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EL AHOGADO MÁS HERMOSO DEL MUNDO

Adaptación en un acto del cuento homónimo de Gabriel García Márquez


Guillermo Alanis

Personajes:
Chente (abuelo)
Cleotilde (nuera)
Isabel (hija de Cleotilde)
Asunción (esposa de Jacob)
Niño (hijo de Cleotilde)
Rebeca (solterona del pueblo)
Tobías (esposo de Cleotilde)
Jacob (esposo de asunción)
Baltazar (novio de Isabel)

Lugar: Un lugar olvidado junto al mar.


La escena presenta en el primer cuarto de una casa humilde, de madera, de un pueblito
perdido junto al mar. En escena se encuentran cosiendo don Chente una camisa, Cleotilde,
Asunción e Isabel un enorme pantalón, el niño que estará jugando con cuanto objeto
encuentre.

Chente: ¡A ver si esta le queda!


Cleotilde: ¡Más vale! Porque ya no tenemos prendas de donde sacar tela.
Isabel: ¡Y es que está inmenso!
Cleotilde: Venido a ver, no le quedaron ni los pantalones del lanchero, que es el hombre
más grande de por estos rumbos.
Isabel: Y el más tonto también.
Cleotilde: Ni sus camisas.
Asunción: ¿Pero ¿cómo nos fuimos a equivocar en sus medidas? Si yo le hago la ropa a mi
marido y nunca me falla.
Chente: A los muertos se les toman medidas especiales y más a los ahogados, he oído
decir que estos tienen la propiedad de crecer cada vez que están más muertos.
Isabel: Es el muerto más hermoso que jamás he visto.
Asunción: De nada sirvió que deshiciera la colcha de mi cama para hacerle su camisa, ni le
quedó.
Cleotilde: ¿De dónde sería este?
Chente: Debe venir de muy lejos. La vegetación marina que traía pegada en el cuerpo no
es de estas aguas.
Niño: Mamá…. Tengo hambre.
Cleotilde: Usted lo que debe hacer es irse a dormir; mira nada más las horas que son.
Asunción: Cuando venga el padre te confiesas, ¡niño sacrílego! Mira que jugar con los
difuntos.
Niño: ¡Bah! ¡Pues yo que iba a saber!
Asunción: ¡Pobre muerto! Lo que ha de haber sentido; bueno, (mirando al niño en forma de
reproche) ¿y nunca se te ocurrió avisarnos inmediatamente?
Niño: ¿Y para qué? Si nos estábamos divirtiendo de lo lindo; estábamos en la playa
jugando, como todos los días, cuando de repente que veo que algo venia por el mar, ¡un
tiburón! grite; y todos corrimos a escondernos, pero no, no era, porque estaba muy
tranquilito, entonces pensamos que sería un náufrago en un bote y corrimos a verlo, pero
nos encontramos con eso, como no sabíamos que era, pues decidimos jugar a enterrarlo y
desenterrarlo. ¡La de arena que se llevaba para enterrarlo! (Isabel lo interrumpe)
Isabel: Y ahí fue donde llegó…. (interrumpe el niño)
Niño: Si, el tonto de tu novio.
Isabel: Mamá, dígale que no le llame así.
Cleotilde: ¡Niño!, estate quieto.
Niño: Pues ese, nos quitó toda la diversión.
Isabel: Fue él quien vino a avisarnos, para que papa y los demás hombres corrieran a verlo.
Cleotilde: Y lo que batallaron para traerlo, dicen que es muy pesado.
Asunción: Pero como no, basta con mirarlo.
Isabel: ¿Quién iba a imaginar que bajo esa mugre y plantas estaría escondido todo ese
hombre?
Asunción: ¿Verdad que es hermoso?
Isabel: Hermosísimo…(suspira)
Chente: ¡Mujeres! ¡calmadas!
Asunción: Perdón, es que me ofusqué, no sé qué me pasa, pero su presencia me
impresiona.
Chente: ¡Es un muerto!
Asunción: ¡Pero que muerto!
Isabel: ¡Tan grandote!
Chente: La verdad sea dicha, en todos mis años de vida, jamás había visto a un hombre tan
corpulento.
Isabel: ¡Y tan maravilloso!
Cleotilde: ¡Que daría mi marido por tener la tercera parte de ese cuerpo!
Chente: ¡Mujer! Que yo engendre hombre, no ahogados.
Cleotilde: será muy su hijo y muy mi marido, pero éste les ha ganado a todos.
Asunción: ¡Jesús! La de pensamientos que pasas por mi mente, ahora que venga el padre
tendré que confesarme dos veces; y aun así se me hace que la penitencia que me imponga
no bastará para redimir mi pecado. (se persigna)
Isabel: No es pecado; son…. Pensamientos.
Asunción: También se peca de pensamiento y les juro que nunca me había sentido tan
pecadora como en estos momentos. ¡Dios mío! Calma esta lujuria y esta lasciva que me
consume.
