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TRADUCCIONES INDEPENDIENTES

El libro que ahora tienen en sus manos, es el resultado del trabajo final de varias per-
sonas que sin ningún motivo de lucro, han dedicado su tiempo a traducir y corregir
los capítulos del libro.
El motivo por el cuál hacemos esto es porque queremos que todos tengan la oportu-
nidad de leer esta maravillosa historia.
Como ya se ha mencionado, hemos realizado la traducción sin ningún motivo de lu-
cro, es por esto que este libro se podrá descargar de forma gratuita y sin problemas.
También les invitamos que en cuanto esté el libro a la venta en sus países, lo com-
pren.

Disfruten de su lectura.

Saludos.
CRÉDITOS

TRADUCTORES CORRECTORES

Carolina C. Ella R.

Brandy V. Cotota

Sandra L.

Irais A.

Ella R. DISEÑO
Monserrat M. Lu Na
Geraldine H.

Isaura V.

Venus T.
RECOPILACIÓN Y REVISIÓN
Viviana C.
Cotota
Irán
SINÓPSIS

Los foxes son un desastre fracturado, pero su último desastre podría ser el milagro
que siempre han necesitado para unirse como un equipo. La única persona en su
camino es Andrew, y el único que puede romper sus barreras personales es Neil.
Excepto que Andrew no renuncia a nada gratis y Neil es terrible confiando en nadie
salvo en sí mismo. Los dos no tienen mucho tiempo para llegar a un acuerdo en su
situación antes de que fuerzas externas los aparten.

Riko tiene la intención de destruir la frágil nueva vida de Neil, y los foxes han pasado
a ser un daño colateral. Los días de Neil están contados, pero él está aprendiendo
de la manera difícil que debe luchar por lo que cree, y Neil cree en Andrew incluso
cuando éste no cree en sí mismo.
CAPÍTULO I
Traducido por Carolina
Corregido por Cotota

Parecía que Halloween se hubiera adelantado dos meses. La semana pasada la universidad
del estado de Palmetto se cubrió con serpentinas y banderines blancos y naranjos para celebrar
el inicio del año escolar. Durante el fin de semana alguien había reemplazado todas las serpentinas
blancas por negras. Parecía que el campus estaba de luto. Neil Josten pensó que era un tributo
barato, pero podría ser solo su cinismo hablando.

Se perdonó por sentirse hastiado. A la edad de dieciocho años había visto a más gente morir de la
que podía contar. La muerte era desagradable, pero era un dolor conocido y tolerable en su pecho.
La inesperada sobredosis de Seth Gordon la noche del sábado debió haber significado algo más
para Neil ya que habían sido compañeros de equipo y de dormitorio por tres meses, pero Neil no
sentía nada. Mantenerse a sí mismo vivo era lo suficientemente difícil la mayoría de los días; no
tenía tiempo para pensar en las desgracias de los demás.

La música rock cobró vida, llenando temporalmente el silencio en el auto, pero se desvaneció tan
rápido como llegó. Neil dirigió su atención lejos de las serpentinas y miró al frente. Nicholas “Nicky”
Hemmick dejó que su mano cayera lejos del tablero con una silenciosa maldición. Al otro lado de
Neil, en el asiento trasero, el primo de Nicky, Aaron Minyard empujó el asiento del piloto. Neil no es-
taba seguro de si era un intento de pretender que las cosas estaban bien o una muestra silenciosa
de apoyo. La relación entre los primos era un enredado desastre que no iba a lograr descifrar en
su vida.

Nicky alcanzó la radio de nuevo, Kevin Day estaba sentado de copiloto así que vio primero el mo-
vimiento de Nicky. Le empujó la mano y dijo:

—Está bien. Déjalo así.

—No quiero hacer esto —dijo Nicky, con un tono bajo y miserable.

Nadie le respondió, pero Neil pensó que todos estaban de acuerdo. Ninguno de ellos quería ir a la
práctica de ese día, pero sólo se podían tomar tanto tiempo libre cuando la temporada ya estaba en
marcha. Al menos el entrenador David Wymack los estaba llamando a la cancha un miércoles en la
tarde. Andrew Minyard, el hermano gemelo de Aaron, tenía sus terapias semanales los miércoles.

Generalmente el humor salvaje de Andrew no era un problema, pero la alegría de Andrew no lo


hacía amistoso. Un nervioso Andrew enfrentándose a la muerte de su compañero de equipo menos
favorito era una receta al desastre. El equipo debería haberse juntado para hacer el luto la mañana
del domingo, pero Andrew y Matt, en cambio, se metieron en una fea pelea.

Wymack forzadamente separó al equipo después de eso. Los estudiantes de último año se muda-
ron con la enfermera del equipo, Abby Winfield, y los primos y Kevin fueron llevados al dormitorio.
Neil se habría quedado en el dormitorio también, pero Wymack no lo quería solo en el dormitorio
que había compartido con Seth y Matt. En cambio, Neil pasó un par de noches en el sofá de Wy-
mack. Neil creía que la preocupación de Wymack estaba en el lugar incorrecto, pero sabía que era
mejor no discutir.

Seth murió la noche del sábado y fue cremado la tarde del lunes. Por lo que había escuchado Neil,
la madre de Seth firmó todo pero ni siquiera apareció en el crematorio para buscar las cenizas de
su hijo. Allison Reynolds, la novia, no oficial de Seth y la defensa de los Foxes se quedó con su
urna. Neil no sabía si planeaba enterrarla o mantenerla en su dormitorio el resto del año. No iba a
preguntarle. Seguía sin saber qué pensar acerca del rol que pudo haber jugado en la muerte de
Seth. Hasta que no lo descubriera, prefería evitar a Allison a toda costa.

Allison no estaría en la práctica hoy, pero los demás sí. Neil no había visto a los de último año des-
de la mañana del domingo y sabía que la reunión sería ruda. Estaban a sólo dos días del segundo
juego de la temporada y tenían que cooperar de alguna manera. Los Foxes nunca habían tenido
buenas probabilidades, pero este año se veía desalentador. Y eran el equipo más pequeño en la
Clase I del Exy de la NCAA. Ahora eran lo más pequeño que podía ser un equipo para aun calificar
y jugar. Habían perdido al único alumno de último año, y la ofensiva restante del equipo consistía
en un campeón nacional lesionado y un novato.

Naranja destellaba en su visión periférica. El estadio de Exy de la universidad de Palmetto era difícil
de ignorar, construido para sentar a sesenta y cinco mil fans y pintado con el naranja y blanco más
brillante que la universidad pudo encontrar. Gigantes huellas de zorro marcaban cada una de las
cuatro paredes exteriores. Las serpentinas negras se extendían por todo el camino. Cada poste de
luz en el estacionamiento y cada una de las veinticuatro puertas estaban cubiertos por serpentinas.
La entrada cerrada de los Foxes estaba sumida en silencio. Fotos de Seth con amigos y notas ga-
rabateadas de profesores estaban pegadas a la puerta.

Nicky paró cerca de la acera pero no apago el motor. Neil salió del asiento trasero y miro sobre el
capó del coche para contar los autos de seguridad. La presencia de Kevin en el equipo significaba
tener seguridad todo el tiempo, pero los números aumentaron durante el verano cuando el antiguo
equipo de Kevin se trasladó al distrito sureste. Neil estaba acostumbrándose a ver a la seguridad
del campus a donde quiera que fuera, pero siempre odiaría verlos.

Nicky se alejó tan pronto Aaron y Kevin se bajaron. No tenía sentido que se cambiara para la prác-
tica aun ya que tenía que recoger a Andrew del Centro Médico Reddin en media hora. Neil vio su
auto salir del estacionamiento hasta la carretera, luego miró a sus compañeros de equipo.

No era secreto que el grupo de cuatro de Andrew odiaba a Seth, pero Aaron y Nicky eran lo sufi-
cientemente humanos aun para inquietarse con su sorpresiva muerte. La reacción inicial de Kevin
ante la notica había sido insensible, pero también había estado completamente borracho en ese
momento. Neil no sabía si sintió algún remordimiento cuando estuvo sobrio.

Neil tenía curiosidad sobre cuál de ellos sería más propenso a la apatía, pero era paciente. Cuando
treinta segundos pasaron y nadie se había movido aún, Neil se dio por vencido y se dirigió a la en-
trada de los Foxes. Se suponía que había que cambiar el código cada tantos meses, pero con los
Raven en el distrito, el código cambiaba cada semana. Esta semana eran los últimos cuatro dígitos
del teléfono de Abby. Neil estaba comenzando a pensar que sus compañeros de equipo tenían ra-
zón acerca de la relación invisible entre Abby y Wymack.

Caminaron por el pasillo hasta el vestuario. Esa puerta estaba desbloqueada y dentro las luces
estaban prendidas, pero la estancia estaba vacía. Neil fue a investigar mientras Aaron y Kevin se
instalaban. Un pasillo conectaba el vestuario con el recibidor, la sala oficial de reuniones donde los
Foxes pueden hablar con la prensa antes y después de cada juego. La puerta en la pared de atrás
del recibidor, que conducía al estadio mismo, aún estaba bloqueada. Neil retrocedió por el pasillo
donde estaban los vestidores y oficinas. La puerta de la oficina de Wymack estaba cerrada, pero si
Neil escuchaba por un minuto oía la voz de Wymack apagada a través de la madera. Satisfecho de
que no hubiera nadie que no debía estar, se devolvió con los demás.

Aaron y Kevin estaban acomodando los muebles cuando Neil entró. Neil miró mientras ellos empu-
jaban las sillas y sillones hasta formar una V, luego preguntó:

—¿Qué están haciendo?

—Buscando una nueva manera de hacernos caber —dijo Aaron—, a no ser que quieras mirar
fijamente una silla vacía durante toda la temporada.

—Es el mismo número de cojines —dijo Neil.

—Cuatro personas apenas caben en un sofá. Cinco es imposible.

—¿Cinco?

Kevin lo miró como si fuera estúpido. Neil estaba dolorosamente familiarizado con esa mirada para
el momento, pero incluso cuatro meses después de trabajar con Kevin aun no lo apreciaba.

—Si sabes cuál es tu lugar, ¿no? —preguntó Kevin.

Hasta el sábado en la noche, Neil nunca había sido lo suficientemente estúpido como para pensar
que tenía un lugar. Andrew le había prometido que él podía cambiar eso, pero su protección tenía un
precio. Andrew protegería a Neil de su pasado si Neil lo ayudaba a mantener a Kevin en Palmetto.
Sonaba lo suficientemente fácil, pero Nicky le advirtió que había más que eso. Se suponía que Neil
tenía que hacerlo desde dentro del grupo disfuncional de Andrew.
Ya no se podía mantener al margen.

Neil miró de nuevo el nuevo orden en la sala y lo entendió. Este verano, los cuatro de Andrew se
habían apretado en el sofá. Ahora podrían extenderse, tres en el sofá y dos en las sillas de los
lados. Los restantes de último año tenían el otro sofá y la silla en frente de ellos.

Neil se dirigió a la silla en el extremo, ya que siempre había tenido los asientos de los extremos,
pero Aaron se dejó caer en ella primero. Neil dudó un segundo muy largo y Aaron finalmente le
explicó.

—Vas en el sillón con Kevin y Andrew. Siéntate.

—No me gusta sentirme apretado —dijo Neil—, y no quiero sentarme al lado de tu hermano.

—Nicky lo soportó por un año —dijo Aaron—. Puedes soportarlo también.

—Tú eres su familia —dijo Neil, no es como si significara mucho para ellos. Wymack solo reclutaba
atletas de hogares rotos. En la cancha de los Foxes las “familias” eran una fantasía inventada para
hacer a los libros y películas de Hollywood más interesantes. Neil sabía que era una causa perdida
incluso mientras lo decía, así que tomó el lugar que Aaron le designó.

Kevin se sentó después de Neil, dejando espacio entre ellos para Andrew. Neil echó un vistazo
por la habitación de nuevo y se preguntó como los de último año se ajustarían al nuevo orden.
Su mirada cayó en el inmenso horario colgando sobre la TV y se formó un nudo en su estómago
mientras leía la lista. Octubre, viernes trece era el día en que los Foxes, últimos en clasificar, se
enfrentarían con los Raven de la Universidad Edgar Allan, primeros en clasificar. Estaba destinado
a ser un desastre.

La puerta de Wymack se abrió hacia el pasillo, pero medio segundo antes sonó el teléfono. Wymack
no se molestó en cerrar su puerta de nuevo antes de atender. Desde lo que Neil podía escuchar,
alguien estaba fastidiando a Wymack por la pequeña alineación del equipo. La irritación obvia
de Wymack hizo que sus afirmaciones sonaran menos que convincente, pero Neil sabía que él
creía cada palabra que decía. A Wymack no le importaba si tenía nueve Foxes o veinticinco. Se
mantendría con ellos hasta el amargo y sangriento final.

Wymack seguía en eso cuando la puerta de la sala se abrió. La capitana Danielle Wilds fue la
primera en entrar, pero su novio Matt Boyd y su mejor amigo Renee Walker entraron detrás de ella.
Solo dieron un par de pasos en la habitación cuando se detuvieron.

Dan apuntó a Neil pero miró a Kevin.

—¿De qué se trata eso?

Aaron respondió:

—Sabías lo que significaba cuando lo llevamos la noche del sábado.


Wymack colgó el teléfono con un golpe. Neil se preguntaba si la discusión realmente había acabado
o si había usado la llegada de más Foxes como excusa para colgar. Dio una zancada dentro de la
sala unos segundos después y siguió el dedo de Dan hasta Neil. Miró desde Neil a Kevin a Aaron,
luego alrededor de la habitación y al nuevo orden, luego de nuevo a Neil.

—La última vez que revisé, a Andrew no le agradabas —dijo Wymack.

—Aún no le agrado —dijo Neil, pero no se molestó en explicar.

—Interesante —Wymack observó a Neil un minuto más antes de volverse a los de último año—.
Siéntense, ¿Quieren? Tenemos que hablar.

Wymack se apoyó en el mueble que sostenía la televisión y espero a que todos se instalaran. Cruzó
los brazos sobre su pecho y estudió a cada uno de los Foxes.

—Abby me escribió un discurso para decirles esta tarde. Sonaba bonito, tenía muchas palabras
acerca de la valentía y la pérdida y estar juntos en los momentos de necesidad de cada uno. Lo
rompí y lo tiré en el basurero al lado de mi escritorio.

“No estoy aquí para ofrecerles lindas palabras y palmaditas en la espalda. No estoy aquí para ser
un hombro sobre el cual llorar. Lleven eso a Abby o vayan a Reddin y hablen con Betsy. Mi trabajo
es ser su entrenador sin importar que, mantenerlos en movimiento y llevarlos a la cancha estén
listos o no. Eso, probablemente, me hace el tipo malo aquí, pero todos tenemos que vivir con eso.

Wymack miró hacia las sillas vacías delante de él. El equipo de Exy del estado de Palmetto estaba
en su quinto año. Wymack formó a los Foxes desde el suelo y había elegido a Seth para su primera
línea. Entre los problemas personales de los jugadores, un contrato defectuoso les permitía salir,
y la opción de graduarse en cuatro años en vez de cinco, Seth había sido el único en llegar a un
quinto año con el equipo. Seth había sido muchas cosas, la mayoría de ellas desagradables, pero
definitivamente había sido un luchador. Ahora se había ido.

Wymack se aclaró la garganta y estiró una mano entre su cabello

—Miren. Lo que pasó fue una mierda. Mierda va a seguir pasando. No necesitan decirme que su
vida no es justa. Están aquí porque saben que no lo es. A la vida no le importa lo que queremos de
ella; depende de nosotros luchar por lo que queremos con todo lo que tenemos. Seth quería que
ganáramos. Él quería que pasáramos el cuarto partido. Creo que le debemos el jugar. Mostrémosle
al mundo lo que tenemos. Hagamos de este nuestro año.

—Hemos perdido lo suficiente, ¿No creen? —Le preguntó Dan a sus compañeros de equipo—. Es
tiempo de ganar.

Matt entrecruzó sus dedos con los de ella y los apretó.

—Llevémoslo todo a la final.


—Las palabras no significan nada para mí —dijo Wymack—. Pruébenme en mi cancha que tienen
lo necesario para ser campeones. Los quiero a todos en la cancha con equipo ligero en cinco
minutos o los inscribiré para una maratón.

A la extraña idea de Wymack de hablar de ánimo le faltaba su usual toque de rabia, pero sus
palabras eran lo suficientemente familiares para hacer que el equipo se moviera. El vestidor de
Hombres estaba en silencio mientras se vestían. Neil llevó sus cosas hacía uno de los baños para
cambiarse. Lavabos separaban los baños de las duchas y Neil paró ahí para mirar su reflejo.

Tenía una relación de amor odio con su reflejo por necesidad. Era la viva imagen del padre asesino
del que había escapado hace ocho años. El cabello teñido y los lentes de contacto eran la mejor
manera de esconder su cara, pero mantener eso viviendo con los Foxes era agotador. Revisaba
sus raíces dos veces al día, todos los días y dormía de espaldas a la habitación para poder sacarse
los lentes en la noche. Mantenía el estuche en la funda de su almohada y tenía un par extra en su
billetera. Era complicado, pero lo ayudaba a mantenerse vivo y a salvo. Neil no creía que fuera a
ser suficiente ahora.

No se había dado cuenta de cuanto había estado allí hasta que Matt y Kevin entraron a buscarlo.
Vio sus reflejos mientras cruzaban la puerta detrás de él pero no se giró.

—¿Llevémoslo todo a la final? —preguntó Neil.

—Los milagros son posibles —dijo Matt.

—No te acojas de algo tan insubstancial como un milagro —dijo Kevin—. No ganarás nada
quedándote ahí parado. Termina de cambiarte y ve a la cancha.

—Un día quiero que busques “insensibilidad” en el diccionario —dijo Matt, molesto—. Estoy seguro
que hará que tu ego se pregunte que hace tu foto impresa al costado de ella.

—No —dijo Neil antes de que Kevin pudiera responder—. Tiene Razón. La posibilidad de que el
entrenador nos encuentre a otro delantero cuando ya ha comenzado el año es escasa. Hasta que
se le ocurra algo, Kevin y yo son todo lo que tienen y ninguno de nosotros es lo suficientemente
bueno.

—¿Escuchaste eso Kevin? —dijo Matt—. Tu subordinado dijo que eras incompetente.

—No me importa su opinión —dijo Kevin.

No negó las palabras de Neil y Neil escuchó eso incluso si Matt no lo hizo. Kevin fue criado como
delantero izquierdo, pero Riko rompió su mano jugadora el pasado diciembre en un ataque de rabia
y celos. Kevin había estado tratando de reaprender el juego como diestro desde marzo, pero no
estaba ni cerca de lo bueno que había sido una vez. La opinión pública dijo que era un genio por
arreglárselas para siquiera jugar en estos días, pero Kevin sintió su caída de gracia fuertemente.
Por muy brutal que era con el equipo, era más brutal consigo mismo. Era la única razón por la que
Neil toleraba su condescendencia.

Neil se empujó lejos de los espejos y terminó de alistarse. Dan y Renne estaban esperando a los
hombres en la sala y entraron al estadio para el calentamiento. Después de cuarenta minutos de
carreras en vuelta e intervalos, se dirigieron devuelta a los camerinos por agua. Estaban estirando
como grupo cuando la puerta principal se abrió.

Neil le echó un vistazo a los de último año para juzgar sus reacciones mientras Nicky y Andrew se
unían a ellos en la sala. Dan volvió a sus estiramientos después de un dirigirles un vistazo en una
fracción de segundo y la expresión de Matt se endureció cuando vio la cara sonriente de Andrew.
Solo Renee sonrió y su voz fue amistosa, tranquila, cuando dijo hola.

—Hola Renee —dijo Andrew—. ¿Te vas devuelta al dormitorio?

—Esta noche —dijo Renee—. Empacamos la camioneta de Matt esta mañana.

Andrew aceptó eso sin argumentos y se desvaneció hacia los vestidores para cambiarse. Nicky
esperó un minuto, viéndose un poco desconcertado mientras miraba a sus compañeros de equipo
por primera vez en días. Dan lo miró de nuevo, pero su imperturbable cara no era alentadora.

—Hey —dijo Nicky, de manera apagada—. ¿Soportándolo?

—De alguna manera u otra —dijo Dan. No preguntó cómo estaba Nicky. Probablemente porque no
quería saber.

Nicky no dijo nada por un momento, luego:

—¿Cómo está Allison?

—¿Te importa? —Preguntó Matt.

—Matt —dijo Renee en un pequeño regaño. A Nicky le dijo—. Está pasando por un mal momento
ahora, como se espera, pero nos aseguramos de que no estuviera nunca sola. Aún no le hablará a
Betsy, pero creo que se abrirá pronto.

—Sí —coincidió Nicky en apenas un susurro.

Wymack esperó hasta que estuvo seguro de que estaban listos y le hizo un gesto a Nicky.

—Ustedes dos vayan a la cancha y empiecen a dar vueltas. No pago por la electricidad de este
lugar para que ustedes se queden parados cotilleando. El resto de ustedes terminen aquí y tomen
agua. Tan pronto como Andrew y Nicky estén listos, empezaremos con los ejercicios. Tenemos…
—Wymack hizo una pausa al sonido de su teléfono desde el pasillo—. Estas sanguijuelas me van
a volver loco. Debería haber invertido en una secretaria.

Nicky se dirigió a los vestidores mientras Wymack iba en busca de su teléfono. Neil estaba parado
al final de la sala, cerca de la pared, asique escuchó cuando Wymack contestó. A pesar de la
molestia obvia de Wymack, mantenía un tono civilizado.

—Entrenador Wymack, Universidad del estado de Palmetto. ¿Cómo dijo? Un segundo —Wymack
salió al pasillo con el teléfono inalámbrico en la mano. Tapo el micrófono con su mano y pateó la
puerta del vestidor de hombres para abrirla—. Andrew Joseph Minyard, ¿Qué mierda hiciste esta
vez?

—¡No fui yo, fue el hombre de un brazo! —Gritó Andrew fuera de vista.

—¡Sal aquí! —Wymack gritó de vuelta mientras la puerta se volvía a cerrar. Andrew apareció unos
segundos después, ya con su uniforme. Wymack lo apuntó con el teléfono y le dijo—. La policía
está en el teléfono por ti. Más te vale que me vengas limpio antes de obtener su versión de esto.

—No fui yo. Pregúntale a mi doble.

Wymack lo miró con el ceño fruncido, sacó la mano del micrófono y puso el teléfono en su oído.

—¿Cuál es el problema oficial…? ¿Higgins dijo?

—Oh —dijo Andrew sobresaltado—. No, Entrenador…

Wymack le hizo un gesto para que mantuviera silencio, pero Andrew lo tomó por la muñeca y arrancó
el teléfono de su alcance. Wymack alcanzó su jersey antes de que Andrew pudiera escapar. Andrew
no trató de liberarse, pero miró al teléfono en su mano como si nunca hubiera visto una tecnología
parecida.

—No lo hagas esperar todo el día —dijo Wymack.

Andrew se giró, no lo suficiente para quedar libre pero si para poder ver a su hermano. Aaron se
detuvo a medio estiramiento para mirarlo. Andrew levantó sus manos en un exagerado encogimiento
de hombros y finalmente puso el teléfono en su oído.

—Pig Higgins, ¿eres tú? —Preguntó Andrew—. ¡Oh! Sí lo es. Sí, estoy sorprendido. ¿Se te olvidó
que no me gustan las sorpresas? ¿Qué? No, no te detengas. No me habrás perseguido después
de todo este tiempo solo para hablar, así que, ¿qué quieres? —Andrew se mantuvo en silencio por
unos segundos para escuchar, después dijo— No —y cortó.

El teléfono comenzó a sonar de nuevo casi de inmediato. Los Foxes estaban muy atentos, olvidando
sus elongaciones. Wymack no les ordenó que volvieran a sus asuntos, así que Matt se sentó en
una de las bancas para ver a esta extraña escena desarrollarse. Andrew tiró de su jersey hasta que
Wymack lo dejó libre, después se alejó de ellos tanto como pudo. Se apoyó en la pared, tapo su
oreja con la mano libre y contestó el teléfono.

—¿Qué? No, no te corté. No haría eso. Yo… no. Cállate.


Andrew colgó de nuevo, pero Higgins era lo suficientemente persistente como para llamar una
tercera vez. Andrew dejó que sonara cinco veces antes de contestar con un profundo suspiro.

—Háblame —dijo Andrew y esperó a que Higgins se explicara desde el principio.

Higgins habló por unos buenos dos minutos. Lo que sea que estuviera diciendo no podía ser bueno;
la conversación estaba visiblemente cortando el efecto de las drogas de Andrew. Su sonrisa se
había ido y había comenzado a golpear su pie contra el suelo a la mitad de la historia de Higgins.
Aparto su mirada de Aaron mientras la felicidad desaparecía de su expresión y apuntaba su mirada
hacia el techo.

—Vuelve atrás —dijo Andrew por fin—. ¿Quién se quejó? Oh, Pig, no me des evasivas. Sé dónde
trabajas, ya ves. Sé con quién trabajas. Eso significa que hay un niño en su casa. No se supone
que ella… ¿Qué? No. No me preguntes eso. Dije que no. Déjame en paz. Hey —dijo Andrew en un
tono un poco más fuerte, como si tratara de ahogar los argumentos del oficial—, vuelve a llamarme
y te mato.

Cortó. Esta vez el teléfono se mantuvo en silencio. Andrew esperó para asegurarse de que Higgins
cogiera la pista, luego puso una mano sobre sus ojos y luego rió.

—¿Qué es lo chistoso? —preguntó Nicky mientras se unía a ellos de nuevo—. ¿Que me perdí?

—Oh nada —dijo Andrew—. No te preocupes.

Wymack miró de Andrew a Aaron y de nuevo.

—¿Qué es lo que hicieron ahora?

Andrew estiró sus dedos y miró por entremedio de ellos a Wymack.

—¿Qué te hace pensar que es mi culpa?

—Espero que esa sea una pregunta retórica —dijo Wymack, para nada engañado por el acto
inocente de Andrew—. ¿Por qué la policía de Oakland te está llamando?

—El cerdo y yo tenemos historia —dijo Andrew—. Sólo quería ponerse al día.

—Me mientes una vez más a la cara y vamos a tener problemas.

—Fue más o menos la verdad. —Andrew bajó su mano y lanzó el teléfono a través de la habitación.
Golpeó el suelo tan fuerte que la parte trasera se desprendió. El teléfono se deslizó en una dirección
y la batería en otra—. Trabajó con el programa PAL de Oakland. Pensó que podría salvar a niños
en riesgos enseñándoles deportes después de la escuela. Algo como tú, ¿ves? Idealista hasta el
núcleo.

—Dejaste Oakland tres años atrás.


—Sí, sí, estoy tan halagado de que se acordara de mí o algo así —Andrew movió la mano en un
gesto descuidado de “¿Qué puedes hacer?” y se dirigió a la puerta—. Nos vemos mañana.

Wymack puso un brazo en su camino.

—¿A dónde vas?

—Me voy —Andrew apuntó más allá de Wymack, hacia la puerta—. ¿No dije que los iba a ver
mañana? Tal vez lo murmuré.

—Tenemos práctica —dijo Dan—. Tenemos un juego el viernes.

—Tienen a Joan de Exy ahí. Háganlo sin mí.

—Corta tu mierda Andrew —dijo Wymack—. ¿Qué es lo que de verdad está pasando?

Andrew puso una mano en su frente de forma dramática.

—Creo que me va a dar algo, cof, cof. Mejor me voy antes de infectar a tu equipo. Quedan tan
pocos. No puedes permitirte perder a nadie más.

La impaciencia tiró de la boca de Kevin hasta una fina línea.

—Basta. No te puedes ir.

Hubo un latido de silencio y luego Andrew se giró con una gran y retorcida sonrisa en sus labios.

—¿No puedo Kevin? Te mostraré lo que no puedo hacer. Traten de ponerme en su cancha hoy y
me aseguraré de sacarme a mí mismo para siempre. A la mierda su práctica, su alineamiento, y su
maldito juego.

—Es suficiente. No tenemos tiempo para tus berrinches.

Andrew se giró y golpeó la pared tan fuerte que abrió la piel de sus nudillos. Kevin dio un rápido
paso al frente, con la mano estirada como si pudiera detener a Andrew de dar un segundo golpe,
pero Wymack estaba más cerca. Atrapó el brazo de Andrew y lo tiró lejos de la pared. Andrew no
quito la mirada de Kevin para asimilar la interferencia. Sólo cuando Kevin dio un paso atrás, Andrew
trató de liberarse del agarre de Wymack.

—Cof, cof, entrenador —dijo Andrew—. Ahora me voy.

—Entrenador déjelo ir —dijo Aaron—. Por favor.

Wymack lanzó un vistazo frustrado entre ellos, pero Aaron estaba mirando sus pies y Andrew sonrió
sin explicación. Finalmente, Wymack bajó su mano y dijo:

—Tú y yo vamos a tener una larga charla luego, Andrew.


—Seguro —dijo Andrew, una brillante y descarada mentira. Se fue un segundo después.

—En serio —dijo Nicky cuando la puerta se azotó detrás de Andrew—. ¿Qué me perdí?

—Respuestas ahora, Aaron —dijo Wymack.

—No sé —dijo Aaron.

—Mi trasero que no sabes.

—No sé —dijo Aaron de nuevo un poco más fuerte—. No sé por qué Higgins está llamando. Llámalo
de vuelta o hazte amigo de Andrew si quieres respuestas. Él era el mentor de Andrew no el mío.
Sólo lo vi una vez.

—Obviamente dejó una impresión si aún lo recuerdas.

—Oh —Dijo Nicky comenzando a entender—. ¿Es él el que…?

No terminó, pero Aaron entendió lo que estaba preguntando.

—Sí —Dijo Aaron—. Él fue quién me dijo que tenía un hermano.


CAPÍTULO 2
Traducido por AkiraTheUndaunted
Corregido por Ella R

La críptica aclaración de Aaron era la única respuesta que ellos obtuvieron de él en la prác-
tica. Wymack dejó de presionar al segundo en el que las cosas se volvieron personales. Neil espe-
raba que los estudiantes de último año dijeran algo sobre ello cuando pusieron las paredes de la
cancha entre Wymack y ellos mismos, pero aparentemente compartían la impresión de Wymack.
Dirigieron miradas curiosas hacia Aaron y Nicky de rato en rato, pero ninguno de ellos presionó por
una explicación.

Sin Seth alrededor para comenzar peleas con Kevin y Nicky, Allison disponible para protestarle a
cualquiera dentro de su rango auditivo, o Andrew parloteando en el arco, sus ejercicios estaban
casi alarmantemente silenciosos. La práctica pudo haber sido una completa pérdida de tiempo si no
fuera por Kevin y Dan. Kevin estaba bastante concentrado en el juego como para dejar que algo lo
distrajera cuando se encontraba en la cancha, y Dan conocía su papel como capitana. Aún así, Neil
pensó que todos se sintieron aliviados cuando Wymack finalmente anunció el final de la práctica.

Ellos dejaron el estadio al mismo tiempo, pero el desagrado de Nicky por las leyes de tráfico los
llevó a la Torre de los Zorros primero. Nicky encontró un lugar cercano a la parte trasera del esta-
cionamiento de los atletas, y se dirigieron al dormitorio como un grupo. A medio camino, notaron la
figura que los esperaba en la acera. Andrew se sentó con las piernas cruzadas en la vereda y sus
manos en los tobillos mientras los observaba acercarse.

—No deberías estar afuera si estás a punto de enfermarte —dijo Kevin.

—Cuanta preocupación —Andrew sonrió ante el tono frío de Kevin. —. No llores, Kevin. No es nada
que una siesta y algo de vitamina C no puedan arreglar.

Nicky se puso de cuclillas frente a Andrew.

—Hey, ¿estás bien?

—Haces preguntas extrañas, Nicky.

—Me preocupo, es todo.

—Suena como tu problema. Oh, ahí vamos, finalmente.

Neil observó mientras Matt se volvía hacia el estacionamiento. Matt rondó dos veces antes de
encontrar un lugar lo suficientemente grande como para que entrara su camioneta. Andrew miró
al rostro a Nicky en una orden silenciosa para que se quitara del camino, así que Nicky se levantó
y se hizo a un lado. Andrew esperó hasta que Dan, Matt y Renee estuvieran lo suficientemente
cerca para escucharlo antes de levantar su mano a manera de saludo y decir—: ¡Renee, lo hiciste!
Bienvenida de nuevo. Te tomaré prestada. No te importa, ¿o sí? Sabía que no.

Renee asintió.

—¿Necesito algo?

—Yo ya lo tengo —Andrew se levantó de un salto y caminó a través del estacionamiento.

Renee se dio media vuelta y lo siguió. Ella lo alcanzó en un par de zancadas y se le puso a la par.
Neil miró a Dan. Su boca era una fina y gruesa línea, pero ella no pareció sorprendida, y tampoco
los llamó para que regresaran. Matt abrió su boca, luego tomó las señales del silencio de Dan y
decidió no decir nada. Nadie más se movió hasta que Andrew y Renee alcanzaron la orilla más
lejana del estacionamiento y entonces Aaron se alejó de golpe. En lugar de irse hacia adentro,
caminó por la acera que serpenteaba alrededor frente a la Torre de los Zorros y llevaba de regreso
al campus.

—Bien —dijo Matt finalmente—. ¿Hablaremos sobre esto?

Nicky frotó sus brazos como si se protegiese del frío, sin importar que afuera estuviera a cientos de
grados centígrados, y sacudió su barbilla hacia la puerta.

—No, sin un trago, no lo haremos.

El equipo de Exy de la escuela tenía tres suites en el tercer piso. El cuarto del grupo de Andrew era
el más cercano a las escaleras, las chicas estaban en el medio, y Matt y Neil estaban en el cuarto
del final, el que alguna vez compartieron con Seth. Dan juntó su mano con la de Matt mientras se
acercaban a la Suite y la apretó tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos. Matt ni siquiera
parecía poder tomar fuerza de ahí. Él miraba la argolla de las llaves en su mano libre como si
hubiera olvidado cuál lo dejaría entrar.

—Fue un idiota —dijo Matt en voz baja.

—Lo sé —replicó Dan.

Matt tomó un poco de aire y finalmente abrió la puerta. La empujó, retrocedió al umbral y agarró
más fuerte la mano de Dan. La triste mirada de Dan tenía a Neil propulsándose hacia adelante,
pero era difícil de ver más allá de Matt. Neil no tuvo que esperar más; Dan fortaleció su ímpetu de
moverse primero y jaló a Matt dentro del cuarto con ella. Neil esperó en la entrada para registrar
los cambios.

No había estado en este cuarto desde la mañana del domingo, y luego había pasado por allí para
empacar sus cosas para la casa de Wymack. El domingo el cuarto se veía como siempre. En los
pocos días desde entonces, alguien había venido y vaciado todas las cosas de Seth. El tercer
escritorio ya no estaba, de igual manera la mesilla de noche que Seth había convertido en estantes
para sus trabajos escolares. Esto dejó un espacio bastante evidente entre las cosas de Neil y Matt.
Neil fue a su cuarto mientras que Matt y Dan observaban el lugar vacío. Su cama y la de Matt
seguían una encima de otra, pero la de Seth había sido llevada por los servicios residentes. Las dos
cómodas que quedaban que alguna vez habían sido ocultadas por la cama de Seth ahora estaban
expuestas en el cuarto, sus descuidadas superficies cubiertas con una fina capa de polvo. Era
como si Seth nunca hubiera estado aquí, como si él jamás hubiera existido.

Neil se preguntó si él podría desparecer así de fácil.

Él dejó su mochila en su cómoda y regresó a la sala. Matt y Dan estaban sentados presionándose
el uno contra el otro en el sillón. Matt estaba viendo la pared en la que solía estar el escritorio de
Seth. Dan estudió el rostro de Neil, pero no dijo nada. Tal vez ella sabía que él no necesitaba su
consuelo, o tal vez solo no había nada que decir.

Kevin y Nicky no tardaron en reunirse con ellos. Nicky trajo algo de ron y abrió una botella de
cola, así que Kevin fue por unos vasos de la cocina. Nicky apartó con esfuerzo su mirada lejos del
espacio abierto en el cuarto. Él puso las bebidas en la mesita baja antes de arrodillarse frente a Dan
y Matt. Kevin puso cinco vasos en la mesa y se sentó junto a Nicky.

Neil quitó su taza de la mesa antes de que Nicky pudiera servirle algo y se sentó al final de la
mesita donde podía verlos a todos. Nicky vertió sus tragos, los pasó, y levantó su vaso en un brindis
silencioso hacia el cuarto. Nadie se le unió, pero Nicky no esperó. Se bebió la mitad de su trago sin
tomar nada de aire. Luego lo recargó con más ron y miró de nuevo a través del cuarto a la brecha
donde una vez estuvo el escritorio de Seth.

—Entonces —comenzó Nicky, sonando más que un poco incómodo—. Esto es, uh…

Matt no le dio tiempo para que lo entendiera. La mirada en su rostro dijo que él aún no estaba listo
para hablar sobre Seth, especialmente no con él. Él arrastró la atención de Nicky de regreso a un
tema seguro diciendo—: ¿Por qué Aaron no sabía que tenía un hermano?

Nicky respingó, pero Neil no supo qué le molestó más: la pregunta o el áspero filo en la voz de Matt.

—Ellos son gemelos —dijo Nicky. Él esperó a que ellos lo procesaran, mirando entre sus rostros
en blanco, y frunció el ceño en recelo—. Piénsenlo por un momento, ¿sí? Imagina que eres mi tía
Tilda. ¿Cuán dispuesto estarías a decirle a Aaron que abandonaste a su hermano cuando nació?
Ella esperaba que el secreto permaneciera sepultado por siempre.

—Pero Aaron lo descubrió —replicó Neil.

Nicky le sonrió débilmente a Neil con los labios apretados.

—Sí, y por eso creo en el destino. Mira, Aaron nació y fue criado en San José. Aparentemente la tía
Tilda se cansó de tener citas con locales y empezó a visitar sitios para encontrar pareja en línea.
Justo después de que Aaron cumpliera trece, la tía Tilda se ligó con este tipo en Oakland. Su novio
pensó que ellos debían encontrarse en el juego de los Raiders, algo simpático, público y divertido,
así que metió a Aaron en el carro y fue para allá.
»Aaron dijo que él estaba en el puesto de comida cuando este policía caminó hacia él, llamándole
Andrew y hablándole como si se conocieran. Aaron pensó que estaba loco o confundido, pero no le
tomó mucho tiempo al policía darse cuenta de que algo estaba mal.

—Higgins— supuso Matt.

—Sí. Tan pronto como Higgins se dio cuenta que él tenía al hermano equivocado, hizo que Aaron
lo llevara de regreso a donde la tía Tilda estaba. Verán, Higgins pensó que la tía Tilda era otra
madre adoptiva y que Aaron y Andrew quizás habían sido separados en el sistema. Higgins quería
reunirlos así que la tía Tilda le dio su teléfono para pasar por Aaron y llevarlo de nuevo a casa.

>>No sé por qué se molestó. Tal vez ella estaba bastante avergonzada de decir que no o no querría
explicarle al policía qué estaba pasando. De cualquier manera, la madre adoptiva de Andrew le
llamó al siguiente día para acordar el día del encuentro, y la tía Tilda se negó. Ella les dijo que no
quería tener nada que ver con Andrew, no quería saber cómo era o lo que hacía, nada. Ella incluso
hizo que le prometieran no volver a contactarla jamás.

Nick terminó su segundo trago y preparó un tercero.

—Pero Aaron sabía quién estaba llamando, y estaba muy emocionado por que su madre contestara
el teléfono para saber los detalles. Tan pronto como ella levantó el de la cocina, él corrió a su cuarto
y escuchó en el teléfono del piso de arriba. Así es como él descubrió la verdad —Nicky miró hacia
su trago—. Aaron dijo que ese fue el peor día de su vida.

—Dios —dijo Matt—. No lo culpo. ¿Y le dijo que la escuchó?

—Oh, sí, Aaron dijo que lo habían soltado. Pero la tía Tilda no cedería, así que Aaron fue a sus
espaldas y llamó al departamento de policía de Oakland. Él encontró a los coordinadores del PAL
y les dio esa información para que se la pasaran a Andrew. Dos semanas después él recibió una
carta por correo que básicamente decía “Jódete, aléjate”.

Matt frotó sus sienes.

—Sí, suena como Andrew.

—Algunas cosas nunca cambian —dijo Nicky.

—¿Entonces, cómo Aaron convenció a Andrew? —preguntó Dan.

Nicky le dio una mirada peculiar.

—No lo hizo.

—Espera —dijo Dan—. ¿A qué te refieres con que no lo hizo?

—Me refiero a que no lo intentó de nuevo. No sé quién les dijo a los padres adoptivos de Andrew
sobre Aaron, si fue Andrew o el tal Phil, pero la madre adoptiva de Andrew escribió una carta para
Aaron. Ella quería que Aaron lo intentara de nuevo, en primavera, y dijo algo sobre las vacaciones
siendo algo duras y que había muchos cambios en la casa. Así que Aaron esperó, pero esperó
demasiado. En marzo, Andrew fue al centro de detención juvenil, y Aaron empezó a reconsiderar
todo este asunto de su hermano. Dos meses más tarde la tía Tilda vendió la casa en San José y se
mudó a Columbia.

Dan se veía desconcertada.

—Entonces, ¿cuándo se conocieron?

—Papá supo acerca de Andrew hace cinco años, así que… —Nicky contó el tiempo con sus
dedos—. Hace cuatro años y medio, más o menos. Papá fue a California para interrogar a la familia
adoptiva de Andrew y pasó por el centro de detención. Un mes después, hizo que Aaron viajara
para que pudiera hablar con Andrew, pero yo no considero esa sesión supervisada de media hora
como la primera vez. Ellos se conocieron realmente cuando Andrew tuvo una libertad condicional
un año después y papá intimidó a la tía Tilda para llevar a Andrew a casa.

Nicky echó un vistazo a su bebida por un rato.

—Raro si lo piensan, ¿cierto? Ellos realmente solo se han conocido por tres años.

—Eso está hecho un lío —dijo Matt.

—Sí, y esa es la versión bonita de la historia —dijo Nicky—. Como sea, así es cómo Aaron y Andrew
conocen a Higgins. No sé por qué está llamando a Andrew ahora, pero no voy a preguntar. Yo veo
la vida adoptiva de Andrew como un tema fuera de límites. No hablo de ello hasta que él lo hace.

—¿Está bien eso? —preguntó Dan—. No sonó como el “Tanto tiempo sin verte” tipo de llamada;
¿qué tal si alguien desenterró algún crimen pasado para poder sacarlo de nuestra cancha? Puede
que Phil estuviera llamándolo para advertirle sobre una investigación.

—Andrew tendría cuidado de ello —replicó Nicky.

—Eso no es muy tranquilizador —dijo Dan, pero lo dejó así.

De alguna manera Nicky y Kevin terminaron comiendo con ellos. Era la primera vez desde que el
tipo de último curso se había mudado al campus en junio, que Neil había visto a cualquiera de los
del grupo de Andrew socializar con el resto del equipo. Neil lo atribuyó a la ausencia de los gemelos.
Él había escuchado las quejas de Nicky hacia Aaron sobre el estado aislado de los primos, pero
Aaron no había sido influido por el disgusto de Nicky. Ahora, sin Aaron para distraerlo o Andrew para
guiarlo fuera del camino, Nicky era libre de hacer tanto como quisiera.

Ellos ordenaron comida, así no tendrían que salir de nuevo, y Dan puso una película para evitar
otra conversación desagradable. La película se había terminado antes de que cualquiera de los
compañeros hubiera regresado, pero fue hasta entonces que a Nicky le importó presionar su suerte.

—Buenas noches —dijo después de ayudar a limpiar la basura de la comida.

—Te veo por la mañana —dijo Dan, y cerró la puerta detrás de él y Kevin.
Cuando ella se alejó de la perilla, se volteó con una mirada extraña hacia Matt.

—Eso fue raro.

—Sí Matt concordó—. ¿Alguna posibilidad de que pase de nuevo?

—Matt —dijo Dan, pero lo dudaba. Ella miró a la pared lejana donde había estado el escritorio de
Seth como si ella no estuviera segura de atreverse a decir las siguientes palabras en alto—. ¿Qué
podría significar esto para nuestra temporada?

A causa de que Wymack reclutó individuos problemáticos a propósito, los Zorros han sido un
desastre fracturado desde el primer día. Ellos eran un equipo sin concepto de trabajo en equipo y
determinados por su jerarquía a través de la fuerza. Pero cuando comenzaron las prácticas en el
verano, noventa por ciento del conflicto comenzó con Seth. Seth siempre estaba listo para pelear
con Kevin y los primos. No trabajaría en equipo con ellos en la cancha y se negaba a llegar a un
acuerdo con ellos fuera de esta. Constantemente forzaba a los Zorros a tomar bandos.

La expresión de Matt era cauta, como si no estuviera seguro de poder tener esta conversación tan
pronto después de la muerte de Seth, pero él respondió:

—No esperes nada. A ellos no les importa Seth. Ellos no se unirán a él tan fácil.

—Pero —dijo Dan, porque ella y Neil lo escucharon en el tono de Matt.

—Pero —Matt secundó, y miró a Neil—. Finalmente tenemos uno dentro.

Neil miró a uno y a otro.

—No entiendo.

—Ya vimos esto antes, con Kevin —dijo Matt—. Ellos ya te reclamaron algo. Te van a arrastrar
hasta su madriguera.

Dan puso sus manos sobre los hombros de Neil y le dio una mirada determinada.

—No te metas tan profundo para olvidarte de nosotros, ¿sí? Pon un pie en ese agujero y otro aquí,
con nosotros. Debes ser la pieza que finalmente una a este equipo. No lo podemos entrar a las ligas
sin ellos. Prométeme que lo intentarás.

—No soy exactamente una fuerza unificadora —replicó Neil.

—Tú definitivamente tienes algo que Andrew quiere —dijo Matt—. Y a donde Andrew va, ellos van.
Solo tienes que tirar más fuerte de lo que él tira de ti.

Ellos lo hacían sonar fácil cuando Neil sabía que no lo era.

—Lo intentaré.

—Bien —dijo Dan, apretando sus hombros una vez más antes de soltarlo—. Es todo lo que pedimos.
Dan se sentó en el sillón y jaló a Matt junto a ella. Neil se sentó en su escritorio y trató de ponerse
al corriente con su tarea. Apenas era la segunda semana de clases y ya estaba atrasado. Trató de
leer sus apuntes de química, pero a los pocos párrafos empezó a distraerse. Logró avanzar tres
páginas más antes de darse por vencido y lanzar a su libro de texto lejos del escritorio.

—¿Neil? —preguntó Dan.

—¿Por qué la química es tan horrenda? —preguntó Neil, alcanzando las cosas de la siguiente
materia.

—Si lo resuelvo, serás el primero en saber —dijo Dan—. Siempre puedes pedirle ayuda a Aaron. Él
se está titulando en ciencias biológicas.

Neil preferiría reprobar antes que pasar más tiempo con Aaron. Su tarea de español era más fácil
de realizar, pero su la de historia era bastante aburrida para soportarla. Neil tiró su libro sobre el de
química y observó en blanco su tarea de inglés. Le dio al papel un lánguido esfuerzo, y luego buscó
en su mochila su libro de matemáticas. Entonces se percató de que Matt y Dan lo estaban viendo.

—¿Cuántas materias tomas? —preguntó Dan, frunciendo el ceño.

—Seis —replicó Neil.

—No es en serio —dijo Dan—. ¿Por qué?

Neil la miró y luego a Matt.

—Eso es lo que sugiere el programa.

Dan le hizo una mueca, pero Matt contestó.

—El horario es para personas que se graduarán en cuatro años. Tu contrato es de cinco por una
razón. Todos saben que no puedes tomar el curso completo y jugar en un equipo.

—Cuatro materias —dijo Dan, sosteniendo sus dedos hacia él—. Con eso se considera un estudiante
de tiempo completo. Es lo máximo que quiero que lleves este semestre, ¿bien? Averigua cuáles
dos harán tu vida más difícil y deshazte de ellas. No nos haces a nosotros ni tampoco a ti mismo un
favor al consumirte esto así de rápido.

—¿Puedo dar de baja materias? —preguntó Neil sorprendido.

—En tus primeras dos semanas, sí —contestó Matt—. ¿Dónde está tu horario? Déjame ver.

Neil sacó una carpeta y se la entregó. Dan le hizo una seña para que se sentara junto a ella. Tomó
el horario para que todos pudieran ver.

—¿Ves esto? —preguntó, señalando las clases de los lunes, miércoles y viernes de Neil—. Estas no
se pueden quedar. Si no te das un respiro te vas a partir en dos. Cuando estaba en la preparatoria
trabajaba por las noches, iba a la escuela, y era capitana del equipo de Exy. Eso me hizo odiar todo
en mi vida. No quiero que te pase lo mismo. Matt me dijo que tú y Kevin tienen prácticas nocturnas,
para variar. Dime, ¿cuándo duermes realmente?

—Durante clases —admitió Neil.

Ella golpeó a Neil en la frente.

—Respuesta incorrecta. Tienes un promedio que mantener.

—Dan tuvo un par de años para perfeccionar este discurso —dijo Matt por encima de la cabeza de
Dan—. Si la cancha es tu meta final, nunca vas a necesitar esas clases. La escuela solo es un fin y
una excusa para jugar Exy, así que no te mates a ti mismo. Por lo que traeré mi computadora para
que ingreses al portal de la escuela.

Neil observó su horario mientras Matt sacaba su laptop de su mochila y se debatía cuál quitar. No
era sobre cuáles consumían más tiempo, como Dan sugería, sino sobre las que no necesitaba para
nada. Neil solo estaría en el Estado de Palmetto por un año, aunque no se lo había dicho a sus
compañeros. Cualquiera que diera de baja, sería por su bien.

Eso hizo a historia y química sus opciones primordiales, ya que las odiaba. Neil no era fan de sus
clases de inglés o de oratoria, pero al menos esas lecciones podrían ser útiles cuando tuviera
que fugarse. Él sin duda necesitaba sus lecciones de español, y al menos las matemáticas eran
interesantes.

Matt pasó su laptop a Neil cuando encendió, y Dan y Matt observaron mientras Neil ingresaba a su
perfil de estudiante. Matt estiró el brazo por encima de Dan para señalarle a Neil los enlaces a los
que tenía que acceder.

—¿Mejor? —preguntó Dan cuando cargó el horario modificado—. Mira aquí. Tenías un descanso
entre historia y oratoria, ¿verdad? Ahora tienes dos periodos libres. Puedes juntar tus horas de
tutoría ahí, si quieres. Tienes una clase matutina los martes y jueves, así que tienes todo ese tiempo
hasta la práctica para dormir y hacer tarea. Resulta perfecto, ¿no lo crees?

Neil estaba más interesado en la parte de dormir que en la de hacer tarea.

—Sí, gracias.

—No nos agradezcas, recuérdanos —dijo Dan—. Somos compañeros de equipo. Estamos aquí
para ayudarte con lo que sea que necesites, sea esto, los partidos o el estrés en general. Todos
tenemos diferentes experiencias, pero estamos acostumbrados a necesitar ayuda. Aunque no
estemos acostumbrados a recibirla. Pero ahora nos tienes a nosotros.

Neil no sabía cómo responder. Él no estaba seguro qué le molestaba más: creer que ella lo decía
en serio, o que él nunca podría tomar su oferta de todas maneras. Los Zorros no podían lidiar con
sus demonios. El único al que le confiaba la verdad a medias era Andrew, y eso solo era porque
estaba desesperado.

Se salvó de contestar cuando alguien tocó la puerta. Neil comenzó a levantarse, pero tenía la
computadora en su regazo aun, así que Matt le ganó. Neil pensó que podía ser uno de los otros
atletas del vestíbulo que había conocido a Seth por años, pero Renee estaba esperando en la
entrada. Matt se hizo a un lado para dejarla entrar. Dan maldijo en voz baja junto a Neil. Él escuchó
su tono, pero no entendió la palabra dicha; estaba distraído por la nueva cojera de Renee.

—Desearía que no hicieras eso —dijo Dan.

—Lo sé —replicó Renee.

Ella se dejó caer en el cojín que Matt había abandonado mientras éste último hurgaba en la cocina.
Regresó con una compresa fría. Renee sonrió mientras la tomaba y presionaba en sus nudillos de
la mano derecha. El dolor tiró los bordes de su boca, pero por lo demás su expresión estaba calma
mientras flexionaba sus dedos. Neil esperaba que Matt y Dan ahogaran a Renee con preocupación
e inquietud, pero ninguno de ellos preguntó si ella estaba bien.

—Dime si esto será un problema —dijo Dan.

Renee sacudió su cabeza.

—No para nosotros. Lo que sea que es, es estrictamente personal. Él regresará a la cancha mañana.

Neil se preguntaba en qué universo alterno se había tropezado.

—Andrew te golpeó.

—Un par de veces —dijo Renee—. Olvidaba lo rápido que es cuando está drogado.

Neil observó la sonrisa de Renee y luego su cabello con mechas arcoíris y después el collar que
colgaba de su garganta. Él no entendía. Renee le advirtió que no sobreestimara lo buena que era,
pero todos los demás decían que Renee era el alma amable del equipo. Ella no había sido más
que conciliadora desde que la conoció. Y hasta ahora, la única parte cuestionable sobre ella era su
amistad con Andrew.

—Renee y Andrew son compañeros adversarios —dijo Matt.

No sonaba tan ridículo para ellos como para Neil, pero aparte de preguntar frenéticamente qué
hacía la chica dulce y cristiana peleando con el sociópata no oficial del equipo, Neil no sabía qué
decir. Él miró a Matt para que lo ayudara, pero este solo sonrió ante su confusión. Neil entonces
miró a Dan, pero ella estaba muy centrada en la mano de Renee como para notar su atención.
Finalmente levantó la mirada y tuvo un poco de pena por él.

—He vuelto a nacer, Neil. Andrew no está interesado en mi fé; está interesado en la persona que
yo era antes. Él y yo tenemos más en común de lo que tú piensas. Es por eso que te hago sentir
incómodo, ¿no es así?

Dan y Matt le lanzaron miradas curiosas ante eso. Aparentemente ellos no habían notado cuán duro
trataba Neil de no quedarse solo con Renee. Neil los ignoró y dijo:

—Tú me haces sentir incómodo porque no tienes sentido. No te comprendo.


—Podías preguntar.

—¿Es así de fácil? —preguntó Neil.

—No estoy orgullosa de mi pasado, pero no puedo sanar si lo oculto. Cuando creas que estás
listo para confiar en mí, házmelo saber. No quiero esperar a que haya un problema entre nosotros.
Podemos conseguir una taza de café y hablar sobre cualquier cosa que quieras. Justo ahora,
aunque… —Renee se apoyó en el brazo del sillón y se levantó—. Todo lo que quiero es un baño
caliente y mi cama. Estoy exhausta.

Dan enlazó su brazo a través de Renee, y miró a Matt y a Neil.

—Ustedes, chicos, pueden pasar la noche en nuestro cuarto, si quieren. Si creen… —Ella no
terminó, pero echó una mirada alrededor del cuarto que dijo suficiente—. Tenemos un futón que
puedes usar, Neil.

—Dormiré aquí —dijo Neil—. Pero debo practicar con Kevin esta noche, así que deberías llevar a
Matt contigo.

—¿Seguro? —preguntó Matt.

—Seguro —contestó Neil—. Estaré bien.

Matt dudó y luego le dio un beso a Dan de buenas noches.

—Esperaré con él hasta que Kevin llegue. Te veo en un rato.

Él las acompañó hasta la puerta y la cerró tras salir. En su ausencia, el cuarto se sentía cientos de
veces más grande, y el silencio se asentó entre Matt y Neil como si fuera una piedra.

—Es tarde —dijo Matt en un torpe intento por romper el silencio—. Tal vez Andrew está muy enojado
como para dejarlo venir.

—Tal vez.

Neil se sentó en su escritorio a esperar. Kevin usualmente recogía a Neil a las diez para las prácticas
nocturnas, pero Andrew se había ido por horas con Renee. Ahora faltaba poco para las once. Neil
cubrió su bostezo con su mano mientras miraba el reloj. Se preguntaba si tenía que ir a su cuarto
y preguntarle a Kevin si había cancelado la práctica y decidió que lo haría en media hora. Siete
minutos antes de su autoimpuesta línea límite, Kevin finalmente se apareció.

—En algún punto deberían dejarlo dormir —dijo Matt, siguiéndolos por el corredor para luego
dirigirse a la siguiente puerta con Dan.

—Él puede dormir cuando hayamos ganado las finales —replicó Kevin.

Andrew estaba esperándolos en el auto como siempre. A pesar de la horrible manera en la que
Kevin y Andrew dejaron la práctica, aparentemente no había tensión entre ellos ahora. Andrew
no dijo nada cuando Kevin y Neil subieron a su auto y los llevó al estadio en silencio. Tal vez su
combate con Renee le quitó toda la energía, o tal vez a Andrew no le importaba lo suficiente para
guardar resentimientos. Neil no estaba seguro, pero observó a Andrew subir las escaleras hasta las
gradas y esperarlos, y eso lo dejó pensando.

—Ahora, Neil— dijo Kevin desde la puerta de la cancha.

Neil hizo todos los pensamientos sobre Andrew a un lado y siguió a Kevin hacia la cancha Foxhole.
CAPÍTULO 3
Traducido por Samn
Corregido por Cotota

La práctica del jueves fue más incómoda que la del miércoles. Sería fácil culpar la drogadicta
aparición de Andrew en su tarde de portería, pero Andrew se comportó en su mayoría. No mencionó
a Seth ni una sola vez y tuvo muy poco que decir a los chicos de clase alta.

El problema era lo que Dan y Matt habían notado la noche del miércoles: el equipo se acomodaba
mucho mejor sin Seth en la línea. Andrew, Aaron y Nicky podían tener problemas personales fuera
del juego, pero trabajaban muy bien juntos. Matt tenía una entrada con el grupo gracias a su talento
y a lo que sea que Andrew lo puso en el año pasado, Dan los lideraba y los mantenía en movimiento
de su puesto como ofensivo. Kevin empujó a Neil sin piedad en las líneas de strike, pero Neil peleó
a uña y diente para seguir. Renee alisaba los bordes dentados cada vez que se comenzaban a
mostrar.

Por primera vez en la historia de los Foxes, el equipo era una fuerza unificada. Dan y Matt podía
verlo, pero Neil vio la culpa en sus rostros y escuchó la trampa en sus palabras cuando hablaban
en los recesos. No querían encontrar el revestimiento plateado de la muerte de Seth y estaban
dudosos de aprovecharlo. Neil quería decirles que la muerte no era una razón para detenerlo, pero
encontró su humanidad interesante. Él sólo esperaba que pudieran superarlo antes del primer sa-
que de la noche de viernes.

Su segundo partido de la temporada estaba a un juego de distancia, del cual el equipo estaba agra-
decido. La ausencia de Seth era suficientemente notable en las prácticas; el primer partido en casa
sin él sería extraño y distraído. Neil no pensaba que Allison aún estaría lista para él.

Wymack los necesitaba en la cancha a las doce treinta el viernes para que pudieran ir de camino
a tiempo. Los sacó de sus clases de la mañana, pero eso no salvó a Neil de sus lecciones de es-
pañol y matemáticas. Después de cálculo dejó caer su bolsa en el dormitorio y se reunió con sus
compañeros de equipo. Dan hizo un conteo en el pasillo para estar seguro de que todos estaban
presentes, y luego se separaron entre dos autos para el corto viaje al estadio.

Desde el viaje del sábado a Columbia, Neil había estado viajando al estadio con los primos. Había
más espacio en el camión de Matt que el que había en los asientos traseros del de Andrew, pero
Andrew le había dado una orden explícita de la noche del sábado: quédate en la línea de visión Ke-
vin y mantén a Kevin enfocado en su potencial. Neil podría haber argumentado que no había nada
que ganar por estar sentado detrás de Kevin en un auto, excepto que ahora Dan y Matt confiaban
en él para unir al equipo de alguna manera. Estaban de acuerdo cuando decían que Andrew era la
llave. Neil tenía que mantenerse en su lado bueno hasta que descubriera la palanca correcta, así
que tragó con disgusto e hizo lo que se le pidió.

Tenía una nueva razón para sentirse incómodo cuando entraron al estacionamiento del estadio.
Abby había estado afuera toda la semana para cuidar de Allison, pero su auto estaba aquí ahora.
Eso significaba que Allison los estaba esperando en el vestuario.

En la mañana del sábado Neil insultó a Riko en televisión nacional. Kevin les advirtió que Riko
tomaría represalias el mismo día. Los Foxes debieron de quedarse juntos fuera de la vista, pero
Allison y Seth fueron a los bares del centro de la ciudad con sus amigos. Neil vio a Seth justo antes
de que se separaran. Recordó despedirse de los chicos de clase alta antes de seguir a Andrew al
sur de Columbia. Cuatro horas después Seth estaba muerto.

Pudo ser una trágica coincidencia y en un tiempo conveniente. Podría haber sido obra de Riko. Lo
último era absurdo, pero lo primero era imposible. Allison sabía de los malos hábitos de Seth. Sabía
que a Seth le gustaba mezclar bebidas con pastillas prescritas. Neil vio a Allison excavar en los
bolsillos de Seth en busca del envase. Terminó sin nada y con un beso sacó la irritación de Seth.
De todas formas terminó con una sobredosis y Andrew estaba convencido que Riko estaba detrás
de esto.

Neil no había sido directamente responsable de una muerte en años, aunque sabía cuanta gente
había muerto por mandato de su madre al mantenerlo a salvo. Neil nunca quiso ser su padre, pero
tampoco quería convertirse en su madre. Eran diferentes tipos de crueldad y Neil, por todos sus
problemas conectados a otras personas, no quería ser un monstruo. Aunque, por la forma en que
ésta temporada estaba comenzando, tal vez era inevitable que se convirtiera en sus padres.

Neil necesitaba más tiempo para descubrir cuál teoría se pondría de lado, pero no importaba lo que
él pensara. Si Allison conectaba los puntos y le culpaba la muerte de Seth a Neil, no habría forma
de lidiar con ella este año. Neil tenía que arreglar las cosas con ella de alguna forma, pero no sabía
cómo empezar. Nunca había sido bueno ganando a la gente. Alguien como Allison probablemente
no sería su primer éxito.

Allison Reynolds fue una elección desconcertante elección para Palmetto State. Se veía como la
imagen perfecta de una princesa, pero podía luchar con los mejores de ellos en la cancha. Se ne-
gaba a doblegarse a las expectativas de los demás sobre ella y podía ser honesta hasta el punto de
ser cruel. Podía haber heredado los billones de dólares del imperio sus padres, pero no quería las
restricciones que vendrían con esa vida. Quería tener el derecho de ser su propia persona. Quería
probarse a sí misma en la cancha. Y por alguna razón, quería a Seth a pesar de sus muchos pro-
blemas y su grosero cariño.

Neil esperaba que pudiera aprender a vivir con dos de ellos en lugar de tres.

Andrew debió sentir a Neil tensarse; estaban sentados hombro con hombro en el asiento trasero del
auto de Andrew. Siguió la mirada de Neil hasta el auto de Abby mientras Nicky entraba al espacio
de estacionamiento en un corto camino hacia abajo.
—Lo logró —dijo Andrew—. Esto deberá ser interesante.

Nicky sacó la llave del contacto.

—Para ti, tal vez.

—Sí, para mí —Andrew rio y salió del auto.

Aaron era más lento para moverse, así que Neil siguió a Andrew hacia el asfalto. Dudó con una
mano en la puerta y miró el autobús de los Foxes donde se habían estacionado unos espacios aba-
jo. Andrew los vio con una sonrisa de sorna en sus labios. Neil estaba estancado y ambos lo sabían.

Molesto, Neil empujó la puerta del auto para cerrarla y empezaron por la valla. Insertó los dígitos
de Abby en la clave de seguridad y escucharon el zumbido antes de tratar de escalar. Andrew ya
estaba sobre sus talones mientras recorría el pasillo, sin dudar que Kevin estuviera justo detrás de
él, así que Neil no se permitió retrasarse. Se preparó por la posible reacción de Allison y se detuvo
en la entrada de los vestidores.

Neil había visto mejor a Allison, vestida perfectamente con un maquillaje impecable y rizos. La ha-
bía visto fuera de la cancha, rojiza y sudada y humana. Nunca la había visto así.

El platinado cabello rubio de Allison estaba perfectamente estilizado y todo lo que usaba estaba de
moda y era costoso. A primera vista era como si nada hubiera cambiado, pero en sólo una mirada
en un simple segundo le mostró que la lucha se había ido de ella. Se sentó con sus dedos entre-
lazados y las manos apoyadas en sus rodillas, sus hombros decaídos y su expresión muerta. Sus
ojos estaban hinchados y miraba al suelo, aparentemente inconsciente de la llegada de sus cinco
compañeros de equipo.

Andrew fue directamente a su lugar del sillón como si no hubiera notado que ella estaba ahí, pero
Aaron y Kevin se quedaron inmóviles al verla. Neil pensó que debería disculparse o preguntarle si
estaba bien, pero su voz murió dentro de él. Sorpresivamente, fue Nicky quien encontró la fuerza
para cruzar la habitación hacia ella. Se agachó frente a ella, moviéndose lentamente como si pen-
sara que huiría de él si la sorprendía y miró su rostro.

—Hey —dijo Nicky, suave y gentil como si ninguno de los dos se hubieran pasado todo el verano
empujándose el uno al otro en la cancha—. ¿Hay algo que podamos hacer?

No respondió, pero lo escuchó. Sus labios se volvieron blancos mientras los presionaba juntos.
Nicky se quedó dónde estaba, tratando de darle un silencio de ayuda o esperando su respuesta.
Pasaron años antes de que Allison se moviera de nuevo, pero no miró a Nicky. Su mirada sombría
se elevó infaliblemente al rostro de Neil.

Neil se quedó en silencio y de pie dentro de los vestuarios y esperó por su sentencia. Nunca llegó.
Los segundos se alargaron, infinitos y terribles, y la expresión de Allison nunca cambió. No se veía
enojada como pensaba que debería estar o triste como estaba seguro que tendría que estar. Sólo
estaba-ahí. Estaba respirando, pero estaba sin vida, una marioneta a la que le habían cortado sus
cuerdas.

Neil se salvó por la llegada del resto del equipo. Tenía que moverse para evitar ser golpeado por la
puerta. Dan y Renee fueron directamente a la silla de Allison y tomaron lugar a cada lado de ella.
Dan rodeó su brazo alrededor de los hombros de Allison, de alguna forma se veía más feroz que
reconfortante y le murmuró algo a Allison al oído. Allison giró su cabeza hacia Dan, absorbiendo las
palabras tranquilizantes que Dan tenía para ella, y Neil finalmente recordó cómo moverse. Nicky
se levantó cuando fue obvio que las chicas podían encargarse de Allison. El resto del equipo se
dispersó lentamente alrededor del resto de la habitación.

Todos llegaron a tiempo, pero Wymack y Abby estaban visiblemente ausentes. Neil se preguntó si
Wymack llegaba tarde apropósito. Su ausencia se llevó la presión y la realidad de por qué estaban
aquí. Les estaba dando a los Foxes unos pocos minutos para ajustarse al regreso de Allison y al
duelo. Les había dado una oportunidad de verla antes de que Wymack los forzara a regresar su
atención al Exy.

También les mostró a lo que se enfrentarían esta noche. Allison estaba de vuelta, pero se veía como
si se estuviera sosteniendo en pedazos. Neil no sabía si lo sostendría lo suficiente para jugar. Si
no podía, se quebrarían. La Universidad de Belmonte era una de las escuelas más fuertes en su
distrito. No era de tan alto ranking como lo era Brekinridge, pero serían casi tan difíciles de enfrentar
ahora que los Foxes habían perdido a Seth. Si también perdían a Allison, el juego terminaría antes
de que comenzara.

La puerta de la oficina de Wymack se abrió por fin. Entró al salón y señaló a Allison.

—Adelántate, Allison. Nicky llevará tus cosas.

Nicky le hizo una cara a Wymack pero fue lo suficientemente inteligente para no quejarse donde Al-
lison podía escuchar. Allison se liberó del abrazo de Dan y salió sin mirar atrás. Nicky esperó hasta
que la puerta se cerró detrás de ella antes de hablar en voz alta.

—En serio, ¿de quién fue la idea de traerla? —Preguntó Nicky—. No debería estar aquí.

—Le dimos la opción de quedarse —dijo Wymack—. Quería venir.

—Yo ni le hubiera preguntado —dijo Nicky, dando una mirada de preocupación a la puerta—. Sólo
la hubiera dejado atrás y me disculpo después. No está lista.

Andrew rió.

—Tan poca fe, Nicky. No te preocupes. Jugará.

Fue una muestra de apoyo del individuo menos esperado. Andrew sonrió ante los rostros en shock
y sospecha de sus compañeros. No se molestó en explicar de dónde venía esa confianza pero le-
vantó sus manos e hizo un gesto a los strikers a cada lado de él.

—En verdad, deberían preocuparse más por estos dos lunáticos.

—Es de eso de lo que quería hablar —dijo Wymack, moviéndose para pararse frente a la TV—.
Dan y yo pasamos esta semana descifrando la mejor forma para lidiar con la línea striker. Ya saben
que no puedo conseguirles un sub todavía. Kevin jugó a en medio anteriormente, pero no desde
el otoño pasado. No creo que alguna vez lo hayan intentado —dijo Wymack y asintió cuando Neil
sacudió su cabeza—. Ninguno de ustedes puede jugar un juego entero en el estado en que se en-
cuentran ahora. Tendremos que trabajar hasta esa semana a la vez.

—Por lo mientras, combinaremos las cosas para seguir a flote —Wymack miró a Dan y Renne,
quienes no se habían ido de la silla de Allison para reunirse con Matt en el sillón—. Nuestra solución
no es bonita, pero es la mejor que podemos obtener con tan poco tiempo de aviso, así que pongan
atención.

Su tablilla estaba recargada en el centro de entretenimiento. La recogió, pasó unas cuantas pági-
nas y empezó a leer.

—La alineación inicial para la mitad de esta noche es con: Andrew, Matt, Nicky, Allison, Kevin, Neil.
Primera mitad subs: Aaron con Nicky, Dan con Kevin, Renee con Allison.

—Espera —Nicky le lanzó a Renne una mirada asustada—. ¿Qué?

Wymack levantó una mano para interrumpir a Nicky.

—Alineación de segunda mano: Aaron, Nicky, Allison, Kevin, Dan. Matt está para Nicky, Neil para
Dan, y Renee está para Allison, de nuevo —Dejó caer las hojas y miró hacia arriba—. Díganme que
lo entendieron, porque no lo repetiré.

—¿Es una broma, Entrenador? —Preguntó Nicky—. Renee es portera.

—Dan es la única que puede completar la alineación delantera —dijo Renne—, y Allison va a tocar
y correrá por un tiempo. El Entrenador y yo hablamos de ello el jueves, así que he tenido algo de
tiempo para modificar nuestro equipo extra. Sé que no he jugado en defensa desde la escuela
intermedia, pero daré mi mejor golpe.

—Por favor no te lo tomes a mal, pero no eres tú quien me preocupa —dijo Nicky—. Si vas a jugar
siendo crupier, ¿a quién tendremos en la portería de la segunda mitad?

Wymack miró a Andrew. Andrew miró sobre su hombro como si estuviera buscando a un tercer
portero. No había ninguno, así que arqueó una ceja hacia Wymack y movió su pulgar hacia su boca
sonriente.

—El Entrenador sabe que mi medicina no funciona así.


—Lo sé —dijo Wymack

—¿Qué me está pidiendo que haga?

—No te estoy pidiendo nada —dijo Wymack—. Tenemos un trato y no voy a negarlo. Estoy ofreciendo
una transacción, los mismos términos y condiciones como el año pasado. Abby tomó la botella ayer
y la puso en el botiquín de primeros auxilios. Es tuya tan pronto como salgas fuera de la cancha. Lo
único que tienes que hacer es jugar. Como sea que juegues ya depende de ti.

—No estarán listos en una semana. ¿Cuánto tiempo piensa que mantendrá esto?

—El tiempo que tú puedas —dijo Wymack—. ¿Así que puedes mantener la alineación o no?

Andrew rió.

—Supongo que lo averiguaremos.

Nicky era persistente.

—Entrenador, esta alineación está demente.

—Sip. Buena suerte —Wymack les aplaudió para ahogar cualquier otro argumento—. Hay que
moverse. Tomen su equipo y salgan de mi vestidor. Dan, Renee, si pudieran ordenar las cosas de
Allison, Nicky las llevará al autobús. Matt, me vas a ayudar con el carrillo. Arrancaré el bus en diez
minutos. Si no están en él, no vendrán con nosotros. Vayan, vayan, vayan.

Se dispersaron a las salas de carga para buscar su equipo. Sus bolsas de viaje los estaban esperando
en los bancos junto a los casilleros. Neil tomó la suya y la giró sobre sus manos, admirando el
brillante naranja bordado. Su nombre y número estaban en un lado y una pata de zorro estaba en
la otra. Olía a nuevo.

Apenas había puesto su último número en la combinación de su locker cuando un golpe de metal
se escuchó a lo lejos. Neil volvió su atención a sus compañeros de equipo. Andrew estaba abriendo
y cerrando su casillero sin razón aparente. Sólo lo hizo dos veces antes de que Kevin tomara la
puerta para detenerlo. Andrew no luchó pero tomó su equipo y lo tiró al suelo.

—¿Qué sucede? —preguntó Kevin— No puedes durar un juego entero sin tu medicina.

Neil agradeció que alguien lo preguntara, porque tenía sus propias dudas acerca del plan. El
aislamiento empezó poco después de que Andrew se saltara una dosis y vino en tres etapas: un
rompimiento psicológico y físico, una violenta enfermedad y unas dementes ansias. Neil había
obtenido unos vistazos de las primeras dos etapas. No sabía cuánto tiempo pasaría para que la
tercera entrara, pero Matt una vez le dijo a Neil que sería afortunado si nunca la veía.

El aislamiento no debería ser un problema, ya que se le exigió a Andrew que se mantuviera en su


tratamiento por tres años como parte de su acuerdo de libertad condicional, excepto que Wymack
le dejaba venir con sus drogas en las noches de juego. La cancha era demasiado frenética y el
equipo de Andrew era demasiado grueso para notar cuando la maniática sonrisa dejaba su rostro.
Si Andrew podía aguantar el golpe de la primera mitad, podría tomar sus pastillas durante la pausa
de la mitad de tiempo y recuperarse en los banquillos el resto del juego.

Andrew parecía tenerlo controlado en una forma de arte. Neil ni siquiera había notado la diferencia
de la semana pasada. Pero eso fue por una mitad, y ahora se esperaba que Andrew jugara un juego
entero. La obvia respuesta para eso era que Andrew tuviera que jugar con sus drogas esta noche
si quería o no, pero las cosas nunca eran tan fáciles con Andrew.

—No, probablemente no —Andrew sonaba demasiado alegre para alguien que iba a pasar la mitad
de su noche en un serio malestar. Se agachó y comenzó a recoger el desastre que había hecho con
su equipo y uniforme—. Ya se nos ocurrirá algo.

—Lo hizo una vez —dijo Matt.

—Sí, el pasado Octubre —Nicky no levantó la mirada de donde estaba arreglando sus cosas en su
bolsa, pero estaba sonriendo como si contara una historia—. Descubrimos que la ERC iba a eliminar
de los rangos de Clase I si no dejábamos de perder. El Entrenador le pidió a Andrew un milagro y
Andrew nos lo dio. Hizo que el Entrenador escogiera un número entre el uno y cinco, y esos fueron
los puntos que dejó que el otro equipo tuviera antes de que los derrotara. Fue probablemente la
cosa más ruda que he visto.

Si se suponía que sus palabras hicieran sentir mejor a Kevin acerca de las posibilidades de Andrew
esta noche, lograron exactamente lo opuesto. El rostro de Kevin era una tormentosa nube.

—Así que lo intentarás —dijo Kevin a través de sus dientes apretados—, porque el Entrenador te
lo pidió.

Andrew apoyó sus brazos en sus rodillas, inclinó su cabeza hacia atrás y le sonrió a Kevin.

—Cuidado, Kevin. Tu racha de celos se está mostrando.

—Por ocho meses me dijiste no. En ocho segundos le dijiste sí. ¿Por qué?

—Oh, eso es fácil —Andrew acomodó la última parte de su equipo en su bolsa y la cerró. Colgó
su bolsa sobre sus hombros y se puso sobre sus pies, levantándose tan cerca de Kevin que casi
golpeó a Kevin haciéndolo retroceder un paso—. Es más divertido decirte a ti no. Eso era lo que
querías, ¿cierto? Querías que me divirtiera. Lo hago. ¿Tú no?

Para alguien tan pequeño, Andrew hacía mucho ruido cuando se le empujaba a los casilleros. An-
drew se estaba riendo mientras se estrellaba con el metal anaranjado. Neil no sabía que le divertía
más a Andrew: le violencia de Kevin o la salpicada de sangre que ahora manchaba la parte frontal
de la camisa de Kevin. Neil no había visto a Andrew sacar un cuchillo, pero estaba en su mano en
el aire entre ellos. Kevin se alejó de Andrew con una afilada maldición.
—¡Jesús, Andrew! —dijo Matt— ¿Kevin estás bien?

—Estoy bien —Kevin puso una mano en su pecho para confirmar la verdad de sus palabras.

Neil estaba en la parte más lejana de ellos en los casilleros, así que no podía ver muy bien, pero
la relativa falta de sangre le hizo pensar que el corte fue superficial. Era largo, pero no era serie.
Aunque, iba a arder cuando Kevin se pusiera el pesado equipo sobre ella esta noche.

Andrew se paró lejos de los casilleros y se metió en el espacio de Kevin de nuevo. Puso la punta de
la cuchilla contra el pecho de Kevin sobre su corazón y miró hacia arriba a la cara de Kevin. Kevin
se veía más enojado que intimidado mientras le devolvía la mirada. Matt comenzó a ir hacia ellos,
tal vez pensando que tenía que terminar la ronda dos de su pelea. Kevin no apartó la mirada de
Andrew cuando le señaló a Matt para que se apartara. Matt no se detuvo hasta que estuvo a poca
distancia. Allí esperó, quieto y tenso, a que uno de ellos hacia el movimiento equivocado.

Después de quedarse quieto, Andrew habló de nuevo.

—Kevin, Kevin. Tan predecible. Tan patético. ¿Qué tal un tip? Una recompensa por todo tu duro
trabajo, o algo. ¿Listo? Comenzarás a tener más éxito cuando empieces a pedir cosas que realmente
puedes tener.

—Puedo tener esto —dijo Kevin, su voz gruesa de frustración—. Sólo estás siendo estúpido.

—Supongo que lo veremos, ¡pero no digas que no te lo advertí!

Andrew se paró alrededor de él y limpió su cuchillo en su brazo. Lo que fuera que Andrew usara,
había un accesorio que nunca se quitaba: un par de brazaletes negros que se estiraban de sus
codos hasta sus muñecas. Eran más un chiste, una forma para que los extraños diferenciaran
entre los gemelos, pero Andrew tenía otro propósito para ellos. En junio, Neil descubrió que Andrew
estaba escondiendo unas fundas debajo del delgado algodón. Tan pronto como Andrew supo que
su arma estaba limpia, el cuchillo desapareció de vista. Andrew salió de a la puerta un par de
segundos después.

—¿Es en serio? —Nicky sonaba exasperado mientras tomaba su bolsa— Pensé que habías
renunciado a esta pelea hace unos meses. Nunca vas a ganar.

Kevin irrumpió en su casillero sin responderle y empezó a empacar su bolsa. Nicky negó con la
cabeza y se encaminó a la puerta. Aaron no había visto lo suficiente de la corta pelea, así que fue
justo detrás de Nicky. Neil vigiló a Kevin por otra explosión, pero Kevin estaba desahogando el resto
de su ira silenciosamente. Empujó su equipo dentro de su bolsa como si quisiera romperlo.

La única cosa que le importaba a Kevin era el Exy. Había sido criado en este deporte y la única
cosa que quería era superar a los demás delanteros que enfrentaba en la cancha. Empujaba a
sus compañeros de equipo sin piedad y demandaba tanto lo doble en él mismo. Kevin no podía
soportar la incompetencia y no podía tolerar nada menos que el mejor esfuerzo de sus compañeros
de equipo.

Lo que Kevin más odiaba de todo era la desgarrante apatía de Andrew. Andrew tenía una de las
mejores estadísticas de guardián en el sureste y eso fue sin hacer ningún esfuerzo. Kevin se había
pasado la mejor parte del año tratando de llegar a Andrew. Quería que el Exy significara algo;
quería la mejor actuación de Andrew como un hombre que moría pidiendo un último aliento. Andrew
lo sabía y se negaba a jugar.

Neil comprendía la furia de Kevin. Había estado igualmente desconcertado este verano cuando vio
a Andrew jugar por primera vez. Era imposible-debería ser imposible-que alguien tan talentoso le
importara muy poco. Desafortunadamente las drogas de Andrew rompieron su atención abarcada
y lo mantuvieron zumbando demasiado alto para sinceramente preocuparse por el resultado del
juego. Jugar contra el aislamiento podría realmente ser la mejor opción, excepto que Neil había
tratado de hablar con un semi-sobrio Andrew acerca del Exy en el verano. Andrew dijo que era de-
masiado aburrido para que valiera la pena.

Era una cosa que los problemas psicológicos de Andrew y su medicina lo hacían incapaz de tratar,
pero acababa de venderle su juego a Wymack sin una verdadera discusión. Neil no sabía lo que
eso significaba y no sabía cómo sentirse al respecto.

Matt esperó hasta que Kevin saliera un minuto más tarde antes de mirar a Neil.

—Bueno, esta noche será asombrosa.

—Creo que querías decir “terrible” —dijo Neil, cerrando su bolso.

Matt le dio a Neil una sonrisa y cerró su locker. Pasó junto a Neil de camino a la puerta y puso una
mano en el hombro de Neil.

—Sólo trata de no pensar en ello hasta que lleguemos. No te harás ningún favor si te pasas el cami-
no estresándote por cosas que no puedes cambiar.

Neil asintió y dijo:

—Matt, le ayudaré al Entrenador con las raquetas. Le quiero preguntar algo.

—¿Estás seguro? —preguntó Matt— Entonces dame, llevaré tu bolso al autobús. Será extraño
cargar con ambos.

Neil le tendió su pesado bolso y sostuvo la puerta. Matt giró a la izquierda y se dirigió a la salida,
y Neil fue directamente al vestíbulo. Wymack tenía el closet de equipos abierto y ya había
desplegado la carretilla donde colgaban las raquetas. Las tapas protectoras estaban abiertas para
que Wymack pudiera checar las cabezas. Neil sabía que los palos estaban en buen estado, ya que
el mantenimiento era una de las últimas cosas que los Foxes hacían antes de terminar las prácticas
cada día, pero Wymack estaba probando las tensiones de cuerda debajo de la línea.
Wymack vio a Neil acercarse pero no le preguntó por qué estaba Neil aquí en lugar de Matt. Neil no
dijo nada al principio pero se acercó y clavó sus dedos a través de la cabeza de su raqueta. Llevaría
sus dos raquetas esta noche sólo por si acaso. Las raquetas estaban sólidamente construidas para
poner poder detrás de sus lanzamientos y resistir todo el control del palo en la cancha, pero incluso
la raqueta más fuerte se rompería con el suficiente abuso. Neil no quería estar a siete horas de casa
y no tener nada con qué jugar.

