál es el valor crítico de estos dos modos de conocimiento? cia habitual se convierte por sí misma en actual sin que se requie-
El primero es intuitivo, el segundo discursivo. El primero es una ra nada más. Tal es, según creemos, el sentido del pasaje siguiente:
experiencia, el segundo una ciencia. El primero es una percepción Quantum ad cognitionem habitualem, sic dio" quod anima per
del espíritu por sí mismo, el segundo una elaboración racional de essentiam se vides, id est ex hoc ipso quod essentia sua est sibi
los datos de la experiencia. El primero goza de certeza absoluta, praesens, est potens exire in actum cognitionis sui ipsius; sicut ali-
el segundo deja lugar al error. Est autem differentia inter has dual quis ex hoc ipso quod babel alicuius scientiae habitum, ex ipsa
cogrdtiones. Non ad primara cognitionem de mente habendam suf- praesentia habitas est potens percipere illa quae subsunt illi habi-
ficit ipsa arenas praesentia, quae est principiara actas ex quo meas tui. Ad hoc autem quod percipiat anima se esse, et quid in se
percipit seipsam, et ideo dicitur se cognoscere per sean praesentiam. agatur attendat, non requintar aliquis habitas; sed ad hoc sufficit
Sed ad secundam cognitionem de mente habendam non sufficit eius sola esencia animae, quae menti praesens est: ex ea enim actas
praesentia, sed requiritur diligens et subtilis inquisitio. Linde et progrediuntur, in quibus actualiter ipsa percipitur (Ver. 10, 8).
multi amaran: anime ignorant, et mula circa tratarían animara Esta doctrina parece muy cercana a la teoría de Leibniz del
erraverunt (S.Th. 1, 87, 1). innatismo virtual; no obstante está separada de ella por un abis-
Sólo nos interesa aquí el primer modo, pues corresponde a lo mo. «No hay nada en la inteligencia que no proceda de los senti-
que hemos llamado la conciencia intelectual, mientras que el se-
dos, decía Leibniz, nisi ipse intellectus. Por lo tanto, añadía, fa
gundo corresponde a lo que se llama, muy mal desde luego, la psi- inteligencia se conoce por sí misma y saca de sí misma un cierto
cología racional. Demos, pues algunas indicaciones suplementarias. número de ideas.» Nosotros hemos negado que la inteligencia sea
En cuanto a la certeza de la conciencia, en primer lugar, obser- innata a sí misma como objeto de conocimiento; es necesario pre-
vemos simplemente que santo Tomás es tan seguro como Descar- cisar esta crítica. La inteligencia «se ve», dice santo Tomás, por
tes. Nadie se ha equivocado nunca, dice, este conocimiento del el sólo hecho de que su esencia le está presente o digamos incluso
alma es absolutamente cierto. Nanas erravit urrequam in hoc quod innata: Essentia sua sibi est innata (Ver. 10, 8 ad 1). ¿No es exac-
non perciperet se vivere, quod pertinet ad cognitionem qua aliquis tamente lo que dice Leibniz? No, pues éste es solamente un cono-
percipit quid in anima sua agatur (Ver. 10, 8 ad 2). Secundam hoc cimiento «habitual», es decir, virtual o potencial. A este nivel, en
scientia asearme est certissima quod unusquisque experitur se ani- realidad, la inteligencia no se ve aún, es solamente capaz de verse.
matiz habere et actas anitnae sibi inesse (Ver. 10, 8 ad 8 in contra). Para que se vea, es necesario que esté en acto, y solamente pasa
Veamos desde más cerca esta experiencia espiritual. Es un co- al acto al pensar una esencia que abstrae de lo sensible. ¿Y qué
nocimiento per identitatem o per praesentiam, que se opone al percibe en este momento? ¿Su esencia? No, su existencia- Dicho
conocimiento per speciem o per similitudinem. El conocimiento de otro modo, aún no tiene ninguna idea de lo que es. Y cuando
se hace por semejanza cuando el objeto existe en sí fuera del espí- intentará formarse una, no tendrá otro medio que utilizar ideas
ritu. Como que tiene que estar presente al espíritu para ser cono- abstraídas de lo sensible. Natura animae cognoscitur per apealar
cido y no va a él físicamente, se le hace presente por medio de una quas a sensibus abstrahimus (Ver. 10, 8).
«especie impresa» o una «semejanza». En el caso de la concien- Podemos ahora aclarar la sentencia de san Agustín de la que
cia intelectual, este elemento es inútil ya que el objeto que hay que habíamos partido. ¿El espíritu se conoce por sí mismo? Depende
conocer es el espíritu mismo. Esta presencia del espíritu , a sí mis- del sentido que se dé a las palabras. Si «por sí mismo» significa

204 205
Epistemología general

«por su esencia», no: se conoce «por sus actos». Pero si «por sf


mismo» significa «por su presencia a sí mismo», sí: una vez en
acto, se percibe. Y, de nuevo, si «conocerse» significa «conocer
su esencia», no: su conciencia no le revela lo que es:' pero si
«conocerse» significa «conocer su existencia», sí: percibe que
existe.

CAPÍTULO TERCERO

LA ABSTRACCIÓN

Un filósofo moderno se creería deshonrado si volviese a plan-


tear la vieja querella de los universales. Y no obstante es un pro-
blema eterno, uno de estos problemas que cada generación de
filósofos encuentra de nuevo en su camino, y debe, de buen o mal
grado, resolver por su cuenta. Los pensadores medievales lo sa-
caron a plena luz, habiéndoles advertido un seguro instinto de que
constituye la clave de toda la epistemología. Las pensadores mo-
dernos lo resuelven, porque nadie puede obrar de otro modo, pero
en la obscuridad, sin haberlo planteado ni discutido, lo que les
expone a toda clase de errores y de confusiones.
Sin embargo, el problema es muy simple de plantear: ¿Cuál
es el valor o la objetividad del concepto, qué es lo que corresponde
en la realidad a las esencias abstractas y universales que pensamos?
Si recibe más comúnmente el nombre de problema de los univer-
sales, más que el de problema de la abstracción, es porque la difi-
cultad principal procede del carácter universal de las esencias, ca-
rácter que deriva del estado de abstracción en el que están en el
espíritu. Puede pues también formularse del modo siguiente: ¿Qué
existencia tiene lo universal?, o: ¿Qué relación tiene con las co-
sas en sí?
Tomaremos como un hecho, establecido en psicolcgía, que
el espíritu humano procede por abstracción, que el concepto es el
acto elemental de la inteligencia y que tiene por objeto las esen-
cias abstractas. Dicho de otro modo, consideramos refutado el no-
minalismo que niega este hecho y reduce el pensamiento a imáge-

206 207
Epistemología general La abstracción

nes y a palabras. Nos quedan entonces tres doctrinas principales el atributo, sin ponerlos en relación. Es on esto solamente que su
que es clásico llamar el realismo absoluto, el conceptualismo y e' objeto es incomplejo. La esencia puede muy bien no ser simple,
realismo moderado. como se deduce manifiestamente de los ejemplos dados. El hom-
Según el realismo absoluto, las esencias existen en sí, o subsis- bre. el buey, ¿son seres simples? De ningún modo. Pero cada uno
ten, tal como las pensamos. Esta doctrina sostenida enérgicamente de ellos es un objeto para el espíritu que los comprende, y no puede
por Platón, reapareció en la edad media. Ya no está representada añadírseles ni quitárseles ningún elemento sin suprimirles. Esto es
en la filosofía moderna, aunque encontramos huellas de ella en los lo que en el tomismo se acerca más a las «naturalezas simples» de
filósofos que «realizan abstracciones», y hasta en Husserl al prin- Descartes.
cipio de su carrera. Según el conceptualismo, nada real correspon- Ahora bien, ¿lo incomplejo, objeto de la simple aprehensión,
de a .nuestros conceptos. En la edad media, esta doctrina se dis- es la esencia? Sí, pero a condición de no tomar el término estric-
tingue con dificultad del nominalismo, y a veces se la llama nomi- tamente. Santo Tomás dice a menudo esencia, naturaleza o incluso
nalismó moderado. Ha adquirido gran importancia en la filosofía substancia; pero aún más quidditas, quod quid est o también quod
moderna pues es uno de los elementos esenciales del idealismo. quid erat esse (a veces en una sola palabra). Dejemos esta última
Según el realismo moderado, por último, las esencias no existen expresión, que es intraducible y ofrece dificultades a los eruditos.
en sí en forma universal, pero tienen un fundamento en la reali- La quiddidad es «lo que alguna cosa es». ¿No es la esencia? La
dad. Es la doctrina de santo Tomás. quiddidad pertenece al orden de la esencia, seguramente, y no al
de la existencia; pero coincide raramente con la esencia de la cosa
estudiada, con la esencia propiamente dicha, «aquello por 'lo que
1. La intuición de las esencias. una cosa es lo que es». Pues es raro que comprendamos exacta-
mente una cosa captando todo lo que es, y nada más que lo que
El primer punto a establecer es que hay una intuición intelectual es. La mayoría de las veces, las cosas nos son desconocidas en
de las esencias abstractas, como hay una intuición sensible de los cuanto a lo que las constituye propiamente. Santo Tomás tiene
seres existentes singulares, y goza de la misma infalibilidad. sobre ello declaraciones que rozan el agnosticismo. No hay que
El texto base es el siguiente: Una operario intellectus est se- tomarlas al pie de la letra, sin duda, pera hay que tenerlas en gran
cundum quod intelligit indivisibilia, puta cuco intelligit hominem cuenta si no se quiere caricaturizar su epistemología. Principia
out bovem, out aliquid huiusmodi incomplexorum. Et haec intel- essentialia rerum sunt nobis ignota (De Anima, x, 1, n.° 15), diffe-
ligentia est in his cima quae non est falsum: tum quia incomplexa rentiae essentiales sunt nobis ignotae (Ver. 4, 2 ad 8; cf. S.Th.
non .sunt vera neque falsa, tum quia intellectus non decipitur in eo 13, 8 ad 2; t, 29, 1 ad 3). La quiddidad no es, pues, obligato-
quod quid est (De Anima, ni, 11, n.° 746). Ésta es la tesis; hay que riamente todo lo que la cosa es en sí misma, sino algún elemento
explicarla y justificarla. do lo que es.
Ante todo hay que hablar de las palabras indivisibilia e incom- Esto nos conduce a señalar, en tercer lugar, que el progreso
plexa. ¿Todas las esencias son simples? Desde luego, no. La in- normal del espíritu es ir de conceptos generales y éonfusos a con-
tención de santo Tomás es sólo oponer dos operaciones de la inte- ceptos particulares y distintos (S.Th. 1, 85, 3). Prius occurrit intel-
ligencia: la simple aprehensión y el juicio. El juicio tiene un lectui nostro cognoscere animal quam hominem. Se podría inclu-
objeto complejo porque afirma o niega un atributo de un sujeto. so hacer retroceder mucho más lejos o más atrás, en la generalidad,
Es una composición si es afirmativo, una división si es negativo. a la quiddidad que capta a primera vista la inteligencia. Pues, en
Mientras que la simple aprehensión consiste en pensar el sujeto o presencia de una cosa, la primera idea que nos viene es simple-