Chente: Te desconozco, mujer.
Asunción: ¡Yo más! Pero me gusta esta sensación.
Isabel: ¿Qué pensaría su marido si supiera?
Asunción: ¡Bah! Con lo que él me da no tiene derecho a recriminar nada.
Niño: Es mucho escándalo por un simple ahogado.
Asunción: No es un simple ahogado, ¡es todo un ahogado! Además ¿Qué sabes tú de las
cosas de la vida? (a Cleotilde) ¿Por qué no lo manda a dormir? Ni puede una platicar a
gusto con este chiquillo entrometido.
Cleotilde: ¡Vete a dormir, niño!
Niño: Pero tengo hambre.
Cleotilde: Hoy no se cena.
Niño: ¿Y por qué no?
Cleotilde: No todos los días nos llega un ahogado así.
Niño: De haber sabido, ni lo hubiera desenterrado.
Asunción: ¿Y quitarnos la oportunidad de conocerlo? (a Cleotilde) ¡Mándalo a la cama!
¡Que ocurrencias!
Chente: Me pregunto si los muchachos ya dieron con su pueblo de origen.
Cleotilde: Hace mucho que salieron.
Asunción: Ojalá no encuentre de donde es.
Cleotilde: ¿Por qué no?
Asunción: Ya lo siento como mío…
Isabel: ¡Nuestro!
Asunción: ¡Eso! Eso quise decir; como un muerto nuestro.
Chente: ¿Ya terminaron?
Asunción: No, es que está muy grande.
Entra Rebeca
Rebeca: Buenas noches. Perdón por el retraso, pero es que no me podía venir hasta no
dejar a los niños dormidos.
Asunción: (al niño) ¿Oíste? Si ella duerme a sus niños imaginarios con mayor razón tú
debes irte a dormir.
Niño: ¡Que latosa! Ni que fuera mi mamá.
Cleotilde: ¡Niño! Más respeto.
Rebeca: (Buscando) ¿Y…? dónde está?
Isabel: afuera, en el patio.
Rebeca: ¿En el patio? Pero qué lugar más incómodo para un ahogado, que poca atención
de su parte.
Isabel: No cabe por la puerta.
Rebeca: ¿Pero ¿cómo va a ser eso? (se emociona)
Asunción: Es tan grande que no lo pudieron meter.
Rebeca: ¿Ni de ladito?
Cleotilde: Cuando lo vea lo comprenderá.
Rebeca: Me dijeron que estaba grande, ¿pero tanto?
Asunción: Es tan inmenso que no cabe…. Ni en su imaginación y mire que ya es mucho
decir.
Rebeca: No lo creo, la exageración también tiene un límite.
Asunción: Nuestro ahogado no. (indignada)
Chente: Es inconcebible.
Rebeca: Usted siempre ha sido más sensato, pero…. ¿no estarán exagerando un poco?
Chente: Soy viejo, pero no mentiroso.
Isabel: Venga para que lo vea.
Rebeca: Claro que tengo que verlo. (salen Rebeca e Isabel)
Asunción: Quiero ver la cara de esa loca cuando lo vea.
Cleotilde: La cara que puso usted no fue para menos.
Asunción: ¿Cómo no rendirse ante la evidencia?
Chente: ¡Las ropas!, terminen esas ropas.
Asunción: ¡Ya voy! Ya voy. (entra Isabel) ¿Qué paso?
Isabel: Allá esta, muda de la impresión, le dije que se viniera, pero esta como ida.
Se escuchan gritos desde el patio.
Rebeca: ¿Jesús sacramentado, pero que es esto que nos haz enviado?
Asunción: ¿Verdad que es toda una prueba? (dirigiéndose a Isabel)
Isabel: ¡Y que prueba más difícil!
Chente: Acaso nadie piensa traer a la loca de Rebeca.
Isabel: No se quiere venir… casi se inca y no podía parar de abrazarlo.
Se miran entre las mujeres….
Asunción: ¡Vieja aprovechada!, déjeme decirle que es de todas (sale con Isabel)
Cleotilde: No sé porque presiento que después de esto las cosas no van a ser lo mismo.
Isabel: no se le quería despegar y la otra a fuerza la quito de encima.
Entra Asunción jalando a Rebeca.
Asunción: ¡Ensimosa! Hubiera llegado más temprano.
Rebeca: ¿Por qué? ¿Qué hubo más temprano?
Asunción: A la hora de la bañada y la limpiada.
Rebeca: ¿Ustedes lo bañaron?
Isabel: ¡SI!
Rebeca: ¿Todo?
Asunción: ¡Claro! ¿A poco se baña a los muertos por partes?
Rebeca: ¿Y por qué no me avisaron? (entre dientes) Viejas egoístas…….
Asunción: La voz se corrió por todo el pueblo; que usted no haya llegado a tiempo no es
nuestro problema.
Rebeca: Por culpa de esos chiquillos latosos que no se querían dormir……… hablándose a
sí misma.