—Cuida tus dedos —dijo Wymack.

Neil se movió para que Wymack pudiera cerrar las tapas. Los cierres de plástico hicieron click en
una rápida sucesión. Wymack sacudió un poco el estante para asegurarse que ninguno de ellos
se fuera a abrir y luego hizo un ademán para que Neil tomara el mango frontal. Neil hizo lo que se
le pidió pero no se movió. Se detuvo, excavando mentalmente por la mejor manera de formular su
pregunta. Pensó que Wymack lo apresuraría, ya que tenían un horario que seguir, pero Wymack lo
esperó.

—No creí que Andrew tuviera una etiqueta de precio —dijo Neil—. No parece ser el tipo de persona
que puede ser comprada.

—No lo es —dijo Wymack—. Si le pidiera que lo hiciera gratis, lo haría. La única razón por la que
está consiguiendo algo de esto es porque sé lo que le costará jugar con nosotros esta noche.

—¿Pero por qué? —preguntó Neil—. ¿Por qué es tan especial?

Wymack le arqueó una ceja:

—No lo soy.

—No lo entiendo.

—Tal vez has notado lo mucho que dejo a este equipo salirse con la suya —dijo Wymack—. Sé qué
tipo de personas he reclutado y sé que algunos necesitan un poco de ayuda para mantenerlos parejos.
Así que mientras ninguno salga herido, ninguno sea atrapado y ninguno sea lo suficientemente
estúpido para traerlos a mi cancha, no me importa en que se metan ustedes en su tiempo libre. No
es mi asunto porque no quiero que sea mi asunto.

Wymack se refería a la fiesta cubierta de drogas y alcohol que Andrew había dado a su grupo en
Columbia. Neil no estaba seguro qué le sorprendía más: que Wymack supiera en lo que su alineación
defensiva se metía o que dejara que sucediera. Las inacciones de Wymack no eran aprobatorias,
pero un hombre en su posición no debería perdonar tales cosas ni siquiera implícitamente. Tal vez
lo hacía, pero Neil sabía que no era tan simple.

Alguien dijo que Wymack había reclutado atletas problemáticos como un truco publicitario. Otros
pensaban que era un idealista mal aconsejado. Desenterrando talentosos desastres y dándoles la
oportunidad de cambiar sus vidas, era una agradable teoría y un desastre en realidad. La verdad era
que Wymack los escogió porque él entendía de primera mano cuanto necesitaban otra oportunidad.
Veía al otro lado porque sabía lo mal que algunos necesitaban unos escapes para sobrevivir.

—¿Andrew sabe que lo sabes? —preguntó Neil.

—Claro que lo sabe.

Eso era interesante. Andrew sabía que Wymack podía mantener un agarre más estrecho en él y
estaba eligiendo no hacerlo, así cuando Wymack necesitara atravesarlo lo haría. Neil pensó en ello
y preguntó:

—¿Es respeto o prudencia?

—Iremos con lo último —dijo Wymack—. Le agrado a Andrew tanto como tú le agradas.

No había nada en su tono para hacerlo una acusación, pero Neil aun así se contrajo de dolor.

—Lo siento.

—Discúlpate mientras caminas. Ya vamos tarde.

Giraron el carrillo hacia el pasillo de salida. Neil se detuvo en el salón el tiempo suficiente para
tomar su mochila y Wymack apagó las luces a medida que avanzaban. Esperaron afuera de la
puerta lo suficiente para asegurarse de bloquear la salida. Metiendo el carrillo al bus fue extraño, ya
que tuvieron que cargarlo de lado. Por suerte, el estuche que lo rodeaba impedía que las raquetas
se arrastraran contra el piso de metal del autobús. Wymack cerró las puertas de almacenamiento
con un fuerte empujón, siguió a Neil al bus e hizo un conteo desde el frente.

Todos ya estaban dentro. Abby tenía la primera fila, con Dan y Matt compartiendo los asientos
traseros a ella. Allison y Renee estaban sentadas juntas en el tercer asiento, eligiendo la comodidad
y el compañerismo para que se extendiera sobre el lugar. Porque los chicos de clase alta se juntaron,
dejaron cuatro filas vacías entre ellos y el grupo de Andrew.

A comparación de sus compañeros de equipo, el grupo de Andrew se sentó uno por fila. Andrew
tuvo el último asiento, con Kevin justo frente a él. Nicky había estado frente a Kevin la última vez,
pero ahora Nicky y Aaron estaban en fila para dejar un lugar vacío en el medio. Neil no tuvo que
preguntar por qué. Dejó caer su mochila en el tercer asiento y se hundió en el asiento. El cuero
crujió cuando Nicky se giró, y Nicky le sonrió a Neil sobre su asiento.

—Había comenzado a pensar que te habías perdido.

—No —dijo Neil—. Sólo quería checar algo.

Al terminar su conteo, Wymack fue al asiento del conductor. El autobús retumbó con vida y las
puertas se cerraron. Unos minutos después estaban de camino. Neil vio por la ventana hasta que
el campus desapareció de vista.
CAPÍTULO 4
Traducido por Samn
Corregido por Cotota

El viaje a la Universidad de Belmonte fue relativamente tranquilo. Neil había llevado el trabajo
escolar para pasar el tiempo, pero no tenía suficientes tareas para completar un viaje de seis horas.
Afortunadamente, Nicky pudo hablar durante días una vez que alguien lo puso en movimiento, por
lo que Neil tenía a alguien que lo distrajera del tiempo que llevaban en el camino. Renee se unió
a ellos en un punto para hablar sobre posibles jugadas y pedir consejo. Ella ya había hablado con
Matt y Wymack, pero quería compartir ideas con la otra mitad de la línea de defensa.

Abby condujo la mayor parte del camino para que Wymack pudiera dormir. Volvían en auto después
del partido en vez de registrarse en un hotel para pasar la noche. Wymack conduciría ese trayecto
y con suerte no los enviaría fuera de la carretera. Podrían haber contratado a un conductor como
la mayoría de las escuelas, pero Wymack estaba casi tan receloso de tratar con extraños como
sus Foxes. Al parecer, era mejor sentirse incómodo pero seguro que confiar en un extraño con su
equipo fracturado.

Se detuvieron para echar gasolina y tomarse un descanso en el baño, se detuvieron nuevamente


para una cena rápida y cruzaron una zona horaria camino a Nashville. El primer servicio fue a las
siete y media, pero el reloj de Neil dijo que habían llegado al estadio a las siete y cuarenta y cinco.
No tenía sentido devolver su reloj una hora solo por un juego, así que se lo quitó y lo metió en su
bolsa de lona.

Dejaron el autobús en un estacionamiento cercado atendido por un par de desapasionados guar-


dias de seguridad. Dos voluntarios esperaron a que los Foxes descargaran su equipo antes de
llevarlos al vestuario del equipo de fuera. Neil confió en sus pies para llevarlo allí y miró a su alre-
dedor. El estadio de la Universidad de Belmonte era casi idéntico al de la Corte Foxhole en tamaño
y construcción, pero a Neil le resultaba difícil ver las similitudes cuando la multitud que los rodeaba
vestía de verde. Buscó a Orange y no pudo encontrarlo en ningún lado.

Después de cuatro meses en el Foxhole Court, Neil descubrió que el diseño del vestuario de Bel-
monte era desorientador. Las habitaciones eran más grandes, para acomodar a los equipos más
grandes de la liga, pero se sentía más pequeño y atrasado de alguna manera. Los vestuarios esta-
ban justo dentro de la puerta por la que entraron, y el baño estaba separado. Neil supuso que era
más barato tener un baño unisex que instalar inodoros en ambos vestuarios. Había una habitación
que Abby podría usar en caso de que alguno de sus jugadores se lesionara. La última y más gran-
de habitación fue para los Foxes, para discutir estrategias entre mitades y reunirse con la prensa
después del juego.
Uno de los voluntarios tomó la puerta de atrás hacia el estadio para encontrar a los árbitros y alertar
al entrenador Harrison de su llegada. El otro repasó una lista de verificación de reglas básicas con
Wymack y Abby. Wymack tuvo que esperar a los oficiales para poder entregar sus papeles y su
lista, por lo que envió a los Fox a que se cambiaran.

Neil llevó su bolsa al baño y se encerró en un establo. Era un espacio estrecho para cambiar, pero
había tenido mucha práctica. Se subió la camisa por la cabeza y la cubrió con la parte superior de la
puerta para que pudiera ponerse la armadura del pecho. Tiró de las correas, se giró para controlar
su movilidad, y chasqueó las hebillas para bloquear su equipo. Se ató las hombreras en el borde
superior y las enganchó en la placa del pecho. Neil tuvo que remover el resto de su equipo para
encontrar su jersey. Los Foxes tenían dos juegos de uniformes: el de casa y el de fuera. El primero
era naranja con letras blancas y el último era inverso. A Neil le gustaba mejor la versión blanca, ya
que era un poco más fácil para los ojos.

No necesitaba esconderse para ponerse el resto de su uniforme, así que metió su camiseta en su
bolsa y se dirigió al vestuario de los hombres. Solo había recorrido un metro dentro de la puerta
antes de darse cuenta de que tenía un problema grave. Una puerta abierta y estrecha era lo único
que separaba los armarios y bancos de las duchas comunales. Incluso desde aquí, Neil podía ver
que no estaban las puertas del establo. Neil debería haber esperado esto, pero lo había olvidado,
arrullado por la complacencia de la configuración de Foxhole Court. La única razón por la que los
Foxes tenían puestos privados en la habitación de los hombres era porque Wymack los había en-
cargado específicamente.

Neil se centró por la fuerza en la tarea que tenía entre manos. Primero tenía que sobrevivir el juego.
Solo entonces podría preocuparse por las duchas. Neil relajó su agarre mortal en la correa de su
bolsa de lona y encontró un lugar para terminarse de cambiar. Sus compañeros ya casi habían ter-
minado, ya que no tenían que preocuparse de esconderse mientras se vestían, y salieron cuando
terminaron.

Neil se quitó los zapatos, se quitó los calcetines y cambió los pantalones cortos de jean por pan-
talones cortos de punto. Tuvo que sentarse para tirar de sus espinilleras y pateó un poco con las
piernas para asegurarse de que estuvieran bien ajustadas. Los calcetines hasta la rodilla cubrían
a los guardias y él se puso los zapatos de juego. Sus guantes inferiores estaban sin dedos y abro-
chados por encima de los codos. Se abrochó los protectores de los brazos por los antebrazos, pero
no necesitaría sus guantes blindados hasta que entrara en la cancha. Él los metió en su casco para
más tarde. Su protector del cuello era poco más que una gargantilla naranja. Era incómodo, pero
con suerte evitaría que una bola errante aplastara su tráquea. Un pañuelo naranja le quitó el pelo
de la cara y lo enganchó en la parte posterior. Con eso, Neil estaba listo para irse.

Wymack los estaba esperando en la sala principal. Neil fue el último en aparecer, pero debido a
que era un delantero, fue puesto tercero en la fila. Estaban ordenados por posiciones, pero Dan
estaba al frente ya que su capitán y Renee estaban con Allison como el dealer sustituto. Eso fue
extraño, pero a Neil le preocupaba más su lugar. Pararse detrás de Kevin significaba tener a Allison
a su espalda. Neil no la miró mientras cruzaba la habitación, y ella no le dijo una palabra cuando se
detuvo frente a ella.

—¿Cuánto tiempo crees que puedes seguir así? —preguntó Andrew desde la parte posterior de la
línea.

Neil apretó los dientes ante la alegría burlona en la voz de Andrew.

—¿Puedes chocar ya?

—Todo a su tiempo —prometió Andrew.

El Foxhole Court tenía un camino abierto hacia el patio interior. Belmonte fue diseñado de manera
diferente, y el pasillo que tomaron desde los vestuarios hasta la cancha fue un túnel. Neil aún
no podía ver a la multitud, pero podía oírlos. El rugido de voces emocionadas ahogó sus pasos
mientras seguía a Dan y Kevin al estadio.

Los asientos del estadio se llenaban rápidamente de fanáticos vestidos de verde. Los guardias
de seguridad y el personal uniformado estaban apostados en el patio interior y en cada una de
las escaleras que cortaban las gradas. La primera fila comenzó a unos pocos pies del piso, y una
barandilla impidió que los fanáticos excitables interfirieran con los equipos. Railing no pudo evitar el
ruido, pero Neil dejó que las burlas y los gritos rodaran sobre él.

Neil no vio a los Vixens, al escuadrón de porristas de todas las chicas de los Foxes, ni a su mascota
Rocky Foxy. Sin embargo, la mascota de Terrapin de Belmonte ya era difícil. Saltaba arriba y abajo
del patio interior para irritar a los fanáticos. La máscara de gran tamaño que llevaba no le permitió
ver la llegada de los Foxes, pero los estudiantes señalaron con los dedos y le gritaron advertencias.
Cargó en su dirección lo mejor que pudo con un atuendo tan desigual. Se detuvo a una distancia
segura de sus bancos para hacer un par de embestidas crudas contra ellos. Nicky estaba feliz
de devolverlo hasta que Wymack lo aplastó contra su cabeza. La mascota huyó triunfante de los
estudiantes.

Andrew y Nicky habían traído el bastidor de palo con ellos al final de la fila. Dan agarró un extremo
y lo tiró entre dos de los bancos de distancia. Se agachó para bloquear las ruedas, luego se levantó
y abrió las tapas en rápida sucesión. Kevin estaba a su lado antes de que ella terminara. Sacó una
de sus raquetas, toqueteó las cuerdas como si se hubieran soltado en el camino y se dirigió a las
paredes de la cancha. No le dedicó a la multitud una sola mirada; todo lo que le importaba estaba
justo en frente de él.

Neil tomó su raqueta y se puso al lado de Kevin. Los Terrapins ya estaban instalados en bancos
caseros al otro lado de la cancha. Eran más pequeños que el equipo de Breckenridge, pero aun
así fácilmente duplicaban el tamaño de los Foxes. Neil giró los dedos tan apretados alrededor de
su raqueta que la oyó crujir.

—¿Algún consejo? —preguntó Neil.


No pensó que obtendría una respuesta, pero Kevin lo miró.

—Te espera toda la primera mitad, así que debes mantener el ritmo. No quiero que puntúes en los
primeros veinte minutos a menos que el objetivo esté justo frente a ti. Pasa, no dispara. Mantén la
pelota en movimiento. Cuando Dan se ponga en camino, ve lo más que puedas hasta el descanso.

“Tendrás el descanso y los primeros veinte minutos de la segunda mitad para descansar. Recupera
tu racha, vuelve a la cancha y dame todo lo que tienes. Si creo que te estás retrasando solo porque
estás cansado, te expulsaré de la cancha yo mismo. Te quiero muerto cuando suene el último
zumbido.

—Está bien —dijo Neil. Sabía que era un tema delicado, pero no pudo evitar preguntar—. ¿Crees
que Andrew va a tomar su medicamento para la segunda mitad?

—No —dijo Kevin agriamente—. Apuró la última dosis hace treinta minutos. Cree que le durará
hasta el final.

Neil miró por encima de su hombro en busca de Andrew. La semana pasada Dan dijo que Andrew
calculó su dosis olvidada durante media hora antes de servir. Su energía comenzó a desvanecerse
durante los calentamientos y comenzó a deslizarse lentamente hacia abajo cuando llegó a la
cancha. La depresión duró quizás una hora y quince minutos antes de que empezara a enfermar.
Un juego tenía dos mitades de cuarenta y cinco minutos y un descanso de quince minutos. Las
sanciones y los servicios agregaron un par de minutos al reloj. No importaba que Andrew hubiera
subido la dosis olvidada al primer servicio real; el juego fue demasiado largo para que aguantara.
Andrew tenía que saber eso, pero no parecía en absoluto preocupado. Seguía subiendo la dosis de
medicina y hablando animadamente con Renee a un lado.

—Tráiganlo, zorros —llamó Wymack.

Orange se movió en su visión periférica mientras Neil se volvía hacia Wymack. Neil miró por encima
mientras los Vixens y Rocky entraban al estadio. El banco de las porristas estaba a solo seis
metros del último de los tres bancos de los Foxes, pero Neil no podía oír su parloteo por el resto
del ruido. Un par de estudiantes gritaron comentarios lascivos y dieron silbidos de lobo. Las chicas
lo ignoraron por completo a favor de comprobarse las faldas y el pelo entre ellas. Debido a que se
movían tanto, fue fácil para Neil ver a la única chica que estaba quieta. Ella volteó su pompón una
y otra vez en sus manos mientras miraba a los Foxes.

—¡Hola Katelyn! —Nicky gritó con una ola entusiasta. Aaron le dio un codazo por eso, pero Katelyn
sonrió alegremente y le devolvió el saludo. Nicky le dio a Neil una sonrisa lobuna cuando Neil se
detuvo a su lado—. Katelyn es la novia de Aaron.

—No lo es —dijo Aaron—. Déjalo ya.

—Lo haría si solo la invitaras a salir —dijo Matt—. ¿Por qué la espera?
—Oh —Andrew se golpeó la palma con el puño como si la respuesta acabara de ocurrirle. Le
mostró a Matt una sonrisa maliciosa, pero respondió en alemán—. Tal vez tiene miedo de que ella
muera por él como la última mujer que realmente amaba.

Aaron le lanzó una mirada feroz.

—Que te jodan.

—Cristo, Andrew —se quejó Nicky.

—Voy a adivinar que fue completamente inapropiado —dijo Matt, mirando entre los primos—.
¿Quiero saber?

—¿Crees que queremos decírtelo? —preguntó Andrew en inglés.

—Guarda eso —dijo Wymack—. La última vez que verifiqué esto era una reunión de equipo, no un
círculo de chismes. Estamos en la cancha para los calentamientos en diez. Dan va a comenzar con
algunas vueltas. Si alguno de ustedes mira a los Terrapins en pasando por sus bancos, lo dejaré
caminar a casa desde aquí. ¿Bien? Entonces vamos.

Dan marcó el ritmo con Matt a su lado. El resto de los Foxes los siguieron por parejas. Neil esperaba
estar solo en la retaguardia, y no le habría importado, pero solo habían recorrido un cuarto del patio
interior cuando Andrew y Kevin se movieron. Andrew se desvió hacia un lado el tiempo suficiente
para que Neil lo pasara. Kevin tomó velocidad para caer junto a Neil. Neil miró por encima de su
hombro a Andrew.

—Si tropiezas con tus propios pies, no te recogeré —dijo Kevin.

Neil miró hacia adelante y decidió no preguntar.

Se sintió bien correr después de pasar la mitad del día en el autobús, pero Dan los detuvo después
de dos vueltas. Se estiraron por los bancos hasta que los árbitros les indicaron que ingresaran a la
cancha. Se pusieron los cascos y los guantes, recogieron sus raquetas y salieron a la pista durante
quince minutos de ejercicios. Los capitanes se quedaron atrás cuando todos los demás fueron
expulsados ​​de la cancha. Dan se encontró con el capitán de Terrapin en Halfcourt para lanzar una
moneda. Dan ganó el primer servicio de su equipo, por lo que los Terrapins eligieron comenzar en
la cancha local.

El locutor leyó las estadísticas del equipo cuando los capitanes abandonaron los tribunales. Llamó
a la formación inicial de la Terrapin con un entusiasmo excesivo e introdujo a los Foxes con cortés
despreocupación. Neil estaba impresionado a su pesar. El brusco cambio de tono fue un recordatorio
eficaz para el equipo de Fox: estaban lejos de su hogar y de territorio amigable.

Neil fue llamado a la cancha en segundo lugar. Tuvo que pasar a los Terrapins para tomar su lugar
en la mitad de la cancha, por lo que revisó su marca de la línea de fondo en su camino. Herrera
tenía medio pie sobre él, por lo que tendría un alcance más largo. Neil tendría que conformarse con
ser más rápido.

Neil se paró en la línea y vio al resto de su equipo unirse a él. Allison no miró a nadie mientras iba al
lugar del dealer. Matt golpeó su raqueta con la suya al pasar y se ubicó en el cuarto lugar en línea
recta desde Neil. Neil estaba contento de tener a Matt en su lado de la cancha, pero sabía lo que
significaba. Matt era el jugador más fuerte de los Foxes, y Neil era la mitad más débil de la ofensiva.
Matt estaba allí para limpiar detrás de los inevitables líos de Neil.

Andrew fue el último en la cancha. Él llevó su enorme raqueta sobre sus hombros mientras se
dirigía a la meta. Neil no podía ver bien su expresión a través de la pesada rejilla de su casco. Neil
no se preocuparía por él hasta la segunda mitad, pero se volvió a mirar el progreso de Andrew de
todos modos.

Esperaba que Andrew se dirigiera directamente hacia la meta, pero Andrew se detuvo cerca de
Allison. Neil estaba demasiado lejos para escuchar si Andrew le decía algo. No se demoró mucho
antes de continuar por la cancha. Allison no lo vio irse, pero se puso de pie y levantó la raqueta para
colocarla en posición.

El árbitro principal le entregó la pelota a Allison. Sonó un timbre de advertencia; quedaba un


minuto hasta la hora del juego. Los seis funcionarios se separaron y salieron de la cancha en lados
opuestos. Cerraron y cerraron las puertas con llave, y Neil vio que se extendían a ambos lados de
la cancha. Neil aún podía oír el ruido de la multitud a través de las rejillas de ventilación, pero las
paredes lo amortiguaron. Neil se tensó para correr y trató de contar los segundos en su cabeza. El
timbre sonó y Neil lo sintió cantar a través de cada nervio en su cuerpo.

Los Terrapins y los Foxes rompieron la formación al mismo tiempo, corriendo por la cancha el uno
hacia el otro. El portero de Terrapin dejó escapar un grito de guerra salvaje y golpeó su raqueta
contra el piso para instar a sus compañeros de equipo a seguir. Neil escuchó un servicio que no
llegó. Por un segundo, temió que Allison se encerrara y se negara a moverse. Estaba a medio
camino de Herrera antes de escuchar el distintivo golpe de una pelota contra la raqueta de gran
tamaño de Andrew. Allison se lo había devuelto, y Andrew lo rompió en la cancha hacia los strikers.

El juego comenzó duro y no fue más fácil. Neil intentó seguir el consejo de Kevin, pero era frustrante
contenerse. Cómo Dan y Allison podían soportar ser repartidores y jugar como intermediarios todo
el tiempo estaba más allá de él. A Neil le gustaba correr y ser más astuto que la defensa. Le gustaba
la prisa de un puntaje perfecto. Le gustaba la presión y el triunfo. El resto de su vida fue un desastre
aterrador; Neil necesitaba el poder y el control de un juego feroz.

El único punto brillante fue darse cuenta de que sus lecciones con Kevin estaban dando sus frutos.
Desde junio, Neil pasó cuatro noches a la semana aprendiendo simulacros de precisión de Kevin.
Pasar no era lo que Neil quería hacer en este juego, pero ya podía ver cómo estaba mejorando. Sus
disparos fueron más duros y precisos, y le llevó menos tiempo descubrir dónde lanzar.
No le llevó mucho tiempo a Herrera darse cuenta de que Neil no iba a anotar, pero Herrera lo atribuyó
a la incompetencia. Siguió haciendo comentarios sarcásticos sobre la inexperiencia y debilidad
de Neil. Neil quería empujar a Herrera al piso y cargar el objetivo para demostrar que estaba
equivocado. Si fallaba, Herrera se lo recordaría el resto del juego. Si anotaba, Kevin aprovecharía el
reinicio para regañarlo. Era una situación de perder-perder y el resto del juego no iba mucho mejor.
Los Terrapins iban ganando tres a uno hasta que Kevin anotó a los veintitrés minutos.

Wymack usó la posesión para enviar sus sustituciones. Neil no estaba entre Kevin y la puerta, pero
Kevin se desvió junto a él cuando salía.

—Destrúyelo —dijo.

Neil sintió que había estado esperando esto toda su vida.

—Sí.

Kevin, Allison y Aaron salieron de la cancha para dejar entrar a sus compañeros. Nicky y Dan
llegaron primero y trotaron a sus lugares. Renee le dio un abrazo a Allison antes de tomar su lugar
en la cancha. Parecía extraña y pequeña sin su habitual armadura de portero. Neil esperaba que
ella supiera lo que estaba haciendo.

El entrenador Harrison aprovechó la pausa para girar sus Terrapins. No reemplazó a ninguno de
los backliners, probablemente porque la defensa de Terrapin no había tenido mucho trabajo hasta
ahora, pero se enfrentó a dos nuevos delanteros. Los árbitros cerraron las puertas detrás de ellos.
Cuando todos dejaron de moverse, el timbre sonó para reiniciar el juego. Renee era marchante en
funciones, pero no sirvió adelante. Ella giró y le lanzó la pelota a Andrew como Allison. Andrew lo
aplastó con un poderoso golpe que lo envió todo el camino hasta la pared de la cancha local.

Neil y Dan corrieron por la cancha después de eso. La pelota golpeó la pared cerca del techo,
rebotó para golpear el techo y luego rebotó en un ángulo pronunciado hasta la primera línea. Los
backliners que ya habían comenzado a mantener a Dan y Neil fuera de su espacio se duplicaron
tan rápido como pudieron. Herrera atrapó el balón y lo arrojó hacia adelante.

Neil no intentó interceptarlo. Estaba más interesado en mantener a Herrera de este lado de la mitad
de la cancha. Se giró para mirar la pelota, pero se presionó contra Herrera. Cuando Herrera intentó
moverse hacia la izquierda o hacia la derecha para correr hacia la mitad de la cancha, Neil lo sintió
y se movió con él. Neil no pudo contenerlo por mucho tiempo, pero solo necesitaba comprar tiempo
a sus compañeros para ganar la posesión.

La defensa sabía qué hacer; Renee había sugerido esta jugada en el autobús. No sabían cuál de
ellos recibiría el balón de los Terrapins después de este tipo de servicio, pero sabían qué hacer si
lo atrapaban. Matt fue quien ganó la pelea. Enganchó su palo al de su delantero y le dio un fuerte
golpe para que soltara la pelota. Matt lo agarró y lo tiró. Ni siquiera se desalentó lo suficiente como
para mirar, confiando en Andrew para obtenerlo desde cualquier ángulo.
Andrew golpeó la pelota hacia la izquierda, golpeándola contra la pared frente a los bancos de Fox
para que rebotara en la dirección general de Neil y Herrera. Neil no esperó a que lo alcanzara. Él
salió disparado en cuanto vio el ángulo del balanceo de Andrew.

Sabía que Herrera estaba justo detrás de él para un control del cuerpo. Si se aplastara entre la
pared y Herrera, perdería la pelota en la pelea. Neil atrapó la pelota directamente desde la pared,
pero no trató de protegerla. En cambio, le dio un golpe fuerte a la culata de su raqueta con un puño.
Lanzó la pelota volando directamente fuera de la red. Cayó de rodillas en el mismo aliento.

Él casi no fue lo suficientemente rápido. Herrera se estrelló contra él a toda velocidad un medio
segundo después, pero Neil no estaba donde Herrera esperaba que estuviera. Tropezó con el
cuerpo de Neil y, sin que Neil se llevara la peor parte del golpe, se estrelló contra el casco de la
pared, primero. Neil se liberó del cuerpo arrugado de Herrera y juró por la llamarada de calor en su
hombro. Si no fuera por su armadura de hombro, la rodilla de Herrera podría haber dislocado su
brazo en el impacto.

Alguien golpeó la pared cercana. Pudo haber sido el apoyo de los submarinos para dejar caer su
marca así, pero era más probable que Wymack o Kevin estuvieran furiosos por una jugada tan
arriesgada. Neil se preocuparía por ellos más tarde. En este momento, lo único que importaba era
la pelota, que rebotaba en el piso a solo un pie de distancia.

Neil la recogió y fue hacia el gol. No miró hacia atrás para ver si Herrera se había levantado o si Dan
había dejado caer su marca para desafiarlo. Miró únicamente al portero y supo que iba a marcar.
Puso toda su frustración de la primera mitad detrás de su swing. El portero golpeó y falló. La pared
se iluminó en rojo para confirmar el punto.

Dan gritó tan fuerte que resonó en las paredes de la cancha. Neil disminuyó la velocidad y giró.
Dan corrió y le dio un apretón rápido y feroz. El zumbido de arriba la interrumpió antes de que ella
pudiera decir algo. Miraron uno al lado del otro mientras el entrenador Harrison llamaba a Herrera
fuera de la cancha. Debido a que Herrera podría resultar herido por ese duro accidente, Harrison
tenía el derecho de sacarlo a pesar de que era el saque de los Foxes. Neil vio a su nuevo backliner
entrar en la cancha, pero Dan volvió su atención hacia ella.

—Eso fue perfecto —dijo, y luego le dio un fuerte golpe en el hombro. Neil no pudo ocultar del todo
su mueca de dolor. Dan puso su dedo en su cara—. Pero no vuelvas a hacer algo tan imprudente.
No podemos reemplazarte. ¿Me oíste?

—Sí, Dan.

—Bien. Ahora mostremos a estos bastardos de qué se trata.

Era más fácil decirlo que hacerlo, pero lucharon todo el camino hasta el medio tiempo. Cuando se
acabó el tiempo, habían aumentado el puntaje incluso a cuatro. Wymack condujo a su equipo fuera
de la cancha al caos de una multitud enloquecida. Kevin no tenía nada que decirles, pero Aaron
fue directo a Matt y Nicky para ver cómo estaban. Allison no estaba a la vista, pero tampoco Abby,
así que Neil supuso que se habían alejado del ruido juntos. Neil esperaba que Allison pudieran
mantenerse juntos por un poco más de tiempo.

Wymack señaló hacia el vestuario, pero se quedó un minuto más para sonreír a las cámaras y
asegurar el bastidor. Neil se quitó los guantes y el casco tan pronto como llegó al túnel. Luego tiró
de su guardia de cuello, necesitando un poco más de espacio para respirar. Apenas podía sentir
sus piernas. No podía sentir sus pies, pero supuso que estaban allí en alguna parte. El hombro que
había lastimado en la primera mitad aún palpitaba gracias a los golpes bien dirigidos de su nueva
marca de la línea de fondo.

Los Foxes se esparcieron en un círculo suelto en el vestuario para arrojar ropa extraña y estirarse.
Los otros parecían vencidos, pero sonaban animados. Charlaron sobre su regreso, sonando
cautelosamente esperanzados para la segunda mitad. Dan y Matt incluso se reían de algo grosero
que un huelguista le había dicho a Matt. Neil miró alrededor del círculo hacia ellos, empapándose
de su entusiasmo, pero su atención atrapó a Andrew poco después.

Neil había visto a Andrew pasar por la abstinencia antes, pero no así. Siempre había sido tarde
en la noche cuando el agotamiento había puesto adentro o abajo en Columbia con las drogas y el
alcohol para ablandar el borde. En ese tipo de telones, Neil no podía apreciar la escena muerta que
Andrew atravesó.

Todos le advirtieron a Neil que a Andrew no le importaba Exy, pero una parte de Neil se negó
a creer eso. Las piezas no cuadraban bien, especialmente cuando Andrew voluntariamente dejó
sus drogas eufóricas para los juegos. La pelea con Kevin esa mañana demostró que algo extraño
estaba pasando. Pero Andrew puso una piedra silenciosa en medio de ellos, mirando a miles de
kilómetros de distancia de todo esto. Era un vacío que la algarabía de sus compañeros de equipo
no podía tocar.

—Para.

Él no quiso decirlo. Ni siquiera se dio cuenta de que había hablado hasta que las conversaciones
de sus compañeros de equipo se apagaron. Dan y Matt lo miraron con curiosidad. Renee miró entre
Neil y Andrew, mientras que Aaron no levantó la mirada en absoluto. Kevin lo armó más rápido que
nadie, ya que sentía la misma ira nauseabunda hacia la apatía de Andrew. La mirada que lanzó a
Andrew fue acusatoria.

Andrew deslizó una mirada aburrida a la manera de Neil.

—No estoy haciendo nada.

—Exactamente —Neil quería decir, pero sabía que era una discusión sin sentido. No tenía las
palabras adecuadas para esa sensación de roedura en el estómago y era su culpa por ser tan
ingenua. Él bajó la cabeza, frustrado, y lo dejó caer.

Nicky abrió la boca, vaciló mientras reconsideraba sus palabras, y luego puso una mano en el
hombro de Neil, ya sea para consolarse o animarse. Dejó su mano allí, pero dirigió sus palabras
demasiado alegres al resto del equipo.

—Oye, así que en realidad estamos mucho mejor de lo que pensé que haríamos.

Wymack eligió ese momento para entrar y frunció el ceño ante las palabras de Nicky.

—Esto es horrible. Este tipo de juego no va a funcionar para nosotros, y hoy es la última vez que lo
toleraré. Tienes que empezar a crear espacios de puntos en la primera mitad. Necesitas ese cojín
cuando es tu segundo viento contra su nueva formación.

—Tiene razón —dijo Dan—. Necesitamos empujar más duro antes de. Nos retenemos porque
estamos tratando de mantener el ritmo durante una larga noche, pero jugar a ponerse al día es un
asesinato. Necesitamos jugar más inteligentemente y equilibrar esto de alguna manera.

Wymack asintió y miró hacia el otro lado de la habitación.

—¿Andrew?

—Presente —dijo Andrew.

Wymack interpretó esa respuesta inútil como él quería y chasqueó los dedos hacia su equipo.

—Vamos, estíralo —se alejó unos pasos y llamó por el pasillo—. ¿Abby?

—Voy —dijo Abby a la vista, y apareció llevando dos jarras. Una tenía agua y la otra una bebida
deportiva. Sirvió un poco de cada uno para los Foxes y dio vueltas para repartirlos. Ella vino a
Neil la última vez y se quedó con él, sintiendo la línea de su armadura de hombro a través de su
camiseta—. ¿Cómo estás?

Neil vació ambas tazas antes de contestar.

—Estoy bien.

Nicky dio un puñetazo de triunfo.

—Gracias por ser tan predecible, Neil. Me acabas de dar diez dólares con dos palabras.

Matt levantó la vista.

—¿Hablas en serio? ¿Quién diablos apuesta contra ti?

Nicky le hizo un gesto con el pulgar a Kevin.

—Hay un tonto que nace cada minuto.

Kevin parecía furioso, pero esa ira estaba dirigida a Neil.


—Eres un idiota. ¿Ves esto? —Blandió su mano izquierda hacia Neil. Neil no podía ver sus cicatrices
desde el otro lado de la habitación, pero sabía a qué se refería Kevin—. Las lesiones no son una
broma. No son algo sobre lo que hay que pasar por alto. Si te lastiman, haces algo al respecto. Te
tomas las cosas con calma, tienes al entrenador jalándote, le pides ayuda a Abby, no me importa.
Si alguna vez dices «estoy bien» por tu salud otra vez, te haré lamentar el día en que naciste.
¿Estamos claros?

Neil abrió la boca, pensó en discutir y dijo:

—Estamos claros.

—Te lo advertí —dijo Dan, sin compasión—. Creo que las amenazas de Kevin son más efectivas.

Abby miró a Neil.

—Preguntaré de nuevo, entonces. ¿Estás bien?

—Estoy- —fue una respuesta demasiado automática; Neil se interrumpió cuando Kevin dio un
amenazante paso adelante. Soltó un bufido molesto y buscó una mejor respuesta—. Es solo
doloroso. Mientras pueda mantener mi marca en mi lado derecho estaré... bien.

Matt se rió de la casi falta.

—No veo que este experimento termine bien, Neil.

—Algunas personas están programadas para ser estúpidas —dijo Wymack—. Ahora deja de ladrar
y escucha. Tenemos mucho que superar.

Wymack comenzó con los backliners y siguió avanzando, señalando oportunidades perdidas y
destacando sus éxitos dispersos. Tenía una lista de la alineación inicial de la segunda mitad, por lo
que pasó la segunda mitad del descanso revisando a sus oponentes.

Los Foxes le dieron toda su atención, pero no dejaron de moverse. Matt dejó de estirarse y se paseó
a lo largo de la pared. Los demás se movieron, estiraron y trotaron en su lugar mientras Wymack
hablaba. Abby recogió las tazas vacías, las arrojó a la basura y repartió las recargas. Neil lo bebió
tan rápido que apenas lo probó. Estaba empezando a recuperar su segunda racha, pero estaba
contento de sentarse durante parte de la siguiente mitad. Quería estar completamente recargado
antes de unirse a Kevin en la cancha.

Un timbre sonó por encima. Llegaron a la corte interior en un minuto, y Allison seguía desaparecida.
Abby asintió ante la mirada que Wymack le envió y fue en busca del dealer desaparecido.

—Preparémonos para movernos —dijo Wymack.

Wymack los puso en línea y agarró su portapapeles del suelo. Neil miró por el pasillo hacia donde
estaba Abby afuera de la puerta del baño. Hizo un gesto a Wymack para que se adelantara, entonces
Wymack abrió la puerta y condujo a los Foxes de vuelta al estadio.

Neil no necesitaría sus guantes o casco por un tiempo, así que los dejó en el banco y ayudó a Nicky
a ubicar el bastidor. Cuando se enderezó, Allison ya estaba saliendo. Ella estaba vestida y vino
directamente a su raqueta. Neil intentó apartarse de su camino sin ser demasiado obvio al respecto.
Si ella se dio cuenta, no hizo ningún comentario. La mirada muerta en su rostro decía que había
reducido toda su atención a la tarea que tenía entre manos.

Se llamó a la formación inicial poco después. Neil se quedó cerca del banco con Matt y Renee y vio
a sus compañeros de equipo entrar a la cancha. No estaba preparado para hablar sobre Allison con
ninguno de ellos, por lo que se centró en el otro jugador inestable de su equipo.

—¿Por qué Andrew hace esto? —preguntó Neil, incapaz de permanecer callado por más tiempo.

—Si a él no le importa Exy, ¿cuál es el punto de pasar por esto todos los viernes?

—¿Te gustaría estar loco todos los días de tu vida? —preguntó Matt.

—Se pasa todo el tiempo relajándose y enfermándose —dijo Neil—. ¿Vale la pena?

—Tal vez lo vale —dijo Renee con una sonrisa—. Ya verás.

Los Terrapins sirvieron tan pronto como sonó el timbre, y la cancha se convirtió en un torbellino de
movimiento. El repartidor inicial de Belmonte logró la mitad con un movimiento agresivo: disparó
directamente hacia la cancha por la portería. Allison podría haberlo detenido, pero se apartó
casualmente como si no valiera la pena su tiempo. Andrew reaccionó con la misma arrogancia
tranquila y solo vio como el balón erró su objetivo por una escasa pulgada. La reacción de la
multitud fue instantánea y fuerte: no iban a ser burlados por un equipo como los Foxes.

Andrew le dio a la pelota un pequeño estallido en el rebote para golpearla en el suelo y de vuelta
como había venido. Allison la vio pasar de nuevo, dejar que el crupier la atrapase sin oposición, y
luego se estrelló contra él. Él no perdió sus pies, pero perdió el balón cuando tropezó, y Allison se
apresuró a quitárselo. Pasó por la cancha y siguió adelante.

Los Foxes eran conocidos por su trabajo de equipo de mala calidad, por lo que la mayoría de
la gente olvidó que eran una escuela de Clase I. Wymack seleccionó a sus jugadores abatidos
del mismo grupo que cualquier otro entrenador de Clase I: los mejores atletas que las escuelas
secundarias tenían para ofrecer en todo el país. Si los Foxes pudieran superar sus diferencias y
aprender a transigir de vez en cuando, serían una fuerza formidable. Neil había advertido a Riko
sobre el programa de entrevistas de Kathy Ferdinand, y Dan pensó que el equipo tenía una mejor
oportunidad ahora que Seth se había ido. Neil miró a sus compañeros de equipo por cualquier señal
de que ella tenía razón.

Debido a que estaba mirando tan de cerca, podía verlo, pero solo aparecía en destellos. Nicky era
el defensor más débil del equipo, pero Aaron sabía cómo compensarlo. Allison y Dan nunca habían
jugado juntos así, pero habían sido compañeros de cuarto y amigos durante tres años. Dan estaba
demasiado lejos como para mirar la cancha como lo hacía normalmente, pero podía evaluar la
situación de un vistazo y ajustar su juego en consecuencia.

Neil quería sacar a Matt y ver qué diferencia había hecho. Matt fue su mejor jugador. Podría unir la
cancha con su presencia y controlar el juego a través de su agresión sin complejos. Neil quería ir
allí y descubrir si realmente merecía jugar en la Clase I. Quería ser parte de esta evolución. Quería
sentir que el equipo hacía clic en sincronía perfecta, incluso si solo duraba un momento.

Para cuando Wymack finalmente lo dejó en la cancha, Neil zumbaba con la misma impaciencia y
necesidad. Sabía que golpeó con palos a Dan cuando se cruzaron en la puerta, pero no lo escuchó.
Escuchó solo los latidos de su corazón, golpeando en sus venas.

El timbre sonó para que se movieran. Los Terrapins llegaron tan fuerte como pudieron, pero los
Foxes repelieron con una ferocidad que el equipo local no esperaba. Estaban agotados, pero Matt
reunió a la defensa a su alrededor y Neil tenía permiso para correr él mismo en la ofensiva. Neil era
la persona menos experimentada en su equipo, pero él era el más rápido y el más desesperado.
Cada minuto en la cancha lo llevó un minuto más cerca de despedirse de Exy para siempre. No
quería arrepentirse ni un segundo.

Neil mantuvo sus ojos fuera del marcador pero sabía cuándo los Fox se adelantaron por la reacción
de la multitud. Los Terrapins casi anotaron unos minutos más tarde, pero Matt lanzó su delantero
contra la pared. Un segundo después, estaban peleando. Renee estaba más cerca, así que corrió
a romperlo. Matt levantó las manos y se retiró en cuanto se dio cuenta de que estaba allí, pero
el delantero de Terrapin estaba demasiado excitado como para preocuparse. Fue detrás de Matt
nuevamente y obtuvo un par de buenos éxitos. Matt luchó con él un poco y logró alejarlo.

Renee tomó la apertura. Ella cogió la parte trasera de la camiseta del delantero y le clavó el pie en
la parte posterior de la rodilla. Cayó de rodillas, y Renee puso todo su peso en su pantorrilla para
evitar que volviera a levantarse.

Los árbitros los separaron con palabras enojadas y gestos exagerados. A los tres les dieron tarjetas
amarillas por pelear. Neil pensó que era una llamada estúpida, ya que Renee no había estado
técnicamente peleando con nadie, pero la multitud gritaba aprobación. Debido a que el atacante
inició la pelea, a los Foxes se les dio posesión de la pelota cerca de donde los Terrapins la perdieron.
Matt golpeó palos con Renee mientras encontraban sus nuevos lugares de inicio.

Kevin los puso a la cabeza con un minuto restante en el reloj. Los últimos sesenta segundos fueron
un impulso desesperado de ambos lados. Un punto de los Terrapins los pondría en tiempo extra,
y ninguno de los Foxes tenía suficiente energía para jugar otro período de quince minutos. A ocho
segundos del final, un delantero de Terrapin recibió el balón. Aaron corrió tras él, pero estaba
demasiado agotado para cerrar la brecha. Los diez pasos del delantero lo llevaron a la línea de tiros
libres para su disparo.
La decepción fue una sacudida enfermiza en el pecho de Neil. El objetivo era demasiado amplio
y Andrew demasiado pequeño; no había forma de que Andrew pudiera detener un disparo tan
cerca. El delantero apuntaba a un punto lo más lejos posible de Andrew y disparó el balón en
la esquina inferior izquierda. Incluso si Andrew pudiera llegar lo suficientemente rápido, la pelota
estaba demasiado baja para poder balancear su enorme raqueta.

Excepto que Andrew se estaba moviendo antes de que el delantero terminara de disparar, como si
ya supiera hacia dónde apuntaría el delantero, y ni siquiera intentó balancearse. Se arrojó al suelo
todo lo que pudo y golpeó con la raqueta entre la pelota y el objetivo con tanta fuerza que Neil oyó
crujir la madera por todo el camino a través de la cancha. Él fue lo suficientemente rápido; la pelota
golpeó las cuerdas tensas de su raqueta y rebotó.

Andrew soltó su raqueta y fue él mismo a buscar la pelota. El delantero también corrió hacia él,
pero había perdido un precioso segundo esperando que su punto fuera bueno. Un segundo fue
todo lo que Aaron necesitó para alcanzarlo, y Aaron se estrelló contra él antes de que pudiera sacar
la pelota del suelo. Evitaron por poco chocar con Andrew, pero Andrew ni siquiera levantó la vista.
Agarró el balón con una mano enguantada y lo tiró a un lado, despejándolo de la portería.

El último zumbador fue ensordecedor, pero el rugido triunfante de Matt lo atravesó. Neil levantó
la vista, necesitando ver los números para creerlo. El alivio fue suficiente para derribarlo, pero la
embriagadora victoria le devolvió el aliento a los pulmones. Miró a Kevin por la cancha, pero Kevin
estaba caminando hacia la meta. Neil giró un poco más para poder ver a Andrew otra vez, pero lo
que le esperaba le quitó algo de emoción a su excitación.

Andrew estaba arrodillado justo dentro de la línea de gol con su raqueta en su regazo. Neil escuchó
la voz emocionada de Dan mientras los submarinos podían entrar a la cancha, pero no esperó a
que sus compañeros lo alcanzaran. Corrió detrás de Kevin y alcanzó la meta justo después de que
Kevin lo hizo. Kevin no tuvo que preguntar qué estaba pasando. Le había mentido a las cámaras
durante años y sabía cómo comprarle tiempo a Andrew. Se agachó frente a Andrew y alcanzó la
raqueta de Andrew, lo que aumentó la ilusión de que Andrew estaba inspeccionando su raqueta por
daños.

Andrew soltó una mano e hizo un gesto. Kevin hizo un gesto hacia atrás como si estuvieran teniendo
una conversación real. El único sonido que ambos hicieron fue la desesperada bocanada de aire
entre los dientes apretados cuando Andrew trató de no enfermarse frente a la multitud. Kevin giró
un poco la raqueta y clavó sus dedos enguantados en la cabeza. La madera rota se partió bajo la
presión, mostrando un espantoso crack hasta el mango. Neil hizo una mueca al verlo y revisó el
suelo de la cancha en busca de una sangría.

El resto del equipo se colocó a su alrededor, llevando la celebración a los huelguistas y formando
una barricada improvisada alrededor de su portero caído. Matt se golpeó los hombros y los cascos
con emoción y mostró sus dientes en una sonrisa con la boca abierta.

—¡Así es como lo hacemos! Así es como lo hacemos, ¡Foxes!


Andrew soltó su raqueta y se puso de pie, pero obviamente no estaba firme. Neil esperaba que
cayera, pero Nicky pasó un brazo por los hombros de Andrew y tiró de él acercándolo. Le permitió
tomar parte del peso de Andrew sin que fuera demasiado obvio lo que estaba haciendo. Andrew
parecía listo para decir algo sobre la ayuda no solicitada, pero Nicky no le dio la oportunidad de
discutir. Él bombeó su puño y gritó.

—¡Fue increíble! ¡Vamos a ser dueños de esta temporada!

—Eso fue descuidado —dijo Kevin mientras se ponía de pie—. Apenas lo tuvimos.

—Oh, cállate, cara agria —dijo Nicky—. Guarda tus gruñidos para el viaje de regreso y deja de
echar a perder nuestro momento de gloria.

—Seriamente —Matt le dio al casco de Kevin un masaje vigoroso—. ¿Te mataría sonreír cuando
nadie te está pagando? —Matt no esperó una respuesta, sino que se volvió hacia Allison cuando
finalmente se unió a ellos. Ella ya estaba limpia y se cambió para el viaje de regreso, y su cabello
mojado fue retirado de su cara en una cola de caballo apretada. Neil vio lo rojos que estaban sus
ojos y miró hacia otro lado. Matt la alzó en un abrazo que la levantó del suelo—. Eres increíble.

—Vamos —dijo Dan—. Démosles a estas personas nuestras condolencias y salgan de aquí.

Se arrastraron en línea lo más rápido que pudieron, y los Terrapins formaron a regañadientes su
propia línea más abajo de la cancha. Se cruzaron unos a otros, golpeando palos y ofreciendo un
coro de «¡Buen juego!» que ninguno de los dos lados creía completamente. Los Foxes salieron de
la cancha lo más rápido que pudieron y rodearon a Wymack. Andrew se separó en la conmoción y
se dirigió al vestuario.

Neil nunca había visto a Wymack sonreír así. Era pequeño pero feroz, tan enojado como orgulloso.

—Es más como eso. Dibuja pajitas y descubre quién me está ayudando a defenderme de la prensa.
El resto de ustedes consiguen sus asquerosos y apestosos asnos en las duchas. Hablaremos de
compras en el autobús.

—Renee y yo nos encargaremos de eso —dijo Dan mientras se dirigían al vestuario—. Neil, puedes
usar la ducha de las chicas mientras estamos ocupados.

Neil la miró fijamente.

—¿Qué?

Dan frunció el ceño, así que Matt explicó:

—No hay puestos aquí.

Neil lo había notado, pero no había pensado que sus compañeros lo harían. El hecho de que
tenían, y que estaban haciendo algo al respecto, lo dejó sin aliento. Intentó responder, pero no supo
qué decir. Lo mejor que logró fue:

—¿Está realmente bien?

—Niño, me estás matando —dijo Nicky—. ¿Por qué siempre tienes ese aspecto de ciervo cuando
alguien hace algo bueno por ti?

—Está realmente bien —prometió Dan. Neil trató de darle las gracias, pero ella se despidió con una
brisa—. No, nada de eso. Simplemente no te robes toda el agua caliente.

Ella, Renee y Wymack se dejaron caer en los bancos de la sala principal para esperar en la prensa
mientras los demás se iban a limpiar. Neil agarró su bolsa del vestuario de los hombres y la llevó al
otro lado del pasillo. La sala de duchas para mujeres era un poco más privada. No tenía puertas,
pero tenía paredes de puesto. Neil se mantuvo de espaldas a la puerta y se dio una ducha rápida.
Se secó con sequedad tan rápido y duro que dejó su piel roja en algunos lugares, pero no quería
que Dan y Renee tuvieran que esperar más por él. Se vistió con ropa suelta, agarró sus cosas y se
apresuró a salir.

Las voces animadas del final del pasillo decían que la prensa todavía estaba alrededor. Neil se
arrastró por el pasillo para mirar adentro, menos para ver lo que estaba pasando y más para que
Dan o Renee lo vieran y supieran que estaba fuera de su camino. Wymack no estaba a la vista,
por lo que Neil supuso que ya le había dado su pieza. Renee miró en su dirección cuando vio
movimiento en la puerta y sonrió reconociendo.

Neil se retiró antes de que nadie lo descubriera. No había muchos lugares para esconderse de la
prensa, pero la puerta de la oficina de la enfermera estaba abierta una pulgada. Neil la empujó con
cautela y miró dentro. Wymack estaba sentado en la cama prístina con un paquete de cigarrillos
en la mano. Neil tomó la inclinación de Wymack que contaba como invitación y se deslizó adentro.
Estaba girando para cerrar la puerta detrás de sí mismo cuando vio a la compañera silenciosa de
Wymack.

Andrew estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo de la esquina. No se había molestado
en cambiarse todavía, pero se había quitado el casco y los guantes. La bolsa de viaje de Abby fue
volcada en el suelo frente a él. Su botella de medicina estaba abierta de lado cerca de su cadera.
Un puñado de píldoras blancas estaban esparcidas por el suelo a su alrededor. Andrew celebró su
premio por los esfuerzos de la noche en un agarre de dos manos con nudillos blancos: una botella
de Johnnie Walker Blue. En los diez minutos que había estado fuera de la cancha ya había inhalado
la mitad del caro whisky escocés. Cómo tenía suficiente sensación en sus dedos para sostener la
botella, Neil no sabía.

—Abby y Allison se adelantaron al autobús —dijo Wymack—. Puedes unirte a ellos o esperar aquí
por todos los demás.

Neil dejó la puerta abierta detrás de él para saber cuándo se iban los periodistas y reclamó el
taburete más cercano a la puerta. Puso su bolsa en el suelo a sus pies, miró de nuevo a Andrew y
luego a Wymack.

—¿Por qué pagaste por los puestos, entrenador?

Wymack encogió un hombro.

—Tal vez sabía que los necesitarías algún día.

Andrew sonrió alrededor de la boca de su botella.

—Neil es una tragedia ambulante.

—Eres una historia de sollozos bastante patética —dijo Wymack.

Andrew se rió. Estaba débil, ya que su medicina aún no había sido pateada por completo, pero Neil
supo por el sonido que Andrew rebotaría antes de salir del estacionamiento.

—Supongo que sí, entrenador. Eso me recuerda. Me quedaré contigo este fin de semana.

—No recuerdo invitarte —dijo Wymack, pero no sonó como un no.

—Kevin va a ser tan molesto de lidiar después de esta noche —Andrew atornilló la botella y la dejó
a un lado. Volvió a empacar la bolsa de Abby con rapidez, la apartó de su camino y se puso de
pie—. Puedo apuñalarlo nuevamente o puedo quedarme contigo. La elección es tuya.

Wymack se pellizcó el puente de la nariz.

—Andrew, lo juro por Dios...

—Adiós, entrenador.

Andrew se dirigió hacia la puerta, pero Neil puso una mano en su camino. Andrew se detuvo
obedientemente y envió a Neil una mirada perpleja. Neil bajó su mano y dijo:

—¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo supiste a dónde ir?

—El entrenador dijo que Watts siempre lleva sus tiros de penalti a la esquina inferior. Con el juego
montado en él, estaba obligado a hacer lo mismo.

Neil lo miró, sorprendido e incrédulo. Wymack mencionó eso durante el medio tiempo cuando le
estaba dando al equipo un resumen de la alineación de la segunda mitad. Había sido un comentario
fuera de lo común en medio de mucha otra información. Neil no había pensado que Andrew
siquiera estaba prestando atención al discurso de Wymack. Cómo recordaba esa advertencia lo
suficientemente bien como para usarla en un momento tan crítico, Neil no lo sabía.

—Pero —dijo Neil, pero las palabras le fallaron. Andrew le dedicó a Neil una brillante sonrisa y
se fue. Neil miró frustrado a Wymack—, pensé que no le importaba. Dijeron que no, y finalmente
comencé a creer en ellos, pero no podría habernos salvado esta noche si no lo hubiera hecho
¿verdad?

—Si lo resuelves, házmelo saber —dijo Wymack.

La prensa salió un par de minutos más tarde, por lo que Neil fue a la sala principal para esperar a
sus compañeros de equipo. Vinieron en parejas disparejas con Dan y Renee de los últimos. Cargar
el autobús fue un trabajo rápido. Salir del estacionamiento fue más difícil, incluso con la policía
en masa para gestionar el tráfico posterior al juego. El autobús Fox fue apedreado con más de
una lata de cerveza arrugada mientras se arrastraba por el campus. Nicky tiró de la ventana para
gritar insultos, pero Wymack lo amenazó con guardar silencio. Nicky se conformó con sacar a los
estudiantes de Belmonte.

El viaje de vuelta se sintió la mitad de tiempo gracias a la embriagadora embestida de una


inesperada victoria. Allison se mantuvo fuera de la celebración al dormitar al frente con Abby. Los
otros estudiantes de clase alta se movieron al medio del autobús para poder discutir el juego con
el grupo de Andrew. Tan pronto como lo hicieron, Andrew fue al frente, más interesado en hablarle
a Wymack que en repasar las jugadas de la noche. La crítica sin tacto de Kevin fue un contrapunto
necesario pero desagradable para el emocionado resumen de sus compañeros de equipo.

Mientras los escuchaba, Neil se dio cuenta de que estaba feliz. Fue una sensación tan inesperada
y desconocida que perdió la pista de la conversación por un minuto. No podía recordar la última
vez que se había sentido incluido o a salvo. Fue lindo pero peligroso. Alguien con un pasado como
el suyo, cuya supervivencia dependía del secreto y la mentira, no podía permitirse bajar la guardia.
Pero cuando Nicky se rió y se inclinó para hablar sobre uno de los objetivos de Neil, Neil pensó que
tal vez estaría bien solo por una noche.
CAPÍTULO 5
Traducido por Irais
Corregido por Cotota

Neil tenía un cuarto de millón de dólares y direcciones para otro medio millón escondido
en su dormitorio. Él y su madre habían salido a la carretera con mucho más que eso, pero años
huyendo lo había desvanecido en escondite. Lo que quedó era considerado una pequeña fortuna
por la mayoría de las personas y un triste futuro por Neil. Sería complicado conseguir un trabajo
cuando no podía darles a los empleadores su número de seguro social, y cada vez que se mudaba
necesitaba un nombre nuevo, una cara nueva y un nuevo lugar para vivir. Los costos se sumaban
rápidamente.

Los disfraces eran baratos. Un nuevo peinado, un nuevo color, algunos contactos y un acento
generalmente eran suficientes para engañar a la gente. Neil usó el acento británico de su madre
cuando estaba en el extranjero y el acento estadounidense de su padre cuando estaba en los
Estados Unidos. Necesitaba una dirección, a veces un nuevo idioma, y formas de llenar su tiempo
que completaran su personalidad sin llamar demasiado la atención. La suerte lo dejó en cuclillas en
Millport, pero tenía que asumir que pagaría la renta en el futuro.

Algunos cambios llevaron caro a un nivel completamente nuevo. Si Neil sobrevivía a este año,
solo lo haría quitando todos los obstáculos. Un simple cambio en los nombres y de ciudades no
pudo salvarlo después de que se enemistó con Riko Moriyama y puso su rostro en las noticias.
Necesitaba cortar cada vinculo que tenía, al límite e incluyendo a los Estados Unidos.

Obtener un nuevo pasaporte no era un asunto simple, pero al menos sabía por dónde empezar.
Su madre nació en un sindicato criminal británico, y él había heredado una lista de contactos
desagradables de ella. Como la mayoría de ellos eran europeos, estaban fuera del alcance de su
padre. Neil no estaba completamente seguro de que tratarían con él en ausencia de su madre, pero
esperaba que su nombre al menos aliviara el proceso. La documentación que necesitaba venía a
un precio elevado, pero era uno de los mejores trabajos del mercado. Tenía que considerar cuán
rápido estaba cambiando la tecnología.

Como Neil podía adivinar cuánto dinero necesitaría en mayo, no quería hacer compras innecesarias
hasta entonces. Había sido estúpido con su dinero en esa desastrosa fiesta de bienvenida en
Columbia, por lo que quería aferrarse a lo que quedaba. Sus compañeros tenían otras ideas, no
obstante, que era cómo Neil terminó de compras para la ropa en martes.

Nadie le había dicho que no irían directamente a casa después de la práctica. Lo apilaron en el
auto y lo arrastraron al centro comercial sin ni siquiera una consulta. Este sábado era el banquete
de otoño del distrito sudeste y todos sabían que Neil no tenía nada apropiado para ponerse. Era un
evento menos formal que el banquete de invierno en diciembre, pero aún requería algo más que
vaqueros raídos y camisetas desgastadas.

—En algún momento vas a tener que probarte algo —dijo Nicky.

—No podría solo no ir —dijo Neil.

—Cállate. Vas a ir —dijo Kevin, como si no temiera esto él mismo. Los catorce equipos de Clase
I del sur estarían presentes, y eso incluía a los Ravens de Edgar Allan. Kevin quería ver a sus ex
compañeros de equipo incluso menos que Neil—. Los otros equipos quieren mirarte.

—No me importa —dijo Neil—. El único lugar que me importan está en la cancha.

—No te pierdas la fachada, Neil —Andrew sacaba sistemáticamente la ropa de sus perchas y las
tiraba al suelo. Arrojó una de las perchas vacías a Nicky, quien graznó y se agachó justo a tiempo.
Andrew se encogió de hombros ante su fallo y miró a Neil—. Te reíste de Riko en el show de Kathy.
Si no vas, ¡te dirá que tienes demasiado miedo de enfrentarlo! Por vergüenza, Neil.

Pero Neil tenía miedo, y Andrew lo sabía.

—Aquí —dijo Aaron, entregándole a Neil un trozo de papel—. Toma esto antes de que lo olvide.

Era una breve lista de nombres y números impresos en azul burbujeante. Nicky se inclinó para ver
e hizo un ruido desdeñoso.

—¿En serio, Aaron?

—Dan me pidió que obtuviera una lista de Katelyn —dijo Aaron.

—¿Quiénes son esas personas? —Neil preguntó.

—Son las Vixens solteras.

—Son todas mujeres —dijo Nicky—. Eso no nos ayuda.

—Nicky —comenzó Neil.

Nicky sacó la lista de los dedos de Neil y la arrugó.

—Tu ignorancia es entrañable, Neil. Tienes diecinueve años y nunca has mirado las tetas de Allison.
No hay forma de que seas heterosexual. Tú y yo realmente tenemos que sentarnos y hablar sobre
esto en algún momento.

—Sabes que, he terminado aquí —Aaron levantó sus manos y dio media vuelta—. Estaré en el
patio de comidas para cuando terminen chicos.
—Deja de ser una mala influencia —le dijo Kevin a Nicky—. Lo voy a hacer corto. Será más fácil si
sigue siendo heterosexual. Sabes más que ninguno de nosotros lo prejuiciosos que pueden ser las
personas. Imagina el impacto que tendría en su carrera.

—Realmente no estamos teniendo esta conversación —dijo Neil.

Nicky llevó las manos a cada lado de la cabeza de Neil como si tratara de proteger a Neil de su
discusión. Realmente no funcionó, ya que no atrapó las orejas de Neil por completo.

—Tú preocúpate por la carrera de Neil. Yo me preocuparé por su felicidad personal. Vamos, Kevin.
Incluso tienes que admitir que esto es realmente extraño.

Andrew levantó las manos.

—Noticia de última hora Nicky: ¡Neil no es normal!

—Esto está más allá de lo anormal.

—Estoy parado aquí —dijo Neil—, y puedo oírlos.

Nicky suspiró dramáticamente y lo soltó.

—Bien, bien. Lleva una porrista si quieres.

—No llevare a nadie —dijo Neil—. Ni siquiera quiero ir a esta cosa.

—¿Tienes alguna idea de cuán patético es mostrarse como un ciervo en un evento como este?

—¿Estás trayendo a alguien? —Neil preguntó, sorprendido—. ¿Qué hay de Erik?

—Está en Alemania —dijo Nicky—. Sí, llevo una cita, pero no voy a salir con el chico. Solo quiero
que alguien que vaya y se divierta conmigo. Ya sabes, ¿diversión? ¿Eso que la gente tiene a
veces? Ustedes dos son imposibles.

Neil miró a Andrew, pero fue Kevin quien respondió.

—No es de tu incumbencia.

—Tres —dijo Neil—. Allison.

Dos palabras mataron el buen humor de Nicky. Neil se negó a sentirse mal por ellos después de
todo lo que Nicky acababa de decir sobre él, pero tampoco se sentía reivindicado. Nicky murmuró
por lo bajo y se fue a mirar las camisas más abajo en el pasillo. Neil volvió su atención a los
pantalones que colgaban frente a él, pero no pudo concentrarse. Empujó un par de perchas sin
prestar atención al tamaño o los cortes y miró a Kevin.

—¿La llevarías?
Pensó que tal vez estaba tan sorprendido por la pregunta como los dos hombres que ahora lo
miraban. Neil se movió nerviosamente con las perchas, pero se negó a apartar la mirada de Kevin.

—Ella y Seth estaban emocionados de ir. Era todo lo que podían hablar cuando almorzamos juntos.
Ahora ella se ira y él no estará allí.

—Esa es una salida barata —dijo Andrew con una sonrisa brillante y burlona.

—¿Consiguiendo que alguien más limpie el desastre que dejaste? Oh, Neil. Hazlo mejor que eso la
próxima vez, ¿quieres? Estás aburrido cuando tienes la cola entre las piernas.

—Que te jodan —dijo Neil—. Tu teoría sigue siendo solo eso: una teoría. Cuando las pruebes-

—¿Qué, milagrosamente va a hacer que sea más fácil para ti que mires a Allison a los ojos?

Andrew fingió sorpresa.

—Cuando lo demuestre, pondrá un blanco en la espalda de Seth y un pincel en tus manos. Repiensa
eso un poco, ¿quieres?

Neil no tenía una respuesta para eso. Andrew solo le dio un par de segundos antes de reírse y
marcharse. Neil lo miró irse y se preguntó a cuál de ellos odiaba más.

—No la llevare —dijo Kevin, porque alguien tuvo que romper el silencio—. Pudiste haber traído
la ira de Riko a la línea de ataque, pero yo soy la razón por la que está en el sur en primer lugar.
Ninguno de nosotros tiene derecho a hablar con Allison ahora.

—Crees que Andrew tiene razón —dijo Neil.

—Sí —dijo Kevin.

—No matas a la gente por un juego.

—No es un juego de donde yo vengo —dijo Kevin—. Sé que Riko está detrás de esto. Sé cómo son
las personas como él. Alégrate de que nunca entiendas cómo piensan.

En cualquier otro momento, Neil se sentiría aliviado de escuchar esas palabras de Kevin. Significaba
que Andrew no le había contado a Kevin la verdad sobre el pasado de Neil y que Kevin todavía no
había reconocido a Neil. Por una fracción de segundo, Neil consideró corregirlo. Quería decirle a
Kevin que había visto muchas cosas crueles, pero que ninguna de ellas había sido tan insensata.
El padre de Neil tenía un sindicato feroz y leal. Pocas personas eran lo suficientemente estúpidas
como para insultar al Carnicero; menos intentaron atravesarlo. Cuando lo hicieron, el Carnicero
hizo un ejemplo de ellos, de ellos, no de su vecino o compañero de trabajo. Riko debería haber ido
tras Neil por lo que había dicho, no haberse desquitado con Seth.

—Oye —lo llamó Nicky desde el final del pasillo. Neil estaba agradecido por la distracción, pero
Nicky tardó en acercarse—. No puedo soportar más pesadumbre y oscuridad hoy. De lo que sea
que ustedes estén hablando necesita parar antes de que llegue allí, ¿de acuerdo?

Kevin respondió volteándose en silencio. Nicky todavía parecía un poco receloso cuando se detuvo
al lado de Neil. Neil miró el bulto masivo de ropa en sus brazos, ninguno de los cuales parecía
apropiado para un banquete. No iba a preguntar, pero Nicky notó la mirada y se enorgulleció.

—Tengo buen gusto en la ropa, ¿verdad? Si quieres probártelos puedes hacerlo, pero no es
necesario. Sé que te quedaran.

—¿Por qué me los probaría?

—Oh, porque estos son tuyos —Nicky lo dijo como si Neil ya debería saber eso, y luego continuó
antes de que Neil pudiera reaccionar—. ¿Sabías que el entrenador ha estado esperando que
arreglemos tu guardarropa desde, como, junio? Amenazó con inscribirnos para un maratón si no
hacíamos algo al respecto. Un maldito maratón, Neil. Chicos como yo no se supone que corramos
tan lejos. Hazme un favor y no discutas sobre eso.

—No hay nada malo con la ropa que tengo.

—¿Podemos volver a la parte en la que dije que no discutieras? Lo recuerdo claramente teniendo
en cuenta que sucedió hace apenas cinco segundos —Nicky movió la ropa fuera del alcance de
Neil cuando Neil se movió como para quitárselos—. Um, no. Me aferraré a esto. Se supone que
debes encontrar pantalones.

Neil silenciosamente contó hasta diez, pero no hizo mucho contra su ardiente impaciencia.

—No volveré a comprar con ninguno de ustedes.

—Eso piensas. Hombre, estoy empezando a ver por qué Andrew te dejó aquí —dijo Nicky.

—Menos mal que me ignoró cuando le dije que te llevara.

—¿Llevarme a dónde?

—Ah, ya sabes —dijo Nicky vagamente—. Manos a la obra, Neil. Cuanto más tiempo te quedes,
más tiempo estamos atrapados aquí.

Neil empujó a Andrew, Allison y Riko de su mente y se concentró en encontrar algo para ponerse. Los
pantalones eran fáciles de escoger, pero Nicky rechazó las primeras camisas que Neil consideró.
Finalmente, Neil se dio por vencido y dejó que Nicky eligiera algo para él. Subieron a las cajas
registradoras juntos, pero Nicky se negó a soltar la ropa no deseada de Neil. Golpeó las manos de
Neil y se alejó obstinadamente.

—¿Por qué pagarías por todo esto cuando no lo quiero en primer lugar?
—Técnicamente, la universidad lo está pagando, ya que Coach lo va a costear. Oye —dijo Nicky,
retirándose cuando Neil trató de quitarle la pila de sus brazos—. Tócalo de nuevo y te morderé. No
creas que no lo haré. Lo hare. Soy un mordedor. Pregúntale a Erik.

—Deja de avergonzarnos —Kevin los empujó aparte—. Encuentra una caja registradora diferente,
Nicky.

—Puedo comprar mis propias cosas —dijo Neil cuando Nicky se pavoneó.

Kevin lo miró lentamente de pies a cabeza. Los jeans de Neil estaban tan desteñidos que eran
de color gris blanquecino, y los dobladillos de su camisa estaban raídos y deshilachados. Esta
no era la primera vez que alguien miraba a Neil como si fuera basura callejera, pero de Kevin la
condescendencia era mil veces más efectiva. El primer pico de calor en el estómago de Neil fue la
vergüenza, pero se negó a dejar que se apoderara. Sus razones para dejar que su armario decayera
eran válidas. Alguien como Kevin, que había crecido bajo los reflectores e hizo una fortuna con su
talento, nunca lo entendería.

—No te soporto —dijo Neil.

—No me importa —Kevin señaló por encima de la cabeza de Neil hacia el cajero que estaba
esperando—. Vamos.

Cuando terminaron, arrastraron sus bolsas al centro comercial. Montaron la siguiente serie de
escaleras mecánicas y Nicky los condujo a la imponente fuente que marcaba el centro del centro
comercial. Andrew los estaba esperando allí, sentado con las piernas cruzadas sobre la falsa pared
de mármol que rodeaba el agua. No levantó la vista a su aproximación, demasiado ocupado tocando
el teléfono en sus manos. Nicky dejó caer las bolsas en el suelo frente a Andrew y se inclinó para
ver mejor.

—¿Qué es ese dinosaurio? —Nicky preguntó, consternado—. Nadie pone dinero en un teléfono
plegable, Andrew. Arruinaste un muy buen premio.

Neil ociosamente se preguntó si había algo de lo que sus compañeros de equipo no apostaran.

—Muy triste —dijo Andrew, no muy comprensivo.

—¿No pudiste siquiera haberle encontrado un qwerty?

—¿Para qué? —Andrew terminó lo que estaba haciendo, cerró el teléfono y se lo arrojó a Neil.
Atraparlo fue instintivo, pero Neil se congeló al oír las siguientes palabras de la boca de Andrew—.
¿Quién va a enviarle mensajes de texto a Neil?

—Um, yo, para empezar —dijo Nicky, como su debería ser obvio.

—Qué —Neil no podría siquiera hacer una pregunta.


Él desenrolló sus dedos y miró el teléfono gris que descansaba en su palma. No creía que una cosa
tan pequeña como esta le doliera tanto, pero la pena que lo atravesó lo dejó en pedazos. El rugido
en sus oídos sonaba como el océano. Por un momento estuvo allí en la playa viendo cómo el fuego
devoraba el auto. Recordó cómo olía, la sal del agua y el hedor de la carne quemada. Aún podía
sentir la arena en sus dedos, calentarse en la parte superior donde brillaba el sol y frío en el fondo
donde había dejado los huesos de su madre.

Había guardado sus teléfonos para el final. Cada vez que se mudaban obtenían nuevos teléfonos
celulares, mecheros de prepago que podían descartar a la primera señal de problemas. Él quería
quedarse con el de ella. Él quería algo real para aferrarse en su ausencia. Incluso entonces lo había
sabido mejor. Los arrojó a las olas antes de salir de la playa. Nunca había conseguido uno nuevo
para él. Él nunca había visto un punto; Neil no tenía a nadie en el mundo al que pudiera llamar.

—Neil.

El tono urgente de la voz de Nicky finalmente cortó el zumbido en los oídos de Neil. Neil arrastró su
mirada hacia la cara de Nicky y se dio cuenta demasiado tarde de que Nicky había estado hablando
con él. La expresión de Nicky era estricta con preocupación.

Neil tragó saliva y trató de recordar cómo respirar. Cerró sus dedos alrededor del teléfono para que
no tuviera que mirarlo y se lo tendió a Nicky.

—No.

Nicky levantó sus manos. Se veía menos como si estuviera protegiendo el teléfono y más como si
tratara de calmar a un animal acorralado.

—Neil —dijo, hablando muy despacio y con cuidado—, necesitamos que te aferres a eso.
Necesitamos una forma de ponernos en contacto contigo este año.

—Tienes esta forma de hacer que la gente quiera matarte —dijo Andrew. Nicky parecía dolido por
esa explicación sin tacto, pero no quitó los ojos de Neil—. ¿Qué pasa si el entrenador necesita
hablar contigo sobre algo o los extravagantes fanáticos de Riko comienzan a causar problemas?
El año pasado se volvió realmente loco hacia el final, y este año no ha tenido un buen comienzo.
Ese es nuestro caso. Harás que todos nos sintamos mejor si sabemos que podemos encontrarte.

—No puedo —era demasiado andrajoso y demasiado honesto, pero Neil no pudo evitarlo. Si él no
se deshacía de ese teléfono, se pondría enfermo—. Nicky, yo-

—Está bien, está bien —dijo Nicky, tomando la mano de Neil entre las suyas—. Lo resolveremos.

Neil pensó que se sentiría mejor cuando Nicky tuviera el teléfono, pero la abrumadora sensación
de pérdida todavía anudaba sus pulmones. Él tiró de su mano y tomó las bolsas de ropa que Nicky
había enganchado sobre su brazo. No tuvo que pedir las llaves.
Andrew las sacó del bolsillo de Nicky y las levantó ofreciéndoselas.

Neil los agarró, pero Andrew las mantuvo por un momento. Andrew se inclinó hacia adelante en su
percha y sonrió a Neil.

—Oye, Neil. La honestidad se ve horrible en ti.

Neil arrancó las llaves de su agarre y se alejó al sonido de la risa de Andrew. No volvió adentro
después de eso, pero salieron a buscarlo poco después. Nadie mencionó el teléfono celular y,
aunque Nicky siguió lanzándole miradas de preocupación por el espejo retrovisor, nadie le habló a
Neil en el camino de vuelta al campus.

El silencio no pudo durar, aunque Neil deseó que lo hiciera. Salió del baño con la mitad de su equipo
para su práctica nocturna con Kevin y descubrió que Kevin ya había salido del vestidor. La ropa
dispersa en el banco insinuaba que había sido expulsado antes de que estuviera listo.

Andrew estaba a horcajadas sobre el banco mientras esperaba a Neil, y frente a él estaba el
nuevo teléfono de Neil. Neil lo miró instintivamente y rápidamente levantó su mirada hacia la cara
de Andrew. Andrew ya no sonreía. Se había saltado la dosis de las nueve en punto para poder
comenzar a acostarse a dormir a pesar de que por lo general estaba fuera con Kevin y Neil hasta
la medianoche.

—Un hombre solo puede tener tantos problemas —dijo Andrew.

—No necesito un teléfono.

—¿Quién necesita uno más de lo que tú lo haces este año?

Andrew sacó su propio teléfono del bolsillo y lo dejó junto a Neil.

El suyo era negro, pero por lo demás parecía ser el mismo modelo. Abrió los dos y presionó un par
de botones. Unos segundos más tarde, el teléfono de Andrew comenzó a sonar.

Neil esperaba un tono de llamada genérico, pero un hombre comenzó a cantar. No sonaba como
algo que Andrew asignaría a su teléfono hasta que Neil escucho la letra. Era una canción sobre
fugitivos.

Neil cruzó la habitación y se sentó frente a Andrew en el banco. Levantó el teléfono de Andrew y
aplastó el botón de rechazo con el pulgar.
—No eres gracioso.

—Tampoco tú. Pusiste una soga en tu cuello y le entregaste el extremo suelto a Riko —dijo Andrew—.
Recuerdo claramente que dije que cuidaría tu espalda. Dame una buena razón por la que me lo
harías tan difícil.

—Sobreviví durante ocho años porque nadie pudo encontrarme —dijo Neil.

—No es por eso.

—¿Estamos haciendo lo de la honestidad de nuevo?

—¿Tenemos que hacerlo? —Preguntó Andrew, tomando su teléfono de Neil—. Comienzas.

Neil giró su nuevo teléfono en círculos en el banco, sin ganas y sin poder levantarlo.

—Sabes, la mayoría de los padres les da a sus hijos teléfonos para que puedan seguirlos durante
el día. Tuve uno por las personas con las que trabajaba mi padre. Mis padres querían saber que
podían contactarme si ocurría lo peor. ‹Solo por si acaso› —dijo Neil, haciéndose eco de las palabras
de Nicky.

“Cuando escapé, guardé el teléfono. Vi a mis padres morir, pero pensé que tal vez estaba equivocado.
Tal vez un día llamarían y dirían que era un acto. Me dirían que podría ir a casa y que todo estaría
bien, pero la única vez que sonó fue ese hombre exigiendo que le devolviera su dinero. No he
tenido teléfono desde entonces. No debería tener uno ahora. ¿A quién se supone que debo llamar?

—Nicky, entrenador, la línea directa de suicidio, no me importa.

—Estoy recordando por qué no me gustas.

—Me sorprende que lo hayas olvidado en primer lugar.

—Quizás no lo hice —Neil empujó el teléfono hacia Andrew—. Tiene que haber una mejor manera.

—Podrías ocasionalmente hacer crecer una púa —sugirió Andrew—. Sé que es un concepto difícil
para alguien cuya reflejo de rodilla es huir a la primera señal de problemas, pero pruébalo en algún
momento. En realidad te puede gustar.

—Lo que me gustaría es poner este teléfono a través de tus dientes.

—Lo ves, eso es más interesante.

—No estoy aquí para tu entretenimiento —dijo Neil.

—Pero, como era de esperar, eres lo suficientemente talentoso para hacer varias cosas a la vez.
Pregunta para ti, Neil. ¿Te parezco muerto? —Señaló su cara, esperó a que Neil respondiera, y no
pareció sorprendido cuando Neil no lo hizo—. Aquí.

Andrew le hizo un gesto a Neil para que se acercara, como si quisiera mostrarle algo a Neil en la
pequeña pantalla de su teléfono. Abrió el teléfono con una sola mano y apretó con fuerza un solo
botón. Hubo un silencio, luego el zumbido distante del teléfono de Andrew marcando. Entre ellos,
el teléfono de Neil comenzó a cantar. Las palabras eran diferentes al tono de llamada de Andrew,
pero la voz era la misma. Neil sabía que eran de la misma canción miserable. La letra duele tanto
como lo hiso la de Andrew. Neil miró el teléfono y lo dejó sonar.

—Tu teléfono está sonando —dijo Andrew—. Deberías responderlo.

Neil lo recogió con los dedos entumecidos y lo abrió. Se ahorró solo un segundo para mirar el
nombre de Andrew en la pantalla antes de responder y ponerlo en su oído.

—Tus padres están muertos, tú no estás bien, y nada va a estar bien —dijo Andrew—. Esto no es
nuevo para ti. Pero desde ahora hasta mayo todavía eres Neil Josten y todavía soy el hombre que
dijo que te mantendría con vida.

—No me importa si usas este teléfono mañana. No me importa si nunca lo vuelves a usar. Pero lo
mantendrás porque algún día lo necesitarás.

Andrew puso un dedo en la parte inferior de la barbilla de Neil y forzó la cabeza de Neil hasta que
se miraron el uno al otro.

—Ese día no vas a correr. Vas a pensar en lo que te prometí y vas a hacer la llamada. Dime que lo
entiendes.

La voz de Neil lo había abandonado, pero logró asentir.

Andrew soltó y cerró su teléfono. Neil cerró el suyo con un clic silencioso. Después de mirar hacia
abajo por otro minuto interminable, se inclinó y lo puso en su bolsa de mensajero. Andrew miró con
ojos entornados hasta que Neil se sentó derecho.

Neil no quería mirarlo cuando no estaba seguro de haber recuperado su expresión, pero no pudo
evitarlo. Andrew lo consideró un minuto más, luego suspiró y se enderezó fuera del espacio de Neil.

—Si terminaste de tener problemas, toma tu turno. Es probable que Kevin esté furioso esperándote.

Neil quería preguntar por Kevin, pero los teléfonos le recordaron otro problema. Podría molestar a
Kevin por una mejor explicación de su trato con Andrew.

Esta otra pregunta era algo que solo Andrew podía responder.

—¿Por qué la policía de Oakland te llamó?

—Directo a la garganta. Tal vez no tan espinoso después de todo —dijo Andrew, divertido.
—El servicio infantil está iniciando una investigación sobre uno de mis padres adoptivos. Pig Higgins
sabía que vivía con ellos, por lo que me llamó para pedir mi testimonio.

—Pero no lo ayudarás.

Andrew chasqueó los dedos en señal de despedida.

—Richard Spear es un ser humano poco interesante, pero relativamente inofensivo. No encontrarán
nada para atraparlo.

—¿Estás seguro? —Neil preguntó—. Tu reacción fue un poco extrema por un malentendido.

—No me gusta esa palabra.

Neil vaciló.

—¿Extremo?

—Malentendido.

—Es una palabra extraña para tener resentimiento.

—No tienes espacio para juzgar los problemas de otras personas —dijo Andrew.

Andrew balanceó su pierna sobre el banco y se puso de pie. Neil supuso que eso significaba que
la conversación había terminado. Cogió sus pantalones cortos de entrenamiento cuando Andrew
se fue. La puerta apenas se había cerrado detrás de Andrew antes de que se abriera de nuevo.
Andrew tenía razón; Kevin parecía completamente molesto porque había tenido que retrasar la
práctica para ellos. Neil esperaba una especie de reproche mordaz, pero los enojados movimientos
de Kevin hablaban por él.

Terminaron de cambiarse tan rápido como pudieron y resolvieron su estrés en la cancha. Andrew
los estaba esperando cuando terminaron, parecía medio dormido en sus pies, y volvieron juntos al
dormitorio. Neil se cambió para dormir, empujó su ropa descartada con un pie, y se sentó al lado
de la bañera. La luz cenital se reflejó en la superficie curva de su teléfono, que estaba acurrucado
en su palma.

Se sintió como una eternidad antes de que pudiera abrirlo. Lentamente se desplazó por el menú y
no se sorprendió al ver que Andrew ya había completado su lista de contactos. Incluso había puesto
un par de marcaciones rápidas. Andrew fue primero, luego Kevin, luego Wymack. Neil no tenía idea
de por qué el psiquiatra del equipo estaba programado como contacto de emergencia. No tenía
intención de volver a hablar con Betsy Dobson. Neil borró su información.