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Venteaux, Epistemología 14
Epistemología general La abstracción

mente la de cosa, res, que es un trascendental aplicable a cualquiera Ahora bien, es evidente que la inteligencia es infalible en la in-
de ellas. Y ello es normal para un espíritu como el nuestro, que tuición de las esencias, porque la esencia es su objeto propio. No
pasa de la potencia al acto. El estado de potencia es el vado, la hay que decir más para la intuición intelectual que para la intui-
ignorancia pura. El acto perfecto es la ciencia completa por la que ción sensible, la razón es la misma. Una facultad de conocimiento
comprendemos la esencia de las cosas de un modo claro y distin- está por naturaleza, per se, ordenada a su objeto; no puede, pues,
to, scientia completa, per quam distincte et detertninate res cog-
dejar de conocerlo cuando se le presenta. Sicut sensus informatur
noscuntur. Entre los dos extremos se sitúa un acto incompleto, un directe similitudine propriorum sensibilium, ita intellectus infor-
conocimiento imperfecto, indeterminado, confuso, scientia imper- matur similitudine quidditatis rei. Unde cima quod quid est intel-
fecta, per quam sciuntur res indistincte et sub quadam contusione 1. lectus non decipitur, sicut nec sensus circa sensibilia propria (S.Th.
La quiddidad que capta la inteligencia puede estar, pues, a un nivel
1, 17, 3; cf. S.Th. 1, 58, 5; S.Th. 1, 85, 6).
cualquiera de generalidad, tan pobre y confuso como se quiera. No obstante, añade enseguida santo Tomás, por accidente la
Y una vez más debemos rechazar el prejuicio cartesiano según el inteligencia puede equivocarse sobre la quiddidad. ¿De dónde pue-
que una intuición es necesariamente clara y distinta. de provenir tal accidente? De ningún modo, como para los senti-
Por último, hay que observar que la quiddidad se expresa en dos, de alguna indisposición de un órgano, pues las operaciones
una definición. Si se deja a un lado el problema literario que con- de la inteligencia son inorgánicas. Nos queda pues que el error
siste en hallar las palabras apropiadas y las expresiones justas para afecte a la simple aprehensión en la medida en que se mezcle en
expresar lo que se ha comprendido, no hay problema especial que ella alguna «composición». Quia yero falsitas intellectus per se
concierna a la definición: se reduce a la comprensión de las esen- solum cima compasitionem est, per accidens etiam in operatione
cias. La lógica da las reglas de la definición perfecta: debe hacerse intellectus qua cognoscit quod quid est potest esse falsitas, in quan-
por el género próximo y la diferencia específica. Pero este ideal tum ibi compositio intellectus admiscetur (5.711. 1, 17, 3).
raras Veces se consigue porque las diferencias específicas la mayor ¿Cuándo se produce esto? Santo Tomás distingue dos casos:
parte de las veces nos son desconocidas. En muchos casos, tendre- cuando la inteligencia atribuye la definición de una cosa a otra,
mos, pues, que contentarnos con aproximaciones, con definiciones y cuando construye una definición con unos elementos que no pue-
extrínsecas o descriptivas. Se definirá una cosa por una de sus pro-
den asociarse a ella. Uno modo, secundum quod intellectus defini-
piedades o por un efecto notable, o incluso por un accidente cual- tionem unius attribuit alted, ut si definitionem circuli attribuat
quiera (cf. Meta. vil, 12, n.° 1542). Además, los géneros supre-
homini; urde definido unius est falsa de altera. Alio modo, se-
mos y los trascendentales son indefinibles por definición, si nos cundum quod partes definitionis componit ad invicem, quae simul
atrevemos a decirlo. Lo que no impide que los comprendamos. sociari non possunt. Sic enitn definido non est solum falsa respecto
Por el contrario, porque los comprendemos sin definirlos, pode- alicuius rei, sed est falsa in se (S.Th. r, 17, 3).
mos definir todo lo demás. Así, pues, cuando santo Tomás dice El primer caso no ofrece dificultad. Si atribuimos a una cosa la
que la esencia es aquello que la definición significa, essentia proprie definición de otra, hacemos un juicio, y nos equivocamos. Pero,
est id quod significatur per definitionem (S.Th. 1, 29, 2 ad 3), debe ¿hay también juicio en el segundo caso? No es evidente que lo
entenderse con alguna reserva. La esencia propiamente dicha sola- haya. Parece, por el contrario, que el espíritu se limite a hacer una
mente la significa la definición perfecta; la esencia, en el sentido síntesis de elementos incompatibles. No obstante, si se quiere
amplio de la palabra, la significa una definición cualquiera.
definir algo por esta síntesis, hay en la definición un juicio implí-
1. Cf. 'Arrean, La Connaissance contase, en «Reveo des sciences philosophiques et cito, a saber, que algo responde a la síntesis, y este juicio es falso.
theolagiquesa 1928. Es lo que se deduce del ejemplo dado por santo Tomás: Ut si

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Epistemología general La abstracción

formet talen: definitionem: animal rationale quadrupes, falsas est lectual si buscamos qué existencia tiene la esencia aprehendida.
intellectus sic definiendo, propterea quod falsas est in formando Éste es, tal como hemos comprendido, el problema de la «objeti-
hanc compositionem: aliquod animal rationale est quadrupes (S.Th. vidad» del pensamiento abstracto.
1, 17, 3). La respuesta a esta cuestión es muy compleja. Hay, en efecto,
Así, pues, si hay un error en la definición, es siempre en la me- para una misma esencia diversos estados posibles, y la respuesta
dida en que implica un juicio, hoc erit in ordine ad affirmationem cambia completamente según el punto de vista que se adopte.
et ad negationem vi, 4, n.° 1237); non enim decipitur quis Santo Tomás presenta una síntesis de su doctrina en el capítulo tv
cima quod quid est nisi componendo et dividendo (Meta. rx, 11, de De ente et essentia, que es el eje de toda esta parte de la crítica.
n.° 1908). He aquí primero el esquema. Una esencia o una naturaleza
Concluyamos pues que la inteligencia es infalible en la intuición pueden considerarse de tres modos: según la existencia que tiene
de las esencias. Sólo puede equivocarse cuando rebasa la simple en las cosas, según la existencia que tiene en el espíritu, y por últi-
aprehensión hacia un juicio. Respecto de una esencia, sólo son mo, haciendo abstracción de toda existencia. Tllplex est diarias
posibles dos hipótesis: la inteligencia la comprende o no la com- naturae considerado. Una, prout consideratur secundum esse quod
prende, la capta o la ignora. habet in singularibus, sicut natura lapidis in bac vel in illa
Si se quisiera ceñir más la cuestión, aún habría que distinguir Alia est considerado alicatas naturae secundum suum esse intelli-
dos casos. Si se trata de una cosa realmente simple, no hay medio gibile, siaa natura lapidis consideratur prout est in intellectu.
entre comprenderla entera e ignorarla totalmente: In cognascendo Tertia est considerado naturae absoluta, prout abstrahit ab atraque,.
quiddittues simplices, non potest intellectus esse falsas, sed vel est secundum <pum considerationem considera/uf natura lapidis quan-
verum, vel totaliter nihil intelligit (S.Th. 1, 17, 3; cf. Meta. ix, I I, tum ad ea ~ruin quae per se competant Cali naturae (Quodlibe-
n.° 1905-1909). Si se trata de una cosa compleja en si misma, la tales, vitt, 1, 1).
alternativa ya no es tan absoluta, pues puede comprenderse más o Pero hay un orden racional en estas consideraciones, observa
menos exactamente. Puede comprenderse, por ejemplo, que el enseguida santo Tomás, y no es el que acabamos de indicar. Pues
triángulo es una figura geométrica, sin comprender que esté for- la esencia sólo puede existir en la inteligencia si existe primero en
mado por tres rectas que se cortan dos a dos en un plano. Hemos las cosas de dónde la inteligencia la obtiene; y no puede existir
visto, en efecto, que la marcha normal del espíritu a ir de lo ge- en las cosas si primero no es ella pura y simplemente. Por consi-
neral a lo particular, de lo indeterminado a lo determinado. No guiente, la primera consideración es la de la esencia pura, sin rela-
obstante, comprender a qué genero pertenece una cosa, es com- ción con la existencia; la segunda es la de la esencia existente
prender esta cosa, aunque confusamente. De modo que, a fin de en las cosas; la tercera es la de la esencia existente en el espíritu.
cuentas, subsiste la alternativa: no hay medio entre comprender y Y este es el orden que sigue santo Tomás en el De ente et essentia
no comprender, y si se comprende, aunque confusamente, lo que que acabamos de comentar.
es una cosa, se la conoce verdaderamente. Así.. Pues, primero hay que considerar la esencia en si misma,
secundum rationem propriam, sin relación con ninguna especie de
existencia. Por ejemplo, yo pienso «hombre», comprendo lo que es
2. Los tres estados de la esencia. el hombre, sin mirar nada más, nada distinto de esta quiddidad.
Es lo que santo Tomás llama consideratio absoluta naturae, y sus
Admitiendo pues que hay una intuición de las esencias abs- comentaristas natura absoluta: la esencia es considerada absoluta-
tractas, daremos un paso más en la crítica del conocimiento inte- mente, con independencia de toda relación con la existencia.

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Epistemología general La abstracción

De esta manera la esencia es captada por la intuición directa Ahora, hay que considerar la esencia en cuanto existe de un
y primitiva de la inteligencia. Poco importa el mecanismo de la modo u otro, secundum esse quod habet in hoc vel in illo. Ahora
abstracción que la ha separado, poco importa también que la ex- bien, una esencia puede tener dos tipos de existencia diferentes, en
periencia sensible sea el punto de partida necesario de todo el las cosas y en el espíritu. Haec natura duplex habet ene, unum in
proceso; en el momento en el que se realiza el destello de la inte- singularibus, aliud in anima.
ligencia, la esencia es captada en sí misma absolutamente. Resulta En las cosas, la esencia tiene de nuevo tantas existencias dife-
pues vano preguntar en este momento si la esencia existe., o cómo rentes como individuos diferentes haya, multiplex habet ene se-
existe, puesto que se ha hecho abstracción de todos los modos de cundam singularium diversitatem. Por sí misma, no exige ninguna;
existencia que pueda tener. No se niegan, no se excluye ninguno, pues si la esencia «hombre» exigiese existir en un individuo de-
pero simplemente, no se consideran aún. Natura absolute conside- terminado, por ejemplo Sócrates, no se encontraría en ninguna
rata abstrahit a quolibet ene, ita tatuen quod non fiar praecisio otra parte y Sócrates sería el único hombre. Pero inversamente, no
aliadas earum. excluye ninguna, pues si la esencia «hombre» repugnase existir
Tal vez es, pues, éste el punto de vista superior a la alternativa en un individuo determinado, éste no sería un hombre.
idealismo-realismo, que habíamos buscado inútilmente en la filo- Igualmente, la esencia es idéntica en todos los individuos que
sofía moderna. Podría dar nacimiento a una fenomenología pura la realizan, sus caracteres no se modifican en nada por el hecho
que se limitaría a definir y analizar las esencias absolutas, sin atri- de que exista, porque todos los hombres son hombres. Si cambiase
buirles ningún carácter derivado de los diversos modos de existen- por poco que fuese en el momento de ser realizada, no sería real.
cia que puedan tener. Una disciplina así no sería ni una lógica ni No obstante., como real, no es universal, pues ningún hombre es
una metafísica, pues el lógico considera las esencias en cuanto la humanidad, cada hombre por el contrario es un individuo dis-
existen en el espíritu, y el metafísico las considera en cuanto exis- tinto de todos los demás. In Socrate non invenitur communitas
ten en la realidad (cf. Meta. vit, 13, n.° 1576; vtt, 17, n.° 1658). aliqua, sed quidquid est in eo, individuatum est.
Por tanto, es posible una fenomenología pura, pero nunca ha sido Estamos esta vez muy próximos al existencialismo. Nada sería
desarrollada. Por lo menos no es la de Hegel ni Husserl. más fácil que traducir lo que precede en términos kierkegaardia-
Para Hegel es muy claro. Es idealista de punta a punta, pues nos. Todo lo que se halla en un individuo está individualizado:
su fenomenología se identifica con su metafísica, que a su vez se Kierkegaard no dice otra cosa con su categoría de «lo único». Cada
identifica con su lógica. Ahora bien, identificar la metafísica con hombre, y nosotros diríamos más ampliamente cada ser, es único,
la lógica, es profesar el idealismo, pues es considerar el ser y las incomunicable. Y como nosotros pensamos por conceptos abs-
esencias como puros objetos de pensamiento. tractos, nos vemos inevitablemente conducidos a la consecuencia
En Husserl, está menos claro. Su «reducción» pone la existen- de que el individuo como tal o la individualidad, es para nosotros
cia entre paréntesis y abre así el acceso de la fenomenología; pero inconcebible. Es una especie de axioma de la lógica aristotélica:
ésta es objeto de interpretaciones divergentes. De hecho, en Husserl. el individuo es «inefable», es decir, indefinible, lndividuum est
no se distingue de la duda metódica, y conduce recto a un idea- ineffabile.
lismo trascendental en el que todo se reduce a unas esencias pen- ¿Diremos, pues, que es absurdo o, cuando menos, misterioso?
sadas y a un yo puro que las piensa. Pero la reducción podría sal- Misterioso, sí; absurdo, no. La palabra es demasiado fuerte, y
varse si se viese en ella una abstracción que tuviera por objeto señala el punto preciso en el que el existencialismo deja de ser
separar las «naturalezas absolutas» sin afirmar o negar de ellas verdadero. Una sola cosa le falta, en efecto, para ser satisfactorio,
ninguna especie de existencia. pero es importante: percibir la verdad de la tesis opuesta. Pues

