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Desandar El Cisexismo en El Camino A La Legalizacion Del Aborto-E. Montenegro PDF
Desandar El Cisexismo en El Camino A La Legalizacion Del Aborto-E. Montenegro PDF
1.
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Ese Montenegro
Archivo Digital
ISBN 978-987-47655-6-7
puntossuspensivosediciones@gmail.com
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
exponemos/somos expuestxs y que, al reproducirse, sólo
perpetúan la desigualdad. Apostando a ser parte de la
construcción de esos mundos donde quepamos todxs, la
búsqueda de Justicia Epistémica demanda renunciar a la
defensa del status-quo de esos sectores que se creen sa-
bedores, para abrazar estas experiencias y formas de cons-
trucción de saberes situados por las comunidades que
siempre fuimos objetos/objetivados y nunca sujetxs/pro-
ductorxs del saber. Venimos a decir que nos autopensamos
y pensamos el mundo que nos rodea, somos parte de esta
realidad, la vivimos, la sistematizamos.
No damos por saldadas las discusiones, no mientras sigan
faltando las voces de tantxs otrxs compañerxs. No preten-
demos, ni aspiramos tampoco, a plantear nuevas verdades
acabadas desde donde impugnar/nos; por el contrario, la
necesidad de esta Colección es en parte la necesidad de
diálogo y escucha en estos escenarios, donde se constru-
yen y disputan sentidos que marcan, im/posibilitan y or-
ganizan nuestras vidas en comunidad. Porque creemos en
la potencia de las construcciones que dan cuenta de una
historicidad, de una memoria y de una lucha que es colecti-
va, apostamos a una justicia epistémica como un pequeño
indicio, un fogón compartido, donde ardan las verdades he-
gemónicas cisnormativas para iluminarlo todo.
Es un orgullo, para nosotros como editores, presentar
esta colección de ensayos que continúa proyectando nues-
tra línea política de potenciar y difundir las producciones
hecha por personas trans.
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Glosario
Identidad de género
Siguiendo la definición de los Principios de Yogyakarta, presente
también en nuestra Ley de Identidad de Género, entendemos por
identidad de género “a la vivencia interna e individual del géne-
ro, tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o
no con el sexo asignado al momento del nacimiento incluyendo
la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modifi-
cación de la apariencia o la función corporal a través de medios
farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea
libremente escogido. También incluye otras expresiones de géne-
ro, como la vestimenta el modo de hablar y los modales.”
1 Julia Serano analiza las formas en que el cisexismo afecta las vidas
de las personas trans en sus libros Whipping Girl (2007), Excluded (2013) y
Outspoken (2016).
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Justicia epistémica
En función de lo que entendemos por violencia epistémica, pro-
ponemos como otro horizonte posible una forma de justicia que
repare este daño a nuestros agenciamientos, a nuestros saberes
situados, a nuestras experiencias, a nuestros conocimientos. Jus-
ticia es la no expropiación de nuestras vidas/recorridos desde una
mirada ciscentrada, heteronormativa y siempre colonialista. Jus-
ticia es que seamos nosotrxs, las personas trans*, quienes habla-
mos en primera persona y no otrxs hablando por nosotrxs. Que se
pongan en valor nuestros trabajos y nuestras producciones epis-
témicas. Que no se borren ya nuestras historias, nuestros tejes,
nuestras múltiples formas de saber y hacer.
Violencia Epistémica
Tomamos la definición de Moira Pérez: “se refiere a las distintas
maneras en que la violencia es ejercida en relación con la produc-
ción, circulación y reconocimiento del conocimiento: la negación
de la agencia epistémica de ciertos sujetos, la explotación no
reconocida de sus recursos epistémicos, su objetificación, entre
muchas otras”2.
Persona cis
Persona que no es trans* o persona que se identifica con el sexo/
género que le fue impuesto al momento del nacimiento.
Personas trans*
Hablamos de personas trans* de manera amplia para incluir a
personas cuya identidad de género no coincide con el sexo/géne-
ro impuesto al momento de nacer. Empleamos el asterisco a fin
de nombrar las heterogeneidades del colectivo ya que, siguiendo
a Francisco Fernández, “no es nuestra intención delimitar de ma-
nera normativa el término” y “consideramos que las definiciones
de lo trans, de lo cis y del límite entre ambos se establecen de
manera situada y móvil”3.
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Prólogo por Diego Watkins
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chabones, no binaries-trans, y que no sólo somos “cuerpos
gestantes o cuerpos con capacidad de gestar”, como si
esta referencia pudiera reducir las implicancias específicas
de esta ley, el acceso a plenos derechos y en ese sentido,
evitar el borramiento de nuestras vivencias y experiencias.
También era una oportunidad de visibilizar nuestra agenda
política como movimiento, que la deuda pendiente es con
el derecho de poder acceder a la salud integral, que una
vez más debíamos visibilizar que somos un montón y que
tenemos mucho para decirles.
A lo largo de nuestras vidas transitamos la tendencia a
dar explicaciones sobre nuestras decisiones y sobre las vio-
lencias que nos pasan por el cuerpo. Sin embargo, a pesar
de estos cuestionamientos que vienen desde afuera, histó-
ricamente hemos construido, como comunidad, prácticas,
luchas y logrado conquistas políticas, tales como la Ley de
Identidad de Género, la derogación de los códigos contra-
vencionales de faltas y las redes culturales y sociales que
aprendimos a tejer. En ese sentido, y siguiendo la línea que
propone el texto que aquí nos convoca, creo que toda esa
resistencia no hace más que ponernos de pie una vez más
para contar lo vivido como putos, maricas, osos, no bina-
ries, heteros-trans.
Este libro es una expresión más de la necesidad comuni-
taria de ofrecer una respuesta que surja de nosotros, que
registre nuestras prácticas contextualizadas en un espacio
determinado (como lo fueron las exposiciones en Diputa-
dos), nuestra producción tanto política como intelectual, en
tanto sujetxs de derecho; y se reconozca, de esta forma, el
peso histórico de nuestras existencias dentro de los femi-
nismos y que nuestra plantada no nació, ni continuó, de él.
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Agradecimientos
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Por otro lado y no menos importante, pensar y nombrar
a mis compañeras de vida, militancia y amores que me em-
pujaron desde el día cero a hacer este trabajo y que en el
medio —pasaron más de dos años desde que lo inicié has-
ta esta publicación, con todo lo que ello implica— siem-
pre hicieron aportes fundamentales a mi quehacer: Lore,
gracias por impulsarme a retomar los estudios y compartir
conmigo la experiencia de formación en el PACGES, que en
parte se traduce en este trabajo. A Ago, por haber bancado
desde el comienzo el dolor/lucha que me impulsó a la tarea
de sistematizar las audiencias. A Desi, por haberme invita-
do a aquel Congreso en 2018 en su Formosa querida, don-
de con un borrador y algunas palabras, creiste en mi y em-
pujaste esta gesta. A Vir y Cata por acompañarme además
a ponerlo en discusión en esos espacios tan hostiles con
estas otras formas de hacer y saber, gracias por su apoyo y
generosidad siempre. Y a mi querida amante y compañera
Ce, por el amor puesto en cada discusión y corrección —de
este texto y sus preliminares, pero también de cada cosa
que pensamos/hacemos juntxs— que hizo con la absoluta
convicción de que un mundo mejor es un mundo cuando
podemos discutirlo todo, involucrándonos siempre con lxs
otrxs. Sin ustedes este trabajo, pero además lo que pienso
y soy, no hubieran llegado a puerto.
Amigxs, amorxs y compañerxs con y por ustedes: ¡Todo!
¡Siempre! Seguiremos luchando, hasta que ser valientes
deje de ser lo que se nos demande y como dicen por ahí
hasta que la dignidad se nos haga costumbre.
¡Lxs quiero!
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Introducción:
Poniendo de manifiesto las intenciones
de este trabajo
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que sostener esta discusión a la que en muchos casos ni
siquiera se nos ha hecho parte. Una discusión que incomo-
da porque muchas veces, en pos de una conquista en De-
rechos Humanos y Justicia Social, se acallan las experien-
cias y necesidades específicas de determinados sectores.
Y pareciera ser que, si el costo para que los movimientos
de mujeres cis1 conquisten el aborto es el borramiento de
la experiencia transmasculina (entre otras, como pueden
ser, por ejemplo, las experiencias de personas no binarias),
muchas compañeras estuvieron dispuestas a que ese costo
lo paguemos los varones trans. Porque eso es lo que pro-
duce este borramiento o la jerarquización de identidades,
termina operando como una barrera en la accesibilidad al
derecho al aborto de la población transmasculina.
Sabemos que es una falsa afirmación sostener que, como
estadísticamente la mayoría de las personas que requieren
un aborto son mujeres cis, hay que visibilizar sólo a ese su-
jeto de derecho —o bien jerarquizarlo— respecto de otros
igualmente vulnerados que ellas frente a la clandestinidad
1 Cis: Persona que se identifica con el mismo género que le ha sido
impuesto al momento de nacer. El uso de este concepto ha sido resistido y
sigue siendo resistido por buena parte de la población, por un lado, porque
implica que sólo se reconoce como universal a las personas que se identi-
fican con el género al que fueron asignadxs al nacer, es decir, son mujeres
sólo las cis mujeres o son varones sólo los cis varones. Entonces, como ellxs
representarían “el universal de mujeres y varones”, no encuentran necesario
declararlo, movimiento que borra cualquier otra experiencia de las personas
que no somos cis. Y, por otro lado, porque el término “cis” es un término
empleado políticamente por la comunidad trans para nombrar a las perso-
nas que no son trans, esto ha sido resistido principalmente porque el sujeto
que enuncia o nomina es siempre el sujeto de un poder y como bien sabe-
mos, nunca se reconoce el poder de una comunidad que además se la pien-
sa como “minoritaria” de nombrar a la mayoría. Hay ahí un dispositivo que
opera contra los imaginarios de resistencia trans impidiendo que seamos
nosotrxs quienes nombran a lxs otrxs. Por eso también creo importante que
nuestrxs aliadxs cis comiencen a emplearlo.
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
del aborto, para que se conquiste el derecho. Ejemplos a
lo largo de la historia sobran pero se me ocurre, por mis
experiencias militantes y territoriales que, hoy ya entrada
la tercera década del siglo XXI, en ninguna asamblea femi-
nista se debe admitir el borramiento de la especificidad de
determinados colectivos (afrodescendientes, migrantes,
discapacitadxs, lésbicos, gordxs, etc.) en pos del sosteni-
miento de un universal de mujer cis siendo estas blancas,
clase media, académicas, porteñas, heterosexuales, etc.
O sí y habrá que responsabilizarse por ello. Entiendo que
cada vez que nos damos estas discusiones, ese universal
de mujer cis opera e impone una subalternización en re-
lación con el resto de las mujeres, también cis entre otrxs,
pero con esos otros entrecruzamientos específicos. Esto es
parte de la lucha que algunxs feministas nos damos: rom-
per con ese universal que sólo incluiría al género —siendo
este “mujeres cis”— como la piedra de toque o el único eje
organizador de todo reclamo. La interseccionalidad desde
la que políticamente aprendimos a pensar/analizar nues-
tras identidades ha llegado a nuestros espacios de lucha
para quedarse y ya no podemos simular desconocimien-
to ante esta tensión. No somos sólo el género con el que
nos identificamos, parte de nuestra identidad se construye
también en nuestra pertenencia a una clase, en nuestro lu-
gar de origen, en nuestras edades, en nuestro acceso (o no)
a la educación formal, en nuestra corporalidad, en nues-
tras prácticas sexo-afectivas, etc. Ya no hay un universal de
mujer cis válido, como no lo hay de varón cis y, lamento
romperles la esperanza de universalizarlo todo, tampoco
lo hay de varón trans, mujer trans, travesti, lesbiana, etc.