Cuando su lista de contactos se actualizó, Neil fue a su historial de llamadas. Un nombre estaba
en la lista con dos marcas de tiempo al lado. No era el nombre de su madre, pero tampoco el de
su padre. Neil aprendería a vivir con eso un día a la vez.
b

El teléfono de Neil se apagó a la mañana siguiente y espantando cinco años de su esperanza de


vida. Neil estaba empacando sus cosas para dejar su clase de español cuando escuchó el zumbido
distintivo. Dejó caer su libro de texto de inmediato y sacó su teléfono de las profundidades de su
bolsa, con la mente yendo a un millón de millas por hora en todo lo que podría estar yendo mal.

Un mensaje parpadeaba en su bandeja de entrada. El corazón de Neil se desaceleró un poco


cuando vio el nombre de Nicky, porque Nicky era la última persona que Neil pensó que sería el
portador de las malas noticias. Abrió el mensaje de todos modos y encontró un smiley de dos
caracteres mirándolo. Neil esperó a ver si algo más llegaba, pero eso parecía ser todo.

La siguiente vez que su teléfono sonó, fue Dan: “nicky dijo que tenías un teléfono y/y”.

«Sí», respondió Neil, y esperaba que eso fuera suficiente.

Segundos después, Dan replico con «ya era tiempo pensé que nunca conseguiría uno».

Neil consideró preguntarle cómo le estaba yendo en sus clases de inglés, pero tomó el camino más
largo del silencio.

Para cuando Neil llegó al comedor de los atletas para almorzar, tenía veinte mensajes. La mayoría
de ellos eran de Nicky, comentarios ociosos sobre nada en particular. Neil los leyó, pero no respondió
a menos que Nicky hiciera una pregunta. Dos eran de Matt, primero comprobando el rumor de que
Neil tenía un teléfono y luego quejándose de la apuesta que Andrew había saboteado obteniendo
un modelo tan barato.

—Ya nadie los usa. ¿Lo encontró en una casa de empeño? —Matt le envió un mensaje a Neil.

Neil no sabía qué hacer con eso. Los Foxes pasaban siete horas juntos en las prácticas todos
los días y compartían habitación en Fox Tower. Cómo aún tenían algo que decirse el uno al otro
estaba más allá de él. Quería apagar los mensajes de alguna manera o decirles que no era por
eso que tenía un teléfono. Los teléfonos eran para emergencias, y no incluían comentarios sobre
la conferencia aburrida de un profesor. Neil se contuvo porque sabía que estaba equivocado esta
vez, pero aún saltaba cada vez que su teléfono le canturreaba.

Los otros no se inmutaron por su silencio. Nicky lo acribilló durante todo el día y durante la mayor
parte del jueves. Finalmente, la paciencia de Neil fue lo suficientemente delgada como para decir
algo. Se sentó en la escalera de la sala donde tuvo su sesión de tutoría y tipeó cuidadosamente un
mensaje.

“¿Qué sucede cuando agotas todos tus mensajes y luego los necesitas?»
La respuesta de Nicky fue casi inmediata. «???» Un par de segundos más tarde regresó con algo
más útil: «nuestro plan tiene txt. ilimitados no podemos usarlos. Hombre, lo intenté :)».

Neil suspiró y dio la pelea como una causa perdida.

Tenía setenta mensajes cuando subieron al autobús el viernes por la tarde. Esta noche se enfrentaron
a USC-Columbia. Columbia era el único otro equipo Clase I Exy en el estado, por lo que las dos
escuelas tenían una gran rivalidad. Las probabilidades eran buenas, a pesar de que los Fox estaban
jugando con la misma alineación loca que usaron la semana pasada.

Nicky quería conducir a Columbia por separado para poder ir al Crepúsculo de Eden después, pero
Wymack se puso de pie. Sabía de qué tipo de cosas se meterían en el club y no quería arriesgarse
tan cerca del banquete. Si alguno de los funcionarios en el banquete creía por alguna razón que
Andrew estaba sin sus drogas, podrían presionar para que se hiciera un análisis de sangre. Wymack
no quería que apareciera polvo en los resultados. Andrew no luchó contra la decisión de Wymack,
pero Nicky estaba más que un poco gruñón al respecto.

Nicky se giró en su asiento para hablar con Neil sobre su respaldo. A mitad de su vocifero sobre
un proyecto actual de clase, el teléfono de Neil zumbó. Neil respondió sin pensar. Era una cara
sonriente de Nicky. Neil miró a Nicky, sin comprender.

—¿Ves? —Nicky dijo, sonando complacido—. Así está mucho mejor. Así es como se ve un ser
humano normal cuando revisa su teléfono, Neil.

Neil lo miró fijamente.

—¿Es realmente por eso que me has estado enviando mensajes sin parar?

—Mayormente —dijo Nicky—. Andrew me dijo que lo manejara. Esa es la manera más fácil que
sabía.

—¿Manejar qué?

—A ti, por supuesto. Pregunta —dijo Nicky—. Si no te hubiera molestado, ¿habrías tocado ese
teléfono esta semana?

—Lo tengo para emergencias —dijo Neil—, entonces no.

—Pregunta de nuevo —dijo Nicky—. ¿De verdad crees que lo habrías usado si hubieras tenido
una emergencia? No, de verdad. No viste tu rostro cuando Andrew te dio eso, Neil. Eso no fue
desinterés o sorpresa. Eso fue como una crisis mental como las que no había visto en años. No sé
por qué, pero sé que no se te habría ocurrido llamarnos si algo saliera mal.

Neil sabía que tenía razón, pero dijo:

—Tú no sabes eso.


—No pudimos arriesgarnos. No queríamos descubrir de mala manera que arruinado esta tu
cableado mental.

—Llamé a Matt desde Columbia cuando necesitaba ayuda.

—Sí —dijo Nicky, impresionado—. Eso oímos todos. Llamaste a Matt, le diste tu canción de ‹estoy
bien› y la rutina de baile, y luego hiciste autostop con extraños de regreso al campus. ¿Quizás lo
recuerdes? —Nicky esperó, pero Neil no pudo defenderse de una acusación como esa—. De todos
modos, de nada. Acabo de ahorrarte al menos doscientos dólares en terapia intensiva.

Neil no pensó que Nicky bajándole la guardia era algo por lo que estar agradecido, pero
obedientemente dijo:

—Gracias.

—¿Alguna vez dijiste eso como si no fuera una pregunta? —Nicky preguntó, luciendo dolido—.
Oh, bueno. Me llevaré mis victorias donde pueda. Enfócate en las batallas primero, luego gana la
guerra, ¿verdad? No sé cómo va la cita, pero ya sabes a qué me refiero. Entonces, ¿dónde estaba?

No le llevó mucho tiempo recordarlo. Charló una milla por minuto sobre su próxima presentación.
Neil lo dejó pasar por un oído y por el otro. Su mente estaba más en el teléfono todavía sentado en
sus manos que el tono de la voz de Nicky. Cuando Nicky finalmente se alejó para hostigar a Aaron
por algo, Neil abrió su teléfono. Pasó de su bandeja de entrada llena a su historial de llamadas. No
había cambiado; El nombre de Andrew seguía siendo el único allí.

No tenía sentido.

Kevin afirmó que tenía algo que Andrew quería. Neil no sabía de qué se trataba, pero tenía que ser
algo grande si Andrew estaba dispuesto a desafiar a los Raven y solucionar todos los problemas de
Neil. Neil hizo una nota mental para hablar con Kevin sobre este fin de semana, pero primero tenían
que sobrevivir al banquete de otoño.

Los pensamientos de ver a Riko mañana eran suficientes para agriar su estado de ánimo. Neil
enterró su teléfono en el fondo de la bolsa e intentó no pensar en nada.
CAPÍTULO 6
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota

Una lotería en julio eligió a la Universidad Blackwell como anfitriona del banquete de otoño.
Fue un sorteo relativamente afortunado para los Foxes, dado que ellos estaban solo a cuatro horas
de viaje, pero ninguno de ellos se sentía particularmente contento acerca de eso cuando abordaron
el bus el sábado. Tomaron la Interestatal con trece personas a bordo: el equipo de los Foxes, los
dos hombres del personal, y las citas de Aaron y Nicky.

Nicky traía a Jim para su clase de improvisación y Aaron finalmente tuvo las agallas de invitar a
Katelyn. Neil no lo creía mucho hasta que vio el dinero pasando de mano en mano entre sus com-
pañeros. Aparentemente, Katelyn era el centro de dos apuestas entre los Foxes: si Aaron la invitaría
o no y cómo respondería Andrew. La última le interesaba más a Neil. Andrew estaba muy drogado,
pero no le brindó ni una sonrisa o saludo a Katelyn. Andrew la atravesó con la mirada y observó a
su alrededor como si ella siquiera estuviese allí.

El banquete se suponía que era un evento de dos días para justificar los costos y tiempo de viaje de
los equipos más lejanos, pero los Foxes votaron por unanimidad marcharse el sábado a la noche.
Pasar seis horas socializando con equipos que repetitivamente y a todo volumen los burlaban era
más que suficiente. Según Dan, pocos atletas eran lo suficientemente crudos como para empezar
una pelea en un evento autorizado por la ERC, pero Neil no estaba muy seguro. No estaba preocu-
pado por los trece alborotados equipos; estaba preocupado por un horrible hombre.

Neil intentó mantenerse sereno, pero Kevin comenzó a perder la calma la primera vez que pasaron
un cartel que señalaba el camino hacia Blackwell. Neil oyó sus respiraciones cortas e irregulares,
mientras Kevin luchaba valientemente contra un ataque de pánico que no hacía nada por los ner-
vios de Neil.

No era solo Riko a quien Kevin temía. En veinte minutos él se enfrentaría a todo su antiguo equipo.
El entrenador de los Raven, Tetsuji Moriyama, albergó a Kevin después que su madre muriera. Lo
había criado para que se convirtiese en una estrella, pero nunca le había dejado olvidar que solo
era la propiedad valuable de Riko. Neil no sabía mucho más acerca de él. La única vez que Kevin
lo había mencionado, lo había llamado “el maestro” por accidente. Neil no necesitó escuchar nada
más después de eso.

Blackwell aparecía lentamente en la distancia, pero no tomó mucho tiempo ubircar los dos estadios.
El estadio de fútbol americano y el de Exy se erguían en lados opuestos del campus como enormes
sujetalibros.
—Hey, hey —dijo Andrew, distrayendo a Neil de la vista—. Romperás algo si sigues respirando así,
Kevin.

Neil se dio la vuelta lo suficiente como para mirar hacia atrás. Andrew estaba de pie, inclinándose
sobre el respaldo de Kevin, sus brazos doblados sobre el apoyabacezas para poder mirar la cabe-
za de Kevin desde arriba. Kevin abrazaba una de sus rodillas y su rostro estaba escondido en el
doblez de su brazo.Sus nudillos estaban blancos en la mano que tenía cerrada en un puño. Neil no
creía que fuera el bus lo que hacía a Kevin temblar así.

—Mírame —dijo Andrew—. Estará todo bien. Tú me crees, ¿no?

—Te creo —dijo Kevin, un sonido amortiguado pero claramente tenso.

—Mentiroso. —Andrew se rio y se inclinó hacia adelante un poquito para ver por la ventana de
Kevin.

No eran el primer equipo que llegaba, pero una rápida cuenta de autobuses les hizo saber que
tampo eran los últimos. La mirada de Neil inevitablemente se dirigió hacia los tres buses negros en
el medio del estacionamiento. La única sombra de color en ellos era una salpicadura rojo oscuro
alrededor de la silueta de un cuervo. Wymack estacionó tan lejos de los autobuses de Edgar Allan
como le fue posible.

Wymack quitó las llaves del arranque, tomó el bolso de viaje de Abby y caminó por el pasillo hacia
la parte trasera del bus.

—Bájense —dijo y los estudiantes de último año fueron levantándose obedientemente mientras
él pasaba. Aaron y Nicky esperaron que él pasara para apurar a sus citas hacia el asfalto. Neil se
quedó en su lugar.

Wymack tomó una botella de vodka de su bolso y la colocó a un lado de Kevin.

—Tienes diez segundos para inhalar tanto de esto como puedas. Te estoy midiendo el tiempo. Ya.

Era alarmante cuánto podía beber un hombre cuando necesitaba un apoyo emocional. Wymack
tuvo que arrancar la botella de los desesperados dedos de Kevin después de eso. Kevin se pasó
una mano por la boca y miró por la ventana. No podía ver los autobuses de los Raven desde este
ángulo, pero la mirada enfermiza en su rostro decía que no necesitaba hacerlo. Wymack le dio a
Neil una significativa mirada y Neil dejó de dar vueltas. Dejó a Kevin a su inortodoxo cuidado y bajó
del autobús.

Abby tenía las puertas del maletero abiertas, por lo que pudieron sacar sus mudas de ropa. Nicky
ya tenía la de Neil en mano y se la entregó cuando éste se acercó. Neil tretó de no hacerle arrugas
con sus dedos.

Andrew guió a Kevin y a Wymack fuera del bus. Wymack le dio a Abby su gran espalda y esperó a
que Kevin y Andrew se cambiaran de ropa antes de bloquear todas las puertas del bus. Los guar-
dias de seguridad en la entrada los obsercaron con interés mientras se acercaban y verificaron sus
nombres en una lista. Uno se quedó en la entrada mientras que el otro los escortó hacia los casille-
ros. Madison estaba usando el vestidor principal en esos momentos para cambiarse, por lo que los
Foxes tuvieron que rodear el edificio para ir del otro lado.

Para cuando ya estuvierion vestidos, el alcohol había hecho un buen trabajo en el organismo de
Kevin. Él se veía mucho más tranquilo mientras seguía a Andrew fuera de los vestidores. A juzgar
por las nerviosas miradas que Nick le mandaba a Kevin, Nicky no estaba convencido que la calma
duraría. Neil tenía la misma poca fé en la espalda de Kevin, pero tenía que confiar que Andrew fuera
suficiente.

Uno de los armarios de cosas en la habitación principal tenía una señal impresa que decía “ESTA-
DO DE PALMETTO” pegada a la puerta. Ellos guardaron sus pertenencias allí y Wymack guardó
la llave. Wymack contó rápidamente con la cabeza y le dio a Kevin una mirada evaluativa. No dijo
nada, sino que miró a Andrew y esté sonrió en respuesta. Wymack asintió y se volvió hacia Neil.

—Tú —dijo—, intenta comportarte esta vez. No busques pelearte con él hoy.

—Sí, Entrenador.

Wymack se veía escéptico, pero no discutió.

—Vamos, entonces.

El estadio Blackwell estaba siniestramente silencioso. Todos los que ya habían llegado estaban en
la cancha. Alfombras gruesas y acolchonadas cubrían el suelo pulido para evitar que las patas de
las mesas y sillas rayaran la madera. Todas las luces estaban encendidas, pero el marcador eleva-
do estaba oscuro. Neil creyó oír música, pero no estuvo seguro hasta que llegó hacia el medio de
la cancha.

Que hubiera catorce equipos significaba que había doscientos cincuenta atletas presentes, más
alrededor de noventa cuerpos entre citas y personal. Neil nunca había visto tanta gente en una
cancha de Exy antes. Aún había mucho espacio para caminar alrededor de las mesas, pero Neil
detestó ver una cancha reutilizada así.

Wymack abrió la puerta e hizo entrar a sus Foxes. Un pequeño grupo de entrenadores estaba
esperando del otro lado de la puerta. Uno tomó un megáfono y anunció la llegada de los Foxes.
Las conversaciones fueron desvaneciéndose en la cancha y las sillas crujieron cuando los atle-
tas se voltearon a ver. Wymack miró a Dan, levantó su barbilla en una órden silenciosa para que
continuara moviéndose y se retiró para hacer las paces con sus colegas. Abby se quedó detrás de
él después de una larga y pensativa mirada a Kevin.

Los asientos estaban acomodados en la cancha. Las sillas tenían papeles en los respaldos con los
colores y las mascotas de las escuelas. Encontrar una fina línea de sillas naranjas no tomó mucho
tiempo. Encontrar a los Raven fue más fácil. Los dos equipos estaban sentados uno frente al otro
en la misma mesa.

—Hijos de puta —dijo Dan, en voz baja pero con suficiente sentimiento que Neil no tuvo problemas
en captarlo. Tenía que darle crédito, sin embargo. Dan siquiera aminoró el paso en su camino hacia
la mesa.

—Oh, qué cliché —dijo Andrew, sonando casi deleitado por cómo se habían dado las cosas—.
Quizás esto sea divertido después de todo. Vamos, Kevin. No los hagamos esperar.

Toda la sangre abandonó el rostro de Kevin, pero siguió de cerca a Andrew. A juzgar por la cuenta
de Neil, los Raven no habían llevado a sus citas. No habían llevado ningúncolor, tampoco. Los
veintidós de ellos estaban vestidos de negro de pies a cabeza. Los veinte hombres llevaban las
mismas camisas y pantalones de vestir, y las dos mujeres llevaban vestidos idénticos. Incluso
estaban sentados de la misma manera, todos con sus codos derechos sobre la mesa y sus barbillas
sobre sus manos. Otro equipo se habría visto ridículo yendo tan leos, pero de alguna forma los
Raven se veían imponentes.

—Riko —dijo Dan, retirando la silla directamente frente a él—. Dan Wilds.

Riko le ofreció a ella su mano en el saludo más condescendiente que Neil alguna vez hubiera visto.
Mantuvo su brazo recto y su muñeca floja, como un lord que espera el beso de un súbdito en sus
nudillos. Neil esperó que Dan lo ignorara, pero ella tomó su mano entre la suya y la apretó. Riko
sonrió cuando ella lo soltó.

—Sé quien eres —dijo Riko— ¿Quién no lo sabe aquí? Eres la mujer que comanda un equipo de
Primera Clase. Lo has hecho verdaderamente bien, a pesar de tus desventajas.

—¿Cuáles desventajas?

—¿Realmente quieres que empieze a enlistarlas? —preguntó Riko— Este es un evento de solo dos
días, Hennessey.

Neil no entendió, pero Matt lo hizo, a juzgar por su fiero “Ten cuidado, Riko”. Dan tocó el brazo
de Matt para calmarlo y retiró su asiento. Los estudiantes de último año se sentaron a un lado de
ella, con Allison eficientemente metida entre Renee y Matt. El grupo de Andrew se desplegó a su
derecha en el mismo orden en el que habían estado en el autobús. Neil estaba más cerca de Riko
de lo que hubiese quierdo, pero tener un par de cuerpos entre ellos era un poco reconfortante.

Desafortunadamente, Riko no era el único problema. El hombre a su derecha se puso de pie


ni bien los Foxes estuvieron acomodados y caminó detrás de los Raven hasta situarse frente a
Neil. Dos dedos sobre el hombro de la mujer hicieron que ésta se levantara y se moviera hacia
el asiento recientemente vacío. El extraño se sentó frente a Neil. Al hacerlo, los Raven rompieron
sus posiciones congeladas, pero sólo para reclinarse hacia atrás como si fueran uno en sus sillas.
El único que permanecía sentado derecho era Riko, y el nuevo acompañante de Neil, que estaba
inclinado hacia adelante mientras lo evaluaba.

Neil no reconoció al hombre, pero no necesitó preguntar. El número tres tatuado en su mejilla
izquierda significaba que no podría ser otro salvo Jean Moreau. Era el nuevo defensor de los Raven
y supuesto viejo amigo de Kevin. No había nada amigable en su rostro esa noche.

—Te me haces familiar —dijo Jean con un fuerte acento británico.

—Si miraste el show de Kathy, me viste allí —dijo Neil.

—Ah, tienes razón. Debe ser eso ¿Cuál era tu nombre? ¿Alex? ¿Stefan? ¿Chris?

Por un momento, Neil creyó que había caído. Sintió que el mundo se sacudía debajo suyo y sacudía
a su estómago con él. Un segundo, o minuto, o eternidad después se dio cuenta que no se había
movido ni un milímetro. No estaba siquiera respirando.

En los ocho años que había estado huyendo, Neil había atravesado diesciseis países y veintidós
nombres. Oír uno de los nombres de Jean no significaría nada. Oír tres no era una coincidencia.
Era una amenaza. Andrew le había advertido a Neil que Riko desenterraría su pasado sin importar
lo bien que él y su madre lo hubiesen ocultado. Neil temía que lo hiciera eventualmente, pero no
quería creerlo. A veces le tomaba años a su padre encontrarlos. Era imposible pensar que Rikolo
hubiese hecho en solo dos semanas.

Forzar el aire dentro de sus pulmones era la cosa que más le costó hacer a Neil. Era un milagro que
su respiración sonara tan calma, mientras que su garganta se estaba cerrando.

—Es Neil.

—¿Hmm? —Jean inclinó su cabeza a un lado como si eso lo ayudara a ver a Neil mejor—. No
tienes mucha cara de Neil.

—Culpa a mi madre —dijo Neil—. Ella me nombró.

—¿Cómo le está yendo, por cierto? —preguntó Riko.

Neil observó los ojos oscuros de Riko y se sintió morir. Podría haber respondido, pero Dan le ganó
con un molesto “No hostigues a mi equipo, Riko. Este no es el lugar para hacerlo.”

—Estaba siendo educado —dijo Riko—. Aún no me has visto ser hostil.

Jean miró a Kevin.

—Hola, Kevin.

—Jean —respondió Kevin por lo bajo.


La sonrisa de Jean fue perezosa, pero la mirada en sus ojos grises era helada. Ninguno de ellos
tenía algo que decirle al otro, pero se miraron sin pestañear. Andrew perdió el interés pronto y se
inclinó hacia adelante.

—Jean —dijo—. Hey, Jean. Jean Valjean. Hey. Hey. Hola.

Jean soltó un bufido de molestia pero miró a Andrew. Andrew estiró su mano y Jean fue lo
suficientemente inocente para tomarla. Los nudillos de Andrew se blanquearon mientras aplastaba
la mano de Jean. Jean no pudo esconder su encogimiento y la mirada en su rostro dio paso a un
irritado entrecejo fruncido. Andrew solo sonrió ampliamente al verlo.

—Soy Andrew. No nos hemos conocido aún.

—De lo cual estoy agradecido —dijo Jean—. Los Foxes en su totalidad son una vergüenza para el
Exy de Primera Clase, pero tu propia existencia es imperdonable. Un arquero a quien no le importa
que le marquen un puntono tiene derecho a tocar una raqueta. Deberías haberte quedado en los
laterales como la estrategia de publicidad que eres.

—Eso es pasarse un poco de la raya, ¿no lo crees? —dijo Renee.

La mujer que ahora esaba a la derecha de Riko soltó una fuerte risotada.

—Si alguien así te reemplazó en el arco, debes ser realmente terrible. No puedo esperar a ver uno
de sus partidos. Creo que será entretenido. Podríamos hacer un juego de tomar con él pero no
querríamos morir alcoholizados.

—Sí, eso sería una lástima —dijo Dan sarcástica.

—Esta es la primera vez que nuestros equipos se encuentran —dijo Renee sonando completamente
tranquila ante palabras tan groseras—. ¿Tenemos que empezar tan mal?

—¿Por qué no? Tú eres mala en todo lo demás que haces —dijo la mujer—. Honestamente, ¿es
divertido ser tan terrible?

—Me imagino que nos divertimos más que tú, sí —dijo Renee.

Neil pudo ír la risa en su voz. No sabía cómo ella podía mantener un tono tan agradable. Su miedo
era una bola de hielo en la boca de su estómago, pero escuchar las burlas de los Raven era como
hacerle un agujero. Mantenerse en silencio y fuera de la conversación estaba tomando más fuerza
de voluntad de la que creyó. Cuánto más estaba allí sentado en silencio, más difícil se hacía.
Fugazmente Neil deseó haber heredado la paciencia de su madre en vez del temperamento de su
padre.

—La diversión es para los niños —dijo Jean, alejando la mirada de Anfrew.

Si hubiese estado pensando en decir algo más, lo olvidó al observar a Renee. Andrew soltó la mano
de Jean mientras estaba distraído, pero le tomó a Jean otro momento para retirarla. Riko apenas
se movió, pero Neil estaba tan acosumbrado a su presencia que lo notó. Al igual que lo hizo Jean,
a juzgar por lo rápido que vovió a encontrar su lengua.

—A este nivel, se supone que es todo acerca de la habilidad, y a tu equipo tristemente, le falta. No
tienen derecho a jugar contra nosotros.

—Entonces no deberían haberse transferido de distrito —dijo Matt—. Nadie los quiere aquí.

—Tomaron algo que no les pertenece —dijo un Raven—. Ustedes se ganaron la humillación de
este año.

—No tomamos nada —dijo Dan—. Kevin quiere estar aquí.

El Raven que estaba frente a Renee se rió.

—No me digas que realmente crees eso. Kevin fue a ti porque alguien tenía que enseñarte cómo
se supone que debe ser el Exy en una cancha. Si se hubiera quedado como el asistente del
entrenador quizás hubiese aprendido a tragarse tus fallas. Ahora que está jugando contigo no hay
manera que dure la temporada entera. Conocemos a Kevin mejor de lo que ustedes alguna vez lo
harán. Sabemos lo que su incompetencia le pesa.

—Al igual que nosotros —dijo Aaron—. No es como si fuera tímido al expresarse.

Kevin finalmente encontró su voz.

—Ellos saben cómo me siento, pero las palabras solas no arreglarán nada. Un equipo que necesita
tanto trabajo requiere un compromiso mucho mayor que eso.

—No te quedarás —dijo Jean. Sono más como una orden que una predición—. Deberías reconsiderar
nuestra oferta antes que la retiremos, por tu bien Kevin. Enfrenta los hechos. Tu mascota es y
siempre será un peso muerto. Es tiempo que…

—¿Qué? —Andrew se volvió con una mirada aguda hacia Kevin—. ¿Tienes una mascota y nunca
nos has dicho? ¿Dónde la mantientes, Kevin?

Jean le dio una mirada irritada.

—No me interrumpas, Doe.

El sonido que Nicky hizo al lado de Neil sonó agudo y ofendido, pero Andrew sonrió ante el extraño
insulto de Jean.

—Oh, puntos por intentarlo, pero ahórrate la saliva. Aquí hay un consejo para ti, ¿okey? No puedes
derribar a alguien que ya está en el lodo. Sólo desperdicias tu tiempo y el mío.
—Suficiente —Dan chasqueó sus dedos—. Terminenla. Este es un evento distrital y tenemos veinte
oficiales a mano. Estamos aquí para conocernos, no para comenzar peleas. Si no pueden decir
algo agradable, no digan nada de nada. Eso va para ambos equipos.

—¿Esa es la razón por la que tu nuevo pequeño está tan callado? —Riko le izo señas a Neil—. ¿No
tiene nada “agradable” para decir?

—Déjalo en paz —dijo Matt.

—Estaba bastante animado la última vez que nos encontramos —dijo Riko—. ¿Tal vez fue solo un
espectáculo para el público? Hola, te estoy hablando a ti ¿Realmente me estás ignorando?

Nicky clavó sus dedos en el muslo de Neil debajo delamesa, un silencioso y desesperado recordatorio
para que mantuviera su boca cerrada. Neil dejó marcas con forma de media-lunas en el dorso de la
mano de Nickycon sus uñas y contó hasta diez. Solo llego a cuatro antes que Riko volviera a abrir
su boca.

—Qué cobarde —dijo Riko con una exagerada decepción—. Igual que su madre.

Neil dejó de contar.

—Sabes, lo entiendo —dijo Neil—. Ser criado como una superestrella debió ser real, realmente
difícil para ti. Siempre una comodidad, nunca un ser humano, sin una sola persona de tu familia que
piense que vales más que un maldito centavo… sí, suena duro. Kevin y yo hablamos acerca de tus
intrincados e interminables problemas de papi todo el tiempo.

—Neil —dijo Kevin agitado, en voz baja.

Neil lo ignoró.

—Sé que no es enteramente tu culpa estar mentalmente desbalanceado e infectado con estas
desiluciones de grandeza, y sé que eres físicamente incapaz de mantener una conversación decente
con cualquier persona, a diferencia de cualquier otro ser humano, pero no creo que ninguno de
nosotros deba tener que soportar tanta de tu mierda. La lástima solo te consigue una cantidad de
concesiones, y tú gastantes las tuyas hace seis insultos. Así que por favor, por favor, haznos el
favor de cerrar la puta boca y dejarnos en paz.

Mandíbulas cayeron abiertas a lo largo de la fila; la simetría de los Raven se destrozó cuando
miraron atónitos a Neil en una incredulidad estupificada. La expresión de Riko pudo haber congelado
el infierno, pero Neil estaba demasiado enfadado para sentir miedo. Tendría un ataque de nervios
más tarde. Ahora se inclinó hacia adelante y miró a Dan, quien se sentaba con su rostro enterrado
en sus manos.

—Dan, dije por favor. Intenté ser gentil.

—Matt —dijo Dan, casi ahogándose con el nombre—. Matt, Entrenador. Trae al entrenador. Por
Dios.

Matt salió tan rápido como pudo.

—No puedes decir cosas como esa —dijo Jean.

Neil no lo hubiese mirado, excepto que sonó más horrorizado que enojado.

—Entonces no me hubiese pedido que me uniera a la conversación. Estaba feliz sentado aquí sin
decir nada.

Jean se volvió hacia Kevin y habló en un rápido y furioso francés.

—¿Qué demonios es esto?

—Su hostilidad es una falla de personalidad con la que estamos aprendiendo a convivir —dijo
Kevin.

—Convivir —repitió Jean, como si la mera idea lo ofendiera—. ¡No! Deberían haber lidiado con él
dos semanas atrás, la primera vez que se pasó de la raya. Cofiamos en que lo disciplinarían, ¿por
qué no conoce su lugar aún?

—Neil no tiene lugar en los juegos de Riko —dijo Kevin—. Él es un Zorro.

—¡Él no es un Zorro!

—Qué divertido —dijo Neil en francés. Jean no estaba esperando que él los entendiera y le dio una
mirada de incredulidad—. Estoy bastante seguro que el contrato que firmé decía Universidad del
Estado de Palmetto.

—Un contrato no cambia los hechos —dijo Jean—. ¿Acaso te olvidaste quién te compró?

—Comprarme —repitió Neil—. Nadie me compró.

Kevin frunció el ceño, perdido.

—Jean, ¿de qué estás hablando?

Jean se veía como si huiera tragado una roca.

—No lo sabes —se suponía que era una acusación, pero se sintió tosco. Jean intercambió una
mirada de incredubilidad entre ambos—. ¿Cómo puedes no saberlo? ¿Por qué otra razón lo habrían
reclutado, Kevin?

—Tiene potencial —dijo Kevin.

La risa de Jean sono más que un poco histérica.


—Que Dios los salve a ambos, tontos inútiles. Nadie más puede. Cómo han vivido tanto tiempo
cuando son tan miserablemente estúpidos queda más allá de mi capacidad de entendimiento.

La voz de Wymack casi asustó a Neil.

—¿Qué demonios está sucediendo aquí?

Neil levantó la mirada para ver a Wymack de pie detrás de él. Matt regresó a su asiento pero no
se volvió a sentar. Jean ignoró a Wymack, se dio vuelta en su silla y dijo algo en una ráfaga de
japonés. Lo que sea que fuese finalmente terminó con la mirada hélida en el rostro de Riko. Éste
miró intensamente entre Neil y Kevin antes de responder. Jean hizo señas desesperadas. Kevin
miró entre uno y otro antes de decir algo en un cauteloso japonés.

Wymack interrumpió antes que Kevin pudiera terminar y les hizo señas a los Foxes.

—De pie. Abby les está hablando a los coordinadores del evento para que nos encuentren otra
mesa.

Neil no necesitó que se lo repitieran, pero no fue muy lejos. Jean se dio vuelta hacia él antes que
Neil hubiera terminado de acomodar su silla y le hizo señas para que lo escuchara. Su francés fue
casi demasiado rápido para que Neil lo siguiera, pero él entendió más de lo que hubiese querido.

—Riko te robará un par de minutos más tarde —dijo Jean—. Te sugiero que hables con él si no
quieres que todo elmundo sepa que eres el hijo del Carnicero.

Oír el nombre de su padre en voz alta fue una patada al pecho. El ruido que Kevin hizo a su lado fue
peor. Neil reaccionó sin pensar, clavando una mano en el pecho de Kevin y empujándolo tan lejos
de la mesa como pudo. Kevin tropezó hacia atrás tan rápido que casi se cae. Neil no lo miro, pero
no pudo ignorar la carrasposa negación de Kevin.

—Eso no es verdad.

—Cállate —dijo Neil, pero no sabía a cuál de los dos le estaba hablando—. No digas nada más.

—Vete corriendo —dijo Jean—. Es en lo que te destacas, ¿no?

Wymack se quedó atrás para lidiar con Edgar Allan y los Foxes volaron de allí como si sus vidas
dependieran de ello. Atrayeron muchas miradas curiosas mientras cruzaban la habitación siguiendo
a Abby, pero los Foxes estaban muy ocupados mirando a Kevin y a Neil como para devolver alguna.
Abby y el entrenador de Blackwell los guió hacia su nueva mesa. Intercambiaron asientos con
los entrenadores, lo que los dejó en la periferia del evento, pero Neil dudó que a alguno de ellos
realmente le importara.

Se acomodaron en el mismo orden en el que habían estado en la mesa anterior, salvo que Kevin
se sentó de costado para observar a Neil. Tomó su barbilla con un agarre de hierro y volvió la
cara de Neil hacia él. Neil quiso resistirse, pero ya no había razón para hacerlo. Observó a Kevin,
esperando que el reconocimiento le llegara. El miedo enfermizo estaba allí. Neil apretó sus manos
juntas debajo de la mesa, donde nadie podía ver quesus dedos temblaban.

Kevin abrió su boca, pero Neil no quería oírlo. No sabía lo que Kevin iba a decir, y, lo que era más
importante, no sabía en qué idioma iba a decirlo. Neil habló primero en un bajo pero tenso francés.

—No, Kevin. No aquí. Hablaremos mañana.

Kevin dudó.

—¿Andrew lo sabe?

—Sólo conoce algunas partes —dijo Neil—. No sabe mi nombre.

—¿Sabe quién eres?

—Dije que no —Neil quitó la mano de Kevin de su rostro—. No haremos esto aquí.

Kevin lo observó un par de segundos más, luego se levantó de su silla casi demasiado rápido como
para arrastrar toda la mesa con él. Abby estuvo a su lado en un latido, su expresión cargada de
preocupación. Kevin parecía no poder manejar las palabras, pero le hizo gestos a ella para que lo
siguiera y se encaminó hacia la pierta. Abby dio un paso atrás de él, luego titubeó.

—Ve, Abby, ve —Andrew le hizo señas con ambas manos—. Traélo cuando esté borracho. Tenemos
a Neil, ¿verdad, Neil?

Neil había usado todas sus palabras con Kevin, por lo que se limitó a asentir. Abby se apresuró detrás
de Kevin, pero atravesó la cancha con la mirada hacia la mesa delos Raven. Neil la vió saludar con
la mano y el gesto siguió hacia Wymack. Wymack estaba guiando a los Raven, su rostro parecía
una nube de tormenta. Neil apretó sus dedos más fuerte y los obligó a que se quedaran quietos.

—Neil —dijo Dan, tomando el asiento de Kevin entre él y Andrew—, ¿estás bien?

—¿Te parece que está bien? —preguntó Andrew.

Dan le dio a Andrew una mirada furiosa, pero la sonrisa de él le dijo que no estaba impresionado por
su furia. Andrew se aferró al borde de la mesa y se inclinó hacia atrás hasta que su silla se balanceó
sobre las patas traseras. Le dio una vista despejada de Neil detrás de Dan. Neil lo observó porque
no confiaba en sí mismo para enfrentar a nadie más, aún. Andrew cubrió su boca con su mano pero
no se molestó por bajar la voz.

—Te lo dije.

—Sientate, Minyard —lo cortó Wymack, desde detrás del asiento de Dan. Andrew soltó un exagerado
suspiro y dejó que su silla cayera al piso. Wymack se volvió hacia Neil luego—. ¿Me dijiste que no
ibas a comenzar una pelea, o no lo hiciste?
Nicky habló desde el otro lado de Neil.

—En defensa de Neil…

—No te pregunté a ti —lo interrumpió Wymack—. Neil, respóndeme.

En su mente, Neil ya estaba contando los pasos hacia la libertad. Su nueva ubicación los ponía
como la mesa más cercana a la puerta de la cancha. Sólo tendría que cruzar el patio interno y
atravesar los vestidores. La cerca de puas alrededor del estadio estaba diseñada para prevenir el
vandalismo y el robo, pero él podría irse por el camino en que entraron. Si los guardias lo detendrían
o no era una cuestión del azar. Un hombre joven en ropas finas huyendo como alma que lleva el
diablo de un evento público era sospechoso.

Si tenía una excusa para salir de allí, como acompañar a Kevin con el vodka en el autobús, conservaría
su energía hasta que hubiera pasado a los guardias. Desde allí solo tendría que encontrar un taxi,
porque ir pidiendo aventones no sería lo suficientemente rápido esta vez. Necesitaba regresar
al Estado de Palmetto y tomar sus papeles de su caja de seguridad. Necesitaba su dinero y sus
números. Quizás finalmente era hora que llamara a…

La ruta de escape de Neil llegó a un punto muerto en su cabeza. Separó sus dedos y presionó una
mano en su bolsillo. Podía sentir los duros bordes de su teléfono a través del algodón.

—Neil, si no puedes estar aquí dilo —dijo Wymack—. Abby puede llevarte a otro lado hasta que sea
la hora de marcharnos. Vete de aquí a tomar un poco de aire fresco.

Era la oportunidad perfecta, pero Neil no podía aprovecharla. Si lo hacía, realmente se iría, y
no regresaría. Huir no era fácil, pero era más sencillo que confiar en Andrew. Sin embargo, Neil
recordó el peso de una llave en su palma, el metal húmedo debido al calor corporal de otra persona.
Recordó la promesa de Andrew de ver el fin de ese año con él.

—No —dijo Neil, encontrando finalmente su voz—. Sabía que esto sucedería. Sólo que aún no
estaba listo. Estoy bien.

—¿Qué puedo hacer? —preguntó Wymack.

Neil miró hacia arriba. La mirada cansada en el rostro de Wymack decía que la sorpresa de Neil
fue un poco demasiado insolente. Durante un cuarto de segundo, Neil se sintió culpable, a pesar
de que no estaba completamente seguro del porqué. Aplastó el sentimiento tan rápido como pudo.
Tenía mucho más de lo que preocuparse en esos momentos, y estaba sintiendo demasiado como
para lidiar tambén con una cosa extraña como la culpa.

—No lo sé —dijo Neil.

—Cuando lo sepas, dímelo.

—Sí, Entrenador.
La llegada de otro equipo los ayudó a distraerse. Kevin regresó un rato más tarde, viéndose
muchísimo mejor con una cantidad infame de vodka en su sistema. Cuando los catorce equipos
estuvieron presentes, el entrenador de Blackwell dio un breve discurso acerca de la temporada. El
personal del evento sirvió la comida y los equipos comieron con el sonido de las risas dispersas.
Lejos de las presiones del juego de la noche, era más fácil para ellos comportarse. Solo necesitaban
evitar traer a colación rivalidades y tensiones.

Trece entrenadores habían tomado los asientos originales de los Foxes, junto a los Raven. Los Foxes
estaban atrapados socializando con la otra mitad. Fue más fácil de lo que Neil esperaba que fuera.
Los entrenadores eran profesionales, y por lo tanto, más reservados en sus opiniones personales.
Dan y Kevin sostuvieron la mayoría de la conversación, Dan con un entusiasmo contagioso y Kevin
con una embriagda bondad. Neil estaba contento por eso, ya que no quería hablar con nadie, pero
de vez en cuando un entrenador le hacía llegar una pregunta directa a través de la mesa.

Después de la cena, el personal despejó la cancha. Las patas de las mesas eran plegables, por lo
que las mesas fueron apiladas a lo largo de una de las paredes de la cancha. Las sillas también
fueron apiladas hasta que con su peso amenazaban con venirse encima. Con media cancha
despejada, había lugar para poner un par de rompehielos. Neil se retorció al observar que erguían
una red temporaria de voleyball donde solo se debería jugar Exy. Nadie más pareció tener un
problema con eso; los equipos se separaron y se mezclaron al encontrar algo nuevo que hacer.
Más aún, un equipo de sonido comenzó a tocar a todo volumen lo que era llamado música popular
estos días, y la mitad de la cancha se convirtió en una improvisada pista de baile.

—Vayan —le dijo Wymack a sus Foxes—. Diviértanse. O no lo hagan. No me importa. Mientras no
peleen, ¿entendido?

La mayoría de los Foxes no necesitaron oírlo dos veces. Dan y Matt se apresuraron para encontrar
un equipo de voleyball. Aaron y Nicky condujeron a sus citas hacia la pista de baile. Allison estaba
comenzando a verse un poco inestable de pie, por lo que Renee se la llevó de la cancha para un
descanso. Eso dejó a Neil, Andrew y Kevin de pie solos. Wymack los miró.

—¿Necesitan escucharlo otra vez?

—Oh, Entrenador —Andrew lanzó sus manos hacia arriba en un desesperado encogimiento—. No
puedes siquiera imaginar la diversión que estamos teniendo ahora. Es sobrecogedora. Danos un
par de minutos para recobrar el aliento antes que nuestros corazones estallen en nuestros pechos.

—Tienen treinta segundos.

Kevin esperó solo otros veinte antes de ponerse en marcha con Andrew y Neil detrás de él. Marcó
un lento circuito por la cancha, localizando a cada equipo a excepción de los Raven. No importaba
lo que los atletas pensaran honestamente acerca de los Foxes; Kevin podía hacer que cualquier
conversación se detuviera con un gruñido al pasar. Kevin no dejó de lado sus modales respetuosos,
pero mantuvo el desdén a mano. Neil terminó estrechando más manos de las que quería. Solo un
par de personas intentaron saludar a Andrew. Andrew los observaba con una sonrisa hasta que se
rendían.

No era divertido, pero sí intresante, y con Kevin entre elgrupo, algunos atletas terminaron alterados.
Neil no se dio cuenta cuánto tiempo habían pasado hablando acerca de juegos pasados y algunos
de las mejores ligas profesionales hasta que se dio vuelta y vio a Allison en la periferia de su campo
de visión. Una mirada a su reloj mostró que habían estado dando vueltas durante casi dos horas.
El evento cesaría en una hora, en preparación para el largo día de mañana.

Neil volvió a mirar a Allison. Ella estaba congelada en un costado de la pista de baile, sus manos
flojas a sus lados y su cuerpo volteado parcialmente hacia la cancha. No estaba completamente
congelada, notó Neil un segundo más tarde, porque su cabeza se estaba moviendo mientras seguía
el camino de algo. Él se volvió y escaneó la multitud en busca de lo que fuere que captó su interés.

Le tomó solo un par de segundos darse cuenta que los Raven se estaban acercando. El equipo
entero estaba cruzando la cancha hacia Kevin, caminando ordenados en forma de V como una
bandada de pájaros que se dirige al sur.

—Andrew —dijo Neil.

—Oh, finalmente —dijo Andrew, colocándose al lado de Neil—. Kevin, mira. Tenemos compañía.

—Discúlpenme —les dijo Kevin a los Breckenridge Jackals con los que habían estado hablando.
Neil oyó la tensión en su voz y esperó que los Jackals no lo hubieran hecho. Kevin se acomodó
alotrolado de Andrew. Neil enterró sus manos en sus bolsillos para esconder los nudillos blancos
de sus puños. Riko se detuvo más lejos de lo que Neil pensó que haría, pero Neil lo entendió un
momento después. El resto de los Raven continuó avanzando, desarmando su formación en V
hasta que hasta que hubieron atrapado a los tres Foxes entre ellos. Neil observó los rostros en fila
y esperó que alguien hiciera un movimiento.

Provino de la esquina más inesperada. Renee apareció de la nada al otro lado de Kevin. Ella
entrelazó un brazo con el de Kevin y extendió la mano libre hacia Jean.

—Jean, ¿cierto? Mi nombre en Renee Walker. No tuvimos oportunidad de charlar antes.

La confusión se coló por la estoica máscara de Jean, volviéndolo un poco más que incomodo, pero
él aceptó su saludo.

—Jean Moreau.

—Neil Josten —dijo alguien. Neil dejó a Renee con Kevin y se volteó para enfrentar al hombre que
había hablado. Dos hombres y una mujer estaban pegados a su izquierda. El hombre le ofreció una
mirada desdeñosa en vez de un saludo—. Somos los nuevos delanteros de los Raven. Queríamos
que nos vieras para que supieras cómo se ve realmente un equipo de ataque.
—¿De ataque u ofensivo? —Matt se deslizó al lado de Neil. La llegada de Renee pudo haber
pasado como coincidencia, pero la de Matt no. Neil supuso que Allison alertó a los estudiantes de
último año acerca de la llegada de los Raven—. Matt Boyd, nuevo defensor de los Foxes. Soy el
que destrozará sus metas este octubre. Encantado de conocerlos —extendió su mano, pero no se
sorprendió cuando ninguno la tomó. —Supongo que el placer es todo mío.

—Seguro que lo es —dijo el delantero de los Raven—, viendo y considerando que tu cita es una
prostituta.

—Stripper —corrigió Dan mientras aparecía y pasaba un brazo alrededor de la cintura de Matt. Sus
tacones colgaban de sus dedos y ella los comenzó a balancear mientras decía—: Con suerte, eres
lo suficientemente listo como para diferenciar entre las dos profesiones. Si no lo eres, tengo serias
preocupaciones acerca de tu estatus académico.

Neil intentó no mirarla. Él hubiera pasado por alto el insulto de los Raven como una mentira, si no
hubiese sido por la rápida respuesta de Dan. Demasiado tarde recordó cuando ella le contó acerca
del trabajo nocturno que había tenido en la secundaria para llegar a fin de mes. Él había asumido
que ella era una repositora nocturna en un supermercado o quizás una recepcionista en un motel.
No parecía el tipo de persona que toleraría ser cosificada. Neil no tenía el hábito de hurgar en el
pasado de otras personas, pero debía haber una interesante historia allí.

—Hennessey, ¿cierto? —Dijo uno de los delanteros—. Qué nombre tan bueno para un espíritu
fiero.

—Estuvimos un poco decepcionados que no aparecieras como parte del entretenimiento de esta
noche —dijo uno de los otros—. Estábamos esperando ansiosamente el espectáculo.

El vistazo que le dio fue empalagosamente lento. Matt se retorció violentamente mientras se
refrenaba de romper el cuello del hombre. Neil estaba sorprendido por su autocontrol, hasta que
vio los dedos de Dan clavándose en la cadera de Matt a modo de advertencia. Dan no quería que
nadie luchara sus batallas por ella. Ella se deslizó alrededor de Matt para meterse en el espacio
personal de los Raven. El delantero le sonrió a Matt por sobre el hombro de ella, luego se inclinó
hacia adelante y tomó una profunda respiración contra su cuello.

Dan subió sus tacones entre las piernas de él en un glorioso golpe. El Raven retrocedió con un
quejido inhumano. Sus compañeros a sus lados hicieron muecas y se encogieron. Fueron rápidos
al evitar la mirada de su colega medio derrumbado.

—Sí, Hennessey —dijo Dan, sonando más calma de lo que Neil creyó ante tal tratamiento—. Te
trata bien si estas dispuesto a pagar y te jode a la mañana siguiente si no eres lo suficientemente
bueno con ella. Lo lamento, pero esta botella ya está etiquetada. Espero que lo sientas durante un
rato, idiota.

No esperó una respuesta, sino que se dio vuelta y se acurrucó contra el costado de Matt. Neil
no sabía si el apretado agarre de Dan era una forma de disculparse con Matt por dejarlo fuera, o
gratitud por dejarla encargarse de ello. De cualquier manera, su abrazo no hizo nada para apaciguar
los rígidos hombros de Matt.

Neil no lo pudo evitar.

—¿Qué pasó con todo eso de ser amable, Dan?

Dan se rió.

—Haz lo que digo, no lo que hago, novato.

—Kevin Day —dijo una voz estridente, y todos los Raven se voltearon a mirar.

Neil siguió sus miradas hacia el hombre que ahora estaba de pie en el vértice del triángulo. El frío
que estremeció su espalda hizo que todos los vellos de su cuello se erizaran.

El entrenador Tatsuji Moriyama era indiscutiblemente el hombre más poderoso del Exy —como
debería ser, considerando que él y la madre de Kevin, Kayleigh Day, fueron los inventores del
deporte hace treinta años. Él había seleccionado Edgar Allan para ser hogar del primer estadio
NCAA de Exy, y había estado entrenando a los Raven desde entonces. Era el fundador del Comité
de Reglas y Regulaciones del Exy, una consultora del comité internacional, y dueño de dos equipos
profesionales. Era una leyenda.

También era un demonio: el tío abusivo de Riko y el hermano menor del jefe yakuza Moriyama.

—Maestro —dijo Kevin, su voz tiñiéndose de miedo—. Ha pasado un tiempo.

Moriyama se acercó a los Raven, y ellos finalmente rompieron la formación. Llenaron los espacios
entre los Foxes, una pared de trajes negros y rostros fríos. Neil perdió la visión de Matt y Dan cuando
los delanteros lo apartaron del camino. Apenas lo notó, más concentrado en observar a Moriyama y
a Kevin. Moriyama extendió su mano y Kevin obedientemente colocó su mano izquierda sobre ella.
Moriyama la levantó para inspeccionar las cicatrices blancas de Kevin.

—Carnicero —dijo una suave voz en francés.

Neil miró sobre su hombro. Jean había entrado en el círculo en algún momento y estaba parado a
corta distancia de ellos. Él inclinó su cabeza en una orden y Neil siguió su mirada para ver a Riko
alejarse de la cancha. Neil no miró hacia atrás para ver si alguno de sus compañeros notaba su
salida y mantuvo un ritmo casual en su camino hacia la puerta. Entró en el patio interior justo para
ver a Riko desapareciendo en el vestidor principal. Neil tomó una profunda respiraciópn para calmar
sus nervios y lo siguió.

Riko estaba verificando que en el vestidor no hubiera compañía indeseada cuando Neil entró. Neil
esperó justo fuera de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, hasta que Riko terminara.
No le tomó mucho tiempo a Riko, y gesturó imperiosamente para que Neil lo siguiera hacia la
habitación principal. La habitación era lo suficientemente grande como para que el vestidor entero
de los Foxes entrara, abarrotado de gente y con sillones que hicieran juego. Alfombras con la
mascota Jackrabbit de Blackwell cubría los lugares vacíos en el suelo y había fotos alineadas en
las paredes. Riko observó un par de fotos antes de soltar una risita burlona.

Se dio vuelta para enfrentar a Neil, y ellos se observaron a través de la habitación. Finalmente Riko
sonrió. Era una expresión horrible, pero ni cercanamente mala, a comparación de las palabras que
siguieron.

—Nathaniel, ha pasado tanto tiempo.

El miedo de Neil se sentía caliente y pesado en su pecho. Apenas podía respirar. Rezó para que su
expresión no lo delatara, incluso al saber que era demasiado tarde.

—Mi nombre es Neil.

—No me mientras otra vez. No disfrutarás las consecuencias. —Riko le dio a Neil un segundo para
responder —imagina mi sorpresa cuando los resultados estuvieron listos. Tus huellas dactilares —
explicó, con una sonrisa burlona en su rostro—. Kathy me dio tu vaso como recuerdo. Todo lo que
necesité fue una sonrisa y un beso. Parece que se está transformando en toda una asaltacunas.

El estómago de Neil se hizo un nudo. Él había aceptado un vaso de agua al comienzo del programa
de debates de Kathy Ferdinand y no había pensado dos veces en volverlo a acomodar luego. Él
había asumido que el personal de Kathy se ocuparía de ello. Su madre lo golpearía hasta dejarlo
medio muerto si estuviera viva. Todo ese tiempo y dinero perdido cubriendo sus huellas —destruido
por una simple pila de nervios.

—Explícame algo —Riko comenzó a atravesar la habitación con pasos lentos—. Jean dice que
Kevin no sabe quién eres. Después de ver la reacción de Kevin estoy inclinado a creerle. Quizás
puedo entenderlo, conociendo lo ciego que Kevin se puede volver cuando se trata del Exy. Puedo
siquiera perdonarlo por protegerte de mí. Pero debes saber quién eres, por lo que estoy muy, muy
curioso por conocer lo que crees que estás haciendo.

—Sólo estoy tratando de arreglármelas —dijo Neil, apretando sus brazos tan fuertemente alrededor
de su pecho que creyó que aplastaría sus propias costillas—. Si hubiera sabido que nuestras
familias eran socias, no hubiese firmado el contraro.

Riko se detuvo tan cerca de él que se estaban rozando, y le tomó a Neil todo lo que tenía no
alejarse. Neil no se había dado cuenta antes que eran casi de la misma altura. Los genes japoneses
de Riko lo habían traicionado al igual que la pequeña madre de Neil lo había traicionado a él. Riko
podría ser bajo, pero irradiaba poder y una malevolencia letal.

Los dos milímetros entre los defensores se sintieron como veinte.

—Estás mintiendo —dijo Riko.


—No lo estoy haciendo —Neil odiaba el hilo de desesperación que se coló en su voz—. No quiero
causar ningún problema a tu familia. No quiero que causes ningún problema a la mía. Sólo estoy
aquí por un año y luego me iré nuevamente, lo prometo.

—Tú no quieres causarle problemas a mi familia —repitió Riko, como si oírlo una segunda vez lo
ayudara a entender—. Tú ya le has costado a mi familia una gran fortuna y ocho años de problemas.

—¿Cómo? —preguntó Neil—. El dinero que tomé era de mi padre.

—Si crees que actuando como estúpido te salvarás, estás tristemente equivocado.

—No estoy actuando —dijo Neil, finalmente dando un paso hacia atrás—.Mi madre dijo que era el
dinero de mi padre. Incuso me contó acerca de ti. Si hubiese sabido que el dinero era tuyo…

—¡Nada de lo que tu padre poseía era suyo! —lo cortó Riko.

Las palabras de Neil murieron en su garganta. Miró sin ver a Riko. Riko le devolvió la mirada,
buscando el engaño en su rostro. Lo que fuese que encontró, solo le sirvió para enfurecerlo más.
Riko tomó a Neil por los hombros y lo empujó contra una pared. La cabeza de Neil golpeó lo
suficientemente fuerte como que sus dientes entrechocaran.

—Me niego a creer que ella nunca te lo dijera ¿Todo ese tiempo huyendo y tú nunca preguntaste
el porqué?

Neil le dio a Riko una mirada incrédula.

—¿Has conocido a mi padre? No tenía que preguntar.

Una puerta se abrió de golpe en el pasillo y Matt llamó a Neil. Solo tenían segundos antes que él los
encontrara, pero fue tiempo suficiente como para que Riko se inclinara. Mantuvo su voz baja, pero
sus palabras cargaron un mundo de veneno en ellas.

—Tú no estabas huyendo de tu padre, Nathaniel. Estabas huyendo de su amo.

La idea de que alguien controlara al Carnicero era una locura.

—Él no tenía uno.

Riko retrocedió, poniendo distancia entre ellos justo antes que Matt entrara. Matt le dio una mirada
furiosa a Riko mientras se movía hacia el lado de Neil.

—¿Qué está sucediendo aquí?

Neil lo ignoró e insistió.

—Él no tenía uno.


Riko señaló su rostro con un dedo y esperó. Neil le devolvió la mirada mientras su cerebro se
negaba a juntar las últimas piezas. Lo que Riko estaba sugiriendo era imposible. El Carnicero era
uno de los mayores nombres en la costa este. Había hecho de Baltimore su hogar, pero su territorio
se extendía desde el D.C. hasta las afueras de Newark.Tenía un sindicato fieramente leal y una
inclinación por las ejecuciones grotescas. Nadie le decía al Carnicero qué hacer. Pero la indignada
reacción de Riko no parecía actuada, y no tenía nada que ganar mintiéndole a Neil, especialmente
considerando lo fácil que Kevin podría aclarar las cosas.

Kevin diría sí a todo esto. Neil lo sabía, y no estaba listo para escucharlo aún. Si los Moriyamas
realmente eran lo suficientemente poderoso como para mantener a un hombre como el Carnicero
bajo llave, Neil estaba tan por encima de entenderlo, que bien podría estar dos metros por debajo.

—No te creo —dijo Neil, escuchando el temor en su voz.

—La negación es más exasperante que la ignorancia —dijo Riko—. Hablarás con Kevin la próxima
oportunidad y harás que te explique esto con palabras cortas que tu pequeña mente pueda entender.
Aprende cuál es tu lugar. Nunca toleraré este nivel de irrespeto de tu parte nuevamente, ¿entiendes?

Neil ya estaba en su ataúd. Bien podrían cerrarlo con clavos también.

—Sí, entiendo que eres un completo idiota.

Riko dioun paso hacia adelante, con una expresión asesina, pero Matt puso un brazo entre ellos.

—Deja a mi equipo en paz, Riko. Provocas otra pelea más aquí en el banquete y nos aseguraremos
que la ERC te suspenda. Diviértete contándole a la prensa por qué te dejan en el banco durante un
par de juegos.

Riko ni se molestó en mirar a Matt. Observó a Neil durante medio minuto, mientras controlaba su
temperamento. El brillo violento nunca abandonó sus ojos, pero su voz era calma y segura cuando
volvió a hablar.

—Más tarde vendrás a mí de rodillas, rogando por mi perdón. No puedo esperar a negártelo.

Riko se dio vuelta y se fue. Matt no bajó su brazo hasta que la puerta se cerró de golpe tras de Riko.
Luego se volvió hacia Neil, su expresión tensa con partes iguales de enojo y preocupación.

—¿Neil?

Neil estaba frío y temblando hasta los huesos, pero su voz se mantuvo calma. Metió sus manos en
los bolsillos, en caso que estuvieran temblando, y se aferró a su teléfono.

—No creo que le caiga muy bien a Riko, ¿debería estar decepcionado?

Matt miró hacia el techo como si buscara su paciencia.


—El Entrenador te matará.

—Lo que no se sabe, no duele.

—Esto es serio —dijo Matt—. Riko ha salido a tu caza.

—No solo está tras de mí —dijo Neil—. Está tras de Dan, también.

La oscura mirada en el rostro de Matt le dijo que él no olvidaría eso en mucho tiempo.

—Puede intentarlo tanto como quiera, pero solo me enfadará a mí. Dan no está avergonzada de las
decisiones que tomó. Esto es diferente —dijo Matt, señalándolo—. No se lo que Jean te dijo, pero
Kevin tuvo que alcoholizarse para lidiar con eso.

—No es lo que dijo Jean lo que puso mal a Kevin —mintió Neil—. Fue lo que yo dije. Le dije a Riko
que Kevin y yo nos burlábamos constantemente de él y no dejé que Kevin se lo explicara a Jean.
Hablé por él y me rehusé a dejarlo retractarse de eso. Basicamente empeoré las cosas mil veces
más para él. No lo lamento, sin embargo.

Matt se rio.

—Eres todo un personaje, ¿lo sabías? Regresemos antes que el Entrenador note nuestra falta.

Regresaron al estadio para reunirse con su equipo. Los Raven se habían dispersado, probablemente
aliviados de interferir con el regreso de Riko. Dan y Renee estaban de pie con Kevin y Andrew cerca
de una de las paredes. Allison se le shabía unido en algún momento, pero Aaron y Nicky seguían
perdidos en la pista de baile. Neil buscó a Wymack y lo encontró hablando con Moriyama en el
medio de la cancha.

—Oh, Neil, regresaste —dijo Andrew—. No creí que lo harías.

Neil quitó su mano del bolsillo y estiró sus dedos. Andrew observó primero el teléfono en la palma
de Neil y luego su rostro. Neil no le devolvió la mirada, sino que dijo en alemán—: Hice una llamada
diferente esta vez.

Andrew se rió y se balanceó sobre sus pies. Su sonrisa fue lo suficientemente amplia que Neil pudo
verla desde los bordes de su visión. Neil no esperaba realmente que él intercambiara idiomas,
porque la conversación era probablemente más interesante cuando tenía una audiencia, pero por
ahora Andrew le seguiría el juego.

—Qué interesante. Qué inesperado; ¿dolió un poco?

—No tanto como lo hará mi próxima conversación con Kevin.

—No esta noche —Andrew agitó una mano despidiéndolo—. Te lo daré mañana.
Neil alejó su teléfono y subió la mirada para ver si los estudiantes de último año los estaban
mirando. Neil sabía que Matt les hablaría más tarde y pasaría su vaga explicación, por lo que no se
sorprendió cuando ni Dan ni Renee le preguntaron lo que estaba sucediendo. En vez de eso, Matt
miró a Neil y a Andrew y preguntó:

—¿Cuántos idiomas hablas, exactamente?

—Un par —Neil se dio a la evasiva y los distrajo preguntándole a Andrew—: ¿Quién es Doe?

—Oh, ese soy yo —dijo Andrew—. No entré en el sistema de adopción con un apellido, por lo que
me etiquetaron como Doe. Como John Doe1, ¿entiendes? Ah, se creen inteligentes. Me cambié el
nombre cuando fui adoptado, ¿sí? Nicky dijo que te lo había contado.

Nicky solo habría confesado su indiscreción a Andrew si se sintiera culpable por dar tanta información.
Neil asumió que eso significaba que el tema era más delicado de lo que un Andrew drogado podría
revelar, por lo que respondió vagamente.

—Él nos lo resumió.

Andrew sonrió y dio por teminada la conversación. Neil estaba feliz de que así fuera, y más aún
cuando sus compañeros no volvieron a nombrar a Riko. Finalmente, era hora de que se marcharan.
Wymack reunió a su equipo, esperó mientras se cambiaban a ropas más cómodas y los condujo
hacia la carretera. Los otros se durmieron al cabo de unas pocas millas, pero Neil se pasó el viaje
entero pensando en Riko y su padre.

1 Alias usado para referirse a alguien desconocido. En español, su equivalente es Juán Perez.
CAPÍTULO 7
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota

Neil se despertó en el sofá de Wymack. Le tomó un momento recordar dónde estaba, pero
la vista le era tan familiar como la que tenía desde su cama en el dormitorio. Wymack había dejado
a todos los demás en el estadio, pero enganchó a Neil antes que pudiera ir a los dormitorios junto
con sus compañeros. No había dicho nada la noche anterior, quizás estaba demasiado cansado
para demandar una explicación por el fiasco de la noche, pero relegó a Neil a la sala de estar y se
fue a dormir.

Neil desenredó las sábanas prestadas de sus piernas y se sentó. El reloj en la repisa de la chime-
nea estaba enterrado debajo de paquetes de cigarrillos aplastados, pero la luz que se colaba por la
venana era lo suficientemente brillante como para sar tarde en la mañana. No estaba sorprendido
de haber dormido hasta tan tarde, considerando la hora en que habían regresado al campus, pero
aún no estaba listo para enfrentarse al día. Neil sabía que la negación era algo infantil, pero quería
evitar a Kevin tanto como pudiera.

Se levantó del sofá y bostezó mientras hacía una bola con la sábana. El suave tintineo de la vajilla
le dijo que Wymack estaba levantado y probablemente inyectándose café. Neil titubeó en el pasillo
con la sábama arrugada en su pecho, tentado a escabullirse y así poder evitar esta conversación.
Con un suspiro se enfrentó a lo inevitable y se alejó de la puerta principal. Metió las sábanas en
el canasto de ropa sucia, al lado de la puerta de habitación de Wymack, se fue hacia el baño para
refrescarse y se unió a Wymack en la cocina.

Wymack no levantó la vista del periódico, sino que señaló el horno. Una tapa estaba manteniendo
una sarten con papas y huevos tibia. Neil se armó un burrito para desayunar y se sentó frente a
Wymack. Casi había terminado de desayunar antes que Wymack terminara de leer el periódico y lo
hiciera a un lado. Neil no levantó la mirada de su plato para enfrentar la de Wymack.

—¿Quieres decirme por qué te excitaste al contrariar a Riko? —preguntó Wymack.

—Él comenzó —murmuró Neil a su tortilla.

—Eso no significa que tengas que bajarte a su nivel. ¿Estabas escuchando cuando te dije la clase
de persona que era, de qué clase de familia proviene?

—Sí, Entrenador.

—Dijiste eso mismo anoche, cuando te pedí que te comportaras —dijo Wymack—. Tu palabrería de
“sí, Entrenador” ya no será suficiente. No me mientas acerca de lo importante.

—No puedo evitarlo —dijo Neil. Intentó masticar más lento, pero se estaba quedando sin burrito
detrás del cual esconderse. Optó por evadir el tema—. ¿Cómo puedes soportar tener un equipo
como el nuestro, Entrenador? ¿No es agotador tener que lidiar con nosotros y nuestros problemas
día tras día?

Wymack vació su café de un gran trago.

—Nop.

Neil se limitó a mirarlo y Wymack le devolvió la mirada. Neil se cansó del concurso de miradas
primero y se terminó el desayuno. Comenzó a levantarse para limpiar su plao, pero Wymack se lo
agarró de las manos. Lo dejó en el lava-vajillas y se sirvió otra taza de café. En vez de regresar a
la mesa, se volvió y se inclinó contra la encimera mientras evaluaba a Neil.

—Estoy comenzando a pensar que te juzgué mal —dijo Wymack—. Solo que no se cómo, ni dónde.
Se que no estoy completamente equivocado, pero tú no aportas mucho para cambiarlo.

—Ahora suenas como Andrew.

—Eso es porque son sus palabras —dijo Wymack. Cuando Neil le frunció el ceño, Wymack se en-
cogió de hombros y se terminó el café—. El primer día de prácticas le dije a todos que el Edgar Allan
había transferido distritos, ¿recuerdas? Andrew pasó esa noche entera aquí conmigo. Al principio
supuse que estaba enojado con Kevin por haberle mentido, pero estaba más alterado por ti. Me
desconecté durante la mayor parte entonces, pero probablemente debí haber escuchado.

—Andrew y yo estamos intentando resolver nuestros problemas de confianza. O algo así.

—Él dice que eres un mentiroso patológico —dijo Wymack—. Estoy empezando a creerle.

—Es lo que me enseñaron a ser —respondió Neil.

—Intenta decir la verdad por lo menos una vez —dijo Wymack—. Dime por qué alguien que vino
aquí temprano para escaparse de sus padres y se alejó encogiéndose la primera vez que pensó
que lo iba a golpear, se empea tanto para ofender a alguien como Riko Moriyama. Creí que tenías
mejores instintos de supervivencia.

Neil se encorvó un poquito en su silla y jugeteó con el borde de la mesa. Wymack se merecía una
clase de explicación, pero la única que Neil podía ofrecerle era la que deseaba evitar compartir.

—Riko tiene mi edad —dijo Neil, intentando no ahogarse con sus propias palabras—. Si supieras
de lo que eran capaces mis padres, entenderías porqué no confío en hombres que son lo suficien-
temente mayores como para ser mi padre. Sé que aquí —Neil señaló su templo— tú no me lastima-
rás, pero es un instinto al que reacciono. Lo siento.
—No pedí una disculpa, sabelotodo.

—Sí, Entrenador —dijo Neil automáticamente, seguido después por una mueca.

—Realmente eres todo un personaje, ¿sabes? —preguntó Wymack, reuniéndose con él en la


mesa—. Tus padres deben ser de otro mundo.

—Al igual que los tuyos si pasas tanto tiempo con nosotros —dijo Neil.

—Lo eran —aceptó Wymack.

—Oh —dijo Neil—, ¿ambos están muertos?

Wymack se veía entretenido con su falta de tacto.

—Mi madre murió de una sobredosis hace casi diez años y mi padre perdió una pelea en la prisión
en el primer año que comencé aquí, en el Estado de Palmetto. No había hablado con ninguno de
ellos desde que me fui del D.C.

El corazón de Neil se salteó un latido.

—¿Creciste en el D.C.?

—Qué interesante que esa sea la parte que más te preocupe.

Mentir era fácil, pero Neil nunca se había sentido tan culpable por hacerlo.

—Nací en Alexandria. Mi madre trabajó en el D.C. por un tiempo. Solo creo que es raro que ambos
hayamos comenzado allí y ahora estemos aquí. A veces el mundo se siente tan grande, pero en-
tonces recuerdo lo pequeño que es en realidad.

—Grande o pequeño, recuerda que no estás solo en él —dijo Wymack—. Tienes a tu equipo, aun-
que eso sea un arma de doble filo. Ellos estarán para ti cuando sea que los necesites, y te sosten-
drán si eso es lo que quieres, pero tus acciones tienen consecuencias para todos ellos también.
Cuanto más ofensas a Riko, más difíciles les pones las cosas a ellos.

—Como sucedió con Seth —dijo Neil—. Lo sé.

Wymack lo observó durante un interminable minuto, luego dijo en voz muy baja:

—¿Qué carajos acabas de decirme?

Neil se dio cuenta muy tarde que Andrew no había compartido su teoría con Wymack.

—Fue algo conveniente, ¿no lo crees? Insulté a Riko por televisión y aplaudí el pequeño tamaño
de los Foxes, y esa misma noche Seth murió de sobredosis, dejándome a mí en la línea de partida.
Incluso Kevin cree que Riko orquestó todo.
—Incluso Kevin —repitió Wymack—, ¿tengo acaso que preguntar de quíen fue esa idea? Mírame,
Neil, ¿me estás escuchando? Seth tenía un monton de problemas y ninguna buena solución. Siem-
pre supimos que llegaría a graduarse con un poco de suerte. Durante sus primeros cuatro años,
sufrió tres sobredosis. Ya era hora que lo volviera a intentar.

“No me importa lo que Andrew te haya dicho. No me importa lo que Kevin crea. Si, y este es un gran
“si”, si Riko realmente estuvo detrás de eso de alguna forma, es a él a quien debemos culpar. Él
escogió enfocar su patética ira sobre Seth. Él escogió cruzar los límites. Tú no, ¿me oyes? Tú no.
Nunca te culpes por la muerte de Seth. Ese es un camino muy peligroso por el que andar. Mantén
tus ojos en tu propio camino y continúa moviéndote hacia adelante.

—Sí, Entrenador.

Wymack no se veía convencido, pero no presionó más.

—Entonces, ¿tenemos que hablar acerca de anoche?

—No, Entrenador.

—Entonces, vamos. Andrew dijo que te ibas a encontrar conb ellos en el estadio esta mañana. Te
doy un aventón. —Wymack vació el resto de su café de un trago y guió el camino fuera de su de-
partamento.

Neil se sentó en silencio en el asiento de copiloto durante el corto camino hacia el estadio. El auto
de Andrew y el usual auto del equipo eran los únicos en el estacionamiento. Wymack dejó a Neil
cerca del cordón y le hizo señas antes que Neil cerrara la puerta; se inclinó a través del asiento
delantero para mirar a Neil.

—Dile a Andrew que se guarde sus teorías de mierda para sí mismo.

—Sí, Entrenador.

Neil cerró la puerta y no miró cuando Wymack se alejó. Tecleó el código de seguridad de esa se-
mana en la entrada de los Foxes y atravesó el pasillo hacia el vestidor. Las luces estaban encen-
didas, pero todas las habitaciones estaban vacías, por lo que continuó por la puerta trasera hacia
el estadio. Kevin estaba sentado en medio de la cancha, sobre el logo de la garra del zorro. No
estaba vestido para la práctica. Neil se preguntó durante cuánto tiempo habría estado sentado allí,
esperando que Neil se despertara.

No le tomó mucho tiempo encontrar a Andrew; estaba corriendo por las escaleras de las gradas.
Neil dejó caer su bolso de viaje cerca de los bancos de los Foxes y fue hacia la cancha para con-
frontar a Kevin.

Kevin estaba enfrentándolo, pero no levantó la mirada ni dijo nada mientras Neil se acercaba. Neil
se sentó fuera de su alcance y buscó en el rostro de Kevin una verdad que todavía no quería saber.
Kevin no se veía más feliz que él por esa inevitable conversación, a juzgar por la incómoda mueca
de su boca, y eso solo hizo que Neil se sintiera peor.

—¿Por qué Riko dijo que me compró? —preguntó Neil.

Kevin se mantuvo en silencio durante tanto tiempo que Neil casi deseó que todo esto fuera un sue-
ño enfermizo, pero finalmente Kevin habló.

—No eres realmente él —dijo Kevin, tan por lo bajo que Neil apenas entendió sus palabras—. Dime
que realmente no eres Nathaniel.

Neil trató de no encogerse ante el sonido de su nombre real y no tuvo éxito exactamente.

—No me llames así. No importa quién solía ser. Soy Neil ahora.

—No es tan simple —dijo Kevin, más fuerte y consternado—. ¿Por qué estás aquí?

—No tenía otro lugar dónde ir —dijo Neil—. Cuando te apareciste en Arizona, pensé que habías
venido porque me reconociste, pero entonces no mostraste signos de que me recordabas. Pensé
que tal vez me podría quedar hasta que descubrieras las cosas.

—Pensaste —dijo Kevin, su voz afilada con algo demasiado histérico como para ser burla—. Eres
un maldito idiota.

—Estaba desesperado —respondió Neil.

—No puedo creer que tu madre haya estado de acuerdo con esto.

—Mi madre está muerta —dijo Neil. Kevin abrió su boca, pero Neil no quería escucharlo—. Murió
el año pasado y la enterré en la costa oeste. No tengo nada ni a nadie más, Kevin. Esa es la razón
por la cual me anoté contigo. Supuse que las chances que me recordaras serían pocas y aposté
porque no supieras la verdad acerca de mi familia.

—¿Cómo podríamos olvidarnos de ti? —preguntó Kevin.

Neil sacudió su cabeza.

—Cuando vine aquí no sabía que los Moriyamas y mi padre eran socios.

—No eran socios. —Kevin sonó casi tan ofendido como Riko.

—No lo sabía —repitió Neil—. Hasta que el Entrenador me contó acerca de los Moriyamas en
mayo, no sabía nada de la familia de Riko. Después de eso, pensé que quizás esa fue la razón por
la que nos conocimos hace tanto tiempo. Pensé que el padre de Riko y el mío estaban discutiendo
sobre territorios y fronteras. Pero anoche Riko dijo que mi padre les pertenece a los Moriyamas
¿Qué quiso decir con eso? ¿Por qué dijo que me compró?
—No me mientas —dijo Kevin—. Ya estamos en suficientes problemas.

—Mi madre no me dijo por qué estábamos huyendo —dijo Neil—. Nunca le pregunté por qué final-
mente se había cansado. Y yo solo estaba feliz de alejarme. Nunca hablamos de nada real después
de eso. Nuestras charlas eran siempre acerca del clima o nuestro lenguaje, o la cultura local; la vez
siguiente que tuvo algo importante que decirme fue cuando estaba mueriendo. Incluso entonces
no dijo nada acerca de mi padre. Ni una vez mencionó a los Moriyamas. Si lo hubiese hecho, yo no
estaría ahora aquí, ¿no te parece? Así que dime la verdad.

Kevin lo observó durante un minuto interminable, luego se refregó brutalmente el rostro y murmuró
algo en un japonés ronco. Neil consideró acercársele y zamarrearlo, pero entonces Kevin dejó caer
sus manos en su regazo y explicó.

—Tu padre era la mano derecha de Lord Kengo, el arma más confiable de su arsenal. El territorio
que mantenía, lo mantenía para los Moriyamas. Era la fuerza que mantenía el imperio formado, y
el nombre que asumiría la caída si el gobierno alguna vez lo atrapaba.

“Su poder te convirtió en un cabo suelto. Tú nunca podrías heredar su sindicato —dijo Kevin—. Lord
Kengo escoge a su gente muy cuidadosamente para que brinden apoyo a su trono. El nepotismo
fractura esa lealtad y guía a las familias a pensar primero en su propio éxito. Él podría haberte ma-
tado para mantener las cosas simples, pero te dio una oportunidad para que te ganaras el sustento.
Tu madre te matriculó en pocas ligas para que pudieras aprender Exy. Tu audición fue el día que
nos conociste.

—Espera —dijo Neil—. Espera, ¿qué?

—Se esperaba que fueras como yo —dijo Kevin—. Fuiste un milagro, otro jugador para que el
maestro entrenara. Tuviste dos días para ganártelo: un melé inicial para que nosotros mostremos
tu potencial y un segundo melé para probar que podías adaptarte e implementar sus instrucciones
y críticas. Si después se decidía que no valías su tiempo, serías ejecutado por tu propio padre.

Neil tragó sonoramente.

—¿Cómo me fue?

—Tu madre no se arriesgaría a fallar —dijo Kevin—. Nunca llegaste a la segunda práctica. Ella
desapareció contigo de la noche a la mañana.

El calor en el estómago de Neil pudo haberse debido a las nauseas o a la ira, pero no sabía hacia
quién iba dirigida. Su madre había odiado su fascinación con el Exy toda su vida. Le había dicho
una y otra vez que nunca volvería a tocar una raqueta, pero nunca le había dicho el porqué. Él no
podía entender por qué ella nunca le había explicado la razón por la cual estaban huyendo, ni de
quien.

—Voy a vomitar —dijo Neil, levantándose.


Estaba poniéndose de pie cuando Kevin lo tomó de la muñeca para detenerlo.

—Nathaniel, espera.

Neil se retorció tan fuerte para liberarse que casi hace que Kevin se caiga.

—¡No me llames asi!

Retrocedió fuera del alcance de Kevin, pero Kevin se levantó como si fuera a seguirlo. Neil puso
una mano entre ambos a modo de advertencia. Sus pensamientos giraban en cientos de direccio-
nes diferentes mientras miraba a Kevin, un número y una reputación que podrían haber sido suyas
en otra vida. Si hubiera impresionado al Entrenador Moriyama, habría crecido en el Castillo Ever-
more junto con Riko y Kevin. Estaría llevando el tatuaje del número tres que adornaba el rostro de
Jean Moreau.

Neil quería odiar el modo en que las cosas se dieron. Por un momento lo hizo. Había crecido como
un don nadie atemorizado, cuando pudo haber sido criado para ser un Raven y posteriormente
parte de la Corte. Neil amaba tanto el Exy que tuvo que resentirse al ser engañado para perder esa
oportunidad. Pero todo lo que Neil tuvo que hacer fue mirar a Kevin para saber que él habría odiado
esa vida también. Había aprendido del mejor y jugado para el mejor, pero habría sido un despojo
encerrado y abusado. A lo mejor había pasado ocho años corriendo por su vida, pero por lo menos
había sido libre.

Ahora finalmente había llegado al final de esa cadena. La noche anterior Jean había dicho que Neil
nunca sería un Fox. Le advirtió a Kevin que le enseñara a Neil su lugar en la jerarquía de los Moriya-
ma y que lo disciplinara por hablar tan abiertamente en contra de Riko. Riko aun consideraba a Neil
como una propiedad extraviada. Ahora que Neil sabía la verdad, Riko esperaba que él agachara la
cabeza y obedeciera.

“No puedo” quiso decir Neil, pero todo lo que salió fue:

—No puedo ser así.

—Deberías huir.

—No puedo —repitió Neil.

Neil se dio cuenta que sus dedos estaban temblando y paso una mano por su pelo. No hizo nada
para calmar los nervios que atravesaban cada centímetro de su piel.

—Huí durante ocho años, Kevin. Fue horrible incluso cuando mi madre estaba viva ¿Adónde iría
ahora que estoy solo? Andrew piensa que si me quedo estaré más a salvo.

—Dijiste que Andrew no lo sabía.

—Andrew cree que mi padre era un recadero que robaba dinero de su jefe para los Moriyamas.
Le dije que mis padres fueron ejecutados por su traición y que yo huí con el dinero. Andrew quiere
que use la mala reputación de los Foxes para mantenerme a salvo. Si estamos en las noticias cada
semana, sería difícil para alguien deshacerse de mí, o eso dice.

—La notoriedad no puede salvar a un riesgo para la seguridad como tú —dijo Kevin—. Sabes de-
masiado. Podrías destruir el territorio de tu padre solo con hablarle a la gente equivocada. Ellos
sabían que tu madre nunca traicionaría a su familia con los federales, pero tú eres un niño impre-
decible y atemorizado.

Kevin sacudió su cabeza y continuó hablando cuando Neil comenzó a discutir.

—El maestro quere rescatarte. Te hará parte de la formación de los Raven en primavera. Siempre
y cuando te mantengas callado y cabizbajo, él no le dirá a la familia principal que te ha encontrado.

—No soy un Raven —dijo Neil—. Nunca lo seré.

—Entonces huye —insistió Kevin, en voz baja y nerviosa—. Es la única manera en la que sobrevi-
virás.

Neil cerró sus ojos e intentó respirar. Sus latidos sonaban tan fuertes como disparos en sus oídos,
haciendo agujeros en su cerebro. Clavó sus manos en su remera, intentando sentir las cicatrices
a través del algodón. Cuando respiró nuevamente, sintió olor a agua salada y sangre. Por un mo-
mento, estuvo a cinco mil kilómetros, tropezando solo y roto en la autopista hacia San Francisco.
Los dedos de Neil dolían con la necesidad de un cigarrillo. Sus piernas ardían con el deseo de huir.

Pero sus pies se mantuvieron plantados y sus ojos se abrieron.

—No.

—No seas estúpido.

—Huir no me salvará esta vez —dijo Neil—. Si los Moriyamas realmente me consideran una ame-
naza, enviarán a su gente tras de mí. Mi madre y yo apenas pudimos huir de mi padre, ¿cómo se
supone que me escape de su jefe?

—Por lo menos tendrías una oportunidad —dijo en voz baja Kevin.

—Una oportunidad de morir en algún otro lado completamente solo —dijo Neil, y Kevin rehusó su
mirada. Neil metió sus manos en los bolsillos, sintiendo sus llaves en una y su teléfono en la otra.
Enredó sus dedos en la argolla de su llavero, trazando las vueltas con sus dedos hasta que encon-
tró la llave de la casa de Nicky en Columbia. Andrew se la había dado en agosto, la primera vez que
prometió protegerlo.

Neil bajó la mirada hacia la garra del zorro sobre la que estaban parados. Al hablar, su miedo des-
apareció, siendo reemplazado por una infeliz calma.
—Si fuera a huir, debí haberlo hecho en agosto. Andrew me dijo que era mí última oportunidad de
escaparme. Decidí quedarme. No estaba seguro que él fuera suficiente para interponerse entre yo
y mi padre, pero quería tanto esto que no me importaron los riesgos. Quizás en ese entonces no
entendí completamente lo que estaba en riesgo, pero eso no cambió.

Neil se acuclillo y presionó sus manos sobre la pintura naranja.

—No quiero huir. No quiero ser un Raven. No quiero ser Nathaniel. Quiero ser Neil Josten. Quiero
ser un Fox. Quiero jugar contigo este año y quiero que lleguemos a los campeonatos. Y en prima-
vera, cuando los Moriyamas vengan por mí, haré lo que temen tanto que haga. Iré con el FBI y les
contaré todo. Que me maten. Será muy tarde para entonces.

Kevin se quedó en silencio durante un minuto interminable, luego dijo:

—Deberías pertenecer a la Corte.

Fue apenas un susurro, pero le llegó hasta los huesos a Neil. Era una amargada despedida al bri-
llante futuro que Kevin quería para Neil. Kevin había reclutado a Neil porque creía en su potencial.
Lo había llevado a los Foxes con la intención de convertirlo en un atleta estrella. A pesar de su ac-
titud condescendiente y su rechazo a los mejores esfuerzos de Neil, Kevin honestamente esperaba
que él llegara al equipo nacional después de la graduación. Ahora Kevin supo que fue todo en vano;
Neil estaría muerto para mayo.