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Epistemología general La abstracción

razonablemente no puede negarse que no sea la misma esencia singular. La esencia real no es universal, es singular. La esencia
que esté diversamente individualizada. La esencia no deja de ser pensada es universal. De ahí se sigue que puede atribuirse a los
ella misma, por el hecho de que exista en uno u otro individuo. De individuos la esencia absoluta: Sócrates es hombre. Pero no puede
otro modo no podría decirse que Sócrates es un hombre, que Pla- atribuirselesila esencia tal como existe en el espíritu, es decir,
tón es un hombre, que Sócrates y Platón son hombres, pues no lo como género o especie: Sócrates no es el género humano. Pero
serían en realidad. aunque es universal si se la compara con los individuos reales que
Por último, la esencia existe también en el espíritu que la co- representa, la esencia pensada es individual si se la considera en
noce. ¿Cuál es este nuevo modo de exigencia? Considerándolo relación con el espíritu que la piensa. Quamvis haec natura
bien, es doble, pues la esencia pensada tiene dos aspectos o dos intellecta habeas rationem universalis secundum quod comparatur
relaciones. Tiene relación, por una parte, con los individuos que ad res extra animara, quia est una similitudo omnium, tomen se-
la realizan fuera del espíritu y que ella representa; por otra parte, cundían quod habet ase in hoc intellectu vel in ello, est species
con el espíritu que la piensa y la hace existir como pensada. quaedam intellecta particularis.
Según el primer punto de vista, prescinde de los caracteres in- La esencia existente en el espíritu está tan individualizada co-
dividuales, en virtud de su constitución. Tiene pues una relación mo la esencia existente en las cosas porque solamente existe como
uniforme con todos los individuos que existen en sí fuera del es- pensamiento de este o aquel espíritu que es un individuo. El con-
píritu; los representa a todos igual e indistintamente; los da a cepto de triángulo, por ejemplo, por más universal que sea ya que
conocer a todos por lo que son esencialmente. Consideremos, por se aplica a cualquier triángulo, no es por ello menos individual ya
ejemplo, la naturaleza humana, es decir, la esencia «hombre». que es concebido por mí. Es un grave error sostener que el espíri-
Ipsa natura humana habet esse in intellectu abstractum ab otnni- tu que piensa la esencia es universal, impersonal, porque la esencia
bus individuandbus, et ideo habet rationem uniformern ad omnia tiene una extensión universal. Unde pata defectus Commentatoris
individua quae sunt extra animan, prout aequaliter est similitudo qui voluit, ex universalitate fornrae intellectae, unitatem intellectus
omnium et inducen in cognitionem omnium in quantum sunt in omnibus hominibus concludere; quia non est universalitas illius
hombres. formae secundum esse quod habet in intellectu, sed secundum quod
De ahí se sigue que la esencia pensada está dotada de cierta refertur ad res.
extensión, es universal, es un género o una especie, según la cla- El comentarista de Aristóteles que aquí se menciona es Ave-
sificación de los conceptos que da la lógica. Ex hoc quod talan rroes, y santo Tomás ha criticado su teoría de «la unidad del inte-
reladonem habet (natura) ad omnia individua, intellectus adinvenit lecto» en muchos lugares de su obra. Ahora bien, el averroismo
rationem speciei et attribuit sibi (la inteligencia llega a la noción no está tan caducado como podría creerse. Ha vuelto a tomar vida
de especie y la atribuye a esta esencia). Por tanto, podemos decir, en el idealismo postkantiano, para el que los diversos espíritus
con los comentaristas árabes de Aristóteles, Averroes y Avicena, humanos son solamente manifestaciones de un único espíritu im-
que es la inteligencia la que hace la universalidad en las cosas; personal. Pero, como dice santo Tomás, el hecho de que el pen-
unde dicit Commentator quod intellectus est qui facit universali- samiento sea universal en cuanto a su objeto no implica que lo
talan in rebus. La inteligencia puede pues atribuirse a sí misma sea también en cuanto a su sujeto. De hecho, no existe pensa-
la universalidad puesto que ella es su causa, a la vez que la atri- miento que no sea el pensamiento de alguien. No hay contradic-
buye a la esencia que existe en ella. ción alguna en sostener a la vez que en el espíritu, la esencia tiene
Así la esencia sólo es universal en tanto que está en el pen- una existencia individual y un valor universal.
samiento. La esencia absoluta es indiferente, no es ni universal ni

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Epistemología general La abstracción

áimilitudo coloris et non odoris. Similiter humanitas quae intelli-


3. El valor del concepto abstracto. gitur, non est nisi in hoc vel in dio hoinine. Sed quod humanitas
apprehendatur sine individuantibus conditionibus, quod est ipsam
La doctrina de los tres estados de la esencia es la clave del pro- abstrahi, ad quod sequitur intentio universalitatis, accidit humani-
blema de los universales. Contiene los principios de su solución y tati secundam quod perficitur ab intellectu in quo est similitud°
no tenemos más que desarrollar sus consecuencias. naturae speciei et non individualium principiorum (S.Th. 1, 85, 2
En primer lugar, hay que precisar las nociones. ¿Qué es un ad 2; cf. STh. 1, 85, 3 ad 1; Meta. vti, 13, n.° 1570-1571; De Anima,
«universal»? Respuesta: Quod natum est mulas inesse et de mul- 12, n.° 378).
as praedicari, quod natum est pluribus inesse, unum in multis, Comentemos un poco este texto. Lo primero que hay que hacer
commune multis (Aleta. vil, 13, n.° 1570-1574). Definamos pues el es sostener firmemente el realismo del pensamiento abstracto. Para
universal: unarn aptum inesse pluribus, una esencia capaz de ello, en vez de decir que la esencia pensada sólo existe en las cosas,
existir en muchos individuos. Es inútil añadir que la esencia puede non est nisi in singularibus, valdría más decir que existe en las
atribuirse a los individuos en que existe, esto se comprende. Pero cosas. Es por otra parte lo que hace santo Tomás: Ipsae naturae
tal vez sería útil observar que una esencia, que de hecho no está quibus accidit intentio universalitatis, sunt in rebus (De Anima, 14
realizada más que en un solo individuo, no deja de ser universal si 12, n.° 380). Dice también que los conceptos universales, como
puede realizarse en otros («como el sol y la luna», dice santo animal u hombre, significan la substancia de las cosas, de tal ma-
Tomás). nen que les son atribuidos para definir lo que son: Universalia,
El problema que aquí nos interesa es saber qué existencia tie- ut gens et species, substantias rerum significant ut praedicantur
nen las esencias universales que pensamos. La posición de santo in quid; animal enim significat substantiam eius de quo praedica-
Tomás es la siguiente: El universal como tal no existe en sí, sino tur, et homo similiter (Meta. vii, 13; n.° 1570). Santo Tomás es
solamente en el espíritu, porque la universalidad de una esencia más radical aún; dice que la definición (si está convenientemente
deriva de su estado de abstracción, y la abstracción es un acto de construida, evidentemente) es idéntica a la cosa definida: Definitio
inteligencia. Pero la esencia que el espíritu concibe en forma uni- est ídem rei (Meta. vir, 9, n.° 1462).
versal existe en sí en forma singular en las cosas, de modo que el ¿Cómo se justifica este realismo? Por el hecho de que el con-
universal tiene un fundamento real. cepto es abstracto. Y en este punto la cuestión psicológica del
Veamos primero el conjunto, luego volveremos sobre los pun- origen de las ideas viene a interferirse con la cuestión crítica de su
tos principales. En primer lugar, he aquí un texto, entre muchos valor. Pues si la inteligencia no tiene ideas innatas, si obtiene de
otros que presenta con gran claridad la doctrina: Cum dicitur la experiencia sensible todo el contenido de sus conceptos, lo que
universale abstractum, duo intelliguntur, scilicet ipsa natura rei, et éstos representan es real. Ahora bien, tenemos por un hecho el
abstractio seu universalitas. Ipsa igitur natura, cui accidit vel in- proceso abstractivo de la inteligencia. Por consiguiente la esencia
telligi, vel abstrahi, vel inundo universalitatis, non est nisi in singa- pensada existe en las cosas ya que de ellas se saca
laribus. Sed hoc ipsum quod est intelligi, vel abstrahi, vel intentio Pero, después de afirmar esto, hay que añadir inmediatamente
universalitatis, est in intellectu. Et hoc possumus videre per simile que la esencia no está en las cosas tal como está en el espíritu. En
in sensu. Visus enim videt colorem pomi sine eius adore; si ergo las cosas es singular, porque sólo existen individuos; mientras que
quaeratur ubi sit color qui videtur sine adore, manifestum est quod en el espíritu es universal porque es abstracta.
color qui videtur non est nisi in ponto. Sed quod sit sine atore Nihil est in rerum natura praeter singularia existen, nada existe
perceptus, hoc accidit el ex ea parte visas, in quantum in visa est en la realidad, sino individuos (Meta. XL 2, n.° 2174). Y aquí tiene

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Epistemología general La abstracción

su lugar la crítica aristotélica del realismo platónico; forma parte El universal, como tal, es pues un ser de razón, no nos es dado
a la vez de la metafísica y de la epistemología. Pues las Ideas pla- sino construido, resulta de un acto de inteligencia, la intentio uni-
tónicas son universales que subsisten, esencias que existen como versalitatis. ¿Qué es esto? Es una «intención segunda», siendo la
universales en sí fuera del espíritu. Aristóteles muestra por una intención primera del espíritu la intuición de la esencia absoluta.
parte que no pueden existir, y por otra parte que, si existiesen, Consiste en dotar a la esencia de una extensión, en pasar de la
no podrían fundamentar la ciencia (Meta, 1, 14-17; ni, 9; vil, comprensión a la extensión. ¿Y cómo se realiza? Reflexionando
13-16). en las posibilidades de aplicación del concepto. Primero, situán-
En cuanto al primer punto, entre los numerosos argumentos dolo en la jerarquía de los géneros y de las especies: el concepto
que da, el siguiente nos parece ser el más eficaz y profundo: entre de animal, por ejemplo, tiene una extensión mayor que el concep-
la unidad y la multiplicidad, hay oposición cuando se trata de un to de hombre, es un género que contiene esta especie junto con
ser existente; una cosa existente en sí no puede existir en otras. otras; pero tiene una extensión más restringida que el concepto de
Id quod est untan subsistens non potes[ multis inesse. Haec enim viviente, es una especie de un género más amplio. Pero en defini-
duo sunt opposita: quod aliquid sit separatum per se existen, et tiva, la extensión se determina evidentemente en relación con los
lamen habeat esse in multis (Meta. vil, 16, 11.° 1642-1643). De este individuos. Lá intentio universalitatis, consiste pues en rebajar,
modo, la idea platónica estalla, por así decirlo. O bien existe en por así decirlo, la esencia pensada a la experiencia.
sí, pero entonces es un individuo distinto de todos los demás e in- Observemos por último, que no hay nada imposible, ni asom-
comunicable. O bien es universal, apta para existir en muchos broso, en que una misma esencia exista de dos modos distintos.
individuos, pero entonces no existe en sí. No es en modo alguno necesario que tenga en el espíritu el mismo
En cuanto al segundo punto, es evidente que si las Ideas exis- tipo de existencia que en las cosas. Non oportet quod modo illo
ten fuera del mundo sensible, el conocimiento de las Ideas no sil species in intellectu quo (est) in re (Meta. r. 10, n.° 158). Al
puede servir en nada para conocer las cosas sensibles (S.Th. contrario, no puede tener la misma existencia en el espíritu que en
84, 1; cf. Meta. 1, 15, n.° 227; vit, 5, n.° 1363-1365). Si el género las cosas, pues en él es recibida, conocida; está pues en él ad
«animal» y la especie «hombre», por ejemplo, fuesen substancias, modum recipientis, ad modum cognoscentis. Ya en las cosas sen-
si existiesen en sí fuera de Sócrates, no podríamos atribuirselas, y sibles, una misma forma, como la blancura, existe de modos dis-
al conocerlas no lo conoceríamos a él. Genus et species non praedi- tintos según los individuos. En los sentidos, es recibida sin materia.
carentur de hoc individuo: non enim potes! dici quod Socraies si! Con mayor razón es recibida en la inteligencia según las condicio-
hoc quod est separatum ab eo; nec separatum illud proficeret in nes de ésta, es decir, abstracta y espiritualmente (S.Th. 1, 84, 1;
cognitione huius singularis (De ente et essentia, c. iv).
cf. Ver. 10, 4).
No puede, pues, admitirse que las esencias existan como uni- El error de Platón consiste precisamente en creer que el objeto
versales fuera de las cosas singulares. No puede tampoco admitirse pensado debe existir en sí de la misma forma que en el pensamien-
que existan como universales en las cosas. Este punto es tan evi- to. El error del conceptualismo es idéntico. En efecto, si se acepta
dente, que santo Tomás casi no insiste en él. Recordemos al menos el principio de Platón y se rechaza su realismo, la única solución
esta especie de principio que ya habíamos señalado: en un indi- que queda es decir que nada real corresponde a la esencia pensada.
viduo, todo está individualizado, quidquid est in individuo indivi- Se oscila así del realismo absoluto al conceptualismo. Pero si se
duarum est. El individuo, por definición, es uno en sí mismo y dis- profundiza en ambas doctrinas se advierte que ambas reposan so-
tinto de todos los demás; no puede pues tener dos partes, de las bre el mismo principio, y que este principio es falso.
que una le sería propia y la otra común con otros individuos.

