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EL ORDEN GAÑÁN

Historia social de la policía:


Valparaíso, 1896-1920

Vania L. Cárdenas muñoz

C o l e cc i ó n H i s t o r i a V ital
E D I C IONES ES C A P ARATE
EL ORDEN GAÑÁN
Historia social de la policía
Valparaíso, 1896-1920
Vania L. Cárdenas Muñoz

Registro Propiedad Intelectual Nº 228.989


ISBN: 978-956-9065-25-5
Producción General: Miguel Soto Inostroza
Diagramación: Osvaldo Caro
Diseño de Portada: Pablo Muñoz Maldonado

© Vania L. Cárdenas Muñoz


© Escaparate Ediciones
Concepción
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Julio 2013
IMPRESO EN CHILE

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de grabación o de fotocopia, sin autorización previa del editor.
La presente publicación se realiza
con fines de divulgación
y presenta los resúmenes
de los capítulos de este libro.
Capítulo 1

Orígenes y conformación
de un modelo policial en Valparaíso

[síntesis]

Desde los primeros ensayos de organización hasta la con-


formación legal del aparato policial, las policías pasaron por
distintas etapas, cada una de ellas marcadas por momentos de
mayor o menor complejidad en relación a las formas bajo las
cuales fueron administradas. Desde los primeros procesos or-
ganizacionales ocurridos bajo el ordenamiento portaliano, la
definición respecto al poder al cual le correspondía tomar la
dirección de las policías tuvo una serie de repercusiones, tanto
en la conformación como en el funcionamiento de este apara-
to, algunas de las cuales perduraron hasta etapas posteriores
y marcaron el proceso con señales de profunda inestabilidad
organizacional.
Al igual que la conformación de las policías en otros paí-
ses1 gran parte de los conflictos —aunque no en forma exclu-

1
Durante el siglo XIX, en la mayor parte de Europa los muni-
cipios eran generalmente responsables de sus propios mecanis-
mos policiales; este escenario no estaba exento de conflictos en-
tre el gobierno y la administración local sobre la definición de
los asuntos policiales. Emsley Clive. «Los modelos de policía en
el siglo XIX». En Mirada (de) uniforme, Buenos Aires, Editorial
Teseo, 2011, pp. 31; 37.

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siva— se generaron a raíz de la dependencia a la que estaba


sujeto el orden policial y las consecuencias de la instalación
de este tipo de aparato en el espacio de poder municipal: la
conformación de verdaderos aparatos electorales a cargo de
jefes policiales, la instrumentalización política de las policías
por parte de la clase dominante, de la mano de presidentes,
intendentes y alcaldes o las consecuencias de las permanentes
disputas políticas entre los poderes, en los cuales las jefaturas
policiales se movían al servicio de los caciques locales, entre
otros, conformaron una muestra de estos conflictos.
Posteriormente, con la conformación de las Policías Fis-
cales —más allá de las críticas realizadas a las deficiencias del
reglamento— se contó con un marco regulatorio que permi-
tió estandarizar el funcionamiento y las dependencias de los
cuerpos policiales en el país. Esta organización respondió a
un modelo centralista y altamente regulado desde el poder
político, al punto que en uno de los primeros reglamentos
aprobados, un artículo establecía que el Prefecto de Policía
tenía la obligación de asistir diariamente a la Intendencia para
recibir instrucciones2.
Sin embargo en este nuevo escenario y a partir de la im-
posición de las nuevas formas de comportamiento que fueron
exigidas para cumplir con la labor policial, emergieron otras
dificultades, con lo cual el foco de atención se trasladaba
para instalarse al interior de la organización policial misma.
En otras palabras, habiéndose resuelto la interrogante sobre
quién dirigía las policías, se abrían otras interrogantes acerca
de quién componía estos aparatos. Para ello, las nuevas orde-

2
Reglamento interno para el cuerpo de Policía de Santiago, 16 de
septiembre de 1896. En: René Peri, Historia de la función poli-
cial en Chile. Segunda parte (1830-1900), Santiago, Mutualidad
de Carabineros, 1982, p. 333.

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El orden gañán

nanzas habían avanzado en definir un prototipo de policía,


pero la dificultad radicaba en que no existía un sujeto social
que pudiera adscribir a dicho modelo.
Al inicio del nuevo periodo, surgieron las expectativas
sobre el cambio en la configuración del elemento policial, tal
y como lo manifestaba la Unión el mismo año de la organiza-
ción de la policía fiscal, al indicar que el nuevo prefecto:

«indudablemente iniciará sus funciones cortan-


do por lo sano, sacando de cuajo todos los malos ele-
mentos de la policía y sustituyéndolo con otros mas
idóneos y mejores, a fin de reorganizar el cuerpo en
aquellas buenas condiciones de disciplina, cultura y
honestidad que han hecho ejemplar en otras épocas
menos propicias que la presente para la brillante ges-
tión de este distinguido funcionario. De esta suerte el
bandalaje no echará raíces en esta muy heroica cuidad
ni habrá temor para lo sucesivo de que los policiales
armados se levanten el mejor día con el santo y la li-
mosna3».