—¿Aun me enseñarás? —preguntó Neil.

Kevin se quedó quieto nuevamente, pero esta vez no por mucho.

—Cada noche.

Neil tragó contra el dolor hueco en su pecho.

—Matt y Dan quieren que lleguemos a las finales, ¿crees que tendremos alguna oportunidad?

—Tenemos una chance de llegar a la semifinal si Nicky comienza a cumplir con su parte y Andrew
coopera —dijo Kevin—. No logramos pasar al Gran Tres.

USC, el Estado de Penn y Edgar Allan eran considerados el “Gran Tres” del Exy de la NCAA. Edgar
Allan siempre clasificaba primero. USC y el Estado de Penn usualmente se robaban el segundo y
tercer lugar, a pesar de estar constantemente sobrepasándose el uno al otro en los rankings. La
única manera de llegar a las finales era venciendo a alguno de ellos en las semifinales.

—Supongo que tendremos que ser lo suficientemente buenos —dijo Neil.

Se volvió a poner de pie y miró alrededor, primero a las líneas naranjas y garras en la cancha, lue-
go hacia las estradas. Andrew aparentemente había terminado su ejercicio porque ahora estaba
trotando alrededor de la cancha interna. Neil envidiaba la estamina que la medicina de Andrew le
daba.

—Kevin, ¿qué quiere él? —preguntó Neil.

Al darse cuenta que Kevin no podía leerle el pensamiento, hizo señas hacia Andrew.

—Andrew no sabe quién soy, pero sabe que mi cabeza tiene un precio. A pesar de eso, dijo que me
protegería durante un año. No por mi bien, sino porque pensaba que entrenarme te distraería de
las amenazas de los Raven.

Neil volvió a mirar a Kevin y dijo:

—¿Qué es lo que quiere para arriesgar tanto al mantenerte aquí?

—Le hice una promesa. —Kevin alejó su mirada del rostro de Neil para seguir el progreso de An-
drew—. Está esperando a ver si la puedo mantener.

—No lo entiendo.

Kevin no dijo nada durante tanto tiempo que Neil casi dejó de esperar una respuesta. Finalmente,
explicó.

—Cuando Andrew está drogado es inútil, pero cuando no lo está es peor. Su consejero de secunda-
ria vio la diferencia entre su penúltimo y último año y juró que esa medicina había salvado su vida.
Un Andrew sobrio es… —Kevin pensó por un momento, intentando recordar sus palabras exactas
y chasqueó sus dedos cuando citó—: “destructivo y miserable”.

“Andrew no tiene ni un propósito ni ambición —dijo Kevin—. Yo fui la primera persona que miró a
Andrew y le dijo que valía algo. Cuando salga de estas drogas y no tenga nada más que lo sosten-
ga, le daré algo con lo que construir su vida.

—¿Accedió a eso? —preguntó Neil—. Pero pelear contigo cada segundo, ¿por qué?

—La primera vez que dije que serías de la Corte, ¿por qué te enfureciste conmigo?

—Porque sabía que nunca sucedería —dijo Neil—, pero lo quería de todas maneras.

Kevin no dijo nada. Neil esperó, luego se dio cuenta que había respondido su propia pregunta. Dejó
a Neil en silencio un par de minutos. La incredulidad lo enfrentaba incómodamente, pero Neil no
sabía de dónde provenía esa inquietud. Cambió de posición y dobló sus brazos alrededor de su
pecho tan fuerte como pudo.

—Entonces, ¿qué? —preguntó en voz baja—. ¿Crees que se mantendrá sobrio hasta el verano y
de repente se dará cuenta que después de todo le gusta el Exy? Pensé que no creías en milagros.

—Andrew está loco, pero no es estúpido —dijo Kevin—. Incluso él mismo se cansará de ser un
fracaso, enventualmente. Cuando la medicina abandone su organismo y realmente pueda pensar
por sí mismo nuevamente, se me hará más fácil abrirle los ojos.

Neil tenía sus dudas, pero dijo:

—Buena suerte.

Le sorprendió sentirlo realmente. Andrew era difícil de manejar la mayoría del tiempo, pero estaba
dando lo mejor de sí para mantener a Neil y a Kevin en el Estado de Palmetto. Lo mínimo que le po-
dían dar a cambio era algo que le pertenecía. Neil no pudo negar el poquito de amargura que se le
coló al saber que Andrew tendría el futuro que Neil no, pero estaría en paz con eso eventualmente.

—Deberíamos irnos —dijo Neil, porque no quería pensar más en eso—. No le cuentes a Andrew
nada de esto, Kevin.

—No puedo —dijo Kevin—. Él no respetará tu elección.

Neil se dirigió hacia la puerta, pero Kevin le puso una mano en el hombro para detenerlo.

—Neil.

Había todo un mundo de arrepentimiento en ese nombre, pero era una promesa, también. Neil se
reconstruyó, pieza por pieza, y siguió a Kevin fuera de la Foxhole Court.

Por la primera vez en su vida, Neil no estaba pensando acerca del futuro. Dejó de contar los días
que faltaban para el partido con los Raven y disminuyó la cantidad de noticias que veía y leía. En-
focó todas sus energías en las prácticas, se mantuvo despierto durante la mayoría de las clases
y manejaba a sus compañeros lo mejor que podía. Vio al grupo de Andrew en el camino hacia y
desde las prácticas y salía la mayoría de las noches con Kevin y Andrew, por lo que dedicaba sus
tardes a los estudiantes de último año.

Sabía cosas acerca de ellos que nunca se había molestado en aprender acerca de cualquier otro
en su vida entera. El nombre real de Renee era Natalie; su madre adoptiva le había cambiado
el nombre cuando la quitó del sistema de adopción. Su madre era la razón por la cual ella y Dan
estaban en el Estado de Palmetto. Stephanie Walker era una reportera que había entrevistado a
Wymack con la intención oculta de publicitar a Renee con él. Wymack voló a Dakota del Norte du-
rante la competición de primavera para ver cómo el equipo de Renee se enfrentaba a sus mayores
rivales. Dan tuvo la suerte de ser capitana del equipo rival, y Wymack estuvo impresionado por su
feroz actuación. Los anotó a ambos ese mismo fin de semana.
—Fue bastante malo —admitió Dan cuando Renee le contó a Neil la historia—. No podía creer que
el Entrenador realmente esperara que nos lleváramos bien, especialmente después que su equipo
dejó fuera de competición al mío durante mi último año.

—Se lo tomó muy personal —dijo Renee con una sonrisa en su rostro.

Neil intentó imaginar un tiempo en el que ellas no eran amigas, y lo encontró difícil.

—Lo superaste, eventualmente.

—No tuve elección —dijo Dan—. Los Foxes no querían chicas en la alineación, y especialmente no
querían una como capitana.

—Tuvimos que enfrentarnos a nuestros compañeros como una fuerza unida —dijo Renee, seña-
lándose a sí misma, luego a Dan y a Allison—. Fue la única manera de sobrevivir. Nuestra amistad
fue una farsa que comenzaba y terminaba en la puerta de nuestro dormitorio. Nos llevó la mayoría
del año darnos cuenta que ya no era una actuación.

—Yo no lo supe hasta las vacaciones de verano —dijo Dan—, cuando estaba contándole a las chi-
cas acerca de la temporada.

Por “las chicas” ella se refería a sus hermanas del escenario. Dan, alias Hennessey, había con-
seguido una identidad falsa cuando estaba en la secundaria para poder trabajar como stripper en
una ciudad aledaña. Los horarios encajaban bien entre sus clases y los horarios del Exy, y le con-
seguían el dinero que necesitaba. Su tía estaba desempleada y encerrada en casa con un recién
nacido. Dan de alguna manera tenía que mantenerlos a los tres. Dan dijo que dejó de hablarle a
su tía al minuto que se mudó, pero mantuvo el contacto con sus antiguas compañeras de trabajo.
Supuestamente todas ellas estaban esperando que ella se convirtiera en una celebridad.

Así fue cómo Neil supo que Dan no quería profesionalizarse después de la univerdidad. Ella quería
ser entrenadora y planeaba apoderarse de la Foxhole Court cuando Wymack se retirara. Manten-
dría los estándares de reclutamiento de Wymack en su ausencia. Matt estaba completamente a
favor de la idea.

Matt era una interesante respuesta al incompleto pasado de Dan: el hijo adinerado y educado de
un boxeador profesional y una cirujana plástica de alto perfil. Sus padres se separaron hace años,
en gran parte debido a las interminables infidelidades de su padre, pero no estaban oficialmente
divorciados. Matt creció con su padre, ya que la carrera de su madre demandaba mucho tiempo
fuera de la casa. Matt trituraba las palabras al hablar de su padre, pero de su madre podía hacerlo
largo y tendido. Ella era su ídola, y Neil encontró interesante escuchar sus historias, al igual que
doloroso. Neil recordaba el sonido que emitió el cadáver de su madre cuando intentó quitarlo del
asiento de vinilo.

Dos semanas después del banquete, Allison volvió a hablarle a Neil. Neil todavía no había descubierto
cómo disculparse con ella, o si tenía que hacerlo siquiera, cuando finalmente ella quebró el silencio.
Neil estaba cenando en la ciudad con los estudiantes de último año cuando Allison le pidió que
pasara la kétchup. Lo sorprendió tanto que casi deja caer su hamburguesa, y le entregó la botella
tan rápido como pudo. Pasaron días antes que le volviera a dirigir la palabra, pero su frío silencio
lentamente comenzó a derretirse. Neil incluso la vio sonreir ante uno de los chistes negros de Matt.
De ninguna manera había acabado su duelo, pero estaba aprendiendo a estar bien.

Neil deseo tener algo que darles a cambio por su amistad y confianza, pero nada acerca de él era
lo suficientemente seguro para compartir. Ellos nunca curiosearon, pero le llevó semanas darse
cuenta que no tenían que hacerlo. No pedían secretos; se conformaban con las escasas verdades
de la vida diaria. Ellos sabían que él odiaba los vegetales pero amaba la fruta, que su color favorito
era el gris y que no le gustaban las películas ni la música fuerte. Eran cosas que Neil solo entendía
en términos de supervivencia, pero sus compañeros guardaban esos destellos como si fueran oro.

Estaban juntando las piezas de Neil y construyendo una persona real alrededor de todas sus
mentiras. Encontraron partes de él que ningún disfraz podía cambiar. Nada de lo que supieran
cambiaría el resultado de este año, ni les diría quién era él en realidad, pero era estremecedor de
todas formas. Por suerte, los exámenes trimestrales se estaban acercando, por lo que Neil podía
usar al estudio como una excusa para retraerse lentamente de su alcance.

La biblioteca parecía un refugio seguro, dado que tenía cuatro pisos y doscientas filas en las que
esconderse, pero Neil no era el único con exámenes. Estaba dejando el café de la biblioteca con
una bien merecida taza de cafeína cuando se cruzó a Aaron y Katelyn. Aaron se detuvo de golpe al
verlo, viéndose casi ofendido, pero Katelyn sonrió contenta por el saludo.

—Neil, hola —dijo ella, ofreciendo su mano—. No creo que nos hayan presentado.

Neil cambió el café de mano, para poder darle un rápido apretón.

—No, pero te he visto en los juegos. Eres Katelyn, ¿cierto? Estás en el equipo de las Vixen.

Ella pareció deleitada de que la hubieran reconocido, pero Aaron aún se veía molesto. Neil no lo
culpaba. Aaron y Katelyn siempre se buscaban en los juegos, pero Aaron nunca se acercaba a
las porristas. Esta era la primera vez que Neil los veía cerca el uno del otro. Quizás Aaron estaba
finalmente haciendo el movimiento que sus compañeros estaban esperando. Estaban tomados de
la mano, así que debía estar yéndoles bien.

Aaron notó la mirada de Neil, a juzgar por el filo frío en su “Adiós”. Katelyn se inclinó contra él en
una silenciosa reprimenda, pero Neil los pasó sin discutir. No llegó muy lejos antes que la curiosidad
lo hiciera darse vuelta. Katelyn y Aaron estaban distraídos en la cola para el café. Katelyn estaba
acurrucada contra el costado de Aaron, un par de centímetros más alta que él, y sin embargo
parecía encajar perfectamente a su lado. Se veían inesperadamente cómodos juntos, por cuán
cuidadosamente se evitaban en los juegos. Neil esperaba que sus primeros pasos fueran un poco
más incómodos.

—¿El café es tan interesante?


Neil se preguntó si los Foxes secretamente le habían instalado un chip rastreador y se volteó ante
la voz de Nicky. Nicky estaba casi en la cima de la escalera, su mochila colgando sobre un codo y
sus brazos cargados de revistas.

—No realmente —dijo Neil, pero Nicky se detuvo a su lado y observó dentro del café. Neil se
preparó para una emocionante reacción o un rollo triunfante acerca de todas las apuestas que
acababa de ganar. Lo que no estaba esperando era el asentimiento de Nicky en aprobación.

—Qué inteligente de ellos escoger la biblioteca como punto de besuqueo —dijo Nicky. Luego alejó
a Neil del café con una mano sobre su hombro—. Andrew sostiene que es alérgico a los libros,
por lo que no viene por aquí salvo que Kevin lo obligue. Están a salvo durante otra semana por lo
menos. Haznos un favor a todos y no lo menciones.

—Pensé que no estaban juntos —dijo Neil, poniéndose en busca de un lugar para estudiar.

—No, oficialmente no lo están —Nicky lo siguió sin ser invitado—. Aaron es demasiado listo
para invitarla a salir y por ahora Katelyn está bien con la espera. No sé si ella aguantará hasta la
graduación y sé que no es justo preguntárselo, pero espero que lo haga. Hacen buena pareja, ¿no
lo crees?

—No sabría decirte.

Neil encontró una mesa vacía y apoyó sus cosas. Nicky rápidamente extendió sus revistas a través
de tres cuartos de la mesa. Neil quitó un par de cosas de su camino y se sentó. Estaba medio
asuatado de no poder hacer mucho con alguien tan charlatán como Nicky alrededor, pero Nicky
sorprendentemente estuvo concentrado en su propio proyecto. Lo que Neil había asumido que era
lectura ociosa resultó ser material para una de las clases de publicidad de Nicky. Trabajaron en
silenciodurante casi veinte minutos hasta que Nicky finalmente habló.

—Andrew la odia, ¿lo sabes?

Le tomó un momento a Neil descubrir de quién estaba hablando Nicky. Su cabeza estaba llena de
números; estaba trabajando sobre un panfleto de seis páginas lleno de ecuaciones matemáticas.
Pero Nicky lo dijo como si hubiese estado pensando en Aaron y Katelyn todo este tiempo. Neil casi
se queda sin decir nada, porque su informe era más importante que algo tan trivial como la posible
relación de Aaron, pero se le hizo difícil ignorar un pie como áquel.—¿Por qué? —preguntó Neil.

—Porque a Aaron le gusta —dijo Nicky, como si eso fuera obvio.

—La última vez que me fije, a Andrew no le agrada Aaron tampoco.

—Precisamente —Nicky cerró su revista, miró muy obviamente sobre su hombro en busca de al-
guno de sus primos, luego se inclino a través de la mesa hacia Neil. —Andrew no está muy a favor
de la felicidad de Aaron, ¿ves? Por lo que si a Aaron le gusta Katelyn, Andrew no quiere que él la
tenga. Andrew puede tener una sonrisa brillante, pero es un maestro del rencor infantil.
—Eso no tiene sentido —dijo Neil.

—Es complicado —dijo Nicky, frotándose el cuello mientras se inclinaba hacia atrás en su silla—.
No me metí en los crudos detalles la última vez porque esos no son realmente los asuntos de Dan
y Matt, pero tú eres de la familia, por lo que puedo contarte —Volvió a mirar sobre su hombro—. Te
dije que la Tía Tilda dio a Andrew en adopción, ¿no? Eso es apenas una parte. La verdad es que
los puso a ambos en el sistema. Una semana después, cambió de parecer.

—¿Pudo hacer eso?

—El sistema lo permite cuando se trata de pánico y arrepentimiento —Nicky hizo una mueca—. No
le tuvo que dar su nombre al empleado, pero tuvo que tomar las bandas identificatorias que mar-
caban cuáles eran sus niños, por si acaso. Mientras regresara lo suficientemente rápido, sí, podía
tener a sus bebés devuelta.

“La Tía Tilda se sintió culpable por dar a sus hijos en adopción, pero no se sintió lo suficientemente
mal para llevarse a ambos. Sólo podía encargarse de uno, o eso le dijo a Papá cuando éste se
enteró acerca de Andrew. No sé cómo pudo elegir con cuál de ellos quedarse ¿Habrá escogido por
orden alfabético, Aaron antes que Andrew, o eligió del cajón la banda que tocó primero?

Nicky se quedó en silencio un momento mientras pensaba en ello. Pasó una mano por su frente y
continuó.

—Cada uno tenía un cincuenta porciento de posibilidades de joderse, ¡ha! —La sonrisa de Nicky
carecía de humor—. Supongo que ambos la pasaron mal. Andrew salió del sistema adoptivo y Aa-
ron se convirtió en el recordatorio viviente de la culpa y el fracaso de la Tía Tilda. Ella intentó tanto
como pudo no lidiar con Aaron, por lo menos hasta que Andrew volviera a figurar. Ahí fue cuando
Aaron dijo que ella comenzó a enojarse, en vez de su usual negligencia.

—¿Ellos saben que ella los dio a ambos en adopción? —preguntó Neil.

—Cuando la madre adoptiva de Andrew llamó para arreglar ese encuentro, le preguntó a la Tía
Tilda cómo fue que solo uno de ellos terminó en el sistema. La Tía Tilda le contó, y Aaron la oyó en
las escaleras —Nicky hizo señas como si indicara el dormitorio de Tilda—. No sé por qué demonios
la familia adoptiva de Andrew se lo dijo, pero sí, lo sabe. Estoy pensando que esa es la razón por la
que él no le habló a Aaron cuando éste le escribió. Estaba, justificadamente a mí parecer, furioso.

—Pero no fue la culpa de Aaron —dijo Neil—. Fue la decisión de su madre.

—Así es Andrew para ti: siempre buscándole el sentido a las cosas. —Nicky extendió sus palmas
en un gesto desesperanzado—. Encontrar nuevamente a Andrew fue un punto de inflexión para
Aaron, de todas las peores maneras posibles. La Tía Tilda los hizo mudarse al otro lado del país,
comenzó a tomar más que nunca y su mano se volvió pesada con Aaron. Aaron se metió en toda
clase de problemas, en una clase de rebelión traumatizada. Él tomó sus drogas y se involucró en
peleas en la escuela, y en general creció convirtiéndose en una clase de pendejo. Mamá me contó
acerca de eso cuando yo estaba en Alemania, porque estaba preocupada por él. La única cosa
buena que Aaron hizo en Carolina del Sur fue jugar al Exy, y sólo escogió eso para que los juegos
lo mantuvieran alejado de la casa de la Tía Tilda.

“Luego Papá se enteró acerca de Andrew y comenzó esta campaña de un año de duración para
traerlo a casa. Te lo conté la última vez, ¿no? Desgastó a la Tía Tilda hasta que ella aceptó recibir a
Andrew en su casa, después habló con la corte y Servicios Infantiles y la última familia adoptiva de
Andrew. Él conoció a Andrew, quien aparentemente no estaba del todo interesado en un triunfante
reencuentro con su madre, y se lo presentó a Aaron. Allí fue cuando las cosas comenzaron a mo-
verse. Andrew de repente se motivó. Comenzó a comportarse y a obedecer las reglas y fue liberado
bajo palabra cerca de un año más tarde.

—Andrew decidió que quería un hermano después de todo —dijo Neil—, así que, ¿qué fue lo que
sucedió mal?

—La Tía Tilda murió, y Aaron culpa a Andrew.

—¿Andrew causó su muerte?

Nicky le hizo señas para que bajara la voz, sin importar que Nicky fuera el que estaba hablando
más alto de los dos.

—La noche que Tía Tilda murió, ella y Aaron se pelearon. Así fue cómo Mamá y Papá se enteraron
finalmente que la Tía Tilda golpeaba a Aaron. Él apareció en su casa con cardenales frescos y cor-
tes. Papá llamó a la Tía Tilda para esclarecer las cosas, pero ella no se quedó mucho tiempo. Tomó
a Aaron y se fue. No llegaron a la casa. Ella se metió en medio del tráfico en dirección contraria, sin
cinturón de seguridad.

Nicky se removió en su asiento, viéndose un poco incómodo, y agregó:

—Aaron no estaba en el auto. Estaba haciéndose pasar por Andrew en una sesión de estudio. Esto
fue antes que Andrew se metiera en las drogas, por lo que fue una representación bastante fácil
para Aaron. Él no sabía por qué Andrew le había pedido que hiciera eso hasta que la policía llamó.
Aún no se lo que sucedií; si la Tía Tilda entró en pánico al darse cuenta cuál de los hijos estaba con
ella, o si estaban peleando, o si fue intencional, pero…

“No es que Aaron la apreciara, pero era su madre, ¿sabes? Y Aaron nunca logró arreglar las cosas
con ella, nunca llegó a entender porqué estaba tan arruinada o porqué los había arruinado tanto a
ellos. Aaron no puede aceptar su muerte. Él la extraa. No puede perdonar a Andrew, y Andrew no
entiende, o no le importa cuánto todo esto lastima a Aaron. Punto muerto.

Neil creyó entender la situación de Aaron. Él y su madre tenían serios problemas, como consecuen-
cia del pasado de ella y la aterradora niñez de él. Al final se preguntó si fue la supervivencia o el
amorlo que los mantuvo juntos tanto tiempo. El saber ahora que ella había tenido que huir para pro-
tegerlo distorsionaba un poco su perspectiva, pero él había sentido hacia ella una violenta aversión
la mitad de su vida. A pesar de eso, perderla fue la peor cosa que alguna vez le sucedió.

Neil no podía decir eso cuando sus compañeros pensaban que ambos de sus padres se encontra-
ban vivitos y coleando, por lo que se concentró en la conclusión más interesante de la historia de
Nicky. Habló lentamente, dándose tiempo para pensar y desteñir el dolor en su voz.

—A Andrew le importó. Eso fue lo que sucedió mal.

Nicky pestañeó.

—¿Qué?

—Andrew volvió a su casa por Aaron, ¿cierto? No le habría llevado mucho tiempo darse cuenta que
Aaron era un desastre. Andrew rastreó los problemas de Aaron hasta dar con su madre. Quizás él
no la mató por haberlo dado en adopción. Quizás lo hizo para proteger a Aaron.

Nicky se veía escéptico.

—Ese es un gran “quizás”, Neil.

—¿Lo es? —preguntó Neil—, ¿tú recuerdas cómo Andrew terminó con su medicación?

—Sí —dijo Nicky, luego se quedó en silencio mientras pensaba en ello.

Nicky solía trabajar en el Crepúsculo del Eden, en Columbia. Estaba en su descanso una noche
cuando cuatro hombres decidieron que podían golpearlo hasta que dejara de ser homosexual.
Andrew se metió para proteger a Nicky, pero fue demasiado lejos. Una cosa era unirse a la pelea,
y otra completamente diferente era continuarla cuando los hombres estaban inconscientes y
sangrando en la vereda. Andrew los habría matado si la seguridad del club no lo hubiera sostenido.
La prensa aprovechó al máximo la situación; Neil leyó todo cuando estaba investigando acerca de
los Foxes.

—Ella estaba lastimando a Aaron, por lo que Andrew la detuvo —dijo Neil—. Aaron debería haber
estado agradecido, pero lamentó su muerte como si no le importara lo que le hubo hecho. Se puso
de su lado.

—¿Realmente crees eso?

—Tiene sentido para mí —dijo Neil. Incluso explicaría porqué Andrew odiaba a Katelyn, a pesar
de que Neil no estaba seguro qué interpretación tomar: que Andrew no dejaría que otra mujer se
interpusiera entre ellos, o que continuaba castigando a Aaron por escoger el lado equivocado hace
tres años—. Supongo que ellos nunca habrán hablado acerca de su muerte.

—No desde que me mudé con ellos y aparecí en el funeral de la Tía Tilda —dijo Nicky—. No
hablaban siquiera acerca de las pequeñas cosas. No los veo teníendo una conversación tardía a
corazón abierto sobre las intenciones de Andrew dentro de poco.
Nicky apoyó su codo sobre la mesa y escondió su rostro en su mano. La derrota se veía antinatural
en su rostro y lo hacía finalmente parecer de su edad. Neil casi olvidaba que Nicky era varios años
mayor que sus primos. Era un estudiante de segundo año al igual que ellos, pero era el segundo
jugador más grande en el equipo después de Renee.

—La única razón por la cual me quedé cuando el Entrenador me ofreció un lugar era para poder
arreglar esto —dijo Nicky—. Pensé que si tenía más tiempo, podría enseñarles a Aaron y Andrew
a ser hermanos nuevamente. Y no estoy vencido, ni de casualidad, pero desearía que Renee se
apurara a hacer su movimiento.

Neil no tenía idea cómo la conversación había pasado de un asesinato a Renee. Repitió los últimos
segundos de su conversación en su cabeza, luego se rindió y preguntó—: ¿Qué? Creí que no te
agradaba.

Nicky se puso de pie de golpe, como si Neil lo hubiera golpeado.

—¿A quién no le agrada Renee?

Neil casi se voluntarió a servir como el primer ejemplio, pero no quería descarrillar la conversación
aún más. Modificó sus palabras a un “A nadie le agrada lo pegada que está a Andrew.”

—No quiero criticar a mi propio primo, pero todo el mundo sabe que él no es lo suficientemente
bueno para ella. En un mundo perfecto, Renee sentaría cabeza con un lindo muchacho cristiano
que invirtiera en sus proyectos de caridad y la amara medio hasta la muerte. En este mundo ella
tiene sus ojos puestos en Andrew. Yo intervendría por su bien, pero no estoy deseperado. Andrew
necesita algo que lo distraiga de todos sus problemas.

Neil recordó su conversación con Kevin unas semanas atrás.

—¿Qué hay acerca del Exy?

—Ahora suenas como Kevin —Nicky se frotó la sien, como si quisiera alejar un dolor de cabeza—.
El Exy no es una opción aquí, ¿okay? Puedes amar el Exy tanto como quieras, pero nunca te amará
en retorno.

Neil debió dejar el tema, pero el reto se interpuso entre ellos antes que pudiera evitarlo.

—¿Y qué con eso?

—Por Dios —Nicky se veía desgarrado entre el horror y la pena—. ¿En serio? Esa es la cosa más
triste que alguna vez oí.

Neil debió haber mantenido su boca cerrada.

—Necesito estudiar.
—Ni te atrevas —Nicky arrancó el panfleto de matemática del escritorio y lo dejó caer al suelo cerca
de su silla—. Escucha. Está la obsesión y está la disfunción. No puedes hacer que el Exy sea lo
fundamental en tu vida. Esto no durará para siempre, ¿sí? Serás brillante, luego te retirarás, ¿y
entonces qué? ¿Pasarás el resto de tu vida solo en tu casa junto a tus trofeos?

—Déjalo —dijo Neil.

Quizás Nicky oyó la débil advertencia en la voz de Neil, porque suavizó su tono.

—No puedes ser sólo esto, Neil. Esto no es una razón suficiente para vivir. Podría llevarte a Columbia
algún día, solo nosotros dos, y que Roland te introduzca. Él tiene un montón de buenos amigos. A
este punto ni me importa que tenga una novia, siempre y cuando tú…

—¿Por qué no te gustan las chicas?

Nicky se vio sorprendido por la interrupción, pero se recobró rápidamente e hizo una mueca.

—Son tan suaves.

Neil recordó los nudillos moretoneados de Renee, el fiero espíritu de Dan, y a Allison manteniéndose
firme en la cancha una semana después de la muerte de Seth. Pensó en su madre, plantada sin
parpadear ante la violenta furia de su padre, y luego dejando cuerpos despiadadamente en su
estela. Se sintió obligado a decir “Algunas de las personas más fuertes que conozco son mujeres.”

—¿Qué? Oh, no —se apuró a decir Nicky—. Me refiero a que son literalmente suaves. Demasiadas
curvas, ¿o no? Siento que mis manos se deslizarían fuera de sus cuerpos. Definitivamente, no son
mi tipo. A mi me gusta… —Dibujó una caja con sus dedos, mientras buscaba las palabras—. Erik.
Erik es perfecto. Es un super fan de las actividades al aire libre, escalar rocas, hacer senderismo
y andar en bicicleta por las montañas, toda esa horrible cosa del aire fresco infestado de bichos.
Pero, por Dios, deberías ver lo que le hace a su cuerpo. Él es como si fueran todos bordes duros. —
Dibujó otra caja—. Es más fuerte que yo, y me gusta eso. Siento que podría estar reclinado contra
él todo el día, y él no sudaría siquiera una gota.

La sonrisa de Nicky fue lenta y placentera mientras pensaba en su novio a larga distancia. Era una
expresión más reservada de la que Neil veía usualmente en su rostro. Le hizo a Neil preguntarse
si Nicky era naturalmente ruidoso o si exageraba su naturaleza extrovertida para compensar a sus
antipáticos primos.

—Es divertido —dijo Nicky—. Ese no solía ser mi tipo. Ninguno de los otros muchachos que me
gustaban eran así. Quizás esa es la razón por la que ninguno de ellos pudo ayudarme.

Nicky puso sus manos con las palmas hacia arriba sobre la mesa y las observó.

—Mis padres están algo así como locos, ¿sabes? Está lo religioso y está lo psicótico-religioso.
Renee y yo somos de la clase decente, creo. Vamos a diferentes iglesias y tenemos algunas ideas
diferentes, pero nos respetamos de cualquier manera. Entendemos que la religión es solo una
interpretación de la fé. Pero mis padres están locos en el sentido de blanco y negro. Sólo existe lo
bueno y lo malo para ellos: llamas del infierno, perdición y juicios del cielo.

“Por alguna razón intenté salir del closet con ellos —dijo Nicky—. Mamá estuvo bastante amargada.
Se encerró en la habitación y lloró y rezó durante varios días. Papá tomó un camino más directo y
me envió a un campamento para gays cristianos. Pasé un año aprendiendo que estaba infectado
con una desagradable idea del diablo, que era una prueba viviente para cada otro buen cristiano en
el planeta. Intentaron usar a Dios para que me avergonzara y me volivera hetero.

“No funcionó —dijo Nicky—. Por un momento desee que lo hiciera. Volví a casa sintiéndome una
abominación y un fracaso. No podía enfrentar a mis padres así, por lo que mentí. Pretendí ser
hetero por el resto de la secundaria. Incluso salí con un par de chicas. Besé a un par de ellas, pero
usé mi fe como una excusa para nunca llegar más lejos que a primera base. Sabía que tenía que
mantenerlo así hasta la graduación.

“Odiaba tanto mi vida —dijo Nicky—. No podía hacerlo, ¿sabes? No podía vivir en una mentira así
día tras día. Me sentía enjaulado. Algunos días creía que Dios me había abandonado; a veces creía
que le había fallado. A mitad de mi penúltimo año comencé a considerar el suicidio. Entonces mi
profesora de alemán me hizo a un lado y me contó acerca de un programa de intercambio. Ella lo
arreglaría todo para mí, me dijo, si mis padres lo firmaban. Ella se encargaría de las admisiones,
conseguiría una familia anfitriona y todo. Sería caro, pero pensó que necesitaba un cambio de
escenario. Supongo que ella sabía que estaba cerca del límite.

“No creí que Mamá y Papá aceptarían, pero estaban tan orgullosos de mí por mi supuesta
recuperación que aceptaron dejarme ir en mi último año. Solo tenía que durar otro semestre y
entonces podía irme. Estaba tan desesperado por salir de allí que realmente no presté atención
cuando Aaron y la Tía Tilda se mudaron a Columbia esa primavera. Todo lo que me importaba era
mantener la fachada hasta mayo. Ahora sé que debí intentarlo más, pero no le habría hecho bien a
él de la manera en cómo estaba.

“Cuando el avión despegó de Columbia, estaba muerto de miedo —dijo Nicky—. Estaba tan aliviado
de alejarme de mis padres y de todos los que conocía, pero no sabía si estar en Alemania cambiaría
algo. Cuando aterricé, mi nuevo hermano anfitrión me estaba esperando en arribos. Erik Klose —
dijo Nicky, sonando como si lo estuviera diciendo por primera vez—. Él me enseñó a creer en mí
mismo. Me mostró como balancear mi fe y mi sexualidad, y me hizo estar bien nuevamente. Sé que
suena dramático, pero él salvó mi vida.

Nicky volteó sus manos y entrelazó sus dedos. La mirada que le dio a Neil era tan reconfortante
como preocupada, y le hizo a Neil querer alejarse.

—De eso se trata el amor, ¿ves? Es porqué el Exy nunca será suficiente, ni para ti, ni para Andrew,
ni para nadie. No te puede sostener, ni hacer de ti una persona mejor o más fuerte.
—Okay.

Nicky no estaba sorprendido por esa respuesta neutral.

—No soy el crayón más brillante de la caja, pero no soy el más aburrido, tampoco. Me he dado
cuenta que tienes todos los problemas de confianza que un gato extraviado. Pero tarde o temprano,
tendrás que abrirte a alguien.

—¿Puedo estudiar ahora?

Nicky levantó el panfleto de matemática de Neil del piso, pero lo mantuvo fuera de su alcance.

—Es tu turno. ¿Por qué no te gustan las chicas?

—No es que no me gusten —dijo Neil, pero Nicky solo soltó una risita suspicaz.

Neil recordó los puños pesados de su madre en su piel, y sus dedos enredados en su cabello. Ella
le había dicho una y otra vez que las muchachas eran peligrosas. Ellas se meten en la cabeza de
un hombre, solía decir. Ellas se meten bajo la piel de un hombre. Ellas podían hacer que un hombre
quisiera cambiar el mundo, comenzando por ellos mismos. Ellas lo daban vuelta y le extraían todos
sus secretos. Podrían tener buenas intenciones, pero haría que los matasen a todos al final.

—Es complicado —dijo finalmente Neil—. Déjame trabajar ahora.

—Por lo menos prométeme que lo pensarás.

—Te lo prometo —dijo Neil.

—Eres un mentiroso tan impertinente. —Nicky bufó y le entregó a Neil su hoja. Neil miró su reloj e
hizo una mueca al ver cuánto tiempo habían perdido; dio vuelta la página hasta hallar la ecuación
donde se había quedado. Nicky gruñó un poco por lo bajo mientras reorganizaba sus propias notas,
pero se quedó en silencio cuando volvió al trabajo. Neil se quitó la conversación entera fuera de
su mente para poder concentrarse. Después de unos minutos se la había olvidado por completo, y
honestamente, esperaba que así se mantuviera.

Volvió a él durante la práctica, cuando vio a Andrew con Renee. Estaban de pie juntos, cerca del
arco, y Andrew estaba gesturando con exaltación mientras hablaban de una cosa o la otra. Neil los
observó durante más tiempo del que pretendía y recordó las palabras de Nicky.

No había razón en obsesionarse con ello cuando sabía cómo terminaría el año, pero por un momento
Neil quiso saber. Pensó en la historia de Nicky y cómo él había conocido a Erik justo a tiempo. Nicky
había estado en el fondo del pozo, pero Erik fue lo suficientemente fuerte para mantenerlo a flore.
Había solo una persona en el mundo lo suficientemente fuerte para enfrentarse a los problemas
de Neil y ella ahora estaba muerta. Neil no deseaba que cualquier otro cargara con sus desastres.

Sin embargo, él ya había comenzado a compartir esa carga, quizás sin proponérselo. Había
dividido sus secretos entre Kevin y Andrew. Kevin había reaccionado de la manera en que Neil
esperaba que todo el mundo hiciera frente a la verdad: con un horrorizado pedido que Neil se fuera
inmediatamente. Andrew, en cambio, había asentido y le había dicho a Neil que se quedara. Se
mantuvo firme cuando Neil le habló de asesinato y le dio una llave de su casa.

Pero eso no contaba, porque Andrew era Andrew, y este era definitivamente la última cosa en la
que necesitaba pensar. Arrastró su atención nuevamente a la tarea que tenía entre manos y juró
nunca volver a escuchar a Nicky.
CAPÍTULO 8
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota

Octubre llegó sin aviso. Neil sabía que su partido contra los Raven estaba a la vuelta de la esquina,
pero igualmente se quedó perplejo al darse cuenta que ya había pasado una semana desde que
comenzara el mes. Faltaban solo seis días para el juego.

Si los Foxes estuviesen teniendo una temporada típica, el partido habría atraído un poco menos de
atención, incluso con Kevin en la formación. Este año, sin embargo, tenían un record sin preceden-
tes de seis-a-uno. El único juego que habían perdido fue el primero contra Breckenridge. Habían
ganado tres juegos por los pelos, pero las victorias eran victorias sin importar cómo las hubiesen
obtenido. Los Foxes estaban volviéndose más unido y más fuertes cada semana. Nadie esperaba
que ellos ganaran contra los Raven, pero era obvio que darían pelea de una manera espectacular.

La Foxhole Court no tenía suficientes asientos para acomodar a la multitud que el partido segura-
mente atraería, por lo que la escuela vendió los asientos con un precio de descuento en el estadio
de basketball y prometió transmitir el juego en vivo en las pantallas allí.

La Universidad del Estado de Palmetto pasó la totalidad de la segunda semana acicalándose y pre-
parándose para su día bajo los reflectores. Los jardineros recortaron cada centímetro de césped en
el campus. El personal de limpieza drenó y fregó el estanque hecho a mano frente a la biblioteca.
Los clubes estudiantiles fueron invitados a diseñar y colgar banderines donde sea que entraran. La
mascota Rocky Foxy caminaba por el campus durante horas cada día y metía su cabeza enorme en
las clases para motivar a los estudiantes. Las Vixen armaron un campamento en el anfiteatro para
repartir tatuajes temporales y garras de gomaespuma.

Hubo un evento cada noche hasta llegar al viernes. El coro de la escuela y la bandade jazz dieron
conciertos gratis en el césped del estadio el lunes. El setenta porciento del cuerpo estudiantil vistió
de naranja para el Día de Naranja el martes. El miércoles fue Día de Blanco, con una participación
aún mayor. El jueves fue el espectáculo de porristas, al cual los Foxes tuvieron que asistir. Varios
miles de estudiantes se detuvieron para animar y festejar. Se instalaron nuevas cámaras para te-
levisar las festividades y hacerle comentarios al pequeño equipo. Wymack mantuvo a Neil alejado
del micrófono, sin confiar en que supiera comportarse.

El jueves finalmente Dan comenzó a inquietarse. Este era su cuarto año como capitana del equipo.
Había sido sujeto de abuso verbal y odio desde sus comienzos. Ver que la gente la apoyaba a ella
y a su equipo la alteraba. Mantuvo una mueca de valentía frente a las cámaras, pero pasó la noche
del jueves e la cama de Matt.
Cuanto más se emocionaban los estudiantes, más nerviosos se sentían los Foxes y la tensión en
sus prácticas esa semana fue sofocante. Estaban hechos un manojo de nervios para el viernes. An-
drew era el único que no se veía afecado. Rebotaba por las paredes y molestaba a sus compañeros
sin cesar. Kevin, en cambio, no dijo ni una sola palabra durante la práctica la mañana del viernes.

El tráfico ese día estaba completamente fuera de control, sin importar cuánta ayuda proviviera de la
seguridad del campus. Wymack retiró a sus Foxes de sus clases de la tarde y los reunió en el esta-
dio a las tres. Faltaban como cuatro horas para el saque, pero él quería protegerlos de la locura que
se esparcía por la universidad. Dan encendió la televisión e hizo zapping hasta que encontró una
película. Aaron y Matt fueron al vestíbulo a hacer su tarea en paz. Neil yKevin fueron a la cancha
interna y se sentaron en el banco de los Foxes en silencio.

A las cinco y media Wymack les ordenó suficiente comida para alimentar a un pequeño ejército. Los
Foxes se sentaron en ronda para comer pero no hablaron. Solo cuando hubieron juntado la basura
finalmente se miraron. Dan tomó la alineación de los Raven y comenzó a repasarla, pero para ese
momento los Foxes sabían todos los nombres y posiciones de los Raven de memoria. Comenza-
ron a estudiar la alineación de los Raven semanas atrás, mirando juegos viejos y memorizando las
tácticas. Vieron grabaciones de juegos anteriores de los Raven para hacerse una idea de cómo
jugaban sus oponentes y buscaron cualquier debilidad que pudieran aprovechar. Habían regresado
con las manos vacías. La única grieta en la armadura de los Raven era la ausencia de Kevin.

Kevin intentó explicar la sincronía de los Raven a principios de la semana, pero Neil casi deseó
poder olvidar esa historia. Los Raven fueron a la Universidad Edgar Allan por solo una razón: jugar
al Exy. Se esperaba que cada atleta que el Entrenador Moriyama aceptara, firmara un contrato
profesional cerca de la graduación. La escuela era una preocupación secundaria para todos ellos.
Estaban matriculados em la misma carrera de grado y tomaban sus clases juntos en grupos de
tres o cuatro. No tenían permitido ir a ningún lado sin llevar a por lo menos uno de sus compañeros
consigo. Se suponía que no podían socializar con nadie fuera del equipo.

Ni siquiera vivían en los dormitorios estudiantiles, pero tampoco vivían donde todo el mundo pen-
saba que lo hacían. La universidad Edgar Allan era más pequeña de la del Estado de Palmetto,
con menos deportes y más programas de arte. Una ventaja que ofrecían era el alojamiento basado
en intereses, en vez de los dormitorios usuales. Las sororidades, fraternidades y clubes mayores
podían hacer una petición para vivir bajo comodidades especiales. El equipo de Exy tenía una casa
propia, pero los Raven solo dormían allí cuando tenían que mantener las apariencias.

El Evermore no estaba dentro del campus de la escuela por una razón. Pertenecía a Edgar Allan,
pero funcionaba como el estadio del equipo nacional. Gracias a su doble función, Evermore fue
construida con extra comodidades: torres para celebridades y el ERC, salas para los invitados
de alto perfil y espaciosos cuartos para los equipos visitantes. Esos cuartos estaban construídos
debajo del piso de la cancha, y allí era donde los Raven solían dormir. Allí fue donde Riko y Kevin
crecieron.

Si los Raven no estaban en clase, se esperaba que estuviesen en Evermore. Vivían y respiraban
Exy a un nivel que ningún otro equipo podía igualar. Su intenso estilo de vida, integración forzada
y castigos viciosos los ponía en una escala totalemente diferente de sus oponentes. Ellos eran, por
decirlo así, lo totalmente opuesto a lo que los Foxes conocían y entendían. El juego de esta noche
enfrentaba la conciencia colectiva contra un manojo de rechazados fracturados.

A una hora del saque, los guardias del estadio abrieron las puertas y comenzaron a hacer entrar a la
gente. Neil creyó poder sentir al estadio temblar bajo el peso de diez mil pares de pies. Se vistió al
compás del murmullo distante de voces entusiasmadas y se encontró con su equipo en el vestíbulo.
Wymack ya tenía la raqueta en mano. Kevin abrió la tapa sobre el par que tenía e hiló sus dedos a
través de la red.

—¿Puedes hacerlo, Kevin? —preguntó Abby, buscando en su rostro alguna señal de que estuviera
bien—, ¿puedes jugar?

—Si estoy respirando, es porque puedo jugar —dijo Kevin—. Este es mi partido también.

—Palabras por las que vivir y morir. —Wymack les hizo señas para que se pusieran en formación—.
Espero un número de dos dígitos en el marcador de mi línea ofensiva. Kevin, tú conoces su defensa
mejor que nadie y ellos no saben cómo enfrentarte cuando utiluzas la diestra, así que llévalos a la
ruina. Neil, obtén por lo menos cinco puntos o te haré correr maratones todos los meses hasta que
te gradúes.

Neil lo miró.

—¿Cinco puntos?

—Lograste cuatro la semana pasada.

—No estábamos jugando contra el Edgar Allan la semana pasada, Entrenador —dijo Neil.

—Eso es irrelevante —dijo Wymack sacudiendo su mano—. Cinco puntos o cuarenta y dos kilóme-
tros. Haz las cuentas y decide cuál te hace más feliz.

No le dio a Neil una oportunidad de protestar, sino que miró a Allison y a Dan.

—Ustedes chicas dejen que la defensa se hunda si tienen que hacerlo. No son su preocupación.
Ustedes concéntrense esta noche en mantener a flote la línea de defensa, ¿entendido? Sabemos
que los Raven son más rápidos, más grandes y mejores que nosotros. Tenemos solo una oportu-
nidad, siempre y cuando podamos controlar su puntaje. Defensores, mantengan a los delanteros
lejos del arco. Punto, fin de la historia. Andrew, por una vez en tu miserable y minúscula vida, juega
como si quisieras que ganáramos, ¿puedes hacerlo?

Andrew se vio divertido por la petición, cosa que Neil no encontró para nada reconfortante. La chi-
charra de advertencia sonó por encima de sus cabezas, alertándolos que debían estar en la cancha
interna en un minuto. Neil no fue el único que comenzó a dirigirse hacia allí ni bien la alarma se
apagó, y estaba más que un poco preocupado qu Kevin fuera de los que comenzaron a saltar. Abby
fijó a Kevin con una intensa mirada que Kevin se rehusó a devolver. Wymack batió sus palmas a su
equipo hasta que se acomodaron en formación.

—Hagámoslo —dijo—. Cuanto antes acabemos con estos bastardos, nos podremos ir a emborra-
char a lo de Abby. Me pasé toda la maldita mañana llenando su refrigerador.

Ese no era exactamente un voto de confianza, pero logró hacer sonreir a la mayoría de los compa-
ñeros de Neil y Nicky incluso saltó un poco de alegría. No valía la pena pretender que no iban a ser
totalmente masacrados esa noche. Wymack les estaba ofreciendo una oportunidad de beber hasta
dormir para no tener que pasar el resto de la noche amargándose por su fracaso. Neil supuso que
era mejor que nada, incluso si no lo ayudaba en nada a él.

Wymack abrió la puerta. Dan le dio a su equipo una sonrisa tensa sobre su hombro antes de guiar-
los al estadio. Neil no pudo ver las gradas hasta que estuvieron casi dentro de la cancha interna,
pero el ruido que se aplastaba contra él parecía más sonoro que nunca. Los rugidos se convirtieron
en gritos cuando los Foxes finalmente se hicieron ver. Las Vixen agitaron sus porras y rebotaron en
un eufórico saludo. La banda de la escuela, las Notas Naranjas, hizo estallar el himno del equipo,
tocando tan fuerte como podían. De alguna manera, sonaba amortiguada por el resto del caos.

Neil levantó la vista al mar naranja. Pudo vislumbrar a los visitantes de otras ciudades por los car-
teles neutrales “1-2” que llevaban en tributo a Riko y a Kevin. Los fanáticos de los Raven fueron
incluso más fáciles de localizar. Estaban todos de negro y se ubicaron en una sección reservada,
directamente opuestos a los bancos de los Foxes. Era como si un masivo agujero negro se hubiera
tragado esa parte del estadio.

Con todo ese ruido, Neil se perdió el anuncio que marcaba la entrada de los Raven, pero no pudo
perderse el repentino latido de los tambores. La melodía lo golpeó, extrañamente familiar, pero
le tomó solo un segundo ubicarla. Era la música que proclamó la entrada de Riko en el show de
Kathy: el himno del equipo del Edgar Allan. No era alegre y segura como las otras canciones que
Neil escuchaba en los partidos. Esta era una melodía oscura y pesada, un mensaje intimidatorio de
muerte y dominación. Los Raven se tomaban su imagen muy seriamente. Neil supuso que tendrían
una enorme cantidad de consuelo intensivo en sus futuros.

La reacción de la multitud fue violenta. Los estudiantes de Palmetto empezaron a entonar cánticos
despectivos y gritos de odios. La sección de Edgar Allan rugió un grito de batalla. Los fanáticos que
habían viajado allí para solo para presenciar un buen espectáculo animaban a los Raven tan feroz-
mente como lo habían hecho para los Foxes.

Los equipos fueron enviados a precalentar, pero Wymack cedió la cancha interna al equipo más
grande de los Raven. Los Foxes corrieron sus vueltas en la cancha propiamente dicha, siguiendo
las paredes y yendo en la dirección opuesta de sus oponentes. Neil vio a los Raven pasar como un
interminable hilo negro y rojo por el rabillo del ojo, pero se rehusó a mirarlos. Mantuvo sus ojos en
la camiseta naranja y blanca frente a él.
Continuaron las vueltas intercalándolas con ejercicios, pero Moriyama solo envió a la mitad de su
equipo a la cancha. La defensa de los Foxes continuaba corriendo vueltas mientras que los siete
delanteros y cinco bloqueadores se turnaban para disparar al arco. Incluso con apenas la mitad de
su equipo en la cancha, superaban en número a los Foxes con varios cuerpos más.

Los referís los sacaron de la cancha mucho antes que Neil estuviera listo, dejando solo a Dan y a
Riko. De alguna forma, los capitanes se las arreglaron para darse un civilizado apretón de manos
en medio de la cancha. El primer referí arrojó una moneda y señaló al Edgar Allan para el saque
inicial. Se quedó donde estaba mientras Dan y Riko abandonaban la cancha.

Moriyama y Wymack armaron sus líneas de partida cerca de sus respectivas puertas y esperaron.
Los tres sustitutos de los Foxes pasaron por la fila, chocando raquetas con sus compañeros de
equipoy ofreciéndoles sonrisas tensas.

—La nueva alineación de esta noche de los Foxes —dijo el locutor—. Número dos, Kevin Day.

Cualquier otra cosa que pudo haber dicho fue tragada por la multitud. Kevin ignoró el rugido extático
y entró a la cancha. Los nudillos de Neil sobresalieron cuanto más fuerte él apretó sus dedos en
torno a la raqueta.

—Número diez, Neil Josten —dijo el locutor.

—Cinco puntos —dijo Wymack.

Neil suspiro y atravesó la puerta. Se dirigió a su puesto en mitad del campo y se volvió para ver a
sus compañeros entrar a la cancha. Allison era la bloqueadora y Nicky y Renee entraron como los
nuevos defensores. Andrew fue el último en entrar, dirigiéndose cómodamente hacia el arco.

Neil no oyó el nombre de Riko, pero sí la reacción de la multitud. Riko entró a la Foxhole Court como
si fuese dueño del estadio. En vez de dirigirse a su lugar, de todas maneras, se detuvo al lado de
Kevin. Se quitó el casco, pero los ecos de los aullidos del público fuera de las paredes de la cancha
ahogaron lo que sea que le hubiera dicho. Kevin se desabrochó su propio casco y lo enganchó en
sus dedos mientras respondía. Riko no dijo nada más, aparentemente satisfecho con observar a
Kevin mientras el resto de los Raven se posicionaba.

Cuando el arquero de los Raven estuvo en su lugar y los referís entraron a la cancha para verificar
a los equipos, Riko finalmente se movió. Neil estaba seguro que cada Fox se tensó cuando Riko
levanto un brazo hacia Kevin, pero todo lo que hizo Riko fue pasar su brazo por los hombros de
Kevin y darle un rápido abrazo.

La respuesta del público fue eufórica y ensordecedora. Riko lo soltó después de un segundo y
caminó hacia la mitad de la cancha a su puesto. Kevin se quedó congelado durante un par de se-
gundos más. El inequívoco golpe de una raqueta contra la pared de la cancha lo sacó de su estupor
y Kevin se volteó bruscamente para mirar a Andrew. Andrew golpeó su raqueta contra el arco una
segunda vez a modo de advertencia. Kevin entendió la señal y se puso el casco.
El primer referí esperó hasta que Kevin levantó su raqueta para indicar que estaba listo, luego ca-
minó hacia el bloqueador de los Raven y le entregó la pelota. Abandonó la cancha y los referís se
apresuraron a cerrar ambas puertas.

Neil cerró sus ojos y respiró profundamente. Encerró a un lado todo lo que era, enterrando a su
padre, a Nathaniel y a los Moriyamas en una caja fuerte mental. No necesitaba ni quería nada de
eso ahora. Todo lo que importaba era este juego: la raqueta en sus manos, el arco de los Raven, y
el reloj que contaba los segundos para el saque por encima de ellos. Él no era Neil ahora. Él no era
nada ni nadie, salvo un Fox, y tenía un partido que jugar.

La chicharra sonó para dar inicio al partido y Neil se apresuró por la cancha. Vio al bloqueador de
los Raven sacar, pero no buscó la pelota hasta que se hubo puesto al lado de Johnson, el defensor
que tenía marcado. El bloqueador había sacado para la pared de la base. Allison fue la única que
se quedó quieta el tiempo suficiente como para verlo y la enganchó con un rebote. Lanzó la pelota
hacia Andrew, quien la tiró hacia arriba. Neil y Kevin siguieron subiendo por la cancha, corriendo
contra los defensores por la pelota.

Kevin estaba enfrentado a Jean. Jean era el defensor más fuerte de los Raven, pero Neil estaba
más preocupado por el daño psicológico que podría hacerle a Kevin.

Jean era más alto que Kevin, no por mucho, si no lo suficiente como para permitirle atrapar primero
la pelota. Kevin golpeó su raqueta para luchar contra él por la posesión. El agudo chasquido hizo
eco en las paredes mientras luchaban entre sí. Los Foxes y los Raven gritaron apoyos alrededor
de la cancha. Kevin cambió la táctica y chocó su hombro contra Jean lo suficientemente fuerte para
hacerlo tropezar. La pelota finalmente se liberó de la raqueta de Jean. Kevin no tuvo tiempo para
apuntar, con Jean frente a él, pero lanzó la pelota hacia el arco de todas maneras. Apenas había
abandonado su red antes que Jean lo tacleara tan fuerte como para hacerlo caer.

La pelota golpeó la pared y rebotó en la dirección de Neil. Neil esquivó a Johnson para atraparla
y Johnson fue directamente por su raqueta. Él detuvo la raqueta de Neil tan fuerte que hizo que el
temblor llegara hasta sus codos y, con el mismo movimiento, se abalanzó contra Neil para alejarlo
de la pelota. Neil se tropezó en una búsqueda desesperada por equilibrio. Jonhson dobló su ra-
queta alrededor de la de Neil en un movimiento rápido como un rayo y le dio una fuerte sacudida.
Un relámpago de dolor subió por la muñeca derecha de Neil. Soltó su raqueta instintivamente y
Jonhson corrió tras la pelota.

Neil sacudió violentamente su mano y salió a perseguirlo. Johnson tuvo poco tiempo; Neil fue más
rápido. Johnson atrapó la pelota y levantó su raqueta para lanzarla, y Neil no intentó ralentizar-
lo. Lo chocó lo suficientemente fuerte para tumbarlos a los dos. Neil se estrelló contra el suelo y
aprovechó el impulso para rodar de vuelta a sus pies. Ignoró la amenaza que Johnson lanzó entre
dientes a favor de localizar la pelota. Había caído cerca de su objetivo intencionado. Allison y su
bloqueadora estaban peleándose por ella. La bloqueadora de los Raven ganó y arrojó la pelota a
través de la cancha.
Neil casi la perdió de vista mientras salía disparada entre los Raven defensores. Fue hacia Riko,
después al bloqueador, después al otro defensor y de vuelta a Riko en el exacto segundo en que él
sobrepasaba a Nicky. Riko se movió como un rayo y el arco se iluminó de rojo. La chicharra sonó
para marcar el punto y la multitud gritó.

Los Raven se retrajeron a sus puntos iniciales con un triunfantes whoops. Los Foxes fueron más
lentos al reaccionar, y Neil no se movió hasta que vio a Andrew hacerlo. Andrew estaba semi vol-
teado mientras miraba la pared roja detrás de él. Apenas llevaban dos minutos del primer tiempo;
fue lo más rápido que alguien hubo anotado contra Andrew alguna vez.

Andrew esperó hasta que la luz se hubiera desvanecido por completo antes de volverse hacia ade-
lante otra vez. Neil esperaba que la pérdida no lo provocara. Andrew todavía estaba aprovechando
el efecto que le causaban sus drogas, el cual no empezaría a desvanecerse hasta dentro de quin-
ce minutos. Probablemente pensaba que era gracioso que les anotaran tan rápido, pero existía la
delgada chance de que se espabilara y comenzara a ver a los Raven como un interesante desafío.

—Vamos —gritó el bloqueador y Neil obedientemente fue hacia la línea de medio campo. La chi-
charra los hizo ponerse en movimiento y los equipos chocaron contra sí una vez más. Los Foxes
estaban un poco conmovidos por el rápido punto en contra. Lucharon más duro, pero no fue sufi-
ciente. Cinco minutos más tarde, Riko volvió a anotar.

—Esto es humillante —dijo el otro Raven delantero mientras pasaba al lado de Neil hacia la mitad
de la cancha—. No puedo creer que estemos perdiendo nuestro tiempo aquí.

Neil consideró arrojarle la raqueta a la cabeza del hombre, pero no podía alejar sus ojos de Riko.
Riko no estaba regresando a su lugar, sino que se estaba dirigiendo hacia Andrew. Andrew se
movió para ir a su encuentro y ambos se enfrentaron con la línea del arco entre ellos. Andrew hizo
un gesto con la mano a lo que fuese que Riko le estuviera diciendo, restándole importancia, pero
Riko no se fue. Los referís les dieron un par de minutos para hablar, luego golpearon la puerta de la
cancha a modo de advertencia. Riko finalmente se volteó y volvió a su lugar para la próxima jugada.

Los Foxes avanzaron tan rápido y tan lejos como pudieron, pero los Raven los devolvieron a sus lu-
gares. Neil sólo podía mirar mientras la pelota volvía a la línea ofensiva de los Raven. Su estómago
se hizo pedazos mientras observaba cómo los delanteros se la pasaban entre ellos. Riko la atrapó
y disparó hacia el arco. Los hombros de Neil se tensaron, preparándose para otro punto perdido,
pero Andrew estrelló la pelota lejos de su arco tan fuerte como pudo. Neil utilizó su intenso frenesí
de alivio como combustible extra para perseguir la pelota.

Los Raven no volvieron a anotar por otros quince minutos, pero no fue por falta de intentos. Eran
mucho mejor que los Foxes, tanto que Neil no pudo evitar sentirse humillado. Esto era peor que
la fuerza bruta de Breckenridge. Los Raven hacían ver a los Foxes como niños torpes. Riko era
simplemente demasiado rápido para cometir con Nicky. Podía atrapar y lanzar con un rápido mo-
vimiento y su puntería era tenebrosamente exacta sin importar lo rápido que se moviera. La única
razón por la cual los Foxes no estaban siendo completmente masacrados era porque Andrew esta-
ba concentrado, pero comenzaría a retrotraerse pronto.

Después del tercer gol, los Raven hicieron dos cambios: un delantero para reemplazar al compa-
ñero de Riko y un nuevo bloqueador. Wymack aprovechó el receso para cambiar a Nicky y Renee
por Matt y Aaron. A pesar de la puntuación, Matt estaba sonriendo al plantarse en su línea. Estaba
destinado a marcar a Riko y se lo veía ansioso por una pelea. Neil estaba frustrado por el resultado
parcial del juego, pero la obvia excitación de Matt fue casi suficiente para hacerlo sonreír.

Matt era el Fox más fuerte, y Aaron podía reemplazar a Nicky cualquier día. Su llegada a la can-
cha marcó una diferencia inmediata, y los Foxes finalmente comenzaron a mantenerse firmes. Los
Raven no lo vinieron venir, a juzgar por lo violento que se tornó el juego. Neil no estaba para nada
sorprendido que las peleas comenzaran entre Riko y Matt.

Riko casi logró pasar a Matt para disparar hacia el arco, pero Matt se dobló en un movimiento im-
posible y usó su cuerpo como un ariete. Ambos colapsaron con un sonido tan fuerte que Neil se
retorció con un dolor empático. Se olvidó de ellos un segundo más tarde cuando vió lo que Andrew
estaba haciendo.

No estaba en contra de las reglas que los arqueros abandonaran su puesto, pero no era recomen-
dable, considerando lo grande que eran los arcos y lo rápido que se podía mover la pelota. Un ar-
quero sólo se arriesgaba en casos extremos. Aparentemente esta era una de esas noches, porque
Andrew se estaba moviendo incluso antes que Matt y Riko tocaran el suelo. Aaron, el otro delantero
y ambos bloqueadores estaban apresurándose por la pelota, pero Andrew estaba más cerca y fue
más rápido.

La raqueta de un arquero era plana, diseñada para evadir la pelota en vez de atraparla, por lo que
Andrew no pudo enviarla hacia arriba. Sabía cómo redireccionarla, sin embargo, y le dio un golpe
corto y preciso. La pelota golpeó el suelo primero, la pared después y rebotó en lo alto. Andrew
despejó todo el camino en la cancha hacia sus delanteros con un fuerte giro. Neil solo necesitó un
segundo para darse cuenta que Andrew se la estaba enviando a él, y su corazón latió con un triunfo
salvaje.

Jean y Johnson habían empujado a Kevin y a Neil hasta la mitad de la cancha. Con tanto espacio
libre, Neil podía aventajar a cualquiera. No importaba que hubiera empezado con Johnson pisán-
dole los talones, o que fuera mejor que él. Neil tenía bastante lugar para correr y era el jugador más
rápido del partido. Estaba dos pasos por delante de Johnson antes de atravesar la cuarta línea más
alejada, y había ensanchado el espacio para el momento en que atrapó la pelota.

Perdió un segundo para buscar a Kevin y otro más para calcular su tiro. A su décimo paso, disparó
la pelota hacia la lejana pared del arco. Todas esas largas noches aprendiendo los ejercicios de
los Raven de Kevin tenían que valer de algo aquí. El rebote perfecto no se trataba solo de con-
ducir la pelota a la raqueta correcta; era llegar allí en el ángulo correcto para que Kevin no tuviera
que apuntar. Kevin solo tendría que llevar hacia atrás su raqueta para atrapar la pelota y disparar
inmediatamente. Era el mismo truco que los Raven habían estado jugando durante toda la noche,
pero ellos no estaban listos para verlo en Kevin y Neil. Jean y el arquero pensaron que tenían más
tiempo para reaccionar, pero Kevin no esperó. El arco de los Raven se iluminó de rojo cuando Kevin
estrelló la pelota contra él.

La reacción de las gradas fue lo suficientemente salvaje que casi ahogó el grito de Matt. Neil vio
a los Foxes sustitutos y a las Vixens celebrando en la periferiade su visión, pero no pudo alejar
sus ojos de Kevin para mirarlos. Ambos se encontraron cuando estaban regresando al medio de
la cancha y chocaron sus raquetas casi tan fuerte como para que doliera. La sonrisa de Kevin fue
breve pero feroz. No dijo nada, pero no tenía que hacerlo. Era el primer signo de aprobación que
Neil había recibido de él desde que se habían encontrado y Neil sintió una ráfaga de adrenalina.

Anotar finalmente en el tablero reenergizó al equipo entero. La siguiente vez que Riko intentó hacer
un gol, Matt lo hizo tropezar. Un par de segundos más tarde estaban peleando, y el juego se detuvo
cuando los referís entraron corriendo para separarlos. Matt obtuvo una tarjeta amarilla por lanzar el
primer golpe, pero su expresión furiosa decía que Riko había comenzado la pelea. Neil no sabía lo
que Riko había dicho para enfurecer a Matt, pero no podía creer que Matt se hubiera dejado llevar
por su temperamento. Una falta le dio a Riko derecho a un penal. Los equipos se alinearon para
ver cómo sucedía, y Andrew lo perdió por medio centímetro. El espíritu deportivo murió con ese gol.
Neil perdió la cuenta de cuántas veces alguien había golpeado el suelo en los últimos veinte minu-
tos del tiempo. Para el momento en que a Neil le dieron un codazo en el rostro durante la marca
de los cuarenta minutos, cada jugador tenía una tarjeta amarilla y un Raven había sido expulsado
con una roja.

El referí que había marcado a Johnson llamó a Abby a la cancha al ver la sangre en el rostro de
Neil. Los cascos de Exy tenían protectores que cubrían los ojos y narices de los jugadores, pero
Johnson llegó debajo de él con un movimiento hacia arriba. Los guantes de Neil eran demasiado
gruesos para hacer mucho más que desparramar el desastre, pero Abby trajo un trozo de gasa con
ella. Su tensa expresión estaba completamente reñida con el cuidado con el que limpiaba su rostro.
Este era su tercer viaje dentro de la cancha hasta ahora, y no estaba feliz con el tono violento que
estaba tomando el partido.

—Él pudo haber roto tu nariz con un golpe así —dijo Abby mientras limpiba la sangre de su labio
superior.

—Pero no lo hizo —dijo Neil—, ¿puedo jugar ahora?

—Los referís no te dejarán jugar si estás sangrando—dijo Abby, sin molestarse por su obvia impa-
ciencia. Ella dobló sus dedos alrededor de su barbilla e inclinó su cabeza. Neil sintió que la sangre
volvía a salir y la aspiró hacia arriba. El amargo calor de la sangre era una quemazón familiar en
su lengua. Abby no se veía convencida, por lo que Neil volvió a aspirar. Finalmente, ella suspiró y
golpeteó animadamente su casco.

—Volveré a chequearte en un minuto —dijo, mientras seguía al referí fuera de la cancha.


El resto ya estaba preparado para el penal de Neil, por lo que él se posicionó en lugar y atrapó la
pelota que el Raven le arrojó. A Neil le gustaban los penales porque eran puntos fáciles, pero justa-
mente por eso usualmente encontraba menos satisfacción en ellos. Contra los Raven, él tomaría lo
que pudiera obtener. Era solo él, el arquero y uin gigantesco arco. Sólo se le permitían dos pasos
para el tiro, pero Neil no los dio. Hizo una finta y disparó la pelota contra el extremo inferior del arco.
Matt golpeó el hombro de Neil lo suficientemente fuerte para hacer que su nariz volviera a sangrar.

—Quizás deberías hacer que te destrozen la cara un par de veces más si eso te da una chance de
anotar —dijo Matt.

—No soy muy fanático de esa estrategia —dijo Neil.

Matt se rio y trotó hasta el primer cuarto. El último minuto del primer tiempo terminó en un latido y
los equipos abandonaron la cancha bajo los gritos de una agitada multitud. Neil miró atrás hacia el
marcador mientras seguía a sus compañeros al vestidor. Estaban seis a tres, un comienzo excelen-
te considerando contra quién estaban jugando, pero una puntuación imposible de repuntar.

El segundo tiempo fue una caída. Los Foxes estaban con un nuevo aliento enfrentándose a una
completa nueva formación y Andrew no pudo mantenerse firme durante mucho tiempo. Neil sabía
que estaban perdiéndolo la primera vez que lo vio tropezar. Pudo haber sido que Andrew estaba
moviéndose demasiado rápido en un esfuerzo por despejar el camino de la pelota, pero Neil sabía
la verdad. Andrew perdía el entusiasmo rápidamente. Era temprano para que él se estuviera po-
niendo tan mal, pero los Raven estaban acelerando el proceso.

Neil deseó por un momento que Andrew hubiese tomado sus drogas esta noche. Despidió al pen-
samiento tan rápido como apareció. Andrew medicado tendría más energí, pero también sería infi-
nitamente menos confiable. Andrew estaba obligándose a hacer esto porque sabía que era la única
forma en la que realmente jugaría para ellos. Neil estaba agradecido e irritado a partes iguales.
La última era dirigida hacia él mismo; Neil no era ni de cerca lo suficientemente bueno como para
hacer que ese sacrificio valiera la pena, y odiaba sentirse incompetente. Sin importar lo fuerte que
jugara, no podía marcar una diferencia.

El partido terminó trece a seis: la mayoría de goles que alguien alguna vez le hubiera hecho a
Andrew y la peor diferencia de puntos que los Foxes habían visto en tres años. La reacción decep-
cionada de las gradas fue esperada y entendible, pero Neil apenas la oyó a través del zumbido en
sus oídos. El corazón de Neil estaba latiendo tan violentamente que él estaba seguro que estaba
causando cardenales en sus pulmones. Cada respiración que lograba aspirar cortaba su garganta.
La única fuerza que le había quedado, la utilizó para sostener su raqueta.

Neil quería cruzar la cancha junto con sus compañeros, pero no confiaba en su cuerpo para mo-
verse. Él y Kevin acababan de correr dos tiempos completos contra la defensa de los Raven. Él
consideraba un milagro aún estar de pie. Sentía sus piernas solo por intervalos. Un segundo esta-
ban prendidas fuego, al otro habían desaparecido por completo. Neil bajó la mirada a sus pies para
asegurarse que seguían allí y parpadeó para alejar las sombras de sus ojos.
El rugido fuera de la cancha se convirtió en gritos febriles lo suficientemente altos para atravesar
el agotamiento de Neil. Levantó la cabeza, preguntándose qué se había perdido y miró a través de
la cancha. Las manos de Andrew se cernían vacías frente a él, y su raqueta estaba a sus pies en
el suelo. Mientras Neil observaba, Andrew se agachó para recogerla. Lo intentó, de todas mane-
ras. Apenas la había levantado unos centímetros del suelo antes que se saliera nuevamente de su
agarre.

Le recordó a Neil su primera práctica juntos, cuando Neil casi hizo volar sus brazos jugando contra
Andrew. Levantó la mirada hacia el tablero. Los Raven habían disparado ciento cincuenta goles al
arco; era increíble que Andrew sólo hubiera perdido trece de ellos. Volteó la vista cuando Andrew
volvió a intentar levantar su raqueta. No le fue mucho mejor esta vez, por lo que se rindió y se sentó
pesadamente a su lado.

Las puertas de la cancha de abrieron y los sustitutos la inundaron. Abby y Wymack atravesaron
las puertas para mirar a su equipo. Los sustitutos se estaban dirigiendo al arco, como marcaba la
tradición desde que Andrew había comenzado a jugar tiempos completos, por lo que Neil tomó un
par de pasos inestables en esa dirección. No llegó muy lejos antes que Kevin apareciera a su lado.

Kevin no dijonada, pero descansó su raqueta contra un hombro y condujo a Neil a través de la
cancha. Fueron los últimos en llegar al grupo de los Foxes, pero sus compañeros les hicieron lugar
fácilmente. Neil respondio a las sonrisas cansadas con una agotada de las suyas. Kevin solo tenía
ojos para Andrew al agacharse frente al arquero caído.

—Entonces —dijo Kevin—, ¿te divertiste?

Andrew estaba demasiado cansado para poner algo de emoción a sus palabras.

—Eres despreciable, Kevin Day. No sé porqué te mantuve tan cerca.

—Foxes —dijo Riko cuando los Raven aparecieron a sus espaldas. Todos los Foxes a excepción de
Kevin se voltearon a verlo—. Admito que no tengo idea de qué hacer ahora. No puedo agradecerte
por el juego de la noche porque no puedo llamar a este fiasco un partido. Pensé que sabría qué
esperar cuando vinimos aquí esta noche, pero sigo avergonzado por tu parte. Has caído tan abajo,
Kevin. Deberías haberte quedado y ahorrarnos la molestia de tener que forzarte a que te arrodilles.

—Estoy satisfecho —dijo Kevin. Era la última respuesta que alguno de los Foxes esperaba de él.
Se olvidaron de Riko al quedar todos boquiabiertos por Kevin—. No con el resultado, ni con su des-
empeño, sino con su espíritu. Tenía razón. Hay más que suficiente aquí para que yo trabaje.

—¿Cuántas pelotas te golpearon en el casco? —preguntó un Raven.

Kevin solo sonrió, lento, seguro y complacido, y le ofreció una mano a Andrew. Andrew la observó,
después a Kevin, y dejó que lo empujara a sus pies. Renee estaba lista cuando Kevin lo soltó y
enganchó sus brazos alrededor de Andrew en un feroz abrazo. Tendría que ser incómodo con toda
la armadura que Andrew estaba usando, pero le dio unos segundos para encontrar su equilibrio.
Kevin distrajo a los Raven de la inestabilidad de Andrew, enfrentándolos.

—Gracias por el juego de esta noche —dijo—. Los volveremos a ver en las semifinales. Será una
revancha interesante, lo prometo.

Riko no esperaba la tranquila confianza después de los horribles resultados de la noche.

—Un hombre no puede llevarte tan lejos —dijo, sonando incrédulo y disgustado—. Incluso tú no
eres tan estúpido como para creer eso. Deberías rendirte ahora.

Era una amenaza, no un amigable consejo, pero Kevin respondió—: Uno es lo suficiente para co-
menzar.

—Gracias por nada, y buenas noches —dijo Dan—. Nos vamos de aquí.

Los Foxes abandonaron la cancha bajo los gritos de una irritada multitud. Wymack estaba hablando
con un par de reporteros, pero se disculpó ante su llegada. Renee y Andrew no estaban esperando
que los alcanzara. Renee tenía un brazo alrededor de los hombros de Andrew y lo impulsaba hacia
el vestidor tan rápido como podía, sin que pareciera obvio.

El resto de los Foxes se quedó atrás, saludando a las cámaras y al público. Habían perdido, pero
la declaración de Kevin y el incansable apoyo de sus fanáticos los mantuvo a flote. Finalmente Wy-
mack los hizo entrar a todos al vestidor. Renee estaba esperando en el vestíbulo, pero Andrew no
estaba a la vista. Neil asumió que estaría vomitando en el baño.

Wymack trabó la puerta detrás de ellos, comprándoles uno o dos minutos antes que la prensa fuera
a reclamar comentarios y los enfrentara.

—Cuando les dije en junio que estarían enfrentándose al Edgar Allan en su cancha, dijeron que de
ninguna manera lo harían. Pero los enfrentaron esta noche, y no dejaron que abusaran de ustedes.
Le quitaron seis puntos al equipo número uno del país. Deberían etar malditamente orgullosos de
ustedes mismos en este momento.

—¿Orgullosos de ese desastre? —preguntó Aaron, cansado y molesto—. Nos destruyeron.

—Yo solo estoy contento que terminó —dijo Nicky—. Son aterradores.

—Yo estoy orgullosa —dijo Allison, ganándose una mirada boquiabierta de Nicky y una media son-
risa de Wymack. Ella le dio a Aaron una mueca condescendiente, viéndose más como ella misma
desde la muerte de Seth—. Esta es apenas tu segunda temporada con nosotros. No esperaría a
que comprendas lo que significa un juego como este.

Dan asintió.

—Allison tiene razón. Perder duele, pero no fue un fracaso total. El año pasado no hubiéramos lo-
grado ni un solo punto contra ellos. Esto es lo más fuerte que alguna vez fuimos, y a partir de aquí
solo podemos mejorar. Kevin ya lo dijo: cuando nos cruzemos con los Raven en las semifinales, los
venceremos hasta la humillación.

—Bien dicho —dijo Wymack—. ¿Kevin? ¿Neil?

—¿Cuarenta y dos kilómetros? —adivinó Neil.

—Tengo algo mejor en mente. Al comienzo de la próxima semana, todo volverá finalmente a su lu-
gar. Si ustedes dos pueden correr durante un partido entero contra el Edgar Allan, están listos para
arreglárselas solos el resto de la temporada. Todos los demás: gracias por su paciencia y coope-
ración mientras Kevin y Neil se ajustaban. Renee especialmente, tú has sido malditamente buena
este año. Bienvenida de vuelta al arco.

El salvaje grito de Dan ahogó la respuesta más modesta de Renee. Matt le dio un triunfante abrazo
y Allison palmeó su hombro en una tranquila pero fiera demostración de apoyo. Neil no estaba se-
guro que él y Kevin no decepcionarían a los otros durante las semanas siguientes, pero no podían
apoyarse en sus compañeros eternamente. Habían pasado media temporada con una alineación
jodida. Él y Kevin habían estado jugando a distintas longitudes cada semana en preparación para
el juego de esta noche. Ahora era tiempo que hicieran retroceder a la línea ofensiva y corrieran con
ella.

—Repasaremos los detalles del juego de esta noche el lunes a la mañana —dijo Wymack—. Nos
encontraremos aquí en vez de en el gimnasio. Dan y Kevin, les toca encrgarse de la prensa. El
resto de ustedes dejen el cotorreo y dúchense así podemos tomar. Asegurense que lleven todo lo
importante con ustedes a casa esta noche. Haré que un equipo de limpiez venga mañana a limpiar
el hedor que dejaron los Raven en nuestra cancha. Larguémonos de aquí a emborracharnos.

Estaban agotados, doloridos y más que un poco decepcionados por el fracaso, pero los Foxes
abandonaron el estadio sintiéndose campeones.
CAPÍTULO 9
Traducido por Monserrat
Corregido por Cotota

Los Foxes limpiaron la casa de Abby antes del mediodía del día siguiente, pero el grupo de
Andrew no regreso al dormitorio. En cambio, salieron por algo para comer. Aaron, Nicky y Kevin
tenían una resaca tan terrible para comer mucho por lo que se formaron para tomar comida en sus
platos. Andrew estaba ajeno y compresivo de su situación. Para cuando dejó el árbol lucía un poco
más estable, por lo que Nicky condujo hacia una tienda para fiestas 15 minutos fuera del campus.

Halloween cayó en martes ese año lo que significaba que El Crepúsculo del Edén había tenido un
evento el viernes anterior. Neil lo sabía solo porque Nicky había estado hablando sin parar acerca
de ello toda la semana, pero realmente no esperaba ir. En primer lugar, porque tendrían juego el
viernes. Por otro lado, ellos estaban demasiado viejos para celebrar como niños esos días festivos.
Andrew y Aaron tendrían 19 el siguiente mes, Kevin tenía 20 y Nicky 23. Aparentemente, Neil había
subestimado su nivel de madurez.

―Somos un poco mayorcitos para disfraces, ¿no lo creen? ―preguntó Neil mientras bajó del auto.

―Es de mala educación ir a una fiesta de Halloween sin disfraz, Neil ―dijo Nicky―. Además, el
cantinero dará una ronda gratis a cualquiera que venga disfrazado.

―Yo no bebo ―dijo Neil.

―Entonces me das tu trago, niño amargado ―dijo Nick―. Ya sé que dijiste que nunca vendrías de
compras de nuevo con nosotros, pero te estamos haciendo un gran favor arrastrándote hasta aquí.
No confiarías en mí para escoger tu disfraz, ¿o lo harías? Probablemente te haría poner un traje de
doncella francesa o algo así. Venga.

La parte delantera de la tienda estaba lleno con decoraciones, todo lleno de telarañas en forma de
calavera, vasos de tragos, y fantasmas aferrados a las ventanas. Un cuervo animado aleteo sus
alas y graznó a Neil mientras se acercaba. Se colocó detrás de un estante y movió un cráneo bri-
llante de espuma de poli-estireno enfrente de ellos. Graznó una vez más mientras se aproximaban
pero el sonido fue amortiguado.

Neil pasó filas de pelucas, máscaras y un estante entero de pintura para la cara y maquillaje llamati-
vo. Toda la parte trasera de la tienda estaba dedicado a los disfraces. Los 5 hombres se esparcieron
entre los bastidores para buscar. Neil dudaba encontrar algo para él, pero era lo suficientemente
curioso para mirar. No podía creer todas las opciones que había ahí, incluso si algo rozaba a lo
ridículo.
―La gente no usa realmente esto, ¿o lo hace? ―preguntó Neil después de manosear una caja de
cereal y una esponja gigante. Nicky le lanzó una mirada curiosa así que Neil puso el siguiente en el
estante. Era una caja de leche con una separación para la cara del usuario y con letras resaltadas
en negrita “¿Me has visto?” impreso debajo de ella.

―Oh, ese es perfecto, Neil ―dijo Andrew. Neil le lanzó una mirada repugnante. Andrew se rio y
le tendió un disfraz con manchas―. ¡Nicky! ¡Mira! Una vaca. Creo que deberías ser esto.

―Tetas de vaca ―dijo Nicky, apuntando a la ubre de goma con disgusto―. Al menos déjame ser
un toro, como el adorno de Matt. Misma diferencia, ¿cierto? Dan es tan suertudo.

―Voy a pretender que no te conozco ―dijo Aaron.

―¿Qué más es nuevo? ―preguntó alegremente Nicky.

―Sólo date prisa y encuentra algo. No quiero perder todo el día comprando.

―¿Tienes un lugar al que tengas que ir?

―Tengo un trabajo debido a que es lunes.

―Hazlo mañana ―dijo Nicky―. Se supone que los sábados son para vagar.

―Esa actitud explica porque tus notas son tan bajas ―dijo Aaron.

Nicky murmuró en voz baja y regreso su atención a los disfraces. Kevin tiró algo largo y negro cer-
ca de los estantes y fue al frente para ver las decoraciones. Andrew miró para asegurarse que no
hubiera ido más lejos y regresó a su búsqueda.

El teléfono de Neil canturreo en su bolsillo y Neil lo saco para encontrando un mensaje de Dan:
“donde están chicos”. Neil tecleo el nombre de la tienda y Dan respondió casi de manera inmediata
“mensaje importante cuando estén de vuelta”.

Neil cerró su teléfono pero fue lento para guardarlo. Deseando saber lo que hizo Dan pensó acerca
de la noche del último juego. Neil tenía se daba una idea, pero no podía solo suponer como lo to-
marían los demás. Sus probabilidades de ganar esa discusión eran escasas a ninguna pero tenía
que intentarlo. Metió su teléfono de regreso en el bolsillo y levantó la vista. Andrew estaba sacando
disfraces de sus perchas y tirándolos al piso.

―Deberíamos invitar a los otros a venir con nosotros ―dijo Neil.

Nicky se giró para mirar fijamente a Neil.

―¿Qué?

―No ―dijo Aaron―. No saldremos con ellos.


―Necesitamos hacerlo ―dijo Neil, manteniendo su mirada en Andrew. Andrew no había disminuido
la velocidad, pero Neil sabía que estaba escuchando―. El talento solo no nos llevará a las
semifinales. Si eso fuera suficiente, lo habrías logrado el año pasado. Tienes que dejar de dividir a
este equipo por la mitad.

―No tiene que hacer nada ―dijo Andrew.

―No estoy pidiendo ser su amigo ―dijo Neil―. Estoy pidiendo que le des una pulgada.

―Dale una pulgada y se tomara toda una milla ―dijo Aaron.

―¿Realmente crees que son lo suficientemente fuertes como para tomar una milla de Andrew?
¿Crees él los dejaría? ―Neil sacudió su cabeza cuando Aaron empezó a discutir otra vez―. Kevin
dijo que Riko los veríamos de nuevo en semifinales. Me gustaría que actuamos juntos antes de esa
revancha, ¿no? No podemos hacer eso hasta que respetemos y entendernos unos a otros. Bien
podríamos comenzar ahora, con esto.

―Dudo que estén de acuerdo incluso si los invitamos ―dijo Nicky―. Quemamos ese puente el año
pasado.

―Quieres decir Matt ―dijo Neil mirando a través del árbol. Nicky le lanzo una mirada asustada, así
que Neil miró a Andrew de nuevo―. Abby lo mencionó en mi primera noche aquí. Ella no quería que
me hicieran lo mismo que le hicieron a él. Cuando el entrenador estaba gritándome después dijiste
que era diferente. ¿Entonces que paso con Matt?

―Pregúntale a él ―dijo Andrew.

―Te estoy preguntando a ti.