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La abstracción
Epistemología general

El punto delicado, para toda teoría del conocimiento científico,


4. Defensa e ilustración de la abstracción. es explicar la conjunción de las matemáticas y de la experiencia.
Pues la experiencia, como Kant y Leibniz han subrayado, nunca
La abstracción es, con toda evidencia, un modo de conoci- da más que hechos particulares y contingentes, mientras que las
miento muy imperfecto. Los capítulos en que santo Tomás trata leyes científicas son universales y necesarias. ¿Cómo explicar, pues,
de la inteligencia divina y de la inteligencia angélica podrían tam- el éxito de la ciencia?
bién titularse: De la imperfección de la inteligencia humana. Ma- El realismo absoluto fracasa, como hemos visto, y tan com-
nifiestan sus límites y formulan con anticipación casi todas las pletamente que ya nadie lo sostiene. El nominalismo fracasa igual-
críticas que se han podido hacer de la abstracción. Todas ellas mente, pues reducir la ciencia a que no sea más que un lenguaje
se resumen en que la inteligencia humana se ve obligada a sacar cómodo, como hacía Poincaré, es negar que sea un conocimiento,
sus ideas de lo sensible, que tiene por objeto propio un dominio es negarla pura y simplemente. El idealismo, por el contrario, lo
muy restringido del ser: las cosas materiales, y que incluso en este consigue, pero sacrificando lo real, como podemos ver en Brun-
dominio, deja escapar los caracteres individuales así como la exis- schvicg o en Le Roy. Y la teoría aristotélica de la abstracción
tencia de sus objetos. proyecta sobre el problema toda la luz que podamos desear.
Pero, dicho esto, hay que afirmar que la abstracción, por defi- Lo real nos es dado por la experiencia, que es una comunión
ciente que sea, es un procedimiento correcto, o como se decía en del hombre y del mundo. La inteligencia abstrae las esencias de
las escuelas medievales, que abstraer no es mentir, abstrahentium la experiencia• pasa así de lo sensible a lo inteligible, de lo indi-
non en mendacium. vidual a lo universal, de lo contingente a lo necesario. Ahora bien,
Para que una aprehensión sea verdadera, no es en modo alguno las leyes científicas no son nada más que relaciones esenciales,
necesario que sea exhaustiva, que capte todo lo que la cosa es. descubiertas y-afirmadas por la inteligencia. Pueden ser los ele-
Basta que lo que capte esté en la cosa. Y así procede la inteligen- mentos constitutivos de una esencia, por ejemplo: ¿qué es la luz, la
cia abstractiva: aprehende la esencia de la cosa sin sus caracteres electricidad? Pueden ser las-propiedades que derivan de una esen-
individuales. Sería falsa si juzgase que la esencia existe sin estos cia, por ejemplo: ¿cuáles son las propiedades del hierro, del
caracteres, pero no lo es al concebir la esencia sin concebir sus ca- cobre? Pueden ser las relaciones que unen entre si diversas esen-
racteres individuales; como tampoco es falsa la vista al percibir cias, por ejemplo: ¿qué le ocurre a la luz cuando atraviesa un
el color de una rosa sin percibir su olor. Non lamen intellectus est prisma, cuando se encuentra con un espejo? De todos modos, las
falsas dum aprehendit naturam communem praeter principia indi- leyes conciernen a los universales.
viduantia sine quibus esse non potest in rerum natura. Non enim La abstracción da cuenta exactamente de los caracteres in-
aprehendit intellectus quod natura communis sir sine principiis indi- versos, pero complementarios, del conocimiento científico. Las
viduantibus; sed aprehendit naturam communem non aprehendendo esencias son abstractas, por lo tanto en el pensamiento las leyes
principia individuantia; et hoe non est frisan?. Non enim exigitur son necesarias y universales. Las esencias son abstractas, por lo
ad veritatem apprehensianis ut, quia aprehendit rem aliquam, tanto las leyes del pensamiento tienen un fundamento real y son
uprehendat omnia quae insista el (De Anima, II, 12, n.° 379; cf. aplicables a todos los casos particulares que pueda suministrar la
S.T h. 1, 85, 1 ad 1). experiencia. Tracemos aún una vez más las articulaciones de esta
Pero no basta decir que la abstracción no es falsa. Por ella doctrina con dos textos de santo Tomás: Sensus sunt singularium
la inteligencia penetra hasta la naturaleza íntima de las cosas, y quae sunt extra animara; scientia est universalium quae sunt quo-
dammodo in anima. Universalia, secundum quod sunt universalia,
por ello fundamenta la ciencia y da cuenta de sus características.

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222
Epistemología general La abstracción

non sunt nisi in anima; ipsae autem naturae quibus accidit intentio tencia es para una cosa su perfección primera y fundamental. La
universalitatis, sunt in rebus (De Anima, 11, 12, n.° 375 y 380). esencia, por sí misma, es sólo capaz de existir; recibe la existencia
Así, pues, no hay que buscar para el conocimiento científico de sus causas, ya sea la existencia real de las causas que la realizan,
otro fundamento que la abstracción. ya sea la existencia ideal del espíritu que la piensa. Dejando apar-
¿Pero la abstracción no necesita a su vez un fundamento? Es te, evidentemente, el caso problemático de un ser cuya esencia
cierto, pues no podemos evitar preguntarnos Mino es posible. fuese existir, que no tendría pues causa, sino que seria la causa
Pero si suscitamos esta cuestión, nos metemos necesariamente en primera de toda existencia contingente (De ente et essentia, s. y).
el terreno metafísico, pues no puede responderse a ella sin buscar La segunda tesis sólo concierne a las cosas materiales. Pero
lo que deben ser el espíritu y las cosas para que la esencia de las como éstas son el objeto propio y proporcionado de la inteligen-
cosas aparezca al espíritu. La explicación de la abstracción nos cia humana, la teoría de la individualización por la materia rige
la dará, pues, una psicología y una cosmología «racionales», des- la teoría de la abstracción. Pues, ¿cómo es posible abstraer sin
arrolladas paralelamente. Veamos sus principales rasgos. mentir, concebir sin caracteres individuales una esencia que sólo
Del lado del sujeto, el fundamento de la abstracción es la acti- existe con estos caracteres? Solamente es posible con una condi-
vidad intelectual. Puesto que las esencias no existen en sí, sino que ción: que los principios individuantes no formen parte de la esen-
están inmersas en lo sensible, no son inteligibles en acto, sino cia. Es preciso, pues, que en los cuerpos haya dos elementos o dos
sólo en potencia: no pueden actuar por sí mismas sobre la inteli- principios constitutivos: uno que sea inteligible y común a todos
gencia e impresionarla o moverla como hacen para los sentidos los individuos de la misma especie, otro que no sea inteligible y
los sensibles propios que existen en acto fuera del sujeto. Es nece- que sea principio de diferenciación entre los individuos. Encon-
sario, pues, que la inteligencia tome la iniciativa, y que actualice tramos así la teoría cosmológica llamada el ahilemorfismo», pues el
lo inteligible inmanente en las cosas. Dejemos a un lado los deta- primer elemento es la forma y el segundo la materia. Natural-
lles; nos basta señalar que la explicación de la abstracción se mente, si la estudiamos desde más cerca, la cuestión se complica.
encuentra en la teoría del entendimiento agente (S.Th. I, 79, 3; Pues la materia es pensable indirectamente, es decir, en relación
S.Th. 1, 84, 6). con la forma, podemos hacemos de ella una idea general indeter-
Del lado del objeto, son necesarias dos tesis para explicar la minada, y como materia intelligibilis, forma parte de la esencia
posibilidad de conocer las esencias abstractas: primero la distin- de los cuerpos y entra en su definición: el hombre no puede con-
ción entre la esencia y la existencia, después la individualización cebirse sin un cuerpo, un cerebro, un corazón, etc. Así tenemos
por la materia 2. que decir que el principio de individualización es la materia deter-
La primera pertenece más a la ontología que a la cosmología, minada, materia signata, y más precisamente aún la materia de-
pero esto no tiene importancia. Es necesaria para fundamentar la terminada cuantitativamente, materia quantitate signata: tal cuerpo,
doctrina de los tres estados de la esencia. Que una misma esencia tal cerebro, tal corazón definirían a Sócrates si fuese posible una
pueda ser considerada con independencia de toda existencia, su- definición del individuo; pero no entran en la esencia y la defi-
pone manifiestamente que la esencia es distinta de la existencia. nición del hombre, porque varían según los individuos (De. ente
Lo que se demuestra por argumentos propiamente metafísicos. Y si et essentia, c. 11).
se quiere precisar cuál es la relación de la esencia con la existen- Observemos para concluir que esta incursión en la metafísica
cia, se verá que es una relación de potencia a acto. Pues la exis- es inevitable, si se profundiza en la epistemología. Además, re-
sultaría fácil mostrar que no hay epistemología, ni siquiera idea-
2. Cf. FO ST, La Ser.anre du concret setos sant Thomas.
lista o crítica, que no sea de hecho correlativa a una metafísica.

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Verneaux, Epistemología 15
La afirmación

a lo real porque captaría la existencia a la vez que la esencia. Pero


para nuestra inteligencia el juicio es el único medio de remediar
los inconvenientes de la abstracción.
El problema crítico del juicio vena sobre los fundamentos de la
afirmación. Hemos mostrado de un modo general que lo que ga-
rantiza en último análisis la verdad de nuestros juicios es la evi-
dencia. Sabemos también que la evidencia es doble: sensible e in-
CAPÍTULO CUARTO telectual. Hemos hablado suficientemente de la evidencia sensible.
Nos queda, pues, por tratar la evidencia intelectual, es decir, de
LA AFIRMACIÓN los primeros principios'.

Si la inteligencia no dispusiera más que de conceptos, estaría 1. Los primeros principios.


condenada a nutrirse de esencias, quedaría definitivamente sepa-
rada de la existencia y por consiguiente no podría conocer la ver- La noción de principio es bastante variable. En sentido amplio,
dad. El juicio es el acto por e( que llega a «ajustarse a lo real», un principio es simplemente el primer término de una serie cual-
como hoy día se dice, o tomar pie en el plano de la existencia. quiera: Principiam dicitur illud quod est primum (Aleta. y, 1,
Por ello tendremos filosofías muy diferentes según el acto que pon- n.° 761). Por ejemplo, se llamará «principio de un movimiento»
gamos en el centro de su epistemología. El concepto da origen su punto de partida. En sentido estricto, un principio es el ori-
a una filosofía esencialista, y lo contrario es una filosofía existen- gen de donde deriva algo, id unde aliquid procedit quocumque modo
cialista. El juicio da origen a una filosofía que no es ni esencialista (S.Th. 1, 33, 1). En este sentido propio, hay tres clases de princi-
ni existencialista, pero a la que no le vendría mal el nombre de pios: en la línea del ser, en la del devenir, y en la del conocimiento.
existencial. Aquí nos interesan solamente estos últimos. ¿Cuáles son?
En la vida intelectual, el papel del juicio es doble. Consiste Tenemos que precisar más. Pues el conocimiento tiene primero
primero en combinar esencias abstractas, o si se quiere, poner en principios psicológicos, o subjetivos, como los sentidos y la inte-
relación unos conceptos (en el sentido objetivo de la palabra): ligencia, o más generalmente, las facultades, que producen el co-
componere et dividere, dice ordinariamente santo Tomás. Para nocimiento en cuanto a su ser y su devenir. Hay por otra parte
simplificar, y considerando solamente el juicio afirmativo de atri- los principios objetivos, que proporcionan al conocimiento su ma-
bución, digamos que su función consiste en completar el conoci- teria o su contenido; como por ejemplo, todo conocimiento que
miento que tenemos de una esencia con la adición de ciertos ca- deriva de la experiencia, ésta es a su modo principio del cono-
racteres. Por otra parte, y es lo principal, su papel consiste en cimiento, incluso intelectual. Por último, en el plano intelectual,
conformar el espíritu con la realidad, afirmando que la distinción hay principios lógicos, que son unas proposiciones de dónde deri-
de los conceptos es obra de la inteligencia, y que en realidad las van las demás mowsiciones, o verdades que son fuentes de otras
diversas esencias pensadas son una misma cosa. verdades; son en cierto modo las semillas de la ciencia, sentina
Es evidente que el juicio, como acto distinto de la aprehensión, scientiae (Ver. 11, 1).
es señal de una imperfección de la inteligencia. Pues si la aprehen-
sión fuese exhaustiva, no necesitaría ser completada, ni ser referida 1. Cf. DupoNcint, L'AMomatique thomiste.