Nuestras identidades y sus múltiples entrecruzamientos
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son situadas. Es decir, suceden y tienen un sentido en tan-
to se producen en un tiempo y lugar determinado. Nadie
afirmaría que ser mujer cis es igual aquí desde donde es-
cribo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que en una
una organización feminista en Formosa, o que es lo mismo
ahora —en 2020— que hace 50 años. Seguramente haya
cosas en común, pero eso no las hace iguales. Y mucho me-
nos universalizables.
Ese paradigma que invita a una lectura desde la intersec-
cionalidad identitaria que defendemos algunxs feministas,
es algo que no puede aplicarse selectivamente o a conve-
niencia. Han sido, a lo largo de estos dos últimos años y
antes también, muchas las compañeras de diferentes mo-
vimientos políticos y sociales feministas que han respondi-
do a varones trans que esto se propone así por cuestiones
de estrategia política. Sinceramente considero que no hay
justificación política válida para continuar sosteniendo la
subalternización de unos trayectos sobre otros. Es decir, no
puede ser empleada en detrimento de ciertos colectivos
porque se asume que la mayoría de quienes abortan son
mujeres cis, para volver a mi caso de análisis. Por otro lado,
aunque esto fuera estadísticamente real, discusión que re-
tomaré más adelante porque depende directamente de la
manera en la que el Estado genera estos datos, ¿qué pre-
guntas podemos habitar para pensar políticas públicas que
permitan el acceso a un Derecho Humano2 como lo es un
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
aborto en condiciones de salubridad a la totalidad de las
personas afectadas por la clandestinidad de este?
En principio y por experiencia de compañeros que han
recurrido al aborto como medio para terminar con un em-
barazo no deseado —y también los que como tipos trans
hemos acompañado—, deberíamos cuestionar cómo se
construyen esos datos estadísticos que invisibilizan los
abortos de quienes no somos mujeres cis y también de
quienes, incluso siendo cis, no son heterosexuales, como
pueden ser algunas lesbianas. Cuando un varón trans acce-
de al sistema de salud para una práctica que aún hoy en día
es criminalizada como es el aborto, y entendiendo cómo
opera esa criminalización tanto para quien lo demanda
como para quien lo realiza, lo primero que sucede es que
es leído como “mujer” (por el mero hecho de poder ges-
tar/abortar) por lxs profesionales de la salud. Y quien está
solicitando un aborto difícilmente, ante esa necesidad/vul-
nerabilidad, pueda dar una discusión que desande el biolo-
gicismo3 reinante en el sistema de salud. Queramos o no,
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ante esa necesidad, muchos de nosotros nos organizamos
priorizando nuestra salud física, aunque el costo sea nues-
tra salud emocional y nuestro derecho a la identidad. Y por
ello, solemos ser relevados estadísticamente como “muje-
res” cis borrando de la estadística y por ende, muchas ve-
ces también de las políticas de Estado, nuestra identidad y
nuestras especificidades, hecho que conlleva una infinidad
de consecuencias, muchas veces negativas, en nuestra sa-
lud integral4.
Por otro lado, y esta es una práctica muy común e invisibi-
lizada, se asume que toda persona con capacidad de gestar
que cursa un embarazo es heterosexual: esta asunción nie-
ga, por ejemplo, la existencia de putos, bisexuales, panse-
xuales, etc., que somos trans y que nos vinculamos con otras
personas (cis o trans) con capacidad fecundativa. Así, si un
puto trans está en vínculo o simplemente tiene encuentros
sexuales con un puto cis —sólo por poner un ejemplo tan
común como negado— la posibilidad de requerir un aborto
es igual a la de cualquier mujer cis heterosexual. Pero de eso
no se habla. Lo mismo puede suceder en un vínculo entre
una lesbiana cis y una trans o entre un varón trans y una mu-
jer trans. Desandar la invisibilización de nuestras experien-
cias erótico-afectivas no es tan complejo si cuestionamos
la heterocisexualidad como un régimen obligatorio; tensión
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
que el movimiento LGBTIQ+ ha llevado incansablemente a
los movimientos sociales y políticos como lo son los femi-
nismos.
Desandar el cisexismo y la violencia epistémica, tarea a la
que intento aportar, no es algo novedoso. Ni algo a lo que
los colectivos LGBTIQ+ no nos hemos dado a trabajar5. No
podemos seguir admitiendo discursos como “...es que esto
es tan nuevo…” porque esos discursos, además de falaces,
dan cuenta de un borramiento histórico de nuestros movi-
mientos. Nuestras alianzas con otros movimientos sociales
en las luchas por las autonomías corporales son históricas
pero me animo a afirmar que, sin borrar por ello a quienes
nos precedieron, con el regreso a la democracia en nuestro
país, hemos logrado sostenerlas no por ello sin tener que ba-
tallar siempre porque se nos reconozca como interlocutorxs
válidxs y como parte de la agenda política. No es casual que
estas discusiones se instalen en territorios donde el matri-
monio civil es posible entre personas de todos los géneros,
tras la conquista del derecho reconocido como “matrimonio
igualitario”6, la ley de Reproducción Médicamente Asistida7
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o la Ley de Identidad de Género8. Tres leyes que abonan a la
tan mentada autonomía de nuestros cuerpos/deseos. Te-
nemos, además, un recorrido histórico y potente alrededor
de la lucha por los Derechos Humanos. Nos preceden las
luchas obreras por los derechos laborales, las luchas de las
Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a sus
hijxs y nietxs y por mantener viva la Memoria, la Verdad y
la Justicia. No podemos desoír lo que nuestra historia nos
devuelve a gritos. Si hemos tejido estas complicidades/
complejidades es porque nos hemos dado a la tarea de
dialogar, aunque fuera incómodo, aunque fuera doloroso,
aunque nos obligara toda y cada vez a revisar nuestras im/
propias biografías.
¿Por qué darle una vuelta más a la discusión sobre el abor-
to? Porque si queremos realmente, y con honestidad inte-
lectual y política, construir/conquistar un nuevo derecho
alrededor de nuestras autonomías, los Derechos Humanos
y la Justicia Social, debemos hacerlo de forma tal que apli-
que a todxs lxs sujetxs del mismo, sin jerarquizarlxs y sin
admitir borramientos en esa construcción. De lo contrario,
no construiremos un derecho, sino un privilegio, que atañe
https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-26862-216700/texto
8 Ley sancionada el 9 de mayo de 2012 y promulgada el 23 de mayo
del mismo año bajo el número 26.743 que permite a todas las personas que
habitan el territorio argentino ser tratadas de acuerdo a su identidad auto-
percibida. Y cuando digo todas personas, lo hago intencionalmente, porque
creo que hay una falacia en pensar que sólo quienes somos trans/travestis/
no binaries nos vemos “beneficiadxs” con esta ley. Esta es una ampliación de
derechos del orden de los Derechos Humanos, que aplica a la totalidad de
la población. En este sentido, la ley permite que todxs seamos potenciales
usuarixs de este derecho y en tanto es un derecho al que podemos acceder
todxs, no es “un privilegio de nuestra comunidad” como tantas veces intenta
señalarnos. Para acceder al cuerpo completo de la ley disponible sugiero:
http://www.jus.gob.ar/media/3108867/ley_26743_identidad_de_genero.pdf
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
sólo a un sector de la sociedad o que lo jerarquiza frente
a otros igual de necesitados, volviendo a poner en riesgo
de vida a estos segundos. Pienso que, deberíamos enton-
ces seguir haciéndonos algunas preguntas: ¿tiene sentido
jerarquizar a una identidad por sobre las otras a la hora
de pensar Derechos Humanos? Una forma de jerarquiza-
ción, que ahora es sostenida por quienes han sido sujetxs
de infinidad de opresiones, ¿es menos opresiva por ello?
(es decir, una forma de demanda “de las mujeres cis”, que
históricamente han sido sujetas de opresión, ¿es menos
reproductora de opresiones por ser ellas el sujeto de enun-
ciación?), ¿es esta forma de jerarquización propia de mo-
vimientos sociales y políticos como lo son los feminismos
o esta demanda de jerarquización lo es sólo de algunos
sectores en particular de esos feminismos? ¿Qué rol jue-
ga ahí el Estado? Estas son sólo algunas de las preguntas
que habito y que comparto con compañerxs/compañeras/
compañeros en diferentes espacios de militancia, reflexión
y producción. Quizás entre todxs, podamos aportar algo
para garantizar derechos y accesibilidad a todxs.
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Ese Montenegro
y muchas veces se pone en duda “la validez” de los datos
generados o se minimiza la importancia de los mismos
por no ser yo una persona que cuente con título univer-
sitario o superior. Aunque de fondo, entiendo, opera la
violencia epistémica y también el transodio en muchos de
esos discursos, quiero brindar esta aclaración. Un ejemplo
que me quedó grabado a fuego sobre estas experiencias
de compartir parte de este trabajo en diferentes espacios,
fue en la presentación de este ensayo en las “XIV Jorna-
das de historia de las mujeres 2019 y el IX Congreso Ibe-
roamericano de Estudios de Géneros”, en una mesa de-
nominada: “Masculinidades: (re) definiciones y apuestas
entre la academia y el activismo”9. En dicha ocasión me
encontraba exponiendo con otras tres personas: un varón
heterocis, un varón cis homosexual y una lesbiana masculi-
na10. Todxs presentaron sus trabajos con anterioridad a mí.
Todxs, de una forma u otra, pudieron exponer sus afirma-
ciones alrededor de las masculinidades en diálogo con los
feminismos. Al terminar la ronda de presentaciones de los
trabajos, a la única persona a la que se le preguntó cómo
había construido el dato, fue a mí. Lo hizo una persona que
había sido parte de las exposiciones en las audiencias pú-
blicas por el aborto y que le parecía incorrecto que en mi
estadística la hubiera contabilizado entre las personas con
carrera de grado que habían expuesto dado que ella, ade-
más de socióloga, era militante y asumió que su formación
profesional no tenía incidencia alguna a la hora de ir ella en
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
representación de su organización. Honestamente, fue una
situación bastante hostil, no sólo porque intentaba invali-
dar mis afirmaciones alrededor del cisexismo (siendo ella
una persona cis) sino porque además negaba que su acceso
a la formación profesional opera como un factor de peso a
la hora de tomar la palabra en representación de otrxs, en
especial, ante el Estado. Esto no es sólo una simple aprecia-
ción mía, lo indican también los datos tomados alrededor
de dichas audiencias donde al leerse el currículum vitae
que lxs expositorxs debían presentar en las Cámaras de
Diputadxs y Senadorxs antes de hacer sus intervenciones,
más del 87% de lxs expositorxs contaban, efectivamente,
con (al menos) un título de grado. Tema que retomaré más
adelante pero que ante los hechos se vuelve inapelable: el
acceso a la educación superior opera como un “otorgador
de legitimidad” ante nuestras propias organizaciones y el
Estado. Y continuar negándolo es seguir abonando a esa
violencia epistémica que pretendo poner en tensión o ha-
cer más visible.