Niño: (interrumpiendo) Si ni niños tiene, como alucina…. Rebeca lo mira y lo ignora
mientras Cleotilde lo pelliza y él se queja.
Rebeca: (cambiando bruscamente de actitud) Y es que a mí no me avisaron que iba a
haber bañada.
Asunción: ¿Y qué? ¿Pensaba que el ahogado nos iba a llegar limpiecito del mar para su
funeral? ¡NO! Aquí la quería haber visto a la hora de arrancarle las algas, las medusas, la
costra…. Su semblante cambia al recordar….
Chente: Los restos del naufragio. Con voz tenue poniendo corte final a la imaginación de
Asunción.
Rebeca: MMM pues creo no lo dejaron muy limpio, hay que darle otra bañada; ¡Yo lo baño!
Asunción: Lo dejamos muy limpio. (enojada y tajante).
Chente: Tenía el olor del mar y sobrellevaba la muerte con dignidad; no tenía el semblante
solitario de otros ahogados, me conmovió…Como si fuera un hijo más…. (interrumpe
Rebeca).
Rebeca: ¡Suegroooo!!!! (todas la miran con cara de sorpresa y reproche) era solo para
romper el hielo, es que es todo lo que siempre he soñado…. Y más. (cambia drásticamente
de personalidad) Después de verlo, no sé…. Mi marido me parece tan insignificante…
(interrumpe el niño).
Niño: ¡Y dale con eso! ¿Cuál marido? si ni marido tiene. (Cleotilde le da un coscorrón) pero
es la verdad mamá, todos en el pueblo…. (Rebeca lo calla)
Rebeca: Todos en el pueblo saben de mi marido el capitán fuerte y gallardo…. (Asunción la
calla como cuando callas a un loco que comienza a desvariar y lo ignoras)
Asunción: Sin duda es una de las visitas más distinguidas que hemos tenido en este pueblo
olvidado de Dios.
Chente: Este ahogado tiene cara de llamarse Esteban…. (silencio: todas se miran entre sí)
Asunción: (suspirando) ¡Esteban!
Rebeca: ¡ESTEBAN! ¿Por qué no? Siempre quise conocer un Esteban.
Isabel: A lo mejor ya vestido puede llamarse Lautaro.
Chente: ¡No!; se llama Esteban.
Todas: ¡SI! Esteban, Esteban.
Isabel: Bueno que se llame Esteban.
Chente: Voy a ver si le queda la camisa. (sale)
Rebeca: Todo lo que yo podría hacer con Esteban. (siente la mirada de todas) Don Chente,
espéreme yo le ayudo. (sale tras de Don Chente, pero a medio camino se detiene y se
regresa, preguntándole a las demás mujeres). ¿Y por qué lo tienen en el suelo?
Cleotilde: No resistieron ni la mesa ni la cama que le sacamos.
Rebeca: ¿Y no sería conveniente hacerle una caja?
Cleotilde: No la a completaríamos con toda la madera que hay en el pueblo.
Asunción: Habría que deshacer alguna de las casas, y para deshacer con toda la ropa que
hemos desecho es suficiente.
Rebeca: ¿Cuál ropa deshicieron?
Asunción: Mucha, y ninguna le ha quedado.
Isabel: La última fue el vestido de novia del pueblo.
Rebeca: ¿Deshicieron el vestido de novia? ¿Y yo que me voy a poner cuando me case?
Asunción: (burlándose) ¿Piensas casarte todavía?
Niño: (sin dejar de jugar, para sí mismo) Pobrecita quien la entiende no que ya está casada
y tiene hijos…. (coscorrón de Cleotilde)
Isabel: Yo no me opuse y eso que soy la próxima a casarse.
Rebeca: ¡Pero ese vestido nos pertenece a todas! (gritando, indignada y enojada) ¿Quién
las autorizo?
Asunción: Fue decisión unánime, además no según estas casadas con tu capitán, ¿Qué
no? (burlándose)
Rebeca: (confundida) pero claro… (lo duda, tiene un momento en que no sabe si está
casada o no, cuando le llega el momento de lucidez) Claro como ustedes ya se casaron
que les importa.
Niño: Huy prefiero cuando está loca que cuerda, molesta menos. (coscorrón de su mamá)
Isabel: Yo también vote porque se usará.
Cleotilde: Así una parte de nosotras estará siempre con él.
Isabel: Su camisa se le va a ver divina.
Asunción: Y estos pantalones que estamos cosiendo también.
Rebeca: Lo que yo digo es ¿para qué vestirlo?, así está muy bien; sería como cubrirle toda
su gloria.
Asunción: Hemos decidido hacerle un grandioso funeral.
Rebeca: ¿Y si alguien lo reclama?
Asunción: ¡IMPOSIBLE! ¡este muerto es nuestro! Nosotros lo vimos primero.
Cleotilde: Los hombres fueron a los pueblos vecinos a ver si no es de por allá.