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Epistemología general La afirmación

Los principios primeros son los principios lógicos más allá de sentit principiis irrdemonstrabilibus, quorum contrariis nullo modo
los que no es posible remontarse, que, por lo tanto, rigen todo el potest assentire (C.G. 1, 80; c.f. Ver. 14, 1; S.Th. 1-11, 17, 6).
movimiento de la razón en un ámbito determinado. Su nombre Por último, un axioma no puede resultar de una demostración.
propio es axiomas, palabra griega cuya traducción literal da en Es evidente, pues, si exigiese una demostración, dependería de otras
latín dignitates, a veces empleada por santo Tomás. Solamente proposiciones y ya no sería primero ni evidente. ¿Debemos decir
después de Kant el sentido de la palabra axioma se ha restringido que es innato? He aquí un punto delicado. El texto de santo
a los principios de las matemáticas. Tomás no es muy claro: «Un axioma — dice— debe llegar como
Respecto de los axiomas en general, se plantean dos cuestiones por naturaleza al que lo posee, debe ser conocido naturalmente y
principales: cuál es su naturaleza y cuál es su objetividad. no por adquisición»: Tertia conditio est ut non acquiratur per de-
¿Cuáles son las características de un axioma? Dicho con otras monstrationem, vel alio simili modo, sed adveniat quasi per natu-
palabras: ¿Qué condiciones debe realizar una proposición para ram habenti ipsum, quasi ut naturaliter cognoscatur et non per
ser un axioma? Ésta es la primera cuestión que hay que examinar. acquisitionem (Meta. n.° 599). Esto da a entender que un axioma
Según Aristóteles, al que sigue fielmente santo Tomás (Meta. tv, está en cierto modo inscrito en la naturaleza de la inteligencia.
6, n.° 597-599), hay tres condiciones: que la proposición sea cono- Parece que no estamos lejos del innatismo virtual de Leibniz. Por
cida de tal modo que no haya lugar a equivocarse, que no suponga lo demás, santo Tomás emplea el término de innatismo en De
nada antes que ella, y que no se haya adquirido por demostración. Veritate: Prima principia, quorum cognitio est nobis innata, sunt
Examinemos cada uno de estos puntos. quaedam similitudines primae veritatis (Ver. 10, 6 ad 6; cf. id. 11,
Un axioma debe ser de tal modo que no nos podamos equivocar 1; 14, 2; 16, 1). Pero, por otra parte, no ofrece ninguna duda que
respecto de él, pues de él depende la verdad de toda la ciencia. para santo Tomás los principios son «adquiridos» y no «innatos».
Ahora bien, sólo podemos equivocarnos sobre lo que no conoce- en el sentido de que todo su contenido procede de la experiencia
mos. Por lo tanto, un axioma debe ser lo que sea más conocido, por abstracción. Su génesis está sumariamente trazada después
notissimurta, o más claro en el dominio considerado. del texto de la Metafísica que los declara conocidos por naturaleza
Por otra parte, un axioma es el primer anillo de una cadena y no por adquisición. ¿Cómo salir del apuro? Muy sencillamente.
de proposiciones. No debe, pues, depender de ninguna, sino bastarse Lo que hay innato no es el principio sino el habitus de los prin-
a sí mismo. Decir que es principio, que es primero, que es in- cipios, es decir, la aptitud de la inteligencia a ver su verdad desde
condicionado o por último, que es evidente, per se notum, es lo el momento en que se forman, y más profundamente la luz del
mismo. Su verdad debe aparecer en el momento en que se com- entendimiento agente que permite formarlos y comprenderlos: In
prendan sus términos. lamine iniellectus agentis nobis est quodammodo omnis scientia
Un axioma es, pues, el objeto de una intuición intelectual, tan originaliter insita (Ver. 10, 6). Inest unicuiaue homini quoddam
directa e inmediata como la de las esencias que lo componen. Por principium scientiae, scilicet lumen intellectus agentis, per quod
ello respecto de él la inteligencia es infalible: Intellectus circa filas cognoscuntur statim a principio naturaliter quaedam universalia
propositbrtes errare non potest, quae statim cognoscuntur cognita principia cvnnium scientiarum (S.Th. 1, 117, 1).
terminorum quidditate, sicut accidit circa prima principia (S.Th. 1, De las tres condiciones precedentes, la segunda es manifiesta-
85, 6; cf. Ver. 1, 12). Por ello también la inteligencia es determinada mente la principal, pues contiene a las otras dos. Por tanto, un
a dar su asentimiento cuando comprende un axioma; no puede axioma podría definirse como una proposición evidente por sí
afirmar lo contrario, ni tampoco abstenerse de juzgar porque su misma, de dónde deriva una serie de proposiciones distintas. Pero
naturaleza la lleva hacia la verdad: Intellectus de necessitate as- esta definición engloba una multitud casi innumerable de propo-

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Epistemología general La afirmación

siciones, pues cada ciencia tiene sus principios particulares. Éstos ser abstracto, tal como se encuentra en la inteligencia, del ser
son primeros «relativamente» en el sentido de que la ciencia con- ideal, por lo tanto, y que tal vez no son válidos para el ser real;
siderada no puede remontarse más y que depende enteramente de pues lo que es verdadero de una forma de ser no es necesariamente
ellos. Pero no son primeros «absolutamente», ya que sólo rigen verdadero de otra. A ello responderemos que, en efecto, el ser del
un dominio particular del conocimiento. Tenemos que establecer, metafísico, ens comtnune, es abstracto, y que los principios no apa-
pues, una jerarquía en los principios. Los únicos que son absoluta- recen más que a una inteligencia abstracta «en acto», es decir, que
mente primeros son los principios metafísicos porque la metafísica contempla y comprende su objeto. Por otra parte, la objeción sería
tiene por objeto el ser en cuanto ser, y domina así a todas las válida si el ser abstracto y el ser real fuesen dos géneros dife-
ciencias particulares que tienen por objeto una región limitada del rentes, pues sería un sofisma querer aplicar las leyes del uno al
ser. Los principios particulares, como los axiomas matemáticos, son otro. Pero el ser no es un concepto genérico, es un concepto tras-
una determinación de los principios metafísicos, una aplicación a cendental, lo que significa, como se explica en metafísica, que se
la cantidad de los principios generales (o, más exactamente, tras- realiza enteramente en cada tipo particular, que contiene implícita
cendentales) del ser. y confusamente todas las formas de ser y hasta a los individuos
La segunda cuestión que hay que examinar es la de la obje- concretos.
tividad de los principios 2. Nadie pone en duda, fuera de los escép- Por tanto, volvemos al problema de los universales. Hay algo
ticos, que sean objetivos. Pero, ¿qué objetividad tienen? Según en los principios que es ideal: lo que resulta del estado de abstrac-
el idealismo, son leyes de la razón, y por consiguiente leyes del ser ción en que el ser está en la inteligencia. En cuanto universales, los
pensado, ya que no podemos pensar nada sino es según las leyes principios son puramente lógicos, puesto que es la inteligencia la
de nuestro espíritu, y por consiguiente también leyes del ser real, que «hace la universalidad». Pero no puede deducirse de ello que
puesto que lo real se reduce a lo ideal. La dificultad del idealismo, sean inaplicables a lo real, por el contrario, son válidos para cada
ya lo hemos visto, es explicar por qué el ser construido por la razón ser particular dado en la experiencia puesto que son universales.
no se presenta desde el primer momento como racional.
Según el realismo tomista, los principios primeros no son leyes
de la inteligencia. Son leyes del ser, y como todo lo que podemos 2. El principio de contradicción.
conocer es ser, son en consecuencia las leyes del conocimiento. Esta
tesis no es susceptible de demostración: no hace más que expresar Ni Aristóteles ni santo Tomás se han tomado el trabajo de bus-
la intuición que da a los principios. Si nos equivocamos en este car todos los principios primeros, formularlos, clasificarlos y darles
caso límite, el error es irremediable, qui errar circo principia im- nombre. Los únicos que tratan de un modo formal y profundo
persuasibilis est dice fríamente santo Tomás (S.Th. bis, 71, 5), pues son los que se ha llamado después principio de contradicción (Meta.
no podemos encontrar una evidencia más clara Que permita rec- iv, 6-15, y xl, 5-6) y el principio del tercio excluso (Meta. iv, 16).
tificar el juicio. ¿De qué hablarnos cuando decimos que una cosa El principio de contradicción es él principio supremo, el prin-
no puede ser y no ser a la vez, o que todo ser contingente tiene cipio de los principios, dignitas onrnium dignitatunt (Meta. n.° 603),
una causa? Si no vemos que hablamos de las cosas, del ser, somos porque está implicado en todo juicio. Dice santo Tomás, igual que
ciegos y nadie puede hacer nada. para la primera operación de la inteligencia, la simple aprehensión,
No obstante, podría objetarse, que los principios son leyes del hay un término primero, el ser, que está implicado en todo lo que
se puede concebir, también para la segunda operación, el juicio,
essno., Lo Corre,pondance du loglique et du rérl, en aRevue néoncolas-
Izque» 1432. hay un principio sin el que no puede afirmarse nada, que en el

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Epistemología general La afirmación

