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Laura Suárez de la Torre


(coordinación y edición)

Mas_alla.indb 3 09/12/2020 12:14:13 p. m.


cip instituto mora. biblioteca ernesto de la torre villar

nombres: Suárez de la Torre, Laura


título:Más allá del amor, la nostalgia, la pasión y el éxtasis… El romanticismo
en México, siglo XIX / Laura Suárez de la Torre, coordinación y edición
descripción: Primera edición | México : Instituto de Investigaciones Dr. José Ma-
ría Luis Mora, 2020 | Serie: Colección Historia social y cultural
palabras clave: México | Romanticismo | Literatura | Publicaciones periódicas |
Música | Ópera | Educación | Cultura | Arte | Chávez, Carlos 1899-1978 | Siglos
XIX y XX.
clasificación: DEWEY 808.8014 MAS.a | LC PN 4699 M3

Imagen de portada: “Caverna de Cacahuamilpa”, La Ilustración Mexicana, 1853, t. iv, entre


páginas 54 y 55.

Primera edición, 2020

D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora


Calle Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, Ciudad de México.
Conozca nuestro catálogo en <www.mora.edu.mx>

ISBN: 978-607-8611-82-9

Impreso en México
Printed in Mexico

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ÍNDICE

Estudio introductorio
Laura Suárez de la Torre 9

I. LA PRENSA

De romanticismo y antirromanticismo, primeros atisbos


en la prensa mexicana. Ciudad de México, 1825-1846
Laura Suárez de la Torre 31

Hacia una educación musical romántica:


la música en las revistas literarias de la ciudad de México
(1826-1868)
Berenice Ramírez Lago 60

Naturaleza y romanticismo
en las revistas literarias decimonónicas
Ma. Esther Pérez Salas C. 95

El romanticismo a través de dos revistas culturales en 1851:


El Espectador de México y La Ilustración Mexicana
Javier Rodríguez Piña 133

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II. LA MÚSICA

El romanticismo y la institucionalización de la música


en México en el siglo xix
Emilia Ismael-Simental 159

Reflejos del romanticismo en la ópera del México del siglo xix


Áurea Maya Alcántara 191

Coloquio del piano y del alma:


ecos del romanticismo en el repertorio mexicano
Ricardo Miranda 211

¿Progreso y civilización? Destellos románticos


en torno al estreno de Lohengrin de Richard Wagner
en la prensa mexicana en 1890
Fernanda Muñoz Salazar 242

Carlos Chávez y el romanticismo.


Políticas de recepción y autorrepresentación
Luisa Vilar-Payá 267

III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

Cuauhtémoc, el héroe romántico


Verónica Zárate Toscano 295

El militarismo romántico de Victoriano Huerta en las escuelas


María Eugenia Chaoul Pereyra 342

Índice onomástico, asociaciones, óperas y lugares 365

Sobre los autores 379

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO

Verónica Zárate Toscano

En lo alto, se destaca severa y altiva la silueta del héroe: sólo hay


líneas vigorosas en su rostro, porque Cuauhtémoc, de bronce en la
vida, no más por el bronce, podía ser representado.1

INTRODUCCIÓN

Este texto está dedicado a demostrar cómo a Cuauhtémoc, el últi- 2

mo tlatoani mexica, el arte, la literatura y la historia lo convirtieron en un


héroe romántico. Mediante una construcción que rescató algunos elemen-
tos particulares de su vida y sus actos, ocupó un lugar central en la pedago-
gía cívica al encarnar una serie de valores vinculados con el romanticismo.
Estos lo colocaron como una víctima del asedio español, que no perdió su
dignidad y buscó resguardar su honor y el de su pueblo hasta las últimas
consecuencias. La reconstrucción romántica del pasado en el siglo xix ali-
mentó esa idea del héroe romántico. Me centraré en unos cuantos ejem-
plos que permiten identificar la presencia de rasgos románticos en algunas

1
Chávez, “El monumento a Cuauhtémoc”, El Monitor Republicano, 20 de agosto de 1887, p. 2.
2
A lo largo del texto se encontrarán distintas grafías para este nombre, las cuales se han
conservado para hacer evidente cómo se utilizó en los distintos momentos y soportes. Salvador
Rueda Smithers (“Cuauhtémoc: iconografía”, 1997, pp. 13-36) considera que en vez de nombrársele
“Águila que cae”, debe ser “Águila del Crepúsculo”.

295

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296 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

propuestas para ensalzar un modelo heroico que se llegó a materializar en


distintas expresiones artísticas.3
La doctrina romántica del arte considera que la función del artista
consiste en adentrarse en las fuerzas inconscientes que lo habitan y sacarlas
a la luz. Y si la vida de una obra de arte es análoga con el poder y vitalidad
que admiramos en la naturaleza, entonces las grandes estatuas son califica-
das de grandiosas cuando vemos en ellas las pulsaciones de la interioridad
del artista que provocan en el observador un efecto vital. Por ello, la selec-
ción del objeto o del personaje que se va a plasmar en una obra reviste im-
portancia transcendental. Una parte reveladora de esta estética romántica
es el simbolismo inventado para comunicar significados que no se pueden
expresar de otra forma. Junto con las alegorías, se aprovechan medios ma-
teriales para hacerlo, y las estatuas románticas son muestra de esa voluntad
de expresión de los sentimientos internos de su creador, aunque en este
caso sirvan para apoyar al Estado en su intento por crear una identidad.
Como diría Isaiah Berlin, cualquier artefacto creado por manos humanas es
la expresión, el testimonio de una situación, de un sentimiento.4
Otro fenómeno de la sensibilidad del siglo xix es la nostalgia, un
intento de regresar a un lugar y un momento distintos del presente. De ahí
la fuerza que adquiere lo que se ha llamado neoprehispanismo, una recupe-
ración romántica de una realidad lejana que se revive con símbolos y alego-
rías.5 Se ha considerado que es un indigenismo académico, pero también, y
sobre todo, una añoranza por el pasado, en el sentido de que la nostalgia es
un rasgo romántico; por ello se busca un personaje, así como algún objeto
artístico que lo represente y sea capaz de condensarla. La estética romántica
explota el simbolismo inventado, fantástico, ya que, lo que no se puede
expresar de otra manera, se hace simbólicamente. Podríamos considerar
que ese símbolo es reflejo de una opinión, cuyos valores no sólo se fijan por
medio de la literatura sino de otros soportes y, cuando son suficientemente
sólidos, sobreviven a los cambios políticos y materiales y se convierten en

3
En otros textos me he ocupado de la materialización de la historia a partir de la nomenclatu-
ra, de la música, desde la presencia de obras monumentales. Véase Zárate Toscano, “Nomenclatura
y nacionalismo”, 2007, “La música conmemorativa”, 2010; “La sinfonía de la identidad”, 2014,
pp. 230-289; “El papel de la escritura”, 2003, y “Los hitos de la memoria”, 2010.
4
Berlin, Las raíces del romanticismo, 2015, pp. 95-96.
5
Ibid., pp. 143-150.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 297

pilares de la identidad y del nacionalismo, rasgos buscados afanosamente


por el romanticismo.6
La literatura desempeñó un papel fundamental en la construcción de
un Cuauhtémoc romántico. El término “héroe” tiene una serie de impli-
caciones que trascienden el papel de “protagonista” de una novela ya que
ofrece modelos de conducta, enaltecidos, pero al fin y al cabo positivos. Es
la encarnación de ambiciones ideales, por lo que su condición proviene de
sus acciones y del valor que se le otorgan. “La creación del héroe es siem-
pre una forma de añoranza. El héroe es el gran ausente, el que entra en la
leyenda y, por lo tanto, escapa de la realidad. El héroe es el que ya no está
o nunca ha estado, el desaparecido o el que sólo ha vivido en los sueños
y ficciones. La distancia permite ennoblecer a los personajes históricos y
olvidar su auténtica existencia.”7
En las obras que se han hecho sobre él, Cuauhtémoc es descrito como
el protagonista que va en busca de un destino, y los artistas han saciado su
inspiración de la literatura para transmitir sensaciones en lugar de represen-
tar una realidad. En 1920, Ramón López Velarde, recargado de modernis-
mo, le dedicó unos versos en su trascendental poema Suave Patria:

Cuauhtémoc
Joven abuelo; escúchame loarte
único héroe a la altura del arte

Este héroe romántico estuvo dispuesto al sacrificio para obtener la


libertad o morir en el intento, siguiendo las particularidades que Friedrich
Schiller les imprime a los héroes en varias de sus obras. Ellos dan muestra
de que su determinación moral les proporciona la fortaleza necesaria para
encaminarse a lo que “debe ser” y a lo que la naturaleza y la sociedad
requieren de ellos.8 Ese prototipo también aparece en Hernani, de Victor
Hugo, convertida en ópera por Giuseppe Verdi. El héroe romántico, apasio-
nado, generoso, valiente, que se aferra a su honor y prefiere la muerte a la
ignominia, generaba en el escritor la idea de que la muerte era un descanso
o un punto de llegada a la trascendencia “para aquellos alrededor de los
cuales se amasan incesantemente calumnias, insultos, odios, celos, hombres

Francastel, Études de sociologie, 1993.


6

Aguirre, “Héroe y sociedad”, 1996.


7

Aguirre, “La naturaleza heroica”, 2012.