―Prefiero escuchar cómo te lo cuenta ―dijo Andrew. Colgó el atuendo de un preso rayado sobre
un hombro y se desvió junto a Neil en su camino hacia el frente de la tienda. Cuando Neil comenzó
a discutir, Andrew enganchó un dedo debajo de su barbilla y forzó su boca a cerrarse de nuevo con
un fácil movimiento de su mano―. Pregúntale, y luego dígale a sus entrometidos para que vengan
si se atreven.

La mandíbula de Nicky cayó.

―Espera, ¿hablas en serio?

La sonrisa de Andrew era amplia y compasiva. Continuó como si no hubiera escuchado Nicky.

―No va a hacer la diferencia a largo plazo, pero encuentra uno para ti mismo.

Nicky y Aaron intercambiaron una mirada desconcertada cuando Andrew se fue. Nicky inclino su
cabeza en una pregunta silenciosa, si estaba seguro que no estaba imaginándoselo. Aaron solo
sacudió su cabeza. Nicky se frotó la parte trasera de su cabeza, mirando una vez más a Andrew y
regresó a su búsqueda. Neil tampoco sabía qué pensar del fácil acuerdo de Andrew, pero no iba a
cuestionarlo.

Los demás encontraron su disfraz mucho antes que Neil escogiera uno para sí mismo. No le llevó
mucho tiempo a Nicky darse cuenta de que Neil estaba estancado. Él golpeó las manos de Neil
lejos del estante con un profundo suspiro.

―No importa. Encontraré algo para ti.

―Usaré como un estudiante de colegio ―dijo Neil.

―No ―dijo Nicky y empujo un par de perchas―. Serás un pistolero zombi.

―Lo estas inventando.

―Shhhh ―Nicky sacó un disfraz del estante y lo cubrió con un brazo―. Tú eres absolutamente
imposible de soportar a veces. Podría prohibirte volver a comprar con nosotros nunca más.

―Traté de prohibirme la última vez ―dijo Neil―. Obviamente no funcionó.

Trató de llevar su traje a la caja registradora, pero Nicky lo pateó en la espinilla y la arrojó sobre la
cinta transportadora con la de los demás. Aaron arrojó un par de frascos de pintura facial y sangre
falsa encima. Nicky dividió las bolsas entre él y Aaron en su camino hacia el automóvil. Cuando Neil
estaba seguro de que estaban regresando al campus le envió un mensaje de texto a Dan con una
advertencia de diez minutos.

Encontrar un lugar de estacionamiento en Fox Tower un sábado por la tarde fue complicado. Ellos
terminaron en el estacionamiento de la calle a pocos pasos de distancia. Subieron las escaleras
hasta el tercer piso y Nicky enganchó a Neil cuando Neil continuó pasando la habitación de los
primos.

―¿A dónde vas? Tienes que probar esto.

―Me estoy comunicando con Dan ―dijo Neil―. Ella me envió un mensaje antes para decir algo
estaba pasando.

―¿Ella usó la puntuación? ―Nicky preguntó.

―Estoy convencido de que nunca lo hace.

―Lo hace cuando esta hambrienta ―dijo Nicky―. Piensa que le da más énfasis a sus palabras o
algo así. ¿Lo hizo? ―Esperó mientras Neil checaba su teléfono, luego tiro de su camiseta de Neil
cuando sacudió su cabeza―. Bien. Ven. Esto solo tomará un par de minutos.

―Así será esto ―dijo Neil, apartándose de Nicky y yendo a la puerta de al lado. Dan respondió su
golpe casi de inmediato. En lugar de invitarlo, ella salió al pasillo con él y tiró de su puerta la mayor
parte del camino cerrándola detrás de ella. Miró de Neil a Nicky, que estaba esperando como si
pensara que Neil realmente no vendría después, y luego a la puerta abierta de los primos.

―Cierra eso ―dijo ella. Nicky frunció el ceño pero hizo lo que le dijeron. Dan esperó hasta el
pestillo hizo clic antes de volver a hablar―. Tenemos visita ―Él vino por un poco mientras buscaba
a Andrew. Lo envié al café de la biblioteca a esperar y lo llamé cuando Neil dijo que estabas de
regreso. Me sorprende que no haya regresado todavía.

―¿Alguien importante? ―Nicky preguntó.

―Sí ―Dan vaciló cuando el ascensor sonó. Neil y Nicky se voltearon y observaron a un extraño
entrar en el pasillo. Neil se tensó. El extraño estaba vestido con unos pantalones vaqueros y una
camisa casual de botones, pero tenía una arrogancia de policía mientras se acercaba a ellos. Dan
levantó su voz en saludo e introducción.

―Este es el oficial Higgins de la policía de Oakland.

―Whoa ―Nicky levantó sus manos como si se pudiera proteger de Higgins―. Espere. Oakland
está en California, ¿verdad? Está fuera de su jurisdicción ―La boca de Higgins se torció en una
media sonrisa que no tranquilizó a ninguno de ellos.

―No estoy aquí por asuntos oficiales. No todavía, de todos modos. Solo quiero hablar con Andrew
donde él no pueda colgarme. Es importante. ¿Él está aquí?

Dan hizo un gesto hacia la puerta de al lado y se acercó a Neil. Nicky se movió como si quisiera
arrojarse entre Higgins y sus primos, pero también vaciló mucho. Higgins golpeó ruidosamente la
puerta y esperó. Neil no estar más cerca de Higgins de lo que ya estaba, pero no podía ver bien la
puerta de Andrew lo suficiente desde aquí. Mantuvo sus ojos en Higgins mientras se alejaba por el
pasillo. Higgins echó un vistazo al movimiento, pero la apertura de la puerta lo distrajo.

Como era de esperar, fue Andrew quien investigó el toque autoritario. Él solo abrió la puerta a
medias antes de darse cuenta de quién estaba parado en el pasillo. Neil oyó crujir el pomo de la
puerta en señal de advertencia cuando Andrew lo retorció aún más de lo que estaba destinado a
ir. Fue un regalo sorprendente teniendo en cuenta la amplia sonrisa de Andrew y el tono alegre de
su voz.

―Oh, debo de estar imaginándome cosas. Pig Higgins estas muy, muy lejos de casa.

―Andrew ―dijo Higgins―. Tenemos que hablar.

―Ya hablamos, ¿recuerda? ―dijo Andrew―. Le dije que no me molestara.

―Dijiste que no te llamara ―dijo Higgins―. Sólo dame unos minutos, ¿o no lo harás por los viejos
tiempos? Hice todo el camino hasta aquí para verte. ¿No amerita eso un poco de consideración?

Andrew sacudió la cabeza con una sonrisa.


―No viniste aquí por mí. Viniste a una caza de brujas en la que dije que no ayudaría. Dame una
buena razón para no cortarte la garganta, ¿lo harás?

Dan siseó por lo bajo, pero Higgins parecía completamente inmóvil por la amenaza.

―Estaba equivocado. Lo sé ahora. La investigación sobre él no arrojó nada.

―Te lo advertí ―dijo Andrew, sin compasión.

Higgins tendió una mano como si pensara que Andrew cerraría la puerta en su cara.

―Estábamos mirando a la persona equivocada, ¿no? Creo que lo hice bien esta vez, pero no
puedo hacer nada sin un testigo quejándose. Los otros niños no hablarán. Ellos no confían en mí
tanto. Eres todo lo que tengo.

Eso llamó la atención de Andrew.

―¿Niños? Niños, plural. Solo mencionaste una la última vez, Pig. ¿De cuántos estás hablando?
¿Cuántas tenía ella?

―No te importaría el número a menos que realmente haya algo allí para que lo encuentre ―dijo
Higgins, callado y acusador―. Solo sí o no, Andrew. Eso es todo lo que quiero saber. Eso es todo lo
que necesito en este momento. Te daré un nombre, me darás una respuesta, y prometo que me iré.

―Lo prometes ―Andrew sonaba muy entretenido por la idea.

―Romperás esa promesa en una semana, Pig. No pretendas lo contrario. ¿Tengo que acompañarte
para asegurarme de que te vayas o vas a...?

―Drake ―dijo Higgins.

Andrew se calló. Higgins extendió su mano más, preparándose para una violenta reacción, y miró
a Andrew mientras esperaba. Andrew guardó silencio, pero no por mucho tiempo. Sus drogas no lo
dejaron quedarse quieto por más de unos segundos.

―¿Cuántos niños, Pig?

―Seis, desde ti ―dijo Higgins.

Andrew empujó su puerta aún más y salió, casi empujando a Higgins a un lado en su camino hacia
las escaleras. Higgins caminó detrás de él, y la puerta de la escalera golpeó detrás de ellos.

―Dijiste que esto no sería un problema ―dijo Dan.

Nicky le lanzó una mirada impotente.

―Dije que si lo fuera, Andrew lo manejaría.


―¿Esto es manejarlo? ―demandó Dan―. ¿Dónde está Drake?

―Nunca había escuchado de él ―dijo Nicky. Ante la expresión de Dan, él insistió―: Lo juro.
Cruza mi corazón y mi aguja en mi ojo y todas esas otras cosas. Aléjate de la Mirada de la Muerte,
¿quieres?

Dan cruzo sus brazos sobre su pecho y se inclinó sobre la pared a esperar el regreso de Andrew.
Neil esperó con ella, muy curioso para caminar lejos de ahí. Nicky desapareció en su habitación,
probablemente actualizando a Kevin y Aaron. Ninguno hablo ni Dan ni Neil mientras esperaban, y
el silencio no hizo nada para mejorar el mal humor de Dan. Ella seguía frunciendo el ceño mientras
Andrew regresó un par de minutos después.

―¿Una fiesta de bienvenida de la inquisición? ―se preguntó Andrew mientras lo veía.

Dan se paró frente a la puerta antes de que pudiera desaparecer en su habitación. Andrew se
paró obedientemente frente a ella pero ella envolvió sus dedos en su parte alta de sus brazos. Era
una advertencia clara: él no dudaría en tirarla de su camino si ella no se movía lo suficientemente
rápido. Dan se tensó pero se mantuvo firme.

―¿Por qué la policía está buscándote? ―Andrew inclinó su cuerpo hacia ella y le sonrió a la cara―.
No estoy en problemas, oh capitán mi capitán. El cerdo es demasiado incompetente para hacer su
caso sin alguna ayuda externa. No trates de hacer de esto tu asunto, ¿de acuerdo? No te dejaré.

―No dejas que interfiera con mi equipo y no lo haré tampoco ―Dan se hizo a un lado, después
preguntó―: ¿necesitas a Renee?

―Oh, Dan ―dijo Andrew, divertido y con lástima. Se paró en la entrada para mirarla de nuevo―.
No necesito a nadie. Adiós.

Cerró la puerta y la bloqueó. Dan se quedó dónde estaba un momento más, murmuró enojada en
voz baja y regresó su vista a Neil.

―Vamos.

Allison, Renee y Matt estaban sentados en un círculo en la sala de estar de las chicas comiendo un
club sándwich. Dan hizo un gesto hacia la cocina, una invitación silenciosa para Neil para ayudarlo
a él mismo a su refrigerador y tomó lugar a un lado de Matt. Neil ya había comido, así que se sentó
entre Allison y Renee.

―¿Cómo te fue? ―pregunto Matt.

―Higgins dijo algo acerca de necesitar a Andrew como testigo ―dijo Dan―. No dijo para qué y
Andrew todavía no me da una respuesta directa. Simplemente nos dijo que nos mantuviéramos
fuera de eso o de lo contrario.

Dan no le preguntó a Neil, obviamente no esperaba que supiera lo que estaba pasando. Neil no
conocía los detalles, pero le había preguntado a Andrew sobre la llamada de Higgins hace un par
de semanas. Servicios Infantiles abrió una investigación en uno de los antiguos padres adoptivos
de Andrew. Andrew le dijo a Neil que no encontrarían nada. Él no había dicho que había algo que
encontrar si solo hubieran mirado a la persona adecuada.

Neil no sabía quién era Drake para Andrew o lo que había hecho, pero Higgins obviamente golpeó
un nervio con ese nombre. Se preguntó si Andrew finalmente estaba dispuesto para cooperar o si
Higgins podría obligarlo a testificar. Tenía que ser un gran caso; Higgins debe estar desesperado si
cruzó todo el país por su propia cuenta para una pista. Sin embargo, Neil no dijo nada al respecto a
los demás. Andrew no había revelado ninguno de los secretos de Neil, por lo que Neil no renunciaría
a los suyos.

Lo mejor que pudo hacer fue cambiar el tema.

―Antes de que lo olvide, Andrew me dijo que podía invitarte a la fiesta de Halloween en El Crepúsculo
de Edén. Está en la veintisiete.

Matt arrojo su sándwich de vuelta al plato con un plaf.

―Mierda.

―Andrew no socializa con nosotros ―dijo Dan.

―Está haciendo una excepción ―dijo Neil―. Él cree que no vendrán pero dijo que estaba bien si
lo hacían. Sé que tenemos un juego esa noche, pero es un partido en casa, por lo que deberíamos
estar en Columbia un poco después de las diez. ¿Vendrán?

Dan y Matt intercambiaron miradas incrédulas, pero Renee dijo:

―Yo iré, ¿Allison?

―¿Quieres que festejemos con los monstruos? ―Preguntó Allison. Renee sólo sonrió.

Allison chasqueó en sus uñas cuidadas mientras pensaba, luego se encogió de hombros y recogió
su almuerzo.

―Podría ser interesante, supongo. La fiesta del campus de hace dos años estuvo aburrida. Dan,
vamos.

―¿Cómo diablos le hablaste a Andrew sobre esto? ―Dan preguntó, mirando a Neil.

―Pregunté ―dijo Neil.

―¿Y estuvo de acuerdo así como así? ―Preguntó Matt, escéptico.

―Insinuó que serías el más difícil de convencer ―dijo Neil.


―Oh, ¿te contaron esa historia?

Matt no parecía preocupado pero Neil dijo:

―No, Andrew está más interesado en cómo lo dirías, dijo él. Pero no voy a preguntar. Eso no me
concierne.

―¿Por qué no? Eres el único aquí que no sabe, y sé que ya los ha visto. No es que sean sutiles.

Matt giró su brazo lo suficiente como para mostrar sus marcas. Neil los había visto segundos
después de conocer a Matt por primera vez. Matt nunca intentó ocultarlos. Eran cicatrices de una
batalla que él había peleado y ganado hace mucho tiempo. Neil no dejó que su mirada se detuviera
en ellos ahora, asintió con la cabeza. Matt les pasó una mano y recogió su sándwich.

―A papá le gustaba divertirse con las otras mierdas ricas de Nueva York ―dijo Matt―, pero los
favores de su partido eran drogas. Me dejó, incluso me alentó, que probara lo que quisiera para
poder encajar. Cuando mamá se dio cuenta de lo que estaba pasando, se tomó un tiempo libre
de la pista para limpiarme. Pensamos que estaba bien hasta que comencé aquí. Los jóvenes que
teníamos en ese entonces estaban metidos en cosas bastante pesadas, y yo estaba tentado. La
única forma en que me mantuve sobrio fue ocultándome de ellos.

―Al acampar en nuestro sofá durante su primer año completo ―explicó Allison.

Matt hizo una mueca, sin avergonzarse, pero culpable.

―Yo dije que lo sentía.

―Lo que sea ―dijo Allison.

Matt despedazó su sándwich en tiras mientras continuaba.

―El año pasado los monstruos me unieron a su equipo. Andrew tardó dos semanas en descubrir
que algo no iba bien conmigo, y él se encargó de arreglar las cosas. Me invitaron con ellos a
Columbia. Cuando llegamos, Andrew me dio speedballs1.

El estómago de Neil se revolvió.

―¿Que?

―No me obligó a tomarlos ―dijo Matt rápidamente―. Él simplemente los ofreció, y yo estaba
borracho y estúpido y lo suficientemente desesperado como para decir que sí.

―El entrenador debería haberlo echado del equipo.

―Debería haberlo hecho, excepto que Andrew lo aclaró con la madre de Matt primero ―dijo

1 Speedballs: Droga donde se combina heroína y cocaína en una jeringa para inyectarla.
Dan, apretando la mandíbula un poco con la ira de antes―. Ella sabía que Matt estaba teniendo
sufriendo un infierno aquí y ella quería que dejara el hábito para siempre. Andrew le prometió
ayudar, entonces ella le dio su bendición. Ella voló durante el verano para ayudar a Matt a retirarse
y le pidió al entrenador que no castigará a Andrew. Ella incluso se ofreció pagar al entrenador por
el problema.

―Pero–

―No hay daño, no hay falta ―dijo Allison sin cuidado. Cuando Neil la miró, ella hizo un gesto a
Matt―. Realmente no puedes tener una opinión sobre esto porque no estabas aquí entonces No
viste cómo era Matt. Fue patético. Él no pudo ni siquiera mirar a cualquiera de nosotros en la cara.
Míralo ahora. Los métodos del monstruo pudieron haber sido un poco extremos pero funcionó.

―No estás realmente bien con esto ―le dijo Neil a Matt―. ¿Qué pasaría si fallara? ¿Qué pasaría
si no hubieras vuelto a subir de nuevo?

―Andrew había invertido demasiado en el éxito de Matt como para dejarlo fallar ―dijo Renee,
hablando lentamente como si estuviera eligiendo sus palabras con gran cuidado. Neil supuso que
conocía las razones de Andrew mejor que nadie, dada su amistad con él―. No sé si te han hablado
sobre la historia de Aaron, pero tú entiendes a Andrew, ¿verdad? Él no tiene permitido luchar contra
su adicción. Ver a Matt luchar fue muy duro para los dos.

Su relación con Aaron no tenía sentido al principio, pero luego Neil lo recordaba. En su segundo
viaje a Crepúsculo de Edén le preguntó a Andrew por qué se molestaba con el polvo del cracker.
Andrew dijo que habían recogido el hábito por el amor de Aaron. La otra semana Nicky mencionó
que Aaron usó las drogas de su madre, aunque no había especificó en lo que ella se había metido.
Las probabilidades de que el polvo de cracker fuera un mísero sustituto. Ver a Matt derrumbarse
bajo la tentación habría arruinado el infierno en la propia sobriedad de Aaron.

Neil estaba empezando a reconsiderar cuán apático Andrew era acerca de la vida de Aaron. Matt
malinterpretó el silencio de Neil.

―Llegas un año demasiado tarde para enojarte en mi nombre, Neil. Confía en mí: estoy bien. Estoy
más que bien, de verdad. Pensé que la rehabilitación era malo la primera vez. La segunda vez casi
me mata. Definitivamente mató cualquier oportunidad de ser tentado una vez más. Estoy limpio
para siempre y me siento mejor que nunca.

Neil necesitaba más tiempo para descubrir cómo sentirse al respecto, pero no era su vida, por lo
que solo dijo:

―Es tu lucha.

Matt sonrió en agradecimiento por la comprensión de Neil.

―Supongo que tendremos que recoger algunos disfraces esta semana si vamos a ir con ustedes.
Si esperamos más tiempo, todos los mejores serán agarrados. ¿Qué consiguieron ustedes, para
que no dupliquemos nada?

―Preguntaré.

―¿No lo sabes? ―Preguntó Dan, perplejo.

―Espero que Nicky estuviera bromeando ―dijo Neil, poniéndose de pie―. Vuelvo enseguida.

Resultó que Nicky no estaba bromeando, pero al menos un zombi vaquero era mejor que un cartón
de leche o una vaca.

Tener a nueve personas el viernes por la noche significaba que Andrew tenía que hacer una
reserva real en Sweetie›s, sin importar que llegaran allí a las diez y media. Una pequeña multitud
de personas estaba esperando en el stand de la anfitriona, pero la cabina de la esquina en forma
de L estaba marcada con un cartel RESERVADO. El stand estaba destinado técnicamente a ocho
personas, no a nueve con disfraces, pero ayudó que Aaron y Andrew fueran muy pequeños. Los
Foxes se aplastaron muslo a muslo y estudiaron minuciosamente los menús.

Por lo general, el lote de Andrew se conformaba con helado y polvo de galleta, pero habían pasado
seis horas desde que ninguno de ellos había comido y tenían una larga noche por delante. La
cena también era el rompehielos más seguro que cualquiera de ellos pudiera pensar. Los Foxes
nunca se habían socializado en masa fuera de los eventos y prácticas del equipo. No estaban muy
seguros de qué hacer entre ellos cuando Exy no estaba involucrado.

Aaron y Andrew no hicieron nada para hacer la noche más fácil a nadie. Aaron se negó a hablar con
alguno de los estudiantes de último año, incluso cuando uno de ellos le dijo algo directamente, e
irradió una silenciosa ira desde su lugar entre Nicky y Neil. Neil lo encontró a partes iguales irritante
e interesante. Aaron no tenía un problema serio con sus compañeros de equipo en la cancha, por
lo que Neil no podía entender por qué estaba tan en contra de esto.

Ahora que a Renee se le permitía volver a jugar como portero, Andrew solo tuvo que mantenerse
sobrio durante la primera mitad. Había tomado una pastilla durante el descanso esta noche y
todavía estaba zumbando. Pasó la mayor parte de esa energía considerable en su propio grupo
o en Renee. Él era un poco más cooperativo que su hermano porque respondía a Dan o Matt si
le preguntaban algo, pero sus respuestas fueron breves, rozando a mala educación, y siempre
seguido de un re direccionamiento a otra persona en la mesa.

Podría haber sido la cena más incómoda del mundo si no hubiera sido por Nicky. Nicky odiaba lo
aislados que estaban los gemelos y estaba desesperado por hacer amigos con el resto del equipo.
Era como si hubiera desarrollado una repentina alergia al silencio. Cada vez que la conversación
comenzaba a desacelerarse, lanzaba otro tema para salvarlo.

Renee, Dan y Matt estaban felices de seguirle el juego, pero Allison y Kevin fueron más lentos en
involucrarse. Neil prefirió mantenerse al margen para poder ver la forma en que interactuaban, pero
como esta era su idea, se sintió obligado a ayudar a Nicky cada que podía.

Estaban con el postre cuando la altura de Andrew comenzó a decaer notablemente, y Neil no se
perdió las miradas curiosas que los de clase alta le enviaban a Andrew.

La retirada de Andrew no era algo nuevo, pero siempre lo habían visto a través de la pantalla de
humo de un juego. Aquí no había un corte y otro equipo para distraerlos de su lento accidente.
Allison predijo que esta semana Andrew no pasaría la noche sin su medicina, por lo que Neil pensó
en advertirles sobre el hábito de Andrew. Andrew facilitaría su retirada con alcohol y drogas; él iba
a ser más duro y más frío de lo que los estudiantes de la clase alta lo habían visto alguna vez.

Andrew reconoció su atención con una sonrisa astuta y un codo en el costado de Kevin. Kevin
se removió en su asiento lo suficiente como para poner su mano en su bolsillo. El tintineo de las
pastillas contra el plástico era tan suave que Neil podría no haberlo notado si no hubiera sido
por la reacción de Andrew. La mirada que Andrew le lanzó a Kevin fue tan intensa que Neil quiso
apartarse de ella. Andrew arrastró su mirada hacia la cara de Kevin con obvio esfuerzo. La lenta
sonrisa que curvó sus labios dijo que se estaba liberando de su neblina drogada y que no le divertía
en absoluto la oferta silenciosa de Kevin.

―No me hagas dañarte ―dijo Andrew―. No quiero sangre en mi helado.

Kevin solo se encogió de hombros y liberó su mano. Al otro lado de la mesa, los hombres de la clase
alta estaban en silencio. No sabían lo que se habían perdido, pero habían escuchado la amenaza
de Andrew. Nicky le lanzó a Kevin una mirada acusatoria por hacer las cosas incómodas y distrajo
a Matt al preguntar sobre una película reciente.

Neil dejó que las palabras entraran por un oído y salieran por el otro. Acababa de recordar
una pregunta en la que había estado sentado durante meses. Sopesaba sus posibilidades de
obtener una respuesta real con tantas personas presentes, consideraba preguntar en alemán, y
decidió que no quería la respuesta a medias de Andrew. Kevin estaba sentado entre Andrew y
Neil, así que fue fácil para Neil obtener su atención. Le dio un codazo a Kevin con su rodilla y
preguntó en un tranquilo francés:

―¿Por qué tienes sus drogas?

―Me ocupo de ellos cuando está ajustando su horario ―respondió Kevin―. Por las noches o
noches de juego, como esta noche cuando quiere irse a la abstinencia, es mejor si alguien más se
queda con la botella. Si tiene sus píldoras, las tomará. No podrá ayudarse a sí mismo.

Kevin no hablaba más fuerte que Neil, pero los sonidos extraños llamaron la atención de sus
compañeros. Neil fingió no ver las miradas curiosas que Matt y Dan le enviaron, pero volvió a su
bocadillo. Kevin miró a Andrew otra vez. Andrew se lo perdió, mientras sacaba su teléfono del
bolsillo.

Nicky notó la distracción de Andrew y gimoteó:


―Eso no es entrenador, ¿verdad? Ganaremos esta noche. No tiene permitido hostigarnos.

―¡Solo Bee! ―Andrew dijo―. Bee siendo estúpida. Bee siendo, ja. Mira.

Andrew arrojó a Nicky su teléfono. Nicky echó un vistazo a la pantalla, se rió y se inclinó sobre
Aaron para mostrarle el teléfono a Neil. Neil no se preocupó por el psiquiatra del equipo pero
obedientemente miró la imagen que ella había enviado. Era una imagen granulosa de Betsy Dobson
con un disfraz de abeja. Nicky esperó un momento la reacción de Neil, se dio cuenta de que no
iba a conseguirlo, y le devolvió el teléfono a Andrew a través de Neil y Kevin. Andrew escribió una
respuesta tan pronto como la tuvo de vuelta en la mano.

―¿Ella con el entrenador? ―Dan preguntó.

―El entrenador y Abby la invitaron ―dijo Andrew sin levantar la vista.

―¿Por qué te está enviando mensajes? ―Neil preguntó.

―Oh, ella lo hace a veces.

Él no pareció molesto por eso. Neil no entendió. Sabía que Andrew tenía sesiones obligatorias
semanales con ella, pero suponía que alguien como Andrew detestaría la consejería.

―¿Por qué la dejas?

―No a todo el mundo le desagrada ―dijo Renee suavemente.

Dan pareció sorprendida.

―¿Qué tienes contra Betsy?

―Ella es una psiquiatra ―dijo Neil―. Yo desconfío de ella por principio.

―Dale una oportunidad ―dijo Matt―. Ella es buena gente.

―Es bastante ruda, quieres decir ―intervino Nicky―. Estaba realmente preocupada por ella cuando
todos fuimos a nuestro primer encuentro ―movió el pulgar entre él y Aaron.

―Andrew se encoge como si estuviera tratando de romper un récord mundial que solo él conoce.
Ella es su octava al menos.

―Decimotercero ―dijo Andrew―. Ella se aseguró de preguntarme si era supersticioso.

―Un número loco ―dijo Nicky―. Pero cuando Andrew salió valientemente de su oficina al final
de su primera sesión con ella, ella estaba pisándole los talones y completamente imperturbable.
Bastante impresionante, ¿verdad?

―No ―dijo Neil.


Nicky suspiró.

―Come tu helado, imbécil.

Neil luchó contra el impulso de poner los ojos en blanco. Cuando se marcharon, Andrew se llevó
una pila de servilletas de la mesa. Neil no tuvo que preguntar por qué. No sabía cuántos de los
servidores de Sweetie’s vendían polvo de cracker, pero esconder los paquetes entre las servilletas
adicionales era una manera fácil de hacer entregas. Andrew esperó a que Kevin se sentara primero
en el asiento del pasajero, luego dejó la pila de servilletas en su regazo para que Kevin ordenara
el camino hacia el club. Para cuando llegaron a Crepúsculo de Edén, la sonrisa de Andrew había
desaparecido durante la noche.

Crepúsculo de Edén era una discoteca de dos pisos cerca del centro de Columbia. Nicky había
trabajado allí como camarero cuando los gemelos habían terminado la escuela secundaria, y Neil
tenía la sensación de que Andrew había ayudado debajo de la mesa. Habían salido de la ciudad
para ir a la escuela, pero volvían tan a menudo como lo permitía la temporada. La amistad de Nicky
con el personal y las generosas propinas de Andrew les brindaron acceso instantáneo y ridículos
descuentos en bebidas.

Los estudiantes de clase alta entraron en el auto de Allison. Cuando Nicky se detuvo en la acera
frente a Crepúsculo de Edén, Allison estacionó a su lado para dejar salir a sus pasajeros. Andrew
recogió pases de estacionamiento VIP del gorila de turno. Kevin le dio a Allison el suyo y le dio
indicaciones rápidas para el estacionamiento en caso de que se separara de Nicky en el tráfico. Ella
asintió entendiendo y se alejó.

El gorila de servicio parecía un poco confundido por la cantidad de gente que Andrew traía con
él, pero él los hizo pasar sin preguntar. Andrew abrió un segundo par de puertas y los condujo al
interior del club.

Las puertas los pusieron en una cátedra, una sección curva llena de mesas y una barra principal.
Dos escaleras cortas conducían unos pocos metros hacia una pista de baile abarrotada. A medio
camino entre las puertas y el bar estaban las escaleras que subían al segundo piso. Neil aún no
había subido allí, ya que el balcón estaba destinado para fiestas privadas. Andrew podría haber
conseguido fácilmente el acceso, pero su barman preferido Roland siempre trabajaba en el bar de
la planta baja.

Tomó trabajo encontrar una mesa entre la multitud, y la que encontraron solo tenía dos bancos.
Andrew se encogió de hombros restándole importancia, ya que era probable que la mayoría de los
Foxes terminaran en la pista de baile de todos modos. Dejó a la mayoría de sus compañeros de
equipo para proteger la mesa y arrastró a Neil a través de la multitud hacia la barra para su primera
ronda.

Roland tardó un par de minutos en llegar a ellos. Cualquiera que apareciera en el club disfrazado
era recompensado con un trago gratis, por lo que Andrew hizo un gesto sobre su hombro hacia su
mesa. Roland miró a través de la multitud hasta que los vio. Sus cejas se levantaron cuando vio tres
caras desconocidas con Kevin y Aaron.

―¿Todos crecieron e hicieron amigos? ―preguntó―. Nunca pensé que vería el día.

―Te daré una propina doble si nunca vuelves a decir cosas tan estúpidas.

Roland sonrió, hizo otro recuento y comenzó a preparar una bandeja para ellos. Él no preguntó qué
querían; él ya conocía los gustos de los primos y podría incluir fácilmente algunos de los brebajes
más populares del bar para los de clase alta. Roland sabía que Nicky faltaba, pero no sabía incluir
algo para Allison. Neil no dijo nada, creyendo que Allison podría tener su trago, excepto que Roland
no se detuvo a preparar ocho copas. Él mezcló cerca de veinte.

―¿Cuántos DDs? ―Roland preguntó.

―Solo dos ―dijo Andrew.

Roland añadió dos latas de refresco a la bandeja y la deslizó por el mostrador hacia Andrew. Neil
abrió camino a través de la multitud e hizo sitio para Andrew mientras avanzaba. Andrew llevó las
bebidas a la mesa sin derramar una sola gota. Le pasó un refresco a Renee y le dejó el otro a Neil,
pero nadie bebió hasta que Allison y Nicky llegaron. Allison parecía vagamente impresionada por la
cantidad de bebidas que Andrew había procurado para ellos.

Les tomó a los Foxes casi nada de tiempo para vaciar la bandeja. Andrew limpió el desastre, y esta
vez, Renee lo siguió para ayudarlo. Dan los miró irse, luego habló fuerte para ser escuchado sobre
la música:

―¿Estás seguro de que esto es seguro?

―¿Huh? ―Nicky preguntó.

―Dejar que Andrew esté sobrio por una noche completa ―aclaró Dan―. Buena idea, mala idea,
¿no vivirás para arrepentirte?

Nicky parecía confundido por su ignorancia.

―No está sobrio, nunca lo está. Lo has visto atravesar el síndrome de abstinencia en los juegos, sí,
y nosotros ―movió el pulgar entre los cuatro miembros restantes del grupo de Andrew―, a veces
le aguanto como a él esta noche, pero Andrew no ha estado sobrio en años. Siempre tiene algo en
su sistema para echarlo a perder. Créeme, sabrías si él estaba limpio. Es, uh...

Nicky miró a Aaron mientras buscaba la palabra correcta, pero Aaron le devolvió la mirada y se
negó a ayudar. Nicky no se inmutó por su silencio y se conformó con decir:

―Es inconfundible. Verás el próximo verano si quieres o no. Estará fuera de su programa en mayo
y debería terminar la rehabilitación para cuando inicie las prácticas de junio.
―Finalmente ―dijo Kevin, sonando molesto.

―Por supuesto que estás esperando esto ―dijo Nicky―. La curiosidad mató al gato. Zorro. Lo
que sea. Solo espero que los últimos dos años de drogas y un intenso asesoramiento lo hayan
suavizado un poco.

―Nueva regla del equipo ―Matt hizo un gesto golpeando un martillo sobre la mesa―. Nunca más
coloque a ‹Andrew› y ‹meloso› en el mismo –oh, Dios mío.

―¿Eso todavía cuenta cómo blasfemia? ―Nicky preguntó, porque Dan y Matt venían vestidos
como un par de dioses griegos. Se giró para seguir la mirada de Matt a un asistente de fiesta que
pasaba. El hombre había venido vestido como un guante de cocina de neón amarillo. El rostro
de Nicky se contorsionó con incredulidad y se rió lo suficiente que casi se cayó―. Creo que uno
ganará el gran premio, niños. Nadie está superando a nadie en el medidor de locura.

Probablemente tenía razón, pero eso no impidió que los Foxes estiraran el cuello y buscaran otros
disfraces raros. Estuvieron en medio de un par de duras críticas cuando Andrew y Renee lograron
regresar. La llegada de más bebidas aminoró la conversación, pero fueron los paquetes de polvo
de galletas de Kevin lo que produjo que lo descarriló por completo.

Matt, Renee y Neil se abstuvieron. Andrew repartió el resto, manteniendo lo mejor para él, ya que su
sistema podía tolerar más que los demás. Dan tomó solo un paquete y arrojó la mitad en una bebida
cerca del codo de Allison. Nicky contó desde tres y golpearon el polvo en grupo. Corrieron entre sí
en su tercera y cuarta ronda antes de dirigirse a la pista de baile. Renee le prometió a Allison que
se uniría a ellos tan pronto como terminase su refresco y se quedaría con Andrew, Neil y Kevin.

Andrew apiló las tazas vacías en su bandeja y se fue de nuevo. No necesitaba ayuda esta vez, ya
que solo estaba tomando suficientes bebidas para él y Kevin, pero Neil lo siguió. Tuvo que empujar
a dos borrachos más allá en máscaras asimétricas de carnaval para llegar a la barra y se metió en
el pequeño espacio al lado de Andrew. Andrew empujó su bandeja sobre el mostrador para que
Roland la recuperara cuando tuviera un minuto e inclinó una mirada hacia Neil.

―Deja de esconderte. Esta fue tu idea: enfrenta las consecuencias.

―No es tan fácil ―dijo Neil.

Explicar su incomodidad no fue más fácil. Andrew había prometido vigilar a Neil hasta mayo, pero
cuando hizo ese trato, dijo que la creciente reputación de Neil podría mantenerlo a salvo durante
el resto de su carrera en Fox. Andrew supuso que Neil podría graduarse de Palmetto, siempre
y cuando Neil jugara sus cartas con Kevin. Neil aún no le había dicho que los planes habían
cambiado, lo que hacía más difícil decir por qué esta noche lo estaba haciendo infeliz. Finalmente,
recurrió a la verdad a medias que le había dado a Andrew ese verano.

―Nunca he estado en condiciones de poder conocer gente. Sé que tengo que dejarlos entrar si
queremos pasar la temporada, pero sería más fácil si solo tuvieran nombres y caras. ¿Cómo te
mantuviste tan desconectado por tanto tiempo?

―No son lo suficientemente interesantes como para mantener mi atención.

―Kevin lo es. Así que es tu hermano, al parecer ―Neil no se sorprendió cuando Andrew no
reconoció ninguna acusación. Él siguió adelante―. ¿Qué hay de Renee?

— ¿Qué hay de ella?

— ¿Ella no es interesante?

―Ella es útil.

―¿Es eso?

―¿Esperabas una respuesta diferente?

―Tal vez ―dijo Neil, y dudó cuando Roland finalmente apareció. Roland se quedó solo el tiempo
suficiente para obtener su bandeja antes de irse de nuevo. Neil miró a Andrew y se preguntó por
la sonrisa fría en la cara de Andrew. Se estaba burlando de él, pero todavía no estaba seguro de
por qué―. La mayoría de la gente está esperando que algo suceda con ustedes dos. Incluso Nicky
piensa que es inevitable. Pero Renee le prometió a Allison que nada saldría de eso. Allison le dijo
eso a Seth. ¿Por qué?

―¿Eso importa?

Neil se encogió de hombros, incómodo.

―¿Sí? No, debería ser, es irrelevante, pero... ―Vaciló, pero Andrew no dijo nada, no estaba
dispuesto a facilitarle las cosas. Neil no debería sorprenderse por la actitud de Andrew, pero estaba
molesto independientemente.

―Solo estoy tratando de entender.

―A veces eres lo suficientemente interesante como para mantenerte cerca. Otras veces eres tan
sorprendentemente estúpido, que apenas puedo soportar verte ―Neil frunció el ceño―. Olvídalo.
Le preguntaré a Renee.

―Tendrás que dejar de evitarla primero.

Neil no perdió el tiempo respondiendo eso. Roland le devolvió su bandeja un par de minutos más
tarde y se dirigieron a la mesa. La gaseosa de Renee había terminado, pero estaba haciendo
compañía a Kevin hasta su regreso. Tan pronto como Andrew se sentó, miró a Neil.

―¿No vienes?
―No ―dijo Neil.

Ella asintió y se fue a buscar a los otros. Andrew y Kevin tenían las sillas, por lo que Neil se
interpuso entre ellos en silencio. Los vio beber unos cuantos cartuchos más y luego se fue solo a
la barandilla que daba a la pista de baile. Las barras de metal estaban pegajosas por el sudor o el
licor derramado, pero cruzó los brazos y miró la masa que saltaba debajo.

Era difícil detectar a sus compañeros en un buen día. Con las luces centelleando arriba y todo el
mundo disfrazado, era imposible. Esa mancha roja podría ser la capa de Caperucita Roja de Renee
y la plata que seguía chispeando como una lentejuela era probablemente el uniforme de cadete
espacial de Nicky, pero no había forma de estar seguro. Tenía que confiar en que estaban todos allí,
a salvo y divirtiéndose. Estaba contento de mirar e imaginar.

Solo, también, pero no había nada que él pudiera hacer al respecto

.
CAPÍTULO 10
Traducido por Geraldine
Corregido por Cotota

El lunes después de su clase de matemáticas, Neil fue a buscar a Renee. Había tenido un
par de meses para memorizar los horarios de sus compañeros de equipo. No quería que ese tipo
de conocimiento ocupara espacio en su cabeza, pero pasó demasiado tiempo con los Foxes para
no saber dónde estaban todos los días. Sabía que el horario de Renee era como el suyo: tenía dos
clases consecutivas, luego un período libre antes de su próxima clase. El truco estaba en alcanzarla
antes de que ella se alejara demasiado de su salón, pero afortunadamente Renee estaba a solo un
edificio de él. Esa proximidad era la razón por la que había sido elegida para guiarlo de matemática
a historia el día de su primer juego.

Bajó las escaleras hasta la acera lo más rápido que pudo, esquivando a los estudiantes que no
tenían ninguna prisa en llegar a ninguna parte y evitó cuidadosamente a los que estaban tan
apurados como él. Agarró el borde de una máquina expendedora para ayudarlo a impulsarse por
la esquina del edificio y divisó el distintivo cabello de Renee a unos seis metros de distancia. Neil
exprimió sus reservas con un malestar profundo y se fue tras ella.

Renee se volvió cuando finalmente la alcanzó, y Neil no pasó por alto la forma en que sus cejas se
elevaron.

―Neil, hola. Esto es extraño.

―¿Estás ocupada? ―Neil preguntó―. Me preguntaba si podríamos hablar durante un par de


minutos.

Renee se rió.

―Debo dejar de apostar contra Andrew cuando se trata de ti ―dijo, y luego explicó cuando Neil
la miró con el ceño fruncido―. Me dijo que vendrías a verme pero no pensé que estuvieras listo
todavía. Pero para responder a tu pregunta original: no, no estoy tan ocupada. ¿Te importa hablar
mientras caminamos?

Neil no tenía otra clase durante las siguientes dos horas, así que la siguió en un tranquilo paseo
por el campus. Entre el campus, Perimeter Road y el centro de la ciudad había un parque verde
conocido como el Green. Si tenía un nombre oficial, Neil no lo había visto en ningún folleto. Supuso
que Renee quería recostarse y tomar el sol como lo hacían muchos otros estudiantes, pero abrió
un camino entre los aduladores y se dirigió hacia las tiendas del centro.

―¿Dijo Andrew por qué quería hablar contigo? ―Preguntó Neil cuando estaban a mitad de camino
en el Green.
―Fue un poco vago en los detalles ―dijo Renee.

―Te pregunté esto una vez y no respondiste realmente ―dijo Neil―. ¿Ahora puedes decirme por
qué a Andrew le gustas?

―El año pasado, Andrew llevó a algunos de nosotros a Eden’s Twilight, uno por uno ―dijo Renee―.
Ahora sabes por qué Andrew invitó a Matt. Invitó a Dan a ver si ella era una mujer digna de seguir
en la cancha. Me preguntó porque él, como tú, no creyó en este frente ―hizo un gesto hacia su
rostro y apoyó las yemas de sus dedos en su collar con un colgante en forma de cruz―. Quería la
verdad, así que se la dije.

―Andrew descubrió que él y yo tenemos mucho en común ―Renee miró a Neil mientras se
detenían en un paso de peatones en Perimeter Road―. Las únicas diferencias entre nosotros son
la suerte y la fe.

―Y la psicosis ―dijo Neil.

Renee sonrió.

―Tal vez no. Soy una mala persona que se esfuerza mucho por ser una buena persona, pero no lo
haría en absoluto si no fuera por las intervenciones externas en mi vida. Crecí con mi madre y su
cadena de novios con mano dura.

Parecía no molestarse por sus palabras y volvió una mirada tranquila al paso de peatones mientras
hablaba.

―Tal vez fue inevitable meterme en problemas. Empecé a trabajar como vigilante y corredora1 para
una de las pandillas de Detroit. Me llevó un par de años trabajar hasta conseguir un puesto de alto
rango. Hice todo lo que ellos me pidieron y no me importó a quién lastimé.

“Afortunadamente para mí, no era tan inteligente como pensé que era. Cuando tenía quince años
la policía me atrapó, y mi abogado cambió mi testimonio por una sentencia reducida. Mis palabras
pusieron a mucha gente en problemas, incluida mi madre. Mi abogado me explicó mi vida hogareña
para que el tribunal entendiera mi falta de modelos positivos. Sus hallazgos enviaron que tanto mi
madre como su amante fueran enviados a prisión por diversos cargos. Fueron golpeados hasta la
muerte por miembros enojados de la pandilla que ayudé a encerrar.

―Lo siento ―dijo Neil, pero en realidad estaba un poco celoso. Tanto ella como Wymack perdieron
a sus padres debido a la violencia carcelaria, pero nadie se atrevió a atacar a su padre. Resolvería
un mundo de problemas para Neil si algunos reclusos pudieran desarrollar suficiente agresión y
coraje.

―Yo no ―dijo Renee, sacando a Neil de sus pensamientos. Renee comenzó a cruzar la calle,
1 Corredor: Entre las pandillas, el corredor es la persona que distribuye el dinero entre los diferentes miembros o
subgrupos de esta, que usualmente se distribuyen en distintas áreas, también dan reportes a otra persona de mayor
rango.
pero a Neil le tomó un par de segundos antes de poder seguirla. Renee le sonrió cuando él la
alcanzó―. Sé que debería, pero eso es algo en lo que aún estoy trabajando. Sé que fui directamente
responsable de las circunstancias que llevaron a sus asesinatos, pero para ser honesta, los odié.
Además de eso, sin la muerte de mi madre, nunca hubiera terminado aquí.

“Con mi madre muerta y mi padre biológico en el esfumado viento, los tribunales no tuvieron más
remedio que dejarme en un hogar sustituto después de mi año en una correccional para menores
―dijo Renee―. Hice la vida lo más difícil posible para mis familias sustitutas y pasé por ocho
casas en dos años. Stephanie Walker me enteró de mí por una de mis madres adoptivas en su
reunión de la escuela secundaria. Me hizo una solicitud, insistió hasta que fue aprobada y me
trasladó a Dakota del Norte tan pronto como finalizó. Ella me dio un nuevo nombre, una nueva fe y
una nueva oportunidad en la vida.

Renee no había exagerado cuando dijo que ella y Andrew tenían mucho en común. Tuvieron crianzas
violentas e inestables gracias a sus madres y pasaron tiempo tanto en correccionales como en
el sistema de crianza. Sus caminos se separaron irrevocablemente después de sus respectivas
adopciones. Renee permitió que Stephanie la convirtiera en un ser humano decente y la redimiera
por su brutalidad pasada, mientras que Andrew asesinó a su madre en la primera oportunidad que
tuvo. Neil finalmente entendió por qué Renee no le tenía miedo a Andrew.

―Entonces, ¿por qué tú y Andrew no funcionan? ―Neil preguntó.

―Lo siento ―dijo Renee―, ¿funcionar cómo?

―¿Por qué no lo has invitado a salir?

La expresión de su rostro decía que era la última pregunta que esperaba de él. Ella compró tiempo
haciendo un gesto a Neil para entrar en la siguiente tienda. Neil entró primero pero se hizo a un lado
para que ella pudiera indicarle el camino. La mirada que le dirigió mientras pasaba era evaluativa,
pero ella se concentró en la tarea que tenía entre manos y rebuscó en los estantes del aparador
más cercano.

―¿De qué se trata todo esto, si no te importa que pregunte? ―ella preguntó―. Nunca antes
parecías interesado.

―No lo estoy ―dijo Neil, pero eso no tenía sentido teniendo en cuenta que había sido él quien lo
mencionó.

Neil rebuscó en su mente una buena manera de explicar. No quería decirle que había pasado
la noche del viernes pensando en morir. No había querido pensar en un futuro que no tenía, así
que se quedó en la barandilla y pensó en sus compañeros de equipo en su lugar. Fue un ejercicio
extraño, tan fascinante como incómodo. No estaba acostumbrado a preocuparse por nadie más
que por él mismo y su madre, pero había intentado imaginar la vida de los Foxes un año o dos en
el futuro. Se preguntaba qué tipo de golpeador contrataría Kevin para reemplazarlo y la cantidad de
consecuencias que los Foxes tendrían después de entregarse al FBI.
Pero principalmente pensaba en ellos como las personas con las que había pasado la noche, las
personas que conocía casi en contra de su voluntad. Nunca serían perfectos, pero estarían bien.
Habían venido al Foxhole Court como un desastre roto, pero se estaban arreglando entre sí un
semestre a la vez. Incluso Kevin saldría de esto. No iba a desvanecerse en la oscuridad como
Tetsuji y Riko pensaron que lo haría; cabalgaría el resurgimiento de los Foxes hasta la cima y
recuperaría su lugar en el centro de atención.

El único además de Neil que no tenía una salida era Andrew. Kevin y Nicky pensaron que tenían
la solución adecuada para el problema de Andrew, pero Neil ya no estaba seguro de cuál de ellos
creía. Pero tampoco podía contarle a Renee eso, porque no quería explicar por qué de repente era
tan importante. No significaría nada para ella cuando no supiera quién era y qué le había ofrecido
Andrew.

―No importa ―dijo.

Empezó a alejarse, pero Renee dijo:

―No soy del tipo de Andrew, Neil. No hay nada entre nosotros.

―Allison dijo eso ―dijo Neil, buscando en la cara de Renee la verdad―. Ella le dijo a Seth que no
se preocupara porque ustedes dos estuvieran juntos. Pero los demás están esperando que algo
suceda. Deben saber cuántas veces han apostado por ustedes. Si puedes decir ‘no’ tan fácilmente
a mí, ¿Por qué no han intentado con nadie más todavía?

―Es complicado ―dijo Renee―, y nos beneficiamos más del silencio. Allison me creyó cuando
dije que no me enamoraría de Andrew. Los demás dejaron de escuchar cuando Andrew y yo
comenzamos a hablar más. Recompenso la confianza de Allison en mí al apilar las probabilidades
a su favor en cualquier apuesta sobre nosotros. Ella y yo dividimos los ingresos. Dejo de lado mis
ganancias para nuestro proyecto de Navidad Adopt-a-Family. Allison compra manicura con la suya.

―¿Cómo se beneficia Andrew? ―Neil preguntó―. ¿Entretenimiento gratuito viendo a todos


adivinar?

―Tranquilidad ―dijo Renee después de un momento de reflexión.

―No entiendo.

Renee dudó nuevamente. Neil observó mientras revolvía una colección de carteras de cuero. Ella
sostuvo una y la giró de aquí para allá.

―Andrew dijo que me harías preguntas. Le pregunté qué quería que dijera si lo hacías, pero me
dijo que no le importaba y que no tenía tiempo para actuar como moderador. Si él sabía que esto
era de lo que querías hablar, asumiré que sabía que esto saldría a la luz.

Renee devolvió la billetera, dejó que sus dedos se demoraran unos segundos más mientras debatía,
luego se volvió para mirar a Neil por completo.

―Cuando dije que no era del tipo de Andrew, lo dije en serio. No se trata de mi aspecto o fe. Es
que soy una mujer.

Neil escuchó sus palabras pero tardó en comprenderlas. Él parpadeó confundido, parpadeó otra
vez cuando hizo clic, y dijo un poco demasiado fuerte:

―Oh, entonces Andrew y Kevin.

Renee se rió y lo desechó.

―Oh, no. Conocerás a la novia de Kevin más adelante este año, estoy segura.

―Estás mintiendo ―Neil la miró fijamente―. Kevin no tiene novia. Está bajo demasiado escrutinio
de la prensa y sus admiradores para ocultar ese tipo de cosas.

Renee recorrió la tienda con una mirada lenta y fácil. A esta hora del día solo había otro cliente, y
él estaba en el otro extremo de la tienda.

―No son oficiales, y Kevin sabe mejor que nadie lo que es ser indiscreto. ¿Te imaginas lo que el
entrenador Moriyama podría hacer si una mujer distrae a Kevin de su juego?

“Estoy segura de que no te sorprende que sea una jugadora clasificada por el Comité de jugadores.
Kevin necesita a alguien que pueda seguirle el paso y desafiarlo. Afortunadamente también es una
alumna de Raven, por lo que sabe las repercusiones de ser atrapada con Kevin. Tal vez tengan más
suerte después de que hayamos arreglado las cosas con los Ravens este año.

―¿Thea? ―Preguntó Neil, sorprendido.

Renee sonrió por lo rápido que puso las piezas juntas.

―Impresionante.

No fue tan difícil de resolver, incluso con su vaga explicación. Solo había dos mujeres en la lista de
la Comité. Uno era una distribuidora de USC. La otra, Theodora Muldani, era un backliner de Edgar
Allan. Su ascenso a la selección nacional hace dos años llamó mucho la atención ya que ella era
la única jugadora que había rechazado su invitación inicial. Su razón oficial era que no quería que
el horario del Comité interfiriera con su quinto año en la universidad. Nadie esperaba que el equipo
nacional le diera una segunda oportunidad, pero el representante del Comité la estaba esperando
en su último partido de campeonato.

Thea habría comenzado su quinto año con los Ravens cuando Kevin comenzó su primer año, pero
Kevin y Riko crecieron en Evermore alrededor del límite de los Raven. Kevin habría conocido a
Thea durante toda su carrera de cinco años como Raven. Neil se preguntó cuánto tiempo habrían
tardado en enamorarse el uno del otro y qué pensó Thea de la transferencia de Kevin a los Foxes.
Tenía más curiosidad de cómo Kevin encontró espacio en su corazón para otra persona cuando
vivía y respiraba por Exy. Parecía imposible que un hombre pudiera dedicarse a más de una cosa.

Tal vez Nicky y Kevin tenían razón, entonces. Los pensamientos de Neil se volvieron hacia Andrew,
y él dijo:

―Nadie más conoce la sexualidad de Andrew.

―Hasta donde yo sé, tú y yo somos los únicos ―confirmó Renee―. Andrew me dijo el año pasado
cuando los demás comenzaron a hablar sobre nosotros. No quería que yo obtuviera ninguna idea
de sus cotilleos, dijo él.

―Pero Aaron y Nicky ―protestó Neil―, sé que solo lo conocen desde hace un par de años, pero
están con él todo el tiempo. ¿Cómo no podrían haberlo descubierto ya?

―Supongo que la medicina de Andrew lo hace una lectura difícil incluso para ellos ―dijo Renee―.
Más importante aún, Andrew no quiere que lo sepan. Él y Aaron aún no están listos para una
conversación tan seria. Tienen demasiados otros problemas para resolver primero. Y sabes tan
bien como yo que Nicky no puede mantener un secreto ni para salvar su vida.

Aún, había dicho Renee, lo que significaba que Andrew tenía la intención de arreglar las cosas con
su hermano en algún momento. Neil no sabía si era su optimismo hablando o si ella lo aceptaba
como un hecho. No sabía de qué hablaban ella y Andrew cuando se quedaban quietos. Pensar que
lo hacían de las estrategias de Exy eran ridículas. Imaginar que tenían una conversación seria-tan
seria sobre cuán drogado podía estar Andrew, sobre la sexualidad oculta de Andrew era igualmente
imposible.

―Entonces, ¿por qué puedo saberlo? ―Neil preguntó.

―Quizás él sabe que no lo usarás contra él ―dijo Renee.

Había una sutil advertencia en sus palabras, y Neil se enfureció a pesar de sí mismo. Las relaciones
de sus compañeros de equipo eran interesantes para observar desde lejos, pero por lo demás
intrascendentes. A Neil no le importaban la sexualidad de sus compañeros de equipo porque no tenía
nada que ver con su supervivencia. La sexualidad de Andrew fue sorprendente, pero ciertamente
no era una munición para usar en su contra.

Le tomó un poco de trabajo mantener el margen de su voz.

―Si no le importa si lo sé o no, podría haberlo dicho en Halloween cuando le pregunté por ti. No
tuvo que enviarme hasta aquí.

―Quizás pensó que ya era hora de que tú y yo nos conociéramos un poco mejor ―Renee estudió a
Neil―. No soy la chica que alguna vez fui, pero la sombra de mi vida anterior siempre existirá dentro
de mí. Eso es lo que me ayuda a conectarme con Andrew. Espero que me ayude a conectarme
contigo.

“No conozco tu historia ―continuó antes de que Neil pudiera reaccionar―. Si has confiado en
Andrew con algo, él no me ha compartido los detalles y él nunca lo hará. Pero si eres como
nosotros como lo predijeron en un principio, tal vez un día también puedas venir a verme como un
amigo. Todos estamos aquí porque tenemos problemas, Neil. Eso no significa que todos nuestros
problemas sean los mismos. Dan y Matt intentan comprender las cosas que he visto y hecho, pero
que nunca tendrán éxito. Andrew me comprende, y yo a él. Es reconfortante saber que alguien más
ha estado donde estuvimos alguna vez. Si Andrew o yo podemos ayudarte, por favor recuerda que
estamos aquí.

Neil no respondió; no pudo. Era demasiado para pensar y demasiado para considerar. Quería
preguntarle sobre el juicio y lo que era dar testimonio. Necesitaba saber cómo los tribunales la
protegieron y si valía la pena. Si acudía al FBI en primavera con pruebas para derrotar a su padre,
al menos le gustaría tener una idea de en qué se estaba metiendo. Sin embargo, eso abriría muchas
más preguntas de las que quería tratar hoy. No estaba dispuesto a confiar en ella ni siquiera con las
medias verdades que le había dado a Andrew.

Renee no pareció sorprendida o decepcionada por su largo silencio. Ella le dio un minuto para
tomar una decisión, luego asintió y cambió el tema con una facilidad que lo dejó tambaleándose.

―Tal vez ahora que he saciado tu curiosidad puedes ayudarme. Necesito la opinión de un chico
sobre los regalos para Aaron y Andrew. Para su cumpleaños ―dijo ante la mirada inexpresiva en el
rostro de Neil―. No lo celebraron el año pasado, y Nicky dice que no lo han celebrado desde que
se mudaron juntos, pero espero que este sea diferente. Cumplieron veinte el sábado. Eso es algo
que vale la pena conmemorar, ¿no?

―Supongo que sí ―dijo Neil.

Su poca entusiasta respuesta fue lo suficientemente buena para ella, e hizo un gesto hacia el
estante frente a ella.

―Estoy pensando en algo práctico que puedan usar. ¿Qué te parece?

Les tomó dos tiendas y casi media hora de búsqueda antes de que Renee finalmente encontrara lo
que quería. Ese momento se acercaba rápidamente a la próxima clase de Renee. Neil todavía tenía
una hora para matar y estaba a solo un par de minutos de Fox Tower, así que se separó de Renee
en Perimeter Road. Ella se dirigió al Green hasta el campus y Neil fue al otro lado del dormitorio de
los atletas. Su habitación estaba benditamente vacía. Neil dejó su mochila en el suelo, boca abajo
en el sofá de Matt, y dejó que sus pensamientos corrieran en curiosos círculos sobre todo lo que
Renee le había dicho.

Para cuando se levantó nuevamente para ir a clase, no sabía qué pensar.


b

Los frenéticos golpes en la puerta de la suite sorprendieron a Neil y Matt en su almuerzo televisivo
el sábado. Matt se apresuró a encontrar el control remoto donde había caído entre los cojines, por
lo que Neil dejó su plato a un lado y se levantó para abrir la puerta. Las chicas sabían que Matt
mantenía la puerta abierta si él estaba en la habitación, por lo que Neil esperaba encontrar a alguien
perdido en su camino a la habitación de otro equipo. Ensu lugar, Nicky, con los ojos desorbitados,
estaba esperando en el pasillo.

―Oh, gracias a Dios ―dijo Nicky, tomando a Neil con ambas manos―. Ayuda.

Matt finalmente encontró el control remoto y pausó su película.

―¿Qué demonios? ¿Estás bien?

―Estoy a dos segundos de estar muerto ―dijo Nicky―. Mamá acaba de llamar para desearle a
Andrew y Aaron un feliz cumpleaños.

―¿Y eso es algo malo? ―Matt preguntó.

Nicky miró boquiabierto a Matt, pero la sorpresa borró rápidamente su incredulidad. Se frotó la parte
posterior de su cuello con obvia incomodidad. Neil esperaba que se riera. La primera respuesta de
los primos a los problemas personales fue cerrar filas contra los estudiantes de clase alta. A Nicky
podría no gustarle, pero lo había hecho una y otra vez durante toda la temporada. Pilló a Neil y Matt
con la guardia baja cuando Nicky realmente respondió.

―Uh, sí ―se cubrió Nicky―. Realmente no hablamos con mi familia, ¿sabes? Papá no me ha dicho
una palabra desde que descubrió que Erik es más que mi mejor amigo. Mamá llama en Navidad
para saber si he regresado a Dios y se cuelga cuando le digo que no. No creo que Aaron haya
hablado con ellos desde el funeral de la tía Tilda, y Andrew los evita como si fueran una enfermedad
contagiosa. Él y papá no se llevaban bien cuando se conocieron en la correccional.

―No podría haber ido tan mal ―dijo Matt―. Quiero decir, tu padre apoyó su liberación anticipada,
¿verdad?

―Sí pero… ―Nicky se inquietó.

―¿Por qué llamó ella realmente? ―Neil preguntó.

―Para invitarnos a casa para la cena de Acción de Gracias.

―¿Y?

―¡Y colgué! ―Nicky se abalanzó sobre él―. ¿Qué más se suponía que debía hacer? No podía
decirle que no, ¿podría?

―Se suponía que debías decir que sí ―dijo Matt―. ¿Qué demonios, Nicky?

―No es así de fácil ―Nicky sonaba miserable―. La oferta depende de que Aaron y Andrew vayan
también. Mamá lo dejó en claro. No hay forma de que Andrew acepte.

―Nunca se sabe hasta que lo intentas ―dijo Matt.

―No creo que entiendas cuánto odia Andrew a mis padres ―dijo Nicky.

―Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ―Neil preguntó.

―Ser apoyo moral y respaldo ―dijo Nicky―. Si voy con Andrew, él se reirá o fingirá que no me
escucha. Pero él te escucha, ¿verdad? Es decir, lo convenciste de ir a una fiesta del equipo. Tal vez
de alguna manera puedas convencerlo de una cena familiar.

―No lo convencí para nada ―señaló Neil―. Dije que era lo más inteligente y él estuvo de acuerdo.
Esto es más complicado y no debería opinar. Podría decirle que obviamente es importante que
arregle las cosas con sus padres, pero tú y yo sabemos cómo él podría reaccionar ante eso.

Nicky parecía abatido, pero se unió con un débil:

―Crecí en esa casa, pero papá no me ha dejado poner un pie en ella desde que salí del closet2. Sé
que piensan que soy un pagano condenado a arder por la eternidad, y sé que debería renunciar a
ellos, pero no puedo. Tal vez esta llamada significa que están entrando en razón. Tengo que saber.
Por favor, ¿Neil? Quiero recuperar a mi mamá. La extraño mucho más de lo que crees.

Neil tragó saliva con fuerza contra el nudo ardiente en su garganta. Esta no era su familia. No
era su problema. No era su madre. La madre de Neil era cenizas y huesos enterrados en una
playa de California. Ella se había ido para siempre. Neil nunca volvería a escuchar su voz y nunca
recibiría otra llamada de ella. Ella nunca lo sentaría y le explicaría por qué corría o se disculpaba por
esconder su conexión con los Moriyamas. Ella nunca lo vería jugar con los Foxes en semifinales.
Ella no estaría allí cuando él diera su testimonio. Ella no estaría allí cuando muriera.

El dolor de Neil era un cuchillo que le daba vueltas en el estómago, haciéndolo trizas desde el
interior hasta que apenas podía respirar. Respiró lentamente y contó los latidos de su corazón al
exhalar. Nicky esperó, demasiado desesperado para presionar aún más su suerte.

―Espera aquí ―dijo finalmente Neil.

La expresión de Nicky fue un torbellino de sorpresa y esperanza. Neil no soportaba verlo y no


quería la gratitud prematura de Nicky. Pasó junto a él en el pasillo y pasó dos puertas hasta la
habitación de los primos. Nicky no había cerrado la puerta de la suite detrás de él, por lo que Neil
probó con un suave golpe.
Aaron estaba esperando en una de las sillas con un control en la mano. A juzgar por la sangría en
la otra silla y las imágenes fijas en el televisor, la llamada telefónica de Nicky interrumpió su juego.
Kevin tenía un periódico extendido sobre su escritorio mientras revisaba los puntajes de la noche
anterior en toda la nación. Andrew estaba sentado en el escritorio más cercano a la ventana. Había
quitado el anjeo de la ventana hace meses para poder fumar en el interior.

―¡Oh, Neil! ―Andrew sacudió su cigarrillo a Neil a modo de saludo―. Hola.

―¿Podemos hablar? ―Neil preguntó.

―Hoy no es un buen día ―dijo Andrew―. Trata de nuevo mañana.

―No arruinaría tu fiesta de cumpleaños si no fuera importante.

Andrew sonrió.

―¿Sarcasmo de Neil? Tu repertorio de talentos está en constante expansión.

―Dos minutos ―dijo Neil.

―Muy persistente.

Neil esperó a que Andrew tomara una decisión. Andrew tarareó alrededor de su cigarrillo mientras
pensaba. Le tomó casi un minuto completo antes de que la curiosidad prevaleciera sobre su pura
necesidad de ser difícil. Andrew arrojó el cigarrillo por la ventana, la cerró y se bajó de su escritorio.
Neil siguió a Andrew a la habitación de los primos y tiró de la puerta para cerrarla detrás de ellos.
Andrew solo dio un par de pasos dentro de la habitación antes de girarse para mirar a Neil.

―Tic tac ―dijo Andrew―. Tienes mi atención, ahora mantén mi interés.

―La madre de Nicky llamó.

―Oops, se acabó el tiempo.

Neil extendió su brazo cuando Andrew dio un paso adelante, pero no había forma de que pudiera
detener a Andrew si Andrew realmente quería irse. Neil había visto cuánto presionaba Andrew
cuando el equipo hacía pesas en el gimnasio. Más importante que eso, había visto a Andrew
prácticamente levantar a Nicky por la garganta y moverlo cuando se enojaba. El gesto fue solo un
espectáculo. Andrew lo sabía, pero de todos modos se detuvo.

―La madre de Nicky lo invitó a su casa para Acción de Gracias ―dijo Neil.

―Dijo que sí ―dijo Andrew, en realidad no era una pregunta―. Oh, Nicky, un optimista hasta el
día en que muera. Pensarías que ahora entiende mejor las cosas, pero irá y volverá boo-hoo-hoo
―Andrew se las ingenió para limpiarse las lágrimas―. Su amor tiene un precio que él no puede
pagar. Él no va a dar a Erik por ellos.
―Esta vez no buscan a Erik ―dijo Neil―. Están intercambiando cosas por ti. Nicky no puede ir a
menos que te traiga a ti y a Aaron con él.

―Problema resuelto ―La sonrisa de Andrew era brillante―. Denegado. Tal vez Abby nos cocinará
un pavo en su lugar. Lo hizo el año pasado. Ella es una cocinera decente pero no podría hornear si
eso salvará su vida. Tendremos que traer un pastel congelado de nuevo.

Neil se negó a distraerse.

―¿Por qué no vas a ir?

―¿Por qué lo haría? Luther y yo no somos amigos.

―Lo última vez que revisé, tampoco éramos tus amigos ―dijo Neil―. Todavía nos aguantas,
entonces ¿por qué no toleras a Luther? Nicky supone que tiene que ver con la forma en que lo
conociste, pero Luther es quien te sacó de la cárcel y te envió vuelta a casa con tu madre, ¿no?

―Ella no era mi madre ―Andrew esperó un momento para asegurarse de que Neil lo entendiera e
hizo un gesto cortante con la mano―. Cass, sin embargo, Cass? Cass lo hubiera sido. Realmente
quería estar. Oh, no lo sabes. Aquí tienes una historia para ti, Neil. ¿Me oyes? Cass quería
quedarse conmigo. Ella quería adoptarme. Andrew Joseph Spear, fue lo que dijo. Recopiló todos
los documentos, pero no los archivó sin mi consentimiento. Ella pensó que yo era lo suficientemente
mayor para elegir.

―Spear ―repitió Neil, sobresaltado―. Así como…

―Richard Spear ―Andrew terminó por él―. Te dije todo sobre él, ¿sí? Mi último padre adoptivo.

―Lo mencionaste ―dijo lentamente Neil, deteniéndose mientras trataba de procesar esa bomba.
Richard Spear fue el padre que Pig Higgins intentó investigar en agosto. Todo lo que Andrew dijo
de él fue que no era interesante ni inofensivo―. ¿Qué pasó para que la adopción fracasase, tu
arresto?

―No, lo tienes al revés. Fui a la cárcel porque ella quería adoptarme. Pero ella no se rindió conmigo.
Pensó que un hogar estable podía arreglarme ―dijo―. Su hijo biológico quería unirse a los Marines
después de la secundaria, ella incluso se ofreció a reasignar parte de su fondo universitario para mí.
Ella quería que yo tuviera un futuro. Mi propia Stephanie Walker, de algún modo.

Neil solo reconoció ese nombre porque acababa de hablar con Renee. Él asintió para mostrar que
lo estaba siguiendo. Andrew se balanceó sobre las puntas de sus pies y alcanzó a Neil. Fue todo
lo que Neil pudo hacer para no tensarse cuando las manos de Andrew se enredaron en su cuello.
Andrew no se agarró lo suficiente como para cortarle el aire, pero golpeó sus pulgares contra la
garganta su garganta al ritmo del pulso de Neil.

―Luther hubiera dejado que ella me tuviera si eso era lo que yo quería. Sabía que la madre de
Aaron no quería tener nada que ver conmigo, pero quería arreglar las cosas conmigo de alguna
manera. Si Cass tenía razón, él pelearía en su nombre. para que se aprobara la adopción. ¿No
podríamos tener eso, podríamos?

―¿Por qué no? ―Preguntó Neil, buscando la expresión de Andrew―. ¿Qué te hizo Cass?

Andrew pareció sorprendido.

―Cass nunca me haría nada.

―Entonces, ¿qué salió mal?

―Esa es una historia diferente. Esta historia es sobre Cass y Luther, ¿verdad? Luther dijo que
podría enviarme de vuelta a Cass. Le conté secreto para asegurarme de que no lo hiciera.

―Y él se lo dijo a alguien ―Neil supuso.

―No ―Andrew tocó sus dedos un poco más rápido, un ritmo agitado completamente en desacuerdo
con la sonrisa burlona en sus labios―. Eso es demasiado fácil. Este tipo de secretos no se dan a la
ligera. Lo sabes. Calculamos el daño colateral y las rutas de escape. Planeamos y nos preparamos
para la reacción y las consecuencias. Pero Luther no dijo nada. Eligió no creerme en todo. Y eso
es mil veces peor, ya ves.

―Eso depende del secreto ―dijo Neil.

―Cierto ―Andrew soltó a Neil y se alejó―. Tal vez sea una sorpresa para ti, Neil, pero no soy
una persona muy confiable. Si le digo a un hombre que el cielo es azul y él me dice que estoy
equivocado, no estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad no veo razón para hacerlo.

―Entonces, ¿Luther no te creyó o dijo que estabas equivocado? ―Neil preguntó―. Hay una
diferencia significativa entre los dos.

―Oh ―Andrew medio giró para mirarlo de nuevo―. A veces me olvido que eres más brusco de lo
que parece.

Neil luchó con su memoria, sabiendo que la respuesta estaba fuera de su alcance. Pensó en la
visita de Higgins y en los padres de Nicky, y luego Neil recordó haberse sentado frente a Andrew
en un banco en el vestuario para preguntar por la primera llamada telefónica de Higgins. Había
pensado que las palabras de despedida de Andrew eran extrañas, pero no las había entendido en
ese momento. No estaba seguro de haber sacado las conclusiones correctas ahora, pero valía la
pena intentarlo.

―Dijo que fue un malentendido.

La forma en que Andrew se quedó tan perfectamente quieto, aunque fuera solo por un segundo, le
dijo a Neil que tenía razón.
―Shh ―dijo Andrew, suave como si estuviera tranquilizando a un animal acorralado―. Shh, no
digas eso. Odio el sonido de esa palabra. Te advertí una vez para que supieras que no debes volver
a usarla. ¿Por qué arriesgarte?

―Andrew ―comenzó Neil.

―No.

Andrew no levantó la voz, pero no tuvo que hacerlo para que Neil escuchara la advertencia. Si Neil
empujaba el asunto más en la dirección equivocada, Andrew se desconectaba y esta conversación
terminaría para siempre. Neil vaciló, buscando las palabras correctas para decir para mantener a
Andrew hablando. Quizás Andrew tenía razón y los padres de Nicky nunca lo aceptarían como él,
pero Nicky tenía que intentarlo.

―Eso fue hace cinco años. Quizás lo siente.

―Dices eso porque no has conocido a Luther ―dijo Andrew.

 ―¿Puedo?

Eso fue lo suficientemente inesperado como para llamar la atención de Andrew.

―¿Oh? ¿Qué? Neil, no sabrías qué hacer con un ministro temeroso de Dios. Apenas puedes
soportar estar cerca de Renee. No hay forma de que puedas durar charla con Luther. Él terminaría
exorcizándote en un chasquido.

―Podría ser entretenido ―dijo Neil.

―Podría ser ―permitió Andrew.

―Vamos todos ―dijo Neil―. Aaron estará de acuerdo por Nicky y Nicky puede ver si sus padres
han entrado en razón. No hay manera de que dejes a Kevin tan lejos de tu vista, así que llévalo
contigo. Te acompañaré para que puedas hostigarme en lugar de Luther. Imagina lo incómodos que
estarán los padres de Nicky si tienen que lidiar con nosotros cinco.

―O podríamos quedarnos aquí.

―No es tan interesante ―dijo Neil.

―Apelar a mi atención inexistente es un truco barato ―dijo Andrew.

―¿Pero es efectivo?

―Desearías que fuera así.

―¿Por favor?
―Odio esa palabra.

―¿Tu psiquiatra sabe que tienes rencor contra la mitad del idioma inglés? ―Neil preguntó, pero
Andrew solo sonrió―. Sé que no puedes entender esto porque nunca has tenido una familia real,
pero Nicky tiene que volver a intentar con sus padres. Si tiene suerte, esta cena será el punto de
ruptura. Nicky tiene muchas esperanzas pensando que su madre venga. Si ella lo decepciona
nuevamente, él podría estar listo para marcharse para siempre.

Andrew tarareaba mientras pensaba. Cuanto más tiempo permanecía en silencio, más seguro era
Neil que había fallado. Finalmente Andrew lo alcanzó otra vez. Esta vez él enganchó sus dedos en
el cuello de la camisa de Neil en lugar de ir por su garganta.

―Una última oportunidad ―dijo―. Eso es todo lo que le voy a dar a Nicky. Pero no pasaré Acción
de Gracias con ellos, y no me portaré bien. Haz que Nicky cambie la fecha y consigue tu invitación.
¿De acuerdo?

―Está bien ―dijo Neil.

―Todos vamos a arrepentirnos de esto ―Andrew soltó a Neil con una sonrisa―. Nicky sobre todo,
si su padre termina muerto.

Neil vaciló, sabiendo que no debería preguntar, sabiendo que ya había preguntado demasiado. Al
final no pudo evitarlo.

―¿Realmente mataste a la madre de Aaron?

―Fue un trágico accidente. ¿No leíste los informes policiales? ―Andrew afectó la inocencia pero
la contracción en la esquina de su boca lo delató. Andrew abandonó la farsa un par de segundos
más tarde y se rió―. Supongo que ella lo golpeó demasiado una vez. Le advertí que no le pusiera
una mano encima, pero ella no me escuchó. Ella sabía las consecuencias. ¿Eso te asusta, Neil?

―Mis primeros recuerdos son personas que mueren ―dijo Neil―. No te tengo miedo.

―Es por eso que eres tan interesante ―dijo Andrew―. Qué agravante.

Sonaba entretenido, no molesto, entonces Neil dijo:

―Trataré de ser más aburrido en el futuro.

―Qué considerado ―Andrew hizo un gesto entre sus caras―. Este es un secreto dado a crédito,
Neil. Recuérdalo, ¿de acuerdo? Te pediré algo más tarde. Hemos terminado de hablar hoy, así que
adiós. Envía pronto a mi cobarde primo.

Andrew no siguió cuando Neil salió de la habitación. Neil esperaba encontrar a Nicky acechando en
el pasillo esperando los resultados, pero Nicky había entrado en la habitación de Neil para esperar
su regreso. Estaba sentado en el otro extremo del sofá de Matt. Nicky sonrió cuando Neil entró pero
la expresión no llegó a sus ojos. Parecía casi enfermo con nerviosa esperanza.

―Dos preguntas ―dijo Neil, cruzando la habitación para pararse frente a Nicky―. Si Kevin y
yo prometemos no entrometernos en tu asunto familiar, ¿podemos acompañarnos? ―No era la
pregunta que Nicky esperaba. La sorpresa y la confusión lo sobresaltaron un poco del miedo. Neil
esperó a la incierta inclinación de cabeza de Nicky antes de continuar―. Además, ¿crees que tu
madre puede cambiar la fecha? Andrew se niega a verlos en unas vacaciones importantes.

―Supongo que sí ―dijo Nicky―. Tendría que llamar a mamá y preguntar, pero... espera. ¿Andrew
dijo que sí? No hablas en serio.

Neil miró a Matt y volvió a mirarlo.

―Eso es lo que querías, ¿no es así?

Nicky se puso en pie.

―Eso es lo que quería, pero realmente no pensé que lo obtendrías, especialmente en el primer
intento. Solo sabía que eras mi mejor oportunidad para lograr que Andrew escuchara. Eres increíble,
¿lo sabías? ―Tiró de Neil en un fiero abrazo antes de que Neil pensara en esquivarlo―. Oh,
podrías ser lo mejor que le puede pasar a los Foxes.

―Lo dudo.

―Yo no ―Nicky sonrió mientras soltaba a Neil―. ¿Cómo lo hiciste?

Neil cuidadosamente eliminó el noventa por ciento de la verdad y dijo:

―Pregunté.

―Sí, claro. ¿Sabes lo que me hubiera pasado si lo hubiera preguntado? Violencia, Neil. Extrema e
innecesaria violencia.

Neil se encogió de hombros. Nicky lo dejó pasar, tal vez demasiado feliz como para importarle cómo
Neil ganó a su primo. Sacó su teléfono del bolsillo e hizo un gesto hacia la puerta.

―La llamaré. Quizás podamos irnos el próximo fin de semana. Domingo, supongo, ya que
tomaremos un autobús que regresará de Florida todo el sábado. Pronto será mejor que tarde,
¿verdad? No quiero arriesgarse a que Andrew cambie de opinión.

―Buena suerte ―dijo Neil.

La sonrisa de Nicky de oreja a oreja fue suficiente respuesta, y Nicky salió para atender la llamada.
Neil miró la puerta cerrarse detrás de él, luego envió una mirada interrogante a Matt. Matt lo estaba
estudiando con una curiosa intensidad.
―¿Por qué eres tan especial? ―Matt preguntó.

―No lo soy ―dijo Neil, confundido.

―Andrew no cede terreno a nadie. ¿Por qué sigue diciéndote que sí?

―Está drogado ―dijo Neil, girando un dedo cerca de su sien―. Él piensa que es gracioso ―Matt
lo miró un poco más, luego negó con la cabeza y se relajó contra el respaldo del sofá otra vez.
Neil tomó el asiento que había abandonado antes, y Matt volvió a poner la película. No estaban
mucho más allá cuando el teléfono de Neil zumbó con un mensaje de texto de Nicky. María había
aceptado la fecha y los invitados adicionales. La mitad del mensaje eran caras sonrientes y signos
de exclamación.

La satisfacción era una suave calidez en el pecho de Neil, incómodo y desconocido. Neil lo apartó,
pero a su paso estaba el lado más frío de inquietud. Neil estaba contento por Nicky, pero no era
estúpido. Realmente solo estaba yendo para que pudiera vigilar a Andrew. Las drogas de Andrew lo
mantuvieron feliz, pero no lo hicieron inofensivo. Si Luther se salía de la línea este fin de semana,
Andrew podría lastimarlo. Las cortes encerrarían a Andrew y tirarían la llave, y la temporada de los
Foxes se detendría repentinamente. Neil no podía permitir que eso sucediera.

Solo esperaba ser lo suficientemente rápido si lo peor sucedía.


CAPÍTULO 11
Traducido por Isaura Vargas
Corregido por Isaura Vargas

Kevin no estaba interesado en absoluto en conocer a los padres de Nicky, sin embargo era sufici-
entemente listo para saber que él no tenía voto en el asunto. Kevin no podía manejar estar solo, en
parte porque había crecido anexo a un lado de Riko rodeado por los Cuervos, y en parte porque es-
taba muerto de miedo de quedar atrapado sin protección. Afortunadamente para todos ellos, Kevin
dejo de atacar sobre el viaje cuando se dio cuenta que podía obtener algo de ello.

Cuando Neil inició para jugar Exy en Arizona, el entrenador Hernández le prestó una de las raque-
tas extras de la escuela. Era un modelo básico, profundidad promedio de la red y con un marco
ligero. Wymack proporcionó a Neil dos mejoras del mismo modelo cuando firmó con la Cancha
de los Zorros. Las raquetas ligeras eran populares con jugadores delanteros y la mayoría de los
principiantes debido a que permitían una precisión más fácil. Si un delantero tenía una fracción de
segundo para tomar el tiro, quería una raqueta veloz en la que no tuviera que pensar.

Kevin pensaba que las raquetas ligeras eran un desperdicio del tiempo de Neil. Tan pronto Neil
pasó los trece ejercicios de sus Cuervos, Kevin empezó a hablar acerca de mover a Neil a raque-
ta pesada. Las pesadas eran más populares con la defensa, desde que eran todo sobre fuerza y
velocidad. Pocos jugadores ofensivos se molestaban con ellas, ya sea por no querer el peso extra
al tratar de atravesar la defensa o incapaces de perfeccionar su puntería con un palo tan difícil de
manejar. Cuando eran dominadas no obstante, las raquetas pesadas podían ser devastadoras.

Kevin usaba una raqueta pesada con los Cuervos, sin embargo había cambiado a una ligera
después de su lesión. Riko aún usaba una. Neil estaba receloso de cambiar raqueta tan avanzada
la temporada, desde que estaba ligado a un serio periodo de ajuste, no obstante Kevin prestó oídos
sordos a sus argumentos. Meses de implacables noches de práctica y la dura tutela de Kevin dieron
a Neil una precisión de miedo que le hubiera tomado años aprender por sí mismo. Ahora que podía
apuntar en una mirada de gatillo, necesitaba una raqueta que pusiera fuerza en sus golpes. Era
hora de sumar poder a su velocidad, o eso decía Kevin.

El mejor lugar para encontrar raquetas en Carolina del Sur era Exites en Columbia. Tiendas deport-
ivas más grandes alrededor del estado tenían secciones para equipo de Exy, si bien Exites era la
única tienda cien por ciento dedicada al deporte. Manejaban todo de equipo a uniformes personal-
izados hasta coleccionables.

Neil había estado en su sitio web de vez en cuando, aunque verlo en persona envió un estreme-
cimiento por su espina dorsal. Era una tienda de cuatro pisos al otro lado de la capital desde el
“Crepúsculo de Edén”, y el estacionamiento estaba cómodamente lleno. Neil no estaba seguro de
que le gustaba más: el pensamiento de todo esperando por él dentro de esas paredes o los muchos
carros que probaban la popularidad del Exy.

— Esto es estúpido — manifestó Aarón por cuarta o quinta vez desde que habían dejado el campus.

— Acabamos de arreglar la alineación. Ahora vas a jodernos de nuevo.

Kevin lo ignoró. Había discutido la primera vez que Aarón protestó, y él no gastaría su aliento repi-
tiéndose a sí mismo. Neil era más tolerante con la frustración de Aarón gracias a sus propios nerv-
ios, sin embargo sabía que no había cómo cambiar la mente de Kevin.

Él le había dado a Kevin control de su juego y confiado en Kevin para aprovechar al máximo de su
potencial. Si Kevin pensaba que él podía manejar esto, Neil no lo decepcionaría. Podía significar
trabajar el doble de duro de lo que había trabajado hasta ahora, a pesar de ello había alcanzado las
expectativas de Kevin de alguna forma.

— Esta es la mejor semana para que cambie. — expreso Neil mientras seguía a Andrew fuera del
carro.

— Iremos contra JD el viernes. Ustedes chicos no podrán vencerlos sin ayuda de mi parte.

A la par que los Zorros se alzaban en las clasificaciones, JD Campbell University caía. Los Torna-
dos JD siempre se habían quedado cerca del fondo en el distrito sureste, sin embargo ahora tenían
el nada envidiable rol de jugadores de último lugar. Ellos habían ganado apenas la mitad de sus
juegos hasta ahora esta temporada. Kevin podía superarlos con una mano detrás de su espalda.
La única interrogante era si Andrew los encontraría lo suficientemente interesantes para proteger
su objetivo en contra o no. Había probabilidad de que estuviera tan aburrido por su desempeño que
ni lo intentaría.