fondo no hace más que explicar la noción de ser: es imposible para hacer después la síntesis de la tesis y la antítesis, pero tam-
ser y no ser a la vez. Cum duplex sit operado intellectus, una qua bién hace la dialéctica totalmente arbitraria. Por ejemplo, ¿hay
cognascit quod quid est, quae vocatur indivisibilium intelligentia, contradicción entre la «conciencia» (conocimiento directo del mun-
olio qua componit et dividit, in utroque est aliquod primum. In do) y la «conciencia de sí» (reflexión), que son 'los dos primeros
prima operatione est aliquod primum quod cadit in conceptione momentos de la fenomenología? De ningún modo. Son solamente
intellectus, scilicet hoc quod dico ens, nec aliquid hac operatione dos modos de conocimiento diferentes, que tienen objetos diferentes.
potest concipi nisi intelligatur ens. Et qua hoc principium: impos- La contradicción sería conocer y no conocer a la vez el mundo o
sibile est esse et non esse sima!, dependet ex intellectione entis, a sí mismo.
ideo hoc principium est naturaliter primum in secunda operatione Hemos encontrado tres fórmulas del principio de contradicción.
intellectus. Nec aliquis potest secundum hanc operationem aliquid La primera podría llamarse existencial, puesto que concierne a la
intelligere nisi hoc principio intellecto (Meta., n.° 605). existencia de una cosa; la segunda, esencial porque concierne a lo
Consideremos, pues, el principio supremo. El nombre que se le que es esta cosa; la tercera, lógica porque concierne a una opera-
da importa poco. Algunos lo llaman principio de no contradicción, ción de la inteligencia, el juicio. ¿Pueden reducirse a la unidad?
otros principio de contradicción. Nosotros nos decidimos por la Sí, la primera es el fundamento de las otras dos y podría muy
forma más simple. bien bastar, pues todas las formas de ser y de verdad se conciben
Las fórmulas pueden variar Acabamos de encontrar ésta: /ni- solamente con referencia al ser real, a la existencia. Si es imposible
possibile est idem esse et non esse simul, es imposible que una que un mismo atributo pertenezca y no pertenezca al mismo sujeto,
misma cosa sea y no sea a la vez. Se encuentra también impossibile es porque un atributo no puede ser y no ser a la vez, siendo la
est eidem inesse et non inesse idem secundum idem (Meta., n.° 600), inherencia, inesse, una manera de ser, esse. Y si la afirmación y
es imposible que el mismo atributo pertenezca y no pertenezca al la negación no pueden ser verdaderas a la vez, es porque una cosa
mismo sujeto bajo el mismo punto de vista. O también: Affirmare no puede a la vez ser y no ser, consistiendo la verdad en juzgar
et negare simul impossibile est (C.G. 11, 83; S.Th. 1-11, 94, 2). es ser lo que es y no ser lo que no es.
imposible afirmar y negar a la vez, dos juicios contradictorios no Querer demostrar positivamente el primer principio es una
pueden ser a la vez verdaderos. necedad, apaedeusia sive ineruditio. Pero puede demostrarse indi-
Se comprende que estas fórmulas deben tomarse estrictamente. rectamente, argumentative sea eienchice, refutando lo que lo niega.
Las palabras idem, secundum idem, simul, no están siempre expre- La única condición es que el adversario diga algo, pues si no dice
sadas, pero están siempre sobrentendidas. Traducimos sima( por nada, es parecido a un tronco, similis erit plantae y toda discusión
«a la vez»; significa no sólo el tiempo, sino también el punto de es inútil (Meta., n.° 607-610). He aquí, sumariamente resumidos,
vista: «al mismo tiempo y bajo la misma relación». Pues no hay los argumentos refutativos de Aristóteles. De hecho e histórica-
ninguna contradicción en que una cosa exista en un momento y mente sólo están dirigidos a Heráclito y Protágoras; pero a través
no exista en otro momento. Igualmente, no hay ninguna contradic- de ellos alcanzan a todos los que niegan de un modo u otro el
ción en afirmar o negar dos cosas distintas o la misma cosa según primer principio.
dos puntos de vista diferentes, lo que equivale al caso precedente; Negar el principio de contradicción es: 1.", destruir el lenguaje
por ejemplo: esto es bueno (para el gusto) y no es bueno (para quitando a las palabras todo sentido determinado; 2.°, suprimir
la salud). La mayoría de las antinomias que constituyen la fuerza todo sujeto real, esencia o substancia; 3.°, suprimir toda distinción
de la dialéctica hegeliana son falsas antinomias, no constituyen entre las cosas; 4.°, destruir todo pensamiento; 5.°, destruir toda
verdaderas contradicciones. Esto proporciona muchas facilidades verdad; 6Y, suprimir todo deseo y toda razón de obrar; 7Y, supri-

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Epistemología general La afirmación

mir los grados en el error (Meta., n.° 611-660). En resumen, puede mente el ideal de una matemática universal y profesar el raciona-
negarse el primer principio en palabras, pero no en el pensamiento, lismo: el pensamiento sólo será lógico si parte de proposiciones
pues las palabras lo soportan todo, pero no es necesario que se analíticas y procede por substitución de términos respetando siem-
piense (Meta., n.° 601). pre la identidad primitiva. Tener por supremo el principio de con-
El principio de contradicción sostiene que dos proposiciones tradicción, es admitir una extrema ligereza en el juego de la razón:
contradictorias no pueden ser a la vez verdaderas. El principio todo modo de pensamiento es posible, con tal que no sea contra-
del tercio excluso afirma que no hay medio entre las dos, non dictorio.
potes! esse ntedium inter contradictionem; dicho de otro modo, El principio de identidad es uno de los axiomas que nadie
si una es verdadera, la otra es falsa, o también, si se da un juicio puede ignorar; no rige todos los pasos de la razón, pero gobierna
sobre una cosa, es preciso necesariamente afirmar o negar, de uno- una buena parte de ellos. Santo Tomás lo formula así: unumquod-
quoque necessarium est aut affirntare ata negare (Meta., n.° 720). que est unum sibüpsi o unumquodque est indivisibile ad seipsum
El segundo principio es tan cercano al primero, que santo Tomás (inseparable de sí mismo). Por ello, añade, una cosa puede siempre
los engloba a veces en una misma fórmula: OmnM principia f ir- atribuirse a sí misma, ancle unumquodque de se praedicatur, y no
mantur super hoc principium quod affirmatio et negado non sunt puede negarse de sí misma, non potest de se ipso negari (Meta. vil,
áimul vera et quod nihil est medium inter ea (Meta., n.° 725). 17, n.° 1652-1653).
No obstante, han atacado el principio del tercio excluso los ló-
gicos contemporáneos que quieren poner grados intermedios entre
lo verdadero y lo falso. Hay en ello como una secuela del idealis- 3. El principio de causalidad.
mo, pues si se define la verdad sin referencia al ser, como simple
coherencia interna del pensamiento, el principio de contradicción Aquí empiezan las dificultades. El principio de contradicción
basta, y el de tercio excluso no se justifica. Pero, en una perspec- no ofrece ninguna, pero el principio de causalidad las presenta muy
tiva realista, el principio del tercio excluso es evidente: es impo- grandes, e incluso en el seno de la escuela tomista no existe
sib:e que haya intermedios entre lo verdadero y lo falso, porque acuerdo 3.
no los hay entre el ser y la nada. Aquí también debe entenderse La primera observación que hay que hacer es que hay cuatro
estrictamente. Pues existen todos los grados que se quiera entre la causas: material, formal, eficiente y final. Lo que se ha tomado por
nada pura y el ser absoluto. El principio afirma solamente que costumbre llamar principio de causalidad sólo concierne a la causa
para una misma cosa, en el nivel que es el suyo, no hay medio eficiente. A nuestro pesar, seguiremos la costumbre.
entre el ser y el no ser. Y esto es verdadero, incluso de los futuros Para cubrir, si así puede decirse, las cuatro causas, muchos filó-
contingentes. No existen aún, y no sabemos cuál de las dos propo- sofos tomistas, influidos por Leibniz y Wolf, sostienen un princi-
siciones contradictorias será verdadera y cuál falsa. Pero sabemos pio general que llaman principio de razón suficiente o principio
al menos que una será verdadera y la otra falsa en el momento de razón de ser. Creemos que no puede adoptarse el principio de
en que llegue el suceso. razón suficiente tal como lo formula Leibniz: «Nada ocurre sin
Quedan por decir unas palabras del principio de identidad.
alievue néosco-
3. LAMINNE, Le Príncipe de contradiction et le principe de causante,
Santo Tomás apenas habla de él, y este hecho nos parece impor- lastique» 1912; Les Príncipes d'identité et de causalité, id.,
1914; Da Mummsa, La
tante, pues, según el principio que se tiene por supremo, se orienta Racine du príncipe de causalité, id., 1914; BITTREMIEUX, Notes sur le príncipe de cau-
en «Bulletin thomiste. 1932 y
salité, id., 1920; GEIGER, Autour du príncipe de causalité,
toda la filosofía 'en direcciones muy distintas. Tener por supremo 1934; GARRIGIDU-LAGRANGE, Le Sens commun, p. 156 ss.; Dieu, p 170 ss; MnRrrAIsr,
Sept
el principio de identidad, como hace Leibniz, es aceptar implícita- Leeons sur l'étre, cap. Y-VII; GARIN, Le Problhne de la causalité rt saint Thomas.

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Epistemología general La afirmación

que haya una razón determinante, es decir, algo que pueda dar causa posita, etiam si de se sit sufficiens, necesse sit effectum poni,
razón a priori de por qué aquello es así y no de otro modo.» Este quia potest impedid. Similiter non est verum quod omne quod eve-
principio es una invención de Leibniz, y no goza de ninguna evi- nit habeas causam; quaedam enim eveniunt per accidens; quod
dencia; expresa el postulado básico del racionalismo. El principio autem en per accidens non habet causam (De Malo, 16, 7 ad 14).
de razón de ser sostiene que todo ser tiene su razón de ser. No Las fórmulas precedentes son en cierto modo formales, pues
hemos hallado rastro de él en santo Tomás. Estamos dispuestos a no hacen más que explicitar las nociones de causa y de efecto. Evi-
aceptarlo en el sentido de que todo ser tiene «razón» de ser, sig- dentemente, si una cosa es un efecto, tiene una causa. Pero, ¿cómo
nificando «razón», como es frecuente en el lenguaje de santo To- saber que algo es un efecto? Las fórmulas siguientes responden a
más, naturaleza, esencia, aspecto (por ej., S.Th. 1, 25, 3, cf. De esta pregunta.
div. nom. v11, 5). Pues entonces es una forma del principio de iden- Unas conciernen al movimiento. La palabra debe entenderse
tidad: todo ser es ser, una forma de ser, un ser. Pero si quiere de- en su sentido metafísico, significa toda especie de cambio o de de-
cirse que todo ser es inteligible, quidquid esse potest, intelligi venir. Ahora bien, no puede darse como evidente la fórmula quid-
potest (C.G. 11, 98), no es ya un principio primero, es una tesis de quid moverle ab alio movetur «todo lo que se mueve es movido
psicología que afirma que el objeto adecuado de la inteligencia es por otro» (S.Th. 1, 2, 3), pues santo Tomás dice explícitamente que
el ser; tesis muy firme, pero que debe demostrarse. Y, por último, debe demostrarse (C.G. 1, 13). La noción de movimiento implica
si se quiere decir que todo ser es explicable, que tiene una razón un moviente, en los dos sentidos de la palabra, sentido activo y
que responde a la pregunta propter quid, por qué, creemos que sentido pasivo; digamos, pues, un motor y un móvil; pero debe
es un modo de volver al postulado racionalista. Pues, de que el ser demostrarse que el motor sea distinto del móvil. De ratione motus
sea inteligible, no puede deducirse que sea racional, por ser la est quod sit mcrvens et motum; sed quod motum sit aliad a mo-
razón una función estrictamente humana que no puede ser erigida vente non potest sciri nisi dernonstratione (t Sent. 35, 1, 1 ad 3).
en absoluto. No vemos ninguna imposibilidad de que exista lo Parece, pues, que el principio debe formularse: «Todo movimien-
irracional en el universo, e incluso nos parece evidente que existe to implica motor y móvil.» Pero, como que el movimiento es paso
y más aún en Dios. de la potencia al acto, estaremos más cerca de la evidencia diciendo
Limitemos, pues, nuestro estudio al principio de causalidad. que un ser en potencia no puede pasar a acto sino bajo la acción
Ya no es fácil de formular. He aquí algunas fórmulas de santo de un ser en acto: De Menda non potest aliquid reduci in actum
Tomás. nisi per aliquod ens actu (S.Th. 1, 2, 3). Este principio a su vez
Unas conciernen a la relación de causa a efecto. El efecto de- podría acuñarse en muchos otros, según que se considere el motor,
pende de su causa en cuanto a su ser, in esse: Omnis effectus de- el móvil o la acción del uno sobre el otro. Por ejemplo, unumquod-
pender a causa sua secundum quod causa eius (S.Th. I, 104, 1). que agit secundum quod est in actu (S.Th. 1, 25, 4), omne agens
De suerte que, dado el efecto, su causa debe ser preexistente a agit simile sibi (S.Th. 1, 4, 3). Y si algunas fórmulas derivadas
él; e, inversamente, si se suprime la causa, el efecto desaparece. deben demostrarse, como la que hemos señalado: Quidquid mo-
Cum effectus dependeat a causa, posito effectu, necesse est causan? vetur ab alio movetur, a la que podemos añadir: Non est possibile
preexistere (S.Th. 1, 2, 2). Remota causa, removetur effectus (S.Th. quod aliquid sit causa efficierrs sui ipsius (S.Th. 1, 4, 3), la prueba
1, 2, 3). No puede decirse que, dada la causa, el efecto se derive es muy sencilla: para moverse o crearse, sería necesario que el mis-
necesariamente, pues la causa puede verse impedida de actuar. mo ser estuviese a la vez en acto y en potencia respecto de la
Y no puede tampoco decirse que todo lo que sucede tiene una causa. misma perfección, lo que es contradictorio. Pero dejémoslo, pues
pues lo que sucede por accidente no tiene causa. Faisum est quod tendríamos que examinar toda la metafísica del acto y la potencia.