8

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298 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

sordos, baja traición, gente leal a quien se hace una guerra injusta; hombres
dedicados que finalmente les gustaría dar al país más libertad, la del arte,
la de la inteligencia”.9 Es un héroe trágico que lucha solo contra el mundo,
aspecto muy resaltado por el romanticismo.
Dentro del movimiento cultural que conocemos como romanticismo,
destaca la “representación de las pasiones humanas” y, en este contexto, la
construcción del Cuauhtémoc romántico resalta el enlace de las virtudes
propias de un héroe lleno de pasión efervescente al envalentonarse frente a
su enemigo mostrando toda su dignidad. Está dispuesto a sacrificar su vida
en aras de un ideal: defender al antiguo imperio mexicano antes que verlo
mancillado y exterminado a manos de los conquistadores. Por ello le pide
a su captor que le quite la vida que está dispuesto a perder con tal de no
perder su honor.
La idea del Cuauhtémoc heroico se vincula directamente con la bús-
queda de elementos para afianzar el nacionalismo representados a través
del arte, en un afán por revalorizar, ensalzar e interpretar lo prehispánico
como uno de sus elementos fundacionales.10 Este componente es acorde
con la idea de Felipe Castro, quien señala que, en la historiografía, “el ro-
manticismo ha estado muy frecuentemente asociado a la idea de nación y
de comunidad nacional. Aparece con el interés por los orígenes legendarios,
los héroes fundadores, las antiguas tradiciones y los grupos humanos que
supuestamente son depositarios de sus mejores virtudes.”11 No olvidemos
que un rasgo del romanticismo es que vincula directamente el surgimiento
y fortalecimiento del nacionalismo con la construcción de una identidad
propia. Y en este caso, el origen de esa identidad se rastrea en el pasado
lejano, en esa época prehispánica, gloriosa, que exalta a la cultura indígena
frente a la realidad precaria en que vivía el indio durante el porfiriato. En
este sentido, según Alain Vaillant, la historia es uno de los dominios pre-
dilectos del romanticismo, es el lugar donde se consigue el ideal, donde se
realiza y donde se encarna. El corolario del mito de la historia es el culto
de la libertad.12

9
Hugo, Hernani ou l’honneur, 1830, p. 1. El libreto era de Francesco Maria Piave y se estrenó
en Venecia en 1844. Ruiz Silva, “La imagen de España”, 2006.
10
Maya Alcántara, “La recuperación del mundo”, 2017.
11
Felipe Castro Gutiérrez, “El historiador romántico y los usos del pasado” en Peregrina-
ciones en el pasado, blog, 14 febrero de 2016, en <https://felipecastro.wordpress.com/2016/02/14/
el-historiador-romantico/>.
12
Vaillant, Qu’est-ce que romantisme, 2016, pp. 71-72.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 299

EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA

La exaltación y construcción de Cuauhtémoc como figura romántica se


dio a través de distintos procesos. Gracias al interés de los liberales, ad-
quirió una existencia histórica notable.13 Se apeló a una serie de actos em-
blemáticos que buscaron “crear una religión cívica alrededor de deidades
firmemente establecidas y gráficamente perceptibles”.14 Se creó un discurso
literario, histórico y visual dirigido a distintos sectores de la población que,
de esta manera, podían leer sobre las virtudes del héroe o lo podían ad-
mirar en sus representaciones plásticas. Así, se estaba contribuyendo a la
formación de un nacionalismo en torno a él.
Desde principios del siglo xix, a poco de haber conseguido la inde-
pendencia y de haber pasado por un breve imperio, autores como Carlos
María de Bustamante se ocuparon de la historia del lejano pasado prehispá-
nico y no dudaron en exaltar el valor de Cuauhtémoc:

tú serás grande en las edades venideras, tu dignidad aún en los actos de


mayor humillación, tu energía en ocultar las riquezas que su ávida codicia
deseaba descubrir en medio del fuego y de la ignominia, tu severidad en
reprender semejante actitud la cobardía de tu ministro con una terrible mira-
da; todo esto te presentará grande y laudable en el teatro de los héroes y tu
servirás de asunto grande a poetas, oradores y artífices para que perpetúen
tu memoria.15

Se prefigura, con estas apasionadas expresiones de Bustamante, el re-


conocimiento del héroe romántico en los balbucientes inicios de la nueva re-
pública, tal vez con el fin de resaltar un ejemplo a seguir ante la adversidad.
Este discurso exaltador se hizo presente tanto en la historia como
en la literatura. Una década después de la publicación anterior, se tiene
noticia de una tragedia titulada Guactimozin, representada en el Teatro de
los Gallos el 18 de septiembre de 1836.16 Aunque la nota periodística no
menciona su autor, Cristóbal Sánchez17 la atribuye al colombiano José Fer-

13
García Quintana (Cuauhtémoc en el siglo, 1977) recopila poemas y discursos en torno a su
figura a lo largo del siglo. También puede verse Fulton, “Cuauhtémoc Awakened”, 2008.
14
Tenorio Trillo, Artilugio de la nación, 1998, pp. 106, 154.
15
Bustamante, notas a López de Gómara, Historia de las conquistas, 1826, p. 75.
16
El Mosquito Mexicano, 20 de septiembre de 1836, p. 4.
17
Sánchez Ulloa, “La confusa algarabía”, 2019, pp. 152-153.

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300 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

nández Madrid.18 Si bien su autor no era mexicano, su contenido resalta


el carácter de héroe trágico y romántico, de aquel que prefiere la muerte
a la pérdida de sus dominios. Su puesta en escena generó reacciones muy
diversas e incluso violentas entre el público que agredió a los actores que
representaban a los conquistadores. El autor de la nota periodística, des-
ilusionado por la historia, decía: “la tragedia no puede ser cosa peor, pues
está llena de mentiras, inverosimilitudes y ridiculeces”. El reconocimiento
de la independencia de México por parte de España no tardaría en firmarse
(28 de diciembre de 1836) y la exaltación del pasado prehispánico, con el
reclamo crítico de las prácticas de los conquistadores, generaba acusaciones
y defensas en sectores diversos de la población. En ese contexto, Cuauhté-
moc representaba esa visión romántica de un pasado ideal que había sido
interrumpido violentamente, con toda alevosía.
Otras expresiones románticas que hemos podido rastrear aparecen
en la literatura, en el poema Profecía de Guatimoc, escrito en septiembre
de 1839 y publicado en enero de 1840,19 producto de la pluma de Ignacio
Rodríguez Galván.20 Integrante de la Academia de San Juan de Letrán, es
considerado como uno de los primeros escritores románticos mexicanos.
Su poema es una muestra de cómo el romanticismo literario contribuyó a la
construcción del espíritu cultural de la nueva nación, apoyado en el pasado
prehispánico y la revaloración de lo indígena.21
En la obra en cuestión, el poeta decimonónico invoca a Cuauhtémoc
en el cerro de Chapultepec, el cual vuelve de la región de los muertos para
entablar un diálogo con él, en el que juntos revisan la historia, el presente y
presagian el futuro de México. Las líneas más representativas para nuestro
objetivo dicen así:

¡Oh varón inmortal! ¡Oh rey potente!


Guatimoc valeroso y desgraciado,
Si quebrantar las puertas del sepulcro

18
Fernández Madrid, Atala/Guatimoc, 1988.
19
Rodríguez Galván, Profecía, publicado en El Año Nuevo de 1840. Presente Amistoso, México,
Librería de Galván, 1840.
20
Ignacio Rodríguez Galván fue uno de los autores mexicanos interesados en fomentar que
se estableciera un teatro nacional. Véase por ejemplo su texto titulado “Teatro”, El Museo Popular.
Periódico de Ciencias, Literatura y Artes, 1840, pp. 67-71. Margarita Alegría de la Colina, “Cuauhtémoc,
un héroe transcultural”, Tiempo y Escritura, 2001, en <http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/
cuauhtemocunheroetranscultural.htm>.
21
Alegría de la Colina, Historia y religión, 2004, pp. 17-18, 45-46.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 301

te es dado acaso ¡ven! Oye mi acento:


contemplar quiero tu guerrera frente
quiero escuchar tu voz…22

De oro y telas cubierto y ricas piedras


Un guerrero se ve. Cetro y penacho
de ondeantes plumas se descubre;
Tiene potente maza a su siniestra y arco
y rica aljaba de sus hombros penden…
¡qué horror! Entre las tinieblas se descubren
llenas de sangre sus tostadas plantas
en carbón convertidas; aún se mira
bajo sus pies brillar la viva lumbre
[…]
Rey del Anáhuac,
Noble varón, Guatimoctzin valiente,
Indigno soy de contemplar tu frente
[…]
Pero siempre te amé, rey infeliz.
maldigo a tu asesino y a la Europa,
la injusta Europa que tu nombre olvida.
Vuelve, vuelve a la vida
empuña luego la robusta lanza,
de polo a polo sonará tu nombre
temblarán a tu voz caducos reyes
el cuello rendirán a tu pujanza,
serán para ellos tus mandatos leyes
y en México, en París, centro de orgullo
resonará la trompa de venganza.
Qué de estos tiempos los guerreros valen
cabe Cortés sañudo y Alvarado
(varones invencibles, si crueles)
y los venciste tú, sí, los venciste
un nobleza y valor, rey desdichado.23

22
Rodríguez Galván, Profecía, 1840, p. 63.
23
Ibid., pp. 65-66.

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302 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

El poema se escribió a menos de dos décadas de la consumación


de independencia, tiempo lleno de enfrentamientos propios de un país en
construcción y disputas entre los distintos grupos políticos. En este contex-
to, la apuesta del autor era rescatar y fortalecer a un héroe prehispánico
como paradigma de una nueva nación, además de convertirlo en una de
las raíces del mestizaje. Al hablarle desde su presente, Rodríguez Galván
recuperaba la memoria histórica, tópico recurrente en la literatura,24 y no
dudaba en reconocer que Hernán Cortés aparecía como invencible antes
de enfrentar a Cuauhtémoc. De hecho, la figura del conquistador generaba
admiración entre algunos sectores que consideraban que la conquista era
una verdadera hazaña lograda por un grupo reducido, guiado por un gran
líder y héroe que había abandonado su tierra para perseguir un ideal, acti-
tud más que romántica.
Poco tiempo después, en 1846, en Madrid, se publicó la obra Gua-
timotzin, último emperador de Méjico. Novela histórica,25 de Gertrudis Gómez de
Avellaneda. Nacida en Cuba, pero emigrada a la península, es considerada
una de las figuras clave del romanticismo. En esta obra, los últimos episo-
dios de la vida de Cuauhtémoc se tiñen de una exuberante cantidad de
imaginación y de características románticas que no se podrían tomar como
parte de la verdad histórica, sino como una recreación literaria. Es “una
reescritura de la conquista de México que cobra la forma de una novela
histórica de índole romántica”.26 Precisamente por ese carácter novelístico,
se toman tantas licencias que han hecho que este discurso se reafirmara en
el imaginario literario, tal vez con más fuerza que en la propia historia. La
novela relaciona el discurso histórico con la ficción para recrear el pasado.
A decir de Teodosio Fernández, su texto pone de manifiesto “los notables
recursos de la autora al transformar motivos y temas de origen muy varia-
do en ficciones propias”. Podría pensarse que, al ensalzar a Cuauhtémoc,
Cortés quedaba desprestigiado, así que cuando una mujer como la Ave-
llaneda comparaba ambos personajes lo hacía “desposeída de sus justifi-
caciones imperiales y religiosas de antaño, [por lo que] la actuación de los
conquistadores en América tendía a convertirse en un acto de violencia y
pillaje. Desde luego, esta vez las simpatías de Tula27 se inclinaban hacia el

