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La censura es la estrategia de quien poco

entiende. Pero en la poesía el tiempo


justo para los versos sabe conjugarse. El
siguiente artículo de Arnaldo E. Valero
sobre la poesía de Pedro María Patrizi
contribuye a derrotar el silenciamiento
de una benemérita mentada de madre

Quevedo
en Mérida
p o r A r n a l d o E . Va l e r o

M
ilton dijo: “Amo todo lo que en su manera de vestir, pero quien tenía
fluye”. Y mientras Henry Mi- su lado oscuro, su Mr. Hyde: un sicofante
ller hacía suya esta máxima irreductible que afloraba en los bares y
en París, el bardo merideño Pedro María burdeles de Mérida cuando declamaba,
Patrizi cantaba el semen, las alcantarillas, a solicitud de los presentes, versos como
el flujo menstrual, los escupitajos, la estos: “Mujeres me pasé por la bragueta /
obscenidad que es risa y éxtasis; todo lo como nadie en el mundo se imagina, / diez
que es fluido y se disuelve. Así lo demues- mil veces me hice la puñeta / y le comí el
tran los textos que conforman el poema- virgo a una gallina” (p. 79). Nunca fal-
rio Quevedo en mí (1992), el cual debió taba estudiante, arriero o campesino que
esperar décadas para convertirse en libro. brindara el merecido trago de miche o de
Los poemas del mencionado volumen ron para estimular el estro sicalíptico de
fueron compuestos durante la primera Patrizi, quien, en algún momento de sus
mitad del siglo xx, pero no fue sino hasta recitales, llegaba a ufanarse de ser un gran
1992 que pudieron ser editados. Su fragua poeta pornográfico y expresaba su deseo
precisó la participación de varias perso- de publicar un libro que llevara por título
nas, y también de un conjunto de inicia- Quevedo en mí.
tivas, tanto individuales como colectivas. La edición de esos versos en tiempos
En principio bastó con el espíritu icono- de Gómez o en períodos inmediatos era
clasta y el talento lírico de Pedro María simplemente inconcebible; Pedro María
Patrizi, un prolijo bardo de provincia, Patrizi tuvo que limitarse a cedérselos a
formado en la lectura de poetas del siglo Adolfo Altuve Salas, uno de sus amigos,
xix y recordado como un hombre cortés como muestra de confianza y estima.
y educado, así como pulcro y elegante Conservados en hojas escritas a máquina,
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esos poemas aguardaron durante décadas respeto que merece la memoria de las per-
en los archivos de su custodio, hasta que el sonas fallecidas, un nieto de doña Herme-
abogado tovareño Alfonso Ramírez Díaz negilda —hijo de Eustoquio Gómez para
advirtió que había llegado el momento más señas—, le pidió a Adolfo Altuve Salas
de hacer realidad el sueño del émulo de que convenciera al dueño de la editorial de
Quevedo. Sólo era cuestión de ofrecer el sustraer el soneto del volumen que estaba
proyecto a un editor con la amplitud de a punto de ser distribuido. Acto seguido,
criterio necesaria para apreciar su valor, las papeleras de la casa editora se llenaron
como es el caso de José Luis Moreno. El con ese texto que ha tenido que aguardar
prólogo estuvo a cargo de Adelis León más de tres lustros para enrostrarnos una
Guevara, poeta y catedrático universitario verdad irrefutable: es muy poco lo que ha
con la formación y la capacidad requeri- cambiado nuestro país. Así lo comprobará
da para dar cuenta de cómo los asuntos quien lea sus versos cambiando el nombre
cultivados por Patrizi también habían de Hermenegilda Chacón por el de la ma-
ocupado a figuras como Catulo, Petronio, dre del gobernante venezolano que se desee.
Marcial y Quevedo, entre otros, lo cual Más que ensañarse con una persona en parti-
supone un panorama de la presencia del cular, el poeta amonedó una diatriba lírica
improperio, lo burdo, lo indecoroso, lo imprescindible para quien tenga a bien re-
escatológico y lo pornográfico en la lite- pudiar al sátrapa de turno. Mientras haya
ratura occidental. Sin el esfuerzo, la pa- gobernantes déspotas y corruptos prevale-
ciencia, la iniciativa y la alianza de estas cerá la necesidad de hacer alusión a lo más
personas, nada podría decirse hoy en día sagrado y querido que tienen: la puta que
de la vertiente escatológica del poeta los parió.
nacido en Mesa Bolívar. El hecho de que Uno de los aspectos más notables de
los nombres de este equipo editor se Quevedo en mí son las ocurrencias del
hayan mantenido en el anonimato es un autor. “Baile en el cielo” cuenta cómo la
claro indicio de la atmósfera de rechazo, mona se encariña con el toche [sic] de
hostilidad y desaprobación a la que se burro que, por equivocación, le dieron a
vieron expuestos por ciertos sectores de la su consorte. “Lamentar de una cagalera”
sociedad merideña durante la edición de dramatiza en primera persona el sufri-
