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Camila de los Santos.

Módulo 4, 5, y 6. 2do parcial 2021.


Mod 4;
- Fernández Castrillo, B. (2017) “Texto, pretexto y contexto de las innovaciones en
política de Salud Mental en el Uruguay progresista” (2017) Único autor Ediciones
Universitarias-.CSIC Colección biblioteca Plural, Montevideo.
● Buglioli, Severi, Ribeiro y Schenck (2019) Sistemas Híbridos de Saúde. Uma análise
comparada internacional de políticas de proteção e equidade. Capítulo: Uruguai. Río
de Janeiro: CEBES. Disponible en:
https://www.researchgate.net/publication/349043675_Sistemas_Hibridos_de_Saude_U
ma_analise_comparada_internacional_de_politicas_de_protecao_e_equidade_Capitulo
_Uruguai
● República Oriental del Uruguay, Ministerio de Salud, Dirección de Programación
Estratégica en Salud, Programa Nacional de Salud Mental (2011) Plan de
implementación de prestaciones en Salud Mental en el Sistema Nacional Integrado de
Salud. Recuperado 28 de mayo de 2019, disponible en:
http://www.bps.gub.uy/innovaportal/file/8117/1/salud_mental_plan_nacional__junio.pdf
● República Oriental del Uruguay. Ley 19.529, de 24 de agosto de 2017. Recuperado de:
http://www.impo.com.uy/bases/leyes/19529-2017

Mod 5;
- Anzalone, Pablo (2018) Participación social dentro del Sistema Nacional Integrado de
Salud en Uruguay. Tesis Maestría en Sociología Departamento de sociología, Facultad
de ciencias Sociales, Udelar, Uruguay. Páginas 42 a 52.

Mod 6;
- Morales Calatayud, F. (2009). La Psicología en la atención primaria de la salud. En
Introducción a la psicología de la salud, (97-132). Buenos Aires: Koyatún.
● Morales Calatayud, F. (2009). La Psicología en los hospitales y centros de
rehabilitación. En Introducción a la psicología de la salud, (133-152). Buenos Aires:
Koyatún.
● Stolkiner, A. (2005, Octubre) Interdisciplina y Salud Mental. Comunicación presentada
a las IX Jornadas Nacionales de Salud Mental, I Jornadas Provinciales de Psicología:
Salud Mental y Mundialización: Estrategias posibles en la Argentina de hoy. Posadas,
Argentina.
● Spink, P. (2009): Los psicólogos y las políticas públicas en América Latina: El big mac
y los caballos de Troia. Psicoperspectivas. Individuo y Sociedad, Vol. 8, No. 2 (2009).
● Alfaro, J., & Martin, M. (2016). Proceso y oportunidades de la transferencia del
conocimiento desde la Psicología Comunitaria a las políticas públicas. Universitas
Psychologica, 14(4), 1347-1358.

- Chavez Bidart, Jorge, & Piquinela Averbug, Pablo. (2017). Expertos en ciencia, legos en
política: ¿Que psicólogos para las políticas públicas?. Psicoperspectivas, 16(3), 87-98.
Epub 15 de noviembre de
2017.https://dx.doi.org/10.5027/psicoperspectivas-vol16-issue3-fulltext-1006

- Fernández Castrillo, B. (2017) “Texto, pretexto y contexto de las innovaciones


en política de Salud Mental en el Uruguay progresista” (2017) Único autor
Ediciones Universitarias-.CSIC Colección biblioteca Plural, Montevideo.
Desde 1936 el país cuenta con alguna normativa respecto a los derechos asistenciales y
jurídicos, en especial para el caso de las personas con trastornos mentales severos y
persistentes. Esta normativa no siempre vigente y no siendo aplicada, generaba que el
problema quedara en esferas de la marginación y la exclusión.

En 1948 se aprueba la Ley 11.139, creación de la Comisón Honoraria del Patronato del
Psicópata. A pesar de su nombre, con su sanción se produce un giro conceptual histórico
para la época ya que se relaciona mas estrechamente con las nociones de derechos
humanos:
- “proteger a los enfermos mentales, promover su integración a la sociedad, y apoyar
a sus familiares, teniendo entre otros cometidos la creación de un “hogar-taller”
donde continuar la cura de los pacientes”
En 1966 – visita nuestro país Piere Chainot en calidad de consultor de la OMS, realiza el
informe de Salud Mental del Uruguay. En ese informe se reclama la intervención del Estado
para corregir la violación de derechos humanos (Bajos presupuestos Estatales para
asistencia psiquiátrica, malas condiciones imposibilidad de terapéuticas, “poderes públicos
tienen el deber de intervenir, ya sea con nuevos asilos o enfrentando el problema”.

En 1969 se decreta Ley 13.711 de Diagnóstico de Retardo Mental; se declara obligatoria la


denuncia ante el MSP, de todo menor que tenga un diagnóstico de retardo mental y se
dispone registro del mismo y de sus padres o encargados. El Patronato del Psicópata es
quién llevaría el registro. Se preserva el derecho a resguardo de la identidad y se establece
el acceso a los servicios médicos, educacionales, de rehabilitación y de internación
necesarios para la asistencia integral de los retardados. Sin interesar la condición
económica del sujeto. Se duplica el monto de la asignación familiar para los beneficiarios
con diagnóstico de retardo mental. Los beneficiarios de asignaciones familiares que
padezcan otras discapacidades del aparato locomotor, sensoriales o mentales que impidan
su incorporación a todo tipo de tarea remunerada, también percibirán asignación familiar
duplicada.

En 1971 se crea por decreto del Poder Ejecutivo, el Centro Nacional de Rehabilitación
Psíquica, como una dependencia de la Comisión Honoraria del Patronato del Psicópata y en
1974 se crea el Taller Protegido, por entenderse necesario que existiese para favorecer las
condiciones de capacitaciones para la reinserción laboral e integración social.

En 1984 se aprueba la ordenanza 13/84 para el Programa de Asistencia Familiar de


Alienados del MSP a efectos de decongestionar la población de Colonia Etchepare y Santin
Carlos Rossi.

En 1986 recientemente cerrado el perído cívico-militar y recuperada la democracia, el MSP


aprueba el Plan Nacional de Salud Mental.
- Es aquí cuando en los hechos se empieza a procesar los cambios en Salud Mental
en el Uruguay. ●
- Fue fruto de la movilización de grandes sectores de la sociedad civil organizada en
sindicatos, asociaciones científicas académicas y profesionales de distintas
discipilinas, agrupaciones de usuarios y familiares.
- Resistido por fuerzas sociales, fracasa el intento de traslado del Hospital Vilardebo
hacia las afueras de la ciudad de Montevideo. No obstante en 1983 se vuelve a
intentar desalojar el viejo hospital y se logra trasladar a sus internados hacia el
Hospital Psiquiátrico Musto (Se trataba de un edificio de varios pisos alejado del
centro de la ciudad, que funciono algo más de una década ya que habría sido
cerrado por ASSE, a causa de muerte de varios pacientes por hipotermia.
- Se concluye que en Vilardebo se ocuparía de la internación de los enfermos
psiquiatricos agudos. Los crónicos, en su mayoría serian asistidos en las Colonias
de Alienados.

En 1989, la Ley 16.095 dispóne la creación de la Comision Nacional Honoraria del


Discapacitado, y se establece un sistema de protección integral.

En 1990, por iniciativa de organizaciones sociales, se establecen estrategias innovadoras


en materia legislativa en el marco de un coloquio de multiple participación (delegados de
MSP, instituciones universitaras, asociaciones gremiales, abogados, legisladores,
periodistas y usuarios) bajo el lema de Salud mental y derechos humanos.

En 1992- El instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay (IELSUR) publica libro
sobre normas vigentes que regulan la asistencia de la salud y enfermedad metal, donde se
recomiendan 11 acciones a implementar en el Uruguayu. Proponen la atención integral
médica, psiquiátrica, psicológica y social, conservicios comunitarios distribuidos en áreas
territoriales, incluyendo centros de atención diurna y nocturna y atención de casos agudos
en hospital general.

En 1994, se recibe una nueva visita de asesores de la OPS en contexto de Encuentro


Continental de Educación Médica. Del cuál surge “La Declaración de Uruguay” donde
señala “el médico y el equipo de salud vienen adoptando formas de ejercicio profesional
subordinados a mecanismo de mercado no aplicables directamente en el campo de la
salud, con el agravante e inaceptable de la segmentación social de la asistencia…
Compromismo de orientar la formulación de un nuevo paradigma que revalorice la salud
contemplando sus aspectos biológicos y sociales, para el desarrollo humano sustentable y
comprometido con las próximas generaciones… concepción ética de la vida… cobertura
universal y justicia social”.

En 2005, La izquierda asume el gobierno, y convoca a la conformación de órganos


consultivos a través de la Comisión Asesora Técnica Permanente (CATP). Ejes temáticos:
1. Política, legislación y derechos humanos en Salud Mental.
2. . Atención en el primer nivel; a) en la asistencia en salud y b) en la asis-tencia a
enfermos mentales.
3. Unidades de Salud Mental en los hospitales generales y hospital psiquiátrico.
4. Rehabilitación y asimilación plena o protegida a la actividad producti-va y a la
convivencia social.
5. Servicios residenciales, casas de salud y asilos.
6. Psicoterapia y técnicas psicosociales (incorporación al sistema de salud,
acreditación, normas de ejercicio).
7. Uso indebido de drogas.
8. Violencia y muerte violenta.
9. Infancia y Adolescencia.
10. Guías (y protocolos) de asistencia y terapéuticas.
11. Investigación, registro, evaluación, indicadores y controles de calidad.
12. La Salud Mental y la cultura.
13. La coordinación de los servicios públicos y las iamc.
14. La calidad del equipo de salud (contratos, formación continua, burnout)

En 2008 – se establece la Ley 18.335 derechos y obligaciones de los pacientes y usuarios


de los servicios de Salud y el Catálogo de Prestaciones del SNIS. En 2011- El poder
ejecutivo aprueba el Decreto 305/11 “Plan de Implementacion de Prestaciones en Salud
Mental en el Sistema Nacional Integrado de Salud (Ley 18.211, Decreto 305/011). Con el
objetivo de garantizar las respuestas sastifactorias a las necesidades de salud de la
población. Las principales líneas de acción están interrelacionadas y dirigidas a:
1. promoción de Salud
2. prevención primaria de los trastornos mentales,
3. tratamiento de los usuarios con enfermedad mental y su rehabilitación psicosocial.
El decreto tambien considera imprescindible el trabajo multidisciplinario para el abordaje de
las distintas situaciones. A su vez, “las intervenciones psicosociales y psicoterapia
constituyen un derecho fundamental” por lo que “debe ser accesible a todos los ciudadanos”

El PIPSM fija las prioridades a incluir en las prestaciones:


- abordaje integral de la salud en diferentes franjas etarias (niñez, ado-lescencia y
adultez), incluyendo aspectos instrumentales, psicológicos y sociales;
- atención psicológica como derecho universal;
- priorizar el primer nivel de atención, actuando sobre factores de riesgo y grupos
vulnerables;
- facilitar el desarrollo saludable de niños, adolescentes y jóvenes;
- prevenir situaciones posteriores de exclusión, violencia o muerte pre-matura en la
infancia y adolescencia;
- desarrollar colectivos que pueden ser multiplicadores de salud.
El plan se dirige a dos poblaciones objetivos (Estrategias para niños y adolescentes). ● 3
modos de abordaje para la población adulta.
MODO 1 – Atención en grupo con carácter gratuito y hasta 16 sesiones anuales para cada
usuario.
MODO2 – Atencion individual, de pareja, familia, o grupal, hasta 48 sesiones anuales para
cada usuario y con un copago preestablecido.
MODO3- Atencion individual o grupal, hasta 48 sesiones anuales para cada usuario, con un
copago menor al del modo 2. La prestación podría renovarse hasta 144 sesiones.

Derechos a prestaciones y beneficios:


● Sistemas Híbridos de Saúde. Uma análise comparada internacional
depolíticas de proteção e equidade. Capítulo: Uruguay Buglioli, Shenck,
Severi, Ribeiro.

En las primeras páginas del capítulo se hace un recorrido histórico del nivel
socio-económico del Uruguay en referencia a la Salud, con un enfoque epidemiológico de
las enfermedades, las tazas de natalidad y mortalidad y problemas de salud así como
problemáticas de salud psicosocial como la violencia doméstica. Hacen un punto de
inflexión en la crisis del 2002-2003, la cuál generó un deterioro en las condiciones de vida
de los Uruguayos (caída del PBI, desempleo, aumento de las desigualdades y la pobreza).
Los niveles e pobreza pasaron de el 5% al 40% de la población. En 2004-2005 el país
comienza a recuperarse y comienza su camino a un crecimiento económico. En 2012 el
nivel de pobreza se había reducido en un 12% y para el 2014 era inferior al 10%.
Recuperaciones salariales y bajos niveles de desempleo (incluso llegando a valores
históricos para el país). Estos resultados respondían entre otros factores a las Políticas
sociales integradas.

El proceso político de la Reforma de Salúd:

En el año 2004 triunfa por primera vez en la historia el Frente amplio, un partido
socialdemócrata, que reúne diversas expresiones de izquierda nacional. Esto llevo a una
amplia co-alianza político-social, compuesta por sindicatos de trabajadores, movimientos
sociales e intelectuales. Este gobierno asume en plena crisis del 2002-2003, y marca un
punto de inflexión en relación a las experiencias que se desenvolvían en las décadas del
1990, con formas neoliberales de manejar la economía, desregulacion del mercado de
trabajo y la tendencia a la privatización de los servicios públicos. El programa de reformas
económicas y sociales engloba diversos temas, reformando el Estado, el sistema
Tributario, la Educacion y la Salud. En este marco de reformas se crea el SNIS
(SISTEMA NACIONAL INTEGRADO DE SALUD). El proceso de su implementación puede
entenderse como un proceso de mudanza gradual, habiendose negociado con los
principales actores sectoriales para ir modificando la estructura del antiguo sistema de
salud, sin ignorar su historia.

LAS PRIMERAS NORMAS QUE ESTRUCTURAN EL SNIS

El MSP crea en 2005 una organización llamada Consejo consultivo de implementación para
el SNIS. Integrando los principales actores de la salud: Camara de prestadores,
asociaciones de profesionales y trabajadores, UdelaR, Congreso de Intendentes y
organizaciones de usuarios. En este espacio el gobierno discute sus orientaciones
partidarias y establece un consenso social básico para el inicio de la implementación de la
reforma del sistema de Salud.

El siguiente paso fue la creación de los instrumentos jurídicos, que fueron discutidos en el
Parlamento. Las normas mas importantes fueron: ● la creación de un Fondo Nacional de
Salud (FONASA) ● el Seguro Nacional de Salud de estructuras de GOBERNANZA
(SNIS) ● y la descentralización de los Servicios de Salud del Estado (ASSE)

Las institucionalidades del SNIS


En la Ley 18.211 de 2007 se define la estructura general del nuevo SNIS. Define los
principios rectores, define los nuevos mecanismos de gobernanza sectorial y el
financiamiento del sistema, especificando que serán los prestadores integrales
vinculados al FONASA y reafirma el papel dirigente del MSP en todo el sistema.

Dos grandes circuitos pueden ser reconocidos, que conectan el financiamiento con los
prestadores integrales. El primer circuito sería la JUNASA con el FONASA y este con los
prestadores de Salud. La JUNASA es la responsable de la administración del SNIS y
emite las ordenes de pago que el FONASA efectúa para los prestadores de Salud
públicos y privados que componen el SNIS. La JUNASA acuerda y asigna contratos con
los prestadores, el cuál establece las obligaciones que estos deben cumplir, tanto en
derechos como en formas de pago a los prestadores. Estos contratos constituyen un
elemento fundamental de conexión con el SNIS.
Por otra parte, un segundo gran circuito esta conformado por el Fondo Nacional de
Recursos (FNR), que administra y financia accesos a beneficio de terapéuticas de alto costo
para todos los habitantes del País. Esta entidad fue creada en el inicio de la década de
1980.

En el 2005, se crea la estrategia para la construcción de un fondo único de Salud. Este


fondo cubria a trabajadores activos del sector privado y era administrado por el Banco de
Prevención Social (BPS), y el MSP. El fondo se conforma de las contribuciones del
Estado (impuestos generales) y contribuciones de los trabajadores activos,
cubriendo también a los jóvenes dependeintes y discapacitados (estos últimos in
limite de edad), pensionistas y pensionistas de baja renta, conyugues, miembros de
casas de auxilio, profesionales independientes, entre otros. Para el 2016 el Gobierno
estimó que más del 70% de la población estaría cubierta por el FONASA, Y que el resto de
la población (desempleados o trabajadores informales) estarían cubiertos por los servicios
públicos de ASSE.

Abarcacion institucional del SNIS por la JUNASA

Los contratos con los prestadores exigen: ● Proporcionar atención de calidad, efectivo y
eficiente, humano, en hora ascertiva, accesibilidad, abordage preventivo en los diversos
niveles de asistencia y complejidad.

Un cambio de la reforma fue la definición de lo que significa “integralidad”, y para esto se


genero el Plan integral de Atencion a la Salud (PIAS), el cuál implica la universalidad
de atención (a toda la población del País). El PIAS incluye programas prioritarios
aprobados por la autoridad de la Salud. ● Modalidades de Asistencia. ● Profesionales
y Técnicos. ● Procedimientos diagnósticos ● Procedimientos terapéuticos de
reahabilitacion. ● Salud Bucal. ● Medicamentos y Vacunas. ● Transporte de Salud.

CONQUISTAS Y DESAFIOS
Las implementaciones de los procesos de Reforma de la Salud en Uruguay ocupan un
lugar de mucho destaque en las Reformas sociales y estructurales del gobierno progresista.
Los principios rectores de la reforma, definidos en el nivel legislativo con un fuerte liderazgo
parlamental del Frente Amplio y el fondo público FONASA, establecen armonía con
equidad, cobertura universal y redistribución de la renta. Sin embargo, la equidad, en la
perspectiva de recibir la atención necesaria de acuerdo a las necesidades, es uno de los
principales desafíos del sistema. Algunas de las principales criticas en este sentido señalan
una calidad que diverge según el prestador si es público o privado, aunque la “libre
elección” de los usuarios sobre su prestador podría contribuir a una concurrencia en la
calidad, en la medida en que las prestaciones públicas de los servicios sean accesibles, de
calidad y de mayor abarcabilidad.

La participación social del sistema de Salud de Uruguay. Nuevas insititucionalidades para


nuevos desafíos?

En Uruguay históricamente exisitieron formas diversas de paricipacion social, con


diferentes grados de formalidad e institucionalización. Desde sus orígenes, esa participación
se desenvuelve generalmente a partir de la autonomía de actores relacionados al Estado,
existiendo multiples vias de influenciar una agenda para las diversas políticas públicas.
A partir del 2008, la reforma creada por el SNIS, promovida primero por el gobierno de
centro izquierda (FA), presenta un nuevo escenario institucional para los actores
sociales, formaliza espacios de participación en lugares claves del sistema. El SNIS
represento un cambio de paradigma en relación a la salud en el País, encuadrándose
con el concepto de Atencion Primaria en Salud (APS), la cuál tiene participación
social como uno de sus pilares, y compromete al Estado a garantizar las condiciones
para que toda la población tenga acceso a servicios integrales de salud, apartándose
del modelo anterior que consideraba que el cuidado de la salud era deber de las
personas. Una de las grandes modificaciones que introdujo fue la participación e inclusión
de representantes de usuarios y trabajadores en diversas organizaciones del sistema,
facilitando asi la gobernanza en políticas publicas.

Existen 3 espacios privilegiados que dan origen a la participación social: ● La


representación social de la JUNASA ● La representación social de ASSE ● La
representación social en los consejos consultivos y asesores de prestadores (CCA).

