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Estaba una señora sentada sola en la mesa de un restaurante, y tras leer la carta
decidió pedir una apetitosa sopa en la que se había fijado. El camarero, muy
amable le sirvió el plato a la mujer y siguió haciendo su trabajo. Cuando éste volvió
a pasar cerca de la señora ésta le hizo un gesto y rápidamente el camarero fue
hacia la mesa.
– Donde se encuentran.
– Si fue la respuesta.
Por primera vez en su vida, esa noche, empezó Juan a sentir una profunda
insatisfacción hacia sus logros.
Con el dinero que juntó se aventuró por otras tierras, otros horizontes para
el desconocidos, a la busca de diamantes que el encontraría en las entrañas
de la tierra.
El tiempo pasó.
Que duro lo había tratado la vida. Ya era un pobre entre los pobres.
Su esposa y sus dos hijos ahora vivían con sus suegros. Afortunadamente
ellos estaban bien como siempre. La vida seguía con ellos siendo generosa
no había carencias.
Después de poco tiempo de volver a trabajar la tierra, Juan le dijo a su
esposa:
– Pero fracasé.
– Y es un brillante- me dices-
– Si afirmó. Juan.
– ¿Dónde lo encontraste? pregunto Juan con desesperación
– Me estás diciendo que fue en el huerto de esta casa- dijo Juan exaltado.
– Si fue la respuesta.
Un cuento con valores –
La semilla
Pero con el paso de los días sus hojitas se secan y es porque el sol las quema.
Mauricio llora desconsoladamente, su hermana viendo esto le explica
RESPONDE:
A Lucía le encantaban las
legumbres. Le chiflaba el cocido
de garbanzos y las lentejas con
verduras, y disfrutaba como
nadie con unas habas con
jamón. Sus padres estaban muy
contentos porque la niña comía
de todo y nunca hacía ascos a
probar cosas nuevas en la mesa.
Como vivían en una casa de
campo, cuando Lucía fue lo
suficientemente mayor empezó
a sentir curiosidad por la
procedencia de aquellas
legumbres deliciosas.
Normalmente las compraban en
el supermercado, pero la niña
siempre había soñado con
cultivarlas.
Una tarde de sábado, Lucía fue con sus padres hasta la cooperativa del
pueblo. Allí compraron tierra para cultivar, abono, herramientas de
labranza y, lo más importante, un gran surtido de semillas de sus
legumbres favoritas. Leyeron juntos un libro para saber en qué momento
del año plantarlas y cómo regarlas para que creciesen fuertes y vigorosas.
Lo primero que plantaron fueron las lentejas en pequeños vasos de yogur
reciclados.