Asunción: ¡No debieron haber ido!, además si es de ellos, ¿Por qué no cuidan a sus
ahogados? Cada pueblo tiene el ahogado que se merece y nosotros tenemos a Esteban; él
escogió nuestra playa.
Cleotilde: Como quiera tendremos que esperar las noticias que nos traigan los hombres.
Isabel: A mí como que ya se me están quitando las ganas de casarme con mi novio.
Cleotilde: ¡Niña! ¿Pero cómo puedes decir eso?
Isabel: Es que si me caso y luego nos llega uno como estos… ¡VIVO!
Asunción: De veras que ni me había puesto a pensar como sería Esteban vivo, con ese
cuerpo, esas manos, esas piernas, eso…. (Todas sorprendías, se miran entre sí, suspiran y
luego se personan).
Isabel: Viviría constantemente golpeándose con los travesaños de las puertas y tendría que
entrar y salir de lado.
Rebeca: ¡Pobre infeliz! Lo que batallaría su mamá para coserle la ropa.
Cleotilde: El gasto que haría con tanta tela.
Asunción: Y luego para estarle cosiendo y descosiendo la ropa cada día, a medida que iba
creciendo.
Isabel: Las desventajas de ser tan grande.
Rebeca: ¡Pobre! Me imagino como le iría cada vez que iba de visita. Seguramente tendría
que permanecer parado para no romper las sillas.
Isabel: ¡La de sillas que ha de ver roto!
Cleotilde: Yo imagino que la dueña de la casa que iba a visitar; buscando una silla más
resistente y diciendo: “Siéntese aquí, Esteban”, lo diría muerta de miedo, temiendo que
también esa silla la rompiera.
Isabel: Y él, muerto de vergüenza diría; “No se preocupe, señora, así estoy bien”.
Rebeca: Pobre, condenado a pasar de pie todas las visitas con los talones en carne viva y
las espaldas escaldadas de tanto apoyarse en las paredes. (cambio de personalidad)
Seguramente supo que quienes le decían; “No te vayas, Esteban; espérate siquiera a que
hierva el café”, serían los mismo que después susurraban; “! ¡Qué bueno que ya se fue el
bobo grande, el tonto hermoso!”. (cambio de personalidad y suspiro) ¿Por qué la vida es
tan cruel conmigo? Si yo hubiera nacido en el mismo lugar que él. Otra sería mi situación….
Asunción: En ese caso… (molesta viendo a Rebeca) la vida fue cruel con todas nosotras.
Rebeca: Ustedes están casadas (histérica).
Asunción: Al menos en estos momentos deberías decidir que personalidad eres, porque
como que eres muy conveniente, casada con hijos para llegar tarde al trabajo y soltera para
agasajarte a nuestro muerto, muy conveniente tu locura. (indignada para luego dirigirse a
las demás mujeres) Aun así nosotras casadas, pero nos casamos sin conocer a Esteban
(afligida).
Rebeca: (En el papel de la santurrona, ignorando a Asunción). Lo que este hombre podría
hacer en una noche, nuestros maridos no serían capaces de hacerlo en toda la vida.
(Asunción se ríe en tono de burla y sarcasmo).
Asunción: (Entre dientes) Si esta pobre no sabe ni lo que es tener marido…
Cleotilde: Jamás se me había hecho mi marido tan insignificante como ahora; ¡Escuálido!
¡Mezquino!
Asunción: ¡En fin! Que la vida nos dio lo que creíamos mejor.
Rebeca: ¿Pero…? ¿Y ahora?
Asunción: Ahora va a ser tan difícil mejorarlo. (entra Don Chente)
Chente: ¡No le quedo!
Todas: ¿Cómo?
Chente: Lo que oyen; no le quedo.
Cleotilde: ¿Tomó bien las medidas?
Chente: ¡Claro! Les digo que este ahogado tiene la propiedad de crecer cada vez más.
Rebeca: (Sollozando) ¡Lo que ha de ver sufrido!
Isabel: En eso pensaba. ¿Cómo es que se ahogó?
Asunción: No podía con esa carga que es su cuerpo y prefirió ahogarse.
Rebeca: Fue un acto heroico. Me parte el corazón. (Sollozando)
Isabel: (Suspirando) ¡Pobre Esteban!
Asunción: No debió haber muerto, ¡Tan bueno que era! (Todas llorando, el niño se asoma a
la ventana o puerta y comienza a gritar).
Niño: Ahí viene mi papá con los demás.
Chente: Ya era hora.
Asunción: ¡Jesús! Que no hayan encontrado nada.
Rebeca: Los odiosos de sus maridos… (Todas hacen gestos de enfado, pero le dan la
razón).
Cleotilde: Ahí vienen los hombres, tan limitados como siempre. (Entran los hombres)
Chente: ¿Y bien?
Tobías: ¡Nada! No encontramos nada.
Jacob: Todos los pueblos vecinos están completos.
Asunción: (Se inca mientras habla) ¡Bendito sea el Señor! (Se levanta de golpe) ¡Es
nuestro!