Estas tres asociaciones tienen sus características propias y desde la implementación del
_SNIS ocupan varios espacios tomando decisiones a nivel nacional, tanto en ASSE como
JUNASA.

Cabe destacar que tanto las organizaciones sociales de ASSE como JUNASA son sede de
muchísimas organizaciones sociales como por ejemplo: - MNUSPP (Movimiento nacional de
los Usuarios de Salud) - EPUS (Espacio participativo de usuarios de la Salud) - ADUSS
(Asociacion de ususarios de la Salud) - FUS (federación de ususarios de la salud) - FFSP
(Federacion de funcionarios de Salud Publica) - ETC…

Agenda y capacidad de tomas de decisionesUruguay tiene una ley muy importante desde el
2009, la “Ley de Negociacion Colectiva de Sector Público”, esta ley permitió justamente
agilidad en la generación de demandas o construcción de problemas para la agenda,
permite las discusiones sobre las condiciones de trabajo y salarios.

Politicas de Equidad;
En el texto se realiza un pasaje histórico en las políticas de Uruguay en relación a la
equidad, su abarcacion jurídica y se realiza un análisis de cada uno de los temas en donde
se hace centro la equidad (Interrupcion voluntaria del embarazo, salud sexual y
reproductiva, Violencia de Género, Poblacion vulnerable y políticas de trabajo con LGBT)
Luego se hace mencion sobre las Identidades étnicas y culturales e Inmigrantes.

Fueron muchas las políticas sociales publicas a partir de la reforma en la


salud .

● República Oriental del Uruguay, Ministerio de Salud, Dirección de


Programación Estratégica en Salud, Programa Nacional de Salud Mental
(2011) Plan de implementación de prestaciones en Salud Mental en el
Sistema Nacional Integrado de Salud
PLAN DE IMPLEMENTACIÓNDEPRESTACIONES ENSALUD MENTAL EN
ELSISTEMANACIONAL INTEGRADO DE SALUD;
Introduccion

Desde 2005 Uruguay cursa una Reforma en su Sistema de Salud, la cual toma cuerpo en
2007. Los principios rectores de la reforma procuran asegurar en forma UNIVERSAL y
EQUITATIVA los servicios que garanticen respuestas satisfactorias a las necesidades de
salud de la población.
- Universalidad
- Enfoque Equitativo
- Mejorar accesibilidad
- Atencion de calidad
- Promocion y prevención de salud en todos los niveles de atención.
- Equipos interdisciplinarios
- Gobernanza participativa.

Salud Mental y SNISEl concepto de Salud Mental es inseparable del concepto de Salud
Integral. Se propone como objetivo para el final del perído contar con todos los efectores
integrales con un abanico de prestaciones en Salud Mental. Se integran al SNIS con
carácter obligatorio para todos los prestadores integrales.

ANTECEDENTES
- Salud mental atravesada por desigualdades e inequidades, prejuicios, y enfoques
estigmatizantes de la problemática.
- En Uruguay el Plan Nacional de Salud Mental aprobado en 1986 promovido por
movimiento de multiples sectores [población organizada, grupos de familiares de
personas con trastornos mentales, UdelaR, Sociedades Cientificas y gremios). De
donde surgen la comisión asesora técnica permanente (CATP) y el Programa
Nacional de Salud Mental (PNSM).
- El organismo rector (MSP) del cuál emanan los lineamientos programáticos, trabaja
conjuntamente con la comisión Honoraria del PAtronáto del Psicopata creada en
1948.
- 1996 ASSE-MSP desplegó plan de desarrollo nacional a través de los Centros de
Salud y Equipos de Salud Mental (ESM), logrando resultados no muy notorios,
dependiendo en general de iniciativas aisladas, ya que actuaban escindidos dentro
del sistema sanitario.
- 2005 se crea la Coordinacion de Salud Mental de ASSE-MSP responsable de
operativizar el Plan.
- Desarrollo del SNIS con principios rectores universalidad, equidad, calidad de la
atención, promoción y prevención integral con trabajso interdiciplinarios.
- Atencion de las personas con trastornos mentales, con énfasis en la rehabilitación,
superando el modelo tradicional discriminatorio, cautelar y asilar, procurando un
nuevo modelo, la desmanicomializacion y la integración social
JUSTIFICACIÓN

Cambio de modelo de atención del SNIS implica:


- Comprender la enfermedad no es solo un fenómeno individual; está directamente
relacionada con el entorno familiar y social, la cual puede actuar como agravante o
protector.
- Enfoque Multidisciplinario.
- Salud Mental como Derecho humano fundamental, por tanto debe ser accesible a
todos los ciudadanos.
- Prestaciones en salud mental como beneficio no solo para la persona sino tambien
para su entorno.

FIJACION DE PRIORIDADES
La inclusión de las prestaciones y modalidades de acción terapéutica dentro del SNIS
implica:
1. Abordar la integralidad de la salud en las diferentes franjas etarias, con las
especificidades correspondientes a la niñez y adolescencia y por otra parte al adulto,
incluyendo los aspectos instrumentales, psicológicos y sociales.
2. Que la atención psicológica es un derecho que progresivamente debe integrarse a
las prestaciones universales de salud.
3. Priorizar el primer nivel de atención actuando sobre los factores de riesgo y las
poblaciones vulnerables.
4. Actuar sobre aquellas situaciones más frecuentes para contribuir a facilitar el
desarrollo saludable de niños, adolescentes y jóvenes.
5. Poner el acento en aquellos motivos de consulta más frecuentes en la infancia y
adolescencia cuya atención puede actuar como prevención de situaciones
posteriores de exclusión, violencia y/o muerte prematura.
6. Poner el acento en aquellos colectivos que pueden ser multiplicadores de salud.

PROPÓSITO-
Contribuir a mejorar la situación de salud de la población del país a través de la
implementación de nuevas prestaciones en salud mental para el período 2011-2015.

ACTIVIDADES
1. Promoción en Salud
2. Prevención Primaria de los Trastornos Mentales
3. Tratamiento de los usuarios con enfermedad mental y su rehabilitación psicosocial.

Los diferentes campos de acción se encuentran interrelacionados, estando todos regidos


por el principio de prevención.

ORGANIZACIÓN DE LAS PRESTACIONES

3 modos de acuerdo a tipo abordaje (grupal, individual) cantidad de sesiones y pagos o no


pagos.

Población priorizada;
- Niños y niñas
- Adolescentes.
- Adultos con ciertas situaciones de salud
- Multiplicadores de salud

Modos y prestaciones por población;

Modo 1;
adultos: grupal, hasta 16 sesiones, gratuito.
niños/as y adolescentes; grupal, hasta 12 sesiones, gratuito.
Modo 2;
adultos; individual, pareja, flia, grupal, hasta 48 sesiones, co-pago
niños/as y adolescentes: individual, pareja, flia, grupal, hasta 24 sesiones, co-pago
Modo 3;
adultos; individual, grupal, hasta 48 sesiones que se pueden renovar, co-pago menor
niños/as adolescentes: individual, grupal, hasta 48 sesiones que se pueden renovar,
co-pago menor.
● República Oriental del Uruguay. Ley 19.529, de 24 de agosto de
2017. Recuperado de:
http://www.impo.com.uy/bases/leyes/19529-2017

Objeto: garantizar el derecho a la protección de la salud mental de los habitantes residentes


en el país, con una perspectiva de respeto a los derechos humanos de todas las personas y
particularmente de aquellas personas usuarias de los servicios de salud mental en el marco
del Sistema Nacional Integrado de Salud. Sus disposiciones son de orden público e interés
social.

Definición de salud mental: estado de bienestar en el cual la persona es consciente de sus


propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma
productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. Dicho estado
es el resultado de un proceso dinámico, determinado por componentes históricos,
socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos. La protección de la salud mental
abarca acciones de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, encaminadas a
crear las condiciones para el ejercicio del derecho a una vida digna de todas las personas y
particularmente de aquellas con trastorno mental. Se define el trastorno mental como la
existencia de un conjunto de síntomas y conductas clínicamente reconocibles, asociado en
la mayoría de los casos con el malestar y con la interferencia con el funcionamiento
personal. La desviación social o el conflicto, tomados aisladamente y sin estar ligados a
disfunciones personales, no deberán incluirse en la noción de trastorno.

Principios rectores: A) Reconocer a la persona de manera integral, considerando sus


aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales como constituyentes y determinantes
de su unidad singular. B) La dignidad humana y los principios de derechos humanos
constituyen el marco de referencia primordial de todas las medidas de carácter legislativo,
judicial, administrativo, educativo y de cualquier otra índole y en todos los ámbitos de
aplicación que guarden relación con la salud mental. C) La promoción, con énfasis en los
factores determinantes del entorno y los estilos de vida de la población. D) La cobertura
universal, la accesibilidad y la sustentabilidad de los servicios. E) La equidad, continuidad y
oportunidad de las prestaciones. F) La calidad integral del proceso asistencial con enfoque
interdisciplinario, que de acuerdo a normas técnicas y protocolos de atención, respete los
principios de la bioética y los derechos humanos de las personas usuarias de los servicios
de salud. G) El logro de las mejores condiciones posibles para la preservación,
mejoramiento e inserción social de la persona. H) Debe considerarse que el estado de la
persona con trastorno mental es modificable. I) La posibilidad de autodeterminarse y la
ausencia de riesgo para la persona y para terceros. J) La vinculación de la salud mental al
efectivo ejercicio de los derechos al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la cultura y a un
medio ambiente saludable. K) Los demás principios rectores y objetivos del Sistema
Nacional Integrado de Salud, determinados en los artículos 3º y 4º de la Ley N° 18.211, de 5
de diciembre de 2007, que sean aplicables.
Módulo 5; Anzalone, Pablo (2018) Participación social dentro del Sistema
Nacional Integrado de Salud en Uruguay. Tesis Maestría en Sociología
Departamento de sociología, Facultad de ciencias Sociales, Udelar, Uruguay.
Páginas 42 a 52.

En la ley 18211 de diciembre de 2007 se crea la Junta Nacional de Salud que tiene como
cometidos administrar el Seguro Nacional de Salud SNS y velar por la observancia de los
principios rectores y objetivos del SNIS. En la JUNASA se estableció la participación de
representantes de trabajadores y usuarios. En la misma ley se crean los Consejos Asesores
Honorarios Departamentales y Locales, llamados luego Juntas Departamentales de Salud
JUDESAS y Juntas Locales de Salud JULOSAS. La reglamentación del artículo 27 de la ley
18.211 se realizó en 2011 mediante el decreto 237/201119. En dicho decreto se considera
que “la participación social es uno de los principios rectores del Sistema Nacional
Integrado de Salud” y que es “objetivo del SNIS fomentar la generación de espacios
para la participación social activa, que propicien el mejoramiento de la calidad de los
vínculos entre los actores involucrados en el mismo”. Se establece asimismo que “el
papel de dichos Consejos es relevante para promover la observancia y el desarrollo de los
principios rectores y objetivos del Sistema Nacional Integrado de Salud, así como para el
mejor conocimiento de las realidades y necesidades locales en materia de salud, por lo que
sus informes y propuestas deberán ser tratados prioritariamente por la JUNASA”.

-Las competencias de las JUDESAS de acuerdo al decreto 237/2011 serán, entonces:


“a) asesorar a la Junta Nacional de Salud en todos los asuntos concernientes a los
cometidos y competencias de la misma que someta a su consideración, formular propuestas
y contribuir a evaluar resultados de la administración del Seguro Nacional de Salud en el
ámbito de su jurisdicción.
- Promover la observancia en el departamento de los principios rectores y objetivos
del Sistema Nacional Integrado de Salud.
- Investigar y mantener informada a la Junta Nacional de Salud sobre la situación
general de salud en el departamento, así como sobre las situaciones del entorno que
influyan en ella.
- Difundir y proponer acciones para el mejoramiento de la salud de la población local.
- Coadyuvar al cumplimiento en el territorio de los contratos de gestión suscriptos por
la Junta Nacional de Salud con los prestadores que integran el Seguro Nacional.
- Vigilar la observancia de las resoluciones de la Junta Nacional de Salud.
- Promover el buen relacionamiento y los acuerdos de complementación entre los
prestadores del Sistema Nacional Integrado de Salud.
- Propiciar el intercambio, la concertación y coordinación intra e intersectorial,
participando de las instancias respectivas y fomentando la participación de las
organizaciones sociales, así como la de otros actores públicos y privados con
incidencia en la salud de la población.
- Contribuir a la difusión de los derechos y deberes de los usuarios del Sistema
Nacional Integrado de Salud y velar por su cumplimiento efectivo.
- Recibir y analizar las propuestas y reclamaciones que reciban de entidades o
personas respecto de asuntos de salud del departamento, y elevarlas a la Junta
Nacional de Salud con un informe que incluya antecedentes, evaluación y, en su
caso, propuestas de intervención a su respecto.
- Promover, por propia iniciativa o en apoyo de la de otros actores institucionales y
sociales, actividades locales tendientes a potenciar las políticas nacionales y/ o
departamentales de salud, y elevar a la Junta Nacional de Salud informes sobre sus
resultados. Especialmente promoverán, como mínimo en forma anual, la realización
de Asambleas Locales de Salud.
- Fomentar el intercambio con los Consejos Honorarios Departamentales de la
Administración de Servicios de Salud del Estado y los Consejos Consultivos
Asesores de los prestadores del Seguro Nacional de Salud.
- Promover la instalación de Consejos Asesores Honorarios Locales de la Junta
Nacional de Salud y colaborar en su instalación.”

Algunas instituciones como la Intendencia de Montevideo y la Red de Atención del Primer


Nivel de ASSE (RAP-ASSE) definieron la participación social en salud entre los ejes
estratégicos del cambio de modelo de atención. En Montevideo existe un proyecto de
descentralización participativa desde los años 90. Por desconcentración se definía la
política de llevar los servicios a los barrios y por descentralización la transferencia de poder,
de capacidad de decisión a los actores locales de la comunidad. Desde la División Salud de
la Intendencia se apoyaron históricamente variadas formas de participación social en salud,
como policlínicas comunitarias, policlínicos móviles gestionados por los vecinos, programas
conjuntos con la Secretaría de la Mujer cogestionados por vecinas para brindar educación
sexual y métodos anticonceptivos, creación de redes territoriales, articulación con los
Centros Comunales Zonales y los Consejos Vecinales. En los comienzos de la construcción
del SNIS la Intendencia de Montevideo fue un protagonista activo para apoyar las líneas de
participación social, colaborando con las Asambleas de Salud y la organización de los
usuarios. Se apoyaba así en la experiencia acumulada para encarar los nuevos desafíos
que planteaba el SNIS. El desarrollo de un modelo de atención con énfasis en la prevención
y promoción, tenía más de 15 años de experiencias en el Servicio de Atención a la Salud de
la Intendencia montevideana. Las reuniones mensuales de los equipos de cada policlínica
naturalizaban la participación de los funcionarios en la gestión del Servicio. El vínculo con
los vecinos era cercano y los contactos con el entramado barrial estaban facilitados.

JUNASA: Junta Nacional de Salud La Junta Nacional de Salud es un organismo


desconcentrado del MSP creado por la ley 18211 responsable de “administrar el Seguro
Nacional de Salud y velar por la observancia de los principios rectores y objetivos del SNIS”
“alentando el desarrollo del nuevo modelo de atención y gestión en salud”. En su integración
participa el Poder Ejecutivo (MSP, MEF, BPS), representantes de las instituciones
prestadoras de servicios de salud (privadas), de los trabajadores y de los usuarios. La
JUNASA no participa en el diseño de políticas de salud de ninguna especie, salvo las que
tienen que ver con la financiación. No está presente la problemática asistencial o de
políticas de salud. Salvo cuando los trabajadores o los usuarios lo plantean. No discuten la
canasta del PIAS ni los contratos de gestión. Las políticas de salud se discuten, en parte, en
algunas comisiones de la JUNASA como la de Metas Asistenciales y la Comisión de
Cápitas, pero allí está vedada la participación de usuarios y trabajadores. El MSP invita a
las fuerzas sociales a la Comisión de Agenda que aborda los tiempos de espera o la
accesibilidad, pero no a las de Metas y Cápitas. En general las conclusiones de estas
comisiones se vuelcan a la JUNASA bajo la forma de propuestas de resolución, pero no hay
debates sobre los temas sustantivos. Un tema importante en la Junasa ha sido la
Sobrecuota de Inversión.
Hay un debate respecto a si debe considerarse un ingreso genuino o no. Hay diferentes
valoraciones, pero las mismas no tienen ámbito de discusión con participación social. En
este tema los trabajadores plantearon por escrito con apoyo de los usuarios, que las
Sobrecuotas de Inversión deben considerarse una transferencia patrimonial a las
instituciones de salud. Pero debe haber un mapa de las necesidades reales del sector, que
limite y oriente la inversión. Hay que evitar que continúe la superposición de servicios. No
puede seguir siendo solo la inversión para el sector privado, ASSE debe estar integrado.
Hoy existen 500 mil afiliados por FONASA en ASSE, es, con distancia, la institución con
mayor cantidad de afiliados Fonasa. Pero ASSE no integra la JUNASA y no cobra
sobrecuota de inversión. La representación de los trabajadores cuestionó también que la
sobrecuota de inversión fue manejada sin consulta a las Judesas.

La JUNASA no ha discutido un diagnóstico de la situación epidemiológica del país, ni


tampoco diagnósticos locales o estrategias sanitarias. Se presentaron en una ocasión los
Objetivos Sanitarios Nacionales, pero no hubo preparación, ni discusión, ni resolución al
respecto.

Reuniones regionales de JUNASA y JUDESAS Un aspecto positivo y reciente de la labor de


la Junasa fueron las reuniones con las Judesas por regiones. Hay muy buena participación
de usuarios en estas reuniones, no tanto de trabajadores. La vinculación de los usuarios
con las direcciones institucionales sobre todo con las de ASSE, son de mayor cercanía en el
interior que en Montevideo. En estas ocasiones hay discusión sobre problemas de salud
prioritarios y campañas específicas al respecto. Se discute en el territorio sobre los
problemas que existen. Ejemplos de estos temas son emprendimientos en salud mental
como la implantación y funcionamiento de los Centros Ciudadela para atención en drogas.

Módulo 6;
- Morales Calatayud, F. (2009). La Psicología en la atención primaria de la
salud. En Introducción a la psicología de la salud, (97-132).

1) Antecedentes y definiciones básicas

La atención primaria debe contemplarse como uno de los momentos más


importantes y ricos entre todos los procesos de atención a la salud. La OMS en
Alma Ata (1978) formuló una definición sobre la misma; dice que es "la asistencia
sanitaria esencial, basada en métodos y tecnología prácticos, científicamente
fundados y socialmente aceptables, puesta al alcance de todos los individuos
y familias de la comunidad mediante su plena participación y a un costo que la
comunidad y el país puedan soportar en todas y cada una de las etapas de su
desarrollo, con un espíritu de autorresponsabilidad y autodeterminación. La
atención primaria forma parte integrante tanto del sistema nacional de salud,
del que constituye la función central y el núcleo principal, como del desarrollo
socioeconómico global de la comunidad. Representa el primer nivel de
contacto de los individuos, la familia y la comunidad con el sistema nacional
de salud, llevando lo más cerca posible la atención al lugar donde residen y
trabajan las personas y constituye el primer elemento de un proceso
permanente de asistencia sanitaria" (OMS, 1979). Dicho así, de manera general,
podemos tener una apreciación de que atención primaria es un modo de organizar
la atención de la salud de las personas, que se hace lo más cerca posible de la
gente, de sus lugares de vida y trabajo, y que se lleva a cabo desde instituciones
que no son de alta complejidad estructural, pero que sí deben estar concebidas con
un sentido de alta eficiencia. Los recursos que se usen, y el equipamiento, en
sentido general, deben ser los más adecuados posibles. Las prioridades de trabajo
en atención primaria son muy variadas, dependen de los problemas específicos que
tenga la comunidad con la que se trabaja, siempre a partir de una correcta
identificación de esos problemas mediante el diagnóstico de la situación de salud de
la comunidad, y de una concepción integral de promoción de salud, prevención y
atención de las enfermedades y otros problemas y daños de la salud, y la
rehabilitación basada en la comunidad de las personas con secuelas y limitaciones.
Las prioridades en las acciones tendrán que estar determinadas por la interpretación
que el equipo de trabajo hace del estado de salud de la comunidad, interpretación
que también debe integrar lo que la población percibe como sus necesidades
prioritarias. Las acciones de salud en atención primaria no pueden ser
solamente sobre los individuos, sino que deben alcanzar a las familias
consideradas como unidad, a las instituciones, la comunidad en general, sus
organismos representativos y sus líderes, y al medio ambiente en sentido
general. Entonces, los servicios no pueden prestarse por profesionales individuales,
sino que la actividad de estos debe ser llevada a cabo por equipos que integren el
conocimiento y la tecnología de diferentes disciplinas y profesiones.