Efectivamente, una de las primeras medidas implementa-


das con posterioridad a la reorganización, fue la separación
de la policía porteña de 2 comisarios, 2 subcomisarios, 1 con-
tador, 1 jefe de sección de seguridad y 4 inspectores, lo que
entrega además un cuadro representativo del estado del arte.
Entre los funcionarios expulsados se encontraba el Comisario
Antonio M. López, quien:

«como lo sabe todo Valparaíso, ha tomado últi-


mamente una parte muy decidida en política, era di-

3
A los hombres de buena voluntad y muy especialmente al exce-
lentísimo señor presidente de la República Don Germán Riesco,
Valparaíso, Imprenta del Universo, 1902, p. 88. La Unión de
Valparaíso, octubre 25 de 1896.

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rector de un partido que había batallado activamente


en las recientes elecciones y presidente de un club de
trabajo y propaganda establecido en el cerro del Ba-
rón, centro y núcleo de población dentro de la mis-
ma comisaría en la que iba a servir. En las elecciones
últimas el señor López llevó su intemperancia hasta
los últimos extremos, dando escenas de pugilato en
las calles públicas con caballeros muy conocidos de
la localidad. En estas condiciones ¿podría ser el señor
López un buen Comisario?».

Otro de los funcionarios expulsados era el subcomisario


Salvador Correa, de quien se indicaba:

«el señor Correa se embriagaba frecuentemente


en compañía de sus subalternos y en una ocasión, en
la misma comisaria que dirigía interinamente, fue des-
cendido de un carruaje en el mas triste estado y llevado
a su oficina en donde tenía su habitación, presencian-
do toda la guardia tan poco edificante espectáculo. De
la misma manera, el Sr. Correa se encerraba a beber
en su casa, altos de la comisaría, a donde invitaba a la
oficialidad que le era más adepta, descuidándose así
las más elementales obligaciones del servicio.

En un paseo que hizo a fines de septiembre a


Playa Ancha en un carruaje descubierto lució toda su
intemperancia ante los mismos a quienes debía dar
ejemplo de sobriedad y volviendo en la tarde de ese
paseo en que había faltado a toda consideración de
deber y cultura, volcó el carruaje quedando sumamen-
te maltratado, incapacitado para el servicio y recogido
en un negocio de licores de donde con su acompañante
no pudo salir sino al día siguiente para atender a su
curación».

Otro de los funcionarios expulsados era un inspector,


que «estando de servicio y en completo estado de ebriedad,

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El orden gañán

fue sorprendido una noche echando abajo al puerta de una


cantina en la calle de San Martin de esta ciudad»4.
A los ojos del Prefecto, el buen servicio policial imple-
mentado con este tipo de funcionarios, «tenía que resentirse,
tenía que despertar suspicacia y recelos entre los vecinos y
cualquier mediada de orden y seguridad sería siempre tacha-
da de persecución y parcialidad». Lo anterior demandaba to-
mar medidas tajantes, como aquellas a las que echó mano el
Prefecto al determinar la expulsión inmediata de los malos
funcionarios, de forma de comenzar el nuevo proceso de or-
ganización policial con la excelencia y profesionalismo que
los nuevos tiempos requerían para dejar atrás malas prácticas
que se venían arrastrando de antaño.
Con este inicio organizacional, se dejaba atrás una pri-
mera etapa, a la que se ha denominado como ensayos organi-
zacionales, en el sentido de las múltiples aproximaciones que
—a modo de prueba— se efectuaron durante más de cinco dé-
cadas antes de la constitución de un cuerpo policial en el país.
A partir del nuevo marco regulatorio la organización policial
pasaba a una segunda etapa de conformación, en la cual —
tal como lo mostraba el prefecto de Valparaíso— existió una
clara voluntad de comenzar el periodo con nuevas exigencias
para sus funcionarios, lo que unido a las restructuraciones
mayores auguraría el fin de los ensayos para comenzar un
proceso de mayor perfeccionamiento.
Lo que se dejaba atrás eran experiencias existentes des-
de las primeras tentativas de organización policial portaliana,
hasta las formas organizacionales administrativo-financieras
de final del periodo, en que las numerosas dificultades llega-

4
AN, IVAP 808 (1895-1896). Reorganización de los empleados
de policía a disposición del municipio de Valparaíso, diciembre
de 1896.

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Vania L. Cárdenas muñoz

ban más allá de las limitaciones presupuestarias referidas por


algunos autores.
.

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Capítulo 2

El quehacer:
la transformación de las funciones
bajo el ordenamiento liberal.

[síntesis]

En el desarrollo de este capítulo se explora en las princi-


pales funciones de las policías de orden y seguridad de Valpa-
raíso, con ello se ha fijado la atención en la actividad policial,
lo que permitió concentrarse en «lo que hace la policía» en
determinado momento histórico. De esta forma, al preguntar-
nos por el quehacer policial hacia fines del siglo XIX e inicios
del XX, estamos necesariamente aludiendo a los procesos de
crisis y consolidación del ordenamiento burgués chileno y con
ello a las demandas que recayeron sobre el aparato policial.
Esta aproximación dado su carácter exploratorio, no
pretende profundizar en el análisis sobre el quehacer policial,
sin embargo es interesante recoger las propuestas efectuadas
por autores que han estudiado el modelo policial desde distin-
tas perspectivas. Una de ellas es la planteada por Mark Neo-
cleous, quien entiende el quehacer policial desde una óptica
estrechamente relacionada con el proceso de acumulación ca-
pitalista, y concibe a la policía como un «proyecto» definido
y redefinido por la clase propietaria con el objetivo de facilitar
sus procesos de acumulación mercantil. Esta aproximación
-más allá de las diferencias de contexto- aporta con un inte-
resante punto de vista para contemplar las transformaciones