24
Bobadilla Encinas, “La profecía de Guatimoc”, 2007.
25
Gómez de Avellaneda, Guatimotzin, 1846.
26
Para un análisis detallado sobre la novela, véase Marie, “Dialogues avec les chroniques”, 2016.
27
Gertrudis Gómez de Avellaneda era llamada cariñosamente “Tula”. Su seudónimo era “La
Peregrina”.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 303

joven y heroico Guatimozín, símbolo del patriotismo, de la lucha de los


pueblos por poder decidir su destino, otro tema grato al romanticismo.”28
Pero también, como recurso literario, era necesario exaltar a Cortés
para que las acciones de Cuauhtémoc alcanzaran el cenit,29 por lo que no
dejan de aparecer elementos que le otorgan al texto un barniz exótico que
debió resultar sumamente atractivo para los lectores europeos a quienes
iba dirigido originalmente. La novela se publicó en México en 1853.30 Su
contenido haría pensar que sirvió de base para textos posteriores; inclusive
la composición musical que refiero más adelante.
En todos los textos a los que me he referido hasta ahora, se van
haciendo evidentes las variantes que se introducen en la historia –o leyen-
da– para cumplir con los objetivos del autor en turno a partir de las fuen-
tes contemporáneas a los sucesos. En las décadas siguientes, la figura de
Cuauhtémoc no desapareció de la palestra y se le utilizó para enarbolar los
postulados de los liberales frente a la figura de Cortés, defendida por los
conservadores, mencionados ambos en algunos sermones cívicos,31 pero
sin que se identificara una clara modificación en los ideales románticos con
los que se presentaba.
Sería décadas más tarde, en 1870, cuando, por entregas, a lo largo del
año se fue dando a conocer la obra Los mártires del Anáhuac. Novela histórica,
de la pluma del escritor yucateco Eligio Ancona.32 En ella narra los sucesos
de la conquista y, por supuesto, entre los mártires incluyó a Cuauhtémoc.
La prensa del momento comentaba que “el estilo formado por los modelos
de la buena escuela moderna y mucho más por el fino gusto del autor, im-
primen a esta leyenda toda la gracia y atractivo que conviene, por lo que no

28
Fernández, “De pasiones imaginarias”, 2014.
29
Aunque no podemos adentrarnos en la polémica, sí hay que mencionar que el momento de
la investigación para este texto coincidió con la carta que el presidente Andrés Manuel López Obra-
dor envió el 25 de marzo de 2019 a Felipe VI de España, en la que le pedía “reconocer y ofrecer
disculpas por los atropellos cometidos durante la Conquista de México”.
30
Gómez de Avellaneda, Guatimotzin, 1853. La prensa decimonónica daba cuenta de vez en
cuando de algunas de sus obras, datos de su vida e incluso incluía algunos textos suyos. Por ejem-
plo, en El Siglo Diez y Nueve del 10 de junio de 1855 se publicó su “Oda en celebridad de la corona-
ción del gran poeta D. Manuel José Quintana”. También se anunciaba la representación de su drama
titulado “La aventurera” en Toluca en 1854. El Siglo Diez y Nueve, 24 de agosto de 1854.
31
Zárate Toscano, “El amor a la patria”, 2013. Aunque esta corriente se dio a lo largo de todo
el siglo xix, en la última década hubo una fuerte corriente de conservadores que buscó reivindicar
a Cortés como “padre de la patria mexicana”. Pérez Vejo, “La conspiración gachupina”, 2005.
32
Ancona, Los mártires del Anáhuac, 1870. Cada entrega, garantizada por una suscripción, costa-
ba seis centavos. La Revista Universal, 19 de julio de 1870.

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304 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

dudamos que obtendrá el más completo éxito”.33 Su interpretación de los


hechos era bastante peculiar, como veremos más adelante, pero se enraizó
en el imaginario colectivo y enfatizaba el carácter romántico de un estoico
héroe incólume ante el martirio.
Otra manifestación artística en la que el “Águila que cae” se represen-
ta como un héroe romántico, es Guatimotzin34 de Aniceto Ortega,35 estrenada
el 13 de septiembre de 1871.36 Ortega la compuso para “obsequiar el deseo”
del tenor Enrico Tamberlick, quien quería interpretar la obra de un compo-
sitor mexicano37 y aprovecharla para la función de beneficio del director de
orquesta Enrique Moderatti. Se puede pensar que, al elegir este tema, su au-
tor buscaba concientizar al público de su glorioso pasado histórico y de su
identidad a través del nacionalismo romántico.38 Incluso podría vincularse
la reciente reelección de Benito Juárez como presidente de México con el
tratamiento de un tema relacionado con la presencia indígena. La relación
entre la música y la política es un aspecto que requiere una mayor atención
de la que por ahora podemos plasmar en estas líneas, pero es un elemento
que no puede pasarse por alto.39 En este caso, se usa como un medio peda-
33
La Razón del Pueblo. Periódico Oficial del Estado de Yucatán, 19 de septiembre de 1870.
34
Se suele decir que es una ópera, pero Ortega le llamó “Episodio”.
35
Otto Mayer Serra considera que Ortega es uno de los pocos románticos “auténticos en la
primera época de la música mexicana durante la independencia. Romántico es su fino sentido de las
combinaciones sonoras y de los efectos armónicos de claroscuro en el piano. No menos románticos
son su amor por el pasado histórico y las costumbres “folklóricas” de su patria mexicana, su anhelo
de evocación de los grandes momentos heroicos en la vida de sus antepasados aztecas y su erudita
preocupación por la restitución y ambientación ‘auténticas’ en este ‘episodio en un acto y dos cuadros’
–creación única en los anales de la ópera mexicana”. Mayer Serra, Panorama de la música, 1941, p. 138.
36
Con algunas variantes y repeticiones, la obra se ha referido en los siguientes libros: Baqueiro
Foster, Historia de la música, 1964; Moreno Rivas, Rostros del nacionalismo, 1989. La ópera se ha repre-
sentado recientemente en un par de ocasiones. En marzo de 2015 se anunció como la “Primera ópe-
ra nacionalista” y se presentó “a la italiana”; es decir, en versión para canto y piano con el coro de
Ensamble inba en el recinto de Homenaje a Juárez y en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, en
<http://www.martesdeopera.org/cuauhtemotzin-11-y-13032015/>. No se tiene ninguna grabación,
pero se sabe que Samuel Máynez prepara una “reelaboración” de la ópera haciendo que Cuauhté-
moc cante en náhuatl. Véanse sus artículos “De Guatimotzin a Cuauhtemoctzin”, Proceso, 6 y 20 de
noviembre y 4 de diciembre de 2017.
37
Alfredo Bablot, El Siglo Diez y Nueve, 17 de septiembre de 1871, p. 2.
38
García Gómez, “Nacionalismo e identidad nacional”, 2017, p. 22. García considera que Anice-
to Ortega se adelantó a su tiempo y que Guatimotzin sólo fue un “exotismo amerindio”, mas no interesó a los
mexicanos.
39
Meses antes del estreno de Guatimozin, Tamberlick se había visto arrastrado al centro de una
polémica entre los grupos políticos que contendían por la elección a la presidencia. La disputa ponía
de pretexto que el tenor había fallado al dar el “Do de pecho” al final del tercer acto de Il Trovatore de
Verdi en las funciones de fines de mayo de 1871. Se crearon dos bandos: los “incrédulos”, que ata-
caban al extranjero, y los “tamberlikos”, que lo defendían. Palti, “La Sociedad Filarmónica”, 2003.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 305

gógico para difundir el nacionalismo y, a través de unos cuantos acordes,


unir a la nación.
La idea original era que José T. Cuéllar escribiera el libreto y Ortega
la música, pero ante la enfermedad del primero, el segundo se tuvo que ha-
cer cargo de todo, incorporando así la historia indígena a la música. Según
reconoció ante Alfredo Bablot,40 Ortega “esperaba conducirla, respetando
siempre la verdad histórica, a través de todos los incidentes que marcaron
la captura de Cuauhtémoc, y llegar al desenlace haciendo marchar al mártir
mexicano al terrible e inicuo suplicio que le impusieron los conquistado-
res”.41 Además, Ortega resumió su argumento afirmando que, en la historia
de la conquista de México, a sus

héroes, a medida que pasa el tiempo, los vemos más y más colosales, seme-
jantes a los Titanes, Hércules y demás semidioses de la mitología griega. Al
nivel de ellos y con una arrogantísima figura se nos presenta Cuauhtémoc,
el último de los monarcas del imperio azteca, joven hermoso, de semblante
inteligente y agradable, valiente y digno en la batalla, en la derrota, en el tor-
mento. […] Este noble carácter, digno de mejor suerte, se presta a más de una
epopeya de rasgos homéricos. A nosotros, que heredamos sus lagos y chi-
nampas, sus floridos campos y ciudades pintorescas, nos toca darlo a cono-
cer y presentar en relieve los principales rasgos de su grandiosa fisonomía.42

Tanto el compositor como Enrico Tamberlick, quien representó al


tlatoani, reconocieron haber sido bastante cuidadosos en las fuentes utili-
zadas para reconstruir un pasaje de la vida del último emperador azteca.
Bablot relata que Tamberlick incluso “examinó la estatua de la Academia,
que no le satisfizo por sus numerosas inexactitudes”. La mayor inexactitud
es que, en ese momento, 1871, era improbable que existiera estatua alguna

Al respecto, Enrique Chavarri, Juvenal, escribía: “hace pocos días hemos dicho que después de la
tempestad electoral, debería venir una calma aparente. En efecto, olvidadas un tanto las borrascas
parlamentarias, viene ahora Tamberlick, la ópera y el do de pecho a llenar todas las fantasías y a dar
asunto a la crónica de la capital”, “Boletín del “Monitor”, El Monitor Republicano, 6 de junio de 1871.
40
El francés, avecindado en México, Alfredo Bablot reseñaba y criticaba en la prensa las re-
presentaciones musicales con el pseudónimo de Proteo. Posteriormente fue nombrado director del
Conservatorio Nacional de Música.
41
Alfredo Bablot, “Editorial. Crónica Musical. Despedida de la Compañía Lírica. Beneficio
del Maestro Moderati. Concluye”, El Siglo Diez y Nueve, 25 de septiembre de 1871.
42
“Argumento del episodio musical Cuauhtémoc”, El Siglo Diez y Nueve, 11 de septiembre de
1871, p. 3.