Vale, además, preguntarnos, cómo se otorga “veracidad”
a un trabajo de estas características. Pues las respuestas
pueden ser múltiples. Las diferentes ciencias han formali-
zado/impuesto diferentes métodos o dispositivos que ha-
cen inteligibles y verdaderos desde su propio paradigma, la
construcción de un dato, una teoría, etc. En principio siem-
pre declaro que este no pretende, ni pretendió jamás, ser
un trabajo que adhierese a esos cánones. Primero porque
me ha sido inviable el acceso a un título de grado, esto se
dio de tal forma por diferentes cuestiones, que no vienen
al caso, pero genera siempre una resistencia, generalmente
por parte de quienes se sienten “señaladxs” por los datos
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Ese Montenegro
que comparto. Especialmente por quienes sí accedieron a
carreras de grado y miden desde ese discurso los aportes
que otrxs hacemos desde nuestras experiencias.
Segundo, si bien en los últimos años se viene intentando
un diálogo más honesto entre los activismos y la academia,
objetivamente genera mucha resistencia que comunidades
como la trans —comunidad sistemáticamente excluida de
la academia al día de hoy— den el salto de ser “el objeto de
estudio” de investigaciones llevadas adelante por personas
cis, para convertirse en unx sujetx capaz de producir cono-
cimiento. No se nos garantiza el acceso y permanencia en
la academia, pero se nos exige que produzcamos saberes
que se condigan con sus paradigmas, siempre colonizantes,
plausibles de ser validados por sus propias reglas de juego.
¿Irónico? No, es una forma más de sostenimiento del sta-
tus-quo. Imponer como inapelables esos paradigmas/siste-
mas de legitimación, garantiza que, en cierta medida, sólo
algunas voces se habiliten y eso conlleva un reconocimiento
simbólico y muchas veces material, que refuerza las diferen-
cias de clase/acceso entre quienes hablan (investigadorxs) y
quienes son descritos (investigadxs). Defender el status-quo
no es privativo sólo de aquellxs que teniendo capital econó-
mico y cultural defienden la clandestinidad del aborto pero
abortan en clínicas de lujo. El sostenimiento del status-quo
se pone en juego también al decir quiénes pueden pensar y
quiénes deben/mos ser pensadxs por quienes pueden pen-
sar. Y esto, sucede también entre “propixs” y no sólo entre
“ajenxs”.
Tercero, porque se disputa también la hegemonía de
ciertos saberes legitimados que se emplean para invalidar
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
las experiencias y necesidades de algunxs sujetxs, en este
caso lxs sujetxs de la clandestinidad. Activistas, pensador-
xs, artistas, legisladorxs, ministrxs, etc. pudieron tomar la
palabra y responder desde la especificidad de sus saberes
a la pregunta (pongo este ejemplo porque fue uno de los
más recurrentes): “¿cuándo comienza la vida?”. Y esa pre-
gunta se respondió de forma muy variada y desde diferen-
tes cosmovisiones: jurídica, médica, bioquímica, religiosa,
militante, feminista, etc. Y muchas veces, se explicitó que
cualquiera y/o todos los paradigmas que organizan nues-
tros pensamientos/conocimientos, son políticos. Entonces,
demandarle a viva voz esa misma rigurosidad científica a
un colectivo que no accede, generalmente, a la producción
científica es también un acto político. Yo escribo desde mi
experiencia como militante. Y en esto va mi sinceridad polí-
tica e intelectual. Que es prácticamente, todo el capital que
tengo.
Cuarto, porque escribo desde una experiencia —mi iden-
tidad de género y mi militancia— que es situada y que lejos
de intentar dar una conclusión acabada o totalizadora de
lo que implica el cisexismo en el debate por el aborto para
toda la comunidad trans, habla por mí y mis intercambios
con mis pares. Es políticamente indeseable e incorrecto
seguir planteando que cada estudio, ensayo, escrito etc.
formulado por una persona trans, propone una caracteri-
zación de la totalidad de la comunidad que comparte ese
rasgo identitario, alrededor de un tema en particular. En
este sentido, coincido con lo postulado por Blas Radi: “El
llamado a situarse unx mismx en la investigación es una
invocación feminista que supone un cuestionamiento a
la pretensión de conocimiento desde el “punto de vis-
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Ese Montenegro
ta de Dios”, ligado a la retórica clásica de la objetividad
científica. El conocimiento situado es un conocimiento
que se erige por oposición a este enfoque que —para
decirlo con Haraway— “míticamente inscribe todos los
cuerpos marcados que fabrica la categoría no marcada
que reclama el poder de ver y no ser vista, de represen-
tar y evitar la representación” (Haraway 1995:324). Con-
tra esta visión conquistadora que presenta sus media-
ciones como transparentes, la visión situada, encarnada
y parcial ofrece una perspectiva que no promete ni aspi-
ra a la trascendencia, ni a abarcarlo todo desde ningún
lugar, sino que asume la responsabilidad de explicitar
sus propias coordenadas”11.
De todas formas y para apaciguar las ansiedades ajenas,
quiero dejar explicitado cómo es que produje estos da-
tos. El análisis que realicé se desprende de un trabajo de
construcción de datos cuantitativos y cualitativos, que dan
por resultado una serie de datos estadísticos. Los mismos
fueron analizados a la luz de nuestras experiencias como
miembro de una comunidad determinada. Inicialmente
este trabajo se produjo en paralelo a las audiencias públi-
cas por el derecho al aborto en las Cámaras de Diputadxs y
Senadorxs de la Nación entre abril y julio de 2018. Recopilé
datos de 847 ponencias, de las cuales 704 fueron en la Cá-
mara baja y 143 fueron en la Cámara alta12.
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Sistematicé la información clasificando a lxs expocito
rxs por: profesión/ocupación, institución u organización a
la que representaba, género, si ocupó o no un cargo en la
administración pública/funciones públicas y, entre quienes
se presentaban como profesionales, a qué disciplina per-
tenecían. Si hacen referencia a la persona por nacer/niñx/
feto/embrión, a quién/es nombra/reconoce como sujetxs
del derecho en disputa, si plantea la relevancia de cuestio-
nes religiosas o metafísicas vinculadas al tema, si plantea
una posición a favor o en contra del derecho al aborto. Así
a partir de estos datos, avancé con un análisis comparativo
respecto de representación ciudadana, posturas, privile-
gios y legitimación de saberes, entre otros.
En este sentido, quiero afirmar/me/les que no planteo
una objetividad o una neutralidad a la hora de cruzar estas
variables de análisis. Como dije al principio, me atraviesan
una serie de subjetividades propias de mi quehacer como
militante, otras intrínsecas a mi clase, a mi identidad de
género, a mis prácticas sexo-afectivas, a mis adherencias
político-partidarias, a mi edad, a mi acceso económico, a
mi capital cultural, erótico, emocional, etc. Y no voy a re-
nunciar a ellos para que se validen o legitimen mis posicio-
nes alrededor del cisexismo y lo que podemos pensar como
justicia epistémica, posiciones nacidas de mi experiencia
compartida con otrxs. Esto no es una verdad acabada, ni una
nueva vara con la cual medirnos los activismos, las decons-
trucciones o los feminismos; intenta ser simplemente una
invitación a reflexionar sobre nuestras prácticas, especial-
mente, a la hora pensar, producir y monitorear los Derechos
Humanos y la Justicia Social que se construyen en diálogo
con el Estado, desde nuestras formas de organización de
32
Ese Montenegro
base e incluso dentro de los ámbitos institucionales-guber-
namentales.
33
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
res, desde muy tempranas edades, de nuestra comunidad.
Y, para volver al caso de análisis, en la forma en la que se
conforman los cuerpos representativos de los estados o
incluso en aquello que el Estado reconoce como “ciudada-
nía”, entre muchos otros ejemplos.
El término cisexismo es a la vez desconocido por muchos
activismos/militancias, como también es negado por mu-
chos otros que, conociéndolo, lo desacreditan. Negado por-
que deriva del término cis, que como dije al definirlo, es un
término acuñado por la comunidad trans para nombrar a
aquellas personas que no son trans, en una suerte de res-
puesta a “la normalidad” cis que nos ha nombrado trans
(una de las significaciones de trans, empleado por las per-
sonas cis, quiere decir “del otro lado” y se retoma del ám-
bito de la biología). Entonces, este término recuperado por
la comunidad trans, denota que el uso de la marca identi-
ficatoria “cis” ha venido a responder dentro de las mismas
lógicas: “Cis, todo lo que no es trans”. Y también porque
con estas propuestas conceptuales y políticas, podemos
poner de manifiesto, entre otras cosas, que el sexismo —y
sus derivas— no es sólo patrimonio de los varones cis y
que puede encarnar otras formas además de la ya conoci-
da asimetría entre varones cis/mujeres cis, que producen
también otras desigualdades.
Entre otras formas de pensarlo, Mauro Cabral Grinspan,
propone en un artículo de su autoría: “…hay algo pode-
roso y transformador en animarse a encarnar lenguajes
minoritarios, esos que dan cuenta de las relaciones de
poder que nos atraviesan, nos distinguen y jerarquizan.
Esos lenguajes, imperfectos e injustos como todos, dan
cuenta, como pueden, de estados del mundo -de los que,
de tal o cual manera, somos parte desigual y necesaria-.
La distinción trans/cis es uno de esos lenguajes. Ope-
ra distinguiendo dos modos posibles de existencia en-
34
Ese Montenegro
tre otros (por ejemplo, intersex), y el modo diferencial
en el que se articulan en economías de privilegio. Del
mismo modo en el que identificarte o ser identificado
como hombre no te convierte en cómplice inmediato
del patriarcado, ser cis o ser llamad* cis no te convierte
en cómplice automático del cisexismo, pero, al igual que
ocurre con “hombre”, “cis” es un llamado a desmontar
los privilegios que le vienen asociados a un modo parti-
cular de existencia”15. Mauro invita a desandar esa práctica
y para ello es necesario no leer estas categorías en términos
de ataque o señalamiento, sino que con ellas se hace posi-
ble representar cuáles son los privilegios que vienen aso-
ciados a determinadas identidades. En este mismo sentido
entiendo que cuando la jerarquización de las identidades
y experiencias cis/trans sucede al calor de un movimiento
que busca ser emancipatorio, ya que así se me configura el
feminismo, esta práctica es doblemente peligrosa. Por un
lado, porque reproduce el aparato que invisibiliza a las iden-
tidades trans ya que las excluye al presentar la lucha por el
aborto como una lucha de y por las mujeres cis, y por otro
porque al poner en duda la legitimidad de las experiencias
identitarias de las personas trans se perpetúan las múlti-
ples sujeciones16 que operan en nuestros recorridos y que
se hacen presentes, por ejemplo, a la hora de solicitar un
aborto, peor aún si es un contexto de clandestinidad.
35
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Datos duros (o prácicas duras) que a la vez
re/producen a lxs sujetxs del derecho
36
Ese Montenegro
do por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Le-
gal, Seguro y Gratuito19, que fue tratado inicialmente por la
Cámaras de Diputadxs sufrió, entre un cuerpo legislativo y
el otro —previo a la primera votación en la Cámara Baja—
una serie de modificaciones que dan cuenta de las tensio-
nes suscitadas a partir del proyecto original. Las principa-
les modificaciones fueron alrededor del límite de los plazos
gestacionales para acceder al aborto, las minoridades y su
representación legal a la hora de acceder a un aborto (es
decir, cuáles son las restricciones y/o requisitos de acuerdo
a la edad de unx solicitante de esta práctica), la posibilidad
o no de plantear la objeción de conciencia por parte de lxs
profesionales y de las instituciones de salud y quiénes se
enunciaban en el cuerpo del proyecto de ley como lxs suje-
txs del derecho en cuestión.