Todas: ¡Es nuestro!
Isabel: ¡Que alivio!
Rebeca: No podía ser de nadie más.
Baltazar: ¿Y qué haremos ahora con él? (Silencio; todos se miran entre sí)
Tobías: Tendremos que tirarlo de nuevo al mar.
Mujeres: ¡¿Qué?!
Tobías: Claro del mar vino, al mar se va.
Cleotilde: Pero… ¿Al mar?
Rebeca: ¿Deshacernos de Esteba?
Hombres: ¿De quién?
Chente: De Esteban; se llama Esteban.
Tobías: ¿Cómo supieron?
Chente: Basta mirar su cara para saberlo, se llama Esteban.
Jacob: ¡Que ocurrencias! Ponerle nombre a un cadáver.
Asunción: ¡Más respeto! No es un cadáver cualquiera; se trata del cuerpo de Esteban.
(Sollozando) ¡El pobre!
Jacob: Hacen mucho escándalo por ese ahogado.
Isabel: Es que ya nos encariñamos con él.
Baltazar: ¡Tú…! ¿Qué?
Isabel: ¡Tú cállate!
Baltazar: ¿Qué te pasa?
Isabel: ¿Qué saben ustedes sobre lo que es llorar a un verdadero muerto, en todo su
esplendor?
Tobías: El no dormir las ha afectado.
Jacob: Sea lo que sea, no podemos permanecer aquí con ese cuerpo; hay que sepultarlo o
echarlo al mar.
Tobías: Sepultarlo es imposible, no tenemos un pedazo de tierra disponible para hacerlo,
en cambio, el mar es el mejor lugar para un muerto.
Cleotilde: Tendremos que resignarnos.
Asunción: Tan bien que estábamos. (Desilusionado)
Rebeca: Lo vamos a extrañar tanto.
Baltazar: Bueno, ¿pues qué les ha hecho este pobre muerto?
Jacob: lo lloran como si fuera su padre.
Asunción: Vengan para que lo vean y sepan lo que es ser un hombre.
Tobías: Señora, por favor, nos insulta.
Asunción: No digan nada, y síganme. (Salen los hombres y Asunción)
Niño: Mamá…. Tengo hambre.
Cleotilde: ¿Cómo alguien puede tener hambre en un momento así?
Chente: Ese Esteban tendría tanta autoridad en vida, que estoy segura que con sólo
llamarlos por sus nombres los peces del mar saldrían a sus pies.
Rebeca: ¿Puedo ayudar a terminar de coser el pantalón?
Chente: Siéntate y aprende como se hacen las ropas de un santo.
Rebeca: (hincándose y personándose) ¡Eso! Un santo, San Esteban (entra Asunción).
Asunción: Los hombres no dan crédito aún a lo que tienen frente a sus ojos.
Chente: ¿Sigue creciendo?
Asunción: Sigue, cada vez es más grande de cuerpo y alma.
Isabel: ¿Alma? Pero está muerto.
Chente: No, Esteban es un muerto especial, como si su alma se negara a desprenderse de
ese cuerpo, aún en la muerte. (Entran los hombres callados y cabizbajos)
Asunción: Míralos, callados, no pueden comprenderlo.
Chente: ¿Y bien?
Tobías: Es… distinto.
Cleotilde: ¿Nada más? ¡Es magnífico! Es mejor que todos ustedes juntos.
Rebeca: ¿No les da vergüenza?
Baltazar: Nunca había visto un hombre tan… tan…
Isabel: ¡Dilo! ¡Tan hermoso!
Baltazar: ¡Y tan grande!
Tobías: Merece un gran funeral.
Chente: Ya lo hemos planeado.
Jacob: Lo que más me impresiona es su olor, es tan… especial.
Rebeca: Es olor de la Santidad.
Baltazar: ¿Será?
Cleotilde: ¡Claro! Es un aroma a rosas.
Asunción: Cada vez es más penetrante, entra hasta los huesos.
Tobías: Me desarmó, verlo ahí tan inocente, tan desamparado.
Jacob: Como si no tuviera la culpa de llevar ese cuerpo tan estorboso.
Chente: Es tan cándido, que estoy segura que, si hubiera sabido lo que íbamos a batallar
con su funeral, habría escogido otro sitio para ahogarse.
Isabel: O se hubiera amarrado un ancla al cuello para no andar provocando mortificaciones
por ahí.
Cleotilde: Era un santo.
Tobías: De todos modos, hay que echarlo al mar; no nos lo podemos quedar.
Chente: Jamás unas palabras tan dolorosas habían sido tan ciertas. Esta noche el viento lo
he sentido tenaz, el Caribe tan ansioso; la angustia que se cierne sobre nosotros es tal, que
me desequilibra la pesada carga de años que llevo encima, y que siempre pensé estaban
bajo firmes cimientos; ahora, un ahogado, un Esteban, aparece y echa por tierra toda una
vida cargada de experiencias, que vistas aquí a través de él me parecen tan vacías, tan
iguales. (Silencio)
Niño: Pues ya tírenlo y denme de comer.