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306 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

de Cuauhtémoc en la Academia de San Carlos, ya que sólo se tiene registro


de que hasta la Exposición Anual de 1879 se exhibió una maqueta del mo-
numento que se estaba preparando en su honor.43
A pesar de las críticas y dificultades que enfrentó su compositor para
terminarla, Guatimotzin fue bien recibida en su estreno.44 Para los fines de
este texto, lo que interesa resaltar es que las notas de Aniceto Ortega, con-
siderado el “Chopin mexicano”,45 se inscriben en el romanticismo musical
que contribuyó a la exaltación de un nacionalismo a través de la figura de
Cuauhtémoc y del elemento indígena de los tiempos de la conquista.46

LOS MONUMENTOS

Líneas arriba, referimos que Tamberlick había examinado una estatua de


Cuauhtémoc para inspirar la representación que haría del personaje en la
ópera Guatimotzin y que en esa fecha no se tenía registro de ninguna obra del
personaje. Pero, tal vez, se refería a las esculturas que había elaborado Ma-
nuel Vilar entre 1850 y 1852, y que representaban al guerrero tlaxcalteca
Tlahuicole y al emperador Moctezuma.47 Podría pensarse que estas obras
formaban parte de la corriente romántica que buscaba la glorificación del
pasado mexicano a través de héroes dispuestos al último sacrificio, aunque
estos personajes eran más bien rescatados por la corriente conservadora,
mientras que Cuauhtémoc era parte del ideal liberal. Además, Tlahuicole
era tlaxcalteca y, por tanto, pertenecía al pueblo aliado de los conquista-
dores. Por su parte, Moctezuma no gozaba de muy buena fama por con-
siderase que sus actitudes fueron cobardes y habían facilitado la labor de
Cortés, así que su lugar en el imaginario romántico y heroico del siglo xix
era cuestionable. Ya veremos cómo, durante el porfiriato, la que prevaleció
fue la concepción liberal del héroe.

43
Fulton, “Cuauhtémoc Awakened”, 2008, p. 24.
44
Octavio Sosa afirma que se volvió a montar el 16 de septiembre de 1871 en el Teatro Prin-
cipal de Veracruz. Sosa, Diccionario de la ópera, 2005, p. 259.
45
Así lo llama Alfredo Bablot en su “Editorial. Crónica Musical. Despedida de la Compañía
Lírica. Beneficio del Maestro Moderati”, en El Siglo Diez y Nueve, 17 de septiembre de 1871.
46
Agranoff Ochs, “Opera in contention”, 2011, p. 3.
47
No es el lugar de entrar en detalles sobre estas obras, pero para ampliar la información, pue-
den consultarse: Fernández, Arte moderno, 2001; Graulich, “Tlahuicole, un héroe”, 2000; Moreno, El
escultor Manuel, 1969.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 307

En el campo de la estatuaria, la manifestación histórica como lugar


de memoria de Cuauhtémoc se dio poco después de la restauración de la
república. La iniciativa fue de Abraham Olvera, quien la presentó al Ayun-
tamiento el 11 de diciembre de 1868: “En la Glorieta de Jamaica, se erigirá
un monumento o columna sosteniendo una estatua o busto del inmortal
mejicano ‘Cuauhtemotzin’ último soberano de los Aztecas, que dejó a la
posteridad un ejemplo qué imitar por sus virtudes cívicas. La construcción
será sobre un zócalo de recinto, el monumento de cantería y chiluca.”48
El busto, cuya elaboración se atribuye a Manuel Islas, se inauguró en
el Paseo de la Viga el 13 de agosto de 186949 (véase imagen 1). En el panel
frontal se insertó un relieve de lo que se había convertido ya en el escudo
nacional: el águila con la serpiente sobre el nopal, sobre un carcaj y una
macana y bajo un sol radiante.50 En otro de los lados se colocó una placa
con la inscripción: “Al último monarca Azteca, a Guautimoctzin, heroico en
defensa de la patria, sublime en el martirio: el Ayuntamiento constitucional
en 1869.”51 El atributo que se resaltaba era esa actitud romántica de no su-
cumbir ante el enemigo y preferir la muerte a la deshonra.
No se tiene noticia del paradero de dicho busto, por lo que se llegó a
suponer que era el que permaneció hasta 2007 en el atrio de Catedral, del
lado poniente. En una de tantas remodelaciones de la ciudad, fue expulsado
del terreno sacro para colocarse en una isla peatonal sobre la avenida Cons-
titución, entre las calles Francisco I. Madero y 5 de Mayo. Sin embargo,
esta obra es una copia de la que se atribuye a Jesús Contreras,52 quien la
presentó en la exposición anual de la Escuela Nacional de Bellas Artes de
1891-189253 (véase imagen 2).
La imagen romántica del “Águila que desciende” llegó a su princi-
pal materialización en el último tercio del siglo xix, formando parte de un
proyecto encaminado a resaltar los momentos heroicos del pasado. Así, a
escasos tres meses de que Porfirio Díaz asumiera la presidencia de México,
Vicente Riva Palacio le sugirió convertir el Paseo de la Reforma en un libro

48
Archivo Histórico del Distrito Federal (en adelante ahdf), Historia, Monumentos, inv. 2276,
1868.
49
Schávelzon, “El primer monumento”, 1988, Velázquez Guadarrama, “La historia patria”,
1994, vol. 2, pp. 333-344.
50
Existe una litografía firmada por Hesiquio Iriarte, incluida en Gallo, Cuauhtémoc: ensayo, 1875.
51
“Guautimoctzin”, El Monitor Republicano, 14 de agosto de 1869, p. 3.
52
Pérez Walter, Jesús F. Contreras, 1990. Actualmente se exhibe en el Museo Nacional de Arte.
53
Fulton, “Cuauhtémoc Awakened”, 2008, p. 35.

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Imagen 1. Cuauhtémoc en La Viga. Litografía de H. Iriarte, 1869s. En
Daniel Schávelzon, “El primer monumento a Cuauhtémoc (1869)” en La Imagen 2. Jesús F. Contreras, Cuauhtémoc en la isla peatonal de la Plaza
polémica del arte nacional en México, 1850-1910, México, fce, 1988, pp. 109-111. de la Constitución. Fotografía de la autora.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 309

abierto de la historia.54 El 23 de agosto de 1877, convocó a un concurso para


erigir “un monumento votivo a Cuautimotzin y a los demás caudillos que
se distinguieron en la defensa de la patria”, el cual debía ser “de mármol
descansando sobre un basamento de sillería y en sus paramentos se colo-
carán inscripciones, bajorrelieves o figuras alegóricas”.55 El proyecto selec-
cionado fue el del ingeniero Francisco M. Jiménez, quien propuso utilizar
formas inspiradas en la arquitectura del antiguo mundo indígena. Jiménez
falleció poco tiempo después y el arquitecto Ramón Agea continuó con el
proyecto. Miguel Noreña, profesor de Escultura en la Escuela de Bellas
Artes y discípulo de Manuel Vilar, fue el encargado de elaborar la estatua.56
La primera piedra se colocó el 5 de mayo de 1878 en la “glorieta situada
al oeste de la que ocupa la estatua de Colón”.57 En esa época no se había
trazado completamente la actual Avenida de los Insurgentes ni la mancha
urbana llegaba aún hasta ese espacio donde se ubicaba la Estación de Colo-
nia, de la que salían los trenes hacia el poniente y norte del país.
El ingeniero Jiménez proyectaba que la estatua de Cuauhtémoc lo
representaría “dispuesto para el combate”.58 En febrero de 1878, envió una
memoria descriptiva al secretario de Fomento en la que anotaba que creía
que los estilos de las ruinas de Tula, Uxmal, Mitla y Palenque mostraban
“el carácter de este continente” por contener riquezas y detalles bellos y
adecuados que se prestan para desarrollar un “Estilo Nacional.”

He creído también que la mejor manera de honrar el heroísmo y el sacrificio


de una raza tan valiente y llena de abnegación por su patria, raza que tam-
bién poseía una civilización bastante avanzada para su época y costumbres,
es poner de manifiesto su adelanto en el arte, escogiendo sus formas genera-
les y su ornamentación, por lo que he tomado para el desarrollo de este pro-
yecto detalles de las ruinas mencionadas, no queriendo, de intento, tan sólo
tomar el carácter de la arquitectura azteca, sino el de ruinas de varias partes

54
Explico con detalle esta propuesta urbano-pedagógica en Zárate Toscano, “El Paseo de la
Reforma”, 2004, pp. 62-83.
55
Dublán y Lozano, Legislación mexicana, 1876, t. xiii, n. 7645, p. 341.
56
Noreña realizó otras obras como el Monumento Hipsográfico a Enrico Martínez, el monu-
mento a Vicente Guerrero y el monumento a Benito Juárez, vaciada con bronce de cañones y pro-
yectiles disparados por la artillería francesa contra Puebla, según se lee en la placa que la acompaña.
57
La Bandera Nacional, 10 de mayo de 1878, núm. 180. Así se estableció en el decreto del 23 de
agosto de 1877. Dublán y Lozano, Legislación mexicana, 1876, t. xiii, n. 7645, p. 341. El 10 de octubre
de 2020 la estatua de Colón fue removida de su lugar para protegerla de posibles ataques vandálicos.
58
Memoria de Fomento, 1885, t. iii, p. 332.

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310 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

del país, con el objeto de poner de manifiesto el adelanto de la arquitectura


en las partes que hoy componen en la República Mexicana.59

La evocación del carácter es un rasgo del romanticismo, y con esta


afirmación se demuestra que la obra de Jiménez se inserta en esa corriente.
Esta presentación fue alabada por autores como Ezequiel A. Chávez,
a quien le pareció que estaba muy bien lograda, sin anacronismos, ya que
en un “monumento erigido a nuestros antiguos héroes sólo pueden apare-
cer los caracteres de sus razas”, hazaña complicada porque la mayor parte
de las construcciones desaparecieron con la conquista, pero tenía “un sello
de originalidad tan de acuerdo con nuestra nación, que encanta a los que
como yo, son enamorados de la patria”.60 Es evidente que la imagen recogía
el momento histórico en que se elaboraba, dotándola de un carácter actua-
lizado para su momento.
Los materiales utilizados en todo el conjunto eran variados, según se
informaba en 1881: piedra negra de recinto, chiluca, piedra gris verdosa
de Puebla, bronce, mármol.61 La estatua de Cuauhtémoc se presupuestó
en 11 000 pesos y Noreña firmó un convenio por un total de 37 863 pesos,
incluyendo las inscripciones, bajorrelieves y otros ornatos.62
La estatua, hecha por Miguel Noreña, de casi cinco metros de altura,
fue fundida por su discípulo Jesús F. Contreras en 1886; y aunque se resalta
que se hizo según el sistema francés,63 los trabajos fueron llevados a cabo
por mexicanos, a diferencia de la de Cristóbal Colón, en la que participaron
trabajadores franceses encabezados por Charles Henri Cordier. Las des-
cripciones y opiniones en torno a la estatua propiamente dicha coinciden
al enfatizar algunos puntos, pero cada quien la observa y describe según
su propia perspectiva: “Tiene la gallarda figura cinco metros de altura, y
si algún defecto puede ponérsele es el de ser demasiado fina, demasiado