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Vania L. Cárdenas muñoz

y los énfasis puestos en algunas funciones policiales bajo el


ordenamiento liberal chileno, tema que ha sido escasamente
estudiado.
A la luz de los antecedentes recopilados, lo primero es
confirmar que las funciones implementadas por las policías
de Valparaíso desde su creación el año 1896 hasta la segunda
década del siglo XX, experimentaron modificaciones impor-
tantes, lo que se evidencia al confrontar las primeras activida-
des definidas mediante el reglamento de fines del siglo XIX y
el rediseño oficial de éstas ocurrido el año 1920.
En términos generales, se aprecia que desde las primeras
funciones asociadas al bienestar general, en la cual un brazo
del aparato estatal ingresaba a la vida social para cumplir con
los objetivos de salubridad pública y moralización, se pasó
a otro tipo de funciones, cuya preeminencia radicaba en las
funciones de vigilancia, control y represión. Lo anterior, su-
giere que también el concepto de policía se fue transformado
y con ello el diseño de un proyecto policial, en lo que podría
identificarse como un proyecto ideológico del ordenamiento
liberal burgués en el cual las estrategias para crear una cla-
se de trabajadores asalariados y la mantención del control
social, pasaron a ocupar un lugar central en la producción
policial.
Un punto de inflexión importante en esta transforma-
ción, lo sugiere la huelga portuaria de 1903 y las consecuen-
cias de este suceso en el cambio de estrategia para abordar los
conflictos capital-trabajo, en las que incluyó la redefinición
de las funciones policiales para el nuevo ordenamiento eco-
nómico liberal. Estos procesos se llevaron cabo en una ciudad
caracterizada por la presencia temprana de un capitalismo en
expansión, con lo cual se requirió del apoyo de los cuerpos
policiales para consolidar estos procesos de acumulación fi-

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El orden gañán

nanciera, especialmente cuando la importancia del trabajo


había sido tempranamente reconocida en la producción de la
riqueza, tal cual se indicaba hacia fines del siglo XVIII al ha-
blar sobre la importancia de los pobres en la producción del
trabajo: «el trabajo es un requisito absoluto de la existencia
de todo Gobierno; y es sólo de los pobres de quienes se puede
obtener ese trabajo […]. Por lo tanto, no es la pobreza un mal
en sí mismo»5.
El problema, al parecer lo constituyeron los obstáculos
que se interponían para la producción de la riqueza y en ellos
se concentraron justamente las funciones policiales en el pe-
riodo, de forma que el accionar se dirigió hacia el control y/o
represión de los pobres que se resistían al trabajo asalariado,
indigentes y vagos que pululaban por las calles, el popula-
cho o la subclase con su potencial amenaza, quienes cometían
delitos contra la propiedad, anarquistas, socialistas, «extre-
mistas foráneos» y todo sujeto considerado como peligroso
para la mantención del orden o la llamada paz social. Con
ello, resulta interesante la reflexión efectuada por los autores
citados, quienes indican que la función policial no solamen-
te residió en la mantención del orden social, sino que en su
génesis ayudó a la creación de un orden, pues mediante la
consolidación del asalariado se llegaba a la instauración del
orden burgués.
A partir de su intervención frente a estos «peligros» para
el proceso de acumulación financiera, coincidiendo con lo se-
ñalado por algunos autores, pareciera que la intervención del
aparato policial se aplicó cuando la disciplina del mercado
fallaba. Efectivamente, para la burguesía la consolidación del
salario representó uno de los mecanismos más importantes

5
Texto del año 1799, sobre The State of Indigence, citado en
Mark Neocleous, ob. cit., p. 105.

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Vania L. Cárdenas muñoz

para la creación de la clase trabajadora y en función de esa


importancia cobraron centralidad los dispositivos para el
disciplinamiento de la mano de obra y la intervención «co-
rrectiva» de las policías para recomponer el ordenamiento de
mercado, con la aplicación de medidas en torno a la vagancia
o la represión de las llamadas «muchedumbres peligrosas»,
entre otras.
No obstante, en el cumplimiento de estas funciones, una
parte de los funcionarios policiales formaban parte de la mis-
ma clase social a la que se pretendía disciplinar. Desde aquí
surgieron las primeras muestras de inquietud de las clases di-
rigentes, que manifiestan su desconfianza de clase hacia los
guardianes, a quienes se les había encomendado la importan-
te misión del resguardo de sus propiedades y sin embargo,
lejos de responder a sus expectativas, en ocasiones fue imposi-
ble delimitar las diferencias entre el gañán y el policial: ambos
abandonan su trabajo, concentrándose en los mismo lugares
para emborracharse en cocinerías o cantinas del puerto.
En este contexto, la primera tarea de la burguesía fue
precisamente la de disciplinar al sujeto policial para conver-
tirlo en un verdadero guardián de sus intereses, o en palabras
de las jefaturas, transformarlo en «un modelo de ciudadano
en el fiel cumplimiento de las leyes», para ello se instauró la
figura del guardián ideal a modo de referente a seguir por la
tropa:

«Un guardián debe ser un hombre de buena talla,


a fin de que tenga más vasto horizonte que la comuni-
dad de las personas entre quienes vive, bien educado,
de costumbres intachables, aseado, sobrio en la bebi-
da, afable y de buen trato, minucioso en los detalles de
su servicio, respetuoso con todos, cumplidor estricto
de sus deberes, es formado y diestro en la lucha, vivo
y suspicaz; en su servicio solo debe ser el amigo de sus

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El orden gañán

jefes, estén estos presentes o no; debe conocer y dar-


se cuenta cabal del testo de sus obligaciones, a fin de
cumplirlas con buen criterio».