Si bien no me dedicaré a profundizar sobre los contenidos
de este proyecto de ley en mi trabajo, de estas modificacio-
nes me interesa poner particular atención en aquella que
refiere a lxs sujetxs de derecho que no son cis mujeres, ya
que considero que su omisión o enunciación es también
una expresión de las prácticas que operan nocivamente
—o no— sobre las personas trans. La última versión del
proyecto20 presentada ese año, consensuada en Diputadxs
ña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, recomiendo:
https://www.hcdn.gob.ar/prensa/PDF/Proyecto_de_ley_interrupcixn_volun-
taria_del_embarazo.pdf
19 Organización que en su página web se define como: “Hace déca-
das, feministas venimos poniendo en debate el tema del aborto y las conse-
cuencias de su status legal actual para la vida y la salud de las mujeres. La
Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, Seguro y Gratuito es una
amplia y diversa alianza federal, que articula y recupera parte de la historia
de las luchas desarrolladas en nuestro país en pos del derecho al aborto le-
gal, seguro y gratuito”.
20 El Proyecto discutido por legisladorxs en 2018 se encuentra dispo-
37
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
y presentada en la Cámara de Senadorxs, contiene enun-
ciados tales como:
“…toda mujer o persona con capacidad gestar…”
“…Esta ley garantiza a toda mujer o persona gestante…”
“…debiendo garantizarse a la mujer o persona gestante la
utilización de la mejor práctica disponibles según las reco-
mendaciones de la OMS…”
38
Ese Montenegro
dicho, no resulta ajena a los feminismos —porque la lu-
cha por el derecho al aborto legal es una lucha que his-
tóricamente han llevado adelante los feminismos en sus
diferentes formas de organización y porque la Campaña
Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito
se inscribe como parte de estos movimientos—. Entonces
para reforzar el concepto central de este trabajo y por lo
anteriormente descrito, diré que este tipo de práctica se
encuadra entre lo que denominamos cisexismo. Y en este
sentido sí me parece importante retomar el proyecto de
ley presentado por la Campaña Nacional por el Derecho al
Aborto Legal, Seguro y Gratuito y su tratamiento en el ám-
bito legislativo, para poner de manifiesto varias cuestiones
a menudo pasadas por alto.
El 5 de marzo de 2018, la Campaña ingresa por Mesa de
Entradas de la Cámara de Diputadxs, bajo el expediente
230-D-201822, su proyecto de ley, que fuera el que se tomara
como base para discutir luego en Diputadxs el derecho al
aborto. Este documento nombra como sujeto de derecho
únicamente a “la mujer” o “las mujeres”, en su fundamen-
tación y en absolutamente todos los artículos, a excepción
del Art. n° 10. donde afirma: “Quedan incluidos en los
derechos y beneficios comprendidos en la presente ley,
las personas con capacidad de gestar de acuerdo en lo
normada en la ley de identidad de género N°26.743”. Re-
legar a un artículo utilizado como “salvataje” o “comodín”
a todas las personas con capacidad de gestar que no son
mujeres cis, insistir en la utilización de los términos “mu-
jer” y “mujeres” sin más, haciendo una asociación biologi-
22 Texto completo del proyecto presentado por la Campaña Nacional
por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con sello de Mesa de En-
trada, fechado en 5 de marzo de 2018, disponible en: https://www.hcdn.gob.
ar/prensa/noticias/2018/noticias_0413.html
39
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
cista entre el género y el aparato reproductor, negando las
alianzas políticas que exceden al movimiento de mujeres
(hetero-cis), da cuenta de una gran mezquindad alrededor
de esta pelea colectiva por las autonomías. Aquí insistiré,
además, con que las conocidas “políticas de inclusión” —
suponiendo que fueran estas las intenciones— no hacen
otra cosa que forzar la adscripción de sujetxs y/o colecti-
vos subalternizados a ciertas normas e identidades hege-
mónicas, dejando a estos colectivos en posición casi “acce-
soria” de quien incluye.
Este proyecto es modificado, como dije anteriormente,
en instancias de debate en la Cámara Baja para su vota-
ción y una vez sancionado, con las modificaciones hecha23,
se pasa a la Cámara Alta para su tratamiento. El proyecto
votado en la Cámara de Diputadxs nombra en casi su to-
talidad a mujeres y personas gestantes para referir a lxs
sujetxs del derecho. Sin embargo el “Título III”, artículo 19,
vuelve a nombrar únicamente a las mujeres como sujetas
del derecho al aborto. El párrafo en cuestión dice que: “…
deberán además capacitar en perspectiva de género a
todos/as los/las profesionales y personal de la salud a
fin de brindar una atención, contención y seguimiento
adecuados a las mujeres que deseen realizar una inte-
rrupción voluntaria del embarazo en los términos de la
presente ley”. ¿Será que la perspectiva de género es exclu-
sivamente la perspectiva de las (cis) mujeres?
40
Ese Montenegro
Ambos proyectos de ley, el presentado inicialmente por
la Campaña como el que se aprueba en Diputadxs, tienen
una serie de omisiones, errores y equivalencias que afec-
tan negativamente a todxs quienes, teniendo capacidad
de gestar y de abortar, no somos mujeres cis. Respecto del
proyecto de la Campaña, presentado en 2018, diré que for-
mula la mención de la ley 26.743 casi porque no hacerlo se-
ría violatorio de la Ley de Identidad de Género e implicaría
una incongruencia formal —lo que implicaría su rechazo
inmediato— a las leyes vigentes en el territorio nacional,
pero esto no salva el borramiento explícito de todas las
identidades con capacidad de gestar que no somos muje-
res cis. A la vez que asume que todas las mujeres tienen ca-
pacidad de gestar, cosa que no es real, ya que hay mujeres
cisexuales que no tienen dicha capacidad y también hay
mujeres trans que tampoco gestan.
Desoyendo las críticas principalmente provenientes del
activismo LGBTIQ+, y especialmente los activismos trans-
masculinos, el proyecto presentado en 2019 por la Campa-
ña y que es el que proponen en el 2020, dice en su artículo
3: “Las expresiones “mujer u otras identidades con capa-
cidad de gestar” y “mujer o persona gestante” son equi-
valentes.” ¿Realmente alguien puede afirmar que hay una
equivalencia entre ser una mujer cis y una masculinidad
trans? ¿Son nuestras condiciones de vida equivalentes? O,
simplemente, están diciendo de forma solapada que tener
capacidad de gestar, desde su posición política —biologi-
cista y esencialista— es lo mismo que ser una mujer cis,
negando toda posibilidad de ser un varón trans o cualquier
otra identidad que no se inscriba en la categoría mujer
pero pueda abortar. Cualquiera de estas cuestiones ter-
41
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
minan siendo sumamente graves y dañinas para nuestro
colectivo.
42
Ese Montenegro
tada con, por dar sólo un ejemplo, más de 300 varones cis
(que nunca, a no ser que alguna vez los desarrollos tecno-
lógicos así lo permitan, requerirán acceso a este derecho)
que expusieron en ambas cámaras. Y, para ser más gráfico,
nótese los 70 varones cisgénero, que expusieron en la Cá-
mara de Senadorxs, frente a ningún varón trans citado a
exponer en esa instancia.
Como podemos observar en el cuadro a continuación, del
total de las exposiciones en ambas cámaras, el 99,53% fue-
ron de personas cisgénero. Es decir, sólo el 0,47% fueron
ponencias de personas trans o travestis, entre quienes sólo
la mitad de ellxs, es decir dos expositores, son personas
que pudieran requerir un aborto: varones trans o mascu-
linidades trans, es decir, personas directamente afectadas
por la clandestinidad del aborto. Como he mencionado to-
das las personas trans y travestis que expusieron lo hicie-
ron únicamente en la Cámara Baja. Otra cuestión que cabe
señalar es que todxs lxs expositores trans y travestis que
participaron de las audiencias públicas se pronunciaron a
favor de la legalización del aborto. Esto pone en relieve, en-
tre otras cuestiones, la histórica defensa de la autonomía
corporal que estos colectivos, junto al colectivo LBGTIQ+ y
buena parte de los feminismos, ponen como derecho in-
claudicable.
43
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Cuadro 1: Representaciones según los géneros
44
Ese Montenegro
Universidad Nacional de La Plata, que en su intervención
expresa que expone en representación de la Asociación ci-
vil OTRANS29 Argentina y de la Convocatoria Federal Trans
y Travesti de Argentina30. Y por último, el día 17 de mayo
de 2018, expone Blas Radi31 profesor de filosofía de la Uni-
versidad de Buenos Aires, becario doctoral del CONICET,
docente en la cátedra de Gnoseología y Filosofía Feminista
(Departamento de Filosofía, Universidad de Buenos Aires),
co-coordinador de la Cátedra Libre de Estudios Trans* y ac-
tivista por los Derechos Humanos32.
Tanto la exposición de Claudia Vázquez Haro como la de
Florencia de la V, no hacen mención a otrxs sujetxs del de-
recho en discusión que no sean las mujeres (cis). Florencia
de la V, expuso su vivencia respecto de la clandestinidad
del aborto, como la causa que produjera la muerte de su
madre. Relató sobre el ocultamiento que durante años vivó
en su familia sobre la razón que produjo el fallecimiento de
su madre. Por su parte la activista trans/travesti Claudia
Vázquez Haro entabla un paralelismo, muy certero en mi
45
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
opinión, entre el daño que producía la clandestinidad de
las identidades travestis y trans, previo a la sanción de la
Ley de Identidad de Género y la modificación que produjo
la sanción de dicha ley a la calidad de vida y, en especial,
en el acceso a la salud en un sentido integral para perso-
nas trans, en comparación con la práctica clandestina del
aborto.
Si bien el aporte de Claudia es sumamente valioso, no
deja de sorprender cómo siendo ella una activista y teórica
trans/travesti, elude (ya que no lo menciona en sus siete
minutos de intervención) la existencia de varones trans u
otras identidades que nos sean mujeres cis, como sujetxs
del derecho. La omisión de otrxs sujetxs distintxs a las mu-
jeres cis es notoria también cuando, por ejemplo, la Secre-
taria General de la FALGBT33, activista, ex legisladora y ac-
tual titular del Instituto Contra la Discriminación de Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, María Rachid, en su ponencia
realizada el 12 de abril de 201834, en ningún momento men-
ciona a los varones trans o masculinidades trans como su-
jetos del derecho en disputa. En su exposición nombra a
las mujeres que abortan, varias veces, pero nunca nombra
a otras personas que abortamos y no somos mujeres cis,
como sujetxs de la lucha y el derecho al aborto.
46
Ese Montenegro
Hemos visto que el cisexismo no nos es ajeno incluso al
interior de los movimientos feministas y LGBTIQ+. Como
muchas otras formas de violencia que tenemos absolu-
tamente interiorizadas y naturalizadas, como pueden ser
el racismo, el clasismo, el sexismo, el capacitismo, la me-
ritocracia, etc. Tampoco lo es la violencia epistémica y es
también, como decía al principio, reconocer otras formas
de agenciamiento más allá de aquellas institucionalmente
y académicamente legitimadas, que tenemos lxs sujetxs.
Es poner en valor las múltiples experiencias y produccio-
nes de saberes que exceden a cualquier tipo de certifica-
ción, donde apuntamos a no colonizar esos saberes, a no
extraerlos de sus sujetxs para objetivarlos. A partir de es-
tos desplazamientos es que propongo un recorrido hacia la
búsqueda de una justicia epistémica.