236 237
Epistemología general La afirmación

Existen, en tercer lugar, las fórmulas que conciernen a la unión El principio de razón suficiente, ¿se reduce al principio de identi-
de lo diverso: unos elementos diversos no pueden constituir un dad o al principio de contradicción, o bien es absolutamente
ser, a menos que una causa los una, quae secundum se sunt di- primero?
versa, non conveniunt in aliquid unum nisi per aliquam causam Veamos lo que ocurre con el principio de causalidad. Meyerson
adunantem ipsa (S.Th. 1, 3, 7). 0, en otros términos, lo que perte- ha desarrollado incansablemente en todas sus obras que dicho
nece a una cosa sin ser de su esencia, le es conferido por una causa, principio se reduce pura y simplemente al principio de identidad:
omne quod convenit alicui, quod non est de essentia eius, convenit ldentité et Réalité, De l'explication dans les sciences, Le Chenrine-
el per aliquam causan. ea enim quae per se non sunt unum, si ment de la pensée. Según él, el principio de causalidad significa que
coiunguntur oportet per aliquam causam uniri (C.G. I, 22, n.° 3; el efecto es una simple «explicación», es decir, una explicitación de
cf. C.G. 1, 23, n.° 2, y C.G. u, 15). la causa, y que a pesar de la apariencia, cuando una cosa produce
Por último, encontramos fórmulas que conciernen al ser con- otra, nada ha ocurrido. Hay en esta doctrina algo de verdad, a
tingente, prescindiendo de todo movimiento. Un ser contingente saber, que el efecto está contenido «virtualmente» en su causa.
es un ser que no existe necesariamente, que puede no existir, que Pero, partiendo de ahí llega a negar la causalidad como lazo de
es de suyo indiferente respecto de la existencia. El principio sos- existencia entre dos seres, lo que constituye un grave error. Pues
tiene que un ser así recibe su existencia de una causa. Gime quod por más que el efecto esté contenido virtualmente en su causa, a
possibile est esse et non esse habet aliquam causam, quia in se partir del momento en que se produce, se separa de ella, existe, es
consideratum ad utrumlibet se habet (C.G. 1r. 15; cf. C.G. 1, 15, algo distinto de ella. Kant veía más claro cuando planteaba su pro-
n.° 4). Si bien miramos, esta fórmula no difiere de la precedente, blema en estos términos: «¿Cómo comprender que, porque algo
pues en un ser contingente, la existencia no es idéntica a la esen- existe, otra cosa distinta debe necesariamente existir también?»
cia; son, pues, dos elementos diversos que solamente pueden ser Pero puede intentarse reducir el principio de causalidad al prin-
unidos por una causa. Y como que, por otra parte, el movimiento cipio de identidad de un modo menos rígido. Basta emplear un
no es más que una forma de existencia contingente, si fuese nece- pasaje de Aristóteles (Segundos Analíticos, 1, 4) sobre las proposi-
sario proponer una fórmula única ddl principio de causalidad, nos ciones per se. Hay cuatro modos de «perseidad», como se dice en
quedaríamos con la siguiente: Todo ser contingente tiene una la Escuela. El primero consiste en que el predicado está incluido
causa. en el sujeto; es lo que Kant llama un juicio analítico. El segundo
Se ve así que el principio de causalidad no es válido para el ser consiste en que el sujeto está incluido en el predicado, y es justa-
en toda su amplitud, sino solamente para una región del ser: el mente el caso del principio de causalidad. Analizando la idea de
ser contingente, compuesto, que se mueve. Se plantea pues la cues- ser contingente, no se encuentra que esté causado, pero analizando
tión de saber si es reductible a un principio supremo. la idea de ser causado, encontramos que es contingente.
Si se admite el principio de razón suficiente, se dirá que el prin- A esto se ha objetado lo siguiente: Analizando la idea de ser
cipio de causalidad es una aplicación particular de él. Todo ser causado, se encuentra que sólo puede aplicarse a un ser contin-
tiene una razón de ser; ahora bien, el ser contingente, por defini- gente. Es cierto. Pero, ¿se aplica necesariamente? Esto no aparece
ción, no tiene en sí mismo su razón de ser; por lo tanto la tiene en en modo alguno. Así, la noción de figura está implicada en la de
otro que es su causa. Esta deducción es perfectamente legítima por- cuadrado, de donde se sigue que todo cuadrado es una figura, pero
que el principio de razón suficiente no es más que una generaliza- no que toda figura sea un cuadrado. No basta que el sujeto per-
ción del principio de causalidad. Pero entonces éste ya no es un tenezca a la definición del predicado para que éste deba ser nece-
principio, puesto que se deduce. Y la cuestión retrocede de nuevo: sariamente atribuido a aquél. Esto nos parece justo.

238 239
Epistemología general

¿Tendremos más suerte con el principio de contradicción? Está


claro que el principio de causalidad le está subordinado como toda
especie de juicio. Si se rechaza el principio de contradicción, nin-
guna afirmación tiene sentido. Pero la cuestión no es ésta. Sino
que consiste en saber si la negación del principio de causalidad
implica contradicción. Al menos, parece que sí. En efecto, decir
que un ser contingente no tiene causa, es decir que existe por sí,
a se, por lo tanto, es decir que no es contingente, sino necesario; CAPÍTULO QUINTO
por tanto, la proposición es contradictoria. A ello se ha objetado
lo siguiente. Decir que el ser contingente no tiene causa, no es LA INDUCCIÓN
decir que sea pot sí. El argumento supone lo que se ha de demos-
trar, a saber, que lo que no es por sí es por otro. Lo que también
nos parece justo. Para que nuestro horizonte sea completo, deberíamos examinar
Santo Tomás aporta luz sobre la cuestión cuando dice que, en ahora el valor del razonamiento. Por falta de espacio, no diremos
la definición de un ser causado, no entra la relación con su causa. nada de la deducción, que casi no ofrece dificultad, y sólo algunas
El principio de contradicción permitirá decir que no puede ser y palabras de la inducción, que las presenta grandes. Consistirá en
no ser a la vez; el principio de identidad que él es él; nada más. comentar tres capítulos de las obras lógicas de Aristóteles llamadas
La relación con una causa sólo aparece si nos situamos en otro Analíticos (Primeros analíticos, II, 23; Segundos analíticos, 1, 18, y
punto de vista, si se considera, no el ser en sí mismo, sino el origen II, 19 1).
de su existencia. Entonces, su dependencia aparece como una de El problema de la inducción, sumariamente formulado, consis-
sus propiedades (accidente propio), que derivan de su esencia: no te en saber si es legítimo pasar de algunos casos particulares dados
puede existir sin ser causado, igual que no puede existir sin esta o en la experiencia a un juicio general valedero para todos los casos
aquella propiedad (sin ser capaz de reir, por ejemplo, si es un posibles. Pero no puede decirse nada útil sobre ello si no se em-
hombre). Licet habitudo ad causara non intret in definitionem entis pieza por precisar la naturaleza de este camino audaz.
quod est causatum, tamen sequitur ad ea quae sunt de eius ratio-
ne: quia ex hoc quod aliquid per participationem est ens, sequitur
quod est causatum ab alio. Unde huiusmodi ens non potest esse 1. Naturaleza de la inducción.
quin sis causatum, sicut nec homo quin sis risibilis (S.Th. 1, 44,
1 ad I). Aristóteles llama «inducción» a todo paso de lo singular a
¿Qué conclusión sacaremos? Simplemente, que el principio de lo universal. Su definición formal se encuentra en los Tópicos:
causalidad es un principio primero en un orden, que no puede «La inducción es el camino del espíritu que va de los individuos a
demostrarse, ni siquiera por el absurdo, y que se basta a sí mismo los universales» (I, 10). Y luego se encuentra en muchos otros lu-
porque es evidente. Volvamos a la forma verdaderamente primiti- gares. «Es imposible llegar al conocimiento de lo universal si no
va: elementos diversos no pueden constituir un ser a menos que
una causa los una. El que no vea la evidencia es ciego, qui errat 1. Santo Tomás sólo ha comentado los Segundos cualificas; nosotros lo citamos según
la edición Vivés, indicando la parte y la lección. Pueden verse, sobre el asunto: DAUJAT.
circa principia insanabilis est. L'Oeuvre de l'intelligence en physique; LALARDE, Les Théories de l'induction et de t'Aspé-
rimentatton; DOROLL E, Les Problémes de Pinduction.

240 241
Verneaux, Epistemología 16
Epistemología general La inducción

es por la inducción» (Segundos analíticas, 1, 18), «la inducción por una parte, lo mismo que el descubrimiento de las causas; pero
es el origen de lo universal, mientras que el silogismo deriva de él» en este caso, como en los otros, su característica consiste en gene-
(Ética, vt , 3). Santo Tomás tiene la misma concepción. Universalia ralizar.
ex quibus demonstratio procedit non sunt nobis nota nisi per in- ¿Es la inducción un razonamiento? Ciertamente, no es una de-
ductionem, impossibile est universalia speculari sine inductione mostración Aristóteles opone los dos caminos. «Lo conocemos
(In Post. anal., 1, 29). Esto suscita dos cuestiones unidas entre sí: todo, o bien por silogismo, o bien por inducción» (Primeros analí-
La inducción, ¿es reductible a la abstracción, es un razonamiento? ticas, it, 23), «no conocemos más que por inducción o por demos-
Es evidente que la abstracción es una especie de inducción, pues- tración; la demostración parte de principios universales, la induc-
to que consiste en formar un concepto universal partiendo de unos ción no es una demostración; no obstante, muestra algo» (Segun-
individuos dados •por la experiencia. No obstante, cuando Aristó- dos analíticos, 1t, 5). Santo Tomás le hace eco. Duplex est modus
teles habla de inducción, es siempre a propósito de los juicios uni- acquirendi scientiarrt, unus quidem per demonstrationem, alias per
versales que sirven de premisas al silogismo. No seríamos, pues, inductionem (In Post. Anal., 1, 29), ille qui inducit per singularia
infieles a su espíritu, creemos, si dijésemos que la abstracción con- ad universale, nec demonstrat, nec syllogizat ex necessitate (id., tí, 4).
cierne al concepto y la inducción al juicio. La diferencia no es Si la inducción no demuestra, no procura tampoco la ciencia,
grande, porque la extensión del juicio resulta de la extensión de en el sentido estricto que Aristóteles da a esta palabra, pues la
su sujeto: un juicio es singular cuando su sujeto es singular, por ciencia es precisamente dl conocimiento que resulta de una de-
ejemplo: este hombre es blanco; un juicio es universal cuando su mostración. Por ello la inducción no satisface plenamente a la
sujeto es universal, por ejemplo: todo hombre es inteligente. La razón, y por ello ésta intenta demostrar, siempre que es posible,
diferencia es real, sin embargo, pues juzgar es distinto de abstraer. las leyes obtenidas por inducción. Esta tendencia es tan manifiesta
Además, si exceptuamos los juicios llamados analíticos, no basta en la física moderna, salida de Descartes, como en la antigua, salida
concebir el sujeto para percibir el predicado que le conviene uni- de Aristóteles. La deducción es el ideal de la razón porque le pro-
versalmente. porciona razones.
Sea lo que fuere, está claro que hay que rechazar absolutamen- Pero si la inducción no da ciencia, hace algo mejor, al menos
te llamar inducción a la búsqueda y hallazgo de la causa de en algunos casos: nos da los principios de la ciencia. Pues la de-
un hecho, pues no se pasa de lo singular a lo universal, sino de un mostración está como suspendida de premisas indemostrables,
singular a otro singular; de este hecho a esta causa. Así, probar definiciones y axiomas. Y ¿cómo los obtenemos? Sólo por la induc-
la existencia de Dios como causa primera del movimiento com- ción. «La demostración se realiza partiendo de principios univer-
probado en el mundo, no es una inducción. Igualmente, cuando se sales. Pero es imposible adquirir conocimiento de los universales
relaciona un fenómeno con otro como su causa, no se induce, aun- de otro modo que por inducción» (Segundos analíticos, 1, 18). «Es
que se deba razonar para hallar, entre todos los antecedentes de un evidente que es necesariamente la inducción la que nos hace cono-
hecho, cuál es su causa. De donde se sigue que todas las fórmulas cer los principios» (id., u, 19). «La inducción es el origen de lp
dadas por Bacon y por Mill no son reglas de la inducción, aunque universal, mientras que el silogismo deriva de él. Por consiguiente,
comúnmente se acepten como tales. hay principios de los que parte el silogismo y que no se obtienen
Así, pues, si se quiere expresar en términos modernos la con- por el silogismo sino por inducción» (Ética, vi, 3). Inductio indu-
cepción aristotélica, hay que decir que la inducción es el paso, no cit ad cognoscendum aliquod principium et aliquod universale in
de un hecho a su causa, sino de un hecho a su ley, pues una ley es quod devenimus per experimenta singularium. Sed ex universali-
general. Como hay leyes causales, la inducción es de todos modos, bus principiis, praedicto modo praecognitis, procedit syllogismus.