Sin embargo, en este proceso de conformación existieron


barreras naturales presentes en la figura del guardián, tales
como su extracción de clase y las privaciones con las cuales
debía cumplir sus funciones, las cuales impidieron en ocasio-
nes alcanzar las aspiraciones de la burguesía de la forma en
que esta lo requería. Contrariamente, ante sus ojos la figura
del guardián representaba el cúmulo de barreras que eran ne-
cesarias de sortear a través de los mecanismos de disciplina-
miento basados en el modelo ideal diseñado por la elite, del
guardián real. Sobre este se indicaba:

«Generalmente es un hombre de unas intencio-


nes, de poca ilustración, de mediana sociabilidad. Se
ha formado en un ambiente oscuro, generalmente sin
cultura ni condiciones higiénicas; tiene rudimentos de
todo; pero conoce poco sus obligaciones, porque lo
que se le enseña en los cuarteles no le basta, debido a
que, siendo el personal poco numeroso, le falta mate-
rialmente tiempo para madurar lo que se le enseña en
ellos»6.

En los siguientes capítulos se revisará la situación de vida


del guardián de policía, sin embargo, llama la atención que
en el cumplimiento de las funciones se aprecian dinámicas
internas que en ocasiones pareciera que fueron internalizadas
al interior de las policías hasta convertirse en prácticas insti-
tucionalizadas.

6
Luis Lira. F., «Un guardián de Policía», Revista de Policía de
Valparaíso, tomo 20, junio de 1913.

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Vania L. Cárdenas muñoz

Una de ellas corresponde a las sumas de dinero o retri-


buciones que recibían las policías de manos de comerciantes
y banqueros, en un formato que lidiaba con lo ilícito y que
era utilizado a manera de «estímulo» para el cumplimiento
de sus funciones de protección a la propiedad, a la vista de las
profundas inequidades de sueldos entre guardianes y oficiales,
este mecanismo resultaba ser un excelente impulsor de las vo-
luntades policíacas.
Finalmente, a través de las funciones encomendadas se
atribuyó al guardián de policía el rol de «intermediario» entre
la autoridad y el pueblo, delegándosele las cuotas de poder
necesarias mantener el control sobre los pobres.

«Y por último, en su condición humilde, como


individuo del pueblo, salido de la gran masa anónima
que constituye nuestro proletariado, el guardián debe
ser el más eficaz intermediario entre la autoridad que
ejercita el poder y el pueblo soberano que voluntaria-
mente otorga dicho poder para disciplinar sus actos de
acuerdo con al civilización y con las leyes»7.

Lo anterior, bien puede resumir la condición desde la


cual este funcionario enfrentó el cumplimiento de sus funcio-
nes e invita a detenerse en la figura del guardián, considerado
el «sostén fundamental del orden público», para observar a
este funcionario de origen popular, dotado por la elite de un
aparente poder de mediación entre ricos y pobres, para tratar
de entender las contradicciones que estuvieron presentes en
las funciones ejercidas por un grupo de hombres que durante
meses se desempeñaban en alguna comisaría para posterior-
mente unirse al grupo de gañanes que recorría la cuidad en

7
Revista de la Policía de Valparaíso, tomo 19, 1912, p. 14.

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El orden gañán

búsqueda de alguna actividad mejor remunerada o que les


entregara mayores grados de libertad y autonomía.

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Capítulo 3

Los dilemas del alto mando


para retener mano de obra guardiana
bajo el nuevo modelo policial

[síntesis]

Mediante la creación de las policías fiscales y luego de


una serie de experiencias organizativas, el año 1896 se inicia
en Chile una etapa de regulación importante en el funciona-
miento de las policías, transitando por diferentes procesos re-
organizacionales que marcaron etapas de avance y retroceso
en las plantas de funcionarios. En este punto aparece precisa-
mente una de las mayores dificultades para las recién creadas
policías y se tradujo en la imposibilidad de contar con una
planta estable de funcionarios, desafío que al igual que las
experiencias de otras policías del continente8 representó para
la policía porteña el núcleo central de sus preocupaciones.
La revisión de antecedentes sobre los movimientos de
altas y bajas facilitó la identificación del problema y a la vez
entregó luces sobre las bajas: a cuántos y a qué funcionarios
afectaron, bajo qué situaciones se producían, cuál fue el tipo
de falta mayormente sancionada, entre otros. Esta informa-
ción también permitió entender la crítica deslizada por la elite

8
Sandra Gayol, «Sargentos, cabos y vigilantes: perfil de un plan-
tel inestable en el Buenos Aires de la segunda mitad del siglo
XIX», Boletín Americanista, Barcelona, año 36, número 46,
1996, pp. 133-151.