59
Ibid., propuesta del ingeniero Francisco Jiménez, febrero de 1878.
60
Chávez, “El monumento a Cuauhtémoc”, El Monitor Republicano, 20 de agosto de 1887, p. 2.
61
Memoria de Fomento, 1885, t. iii, p. 335-337. Propuesta del ingeniero Francisco Jiménez, 19 de
diciembre de 1881. Su costo fue de poco más de 90 000 pesos. Ibid., pp. 337-339, presupuesto de 19
de diciembre de 1881.
62
Ibid., pp. 339-340, contrato firmado el 10 de abril de 1882.
63
“Cuauhtémoc inmortalizado. Monumento al último rey azteca en la calzada de la Reforma.
Descripción de esa obra de arte”, El Nacional, 21 de agosto de 1887. Chávez, “El monumento a
Cuauhtémoc”, El Monitor Republicano, 20 de agosto de 1887, p. 2.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 311

acabada para la distancia a que tiene que verse; una miniatura no tendría
detalles más escrupulosos y delicados.”64
El monumento se inauguró el 21 de agosto de 1887 (véase imagen 3).
Diversas notas se publicaron en los periódicos de la época refiriendo los
actos del programa, pero, sobre todo, llaman la atención las opiniones que
encumbran al último tlatoani y que lo insertan en el romanticismo. Entre
ellas están las escritas por Ignacio Manuel Altamirano:65 “Donde quiera que
se ponen en parangón Cuauhtémoc y Cortés, el resplandor del héroe alum-
bra la bajeza del aventurero”; Irineo Paz: “sólo la figura de Guatimotzin se
presenta esbelta y bien tallada a través de los siglos”;  José María Vigil: “La
gloria de Cuauhtémoc vive y vivirá siempre, sin que el curso de los siglos
pueda empañarla, porque ella significa la más pura y noble expresión del
espíritu humano: la lucha por la patria, el sacrificio por la justicia”; Julio
Zárate: “Cuauhtémoc brilla en nuestra historia con todo el fulgor del hé-
roe y del mártir”; Manuel Orozco y Berra: “Admira la defensa, asombra
aquella tribu indómita, inspira respeto y entusiasmo la noble figura del rey
Cuauhtémoc”, etcétera.66
El discurso oficial de la inauguración estuvo a cargo de Alfredo
Chavero,67 quien no dudó en colocar a Porfirio Díaz en el mismo nivel de
Cuauhtémoc. Inició diciendo que: “Gloria es de las naciones, la gloria de
sus héroes y honrándolos, los pueblos se honran”, para continuar con el
elogio del personaje. Y para cerrar dijo:

Señor Presidente: ha [sic] más de tres y media centurias que el gran Cuauhte-
motzin caía con la ciudad de México en poder de Hernando Cortés, capitán
del emperador austriaco Carlos V; y hace veinte años que, tras cruenta lucha
con uno de los descendientes del mismo Carlos V, recobrabais para la patria
la ciudad de México y se os entregaban presos en el Palacio Nacional los sol-
dados austriacos. Vos le habéis dado la revancha a Cuauhtémoc: de derecho
os toca descubrir su estatua.68

64
“Cuauhtémoc inmortalizado. Monumento al último rey azteca en la calzada de la Reforma.
Descripción de esa obra de arte”, El Nacional, 21 de agosto de 1887.
65
Véase también Ignacio Manuel Altamirano, “Cuauhtémoc”, Diario del Hogar, 20 de agosto
de 1899.
66
Diario del Hogar, domingo 21 de agosto de 1887.
67
Chavero había escrito el tomo correspondiente a la Historia Antigua del México a través de los
siglos. Chavero, México a través [1882], t. i.
68
El Siglo Diez y Nueve, miércoles 24 agosto 1887, pp. 1-2.

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Imagen 3. William Henry Jackson, “08565. Statue of Guatamozin on the Paseo”, 1891. Library of Congress, Prints and Photographs Division, Detroit
Publishing Company, 4a27179.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 313

Existen varios ejemplos que demuestran la tendencia de don Porfirio


y, sobre todo, de sus seguidores, a hermanarse con los grandes héroes del
pasado como Juárez, Hidalgo y, en este caso, el último tlatoani.69 Forman
parte del culto a la personalidad del longevo presidente.
Al momento de su inauguración, otra opinión vertida en la prensa
afirmaba que se trataba de “Una figura histórica que, como astro de pri-
mera magnitud, brilla la densa noche del tiempo que todo lo envuelve y lo
devora todo, surgía del corazón de un pueblo y de los crisoles del arte para
asentarse sobre un pedestal de gloria a recibir, como en un altar supremo, el
culto que las naciones modernas consagran a los héroes, considerados por
los antiguos como semidioses.”70
Un comentario más que muestra al águila del crepúsculo como un
héroe romántico es el de Francisco W. González. Según él, México veía en
Cuauhtémoc “al héroe de la patria, al que supo sostener con una altivez y
una fiereza propia de los antiguos atletas, los derechos que representaba la
nación de cuyos destinos estaba encargado y que venía a arrebatársele el
hogar doméstico en lo que lo había colocado el Creador, las cenizas de sus
padres que venían a profanarse”.71
Año con año72 se realizaban ceremonias al pie del monumento, en las
que se llenaba de loas a Cuauhtémoc y se vinculaban sus hazañas a las de
otros héroes de la antigüedad. Un cronista consideraba que tales relaciones
eran exageradas y estaban fuera de lugar y le reprochaba al orador que,
“para darnos a conocer las hazañas de Cuauhtémoc trajera a colación a
Nelson, a Napoleón y a Amílcar. Se quedó corto el señor licenciado. Lo que
es personajes, ¡sobran en la historia!” y se preguntaba qué objetivo tenían
los discursos, si era “recordar la gloria del tenochca […] qué sabe el pueblo
de Nelson o de Amílcar. Lo que el pueblo necesita es que se le hable de lo
nacional, de lo que tiene obligación de venerar y admirar.”73
Existen diversas imágenes del monumento, particularmente fotogra-
fías y postales, aunque también ha sido incluido posteriormente en parti-
turas, caricaturas, timbres, billetes, etc. Hay un fotograbado que llama la

69
Zárate Toscano, “Haciendo patria”, 2012, pp. 77-121.
70
“¡Apoteosis! El aniversario del tormento es hoy el día de la gloria. Solemnísima ceremonia
para descubrir la estatua de Cuauhtémoc”, El Nacional, 23 de agosto de 1887.
71
Francisco W. González, “Boletín del Monitor”, El Monitor Republicano, 23 de agosto de 1887,
p. 1.
72
Campos Pérez, “Cuauhtémoc”, 2017.
73
“Crónicas dominicales”, Diario del Hogar, 24 de agosto de 1890.

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314 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

atención por mostrarnos una imagen medio real y medio imaginaria (véase
imagen 4). Se incluyó en el Primer almanaque histórico, artístico y monumental de la
república mexicana, publicado en 1883.74 La base del monumento está dibuja-
da tal como la conocemos, pero la estatua es una versión imaginada por L.
Siliceo, ya que aún no se terminaba. Ahí no se nota la fuerza que logró im-
primirle Noreña al héroe y sólo coincide con la postura del pie adelantado.
El emplazamiento original del monumento en una glorieta tenía la
intención de obligar al transeúnte o al conductor a hacer una pausa en su
trayecto para admirar el objeto. Y para acentuar esa posibilidad de con-
templación –y a la vez convertirlo en una parte atractiva del Paseo de la
Reforma–, en 1892 se sugirió hacer un jardín que fuera de acuerdo con el
estilo del pedestal, es decir, que incluyera algunos cactus.75 Originalmente
se colocaron en la glorieta algunas bancas de cantera de menor tamaño de
las que existían en la glorieta de Colón,76 pero el jardín cactáceo de Cuauh-
témoc no se hizo realidad y en la actualidad, el Paseo ha perdido su carácter
de espacio de contemplación (véase imagen 5).
El Águila ha volado con todo y pedestal en varias ocasiones para
cambiar de sitio. En 1949 se movió unos metros para quedar en el cruce
de la Avenida de los Insurgentes y el Paseo de la Reforma, obedeciendo al
gran proyecto modernizador de Mario Pani.77 En 2004, tras una prolon-
gada polémica, lo regresaron a su emplazamiento original para facilitar la
circulación del metrobús y de los coches en el cruce de las dos avenidas
principales de México. En vez de ser circundado por áreas verdes, ha sido
rodeado por los carriles donde han circulado tranvías y vehículos.78 Apro-
vechando el traslado, el monumento se sometió a un tratamiento para su
conservación. El hecho de colocar la estatua en lo alto proporciona una
perspectiva de lejanía, de admiración de abajo hacia arriba que provoca una
emoción muy distinta a cuando tenemos la estatua a la altura de los ojos,
como la tuve en esa ocasión, cuando pude apreciar sus detalles (véase ima-
gen 6). Mi percepción fue que el tratamiento dado al bronce era lo suficien-
temente vigoroso como para resaltar los rasgos de un héroe que, aunque
74
Caballero, Primer almanaque, 1883. El fotograbado está firmado por L. Siliceo, Nueva York,
1883.
75
“El Paseo”, El Nacional, 24 de mayo de 1892, p. 2.
76
Existe una fotografía de C. B. Waite de 1898 donde se ve el quiosco en la glorieta de Colón
en el que tocaba una banda de música en días de asueto y se colocaban los coches de alquiler listos
para dar servicio, en <http://www.mexicomaxico.org/Reforma/reforma.htm>.
77
Garay, Mario Pani, 2000, p. 64.
78
Montes de Oca Icaza, “Cuauhtémoc: el andar”, 2006.

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Mas_alla.indb 315
Imagen 4. Monumento a Guatimotzin. Manuel Caballero, Primer alma-
naque histórico artístico y monumental de la república mexicana, 1883-1884, Méxi- Imagen 5. Miguel Noreña, Cuauhtémoc en 2019. Fotografía de
co; Nueva York, The Chas. M. Green Printing Co., 1883, frente a p. 76. la autora.