2) La promoción de salud

Aunque durante muchos años los servicios de salud, en mayor o menor grado, han
realizado acciones que pueden considerarse dentro del concepto actual de
promoción de salud, en los últimos 20 años ha aumentado el interés por el mismo,
tanto por su definición como por la búsqueda de formas de organización y de uso de
recursos tecnológicos para llevarla a cabo. La promoción de salud tomó auge a
partir del documento producido en 1974 por el gobierno de Canadá titulado "A
New perspective on the Health of Canadians". Este documento enfatizaba a la
promoción de salud como medio para enfrentar los problemas de salud que
aparecían como significativos en la población de ese país, y la definía (a la
promoción de salud) como "el proceso para capacitar a las personas para
aumentar el control y mejorar su salud" (Lalonde, 1988). Las acciones de
promoción de salud deben tener, por tanto, carácter multisectorial (no son exclusivas
del sector salud) y multidisciplinario (tampoco son exclusivas de la medicina), y
deben implicar un importante compromiso de las autoridades políticas. De acuerdo
a Martínez (1994), las acciones de promoción de salud pueden definirse como
el "conjunto de elementos básicos para realizar las políticas sanitarias
orientadas a una estrategia poblacional en salud", y se resumen en:
elaboración de una política pública sana, creación de ambientes favorables,
reforzamiento de la acción comunitaria, desarrollo de las aptitudes
personales, reorientación de los servicios sanitarios. Esta autora también cita la
expresión de White (1990) en el sentido de que "la promoción de salud se origina en
las ciencias que se ocupan del comportamiento social". El interés para la psicología
es evidente. En un artículo anterior sobre este tema (Morales, 1991), se realiza un
análisis de su significado para nuestra disciplina, destacando como las acciones
promocionales necesitan apoyarse en conceptos puramente psicológicos tales
como: hábitos, actitudes, motivaciones, interacciones personales y familiares, y
habilidades.
En promoción de salud y en atención primaria en general se ha observado una
reiterada referencia al concepto "estilo de vida"; se utiliza generalmente en la
actualidad para describir de manera resumida el conjunto de comportamientos que
un individuo concreto pone en práctica de manera consistente y mantenida en su
vida cotidiana y que pueden ser pertinente para el mantenimiento de su salud o que
lo colocan en situación de riesgo para la enfermedad. En la revisión que Coreil,
Levine y Jaco (1985) realizaron sobre el término encontraron diversas acepciones;
desde 1972 cuando apareció por primera vez como un descriptor en el "Index
Medicus", se utiliza en el sentido de comportamientos específicos identificados
como factores de riesgo para enfermedades y muertes accidentales. Estos autores
llaman la atención acerca de que este uso supone la noción de que los hábitos
personales son discretos y modificables independientemente, y de que las personas
pueden decidir voluntariamente la alteración o modificación de estas conductas; sin
embargo, se presta poca atención a la modificación de los aspectos generales de
las sociedades en las cuales los individuos participan. Al ignorar las influencias
sistemáticas de la sociedad, se pone el foco de atención en el individuo y en su
propia responsabilidad. Considerar los comportamientos como elementos
aislados divorciados de su contexto, induce a la formulación de programas de
promoción de salud que lo que intentan es cambiar comportamientos
específicos sin considerar el complejo total dentro del cual estos elementos
son sólo una parte, sin tomar en cuenta el nivel del sistema
macro-socio-cultural que sostiene y le da sentido a esos patrones de
conducta. La interpretación biomedicalizada del estilo de vida eclipsa el
análisis de los factores de contexto. Cuando los programas se centran
solamente en la modificación de comportamientos individuales a partir de la
acción directa sobre los individuos, los esfuerzos pueden marchar hacia el
fracaso.

3) La prevención y el control del riesgo de enfermar

De acuerdo a Beckett, Davies y Petrós-Barvasián (1986) se puede considerar


como factor de riesgo para el desarrollo de una enfermedad a "toda
característica o circunstancia determinada de una persona o grupo de
personas que según los conocimientos que se posee asocia a los interesados
a un riesgo anormal de sufrir un proceso patológico o de verse afectados
desfavorablemente por tal proceso y que puede caracterizar a los individuos,
la familia, el grupo, la comunidad o el medio ambiente". Existen riesgos físicos,
químicos, biológicos y otros, pero a los psicólogos nos interesan especialmente los
riesgos que se asocian al comportamiento y a las circunstancias del ambiente social
que los favorecen. Hasta la fecha la orientación de la investigación en relación con
variables psicológicas que pueden actuar como riesgo para la producción de
determinadas enfermedades ha sido más descriptiva que explicativa. Hace falta
ahora un profundo trabajo de análisis, cuidadoso, para paso a paso ir construyendo
conceptos de mayor rigor operacional, que permitan tanto el desarrollo de
instrumentos de reconocimiento del riesgo psicológico como el diseño de
intervenciones de un impacto cualitativamente superior.

El riesgo "psicosocial": Siendo uno de los más utilizados, de hecho, su contenido no


tiene una definición clara. En un trabajo anterior (Morales, 1990) se advirtió sobre la
amplitud de este concepto y sobre su posible carácter polémico. En ese trabajo se
formuló la idea de que no obstante lo anterior, el concepto podía ser
operacionalizado en tres dimensiones. Las tres dimensiones de la
operacionalización de este concepto serían las siguientes: 1) la macrosocial,
que se refiere a la sociedad en su conjunto, a su complejo sistema de relaciones,
especialmente las de producción, que sitúan a cada individuo en una posición por su
pertenencia a una clase determinada. Esta dimensión comprende también a ciertas
características nacionales, culturales o religiosas; 2) la del micromedio, que incluye
a la familia, la vida laboral y las relaciones más inmediatas que se dan en las
condiciones de trabajo y vida concreta de un individuo; y 3) la individual, que
comprende al sujeto que en tanto personalidad se orienta y regula su
comportamiento.

Después de que han transcurrido cinco años desde la publicación de ese artículo,
el propio autor se ve en la necesidad de revalorizar el asunto. En primer lugar surge
la cuestión de sí es o no adecuado el uso del término "psicosocial", el cual es una
palabra compuesta en la que se yuxtaponen dos términos que sirven para
denominar dos realidades muy relacionadas e interdependientes, pero que
cualitativamente son diferentes. Al procederse al uso indiscriminado de la expresión
"factor psicosocial de riesgo" se aplicará indistintamente, ya sea a procesos
definidamente psicológicos, ya sea a procesos definidamente sociales, ya sea a
procesos complejos en los que están presentes variables psicológicas y variables
sociales, con lo que se puede perder especificidad acerca de lo que se quiere
describir. Más oportuno parece hoy esforzarnos por precisar mejor las expresiones,
dándole contenido a los conceptos "factor (o factores) psicológico (s) de riesgo",
"factor (o factores) social (es) de riesgo", y cuando sea necesario porque es
reconocible en la realidad que se analiza y describe la presencia de ambos tipos
diferenciados de factores, entonces usar la expresión "factores psicológicos y
sociales de riesgo". La segunda cuestión sería entonces, definir cuáles son los
integrantes de cada uno de estos conjuntos de factores, qué hechos o realidades
son las que describen, cómo se reconocen, cómo se evalúan y se miden. Los
"acontecimientos de la vida":

Otros de esos conceptos es el de "acontecimientos de la vida", que muchos suelen


denominar en español "eventos vitales" por la traducción literal que se hace de la
expresión que se utiliza en inglés ("life events"). Este concepto está pobremente
definido en la literatura. En un trabajo anterior (Díaz y Morales, 1990). se prefirió
utilizar la expresión más completa de "acontecimientos significativos de la vida",
caracterizándoseles como "aquellos hechos, deseados o no, que ocurren en la vida
de un sujeto, que tienen una importancia tal que ejercen un impacto en términos de
vivencias emocionales o que pueden introducir cambios en los hábitos y costumbres
y que requieren de un esfuerzo adaptativo". Realmente, hay muchos trabajos en la
literatura que apoyan la idea de que la ocurrencia de estos acontecimientos actúa
como precursora de estados de enfermedad o de accidentes, por cuanto operan
como situaciones tensionantes que activan respuestas neuroendocrinas, las que
pueden implicar cambios tales como aumento de las cifras de tensión arterial,
modificaciones en el metabolismo de los lípidos o disminución de la
inmunocompetencia; o cambios en el estado de ánimo; así como afectar la atención
activa, lo que puede dificultar la capacidad laboral y crear una cierta propensión a
los accidentes; o llevar a la persona a adoptar o intensificar ciertos comportamientos
nocivos para su salud. No se puede establecer una relación lineal y directa entre la
ocurrencia de esos acontecimientos y la producción de la enfermedad, ya que
pueden ocurrir otros procesos mediatizadores. De acuerdo a Bloom (1988) la
posición generalizada de los investigadores es que el impacto de los
acontecimientos debe ser entendido sólo dentro de un contexto social y psicológico,
que las consecuencias a largo plazo de los acontecimientos no tienen por qué ser
necesariamente dañinas, y que el hecho de que se desarrolle una enfermedad no
depende tanto del impacto del acontecimiento mismo, sino del patrón de búsqueda
de ayuda para sus problemas de salud que siga la persona. Este concepto,
entendido como variable simple, tiene valor descriptivo y solo relativamente en
términos de poblaciones y de frecuencia de problemas de salud en las poblaciones.
Los programas preventivos deben tener la capacidad de identificar en el
ambiente social aquellos acontecimientos que para una determinada
población con la que se trabaja se presentan frecuentemente, para brindar
ayuda a esas personas sobre la base de un análisis individualizado.

El "estrés": Integrando diferentes aportes previos en una amplia revisión, el


investigador cubano Álvarez (1987) señala que los aspectos de una definición de
estrés deben ser los siguientes: a) es una respuesta del organismo ante
estimulaciones que tienden a romper su homeostasis, las que pueden ser de origen
psicosocial, físico o biológico; b) esta respuesta es de tipo sistémico e integra los
niveles psicológicos, neurológico y endocrino; c) es una respuesta parcialmente
inespecífica, lo que quiere decir que en algunos niveles la respuesta puede ser
estereotipada o independiente de la naturaleza del estímulo; d) el carácter
estresante de un estímulo de carácter psicosocial no lo da el estímulo como tal, sino
la significación atribuida a dicho estímulo por el sujeto, unido a experiencias previas,
grado de control sobre el ambiente, etc.; e) tanto la significación atribuida como la
respuesta psicológica tienen estrechamente vinculados sus componentes afectivos
y cognoscitivos; f) la respuesta de estrés es activa e influye tanto sobre el estímulo
psicosocial como sobre la significación atribuida; g) la vida social es el primer
eslabón en la cadena de respuestas psiconeuroendocrinas. Álvarez también
destaca la importancia de que los estímulos que pueden provocar esta respuesta no
tienen sentido 'per se', sino en relación con la persona que lo experimenta, así como
el carácter activo de la respuesta, potencialmente modificadora de la propia
situación. No necesariamente el estrés es siempre negativo (distrés) sino que puede
ser un activador positivo para la acción. En general, las perspectivas del estudio del
estrés como factor de riesgo psicológico para las enfermedades, dependerán en
mucho de cuanto avancemos en el desarrollo de modelos conceptuales, dentro de
los cuales este fenómeno pueda ser mejor comprendido. No obstante, los datos
actuales permiten extraer muchas sugerencias para el trabajo práctico, en especial,
a través de la identificación de ambientes tensionantes y de las personas más
expuestas a los mismos, para brindarles ayuda priorizada en la atención primaria. El
"patrón de comportamiento Tipo A": Este concepto supone que ciertas personas son
más vulnerables para desarrollar la enfermedad coronaria, y son aquellas que
mantienen un sentido de urgencia de tiempo, un exagerado sentido de
involucramiento, multiplicidad de metas, hostilidad y competitividad en sus
relaciones con los demás; son centrados en sí mismos, fácilmente irritables,
impacientes, enérgicos y tensos. Los que no son así, son denominados "Tipo B". El
instrumento generalmente utilizado para evaluar la presencia de uno u otro patrón
(A o B) es el Cuestionario de la Actividad de Jenkins (Jenkins Activity Survey;
Jenkins, Rosenman y Zyzanski, 1974). Con el tiempo, el "patrón Tipo A" se ha
hecho muy popular, pero su significado es discutible. El "patrón" describe
comportamientos típicos, pero no ha sido desarrollado a partir de una
fundamentación en la teoría de la personalidad. Esta debilidad de origen limita el
análisis acerca de cómo se forma en el desarrollo individual, cuál es su relación con
las circunstancias del ambiente social y cómo puede ser modificado. Por otro lado,
los resultados de las investigaciones han sido contradictorios, evidenciando que
muchas personas con el patrón A no desarrollan la enfermedad cardiovascular,
mientras que otros con el patrón B la desarrollan, así como que hay muchas
personas que pueden considerarse tipos mixtos (Bloom, 1988). Por eso, tampoco
este patrón puede ser asumido de manera simplista como factor psicológico de
riesgo, siéndonos útil como orientación general para el estudio de los ambientes
sociales y el tipo de comportamientos frecuentes que en los mismos se observan, y
como una guía más (no rígida) para la interpretación de la interacción del individuo
con el ambiente. Las "creencias de salud": Más que como un factor de riesgo
específico, el concepto de "creencias de salud" se ha manejado de manera general
para describir como las creencias de un individuo y el modo en que se estructuran,
pueden orientar su comportamiento hacia un mayor o menor riesgo de enfermar. Ya
desde la década de los años 50 fue elaborado el llamado "Modelo de Creencias de
Salud" (en inglés "Health Belief Model", conocido también por la sigla HBM), que
hipotetiza que el comportamiento depende principalmente de dos variables: 1) el
valor dado por un individuo a un objetivo particular; y 2) la estimación que el
individuo hace de la probabilidad de que una acción dad a permita alcanzar el
objetivo. Cuando estas variables fueron contextualizadas en relación con la
conducta relacionada con la salud, las correspondencias fueron: 1) el deseo de
evitar la enfermedad (o si se está enfermo, de ponerse bien); y 2) la creencia de que
una acción de salud específica podría prevenir (o mejorar) la enfermedad. Las
dimensiones establecidas en este modelo fueron: 1) susceptibilidad percibida: los
individuos varían ampliamente en sus sentimientos de vulnerabilidad personal a una
condición. Por lo que esta dimensión se refiere a la percepción subjetiva del
individuo del riesgo de contraer una condición; 2) severidad percibida: los
sentimientos relativos a la seriedad de contraer una enfermedad (o de que se cure
una que no ha sido tratada) también varían de persona a persona. Esta dimensión
incluye evaluaciones tanto de las consecuencias clínico-médicas y de las posibles
consecuencias (por ejemplo, efectos de la enfermedad sobre el trabajo, la vida
familiar, y las relaciones sociales); 3) beneficios percibidos; 4) barreras percibidas:
los aspectos potencialmente negativos de una acción de salud particular pueden
actuar como impedimentos para llevar a cabo el comportamiento recomendado. Se
piensa que ocurre una suerte de análisis de costo-beneficio en el cual el individuo
sopesa la efectividad de la acción contra percepciones tales como que la acción
puede ser cara en términos de dinero, peligrosa, displacentera, inconveniente,
consumidora de tiempo, o todo esto junto. Además de estas cuatro dimensiones,
también se considera que algunos estímulos son necesarios para disparar el
proceso de toma de decisiones, los que pueden ser internos (por ejemplo, síntomas)
o externos (por ejemplo, influencia de los medios masivos de comunicación,
interacciones personales, o tarjetas recordatorias de los servicios de salud).
También se asume que diversas variables demográficas, sociopsicológicas y
estructurales podrían, en una instancia dada, afectar la percepción del individuo, e
influir indirectamente el comportamiento relacionado con la salud (Janz y Becker,
1984). El "aislamiento/apoyo social": Este es otro de los conceptos muy utilizados
desde una perspectiva social y también psicológica (por sus efectos sobre los
individuos). Ya desde finales de la década de los años 70 se ha reiterado la
noción de que las personas que viven aisladas o disponen de pocos o malos
contactos sociales tienen más riesgo para enfermar o para el empeoramiento
y mala evolución de sus enfermedades crónicas, destacándose la importancia
del apoyo social, sobre la base de la idea de que los lazos de una persona con
sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc., puede ser fuente
de afecto, de recursos o ayudas prácticas y de información, de modo tal que
esos lazos ejercen una función de amortiguamiento ante las tensiones
naturales de la vida y de cierto modo protegen del impacto que esas tensiones
pueden tener sobre la salud (Dean y Lin, 1980; Caplan, 1980). Cobb (1976)
indicó que las personas tienen apoyo social cuando 1) son cuidadas y
queridas; 2) son estimadas y evaluadas; y 3) pertenecen a una red de
comunicación y obligación mutua. Desde entonces se han realizado una variedad
de estudios, sin embargo, se trata de apreciaciones globales sobre grupos de
población, constatándose que aun persiste indefinición en la caracterización de qué
tipos de vínculos afectivos deben ser considerados como fuente de apoyo, y de cuál
es la influencia que sobre esos vínculos tienen circunstancias sociales más
generales, como por ejemplo, los valores morales de la sociedad en su conjunto
(Díaz y Morales, 1990). La interpretación que sugieren las referencias presentadas
nos conducen a expresar que el problema del riesgo de enfermar permite mostrar lo
que ha sido una tendencia en el desarrollo de la psicología de la salud, que es la de
la construcción fragmentaria de los conceptos que de rigor, es decir, de manera
integrada, deberían facilitarnos el análisis de la realidad y la formulación de
perspectivas para el trabajo práctico. Si se resumen los aportes presentados,
tendríamos una sumatoria de elementos parciales, que nos indicaría de modo
general que una persona está en más riesgo de enfermar cuando una o más de las
siguientes circunstancias está presente: 1) su "estilo de vida" incluye
comportamientos habituales nocivos para la salud y el ambiente social refuerza
estos comportamientos o al menos no posibilita que se disminuyan o erradiquen; 2)
en su ambiente inmediato se presenta un mayor número de acontecimientos
significativos que la obligan a esfuerzos adaptativos; 3) dispone de menos recursos
personales para interactuar con esos acontecimientos; 4) su patrón habitual de
comportamiento se orienta preferentemente hacia el involucramiento en la
persecución de metas diversas, a la hostilidad y a la competitividad; 5) la estructura
de sus creencias de salud la hacen sentirse poco vulnerable a la amenaza de las
enfermedades, a valorar poco la búsqueda y mantenimiento de la salud o a percibir
barreras para la atención de su salud; 6) disponga de pocos recursos de apoyo
social; y 7) esté insertada en un grupo social que comparte expectativas y valores
de poco aprecio por el cuidado de la salud y la atención de las manifestaciones
incipientes o en desarrollo de la enfermedad. Empero, ninguno de estos elementos
parciales, ni tomados en forma aislada ni adicionados simplemente, tiene sentido
psicológico en el riesgo de enfermar, considerando que el análisis de las variables
psicológicas supone un nivel de comprensión tanto de la propia historia de
desarrollo del individuo como de los eventos del ambiente con los que entra en
contacto. Dicho en otras palabras, cada sujeto individual establece una relación
activa frente a los múltiples eventos del ambiente, y es justamente a partir de
un análisis de las contingencias que se podría definir con mayor certeza el
riesgo al que cada sujeto se halla expuesto; por otro lado, es imprescindible
que se establezca, con la mayor claridad posible, el tipo y nivel de
competencias de que se dispone, las cuales son el resultado de la historia de
su propio desarrollo. En efecto, es, además, necesario, en un plano metodológico,
que se diseñen instrumentos confiables y válidos para identificar individuos y
situaciones potenciales de riesgo de enfermar, tópico sobre el cual, en una forma
articulada, se ha desarrollado escasamente el trabajo en el ámbito de la psicología
de la salud.
4) Enfoques sobre prioridades de trabajo en atención primaria