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El orden gañán

en forma continua, referida a la falta de educación y refina-


miento de los guardianes a las que se sumaban las denuncias
e investigaciones internas que dejaron al descubierto casos de
vejámenes, malversaciones, encubrimientos o abiertamente
involucramiento de la policía en delitos efectuados por guar-
dianes y agentes, que en nada se diferenciaban de aquellas que
motivaron la prisión de los delincuentes externos.
Por otra parte, se observó que las funciones realizadas
por los policiales eran principalmente en la vigilancia de la
propiedad y el control de actividades reñidas con la ley, tales
como clausura de casas de tolerancia, detención de vendedo-
res de alcohol y comercio sexual, entre otros. Como se vio
en los anteriores capítulos, en muchas ocasiones los propios
guardianes se vieron involucrados en faltas o directamente en
la comisión delitos. Esta situación generó numerosos partes
de expulsión, con lo cual se acrecentaba la falta de estabilidad
en las plantas policiales.
A esto se agregaba el nulo interés que presentaban los
hombres jóvenes para ingresar al servicio policial, ya sea por
los bajos sueldos que ofrecía la institución, como por las altas
responsabilidades asociadas al cargo, a lo que se podría agre-
gar la resistencia que por estos años presentaban los hombres
a la proletarización, situación que se veía en minas, talleres o
al interior de la policía, como también el odio que concitaban
los policiales en el pueblo.
Cualquiera hayan sido las causas de ello, lo cierto era
que el problema existió y en función de este se pusieron en
práctica diversas modalidades para facilitar el ingreso y la
retención de los hombres al campo policial, esfuerzos que
sin embargo, una y otra vez resultaban vanos. A la luz de
los informes mensuales sobre el movimiento de la tropa, se
vislumbró un inconveniente mayor: la falta de estabilidad se

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Vania L. Cárdenas muñoz

producía principalmente por el número de expulsados, que en


ocasiones llegó a representar una cifra mayor que el número
de nuevos ingresos. En este escenario y frente a la crisis de
crecimiento que atravesaba a las fuerzas policiales, la contra-
dicción para la clase dominante se hacía visible: las posibili-
dades que tenían frente a sus ojos los altos mandos policiales
y la elite se traducían en dos opciones, a saber: asegurar una
tropa policial estable aplicando diversos ajustes o apostar a
la excelencia de sus hombres de acuerdo al modelo existente,
tal y como se había realizado en los primeros años de funcio-
namiento. La aplicación de esta última opción trajo apareja-
das serias consecuencias en el desmantelamiento de la tropa
a causa de las expulsiones que casi a diario se practicaban en
funcionarios que no encajaban en el ideal de policía conteni-
do en el modelo.
En una segunda etapa de organización y luego de haber
ensayado diferentes opciones para atraer y retener a nuevos
guardianes, se optó por fortalecer la estabilidad, para lo cual
fueron implementados una serie de ajustes internos que en
ocasiones representaron una abierta transgresión al modelo
policial que había sido diseñado por la elite a fines del siglo
XIX, mediante el cual se definían los requisitos de ingreso
y sistemas de sanciones para los hombres que integraban la
nueva institucionalidad policial en Chile.
Las consecuencias que tuvo la aplicación de este ajuste
en la disciplina policial, por lo menos hasta el año 1921 se
tradujo en la permanencia y en ocasiones el reingreso a las fi-
las de aquellos malos policías que en el año 1905 habían sido
clasificados como «elementos malsanos», merecedores de la
expulsión; contando para ello con la connivencia de la auto-
ridad política y de los altos mandos, a pesar del reclamo de
algunas jefaturas que ya habían identificado las consecuencias

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El orden gañán

que tendría la integración de políticas como las señaladas en


la disciplina interna de la moderna institución.
En síntesis, el panorama evidenciaba la existencia de
problemas para atraer y retener a los hombres en el servi-
cio policial, los cuales por diversas razones y motivaciones, se
mostraron refractarios al orden disciplinario impuesto. Para
la institución esta situación generó una crisis de organización,
por lo cual se experimentaron diversos mecanismos para re-
vertir la situación. Uno de ellos fue echar mano de algunas
medidas que lejos de profundizar la disciplina, tendió más
bien a aprobar una serie de prácticas que lesionaban la dis-
ciplina interna. De esta forma, se integró a la nueva organi-
zación policial un grupo de hombres que nunca dejaron de
bordear la marginalidad y transitando en los intersticios de
lo legal e ilegal, desviándose claramente del ideal de policía
que había servido de modelo para la creación de las policías
fiscales. Las funciones externas estaban claramente diseña-
das, desde el momento en que al guardián de policía se le
había asignado la misión de alcanzar «la obra de depuración
moral, mediante el mejoramiento de las viciosas costumbres
populares», habría que ver de qué forma los altos mandos
garantizaban que esta misión se internalizara en los hombres
encargados de hacerla cumplir.