Corrernos del uso y abuso de ciertos términos, puede ha-
bilitar y hacer lugar a otras formas de creatividad a la hora
de generar respuestas superadoras y disruptivas del orden
dado. En parte, como resultado de nuestras luchas, se han
vaciado los sentidos de algunas palabras que hemos visi-
bilizado, entre ellos el de violencia. Hoy todo se lee —o es
explicado desde— el uso de la violencia y se lo traduce a
cientos de figuras judiciales y legales que impiden muchas
veces romper con binarios como “víctima/victimarix” e im-
posibilitan, al imponer lógicas de castigos individuales, la
reparación estructural que origina estas prácticas. Los len-
guajes judiciales y la búsqueda de punición muchas veces
impiden que podamos hacer una lectura comunitaria por
sobre una mirada individual alrededor de hechos que ade-
más de ser políticos son colectivos, como pueden ser las
prácticas alrededor de la producción de un saber y cómo
47
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
ese saber es alojado por sectores ajenos a las comunida-
des que los producen. Por lo tanto, propongo este despla-
zamiento —como quien transita de un lugar a otro— de
violencia a justicia, porque me parece más propositivo y
fructuoso.
Cuando demandamos o exigimos justicia epistémica,
no lo hacemos entendiendo que solamente a los varones
trans o a las transmasculinidades se nos impide participar
de la construcción de este tipo de leyes y de la vida ciuda-
dana que se cristaliza, por ejemplo, en la participación de
las audiencias públicas. Esto funciona sólo como un ejem-
plo más de una práctica estructural y sistemática y don-
de el impacto excede a la comunidad transmasculina. Lo
mismo podríamos analizar con muchas otras comunidades
que, al igual que nosotros, han sido excluidas en su espe-
cificidad, como pueden ser lxs trabajadorxs sexuales, las
comunidades afrodescendientes, las personas con discapa-
cidad o las comunidades de pueblos originarios; todas ellas
tienen mucho que decir desde sus experiencias y saberes
sobre cómo transitamos el aborto desde nuestras identi-
dades. Pero en los hechos sucede que cuando se jerarquiza,
por ejemplo, la palabra de “profesionales” o “expertxs” en
determinado tema por sobre las experiencias de quienes
somos usuarixs (y, por ende, quienes hemos aportado gran
parte del conocimiento que otrxs asumen como propio de
su pericia) se desestima la capacidad reflexiva y de transmi-
sión de saberes de quienes no poseen títulos habilitantes.
Lo que se sabe con respecto al aborto y la transmasculi-
nidad, se conoce porque fueron nuestras experiencias las
que generaron ese cúmulo de saberes. Los descubrimien-
48
Ese Montenegro
tos —pongo el siguiente caso a modo de ejemplo: que un
tratamiento hormonal con testosterona no funciona como
método anticonceptivo; este saber que al día de hoy no
todxs lxs profesionales de salud advierten a usuarios de
esta hormona y muchas veces, al dejar de menstruar, se
producen embarazos no deseados por carecer de esta in-
formación35— alrededor de ese tema devienen mayorita-
riamente de nuestras prácticas (y sus registros) y también
lo que no se dice, producto de la invisibilidad que se nos
impone. En este sentido, apelar a la justicia epistémica es
poner en valor las construcciones colectivas afirmando la
agencia epistémica de lxs sujetxs que la producimos, des-
plazándonos del lugar de objeto de estudio para ser suje-
txs productores y circuladores de un saber o de muchos
saberes, siendo por ello reconocidxs tanto en lo simbólico
como en lo material, lo cual muchas veces nos es negado.
49
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Volver a las fuentes:
Lo que no se nombra, no existe
50
Ese Montenegro
mara Alta, posterior a la modificación del proyecto de ley,
donde se incluyen como cité anteriormente expresiones
como: “…toda mujer u otras identidades con capacidad de
gestar…”, “…Esta ley garantiza a toda mujer o persona ges-
tante…”, el porcentaje de expositorxs que nombra a otrxs
sujetxs aumenta a un paupérrimo 18,18%. Arrojando en-
tre ambas cámaras un promedio de 16,65% que incluyen
a otras personas que no somos mujeres cis como sujetxs
de derecho. Dicho de otra manera, de las 847 ponencias
totales entre ambas Cámaras, sólo 141 de ellas nombraron
a otras identidades con capacidad de abortar como suje-
txs de derecho en debate. Es decir, que el 83,35% de las
exposiciones reconocen únicamente de las mujeres cis
como sujetas afectadas por la clandestinidad del aborto,
empujando a otras identidades a un borramiento, que ya
es sabido, afecta negativamente las condiciones de vida y
existencias.
De este desglose de datos se puede inferir que: no sólo
la ilegalidad del aborto produce una realidad objetiva que
afecta a todas las personas con capacidad de gestar y abor-
tar, sino que, además, dentro de esa grupalidad condena-
da a la clandestinidad hay una jerarquización que redobla
la opresión contra quienes ni siquiera somos enunciados
como sujetxs de un derecho. Los varones trans, las mascu-
linidades trans, somos sujetos de esta doble opresión. Esto
también se traduce, por ejemplo, en el borramiento (o no
registro) de nuestras identidades para acceder dentro del
sistema de salud, aun en las condiciones actuales previas a
la legalización del aborto, a esta práctica médica.
Es decir, ante esta invisibilización como sujetos que po-
demos necesitar un aborto, frente al dilema de requerir
51
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
esta atención en el sistema de salud, muchas veces nos
vemos obligados a recurrir en lo que podría ser entendi-
do como una “reducción de daños”. Si hoy requerimos una
Interrupción Legal del Embarazo —es decir, exigimos el
derecho a interrumpir el embarazo por los causales admi-
tidos legalmente desde la reforma del Código Penal Argen-
tino en 1921 en su artículo 8636, retomado luego por el fallo
F.A.L.37— muchas veces lo que hacemos, los varones trans y
otras personas no conformes al género impuesto al nacer
que podemos gestar, es ocultar o negar nuestra identidad
para ser asistidos sin ser vulnerados, o ser vulnerados en la
menor medida posible, por un sistema de salud y judicial
siempre expulsivo con nuestras identidades.
En otra línea que entiendo significativo señalar (porque
da cuenta de cuáles son los sectores de la sociedad donde
se vienen dando discusiones a mi criterio intentan ser su-
peradoras) es que de esta misma secuencia de datos des-
glosada en el cuadro 2, el 100% de las personas que nom-
bran a otrxs sujetxs del derecho al aborto, que no son sólo
mujeres cis, todas realizan su intervención en favor de la
legalización del aborto. Dicho de otra forma, de universo
total de personas que intervinieron a favor del derecho en
52
Ese Montenegro
disputa, 428 entre ambas cámaras, un tercio de ellas (141)
reconoció a otrxs sujetxs del derecho al aborto y, en con-
traposición, del total de las ponencias que se hicieron en
contra del derecho al aborto —que en total sumaron 419
entre ambas Cámaras—, ninguna nombró a otrxs sujetxs
que no fueran cis mujeres.
También me siento en la obligación de resaltar que, en
su mayoría, las masculinidades han representado al sector
que está en contra del derecho al aborto (a excepción de
las masculinidades trans, que en su totalidad se han mos-
trado a favor del mismo). El cuadro a continuación muestra
la participación y posicionamiento según género:
53
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
acceder a la palabra, es importante resaltar que del 100%
de las exposiciones a favor del aborto, casi el 76% fueron
mujeres cis y trans y el 24% fuimos varones trans y cis
entre ambas Cámaras. Es decir, como resultado de muchas
luchas históricas, entre quienes estamos a favor del aborto
se prioriza la voz de lxs sujetxs afectados al derecho, no
con equidad, pero sí de forma diferente a otros debates
donde el Estado ha discutido, por citar un ejemplo, “el
voto femenino”, sin considerar lo que tenían para decir
esos actores políticos y sociales, sujetas de un derecho en
disputa, al respecto. Por otro lado, también estos resultados
dan cuenta de que han sido los movimientos feministas y
LBGTIQ+ quienes han instalado en la agenda del Estado
la necesidad de discutir este derecho, por lo que, hay
un correlato entre quienes lo demandan y quienes son
representadxs en esas Audiencias Públicas, si bien, insisto,
no se admite así la participación de otras personas que
podemos gestar y no nos identificamos mujeres. Así, entre
ambas Cámaras intervinieron un total de 103 varones
(trans y cis) y 325 mujeres (trans y cis) a favor del aborto.
Por su parte, otro dato muy ejemplificador que sirve qui-
zás como una radiografía de los sectores en disputa en el
debate por el aborto, del otro lado de la discusión —del
100% lxs expositorxs que intervinieron en contra del dere-
cho al aborto— el 52,5% fueron varones cis y el restante
47,5% fueron mujeres cis. Es decir, en esos sectores que
niegan el derecho a la autonomía de las personas con ca-
pacidad de gestar, además priorizan las voces de personas
que no son sujetos de la clandestinidad del aborto. Otro
dato que es hasta repudiable, es que en la Cámara de Se-
nadorxs, el sector opositor al derecho al aborto dio lugar
a la exposición de 48 varones cis, por sobre 24 exposicio-
54
Ese Montenegro
nes —es decir la mitad— de mujeres cis. Y en el dato total,
entre ambas cámaras, hablaron 220 varones cis, por sobre
199 mujeres cis.
55
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
tituciones a través de las cuales este se expresa y realiza,
como puede ser la escuela/educación formal), imponen una
serie de opresiones/sujeciones que se traducen en “ciuda-
danías degradas” en relación con las heterocisexuales. En
este sentido, un ejemplo muy claro a la fecha, es el ingreso,
sostenimiento y finalización en los estudios medios y supe-
riores, incluso en el sistema público de educación formal,
el cual sigue siendo casi inaccesible a las comunidades tra-
vestis y trans en nuestro territorio. Esto lo podemos ver
con mayor claridad en los escasos datos generados por el
mismo Estado, alrededor de la accesibilidad, permanencia
y finalización de los estudios de la comunidad trans.
Uno de los informes de los que me sirvo para afirmar esto,
más allá de mis apreciaciones y experiencias como militan-
te, es el que surge de la “Primera Encuesta Sobre Población
Trans 2012: Travestis, Transexuales, Transgéneros y Hom-
bres Trans”39. Este es un informe técnico realizado por el
INDEC40, en acuerdo con el INADI41 con el apoyo de orga-
nizaciones de personas travestis y trans del Municipio de
La Matanza, donde se realizó la prueba piloto del mismo
entre el 18 y el 29 de junio 2012 y fuera publicado en sep-
tiembre del mismo año. En dicho estudio, donde se censó a
un total de 209 personas del colectivo travesti y trans nos
encontramos con que: el 0,5% no había accedido a ninguna
forma de instrucción, el 15%3 había ingresado a la escuela
primaria, pero no la habían podido terminar, el 30,1% logró
39 Informe disponible en: http://www.trabajo.gov.ar/downloads/diver-
sidadsexual/Argentina_Primera_Encuesta_sobre_Poblacion_Trans_2012.pdf
40 INDEC: Instituto Nacional de Estadística y Censos. Sitio oficial: ht-
tps://www.indec.gob.ar/
41 INADI: Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y
el Racismo. Sitio oficial: https://www.argentina.gob.ar/inadi
56
Ese Montenegro
completar la instrucción primaria, el 34% de lxs encuesta-
dxs no tenía sus estudios secundarios completos, apenas
el 14,8% había logrado terminar el secundario, el 3,3% ha-
bía iniciado un estudio superior (terciario o universitario)
y sólo el 1,9% de la población total había terminado una
carrera terciaria o universitaria. Asimismo, según el infor-
me “Situación de los derechos humanos de las personas
travestis y trans en la Argentina”42 de octubre de 2016, ele-
vado por la CEDAW43 al Estado Argentino, en nuestro país:
“(…) entre la población trans mayor de 18 años, 6 de
cada 10 mujeres y 7 de cada 10 hombres habían aban-
donado la escuela en el nivel secundario a causa de la
discriminación. Solo un 32,6% de las personas trans rele-
vadas mayores de 18 años habían completado la escuela
secundaria”44.