este poemario sin precedentes. miento de un ano abandonado por el falo
La década de los 90 apenas comenza- de sus ardores, mientras que en “Despedi-
ba y, aunque hacía más de medio siglo que da” el despecho va por cuenta de un falo
el tirano nacido en La Mulera había falle- que se sabe cambiado por el güebo [sic] de
cido, el espectro de la censura gomecista un burro. “Morir al nacer” es una elegía
tocó a las puertas de la Editorial Venezo- consagrada a la brevísima existencia de un
lana. La razón estaba en la página 91 del mojón. “Maximina” y “Ramoncito” son
libro que ya había sido engomado y refila- cantos a mancebos que bien pudieron ser
do. Se trataba de un soneto inspirado en sacerdotes o reencarnaciones de Príapo. El
la entrepierna de la madre del Benemérito: soneto “Adiós a Mérida” nos habla de una
“La cuca de doña Hermenegilda”, una de ciudad muy distinta a la celebrada por
las más grandes mentadas de madre en Tulio Febres Cordero o Mariano Picón
la historia de la humanidad. Alegando el Salas: “Grata recordación de mí no esperes,
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/ revuelto lupanar de maricones; / son tus par de mojones flotando infinitamente en
hombres los hombres más cabrones / y las el bidet de un burdel parisino, motiva al
putas más putas tus mujeres” (p. 51). “Solo narrador a preguntarse si no será precisa-
de paja” es una de las celebraciones más mente eso lo que la vida tiene que ofre-
hilarantes al onanismo. Los niveles esca- cer: “Ni más ni menos que dos enormes
tológicos de “Excelsitud amorosa” harían chorizos de mierda”. Al comprender que
ruborizar a la Mala Rodríguez y Calle 13, no hay nada más que esperar de la vida,
el dueto hispano-sudaca que hace un par Miller confiesa haberse quitado un gran
de años grabó sus ganas de tener “sexo con peso de encima. Estaba contra la pared:
caca”. “Placer” agrupa tres décimas que en- había sabido de Dios pero no le había
cierran un proyecto de vida de un hedo- bastado; espiritualmente estaba muerto,
nismo ciertamente particular. Con “Las pero físicamente se sabía vivo; además,
delicias del peo” Patrizi demuestra hasta moralmente era un hombre libre. Es preci-
qué punto su gracia y humor no son puro samente en esa intersección donde puede
tremendismo de rimador de arrabal sino ser ubicado el autor de Quevedo en mí.
que están a la altura de su maestría en el Pedro María Patrizi no estaba dispuesto
cultivo de las formas clásicas, como pue- a callar nada; en el fondo sabía que no iba a
de apreciarse en la siguiente décima: “Los ocurrir ningún milagro que hiciera tole-
peos en un banquete / son cosas sensacio- rable la realidad. Por consiguiente, contra
nales, / que dan a los comensales / añoran- todo convencionalismo, su condición heré-
zas de retrete; / pues al llevar al boquete / tica y anticristiana le impulsaron a cantar
la oliente vianda servida, / se les complica la fidelidad de las ladillas, el dolor causa-
la vida / y el ansia les empozoña, / porque do por las almorranas, los virgos sangran-
un saborcito a ñoña / ha impregnado la co- tes, el placer de defecar, las erecciones de
mida” (p. 81). Las cinco décimas que con- los párrocos apegados a la castidad, la
forman “La maldición” probablemente zoofilia, el onanismo, la prostitución, la
matarían de la envidia al más altanero y homosexualidad, la necrofilia y la copro-
locuaz de los hip-hoperos, llámese Tupac, fagia. Ni siquiera el pathos de los cortejos
Eminem o René Pérez Joglar. Por su par- fúnebres quedó a salvo de su trazo sicalíp-
te, “Putas de Mérida” compendia las tarifas tico, como puede verse en “La niña Rosa”,
y “atributos” de las meretrices que labora- “Luctuosa”, “Sepelio de un mariquero” y
ban en la ciudad de los caballeros. Queve- “En la muerte de Don Juan Quiñónez”.
do en mí cierra con “El pájaro muchile- Toda la hediondez de (post)Gome-
ro”, glosa de un cuarteto que décadas atrás zuela y los (post)gomezolanos yace como
algunos merideños sabían de memoria y un lodazal en los versos de Quevedo en mí,
que solían declamar a manera de chanza y sobre esa enrarecida atmósfera de media-
o adivinanza: “El pájaro muchilero / no se nía prostibularia y de cuartel, a manera de
puede comprender: / alegre cuando tiene una emanación incontenible, la carcajada
hambre, / triste después de comer” (p. 95). de quien se ha librado de los prejuicios y,
La notable presencia que tienen los parafraseando a Catulo, dice: “Vivamos y
excrementos en estos poemas de Patrizi forniquemos, amigos lectores, / y conceda-
invita a pensar en ese pasaje de Trópico de mos valor inferior a un as / a las voces de
cáncer (1934) en el que la imagen de un los viejos severos”. c
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L a c u c a de Doñ a Her menegilda