21
Capítulo 4

La implementación del orden guardián

[síntesis]

A partir de la ley de creación de las Policías Fiscales la


clase dirigente había logrado avanzar en la creación de un
moderno modelo policial, que miraba a hacia la organización
de los aparatos policiales de otros continentes. De allí en ade-
lante se inició una nueva etapa, con la disyuntiva de encon-
trar al sujeto social que calzara con ese modelo, pero bajo las
condiciones económicas, sociales y culturales que existían en
el país hacia fines del siglo XIX.
En estas condiciones, hacia la segunda década del siglo
XX un guardián de policía de Valparaíso ganaba el mismo
sueldo de un gañán y vivía en condiciones de vida que en
nada se diferenciaban del resto del pueblo. Con ello, se habría
mantenido sin grandes modificaciones la preocupación expre-
sada por Vicuña Mackenna en 1872 al referirse al guardián
que por ese entonces componía la Guardia Municipal. En ese
entonces, el político indicaba que «habiendo permanecido es-
tacionario el triste sueldo del policía en $410 al mes, o sea
33 centavos de jornal por día, y ganando el simple gañán 55,
75 y hasta 80 centavos, esto es más del doble de aquél, han
sobrevenido estos dos hechos inevitables: 1) el soldado de po-
licía, que tiene además el gravamen de las trasnochadas y el
palo de la Ordenanza deserta para hacerse gañán, o tomar
cualesquiera otro destino; 2) que aún el más triste peón re-

22
El orden gañán

húsa hacerse policial, porque gana el doble más que él, y es


hombre libre, dueño de su salario y de sus vicios9».
Los primeros años del siglo XX, este panorama había
variado un poco y aun cuando se mantenía un gran número
de bajas entre los guardianes, las deserciones aparecieron en
un segundo plano en comparación con las expulsiones con
motivo de las faltas disciplinarias, que a la postre fueron la
principal causa de las bajas en el periodo. Se necesitó entonces
hacer calzar al sujeto que ingresaba a la policía con el modelo
diseñado, para ello se implementó un enérgico dispositivo dis-
ciplinario que fuese capaz de llevar a efecto la metamorfosis
con que la elite asociaba el paso del hombre de pueblo por los
cuarteles.
A raíz de la desconfianza con la cual la clase dirigente mi-
raba a la clases bajas, no se escatimaron esfuerzos por separar
al guardián del resto del pueblo mediante la imposición de
medidas específicas que lo congregaban en los espacios poli-
ciales para «alejarlo de las tentaciones al vicio» o haciéndole
creer que estaba en un nivel superior al resto de los trabajado-
res, a pesar de que sus condiciones materiales de vida indica-
ban lo contrario. En efecto, estas condiciones nos mostraron
a un funcionario sobrecargado en su trabajo, desprotegido en
materia de legislación laboral y de salud, con bajos niveles de
instrucción, que traspasaba su sueldo de gañán a los empre-
sarios para cubrir su alimentación; en definitiva un hombre
que fue tratado como un trabajador más, un trabajador que
ganaba y vivía lo mismo que un gañán del puerto.

9
Benjamín Vicuña Mackenna, «Un año en la Intendencia de San-
tiago», Santiago, Imprenta La Librería del Mercurio de Tornero
y Garfias, 1873. En: Diego Miranda Becerra, ob. cit., pp. 154-
155.

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Vania L. Cárdenas muñoz

En estas condiciones existieron guardianes que se desta-


caron por su disciplina, tal cual lo han relevado los autores
que han estudiado la institucionalidad policial. Sin embargo
y a juzgar por la estadística sobre los movimientos del perso-
nal, fue mayor el grupo de policiales «ladinos para amoldarse
al puesto de policía», algunos de los cuales abandonaron el
servicio mientras otros se mantuvieron cometiendo faltas al
interior de la institución. Un original ejemplo de policial ladi-
no, lo entrega René Peri al presentar el caso del guardián 1°
Jiménez, a quien se le habían extendido sendas felicitaciones,
incluyendo una otorgada por la Orden del Cuerpo a raíz de
su destacada acción en la huelga de gente de mar el año 1903.
El mismo Jiménez «sin embargo, era humano y por lo tanto
expuesto a las tentaciones que día a día le salían en sus ron-
das y patrullas», sufrió una «caída típica»: lo encontraron
desmontado del caballo, remoliendo en el callejón Portales
N° 38, bailando cueca, sin gorra y desarmado, y poner en
libertad un reo por ebrio, que él mismo había aprehendido10.
Así también, existieron casos de mayor gravedad que
daban cuenta de una verdadera escisión entre lo ideal y el
comportamiento real de los policiales: el modelo establecía
que la conducta privada del guardián debía ser congruente
con la imagen que se proyectaba de su persona y las funciones
que le estaban delegadas, se estipulaba que un guardián «debe
seguir una norma ejemplar, porque el agente que tenga falta
en la vida de familia o en cualquier otro acto de su vida pri-
vada, carece de las condiciones necesarias para desempeñar
cumplidamente las funciones encargadas de la Policía», en el
plano relacional, se indicaba que «sus relaciones deben ser
escogidas entre los mejores de su clase, porque nada influye