Se han realizado esfuerzos de sentido amplio para hacer comprensible que la


atención primaria es el nivel de atención en el cual la actividad de los psicólogos
puede ser de la mayor utilidad. Se han presentado algunos enfoques que conservan
cierto sesgo de la llamada "salud mental" tradicional. Con independencia de las
características de cada comunidad, y de la especificidad de sus realidades, hay un
conjunto de temas que generalmente aparecen como prioritarios para la psicología
en atención primaria, y ese carácter prioritario se debe a que son los temas
vinculados con variables psicológicas que más afectan el estado de salud de las
personas, los cuales, si reciben una correcta atención, pueden conducir a introducir
mejorías importantes en el nivel de salud de la población. Como veremos más
adelante, cada uno de ellos se rel aciona con aspectos biológicos, sociales y del
comportamiento, y son estos últimos los que se destacarán más adelante, para de
esa manera considerar qué asuntos nos pueden servir de pautas o guías para el
trabajo de psicología en la atención primaria. En esa línea se presentará a
continuación una esquematización de esos temas prioritarios, y su significado para
la psicología de la salud en la atención primaria: I.- Salud reproductiva: La salud
reproductiva es la base del inicio del ciclo vital. La "calidad del producto" (como a
veces dicen de un modo un tanto técnico los especialistas médicos que trabajan en
esta área para referirse a la salud del recién nacido), depende en mucho de que el
proceso reproductivo se desarrolle en las mejores condiciones posibles, condiciones
estas que a su vez dependen tanto de circunstancias asociadas a las condiciones
de vida, como a la calidad de los servicios de salud y a factores de comportamiento.
Muy asociado a este proceso está el primer año de vida del niño, en el cual pueden
aparecer muchos problemas que pueden comprometer su desarrollo futuro e incluso
su vida. Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1) trabajo con grupos
de adolescentes para fomentar comportamientos preventivos de embarazos y
enfermedades de transmisión sexual; identificación de los grupos de adolescentes
de la comunidad con más riesgo para estos problemas y elaboración de programas
específicos para el trabajo con ellos; etc. 2) diseño de intervenciones para favorecer
comportamientos que propicien la mejor evolución del embarazo de las mujeres de
la comunidad, que pueden incluir: acciones a nivel de la pareja y la familia, recursos
informativos y trabajo a nivel grupal, adiestramiento de médicos y enfermeras en
recursos de comunicación y motivación, organización de acciones educativas y de
profilaxis del parto, identificación de mujeres y parejas con dificultades y realización
de trabajo, incluso de nivel clínico, con ellas. 3) diseño de acciones grupales e
individuales para la transmisión de información acerca de las necesidades físicas y
emocionales del niño en el primer año de vida, entrenamiento de médicos,
enfermeras y trabajadoras sociales para su participación en estas acciones. 4)
identificación de niños con dificultades en su desarrollo en el primer año de vida y
establecimiento de programas individualizados de ayuda. 5) implemento de
programas para estimular el comportamiento de lactancia materna, con el
involucramiento de la comunidad, y de los miembros de equipo de trabajo del centro
de atención primaria. II.- Salud del niño: Después del primer año de vida, son
menos frecuentes la presentación de problemas de salud que conducen a la muerte
de los niños, no obstante pueden presentarse algunos problemas que pueden tener
ese desenlace, así como otros que pueden dañar o limitar el buen desarrollo de sus
potencialidades. Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1) diseño y
aplicación de programas a nivel individual y grupal 2) identificación de familias
disfuncionales e intervenciones de ayuda para sus problemas 3) identificación de
ambientes familiares y comportamientos proclives a la producción de accidentes de
los niños, intervenciones para modificar estas situaciones a nivel individual, familiar
y grupal 4) observaciones de los ambientes escolares y proporcionamiento de
sugerencias a los maestros; detección temprana de niños con dificultades de
aprendizaje y de adaptación a la escuela; realización de estudios diagnósticos y
acciones de atención a los problemas de estos niños. 5) identificación de las
prácticas frecuentes de la población en relación con la prevención de las
enfermedades comunes de la infancia, diseño de estrategias para la modificación de
estas prácticas; adiestramiento y asesoramiento del equipo de trabajo del centro de
atención primaria para su participación en esas acciones 6) organización de horarios
de consulta que permitan el fácil acceso de los padres y maestros, y en los que
pueda brindarse orientación, e incluso, terapéutica psicológica, a los problemas de
los niños. III.- Salud del adolescente: Frecuentemente esta larga etapa se separa
en dos partes, la primera de los 10 a los 14 años y la segunda de los l5 a los 19. En
los datos de algunos países y regiones, puede observarse un aumento de los
índices de mortalidad en este grupo de edad, ocupando casi siempre el primer lugar
los accidentes. Además de los problemas que aparecen descritos dentro del acápite
de salud reproductiva, muchos de los cuales conciernen a los adolescentes, en este
grupo de edad pueden encontrarse otro: 1) inicio de prácticas nocivas para la salud
a largo plazo 2) aumento del riesgo de accidentalidad al ampliarse el espacio en el
que se desplazan, o por la práctica de deportes que implican asumir riesgos 3)
dificultades de adaptación al medio familiar, la escuela y el ambiente social 4)
aparición de problemas nuevos que pueden implicar toma de decisiones en asuntos
tales como los estudios, la actividad laboral, o las relaciones de pareja. Ejemplos de
acciones que pueden ser emprendidas: 1) realización de estudios y observaciones
dirigidas a identificar la frecuencia de comportamientos nocivos para la salud entre
los adolescentes de la población con la que se trabaja, así como para caracterizar
las circunstancias del ambiente que los favorecen; diseño de estrategias para
abordarlos a nivel de la escuela y los grupos de la comunidad, identificación y
adiestramiento de "facilitadores", etc. 2) asesoramiento y capacitación de maestros
y miembros del equipo de atención primaria acerca de los problemas psicológicos
de los adolescentes y las técnicas que pueden usarse 3) organización de servicios
de consulta, orientación psicológica e incluso, terapéutica, de fácil acceso para los
adolescentes (pueden utilizarse formas de acceso discretas, buzones, consultas
anónimas, etc.). IV.- Salud del adulto: La adultez es la etapa productiva de la vida,
la que corresponde a la afirmación de un rol profesional, a la consolidación de una
relación de pareja estable, y a la creación de una familia. Estos procesos generan
una multiplicidad de acontecimientos con los que será necesario interactuar, pero al
mismo tiempo, se producirán progresivamente cambios degenerativos en los
diferentes sistemas orgánicos que afectarán su funcionamiento y que obligarán a
esfuerzos adaptativos. Se presentarán enfermedades crónicas que requerirán
atención y rutinas de autocuidado. Las demandas del ambiente, las condiciones
materiales de existencia, los recursos de asistencia disponibles, y los
comportamientos que se desplieguen, tendrán una influencia muy marcada en el
mantenimiento del estado de salud y en la evolución de los padecimientos.
Problemas frecuentes en esta etapa: 1) reacciones de adaptación a los cambios y
situaciones comunes de la vida 2) mantenimiento de "estilos de vida" poco
saludables (asumir riesgos, fumar, ingerir bebidas alcohólicas, malas prácticas
nutricionales, sedentarismo) 3) enfermedades agudas y crónicas 4) accidentes y sus
secuelas 5) dificultades en el funcionamiento familiar y en la relación de pareja 6)
uso inadecuado de los servicios de salud disponibles 7) uso inadecuado del tiempo
libre 8) aislamiento social Ejemplos de acciones que pueden ser emprendidas: 1)
realización de observaciones y estudios dirigidos a conocer los comportamientos
nocivos para la salud frecuentes en los adultos de la comunidad, así como para
identificar las circunstancias que los favorecen; diseño de estrategias para
abordarlos con intervenciones a nivel de los individuos, las familias y la comunidad.
2) organización de formas de trabajo, preferentemente coordinadas con los demás
miembros del equipo de salud, para la disminución de los riesgos de accidentes,
especialmente viales y laborales. 3) realización de trabajo con grupos de la
comunidad en relación con los "estilos de vida" nocivos para la salud. 4) pesquisaje
de los individuos con dificultades en el afrontamiento de situaciones de tensión y de
disponibilidad de apoyo social, y organización de formas de atención para los
mismos 5) realización de intervenciones de asesoramiento, e incluso terapéuticas,
dirigidas a las familias disfuncionales 6) organización de consultas y otras formas de
atención psicológica de fácil acceso a personas que busquen ayuda para el control
de comportamientos nocivo para el manejo de situaciones de tensión, e incluso,
para problemas específicos, como manifestaciones de dolor crónico. 7) integración
de recursos psicológicos en la atención de los enfermos crónicos (hipertensos,
diabéticos, etc.), a través de las consultas y otras formas de atención brindadas por
el centro de atención primaria para estas personas. 8) asesoramiento y capacitación
de los demás miembros del equipo de atención primaria en relación con los
aspectos psicológicos de los problemas de salud de los adultos. V.- Salud de los
adultos mayores (tercera edad): El aumento que se ha venido produciendo en la
expectativa de vida, hace que en se produzcan cambios en la estructura de la
población. Cada vez, en muchos países, hay más personas que rebasan los 60
años, por lo que es explicable que este grupo de edad se distinga del resto de los
adultos, tanto en el análisis de sus problemas como en el diseño de políticas y
servicios de salud para las mismas. El problema ya no es sólo lograr que las
personas vivan más años, sino darle la mejor "calidad de vida" a esos años. En esa
etapa de la vida, las enfermedades crónicas pueden ser más frecuentes, imponer
más limitaciones y requerir más cuidados. También las personas se enfrentan a
acontecimientos de mucha importancia, como la jubilación, el desmembramiento de
la familia que crearon (por la salida de los hijos adultos del hogar o la muerte del
cónyuge), e incluso, a la progresiva disminución de sus fuentes de apoyo social.
Problemas frecuentes en esta etapa: 1) reacciones de adaptación a los cambios y
situaciones frecuentes en esta etapa: jubilación, reducción de los recursos
económicos, viudez, disminución del liderazgo en el seno de la familia, muerte o
alejamiento de amigos, aceptar la convivencia con personas nuevas. 2) aumento de
las limitaciones impuestas por las enfermedades crónicas, adaptación de rutinas
personales a las exigencias de los tratamientos de esas enfermedades, disminución
de la capacidad de desplazamiento independiente, déficits sensoriales 3)
disminución de las oportunidades de uso placentero del tiempo libre y dificultades de
adaptación a los cambios del ambiente social que obstaculizan esas distracciones.
4) uso inadecuado de los servicios de salud disponibles 5) aislamiento social y
disminución de la autoestima; estados depresivos Ejemplos de acciones que
pueden ser emprendidas: 1) realización de observaciones y estudios dirigidos a
conocer los comportamientos nocivos para la salud más frecuentes entre los adultos
mayores, así como las circunstancias del ambiente familiar y social que favorecen
esos comportamientos o que incrementan las posibilidades de dificultar la
adaptación a los cambios y situaciones de la vida típicos de la etapa; diseño de
intervenciones apropiadas para estos problemas. 2) pesquisaje de los individuos
con mayores dificultades y con comportamientos que afectan la evolución de sus
enfermedades crónicas o pueden constituir riesgo para las que aún no han
debutado, y ofrecimiento de acciones de ayuda psicológica, incluso de nivel
terapéutico, apropiadas, incorporación de acciones psicológicas en los servicios de
tratamiento médico que se brindan a estas personas 3) intervenciones a nivel de las
familias cuyas dificultades de funcionamiento afecten los comportamientos de salud
de sus adultos mayores 4) fomentar programas dirigidos a la formación y
fortalecimiento de redes de apoyo social, que incluyan, además, acciones dirigidas a
mejorar la eficiencia física y la evolución de las enfermedades 5) ofrecimiento de
servicios de atención psicológica de fácil acceso para estas personas (consultas,
grupos terapéuticos, servicios por línea telefónica, etc.) 6) asesoramiento y
capacitación de los demás miembros del equipo de trabajo de atención primaria, en
relación con los problemas psicológicos de este grupo de edad. Al asumir como
línea de pensamiento la que sigue el ciclo vital, ha sido posible presentar muchos
problemas que se consideran frecuentes (no quiere decir que sean los únicos ni que
sean universales), y algunos ejemplos de las acciones que pueden ser
emprendidas. Aunque en los ejemplos mencionados se señalan algunos que se
refieren a la participación de miembros de la comunidad en las acciones, el tema de
la participación popular en salud, de suma importancia en atención primaria, no ha
ocupado un acápite particular. En este sentido es necesario complementar la
exposición anterior indicando que corresponde a la psicología en ese nivel de
servicios contribuir a promover ese tipo de participación, a través de diferentes vías,
tales como la obtención de información acerca de la evaluación que los miembros
de la comunidad hacen de cuáles son sus principales problemas de salud y sobre
sus expectativas acerca de lo que pueden hacer de manera conjunta con el centro
de salud de atención primaria para resolverlos; la identificación de líderes naturales
de la comunidad y su motivación y capacitación y la asesoría y capacitación de los
miembros del equipo de salud para el trabajo con ellos y con la comunidad en
general. De acuerdo a los objetivos de carácter introductorio de este texto, el
inventario de ejemplos de acciones que se han brindado están en el nivel del "qué",
es decir, informan acerca de lo que puede hacerse, pero no hay referencias amplias
acerca del "cómo" llevarlas a cabo. Este es uno de los grandes problemas de la
psicología de la salud, ya que el acervo de experiencias en este sentido no está
suficientemente recuperado, y mucho menos analizado y evaluado.

5) Experiencia de la psicología en la atención primaria: el caso de cuba

En Cuba, como ya se apuntó antes, la integración de la psicología a los servicios de


atención primaria de la salud, orientados hacia propósitos de promoción y
prevención, comenzó a llevarse a cabo sistemáticamente desde 1969, algunos años
antes del surgimiento del marcado interés por la promoción de salud y los temas de
comportamiento aparecido en algunos países desarrollados a mediados de la
década de los años 70. En un primer momento, el trabajo se llevaba a cabo en el
marco de un modelo de organización para los centros de atención primaria
denominado de "policlínicos integrales", los objetivos de trabajo fueron establecidos
en un plan nacional elaborado por los psicólogos, cuyas prioridades partieron de un
análisis de los problemas de salud frecuentes en el país en aquellos años, y según
el cual, los psicólogos se integraron al trabajo en esos centros (cuya responsabilidad
era la atención integral de la salud de una población de aproximadamente 30 000
habitantes) en los programas que ya estaban en funcionamiento, en cada uno de los
cuales se incluyeron los objetivos psicológicos. Más tarde, en 1974, aquel modelo
de atención primaria evolucionó hacia otro, el de Medicina en la Comunidad, que
colocaba un mayor énfasis en la participación popular, la atención a los grupos de
riesgo y la integración de la enseñanza de los médicos y las enfermeras en ese nivel
de atención, y dentro de esta enseñanza, los contenidos de psicología y otras
disciplinas sociales. También se reconocía en ese modelo la importancia de realizar
investigaciones sobre problemas psicológicos y sociales en la atención primaria
(Morales y Ruiz, 1981; Casal, 1987; Ruiz, 1987; Morales, 1995). Diez años después,
la atención primaria en Cuba avanzó mucho más hacia su integración a la
comunidad, a la promoción de salud y a la prevención de las enfermedades.
Realmente, no se dispone de un análisis detallado acerca del impacto que en la
modificación del estado de salud de la población cubana ha tenido esta consistente
e intensa vinculación de la psicología a la atención primaria, ni tampoco se ha
realizado un trabajo dirigido a extraer conclusiones amplias de la gran cantidad de
datos acumulados en investigaciones realizadas, acerca de variables psicológicas y
sociales, como tampoco se ha realizado una revisión precisa de la validez de los
procedimientos, en muchos casos innovadores, que han utilizado. Esta es una labor
que debe ser acometida como una necesidad para el desarrollo futuro. Sin embargo,
hay por lo menos ocho rasgos de esta experiencia que pueden ser identificados: 1)
coherencia entre los intereses definidos por el sector salud para la atención primaria
y los intereses y perspectivas de la psicología; 2) centralización normativa del
trabajo de los psicólogos en correspondencia con las directrices normativas de la
atención primaria; 3) descentralización de la ejecución de las tareas adscriptas a los
programas de los centros de atención primaria (no a una directriz vertical particular
de la psicología); 4) tendencia al cambio innovador en la misma medida en que
cambiaron los modelos de atención primaria; 5) apoyo decidido de las autoridades
del sector salud (lo que se traduce en diversas expresiones, por ejemplo:
legitimación de la actuación profesional, respeto por los estilos de procedimiento
propios de los psicólogos en el tratamiento de los problemas, acceso al desempeño
de roles no tradicionales -como el del psicólogo profesor de los médicos-, creación
de cargos -plazas de trabajosiempre y dónde fuera necesario); 6) flexibilidad y
creatividad por encima de rigidez teórica o práctica; 7) integración de la psicología
en el trabajo de equipo; y 8) combinación de la práctica asistencial con la docencia y
la investigación. En la experiencia cubana, uno de los problemas o dificultades
que se han observado es que la atención primaria le plantea al psicólogo la
necesidad de acometer una gran diversidad de tareas, lo que pone sobre el
tapete la discusión acerca de la especialización y el entrenamiento que se
requiere tener para participar en las mismas, así como sobre el problema del
uso y distribución del fondo de tiempo. El psicólogo de atención primaria debe
tener formación en salud pública y conocimientos básicos de epidemiología y
estadísticas de salud, de manera que pueda participar en el diagnóstico de
salud de la comunidad, y en la elaboración y evaluación de programas de
intervención. Asimismo, debe contar con formación en psicología social y
elementos de sociología que le facilite la interpretación de la realidad de la
comunidad para la que trabaja y el uso de procedimientos de investigación
social, de comunicación y de manejo de grupos. Por otra parte, necesita
disponer de conocimiento actualizado acerca de los problemas de salud más
frecuentes en la comunidad, específicamente en cuanto a los aspectos
psicológicos de los mismos y las propuestas para su manejo que aparecen en
la literatura como producto de la actividad de los investigadores, muy en
particular sobre comportamientos de riesgo, salud reproductiva, desarrollo
infantil, enfermedades crónicas, y salud de los adultos mayores. Desde el
punto de vista clínico, requiere conocimientos sobre técnicas de diagnóstico,
orientación, consejería, elementos básicos de psicoterapia individual y familiar. Una
formación de este tipo no se adquiere generalmente a nivel de la licenciatura, sobre
todo porque en las carreras de psicología no existe la tendencia a enseñar
contenidos de salud pública. Es muy importante que en las revisiones de los planes
de estudio de nivel de licenciatura se tomen en cuenta estos hechos, y también que
se trabaje en función de diseñar programas de postgrado de especialización en
psicología para el desempeño en la atención primaria.
● Morales Calatayud, F. (2009). La Psicología en los hospitales y centros
de rehabilitación. En Introducción a la psicología de la salud, (133-152).
Buenos Aires: Koyatún.