JD era su último partido en Noviembre, ya que desde el próximo fin de semana estaban fuera para
Acción de Gracias. Había un juego más el primero de Diciembre y con eso la temporada de otoño
de los Zorros había terminado. Tenían una semana libre para estudiar para sus finales, una semana
de exámenes que ninguno estaba deseando y un banquete de Navidad Exy el 16 de diciembre.
Pensar sobre eso agrió un poco del buen humor de Neil. Se sentía como que él acababa de conoc-
er Wymack ayer. Ahora la temporada estaba a un parpadeo de acabar.

Los Zorros tenían garantizado un lugar en el campeonato de primavera, así que habría más juegos
en enero, con todo Neil no podía soportar pensar que casi había finalizado.

Él aún no sabía dónde iba a pasar sus dos semanas de descanso por Navidad. Él apostaba que
los primos no iban a ir a ningún lugar, porque Kevin estaría intolerable si lo llevaban muy lejos de
la Cancha de los Zorros. Con suerte, Neil podría quedarse alrededor y obtener algunas prácticas.
Sólo tenía que averiguar que excusa darle al equipo por no ir a casa.

Pasaron una registradora en su camino por la puerta principal a Exites, y el cajero en turno escupió
su café cuando vio a Kevin. Neil rehuyó el demasiado reconocible rostro de Kevin y empezó a mirar
alrededor de la tienda. El primer piso era mayormente de ropa con material para aficionados toman-
do la mitad frontal y ropa de ejercicio en la parte posterior. Posters y pantallas mostraban atletas
locales modelando uniformes que la tienda producía.

Neil hurgó a través del equipo para aficionados de los equipos principales de Carolina del Sur. Sólo
había dos escuelas Clase I en el estado, Palmetto State y USC Columbia, pese a que también
había tres equipos de Clase II y el equipo de las Ligas Mayores: Los Dragones de Columbia. Las
Ligas Mayores de Exy jugaban durante el verano, salvando otoño y primavera para los colegios
más populares y equipos profesionales. Neil veía los juegos, aunque no tenía ningún favorito. Él
ahorraba todo su amor para la NCAA y la Cancha Nacional.

— Vamos. — dijo Nicky, empujando a Neil con su codo y tironeando su barbilla en la dirección de
Kevin.

— Él va a tardar un rato.

Neil miró para ver a Kevin ahora hablando con un hombre mayor con una etiqueta con su nombre.
Él estaba vestido más profesional que el cajero, así que Neil adivinó que era el gerente de turno.
Neil dio un vistazo alrededor en busca de las cámaras de seguridad. Se preguntó si el cajero pre-
sionó un botón de pánico para llamar al gerente al frente o si el hombre había visto la cara de Kevin
en las pantallas de computadora en la parte posterior. De cualquier forma, la respuesta relámpago
se arrastró por su piel. Él asintió y siguió a Nicky a las escaleras.

El segundo piso era más que nada equipo: zapatos para cancha, bolsas para equipo y libros. Estan-
tes giratorios con llaveros, joyería y dijes ayudaban a separar las secciones. Aarón y Nicky fueron a
investigar los compartimientos de ofertas, aunque Andrew llevó a Neil al siguiente set de escaleras.

— Rápido ahora — Andrew lo alentó.

— Acabemos con esto.

— ¿Así de impaciente por llegar al lugar de Nicky? — preguntó Neil mientras continuaba hacia el
tercer piso.

— No estamos yendo al lugar de Nicky — contestó Andrew, sacudiendo la cabeza ante la ignoran-
cia de Neil.

— Es la casa de sus padres ahora, Neil. Nicky no tiene lugar ahí. No lo ha tenido en años. Sin em-
bargo cuanto antes acabemos de jugar por aquí, lo más pronto que podremos ir a casa. Columbia
es aburrida los domingos. Tú entiendes, claro.

— Puesto que no me afectan las leyes azules, en realidad no me importa. — aclaró Neil.

— Nada de espíritu de equipo — lo molestó Andrew.


— Por desgracia… oh, mira.

A Neil no le tenían que decir dos veces. Las paredes del tercer piso entero estaban forradas con
raquetas. Neil había pasado suficiente tiempo averiguando todo de Exy en internet para que supi-
era cuantos distintas tipos de raquetas estaban disponibles. Verlas en un sitio web y en persona
eran experiencias completamente diferentes y por un momento Neil se quedó congelado en la parte
superior de la escalera.

A la izquierda del hueco de la escalera estaba una registradora. La mujer ahí parada enhebraba una
red de raqueta. Ella volteó con su llegada y chirrió un saludo. Andrew la despidió con la mano sin
mirar. Neil pensó que el habría respondido, no obstante estaba demasiado distraído por las raque-
tas para realmente prestar atención. El sonido de su voz lo puso en movimiento y lentamente hizo
su camino alrededor de la habitación.

Pasaron la sección de los porteros primero. Andrew mantuvo sus ojos adelante aunque se acercó
mientras caminaban y arrastró sus dedos sobre las raquetas. Neil no se lo perdió, a pesar de que
no pensó que Andrew lo reconociera si él comentará. Mordió cada pregunta que quería hacer a
Andrew respecto a su apatía y su próxima sobriedad. La curiosidad ayudó a sacudir un poco de su
aturdimiento siquiera y prestó más atención a los letreros. Las raquetas estaban acomodadas de la
más pesada a la más ligera, con las pesadas justo después de la sección de porteros. Había quince
opciones colgando de ganchos. La mayoría de ellos eran simples, aunque pancartas mostraban
qué diseños y colores eran válidos para cada modelo.

Estaban acomodados por fabricante, después por tamaño, altura y profundidades de red dis-
ponibles. Las raquetas tenían unas pocas pulgadas con margen de maniobra a cuenta de diversas
estaturas de jugadores. Neil estaba atorado con las raquetas más cortas realizables. Tenía a su
madre para culpar por eso: Los Hatford nunca habían sido un grupo alto. Él suponía que debería
estar agradecido de ser por lo menos más alto que Andrew y Aarón.

Aun así, sabiendo que requería una raqueta corta no le auxiliaba para acortar mucho sus opciones.
Cada raqueta que levantaba, era un peso incomodo en sus manos, y Neil no había estado jugan-
do suficiente tiempo para realmente entender los beneficios de diferentes profundidades de red.
Él sabía que los delanteros tendían a tener redes más profundas de forma que pudieran llevar la
pelota más lejos, mientras que los distribuidores y defensas tenían redes poco profundas para robar
y pasar, no obstante las diferencias graduales eran un área gris de confusión. Neil levantó y dejó
cada raqueta corta que pudo, estancado hasta que Kevin se apareció para decirle que hacer.

— No se sienten correcto — manifestó él.

— Una lágrima por tu desazón — enunció Andrew, plenamente sin simpatía.

— Y tú dijiste que yo no tengo espíritu de equipo. — murmuró Neil.

— Nunca afirmé que yo tenía tampoco — Andrew sonrió y se encogió de hombros.


— Tú eres el tonto que le dio su juego. Cosecha lo que siembras o quema el campo, la lección es
tuya. Sé más listo la próxima vez ¿podrías?

— No soy el único — mencionó Neil, colocando la última raqueta en su sitio y volteando a ver hacia
Andrew.

— Él me dijo porque se quedó. Me contó lo que te prometió. Por tanto ¿cómo eres diferente a mí si
tú estás en esto por Exy también?

— Oh, Neil, es cómo esto. — Andrew se agachó hacia adelante como si fuera a confesar un secreto
y señalo entre ellos.

— Él pide y tú das –bien, bien, bien. Él pide y yo me rehusó, absolutamente no. Estoy esperando
que se rinda. Eventualmente, él tiene que irse.

— ¿De verdad quieres que lo haga? ¿No suficientes personas se han alejado de ti ya por tu condi-
ción? Él no puede esperar para que estés sobrio otra vez ¿De cuántas personas puedes decir eso?

— Es una emoción muy egoísta. — Andrew declaró.

— Él quiere algo. Él va a ganar, o eso cree él.

— Entonces ¿qué pasa si él está en lo cierto? ¿Qué ocurre si despiertas y te das cuenta que Exy
realmente es emocionante y vale tu tiempo? ¿Mentiras solo para que puedas seguir negándolo o
cederás y admitirás que ha ganado?

Andrew río.

— Nunca te tomé por un soñador. Eres tan extraño a veces.

— Vi la manera en que jugaste contra Edgar Allan. — comentó Neil.

— Por un momento, parecía que significaba algo para ti.

— Oh, Neil.

— Esa no es una respuesta.

— Esa no era una pregunta — denoto Andrew. — Era una acusación equivocada.

— Aquí hay una pregunta real: ¿Cómo has sobrevivido tanto tiempo cuando eres tan violentamente
auto-destructivo?

Andrew ladeó la cabeza a un lado en interrogante. Neil no sabía si Andrew estaba jugando al es-
túpido para irritarlo o si Andrew en realidad era inconsciente. De cualquier manera, era frustrante.
Se preguntaba porque nadie más había caído en cuenta, o si la gente lo notaba y simplemente
no le importaba lo suficiente para decirlo. Ahora que Neil lo veía siquiera, él no podía ver más allá
de eso. Cualquier ocasión que los Zorros mencionaban la próxima sobriedad de Andrew o que el
nombre de Andrew surgía en narraciones del desempeño del equipo al jugar, el enfoque estaba en
el peligro que él era. Las personas hablaban sobre su juicio y como los salvaba de Andrew. Nadie
decía lo que estaban haciendo para salvar a Andrew de sí mismo.

— Tú me dijiste que Cass nunca te lastimaría y te hubiera dado una buena educación, sin embargo
saboteaste tu adopción. El oficial Higgins vino todo el camino hasta aquí desde la Costa Oeste para
reparar algo de tu pasado pero tú no lo ayudarás. Dejaste el reformatorio y mataste a la madre de
Aarón para protegerlo, solo que en lugar de arreglar tu relación con él lo retienes en una correa. No
quieres que los padres de Nicky lo lastimen, no obstante no lo dejaras entrar a tu familia tampoco.
Kevin prometió invertir en ti aunque ni siquiera lo intentarás. Por lo tanto ¿qué es? ¿Estás asustado
de tu propia felicidad u honestamente te gusta ser miserable todo el tiempo?

— Neil, observa — ordenó Andrew y apuntó a su propia cara.

— ¿Parezco miserable?

Neil quería arrancar esa sonrisa del rostro de Andrew, aunque la odiosa contestación de Andrew
no era enteramente su culpa, Neil estaba lidiando con la pantalla de humo de la medicación de An-
drew. Ninguno de los dos podía cambiar eso, sin embargo al saber porque Andrew estaba siendo
difícil no lo hacía menos frustrante al lidiar con él. Todo lo que Neil podía hacer era guardar su tem-
peramento bajo control. En caso de que Andrew obtuviera una subida de él, la conversación estaba
acabada. Eso era lo que Andrew deseaba, por lo que Neil no se lo brindaría.

— Te ves drogado a una pulgada de tu vida — respondió Neil.

— Y cuando no estás medicado, estas bebiendo y desempolvándote. Cuándo finalmente te quiten


tu medicina ¿a quién vas a lastimar en realidad?

Andrew se volvió a reír.

— Estoy recordando porque no me gustas.

— Me sorprende que lo olvidaras.

— No lo hice — dijo Andrew.

— Tan solo me distraje por un momento ahí. Le dije que era un error dejar que te quedaras, aun-
que ella no me creyó. Ahora mira. Oh, por una vez ni siquiera me quiero molestar con el “te lo dije”.
Arruinas toda mi diversión.

— Renee — adivinó Neil.

— Bee.
La sangre de Neil se enfrió.

— ¿Qué le dijiste sobre mí?

Andrew sonrío a la mirada en el rostro de Neil.

— ¡Confidencialidad paciente-doctor, Neil! Pero no hagas tal cara de susto. No le conté tu pequeña
triste historia. Únicamente hablamos sobre ti. Diferencia crítica ¿no? Le comenté que eres más
problemas de los que vales. Ella estaba ansiosa por conocerte, aunque ella no me dirá lo que pi-
ensa de ti. No puede, tú entiendes. Sin embargo sé que le gustas. Bee tiene una cosa por causas
perdidas.

— No soy una causa perdida.

La negación fue automática y una pérdida de tiempo. Andrew puso su mano encima de la boca de
Neil para callarlo y declaró:

— Mentiroso. Aunque eso es lo que te hace interesante. También es lo que te vuelve peligroso.
Tendría que saber mejor por ahora. Tal vez no soy tan inteligente como creí que era. ¿Debería estar
decepcionado o entretenido?

La réplica perfecta quemaba la lengua de Neil, sin embargo se quedó callado en caso de que An-
drew no hubiera terminado de divagar. La respuesta estaba ahí, justo fuera de alcance, suficiente-
mente cerca. Neil podía sentirla, aunque muy lejos para que el pudiera hacer sentido aún de esta.
Quizás Andrew lo sentía también, debido a que incluso en su medicado aturdimiento sabía callar.
La sonrisa que disparó a Neil se burlaba de ambos por el cuasi-accidente. Él se retiró totalmente,
dejando solo la memoria de su latido contra la boca de Neil y se alejó.

— Encontraré a Kevin. Es muy lento.

Neil lo vio irse, después resopló en frustración y se volteó hacia las raquetas.

Andrew no regresó, no obstante Kevin apareció un minuto más tarde. El dio un vistazo sobre las
pancartas y sacó cinco palos para que Neil probara.

— Hay un campo de práctica arriba. — anunció Kevin.

— Vamos.

El cajero agarró un cubo de pelotas y una llave, y los guío tras la puerta detrás de la registradora.
El cuarto piso estaba dividido en dos canchas pequeñas de práctica y un estrecho pasillo. La chica
desbloqueó una de las canchas, así que Neil acomodó las raquetas a un lado y jaló el equipo de
sobra colgando de ganchos en la pared. El chaleco balanceado proveído por Exites fue sobre sus
ropas y le recordó un poco del chaleco Kevlar que su mamá le había dado en Europa. Empujó esos
pensamientos a un lado y tiró de guantes y un casco. Kevin colocó las raquetas y pelotas adentro
de la cancha mientras él trabajaba, luego encerró a Neil sólo para practicar sus movimientos.
Neil creyó las raquetas pesadas de tan sólo sostenerlas. Tomando tiros con ellas era peor. Las
raquetas eran de cuatro a cinco veces más pesadas que las que Wymack le había dado. Qued-
aban diferentes en sus manos y arrastraban sus movimientos. A pesar de eso, el sonido que las
pelotas hacían al rebotar en la pared envió un oscuro rizo de poder a sus venas. Cada rebote era
un pequeño retumbar que Neil podía meramente imaginar como que sonaría cuando pudiera poner
alguna velocidad real detrás de sus giros de nuevo. Sus tiros serían misiles dirigidos al gol, y dejaría
porteros sobresaltados a su paso.

Él circulo a través de las raquetas unas cuantas veces, dándose a sí mismo un par de rondas para
ajustarse y después descifrar cuál se sentía mejor. Todas eran incómodas por ahora, aunque mien-
tras más las usara, más podía entrever cuales rechazar. Una era simplemente demasiado grande,
nunca se acostumbraría al sentimiento de esta. Despachó dos tras la tercera ronda. No podía de-
cidir entre las últimas dos, así que las llevó afuera con Kevin. Kevin las inspeccionó de cabeza a
trasero, volteándolas de este lado y el otro mirando la ligera curva de las cabezas.

Finalmente le mostró una al cajero.

— Tomaremos este modelo.

Neil colgó el equipo, recogió pelotas y raquetas, y espero por la chica para cerrar la cancha. Fueron
de vuelta abajo, y ella los tuvo apilando las raquetas rechazadas en una pila. Ella deslizo un formato
de orden en el mostrador a Neil. Necesitaban ordenar las raquetas en colores Palmetto. Exites se
encargaría de eso y las entregaría. Neil pensó que era tan sencillo como seleccionar un recuadro
y avanzar, sin embargo la marca que él había obtenido ofrecía cuatro diseños distintos. Neil dudó,
después marcó las más básicas y llenó la dirección de la Cancha de los Zorros.

— ¿Tienes alguna en existencia hoy? — inquirió Kevin mientras Kevin escribía.

— Necesitamos un palo de práctica sencillo en talla tres.

— Deberíamos — respondió ella.

Ella tecleó un par de comandos en su computadora, vio la pantalla, y desapareció en el cuarto de


almacén. Neil había acabado antes de que ella regresara. Ella escaneo la raqueta, luego tecleó los
números terminados del formulario de Neil. Neil al fin consiguió un vistazo de cuanto costaban sus
raquetas y casi se ahogó en su siguiente respiración. Él podía adquirir un boleto a Inglaterra por la
misma cantidad.

— Eso no puede estar bien. — objetó en francés.

— Cuando quieres lo mejor, pagas por lo mejor — Kevin contestó, completamente despreocupado.

— No necesito tres entonces — aseveró Neil.

— Dile que ponga está de vuelta


— Las raquetas con color tardaran una semana. — explicó Kevin.

— No tenemos tanto tiempo que desperdiciar. Si el entrenador tiene un problema con el número él
puede llevarlo conmigo, aunque él debería saber que tan caro soy por ahora. Te llevaré al campo
esta noche así podrás calentar antes de las practicas mañana.

Kevin pasó la tarjeta de compras del equipo para pagar y firmó el recibo con un pulcro garabato.
Tarjeta y recibo fueron a su cartera para archivar con Wymack más tarde. La raqueta de práctica se
la dio a Neil. Sabiendo lo que costaba la hizo sentir cien veces más pesada en las manos de Neil.
Kevin asintió a la alegre despedida de la cajera y condujo a Neil hacia las escaleras.

Encontraron a Aarón y Nicky en planta baja. Andrew estaba fumando en la cuneta afuera. Neil llevó
su raqueta al asiento trasero del carro con él, sin querer algo tan caro abarrotado en el camión.
Andrew había ya sea olvidado su argumento arriba o tenía su actitud recompuesta otra vez por su
medicina, ya que anudó sus dedos alrededor de las cuerdas de la nueva raqueta de Neil y dio un
tirón curioso. No dijo nada, sin embargo no tenía que hacerlo. Nicky acribilló a Kevin con docenas
de preguntas referentes a la raqueta a la par que el los conducía fuera de Exites. Neil pensó que
era curiosidad genuina primero, no obstante el borde creciente en las palabras de Nicky eran puros
nervios.

No estaba lejos la vieja casa de Nicky. Los Hemmicks vivían en una casa de dos pisos en los sub-
urbios del sur de Columbia. Neil elevó la mirada por sobre Andrew fuera de la ventana mientras
Nicky estacionaba en el bordillo. Desde fuera, la casa lucía perfecta. El césped era verde vibrante
cuidadosamente recortado, los carros en la entrada estaban nuevos y limpios y la casa era azul pá-
lido con persianas oscuras. Lucía como un hogar de clase media ordinario, lo cual hizo la reacción
de los primos aún más irreales. Ni siquiera Andrew tenía nada que decir cuando Nicky acabó con
el motor.

Nicky tamborileó sus dedos en el volante.

— Probablemente esto fue un error.

— Oh, ahora lo dice. — Andrew parlotea y sale del carro.

— Demasiado tarde.

Neil colocó su raqueta a un lado y se salió, no obstante Andrew alcanzó detrás de él y enganchó el
palo en cuanto Neil estuvo fuera del camino.

Andrew le dio un giro experimental, juzgando su peso, después lo apoyo contra su hombro y se
dirigió a los otros autos

Nicky salió del vehículo como si estuviera en llamas.

— Andrew ¿Qué estás haciendo?


— Él ha conseguido un auto realmente brillante para un ministro. — comentó Andrew.

— Lo voy a hacer más humilde.

Nicky corrió detrás de él y sacó la raqueta de sus manos. Andrew pudo haberse aferrado a ella,
aunque estaba aparentemente más entretenido por la mirada aterrorizada en la cara de Nicky. Se
carcajeó ante la evidente angustia e hizo un gesto exagerado para que Nicky guiara el camino.
Nicky entregó la raqueta a Neil.

Neil y Kevin se quedaron atrás mientras ellos cruzaban el patio. Aarón y Andrew esperaron en la
pasarela, parados juntos por primera vez que Neil pudiera recordar. Nicky se paró callado y quieto
en el porche por casi un minuto completo antes de tocar el timbre de la puerta. Tan pronto como
lo hizo se retiró al borde del porche a esperar. Andrew mostró una sonrisa a Neil por encima de su
hombro y Neil solo sacudió su cabeza en respuesta.

Maria Hemmick atendió la puerta. Ella era más alta de lo que Neil esperaba, no obstante podía ver
el parecido entre ella y Nicky en un instante. Nicky la culpó en broma cuando Neil había comentado
por primera vez en que diferente se veía Nicky de sus primos. Andrew y Aarón eran pálidos y de
cabello claro, en tanto que Nicky heredó la complexión más oscura de su madre. Él tenía los ojos de
su madre y la misma curva en su boca. Nicky nunca había sonreído así sin embargo, tan educada
y pequeña sonrisa apenas dando la bienvenida.

— ¿Por qué tocaste el timbre? — ella preguntó en vez del hola.

— Esta ya no es mi casa — Nicky le recordó.

Ella frunció sus labios pero no discutió. Ella avanzó a un lado, así que se movieron fuera del frío al
mucho más cálido vestíbulo. Maria cerró la puerta atrás de ellos y giró para enfrentar a sus invita-
dos. Neil y Kevin eran ahora los más cercanos a ella. No había ningún reconocimiento en su mirada
cuando los consideró, sin embargo inclinó la cabeza en saludo a ellos.

— Ustedes deben ser Kevin y Neil — ella dijo. — Yo soy María.

Kevin se puso una de sus sonrisas amistosas públicas y respondió:

— Es bueno conocerla.

Ella miró a los gemelos enseguida, aunque su mirada pasó a Aarón totalmente. Ella sonrió a An-
drew y saludo:

— Aarón, ha pasado un largo tiempo.

— Aarón — señaló Aarón.

Maria observó entre la sonrisa de Andrew a la expresión reservada de Aarón y de vuelta otra vez.
— Oh, sí, por supuesto. — enunció ella, aunque sonaba insegura.

— Andrew ha estado en medicación por casi tres años ahora mamá. — Nicky explicó, con una pista
de impaciencia.

Andrew aclaró las cosas para ella con la más brillante sonrisa no amistosa que sus drogas le per-
mitían.

— Hola, Maria. Que tan muy agradable verte de nuevo, estoy seguro. Muy interesante que nos
dejes entrar a tu casa otra vez y todo. Pensé que ibas a archivar una orden de restricción en mi
contra. ¿Qué pasó? ¿Perdiste tu valor?

— Andrew — Nicky suplicó a través de dientes apretados.

Las mejillas de María se sonrojaron.

— Pueden dejar sus abrigos aquí.

Una estrecha puerta a su derecha era un closet con una docena de perchas de sobra. Maria los vio
colgar sus abrigos, después les hizo señas para seguirla.

— Justo por aquí.

— No puedes al menos decirles a tus propios sobrinos… — inició Nicky, sin embargo el resto de la
pregunta fue olvidada al entrar ellos en la cocina y notar al padre de Nicky.

Luther Hemmick era un alto, muy delgado hombre con un rostro severo. Él no tenía mucho cabello
restante aunque mantenía una barba de pimienta recortada corta y ordenada. Incluso al otro lado
de la habitación Neil podía ver la tensión sobre sus hombros. Luther no estaba ansiando esta re-
unión más de lo que Nicky lo estaba. Neil esperaba que Luther estuviera incómodo debido a que
tenía la intención de relajar viejos prejuicios.

Maria fue directo al horno para revisar la cena, ocupándose y dejando la conversación tan rápido
como podía.

Luther no la miró mientras que tomó su tiempo inspeccionando a sus invitados. Su expresión no
cambió al considerar a Neil y Kevin, y no persistió mucho en ellos.

Neil no pensó que fuera su imaginación que Luther mirará más tiempo a Andrew que a su propio
hijo. Le hizo cuestionarse si Luther sospechaba del involucramiento de Andrew en la muerte de su
hermana, y si alguna parte de Luther lo culpaba de cualquier forma o no. Nicky había comentado
que la liberación de Andrew del reformatorio condujo a Tilda más profundo en su depresión y dro-
gas. Tal vez Luther lamentaba alguna vez averiguar que Andrew existía.

Neil se distrajo mirando alrededor de la habitación, desde las pequeñas cruces y citas bíblicas
colgando en las paredes a la perfecta cocina de catálogo. La mesa cuadrada sólo tenía dos sillas
para esta, sin embargo la puerta trasera estaba abierta. La puerta de tela metálica estaba cerrada,
no obstante Neil podía ver a través de esta a una cubierta. Una mesa más grande estaba ahí y ya
lista para acomodarlos a todos.

— Nicky — enunció Luther al fin.

— Aarón, Andrew.

Aarón había enmudecido, no obstante Aarón replicó:

— Hola, tío Luther.

Luther sonrió, aunque débilmente. Él miró hacia Neil y Kevin de nuevo.

— Soy el padre de Nicky. Pueden llamarme Luther. Bienvenidos a mi hogar.

— Gracias por recibirnos. — agradeció Kevin.

— Puedes dejar eso aquí — indico Luther mirando la raqueta de Neil.

Esperó hasta que Neil la apoyó contra la pared, y luego hizo un gesto hacia la puerta de atrás.

— Por favor, pónganse cómodos. La cena solo tardará un minuto más.

Nicky los llevó al porche trasero. Estaba encerrado con medias paredes y una malla delgada. Se
colocaron lámparas de calor en cada esquina. La malla dejaba escapar parte del calor pero también
mantenía fuera la mayor parte de la brisa de noviembre, por lo que se sentía más cómodo en la
parte de atrás que en la casa.

La mesa tenía ocho asientos, tres a cada lado y un asiento en cada extremo. A juzgar por el pañuelo
de encaje en un extremo, los Hemmicks ocupaban los asientos de los extremos y separaban a sus
invitados entre ellos. Nicky tomó un asiento del medio en un lado, manteniendo una silla entre él y
sus padres. Aarón se sentó entre Nicky y la silla de Maria. Kevin y Neil atraparon a Andrew entre
ellos en el otro lado donde podían vigilarlo, Neil más cerca de Luther y Kevin de María.

Luther y María tardaron tres viajes en sacar toda la comida. Tan pronto como estuvieron sentados,
inclinaron la cabeza. Neil no se dio cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que Luther comenzó
a orar. Él inclinó la cabeza un poco tardíamente y lanzó a Andrew una mirada de reojo. Andrew ni
siquiera fingía orar, incluso si por el otro lado Kevin estaba jugando educadamente. Andrew tenía
un brazo enganchado en el respaldo de su silla y tamborileaba con los dientes del tenedor contra
la mesa en un horrible contrapunto a las palabras de Luther.

Luther tenía que estar ofendido, pero quizás había aprendido hace mucho tiempo a no rogar respe-
to de Andrew. Cuando terminó, se enderezó y comenzó a servir comida del plato más cercano. Los
otros lo tomaron como una señal, pero Neil tuvo que esperar a que terminaran con Andrew o Luther
antes de poder conseguir comida. Luther notó su ociosidad y lo miró.
— ¿Eres religioso?

— No — reveló Neil.

Luther le dio un momento para elaborar, pero Neil regresó la mirada en silencio. Finalmente Luther
frunció el ceño en desaprobación y presionó.

— ¿Por qué no?

— Preferiría no entrar en ello. — explico Neil.

— No quiero empezar una pelea.

— Esa es una primera vez — comentó Andrew con una risa.

— Tú usualmente eres tan obstinado, también.

— No veo como una pregunta así constituye una pelea. — Luther agregó para Neil.

— ¿Es esa de verdad la pregunta con la que quieres empezar, papá? — Inquirió Nicky — ¿No qui-
eres preguntar cómo hemos estado o cómo nos va en la escuela o cómo está yendo la temporada?
Tuvimos un juego en Florida ayer. Ganamos ¿sabes?

— Felicidades — agregó Luther automáticamente.

— Sí, suenas como si lo dijeras de verdad. — replicó Nicky, aunque sonó más triste que molesto.
Un silencio incómodo siguió, pero Nicky lo rompió con un poco entusiasta:

— ¿Cuándo volvieron a pintar la cocina?

— Hace dos años — respondió María.

— El contratista va a nuestra iglesia. Se ve bien, ¿no?

Esperó por el acuerdo silencioso de Nicky, buscó inspiración en Luther y luego dijo:

— Entonces, ¿qué estás estudiando, Nicholas?

Una pequeña parte de Neil había asumido que Nicky estaba exagerando lo distanciado que estaba
su familia, sin embargo Nicky estaba en su segundo año y sus padres todavía no sabían en qué se
estaba especializando. Neil no sabía si María estaba preguntando ahora porque estaba interesada
en conocer a su hijo nuevamente o si solo estaba tratando de llenar el silencio. Esperaba que fuera
el primero; el último era demasiado para digerir. La madre de Neil pudo haber sido horrible y vio-
lenta a veces, no obstante ella era ferozmente devota a él. Eran dos mitades de un todo miserable,
conspiradores inseparables.

— Marketing — respondió Nicky.


— El primo de Erik trabaja para una empresa de relaciones públicas en Stuttgart. Él cree que puede
meterme después de la graduación si logro las calificaciones adecuadas.

— ¿Volverás a Alemania? — María le lanzó a su esposo una mirada de asombro.

Nicky apretó la mandíbula, pero miró a su madre a los ojos cuando dijo.

— Sí. La carrera de Erik está ahí. No le pediría que lo dejara solo por mí, y no me gustaría que lo
hiciera, de cualquier modo. Amé vivir en Alemania. Es un lugar increíble. Deberías visitarnos en
algún momento.

— Visitarnos — pronunció Maria débilmente.

— Tú aún estás…

Ella no podía terminar, por lo que Nicky siguió:

— Sí, nosotros seguimos juntos. Regresé para cuidar de Andrew y Aarón, no porque las cosas se
volvieran agrias con Erik. Lo amo ¿está bien? Siempre lo he hecho y siempre lo haré. ¿Cuándo van
a entender eso?

— ¿Cuándo aceptarás tú que está mal? — increpó Luther.

— La homosexualidad es…

— Luther — Andrew dijo. Eso fue todo lo que dijo, sin embargo Luther le dedico una mirada caute-
losa.

— Lo amo — insistió Nicky.

— ¿Eso no significa nada para ustedes? ¿Por qué no pueden ser felices por nosotros? ¿Por qué
no pueden darle una oportunidad?

— No podemos tolerar el pecado — pronunció María.

— No tienen que amar el pecado — dijo Nicky, — pero se supone que debes perdonar y amar al
pecador. ¿No es eso de lo que se trata la fe?

— La fe se trata de seguir el credo de nuestro Señor — señalo Luther.

— Pero no puedo ser tan de blanco y negro — enfatizó Nicky lastimosamente.

— No lo seré. ¿Por qué nos llamaste aquí si vamos a tener la misma pelea de siempre otra vez?

Luther no se conmovió por la angustia de Nicky y dijo con calma:

— Recientemente han salido a la luz cosas que nos hicieron cuestionar nuestra situación actual.
Nos hemos comprometido a reparar esta familia.

Miró a María, quien asintió con un alegre aliento.

— Pero lo entendemos. Será un camino largo y cuesta arriba. Te trajimos aquí para que pudiéramos
decidir los primeros pasos juntos.

— Ilumínennos — pidió Andrew, inclinándose sobre su plato como si no pudiera esperar la respues-
ta.

— Si el primer paso no es la tolerancia, ¿dónde comienza un par de intolerantes para arreglar un


desastre como este?

Luther se encontró con la mirada de Andrew con una mirada calmada propia.

— Con reparaciones por errores del pasado. Es por eso que estás aquí.

— Oh, no — se quejó Andrew.

— Solo estoy aquí porque Neil me suplicó hasta que accedí a venir. Déjame fuera de esto.

Luther frunció el ceño. Al otro lado de la mesa, María levantó una mano tranquilizadora y dijo:

— Comamos. Este tipo de conversaciones son muy complicadas con el estómago vacío. Comer-
emos e intentaremos de nuevo, y luego recompensaremos nuestros esfuerzos con el postre. Hay
una tarta en el horno. Manzana, Nicholas. Solía ser tu favorito.

Era una oferta de paz escasa teniendo en cuenta las palabras duras que interrumpió, sin embargo
Nicky estaba desesperado por cualquier atisbo de esperanza. Él asintió y se centró en su cena. El
silencio reinó sobre la mesa por un tiempo antes de que Aarón finalmente lo rompiera. Preguntó
por personas y lugares que Neil no reconoció, personas que conocía cuando Tilda lo trasladó aquí
hace ocho años. Era un tema neutral que era fácil de seguir para Luther y Maria, y le dio tiempo a
Nicky para calmarse.

Andrew se levantó hacia el final de la cena y fue adentro. Luther empujó su silla hacia atrás y lo
siguió para hablar con Andrew en privado. Neil escuchó el murmullo de sus voces a través de la
puerta de tela metálica, aunque no pudo distinguir sus palabras. Forzó sus oídos, atento a los soni-
dos de violencia. Pensó que debería ir a jugar como árbitro, pero su presencia acabaría con la con-
versación. Luther había dicho que quería expiar el pasado. Si él se disculpaba, Andrew necesitaba
escucharlo quisiera o no.

Énfasis en el no, decidió Neil, porque la voz de Andrew era cada vez más fuerte. Neil capturó re-
tazos de palabras, sin embargo María comenzó a hablar en voz alta para tapar el jaleo. Neil casi
la calla antes de darse cuenta de que estaba hablando con Nicky sobre la temporada. Neil quería
escuchar lo que Andrew estaba diciendo, no obstante más que eso quería que Nicky arreglara las
cosas con su madre. Se quedó en silencio y mantuvo sus ojos en la puerta de atrás. Si Luther gri-
taba de dolor, lo oirían, sin importar qué tan ruidosos fueran Nicky y Maria.

Luther regresó solo, luciendo desgastado y derrotado, aunque por lo demás ileso. Andrew no lo
siguió. Luther se sentó nuevamente y volvió su atención hacia Aarón. Neil esperó, contando se-
gundos y luego minutos para el regreso de Andrew. La medicina de Andrew pronto estrangularía
su temperamento y restablecería su mal humor nuevamente a la apatía. Neil esperaría, y luego
averiguaría qué respuestas necesitaba para sacar de Andrew una idea de la conversación en la
cocina.

María entró para ver el pastel. Ella regresó contenta.

— Cinco minutos, creo.

Andrew aún no había regresado. Neil pensó por un segundo que Andrew había tomado el auto y los
dejó, pero Neil nunca había visto a Andrew conducir mientras estaba drogado.

Él no podía; su medicina lo hacía sentir demasiado inquieto e hiperactivo como para enfocarse en
el camino. Entonces Neil pensó en su raqueta en la cocina y en el costoso auto de Luther en el
camino de entrada.

Todos lo miraron cuando se levantó, por lo que Neil dijo:

— Voy a despejar la mesa.

— Kevin y yo ayudaremos — añadió Aarón con una mirada significativa a Nicky.

— Eso les dará a ustedes unos minutos para hablar sin nosotros.

Neil apiló los platos lo más rápido que pudo sin romper nada. Kevin tenía una mano libre para la
puerta, así que él entró primero, y Neil casi le pisó los talones en su prisa por seguirlo. Primero bus-
có su raqueta y se sintió aliviado al encontrarla justo donde la dejó. En los talones de alivio estaba
la confusión y la alarma, porque Andrew no estaba en la cocina.

— Neil — Nicky llamó mientras Aarón dejaba que la puerta se cerrara detrás de él.

Neil apiló los platos sobre la mesa interior y abrió la puerta de atrás.

— Es Andrew, eh...

Repensó lo que iba a decir y cambió al alemán.

— Asegúrate de que Andrew no rompa nada valioso, ¿vale?

— Eso es grosero, Nicholas — lo regañó María.

— Por favor, usen un lenguaje que todos puedan entender.


— Encontraré a Andrew — prometió Neil en español.

— No hay necesidad de preocuparse — dijo María antes de que Neil pudiera entrar nuevamente.

— De hecho, creo que es prometedor que ha estado fuera tanto tiempo. Regresará cuando termine
de hablar con Drake.

El corazón de Neil se saltó un latido.

— ¿Qué?

— Esta cena no fue originalmente nuestra idea — aclaro Luther.

— Uno de los ex hermanos adoptivos de Andrew vino a nosotros en busca de ayuda. Se separaron
hace años de términos poco amistosos, y ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hablaron
que teme que su relación se haya dañado irreparablemente. Nos hizo pensar en nuestros propios
problemas familiares y nos inspiró para acercarnos de nuevo.

La voz de Luther era un zumbido en la cabeza de Neil, superpuesta con las insistentes súplicas
de Higgins para que Andrew lo ayudara. La investigación sobre Richard Spear fue un callejón sin
salida, había declarado Higgins. Richard no era el hombre que Higgins quería cargar. No era a él a
quien los hijos adoptivos de Spears temían implicar. Higgins tenía un nuevo sospechoso en mente,
pero Andrew lo echó de Carolina del Sur tan pronto como escuchó el nombre de Drake.

— Drake — dijo Neil.

— ¿Era su apellido Spear? ¿Era el hijo de Richard y Cass?

Luther parecía vacilante.

— ¿Andrew te ha hablado de él?

Neil dejó que la puerta se cerrara de golpe detrás de él y corrió por la cocina. Andrew se había ido
hacia un rato. O Drake estaba muerto o Andrew estaba en serios problemas. Neil no sabía cuál
fuera, pero no iba a llegar a este enfrentamiento con las manos vacías. Era bueno escogiendo
peleas, aunque rara vez las ganaba. Eso no significaba que no pudiera acumular las posibilidades
a su favor. Agarró a Aarón por respaldo porque Aarón estaba más cerca que Kevin y agarró su ra-
queta de camino por el pasillo.

— ¿Qué demonios? — cuestionó Aarón, pero Neil lo calló con un silbido violento.

Tuvo que soltar a Aarón en las escaleras porque no podía arrastrar a Aarón detrás de él y esperar
que se callara. Medio esperaba que Aarón se fuera de nuevo ahora que había sido liberado, sin
embargo despertó la curiosidad de Aarón con su urgencia. Neil subió los escalones alfombrados
tan silenciosamente como pudo. Aarón estaba casi silencioso detrás de él. Neil supuso que había
pasado suficiente tiempo en esta casa para saber qué escaleras crujían bajo el peso de un hombre.
Todas las puertas del segundo piso estaban abiertas excepto una, y Neil oyó el ruido distante de
algo golpeando la pared. Probó la perilla, la encontró cerrada y corrió a la siguiente puerta para
ver de qué tipo de madera estaban hechas las puertas. Era un panel de fibra recubierto de madera
contrachapada con un interior hueco, lo suficientemente fácil de patear abierta.

Aarón levantó una mano para golpear la puerta, así que Neil empujó su raqueta hacia Aarón. Aarón
lo agarró instintivamente. Neil tardó medio segundo en prepararse y empato la base de su pie lo
más cerca posible de la perilla. La madera se astilló alrededor de su zapato y su talón casi quedó
atrapado en los bordes irregulares cuando él lo liberó.

— Joder, Jesús... — Aarón comenzó, sorprendido, no obstante Neil le dio a la puerta otra patada
salvaje.

Esta vez la puerta se abrió. Neil tropezó dentro. Necesitaba dos pasos para recuperar el equilibrio
y alzó la vista hacia la pelea en la que habían irrumpido.

Drake dijo algo. Neil no sabía qué. Recordaría las palabras más tarde, la furiosa exigencia de saber
lo que estaban haciendo irrumpiendo así. En este momento la voz de Drake era solo un rugido en
los oídos de Neil, o tal vez ese sonido era el mundo de Neil derrumbándose a su alrededor. No tenía
idea.

Solo tuvo un segundo para asimilarlo, sin embargo ese segundo quemó los horribles detalles de
una manera que nunca olvidaría. Había sangre en la cara de Drake en líneas irregulares, heridas
causadas por uñas desesperadas. La gran longitud de su cuerpo, tatuado y musculoso, mantenía a
Andrew clavado en el colchón solo con su peso. Un brazo en la parte posterior del cuello de Andrew
forzó su cara hasta la oreja en una almohada salpicada de sangre. La otra mano de Drake estaba
en la cabecera, apretada con mucha fuerza alrededor de las muñecas de Andrew. Los dedos de
Andrew eran fantasmalmente blancos y sin sangre. Neil vio demasiada sangre y demasiada piel.
Sabía lo que estaba viendo, sabía lo que eso significaba, pero no podía creerlo todavía. Eso no
evitó que se lanzara contra Drake.

Aarón fue más rápido.

Pasó junto a Neil casi lo suficientemente fuerte como para tirar a Neil fuera de sus pies. Drake pare-
cía capaz de enfrentar a cualquiera de ellos en una pelea, incluso con los pantalones alrededor de
los tobillos, pero estaba demasiado enredado en las sábanas como para levantarse lo suficiente-
mente rápido. Aarón no estaba esperando que él lo averiguara. Él trajo la raqueta de Neil y la hizo
girar en un giro clandestino para que el aire duro y rápido silbara a través de las cuerdas apretadas.
La cabeza atrapó a Drake en su sien, aplastando un ojo en su órbita y enterrándose profundamente
en su cráneo con un crujido húmedo.

La sangre de Drake se derramó desde Aarón hasta la pared y las cortinas se cerraron con fuerza
sobre la ventana cercana. Su cuerpo cayó desde el otro lado de la cama, arrastrando las sábanas
y golpeando el suelo con un ruido sordo.
El siguiente choque fue la raqueta de Neil deslizándose desde los dedos inanimados de Aarón
hasta el suelo. Neil no podía mirarlo, no podía mirar a Drake, no podía mirar a nada ni a nadie más
que a Andrew.

Andrew solo usaba su camisa mientras yacía boca abajo sobre el colchón. Estaba cubierto de
sangre y un centenar de sombras que se oscurecerían hasta convertirse en terribles hematomas.

Se agarró a la cabecera como si tuviera las manos pegadas a ella, y se estaba riendo. Fue amor-
tiguado a través de la almohada, pero Neil lo escuchó; el sonido de eso hizo que el mundo entero
se inclinara debajo de sus pies. Quería taparse los oídos y bloquearlo, sin embargo no tenía tiempo.
El ruido de pasos detrás de él dijo que Kevin estaba corriendo escaleras arriba para investigar la
conmoción.

Neil se lanzó hacia adelante y trepó al colchón del lado de Andrew. Se inclinó sobre él, agarró el
borde de las sábanas, y dio un feroz tirón para liberarlas del cadáver de Drake. Neil apenas tenía la
sábana ensangrentada sobre el cuerpo de Andrew antes de que Kevin los alcanzara. Neil no sabía
cuánto Kevin vio. No podía mirar hacia atrás para ver la reacción de Kevin, aunque el ruido sordo le
indicó que Kevin retrocedió ante lo que tenía delante y se retiró hacia el marco de la puerta.

Un segundo después, Kevin se había ido de nuevo. Neil lo escuchó correr escaleras abajo tan
rápido que fue un milagro que no se cayera y rompiera algo. Iba a buscar a Nicky y Luther, Neil lo
sabía. Iba a llamar a la policía. Saber que los médicos estarían aquí pronto ayudó a aliviar un poco
el nudo en la garganta de Neil, no obstante su interior aún se estaba desmoronando.

— Oye — dijo Neil, o creyó haber dicho.

Él no reconoció su propia voz.

— Andrew. Andrew ¿estás...?

No podía preguntar si Andrew estaba bien. Él no era tan cruel. Pediría a Andrew que dejara de reír
si podía, pero cada palabra que pronunciaba amenazaba con desatar su reflejo nauseoso. Todo lo
que podía hacer era esperar, los dedos anudados en la sábana que había subido a los hombros de
Andrew.

— Se calló de repente — exclamó Andrew, sonando sorprendido. Finalmente soltó la cabecera y


flexionó los dedos como si se tratara de un calambre. Él plantó sus manos contra el colchón y trató
de levantarse. A mitad de camino se quedó quieto y comenzó a reír de nuevo.

— Oh, oh, eso es desagradable. No soy fanático de esto en absoluto.

Neil podía sentir a Andrew temblando a través de la sábana, sin embargo el cuerpo y la mente de
Andrew estaban operando en dos longitudes de onda diferentes. La sonrisa de Andrew era amplia
y salvaje mientras se burlaba de su propio dolor. Neil quería decirle que se mantuviera quieto, no
obstante Andrew finalmente se enderezó. La sábana amenazó con soltarse de sus hombros, así
que Neil la envolvió con más fuerza a su alrededor. Andrew lo dejó hacerlo con una expresión de
desconcierto en su rostro.

La sangre estaba untada y medio seca en una línea que bajaba por su mejilla hasta su barbilla por
una herida en la sien.

Andrew vio la mirada en la cara de Neil.

— Creo que estoy conmocionado. O eso o este es un nuevo efecto secundario de mi medicación
del que los doctores olvidaron advertirme. Si te vomito es solo intencional a medias.

Neil pensó que primero podría perder la batalla con su propio estómago.

El ruido estrangulado que hizo Aarón fue su mejor intento por llamar a Andrew. Era apenas inteligi-
ble, aunque fue suficiente. Andrew, que apenas había reconocido la existencia de Aarón en todo el
tiempo que Neil los había conocido, miró inmediatamente a su hermano. Andrew sacó una mano de
debajo de la sábana y enroscó sus dedos en una demanda. Aarón trepó a la cama y alargó la mano
hacia Andrew. Andrew intentó apartarse de su camino, pero finalmente eso fue demasiado para su
estómago. Neil ayudó a empujarlo hacia adelante cuando comenzó a ahogarse.

— Andrew — dijo Aarón, desesperado y asustado. Sostuvo a Andrew como si pensara que Andrew
desaparecería si lo soltaba.

— Andrew, yo no…él…

Andrew escupió un par de veces y se quedó sin aliento.

— Tranquilo, tranquilo. Tranquilo. Mírame — ordenó, a pesar de que tardó un poco más antes de
que pudiera sentarse y enfrentar a Aarón nuevamente. Presionó una mano sobre la camisa ensan-
grentada de Aarón.

— Está en todas partes. ¿Qué hizo él?

— No es mía — señaló Aarón.

— No es mía, es... Andrew, él…

Andrew tocó la sien de Aarón, donde él mismo resultó herido, como si esperara encontrar allí una
herida idéntica.

— ¿Te tocó? ¿Qué hizo él?

Andrew anudó sus dedos en el cabello de Aarón y tiró para encerrarlo.

— Respóndeme. Dije, ¿él te tocó?


— No — respondió Aarón

— Lo voy a matar — dijo Andrew.

— Ya está muerto — indicó Neil

— Eso explica el silencio — suspiró Andrew.

— Sin embargo, no me refería a él. Mira, ni siquiera tenemos que ir a ninguna parte. Él va a venir
justo a nosotros.

Se refería a Luther, se percató Neil. Hubo pasos en las escaleras de nuevo, demasiadas pisadas
como para ser solo Kevin. Parecía que Kevin había traído un ejército entero con él, aunque tal vez
parte de esos golpes fuera simplemente el latido del corazón de Neil en sus oídos. Neil miró por
encima del hombro cuando Kevin y Nicky entraron por la puerta.

Nicky solo necesitó un segundo para ver toda la sangre, y corrió hacia la cama horrorizado.

—Oh por Dios.

— No lo hagas — pidió Neil, tendiéndole una mano para rechazarlo.

Neil no sabía si Nicky lo había escuchado o si se había dado cuenta de que no cabría en la cama
con ellos. Se detuvo lo más cerca posible de la cama y alcanzó la cara de Andrew con ambas
manos. Andrew intentó apartarse de su alcance, pero tenía demasiadas náuseas e inestabilidad
para moverse lo suficientemente rápido. Nicky acunó la cara de Andrew en sus manos.

— Andrew, ¿qué pasó? — Nicky preguntó, frenético.

— ¿Estás bien? Jesús, hay tanta sangre. ¿Estás...?

— Nicky — aclaró Andrew.

— Necesito hablar con tu padre. Tienes dos segundos para quitarte del camino.

Como Andrew vislumbró la llegada de Luther con Nicky en su camino, Neil no estaba seguro, no
obstante Luther estaba congelado a solo un par de pies dentro de la puerta del dormitorio. Nicky
miró a Andrew desde las sábanas destrozadas hasta el cuerpo sangrante en el suelo. Cuando vio
el estado en el que Drake estaba, su expresión se arrugó. El ruido que hizo no sonó humano. Neil
lo sintió como veneno en sus venas, pese a que Andrew solo rio.

— Uno — contó Andrew.

— Nicky — pidió Neil.

— Baja.
Nicky se soltó y se arrodilló junto a la cama. Le dio a Andrew una vista sin obstáculos de Luther
sobre su cabeza. Andrew ya sabía que Luther estaba allí, sin embargo fingió sorpresa al ver al otro
hombre. La mirada que apareció un segundo después estuvo casi encantada. Neil podría haberlo
creído si no fuera por el feroz agarre que Andrew todavía tenía en el cabello de su hermano.

— Oh, Luther — manifestó Andrew.

— Oh, bien. Lo lograste. Me ahorras la molestia de bajar para encontrarte. Oye, mientras estés
aquí, ¿quieres explicar qué está haciendo Drake aquí? No puedo esperar para escucharlo. Espero
que sea bueno.

— ¿Qué en nombre de…? — comenzó a decir Luther, con voz ronca.

— Oh, no — Andrew lo interrumpió.

— No. No preguntes qué. Tú lo sabes mejor. Tú lo sabes mejor — expresó de nuevo, con vehe-
mencia.

Andrew se inclinó hacia adelante tanto como se atrevió. Empezó a balancearse, pero Neil lo tomó
del hombro para evitar que se cayera.

— Parece que tenía razón sobre él después de todo. ¿O todavía crees que todo esto es un gran
malentendido? Continúa, cuéntame otra vez cómo estoy demasiado desequilibrado para compren-
der el amor y el afecto fraternal normal. Dime que esto es natural.

Nicky parecía como si hubiera sido golpeado de repente. La pesadumbre de Aarón fue de cuerpo
completo. Al otro lado de la habitación, Kevin estaba mirando a Andrew como si hubiera visto un
fantasma. Andrew no se dio cuenta del efecto que sus palabras tuvieron en ninguno de ellos. Esta-
ba sonriendo con una alegría despiadada mientras miraba a Luther.

— Oye, Luther — inquirió Andrew.

— Hablando de malentendidos, ¿estoy recordando esto mal, o no me prometiste que hablarías


con Cass? Me dijiste que no iba a criar a más hijos después de mí, pero aparentemente ella tuvo
seis más desde que dejé el reformatorio. Seis, Luther. No soy bueno en matemáticas pero incluso
sé que seis es muchísimo más alto que cero. ¿Cuántos crees que había en su casa cuando Drake
estaba en casa entre desempleos?

— Ahora lo dejas entrar a tu casa — señaló Andrew.

— Lo pones bajo el mismo techo que tu hijo, que mi hermano. ¿Después de todo lo que hice para
mantenerlos alejados el uno del otro?

Andrew le dio otro tirón feroz al pelo de Aarón, tirando inadvertidamente a Aarón más cerca de él,
y finalmente lo soltó.
— Tan pronto como recupere mi equilibrio, te destrozaré, Luther. Esta es la única advertencia que
recibirás.

La cara de Aarón estaba blanca de miedo y horror.

— Esto ha sucedido antes.

Lo dijo bajo, como si temiera que las palabras lo hicieran realidad. Aarón miró a Andrew como si
nunca hubiera visto a Andrew en su vida. Andrew no se molestó en devolver la mirada, entonces
Aarón finalmente arrastró su atención a la cara de Luther.

— Esto ha sucedido antes, y lo sabías. Sabías lo que había hecho y de todos modos lo trajiste aquí.

— ¿Es eso cierto? — Nicky increpó, aunque no podía apartar la mirada de Andrew para enfrentar
a su padre.

Luther abrió la boca, luego la cerró de nuevo, expresión sombría. Aarón solo le dio un par de segun-
dos para responder antes de chasquear.

— Fuera de aquí— exclamó y cuando Luther no se movió lo suficientemente rápido, gritó:

— ¡Fuera!

Andrew rio cuando Luther se retiró de la habitación. La puerta estaba demasiado rota como para
cerrarla todo el camino, a pesar de que Luther tiró de ella lo mejor que pudo. Neil escuchó sirenas
a lo lejos. Andrew lo recogió un segundo después y miró por encima del hombro. Pensó por un
momento, luego se encogió de hombros y soltó a Aarón. Se quitó los brazaletes uno a la vez y los
dejó caer en el regazo de Neil.

Él dijo algo, pero Neil no lo escuchó. El tono pálido de la piel con cicatrices era demasiado familiar
y demasiado sorprendente para que él no reaccionara. Neil agarró la muñeca de Andrew. Comenzó
a girar el brazo de Andrew, seguro de que había imaginado cosas, pero Andrew colocó su mano
libre sobre el antebrazo de Neil.

— Andrew — empezó Neil.

— Solo para que estemos claros, voy a matarte.

El hierro en su puño estaba en completo desacuerdo con la sonrisa drogada en su rostro. Andrew
no estaba fanfarroneando. Si Neil no lo soltaba lo suficientemente rápido, Andrew le rompería el
brazo. Neil aflojó su agarre pero extendió sus dedos mientras lo hacía. Sintió la ligera protuberan-
cia y la protuberancia de la piel destruida bajo las puntas de los dedos y sintió que se le revolvía el
estómago. Andrew le arrancó la mano a Neil del brazo, aunque lo hizo de una manera que mantuvo
su antebrazo desnudo vuelto hacia él.

— Deshazte de ellas — dijo Andrew.


— A los cerdos no les gusta cuando personas como yo portan armas.

Neil no tenía bolsillos lo suficientemente profundos como para esconder los brazaletes desechados
de Andrew, así que se inclinó y los metió entre el somier y el marco. Miró de Aarón a Nicky, sin
embargo ninguno de ellos había notado ese intercambio. Aarón estaba mirando la puerta como si
pensara que Luther podría regresar. Nicky estaba mirando la cara de Andrew, pero su expresión
cerrada decía que estaba a miles de kilómetros de todo esto. Eran la familia de Andrew, pese a que
eran tan ajenos como todos los demás cuando se trataba de Andrew.

— Andrew— intentó Neil otra vez.

— Haznos un favor — soltó Andrew.

— Vamos a no hablar ninguno por un momento

Neil no podía hacer otra cosa más que esperar a que llegaran la ambulancia y la policía.
CAPÍTULO 12
Traducido por Venus T.
Corregido por Cotota

La sala de emergencias del Hospital General de Richmond estaba llena de gente, lío de re-
sentimiento y enfermedad. Los asistentes del mostrador trataron de regular el desorden lo mejor
que pudieron, pero había demasiadas personas para ser vistas y no había suficientes doctores. Neil
estaba muy lejos para escuchar las palabras de los asistentes pero podía oír su paciencia desmo-
ronándose en su sonó. Las estridentes protestas y argumentos de los potenciales pacientes fueron
más fáciles. Neil escuchaba porque necesita algo que lo distrajera de sus pensamientos.

Las cosas iban de mal en peor cuando los mejores de Columbia se presentaron en la casa de
Hemmick. Los primeros responsables y paramédicos llegaron casi al mismo tiempo, pero fueron
seguidos por dos grupos más de oficiales. Neil no sabía si ellos no tenían nada mejor que hacer
en un domingo por la noche o si ellos habían venido siguiendo el desliz del nombre de Kevin Day
sobre el radio de la policía. Neil dudaba seriamente que se necesitaran seis agentes para juzgar la
muerte de Drake como un caso justificado de defensa propia. Él quería que tomaran declaraciones,
mirar los detalles obvios de la espantosa escena, y sacudir la mano de Aaron al momento de irse.
La última vez que Neil vió a Aaron, sin embargo, lo conducían por las escaleras esposado. Poco
después, la policía cargó a un divertido Andrew a la parte trasera de la ambulancia y lo envió allí.

Neil no sabía si esto era pura mala suerte de los Fox, si él los había maldecido con su presencia, o
si la violación y el asesinato fueron siempre así de complicado. Él no lo sabía; él apenas podía pen-
sar en algo más. El instinto le hizo dividir al grupo de la única forma que pudo. Kevin quiso venir al
hospital a esperar la liberación de Andrew, pero su cara era demasiado reconocible. La última cosa
que alguno de ellos quería esa noche era llamar más la atención sobre ellos mismos. Neil lo dejó
con Nicky en la estación para esperar a Aaron. Vino aquí solo al segundo en que la policía dejó de
obtener algo de él. Había estado aquí por casi cuarenta minutos ahora. Intentaba no mirar el reloj,
pero no lo podía evitar. La multitud que lo rodeaba no estaba cambiando lo suficientemente rápido
para ser una distracción apropiada.

El hombre que caminó a través de las puertas deslizables de vidrio dos minutos después fue. Neil
estaba en sus pies antes que supiera que se estaba moviendo. El repentino movimiento llamó la
atención de Wymack, y apuñaló con un dedo el suelo enfrente de él. Neil se abrió paso a través de
la habitación llena de gente. Wymack apenas esperó a que lo alcanzara antes de regresar al exte-
rior. Neil abrazó fuertemente alrededor de él y lo siguió.

Wymack lo condujo a una sección designada para fumar a unos seis metros de la acera. Neil miró a
la bolsa de plástico colgando de su codo, pero olvidó preguntar cuando había puesto un paquete de
cigarrillos fuera de su bolsillo. Neil extendió su mano en una solicitud silenciosa. Wymack le arqueó
una cejar y le dijo:

—La última vez que revisé, yo no fumabas.

—No lo hago —dijo Neil.

Wymack le entregó el cigarrillo de todos modos y consiguió otro para él. El viento estaba lo suficien-
temente fuerte para que les toe trabajo encender sus cigarrillos. Neil tomó una larga calada para
asegurarse que el cigarrillo realmente estaba prendido, y luego tomó el incandescente palo entre
sus manos. El agrio olor a humo, débil como es una noche como esta, debería haber sido confor-
tante. No lo fue.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Neil.

—Kevin me llamó —dijo Wymack—. Le traje a Andrew algo de ropa limpia.

Neil hizo los cálculos en su cabeza, pero no cuadraba. Kevin no había usado su teléfono en la ha-
bitación, y ellos no se habían alejado lo suficiente como para que Wymack llegara desde Palmetto
State. La única forma en la que Wymack podría estar parado aquí ahora era si Kevin lo hubiera
llamado cuando bajó la primera vez para alcanzar a Nicky. Conociendo a Kevin, Neil apostaría que
Wymack recibió la llamada antes que 911 lo hiciera.

—Arrestaron a Aron —dijo Neil.

—Lo sé —dijo Wymack.

—¿Por qué?

—Alguien murió al otro lado de su raqueta.

—No era suya —dijo Neil—. Fue mía. La policía la tomó como evidencia. ¿Me lo devolverán o voy
a tener que conseguir una nueva?

Wymack exhaló el humo del aire entre ellos. El viento desgarró la nube a pedazos tan rápido como
se formó. Neil miró a Wymack mirándolo, luego volvió su atención a su cigarrillo. Lo giraba y giraba
entre sus dedos. Todavía había sangre bajo sus uñas. Por un momento pensó que era la de su
madre, pegada obstinadamente después de todos estos años. Le dio a su cigarrillo una violenta
sacudida, expulsando esos pensamientos con la primera mata de ceniza.

—Neil —dijo Wymack.

Neil conocía ese tono muy bien.

—Estoy bien.
—Dame esa respuesta de mierda otra vez y veremos qué pasa —dijo Wymack—. Paré en la esta-
ción de camino aquí y obtuve un resumen censurado de las cosas. La policía te ha etiquetado como
un testigo hostil. Dijeron que no hablarías con ellos, ni siquiera para darles tu nombre. Tuvieron que
obtenerlo de Kevin.

—Estoy bien —dijo Neil otra vez—. Simplemente no me gusta hablar con policías.

—Entonces no hables con ellos —dijo Wymack—. Habla conmigo.

—¿Qué quieres que diga?

—La verdad —dijo Wymack.

—No.

—¿Por qué no?

Neil negó con la cabeza. No sabía cómo explicar el miedo comiendo un nudo hueco en su pecho.
Algo como esta demandaba completa honestidad, y Neil había estado mintiendo desde que era
lo suficientemente mayor como para hablar. No sabía cómo decir la verdad ahora. Si lo intentaba,
¿Seguiría siendo la verdad, o envenenaría las palabras diciéndolas en voz alta? ¿Sería instintivo
retorcerlo? No se arriesgaría. Andrew no se lo merecía.

—Coach, llama a Oakland —dijo Neil, porque necesitaba convertir las preguntas de Wymack en un
objetivo más seguro—. Higgins necesita saber lo que pasó esta noche. ¿Lo recuerdas? —Preguntó
cuándo Wymack le frunció el ceño —Nos llamó al comienzo del año cuando estaba investigando al
padre de Drake. Sé que cambió el enfoque a Drake el mes pasado, pero no sé si lo registró como
un sospechoso oficial en el sistema. Si no lo hizo, los policías no sabrán que tienen que notificarlo.

Wymack lo miró en silencio por un minuto, luego sacó una tarjeta de su billetera. Neil vio un escudo
azul brillante impreso en el frente y supuso que era de uno de los oficiales que manejan este desas-
tre. No planeaba quedarse para esa llamaba telefónica, así que apagó el cigarrillo con su zapato.

—Voy a volver adentro —dijo, y Wymack no lo detuvo.

Volvió a la sala de emergencia para encontrar su asiento ocupado. Sin embargo, había espacio en
una esquina, así que recostó su espalda en la pared y volvió su atención en la recepción otra vez.
Wymack apareció un par de minutos después, habló brevemente con las agotadas mujeres de la
recepción, y les tendió la bolsa de plástico. Una de ellas desapareció en la parte posterior con la
bolsa, y Wymack vino a esperar con Neil. No se dijeron nada más el uno al otro pero esperaron por
Andrew a que sea dado de alta.

Cuando Andrew finalmente atravesó las puertas traseras, Neil medio deseó haberlo dejado allí. Es-
taba usando la ropa fresca que Wymack le había traído, pero incluso la sudadera con capucha no
podía ocultar el desastre que Drake le había hecho a su cara. Peor que las contusiones y los cortes
era la brillante sonrisa que Andrew todavía llevaba. Neil lo vió y quiso estar enfermo.

Wymack se puso en camino para interceptarlo en su camino a la puerta, así que Neil lo siguió. An-
drew miró cuando notó su acercamiento y rió.

—Coach, hola. No recuerdo haberte invitado a este debacle.

—No lo hiciste —dijo Wymack.

—Kevin —adivinó Andrew—. Un traidor hasta el final.

Sonaba divertido, no molesto, y le indicó a Wymack para que liderara el camino.

Le ahorró a Neil solo la más mínima de las miradas mientras seguían a Wymack a la noche. A pe-
sar de la multitud de adentro, Wymack había conseguido un lugar de estacionamiento decente a
la vuelta de la esquina del edificio. Neil se detuvo cuando se acercaron para que Andrew pudiera
decidir la disposición de los asientos. Andrew abrió la puerta del pasajero pero no entró. En cambio,
tamborileó con los dedos sobre la puerta y consideró su asiento como si fuera un gran misterio.

Neil no entendió su vacilación. Wymack lo hizo, y dijo:

—Hay más espacio para estirarse atrás.

—Oh, estás en lo correcto —dijo Andrew, pero se puso en frente, de todos modos. Neil vió sus nu-
dillos blancos en la puerta mientras entraba al auto, pero no fue hasta que Andrew rió y dijo ‘Ouch’,
que Neil entendió cuanto dolor Andrew todavía tenía.

Se subió al asiento trasero y se abrochó el cinturón con dedos entumecidos. Wymack cerró la puer-
ta lo suficientemente fuerte para tambalear todo el carro y puso el motor en marcha. Sin embargo,
no fue a ninguna parte, y Neil casi se preguntó si Wymack iba interrogar a Andrew aquí en el esta-
cionamiento.

En cambio, Wymack le echó una mirada impaciente y agregó:

—Cuando quieras.

—Bien, bien —dijo Andrew—. Seguridad primero.

Andrew tiró del cinturón a su lugar, y Wymack se puso en marcha. Neil esperaba volver a la esta-
ción, pero pronto empezó a reconocer las calles. Wymack los estaba llevando a la casa de los pri-
mos. El pensamiento de pasar la noche en Columbia era repulsivo, pero Neil no tuvo la oportunidad
de protestar. Había un auto estacionado en la entrada, y Andrew lo reconoció incluso si Neil no lo
hizo.

—Hay una muy buena explicación para esto —dijo Andrew—. No puedo esperar a escucharla.
—Sabes por qué está aquí.

—No lo sé, coach. Esto no es asunto suyo.

—Ni siquiera he comenzado —dijo Wymack mientras se detenía detrás del auto desconocido—. Sé
que honestamente no pensaste que podrías mantener todo esto de ella por mucho tiempo. Pero
traerla esta noche no fue mi idea, así que no me mires de esa forma. No sabía que Abby la había
invitado hasta que estuvimos en camino.

—Los odio a todos ustedes —dijo Andrew, alegremente, y salió del auto.

Su llegada no fue inadvertida, y la puerta principal de abrió antes de que estuvieran a medio camino
de ella. Le tomó solo un segundo a Neil reconocer a Betsy Dobson en el portal y se detuvo en el
césped.

Andrew también lo hizo, y tiró de sus brazos como si estuviera esperando un abrazo.

—¡Oh, Bee! Qué asombrosa sincronización. Justo estábamos hablando de ti. Tengo otras cosas
que hacer ahora mismo, pero Neil dijo que podría hacerte de compañía en mi lugar. No te importa,
¿no es así? No creí que lo hiciera.

—Me importa —dijo Neil —. No tengo nada que decirle a ella.

—Estoy seguro que se te ocurrirá algo. —Andrew le sonrió por sobre su hombro a Neil—. Siempre
lo haces, ¿Verdad? No tiene que ser la verdad, ya sabes. Bee no está esperando honestidad de
parte tuya. Le dije que no confiara en ninguna sola palabra que digas. ¿O has comenzado a jugar
al juego de los secretos con ella también?

—Dije que no.

Andrew volvió su rostro completamente y puso sus manos en el inmenso bolsillo frontal de su su-
dadera.

—No has entendido —dijo él, con un gesto de comprensión—. No estaba preguntando, Neil. Tú
ayudaste a crear este lío. Lo menos que puedes hacer es ayudar a limpiarlo. ¿Dónde está tu sen-
tido de la responsabilidad?

Un cuchillo no lo habría lastimado tanto. Las palabras de Andrew le cortaron la respiración de los
pulmones; dio un tembloroso paso hacia atrás en un intento desesperado por mantener el equili-
brio. Él quería decir que esto no era su culpa, pero ambos sabían que lo era. Andrew no le había
dicho sobre Drake, pero había dicho que Luther había traicionado su confianza. En lugar de escu-
char eso, Neil se puso de parte de la aflicción llena de esperanza de Nicky. Él no había invitado a
Drake a Carolina del Sur, pero había entregado a Andrew en sus brazos

Culpa era, relativamente, una nueva emoción para Neil, algo que los Foxes le estuvieron enseñan-
do a través de una exposición prolongada a ellos. Hasta este punto lo había sentido incómodo, rá-
fagas fugaces. Ahora era un calor feroz, que lo consumía todo, lo que le hizo querer cortar su propio
estómago. No sabía si hiba a vomitar o gritar. Ninguno era aceptable, así que apretó sus dientes lo
más fuerte que pudo. Encontrar los ojos de Andrew era casi imposible. Mirar hacia otro lado habría
sido imperdonable.

Buscó a través del ácido en su pecho y encontró las únicas palabras que pudo:

—¿Dónde está el tuyo?

Andrew inclinó su cabeza hacia un lado, fingiendo confusión. Tal vez no era una actuación. Tal vez
él no entendió. Neil apenas reconoció su propia voz a través de la grava en ella. Neil tragó duro
contra su debilitado reflejo nauseoso. Cada respiración que tomaba le hacía abrirse camino hacia
abajo, pero su voz sonó firme cuando volvió a hablar.

—¿Por qué no se lo dijiste a Higgins?

—No habría funcionado —dijo Andrew alegremente—. Pig no estaba listo para escucharlo en ese
momento. Él y Drake eran amigos, verás. Ellos se conocieron cuando Drake pasó por el programa
PAL y lo golpeó de una manera u otra. Sabía que no me creería, así que no perdí mi tiempo inten-
tando.

—Entonces no hiciste nada —dijo Neil—. Casi pones un cuchillo entra las costillas de Nicky cuando
él coqueteó conmigo, pero no levantaste ni un dedo para proteger a los otros hijos de Cass. Sabías
lo que Drake les haría, pero no los protegiste.

—No se suponía que hubieran otros hijos —dijo Andrew.

—Pero los había —Neil se lo recordó, frío y feroz y horrible.

Andrew se rió y sacó una mano de su bolsillo. Envolvió sus dedos alrededor de la garganta de Neil,
no lo suficientemente apretado como para cortarle la respiración pero si lo suficiente para ser una
advertencia. Neil vió a Wymack moverse en su visión periférica, pero confió en que el hombre se
mantuviera fuera de su camino. Hasta que Andrew realmente le haga daño a Neil, Wymack los de-
jaría pelear en sus propios términos. Neil mantuvo sus ojos en el rostro de Andrew y expulsó su voz
lo suficientemente baja para mantener a Wymack y Betsy fuera de la conversación.

—Espero que ella valiera la pena.

Andrew se inclinó hacia adelante y dijo:

—Oh Neil, eres demasiado pesado para pisar hielo tan delgado.

—¿Es así como te quedaste quieto? —Neil se acercó y tomó la muñeca de Andrew. No podía sentir
el miedo a través de la manga de algodón, pero no lo necesitó. Sabía que estaba ahí. Andrew sabía
de lo que él estaba hablando, a juzgar por cómo todavía fue. Su sonrisa ni siquiera tembló pero Neil
no fue engañado—. ¿Hiciste esto así no tendrías que decirle la verdad acerca de su hijo?
—Tal vez.

—¿Qué tratabas de hacer, sobrepasarle? —preguntó Neil—. Él era un senior graduado en intento
de enlistarse, ¿verdad? Todo lo que tuviste que hacer era esperar hasta la graduación y luego ella
te adoptaría. Entonces, ¿qué salió mal?

Los dedos de Andrew apretaron lentamente hasta que Neil no pudo respirar más. Se negó a librarse
de Andrew. La presión en su pecho empezó como una simple incomodidad, pero se propagó hasta
que se sintió como si cada hueso en su pecho se rompería bajo la presión. El control de Neil empe-
zó a desmoronarse, no importaba cuan ferozmente se aferrara a ella, y acababa de moverse para
empujar a Andrew cuando este finalmente soltó su agarre.

En lugar de dejarlo ir, Andrew deslizó su mano alrededor de la nuca de Neil y lo acercó. Puso su
boca en la oreja de Neil y bajó su voz, pero Neil no tenía que ver su rostro para saber que Andrew
seguía sonriendo. Podía oírlo.

—Drake aplazó su alistamiento —dijo Andrew—. Quería aprovechar al máximo su último verano
con su hermanito. Él incluso preguntó a Cass si podíamos invitar a Aaron por un par de semanas
así todos nos podríamos encontrar. Cass me lo dejó a mí, pero cada vez que ella no miraba, Drake
intentó convencerme de que lo hiciera. Quería que ambos nos encontráramos en el mismo lugar. Él
podía imaginar cómo nos veríamos en la cama juntos, dijo. Sería una imagen perfecta.

Neil se estremeció. Lo empujó porque necesitaba ver esa resquebrada sonrisa. Necesitaba saber
si Andrew estaba gritando detrás de la euforia que producía las drogas cuando alimentaban sus
venas. Pero Andrew no lo estaba, y Neil no podrías vivir con eso. La medicina de Andrew era muy
fuerte o su psicosis muy retorcida; de todas formas, esta noche no significaba nada para él. Esta
situación era un revés que Andrew pudo eludir o ignorar.

—Hablando del otro Minyard… —Andrew dejó ir a Neil y sonrió a Wymack. Levantó la voz así Wy-
mack podrías escucharlo y preguntó—. Él realmente lo hizo, ¿no es así? Probablemente la más
decisiva situación que ha manejado. ¿Dónde estaba esa columna vertebral cuando su madre lo
golpeaba? Hubiera sido conveniente todos estos años. Alguien debería felicitarlo.

—Aaron está bajo arresto —dijo Betsy—. ¿Por qué no entras así podremos hablar sobre esto?

Andrew le miró sorprendido.

—¿Sigues aquí, Bee?

—Por un momento más —dijo Betsy—. La leche casi se ha calentado. Tomé un poco en el camino
así podríamos tomar un poco de cacao. Traje el frasco entero de chocolate negro de avellanas
conmigo. Si comenzamos a beberlo dese ahora, probablemente para medianoche nos pondremos
enfermos.

Neil no le podía creer. El chocolate no era un remedio, no haría nada de esto fácil de digerir. Excep-
to que un momento después, Andrew arrastró el brazo de Neil hacia donde podría darle una vista
al reloj de Neil y dijo:

—Piensas en todo, Bee. Estaremos dentro pronto.

Betsy asintió e ingresó. Cuando se había ido, Andrew intentó nuevamente liberar su mano. Neil
seguía aferrándose. Andrew le dirigió una mirada que era muy entretenida como para estar exas-
perado.

—Mejor suerte para la próxima vez, Neil —dijo—. Ya te advertí una vez, ¿no? No siento nada.

—Ya no —dijo Neil, apenas un susurro.

Las viejas cicatrices a lo largo de las muñecas de Andrew eran evidencia de cuán lejos Andrew tuvo
que caer para llegar a este punto. Neil finalmente lo soltó y dejó caer su mano a su lado. Andrew
se encogió de hombros exageradamente y giró en sus tobillos. Neil lo miró desaparecer a través
de la puerta. Era consiente, un segundo o un minuto o una hora después de la pesada mirada de
Wymack sobre él.

—Neil —dijo Wymack.

—Estoy bien —dijo Neil.

Wymack no dijo nada inmediatamente, luego:

—Estarás bien adentro donde hace más calor.

Neil dio un paso hacia adelante, o tuvo la intención de hacerlo. Lo siguiente que supo fue que esta-
ba corriendo, no hacia la casa, sino lejos.

Podía seguir oliendo la sangre de su camiseta, incluso a través de su abrigo. No supo si era su
imaginación, pero el aroma era tan espeso y agudo que casi podía saborear el sabor metálico de él.
Cada bofetada de sus zapatos en el pavimento sonaba como disparos. Parpadeó y vió Francia, vió
Grecia, vió esa larga escala en Líbano y un corto viaje por Dubai. Recordó las olas retumbantes del
Océano Pacífico y los dedos de su madre arañando el aire mientras luchaba por un último respiro.

Culpa, pena, y dolor eran toxinas corrosivas en sus venas, desgarrándolo desde adentro hacia
afuera. Él los dejó salir, lo hizo, porque esos recuerdos eran horribles pero eran cosas que tenían
sentido. Esa pérdida de dolor era todo lo que sabía y comprendía. Si los perdía de vista, todo lo que
tendría era la crueldad desconocida que había presenciado esta noche. No sabía cómo enfrentar
todo esto todavía. No sabía cómo compartimentarlo en algo que pudiera tolerar. Tal vez lo resolve-
ría mañana. Tal vez lo llevaría con él hasta que los Moriyamas lo maten. Neil no lo sabía. No quería
saber.

Corrió hasta que no pudo respirar, pero nunca le dejó de doler.


Para el momento en que regresó, la casa estaba en silencio y a oscuras. Neil no sabía cómo los
otros se habían dividido las tres habitaciones y no quería ver a nadie más esta noche. Afortuna-
damente la sala estaba desocupada. Apartó la mesa de café hacia un lado para tener suficiente
espacio para estirarse y, como no tenía nada en que cambiarse, solo se quitó los zapatos antes de
acurrucarse en el sofá. Estaba casi seguro que sus pensamientos lo mantendrían despierto toda la
noche, pero el agotamiento lo arrastró mucho antes.

El golpe de la puerta de un armario le advirtió que no estaba solo. Neil se despertó sobresaltado y
buscó instintivamente su bolsa de lona.

Su salvaje agarre volvió vacío, y su estómago tocó fondo en el segundo que tardó su mente en
despertar. Se sentó en el sofá y quiso que su corazón latiera fuera de su frenético galope. Se frotó
los ojos, cansado a pesar de la explosión de adrenalina, y fue a investigar el sonido.

La luz de la cocina estaba apagada, pero la bombilla fluorescente tenue sobre la estufa estaba
encendida. Wymack estaba revoloteando sobre la cafetera. Si Wymack estaba levantado, eran
pasadas las cuatro y media de la mañana. Neil aprendió el horario matinal de Wymack por el duro
mes que pasó en su sofá. Aparentemente la muerte no era causa suficiente para alterar la rutina.

Wymacl terminó de poner los moldes y preparar el café. Mientras se daba la vuelta vió a Neil en la
puerta. Neil esperó a que dijera algo acerca de cómo Neil salió corriendo la noche anterior, pero
todo lo que Wymack dijo fue:

—¿Conseguiste dormir algo?

Neil no sabía a qué hora había regresado, así que dijo:

—Un par de horas, creo.

—Si puedes seguir durmiendo, hazlo —dijo Wymack—. Va a ser un largo día, y necesito a todos
despiertos y coherentes antes de que Waterhouse llegue aquí ―a la mirada curiosa de Neil, Wy-
mack explicó—. El abogado de Andrew. Estamos esperando que tome el caso de Aaron. Sería una
ganada fácil para él.

—Ellos no debieron arrestarlo.

—Están haciendo su trabajo —dijo Wymack—. Un hombre murió anoche, y hasta que ellos tengan
todo lo que necesiten tienen que retenerlo. Tu testimonio podría apresurar el proceso, ya sabes.
Tú eres el único aparte de Andrew quien estuvo en esa habitación cuando Drake murió, y ya que
Andrew no hablará tampoco.

—¿Ha confesado Luther?

—¿Para qué?

—Para informarlos —dijo Neil, acalorado—. Él puso a Drake en esa casa sabiendo lo que Drake le
había hecho a Andrew la última vez que ambos estuvieron juntos. Si él y Aaron dijeron la verdad y
los oficiales tenían sus ojos trabajando para identificar como lucía es habitación, no necesitan nada
más. Si ellos están atascando las cosas porque la historia de Andrew les perjudica, deberían darles
el caso a personas más objetivas y dejar de perder nuestro tiempo.

—Neil.

—¿Llamaste al Oakland PD? —Neil preguntó.

—Ya no tengo sus números —dijo Wymack—. Le pedí a los locales que los llamen. Trataré de en-
trar en contacto con el oficial Higgins hoy para ver si ha escuchado algo. Ahora deja de estar parado
y vuelve a la cama.

—Estoy bien.

Las palabras habían salido antes de que pudiera detenerlo. Wymack no tuvo nada que decir. La mi-
rada en su rostro decía suficiente. Neil fijó su mirada en la cafetera y trató de no enfocarse. Wymack
se alejó después de lo que se sintió como un siglo y vertió lo poco que había preparado en su taza.
Lo levantó del mostrador y se dirigió hacia la puerta. Neil dio un paso hacia atrás en el pasillo, así
Wymack podría pasar, pero Wymack se detuvo enfrente de él.

—Neil —dijo Wymack—, entre tú y yo, no creo que alguna vez hayas estado bien.

Neil no tuvo una respuesta a eso, pero no necesitaba una. Wymack siguió su rutina saliendo a la
fría mañana a dar un paseo. Neil observó la puerta principal cerrarse detrás de él, luego volvió al
sofá a esperar. Cuanto más tiempo permanecía sentado allí, más sus pensamientos comenzaban
a borrarse en los bordes a medida que el cansancio volvía a entrar. Finalmente Neil se dejó caer
de costado una vez más y se quedó dormido. Brevemente se despertó cuando Wymack volvió pero
volvió a dormir por una par de horas más.

La siguiente vez que Neil se despertó, fue por los pesados pasos en las escaleras y la alegre voz
de Andrew. Neil se perdió la primera parte de la conversación, pero se dio cuenta por el resto que
Andrew estaba explicando el terrible desayuno que tuvieron en la casa. Ellos no habían esperado
quedarse en Columbia durante la noche, así que lo único comestible que tenían era leche y el ca-
cao en polvo de Betsy.

Neil rodó fuera del sofá y fue hacia la puerta. Andrew parecía tan conectado y listo para el día
como siempre. Iba vestido en un pesado cuello alto negro que no reconoció, presumiblemente una
camisa que no había empaquetado cuando se mudó a los dormitorios del campus. Las mangas
eran muy largas para él, colgando casi hasta sus nudillos, y fácilmente escondió sus brazos con
cicatrices. Aunque no pudo ocultar el multicolor desastre que Drake hiso de su cara. Drake no había
ganado esa pelea con facilidad.

Neil no era el único que se agitó por el ruido que Andrew estaba haciendo. Los otros fueron atraí-
dos como polillas a una llama venenosa. La habitación de los gemelos estaba escaleras arriba en
el lado opuesto del pasillo. La habitación de Nicky estaba abajo, pasando la escalera, la habitación
donde Neil se había despertado en su primera noche en Columbia. Esa puerta estaba abierta aho-
ra, y Nicky y Kevin estaban en la puerta con Betsy detrás de ellos. Betsy no lucía descansada, pero
al menos se veía calmada. Nicky y Kevin parecían como si la noche los había golpeado y los había
dejado por muertos.

Abby estaba tratando de tener una cara de valiente mientras seguía a Andrew arriba, pero Neil vió
la tensión en su sonrisa. Andrew parloteó como si no se hubiera dado cuenta. Neil sabía que él lo
había hecho; las drogas de Andrew lo hacían maniaco, no estúpido. Andrew estaba disfrutando ha-
ciendo a Abby retorcerse. Andrew perdió riel de pensamiento cuando descubrió a Neil en la entrada,
y se detuvo en la base de las escaleras para señalar.

—Oh, Neil ha vuelto. Pensamos que quizás te habías perdido.

—Nunca me pierdo —dijo Neil.

—Y nunca te encuentras —agregó Andrew con un gesto de asentimiento—. Todo por lo mejor, es-
toy seguro. Pero un buen momento en ambos sentidos. Esto soluciona todos nuestros problemas.
¿Cierto, Bee? —Andrew miró sobre su hombro por el pasillo y movió una mano hacia ella en un
ven-aquí. Gentilmente apartó a Kevin y Nicky para pasar. Andrew le sonrió al acercarse y apuntó
otra vez a Neil—. Él sabe dónde dejamos en carro, y tú sabes dónde está la tienda. Trata de en-
contrarle un poco de ropa en el camino de regreso, ¿Podrías? Va a empezar a oler si lo dejamos
por mucho tiempo.

—¿Quieres algo en partículas para el desayuno? —Betsy preguntó

—Ningún pedido en especial —dijo Andrew—. Puedes preguntar a los fantasmas allá, pero no creo
que tengan mucha opinión hoy. Tal vez estás perdiendo tu toque, Bee. Oh, pero aquí. Neil va a
necesitar esto.