Asunción: Vete a dormir y déjanos en paz.
Cleotilde: Hay que pensar en el funeral.
Isabel: Ya todas las demás mujeres del pueblo están cortando flores.
Rebeca: Hubo quien me dijo que salieron a los pueblos vecinos para invitarlos a que
vengan a ver a nuestro ahogado.
C5Tleotilde: Será el funeral más espléndido del que se tenga memoria.
Chente: Como el de Mamá Grande. Hay que terminar de arreglarlo.
Baltazar: ¿Por qué no se apesta, como los demás?
Tobías: Será un santo, como dicen las mujeres.
Jacob: Como quiera hay que tirarlo cuanto antes, después de todo es un ahogado expósito.
Niño: ¿Qué es eso?
Chente: Terminen los pantalones, la camisa la tendrá que ser ésta, aunque no le haya
quedado, pues ya no tenemos más tela.
Cleotilde: Hay que ponérsela ya, antes de que siga creciendo.
Tobías: No vamos a poder cargarlo entre todos nosotros.
Baltazar: ¿Cómo lo trajimos?
Tobías: No había crecido tanto.
Jacob: Vamos a intentarlo.
Asunción: Esperen, voy a mi casa a traerle un escapulario del buen viento para ponérselo.
Rebeca: Yo le traeré una pulsera de la orientación.
Cleotilde: Es verdad, yo tengo una medalla de la Virgen, de los Mares; le hará falta. (Salen
Asunción, Rebeca y Clotilde)
Chente: Acompáñenme a ver si entre todos podemos ponerle estas ripas que le hemos
cosido. (Salen todos excepto Baltazar e Isabel).
Baltazar: Isabel…
Isabel: ¿Qué quieres?
Baltazar: Hablar contigo, te noto muy extraña-
Isabel: Yo ya casi ni te noto.
Baltazar: Ayer dijiste que me amabas.
Isabel: Ayer no conocía aún a Esteban.
Baltazar: (Gritando) ¡Es un muerto!
Isabel: ¡Calla! Que te puede oír.
Baltazar: Que estupideces dices.
Isabel: Así no se habla en delante de un santo, ¿es que no lo has entendido? Estamos
frente a un milagro, ya no seremos los mismos.
Baltazar: ¿Ya no quieres casarte conmigo?
Isabel: ¿Por qué me fastidias ahora?
Baltazar: ¡Contéstame!
Isabel: ¿No pudiste haber esperado a que todo terminara? Tienes que arruinarme el
momento más importante de mi vida; ¡si tan solo fueras un pedazo de Esteban, me
conformaría!
Baltazar: ¡Yo estoy vivo!
Isabel: Si… que desperdicio…
Baltazar: Isabel, ¿Por qué hablas así?
Isabel: Esta noche, con Esteban he aprendido a ser mujer.
Baltazar: Te has vuelto loca.
Isabel: No, tú te has vuelto pequeño. (Entran los hombres) Voy con él, puede necesitarme.
(sale al patio)
Tobías: Están muy alteradas.
Jacob: Esteban las ha impresionado demasiado.
Tobías: No sé por qué, pero creo que vamos a batallar mucho con nuestras mujeres de
ahora en adelante.
Tobías: En vez de soñar con nosotros, soñaran con ahogados.
Jacob: La verdad es que el hombre no está para menos.
Tobías: De pronto me he sentido inútil.
Jacob: ¿Qué se sentirá ser así como él? No puedo imaginármelo.
Baltazar: Seguramente tuvo a todas las mujeres que quiso. ¡Que dicha!
Tobías: Dios es ingrato; ¿Por qué a uno solo le dio todo eso? Si bien lo pudo haber
repartido entre todos nosotros, y aun así alcanzaríamos bastante.
Jacob: No debemos revelarnos ante Dios.
Tobías: Él lo hizo, por eso tuvo todo.
Jacob: Sin embargo, me parece tan noble, tan sincero,
Tobías: A mí también me ha conmovido.
Baltazar: A mí me ha desgraciado, ¿Cómo puedo competir con él?
Jacob: ¡Amándolo!
Todos: ¡¿Cómo?! ¡¡Qué?!
Jacob: Reconociéndolo; no podemos evitarlo, hay que amarlo y venerar su recuerdo, si
queremos conservar a nuestras mujeres, tendremos que honrarlo.
Tobías: Tienes razón, es un hombre que merece respeto.
Baltazar: Me siento tan ridículo ante él. (Entra el niño corriendo)
Niño: Ya llegaron las mujeres de los pueblos vecinos; traen muchas flores.
Tobías: ¿Dónde están?
Niño: La abuela le ha detenido en el patio, lo están contemplando se hincaron porque van a
rezar, por eso me vine. (Entra Asunción)
Asunción: Aquí está el escapulario. ¿A qué hora serán las exequias?