1) Antecedentes y definiciones básicas;

De acuerdo a los usos más frecuentes de los términos de atención secundaria y terciaria,
esta se relaciona con la atención del período patogénico de la enfermedad y de las
secuelas de la enfermedad. Hoy en día muchos de esos problemas del período
patogénico y de las secuelas se resuelven en instituciones ambulatorias de la comunidad,
pero otros muchos requieren de un conjunto de acciones concentradas en el tiempo, con un
nivel de intervención profesional adecuado a la naturaleza del problema y con un conjunto
de recursos para facilitar tanto el diagnóstico como el tratamiento del proceso patológico,
incluso en condiciones de encamamiento. Por lo tanto, para esos problemas, la práctica
confirma a la institución más antigua de todas las que existen en los servicios de salud, que
es el hospital. Se trata de una institución compleja por la naturaleza de los problemas que
atiende, y se ha definido de varias maneras. Hay una definición de la OMS que es de 1946
que expresa que el hospital "es parte integrante de una organización médica y social
cuya misión consiste en proporcionar a la población una asistencia médica-sanitaria
completa, tanto curativa como preventiva y cuyos servicios llegan hasta el ámbito
familiar. El hospital es también un centro de formación de personal sanitario y de
investigación". Otra definición de la OMS, en 1968, expresa que "son instituciones
donde permanecen enfermos para recibir asistencia médica y de enfermería, y que
pueden tener otras funciones, tales como métodos de diagnóstico, tratamiento y
rehabilitación a ingresados y en forma ambulatoria, incluso domiciliaria. Puede
también participar en planes de educación del personal de salud y en la investigación
médica y social". Los psicólogos han estado presentes en los hospitales desde hace más
de 50 años, pero durante la mayor parte de ese tiempo su actividad estuvo vinculada casi
exclusivamente a los servicios de psiquiatría. A partir de la década de los años 70 la
psicología ha ensanchado su actividad en los hospitales sobre la base de los siguientes
hechos: 1) el aumento del reconocimiento del papel de las variables psicológicas en la
evolución de las personas que tienen padecimientos crónicos degenerativos, las que por
otro lado cada vez están más presentes en los hospitales. El tema de la adherencia a los
tratamientos ha sido uno de los más influyentes en este sentido; 2) el desarrollo,
concomitantemente, de los recursos tecnológicos de la psicología para intervenir en una
mayor diversidad de problemas de salud; 3) el aumento del interés por la calidad de los
servicios, la satisfacción de los pacientes y familiares, y por la adecuación de los ambientes
hospitalarios a las necesidades de los usuarios; 4) el surgimiento de los servicios de
cuidados intensivos, los que han incorporado a la dinámica de los hospitales nuevas formas
de atención de los enfermos graves y de relaciones y comunicación con los familiares,
tecnología sofisticada, y ritmos de trabajo muy peculiares para el personal de los mismos; 4)
el surgimiento de la transplantología, que obliga a una rigurosa preparación de los pacientes
para la recepción de nuevos órganos, incluida la preparación psicológica, así como a un
delicado trabajo de comunicación con los familiares de los donantes; 5) el aumento del
interés por recursos no farmacológicos o físicos para el tratamiento del dolor; 6) la
introducción de algunas tecnologías de avanzada, que a la par que crean nuevas opciones
para el tratamiento de ciertas condiciones, generan problemas éticos y psicológicos nuevos
(por ejemplo, la fertilización "in vitro"); 7) aparejado a todo lo anterior, se ha mostrado un
mayor interés por el trabajo en equipo; y por parte de los profesionales de la salud (médicos
y enfermeras sobre todo) por obtener y aplicar conocimientos psicológicos; 8) un mayor
interés de los propios psicólogos por actuar en un ámbito más amplio y de manera más
independiente; 9) paralelamente, ha aumentado el reconocimiento que los dirigentes de los
hospitales y los jefes de servicios hacen de la actividad profesional de los psicólogos.

No obstante, el proceso de integración de los psicólogos a los hospitales está muy


condicionado por las características generales de la institución.

Cuando esta es parte de un sistema de servicios de salud en el que comparte con otras
instituciones (como los centros de atención primaria) una orientación hacia el uso racional
de los recursos, la evitación del tecnologismo, y a la satisfacción completa de las
necesidades de los pacientes y sus familiares sin dependencia del mercantilismo, las
oportunidades de la psicología serán mayores. También se ha señalado la importancia de
que se logre realmente una integración de trabajo en equipo, ya que en algunos casos se
ha observado una tendencia a realizar un trabajo paralelo.

El componente psicológico en las enfermedades: Una enfermedad supone no solamente


un daño o una disfunción, sino un estado que pueda ser reconocido por la propia
persona, sus familiares o por el médico. Por lo tanto, el daño o la disfunción debe ser
percibido por el sujeto o por lo menos, este debe reconocerlo cuando le es indicado
por sus familiares o por el médico. Por otra parte, una vez reconocido, la adopción de
lo que los sociólogos han designado "el rol de enfermo" está influida por procesos de
carácter cultural que se dan en los diferentes ambientes sociales y que resumen
representaciones acerca del significado de ese rol y de lo que es esperable que se
haga o no se haga. Entonces, puede haber muchas variaciones de la correspondencia
entre las disfunciones y los comportamientos que se despliegan. Poner en práctica
medidas, ya sea de autocuidado o de búsqueda de atención especializada, será una
consecuencia de los factores apuntados. También tendrá una influencia en esto la
accesibilidad de los recursos de ayuda y la limitación objetiva que la enfermedad está
imponiendo a la realización de las funciones habituales. En todas las enfermedades están
presentes estados emocionales, comportamientos y valoraciones acerca de la
condición patológica, las limitaciones que lleva aparejada, las exigencias de los
procedimientos diagnósticos y terapéuticos, el pronóstico y el impacto para la vida
futura. Cada paciente presentará entonces su propia "respuesta a la enfermedad" en la que
se ponen de manifiesto no sólo las características regulares de la misma como hecho
biológico, sino también, y sobre todo, las del sujeto como persona actuando en una
situación específica.

2) El servicio de psicología en los hospitales

Una de las bases de la incorporación de la psicología a un trabajo amplio en los hospitales


debe ser la creación de servicios de psicología, desde los cuales, sin estar subordinados a
ningún otro servicio se puedan determinar los objetivos que deben ser perseguidos, decidir
las prioridades para el uso del fondo de tiempo de los psicólogos en la institución, precisar
los procedimientos y las técnicas de trabajo que se van utilizar, establecer las líneas de
trabajo investigativo, mantener un sistema de intercambio permanente de experiencias, y
supervisar los resultados de la labor que realizan los psicólogos que son miembros de ese
servicio. Estos servicios deben tener un jefe que sea psicólogo, quien debe tener la
capacidad de liderazgo para representar a la psicología dentro de la institución, coordinar
las tareas con las autoridades de la institución, y asesorar y orientar a los psicólogos
miembros de los mismos. Un requerimiento es que se precisa cada vez más de una cierta
especialización. El psicólogo que desee colaborar eficientemente en un determinado
servicio de una especialidad médica, está obligado a conocer, de manera general, las
características de los problemas de salud que allí se atienden, de los procedimientos
diagnósticos y terapéuticos que se utilizan con más frecuencia, de los aspectos
epidemiológicos de las enfermedades en cuestión, los riesgos de todo tipo (y muy
especialmente los psicológicos y sociales) que se vinculan a su aparición, las creencias
populares acerca de las mismas, los modos en que se produce la atención extrahospitalaria
de esas condiciones de salud, entre otras muchas cosas. Otro aspecto muy importante a
tomar en cuenta es que volcarse hacia el hospital en toda su diversidad no debe significar
que los psicólogos se desentiendan de aquellos servicios con los que tradicionalmente
estuvieron más vinculados, como el de psiquiatría o el de neurología. Por el contrario, las
actividades que se realizan en estos pueden adquirir ahora un nuevo sentido, y deben ser
cada vez, de más calidad. Los objetivos de la psicología en los hospitales deben ser
agrupados en cuatro direcciones principales, en íntima vincul ación: 1) la asistencia
directa a los enfermos y sus familiares; 2) la docencia, mediante la enseñanza regular de
contenidos de psicología a estudiantes de medicina y de enfermería, de profesiones de nivel
medio de la salud, de residentes de especialidades médicas y de alumnos de pregrado y
postgrado de psicología. La enseñanza de contenidos de psicología también debe alcanzar
al personal paramédico, auxiliar, de servicios de información, etc., de acuerdo a
requerimientos de problemas identificados; 3) la investigación, que debe estar orientada al
esclarecimiento de aspectos psicológicos tanto de los problemas de salud que se presentan
con más frecuencia, como de la atención de los mismos; 4) la acción institucional, que
comprende los problemas de la satisfacción de los usuarios con los servicios, el diseño del
ambiente hospitalario, la evaluación y mejoramiento de los sistemas de información, la
adecuación de reglamentos y rutinas, la optimización del funcionamiento de determinados
servicios y equipos de trabajo y otros muchos aspectos relacionados y que varían de
institución a institución hospitalaria.

Resulta imposible, dentro de los límites de este texto, agotar la diversidad de problemas
susceptibles de ser abordados por la psicología, que pueden presentarse en los hospitales
de diferente tipo, no obstante puede hacerse una descripción de carácter general que sirva
de orientación para este trabajo:
I.- Servicios clínicos y quirúrgicos de adultos
Áreas problemas frecuentes asociadas a las condiciones de la enfermedad y a la situación
de hospitalización:
1) búsqueda y proporcionamiento de información acerca de la etiología, el diagnóstico, el
tratamiento, el pronóstico, las posibles limitaciones para la vida futura y en relación al uso
de recursos y otros servicios, 2) toma de decisiones, preparación emocional y
consentimiento para la realización de procederes diagnósticos y terapéuticos; cooperación
con los mismos 3) cumplimiento de indicaciones de administración de medicamentos,
reposo, realización de ejercicios, medidas dietéticas, tanto durante la hospitalización como
en el futuro, 4) cumplimiento de rutinas institucionales, 5) manifestaciones psicológicas de
nivel clínico: depresión, ansiedad, trastornos de conciencia, alteraciones de la percepción
del tiempo y del esquema corporal; síntomas psíquicos asociados a daño orgánico cerebral,
7) relaciones interpersonales: paciente-equipo de atención; paciente-familiares;
familiares-equipo de atención; de los miembros del equipo de atención entre ellos mismos,
8) satisfacción con los servicios.

Acciones que pueden ser emprendidas: 1) análisis de los patrones de comunicación en uso,
de acuerdo al tipo de servicio y enfermedades; identificación de insuficiencias; 2)
favorecimiento del proceso de toma de decisiones siguiendo las mismas pautas del punto
anterior en lo que a comunicación se refiere; asesoramiento al equipo de atención para
ayudar al paciente a la reducción de la ansiedad y en el afrontamiento de las experiencias
displacenteras de procedimientos diagnósticos y terapéuticos; trabajo directo con pacientes
mediante el uso de técnicas apropiadas; 3) asesoramiento al equipo de trabajo en técnicas
de fomento de la adherencia a los tratamientos; 4) análisis de las rutinas institucionales a
nivel del servicio o de la institución en general, y de su correspondencia con las
necesidades de pacientes y familiares; 5) evaluación clínico-psicológica de pacientes;
realización de acciones terapéuticas con recursos psicológicos (técnicas de psicoterapia
apropiadas al problema específico) durante la hospitalización y con seguimiento posterior al
egreso; asesoramiento del equipo de atención en el manejo de problemas propios de cada
paciente; coordinación de trabajo con las especialidades médicas indicadas; 6)
asesoramiento al equipo de atención con respecto al uso de procedimientos psicológicos
para el control y reducción de la experiencia del dolor; asistencia directa a pacientes
específicos que lo requieran con técnicas psicológicas apropiadas; 7) a) análisis de las
prácticas habituales de relación equipo de atenciónpacientes, incluyendo médicos,
enfermeras, técnicos, etc. Identificación de insuficiencias. Asesoramiento al equipo para
optimizar sus relaciones con los pacientes; desarrollo de entrenamiento de habilidades, de
acuerdo a las necesidades; intervenciones directas para favorecer estas relaciones en
situaciones específicas; b) seguir la misma pauta acerca de las relaciones del equipo de
atención con los familiares; c) favorecimiento de la comunicación del paciente con sus
familiares; d) observaciones y análisis de la comunicación entre los miembros del equipo de
atención; intervenciones directas para optimizarlas (trabajo de grupos, asesoría); 8) diseño y
ejecución de estudios generales periódicos, o específicos, para conocer la satisfacción de
pacientes y familiares con los servicios; uso de cuestionarios, grupos focales,
observaciones, entrevistas; sugerencias a las autoridades institucionales; trabajo directo con
miembros de equipos de atención, grupos; adiestramiento en técnicas de información, etc.

II.- Servicios clínicos y quirúrgicos para niños:


Áreas problemas frecuentes asociadas a las condiciones de la enfermedad y a la
experiencia de la hospitalización: Los mismos problemas que se señalan para los servicios
clínicos y quirúrgicos de adultos, aparecen en los hospitales que atienden niños, como es
lógico, con sus características específicas. Además, pueden encontrarse otras áreas
problemas: 1) implicaciones de la enfermedad, la experiencia de la hospitalización, y las
posibles limitaciones permanentes para el desarrollo psicológico del niño; 2) participación de
los padres, interviniendo como un elemento presente en la relación del equipo con el
paciente; 3) interrupción del ciclo de aprendizaje escolar; 4) limitación de la satisfacción de
las necesidades de juego y recreación;

Acciones que pueden ser emprendidas: 1) evaluación casuística del impacto de la


enfermedad para la vida futura del niño; 2) diseño de sistemas de madre/padre
acompañante; trabajo directo con ambos padres y otros familiares significativos con
técnicas individuales y de grupo dirigidas a disminuir sus manifestaciones de ansiedad; 3)
integración de programas escolares en el hospital; asesoramiento a los maestros; 4)
acciones coordinadas con las trabajadoras sociales para la realización de actividades
recreativas y de juego.

III.- Servicios clínicos y quirúrgicos de ginecología y obstetricia

Áreas problemas frecuentes asociadas a las condiciones de la enfermedad y a la


experiencia de la hospitalización: Los servicios de ginecología presentan, en general, las
mismos áreas problemas que se describieron anteriormente, pero en el caso de los de
obstetricia se presentan otros problemas peculiares: 1) preparación psicológica para el
parto, incluyendo la preparación de los esposos para su participación en el mismo; 2)
pérdidas de embarazos deseados; 3) lactancia materna; 4) aborto inducido.

Acciones que pueden ser emprendidas: 1) diseño, puesta en ejecución y evaluación de


programas de preparación para el parto para la pareja, en los que esté presente no sólo la
perspectiva médica, sino también la psicológica; adiestramiento y asesoría a los
profesionales que los llevan a cabo; 2) programas específicos para la atención de las
parejas que han experimentado la pérdida de un embarazo deseado: atención directa
mediante técnicas de psicoterapia; asesoramiento al equipo de atención para el manejo de
estas situaciones; 3) diseño, puesta en práctica y evaluación de programas de trabajo de
alcance institucional para favorecer la adopción del comportamiento de lactar; asesoría al
equipo de atención; 4) investigación de las variables psicológicas y sociales que se asocian
a la solicitud de aborto en el área en la que se trabaja.

3) Algunas referencias a experiencias de trabajo de integración de la psicología en


hospitales en Cuba Los primeros psicólogos cubanos que trabajaron en hospitales lo
hicieron en servicios de psiquiatría de niños y de adultos, desde los cuales,
limitadamente, realizaron tareas de atención e investigación en otros servicios. En 1970 ya
aparecieron los psicólogos en ciertos contextos hospitalarios en los que hasta ese momento
no habían estado. Ya hacia 1987 prácticamente todos los hospitales de diferentes perfiles y
especialidades contaban con sus servicios de psicología organizados de manera
independiente y con un trabajo integrado de la manera más amplia. Este proceso se vio
también favorecido por el apoyo brindado por las autoridades de salud para crear plazas (o
cargos), y por cambios introducidos a nivel nacional en el reglamento de los hospitales, en
1982. Un trabajo cuya publicación data de 1987 refleja los cambios producidos. El mismo
describe el universo de actividades que ya realizaban los psicólogos en el Hospital Clínico
Quirúrgico Docente "Calixto García", una institución con una larga tradición asistencial y
docente. Esas actividades están dirigidas a los pacientes, familiares y miembros de los
equipos de atención de todos los servicios del hospital y reflejan el nuevo enfoque en el que
se vinculan las acciones directas de carácter clínico con los pacientes, con las dirigidas a
favorecer el apoyo de los familiares y las relaciones médico-pacientes. Los servicios son los
más diversos. Se refiere como en muchos de ellos se había logrado introducir
modificaciones en los modos en que los médicos comunican información a los familiares
acerca del estado de los pacientes. También se brinda información acerca de actividades
institucionales, como la realización de estudios acerca de la satisfacción de los usuarios con
los servicios y sobre las actividades docentes con estudiantes y personal del hospital
(Cunill, 1987). También a partir de 1975 se produjeron en Cuba cambios en la actividad de
los psicólogos en los hospitales de niños (hospitales pediátricos) que permitieron ampliar las
perspectivas más allá de los servicios de psiquiatría infantil; en la actualidad en esas
instituciones la actividad de los psicólogos abarca los más diversos problemas, con un
énfasis muy particular en la preparación para las intervenciones quirúrgicas, la atención de
los niños con enfermedades y limitaciones crónicas y en el trabajo con los padres. Los
psicólogos cubanos también están presentes en los hospitales y servicios de ginecología y
obstetricia, destacándose entre sus tareas las que tienen que ver con el asesoramiento de
las actividades de preparación para el parto, la promoción de la lactancia materna, la
evaluación y seguimiento de los niños que nacen con dificultades, el tratamiento de la
infertilidad de la pareja y la intervención en los casos de mujeres con cáncer del cuello del
útero y de la mama. Un último ejemplo sobre la integración de la psicología en hospitales
cubanos se refiere a una institución especializada, el Hospital Psiquiátrico de La Habana.
Se trata de un hospital de grandes dimensiones (alrededor de 5 000 camas) establecido
desde el siglo XIX, y que antes de 1959 era un vergonzos o exponente del desprecio que la
república neocolonial tenía por los pobres y los enfermos. Era realmente, un almacén de
enfermos en condiciones infrahumanas. Desde los inicios del año señalado, los cambios
políticos y sociales, y la puesta en práctica de una política de salud revolucionaria,
permitieron la transformación de esta institución de una manera muy notable. Parejamente
con la reconstrucción de las instalaciones y la humanización de las condiciones de vida de
los enfermos, el hospital puso en funcionamiento un programa de rehabilitación sobre bases
científicas que ha permitido obtener importantes logros tanto en la asistencia, la
recuperación de los enfermos y su reinserción en la vida social, como en la docencia y la
investigación. Los psicólogos han estado integrados a este trabajo desde sus inicios,
participando en las actividades de diagnóstico y tratamiento de manera directa con los
pacientes y sus familiares, y también en el diseño del ambiente institucional, la elaboración
y evaluación de los programas de rehabilitación específicos, la formación en psicología de
los recursos humanos de todos los niveles profesionales, y las tareas de investigación de
los problemas de salud que allí se atienden.