Esta es la enorme y apestante cuca


de doña Hermenegilda Chacón, fiera
que, además de terrible y feroz, era
muy puta desde el culo hasta la nuca.

Cabe holgada en la fétida tronera


de la vieja, que fue cruel y maluca,
la más voluminosa y gruesa yuca,
aunque de un árbol su tamaño fuera.

Yo le daría gustoso justamente


por ese culo asqueroso y pestilente
con un nervio de toro larga pela;

porque por ese coño, o ese ano,


nació Gómez, el bárbaro tirano
que se cagó en la pobre Venezuela.

Pedro María Patrizi


Texto censurado del libro antológico Quevedo en mí.
Mérida: Editorial Venezolana, 1992. p. 91.
Biblioteca Febres Cordero [Edo. Mérida].
Cota: V861.44 p314
P l a c e r

Innegable es que el placer


dulces horas nos depara
esa sensación tan cara
que vivimos al joder,
ese grato estremecer
de cálido arrobamiento
en que nos vibra el aliento
y se inflaman los cojones
cuando salta a borbotones
la leche en ritmo violento.

Cagar abundantemente
no tiene comparación,
sobre todo si el mojón
es macizo y resistente;
un mojón que nos reviente,
que los rayos nos destrocen
y nos quemen con su roce
los farallones del ano.
¿Puede haber para el humano
más tierno y sublime goce?

Mil cosas hoy se han escrito


de placeres, que no dudo;
el del perro con su nudo
se nota que es exquisito.
Mas para mí el más bendito,
el de más rico sabor,
el más valioso, el mejor
de todos, según yo creo,
es poder tirarse un peo
adentro de un ascensor.

Pedro María Patrizi


De Quevedo en mí. Mérida: Editorial Venezolana, 1992. p. 77.
Biblioteca Febres Cordero [Edo. Mérida].
Cota: V861.44 p314
Excelsitud amorosa

Es tan grande, amada mía,


el amor que te profeso,
que un mojón tuyo, muy grueso,
con gusto me mascaría.

Lo mismo que el sebo espeso


que en tu coño se almacena,
para mí no sería pena
quitártelo beso a beso.

Y el líquido purpurino
de cuando estés arreglando,
bebería yo, suspirando
cual un generoso vino.

Tanto más por ti yo hiciera,


¡oh prenda adorable y cara!
que hasta el culo te limpiara
con la lengua, si quisieras.

Y en mi pasional ceguera
por aumentar tu contento,
tus peos sin miramientos,
ávido todos me oliera.

Tanto, tanto, en fin, yo haría,


aunque así la vida pierda,
que en un lago de tu mierda
sin vacilar me hundiría.

Pedro María Patrizi


De Quevedo en mí. Mérida: Editorial Venezolana, 1992. p. 71.
Biblioteca Febres Cordero [Edo. Mérida].
Cota: V861.44 p314

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