242 243
Epistemología general La inducción

Sic ergo patet quod sunt quaedam principia ex quibus syllogismus cimiento es más verdadero que la ciencia, es una intuición la que
procedit quae non certificantur per syllogismum; alioquin proce- aprehende los principios.» No puede decirse más claramente, nos
deretur in infinitum in principiis syllogismorum, quod est impossi- parece, que la inducción es una intuición.
bile. Sic ergo relinquitur quod principium syllogismi sit inductio
(In Ethic., vt, 3).
Admitamos pues que la inducción no es un silogismo «cien- 2. Legitimidad de la inducción.
tífico». Queda por saber si a pesar de todo no es un silogismo, en
el sentido amplio de la palabra, es decir, un razonamiento. Ahora Si se considera la inducción como un silogismo, sólo es legíti-
bien, no hay duda de que puede ponerse en forma lógica y reves- ma a condición de considerar todos los casos particulares, pues la
tir la apariencia de un silogismo. Así la presenta Aristóteles en los ley fundamental del razonamiento es que la conclusión no tenga
Primeros analíticos (u, 23), y así naturalmente la considera el mayor extensión que las premisas. Aristóteles lo declara formal-
lógico. El silogismo inductivo toma entonces la forma siguiente, mente: «Es necesario concebir el término medio como compuesto
según el ejemplo célebre de Aristóteles: el hombre, el caballo y de todos los casos particulares, pues la inducción procede por la
la mula viven largo tiempo; el hombre, el caballo y la mula son enumeración de todos» (Primeros analíticos, II, 23). Santo Tomás
todos animales sin hiel; por lo tanto, todos los animales sin hiel dice igualmente: Oportet supponere quod accepta sint anuda quae
viven largo tiempo. continentur sub aliquo commurti, alioquin nec inducen poterit ex
Pero, si la inducción puede ponerse en forma silogística, no es singularibus concludere universale (In Post. Anal., n, 4).
en el fondo un silogismo, según creemos, sino una intuición. Es lo Los lógicos modernos llaman a este procedimiento lógico «in-
que afirma Aristóteles en los Segundos analíticos. Los historiado- ducción completa», y reprochan a Aristóteles haber ignorado la
res se complacen en señalar una contradicción entre los dos Ana- inducción «incompleta», o amplificante, que es la única útil.
líticos. Nosotros no vemos ninguna, como tampoco la hay en Des- A nuestro entender, Aristóteles no ha ignorado la inducción in-
cartes al decir que el cogito es una intuición, aunque a veces se le completa, la ha condenado pura y simplemente, y tenía razón. Con-
dé la forma de un silogismo: todo lo que piensa, existe; yo pienso; cebida como un razonamiento, es ilegítima, pues nada autoriza a
por lo tanto, yo existo. afirmar de todos lo que se ha observado de algunos. El adagio
Lo que puede inducir a error, es que la intuición está muchas ab uno disce omnes es un característico sofisma.
veces rodeada de razonamientos. Antes de ella se razona, ya para Los lógicos de la escuela tomista piensan paliar esta dificultad
descubrir la causa de un hecho, ya para deducir de una hipótesis diciendo que la enumeración de los casos particulares no necesita
general una consecuencia particular verificable por la experiencia. ser completa, con tal que sea suficiente. Pero, ¿cuándo será sufi-
Después de ella, se razona para demostrar la verdad que se ha in- ciente? Si nos limitamos al punto de vista de la extensión, sólo
ducido. Pero, a fin de cuentas, se llega siempre a la intuición inte- será suficiente cuando sea completa, pues de otro modo la conclu-
lectual que capta en lo sensible una esencia y sus relaciones nece- sión será siempre más extensa que las premisas. El único medio
sarias. Creemos que la última palabra de Aristóteles sobre esta para que la enumeración sea suficiente sin ser completa, es saltar,
cuestión se encuentra al final del último capítulo de los Segundos por así decirlo, en un momento dado, del punto de vista de la exten-
analíticos: «Es pues evidente que es la inducción la que nos da a sión al de la comprensión. Pero esto equivale a decir que el origen
conocer los principios. Pero, como los principios son anteriores de la inducción es una intuición.
a la demostración, resulta que no hay ciencia de los principios. Si se considera la inducción como una intuición, la situación
Y, puesto que a excepción de la intuición ningún género de cono- cambia. Un solo caso observado puede bastar para fundamentar

244 245
Epistemología general La inducción

un juicio universal, con tal que solamente se haya discernido en ser en un sentido lógico, sino en sentido psicológico: el principio
lo singular su esencia o su ley. Pues entonces no se pasa de uno a de la inducción es la inteligencia que lee en los hechos su ley.
todos, sino del hecho a la necesidad, de lo sensible a lo inteligible,
según el punto de vista de la comprensión. Y la universalidad del
juicio se sigue normalmente porque una esencia abstracta es de 3. Valor de la inducción.
suyo universalizable. Es éste un límite, seguramente, pero un lími-
te que no es inaccesible. Basta, por ejemplo, haber visto una vez Dicho esto, sin duda no es útil epilogar largamente acerca del
cortar una tarta para comprender lo que es un todo, una parte de valor de los juicios salidos de una inducción. Para la demostración,
este todo, y percibir la necesidad del principio de que el todo es la lógica formula reglas precisas, y basta aplicarlas para no come-
mayor que la parte. Ex hoc qu'ad vidimus aiiquod rotura singulare, ter error. Si se razona correctamente partiendo de premisas verda-
inducimur ad cognoscendum quid est totum et pars, et cognasci- deras y necesarias, la conclusión será también verdadera y nece-
mus quod omite totum est maius sua parte (In Post. anal., 1, 30). saria. No ocurre lo mismo con la inducción, al menos si dejamos
Sin duda, este límite casi no se alcanza sino es en los casos de aparte la inducción completa que no se usa.
las nociones comunes y de los axiomas. A medida que se descien- La inducción incompleta, tomada como razonamiento, no nos
de en la escala de la generalidad, nos vemos obligados a recurrir a ha parecido legítima. Esto equivale a decir que no puede damos
un número creciente de observaciones para discernir los caracteres nada, y si llega a conclusiones verdaderas, es por casualidad. Pues,
accidentales de los caracteres esenciales. Pero en cualquier nivel mientras no se hayan considerado todos los casos particulares,
que nos hallemos, nunca es el número de las observaciones el que siempre es posible que haya alguno que no entre en la ley. Y un
fundamenta la ley. El número, por sí mismo, no engendra nada, solo caso que se salga basta para invalidar un juicio universal. Nos
sino, como ha dicho Hume, un hábito en la imaginación. Lo que la parece pues que la inducción incompleta no puede nunca funda-
inteligencia espera de las observaciones, es que le revelen la natu- mentar un juicio universal, aunque sólo sea probable
raleza de las cosas; no son más que el medio de su intuición. ¿Qué ocurre con la inducción tomada como una intuición?
Por tanto, cualesquiera que sean las dificultades prácticas de Evidentemente, hay que dejar de lado todos los casos en que el
la inducción, no presenta ninguna dificultad teórica, es decir, epis- juicio inducido se demuestra después, pues entonces se ha pasado
temológica. del dominio de la inducción al de la ciencia. La cuestión sólo con-
'El problema del «fundamento de la inducción», legado por La- cierne a los juicios que se afirman en virtud de una inducción.
chelier a la filosofía moderna, es un pseudo-problema. Sólo con- Si nos atenemos a la doctrina expuesta en el último capítulo de
cierne al kantismo, y no se plantea fuera del ámbito de la crítica los Segundos analíticos, podríamos creer que la inducción es infa-
kantiana. O, si se prefiere, existe un problema de la inducción, lible, pues la intuición, dice Aristóteles, es siempre verdadera, e in-
pero es mucho más profundo. Consiste en saber si existe una Na- cluso más verdadera que la ciencia. Y, en efecto, la intuición es
turaleza, y en la Naturaleza unas naturalezas, si existen en forma infalible. Desgraciadamente, no se da casi nunca. En los casos de
individual y sensible unas esencias inteligibles que la inteligencia los principios primeros y de sus aplicaciones inmediatas, es natural
humana es capaz de percibir. Si es así, todo está solucionado, pues a la inteligencia humana y no exige preparación; además, es clara,
donde quiera que se realice una esencia, se hallarán sus propieda- de modo que no puede ignorarse que se ve, ni dudar de lo que
des y sus relaciones necesarias. Así, pues, no hay que buscarle un se ve. Pero a medida que se intenta precisar más la complejidad
principio a la inducción, porque no es un razonamiento, y es ella de lo real, la intuición es cada vez más difícil de obtener y aclarar.
la que nos da los principios. O, si se habla de principio, no puede Se necesita una multiplicidad de experiencias, ya lo hemos dicho;

246 247
Epistemología general CURSO DE
FILOSOFÍA
es la señal de que la intuición ya no es natural, sino adquirida, TOMISTA
que ya no es de rondón clara y distinta, sino que necesita ser
elaborada. Pranaradna ner un entibo de
Por tanto, aunque la inducción sea en el fondo una intuición
y que la intuición sea de suyo infalible, no hay nada de asombroso FECHA DE DEVEYLUCION
en que la inteligencia que la busca a veces caiga en falta. Podrá
dar juicios probables e incluso juicios falsos siempre que rebase
aunque sólo sea un poco la intuición.
Si, para terminar, nos atreviésemos a examinar rápidamente los
métodos de las ciencias experimentales, repartiríamos el trabajo
científico en cuatro fases. La primera consiste en preparar la inteli-
gencia para que sea capaz de percibir el sentido de los hechos, es
decir, obtener de ellos una enseñanza, descubrir lo inteligible que
llevan en sí. La segunda es simplificar lo más posible los fenóme-
nos naturales para que su sentido sobresalga más fácilmente, lo
que equivale a hacer experimentos. La tercera consiste en elaborar
lo que se ha creído ver, es decir, verificar que se ha visto bien y
precisar lo que se ha visto. La cuarta es demostrar la ley que se ha
inducido. Pero está claro que la clave de todo este proceso es la
coincidencia de -una idea con una experiencia. Es, en efecto, el
único momento en que el espíritu entra en contacto con la realidad,
es el pasó decisivo que da a todo lo demás un valor de verdad.
Pero, para ello, no hay ni regla ni método, pues es la intuición
misma la que constituye el fondo de la inducción.

gunda edición. 264 páginas.


14. R. Verseaux, TEXTOS DE LOS GRAN-
DES FILÓSOFOS. EDAD MODERNA.
Cuarta edición. 184 páginas.
F. Zanabi, TEXTOS DE LOS GRAN-
DES FILÓSOFOS. EDAD CONTEM-
PORÁNEA. Tercera edición. 292 págs.
248
El planteantento del problema del conocimiento, que por ser es
pecíficamente filosófico es tan viejo como la mismo filosofía, no
ha variado a lo largo de los siglos. Sin embargo, la aparición y st
desarrolle,de los sistemas científicos' modernos,— particularmeítite
la' «alca— han impuesto la obligación de reelaborar el cencepte
mismo de experiencia, y con ello han tocado en sil raíz al mismo.
conocimiento. Lo que Kant entiende por experiencia no es lo mia-
mo que entendía Aristóteles; el neopositivismo moderno aún ha
restringido más este concepto.
En la introducción de esta obra el autor incluye un resumen
histórico en que se recuerdan las diversas tendencias opinantes
schee ema: Platón (Teeteto), Aristóteles, Pirrón, hm. 'rol
Sa• A •stín, etc. (el problema no es invención de Dascai
de 04. El cuerpo de la obra consta de tres- partes. En la prié•
metra, son sometidos a revisión el escepticismo, el empirismo
el•,,mcionalismo y el idealismo. En la segunda parte, que el a eta*"'
descripthia, se nos da cuenta del sentido de las nor•,.
de:Aconcickniento, verdad, certeza, evidencia, error, etc., d.
ciar rolas bien de las de homónima terminología, pero de dls.:
sentido, usadas sobre todo por el idedllsmo kantiano. Finalm
en r; tercera trata ya en concreto de los casos en que el esp.
quo no está encerrado en sí mismo, como ha dejado bien ser
el autor fal frotar 'del idealismo y del realismo), se pone er r
tacto coi, lo que le trasciende y se encuentra fuera de él. El a
de: la sensación, de la reflexión, de la abstracción, de la a
mWón y de la 'inducción verifica esa realidad concreta.

FACSO- UNSJ

28980

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