4) Los centros de rehabilitación

La rehabilitación está dirigida a brindar recursos médicos, psicológicos y laborales para que
las personas que presentan secuelas de alguna enfermedad en forma de limitaciones
estables y permanentes puedan reducir esas limitaciones, y desarrollar nuevas capacidades
que les permitan el máximo de desempeño autónomo en su medio habitual. Actualmente las
personas que tienen limitaciones sensoriales, de sus capacidades intelectuales, de su
motricidad o de su capacidad funcional general, u otras, pueden beneficiarse de programas
que se basan en procedimientos quirúrgicos, fisioterapia, entrenamientos, adaptación de
prótesis y otros dispositivos, orientación o reorientación de su capacitación laboral e
inserción en determinadas condiciones adecuadas de trabajo. Muchos de estos servicios, o
una parte de ellos, pueden brindarse en centros de atención primaria y en hospitales, pero
también existen instituciones que no son precisamente hospitales ni por sus objetivos ni por
el modo en que están organizadas, que desarrollan programas con propósitos de
rehabilitación. El papel de la psicología en estas instituciones es muy importante para: 1)
evaluar las limitaciones de las personas en términos de la repercusión psicológica de las
mismas; 2) ofrecer tratamientos a esas personas para fomentar su cooperación en el
proceso de rehabilitación y sus comportamientos adaptativos; 3) evaluar y favorecer el
apoyo familiar y social; 4) orientar vocacionalmente a estas personas; y 5) asesorar al
equipo de atención acerca del manejo de los problemas psicológicos de los pacientes.
Resumiendo: la psicología tiene amplias posibilidades de integración en la atención a
la enfermedad y en la rehabilitación de las secuelas en hospitales y centros
especializados. Para realizar estas posibilidades es necesario: 1) modificar la
asociación tradicional de los psicólogos, que se limitaba sólo a los servicios de
psiquiatría, y asumir la institución como un todo; 2) organizar servicios de psicología,
con objetivos definidos y los recursos materiales y humanos necesarios; 3)
considerar el "componente psicológico de la enfermedad" como un resultado
complejo de diferentes variables, y que tiene una expresión individual en cada caso
que requiere ser evaluada para decidir las intervenciones de ayuda necesarias; 4)
trabajar en equipo, compartiendo el conocimiento psicológico con los demás
miembros del equipo de atención, asesorando y supervisando sus acciones; 5)
vincular la investigación al diseño y evaluación de las estrategias; 6) considerar los
aspectos institucionales como parte de las tareas de la psicología en este nivel de los
servicios de salud.

● Stolkiner, A. (2005, Octubre) Interdisciplina y Salud Mental.


Comunicación presentada a las IX Jornadas Nacionales de Salud
Mental, I Jornadas Provinciales de Psicología: Salud Mental y
Mundialización: Estrategias posibles en la Argentina de hoy. Posadas,
Argentina.

“La interdisciplina nace, para ser exactos, de la incontrolable indisciplina de los


problemas que se nos presentan actualmente. De la dificultad de encasillarlos. Los
problemas no se presentan como objetos, sino como demandas complejas y difusas
que dan lugar a prácticas sociales inervadas de contradicciones e imbricadas con
cuerpos conceptuales diversos” (Stolkiner, A., 1987, Pág. 313).

Indicaba en ese trabajo la existencia de un movimiento o tendencia, en configuración, que


iba de la ciencia poseedora de un objeto y un método, a los campos conceptuales
articulados en prácticas sociales alrededor de situaciones problemáticas. Es de este
movimiento de lo que hablamos cuando hablamos de interdisciplina. En su base está la
transformación de las formas de representar el pensamiento científico y su relación
con las prácticas que sólo puede comprenderse en el contexto de las
transformaciones y las crisis de un largo período. En ese mismo contexto se produjeron
simultáneamente cambios en las formas de representarse la salud y la enfermedad, lo
“mental” y el abordaje de sus patologías. En la década del 80 ya había devenido evidente
que la comprensión y la respuesta a los problemas de padecimiento subjetivo no eran
abordables desde un campo disciplinario específico, y que tanto los diseños de
investigación como los programas de acción debían ser permeables a la caída del
paradigma hegemónico positivista y a la crisis de las explicaciones mono y multicausales.
Para esa época, definía la salud mental como un campo de prácticas sociales y señalaba la
necesidad de comprender la historicidad de la configuración del mismo, que no era
reducible al de la psiquiatría y su nacimiento político, analizado por Foucault (Stolkiner A.,
1988). La definición compleja del proceso de salud/enfermedad/ atención, debate
profundizado por la medicina social latinoamericana, mostraba la imposibilidad de
diferenciar enfermedades “mentales” de biológicas” y la indeclinable necesidad de
incorporar la dimensión social en su análisis. A partir de ello, era posible afirmar que el éxito
del campo de la salud mental sería, paradójicamente, su extinción para quedar incorporado
en prácticas integrales de salud. Por esa causa he afirmado, en más de una oportunidad,
que la función del psicólogo en las prácticas en salud no es ocuparse de los
problemas o patologías “mentales”, sino de la dimensión subjetiva del proceso de
salud- enfermedad-atención. La historia de la salud mental en el país [Argentina] tenía
antecedentes de acciones interprofesionales y marcos teóricos comunes desde la década
del 60 (Carpintero E. Y vainer A., 2004). Esto se había plasmado incluso en instituciones,
como el Movimiento de los Trabajadores de Salud Mental que incluía todas las profesiones
del campo, en la primera mitad de los setenta, y los psicoanalistas habían ocupado un lugar
en esa apertura. Posteriormente, buena parte de los actores de este proceso habían sido
silenciados por la dictadura y los servicios de salud mental habían sobrevivido en particular
aislamiento. Al retornar la democracia quedaba todavía por romper el efecto que el
aislamiento y la invisibilidad habían tenido sobre los actores y las teorías. En contraposición,
durante el retorno a las formas democráticas de gobierno la entrada del discurso de la
Atención Primaria de la Salud impulsaba a trabajar desde una lógica no medicalizante y a
incorporar actores no convencionales en las prácticas. En estas circunstancias, se reabría el
abordaje de las problemáticas de padecimiento subjetivo desde una definición de problema
multidimensional que llevaba a estrategias no reductibles al exclusivo enfoque terapéutico
y/o psicofarmacológico individual. A principios de los 90 el libro de Emiliano Galende
“Psicoanálisis y Salud Mental” (1990) retomaba la polémica historizando la configuración del
campo y problematizando el lugar del psicoanálisis en él. No obstante, la crisis del 1989 y el
viraje posterior en la relación entre estadomercado y sociedad civil produjo un quiebre en
esta posibilidad. Mientras el abordaje interdisciplinario requiere de un contexto donde
la tendencia sea a la integración, la década del 90 se caracterizó básicamente por la
desagregación y fragmentación institucional. La interdisciplina requiere de un trabajo
sostenido y constante. Como afirma Nora Elichiry (1987): ”una cooperación ocasional no es
interdisciplina”, se requiere de una actitud de “cooperación recurrente”. Si la lógica
hegemónica es de competencia individual o de competencia de mercado entre profesiones
y corporaciones, las condiciones de desarrollo del accionar interdisciplinario encuentran
obstáculos importantes. Es necesario recordar que el trabajo interdisciplinario es un trabajo
grupal. La articulación entre imaginario social e imaginario grupal y la dimensión institucional
en que se plantea la actividad son productoras de la misma, trabajan en ella. La
“mercantilización” del sistema de salud (Laurell A.C.) y la inclusión de la lógica y los
principios de la economía neoclásica en el campo sanitario, motorizó formas de
cuantificación de la productividad de los agentes del sistema que generalmente no se
compadecían con el objetivo de la práctica y puso en el centro de la escena la evaluación
de costo efectividad, con una definición de efectividad generalmente estrecha. No obstante
esto, la resistencia “teórica” de los profesionales del campo de la salud mental ante lo
interdisciplinario había cedido, para ser reemplazada por una mayor aceptación en el
discurso, acompañada de una baja capacidad de concretarlo en hechos.. Si bien durante
ese período, se careció de una política nacional de salud mental, algunas provincias (Río
Negro y San Luis, por ej.) desarrollaron propuestas alternativas al modelo asilar que
indefectiblemente requerían de enfoques interdisciplinarios. También hubo servicios y
experiencias puntuales que lograban articulaciones exitosas. La crisis del 2001 fue el
corolario de ese proceso y conjugó el deterioro de las condiciones de vida de más de la
mitad de la población, con una fuerte aparición de nuevos actores y formas de participación
social ante la emergencia. Muchos de los postulados que habían legitimado las reformas de
los 90 se derrumbaron. Entre ellos aquel que sostenía la necesidad de un estado mínimo y
prescindente frente a la operatoria del mercado. La modificación del escenario se acompaña
de nuevas representaciones y nuevos actores. Las políticas en salud vigentes no implican
necesariamente un viraje radical con respecto a las anteriores en cuanto a sus postulados
básicos (Comes Y., 2005), pero incluyen una mayor direccionalidad del estado y el retorno
del discurso de la Atención Primaria de la Salud. En relación a la salud mental se remoza el
propósito de buscar formas de asistencia y promoción en comunidad, se vuelve sobre los
postulados de la atención en equipos. En el contexto macro de la mundialización existe, en
relación a salud mental, un tensionamiento de antagonismos. En un extremo se renueva un
biologismo duro que tiende a encontrar en lo genético y lo orgánico la raíz de todo
padecimiento subjetivo como causa fundamental, se trata de un reduccionismo extremo al
servicio de invisibilizar las determinantes subjetivas y sociales. Por esta vía la atención se
centra en la terapéutica individual y la prescripción psicofarmacológica. Por otro lado desde
lo teórico y desde las prácticas cotidianas se torna insostenible pensar en una comprensión
y un abordaje unidimensional de los problemas. El primer polo del antagonismo representa
claramente actores poderosos que van desde la industria farmacológica hasta
corporaciones profesionales. El segundo probablemente se liga a la inorgánica resistencia
de lo social y se manifiesta también en algunas propuestas de reforma de los sistemas
enunciadas por organismos internacionales, tal el caso de la OMS. De qué hablamos
cuando hablamos de Interdisciplina: Hablar de interdisciplina significa situarse
necesariamente en un paradigma pos positivista. Reconocer una contraseña que
agrupa a quienes adhieren, de diversas maneras, a una epistemología que no
homologa el objeto del conocimiento al objeto real, que reconoce la historicidad y por
lo tanto la relatividad de la construcción de los saberes disciplinarios, que no supone
relaciones lineales de causalidad y que antepone la comprensión de la complejidad a
la búsqueda de las partículas aisladas. La interdisciplinareidad es un
posicionamiento, no una teoría unívoca. Ese posicionamiento obliga básicamente a
reconocer la incompletud de las herramientas de cada disciplina. Legitima algo que
existía previamente: las importaciones de un campo a otro, la multireferencialidad
teórica en el abordaje de los problemas y la existencia de corrientes de pensamiento
subterráneas -de época- atravesando distintos saberes disciplinarios. La actividad
interdisciplinaria, sea de la índole que sea, se inscribe en la acción cooperativa de los
sujetos, requiere de ello. “En el debate actual sobre lo interdisciplinario, se superponen con
una cierta yuxtaposición dos tipos de prácticas: la de la investigación interdisciplinaria y la
de la configuración de equipos interdisciplinarios asistenciales. Esta yuxtaposición es
esperable dado que la diferencia es de énfasis en cuanto al producto. En el caso de la
investigación el énfasis es la producción de conocimientos. En el caso de los equipos
asistenciales el énfasis está en la acción. Nadie, no obstante, podría separar de manera
absoluta la investigación de su efecto en las prácticas y nadie podría suponer que el
desarrollo de acciones no produzca, o deba producir, simultáneamente conocimientos. Más
aún, sería esperable un futuro en que esta diferencia se diluyera a su mínima expresión”
(Stolkiner A.,1999). De esta afirmación se deduce que los espacios de la práctica
interdisciplinaria en salud mental son el ámbito académico e investigativo, y el de las
diversas acciones, programas e instituciones de salud. Las instituciones universitarias
tienden a organizarse disciplinariamente y configurar un campo y un discurso. Con respecto
a ello escribe Mario Testa (1997): ..”el discurso universitario postula una doble normatividad:
la que deviene de la autoridad de quien lo emite y la que deriva del método con el cual se lo
formula. Vamos a llamar al primero ‘académico’ y al segundo ‘científico’”. Señala el carácter
doblemente performativo del primero: ”no sólo pretende el acaecimiento de lo que enuncia
sino que afirma la verdad de su propia enunciación” y lo considera el sustento principal de la
ideología del modelo médico hegemónico y del status de su práctica. Con respecto al
discurso científico considera que puede definirse, dadas sus condiciones de producción,
casi por oposición al discurso académico, por su multiplicidad de voces y porque es
demostrativo, no performativo. Esta tensión es máxima en momentos en que las
instituciones universitarias también están en proceso de revisión de sus postulados
fundantes. En ellas la investigación interdisciplinaria comienza a construir espacios a
contrapelo de una tendencia académica que pugna por fortalecer compartimentos y
superespecializaciones como sostén de la pugna de poder de sus agentes. Nuestra
experiencia en investigación interdisciplinaria nos enfrentó, más de una vez, con la
resistencia de las instancias que no saben muy bien donde colocar, en la estructura
prefigurada, este “espécimen”. Hemos experimentado que ese espacio de cierta
marginalidad o desterritorialización, este funcionar en el borde o en interfase, tiene costos
pero también amplía los márgenes de libertad del pensamiento. La investigación
interdisciplinaria requiere de un particular esfuerzo metódico de articulación: entre
cuerpos teóricos, entre niveles de análisis y entre dimensiones temporales. Cuando
se trata, además, de Investigación en Políticas, Sistemas y Servicios de Salud complejiza la
relación teoría—práctica (revisa el concepto tradicional de transferencia de resultados) e
incorpora actores no convencionales al proceso de investigación (Stolkiner A., 2001).

Interdisciplina o Interpráctica Profesional

En un trabajo anterior (Stolkiner A. 1999 II) planteaba que en el caso de los equipos
llamados interdisciplinarios de los servicios y programas de salud, la composición de los
miembros se desliza desde los campos de las disciplinas a los de las incumbencias y
perfiles profesionales. Los contextos institucionales en que se desenvuelven no son
académicos y pregnan fuertemente sus prácticas. Para contemplar problemas y
requerimientos específicos preferiría diferenciar los equipos que se insertan en Servicios
Hospitalarios de aquellos que se desenvuelven en prácticas comunitarias. En estos últimos
es cada vez más frecuente que algunos de sus miembros no sean profesionales o no
representen una disciplina científica sino otro tipo de saber (saberes no-disciplinarios). La
primera tarea de construcción inter-saberes que desafían estos equipos es, obviamente, la
formulación del programa a desarrollar y de sus objetivos. La base de la misma es la
definición del problema y de sus actores. El marco referencial común implica, entonces,
acuerdos básicos ideológicos. Los márgenes de autonomía del equipo en sus definiciones,
dependerán del marco institucional y de los planes en los que se inscribe, además de las
complicadas tramas burocráticas en las que suelen encontrarse atrapados. Al estar
demasiado cerca de las demandas y necesidades sociales, y demasiado lejos de los
ámbitos destinados a la reflexión; la temporalidad de estos equipos suele carecer de
dispositivos específicos en los cuales conceptualizar rigurosamente sus prácticas. Estos
dispositivos son los espacios necesarios para pasar de la sustentación pragmática o
intuitiva a la explicitación de los distintos saberes en interjuego, resulta indispensable que
los constituyan e institucionalicen. Uno de los pasos para sistematizar los conocimientos
producidos en las prácticas es Incorporar herramientas de investigación. Buena parte del
propósito de la Investigación en Sistemas y Servicios de Salud es realizar un enlace
entre los investigadores académicos y los actores del sector salud, fructífero para
ambas partes. (Almeida C., 2000) En el espacio hospitalario y de atención de mayor
complejidad lo esperable sería pasar de la “interconsulta” a la integración de accciones de
salud mental en los servicios, con el objetivo de revertir la desobjetivación de las prácticas
tradicionales. Este proceso puede venir de la mano de la modificación posible de la
institución hospitalaria desde una agrupación de servicios por órgano a patología a una red
de prestaciones por cuidados progresivos que tenga como figura central al sujeto de la
atención. Pese a estas consideraciones, debemos reconocer que el núcleo de las prácticas
interprofesionales es el abordaje interdisciplinario. Sucede que en ellas se conjugan otros
problemas: todo grupo humano pone en juego la cuestión del poder. Un discurso
disciplinario y una competencia profesional son herramientas de poder, aceptar su limitación
reduce el mismo. En los equipos de salud lo interdisciplinario se manifiesta cuando la
distribución de funciones y la importancia relativa de cada saber se define en relación
al problema y no por el peso o tradición de cada profesión.

● Spink, P. (2009): Los psicólogos y las políticas públicas en América


Latina: El big mac y los caballos de Troia. Psicoperspectivas. Individuo
y Sociedad, Vol. 8, No. 2 (2009)

La consolidación democrática ha marcado el escenario en Latinoamérica en los últimos