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316 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

Imagen 6. Miguel Noreña, Cuauhtémoc en 2004. Fotografía de la autora.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 317

inscrito en los cánones clásicos, estaba revestido del simbolismo prehispáni-


co, pero, sobre todo, de la determinación en la mirada y la actitud resuelta
de acopiar toda la fuerza posible para defender con brío y hasta las últimas
consecuencias al imperio azteca frente al ataque del invasor y conquistador.
Y estos rasgos, visibles aún en la distancia, hacen que lo consideremos el
héroe romántico por excelencia.
El hecho de que los ojos de la estatua de Cuauhtémoc estén enfoca-
dos hacia el noreste, al corazón de Tlatelolco, lugar de su rendición, con-
firma la visión romántica del héroe, ya inmortalizado en bronce, que sigue
vigilante y presto a la defensa de su tierra, con un pie adelantado, lo que
puede interpretarse como que está a punto de caminar hacia su destino o
en una actitud combatiente.79 Fausto Ramírez considera que es “una mani-
festación tardía de la tradición del gladiador combatiente, resignificada por
Canova”80 y retoma una descripción hecha en 1887 por Vicente Reyes:

La estatua del rey mexica tiene una noble actitud: plantada sobre la pierna
izquierda, apenas apoyada la otra sobre el extremo de la planta del pie, ar-
queado el cuerpo y la cabeza erguida, traduce el movimiento natural que hay
que efectuar al prepararse para arrojar con fuerza el dardo que Cuauhtémoc
agarra en la diestra para lanzarlo sobre el enemigo y demostrarle que, resuel-
to a la continuación de la lucha, no acepta la intimación de rendición que le
hiciera el capitán conquistador, y que estruja con furor entre los dedos de la
mano izquierda.81

La historia nos ha enseñado que en realidad fue hecho prisionero tras


un prolongado sitio del que salió victorioso Cortés, pero Cuauhtémoc pre-
sentó una férrea resistencia que lo convierte en un mártir. Además, forma
parte del rescate del indio lejano y, como escribió Enrique Krauze, con ello
“Porfirio Díaz concretó la incorporación ideológica del pasado indígena”.82
El monumento al “Águila que desciende”, altamente idealizada y con-
textualizada con unos paneles que cuentan episodios históricos del derrum-
be del imperio azteca de los que me ocuparé más adelante, a poco de su
inauguración se volvió prácticamente un sitio de veneración y año con año
recibía visitantes que le depositaban ofrendas y se sentían identificados con
79
Salazar Torres, “En consecuencia con la imagen”, 2004, pp. 201-214.
80
Ramírez, “Cinco interpretaciones”, 2009, p. 1177.
81
Reyes, “El monumento a Cuauhtémoc”, 1887.
82
Krauze, La presencia del pasado, 2005, p. 87.

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318 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

el último tlatoani. La figura ha llegado a concentrar distintos significados:


cívico, histórico y, en ocasiones, romántico.
En cuanto a sus representaciones escultóricas, no puedo pasar por
alto las obras de Jesús F. Contreras, aunque sean posteriores y se conside-
ren más parte del modernismo.83 Encargado de la fundición de la estatua
inaugurada en 1887, Contreras continuó trabajando sobre la figura del últi-
mo tlatoani. El pabellón de México en la Exposición Universal de París de
1889, de estilo “Neo-Azteca”, fue hecho por Antonio M. Anza y Antonio
Peñafiel. Las ideas arqueológicas de este se plasmaron en el exterior del
edificio ubicado en el Campo Marte con doce bronces elaborados por Con-
treras, seis deidades y seis personajes históricos, entre los que se incluía a
Cuauhtémoc84 (véase imagen 7).
Una vez que se desmontó el pabellón, los relieves se enviaron a Mé-
xico y se realizaron varias réplicas. El de Cuauhtémoc está en el Museo del
Ejército en la Ciudad de México (véase imagen 8), en el monumento a la
Raza, realizado en 1940 (véase imagen 9), y en el Patio Jesús F. Contreras,
en Aguascalientes, inaugurado en 2016.85
El monumento y la figura de Cuauhtémoc han sido reproducidos en
otros espacios con proporciones y emplazamientos diferentes. La más tras-
cendente es la estatua que se colocó en Río de Janeiro, Brasil, con motivo
de la Exposição International do Centenario efectuada en 1922. La figura
de Cuauhtémoc era tan incuestionable que el presidente Álvaro Obregón
no dudó en enviarla con la delegación mexicana que asistió al evento. Fue
encabezada por el secretario de Educación, José Vasconcelos, quien llevó
consigo una réplica de la estatua de Noreña, y tuvo que asumir ese signifi-
cado en su discurso, aunque en el fondo la consideraba una reliquia del in-
digenismo oficial porfiriano.86 Para los locales es un “símbolo da força e da
energia da raça, além de ser um símbolo valioso e expressivo dos sentimen-
tos de fraternidade do México para como o Brasil”.87 Además de hermanar
a las dos naciones, lo que destaca es que se le considera representante de
una raza que combatió con todas sus fuerzas, aunque sucumbiera en la

83
García Robles, “Los relieves de Jesús F.”, 2014. Véase también Ramírez Hurtado y García
Robles, “Jesús F. Contreras”, 2018, pp. 159-197.
84
Díaz y de Ovando, “México en la Exposición”, 1990, pp. 109-171, y Ramírez, “Dioses,
héroes”, 1988.
85
Jesús Contreras, escultor, en <https://institutohistorico.org/jesus-f-contreras-chavez/>.
86
Véase sobre este aspecto a Tenorio Trillo, “A tropical Cuauhtemoc”, 1994, pp. 93-157.
87
Monumentos da Cidade, 1946, pp. 115-117.

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Mas_alla.indb 319
Imagen 7. Antonio M. Anza y Antonio Peñafiel, Pabellón de México en la Exposición Universal de París en 1889, en Fausto Ramírez,
La plástica del siglo de la independencia, México, Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, 1985 p. 101.

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320 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

Imagen 8. Jesús F. Contreras, Cuauhtémoc en el Museo del Ejército. Fotografía de la autora.

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Imagen 9. Jesús F. Contreras, Cuauhtémoc en el Monumento a la Raza. Fotografía de la autora.

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322 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

derrota. Las virtudes del héroe romántico no sólo trascendieron el tiempo


sino también el espacio y, a la fecha, siguen teniendo vigencia.

LOS HECHOS MÁS ROMÁNTICOS

Existen dos momentos en la vida de Cuauhtémoc que se han narrado de


tal manera que lo hacen aparecer con las virtudes de un héroe romántico
y que se han materializado en distintos soportes. El primero se refiere al
momento en que, tras apresarlo, es presentado ante Cortés. El segundo está
relacionado con el tormento a que se le sometió.
Ambas escenas fueron plasmadas en dos alto relieves de bronce en
el basamento del monumento inaugurado en 1887. Al noreste, elaborada
por Noreña, está la representación de Cuauhtémoc llevado ante Cortés
(véase imagen 10) y del lado sudeste, la del tormento, ejecutada por Gabriel
Guerra. Fausto Ramírez considera que esta dupla no es casual, sino que se
enfoca en el contraste moral de la abnegación del rey azteca, valeroso aun
en la derrota, frente a la perfidia y codicia del conquistador.88
Pocos años después, el gobierno mexicano mandó a hacer un par de
pinturas inspiradas en estos hechos para la Exposición Universal Colom-
biana de Chicago de 1893. Una de ellas es “La rendición de Cuauhtimoc
a Hernán Cortes” del pincel de Joaquín Ramírez. La otra es de Leandro
Izaguirre, titulada “El suplicio de Cuauhtémoc”. Estas escenas centrales en la
vida del último tlatoani son parte de la corriente que las recuperó para el ro-
manticismo a partir de la poesía, la novela, la ópera, la pintura y la escultura.
La primera escena reproducida en la pintura involucra a un Cuauh-
témoc altivo, con actitud desafiante, que enfrenta a Cortés con la mirada
firme mientras el conquistador aparece con aire satisfecho tras haber logra-
do vencer al enemigo. Hay algunas variantes interesantes respecto al alto
relieve. En el lienzo de Ramírez, los dos personajes están a una prudente
distancia en un espacio extramuros (véase imagen 11). El panel de Noreña,
en cambio, muestra una mayor cercanía entre los protagonistas, tal vez
haciéndose eco de lo que el propio Hernán Cortés narró. En su tercera
carta de relación relató el momento en que le presentaron a Guatimucín
diciendo: “llegóse a mí y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo
que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir a

88
Ramírez, “Cinco interpretaciones, 2009, pp. 1169-1184.

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Imagen 10. Miguel Noreña, 1887, La rendición de Cuauhtémoc a Hernán Cortés. Fotografía de la autora.

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Imagen 11. Joaquín Ramírez, 1893, La rendición de Cuauhtémoc a Hernán Cortés, en Los pinceles de la historia. La fabricación del Estado, 1864-1910, México, Museo
Nacional de Arte/Banamex/Instituto de Investigaciones Estéticas-unam/Conaculta/inba/Patronato del Museo Nacional de Arte, 2003, p. 128.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 325

aquel estado, que ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso la mano en


un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase”.89
Así pues, el último tlatoani posa su mano izquierda sobre el puñal al
tiempo que Cortés le pasa la mano derecha sobre el hombro y le ofrece una
mirada tranquilizadora ante la angustia del guerrero derrotado que pide la
muerte a manos de su vencedor antes que la humillación del exterminio.90
El héroe romántico clama que está dispuesto al último sacrificio esperando
con ello heredar el honor a los suyos.
German Carrera Damas considera que “los fabricantes de héroes”
se tienen que enfrentar a la “delicada poda de la personalidad histórica
del héroe y/o de sus acciones” y se pregunta cómo conciliar al héroe de la
historiografía con el de la literatura o las artes, pero concluye que no todo
fue arbitrariedad ni respuesta a un impulso romántico, sino que respondió
a las necesidades de la sociedad.91 Y es que en su Historia verdadera, Bernal
Díaz del Castillo afirma que Guatemuz reconoció que ya había hecho lo
que estaba obligado en defensa de su ciudad y vasallos y que no podía
más. “Y esto cuando se lo decía, lloraba muchas lágrimas y sollozos.”92 Esta
afirmación, que lo hace ver débil, fue menospreciada por las publicaciones
del siglo xix que buscaban engrandecerlo como un héroe.
Regresando a la novela de Gómez de Avellaneda, la escena se detalla
a partir del relato de Cortés:

Acercóse a él Guatimozin con aspecto, aunque melancólico, lleno de digni-


dad y entereza, hasta tocar con su desatinada diestra la rica empuñadura del
toledano acero que llevaba el vencedor, y díjole en alta voz:

89
Cortés, Cartas de relación, 1983, tercera carta, 15 de mayo de 1522, p. 162.
90
Existe una pintura española de Carlos María Esquivel y Rivas titulada “Prisión de Guatimocín,
último emperador de los mejicanos, por las tropas de Hernán Cortés, y su presentación a éste en la plaza de Méjico”,
que data de 1854 y se encuentra en el depósito del Museo de Zaragoza y recogida en el catálogo
del Museo del Prado. En ella, la actitud de Cuauhtémoc es desafiante, frente a un Cortés en exceso
tranquilo, mientras que detrás de la tilma del emperador sale una mujer que junta sus manos como
si implorara el perdón en un gesto occidental, que bien podría ser la Malinche. La distancia entre
los protagonistas es similar a la del cuadro de Izaguirre. Pero, sobre todo, hay que hacer notar la
reconstrucción del lugar de la rendición con murallas y torres y pirámides que parecen edificios mul-
tifamiliares, en <https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/prision-de-guatimocin-ulti-
mo-emperador-de-los/29d5dfab-bd22-4b33-9fd0-33439afbb250?searchid=b3b094c9-8166-2226-08
13-4828ccc59566>.
91
Carrera Damas, “Del heroísmo como posibilidad”, 2003, pp. 36 y 45.
92
Díaz del Castillo, Historia verdadera, 1968, p. 340. La primera edición fue hecha en Madrid
en 1632.