Es útil retomar esta información para problematizar de
hecho que, en lo que respecta a acceso al debate a las Au-
diencias Públicas que analizo, el 87% del total de las ponen-
cias entre ambas cámaras, fueron realizadas por personas
que se presentan como profesionales de diferentes discipli-
nas y ramas de las ciencias, principalmente de las ciencias
jurídicas (29%) o del arco de la medicina (31%), como puede
observarse en los números presentados a continuación.
57
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Cuadro 4: ¿El acceso a la educación funciona como una barrera?
58
Ese Montenegro
desde 2012, —según el informe citado de la CEDAW— me-
nos del 33% de la población travesti/trans en Argentina,
concluye sus estudios secundarios y menos del 2% logra
terminar alguna carrera de grado o de estudios superio-
res. De esta forma, podemos relacionar rápidamente cómo
se perpetúa la imposibilidad de alojar las experiencias y
saberes de la comunidad travesti y trans como una parte
significativa y legítima de nuestras ciudadanías, cuando los
saberes preponderados siguen siendo los académicamen-
te legitimados.
Aunque entiendo que este factor/limitación no afecta
única o exclusivamente a personas del colectivo travesti y
trans, en el caso de esta comunidad se vuelve significativo
porque según el mismo informe citado, que repongo de
2016 de la CEDAW, se expresa: “Si bien en los últimos años
se han mejorado los indicadores sobre el nivel educati-
vo alcanzado, el último censo oficial realizado en 2010
la población argentina que ha completado la educación
formal obligatoria (finalizado la secundaria o la escuela
básica) es del 62,6%” pero en el caso de personas trans y
travestis se reduce drásticamente a la mitad. Por lo que,
si bien no se plantea como requisito a priori, para ser par-
te de las discusiones por el aborto, es evidente que opera
como caracterización validante tener título de grado, sino
deberíamos preguntarnos: ¿cómo se explica que sólo el
13% de lxs expositorxs en las 847 ponencias no contara al
momento de exponer con —al menos— un título de gra-
do? Remarcando con ello el carácter clasista del Estado y
sus dispositivos de “validación” de ciudadanías admisibles
a la hora de participar de las Audiencias Públicas para la
construcción de saberes alrededor del aborto. Sobre esto
59
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
mismo, también vale decir, que entre lxs expositorxs tra-
vestis/trans que participaron de las audiencias, como seña-
lé, dos de ellxs cuentan con carrera de grado, siendo una de
ellas Claudia Vázquez Haro y el otro Blas Radi.
60
Ese Montenegro
“...de eso nadie habla”. Mas sabemos que hay una dife-
rencia entre no hablar de algún tema y hablar y no ser oí-
dos. El desoimiento o la negación de nuestras luchas tie-
ne que ver, también, con la falsa idea de que la lucha por
la autonomía corporal es una lucha de género —al que
habitualmente recortan sólo como femenino— invisibi-
lizando las luchas que los movimientos LGBTIQ+ venimos
dando por iguales motivos. Género y sexualidad no son
temáticas exclusivas de los heterocis-feminismos. Género
y sexualidad son también experiencias situadas, regidas
por los territorios y las legislaciones o normatividades al-
rededor de los mismos. Si hay movimientos que hemos
dado discusiones alrededor de esos ejes, somos los movi-
mientos LGBTIQ+. Lejos de ser una muestra acabada, por-
que entiendo que lo dicho, investigado y producido por
las comunidades trans locales sobre aborto y cisexismo
es mucho más que lo que recorto aquí, traigo algunas ci-
tas, que sirvan quizás para desmantelar el borramiento
que de nosotros hacen en ese debate.
El día 8 de agosto de 2018, cuando las calles se colmaban
de lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, el Frente de
Trans Masculinidades45 era invitado a la carpa “Diana Sa-
cayán”, una carpa montada en los alrededores de la Plaza
del Congreso, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por
la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Se-
45 El Frente de Masculinidades Trans fue un colectivo de masculini-
dades trans, como su nombre lo indica, que mantuvo encuentros, reflexiones
y actividades muy diversas durante aproximadamente dos años principal-
mente en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, entre 2017 y 2019. Una de
las actividades que desarrollaron, fue leer en la plaza de Congreso, el 8 de
Agosto de 2018, mientras se debatía en Senadorxs el derecho al aborto, este
texto que retomo de su página en Facebook: https://www.facebook.com/
Frente-de-Trans-Masculinidades-204060817045461
61
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
guro y Gratuito, donde se realizaban diversas actividades
mientras que en el Congreso sucedía el debate legislativo y
tratamiento del proyecto por la legalización del aborto. En
esa ocasión, los miembros de dicho frente leyeron un texto
del que retomo algunas partes:
62
Ese Montenegro
gestar”. No hay nada de malo en la frase “personas con ca-
pacidad de gestar”, pero resulta que a las mujeres sí las con-
sideran un sujeto que merece ser nombrado, mientras que
a nosotros/xs (y a todas las otras comunidades de no-mu-
jeres que abortan) nos reducen a cuerpos o a “personas”
no-identificadas. Parece que molesta reconocer la realidad
de que hay varones y personas masculinas que abortan.
Volviendo a la expresión “cuerpos gestantes”, sostenemos
que nos borra a las personas trans masculinas como suje-
to político. En primer lugar, borra el hecho de que somos
un colectivo políticamente organizado, y no cuerpos o in-
dividuos sueltos.(…) Considerarnos sólo en tanto “cuerpos”
borra toda la historia de pensamiento y acción de los movi-
mientos trans y travestis con respecto a la autonomía cor-
poral. (…)
La Ley de Identidad de Género argentina, que fue militada
por el movimiento trans y aprobada en 2012, fue una con-
quista radical en torno a la autonomía corporal. De manera
similar a como pasa hasta ahora con los abortos, las perso-
nas trans hemos intervenido nuestros cuerpos desde antes
de que fuera legal hacerlo. (…)
(…)La ley [refiriéndose a la Ley de Identidad de Género] ni si-
quiera habla de personas trans sino de “toda persona” que
quiera hacer uso de los derechos que establece. Es decir
que se puede legislar para todas las personas, de manera
expansiva, sin que ello constituya una pérdida política para
ninguno de los colectivos oprimidos que militan una ley.
Esto nos recuerda también a la Ley de Fertilización Asistida,
militada en gran parte por lesbianas, que también se refie-
re a “toda persona…” y que tampoco exige la patologización
para acceder a los servicios que legisla.
Para resumir, entonces, sostenemos que el aborto no es
una cuestión aislada sino que se enmarca en una disputa
mucho más amplia por la autonomía corporal y por las li-
bertades sexuales. En este sentido, es una lucha a la cual
podemos aportar no sólo los “cuerpos gestantes”, sino toda
63
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
una serie de movimientos que pugnan por la despatologi-
zación de la diversidad corporal, que luchan por las liberta-
des sexuales, reproductivas y no reproductivas.”
Ya en marzo de 2011 el activista trans e intersex, Mauro
Cabral Grinspan, venía —desde hacía muchos años— traba-
jando y recopilando datos sobre hombres trans que gestan
y por ende, podemos deducir, también tienen capacidad de
abortar. En 2011, es decir, cuando aún no se había siquiera
sancionado la Ley de Identidad de Género, este historiador
cordobés, escribía en las páginas del Suplemento Soy, de
Página 12:
64
Ese Montenegro
zación parece significar una ruptura definitiva con el sta-
tus de “paciente”, lo que es decir: puesto que encarnar ca-
racterísticas sexuales que varían del promedio y/o género
distinto al sexo que se asignó al nacer son patologías, eso
significa que ni las personas intersex ni las personas trans
podemos sufrir, aparentemente, patología alguna. Más
aún: cualquier intento de introducir y articular demandas
sanitarias concretas -se trate del VIH, del alcoholismo u
otras adicciones, del dolor crónico, de la depresión, de las
infecciones a repetición- se rechaza ad limine en nombre de
la lucha por la despatologización (porque, después de todo,
reconocer la enfermedad fogonea el estigma).
Esta versión de nuestra lucha se ha vuelto demasiado fre-
cuente en el abordaje sanitario institucional -como si la
única manera en la que las instituciones de salud pudieran
lidiar con nuestra existencia despatologizada fuera man-
darnos al destierro.
La asociación naturalizada y acrítica entre patologización y
estigma produce efectos aterradores, toda vez que quien
haga coming out de dolencias físicas o mentales será pa-
sible de que le imputen, sencillamente, lesa despatologi-
zación. La lucha por despatologizar las características se-
xuales intersex y las identidades y expresiones de género
trans, disidentes y no binarias es, también, una lucha con-
tra el estigma asociado a la enfermedad y nunca jamás
una lucha por estigmatizarla, ocultarla o negarla. Cuando
las personas trans y las personas intersex afirmamos que
ni nuestros cuerpos ni nuestras identidades y expresiones
de género son, en sí mismas, patologías no renunciamos,
bajo ningún punto de vista, a nuestro derecho a la salud, y a
nuestro derecho a disfrutarlo sin discriminación ni estigma
ni violencia”48.
En marzo de 2019, frente a una virulenta avanzada de los
65
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
movimientos feministas trans excluyentes en Argentina,
el investigador, becario doctoral del CONICET y activista
Francisco Fernández, realizó una entrevista para un pod-
cats del CONICET que se llama “Ciencia en tu vida”49, donde
trazaba una genealogía entre feminismos, movimientos
LGBT, planteando también las tensiones que hemos guar-
dado y cada tanto regresan, a veces en formas de pedido
de expulsión. Sobre esto, pero en especial sobre el aborto,
Francisco dice:
66
Ese Montenegro
las violencias parecidas que más o menos vivimos por estar
vinculadas todas estas violencias a cuestiones de género,
cuestiones de sexualidad, pero no se está tendiendo a ha-
blar de la agencia propia de las personas LBGT frente todas
esas desigualdades vinculadas al géneros, las sexualidades.
O sea, no se viene hablando de los movimientos lésbico,
gay, bisexual, travesti y trans. No se habla de todo el trabajo
intelectual y político de estos movimientos en torno al gé-
nero, a lo sexual, en torno a las relaciones sexo-afectivas. No
se plantean alianza ni diálogos entre los feminismos y es-
tos otros movimientos. De hecho se tiende a ignorar toda
la historia colectiva de estos movimientos LGBT cuando el
feminismo olvida que no es el único movimiento político
en torno al género o lo sexual, si bien es uno de los mo-
vimientos importantísimos, obviamente, en torno a estas
cuestiones, no es el único.
Es una pena porque todos estos movimientos, o sea el
feminista, el movimiento trans, el movimiento LGBT, tie-
nen un montonazo de cosas para aportarse mutuamente.
Por ejemplo, el movimiento trans y travesti tienen desde
hace décadas discusiones en torno a la autonomía cor-
poral, luchas políticas en torno al tema. En Argentina, en
particular, por ejemplo, tenemos una Ley de Identidad de
Género lograda por el movimiento trans y travesti que lo
que permite es intervenir el cuerpo sexuado, intervenir el
género legal, sin ninguna tutela médica ni estatal. De ahí
sería interesante, por ejemplo, sacar aportes para pensar
en profundizar los derechos vinculados a la autonomía cor-
poral que tienen que ver con la reproducción y con la no
reproducción. Sin embargo en las discusiones en torno al
aborto, en la medida que se incluyó a lo trans, se tendió a
incluir como “cuerpos gestantes” o “cuerpos con posibilidad
de gestar” que por lo tanto, también son afectados por la
falta de derechos no reproductivos y por lo tanto también
tienen que ser cuerpos alcanzados por esta ley pensando
en masculinidades trans. Pero no se incluyó al movimien-
to trans y travesti de manera muy amplia como uno de los
67
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
actores políticos que tenía aportes interesantes para hacer
en la lucha por el aborto en general.”