Tobías: Nomas que terminen de rezar las mujeres.
Asunción: ¿Ya están rezando? ¿Sin mí? Si yo soy la única que se sabe el rosario completo;
lástima que el padre no venga hasta el otro mes, le hubiera encantado ofrecer los servicios
religiosos por Esteban.
Jacob: Asunción, te estas comportando como una chiquilla.
Asunción: Lo sé.
Jacob: ¿Pero no te das cuenta que estás haciendo el ridículo?
Asunción: ¿Quién eres tú para decírmelo?
Jacob: Tu compañero… de tantos años perdidos.
Asunción: Si…. De tantos años perdidos.
Jacob: lo que estás haciendo es en contra de la ley de Dios.
Asunción: Dios mismo nos lo ha mandado. ¡Es su voluntad!
Jacob: ¡Y si fuera al revés? Si ese ahogado hubiera sido una mujer, ¿qué dirías de mí, si
me comportara como tú?
Asunción: Te entendería perfectamente; creo también la amaría.
Jacob: ¡Asunción!
Asunción: Hazme un favor: no me sigas estorbando (Inicia a rezar). Rezaremos el Santo
Rosario en nombre y Gloria de Dios para que con la Santísima Virgen… (Sale)
Niño: ¡Papá, tengo hambre!
Tobías: ¿Quién piensa en comer ahora?
Niño: ¿Cuándo sea grande voy a estar como Esteban?
Tobías: No hijo, no somos de esa raza.
Niño: Yo no lo veo más grande que tú.
Tobías: Tú no lo comprendes.
Niño: Cuando crezca voy a ser tan grande como yo quiera.
Tobías: No sabes lo que dices.
Jacob: Creo que el chamaco tiene razón; todos hemos visto a ese ahogado tan grande
como cada quien lo necesita.
Niño: ¡Papá! Tengo hambre.
Jacob: (A Tobías) ahí está tu grandeza; él no necesita a un ahogado si no a ti.
Baltazar: Entonces… (Deprimido y confundido) Nosotros ¿qué queremos?
Aureliano: No lo sé, a Esteban, tal vez… (Entra Cleotilde)
Cleotilde: Aquí tengo la medallita.
Tobías: ¿Por qué no le ha dado de comer a la criatura?
Cleotilde: ¿Qué sabe de estas cosas? Que se aguante y vea, que ya tiene de que hablar a
sus nietos; podrá decirles que conoció a un santo.
Tobías: Tengo miedo.
Cleotilde: No me extraña; en cambio yo con él, me siento más segura que nunca.
Tobías: Tú y yo nos necesitamos.
Cleotilde: Así lo había creído siempre; pero ahora todo es distinto; no sé si tengo más
ganas de ser su esposa, su madre, su hermana o su hija; de todos modos, pecaría.
Tobías: ¿Y el niño; Isabel ya es mayo; pero el niño?
Cleotilde: Isabel entiende la magnitud de la situación, al niño…. al niño duérmelo tú (entra
Rebeca) o dile a la loca del pueblo te ayude…. Voy a rezar… (Sale)
Tobías mira a Rebeca con una mirada lastimosa como pidiendo un favor sin pronunciar
palabra.
Rebeca: A mí ni me vea, yo por eso deje a mis hijos dormidos.
Tobías: (Entre dientes) Pero si usted ni hijos tiene...
Rebeca: Perdón ¿decía usted?
Tobías: Dm nada, que en otro momento no me atrevería a molestarla, pero que mucho le
agradecería si me ayudara a darle de comer y dormir a mi niño.
Niño: ¿Por qué nadie me pregunta a mí? Yo no quiero que la loca del pueblo me duerma,
que tal se la cree y me quiere dejar de su hijo imaginario…
Tobías: ¡Niño! No seas malcriado… no hay muchas opciones dadas las circunstancias…
Niño: Pero yo no quiero me cuide la loca del pueblo papá…
Rebeca: Para lo que me importa me llames loca en estos momentos; yo ni de chiste me
encargo de ti esta noche, no me voy a perder mi oportunidad de sentirme mujer por primera
vez en mi vida, sólo por un mocoso malcriado como tú.
Tobías: (Tono suplicante) Por favor no lo escuche, solo por hoy… por favor…
Rebeca: Hoy menos que nunca… la esencia de Esteban ha aclarado mis pensamientos y
hoy sé que mi lugar es junto a él. Él es mi marido, mi valiente y gallardo capitán, que se
perdió en el mar y aún en su muerte ha cumplido su promesa y regresado a mis brazos.
(Sale) Esteban mi amor, espérame ya va tú Rebeca a darte calor amor mío.
Niño: ¡jojana! Híjole la loca del pueblo ya se volvió más loca.
Baltazar: Eso hecha por la borda su santidad, Santo hubiera sido si la hubiera curado de su
locura, no enloquecido más a la pobre loca y de paso a las cuerdas. (Todos ríen)
Entra Isabel.