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326 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

–He hecho cuanto he podido en defensa de mi imperio: los dioses han


inutilizado mis esfuerzos. De cobardes es matarse por su mano cuando se
ven vencidos; de vencedores clementes ahorrar al valiente la deshonra de la
esclavitud. Clava esa espada en mi pecho
–¡Guatimozin! respondió el caudillo asiéndole la mano; no has caído
en poder de bárbaro vencedor que no sepa apreciar el heroísmo de tu resis-
tencia. La esclavitud no será nunca el destino de un tan esclarecido monarca,
y tu imperio reconocerá el poder de las invencibles armas españolas sin per-
der al digno soberano que por tanto tiempo las ha resistido
–Tu prisionero soy, repuso algún tanto conmovido el augusto cautivo;
Huitzilopochtli me ha entregado a merced de tu voluntad, y tengo bastante
fortaleza para resignarme a mi suerte; pero he allí a mi esposa y a mi hijo:
sé clemente con ellos y con tantas mujeres infelices, esposas todas o hijas de
príncipes.93

Nótese como “La Divina Tula” (como también se le conoce a la es-


critora) abundó en detalles y modificó algunos matices del relato para que
el conquistador reconociera el heroísmo del vencido y el sacrificio de este a
favor de su familia y, en extensión, de su pueblo.
En la ópera Guatimotzin, en el argumento que se dio a conocer en
la prensa, Aniceto Ortega enfatizó que un rasgo distintivo del tlatoani era la
grandeza de su alma, y aludió al episodio en que el valiente guerrero le pidió
a Cortés que le clavara su puñal por no haber podido defender a la ciudad
y a sus vasallos. Prefirió la muerte a la deshonra y así entró en la historia
como un héroe, a diferencia de Moctezuma, a quien se le ha tildado incluso
de traidor y cobarde.
Ángela Peralta, quien interpretó a la princesa Isabel Tecuichpo Moc-
tezuma –la hija de Motecuhzoma II–, esposa de Cuauhtémoc, fue asesora-
da por el historiador Alfredo Chavero. Sin embargo, por la premura con la
que se preparó su puesta en escena, hubo algunos errores e inconsistencias
que el propio Ortega reconoció. Precisamente en la escena del puñal, con-
sideraba que

para ser verdaderamente dramática, realmente patética, requiere que la prin-


cesa al ver que Guatimotzin se apodera del puñal que Cortés lleva en la cin-

93
Gómez, Guatimozín, último emperador de Méjico. Novela histórica, México, versión de la Biblioteca
Virtual Universal, p. 243, en <http://www.biblioteca.org.ar/libros/131261.pdf>.

Mas_alla.indb 326 09/12/2020 12:14:38 p. m.


CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 327

tura y lo presenta a éste para que le dé “la muerte que prefiere al deshonor”;
esta escena requiere, repito, que la princesa se arroje entre los dos héroes
enemigos y ofrezca al vencedor su vida para salvar la del vencido que es
su soberano, su esposo –el hombre a quien ama con pasión y con orgullo.94

Ante esta afirmación cabría preguntarse si las representaciones se de-


ben apegar a la historia o son una construcción ficticia que responden a los
intereses del autor o a las exigencias del público.
Ortega destaca que, una vez hecho prisionero, “en vez de abatirse su
ánimo” pidió respeto a las damas y

ante el gran capitán vencedor, en vez de doblegarse su alma fiera y elevada,


le dijo señalándole la daga que traía en el cinto: “toma ese puñal que traes en
la cintura y mátame, porque no puedo ya defender mi ciudad y vasallos”. El
mismo carácter mantuvo después en peores y más terribles circunstancias,
pero la entrevista anterior con el conquistador es la que me ha servido prin-
cipalmente para poner en escena a este nobilísimo azteca.95

Alfredo Bablot, alias Proteo, en la crónica que hizo de su estreno,


enfatizó: “La escena del puñal soberbia. El recitativo de Guatemotzin,
grandioso, enérgico, lleno de nobleza, de abnegación, de generosidad, de
heroísmo.”96
La octava escena que Ortega llama “Dúo de los Puñales” en la parti-
tura,97 se desarrolla con el siguiente diálogo

Cuauhtémoc: Oh baldón98 … Oh, dolor


Hernán Cortés: Eres mi prisionero
C: El destino cruel así lo quiere
H: Qué intentas Cuauhtémoc

94
Alfredo Bablot, “Editorial. Crónica Musical. Despedida de la Compañía Lírica. Beneficio
del Maestro Moderati”, El Siglo Diez y Nueve, 25 de septiembre de 1871.
95
“Argumento del episodio musical Cuautemoc”, El Siglo Diez y Nueve, 11 de septiembre de
1871, p. 3.
96
Alfredo Bablot, “Editorial. Crónica musical. Despedida de la compañía lírica. Beneficio del
maestro Moderati”, El Siglo Diez y Nueve, 25 de septiembre de 1871.
97
Agradezco a Berenice Lago Ramírez por la información y los materiales sobre Guatimotzin.
Véase su tesis “Aniceto Ortega”, 2018.
98
Baldón significa “deshonra”, así que, desde el primer momento, Cuauhtémoc siente que ha
perdido su honor.

Mas_alla.indb 327 09/12/2020 12:14:38 p. m.


328 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

Todos: Cuauhtémoc
C: Toma este hierro, Hernando, Hernando
y aquí en el pecho hiere
aquí en el pecho, aquí
H: ¿No quieres vivir?
C: No quiero, no vivir
prefiero al deshonor
mil veces, mil morir
H: morir
Bajos: morir.99

Robert Stevenson reconoce que, para glorificar a Cuauhtémoc, Orte-


ga distorsionó la historia, ya que no “prefirió la muerte al deshonor”, como
la ópera quiere hacernos creer, sino que sobrevivió algunos años a la caída
de Tenochtitlan. Pero, de cualquier manera, historia o no, la ópera sirvió
para un propósito patriótico y logró un enorme éxito.100
La segunda escena romántica es la que refiere cómo soportó estoica-
mente el tormento de la quema de sus pies junto con el señor de Tacuba.
Dicho momento histórico ha sido inmortalizado también a partir de otra
frase, tal vez la más célebre, de Cuauhtémoc. Las versiones románticas se
extienden sobre el hecho de que los soldados que acompañaban a Cortés lo
presionaron para que obligara al guerrero a confesar dónde se encontraba
el valioso tesoro que ellos imaginaban en poder de los tlatoanis y que servi-
ría para cubrir sus servicios y sus ansias de riqueza.
Bernal afirma que a unos les había parecido que el oro, plata y joyas
recogidos en México eran muy poco, que se decía que Cuauhtémoc lo ha-
bía echado a la laguna o que se lo habían robado los enemigos, pero otros
pensaban que lo tenía escondido y que Cortés no quería que se supiera
para quedarse con todo,

y por estas causas acordaron los oficiales de la Real Hacienda de dar tormen-
to a Guatemuz y al señor de Tacuba, que era su primo y gran privado, y
ciertamente mucho le pesó a Cortés, y aun [a] algunos de nosotros, que a un
señor como Guatemuz le atormentasen por codicia del oro […] Y porque no

99
El dúo está en las páginas 101-107. En el libreto se registra como “N° 8 Dúo de Cuauhtémoc
y Hernán Cortes. Escena del puñal”. El libreto y la partitura se localizan en la Biblioteca de las Artes
del cenart y en la Biblioteca Candelario Huizar del Conservatorio Nacional de Música.
100
Stevenson, Music in Mexico, 1952, pp. 203-204.

Mas_alla.indb 328 09/12/2020 12:14:38 p. m.


CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 329

le achacasen algo a Cortés sobre ello, y no lo pudo escusar, le atormentaron,


en que le quemaron los pies con aceite.101

En cambio, Hernán Cortés, omitió el hecho en sus cartas al rey de


España y sólo refirió que habían fundido lo que habían encontrado para
pagar el quinto real.102
La versión de Bernal fue seguida y copiada por sus contemporáneos
y por ulteriores escritores, con excepción de Francisco López de Gómara
quien, en su Historia de la conquista de México, publicada en 1552, consigna
que los compañeros de Cortés

acordaron dar tormento a Cuahutimoc y a otro caballero y su privado. El ca-


ballero tuvo tanto sufrimiento, que, aunque murió en el tormento de fuego,
no confesó cosa de cuantas le preguntaron sobre tal caso, o porque no lo sa-
bía, o porque guardan el secreto que su señor les confía con gran constancia.
Cuando lo quemaban miraba mucho al rey, para que, teniendo compasión
de él, le diese licencia, como dicen, de manifestar lo que sabía, o lo dijese él.
Cuahutimocin le miró con ira y lo trató vilmente, como persona muelle y de
poco, diciendo si estaba en algún deleite o baño. Cortés quitó del tormento a
Cuahutimocin, pareciéndole afrenta y crueldad, o porque dijo cómo echara
en la laguna, diez días antes de su prisión, las piezas de artillería, el oro y
plata, las piedras, perlas y ricas joyas que tenía, por haberle dicho el diablo
que sería vencido.103

Como Gómara no participó en la conquista como Cortés o Bernal,


sus escritos han sido puestos en tela de juicio, aunque se digan basados en
los relatos de aquellos. Además, su carácter de sacerdote explica la constan-
te introducción de elementos religiosos y moralizantes.
Esta versión, ya en el siglo xix, en pleno auge del romanticismo, se
fue aderezando para teñirla con tintes más heroicos. En la novela de Gómez
de Avellaneda, publicada en México en 1853, se relata que, tras el gemido

101
Díaz del Castillo, Historia verdadera, 1968, cap. clvii, pp. 345-346.
102
Cortés, Cartas de relación, 1983, tercera carta, 15 de mayo de 1522, p. 163.
103
El título original era Historia general de las Indias, cuya primera impresión fue en Zaragoza en
1552 como Primera y segunda parte de la Historia General de las Indias con todo el descubrimiento y cosas notables
que han acaecido dende que se ganaron hasta el año de 1551. Con la conquista de México de la Nueva España.
“Capítulo cxlvi. Cómo dieron tormento a Cuahutimocin para saber del tesoro”, López de Gómara,
Historia general, 1985, vol. ii, pp. 212-213.