También el excandidato a Diputado por el Partido de lxs
Trabajadxs Socialistas en el Frente de Izquierda, Tomás
Máscolo ha investigado sobre aborto trans masculino en
Argentina. Como redactor también de “La Izquierda Diario”
ha publicado muchas notas alrededor de este tema. A la
vez que ha dado entrevistas a varios medios de comunica-
ción, porque además de ser un varón trans públicamente
reconocido, abortó clandestinamente en dos ocasiones.
Ambas en condiciones de absoluta clandestinidad. Tomás
dice en una entrevista para Página 1250:
68
Ese Montenegro
Educación Sexual y se capacitara a los docentes y hubiera
fondos y subsidios, sería un paliativo también. Por eso no
es solamente la consigna de aborto sino que se aplique la
ley para no llegar al aborto, que es una decisión en última
instancia. (…)
— ¿Los movimientos y organizaciones feministas incluyen
a los varones trans a la hora de pensar la ley de aborto?
— Fue toda una batalla política. Lo que me gustó del últi-
mo Pañuelazo fue que, cuando se decía “Aborto legal ya”
para mujeres, estuvieron contenidas dentro de las iden-
tidades, las masculinidades trans y los cuerpos gestantes
no binarios. Esto después de una batalla que dimos parti-
cularmente los hombres trans, pero también la diversidad
sexual. En los Encuentros Nacionales de Mujeres hay una
pelea histórica para que me dejen participar de los talle-
res de aborto. Incluso en su momento con Lohana Berkins y
Diana Sacayán, hemos batallado para estar en el Encuentro
porque una parte del feminismo fue bastante transfóbica.
El Partido Comunista Revolucionario, por ejemplo, que tie-
ne mayoría en la Comisión Organizadora. En las asambleas
de Ni Una Menos se han contemplado las voces trans y de la
diversidad sexual. Fue una batalla dentro de un sector opri-
mido que tiene que estar unido, como en Stonewall o como
los mineros en Inglaterra con el Pride. Las leyes permitie-
ron que en las escuelas se cuestione el binarismo. Si bien se
conquistó gran visibilidad, siempre digo que la igualdad de
la ley no es la de la vida. La paternidad de los hombres trans
es un tema tabú. En una mesa en la Campaña Nacional por
el Derecho al Aborto en 2014 le pregunté a un médico qué
haría si un hombre trans hormonizado tiene que abortar.
No es lo mismo, tiene otros parámetros médicos diferentes
a una mujer cis. El tipo se puso blanco. Hasta el día de hoy,
no conocí un médico que me pueda responder esa pregun-
ta. En Argentina hay gente muy capacitada en tratar a per-
sonas trans, pero no que puedan responder eso. En el grupo
de Facebook me contacto con gente trans que conoce mé-
dicos que no dan su nombre: hacen el tratamiento pero no
69
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
quieren dar una entrevista ni off the record.
En particular, también resulta vital a nuestras propias
memorias y a nuestra propia justicia, reponer las interven-
ciones en estas Audiencias Públicas por el aborto de los
únicos dos varones trans que participaron de este debate
en 2018, Blas Radi y Diego Watkins:
Intervención de Diego:
“Buenos días a todos y todas. Soy Diego, militante de ATT-
TA, Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de
Argentina. Primero quiero agradecer el espacio a la compa-
ñera y Diputada Silvia Horne. A la Diputada Araceli Ferreyra,
a la compañera Ornela Infante y a la compañera Analía Mas.
Estoy acá para contarles que soy un pibe trans, al momento
de mi nacimiento se me asignó el género femenino por te-
ner una vagina entre las piernas. Pero toda mi vida fui cons-
truyendo mi identidad a través de mis necesidades, sueños
y expresiones. Al empezar la adolescencia sentía hasta
como una obligación que a futuro debería tener unx hijx,
dos o tres. Porque para la sociedad era mujer y ser madre
era el rol apropiado aunque yo no lo deseara. A los 17 años
empecé la construcción de mi identidad de género como un
chico trans. Para la mirada propia, familiar y social, lo que
antes era un destino biológico, ahora parecía quedar fuera
de mis posibilidades vitales. Muy especialmente la posibili-
dad de gestar. En el proceso de transitar el género que elegí,
me encontré condicionado por los innumerables mandatos
sociales de lo que debe ser un hombre. Y tuve que cuestio-
nar todo eso que ahora se me negaba, porque tengo útero,
ovarios y vagina que sí quiero y deseo conservar.
Durante mucho tiempo se instaló la frase: “nací en un cuer-
po equivocado”, esto implicaba tener un falo, mutilar mi
vagina y extirparme las tetas. Y eliminar todo rastro de lo
que se considera femenino. Pero no era mi cuerpo el equi-
vocado, sino la sociedad que educa desde los estereotipos
70
Ese Montenegro
biológicos cisexistas, utilizando todos sus dispositivos. Las
grandes industrias de la belleza, la medicalización obliga-
da, las empresas farmacológicas que solo buscan que si-
gamos consumiendo y seamos explotadxs a su antojo. Los
cuerpos por fuera de la norma, quedan inexorablemente
condenados a la estigmatización, discriminación, violencia
y exterminio.
La misma sociedad que niega nuestra identidad masculina
por tener vagina, invisibiliza nuestras posibilidades repro-
ductivas y no reproductivas. Los hombres trans podemos
querer gestar. Los hombres trans podemos necesitar abor-
tar. Históricamente la heterosexualidad se presume obliga-
toria, por lo tanto resulta ilógico, inexplicable y hasta prohi-
bido que haya hombres que puedan quedar embarazados.
En algunos casos requerí la interrupción de esos embara-
zos. Muchos de nosotros somos víctimas de las llamadas
“violaciones correctivas” perpetradas por el patriarcado a
través de “sus hijos sanos” para regresarnos a lo que se con-
sidera “normal”. Para algunos sectores sociales, religiosos,
políticos y económicos, el hecho de tener un cuerpo perci-
bido como femenino no sólo implica la maternidad obliga-
toria, sino que además el adoctrinamiento cis-hetero-cleri-
cal pretenden normar los modos correctos de vivir nuestra
sexualidad, a quién amar y de qué forma. Al igual que las
mujeres cis, los pibes trans también morimos por abortar
en espacios clandestinos e inseguros, pero en nosotros esta
inseguridad es doble por la marginación de clase a la que
nos condenaron históricamente. La invisibilidad de nuestra
identidad nos ha empujado a un lugar sin representación
y sin voz por mucho tiempo. Recién en 2012 con la aproba-
ción de la Ley de Identidad de Género el Estado Argentino
reconoció nuestra existencia, por lo tanto todavía no hay
estadísticas oficiales sobre embarazos y abortos de varo-
nes trans.
La situación se agrava si tenemos en cuenta que, a pesar
de las leyes promulgadas, sigue siendo muy difícil recibir
la atención integral que necesitamos. Faltan estableci-
71
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
mientos y personal capacitado para realizar las cirugías y
los tratamientos de hormonización. La patologización y cri-
minalización muchas veces nos empujaron a practicarnos
nosotros mismos prácticas de modificación corporal o au-
tomedicarnos. Desde el 2006 nuestro país cuenta con una
ley de Educación Sexual Integral de avanzada, sin embargo
a lo largo de mi escolaridad, las dos únicas experiencias que
tuve sobre educación sexual fueron dadas por una empresa
de cosméticos y cuidados para bebés. Donde primero nos
dividieron entre “mujeres” y “varones”, durante las dos cla-
ses a “las mujeres” nos explicaron y nos brindaron toallitas
femeninas y a los pibes les contaron del desarrollo en la pu-
bertad y sobre el uso del preservativo, con lo cual muchas
personas quedamos por fuera de esta información. Prohi-
birnos o negarnos la posibilidad de decir lo que nos pasa o
de contar nuestras experiencias, también es reproducir y
contribuir con la opresión patriarcal, que pretende decirnos
qué debemos hacer con nuestros cuerpos.
El movimiento de mujeres, los diversos feminismos y el
movimiento de la diversidad sexual, no sólo colaboramos
y estamos unidxs por una política estratégica: Todas nues-
tras luchas son contra la misma opresión, la del patriarcado
heterocis-clerical. Por eso los pibes trans también estamos
acá. Para exigirles que se sancione una ley que garantice el
derecho al aborto seguro, gratuito y legal para todos, todas
y todes. Muchas gracias.”
Intervención de Blas:
“Buenos días. Es un honor para mí poder ser parte de este
proceso. Yo estoy a favor de la legalización del aborto y creo
que en lo que va del debate parlamentario muchos discur-
sos ofrecieron ya sólidos argumentos en respaldo de esta
postura. Y por eso lo que voy a hacer hoy acá no es ofrecer
más argumentos en favor de la ley, sino que voy a hacer una
contribución para que la ley de aborto que finalmente se
apruebe, esté a la altura de los estándares éticos y jurídicos
72
Ese Montenegro
de nuestro país y del Derecho Internacional. Entonces en
manifiesta adhesión a las iniciativas por la integridad cor-
poral y el derecho a decidir, voy a aportar a la discusión, pre-
sentando al debate, algunas observaciones constructivas y
recomendaciones. Creo que si consideramos estos puntos,
no sólo vamos a tener una ley que legalice el aborto, sino
que además vamos a tener una ley justa. Porque se trata de
hacer política, claro, pero no cualquier política.
Entonces, comienzo por las observaciones constructivas,
las enuncio primero y las desarrollo a continuación. Prime-
ra: la reducción del sujeto de los derechos sexuales y no re-
productivos a las mujeres, no sólo es éticamente incorrecto
sino que es contrario a la ley. Segunda: La participación en
el proceso legislativo que no involucra a todos los grupos
que serán afectados por las leyes resultantes es una prác-
tica contraria a los principios del Estado Democrático. Con
respecto a la primera les cuento algo, hace seis años tuve
la oportunidad de participar también en calidad de experto
del proceso legislativo que condujo a la Ley de Identidad de
Género. Más allá de lo anecdótico de esta mención, voy a
detenerme en algunos aspectos significativos de esta ley
porque enriquecen el debate ético y político sobre aborto.
La ley de Identidad de Género fue una ley pionera, es una
referencia ineludible a nivel mundial en materia de género
y Derechos Humanos y constituye un modelo para inicia-
tivas legislativas de otros Estados. Pensemos que todavía
hoy, hay países, movimientos sociales y organismos inter-
nacionales de Derechos Humanos que para tratar este y
otros temas, violencia de género por ejemplo, demandan
uno noción de género más amplia. Una noción de género
lo suficientemente sofisticada como para alcanzar a todas
las personas que están comprometidas por los fenómenos
que nombran y no solamente a una porción restringida. Ar-
gentina ya la tiene. La Ley de Identidad de Género reconoce
que la identidad de género es una vivencia interna, que es
independiente del sexo asignado al nacer, de las caracte-
rísticas físicas y de aquello que consigne el documento de
73
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
identidad. La ley también reconoce que cada persona y na-
die más que ella tiene autoridad epistémica para definir su
propio género. Consagra el derecho al reconocimiento de
la identidad de género y establece que ese derecho no está
atado a ningún requisito quirúrgico, ni hormonal. Mucho
más puede ser dicho de esta ley, pero creo que con esto
es suficiente para marcar un punto: nuestro país reconoce
que en el transcurso de sus vidas algunas personas van a
identificarse con el género asignado y que otras no. Y que
ambas son experiencias posibles.