Isabel: Hay tantas flores, que no se puede caminar; ésta es la pulsera de la orientación que
me dio la loca Rebeca.
Tobías: ¿Para que la necesita un muerto?...
Entra Rebeca….
Rebeca: Para que me encuentre cuando así lo deseé.
Tobías: Somos nosotros quien lo deseamos; él no.
Rebeca: Doy gracias a Dios de no haberme casado con ningún mortal; qué avergonzada
me sentiría de mi marido ante Esteban… Esteban… (Se acaricia lentamente todo el cuerpo)
(Entra Don Chente)
Chente: Amanece; le hemos tapado la cara con un pañuelo para que no le moleste la luz.
Niño: Abuelo, ¿ya terminaron de rezar?
Chente: Sí, pero aún están pecando.
Tobías: Padre, ¿usted las apoya?
Chente: La vida ha terminado para este viejo, que pecado hay en querer ver que sus vidas
no terminen sin cambiar.
Tobías: ¿Y nosotros?
Cleotilde: Voy a rezar (Sale al Patio)
Chente: Dm… Eso este viejo no lo sabe….
Niño: ¿Ya nunca me van a dar de comer?
Chente: (Al niño) Tienes que seguir creciendo, hijo, ahí está tu ejemplo. (Refiriéndose a
Esteban) Tienes una vida por delante; aprovéchala.
Niño: Yo no quiero ser un ahogado. (asustado)
Chente: ¡Prométeme que serás un hombre!
Niño: Sí… como mi papá.
Chente: ¡Como Esteban!
Tobías: ¿De qué manera vamos a enfrentarlas ahora?
Chente: Se acostumbrarán, ya irán aprendiendo.
Baltazar: Todavía no me caso y ya perdí la oportunidad de ser un buen esposo.
Chente: Por lo pronto ellas necesitan de ustedes; quiéranlas más que nunca, ayúdenlas; es
un momento muy difícil.
Tobías: ¿En qué forma?
Chente: Alimentando sus sueños… y los de ustedes. (Entran Cleotilde y Rebeca)
Cleotilde: Las mujeres lloran desconsoladas.
Rebeca: ¡Aúllan de pasión! (Entra Isabel corriendo)
Isabel: (Gritando) ¿Cómo podremos seguir viviendo?
Chente: ¡Ilusionadas! (Entra Asunción.)
Asunción: Las gentes quieren que ya sea el funeral.
Chente: Falta algo importante; lo veo tan desvalido, tan huérfano, que tenemos que elegirle
una familia.
Todos: Sí, es verdad, sí.
Tobías: Puesto que está en mi casa, mi mujer y yo seremos los padres.
Cleotilde: Me parece una excelente idea.
Chente: Entonces yo seré su abuelo.
Jacob: Mi mujer y yo seremos sus tíos.
Niño: ¿Y yo seré su hermano?
Isabel: Nunca sabré si mi hermano Esteban aprobaría mi boda.
Rebeca: Yo seré su novia; su prometida con la que nunca pudo casarse…. (suspira
mientras todos se le quedan viendo)
Baltazar: ¿Cómo nos vamos a formar para la procesión?
Tobías: Como soy su padre, yo iré al frente.
Jacob: Yo en medio. Y tu Baltazar atrás. (Se forman para salir al patio.) Pidamos apoyo a
los hombres del otro pueblo para que nos ayuden a cargar el féretro porque debe pesar
bastante. (Salen, el niño sale tras de ellos).
Niño: ¡Yo también los ayudo!... (Feliz sin entender de qué se trata)
Chente: ¡Que Dios lo bendiga! (Lanza la bendición en dirección de Esteban).
Rebeca: ¡Ya se lo van a llevar! Esteban como te vamos a extrañar.
Asunción: El pueblo estará tan solo y triste sin él.
Cleotilde: ¡Esteban! ¡Qué pequeños eran mis sueños antes de conocerte!
Isabel: ¿Cómo podre querer a algún hombre ahora?
Rebeca: Este será el pueblo de Esteban; hay que inmortalizarlo de alguna manera.
Chente: ¡Claro! Excavaremos manantiales en las piedras y sembraremos flores en los
acantilados para que los barcos al pasar sepan que este es el pueblo de Esteban.
Rebeca: ¡Esteban! ¡Esteban! ¡Esteban! Ya no estaremos completos. ¡Vuelve pronto amor
mío! (Todos la miran extrañados).
Chente: Vamos, quiero estar en el momento en que sea arrojado a los mares y presenciar
el instante en el que todos contendremos el aliento, para después decir: ¡Que poco somos!
Rebeca: Mañana tendré que mandar ampliar las puertas de mi casa, ¡Esteban! ¡Esteban!
Espérame; sigue creciendo conmigo….
El cortejo sale; las mujeres en grupo lloran, desconsoladas; la marcha fúnebre sube de
intensidad.
Niño: ¡Espérenme, yo también quiero ver cuando lo avienten de una vez por todas y me
dan de comer ya, que tengo mucha hambre!

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