10
René Peri, ob. cit., tercera parte (1900-1927), p. 171.

24
El orden gañán

más en la atmósfera social de un individuo que las compañías


buenas o malas de que se le vea rodeado11.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de instrucción, el
efecto práctico de las medidas disciplinarias fue invalidado
por la situación de vida del guardián, sus bajos ingresos iban
a contrapelo de la imposición del modelo de orden anhelado,
así lo indicaban sus jefaturas al lamentar que tan pronto se
estrechaban las medidas disciplinarias, los policiales abando-
naban el servicio y preferían continuar con su vida de gañanes
sin uniforme.
Junto con ello, los antecedentes recopilados también han
dado cuenta de un perfil que se distanciaba con creces del
ideal diseñado por la clase dirigente. El éxodo de hombres
de las filas policiales a causas de las faltas que cometían en
el servicio, en algunos casos sin siquiera haber alcanzado a
empaparse de los mínimos conocimientos sobre la discipli-
na, policial daban cuenta de la refractariedad de estos hom-
bres a las normativas y los cánones disciplinarios impuestos.
A partir de la primera década del siglo XX a propósito del
descrédito público de la policía porteña, surgieron propues-
tas y se implementaron medidas tendientes a profundizar la
disciplina mediante la incorporación de cánones militares, sin
embargo el alto mando debió ser cauto para administrar este
ordenamiento, el cual no podía convertirse en un obstáculo
para mantener a los hombres en sus filas.
En el capítulo anterior, se identificó los ajustes que el alto
mando policial puso en práctica como respuesta al problema
de la inestabilidad de la mano de obra guardiana, en un perío-
do de crisis importante, tal cual lo reconocieron algunas voces
que indicaban que durante estos años la institución amenaza-

11
Revista de Policía de Valparaíso, tomo 17, 1910.

25
Vania L. Cárdenas muñoz

ba con desmoronarse. Algunas consecuencias de estos ajustes


se reflejaron en la condescendencia con que fueron tratados
malos funcionarios, que a pesar de que sus faltas lo amerita-
ban, no abandonaban la institución.
A juzgar por los antecedentes, los primeros años de or-
ganización policial en Valparaíso evidenciaban el fracaso del
orden guardián, el hombre del pueblo que ingresaba a las filas
policiales en busca de un mejor futuro no lo encontró fácil-
mente al interior de los cuarteles y con se alejaba del hori-
zonte la obra de depuración moral que la burguesía se había
impuesto como tarea para el periodo. En su lugar retornaba
la sospecha atávica de la elite, que años antes había señalado:

«¿Qué puede pensar un mísero gañán del custo-


dio que le observa, si la condición de éste es inferior a
la suya?12.

En efecto, las condiciones de vida de la mayor parte de


funcionarios que componían la tropa incidieron ciertamente
en el fracaso del orden disciplinario impuesto y con ello el
ideal sobre el cual la burguesía había diseñado el orden guar-
dián.

Benjamín Vicuña Mackenna, «Un año en la Intendencia de San-


12

tiago», Santiago, Imprenta La Librería del Mercurio de Tornero


y Garfias, 1873. En: Diego Miranda Becerra, ob. cit., p. 155.

26
Resumen

Con la promulgación de la Ley de Policías Fiscales se


iniciaba un proceso de mayor ordenamiento institucional con
una nueva etapa en la cual la mayoría de las policías pasaron
a integrarse definitivamente al aparato estatal del país y de-
bieron adaptarse al modelo se «ser policial» que se había co-
menzado a plasmar en las nuevas normativas y reglamentos.
La presencia del modelo y los problemas que surgieron
al tratar de ajustar al sujeto policial en este han sido descrito
por autores que han abordado el estudio de las policías en
otros países13, como una serie de tensiones y en algunos casos
evidentes resistencias que presentaron los hombres al ser in-
corporados a las recién creadas policías y que se expresaron
en diversas formas. La mas recurrente era el abandono de
las filas policiales, conducta homologable con la resistencia a
la proletarización experimentada a inicios de los procesos de
industrialización. Un ejemplo emblemático de las tensiones
entre la aplicación del modelo y su contrastación en la rea-
lidad se encuentra en la conformación de la policía inglesa,
considerada como el paradigma de la policía moderna, en este
sentido, en la conformación de estas policías, fueron identifi-
cadas una serie de resistencias de los policiales para adecuarse

13
Autores como Marcos Bretas, que analiza el desarrollo de la po-
licía en Brasil, o Sandra Gayol en el caso de la policía argentina,
han identificado la existencia algún tipo de discrepancia entre el
modelo policial adoptado por estos países y la composición en
la tropa de estos cuerpos policiales.

27
Vania L. Cárdenas muñoz

al modelo de trabajador «padrón, sobrio y morigerado» que


exigía el reglamento14.
Los altos porcentajes de deserciones y expulsiones a cau-
sa de faltas cometidas en el servicio experimentados al inte-
rior de la Policía de Valparaíso, también se manifestaron en
otras ciudades del continente, tales como Buenos Aires o Río
de Janeiro15, ello daba cuenta de las resistencias para acomo-
dar el sujeto al molde o viceversa, estos problemas han sido
identificados en forma contemporánea a la conformación de
las policías en los países latinoamericanos, especialmente en
el caso de Argentina.
En este punto, vale la pena mencionar que durante el
periodo, uno de los mayores exponentes de la idea de profe-
sionalizar la policía chilena, Benjamín Vicuña Mackenna ex-
ponía sus ideas acerca del llamado «mal social» que obligaba
a componer la policía de «individuos sacados de la clase so-
cial de donde salen los bandidos». Para el político, la solución
visualizada radicaba en el mejoramiento de la instrucción pú-
blica y la generación de mecanismos que facilitaran la inmi-
gración europea, mecanismos que permitirían crear una clase
media de donde sacar a los guardianes. Afirmaba que «sin ir
más lejos, ahí está la policía de Buenos Aires de que continua-
mente hacer elogios los diarios. Es toda compuesta de gente
vasca, no hay ni un solo gaucho, pues éstos se habrían ido a
unir con sus compañeros de las pampas»16.