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330 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

del señor de Tacuba, Cuauhtémoc le contestó: “¡Cobarde! ¿estoy yo por


ventura en tálamo de flores?”104 En 1870, la novela de Eligio Ancona, fue
mucho más allá y refiere que el rey de Tlacopan “sintió desmayar su valor.
Señor –dijo a Cuauhtemotzin–, ved lo que sufro. El animoso emperador se
volvió entonces a su aliado y, con voz tranquila, le dijo: ¿estoy yo acaso en
un lecho de rosas?”105 Esta última frase ha tenido una enorme difusión y se
ha popularizado pues da como resultado una visión y actitud mucho más
“romántica”. La creación de este mito pasa por alto, como suele suceder en
estos casos, la inexactitud histórica, por el simple hecho de que las rosas
no florecían aún en tierras americanas. Pero ha servido para la formación
cívica de los mexicanos desde los primeros niveles de educación y se ha
repetido hasta el cansancio sin cuestionar su veracidad.
Esta escena fue plasmada en el alto relieve del lado noreste del monu-
mento a Cuauhtémoc, sobre paseo de la Reforma, elaborado por Gabriel
Guerra (véase imagen 12). Se ha interpretado que quien presencia la escena
no es Cortés, sino el tesorero del rey, Julián de Alderete, mencionado por
Gómara. Sin embargo, en los paneles del monumento no queda duda de
que es Cortés porque está representado de la misma manera en la escena
del puñal y en la del suplicio, con un sombrero con plumas, al cinto un
puñal en uno y una espada en el otro, jubón y gregüescos. Sin embargo, su
postura reclinada sobre la piedra donde está un Cuauhtémoc muy erguido,
lo descarga de ser la figura central en la escena, enfocada más al intercambio
de miradas entre el tlatoani y Tetlepanquetzal, señor de Tlacopan o Tacuba.
En cambio, en la pintura elaborada por Izaguirre en 1892, el conquis-
tador queda iluminado por el resplandor de las llamas, igual que los prisio-
neros y el alabardero (véase imagen 13). Cuauhtémoc le sostiene la mirada
al conquistador mientras que su primo tiene un semblante que clama por
la compasión.
Se dice que el hecho tuvo lugar en Coyoacán, donde se había instala-
do Cortés mientras se desalojaban los despojos de la antigua Tenochtitlan.
La pintura de Izaguirre recrea la escena al interior de un recinto con glifos
prehispánicos, mientras que el relieve de Guerra no proporciona pista algu-
na sobre el lugar de los hechos.

104
En el Diario del Hogar, domingo 21 de agosto de 1887, se reprodujo un fragmento de la no-
vela de Gómez de Avellaneda el día de la inauguración del monumento.
105
Ancona, Los mártires del Anáhuac, 1870, p. 296.

Mas_alla.indb 330 09/12/2020 12:14:38 p. m.


Mas_alla.indb 331
Imagen 12. Gabriel Guerra, 1887, Tormento de Cuauhtémoc. Fotografía de la autora.

09/12/2020 12:14:39 p. m.
Mas_alla.indb 332
Imagen 13. Leandro Izaguirre, 1893, El suplicio de Cuauhtémoc. En Justino Fernández, Arte moderno y contemporáneo de
México, tomo i, El arte del siglo xix, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-unam, 2001.

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 333

El “Águila del Crepúsculo” se muestra soportando estoicamente el


tormento de quemarle los pies, decidido a no confesar la existencia del teso-
ro. Y con ello tiene la actitud, una vez más, del héroe romántico, preparado
para el sacrificio, que parece estar en posesión de una verdad que, por su
propia grandeza, se vuelve incomprensible a los demás, a todos aquellos
que no están a su altura.
Para los fines de este ensayo y a la luz del romanticismo, las escenas
de la rendición ante Cortés y el martirio resultan más relevantes que la
muerte misma de Cuauhtémoc. El cuándo, el cómo y, sobre todo, el dónde,
han sido motivo de extensas polémicas. Sólo mencionemos que la informa-
ción que dio a conocer –a mediados del siglo xx– Salvador Toscano106 sitúa
los últimos momentos del “Águila que cae” en la región del Usumacinta
y data su muerte el 28 de febrero de 1525. El tlatoani fue colgado de una
ceiba, después de que se descubriera su participación en una conspiración
contra Cortés, con lo que se deshonraba al héroe, se le desacreditaba, se le
humillaba. Además, según el mismo autor, “como era usual en las reales
exequias, se debió incinerar los cuerpos de los muertos”, y el atado fúnebre
se debió revestir de una máscara de turquesas, acompañándosele de ofren-
das. Con ello, para el mundo occidental desaparecería su memoria. Por
ello resulta poco verosímil que el grupo encabezado por Eulalia Guzmán
“encontrara” sus restos en Ixcateopan precisamente en 1949, al tiempo que
fallecía Toscano. Por más que el gobierno buscara convertir ese suceso en
parte de la historia oficial, resultó un hecho tan controvertido que se trató
de esclarecer mediante la formación, en 1976, de una “Comisión para la
revisión y nuevos estudios de los hallazgos en Ixcateopan”.107 A la fecha,
en ese pueblo del estado de Guerrero se sigue manteniendo el “Santuario”
de Cuauhtémoc en el Museo de la Asunción del pueblo y se continúan
haciendo ceremonias en su honor por considerarlo símbolo de la identidad.
Pero eso no suma ni resta nada al hecho de que, durante el siglo xix, se le
haya considerado héroe romántico. Cuauhtémoc, como héroe romántico,
ha sido incorporado en el imaginario de México a través de diversas repre-
sentaciones a lo largo de nuestra historia.

106
Salvador Toscano, “Cuauhtémoc: el águila muere en Acallan”, en México en la Cultura, suple-
mento del diario Novedades, 15 de mayo de 1949. Se incluyó como capítulo xxvii del libro Cuauhtémoc,
1954, obra que dejó inconclusa y completó Rafael Heliodoro Valle. Toscano negaba la posibilidad
de que sus restos estuvieran en Ichcateopan sino en Hueymollan, al sur de Campeche.
107
Moreno Toscano, Los hallazgos de Ichcateopan, 1980; Lombardo de Ruiz, La iglesia de la Asun-
ción, 1978, y Rueda y Espejel, Reconstrucción histórica, 1978.

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334 III. PEDAGOGÍA PARA LA HISTORIA

CONSIDERACIONES FINALES

La vida de Cuauhtémoc fue breve pero intensa. Tenía 24 años cuando se


convirtió en el tlatoani mexica a quien correspondió enfrentar los ataques
de Hernán Cortés que llevarían a la conquista de México. Su trayectoria
fue in crescendo, con acciones que fueron alcanzando cada vez más fuerza has-
ta llegar al grado heroico. Y si en su momento logró el reconocimiento de
propios y extraños, de seguidores y enemigos, de testigos y escritores, por
sus actitudes valientes y su arrojo, fue en el siglo xix cuando el recuento de
sus hechos se fue tiñendo de ciertas características que lo convirtieron en el
héroe romántico por excelencia y en símbolo del nacionalismo.
Ante el asedio del enemigo, buscó romper el sometimiento a través de
la muerte, preferible ante la perspectiva de la esclavitud. El proceso de con-
vertirlo en héroe romántico implicó sumir en el olvido las acciones que no
se correspondieran con las características de sacrificio y desapego a la vida.
Una historia muy detallada y precisa da cuenta de los aciertos y errores por
los que pasó en unos cuantos meses de 1521 y nos lo presenta como un ser
humano, con virtudes y defectos; pero, al convertirlo en un héroe románti-
co, se le revistió de una valentía inusitada. En realidad, no tuvo tiempo de
poner en práctica sus dotes de gobernante pues hubo de concentrarse en
las de un guerrero responsable de tomar decisiones fundamentales para la
pervivencia de su pueblo y de su estirpe y eso lo convirtió en un romántico.
Una vez conseguida la independencia, fue necesario sustentarla en
mitos nacionalistas de profundas raíces románticas que contribuyeran a la
conformación de una identidad. Y un personaje como Cuauhtémoc era
susceptible de exaltarse, por parte de los regímenes vencedores, a partir de
los cánones literarios y poéticos, mientras que su enemigo, Hernán Cortés,
fue sumido en una “leyenda negra”. El “Águila del crepúsculo” muestra su
voz heroica en la ópera, su pose y actitud en la escultura, su color y rasgos
en la pintura, y la sublimación en la literatura.
Cabría preguntarse por qué revestimos a Cuauhtémoc como el héroe
a partir de esas y no de otras facetas. Tal vez la respuesta estriba en que
sus acciones se insertan más en los ideales europeos, occidentales, de digni-
dad y de honor, e incluso la noción de sacrificio o suicidio, presente como
una obsesión en los románticos, adquiere una nueva dimensión. Entre los
aztecas, la muerte tenía un significado regenerador, por lo que el sacrificio
contribuía a mantener la vida y el suicidio se consideraba como un acto de

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CUAUHTÉMOC, EL HÉROE ROMÁNTICO 335

voluntad justificado.108 El hecho de que Cuauhtémoc no hubiera decidido


quitarse la vida como un sacrificio, sino que le dejara esa labor al que lo
había vencido, le da un giro peculiar a su muerte. En el debate sobre la
identidad se reposiciona la historia indígena, haciéndola similar a la cultura
europea y, por tanto, estableciendo alianzas imaginarias y simbólicas que
dan sentido al mestizaje.
En este texto hemos mostrado que Cuauhtémoc es la figura mítica
del nacionalismo que se crea en el siglo xix. Sin embargo, no se le había
considerado desde el punto de vista de un héroe romántico y esa es la
vertiente que le hemos querido dar. Por décadas hemos tenido frente a
nosotros el monumento del Paseo de la Reforma, las pinturas, el relato del
martirio con la frase del “lecho de rosas”, pero no habíamos reparado en
cuáles eran las fuentes que habían dado origen a ese mito ni en cómo se
construyó este elemento de la identidad mexicana, sino que nos habíamos
detenido más en las obras artísticas per sé. Con esta relectura de las fuentes
hemos querido dotarle de un nuevo significado que le reafirma como el
héroe romántico por excelencia.

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