Andrew palmeó sus bolsillos, buscando, y encontró lo que buscaba en el tercer intento. Neil solo vió
un flas de ello antes de que Betsy lo tomara. Betsy solo dio un paso hacia la dirección de Neil antes
de que Andrew enganchara su camiseta para detenerla.

—A Exites —dijo Andrew—. Kevin tiene la tarjeta.

Betsy volvió al pasillo para recibir la tarjeta de compras del equipo de Kevin. Amdrew aplaudió hacia
Neil para obtener su atención.

—No olvides mis cuchillos, ¿Ok? Los voy a querer. Adiós.

Andrew se tocó con dos dedos la magullada sien en señal de saludo y se dirigió a la cocina. Betsy
hizo su camino hacia el lado de Neil antes de que se diera cuenta que había sido voluntario para
hacer los recados con ella. Empezó a protestar, pero las palabras se atoraron en su garganta. La
acusación de Andrew por la noche sobre la mano de Neil en todo esto seguía siento una herida
nueva que Neil no estaba listo para presionar. Neil dirigió una última mirada hacia Nicky y Kevin,
luego se volvió después de Betsy y la siguió en el frio.

Betsy tenía un GPS conectado a su parabrisas donde ella podía fácilmente ver la pequeña pantalla.
Tan pronto como el aparato recogió la apropiada red satelital ella presionó un par de botones y vió
la dirección cargada. Una sombría voz británica le indicó que se dirigiera al este. Betsy bajó el vo-
lumen hasta que era apenas audible y salió de la entrada. Neil miró por la ventana y pretendió ser
invisible. La artimaña no duró mucho.

—David me pidió que hablara contigo —dijo Betsy—. Sé que el escenario no es exactamente el
convencional, pero por favor quiero que sepas que cualquier conversación que tengamos hoy ten-
drá la misma privacidad y respecto como una visita formal a la oficina.

—¿De qué hay que hablar? —Preguntó Neil—. Si fuera tú estaría más preocupado en Nicky. Él
vino aquí pensando que iba a reparar a su familia, pero ahora su familia entera se ha desmoronado.

—Es suertudo de tener un amigo como tú, que se preocupa por él.

—No soy su amigo —dijo Neil—. Soy tu compañero de equipo.

—¿No eres su amigo, o él no es el tuyo? —Preguntó Betsy, y cuando Neil la miró, añadió—. Son
asuntos claramente diferentes y es posible tener uno , sin lo otro. Lo siento si estoy haciendo su-
posiciones, pero me parece que él ve en ti un amigo —cuando Neil no respondió inmediatamente,
ella dijo—: ¿Qué hay acerca del resto del equipo? ¿Son tus amigos?

—¿Para qué necesito amigos? —preguntó Neil—. Vine aquí a jugar. Eso es lo que el contrato del
Coach requiere de mí, así que eso es lo que voy a hacer, ¿es esto realmente de lo que deseas
hablar?

—Quiero hablar acerca de anoche, pero también quiero hablar sobre ti. Quiero asegurarme de que
tienes una red de apoyo que pueda ayudarte durante las siguientes semanas. Si no quieres hablar
sobre esto último, podemos enfocarnos en lo primero. ¿Puedes decirme lo que pasó?

—¿Cuántas veces quieres escuchar esa historia? —Preguntó Neil—. Estoy seguro que la obtuviste
de Nicky y Kevin. El coach probablemente te dijo lo que la policía informó. Tal vez incluso obtuviste
respuestas de Andrew. No tengo nada que añadir.

—¿Al menos puedes decirme porque llevaste una raqueta a la habitación?

—¿Posees un arma? —Preguntó Neil, y cuando Betsy sacudió su cabeza, dijo—: Imagina que la
tengas. Una noche te despiertas porque escuchas a alguien moviéndose alrededor en tu casa.
Tienes el derecho a confrontarlos y, sin saber si están armados o no, eres lo suficientemente inteli-
gente para llevar tu arma contigo. Si te ataca y tú peleas con él, la policía lo llamará defensa propia
justificada. No tengo un arma, pero tengo una raqueta.
—Entiendo a lo que quieres llegar, pero nadie más sospechó que Andrew estaba en problemas
—dijo Betsy. No era realmente una pregunta, así que Neil no la respondió. Cuando se detuvieron
en la siguiente luz roja, Betsy consideró a Neil en silencio. Solo cuando la luz cambió a verde otra
vez ella dijo—: Hay una fina línea entre autodefensa y asesinato premeditado aquí, Neil. ¿Por qué
llevaste la raqueta escaleras arriba?

Finalmente Neil dijo a regañadientes:

—Sabía quién era Drake.

—¿Cómo? ¿Andrew te habló sobre él?

—Me dijo partes de la historia, no lo suficiente —dijo Neil—. Sabía que la policía de Oakland estaba
investigando a las Spears y que el hijo de Cass era un Marino. No puedo enfrentarme a un marino
en una pelea justa. Es por eso que agarré mi raqueta —Neil miró hacia la ventana y deseó que
la conversación ya hubiera terminado―. Se la di a Aaron así yo podía romper la puerta, y no tuve
tiempo de recuperarlo.

—Entraste a la habitación —dijo Betsy—. ¿Qué fue lo que viste?

—Drake atacando a Andrew —dijo Neil. Era la verdad, pero se sintió como una mentira mientras
salía de su lengua. Cuatro palabras fueron una patética descripción de qué había pasado—. Estaba
fuera de balance por patear la puerta, así que Aaron fue más rápido que yo. Atrapó a Drake aquí
—tocó su cabeza donde la raqueta había destrozado el cráneo de Drake—. Era pesada, así que
solo tomó un golpe. Si Andrew te dio la tarjeta-p, eso significa que la policía está manteniendo mi
raqueta, ¿no es así?

—¿La quieres de vuelta? —preguntó Betsy.

—¿Tienes idea de lo mucho que me costó? —preguntó Neil—. Sí, la quiero de vuelta.

—¿No te molestaría que fuese usada como arma de un asesinato?

—No mató a alguien importante.

—Interesante —dijo Betsy, pero no dijo nada más hasta que entró en el aparcamiento de una tien-
da departamental. Temprano en un día de trabajo, fue fácil encontrar un lugar cerca de la puerta.
Ella tomó la llave del contacto, apagó el GPS y miró hacia Neil—. Dejando de lado los crímenes de
Drake, él encontró un final violento a solo unos metros de ti. Sería natural y completamente com-
prensible si sentiste algún tipo de shock o dolor.

Lo más inteligente era mentir, pero cada vez que pestañeaba, veía el agarre de Andrew con los
nudillos blancos es la cabecera. Podía seguir escuchando la risa de Andrew, amortiguada por la
almohada. Si él podía buscar dentro de su cabeza y sacar el recuerdo, lo haría, pero no pudo. Todo
lo que pudo hacer fue arremeter contra Betsy. Ella no era la psiquiatra que había impuesto a An-
drew ese medicamento hace dos años y medio, pero estaba lo suficientemente cerca para golpear.

—No lo hice —dijo Neil llanamente—. ¿Y sabes qué? Tampoco Andrew.

Él quería que ella se defendiera. Quería verla intentando justificar algo de esto. La temperamento
de su padre estaba caliente en sus venas, furioso por una salida. La única respuesta que él obtuvo
fue una calmada:

—¿Se lo preguntaste?

—¿Se lo pregunté? —repitió Neil, incrédulo—. Él dijo que no podía sentir. Tú lo viste sonriendo la
última noche. Lo escuchaste —Neil dio un violento tirón de su mano, dispuesto a callarse antes de
decir demasiado, y se obligó a salir del auto. Tiró la puerta detrás de él, pero por supuesto Betsy
estaba saliendo del otro lado. Neil intentó cortarla con un—: No vamos a hablar sobre esto.

—No te puedes ahogar en todo por siempre —dijo Betsy—. Necesitas una salida, ya sea conmigo
o con David o con tus compañeros.

—No necesito a nadie.

—¿Al menos te gustaría que uno de nosotros contactemos con tus padres?

—No —dijo Neil, y miró hacia la puerta.

Betsy lo siguió pero no lo forzó, y se separaron adentro. Neil era el único hojeando por el pasillo
de ropa en este momento del día, pero una mujer anciana ya vigilaba el vestuario. Hizo una pausa
para clasificar las devoluciones el tiempo suficiente para desbloquear uno de los puestos de Neil.
Escuchó que la cerradura se enganchaba detrás de él y luego se encogió de hombros. Se quedó
quieto con ambas manos en su camisa cuando vio su reflejo.

La sangre de Drake lucía casi negra donde se secó en salpicaduras en su camisa. Neil pensó que
era la sangre de Drake, de todos modos. Podría haber sido tan fácil como el de Andrew. Por un
momento, olía a fresco: agudo, caliente y agrio.

Hace unos cuantos mese Wymack los llamó para decirles que Seth había muerto por una sobredo-
sis. Neil le dijo a Andrew esa noche que él no entendía el manejo detrás del suicidio. Andrew ignoró
su interpretación. Ese despido casual enmascaró una comprensión más profunda. Andrew dijo que
el comportamiento autodestructivo de Seth era la única salida de Seth. Neil no había entendido en
ese entonces porque él siempre había tenido una salida. Había siempre una puerta trasera por la
cual salir inadvertido, un bus que coger, un ferry que tomar. Podría ser horrible y aterrador, pero aún
le daba una vaga esperanza de supervivencia. No podía imaginarse una vida sin esa comodidad.

Neil giró una mano para ver su muñeca intacta. Su cuerpo tenía innumerable cicatrices de su vida
huyendo, pero ninguna de ellas era auto-infligidas. Neil arrastró sus uñas romas por su brazo,
observó pálidas líneas rojas florecer en su piel, y redirigió su atención a la tarea que tenía en sus
manos.

No tomó mucho tiempo encontrar un atuendo que le quedara. Encontrar a Betsy era lo difícil, y
mantuvo su distancia mientras ella terminaba de encoger los comestibles. Su canasta estaba lo su-
ficientemente llena para que Neil sepa que estaba comprando para más que una sola comida. Casi
pregunta cuánto tiempo piensa quedarse en Columbia, pero no quería comenzar otra conversación.
Tenía que seguir lidiando con ella por la próxima etapa del viaje.

Sin embargo, Betsy no dijo nada cuando llegaron al carro y los llevó a Exites. Neil entró solo con la
tarjeta-p del equipo y compró un nuevo bastón de práctica. El precio no era nada fácil de digerir. Neil
firmó el recibo, se guardó la copia en el bolsillo con una nota mental para disculparse con Wymack
por ser tan caro, y llevó la raqueta al automóvil. Eso dejaba solo una parada en su lista.

Después de su niñez en Baltimore, la casa de Hemmicks era el último lugar en el mundo en el que
Neil quisiera estar. El carro de Andrew seguía aparcado en bordillo, y Betsy se detuvo detrás de
él. Ella le ofreció a Neil una llave, pero Neil no hizo ningún movimiento para tomarlo. Su cerebro
conectó las piezas pero se rehusaron a aceptar la imagen final. Andrew ni siquiera había dejado
manejar su carro a Aaron ni a Kevin.

—Tienes una licencia, ¿no? —preguntó Betsy.

Neil tenía un par, pero ninguna tenía su nombre correcto en él.

—Sí.

—¿Conoces el camino de regreso o te sigo?

—Sigue adelante —dijo Neil, tomando por fin la llave—. Tengo que ir por los cuchillos de Andrew.

—Esperaré aquí —dijo Betsy.

Era la respuesta que Neil esperaba, si no la que quería, y no perdió tiempo discutiendo con ella.
Cruzó el césped a la puerta delantera y presionó el timbre. Tomó tres intentos antes de que escuche
movimiento al otro lado de la puerta. María abrió la puerta solo lo suficiente para que Neil viera la
mitad de su cara. Neil no sabía si la culpa le ponía a la defensiva o si esperaba algún tipo de retri-
bución violenta, pero él no tenía la energía para lidiar con ella obstruyéndolo.

Enganchó una mano alrededor de la puerta, para que ella no pudiera golpearla sin romper sus de-
dos y clavó su zapato en la grieta tanto como pudo.

—Déjame entrar —dijo Neil—. Dejamos algo aquí ayer.

—Lo traeré para ti —dijo María—. Dime dónde encontrarlo.

—En la cama que hiciste para tu propio sobrino —dijo Neil.


María se estremeció tanto que casi tiró de la puerta para cerrarla. Antes de que Neil tuviera que lu-
char para abrirse camino, ella soltó el pomo y se apartó de su camino. Se retiró fuera de su alcance
y envolvió sus brazos alrededor de su cintura como si pudiera meterse en la nada. Neil pasó junto
a ella y subió las escaleras. Luther no estaba a la vista. Neil esperaba que estuviera tras las rejas
en alguna parte.

Él había roto la puerta de la habitación la otra noche, y la llegada de técnicos y trabajadores de


emergencia solo habían empeorado el daño. La puerta estaba entreabierta varias pulgadas esta
mañana, pero alguien había pensado en poner una manta en el marco de la puerta como una cor-
tina improvisada. Neil tiró de el para qué Luther y María tengas que arreglarlo de nuevo y lo arrojó
a un lado. La puerta gimió cuando la abrió, y prendió la luz.

Neil no era ajeno a la muerte y no se inmutó por la vista de la sangre, pero un vistazo a la cama
arrugada le hizo parar. Las sabanas se habían ido, pero el colchón estaba manchado de un rojo
negruzco donde Drake había sangrado. La pintura y las cortinas de la ventana todavía estaban sal-
picadas en algunos lugares. Neil miró a la cabecera como si hubiera visto las huellas dactilares de
Andrew grabadas en la madera y tragó con fuerza contra una nausea vertiginosa. Respiró a través
de su boca mientras cruzaba la habitación hacia la cama.

El colchón estaba torcido por todo el manejo rudo de anoche, pero el somier lucía intacto. Neil
enganchó sus manos debajo de él y lo levantó del marco. Las bandas de Andrew estaban exacta-
mente donde Neil las había dejado, balanceándose en la tablilla de madera. Él las tomó y dejó el
somier caer. Dio un paso hacia atrás, luego se detuvo para mirar el desastre otra vez. No estaba
seguro durante cuánto tiempo estuvo ahí viendo la sangre antes de que se diera cuenta qué era lo
que estaba haciendo. Tenía que irse antes que Betsy venga a buscarlo. No quería que Betsy viera
esto; no quería que empezara a hacer preguntas. Neil no tenía ninguna respuesta. Todo lo que él
tenía era enojo y arrepentimiento.

Bajó las escaleras lo más rápido que pudo sin tropezarse. María no estaba en el corredor, y Neil
dejó la puerta frontal completamente abierta detrás de él. Pasó entre los carros para que Betsy pue-
da ver las bandas que llevaba y fue hacia el lado de la puerta del conductor del Carro de Andrew.
Él abrió la cerradura, se subió y cerró la puerta detrás de él más fuerte de lo que debería. Sabía
que Betsy estaba esperando por el para hacer su primer movimiento, así que ajustó su asiento y
espejos lo más rápido que pudo. Deslizó la llave en el contacto, pero su mano se agarrotó antes
que pudiera girarla.

Neil aprendió a manejar en Europa cuando tenía trece, pero nunca antes había conducido solo.
Siempre habían sido él y su madre tomando turnos mientras pasaban noches en la carretera.
Desde su muerte había hecho auto-stop, caminado, y se familiarizó con las locuras del transporte
público estadounidense. Ahora estaba allí solo, con el camino extendido delante de él y el volante
crujiendo bajo sus dedos apretados.

Respiraba a través de su nariz y expulsaba el aire por la boca, tratando de no oler la sangre y agua
salada. Neil revisó los otros asientos como si esperara encontrar sangre en ellas y giró la llave en
el contacto casi lo suficiente como para romperla.

Neil se apartó de la acera y condujo de regreso a la casa de Andrew. Nunca antes había conducido
en Columbia, y esta era solo su segunda vez en la casa de Hemmicks, pero él había prestado aten-
ción en el viaje en coche. Todavía tenía que pensar sobre ello, pero el continuo tráfico le dio tiempo
suficiente para resolverlo. Estaba agradecido por la distracción. Si estaba revirtiendo giros en su
cabeza, no estaba pensando en colchones ensangrentados y en la alegría inapropiada de Andrew.

Un auto desconocido estaba estacionado detrás que el de Wymack. Neil supuso que Waterhouse
tenía un comienzo temprano en su día y en su nuevo caso. Se detuvo en el camino de la entrada y
dejó a Betsy aparcar detrás de él. Betsy lucía como si podía con las compras, así que Neil tomó sus
propias cosas y abrió la puerta. Revisó la sala primero, la encontró vacía, y continuó con la cocina.
Abby y Wymack estaban sentados en la cocina.

Neil le dio a Wymack el recibo y la tarjeta.

—Te puedo pagar lo uno de ellos.

—¿Parece que necesito tu dinero, sabio? —preguntó Wymack.

El crujido de las bolsas de plástico anunció la llegada de Betsy. La habitación se sintió miles de ve-
ces más pequeña con los tres allí. Neil retrocedió un par de pasos de la mesa para darse un respiro
y preguntó:

—¿El abogado está aquí?

—Ambos lo están —dijo Wymack, y miró a Betsy—. ¿Te importaría explicar eso?

Betsy asintió pero preguntó:

—¿Dónde están Nicky y Kevin?

—Nicky trató de abrazar a Andrew y casi consigue una apuñalada con un cuchillo de cocina —dijo
Wymack—. Kevin fue lo suficientemente inteligente para retirarse de aquí. La última vez que vi a
alguno de ellos, estaban encerrados en la Habitación de Nicky.

—¿Está herido?

—David estaba ahí, gracias a Dios —dijo Abby—. Si hubiera sido un segundo más lento…

Betsy miró a Neil.

—¿Te importaría ir a verlos? Solo necesito un minuto con David y Abby.

Neil puso su raqueta aparte y bajó el pasillo para cambiarse. Puso su ropa ensangrentada en la
bolsa bacía de plástico y la enterró al fondo del tacho de basura del baño. Lucía limpio cuando miró
su reflejo, pero se seguía sintiendo sucio. Revisó sus uñas en busca de sangre, luego se inclinó
cerca del espejo y revisó sus raíces. La última ronda de tinte aún se conservaba.

Tenía su mano en el pomo cuando escuchó es sobresalto de Abby. No pudo entender sus palabras
desde esa distancia, pero entendió su ira incrédula sin problemas. Puso una oreja en la puerta, pero
ella fue rápida al bajar su voz otra vez.

Neil giró el pomo lo más silencioso que pudo y consiguió abrir la puerta. Mantuvo su respiración,
esperando a que la puerta crujiera y lo delatara, pero nada vino. Lo más pronto que pudo se esca-
buchó al salón. La habitación d Nicky estaba lo suficientemente cerca que nicky y Kevin habrían
podido escuchar el sobresalto de Abby, pero la puerta de Nicky se mantuvo cerrada. No había ruido
alguno escalera arriba tampoco. Neil dio unos pocos pasos silenciosos hacia la cocina.

Era obvio que Abby estaba tratando de mantener su voz baja, pero su tono estridente ayudó a que
sus palabras se transmitieran.

—El tipo de trauma con otro no va a solucionar nada. Solo empeorará las cosas. Entiendo a lo que
quieres llegar, pero esta no es la forma.

—Esta es la única solución ética —dijo Betsy.

—No puedes–

—Sí puede —dijo Wymack, cortando a Abby. Abby hizo un sonido estrangulado como si no pudiera
creer que Wymack estaba en contra suya. La cocina estuvo en silencio por un tnso momento antes
de que Wymack hable otra vez—. Si estas segura que esta es la mejor opción, no te voy a detener.
Confío en que hagas lo mejor por mis chicos.

—Lo siento —dijo Betsy—. Sé lo que esto significa para tu temporada.

—Estás preocupada acerca de Andrew —dijo Wymack—. Lo estaré por mi temporada.

—Andrew no estará de acuerdo con esto —dijo Abby, un último esfuerzo por cambiar sus mentes—.
Ir significaría dejar a Kevin detrás. Ellos no han tenido más que un campus entre ellos desde que
Andrew tomó a Kevin bajo su ala. Él no va a cambiar las cosas ahora, especialmente no con Riko
en nuestro distrito.

—Andrew no tiene que estar de acuerdo —dijo Wymack—. Es la llamada de Betsy.

Neil había escuchado suficiente. Entró en la cocina. Betsy había tomado un asiento en la mesa.
Abby y Wymack estaban tan concentrado en ella que no se dieron cuenta de la llegada de Neil,
pero Betsy estaba de cara a la puerta y mirando hacia su entrada. No lucía para nada sorprendida
por encontrarlo espiándolos.

—¿A dónde te lo estás llevando? —preguntó Neil.


Abby se sobresaltó y le dirigió una mirada culpable.

—Neil, no te escuché entrar.

Neil la ignoró e insistió:

—¿A dónde te lo estás llevando?

—Al hospital Easthaben —dijo Betsy—. Voy a sacar a Andrew de su medicación.

Neil sintió el piso temblar bajo sus pies

—¿Qué?

—Aún no es oficial —dijo Betsy—. Necesito al Sr. Blackwell para que lo firme. Él fue el fiscal en el
juicio de Andrew. Está aquí ahora con el Sr. Waterhouse para evaluar la situación. Dudo mucho que
él impugne esto, así que deberíamos poder enviar a Andrew a Easthaven esta tarde.

—Enviarlo, o encerrarlo —dijo Neil.

—Cuando el Dr. Ellerby y el Sr. Waterhouse redactaron el acuerdo original, lo hicieron de una mane-
ra que obtendría la menor resistencia de la fiscalía. Uno de los términos con los que Andrew estuvo
de acuerdo fue la supervisión de veinticuatro horas durante su rehabilitación. Easthaven es uno de
los mejores hospitales del estado. Él estará en buenas manos.

—¿Pero por cuánto tiempo?

—No se ha establecido —dijo Wymack—. La rehabilitación de Andrew fue establecida para mayo
así que estará fuera de clases. Tomará tiempo sacar las drogas de su sistema. Una vez que su
cabeza se haya aclarado el personal tendrá que descubrir el siguiente paso en su tratamiento, ya
sea terapia continua o algún nuevo tipo de pastilla de la felicidad. Tomemos la total incapacidad de
Andrew para cooperar en cuenta y estamos calculando tal vez unas cuatro o cinco semanas.

—Si lo traemos de vuelta para Año Nuevo sería un milagro —dijo Abby, con una insinuación de su
antigua frustración—. Lo estás forzando a atravesar el retiro y la recuperación al mismo tiempo.

—Es ambos o ninguno —dijo Betsy—. Lo sabes.

—Hazlo —dijo Neil cuando Abby empezó a discutir otra vez.

Su orden sin aliento tuvo la atención de los tres, pero Neil solo tenía ojos para Betsy. Quería lasti-
marla en el auto por reforzar las horribles reglas de la medicina de Andrew. No se había defendido
porque sabía que no necesitaba hacerlo. Ella sabía lo mismo que él, lo cruel que era mantener a
Andrew en sus drogas, y ya había contactado a las personas que podrían ayudarlo.

La sonrisa de Betsy fue pequeña y aprobadora.


—Prometo que trataré. ¿Nos deseas suerte?

Cogió una nueva barra de chocolate del mostrador y condujo a Wymack y Abby escaleras arriba.

Neil realmente no creía en la suerte, pero los miró alejarse y lo esperó de todos modos.
CAPÍTULO 13
Traducido por Viv_J
Corregido por Cotota

La puerta de la habitación de Nicky estaba desbloqueada, por lo que Neil pudo entrar sin llamar.
Nicky y Kevin estaban en la cama de Andrew, pero no se estaban hablando. Kevin estaba rígido y
silencioso al pie de la cama y Nicky estaba tendido de boca arriba en el medio.

Neil miró de una cara demacrada a la otra, luego dejó la raqueta a un lado y cerró la puerta. La
mirada de Kevin fue inmediatamente hacia la raqueta. Nicky no se dio cuenta, demasiado ocupado
mirando el techo. Neil se sentó en la cama entre ellos. No tenía sentido preguntar si Nicky estaba
bien; cualquiera con ojos podría ver que no lo estaba. Lo mejor que se le ocurrió fue un insustancial:

―Hola.

―No deberíamos haber venido aquí ―dijo Nicky, sonando tan miserable como parecía―. Debería
haber escuchado todas esas veces que Andrew me dijo que renunciara a ellas. Si lo hubiera hecho,
no estaríamos aquí en este momento. Andrew no... ―Nicky cerró los ojos y respiró profundo,
vacilante―. ¿Qué he hecho?

―No hiciste nada ―dijo Neil. Buscó palabras, pero las que encontró no eran suyas. Eran los de
Wymack, compartidas con Neil para aliviar su culpabilidad por la muerte de Seth―. No sabías que
esto iba a suceder. Ninguno de nosotros lo sabía. Si lo hubiéramos sabido, no hubiéramos venido.

―Betsy también dijo eso, pero ¿realmente lo crees? ―Nicky preguntó―. ¿Lo haces? Sabíamos
que Andrew no quería venir pero lo hicimos de todos modos. Debería haber confiado en él. Debería
haber sabido que era algo grande si pudiera guardar rencor a todas esas drogas

―Esto es culpa de tu padre ―dijo Neil―. Puso a Andrew hasta arriba.

―Con alcohol ―dijo Nicky, con una risa rota―. Él nos contó, a la policía y a mí anoche. Habló con
Andrew sabiendo que iba a terminar con una discusión. Le prometió a Andrew alcohol como una
ofrenda de paz. Fue idea de Drake, ¿ves? Papá solo le dijo a Andrew que la botella estaba arriba, y
Drake y Andrew tendrían toda la privacidad que necesitaban para ‹trabajar en sus problemas› ―un
tono salvaje se deslizó en la voz de Nicky mientras se burlaba de las palabras de su padre.

―No había botella ―adivinó Neil.

―Hubo. Eso es con lo que Drake golpeó a Andrew. Hijo de puta ―la cara de Nicky se arrugó y se
volteó dándole a Neil la espalda―. Tengo que llamar a Erik. Todavía no se lo he contado. No sé por
dónde empezar.

―Te daremos espacio ―dijo Neil, y se levantó de la cama.

Nicky no respondió, pero Neil no estaba esperando. Volvió por el pasillo a la cocina y se sorprendió
un poco de que Kevin lo siguiera. Kevin tomó el respaldo de una silla del comedor y miró a lo lejos.
Neil esperó para ver si decía algo, luego se dispuso a buscar su desayuno.

Betsy compró suficientes comestibles para el desayuno y el almuerzo, nada más. O se sentía
optimista o esta noche estarían de regreso en el campus. Neil esperaba que alguien pensara en
llamar a la oficina de registros sobre su ausencia a clase. Wymack también debe haber llamado
a los otros Foxes. Neil se preguntó si Wymack les contó la historia completa o si simplemente
canceló las prácticas del día y prometió una explicación para más tarde. Matt sabía que vendrían
los padres de Nicky, lo que significaba que las chicas lo sabían. Probablemente pensaban que la
racha violenta de Andrew lo había beneficiado en la reunión.

―Lo investigamos ―dijo Kevin al fin, con una voz llena de una emoción desconocida. No fue dolor
y no fue muy culpabilidad―. Miramos antes de ofrecerle un lugar en la línea. No vimos nada al
respecto. Nadie lo sabía.

―No quería que nadie lo hiciera ―dijo Neil, descargando los alimentos del desayuno en el mostrador.
Era, en el mejor de los casos, un cocinero aceptable, pero afortunadamente Betsy se había ido a
buscar comida casera básica: galletas, tocino, huevos y dos bolsas de queso del tamaño de un
bulto. Incluso Neil podría manejar eso.

―Pero lo sabías.

―Sabía que la policía de Oakland estaba investigando ―dijo Neil―. No sabía por qué, pero no
tiene sentido que Drake viniese aquí. Higgins estuvo aquí hace un mes. ¿Por qué esperar tanto
tiempo y por qué arriesgarse? La policía puede rastrear fácilmente un boleto de avión.

Kevin solo negó con la cabeza, entonces Neil volvió al desayuno. Solo había terminado un poco
de tocino antes de que una puerta se abriera en el piso de arriba. Neil movió apresuradamente el
tocino de la sartén a algunas toallas de papel. Las pisadas en las escaleras eran demasiado rápidas
y ligeras como para pertenecer a cualquier miembro del personal, no estarian a solas por mucho
tiempo. Parecía que Andrew estaba trayendo una multitud completa con él.

―Kevin ―llamó Andrew mucho antes de ser visto.

Kevin casi derriba la silla en su apuro por responder. Neil miró desde la puerta cuando Andrew se
detuvo casi justo contra Kevin. Andrew acaricio a Kevin por lesiones imaginarias y Kevin permaneció
inmóvil hasta que terminó. Neil miró a Betsy, que se detuvo al pie de la escalera. Wymack estaba
en la escalera con dos extraños detrás de él, y Abby no estaba cerca. Neil supuso que ya no quería
ser parte de esto.
―Todavía en una sola pieza ―dijo Andrew con un gesto satisfecho―. Por cuánto tiempo más, me
pregunto. Esta es una mala idea, Bee. Lo sabes tan bien como yo.

―¿Qué pasa? ―Kevin preguntó.

―Oh, pero no lo has escuchado ―Andrew le hizo un gesto a Kevin para que se inclinara más cerca
pero no bajó la voz―. Listo, se acabó el tiempo. Se van a deshacer de todo por nosotros ―pasó
el pulgar por su sonrisa maníaca y se rió―. ¡Alguien debería advertir a los médicos que estén de
turno! tienen que cerrar la puerta y tirar las llaves cuando yo termine con ellos.

―Deshazte de eso ―se hizo eco Kevin, pero solo le tomó un momento darse cuenta. Fijó a Betsy
con una mirada aturdida―. Es muy temprano. ¿Qué crees que estás haciendo?

―Lo correcto ―dijo Betsy.

Andrew giró hacia Betsy, encantado por la reacción de Kevin.

―Mira esa cara, Bee. Él me quiere más sobrio que casi cualquier otra persona, pero solo si el
momento es correcto. Te lo advertí, ¿no? ¿Quién se ocupará de Kevin si me voy? No puedo confiar
en él deambulando por aquí solo, y el entrenador no puede estar con él todo el tiempo. Kevin es un
tipo de trabajo de tiempo completo.

―Nos encargaremos de eso ―dijo Wymack.

―Oh, vamos, entrenador ―dijo Andrew―. Tienes que hacerlo mejor que eso. Inténtalo de nuevo;
esperaré aquí mientras piensas en algo más convincente que decir.

―Yo lo cuidaré ―dijo Neil.

Kevin se volvió para mirarlo, y Andrew apartó a Kevin del camino para poder ver mejor a Neil. Neil
se había sorprendido de la sonrisa de la cara de Andrew al decir eso, pero desapareció en un abrir
y cerrar de ojos.

―¿Tú? ―Andrew preguntó. Eso fue todo lo que dijo, pero esa sola palabra decía suficiente.

Neil no respondió, satisfecho con esperar a que Andrew se acercara. No tomó mucho tiempo.
Andrew dio un par de pasos rápidos en su dirección y empujó a Neil tan fuerte como pudo. Neil
sabía lo que venía y trató de prepararse para ello, pero aún así retrocedió un par de pasos. Uno
de los extraños comenzó a hablar, probablemente tratando de llamar a Andrew al orden. Neil vio a
Wymack moverse por el rabillo del ojo, tal vez desviando la intervención por ser innecesario, pero
no se atrevió a quitarle los ojos de encima a Andrew para comprobar. Cuando Andrew lo empujó de
nuevo, Neil se agarró de sus brazos y tiró de Andrew con él.

―Oh, Neil ―dijo Andrew, y cambió al alemán―. Tú y yo sabemos que tienes un terrible sentido del
humor, así que esto no puede ser una broma. ¿Qué crees que estás diciendo? ¿Qué estás tratando
de hacer?
―Asumir la responsabilidad ―dijo Neil en alemán.

―Por lo general eres un buen mentiroso ―dijo Andrew―, pero esta vez no estás engañando a
nadie. ¿Debo creer que mantendrás tu posición si Riko viene hacia ti? Tal vez regrese y tú hayas
huido.

―Si me fuera a ir, lo habría hecho en el banquete cuando Riko me llamó por mi nombre ―dijo
Neil―. No voy a mentir y decir que no pensé en eso, pero decidí quedarme. Confié en ti más de lo
que temía. Así que confía en mí ahora si puedes. No iré a ningún lado. Me ocuparé de Kevin hasta
que vuelvas.

―Confiar en ti ―Andrew enunció cada palabra como si nunca las hubiera escuchado antes. Él rió
con sus dedos apretados alrededor de la barbilla de Neil―. Mientes, y mientes, y mientes, ¿y aun
así, crees que voy a confiar a ti su vida?

―Entonces no confíes en ‹Neil› ―dijo Neil―. Créeme.

―Oh, pero ¿quién eres? ¿Tienes un nombre?

―Si necesitas uno, llámame Abram.

―¿Debería creer eso?

―Me llaman así por mi padre ―dijo Neil―. Abram es mi segundo nombre, es el nombre que
mi madre usó cuando ella trataba de protegerme de su trabajo ―era el nombre que usaba en
las prácticas de la ligas menores para que el entrenador realmente lo dejara jugar. Era extraño
escucharlo en voz alta cuando alguien lo había llamado Neil en lugar de “Abram» en ocho años―.
Pregúntale a Kevin si no me crees. Él lo sabe.

―Quizás lo haga.

Neil esperó, pero Andrew no lo soltó. Con tanta gente mirándolos Neil no pudo levantar su camisa.
Hizo lo siguiente mejor y arrastró una de las manos de Andrew debajo del borde. Presionó la palma
de Andrew a la fea cicatriz en su abdomen. Los ojos de Andrew cayeron sobre la camisa de Neil
como si pudiera ver la piel manchada de Neil a través del algodón oscuro.

―¿Lo entiendes? ―Neil preguntó―. Nada de lo que Riko haga, me obligará a irme y dejarlo. Los
dos estaremos aquí cuando regreses.

Los dedos de Andrew se movieron contra la piel de Neil.

―Alguien me mintió. Estas cicatrices se sienten un poco difíciles para un niño huyendo.

―La historia que te di era mayormente cierta ―dijo Neil―. Podría haber omitido algunos detalles
críticos, pero sé que no estás realmente sorprendido por eso. Si sobrevivimos este año y sigues
interesado, puedes pedírmelos más tarde. Creo que es tu turno en nuestros juegos secretos, de
todos modos.

Andrew lo liberó y cruzó sus brazos sobre su pecho. Él tamborileó los dedos de una mano sobre su
bíceps mientras pensaba. Finalmente se carcajeo y se alejó. Volvió al lado de Kevin y le sonrió. En
lugar de preguntar sobre el nombre de Neil, dijo en inglés:

―Tendrá algo que hacer, ¿no es así?

Kevin parecía que se había tragado una piedra, pero Andrew no estaba esperando su respuesta.

―Bee, veré si Nicky todavía está respirando. Entonces podemos irnos, ¿de acuerdo? Cuanto antes
comencemos, antes podremos resolver este problema.

―Podrían esperar a Aaron ―dijo uno de los abogados. Neil supuso que eso significaba que era
Waterhouse, el abogado del gemelo―. Estoy en camino de atraparlo ahora.

―No hay tiempo para eso ―dijo Andrew―. Él puede tomar un número y esperar.

Él fue hacia el pasillo a la habitación de Nicky. Betsy vio que la puerta se cerraba detrás de él, y
luego envió a Neil una mirada pensativa. Neil miró a Kevin para que no la mirara. Kevin miraba
fijamente a Wymack como si esperara que Wymack pusiera fin a esto. Wymack lo ignoró y vio a los
abogados afuera.

―¿Aaron? ―Neil preguntó cuándo Wymack regresó solo.

―Waterhouse cree que puede hacer que Aaron sea liberado hasta el juicio en su reconocimiento
―dijo Wymack―. La madre de Matt se ofreció a enviar dinero por su fianza, si era necesario.
Waterhouse intentó reunirse con Aaron anoche y avisarle, pero él no lo vio. Esperemos saber
de todo esto ―movió la barbilla como para indicar la próxima partida de Andrew―, lo pondrá en
movimiento, pero ¿quién sabe cuándo se trata de esos dos? Hablando de imbéciles impredecibles,
¿cuándo sucedió eso?

―¿Cuándo hizo qué? ―Neil preguntó.

Wymack lo miró.

―Olvídalo.

―No puedo creer que estés enviando a Andrew lejos ―dijo Kevin, un poco bruscamente.

―Técnicamente no lo estoy ―dijo Wymack―. Betsy sí. Y realmente no importa lo que creas,
porque ya está arreglado.

―¿Qué hay de la temporada? ―Kevin preguntó―. ¿Qué hay de Riko?

―¿Qué pasa con Andrew? Intenta pensar en alguien y en otra cosa solo por un momento ―
Wymack esperó un momento para asegurarse de que la acusación se hundiera.

―Sé que tienes miedo, pero él necesita esto Kevin. No es bueno para ti hasta que no solucione
su problema, y ​​no puede ordenar una maldita cosa cuando está zumbando a cinco kilómetros del
suelo. Tú lo sabes.

Betsy esperó un momento para ver si Kevin hablaba, y luego dijo:

―No sé, ¿cuánto tiempo llevará ingresar a Andrew, David? Probablemente sea mejor si no me
esperas.

―Podríamos ―dijo Wymack, pero Betsy solo negó con la cabeza. Una puerta que se abría en el
pasillo distrajo a Wymack y frunció el ceño cuando Andrew regresó―. Cuando dijiste que ibas a ver
si estaba respirando, supuse que ibas a tomarte el tiempo para explicárselo.

―Sabes lo que dicen sobre las personas que asumen, Entrenador ―Andrew sonrió y metió sus
manos en los bolsillos de sus jeans―. Sigue respirando y no está sangrando, así que le dije que
volvería más tarde y que podríamos hablar sobre eso. Es técnicamente cierto. Deje que Neil se
encargue de las consecuencias si a Nicky no le gusta. Bee, vámonos.

Wymack les dejó llegar hasta la puerta antes de llamar:

―Andrew. No me dejes a solas con estos imbéciles por mucho tiempo. Me estoy volviendo
demasiado viejo para lidiar con su drama.

―Oh, tanto tu como yo ―dijo Andrew.

Betsy cerró la puerta detrás de ellos. Neil solo podía distinguir el sonido de su motor arrancando, y
luego todo quedó en silencio. Andrew se había ido.

El silencio que descendió sobre la casa fue casi sofocante, pero no duró mucho. Wymack sacó
los cigarrillos de su bolsillo y sacudió uno en su mano. Lo tenía hasta la mitad de su boca antes
de detenerse y mirar a Neil. Cuando le ofreció, Neil no dudó en tomarlo. Wymack le dejó usar el
encendedor primero. Neil pasó el cigarrillo de mano en mano, tratando de dispersar el fino rastro
de humo lo mejor que pudo.

―Mira ―dijo Wymack―. Sé que siempre les he dicho a todos que acepten sus problemas personales
con Betsy o Abby. He dicho que no es mi lugar entrar en nada fuera de la cancha. Espero que ya se
hayan dado cuenta, solo soplo aire caliente. No soy muy bueno para ser un hombro en el que llorar,
pero tengo un par de orejas que funcionan.

―No hay nada que decir ―dijo Neil.

―Tal vez no en este momento ―dijo Wymack―, pero esa oferta no expirara. Averigua qué necesitan
ustedes dos para sobrellevar esto y háganoslo saber. Nos sentaremos con todos mañana para ver
cómo proceder desde aquí, pero no tienes que esperar hasta entonces para hablar. Sin embargo,
tengo que hacer algunas llamadas. ¿Estarás bien aquí por un tiempo?

Cuando Kevin no dijo nada, Neil dijo:

―Sí, entrenador.

Wymack salió a atender sus llamadas en el frío. Neil miró a Kevin con expresión sombría y debatiendo
sobre Nicky. No tenía la energía para lidiar con la reacción de Nicky, por lo que fue a la cocina. Dejó
el cigarrillo en el borde del mostrador y volvió a preparar el desayuno. Consiguió algunas rondas
más de tocino antes de que Kevin se uniera a él y se sentara a la mesa.

―Riko nos va a separar ―dijo Kevin.

―Tal vez ―dijo Neil.

Nicky apareció cuando Neil estaba sacando las últimas tiras de la sartén. Los miró, pero se fue sin
decir una palabra. Neil lo escuchó subir y bajar por el pasillo y adivinó que Nicky estaba buscando a
Andrew. Sabía que tenía razón cuando Nicky subió las escaleras y volvió a bajar casi de inmediato
con Abby no muy atrás de él. Se demoró en la puerta, el teléfono aún apretado en un puño como si
hubiera olvidado que lo llevaba, y miró a Kevin y a Neil.

―¿Donde esta él?

―Betsy se lo llevó ―dijo Abby―. Ahora está en desintoxicación.

―Oh, gracias a Dios ―dijo Nicky, con voz irregular.

La mirada en el rostro de Abby dijo que todavía no estaba cómoda con este plan, pero sabiamente
guardó silencio. Nicky caminó por la habitación y se hundió en una de las sillas vacías. Dejó caer
su teléfono sobre la mesa y enterró su cara en sus manos. Abby se sentó a su lado y le pasó un
brazo por los hombros. Nicky se apoyó contra ella pero no dijo nada más. Abby apoyó su mejilla en
su cabello y miró por encima de la cabeza de Nicky a Neil. Neil se dio vuelta y rompió los huevos

Wymack apareció un par de minutos más tarde, y los cinco se sentaron al desayuno más incómodo
que Neil había sufrido. El teléfono de Wymack sonó al menos treinta veces en el tiempo que tardó en
terminar su comida. Wymack leyó todos los mensajes a medida que aparecían, pero no respondió
a ninguno de ellos. Neil casi esperaba que Abby dijera algo sobre el ruido, pero lo dejó caer como
si no lo notara.

Las horas entre el desayuno y la llegada de Aaron parecieron años, pero finalmente Waterhouse
apareció con Aaron a cuestas. Los dos se sentaron con Wymack y Betsy para discutir los parámetros
de la liberación de Aaron. Neil, Nicky y Kevin escucharon escondidos en el pasillo. Aaron era de
ellos hasta el juicio, pero estaba muy lejos de haber terminado. Waterhouse se mantendría en
contacto con él y le enviaría todos los documentos que necesitaria firmados, y Aaron debería alertar
a Waterhouse cada vez que dejara el estado, pero aparte de eso, Waterhouse era optimista.
Cuando los sofás crujieron al final de la reunión, Nicky y Kevin se dispersaron. Neil se quedó donde
estaba hasta que Wymack y Waterhouse pasaron, luego se metió en la sala para mirar a Aaron.
Abby estaba sentada en el sofá junto a Aaron, pero el espacio entre sus cuerpos era revelador.
Aaron estaba inclinado hacia adelante con sus brazos cruzados sobre sus rodillas y su mirada en
el piso.

―Aaron ―dijo Abby con cuidado, como si no estuviera segura de la reacción.

―Vete ―dijo Aaron.

Abby se levantó y se fue. Pasó sobre Neil como si fuera a convertir a Neil en el pasillo delante de
ella, pero Neil evadió su mano inquisitiva y fue hacia Aaron. Abby esperó, probablemente esperando
que echaran a Neil también. Cuando Aaron no dijo nada acerca de la presencia de Neil, Neil miró
a Abby. Ella negó con la cabeza y los dejó en paz. Neil miró para asegurarse de que ella se había
ido, luego se agachó para ver mejor la cara de Aaron.

―Ya se fue, ¿no? ―dijo Aaron.

―Sí ―dijo Neil―. Intentaron hacer que se quedara, pero él quería desaparecer antes de que
regresaras, no quería hablar contigo.

―Eso es un cambio en el ritmo ―el tono burlón de Aaron se desinfló.

―¿Lo sientes acaso? ―Pregunto Neil―. Le quitaste a su familia.

Si una mirada pudiera matar, la que Aaron le disparó a Neil debería haber desollado la piel de sus
huesos.

―Ese hombre no era su familia.

―Técnicamente, estaba a solo un par de firmas de ser el hermano legal de Andrew. De todos
modos, no era lo quería decir. Me refería a los padres de Drake, Cass y Richard Spear ―dijo Neil―.
Iban a mantener a Andrew. Drake era un inconveniente con el que Andrew estaba dispuesto a vivir
a cambio.

―Un inconveniente ―repitió Aaron mientras se ponía de pie―. Jódete.

―Y ahora Drake está muerto ―dijo Neil―. ¿Crees que Cass alguna vez perdonará a Andrew? No
importa lo que Drake le haya hecho. Ella no podrá mirar Andrew sin saber que su hijo está muerto
por su culpa.

―No me importa ―Aaron dio una salvaje sacudida de su mano―. No me importa si Andrew nunca
me vuelve a hablar. No me importa Cass, Drake ni nadie. Lo que Drake hizo... no. Si pudiera traerlo
de la muerte y matarlo de nuevo, lo haría.

―Bien ―dijo Neil en voz baja―. Entonces ahora entiendes por qué Andrew mató a tu madre.
No era para nada lo que Aaron estaba esperando. Estaba tan enojado que tomó un par de segundos
para que las palabras realmente se registraran, y luego retrocedió ante Neil.

―¿Por qué él? ¿Qué? Eso no es lo mismo. Él no hizo eso por mí.

―Me dijo que lo hizo ―dijo Neil―. Ni siquiera tuve que preguntarle. Él le advirtió que dejara de
golpearte y ella no lo hizo. No le quedó más remedio que deshacerse de ella. Como anoche, ¿no?
Drake estaba lastimando a Andrew, e hiciste que él se detuviese.

―Excepto que mentí ―dijo Neil, poniéndose de pie―. A diferencia de ti, él no está enojado con
eso, interferiste. Solo lo dije porque necesitaba que entendieras.

―No sabes nada ―dijo Aaron.

―Sé que tienes un par de semanas para pensarlo ―dijo Neil―. Cuando Andrew vuelva sobrio,
vas a tener que hablar de esto. No podrás ir a ninguna parte si comienzas con Drake, así que bien
podrías comenzar con tu madre. Ahora salgamos de esta ciudad.

No habían traído mucho con ellos, por lo que no había nada que empacar excepto las pocas
compras restantes. Neil esperó en el porche mientras Nicky cerraba con llave y revisaba la puerta,
luego dijo:

―Puedo conducir si quieres sentarte detrás con Aaron.

―Andrew no lo permite ―comenzó Nicky, pero se detuvo, recordando tardíamente que Andrew le
había dado a Neil su llave del coche. Nicky aún tenía que pensarlo, pero una mirada en la dirección
de Aaron selló las cosas―. Sí, gracias.

Neil tenía la llave del auto en su llavero cuando cruzó el patio. Él abrió las puertas para los demás y
cargó su raqueta en el baúl. Wymack y Abby estaban parados a cada lado del automóvil de Wymack,
esperando que los Foxes se instalaran. Neil se sentó en silencio en el asiento del conductor y
cerró la puerta. Esa era la señal que necesitaban al parecer, porque Wymack y Abby subieron a
su automóvil y encendieron el motor. Neil se alejó de la casa primero, y Nicky ofreció direcciones
sutiles desde el asiento trasero hasta que estuvieron en la interestatal. Luego se calló, y nadie más
habló.

Solo faltaba una hora para llegar al campus, pero fue uno de los recorridos más largos de la vida
de Neil. Observó el automóvil de Wymack desaparecer por el espejo retrovisor fuera del campus
y continuó hacia Perimeter Road. Esperaba sentir algo de alivio cuando vio la Torre Fox a lo lejos,
pero el dormitorio estaba donde estaban los otros. Neil no creía tener la energía para lidiar con sus
compañeros de equipo hoy. Estuvo tentado de aparcar y salir a correr, pero le había prometido a
Andrew que se quedaría con Kevin. Eso significaba seguir a Kevin y a los primos adentro y arriba.

Wymack o Abby deben haber llamado antes, porque los de clase alta estaban esperando en el
pasillo cuando salieron del ascensor en el tercer piso. Neil estaba un poco sorprendido de verlos
allí, considerando lo complicadas que siempre habían sido las cosas entre ellos y los gemelos,
pero incluso Allison estaba presente. Parecía más incómoda que rota, pero eso era más de lo que
esperaba. No era el único sorprendido, al parecer, porque cuando se detuvo para dejar que los
demás se adelantaran a él, también se quedaron quietos.

Los dos grupos se miraron el uno al otro en silencio por un minuto, ninguna facción estaba segura
de cómo proceder, y luego Matt se hizo a un lado. Neil no se había dado cuenta de que Katelyn
estaba parada con ellos, ya que se había escondido cuidadosamente detrás del cuerpo mucho más
alto de Matt. Parecía tan insegura como agonizante, como si no estuviera segura de su recepción.
No tenía que haberse preocupado, porque Aaron casi empujó a Nicky fuera de su camino cuando
la vio.

Tan pronto como él comenzó a caminar hacia ella, Katelyn corrió por el pasillo para encontrarse
con él. Ella lo abrazó y lo atrajo hacia sí. Aaron se aferró a ella como si fuera la única cosa que lo
mantenía en pie y le permitió poner su rostro en su hombro. Neil escuchó su voz, pero no lo que
estaba diciendo. El sonido fue amortiguado cuando ella había presionado su rostro contra el cuello
y la camisa de Aaron. Aaron no respondió, pero Katelyn no lo soltó.

Renee bajó por el pasillo y le dio a Nicky un abrazo corto y apretado.

―¿Cómo estás?

Nicky negó con la cabeza en silencio. Renee pasó un brazo alrededor de su cintura y se apoyó
contra su costado para apoyarse. Luego miró a Kevin, pero Kevin estaba mirando a Aaron y Katelyn.
Ella lo dejó solo y miró a Neil. Su mirada se desvió rápidamente de su rostro a la raqueta que había
llevado desde el auto. Por la forma en que su mirada se detuvo, Neil sabía que Wymack le había
dicho a los de clase alta lo que Aaron usó para golpear el cráneo de Drake.

―Deberíamos salir del pasillo antes de que la gente comience a bajar a cenar ―dijo Neil para que
ella no le dijera nada―. Nicky y Aaron no necesitan lidiar con una multitud esta noche.

Renee asintió y guio a Nicky por el pasillo. Tocó el hombro de Katelyn en su camino, en un silencioso
llamado a seguir, pero no se detuvo a esperar por ellos. Dan y Matt entraron en la habitación de
las chicas al acercarse, pero Allison esperó en el pasillo con las manos en las caderas. Estudió las
caras de sus compañeras más jóvenes al pasar, pero no les dijo nada. Neil se detuvo en la entrada
para ver a Aaron. Katelyn lo empujaba hacia ella, entonces Neil entró.

Allison fue la última en entrar y cerró la puerta detrás de ellos. Neil se mantuvo a un lado en la sala
de estar para poder pasar y observar cómo todos se acomodaban. La mesa de café estaba cubierta
con botellas de licor y vasos limpios. Dan sirvió bebidas y Matt las repartió. Cuando Matt le ofreció
uno a Nicky, Nicky agarró la muñeca de Matt en su lugar.

―Gracias ―dijo Nicky, un susurro ferviente―. No sé por qué lo hiciste, pero... gracias.

―Mamá dijo que aún les debía muchachos ―dijo Matt―. El entrenador no acepto su dinero cuando
lo ofreció el año pasado, así que pensó que ahora era igual de bueno.

Si la madre de Matt pensó que publicar la fianza de Aaron era una respuesta apropiada a los primos
que drogaban a Matt con pildoritas para dormir, tenía que ser tan disfuncional como los propios
Fox. Neil estaba agradecido por su apoyo financiero, pero ociosamente esperaba nunca tener que
conocerla.

Neil era el único que quedaba en pie. Dan lo miró, pareció darse cuenta de que no iba a moverse
de la puerta en algún tiempo, y siguió adelante.

―Mira, sé que tenemos nuestras diferencias, y sé que no hemos tenido el viaje más fácil. Pero
todos somos Foxes. Somos un equipo, lo que le sucede a uno de nosotros nos sucede a todos
nosotros, y nos vamos a ayudar mutuamente a través de esto. Si hay algo que necesiten, solo
háganoslo saber. Ya sea espacio, una bebida, una oreja, lo que sea. Estamos contigo al cien por
cien.

Si no fuera tan terrible, sería genial. Esto era lo que Dan y Matt habían estado esperando todo
el semestre: un catalizador para finalmente unir al equipo. Neil quería estar orgulloso de ella por
aprovechar el momento de esta manera, excepto que sonaba tan sincera que dudaba de que se
diera cuenta de lo que estaba haciendo.

―No sé si el entrenador te lo dijo, pero está en todas las noticias ―Matt miró desde Nicky a
Aaron―. La gente nos ha estado preguntando sobre eso.

―Buscando chismes ―dijo Aaron, lleno de burla.

―Es la naturaleza humana ―dijo Allison―. Bien podría darles lo que quieren.

―Que te jodan.

―Suficiente ―dijo Dan, con una mirada de advertencia a Allison.

Era demasiado tarde, porque Aaron ya se estaba levantando otra vez. Dan parecía listo para
protestar, pero Aaron aún se aferraba a la mano de Katelyn. Aaron podría no querer su ayuda, pero
era lo suficientemente inteligente como para saber que necesitaba a alguien en este momento. Los
dos se fueron sin una segunda mirada hacia atrás, y Katelyn tiró de la puerta firmemente detrás de
ellos. Neil la cerró con llave y volvió a la puerta de la sala de estar. Nicky parecía casi enfermo de su
estómago mientras miraba la bebida en sus manos. Kevin estaba mirando la pared del fondo como
si tuviera todas las respuestas.

Renee se invitó a sí misma al espacio que Aaron acababa de abandonar y apoyó su hombro contra
el de Nicky.

―¿Quieres hablar acerca de ello?

―Pasé la noche hablando con Betsy, y esta mañana hablando con Erik ―dijo Nicky―. No creo que
pueda hablar de eso ahora mismo. Pero más tarde, tal vez. Sí.

―¿Kevin? ―Dan preguntó.

―No debería haberse llevado a Andrew ―dijo Kevin en voz baja

Nicky le lanzó una mirada horrorizada.

―Realmente no piensas eso.

―Siempre has sido el mayor crítico de sus drogas ―dijo Dan―. ¿Qué cambió?

―El momento ―dijo Neil―. Quedan dos juegos esta temporada y somos un gran candidato
para los campeonatos de primavera. Si el ERC decide que Andrew ya no forma parte de nuestra
alineación, estamos por debajo de las regulaciones de tamaño. Nos votarán de la lista y nuestro
año ha terminado. Puedes apostar a que Riko será la primera de la que tendremos noticias. Kevin
esta temeroso de eso’.

―A la mierda la temporada ―dijo Nicky acaloradamente―. Lo siento, pero Andrew es mi primo, y


lo llevaré a campeonatos cualquier día. Si Betsy realmente lo ha llevado a desintoxicación después
de lo que acaba de suceder, yo... ―no pudo obligarse a terminar, pero le dio un tirón enfático de
su mano.

―Como si sintieras algo diferente ―Kevin le dijo a Neil.

Neil le respondió a Kevin con una mirada pétrea.

―Tal vez si te hubieras quedado un momento más, hubieras entendido por qué ya no me importa.
Cuando subiste, ¿lo oíste reír, Kevin? ―Dijo, ignorando la forma en que Nicky se estremeció y la
mirada rápida que Dan le disparó a Matt―. Antes de que Drake incluso cayera al suelo. Así que
sí, incluso me rendiría esta temporada. Y después de todo lo que ha hecho y cada riesgo que ha
tomado por ti, será mejor que sientas lo mismo.

―No es tan simple ―comenzó Kevin.

―Entonces simplifícalo ―interrumpió Neil.

Kevin se calló. Un minuto después, comenzó a beber en serio. Los demás se apresuraron a unirse
a él. Renee y Neil observaron mientras sus compañeros trataban de beber a ciegas durante las
siguientes horas. Cenaron en el dormitorio, aunque ninguno de ellos tenía mucho apetito. El
repartidor llamó al teléfono de Renee cuando llegó a la recepción y Neil bajó con ella para recoger
las bolsas. Había atletas yendo y viniendo en el vestíbulo, y Neil no se perdió la forma en que las
conversaciones morían cuando los Foxes eran vistos. Afortunadamente, nadie fue tan estúpido
como para molestarlos.

Renee esperó hasta que estuvieron en el ascensor otra vez antes de preguntar:
―¿Y tú, Neil? ¿Estás bien?

―Estoy bien ―dijo Neil, y Renee no presionó.

La cena tomó algo de ventaja sobre la embriaguez de sus compañeros de equipo, pero no para largo.
Neil vio cómo se desmayaban uno a la vez. Esperaba que las chicas se retiraran a su habitación,
pero solo Allison se levantó y se fue. Dan se durmió acurrucado contra Matt en el sofá, y Renee se
inclinó en el piso con Nicky y Kevin. Neil escuchó su respiración apagada, el último hombre de pie,
y finalmente fue a la puerta. Se sentó en una de las esquinas del salón para poder tener una pared
a su espalda y así vigilar a todos. No era exactamente cómodo, dormía con las rodillas pegadas al
pecho, pero enterró la cara en sus brazos y se obligó a dejar de pensar por esa noche.

Las prácticas en la mañana generalmente comenzaban a las seis en el gimnasio del campus para
pesas y cardío, pero en su lugar Wymack los dirigió al estadio a las diez al estadio. Neil manejó
porque Nicky estaba en mal estado. A pesar de las pocas horas de descanso extra, la mayoría
de los Foxes habían tenido suficiente para beber la noche anterior que todavía se veían con los
ojos nublados donde se sentaban alrededor del vestuario. Aaron estaba visiblemente ausente,
pero nadie se sorprendió y Wymack no hizo ningún comentario. Neil no había visto a Aaron en la
habitación de los primos esa mañana y supuso que estaba escondido con Katelyn en alguna parte.

―Hablemos de la temporada ―dijo Wymack, porque era su trabajo mantenerlos en movimiento


sin importar qué tragedia tratara de hacerles retroceder―. Pasé la mayor parte del día de ayer
hablando con los entrenadores de Primera Clase sobre nuestra situación, comenzando con el
Entrenador Rhemann.

Neil vagamente reconoció el nombre, pero estaba demasiado cansado para ubicarlo. La manera en
que los demás se animaron le dijeron que el hombre era importante. Kevin, en particular, parecía
sumamente interesado en escuchar lo que vendría después.

―Tengo una conferencia telefónica con el ERC esta tarde para determinar nuestro estado ―dijo
Wymack―. No sé en qué dirección se van a balancear. Andrew todavía está inscrito como estudiante
en Palmetto State. Easthaven y la oficina de registro acordaron esta mañana permitirle terminar el
semestre a larga distancia. Eso significa que todavía tiene contrato con nosotros, entonces estamos
dentro de Regs.

―Esto es un poco más drástico que tenerlo en una banca con una lesión. Una lesión es tratable y
calculable. El tratamiento actual de Andrew no es en blanco y negro. Pero… ―continuó Wymack―.
Rhemann se ha puesto de nuestro lado. Se ofreció a hablar en nuestro nombre si era necesario, y
ayudó a que los demás lo aceptaran.

Neil finalmente reconoció el nombre. James Rhemann fue el entrenador en jefe de USC Trojans,
uno de los tres grandes en NCAA Exy. USC no tenía el récord impecable de Edgar Allan, pero los
troyanos eran conocidos por su deportividad. Habían ganado el Premio Day Spirit por siete años
consecutivos y aún no habían recibido una sola tarjeta roja: una hazaña imposible teniendo en
cuenta su larga historia y su clasificación. Tenía sentido que Wymack recurriera a ellos en busca de
ayuda primero.

―A partir de esta mañana, el voto en los equipos de Primera Clase es casi unánime ―Wymack
dijo―. Quieren que terminemos la temporada.

―Ellos… ¿qué? ―Dan casi se atragantó con eso―. ¿Por qué? Nunca nos han apoyado antes.

―¿Importa? ―Matt preguntó―. Si van a luchar contra el ERC por nosotros, lo tomaré.

―Tal vez se estén burlando de nosotros ―dijo Allison―. Hemos derribado demasiados equipos en
el sudeste este año. Quieren que juguemos, y si fallamos al final, ellos querrán ponernos en nuestro
lugar. Pero los engañaremos. Todavía tenemos a Renee, y eso es todo lo que necesitamos.

―No es una garantía ―dijo Wymack, levantando una mano para calmarlos―. El ERC tiene que
escuchar, pero no tienen que aceptar. Solo quería que supieran que aún hay una posibilidad para
nosotros. Eso significa que tenía que presentarlo hoy como si las noticias ya fueran buenas, ¿me
entienden? y vayan a la cancha. Quiero una vuelta por cada vez que hayan dicho que la NCAA les
ha dado la espalda.

―Oh, Jesús ―dijo Nicky―. Estaremos corriendo todo el día.

―Mejor comenzar, entonces ―dijo Wymack―. Muévanse, gusanos.

A pesar de esa brisa, Wymack los detuvo después de recorrer tres millas. Se estiraron como un
grupo, se cambiaron de ropa y corrieron a la cancha para los ejercicios. Wymack presionó hasta el
mediodía, luego le dio el control a Dan y fue a atender la llamada del ERC. Saber que estaba en
el piso de arriba discutiendo por su derecho a terminar la temporada era mucho más que molesto,
pero Dan los mantuvo en movimiento para que no pudieran pensar en ello.

Wymack se fue por casi una hora. Golpeó la puerta cuando regresó, señalando así una parada a
la práctica. En lugar de esperar a que salieran de la cancha, se les unió. Los Foxes se quedaron
congelados, temerosos de moverse, casi temerosos de respirar. La cara de póquer de Wymack no
hizo nada por ayudarlos.

Wymack se detuvo junto a Dan e hizo señas a su equipo. Neil se unió al grupo a su alrededor,
con el estómago en sus zapatos. Quería decir lo que le dijo a Kevin ayer. No quería que la
temporada terminara prematuramente, y definitivamente no quería perderse el campeonato, pero
comprometerse con Andrew era lo correcto.

―Los necesito aquí a las seis en punto mañana por la mañana ―dijo Wymack―. Tenemos un
juego para ganar el viernes.

Dan gritó y saltó sobre él, y los otros Foxes se apresuraron a apilarse. Neil apenas podía distinguir
el indignado chasquido de Wymack, miró a Kevin, que se estaba alejando como si no lo creyera.
Kevin no tardó en darse cuenta de la atención y miró a Neil. Parecía que estaba a punto de decir
algo, pero Nicky se abalanzó sobre Neil y rompió su reprimenda. Neil se dio por vencido con Kevin,
por ahora, y dejó que sus compañeros de equipo lo llevaran a su celebración.
CAPÍTULO 14
Traducido por Viv_J
Corregido por Cotota

El miércoles por la mañana, Aaron apareció en la práctica. No dijo una palabra a nadie, ni siquiera a
Wymack ni a Nicky, pero él estaba allí. Él estaba en el dormitorio a tiempo para el viaje a la práctica
de la tarde también, así que Nicky hizo que Neil manejara de nuevo. No sirvió de nada, ya que él y
Aaron no se hablaban en el asiento trasero, pero Nicky parecía esperar ese comportamiento frío.
Esa tarde fue cuando los estudiantes de clase alta finalmente notaron quién conducía el auto de
Andrew, y Matt se apresuró a preguntar al respecto.

―Nicky necesita más tiempo con Aaron ―dijo Neil.

―Cuando Andrew descubra que has robado su auto… ―Matt comenzó, pero dejó el resto de la
amenaza sin decir.

―Andrew sabe ―dijo Neil―. Me dejó su llave.

Matt lo miró, sorprendido. Él abrió la boca, luego la cerró de nuevo. Cuando Neil lo miró con el ceño
fruncido, Matt solo negó con la cabeza. Neil lo dejó ir. Esa noche le pidió a Matt que le enseñara
cómo pelear. Matt pareció sorprendido por la petición, pero estuvo de acuerdo, y pasaron el resto
de la noche averiguando cuándo podrían reunirse para tomar clases. Las prácticas Exy ocupaban
la mayor parte de su tiempo libre y Neil aún tenía sesiones nocturnas con Kevin. Afortunadamente,
sus horarios se alinearon dos veces por semana entre clases. Matt prometió a Neil traerle un par de
guantes la próxima vez que saliera.

El jueves fue casi una repetición exacta del miércoles, excepto cuando fueron al comedor a cenar
que Katelyn se unió a ellos. Quizás Aaron le advirtió a Nicky antes de tiempo, porque Nicky ni
siquiera parpadeó cuando apareció con una bandeja.

La reacción de Kevin fue un poco más obvia, pero parecía más calculador que desaprobador.
Katelyn parecía nerviosa al principio, pero se calentó rápidamente y conversó casi sin parar durante
la cena. Estaba tan entusiasmada con el hecho de que aparentemente nadie estuviera cansado de
escucharla, pero Aaron se veía tan vivo en su presencia que Neil no podía sostenerlo en su contra.

El viernes fue el juego. Debería haber sido una victoria fácil, pero la ausencia de Andrew y la nueva
raqueta de Neil inclinaron las probabilidades un poco a favor de JD. Los Foxes aún ganaron por
un margen de seis puntos, superando su récord de la temporada a once y dos, y Katelyn estaba
esperando a Aaron cuando salió de la cancha.
Tal vez su abrazo fue lo que inspiró a Dan, porque tan pronto como los Foxes estuvieron en el
vestíbulo ella dijo:

―Deberíamos celebrar.

Nicky ni siquiera dudó.

―Solo si hay bebidas involucradas.

El silencio que siguió fue revelador: Dan lo había dicho, pero no había esperado honestamente que
los primos la aceptaran. Afortunadamente para todos, Renee se apresuró a unirse.

―Tenemos un par de botellas en nuestra habitación. Creo que la mayoría de ellas están medio
vacías, pero debería haber suficiente para todos.

Aaron miró a Renee como si le hubieran crecido tres cabezas.

―No socializamos contigo.

―Lo haces esta noche ―dijo Matt―. Dile a Katelyn que venga.

―Probablemente saldrá con sus amigos esta noche ―dijo Aaron―. No eran...

―Las Vixens también pueden venir ―dijo Dan. Cuando Allison le lanzó una mirada incrédula, Dan
solo se encogió de hombros―. ¿Qué? He estado aquí durante cuatro años y probablemente solo
conozco a cinco de ellos. Es triste, teniendo en cuenta que nos han acompañado todo este tiempo.
No sé si podemos adaptar a todo el escuadrón en nuestra habitación, pero...

―Las salas de estudio del sótano son lo suficientemente grandes ―sugirió Renee cuando Dan se
detuvo―. Dudo que alguien esté allí un viernes por la noche, para que podamos hacer tanto ruido
como nos plazca. Los invitarás, ¿verdad, Aaron?

―No ―dijo Aaron, como si no pudiera creer que todavía estuvieran hablando de eso.

―Está bien, en serio ―dijo Matt―. ¿Qué tienes en contra de nosotros? a Andrew lo entiendo de
algún modo. Pero lo tuyo no lo puedo entender. ¿Qué es lo que te hemos hecho alguna vez?

―Además de pagar tu fianza ―dijo Nicky amablemente―. Aaron, vamos.

Aaron abrió la boca, la cerró de nuevo y miró a Nicky con una expresión de molestia.

―Estarás explicándole esto a Andrew cuando regrese.

―Oh, demonios no ―dijo Nicky, y señaló a Neil con el pulgar―. Voy a dejar eso a él. Gracias
por aceptar eso por el equipo, Neil. Eres un verdadero amigo ―Nicky le sonrió a Neil, pero su
diversión no duró. Parecía confundido por lo que vio en la cara de Neil y retrocedió con un―: No te
preocupes, enviaremos a Renee para respaldarte. Lo último que supe, es que Andrew solo gana la
mitad de sus peleas, por lo que en realidad podrías sobrevivir. Uh. ¿Neil?

Debería dejarlo ir, o al menos dejarlo para pensar más tarde, pero Neil no pudo resistirse.

―¿Estamos? ―Preguntó, porque no lo había dicho Betsy hace unos días. Él no lo había entendido
entonces y ni siquiera lo había intentado, demasiado enojado y molesto por todo lo demás que
estaba sucediendo. Esta noche casi significaba algo, aunque qué, Neil no lo sabía. Al darse cuenta
de que Nicky no podía seguir su retorcido tren de pensamientos, Neil se obligó a decir―. ¿Amigos?

Fue como si una palabra le quitara toda la alegría a Nicky, pero la mirada que cruzó su cara fue
demasiado rápida para que Neil la descifrara. La sonrisa de Nicky regresó un segundo después,
pero no llegó a sus ojos. Neil podría haberse disculpado, excepto que Nicky se acercó y restregó
una mano enguantada sobre el cabello de Neil.

―Vas a ser la muerte absoluta para mí ―dijo Nicky―. Sí, chico. Somos amigos. Estás atrapado
con nosotros, te guste o no.

―Si eso ha sido resuelto ―dijo Wymack desde la puerta de entrada―, lleven sus culos a las
duchas. Estás goteando sudor por todo mi piso, apestan, y tengo mejores cosas que hacer esta
noche, que ver como se ven.

―Sí, Entrenador.

Los Foxes se separaron a los vestidores, pero Neil llevó la conversación con él a la ducha. Se paró
bajo el rocío y miró sus palmas hacia arriba.

Se preguntó qué significaba; se preguntó si podría significar algo para alguien como él. Tenía a Riko
justo frente a él, el fantasma de su padre detrás de él, y seis meses antes de que Nathaniel dejara
descansar a «Neil Josten» para siempre. Tener amigos no cambiaría nada. Pero, ¿realmente duele?

Él no sabía. Solo había una forma de averiguarlo.

Acción de Gracias vino y se fue. Matt fue a su casa con su madre, Dan fue a ver a sus hermanas
del escenario, y Allison fue con Renee. Los de clase alta le preguntaban a Neil solo una vez si se
iba a casa para las vacaciones. No preguntaron por qué se estaba quedando, y Neil no perdió el
tiempo inventando una mentira. Pasó el fin de semana de cinco días en Fox Tower con Nicky, Kevin
y Aaron. Pasaron la mitad del tiempo en la cancha y la otra mitad holgazaneando en el dormitorio.
El Día de Acción de Gracias lo paso en la casa de Abby. Wymack se presentó, por supuesto, y
pasaron la mañana tomando café y viendo el desfile en la televisión. Tan pronto como terminó, llegó
el momento de ponerse a trabajar. Abby repartió tareas entre todos sus invitados y puso a Wymack
a trabajar en la cocina con ella.

La cena estaba lista a media tarde. Cuando Nicky le preguntó a Neil cuál era su plato favorito, Neil
podría haber mentido y hecho referencia a cualquiera de los alimentos estereotipados que sabía
que estaban asociados con Acción de Gracias. En cambio, practicó un poco de honestidad y admitió
que nunca antes había celebrado Acción de Gracias. Las vacaciones no eran una prioridad en su
familia. Nicky, por supuesto, reaccionó como si fuera la cosa más trágica que había escuchado.

Neil no entendió la apelación. Cuando Nicky vio su rostro impasible, dijo:

―No se trata de la comida. Se trata de la familia. No necesariamente con la que nacimos, sino
con la que elegimos. Esta ―enfatizó Nicky, gesticulando entre ellos―, las personas en las que
confiamos serán parte de nuestras vidas. Las personas que nos importan.

―Estoy tratando de comer aquí ―dijo Wymack.

―El entrenador no tiene un hueso sentimental en su cuerpo ―le dijo Nicky a Neil―. No sé lo que
Abby ve en él. Debe ser realmente bueno.

―Otra palabra y estás a punto de que re-lance el plato ―dijo Abby, y Nicky se calló sabiamente.

Al final, la limpieza fue un esfuerzo grupal, ya que habían destruido la cocina de Abby en un intento
de preparar todos los platos necesarios. Luego colapsaron en cualquier lugar que encajaran en la
madriguera. Neil no creía que volvería a comer durante al menos un mes, pero de alguna manera
los otros tenían espacio para el vino. Nicky, que nunca había visto a Neil bebiendo alcohol de buena
gana, seguía siendo lo suficientemente optimista como para ofrecerle a Neil su copa.

―¿Incluso en vacaciones? ―Nicky preguntó cuándo Neil se negó.

―Es menor de edad ―dijo Abby.

―También lo son Aaron y Kevin, pero no los estás deteniendo ―señaló Nicky.

―No los estoy alentando tampoco ―dijo Abby.

Kevin había visto el intercambio desde estaba sentado contra el centro de entretenimiento. Cuando
Nicky suspiró y se calmó, Kevin habló en francés.

―Te vigilaré. Si quieres beber esta noche ―agregó cuando Neil lo miró―. No te dejaré decir algo
de lo que te arrepentirás.

―Estarás borracho en una hora ―dijo Neil―. Entonces, ¿quién me va a detener?


Kevin lo miró con frialdad.

―Dejaría de beber.

―Grosero ―dijo Nicky, sentándose y mirando entre ellos―. ¿Qué acabas de decir? No puedo
entenderte. Eso no es justo.

―Piensa en eso la próxima vez que uses alemán en mis prácticas ―dijo Wymack.

―Eso es diferente ―se quejó Nicky―. Solo veo esa expresión en la cara de Neil cuando alguien
trata de hacer algo bueno por él, pero todos sabemos que Kevin es tan malcriado como todos.
¿Qué dijiste, Kevin, será necesario defender el honor de Neil o qué?

Kevin no perdió el aliento respondiendo. Neil respondió, pero quería decir las palabras más para
Kevin que Nicky:

―Estoy bien, gracias.

Kevin aceptó eso encogiéndose de hombros y volvió a beber. Nicky miró entre ellos otra vez, se dio
cuenta de que no iba a obtener una explicación, y se calmó con un suspiro. La habitación se hundió
en un cómodo silencio. Cuando se fueron, Neil estaba demasiado dormido para conducir, pero los
llevó de vuelta al dormitorio de una sola pieza.

Nicky intentó que Neil se quedara con ellos, ya que tenían una litera abierta en su habitación y no
quería que Neil estuviera solo en unas vacaciones, pero Neil regresó solo a su habitación.

La suite se sentía demasiado grande solo con él adentro. Pensó que su perspectiva estaba sesgada
después de pasar todo el día con tanta gente. Por suerte, estaba demasiado cansado para pensar
en ello. Se durmió casi tan pronto como su cabeza golpeó la almohada.

El lunes anunció la última semana de su temporada de Exy. Los Foxes regresaron de sus vacaciones
renovados y listos para terminar el año con una nota triunfante. Trajeron una energía casi salvaje a
las prácticas y se quemaron unos a otros. Neil esperaba que se separaran después y pasaran las
noches en sus grupos separados. De alguna manera, todos terminaron en el comedor al mismo
tiempo. Neil no sabía quién lo orquestó. Realmente no le importaba, porque a pesar de que Aaron
se rehusó a ver a los estudiantes de último año, no discutió.

El martes, Katelyn los siguió y el miércoles se fueron juntos al centro como un gran grupo: los
ocho Foxes restantes y cuatro de las Vinexs. No había muchos lugares en el área que pudieran
acomodar a un grupo de ese tamaño, pero su restaurante local favorito ofrecía puestos para seis
personas al otro lado del pasillo. Las porristas estaban dispuestas a dividir dos y dos, pero el arreglo
de los asientos de los Foxes era más difícil de entender. La solución obvia era seguir la división
habitual: estudiantes de último año en un puesto y el lote de los primos en otro.

En cambio, Neil y Kevin terminaron con Allison y Renee, y Matt y Dan se sentaron al otro lado del
pasillo con Aaron y Nicky. No habría sido un problema, excepto que de alguna manera una porrista
terminó entre Kevin y Neil. Neil reconoció a Marissa desde la noche en que interpretaron a JD
Campbell. No recordaba mucho más de ella, excepto que ella era la compañera de habitación de
Katelyn, pero a juzgar por la brillante sonrisa en su rostro, eso era lo suficientemente bueno para
ella.

Neil lamentó haber hablado con ella casi de inmediato, porque ella lo acosó el resto de la cena.
Neil había crecido hablando en privado con un millar de desconocidos en todo el mundo, pero
hacía mucho que estaba fuera de la práctica. Pasó todo su tiempo con los Foxes ahora, y habían
superado esas conversaciones superficiales meses atrás. Si Marissa al menos hablara de Exy Neil,
podría soportarlo, pero rebotó entre todos los demás temas posibles del mundo. Neil había tomado
el asiento exterior en el banco pero aún se sentía atrapado. Dejar el restaurante después de la cena
fue un alivio que dejó a Neil un poco aturdido.

La zona comercial del centro era una larga calle que se bifurcaba en Perimeter Road, cerca del
Green. Los Vixens tuvieron que cruzar el Green para regresar a sus dormitorios en el campus,
mientras que los Foxes podían seguir la acera hacia Perimeter hacia Fox Tower. Se detuvieron en
el cruce de peatones para despedirse y Katelyn se aseguró de darle un beso de buenas noches a
Aaron. Neil no estaba interesado en mirar, pero cuando se volvió, encontró a Marissa en su camino
otra vez.

―Puedo darte mi número ―dijo Marissa.

Neil no recordaba haberlo pedido en ningún momento de la noche.

―¿Para qué?

No era la respuesta que esperaba, a juzgar por la forma en que su sonrisa se crispó. Sin embargo,
ella se apresuró a unirse, y le puso una mano en el brazo.

―Me gustaría conocerte mejor. Creo que podríamos divertirnos mucho juntos, solo nosotros dos.
Eres muy interesante, Neil.

Ella no fue la primera en decir eso, pero Neil se preguntó si la opinión de Andrew sobre él cambiaría
cuando él se terminara la internación. Neil quitó ese pensamiento perdido por irrelevante e inútil y
se centró en Marissa.

―No te llamaría ―dijo Neil―. Yo socializo con los Foxes o no lo hago en absoluto.

Ella lo miró por un minuto interminable, y luego dijo con indiferencia que no creía para nada:

―Si cambias de parecer, sabes dónde encontrarme.

Ella fue a sacar a Katelyn de Aaron, y los Vixens cruzaron la calle hacia el campus.

―Duro, Neil ―dijo Nicky―. Para alguien que por lo general es tan callado, a veces puedes ser un
verdadero imbécil. Hay una forma de dejar a las chicas con cuidado, ya sabes.

―¿Por qué? ―Neil preguntó, pero Nicky solo lanzó un suspiro de lástima. Neil metió sus manos
más profundamente en sus bolsillos y miró a Dan―. ¿Las chicas necesitan un tratamiento de
guantes de seda? Pensé que eran más difíciles que eso.

La sonrisa de Dan fue aprobatoria.

―La mayoría de nosotros sí lo somos. Sin embargo, algunos de nosotros somos como niños y
tenemos egos delicados.

―Oye ―protestó Matt.

―Si Marissa no está en la carrera para el banquete de Navidad, ¿puedo intervenir? ―Renee
preguntó. Nicky la miró boquiabierto, pero Renee no reconoció su sorpresa.

Ella respondió la mirada inquisitiva de Neil con una bonita sonrisa y explicó:

―Parece que mi cita habitual no está disponible, pero preferiría no ir sola. ¿Qué piensas?

Neil no había planeado traer a nadie, pero dijo:

―Está bien.

―Primero robas el auto de Andrew, y luego le robas a su chica... ―Matt deslizó una mano enguantada
en la de Dan y miró a Neil―. Ah, y has corrompido bastante al resto de los monstruos para salir
con nosotros fuera de la práctica. Avísame si necesitas respaldo cuando tengas que explicarle todo
esto.

―Gracias, pero puedo manejarlo ―dijo Neil.

―Nos dimos cuenta ―dijo secamente Dan, y tiró de Matt con ella por la acera.

El resto de los Foxes cayeron a su alrededor. Caminaron rápido para vencer el frío, pero aún
estaban medio congelados cuando llegaron a su dormitorio. Se fueron por caminos separados una
vez que llegaron al tercer piso. Neil todavía tenía un par de horas antes de encontrarse con Kevin
para la práctica, por lo que se instaló en su escritorio con sus libros de texto. Matt tomó una cerveza
de la nevera y se encargó de su tarea escolar.

―No puedo creer que casi haya terminado ―dijo Matt después de un par de minutos―. De alguna
manera, siento que este ha sido el semestre más largo de todos los tiempos, pero al mismo tiempo,
no sé a dónde fue la caída. Es casi diciembre, ¿sabes?

―Sí ―dijo Neil, dibujando círculos sobre su contorno. El viernes fue el primer día de diciembre
y el último juego de su temporada de otoño. Los Foxes irían solo a las prácticas de la mañana la
semana próxima, ya que Wymack quería que pasaran las tardes estudiando. Neil y Kevin no habían
hablado de eso, pero Neil supuso que aún tendrían sus prácticas nocturnas.

―Mierda, es casi Navidad ―dijo Matt, sonando casi preguntándose―. Todavía no sé lo que
obtendré de Dan. Pero bueno, hablando de Navidad, ¿ya sabes lo que estarás haciendo? ―La silla
de Matt crujió cuando se giró para mirarlo―. ¿Te vas a casa o te etiquetarás con los monstruos?

―No he decidido ―dijo Neil―. ¿A dónde irán ellos?

―Si mal no recuerdo, el año pasado Erik voló desde Alemania y lo festejaron en Columbia ―dijo
Matt―. Eso fue antes de que Kevin estuviera aquí para encadenarlos a la cancha, y antes... bueno,
antes de que todo esto sucediera. Asumo que no van a querer ir a Columbia de pronto. Quizás
estoy equivocado. Lo sabrías mejor que yo.

―No lo sé ―dijo Neil―. No lo han mencionado.

―Simplemente no lo pases aquí, ¿de acuerdo? ―Matt preguntó―. Si no tienes adónde ir, te
arrastraré a casa conmigo. De todos modos, mamá ha querido conocer a los monstruos, y su casa
es lo suficientemente grande como para que todos quepan. Solo házmelo saber.

Neil necesitó un momento para procesar eso.

―Gracias, se los transmitiré.

Matt asintió y volvió a trabajar. Neil volvió a su tarea, pero sus pensamientos se descarrilaron
demasiado para que él los devolviera. En su lugar, dibujó patas de zorro en el borde de su papel
hasta que Kevin fue a por él.

Neil pensó en la oferta de Matt durante todo el viaje al estadio, pero no lo mencionó. Kevin no era la
persona adecuada para empezar, aunque Neil pensó que estaría de acuerdo si hubiera un tribunal
lo suficientemente cerca. Nicky sería la persona más fácil de convencer, quizás. El solo podía
imaginar cómo reaccionaría Aaron, pero como ninguno de ellos tenía familia, podría valer la pena
intentarlo. Neil estaba un poco receloso de conocer a la madre de Matt, pero después de Acción de
Gracias tenía curiosidad por ver cómo la gente normal pasaba las vacaciones.

Tan normal como podrían ser los Foxes, más bien.

―Enfoque ―dijo Kevin con impaciencia, por lo que Neil lo dejó todo de lado para más tarde.

***

El banquete de Navidad del distrito sureste se celebró en Breckenridge ese año. Afortunadamente,
se programó con suficiente retraso para que los Fox pudieran dormir la fiesta de fin de semestre de
la noche anterior, pero todavía significaba siete horas en el autobús.