14
Marcos Bretas, «La policía de la capital del Imperio Brasilero»,
en Mirada (de) uniforme, Buenos Aires, Editorial Teseo, 2011,
p. 90.
15
Para mayor revisión de investigaciones de las policías, Mirada
(de) uniforme, Buenos Aires, Editorial Teseo, 2011.
16
Intervención del senador por Coquimbo, Benjamín Vicuña
Mackenna, Sesión extraordinaria del 2 de diciembre de 1881.
En René Peri, ob. cit., pp. 201-209.

28
El orden gañán

Más allá de las discutibles apreciaciones contenidas en


las palabras del por entonces senador, lo cierto es que las ca-
racterísticas de los hombres que conformaban la tropa poli-
cial en Argentina (hombres de pueblo) se relacionaban con
las permanentes emigraciones —voluntarias u forzadas— del
campo policial, las que a su vez representaron el origen de
una situación que a juicio de Sandra Gayol17 se transformaría
en una de las mayores dificultades en los procesos de confor-
mación de la policía transandina, esto es la creación de una
base estable de personal policial. Como se vio, esta situación
representaría uno de los principales problemas que experi-
mentó la policía de Valparaíso desde la primera conformación
hasta por lo menos la segunda década del siglo XX, a partir
de lo cual se generaron diversos mecanismos de adaptación
para lograr la estabilidad, los cuales, en ocasiones debieron
ser aplicados aun cuando sobrepasaban los límites reglamen-
tarios establecidos.

17
Sandra Gayol, «Sargentos, cabos y vigilantes: perfil de un plan-
tel inestable en el Buenos Aires de la segunda mitad del siglo
XIX», Boletín Americanista, Barcelona, año 36, número 46,
1996, pp. 133-151.

29
Índice

Prólogo....................................................................................... 9

Introducción.............................................................................. 15

Primera parte
DEL BUEN GOBIERNO A LA VIGILANCIA ESTATAL:
LA CONFORMACIÓN DE UN MODELO POLICIAL
EN VALPARAÍSO

I. El influjo de la modernización en Valparaíso


y las demandas para las policías................................................ 27
II. Los primeros ensayos en la conformación de las policías
(1830-1896).............................................................................. 32
III El inicio de un nuevo orden:
la creación de las Policías Fiscales............................................. 46

Segunda parte
LA PRODUCIÓN POLICIAL BAJO
EL ORDENAMIENTO LIBERAL

I. Funciones de salubridad y moralización................................. 59


Criminicultura: la plaga de los pobres ...................................... 76
II. Funciones de persecución del delito y protección
a la propiedad privada ............................................................. 87
“Poderoso caballero es Don Dinero” ........................................ 96
III. Funciones de identificación y vigilancia............................. 101
Un liberalismo “en la medida de lo posible” ........................... 108
IV. Funciones de represión política ......................................... 113

Tercera parte
EL ORDEN INCIERTO:
EL DIFÍCIL CAMINO HACIA EL IDEAL DE POLICÍA

I. Caracterización de las policías porteñas .............................. 137


II. La “mala conducta” de uniforme y sus consecuencias ........ 143

30
El orden gañán

III. Los problemas para atraer y retener


a la mano de obra guardiana .................................................. 150
IV. Estabilidad versus disciplina .............................................. 171
V. El caso de Juan Mella: un funcionario “malogrado”
en actos de servicio ................................................................. 181

Cuarta parte
LA IMPLEMENTACIÓN DEL ORDEN GUARDIÁN

I. El peso de los guardianes en la policía porteña .................... 191


II. Desde el vicioso consuetudinario hacia la fisonomía
del gentleman: el modelo policial en las aspiraciones
de la elite................................................................................. 196
III. “Yo estoy aquí por mi mala cabeza” ................................. 200
IV. La disciplina en el cuerpo del guardián ............................. 210
IV. La segregación del guardián:
Lo ideal sería no tener ningún amigo ...................................... 213
V. La construcción del orden guardián mediante
el “saludable temor al severo castigo” .................................... 224
VI. Las condiciones materiales de vida del guardián ............... 237
VII. El guardián es hijo del trabajo…...................................... 247
VIII. La decadencia del orden guardián ................................. 265

REFLEXIONES FINALES ..................................................... 277

ANEXOS ............................................................................... 289

AGRADECIMIENTOS........................................................... 297

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA................................................. 299

ÍNDICE DE CUADROS

CUADRO N° 1:
Crecimiento Anual Departamento de Valparaíso ...................... 27
CUADRO N° 2:
Relación del personal del Cuerpo de Policía de Valparaíso...... 140
CUADRO N° 3:
Crecimiento trienal de los guardianes en Valparaíso................ 149
CUADRO N° 4:
Bajas de personal en 1913....................................................... 194

31
Vania L. Cárdenas muñoz

CUADRO N° 5:
Presupuesto de gastos correspondiente a los meses de abril
a diciembre inclusive del año 1897. Policía de Valparaíso........ 239
CUADRO Nº 6:
Sueldos de trabajadores en Valparaíso, año 1912.................... 244

32

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