veinte años o más. Con cautela y con una tensión considerable, ha habido una creciente
aceptación de la propuesta de que la democracia está aquí para quedarse. Un aspecto de
esta amplia transición, marcada aún por muchos conflictos y compensaciones, parece ser la
aceptación gradual de la necesidad de moverse hacia un Estado benefactor básico, aunque
aún frágil. Es decir, hacia un conjunto mínimo de disposiciones y garantías en educación,
salud, y apoyo social para la mayoría, si no todos, y algunas más amplias destinadas a la
reducción de la pobreza y a la generación de ingresos. Como profesionales, los psicólogos
han desempeñado un rol activo en este amplio proceso, tanto desde su compromiso con las
comunidades y movimientos sociales como a través de sus áreas de conocimiento
específico en la salud, la educación y la asistencia social. Al hacerlo, y por diferentes
razones, se han alejado cada vez más del rol tradicional de proveedor de servicios
independiente. Nuestro punto de partida, dado que no hay un punto neutral en este análisis,
es el uso de expresiones tales como política pública, derechos y ciudadanía en el norte
globalizado, y la pregunta que nos hacemos es en qué medida se puede otorgar a éstos
una posición similar en el sur. El resultado, sugerimos, es la necesidad urgente de
re-politizar la práctica psicológica, no en términos parciales sino en términos del bien común
y colectivo. Políticas públicas. La retórica o la razón La política pública se utiliza
normalmente para referir a una postura asumida con autoridad por un conjunto de personas
responsables institucional y públicamente (ejecutivo, legislativo o judicial) con relación a un
conjunto específico de preocupaciones consideradas de interés público (Salisbury, 1968).
Puede ser una declaración explícita, o un supuesto implícito, puede ser un conjunto
de normas o decisiones, o un programa de acciones, pero de alguna manera se
refiere a lo que los gobiernos eligen hacer; dónde colocan sus prioridades y sus
recursos. El uso generalizado del término política pública sugiere que son decisiones
racionales tomadas para el bien común, dentro de un Estado democrático moderno y
por respeto a la relación, por ejemplo, entre los electores y los elegidos, entre los
representantes y el gobierno, y entre el gobierno y los prestadores de servicios.
Hablar de la acción gubernamental mediante la articulación de la noción de políticas parece
dar a entender que lo que se está hablando se está tomando con seriedad. Tendremos que
aprender no solo a cómo discutir el contenido de las políticas públicas sino también a
comprender el terreno social y de organización dentro del cual se toman las decisiones, los
recursos y las acciones. La agenda es esa “lista de temas o problemas a los cuales los
funcionarios de gobierno, y las personas externas al gobierno, pero estrechamente
relacionadas con estos funcionarios, están prestando una atención especial en un momento
determinado” (Kingdon, 1995, p.3). Es fundamental en este punto el tema de la “atención”.
¿Por qué algunos temas atraen la atención?, ¿qué temas tienen acceso a la agenda?, y lo
que es más importante, ¿quién los coloca allí? El lenguaje de la política pública puede dar la
idea de una moral elevada donde los gobiernos son serios y tiene intenciones, y de que las
personas pueden responsabilizar a los gobiernos de su palabra; pero en la práctica, el
gobierno y la acción pública están empujando y forzando una lucha entre la gente, y tratan
de asegurarse de que los recursos y la atención se centren donde ellos creen que importa,
incluyendo sus propios bolsillos. Cuanto más desigual es la lucha, más se caracterizará la
práctica cotidiana del sector público y de la acción pública en el sentido más amplio por las
contradicciones y conflictos, lo que es altamente visible en el contexto de América Latina.
Ser hipnotizado y naturalizar la política pública en estas circunstancias, es un paso hacia
atrás en lugar de hacia delante. Pero también hay muchas ocasiones en que las
contradicciones son más sutiles y es aquí donde el trabajo cotidiano de las prácticas
discursivas (Spink, 1999; Spink y Spink, 2006) puede ayudarnos a ir más allá de las
cuestiones de dirección y contenido de la política, y centrarnos en la manera en que se está
utilizando la política como parte de nuestros Estados frágiles, y las implicancias para los
tipos de sociedades que se están adoptando. El Estado moderno y el Big Mac Hablar de la
política pública es uno de los pilares de la modernidad y de la soberanía del Estado. Finer
(1997) en su “History of Government from the Earliest Times” argumentó que había
seis características, que podríamos denominar ideas generalizadas, que pueden
encontrarse en el Estado moderno. Estas son: 1) la nacionalidad como principio de
organización territorial; 2) la soberanía popular como poder constituyente; 3) el
Estado-nación en el cual el Estado pertenece al pueblo/ nación en lugar de a
“alguien”; 4) el Estado laico que es conscientemente construido por humanos; 5) la
independencia económica y 6) una amplia noción de ciudadanía, incluidos los
derechos económicos y sociales. El sistema de Estado moderno no se basa en un
principio eterno de soberanía, sino en la producción de una concepción normativa que
vincula a la autoridad, el territorio, la población (sociedad, nación) y en el reconocimiento de
una manera única y en un lugar determinado (el Estado). Tratar de hacer realidad este ideal
implica una gran cantidad de trabajo duro de parte de los estadistas, diplomáticos e
intelectuales: para establecer prácticas políticas consistentes con el ideal, sus
componentes, y los vínculos entre ellos; para deslegitimar o anular los desafíos o amenazas
[…] El ideal de la soberanía estatal es producto de las acciones de agentes poderosos y la
resistencia a las medidas adoptadas de parte de aquellos situados en los márgenes del
poder (Biersteker y Weber, 1996, p.3). En el Big Mac del Estado democrático y soberano,
sus múltiples partes: autoridad, territorio, población, idioma (a menudo), cultura, identidad,
nacionalidad, independencia, gobierno, administración pública, política pública, soberanía y
ciudadanía encajan una sobre la otra formando un “todo” que puede encontrarse en
cualquier parte; es tan obvio que parece que no hay necesidad de cuestionarlo.
Lamentablemente, para nosotros, la mayoría de los ingredientes del Big Mac son causa de
preocupación y en nuestros débiles Estados benefactores democráticos, las diferentes
porciones no están perfectamente alineadas. Si no estamos seguros acerca de la mayonesa
de la política pública, ¿cómo estamos, entonces, con respecto a los derechos y a la
ciudadanía? La ciudadanía como derecho Desde el período posterior a la segunda guerra
en adelante – y también estimulados por sus atrocidades– los derechos ocupan cada vez
más el escenario central del espacio de la ciudadanía. Si bien hace unos cuarenta años, el
debate sobre los derechos y la ciudadanía se encontraba con frecuencia entre las palabras
clave de los textos legales, los términos están, ahora, constantemente presentes como
parte de los títulos de libros de texto procedentes de todas las áreas de las ciencias sociales
y morales. Son fundamentales aquí, los argumentos desarrollados por T.H. Marshall (1950)
en el momento de la revolución social en la Gran Bretaña de posguerra. Sugirió que era
importante distinguir entre tres tipos de derechos: derechos civiles, derechos políticos y
derechos sociales. Éstos, según él, se habían consolidado en diferentes momentos y
finalmente se habían unido en el período de la posguerra cuando los derechos sociales
(tales como la salud, la educación, el bienestar social, el retiro) comenzaron a ser
ampliamente establecidos y se unieron a los derechos civiles, que se hicieron más visibles
en el siglo dieciocho, y a los derechos políticos (en gran medida debido a los niños del siglo
diecinueve) para formar los cimientos de la ciudadanía contemporánea. La formulación de
Marshall fue rápida y ampliamente adoptada y ha servido de base para las distinciones tales
como las libertades positivas y negativas (liberta des de determinadas opresiones y
garantías de ciertos bienes sociales) (Berlín, 1958) y de primera generación (civil y política),
segunda generación (social) y tercera generación (derechos colectivos o difusos que son
garantías de un futuro, tales como el aire, el agua y el medioambiente). Las áreas centrales
de lo que se refiere al marco de los derechos sociales son las mimas áreas (tales como
educación, salud, bienestar social, vivienda, condiciones laborales, cuidado de los ancianos
y de los desamparados) en las que los psicólogos están trabajando cada vez más y
aprovechando el apoyo técnico de sus colegas de otras regiones, a menudo de lugares en
los cuales las trayectorias de los derechos son diferentes.

Alfaro, J., & Martin, M. (2016). Proceso y oportunidades de la transferencia del


conocimiento desde la Psicología Comunitaria a las políticas públicas.
Universitas Psychologica, 14(4), 1347-1358.

La propuesta desde las deliberative politics enfatiza que las respuestas a los
problemas sociales requieren de la participación de las comunidades para definir
tanto los problemas públicos como las políticas públicas que se diseñan para
abordarlos. De manera que en formulación de políticas (policymaking), las decisiones en
las diversas etapas de desarrollo de las políticas y las opciones de los agentes
gubernamentales no se relacionan, de manera directa y simple, con bases de conocimiento
y no se traducen en productos de decisiones meramente técnicas, sino que involucran
procesos de decisiones de múltiples actores que actúan en el tiempo de manera
simultánea o secuencial. Se evidencia que el proceso de transferencia de conocimientos
hacia las políticas está cruzado por tensiones múltiples que es necesario asumir como
condición para la articulación entre el mundo académico y los formuladores de políticas.
Con base en lo cual se propone y fundamenta la necesidad de tener en cuenta aspectos
institucionales propios de las políticas públicas, en particular considerando aspectos
relacionados con las dinámicas de actores sociales y los marcos de ideas y valores que
comportan en los mecanismos de participación en las políticas públicas.
Trayectoria, contribución mutua y tensión en la relación entre psicología comunitaria y
políticas públicas

Las decisiones sobre definición de problemas públicos, agenda gubernamental y


formulación de políticas no las toma un grupo de expertos con base en racionalidades
técnicas y económicas. Más bien, suponen la participación de múltiples actores y
racionalidades en un contexto donde la complejidad de los problemas públicos
requiere un diagnóstico y una definición desde múltiples perspectivas que involucran
una variedad de actores y colectivos sociales en un marco de gobernanza
participativa, donde al Gobierno le corresponde coordinar y liderar el conjunto de la
red para buscar políticas que den soluciones a los problemas públicos (Blanco, 2004;
Goodin, 2008). No obstante, según recogemos de un conjunto de otros reportes, el vínculo
entre psicología comunitaria y políticas públicas entraña también tensiones,
complejidades y riesgos. Específicamente, se reporta un conjunto de tensiones y
desencuentros entre las orientaciones propias de la psicología comunitaria y
determinados encuadres de las políticas públicas, que afectan su vocación crítica y
su capacidad para generar cambios sociales. Esto limitaría la aplicación y uso efectivo
de principios técnicos específicos propios de la psicología comunitaria, tales como la
generación de participación social, el empoderamiento y el desarrollo de procesos
bottomup, en el marco de las políticas.

Procesos de participación, encuentro y lucha de interpretaciones de actores en las políticas


públicas deliberativas

Entender los procesos de formulación de políticas públicas como parte de procesos


deliberativos, de conflicto y encuentro de racionalidades, implica una “comprensión política
de las políticas” (Nelson, 2001), que rescata el énfasis de los procesos democráticos,
participativos y deliberativos. El modelo deliberativo de políticas públicas extiende el objetivo
de análisis más allá del logro de la eficiencia técnica en las instituciones gubernamentales,
para incluir las necesidades y los intereses políticos del conjunto de la comunidad. El
análisis de políticas públicas busca, según señalan Fischer y Forester (1993),
legitimar una mayor participación de los ciudadanos para afianzar la democratización
de los procesos de políticas públicas; lo que cobra aún más relevancia en un
contexto cambiante de policy making, propio de las sociedades modernas, en donde
la expertise científica es también parte de procesos de negociación (Hajer, 2003). En
el debate público lo que prima no es necesariamente el criterio de racionalidad ni la
consistencia técnica o científica de la solución propuesta, sino la capacidad de persuasión,
característica de la actividad política. Definir los contornos de un problema implica
establecer las posibilidades de su resolución. Por tanto, definir el problema es fundamental.
El debate se genera sobre las ideas y alternativas para resolver este problema, donde prima
quien tiene mayor legitimidad o capacidad de convencer y legitimar sus posiciones ante la
ciudadanía y ante el resto de los actores que interactúan sobre el problema. El debate
público es característico de la democracia, pues se busca construir mayorías para impulsar
una propuesta de política pública. Es en ese juego de poder, de ideas, de construcción del
problema y sus soluciones donde se da la definición del problema como un elemento
esencial para comprender el proceso de elaboración de las políticas públicas, pues las
políticas no son mecanismos de respuesta a problemas que existen objetivamente,
sino que los problemas y sus soluciones son construidos socialmente (Fischer, 2003).
Según señala Stone (2002), los procesos de construcción de representaciones colectivas y
significados sociales son, al mismo tiempo, condicionantes contextuales de las políticas,
parte de las dinámicas y procesos internos, y un componente central de estas. De forma tal
que los sentidos, sistemas de creencias y los significados en general (y la lucha entre ellos)
sobre lo que es de interés público, es lógica y temporalmente anterior a la lucha por la
distribución de bienes públicos. Por lo tanto, en el origen y en el análisis de las políticas
públicas son centrales las visiones de mundo en circulación y disputa en la sociedad que
están a la base de cada uno de sus componentes. Así, como indica Fischer (2003), el
proceso de cambio e influencia de las políticas públicas supone crear y controlar sistemas
compartidos de significado social, de manera que los resultados intangibles o simbólicos se
constituyen en fines tanto o más importantes que los resultados tangibles, como la
distribución de bienes y servicios públicos.

Complejidad y recomendaciones para potenciar la transferencia del conocimiento desde la


psicología comunitaria a las políticas públicas

Es interesante tener en cuenta, como muestra Perkins (1995), que las conexiones entre el
contenido de las políticas y la teoría en psicología comunitaria no solo no son directas, sino
que normalmente tienden a ser débiles, de forma tal que resulta simplista creer que una
mayor disponibilidad y utilización del conocimiento académico por sí solo, y de manera
mecánica, mejoraría la influencia y transferencia a las decisiones gubernamentales. En este
sentido, es un error el pensar que simplemente cuanto más conocimiento científico
se ponga a disposición y se utilice, mejores serán las decisiones del Gobierno. Más
bien, la evidencia y la práctica de trabajo en políticas públicas muestra que su formulación
es un proceso complejo, en el que participan actores múltiples, posicionados desde distintos
intereses, en donde cobra relevancia crucial familiarizarse y conocer las dinámicas,
relaciones y procesos de intercambio entre estos agentes participantes y los distintos
niveles de organización que concurren en la formulación e implementación de una política
–ejecutivo, legislativo y judicial– y en general con los organismos y organizaciones de todo
tipo, desde asociaciones barriales y vecinales hasta las agencias federales e incluso
internacionales (Perkins,1995). Por otra parte, Phillips (2000) también asume que la
relación entre psicología comunitaria y políticas públicas es compleja, en cuanto los
vínculos e intercambio entre estos campos están cruzadas por tensiones múltiples,
en las cuales tienen un rol relevante concepciones erradas respecto las políticas
públicas presentes entre los agentes disciplinares, que no facilitan entender y actuar
en consecuencia y en particular dificultan entender que las políticas públicas se
construyen como el arte de lo posible, en un marco de restricciones presupuestarias,
agendas, presiones de los partidos políticos, etc. No dimensionado suficientemente,
según señala esta autora, que en estos procesos juegan un rol relevante los marcos
institucionales y normativos que delimitan las políticas, así como también lo juegan
las dinámicas bidireccionales desde donde estas se construyen, en un proceso
jerárquico de lo nacional o federal a lo local, o también desde lo local a los niveles
superiores (Phillips, 2000).

Conclusiones

Una primera reflexión los diversos autores analizados en este trabajo, tanto del campo de
las políticas públicas, como de la psicología comunitaria, muestran que las corrientes
principales de análisis tienen una perspectiva vertical, que entiende el uso de la
investigación social como una simple transferencia de conocimiento desde un científico a un
formulador de políticas, que acoge resultados de investigaciones y las aplica en
consecuencia en el diseño de políticas. Esta perspectiva, según se ha señalado desde los
análisis del deliberative politics, presenta límites al enfatizar tecnocracias que no son
capaces de resolver los problemas complejos de las sociedades actuales, que requieren de
mecanismos de participación y gobernanza. Es necesario considerar y valorar esa
perspectiva como una posibilidad entre otras para entender y orientar el diálogo entre la
academia de la psicología comunitaria y las políticas públicas. Ello aun cuando, tal cual ha
sido reportado en los trabajos expuestos, este proceso de diálogo sea normalmente
complejo, integrando dinámicas multiactor y multinivel, en el cual la influencia de la
investigación en las políticas públicas ocurre a través de redes y comunidades de políticas,
incluyendo luchas entre diversas opciones de definición de los contornos de los problemas
públicos y las orientaciones y contenidos de las políticas públicas por formular. Una
segunda reflexión que muestra el análisis realizado es que la comunicación entre científicos
y políticos es un proceso de resultados inciertos, y de alta complejidad, cobrando relevancia
dos aspectos a tener en cuenta. El primero es que existen distintas culturas entre la
comunidad de los formuladores de políticas respecto a la de los productores de
conocimiento, lo que hace que la comunicación entre ambas comunidades sea difícil. El
segundo aspecto que se debe considerar es que los agentes gubernamentales y los
investigadores tienen importantes diferencias en términos de valores, prioridades e
incentivos. No existen posturas unívocas, por lo que se deben considerar espacios de
discusión entre estos. En muchos casos, cada una de las partes utiliza los conocimientos
científicos disponibles y fuentes opuestas de información para fortalecer sus posiciones, en
el marco de las luchas ideológicas, de valores y orientaciones que están presentes en la
relación entre conocimiento y políticas públicas. Una tercera reflexión que surge de la
anterior es que para generar contextos favorables de interacción o interfaz entre científicos
y agentes gubernamentales tomadores de decisiones se requiere la construcción de
espacios o estructuras de diálogo que permitan las influencias mutuas y acercamiento entre
dos mundos. Efectivamente, hay una relación compleja entre dos lógicas institucionales
diferentes, pero en las sociedades actuales los límites entre la ciencia y la política son cada
vez menos taxativos y claros, por lo que las relaciones recursivas y no unidireccionales son
las que dominan; de manera que las redes de confianza y la generación de espacios de
interacción son cruciales y de ellos depende que se de un uso más frecuente de insumos
técnicos en la formulación de políticas. Al respecto, es particularmente relevante el hecho
que para generar influencias se requiere instalar consensos sobre la definición de los
problemas sociales de modo de generar cambios graduales en las representaciones y
significados de los actores acerca de las causas de ciertos fenómenos sociales. Ello como
vía para impactar en la formulación de las políticas. Por lo tanto, los científicos que deseen
generar procesos exitosos de relación con los tomadores de decisión de las políticas
públicas, requieren de una cierta comprensión sobre cómo funciona el proceso de la política
y cómo la experiencia científica se trata por lo general en la política y se integra en los
procesos de diálogo, negociación y resolución de conflictos de interés entre los agentes y
coaliciones participantes en el contexto de los problemas y soluciones sociales. Finalmente,
en el contexto de transformaciones que caracterizan a las sociedades contemporáneas es
necesario destacar la importancia de las políticas públicas basadas en una sólida
investigación empírica, en procesos estructurados de consulta entre múltiples actores y de
las redes de investigación y de política, así como en la consideración de la participación de
los actores sociales en la producción de conocimientos. De manera que el enlace
estratégico entre conocimiento y políticas se genere en un contexto donde se puedan
confrontar las diferencias y se produzcan acercamientos en torno a la manera como se
aborda un problema de política pública. Los procesos de comunicación, diálogo y
concertación entre diversos actores constituyen el contexto inicial definido para
alcanzar nuevos aportes, tanto en la generación de conocimiento como en el sentido
de la acción.

- Chavez Bidart, Jorge, & Piquinela Averbug, Pablo. (2017). Expertos en


ciencia, legos en política: ¿Que psicólogos para las políticas públicas?.
Psicoperspectivas, 16(3), 87-98.

Las formas de gobernar emergen del entramado de relaciones que se establecen entre
estado, mercado y organizaciones de la sociedad civil. Desde estos dominios, actores
implicados movilizan intereses que entran en disputa y elaboran formas de gobernar y
gobernarse. La década de los 90, es recordada por la instalación y profundización del
neoliberalismo como racionalidad de gobierno hegemónica en todo el continente. La
preponderancia de sus intereses contribuyó a consolidar un proyecto global en torno al
capitalismo mundial, de las que las dictaduras previas fueron articuladores fundamentales.
En la actualidad, las democracias latinoamericanas se presentan como campos de disputa
donde emergen o se imponen nuevas configuraciones del entramado
estadomercado-sociedad civil y los psicólogos somos agentes que creamos y
recreamos esos entramados. Desde hace más una década en el Uruguay, la relación
entre estado y población cuenta con la masiva intervención de expertos de lo social en el
marco de las políticas públicas, entre los que la psicología aporta buena parte. En los datos
del primer censo nacional en psicología del Uruguay, se refleja un ámbito bien definido de
inserción profesional, poniendo en evidencia que los problemas sociales requieren para
su comprensión de los conocimientos psicológicos. Según Rodríguez (2012), la
disciplina comenzó a incorporar las políticas públicas como campo de estudios, muchas
veces impulsada por el objetivo de comprender al “marginado” y en la búsqueda de un
potencial transformador. Esto supuso jerarquizar su carácter político reflexionando acerca
de qué subjetividades se construyen y qué papel juega, teniendo presente que la política
pública es un terreno donde se pone en juego la trasmisión más o menos impuesta de los
consensos, significados y sentidos sociales, es decir, un campo de gobierno. En este
contexto, los psicólogos pasaron a ocupar lugares de gestión, diseño y planificación
de las políticas públicas además de intervenir en el campo. Procesos similares se han
dado a nivel regional a partir de la acción de gobiernos interesados en recuperar la
presencia del estado en la vida de las personas. Existe un amplio panorama de
investigaciones llevadas adelante en Brasil, relacionadas con la intervención de la
psicología en las políticas públicas (Macedo, & Dimenstein, 2012; Serna, & Guzzo, 2012;
Bastos, & Rocha, 2011; Cruz, Hillesheim, & Guareschi, 2005). Estos estudios afirman un
aumento sustantivo de la participación de los psicólogos en las políticas públicas, fenómeno
que no fue acompañado, de acuerdo a los autores, por una formación específica para el
área; siendo las políticas públicas un campo de tensiones. Si bien dichos autores parten de
la noción de que el campo de las políticas sociales es algo ajeno a la disciplina, la relación
entre la psicología y la gestión de la vida no es una relación coyuntural sino un punto
esencial del nacimiento de la psicología como ciencia de la subjetividad (Ferreira, Machado,
Monteiro, Padilla, Sarosky, Kauffman, & Barrenechea, 2008; Rose, 1998). En cuanto a la
evolución de la psicología en las políticas sociales, Alfaro y Zambrano (2009), afirman a
partir de la inserción del psicólogo en las políticas sociales en Chile que el campo de trabajo
pasó de un compromiso político y militante en los 80, a una profesionalización e inclusión en
la academia que llevó al abandono de un proyecto político de transformación, resultando en
una hibridación teórico-metodológica (Alfaro, 1993). Así las intervenciones psicológicas,
comienzan a orientarse hacia polos asistencialistas y abandonan la promoción de
procesos participativos por un trabajo orientado hacia lo individual, apareciendo en
su trabajo los conceptos de manejo del riesgo y de desarrollo humano (Alfaro, &
Zambrano, 2009). Spink (2009), lanza un desafío vinculado al modo de habitar las políticas
públicas por parte de los psicólogos, que nos provoca y asumimos: Nos enfrentamos a una
elección. Podemos aceptar este léxico cada vez más amplio de expresiones políticas y
sociales como algo “dado” cálido y cómodamente que nos ayudará a dormir por las noches
y nos permitirá continuar con nuestras tareas básicas, preferentemente en base a la
relación uno a uno y a puertas cerradas, o podemos verlo como una red de desafíos
discursivos y oportunidades que están disponibles – no porque creemos en ellas sino
porque están allí – y a través de las cuales podemos intentar mejorar un poco nuestro
mundo colectivo, hacerlo más sostenible, más equitativo, con un gobierno más abierto y
responsable y con menos pobreza. El desafío es que sabemos cómo responder a la primera
opción, pero hemos olvidado cómo responder a la segunda (Spink, 2009). Interesados en el
estudio de las prácticas profesionales de los psicólogos y en aportar respuestas a los
desafíos que provoca estudiar y trabajar en políticas públicas, a partir de estudios
empíricos, presentaremos el aporte que los estudios CTS pueden brindar a la reflexión
sobre los usos del conocimiento.

