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sofía y su amigo imaginario

He aquí la historia de un fatídico amor, he aquí la historia de un amor no correspondido, en


un pequeño pueblo al oriente de Mérida, llegó una linda joven, de cabello castaño, ojos
cafés y mirada perdida, su nombre era sofía; sofía de la rosa, ella era una chica de pocas
palabras, tímida y poco social, prefería la compañía de su gato y el compartir con su tía,
pues al llegar a Tame decidió quedarse en casa de su tía Gladis.

Sofía: Que cálido es Mérida, me recuerda las tardes que pasaba junto a mi madre podando
el jardín trasero. ( suspira) “Esa brisa que refresca el alma”

tia gladis:

Se aproximaba el inicio de las clases, al ser nueva en el pueblo, sofía no conocía a nadie,
solo a su tía y sus primos que vivían con ella, al frente de la casa de Gladis vivía la señora
Diana, una mujer de carácter y presencia; esas mujeres que no se quedan calladas por
nada, ella tenía un hijo de nombre Carlos jose, que irónicamente asistía al mismo colegio al
que sofía se había inscrito, la institución se llamaba liceo Tame, un colegio catalogado como
el mejor del municipio y del departamento, diagonal a la casa donde vivía sofía estaba la
casa de doña Marcela, una mujer de principios, ella tenía dos hijos, Michelle la mayor y
Nicolas el menor de la familia, vivían con don Hernando Galindo, padre de michelle y
Nicolas, el siempre permanencia en su casa, ya que padecía una enfermedad en sus
pulmones, no podía respirar bien, así que la encargada de todo era doña Marcela.

Los días pasaron y el colegio se convirtió en el día a día de sofía, dedicaba su tiempo al
saber, no salía se su cuarto, se dedicaba a leer y a repasar los temas que vería en su clase,
también, hablaba con su primo Iván, le gustaba ayudarlo en sus tareas así como reforzarle
los temas que él no entendía, en las tardes después del colegio y de hacer sus trabajos Iván
salía a la calle a jugar con los chicos del barrio, Carlos y Nicolas, la tardes eran de juegos y
recocha, a lo lejos Sofía se quedaba mirándolos desde la ventana, es así como con el pasar
de los días y las tardes soledas se repetía la rutina de jugar y así mismo fue creciendo algo
intangible y ardiente, un amor de juventud, esas tardes en las que Sofía se distraía viendo a
aquel joven de piel canela y ojos negros, Nicolás, el joven que había despertado algo
imperceptible, algo que sofia nunca pensó sentir.

Es así como un día su primo Iván la invita a jugar con sus amigos del barrio, entre ellos
Nicolás, ella jugó toda la tarde con ellos, hasta que el sol se ocultó en la cordillera y
mientras el tiempo pasaba ella veía más a Nicolás, al salir de colegio ella hacía todos sus
trabajos para poder estar libre el resto del tiempo con sus amigos, pasando de lunes a lunes
las tardes entre risas y recochar con su primo Ivan y sus amigos Nicolás y Carlos.

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