Con la temporada dos semanas atrás y los exámenes finalmente fuera del camino, Neil no tenía
nada en qué pensar, excepto en Riko y Andrew. Andrew se había ido hacía cinco semanas y ninguno
de ellos había tenido noticias suyas. Ni siquiera Betsy sabía cómo estaba él, ya que ella lo había
abandonado a Easthaven. Neil trató de no pensar en eso, pero esa era una tarea imposible, y sabía
que los Foxes iban a escuchar sobre eso esta noche. Riko, sin duda, tendría algo horrible que decir.

Los Foxes fueron de los últimos en aparecer en la corte de Breckenridge. Kevin había dormido la
mayor parte del viaje, ya que había tomado tanto licor como café esa mañana, pero se despertó
media hora fuera del campus. Permaneció en silencio como la tumba durante el resto del viaje, pero
Neil le devolvió la mirada cuando llegaron al estadio de los Jackals. Kevin miraba por la ventana a
los otros autobuses, y su violento estremecimiento dijo que había visto el camino de los Ravens.

Wymack sacó a los Foxes del autobús y encerró sus fechas detrás de ellos. Cuando se giró de
nuevo, chasqueó los dedos hacia Kevin para llamar su atención.

―Mírame.

Kevin arrastró su mirada en blanco a Wymack, y Wymack hizo un gesto entre Neil y Matt.

―¿Ves estos dos? Si miro hacia tu camino esta noche y no estás a menos de metro y medio de
al menos uno de ellos, no te dejaré jugar un solo maldito juego esta primavera, ¿me sigues? Ellos
son tus escudos. Úsalos, úsalos a ellos. Úsame, si es necesario. Ahora dame un ‹sí, entrenador›.

―Mm ―logró Kevin.

―No te preocupes ―dijo Matt―. No puede hacer nada con tantos testigos.

―Llegó a Neil en el último banquete ―dijo Allison.

Kevin miró a Neil. Neil se encontró con su mirada sin vacilar y no dejó que sus nervios se reflejaran
en su rostro. Recogieron sus ropas del portaequipajes y siguieron a un guardia de seguridad adentro.
Neil se cambió en uno de los vestidores y consideró su reflejo después. Los otros estaban fuera,
en la sala principal, así que Neil se inclinó cerca del espejo. Deslizó un lente de contacto fuera del
camino por un momento, necesitando ver el frío azul de sus ojos reales, y tomó fuerza en eso.

Le había dicho a Andrew que se mantendría con Kevin sin importar nada. Él no tenía la intención
de romper esa promesa. ‘Neil’ podría ser un fugitivo fácil de asustar, y ‘Nathaniel’ era un joven
cazado, pero ‘Abram’ era el único protegido e intocado por los malditos negocios de su padre.
Neil aprovecharía cada asesinato que había visto y cada noche interminable y desesperada, y se
enfrentaría a Riko sin inmutarse. Era lo menos que podía hacer. Fue todo lo que pudo hacer.

La cancha fue decorada por Navidad. Poinsettia seguía las paredes en todos los sentidos, y un
enorme árbol estaba en una esquina. Neil supuso que era falso, porque no había forma de que
pudieran haber conseguido pasar un árbol de ese tamaño a través de la puertas a menos que lo
hubieran hecho pedazos. Las pesadas mantas debajo del atril aseguraban que no arañaran el
suelo de la cancha y se amontonaban pequeños regalos debajo. Neil se preguntó por un momento
si también eran falsos o si eran los regalos de los Jackals entre sí, cedidos temporalmente para la
decoración.

Quien organizó la tabla de asientos fue lo suficientemente inteligente como para mantener a los
Foxes y los Raven lejos el uno del otro esta vez. Los Foxes se sentaron frente al Wilkes-Meyers,
Hornets y Neil terminaron entre Renee y Kevin. Los Foxes y los Hornets no se habían visto desde
finales de septiembre. Neil esperaba la agresión a medias, ya que los Foxes habían ganado ese
partido, pero con la temporada sobre los Hornets fueron relajados y bulliciosos.

Después de que todos los equipos habían llegado, Tetsuji Moriyama tocó un micrófono inalámbrico
para llamarlos a atención. Alguien cortó la alegre música navideña y Tetsuji inspeccionó a los
equipos reunidos con una expresión pétrea.

―Las clasificaciones de la temporada se han decidido ―dijo sin preámbulo ni inflexión. A estas
alturas ya eran viejas noticias: los entrenadores deportivos y los coordinadores habían estado
sumando puntos durante toda la temporada, pero todos se animaron a escuchar―. Los siguientes
cuatro equipos se han clasificado para representar al distrito sudeste en los juegos de campeonato
de la primavera. Los enumeraré por orden de clasificación, del primero al cuarto. Edgar Allan,
Palmetto State, Breckenridge, Belmonte.

Pasó el micrófono a un entrenador más agradable que ofreció felicitaciones entusiastas y deseos
de temporada. Uno de los Hornets no esperó a que terminara, sino que se inclinó sobre la mesa e
hizo un gesto hacia Kevin y Neil.

―¿Cómo diablos dos de ustedes derrotaron a Breckenridge?

―No fueron solo dos de nosotros ―dijo Neil.

La mirada que le dirigió dijo que no estaba impresionado por esa modestia. Neil se encogió de
hombros y lo dejó caer. Él entendió su escepticismo, pero se mantuvo al margen de sus palabras.

Debido a que Palmetto State y Breckenridge finalizaron la temporada con el mismo récord de doce
y dos, el ERC utilizó su proporción de goles como desempate. Era el mismo método que usaban en
las semifinales, por lo que los semáforos de primavera se consideraban una ronda de comodines.
La proporción de ganados-perdidos de los puntos de los Foxes fue simplemente mejor que la de
los Jackals.

Una gran parte de eso podría acreditarse a su línea de defensa, desde sus porteros inflexibles a
sus agresivos defensas, pero la relación también se basó en gran medida en el rendimiento de los
merodeadores. De alguna manera, Neil y Kevin anotaron lo suficiente esta temporada para superar
a los Jackals. Neil no sabía cómo lo habían hecho, pero a él no le importaba. Los Jackals llegaron
a Palmetto State en agosto con toda la intención de herir tanto a Seth como a Kevin. Neil los había
aborrecido desde entonces.

Colocados en el segundo lugar significaba que no tenían que enfrentar a los Jackals de nuevo,
afortunadamente. Hasta las semifinales, los juegos de primavera corrían en pares e impares. Los
equipos de rango impar jugarían los viernes por la noche, y los pares se jugarían los sábados.

Nicky habló justo a tiempo.

―Gracias a Dios que no estamos jugando otra vez contra ellos. Podríamos tener una oportunidad
este año.

―Lo lograremos ―dijo Dan―. Tenemos que hacerlo. Le debemos a los Raven una revancha.

Los Hornets intercambiaron miradas de compasión pero no hicieron ningún comentario. Las
personas que servían el banquetes llenaron las mesas de comida y los equipos entraron en escena.
La conversación de la cena fue ruidosa y emocionada. Kevin se unía si la conversación se desviaba
hacia Exy, se mantenía fuera de ella cuando no lo hacía, y seguía enviando miradas furtivas a la
mesa de los Raven. Neil no habló a menos que le hablaran y mantuvo la mayor parte de su atención
en Kevin. Estaba a mitad de la cena antes de darse cuenta de que todavía no había hablado con
Renee.

―Lo siento ―dijo.

Renee lo miró con curiosidad.

―¿Por qué?

―No estoy tratando de ignorarte.

―Está bien si lo haces ―dijo Renee―. Kevin te necesita más que yo.

Neil asintió agradecido por su comprensión. Renee sonrió y entabló una conversación con los
Hornets frente a ellos. Neil finalmente se permitió mirar a través de la habitación a los Raven, la
primera vez que los había buscado desde que salieron a la cancha. Parecía que los Raven estaban
haciendo sus trucos habituales: todos venían solteros y vestían trajes negros a juego. Las mujeres
llevaban collares de granate idénticos y los hombres llevaban corbatas rojo sangre. Eso fue tan
festivo como los Raven, supuso Neil.

La cena dio paso a los juegos para que pudieran digerir, y luego cada mesa excepto una fue retirada
de la cancha. Los proveedores de catering volvieron cargados con cuencos y vasos de plástico.
La música fuerte reemplazó a los villancicos y la cancha se convirtió en pista de baile. Los equipos
se separaron para festejar. Para la mayoría de ellos la temporada había terminado, y obviamente
querían salir con una explosión.

Aaron y Katelyn fueron los primeros en desaparecer entre la multitud. Nicky vaciló, pero trajo una
cita y no sería muy bueno si Riko provocara problemas, entonces Neil rechazó su preocupación.
Cuando Nicky se fue, también lo hizo Allison, y Allison arrastró a Renee con ella. Matt y Dan fueron
los últimos en irse y se pegaron a las afueras de la multitud donde podían vigilar a Kevin y Neil. A
Neil le divirtió su vena protectora y se preguntó si harían lo mismo si Andrew todavía estuviera allí.
De alguna manera, él lo dudaba.

Wymack no se movió esta vez para hacerlos socializar, así que Neil y Kevin se mantuvieron alejados
de la multitud. Kevin no estaba de humor para celebrar y Neil no quería estar rodeado de tanta
gente. No vería venir a Riko y sería demasiado fácil perder de vista a Kevin. En su lugar, protegieron
la mesa de bebidas y cuidó su ponche.

Tomó media hora antes de que Riko los alcanzara a ellos, pero llegó, como ambos sabían que lo
haría. Jean no estaba muy atrás de él. Kevin se congeló con su taza en sus labios cuando vio a la
pareja. Neil se adelantó para ponerse entre Riko y Kevin. Riko sonrió ante esa valentía, pero no
fue una expresión feliz. Era más el aspecto de un niño psicótico que había encontrado un pequeño
animal para torturar: un cuarto contento y tres cuartas partes hambriento.

―Su falta de instinto de supervivencia es sumamente angustiante ―dijo Riko―. Quítate esa mirada
de tu cara antes de que te la quite.

Neil no se había dado cuenta de que también estaba sonriendo, una mirada cruel que había
heredado de su padre, bajó su taza para que Riko pudiera verla mejor.

―Me encantaría verte intentar. ¿Crees que le temo a tu cuchillo? Soy el hijo del Carnicero.

―Son tres golpes ―Riko arrastró un dedo sobre su garganta y giró su cabeza contra su gesto―.
Estoy decepcionado de ti, Kevin. Prometiste al maestro que te encargarías de esto. Obviamente no
lo has hecho, y tengo mucha curiosidad por saber por qué.

―Lo intentó ―dijo Neil―. No fue necesario.

Riko presionó un pulgar en el pómulo de Neil, en el mismo lugar donde los tres tenían sus tatuajes
numerados.

―Haznos un favor a todos y no vuelvas a hablar. Tu insolencia ya te ha costado dos compañeros


de equipo. Ni siquiera puedes imaginar lo que vendrá después.

Escuchar a Riko confirmar que había orquestado la muerte de Seth hizo que Neil se enfermara de
ira. Andrew y Kevin lo habían dicho, pero Wymack lo había descartado por paranoia.

Neil no le había creído a Andrew porque no había querido, pero eso... si lo hubiera seguido todo el
semestre.

Neil levantó su mano libre y le mostró a Riko sus dedos firmes.

―Estoy temblando de miedo.

―Deberías ―dijo Riko―. Crees que puedes desafiarme porque no soy tu padre, pero estás
olvidando un hecho muy importante: soy la familia a la que tu padre tenía miedo. Y sí, Nathaniel,
tenía mucho miedo.
Neil bajó su mano y se inclinó cerca.

―No de ti ―dijo, con énfasis feroz―. No eres parte de esa familia, ¿recuerdas? Eres el desechado.

Esperaba que golpeara, pero no se dio cuenta de cuán profundo sería el corte. Nunca había visto
esa expresión en la cara de Riko, pero sabía que había firmado su sentencia de muerte.

―Jean ―dijo Riko sin apartar la mirada de Neil―, toma a Kevin y déjanos.

―Ve a ver a Matt ―dijo Neil cuando Kevin vaciló.

―Ahora ―insistió Riko.

Jean le dio un alto a Riko y tomó el brazo de Kevin. Neil observó a Jean alejar a Kevin tan rápido
como podían sin atraer demasiada atención. Dan y Matt lo notaron, por supuesto, y se movieron
para interceptarlos. Jean se quedó quieto cuando se acercaron, pero se aferró a Kevin como si su
vida dependiera de ello. Matt comenzó a buscar a Neil y Riko, pero Kevin le puso una mano en el
hombro para detenerlo. Cuando Matt se encogió de hombros bruscamente, Neil le hizo un gesto a
Matt para que se mantuviera alejado. La mirada en la cara de Matt dijo que no aprobaba este plan
en absoluto, pero mantuvo la distancia.

Neil arrastró su atención de vuelta a la cara de Riko.

―Creo que toqué un nervio.

Riko se movió como un rayo, golpeando la taza de la mano de Neil y agarrándole de la muñeca. Dio
un giro brutal que envió cuchillos por el brazo de Neil, que se atragantó con una maldición dolorida
y agarró el brazo de Riko para detenerlo. No podía quitarle la mano a Riko, pero si la giraba otra
media pulgada, él rompería algo.

Cada vez que Neil parpadeaba, veía las cicatrices blancas en las manos de Kevin. Era todo lo que
podía hacer para respirar por el pánico que latía en sus pulmones. Luchó por mantener la calma y
se obligó a mirar a Riko a los ojos otra vez.

―No lo harías ―dijo Neil―. No delante de toda esta gente.

―No me importa si ven ―dijo Riko―. Un perro que muerde la mano de su amo merece ser
sacrificado. La ubicación y el público son insignificantes.

―No soy un perro. Soy un zorro.

―No eres más que lo que te digo que seas.

―Hablamos sobre tus delirios.

―Te advertí que aprendieses tu lugar.


―Suéltame, Rey.

―Yo soy el Rey ―estuvo de acuerdo Riko―, y vas a pasar la Navidad en mi castillo. Vas a ir a
Evermore para las vacaciones de invierno. No ―dijo Riko cuando Neil abrió la boca para discutir―,
empújame otra vez, yo soy lo único que te mantiene vivo.

―No, no lo eres ―dijo Neil.

Riko lo miró por un minuto interminable, luego sonrió. El estómago de Neil cayó al verlo; sabía lo
que estaba por venir antes de que Riko abriera la boca, pero se negaba a creerlo.

―Debes estar refiriéndome a ese portero. ¿Sabes a cuál me refiero, estoy seguro? El pequeño
con la actitud desagradable que piensa que puede tomar mis cosas. Eso me recuerda que no lo he
visto últimamente.

Riko miró por encima del hombro como si esperara que Andrew se materializara desde el aire. Soltó
a Neil, pero este no podía respirar, y mucho menos moverse para poner espacio entre ellos. Dos
compañeros de equipo, había dicho Riko. La insolencia de Neil le había costado dos compañeros
de equipo, pero Seth era solo uno.

Riko se giró hacia Neil y movió un dedo como si solo recordara.

―Ah, pero eso es correcto. Escuché que se lo llevaron. Algo acerca de que su hermano lo estaba
follando sin cerebro, ¿no? Qué escandaloso. Qué traumatizante.

―No lo hagas ―dijo Neil.

Riko lo ignoró.

―Drake era un hombre interesante, ¿no? Debería agradecer a la policía por haberme conducido
directo hacia él. Tal vez no lo hubiera descubierto de otra manera. ¿Sabías, Nathaniel? Los abogados
de Oakland son algunos de los más baratos para comprar. Solo tomó tres llamadas telefónicas para
arreglar todo.

―Pusiste a Andrew hasta arriba.

―Esa ni siquiera es la mejor parte ―Riko sonrió cuando Neil negó con la cabeza y continuó―.
¿Sabías que también compré a uno de los médicos en Easthaven? A menos que quieras que estas
pequeñas sesiones de terapia se conviertan en recreaciones terapéuticas, mañana estarás en un
avión a Virginia Occidental. Jean le dará su boleto a Kevin. ¿Me entiendes?

Neil no tenía palabras, por lo que respondió con el puño. No tenía mucho espacio para balancearse,
pero se recuperó y golpeó a Riko en su asquerosa boca, quien dió un paso atrás, dándole a Neil un
poco más de espacio, atrapandolo, se lanzó de la mesa y se estrelló contra Riko, pero Riko ya se
estaba moviendo para encontrarse con él. Neil se estrelló contra la mesa con tanta fuerza que lo
hizo resbalar por detrás de él, y él y Riko cayeron al suelo. Neil apuñaló y golpeó a cualquier parte
de Riko que pudo encontrar, solo remotamente consciente de los propios golpes viciosos de Riko.

Alguien gritaba sobre una pelea, o tal vez era su sangre rugiendo en sus oídos.

De repente, hubo manos sobre él que no eran de Riko, y los dos fueron separados. Neil se agarró
tan ferozmente como pudo, también lo hizo Riko. Riko tiró de Neil cerca una última vez antes de que
la multitud los arrancara el uno del otro, el tiempo suficiente para que él dijera:

―Solo le costó algo que no quería perder.

Entonces había demasiados cuerpos entre ellos. Neil reconoció a algunos de ellos: Matt primero,
luego Jean, y luego un par de atletas cuyas caras solo había visto a través de las viseras del
casco. El cerebro de Neil puso nombres en los rostros donde podía y los descartó por irrelevantes.
Ninguno de ellos era Riko. Luchó contra la multitud lo mejor que pudo, tratando de abrirse paso y
poner sus manos sobre el otra vez.

De alguna manera, volvió a acercarse lo suficiente para agarrar la manga de Riko.

―Incluso piensas en tocarlo.

Wymack salió de la nada y sacó a Neil de Riko como si no pesara nada en absoluto. El espacio
entre ellos se llenó de entrenadores, y el alboroto excitado se extinguió casi instantáneamente. Por
un momento, el único sonido fue la respiración entrecortada de Neil mientras miraba del cuerpo de
Wymack a Riko. Toda la habitación temblaba, o tal vez era Neil quien temblaba lo suficiente como
para derribar toda la cancha sobre ellos.

―¿Qué diablos está pasando aquí? ―El entrenador de Breckenridge exigió―. Este es un banquete
de Navidad. Si te perdiste el memo, es Navidad, como para hacer feliz y buena voluntad con el
hombre. Quiero una maldita explicación para esto.

Ni Neil ni Riko respondieron; estaban demasiado ocupados mirándose el uno al otro.

Jean había encontrado su lugar detrás de Riko otra vez y la mirada tensa en su rostro era de
cautelosa desaprobación. Neil quería un arma. Se conformaría con los cuchillos de Andrew, pero
esos estaban escondidos debajo de su almohada en Palmetto State. Clavó los dedos en el brazo
de Wymack con la fuerza suficiente para dejarle moretones y sonrió con tanta fuerza que dolió.

―Sí ―dijo, porque ¿qué más podría decir?―. Entiendo.

―Acepto las disculpas ―dijo Riko.

Los entrenadores esperaron. Cuando no salió nada más, uno de ellos barrió a la multitud con mala
cara.

―La siguiente persona en comenzar una pelea aquí se está inscribiendo a perderse de los siguientes
cinco juegos programados, en primavera o en otoño. ¿Debo aclararme? ―Hubo un asentimiento a
modo de coro, y el entrenador lanzó una mirada molesta entre Neil y Riko―. Ustedes se mantienen
alejados el uno del otro por el resto de la noche. Wymack, sáquelo de la cancha hasta que se sienta
cívico.

―Neil no estaba peleando solo ―dijo Wymack, con acero en su voz―. Si el entrenador Moriyama
quiere el lado ausente, me lo llevaré a la casa.

―Por supuesto ―dijo Moriyama, mirando indiferente al caos―. ¿Riko?

Partieron en una dirección, por lo que Wymack prácticamente llevó a Neil al otro.

Neil sabía que Abby y los Foxes los estaban siguiendo fuera de la cancha, pero no podía apartar
los ojos de Riko para mirar a ninguno de ellos. Perdió de vista a Riko cuando Wymack lo empujó a
través de la puerta de la cancha, pero no fue hasta que Wymack lo plantó en uno de los bancos de
la casa que Neil podía mirarlo. Wymack hizo señas a Katelyn y Nicky para que salgan con Thomas
a la pista con una sacudida impaciente de su mano, luego se volvió hacia Neil otra vez.

―¿Que demonios fue eso?

―¿Entrenador?

―¿No me digas ‹Entrenador?› Tu retraso funciona mal.

―No, pero realmente ―dijo Nicky, mirando con los ojos abiertos a Neil―. ¿Qué pasó?»

―Neil golpeó a Riko ―dijo Matt―. Fue hermoso.

―¿Qué? ―Nicky graznó―. ¡No es justo! ¡Me lo perdí! Ve a hacerlo de nuevo. O no ―añadió
rápidamente cuando Wymack le dirigió una mirada asesina―. No se puede culpar a un hombre por
soñar, ¿verdad, Entrenador?

―Cállate ―Wymack le devolvió la mirada ceñuda a Neil―. Estoy esperando.

Neil sintió su muñeca e hizo una mueca ante el dolor persistente. Abby pasó junto a Dan para
alcanzarlo y se sentó al lado de Neil. Neil la dejó tomar su mano y miró más allá de Wymack en la
cancha.

―Riko compró la acusación ―las palabras llegaron lentamente; eran tan horribles que pensó que
estaría gravemente enfermo solo escuchándolos en voz alta otra vez.

“Es por eso que Drake se arriesgó a venir hasta aquí para ver a Andrew. Riko haría que se retiraran
los cargos si Drake… ―apretó los dientes y sacudió la cabeza, incapaz de terminar.

Él no tuvo que decir nada más. La música seguía sonando, volando a través de los altavoces, pero
el silencio entre los Foxes era absoluto.
Aaron fue el primero en recuperar su voz.

―Estás mintiendo.

Neil contuvo la respiración y miró a Kevin. En francés, preguntó:

―¿Lo obtuviste? ¿Mi boleto? ―Kevin lo miró y a través de él, demasiado atónito para comprender
o responder―. Kevin, mírame.

―Voy a matarlo ―dijo Nicky.

―No ―dijo Neil, con una ferocidad que incluso Matt lo había mirado con recelo―. Primero tenemos
que romperlo. Si le importa Exy es lo único que tenemos, y se lo vamos a quitar. Primero destruimos
su reputación, luego lo destruimos. No quiero que perdamos un solo juego esta primavera. ¿Podemos
hacer eso?

―Ni un solo maldito juego ―dijo Dan con voz dura.

Neil los miró a ellos, a la rabia fría en sus caras, y se centró en Kevin. Lo intentó de nuevo en
francés con un insistente:

―¿Tienes mi boleto?

―No vas a ir ―dijo Kevin―. ¿Sabes lo que él te hará?

―¿Sabes lo que le hará a Andrew si no voy? ―Neil dijo―. No tengo otra opción. Tengo que irme.
Tienes que confiar en mí.

―Él te romperá.

―Él desearía saber cómo ―dijo Neil―. Confía en mí. Prometo que volveré, y cuando lo haga,
traeré a Andrew conmigo, va a estar bien, entonces ¿tienes mi boleto o no?

Kevin presionó sus labios en una línea dura y blanca y miró hacia otro lado.

―Lo tengo.

Cuando los revoltosos se callaron, Dan miró a Wymack.

―Vámonos a casa, entrenador.

El banquete estaba a horas de haber terminado, pero era demasiado peligroso quedarse más
tiempo. La próxima vez que uno de ellos viera a Riko, tratarían de romperle el cuello. Wymack
confiaba más en el autocontrol de Renee, por lo que la envió en busca de las fechas que faltaban.

Tan pronto como Renee regresó con Katelyn y Thomas, los Foxes lo subieron al autobús.
Disminuyeron la velocidad para tomar sus bolsas del vestuario, pero no lo suficiente como para
cambiarse. Wymack los tenía en la carretera en minutos.

El viaje de regreso a Palmetto fue silencioso. Regresaron en plena noche, pero a pesar de la hora
ninguno de los Foxes podía dormir. Wymack soltó las fechas primero, luego llevó a su equipo a
Fox Tower. Subieron juntos en el ascensor. Kevin le pasó a Neil una hoja de papel doblada cuando
entraron al pasillo. Neil no tuvo que abrirlo para saber que era la confirmación de su vuelo.

Matt intentó llevar a Neil a la habitación de las chicas para que finalmente pudieran hablar sobre lo
que sucedió, pero Neil fue a la siguiente. Se quitó los zapatos, los puso a un lado y abrió la ventana.
Trató de encender un cigarrillo, pero le temblaban las manos demasiado. Terminó arrastrándose
a la cama completamente vestido. Revisó la hora de salida para saber qué tan temprano debía
encender la alarma y luego metió el papel debajo de la almohada con los brazaletes de Andrew. Se
cubrió la cabeza con las mantas para bloquear la habitación y se obligó a dejar de pensar.

Cuando finalmente se durmió, soñó con la muerte y la sangre.


CAPÍTULO 15
Traducido por Viv_J
Corregido por Cotota

Neil se despertó con el sonido del movimiento en la otra habitación. A pesar de lo avanzado de la
noche, los Foxes se levantaron a media mañana. Hoy era el día en que el equipo se retiraba para
las vacaciones de invierno, y la mayoría de ellos tenían vuelos suficientes para dormir.

Allison, Renee y Dan volaban juntos a Bismarck a la hora del almuerzo y se separarían después de
que aterrizaran. Dos horas después de que estuvieran en el aire, el resto de los Foxes se dirigían
a La Guardia.

Neil había pasado la invitación de Matt la semana anterior a los exámenes y dejó que Nicky
hiciera la mayor parte del trabajo desde allí. Los planes originales de Nicky de ir a Alemania para
Navidad se descarrilaron cuando Andrew se comprometió. No quería alejarse tanto de Aaron.
Desafortunadamente, Erik no pudo tomarse suficiente tiempo libre para venir a los Estados Unidos.
Eso significaba que Matt era la única oportunidad de Nicky para unas vacaciones divertidas.

Ninguno de los llamados monstruos del equipo estaba seguro de por qué Matt estaba siendo amable
con ellos, pero Nicky estaba demasiado emocionado para pasar el Año Nuevo en Times Square
para preocuparse realmente. Wymack afirmó ser más feliz de lo que Nicky era sobre el arreglo,
ya que su ausencia significaba que finalmente podría tener algo de paz y tranquilidad. Aaron tuvo
que obtener el permiso de su abogado para abandonar el estado, pero lo resolvieron con bastante
facilidad.

Como se suponía que Neil le decía a cualquiera de ellos que sus planes habían cambiado, él no
sabía. No había forma de que él les dijera la verdad. Ninguno de ellos lo dejaría seguir adelante.
Fue un pequeño milagro que Kevin estuviera de acuerdo con esto. Kevin sabía más que ninguno
de ellos de lo que Riko era capaz, así que sabía lo que estaba esperando Neil en West Virginia. Tal
vez él confió en Neil para mantener su posición; Es más probable que supiera lo que Riko le haría
a los Foxes si Neil se negaba. Neil no sabía y no le importaba, mientras Kevin mantuviera la boca
cerrada.

Neil apartó sus mantas y se sentó. Levantó su almohada para coger su teléfono, pero vaciló al ver
los brazaletes de Andrew. La voz de Nicky en la otra habitación lo sacudió de sus pensamientos.
Neil dejó caer su almohada de nuevo, y luego se dio cuenta de que tenía una salida. Agarró su
teléfono, lo abrió y se lo llevó a la oreja. Cuando Nicky abrió la puerta del dormitorio sin llamar, Neil
entabló una conversación con nadie.
―Sí, lo vi ―dijo Neil, mirando a Nicky para reconocer su entrada.

Nicky tenía la boca abierta en un saludo, pero guardó silencio cuando se dio cuenta de que Neil
estaba hablando por teléfono. En lugar de irse, Nicky se puso cómodo contra el marco de la puerta
para esperarlo. Neil había contado con la curiosidad de Nicky. En los meses transcurridos desde
que le entregaron por primera vez a Neil este teléfono, nunca lo habían visto hacer una llamada.
Neil hizo una señal a Nicky de que estaba casi terminado y medio rechazado.

―¿Qué esperabas? Esperaste tanto para descubrirlo. Ya he hecho otros planes. Yo... ―Neil se
interrumpió, escuchó un momento y siguió hablando―. ¿Pero cuánto tiempo has sabido que venía?
Podrías haber dicho algo. No sé. Dije que no sé. Tendría que... ―Neil se pasó una mano por los
ojos como si toda la conversación fuera agotador de tratar―. Vale adiós.

Hizo clic en su teléfono y lo dejó caer a un lado.

Por un minuto, reinó el silencio. Entonces Nicky entró en el dormitorio y cerró la puerta detrás de él.
Neil se dejó caer contra la pared cuando Nicky subió la mitad de la escalera hasta su litera. Nicky
cruzó sus brazos sobre la almohada de Neil y lo miró.

―¿Todo está bien allí? ―Nicky preguntó.

―Estoy bien.

Nicky solo lo miró.

―Nos conocemos muy bien por ahora. Y eso señala que vas a tener que dejar de mentirme a la
cara. Eso no sonaba bien y tú no te ves bien, entonces, ¿qué está pasando realmente?

―Mi tío está volando a Arizona por Navidad ―dijo Neil.

―¿Qué bueno? ¿O malo?

―¿Ambos? ―Neil se encogió de hombros contra la pared―. Es un buen tipo, pero por lo general
es lo suficientemente inteligente como para evitar a mis padres. No lo he visto en años, y él nunca
viene de vacaciones. Algo debe estar listo. Simplemente no sé qué. No lo hago. No sé si… ―Neil
se detuvo y gesticuló impotente―. Me prometí a mí mismo que nunca volvería a casa, pero…

―Pero quieres verlo nuevamente ―concluyó Nicky.

―No importa ―dijo Neil―. Le dije a Andrew que me quedaría con Kevin.

―Pero Kevin estará con nosotros ―dijo Nicky―, y vamos a estar con Matt y la madre de Matt.
Cuatro de nosotros podemos vigilarlo si necesitas pasar un tiempo con tu familia. ¿Necesitas dinero
para un boleto?

―Ya tengo uno ―dijo Neil, y mantuvo su itinerario doblado―. Mi mamá me lo envió por correo
electrónico hace un par de días. Simplemente no quería tratarlo antes del banquete.

―No tienes esperanza ―dijo Nicky―. Si quieres ir, ve. Has hecho más que suficiente por nosotros
este semestre, Neil. En algún momento debes pensar en ti mismo, Míralo así ―dijo cuándo Neil
negó con la cabeza―. Voy a ir a contarle a los demás, y todos te dirán que te vayas a casa, ya
verás.

―Pero… ―dijo Neil, pero Nicky ya se había ido.

Neil se tragó el resto de su discusión. No era una pelea que quería o necesitaba ganar, de todos
modos. Por un momento se compadeció de Nicky por ser tan crédulo, pero no se sintió satisfecho
con lo que acababa de hacer. Desplegó el itinerario y lo estudió con una sensación de hundimiento
en el estómago. Dentro de dos horas tomaría un vuelo a Charleston, Virginia Occidental, y no tenía
previsto regresar hasta la noche de la víspera de Año Nuevo. Eso fue dos semanas a solas con los
Raven.

La puerta de la suite se sacudió cuando Nicky regresó a su habitación para consultar con Aaron y
Kevin. Cuando Matt entró en la habitación un par de segundos después, Neil los estaba esperando.

―¿Qué vamos a hacer contigo? ―Matt preguntó.

―Lo siento ―dijo Neil.

―¿Por qué? ―Matt lo rechazó―. ¿Cuándo es tu vuelo?

―Once y diez, si voy.

―Te vas. Te llevaré al aeropuerto.

Neil le hizo una mueca, pero finalmente se levantó de la cama. No tenía hambre, pero se obligó a
comer avena y pan tostado instantáneos. Nicky regresó para decir que le había contado a todos los
Foxes lo que estaba pasando. Aparentemente, todos querían a Neil en ese avión. Neil asintió y no
dijo nada, y Nicky lo dejó en paz para prepararse.

Neil se duchó y sacó su bolsa de lona del último cajón de su tocador.

Lo tenía medio lleno cuando se dio cuenta de que la bolsa era demasiado pequeña. Durante ocho
años, nunca había tenido más de lo que cabía en un equipaje de mano. En el último medio año
aquí, sus posesiones se habían duplicado. Incluso cuando su bolso estaba lleno, había cosas
en sus cajones. Neil estaba confundido y animado a la vez, y se llevó una mano a las camisas
dobladas. Era una prueba de que regresaría, algo que no había tenido desde que era un niño.

El suave golpe de una pisada le advirtió que no estaba solo, y Neil miró a Kevin.

―¿Puedo darte algo para que lleves? ―Neil preguntó―. ¿Prometes mantenerlo a salvo? No quiero
dejarlo aquí, pero no puedo llevarlo conmigo”. Cuando Kevin asintió, Neil abrió su caja fuerte y sacó
su carpeta. Le tomó todo lo que tenía en él para dárselo a Kevin. Incluso cuando Kevin se apoderó
de él, Neil se aferró a un extremo―. No lo abras.

―No quiero saber ―dijo Kevin.

Neil lo soltó, y Kevin lo metió debajo de un brazo. Neil cerró su caja fuerte y la puso donde pertenecía.

―Neil ―dijo Kevin cuando Neil se puso de pie.

―Volveré ―dijo Neil, más por su bien que por Kevin―. Prometiste que terminarías este año
conmigo. Te estoy reteniendo por eso.

Se colgó la mochila al hombro y pasó junto a Kevin fuera de la habitación.

Matt estaba desconectando todos sus componentes electrónicos cuando aparecieron los strikers.

―¿Listo? ―Matt preguntó.

―Sí ―mintió Neil.

Matt agarró sus llaves y se fueron. Pasaron por la habitación de las chicas primero, donde Neil fue
objeto de abrazos de vacaciones y buenos deseos. Aaron le asintió cuando pasaron con los primos,
pero Nicky le dio a Neil un apretón de dientes.

―Has empacado tu cargador, ¿verdad? ―Nicky preguntó―. Espero que me envíes mensajes de
texto todos los días.

―Lo empaqué ―dijo Neil, pero dudaba de que Riko le permitiera usar su teléfono.

Dejó a Kevin con los demás para terminar de prepararse y siguió a Matt hasta la camioneta. Había
espacio a los pies de Neil para su bolsa. Matt giró la llave en el encendido y apagó la radio medio
segundo demasiado tarde para salvar los tímpanos de Neil. Neil trató de no sentirse mal cuando el
campus desapareció detrás de ellos, pero no tuvo éxito.

―¿Cuándo es tu vuelo de regreso? ―Matt preguntó.

―Año nuevo ―dijo Neil―, pero podría volver temprano, dependiendo de cómo vayan las cosas.

―Si vuelves con suficiente anticipación deberías unirte a nosotros ―dijo Matt―. Mamá puede
cambiar tu boleto.

―Gracias ―dijo Neil―. Te lo haré saber.

Matt lo dejó en la acera del Aeropuerto Regional Upstate. Neil lo vio volver a deslizarse en el tráfico,
luego se volvió hacia la entrada. Fue vertiginoso estar aquí de nuevo.

Él y su madre nunca pasaron por el mismo aeropuerto dos veces. Apretó con más fuerza su bolsa
y atravesó las puertas corredizas de vidrio.

El aeropuerto estuvo ocupado este verano, pero cerca de la Navidad fue un verdadero caos dentro.
Neil se dejó perder en el alboroto. Era solo otra cara en la multitud, anónimo y sin importancia. Su
aerolínea tenía un check-in de autoservicio, por lo que Neil escaneó el código de barras impreso
en su itinerario. Su boleto y tarjeta de embarque salieron de la ranura en la parte inferior, y Neil se
dirigió al puesto de control de seguridad. Su bolso pasó por los escáneres antes que él. Neil se puso
los zapatos del otro lado, agarró su bolso y se dirigió a su puerta.

La mayoría de los asientos habían sido tomados, así que se paró contra un pilar para esperar.
Observó a la multitud para no ver el reloj parpadear en su puerta. Casi había esperado ver a más
compañeros de clase aquí, pero tal vez lo habían visto ayer fuera de la ciudad. El aeropuerto era
un mar de caras desconocidas. Neil estaba solo.

Había estado con los Foxes tanto tiempo que había olvidado lo que era tener espacio para respirar.
Debería haber estado agradecido de tener un par de momentos antes de que esta pesadilla
comenzara, pero Neil se quedó sin aliento. Enterró su mano en su bolsillo y envolvió sus dedos
alrededor de su teléfono. Si lo abriera, su historial de llamadas solo mostraría un nombre, pero su
buzón de mensajes estaba tan lleno que se vaciaba de forma semiregular. Pensó en leerlos por
valor, pero no podía obligarse a hacerlo.

La voz del asistente de la puerta en los altavoces encima lo sobresaltó de sus pensamientos.

―Pasajeros para el vuelo 12 a Charleston, comenzaremos a abordar pronto. Por favor, reportarse
a la puerta D23 y espera a que te llamen.

El asiento de Neil estaba justo detrás de la sección de clase ejecutiva. Tenía el asiento junto a la
ventana, para su desagrado, pero el espacio debajo del asiento frente a él era lo suficientemente
grande para su bolso. Empujó la bolsa con sus zapatos e intentó no sentirse atrapado por su
compañero de asiento. Los asistentes se apretujaron por los pasillos, tratando de que todos se
instalaran lo más rápido posible.

Cuando todos finalmente se sentaron y los compartimientos superiores se cerraron, los asistentes
se lanzaron a un discurso sobre seguridad. Neil miró hacia la puerta de salida de emergencia, pero
no se sintió tan tentado como creía que estaría.

Hacer frente a Riko de esta manera iba en contra de todo lo que su madre le enseñó. Había sido
criado para correr, sacrificar todo y a todos para asegurar su propia supervivencia. Su madre nunca
le había dado motivos para estar de pie. Tal vez por eso no había sido lo suficientemente fuerte
como para salvarla al final. Un revoltijo de mentiras por el cual no tenía nada por lo que luchar.

Pero Neil Josten era un Foxes. Andrew llamó a esto casa; Nicky lo llamó familia.

Neil no iba a perder nada de eso. Si dos semanas con Riko era el precio para mantener a salvo a
su equipo, Neil pagaría.
De alguna manera, esos pensamientos facilitaron el vuelo. Neil incluso logró dormitar a través de
una parte, pero se despertó cuando aterrizaron.

Jean lo estaba esperando a la llegada. Observó el enfoque de Neil con una expresión fría en su
rostro, y hubo un tono en su voz cuando dijo:

―No deberías haber venido aquí.

―Vamos ―dijo Neil.

El viaje fue en silencio, pero la primera vista del Castillo Evermore hizo que la sangre de Neil
zumbara en reconocimiento. Evermore parecía más un monumento que un estadio, y su pintura
azabache lo hacía aún más imponente. Era el doble de grande que el Foxhole Court. Neil dudaba
de que los Raven pudieran llenar cada asiento en cada juego, pero el Tribunal de los E.E.U.U.
probablemente se agotó unas horas después de publicar sus partidos. Neil solo podía imaginar
cómo sonaban las noches de juego dentro.

Jean se detuvo en una puerta y extendió la mano para escribir un código. La puerta se abrió con
un chillido silencioso y luego condujo hacia el estacionamiento con barricadas. Una fila de autos
ya estaba estacionada en el bordillo. Neil deseó estar sorprendido de que todos fueran idénticos.
Incluso las matrículas personalizadas tenían solo un par de dígitos el uno del otro. Neil los miró
fijamente hasta que pensó que había descifrado la secuencia. El EA tenía que ser Edgar Allan, y los
números que seguían eran los años de la clase y los números de la camiseta.

―Este no es un equipo ―dijo Neil―. Es un culto.

―Sal ―dijo Jean, y estacionó en el lugar abierto que sus compañeros de equipo le dejaron.

Neil agarró su bolso y salió. Jean lo acompañó hasta la puerta y puso otra contraseña numerada. La
luz del teclado parpadeó en verde, por lo que Jean tiró de la puerta para abrirla. En lugar de entrar,
miró a Neil.

―Echa un vistazo al cielo. No volverás a verlo hasta que te vayas.

―Lo he visto ―dijo Neil.

La sonrisa de Jean se burló de ese pequeño desafío e hizo un gesto para que Neil lo precediera.
La puerta se había abierto a una escalera que bajaba. Todo estaba pintado de negro. La única luz y
color era un tubo de luz roja en el centro del techo. No fue lo suficientemente brillante. Cuando Jean
cerró de golpe la puerta detrás de ellos, Neil casi tropieza por las escaleras. Puso una mano en la
pared para equilibrarse y disminuyó la velocidad. En su espalda, Jean no lo apresuró.

Contó los pasos, queriendo saber qué tan profundo iban, y llegó a veintiséis antes de que las
escaleras terminaran en otra puerta. Jean se adelantó para introducir una tercera contraseña y Neil
entró en la vivienda de los Raven.
―Bienvenido al Nido ―dijo Jean.

―Culto ―dijo Neil de nuevo.

Jean ignoró eso y lo llevó de recorrido. Este espacio fue originalmente construido para albergar a
los equipos visitantes, pero el entrenador Moriyama se lo dio a sus Raven. Si los Raven no estaban
en clase o en la cancha, se suponía que debían estar aquí abajo. A primera vista, no fue una mala
configuración. El nido era espacioso y estaba bien abastecido. Neil pasó dos cocinas de tamaño
completo, un salón completo con una barra y una mesa de billar, y tres home teatre. Una sala larga
conectaba las áreas sociales con una sala de pesas, y otra sala los llevaba al dormitorio.

Un letrero en la pared indicaba que Black Hall estaba a la izquierda y Red Hall a la derecha. Neil
miró a ambos lados, pero honestamente no podía distinguirlos. No valía la pena preguntar, así que
siguió a Jean a Black. Todas las puertas del dormitorio estaban abiertas, por lo que Neil se asomó
al pasar. Las habitaciones eran casi tan grandes como la suite que Neil compartía con Matt y cada
una estaba equipada con solo dos camas.

El Nido tenía el potencial de ser todo lo que un atleta de la universidad podría desear, a excepción
de los techos bajos y la decoración oscura. El color era fugaz, y por lo general solo aparecía en
tonos de rojo. Todo lo demás era negro, desde los muebles hasta las sábanas, hasta las toallas
colocadas sobre las sillas de los escritorios para secarlas. Las sombras estaban absorbiendo el aire
de la habitación y Neil repentinamente se dio cuenta del peso del estadio sobre su cabeza. Neil no
era claustrofóbico, pero pensó que dos semanas más abajo podrían cambiar eso.

―Aquí ―dijo Jean, e hizo un gesto para que Neil lo siguiera a la última habitación―. Aquí es
donde te quedarás. Deberías estar en Red con el resto de nosotros, pero el maestro ha hecho una
concesión especial. Sabe que necesitas la atención personal de Riko.

―No estoy compartiendo habitación con ese sociópata.

―Si solo tuvieras voz en el asunto.

―¿El lugar de quién estoy tomando? ―Neil preguntó, porque ambos lados de la habitación ya
estaban decorados.

Jean se detuvo junto a una de las mesillas de noche y le hizo un gesto a Neil para que se acercara.

―Mira y ve.

Neil se movió junto a él y lo lamentó casi de inmediato. Las postales de ciudades lejanas, tanto
extranjeras como domésticas, estaban pegadas a las paredes. Debajo de cada uno había trozos
de papel. Los garabatos ahora familiares de Kevin enumeraban las fechas y las explicaciones de
los viajes. La mayoría de ellos eran juegos. Algunas sesiones fotográficas y entrevistas indicadas.
Los libros se alineaban en los estantes integrados en la cabecera y Neil sabía por el roce de las
espinas que eran de Kevin. Kevin se estaba especializando en historia por razones que Neil no
podía entender; estos títulos secos eran el tipo de cosas que encontraría fascinantes.

A Neil le dio escalofríos ver que su espacio se conservaba así. Era como si Kevin hubiera salido a
hacer un mandado, no es que se hubiera transferido a otro equipo por completo.

―Riko está en negación ―dijo Neil―. Alguien debería decirle que Kevin no regresará.

―No sabes nada ―dijo Jean―. Baja tus cosas y vámonos.

Jean no lo esperó, sino que se fue. Neil dejó caer su petate en la cama de Kevin, lanzó una
cautelosa mirada hacia el lado de la habitación de Riko y alcanzó a Jean por el pasillo. Un tramo
de escaleras los llevó por un piso hasta el vestuario de los Raven. Jean no le dio a Neil tiempo
para mirar a su alrededor, sino que lo empujó a través de una puerta trasera hacia el patio interior.
Salieron cerca de los bancos de Home.

Era el domingo antes de Navidad y los Raven estaban en la cancha a toda velocidad. Dos alineaciones
jugaban un golpe bastante brutal, mientras que los restantes nueve Raven miraban. Las cabezas
se volvieron cuando Jean avanzó junto a los nueve blindados, y los Raven miraron más allá de
Jean hacia Neil. Sus expresiones iban desde el frío desinterés hasta la hostilidad abierta. Neil no
esperaba una cálida bienvenida, por lo que mantuvo su atención en la cancha.

No pasó mucho tiempo antes de que sonara un timbre y terminara el partido. El equipo de Riko
ganó por un margen de tres puntos. Las dos alineaciones se encontraron en la mitad de la cancha
para criticar las actuaciones de cada uno. Los submarinos se unieron a ellos para compartir lo que
habían notado desde el exterior. La reunión duró unos buenos quince minutos, pero finalmente los
Taven tocaron palos y salieron de la cancha.

Riko se quitó el casco mientras él entraba por la puerta de la corte.

―Luke, cierra el marcador. Martin, enciende las luces. Tengo un invitado al que atender, así que
toma un almuerzo temprano. El maestro estará a punto de verificar el progreso, así que ten tus
papeles preparados para él. La práctica de la tarde comenzará a la hora habitual.

Los Raven se movieron como un río negro alrededor de Jean y Neil. Riko se detuvo frente a Neil
para considerarlo, pero lo despidió sumariamente a favor de Jean.

―Muéstrale sus cosas. Trataré con él cuando me duche.

Jean inclinó su cabeza y sostuvo la puerta hacia Riko. Riko se fue por un lado, entonces Jean y
Neil fueron por otro. Jean trajo a Neil al vestuario y abrió un armario de gran tamaño en el extremo.
Neil obedientemente miró dentro. El casillero estaba lleno de equipo Raven. No fue hasta que Jean
le empujó la camiseta que Neil lo entendió, porque el nombre estampado en la parte posterior era
JOSTEN.

―Solo estoy aquí por dos semanas ―dijo Neil―. ¿Por qué tenía esos impresos?
―No juegues estúpido ―dijo Jean―. Kevin ya te habría dicho que te estás transfiriendo este
verano.

―Lo mencionó. Le dije que no lo haría. ¿No se lo dijo? ―Neil arrojó la camiseta a un lado.

Jean lo agarró del aire antes de que pudiera tocar el suelo y lo miró con expresión lívida.

―Trata de no matarnos a los dos en tu primer día, niño ignorante.

―¿Nos? ―Neil preguntó.

―Escucha atentamente lo que estoy a punto de decirte ―dijo Jean, empujando la camiseta hacia
él de nuevo. Neil se negó a tomarlo, por lo que Jean agarró su abrigo con su mano libre y tiró de
Neil cerca―. Perdiste el derecho a ser un individuo cuando entraste en el Nido. Las consecuencias
de tus acciones ya no son tuyas por sí solas. Los Raven operan en un sistema basado en pares, lo
que significa que desde ahora hasta que te vayas yo soy el único aliado tienes.

“Mi éxito es tu éxito ―dijo Jean―. Tu fracaso es mi fracaso. No irás a ninguna parte a menos que
yo esté contigo. Si rompes esta regla se molestaran mucho por ella. ¿Comprendes? Quieren que
fallemos. Quieren tomar la alineación inicial de mi parte. No voy a dejar que pongas en peligro mi
rango.

―Tengo malas noticias para ti ―dijo Neil―. No puedo superar a los delanteros de los Raven.

―No son ellos los que debes superar ―dijo Jean―. Ya no eres un delantero. Nunca deberías
haber sido uno en primer lugar. El maestro te está moviendo a la defensa donde perteneces. Él
querrá saber por qué abandonaste tu posición. Espero que tengas una buena explicación para él.

―No fue mi idea ―dijo Neil―. El entrenador Hernández tenía una línea defensiva completa. Fue
una ofensa o nada en absoluto y solo quería jugar.

Neil le dijo a Hernández que nunca antes había tocado una raqueta porque no pudo darle a
Hernández los nombres de sus entrenadores y equipos anteriores. Sin embargo, cuando Neil fue
reclutado para los Milport Dingoes, no fue su ausencia de ocho años de Exy lo que lo hizo tan torpe
en la cancha. Fue que Neil jugó pequeñas ligas como un defensa. Había tenido que aprender el
juego una y otra vez desde cero. Al principio, Neil lo odiaba, porque creía que los strickers eran los
perros de la gloria que buscaban el centro de atención. Sin embargo, cuando Neil se sintió más
cómodo con el puesto, se enamoró.

―Fue una mala idea ―dijo Jean―. Ahora debes desaprender todos tus malos hábitos. Ahora
prueba tu equipo para que sepamos que encaja.

―No frente a ti ―dijo Neil.

―Esa modestia será de lo primero que te despedirás ―dijo Jean―. No hay espacio para la
privacidad en el Nido.
―No puedo creer que aguantes esto ―dijo Neil―. Al menos, Kevin corrió. ¿Cuál es tu excusa?

―Soy un Moreau ―dijo Jean, como si Neil estuviera siendo estúpido a propósito―. Mi familia ha
pertenecido a los Moriyamas desde antes de que vinieran a los Estados Unidos. No hay otro lugar
adonde ir, así como no hay lugar para ti sino aquí. Kevin no es como nosotros, él es valioso pero no
es propiedad en el mismo sentido. Él escapó porque tenía familia a quien correr.

―¿Andrew? ―Neil lo adivinó.

―Dije familia, imbécil con problemas auditivos ―dijo Jean―. Su padre, tu entrenador.

Tardó un momento en asimilarse. Cuando hizo clic, Neil retrocedió ante Jean en estado de shock.

―¿Qué?

Sabía, lógicamente, que Kevin tenía que tener un padre. Kayleigh Day no se había quedado
embarazada, después de todo. Pero nunca había mencionado el nombre del padre de Kevin, sin
importar cuánto presionara la prensa. Si los rumores eran correctos, el espacio estaba en blanco en
el certificado de nacimiento de Kevin. Sin embargo, había nombrado a Tetsuji el padrino de su hijo,
y así fue como Kevin terminó en Evermore después de la muerte de Kayleigh.

―Estás mintiendo ―dijo Neil.

―¿Por qué más podría Kevin correr hacia un equipo tan terrible?

―Pero él nunca... y el entrenador no...

―Cifra que todavía es demasiado cobarde para decir algo al respecto ―Jean dio un golpe burlón
de su mano―. Si no me crees, búscalo. La última vez que vi la carta de su madre estaba metida en
uno de esos aburridos libros suyos. Lo ha leído tantas veces que podría haber usado las palabras
en las páginas, pero vale la pena intentarlo.

―Si él lo supiera, ¿por qué se quedó? ―Neil exigió―. Debería haber ido al entrenador cuando su
madre murió.

―Lo descubrimos hace solo unos años ―dijo Jean―. Encontramos la carta en la casa del maestro
por pura casualidad. Kevin se la robó, pero nunca tuvo la intención de actuar en el descubrimiento.
Sabía que eso significaba perder todo esto. No valía la pena ―Jean señaló el vestuario―. Una vez
que perdió esto, por supuesto, no había razón para quedarse.

―Estás loco ―dijo Neil.

―Dice el fugitivo que se unió a un equipo de Primera Clase ―dijo Jean―. Dice el hombre que vino
aquí hoy cuando debería haber huido. No eres mejor que el resto de nosotros. ¿Ahora vas a probar
tu equipo o tendré que forzarte?
Neil lo pensó, luego tomó la camiseta. Jean cruzó sus brazos sobre su pecho y retrocedió un par de
pasos. Neil le dio la vuelta a la camiseta para mirar su nombre. Las letras blancas estaban rodeadas
por un tenue contorno rojo. El número debajo de él no era el suyo.

―¿Ni siquiera puedo quedarme con mi diez? ―Neil preguntó.

―Raven sin importancia usan dígitos dobles ―dijo Jean―. El círculo interno de Riko no. Este
número te queda mejor. ¿Sabías que... en japonés, ‹cuatro› y ‹muerte› suenan igual? Es apropiado
que el hijo del carnicero use este número›.

Neil negó con la cabeza pero dejó de discutir. Volvió a dejar la camiseta en su casillero, endureció sus
nervios y desabrochó los botones de su abrigo. Él tiró de la cremallera desabrochada a continuación
y se encogió de hombros para sacárselo. Luego se quitó la camisa por la cabeza y fingió no darse
cuenta de la mirada intencionada que Jean le acariciaba el frente lleno de cicatrices.

Neil se quitó los zapatos, los empujó fuera de su camino con un pie, y se quitó los pantalones. Se
puso el uniforme de los Raven pieza por pieza lo más rápido que pudo. Le quedaba mejor de lo que
esperaba, pero Neil se sintió asfixiado por eso.

―Bien ―dijo Jean―. Ahora vuelve a ponerlo. No lo necesitarás hasta la práctica de la tarde.

Neil se lo quitó todo y lo volvió a guardar. Acababa de abrochar el último botón de su abrigo cuando
se abrió la puerta a su espalda, pero no se perdió la forma en que Jean palideció. Neil miró hacia
atrás para ver a Tetsuji y Riko en la entrada. Tetsuji había traído un bastón adornado con él. Neil
nunca lo había visto antes y esperaba que eso significara que Tetsuji estaba sufriendo algún tipo
de lesión o enfermedad.

Riko dejó que su tío entrara primero a la habitación y cerró la puerta detrás de ellos. Neil se tomó un
momento para preguntarse quién instaló cerraduras en la puerta de un vestuario, pero apartó ese
pensamiento tan rápido como pudo. No podía permitirse distraerse frente a este hombre.

Tetsuji cruzó la habitación para pararse frente a él.

―Nathaniel Wesninski ―dijo, como si encontrara que faltara cada sílaba―. Arrodíllate.

Neil se escondió las manos en los bolsillos para poder apretarlos en puños.

―No.

Pensó que Jean dijo su nombre, pero apenas era más fuerte que una bocanada de aire.

Neil no miró hacia atrás. No pensó que era su imaginación que Riko dio un paso atrás para poner
más espacio entre él y su tío. Un hombre que pudiera mantener a raya incluso a Riko no era un
hombre a quien desafiar tan descuidadamente, pero Neil no tenía otra opción.

―Te arrodillarás ―dijo Tetsuji.


Neil tenía la sensación de que se arrepentiría por el resto de su corta vida, pero sonrió y dijo:

―Oblígame.

Vio el bastón levantarse, pero fue demasiado rápido para esquivarlo. Lo atrapó en la cara a través
de su mejilla y un lado de su boca. Neil tropezó bajo la fuerza del golpe y se estrelló contra los
casilleros. Él no lo sintió; no podía sentir nada excepto el fuego que le atravesaba el cráneo. Un
destello agrio en su lengua podría haber sido sangre, pero la boca de Neil estaba demasiado
entumecida para que él estuviera seguro. Levantó instintivamente una mano para ver si tenía
fracturas en el cráneo, pero el bastón de Tetsuji lo atrapó en las costillas. Luego su hombro y su
brazo, hasta que Neil no tuvo más remedio que peinarse y protegerse.

Tetsuji no dejó de golpearlo hasta que finalmente se desmayó.

En la práctica de la tarde de los Raven corrió durante cuatro horas, y Neil no estaba en forma
para nada de eso. Había estado inconsciente durante las dos horas que tomaron los Raven para
almorzar; solo se despertó cuando Jean arrojó una jarra de agua helada sobre su cabeza. Neil
estaba demasiado delirante y dolorido para cambiarse, así que Jean tuvo que forzar la mayor parte
del equipo sobre él. Neil forcejeó, pero Jean clavó dedos crueles en los nuevos hematomas de
Neil para detenerlo. Jean tuvo que llevar a Neil hasta la cancha. No fue hasta que Jean metió una
raqueta en sus manos que Neil realmente se dio cuenta de que sí, se esperaba que jugara.

Lo pusieron como un backliner, y Neil falló espectacularmente. No había jugado de defensa en casi
nueve años y estaba demasiado mal como para mantenerse al ritmo de Riko.

Cada vez que Riko pasaba junto a él, lo golpeaba con su raqueta. La armadura Exy estaba destinada
a proteger contra las pelotas que se mueven rápidamente y las verificaciones corporales, no los
golpes maliciosos de raquetas pesadas. Al cabo de una hora de práctica, Neil tropezaba con sus
propios pies.

Sin embargo, cada vez que Neil caía, Jean estaba allí para levantarlo del suelo. Jean no tenía nada
que decirle a Neil sobre su pobre actuación, ni aliento ni palabras duras. Quizás ya no tenía aliento
para eso. Estaban juntos en esto, justo como Jean advirtió a Neil. Cada vez que el otro equipo
anotó, ambos fueron castigados.

El resto de los Raven eran completamente antipáticos, incluso hacia uno de los suyos. Así era como
trabajaba el equipo, y lo aceptaron sin cuestionamientos.

Estos cinco años podrían ser una pesadilla viciosa, pero la fama mundial y los salarios de siete
dígitos los esperaban en el otro lado de la etapa de graduación. Estarían listos para el resto de sus
vidas. En lo que respecta a los Raven, era un intercambio que valía la pena.

Debido a su actuación patética, Jean y Neil tuvieron la tarea de cerrar la cancha después. Eso
significaba barrer y pulir el suelo de la cancha, y luego arreglar el desorden que los Raven
representaban en el vestuario. Para cuando finalmente pudieron ducharse, Neil apenas podía
moverse. Ni siquiera le importaba que el cuarto de ducha de los Raven careciera de puestos. Se
arrodilló en el suelo de baldosas bajo el rocío y dejó que el calor le quitara parte del dolor de su
cuerpo destrozado. Neil flexionó sus dedos hinchados para asegurarse de que estaban en buen
estado. Se movieron, pero él no podía sentirlos.

―Deberías haber huido ―dijo Jean, demasiado agotada y dolorido para sentir odio.

―Crecí con dolor ―dijo Neil―. Dos semanas de esto no significarán nada.

―Tres ―dijo Jean.

Neil lo miró.

―Solo acordé con dos. Me voy en la víspera de Año Nuevo.

Jean cerró los ojos e inclinó más la cabeza bajo el rocío.

―Tú ignorante niño. Este es el Nido de los Raven. Pasamos por nuestro tiempo, no el tuyo.
Corremos en días de dieciséis horas. Verás.

Neil estaba demasiado cansado para lidiar con su dramatismo, por lo que se centró en lavar los
platos. Se vistió con la ropa más suelta que había empacado y arrastró a Jean a la cocina. Apenas
probaba la comida que se ponía en la boca, pero necesitaba su fuerza. Jean puso sus platos en el
lavavajillas y trajo a Neil a Black Hall.

Riko los estaba esperando en su habitación. Neil no lo vio hasta que ya estaba adentro, y para
entonces ya era demasiado tarde. Jean cerró la puerta detrás de él y se apoyó en ella. Neil consideró
luchar contra él, pero no tenía la energía y no tenía adónde ir. Fue a su cama como si no le importara
que estuviera atrapado aquí con ellos y se sentó en el borde del colchón. Miró los libros y pensó en
la carta de Kayleigh, pensó en Jean y Kevin soportando esto día tras día, año tras año.

Riko se levantó de su cama, y ​​Neil lo miró. Estaba sonriendo, y la mirada hizo que Neil se sintiera
mal del estómago. Su padre lo había mirado con odio y furia. Nunca se había visto así, como la
sangre de Neil sería lo mejor de su día. El Carnicero era un asesino vicioso con un temperamento
desencadenante, pero prosperó con la muerte y el miedo, no con el dolor y la sumisión.

―Mantente alejado de mí ―dijo Neil.

Riko sacó una navaja de su bolsillo y la abrió.


―Pensé que no tenías miedo de mis cuchillos, Nathaniel. ¿Era una mentira para hacerte sentir
mejor?

Riko se sentó de lado sobre el colchón al lado de Neil. Lo miró como si estuviera imaginando
despellejarlo y alimentarlo con sus restos sangrientos. Su expresión decía que se estaba embarcando
en la fantasía. Neil no se inmutó cuando Riko puso la punta de la hoja en sus labios, pero estaba
cerca. Jean se movió junto a ellos, pero Neil no se atrevió a quitarle los ojos de encima a Riko para
mirarlo.

―Me encantará hacerte daño ―dijo Riko―, como me encantará lastimar a Kevin.

―Eres una persona seriamente jodida ―dijo Neil.

Riko deslizó el cuchillo en la boca de Neil y empujó, lo suficientemente fuerte como para romper la
piel en la esquina de la boca de Neil pero no lo suficientemente profunda como para hacer un daño
real.

―Cállate y acuéstate ―dijo Riko―. No tenemos mucho tiempo, y le prometí al maestro que te
tendría en línea antes de la práctica nocturna.

―Te odio ―dijo Neil alrededor de la espada.

―Acuéstate ―dijo Riko de nuevo―, y pon tus manos en la cabecera.

Neil se tendió de espaldas y extendió la mano por encima de su cabeza. Jean tomó sus manos
para guiarlos al lugar correcto. Neil sintió la madera bajo la yema de los dedos y se agarró. Jean lo
soltó solo para colocar el metal frío sobre sus muñecas. Neil trató de mirar, pero el cuchillo en su
boca no lo dejaba moverse. Riko lo sintió tenso, aun así retiró el cuchillo. Neil levantó la vista y se
arrepintió de inmediato. Puños de metal cerraban sus manos a la cabecera. Tiró de sus brazos tan
fuerte como pudo, casi rascándose las muñecas en el esfuerzo, pero la cabecera ni siquiera crujió.

―¿Quién es tu Rey, Nathaniel? ―Riko preguntó.

Neil le escupió a la cara.

Riko se congeló, luego lentamente se acercó para tocar el globo en su mejilla. Miró sus dedos
resbaladizos por un momento, necesitando ver el desastre para creerlo, y luego agarró la cara de
Neil en un férreo control. Abrió la boca de Neil y escupió en ella. Una mano sobre la boca de Neil
evitó que volviera a toser. Jean se subió a la cama y se sentó sobre sus piernas antes de que Neil
pudiera golpear a Riko por la espalda. Riko presionó el cuchillo en el pecho de Neil y deslizó el
borde debajo de su piel.

―Haré que esto sea tan terrible como sé ―le prometió Riko―. Cuando sea demasiado para ti, no
dudes en llorar.
CAPÍTULO 16
Traducido por Irán
Corregido por Cotota

―Pasajeros del vuelo 227 a Las Vegas, por favor repórtense a la puerta A19. El abordaje comen-
zará en un momento.

Neil no recordaba haberse quedado dormido, pero parpadeó medio dormido y miro hacia las luces
fluorescentes sobre su cabeza. El vidrio frío se sacudió contra sus hombros y cabello, donde se
sentó apoyado contra una ventana. Escucho el rugido sordo de un motor a reacción mientras se
precipitaba por la pista. El vidrio se detuvo antes de que el ruido se desvaneciera. Se frotó los ojos
con las manos enguantadas y se arrepintió inmediatamente. Los guantes escondían sus vendajes,
pero no hacían nada por el dolor. Hizo sus manos en puños, siseando a través de sus dientes por
lo mucho que dolía. Satisfecho de que todos sus dedos respondían, dejo caer su mano enguantada
a su regazo.

―Pasajeros del vuelo 1522 a Atlanta, les informamos que ha habido un cambio de puerta. Ahora
abordaremos este vuelo desde la puerta A16. Repito: Vuelo 1522 a Atlanta, Georgia abordará aho-
ra desde la puerta A16. Por favor presentarse a su nueva puerta inmediatamente para un rápido
despegue.

El anuncio volvió a aparecer un par de segundos después, esta vez en español. Por un momento
Neil estaba perplejo de que no estuviera en Francés. Había pasado tanto tiempo con Jean que había
olvidado que existía otro idioma. Jean tenía técnicamente prohibido usar el Francés, ya que Riko no
podía entenderlo, pero se lo había susurrado a Neil cuando Riko no estaba lo suficientemente cerca
para escuchar. Jean se burlaría por su confusión actual, excepto que Jean no estaba aquí. Neil miró
el asiento junto al suyo y sólo vio su bolsa de lona. Jean no estaba a la vista.

Él estaba en el aeropuerto, por lo que Jean debía estar al otro lado del puesto de control de
seguridad. Neil tendría que regresar y decirle que había dormido durante su vuelo. Sin embargo,
cuando miró en busca de alguna señal que indicará las salidas, reconoció el mobiliario destartalado
del Aeropuerto Regional del Norte.

El norte del Estado estaba en Carolina del Sur, pero Neil no recordaba haber salido de Virginia
Occidental. Él ni siquiera recordaba haber dejado Castillo Evermore. Neil se sostuvo de los
apoyabrazos de su silla para ponerse de pie y miró sobre su hombro. Estaba oscuro afuera; la
noche había caído y él ni siquiera se había dado cuenta. Pateó a su memoria no cooperativa y
luego lo dejó ir. No importaba como había llegado siempre y cuando él estuviera aquí.

Llegar aquí fue sólo la mitad de la batalla. La otra mitad era ponerse de pie. Neil contuvo la
respiración mientras se levantaba de la silla laboriosamente. Por un momento estaba seguro de
que sus piernas se desvanecerían debajo de él. De alguna manera se sostuvieron. Le dolió apretar
su mano alrededor de la correa de la bolsa de lona, pero la sostuvo de todos modos. No podía sentir
el peso contra su cadera. Necesitaba saber que estaba ahí, con él.

Caminó con dificultad por arribos. Debería haber sido una caminata corta, pero se movió con la
velocidad y la gracia de alguien seis veces mayor que él. Cada centímetro de su cuerpo se sentía
como si hubiera pasado por una picadora de carne. Llegó hasta la zona de recogida de equipajes
antes de darse cuenta de que no tenía a donde ir y no había manera de llegar ahí. Neil miro
estúpidamente las cintas transportadoras, luego cojeó hasta la pared. Lo siguió hasta encontrar
un enchufe. Sus manos gritaban de dolor mientras hurgaba en su bolsa de lona, pero finalmente
encontró su teléfono. Estaba muerto, por supuesto. Probablemente murió hace dos –¿o tres?–
semanas. Neil lo enchufó y espero.

Cuando tuvo suficiente energía para encender, inmediatamente comenzó a cargar cada mensaje
perdido de sus vacaciones. Neil trató de pasar a través de sus contactos, pero las alertas seguían
apareciendo para interrumpir su progreso. Se dio por vencido y vio los nombres destellar. Como era
de esperar la mayoría de los mensajes eran de Nicky. Incluso aparecieron los nombres de Aaron y
Allison El único nombre que faltaba era el de Andrew.

Al menos su teléfono había descargado todo del servidor y Neil podía entrar en su lista de contactos.
Neil vio primero el nombre de Andrew, luego el de Kevin, y finalmente presionó la tercera marcación
rápida que Andrew había programado en su teléfono.

Wymack respondió en el cuarto timbre.

―¿Tienes una buena razón para molestarme en vacaciones?

―No sabía a quien más llamar —dijo Neil. Apenas reconoció su propia voz.

La última vez que había hablado había estado gritando; aparentemente sus cuerdas bucales aún
no se habían recuperado. Neil presionó su frente contra la pared e intentó respirar. No podía recor-
dar cuando respirar no era una tarea ardua.

―¿Neil? ―La postura brusca abandonó la voz de Wymack; ese borde afilado era todo alarma—.
¿Estas bien?

Neil sonrió. Se sentía como si desgarrara su rostro.

―No, no lo estoy. Se que es algo repentino, pero ¿puedes venir a recogerme? Estoy en el aeropuerto.

―Espera allí —dijo Wymack―. Estoy en camino.

Neil asintió, sabiendo que Wymack no podía verlo y colgó. No tenía la fuerza para mantenerse de
pie, por lo que se arrodilló y puso un temporizador de quince minutos en su teléfono. Cuando se
disparó, tiró del cargador y llevo su bolsa afuera. Se sentó en la acera con los pies en la alcantarilla,
ignorando la forma en como los enfurecidos conductores tocaban la bocina en señal de advertencia.
Neil estaba tan fuera de sí que no se dio cuenta de que Wymack se detuvo en la acera a poca
distancia hasta que una mano pesada se envolvió alrededor de su brazo.

―Arriba —dijo Wymack― Nos vamos de aquí.

Neil retorció su mano en la manga de Wymack y dejó que Wymack lo levantara. Wymack abrió
la puerta del pasajero para él y observó cómo Neil subía. Cuando Neil estaba asegurado adentro
Wymack cerró la puerta y se dirigió al lado del conductor. Neil se preparó para las preguntas, pero
Wymack no le dijo nada. Neil observó al aeropuerto desaparecer, vio signos borrosos fuera de su
ventana y dejó que sus ojos se cerraran.

Cuando los abrió de nuevo, estaba de espalda en el sofá de Wymack. Wymack había arrastrado su
silla de escritorio a la sala de estar para vigilarlo. Una botella de whisky medio vacía estaba sobre
la mesa de café entre ellos. Tenía la tapa puesta, pero Neil todavía podía olerla. Neil se levantó,
haciendo una mueca de dolor durante todo el camino y devolvió la expresión cautelosa de Wymack
con una propia.

―Lo siento.

―Él suena como Neil —dijo Wymack― pero no se parece a él. Tomaré tu explicación desde el
comienzo y sin una orden mierda, gracias.

Neil lo miró, sin comprender. La respuesta estaba ahí, fuera de su alcance, un destello azul y de
pánico y cristales rotos. Neil arañó desesperadamente su memoria, pero su cuerpo se dio cuenta
antes que su mente. Extendió la mano para tocar su cabello y Neil lo recordó. El miedo era acido en
sus venas, comiéndolo vivo desde dentro hacia afuera y Neil se puso de pie de un salto.

―No —dijo, pero era muy tarde para cambiar las cosas.

Wymack se levantó cuando Neil tropezó hacia la puerta, pero no intento detenerlo. Neil abrió la
puerta del baño y encendió la luz. El rostro que lo esperaba en el espejo era lo suficientemente
horrible como para sacudir sus piernas debajo de él. Neil arañó el lavabo mientras se desplomaba
sobre sus rodillas, pero no era lo suficientemente fuerte para sostenerse a sí mismo.

Neil se había teñido el cabello de color marrón de vez en cuando, pero nunca este tono, nunca cer-
ca de este tono. Este era su color natural, y esos eran sus verdaderos ojos y esto era el rostro de
su padre. Los vendajes y moretones no eran suficientes para disfrazar al hombre que había visto
en el espejo. Neil pensó que vomitaría, pero estaba muy débil para manejarlo.

―Respira —dijo Wymack.

Neil no se dio cuenta de que había dejado de hacerlo hasta que el puño de Wymack en su espalda
les devolvió el aire a sus pulmones. Araño la puerta del gabinete y se atragantó con el primer aliento
que tomo. Tuvo que apretar los dientes para no gritar, no se atrevió a hablar. Era demasiado tarde
para decirle a Wymack que no mirara. Era demasiado tarde para que Wymack fingiera que no lo
había visto. Wymack no sabía a quién estaba mirando, pero eso no importaba.

El clic de un encendedor lo empujó hacia atrás justo antes de que pasara por el borde y Neil tomó el
cigarrillo que Wymack le ofreció. Lo acunó cerca e inhaló tan profundo como pudo. Le dolía inhalar,
pero lo hizo de todos modos. Cada respiración sucesiva tiraba con fuerza de sus puntadas y vendas
adheridas a su piel. Apretó su mano libre contra su abrigo, tratando de sentir la gaza a través de
la lana gruesa. Finalmente inhaló tan profundo que se atraganto. Tosió tan fuerte que pensó que
rompería algo, pero al final de su tos se estaba riendo.

Sonaba retorcido e incorrecto en este espacio sofocante, pero Neil no podía parar. Se mordió la
mano para amortiguar el sonido, pero eso no ayudó. La histeria estaba a un parpadeo de tomar el
control.

―Neil —dijo Wymack―. Necesito que me hables.

―Creo que saque mis puntadas —dijo Neil―. Siento sangre.

―¿Dónde? ―preguntó Wymack.

―¿En todas partes? ―Neil lo adivinó y trató de deshacer los botones de abrigo con una sola mano.

Wymack apartó la mano de Neil del camino. Neil dejó a Wymack pelear con los botones y la
cremallera, pero les tomó a ambos quitar el abrigo de Neil. Neil atrapó la punta del dedo de un
guante en sus dientes y tiro, sólo para hacer una mueca por la forma en que su mejilla punzaba.
Wymack notó su expresión y alcanzó el rostro de Neil. Neil no se había dado cuenta de que tenía
vendajes en la cara hasta que le quitó la gaza y la cinta.

Wymack se quedó tan quieto que Neil pensó que se había convertido en piedra.

―Neil, ¿qué mierda tienes en la cara?

Neil se quitó el guante y tocó su piel con los dedos desnudos. No sintió nada, así que se agarró
del lavabo e intentó de ponerse de pie. Wymack lo dejo intentarlo por su cuenta, luego se levantó
y tiro de Neil en posición vertical. Neil no estaba listo para ver su reflejo de nuevo. Estaba menos
preparado para ver el “4” tatuado en su pómulo izquierdo.

Wymack no esperaba su reacción violenta. Esa fue la única razón por la cual Neil logró echarlo del
baño. Neil pasó por delante de él y corrió hacia la cocina. Para cuando Wymack lo alcanzó él ya
había sacado un cuchillo del bloque de madera en el mostrador de Wymack. Wymack agarró su
muñeca antes de que Neil pudiera llevarse el cuchillo a su propia cara. Neil luchó como una bestia
enjaulada, pero Wymack golpeó su mano contra el mostrador hasta que Neil perdió el agarre. Neil
se apresuró a buscar el cuchillo, pero Wymack arrastró a Neil al piso con él. Abrazó a Neil con
ambos brazos y lo agarró con fuerza, no había nada que Neil pudiera hacer, pero se agotó tratando
de liberarse.

―Oye —le dijo Wymack al oído, agudo y consistente―. Oye, todo está bien.

Nunca ha estado bien. Había llegado en manchas fugaces, en momentos robados con sus
compañeros de equipo y en sus victorias el último momento, pero siempre se vio ensombrecida por
esta horrible verdad. Cada vez que Neil parpadeaba recordaba un poco más de sus vacaciones
de navidad. Cada vez que se movía sentía las manos y cuchillas de Riko y el fuego en su piel.
Dejaría que Riko lo hiciera pedazos una y otra vez porque era la única manera de sobrevivir, porque
doblarlo debería haber evitado que se rompiera, pero Neil no sabía si podría volver a unirse una
vez más. No era la suficientemente fuerte para esto. Él nunca lo había sido. Su madre lo había
sostenido, pero se había ido.

―Neil —dijo Wymack.

Neil, Wymack lo llamó, incluso cuando tenía este aspecto, incluso con el rostro de su padre y los
ojos de su padre y el número de los Moriyamas en su rostro. Neil, Wymack lo llamó, y más que nada
Neil quería que fuera verdad. Dejó de luchar para liberarse; las manos que habían intentado torcer
los brazos de Wymack ahora se aferraban a la vida.

―Ayúdame —dijo con los dientes apretados.

―Déjame —Wymack respondió, entonces Neil cerró los ojos. Wymack no dijo nada más hasta
que la respiración laboriosa de Neil finalmente se normalizó—. ¿Qué mierda pasó? Lo último que
escuché fue que estabas pasando Navidad con tu tío.

―Mentí ―dijo Neil―. Andrew regresará el martes ¿de acuerdo? Si Easthaven no ha llamado a
Betsy aún para organizar lo viaje lo harán pronto.

―Llamaron ayer —dijo Wymack—. ¿Qué tiene que ver Andrew con esto?

―Todo lo que importa —dijo Neil.

―Eso no es una respuesta.

―Lo siento.

―Cállate —dijo Wymack, por lo que Neil se calmó. Se sentaron en silencio por un par de minutos
más antes de que Wymack dijera—: ¿Puedo dejarte y confiar en que te comportarás o vas a tratar
de cortarte la cara otra vez? Quiero comprobar tus puntos.

―Me comportaré —, dijo Neil.

―Perdóname si no confió en ti —dijo Wymack, pero lo dejo ir.

Volvieron a ponerse de pie. Wymack hablaba en serio cuando dijo que no podía confiar en Neil
porque llevó a Neil de regreso a la sala de estar, fuera de la vista de los cuchillos. Wymack le hizo
un gesto para que se quitara la camisa, pero Neil no se podía mover lo suficiente para quitársela.
Wymack lo miró por un momento, luego se fue a buscar sus tijeras de cocina. Las blandió ante Neil
en una pregunta y Neil asintió. Se mantuvo perfectamente quieto mientras Wymack le cortaba su
camisa.

Wymack no dijo nada sobre las cicatrices. No dijo nada acerca de cuantos vendajes Neil había
envuelto alrededor de su pecho y abdomen o acerca de los moretones que se mostraban alrededor
de la gaza. Él simplemente revisó a Neil con ojo clínico y hurgó en cada línea de puntadas por
debilidades. Neil se quedó en silencio e inmóvil y lo dejó trabajar. Había descocido los hilos sueltos
de su costado, cerca de su cintura, pero esa herida casi se había curado de todos modos. Wymack
presionó la piel de Neil para ver si sangraba y regresó con los dedos limpios.

Wymack retiró los vendajes cubiertos de sangre y los dejó caer sobre la mesa de café. Examinó el
daño, luego se fue. Neil escuchó un cajón abrir y cerrar, se cortó el grifo por un par de segundos.
Wymack regresó con un paño húmedo y un botiquín pequeño de primeros auxilios. Neil trató de
tomar la tela por él, pero no pudo presionar los dedos lo suficiente para sostenerla. Wymack apartó
su mano del camino y limpió la sangre seca de la piel de Neil. Dolía, pero Neil apretó los dientes y
se quedó en silencio.

Le hizo pensar en las largas noche en la carretera, de recuperar el aliento en casas de seguridad
alrededor del mundo. Por un momento Neil recordó cómo se sentían los dedos de su madre sobre
su piel. Recordó las mordeduras de las agujas moviéndose dentro y fuera mientras ella enroscaba
su cuerpo destrozado para volverlo a unir. El nuevo ardor que subía por su garganta para pincharle
los ojos era dolor. Neil parpadeo tan fuerte como pudo.

―Algún día vamos a hablar sobre esto —dijo Wymack en voz baja.

―Después de las finales —dijo Neil sin mirarlo―. Después de vencer a los Raven. Entonces te diré
lo que quieras saber. Incluso te diré la verdad.

―Lo creeré cuando lo vea.

Wymack sacó las vendas sucias y el paño fuera de la habitación. Neil se dejó caer en el sofá y miro
a la botella de escocés de Wymack. El vaso vacío de Wymack descansaba a un lado. No le tomó
ningún trabajo llenarlo y menos beberlo de un trago. El calor era familiar al igual que el regusto
fuerte.

―Creí que no bebías —dijo Wymack desde la puerta.

―No lo hago —dijo Neil—. Sólo cuando tengo que. Usábamos el alcohol como anestésico porque
no podíamos arriesgarnos de ir al hospital ―las palabras quemaron sus labios más que el whisky.
Neil bajo el vaso y dejó sus dedos sobre el borde. No lo soltó hasta que estuvo seguro de que su
mano no temblaba y luego trazo la más fea de sus cicatrices con su dedo índice―. Demasiadas
preguntas. Demasiado tiempo perdido. Era más seguro beber el dolor.
Apretó su mano y la bajo a su regazo.

—¿Es eso suficiente entrenador? Es una verdad para ofrecerte hasta primavera.

―Sí —, dijo Wymack. – Es suficiente por ahora.

Wymack envolvió las heridas de Neil con vendas nuevas, luego recuperó su silla. Los dos se
sentaron en silencio, Wymack observando a Neil y Neil estudiando sus manos. Neil luchó contra su
poco cooperativa memoria, tratando de recordar su estancia en Evermore. Cuando la pieza más
importante hizo clic en su lugar Neil finalmente pudo respirar.

―No lo firmé —dijo Neil, levantando la vista de sus manos. Levantó sus dedos a su cara. No podía
sentir su tatuaje, pero había visto lo suficiente el Kevin para saber exactamente dónde estaba―.
Me dio un contrato, pero no lo firmé. No pudo obligarme. Esto no significa nada. Aún soy un zorro.

―Por supuesto que lo eres —dijo Wymack.

Neil asintió y miró el reloj. Eran las once cincuenta y cinco.

—¿Vamos a ver caer la bola1? Quiero pedir un deseo.

―Pides deseos a estrellas fugaces —dijo Wymack―. Año nuevo es para propósitos.

―Eso está bien también —dijo Neil.

Wymack sacó su control remoto de debajo de un cojín del sofá y encendió el televisor. El ruido y la
música llenaron la habitación. Las cámaras recorrieron la multitud mientras una banda tocaba en el
escenario. Neil buscó en la multitud las caras de sus compañeros de equipo, sabia que no los vería,
pero necesitaba mirar de todos modos.

Revisó su teléfono, encontró la batería parpadeando a un nivel muy bajo y abrió su buzón de
mensajes de todos modos. No los leyó. No tenia tiempo y la batería no duraría lo suficiente. Sin
embargo, tenía tiempo suficiente para redactar un mensaje de grupo, así que aprovecho y escribió
un simple “Feliz año nuevo” para los Foxes. Betsy les había dicho que el teléfono de Andrew había
sido confiscado durante su estadía en Easthaven pero Neil añadió su número de todos modos y
presiono enviar.

La respuesta fue casi inmediata. En el momento en que la cuenta regresiva de medianoche inicio
en la pantalla, cuando Neil levantó la vista y vio la bola parpadeante iniciar su descenso él ya había
recibido noticias de todo su equipo, la mayoría de ellos en mayúsculas y con extraños signos de
exclamación. Los había ignorado durante la Navidad, pero parecían emocionados de saber de él
ahora. Él era su familia. Ellos eran la suya. Ellos valían cada corte, moretón y grito.

Neil vio la bola tocar fondo. Era enero. Era año nuevo. Dos días para la liberación de Andrew, once
1 La bola del Times Square localizada en New York es una bola de tiempo que desciende a media
noche para señalar el comienzo del año nuevo.
días para el primer partido del campeonato y cuatro meses para las finales.

Enfrentar a los Foxes en la cancha esta primavera sería el último error que Riko jamás había hecho.
Deseamos que hayan disfrutado de su lectura. Al igual que
agradecemos que esperaran por nuestra traducción, sabemos
que ha sido una espera larga y por ello nos sentimos aún más
agradecidas. Los esperamos en las próximas entregas de The
Foxhole Court.

PD: Un especial agradecimiento a Cotota, quien sin ella este


libro no estaría corregido, GRACIAS, por siempre decir “Sí” a
todos nuestros proyectos.
Mántente informado sobre la traducción de los siguientes libros de
la trilogía:

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