CTS y políticas públicas: una forma de aproximarnos a las relaciones entre ciencia y
política.

Los estudios CTS se han consolidado como un ámbito de estudios interdisciplinarios, que
apoyados en el carácter tecno-científico de la cultura actual, se ha dedicado a analizar las
interacciones entre la investigación científica, innovación tecnológica y transformaciones
sociales, políticas y culturales (Aibar Puentes, 2006). El complejo vínculo entre ciencia,
política y sociedad que comenzó a emerger en las primeras décadas del siglo XX, puso de
relieve la dependencia de la actividad científica de la dimensión social. Merton en EE.UU y
Bernal en Inglaterra se propusieron reafirmar un ethos moderno de la ciencia y aportaron la
idea de comprender a la ciencia como producto de interacciones sociales y constructora y
transformadora de ellas a la vez, destacándose como antecedentes de los estudios CTS
(Kreimer, 2000). Sociólogos e historiadores de la ciencia como Kuhn, permitieron clarificar el
rol de la comunidad científica, que a través de sus acciones legitiman y consensúan en
torno al conocimiento aceptado (Kreimer, 2000; Pinch, & Bijker, 1987). Este enfoque
propició centrar el interés de los estudios sobre la ciencia en las prácticas reales y concretas
de los científicos, pasando de estudiar la ‘ciencia hecha’ a estudiarla ‘mientras se hace’. La
teoría de los sistemas tecnológicos estudió el origen y la evolución de los sistemas
eléctricos en Estados Unidos y Europa, encontrando que los cambios tecnológicos no
pueden comprenderse como fenómenos aislados sino como grandes sistemas, donde se
integran y articulan elementos técnicos y otros elementos de diversa naturaleza como las
instituciones educativas, los gobiernos, instituciones financieras, consumidores en general.
Los sistemas tecnológicos se caracterizan por la heterogeneidad de sus componentes,
configurando un entramado sociotécnico, que no solo se crea y cambia, sino que también
se estabiliza y se debilita (Hughes, 1987).

Los estudios CTS aportaron a construir una perspectiva sociotécnica, que a la vez que
permite abordar el estudio de la producción social de una manera compleja, resulta un
modo innovador de estudiar la elaboración y ejecución de políticas públicas, estudiando la:
composición y dinámicas que se dan en los procesos de producción de políticas públicas,
es decir, los entramados de las decisiones y acciones llevadas a cabo por una gran
diversidad de actores que participan en la solución de un problema colectivo, a través de la
utilización de determinados recursos y en el marco de unas instituciones que reglamentan
sus acciones (Grau, Iñiguez, & Subirats, 2010, p. 1). De esta manera, el foco se ubica entre
las prácticas cotidianas ‘que hacen’ la política pública, en las relaciones que se establecen
entre actores diversos y en las acciones que realizan para movilizar intereses, alcanzar
objetivos y convencer a otros de buscar esos logros. Los desplazamientos y
transformaciones que ocurren en la conformación de una red se entienden y describen
desde la noción de traducción. Desde esta noción, se describe la agencia de los elementos
que participan en la elaboración de procesos complejos, cómo se asumen y distribuyen
roles, y cómo algunos pocos logran el derecho de representar a muchos otros que han sido
movilizados y estabilizados en una red (Callon, 1995). En nuestra forma de vida actual,
todos los movimientos que realizamos están mediados por la intervención de expertos.
Nuestro sistema de salud y transporte, nuestra educación, el cuidado sobre el medio
ambiente, la seguridad de nuestras comunidades, etc; están impregnados de la experticia, y
por la intervención de personas que, más formadas que otros logran su puesta en
funcionamiento y continuidad. Cada vez con mayor intensidad, los expertos son vistos como
agentes que poseen habilidades especiales o superiores y que nos ayudan a sostener
nuestra vida en sociedad. Esta experticia, en tanto, se ha convertido en la base sobre la
cual descansa nuestra democracia y por lo tanto, ciencia y democracia ya no resultan
términos contradictorios, sino complementarios (Gallopin, & Vessuri, 2015). Los estudios
CTS, a la vez que aportan un repertorio de herramientas para el estudio de las relaciones
entre ciencia y política, en el marco de las políticas públicas, nos permiten acercarnos de
manera lúcida a las relaciones que, en ese campo, establecen expertos y legos.

El diálogo entre saberes expertos y legos;

a impulsos de los estudios CTS, el creciente interés por democratizar el saber experto de la
Unión Europea, a través de nuevas formas de participación entre expertos, medios de
comunicación y responsables políticos y el público en general (Nowotny, 2003). De acuerdo
a Collins y Evans (2002) la democratización del saber experto puede ser lograda en
diferentes grados y a través de distintas herramientas, surgiendo tensiones epistemológicas,
políticas e institucionales. A nivel epistemológico, surge una tensión entre aquellos derechos
que se abrogan los expertos en las diferentes materias y aquellos que surgen a nivel político
y que resultan más difusos. Sin embargo, se puede destacar que la participación de las
personas concernidas en un asunto tiene una mayor implicación que de aquellos que lo
hacen desde un punto de vista experto. La inclusión de otros tipos de conocimientos y
perspectivas en la construcción de la ciencia y en el análisis del desarrollo plantea retos en
cuanto a los criterios de adopción de verdad y calidad generalmente aceptados por la
comunidad científica. Entre los desafíos se encuentra en qué conocimientos, de qué
manera, y bajo qué formas pueden ser incorporados (Gallopin, 2004, citado en Gallopin, &
Vessuri, 2015). De Vries (2007) plantea que la noción de política debe ser reconsiderada. Si
bien el conocimiento se puede ver como abierto y accesible, el público no tiene acceso a él.
Los dominios: público y privado, experto y lego, política y ciencia; siguen actuando como
órdenes dicotómicos. A pesar de que las revistas científicas y los laboratorios son espacios
que se presentan como abiertos, el ciudadano está alejado de estos espacios que están
presentados en un lenguaje encriptado para la inmensa mayoría de la sociedad (Shapin, &
Shaffer, 2005). Shapin y Shaffer (2005) señalan que nuestro conocimiento científico,
nuestras sociedades y nuestras formas de conocimiento deben ser tomadas como
convenciones y artificiales. El conocimiento en este sentido, es político, es fruto de la acción
humana. Esto nos invita a cuestionar la noción de sociedad democrática, el uso de los
conocimientos y específicamente, la agencia de psicólogos, y saberes ‘psi’ en la
construcción de las sociedades contemporáneas.

La psicología y los psicólogos haciendo política pública

Las políticas públicas basadas en la evidencia, y en especial, las políticas sociales; son una
zona donde se recrea la separación entre conocimiento lego y experto como dicotómico y
donde se sustenta la separación entre ciencia y política. Asimismo, el conocimiento experto
se arroga el derecho de delimitar, definir y resolver los problemas de los concernidos,
hablando por ellos. Nos serviremos de tres estudios para describir la operativa del saber psi
y su relación con saberes legos y posteriormente, analizar el rol que juega la psicología en
la construcción de espacios públicos y políticos.

De la planificación de la política al espacio subjetivo:

En el primer estudio abordamos cómo conciben su rol los psicólogos en cargos de dirección
y gestión, considerando el enlistamiento de profesionales de lo social que el ‘gobierno
progresista’, realizó, desde el 2005, para desempeñarse en el campo de las políticas
públicas, específicamente en el Ministerio de Desarrollo Social (en adelante Mides). Esta
acción motivó que en los años venideros la presencia y las tareas de los psicólogos
mutasen con celeridad. En su gran mayoría, los profesionales de la psicología operaban
como terminales de ejecución de las políticas, sin embargo en estos últimos años,
corroboramos la presencia de psicólogos en cargos de dirección y gestión de las mismas.
Este fenómeno de trascender los lugares tradicionales en el campo de las políticas públicas,
lo pensamos como efecto de un movimiento con dos dimensiones, por un lado la
profesionalización de la psicología, entendida como la especificidad con respecto a ciertas
áreas donde se monopoliza la intervención y por otro lado, la consolidación de su experticia,
entendiendo por esto lo que Rose (1991) caracteriza como un ‘know how’ que emerge del
ensamble entre conocimientos y técnicas de diferente procedencia.

Estas dos dimensiones, profesionalización y experticia, expresan una nueva ‘consistencia’


de la psicología, menos compacta y corporativa y caracterizada por diluirse e integrarse en
diversos dominios de la gestión y de la autoridad pública, reflejando una arista del fenómeno
de la psicologización de estos tiempos (Jan de Vos, 2012). Este fenómeno, no solo muestra
el avance y asentamiento de un grupo social relevante (Pinch, & Bijker, 1987) sobre ciertos
circuitos de gestión pública, sino que expresa la singularidad que propone la psicología en
su experticia y que refiere a la especificidad de su mirada y con ella, la instalación de
nuevos relieves y paisajes sobre la geografía de las políticas públicas. Estos nuevos
relieves en la geografía del accionar público, ubican elementos de comprensión y definición
de la subjetividad propios de la psicología, ya no en el estrecho vínculo entre el psicólogo en
territorio y las personas con las que se vincula realizando su tarea. Ahora, el amplio circuito
que va entre: las direcciones políticas y los receptores finales de la política, contiene una
nueva grilla de inteligibilidad. En esa grilla operan una multiplicidad de aparatos,
enunciados, gráficas y datos, infraestructuras e inscripciones que sostienen y legitiman el
quehacer de la psicología en un nuevo registro de su accionar. El anterior fragmento de
entrevista clarifica con precisión un repertorio de puntos en donde anclar la reflexión sobre
las prácticas de los psicólogos, en esa relación entre experto y sujetos receptores de la
política, relación donde se pliega el complejo mundo de la política, la economía, la cultura y
los afectos.

De la subjetividad a la evidencia;

El segundo estudio, nos mostró un campo de intervención novedoso para la gran mayoría
de profesionales de lo social, y especialmente para los psicólogos, quienes manifestaron de
manera consensuada que su rol, en este campo, estaba en construcción: “está en vías de
construcción, es muy complejo, uno va descubriendo cuales son las posibles líneas de
acción desde la psicología...” (Entrevista a Psicóloga junio 2012). El programa de acción
(Latour, 2001) de la política, cuyo objetivo principal es que las personas dejen de estar en
situación de calle, aporta el sentido a las prácticas y al rol a construir. Las acciones de los
psicólogos y del resto de los profesionales, se dirigen a producir junto al beneficiario de la
política, lo que llamaron: ‘el proceso individual’ o ‘proyecto de vida’. Se refiere a un proceso
que permite a los sujetos dejar el sistema de refugios, ser autónomos y que se sostiene en
una secuencia de ‘acuerdos’ con los técnicos, cuyos logros reflejarían la evolución en ese
proceso.

El entramado de la política pública contiene el despliegue de un repertorio de


procedimientos dirigidos a encauzar a la persona sobre el proceso que lo irá ‘incluyendo’.
Algunos de esos procedimientos tienen que ver con la regularización de documentación, el
acceso a los recursos asistenciales estatales. El ‘proceso’ de la persona, emerge entonces
como resultado del encuentro entre las terminales de la política, el psicólogo en este caso y
la persona que es enrolada (Callon, 1995) al programa propuesto por la política pública. El
‘proceso’ implica la elaboración de ‘un proyecto de vida’, La elaboración de un proyecto de
vida es, a la vez, conjunción de programas de acción y enrolamiento de los sujetos a los
componentes semióticos y materiales que propone la política. La alineación de intereses al
proyecto de gobierno estabiliza el circuito que se tejió en base a “acciones sobre pequeñas
fracciones de la cotidianeidad de los sujetos, los hábitos y las conductas” (Chavez, & Riet,
2016). El producto: ‘proyecto de vida’, resulta de la movilización de múltiples recursos
subjetivos ensamblados en un extenso circuito de aparatos, intereses y afectos. Sin
embargo, se presenta como resultado de la relación experto-persona receptora de la
política. De lo desliga del entramado que favorece su emergencia y cajinegriza la
heterogeneidad de los elementos involucrados en la elaboración. La elaboración y los logros
del ‘proyecto’ se transforman en la evidencia que proporciona la psicología sobre su
intervención en la subjetividad y aporta el elemento necesario para estabilizar la red: la
evidencia o el dato.

De la evidencia y vuelta a la planificación;

El tercer estudio, sobre UCC, psicólogos y otros técnicos del área social, desarrollan su
tarea como operadores de cercanía, recorren una zona delimitada, y durante las visitas a
los hogares intervienen de acuerdo a un protocolo y a las demandas específicas de los
hogares (UCC, 2014). Los objetivos de esta política son: bajar los índices de anemia,
disminuir la desnutrición infantil y el retraso en la talla, re-vincular a las familias a los
dispositivos estatales, proponer pautas de crianza y cuidado para los niños. En términos
generales, dichos objetivos se sustentan en descubrimientos científicos que ‘hacen hacer’ a
los técnicos, ‘descubrimientos’ construidos en la intersección de varias disciplinas, donde
las neurociencias y la economía juegan un papel central. La inscripción que gráfica y nos
revela el problema causado por los inadecuados cuidados/alimentación/crianza, muestra
también cómo la ciencia se valida a sí misma. Las neurociencias, economía, estadística y
otras ciencias sociales y de la salud participan en lo que Latour (2007) llamó procesos de
purificación. La política pública es en este sentido una zona de purificación donde se recrea
la evidencia científica. La ciencia, específicamente el entramado de disciplinas que
intervienen, se adjudican la potestad de hablar de los problemas de los concernidos,
posicionándose en un estatus separado de la política y en ese movimiento, dividen el
dominio de lo social en cuestiones de relevancia científica o problemáticas de interés social
o público (Chavez, Piquinela, & Hontou, 2015). Si los científicos son los encargados de
hacer hablar a la naturaleza, son sus ‘representantes’ (Latour, 2001), podemos inferir que
los expertos de los social hacen lo suyo con el campo en donde intervienen, ‘los problemas
sociales’, síntesis de la complejidad sociohistórica. El ‘problema social’ se reduce a las
evidencias y datos que los expertos incluyen y movilizan, operando como cernidores de una
complejidad que desborda las prácticas de los profesionales. Esto ha puesto en cuestión la
formación de los psicólogos, su experticia, sus habilidades, llegando con demasiada
frecuencia a la búsqueda de ‘protocolos’ de actuación, que delineen y aseguren las
intervenciones. Retomando el asunto de la ciencia y la política, ambas tienen como objeto
en común la producción de la vida, proponen modos de componer vidas y la psicología
debe reconocerse en ese proceso.

Psicología, ciencia y política, ¿y el público?

Uno de los problemas principales a plantearse es en qué situaciones y lugares hay política y
quiénes son los protagonistas. La política no está ocupada por los clásicos personajes y
lugares como ciudadanos, votos y procesos electorales. Se la puede encontrar en
situaciones cotidianas y diversas, su actividad es llevada adelante en sitios ajenos y por
medios diferentes (Latour, 2007). La propuesta de Latour (2007) contiene un modo
particular de concebir a la ciencia y a la política. A partir de sus comentarios del artículo de
Gerard de Vries (Latour, 2007), sostiene que el desafío es que los Estudios CTS comiencen
a pensar en la política como lo han hecho con la ciencia: en lugar de decir de qué se trata,
estudiarla en sus trayectorias y cursos. El autor toma la interpretación de Dewey que hace
Marres (2005), donde la política es algo que tiene una trayectoria. Por lo tanto es un adjetivo
que puede hablarnos sobre momentos, estados, segmentos para ciertos asuntos. Lo
político, entonces, designa un tipo de situación, lo cual permite centrarnos en los asuntos de
preocupación y desde ahí comprender lo que se plantea (Latour, 2007). Dewey se refería al
problema del, y de lo público, es decir, hacer política a partir de asuntos que generan un
público alrededor de ellos. Por eso la política no tiene que ver con organizaciones,
procedimientos, representaciones; ni nada esencial, sino un público y sus problemas. Como
expresión de espacios democráticos, las políticas públicas diagraman las modalidades de
intervención sobre los asuntos que abordan, distribuyendo posiciones y tareas de quienes
participan en ellas. Las posiciones de cada actor, no solo actualizan la historia de
relacionamientos entre gente común, políticos y expertos sino que reiteran la
compartimentación de espacios, fijan identidades y legitiman el juego de delegar y
representar en el que se sostiene la posibilidad de que unos pocos hablen por muchos.
creemos necesario pensar el trabajo de los psicólogos en las políticas públicas como
acciones que son movilizadas por otras acciones donde se traducen intereses muy
heterogéneos. En el afán de traducir un programa de acción de una política pública, de
buscar el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas, también estamos
movilizando intereses que responden a otros dominios. Dominios que recortan los espacios
entre ciencia y política con firmeza, cuidadosos de mantenerlos puros, sin mezclar legos y
expertos, donde la experticia privatiza parte de un asunto público y se arroga hablar e
intervenir sobre él. Un modo posible de superar la dicotomía experto/lego no se logra si no
superamos otras dicotomías como las de ciencia/política o naturaleza/sociedad y para esto
es imprescindible transformar el modo de producir los asuntos comunes. Rancière (2010)
plantea que el modo de tratar los asuntos comunes configura las comunidades, define su
naturaleza, a quienes se incluye y a quienes excluye, a quienes les concierne y cómo se
vuelven sujetos de su noción de comunidad, estos momentos no son permanentes, son
momentos políticos. Politizar los saberes, politizar las psicologías, implica participar en esos
momentos políticos manteniendo el equilibrio de la comunidad. Con el comienzo del siglo
XXI nuevas formas de intervención en políticas públicas implicaron la participación de un
gran número de expertos en lo social con un fuerte protagonismo de los psicólogos. En sus
prácticas se pueden elucidar las nociones de representación y delegación que podemos
aplicar a la representación democrática en términos políticos/científicos. Este asunto, es
aplicable a las intervenciones que realizan los técnicos en nombre de la ciencia y sus
prácticas en la implementación de las políticas sociales. En este sentido, como señala
Nowotny (2013) los expertos deberían ser vistos como una voz que puede actuar en
nombre de sus representados públicos y sólo en nombre del bien común, y no como
poseedores de una autoridad trascendental dotada por la ciencia. De este modo,
problematizar la tensión entre saber experto y lego servirá para abrir juego en la
democratización de las intervenciones sociales y de los problemas, generando condiciones
para que se produzcan momentos políticos que recuperen el sentido público y político del
conocimiento y su aplicación a través de las prácticas profesionales.

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