Voy a traducirlo en términos que dialogue más directamen-
te con mi participación hoy acá. Nuestro país reconoce la
existencia de hombres y de otras personas no conformes
con el sexo femenino asignado al nacer que tienen capa-
cidad de gestar. Lo reconoce y lo pone en valor, no es una
mera constatación fáctica, es un reconocimiento jurídico.
Así en los últimos años fuimos testigos de experiencias de
paternidad trans. O sea, de hombres trans que dieron a luz
a sus hijas e hijos. También fuimos testigos de experiencias
de abortos trans, es decir, de hombres trans que interrum-
pieron voluntariamente el embarazo que cursaban. De lo
que no fuimos testigos fue de un registro sistemático de
estas experiencias. Del desarrollo de una Educación Sexual
que no esté articulada sobre la dogmática del género y el
sexo y del desarrollo de políticas de salud sexual y no re-
productiva capaces de brindar atención a las necesidades
de toda la población. Por el contrario, después de la Ley de
Identidad de Género todos los estudios e investigaciones
continuaron construyendo las experiencias de maternidad
y aborto como si fueran privativas de las mujeres. La educa-
ción sexual por su parte mantuvo el paradigma que supone
y adoctrina en los términos de la diferencia sexual, o sea,
sobre la creencia de que los sexos son dos, los géneros tam-
bién y que hay una relación de necesidad biológica entre
ambos. Y tanto las políticas públicas, como la agenda de los
movimientos sociales, sostuvieron a la mujer como sujeto
único de derechos sexuales y no reproductivos. Es evidente
74
Ese Montenegro
que el término mujer no coincide punto por punto con el
de personas con capacidad de gestar. Hay mujeres que no
tienen capacidad de gestar y también hay muchas perso-
nas que no son mujeres que sí la tienen. Los hombres trans,
por ejemplo.
No podemos simplemente hacer de cuenta que estas per-
sonas no existen o que son menos importantes o merecen
no decir ni una palabra. No en nombre de los Derechos Hu-
manos. Sin embargo, se nos ha hecho costumbre, en este
escenario paradójico, aunque tanto el derecho a la identi-
dad de género como los derechos sexuales y no reproduc-
tivos son Derechos Humanos, los hombres trans se ven
obligados a elegir entre ellos. En la práctica, de esta mane-
ra, el derecho a la identidad de género funciona como un
obstáculo para el ejercicio de otros derechos. Uno de ellos,
otro más, es el derecho a la participación política, eje de la
segunda observación constructiva que mencioné.
El Estado democrático no sólo impone la adopción de deci-
siones tomadas de acuerdo con la voluntad de la mayoría,
sino también la defensa de los intereses de las minorías,
a través del reconocimiento de sus derechos fundamen-
tales, comenzando por el derecho a participar de la vida
cívica. Esto es algo fundamental, máxime cuando se trata
de fundamentar iniciativas legislativas que comprometen
directamente sus condiciones de existencia. Aunque la par-
ticipación política es un Derecho Humano, protegido por
tratados internacionales a los que nuestro país suscribe,
este uno de los mayores desafíos que enfrentan los hom-
bres trans. Para garantizar esta participación no alcanza
con adoptar estrategias de lenguaje inclusivo. El uso de tér-
minos neutrales como personas con capacidad de gestar,
no es equivalente a la participación efectiva de hombres
trans y de todas las personas no conformes con el sexo fe-
menino asignado al nacer. Estas estrategias son valiosas
y son muy necesarias, pero no son suficientes. La partici-
pación efectiva de todos los grupos cuyas condiciones de
existencia serán afectadas por la legislación en materia de
75
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
aborto se garantiza haciendo a estos grupos parte del di-
seño, negociación, implementación y monitoreo de estas
iniciativas. El aporte experto de estas comunidades, a la
discusión producto también de su amplia trayectoria en el
trabajo sobre autonomía y sobre integridad corporal será
sin dudas enriquecedor.
Entonces mis recomendaciones son: en primer lugar, respe-
tar el marco legal en materia de identidad de género, algo
que no se reduce a hacer una referencia extraordinaria a la
Ley de Identidad. Y en segundo lugar, que tanto el texto de
la ley, como el proceso de su desarrollo y posterior imple-
mentación hagan parte activa a hombres trans y otras per-
sonas no conformes con el sexo femenino asignado al na-
cer. Como decía, entiendo que con estas recomendaciones
no solamente vamos a tener una ley que legalice el aborto,
sino que va a ser una ley justa. Muchas gracias.”
76
Ese Montenegro
tividad identitaria posible de sólo un sector de la población
al englobarlos en figuras vacías como las de “cuerpos ges-
tantes”? Creo que puede resultarnos “incómodo” nombrar
a todas las identidades existentes que no estamos confor-
mes con el género impuesto al nacer y que tenemos ca-
pacidad de gestar. No sólo es incómodo, sino que además
tomamos el innecesario riesgo de dejar afuera a todos los
devenires identitarios que paso a paso se afirman y se cons-
truyen día a día. Muchas veces al presentar este trabajo y
discutirlo incluso con pares, nos preguntan a los tipos trans
cómo nombrarnos ante esta tensión jurídica que determi-
na a unx sujetx de derecho. Con total honestidad pienso
que una ley, realmente amplia y emancipatoria que erija
sujetxs de Derechos Humanos tiene que ser, ante todo, una
herramienta que permita accesibilidad a todxs y cada unx
que requiera hacer uso de ella. En este sentido, apostar a
la enumeración punto por punto de cada identidad puede
terminar convirtiéndose en una trampa.
Por su parte, y a riesgo de equivocarme, me pregunto:
si lo que disputamos es la autonomía de las personas que
pueden gestar y abortar, ¿no sería más apropiado nombrar
a todas ellas bajo esta misma categoría, sin sub-alterniza-
ciones y sin riesgo de borramientos? Pienso que, incluso
con el correr del tiempo, puede que muchas otras identi-
dades, ya sea por la prolífera polifonía identitaria a la que
asistimos o por el propio desarrollo tecnológico, muchas,
muchos y muchxs que hoy ni gestan ni abortan, bien po-
dría hacerlo en algún tiempo. ¿Vamos a ser nosotrxs lxs
nuevxs carcelerxs de esos destinos? Temo que a veces, la
idea de “dar la pelea” o “luchar contra todo” nos invita al
ficcional escenario de que habrá ganadoras y perdedores
77
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
en este debate. Y yo en lo personal no abono a esa tierra.
Estoy seguro de que si se conquistan Derechos Humanos,
ganamos todxs, en la medida en que además de ser leyes/
derechos buenas/os, sean justas/os. Y esto no implica ne-
gar, en lo más mínimo, ni a las mujeres cis, ni a los movi-
mientos de mujeres y mucho menos a los feminismos que
llevaron adelante —no a solas— esta batalla. Implica poner
en riesgo nuestros nombres propios, para que en esa con-
quista se nos nombre a todxs. Implica no sólo luchar por
“las mujeres que mueren por abortos clandestinos”, situa-
ción harto denunciada en este debate, sino por todas las
personas que morimos en la clandestinidad y el abandono
de los Estados.
Por otro lado, no pudiendo seguir negando que el costo
de la injusticia epistémica que muchas veces ejercemos, lo
suelen pagar aquellxs sectores, comunidades, poblaciones
a las que se les impone el silencio o a las que, erróneamen-
te, nombramos sin garantizarles ser efectivamente parte
de la discusión sobre sus derechos. En este sentido es nece-
sario que encaremos el ejercicio de la justicia epistémica.
Que no asumamos, que escuchen efectivamente nuestras
voces y lo que tenemos para aportar a debates más plura-
les y horizontales. Que destruyamos positivamente nues-
tros propios privilegios, que renunciemos al status-quo de
jerarquizar los saberes, las experiencias y la palabra. Para
ello y para que esta conquista sea efectivamente humani-
taria, tenemos que entendernos como pares en el diseño
de proyectos, en las discusiones legislativas, en las propias
representaciones legislativas y en la puesta en marcha de
los dispositivos que garanticen el efectivo cumplimiento
de las leyes que construimos. Para ello es ineludible que
78
Ese Montenegro
abandonemos la falsa idea de que por ser una mayoría, al
constituirnos como tales, garantizamos una representativi-
dad y accesibilidad, que llega a todxs de igual forma.
También considero importante, como ejercicio, pregun-
tarnos muchas veces —todas las veces que sean necesa-
rias— cuando abrimos un diálogo, dónde están las voces
que no están ahí confluyendo con la nuestra. A menudo
creemos que porque hacemos una “propuesta abierta” a
un diálogo eso garantiza por sí mismo la accesibilidad de
todxs a él. También sabemos que esto no es así. Somos
muchas las comunidades que no contamos con esa posi-
bilidad de acceso, no sólo la trans, pero hablo por la propia
experiencia. En la medida en que sigamos imponiendo el
debate por el aborto, como un “debate de las mujeres” (cis)
difícilmente los varones trans nos encontremos represen-
tados como parte de la propuesta. Y como propongo a lo
largo de este trabajo, que se nos participe como categoría
accesoria o prostática del cis feminismo, es decir “mujeres
cis y personas con capacidad de…” seguramente no sólo no
nos sentiremos parte, sino que además, es muy probable
que nos sintamos reducidos a una mera capacidad repro-
ductiva, desprovista de agencia política, incluso desde la
misma propuesta.
Por mi parte sueño y confieso que apuesto a misiones
menos prudentes. A lógicas que implosionen no sólo la
heterocisexualidad como régimen, sino también las econo-
mías políticas y afectivas que nos imponemos —y se nos
juegan— cada vez que en ese encuentro con lxs otrxs nos
admitimos ser un poco lxs guardianxs de las precariedades
ajenas. A preguntarnos cada vez qué se oculta bajo el man-
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Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
to del silencio cuando decimos hablar en nombre de cier-
tas mayorías. A quiénes volvemos a expulsar a la extran-
jería, a la abyección y a la clandestinidad porque escapan
a nuestras propias fronteras normativas. Apuesto a otras
pasiones, a las alegres, a las promiscuas, a las precarias, a
las porosas, a las migrantes y a la eterna fuga de toda nor-
malidad que se vuelva doctrina.
80
Ese Montenegro
Bibliografía
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81
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
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82
Ese Montenegro
Material extra
Clickéa en el link:
https://www.youtube.com/watch?v=YTgFcR6iSEk
83
Desandar el cisexismo en el camino a la legalización del aborto
Este libro se terminó de imprimir en invierno de 2020. Frente
al contexto de Aislamiento Social Preventivo, la discusión por
el Aborto Legal, Seguro y Gratuito se encuentra pausada. Mien-
tras la mayoría de las actividades sociales cesaron, las personas
trans nos seguimos encontrando con las dificultades, lamenta-
blemente, cotidianas en el acceso a la salud, al trabajo, a la edu-
cación, notablemente acentuadas por motivo de esta situación
pandémica global. En estos territorios, continuamos armando
redes de contención y, frente a la falta de hormonas que vie-
ne aquejando a nuestro colectivo desde octubre de 2019, se-
guimos luchando por el cumplimiento de la Ley de Identidad
de Género (26.743) y porque el Aborto sea legal para todas las
personas con capacidad de gestar.